Siria y Palestina:
Los hebreos – Origen e instalación en Palestina – Más allá
de la biblia – Los reinos arameos – Distribución y áreas – Instituciones y
religión – La lengua aramea y su importancia.
Los territorios
comprendidos entre Mesopotamia y el Mediterráneo se vieron profundamente
afectados por las transformaciones étnicas, políticas y culturales que tuvieron
lugar en el Próximo Oriente hacia mediados del II Milenio.
Como efecto del
movimiento de pueblos se produce un reajuste en las formaciones estatales, de
manera que los pequeños reinos de Siria y Palestina cambian sus dinastas
semitas, en gran medida amorreos, por hurritas o indoeuropeos, pero al mismo
tiempo los grandes estados de la época orientan sus intereses económicos hacia
esta zona de intenso tráfico comercial. Las interminables disputas entre ellos
y con los príncipes locales se dirimen con el empleo de la fuerza militar, de
modo que la intensidad de las operaciones bélicas parece desviar el objetivo
real, que no es precisamente el de la conquista por prurito.
Desde épocas anteriores
las grandes potencias se han disputado este espacio económico. Egipto, desde la época de Tutmosis III adquiere la hegemonía
sobre Siria y Palestina, posición que mantendrá con altibajos hasta el siglo
XII.
Mitanni logra controlar Siria
septentrional desde mediados del siglo XVI hasta que, a mediados del XIV, le es
arrebatada por Hatti.
Los hititas heredan la
confrontación con Egipto, pero pronto alcanzan una paz que persiste hasta la
destrucción del Imperio Hitita hacia 1200.
El aumento de las
imposiciones tributarias obligó a muchos habitantes de ciudades a buscar una
nueva forma de vida como seminómadas, al tiempo que numerosos prisioneros de
guerra dejaban de ser elementos productivos en sus lugares de origen. Este
decrecimiento demográfico no fue soportado por algunos centros urbanos que
dejaron de existir, como Qatna o Ebla.
La productividad de los
campos no era demasiado elevada, por lo que sabemos de los archivos de Emar, de
Alalakh o de Ugarit.
El suelo cultivable se
dividía entre propiedades reales, que rentan al palacio un cincuenta por ciento
de la producción, y las tierras de las comunidades aldeanas, que entregan un
diezmo como tributo al monarca.
La producción artesanal
participa de forma activa en la renta, de hecho entre los tributos entregados
por los estados sirio-palestinos a las grandes potencias frecuentemente
encontramos tejidos y armas de bronce. Pero no se trata más que de unos
ejemplos de la diversificada artesanía de la región que requiere, para su
producción, importar materias primas, lo cual contribuye, a su vez, al
desarrollo de la actividad comercial, por vía terrestre -de ahí la importancia
del control de ciudades como Karkemish, Alalakh, Alepo, Qadesh, etc.
estratégicas para los estados imperialistas-, como por vía marítima, lo que
justifica el desarrollo de las ciudades costeras como Ugarit, Biblos, Tiro,
etc.
Mitanni intenta obtener los beneficios de esta
situación durante su período de hegemonía, a lo largo del siglo XVI.
En la primera mitad del
siglo XV será Egipto quien intervenga más activamente en la región para obtener
un consenso mediante el cual Mitanni conserva Alepo, Alalakh y el territorio de
Nukhashe, mientras que la XVIII dinastía se ampara de Ugarit,
Amurru, Qadesh y, naturalmente, los estados palestinos.
La etapa final de este
período está marcada por la profunda transformación que acarreará el movimiento
de pueblos, arqueológicamente simbolizado en el paso de la Edad del Bronce a la
del Hierro.
En primer lugar habría
que mencionar el proceso de instalación de los hebreos en Canaán, que conocemos
con cierto detalle -magnificado por la fuente- gracias al relato bíblico.
Seguramente en la época
de Ramsés II ciertos trabajadores abandonaron Egipto y deambularon por el Sinaí
y la zona septentrional de Canaán, hasta lograr un acceso por la milenaria
ciudad de Jericó. Una vez allí establecidos llevarán a cabo un reparto del
territorio, que han de compartir con los habitantes precedentes, de donde
surgirá el germen del proceso de estatalización.
Por obro lado, la mayor
parte de los asentamientos costeros ve interrumpida definitiva o
transitoriamente su vida como consecuencia de la denominada invasión de los
Pueblos del Mar. En realidad se trata de un movimiento migratorio y pirático al
mismo tiempo, conformado por una amalgama de desarraigados entre los que
mayoritariamente habría micénicos.
Entre los lugares que
desaparecen, al margen del Imperio Hitita, se puede destacar Ugarit, el
importante centro comercial que unía el Mediterráneo oriental con el Próximo
Oriente y que había sido presa de las ambiciones de las grandes potencias por
su caudal económico. Esta es la única ciudad de los cananeos marítimos, es decir,
los fenicios del II Milenio, que no logra sobreponerse al golpe recibido, ya
que fue abandonada por sus habitantes, indefensos al hallarse su ejército
combatiendo con el de Tudhaliya IV.
Algo más al sur, se
asentarán los peleset, el
contingente mejor conocido de los Pueblos del Mar, mencionado en la Biblia como
filisteos, que mantienen relaciones hostiles con los hebreos.
También en la costa
palestina se asientan los tjeker y
los denyen, que aparecen citados en
el "Cuento de Uenamón", un relato egipcio fechado hacia mediados
del siglo XI.
Otros grupos
participantes en estas oleadas darían nombre a Sicilia (shekelesh), a Cerdeña (sherden),
e incluso otras propuestas más discutibles aún intentarían demostrar el gran
alcance del movimiento de población.
No obstante, para la
historia próximo-oriente resulta más importante el pueblo arameo.
Políticamente juegan un
papel decisivo en el desfondamiento de los estados del Bronce Final y
participan en la construcción del nuevo mapa del I Milenio.
Pero desde el punto de
vista cultural resultan quizá aún más destacables por el profundo proceso de
arameización, que hará de su lengua el vehículo de comunicación predominante en
el Próximo Oriente hasta el cambio de era. Además, la popularización de la
escritura alfabética irá vinculada a la representación del arameo, mientras que
las lenguas del II Milenio aún en uso, conservarán el cuneiforme como instrumento
de representación; de ahí que el arameo encuentre un apoyo añadido a su éxito
como lengua franca a lo largo del I Milenio. En cualquier caso, los arameos
constituyen un elemento étnico nuevo en el Próximo Oriente, aunque está
emparentado con las poblaciones nómadas conocidas por las fuentes del II
Milenio como suteos, en la zona de Siria, y akhalamu en Mesopotamia
septentrional.
Su asentamiento no se
produce sistemáticamente de forma violenta, pues conservamos referencias de
tributos pagados a los monarcas asirios e incluso de su contratación como
mercenarios. A partir de ahí comienzan procesos de mestizaje que varían en
intensidad y efectos según las áreas, aunque su personalidad prevalecerá en la
mayor parte de los territorios en los que se asientan. Hacia el 1100 los
hallamos ya establecidos en el curso medio del Éufrates y a lo largo de los
siglos IX y VIII se han expandido hasta Babilonia meridional y Elam, además de
haber instalado sólidas dinastías en importantes ciudades de Siria.
Canaán es la denominación
antigua de una región del Próximo Oriente, situada entre el mar Mediterráneo y el
río Jordán y que abarcaba parte de la franja sirio-fenicia conocida también como
el creciente fértil. En la actualidad se corresponde con el Estado de
Israel, la Franja de Gaza y Cisjordania, junto con la zona occidental de Jordania
y algunos puntos de Siria y Líbano.
Canaán es una zona con una
larga historia, que remonta su ocupación hasta las fases neolíticas más
tempranas, con importantes asentamientos a lo largo del tiempo, como Jericó, Ugarit,
Jerusalén, Tiro, Sidón, Biblos, Damasco o Gaza. Fue habitado por pueblos muy
diversos, como amorreos, jebuseos, hicsos, fenicios, arameos, hebreos (y sus
descendientes los judíos).
A partir de la primera invasión
semita en la región (sobre el 3000 a. C.) existe unidad de
organización, urbanismo, arte militar, etc., entre todas las ciudades de Canaán
y las de la zona montañosa Judea; su historia es común, con pequeñas
vicisitudes peculiares de cada ciudad.[1]
Estos ocupantes parece ser que
entraron por el este. Las ciudades que de ellos conocemos, tanto en la zona
montañosa como en las llanuras y costas, coinciden en la solidez de sus muros
defensivos, como los de `Ay, Tirsah, Jericó, Dotayn, etc.; además son de bastante
extensión, lo que indica una población urbana numerosa con toda la complejidad
de servicios y el consiguiente desarrollo económico.
En el trazado de las ciudades
hay un destacado interés urbanístico: alcantarillados, calles rectas y bien
trazadas, armonía de edificios públicos con las viviendas particulares, etc.
Esta disposición urbanística es nueva por completo en Canaán y exige una fuerte
autoridad interna. Desgraciadamente faltan los documentos escritos que permitan
reconstruir la historia durante los casi nueve siglos que duró esta
civilización sin variantes.
Parece ser que la principal
fuente de riqueza es la agricultura de los campos inmediatos a las ciudades:
regadíos, como los de Jericó, o secano bien explotado, como en el caso de `Ay.
Pero su posición era estratégica: era un enclave frente al Mediterráneo, y
territorio de paso entre las diversas potencias: Egipto; Asiria-Babilonia; los
Hititas.
Esto propició una nueva fuente
de riqueza: el comercio. Las destrucciones totales de las ciudades
hablan de las conquistas guerreras de las mismas. Aun así, las destrucciones no
suelen ser totales, y los mismos pobladores rehacen las partes dañadas de las ciudades
al desaparecer el peligro que las aquejaba.
En la época en la que
los mercaderes fenicios ocupaban un lugar prominente, en especial entre los
cananeos, esta palabra (kena’ani), e incluso Canaán (por ejemplo Isaías
23,8), obtuvo el significado de "comerciante", "mercader".
Como nombre del país, aparece bajo las formas knnahni kinahni y kinahna,
tan temprano como dos siglos antes de Moisés en las cartas cuneiformes de los
príncipes sirios y palestinos a los faraones egipcios, halladas en las Tablas de
Tell el-Amarna; y más temprano aún en algunas inscripciones egipcias, con la
forma Ka-n-‘-na. En las monedas del siglo II a.C., el pueblo fenicio de
Laodicea se llama a sí mismo "una madre en Kena’an”. También en la
literatura griega queda evidencia de que los fenicios llamaban Chna a
cierto antepasado, así como a su país, y incluso en tiempos de San Agustín los
campesinos púnicos, vecinos a Hipona, se llamaban a sí mismos Chanani, o
sea, cananeos. Si el vocablo es de origen semita, debe derivarse de la raíz Kana,
que originalmente significa "bajo", o en sentido figurativo,
"pequeño", "humilde", "despreciable",
"subyugado". Siguiendo esta derivación en su sentido original,
"la tierra de Canaán" ha sido explicada por varios estudiosos como
"la tierra baja"---ya sea porque el nombre puede haber significado
originalmente sólo la costa plana, o también el país montañoso de Palestina
occidental, en oposición a las aún más altas montañas del Líbano y el Hermón.
Pero la tradición bíblica parece más bien derivar el nombre del país a partir
de un nombre de persona. Ella asume que "la tierra de Canaán" es la
"frontera de los cananeos" (Génesis 10,19), o sea, de la raza de
Canaán, hijo de Cam, y no parece aconsejable oponer a esto una conjetura tan
incierta como la etimología descrita más arriba. A lo menos, puesto que el
sentido figurativo del significado de la palabra como sinónimo de esclavo o
siervo cuadra muy bien con lo poco que sabemos del nieto de Noé.
Con pocas excepciones,
los escritores bíblicos parecen indicar con este nombre por lo menos, la
totalidad de la Palestina occidental, o Cisjordania. Ese territorio se extiende
desde el desierto de Sin en el sur hasta cerca de Rejob y la entrada de Jamat
en el norte (Núm. 13,3.18; cf. 22). Una delimitación más cuidadosa de la tierra
de Canaán se encuentra en Núm. 34,3-12 y Eze. 47,15-20. Pues aunque el nombre
no aparece en Ezequiel, no se puede dudar de la identidad de las fronteras que
se describen ahí. En ambos textos la frontera occidental está formada por el Mediterráneo,
y la mayor parte de la oriental por el Mar Muerto y el cauce inferior del
Jordán.
La frontera sur
coincide con la del territorio de Judá (Josué 15,1-4), mientras que Cadés
Barnea (Ain Kedis), en la latitud 30º 33' N, puede tomarse como el punto
más meridional. Fue por ello que en tiempos de San Jerónimo (In Ezech, Migne,
XXV, 476-478) se situó la frontera norte en el centro o norte de Siria. De ese
pasaje de San Jerónimo hasta una fons Daphnis (Dafne, cerca de
Antioquía) encontró su camino a la Vulgata (Num 34,11) en vez del pueblo de
Ain. A pesar de que algunos de los pueblos fronterizos todavía no se conocen
con certeza absoluta, podemos dar por sentado hoy día que la línea divisoria
del norte se debe trazar al sur del Líbano y del Hermón, casi en la latitud 33º
18' N., y que coincide completamente con la frontera norte del país conquistado
y habitado por los israelitas, el cual, según numerosas citas, se extendía
“desde Dan hasta Berseba”, o “desde la entrada de Jamat hasta el arroyo de Egipto”.
La parte norte de la frontera oriental, sin embargo, parece seguir no el curso
superior del Jordán, sino el del Rukkad, desde Hasar-Enan (El-Hadr)
hasta Ain (Ayun), de modo que aquí toda la parte occidental de Jaulan
parece estar incluida en la tierra de Canaán---no así, sin embargo, la tierra
de Galaad ni el territorio allende el Jordán, al sur del Jarmuk. Todos los
lugares antes citados están en concordancia con esta concepción, y sólo dos
veces aparece el nombre del país de Canaán con un sentido más limitado: primero
por la costa fenicia (Isaías 23,11), y luego por las tierras bajas de los filisteos
(Sofonías 2,5) ambos en un tiempo cuando únicamente estas regiones costeras
estaban aún habitadas por los cananeos. Hemos visto ya cómo ese nombre fue honrado
incluso luego en Fenicia misma. En Egipto parece que el nombre del país se
utiliza especialmente para referirse a la costa; al mismo tiempo que el nombre
de cananeos se aplica a los habitantes de la tierra montañosa que está detrás
de aquella. En las Tablas de Tell el-Amarna el país de Kinahhi parece
incluir tanto la costa fenicia como las montañas de la Alta Galilea, y
probablemente, más hacia el norte, el país de Amurri (Líbano y Anti-Líbano) cf.
H. Clauss Zeitschrift des Deutschell Palastinavereins (1907), XXX, 17, 29, 30,
35, 36, 64, 67.
El Génesis (10,15-18)
enumera una serie de tribus como descendientes de Canaán, muchas de las cuales,
y originalmente casi todas, estaban situadas fuera de Palestina propiamente
dicha y se extendían hasta el norte de Siria: "Y Canaán engendró a Sidón,
su primogénito, y a Het, al jebuseo, al amorreo, al guirgasita, al jivita, al
arqueo, al sineo, al arvadeo, al semareo y al jamateo. Más tarde se propagaron
las estirpes cananeas". Estas últimas son las tribus que poblaban al
Canaán bíblico o la Palestina occidental. "La frontera de los cananeos iba
desde Sidón, en dirección de Guerar, hasta Gaza; y en dirección de Sodoma y
Gomorra, Admá y Seboyim, hasta Lesa". Si podemos identificar a Lesa (V.A.
Lasha) con Lesem (Josué 19,47) o Lais (Jueces 18,14), el Dan posterior, la
costa desde Sidón a Gaza y Guerar se señala aquí como la frontera occidental de
Canaán, y el valle del Jordán desde la Pentápolis a Lais-Dan como la frontera
oriental. Pero el Códice Samaritano en su verso 19 trae otra declaración:
"Y la frontera del cananeo se extendía desde el río de Egipto hasta el
gran río, el Eufrates, y [desde el Eufrates] hasta el mar extremo [u
occidental]". Aparentemente, aquí “el cananeo” significa todos los
descendientes de Canaán, mencionados en los versos 15-18, de los que al menos
los hititas vivían cerca del Éufrates. Es difícil decidir cuál variante es la
original. Ambas presentan a los descendientes de Canaán establecidos en la
tierra bíblica de Canaán, o sea, lo que más tarde sería la tierra de Israel.
Por regla general es a los habitantes pre-israelitas de esta “tierra de
Canaán”, considerados en su conjunto, quienes son designados con el nombre común
de cananeos; así está en el Pentateuco, sobre todo en las partes atribuidas a
la fuente yahvista, como por ejemplo Gn. 12,6; 24,37; 38,2; 50,11. En otros
lugares, sin embargo, principalmente en las partes llamadas elohistas, se usa
el nombre de amorreos con el mismo sentido general. Muy frecuentemente se
distinguen hasta seis o siete, y hasta once, tribus o pueblos diferentes, uno
de los cuales en particular lleva el nombre de cananeos. Así por ejemplo en Éxodo
3,8: "…al país de los cananeos, de los hititas, de los amorreos, de los
perizitas, de los jivitas y de los jebuseos". Reiteradamente (por ej.
[[Jos. 3,10) se añade a los guirgasitas, mencionados más arriba (Gén. 10,16); y
en Gén. 15,19-21 encontramos a los "los quenitas, los quenizitas,
cadmonitas. . . y también a los refaítas"; mientras que en Núm. 14,25,a
los amalecitas; en la V.A. Deuteronomio 2,23 y Jo 13,3, a los avitas, y en Jos.
11,21 (y en otros lugares) se habla de los anaquitas, dejando fuera a otras
tribus más antiguas, probablemente transjordánicas, como los zuzíes, los emíes,
y los joritas (Gn 14,5- 6).
No se sabe nada sobre la mayoría de estas
tribus; para los amorreos, consulte el artículo correspondiente. Los hititas
fundaron un reino muy poderoso al norte de Siria, pero incierto si sus
homónimos del sur de Palestina (Gén. 23,3, 26,34, etc.) tenían algo en común
con ellos además del nombre. Sobre los cananeos, en un sentido más estrecho,
sabemos que habitaban al oriente y occidente de las montañas, o sea, a lo largo
de la costa mediterránea y en el valle del Jordán y de la Arabá, al sur del Mar
Muerto (Num 13,30; 14,25; Deut. 1,7; 11,29 ss.; Jos. 5,1; 11,3; 13,3). Es por
este nombre que se conoce a los fenicios en Abdías 20; y la mujer sirofenicia
de Marcos 7,26 es una mujer cananea en Mateo 15,22. No parece probable que las
todas las tribus pre-israelitas permanecieran marcadamente distintas unas de
otras. "Existen poderosas razones para creer que en una época primitiva la
población de Palestina ya presentaba una mezcla de razas, y que gracias al
matrimonio interracial se debilitaron los rasgos divisorios, hasta que
eventualmente toda diferencia quedó eliminada. El problema de distinguir entre
los grupos que encontraron los hebreos al llegar a Palestina es imposible de
solucionar hoy día." (Morris, Jastrow, Jr. Encyclop. Bibl., I, 642.)
No obstante, no parece muy desproporcionado
distinguir (con Hughes Vincent, "Canaán", p. 455) dos grupos
principales de tribus: los amorreos en las montañas y los cananeos a lo largo
de la costa y el valle del Jordán, y quizás hasta en el valle de Esdrelón (Jos,
17,12-18). Por otro lado, cuando los israelitas llegaron a Canaán, a las
órdenes de Josué, encontraron una población mixta: cananeos y amorreos, no
unidos políticamente bajo un gobierno común, sino que estaban desplegados en
más de treinta pequeños reinos (Jos. 12,7-14), estado de cosas que debió haber
hecho la conquista considerablemente más fácil para ellos. Este mismo sistema
de dividir en partes pequeñas un país prevalecía ya dos o tres siglos antes, en
el tiempo de las Tablas de Tell el-Amarna, escritas en su mayoría por, o a
cierto número de estos reyes-ciudades---y aparentemente incluso mucho antes en
los días de Abraham (Gén. 14,2.8.18; 20,2). En este aspecto las cartas
constituyen una impactante corroboración del relato bíblico. Luego de las
campañas de Tutmosis III en el siglo XVI a.C. todos esos pequeños reinos
reconocían la supremacía de los faraones egipcios y les pagaban tributo.
Posteriormente, sin embargo, pudo haberse vuelto gradualmente más y más
nominal, y a pesar de las posteriores campañas de Seti I y Ramsés II contra los
hititas, no dejó rastros luego de la conquista de Josué.
Son
muy escasos los detalles particulares que da la Biblia sobre
los cananeos. A veces leemos acerca de sus ciudades que eran "grandes y
con murallas que llegaban al cielo" (Deut. 1,28; Núm. 13,29);
de sus “carros de hierro” (Josué 17,16), y repetidamente de sus dioses Baal y Moloc, y de sus diosas Astarté y Asera; de
sus altares y columnas de piedra (masseboth), de sus pilares de madera (asherim);
en relación con estos altares, de sus sacrificios de infantes y de múltiples formas de
perversidad moral; de las abominaciones debido a las
cuales (la tierra misma vomitó a sus habitantes” (V.A.
Lev. 18,25), las cuales, a pesar de las
estrictas prohibiciones de la Ley y las advertencias de los profetas, encontró demasiada imitación dentro del mismo Israel. La
mayoría de estos detalles han sido recientemente corroborados y explicados en
descubrimientos arqueológicos, especialmente los resultantes de las
excavaciones sistemáticas hechas en Palestina por W.H. Flinders Petrie y F.J.
Bliss en Tell el-Hesy; por Bliss y M.R.A. Stewart Macalister en Tell Zakariya,
Tell es-Safy, y Tell Jedeide; por Macalister en Teil Jezer; por E. Sellin en
Thenac; por G. Schumacher en Tell el-Mutesallim — a todos los cuales Sellin
añadió en 1907 sus trabajos en la antigua Jericó.
Aún antes de que las tribus que nos fueron
presentadas como cananeas en la Biblia penetraran en Palestina (entre 3000 y
2500 a. C), ya debió haber existido una población más antigua, que parcialmente
habitaba en cuevas, pero que también habitaban en pequeños “pueblos” rodeados
de muros de barro. Este período se caracterizó especialmente por instrumentos
de piedra y vasijas muy primitivas. Las tribus cananitas que gradualmente
tomaron su lugar procedían del norte y por mucho tiempo estuvieron, si no bajo
la supremacía, sin duda bajo la influencia de Babilonia, que Sellin añadió en
1907 con sus trabajos en Jericó. En el s. XV a.C. cuando el país ya estaba
políticamente sometido a Egipto, los reyes de los cananeos usaron en su
correspondencia, no sólo con los faraones, sino también entre ellos mismos, los
caracteres cuneiformes babilonios, y---con la adición de un número de palabras
cananeas---el lenguaje de Babilonia también. Macalister (Pal. Expl. fund Quart.
Stat. 1905, 323 ss.) y, más recientemente, Sellin (Mitth.und Nach. des
Deutschen Palastinavereins, 1907, 70) encontraron alguna escasa evidencia de
que los antiguos caracteres fenicios y hebreos ya eran conocidos entonces.
Mientras tanto la civilización había avanzado enormemente, como es evidente por
el uso del bronce y otros metales, y enseguida el uso del hierro; por la
construcción de viviendas, ciudades, puestos, torres y fortalezas; por el
creciente número y valor de los objetos de uso doméstico y religioso; por los
diseños y montaje de sus santuarios y de sus cuevas funerarias; y por la rica
variedad de forma, adornos y pintura de los productos de cerámica---si bien el
arte no parece haber llegado a poseer un desarrollo continuo y estable.
Cuando los israelitas (Núm. 13,29; Deut 1,28)
hablan con admiración de "grandes ciudades": la hipérbole es casi tan
enorme como cuando dicen "amurallada hasta el cielo". Las ciudades
encontradas hasta ahora cubren, cuando mucho, siete u ocho hectáreas (cerca de
19 acres), pero sus fortificaciones son excelentes. Las murallas de Jericó,
hechas de ladrillos quemados, tenían una anchura de tres a doce metros, es
decir, de aproximadamente 9 a 39 pies (Sellin, op. cit., p. 69). Si los
antiguos pobladores ofrecían sus sacrificios en recipientes en forma de plato
labrados en la superficie del suelo rocoso, los cananeos tenían sus templos al
aire libre, o Bamoth (lugares altos), con altares, pozos sacrificiales, y
pilares de roca de siete a nueve pies de alto. En Gazer se encontraron ocho
pilares aún de pie, el más pequeño de los cuales (alrededor de 5 ½ pies de
alto) m) parece ser el más antiguo y es quizás el emblema real de la deidad. De
los Asera, o columnas de madera, únicamente quedan las bases. Hay dos grutas bajo
el santuario que deben haber desempeñado algún papel en el culto. Pero el
rastro más sobresaliente de la idolatría son los esqueletos de niños---en su
mayoría recién nacidos---que fueron sacrificados a la deidad, los cuales se
encontraron en Gazer enterrados en bajo el piso del santuario y en otros
lugares, especialmente en Meguiddó, en su territorio adyacente. En varias
ocasiones los restos de estas víctimas humanas, entre los cuales también había
adultos, se hallaron debajo y en los cimientos de las casas y de otras
edificaciones. Son una impresionante ilustración de Josué: "Maldito
será delante de Yahveh el hombre que se levante y reconstruya esta ciudad (de Jericó).
¡Sobre su primogénito echará su cimiento y sobre su pequeño colocará las
puertas!". El carácter naturalista de esa religión aparece especialmente
evidente en las numerosas placas de Astarté, o estatuillas de diversos tipos, y
por los omnipresentes emblemas fálicos; entre estos alguna clase de pilares de
piedra betílicos, y se hallaron unas pocas cabezas de toro representando a Baal
o Moloc. También se han descubierto algunas representaciones de deidades
babilónicas, y, aun menos frecuente, imágenes de la mitología egipcia. Las
placas de Astarté asimismo denotan inspiración egipcia. En resumen, la
civilización cananea parece haber experimentado constantemente la influencia de
esas dos naciones. Más aún, en la cerámica, el arte del período egeo-fenicio
produjo trabajos característicos desde el inicio del siglo XIV a.C. Por otro
lado, el establecimiento de los israelitas en Canaán, a juzgar por los
resultados de las excavaciones realizadas, no abrió ningún período nuevo desde
el punto de vista arqueológico, de modo que el período cananeo (o sea, los
varios períodos semitas de Macalister, Palestine exploration Fund Quarterly
Statements, 1907, p. 203) se extiende hasta el siglo VIII o IX a. C.
Sin duda, la sumisión de Canaán no se efectuó
tan rápido como algunos capítulos del Libro de Josué nos llevan a creer. En
particular, los sitios que son más conocidos por nosotros a través de los
descubrimientos recientes, Thenac, Meguiddó y Gazer, están entre los que fueron
sometidos por Israel hasta después de un cierto lapso de tiempo (Jos. 17,11-13;
Jueces 1,27-29). Gazer todavía estuvo habitado por los cananeos incluso en los
días de Salomón (1 Reyes 9,16). Y en ese mismo contexto (20-21) aprendemos que
Salomón, a través de un estatuto de trabajos forzados, subyugó “hasta este día”
a toda la población cananea de su reino. De ese modo Canaán se había convertido
de una vez y por todas en siervo de Sem. Posteriormente, Fenicia, con sus
colonias fue conquistada por los romanos, hijos de Jafet, y pronto desapareció
del todo de la lista de naciones.
Los amorreos
Poco antes de finalizar el
tercer milenio, una nueva incursión de gentes de vida nómada, al menos
aparentemente, destruye casi por completo las ciudades de la zona montañosa,
aunque las del llano, menos conocidas, puede que no sufrieran tanto, especialmente
las bien conocidas de Fenicia, como Biblos. Ordinariamente se considera amorreos a los nuevos invasores. Los descendientes de los
pobladores de las antiguas ciudades, muy mermados en su número, pronto
volvieron a reconstruir las antiguas ciudades de la zona montañosa, en menor
tamaño, con otras técnicas defensivas y sin tanta atención urbanística.[2]
Según la Biblia (y sin que haya
respaldo científico del dato) este pueblo descendía del cuarto hijo de Cam, el
más joven hijo de Noé (Génesis 10:16). Grupos de ellos moraban en Hazezontamar,
o En-gadí, al oeste del mar Muerto, y fueron atacados por Quedorlaomer en los
días de Abraham (Génesis 14:7). En aquel entonces, la iniquidad de los amorreos
no había llegado aún a su colmo (Génesis 15:16, 21). Siendo la tribu más
dominante y la gente más corrompida, algunas veces los amorreos son tomados
como representantes de los cananeos en general (Génesis 15:16; 1 Reyes
21:26).
Los documentos egipcios ya
hablan de expediciones guerreras en Canaán, aún no conocida por este nombre;
entre estas expediciones hay que destacar la de Sesostris III (ca. 1850 a. C.).
Los hicsos
Durante los siglos XVII y XVI
a.C. los hicsos dominaron Egipto, y controlaban también a
Canaán; hasta se han hallado en los estratos correspondientes a su ocupación
más escarabeos y cerámica suya que en las propias ciudades
egipcias. Con los hicsos se introducen, por razones militares, nuevas técnicas
en las ciudades; los muros, que ya no eran tan sólidos como en la época
anterior, se refuerzan con los característicos glacis hicsos, y las
puertas son de tenaza. La opresión de los más poderosos sobre las mayorías se
hace notar: es apreciable una mayor diferencia entre las viviendas de los
nobles y la de los semi-siervos que las rodean. Con la decadencia de los hicsos
coincide la llegada de una nueva oleada de pobladores, esta vez del norte y de
origen indoeuropeo: los hurritas.
Los hurritas
Los hurritas llegarán a establecerse de tal forma en Canaán,
que en los documentos egipcios de la época pasa a llamarse huru, país de
los hurritas. El comercio florece y no sólo de productos manufacturados, sino
especialmente de materia prima para la industria artesana: los colorantes para
la cerámica, los minerales metálicos traídos desde muy lejos; pero el bronce es
usado principalmente para fines bélicos: armas y armaduras.
La prosperidad económica y el
incremento de la población a lo largo de este periodo (1750-1550 a. C.)
es patente en las excavaciones de los estratos correspondientes. Y dado que el
comercio es el motor de esa bonanza se hacen más numerosas las ciudades.
Algunas surgen totalmente de nuevo, otras se repueblan. El dominio hurrita fue
desmontado en Canaán por los grandes faraones egipcios del Imperio Nuevo. Tutmosis III, ya en el siglo XV a. C., invadió
triunfalmente Canaán por el camino del mar, ocupando Yajó (Joppe), Lidda,
Gezer, Megiddo y Ta'ának, convirtiendo en feudatarias a todas las ciudades.
Los hititas
Pero otro imperio surge al
norte, en Anatolia: los hititas, que saldrán al encuentro de
los egipcios y aprovecharán cualquier debilidad del poder faraónico para llevar
su influencia hacia el sur, estableciendo cabezas de puente incluso en Canaán y
la parte montañosa de Judea. Cuando decaen los imperios, las rencillas entre
los nobles cananeos y unos grupos misteriosos de hombres armados, los hapiru,
impiden la paz: decae la cultura y reina el miedo. Se compra lo que la falta de
paz no permite fabricar, aumentando las importaciones, incluso de cerámica.
Los egipcios
La descripción de Canaán en las
tablillas de Tell el-Amarna, archivo de estado de Ajenatón (Amenofis IV), no puede ser más desoladora: la
anarquía se apodera de Canaán en el siglo XIV a.C. Los faraones de la dinastía XIX, a fines del siglo y principios del siguiente,
intentan restablecer el dominio del vital paso de Canaán, pero el neo-imperio hitita les
sale al paso hasta que Ramsés II consigue un tratado de paz perpetua, tras
la batalla de Qadesh, con la delimitación de las
mutuas esferas de influencia: el actual Nahar al-Kalb, río que desemboca entre
Biblos y Beirut, separará las regiones dominadas por los hititas, al norte, de
las feudatarias de Egipto, al sur; queda por tanto Canaán bajo la dominación
faraónica una vez más. Pero este acuerdo había de durar poco por la decadencia
respectiva de ambos imperios, que no tardó en llegar (ca. 1250).
Los Pueblos del Mar
Nuevos invasores se presentan
en Canaán: los "Pueblos del Mar" desembarcan en las costas y con sus armas
de hierro, una vez deshecho el monopolio hitita al derrumbarse el imperio de
Jattusas (Bogazkóy), se adueñan de la costa de Canaán. Los estudiosos de la
biblia del siglo XIX identificaron la tierra de los
filisteos (Filistea o Plesheth, con el significado hebreo de
"invasores") con Palastu
y Pilista de las inscripciones asirias, según
el diccionario de la Biblia de Easton (1897). Otros grupos además de los
filisteos eran los tjekker, dananeos y shardana; el contraataque de Ramsés III
destruyó la mayoría de los sitios cananeos. El mismo faraón permitió más
adelante a los filisteos y tjekker, y posiblemente también a los dananeos,
reconstruir las ciudades del camino costero.
Los filisteos pronto
adquirieron las costumbres de los habitantes locales. En su búsqueda de
riquezas, no dudaban en disputarle el dominio de los territorios al norte de
Judá a los hebreos. Se transformaron en una amenaza para Israel (1ª Sam 9:16).
Las cinco ciudades filisteas principales eran Gaza, Ashdod, Ekron, Gath, y
Ascalón. Los israelitas logran con el tiempo dominar todo el territorio, aunque
precisamente el antiguo Canaán, la zona costera, será lo último en caer en sus
manos. Con esta victoria finaliza la historia de antiguo Canaán.
Las tribus hebreas
Las tribus hebreas iniciaron la conquista de Canaán hacia 1400 a. C. Fue un proceso lento, que duró varios decenios,
y en el que los cananeos fueron finalmente expulsados o bien se fundieron en
muchos casos con las tribus israelitas, lo que dejó una impronta cananea en éstas. La Biblia hebrea
identifica a Canaán con el Líbano (principalmente con la ciudad de Sidón) pero extiende la denominación «Tierra de
Canaán» hacia el sur, a través de Gaza hasta el «Río de Egipto» y hacia el Este hasta el Valle del Jordán, todo lo cual coincide con la «Tierra Prometida» de los judíos. Según la Biblia, los cananeos eran los descendientes de Canaán,
hijo de Cam.
«No haréis como hacen en la
tierra de Egipto, en la cual morasteis; tampoco haréis como hacen en la
tierra de Canaán a la cual os llevo...» (Levítico 18:3)
El propio nombre de
"IsraEl" significa "el que lucha con(tra) El", es decir
contra el dios (ídolo) de los cananeos.
Jacob y sus
descendientes (israelitas) se caracterizarían por luchar contra aquellos ídolos
y por lo tanto adorar al único Dios Yahvé. Entre los hebreos, decir "Raza de
Canaán" era equivalente a un insulto (Daniel 13:56). Durante siglos, el
pueblo de Israel lucharía contra la idolatría (los dioses del materialismo como El, Baal, Asera...)
Aunque con altibajos, sus
líderes y el pueblo todo pudieron conformar una sociedad que "vivía según
los preceptos del Dios Yahvé". Esto finalmente lo consiguieron durante los
reinados de David y Salomón. Precisamente Salomón (a los cananeos) los hizo
tributarios (1 Reyes 9:20, 21; 2 Crónicas 8:7, 8). Entonces muchos cananeos se
habrían refugiado en Tiro y más tarde habrían emigrado a las colonias fenicias situadas en el norte de África.
Pero algunos siglos después de
esa etapa salomónica, los reyes de Israel (como Acab), se comportaban de
manera abominable, yendo tras los ídolos, conforme a todo lo que hicieron los
amorreos (cananeos), a los cuales expulsó Jehová ante los hijos de Israel.
(1 Reyes 21:25,26)
Ya en la época de dominio
persa, el nombre de “cananeo” pasó a
designar al “fenicio de Tiro” como sinónimo de “negociante” o “mercader”:
¿Quién decretó esto sobre
Tiro... cuyos negociantes eran príncipes, cuyos mercaderes eran
los nobles de la tierra? (Isaías 23:8)
Aspectos culturales
Canaán destaca por su cultura
escrita y su literatura. En las excavaciones se han hallado documentos,
prácticamente contemporáneos, escritos en egipcio, acadio, y dialectos semitas
cananeos en distintos sistemas de escritura. Estos últimos procedimientos se
caracterizan por simplificar los complejos métodos extranjeros, el jeroglífico egipcio y el silábico cuneiforme que tienen uno y dos millares de signos,
respectivamente, y con frecuencia diversas lecturas para un signo. La primera
simplificación es el silabario de Biblos, que totaliza un centenar aproximado
de signos diferentes.
El alfabeto
Pero el gran hallazgo es el alfabeto, al que se llega por dos caminos: el cuneiforme
de Ugarit, con sus consonantes y el alef con los tres
sonidos vocálicos, y él alfabeto del sur o cananeo propiamente dicho, que se
inicia en las inscripciones encontradas en Serabit el-Jadim y dará origen, desde sus signos originariamente
egipcios, al cananeo, o triangular o linear, del calendario de Gezer o de la
inscripción de 'Áhiram de Biblos. De éste se derivarán el alfabeto griego y el
abecedario latino. La lengua cananea es un dialecto arameo, muy próximo al hebreo. En los textos
ugaríticos, muy abundantes se ve que conserva algún elemento enriquecedor,
perdido por el hebreo, como son los casos del nombre, y que coinciden en líneas
generales con las grandes lenguas semitas, árabe y acadio.
Arte
Las excavaciones arqueológicas
han permitido conocer el arte de los cananeos. En general es muy pobre; no hay
arquitectura monumental ni preocupación por embellecer los edificios con
motivos ornamentales. Llama la atención la pobreza de los templos o palacios,
sin capiteles en sus columnas, sin entallados en las puertas,
etcétera. La escultura queda relegada, ordinariamente, a relieves y pequeñas
figuras, casi siempre de dioses, y a trabajos de marfil y modelados de cerámica
y terracotas. La mayor pieza hallada en Canaán entre las
esculturas de piedra es el ídolo del templo de Hasor de la época del Bronce
Reciente (ca. 1500 a. C.) que no llega al tamaño natural. Los
idolillos y exvotos hallados en los santuarios, especialmente baales
de Ugarit, y tablillas de la diosa de la fecundidad halladas en todas partes,
nos hablan de un arte de origen remoto mesopotámico, pero de ejecución egipcia. Tanto los idolillos
como las plaquitas son de algunos cm de altura. Una excepción puede ser la
estela de la diosa serpiente de Tell Bayt Mirsim. Los marfiles tallados
recuerdan los egipcios, aunque ya se ven influjos mesopotámicos e incluso
elementos de los nómadas del próximo desierto.
Religión
cananea
Es el nombre que se
da al grupo de las antiguas religiones semíticas practicadas por los cananeos
que vivían en el antiguo Levante mediterráneo desde, al menos, la Edad de
Bronce temprana hasta los primeros siglos de la Era común.
La religión cananea
era politeísta, y en algunos casos monolatrista.
Apenas se tenían
referencias de la religión de los cananeos nada más que por la Biblia y por
escasos restos arqueológicos, además de otras transcripciones indirectas del
mundo grecorromano. Posteriormente, a mediados del siglo XIX, se descubrieron
los "Textos de execración egipcios" de Luxor y Saqqara y sobre todo,
todo empezó a tener sentido a partir de 1928, cuando fue descubierta la
ciudad-estado de Ugarit (actual Ras Shamra, al norte de la Siria actual) y se
desvelaron una serie de tablillas de arcilla que contienen textos religiosos
que datan de alrededor de 1400 a. C. a 1350 a. C., pero
cuyos mitos y leyendas son de una creación bastante anterior, mediante cantos
populares u oficiales. Escritos en forma de poemas, algunos textos fueron
utilizados en la liturgia de los templos.
Aunque la religión
cananea posee muchos elementos en común con la mesopotámica, posee otros
particulares que la diferencian. Lo mismo podríamos decir con su sucesora, la
religión fenicia, con la que no hay que confundirla.
El panteón cananeo
estaba presidido por el dios El
(también denominado Ël o Il y Elohim, en hebreo), dios decano de los
nómadas y, por ende, con funciones eminentemente éticas y sociales. Es descrito
como tolerante y benigno: recibe los títulos de «padre de los dioses», «rey»,
«padre de los hombres», «creador de las criaturas», «amable», «misericordioso»
y «toro».
El culto al dios Él
era propio de los pueblos cananeos en el siglo XXII a. C. Luego
se difundiría entre asirios y babilonios. Era la deidad principal, el rey,
creador de todas las cosas, el juez que dictaba lo que debían hacer tanto los hombres
como los dioses.
Dadas esas
características, para algunos, Él era el apelativo con que se designaba por
antonomasia a Dagan (dios de los cereales).
La palabra dagan
se traduce como ‘grano’, ‘trigo’ o ‘semilla’; si se derivase del hebreo antiguo
dag, podría significar ‘pez’. Esto último motivó la errónea
interpretación de Dagan (cereal) como el dios pez (Dagón entre los fenicios).
Se podría admitir que en el transcurso del tiempo, a lo largo de la orilla
mediterránea, se desarrolló una concepción y representación doble de Dagón como
resultado de la supuesta doble derivación del nombre.
A su vez era
considerado como padre de Baal. La representación de Baal era también un toro
joven (becerro). En Ugarit el templo de Dagan y el de Baal estaban juntos.
Baal (b’l, dueño o
señor) era una designación general que pasó a constituir la denominación de
Hadad, el dios de las lluvias, convertido en el «dueño» o «señor» por
antonomasia en una sociedad agrícola que vive pendiente de las lluvias para
lograr las cosechas. En las tablas de Ugarit figura también como el esposo (o
hijo) de la diosa Asera (la madre de todos los dioses, la esposa celestial). En
Canaán el rey era nombrado «siervo de El». Esto describía el estatus de los
reyes antiguos como ejecutores de la voluntad divina. Este título era visto
como un privilegio y como una carga.
Las cartas de Amarna
(ca. 1480-1450 a. C.) han aportado los nombres cananeos de Yamir
Dagan y Dagan Takala (gobernantes de Ascalón), lo cual da testimonio de la
antigüedad del culto a Dagan entre los habitantes de Canaán, e introducida en
Egipto en época de los hicsos.
Los antiguos hebreos
habían vivido en Egipto bajo la influencia del culto a El (difundido por los hicsos). Esos dioses impregnaban la vida del
pueblo (según Ezequiel 20:8).
Una vez en su Tierra
Prometida, los hebreos quedaron rodeados de pueblos que adoraban al mismo dios
El-Il-Dagan y a su hijo Baal-Hadad-Hammon.
Los líderes hebreos
justificaban sus guerras de aniquilamiento contra los pueblos vecinos como el
único medio para desechar el culto pagano a «los Baales» para servir al Dios
único, vivo y verdadero, Yahvé (YHWH), que les permitiría vivir en un ámbito de
justicia, verdad, rectitud y compasión, conceptos que los hebreos aplicaban a
sí mismos, mientras afirmaban que los pueblos cananeos eran mercaderes
acostumbrados al engaño para conseguir riquezas. Por eso afirmaban que IsraEl
(el que lucha con[tra] El) debía aniquilar a los demás pueblos vecinos.
Sus profetas decían:
Giman, habitantes del Mortero, porque todos los mercaderes
[‘cananeo’] han sido aniquilados y han sido extirpados todos los que pesan la
plata.
Sofonías
1:11.
Y, refiriéndose al
Juicio Final:
Y en aquel día, ya no habrá más traficantes [kenajaní: ‘cananeos’] en la casa del
Señor de los ejércitos.
Según las creencias
cananeas, cuando el cuerpo físico muere, la npš (generalmente traducido
como "alma") se traslada del cuerpo a la tierra de Mot. Los cuerpos
de los muertos eran enterrados con ajuar funerario y se les hacían ofrendas de
comida y bebida para que no molestaran a los vivos. Los parientes muertos eran
venerados y a veces se les pedía ayuda.
Su culto principal
consistía en el sacrificio de animales como las ovejas y los toros, con un acto
posterior de "comunión" que consistía el que los fieles comieran
partes de los animales muertos.
Dioses
cananeos
Baal: Su dios padre es El. En la mitología cananea se
denominaba así (El) a la deidad principal. Se lo conocía como «padre de todos
los dioses», el dios supremo, «el creador», «el bondadoso». Por lo general, El
se representa como un toro, con o sin alas. También se lo llamaba Eloáh o Elah
y su esposa principal era Asera (Astarté, Athirat o Ishtar), diosa madre de
Baal.
Su hijo Baal era representado como un joven
guerrero, pero también como un toro joven (un becerro). En el templo de
El-Il-Dagan (en Ugarit), Baal y el dios El estaban juntos.
La consorte de Baal en Ugarit era la diosa
Astarté (o Anat). Esta diosa recibía el nombre de Tanit en la ciudad antigua de
Cartago.
Uno de los hermanos de Baal y dios rival, es el
dios semítico del caos y las tempestades, llamado Yam, cuyo culto rivalizó con
el culto a su hermano de Baal, ambos hijos del dios principal El. También,
ambos formaban parte de su corte de dioses menores, llamada Elohim.
En la antigua región de Canaán no suele llover
desde finales de abril hasta septiembre. Las lluvias comienzan en octubre y
continúan durante todo el invierno hasta abril, gracias a lo cual crece una
abundante vegetación. Se creía que los cambios de estación y los efectos
subsiguientes eran ciclos producidos por los interminables conflictos entre los
dioses. El que cesasen las lluvias y se marchitase la vegetación se atribuía al
triunfo del dios Mot (dios de la muerte y la aridez) sobre Baal (dios de la
lluvia y la fertilidad), lo que obligaba a este último a retirarse a las
profundidades de la tierra. Por otro lado, se pensaba que el comienzo de la
estación lluviosa indicaba que Baal había despertado a la vida, lo que era
posible gracias al triunfo de Anat, su hermana, sobre Mot, permitiendo que su
hermano Baal volviese al trono. La unión de Baal con su esposa, probablemente
Astarté, se creía que garantizaba la fertilidad durante el año entrante.
Los agricultores y ganaderos cananeos
posiblemente pensaban que el participar en rituales prescritos —una especie de
magia imitativa— durante sus fiestas religiosas estimulaba a sus dioses a
actuar según el modelo representado en esas fiestas, y esto era necesario para
tener cosechas y rebaños productivos durante el nuevo año, así como para alejar
sequías, plagas de langostas, etc. De modo que la vuelta a la vida de Baal para
ser entronizado y unirse a su consorte se celebraría con ritos de fertilidad
licenciosos, caracterizados por orgías sexuales desenfrenadas..
Toda ciudad cananea debió tener su santuario en
honor al Baal de su localidad. Asimismo, se nombraban sacerdotes para dirigir
la adoración en estos santuarios y en los muchos lugares sagrados que se
hallaban en las cumbres de las colinas cercanas y que eran conocidos como
«lugares altos». Es posible que en el interior de dichos lugares sagrados
hubiese imágenes o representaciones de Baal, en tanto que en el exterior, cerca
de los altares, se encontraban las columnas de piedra (probablemente símbolos
fálicos de Baal), los postes sagrados que representaban a la diosa Aserá y
estantes de incienso.
Uno de los textos de Ras Shamra menciona una
ofrenda a la «Reina Shapash [el Sol] y a las estrellas», y otro alude al «ejército
del Sol y la hueste del día».
Cada localidad tenía su propio prefijo o sufijo
en nombre de Baal, al que se solía calificar mediante un nombre geográfico,
como tributo al nombre de dios. Por ejemplo, el Baal de Peor (Baal-peor),
adorado por moabitas y madianitas, tomó su nombre del monte Peor. Más tarde,
los nombres de esos baales locales llegaron a incorporarse, por metonimia, a
los mismos nombres geográficos, como por ejemplo: Baal-hermón, Baal-hazor,
Baal-zefón y Bamot-baal, para el cananeo en realidad solo existía un dios Baal.
En la Biblia, el dios Baal es llamado uno de
los «falsos dioses», al cual los hebreos rindieron culto en algunas ocasiones
cuando se alejaron de su adoración a Yahvé (ver Idolatría). Fue adorado por los
fenicios junto al dios Dagón (el más importante de su panteón).
Baal aparece unas noventa veces en el Antiguo
Testamento en referencia a varias deidades. Los sacerdotes del Baal cananeo son
mencionados un gran número de veces, especialmente en el libro de Primera de
Reyes. Muchos estudiosos consideran que este hecho refleja el ambiente de la
época en la que Jezabel intentó introducir la adoración del Baal tirio
(Melkart) a la capital israelita Samaria en el siglo noveno antes de Cristo.
Las escrituras hebreas mencionan un duelo entre el profeta Elías y los
sacerdotes de Jezabel. Ambos bandos ofrecieron sacrificios, pero Baal no logró
encender el sacrificio de sus seguidores en tanto que Yahvé envió fuego del
cielo que quemó el altar de Elías hasta convertirlo en cenizas, aún a pesar de
que éste había sido mojado con abundante agua. Acto seguido, la audiencia
siguió las instrucciones de Elías y mató a los sacerdotes de Baal, lo cual
llevó a que Yahvé decidiera volver a enviar lluvia al país después de una
fuerte sequía.
En diversas ocasiones el texto hebreo se
refiere a "los baales" (en plural) para referirse en conjunto a las
estatuillas e imágenes de los diversos dioses de las religiones cananeas,
posiblemente no sólo a las de Baal.
Este nombre aparece dos veces en la leyenda de
Keret descubierta en Ugarit.
El: En la mitología
cananea, Él era el nombre de la deidad principal y significaba «padre de todos
los dioses» (en los hallazgos arqueológicos siempre es encontrado al frente de
las demás deidades). En todo el Levante mediterráneo era denominado El o IL, al
dios supremo, padre de la raza humana y de todas las criaturas, incluso para el
pueblo de Israel pero con interpretaciones distintas a los cananeos.
Para los pueblos cananeos Él era la deidad
principal, el rey, creador de todas las cosas, el juez que dictaba lo que
debían hacer tanto los hombres como los dioses. Su esposa primaria fue Ashera o
Asera, la madre de los dioses, representada en los santuarios cananitas con
árboles ornamentados. Pero tuvo otra esposa: Anat hermana de Hadad (Baal Raman
(el trueno, señor del trueno)), esta última, era llamada «la amante de los
dioses» (ambas eran diosas de la fertilidad). Para los cananeos Él es el padre
de la «divina familia» y presidente de la asamblea de los dioses en el Monte de
la Reunión. Es llamado «toro» por su fortaleza y potencia creativa, es el
«Anciano de Días», la «Roca de las Edades», está representado en una roca en
Ras Shara.
En los mitos Ugaríticos Él es llamado Bny Bnwt,
que significa ‘creador de todas las cosas creadas’, aunque algunos lo traducen
como ‘dador de potencia’. En las dos inscripciones halladas en Ugarit, hoy Ras
Shamra, Él es retratado como un dios frío y distante, «en el flujo de los [dos]
ríos», posiblemente el Edén, de donde un río fluía para formar a los ríos
Tigris, Éufrates, Guijón y Pisón., tal como describen al Eden en la Biblia.
Aparte de ser llamado «el creador», El también
era llamado «el bondadoso», «el compasivo» en los mitos Ugaríticos (títulos que
aparecen en la Biblia para referirse a Yahvé). Esta deidad no es de
quien se escribe en la Biblia, ya que la deidad llamada Él tiene este nombre
propio y en la Biblia «El, traducida como el Altísimo», se llama Yahvé. Sólo la
adoración de Yahvé nunca fue estigmatizada en la Biblia ni por los patriarcas.
De hecho Abraham dio los diezmos a un sacerdote del Altísimo (El) llamado
Melquisedec, rey de Salem.
En Canaán el rey era nombrado «siervo de El»
(de forma similar, en Israel, el rey era nombrado como siervo de Dios; David
«El siervo de Dios»). Esto describía el estatus de los reyes antiguos como
ejecutores de la voluntad divina. Este título era visto como un privilegio y no
como una carga.
En los tiempos de Palestina, «los hijos de El»
significaban ‘los dueños de los ganados, adoradores del dios-toro El’, y «las
hijas de Adán» significaría ‘las mujeres de Adama [la tierra, el suelo]’; Adama
era una diosa de la agricultura. Las hijas de Adama eran notorias por sus
orgías (prostitución ritual). En aquellos tiempos era común que hubiesen
sacerdotisas sexuales, que sirviesen en los templos, es posible que de aquí
venga la historia de El seduciendo a dos mujeres mortales, y éstas dándole
hijos semidivinos, llamados Shalem (‘perfecto’), y Shahar (‘amanecer’), que
posee alas (según el salmo 139:9), y su hijo fue el ángel caído Helel (según Isaías
14:12).
Esa mitología cananea se introdujo en las
creencias del pueblo de Israel. La Biblia muestra ese sincretismo en
muchos pasajes, por ejemplo la concepción de Yahveh como presidente en la
«corte de los dioses» o «la divina asamblea» (BeneEl), también es para
referirse a la divina familia de El, en Deuteronomio 32, empieza con Israel en
sus lapsus de fe y termina con el aserto de la destrucción de sus enemigos. En
Deuteronomio 32:8 se representa la primera etapa de los israelitas en su
adaptación del concepto del Yahveh al mando de la «asamblea de dioses» de la
mitología cananea; la concepción de Yahveh como simplemente el principal entre
todos los dioses. A lo largo de la historia de Israel primero nombró a Yahveh
como el «altísimo» entre la asamblea de «los hijos de El» (o «hijos de IsraEl»
según la Septuaginta) aunque se disputa la fecha de este poema, más tarde (en
el 900 a. C.) se hizo desaparecer la corte completa de dioses y se
condenó esa idea como apostasía.
El dios El ―de donde proviene la idea original
de Yahveh ― llegó a tener una descendencia de más de 70 deidades.
La unión entre los dioses y las mortales se
encuentra en casi todas las religiones del mundo, excepto en el islamismo (es
inapropiado decir que Dios, como se revela en el islamismo, es soltero o
casado; simplemente, para los creyentes de esa religión Dios está más allá de
cualquier comparación creada que podamos hacer, por eso, además, afirmar en el
islamismo que Dios es Padre no solo es erróneo sino una blasfemia) en el
judaísmo y en el cristianismo. En el cristianismo Jesucristo es el Hijo Eterno
de Yahveh (anterior a la creación del mundo) que una vez más no está ni soltero
ni casado; la palabra revelada de Dios y su espíritu son un solo y único dios,
y tres personas divinas. La concepción virginal de Jesús no debe entenderse
como fruto de la unión de Dios con una mujer (la Virgen María), sino que la
mujer fue un medio para la encarnación de Jesús, mediante la acción del Espíritu
Santo.
En el mundo antiguo se creía que los miembros
de las clases dirigentes eran hijos de los dioses. Estas creencias se
encuentran en el Mediterráneo y en todo el Oeste de Asia, sin contar las demás
partes del mundo. Los emperadores romanos, a los que se rendía culto aún en
vida, estaban convencidos de que tras la muerte iban a convertirse en dioses.
En algún momento el judaísmo hizo a un lado a
todas las deidades, y dejó solo a Yahvé, que como queda dicho no está ni
soltero ni casado, pues, al igual que en el islamismo, no entra en esas
categorizaciones humanas, y por lo tanto nunca tuvo ningún hijo. Desde ese
momento, llamarse «hijo de Dios» fue anatema.
En el siglo II d. C., el rabino Shimon
ben Yohai maldijo a todo aquel que ―al leer la Torá (el Antiguo testamento
de los cristianos) o cualquier libro― entendiera el término bene elohim
(‘los hijos de los dioses’) en el sentido ugarítico. Desde ese momento, Elohim
no significó ‘dioses’ (en plural) sino ‘dios único’.
En ciertas ocasiones, los israelitas utilizaban
el término El para referirse a Yahveh, dado que esa era el término con que se
denominaba a Dios. A veces usaban la variante Elohim. La palabra El significa
‘dios, poderoso, fuerte’, pero también ‘ídolo’. Por lo tanto es una palabra
genérica (dios) que puede ser usada para cualquier dios, incluyendo a Baal, Moloc
o Yahvé. A su vez, Elohim es una palabra de uso normal que puede significar
‘dioses’ aunque también ‘ángel de dios’.
Algunos judíos y cristianos consideran que este
término debe de haber sido mayestático (es decir, símbolo de majestad de la
divinidad), de manera que cuando Elohim se aplica a Yahveh significaría ‘el
fuerte’ (según Skizzen, 3, 169), o ‘ser poderoso’ (según Dillmann).
Facciones del catolicismo también sostienen que pueda tratarse de una
revelación inconsciente de la Santísima Trinidad.
He Elohim y
Adán
Elohim es una palabra hebrea utilizada en la
literatura judía que significa "Dioses", siendo el plural de El o Eloha, que se
traducen como "Dios". Dado que es utilizada en el Tanaj como una
forma de referirse a Yahvé, los eruditos indican que dicha expresión es
utilizada en los textos como un plural mayestático, o el superlativo de Dios.
A veces, la misma expresión es utilizada para referirse al conjunto de
entidades consideradas divinas, pero distintas de Yahvé:
El término Elohim ha sido explicado como
el plural derivado de El, o
una forma plural de Eloah. A pesar del desacuerdo respecto al método de
derivación, se supone que en hebreo arcaico el singular de la palabra que significaba
«Dios» era El, y su forma plural, Elohim. Solamente en épocas
posteriores se acuñó la forma singular Eloah, dando lugar a un
gramaticalmente correcto Elohim. Lagrange sostiene que Elohim y Eloah
son derivados de El.
Los antiguos semitas creían que el mundo estaba
rodeado, penetrado y gobernado por Elohim, incontables seres activos,
análogos a los espíritus de los nativos. Referente a la hipótesis de la palabra
Elohim como el plural "dioses", según los partidarios de la hipótesis
del plural mayestático, sería difícil de mantener en un texto como el del Pentateuco,
que representaría una apología contra el politeísmo. La palabra Elohim es un título,
no un nombre personal. En los textos hebreos, cuando se refiere al Dios de
Israel es acompañado por el artículo definido "ha" "el, la, los,
las " "Ha Elohim" se traduce literalmente como "los
Dioses". No obstante es interpretado como "el Dios" y cuando se
asigna un atributo a Elohim éste está en número singular, por ejemplo en el
Salmo 7: 10 (7: 9 en otras traducciones) "Elohim tsaddiq"
(Literalmente: "Dioses justo". Se traduce apropiadamente: "Dios
justo"). En las treinta y cinco veces que aparece en el relato de la
creación el verbo que describe lo que dijo o hizo está cada vez en singular.
El hebreo bíblico tiene la característica de
expresar en plural no únicamente la multiplicidad, sino también la magnitud, la
extensión o hasta la dignidad. Se trataría simplemente de lo que se conoce en
gramática como «pluralis excellentiae» o «pluralis maiestatis», una forma de
plural abstracto, que resume las características variadas inherentes al
concepto, más el sentido secundario de intensificación del significado
original. También el título "rey" recibe un uso similar al
aplicarse en plural a un único rey humano.
Yam es el dios semítico
del caos y las tempestades, cuyo culto rivalizó con el culto a su hermano de Baal,
ambos hijos del dios principal El. También, ambos forman parte de su corte de
dioses menores, llamada Elohim.
Los hebreos
Era un antiguo pueblo semita del Levante
mediterráneo (Cercano Oriente); también son ancestros de los israelitas y del
pueblo judío.
La tradicional fuente de referencia para los
hebreos es la Biblia, cuyo contenido también se encuentra en las escrituras
hebreas de la Torá. Según estas fuentes los hebreos constituyen el grupo
monoteísta inicial, que es descendiente de los patriarcas posdiluvianos
Abraham, Isaac, y Jacob.
Según la Biblia y las tradiciones hebraicas
(orales y escritas), los hebreos fueron originarios de Mesopotamia. Eran
nómadas, vivían en tiendas, poseían rebaños de cabras y ovejas, utilizando
asnos, mulas y camellos como portadores. Siguiendo a Abraham, los hebreos
emigraron hacia Canaán, la tierra prometida por Dios a los descendientes del primer
patriarca. Varias tablillas descubiertas en Mari certifican frecuentes
migraciones a través del Creciente Fértil.
Abraham es considerado el primer hebreo por
dejar su Caldea natal, y haber atravesado "del otro lado del río"
Éufrates. El patriarca y los suyos se asientan en Canaán: en Siquem (actual
Nablus), Beerseba o Hebrón. Poco a poco, se mezclan con los pobladores locales
y se convierten en agricultores sedentarios. El pueblo de Israel era vecino de
otros, como los edomitas, moabitas, amonitas e ismaelitas. El rasgo distintivo
de los hebreos fue su convicción en la existencia de un único Dios (Yavé).
Según los textos del Tanaj, el pueblo de Israel es elegido por Dios para la
revelación de principios fundamentales (tales como los Diez Mandamientos contenidos
en la Torá) y es con el primer patriarca del pueblo hebreo que Dios establece
su Alianza o Pacto, también conocido como Convenio Abrahámico:
« Deja
tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré. Yo haré
de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una
bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por
ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra ». —Génesis 12:1-3.
En la Biblia, Israel es el nombre
nacional de los hebreos. Inicialmente y en su condición tribal, los hebreos no
poseían un nombre que los distinguiese históricamente como grupo. El cambio del
nombre del tercer patriarca, quien de "Jacob" pasa a llamarse
"Israel" (Génesis 32:24 y 32:28) es reflejo el hecho histórico
conocido como unión de las tribus hebreas iniciales y de su triunfo sobre los
cananeos. O, dicho de otro modo, "hebreos" eran antes de la
conquista de la tierra de Canaán e "israelitas" se los llamará a
partir de dicho acontecimiento (siglo VI a.E.C.).
El viaje de
Abraham a Canaán. Óleo por Pieter Lastman, 1614
En la actualidad, "hebreo" se emplea
para designar a todo aquél que sea miembro o descendiente del pueblo de
Abraham, Isaac, y Jacob. Hebreo es hoy además sinónimo de israelita y judío.
Según la historia y las tradiciones judía y
cristiana, la formación del pueblo hebreo tiene lugar durante el segundo
milenio antes de la Era Común, posiblemente alrededor de 1800 a.C. Si bien
existen ciertas dificultades para determinar la ubicación precisa de los
primeros hebreos en la historia, ello se debe en gran parte a que la tradición
de ese grupo humano fue ante todo oral y no escrita. Y no solo fue la tradición
oral en sus inicios sino que además lo fue durante muchos siglos. El que las
tradiciones y cultura de los hebreos, así como también sus conocimientos y
percepción del mundo, hayan sido inicialmente transmitidas de modo verbal y de
generación en generación ha dado lugar a lo que hoy pueden parecernos ser
inconsistencias en la subsecuente tradición escrita. Los parámetros del mundo
antiguo no eran precisamente los mismos que los del mundo de hoy. Así, por
ejemplo, la concepción del mundo, la noción del tiempo e incluso el ritmo de
vida eran sin dudas diferentes a los nuestros.
Al considerar al grupo étnico de los hebreos es
necesario recordar que la Biblia no fue concebida para ser un mero texto de
historia con presunciones científicas sino un testimonio colectivo
trascendental en el cual los creyentes, tanto judíos como cristianos, atesoran
desde hace ya más de dos milenios lo que consideran ser revelación y palabra de
Dios.
En lo que a "hebreos" concierne, las
principales fuentes de conocimiento son tanto la tradición oral como la
escrita, siendo el texto bíblico fuente de información y también fuente de
inspiración, desde hace —como mínimo— veinticuatro siglos.
Monoteísmo
Los hebreos creen en un Dios exclusivamente. En
la Antigüedad, el mundo que rodeaba a los hebreos era politeísta, fetichista e
idólatra. La tradición —en este caso hebrea e islámica—, ha preservado una
significativa leyenda acerca del rechazo de Abraham respecto a los ídolos
(aniconismo), cosa que lo condujo a una eventual destrucción de los mismos.
Los hebreos creen en Yahvé. Por respeto, evitan
deliberadamente mencionar o por lo general escribir su nombre propio. Suelen
referirse a Dios como Ha-Shem ("El Nombre" [de Dios]) o Barúj
Ha-Shem (Bendito [es/sea] el Nombre [de Dios]). Los hebreos emplean además
expresiones tales como Elohím (literalmente "Dioses", pero
significando "Dios de Dioses"), El-Elión ("Dios
Supremo" o "El Altísimo"), El-Shadái (Dios Todopoderoso)
y El Ha-Rajamím (Dios Misericordioso). Le asignan también muchos otros
nombres y, entre ellos, frecuente es el uso de Adón ("Señor"),
Adonái ("Mi Señor") así mismo como Eli ("Mi
Dios") y Eloheinu ("Nuestro Dios").
En la escritura, el nombre propio de Dios
(Yahvé) es expresado a través de cuatro letras hebreas («YHVH») a las que los
hebreos, por respeto al "Creador del Mundo" (Boré Ha-Olám) y
"Rey del Universo" (Mélej Ha-Olám), se abstienen de
pronunciar. Por estar en hebreo compuesta de cuatro letras, la palabra en
cuestión es denominada "Tetragrámaton".
Yahvé no posee forma humana ni tampoco es la
Naturaleza, sino su creador. Es espíritu y posee además atributos que le son
propios (es eterno, todopoderoso, etc.). Pero los hebreos siguen el camino del
aniconismo y evitan por lo tanto representarlo en términos visuales.
Pacto y Alianza
Yahvé realiza su Pacto con Abraham, quien actúa
en representación del pueblo hebreo. Dios se compromete a brindarle protección
y ayuda constantes, una descendencia muy numerosa y la tierra prometida
(Canaán). El pueblo hebreo se compromete por su parte a ser incondicionalmente
fiel a Yahvé y a la aceptación de su voluntad divina.
La prueba o demostración del acuerdo entre Dios
y Abraham se da a través del rito de la circuncisión, por medio de la cual se
selló el pacto. Ella constituirá además una señal de la sumisión y fidelidad de
los hebreos para con Dios. Los hebreos son a partir de ese entonces los
"Hijos del Pacto" (Bnei Brit). Una vez practicada, la
circuncisión por otra parte constituye de por sí una característica que les
otorga a los descendientes de Abraham identidad, pertenencia para con el grupo
inicial e identificación para con lo pactado por el primer patriarca hebreo.
Todo varón de la casa de Abraham o descendiente del mismo era circuncidado a
los ocho días de nacer y recibía entonces su nombre. La alianza entre Dios y
el pueblo hebreo es posteriormente ratificada en el Monte Sinaí, al recibir
Moisés las Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos.
Mesianismo
Los hebreos creen en la llegada futura de un
Mesías y en el papel protagónico del pueblo hebreo en ello, ya que según las
Escrituras es precisamente de ese pueblo que surgirá el Mesías.
Ética
Una característica importante de la religión
hebrea es la moral. Según la alianza o pacto, Yahvé tiene derechos sobre el
hombre porque lo creó, por lo tanto le determina prohibiciones y limitaciones,
pero también le marca el camino para que alcance su plenitud y felicidad. Yahvé
establece los Diez Mandamientos, que se resumen del siguiente modo: se prohíbe
el politeísmo y la idolatría; la vana invocación del nombre de Dios así como el
juramento en falso; se prohíbe matar; robar; mentir; codiciar bienes ajenos; se
ordena el honrar a los padres y la observancia del día de descanso.
Las escrituras de los hebreos reflejan sus
costumbres y pensamientos morales. La gran diferencia del pueblo hebreo
respecto a los demás pueblos antiguos es que los hebreos son monoteístas. Creen
en un Dios bueno y justo, pero también sumamente celoso y exigente en lo que
respecta la fidelidad que el pueblo le debe en virtud del convenio sellado con
Abraham y sus descendientes.
Egipto y el Éxodo
En el Siglo XIV a. C. parte de los hebreos
establecidos en Canaán emigraron a Egipto debido a la hambruna que asoló la
región. Allí fueron recibidos y trabajaron para los egipcios. Inicialmente
realizaron diversos trabajos, luego posiblemente de formar parte del sistema de
corvea, mediante el cual quienes no podían pagar los tributos con la cosecha
debían hacerlo con su trabajo, por lo cual debían trabajar para el Faraón. La
deuda de corvea era heredada por los descendientes, con lo cual siempre había
algún miembro de la familia dentro del sistema de corvea. Según la tradición
oral y escrita terminaron siendo esclavos. Hacia el Siglo XIII a. C. se
rebelaron y regresaron a Canaán, bajo la guía de Moisés. Su salida de Egipto y
posterior travesía por el desierto se conocen como el Éxodo del pueblo hebreo.
En el monte Sinaí, Moisés recibió de Dios el Decálogo y lo transmitió al pueblo
hebreo.
Los hebreos, establecidos en Canaán, se
dedicaron a la agricultura y la ganadería. El cultivo característico era el
olivo y la vid, también obtuvieron legumbres y lentejas. El pastoreo de ovejas,
bueyes, cabras, caballos y camellos acompañaba la actividad agrícola. También
trabajaron cerámica y confeccionaron numerosos tejidos de lana y lino, lo más
importante de su actividad económica fue el comercio. Esto se debía a que su
lugar de asentamiento, Palestina, era una tierra puente, es decir, un lugar de
tránsito de mercaderes entre Mesopotamia y Egipto: exportaban aceite y vino e
importaban metales, marfil y especias.
El
patriarcado
El núcleo de la sociedad hebrea era la familia
patriarcal, en la cual el padre era la autoridad máxima. Al principio, los
hebreos vivían en grupos familiares o clanes dirigidos por el más anciano, el
patriarca, que administraba justicia, dirigía la guerra y los ritos religiosos.
El nuevo rey enfrentó a los enemigos, conquistó
Jerusalén y la convirtió en capital del Estado.
Las "doce tribus" parecen el resultado de un proceso de
asimilación, intercambio y organización
federativa entre los grupos salidos de Egipto y otros ya residentes en
Palestina, con alguna comunidad cultural (semítica) que les ayudó a oponerse a
otros rivales y, singularmente, a los filisteos, que operaban desde la costa,
puesto que Edom (al S.), Moab (al E. del Mar Muerto) y Amón (en el borde del
Desierto Sirio), aunque politeístas, eran, más bien, considerados por el
conglomerado "Israel" no israelitas pero sí "hebreos". El
número de tribus fue creciendo más tarde por incorporación de grupos parecidos
al hebreo pero ya residentes en Palestina (bajo David) y de asentamientos de
cananeos (bajo Salomón: los gibeonitas,
entre ellos)
Los arameos:
Los arameos
(también llamados siriacos) es un pueblo semítico nómada, que habitó en Aram-Naharaim,
o "Aram de los dos ríos", también conocido como Mesopotamia, una
región que incluye Siria, Iraq, Jordania, Líbano y parte de Irán que es mencionada seis
veces en la Biblia.
Los "dos
ríos" específicos son identificados de diversas formas por diferentes
expertos, aunque uno de ellos es generalmente el Eufrates.
Los compiladores de la Enciclopedia
Judía, en 1901/8 no encontraron el nombre en inscripciones asirias o
babilonias, pero lo identificaron con Nahrima en tres tablillas de las cartas
de Amarna.
Los arameos formaron un
bloque inédito y elemental en la historia del Próximo Oriente desde el siglo XII
a.C. a partir de los desplazamientos migratorios que tenían lugar desde el
desierto a las zonas fértiles. Sucedieron a otros grupos semitas, como los suteos, akhlamu y los cananeos.
La presencia de los arameos, aún sin haber sido expuesta satisfactoriamente,
fue relevada por los caldeos.
Según el epígrafe de la
estatua del rey Idrimi de Alalakh, Canaán podría considerarse como país en el
siglo XV a.C., siendo que es nombrado
reiteradamente en la Biblia como tierra prometida. Cananeos y arameos
han sido relacionados en función de su presencia en la misma situación
geográfica y a un semblante filológico parecido.
Los akhlamu, de origen asirio, son otro de
los pueblos relacionados con el arameo. Esta etnia, cuyas ocupaciones abarcaban
desde la agricultura hasta el saqueo entre los siglos XIV y el XII a.C., ha sido asociada
con los arameos al observárseles transitando juntos en Mesopotamia.
Poco se conoce de esta
gente, salvo por las reseñas que se describen en una carta recibida por el rey
de Babilonia Kadashman-Enlil II, que envió el rey hitita Khattusilis III, donde
se menciona a los pendencieros akhlamu como bandoleros salteadores de caminos.
En varios escritos de Assurnasirpal II (883-859 a. C.) se cita a los
akhlamu-arameos siendo desterrados desde el alto Tigris, en Bit-Zamani, al país
de Assur.
En la antigüedad la
cuna de los arameos se llamaba Aramnahrim
o Aram-Nahrin en arameo. En hebreo
se llama Aram-Naharaim
La zona norte de
Aram-Naharaim se llamaba Padan-aram,
lo que significa la tierra de Aram, donde personajes bíblicos como Abraham y Jacob
vivieron.
Los primeros arameos
que aparecen en la historia con unos límites bien definidos son los de las
fuentes asirias, localizados al Oeste de
Asiria, entre las fronteras de los montes Kasiari al Norte, Jábñr al Sur y el Éufrates al Oeste; eran sedentarios,
gobernados por un rey, pero no se excluye que algunos fueran nómadas; este
hecho acaece en el s. XI a. C.
El desmoronamiento del Imperio
Hitita había dejado un vacío de poder que sólo parcialmente será recuperado en
su parte meridional por grupos de población emparentados con los antiguos
hititas, aunque en gran medida hablan lengua luvita, según se desprende de los
jeroglíficos procedentes de sus residencias palaciegas.
Por lo general fueron
reacios a aceptar las novedades culturales que se estaban produciendo desde el
cambio de milenio, por lo que resultan especialmente llamativas sus
manifestaciones artísticas.
La posición estratégica
de Karkemish le permitió convertirse en uno de los reinos neohititas más
importantes, pero los imperialismos urarteo y neoasirio por un lado y la
incontenible expansión de los arameos por otro, fueron reduciendo los límites
geográficos del mundo neohitita que, a finales del siglo VIII, prácticamente ha
desaparecido.
Til Barsip, por ejemplo, ya en el siglo X pasa a manos arameas, para convertirse en el influyente reino de Bit Adini. Otro tanto ocurrió con Samal (la afamada fortaleza de Zincirli), Arpad y la antigua localidad de Hamath.
De este modo, la mayor
parte de Anatolia meridional y Siria septentrional pasó a ser territorio
arameo. Mientras se producía este proceso de aramización, se iban perdiendo
elementos culturales propios del mundo hitita, pues algunos reyes del siglo IX
aún llevan la nomenclatura de los antiguos reyes de Hatti. El predominio arameo
acabó también con los restos hurritas que aún quedaban a pesar de la lejanía
del colapso de Mitanni, y es que los elementos demográficos no están sometidos
exclusivamente a las veleidades políticas.
Los importantes
palacios neohititas de Tell Halaf (Guzana) o Karatepe, ponen de manifiesto la
continuidad arquitectónica desde la Edad del Bronce, a pesar de las novedades
introducidas por los arameos, sobre todo el bit hilani, designación del
edificio palacial con dos salas alargadas a las que se accede por una antesala
con columnas.
Los artesanos locales
se esfuerzan por reproducir los principios artísticos del Imperio hitita, pero
su maestría no es excesiva. Tal vez conscientes de ello, los príncipes
contratan especialistas, como los fenicios que trabajan en Til
Barsip o Karatepe, lo que pone de manifiesto la capacidad de estos principados
y sus amplias relaciones internacionales, consecuencia de los beneficios de su
intenso comercio.
Estos arameos son un elemento nuevo en el panorama étnico de la zona. Son contingentes nómadas que desde tiempo atrás mantienen contactos con los sedentarios, descendientes de los suteos y de los akhlamu, mencionados por las fuentes del II Milenio. Su potencial militar y la debilidad estructural de los estados de la región son causas determinantes para que los arameos logren imponer líneas dinásticas en antiguos centros urbanos, en los que integran su elemental sistema de organización gentilicia, cuyos jefes mantienen unas especiales relaciones con el monarca, que se presenta como protector providencial, restaurador de los lazos verticales de relación interestamental, óptimos para una buena cohesión social.
Estos arameos son un elemento nuevo en el panorama étnico de la zona. Son contingentes nómadas que desde tiempo atrás mantienen contactos con los sedentarios, descendientes de los suteos y de los akhlamu, mencionados por las fuentes del II Milenio. Su potencial militar y la debilidad estructural de los estados de la región son causas determinantes para que los arameos logren imponer líneas dinásticas en antiguos centros urbanos, en los que integran su elemental sistema de organización gentilicia, cuyos jefes mantienen unas especiales relaciones con el monarca, que se presenta como protector providencial, restaurador de los lazos verticales de relación interestamental, óptimos para una buena cohesión social.
Por otra parte, desde
el punto de vista cultural, se produce un mestizaje; así, mientras adoptan los
dioses locales, logran imponer su lengua.
En efecto, en menos de
cinco siglos el arameo es la lengua más usual de todo el espacio próximo
oriental y en el hecho lingüístico interviene el comportamiento político de las
deportaciones de población durante los reinados neoasirios y las repatriaciones
de los aqueménidas.
Los principales centros
políticos arameos fueron Bit Agusi
(casa de Agusi), en la zona de Alepo, con capital en Arpad; Bit Adini con capital en Til Barsip,
cabalgando en el Eufrates; Guzana era la capital de Bit Bahiani, en la llanura del Khabur; y no menos importantes
fueron Hamath y sobre todo, Damasco, que mantuvo una rivalidad
considerable durante dos siglos con Israel.
Bit Agusi (Akhan o Yakhan) fue
un reino establecido por arameos en el siglo X o IX a.C
en las ciudades de Arpad y Napiqu.
El hecho de que el rey Agusi o Gusi sea mencionado hacia el
854 a. C. ha hecho pensar que hacía poco que los arameos dominaban la zona y de
hecho no se sabe, que los sirios habían aparecido al menos al siglo XI a. C.,
pero bueno se puede determinar si no dominaron la zona o lo hizo otra dinastía.
En la mitad del siglo
VIII a. C. estaba en la órbita de Urartu , el rey de Asiria Teglatfalassar III
sitió Bit Agusi (Arpad) durante tres años (743 a 740 a.C.), y finalmente la
ocupó y destruyó, masacrando a sus habitantes.
La ciudad y el reino desaparecieron.
Lista de reyes
Gusi (Gusu) o Agusi de Yakhand, hacia 855 a. C.
Arame (Aramu) hacia 855-830 a. C.
Atarsumki hacia 800 a.C
Período sin noticias
hacia 800 a 750 a.C
Mati-Ilu hacia 750-740 a. C.
Bit Adini (también conocido como
Beth Eden) fue un estado arameo situado en el valle
del río Éufrates en la zona de la
actual ciudad de Alepo en Siria y unos 20 km al sur de Karkemish. La mayoría de las
fuentes de información sobre dicho estado son de origen asirio, con quienes Bit Adini mantuvo varios conflictos, hasta
ser finalmente absorbido por el Estado asirio en la época de Salmanasar III.
Bit Adani, situado en
el valle del río Éufrates y con su capital Til Barsip está estratégicamente
situada sobre un vado del río.
Con el resurgir de
Asiria, consolidado durante el reinado de Asurnasirpal II, Bit Adini ve peligrar su influencia y relaciones comerciales en la
zona con lo que, junto a Babilonia, promueve
sublevaciones de pequeños estados fronterizos con Asiria. Tras aplastar estas
sublevaciones, Asurnasirpal II no se atreve a enfrentarse a Babilonia y se
vuelve contra Bit Adini al que arrebata el territorio situado al este del
Éufrates.
Hacia el año 858 a. C.,
Bit Adini encabeza una coalición de estados arameos y neohititas del norte de
Siria y sur de Anatolia en contra del nuevo soberano asirio Salmanasar III.
La coalición es
derrotada y el reino de Bit Adini es anexionado a Asiria y convertido en
provincia. Su capital será rebautizada como Kar-shulman-ashare-du (“fortaleza
de Salmanasar”) y será la sede del gobierno de la provincia.
La conquista por parte
de Asiria no supuso un gran cambio cultural en la región, la lengua aramea se
mantuvo y prosperó, y parte de la oligarquía local entró al servicio del
Imperio asirio.
Bit Bahiano fue un reino arameo,
con sede en Guzan (Tell Halaf) establecido hacia después del 1200 a.C. y que
existió hasta el 808 a. C. que fue anexionado a Asiria lo que antes ya se
había convertido vasallo al inicio del siglo IX bajo Adadnirari II .
Hubo cinco reyes conocidos
antes del 808 a.C. y al menos cuatro gobernadores después del 808 a.C.
El rey más conocido es Kapara que construyó un hilan o
palacio.
Hacia el 808 a. C. o
poco antes se alió con Izalla y se rebeló y fue derrotado y el país anexionado.
Lista de reyes
Ḫadini
(Chadini) después de 1200 a. C.
Kapara (hijo de Ḫadini)
hacia 1150 a. C.
Desconocidos hacia 1150-900 a. C.
-Salamús (Absalón) hacia 900 a. C.
Adad-inmediata hacia 877 a. C.
Iti 'hacia 867 a. C.
Gobernadores asirios
Mannu-Kima-Matu-Assur hacia 793 a. C.
Puro-sagale hacia 763 a. C.
Bel-Harran-Bel-usur hacia 727 a. C.
Mutakkil-Assur (Bachiannu) hacia 706 a.C.
Mutakkil-Assur (Bachiannu) hacia 706 a.C.
Hama (Hamat bíblica,
"fortaleza") es una ciudad a orillas del río Orontes, en el centro de Siria, al norte de Damasco.
El antiguo asentamiento
de Hamat fue ocupado desde principios del Neolítico a la Edad del Hierro . Los restos de
época Calcolítica han sido descubiertos
por los arqueólogos daneses en el monte en el que la ciudadela antigua una vez
estuvo. La excavación se llevó a cabo entre 1931 y 1938 bajo la dirección de
Harald Ingholt.
Los amorreos
colonizaron la ciudad de Hama, y muchas partes de lo que hoy es Siria y el Iraq .
Aunque la ciudad parece
que no se ha mencionado en las fuentes antes del primer milenio antes de
Cristo, el sitio parece haber gozado de
gran prosperidad alrededor de 1500 a.C., durante el cual se supone una
dependencia de los amorreos de Mittanni , un imperio a lo
largo del Eufrates en el noreste de
Siria.
Con el cambio de
milenio, el antiguo Imperio hitita centralizado había caído y Hama es
mencionada como capital de un próspero reino arameo neo-hitita conocido en la Biblia como Hamat, que
comercializan ampliamente, en particular en lo que hoy es Israel.
Los hititas y arameos
pueblos que vivían relativamente en paz, coexistiendo con otros Estados de la
región, como Carquemis . l más significativo
de todos los estados arameos fue Damasco , que se convirtió en
el líder de una federación de estados arameo, de los cuales Hamat era miembro.
Cuando el rey asirio Salmanasar III (desde 858 hasta 824 d.C)
conquistó el norte de Siria llegó a en 835 a.C, lo que marca el inicio de las
inscripciones asirias en relación con el reino. Irhuleni de Hamat y de Im-IDRI de Siria (bíblica Bar-Hadad ) lideró una coalición
de ciudades de Siria en contra de la invasión asiria ejércitos.. Según fuentes asirias, fueron confrontados por
4.000 carros, jinetes 2000, 62.000 soldados de infantería y 1.000 jinetes de
camellos árabes en la batalla de Carcar. La victoria asiria parece haber sido
más de un empate, aunque Salmanasar III siguió a la costa e incluso tomó un
barco a mar abierto. En los años siguientes, Salmanasar III no pudo conquistar
Hamat o Siria.
Después de la muerte de
Salmanasar III, el ex aliados de Hamat y Aram cayó, y Aram parece haber tomado
alguna del territorio de Hamat.
Una inscripción en
arameo de Zakir, rey de Hamat y de doble La'ash, habla de un ataque de una
coalición que incluye a Sam'al en Ben-Hadad III, hijo de Hasael, rey de Siria.
Zakir fue sitiado en su
fortaleza de Hazrak, pero salvado por la intervención del Dios.
En el año 743 a.C, Tiglat-pileser
III tomó una serie de ciudades en el territorio de Jamat, distribuido en los
territorios entre sus generales, y desplazados por la
fuerza
1.223 habitantes seleccionado al Tigris valle del
Alto ,
que se exija tributo del rey Hamat, Eni-ilu (Eniel.
Más de 30.000 indígenas fueron deportados a Ullaba y se reemplaza con cautivos
de los Zagros. Después de la caída
del reino
del norte de Israel
, el rey de Hamat Ilu-Bi'di (Jau-Bi'di) encabezó una fallida revuelta de la
recién organizada provincias asirias de Arpad, Simirra, Damasco, y Samara.
Fue esta revuelta que condujo a la deportación de los Diez Tribus Perdidas de Israel.
Damasco
Este reino se
caracterizó por sus constantes enfrentamientos con el reino de Israel.
La Biblia menciona la victoria del rey David sobre una coalición de reinos arameos encabezada por el rey de Sobá, Hadad-ézer.
La Biblia menciona la victoria del rey David sobre una coalición de reinos arameos encabezada por el rey de Sobá, Hadad-ézer.
También informa de la
creación del reino de Aram-Damasco por Rezón, un príncipe vasallo de Hadad-ézer
que, tras revelarse contra él, le arrebató Damasco nombrándose rey (1 Reyes
11:23-24).
A la muerte de Salomón
y después de la incursión del faraón Sheshonq (Sisac) en Palestina, los reinos
de Israel y Judá, debilitados y enfrentados en continuas disputas, dieron la
oportunidad al rey Ben Hadad-I de Damasco, para que invadiera el norte de
Israel, aprovechando la ayuda que le solicito el rey Asá de Judá.
Tenemos referencias
arqueológicas del rey Ben Hadad-I en la “Estela
de Melqart”, hallada en Bredsh, un pueblo al norte de Alepo, en Siria.
La estela votiva
dirigida al dios Melqart, tiene una inscripción en arameo cuya traducción por
W.F.Albright es: “El monumento que Bar-Hadad, hijo de Tab-Rimón, hijo de Hadyan, rey de
Siria, creado para su señor, Melqart. Prometió (éste) a él, y escuchaba su
voz”.
Cabe señalar que la
estela también corrobora otros dos reyes sirios indicados en la Biblia,
Tabrimón y Hezión.
Un
registro excepcional de la interrelación de los reinos de Israel y Damasco se
encuentra en el llamado monolito de Kurkh, que fue descubierto
por J.E. Taylor, cerca de Diyarbekir, junto al río Tigris. Se trata de una
estela del rey asirio Salmanasar III, que describe la campaña militar realizada
hacia occidente en el sexto año de su reinado (853 a.C). A la expedición asiria
le presentaron resistencia en Qarqar, capital del reino de Hamat, una coalición
de 12 reyes liderado por Adad-idri de Damasco, (Hadad-ézer en hebreo, con
seguridad Ben Hadad-II de 1 Reyes 20 y 22) con la participación del rey Acab de
Israel.
Aunque Salmanasar se
atribuye la victoria, parece que termino en tablas, pues durante varios años se
detuvo el avance asirio hacia el Mediterráneo.
Texto de la inscripción: ANET 278-9 J.B. Pritchard “...incendié QarQar, su ciudad real. 1.200 carros, 1.200 soldados de caballería, 20.000 soldados de Adad-idri (Hadad-ezer) del país de Imerishu (Aram), 700 carros, 700 soldados de caballería, 10.000 soldados de Irhuleni de Hamat, 2.000 carros, 10.000 soldados de Acab del país de Israel...”
Resulta interesante
resaltar, que aunque este acontecimiento no está narrado en la Biblia, si está
de acuerdo con el marco histórico de los personajes que describe, como son los
reyes de Israel y Damasco, que, enfrentados en numerosas ocasiones como muestra
el libro de 1 Reyes 20 y 22, se unen ante el peligro común del revitalizado
imperio neoasirio, aunque en posteriores disputas, el propio rey de Israel
Acab, llega a morir en el campo de batalla combatiendo contra Ben Hadad-II, al
intentar recuperar la localidad de Ramot de Galaad situada en la zona
transjordana en poder del rey sirio.
Otro
de los reyes importantes del reino arameo de Damasco es Hazael. Mencionado en el texto
bíblico en numerosas ocasiones, por sus continuas acciones bélicas contra
Israel y también contra Judá.
Fue un usurpador del
trono sirio, asesinando al rey Ben Hadad-II, como atestigua el libro de 2 Reyes
8:15 y posiblemente por ello, los textos asirios lo nombran como “hijo de nadie”.
Se han localizados
diversas inscripciones con el nombre de Hazael en textos asirios y arameos.
Entre ellas están las decoraciones de marfil halladas en Arslan Tash al norte
de Siria, así como en los enclaves griegos del santuario Hereo de Samos y el
templo de Apolo en Eretria, en la isla de Eubea, y más recientemente la
descubierta en 2003, en Tell Afis al suroeste de Alepo, en las ruinas del
templo de la Acrópolis.
Una
evidencia de la destrucción de Gat seguramente por Hazael es la hallada en Tell
es Safi.
En el nivel de excavación correspondiente al datado a finales del siglo IX a.C
por el profesor M. Aren Maeir de la Universidad de Bar-Ilán, se encontró
cientos de vasijas de cerámica, junto con diferentes objetos y restos de una
ciudad arrasada por el fuego.
También, mediante
fotografía aérea se detectó un sistema de asalto usado para impedir escapar de
la ciudad sitiada, similar a la descrita en la estela aramea de Zakur. Consiste
en un foso de dos kilómetros de largo, ocho metros de ancho y más de cinco de
profundidad, rodeando la ciudad por tres lados. Es significativo destacar según
las pruebas encontradas en el yacimiento de esta ciudad filistea destruida, que
los datos aportados por la Biblia, además de ser ciertos, utiliza una fuente
histórica muy antigua, ya que los textos asirios de siglos posteriores no citan
la ciudad, ni tampoco lo hace después la propia Biblia.
La inscripción aramea
más importante con relación al texto bíblico es la descubierta en 1993, al
norte de Galilea. Se trata de parte de una estela hallada en las excavaciones
de Tell Dan, que era dirigida por el arqueólogo Avraham Biran del Hebrew Union
College en Jerusalén. En ella el paleógrafo Joseph Naveh recuperaba el texto de
13 líneas y, aunque su autor no se menciona en los trozos de estela, sí hace
referencia a la invasión de Israel por un rey arameo.
La inscripción parece
estar relacionada con la narración bíblica donde, con un mínimo de error, se
puede identificar a Hazael rey de Damasco sobre el 850 AC, ufanándose de vencer
y dar muerte a los reyes Joram de Israel y Ocozías de Judá. Si bien sabemos por
la narración bíblica, que fue Jehú quien dio muerte a ambos reyes, si podemos
pensar que para Hazael, la sublevación de Jehú es interpretada como parte de su
estrategia e instrumento suyo. En este periodo el rey arameo conquistó las
ciudades del norte de Israel, entre ellas Dan donde erigió esta estela
conmemorativa de su victoria.
La estela presenta
además un testimonio epigráfico del rey David, cuya octava línea dice “rey de Israel” y en la novena “casa de David”. La traducción por
Mario Liverani de la línea 3 a la 10 dice: “(cuando) mi padre enfermó y se fue
con los suyos [sus antepasados], el rey de Israel vino ante la tierra de mi
padre. Pero Hadad me hizo rey y Hadad vino ante mí y yo partí de los siete...
de mi reino, y yo maté a set[enta re]yes que habían uncido mi[les de ca]rros y
miles de caballos.[Y yo maté a Jeho]ram, hijo de [Acab], rey de Israel, y yo
maté a [Ahaz]yahu(*), hijo [de Jehoram, r]ey de la casa de David. Y yo dejé
[sus ciudades en la ruina y] su tierra inmersa en la [desolación...]”
Religión
Durante los siglos XI y
X a.C. La religión aramea sea desarrolla en el pueblo semita y hablaban una
lengua diferente a la de Canaán y Fenicia.
Se trataba de una
compleja religión politeísta con gran número de variantes locales.
Baal-samain
Deidades cananeas tales
como Astar,
El principal Dios era Hadad, dios de las tormentas.
Su consorte fue Atargatis, diosa de la fertilidad.
Otras deidades eran el
fenicio Melqart y los mesopotámicos Shamash, Nergal y Marduk. Era muy
popular también la diosa Sin.
Lengua Aramea
La lengua aramea está
atestiguada por un período de casi 3.000 años y en el cual ha experimentado un
sinfín de cambios gramaticales, variantes y uso. A grandes rasgos se podría
hacer un cuadro generalizado de sus etapas de la siguiente manera:
Arameo antiguo (850-612 a. C.)
Este período se caracteriza por el ascenso de los arameos como una
potencia en la historia antigua del Medio Oriente, en la adopción de su lengua
como lengua internacional de la diplomacia en las últimas fases del Imperio
neo-asirio y la dispersión de los pueblos de habla aramea desde Egipto hasta la
Baja Mesopotamia como resultado de las deportaciones asirias. Los textos
actuales pueden ser agrupados en varios dialectos:
Siríaco normativo (o arameo antiguo occidental) (siglos IX-VIII a. C.), con inscripciones
procedentes de Aleppo y sus alrededores, conteniendo estelas conmemorativas y
tratados internacionales.
Samalian: En la actual Zincirli, las dinastías del reino neo-hitita de Sam'al
escribieron sus inscripciones dedicatorias primero en fenicio, luego en un
dialecto arameo local y finalmente en el sirio antiguo arameo.
Fajariyah: En el Alto Habur se encontró una estatua con una inscripción
bilingüe neo-asiria y aramea, cuya ortografía e inscripción son de la mayor
importancia para la historia del alfabeto.
Mesopotamio: Este dialecto consiste de textos breves económicos y legales
grabados sobre tablillas de arcilla; al igual que el de Fajariyah recibe una
considerable influencia acadia.
Deir Alla: Este importante aunque fragmentario texto pintado en las paredes de
un lugar de culto en el valle del Jordán, trasmite una visión de Balaam, hijo
de Beor, el profeta del que se habla en la Biblia en Números 22-24. Algunos
expertos clasifican la lengua de este texto como cananea, lo cual indica que a
estas alturas no es fácil discernir la división entre cananeo y arameo.
Arameo Imperial (600-200 a.
C.)
Durante este período el arameo se expande más allá de las fronteras de
su tierra nativa hasta los territorios de los Imperios neo-babilonio y persa,
desde el Alto Egipto hasta Asia Menor y hacia el este llega al subcontinente
indio. Desafortunadamente sólo una pequeña parte del vasto corpus de documentos
administrativos, anales y cartas de esos imperios han sido preservados, debido
a que fueron escritos con tinta en materiales perecederos, en contraste con la
escritura cuneiforme grabada en tablillas de arcilla. Los mayores hallazgos
provienen de Egipto, donde el clima seco ayudó a la preservación de los papiros
y el cuero. Estos hallazgos se pueden clasificar así:
Archivos de papiros de la guarnición militar judía en Elefantina
(incluyendo escrituras de venta, actas matrimoniales, cartas a las autoridades
en Jerusalén y fragmentos literarios.
La correspondencia del sátrapa persa de Egipto, Arsames
Un paquete de cartas enviado a la familia residente en Syene y Luxor.
En Saqqarah una carta en papiro de finales del siglo VII a. C. enviada
por un rey filisteo (tal vez Ecrón) pidiendo ayuda a Faraón contra el rey de
Babilonia y registros sobre papiro de naturaleza legal y económica de los
siglos V y IV a. C.
Las cartas oficiales recogidas en el libro Esdras hay que
clasificarlas en esta categoría de arameo Imperial, pues tanto su lenguaje como
su estilo son propios de este período.
Desde una perspectiva lingüística, lo que caracteriza este período por
encima de todo es que se produce el desarrollo de una lengua y su ortografía,
en la que el arameo babilónico hablado y escrito por los persas educados será
el modelo normativo, modelo que durará unos mil años.
Ideogramas Iranios
Medios. Tras un breve flirteo con el sistema
cuneiforme para sus inscripciones monumentales -antiguo
persa- los persas adoptaron la escritura aramea para poner por escrito su
lengua y en parto y phalevi, los ideogramas arameos se usaron para indicar lexemas
persas. También es de este período, aunque en su etapa temprana, el material
arameo preservado en escritura
demótica en el papiro Amherst 63, que consiste de un
ritual de año nuevo y el relato del conflicto entre los dos hermanos asirios,
Asurbanipal y Shamashshumukin.
Las contribuciones a las civilizaciones del mundo
La nación aramea de
Oriente Medio hizo una gran contribución a las civilizaciones del mundo.
Esto es bien resumido por el profesor Sebastian
Brock, que dice: "Casi todas las
sociedades dependen del uso de la escritura, pero son pocos los pueblos muy
conscientes de que la gran mayoría del mundo de los guiones se remonta a un
antepasado común, un alfabeto inventado en el Medio Oriente hace miles de
cuatro años, que fue perfeccionado posteriormente por los fenicios y los
arameos, que se extendió por todo el mundo conocido). Por tanto, es sin duda
uno de los regalos más grandes de los pueblos arameos a la cultura mundial (.
" perla escondida volumen I: Página 27)
Sin embargo, es innegable que el alfabeto
arameo simple de 22 cartas ha tenido el impacto más extraordinaria en el
desarrollo de sistemas de escritura alfabética de todo el mundo. De hecho, es
muy difícil imaginar cómo la cultura humana y el aprendizaje científico podría
haber progresado sin (el idioma arameo)).
Próximo Capítulo: Los Fenicios
Próximo Capítulo: Los Fenicios
Bibliografía
K.
M. Kenyon, The Archaeology of the Holy Land, Londres, Nueva York, 1960.
Macalister, Palestine
exploration Fund Quarterly Statements, 1907)
Morris, Jastrow, Jr.
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Pérez
Largacha, Antonio (2003). «El Mediterráneo Oriental ante la llegada de los
Pueblos del Mar». Gerión. Revista de Historia Antigua (Universidad Autónoma de
Madrid) 21 (1): 27. ISSN 1698-2444. Consultado el 7 de agosto de 2017.
Robert Appleton
Company, 1908. http://www.newadvent.org/cathen/03569b.htm
Van Kasteren, John
Peter. "Cana, Canaanites." The Catholic Encyclopedia. Vol. 3. New
York:
[1] Las fuentes
fundamentales para su estudio son los datos de hallazgos arqueológicos y los
escasos documentos escritos hallados, fundamentalmente fuera de Canaán. Entre
estos, se destacan por su antigüedad los textos execratorios egipcios, y los
que hablan en concreto de alguna ciudad fenicia, como Biblos, y, para los
tiempos florecientes de la civilización cananea, los abundantes textos de
Ugarit.
[2]
Como la cultura es uniforme, resulta prácticamente imposible saber si
alguna de estas ciudades fue poblada por los recién venidos, ya sedentarizados
después de varias generaciones, o si convivían en las ciudades los dos
elementos étnicos.
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