Arquitectura románica en España
La arquitectura románica supone una
manera de construir dentro del estilo conocido como arte
románico desarrollado en Europa, con sus características propias y su
especial evolución a lo largo de más de dos siglos, que comprende desde
principios del siglo XI hasta la mitad del siglo XIII. Esa misma
arquitectura en España adquiere sus propias peculiaridades dejándose
influir tanto por las modas que le llegan desde el exterior a través de Italia y Francia como
por la tradición y recursos artísticos antiguos en la península ibérica.
Mientras en el siglo VIII se pudo
sentir en la Europa cristiana occidental la restauración carolingia, la
España cristiana siguió apegada a la cultura tradicional hispanorromana y goda,
sin dejarse influir por los movimientos culturales europeos, hasta la llegada
del románico.
La arquitectura románica se extendió en España
en la mitad norte llegando hasta el río Tajo, en plena época de Reconquista y repoblación,
en especial tras la conquista de Toledo (1085) que aseguró la paz al
norte del Duero y favoreció en gran medida su desarrollo. Entró
tempranamente en primer lugar por tierras catalanas de los condados
de la Marca Hispánica donde desarrolló un primer románico y
se extendió por el resto con la ayuda del Camino de Santiago y de los
monasterios benedictinos. Dejó su huella especialmente en edificios
religiosos (catedrales, iglesias, monasterios, claustros, ermitas…) que son los
que han llegado al siglo XXI mejor o peor conservados, pero se
construyeron también en este estilo monumentos civiles correspondientes a su
época, aunque de estos últimos se conservan bastantes menos (puentes, palacios)
y militares (murallas como las de Ávila, castillos de Pedraza y Sepúlveda y
torres). Tal esfuerzo constructor sólo puede entenderse como consecuencia de la
pujanza de la sociedad de los reinos cristianos, capaces incluso de extraer
recursos (pago de parias) de los divididos reinos taifas.
El románico se desarrolló tempranamente en los
siglos X y XI, antes de la influencia de Cluny, en los Pirineos catalanes
y aragoneses, simultáneamente con el norte de Italia, en lo que se ha llamado «primer
románico» o «románico lombardo». Fue un estilo muy primitivo, caracterizado
por los muros gruesos, la falta de escultura y la presencia de ornamentación
rítmica con arcos, tipificada en el conjunto de las iglesias románicas del
Valle de Boí, con piezas tan singulares como San Juan de Boí, San
Clemente de Tahull o Santa María de Taüll (las dos últimas
consagradas en 1123).
El primer románico catalán estuvo muy
influido por el arte carolingio y el musulmán de la
península ibérica, siendo modélica la fundación del monasterio benedictino
de San Pedro de Roda (878-1022). A comienzos del siglo XI hubo una gran
actividad arquitectónica por parte de grupos de maestros y canteros lombardos
que trabajaron por todo el territorio catalán, erigiendo iglesias bastante
uniformes. El gran impulsor y difusor (así como patrocinador) de ese arte fue
el abad Oliba del monasterio de Santa María de Ripoll (880-1032),
que mandó que se ampliase el monasterio con un cuerpo de fachada donde se
levantaron sendas torres, más un crucero con siete ábsides, decorado al
exterior con ornamentación lombarda de arquillos ciegos y fajas verticales.
También patrocinó la reforma de los monasterios de San Martín de Canigó (997-1026)
y de San Miguel de Fluviá (desde 1017). Las edificaciones suelen ser
de una o más naves abovedadas, separadas por pilares; a veces llevan la
construcción de un pórtico y siempre en el exterior se ve la decoración de
arquillos ciegos, esquinillas y lesenas (franjas verticales). Las torres
correspondientes son especialmente bellas; unas veces van unidas al edificio y
otras son exentas, de planta cuadrada o excepcionalmente cilíndrica como la
de Santa Coloma de Andorra. Este primer románico lombardo se extendió
también por tierras aragonesas cuyas pequeñas iglesias rurales se vieron
influenciadas al mismo tiempo por las tradiciones hispánicas.
Santa María de Taüll
La arquitectura románica plena llegó a través
del Camino de Santiago, la entonces más reciente de las tres grandes
peregrinaciones cristianas creada después de que en el siglo IX se descubriera
en Santiago de Compostela un sepulcro que, según se cree, encierra
los restos mortales del apóstol Santiago el Mayor. Fue un estilo
auténticamente internacional, con un modelo, la abadía de Cluny, y un
lenguaje común al del resto de Europa. Aparecen las típicas iglesias de
peregrinación —basadas en San Sernín de Toulouse—, con tres o cinco
naves, crucero, girola, absidiolos, tribuna, bóvedas de
cañón y arista, y se da la alternancia de pilares y columnas,
el «ajedrezado» o «taqueado jaqués» como motivo
decorativo y la cúpula en el crucero. El modelo de románico español del siglo
XII fue la catedral de Jaca (1077-1130), modelo que se extendió con
algunas variaciones por las áreas reconquistadas según los reinos cristianos
avanzaban hacia el sur.
En España no se distinguen fácilmente escuelas
geográficas, como ocurre en Francia, porque los tipos aparecen mezclados aunque
si se presentan ejemplos de edificios que siguen claramente, si no en su
totalidad sí en gran parte, algunas de las escuelas francesas: la auvernesa —catedral
de Santiago de Compostela y la Basílica de San Vicente de Ávila—, la
poitevina —Santo Domingo de Soria, uno de los mayores logros del románico
español, y la mayoría de las iglesias catalanas del siglo XII, como Sant
Pere de Roda y San Pedro de Galligans— y la de Perigord, cuyos
ejemplos pertenecen ya a la transición hacia el gótico con novedades técnicas
inducidas por la reforma cisterciense, como las cúpulas sobre trompas o
pechinas—colegiata de Toro, salvo la cúpula que es de influencia bizantina, y
en general el grupo de cimborrios del Duero.
El románico español también muestra influencias
de los estilos prerrománicos, principalmente del arte asturiano y
del arte mozárabe, pero también de la arquitectura árabe, tan próxima,
sobre todo de los techos de la mezquita de Córdoba y los arcos
polilobulados. Así se advierte en San Juan de Duero (Soria), en San
Isidoro de León o en la peculiar iglesia poligonal de Eunate en
Navarra (con muy pocos ejemplos comparables, como la Vera Cruz segoviana.
En el reino de León el románico
engarza con la tradición asturiana, con logros notables como la Cámara
Santa de Oviedo, la Real Colegiata de Santa María de Arbas —en
pleno puerto de Pajares— y la iglesia de Coladilla, por la poco usual
temática erótica de los canecillos y por la simplicidad de sus líneas. También
hacia el norte se extendió el románico, con un sentido más rural, con las
catedrales de Tuy y Lugo, y las iglesias de la colegiata de
Santillana del Mar y de Nuestra Señora de Estíbaliz de Argandoña.
En Castilla y León predominó la
planta basilical de tres naves, con la central más alta y ancha, y con triple
ábside. En las rutas jacobeas los principales edificios religiosos son urbanos:
la ya mencionada catedral de Jaca, el monasterio de Santo Domingo de Silos en
Burgos, la basílica Real de San Isidoro de León, la iglesia
de San Martín de Frómista y la catedral de Santiago de
Compostela; aunque también las hay rurales ya que se elevaron numerosas
iglesias parroquiales, más pequeñas y de una sola nave, como las de San
Esteban de Corullón, Santa Marta de Tera o San Esteban de Gormaz.
En algunas zonas, hubo una verdadera fiebre constructiva, como el románico
palentino del que hay más de seiscientas iglesias catalogadas. El románico
segoviano se caracteriza por sus torres solemnes y por el pórtico de arquerías sobre
columnas sencillas o pareadas, que cumplieron una importante función en la vida
urbana medieval (San Esteban).
Destacan asimismo un grupo de iglesias leonesas
por sus peculiares cimborrios y cúpulas, denominándose
habitualmente el grupo de cimborrios del Duero, compuesto por la catedral
de Zamora (1151-1174), la colegiata de Toro (1170-mediado del
XIII), la catedral Vieja de Salamanca (fin del XII-1236), y la catedral
Vieja de Plasencia (principios del siglo XIII-siglo XV). Algunas iglesias
y catedrales, en el siglo XIII, ya anuncian la transición al gótico, como las
de Ciudad Rodrigo o Ávila. En Navarra y Aragón se
nota más la influencia de Cluny. Destacan las iglesias de San Juan de la
Peña, San Salvador de Leyre, San Millán de la Cogolla (La Rioja)
y San Pedro de Lárrede. Son iglesias rurales de una sola nave,
ábside semicircular y arcos ciegos. Es frecuente la presencia de torres altas y
cuadradas, con ventanas en lo alto, que recuerdan a los minaretes musulmanes.
En el sur aparecen las influencias arte
islámico, pero donde más se nota esa influencia es en el románico mudéjar, un
arte urbano cuyos templos tienen la estructura de las iglesias cristianas y los
motivos decorativos islámicos. Sin embargo, ese arte no estaba dominado por la
concepción cristiana de la vida, ya que fueron conversos, musulmanes y judíos,
los que construyeron estos templos. Destacan las iglesias de Sahagún, Arévalo, Olmedo y Toro.
Aunque en su conjunto el arte mudéjar es contemporáneo del gótico.
En lo que será el reino de Valencia no
existen edificios puramente románicos, ya que la reconquista durante el siglo
XIII, y el cambio de gusto arquitectónico hicieron que algunos edificios de
planta románica fuesen finalizados en período gótico. Ejemplo de ello es
la iglesia de San Juan del Hospital de Valencia, iniciada en 1238 por
la orden hospitalaria tras la conquista de la ciudad de Valencia por Jaime
I.
Casi todos los edificios románicos españoles
que se conservan han sido clasificados como Bienes de Interés Cultural,
apareciendo los más destacados ya en la lista de monumentos
histórico-artísticos de 1931. Dos grandes conjuntos han sido declarados
patrimonio de la Humanidad: «Caminos de Santiago: Camino de Santiago Francés
y Caminos del Norte de España» (1993, amp. 2015) e «Iglesias románicas
catalanas del Valle de Bohí» (2000).
El Centro de Estudios del Románico (CER) de
la Fundación Santa María la Real —fundada en 1994 y que ha editado
una «Enciclopedia del Románico», un trabajo de tres décadas para
documentar todos los testimonios románicos de la península ibérica (más de
9000) y que alcanza ya los 55 volúmenes, avalada por un diploma del Premio
Europa Nostra en «»2003—, puso en marcha, entre el 3 de noviembre y el 28
de diciembre de 2008, el concurso «Maravillas del Románico Español» para
elegir los siete edificios preferidos por los internautas. Tras una primera
selección realizada por un equipo de expertos, se eligieron los siguientes
siete edificios (por orden): la colegiata de San Isidoro de León, la catedral
de Santiago de Compostela, la catedral Vieja de Salamanca, los monasterios
de San Juan de Duero, San Juan de la Peña y Santo Domingo
de Silos y el castillo de Loarre.
Origen
de la palabra románico
El arqueólogo alemán Charles de
Gerville acuñó por primera vez el término románico para
referirse a la etapa de la Edad Media que comprendía desde la decadencia
del Imperio romano hasta el siglo XI; el término ya existía
relacionado con las lenguas derivadas del latín (lenguas romances o románicas)
y él lo utilizó en una carta dirigida en 1818 a su amigo Arcisse
de Caumont, otro arqueólogo francés que fue quien lo difundió en su Essai
sur l'architecture du moyen âge, particulièrement en Normandie (Ensayo
sobre la arquitectura medieval, particularmente en Normandía), fechado en 1824.
En los albores del siglo XX, la historiografía del
arte restringió la cronología situando el periodo románico a partir de fines
del siglo X hasta la introducción del gótico. Desde que se acuñó el
término románico como concepto estilístico sin matices, los()
historiadores buscaron una mayor y más descriptiva definición subdividiendo
dicho concepto generalizado en tres etapas bien definidas: Primer
románico, Románico pleno y Tardorrománico
Contexto histórico general
El románico corresponde a una época en que la
cristiandad se encontraba más segura y optimista. Europa había asumido en los
siglos anteriores la decadencia del esplendor carolingio soportando al mismo
tiempo los ataques normandos y húngaros (los magiares llegaron
hasta Borgoña) que destruyeron bastantes de sus monasterios. En España habían
sido nefastas las campañas de Almanzor, arrasando y destruyendo también
gran parte de monasterios y pequeñas iglesias. A finales del siglo X en Europa
una serie de hechos estabilizadores dieron ocasión para que reinara el
equilibrio y la tranquilidad, serenándose en gran medida la situación política
y la vida de la cristiandad. Las principales fuerzas surgieron con los
Otones y el Sacro Imperio junto con la figura del Papa cuyo
poder se hace universal y ostenta la facultad de coronar en Roma a los
emperadores. En España, los reyes cristianos llevaban su Reconquista bastante
avanzada y firmaban pactos y pautas de convivencia con los reyes musulmanes. En
este contexto surgió en toda la cristiandad el espíritu de organización de los
monjes que tuvieron en Cluny un ejemplo a seguir. Los monasterios e
iglesias que se construyeron a partir de estos años acondicionaron su
arquitectura a una mayor duración en el tiempo frente a posibles ataques, tanto
de enemigos, como de incendios y causas naturales. En toda Europa se extendió
el uso de la bóveda frente al cubrimiento con madera. Se restablecieron las
comunicaciones y el acercamiento entre distintos monarcas europeos así como las
relaciones con Bizancio.
El legado romano de caminos y calzadas sirvió
para mayor comunicación entre los numerosos monasterios surgidos y lo mismo
ocurrió para las peregrinaciones a los Santos Lugares o a pequeños
enclaves de gran devoción popular. Debido a las mismas circunstancias, el mundo
del comercio se vio incrementado y todo este trasiego de gente llevó y difundió
los nuevos estilos de vida entre los que se encontraba la renovadora forma del
estilo románico. Los santuarios, catedrales, etc. se construyeron en estilo
románico a lo largo de cerca de dos siglos y medio.
Antecedentes y contexto histórico en
España
En España el arte románico entró por Cataluña,
por las tierras de la Marca Hispánica. Los reinos y condados cristianos de
la mitad norte peninsular se habían mantenido fieles durante los siglos VIII al
X a la herencia tradicional hispanorromana y visigoda que
en arquitectura había evolucionado en un arte propio y efímero que duró hasta
la llegada del románico en el siglo XI. La historiografía del arte ha dado
tradicionalmente el nombre de prerrománico a estas construcciones,
pero historiadores más modernos supieron ver en estos edificios un estilo
propio que no se podía considerar como precursor del románico. Se trata
del Arte asturiano y del Arte mozárabe o según la
historiografía más moderna arte de repoblación.
El arte
asturiano o prerrománico asturiano es un estilo
artístico altomedieval englobado dentro del prerrománico y
vinculado al Reino de Asturias, primer reino cristiano establecido en
la península ibérica tras la conquista musulmana. Su desarrollo
tuvo lugar en lo que actualmente es el Principado de Asturias entre
finales del siglo VIII y comienzos del X, cuando es
absorbido por el arte románico venido de Francia. Durante este
periodo se cultivaron disciplinas como la pintura,
la orfebrería o la arquitectura, destacando esta última por el
amplio número y buena conservación de los monumentos que han llegado hasta
nuestros días, los cuales constituyen el más completo y homogéneo conjunto de
arquitectura altomedieval de Europa Occidental.
La singularidad artística e histórica de estas
edificaciones ha sido reconocida por la Unesco, declarando a seis de ellas
como Patrimonio de la Humanidad bajo el nombre de Monumentos de
Oviedo y del Reino de Asturias.
Arquitectura
Características
Aunque es sucesor del estilo visigodo, no puede
decirse que el asturiano sea heredero legítimo suyo, pues no conserva sino
accidentalmente alguno de sus elementos principales como es
el arco en herradura, muy pronto se manifiesta con nuevos y originales
elementos acaso importados de Oriente o de Lombardía que
singularmente lo realzan y lo denuncian como precursor del románico.
Las características que identifican al arte
asturiano son:
El deseo de rememorar las glorias
del reino visigodo de Toledo, del que se consideraban herederos.
La íntima relación con el poder regio (se ha
denominado también arte de la monarquía asturiana).
Predominio de la arquitectura,
fundamentalmente abovedada, sobre las demás artes. Destacan las siguientes
características:
·
el sillarejo,
la mampostería y el ladrillo en los muros, reservando
los sillares para las esquinas y los elementos de refuerzo;
·
el arco
de medio punto, peraltado o no, y la bóveda de cañón, reforzada
mediante arcos fajones o totalmente despejada;
·
el
muro compuesto (arquerías ciegas en el interior y estribos
o contrafuertes en el exterior);
·
la
decoración interior con pinturas al fresco de temática diversa, habitual en el
arte carolingio; baste recordar que Alfonso II el Casto (791-842) era
contemporáneo de Carlomagno;
·
las basas decoradas,
los fustes sogueados (con adornos entrelazados en forma de cuerda o
soga) y los capiteles enriquecidos, todo ello para realzar las
columnas;
·
en
los edificios religiosos y de manera predominante, la planta
basilical de tres naves (separadas por arquerías sobre pilares) y
cabecera tripartita, con ábsides de trazado rectangular, siendo el
central el más amplio;
·
en
la parte superior del ábside central, una cámara del tesoro abierta al exterior
por una ventana sin comunicación interna (en el visigodo lo era desde el
interior), y cuya función no se ha podido precisar, aunque podría ser un mero
recurso plástico para mantener la armonía de los volúmenes exteriores del
templo;
·
sacristías
laterales;
·
pórtico
a los pies del templo;
·
sistema
de contrarrestos o contrafuertes, ejemplo en San Miguel de Lillo.
Etapas
El arte asturiano ofrece los dos tipos o formas
que ya se notaron distintas en el estilo pollero, pero que en el asturiano se
precisan más todavía: el tipo latino y el tipo bizantino. Uno y otro admiten
columnas y pilastras y también semicolumnas adosadas al muro y
trabadas con arcos, formando así el muro compuesto y preludiando
el pilar compuesto de la arquitectura románica el cual aparece ya
completo en la arquitectura mozárabe del siglo X. En ambos tipos se
hallan arcos de medio punto y peraltados pero no
de herradura sino por excepción (salvo los ajimeces) y arcos
también de descarga en los muros
y contrafuertes o estribos exteriores. En uno y otro se
observan cancelas o antepechos de piedra ornamentada en el
ingreso del ábside llamada iconostasis, capiteles algo historiados y que se
apartan de la idea clásica, ventanas ajimezadas y con ornamentación de piedra
calada o celosía, pequeños rosetones, ornamentos de toscas figuras, de
tallos serpenteantes, de rosetoncillos variados, de cables y trenzados y otras
labores de estilo visigodo.
Según esto, se puede dividir este arte en
varias etapas:
Primeras
obras del arte asturiano
Santianes de Pravia.
La iglesia de la Santa Cruz en Cangas
de Onís, originalmente construida sobre un dolmen prehistórico, y reconstruida
tras la destrucción que sufrió en la guerra civil.
La iglesia de San Juan, en Santianes
de Pravia, edificada por orden del rey Silo. En esta aparecen
prácticamente todos los elementos del prerrománico asturiano, aunque en esencia
sigue a lo visigodo.
Etapa prerramirense o alfonsí
Corresponde al periodo comprendido entre 791 y 842,
reinado de Alfonso II, quien intentó emular a Toledo. Trasladó la
capital desde Pravia a Oviedo. En las iglesias antiguas de
Asturias se constituye por la adopción de planta basilical con tres naves por
lo común con sus ábsides cuadrados y su ventana en cada uno. Se
cubren éstos con bóveda de cañón y las naves con armadura de madera.
Este rey construye la Cámara Santa, único
resto del recinto palatino que queda en la Catedral de Oviedo. Es un
pequeño edificio de dos plantas, la segunda, el oratorio, reformada en
época románica, cuando se añadió la bóveda de cañón, y la primera
abovedada, destinada a guardar reliquias. También se construyó la cripta
de Santa Leocadia.
También hizo construir cerca de la capital,
la iglesia de San Julián de los Prados, o de Santullano, templo espacioso
que presenta claramente definidos los caracteres propios de este estilo. Tiene
planta basilical de tres naves, separadas por pilares cuadrados que sostienen
arcos de medio punto, y presenta un transepto con un remarcado
alzado.
San Julián de los Prados.
El iconostasio o iconostasis, que
separa la parte reservada al clero del resto del templo, presenta una
remarcable similitud con un arco triunfal. Destaca de este templo su
grandiosidad y su originalidad, que se apartan de modelos visigodos. Pero sin
duda, lo que más atrae es su decoración pictórica, con pinturas al fresco (estucos,
con más propiedad) en tres cuerpos superpuestos, anicónicas, con decoración
arquitectónica, de claro influjo romano. Se trataría más bien de un templo
monástico y no palatino, si bien que estaba reservada para el rey una tribuna
en el transepto.
Pertenecen también a este periodo la iglesia
de San Tirso, Santa María de Bendones y San Pedro
de Nora.
San Tirso el Real (siglo. IX). Ventana
trigeminada.
Santa María de Bendones.
Entrada a la iglesia en la que se pueden observar las celosías.
San Pedro de Nora.
Etapa
ramirense
Con Ramiro I (842-850) alcanza el
arte asturiano su máxima expresión, a pesar de lo breve de su reinado,
representando las construcciones del monte Naranco su mejor
exponente. Adopta la planta cuadrada o de cruz griega, el ábside cuadrado,
también con ventana, la bóveda de cañón para cubrir todas las naves y los arcos
fajones o perpiaños para sostén o refuerzo de las bóvedas.
Empezando por la Iglesia de Santa María
del Naranco, se considera como Salón del Trono o Aula Regia del rey
Ramiro (aunque la ausencia de un ábside para ubicar el trono parece dificultar
esta utilización), su residencia suburbana y como tal fue restaurada, a partir
de su reutilización como iglesia rural. La planta inferior es una sala cubierta
con bóvedas, sin ventanas, diferenciada en tres ámbitos: el central para
guardia y servidumbre, otro para capilla real privada, y otro con un aljibe; la
superior, a la que se accede por unas escaleras de fábrica exteriores, es un
gran salón rectangular con bóveda de cañón y arcos fajones o perpiaños, abierto
en sus extremos por una triple arcada. La decoración es netamente nórdica o
germánica, con arcos muy peraltados y molduras talladas imitando obras en
madera u orfebrería.
Santa María del Naranco
San Miguel de Lillo era la iglesia
palatina de Ramiro I, como lo atestigua su decoración escultórica, y en ella se
conservaba un trozo de la Santa Cruz, la reliquia más sagrada del tesoro
visigodo. Sus características principales son el abovedamiento, la esbeltez de
los soportes y la tribuna destinada al monarca. Tenía tres naves, pero solo se
conservan el pórtico con dos cámaras y el primer tramo de las naves. Se debe
destacar las jambas de sus puertas, que posiblemente incluyen una
representación del propio monarca, cuya decoración anuncia el periodo románico.
Santa Cristina de Lena, de posible origen
visigodo, reformada por Ramiro I. Su característica principal es su
iconostasis, formado por tres arcos de piedra sobre cuatro columnas de mármol,
con elementos visigodos, que separaba al presbiterio de la nave principal.
Las características de las construcciones que
se acaban de enumerar han hecho que algunos autores hablen
de prerrománico o protorrománico, y aunque, en efecto, sus formas y
soluciones arquitectónicas parecen indicarlo así, lo cierto es que el auténtico
románico hispano tuvo unas fuentes distintas.
San Miguel de Lillo.
Etapa postramirense
Se incluye aquí el reinado de Alfonso
III el Magno (866-910), que recibió influencias directas visigodas, debido
al contacto con construcciones de ese período, al ser repoblada la península
con el avance cristiano y el repliegue musulmán. Otros autores hablan de un
estancamiento o aislamiento del arte astur.
San Salvador de Valdediós.
San Salvador de Valdediós (siglo IX)
es un templo de tres naves cubiertas con cañones axiales, cabecera triple, con
cámaras abovedadas por encima de los ábsides cuadrados y pórtico lateral
añadido posteriormente, lo que se convirtió en una constante en la arquitectura
hispana; en las ventanas hay calados de piedra con dibujos como las cadenas de
las coronas de Guarrazar.
La iglesia de Santo Adriano de
Tuñón poseía una estructura de tres naves, separadas por pilares, pórtico
tripartito y cámaras en los extremos de las naves laterales. Este templo es el
que más se aparta de las tradiciones del arte astur clásico.
Pertenecen también a este periodo San
Salvador de Priesca, Santiago de Gobiendes, la iglesia de
Deva (siglo X), la iglesia de San Salvador de Fuentes (de
principios del siglo XI) y otras obras de menor importancia.
En el siglo IX y bajo el reinado de Alfonso II
la situación bélica de los primeros empujes musulmanes se fue aplacando y con
la ayuda de la progresiva implantación de monasterios comenzó la repoblación
desde el norte hacia la Meseta (ampliándose esta repoblación en el
siglo X), y desde el sur por parte de los mozárabes hacia la Meseta y
hacia más al norte, incluidas las tierras catalanas. Esta repoblación llegará a
su cenit durante los reinados de Alfonso VI y Alfonso VII. La
mayoría de estos monasterios de repoblación fueron transformados con la llegada
del románico. En muchos de ellos sólo quedó algún vestigio mozárabe y en otros
quedó la fábrica entera, como en San Miguel de Escalada.
Iglesia mozárabe de San Miguel de
Escalada (Provincia de León).
El alarmante cambio de milenio con
los temores de grandes desastres y final apocalíptico del mundo se
manifestó en España en forma de terribles enfrentamientos, primero con las
incursiones normandas en tierras gallegas, donde varias ciudades fueron
arrasadas y saqueadas, y luego con las acometidas y razias del
peligroso Almanzor, que a su paso saqueó e incendió un número considerable
de localidades de los reinos y condados cristianos. Pasados estos años de gran
inestabilidad, los reyes y condes cristianos pudieron pensar de nuevo en el
avance de la Reconquista y en la repoblación. Se reanudaron las peregrinaciones
del Camino de Santiago protegido por los reinos de
Navarra y sobre todo de Aragón, que dieron lugar al asentamiento de
la arquitectura cristiana románica, que fue dejando su presencia a lo largo de
todo el siglo XI. Más tarde, la gran relación y amistad de Alfonso VI con los
monjes de Cluny, el matrimonio de sus hijas con
príncipes borgoñones y la política de este rey abierta a las
renovaciones europeas, dieron como resultado la consolidación del románico como
arte a seguir no sólo en el Camino de Santiago sino en el resto de las tierras
gobernadas por este rey.
En Cataluña, el auténtico promotor del románico
fue el abad Oliba, que en 1008 era abad de los monasterios
de Ripoll y San Miguel de Cuixá. Viajó a Roma en varias
ocasiones y debió ser por tierras italianas donde conoció la labor constructora
de los canteros lombardos, a quienes introdujo en su tierra catalana,
donde el grupo o los grupos de canteros comenzaron a levantar o reconstruir un
sinfín de iglesias de estilo románico pero con características y ornamentación
lombarda. Además de las técnicas lombardas, la arquitectura inicial catalana
se vio mezclada con tradiciones indígenas, visigodas y mozárabes. Un buen
ejemplo puede mostrarse en San Pedro de Roda, consagrada en 1022.
Este primer románico lombardo se extendió
también por tierras aragonesas cuyas pequeñas iglesias rurales se vieron
influenciadas al mismo tiempo por tradiciones hispánicas.
Artistas
y profesionales
En la Edad Media el concepto de la
palabra arquitecto tal y como se concebía entre los romanos se perdió
totalmente dando paso a un cambio de nivel social. La tarea del antiguo
arquitecto vino a recaer sobre el maestro constructor, un artista que en
la mayoría de los casos tomaba parte en la propia construcción junto con la
cuadrilla de obreros que tenía a sus órdenes. El maestro constructor era quien
supervisaba el edificio (como lo hacía el antiguo arquitecto) pero al mismo tiempo
podía ser un artesano, un escultor, carpintero o cantero. Este personaje se
educaba por lo general en monasterios o en grupos de logias masónicas
gremiales. Muchos de estos maestros constructores fueron los autores de
bellísimas portadas o pórticos, como el de la catedral de Santiago de
Compostela hecho por el maestro Mateo o el pórtico de Nogal
de las Huertas en Palencia, del maestro Jimeno, o la portada norte de
la iglesia de San Salvador de Ejea de los
Caballeros (provincia de Zaragoza) del maestro de Agüero.
Toda obra arquitectónica románica se componía
de su director (maestro constructor), un maestro de obras al frente de un
grupo numeroso formando cuadrillas de picapedreros, canteros, escultores,
vidrieros, carpinteros, pintores y otros muchos oficios o especialidades, que
se trasladaban de un lugar a otro. Estas cuadrillas formaban talleres de los
que a veces salían maestros locales que eran capaces de levantar iglesias
rurales. En este conjunto no hay que olvidar al personaje más importante,
el mecenas o promotor, sin el cual la obra nunca se habría llevado a
cabo.
Por los documentos que se han conservado en
España sobre contratos de obras, litigios y otros temas, se sabe que en las
catedrales se destinaba una casa o alojamiento para vivienda del maestro y su
familia. Existen documentos de litigios en que se habla del problema de la
viuda de algún maestro donde reclama para sí y los suyos dicha casa a
perpetuidad. Este hecho llegó en algún caso a suponer un verdadero conflicto,
pues era necesario que el maestro heredero de la obra ocupase la vivienda.
En algunos casos los maestros constructores
tenían que comprometerse con la obra de por vida, si ésta era de larga
duración, como fue el caso del maestro Mateo con la construcción de
la catedral de Santiago, o el maestro Ramon Llambard (o Raimundo
Lambardo) con la Catedral de Santa María de Urgel. Existía una norma
exigida en los contratos que los maestros debían cumplir siempre: su presencia
diaria a pie de obra y el estricto control de los trabajadores y de la marcha
del edificio. Para la preparación de materiales y labra de la piedra se
edificaba siempre una casa de obra. Muchos documentos del siglo XIV
hablan de esta casa:
La obra de iglesia de Burgos que há unas
casas cerca de la dicha iglesia en que tienen todas las cosas que son menester
para la dicha obra; e los libros de las cuentas é todas las otras herramientas
con que labran los maestros en la dicha obra.
Los
canteros
Formaban el grueso de trabajadores en la
erección del edificio. El número de canteros podía variar según dictaba la
economía del lugar. Algunas de estas cifras se conocen, como la de
la catedral Vieja de Salamanca, donde trabajaban entre 25 y
30. Aymeric Picaud en su Codex Calixtinus aporta el dato:
[…] con aproximadamente otros 50
canteros que allí trabajaban asiduamente, bajo la solícita dirección de don
Wicarto […]
Relieve de la iglesia de la Magdalena
en Tudela (Navarra), representando a los oficios entre ellos un cantero.
Estos canteros y el resto de trabajadores
estaban exentos de pagar tributos. Según su especialización se distinguían en
dos grupos: los que se dedicaban a una labra especial de gran calidad
(verdaderos artistas escultores) y que iban a su ritmo, dejando en el lugar su
obra terminada y a la espera de ser colocada en el edificio y los que eran
trabajadores fijos, que levantaban los edificios piedra sobre piedra y
colocaban a su tiempo aquellas piezas de calidad o relieves labrados por el
primer grupo. Esta forma de trabajar podía dar lugar a un desfase cronológico
en las piezas colocadas al cabo del tiempo, desfase que en muchos casos ha
llegado a ser un gran problema para los historiadores a la hora de datar un
edificio.
Existía también un grupo de obreros no
cualificados que trabajaban en lo que se les mandase. En muchos casos esta
gente ofrecía su trabajo o prestación como un acto de piedad pues como
cristianos se sabían conscientes de estar colaborando a una gran obra dedicada
a su Dios. En cualquier caso, recibían una retribución que podía ser por jornal o
por destajo. En los documentos aparecen muchos nombres en listas de
jornales que además no eran arbitrarios, sino que estaban bien regulados.
Entre los cistercienses se les
conocía como cuadrillas de ponteadores, compuestas por legos o monjes
que se trasladaban de una comarca a otra, siempre bajo la dirección de un monje
profesional, cuyo trabajo consistía en allanar terrenos, abrir caminos, o
levantar puentes.
Anonimato
y firma de los artistas
Firma de Arnaldo Cadell, en el
monasterio de Sant Cugat.
La mayoría de las obras románicas son anónimas
en el sentido de carecer de una firma o documento que acredite la autoría.
Incluso si la obra está firmada los historiadores especialistas tienen a veces
dificultades para distinguir si se hace referencia al verdadero autor o al
promotor de la obra. Otras veces, sin embargo, la firma viene seguida o
precedida de una explicación que aclara si se trata de uno u otro
personaje. Arnau Cadell lo dejó bien claro en un capitel de Sant
Cugat: Esta es la imagen del escultor Arnau Cadell que construyó este
claustro para la posteridad.
HEC EST ARNALLI SCULPTORIS FORMA CATELLI QUI CLAUSTRUM TALE
CONSTRUXIT PERPETUALE
Lo mismo que Rodrigo Gustioz quiso
inmortalizarse por su financiación de un arco en Santa María de Lebanza: Hizo
este arco Rodrigo Gustioz, hombre de Valbuena, soldado, orad por él.
ISTO ARCO FECITRODRICUS GUSTIUT VIR VALDEBONUS MILITEORATE
PRO ILLO
Y en un capitel aparece la noticia de otro
promotor:
El prior Pedro Caro hizo esta iglesia,
casa, claustro y todo lo que aquí está fundado en el año 1185.
En otros casos es el estudio sistemático de la
escultura junto con la arquitectura lo que hace a los historiadores sacar las
conclusiones. Así, se sabe que en la catedral de Lérida trabajó como
maestro constructor Pere de Coma desde 1190 hasta 1220, pero durante
ese periodo se detecta la presencia de varios talleres de escultura bien
diferenciados. El mismo estudio realizado en la catedral de Santiago de
Compostela hace suponer al maestro Mateo como director de la fábrica
y director de sucesivos talleres que presentan una evolución estilística
llevada a cabo por manos diferentes pero bajo una misma dirección coherente.
El hecho de que la mayoría de las obras
románicas se hayan mantenido en el anonimato ha hecho desarrollar la teoría de
que el artista consideraba que no era persona apropiada para plasmar su nombre
en las obras dedicadas a Dios. Pero, por un lado, las pocas obras civiles que
se conservan tampoco aparecen firmadas y por otro, tal opinión es contrarrestada
con una larga lista que se podría dar de artistas que sí firman sus obras,
entre los que destacan:
·
Raimundo
de Monforte, que aparece en documentación de 1129 contratado para edificar
la catedral de Lugo.
·
Pedro
Deustamben, que aparece en un epígrafe funerario de San Isidoro de
León como constructor de las bóvedas.
·
Raimundo
Lambard o Lambardo, que trabajó desde 1175 en la catedral de Urgel.
·
Los
maestros Bernardo el Viejo, Roberto y Esteban que intervinieron en la
catedral de Santiago de Compostela.
·
El
maestro Pere de Coma, que trabajó a finales del siglo XII en la catedral
de Lérida.
·
El
maestro Micaelis, que trabajó en varias iglesias y ermitas del norte
de Palencia, y dejó su retrato trabajando en la Iglesia de San Cornelio y
San Cipriano de Revilla de Santullán.
Micaelis me fecit en Revilla
de Santullán (Palencia).
Se podría continuar la lista con muchos más
nombres aparecidos bien en la propia piedra a modo de firma, bien en documentos
de contratación, como demostración de que el hecho de darse a conocer no estaba
ni prohibido ni desaconsejado. Lo que sí es difícil distinguir en muchos de
los casos es el rango de su oficio pues a veces podían ser arquitectos,
canteros especializados o escultores de determinadas piezas. A todos ellos se
les solía llamar magister y todos llegaron a desarrollar su oficio
gracias al deseo y al mandato de los promotores y mecenas.
Promotores
y mecenas
En el mundo del románico tanto el promotor de
las obras como el mecenas y el financiador son los verdaderos protagonistas de
la obra arquitectónica o de profesional de llevarlas a cabo con rigor
matemático) y son los que estimulan y engrandecen los proyectos. Los promotores
se encargaban además de contratar y llamar a los mejores artistas y arquitectos
que trabajaban gracias a su impulso y entusiasmo. Sobre todo, en escultura y
pintura, el artista estuvo totalmente sometido a la voluntad de los poderosos
mecenas y promotores, sin cuya intervención jamás se habría realizado la obra.
El artista del románico se adaptaba a la voluntad de estos personajes dando a
la obra lo mejor de su oficio y conformándose con la satisfacción del trabajo
bien hecho sin tener ni deseos ni sospecha de poder adquirir una fama mundial
tal y como se empezó a desarrollar a partir del Renacimiento. El orgullo de la
labor bien hecha y el reconocimiento de sus compañeros y mecenas era el mayor
de los premios y por eso a veces este orgullo les llevaba a expresarlo de
manera muy simple en alguno de sus trabajos terminados
En España los reyes y una minoría de la nobleza
implantaron tempranamente las nuevas tendencias del románico (que llevaban
consigo una renovación benedictina y una aceptación de la liturgia
romana), mientras otra parte de la nobleza y la mayoría de los obispos y monjes
se mantuvieron aferrados a las viejas costumbres y a la liturgia hispana.
Sin embargo, el románico triunfó plenamente y esto se debió sobre todo a los
mecenas y promotores que llevaron a cabo grandes obras a partir de las cuales
se fue desarrollando el nuevo estilo por toda la mitad norte de
la península ibérica.
Abad Oliba: Este personaje fue
mecenas, promotor y gran impulsor del arte románico en Cataluña desde fecha muy
temprana. En el año 1008 fue nombrado abad del monasterio de Ripoll y del
monasterio de Cuixá y diez años después fue nombrado obispo de Vich. Sus
viajes a Roma (1011 y 1016) y sus contactos con el monacato franco supusieron
el conocimiento de la liturgia romana y su introducción en la Iglesia catalana.
La reforma benedictina de Cluny había influido bastante en Cuixá con quien
Oliba mantenía estrechas relaciones. Oliba adoptó pues las normas de Cluny,
tanto en arquitectura como en costumbres y bajo su patrocinio y dirección se
llevaron a cabo las grandes reformas, los edificios nuevos o en otros casos las
simples ampliaciones para adecuarse a las necesidades de los nuevos tiempos. En
todas estas primicias procuró el abad Oliba estar presente: en consagraciones,
reuniones en que se discutía lo concerniente a alguna construcción, etc. Oliba,
en un periodo comprendido entre 1030 y 1040, fue el impulsor de edificios tan
importantes como:
·
Iglesia
de San Vicente de Cardona, totalmente replanteada.
·
Monasterio
de Montserrat y Montbuy.
·
Monasterios
de Ripoll, Cuixá, San Martín de Canigó, Vich, en cuyas
obras intervino personal y directamente.
·
San
Pedro de Roda.
·
Catedral
de Gerona.
Reyes y nobleza en León y Castilla: Los
primeros promotores y entusiastas del arte románico en este espacio geográfico
fueron Fernando I y su esposa Sancha de León.
Patrocinaron y facilitaron la llegada de
artistas extranjeros, introductores de las nuevas técnicas y tendencias.
Emplearon cuantiosas sumas en la construcción de grandes iglesias, pero sobre
todo el rey Fernando favoreció con sus dádivas al monasterio de Cluny al que
concedió la cantidad de 1000 piezas de oro, razonando:
[…] para remedio de mis pecados […]
Su hijo Alfonso VI heredó de su padre
la admiración por Cluny (a cuyo monasterio regaló en 1077 2.000
dinares de oro para financiar las obras del Cluny III) y fue el más grande
propagador de la arquitectura románica y el introductor "oficial"
de la liturgia romana en todos los monasterios e iglesias de su reino,
comenzando por el monasterio de Sahagún que fue el pionero y el más famoso de
su época.
Alfonso VII fue otro gran promotor-mecenas
del románico de su tiempo que coincidió con la arquitectura cisterciense.
Protegió e hizo numerosas donaciones a los grandes monasterios situados en su
reino.
La nobleza también actuó en algunos casos como
promotora y donante para la construcción de grandes fábricas. Así
el Monasterio de San Salvador de Oña fue fundado por el conde de
Castilla Sancho García, el promotor de San Pedro de Arlanza fue
el conde Gonzalo Fernández de Burgos, la promotora de Santa María de
Valbuena fue Estefanía de Armengol (nieta del conde Ansúrez), y así
muchos más.
Diego Gelmírez: Obispo de Compostela,
se encargó de seguir las obras de la catedral que se habían interrumpido en
1088. Fue el verdadero impulsor de la magnificencia del templo compostelano en
estilo románico. Sus biógrafos le denominaron "obispo y sabio
arquitecto":
Ipse quoque episcopus, utpote sapiens
architectus
Viajó por toda Europa, aprendiendo y asimilando
las nuevas tendencias del románico que después dejarían impronta en los más de
60 edificios construidos o remodelados bajo su tutela y mecenazgo, entre los
que se encuentran:
·
Catedral
de Santiago
·
Palacio
episcopal
·
Dependencias
para los canónigos
·
Hospital
·
Nueve
iglesias en el mismo Santiago
·
Otras
veinte iglesias en el término
·
Monasterios,
castillos, etc.
También en Galicia fueron buenos
promotores Raimundo de Borgoña (yerno de Alfonso VI) y su
esposa Urraca.
Puertas de las Platerías de
la catedral de Santiago de Compostela, mandada a construir por el obispo
Gelmírez.
Escuelas de arquitectura en España
En España no se distinguen fácilmente escuelas
geográficas de arquitectura como ocurre en Francia, porque todos los tipos que
pueden darse aparecen mezclados. Sin embargo pueden presentarse algunos
ejemplos de edificios que siguen claramente, si no en su totalidad sí en gran
parte, algunas de estas escuelas francesas:
·
Escuela
de Auvernia, con la catedral de Santiago de Compostela y la Basílica de
San Vicente en Ávila.
·
Escuela
de Poitou, con Santo Domingo de Soria y la mayoría de las iglesias
catalanas del siglo XII, como Sant Pere de Roda y San Pedro de
Galligans.
·
Escuela
de Perigord, cuyos ejemplares pertenecen ya a la transición hacia el gótico,
como la colegiata de Toro (salvo la cúpula que es de influencia bizantina).
Ejemplos
de las escuelas de arquitectura en España
Basílica de San Vicente
(Ávila) (escuela de Auvernia)
Iglesia de Santo
Domingo de Soria (escuela de Poitou)
Portada de la Colegiata de Toro (escuela
de Perigord)
Sant Pere de Roda (escuela de
Poitou)
Variantes
locales
Cada reino, comarca o región geográfica de la
península, así como algunos acontecimientos humanos (como el Camino de
Santiago), marcaron un estilo característico influenciado por el propio
ambiente geográfico, por la tradición, o simplemente por las cuadrillas de
canteros y constructores contratados que se desplazaban de un lado a otro. Como
consecuencia de esto, en la arquitectura románica de España puede hablarse de
un románico catalán, románico aragonés, románico
palentino, románico de Castilla y León, etc.
Otra circunstancia a tener en cuenta es la
pervivencia de los mudéjares en las poblaciones, que formaban cuadrillas de
obreros y artistas que dieron un sello muy especial a los edificios. Es lo que
se conoce como románico de ladrillo o románico mudéjar.
Iglesia de San Lorenzo en Sahagún,
de estilo románico-mudéjar.
Etapas del románico
En España como en el resto de mundo cristiano
de Occidente, el arte románico se desarrolló durante tres etapas con
características propias. La historiografía ha definido esas etapas con los
nombres de primer románico, románico pleno y tardorrománico o
también llamado románico tardío.
Primer románico: su arquitectura
comprende un área geográfica bien definida que discurre desde el norte de
Italia, Francia mediterránea, Borgoña y tierras catalanas y aragonesas en
España. Se desarrolló desde finales del siglo X hasta mediados del XI, salvo en
lugares aislados. En esta época del románico no hubo pintura ni miniatura ni
tampoco escultura monumental.
Románico pleno: se desarrolló desde
Oriente hacia Lisboa y del sur de Italia a Escandinavia. Se
difundió gracias a los movimientos monásticos, a la unidad del culto católico
con la liturgia romana y a las vías de comunicación a través de los caminos. Comenzó
su despegue hacia la primera mitad del siglo XI y continuó hasta mediados del
siglo XII. Los mejores ejemplos se dan en las llamadas iglesias de
peregrinación que en España tienen su representación en la catedral de Santiago
instalándose también en territorios de repoblación. Se caracteriza por la
inclusión de la escultura monumental en portadas y tímpanos y por la decoración
y labra de los capiteles, molduras, impostas, etc.
La catedral de Jaca fue uno de los
primeros templos (si no el primero) que se levantó con las ideas estéticas y
arquitectónicas de este románico pleno que entraba en la península con grandes
influencias del estilo románico francés. La decoración de sus impostas y arcos
románicos con el tema geométrico del ajedrezado marcó un ejemplo a seguir en
muchos de los edificios que se fueron fabricando posteriormente, dando el
nombre de jaqueado o ajedrezado jaqués.
Puerta
de la Lonja Chica de la catedral de Jaca, primer edificio de románico pleno en
España.
Tardorrománico: cronológicamente se
distribuye desde el final del románico pleno hasta el primer cuarto del siglo
XIII en que comienza a triunfar el arte gótico.
Comienzan a aparecer los arcos apuntados, al
principio como simple recurso constructivo y más tarde como arte ornamental.
Casi todas las iglesias de los monasterios del Císter se construyen con estos
arcos al mismo tiempo que se siguen usando los pesados contrafuertes y las
arquerías de medio punto propias del pleno románico.
Se detecta una inspiración directa en las obras
de la Antigüedad, así como valores estéticos bizantinos junto con un
naturalismo idealizado demostrado en el interés por la Naturaleza.
Se
aprecia perfectamente el jaqueado en la torre y muro de la iglesia de San
Martín de Frómista.
Esta evolución en el arte, se puede ver también
en la escultura. Poniendo como ejemplo, el Pórtico de la Gloria de la catedral
de Santiago de Compostela, que posee unas características que permiten
considerarla como obra románica de transición al gótico.
Frente a la estatua-columna del románico
primero, se pueden ver un cambio en la proporción de los personajes, y una
comunicación entre ellos. La figura del románico tardío comienza un proceso de
individualización por el cual cada una adquiere una serie de características,
tales como la disposición de sus vestidos, o los rasgos de sus rostros.
La
construcción de los edificios románicos en España
En lo concerniente a España, los edificios
románicos religiosos no alcanzaron nunca la monumentalidad de las
construcciones francesas, o de las construcciones que más tarde levantaría el
arte gótico. Los primeros edificios tenían gruesos muros y pequeños vanos por
los que entraba del exterior una tenue luz. Después hubo una evolución en la
construcción de los muros que permitió aligerarlos y abrir ventanas más
grandes.
Los edificios monásticos fueron los más
numerosos compartiendo importancia con las catedrales. En las ciudades
surgieron iglesias y parroquias y en las localidades pequeñas se fueron
levantando un sinfín de pequeñas iglesias conocidas como románico rural.
Iglesia románica rural de San Martín
de Mondoñedo (Lugo).
Véase
también: Iglesias
románicas del Valle de Bohí
Los materiales
El material más preciado pero también el más
caro fue la piedra. Los canteros se ocupaban de tallarla con el escoplo y
siempre detectando la cara buena del bloque; así la convertían en sillares que
se disponían generalmente en hiladas horizontales y otras veces, de canto. Casi
siempre se utilizaban rocas duras. También se utilizaba la mampostería,
con piedra labrada en las esquinas, ventanas y puertas. Si la piedra era
difícil de conseguir, porque el lugar geográfico correspondiente carecía de
canteras, o porque resultaba muy cara en determinados momentos, se utilizaba el
ladrillo cocido, la pizarra o cualquier tipo de sillarejo. El acabado
final era de pintura y revoco, tanto para la piedra como para el mampuesto
y los demás materiales, de tal forma que, una vez pintados los paramentos, no
se podía distinguir si debajo había uno u otro material. El colorido en la
arquitectura románica fue generalizado, lo mismo que lo había sido en los
edificios romanos.
Los cimientos
Teniendo en cuenta el tipo de edificio que se
iba a construir, los materiales que se iban a emplear y el terreno que lo
soportaría, los constructores medievales hacían todo un estudio previo para
la cimentación. Primeramente se excavaban las zanjas a gran
profundidad y se rellenaban de piedras y escombro. Las zanjas se distribuían en
virtud de los muros que irían sobre ellas y se hacían otras en sentido
transversal para unir entre sí las crujías y reforzar los pilares de
los arcos transversales. Los cimientos constituían toda una red que
prácticamente dibujaba la planta del templo, diferenciándose así de la
cimentación aislada para soporte de pilares utilizada en el estilo gótico. En
algunas iglesias destruidas no queda más que esta cimentación proporcionando a
los arqueólogos un buen material de estudio. Con estos restos de cimientos a la
luz se puede conocer aproximadamente el espesor de los muros, aunque se sabe
que en este sentido los constructores exageraban bastante y hacían las zanjas
excesivamente profundas y los cimientos excesivamente gruesos por temor a los
derrumbes.
Bóvedas, cúpulas y techumbres
En el primer románico muchas de las iglesias
rurales se cubrieron todavía con techumbre de madera, sobre todo en Cataluña y
muy especialmente en el valle de Boí cuya renovación al románico de
antiguas iglesias la hicieron unos constructores lombardos que cubrieron las
naves a dos aguas con estructura de madera, respetando absolutamente las viejas
tradiciones de esta región. Sin embargo, el ábside se remató siempre en estas
iglesias con bóveda de horno.
A lo largo del siglo XI se fueron cubriendo
las naves con la bóveda de cañón, de medio cañón o de cuarto de
cañón, recurso empleado en el románico de toda Europa, y más tarde se empleó
la bóveda de arista. En Cataluña estas bóvedas de cañón se emplearon sin
refuerzos, mientras que en Castilla y León se utilizaron los arcos
fajones como apoyo. El empleo de la bóveda de arista (originada
por el corte perpendicular de dos bóvedas de cañón) había sido olvidado y fue retomado
por los grandes maestros constructores. La bóveda de arista a su vez dio paso a
la bóveda de crucería, recurso muy frecuente en la arquitectura gótica.
Se dio también el tipo de bóveda
llamado helicoidal usado exclusivamente en las escaleras de las
torres. Se dan ejemplos en San Martín de Frómista, San Pedro de
Galligans y San Salvador de Leyre entre otras.
En los claustros de los monasterios y de las
catedrales se edificaron las bóvedas en rincón, que son aquellas que
resultaban del encuentro de dos pandas de un claustro. Las soluciones
para este tipo de bóvedas no eran muy fáciles, por lo que los constructores
echaban mano a trucos y disimulos que les proporcionaban un buen resultado y
muy aparente a simple vista.
Bóveda de la iglesia románica
de Torres del Río (Navarra).
Bóveda de horno en
el monasterio de San Pedro de Roda.
En el encuentro de la nave mayor con el crucero
se elevaron las cúpulas con cimborrio cuyo centro
estaba perforado con linterna para dar paso a la luz
exterior. Las cúpulas de la arquitectura románica española alcanzaron una gran
importancia. Se introdujo la construcción de cúpulas cuyo tambor apoyaba
sobre un cuadrado con la ayuda de las trompas. La introducción de este
sistema se debió a tres influencias:
·
El
camino desde Oriente, por las comunicaciones con Bizancio y otros
lugares, de tipo religioso, político o comercial.
·
La
influencia de las cuadrillas de constructores lombardos, maestros en
desarrollar la cúpula sobre trompas. Se extendió un gran número de estas
cúpulas por los condados de Cataluña, sobre todo en el siglo XII.
·
La
influencia aquitana, donde la cúpula es un elemento representativo.
La variedad de construcción de
estas cúpulas es notable; se pueden ver:
·
Cúpula
octogonal apoyada en trompas (sobre todo en Cataluña).
·
Cúpula
esférica sobre trompas, con o sin nervios (en Aragón).
·
Cúpula
esférica sobre trompas, sin nervios (en las zonas de Palencia, Cantabria y
Soria).
·
Cúpula
esférica sobre trompas, con nervios (en las tierras de Segovia).
·
Cúpula
esférica sobre pechinas, sin nervios o con nervios y con altura de
linterna (tierras de Salamanca).
En la época tardorrománica se apreció una
influencia bizantina aportada por los peregrinos, especialmente en
las catedrales de Zamora, Salamanca y colegiata de Toro donde se
construyeron las conocidas como cúpulas del Duero; son cúpulas
gallonadas, con un tambor cilíndrico con ventanales sobre pechinas
(sustituyendo a las tradicionales trompas), del cual arrancan ocho arcos que se
cruzan en la clave con un despiece de 16 cascos
llamados gallones.
Cúpula gallonada, en fábrica de piedra,
de la catedral de Zamora.
Arcos
En España el arco más usado y
característico fue el de medio punto aunque se usó también
el arco de herradura y el arco apuntado. El arco de medio punto
fue empleado exclusivamente a lo largo del siglo XI y primera mitad del XII. Si
se quería alcanzar determinadas alturas se hacían muy peraltados, como
en San Juan de las Abadesas. Muchos arcos se construyeron doblados con la
intención de que adquirieran mayor resistencia. Más tarde, en las portadas, los
arcos de medio punto se fueron formando con arquivoltas, es decir,
sucesión de arcos concéntricos decorados con simples molduras o con
ornamentación vegetal o geométrica.
Portada
románica con arquivoltas de San Pedro (Ávila).
Los arcos apuntados son originarios de Oriente;
se desconoce la fecha exacta de su empleo en el románico de España, aunque los
historiadores barajan algunas fechas basándose en edificios que contienen en
alguna de sus zonas uno o varios arcos apuntados que a veces engendran toda una
bóveda.
Son edificios que corresponden al primer cuarto del siglo XII, como la
catedral de Lugo y Santa María de Tarrasa. El empleo primitivo de estos
arcos se hizo como elemento de construcción que aportaba muchas ventajas. Fue
un gran avance arquitectónico que los monjes cistercienses supieron ver desde
el principio.
Portada Norte, románica, de la catedral
de Lugo
El arco de herradura, aunque propio de tiempos
anteriores, se utilizó también en algunos edificios del románico español. Era
un arco heredado de la arquitectura visigoda, sobre todo en Cataluña por la
tradición de los visigodos de la Septimania (puertas de Santa María
de Porqueras, arcos fajones de San Pedro de Roda), y también de
influencia islámica, sobre todo en Andalucía y Extremadura.
Otros ejemplos con arcos de herradura son:
Iglesia de Santa Marta de Tera (Zamora) en los
vanos de acceso a los brazos del crucero.
·
Catedral
de Ávila, en los arcos del antiguo triforio.
·
Basílica
de Santa Eulalia de Mérida, puerta de acceso y en el interior de los ábsides.
·
Iglesia
de San Miguel de Córdoba, en una puerta lateral y en la capilla del
baptisterio.
·
Ermita
de San Martín en San Vicente de la Sonsierra (La Rioja).
Santa María de Porqueras
Arcos
fajones de San Pedro de Roda (Gerona)
Iglesia de Santa Marta de Tera
Basílica
de Santa Eulalia de Mérida
Iglesia de San Miguel de Córdoba
El arco lobulado es bastante común.
Se trata de una forma artística de presentar el arco de medio punto y más tarde
el apuntado. En España estos arcos son de clara influencia islámica, teniendo
como ejemplo principal el antiguo Mihrab de la mezquita de
Córdoba.
Arco
poliglobulado de la iglesia de N.S. de la Asunción en Duratón.
Contrafuertes
Los contrafuertes son gruesos muros
continuos, verticales, que se colocan a los lados de un arco o bóveda para
contrarrestar su empuje. Se colocan también en los muros exteriores de las
naves de las iglesias o de los claustros. En la arquitectura románica son
siempre visibles siendo uno de los elementos que más la caracterizan, sobre
todo en la arquitectura española, salvo en la zona de Cataluña donde la
construcción se hizo adoptando un mayor grosor de los muros.
Contrafuertes. Monasterio de Santa
María la Real de Las Huelgas de Burgos.
El contrafuerte tiene una forma prismática que
suele mantener en toda su altura, aunque hay algunas variantes como aquellos
que imitan una pilastra estriada con capitel (San Juan de Rabanera en
Soria). A veces ofrece un escalonado sencillo o complicado con varios cuerpos
en disminución, en la catedral de Cuenca o en el monasterio de
Fitero cuyos contrafuertes de los ábsides tienen forma rectangular en la
base y va cambiando su perfil de manera caprichosa.
Muchos de los monumentos de Galicia ofrecen
unos contrafuertes unidos entre sí por un arco, formando así un muro compuesto.
Se puede ver un ejemplo en la fachada lateral de la catedral de Santiago.
Cubiertas
Los edificios se cubrían con un tejado que
podía estar hecho de distintos materiales:
·
Piedra
(muy frecuente). Se pueden ver aún estas cubiertas en la torre del Gallo de
la catedral Vieja de Salamanca y en la catedral de Ávila.
·
Teja,
material siempre renovado porque resiste mal el paso del tiempo.
·
Escamas
vidriadas, material poco frecuente. Se encuentra en el chapitel de la
torre de la Antigua de Valladolid.
·
Pizarra,
sobre todo en lugares donde este material es abundante, principalmente en
Galicia.
La Torre del Gallo, catedral vieja de
Salamanca
Las torres
En los edificios españoles las torres se pueden
ver ubicadas en diferentes puntos de la iglesia, en los laterales, sobre el
crucero y en casos muy especiales sobre el tramo recto del ábside, como ocurre
en las iglesias de la ciudad de Sahagún en León. Esta colocación se
debió a que, al estar construidas en ladrillo (material menos consistente que
la piedra) fueron buscando el lugar de mayor resistencia que era siempre el
emplazamiento de los ábsides. La fachada con dos torres no es muy usual y se
suele ver sólo en templos de gran importancia.
Torre románica de la iglesia de La
Antigua en Valladolid.
Las torres sirven como campanarios, sobre todo
en el románico de Castilla y León; son las llamadas turres signorum. En
bastantes casos se erigieron como torres de defensa, sobre todo en los
territorios fronterizos conflictivos y su ubicación dependía de lo que se
quisiera defender, así la torre de la iglesia del monasterio de
Silos se colocó defendiendo al monasterio y la torre del monasterio
de San Pedro de Arlanza tuvo gran importancia defensora para todo el
recinto. El aspecto bélico de estas torres románicas fue evolucionando y
cambiando con el tiempo de manera que en el presente apenas puede adivinarse su
cometido de otras épocas. En muchos casos estas torres se elevaron pegadas a
los flancos de la iglesia, e incluso exentas.
Espadañas
Espadaña de la iglesia de Santa María
en Agullana.
Una espadaña es un elemento
arquitectónico que se construye generalmente sobre la fachada y que sirve para albergar
las campanas, en sustitución de una torre. Se eleva como continuación
vertical del muro y en ella se abren los vanos que van a recibir las campanas.
La espadaña es más fácil de erigir y más barata. En el románico español fueron
muy numerosas sobre todo en iglesias de menor tamaño del románico rural. Pueden
darse de un solo vano o de varios pisos escalonados. Se rematan generalmente en
punta o piñón.
En el románico
de Campoo y Valderredible pueden verse espadañas de todo
tipo. En otros lugares algunas son espectaculares como la
de Agullana en el Alto Ampurdán o la de Astudillo, con cinco
vanos y otras son más modestas como la del Monasterio de Santa María de
Valbuena en donde además sus vanos presentan una colocación muy especial.
La pintura como acabado de los edificios
En la época del románico no se consideraba que
un edificio estuviera acabado hasta que sus muros recibieran
la pintura apropiada. Los muros de las partes más importantes y
significativas (ábsides sobre todo) se revestían al interior con pinturas
iconográficas, muchas de las cuales han llegado hasta el siglo XXI, como las
pertenecientes a las iglesias del valle de Tahull.
Fachada de San Martín de Segovia
Los muros, tanto por dentro como por fuera, se
cubrían con una capa de pintura de un solo color y quedaban resaltadas con el
material original las impostas, vanos y columnas, aunque a veces incluso
se pintaban también con vivos colores: verdes, amarillos, ocres, rojos y
azules. Esta costumbre de pintar o revocar los edificios no fue nueva ni
exclusiva del románico de la Edad Media sino una herencia o continuidad de la
manera de construir en la Antigüedad.
Tanto si el material empleado era la piedra, el
sillarejo o el mampuesto como si era el ladrillo, el acabado final era una
superficie pintada. Así, en muchos casos no se diferenciaba al exterior si eran
de piedra o ladrillo, hecho que sólo se ha podido constatar con el raspado de
los revocos. El remate de pintura dio a los edificios una protección contra las
agresiones ambientales que desapareció a partir del siglo XIX cuando se
aplicaron las teorías de dejar al descubierto los materiales de construcción.
Algunas de estas pinturas han quedado en
ciertos edificios, como testimonio del pasado, tanto en paredes como en
esculturas o capiteles. En la fachada de San Martín de
Segovia todavía en el siglo XX podía verse restos de pintura, testimoniada
y descrita por el historiador español Marqués de Lozoya. A veces el
esculpir las cestas de los capiteles resultaba demasiado caro y se dejaban
completamente lisos para que el pintor los rematase con motivos vegetales o
historiados. En la iglesia de San Payo de Abeleda (Orense) se
conservan vestigios de pintura en algunos capiteles, que incluso han sido
repintados a lo largo de su historia y entre las ruinas del monasterio de
San Pedro de Arlanza se han encontrado fragmentos de capiteles con su
pintura original que pueden dar una idea de cómo estaba decorado el resto.
Los monjes cistercienses y
los premostratenses también pintaban las paredes de sus iglesias, de
blanco o de un color terroso claro y a veces perfilaban las juntas de los
sillares.
Capitel de la iglesia de San Payo
de Abeleda (Orense)
Monasterio de San Pedro de Arlanza
Capiteles, canecillos, frisos, tímpanos
y portadas
La escultura como decoración de los edificios
fue a partir del románico pleno algo tan común como necesario. Arquitectura y
escultura formaron un programa iconográfico inseparable. La idea de
la Iglesia (idea extendida y difundida por los benedictinos de Cluny), era
enseñar la doctrina cristiana a través de las esculturas y de las pinturas de
los ábsides y muros del interior. Los capiteles de las columnas,
los tímpanos, los frisos, los canecillos y las arquivoltas
de las portadas fueron profusamente decorados con historias del Antiguo y
del Nuevo Testamento. Pero estas esculturas no se limitaron a
descripciones religiosas sino que además surgieron una serie de temas profanos
igualmente importantes para el hombre de los siglos XI y XII, como podían ser
los trabajos del campo, el calendario (tal es el caso de los capiteles del
claustro de Santa María la Real de Nieva, del románico tardío), la guerra,
las costumbres, etc. En otros edificios se esculpieron animales reales,
mitológicos y simbólicos, incluso alegorías de vicios y virtudes (el mejor
ejemplo puede darse en los canecillos eróticos de la Colegiata de San
Pedro de Cervatos en el sur de Cantabria). No siempre fueron estas
decoraciones de tipo historiado o de animales; la decoración geométrica tuvo
mucha importancia al principio del románico y la decoración floral y vegetal
también. A menudo el tímpano esculpido o el friso siguen un programa
iconográfico junto con los capiteles de las columnas de las arquivoltas.
6º capitel de la galería oeste del
claustro de la iglesia de Santa María la Real de Nieva, en
la provincia de Segovia, España. Escena con mujer haciendo ofrendas
al monasterio.
8º capitel de la galería oriental del claustro
de la iglesia de Santa María la Real de Nieva, en la provincia
de Segovia, España. Arado de los campos.
13º capitel de la galería oriental del
claustro de la iglesia de Santa María la Real de Nieva, en
la provincia de Segovia, España.
Tercer capitel de la galería oeste del
claustro de la iglesia de Santa María la Real de Nieva, en
la provincia de Segovia, España. Lobo matando a una oveja.
20º
capitel de la galería norte del claustro de la iglesia de Santa
María la Real de Nieva, en la provincia de Segovia, España. Plantas
surgiendo de la boca de un monje, alegoría de la predicación.
12º capitel de la galería meridional del
claustro de la iglesia de Santa María la Real de Nieva, en
la provincia de Segovia, España. Dos basiliscos con los cuellos
enroscados, símbolos del mal, entre la Virgen con el niño y un monje.
17º capitel de la galería oriental del
claustro de la iglesia de Santa María la Real de Nieva, en
la provincia de Segovia, España. Salvajes peludos montando sobre extraños
animales.
20º capitel de la galería meridional del
claustro de la iglesia de Santa María la Real de Nieva, en la provincia de
Segovia, España. Creación de Adan y Eva.
Cara B del 7º capitel de la galería
norte del claustro de la iglesia de Santa María la Real de Nieva,
en la provincia de Segovia, España. Anunciación.
10º
capitel de la galería oriental del claustro de la iglesia de Santa
María la Real de Nieva, en la provincia de Segovia, España. Escudo de
armas de Castilla y Aragón con dos ángeles, en homenaje al rey Juan II y su
esposa la reina María de Aragón
Friso
en el claustro de la catedral de Gerona
Tímpano del pórtico de la iglesia
de Santa María Magdalena (Tudela).
Tejadillo de la colegiata de San Pedro
de Cervatos.
Pórtico
sur de Santa María de Uncastillo.
Puerta del Cordero de la basílica de San Isidoro de León.
La
iglesia
Los templos de la primera etapa son sencillos,
con una sola nave rematada por un ábside semicircular (sin crucero). El
prototipo de la iglesia románica, no rural y de tamaño medio presenta la planta
de un edificio basilical de tres naves con sus tres ábsides
semicirculares y un crucero. Durante todo el siglo XII se siguió realizando en
algunas zonas (como en la ciudad de Zamora) el tipo de templo de tradición
hispana de tres ábsides rectos y escalonados. Los planos de las iglesias se
iban adaptando a las necesidades litúrgicas según iba aumentando el número de
canónigos o de frailes que requerían más altares para sus funciones religiosas;
así fueron edificándose templos con absidiolos añadidos, al estilo benedictino
de Cluny. La fórmula de los largos cruceros donde podían disponerse más ábsides
fue adoptada en tiempos de la arquitectura cisterciense que es donde más
ejemplos pueden darse de este tipo de construcción. Este recurso fue adoptado
también por las catedrales (Tarragona, Lérida, Orense y Sigüenza). Existen
también ejemplos de plantas cruciformes con cabecera cuadrada, que dibujan
exactamente una cruz latina, como la iglesia de Santa Marta de Tera en
Zamora, del siglo XI o la iglesia de San Lorenzo de Zorita del Páramo (Palencia),
cuya cabecera en este caso no es cuadrada sino semicircular. Y plantas
circulares, con una sola nave, como la iglesia de San Marcos en
Salamanca, o la Veracruz en Segovia.
Plantas de a/ Catedral de Jaca en Huesca
b/ San Martín de Frómista (Palencia) c/ San Isidoro de León d/ Santiago de
Compostela
Planta de la iglesia de la Vera Cruz
(Segovia)
Sacristía
Las sacristías no existían en las
pequeñas iglesias o en las iglesias parroquiales en la época del románico. En
dichas iglesias se añadieron a partir del siglo XVI. Pero en las de los grandes
monasterios o de las catedrales sí se adaptaba un espacio en el claustro, en la
panda este, con una puerta de acceso a la cabecera.
Criptas
Cripta de la iglesia románica
de San Vicente de Cardona.
Las criptas son uno de los elementos
característicos del románico. En el primer románico su uso se extendió por
influjo de los francos. Fueron unos espacios construidos bajo la cabecera de la
iglesia y destinados a guardar las reliquias de los mártires cuyo
culto vino por influencia carolingia. Suelen tener tres naves con cubierta de
bóveda de arista, aunque hay ejemplares más especiales, como la cripta circular
con un pilar en el centro (Cuixá y San Pedro de Roda). A lo largo del
siglo XI fueron perdiendo importancia como receptoras de reliquias y se
empezaron a construir como algo práctico y necesario desde el punto de vista de
la arquitectura, adecuando así el terreno sobre el que se construiría la
iglesia (tal es la función de la cripta del monasterio de Leyre). A lo
largo del siglo XII se construyeron pocas criptas y las que se construyeron
fueron siempre por razones de desnivel del suelo. Más tarde se dio a algunas de
ellas una finalidad funeraria.
Cripta del monasterio de Leyre
Tribunas
Las tribunas eran galerías sobre las
naves laterales que servían para el seguimiento de la liturgia por parte de
personas importantes. No tuvieron apenas importancia en el románico de España,
siendo muy escasa su construcción. Se conocen dos ejemplos: San Vicente de
Ávila y San Isidoro de León.
La historiografía tradicional ha
supuesto que en esta última iglesia se trataba de un espacio especial para la
reina Sancha, esposa de Fernando I, pero estudios más recientes
demuestran que las fechas no concuerdan. Se tiene pocas noticias sobre este
añadido arquitectónico.
Triforios
Catedral de Santiago de Compostela,
triforio sobre la nave lateral.
Un triforio es una galería con
arquería que recorre la parte alta de las naves menores de una iglesia, por
debajo de los grandes ventanales de la nave mayor. A veces rodea también el
ábside a la misma altura. Su origen fue por pura estética, ya que si la nave
mayor era demasiado alta quedaba un espacio pesado entre los ventanales y los
arcos de sustentación de las naves laterales más bajas.
Al principio la arquería del triforio no se
hizo calada, pero después se pensó que podría servir para proporcionar luz y
ventilación, dejando al mismo tiempo un paso para servicios y vigilancia del
edificio. Esta construcción se pudo hacer porque las naves laterales se
adentran siempre en la central, quedando así un hueco aprovechable de la misma
profundidad que la anchura de dicha nave lateral. Este elemento tuvo su
verdadero desarrollo en la época del gótico. En la arquitectura románica
española los triforios son escasos pues en su lugar se suele dejar el muro
desnudo o bien se construye una arquería ciega.
Un buen ejemplar de triforio es el de
la catedral de Santiago de Compostela. Las naves laterales de este templo
tienen dos pisos y el triforio ocupa todo el segundo, recorriendo el edificio
entero y acusándose al exterior por una serie de ventanas que proporcionan luz
y al interior por arcos de medio punto. Otro ejemplo se da en la catedral
de Lugo, aunque en este caso no recorre todas las paredes. En San Vicente de
Ávila el triforio es una galería oscura que no cumple la misión de proporcionar
la luz del exterior.
En algunas iglesias de peregrinaje, en
ocasiones se utilizaba el triforio como zona de hospedaje nocturno para
peregrinos.
Pórticos y galerías
Pórtico
de la Gloria de la
catedral compostelana.
El pórtico es un espacio diseñado en
su origen para prevenir de las inclemencias del tiempo. Se construía tanto en
las iglesias rurales como de ciudad, delante de la puerta principal para
protegerla. En la mayoría de los casos fueron hechos con estructura de madera
que no resistió el paso del tiempo, pero en muchas ocasiones la construcción
fue en piedra dando lugar a galerías de gran desarrollo que en algunos casos
fueron verdaderas obras de arte.
Los pórticos fueron un recuerdo
del nártex de las basílicas latinas. Formaba un cuerpo avanzado sobre
la parte central de la fachada principal y si esta fachada tenía torres,
entonces ocupaba el espacio comprendido entre ellas, como en el Pórtico de
la Gloria en la catedral de Santiago de Compostela, joya del arte
románico. Otras veces ocupaba todo lo largo de la fachada, formando un espacio
cubierto al que se llamó galilea.
Las galerías exteriores son
construcciones típicas del románico español que no aparecen en otros países.
Pueden confundirse con los pórticos y de hecho así sucede en la terminología
vulgar, pero difieren bastante en cuanto a construcción, destino y localización
geográfica, ya que sólo se encuentran en la zona de Castilla y León,
principalmente en la región de Soria, donde se dieron los primeros ejemplares
(San Esteban de Gormaz, iglesia San Pedro Apóstol de Bocigas de Perales, San
Martín en Aguilera, ermita de Santa María de Tiermes en Montejo de Tiermes,
etc., y de Segovia, como los de las iglesias de San Martín y San
Millán en la propia capital y en la Sierra de la Demanda, como el
de Jaramillo de la Fuente. Fue tradicional el hecho de construir siete
vanos o arcos dando lugar a una cierta especulación sobre el sentido simbólico
del número siete en las Sagradas Escrituras. Se desconoce el
origen y el uso primitivo que se les pudo dar.
Pórtico de la iglesia de San Millán
(Segovia)
Están colocadas sobre un pódium bastante alto
con columnas simples o pareadas; tienen un tejaroz que suele estar bastante
adornado y se cubren con madera; recorren una de las fachadas laterales de la
iglesia o las dos, y a veces también la principal. Con el discurrir de los años
se desarrollaron en ellas actos litúrgicos e incluso procesiones. Pasado algún
tiempo, las gentes del lugar utilizaron el espacio de estas galerías (que
estaban protegidas y resguardadas) para otros fines, como reunión y junta de vecinos
y zona de enterramiento de los más poderosos o influyentes. La costumbre de
enterrarse en este espacio los más privilegiados se empezó a perder a finales
del siglo XII, cuando los enterramientos se empezaron a realizar dentro de las
iglesias.
Portadas
Con el románico pleno se introdujo la gran
portada escultórica, rematada por un tímpano también esculpido. La
portada abarca todo el grosor del muro recurriendo a
las arquivoltas para que no resulte la forma de un túnel; son los
llamados arcos abocinados. Los arcos de las arquivoltas van adquiriendo un
tamaño mayor de dentro a fuera. Cada arquivolta se apoya directamente en los
capiteles de las columnas (que también están ricamente decorados) o en una
imposta que recorre la superficie de cada capitel. La decoración iconográfica
es muy abundante y suele formar una unidad historiada con el tímpano. A veces
no hay tímpano sino un gran friso, como el de San Pedro de Moarves de
Ojeda (Palencia). Una de las características (aunque con muchas excepciones)
es la de estar colocada la portada en un cuerpo que sale ligeramente de la
fachada, que se remata con un tejaroz sobre ménsulas o canecillos (fachada
oeste de San Pedro de Tejada en la provincia de Burgos; San Martín de
Artaiz en Navarra, fachada oeste).
Las portadas se construían independientemente
del resto del edificio y muchas veces eran ejecutadas por equipos de
profesionales canteros trashumantes, que llegaban para elaborar su obra y
partían a otros lugares donde eran requeridos. Por eso muchas veces las
portadas difieren en tiempo y en estilo con el grueso de la fábrica, incluso
pueden ser de diferente factura las dos o tres puertas de un mismo edificio.
Portada de la Majestad en
la colegiata de Toro (Zamora). Tardorrománico, con los arcos
ligeramente apuntados.
Emplazamiento y número de portadas: No existe una regla
general para el número de puertas y su emplazamiento. En ocasiones existen
hasta tres, situadas en las fachadas a los pies, norte y sur, coincidiendo con
los extremos del crucero (catedral de Zamora, catedral de Ciudad Rodrigo, etc.).
La portada principal suele estar a los pies y
suele ser el acceso al templo, pero en muchos casos se encuentra en la nave
sur, (San Pedro de Moarves, en Palencia). A veces las circunstancias de la
construcción hacen que el edificio carezca de portada a los pies, como es el
caso de la iglesia de San Miguel (Estella) que sólo tiene puertas
laterales porque la fachada oeste se asoma a un terreno escarpado.
Portada románica llamada del Obispo en
la catedral de Zamora (sin tímpano).
Decoración: Existe toda una escala
de decoración en las portadas románicas españolas, desde las más simples, en
que sólo se ven molduras sencillas en las arquivoltas y columnas lisas, o
molduras con decoración geométrica y vegetal (muy abundante en el románico de Soria);
hasta las más ricas con una iconografía exuberante, como la del Pórtico de
la Gloria de Santiago o la del Pórtico de la Majestad en la
Colegiata de Toro, en que delante de las columnas se ven grandes y policromadas
estatuas.
Los tímpanos se presentan sin
decoración o esculpidos. Muchos de los que no muestran decoración estuvieron en
origen pintados, como en las puertas laterales de la catedral de
Tarragona o el tímpano humilde de Santa María de Valdediós en
Asturias. Ejemplos de tímpanos con escultura son el de San Justo de
Segovia, San Miguel de Estella, San Isidoro de León, etc.
Los frisos están colocados por encima
de los arcos de la portada. En Santa María de Sangüesa (Navarra) el
friso tiene dos alturas. Dos frisos muy ricos son el ya citado de Moarves y el
de la iglesia de Santiago en Carrión de los Condes (Palencia).
Tímpano de la Puerta del Cordero de San Isidoro
de León
Rosetones
Los rosetones son ventanas circulares
realizadas en piedra, cuyo origen está en los óculos de las basílicas
latinas. En España estos rosetones fueron empleados desde el siglo XI. A lo
largo del románico los rosetones adquirieron importancia y fueron aumentando de
tamaño hasta culminar en el gótico, época en que se dan los ejemplares más
bellos y espectaculares.
Rosetón románico en la portada de la
iglesia de San Juan de Puerta Nueva en Zamora.
Pavimento
En la mayoría de los edificios se utilizaba una
especie de cemento al estilo del opus signinum, o una composición de
piedra y ladrillo. Los estudios arqueológicos han encontrado pocos vestigios de
pavimentos originales. Uno de los restos más interesantes es el mosaico que
todavía se conserva del crucero de la iglesia del monasterio de Ripoll, firmado
por el artista Arnaldvs. En muchas ocasiones los constructores siguieron la
tradición romana del mosaico. Otro resto fue hallado en la iglesia de San
Miguel en la Barceloneta. También fueron usadas losetas de colores como las que
se encontraron en el ábside de la catedral de Tarragona, formando unos
dibujos geométricos, en opus sectile en el que dominan los
entrelazados, sobresaliendo los colores, naranja, amarillo, blanco y negro.
El pavimento de tradición mudéjar combinaba
azulejos con ladrillos y fue muy frecuente en las pocas iglesias románicas de
Andalucía.
El claustro
El claustro es una dependencia
arquitectónica construida siempre junto a las iglesias catedrales y las
iglesias monacales, pegado a su lado norte o sur. El claustro por excelencia es
el que difundieron los monjes benedictinos. Las distintas dependencias del
claustro, articuladas en los cuatro lados de un patio cuadrangular, estaban
dedicadas al servicio de la vida de la comunidad. En el románico español se
conserva gran número de claustros, sobre todo en la región catalana.
Claustro románico del monasterio de
Santa María de Valbuena (Valladolid).
Cataluña es la región española donde se
conserva mayor número de claustros, algunos de dimensiones enormes. El
más antiguo es el de la catedral de Gerona. Los claustros catalanes apenas
se distinguen unos de otros en cuanto a su arquitectura con características
iguales o muy parecidas pero sí se distinguen en su ornamentación artística.
Por lo general los claustros catalanes se
sitúan junto al muro sur de la iglesia aunque hay algunas excepciones
condicionadas casi siempre por el terreno y sus características. Su
disposición supone casi el mismo modelo para la mayoría: las arcadas se apoyan
en columnas pareadas y en los machones de refuerzo. En los ángulos se
construyen pilares robustos. La altura de los antepechos y las proporciones
de los fustes es idéntica en la mayoría de los claustros catalanes; esta
estructura se parece mucho a la de Italia y sur de Francia lo que hace suponer
que fueran construidos por grupos de albañiles lombardos.
Lo que realmente diferencia entre sí los
claustros catalanes son las esculturas de los capiteles atribuidas a
especialistas locales, donde alguno de ellos deja plasmada su propia efigie,
como en el monasterio de Sant Cugat del Vallés añadiendo además su
firma como CATELL-CADELL-CACHORRO
o en el
de San Benito de Bages donde un escultor Bernardus dejó su
firma en un capitel. Estos escultores forman una escuela local influenciada o
tal vez iniciada en los talleres de marmolistas del Rosellón. Un ejemplo
claro se tiene en uno de los capiteles del claustro de Gerona donde los
monstruos orientales esculpidos ya se habían hecho en la Abadía de Santa
María de Serrabona y en Elna, con la diferencia que el autor de
Gerona muestra un estilo más local y catalanizado.
Los claustros benedictinos
Las dependencias domésticas ubicadas en la
estructura del claustro estaban diseñadas de acuerdo con el número de monjes de
cada monasterio. En los benedictinos solía ubicarse el claustro junto a la
pared sur de la iglesia, aunque en algún caso, como en Sant Cugat, se
dispuso junto al muro norte. La ornamentación que se da en los capiteles de
estos claustros puede ser tanto vegetal como historiada, con figuras humanas o
de animales. La intención del autor es netamente ornamental e imaginativa y su
fórmula va repitiéndose por todos los monasterios. Las distintas dependencias
van adquiriendo la importancia necesaria y requerida en cada momento. Por lo
general se siguen las distribuciones iniciadas en Cluny. Las galerías sirven
como lugar de encuentro, de paseo y meditación y las distintas dependencias se
usan para la vida cotidiana y comunitaria de los frailes.
Claustro del Monasterio de San Cugat del
Vallés
Los claustros canónicos
En la Alta Edad Media el
término canonici se refería a los clérigos (casi siempre sacerdotes)
que compartían una regla religiosa, un lugar donde descansar y otro donde comer
así como una oración llevada a cabo en lo que se llamaban horas canónicas.
No eran monjes que vivían aislados como los benedictinos sino que tenían a
diario un cierto contacto con los feligreses. Dependían en gran medida de la
nobleza que tenía la potestad de designar cargos y prebendas. Por esta
razón en la Cataluña de los siglos XI y XII la aristocracia demostró una clara
preferencia por el ordo clericalis antes que el ordo
monasticus de los benedictinos que no dependían en absoluto de ellos sino
directamente de Cluny.
El hecho de seguir una vida comunitaria exigía
la construcción de espacios colectivos. Estos espacios imitaron en gran medida
las disposiciones benedictinas de sus claustros y sus dependencias en las
distintas pandas. Más tarde hubo una segunda fase que vino a imitar el
claustro cisterciense; en definitiva puede decirse que no existe un modelo
puramente canonical, salvo las dependencias construidas a veces en un segundo
piso, para almacén, comida, reunión, etc.
Claustro de la catedral de Gerona
Pero en general los claustros canónicos no
tuvieron el mismo protagonismo que los benedictinos porque las congregaciones
acabaron viviendo en otras casas y los canónigos de las catedrales también, sin
hacer apenas vida comunitaria.
Tras la costosa obra de edificar un claustro
con todas sus dependencias, los miembros de la congregación apenas acudían a
ellas. Un buen ejemplo se da en el claustro de la catedral de
Gerona que tiene un dormitorio al este que no se usaba, una sala capitular
que se quedó anticuada desde el principio, un refectorio en el que no se daban
comidas y que se utilizaba tan solo para recibir la "porciones"
y demás prebendas. Según los estudios históricos que se hicieron sobre estos
claustros se llegó a la conclusión de que el espacio era necesario para las
procesiones y escenificaciones litúrgicas. El liber processionarius
monasteri stagnensis habla sobre este tema y viene a aclarar muchas dudas
sobre el uso de estos espacios: se celebraban procesiones, reuniones, paseos de
reflexión de los clérigos, reuniones diocesanas o sidonales. Según
escribe Yves Esquieu en Autour de nos cathedrales se concedía a
los claustros canónicos una naturaleza simbólica que demostraba prestigio y
poder y es precisamente esto lo que dio origen a que se construyeran tantos
patios en los últimos años del siglo XII.
Los claustros cistercienses
Los grandes monasterios cistercienses se
construían eligiendo cuidadosamente el emplazamiento teniendo muy en cuenta su
topografía y la existencia de corrientes de agua que estuvieran lo más cercanas
posible. Se erigían entonces provisionalmente una serie de espacios necesarios
para su vida en comunidad y más tarde, cuando ya se tenía la seguridad de que
el lugar era idóneo, se construía el gran edificio en piedra labrada. Este paso
tenía lugar por lo general a los diez o veinte años de su fundación. Mientras
se levantaba el edificio definitivo los frailes vivían en unas dependencias
edificadas anteriormente para la ocasión que consistían por lo general en una
pequeña capilla y algunas zonas alrededor. Esta iglesia primitiva solía dejarse
después como capilla de la enfermería que incluso podía tener adosado un
pequeño claustro, como ocurre en el monasterio de Poblet donde se conserva este
complejo cuyo claustro es el llamado de San Esteban. En el monasterio de Santes
Creus, esta primitiva iglesia es hoy la capilla de la Trinidad, irreconocible y
muy modificada.
Sala capitular de Santes Creus con
ornamentación cisterciense
Mientras tanto comenzaban las grandes obras,
empezando por la parte de la cabecera de la iglesia y continuando por las
habitaciones necesarias para la vida comunitaria: sala capitular, dormitorio
común, refectorio, sala de monjes, para seguir con la enfermería, zona de
conversos (legos) y otros espacios que al final conformarían el cierre del
claustro. Una de las pandas claustrales se apoyaba siempre en un muro de la
iglesia, por lo general en el muro sur, aunque en Poblet se hizo al otro lado,
sobre el muro norte. A veces era imperativa la conformidad topográfica que no
se podía cambiar.
En la segunda mitad del siglo XIII tuvo lugar
una gran renovación en los claustros cistercienses, ampliando sensiblemente el
espacio a costa de la zona de conversos (legos que nunca llegarían a ser
frailes), debido a que a lo largo de ese siglo, el número de conversos se fue
haciendo menor. Así en el claustro de Poblet, el antiguo dormitorio de legos se
convirtió en cilla en 1302.
En cuanto a la ornamentación de estos
claustros, ofrecen por lo general una estructura sencilla, con empleo de
repertorios locales, a veces con influencia de Languedoc y con una
indudable relación con la catedral de Tarragona en muchos casos. Sin embargo
los claustros cistercienses catalanes pueden parecer ricos en ornatos si se les
compara con la desnudez de los claustros franceses del mismo estilo. En los
claustros catalanes de Vallbona, Poblet y Santes Creus no existe ornamentación
historiada, aunque en los canecillos de las cornisas pueden verse figuras
humanas o de animales. Para los capiteles se prefieren los motivos vegetales y
de entrelazo de repertorio autóctono, salvo en el monasterio de Bellpuig donde
se manifiesta una absoluta austeridad.
En Cataluña se encuentran tres monasterios
cistercienses: Poblet, Santes Creus y Vallbona, y uno
premonstratense: Bellpuig de les Avellanes. Los cuatro cuentan con
vestigios de elementos claustrales románicos, los cuatro se fundaron en el
tercer cuarto del siglo XII y fueron elegidos como panteón de diversos reyes,
reinas y nobles. A pesar de que tienen mucho en común, sus claustros son dignos
de estudio y descripción por separado, sacando a la luz sus características
individuales.
Monasterio
de Poblet
Santes Creus. Capiteles con la
ornamentación cisterciense
Monasterio de Vallbona
Arquitectura civil y militar
La arquitectura civil románica es casi
desconocida y la mayoría de los edificios que se consideran de esta época, no
lo son; aunque algunos conserven parte de los cimientos o alguna puerta o
ventana de medio punto de época románica, su desarrollo y diseño arquitectónico
pertenecen a tiempos más modernos.
Edificios civiles
Los edificios domésticos, incluidos los
palacios, no tenían grandes pretensiones; las casas se construían con
materiales deleznables (en contraposición con la grandeza de las iglesias), que
no fueron capaces de resistir el paso del tiempo. Cuando ya se quiso dar
importancia a esta arquitectura civil, lo poco que había se transformó y lo
nuevo se edificó con las tendencias del gótico. Así ocurrió con el llamado
palacio románico de Diego Gelmírez, en Santiago de Compostela, que en realidad
es una fábrica totalmente gótica, o con las célebres canonjías de Segovia cuya
estructura pertenece ya a la Baja Edad Media.
Palacio de los Reyes de Navarra, también
conocido como palacio de los Duques de Granada de Ega,
en Estella (Navarra, España)
En la ciudad de León está el
conocido palacio de doña Berenguela, llamado palacio románico, cuya
estructura y planificación corresponden en realidad a los últimos años de
la Baja Edad Media, lejos del románico, pero que conserva (tal vez fuera
del lugar originario) unas ventanas de estilo románico. Así mismo existe en la
ciudad segoviana de Cuéllar el llamado palacio de Pedro
I cuyo origen se supone que date de la época de la Repoblación y
hasta quizás sean románicos parte de sus cimientos, pero el edificio actual es
de principios del siglo XIV, aun cuando tenga una portada románica que puede
ser heredada del edificio anterior o reutilizada de otro. Este palacio está
considerado sin embargo como uno de los pocos ejemplares del románico civil.
Tradicionalmente se ha dado en llamar casa o palacio románico a
aquellos edificios que tienen una buena portada con arco de medio punto y
grandes dovelas, siendo en realidad estructuras que corresponden a época
del gótico.
Como ejemplo de lo que pudo ser un palacio
románico construido en piedra se conserva el testimonio de la fachada
del palacio de los Reyes de Navarra en Estella (Navarra).
Puentes
También se construyeron puentes en
esta época. Igual que sucedió con los castillos, los puentes sufrieron cambios
y restauraciones posteriores por lo que su aspecto actual no corresponde en la
mayoría de los casos a aquella época. A lo largo de todo el Camino de
Santiago hubo necesidad de reparar puentes antiguos o construirlos nuevos
para facilitar el paso de los peregrinos. El mejor ejemplo de puente románico
que ha llegado casi intacto al siglo XXI está precisamente en ese camino: es el
de Puente la Reina en Navarra, tendido sobre el río Arga. Es
obra románica del siglo XI. También en el Camino de Santiago hay otros dos
puentes románicos sin cambios, uno en la localidad Navarra de Trinidad de
Arre sobre el río Ulzama y otro en Iroz, sobre el río
Urrobi también en Navarra. En Sangüesa, los ojos y apoyos extremos
del puente son de factura románica.
Puente románico de Puente la Reina (Navarra).
Otro puente románico y peregrino fue el
construido en Ponferrada (León), llamado el Puente de
Hierro por la barandilla que se puso de este material. Fue pensado y
edificado en función de las necesidades de los viajeros a Santiago de Compostela
que en este lugar tenían dificultades para atravesar el río Sil.
En Toledo existen dos puentes sobre
el río Tajo, el de San Martín es de 1203, remodelado a finales
del siglo XIV, y el de Alcántara fue un puente musulmán, reconstruido
en el siglo XIII. Valladolid tuvo su primer puente sobre el río
Pisuerga en tiempos del señor de la villa, conde Ansúrez, hacia el
año 1080, el llamado Puente Mayor. En origen tenía arcos de medio punto
que después fueron sustituidos por los arcos apuntados. Lo que se contempla en
el siglo XXI de este puente dista mucho de la primitiva obra románica.
Puente Mayor de Valladolid.
Edificios
militares
En la arquitectura militar ocurrió casi lo
mismo: castillos, fuertes, torres y murallas fueron reestructurados totalmente,
adaptándose a las nuevas armas y a las distintas formas de luchar.
Los castillos medievales de época románica se fueron construyendo
unos sobre edificaciones anteriores y otros de nueva planta, pero todos fueron
cambiando en época del gótico y siguientes. Sin embargo en España queda un
ejemplo íntegro de castillo románico: el castillo de Loarre en
Huesca, edificado en el siglo XI, una auténtica representación de lo que fueron
los castillos de época románica.
Se conservan vestigios románicos
del castillo de Calatrava la Nueva, una fortaleza de grandes dimensiones
(46 000 metros cuadrados), construida por los caballeros
calatravos entre los años 1213 y 1217, después de la batalla
de las Navas de Tolosa. Los documentos que se guardan en los archivos detallan
todo el edificio y la distribución de las habitaciones. En realidad se trata de
un complejo recinto compuesto por iglesia, convento, hospedería, puebla y
perímetro externo, todo fuertemente fortificado. Fue modificado a través de los
años, aunque todavía se puede ver la puerta cisterciense de la iglesia, tres
amplias naves cubiertas con bóvedas de ladrillo y tres ábsides con arcos
apuntados, y algunas bóvedas románicas en otras zonas. Están destruidas todas las
dependencias y sólo quedan los cimientos románicos de la construcción, algunas
piezas subterráneas y los espacios donde estuvo la fortificación descrita en
los documentos anteriormente citados.
Castillo de Loarre (Huesca).
También en el alcázar de Segovia hay
restos de construcción románica, en la sala rectangular de los Ajimeces cuya
planta es original del siglo XII y que conserva restos de la portada románica y
vanos románicos con ajimez.
En cuanto a las murallas, tuvieron un
importante impulso en los últimos años del siglo XII para cercar las nuevas
ciudades, aun cuando murallas y cercas existían ya en otros puntos, construidas
en tiempos remotos. Las nuevas murallas románicas además de defender tenían la
misión de delimitar un territorio y distinguirlo del entorno, algo muy
importante en la época, dado que pertenecer a una comunidad urbana traía
consigo unos derechos y unas obligaciones especiales. Las murallas defensivas
fueron evolucionando a murallas o cercas de carácter fiscal. La muralla
románica por excelencia es la muralla de Ávila, que se conserva casi
intacta y muy poco adulterada.
Murallas románicas de Ávila.
Románico rupestre
Los eremitorios rupestres excavados
en la roca datan de los comienzos de la Alta Edad Media en España; algunas
de esas construcciones cristianas fueron evolucionando, ampliándose y cambiando
su aspecto con aportaciones de las nuevas modas del arte. El románico se hizo
sentir en construcciones que habían pasado de ser un escondido y recóndito
lugar de oración a una iglesita con culto religioso y liturgia para el pueblo.
En el entorno geográfico del norte de Palencia
lindando con el sur de Cantabria y el noroeste de Burgos, se localiza un
conjunto excepcional de estas iglesias rupestres en las que se pueden ver
elementos románicos (arcos, columnas, capiteles). Como ejemplos se pueden dar:
·
Iglesia
rupestre de los Santos Justo y Pastor de Olleros de Pisuerga.
· Iglesia
rupestre de Santa María de Valverde (su espadaña) del municipio
de Valderredible (Cantabria).
·
Ermita
de San Pelayo de Villacibio.
·
Iglesia
de San Miguel de Presillas (Burgos).
Iglesia rupestre de los Santos Justo y
Pastor de Olleros de Pisuerga.
Interior
de la iglesia de Santa María de Valverde.
El estudio arqueológico del románico
La ciencia de la arqueología ayuda a
comprender la época del románico y sus grandes construcciones erigidas en un
entorno particular y bajo unas circunstancias políticas, económicas e
ideológicas especiales. En lo que respecta a la arquitectura, los arqueólogos
pueden aportar datos no sólo a partir de las excavaciones sino también a la
vista de monumentos que están en pie, gracias al estudio de lo que se
llama lectura de muros. En este campo los arqueólogos distinguen
entre etapa constructiva (fases de ejecución o de destrucción de la
obra) y elemento constructivo, que son las piezas estudiadas
individualmente y en las distintas etapas, aunque no corresponda al tiempo del
resto de la obra; puede encontrarse un segmento de imposta, una inscripción en
el sillar de un muro, un canecillo, todo de ejecución románica en una obra
gótica.
El estudio de los muros es muy importante para
la arqueología que dedica su empeño a esta época. Su observación minuciosa
permite ver entre otras cosas las conocidas marcas de cantero que
tantas discusiones y teorías han suscitado. Las marcas son incisiones
geométricas hechas en los sillares de los muros, cuyo significado está todavía
por descubrir pero que pueden aportar datos interesantes sobre geografía,
momento de la ejecución, canteros, etc.
Existen también las marcas de talla de la
piedra. Su estudio ha dado a conocer los recursos técnicos usados y las
herramientas concretas utilizadas en determinados bloques de piedra. En el
románico utilizaban una especie de hacha para desbastar y asentar los sillares,
muy típica de la época y cuyo uso llegó al mismo tiempo que este estilo. Era
una herramienta doble, muy parecida a la alcotana; por un lado tenía un
pico y por el otro una especie de hacha. El filo del hacha dejaba unas huellas
características en la piedra que al cabo del tiempo han venido a demostrar cuál
fue la herramienta empleada. Estas huellas ayudan a identificar una obra
románica sobre todo si se trata de una pared carente de otros elementos
identificadores. Esta herramienta puede verse representada bastante a menudo en
capiteles historiados o canecillos.
Sillar con marca de cantero en
que puede apreciarse la herramienta usada para desbastar. Iglesia de Somaconcha
en Cantabria.
Con el gótico llegó un cambio técnico y la
herramienta preferida fue el trinchante, muy parecida a la anterior pero
con la parte del hacha dentada, que deja también unas huellas especiales y
reconocibles.
Transición al arte gótico
Los primeros pasos de transición se fueron
dando en la arquitectura de las obras cistercienses con el empleo del arco
apuntado (todavía no demasiado apuntado), que sería una de las características
más evidentes del gótico. La evolución del románico dio como consecuencia el
nuevo estilo, sobre todo en las estructuras arquitectónicas, ya que desde el
punto de vista de la estética el gótico demostró un gusto muy diferente. Tras
los ensayos, peripecias y grandes estudios de los constructores románicos, pudo
triunfar el nuevo estilo cuya representación más importante son las grandes
catedrales.
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