CAPÍTULO VIII
EL
DESARROLLO ECONÓMICO DE GRECIA EN LOS SIGLOS VII Y VI A.C.
Los siglos VII y VI a. C. fueron, y no solamente en Grecia,
sino en gran medida también en la historia de toda la época antigua, un período
de desarrollo excepcionalmente impetuoso e intenso de las fuerzas productivas.
Precisamente en esta época se observan grandes adelantos en todas
las ramas de producción. Glaucos, de Quíos, inventó el procedimiento de
soldadura del hierro, y Recos y Teodoros, maestros de Samos, introdujeron en
Grecia el arte de la fundición, ya conocido en aquel tiempo en el Oriente. El
tratamiento caliente del metal, su fundición y templanza, eran conocidos
también en la época anterior, pero entonces la fundición se realizaba vertiendo
el metal líquido en pequeños moldes; las piezas de pequeñas dimensiones se
fundían íntegras. Con semejante procedimiento era imposible fabricar objetos de
gran tamaño; éstos se hacían remachándolos con martillo sobre un patrón de
madera, es decir, con un procedimiento aún muy imperfecto.
Taller
de alfarero, placa corintia de 575-550 a. C.
La época anterior tampoco había conocido la explotación regular de
minas. En la época homérica, en Grecia, no había minas de hierro o cobre y los
pedazos de metal se adquirían, por trueque, a los comerciantes orientales. En
la época a que nos referimos, las minas de hierro aparecieron en muchos lugares
de Grecia. El cobre se extraía principalmente de Chipre, Eubea y la Argólida.
Comenzó también una intensa extracción en otros yacimientos. El oro se extraía
en cantidad considerable de las islas de Sifnos y Tasos, de Tracia y también de
algunos lugares del Asia Menor; la plata se obtenía en el Ática de las minas de
Laurión y también de Sifnos, Tracia, Macedonia, Epiro y Lidia. Antes se suponía
que el estaño llegaba a Grecia importado desde España y el lejano norte de Europa.
Actualmente se han encontrado yacimientos y antiguas minas de estaño en el
mismo territorio griego, en las cercanías de Delfos, donde todavía seguía
extrayéndose, aunque en cantidades insignificantes, durante la época bizantina.
Por lo visto el estaño era obtenido también en Tracia. Para el tratamiento del
mineral fueron inventados pequeños hornos.
Samos, Cnosos, Corinto, Calcis, Laconia, Egina y Lesbos se
erigieron en centros principales de la metalurgia griega.
Se observó también un considerable progreso en la producción de
tejidos. El hilado y el tejido en la Grecia temprana habían sido
predominantemente una producción doméstica, en la cual el trabajo fundamental
era realizado por las esclavas bajo la supervisión del ama de casa. Sin
embargo, ya en la Grecia homérica eran apreciados los tejidos finos, obra de
artífices fenicias (de Sidón).
La difusión del lujo en la vida de la aristocracia de Jonia, que
imitaba las costumbres de Lidia, originó la demanda de ricos tejidos purpúreos
y de otros colores, lo que a su vez contribuyó a la aparición de talleres
textiles que trabajaban para el mercado.
Penélope y su telar
La población del litoral griego del Asia Menor, igual que Frigia y
Lidia, se ocupaba de la ganadería ovina. Tenían fama especial las ovejas de
Mileto por la suavidad de su lana. En la época a que nos referimos se
desarrolló mucho el arte de batanar. El teñido de los tejidos se hacía con
diferentes procedimientos.
En la isla de Creta se empleaba el zumo de una planta local. Los
moluscos purpuríferos que abundan en las cercanías de las costas del Asia Menor
eran empleados en gran escala para teñir tejidos. Los tejidos de color para la
vestimenta y las alfombras de Mileto tenían salida en todo el litoral mediterráneo,
hasta sus confines occidentales. La producción textil que se desarrolló en
Samos competía exitosamente con Mileto en la fabricación de telas de color. El
tirano de Samos, Polícrates, invitó con este fin a los artesanos de Mileto y
del Ática e importó ovejas famosas por su lana. Entre otros centros de la
producción textil, más tarde se destacó Megara. Pero allí se fabricaban telas y
ropas groseras que eran vendidas a la parte menos acomodada de la población de
las ciudades griegas.
La fabricación de tejido de lino no tuvo en esta época gran
difusión en Grecia.
Se prefería importarlos de Egipto. La isla de Amorgos, famosa por
sus finos tejidos de lino, era una excepción.
Alcanzó un particular desarrollo en muchas ciudades, ante todo en
Atenas y Corinto, la producción de cerámica. Servía para satisfacer la demanda
más variada. Se empleaba tanto como recipiente para el transporte y
conservación de vinos y aceite de oliva, como para toda clase de vajilla,
vasijas de tocador, estatuillas de terracota, tejas, cráteras artísticamente
pintadas, en las cuales a veces se representaban escenas que describían las
condiciones de trabajo en los talleres de cerámica. Una curiosa escena aparece
representada en una vasija de figuras negras.
Arriba, dos imágenes de una misma terracota del
siglo VI a.C. en forma de lekythos. Estas figuras negras representan una de las
tareas del hogar a las que las mujeres griegas prestaban especial atención. A
la izquierda, dos mujeres trabajan en un telar que se mantiene tensado por unos
pesos atados en el extremo inferior de la urdimbre. La mujer de la izquierda
empuja el hilo de trama mientras que su compañera separa los hilos de la
urdimbre con una vara. La parte ya tejida se enrolla en lo alto del telar. Otras
fases de esta labor se pueden apreciar también en este lekythos, como el pesado
de las lanas, su hilado y, en última instancia, el doblado de los paños
acabados como se muestra en la imagen de la derecha.
Corresponde señalar que el desarrollo de la producción de cerámica
seguía no tanto la vía de la aplicación de nuevos procedimientos técnicos o de
creación de nuevas formas en las vajillas, cuanto la vía del crecimiento
cuantitativo de la producción en muchos talleres y de la elevación de la
calidad artística de los dibujos. También otros oficios artesanales se
desarrollaron ampliamente.
Con el desarrollo de las ciudades como centros artesanales,
comerciales y políticos, surgieron nuevas necesidades edilicias que las
murallas ciclópeas ya no satisfacían. Aunque en la construcción de viviendas
particulares las formas cambiaron relativamente poco y el material empleado
madera y adobe era el mismo de antes, en la construcción de los templos y
edificios públicos se crearon no solamente nuevos tipos arquitectónicos, sino
también una nueva técnica.
Antiguamente, la madera era el material básico en la construcción
de los templos y edificios públicos. En el siglo VII los templos ya se
construían con adobe, aunque las columnas se hacían de madera. En los primeros
templos de piedra se utilizó la caliza. Sólo a finales del siglo vi comenzó a
emplearse el mármol, mas no en calidad de material básico, sino para la
ornamentación.
La forma poligonal característica de la época micénica se conservó
en la construcción de las murallas alrededor de las ciudades y de los muros de
sustentación de las terrazas. Para los templos, la piedra se tallaba en forma
de paralelepípedo rectangular. En el siglo VI la construcción se hizo más
racional, ya que las muescas entre las piedras no se colocaron una sobre otra,
gracias a lo cual se consiguió mayor resistencia y estabilidad. Las paredes de
los templos se revistieron con estuco y se pintaron. Las columnas se componían
de varios cilindros y con frecuencia se hacían monolíticas.
El proceso de la construcción se dividía en una serie de
operaciones: se extraía la piedra de las canteras, se la sometía a un
tratamiento previo, se la transportaba al lugar de la construcción y allí se
tallaba definitivamente con el escoplo, la escofina de escultor, muchas clases
de cinceles y una sierra sin dientes para piedras duras.
Jercifronte, el constructor del templo de Artemisa en Efeso,
inventó un dispositivo especial en forma de marco biciclo para el transporte de
bloques y columnas.
Mucho menos notable fue el progreso técnico en la agricultura.
Esta se consideraba entre los griegos como una ocupación honrosa en los siglos
VII-VI a. C., producía ingresos seguros y las personas vinculadas con la
tierra, especialmente los grandes terratenientes, en muchos lugares conservaban
una posición dirigente en la vida política. No obstante, la técnica de la
agricultura quedó en un estado relativamente primitivo. En todos los lugares,
los campos se subdividían en dos partes: una estaba sembrada y la otra quedaba
en barbecho; esta parte se abonaba, se araba tres veces y en otoño se hacía la
siembra, dejando la primera parte en barbecho; es decir, la rotación era
bienal. El arado era de estructura muy sencilla, sin reja metálica. La tracción
la efectuaban bueyes, o con menor frecuencia, mulas. Los terrones eran
desmenuzados con azadas, se segaba con una hoz curva y trillaba en la era,
utilizando a los vacunos como fuerza de tracción. Se cultivaba mayormente
cebada y escanda. En los terrenos más fértiles, especialmente en las colonias,
se cultivaba trigo. En las grandes propiedades, el grano no se trituraba ya con
molinos de mano, sino en grandes molinos cuyas muelas eran accionadas por
burros, mulas o esclavos que trabajaban bajo el látigo de los guardianes.
Entre los cultivos especiales, el del olivo, muy poco desarrollado
en la Grecia homérica, en los siglos VII-VI adquiere una creciente difusión,
particularmente en el Ática, donde el aceite de oliva era un importante
artículo de exportación.
Cosecha
de la oliva, Museo Británico
El cultivo del olivo en Atenas era fomentado con medidas
legislativas. Sin embargo, el nombre griego pentacosiomedimnos (medimno era una
medida de cuerpos áridos) demuestra que también en el Ática la agricultura
ocupaba un lugar mucho más importante que la olivicultura, ya que esa
denominación correspondía a la primera clase, según el censo de su fortuna.
La ganadería estaba menos desarrollada que la agricultura. El
consumo de carne por la mayoría de la población disminuyó en las ciudades
griegas. La carne se comía principalmente en los banquetes que eran acompañados
de sacrificios. De ahí proviene que el acto de matar animales domésticos se
llame «sacrificarlos». La carne se sustituía por el pescado. El lago Copais, en
Beocia, era famoso por sus anguilas. Además de carne y pescado, los griegos,
especialmente los atenienses, consumían gran cantidad de hortalizas y verduras
que se cultivaban en las afueras de las ciudades. Más en la fuentes de
información nada se dice acerca de una horticultura metódica.
Paralelamente con el desarrollo de la técnica en los medios de
producción aumentó la división del trabajo. El trabajo rural (agropecuario) se
separa del trabajo urbano (artesanía); se especializan los trabajos
artesanales. Así en la metalurgia se diferencian las especialidades del herrero
y del fundidor; en la cerámica, las de los alfareros y de los artistas pintores
de las vasijas, etc. Al mismo tiempo, se observa la especialización de las
ciudades en diferentes industrias. En Mileto, por ejemplo, se concentró la
industria textil, en Corinto la de corazas y cerámica, en Calcis la de
armamentos, etc. Los artesanos en estas ciudades trabajaban contando con amplia
demanda para su producción.
La aparición en todas partes de monedas y sistemas generales de
pesas y medidas demuestra el desarrollo de la producción mercantil y del
comercio en los siglos VII-VI a. C. En esta época, en la Grecia
continental, se difundieron dos sistemas de pesas y medidas: el euboico y el egineta. El sistema euboico tomaba por unidad el peso de un pie
cúbico de agua, correspondiente a 26,2 kilogramos; una vez y media el volumen
de estos cubos constituía la unidad de medida de los líquidos, el metrete, igual a 39,3 litros; el
volumen de los cubos era la medida de los áridos, el medimno, igual a 52,4 litros.
La base del sistema de pesas era el talento. El talento era también la base del sistema monetario. El
talento euboico pesaba 26 kilogramos, el egineta 37.
Tanto uno como otro se dividían en sesenta minas, la mina en cien dracmas o cincuenta estáteras y el dracma en seis óbolos. En la reforma monetaria de Solón, que hizo
adaptar a Atenas el sistema euboico, se nota la tendencia al aumento del peso
del dracma ático, que a mediados del siglo VI a. C. alcanzó a 4,36 gramos.
De otros sistemas monetarios merece mención el de Corinto: la estátera corintia se dividía no en dos,
como la euboica-ática, sino en tres dracmas (de 2,78 a 2,91 gramos). El sistema
corintio estaba difundido en todas las regiones vinculadas económicamente con
Corinto: Italia, Sicilia, la Calcídica. (Corcira, por rivalidad con Corinto,
estableció su propio sistema monetario.) El sistema egineta conservó su
posición en el Peloponeso, la Grecia central y muchas islas (Rodas entre
ellas), hasta mediados del siglo V a. C.
Con la aparición de la moneda como medida de valor, la circulación
monetaria se hizo cada vez más amplia en la vida económica. Es muy ilustrativo,
en este sentido, el hecho de que al mismo tiempo fue desapareciendo la
costumbre de colocar en los sepulcros el oro y las alhajas. No obstante,
grandes cantidades de oro y plata, en forma de donaciones, continuaron afluyendo
a los tesoros de los templos, desapareciendo de este modo de la circulación.
En los siglos VII-VI a. C., las ciudades griegas de las
costas del Asia Menor fueron las ciudades comerciales más prósperas de Grecia.
Mileto ocupaba indiscutiblemente el primer lugar.
Entre otras ciudades, desde mediados del siglo VII se destacó
Egina, cuyos habitantes, debido a la poca fertilidad de su isla, tuvieron que
dedicarse al comercio. En manos de los comerciantes eginetas se concentró un
amplio comercio intermediario.
Después de Egina se destacó Corinto, gracias a su favorable
ubicación en el cruce de los caminos que iban del Peloponeso a la Grecia
Central y de las vías marítimas del Oriente al Occidente. Hacia comienzos del
siglo VII Corinto entabló relaciones comerciales con el Occidente y con las
regiones centrales de Iliria. A mediados del mismo siglo, los comerciantes
corintios chocaron con la competencia de los habitantes de su propia colonia
Corcira, y en el año 664, entre las flotas de ambos Estados, se produjo el
primer combate naval en la historia de Grecia.
Ágora griega
Ciudades
Hacia el siglo VI, en el Occidente, adquirieron importancia como
grandes centros de producción artesanal y de comercio varias de las que
primitivamente habían sido colonias puramente agrícolas, tales como Siracusa,
Tarento, Síbaris. En el transcurso del siglo VI fue creciendo gradualmente la
importancia de Atenas. Sin embargo, hasta finales del siglo VI y principios del
V Corinto no había sufrido aún la competencia de Atenas y mantenía con ésta
relaciones amistosas.
Debido al crecimiento del comercio y de las relaciones
comerciales, se desarrollaron rápidamente la navegación y el arte naval. Una
serie de innovaciones técnicas permitió alargar considerablemente la temporada
de navegación. En el siglo VIII a. C. los marinos navegaban poco más de
dos meses en el transcurso de todo el año, y en el siglo VI la temporada se
alargó hasta siete y ocho meses por año. En esta época comenzaron a realizarse
construcciones portuarias especiales. Se atribuye a los habitantes de la isla
de Samos la construcción del muelle más grande, aunque no del primero. Los
corintios hicieron un canal a través del istmo de Léucade (mejor dicho,
limpiaron de arenas el estrecho que separa a la isla de Léucade del
continente), para permitir el paso de naves. El tirano corintio Periandro tuvo
la intención de unir con un canal las aguas del golfo Sarónico con las del de
Corinto, pero se limitó a la construcción en el istmo del dioicos, una vía de
madera por la cual pasaban las naves sobre ruedas de un golfo al otro.
En comparación con las vías marítimas, las terrestres tenían una
importancia secundaria y, además, limitada. Eran una excepción los magníficos
caminos del Asia Menor que unían las ciudades griegas del litoral con Sardes y
los mercados orientales más lejanos. En la Grecia europea, dividida por cadenas
y estribaciones montañosas que corren en varias direcciones, las regiones
estaban frecuentemente unidas nada más que por estrechos senderos, por los
cuales el transporte de mercancías era sólo posible a lomo de burro y de mula.
Para apreciar el cuadro de la economía de Grecia en su conjunto,
debe tenerse presente que sus diferentes regiones se desarrollaban de forma
desigual, tanto en la época que describimos como en las posteriores.
Simultáneamente con las ciudades donde tempranamente comenzaron a desarrollarse
la artesanía y el comercio, un número considerable de regiones griegas
continuaron manteniendo su carácter predominantemente agrícola. En tal estado
se encontraban la mayor parte del Peloponeso, la Grecia central y la
septentrional. Estas regiones habían experimentado muy poco la influencia de la
circulación monetaria, y en ellas la economía natural se veía desplazada muy
lentamente por las reformas más modernas de la vida económica.
Es esencial anotar una circunstancia más en la descripción del
desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción surgida
de las mismas en este período de la historia griega. Los nuevos instrumentos de
trabajo que aparecieron en esta época continuaron existiendo sin cambios
perceptibles hasta el fin de la época antigua. Nos estamos refiriendo, por
ejemplo, a las herramientas de herrería o al surtido mucho más amplio del
instrumental de carpintería, que conocemos por las pinturas de las vasijas. Ni
el período helénico, ni el romano, introdujeron en principio nada nuevo en esta
materia. En la única imagen conocida por nosotros, en una vasija llamada «de
Megara», del período helénico, que se encuentra en el museo de Louvre y que
representa una herrería, no aparece ningún instrumento que no fuera ya conocido
en la época arcaica.
Casi lo mismo se observa en el desarrollo de una rama de la
técnica de tan excepcional importancia para los griegos antiguos como la del
arte naval. Los pequeños navíos de fondo plano, que no eran más que botes, en
los siglos VII-VI a. C. fueron sustituidos por barcos más grandes y más
rápidos, construidos con maderas especiales.
Se estableció la diferencia técnica entre los buques de guerra y
los cargueros o mercantes.
Los primeros, llamados penteconteres (es decir, barcos con cinco
filas superpuestas de remeros), se construían más angostos, con proas
revestidas de metal, y su marcha dependía menos de las velas que de los
cincuenta remeros; los barcos mercantes se hacían más anchos y se movían
especialmente a velas.
A finales del período arcaico se inventaron costosas trieres o
trirremes, con doscientos remeros distribuidos en tres pisos. En esto,
propiamente dicho, se detuvo el desarrollo de la técnica naval antigua, por
cuanto los períodos helénico y romano, según la opinión de los especialistas,
no trajeron en principio ninguna innovación esencial.
La historia de la técnica antigua proporciona ejemplos aún más
patentes.
Algunos procedimientos técnicos inventados en los siglos VII-VI
fueron luego olvidados durante lapsos prolongados, renaciendo sólo mucho más
tarde. Tal, por ejemplo, fue el destino de los moldes de piedra para estampado
y fundición de piezas de metal, bien conocidos en el período arcaico. En los
siglos V y IV quedaron fuera de uso. Se llega a esta conclusión, en primer
término, por la total ausencia de hallazgos correspondientes, y en segundo
término, porque aun en las piezas de a pares, como los aros y pendientes, de
épocas posteriores, siempre volvieron a aparecer y se difundieron ampliamente
en la época helénica.
El desarrollo de las fuerzas productivas en la Grecia de los
siglos VII y VI a. C.
adquirió ritmos tan acelerados, que se creó un cuadro de brusca
crisis, como no se observa igual ni siquiera en el período helenístico,
señalado por toda una serie de innovaciones técnicas.
Los cambios de las técnicas de la producción no pudieron dejar de
conducir a los cambios correspondientes en las relaciones de producción, por
cuanto «el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida
social, política e intelectual en general». De este modo los grandes cambios en
los métodos de producción debieron inevitablemente provocar una
reestructuración social y política total.
Precisamente la reestructuración de esta índole, debida al
desarrollo de las fuerzas productivas y a las nuevas relaciones de producción,
se produjo en la vida social y política de todas las ciudades progresistas de
Grecia en los siglos VII y VI a. C. En esta época, las instituciones gentilicias
arcaicas se habían erigido en armas del dominio de la aristocracia gentilicia;
siendo ésta un fenómeno manifiestamente caduco, se alzaba como un obstáculo en
el camino del ulterior desarrollado libre de las fuerzas de producción y de las
nuevas relaciones; frenaba este proceso. Pero aun siendo la representante de
las fuerzas caducas de la sociedad griega, se resistía desesperadamente al
advenimiento de las nuevas fuerzas sociales, engendradas por las relaciones
esclavistas en desarrollo. En el curso de la lucha se produjo el paso de las
viejas formas de la organización económico-social a las nuevas, desde la
sociedad todavía vinculada a muchos resabios de la estructura gentilicia, hacia
la sociedad clasista esclavista y el Estado; un paso de indiscutible progreso,
por cuanto la estructura esclavista era un paso adelante en comparación con la
sociedad gentilicia primitiva. Las relaciones de producción esclavista
determinaron el desarrollo ulterior de las fuerzas de producción, crearon
mayores posibilidades para el desarrollo de la técnica en muchas ramas de la
economía de la antigua Grecia.
Casa griega
Próximo Capítulo: Las guerras Greco- Persas
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