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martes, 28 de enero de 2025

Capítulo 32-1, Arquitectura románica en ALT Empordà- Monasterio de Sant Pere de Rodes, San Miguel de Fluviá, Antiguo Priorato de Sant Tomás de Fluiá

 

Arquitectura románica en ALT Empordà
ALT Empordà es una de las comarcas románicas más importantes de toda Cataluña.
Muestra un repertorio románico maduro y cargado de simbolismo en portadas y claustros.
En este abundante y cualificado repertorio románico hemos elegido algunos emblemáticos monumentos como Sant Pere de Rodes, el curioso claustro de Sant Domènec de Peralada, Sant Miquel y Sant Tomàs de Fluvià. Pero no son, ni mucho menos, las únicas muestras del románico del ALT Empordà. 

El port de la selva
El municipio del Port de la Selva está situado en la cara norte de la península del Cap de Creus Para acceder a este bello pueblo costero, desde Figueres, se debe tomar la carretera N-260 en dirección a Llançá, desde donde sale la carretera Cl-12 en dirección Sur, que desemboca en el Port de la Selva.
El Port de la Selva, como núcleo de hábitat, no se documenta hasta el siglo XVII, cuando era una pequeña concentración de casas de pescadores dependientes del antiguo municipio de la Selva de Mar, de donde deriva el topónimo puerto de la Selva) En el siglo XVIII, el Port de la Selva consigue de la mano del rey Carlos III la carta de villa real y recibe también del obispo de Girona consentimiento para alzar su primera iglesia El núcleo creció rápidamente, y pronto se invirtió la antigua relación, pasando la Selva de Mar a depender de su antiguo puerto En realidad, hasta el siglo XIX, la nomenclatura de éste no quedó definitivamente fijada, y en la documentación se le conoce con nombres como el Port de la Santa Creu, Santa Creu del Port o Santa Creu del Port de la Selva, que aluden a otro antiguo poblado interior que hubo en las montañas de la Vall de la Creu Dicho asentamiento corresponde con el pueblo de la Santa Creu de Rodes, vecino del monasterio de Sant Pere de Rodes y del que se conservan sólo ruinas, aunque presididas por la notable iglesia prerrománica de Santa Helena.
En el término municipal se conservan otros restos altomedievales, especialmente el arruinado castillo de Verdera, que domina el valle y la costa desde la cima del monte homónimo, y al lado del cual queda parte de su iglesia, fechada en el siglo XI y dedicada a San Salvador Cabe destacar también, en el sector oriental del territorio, las ruinas del conjunto de Sant Baldiri de Tabellera, de época barroca, pero con algunas estructuras del siglo X, y un curioso conjunto de cuevas eremitorios, parece que también prerrománicos, que se conocen como les Cavorques.
El Port de la Selva es hoy un pueblo típicamente dedicado al turismo, de cierta calidad, y alberga varias urbanizaciones con segundas residencias Es punto de partida fundamental para subir hasta Sant Pere de Rodes (que dista unos pocos km), que es, por supuesto, el principal atractivo patrimonial de la zona. 

Monasterio de Sant Pere de Rodes
Forma parte del municipio del Port de la Selva, en la comarca del Alt Empordá, a 24 km de la capital, Figueres. La vía de acceso más habitual es desde Vilajuiga, en la carretera de Roses que se toma desde la N-260, entre Figueres y Llançá.
Existe también una carretera que sube desde el Port de la Selva. El tramo final hasta la entrada al monasterio es un camino que se recorre a pie. El conjunto monumental del antiguo monasterio se encuentra dentro del Parque Natural del Cap de Creus, en un rellano de la vertiente de levante de la montaña de Verdera, en cuya cima se conservan restos del antiguo castillo de Sant Salvador.
La presencia de una pequeña comunidad de monjes en Sant Pere de Rodes está documentada desde la segunda mitad del siglo IX. A lo largo del siglo X, la comunidad monástica, bajo la protección de un noble del lugar primero y después del conde de Empúries-Rosselló, creció y se consolidó como monasterio independiente. Las donaciones se incrementaron a partir de mediados del siglo X. Desde este momento Rodes tiene un abad, lldesindo (+991), citado por primera vez en un documento de 947. Era hijo de Tasio, primer benefactor del monasterio, y llegó a ser obispo de Elna. De ambos personajes, el monasterio conservaba una lápida con una inscripción epigráfica, cuya lectura nos ha llegado a través de testimonios escritos que las leyeron y transcribieron. De la de Tasio, se han conservado dos pequeños fragmentos.
Fue durante el gobierno de lldesindo que el conde de Empúries-Rosselló, Causfred (931-991), hizo varias donaciones que conformaron un patrimonio muy destacado. Los sucesores del conde Causfred no siempre ejercieron el mismo papel respecto al monasterio, especialmente en las primeras décadas del siglo XI, cuando participaron en la usurpación de propiedades y derechos. El abad buscó la protección papal, la condena de los hechos y organizó la consagración de 1022 del nuevo templo, con el objetivo de obtener una confirmación de bienes de los obispos y demás autoridades asistentes. La estrategia debió funcionar porqué el condado reanudó las donaciones a Rodes, que continuaron en el siglo XII, cuando se llevaron a cabo importantes obras de ampliación y decoración en el monasterio.
La destrucción de la biblioteca y el archivo en diferentes contiendas bélicas ha conllevado la pérdida de gran parte de la documentación original y de las colecciones diplomáticas. El monasterio fue especialmente vulnerable en las distintas guerras con Francia en los siglos XVII y XVIII, con saqueos y destrucciones que obligaban a los monjes a abandonarlo temporalmente. En 1798, la comunidad se traslada definitivamente, primero a su propiedad de Vila-sacra y más tarde a Figueres. Los edificios abandonados fueron muy pronto objeto de expolio por parte de personas de lugares cercanos. Diversos testimonios a partir de mediados del siglo XIX indican el estado de ruina del antiguo monasterio. En 1930 fue declarado monumento histórico-artístico nacional y poco después empezaron las primeras obras de restauración dirigidas por Jeroni Martorell y financiadas conjuntamente por la Generalitat y el Estado (1931- 1935). Después de los destrozos y extracción de materiales durante la guerra civil, las intervenciones en el monumento se retomaron en 1942 y se ha intervenido en él hasta finales del siglo XX, primero bajo la responsabilidad del Estado y después de la Generalitat de Catalunya.
Los edificios monásticos anteriores al año mil los conocemos sobre todo a partir de las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo entre 1989 y 1995. Estaban constituidos por una primera iglesia, rodeada de un área de necrópolis, y otros tres edificios monásticos. Uno, de grandes dimensiones y orientado Norte-Sur, era probablemente la estructura más antigua del conjunto, posiblemente tardoantigua y, por lo tanto, anterior a la función monacal del lugar.

Los otros dos eran mucho menores, tenían la misma orientación que la iglesia y estaban situados respectivamente en el extremo norte del recinto monástico, donde después se levantaría el palacio del abad, y junto al edificio más antiguo, en la parte meridional del cenobio. Se trata de una implantación de los edificios disgregada. Veremos que la organización en torno a un patio central no será una realidad hasta el siglo XI.
En torno al año mil, empieza la gran renovación arquitectónica del monasterio, que implicó la realización de trabajos destacados de nivelación de un terreno en pendiente, con importantes movimientos de tierras como se ha podido apreciar en las excavaciones arqueológicas. Se construye una nueva iglesia, según un proyecto geométricamente muy preciso y satisfactoriamente resuelto. Un proyecto en el que arquitectura y decoración escultórica se integran de una forma excepcional y convierten el edificio en uno de los referentes de la arquitectura románica de la primera mitad siglo XI. La nueva iglesia, situada en el mismo emplazamiento que la anterior, forma ángulo con el gran edificio monástico situado a oriente y delimita al norte un espacio abierto que se completó con otro edificio en el lado meridional.
Las obras de renovación dotaron al monasterio de edificios seguramente de mejor calidad constructiva, que no sólo incrementaban sus dimensiones sino Que también estaban ordenados según un proyecto mucho más unitario, en torno a un claustro como espacio ordenador, de comunicación, que formalizaba la segregación de los monjes respecto al mundo. El proceso de edificación se prolongó como mínimo hasta el tercer cuarto del siglo XI, al menos en lo referente a la conclusión de las obras del claustro. En torno a 1100 y a lo largo del siglo XII continuaron realizándose importantes trabajos que culminaron con la ampliación de los espacios monásticos con un nuevo claustro mucho más extenso situado a un nivel superior.
La construcción del nuevo monasterio de Rodes empezó por la iglesia, un proyecto muy complejo, tanto por las características topográficas del terreno como por la ambición y espectacularidad del mismo Representa sin duda un hito de la arquitectura europea, con rasgos estructurales que difícilmente pueden encontrarse con anterioridad al año mil, en la construcción carolingia y postcarolingia. Por lo que se pudo conocer en las exhaustivas excavaciones arqueológicas, la topografía irregular y en pendiente hacia el Este y hacia el Norte demandó, por una parte, trabajos muy importantes de nivelación para conseguir una plataforma apta para un edificio de grandes dimensiones; y, por otra parte, el proyecto se adaptó a estas circunstancias, con una cabecera compleja, con cripta que resolvía el importante desnivel, y con un desarrollo del edificio en vertical.
En torno a un muro de la que se ha supuesto iglesia precedente, se construyó una cripta hacia el Este. Tiene una doble estructura anular cubierta con bóveda de cañón, con brazos que confluyen en una nave axial también con bóveda de cañón que, partiendo de una pilastra semicircular adosada al muro primitivo, llega hasta el muro perimetral donde se abre una pequeña absidiola que no sobresale exteriormente. Dos grandes pilares sostienen la bóveda axial y separan los dos espacios anulares de cada lado. En los extremos, se situaban las escaleras de acceso, que parece que no abrían directamente al transepto, sino Que desde este punto había unas escaleras que conducían a un rellano que hacía de distribuidor, hacia la cripta y hacia el deambulatorio.

Cripta: Pilar adosado al muro occidental que probablemente pertenece a una iglesia anterior 

El deambulatorio con bóveda anular circunda el ábside central, es discontinuo y tiene una sola capilla axial, en cierto sentido, reproducía la estructura inferior ya que, como en la cripta, una pequeña nave orientada, con bóveda de cañón, corta el deambulatorio desde el ábside hacia una pequeña capilla axial abierta en el grueso del muro perimetral, que es continuo. Un resalte plano en el exterior, marca esta zona, pero hasta una cierta altura, que hace suponer que en un primer momento el cuerpo del deambulatorio tenía menor altura que el del ábside. Las transformaciones posteriores, así como los trabajos de restauración hacen difícil conocer cómo era la separación entre el ábside y el espacio anular.
Es probable que en el siglo XII, con la construcción de la girola superior, ya se introdujeran cambios, quizás con la presencia de columnas y capiteles.

Cripta y deambulatorio 

La gran complejidad de la cabecera, con cripta y deambulatorio y con un recorrido de entrada y salida es una solución ingeniosa a una topografía muy irregular para ampliar la plataforma hacia el este, salvando el desnivel con una construcción en la que la cripta soporta el ábside superior allá donde la roca queda a una cota inferior. Por esta razón, la planta de la cripta y la del ábside superior coinciden sólo en el perímetro y en el corredor anular. La solución del ábside, más allá de la finalidad estructural, se enmarca plenamente en la arquitectura europea en torno al año mil y del siglo XI, que responde a la necesidad de multiplicar el número de altares y mejorar las circulaciones del interior del templo para hacerlas compatibles con el culto. una primera formulación, ya implementada en el siglo X, en los monasterios de Cluny II y Cuixá, es la cabecera escalonada. En torno al ano mil se desarrolla el ábside con deambulatorio y capillas radiales, una solución mucho más adecuada cuando se prevé cubrir todos los espacios con bóveda, de forma que las diferentes partes se integran orgánicamente en un todo. Este es el caso de Saint-Philibert de Tournus y de Santa Fe de Conques. En Rodes no se desarrolla completamente el modelo, puesto que no hay capillas radiales abiertas en el deambulatorio, salvo la capilla axial. Sin embargo, sí que el proyecto preveía desde el principio que el edificio fuera completamente abovedado, una opción difícilmente imaginable antes del año mil en edificios de estas dimensiones.
La parte oriental del templo se completa con dos ábsides laterales de planta semicircular que abren a los brazos de un transepto discontinuo, cubiertos con bóveda de cañón, de menor altura que la nave central y que arrancan a partir de la nave lateral que llega hasta el deambulatorio. Se trata, pues, de dos naves transversales muy cortas cuya función es la de permitir el acceso a los ábsides laterales. En cada uno de los extremos se abren dos puertas.
La del transepto sur comunica la iglesia con un espacio en el que se encontraban los edificios monásticos más importantes y que un poco más tarde se ordenaría mediante galerías, configurándose como el primer claustro. En el transepto norte, la puerta, con dintel y arco de descarga, comunica con una escalera de caracol abierta en el muro que permite el acceso a la torre levantada sobre este brazo del transepto.
En un momento seguramente posterior, a partir de 1100 y dentro del siglo XII, se amplió considerablemente la cabecera, pero en vertical. Se elevó el ábside lateral permitiendo habilitar dos capillas superiores superpuestas. Una, dedicada a san Miguel, que suma la planta del espacio cuadrangular de la torre encima del transepto con la del ábside superior; la otra, en el espacio intermedio entre la cubierta inferior del ábside y esta capilla, que sólo es accesible desde la girola superior. Esta segunda capilla conserva pinturas murales, con restos de decoración de sillares y con una escena ya gótica de san Martín compartiendo la capa. Se construye un segundo nivel en el deambulatorio, que en el exterior es perfectamente visible, con una elevación que modifica considerablemente la relación de volúmenes original entre el deambulatorio y el ábside. Una ventana central se abre al exterior por encima del resalte plano y la ventana que iluminaba la nave por encima del ábside se convierte en una ventana interior. Es probablemente en este momento y por razones estructurales, con la construcción de la girola superior, cuando se unieron las dos bóvedas anulares del deambulatorio inferior, suprimiendo la bóveda orientada hacia el pequeño ábside. Nuevas edificaciones sobre el brazo sur del transepto explican la necesidad de la girola superior como acceso a estos nuevos espacios, siempre accesible desde la escalera de la torre del transepto norte. Con estas ampliaciones se configura un nuevo circuito de capillas y altares elevados. Salvo el de san Miguel, no conocemos con exactitud ni cuántos eran ni sus dedicaciones; además de las dos capillas del extremo norte, hay que tener en cuenta los dos arcosolios abiertos en la girola superior así como la capilla superior de la torre que también se elevó en el transepto sur.
Volvamos a la iglesia tal y como se edificó en el siglo XI. Los importantes trabajos de terraplenado que tuvieron que realizarse para conseguir una plataforma amplia para una construcción de grandes dimensiones explican que en la primera fase de edificación de la iglesia se realizara la cimentación de los muros perimetrales de toda la fábrica y fueran levantados hasta una cierta altura. Las pilastras del interior del muro occidental que se corresponden con el último arco de separación de las naves corresponden seguramente a esta primera fase, igual que los pilares orientales del transepto. En ambos casos, encima de la pilastra se colocó por este orden una base, un capitel y un cimacio. La ausencia de columna como corresponde a los pilares de la nave indica que se produjo un cambio en el proyecto que se aplicó a partir de la parte ya construida en aquel momento. Las pilastras de los muros laterales indican que la cubrición con bóvedas de todo el edificio formaba parte del proyecto inicial. Las naves del templo llegan hasta la cabecera, con una anchura que coincide, la de la nave central con el ábside central y la de las laterales con la del deambulatorio.
La bóveda de cañón central, con arcos Sajones a la altura de los soportes, llega hasta el muro de cierre oriental que se levanta por encima del ábside. En este punto se abre una de las dos ventanas de iluminación de la nave, que más tarde lo hará a través de la girola superior; la otra ventana se abre en la fachada occidental. La nave lateral sur también tiene ventanas, pero con la construcción en el siglo XII de un nuevo claustro a un nivel superior quedaron cegadas.




Pilares de separación de las naves con columnas adosadas 

El cambio se produce en la concepción de los pilares de separación de las naves, que se conciben de forma original y diferente, que reflejan una voluntad por dotar el interior de la iglesia de un marco marcadamente romano. Están construidos con grandes sillares bien tallados. Los sillares de buena talla fueron utilizados en todo el edificio, en los ángulos y en las pilastras de los muros perimetrales, mientras que los muros son de mampostería. A partir de una cierta altura, el cuerpo de los pilares incorpora columnas que reciben los arcos formeros. Los cuatro pilares de los dos tramos más orientales de la nave, con planta de “T”, tienen también una columna en el costado de la nave central, cuya altura es igual a las de los arcos de separación con las laterales, para alcanzar el arco fajón de la bóveda, se sitúa una segunda columna por encima de las impostas, configurando un doble orden. La solución formal es claramente distinta de las altas columnas del arco triunfal con bases directamente apoyadas a nivel de suelo. En el caso de los tramos más occidentales de la nave, los cuatro pilares tienen planta rectangular y en el lado de la nave sólo hay una columna adosada que recibe el arco fajón a la misma altura que las columnas del orden superior de los pilares más orientales, aunque son más cortas.
El proyecto de los pilares tampoco era ajeno a la voluntad de ampliar de forma notable la escultura en todo el edificio, puesto que la multiplicación de columnas en los soportes iba asociada a la presencia de bases, capiteles y cimacios. La decoración escultórica responde a un programa perfectamente diseñado que enriquece un calculado proyecto arquitectónico. Grandes y visibles impostas están decoradas con motivos vegetales que siempre son o bien palmetas desplegadas frontalmente o bien tallos entrecruzándose y con pequeñas hojas.
Palmetas desplegadas idénticas las encontramos también en el guardapolvo de la ventana central, el único elemento decorativo que se ha conservado de una fachada que también estaba decorada.

Pilares de separación de las naves, con columnas adosadas y con el sistema de doble orden en la cara de la nave central

Nave lateral del lado del evangelio que conduce al deambulatorio y la cripta 

Los capiteles del arco triunfal, de los arcos de separación de las naves y de las columnas altas contienen temas de entrelazos más o menos complejos, con los tallos acabando en elementos vegetales. hay una cierta variedad de composiciones, pero se mantiene una relación de simetría prácticamente en toda la nave, por la que los capiteles se presentan emparejados. Pueden establecerse dos tipos. El primero y más numeroso se caracteriza por un predominio de entrelazos de cintas con alguna pequeña palmeta, de clara tradición carolingia y muy presentes en las decoraciones de mobiliario desde el siglo IX y de capiteles del siglo XI en la zona del Macizo Central; se trata siempre de un relieve en dos planos, el del fondo y el de los motivos. Un segundo grupo, mucho menos numeroso, contiene una transformación de estas composiciones de entrelazos, mucho más enriquecidas en las que el relieve adquiere volumen y llena completamente toda la superficie. Son capiteles que tienen paralelos muy parecidos en ejemplares del siglo XI también de la zona del Macizo Central, como Conques o Aurillac.

Capiteles del segundo polar del lado del evangelio desde el transepto con motivos de entrelazos en los arcos de separación de las naves y corintio en el orden interior de la nave central

Capiteles

Capiteles

Capiteles 

Siguiendo una misma pauta de simetría entre ambos lados de la nave, pero con temas diferentes, los capiteles del orden inferior de la nave central en los cuatro pilares de la mitad oriental del edificio son de mayor tamaño y presentan una cuidada talla. Se trata de capiteles corintios, muy distintos de los que se esculpieron en otros edificios de los condados catalanes en aquellos momentos, concretamente en los conjuntos promovidos por el abad Oliba, uno de los personajes más influentes del momento: Ripoll, Vic y Cuixá. Si en estos casos los capiteles corintios son de clara derivación de la antigüedad tardía, los de Rodes imitan de forma clara capiteles corintios romanos, del tipo que quedó definido en época de Augusto, y sin duda son los elementos escultóricos más destacados de la iglesia. Su ubicación no es gratuita, puesto que la mitad oriental de la nave era probablemente el espacio del coro monástico. Rastros de un cierre occidental de este espacio son visibles aún en el segundo pilar del lado de la epístola.
Además, los dos capiteles de los pilares del presbiterio, colocados directamente sobre bases, sin columna, y que se corresponden con los primeros arcos orientales de separación de las naves, también son corintios, mientras que los dos equivalentes de la pilastra del muro occidental contienen una decoración de entrelazos. La contribución de los capiteles corintios a la jerarquización del espacio en Rodes no es un caso aislado, puesto que se conocen otros edificios en los que este tipo de decoración se dispone, por ejemplo, en el arco triunfal. Aquí no es así quizás porque los dos capiteles ya estaban colocados cuando se modificó el proyecto de los pilares de la nave. Los cuatro ejemplares corintios forman parte y se integran de forma coherente en el proyecto de alzado de doble orden de la nave, cuyo modelo romano, igual que el de los capiteles, parece indudable.
A pesar de que el resultado sea el de un edificio sin paralelos ni en la primera arquitectura románica catalana ni en la europea, su originalidad y su cuidada resolución compositiva de los pilares a partir de modelos clásicos encuentran su explicación en el contexto cultural y artístico de los condados catalanes en la primera mitad del siglo XI. Es el momento de las grandes promociones del abad Oliba, con una arquitectura que presenta una riqueza de soluciones como no encontraremos en momentos posteriores ni en el siglo XII. Es un momento que no puede entenderse bajo el prisma, a veces reduccionista, de una lectura con tendencia homogeneizadora del primer románico. Si no hay ninguna duda de que Ripoll fue un gran centro científico, cultural y artístico de referencia en el contexto europeo, especialmente en tiempos de Oliba, en el caso de Sant Pere de Rodes, y a raíz de la pérdida del archivo y de la biblioteca, lo desconocemos prácticamente todo sobre la actividad de su escritorio. Sin embargo, el hecho de que en aquellos mismos años se construyera un edificio de estas características, con una decoración excepcional, no puede ser sólo el resultado de un muy buen arquitecto. La iglesia de Rodes es el reflejo de un ambiente intelectual de gran nivel, y al mismo tiempo su evidencia. Lo manifiesta también la selección y contratación de un buen arquitecto. Las medidas del edificio configuran un sistema de proporciones que se ha relacionado con la Aritmética de Boecio, y que refleja un profundo conocimiento y disponibilidad, también en Rodes, de la ciencia antigua.
La cronología de este edificio ha sido una cuestión controvertida puesto que las dataciones han ido desde el siglo X al siglo XII. La explicación hay que buscarla en su originalidad en la combinación de soluciones a partir de modelos diversos, con un resultado sin paralelos que no se adecuaba a las características con que se definía el primer románico desde Puig i Cadafalch. La única noticia de que se dispone es la referencia a la consagración que tuvo lugar en octubre de 1022, recogida en la carta que el abad envió al papa y en la que se dice en dos ocasiones que se había consagrado la nueva iglesia. La ceremonia contó precisamente con Oliba, abad de Ripoll y de Cuixá y obispo de Vic, así como con su sobrino Cuifré, arzobispo de Narbona. La consagración, que implicaba la confirmación de los bienes por parte de las autoridades que participaban en la misma, debió ser una operación política del abad para recuperar los bienes del monasterio usurpados por condes y señores. No parece probable que la referencia explícita a la consagración de la nueva iglesia construida pueda aludir a un edificio levantado a mediados del siglo X, como algunos autores han sostenido. Se trataba, lógicamente, de un edificio de reciente construcción cuyo inicio de las obras debe situarse en torno al año mil. La iglesia consagrada, sin embargo, no debía estar acabada. Como se ha comentado, la existencia de varias fases constructivas es aún evidente en la fábrica actual, sobre todo en el cambio de planteamiento de los soportes de la nave central, si tenemos en cuenta la solución tan diferente del arco triunfal y los pilares orientales del transepto. La introducción de un programa decorativo coherente, con ornamentación escultórica extensa no sólo en el interior del edificio sino también en la fachada, tanto en la ventana principal como en la portada, son indicios de una consecución de las obras en el segundo cuarto del siglo XI. La consagración de 1022 seguramente lo fue de la cabecera, la parte finalizada del edificio. El parecido en las composiciones de algunos de los capiteles de entrelazos más complejos con algunos de los ejemplares de Conques refuerza esta cronología más tardía para la consecución de las naves.
Con posterioridad a la finalización de la iglesia, en unas fechas que estimamos hacia 1100, se construyó la galilea, una estructura de menor altura y de las mismas dimensiones, que protegía y monumentalizaba el acceso al templo, aunque desde aquel momento la percepción de la fachada del templo puesto que la ventana superior decorada deja de poder ser visible al mismo tiempo que la portada. Se trata de un espacio de tres naves, la central con bóveda de cañón y las laterales de cuarto de círculo, cuya construcción implicó de nuevo trabajos importantes de terraplenado, así como un muro de contención en el lado norte que lo segregaba de una gran zona de necrópolis, en lo que hoy es el espacio de entrada actual, que queda a un nivel superior. La galilea ordenaba el acceso al monasterio a través de una puerta elevada situada en el muro sur, que comunicaba con un paso, inicialmente con cubierta de madera, que debía llegar hasta los espacios del primer claustro, el del siglo XI, y que hoy queda bajo la torre campanario. La galilea también se convirtió, como sucede en muchos otros casos, en espacio para entierros privilegiados. Tenemos constancia de ello al menos a partir de 1200, fecha del escudo de los condes de Empúries pintado en uno de los muros interiores. Textos del siglo XVIII, además, describen como en este lugar se podían ver aún numerosos sepulcros, ya muy deteriorados. La funeraria, que no era la única, debió formar parte desde el inicio de las funciones de este espacio, puesto que se construye, de hecho, en un área de necrópolis.
Antes de mediados del siglo XI, delimitado por la iglesia, por el edificio más antiguo situado al Este y por una nueva edificación levantada en el lado meridional contemporáneamente al templo, quedó un espacio abierto que siguió funcionando como necrópolis incluso después de la construcción de la nueva cabecera. A partir de mediados del siglo XI, con posterioridad a la construcción de la iglesia, este espacio se ordenó con galerías porticadas en torno a un patio.

Escalera de acceso al claustro, siglo XII 

Es pues en este momento y a lo largo de la segunda mitad del siglo que tenemos que situar la construcción de un primer claustro, cuyas galerías se han conservado de forma excepcional, incluso con elementos de su decoración. No parece que constara de cuatro galerías, puesto que en el lado occidental es aún perceptible la roca en pendiente, que no fue rebajada, tampoco debieron existir edificios monásticos en este lado del claustro. Sí que se han conservado galerías porticadas en los lados este, norte y sur. Se trata del claustro monástico del siglo XI mejor conservado de los condados catalanes y un conjunto excepcional dentro de la primera arquitectura monástica europea occidental. Las galerías, que abren al patio mediante grandes arcos entre los pilares, son considerablemente anchas en relación con el relativamente pequeño espacio abierto central. Se cubren con bóveda de cañón, reforzada por arcos torales. Puede apreciarse perfectamente la puerta de comunicación con el edificio meridional que se ha identificado como el refectorio, aunque esta atribución de función está basada sólo en el hecho de que esta dependencia se encuentra habitualmente en el lado contrario a la iglesia. En realidad, no disponemos de ninguna certeza sobre su función, del mismo modo que tampoco sabemos cuál era la función o funciones del edificio oriental. Sin embargo, en uno y otro debieron concentrarse los espacios monásticos básicos: sala capitular, dormitorio, refectorio, cocina y bodega. En las galerías meridional y septentrional se conservan arcosolios que debieron tener funciones funerarias. Pinturas murales fechadas unas en el último tercio del siglo XI y otras hacia mediados del siglo XII se conservan también en ambas galerías.
En el siglo XII se llevaron a cabo importantes obras de ampliación del recinto, probablemente por las reducidas dimensiones de los edificios monásticos y del claustro. La situación del monasterio en la ladera de una montaña, a pesar de los trabajos de terraplenado que se habían hecho en el siglo anterior, permitía una expansión limitada y sólo hacia el lado suroeste. Se optó por la construcción de un nuevo claustro, más amplio y a un nivel superior.
A diferencia de otros casos conocidos, esta intervención no consistió en la sustitución de las galerías del claustro del siglo XI, que quedaron como espacios subterráneos y cuya excepcional conservación debemos a ello. La anchura de las nuevas galerías mantiene las dimensiones de las inferiores en los lados norte y sur. En Rodes se puede decir que prácticamente se construyó un nuevo monasterio, levantando el nuevo claustro más hacia el Oeste. Ello permitió erigir un nuevo edificio al este sobre la galería oriental del claustro anterior; prolongar el edificio meridional y levantar un piso superior en el antiguo que se acomodara al nivel de circulación de las nuevas galerías; ampliar las dimensiones del claustro y construir nuevas dependencias en el lado oeste que, alineadas con la fachada de la iglesia, se convierten en el nuevo acceso al monasterio. En los ángulos se levantaron dos torres, la más próxima a la iglesia, con funciones de campanario.
El antiguo acceso al monasterio a través de una puerta de la galilea y un pasadizo tallado en la roca se sustituyó pues por un acceso que quedaba a un nivel superior, como el resto del nuevo conjunto de edificios monásticos. Ello obligó a construir un nuevo paso desde la iglesia al claustro para los monjes, con una puerta en el muro occidental del transepto sur que comunica con una escalera. Las galerías del claustro preexistente, así como los niveles inferiores de los edificios debieron seguir funcionando como dependencias de servicio del monasterio.
Del claustro del siglo XII, hoy resultado de una restauración contundente y claramente excesiva, en realidad no se ha conservado más que la planta y una parte del podio.
Fotografías antiguas muestran los resultados de su expolio, igual como en el caso de la portada occidental del templo. La mayor parte de los elementos esculpidos habrían desaparecido del lugar a lo largo del siglo XIX. Sin una certeza absoluta en algunos de los casos, hemos argumentado la procedencia de este claustro de numerosos capiteles, dispersos entre distintos museos y colecciones: del Musée de Cluny de París, del Museu d'Art de Girona, del Museu del Castell de Peralada, de colecciones particulares que han donado ejemplares a la Generalitat de Catalunya, junto con los elementos que a lo largo del siglo XX se han ido reuniendo en el propio monasterio entre los restos conservados in situ. Una parte de ellos fueron descubiertos al fondo de un pozo del claustro en el momento que se vació, durante la última reconstrucción del claustro.
Siete de los ocho ejemplares del Musée de Cluny fueron comprados en 1881 en París por el entonces director del museo, Edmond de Sommerand, al coleccionista Stanislas Baron. En 2014 se ha adquirido otro capitel de una colección alemana que de forma irrefutable forma parte de la misma serie. Francis Salet en 1959 ya lo relacionó con las esculturas de los claustros de la catedral de Girona y de Sant Cugat; Xavier barral en 1975 señaló que uno de estos capiteles, casi idéntico a otro conservado en Peralada, debía proceder de Rodes. Los ejemplares del museo del Castell de Peralada también ingresaron en la colección de los vizcondes de Rocabertí a finales del siglo XIX, cuando en los años ochenta compraron a Esteve Trayter, un coleccionista de Figueres que formó su colección a partir de conjuntos próximos a esta ciudad, un importante lote de capiteles y otros elementos medievales de escultura. Desde antiguo se ha considerado que una parte importante de la colección de capiteles de Peralada provenía de Sant Pere de Rodes. En el caso de los capiteles del Museu d'Art de Girona, que proceden de los fondos del Museo Diocesano y de los del antiguo Museo Arqueológico Provincial, cuyas colecciones medievales se integraron en el actual museo, también habían sido considerados del claustro del monasterio ampurdanés. El lapidario del monasterio ha conservado numerosos fragmentos de escultura, de sepulcros, de inscripciones, etc., entre los cuales hay que considerar fragmentos del claustro. En el último de los proyectos de restauración del monasterio dirigidos por el arquitecto Alejandro Ferrant, fechado en 1972, se reconstruyó la galería oriental y parte de la meridional y en ella se aprovecharon bases de columnas y se recolocaron cuatro capiteles, uno de ellos réplica de otro. Se trata de elementos muy diferentes entre sí, para los que no tenemos ningún dato que permita suponer que eran del claustro.
Una parte importante de los capiteles que pensamos que pueden proceder de este claustro se caracterizan por su estrecha vinculación con la escultura de los claustros de la catedral de Girona y del monasterio de Sant Cugat del Valles, con una mayor proximidad cronológica con el primero. Dos capiteles donados a la Generalitat de Catalunya en 1992 por una familia de Figueres, que los había obtenido de Sant Pere de Rodes entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, junto con una pequeña cabeza de la portada de la iglesia del Maestro de Cabestany, son un buen punto de partida para esta teoría. Uno de ellos presenta la característica decoración vegetal de origen tolosano que predomina en aquellos dos claustros, con cuatro aves picando los frutos que cuelgan en los ángulos. La asociación con la escultura gerundense es indiscutible y refuerza la procedencia de Rodes de otros capiteles dispersos cuyo itinerario posterior a su extracción no siempre es bien conocido.
Cinco ejemplares del Musée de Cluny contienen narración bíblica, tres del Antiguo Testamento y dos del Nuevo, con las características arquitecturas encuadrando las caras. Un primer capitel, que en este caso no presenta elementos arquitectónicos, está dedicado a la historia de Adán y Eva, con la creación de Eva, el pecado, la reprobación y la condena al trabajo. La creación de Eva, que es sostenida por Dios saliendo del costado de un Adán yaciente, y la reprobación de Dios después del pecado a Adán y Eva escondidos y agacha dos, presentan composiciones muy parecidas a las mismas escenas de los relieves del claustro de Girona, aunque la ausencia de algunos detalles simplifica un tanto las escenas.
El ejemplar recientemente adquirido por el museo de París es el de la historia de Noé. Con arcos en las caras y torrecillas en los ángulos, contiene la construcción del Arca, el embarque antes del Diluvio, Noé trabajando en la viña y la embriaguez y desnudez del patriarca, con los hijos que se acercan para cubrirte. Son escenas extraordinariamente próximas a los relieves del pilar suroeste y del capitel próximo del claustro de la catedral de Girona, donde la narración con estas mismas escenas tiene un mayor desarrollo, sobre todo en los relieves de los pilares. A pesar de que en el capitel de París el espacio disponible es mucho más limitado, el trabajo de Noé en la viña se representa en dos tiempos, con la correspondiente figura de Noé en cada uno: la recolección de la uva y la elaboración del vino y su consumo. Ello indica que los modelos disponibles en uno y otro claustro eran extraordinariamente ricos y narrativamente extensos.
Un tercer capitel está también dedicado al Antiguo Testamento, con la historia de Abraham: el viaje al lugar del sacrificio, el sacrificio de lsaac y la hospitalidad de Abraham con la recepción a los tres ángeles en la encina de Mambré y el banquete. Estas dos escenas son muy parecidas a las del capitel de Sant Cugat, con la única diferencia que la figura de Sara se dispone en un caso detrás de Abraham sirviendo a los visitantes y, en el otro, en la escena de la recepción. Las escenas relativas al sacrificio de Isaac, que no se representan en Sant Cugat, se encuentran en Girona, aunque presentan diferencias compositivas.
Los tres capiteles del Antiguo Testamento ponen de manifiesto la disponibilidad de modelos estrechamente relacionados con decoraciones pictóricas monumentales románicas del área umbro- romana, del sur de Italia y de Sicilia, que retomaron las decoraciones de las antiguas basílicas de San Pedro y San Pablo extramuros. La presencia de inscripciones en los capiteles de Noé y Abraham de París es un rasgo singular puesto que son los únicos ejemplares que las incluyen entre todos los Que creemos procedentes de Sant Pere de Rodes. Tampoco hay ningún otro epígrafe en los relieves y capiteles de Girona o de Sant Cugat, salvo la inscripción en este último con la firma de Arnau Cadell como escultor y constructor del claustro, pero los caracteres no tienen parecido alguno. En la escena del embarque se identifica a Noé y al arca, y en el capitel de Abraham, el patriarca aparece identificado en las escenas de la recepción y del Sacrificio, y los ángeles y Sara en el banquete.
Otros dos capiteles están dedicados al Nuevo Testamento. En un caso, con la Anunciación, la Visitación, la Natividad y la Adoración de los Reyes; y en el otro caso la Visita al Sepulcro, precedida de la Venta de perfumes a las santas mujeres por parte de dos mercaderes. Ambos ejemplares tienen un sistema de encuadre superior distinto al de los capiteles veterotestamentarios. Aquí, dos arcos soportan un relieve continuo de arquitecturas coronadas con almenas, con torrecillas en los ángulos y la enjuta de los arcos, y numerosas aperturas alineadas. Aunque con unas arquitecturas de encuadre distintas y a pesar de que la presencia de la Visitación altera claramente la composición de la escena de la Natividad y obliga a situarla de manera muy forzada entre dos caras y en el ángulo, teniendo además que prescindir de la figura de J osé, el capitel presenta muchos elementos en común con el ejemplar de Sant Cugat. Este, sin la Visitación, ordena, una en cada cara, la Anunciación y la Natividad, y la Epifanía ocupa dos caras. Desconocemos cómo era este capitel en el claustro de la catedral de Girona puesto que fue sustituido por un capitel gótico, posiblemente por resultar dañado, como otros, en sucesos violentos. En Sant Pere de Rodes se ha conservado otro capitel con escenas de la lnfancia de Cristo, cuyo estado fragmentario no impidió que se recolocara, convenientemente recompuesto, en la reconstrucción de la galería oriental del claustro en 1972. Es un capitel con torrecillas de cubierta cónica en los ángulos, como las de los capiteles de Noé y Abraham. Sin embargo, los detalles de la decoración del ábaco, la forma de los arcos que encuadran las caras y, sobre todo, las características de las figuras se alejan claramente de los capiteles narrativos del Musée de Cluny. De este capitel incompleto se conocen otros fragmentos, en concreto, la cabeza, el torso y el brazo derecho del primer rey de la Adoración aparecieron entre las piezas escultóricas recuperadas de un pozo del claustro; y en una fotografía antigua se pueden ver, entre otros muchos fragmentos hoy perdidos, uno con las cabezas de animales de la Natividad y otro del ángulo superior del capitel, con la torrecilla y una cabeza femenina que podría ser parte de la Virgen de la Anunciación. Evidentemente, tenemos que contemplar que no todos los capiteles y fragmentos de escultura conservados proceden del claustro, incluso aquellos más claramente relacionados con la escultura del claustro de Girona. Es probable que se conserven elementos decorativos de una puerta, distinta de la principal de la iglesia, o quizás capiteles del deambulatorio. Como sucede en la catedral de Girona y en Sant Cugat, los escultores que trabajaban en el claustro tallaron elementos destinados a la decoración de otras obras. Esta es una explicación plausible para este segundo ejemplar con las escenas de la lnfancia de Cristo.
El otro capitel neotestamentario está dedicado a la Resurrección. Se representan dos escenas narrativamente próximas: la Visita de las Mujeres al sepulcro, precedida de la Venta de perfumes por parte de unos mercaderes. Se trata de un capitel que encontramos idéntico en el claustro de Sant Cugat y cuya escena de los mercaderes es muy excepcional, puesto que sólo se representa en tres conjuntos provenzales, como son la portada de Saint-Cilles-du-Card, el claustro de Saint-Trophime d'Arles y los relieves de Notre-Dame de Beaucaire, así como en un capitel del Museo Civico de Módena. No hay duda de que en Sant Cugat se utilizaron los mismos modelos que en Rodes y Girona.
Esta hipótesis es aún, si cabe, más incontestable si tenemos en cuenta los capiteles no narrativos conservados en los tres museos mencionados, de París, Girona y Peralada.
Composiciones con leones pasantes, representados de perfil (Museo de Cluny), o con leones rampantes colocados por parejas en las caras, con elementos vegetales, de derivación claramente tolosana (Museo de Arte de Girona), completando el espacio disponible, los encontramos idénticos en el claustro gerundense y en el de Sant Cugat. Lo mismo sucede con el capitel con leones presentados frontalmente en los ángulos encima de un primer nivel de hojas de acanto (Museo de Arte de Girona), o con los personajes sentados en los ángulos del capitel como si fueran atlantes, con tallos vegetales entre los brazos (Museo de Peralada), o bien, en el caso de otro ejemplar del mismo museo, con estos personajes sentados pero cogiendo por el cuello a sendos dragones, cuyas colas se entrelazan entre las piernas de las figuras. Otro ejemplar de Peralada presenta un tipo de capitel vegetal, con una composición claramente de origen tolosano puesto que presenta un nivel inferior de hojas de acanto, como si se tratara de un capitel corintio, pero la mitad superior contiene motivos vegetales con tallos perlados, grandes hojas y frutos colgando de los ángulos. Se trata de una composición que encontramos en distintas ocasiones en los dos claustros catalanes.

En época moderna, el archivo y la biblioteca de Sant Pere de Rodes, así como los objetos de valor, sufrieron de manera especial los efectos de las guerras con Francia y los saqueos del ejército, en particular el del mariscal de Noailles en 1693. Una memoria escrita por un monje en 1752 alude a “una biblia sacra antiquissima, escrita en vitela o pergamino muy fino con Caminas de efigies de letra Romana, alaxa muy estimable, y otras de grande valor y precio”.
A principios del siglo XIX, cuando Jaime de Villanueva visitó el monasterio en Vila-sacra, población a la que se había trasladado lo comunidad en 1798, pudo ver el archivo pero ya no quedaba prácticamente nada de la biblioteca. Sin embargo, recoge el testimonio de la memoria de los monjes de que aquel mariscal se había llevado “una preciosa biblia”. Se trata en ambos casos de la biblia conocida como de Rodes que se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia, hoy dividida en cuatro volúmenes (BNF, ms. lat. 6). ingresó en 1740, como toda la colección del mariscal de Noailles, en la biblioteca Real de Francia. El original era un solo volumen de 566 folios, de unas medidas algo superiores a las actuales (48 x 32,5 cm), resultado de un recorte de los folios en el momento de la división en cuatro tomos. Es un manuscrito producido en el monasterio de Ripoll, cuyas semejanzas codicológicas y pictóricas con la Biblia de Ripoll (BAV, ms. Vat. Lat. 5729) y con fragmentos de otra biblia hacen pensar que debió ser un manuscrito de unos 55 x 37 cm. Se inscribe en un proyecto promovido por el abad Oliba en la primera mitad del siglo XI de edición de grandes biblias, profusamente ilustradas y con una recopilación muy extensa de textos extra bíblicos de autores diversos en forma de prefacios y comentarios situados al inicio de cada uno de los libros. Las dos biblias conservadas, la de Ripoll y la de Rodes, parecen formar parte de un mismo proyecto de compilación y construcción de un gran corpus de textos, pero también de imágenes bíblicas, con un desarrollo casi inédito de ciclos narrativos en manuscritos de esta época. Entre los dos manuscritos hay además una cierta complementariedad puesto que, si entre los libros más profusamente ilustrados de la biblia de Ripoll se encuentran los de los Reyes, los de Crónicas y los Evangelios, en la de Rodes son los de los Profetas y el del Apocalipsis.
Las relaciones con Ripoll a lo largo de este siglo debieron ser estrechas. Recordemos la presencia del abad Oliba, obispo de Vic, en la consagración de la iglesia de Rodes, en 1022.
Asimismo, y teniendo en cuenta las características de la iglesia que se construyó, tenemos que suponer que Rodes fue un centro cultural e intelectualmente potente, cuyo rastro ha quedado muy desdibujado por los avatares de la historia del monasterio, sobre todo a partir del siglo XVII. A pesar de que se desconocen las circunstancias y el momento exacto de su llegada, la biblia de Rodes se encontraba en el monasterio ampurdanés como mínimo desde el último tercio del siglo XI. Diversos argumentos llevan a adelantar la llegada del manuscrito respecto a 1130, fecha de un privilegio papal a favor del monasterio de Sant Pere, copiada en un folio del tercer volumen de la biblia. El pergamino tiene características diferentes —es más blanco y más fino—, por lo que parece añadido. hay acuerdo en considerar que el primer y segundo volúmenes fueron ilustrados por el mismo taller que también realizó la mayor parte de las miniaturas de la biblia de Ripoll. Las del tercer volumen, en cambio, son obra de otro pintor, aunque claramente continuador del estilo de los volúmenes precedentes por lo que hay que pensar seguramente en un relevo en el escritorio rivipullense o incluso en una ilustración realizada en otro centro. Son dibujos sin color, ya previstos así desde un principio y, por lo tanto, no parece que se trate de un trabajo inacabado, aunque los marcos de las escenas parecen preparados para contener unas inexistentes orlas decorativas. Las ilustraciones de este volumen se han comparado con ilustraciones de manuscritos de Girona, como las del Homiliario de Beda, de Sant Feliu, cuya dependencia de la Biblia de Rodes parece indudable.
El cuarto volumen sí que está inacabado en lo referente a la miniatura, puesto que el escriba dejó espacios que luego no se ilustraron. En las tablas de cánones, sin embargo, la tarea del ilustrador precedió a la del escriba —como debía ser habitual puesto que la escritura tenía que adecuarse a un espacio definido por un marco— y en este caso la escritura quedó incompleta. En el texto de San Isidoro que precede a los Evangelios, estaba prevista una galería de apóstoles. El espacio quedó reservado, pero sólo se realizaron tres de los retratos. Lo mismo ocurre más adelante con los retratos y símbolos de los evangelistas.
El libro ilustrado es el del Apocalipsis, con escenas intercaladas con el texto, un sistema de organización de las imágenes que sólo se encuentra en el segundo relato del Génesis, del primer volumen. En el resto de la biblia, las imágenes preceden cada uno de los libros, en forma de frontispicios o de imágenes iniciales, intercaladas entre los prefacios y capítulos y el principio del texto. Las ilustraciones de este cuarto volumen tampoco tienen color. La calidad no es homogénea puesto que se distinguen algunas miniaturas realizadas por un dibujante poco dotado.
Hay un cierto consenso en considerar que la elaboración de este cuarto volumen se hizo fuera del monasterio de Ripoll. Podría haberse realizado en Sant Pere de Rodes. La existencia de un escritorio en el monasterio con miniaturistas en ejercicio parece del todo indiscutible después del hallazgo de una de las pinturas murales que decoraban el claustro del siglo XI, descubierto en las excavaciones arqueológicas de 1991 y 1992. Se trata de la decoración del arco de separación entre las galerías norte y este, con una escena de la Crucifixión. El mal estado de la pintura llevó a la decisión de arrancarla a stacco, restaurarla, dotarla de un nuevo soporte y recolocarla de nuevo en el claustro. A pesar de que se conserva con importantes lagunas, se puede distinguir parte de la figura de Cristo en la cruz, con el sol y la luna, una inscripción encima, partes de la Virgen y San Juan, así como de Stephaton y Longinos. En los extremos se situaban los dos ladrones, posiblemente acompañados de otras figuras de soldados y de los verdugos. El desarrollo iconográfico poco habitual, el elevado número de personajes y los detalles vinculan la representación con modelos de origen carolingio, cuyo primer reflejo conocido en la Península es la Crucifixión del beato de Girona. El manuscrito se encontraba en la catedral en 1078. En la primera mitad del siglo XI, otra escena con características similares se había pintado en la biblia de Ripoll. La proximidad con los modelos miniados no es exclusiva de los aspectos puramente iconográficos, sino que también se extiende a los de carácter estilístico, puesto que la pintura de Rodes parece una gran miniatura traspasada al muro, con rasgos que la aproximan a obras como las Homilías de Beda o la miniatura de Cristo Maestro, de Girona y Vic respectivamente, de la segunda mitad del siglo XI. La ilustración del cuarto volumen de la biblia de Rodes debe situarse en esta cronología, así como Es en esta cronología que podría estarse ilustrando el cuarto volumen de la biblia, en el monasterio de Rodes, y también cuando se debió pintar la Crucifixión.
El conjunto de la Crucifixión está situado en la galería septentrional del claustro, en el recorrido entre la puerta de la iglesia, en el transepto, y posiblemente la sala capitular, era sin duda la galería más importante del claustro, por la que discurrían las procesiones que salían de la iglesia. No hay que olvidar, además, que la Santa Cruz era una de las festividades más destacadas del monasterio.
En un momento posterior, posiblemente en la primera mitad del siglo XII, la parte de la escena con Cristo y los personajes centrales fue pintada de nuevo, reproduciendo el mismo tema y con una capa de preparación que se superpone a la pintura anterior. Es lo que llamamos un palimpsesto. De lo poco que ha quedado de esta segunda campaña pictórica, parte se arrancó y se conserva fuera del monasterio, y parte es aún visible, por ejemplo, la inscripción.
Este primer claustro conserva otra pintura mural, también del siglo XII, pero esta vez situada en la galería meridional entre dos arcosolios. Se trata de un león pasante enmarcado y con una cenefa en la parte derecha. Se trata de un elemento decorativo que posiblemente estaba relacionado con los arcosolios y quizás con la función funeraria de los mismos.
En 1810, pocos años después del traslado definitivo de la comunidad de monjes a la casa que tenían en la población de Vila-sacra en 1798, fue encontrado un tesoro altomedieval en las primeras fases del expolio del monasterio, en una arqueta de madera con apliques de hueso y bronce que contenía el tesoro, formado por diversos objetos. Cerrada originalmente con llave, se encontraba oculta en un pequeño muro construido en el subsuelo del presbiterio, como refuerzo de la cubierta de un reconditorio que se cegó con el retorno del altar al centro del presbiterio, en un momento indeterminado entre finales de la Edad Media y la realización del nuevo retablo mayor de Pere Mates (1526- 1532). La arqueta y su contenido fue conservada primero en casa del albañil de Selva de Mar que excavó en el presbiterio y, poco después, en la iglesia del mismo pueblo, muy próximo al monasterio. El tesoro fue visto en Selva de Mar por distintos historiadores, que lo publicaron y describieron, entre ellos Josep Gudiol i Cunill, quien publicó el primer estudio exhaustivo en 1917. Con el inicio de la guerra civil, las piezas se trasladaron a Girona y en la actualidad se conservan en el Museu d'Art. En este desplazamiento se perdieron algunas piezas, que estaban inventariadas en los textos publicados. tres lipsanotecas, cinco pequeños fragmentos de tejido y diversas reliquias y pergaminos. La arqueta, que actuaba como contenedor y cuya función original desconocemos, conserva diversos motivos decorativos, debía tener una cubierta tronco piramidal y posiblemente es del siglo X. Además de las piezas perdidas en 1936, contenía un altar portátil, un encolpium, una crismera y un velo de seda, conservados en el museo. El altar portátil es un bloque de madera con una cavidad para la piedra del altar, recubierto de lámina de plata repujada y, en algunos puntos, dorada que se une a la base mediante clavos, también de plata. El anverso, con un rectángulo central que deja visible la pizarra, presenta cuatro figuras de Cristo dispuestas en el centro de cada uno de los lados, con nimbo crucífero y con el alfa y la omega a cada lado, cuatro ángeles dispuestos en los ángulos, y una larga inscripción dispuesta en espiral, que llena toda la superficie disponible. El reverso también está trabajado, con una figura dentro de un círculo central que se identifica con una inscripción con san Juan evangelista, con motivos vegetales, y con una segunda inscripción dispuesta en los lados largos de un rectángulo perlado que contiene los nombres de los comitentes de la obra, Josué y Elimburga. Se trata de personajes desconocidos que no aportan unas fechas concretas. La proximidad de la composición de los relieves con las encuadernaciones de manuscritos es uno de los argumentos que ha llevado a fechar esta obra entre finales del siglo IX y la segunda mitad del siglo X. Otro de los objetos destacados del tesoro es un encolpium. Se llevaba colgado del cuello, está compuesto por dos cruces de bronce articuladas que se cerraban y permitían contener una reliquia en su interior. Se trata de un tipo de relicario cuya producción se sitúa entre el siglo VI y Vlll, estrechamente vinculada al fenómeno de la peregrinación a Tierra Santa. Era uno de los objetos que se fabricaban de forma seriada a partir de moldes y que eran comercializados entre los visitantes de los santos lugares. Ello explica que tuvieran una amplia distribución y se conserven varias piezas idénticas. En general, la iconografía se repite bastante. en una de las caras se representa a Cristo crucificado acompañado de las figuras de la Virgen y san Juan, mientras que en la otra la Virgen está rodeada de los bustos de los evangelistas. El tercer objeto es un pequeño recipiente cilíndrico, de plata repujada, de sólo 7 cm., con una tapa cónica con bisagra y una anilla superior. Tradicionalmente se ha considerado una crismera o recipiente para transportar los santos óleos, aunque no hay ningún elemento que confirme esta función. Se ha fechado también con anterioridad al año mil, entre los siglos IX y X. Finalmente, la arqueta contenía un velo de seda de procedencia hispanomusulmana que se ha considerado del siglo XI. 

La portada del Sant Pere de Rodes
El vandalismo aplicado a la portada de Sant Pere de Rodes ha supuesto una pérdida importante para el patrimonio cultural, no sólo catalán, sino europeo incluso. Un monumento tan excepcional en su envergadura, calidad y significaciones nos es sólo entrevisto por sus restos y huellas. En efecto, la obra fue destruida antes de que se le hiciera un dibujo o fotografía. Como en todos los monumentos desaparecidos con ausencia de una pauta estructural subsistente, su estudio es dificultoso, inseguro y escaso. Contrariamente, los fragmentos son abundantes y su elenco va creciendo. no es raro que vayan saliendo a la luz y se publiquen ejemplares desconocidos. Además, el autor de la portada es el llamado Maestro de Cabestany, artista románico de fortuna sobredimensionada que en cierto modo se ha convertido en el escultor románico de mejor fama: un museo monográfico, un personaje de novelas, un artista de performance, un estilo reconocido por público general no especialista, un sujeto de rutas turísticas... Esa fama ha generado también un rechazo. La bibliografía sobre el artista se ha ido generando en un ambiente académico generalmente favorable a la autoría y su catálogo. los escépticos eran minoría y no publicaban sus dudas, salvo Yarza que, ya en 1984, consideraba que la mayoría de sus obras eran de seguidores. Recientemente, el signo ha pasado a ser contrario: los anticabestanianos han tomado la pluma para atomizar el corpus publicado, llegando incluso a exponer el caso como expresión máxima de bluf en la historiografía del románico. Véase Gandolfo para el caso específico y Barral además en términos epistemológicos.
En las páginas que siguen resumiremos los argumentos básicos, ya publicados, para el conocimiento (frágil) de este monumento perdido. La segunda parte de estas líneas la dedicaremos a las novedades, bien expresadas oralmente, pero inéditas, o bien enunciadas ya por escrito, pero susceptibles de un desarrollo de mayor calado. Por tanto, aspectos de entidad superior se tratarán brevemente, por ya conocidos, y aspectos secundarios se desarrollarán más extensamente, por ser novedosos. Como en estas líneas trataremos asuntos sintéticos, el lector tendrá informaciones más complejas fundamentalmente en las obras de M. Durliat, J. Camps y l. Lorés.
Al iniciar, es mejor poner entre cierto paréntesis el tema de la autoría. Es la faceta de mayor importancia en el enfoque histórico-artístico tradicional de este monumento. No lo era en la época, naturalmente. Es, como acabamos de decir, el aspecto que sí está tratado abundantemente en la bibliografía. Para los partidarios de la construcción historiográfica denominada “Maestro de Cabestany” es, fundamentalmente, un escultor itinerante de larguísimo recorrido: Navarra, Languedoc, Cataluña y Toscana. Tiene dos componentes estilísticos: la escultura románica languedociana de primera generación (Moissac, Toulouse, reinterpretada tardíamente) y la escultura paleocristiana del siglo IV, concretamente los sarcófagos tardíos, con deformaciones “cubistas” en las figuras. Podemos suponer que el escultor entendería Que la escultura romana tardía era la única que trataba asuntos bíblicos (difíciles de identificar, no obstante) y, por tanto, daba una pauta idónea, en intuición similar a la que Prado Villar propone para el maestro de Frómista respecto al sarcófago de Husillos.

Mampostería de relleno de la portada del Maestro de Cabestany. 1. Rebajes verticales, seguramente donde iban los fustes de las columnas. 2. Perforaciones probablemente para insertar las impostas. 3. Umbral de la portada. 4. Mampostería del umbral. 

Hipótesis reconstructiva (en estructura de puerta cuadro) de la primera portada de Sant Pere de Rodes. Ca. 1030. Dibujo: Adell i Gispert y J. Barrachina. Figuras 4, 5 y 6. Hipótesis de reconstrucción de la segunda portada. Inicios del siglo XII. Dibujos: Adell i Gispert (1981). 

La cronología del Maestro de Cabestany adolece de escasez de fechas objetivas: la de la veneración del cíngulo de Prato, la cronología de los dos abades cuyos nombres aparecen en la portada de La Grasse (1157- 1161 y 1161 -1167), la inauguración de la portada que aquí estudiamos, estimable el 3 de mayo de 1163. Es decir, sería un escultor de mediados del siglo Xll: las fechas hipotéticas de otras obras como Cabestany o Sant'Antimo son más imprecisas. También se le considera un artista culto: tal vez clérigo, tal vez arquitecto, magnífico calígrafo. si bien en los primeros estudios se citaba una tendencia a lo monstruoso. Recientemente Bartolomé ha hecho propuestas en cuanto a sus fuentes romanas o su utilización de rutas de comunicación. Respecto a la Grasse, las fechas son muy próximas a las de nuestra portada, por lo que no sería descabellado pensar que coincidieron parcialmente en el tiempo. Se debió empezar algo antes de 1161 y concluir algo después, según los nombres grabados correspondientes a dos abades sucesivos. Tendríamos ahí la constatación de la importancia del Maestro de Cabestany hacia 1160, dirigiendo dos obras a la vez. Por los restos conservados, en la obra languedociana sería principalmente director, al no verse ningún fragmento incuestionablemente de su mano. En Rodes seria director y escultor principal.

Perfilado reconstructivo de las figuras del relieve de la figura anterior, representando Eliezer y Rebeca. Considérense únicamente las siluetas: los elementos estilísticos de la reconstrucción son involuntarios. Dibujo: Adell i Reig y J. Barrachina. 

Si estas dos obras están hechas por dos talleres bien interrelacionados, hay otras dos portadas sin conexión estilística, pero que por fuerza ejercieron su influencia en la portada de Rodes. una sería muy obvia: la de Ripoll, cuya relación reivindicada repetidamente por Lorés, se referiría fundamentalmente a elementos arquitectónicos y decorativos. La presencia de escultores del círculo del Maestro de Cabestany en las cercanías del gran monasterio está documentada. así en Sant Joan de les Abadesses hay una cabeza masculina de círculo lejano del Maestro de Cabestany y, en el Museo de Vic, tal vez procedentes de la catedral, tres ménsulas (MEV 10730, y MEV 10731 - 10732) de relación mucho más directa, sobre todo la 10730. La otra gran portada de la que el Maestro de Cabestany obtendría algún recurso sería naturalmente la de Saint-Cilles-du-Card, donde, como mínimo vería la posibilidad de dar a la crucifixión un papel protagonista. Saint-Cilles estaba en el camino natural del Languedoc y Cataluña a Italia del norte y Roma.
Pero, recordemos, todo ese esquema del Maestro de Cabestany unitario ha sido también negado. El estilo sería —desde ese prisma— un neopaleocristiano, utilizado por artistas con pocas o nulas relaciones. Ni una postura ni otra podrán tener confirmación documental suficiente y el análisis formal —indispensable en historia del arte— no consigue unanimidades. Sin querer entrar aquí en este asunto tan debatido (y que nos distraería del propósito fundamental de rehacer en hipótesis un monumento perdido) quizás debamos plantearnos, únicamente, qué es un maestro anónimo itinerante, en la alta Edad Media. Es obvio que en el románico europeo hay escultores-arquitectos de gran importancia que eran "personas" Los grandes directores de algunas catedrales italianas, por ejemplo. Pero en realidad, los artistas itinerantes, ¿eran individuos o eran siempre pequeños equipos? ¿Podía un escultor o un pintor, él solo, trasladarse con su utillaje, indefenso en los caminos y en las enfermedades? ¿Podía instalar andamios y subirlos y bajarlos continuamente? Todo hace pensar que estos artistas eran en realidad y como mínimo, una pareja cuyo estilo era idéntico, esto aparte, contratarían ayudantes según la magnitud de la obra. En caso de pinturas murales se ha podido comprobar que muchas que parecen de un solo maestro tienen aspectos "grafológicos" (el ductus para pintar orejas, ojos, narices...) con trazados distintos, es decir el mismo estilo estaba realizado con más de una fórmula, a veces inversa. Seguramente nuestro Maestro de Cabestany tendría esta entidad muy ligeramente colectiva. Pretender, de todas formas, que su corpus carezca de relación parece más forzado todavía que achacarle una personalidad única y exclusiva para todo el catálogo.

Hipótesis reconstructiva de la portada del maestro de Casbestany (dibujo de: JAA/ Jaime Barrachina Navarro, actualizado en 2016 


La portada rodense del Maestro de Cabestany es una construcción antepuesta al hastial de la iglesia monástica, construcción que tenía más de un siglo cuando se realizó la obra que tratamos que es, en realidad, una sustitución. En efecto, el templo se cerró por occidente en el segundo cuarto del siglo XI, correspondiendo a la campana documentada por la circunstancial y reivindicativa consagración del 1022 que supone el primer gran enfrentamiento documentado entre el monasterio y el conde de Empúries. En este año ya se podía oficiar, pero faltaría la conclusión, es decir, el muro occidental y la bóveda apeada en él. La primera portada estaría compuesta por una puerta-marco similar a la de Sant Andreu de Sureda (ahora usada de ventana, con las estructuras horizontales intercambiadas). De esta primera puerta de Rodes se conserva únicamente la foto de un fragmento, extraviado en la Guerra Civil. Sobre esta portada iría el arco de escaqueado, aún visible. Este arco no es mecánico, sino únicamente decorativo. Hay que subrayar que aunque este arco está a la vista y claramente preterido por la marca de la portada del Maestro de Cabestany, el nulo interés por plantearse la estructura que ahora tratamos haya comportado su falta de explicación bibliográfica hasta época muy reciente. Encima iría la ventana que aún subsiste, con dos leones y decoración vegetal estilizada. El estilo escultórico de esta estructura tendría una difusión desde este monumento hasta Saint-Cuillen-le-Désert y estaría en relación con el de los escultores de los capiteles del interior del templo, taller activo desde Rodes hasta Conques (primera fase del templo, en nuestra opinión, realizada por el mismo taller ampurdanés).
Esta portada probablemente hubo de ser reparada o substituida por rotura del dintel de la puerta, de excesiva luz para soportar la obra. Esta reparación sería la portada que el Maestro de Cabestany suprimió para hacer la suya. Caben dos posibilidades para la estructura de esta entrada que estaría vigente hacia el 1100. La más simple sería una reparación mecánica, tal vez con algún añadido escultórico. Otra posibilidad sería una estructura nueva, con dos tímpanos (tipo Oloron). Esta posibilidad se deriva de que, antes de la restauración, se veía el arranque de un pequeño tímpano a la izquierda del espectador. En ambos casos, con bastante probabilidad, pertenecía a esta portada intermedia el relieve con el tema de Eliecer y Rebeca (Génesis, 24) que el Maestro de Cabestany reutilizó para esculpir la llamada “Vocación” del Museo Mares (en el catálogo de escultura antigua del citado museo se desestiman la identificación iconográfica citada y la datación, que sitúan en la Antigüedad. Ello constituye un error evidente, al menos en lo que afecta a la iconografía, indudable por ser redundante y tratarse de un tema caro al monasterio, representado en el frontispicio de su biblia (BNP, Ms. latín 6, vol. l fol. 1 v; el libro fue hecho en Ripoll en el segundo cuarto del siglo XI y enviado a Rodes a fines de siglo, donde se completaría a continuación).
El otro tímpano de esta eventual portada románica incipiente debería ser, por probabilidad contextual, la representación del sacrificio de Abraham. El tema del viaje de Eliecer para obtener —Dios mediante, con su ángel— una esposa para su señor, evocaría la primera peregrinación narrada en la biblia. Por tal entendemos un viaje para obtener una gracia y éste es el más antiguo del Antiguo Testamento. No obstante, en la retórica sacra, se había propuesto que el primer peregrino fuera Adán, en la expulsión. Pero no todo traslado es peregrinación si no tiene una meta santificante. En cualquier caso, el relieve de Eliecer estaba disponible para el Maestro de Cabestany, que lo usó como palimpsesto, y evoca, con otros componentes históricos, un lanzamiento del monasterio como centro de peregrinación: el conde de Empúries viajó a Santiago a fines del siglo XI (viaje seguramente no sólo devocional sino también informativo) y, a inicios del siglo XII se falsificó una concesión pontificia de jubileo, fechada en 1088 pero redactada probablemente —como toda buena falsificación medieval— unas décadas más tarde.
La obra preexistente fue destruida en 1128 por el conde de Barcelona. Es posible que el repicado de las figuras del relieve de Eliecer corresponda a dicha agresión. Como se sabe, los condados de Empúries y Peralada (y Rosellón cuando se anejó) fueron los más reacios a integrarse en Cataluña, entendida por tal el territorio con capitalidad barcelonesa. De entre la multitud de episodios bélicos que las sublevaciones emporitanas originaron, una expedición punitiva del conde de Barcelona asaltó el monasterio (se trataba del centro religioso más emblemático del enemigo) procediendo a la destrucción de todo lo posible.
Como mínimo se amartilló la portada y se incendió el claustro. seguramente el tesoro mueble y especialmente las reliquias se salvarían encerrándolos en el castillo de San Salvador, sobre el monasterio, adquirido precisamente a los condes de Empúries como último refugio para los monjes, sus reliquias y tesoro. Ramón berenguer lll murió poco después, dejando en su testamento un legado compensatorio a Rodes por los males recientemente infringidos. Fueron dos masías en Palafrugell y dos misas diarias por su alma. En cualquier caso, parece que no se acometieron las obras de restauración enseguida, sino pasados unos treinta años.
Por tanto, en torno a 1160, el Maestro de Cabestany acometió la sustitución de la portada de la iglesia. A diferencia de la primera, que iba al aire libre (la “segunda” es difícil de decir) la gran portada iría en el interior de la galilea, pórtico añadido con finalidad funeraria para los laicos de sepultura más privilegiada, dentro de lo que sería, a estos efectos, el monasterio. el lugar más deseado —y usado— de enterramiento del condado, al abandonarse la necrópolis instalada alrededor de la basílica paleocristiana de Empúries, Así pues, el Maestro de Cabestany fue encargado de situar su portada en un interior y ejercer como marmolista, pues se procuró que la nueva obra fuera de mármol blanco.
No hay análisis de los mármoles de esta portada. prácticamente todos son blancos de grano fino y probablemente italianos. Su suministro principal procedería del expolio de mármoles romanos de la vecina Empúries. Hemos podido señalar que el cuerpo del San Pedro es una herma romana reesculpida, como las que aparecieron en la casa romana número dos de Empúries. Probablemente sea del mismo juego y de idéntica procedencia, lo que nos dará indicios de la búsqueda de buenos mármoles en el área romana de Empúries y tal vez no en la griega, pues la escultura de Esculapio estaba relativamente superficial pero no fue tocada. Sin embargo, el Maestro de Cabestany y su taller no consiguieron suficientes mármoles para la totalidad de la obra, que tendría algún relieve de piedra (al menos el de la pesca milagrosa) y bastantes dovelas y cornisas, como se ve en la puerta de Can Vives, de la Selva de Mar, hecha con expolio de nuestro monumento. Parece, no obstante, que las enjutas lisas del exterior de la portada se decoraron con plaquitas planas de mármol blanco, hasta su contacto con el muro limítrofe, una de ellas era visible antes de la última restauración.
El hecho de tener que construir la portada en un interior delimitado por todos sus lados, seguramente comportó que el autor no pudiera modular las medidas globales. por la gran destrucción de esta obra, tampoco podemos ver si se aplicó alguna medida de longitud catalana o languedociana, o incluso de procedencia bíblica. Sí puede establecerse que fueron utilizados algunos recursos compositivo- geométricos. los capiteles menores son de masa cúbica, de 36 x 36 x 36 cm aproximadamente. Los mayores, parecen más altos que anchos.
El capitel de felinos del Museo del Castillo de Peralada tiene incisas en la cara superior las líneas proporcionales para la talla, por lo que podemos pensar que este recurso de oficio se aplicó a más esculturas. El relieve de la “Vocación” está compuesto a partir de una línea horizontal equidistante (1:1) y la figura de Cristo tiene una anchura de 1/3 (proporción 2.3, la más usual en el románico). Estas estructuraciones geométricas sin duda son una base rigurosa, sobrepujada por la extraordinaria expresividad artística del escultor. En el relieve de la “Vocación” las figuras tienen un efectivo —y difícil— cruce de miradas, magistral para la época, como lo es también la mirada fascinante que la cabeza del San Pedro lanza al espectador.
Al encarar el tema de la portada con carácter sintético nos movemos con que los indicios no permiten una hipótesis indudable. Si, por deducción, establecemos un esquema general probable, no podremos establecer el orden de casi ninguno de los componentes, y habrá elementos de situación dudosa, como los grandes cimacios. Antes de seguir conviene advertir que de los fragmentos atribuibles al Maestro de Cabestany y su taller serían indudablemente de la portada los relieves, las cornisas y los zócalos, pero que algunos otros elementos (capiteles) pueden venir de otros ámbitos menores, como la puerta —que debió arreglarse— de comunicación de la iglesia con el nuevo claustro, y quizás alguna intervención en el deambulatorio. Anunciado este posible elemento confusionario, procederemos como si todo fuera de la portada, que más o menos debe ser lo cierto.
Las principales pistas seguras son las aportadas por los propios fragmentos. No obstante, hay otras que nos permiten cierto andamiaje objetivo. Serían. la portada entregaba en todos los muros perimetrales: llegaba hasta la bóveda y hasta el borde de los arcos formeros, donde aparece la impronta de contacto (antes de la restauración, esta impronta era más visible).
Otro elemento seguro es que la puerta inscrita en la portada tenía umbral alto (como lo había tenido la del Voló) que se decoraba con cenefa figurativa de cabezas, estilizaciones y ovas, y estaba dividida en dos vanos, es decir, tenía mainel. El escultor tendría a la vista indicios de la fractura del primer dintel, y por tanto, aseguró la estabilidad con el citado montante central, si no es que el doble vano podía servir para que una de las dos puertas fuera la del jubileo cuya existencia y mecánica en ese momento son dudosas. También puede considerarse seguro que había dos “claves” una lo es el Agnus Dei (Museo Marés) que corona una arquivolta sogueada, y sabemos por descripción que el coronamiento superior era la manus bendicente de la rectoría de Port de la Selva. Por otra parte, la arquivolta de sogueado se conserva parcialmente, así como la imposta de billetes o escaqueado, ambas en Can Vives de la Selva de Mar, el segundo elemento se repite también en la portada cabestaniana del Voló, que es un paralelo abreviado, muy útil para el estudio de nuestro monumento. También son elementos de uso objetivo las cornisas literarias, que contienen dos inscripciones superpuestas: su lectura se refiere a capítulos evangélicos de los que tenemos plasmación en relieves. Por tanto, esta portada a semejanza de tantísimas otras, tenía inscripciones que explicaban la iconografía, junto con otras leyendas que tratarían asuntos más abstractos, como en el poema bajo la manus bendicente. Finalmente, una gran escultura representando a San Pedro estaría a la izquierda de la portada, avanzada y seguramente en línea con el arco formero. Parece obvio que en el extremo contrario figurase un San Pablo del que no tenemos noticia. sí la hay —sólo literaria— de un gran Cristo, que centraría el tímpano, seguramente el inferior.
Con todos estos y otros elementos, hemos elaborado una reconstrucción hipotética, que corregimos levemente y que presentamos aquí. Tal reconstrucción pretende visualizar el monumento en su estructura básica, con la consciencia de que es una aproximación general e hipotética. Otra reconstrucción en la tesis doctoral de Laura Bartolomé del año 2010 no considera indicios esenciales varios de los que acabamos de dar para la reconstrucción hipotética. Al darse un desacuerdo de base, preferimos no criticar esta propuesta, que nos parece imposible. El despliegue principal de la portada en esta hipótesis de 2010, paralelo y pegado al muro del hastial, es objetivamente imposible puesto que la mampostería de relleno ocupaba realmente este lugar. Así pues, la portada era abocinada porque rastros importantes del abocinamiento han llegado hasta nuestros días. Recientemente, Jordi Camps da el mismo rango a ambas hipótesis. Además de las consideraciones antecitadas, desarrolladas con mayor amplitud en estudio anterior, pueden cuantificarse las medidas de la portada.
La anchura es clara, pues quedan las improntas de entrega en los arcos formeros. medía 6,22 m igualmente la altura, puesto que queda la impronta en la bóveda. medía en la clave, 10, 10 m. Su saledizo en la bóveda, respecto del muro del hastial, es de 1 m. La distancia entre el extremo del San Pedro y el vano de la puerta, es decir, el abocinamiento sería de 1, 30 m. La puerta tendría de anchura 328 cm no totalmente practicable, pues había un parteluz no mesurable. La altura de la puerta correspondería al ábaco de los capiteles laterales (seguramente, tres por lado) por lo que sería de unos 3,20 m, sin poder concretar. También imprecisamente la clave del arco inferior (el Agnus dei) estaría a unos 6 m del umbral, calculando el arco lógico entre los capiteles interiores. En este arco y bajo el Agnus, estaría la Crucifixión Que conocemos por descripción de Jaubert de Passa. Por tanto, el espacio disponible entre este arco y la bóveda sería de unos 4 m; ahí irían los relieves, normalmente de 81 cm de altura (la de la “Vocación”) con otros menores adaptados al cierre del arco. Si sumamos la altura de los relieves más la de las cornisas epigráficas y la cornisa literaria perimetral, en contacto con la bóveda, tendremos que cabrían tres o quizás cuatro hileras de relieves (en el “tímpano” superior) hasta llegar a la manus bendicente. No hay que descartar que el tímpano inferior con la Crucifixión tuviera las “escenas de la Pasión”, pues así resumió lacónicamente la iconografía Francisco de Zamora en 1790. Seguramente lo más cercano a la vista eran esos relieves flanqueando al Cristo, con lo que Zamora despachó lamentablemente una única descripción que pudiera habernos sido de gran ayuda, si hubiera tenido algo de mayor detenimiento.
Pasemos ahora a la iconografía, teniendo en cuenta que es un aspecto poco tratado y de simplicidad tal vez sólo aparente. El programa es incompleto: tenemos unos pocos relieves y conocemos otros perdidos, por fotografías. Además, están los textos que ni podemos considerar descriptivos. meras citas lacónicas Según ellos, la portada se coronaba por la manus bendicente (Pujades, siglo XVII), contenía escenas de la Pasión (Zamora, siglo XVIII), había un gran Cristo (Jaubert de Passa, siglo XIX), tenía mainel (Elías Rogent, siglo XIX), las dos últimas noticias ya con la portada destruida. Los relieves historiados conservados son la aparición de Cristo a sus discípulos en el mar, la pesca milagrosa, la curación del hombre de la mano seca, el lavatorio, la imagen de san Pedro. De los fragmentos conocidos sólo por fotografías tendríamos unas bodas de Canaán, una resurrección de Lázaro (o de la suegra de Simón, según L. Bartolomé)), seguramente una Santa Cena. Son sólo siete escenas, además del san Pedro, y de unas cuantas más pasionales evocadas por Zamora. Podemos, por tanto, concretar una proporción de historias que, en todo caso, no deben llegar a la mitad.
En ellas habíamos visto un programa pensado para los peregrinos y para la visualización de la redención de los enterrados privilegiados de la galilea. La crucifixión y el ciclo pasional valían para los vivos y para los muertos. En los milagros se veía el poder de Cristo y en las referencias obvias y repetidas a san Pedro, la base divina de la lglesia y con ella, del Papa.
Aunque no hay un catálogo que recoja todos los fragmentos de la portada conocidos hoy en día, el repertorio más cuidado y con valiosas aportaciones propias sigue siendo el publicado en la monografía sobre el monasterio de I. Lorés, del año 2002.
El efecto de la portada debía ser imponente, en su mayoría de mármol blanco. Con casi total seguridad no iría pintada, pues el Maestro de Cabestany, escultor anticuario, veía los sarcófagos romanos en los Que se basaba su escultura ya sin policromía y seguramente actuaba a imitación como marmolista (trabajando en piedra sí pintaba, como en Rieux). Así, por ejemplo, la “Vocación” del Museo Marés, en un estado de conservación prodigioso, que desde su realización ha estado siempre a cubierto sin erosión alguna, no presenta ni la más mínima traza de pintura. Para reforzar el expresionismo de algunas esculturas poco altas, fundía plomo en las pupilas, lo cual compensaría la falta de policromía. El efecto global de la portada debía ser extraordinario al no “perderse” en un exterior amplio, sino ocupando la mayor parte del fondo de la pequeña galilea. Además, si el acceso original era similar a como nos lo narra Pujades en el siglo XVII, la portada se vería normalmente desde una reja que cerraba el acceso, que sólo se abría una semana en los años jubilares. No hay que descartar, de todas formas, que tuviera acceso habitual desde el interior del templo, y que la comunidad entrara procesionalmente, para rezar por los fallecidos-benefactores. Como veremos, en la galilea pudo haber exposición de reliquias, lo cual obligaría aún más a la entrada de monjes y fieles.
Después intentaremos sintetizar un poco más allá; ahora trataremos algunos temas puntuales. En el primer artículo sobre la síntesis del monumento (1998- 1999) dimos con una clave para desentrañar la significación de unas copas asidas por tres manos: dos por los lados y otra por debajo. La clave citada sería la miniatura con las bodas de Canaán en el Evangeliario, considerado de Cuixá, de la biblioteca (MédÍátheque) de Perpiñán, ms. n°1 en el folio 107. Se trataría de copas pasadas por coperos, asidas por la base, sujetadas por comensales con las dos manos. La actitud parece ser una invención del miniaturista El gesto, inusual, llevaría a pensar que el Maestro de Cabestany conocería ese libro en el original (una estancia de nuestro escultor en Cuixá es lógica. véase la similitud de los santos Pedros de ambos monasterios), en copia o en préstamo. El Evangeliario contiene otras miniaturas con temas que también aparecen en nuestra portada, por lo que seguramente fue una fuente desarrollada muy libremente, como lo serían otras miniaturas gerundenses, singularmente las de la biblioteca rodense. Así pues, con la base de las ilustraciones de este Evangeliario, las fotografías de fragmentos escultóricos y los textos de las cornisas (que luego analizaremos) hemos reconstruido hipotéticamente un sector de la portada, que va en ilustración adjunta.
En este apartado de novedades o concreciones no puede faltar la aportación de A. Cobos y J. Tremoleda en el primer volumen de su corpus En él, dan una lectura —que yo entiendo definitiva— del poema esculpido bajo la manus bendicente. Dado que el estudio de estos autores, de gran autoridad, es siempre en directo y siempre a través de calco (además de fotografía), parece que el poema Quedaría así, a pesar de las fracturas a la derecha e inferior, que comportan pequeñas pérdidas textuales:
STADETDOM(US)EST/TALSUCCURREREEST)
Q(U)I VITAM QUERIS/ CUR HIC INTRARE VERE[RIS]
Que traducirían: “Esta es la casa de Dios/ Hay que acercarse/ Tú, que buscas la vida/ ¿Por qué temes entrar?”
Sobre la mano, una inscripción fragmentaria dice: VOS D[OM]INI DEXTRA 8ENEDIC [...] que traducirían: “La derecha del Señor os ben…..”
Es obvio que unas letras que miden de 2 a 6 cm eran ilegibles a una altura de 10 m, por lo que esta inscripción es una de tantas inscripciones altomedievales ilegibles que, al igual que cierta iconografía prácticamente indescifrable, se entenderían considerando la existencia de sacerdotes guías “turístico- sermoneadores” Que predicaban leyendo los monumentos, como en la misa glosando en romance los textos evangélicos.
En cuanto a las inscripciones alusivas a los relieves, hay de dos clases; las hay en los propios relieves como en el Agnus, identificándolo (ACNUS DEI), también identifican la línea superior del relieve de la “Vocación
(Margen superior izquierdo) UBI D(OMI) N(U)S APARUIT D[I]SCIP(U) LIS (1)a MARI. Que traducirían: “Cuando el Señor se apareció a sus discípulos en el mar
(Sobre el libro) PAX VOBlS
Que traducirían. “Que la paz esté con vosotros”
Igualmente, otros textos son locaciones de quienes los portan: así Cristo, en el relieve citado, saluda. PAX/ VO/ BIS, mientras que un apóstol, probablemente san Pedro, exclama durante su lavatorio. “P[A]X”.

Dada la importancia de las cornisas literarias que explicaban los relieves que sostenían y delimitaban, nos podemos preguntar hasta qué punto la información escrita era doble, es decir, el texto de las cornisas excedía la medida de los relieves que glosaba, por lo que otros debían rotularse en el propio relieve (como el citado de la “Vocación”). Con los textos recogidos actualmente no podemos conocer la norma, si era mixta como parece o no tanto. La duda la daría una circunstancia especial del citado relieve el título “[Aquí es] cuando el Señor se apareció a sus discípulos en el mar [y les dijo] la paz esté con vosotros” evoca una reliquia, propiedad del monasterio, de “tierra roja donde Jesús dijo Pax vobis“. Así, es posible que esa reliquia estuviera en la propia galilea y fuera por tanto edificante mostrar a los peregrinos la procedencia espacio-temporal de la reliquia señalando el relieve ilustrativo y las palabras. N. Rikuchi, en su estudio monográfico sobre este relieve del año 1987, señala la conveniencia de clasificar lo iconográficamente según la inscripción, es decir Cristo apareciéndose sobre las aguas a sus discípulos, en la noche de la jornada de la multiplicación de los panes y los peces, según aparece en Mateo 1 4, 25-29. Da las hipótesis de los partidarios de esa identificación y la de los de la “Vocación” de san Pedro y san Andrés, que aparece en Mateo 4, 18-20 y Marcos l , 1 6-19. En realidad, el relieve parece sintetizar ambos textos, pues es claro que Cristo camina sobre las aguas, pero en la barca no van todos los apóstoles, como debieran, sino únicamente Pedro y Andrés. Recuérdese que el propio Evangelio ya sintetiza estos pasajes con la barca comandada por Pedro, pues Lucas 5, 1 -11 funde la vocación de San Pedro con la pesca milagrosa, igual que Juan 21, 1- 19. En ningún Evangelio se lee que, en ninguna de esas escenas, Cristo les desee la paz al ver a los apóstoles, por lo que podríamos ver en este relieve una iconografía refundida, hecha a la medida para la contextualización de la reliquia del pax vobis. Eso, aunque en la aparición Cristo va sobre las aguas y la “tierra roja“ sólo podía corresponder a la “Vocación” en la que Cristo habla a Pedro desde la orilla. idéntico caso podía ser el de la reliquia de la “piedra blanca en la cual Jesús se dio impulso para subir al asno” que podía tener su relieve ilustrativo de la entrada en Jerusalén, en la portada. En efecto, en las fotos de fragmentos desaparecidos aparece un personaje ante una caballería: por su tamaño y técnica no queda claro que pueda ser de la portada, pero no sería imposible que se tratara de un relieve lateral, reducido para adaptarse al cierre del arco como ocurre por ejemplo con el de la curación del hombre de la mano seca. También había una reliquia de la columna de la flagelación, que podría estar en uno de los relieves con “asuntos de la Pasión”. ésta también podía estar en la Galilea. Las tres reliquias completan la procedencia del importante relicario de Sant Pere de Rodes: Tierra Santa en estos casos, Roma para san Pedro y los santos romanos, y la procedencia mixta de compra, intercambio y obsequios, para el resto. hay que advertir que estas tres reliquias están inventariadas en el siglo XV, por lo que su estancia en el monasterio en el siglo XII es sólo una probabilidad.
Estas reliquias expuestas en las galileas funerarias eran frecuentes en la alta Edad Media, si bien a lo largo del siglo XIII hubo tendencia a concentrarlas en los presbiterios y criptas. C. Poch ha sistematizado magistralmente el caudal de reliquias de Sant Pere de Rodes y el uso de su cripta.
Pasaremos ahora al asunto de las inscripciones largas. hay un contingente abundante de inscripciones en formato curvado, de caligrafía no especialmente notable y seguramente derivada de la de las cornisas Nuestra idea es que constituirían el contorno superior de la portada, tal vez en contacto —o poco menos— con la bóveda. Cobos y Tremoleda han aumentado significativamente el número de fragmentos localizados. No se vislumbra un sentido literario a ese contingente de siete elementos conocidos ahora: tal vez hablarían de la entrada en el templo, quizás en los años jubilares.
En cuanto a las cornisas epigráficas, son tres las conocidas: dos están localizadas (Museo del Castillo de Peralada y Museu d'História de Catalunya) y otra en el almacén arqueológico de Pedret). Respecto a la posibilidad de lectura e interpretación, entendemos que la bibliografía ha errado por defecto y por exceso. En primer lugar, en 1998- 1999 nosotros no nos percatamos de que dos fragmentos casan, el del Museu d'História de Catalunya antecede al del Museo del Castillo de Peralada por lo que la lectura ahora puede ser más larga y afinada que la que incompetentemente dimos entonces. Contrariamente, Cobos y Tremoleda proponen una lectura seguida de los tres fragmentos, quizás en la creencia de que eran los únicos que había en la portada. No es así y al forzar la lectura, ésta queda sin significación. Así pues, creemos que para la lectura correcta debe entenderse que el fragmento almacenado es inconexo, con las inscripciones AT APERISTI P, superior y CUM8ENS RE, inferior. El texto largo se obtiene yuxtaponiendo los fragmentos por el orden citado, de lo que sale una inscripción superior [...] TANTUR RARI/ CURANT P[RO] CERES FAMU[LI], que sería “unos pocos sirvientes se ocupan de los señores”. La inferior sería DUODENIS UT CU/NCTOS LAVIT. UNUM DE FRATU, Que se traduciría “[Cristo] lavó a los doce juntos. uno de los hermanos.” Respecto a esta lectura, y a diferencia de Cobos y Tremoleda, hay que leer como U (de unum) una letra floreada, de difícil identificación sin contexto, pero sencilla en la frase citada, donde diría que uno de los hermanos de Cafarnaúm, Simón Pedro, se negó a que Cristo lo lavara.
Ambos textos, corresponden a glosas de relieves conocidos. la inscripción superior correspondería a unas bodas de Canaán, y el inferior al lavatorio de los apóstoles que, por los restos de relieves conocidos, suponemos que ilustraba dos momentos sucesivos; el lavatorio a Pedro y el lavatorio a los demás apóstoles. Ambos textos, repetimos, no transcriben frases evangélicas, sino que son frases explicativas de los relieves. Con esta correspondencia de texto y escultura, los restos conservados y la pauta que debía seguir —laxamente— el Maestro de Cabestany derivada de las miniaturas del códice de Perpiñán antecitado, hemos dibujado una reconstrucción teórica de un sector de la portada, que no tienen más intención que interrelacionar lo conocido, no de proponer composiciones o denotar estilo. Dado que el Maestro de Cabestany en sus relieves narrativos lineales operaba de derecha a izquierda (el Voló, Errondo, St. Hilaire d'Aude) hemos de suponer que en Rodes actuaría igual, por lo que el sector propuesto podía ir a la derecha del espectador y a la izquierda (es decir, centrando la portada) iría la Santa Cena, seguramente siguiendo un eje axial que incluiría el Agnus y el Cristo crucificado. 

Agnus Dey 

Finalmente, hay que citar que lmma Lorés localizó en 2002 uno de los leones apotropaicos que irían a los lados de la puerta. hemos introducido estos elementos en la actualización del dibujo hipotético, colocándolos en las bases bajo los grandes apóstoles, derivando de Ripoll. Por su tamaño tendrían peor colocación en zonas altas, por el desarrollo de los arcos.
Aparte de estas concreciones, remitimos a nuestra aportación de 1998- 1999 otras discusiones sobre la identificación de relieves. Sí que es aquí el lugar para recuperar una síntesis iconológica del repertorio esculpido. Avanzamos la impresión global básica. la redención, el primado de Pedro y su barca-iglesia Probablemente podamos perfilar más el mensaje propuesto, mensaje basado en capítulos importantes de los evangelios y del que sabemos por Zamora que el ciclo pasional era el más sinóptico. Pero es posible que aún con las lagunas importantísimas que aquejan al monumento pueda verse en él una portada de las ahora clasificadas de gregorianas. Veamos la propuesta.
Si en la segunda mitad del siglo XI la reforma gregoriana pretendió un control de la dispersión eclesiástica por parte del papado y sus adláteres, a lo largo del siglo XII el proceso siguió y maduró. En ese siglo, la fase tardía de la reforma se basó en buena parte en el clericalismo. tubo un cierto proceso de suplantación de la religión por el clericalismo, proceso que intentaría mantenerse en la baja Edad Media, hasta que las monarquías modernas se adueñaron de la religión-clericalismo como uno de los ejes de estructuración y control del Estado, y de su posicionamiento internacional.
Así, a mediados del siglo XII se proponía desde la jerarquía el reconocimiento del clero como la parte excelsa de la sociedad, con consciencia de ello y con el deber de sobre ponerse a los laicos, a los que servía espiritualmente, pero desde una posición más elevada, o en cualquier caso, más perfecta. La tonsura del clero era una corona también terrestre, y de anticipación de la corona de los santos en el cielo. Una de las acciones en las que el clero se significaba como brazo divino era en la consolidación y ejercicio de los sacramentos, aún indeterminados en aquel siglo, salvo el bautismo y la eucaristía, que tenían una fundación clara por Cristo. incluso el sacramento laico, el matrimonio, procuró eclesializarse. Los siete sacramentos definitivos irían perfilándose con los inconvenientes de que teológicamente debían tener un origen en Cristo, pero en varios casos el capítulo evangélico correspondiente no era claro. tubo sacramentos “fallidos” como el lavatorio, propuesto por san bernardo. Pero varios de ellos se remontaban a la patrística (o eran posteriores) por lo que cualquier evocación o sugerencia sacramental en los evangelios era buscada como útil. Alejandro Ill, el papa en cuyo pontificado debió realizarse nuestra portada, tuvo una aportación teórica a la doctrina sacramental en sus Sentencias.
En este contexto de historia de la lglesia, los elementos icónico-literarios que nos permiten proponer un mensaje gregoriano en nuestra portada, pueden ser los siguientes:
La imagen de San Pedro presenta al apóstol y primer papa, al parecer revestido (la imagen está mutilada) y con una contundente tonsura y afeitado, como papa romano, a diferencia de su aparición como apóstol, en ese caso con barba. La imagen de tamaño casi natural representa claramente el aspecto sacerdotal de Pedro.
Aparece dos veces la barca de Pedro, es decir, la lglesia, tanto en una pesca milagrosa como en la aparición de Cristo en el mar, donde se visualiza el momento de la “Vocación” de Pedro. Puede evocar la ordenación sacerdotal. 
Tiene gran importancia el lavatorio, tal vez con dos relieves y una inscripción larga. Ese episodio “es” la instauración de la penitencia y, al mismo tiempo, el bautismo de los apóstoles.

En las bodas de Canaán, que es la bendición del matrimonio por Cristo antes de que se convirtiese en sacramento, se da una premonición de la eucaristía. Por otra parte, puede interpretarse que los coperos evocan a los sacerdotes, pues reparten el vino producido por el Maestro. La inscripción alusiva a los coperos, RARI (...) FAMULI, que sería “unos pocos siervos”, aludiría al contingente menor del estamento clerical en comparación con el laico, pero suficiente para servir la gracia divina conducente a la salvación. Esta idea podría proceder de la oratoria sacra.
Los milagros salutíferos (resurrección de Lázaro, curación del hombre de la mano seca) pueden evocar la penitencia y la unción a los enfermos.
Así pues, con las dificultades teológicas inherentes a la fijación del origen en Cristo de los sacramentos, podemos rastrear en nuestra portada este aire apologético en favor del protagonismo del clero, siempre bajo la sinopsis principal de la Redención, que ocupaba parte de la portada. Redención que la iglesia fue canalizando sacramentalmente. El monaquismo por su parte coadyuvaba a ello con sus continuas misas, rituales y penitencias, creando un “exceso” de gracia que se repartía por la comunión de los santos. No hay que desdeñar una lectura de la portada como sermón visual, utilizando figuras retóricas como el paralelismo, la reduplicación ... y evocando lecturas físicamente imposibles como la exhortación del verso de la manus bendicente, ilegible en su posición de coronamiento. La esencia del sermón icónico- literario que era la portada, la podemos enunciar a pesar de las lagunas de las que adolecemos. Sería: la pasión y muerte de Cristo fueron para la redención del género humano, pero sólo se canalizan a través de la lglesia Católica, fundada por Cristo en san Pedro (las barcas, el primado de Pedro, la escultura de san Pedro papa). quien quiera la salvación (la “vita” del poema) debe entrar en el templo (dei domus…. veredis) metonimia de la lglesia Católica. Ahí recibirá la gracia trasmitida por los usos y ceremonias (las oraciones, sufragios y sacramentos “esculpidos”). Sólo el clero católico, es decir, los siervos consagrados a Cristo, tiene esa función (rari… famuli). quienes no entren en la casa de Dios-lglesia no accederán a la Redención y no tendrán Vida después de la muerte.
Si nos planteamos esta significación esencial de nuestra portada en comparación con la otra única subsistente en nuestro territorio, de entidad similar, es decir la de Ripoll, vemos que en esta segunda la noción de pueblo de Dios es muy importante. El lugar era también panteón, y la vinculación con el conde de Barcelona hizo que se pudiera proyectar cierta acción político-militar como parte de la Historia.
En Rodes, contrariamente, la proyección política quedó elíptica: el señor territorial donde se enclava el monasterio quedaba cuestionado por dos enemigos habituales, el conde de Barcelona y el vizconde de Peralada, su aliado y representante. La comunidad monástica se veía amenazada por esa disensión político-militar, aunque también en ocasiones pudo favorecerse por inclinación de una parte, como fue en el caso de la restauración del monasterio a partir de la década de 1160. Además, el mensaje de rearme funcional del clero que queda implícito en la portada no está fuera de lugar en un emplazamiento como el de Rodes, a una o dos jornadas de zonas de presencia cátara masiva, como el Languedoc a tan solo 50 km en línea recta. En 1160 los cátaros eran sospechosos de herejía, pero aún no perseguidos. Su imagen era la de hipócritas que aparentaban santidad desprendiéndose de la acción eclesial, única fuente de santidad auténtica posible. El mensaje contrario que hemos entrevisto tenía esa pertinencia, habida cuenta de que tanto el clero local como los escultores conocían perfectamente el problema que acabaría militarmente de forma tan cruenta. Esta observación ha sido recientemente avanzada por A. C. Quintavalle.
Para finalizar, queda el aspecto material de la portada: su cliente y fecha. Dado que ello se desprende, por ahora únicamente, de un documento complejo, resumiremos aquí lo más básico, publicando una hermenéutica del mismo en paralelo al presente escrito. El texto-fuente, ya publicado, es una cita del dominico zaragozano Josep Dromendrari en su “Árbol genealógico de la casa de los vizcondes de Rocabertí, por la gracia de Dios condes de Peralada...” publicado en Génova en 1676. En su página 271 se lee, refiriéndose a cofre “II”, vizconde de Peralada.
Concluida la Guerra con tanta gloria, se aplicò / el Vizconde al aliuio de sus Vassallos, y restaura / cion de sus Lugares, que de la Guerra passada auian/ quedado maltratados, y renovando la Yglesia de / San Pedro de Rhodas antigua fundacion del Viz / conde Hugo l. y que hauian enriquezida de grues / sas linosnas, y dones sus Mayores; y auiendo si/ do saqueada, y destruida de el enemigo, el Viz / conde la restaurò, y boluiò à su antiguo esplen / dor; por lo qual obtubo para sí, y sus sucessores de / el Papa Alexandro lll el Patronazgo de dicha/ Yglesia, y Monasterio à 26. de Marzo de 1163. / Ocupado en tan piadosas obras cogiò la muerte año 1166...” (En el artículo de 2015 demostramos Que el conde correspondiente era Jofre I y la fecha, el 26 de mayo.).
El breve pontificio al que alude está copiado y es una institución de patronazgo dada al vizconde citado, a instancias de éste (vestris iustis postulationibus annuimus) y por méritos familiares, remontándose mitológicamente al “primer vizconde de Rocabertí” que había aedificato a Íundamentis el monasterio rodense. Así, Alejandro III le concede que ipsum Monasterium semper sit in tra authoritate et protectione. Dromendrari ve en esta breve un colofón a la restauración del de Peralada de los destrozos ocasionados al monasterio “de la guerra pasada” que deben corresponder a la expedición primitiva de Ramón Berenguer III, en 1128, y por lo que el conde barcelonés dejó una demanda testamentaria. También cita una segunda crisis concluida en 1160. Todo ello ha sido ya publicado y lo hemos analizado en extenso en el citado artículo paralelo presente.

Sant Pere de Rodes. Museu d'Art de Girona

 

Sant Miguel de Fluviá
El municipio de Sant Miguel de Fluviá se sitúa en la zona meridional de la comarca del Alt Empordá, limitado al sur por el río Fluviá. Se accede a la población a través de la carretera local Cl-622, desde Sant Mori y Llampaies, a la cual se llega desde la Cl-623, ruta que se toma desde la N-11 o la autopista AP-2 en dirección a l'Escala. La población actual queda dividida en dos partes por la carretera que comunica Sant Mori con Sant Tomás de Fluviá, de manera que el núcleo antiguo ocupa la zona sur de la localidad, a unos 350 m del río.
El pueblo está presidido por la iglesia parroquial, como parte de lo que fue el antiguo monasterio benedictino, único testimonio románico del municipio. De hecho, su potente campanario domina el paisaje del núcleo, al ser visible desde distintas partes, tal como ya afirmaba en el siglo XIX Botet i Sisó: Com la via ferrada passa per devant del poble en terraplé, y a curta distancia, la esglesia y sobre tot lo campanar se presentan ab la seva imposant bellesa a la admiració dels viatgers. La línea férrea llegó en 1 878.
El descubrimiento de un horno romano en 1974 permite suponer que la zona estuvo ya poblada desde la Antigüedad, quizás un cruce importante de vías de comunicación, asimismo, hay diversas hipótesis sobre el origen del puente que debería haber atravesado el río junto al núcleo, del que actualmente no hay vestigios visibles. El mayor indicio de su existencia lo hallamos en una inscripción conmemorativa, actualmente encastada en el interior de la iglesia, según la cual el conde de Empúries, Malgaulí (Ponç Vl), puso su primera piedra en 1315, otro dato relativo a dicha obra nos sitúa en 1453, cuando el obispo de Girona concedía indulgencias para la construcción del puente, lo Que ha hecho poner en duda su existencia en aquellas fechas o incluso antes. En cualquier caso, hay evidencias de que el río se atravesaba en barca, en los siglos XVII y XVIII.

Antiguo monasterio de Sant Miquel de Fluviá
Sant Miquel de Fluviá es una de las joyas del románico del Empordá, especialmente si se tiene en cuenta que pertenece, en gran parte, al siglo XI. Tal como hemos avanzado, los testimonios de lo que fue un importante monasterio benedictino constituyen el núcleo y el principal punto de atracción del pueblo a través de su potente y elegante campanario el cual, junto con la iglesia y los vestigios sacados a la luz tras diversas campañas de excavaciones durante este siglo, son la muestra de las etapas constructivas de época medieval. Situado en la parte meridional de la localidad, el templo ejerce actualmente las funciones de parroquial.
Algunos de los aspectos clave de su historia quedaron olvidados tras la desaparición de los archivos de otro antiguo monasterio, el de Sant Pere de Calligants, en la ciudad de Girona, al cual Sant Miguel perteneció a partir del siglo XVI. Sin embargo, F. Monsalvatge recopiló diversos datos que permiten trazar algunas de las líneas básicas de su evolución. Los primeros datos lo sitúan como un centro dependiente de la gran abadía de Sant Miguel de Cuixá (Conflent). En efecto, una bula papal de Sergio IV, firmada en 1011 a favor de este cenobio, cita la iglesia ampurdanesa como una de sus posesiones Otra fecha de referencia tiene lugar en 1045, cuando se consagra el solar en el cual debía de emplazarse el cenobio, precisamente en presencia del célebre abad Oliba (entonces también obispo de Vic), del arzobispo de Narbona y el obispo de Girona, entre otros. Se supone que la construcción del conjunto se inició a partir de aquel momento solemne, en un proceso que vivió otro acontecimiento, el de la consagración de la iglesia en 1066, cuando se confirma su vinculación a Cuixá. Es difícil valorar cuál era el estado de la construcción a inicios del último tercio del siglo XI, aunque el documento certifica su aptitud para el culto Se planteó la hipótesis de la existencia de dificultades en el avance de la construcción, dado que el noble Guillem de Fonolleres reclamó la propiedad del terreno adjudicado al monasterio, argumentando que el conde Causfred, de Empúries, lo había otorgado a su padre Hablaremos más tarde de las cuestiones relativas al edificio y a su datación Sin duda alguna, el centro debió de verse favorecido por los condes de Empúries, territorio al que pertenecía, e incluso por los de Barcelona, como en los casos concretos de Ermessenda, en 1057, y posteriormente, de Ramon berenguer All, en 1131 La nobleza también llevaría a cabo sus aportaciones, como sucedió con Girberga, en 1149, o con diversos miembros de la familia Oltrera, algunos de los cuales ordenaron ser enterrados en el monasterio a lo largo de la segunda mitad del siglo XII Se documentan diversas donaciones que fueron ampliando el patrimonio de la abadía, pero ninguna de ellas aporta datos que puedan asociarse al avance de la construcción, se tratase de la iglesia, del campanario, del claustro o de cualquiera de sus dependencias En cuanto a los centros que dependieron de Sant Miguel, se cita la iglesia de Santa Coloma de Matella (Baix Empordá), una parroquial que consta como fundada por monjes del monasterio en la década de 1160, que en algún momento del siglo XIV debió de ser convertida en una comunidad de monjas.
Más allá de la época románica la vida del monasterio continúa, a menudo afectado por los distintos conflictos bélicos que alteraron su vida y transformaron contundentemente su fisonomía entre los siglos XIV y XV De ahí su apariencia de fortaleza que modifica el perfil de la iglesia y del campanario, cuyos perfiles están coronados por almenas y matacanes hay testimonios de las disputas por mantener el privilegio recibido de no prestar servicios a las autoridades civiles.
Por otro lado el conde Joan Ill de Empúries (1364-1398) mantuvo enfrentamientos ante la Corona, en tiempos de Juan l y de Pedro el Ceremonioso Andrea Ferrer ha puesto de relieve las posibles consecuencias de la invasión del Rosellón y del Empordá por parte de las tropas de Bérnard d'Armagnac entre 1389 y 1390 Se sabe que la iglesia había quedado afectada por el ataque de dichas tropas en 1.390 Posteriormente en 1477 Sant Miquel de Fluviá se vería afectado nuevamente por incursiones francesas como se explicará más adelante en el momento de interpretar los resultados de excavaciones arqueológicas e investigaciones recientes Así de acuerdo con una disposición del papa Clemente Vlll fue agregado en 1592 al monasterio          gerundense  de Sant Pere de Galligants.
La historia posterior del monasterio es similar a la de otros centros expropiación y venta de sus propiedades con la desamortización de 1.835, a lo que se sumaría el robo de algunos objetos que tuvo lugar, según Joan Badía en 1890. La iglesia fue declarada Monumento Nacional en 1931, para ser objeto de una primera restauración culminada en 1945 Las campanas de excavación arqueológica llevadas a cabo desde comienzos del siglo XXI, bajo el impulso del Ajuntament de Sant Miquel de Fluviá y el Servei de Monuments de la Diputació de Girona han permitido consolidar el monumento y ampliar su conocimiento, en especial por lo que atañe al claustro y a sus dependencias, cuyo recinto es ahora visitable. De este asunto se tratará monográficamente y con detalle más adelante.
En la actualidad, del antiguo monasterio se conservan en pie la iglesia y la torre campanario, mientras que es visible el perímetro del claustro y de parte del recinto monástico, organizado a mediodía del conjunto. A ello hay que añadir algunos testimonios dispersos de la escultura procedentes en su mayoría del propio claustro (que se conservan in situ y en el Museu Nacional d'Art de Catalunya), así como dos lipsanotecas conservadas en el Museu d'Art de Girona. Esta misma institución conserva otro relieve, que quizás deba asociarse al edificio precedente al actual, citado en 1011.

La Iglesia
La iglesia es un edificio de planta basilical, con tres naves y un transepto ligeramente destacado en anchura, encabezados por el ábside central, con un tramo previo, y los correspondientes absidiolos Estructuralmente, el edificio sustenta sus bóvedas mediante pilares de sección rectangular, de los cuales se alzan los arcos formeros y los torales. Las naves se componen de tres tramos, el occidental algo más profundo, quizás como consecuencia de una remodelación del edificio llevada a cabo en el siglo XVI. Los tramos centrales, incluido el del crucero, son de bóveda de cañón, que a partir del primer tramo es apuntado, probablemente como consecuencia de reformas posteriores. Los brazos del transepto también están cubiertos con bóveda de cañón, aunque en perpendicular al eje longitudinal marcado por las naves. El conjunto está levantado con piedras de tamaño mediano que mantienen hiladas netamente ordenadas Internamente, el templo está sistemáticamente articulado y decorado con escultura pétrea. El interior del ábside está ordenado mediante nichos que reposan sobre semicolumnas no monolíticas, adosadas, cuyos capiteles son esculpidos. Este sistema plástico se prolonga en el tramo presbiteral que enlaza con el arco triunfal, el cual reposa también en un orden columnario. A su vez, los arcos torales, en el crucero, recaen sobre semicolumnas coronadas por capiteles esculpidos, como sucede con los arcos torales.



Cabe suponer un acceso principal a través de la fachada occidental hoy muy transformada, así como el paso hacia el campanario, que debía de realizarse a través del transepto norte. Además, la iglesia comunicaba con el claustro a través de una puerta abierta en la nave lateral sur, en el primer tramo. Con arco de medio punto, la decoración del tímpano consiste en una retícula (opus reticulatum), un recurso visible en conjuntos del siglo XI, como en la cabecera de la catedral de Elna (Rosellón), y de raíz antiquizante. Se trata, sin duda, de uno de los componentes más significativos del edificio, que permite contextualizar el conjunto y situarlo más cerca de las construcciones del siglo XI Que de las pertenecientes a fechas más avanzadas.
La iluminación del edificio se organizaba sistemáticamente desde la cabecera.
El ábside principal contiene cinco ventanas, de apertura sencilla con un solo derrame, las tres centrales de las cuales ofrecen externamente columnillas con capiteles esculpidos, en cambio, los absidiolos presentan cada uno una estrecha ventana, igualmente de un solo derrame y sin decoración. Otro foco significativo de entrada de luz se sitúa en el lado oriental del crucero, por encima del arco triunfal, como sucede en tantas ocasiones, lo mismo que en el transepto, en el muro que da paso a la entrada de los absidiolos. En las naves, se distribuían los ventanales en los muros de la nave central, aprovechando la diferencia de altura entre aquella y las laterales, y en los muros de estas últimas, en este caso irregularmente. Algunas de ellas se encuentran cegadas actualmente.
La parte occidental, con la fachada incluida, es la parte más transformada de la iglesia. En este sentido, parece que durante el siglo XVI se añadió el coro y se transformó sensiblemente el frontispicio, con una portada central de estilo gótico fechada, de acuerdo con la inscripción del dintel, en 1532. En la parte superior se abrió un óculo, que debió de sustituir la ventana de origen románico, como las que se sitúan en los laterales, en correspondencia con las naves. Del esquema original podría sobrevivir la ventana del lado derecho, que se integraría con un sistema tripartito en correspondencia con cada una de las naves.



Detalle del ábside 


Externamente, la iglesia está tratada con muros lisos, interrumpidos solamente por las aperturas, a excepción de la cabecera. Así, en el ábside y los absidiolos la superficie está estructurada plásticamente mediante arcuaciones y bandas (o lesenas), siguiendo el sistema utilizado en numerosos edificios religiosos del llamado primer románico, como podemos observar en centros próximos como Santa Maria de Roses o Sant Joan de Palau-Saverdera, entre otros. Cierto es que este tipo de arquitectura fue tradicionalmente denominada de tipo lombardo, pero actualmente entendemos que se trata de una corriente ampliamente difundida por Europa, y representada con edificios muy representativos en zonas como Borgoña. Aunque en nuestro caso se utilizó un aparejo más regular, mejor tallado, que en construcciones de la primera mitad del siglo XI. Cabe destacar que algunas de estas bandas quedan interrumpidas por la presencia del ventanal, como sucede en el eje del ábside principal. Es destacable la cornisa, que a menudo pasa desapercibida, a base de un motivo antiquizante, el de una sucesión de ovas, como aparece en numerosos ejemplos de cronologías diversas.
En su conjunto, la iglesia de Sant Miquel de Fluviá sigue de cerca algunos aspectos característicos de otros edificios del Empordá. Así, la planta de tipo basilical, con transepto poco destacado, no se aleja de la de edificios teclados entre el siglo XI y el entorno del 1100, como Sant Quirc de Colera y, posteriormente, Santa Maria de Vilabertran. El planteamiento estético de la cabecera, con las bandas y arcuaciones tan desarrolladas en la primera mitad del siglo XI (Santa Maria de Roses o Sant Joan de Palau- Saverdera, por ejemplo), constituyen un recurso desarrollado a través de un aparejo tallado con mayor regularidad, quizás como muestra de una evolución cerca ya del 1100, al que se añade la presencia de escultura, ausente en aquellos casos. En este sentido, el conjunto contrasta con el tratamiento superficial liso de Santa Maria de Lladó d'Empordá o de la ya citada de Vilabertran. Cabe subrayar que la mayor parte de la historiografía ha considerado la iglesia de Sant Miquel de Fluviá como una construcción del siglo XI, más bien de la segunda mitad. En este recorrido, Puig i Cadafalch planteó un posible arranque del edificio en dicha centuria y una reforma en el siglo XII, en base a la presencia de la escultura y de las bandas interrumpidas en el encuentro con los ventanales en el ábside principal. Posteriormente el mismo autor volvió a una datación alta. Otros autores, como Joan Badia, que estudió muy detenidamente el conjunto, han mantenido esta clasificación, que mantenemos y reforzamos con el análisis de la escultura.
La presencia de escultura arquitectónica en Sant Miquel es uno de los aspectos más significativos del conjunto, y que pueden aportar elementos para su datación y contextualización. En este sentido, se detecta un programa riguroso, sistemático, desde la cabecera hasta los pies, que comentaremos más adelante.
Tal como hemos señalado anteriormente, la escultura ocupa parte importante de las impostas y de todos los capiteles de la iglesia, tanto en el exterior de tres ventanas del ábside, en los arcos de los nichos del interior del mismo cuerpo y en los pilares del crucero y de las naves.
La torre campanario, situada al norte del transepto, aparece como un cuerpo independiente respecto de la iglesia. El espacio que quedaba libre fue cubierto posteriormente. Esta circunstancia, más el uso de sillares de mayor tamaño y tallados de modo más pulido que en la iglesia, permiten suponer que su construcción sería posterior, quizás ya de principios del siglo XII. De planta cuadrada, está compuesto de un basamento y de tres niveles con las correspondientes aperturas, practicadas en las caras este, norte y sur. En este sentido, en el basamento hay tres aperturas estrechas, a modo de saeteras, mientras que los siguientes registros están abiertos a base de pares de ventanas, geminadas en el segundo y tercero. Cada nivel está enmarcado por arcuaciones centradas, entre ventana y ventana por una banda. El piso superior queda culminado por una estructura de almenas y matacanes, añadida posteriormente como en la iglesia, que confiere al conjunto mayor altura y una aparente pesadez.
Internamente es remarcable la bóveda de cañón que cubre la primera planta, con muestras visibles del cañizo. En conjunto, la estructura original del campanario responde a un esquema muy habitual en Cataluña, como podemos apreciar en Cuixá o en Sant Pere de Rodes, con planteamientos decorativos similares al caso de Fluviá. Fue objeto de una importante restauración y rehabilitación en 1988.

Como hemos dicho, y siguiendo el estado de la cuestión la iglesia de Sant Miquel de Fluviá pertenece al siglo XI, en fechas algo avanzadas difícilmente precisables, a pesar de que el indicio más aproximado viene dado por el acta de consagración del año 1066 En este contexto aspecto más destacado del conjunto es la existencia de un programa decorativo mediante la talla escultórica, aplicada en impostas en los capiteles      de      las      ventanas          del      ábside y especialmente en los capiteles del interior desde el mismo ábside hasta la nave principal, pasando por el crucero La escultura, pues, es el dato que concede personalidad al conjunto en relación con otros edificios coetáneos y de su entorno más cercano en unas fechas en las que a menudo cuesta aceptar la existencia de una escultura monumental en Cataluña. Sea como fuere Sant Miquel de Fluviá se inscribe en este sentido dentro de una tradición que tiene como paralelo más significativo el interior de la catedral de Elna y que quizás arrancara en esta zona y en el propio Empordá, con el soberbio planteamiento monumental de Sant Pere de Rodes hacia la primera mitad de aquella centuria.
Para el análisis de la cabecera hay que tratar previamente los relieves del exterior tanto de los ventanales del ábside  principal como de los canecillos de las que arrancan las arcuaciones. La ventana central muestra un par de capiteles que repiten el tema de los pavos afrontados bebiendo de una copa o cáliz motivo relativamente habitual en la escultura románica, y que puede recordarnos la presencia de este tema en la parte oriental de algunos edificios como sucede en Santa Maria de Taüll en este caso pintado en el muro.




No es el momento de entrar ahora en detalle en el programa de imágenes del conjunto, en el que los esquemas de tipo vegetal, a base de registros superpuestos, suma la generalizada presencia de figuración animal y humana, desde la cabecera hasta los pies. Tanto Puig i Cadafalch, como J. Badía y J. Saura se aproximaron con cierto detalle a los motivos. Lo que se desprende del conjunto es la aportación de un paso adelante que difícilmente observamos en otros conjuntos del románico catalán, en un edificio del siglo XI. Las proporciones de las piezas son esbeltas, como recuerdo quizás de lo que fue la iglesia de Sant Pere de Rodes, sensiblemente anterior a la del monasterio fluvianense, el recurso a los entrelazados, con cintas o motivos de carácter vegetal, como también sucedía en Rodes y, bajo otra solución técnica, en la catedral rosellonesa de Elna. Pero la presencia de figuración tratada con esquematismos, pero una marcada ambición por el volumen debe tomarnos a hallar otras referencias. Ante la duda de si los escultores de Sant Miquel de Fluviá no dominaban la técnica o la composición, hace falta interrogarse sobre cuál pudo ser el bagaje artístico al que respondían. En este sentido, la falta de fluidez de las composiciones, las superposiciones de motivos de distinto carácter, obedecen sin duda a la situación de la escultura de una parte de la Europa de entre 1030 y 1070 o quizás algo más tarde. Por ello, no dejan de ser elocuentes algunas semejanzas entre centros del centro de Francia como Saint-Benoit-sur-Loire, la gran abadía benedictina de la zona de Berry, o Saint-Philibert de Tournus, en borgoña. En ambos casos, la decoración escultórica se desarrolla de modo generalizado y programado, por lo menos en algunas partes de la estructura. Sin que por el momento podamos determinar una línea directa de relación, la escultura de la iglesia de Sant Miquel de Fluviá se sitúa en aquel nivel, quizás entre el tercero y último cuatro del siglo XI, y constituye un conjunto excepcional en Cataluña.
La escultura de la iglesia tuvo escasa continuidad, quizás a consecuencia de nuevas tendencias desarrolladas a partir del segundo cuarto del siglo XII y de la potencia de nuevas tendencias asimiladas por centros como Sant Pere de Rodes o Girona. Sólo se detecta un reflejo de los recursos de la cabecera en la iglesia de Santa Maria de l'Om (Ventalló, Alt Empordá), no muy lejos del centro que nos ocupa Tanto las impostas de la cabecera como los elementos que decoran la portada occidental dependen sin duda de la escultura de Sant Miquel de Fluviá, especialmente de la zona de la cabecera.

Fachada occidental

Fachada sur

Puerta


Capiteles 

El claustro
El claustro se construyó en la parte sur de la iglesia, seguramente poco tiempo después de que ésta fuera completada. Algún erudito del siglo XIX ya había mencionado, e incluso observado, algún capitel disperso que bien podría haber pertenecido a dicha parte del monasterio. Pero existe un factor determinante que ha contribuido a conocer mejor el desaparecido claustro de Sant Miquel de Fluviá, que J. Badía ya intuía y al cual había atribuido una serie de capiteles esparcidos por la iglesia. Desde inicios de este siglo XXI se han llevado a cabo una serie de campañas arqueológicas que han permitido recuperar su planta y explicar su estructura; el conjunto completaría una planta trapecial con una hilera de columnas, coronadas por capiteles decorados con relieves. Al mismo tiempo, se han descubierto algunos fragmentos de escultura, entre ellos algunos capiteles, que se suman a los ya conocidos, y tres más conservados en el Museu Nacional d'Art de Catalunya que recientemente hemos podido atribuir al conjunto. Su historia, sin embargo, es convulsa, como consecuencia de los conflictos bélicos a los que hemos aludido al principio. Al menos una parte ya había sido destruida en la baja edad media por la excavación de un foso, a causa de alguno de los conflictos bélicos internos y externos que afectaron el territorio del Empordá.
Los capiteles visibles en la iglesia marcan la pauta de la tipología arquitectónica y decorativa del conjunto, del que hay que resaltar la diferencia respecto de los que decoran los pilares del edificio, que hemos fechado sin reservas en el siglo XI. Todos ellos coinciden con el uso del mismo material, una piedra de origen volcánico, de tonos grises, obtenida de una cantera del pueblo de Vilacolum (en el municipio de Sant Tomás de Fluviá), a poca distancia del monasterio ampurdanés. Presentan una composición cúbica, con dimensiones que se acercan a los 40 cm de altura y anchura. En general, se combinan temas de tipo vegetal, con esquemas derivados lejanamente del corintio antiguo, a base de hojas dispuestas simétricamente. Estilísticamente, las formas son de una cierta simplicidad, quizás también a causa de las condiciones del material. A pesar de ello, representan un estadio ligeramente más avanzado que el del conjunto de la iglesia, del que difiere claramente.
Es revelador fijarse en una pieza sencilla, que fue sacada a la luz en 201 6, de composición cúbica en la parte superior y troncocónica en la inferior, excepcional en el románico catalán, pero también visible entre los vestigios          del claustro de        otro    gran   monasterio benedictino, Sant Esteve de Banyoles (el Pla de l'Estany) En ambos casos, marca la ausencia del collarino, cosa que no sucede, sin embargo, en la pieza descubierta en las excavaciones de enero de 20 1 7, que presenta prácticamente la misma composición que el primero. Dichas coincidencias estrechan los vínculos entre ambos conjuntos y, a su vez, su rareza los desmarca de otros monumentos catalanes. En cambio, su presencia es habitual en el mundo germánico ya desde el siglo XI y también en la Lombardía y en Inglaterra.
Cabe dirigir la atención hacia tres capiteles conservados en el Museu Nacional d'Art de Catalunya, sin duda totalmente análogos a los conservados in situ, pero que hasta hace poco habían sido considerados de origen incierto o, incluso, de un monumento que no tiene nada que ver con el territorio ampurdanés. Ingresaron en el museo en 1906, dato que nos ha confirmado Jordi Mota, que también tiene en proceso un estudio sobre diversos aspectos del monumento. El más significativo de los capiteles está decorado con la figura de una sirena-pez en cada cara (núm. inv. 24019). La figura está desarrollada en simetría estricta con una cola doble que se alza hacia los ángulos y recogida por las manos, que también sostienen un pez como atributo marino. Si bien la representación de la sirena-pez ya es habitual en el románico, como podemos ver en claustros tan importantes como los de Ripoll y de Sant Pere de Calligants (Girona), la solución de nuestro capitel, con los peces, la volvemos a encontrar entre los capiteles atribuidos al claustro de Sant Esteve de Banyoles, de nuevo. Los dos capiteles restantes presentan esquemas compositivos derivados del corintio antiguo hecho muy frecuente en la escultura medieval Uno de ellos, presenta la parte delantera del cuerpo de un carnero, orientada hacia los ángulos, sobre unas hojas lisas de acanto (núm. inv. 24018), motivo que vemos en la iglesia de Sant Joan les Fonts (la Garrotxa), de la cual hay indicios de actividad en las primeras décadas del siglo XII. El segundo ofrece dos niveles de hojas, con las volutas en la parte superior (núm. inv. 24003).
De momento, solo podemos basarnos en datos indirectos, que son poco más que orientativos. Se trata de las consagraciones de ambas iglesias, 1066 para Sant Miquel y 1086 para Sant Esteve. La construcción de los claustros respectivos tendría que ser posterior. Formalmente, los dos conjuntos parecen depender, con las composiciones compartimentadas, de la escultura derivada de los años 1100. La selección de temas del bestiario y vegetales concuerda en general con conjuntos catalanes anteriores a 1150. De hecho, la selección de temas, por lo que conocemos, es similar a la de Cuixá, con temas de bestiario, figuración humana y motivos de carácter vegetal o geométrico. También existen puntos de contacto con otras iglesias del antiguo condado de besalú consagradas poco después de 1100, como el citado de Sant Joan les Fonts. No sabemos exactamente en qué fecha, pero es factible pensar que no estaría muy alejada de la de Cuixá, fechada entre 1120 y 1140. Desde esta óptica, podemos proponer que el claustro de Sant Miquel de Fluviá es, junto al de Banyoles, uno de los primeros que presentaban decoración esculpida en Cataluña.
Las excavaciones de estos últimos anos han permitido rehacer la planta de parte de las dependencias monásticas y de su historia. De ello se hablará con detalle en el trabajo que sigue al presente, de Andrea Ferre y Joan Frigola.
En su conjunto, Sant Miquel de Fluviá es un monumento excepcional, a su vez algo incómodo según se detecta en la historiografía. Sorprende su práctica ausencia en algunas publicaciones de carácter general sobre la arquitectura y el arte románico en Cataluña. Ello es debido a su pertenencia a una fase que podríamos considerar como intermedia, quizás todavía poco sistematizada, entre la eclosión del primer románico y la aparición de unas formas que se impondrán a partir de la década de 1130, con la generalización del uso de un aparejo regular, de sillares bien tallados, y la generalización de la escultura arquitectónica. En cierto modo, la iglesia de este monasterio dependiente de Cuixá, se aleja claramente de aquel gran centro, y parece situarse en la línea emprendida des de Sant Pere de Rodes y la catedral de Elna. La escultura arquitectónica, a pesar de estos referentes, está más asociada técnicamente a experiencias situadas en focos franceses, como Borgoña o Berry. Ello todavía nos da indicios sobre el origen del taller, a la espera de nuevos estudios. La iglesia por si sola es prácticamente un unicum. El claustro supuso una experiencia distinta, también temprana, pero muy asociada a la producción de un gran monasterio benedictino, el de Sant Esteve de Banyoles. Probablemente se trate de un reflejo de otras corrientes desarrolladas en el Pirineo occidental catalán durante el primer tercio del siglo XII.

Relieve del Museu d'Art de Girona
En el Museu d'Art de Girona se conserva un relieve considerado como procedente de Sant Miquel de Fluviá (núm. inv. 5), de forma rectangular que parece haber estado construido como arco de un pequeño ventanal. Fue hallado en la zona del cementerio, al norte de la iglesia. Sus dimensiones son reducidas, concretamente 38 cm. de altura por 48 de altura y un grueso 22. Su decoración, enmarcada por un borde liso separado por una incisión, es de carácter vegetal, a base de una palmeta central, por encima del arquillo y de semipalmetas en los lados y, de un modo irregular, en el arranque o enjuta. El relieve se obtuvo mediante la talla a bisel, recurso considerado característico de la escultura del siglo XI pero también utilizado en fechas posteriores. En alguna ocasión ha sido fechado en el siglo X y clasificada dentro del ámbito prerrománico. Sin embargo, y según nuestro punto de vista, el motivo y su ejecución técnica permiten la comparación directa con diversos ejemplos de escultura monumental fechable durante las primeras décadas del siglo XI. Ello conduce a considerar este relieve como parte de la misma tendencia encabezada, en Cataluña, por la decoración de la iglesia de Sant Pere de Rodes, pero también por la que actualmente se sitúa en las fachadas de Sant Genís de Fontanes y Sant Andreu de Sureda, en el Rosellón.
Es posible que el relieve fuera creado como pieza superior, a modo de ajimez de una ventana, aunque de una sola apertura. Sin embargo, por su estilo no mantiene relación alguna con el resto de la escultura de Sant Miquel de Fluviá, que fechamos de un modo más tardío. Por ello, parece difícil asociar el relieve del museo de Girona con la iglesia actual, sino con una construcción precedente de la cual por el momento no conocemos ningún indicio, pero que podría ser la citada en 101 l y anterior a los acontecimientos de 1045 y 1066.

Lipsanotecas del Museu d'Art de Girona
Como procedentes de Sant Miquel de Fluviá se conservan en el Museu d'Art de Girona dos lipsanotecas, o receptáculos de reliquias, muy distintas entre sí por el material y la morfología. La primera de ellas consiste en un pequeño jarrón de vidrio (núm. inv. 70), que mide 15 cm. de alto por 8.50 de anchura Según parece, estaba introducida en una caja cruciforme, de la cual no tenemos noticia (Museu Diocesá, 61). De acuerdo con las aportaciones que tratan dicho objeto, se trata de una posible producción local, que poco tendría que ver con la serie de vasos o recipientes manufacturados en el Mediterráneo oriental o en al-Andalus. Dada su relación con el altar de la iglesia ampurdanesa, se ha fechado en relación con su consagración, en 1066, y por lo tanto en el siglo XI.
La segunda lipsanoteca, muy deteriorada, es de madera y consiste en un recipiente de base circular y forma abombada, pintada en rojo a base de franjas horizontales. La tapa, mejor conservada, es de forma cóncava y presenta un pomo. Es complicado precisar la fecha de esta pieza, que en ocasiones ha sido situada en el siglo XII. La ausencia de datos relativos a una consagración en el cenobio ampurdanés durante aquella centuria dificulta mantener sin reservas esta propuesta.

 
Antiguo Priorato de Sant Tomás de Fluviá
La Iglesia de Sant Tomás preside un núcleo de población del municipio de Torroella, situado a km de la cabeza del municipio. Era la iglesia de un priorato benedictino fundado el último tercio siglo XI por el monasterio de San Víctor de Marsella. Sus datos históricos no son lo suficientemente claros, pues su archivo parroquial se quemó en 1936.
La iglesia vecina del priorato de Sant Miguel de Fluviá, tiene más suerte en cuanto a documentación, pues se sabe que fue construida por los monjes del monasterio de Cuxá por orden del abad Oliba, y consagrada en 1066.
Sant Tomás fue fundado en unas tierras donadas por Guillem de Fenolleres hacia 1070 (Badía i Homs) o hacia 1098 (según Ainaud de Casarte). No obstante, no se conserva documentación del siglo Xl. Sí, en cambio, que aparece en las bulas papales del monasterio de San Víctor de Marsella de 111 3, 11 35 y 1150 y en el siglo Xlll. Aparece también en un documento del 1 2 diciembre de 1146, en que el obispo berenguer Dalmau restituye unos bienes a Sant Tomás, como lo había hecho ya el obispo Bernat Umbert, cuando consagró la iglesia de Sancti Thorne Apostoli, cujus basilica fundate est in pago lmpuritanensis.
El obispo de Girona Bernat Dalmau, documentado entre 1093 y 1111, consagró la iglesia de Sant Tomás de Fluviá. En las bulas pontificias de San Víctor de Marsella aparece como basilica Sancti Thorne y cella Sancti Thorne apostoli.
En el testamento de Guillem Umbert de Basella, sobrino del obispo Bernat Umbert, del 26 de mayo de 1151, lega a los monjes de Sant Tomás: II sarracenos fratre, o sea dos esclavos sarracenos.
Hasta el año 1314, la iglesia prioral de Sant Tomás pertenecía a la parroquia de Sant Martí de Canyà, pero en este momento empieza a hacer funciones de parroquia, que se consolidan al desaparecer la iglesia parroquial en el siglo XV. Entre 1508 y 1511, el priorato monacal fue anulado legalmente, y con ello la dependencia de San Víctor de Marsella. Se convirtió en un beneficio con el título de prior de Sant Tomás, y recayó en monjes de Santa María de Roses primero, y después en otros eclesiásticos. Uno de ellos, Francesc de Meyá, canónigo y arcediano de la Selva, reconstruyó en 1628 la residencia prioral situada al lado de la iglesia, como consta en una lápida en la fachada. En 1789 el obispo de Girona, Tomás de Lorenzana, suprimió el beneficio.
La iglesia, románica de fines del siglo Xl, parece que fue construida sobre estructuras anteriores según excavaciones realizadas en la década del 1970. Parece que el origen es una villa romana del siglo I, y posteriormente se encuentran restos de lo que puede considerarse una capilla fechable en torno a los siglos VlI y Vlll.

La iglesia es una construcción que tiene en el lado sur un patio, quizás un antiguo claustro pequeño, que linda con la casa prioral actual que corresponde a la reforma que hizo en 1628 el arcediano Francesc de Meyá. La iglesia se construyó con aparejo regular dispuesto en hileras horizontales, y pilares bien tallados en los ángulos.

La iglesia es de una sola nave, con transepto, y cabecera con tres ábsides de planta semicircular en el exterior y de herradura en el interior cubiertos con bóveda semicircular. Los tres ábsides y la cabecera de la nave poseen ventanas de simple derrame con un arco de medio punto. Los ábsides laterales corresponden al transepto, y posee, el del lado norte, una desviación que le hace irregular, determinada quizás por la utilización de cimentaciones de antiguas construcciones. Los tramos del transepto se hallan cubiertos con bóveda de cuarto de círculo. La nave central está cubierta con bóveda de cañón ligeramente apuntada, y en el último tramo, el más cercano al muro occidental responde a una reforma posterior. En este muro se abre la puerta de entrada y un campanario de espadaña, que corresponde posiblemente al siglo XV.
Esta nave central está dividida por dos grandes arcuaciones ciegas que descansan sobre pilares. Ello hace pensar en la posibilidad de que en origen se planteara una iglesia de tres naves.
En el interior de la iglesia se conserva una pica bautismal monolítica, con decoración exterior de arcuaciones ciegas, posiblemente de época románica.

Pintura mural
En la restauración de la iglesia, iniciada en 1982 por la Diputación de Girona y por el arquitecto Joan M de Ribot, se descubrieron bajo un falso techo las pinturas del primer tramo de la nave. En cambio, se habían destruido las del segundo tramo, posiblemente cuando se rehizo la fachada de la iglesia.
En 1983 se arrancaron los murales de la nave y del ábside, siguiendo el método del strappo, y se restauraron en el Centro de Restauración de bienes Muebles de la Generalitat de Catalunya. Las pinturas románicas tenían hasta siete capas de pintura encima. Posiblemente ya a principios del siglo XVlll fueron recubiertas por una capa de cal, y después, en 1901 se construyó la falsa bóveda en toda la nave que las encerró. Se limpiaron, se consolidaron y se dispusieron sobre un soporte sintético. Finalmente fueron colocadas en su lugar original, algo que merece ser destacado, pues a partir de este momento el criterio de situar la obra en su lugar de origen ha prevalecido. Antes iban a los museos normalmente.
La superficie pintada conservada, en torno a 50 metros cuadrados, cubre la bóveda absidal central, y la parte central de la bóveda apuntada del primer tramo de la nave, solo hasta aproximadamente la media distancia de la línea de impostas de la bóveda. Destaca por su rico programa iconográfico, más Que por su cualidad estilística de la que hablaremos después.
Ocupa la bóveda del ábside Cristo en Majestad dentro de una mandorla, rodeado por el Tetramorfos y acompañado por cuatro ángeles, dos de ellos querubines con seis alas.


Maiestas Domini 

Querubín y San Miguel 

Forman parte de esta Teofanía las pinturas de los tramos inmediatos de la bóveda apuntada que cubre la nave. En ellos se representan, a cada lado, seis de los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, distribuidos en dos registros.
Separado por un amplio friso ornamental, en la bóveda se representan diversas escenas de la Vida de Cristo. Se distribuyen en dos registros a cada lado, aunque los registros inferiores han desaparecido, a excepción de parte del registro del lado de la Epístola. En él aparece el tema de la Entrada de Jesús en Jerusalén.
Este es el primer tema del ciclo representado y conservado. En el registro superior se halla representada la Santa Cena. A continuación, el Encarcelamiento de Cristo en el huerto de Getsemaní.

Pintura del crucero: Última Cena y Prendimiento 

Última Cena 

Prendimiento 

En el muro del lado del Evangelio, continua el ciclo desde la parte más alejada del ábside, con el tema de la Crucifixión, seguida de la escena con las Marías ante el sepulcro vacío, como tema de la Resurrección.

Crucifixión y Marías ante el sepulcro 

En la bóveda absidal se representa Cristo en Majestad, con nimbo crucífero, sentado sobre un trono decorado con motivos florales y encima un cojín, y sostiene un libro con la mano izquierda mientras que con la derecha está en actitud de bendecir. Va vestido con rica túnica y manto decorado con bandas de pedrería A los lados de su rostro aparecen el alfa y el omega (esta, a su izquierda ha desaparecido) La figura se halla rodeada por una       rica mandorla conformada por cuatro bandas ornamentales Las fuentes literarias son la visión de Ezequiel (1, 5- 1 4), y el Apocalipsis (4, 6—8) El alfa, primera letra del alfabeto griego indica que la Maiestas es el principio de todas las cosas, también se identifica con el compás, de dios creador.
A los lados de la Majestad aparecen los cuatro símbolos de los Evangelistas (Ezequiel 1,5- 1.4 y Apocalipsis, 4, 2), con el tratamiento que no encontramos con frecuencia en la pintura romànica catalana, aunque aparezcan en Santa María de Taüll (MNAC), san Marcos y san Juan en una visión del paraíso, también en Rabós de Terri y en Santa Eulalia de Estaón (MNAC).
Son los evangelistas representados con las cabezas de los animales simbólicos que les representan y alados san Marcos con cabeza de león, san Juan con la cabeza de águila, el toro para san Lucas y el ángel para san Mateo Es la misma fórmula que encontramos en San lsidoro de León, en Maderuelo, y en la iglesia del Cristo de la Luz en Toledo Las cabezas están nimbadas.
El modelo aparece en la miniatura copta, en los manuscritos irlandeses, en la escultura visigótica de Quintanilla de las Vinas, por ejemplo.
Aquí, en Sant Tomás de Fluviá, la figura de san Marcos ocupa la parte baja izquierda de la composición y sostiene el libro con la palabra RECONVENTIVUS, que según J. Calzada le recuerda la frase “mientras estaban en la mesa” del Evangelio de Marcos, 1.6,14 se trata de la última aparición de Jesús a los apóstoles.
Sobre la figura del evangelista aparece la inscripción S. MARC. A la derecha aparece el símbolo de san Lucas, con la inscripción LU…AS, en bastante mal estado de conservación En la parte superior de la mandorla, a la izquierda de la Majestad aparece la figura del evangelista Juan con la inscripción lOHS, con cabeza de águila en muy mal estado de conservación también.
La inscripción del libro es elegible En el lado opuesto el evangelista Mateo, en un estado de conservación muy deteriorado; no se lee ninguna inscripción En la Edad Media se estableció un paralelismo entre el Tetramorfos y los cuatro momentos de la vida de Cristo. Así en Honorio de Autun Christus erat homo nascendo, vitulus moriendo, leo resurgendo, aguila ascendendo.
Además en la bóveda del ábside aparecen dos arcángeles A la derecha de Cristo, Miguel con la inscripción S MlKAEL, y a la izquierda Gabriel, con la inscripción casi borrada Tienen un par de alas muy trabajadas en su pintura Van vestidos con atuendo rico, bizantino, con el foros, o quizás un Numeral, y sostienen con la mano izquierda un bastón terminado en una cruz.
Cierran la composición, a cada lado, un querubín  ….ERUBlN, con tres pares de alas con ojos.
Ya en el primer tramo de la bóveda de la nave, pero formando parte del tema del ábside aparece a cada lado la representación de dos grupos de tres, en total doce de los veinticuatro Ancianos del Apocalipsis (Apocalipsis, 4, 4-11) Visten túnica y tienen barba y cabellos blancos, llevan coronas en la cabeza, y sostienen copas y instrumentos musicales En el Apocalipsis, 5, 7-9 “Los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos cayeron prosternados ante el Cordero, sosteniendo cada uno una cítara y unas copas de oro llenas de perfumes que son las plegarias de los santos y cantaban un cántico nuevo”. Su precario estado de conservación hace que no se conserven inscripciones en estas zonas.
Ejemplos en la pintura catalana los encontramos en Barberá del Vallés (casi desaparecidos), Sant Quirze de Pedret (Musseu Diocesá de Solsona) y Sant Martí de Fenollar La interpretación simbólica de los cuatro Evangelistas junto a los veinticuatro Ancianos, es muy rica se ha interpretado como la oposición de la Antigua Ley y los 24 libros del Antiguo Testamento, frente a la Nueva Ley, el Nuevo Testamento, los 4 Evangelios.
Estamos ante uno de los ejemplos más completos de la temática iconográfica de los ábsides, en la pintura catalana El tema, con la complejidad aquí representada, reúne los textos de dos teofanías distintas de la biblia Isaías 6, 1-28, Ezequiel, 10, 1 -22, en el Antiguo Testamento, y Apocalipsis, 4, 1 -11, en el Nuevo Testamento.
Las fuentes iconográficas son diversas los querubines aparecen en Ezequiel, cap. 10, si bien con 4 alas solamente, los serafines en Isaías, 6, l -4, aparecen con seis alas pero sin ojos; los arcángeles suelen llevar estola y rollo con las inscripciones PETlTIUS y POSTULATIUS que indican las plegarias de los fieles y su intermediación, como en Santa Maria d'Aneu, en Estaón o en Sant Pere del Burgal (todos en el MNAC). A menudo en la pintura mural románica no se puede distinguir entre querubines y serafines.
Su presencia puede ir acompañada frecuentemente de la inscripción SANCTUS tres veces (Isaías, 6,3, Apocalipsis, 4,8) Es el Trisagion, la oración, y nos remite a la liturgia celeste a través de la visión de Isaías, y del Apocalipsis, pues serafines, los cuatro vivientes i los veinticuatro ancianos inician la oración con estas palabras Pero también en la liturgia terrestre, que se dice en el altar en el Prefacio del canon de la misa, el Vere dignum, según el texto del Sacramentario Gregoriano (Ordo 1, 3), que evoca a la vez a las jerarquías celestes y a Cristo, por el cual los ángeles rinden culto al Padre La representación del ábside se relaciona pues con la liturgia que se hace en la iglesia.
El conjunto representado está asociado a diversos temas basados en distintos pasajes bíblicos, es lo que la historiografía llama Teofanías sintéticas. Se funden en una misma composición diversas visiones bíblicas, y por lo tanto en relación con los textos: las distintas teofanías del Antiguo Testamento, el retorno glorioso de Cristo; el Juicio Final del Apocalipsis; la teofanía, la presencia de Dios, en la liturgia cotidiana de la misa, en relación con el sacrificio eucarístico, a veces se incorporan textos posteriores, como es el Carmen Paschale del poeta del siglo V, Sedulius. Es el caso de las pinturas de Santa Maria de Mur (Museum of Fine Arts, Boston) y Sant Martí de Fenollar. A veces el conjunto se enriquece con la representación de los siete candelabros, como en Santa Maria de Mur o el ábside dedicado a santo Tomás de la iglesia de Santa Maria de Terrassa, que representan las siete iglesias de Asia (Apocalipsis, 1, 20).
En los dos arcos del transepto se conservan restos de pintura en muy mal estado de conservación. En el lado norte se distingue la figura de un ángel y una cruz en un círculo. En el lado sur aparece un motivo ornamental.
En la nave, separando las escenas con los ancianos de las escenas que explican la vida de Cristo existe una amplia banda ornamental con la representación de peces, con gran realismo, y elementos florales La primera escena del ciclo cristológico que aparece es la Entrada en Jerusalén (Mateo 21,1 - 11; Juan 12, 12- 19; Marcos 11, 1 - 10; Lucas 19, 29-40). Estas fuentes del Nuevo Testamento tienen una correspondencia con una profecía de Zacarías (9,9) en el Antiguo Testamento. Aparece también en Santa Maria de Barberá y en Vilanova de la Muga, ambos ejemplos muy tardíos. En pintura sobre tabla en un lateral del frontal de Sagás (Museo Diocesano de Solsona). En nuestro caso de Sant Tomás de Fluviá, se conserva parte de una inscripción: PALMARUM TURBA CUM JESU PUERI HEBREORUM VESTIMENTA (SUA POSTERNABANT lN VIA), que J. Calzada identifica con una Antífona alusiva al Domingo de Ramos.
A continuación, sigue la Santa Cena, tema también frecuente en la pintura románica con grandes ejemplos como Saint-Jacques de Guérets, Saint-Martin de Vicq y San lsidoro de León. En Cataluña lo encontramos en la catedral de la Seu d'Urgell, en Vilanova de la Muga y en Angostrina (Vallespir). J. Calzada ha estudiado esta escena y además del carácter eucarístico que tiene el tema, insiste, y así se refleja en la pintura de Sant Tomás de Fluviá, en la traición de judas. Pues la pintura sigue concretamente el texto de Juan (13,27): “da un pedazo de pan a judas. Entonces, después de comérselo, entra en él Satanás. Y Jesús le dijo. lo que estás haciendo, hazlo deprisa”. También la relación con el apóstol Juan juan, 13,23). “Uno de sus discípulos, el Que Jesús amaba, estaba en la mesa, reclinado sobre el pecho de Jesús”.
Existen unas inscripciones (S DEL ...T LORUM CUO. ...ADLENAN lUDAS V...) que no ha sido posible descifrar.
Sigue el tema de Jesús en el Huerto de Getsemaní. Encontramos el tema en las pinturas murales de Bagüés (Museo de Jaca). En pintura sobre tabla catalana destacan la tabla lateral de Sagás (Museo Diocesano de Solsona) y la biga de la Pasión (MNAC). Aquí, Pedro corta la oreja a Malcus, el criado del gran sacerdote, y Jesús le sana (Lucas, 22, 50-51). Se conservan los restos de una inscripción: lUDAS ESCARlOTE. …OR.
Sigue la Crucifixión, con la cruz en el centro donde la figura de Cristo, vestido con perizonium, posee la anatomía muy marcada intentando un realismo y alejándose del concepto de majestad; encima aparece la figura del sol y la luna, en figuras antropomorfas representadas por el busto de los personajes que sostienen un paño (el sol muy destruido), y encima de la cabeza una media luna y la inscripción LUNA. Los Evangelios de Mateo (27,45), Marco (15, 33) y Lucas (23,44) hablan de las tinieblas que se extienden el viernes santo a las tres de la tarde. Aparece también en las profecías del Antiguo Testamento: Amós 8,9.
Puede significar también el paso del tiempo, y la antigua y la nueva ley, el Antiguo y el Nuevo Testamento, a partir del sacrificio de Cristo.
Al lado de la cruz, los soldados, Longinos que clava una lanza al costado de Jesús (LONGINOS) y Stefaton (ETEFATO) que acerca una esponja a la boca del crucificado. Cerrando la composición, a la izquierda de la cruz la Madre de Dios (MARIA) y un soldado que la sostiene; a la derecha de la cruz san juan y otro soldado que sostiene una lanza que aparece rota. Los soldados llevan vestidos muy detallados yelmo, cota de malla, escudo, lanza. J. Ainaud, en el Prólogo al libro de J. Calzada, sostiene que los dos soldados, uno que sostiene a María y otro con la lanza rota junto a Juan, son figuraciones de la iglesia y la sinagoga respectivamente. Este tema es frecuente en las crucifixiones, representando la Antigua y la Nueva Ley, pero no conocemos una figuración de este tipo. En la pintura románica el tema de la Crucifixión aparece con mucha frecuencia. Solo citaremos algunos ejemplos, desde la miniatura de la Biblia de Ripoll, fol. 361v (biblioteca Apostolica vaticana), hasta las pinturas murales de Sant Pere de Sorpe (MNAC), Sant Joan de Caselles y Polinyá. Son importantes los murales de Bagüés (Museo Diocesano de Jaca) y San lsidoro de León.
A continuación, y casi sin separación, seguido, se ha pintado el tema que ya no corresponde a la vida de Pasión de Cristo: el tema de las Marías ante el sepulcro vacío, con el ángel. Este tema indica la Resurrección de Cristo, y está ligado al ciclo de la Glorificación. Siguiendo a Marco (t 6, t -7). “María Magdalena, María madre de Jaime, i Salomé compraron perfumes para ir a ungirlo. Y muy de mañana, el domingo fueron al sepulcro a la salida del sol” Y en Mateo (28,2- 6) un ángel del señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra. “El ángel dijo a las mujeres... ya se que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí, ha resucitado, tal como dijo...”. El tema está representado en el frontal de Solanllong (Museo del Prado), en la biga de la Pasión (MNAC) y en los murales de Sixena (MNAC) y los de Casillas de berlanga (Museo del Prado).
Si bien las pinturas de Sant Tomás de Fluviá presentan un rico panorama iconográfico, estilísticamente no estamos ante una obra de gran calidad. En especial en las escenas de la bóveda de la nave. De mejor calidad son las pinturas del ábside y el tramo con la representación de los Ancianos. Ello hace que la historiografía hable de dos talleres, mejor el de la cabecera, y menos bueno el de las escenas del ciclo de la vida de Cristo. Los contactos estilísticos de las pinturas de la cabecera se han relacionado con la corriente francesa de pintura románica que entra en Cataluña; a mi entender con una muy débil relación, se ha establecido un contacto con las pinturas de La Clusa y de Sant Martí de Fenollar en el Vallespir.
Cronológicamente podríamos fechar, por el estilo, a finales del siglo Xll las pinturas de la cabecera con el tramo de los Ancianos, y ya de 1 200 o de principios del siglo Xlll las escenas de la vida de Cristo de la bóveda de la nave.

  

Próximo Capítulo:  Románico del Baix Empordà-San Miguel de Cruïllesd, Sant Feliu de Guixols, Iglesia de Sant Pau de Fontclara, Iglesia de Sant Pere de Villastret, San Juan de Bellcaire

 

 

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PERA 1 MIRc), lmmaculada, Documentació tecnica deis treballs de conservació-restauració realitzats al monestir de Sant Pere de Rodes en les pintures murals situades en l'església i galilea, en el claustre inferior, i en la girola i capella superior, Girona, 1996 (informe inédito depositado en el  Servicio  de  Patrimonio  del  Departament  de  Cultura  de  la Generalitat    de   Catalunya).
PLADEVALL 1 FONT, Antoni, "Sant Pere Despla. Un racó interessant de les Guilleries-Montseny", en Monografies del Montseny   2, Girona,  1987, pp.  189-198.

 

 

 

 

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