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lunes, 27 de enero de 2025

Capítulo 32, Catedral de Girona, Ex-Colegiata de Sant Feliu, Monasterio de Sant Pere de Galligants

Girona ciudad: murallas y conjunto urbano
La ciudad de Girona se encuentra situada en el paso que forma el valle del Ter, entre la plana de l'Empordà y la Selva, ubicada desde la antigüedad en plena Vía Augusta. En todo momento la ciudad de Girona ha sido un centro estratégico de vital importancia, sobre todo desde la reconquista llevada a cabo por Carlomagno a finales del siglo VIII.
La importancia geoestratégica de la ciudad de Girona como plaza fuerte, conocida ya en la Antigüedad, toma importancia tras los ataques que sufre la ciudad en el año 793, cuando el ejército musulmán comandado por Abd-al-Malik ibn Mugit, ataca la ciudad con sus máquinas de guerra. Aunque estos desisten ante la imposible toma de la ciudad y siguen su camino por territorio franco siguiendo la Vía Augusta hasta Narbona, las murallas de Girona y sus suburbios (entre ellos el de Sant Feliu) quedan fuertemente afectados. Las consecuencias militares y políticas de este ataque demuestran a los francos la importancia estratégica de la ciudad como principal plaza fuerte de la Marca Hispánica ante Al-Andalus. Instalaron una guarnición permanente bajo comandancia del conde carolingio, Rostany de Girona (Que en 801 dirige el ataque sobre Barcelona). A partir de entonces se restauran, modifican y amplían las murallas, que aún conservaban el aspecto y trazado romanos, e incluso se construyen nuevas torres Entonces se levanta en el sector septentrional, cerca de la catedral, la gran torre Julia, con el castillo y la torre Gironella a levante. A inicios del siglo IX se documenta la iglesia Santa María intramuros.
Entre los siglos IX y XI, en torno al año 1000, se produce en la ciudad, de clara estructura tardoantigua, un giro histórico, aunque continuista respecto al pasado, como ocurre en otras pequeñas y medianas ciudades meridionales del siglo X, como Maçon (Francia), una ciudad condal y episcopal como Girona con características y topografía muy semejantes, tal como apuntan Canal et alíi. La ciudad es, como apunta Xavier Barral, fortificación y centro religioso, sede del poder y lugar donde vivir para las gentes, centro de prestigio que genera atracción. En la Girona del siglo X, capital de pagus carolingio, el núcleo condal o castrum Gerundella, levantado en tiempos de Carlomagno, durante el siglo VIII, se eleva predominante, sobre una colina, símbolo del poder condal, heredero del poder imperial. En un segundo nivel urbano, dominado por el poder del obispo, se ubica el barrio eclesiástico, donde a partir del año 1000 se realizan importantes reformas, como la construcción de un palacio episcopal, un hospital de peregrinos, una nueva catedral y un recinto canonical, además de las residencias de los diferentes cargos eclesiásticos y clérigos. En un tercer nivel, inferior al eclesiástico, se encuentra el área mercantil en torno al Vercateíío (antiguo Fórum) una gran plaza y una calle principal, la antigua Via Augusta, cardo romano principal que sigue cruzando en época medieval la ciudad amurallada de norte a sur. Como ocurre en otras pequeñas ciudades mediterráneas como Maçon, según Cuy bois, en Girona se encuentra una colonia judía bien documentada desde finales del siglo IX, en convivencia con la comunidad cristiana hasta bien entrado el siglo XII. A ambos lados de la vía principal, actual calle de la Força, se distribuyen mediante una retícula de estrechos callejones, las casas, Que en muchos casos corresponden a las antiguas insulae romanas.
Por aquel entonces ya se encontraban edificados fuera del recinto amurallado tres grandes recintos eclesiásticos junto a los cuales se desarrollarán desde el siglo XI importantes burgos extramuros de la ciudad: Sant Feliu (iglesia episcopal hasta mediados del siglo XI, ante el portal norte de las murallas), Sant Pere de Calligants (monasterio ubicado al noreste de la ciudad, a la orilla izquierda del río Calligants) y Sant Martí Sacosta (cercano al portal de mediodía de la ciudad). Aunque resulta imposible determinar el número de habitantes de la ciudad, la superficie intramuros, no superior a 5 hectáreas, sugiere una población aproximada de mil almas.
En su análisis territorial de la Girona altomedieval J. Canal et alii distinguen cuatro niveles administrativos. Girona, como sede episcopal, centraliza el poder en torno a la nueva iglesia catedral de Santa María (IX), la sede extramuros de Sant Feliu (hasta finales del X) y la residencia episcopal. Girona ejerce su poder sobre un territorio que incluye cuatro condados a mediados del siglo XI. Girona, Besalú, Empúries y Peralada. En segundo lugar, la ciudad es capital de condado, y como tal sede administrativa del pagos o territorium de Girona, bien documentado desde el siglo XI. En tercer lugar, desde inicios del siglo XI la sede episcopal de Girona documentada como Sancte Marie et Sanctis Felicis (Cá. 1020- 1030), extiende sus dominios sobre más de una docena de villas en las Que da servicio espiritual, asistencial y sobre todo donde ejerce el cobro de diezmos y primicias. La parroquia de Girona incluye en el siglo XI además de la ciudad y sus suburbios de Sant Daniel, Vila-roja, Montilivi, Palau-Sacosta, Pla de Girona, Cuguçacs, Mercadal, Orta-Pont Major y seguramente Palol de Onyar, Olleda y Campdorá. Finalmente cabe contemplar un cuarto nivel, el administrativo, en el que Ierunda o Gerunda ciutate queda determinada por sus murallas y suburbios, muy limitados por la proximidad de las demás villas y términos vecinos. Las fuentes del siglo IX y X cuando se refieren a Gerunda lo hacen implícitamente, a partir de límites, localizaciones de alodios y edificios próximos a la ciudad, definiendo la ciudad como un núcleo urbano fortificado sin hacer referencia alguna a la ciudad como entidad administrativa.

Plano de la ciudad de Girona 

A partir de los documentos que definen el término, podemos describir el entorno suburbano eminentemente rural de la ciudad extramuros: al norte (Sant Feliu, Sant Daniel y Sant Pere, junto al río Calligants) y al sur (Sant Martí Sacosta), el espacio suburbano montañoso de levante sobre el llamado “puig Aguilar” (tras la Torre Gironella) y la zona baja a poniente, que a partir del siglo XII se conoce como el Areny de l'Onyar, junto al río, atravesado por la Vía Augusta, antes de la entrada de ésta en la ciudad por el gran portal de mediodía, zona que empieza a urbanizarse a mediados del siglo XI, con una intensa actividad agrícola y molinera, como indican los vestigios de un molino y de un canal de riego hallados bajo el edificio de la Montana d'Or. Los límites de Girona que dibuja la documentación del siglo X y XI definen un estrecho término triangular, de unos 3 km desde la fuente de Pedret (norte) hasta el actual Puente del Rey (entonces llamado pontem fretum) sobre el río Onyar (sur) y de tan solo 1 km de altura en fuerte desnivel, desde las orillas de los ríos Ter y Onyar (oeste) hasta las montañas de Montjuic y las Pedreras.
En el año 992 se segrega el burgo de Sant Pere de Calligants. En el siglo XII se incluyen en el término el Mercadal y Cuguçacs. Al menos desde finales del siglo X se desarrolla al norte, extramuros, el burgo de Sant Feliu y un siglo después se documenta un incipiente burgo a mediodía, articulado en torno a Sant Martí Sacosta.
Tras la muerte de Carlomagno, se aprecia en la escasa documentación existente una cierta inestabilidad política a partir del segundo cuarto del siglo XI en Girona que prefiguran la caída del imperio carolingio y el inicio de tensiones entre condes y obispos por el dominio de los bienes y derechos fiscales sobre el territorio, utilizados a menudo en forma de beneficium, tanto por el conde como por el obispo para afianzar lazos de fidelidad con familias de la pequeña nobleza local. Esta lucha de poderes se refleja en la estructura urbana de la ciudad, Que se ve transformada paulatinamente en el siglo XI. La ciudad se expande y crece más allá de las murallas, un crecimiento urbano y demográfico Que durará trescientos años, y que hará posibles y necesarios nuevos templos, equipamientos y palacios que respondan a las necesidades y a los poderes feudales civiles y eclesiásticos vigentes entre los siglos XI al XIV.
El trazado de las murallas altomedievales y sus castra respondiendo a la nueva organización feudal, cercan la ciudad desde el siglo IX hasta el siglo XIV. El rey Pedro el Ceremonioso ordenará la construcción de unas nuevas murallas que englobarán los burgos extramuros dando forma a una nueva ciudad. El trazado de las murallas altomedievales de Girona que aquí nos interesa, debidamente estudiado por el Grupo de Estudios de Historia urbana de Girona, dibuja una planta triangular del recinto, con la base de este triángulo más o menos regular adaptada al curso del río Onyar, y con su vértice ubicado sobre la colina más elevada coincidiendo con el castro Gerundella de propiedad condal a inicios del siglo XI y edificado a levante probablemente en época carolingia, más allá de la última torre romana de planta cuadrada. En total el recinto fortificado altomedieval consta de 25 torres conocidas. Algunas de ellas se reconstruyen antes del año 1000 aprovechando torres anteriores de planta cuadrangular de la intente y robusta muralla romana (levantada en torno el 300 d.C.), de ésta tipología conservamos únicamente cinco torres, levantadas a partir de grandes bloques o sillares de piedra bien labrada en el exterior y con opus cementitcium en el interior, las demás responden al proceso de fortificación de la ciudad Que según los arqueólogos habría tenido lugar en época carolingia (a finales del VIII inicios del IX) o incluso unos años después. Con estas nuevas murallas la ciudad empieza una tímida expansión hacia levante y hacia el norte ganando aproximadamente una media hectárea.
La fábrica de los nuevos muros es íntegramente de opus caementicium de excelente calidad, mediante la técnica del encofrado. Los muros interna y externamente presentan un aparejo a base de losas desbastadas de calcárea numolítica de Girona, mezclada con bolos de río de tamaño medio, frecuentemente graníticos, unidos con un mortero y dispuestos en hiladas a soga y tizón, con ripios. La fábrica es uniforme, incluso algo más cuidada en el nivel superior.
En el sector meridional y en la parte del sector septentrional que discurre a ambos lados del portal de Sobreportes hasta la catedral, la obra carolingia refuerza y mejora las antiguas murallas romanas. El tramo desde la catedral hasta el castillo de Gironella, éste incluido, responde a la ampliación del área urbana y por tanto es fábrica altomedieval. El sector de poniente, oculto en la trama urbana actual es Quizá el menos conocido, pues pierde pronto su función defensiva y sus estructuras son aprovechadas en la construcción de nuevos edificios
Gracias a la buena conservación del sector meridional de la fortificación en su tramo de levante, correspondiente al actual patio de Las Águilas (cercano a Sant Domènec y a la Universidad de Girona) conocemos la altura general y aproximada de la fábrica carolingia, unos 14m. Únicamente en el tramo meridional entre las torres 3-4-5 y en la torre septentrional 20 aparece almenado prismático. La anchura de los muros oscila entre 1,95 y 2'05m. En algunos tramos la obra carolingia se suma a la anterior, hasta 4m de grosor. No es así en el sector entre la torre 21 y la 23, edificado ex novo con una anchura de 2m.
En todas ellas el paso de ronda de 1,40m de ancho queda protegido por una prolongación del muro externo que se levanta aproximadamente unos 50 cm por encima del nivel del suelo. Mientras, el muro interno es algo más bajo pues termina bajo el paso de ronda. Desconocemos como se accedía a este paso y a lo alto de las torres, pues no han perdurado las estructuras de madera que muy probablemente servían para este uso.

Muralla de Girona 

Empezaremos la descripción del recinto amurallado altomedieval por el portal suroccidental, llamado Portal de l'Areny de origen tardoantiguo, también llamado de l'Onyar y posteriormente del Call. Se encuentra en el extremo sur de la actual calle de la Força (antigua Via Augusta o calle Mayor). Este portal en época carolingia no habría sufrido grandes alteraciones. La documentación constata la existencia de una gran torre única, circular, edificada al oeste de este portal (la número 1, hoy desconocida). El blanco de levante de este portal meridional estaría protegido por un alto muro oblicuo Que en un momento indeterminado entre el siglo X y XI Quedaría integrado en el interior del castillo construido por los Cabrera, vizcondes de Girona, documentado por primera vez en 1054 y que pronto fue infeudado a los Requesens, nombre que toma el castillo en la documentación desde mediados del XIII. La construcción de este castillo, de planta triangular, supondría un primer ensanche del recinto murado hacia el sur, con una superficie total de alrededor de 600m cuadrados. Sitúan una fecha antequem las definiciones de unas tierras que ca. 946 se encuentran fuera muralla y Que posteriormente, en 1054, las mismas aparecen definidas intramuros. Actualmente el castillo de Girona o “dels Vescomtes” ocupa los jardines del antiguo colegio de los Maristas, donde están a la vista los gruesos paños de muralla y las dos torres (2 y 3) que integran el recinto. La primera de éstas sería una torre de planta cuadrangular, muy proyectada hacia el exterior, Que habría llevado a construir dos grandes y nuevos paños de muralla, por un lado hasta el llamado portal de l'Areny, y por el otro hasta la segunda torre del castillo. La muralla y el castillo se adaptan perfectamente a la difícil orografía.
Con la construcción del castillo de Girona o de Cabrera, un tramo de la muralla antigua romana quedó oculta e integrada en el interior del recinto.

Muralla de Girona 

La torre núm. 3, conocida como “dels Vescomtes” o de Agullana, es una gran torre cilíndrica ligeramente troncopiramidal, con un diámetro máximo transversal a la muralla es de 7'5m. Muy probablemente, se levanta sobre los fundamentos de una torre cuadrangular anterior, construida con grandes bloques de arenisca ocre.

Vista de la torre Vescomtal 

La fábrica carolingia reaprovecha sillares de la obra romana anterior, que mezcla con losas únicamente desbastados. La torre presenta tres niveles, uno inferior completamente macizo, uno intermedio (el nivel inferior de combate) el más interesante, con dos ventanas orientadas hacia al sur y hacia al este, visibles extramuros, hoy desde la calle de la Escola Pia. Dichas ventanas son de medio punto, con arcos compuestos por pequeñas dovelas de piedra volcánica oscura (procedente de Aiguaviva) intercaladas con dovelas de arenisca ocre o gres, que generan un original juego de colores que veremos también en otras torres y que se aprecia en construcciones próximas al año 1000, como en la cercana iglesia de Sants Metges (antigua Sant Juliá de Ramis). El alféizar de dichas ventanas se decora el muro con un friso de dientes de sierra labrado en piedra volcánica negra. La torre fue excavada en dos ocasiones por Serra-Ràfols, en 1930 y en 1942. A ello debemos el aspecto actual del muro del tercer nivel (el nivel superior de combate). Oblicuamente, sobre la actual calle de “l'Escola Pia”, discurre el siguiente tramo de muralla, Que se dirige en línea recta hacia levante hasta encontrar el segundo portal meridional llamado Portal Rufí. Extramuros, justo a los pies de la torre 3, el paño ha sido perforado para salir a la calle de “l'Escola Pia” Esta tosca perforación permite ver la técnica constructiva de la fortaleza altomedieval, antes descrita y de las primeras hiladas de la torre que se fundamenta sobre la muralla anterior. La superposición de fábricas en el mismo muro se observa también en el tramo de muralla visible desde el interior del patio de “l'Escola Pia” que llega hasta el portal Rufí. En el patio de la Escola Pia se encuentra integrada la torre 4, de fábrica bajo imperial y rectangular, conocida en el siglo XI como “Torre d'en Causfred Vidal, señor de Pals” El portal Rufí, protegido por la torre 5, diseñado para comunicar el sector eclesiástico directamente con el exterior, a mediodía, no presenta evidencias de reformas en época carolingia o inmediatamente posteriores, pues conserva en buena medida su fábrica antigua original compuesta de inconfundibles y grandes bloques de gres o arenisca. El tramo de muralla siguiente, Que une este segundo portal con la torre 6, discurre tras el edificio del rectorado de la universidad. Este paño aunque presenta evidencias de la misma fábrica altomedieval, ha sido muy transformado por intervenciones posteriores. Esta torre fue construida en el siglo XIV por orden del rey Pedro el Ceremonioso, para reforzar el antiguo recinto amurallado antes de ordenar definitivamente la construcción de unas nuevas murallas para la ciudad. La excavación constató dentro de esta torre, el trazado de la muralla carolingia de doble muro, que mantenía aquí su anchura máxima de 4 m.
A continuación, entre este abrupto cambio en el trazado (torre 6 gótica) y la torre 8 de planta rectangular, se construye en época carolingia la torre 7, circular e integrada con la fábrica de los lienzos, que sustituye a otra anterior, de la que aparecen algunas hiladas en la parte inferior y material reutilizado en los muros medievales. Como la torre 3, la 7 es ligeramente troncocónica, de unos 13m de altura y unos 8m de diámetro en la parte superior. La parte inferior, hasta el nivel defensivo, era completamente maciza y dos puertas, hoy desaparecidas comunicaban con el paso de ronda. En su cara externa superior, la torre 7 presentaba cuatro ventanas de igual fábrica que las descritas en la torre 3, que cubrían todos sus Blancos de mediodía, desde poniente hasta levante. Cada uno de los vanos de estas ventanas medía 1,10 m de ancho por 1,30 de alto. En 1974, el dovelado de las ventanas de arenisca y volcánica, muy maltrecho, fue restaurado (y resulta visible en la parte interna del muro) y substituido en el exterior por nuevas dovelas de iguales materiales. La siguiente torre, la 8, es de planta rectangular pero de construcción carolingia, pues en su parte interna (visible desde el jardín de los alemanes, de acceso público), se puede apreciar la reutilización de materiales en sus muros, entre ellos grandes sillares de gres o arenisca y sillares de mármol procedentes de una puerta romana del siglo l (seguramente anulada con la construcción del castro de Gerundella, a levante). En el muro de levante de esta gran torre cuadrangular de 7 m de anchura, muy alterada por la anexión del trazado de las murallas del siglo XIV.
En el vértice de levante se construyó el Castillo de Gironella. Materia y documentación confirman que debe fecharse antes del año 1000. Presenta planta triangular irregular. La torre 9, de planta cuadrangular, es la última de las torres de levante del recinto bajoimperial, integrada en el castillo altomedieval. La gran torre Gironella, de planta circular originariamente de unos 35m de alta, se derrumbó en el siglo XV y fue explosionada en 1814. Cerca de esta torre, y antes de un cambio de dirección de las murallas septentrionales, se encuentran los vestigios de la puerta principal del castillo, con 3'90m de altura.

Torre Gironella 

El vano mide 2'60 m de ancho por 2'60 m de alto. Según los arqueólogos la medida básica para su diseño fue el pie bizontino o tordío de 0'325 m que se utilizó en otros edificios altomedievales, como en la iglesia del mas Castell del Porqueres. Las dependencias del castillo, ambas de planta rectangular, portan bóveda de cañón corrida.
Junto a las viejas murallas, a la derecha de la puerta dovelada antes descrita el muro vira 90º.  En ese punto deberíamos situar una torre cuadrangular, la 11, bien documentada pero muy arrasada, que mediría unos 5'60 m de fachada. La torre 12, muy afectada durante la Guerra de Independencia, presenta una planta semicircular de 7'54m de diámetro. Posiblemente esta torre cilíndrica fue cortada, como pasó con la Torre Júlia, al construirse el cuartel de los Alemanes. Más a poniente, descendiendo el paseo arqueológico se observan los restos de una nueva torre, 1 3, de planta rectangular, con unos 9'30m de fachada y cuyos muros miden 3m de ancho, muy robusta pero muy deteriorada. Dentro del portal llamado de Sant Cristòfol (inicios del siglo XVIII), a la derecha, aparece de nuevo una torre maciza circular, la 14, muy alterada por construcciones posteriores. La construcción de este portal afectó a la muralla que unía la torre 14 con la 15, rectangular, hoy oculta tras las estructuras de la capilla de Sant Cristòfol. La anchura externa de los muros de esta robusta torre, según los arqueólogos, sería de 3'10 m. Descendiendo por el Paseo Arqueológico, sigue la torre 16, de planta cuadrangular, con sillares romanos reutilizados y 7'60m de fachada. Presenta al me nos dos estancias superpuestas. la inferior, sobre un nivel macizo, tendría probablemente tres vanos de las que solo se conserva una; en la superior, dos ventanas de medio punto.
Tras un nuevo paño de muralla altomedieval sigue la 17, la Torre Júlia, mencionada en la documentación como turris rotonda, de alzado acusadamente troncocónico, similar a las torres circulares del sector meridional. Presenta dos estancias superpuestas con saeteras, quizá cuatro en el piso inferior y otras tantas en el superior. La terraza estuvo abovedada y tuvo pavimento de opus signinum rojizo Internamente esta torre fue seccionada por las dependencias superiores del ala norte del claustro catedralicio un paño altomedieval enlaza con la siguiente torre, ya gótica, la Torre Cornelia, documentada como tal ya en 1318, completamente cilíndrica, edificada en el año 1362 por los jurados de la ciudad. Su fábrica es muy similar a la de las torres de Sobreportes.
En su interior se descubrió en 2001 una construcción carolingia de planta trapezoidal inscrita dentro de la torre circular y cuyo muro septentrional, y fundamentos de una fábrica de opus caementicium.
El tramo siguiente, hacia el castillo de Sobreportes, se encuentra alterado en gran medida por las bóvedas de la sala capitular del recinto catedralicio y los ventanales Dentro del edificio “Cor de Maria“ se hallaron los fundamentos de una obra de planta rectangular, maciza, de sillarejo unido con mortero de cal, de unos 6m de largo que sobresale unos 3m del trazado de las murallas Se trataría de una nueva torre, la 19, que aparecería documentada por vez primera en 1067 como torre del casal de Pere Blitguer (mencionada de nuevo en 1096 y 1 154). A levante del citado castillo de Sobreportes otra torre custodia este Portal, protegido en época carolingia por dos torres gemelas de planta cuadrangular, levantadas sobre estructuras romanas. El aspecto de las torres 20 y 21 se debe a la reforma requerida por Pedro el Ceremonioso. En el intradós de este portal se distinguen grandes sillares romanos de arenisca y sillería calcárea pertenecientes a las desaparecidas torres carolingias integradas en las torres circulares Que actualmente integran el portal.
En el último tramo septentrional de muralla es dónde mejor se aprecia la sucesión de fábricas. Este muro de entre 25 y 30 m de largo, visible extramuros desde la actual plaza de Sant Feliu, se aprecia en el nivel inferior evidencias de la primera fábrica romana, posteriormente los grandes sillares de arenisca de las importantes reformas bajoimperiales y sobre éstas el desarrollo de la fábrica altomedieval.
El sector occidental del recinto amurallado es quizá el menos conocido ya que como anteriormente se ha explicado es el primero en perder su función estrictamente defensiva. Aún así su trazado sigue rigiendo la trama urbana de este sector de la ciudad. El paramento de la muralla entre las torres 22 y 23 es paño de muralla con evidentes alteraciones y vestigios de estructuras adosadas. Finalmente, a pocos metros del extremo septentrional de la calle Ballesteries, queda oculta la torre 23, rectangular de moderna base ataludada.
La documentación confirma que en época altomedieval las murallas estaban bajo control condal. Paulatinamente la defensa de la fortaleza se dividió en tramos a cargo de señorías e instituciones en enfiteusis: nobles (Siniscle, Duran, Oliba, Causfred Vidal, Silvi Llobet de Cerviá, Ramón de Caldes.), la canónica de la Sede y los vizcondes (Cardona, Montcada y Cabrera), todos en relación feudal con los condes de Girona y posteriormente monarcas de la Corona de Aragón.
Tras la muerte del obispo de Girona, Odó 1010), los condes Ramon Correll y Ermessenda aprovechan para nombrar nuevos cargos. Ermessenda nombra obispo a su hermano, Pere Roger, quien renueva el impulso de las obras de la nueva sede de Girona, esta vez con la plena participación de los condes. En los primeros decenios del siglo XI la condesa se implica fuertemente en las grandes empresas de la ciudad en las que aparece como promotora. En 1015, los condes recibían de Pere Roger, el obispo de Girona, la iglesia de Sant Daniel y sus propiedades, a cambio de 100 libras de oro que servirían para sufragio de importantes obras de la sede. En marzo de 1018 Ermessenda y su hijo efectúan siguiendo la voluntad del conde una gran donación de tierras para la fundación del cenobio femenino de Sant Daniel. La condesa refuerza y demuestra paralelamente su interés por el establecimiento en Girona de una comunidad canonical unida y estable. Ermessenda, junto a su hermano Pere Roger, obispo de Girona, promueve la construcción de una nueva canónica para la sede, que debe construirse al norte de la Sede, entre ésta y la muralla, para ello junto al obispo se efectúa la gran dotación de 1019 y tan solo un año después, junto a su hijo, en 1020, dona a la misma Canónica su casal (segunda residencia condal, sucesora de la anteriormente vendida por Ramon Correll al obispo) ubicada entre la muralla y la sede, su corte y la torre redonda (la llamada torre Júlia) y el tramo de muralla al norte de ésta.
El hijo de Ermessenda, berenguer Ramon, muere en 1035 y le sucede el hijo de este, el conde Ramon berenguer. En sus primeros años ejerce su poder autorizado por su abuela Ermessenda, quien de nuevo desde 1036 actúa en los condados de Barcelona y de Osona. En 1038 Oliba preside la consagración de su nueva sede de Vic celebración, acto al que acuden Ermessenda, Ramon berenguer y Pere Roger, obispo de Girona. El 21 de septiembre de este mismo año se consagra la nueva sede de Santa María de Girona, promovida por el obispo Pere Roger y la condesa.
La trama urbana de la ciudad corresponde a la jerarquía de poder establecido en la ciudad de naturaleza condal-episcopal. El poder condal y real, tras la primera venta al obispo del antiguo palacio condal intramuros y cercano a la sede efectuada por el conde Ramon Correll en el año 988, se aglutinaría, tras la donación del segundo casal a la canónica a inicios del siglo XI, en torno al castrum de Gironella. Los filetes, nobles señores feudales y vizcondes serían entonces los encargados de la protección de los distintos costrum, torres y sectores de la muralla. A partir de 1058, tras el enseñoramiento del conde Ramon berenguer, los dos castillos custodios de las principales puertas de la ciudad, el de Sobreportes (en manos de Arnau Ramon primero y de Guillem Ramon después) y el de Girona (vizcondes de Cabrera).
Al recinto arqueológico del Castillo de Gironella se accede por la llamada Torre Gironella o bien desde la calle llamada Pujada dels Alemanys, conectada directamente con la estrecha calle Rocabertí, que desciende hasta la Plaza Lledoners, contiguo al complejo episcopal. Las edificaciones que corresponden al poder episcopal ocupan buena parte de la zona alta de la ciudad y se expanden en torno a la Sede (Casa de la Canónica, el Palacio Episcopal y más tarde la Pia Almoina). En los antiguos edificios de la Casa Canonical (en los llamados “Jardins de la Francesa”) se distinguen aún estructuras altomedievales con opus spicatum. Paramento similar al que se puede ver en una de las casas esquineras de la plaza Lledoners. Dicha plaza, al norte, limita con las edificaciones modernas del palacio episcopal, que desplazaron el antiguo hospital de peregrinos o xenodoquium.

Portal que da acceso a una de las calles de Girona 

Las escaleras barrocas de la catedral están construidas sobre una documentada escalinata anterior de origen romano, junto a la que en el siglo XI se edificaron casas de canónigos. En la plaza de la Catedral, antigua plaza del Mercadell de planta rectangular y alargada se encontraba la pequeña iglesia de origen carolingio de Santa Maria de les Puelles, desaparecida en el siglo XVIII con la construcción de Casa Pastors- Hacía pendant, en la misma plaza, con otra pequeña iglesia también fundada en época carolingia, la de Sant Genís. Junto a la calle de la Força. Esta calle desciende desde la plaza de la catedral, hasta el antiguo “portal de l'Areny”, salvando un fuerte desnivel. A ambos lados de ésta, el antiguo cardo maximus de la ciudad, se articulaban ya época romana las distintas insulae, cuyo tramado reproduce en gran medida la trama urbana medieval de esta parte de la ciudad. En esta área es dónde se habría desarrollado, ya a finales del siglo XIII la Judería, que incluiría una parte indeterminada de este recinto y tendría su muro en la calle de la Ruca. Uno de los callejones medievales más conocidas de éste casco antiguo asciende laberínticamente hacia la parte superior de la ciudad.
Paralelamente al desarrollo y transformación urbana intramuros, fuera de la ciudad se observa el crecimiento de varios burgos. A mediodía, próxima al portal del Areny (portal sur-occidental), extramuros, va creciendo un burgo en torno a la poco conocida iglesia románica de Sant Martí Sacosta.
Actualmente aún    pueden         distinguirse   los vestigios del campanario románico de esta iglesia integrado en los niveles inferiores del actual, en el cual se distinguen perfectamente los característicos elementos de raíz lombarda que decoran los edificios románicos del siglo XI, un friso de arcuaciones ciegas entre lesenas Del claustro de Sant Martí procede un relieve aludido más adelante.

Durante los siglos XII y XIII, a mediodía, la ciudad experimenta un fuerte crecimiento. La calle de la Força, en su prolongación extramuros, dará lugar a la actual calle Ciutadans, inicialmente una zona urbanística extramuros con casas, obradores y huertas, que paulatinamente son adquiridas por importantes familias feudales gerundenses, integrantes de una primera burguesía, como los Sitjar o los Sant Celoni. Encuentran el origen en este momento, por ejemplo, la estrecha calle “de Ferreries”, la calle “de les Peixateries Velles” y las llamadas “Voltes d'en Rosés”. Éste burgo crece y pronto se ve acompañando de la urbanización del “Areny” del río Onyar, antiguo arenal dónde hoy se encuentra la Rambla de la ciudad. Paralelamente, cerca de la ribera occidental de este río, se construiría a finales del siglo XIII el Hospital de Santa Caterina o Nuevo, de donde proceden dos capiteles conservados en el Museu d'Art de Girona.
El proceso de creación y crecimiento de los burgos extramuros en el lado septentrional de la ciudad emerge sobre los vestigios de necrópolis antiguas ubicadas en torno a la Vía Augusta (la actual subida del Rei Martí, como las descubiertas bajo los baños Árabes), en vías subsidiarias, y en lugares lejanos a la ciudad, en los que ya en tiempos romanos se aprecia la presencia de villas suburbanas con sus cementerios, como el encontrado en Sant Nicolau en el burgo de Calligants. Los burgos medievales septentrionales tienen sus raíces durante el siglo X, primero en torno Sant Feliu y luego del monasterio de Calligants. Éste también experimenta un gran crecimiento durante los siglos del románico, complementado a su vez por el núcleo que se forma entre Sant Pere y la pequeña iglesia de Santa Eulália de Montjuic y el núcleo en torno al hospital de leprosos de Pedret.
Según hipótesis formuladas por arqueólogos e historiadores, cabe apuntar que junto a la iglesia románica de Sant Feliu hubo un episcopium de Girona, situado extramuros y anterior a finales del siglo X, Que habría albergado una comunidad canonical de unos cuarenta presbíteros junto a unos doce canónigos. A ésta se habría dedicado la gran donación de bienes y diezmos parroquiales que en el año 887 hace el obispo Teuter a la sede de Girona.
Desde 1063 el Cartoral dit de Carlemany confirma la existencia del burgo de Sant Feliu. buena parte del mismo se encontraba en tierras propiedad de la sede episcopal. Los documentos de ventas, testamentos y legados (prácticamente todos del siglo XIII), dibujan a partir de sus definiciones y afrontaciones, la presencia de un cementerio heredero de una necrópolis desarrollada en torno al martirum de San Félix, en torno al cual se habrían dispuesto tumbas de ciertos personajes privilegiados, como el obispo Servusdei +906), del que se conserva su lápida encastada en el presbiterio del mismo templo. El cementerio y el claustro, de inicios del siglo Xll, estuvieron adosados a septentrión del templo, perfilados a oriente por la calle “del Llop” (antigua Vía Augusta y actual subida del Rei Martí). Al otro lado de esta calle se encontraría el horno que el obispo Berenguer da a Sant Feliu, ubicado entre las casas de Adals y las de un tal Martí Aule, edificios que muy probablemente formaban parte ya de una manzana de casas dónde más tarde, en el lado de levante, se construirían los llamados Baños Árabes, con acceso por la entonces llamada calle del Sac, y Que afrontarían al norte con una serie de casas que llegarían hasta el río Galligants. Todo ese sector extramuros también era dominio de la sede. A mediodía de aquélla primera manzana de casas y frente al portal de Sobreportes, se documenta en 1064 y 1065 el “altar de Sant Just”, oratorio ubicado donde hoy se encuentra la iglesia de Sant Lluc, al este de Sant Feliu.
El burgo experimenta a partir de mediados de inicios del XII un gran crecimiento, especialmente en el gran alodio de propiedad episcopal e infeudado por Guillem Constans al noreste, con obradores, casas y Puertas dispuestas junto al río Calligants. En 1148 Joan de Sitjar, uno de los grandes propietarios feudales del burgo de Sant Feliu, empeña su casa a un tal berenguer Pere, casa que ubica en “el lugar de Stjar”, ante la iglesia de Sant Feliu (una casa posiblemente ubicada en la esquina entre subida del Rei Martí y plaza). Las casas propiamente del alodio de Sant Feliu, configurarían el pasaje de la calle de Trasfigueres, con su arco dovelado y su ventana geminada, casas en propiedad de la familia Ministral ya en 1174- 1176. El sector se cerraba al oeste con el Portal de la barca ante el río Onyar.
Paralelamente, se desarrolló el burgo de Sant Pere de Galligants, Que creció en torno a la primera iglesia monástica. Documentado por primera vez en 992 cuando el Borrell II dona todo el burgo al cenobio. El dominio y jurisdicción estaba separada de la ciudad.
En el documento de venta del Valle de Sant Daniel y de su iglesia a los condes de Barcelona, fechado en el año 1015, se menciona el cenobio como límite occidental de esta calle. En varios testamentos de finales del siglo XII e inicios del XIII se hacen donaciones para la construcción del nuevo templo románico de San Pedro (un edificio del siglo X) Que habrá de ser la iglesia del nuevo cenobio benedictino masculino al Que el conde Ramon Borrell lll lega en su testamento de 1131. En este mismo burgo, a pocos metros de la fachada occidental de la iglesia de Sant Pere se edificaría sobre una antigua necrópolis la pequeña capilla de Sant Nicolau (un edificio en origen de planta central con cuatro ábsides formando una cruz griega, posteriormente transformado), cuyo uso primigenio sigue hoy siendo objeto de controversia. El tercer y gran edificio que en tiempos del románico de ese lugar fue el Hospital de Clérigos (de Sant Pere u Hospital Viejo), institución documentada ya en el siglo X y a fines del XII en el testamento de Genciana de 1187 y en la donación de Arnau de Palol de 1195 ubicado al oeste de Sant Nicolau, dispuesto en perpendicular a la nave de esta capilla y con su fachada sur ante el puente viejo sobre el río Calligants.
Al norte de Sant Pere de Calligants, sobre la ladera de la montaña de Montjuic, se encuentra la capilla de Santa Llúcia, Que alberga vestigios de la parroquial de Santa Eulália Sacosta, cuyo antiguo término parroquial se extendía al norte y al oeste hasta las orillas del Ter y que incluía el territorio de Campo Taurane (Campdorá). Dos noticias de mediados del siglo XII informan de la urbanización de las tierras en torno a la iglesia de Santa Eulália que mencionan como burro sancte Eulalie (en la definición de propiedades de Berenguer y Ermessenda de Campdorá de 1147). Finalmente, aunque de momento son pocas las referencias documentales encontradas, cabría mencionar la urbanización de la orilla este del Ter desde los límites septentrionales del burgo de Sant Pere de Calligants hasta “Pont Major” (puente romano utilizado aún en la alta Edad Media, al norte de la Vía Augusta y único paso sobre el río Ter hasta el siglo XIII), es decir el término de Pedret, lugar mencionado en la gran dotación de la canónica de la Sede en 1019, y donde se documenta principalmente la presencia de molinos llamados de la “Menola” o de Pedret (mencionados en 1081 y vinculados siempre a los canónigos de la sede). El Hospital de Pedret, con su capilla dedicada a San Jaime (advocación mencionada a finales del XIII), es la institución que centra este burgo, muy alejado ya de la ciudad. La capilla o iglesia del hospital aparece documentada en 1179 como la iglesia de la casa “de Aquinnno” La capilla, de nave única, hoy en pie, se encuentra ubicada en perpendicular y bien orientada, aunque pasa desapercibido. El de Pedret, junto al Hospital Viejo (de Sant Pere o de Clérigos) y el Hospital Nuevo (de Santa Caterina), configuraba uno de los centros receptores de importantes donaciones benéficas y caritativas dedicadas al cuidado de los enfermos en la ciudad.
 
Escultura dispersa de la ciudad de Girona
“La Lleona” (Museu d'Art: M. Arqueo. Prov. N°1756). Escultura (3,74 m) labrada en piedra calcárea de Girona, compuesta por un sencillo juego de basa, columna de fuste cilíndrico liso (resultado de la unión de los diez fragmentos que componen tres grandes piezas unidas) y capitel poligonal liso (el capitel parece ser una incorporación de época moderna). El animal se encuentra a 1,70cm de altura sobre el fuste. Erróneamente identificado en femenino, el felino se presenta en vertical, agazapado y con las extremidades replegadas y abiertas agarrándose con sus enormes pezuñas al fuste de la columna, mientras gira su cabeza, con sus fauces entreabiertas y ojos almendrados.
Sobre el cuello (desproporcionadamente estilizado) se extienden la melena que unifica cabeza y cuerpo. La cola cae oblicua y lineal sobre el fuste de la columna. La escultura permaneció durante siglos en el lugar dónde hoy se encuentra su réplica (C/ Calderers, 1). Aunque se desconoce su ubicación original, Jaume Parques apunta la posibilidad de que la columna se encontrada en el vestíbulo de una casa señorial. En época románica el león suele custodiar el acceso a los templos con responsabilidad apotropaica. Aunque se ha relacionado esta escultura con el relieve del león que devora una figura humana (M. Arqueo. Prov. Nº 2.452) apreciamos evidentes diferencias estilísticas. Se asemeja más a los leones de las cornisas de la Montana d'Or o de los capiteles de Calligants. En consecuencia, cabe datar la “Leona” a finales del siglo XII.
Capitel procedente de la casa núm. 5 del de la calle del “Sac” (Museu d'Art. M. Arqueo. Prov. N° 35). El capitel mide 27 x 2 l x 2 l cm y se compone de un collarín de medio bocel, un cesto esculpido en sus cuatro caras y un ábaco dividido en tres dados. Presenta motivos vegetales en dos registros superpuestos el inferior con cuatro hojas almendradas sobre el eje central de cada cara y tras estas, cuatro hojas cuyo eje coincide con las aristas del capitel, el superior, con dos tallos tripartidos que nacen tras las hojas de las aristas, entrecruzados con la hoja central del registro inferior y el tallo de la cara siguiente y tras ellos flores de arum. Este esquema vegetal de ascendente tolosano, se encuentra en capiteles de Calligants y del triforio de Sant Feliu. Pertenecen al círculo gironino-vallesano y son fechable desde mediados del siglo XII hasta inicios del XIII.
Capitel 1 de la Casa de la Canónica (Museu d'Art: M. Arqueo. Prov., n° 12.756). La pieza mide 35 x 26 x 26cm e ingresó en el Museo en 1979. Capitel labrado a bisel en piedra calcárea, con cesto dividido en dos registros con un ábaco cuyos dados se convierten en elementos arquitectónicos que contextualizan la escena principal. En cada cara figuran dos grandes arcos de medio punto, con doble arquivolta soportados por tres juegos de basa, doble columnilla y capitel con decoración vegetal. La doble columnilla central se apoya sobre un listel que hace las veces de alféizar y de mesa. Las dobles columnillas laterales se unen con sus correspondientes de las caras sucesivas, generando una escena seguida. Tras la mesa-alféizar, aparecen de medio cuerpo y frontales, personajes participantes de un banquete, con copa y panes. En el registro inferior aparecen cuatro atlantes arrodillados, con túnica corta, que se disponen simétricamente mirando hacia afuera, cada uno en vertical y centrado sobre la arista del cesto. Estiran sus brazos agarrar la mesa y con sus cabezas soportan las columnillas laterales.
Los comensales se intercalan en género, hombre imberbe y mujer con manto y tocado que le cubren la cabellera, de rostro ovalado y rasgos faciales equilibrados.
Técnicamente, mientras los atlantes consiguen un relieve considerable, la parte superior está trabajada en un relieve mucho más bajo. Aunque se han perdido las cabezas de algunos personajes, el estado de conservación de esta pieza es notable. Se trataría pues de un capitel de temática caballeresca, un banquete noble, compositivamente singular respecto a los tipos más frecuentes en la escultura románica de la zona.
El capitel encuentra pendant con el capitel guardado en el mismo museo, también procedente de la Casa de la Canónica de Girona (M. Arqueo. Prov. n° 1.850), con el que mantiene claras semejanzas estilísticas y volumétricas. Algunas hipótesis apuntan que ambos capiteles pudieran proceder de la desmantelada catedral románica, pero hay semejanzas con capiteles de la galería de la Montana d'Or. Jordi Camps, recogiendo las hipótesis de Ainaud de Casarte, apunta similitudes estilísticas con el capitel de las bodas de Canaán de l'Estany. Para Camps los personajes encuentran paralelo en la producción escultórica de San Nicola de Mari y la catedral de Módena, que llevan a fechar este capitel a inicios del siglo XIII.
Capitel 2 de lo Ceso de la Canónica (Museu d'Art: M. Arqueo. Prov. n” 1850). El capitel de calcáreo local que mide 35,5 x 26 x 26 cm. Aunque consta en el inventario que procede de la Casa de la Canónica, Queda abierta la posibilidad de que, junto al capitel anterior pudiera proceder de la catedral. Cada una de sus cuatro caras presenta dos registros, el inferior, historiado con escenas del Nuevo Testamento y el superior ocupado por arquitecturas con ventanas de arco medio punto, cuyo volumen coincide con los dados del ábaco, que en las caras externas dos heráldicas distintas. en dos caras se repite una heráldica compuesta por cinco incisiones en zigzag, y en las caras restantes aparecen escudos de borde perlado y interior en losange. Entre las arquitecturas y los personajes, el espacio se rellena con elementos vegetales planos y flores de pétalos de perfil semicircular.
Los personajes, en su mayoría de pie sobre el astrágalo, vestidos todos con túnica corta, imberbes y melena corta. La figura identificada como Jesús, carece de nimbo y lleva una túnica larga. La composición resulta densa y su lectura complicada, pues los personajes de una escena nos llevan a la siguiente sin distinguir claramente los límites entre unas y otras, como ocurre en las escenas de los relieves de los sarcófagos paleocristianos. Este capitel, según apunta Jordi Camps, contiene escenas relacionadas con la Pasión de Cristo (Nuevo Testamento). La narración se centra en la Entrada de Jesús en Jerusalén y el Encarcelamiento, en dos caras del cesto cada uno.
La iconografía de la entrada en Jerusalén es completamente irregular. La figura de Jesús está montando un asno con los pies apoyados en los estribos, de perfil con el torso de tres cuartos apoyando su mano izquierda sobre el hombro de un personaje de frente, que a su vez posa su mano izquierda sobre el hombro del siguiente personaje, Que se dirige hacia la siguiente escena. Sobre el fondo aparecen las cabezas de dos personajes anónimos, en representación de la multitud que lo recibe, que complementa el grupo de tres figuras caminando por detrás al asno, tras los cuales aparece una figura de pie con la cabeza agachada que sostiene una bolsa sobre su pecho y que podría ser interpretada como judas.
La segunda escena, la del Encarcelamiento, ocuparía las dos caras restantes del capitel.
En la cara continua de la llegada a Jerusalén, el último personaje posa su mano en Cristo y mantiene en su mano derecha un objeto (acaso evocación del beso de judas). El Prendimiento se evoca con Cristo de pie sobre el eje de esta cara mirando hacia el personaje de la derecha que le agarra la mano. En la última cara aparecen Pedro y Malco, quien quizá solicita intercesión a Jesucristo.
A pesar de la dificultad para distinguir iconográficamente apóstoles, soldados y el propio Jesús que se presenta sin nimbo, escenas similares aparecen representadas en los capiteles del claustro de la catedral de Girona, en algunos capiteles de Sant Cugat del Vallés, de Santa María de l'Estany o de la Sede de Tarragona. Jesús montando sobre el asno como un caballero encuentra paralelos en las pinturas murales de Santa María de Barberá, en el Frontal d'Espinelves y en el altar de Sagás. Como apunta Jordi Camps recogiendo las apreciaciones de W. W. Cook, la figura de Jesucristo montando con el torso en vertical sobre el asno, enmarca la composición dentro de la tradición bizantina, aunque la ausencia de palmas acompañando los apóstoles, por ejemplo, hace que quede abierta la posibilidad de una nueva y diferente interpretación. La escena del Encarcelamiento aparece también en el altar de Sagás y en los capiteles del claustro de Santa María de l'Estany, aunque en ellos, como en la biblia de Ripoll, no se representa la escena de Pedro y Malco. Es evidente que en este capitel existen importantes irregularidades respecto al corpus iconográfico más recurrente. Por ello, de acuerdo con Camps, cabe afirmar que el escultor desconocía las fuentes más recurrentes, quizá por una clara influencia bizantinizante italiana del taller. Por su estilo de características y paralelos idénticos a los mencionados en el capitel 1 de la Canónica, mantenemos una datación entre finales del siglo XII e inicios del XIII, que podría ayudar a fijar una correcta identificación de los símbolos heráldicos del ábaco, uno de los cuales, el perlado con losange podría pertenecer a Guillem de Peratallada (el impulsor del nuevo Palacio Episcopal) obispo de Girona entre 1160 y 1168.
Dintel con león devorando a una persona humana (Museu d'Art: M. Arqueo. Prov. Nº 2.452). El relieve, labrado en un bloque monolítico de piedra calcárea rectangular, mide 40 x 1,30 x 37,5cm. Únicamente aparece relieve figurado en el anverso de la pieza, el borde inferior y el reverso de la misma presentan contornos completamente lisos, mientras los bordes laterales y el borde superior de la pieza aparecen repicados y con un perfil ciertamente irregular. En el anverso, inscritas longitudinalmente ocupando el espacio disponible de la pieza entre el borde superior y el inferior, destacan del fondo liso, esculpidas con un importante volumen (20cm respecto al fondo). El león se dispone en horizontal orientado hacia la derecha sobre un personaje yacente, que parece femenino. Lo ase con las cuatro garras del león, mientras desgarra la cabeza humana.
La figura, totalmente inexpresiva, viste túnica larga, de pliegues lineales y ondulados desde la rodilla del personaje en la falda.
El artista se complace con los volúmenes redondos y la búsqueda de cierto realismo y detallismo en la representación de las figuras. La figura del león evidencia un importante dominio técnico junto a un claro conocimiento de los tipos convencionales usados en la representación anatómica en concreto, del animal, que presenta un relevante grado de detalle en el pelaje, compuesto por pequeños flecos ondulantes superpuestos que cubren desde las fauces del animal, todo su lomo hasta el inicio de la cola; esta, lisa y cilíndrica, se abre en flecos ondulantes y unidos de forma apuntada sobre el costado del animal.
El león, un animal completamente desconocido, pronto fue identificado por los conciudadanos como “lobo”. El popular relieve del “lobo”, dio nombre a la calle llamada en plena Edad Media calle “del Llop”, actual subida del Rei Martí. Este relieve habría sido emplazado en una de las fachadas de esta calle desde mediados del siglo XIV, como mínimo, pues es entonces cuando se menciona por primera vez la presencia de un vico vocato de Lupo en “capbreus” sobre el burgo de Sant Feliu de Girona y en el censo de los fuegos municipales de 1360, dónde se menciona concretamente un “carrer del Llop”.
Sabemos que, al menos, desde antes del año 1604 la pieza se encontraba reutilizada como dintel en una casa particular, “la nº 9“, de esta misma calle, pues en un documento firmado por el notario Miguel Masó se dice “sobre la puerta de la cual casa, o sea, en el dintel hay esculpido un lobo”. Icono de leyendas de la ciudad, este relieve aparece descrito en sucesivas crónicas y visitas del siglo XIX e inicios del XX, noticias en las que los cronistas ya perciben que la pieza usada como dintel, se encuentra desproporcionadamente baja respecto al nivel del suelo de la calle y por ello deducen acertadamente que el nivel del pavimento habría sido sucesiva y pronunciadamente realzado para evitar las dañinas inundaciones producidas por las subidas del caudal del Calligants.
Gerardo Boto, en su estudio del relieve en cuestión, intenta describir el posible itinerario que habría seguido la pieza desde principios del siglo XX cuando la casa en la que se encontraba utilizada como dintel, habría sido desmantelada. La fecha de ingreso del relieve en el Museo Arqueológico de Girona es muy posterior, como mínimo desde 1961, cuando el arqueólogo Oliva i Prat indica que la incorporación fue posible gracias a la Junta de Monumentos que pidió la devolución de la obra en cuestión al museo del Cau Ferrat (Sitges). Si creemos esta noticia, el pintor modernista Rusiñol, a inicios del siglo XX habría adquirido y trasladado el relieve a su residencia del Cau Ferrat, en Sitges, donde el pintor residió hasta 1920. El museo del Cau Ferrat no conserva ninguna fuente escrita o fotográfica que confirme tal noticia y por lo tanto, a día de hoy desconocemos cual fue ciertamente el itinerario que siguió la pieza hasta su ingreso al Museo Arqueológico de Girona en los 60.
Respecto al origen del relieve nos movemos también en el plano de la hipótesis, pues lo único que podemos certificar, apunta Gerardo Boto, es que la pieza no fue labrada para ornar el dintel de la puerta de la casa dónde se encontraba desde al menos mediados del XIV. Por su tipología la pieza sugiere un origen eclesiástico de la misma y su iconografía románica de lectura apotropaica encuentra analogías abundantes, con Sant Nicolás de Tudela, Ataiz, Sangüesa, Santa María de Covet o la catedral de la Seu d'Urgell. Aunque ello no excluye la presencia de leones en otras ubicaciones dentro de la misma fachada principal, como en Sant Pere de besalú. El citado autor, dado la buena labra del borde inferior no descarta la posibilidad que, tras la ubicación original de esta pieza en una portada o fachada, ya hubiera sido reutilizada como dintel de entrada de algún templo. boto, como anteriormente había apuntado Jordi Camps respecto la misma pieza, subraya las evidentes familiaridades estilísticas de esta pieza con algunos capiteles del claustro de la catedral de Girona, y considera que podría haber sido labrada por alguno de los talleres activos en el claustro durante el último cuarto del siglo XII. Respecto a la procedencia original de la pieza, el mismo autor recogiendo las hipótesis formuladas por Francesca Español al respecto, apunta que, en el caso de proceder de la sede, cabría proponer su ubicación custodiando el acceso al templo románico, que sabemos se levanta junto a la galilea a mediados del siglo XI y se desmantelan a mediados del XIV. Conocemos la existencia de una inscripción perteneciente al dintel de la puerta de la catedral románica cuya epigrafía, corresponde a finales del XII o inicios del XIII, datación propuesta mismamente para el león, que ubicada acompañando dicha inscripción, tendría una clara lectura apotropaica, además de penitencial, funerario y escatológico. Finalmente como argumenta Gerardo Boto, cabe suponer que el relieve en cuestión habría tenido en la misma fachada una segunda pieza con una representación similar y simétrica haciendo pendant con ésta, pues en todas las fachadas anteriormente mencionadas, además de las figuras evangélicas con leones de Leyre, prácticamente siempre aparecen dos leones custodiando el acceso, y en los casos en los que uno de ellos ha desaparecido se ha probado la presencia del segundo. Aún así, cabe dejar abierta, por su proximidad a Sant Feliu de Girona, que la pieza pueda proceder de su fachada, que sufrió grandes transformaciones también desde mediados del XIII.
Relieve procedente del c/del Llop (Museu d'Art: M. Arqueo. Prov., nº 27.004) Esta pieza, en estado fragmentario (31 x 61 x 12cm), ingresó en el museo en 1979. Se trata de una losa de arenisca, decorada con un relieve a base de entrelazados vegetales únicamente en el anverso: cuatro cintas estriadas o tallos tripartitos, que se dirigen del vértice de un extremo al opuesto, configurando una ancha trenza de cuatro cintas muy bien lograda.
Miguel Prat i Oliva propone que se trata de un posible montante de un cancel de altar, que, de acuerdo con las dataciones propuestas por el catálogo del Museu d'Art, habría sido labrado en el siglo X, sobre un bloque procedente de las canteras romanas del Puig d'en Roca, explotadas durante la construcción de las murallas de la ciudad. Xavier barral i Altet, aunque corrobora tal datación, deja abierta la posibilidad de un diferente uso.
Vincula la pieza con un fragmento de relieve encontrado en Sant Miguel de Cuixá. Como afirma Jordi Camps, el motivo fue muy utilizado durante la Antigüedad, abundante en la alta Edad Media y en el arte románico, así que su datación podría verse alterada si comparamos el presente relieve con ciertas piezas del siglo XI en las que aparece este mismo motivo labrado: unas impostas del Sant Pere de las Puel-les (Barcelona) y otras del interior de la catedral de Elna, aunque sigue apareciendo este motivo en conjuntos románicos como los de la catedral de Vic o el claustro de Tarragona, debemos situar esta pieza labrada en Girona entre el siglo X y el XI.
Relieve compuesto por tres piezas procedente del c/ del LLop (Museu d'Art: W. Arqueo Prov, nº 27.001, 27.002, 27.003). En total el relieve fragmentario conservado, de perfil rectangular mide 62 x 1 2cm. En el anverso un bajo relieve de lectura claramente eucarística, pues todo el ribete se ocupa por el trazo sinuoso de una vid. Está formado por un tallo dividido longitudinalmente en cuatro estrías que se doblan por pares, una hacia cada lado y al tocar la línea de suelo se enroscan en volutas. Sobre éstos y hacia cada lado salen dos cintas de tres tallos cada una. La cinta izquierda conserva trazas de un lazo ondulante que vuelve al centro de la composición.
El motivo de la vid aparece en el arte paleocristiano y visigodo (Quintanilla de las Viñas) y continúa usándose en la escultura románica en piezas como la cátedra de Carlomagno. Familiarizado con el relieve procedente del c/del Llop de Girona (M. Arqueo. Prov., n" 27.004), deberíamos fechar esta pieza entre los siglos X y XI.
Capiteles dei Hospital Nuevo o de Manta Caterina. El primer capitel (M. Arqueo. Prov., nº l 1.453) mide 37 x 33 x 25cm. Este capitel, procedente del documentado como Hospital Nuevo o de Santa Caterina, fundado en 1211 ingresó en el Md'A en 1979. La pieza se encontró encastada en uno de los muros del primer piso de dicho hospital.
Se trata de un capitel esquinero en el que se representaron cuatro figuras masculinas que se inscriben y se adaptan simétricamente a los espacios generados por el entrelazado de finos tallos perlados. Los personajes aparecen agachados, espalda contra espalda, agarrándose al tallo que tienen en frente, aunque vuelven la cabeza hacia el espectador. Dos pinas similares y alargadas rellenan los espacios romboidales generados por los tallos perlados en el centro del registro inferior de cada cara. Los cuatro personajes visten túnica corta y de manga larga, estriada y ceñida sobre el abdomen.
El segundo capitel de ángulo (M. Arqueo. Prov. n" 1 .852) mide 25 x 32 x 24cm., con el mismo ingreso en el mismo museo, de procedencia desconocida, aunque estilística y compositivamente pertenece al mismo lugar que el capitel anterior. Presenta idénticas medidas y decoración, con una composición simétrica con otros cuatro personajes humanos vestidos con túnica corta, de perfil inscritos en el espacio libre entre los entrelazados vegetales perlados. Jordi Camps considera que proceden de la desaparecida portada románica del hospital.
La composición, claramente simétrica en ambos capiteles, se basa técnicamente en un relieve bastante plano que se destaca del fondo. En algunos casos, se aprecian calados entre las cintas y el fondo, sobre todo en la parte inferior. El resultado final de ambas piezas es bastante rudimentario. Como anota Jordi Camps, las cabezas en algunos casos aparecen unidas al tallo superior, desconectadas del cuerpo, evidencia de la limitación técnica del escultor. Con todo, las figuras humanas remiten al tercer taller de la Dorada. Aunque esta composición no se prodiga en los conjuntos gerundenses, encontramos composiciones similares en dos capiteles de la cabecera de Sant Feliu.
Estos motivos y composiciones, en cambio, aparecen realizados con una calidad técnica muy superior en la Cataluña Nueva, ya en el siglo Xlll, como en el claustro de la sede de Lleida y en dos capiteles de la galería septentrional del claustro catedralicio de Tarragona.

Relieve de Sant Martí Sacosta (MD, nº 50) Mide 33 x 39 x 10cm. Placa de alabastro de perfil casi cuadrangular presenta una interesante inscripción funeraria en su reverso, mientras su anverso muestra un bajo relieve de motivos vegetales distribuidos como una gran roseta circular. Los restos de decoración que aparecen en el lateral derecho del anverso insinúan una segunda roseta, indicio de que en origen esta pieza habría sido de mayor tamaño. Como lápida fue Callada en Sant Martí Sacosta en 1943, encastada en un ángulo del claustro románico del antiguo monasterio (actual Seminario Conciliar de Girona).
Según hipótesis de Pere de Palol, podría tratarse de los restos fragmentarios de un cancel de altar cuya decoración biselada habría consistido en una gran flor de pétalos triangulares central acompañada por dos rosetas de menor tamaño a cada lado, una de ellas sería la conservada en el anverso de esta placa. Según afirma Palol y corrobora Camps, la pieza corresponde al siglo VII, con una clara influencia emeritense y toledana, como las placas procedentes de Santa María del Camí (Garriga) y el fragmento de cancela de altar de Sant Cugat del Vallés. La de Sant Martí Sacosta, presenta los mismos “husos” o almendras estriadas generados por círculos secantes que aparecen en las rosetas de Quintanilla de las Vinas.
En el reverso de la pieza se halla la inscripción, escrita en un latín muy pobre, fechada entre finales del siglo IX e inicios del X. Se trata de letras capitales muy bastas e irregulares que se ordenan en siete renglones un tanto irregulares. En ella se lee, según transcripción y traducción del Museu d'Art de Girona: CESPITE SUB DURO CUBAT/ TEUDUS UBI IACEBAT/ II HONORI SANTI MARTINI/NULLUS HOMO NON ABEO LI/CENCIA IBI IACERE NISI POSTE/RITAS M[EA] ET SI FE[CER] IT IRA/D[E]I INCURA[T] SU[PE] R ILLUT.
Traducido Como: “Teudis descansa Sobre lo tierra dura donde estaba enterrado en honor de han Martin. Ningún hombre tiene licencia para ser enterrado aquí si no es mi descendencia, y si alguien lo hiciera, la ira de Dios caiga sobre él'.
Cabe notar, finalmente que la pieza encuentra paralelismos con otras piezas ubicadas en la misma ciudad de Girona. La inscripción empieza igual que la lápida sepulcral del obispo Servusdei integrada en los muros del presbiterio de Sant Feliu de Girona. El motivo decorativo, tardoantiguo u altomedieval, aparece en las impostas del interior de San Daniel, que decoran los arcos del crucero.

 
Catedral de Santa Maria
Sede de un obispado documentado desde inicios del siglo VI pero con una comunidad cristiana inequívocamente atestada a principios del IV, la antigua ciudad de Girona se encuentra en un punto estratégico en el que confluyen los cursos de cuatro ríos (Ter, Onyar, Güell y Calligants) y los extremos de dos cadenas montañosas del Noreste catalán (la Serralada Transversal, que se adentra hacia el Oeste, y el macizo de las Gavarres, Que por el Este cae sobre la Costa brava). Por el emplazamiento de la ciudad, entre la colina en la Que se encarama el casco antiguo y los cursos fluviales, tuvo que circular encajonado el camino que un unía las regiones llanas del Ampurdán (al Norte) y de la Selva (al Sur) y, más allá, los Pirineos con Barcelona; un tramo, en definitiva, del corredor mediterráneo Que los antiguos llamaron dia Augusta y Que, entre 80 y 70 a.C, en el contexto de las Guerras Civiles, se estimó conveniente fortificar con una ciudad provista de murallas, reformadas por cierto a lo largo de los siglos y hoy razonablemente conservadas
La actual catedral de Santa Maria, emplazada dentro del perímetro urbano y sobre la zona religiosa del antiguo foro romano, es hoy una construcción ejecutada entre los siglos XIV y XVIII, con adiciones del siglo XX. Su antecesora románica, que aquí nos ocupa, desapareció casi en su totalidad al tiempo que se construía el edificio hoy existente, aunque se conservan de ella el claustro de fines del siglo XII y una de las torres-campanario del edificio del siglo Xl, popularmente llamada “de Carlomagno”. Podemos sin embargo reconstruir la iglesia con cierto detalle gracias a sondeos arqueológicos llevados a cabo en varios momentos entre 1998 y 2004 y a la relectura o identificación de numerosas referencias documentales.
Nada sabemos de la catedral del siglo X, pero está claro que las obras de un nuevo edificio debieron iniciarse en el solar actual a partir de 1010, cuando Pere Roger, hermano de la condesa Ermessenda de Girona-Barcelona, llegó al solio episcopal. Nos lo revela un documento de 1015 en el que el obispo concede posesiones a los condes a cambio de las cien uncias de oro entonces ya empleadas in ipsis parietibus faciendis et in ipsa coopercione ecclesie iamdicte. Veintitrés años más tarde, el 21 de septiembre de 1038, se llevaba a cabo la dedicación del edificio, sin duda aún no completado: el acta refleja posibles problemas de financiación y además confiesa que, vista la edad avanzada del obispo Pere, se decidió celebrar sin más dilaciones la ceremonia prius quam mors inprovisa occideret. Aun así, en ese momento debieron de estar ya definidas por completo las características esenciales del edificio, al menos en planta. En cuanto a las construcciones canonicales emplazadas al Norte, en el espacio del actual claustro, las obras pudieron iniciarse a partir de la dotación de la canónica en 1019; durante las décadas de 1050 y 1060 varias noticias delatan la terminación o el funcionamiento normalizado de las oficinas principales (sala capitular, dormitorio, refectorio y cilla). hacia 1080 se continuaba la construcción de un campanario, según todos los indicios el que hoy se conserva. A principios del siglo XII las obras continuaban en varios sectores: probablemente se completaban las cubiertas en bóveda de la iglesia y seguramente, como veremos más tarde, se terminaba el extremo occidental del edificio. En el claustro, las célebres galerías esculpidas fueron añadidas al patio delimitado por las antiguas oficinas entre 1180 y 1190. Finalmente, en 1312 el cabildo acordó sustituir la cabecera románica por otra a la moda del tiempo, que pudiera responder mejor al creciente número de beneficios fundados en la iglesia. Ese fue el inicio de una reconstrucción completa, el cabildo decidió en 1345 sustituir también el resto de la iglesia, cuyo proyecto de nave única con cuatro crujías, discutido en dos famosas reuniones de arquitectos celebradas en 1386 y 1416- 1 7, solamente se terminó hacia 1600. Los últimos restos del edificio románico fueron destruidos un siglo más tarde, según el ritmo de construcción de la nueva fachada barroca.
Los sondeos arqueológicos revelaron que la forma del templo románico había sido determinada por el aprovechamiento de las subestructuras romanas (probablemente del siglo I d.C.), un conjunto reticular de muros construidos con sillares de piedra arenisca y dispuestos para obtener una terraza regular en la que instalar el antiguo templo del culto oficial, desde la terraza superior, una escalinata antecesora de la actual descendía por Poniente hasta el recinto civil del foro, la actual plaza de la Catedral. Dicha estructura topográfica no se modificó, en lo esencial, con el planteamiento de la nueva iglesia románica; la escalinata antigua, por ejemplo, aunque modificada e invadida en sus dos costados por numerosas casas, pervivió   hasta   que   fue   sustituída   por   la   actual   en   el   siglo   XVII. Sin que consten otros indicios materiales de época tardoantigua o altomedieval, la catedral románica fue construída directamente sobre esta subestructura, aprovechando como cimientos los dos principales muros romanos paralelos en sentido Este-Oeste y otros dos que, en el extremo de Poniente, discurrían en sentido Norte-Sur limitando la terraza. El edificio fue configurado como una iglesia de nave única, de unos 11m de anchura (dimensión determinada, a grandes rasgos, por la separación entre los muros de la subestructura) y cubierta con una bóveda de cañón que se elevaba hasta casi 20m de altura. Al Este — I extremo que menos pudo ser explorado en los sondeos— el edificio quedaba coronado por un transepto de brazos poco sobresalientes, de unos 22 m de anchura total, que precedía a un tramo presbiteral probablemente profundo y terminado en ábside semicircular, en el que se encontraba el altar mayor y la cátedra episcopal. Sin embargo, las fuentes textuales y litúrgicas permiten deducir que además del altar mayor, dedicado a santa María, la titular del templo, el transepto albergó cuatro altares más, dedicados a los santos Andrés, Anastasia (brazo norte), Miguel y Juan (brazo sur). Las dos últimas dedicaciones ya se hallaban, como altares secundarios, en la iglesia anterior, aunque no sepamos cuál pudo ser su estructura.

Vista general 

Vista de la fachada occidental 

Adosada al brazo norte del transepto se construyó la torre todavía hoy existente, perteneciente al grupo de campanarios catalanes de inspiración noritaliana construidos en el contexto de la primera arquitectura románica. Con sus 36,5 m de altura, consta de siete pisos de planta casi cuadrada (unos 9 x 8 m), el último de los cuales fue restituído en las restauraciones del siglo XX. un testamento de 1078 con una deja destinada ad cooperiendum clocarium novum podría tener relación con el cambio de fábrica a nivel del tercer piso. Por su solidez estructural, conveniente al proyecto gótico de nave única, y quizás también por su calidad estética, esta torre no fue demolida sinó que entre fines del siglo XIV e inicios del XV quedó incorporada a la nueva obra, que cubrió sus muros sur y oeste. Las fuentes permiten deducir que, en su primer piso, accesible de algún modo desde el brazo norte de la iglesia, se instaló un altar dedicado a San Benito.
Aprovechando el desnivel natural del terreno, descendiente hacia el Oeste, el diseño original del edificio incorporaba un potente macizo dispuesto en planta a modo de transepto occidental. Su nivel inferior, consistente en un pórtico denominado "Galilea" en la documentación, fue el sector que las excavaciones arqueológicas pudieron documentar mejor. Se trataba de un espacio rectangular de unos 11 x 9 m, a un metro y medio por debajo de la cota de circulación de la nave. En sus muros perimetrales, trazas de arcosolios delataban un uso funerario bien atestado: en los dos arcos principales, según las fuentes, se hallaron los sepulcros de Ermessenda de Carcassona (+1058) y de su bisnieto Ramon Berenguer II (+1082), trasladados al interior del edificio gótico en 1385.
No sabemos nada de su portal de Poniente, el acceso principal a la iglesia desde la escalinata occidental; una vez en la Galilea, un corto tramo de escaleras conducía a la nave de la iglesia mediante un segundo portal flánqueado por dos semicolumnas y, sin duda, complementado con otras decoraciones hoy perdidas. Sobre esta Galilea existió, según las fuentes, una capilla en alto dedicada al Santo Sepulcro (altar documentado en 1057) o a la Santa Cruz; el espacio, que fue seguramente completado a inicios del siglo XII, debió de comunicar con la nave de la iglesia mediante una ventana o acaso una tribuna.
A ambos lados de este edificio central hubo dos cuerpos de planta casi cuadrada (9 x 8 m), de los que se localizaron los cimientos y las puertas de comunicación con el pórtico inferior. El cuerpo meridional fue un campanario (llamado cloquer vell en las fuentes) que a juzgar por los escasos restos arqueológicos detectados debió presentar un aspecto muy parecido al de la torre conservada. La cámara norte, donde la documentación sitúa el baptisterio catedralicio, posiblemente no desarrolló su altura más allá que la del cuerpo central. En resumen, la catedral del siglo XI contó con un macizo occidental de estructura tripartita —configurando probablemente una fachada de planteamiento harmónico, aunque no con alzado simétrico— y que incluyó un importante dispositivo litúrgico, en la tradición de los Westwerke simplificados de su tiempo en ámbito otoniano y, particularmente, borgoñón.

En lo constructivo, y por lo tanto en lo que respecta a posibles filiaciones técnicas y estilísticas del edificio, el punto de partida obligado —aunque no el único, como veremos— es el campanario conservado y anteriormente descrito. Los aparejos principales se construyeron a base de sillarejo de caliza numulítica (la llamada "piedra de Girona", procedente del subsuelo de la propia ciudad, de tonalidad grisácea o anulada), dispuestos en hiladas regulares. En dicha torre se observa también el empleo de otros materiales. La piedra volcánica negra, Que puede hallarse a unos 10 km al Oeste de la ciudad, se usó para configurar puntualmente las hiladas de engranaje en lo alto de cada nivel, así como para subrayar los frisos de arquillos ciegos en los pisos quinto y sexto. Otro material pétreo, una arenisca de tonalidades doradas, procedente de solo unos 5 km también hacia Poniente, se usó para construir, a base de sillares de mayores dimensiones, el zócalo, las esquinas y las lesenas de la torre hasta la mitad de su tercer nivel.
Los sondeos arqueológicos permitieron documentar una similar combinación de materiales y técnicas en los puntos de la iglesia explorables: sillarejo de caliza en el extremo occidental de los muros Norte y Sur de la nave, muros exteriores de la Galilea y de los cuerpos laterales del macizo occidental; y sillares de arenisca en el zócalo y revestimiento mural interior de la Galilea, así como en los fragmentos de lesena central detectados en los muros orientales de ambos cuerpos laterales del pórtico. La detección de los mismos materiales y características en puntos alejados del edificio (por ejemplo, en los dos campanarios al Norte y al Oeste), además de otras consideraciones de tipo metrológico, son testigos adicionales de una implantación unitaria del edificio dentro de las primeras décadas del siglo XI, a pesar de que la resolución en alzado de varias de sus partes pudiera prolongarse hasta el siglo siguiente. El uso de ambos materiales en el caso de Girona se explica fácilmente, en primer término, por la disponibilidad de los mismos. la piedra caliza se encuentra en el subsuelo urbano, mientras que la arenisca se hallaba ya en el solar de la catedral, al haber sido empleada en las estructuras de época romana, no solo en el conjunto foral sino también en las partes de la muralla reconstruías en el siglo III d.C.
En el fondo lapidario de la catedral se conservan una serie de bloques esculpidos, también de piedra arenisca, vinculables a la decoración escultórica del edificio. Algunos de ellos son fragmentos de capiteles monumentales decorados con palmetas y entrelazos, similares a los que, en cronologías de la primera mitad del siglo XI, pueden hallarse en monumentos de Auvernia y el Languedoc y hasta el Ampurdán (Le Puy, Conques, Sant Pere de Rodes). Otras piezas, más originales, muestran motivos directamente inspirados en el léxico de las cornisas clásicas (ovas y flechas, toros y escocias, ménsulas de acanto, casetones...), aunque con variada sintaxis, como sucede en la escultura arquitectónica provenzal antiquizante del siglo XII. Los paralelos más cercanos (y casi los únicos) a estos últimos bloques son dos impostas de materia y motivos análogos conservadas in situ en el absidiolo Norte de la vecina iglesia de Sant Daniel de Girona, promovida por la propia condesa Ermessenda a partir de 1018. Como la piedra arenisca procedía de las estructuras preexistentes en el mismo solar, no es imposible que los escultores del proyecto del siglo XI se inspiraran en restos escultóricos de los antiguos edificios romanos. En cualquier caso, los paralelos claros tanto para los fragmentos de capiteles (Conques, Rodes) como para las impostas (Sant Daniel) permiten orientar una datación del conjunto escultórico dentro del tercio central del siglo XI, conveniente al contexto del resto de la construcción y también a las noticias documentales-
Por todo ello, es plausible imaginar que el edificio en su conjunto pudo adscribirse a lo que Puig y Cadafalch denominó “primer arte románico” en cuanto a la construcción con sillarejo y a la epidermis mural (“bandas lombardas”, lesenas, resaltes, frisos de arquillos ciegos, hiladas con dientes de engranaje, oberturas geminadas), aunque sin renunciar a una cierta diferenciación de materiales, relacionada con un planteamiento estructural y decorativo que reservaba el sillarejo de caliza para los muros y los grandes sillares de arenisca para los refuerzos estructurales y la escultura monumental. Estructuras de este tipo, que Joan-Albert Adell comparó con el antiguo opus africanum, se hallan especialmente en otros edificios contemporáneos del Ampurdán y del Rosellón (Sant Genís de Fontanes, Sant Andreu de Sureda o Sant Pere de Rodes). La combinación de grandes capiteles y de impostas parece ser indicio de un sistema de apoyos interiores con pilares, columnas adosadas y arcuaciones en el plano interior de los muros de la nave que permitirían una mejor distribución de las cargas de la bóveda, como se observa particularmente en la iglesia citada de Sureda, con una nave única y similar horizonte cronológico. De hecho, otros indicios permiten suponer el uso de un sistema semejante en la catedral de Vic, contemporánea de la de Girona y también desaparecida.
La comparación con la catedral románica de Vic resulta ilustrativa a muchos niveles para situar a la catedral de Girona en el contexto de las creaciones arquitectónicas del siglo XI en Catalunya. En primer lugar, ambas iglesias (dedicadas, por cierto, en el mismo año 1038, con tres semanas de diferencia) fueron edificios monumentales para los que se escogió un diseño de nave única de unos 11 m de anchura. Ello contradice una visión —implícita en la obra de Puig i Cadafalch— según la cual los proyectos más prestigiosos se vinculan casi automáticamente con plantas basilicales, mientras que la nave única se convierte en la opción natural y económica para iglesias pequeñas o medianas, sin tener suficientemente en cuenta su presencia en edificios de prestigio en contextos europeos contemporáneos, como por ejemplo San Pantaleón de Colonia o, sin ir más lejos, la antigua catedral de Narbona, a la sazón iglesia metropolitana de las sedes catalanas. Ambos diseños presentaban otras similaridades significativas poseyeron un campanario adosado al brazo norte del transepto (conservado en ambos casos) con un altar en el primer piso y una cabecera con cinco altares en batería. A diferencia de Girona, que situaba su séptimo altar en el potente macizo occidental, VIC —que carecía de un tal dispositivo— añadía otro altar en una cripta situada bajo el altar mayor, estructura a su vez ausente en Girona. A pesar de ello, la gran similitud en la lista de dedicaciones de los altares (con solo dos diferencias: a Andrés y Anastasia en Girona correspondían Pedro y Félix en Vic) y determinadas prácticas conservadas en las respectivas consuetas bajomedievales (funciones particulares de los antiguos altares, desarrollo de la liturgia estacional dentro del edificio, atribuciones simbólicas de los títulos —individualmente y como sistema) atestan que ambos proyectos fueron fruto de una íntima y cuidada interacción entre el pensamiento arquitectónico y el litúrgico al servicio de un mismo planteamiento intelectual.

Sección transversal del claustro y de la torre

Sección transversal mirando al Este 

En este sentido, resulta significativo que ambos edificios puedan ser vinculados al entorno de una misma persona: Oliba de Cerdanya, abad de Ripoll y de Cuixá cuando se planteó la catedral de Girona (1010) y, años más tarde (1018), el obispo que promovió la reconstrucción de la catedral de Vic. Nada tendría de extraño que la condesa Ermessenda, hermana del obispo Pere de Girona y promotora como él de la nueva catedral gerundense, recurriera a Ripoll, el monasterio de mayor prestigio intelectual en los condados catalanes desde el siglo X —y cuyo abad, Oliba, se mantuvo siempre en su círculo de consejeros íntimos—, para concebir el nuevo edificio, y que el diseño resultante fuera reutilizado por el propio Oliba o por su entorno para renovar la catedral vicense. Adicionalmente, lo que sabemos del macizo occidental de la catedral de Girona halla un claro paralelo estructural -y probablemente también litúrgico- precisamente en las estructuras de Poniente de la iglesia de Santa Maria de Ripoll, dedicada por Oliba en 1032 y que pudo haber sido planteada por él mismo desde 1008. La catedral de Girona, pues, pudo ser el primer lugar en el que Oliba y su círculo intelectual y político reflexionaron sobre las características arquitectónicas y litúrgicas adecuadas para una iglesia catedral en la Catalunya de inicios del siglo XI.
Obviamente, con el paso del tiempo la catedral de Girona vio cómo se renovaban algunas de sus decoraciones escultóricas, de las que sin embargo tenemos pocas noticias. En el mismo fondo lapidario de la catedral se conservan numerosos restos escultóricos datables entre los siglos XII y XIII. Entre ellos destacan un dintel con inscripción versificada (IANUA SUM VITE PER ME GAUDENDO VENITE / AD REC•NUM CELI SULU SUM CLAUSA FIDELI) y una serie de capiteles y otros fragmentos que corresponden a la decoración de al menos dos portales, que pudieron hallarse en el área de comunicación entre iglesia y claustro o bien pudieron ser el fruto de la decoración y actualización de los accesos principales de la catedral, la Galilea al Oeste y la antecesora de la moderna “puerta de los Apóstoles” al Sur, enfocada al centro urbano. Uno de los relieves más conocidos, exhibido en el Tesoro Catedralicio, muestra una escena sintética del Apocalipsis (la Ramera compartiendo una copa con un Rey y, a continuación, montada sobre la bestia de siete cabezas) claramente dependiente del códice del beato, presente en la catedral desde 1078, aunque no existan certezas al respecto, su hallazgo en un sector de las bóvedas góticas en proceso de construcción cuando se iban desmantelando las últimas estructuras románicas permite imaginar a este relieve sito originalmente en las estructuras occidentales de recepción. También se conservan restos de un cancel decorado con cintas, flores y aves dentro de entrelazos de diseño circular, un motivo con abundantes paralelos textiles, otros fragmentos menores permitirían añadir a esta disposición otros círculos conteniendo cuadrúpedos o figuras humanas. Es verosímil creer que estos elementos de mobiliario pétreo pudieron relacionarse con un cierre coral, acaso debido a una ampliación de la estructura, que algunos indicios tanto documentales como estilísticos aconsejarían datar hacia 1130- 1140.

Ara del altar mayor
El ara que preside el presbiterio de la catedral es una muy notable pieza de mármol blanco sutilmente veteado de gris y esculpida a bisel, de 205 cm de largo por 130 de ancho y 15 de grosor. El espacio central de la mesa, liso, está limitado por una media escocia que precede al registro decorativo principal, de aspecto lobulado, es decir, en el que se esculpieron treinta y dos arcos ligeramente ultrapasados (diez en cada lado largo, cuatro en cada uno de los cortos y cuatro más en los ángulos, estos últimos de tres cuartos de círculo). En las enjutas de los arcos se esculpieron en relieve motivos vegetales y de entrelazos, dispuestos en parejas afrontadas de un lado a otro de la mesa. hacia el exterior, una media caña lisa con un motivo intermitente de hojas o escamas, creando un elegante efecto de entorchado, y una escocia completa preceden a un último registro en el que se talló a bisel una estrecha cinta de romboides y perlas En su grosor, el ara se muestra también esculpida en forma de cornisa. Esta ara es el único elemento estructural conservado del antiguo altar románico. Al ser reinstalada, en 1347, en el nuevo presbiterio gótico, pasó a sustentarse sobre un pie construido de bloques de caliza, al Que, en 1939, al ser reconciliado el edificio y examinado el altar, se añadieron placas de mármol esculpidas con motivos neogóticos, obra del escultor gerundense Carrera. Todo el altar fue desmontado en el año 1997 en previsión de una reforma del presbiterio. El proyecto, sin embargo, no fue ejecutado hasta el año 2010, momento en el que el altar fue desplazado hacia el tramo siguiente por el Oeste, donde el ara quedó instalada sobre un nuevo pie metálico que contiene las antiguas reliquias.
El ara de Girona forma parte de un conocido grupo de mesas de altar esculpidas en mármol cuyo motivo más característico son los motivos semicirculares perimetrales (las llamadas tables d'autel á lobes, conservadas en varias iglesias del Midi y de la antigua Marca Hispánica: Empúries, la Seu d'Urgell, Arles del Tec, Elna, Sureda, Quarante, Toulouse, Rodez, Sauvian, Capestang y hasta Limoges y Cluny) y encabezadas al parecer por la que fue el ara del altar mayor de la catedral metropolitana de Narbona, datable en 890. Deschamps 1925), Durliat 1966) o Ponsich (1982), entre otros, estudiaron este grupo de objetos y lo vincularon a talleres de escultores localizados en la Narbonense —y, específicamente, alrededor de la sede metropolitana— versados en el trabajo del mármol, a menudo aprovechando materiales de la Antigüedad, y activos entre finales del siglo IX y finales del siglo XI, tomando como extremos de la serie la citada mesa de Narbona y la de Bernard Gilduin en Saint-Sernin de Toulouse, fechada en 1096. Del mismo modo, una composición y resolución semejante se observa en los restos de una puerta-marco datable en el siglo XI y procedente de la antigua iglesia de Sant Joan el Vell Perpignan, de modo que dichos talleres pudieron adaptarse a encargos de otro tipo. Se han estudiado restos o indicios de portales decorados de modo parecido en Sant Pere de Rodes y en la propia catedral de Girona, aunque aquí en cronologías algo más avanzadas.

Vista del interior 

Ya a partir de Deschamps, suele invocarse como fuente para esta original y elegante decoración lobulada a una serie de altares tardoantiguos, circulares o en forma de sigma, vinculados con el Oriente cristiano y, más específicamente, sirio. Sin embargo, motivos semicirculares parecidos pueden encontrarse también en la escultura aquitana altomedieval. De hecho, quizás no resulte necesario, en términos generales, invocar una tan grande lejanía geográfica y cronológica para explicar la presencia de un motivo conceptualmente sencillo y de gran efectividad. No sin razón se han señalado también vínculos muy verosímiles con la talla de marfiles y la miniatura de manuscritos, soportes que por otra parte resultan de más fácil circulación. El propio Durliat subrayó la similitud de algunos de los motivos presentes en los altares con los que decoran una placa de marfil conservada en la catedral de Narbona y datable en el siglo IX, dando una clave posible para el origen del grupo. Por otro lado, desde el punto de vista de un hipotético significado e incluso funcionalidad remota de los lóbulos, Palol (1990) tuvo en cuenta la deposición de los dones sobre el altar desde los tiempos paleocristianos y la importancia renovada de la Eucaristía en contexto carolingio para proponer una orientación simbólica acorde, acaso difuminada con el tiempo; una sugerente hipótesis que, sin embargo, a nuestro juicio debería poderse contrastar con otros datos litúrgicos o literarios para ser considerada determinante.
Con toda verosimilitud el ara fue encargada para presidir la catedral románica dedicada el 21 de septiembre de 1038. Si la pieza es extraordinaria, no lo es que fuera destinada a Girona, ciudad que no solamente se halla cerca —incluso dentro— del ámbito geográfico señalado para esta serie de objetos, sino que pertenece (como toda la diócesis) a la provincia eclesiástica narbonense, cuyo metropolitano presidió además la ceremonia de consagración; también para acotar mejor la presencia de tal objeto, Molina destacó con tino que los dos hermanos promotores de la obra, la condesa Ermessenda y el obispo Pere, eran hijos del vizconde Roger de Carcasona y por lo tanto mejor conectados, si cabe, con la zona en la que los magnates se proveyeron habitualmente de tales obras. Como era costumbre —y así se observa en muchos objetos parecidos— varios de los participantes en la celebración inscribieron sus nombres en el ara. La mayoría, por desgracia, es hoy ilegible; solamente existe constancia del Seniofredus Iavita que pudo leer S. Alavedra y de un Petrus episcopus, correspondiente sin duda al obispo promotor, que ya vio Palol y que todavía hoy es identificable. Sin duda, la elección de un mueble de tales características se inscribe en la voluntad de dotar a la nueva sede de un conjunto de mobiliario litúrgico de calidad y prestigio, del que muy probablemente formaron parte la cátedra episcopal llamada Cadira de Carlemany (con una escultura de evidentes vinculaciones con el ara, particularmente en los relieves laterales) y también un evangeliario (ACG ms. 2) cuyas cubiertas de madera de cedro, probablemente recubiertas en tiempos de acabados policromados y dorados, muestran a su vez contactos con la escultura de ara y trono a partir de evidentes ecos eborarios. Sin embargo, el más vistoso de estos elementos de mobiliario litúrgico, por desgracia no conservado, fue un magnífico frontal de oro, pedrería y esmaltes con treinta y dos escenas de la vida de Cristo alrededor de una imagen central de la Virgen con el Niño. Fue saqueado durante la ocupación napoleónica de Girona, pero afortunadamente pudo ser visto antes de su destrucción por Roig y Jalpí (1678) y por el padre Villanueva (1806), con cuyas descripciones se ha podido reconstruir su aspecto. El mueble había sido promovido por la propia Ermessenda, quien dio la nada despreciable suma de trescientas onzas de oro ad auream construendam tabulam el mismo día de la dedicación, pero fue en realidad completado por su nuera la condesa Guisla de Lluçá (+ d. 1079), quien según las descripciones se hizo representar arrodillada a los pies de la Virgen acompañada de la inscripción Gisla comitissa me fieri iussit. Se conservan en el Tesoro Catedralicio los dos únicos elementos relacionables con este formidable frontal desaparecido y que originalmente formaron parte de sendos anillos: un sello en cornalina con la inscripción árabe “Único por tus dones y justo por tus decretos, aumenta mi fortuna por la mañana y por la tarde“, tradicionalmente atribuído a Guisla de Lluçá (pero que pudo haber pertenecido también, por ejemplo, al propio Pere Roger, como propuso Aurell) y otro en calcedonia nada más y nada menos que de la propia Ermessenda, como demuestra la presencia de su nombre escrito en latín y en árabe, en negativo.

Lipsanotecas
En el año 1997 se desmontó el altar mayor de la catedral de Girona ante la perspectiva de una reforma del presbiterio que no se ejecutó hasta 2010. En el curso de esta exploración se detectó, bajo el ara de mármol y dentro del pie del altar, una notable lipsanoteca. Consiste en dos semiesferas o cuencos de plata de unos 20 cm de diámetro, con la superficie exterior completamente lisa, encajados el uno con el otro y con las reliquias en su interior, y fijados a una tabla lígnea tallada en forma de cruz. La tabla se inserta perfectamente en una cavidad cruciforme excavada en un bloque de piedra arenisca que actúa como sepulchrum del altar propiamente dicho. Dentro de dicha cavidad, además de los cuencos fijados a la tabla, se halló también una pequeña ampolla de cristal con restos de un líquido blanquecino.
En lo fundamental, estos elementos tienen que corresponder al depósito llevado a cabo en el momento de instalar el ara mayor de mármol y consagrar la nueva catedral, el 21 de septiembre de 1038. Aunque el depósito de reliquias del altar mayor fue alterado al menos en dos ocasiones posteriores, en 1 347 — cuando se consagró la nueva capilla mayor gótica— y en 1939 —al ser reconciliada la iglesia por el obispo José Cartañà después de la Guerra Civil—, los documentos relativos a la primera de estas dos ocasiones certifican que el contenido, en ese momento, era el mismo que hemos descrito. u acta de reconocimiento de las reliquias lechada a 2 de febrero de 1347 narra que se halló (...) in medio tumuli dicti altaris quandam scutellam argenteam cum cohopertorio argenteo cohopertam, sub quodam tegmine fusteo et bitumine seu cemento, in quo, diversorum Sigillorum impressiones multe liquide aparebant, reconditam invenerunt (.. ) ac eciam )justa dictam scutellam quandam ampullam vitream in qua de quodam liquore quasi albo existebat ( . ), todo ello se repuso en el altar integre et absque diminutione, asegurándose con un nuevo sello del Cabildo. En 1939 se repitió la operación: se observaron perfectamente tanto la scutella argentea como el pequeño vaso de cristal y se repuso un nuevo sello capitular, esta vez de lacre y dispuesto sobre el cruce de dos cintas de raso de seda púrpura con las que se envolvió a los cuencos imbricados. Probablemente en 1939 se bruñeron o limpiaron los cuencos, relucientes aún en 1997; acaso también entonces se fijaron éstos a la plancha cruciforme de madera, que quizás también fue sustituída. Pero a pesar de ello puede observarse que el conjunto se ha mantenido inalterado en lo esencial durante casi mil años.
En 1997 el Cabildo decidió no separar los cuencos para examinar de nuevo las reliquias que contienen; desde 2010, el conjunto reposa por lo tanto intacto en el interior del nuevo pie de altar. Sin embargo, pese a la ausencia de exploraciones recientes, la documentación de 1347 que ya hemos citado, transcrita por Villanueva y Fita, nos da un testimonio muy exacto del contenido de la lipsanoteca. Dentro de los cuencos había ( . ) plurime et diverse reliquie et frustra parvorum lapillorum et quedam parva crux cum laminibus argenteis munita et cohoperta ( . ); el último elemento es sin duda un lipnum crucis, acaso en un estuche de procedencia oriental. En cuanto al resto de elementos, en 1347 se identificó y transcribió también la auténtica que acompañaba al conjunto (una cedula papirea ex sui materia antiquissima, probablemente pues un fragmento de pergamino redactado en 1038), gracias a lo cual podemos hacernos una idea muy detallada del contenido de los cuencos. El conjunto de reliquias, perfectamente correspondiente a un contexto del siglo XI, incluye varias evocadoras de los Santos Lugares (fragmentos de piedra del lugar de la Encarnación, de la Natividad, de la Transfiguración o de la Ascensión) así como otras cristológicas y mariológicas (de la Cruz —cuya theca ya vimos que describieron los inspectores—, pero también del pesebre, del pan de la Cena, de la túnica o incluso de los pelos de la barba de Cristo; en cuanto a María, restos de sus cabellos, camisa, túnica y sepulcro), además de las de una multitud de santos.

Vista del presbiterio y altar mayor 

A parte de la lipsanoteca del altar mayor, se conserva un pequeño grupo de recipientes de idéntico uso procedentes de la catedral, aunque no se sabe con exactitud de qué altares. La más antigua -y vinculable con más seguridad a un contexto románico- se custodia en el Museo Diocesano y consiste en un recipiente de cristal translúcido, blanquecino con reflejos verdosos, de forma vagamente bicónica con tres asas en el hombro y borde exvasado, de 7,5 cm de altura por 7,8 de diámetro, probablemente fue una lámpara de altar, apta para ser sostenida en una corona de luz o dispositivo similar, más tarde aprovechada como lipsanoteca, aunque desconocemos su contenido. Pertenecientes también al fondo del Museo Diocesano desde 1947, aunque hoy depositadas y exhibidas en el Tesoro Catedralicio, se conservan cuatro lipsanotecas más en madera torneada. Tres de ellas, a pesar de sus diferentes proporciones (6,5 x 4 cm, 6 x 4 cm, 5,5 x 8 cm), resultan muy semejantes al consistir en cilindros pulidos, ornados con simples acanaladuras. La primera de las tres lleva una inscripción en su superficie, con caracteres góticos minúsculos, de carácter autoreferencial Hic sunt diversae reíiquiae prout intus scripts) Se han datado en el siglo XIII o XIV y por lo tanto no se puede asegurar que pertenecieran a alguno de los altares románicos del templo; la fecha de ingreso, en todo caso, permite pensar que fueron extraídas a medida que se renovaron los altares después de la Guerra Civil. La cuarta lipsanoteca exhibida en el Tesoro, también de manera torneada y de 6 por 4,5 cm, presenta un mayor interés al ser de forma globular con acanaladura central y tapadera pinacular culminada con una pequeña esfera.
Aunque haya sido datada en la misma franja cronológica, su parecido formal con el ungüentario de marfil del Museo Diocesano de Urgell permitiría suponer una mayor antigüedad.

Claustro de la catedral de Girona
Las galerías claustrales se levantaron en el último cuarto del siglo XII, en el espacio preexistente delimitado al Norte por la muralla romana, al Este por el dormitorio de los canónigos y al Oeste por un edificio que tiene dos plantas, la inferior probablemente con funciones de bodega y almacén y la superior de refectorio. En el lado sur se encuentra la torre campanario, que estaba adosada al transepto del templo románico, y la sala capitular. Estos edificios, mayoritariamente del siglo XI, constituían el conjunto construido a partir de la construcción de un nuevo templo y la restauración de la canónica por parte del obispo Pere Roger en 1018- 1019. Estas construcciones precedentes, y las condiciones topográficas del lado norte, condicionaron la planta irregular del nuevo claustro. Aunque los muros perimetrales incorporan modificaciones posteriores (nuevas puertas, sepulcros, etc.), conservan aún tramos importantes de estas construcciones precedentes, con un aparejo pequeño y más o menos regular, característico del siglo XI, que contrasta de forma clara con el aparejo de sillares perfectamente tallados y de mayor tamaño de las bóvedas. Las funciones de este patio central, como centro ordenador y de comunicación de las dependencias canonicales y como itinerario por el que discurrían las procesiones litúrgicas debió existir en el espacio precedente, aunque no hay certezas para afirmar que estuviera organizado con alguna o algunas galerías.
A partir de mediados y a lo largo de la segunda mitad del siglo XII, numerosos claustros existentes en monasterios y canónicas regulares de los condados catalanes fueron renovados con la construcción de nuevas galerías que abrían al patio central mediante arcos sostenidos por columnas y capiteles. Esta fórmula, que caracteriza todos los claustros románicos que conocemos, permitía un despliegue de la decoración escultórica acorde con los nuevos gustos, muy escasa o prácticamente inexistente en los claustros del siglo XI. Estos procesos de renovación limitan mucho nuestro conocimiento de cómo era la arquitectura de los claustros precedentes —con la excepción de Sant Pere de Rodes—, que sin embargo sabemos que a partir del año mil fueron el centro ordenador de los edificios de vida común, incluido el de la catedral de Girona. En este caso, el claustro de la canónica de Santa María es citado como el lugar dónde se firmó el acta de adscripción del monasterio gerundense de Sant Pere de Calligants al de Santa María de Lagrasse, en 1117.
No se dispone de noticias documentales relacionadas directamente con la construcción del claustro que permitan establecer un marco cronológico o unas fechas de inicio de la construcción de las nuevas galerías. La principal referencia cronológica está relacionada con otro claustro, el de Sant Cugat del Valles, obra del taller de escultura dirigido por Arnau Cadell que con toda probabilidad procedía de Girona y había estado trabajando en la obra del claustro de la catedral. Situamos el inicio de la construcción del de Sant Cugat en 1190, o poco tiempo antes. De este año conocemos una donación de Guillem de Claramunt en la que, además de ordenar ser enterrado en el monasterio, dejaba mil sueldos para la obra del claustro. Arnau Cadell, quien firma como escultor y constructor del claustro en una inscripción del pilar noreste, aparece como testigo en dos documentos de carácter económico del monasterio, de 1206 y 1207. Catorce años después, en 1221, dictaba testamento en Girona por el que disponía ser enterrado en la catedral de Girona y fijaba diferentes donaciones a parientes cercanos, al monasterio de Sant Cugat y a la institución de la Pie Almoina de la catedral de Girona. La localización del testamento confirma el origen gerundense del escultor. El claustro de Girona es claramente anterior al de Sant Cugat, razón por la cual tendemos a situar la cronología del claustro gerundense entre 1170- 75 y 1190.
Las nuevas galerías del claustro forman una planta trapezoidal que se estrecha hacia el este y están cubiertas por bóvedas de cuarto de círculo, excepto la galería septentrional que se cubre con bóveda de cañón. En la panda norte, la nueva obra consistió en la construcción del pórtico y en un nuevo edificio en el nivel superior, que resolvía de esta manera la imposibilidad de levantar un edificio adyacente a la galería como en los otros lados del claustro. Ello explica que esta galería se cubriera con bóveda de cañón, que permitía edificar encima. Sendas escaleras en los ángulos noreste y noroeste permiten el acceso a este espacio, que se ha identificado a partir de la documentación como el “dormitorio nuevo”. Esta galería norte debió ser la parte más compleja del nuevo claustro y es posible que la obra empezara por aquí, aunque la ordenación y decoración de las galerías se muestra como el resultado de un proyecto bastante unitario. Una donación de 1153 para obras en el dormitorio y la hipótesis de identificación de este con el dormitorio nuevo, es decir, con el espacio construido encima de la galería norte, ha llevado a algún autor a plantear la necesidad de revisar la cronología del claustro, o por lo menos de esta galería, puesto que la existencia de esta edificación implicaba necesariamente que los pórticos de este lado estaban listos. Ello, no obstante, las características de la escultura, la estructura de los capiteles, los repertorios figurativos y decorativos y la proximidad indiscutible con el claustro de Sant Cugat hacen difícil avanzar el inicio de las obras del de Girona a mediados del siglo XII.

Los pórticos abren al patio central mediante series de arquerías sostenidas por parejas de columnas que se levantan sobre un podio, cuya altura desigual, como consecuencia del de las irregularidades del nivel del terreno, contribuye a establecer un único nivel como soporte de las columnas. En los ángulos, grandes pilares de planta rectangular resuelven con más o menos regularidad los ángulos no rectos de las galerías Otros pilares de planta cuadrada se intercalan entre las arquerías, uno en el lado meridional y dos en los otros lados. Los pilares del lado este flanquean el paso al patio central, aún conservado. Arcos a modo de guardapolvo resiguen el perfil superior de las arquerías tanto por el lado interior como en el exterior de las galerías, y los vértices quedan unidos a los cimacios mediante pequeñas columnas con capiteles vegetales, excepto en el interior de la galería meridional, donde estas columnas a menudo han sido sustituidas por figuración. La presencia del guardapolvo y de estos elementos decorativos y figurativos de soporte es un rasgo que el claustro gerundense comparte con las galerías románicas de los claustros de Santa Maria de Ripoll y de la catedral de Santa Eulália de Elna.
Mientras que los elementos esculpidos del claustro son de piedra calcárea, las columnas son claramente de piedra local, una calcárea numulítica fácilmente reconocible por la visibilidad de los fósiles y que se extraía de canteras muy próximas a la ciudad. En relación a este material, hay que recordar que fue utilizado a partir de finales del siglo XII y en los siglos posteriores por talleres de la ciudad de Girona para la realización de elementos prefabricados de claustros por encargo. El ejemplo más antiguo que conocemos de ello, anterior a un número importante de obras góticas de la Corona de Aragón con elementos prefabricados gerundenses, es precisamente el del claustro de Sant Cugat del Vallés, cuyas 144 columnas son de piedra gerundense y hay que suponer que fueron trasladadas una vez talladas. En este caso, la explicación hay que buscar la en la procedencia gerundense del constructor y escultor del claustro vallesano, Arnau Cadell. Asimismo, se constata que estos talleres gerundenses ya estaban activos a finales del románico.


Interior galería occidental 

Galería occidental, con el antiguo refectorio adosado y galería septentrional 

El claustro es el resultado de un único proyecto cuya concreción desde el punto de vista arquitectónico manifiesta una unidad indiscutible, adaptada a la topografía y a las construcciones preexistentes. La unidad del proyecto puede hacerse extensiva a la escultura, a través de la cual, sin embargo, se estableció una jerarquización de las diferentes galerías del claustro, otorgando una prioridad innegable al lado meridional.

Desde el punto de vista decorativo, tres elementos permiten establecer esta diferencia.
En primer lugar, los vértices del guardapolvo del interior de esta galería adoptan formas figurativas variadas de atlantes o de animales, diversas de las columnillas con pequeños capiteles de sencillo motivo vegetal En segundo lugar, los cimacios de las parejas de columnas sobre los que apoyan los arcos, que en los otros tres costados del claustro son lisos, con una moldura de tipo bocel recorriendo la parte central, justo por encima del estrechamiento de la base, en esta galería incorporan ricos y variados elementos decorativos. En estos cimacios desaparece el bocel, la cara inclinada —y más visible para el espectador— aumenta su altura y en ella se despliegan parejas de leones, aves picoteando frutos, dragones cuyas colas se enroscan o, simplemente, motivos vegetales consistentes en tallos ondulados que salen de la boca de una cabeza de felino situada en el ángulo, con hojas que van ocupando los espacios. El tercer y último elemento diferenciador en la decoración de la galería meridional es el que atañe al tratamiento de las bases de las columnas. En el claustro, son mayoritariamente de tipo ático, con cabezas de cuadrúpedo adosadas al toro inferior en cada uno de los ángulos. No obstante, en el lado meridional muchas de las bases presentan variaciones que las enriquecen y que rompen la uniformidad que presentan en el resto de las galerías. entrelazos decorando el toro inferior, cuadrúpedos rampantes en los ángulos que apoyan las patas delanteras en el toro superior, o bien, una alternancia de la mitad superior y la mitad inferior del cuerpo de cuadrúpedos. Otro tipo de bases aún más complejas y también presentes en este costado meridional son aquellas en las que se ha suprimido la escocia y los dos toros apoyan encima de cuerpos de animales cuadrúpedos y dragones alados.

Exterior de la galería occidental 

Más allá de estos elementos decorativos, la escultura se concentra en los capiteles, que se distribuyen por pares en las arquerías, y en los relieves de los pilares. Los capiteles presentan una estructura parecida, con dados en el ábaco y astrágalo. Cuando se trata de capiteles con temas bíblicos, las caras se encuadran con un arco entre las torrecillas de los ángulos. Una característica que comparten todos los capiteles historiados del claustro de Sant Cugat, de Sant Pere de Rodes y de las portadas de Santa Maria de Manresa y de la iglesia parroquial de Santpedor, un grupo de escultura perfectamente identificable y cuyos temas y repertorios se van repitiendo.
A diferencia del claustro de Sant Cugat del Valles, en el que parejas de capiteles, columnas y bases se adosan a los pilares y reciben el último de los arcos de cada serie, en Girona los pilares están recorridos por relieves y los capiteles solo se sitúan en sus ángulos. Los relieves tienen la misma altura que los capiteles y el resultado es una faja decorativa continua en la que tanto el ábaco como el astrágalo se prolongan por las caras del pilar, a modo de marco superior e inferior de los relieves. El ábaco, que en los capiteles consta de dados en los ángulos y el centro de las caras, en su prolongación como encuadre superior de los relieves es continuo salvo en el caso de un sillar de ángulo del pilar suroeste en el que los dados del ábaco del capitel aparecen replicados en su prolongación en el fragmento de relieve del mismo sillar, probablemente como resultado de un error del escultor o del cantero que lo preparó.
La presencia de relieves en los pilares es compartida de nuevo con el claustro de la catedral de Elna. Además de enriquecer la decoración del conjunto, la elección de este recurso en Girona hay que buscarla también, y sobre todo, en la necesidad de disponer de superficies horizontales para la representación de ciclos narrativos extensos, en concreto, los del Antiguo Testamento. Como veremos más adelante, algunos de los modelos disponibles para los ciclos bíblicos tenían su origen en ciclos pictóricos que implicaban un desarrollo horizontal de las escenas, muy distinta del espacio restringido de las caras de los capiteles. En este sentido, la voluntad de incorporar relieves narrativos extensos se ve reflejada en los pilares de la galería meridional a los que hay que añadir un pilar de la galería occidental, con escenas de construcción. Sin embargo, en los siete pilares restantes, los relieves se resuelven con motivos ornamentales, vegetales o figurados, repetidos tantas veces como es necesario para ocupar toda la franja disponible.

Galería norte 

Los temas representados en los capiteles y relieves de los pilares son el otro elemento decisivo en la jerarquización de las galerías del claustro, puesto que otorgan la preeminencia a la de la iglesia, como ocurre en muchos otros claustros. Es en la galería meridional y en algunos capiteles próximos donde están representados todos los temas bíblicos. Quien concibió el programa de imágenes del claustro tuvo muy en cuenta la función de estas imágenes en relación con los usos y los usuarios del claustro. Hay que tener en cuenta que la iconografía de un claustro no acostumbra a estar concebida como un discurso unitario, puesto que la propia naturaleza de los soportes impide que el espectador-usuario pueda percibir todas las imágenes a la vez. Estas se despliegan por las caras de capiteles y pilares y van apareciendo a la vista del espectador en su recorrido espacio-temporal de las galerías. Ello, no obstante, hay imágenes y narraciones que por su localización recibían una atención especial, bien porque estaban situados cerca de o frente a puertas de comunicación especialmente importantes, como las de comunicación con la iglesia, bien porque se encontraban en el principal espacio de las procesiones litúrgicas que en distintas fiestas recorrían esta galería. Este es el caso de la de la iglesia en aquellos claustros cuyo programa iconográfico concentra la narración bíblica en esta galería, como el de la catedral de Girona, el del monasterio de Sant Cugat del Vallés o el de Santa Maria de l'Estany.
La narración bíblica se encuentra, pues, en la galería meridional. Las historias del Génesis se disponen en los relieves de los pilares sureste y suroeste de ángulo, mientras que los episodios del Nuevo Testamento se encuentran y se encontraban en los capiteles del lado interior del pórtico, en las dos series entre los pilares de los ángulos y el pilar central de la galería. Este contiene la alusión al Juicio, con la Anástasis. Se trata de una ordenación de los ciclos del Antiguo y Nuevo Testamento muy particular y original, sin otros paralelos en claustros con una distribución parecida y para la que proponemos un origen en los programas pictóricos monumental de los modelos.
En el pilar suroeste se encuentra el inicio de la narración, con los primeros ciclos del Génesis. Las escenas del Nuevo Testamento, que empezaban en el primer capitel situado inmediatamente después del pilar, son las que siguen una ordenación lineal del ángulo suroeste hacia el este. Esta ordenación, que es inversa respecto a la del claustro de Sant Cugat, por ejemplo, donde el sentido de la narración va de Este a Oeste, tiene mucho que ver con el acceso o los accesos al claustro desde la iglesia. En Sant Cugat, la puerta de acceso al templo desde el claustro se encuentra precisamente en el ángulo sureste, próxima al coro de los monjes y a la sala capitular, y la narración bíblica empieza en este extremo de la galería del claustro. Si bien en la catedral románica de Girona no había una puerta de comunicación directa entre el claustro y la iglesia, la puerta de acceso al claustro se situaba frente al pilar suroeste y al lado de la sala capitular, donde hoy se encuentra la capilla de la Virgen del claustro o de Bell-Ull. Ello explica que el inicio de la historia de la salvación se encuentre precisamente en este punto.

Pecado original

Adán y Eva

Advertencia de Dios a Adán y Eva 

La narración del Génesis empieza en los relieves del pilar suroeste, con las historias de Adán y Eva, Caín y Abel y Noé. La primera escena, en la cara occidental del pilar y después de un capitel angular con aves picoteando frutos, es la creación de Eva. Dios está sentado de perfil, extrae una costilla y la figura de Eva del costado de Adán que yace dormido. Siguen la presentación de Eva a Adán en que Dios levanta a Adán por la muñeca para despertarlo y mostrarle a su nueva compañera; la advertencia de Dios a ambos respecto el Árbol de la Ciencia del bien y del Mal, que en Girona es una vid con grandes hojas y racimos de uva; y el Pecado, con Eva recibiendo la fruta prohibida de la serpiente enrollada en el árbol que es el centro de la escena, y Adán comiendo. El ángulo del pilar se resuelve con los sillares que toman la forma de una columna y de un capitel con astrágalo adosados. En el capitel se representa la Reprobación, con Dios extendiendo la mano derecha hacia Adán y Eva que están escondidos y agachados tras las ramas del árbol ya en la cara meridional del pilar. Junto a ellos también se representa a la serpiente y la transferencia de la culpa. El ciclo finaliza con la Condena al trabajo, con Adán trabajando la tierra y Eva hilando, vestidos con sendas túnicas. Siguen dos escenas, con las ofrendas de Caín y Abel y la muerte de Abel a manos de su hermano. En esta segunda escena se representa también la figura de Dios dirigiéndose a Caín, en el momento en que éste clava un pico en la cabeza de Abel que yace ya en el suelo. La presencia de Dios se ha interpretado como la advertencia a Caín después que manifestara su ira por el rechazo de su ofrenda (Cn 4,5) y, por lo tanto, estaríamos ante la síntesis de dos escenas: la advertencia de Dios después del sacrificio y la posterior acción violenta de Caín.

Muerte de Abel 

En el extremo de los relieves de esta cara del pilar y solapándose con el episodio del fratricidio, se representa a Dios encargando a Noé la construcción del arca. Es la primera escena de un ciclo de Noé inusualmente extenso. En la cara oriental del pilar se representan dos escenas de construcción del arca, con Noé, de pie y caracterizado con barba, y uno de sus hijos cortando un tronco con una sierra de bastidor. Y a continuación ambos personajes están pudiendo tablones con una azuela encima de un banco de carpintero. Se trata de dos escenas que podemos identificar en los capiteles de los respectivos claustros de Sant Cugat y de Sant Pere de Rodes. En este último caso se trata de un ejemplar recientemente adquirido por el Museo de Cluny de París y que forma parte de la misma serie que otros siete capiteles catalanes del museo. En la cuarta cara del pilar se representa una escena en que se sintetiza el embarque del arca, el Diluvio y el final del Diluvio: Noé y su familia se acercan a la embarcación, que contiene una arquitectura de distintos niveles y cuerpos, con aperturas y a la que al mismo tiempo llega la paloma. En el capitel de París que pensamos procedente de Sant Pere de Rodes, solamente se representa el embarque del arca, mientras que en el de Sant Cugat la escena que aparece es el final del Diluvio, con la paloma que llega al arca que se encuentra navegando. Los modelos disponibles debían contener escenas diferenciadas para cada uno de los episodios de la historia del Diluvio, tal como queda reflejado en los mosaicos de la catedral de Monreale, con los que la historia de Noé de los relieves y capiteles catalanes comparte muchos rasgos.

El ciclo de Noé continúa en el primer capitel del interior de la galería occidental con la historia de la viña (núm. 73). En este, como en otros casos de capiteles, algunas de las caras y figuras se encuentran en muy mal estado. Ello no obstante es posible identificar la escena de Noé trabajando en la viña, la desnudez de Noé, sus hijos acercándose para cubrirlo y tres personajes femeninos que ocupan una cara y dos de los ángulos que podrían identificarse con las mujeres de la familia de Noé.

Construcción del arca de Noé

Embarcando en la barca 

El relato del Génesis continúa en el pilar del otro extremo de la galería meridional, con los ciclos de Abraham, Isaac y Jacob. Como en el caso del de Noé, se trata de representaciones narrativamente muy extensas, que raramente encontramos en la escultura monumental y menos aún en claustros, y que reflejan la disponibilidad y circulación de modelos muy ricos desde el punto de vista narrativo en el noreste de los condados catalanes. La lectura de los relieves sigue siendo de izquierda a derecha y empieza en la primera cara visible del pilar desde la galería avanzando de oeste a este, confirmando que el programa se ordenó teniendo en cuenta los usos litúrgicos y el recorrido de las procesiones a partir de la puerta de acceso al claustro.


Historia de Jacob

Jacob alimenta el rebaño de Labán 

De la hospitalidad de Abraham, en Girona se ha escogido la escena de Abraham lavando los pies a los tres visitantes, que se representan sentados. En los capiteles de Sant Pere de Rodes y de Sant Cugat dedicados al patriarca, la Hospitalidad consta de dos y tres escenas, respectivamente: Abraham recibiendo los tres ángeles en la encina de Mambré junto con Sara, el banquete y en el capitel vallesano se incluye también el lavatorio de pies, como en el claustro gerundense. Ya en el otro lado del pilar, siguen dos escenas con el Sacrificio, en este caso presentes en el ejemplar de Sant Pere de Rodes y ausentes en el de Sant Cugat. Son los episodios del viaje y el Sacrificio, que en Girona están compositivamente unidas, puesto que las figuras de Abraham e Isaac del Sacrificio, uno sujetando con una mano la cabeza de su hijo inclinada hacia atrás y con el otro brazo detenido por el ángel, no se repiten en la escena precedente del viaje al lugar del sacrificio, donde sólo se representa a uno de ellos guiando el asno, que probablemente es Isaac puesto que no parece que tenga la larga barba de Abraham.

Aparición a Abraham


Historia de Isaac 

En las dos escenas que siguen, aún en la cara meridional del pilar, se repite la figura de Isaac sentado en un sillón. la primogenitura de Jacob, con Isaac sentado en un sillón bendiciendo a Jacob ante la presencia cómplice de Sara, y Esaú portando colgada al hombro la caza solicitada por su padre y descubriendo el engaño y la prioridad obtenida por Jacob. Tanto el Viaje y el Sacrificio de Abraham como las escenas de la Primogenitura de Jacob forman parte de los grandes ciclos pictóricos del Génesis tanto del área romana como de los mosaicos sicilianos, especialmente en Monreale. En este caso, además, el claustro de la catedral incluye también un amplísimo ciclo de Jacob, que comparte modelos con los mosaicos. En Girona, la historia de Jacob se extiende por las otras dos caras del pilar, con las escenas del exilio a la tierra de Labán. La primera composición incluye dos escenas, narrativamente alejadas pero que se representan superpuestas o compartiendo una misma composición: el sueño de Jacob, con la escalera con dos ángeles situada en el ángulo del pilar y ocupando el sitio de un inexistente capitel, y la lucha de Jacob con el ángel. Relacionada con el Sueño, se encuentra a continuación la unción del altar. Siguen los episodios relativos a las relaciones entre Jacob y su tío Labán, que se extienden por el resto de relieves del pilar. Destacan la escena del pozo, en que Jacob está apartando la piedra para que los rebaños de Labán conducidos por Raquel puedan beber, y la del encuentro entre Jacob y Raquel.
El último ciclo del Antiguo Testamento se sitúa en dos capiteles interiores de la galería oriental, próximos al pilar suroriental, dedicados a la historia de Sansón. En el primero, situado a continuación del pilar, se representa la lucha de Sansón con el león en el camino de Timnán (núm. 21), mientras que la historia de Sansón y Dalila, con la traición de Dalila, la ceguera de Sansón y la destrucción del templo de los filisteos se representa en un segundo capitel ubicado un poco más allá en el interior de la misma galería (núm. 25).

El Nuevo Testamento empezaba en el primer capitel del interior de la galería meridional más próximo al pilar suroeste (núm. 1). hoy este capitel es un ejemplar gótico, colocado aquí, como otros capiteles de esta galería, probablemente para sustituir un ejemplar románico suficientemente dañado como para haber perdido su función sustentante. Los capiteles de esta galería que no se sustituyeron, así como muchos otros ejemplares de las otras pandas, presentan diferentes grados de deterioro que indican que en algún momento o momentos el claustro sufrió daños violentos. Se ha apuntado que quizás fuera a finales del siglo XIII, lo cual explicaría la presencia de capiteles góticos sustituyendo los románicos. A pesar de que, por causa de ausencia, no sabemos con certeza qué escena o escenas contenía este primer capitel, la estrecha vinculación y parecido que presentan los ciclos neotestamentarios gerundenses con los del claustro de Sant Cugat permite suponer con cierta base que este capitel contenía la Anunciación, la Natividad y la Adoración de los Reyes. Es cierto que en la misma galería meridional hay un ejemplar con estas escenas (núm. 18), pero está alejado de los episodios de la infancia de Cristo, se sitúa en el lado exterior de la galería y presenta unas características que no tienen ningún parecido con el resto de capiteles y relieves del claustro. Más bien parece una versión muy tardía del ejemplar del claustro del monasterio de Sant Pere de Calligants, en Girona, con las mismas escenas y composiciones, incluso con alguna confusión en el proceso de copia.

Capitel con la fluida a Egipto (núm. 5)

La hipótesis sobre cuáles debían ser las escenas del primer capitel neotestamentario está también basada en los tres capiteles que siguen que están dedicados respectivamente a la Anunciación de los pastores (núm. 3), la Huida a Egipto y la Matanza de los inocentes (núm. 5) y a la Presentación en el templo (núm. 7). En el claustro de Sant Cugat, estas escenas se distribuyen de la misma forma en tres capiteles cuyo parecido con los gerundenses es muy elevado. hay otra coincidencia interesante entre ambos claustros: la ubicación de los capiteles de la lnfancia de Cristo delante de la sala capitular. En el momento de la construcción del claustro de Girona, esta dependencia era la del siglo XI y estaba situada justo a la derecha de la puerta de acceso al claustro. Todavía se conservan las ventanas geminadas que debían blanquear la puerta del capítulo. En Sant Cugat, los dos primeros capiteles de la galería oriental desde la puerta de comunicación del claustro con la iglesia son los de la Anunciación, la Natividad y la Epifanía y de la Presentación en el templo, están situados precisamente justo delante de la sala capitular y, por lo tanto, fuera de la narración bíblica de la galería meridional.
El capitel gótico anterior al pilar central de galería ocupa el lugar de otro ejemplar desaparecido del Nuevo Testamento (núm. 9). Si tenemos en cuenta de nuevo los del claustro del Valles, es muy posible que se tratara de la Multiplicación de los panes y los peces, que es seguido ya en el segundo tramo de la galería, por los capiteles de la Pasión y de la Resurrección. La Entrada a Jerusalén (núm. 11), cuya reproducción prácticamente exacta en Sant Cugat permite identificar mejor algunas partes muy dañadas del relieve gerundense, muestra a Cristo cabalgando el asno en la cara occidental, la más visible en el recorrido de la galería desde el acceso al claustro. En la cara interior, los habitantes de Jerusalén salen de la ciudad a recibir a Cristo, extendiendo sus mantos y uno de ellos se quita la túnica por la cabeza, también para extenderla. Sigue el capitel con el Lavatorio de pies de Cristo a los apóstoles (núm. 1 3), con una composición también idéntica al de Sant Cugat, en la que el centro de la narración, Cristo lavando los pies a Pedro, se encuentra de nuevo en las caras más visibles desde la galería. La Duda de santo Tomás, que era la referencia a la Resurrección de Cristo, ocupaba el siguiente capitel, hoy sustituido por uno gótico (núm. 15). En este caso, tenemos la certeza de que se encontraba aquí, puesto que un fragmento de capitel con este tema se ha conservado en el lapidario de la catedral.

La Dormición de la Virgen (núm. 1 7) y la Parábola de Lázaro y Epulón (núm. 19) cierran el relato del Nuevo Testamento. Ambos capiteles se repiten de manera muy parecida en Sant Cugat. El de la Dormición, con la Virgen yacente entre los apóstoles, Cristo detrás cogiendo su alma y entregándola a sendos ángeles que salen de las torrecillas angulares, confirma la riqueza de los modelos disponibles en Girona y en ambos claustros se sitúa al final del relato neotestamentario. Sin embargo, la ubicación diferente del capitel de la parábola de Lázaro y Epulón, con el banquete, la muerte de Lázaro, la muerte de Epulón y el seno de Abraham, está relacionada con la función de las imágenes en cada caso. En Sant Cugat, la historia adquiere un carácter moralizante al situarse en la galería occidental, casi en el ángulo noroeste, cerca de la cocina y el refectorio y delante de la puerta de acceso al claustro desde el exterior donde se distribuía diariamente la limosna. Si bien el sentido de la contraposición entre avaricia y caridad no debía estar ausente en el claustro gerundense, como tampoco el relacionado con la proximidad entre el seno de Abraham y las escenas próximas del patriarca en el pilar, la figura de Lázaro asume también y sobre todo una significación funeraria en relación con la procesión del día de difuntos que, según la Consueta de 1 360, recorría el claustro desde la iglesia. Cerca de la que entonces era la nueva capilla de San Rafael —construida en 1315 donde en época románica había otra puerta del claustro— tenía lugar la tercera estación de la procesión y se cantaba el responso Qui Lazarum, que hace referencia a la resurrección de Lázaro.

La narración de la historia de la salvación finaliza en los relieves del pilar central de la galería sur con una alusión a la Resurrección y al Juicio Final. La representación se desarrolla siguiendo el mismo sentido que el resto de la galería. En la cara occidental, después del capitel de ángulo con un personaje sentado con dos dragones a cada lado que le muerden los hombros, se encuentra la Anástasis. Cristo, con nimbo crucífero, habiendo destruido las puertas del infierno, domina con una larga cruz dos pequeñas figuras demoníacas mientras extiende la mano y toma a Adán. Detrás, otras figuras muy deterioradas de los justos, entre las cuales debía encontrarse Eva, van desnudos como Adán, levantan la mano y se dirigen hacia Cristo. En las caras interior y oriental del pilar se desarrolla una amplia representación de distintos pecados y tormentos del infierno, que empieza con una pareja de ángeles que sujetan a dos condenados y los envían al fuego infernal que cubre el resto de los relieves con los distintos pecados. Entre ellos, la discordia mediante la lucha de dos personajes que se cogen por el pelo mientras se clavan lo que parece un cuchillo, la lujuria, con una serie de mujeres desnudas y mordidas por serpientes y sapos que ocupan el capitel del ángulo, y una gran caldera con los condenados y varios demonios. En la cara exterior del pilar, no visible desde la galería, se dispone un motivo vegetal.
A pesar de que la Anástasis y el Juicio Final cierran una amplia narración de la historia de la salvación, son imágenes que se encuentran en el centro de la galería, interrumpiendo el desarrollo ordenado de la historia de Cristo. Esta particular ordenación de los ciclos, a la que se añade la disposición de los episodios del Libro del Génesis en los extremos de la galería, es sin lugar a duda uno de los aspectos más particulares del claustro de Girona. El análisis de los ciclos veterotestamentarios y de sus paralelos nos lleva a plantear un origen de los modelos próximo a los grandes programas pictóricos concebidos a partir de finales del siglo XI y a lo largo del siglo XII en torno a Roma, en Sant'Angelo in Formis (Campania) y en las decoraciones en mosaico de las iglesias sicilianas de época normanda. Programas que en parte retomaban las decoraciones de las antiguas basílicas romanas de San Pedro del Vaticano y de San Pablo extra muros, que conocemos gracias a dibujos y descripciones de época moderna, y en parte aspectos de otras tradiciones narrativas del Antiguo Testamento. Tanto en las basílicas tardo antiguas como en los templos románicos convivían y conviven los ciclos veterotestamentarios y los neotestamentarios, dispuestos en dos o tres franjas superpuestas recorriendo los muros de la nave central y a veces de las naves laterales.
La importancia narrativa otorgada al Antiguo Testamento y, más concretamente al Génesis, junto con su confrontación con la historia de Cristo, son aspectos que guiaron la concepción de la galería meridional del claustro gerundense. Además, los ciclos del Génesis presentan iconografías que comparten muchos rasgos con los conjuntos del área romana y los sicilianos, sobre todo los de Noé, Abraham e Isaac. En las iglesias pintadas, la visualización de los ciclos vetero y neotestamentarios era y es sincrónica puesto que las narraciones discurren simultáneamente en franjas superpuestas a ambos lados de la nave. Además, la decoración de la contrafachada occidental acostumbra a estar dedicada al Juicio final (por ejemplo, en Sant'Angelo in Formis, en San Giovanni in Porta Latina o en la catedral de Monreale). La particular ordenación de los ciclos del claustro de Girona podría responder a la disponibilidad —y lógicamente a la adaptación a un marco de naturaleza muy distinta—, de unos modelos estrechamente relacionados con la decoración pictórica monumental de iglesias del área romana y del sur de Italia y Sicilia. una adaptación que no se limitó a la selección de las escenas, sino que implicó también a la ordenación general del programa de forma que, la convivencia y confrontación del Antiguo y el Nuevo Testamento de los programas pictóricos romanos se trasladaba a la galería de un claustro, con el Juicio Final situado en el centro, como en la contrafachada de las iglesias.

En los relieves de uno de los pilares de la galería occidental se encuentra una de las escenas de construcción más interesantes del románico, que se acompaña con la bendición de las obras por parte del obispo. Los canteros tallando los sillares, el escultor labrando un capitel y los tres personajes transportando agua, tanto la necesaria para la argamasa como la bebida de los artesanos, que es llevada a hombros. El tema principal, sin embargo, es el que se sitúa en el capitel del ángulo interior, siendo de nuevo la imagen más visible desde la puerta de entrada al claustro y desde el acceso al refectorio que se encontraba delante. Es la imagen del obispo bendiciendo, acompañado de un acólito que le sostiene el báculo, mientras que un tercer clérigo, con hábito y tonsura señala al obispo. El énfasis que se quiso dar a este capitel es indiscutible puesto que se utilizó el mismo recurso que en los de escenas narrativas del Antiguo y el Nuevo Testamento: los arcos enmarcando las caras y las torrecillas en los ángulos, en este caso sostenidas por columnillas. La figura del escultor tallando un capitel, que aquí forma parte del contexto de la escena de construcción, fue posteriormente utilizada como autorretrato por Arnau Cadell en Sant Cugat, al lado de la inscripción en la que se atribuye la construcción y la escultura del claustro.
La imagen del escultor con una disposición prácticamente idéntica a las catalanas la encontramos en un capitel del tercer taller de La Daurade (hoy en el Musée des Augustins de Toulouse). La escultura tolosana, especialmente la que se conoce como tercer taller de La Daurade, tuvo una incidencia hasta tal punto destacada en el claustro de la catedral de Girona y en los de Sant Pere de Rodes y Sant Cugat que es razonable suponer que alguno o algunos de los escultores que trabajaron en estos conjuntos procedía o se había formado en Toulouse o con artesanos tolosanos. Estos tres claustros catalanes no pueden explicarse sin los modelos procedentes de Toulouse, donde hubo una actividad continuada en distintas obras de la ciudad, con talleres escultóricos trabajando a lo largo del siglo XII.

Relieve del pilar de la galería occidental con el transporte de avería, para beber y para las   obras   de construcción del Claustro

Relieve del pilar de la galería occidental con el Obispo bendiciendo las obras de la construcción del claustro 

Además de la imagen del escultor tallando un capitel, hay que señalar otros temas y rasgos que confirman la importancia de la incidencia tolosana en Girona. uno de ellos es la escena de la tonsura, con un clérigo de pie afeitando la cabeza a otro que está sentado. Se encuentra en un lugar muy visible de la galería meridional, en el capitel de ángulo del pilar sureste, entre las escenas de la Hospitalidad de Abraham y el Sacrificio de lsaac. Se trata de una representación muy rara, que sólo la hemos localizado en un capitel del tercer taller de La Daurade y en el claustro de Sant Cugat. Las escenas narrativas bíblicas de los capiteles tolosanos, a partir del segundo taller de La Daurade y la escultura de Gilabertus, incorporan la representación de arquitecturas para enmarcar las escenas. Otro rasgo indiscutiblemente tolosano es el referente al repertorio vegetal, con tallos y hojas formando composiciones variadas en los capiteles y relieves de los pilares que se convierten en una de las “firmas” de la escultura de estos claustros catalanes, y que tuvo una amplísima difusión en la escultura románica tardía a ambos lados de los Pirineos. Una organización particular de los capiteles con una combinación de un primer nivel de elementos vegetales, roleos u hojas de acanto, con figuración u ornamentación vegetal en la parte media y superior de la cesta es también una peculiaridad que comparten los capiteles de Girona y los de los otros dos claustros catalanes con los ejemplares del tercer taller de La Daurade.
Los modelos tolosanos no son el único punto de partida de escultura de Girona, especialmente en relación con los repertorios. En lo que se refiere a los ciclos narrativos del Antiguo y Nuevo Testamento, los modelos disponibles y utilizados no eran los tolosanos. A pesar de ello, el desarrollo narrativo que conocen estos claustros es una novedad pues hasta aquel momento la escultura de los claustros catalanes (Cuixá, Serrabona, Ripoll...) prácticamente no incorporaba el relieve narrativo. Y este hecho no se puede desvincular de las influencias tolosanas, concretamente del claustro de La Daurade, que a principios del siglo XII recoge el testigo del de Moissac, y de los relieves narrativos de la catedral de Saint-Etienne, así como de las portadas de las salas capitulares de ambos conjuntos.


Infierno

Infierno 


La importación de modelos tolosanos se incorporó a repertorios locales muy implantados en los territorios del noreste de los condados catalanes (Rosellón, Ripoll, Vic y comarca de Osona, besalú y comarca de la Carrotxa, Girona y sobre todo Ampurdán) y que tienen una presencia muy amplia en el claustro que nos ocupa. Las parejas de animales rampantes, leones, leones alados o gritos, en las caras del capitel, girando la cabeza hacia el ángulo son muy frecuentes en la escultura rosellonesa y conocen una gran difusión en estos territorios. Los personajes sentados frontalmente, con las manos apoyadas en las rodillas, es un tema que se encuentra en los claustros de Ripoll y de Sant Pere de Calligants, y que en Girona es utilizado incluso como uno de los elementos figurativos del guardapolvo de la galería meridional. Los leones pasantes —a veces gritos— es otro tema que remite al claustro rivipullense. Estos temas los encontramos tanto en el claustro de Girona como en los de Sant Cugat y de Sant Pere de Rodes. Entre los capiteles que hemos considerado procedentes del de Rodes, sin embargo, se contabilizan algunos ejemplares con estos motivos, pero con unas características formales también locales, que indican el trabajo de escultores ampurdaneses bien en una primera fase del nuevo claustro, bien simultáneamente con los artesanos de formación tolosana. Es algo a tener en cuenta en la cuestión de la precedencia o no de este claustro respecto del de la catedral de Girona, para la que no se dispone de ninguna base documental.
La riqueza y variedad de motivos decorativos i figurativos del claustro incluye desde los capiteles corintios, aquellos en los que se combinan los acantos con otros elementos vegetales y que identificamos como corintio-vegetales; las diversas variedades de composiciones con aves picoteando frutos, las sirenas, tanto sirenas-pájaro como sirenas-pez, las escenas de lucha entre personajes armados con escudo y espada con animales y monstruos o entre ellos, las representaciones de cacerías, de liebre, por ejemplo, o los personajes sometiendo animales.
Finalmente, una serie de fragmentos escultóricos conservados en la catedral atestiguan que el taller del claustro de Girona realizó otros trabajos. Especialmente relevantes son un friso con decoración vegetal y dos capiteles de ángulo, uno corintio y otro con pájaros picoteando frutos, que seguramente formaron parte de la estructura de una portada de la catedral, de las de la galilea, de la de San Miguel o de la puerta de acceso al claustro.

Relieve del pilar central de la galería meridional con el Descenso a los infiernos 

Relieves del pilar Septentrional con parejas de aves comiendo frutos entre decoración vegetal 

 

Ex-colegiata de Sant Feliu de Girona
Esta iglesia se sitúa extramuros, junto a la puerta de Sobreportes y construida sobre una colina de pronunciado desnivel a la derecha del río Onyar. Este templo de origen martirial tardoantiguo toma importantísima relevancia durante la Alta Edad Media cuando, primero en solitario y luego junto a la basílica intramuros de Santa María, ejerce como catedral, hasta mediados del siglo X, inicios del siglo XI, cuando pasa a ser considerada canónica. La historia de la iglesia de Sant Feliu de Girona es larga y en su estudio se mantienen debates abiertos, tanto a nivel historiográfico (pues sus orígenes desaparecen escasamente documentados) como de interpretación de las fases constructivas. Con el objetivo de explicar el crecimiento de la ciudad extramuros y los orígenes de la basílica, se han llevado a cabo varias campañas de exploración arqueológica alrededor y dentro de la misma iglesia. A raíz de las excavaciones llevadas a cabo en el año 2010 en el interior del presbiterio y en el transepto septentrional, Josep M. Nolla y Lluís Palahí hacen una lectura crítica y de conjunto de las escasas fuentes documentales sobre el templo, anteriores al siglo XIII. Estos autores elaboran una interpretación de los orígenes de Sant Feliu de Girona.
Desde sus inicios esta iglesia advocada a San Félix, laico predicador y mártir por orden de Diocleciano en la Gerunda romana. Prudencio en su Peristephanon recita. Parua felicis decus exhiberit/artus sanctis locuples Gerunda. San Félix habría sido martirizado en un suburbio extramuros cerca de la puerta meridional de Gerunda, donde habría una basílica en la que se llevaba a cabo la celebración de las mundinae antes del año 1000.
Según Nolla y Palahí, el cambio de ubicación de la tumba del Santo al cementerio ubicado extramuros junto a la puerta septentrional, se debería a un traslado del cuerpo del mártir que, reclamado por sus familiares o seguidores, hubiera recibido una sepultura digna dentro de algún área funeraria o monumento ya existente. Posteriormente este espacio deviene lugar de oración y de cohesión de los cristianos gerundenses en torno a la figura de San Félix. Con la promulgación del decreto de tolerancia en el año 313 este lugar se habría monumentalizado, alzándose a finales del siglo VI o inicios del VII el primer templo cristiano dedicado a San Félix, sobre la sepultura del santo, probablemente ubicada en el presbiterio actual. Los ocho sarcófagos tardoantiguos encastados en los muros del actual presbiterio dejan constancia de la riqueza del conjunto funerario que se formó junto al martyrium de San Félix, que certifica la cristianización de individuos poderosos hacia los años 310 y 325 d.C.
En época carolingia la existencia de la basílica tardoantigua de San Félix, bien documentada por noticias de carácter episcopal. En ella se declara que esta primera iglesia fue en un inicio sedis Gerundae, extramuros, y poco después devino en co-catedral junto a Santa Maria, intramuros. En varios testamentos y donaciones se mencionan ambas sedes e incluso en algún caso, erróneamente, se citan como una sola iglesia de doble advocación, como en la bulla del papa Formoso en 892. En un documento del año 893 se precisa la ubicación exacta de ambas iglesias. tenuit hoc Gondemarus episcopus per vocem Sancte Marie Serie virginis que est sita inframuros Gerunda civitate & Sancti Felicis martinis Christi qui est fundatus ante portas Gerunda civitate. La lápida con el epitafio del obispo Servusdei, del año 907, encastada en el muro meridional del presbiterio actual, corrobora que a principios del siglo X el templo de Sant Feliu de Girona sigue manteniendo su preeminencia. En dicha lápida se lee. + CESPI SVB DVRO CVBAT SERVUS / DET ECCL(EST)AE CERVNDENST EP(ISCOPV)S, VIX(IT) / IN EP(ISCOP)ATV ANNIS XV, OBIT XV K(A)L(ALENDAS) / SEPT(EMBRIS) AN(NO) D(OMI)NI DXCCCVII, IN DIC(CIONE) VII.
En 908 fue entronizado en Sant Feliu del obispo Guigó: Conventus Clericorum atque Plebegium factus est citra portam Gerundae civitates in ecclesiam sanctissimi felicis Christy martiris. Posteriormente en el testamento del arcipreste y abad de Sant Feliu, llamado Guadamir, del año 976, se indica el lugar donde éste dicta testamento in ipso burgo de predicto civitate, in mansiones Sancti Felicis martiris, in sua domo, in suo lecto. Esta noticia nos informa por primera vez de la existencia de un burgo en torno a Sant Feliu y mansiones / domo donde vivía el abad, seguramente junto a la comunidad eclesiástica de Sant Feliu, edificio que los arqueólogos ubican a levante del edificio actual, cerca de la antigua Vía Augusta. Dicho documento corrobora, junto al testamento condal y el del obispo Miró Bonfill dictado en febrero del año 979, que se estaban llevando a cabo unas obras en Sant Feliu. Según M. dels S. Cros, la gran donación efectuada por Miró Bonfill debe relacionarse con una nueva consagración de la Catedral de Girona, de Sant Feliu o de los dos templos a la vez coincidiendo con el descubrimiento del cuerpo de San Félix, hecho relevante que menciona el abad Oliba (sobrino de Miró) en el epitafio de su sepultura en Ripoll. En ese momento, según hipótesis de M. dels S. Gros recogida por Nolla y Palahí, se habrían recuperado, junto al cuerpo del mártir, los ocho sarcófagos integrados después en el presbiterio románico.

Fachada gótica 

Las noticias sobre la basílica románica de Sant Feliu y sus áreas anexas, estrechamente vinculadas con el crecimiento del burgo durante el siglo XI, son pocas y dispares. Al parecer a finales del XI, inicios del XII, se llevaban a cabo obras menores en Sant Feliu. en 1081 Bernat Guillem, sacristán, Quién lega 10 onzas de oro ad reglas Sancti Felicis (las rejas). En su testamento de 1102, Gausfred Bastons, señor de Cerviá de Ter, lega 10 sueldos de plata ad opera Sancti Felicis Gerunde; y cinco años después en el testamento de Ermergarda de 1107, se hace un legado específicamente ad opera ipsius domui claustri.
Hasta inicios del siglo XIII no vuelven a aparecer noticias. Se menciona indirectamente un “muro nuevo” de la iglesia. La información precisa y bien estudiada que aportan los documentos sobre el crecimiento del burgo de Sant Feliu entre el siglo XI y el siglo XIII, resulta importantísima para la comprensión del templo románico y del complejo eclesiástico organizado en torno a un desparecido claustro que lo habría acompañado al menos desde la primera mitad del siglo XII, y del que únicamente tenemos noticia documental. Resulta plausible la hipótesis que algunos de los capiteles románicos ubicados en el triforio de la cabecera y los que aparecen en la base de las nervaduras de la cubierta del ábside pertenezcan a ese perdido recinto claustral.
Aunque pesa un enorme vacío documental sobre el templo y su complejo abacial anexo a lo largo del siglo XII, sabemos que, entre el siglo XI-XIII, el burgo de Sant Feliu vive una formidable expansión junto a la fachada septentrional de la iglesia y en torno a un cementerio. Un documento de 1078 permite reconstruir la organización de la trama urbana de este burgo extramuros. Gracias a los documentos de inicios del XIII donde se describen ciertas casas se define la ubicación de un cementerio románico que Palahí y Nolla asocian al clausum. En 1230 el abad de Sant Feliu, entonces Ramon de Bas establece a Guillem Barral en una casa que limitaba a levante con el cementerio parroquial, a mediodía con el “muro nuevo” del templo y con otras casas de Berenguer de Sant Jaume en el lado norte y oeste. Posteriormente, en 1233, él mismo vende sus casas a su vecino, el clérigo Berenguer de Sant Jaume, que amplía sus propiedades. En este documento se dice que éstas están separadas del cementerio por un callejón, probablemente el precedente de la calle que da acceso al templo por su puerta septentrional. En 1250 las casas de Guillem Barral junto a las de Berenguer de Sant Jaume aparecen donadas al clérigo de Sant Feliu, Ramon de Sant Jaume, Que suponemos las une como parte de un complejo eclesiástico de Sant Feliu. En sendos documentos de 1239 y 1264 se mencionan las casas que cerraban el cementerio por su lado septentrional. Finalmente, en 1287 Arnau Rafart vende al clérigo Arnau de Camps su casa que afronta al oeste con el cementerio. Tales documentos corroboran una densa urbanización de casas que cercaban el cementerio anexo a la iglesia de Sant Feliu y que a lo largo de siglo XIII pasan a manos eclesiásticas. La escalinata barroca ante la puerta de oeste del templo, tiene un claro precedente en las escaleras de Sant Feliu que aparecen mencionadas en un documento sin fechar de hacia 1230 que contiene la concordia entre el abad Ramon de Bas y el canónigo Pere de Pau. En él se enuncian unas casas que afrontan con las escaleras de la iglesia y el claustro, que encerraría la zona funeraria o cementerio. Ningún documento anterior menciona dichas escaleras, por lo que los arqueólogos las suponen construidas poco antes de 1230.
La mención de las escaleras y el “muro nuevo” (septentrional), nos llevan a pensar que en el primer tercio del siglo XIII se había iniciado la construcción de un nuevo edificio que significaría la supresión completa de la anterior basílica (documentada en sendas excavaciones), de la que se reaprovecharían los sarcófagos romanos junto a la lápida de Servusdei. Varios e importantes legados sufragarían la obra románica. Así en 1225, Elisenda de Vilademany dona 30 sueldos a la obra de San Feliu, posteriormente, en 1243, Bernat de Sitjar (propietario de la “Montana d’Or “) deja escrito: dimito Sancto Felici Gerunde XXX soldios, operi eiusdem, X soldios. 

El templo actual conserva la        estructura románica de planta de tres naves con transepto y una cabecera que, como en otras grandes sedes del siglo XIII, según Joan Albert Adell, habría previsto un ábside central flanqueado por dos ábsides menores a cada lado. Sin embargo, las evidencias conservadas plantean un transepto septentrional sin absidiolas. El tramo presbiterial enlaza con la nave central, dividida en cuatro tramos por tres pares de gruesos pilares de sección cuadrangular. Las bóvedas de arista de las naves laterales, se articulan por sendos perpiaños. Los cuatro primeros pilares son lisos sin pilastras adosadas En el tercer par de pilares aparecen pilastras adosadas que alcanzan la cubierta gótica. Ello nos hace interpretar que o bien este par de pilares fue el primero que se erigió y que los restantes se dispusieron para una cubierta distinta, o bien se tenía prevista una bóveda con arcos perpiaños sobre ménsulas. 

Fachada meridional

Ábsides

Ábsides 

En los muros del presbiterio, donde se encuentran insertados los ocho sarcófagos romanos y paleocristianos, se abren sendas puertas de medio punto.
La del muro sur da acceso a una escalera de caracol que lleva al tejado y la septentrional conduce a la sacristía, rectangular y con bóveda de cañón apuntada, con ventanas abocinadas y rectangular, incluyendo un vano de doble derrame que en origen iluminaba el muro este del transepto norte, evidencia de una fábrica tardorrománica, quizá relacionable con el documentado “muro novo” (septentrional) citado por primera vez en 1221.
Corresponden a la obra románica de mediados del XIII los muros perimetrales del templo, la sacristía, los ábsides centrales y meridionales, los pilares, el muro de la nave central hasta la altura del triforio. Las cubiertas de la cabecera y la nave se desarrollan según sistema gótico. Quizá la construcción sufrió serios daños en la cubierta a raíz del asedio de 1285 o quizá la obra se habría paralizado alterándose su plan inicial. Esto parece más probable, dada la falta de pilastras adosadas en los dos primeros pares de pilares. Los templos anteriores al actual, tanto la basílica tardoantigua como el edificio del siglo XIII eran menores que el actual, puesto que el último tramo del edificio y la fachada occidental son una ampliación llevada a cabo en el siglo XV.
Además de esta fachada de poniente, existe una puerta de mediodía y hubo una tercera puerta en la fachada septentrional, que comunicaba con el claustro gótico desmantelado al encargar el obispo Lorenzana la vigente capilla barroca de San Narciso.
Según Lambert, el triforio y las cubiertas serían resultado de la continuación de las obras iniciadas en la primera mitad del siglo XIV sin alterar el planteamiento de la fábrica románica. El triforio está decorado con frisos y capiteles inspirados en los románicos pero realizados durante el siglo XIV. La galería del ábside se encuentra a un nivel inferior a la del presbiterio.
El paramento románico de los muros y de los pilares es de sillería de caliza local, bien escuadrada, en hiladas a soga y tizón con anchura variable. Los arcos del primer y del segundo tramo presentan diferente altura. El brazo septentrional del transepto no es muy profundo. Su muro de levante asume la ventana abocinada y dovelada y bajo ella dos arcos de medio punto ciegos, ideales para el cobijo de sarcófagos. La fábrica del transepto sur parece unitaria y ligeramente posterior a la del septentrional, con molduras de inicios del XIV y dos          bóvedas de crucería con nervaduras molduradas. La cubierta de cuarto de esfera de los ábsides laterales es apuntada, con vano apuntado de doble derrame en el eje, embocadura con acodillamiento e imposta lisa.
La comunicación entre transeptos y naves laterales es dispar: con fajón para la nave del Evangelio y perpiaño apuntado para la colateral sur.

El presbiterio contiene integrados en sus muros los ocho sarcófagos paleocristianos antes mencionados, dispuestos a razón de cuatro en cada muro, dos a cada lado de las mencionadas puertas. Los dos sarcófagos superiores del muro norte se presentan protegidos por una moldura de plano y caveto de fábrica románica, que se mantiene en el sarcófago superior derecho del muro sur, mientras en el izquierdo se integra una complicada moldura formando una hornacina en el centro. En el muro sur, a la izquierda de la puerta, sobre el sarcófago romano inferior, se conserva encastada la lápida del año 906 con el epitafio antes transcrito del obispo Servusdei. Al igual que ocurre en el ábside, el presbiterio se abre a la nave a través de un arco triunfal en gradación, que coincide con las impostas de los arcos formeros correspondientes a ambos lados del transepto. 


La cacería de Leones, Iglesia de San Félix (Gerona). Sarcófago de principios del IV (h. 315-335 d.C.). El león, símbolo de la muerte.

Cara frontal del sarcófago romano del siglo IV d.C., tallado en mármol, procedente de un taller de Portus Ilicitanus, Santa Pola. Proserpina es raptada por Plutón, dios del inframundo y su madre Ceres la busca y toma venganza.

La Historia de Susana en un sarcófago de la Iglesia de San Félix 

Sarcófago de la pared 

Arcos formeros 

La planta del ábside mayor presenta responde a fórmulas románicas, mientras las cornisas, las tres estilizadas ventanas apuntadas y la cubierta responden ya a planteamientos góticos. A la altura del triforio se decoran las aristas con molduras en gradación a modo de columnillas adosadas que desarrollan sobre sus capiteles y cornisas superiores sendas nervaduras que sustentan la bóveda gótica. Aunque se trata de dos fábricas consecutivas, la apariencia unitaria del paramento donde se abre el triforio nos lleva a pensar que en este punto se encontrarían las fábricas de finales del XIII y la de inicios del XIV. Sobre el resto de los elementos del interesante ábside nada detallaremos por no mantener derivación o correspondencia con el periodo románico del que nos ocupamos.
Exteriormente, el ábside central no presenta podio y sobre un cuerpo inferior de catorce hiladas, presenta equidistantes los alféizares de tres ventanales ya de inicios del siglo XIV. La mayor parte del paramento de la sacristía corresponde a la baja Edad Media, aunque conserva un segmento de muro románico que en la parte inferior, quizá correspondiente a alguna de las ampliaciones del siglo XII.

A mediodía del ábside central se adosa la torre que alberga la escalera de caracol. Las dos absidiolas del transepto sur se levantan sobre un podio en resalte, con sendas ventanas apuntadas, cornisa de caveto e irregularidades en torno a las ventanas.
En la fachada meridional, tanto el hastial del transepto como el muro de la nave acusan diferentes fases de la obra gótica. En 1998, al derribar las estructuras adosadas a mediodía del templo, se descubrieron en torno a la puerta diez lápidas sepulcrales con inscripciones de entre el siglo XII y el XIV (dos de ellas descritas por Jaime Villanueva).
Cuatro lápidas de este conjunto, las número 2 (1179), 6 (ca. 1230), 8 (ca. 1170) y 9 (1225) presentan una tipología arcaizante con caracteres que conservan rasgos de la escritura uncial. Las seis lápidas restantes, fechadas en la segunda mitad del siglo XIII pertenecen a momentos posteriores. Josep M. Marqués, publicó este conjunto en 1988 y detalló las versificaciones de las más antiguas, 2 y 8, con hexámetros que riman dos a dos; las lápidas del siglo XIII introducen una métrica más sofisticada con rima interna.
En el mismo lugar se halla el deteriorado sarcófago esculpido de los Sitjar, de piedra calcárea y cubierta a dos aguas. En la cara frontal presenta una inscripción que identifica los cuerpos contenidos, Guillem Arnall y su hija Arnaleta. ALTO DOM III MCXCVIII NONAS IUNII OBIIT CUILELMUS ARNALLI RECIIARIO. ASNO DOMINI MCCXIIII VII KALENDIS SEPTEMBRIS OBITT ARNALLETA EIUSDEM FILIA UXOS ARNALLI STRUCIONIS. RESQUIENCANT IN PACE AMEN (transc. J. Puig i Cadafalch). En esta cara se desarrolla una escena celestial con dos estilizados ángeles en horizontal y una estrella que contiene el Cordero Místico El grafismo y la geometría caracterizan este bajorrelieve. El tratamiento plástico coincide con el único capitel del triforio de Sant Feliu dedicado a San Narciso. En las caras laterales se encuentran dos cruces envueltas en incisiones lineales. La composición de este sarcófago remite al sarcófago romano reutilizado en el interior del templo en el que aparecen dos genios sosteniendo la figura del difunto, modelo relacionable también con mandorlas alzadas por ángeles de la Cataluña norte.

Sarcófago de los Sitjar 

La escultura románica integrada el interior de la cabecera de Sant Feliu es poco conocida. Consiste en dos conjuntos de capiteles que adornan el triforio y el arranque de las nervaduras del ábside mayor. Según Elie Lambert primero e lmma Lorés después, podría tratarse de piezas reubicadas tras la anulación del primer claustro de Sant Feliu (documentado a inicios del siglo XIII) y que habría sido destruido a raíz del asedio francés de 1285. Para lmma Lorés de los catorce capiteles del triforio, doce son románicos. Se distribuyen en seis ventanas (A, B, C, D, E y F), de las que A, C, D y F son tríforas, mientras las ventanas B y E son bíforas. Se describen los capiteles de norte a sur, de la venta A a la F.

El capitel 1 A (interior) con ábaco liso y cesta con cuatro cabezas seriadas, de finales del XIII o inicios del XIV, ya gótico. Como afirma Lorés, se debe relacionar con los capiteles que soportan dos sarcófagos del claustro de la Catedral de Girona.
El capitel 2A (exterior) se decora con dos registros entrelazados vegetales regulares y simétricos. En la parte superior, sobre el entrelazado de tallos perlados, se disponen cuatro grandes piñas. Decoración vegetal que responde a la “segunda flora languedociana” presente en el claustro de la Catedral, similar a los capiteles 10 y 14 de Sant Feliu y semejantes a los de la galería ciega de los baños Árabes.
El capitel 3A (interior) aparece decorado con tres niveles de hojas de acanto. Este capitel encuentra paralelo en un capitel del claustro de Calligants cuya composición se basa también en este registro inferior cilíndrico, reproducido en los baños Árabes y en la Montana d'Or.
El capitel 4A (exterior) es el único figurado de esta ventana. Presenta ocho personajes de pie vestidos con túnica talar, con escote y pliegues rectilíneos, rostros bien detallados, aunque desproporcionados, todos con la mano derecha sobre el corazón. Estas figuras de alto relieve parecen representar un colegio de clérigos o monjes.
Aparecen composiciones similares en el capitel 53 del claustro de Calligants y en el claustro de Rodes, también en un capitel de Sahagún (Museo de León) y otro de Alquézar, en un capitel de Sant Pere de Camprodón (MDC, 34) y en el “colegio apostólico en procesión” de l'Estany. Los rostros de los personajes presentan ciertas semejanzas con los personajes del relieve del pilar sur- oeste del claustro de la Catedral y la ménsula “de los cónyuges” de la Montana d'Or.
El capitel 5B, el único de esta ventana, presenta decoración zoomórfica, figurativa y vegetal. u personaje de pie agarra las cabezas de dos leones simétricos ligeramente rampantes, amplias guedejas, bocas entreabiertas y cabezas desproporcionadas. Dos humanos más, con túnicas talares y rostros que muestra ira. Las colas de los leones se tornan en tallos tripartidos que se entrecruzan. Es característico el volumen profundo y la composición estática y simétrica, pero con voluntad de individualizar. La lucha entre hombres y bestias aparece en besalú, el claustro de Sant Cugat del Vallés, dos capiteles del claustro de Rodes (Md'Art. MAI 835 y MA1834). Los tallos estriados son similares al capitel 6 del mismo triforio.
La trífora C contiene dos capiteles historiados. En el 6C se representan tres escenas correspondientes al final de vida de San Félix que identificamos, como ocurre en el capitel 9, gracias a la versión catalana del relato hagiográfico de lacopo da Varazze. En los cuatro vértices de la cesta se desarrollan arquitecturas que evocan edificios ochavados y bajo el dado una cavidad cóncava. La primera de las tres escenas representa predicación del santo, en el centro un hombre imberbe arrodillado eleva su brazo hacia una figura barbada representada en alto volumen, sentado, de perfil y que sostiene un libro sobre la cabeza del personaje anterior. La segunda escena, en la cara interna del capitel, un personaje imberbe de medio cuerpo junta las manos ante su pecho en oración tras una mesa de altar con un libro abierto que es sostenido a cada lado por un ángel arrodillado. En la cara que da al ábside se representa el martirio — cuatro personajes con grafios agitan el río de fuego— y ascensión de San Félix —sentado, y custodiado a ambos lados por dos ángeles—. Este capitel de temática y estilo cercano al capitel 9, dedicado también a San Félix, está estrechamente vinculado con los capiteles del claustro de la catedral que presentan escenas historiadas bajo arquitecturas. La inspiración parte de las que aparecen en el Homiliario de Beda (miniado a finales del XI). Los paralelos del capitel hagiográfico se encuentran en los claustros de Girona y de Sant Cugat del Vallés y en conjuntos tardíos, como el claustro de la Sede de Tarragona, donde es recurrente la presencia de entrelazados vegetales de la “segunda flora languedociana”, como los que aquí aparecen indicando árboles. Sus figuras acaso se inspiren en los sarcófagos tardoantiguos.
El capitel 7C contiene escenas de la vida de San Narciso, el segundo santo titular del templo. Tanto la composición como los recursos estilísticos diferencian este capitel de los capiteles 6 y 9. En el ábaco liso aún se lee la inscripción AVE: MARIA. En la cara norte se representa el mandato de San Narciso al demonio para que matara el dragón que tenía tomada la fuente, con el dragón sobre la fuente y un hombre semidesnudo.
Ante este grupo se encuentra San Narciso mitrado mandando al demonio. En la cara interna aparecen dos religiosos con hábito y una arquitectura que podría simbolizar una entrada a las murallas de la ciudad, pues bajo el arco aparece un tercer personaje. Podría tratarse de los testigos en procesión tras un milagro del santo, que se presenta con báculo y una caja, en la cara sur. Esta corresponde a la predicación, con ocho personajes distribuidos en dos hileras. Finalmente, en la cara que da al altar mayor, se representa el asesinato del santo mientras daba misa, ante altar revestido sobre podio, mientras un soldado con malla y escudo alza el puñal. Este capitel presenta un juego de hojas que se repite en el capitel 9 del triforio y 7 del ábside, en el capitel de la cacería de la Montana d'Or, y en cestas de la Catedral, de Calligants y de la galería norte de l'Estany. hay concomitancias plásticas con capiteles del claustro de la catedral y algunas piezas de Rodes. Este capitel dedicado a San Narciso pudo inspirarse en los de Sant Feliu, a fines del siglo XII o inicios del XIII, en relación con la edificación del mismo ábside. La inscripción del ábaco corroboraría esta hipótesis.
El capitel 8D, presenta cuatro personajes imberbes vestidos con túnica corta. Cada uno de ellos somete un par de grifos ante su pecho. La disposición de los cuerpos de los grifos es realmente complicada, pues en el centro de cada cara entrelazan sus cuerpos de perfil hacia su extremo opuesto. Las figuras sobre la arista interior sur de este capitel están toscamente acabadas, esta rareza podría responder a la ubicación original de este capitel en una esquina. Su factura se asemeja a los capiteles dedicados a San Félix y los grifos recuerdan a los del claustro de la catedral. Aparece capiteles semejantes, según indica Lorés, en el presbiterio de la catedral de Tarragona, en Sant Cugat del Vallés y en un capitel conservado en el Museu de Peralada.
En el capitel 9D se representan varios episodios de la vida de San Félix que complementan las escenas del capitel 6, leídos en la versión catalana de lacopo da Verazze. La composición bajo el ábaco tripartido se corona con arquitecturas de arquecillos. Dentro de dos de las arquitecturas superiores aparecen rostros humanos. Como el capitel 6, contiene tres escenas, dos interiores con el personaje central sobre ambas aristas, y una tercera donde se representa el martirio. Sobre la arista interior se encuentra Rufino, el oficial de Daciano que mandó encerrar a San Félix, y en la otra San Félix, barbado, con túnica y descalzo, flanqueado por dos ángeles. Finalmente, en la cara que da al ábside, aparecen los soldados que lanzan a San Félix al mar y la salvación con ayuda de dos ángeles. Como el capitel 6, el 9, se relaciona claramente con los capiteles del claustro de la catedral, y encuentra un paralelo en el capitel de la Anunciación del claustro de Rodes, con una arquitectura ochavada similar a las de la catedral de Girona y Sant Cugat del Vallés.
En la ventana geminada E aparece un único capitel, de decoración vegetal. Como el 2 y el 14 cabe relacionar este capitel con la escultura gerundense-vallesana, y con los capiteles 1, 5, 6, 7 de la cubierta del ábside.
La ventana F presenta cuatro capiteles. El capitel 11 F (interno) presenta decoración vegetal semejante a la del capitel 3. Se trata de una composición derivada del orden corintio muy presente en los capiteles del claustro de Galligants.
El capitel 12F (exterior), muy similar al capitel 10 recurre a los mismos elementos de la llamada “segunda flora languedociana” Para Lorés, un diminuto detalle en el ángulo de división de los tallos relaciona esta pieza con la galería meridional del claustro de la catedral.
El capitel 13F, (interior), presenta decoración vegetal y unas pequeñas cabezas de felinos invertidas cuyas fauces contienen dos tallos perlados hacia los vértices superiores. El capitel 2 de la cubierta presenta cabezas de felino invertidas, similares a los que aparecen en los claustros de Girona y de Sant Cugat del Vallés.
El capitel 14F (exterior), mezcla composiciones vegetales anteriores. Cabe relacionarlo como los capiteles 2, 10 y 1 2 y con la escultura del círculo gerundense-vallesano.

El segundo grupo de capiteles románicos de Sant Feliu se compone de los ocho capiteles que se encuentran en el arranque de las nervaduras de la cubierta del ábside. Su fábrica no se corresponde con la del muro. Los describimos de derecha a izquierda: 
Capitel 1. Elementos de la segunda flora languedociana organizados en tres registros. Aunque como los capiteles 2, 10, 1 2 y 14 del triforio presenta decoración vegetal de la languedociana, la labra de éste es algo tosca y con elementos que recuerdan los capiteles de la Montana d'Or, y de Calligants.
Capitel 2. La decoración es zoomórfica y figurativa, representa una lucha entre hombres y grifos. Las cabezas de los animales muerden la misma cabeza humana de rostro frontal, muy deteriorado en el centro de cada cara, éste agarra a los dragones o grifos.
En las caras laterales de este capitel el extremo ha quedado embebido en el muro cortando la composición, ello confirma que la pieza no se encuentra en su lugar original.
La temática aparece en el capitel con grifos de la Montana d'Or, en deuda con el capitel de los grifos del claustro de Catedral y con los del claustro de Calligants.
Capitel 3. Un humano inexpresivo, con túnica larga, erguido en cada cara entre tallos perlados, palmetas y frutos o piñas, La composición geometrizante es recurrente y encuentra paralelos con un capitel del claustro de Calligants en que aparece un hombre entre tallos, aunque la labra de relieve plano se aproxima más a la de los capiteles de Santa Maria de l'Estany. Los rostros recuerdan capiteles de Sant Benet de Bages.
Capitel 4. Dos carneros rampantes y afrontados giran sus cabezas hacia la cabeza de su homólogo de la cara contigua. Este austero capitel ya fue concebido para ser adosado o quedó inacabado, pues en las caras laterales no se desarrolla del todo el animal. Es la pieza más dudosa del conjunto. Recuerda a las leonas o los lobos que aparecen en la Montana d'Or, pero el pelaje del carnero nos lleva a un momento posterior y encuentra paralelos en los leones-ménsula que soportan uno de los sarcófagos del claustro de la Catedral.
Capitel 5. Motivos vegetales que evocan elementos de la segunda flora languedociana, aunque con diferente composición y entrelazados de los tallos perlados. Este capitel se relaciona con el  de este mismo conjunto, y los capiteles 2, 10, 12 y 14 del triforio.
Capitel 6. Complicado entrelazado vegetal a base de tallos con tres o cuatro estrías longitudinales yuxtapuestas que se entrelazan en la parte central inferior de cada cara y salen hacia las aristas superiores donde cuelgan frutos en forma de pina de medidas algo irregulares, como ocurre en alguno de los capiteles del triforio y en el 5, el de los leones. Dichos tallos desde las aristas superiores vuelven hacia el centro y se abren en “flores de arum” que se doblan sobre los tallos. Como el capitel anterior se relaciona con los capiteles 2, 10, 12 y 14 del triforio, similares a los de la Catedral de Girona.
Capitel 7. Conjugación de decoración de la segunda flora languedociana, con un personaje masculino sentado en cada cara y vestidos con largas túnicas. Los tallos nacen por pares en la parte inferior de la arista y de abren en bucles semicirculares hacia el centro de cada cara, donde hay un fruto perlado. El capitel tiene claros paralelos en piezas de la Catedral de Girona, y en los capiteles historiados dedicados a Sant Feliu (6 y 9 del triforio). Hay semejanzas con los hombres entre tallos de Calligants y con otro en cuclillas de la galería norte de Ripoll.
Capitel 8. Presenta decoración figurativa y vegetal, relacionado estilísticamente con el claustro de la catedral. En cada cara se dispone un ángel de frente y con las alas abiertas y túnica larga de profusos pliegues longitudinales, el de la cara frontal erguido con gesto de bendición y en la mano sostiene un objeto (¿cruz?), el segundo sentado y barbado, similar al San Félix de los capiteles 6 y 9, en la diestra quizá un libro. Podría tratarse de los cuatro evangelistas, aunque no lo podemos asegurar sin conocer las otras dos caras del capitel, evidentemente reaprovechado. Hay un capitel con la misma temática en Sant Benet de Bages.
Las semejanzas de esta serie de capiteles con otros conjuntos gerundenses ayudan a datarlos. Algunos de los capiteles de la cubierta del ábside presentan claras conexiones con los de Calligants y con algunos de la Montana d'Or, y se relacionan con capiteles de la galería sur de l'Estany. El resto de capiteles, aunQue con distintas fuentes de inspiración, se vinculan a la segunda fase del claustro de la catedral, inspirados por el repertorio de la “segunda flora languedociana” y que se inspira en repertorios tardoantiguos, como ocurrió a finales del siglo XI en el Homiliario de esta misma colegiata de Sant Feliu, en deuda con el conjunto de ocho sarcófagos del presbiterio del templo. Así mismo, las semejanzas compositivas —pero no estilísticas- con capiteles del claustro de Rodes y de Loarre subrayan la inspiración languedociana y rosellonesa de las piezas de San Félix. Es evidente que parte de los capiteles del triforio y de la bóveda del ábside son reutilizados. Acaso pertenecieron al primer claustro, cuya existencia se documenta ya en la primera mitad del XII. Los capiteles relacionados directamente con el segundo taller de la catedral y con el taller de Sant Cugat del Vallés deberían ser fechados en la segunda mitad del siglo XII o inicios del XIII. En 1 285 se destruyó parte de la colegiata, incluido el claustro. El capitel 1 del triforio es ya gótico y acaso lo es también el capitel con carneros de la bóveda. Sólo el capitel 7 del triforio, dedicado a San Narciso, Quizá no formó parte del claustro. Compositivamente deriva de los capiteles 6 y 9 pero estilísticamente recuerda a las miniaturas del Homiliario de fredo. 

Arqueta de marfil
Compuesta por finas planchas de marfil decoradas y montadas sobre una estructura o alma interna de madera; mide 21 x 38 x 24 cm (Museu Diocesá de Girona. MDC0026).
Presenta vaso rectangular y cubierta tronco piramidal. Fue reconstruida a partir de fragmentos de la misma encontrados en Sant Feliu en distintos momentos (cinco descubiertos por M. Ángels Masiá en 1931), unidos y montados sobre madera por J Gudiol Ricart. Sus veinte fragmentos de placas de marfil asumen un amplio programa decorativo, vegetal y zoomórfico, organizado en espacios circulares. Menudean rapaces, gacelas, leopardos y pavos reales; tallos, rosetas, granadas, y demás flora. Las figuras dibujadas a partir de finas líneas oscuras conservan restos de la policromía original (negro, rojo, verde oscuro y amarillo o dorado) al agua y de oro diluido. El color propio del marfil se utiliza como fondo y relleno de figuras. Como apunta Orriols, todas las placas presentan evidencias de los pequeños agujeros de los clavos de marfil que disimulaban la unión al alma de madera del arca. Otros agujeros y marcas oxidadas indican el articulado original con piezas metálicas (bisagras, cierres y asas), las marcas de los ángulos responden a una intervención posterior. La falta de rallado sobre la pieza indica el uso de la técnica del encerado.
Según apuntan las hipótesis más recientes basándose en las semejanzas estilísticas de esta pieza con el arca de Martín Cid (Catedral de Zamora, XIV), los peines de marfil de la catedral de Roda de lsábena y el arca del Museo Della Floridana (núm. Reg. 1 471), en Nápoles, la arqueta de San Félix procedería de un taller palermitano, caracterizado por un repertorio de raíz bizantina, árabe, lombarda y normanda, con el águila bicéfala, los patos egipcios, o la flor de lis que remite a los blasones mamelucos. De acuerdo con Anna Orriols, y estudios anteriores elaborados por Casamar y Masiá, debemos situar la fábrica de esta arca en el siglo XIII.

Estola bordada de San Narciso
En 1936, del sepulcro gótico de san Narciso (labrado por Joan de Tournai, 1 326- 1 328), se extrajeron tres fragmentos de tejido bordado que unidos componen la estola de Sant Narcís, conservada in situ. Cada fragmento se compone de una ancha franja central blanca con una inscripción en grandes caracteres, monocroma y clara que se distingue difícilmente del fondo blanco, y dos finas franjas o cintas cosidas a los laterales de la franja central, que presentan fondo rojo e inscripciones en blanco. En los extremos de la estola y en el centro de uno de los fragmentos se desarrollan pequeños bordados en seda en los que se utiliza hilo rojo para el dibujo y para enmarcar la escena, verde y azul, tanto para colorear las franjas del fondo (fragm. 1), como para las ropas (fragm. 3). En los bordados el hilo dorado es abundante: en el fragm.  usado para el relleno de la figura y las letras, y en el fragm. 3 para dorar el fondo.
El fragmento 1 es el más largo (4'9 cm x 1 1 8 cm) y en el centro presenta un bordado con la imagen de la Virgen: (5'7 cm x 8'1 cm). En él se leen, según transcripción de M. Rosa Martín i Ros, en la cinta roja superior: [S]ALUS ET VITA SCA MARIA TV ILLUM ATIVVA REDENTOR NOSTER REDEM CIO TVA NE PEREAT IN NOBIS / En la cinta roja inferior: TEMPVS VITE NOSTRE CONFIRMEN NOS VIRTUS SPI [ . . ] INDULGEAT NOBIS DOM INUS UNIVERSA DELICTA / En la franja central: PATREM CVM PROLEM EIVS [E]ORVMQUE SPM ALMVM. El bordado, perpendicular a la estola, se encuentra en el centro de este fragmento y alude a la Virgen. Presenta una inscripción cuyas palabras subdivididas se distribuyen en la parte superior y a cada lado de la Virgen: SCA MA-RI-A ORA PRO NO-BIS. Los gruesos caracteres perfilados de rojo y rellenos con hilo dorado, se inscriben en las franjas coloridas del fondo de la composición rectangular, formado por cuatro franjas horizontales de arriba abajo: verde, blanco, azul, y blanco. La Virgen se representa de medio cuerpo y frontal, ricamente vestida con un hábito monacal, dorado, de cuello redondo sobre el que viste una gruesa y doble franja en “X” dividida en secciones y abrochada ante el pecho con un broche circular. Bajo el manto dorado se indica la cabellera que enmarca un rostro ovoidal alargado con rasgos característicos de la pintura del románico pleno. No alcanzamos a distinguir si lleva corona La riqueza de sus vestidos recuerda las imágenes bizantinizantes de la Virgen que aparecen en buena parte los repertorios pictóricos románicos catalanes.
El fragmento 2 (4'9 cm x 85 cm) no conserva ningún bordado, aunque presenta una zona oscurecida como si fuera el punto de la estola que queda tras el cuello. En la cinta roja superior se lee: XPS VINCIT XPS RECNAT XPS IMPERAT / EXAVDI XPE VOCEM / En la cinta roja inferior: BENEDICAT LOS DE US PATER CUSTODIAT NOS JLJESUS XPS / INLVM INET NOS SPIRITVS SANC / En la ancha franja clara central: [IN OMI] E DOM INI  OSTRI HIESV XPI.
El fragmento 3 (5'4 cm x 84'9 cm) conserva en sus extremos dos ínfulas (5'7 cm x l0cm). En uno de los extremos aparece un bordado destruido en la mitad inferior izquierda donde se representa el martirio de San Lorenzo. Aquí el santo, cuya cabeza se ha perdido, se dispone tumbado sobre la parrilla, cubierto con un perizonium, de perfil, alzando sus manos hacia la parte superior del bordado donde aparece una nube con la mano de Dios. Acompañan al santo dos elementos iconográficos: la parrilla (muy perdida) y una cruz griega (elemento que tiene el santo en las manos y de tradición bizantina que como indican Milagros Guardia y Carles Mancho, es recurrente en las representaciones romanas de San Lorenzo). La inscripción reza: LEVITA LAURENCIUS. En este fragmento de estola aparecen los siguientes textos, arriba [VIDE]AS, AM ICE, MARIA ME FECIT / QUI ISTA STOLA POTAVERIT SUPER SE / ORAD PRO ME SI DEUM ABEAD AT[IUTOREM] / En la cinta inferior: [ ... ]ATIVTORIUM / NOSTRUM IN NOMINE [ ... ] QUI F[ ... ] / En la franja central: USQUE TRINUM DEITATIS CREDIMUS UNUM.
En el bordado del otro extremo, el Que se conserva entero, se representa el bautismo de Cristo en el Jordán. una inscripción sobre el fondo identifica la escena. SIOANN BABTIZAT [ ... ]. El torso desnudo de Cristo aparece dentro de un baptisterio y su rostro recuerda la pintura de raíz poitevina; sus rasgos son parecidos a los de la Virgen. Cristo mira hacia la paloma. San Juan bautista, de tres cuartos y con túnica de manga irriga a Cristo

Estola llamada de San Narciso 

La factura de este bordado se distingue un tanto del bordado del fragmento 1, quizás anterior. Aquí el fondo de la imagen es finamente dorado y se aprecia voluntad de detalle.
A.M. Mundó propuso que los textos compendian fórmulas y textos eruditos difundidos por Italia y Europa centro-occidental entre los siglos VII y el XI. Este autor reordenó los fragmentos y propuesto esta lectura: II NOMINI NOSTRI HIESU XP[IST] I / PATREM CVM PROLEM [E]ORVMQVE SP[IRITV] M ALMVM/[VTRI]VSQUE, TRINVM DEITATIS
CREDIMVS VNVM. En la franja roja superior se lee: XP[ISTV] S VINCIT, XP[ISTV]S REGNAT, XP[ISTV]S IMPERAT;/EXAVDI XP[IST]E, TV ILLVM ATIVVA;/SALVS ET VITA S[AN]C[T]A MARIA, TU ILLUM ATIVVA./REDENTOR NOSTER, REDEMCIO TVA NE PEREAT IN NOBIS/[ . ]AS, AMICE, MARIA, ME FECIT;/QVI ISTA STOLA PORTAVERIT SÚPER SE/ORA PRO ME SI DEUM ABEAD AT[IVTOREM] . Y en la franja inferior roja BENEDICAT NOS DEVS PATER CVSTODIAT NOS [LJIESVS] XP[ISTV]S, INLVMINET NOS SPIRITVS SANCTUS./VITE NOSTRE CONFIRMED LOS VISTVS XP[IST] I;/INDVLCEAT NOBIS DOM INVS [VNI]VERS[A DELICTA NOSTRA]./ATIVTORVM NOSTRUM IN NOMINE DOMINI QVI M[E. . ]. La inscripción de la franja roja superior del tercer fragmento resulta especialmente relevante: “Recuerda, amigo, María me hizo; Quien lleve esta estola encima que ruegue por mí para Que tenga la ayuda de Dios”.  Como ocurre con el Pendón de San Odón (Sen d'Urgell) firmado por Elisava, y fechado a finales del XI o inicios del XII, en la estola de San Narciso, una tal María firma la obra. Según A. M. Mundó, la autora sería una abadesa del monasterio de Santa Maria de les Puelles, quién la habría ofrecido en motivo del descubrimiento de los restos de San Narciso, en torno el año 984. Al respecto, M. Castiñeiras partiendo de la datación paleográfica de los textos en el siglo XI afirma Que la estola podría encontrarse ya en Sant Feliu en 1032, cuando el abad Oliba en su sermón de Ripoll cuenta que su iglesia ya contaba con reliquias de San Félix y de San Narciso. El mismo abad Oliba, el 29 de octubre de 1038, en el sermón de la fiesta de San Narciso alude a la estola manchada de sangre de su martirio mientras oficiaba misa. Para Castiñeiras la estola fue elaborada poco antes de este año y podría ser obra de una monja de San Daniel. Según este autor, allí se habría organizado un importante taller textil, responsable también del Tapiz de la Creación En 1087 el obispo Berenguer Cuifré, como respuesta a la petición del abad de San Ulderic y Santa Afra de Augsburgo, envió un pedazo de la estola de San Narciso. Las ilustraciones de estos bordados se relacionan con los manuscritos de Ripoll y Girona del siglo XI. Como apunta Castiñeiras, los caracteres de los textos de los bordados y de las franjas de lino recuerdan a los tituli del Tapiz de la Creación; el busto de la Virgen, con hábito masculino, el maphorion recuerda a las Pléyades del manuscrito Vat. Lat Reg. 1 23, realizado en Ripoll en 1055, y finalmente, los rostros y la figura de San Juan bautista, guardan paralelismos con el Homiliario de Sede fechado en el tercer cuarto del siglo XI e iluminado por monjes conocedores de la biblioteca de Ripoll y a los que se habrían encargado los cartones para el bordado. Aun así cabe la posibilidad, como apuntan M. Guardia y C. Mancho, que los bordados no fueran coetáneos de la estola. Queda abierta la posibilidad que sean piezas de lujo importadas, dada su clara herencia bizantina.

Homiliario llamado “de Beda”
El Homiliario de Sant Feliu de Girona o de Beda (título de uno de sus textos) fue encontrado en la buhardilla de Sant Feliu a finales del siglo XIX por Hurtebise. El códice, desde 1939 en el Museu d'Art de Girona, evidencia las capacidades del scriptorium de Girona a finales del siglo XI. Permaneció durante nueve siglos en el lugar para el que fue creado, como corrobora la mención de unum librum quo leguntur homilie tempore quadragesime en el inventario de la iglesia de Sant Feliu de 1310.
El Homiliario contiene, además de grandes letras capitales con decoración zoomórfica, más de treinta ilustraciones que se inspiran en varios repertorios románicos, con fuentes de origen clásico y que en algunos casos alcanzan una inusual originalidad ilustrando literalmente el texto. Las abundantes, aunque poco coloridas ilustraciones que contiene, permiten, según A. Orriols, conocer cómo se planteó originalmente el proyecto de ilustración de este manuscrito, cuyo cuerpo textual corresponde a un original compendio de textos homiliéticos sobre los evangelios copiados de otros ya existentes (repertorios litúrgicos recogidos por R. Etaix en 1961).
Las miniaturas, que ilustran temas referentes a la predicación y a la vida de Jesús, se encuentran repartidas a lo largo del códice de forma algo irregular, inscritas en espacios libres prefijados. Algunas ilustraciones se encuentran claramente inacabadas (en el f.75 personajes están inacabados, o los folios 118v y 184 falta miniar figuras), otras ilustraciones han sido recortadas (el Museu Episcopal de Vic conserva un fragmento del mismo códice o a una posible copia). Las escenas de predicación que encontramos en los folios 8v, 10, l l , 14, 16, l9v, 23, 31, 36, 40v, 50v, 75, l l 5v, 1 16v, 1 18, 1 36, 141 y 1 84, presentan a Jesús junto a otros personajes, representados individualmente o en grupo, según indique el texto. Se representa entronizado (f 1 1, 1 4, 23, 40v y 50v) y de pie, gesticulando y dirigiéndose al auditorio (f. 8v, 10, 1 6, 19v, 31, 75, 1 15v, 116v, 1 1 8, 1 36, 1 41 y 1 84).
El fino trazo lineal y oscuro que define las figuras y se utiliza el rojo para enriquecer la composición. Las figuras son estilizadas y suelen vestir a la romana con túnicas de manga larga y rostros de tres cuartos que siguen un mismo patrón. La voluntad de profundidad suele resolverse graduando en altura los varios registros de personajes. El repertorio arquitectónico es escueto en las escenas de predicación y recurrente en el resto, con tres pisos y torres troncopiramidal.
Las escenas de predicación representan los siguientes temas. Jesús evangelizando los pueblos (f.8), Jesús anunciando su muerte (f.10), predicación de la parábola del sembrador (f.11); Jesús hablando en la sinagoga (f.14); conspiración de los judíos (f.16), los fariseos preguntando a Jesús cuando llegará el reino de Dios (f. l9v), Jesús anunciando a sus discípulos que la muerte viene súbitamente (f. 23), Jesús predicando la venida del Padre en el día del Juicio Final (f. 36), escribanos y fariseos pidiendo a Jesús un milagro (f. 40v), Jesús anunciando su doctrina a los discípulos (f. 50v), Jesús dando a Pedro la ley de la corrección materna (f. l l5v); los fariseos preguntando porque los discípulos no siguen las tradiciones (f. 116v), Jesús va a Jerusalén para celebrar la Pascua (f. 1 36), y Jesús enseñando en el templo (f. 141 y 75, 118 y 184, estas tres, inacabadas). Como apunta C. Ylla-Catalá, dentro de este mismo grupo conviene contar la miniatura conservada en Vic, que como el Cristo Que aparece en las ilustraciones del homiliario de l3eda, mantiene similitudes con el Cristo de la biblia de Ripoll, similitudes formales extensibles a las arquitecturas con cúpulas y torres. Neuss sugirió influencia de una posible fuente iconográfica tardoantigua, tesis que A. Orriols confirma apreciando la relación con los sarcófagos paleocristianos de Sant Feliu.
A pesar de su factura, se perciben en el Homiliario elementos y recursos de gusto arcaico y clásico, muy evidente según Orriols en las escenas de la vida de Jesús y que encuentran solución en fórmulas iconográficas en deuda con un desconocido corpus de imágenes evangélicas de tradición antigua. A este grupo corresponderían nueve imágenes. La inusual presencia en el Homiliario de tantas escenas de predicación en detrimento de los milagros, solo era explicable para Neuss por la relación con desconocidas fuentes de tradición helenística como el Evangelio de Gelati. Las escenas de la vida de Cristo y de milagros son las siguientes: Jesús exorcizando a un poseso en presencia de los discípulos (f. 15); Jesús curando al ciego y al paralítico (f. 24); Jesús servido por dos ángeles y rodeado de animales (f. 25); Jesús en la montaña (f. 26v); Jesús caminando sobre las aguas (f. 32); Jesús tentado por el diablo y luego acompañado por los ángeles (f. 34); la expulsión de los mercaderes del templo (f. 38v); la curación del ciego cerca del lago Bestesda (f. 51v); y el ángel moviendo el agua del lago (f 57)
Mientras algunas de éstas son similares a las del primer grupo (f. 15), otras responden claramente a esquemas compositivos diferentes y novedosos (como los ángeles que aparecen en el f. 25, semejantes a los que aparecen en el f. 34, ambos relacionados con la representación de ángeles de la Biblia de Ripoll, o la evocación del paisaje con líneas de suelo ondulantes en el f. 26, que según Neuss tienen una clara raíz copta). Los pliegues de los ropajes, igual que en anteriores, recuerdan según Neuss la Biblia de Rodes y el Beatus de Girona.
Resulta igualmente interesante la representación del folio 32, esta vez con elementos en estrecha relación con la biblia de Ripoll y el Griego 5/0 de la biblioteca Nacional de París, sobre todo por los elementos arcaizantes clásicos: el viento (un dios del viento soplando) y el agua (una cabeza zoomórfica-gárgola)
El tercer grupo de ilustraciones, según A. Orriols sería el compuesto por imágenes que ilustran literalmente la acción del texto y que no responden a ningún modelo iconográfico.
La ilustración que aparece en el folio 11, la segunda en este homiliario dedicada a la parábola del sembrador, es un buen compendio de las tres categorías mencionadas. Dado Que en la primera homilía del sembrador se usa la iconografía convencional, en esta segunda, el miniaturista debe inspirarse directamente en el texto. así narra literalmente en imágenes uno de los versículos del Evangelio de Lucas (L. 8, 4) que introduce la parábola diciendo “Se reunía mucha gente en torno a Jesús y venían de todos los pueblos” Aquí la Composición se divide en tres bloques y éstos en dos registros. Los pueblos de dónde vienen las gentes son representados por las arquitecturas con torres laterales dispuestas a ambos extremos del registro inferior. Las gentes, la multitud, son dos grupos de personajes sobre las arquitecturas, nueve (derecha) y diez (izquierda), flanqueando a la gran figura sedente central, frontal, Jesús. Con sus brazos abiertos se dirige a ellos, sentado sobre una cátedra con los pies sobre un escalón, y bajo éste, ocupando el pequeño espacio central del registro inferior tres personajes representados de cintura para arriba que no encuentran referencias en el texto homilético ni en la iconografía. Como apunta Orriols éstos evocan claramente escenas tardoantiguas representadas en uno de los sarcófagos paleocristianos de Sant Feliu.
Estilísticamente intervienen en el Homiliario las manos de escribanos de un mismo Scriptorium y un escribano diferenciable en la representación del Pantocrátor (f. 62) similar a la de la única capital figurada del Sacramentario de Sant Feliu.
En un fragmento del Homiliario de Pan Diaca, fechado también en el último tercio del XI y conservado también en el Museu d'Art de Girona (fragm. 74), se ha detectado la mano de uno de los escribanos del Homiliario de Sant Feliu. Esta constatación paleográfica que viene reafirma la hipótesis de un taller en Girona vinculado a Sant Feliu, donde se habrían creado el Sacramentario y el Antifonorio, además de otros fragmentos, como el Liber Misticus de Santa Maria de Manlleu, conservado hoy en Vic, ca. 1100 (MEV. ms. 288) y los fragmentos de un Responsorial de la Sede de Girona, fechado a inicios del XII, a los que deberían ser añadidos, como apunta Orriols, algunos fragmentos de códices catalanes hoy guardados en la biblioteca Nacional de Francia, fechables a finales del XI o inicios del XII. Aunque cabe considerar las similitudes formales e iconográficas con la biblia de Rodes, la de Ripoll y el Beato de Girona. Cabe entender que se trata de un estilo más o menos común entre los escritorios de activos en torno al año 1100.

Sacramentario de Sant Feliu de Girona
Para Marc Sureda y Miguel dels Sants Cros este Sacramentorio (Museu Diocesá de Girona, ms. 46) fue el libro de altar gerundense más importante de su momento. Estos autores deducen de las anotaciones primero de Jaime Villanueva y luego de Joan b. Ferreres, que el códice, a inicios del siglo pasado, se encontraba aún en Sant Feliu. En 1942 el códice fue recuperado por el obispo Josep Cartaná, quien lo depositó en el Museo de Arte de Girona juntamente con el Homiliario de Beda y el Antifonorio.
El Sacramentario conserva 153 folios en 19 cuadernos sin numerar, de 8 folios cada uno, encarados por pares. El f. 153 queda suelto dentro del volumen que contiene la parte central del canon romano de la misa. Faltan algunos cuadernos del principio, una quinta parte del texto según Sureda y Cros. Los folios son de pergamino grueso y bien elaborado con sus márgenes anchos, rallado a la punta seca y caracteres minúsculos.
Se trata de una tipografía carolina libraria de principios del siglo XII, en negro con sus rúbricas en rojo. La decoración de las letras se basa en repertorios zoomórficos y vegetales característicos del románico pleno. La figura humana aparece únicamente en el f. 1 l0v donde en la letra capital que da comienzo a la misa de la Santísima Trinidad aparece un Pantocrátor. Según apuntan Sureda y Cros, el Sacramentorio habría contenido un Pantocrátor similar a toda página y una representación de la Crucifixión en el canon de la misa, ambas desgraciadamente perdidas.
El repertorio vegetal se basa en la “flora languedociana” de gruesos tallos ondulantes que se abren en “flores de arum” con interior en reserva. aparecen cánidos dispuestos en varias posiciones, dragones en la letra “D” (f. 64, 84, 93 y 105) y un ave con las alas abiertas en el folio 4 ilustrando la letra “O”. Tal rico repertorio de formas, tonalidades, y ornamentación incluso dorada con pan de oro abundante alrededor de la letra “E” (f. 1 7), en las “D” (f. 23, 25v, 28v, 35 y 40), y en la “O” del folio l02v, entre otras, de acuerdo con Sureda y Cros, nos lleva a precisar la datación del códice en el segundo cuarto del siglo XII. A juzgar por las repetidas menciones al pontífex en el texto, entre otras peculiaridades litúrgicas canonicales, el códice se habría creado para uso de la sede de Santa María donde estaría al menos hasta el siglo XV, cuando se le añade “la misa de Carlemany” oficiada únicamente en la Catedral. Las rúbricas iniciales de las misas de los domingos después de Pentecostés (f. 39v) y la del inicio del santoral (f. 49) son de gran formato. Parece ser que los textos finales Que componen el cuaderno 19, entre los folios 1 46v y l 52v, se añadieron posteriormente, se trataría, como afirman Sureda y Gros, de copias realizadas por varias manos en la segunda mitad del siglo XIII. Estos autores deducen que el códice se utilizó hasta bien entrado el siglo XV.
La miniatura de la Maiestas Domini que adorna la letra capital “O” del f. l l0v resulta interesante. Sobre fondo granate y mandorla de fondo azul, Cristo nimbado y entronizado con el libro cerrado sobre la rodilla izquierda.
La influencia languedociana en este códice producido en Girona en el segundo cuarto del siglo XII es evidente, como ocurre en el Missal de Sant Ruf (Tortosa, Archivo Capitular, Ms. 1 1) concretamente con las imágenes de San Juan (f. 61 ) y San Pedro y San Pablo (f. 62V), Que guardan semejanzas con la aludida Maiestas Domini Se sustituyó la fauna monstruosa por figuras devocionales que ilustran el texto, como ocurre en las imágenes de San Agustín en su Homiliario, por ejemplo: el f. 49 (Tortosa, Archivo Capitular, Ms. 196) y el f. 5 (Vic, Museo Episcopal, Ms. 59).

Antifonario de Sant Feliu de Girona
Manuscrito musical fragmentario conservado desde 1939 en el Museu d'Art de Girona, encuadernado con el erróneo título Cantus Breviarii Antiquisimus Moderator. Es el primer Antifonario de misa conservado en Cataluña, con notación musical plenamente neumática catalana, sin prácticamente abreviaturas. Es un texto para ser cantado sin influencias aún de notación aquitana. En el texto donde no aparecen líneas, ni claves, ni guión final, abundan los neumas, notaciones musicales que Maur Sablayrolles estudió en detalle en su compilación de textos gregorianos publicada en 1905. Como apuntan en su estudio J. M. Marqués y M. dels S. Cros, este Antifonario es una pieza esencial para conocer el desarrollo y las melodías del oficio romano-Franco en Cataluña.
Jaime Villanueva en 1 850 lo describe como “un trozo de antifonario manuscrito a principios del siglo XII con las notas de música semejantes a las mozárabes, sin rastro de claves ni de rayas
Actualmente conserva 146 folios (26 cm x 19,5 cm). Los nueve primeros cuadernos, junto a los cuadernos 1 2, 1 3 y 14 contienen responsoriales; los cuadernos 10 y 11 son antifonarios, y el 15 contiene, en un doble folio, el final del canto responsorial. En el cuaderno 16 se inicia el canto antifonario propiamente que se sigue de los seis antifonarios finales. Para el trazado de las pautas se hace con la técnica del rallado con punta seca sobre la cara del pelo del pergamino, en cuyos márgenes aún conserva los agujeros. La tinta es oscura, marrón casi negra. La letra corolina redondeada de cuerpo pequeño fechable en el primer tercio del siglo XII muestra ya una cierta inclinación. Lejos de ser un manuscrito lujoso, el códice contiene letras capitales decoradas con motivos vegetales que responden a una o dos manos. Se diferencia el trazo inseguro de las grandes iniciales decoradas en amarillo, rojo y un verde azulado; y el de las letras capitales medianas, de trazo negro y decoración en rojo y amarillo, realizadas con una línea más segura. En el texto intervienen tres manos identificadas por Marqués y Cros: A (copia los folios correspondientes a los cuadernos 1 -9 y 1 2-15), B (copia los cuadernos 16 y 17) y C (copia los cuadernos 10 y 11, y 18-22)
En el texto aparecen notas y fragmentos añadidos entre el XII y el XIII que, a pesar de faltar una referencia explícita, corroboran su uso en Sant Feliu. Es plausible que este manuscrito fuera realizado a mediados del siglo XII en el scriptorium de la catedral de Girona, según J. M. Marqués y M. dels S. Cros.

 
Monasterio de Sant Pere de Galligants
Esta antigua abadía benedictina se encuentra en el extremo norte de la ciudad histórica de Girona, separada del lienzo norte de la muralla y de la catedral por el arroyo de Galligants que recorre la Vall umbrosa. Aunque se puede circular en coche hasta su puerta, se accede con más comodidad caminando, tras recorrer el paseo más pintoresco de la ciudad —entre Sant Feliu, los llamados baños Árabes y Sant Pere—, área que quedó configurada como tal en época franquista. El monasterio es el centro de un burgo, hoy barrio, encajado entre el minúsculo arroyo y la vertiente sur de la montaña de Montjuic, necrópolis judía hasta el siglo XV. El burgo extramuros, que consta documentalmente desde el siglo XI, adquirió suficiente relevancia urbana como para complementar a la ciudad de Girona desde el punto de vista social y demográfico. Sin embargo, por su ubicación estaba expuesto a los ataques militares, como el gravísimo padecido en 1285. Por ese motivo, cuando en 1362 Pedro el Ceremonioso mandó levantar el nuevo y extenso circuito amurallado de Girona, abarcó también este barrio.
De hecho, se fijó el trazado de la muralla montando por encima de los ábsides de la iglesia monástica, decisión que el rey estaba en condiciones de imponer puesto que en 1339 él había recuperado la propiedad del monasterio. La guerra de Segadors de 1640 y tiempo después la guerra de la lndependencia en 1808 hicieron mella en el monasterio, y graves consecuencias acarrearon también las crecidas del arroyo en 1552, 1763 y 1777. Como en todas partes, la desamortización supuso la desaparición de la comunidad monástica y el abandono del establecimiento que, en este caso, fue paliado al asumir un uso civil. Las autoridades políticas decidieron en 1857 que la iglesia sería la sede del Museo Arqueológico de Girona, gestionado en la actualidad como sede gerundense del Museu d'Arqueologia de Catalunya. El conjunto está declarado Monumento Nacional desde 1962.
La ubicación de este monasterio es forzada y angosta, entre el cauce de un riachuelo y una acusada vertiente. No disponemos de argumentos fehacientes para justificar el empeño en esta localización. Dado Que en las inmediaciones se halló una necrópolis tardoantigua y acaso altomedieval, cabría interrogarse sobre su atracción para fijar la posición de la primera fase histórica del monasterio. No obstante, el conocimiento arqueológico del entorno inmediato de Sant Pere resulta aún insuficiente.
El monasterio benedictino consta desde mediados del siglo X. Sendos documentos que constatan decisiones del conde Sunyer de Barcelona y del obispo Gotmar permiten comprender que el monasterio de Sant Pere existía ya en 949, y posiblemente algo antes. En una donación de 976 se menciona por primera vez la nomenclatura Sanct Petri cenobii Gallicanti. La recepción en 986 y 988 de distintos alodios de Guilmond de la Barroca y de Ermengarda respectivamente acreditan una organización estable. En 993 el conde Borrell II incluye en su testamento al cenobio Sancti Petri Gallicanti y le concede tres dominios, que E. Mallorquí interpreta como Caldes, Montnegre y Palafurgell. Y en 1010 hace otro tanto Ermengol, conde y marqués de Urgell. En medio de un listado de establecimientos, a favor del monasterio testa la condesa Ermessenda en 1057, Ponç en 1060, en 1066 Arnau Ramón, en 1081 Bernat Cuifré, Ramon Folc en 1083, Atanolf en 1087... A lo largo de los siglos X y XI se empleó la nomenclatura de Gallicantus, con todas sus inflexiones causales, que constituye una explícita alusión al canto del gallo, aunque algunos autores han preferido interpretarlo como piedras en movimiento en una cuenca fluvial Conforme a la segunda interpretación el arroyo daría nombre al monasterio, de acuerdo con la primera, había sucedido a la inversa, lo que parece más plausible.

El abad Wifré asistió a la restitución de la canónica catedralicia de Girona en 1019, de lo que Villanueva infirió la plena existencia del monasterio de Sant Pere. Así pues, su fundación precedió en unas décadas a de la comunidad monástica femenina de San Daniel, asentada en relación de vecindad con la masculina de Galligants, como se detalla en la venta efectuada por el obispo Pere Roger a su hermana Ermessenda y su cuñado Ramón Correll. Este emplazamiento de cenobios benedictinos próximos a las murallas de una ciudad condal y/o episcopal se produjo también en Barcelona (Sant Pere de les Puel les y Sant Pau del Camp) y en besalú (Sant Pere), configurando un fenómeno —el monasterio suburbano— constatado en otras demarcaciones ibéricas (San Zoilo de Carrión de los Condes, San Juan Evangelista de burgos, San Martin de Madrid, San Pelayo de Oviedo o San Dictino de Astorga) y europeas (Eibingen a las afueras de Rüdesheim, Santa Radegunda en Poitiers). En torno al monasterio se configuró un arrabal primero y un verdadero burgo nuevo después. Sobre ese suburbio gozó de jurisdicción el abad desde algún momento del siglo XII, confirmada por Alfonso el Casto en 1171, hasta el año 1 339, cuando Pedro el Ceremonioso lo reincorporó a su dominio a cambio de las rentas regias de Palafrugell, como detallan J. W.  Canal et alii.
Como muchos otros cenobios catalanes, Galligants fue incorporado a un monasterio provenzal. En 1117 (aunque Mallorquí considera falso este documento) Ramon Berenguer III traspasó la titularidad de esta casa a su hermano el abad Berenguer de Santa María de La Grassa, justificado en el propósito de rehabilitar el orden y la observancia de la regla de san Benito. Por otro lado, el propio Ramon Berenguer Ill en su testamento en 1130 (corrige Mallorquí) efectuó una donación la obra de su iglesia: cenobio Sancti Petri Gallicantus ad opera ipsius Ecclesiae dimitto tertiam partem Gerundensis monetae, ita ut praedicti mei elemosinarii faciant eam mittere in opera ipsius Ecclesiae usque habeant ibi missos cc morabatinos. Ese tercio de la moneda acuñada en Girona constituían unas suculentas rentas que posibilitarían la ejecución del edificio. Unos autores interpretan esta referencia como el inicio de la construcción, otros la glosan como su conclusión. Dalmasses y José sostienen que la obra estaba en marcha, sin poder determinar cuánto se prolongó la construcción. Cabe asumir que en el segundo tercio del siglo XII el edificio se encontraba en obras, y que los trabajos pudieron haberse iniciado antes y culminar a mediados del siglo XII o algo antes, lo que no contradice la datación atribuida por Besseran a la escultura. Además, el asiento epigráfico más relevante del monasterio tributa memoria al abad Rotland + 1 154) —Quam cito mutatur quicquid potentes amatar /Exitus ostendit quo mundi gloria tendit/ Ossa verenda patrum fecit reverentia fratrum / Abbas Rodlandus venerabilis archilevita / Cum patre Bernardo frultur perpete vita— y proporciona la fecha post quem para la construcción del claustro.
Esta inscripción se encuentra instalada en el machón noreste del patio monástico, frente al vano por el que entraban y salían los monjes, que podían leer, recordar y rezar. Dado que el sillar está perfectamente insertado en la fábrica del machón angular, cabe inferir que el patio monástico fue edificado después del año del óbito, sin mayor concreción por ahora. Por otro lado, aunque la inscripción nada esclarece sobre la cronología de la iglesia, cabe especular que el singular tributo memorial a Rotland acaso tuviera que ver con el hecho de que en su breve abaciato (1150- 1154) se culminara el edificio de culto.
Al margen de las referencias contenidas en alguna otra lápida obituario, no volvemos a disponer de noticias del cenobio hasta la redacción de las visitas pastorales iniciadas en 1331. Así pues, para fijar las coordenadas de la iglesia y de sus promotores sólo disponemos del documento de 1131. No sabemos quién impulsó y diseñó la fábrica y desconocemos quién contribuyó a su coste, al margen del conde en su manda. Tampoco hay constancia de la consagración de los altares. De hecho, con la salvedad del ara mayor dedicada a san Pedro, para considerar las titularidades originales del siglo XII solo podemos extrapolar las que se detallaron en la visita pastoral (ADC, ms. 143, í. 1) del obispo Ennec de Vallterra en 1368 (san Pedro, san Pablo, Santiago, san benito, san Salvador, san Miguel y en el Sepulcro dos altares más: item invenit in Sepulcro ubi Sunt duo altaria).
Los recursos, que nunca fueron muchos, escasearon en el siglo XV. Para paliar la agónica supervivencia de Galligants quedaron adscritos a la abadía los monasterios de Fluviá y Cruilles, también en situación muy precaria. La vida monástica sobrevivió con aguda dificultad. En el siglo XVIII la comunidad había quedado disminuida a tres monjes mayores, tres monjes simples y seis beneficiados, además del vicario de la contigua iglesia parroquial de Sant Nicolau. Sin embargo, en el momento de la desamortización la comunidad apenas estaba constituida por un abad y cuatro monjes.

La iglesia monástica de Sant Pere de Galligans posee una topografía inusual entre las fábricas románicas catalanas. La iglesia presenta cinco ábsides. El principal, más amplio y con un pronunciado presbiterio recto, se ilumina con tres vanos —el central restaurado con bocel sobre columnas en el intradós, conforme a la morfología de las ventanas de las naves norte y central. La exedra se faja por dentro con una sucesión de siete arcos ciegos que reposan en columnas y estas en zócalo, y otro arco ciego más en cada costado del tramo recto. En el brazo meridional del transepto se sitúan dos ábsidiolos paralelos, con ventana única y simple y una columna adosada en el vértice de las dos cuencas, con un paralelismo evidente en la vecina iglesia de Sant Feliu, como se indicó hace tiempo. En el brazo correspondiente septentrional se distribuyeron dos ábsides perpendicularmente: una exedra dirigida al E y otra cuenca al N. El espacio que las vincula es cuadrado y también se cubre con una bóveda de medio punto transversal al eje mayor. Las cubiertas de ambos transeptos acometen contra la nave central sin interrumpirla. El pavimento del ábside mayor se sitúa cuatro escalones por encima del crucero. También el brazo septentrional se sitúa dos gradas más alto que el crucero y que la nave del Evangelio, y la exedra de los ábsidiolos septentrionales, otros dos. Entre el crucero y los primeros tramos de las naves se desciende un escalón y entre los primeros y segundos tramos, otro escalón más.

Estas cotas dispares son consecuencia de los desniveles orográficos sobre los que se asienta el templo, acomodado en una angosta terraza obtenida al pie del riachuelo. De hecho, el desnivel resulta tan acusado que el ábside dispuesto a septentrión se empotra en su parte inferior en la peña, desmontada en más de tres metros y medio a contar desde el pavimento interior. En cambio, el ábside contiguo —el orientado del transepto norte— emerge del suelo desde un par de metros más abajo. Esta diferencia de cotas se refleja en la altura alcanzada por sendos ábsides. De hecho, el cuarto de esfera de la exedra norte aparece la conclusión directa del cañón de ese transepto. No se trata sólo de una solución plástica afortunada. Proporciona, además, una continuidad de resistencia entre la bóveda y el perímetro murario.
Es cierto, además, que si el ábside N no hubiera alcanzado una altura tan notable, al exterior apenas sobresaldría del suelo. Esta adversa orografía sin duda agravó el asentamiento de la construcción, pero también proporcionó al transepto norte un macizo punto de apoyo. A esta estabilidad fundamental se sumó el equilibrio conferido por la disposición axial y compensatoria del ábside E y de la caja de escalera. Por otro lado, el absidiolo contiguo no superó en altura la base de la bóveda del transepto, que fue perforada con un ojo de buey, que tiene su correspondiente en el otro brazo. En ambos figura también, aunque con resolución dispar una cornisa corrida y sin moldear para proteger de humedades y filtraciones el encuentro de absidiolos y lienzo vertical.

Las tres naves fueron abovedadas, de medio cañón con Sajones la central y de cuarto de cañón corrido las colaterales. Están segregadas por senda filas de pilares prismáticos con una columna adosada en el costado de la nave mayor, dispuesta para descargar el peso y presión del fajón correspondiente. Cuatro de estas semicolumnas fueron amputadas a principios del siglo XVI por facilitar la instalación del coro en la nave y fueron repuestas en la restauración de los años 60.

Los dos pilares torales, además, asumen sendas columnas en su cara de levante para apear los arcos doblados —a diferencia de los otros arcos, simples— que entestan con los dos brazos del transepto. Para iluminar la nave mayor, por encima de cada formero se abrió un vano de doble derrame, cuyo salmer coindice con la imposta que marca el punto de arranque de la bóveda central y, por tanto, con los cimacios de los capiteles mayores. Además, se habilitaron tres vanos menores en la nave meridional —cegados al construir el claustro—, pero no se dispuso ninguna ventana en la nave del Evangelio. una ventana más, ahora con perfil tretralobulado se encuentra en el panó que se levanta sobre el arco de triunfo hasta el enteste de la bóveda mayor. Finalmente, el mayor foco de iluminación se encuentra en el espléndido rosetón occidental.
El imafronte se estructura en dos planos rectangulares superpuestos porque el paramento se desarrolla por encima de las vertientes de las cubiertas. Una puerta a los pies, calada sin tímpano y cinco arquivoltas prismáticas, las tres exteriores ornamentadas con lazos y tallos vegetales, palmetas y rosetas, guardapolvo con sucesión de ovas, jambas prismáticas alternadas con un par de columnas en cada lado con decoración estriada y helicoidal, capiteles decorados cada uno de ellos con grifos, leones pasantes sometiendo una cabeza, águilas de alas desplegadas y cesta de mimbre, todo con una ejecución grosera, sin cimacios encima de los capiteles y las impostas que median entre ellos con bustos de personajes nimbados y figuras animales esquemáticas; en el intradós de esta puerta se labró un nudo de Salomón similar al que se encuentra esculpido en el Sepulcro. A ambos lados de la puerta se encuentran ventanas oblongas de doble derrame, a paño con el muro la meridional y con retranqueo en todo el perímetro la septentrional Encima de la puerta se ejecutó el célebre rosetón —copiado en el interior de la iglesia— que inunda de luz el espacio interior en el ocaso.



Con casi tres metros y medio de diámetro presenta esfera central y ocho pétalos El óculo presenta tres arquivoltas molduradas, la primera y la tercera de bocel completo con trama de tallos vegetales y la segunda con caveto pautado de bolas, y un guardapolvo con registro de palmetas alineadas. El anillo central se orna con encintado de palmetas y perfil interior con caveto con bolas, solución empleada también en el perímetro semicircular de cada pétalo. Estos ochos vanos radiales quedan definidos por otras tantas columnas de sección octogonal —el único de fuste cilíndrico es gótico— que rematan en doble capitel, con motivos fitomórficos, cuadrúpedos y en el que ocupa la posición central un grupo de religiosos sentados. En los arcos superiores se cinceló la inscripción OMNES COCNOSCAM I PETRUM FECISSE FENESTRAM [que todo el mundo sepa que Pere ha realizado la ventana] Este rosetón, sin paralelos en el siglo XII catalán que ha sobrevivido hasta hoy —aunque la solución fue frecuente en Galicia  Santiago de Compostela, Carboeira, Armenteira, Augas Santas, Ramirás, Laxe,….) y en Soria (Santo Domingo de Soria, Ucero)—, ilumina en primera instancia la tribuna coral aún presente, plataforma añadida en época tardogótica, quizá cuando se restauró el rosetón. Este portalón occidental comunica el templo con el vicus y con la aneja parroquia de San Nicolás.
Otro vano simple, practicado en el muro norte permite salir hacia el área cementerial, aunque el umbral de la puerta se sitúa más de 1,75 m. por encima del pavimento de la nave del Evangelio, lo que debió requerir al uso de escaleras móviles, porque no hay huella de que la hubiera de fábrica: los sillares astilladlos que se encuentran bajo el vano presentas las mismas alteraciones que otros situados un par de metros más allá y no pueden interpretarse como indicios de una construcción preexistente suprimida. En el primer tramo del paramento sur se situó la puerta de medio punto y apertura hacia la iglesia que da paso al claustro —la que se encuentra en el tercer tramo es posterior.

Los muros perimetrales de la iglesia reposan sobre un zócalo de cantos rodados y de mampuestos labrados dispuestos para no ser vistos, aunque afloran en algunos putos del costado septentrional porque el suelo está rebajado respecto a la cota original. En su careado externo los paramentos ofrecen una superficie continua, sin contrafuertes puesto que las bóvedas de cuarto de esfera descargan los empujes centrales sin necesidad de pilastras y estribos, hiladas tiradas a soga bien perfilada en su mayor parte y a tizón en la penúltima hilada del paramento septentrional. La cornisa de las naves laterales y de los ábsides central y septentrionales se pespuntan con un friso en esquinilla que, particularmente en las dos exedras del transepto norte, alterna piedras calcáreas y volcánica para generar un efecto de bicromía blanquinegra —recurso plástico explorado también en el trasdós de la ventana del ábside E del transepto N—, la nave central, en cambio, se guarnece con una faja corrida de arquillos ciegos.
La estereotomía en todo el templo es buena y, no obstante, las dimensiones de los sillares son cambiantes. Esta heterogeneidad provoca constantes desniveles y saltos de hiladas a lo largo de toda la fábrica. No se trata de adarajas por interrupciones —sólo, si acaso, en la nave central hacia los pies—, sino que revelan un cálculo impreciso del desnivel orográfico y una falta de previsión del taller para proveerse de piezas de una misma medida.
La configuración asimétrica de la planta y el alzado de esta iglesia ha desconcertado a sucesivos autores Los intentos de explicar su anómala disposición han dado lugar a conjeturas forzadas. En realidad, al exterior se advierten leves desajustes en las hiladas de encuentro entre los distintos ábsides que no resultan, sin embargo, particularmente significativos. Así, en la intersección entre el ábside mayor y su contiguo a septentrión se reconoce un encaje perfecto en las hiladas inferiores y algún desajuste en las superiores. A la luz del análisis de la materialidad del edificio y de la ordenación de la secuencia constructiva de la fábrica, cabe inferir que el conjunto del templo que hoy conocemos fue planteado y acometido simultáneamente, sin reaprovechamiento de estructuras previas. No obstante, en el curso de la obra los paramentos no se elevaron de manera coordinada y simultánea a lo largo de todo el perímetro. Una anomalía explícita es visible en la axila izquierda, donde se habilitó una escalera de caracol Conforme al despiece de los sillares de las hiladas inferiores y su adosamiento sin entestar a los muros de la nave y del transepto, se infiere que esta obra no fue considerada en los compases iniciales del proyecto. Se inició la construcción de la escalera cuando los paramentos de transepto norte y muro de la nave septentrional se habían levantado ya más de 2,40 m. a contar desde el umbral de la puerta contigua.
Desde ese punto y hasta su remate piramidal los sillares entestan con los contiguos. Vale la pena subrayar, pues, que en este lugar específico se produjo un añadido al plan constructivo y una reconsideración de las dimensiones y funciones que debía prestar esa escalera y, con ella, los espacios a los que conduciría. En el muro occidental del transepto se halla la puerta de ingreso a la escalera. Se sitúa a 1,45 m sobre el pavimento y tampoco aquí se construyó una escalera pétrea, lo que confirma el uso periódico pero ocasional de ese husillo. La iluminación del caracol es suministrada por una ventana generosa a media altura del paramento. 

Alzado este 

Alzado oeste 

Alzado norte

Alzado sur 

Sobre el brazo norte se levanta una torre campanario de dos alturas. El piso que carga sobre la bóveda del transepto, alberga un espacio cuadrado con dos ábsides paralelos orientados y con sendas aspilleras que se manifiestan al exterior en el paño oriental y en la pseudogarita NE de la torre (las cuencas absidiales no se corresponden con el perfil externo de los cilindros). En el suelo fue habilitada una claraboya de 0.91 m. de diámetro, excesivo para el paso de las sogas de las campanas, aunque ningún dato confirma qué o quién pasaba por ese óculo. En el muro sur de este espacio en alto se construyó a ras de suelo un intrigante vano. Esta suerte de pasadizo (2,20 m de largo) abovedado de perfil cónico decreciente (1,86 m x 0,74 m en el inicio; 1,63 m x 0,74 m en el final), se abre a la bóveda de la nave central. Este vano no aporta luz a la bóveda mayor, ni tampoco al recinto alto de la torre. Sus dimensiones, además no facultan el tránsito de un individuo erguido que, por lo demás, caería al vacío, de modo que debe ser interpretado como una suerte de palco, cuya razón de ser no puede ser otra que la auditiva. Encima del pasillo cónico, hay otro vano más amplio permite acceder a la cubierta externa de la nave central. Si en algún momento fue posible alcanzar al nivel superior del campanario directamente desde el piso que aloja los ábsides, el cegamiento vigente de la cubierta hoy lo imposibilita Tampoco hay indicio alguno de la chimenea que Puig i Cadafalch afirmó haber reconocido. En los ángulos se dispuso unos lienzos que actúan como trompas, explícitos en los ángulos NO y SO e insinuados en las esquinas NE y SE por encima de los absidiolos. Esta fórmula logra la transición del cuadrado de base al prisma ochavo. La cubierta se resuelve en falso bocel, cayendo hacia los absidiolos Acaso la solución fuera en origen plana, pero en plano inclinado, si atendemos a los mechinales de la parte alta de los muros.
La silueta octogonal de la torre campanario resulta inusual en la arquitectura románica de los condados catalanes. No cuenta con más paralelos que las iglesias de Hortoneda y San Daniel de Girona, ambas de planta central cruciforme. No es descartable que el contorno octogonal mantenga relaciones analógicas y analógicas con los usos ceremoniales y litúrgicos desplegados en ese ámbito y, por tanto, que tenga pretensiones semánticas. En Galligans no se dispuso la torre sobre el crucero como en estos templos (Santa Eugenia de Berga, Sta. Maria del Puig de Esparraguera, Sant Ponç de Corbera o Sta. Maria de l'Estany) porque no se confió en la resistencia de los pilares torales. En otras iglesias los cruceros se cubren con pesadas torres sólo si tienen una única nave y pueden descansar directamente en los muros perimetrales. Cuando los edificios asumieron tres naves, las torres se emplazaron en otras partes, entre ellas los transeptos. Esta solución puede comprometer la sustentación del edificio si los puntos de apoyos carecen de la fortaleza requerida. En Sant Pere de Galligans, la torre ejerce peso y presión sobre un ábside incrustado en la roca en sus primeros metros en la roca y, por tanto, inamovible. El riesgo, entonces, se traslada a los eventuales desplazamientos que pudieran producirse en sentido longitudinal. El juego de contrarrestos que ofrecen recíprocamente el ábside E y la gruesa caja de escalera atenúa apreciablemente ese riesgo. Al tiempo, la disposición transversal de la bóveda del brazo proporciona equilibrio y resistencia en su relación con el cilindro de la bóveda mayor. En suma, la audaz solución adoptada en Sant Pere partía en su base de un factor orográfico muy adverso que, no obstante, se dispuso al servicio de la fábrica.
El último piso de la torre corresponde al cuerpo de campanas. Cada uno de los ocho costados se orada con dos niveles de bíforas enmarcadas por fajas y friso de cuatro arquillos. Su aspecto actual fue restituido por los restauradores entre 1958 y 1978 a partir de los restos originales que aún permanecían en dos de los ochos paños. La torre llegó al siglo XX completamente desfigurada, en un grado de severidad análogo al padecido por los ábsides. Las alteraciones comenzaron ya en el siglo XIV, cuando la cabecera del templo pasó a formar parte del encintado de la ciudad. Asumiendo las veces de un bastión suburbial, Sant Pere adquirió una morfología poliorcética merced al recrecimiento de los muros absidiales y el cegamiento de los vanos de levante.
Con la salvedad del arranque de la escalera, el conjunto de la iglesia se efectuó de manera unitaria y coherente y no incorporó ningún elemento superviviente de una iglesia pretérita. La crítica se ha cuestionado por qué esta iglesia asumió la solución de los absidiolos perpendiculares en lugar de paralelos. En todo caso, en el transepto meridional no se habría podido asumir una disposición idéntica en 90” porque el hipotético absidiolo que hubiera mirado a mediodía habría impedido el acomodo de la sala capitular, instalada en la panda de levante del claustro. Por lo mismo, el ábside sur habría carecido de la iluminación requerida.
La torre no se alzó únicamente para habilitar un cuerpo de campanas, antes bien, un cometido prioritario fue cultual (como sucedió también en Sant Pere de Rodes, en la catedral olibiana de Vic y Sant Martí de Canigó). La satisfacción de funciones litúrgicas requirió la organización de una capilla en alto conformada por dos absidiolos paralelos, cuyos elementos ornamentales (tocador de cuerno, hombre en cuclillas, flor y entrelazo con un par de peces) no son fáciles de interpretar desde una perspectiva espiritual.

Sección longitudinal

Sección transversal

Secciones transversales 

Este espacio dotado de una naturaleza cultual y ceremonial era titulado “el Sepulcro” al menos en el siglo XIV. Como tantas otras iglesias cuya capilla elevada se advocó a la Resurrección de Cristo o al Sepulcro, cabe considerar que la torre de Galligans enmarcó una parte del rito pascual conectado con las celebraciones del altar mayor, integrado en una liturgia estacional. Así pues, la iglesia de Galligants se construyó con, al menos, dos polos de celebración. Con el propósito de que aquellos que permanecían en el presbiterio no desoyeran a los celebrantes que actuaban en altar secundario de la capilla elevada, sino que los escucharan sin verlos, se ubicó el Sepulcro en la torre contigua a la cabecera y sobre el transepto norte (solución que otorga la obvia ventaja de ahorrar el material y esfuerzo, aplicada también en la ampliación olibiana de Cuixá, Sant Pere de Rodes, Santa María de Barberá del Vallés, Sant Pere d'Ager, Santa María de Besalú y Santa Cruz de la Serós, estos tres últimos en el costado meridional, además de en algunas iglesias del Serrablo como San Pedro de Lárrede o San Pedro de Lasieso). El elemento capital fue la ejecución del inusual pasillo de perfil cónico en el riñón de la bóveda mayor, verdadero cauce acústico.

La iglesia de Calligans fue concebida y ejecutada para disponer espacios de culto diferenciados de acuerdo con una liturgia estacional y, al tiempo, dotarla de una eficiente comunicación visual y auditiva entre celebrantes y congregación. La arquitectura satisfizo las necesidades de la mise-en-Scène desplegada por los religiosos en las celebraciones litúrgicas y procesionales de Pascua, probablemente en relación con las fiestas del Triduum pascual (Adoratio, Hepositio, Elevatio, Uisitatio). Como en otros lugares (Saint-Martin de Canigó, catedral de Vic, Saint-Sernin de Toulouse, San Justo de Segovia, Sant Cugat del Vallés…), en Galligants la liturgia pascual de conmemorotio Sancti Sepulchri, con los monumentos asociados a él, se desarrollaba en el costado septentrional, imbuido de las connotaciones escatológicas canónicamente atribuidas a ese punto cardinal.
Los consuetas de la catedral de Girona, con acotaciones en forma de rúbrica, informan de que ante el altar del Santo Sepulcro se dramatizaba la visita procesional de las Marías al Sepulcro y la entonación del Quem Queritis. En el caso de Galligants carecemos de pruebas documentales, ni troparios ni consuetas, que acrediten que la celebración de la liturgia pascual en el Sepulcro implicaba también una dramatización del rito. Por el momento, cabe ponderar que una parte del ritual de los Maitines de Pascua —momento culminante del calendario litúrgico— se escenificaba en ese inusual escenario oculto, arcano, de acceso complejo y con perfil octogonal en la cubierta y en el exterior, morfología que remitía simbólicamente al octavo día. El recinto, con su breve pasillo perforado que remata en la ventana abierta a la nave, como un verdadero megáfono, fue edificado para estimular una audición nítida de la litúrgia más emotiva. El Sepulcro de la torre posibilitaba transformar la narración evangélica en movimiento físico y, al tiempo, conseguir que la comunidad de monjes no perdería de oído —aunque sí perdiera de vista— lo que sucedía en el ámbito más recóndito de la iglesia. La presencia de altares en alto y la construcción del canal acústico permitió que las ceremonias de la capilla elevada no quedaran aisladas respecto a las operadas en el altar mayor. El vano acústico facultó advertir a los monjes del coro del desarrollo litúrgico de los actos del Sepulcro y, con ello, estipular una continuidad cultual entre presbiterio y capilla en alto.

Interior del ábside 

Cuando fue construida esta iglesia singular, la abadía de La Grassa gobernaba la casa benedictina gerundense. Sainte-Marie d'Orbieu de La Grassa no conserva ningún elemento arquitectónico que permita concluir que la solución del Sepulcro de Galligants fue concebida en el monasterio languedociano. Por el contrario, un cúmulo de factores endógenos pueden ayudar a comprender por qué y cómo fue realizado el campanario de Sant Pere. el contexto litúrgico de Girona, particularmente interesado en la complejidad de los ritos pascuales, los antecedentes de espacios de culto elevados en las iglesias de Rodes, Vic o Canigó incluso considerando las profundas diferencias que median entre ellas; el ingenio edificio del anónimo arquitecto y de la comunidad de monjes, y los condicionantes forzados por la adversa orografía entre el riachuelo y la montaña. La disposición topográfica y espacial de la iglesia monástica consideró prioritario escenificar la entonación y la audición de los cantos que anunciaban la Resurrección.
En la ornamentación escultórica de la iglesia, desplegada en el eje mayor del edificio y en muchos casos provista aún de restos de policromía bermeja y lechosa, trabajaron tres maestros diferentes. El más célebre es el que labró la cesta del martirio de San Pablo, instalada insólitamente entre los dos ábsidiolos del transepto sur. Ha sido atribuida al Maestro de Cabestany (Durliat, Dalmases y José Pitarch, Moralejo), en su entorno artístico sin negar una relación más directa (Besseran) o a un taller tutelado por ese autor anónimo (Gudiol, Yarza). Besseran ha relacionado la iconografía de esta pieza con el capitel de martirio de San Caprasio de Agen, datado en torno a 1100, y la ha relacionado con una testa masculina, de origen incierto, conservada en la catedral.
Los estilemas de ese capitel “cabestanyiano” informan a alguno de los capiteles (Cristo entre Discípulos) y cimacios (Cristo bendicente entre personajes nimbados; bajo ellos leones pasantes, dos sansones y prótomos de carneros en los cuernos) elaborados por un segundo maestro. Este operó fundamentalmente en el ábside mayor y en el crucero.
Besseran y Camps consideran que la fuente de formación de este escultor se encuentra en la producción de los talleres tolosanos de inicios del siglo XII, y particularmente en torno a Gilduinus o al autor de la puerta Miégeville. Aunque determinados motivos (jóvenes mancebos con cabellos rizosos y túnica corta) presentes en el portalón tolosano se reprodujeron en las piezas de Galligants, la concepción plástica, narrativa y tridimensional de las piezas gerundenses distan sensiblemente. En Galligants se consumaron unas interesantes investigaciones sobre la exención de partes de las figuras (piernas, testas, patas, fauces) y pencas de acanto, pero ciertamente se desarrolló un detenido estudio de los planos de fondo de las cestas, que las forran con una jugosa vegetación, y un uso del collarino como base de apoyo para las figuras. La construcción de planos superpuestos y entrecruzados resulta explícita en una cesta con leones aglutinados en las dos esquinas. Algunas de estas fórmulas y proporciones que caracterizan los capiteles del crucero y presbiterio de Galligants, configurados como capiteles corintios ensanchados en su ábaco, se advierten en los capiteles del claustro de Saint-Sernin, hoy en el museo de los Agustinos de Toulouse. Notable es también la creación de composiciones como el Daniel entronizado auxiliado por ayudantes en su contención de los leones rampantes. El capitel interpretado por Besseran como el sacrificio de Caín y Abel, despliega su relato en las tres caras del sólido. Y un dominio de los equilibrios compositivos y la exención volumétrica acredita el capitel de la sirena erguida con peces entre los centauros, timbrado por un cimacio con prominentes ovas. El curriculum artístico de este segundo escultor gerundense remitiría su ejecución a fines del primer tercio del siglo XII.
El tercer maestro ejecutó los capiteles de la nave central y algunos de los cimacios instalados sobre capiteles del segundo maestro. El cincel más tardío llevó a cabo su tarea con una rudeza y limitación de recursos palmarias, perfilando motivos planos, apegados al plano de fondo, rígidos, con una simplificada rotundidad, figuras apoyadas someramente en el collarino, con el ábaco marcado por diagonales y los cimacios descritos como una sucesión de molduras y líneas que en las esquinas incorporan florones y testas casi abstractas. En una de las cestas aparecen leoneses superpuestos en pisos y en otra un personaje central sujetando extremos de tallos con frutos esféricos. Sin embargo, este operario llegó a elaborar alguna pieza que presenta una inédita teratogénia, encomiable, resultado de la misma labra abrupta y espontanea que conjuga segmentos de criaturas con motivos vegetales y geométricos. El resultado es una obra realmente creativa, sin débitos, con los méritos condensados en su misma imaginación y sinceridad. Este tercer escultor, que actuó tras los otros dos si consideramos el proceso evolutivo de la fábrica, resulta imposible de datar. una cronología a mediados del siglo XII sería plausible, pero no puede ser precisada.
Es evidente que la concentración topográfica de los temas religiosos, hagiográficos y cristológicos, subraya la importancia litúrgica del crucero y el ábside mayor. Los relatos visuales podrían ponerse en relación con las celebraciones cultuales sobre los diferentes altares, como el tipológico de Caín y Abel Por su lado, el capitel del martirio de San Pablo estaría asociado al altar dedicado al Apóstol, que cabe situar en uno de los ábsides del transepto sur, acaso el más inmediato al ábside central, de San Pedro. Si puede extenderse este razonamiento, la representación de Cristo entre discípulos del capitel del tramo recto del presbiterio central podría relacionarse con San Pedro si, como sugiere Besseran, este capitel representa la Pesca milagrosa o Vocación de los Apóstoles. En esa misma tesitura, el cimacio del capitel más próximo al ábside oriental del transepto norte, que muestra a Cristo bendicente entre personajes nimbados no sería incongruente con el altar del Salvador y su eventualmente cercana ubicación, lo podría no ser incongruente con los leones que presiden la cesta.
El claustro (19 x 16,5 m) está situado al sur de la iglesia, tiene forma de cuadrilátero rectangular. Es probable que fuera este el primer patio monástico al sur de los Pirineos que recurrió a una bóveda —de cuarto de cañón— para cubrir sus galerías. El patio fue ejecutado después que la iglesia, como prueban los vanos cegados de la nave lateral sur, evidencia de que no había sido previsto ese abovedamiento por los constructores de la iglesia. Por otra parte, dada la continuidad constructiva entre las paredes y las bóvedas, observables tanto en las galerías con el jardín central, se confirma que se trató de un proyecto único ejecutado con rapidez. Para Puig i Cadafalch las pandas se operaron en este orden. N, E, S y W. Por imperativo topográfico las dependencias monásticas no se desplegaron a lo largo de las crujías, sino que se aglutinaron en un edificio paralelo al río y adosado al costado O del claustro. La solución abovedada, aunque compleja y costosa, demostró ser más duradera que las habituales cubiertas de madera.
Para sostener esta pesada estructura se construyeron unas espesas pantallas con podio corrido, machones angulares, refuerzos de haces de cinco columnas en el centro de cada costado y parejas de columnas separadas a lo largo de las galerías. Por encima de los cimacios arcos medio punto, bóvedas de cuarto de cañón y, al exterior, friso de arquillos ciegos con mensulillas. El número de capiteles esculpidos de las galerías suma 60 en total. Mientras que la pantalla norte y la sur cuentan con diecisiete, la este y la oeste asumieron trece. Por regla general los capiteles que encaran el patio asumen decoración vegetal, mientras que los visibles desde los pasillos despliegan elementos figurativos o historiados. El generalizado empleo del trepanado para acentuar la expresividad de las figuras denota la vinculación de este taller a los modismos de los talleres rosellones, desde Cuxa y Serrabona en adelante.
Los capiteles semánticamente más relevantes se emplazan en el centro de la panda O, punto de entrada y salida desde las dependencias abaciales, ubicación privilegiada para influir más eficazmente en el espíritu de sus espectadores. El más célebre de los capiteles de este patio, y uno de los más icónicos del románico catalán, muestra cuatro sirenas-pez de doble cola escamada, cada extremidad desplegada a un lado, sostenidas por las manos respectivas y con remate de pliegues en abanico, dos grandes mechas de cabello recogidas ante el esternón que permiten mostrar los pechos y todo el costillar y bajo las cinturas se cincelaron dos vaginas, una por cada cola escamada. La representación no puede ser más procaz y excitante en un contexto claustral monástico.
Esta exhibición de criaturas tentadoras y lúbricas se sitúa contigua al capitel del ciclo de Natividad (Anunciación, Natividad, Epifanía, huida a Egipto y Herodes), con el púdico Nacimiento de la Virgen, como exorcismo de las sirenas. En el mismo haz se emplaza el intrigante capitel con cuatro decapitados saltimbanquis en las esquinas, bocabajo y con las rodillas dobladas, en el centro de una cara un músico con barba y larga melena con piernas abiertas ante la silla curul y en las manos una viola que tañe con arco, en otra cara un varón con bigote y larga túnica que podía tocar un instrumento de percusión o un aerófono; en la tercera cara una figura sentada imberbe acaso femenina que se sujeta sus mechones, y en la cuarta cara un obispo mitrado sostiene en sus manos una patena(¿) sobre un ara portátil entelada. Guardia interpretó la escena como la consagración de una iglesia, acto en el que en ocasiones participaban juglares. Sin embargo, esa lectura no se concilia con el hecho de que los saltimbanquis estén sujetos por sus cuellos con sogas, que también pisan los músicos y sobre todo el obispo. Las cuerdas invitan a pensar más en la condena y recriminación que en la exaltación de su participación.
Historiada es también otra pieza de la panda N en la que se suceden ocho personajes de pie, cuatro de ellos con objetos de los que sólo se reconocen un báculo y un libro con una cruz delante, indicios de que se trata de una comitiva religiosa. Con todo, la presencia de los asuntos narrativos es escasa, como en otros recintos románicos tardíos (Perelada, Sant Pan del Camp). En el resto de los capiteles el animal más representado en el claustro es el león, presente en hasta siete cestas habitualmente con la disposición de las cabezas tangentes en los ángulos, de acuerdo con un esquema reiterado en el área rosellonesa y ampurdanesa. Con todo, el predominio temático corresponde a las cestas fitomórficas. 

Sección claustro 

Detalle del claustro









Capitel de las sirenas 

Leones enfrentados

 Difícil interpretación de la representación del mismo, con figura simbólica humana y elementos vegetales. 

Las esculturas claustrales, respecto a las del templo, ganaron en naturalismo. Sobre las deudas generales con los talleres languedocianos y roselloneses, Camps y Lorés han precisado vínculos formales con el taller de Rodes. Los escultores del patio de Calligans trabajaron hacia 1170- 1180, antes de que se iniciara el claustro de la catedral de Girona.
El curriculum rosellonés-ampurdanés de los escultores no es atribuible, sin embargo, a los proyectistas de las inéditas bóvedas claustrales. Dada la proliferación de experiencias positivas en Provenza (casi en exclusiva, inexistentes en Languedoc o en el área pirenaica) a partir de 1150- 1160, cabría considerar esa fuente de información para los constructores del claustro benedictino de Galligants (1170). La via provenzal fue cultivada en la demarcación gerundense en los edificios de besalú (Santa María y Sant Pere) a partir de 1170, aunque los claustros de estas dos abadías no estuvieron abovedados, conforme a la precaria información disponible. No obstante, en Galligants —como en Colera, Muelles, Sous, en la catedral de Girona o Vilabertran— se utilizó una bóveda de cuarto de cañón, inusual en Provenza, y se limitó el empleo de arcos a los ángulos y nunca en el centro de los cañones. Esa disociación de recursos mecánicos (medio cañón frente a cuarto de cañón) invita a reflexionar sobre la potencialidad de los recursos locales y su traslación de las iglesias a los patios. La bóveda de cuarto de esfera, presente en las naves de la propia iglesia de Galligants, se prodigó en numerosas iglesias del siglo XII (Santa Joan les Fonts, besalú, Vilabetran...). Las pequeñas dimensiones de este claustro debieron estimular a los constructores a considerar y acometer la aventura de abovedar. Esta fórmula de éxito fue sucesivamente reinterpretada en los claustros gerundenses o de directamente vinculados a ellos (catedral de Girona, Sant Cugat, Vilabertran, Sant Daniel), asumiendo riesgos tectónicos progresivamente mayores, para lograr pantallas claustrales cada vez más espaciosas sin comprometer el sostenimiento de las bóvedas. Estas experiencias sucesivas fueron arriesgando y constatando la capacidad de resistencia de la caliza nummulítica local.

Próximo Capítulo:  Arquitectura románica en ALT Empordà-Monasterio de Sant Pere de Rodes, San Miguel de Fluviá, Antiguo Priorato de Sant Tomás de Fluviá

 


 

 

 

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