CAPÍTULO II
EL MUNDO EGEO DEL III AL II MILENIO A. C.
1.
La Grecia
continental desde el siglo XXV hasta el siglo XVII a. C.
Aquiles
contra Héctor
Hasta la década del setenta
del siglo XIX, la historia de la Grecia antigua comenzaba habitualmente con el
llamado período homérico, es decir, el período que halló su reflejo en la
Ilíada y la Odisea. Se consideraba entonces que en ambos poemas se reflejaba el
cuadro de la sociedad griega del siglo XI al VIII a. C. Entretanto, entre
los mismos griegos se conservaba el recuerdo de un período considerablemente
más antiguo de la historia de su país, grabado en una serie de leyendas y mitos
y transmitidos por los escritores antiguos de una época posterior. Algunos
monumentos de la época antigua que se encuentran en la Grecia balcánica y en
las islas, tales como ruinas de construcciones de piedra toscamente tallada,
también recordaban el pasado. Acerca de estas ciclópeas construcciones, los
mismos griegos antiguos no podían decir nada definido; la tradición las atribuía
a los grandes cíclopes monóculos (un solo ojo).
Estos escasos datos de la
tradición la ciencia burguesa los pasaba por alto, lo que en considerable
medida se explica por el predominio de orientaciones hipercríticas entre los
científicos especializados de aquel entonces. Los partidarios de esta
orientación tuvieron como objetivos fijar límites claros, a menudo injustos,
entre el material histórico y el no histórico, es decir, el legendario. No se
orientaron hacia el análisis del material mitológico con el objeto de encontrar
en él reflejada la realidad histórica. En fin, al concepto de los antiguos
griegos sobre el pasado remoto de su país casi se lo ignoraba completamente.
Puerta de
los Leones, en Micenas
La crisis en este sentido se
produjo entre los años setenta y noventa del siglo pasado, cuando, en directa
vinculación con los grandes descubrimientos arqueológicos, se aclaró que el
período homérico de la historia de Grecia en la cuenca del mar Egeo fue
precedido en muchos siglos por la existencia de una cultura desarrollada cuyos
centros principales fueron Creta, la Hélade y la ciudad de Troya.
Las investigaciones del siglo
XX demostraron así que en el II milenio antes de nuestra era existieron allí
civilizaciones casi tan desarrolladas como sus contemporáneas egipcia,
babilónica e hitita. El estudio de la historia de las poblaciones que crearon
esta cultura colocó frente a la ciencia contemporánea una serie de importantes
problemas de principio: el problema de la clasificación en periodos, el problema
de la pertenencia étnica de las tribus egeas, lo que en modo estrechísimo se
vinculaba con el estudio de la lengua y de la escritura cretomicénica, el
problema de las características económico sociales de la Creta antigua y de las
antiguas ciudades del Peloponeso, el problema de la conquista de los reinos
aqueos por los dorios, y otros.
El paso esencial para
resolver todos estos problemas se esbozó sólo en los últimos años, condicionado
tanto por considerables acumulaciones de material de investigaciones
arqueológicas como por el trabajo perseverante de una cantidad numerosa de
científicos en el dominio de la interpretación de las inscripciones creto micénicas.
En 1953, cuando dos
científicos ingleses, Ventris y Chadwick, publicaron sus investigaciones acerca
de los nuevos métodos para descifrar las inscripciones micénicas, estos
trabajos fructificaron. Aunque ello todavía ni de lejos puede considerarse como
concluido y las dificultades en el camino de un estudio más profundo de las
inscripciones micénicas son todavía muy grandes, los métodos propuestos por
Ventris y Chadwick para descifrarlas conquistan el reconocimiento cada vez
mayor de los científicos de todo el mundo. A la luz de una más rigurosa lectura
de las inscripciones, se abre una perspectiva completamente nueva y
extremadamente amplia en la investigación del período remoto de la historia
griega, hasta los tiempos posteriores, conocidos casi exclusivamente por los
monumentos de la cultura material.
Los primeros pobladores
Las tribus que poblaban la
península balcánica, las islas del archipiélago del mar Egeo y las costas del
Asia Menor se encontraban desde los tiempos antiguos en estrecho contacto unas
con otras, lo que era posibilitado por la vinculación por mar de todos estos
países.
Esos íntimos vínculos
determinaron no solamente los rasgos generales en el desarrollo de la población
que allí habitaba, sino que, comparativamente con los primitivos países de la
cuenca del mar Egeo, crearon originales centros culturales que existieron contemporáneamente
con otros antiguos focos de la civilización, como la antigua Babilonia, Egipto,
India y China.
Gran parte de la población de
los países de la cuenca egea pertenecen, de acuerdo con los datos científicos
de que se dispone, al comienzo de la época neolítica, es decir, aproximadamente
del VII al VI milenio a. C.
Muchos restos de población y
tumbas de la época neolítica a lo largo de los países mediterráneos hasta los
límites del IV al III milenio a. C. fueron encontrados en las excavaciones
de la península balcánica, en el Asia Menor y en las islas del archipiélago del
mar Egeo, Creta entre ellas.
El estudio de los monumentos
testimonia que en ese tiempo la comunidad primitiva se basaba fundamentalmente
en la agricultura de azada y la ganadería. El estudio de estos monumentos
arqueológicos de la península balcánica, hacia el sur de Duna, muestra que
todos estos territorios estaban habitados por tribus que se encontraban casi a
igual nivel de desarrollo. La cultura de las poblaciones neolíticas, los
futuros tracios, macedonios, tesalios y griegos, no difería de la cultura de
las poblaciones de las islas del mar Egeo. Gran cantidad de restos de la época
neolítica en Creta autorizan a sostener algunas ideas acerca de la vida de la
población de la isla.
Como muestran las
excavaciones arqueológicas, los poblados comunales estaban constituidos en
aquel entonces por chozas hechas con materiales calcáreos no elaborados, de
forma cuadrangular. Para la cerámica cretense son característicos los vasos en
forma de torre, decorados con arabescos tallados. El arte primitivo también
estaba representado por figuras groseras de pájaros, animales y hombres. La
gran mayoría de las estatuillas representan la figura femenina, lo que es el
rasgo natural del arte de todos los pueblos en la época del matriarcado.
Como muestran las
excavaciones arqueológicas, los poblados comunales estaban constituidos en
aquel entonces por chozas hechas con materiales calcáreos no elaborados, de
forma cuadrangular. Para la cerámica cretense son característicos los vasos en
forma de torre, decorados con arabescos tallados. El arte primitivo también
estaba representado por figuras groseras de pájaros, animales y hombres. La
gran mayoría de las estatuillas representan la figura femenina, lo que es el
rasgo natural del arte de todos los pueblos en la época del matriarcado.
La era de los Metales
Desde el III milenio
a. C., en las tribus egeas se conocía el uso de los metales. Primero el
cobre, luego el bronce. Para la población de la cuenca egea éste fue un gran
paso adelante en el desarrollo de las fuerzas productivas.
La ciencia burguesa vincula
la aparición de los metales con las migraciones en la cuenca egea de nuevas
tribus de Anatolia (Asia Menor). En el fondo de esta opinión de muchos
científicos burgueses yace la teoría de los pueblos «elegidos y rectores» que,
según ellos, serían la fuerza motriz de la historia. Sin negar la importancia
de las migraciones de tribus, nosotros debemos señalar que el comienzo en la
utilización de los metales no fue consecuencia obligada de las mismas. De las
investigaciones de las últimas décadas se deduce que los metales se emplearon
simultáneamente en diferentes lugares de la cuenca egea, así como Chipre,
costas del Asia Menor y Macedonia, es decir, en todos aquellos países donde
había yacimientos de cobre. Gracias al nivel alcanzado por las tribus egeas en la
producción y a la existencia entre ellas de antiguos lazos, el arte de producir
herramientas metálicas se difundió relativamente pronto entre las poblaciones
de los territorios vecinos. Los más antiguos artículos de cobre datan
aproximadamente de finales del IV milenio y comienzos y primera mitad del III
a. C.
La unidad cultural de las
tribus que habitaban en la cuenca del mar Egeo, en la edad del bronce, autoriza
su generalización bajo el nombre de cultura egea.
La clasificación cronológica
de la cultura egea fue realizada detalladamente por A. Evans, quien trazó la
cronología de Creta y, de acuerdo con ese modelo, otros científicos elaboraron
la cronología griega de la edad del bronce: la antigua cultura griega fue
dividida en tres períodos helénicos: antiguo, del año 2600 al 2000; medio, del
2000 al 1600; tardío, del 1600 al 1100 a. C. Del mismo modo, la cultura en
las islas Cícladas (período antiguo, 3000 a 2200; medio, 2200 a 1600, y
posterior, del 1600 al 1200 a. C). Esta clasificación es fundamentalmente
formal, puesto que no ha sido elaborada teniendo en cuenta las transformaciones
de las relaciones de producción entre las tribus egeas. Se basa, en lo
esencial, en el desarrollo de la cerámica. No obstante, esta clasificación
puede cumplir un papel auxiliar.
Desde la primera mitad del
III milenio a. C., la población de la península balcánica comenzó a
utilizar artículos de cobre. El territorio de Grecia es comparativamente pobre
en minerales de cobre. Aunque ahora se conocen algunas minas, que se utilizaban
ya hacia el III milenio a. C., al principio el cobre fue, por lo visto,
importado por mar desde Chipre y las islas Cícladas (Siros). En la distribución
de los artículos de cobre se encuentra una secuencia conocida. Al principio
surge en la parte sur de Grecia, es decir, en el Peloponeso, y sólo
paulatinamente penetra en las regiones septentrionales del país. Por lo visto,
el conocimiento de estos metales llegó a la población de la Grecia continental
de los habitantes de las islas de las costas del Asia Menor.
En la época antigua del
bronce surgió gran número de poblaciones en las regiones antes despobladas del
Peloponeso y la Grecia central. Precisamente en ese tiempo aparece la población
de puntos que posteriormente fueron tan conocidos como Tirinto, Micenas, Orcómenos y Delfos. A la vez surge una serie de poblaciones más pequeñas, como Cinuria, Asina, etc. El rasgo característico de estas poblaciones muy
antiguas era su distribución en colinas, que garantizaban su capacidad
defensiva. La arquitectura de sus viviendas era diversa. Por ejemplo, en
Orcómenos (Beocia) fueron descubiertas casas de forma circular, con cimientos
de piedra y paredes de adobe. Pero también se conocen otros tipos de casas, de
forma oval o rectangular con un lado redondeado. La casa tenía dos cuartos
unidos por puertas; en el centro del más grande había un fogón, y en las
paredes, muchas vasijas de arcilla en las cuales se guardaban diferentes
provisiones domésticas.
Arquitectura y sociedad
A la segunda mitad del III
milenio a. C. pertenece la aparición de edificios más grandes, que se
diferenciaban netamente de las viviendas de las comunidades, más sencillas.
Tales construcciones redondeadas, con un diámetro de alrededor de 28 metros,
fueron descubiertas en la acrópolis de Tirinto. Sus paredes de adobe
descansaban sobre cimientos de piedra y están cubiertos por un techo de tejas.
Protegidos por dos fuertes murallas circulares, estos edificios constituían
poderosas ciudadelas. Por supuesto, eran las viviendas de los antiguos amos de
Tirinto. En otra población, Lerna (Argólida), fue erigido en ese período un
edificio con aspecto y características de palacio, que ha sido descubierto en
1945. Una parte del mismo era de forma rectangular, de más de 25 metros de
largo. Sus fuertes paredes de adobe (de aproximadamente 90 cm. de espesor)
descansaban sobre cimientos de piedra y estaban cubiertas con dos capas de
estucado de arcilla. Algunas escaleras comunicaban el primer piso con el
segundo. En el piso bajo fueron descubiertos más de diez locales destinados a
diferentes usos: grandes cuartos y pequeñas despensas.
Los habitantes de la Hélade,
en el III milenio a. C., se ocupaban de manera principal de la ganadería y
la agricultura. Los habitantes de Cinuria, por ejemplo, tenían mucho ganado:
vacunos, lanares, caprinos y porcinos. La alfarería no había salido todavía del
estado de producción doméstica: las vasijas se hacían a mano. Sus formas eran
muy barrocas. El difícil juzgar acerca del significado de las vajillas
encontradas. Aunque se preparaban sin contar con la rueda del alfarero, la
calidad del trabajo de éste era relativamente elevada. Es de destacar que ya en
ese tiempo se hacían en Grecia las tejas que cubrían no sólo las casas de los
nobles (en Tirinto y Lerna), sino también las viviendas de las casas medias de
la población. Después del siglo XX a. C., el arte de la preparación de
tejas se perdió, para renacer sólo en el siglo VII a, C. La metalurgia hasta
finales del III milenio se desarrolló débilmente. El cobre se utilizaba sólo
para producir algunos objetos, como puñales, alfileres, etc.
Aparecieron ya en esa época
sellos e inscripciones en las vajillas. Los dibujos de esos sellos recuerdan un
poco las imágenes de los de la misma época en la isla de Creta.
Relaciones comerciales
Las tribus de la Hélade, en
el III milenio a. C., se encontraban en constante relación con los
habitantes de los países vecinos, es decir, Macedonia, Tracia y Asia Menor.
Estas relaciones no se limitaban a los simples cambios de artículos y llevaron
a influencias culturales mutuas, que se hicieron sentir particularmente en la
producción de cerámica. Más estrechas eran las relaciones con las poblaciones
de las islas del mar Egeo, ante todo con las Cícladas. De allí los habitantes
de la Hélade importaban obsidiana, vajillas de cerámica, figuras de mármol. Las
colonias del Peloponeso tenían fuertes vínculos con Creta, separada del continente
sólo por 150 o 160 kilómetros. De allí procedían los sellos de piedra y las
vajillas, amuletos de esteatita y cerámica. Sin duda, el contacto entre la
Hélade y Egipto se hacía entonces por intermedio de los cretenses.
El problema de la historia
social en el período que analizamos es muy complicado. Su principio se remonta
al período de predominio de las relaciones matriarcales en el interior de la
comunidad tribal, que luego dejan lugar a las relaciones patriarcales. El
régimen de la comunidad primitiva en la Hélade de finales del III milenio
a. C. se caracterizaba por la aparición de desigualdades económicas en el
seno de la comunidad.
Se observa ya el crecimiento
de la riqueza de algunos, por ejemplo, de la aristocracia en las tribus de
Tirinto y Lerna, lo que atestigua el surgimiento de las condiciones para una
futura división en clases de la sociedad.
Alrededor del año 2000
a. C. tuvieron lugar grandes acontecimientos en la Hélade. Hasta Tucídides
llega a recordar los grandes desplazamientos de poblaciones en la antigua
Hélade. Estos datos de la historiografía antigua se ven confirmados por las
recientes excavaciones. Por lo visto, en los límites del III y II milenios
a. C., las tribus que habitaban en el norte se pusieron en movimiento
hacia el sur, hacia Beocia y el Peloponeso. Según la tradición griega, estas
nuevas tribus eran aqueas.
Los Aqueos
Algunos científicos burgueses,
por ejemplo, Glotz y Blieguer, consideran que con la llegada de los aqueos a la
Hélade se rompió con el pasado, y que la razonable y fuerte asimilación de
razas trajo el florecimiento de la cultura de la península. Blieger llama a los
aqueos «nuevos elementos raciales». Ninguna de estas características determina
el cuadro real de los cambios étnicos que tienen lugar en la Hélade al final
del III milenio a. C.
Los aqueos que emigraron a la
Grecia septentrional y meridional probablemente eran parientes de las tribus
que poblaban en aquel entonces la Hélade. Es conocido que en la cultura de las
tribus de la península balcánica, en la segunda mitad del III milenio a. C.,
se siguen las huellas de los rasgos comunes, lo que explica no sólo la
uniformidad del nivel de su desarrollo económico y social, sino también la
cercanía étnica de estas tribus.
El movimiento de las mismas
entre el III y el II a. C. se puede explicar por las transformaciones que
se produjeron en la sociedad primitiva, vinculadas al crecimiento demográfico y
a la baja productividad general del trabajo, que dieron lugar al desplazamiento
de unas tribus por otras como resultado de guerras tribales. La llegada de las
tribus de Tesalia y Macedonia (cuya residencia primitiva todavía no se ha
definido con exactitud) a la Hélade fue uno de los episodios de esta lucha
intertribal. La invasión de dichas tribus despertó la resistencia enconada de
las tribus locales. El país sufrió fuertemente las consecuencias de las largas
luchas. Una serie de colonias y ciudades: Cinuria, Tirinto, Asina y otras
fueron destruidas; algunas de ellas, como Cinuria, quedaron abandonadas por
completo, mientras otras se reconstruyeron, aunque con dimensiones más
reducidas.
Los aqueos se asimilaron
paulatinamente a las tribus locales. Sin embargo, la cultura de la Hélade en
los siguientes siglos (del XX al XVII a. C.) no es uniforme. En las ramas
de la arquitectura, por ejemplo, se mantiene y alcanza difusión la planeación
absidal de las casas, pero muy a menudo se encuentra la forma rectangular del
tipo megarense, con locales centrales y patios interiores. En este último
tiempo surgen las fortalezas en los alrededores de algunos puntos poblados,
como, por ejemplo, Tirinto, Malfi (Mesenia) y otros lugares.
La producción se hace
considerablemente más complicada. Al lado de la ganadería se desarrolla la
agricultura: los habitantes de la Grecia continental cultivan ya trigo, cebada,
guisantes y habas. Se desarrolla la producción artesanal. Un gran logro de la
metalurgia es el arte de elaborar el bronce aleando el cobre con otros metales
más duros y que se fundían más fácilmente que él. La técnica de la producción
del bronce se difunde rápidamente; muchos de los artículos hallados datan de
los siglos XVIII y XVII a. C. La alfarería, gracias a la introducción de
la rueda de alfarero, se transforma en oficio independiente.
Las relaciones sociales en
esta época sufrieron cambios considerables. El desarrollo de la agricultura y
de la ganadería llevó a la concentración de riquezas en manos de algunas
familias, a la ulterior separación y fortalecimiento de la propiedad privada
como contrapeso en la propiedad comunal.
Es de suponer que la diferencia
patrimonial dentro de la comunidad primitiva complicó aún mucho más la
desigualdad entre las tribus y poblaciones locales y sus conquistadores aqueos,
como mostró Marx: «El régimen tribal, por sí mismo, llevó a la división entre
clanes de elevada y baja producción. Estas diferencias se desarrollan todavía
más con la fusión de los vencedores con las tribus subyugadas». Entre las
tribus aisladas se produjeron choques bélicos, lo que también posibilitó el
crecimiento de las desigualdades entre las tribus y en el interior de las
mismas, la separación de los jefes militares y sus guerreros en grupos aislados
de la aristocracia tribal.
En el primer tercio del II
milenio, los lazos externos de las tribus que poblaban la Hélade continuaron
ensanchándose. Lo prueban claramente las relaciones directas de la Grecia
balcánica con Troya. Los contactos con Creta se desarrollaron de forma
irregular. Inmediatamente después de la invasión de los aqueos, estas
relaciones, por lo visto, disminuyeron mucho y se restablecieron sólo después
de uno o dos siglos. Testimonio de esto son, por ejemplo, las vajillas de la
producción de Tirinto, hechas según la manera de la cerámica cretense de los
siglos XVIII a XVI a. C. Por ejemplo, los toros en relieve de Micenas son
imitación de los relieves cretenses de ese tiempo, y lo mismo ocurre con otros
objetos. Se reforzaron los contactos con las islas Cícladas, con la cultura de
su población, y las Cícladas, a su vez, experimentaron al mismo tiempo la
influencia continental y de la isla de Creta.
El problema de las relaciones
con las regiones septentrionales de la península balcánica está todavía
insuficientemente investigado. Se ha encontrado en Macedonia la llamada
cerámica minoica, la cual estaba distribuida por toda Grecia, y permite suponer
un contacto continuo de la población de ambos lados. El desarrollo de la
sociedad aquea alcanzó su apogeo en el período comprendido entre el siglo XVI y
el XII a. C., y se caracteriza por el avance de Micenas, Pilos y otros
centros del Peloponeso.
2.- Las islas del mar Egeo en el III y comienzos del
II milenio a. C.
El desarrollo histórico del grupo septentrional de las islas del
mar Egeo: Lesbos, Lemnos, Imbros y Tasos, se diferencia un poco del desarrollo
de las islas del sur, es decir, de las Cícladas.
La cercanía de Lesbos, Lemnos y otras de las islas a las costas
del Asia Menor, donde desde la mitad del III milenio se observa un potente
ascenso de las culturas, condicionó su más temprano desarrollo. Sin embargo, en
el estado actual de nuestros conocimientos no es posible todavía trazar un
cuadro detallado del desarrollo de las islas del grupo septentrional. Están
considerablemente mejor estudiadas las del sur: Andros, Tenos, Paros, Sifnos,
Sérifos, Melos y otras, que constituían el grupo de las islas Cícladas, y la de
Quíos. Predominaba en ese tiempo el régimen tribal, en el cual, por lo visto,
se conservaban vestigios del matriarcado.
Los habitantes de las Cícladas habían vivido en colonias tribales
constituidas por chozas estrechamente unidas entre sí. La planificación de
estas colonias demuestra que los medios básicos de producción eran propiedad de
toda la comunidad tribal. La separación en familias aisladas dentro de la tribu
corresponde a la aparición de la vivienda individual del tipo megarense. Tales
poblaciones fueron descubiertas en muchas islas. La más antigua se encontraba
en la de Melos y la hoy llamada Filacopi. Aquí han sido descubiertas algunas
huellas de poblaciones que se fusionaron con otras.
El hallazgo de las capas que pertenecen al III milenio antes de
nuestra era muestra que los habitantes de la isla de Filacopi conocían el
plomo, pintaban sus vajillas con colores brillantes, las adornaban con dibujos
espirales, etcétera. Sin duda, Filacopi fue en esta época un gran centro
cultural que conservó su significación posteriormente. Hacia el fin del II
milenio, los habitantes de las Cícladas comenzaron a erigir fortalezas
alrededor de sus poblaciones, necesarias debido a las guerras intertribales.
Ejemplo de arte cicládico
Las condiciones naturales de las montañosas islas Cícladas no
permitieron el desarrollo de la agricultura y la ganadería como, por ejemplo,
en Tesalia. Pero hacia el comienzo del III milenio en las Cícladas ya se
conocía el cobre, con cuya utilización se alcanzó un extraordinario desarrollo
en la elaboración de la piedra. En las islas fueron descubiertos muchos
yacimientos de mármol, obsidiana y otras rocas duras. Los más antiguos
habitantes de las Cícladas proveyeron de obsidiana a todos los países vecinos e
hicieron figuras humanas de mármol y otras rocas, que penetraron en casi todos
los rincones de la cuenca egea (se encontraron en Grecia, Macedonia, Creta y
otros lugares). A pesar de la aún muy primitiva técnica de los maestros de las
Cícladas, estas groseras estatuillas son bastante representativas. Por su
calidad artística se diferencian absolutamente de las cabezas de mármol de la
isla de Amorgos. El conjunto de los monumentos arqueológicos atestigua que la
sociedad de las Cícladas, en los límites ente el III y el II milenios antes de
nuestra era, alcanzó un desarrollo superior al de las poblaciones de la Grecia
continental.
En la vida de los isleños ocupaban un lugar importante la pesca y
la navegación. El mar les suministraba pescado y los comunicaba con otros
pueblos. Ya en la primera mitad del III milenio a. C., los habitantes de
las islas Cícladas hacían con plomo modelos de embarcaciones y dibujaban
embarcaciones y peces en sus recipientes. El comercio con los países vecinos
posibilitó el desarrollo de la navegación, y también de la piratería, como lo
sostiene Tucídides.
Del siglo XVIII al XVII, las Cícladas fueron subyugadas por Creta
y, como lo señala Tucídides, en ellas se fundaron colonias cretenses. Desde
entonces, la historia de las Cícladas se vincula estrechamente con el destino
de Creta.
3.- Creta desde el siglo XXX hasta el XII a. C.
El florecimiento del antiguo Estado cretense, en el II milenio
anterior a nuestra era, dejó profundas huellas en el recuerdo de las
generaciones posteriores. Según las antiguas leyendas, fue el rey Minos el
fundador de la potencia marítima cretense. Así quedó grabado en las obras de
Herodoto y Tucídides. Los mitos se refieren a Creta como centro cultural, de
donde pasaron a Grecia muchos inventos técnicos y ciertos cultos. Son
habitualmente poco mencionadas fuentes egipcias que se refieren a Creta; no
obstante, tienen gran importancia. Durante mucho tiempo, sin embargo, no se dio
la debida significación a estas noticias.
La historia antigua de Creta fue conocida solamente después de las
excavaciones de 1893 a 1931, realizadas por Arthur Evans (1851—1941), quien
propuso también la división cronológica de la antigua historia de Creta hasta
la aparición de los griegos. Evans la dividió en tres períodos, llamándolos
minoicos, por el nombre del mítico rey Minos. Los límites cronológicos de estos
períodos fueron establecidos por Evans, de acuerdo con los hallazgos hechos en
Creta, fechándolos en estrecha correspondencia con los objetos de la Mesopotamia
y Egipto.
Con las rectificaciones posteriores, el esquema cronológico de
Evans es el siguiente:
Minoico antiguo:
1. ° De 3000 a 2800 a. C.
2. ° De 2800 a 2500 a. C.
3. ° De 2500 a 2200 a. C.
Minoico medio:
1. ° De 2200 a 1750 a. C. (para toda la isla). En Cnosos y
Festos termina alrededor del 2000 a. C.
2. ° De 2000 a 1750 a. C. (solamente en Cnosos y Festos).
3. ° De 1750 a 1600 a. C.
Posminoico:
1. ° De 1600 a 1400 a. C. (su iniciación coincide con el
comienzo del nuevo reino de Egipto).
2. ° De 1450 a 1400 a. C. (solamente en Cnosos).
3. ° De 1400 a alrededor de 1250 a. C.
Recientes cambios en la cronología del Antiguo Egipto invitan a la
rectificación de la datación absoluta del comienzo del período minoico antiguo,
que se fecha actualmente alrededor del 2600 a. C.
Creta en el III milenio
a. C.
La sociedad cretense, en el III milenio antes de nuestra era,
tenía un nivel más elevado de desarrollo que la sociedad de la Grecia
continental y la de las islas del mar Egeo. La explicación de esto hay que
buscarla en las condiciones extraordinariamente favorables que existían en
Creta para el desarrollo de las fuerzas productivas. Desde muy antiguo era
famosa por su fecundidad y riqueza. Los bosques que cubrían el territorio de la
Creta antigua retenían la humedad, lo que aumentaba la fecundidad del suelo.
Rodeadas por montañas, las mesetas de Creta eran aptas para el desarrollo de la
agricultura y la ganadería. En esa época, los habitantes utilizaban
primordialmente todo lo que les daba el mar: se ocupaban de la pesca y
comerciaban activamente con otros países.
La sociedad cretense del III milenio se caracterizaba por tener
rasgos de desarrollo del régimen comunal. Aunque predominaban las relaciones
patriarcales, aún existían vestigios del régimen matriarcal. La propiedad
privada en algunos miembros trajo consigo la división del patrimonio social.
Alrededor del III milenio, en Creta existían ya familias ricas, que eran
propietarias no solamente de los medios de producción, sino también de objetos
de lujo, como, por ejemplo, adornos de oro. Las tribus más ricas eran las que
vivían en la parte oriental de la isla. Probablemente, el desarrollo de la
producción fue mayor en la parte oriental que en la occidental.
La población de Creta era bastante numerosa. Particularmente densa
por entonces era la de la fértil llanura alrededor de la actual Mesaria, en la
costa sur, donde durante muchos siglos existieron colonias tribales. Alrededor
de ellas se disponía gran número de tumbas gentilicias de forma circular y
cubiertas con un techo cónico de madera y paja. En estas bóvedas redondas se
enterraba, en el transcurso de mucho tiempo, a los miembros de un mismo clan.
La cantidad de inhumaciones en tumbas de clanes aislados alcanzaba algunos
centenares.
La cultura material de la sociedad cretense de ese tiempo se
manifiesta en el considerable desarrollo de sus fuerzas productivas. Los
cretenses empleaban en sus menesteres, con amplitud, las herramientas de cobre,
cuchillos, sierras, etc. La alfarería estaba muy desarrollada. Particularmente
notable era la producción de recipientes de piedra que se observa a mediados
del III milenio: para ello se utilizaban piedras locales, a veces muy duras;
una serie de formas de estos recipientes fue imitada de las de los recipientes
de cerámica.
Hacia
el final de este período abundaron los sellos de marfil o esteatita coloreada.
Su distribución, inicialmente en el sur de la isla, permite suponer la
imitación de los sellos egipcios; el mismo uso de los sellos muestra el
desarrollo de la propiedad privada dentro de la sociedad cretense.
En la segunda mitad del III milenio, los vínculos de Creta con el
exterior eran amplios: en Creta fueron encontrados objetos de Egipto, de las
islas Cícladas, y probablemente de Siria. La difusión del bronce en los países
que carecían del mismo fue muy ventajosa para la población, ya que Creta era
intermediaria en el comercio de cobre y bronce entre Chipre y las islas, y la
Grecia continental. Es posible que ya en este tiempo la flor de los cretenses
participara en la importación de estaño desde el Asia Menor y, como suponen
algunos científicos, desde España. Hacia el final del III milenio, poblaciones
procedentes de las islas Moclos, Psira y Palecastros emigraron a Creta, donde
fundaron colonias distribuidas en la parte oriental y central de la isla, dando
lugar al desarrollo de Malia, Festos, Hagia Triada y otras ciudades.
Origen y desarrollo del
Estado en Creta
Ya a
principios del II milenio antes de nuestra era, el proceso de descomposición de
la sociedad comunista primitiva mediante la formación de clases alcanzó en
Creta un desarrollo considerable. Los palacios reales son testimonio del
crecimiento de las diferenciaciones sociales que surgieron en Cnosos, Festos,
Malia y otros puntos. La diferencia entre la vida lujosa de los amos de los
palacios de Cnosos y Festos y las condiciones de vida de otras poblaciones de
Creta muestra que hacia los siglos XXI a XX a. C. ya había terminado el
proceso de formación del poder real hereditario. La desigualdad de fortunas en
la población de la isla se muestra claramente en el ritual fúnebre.
En el
II milenio a. C. los cretenses enterraban a las familias por separado y el
inventario de lo hallado en las tumbas testimonia acerca de la acumulación de
riquezas en manos de los nobles y de la vida modesta de grandes masas de la
población. Asimismo aparecen con claridad los contrastes cuando se comparan las
viviendas de diferentes capas de la población de Creta. En las placas de loza
del siglo XVIII a. C. se conservan las imágenes de las grandes casas de
dos y tres pisos construidas con grandes bloques de piedra.
Sobre la parte central de los techos planos se elevaban pequeñas
torres. Todos los detalles de estas casas muestran las riquezas de sus
moradores. Las viviendas de los pobres eran simples, pequeñas y estrechamente
unidas entre sí, en contraposición a las de los ricos, que estaban
perfectamente delimitadas unas de otras. El plano de la pequeña población de
Gurnia muestra la densidad que imperaba en los barrios de los pobres.
En los siglos XX a XVIII a. C., Creta no era todavía un
Estado unificado. En el territorio de la isla existían algunas regiones que se
encontraban, por lo visto, bajo el poder de gobernantes independientes. La
situación de esos señores, particularmente en los comienzos del período
analizado, recordaba probablemente la situación de los basileus homéricos.
Acerca de la riqueza de los gobernantes cretenses de esa época, ilustra la
colección de lujosas armas de Malia adornadas con oro, marfil y cristales, espadas
y puñales de bronce, que fueron probablemente propiedad del basileus, rey y jefe
militar.
Las guerras entre los gobiernos de las regiones señalaron la
necesidad de construir fortalezas defensivas. Muchas de las poblaciones de
Creta estaban rodeadas, en ese tiempo, por fuertes murallas. En los límites
entre el III y el II milenios a. C., los poderosos gobiernos de Creta eran
Cnosos y Festos. Menos significativos, en cambio, eran los gobiernos de Malia y
otras ciudades.
En el siglo XVIII tuvieron lugar en Creta ciertos acontecimientos,
a consecuencia de los cuales los palacios reales y una cantidad de poblaciones
resultaron destruidos. Según la opinión de algunos científicos (D. Pendelberg y
A. Evans), la causa radicaría en los terremotos, a los cuales Creta estaba muy
expuesta. De acuerdo con la opinión de otros (E. Meyer), el abandono de la
población fue determinado por circunstancias políticas exteriores: la incursión
de los hicsos asiáticos establecidos en el delta del Nilo. La ausencia de huellas
de incendio en las ruinas de construcciones de ese tiempo habla contra esta
última suposición, a la que se opone también la circunstancia de que el palacio
de Festos, que se encontraba en la costa meridional, resultó mucho menos
destruido que el de Cnosos. En caso de invasión de los hicsos que venían de
Egipto, hubiera sido víctima precisamente la costa meridional.
Los grandes trabajos de reconstrucción, comenzados en Creta a
mediados del siglo XVIII, a. C. fueron hechos de acuerdo con la
planificación anterior. Esto demuestra que la población de la isla conservaba
sus rasgos culturales y sociales después de producida la catástrofe, y
desmiente la teoría de la conquista por los hicsos, con las guerras intestinas
y el reforzamiento paulatino del reino de Cnosos a expensas de otras regiones.
Por lo visto, hacia el principio del siglo XVI a. C., la dinastía de
Cnosos unificó a toda Creta bajo su poder.
La completa reconstrucción de todas las poblaciones de Creta tuvo
lugar aproximadamente en el siglo XVI, cuando comienza el segundo período del
florecimiento de Creta, que continuó durante dos siglos. Ésta fue la época de
mayor poderío de Creta, tanto interior como exterior. Se puede suponer que
tanto las leyendas griegas como los poemas homéricos reflejaron precisamente
este período.
La sociedad cretense, ya en los comienzos del II milenio
a. C., alcanzó un nivel considerable de desarrollo económico y social. El
desarrollo de las fuerzas productivas dio lugar a la existencia de oficios
desligados de la actividad agraria, al desarrollo del cambio y a una gran
ampliación del comercio marítimo. Los cambios en la producción se acompañaron
de importantes mutaciones en la estructura social: separación de una
aristocracia relativamente pequeña que explotaba amplias masas de la población
agrícola y artesana libre. Se produjo la división de la sociedad en clases.
Esta fue una antigua sociedad de clases, que conservaba todavía
muchos rasgos del régimen de comunidad primitiva. Podemos suponer que el
desarrollo de la desigualdad social fue más intensivo en la parte oriental de
la isla, donde surgieron muchas ciudades y poblaciones de tipo urbano.
El progresivo desarrollo de las diferencias sociales internas
entre los libres corrió parejo a la aparición de la esclavitud. Sin duda, el
trabajo de los esclavos, hacia mediados del II milenio a. C., alcanzó una
difusión considerablemente mayor que antes, aunque la escala en que se empleó
no permite afirmar su predominio en la producción de aquellos tiempos.
Por desgracia, la extraordinaria pobreza de las fuentes impide
aclarar las particularidades concretas de las relaciones esclavistas en Creta.
Por lo visto, entre los cretenses la inmensa mayoría de los esclavos estaba
constituida por gentes tomadas en cautiverio o asignadas en calidad de tributos
vivientes. Algunas referencias se conservan en las leyendas de los griegos que
se refieren a la época del poder cretense. Las fuentes escritas que hoy se
conocen de los cretenses muestran el empleo del trabajo de los esclavos en los
palacios de los señores grandes y pequeños. Solamente en un palacio, el Cnosos,
para el servicio de las vastas posesiones del rey se utilizaba multitud de
esclavos. En los trabajos pesados, como por ejemplo el cuidado y recuento de
gran cantidad de productos y artículos de la artesanía en los depósitos reales,
se exigía un constante empleo de un elevado número de trabajadores. Sin duda,
en estos trabajos se empleaba esclavos.
Es posible que el trabajo de los esclavos se utilizara en algunas
actividades junto con el trabajo de los libres, como, por ejemplo, en la
erección de palacios, en la construcción de caminos, etc.
Sería incorrecto considerar que el trabajo de los esclavos
desplazó en Creta al de los productores libres. La perfección de los artículos
cretenses de esta época muestra el predominio, en los oficios, del trabajo de
artesanos libres. Las particularidades específicas de la economía agrícola en
Creta, entre ellas la ausencia del sistema de riego, que hubiera requerido gran
cantidad de esclavos, y las relativamente pequeñas dimensiones de las parcelas
de tierra labrantía, condicionaron sin duda el predominio del trabajo del
pequeño campesino libre. Por lo visto, el trabajo esclavo en la economía
campesina se empleaba en pequeña escala, y probablemente no en todas las
regiones de Creta. En las zonas más atrasadas de la isla las relaciones
comunales conservaban todavía una fuerza considerable y la esclavitud tenía un
carácter patriarcal.
De este modo, aunque en la isla de Creta la esclavitud se desarrollaba
hacia mediados del II milenio antes de nuestra era, no perdió significación
para la producción social el trabajo de los productores libres, artesanos y
agricultores vinculados con la comunidad.
Los cambios de la estructura social cretense condujeron al
fortalecimiento del Estado, y entre los siglos XVI y XV a. C., la isla
constituía una monarquía unida. Esta unidad fue alcanzada por los habitantes de
Cnosos. En su relato, Herodoto (I, 173) se refiere a la lucha por el poder real
en Creta entre los dos hijos de Zeus y Europa es decir, entre Minos y Sarpedón,
la que se encuentra reflejada indirectamente en la larga lucha por la primacía
entre los gobernantes de Cnosos y de Festos. La formación del Estado unificado
con poder real hereditario colocó a Creta en la misma situación de los Estados
clasistas más antiguos: los egipcios, hititas y babilonios.
Se debe señalar que la definición de la sociedad cretense como
sociedad clasista, que se acerca por su tipo a las sociedades esclavistas
primitivas del Oriente, fue defendida por los historiadores soviéticos en lucha
contra las teorías modernizadoras de los científicos burgueses, así como contra
el erróneo punto de vista de V. L. Bogaievski. A. Evans traspasaba las normas
de la sociedad capitalista a la sociedad cretense del segundo milenio antes de
nuestra era y veía en el estado cretense una potente monarquía marítima que
había sometido y colonizado toda la costa del mar Mediterráneo hasta España. V.
L. Bogaisevski, que había luchado contra las teorías modernizadoras de la
ciencia burguesa, no pudo, sin embargo, dar una explicación marxista correcta
de la estructura social de la sociedad cretense. Atendiendo exclusivamente al
régimen tribal gentilicio de Creta, Bogaievski definió a la sociedad cretense como
una sociedad preclasista, primitiva. Este punto de vista fue rechazado
decididamente por la mayoría de los historiadores soviéticos. Documentos
cretenses de la mitad del siglo XV a. C., recientemente descifrados,
confirman la justeza de la caracterización de Creta como Estado esclavista
primitivo.
Entre los siglos XVII y XV
a. C., el Gobierno de Creta se fortaleció y desarrolló. Los cortesanos del
rey estaban formados por los funcionarios estatales y por los servidores
personales del rey. Los escribas reales llevaban anotaciones detalladas; en el
palacio de Cnosos y en otros lugares se encontraron muchas inscripciones en
tablas de arcilla con listas de objetos y nombres de personas. Si para las
necesidades de la dirección estatal eran necesarias las anotaciones, hay que
hacer constar que existían, a la par de ellas, leyes y costumbres no escritas.
El rey de Creta, el legendario Minos, es presentado en el papel de sabio
legislador en las antiguas leyendas griegas. En ellas, el rey Minos aparece en
el reino subterráneo, con cetro de oro, juzgando a los muertos.
El Estado cretense se desarrolló a expensas de territorios de
ultramar. Sus reyes subyugaron a las islas Cícladas y trasladaron a ellas parte
de los habitantes de Creta. Hicieron lo posible por subyugar el Ática, pero,
según las leyendas, el ensayo de los cretenses de afirmarse en la Megárida no
tuvo éxito. La tradición ática recuerda las malogradas guerras de los cretenses
en Sicilia.
La expansión del Estado cretense dejó considerables huellas en la
tradición griega posterior, y Herodoto y Tucídides describen al rey Minos como
soberano del mar que subyugaba las islas del Egeo. Sin duda, los griegos se
basaban en ello para llamar al Estado cretense dominador del mar.
El proceso de formación del Estado cretense se extendió por lo visto
durante algunas centurias.
Es difícil determinar el carácter de las relaciones del reino de Creta
con pueblos nativos. La tradición griega se refiere a que el rey de Creta
conducía la lucha contra los piratas. Por ese medio, evidentemente, tendía a
garantizar vínculos sin obstáculos con las regiones que dominaba y libertad de
navegación para sus barcos mercantes, y a asegurar la percepción de tributos.
A esta circunstancia la considera Tucídides como la causa principal de
las luchas contra los piratas. Las rentas reales estaban probablemente
constituidas también por tributos pagados en especie. Los enormes depósitos de
Cnosos guardaban los tesoros que se recibían en tal concepto.
El tributo también se pagaba en seres humanos: algunas tribus
suministraban al rey tripulación para sus barcos, y el Ática, que era muy
pobre, pagaba tributos en gente (de acuerdo con la leyenda, jóvenes y
doncellas), la cual, evidentemente, se transformaba en esclava del rey de
Creta.
Las huellas de la permanencia de los cretenses en las islas del mar
Egeo son muchísimas; se han encontrado no solamente artículos de la producción
de Creta, sino monumentos de las escrituras cretenses (por ejemplo, en las islas
de Melos y Tera).
Es difícil juzgar acerca de la organización interna de la potencia
cretense a mediados del segundo milenio antes de nuestra era. El testimonio de
Tucídides acerca de que Minos nombró a sus hijos gobernantes de las diferentes
islas permite suponer que los miembros de la familia real desempeñaron un papel
predominante en la administración del Estado, particularmente en las naciones
conquistadas. Es posible que Androgeo, legendario hijo de Minos, fuera uno de
los gobernantes de Creta que ejerció poder sobre el Ática a mediados del
segundo milenio antes de nuestra era.
La presencia de una fuerte flota permitió a Creta establecer su
dominio en el mar. Hay que señalar que los cretenses fueron los primeros de
todos los pueblos del Mediterráneo en crear una potente flota, constituida,
como muestran los grabados en recipientes, sellos, etc., por barcos a vela y a
remo.
La principal fuerza militar en Creta era la infantería, armada con
largas lanzas, arcos, puñales y espadas. Las armas de defensa eran yelmos y
grandes escudos. Un importante papel en el ejército cretense lo desempeñaban
los carros de guerra, en los cuales combatían los reyes y los guerreros nobles.
En los depósitos del palacio de Cnosos se conservaron carros de guerra que, por
lo visto, constituían una parte importante de los bienes del rey. Las fuerzas
militares de Creta a veces incluían también inmigrantes de otros países: en uno
de los frescos cretenses se representaba un destacamento de negros.
La base de la economía cretense era la economía rural. Los labradores
de la «Creta feraz», como se la llama en los poemas de Homero, desde muy
antiguo, ya a comienzos del II milenio antes de nuestra era, empleaban el
arado, lo cual elevó considerablemente la fertilidad del suelo. Cultivaban
trigo, cebada, habas, garbanzos y lentejas; conocían además cultivos tales como
lino, azafrán, etc., y estaban muy difundidos los cultivos de huerta: olivo,
vid, higuera, palma datilera. Igualmente se dedicaban a la ganadería; los
cretenses criaban vacunos, lanares, porcinos y variados tipos de aves, como
patos, gansos, etc.
Por lo visto, había propietarios individuales de grandes rebaños. En
los dibujos de los vasos, a principios del II milenio a. C., se encuentran
representados rebaños. Sin duda, la mayor importancia se otorgaba a la cría del
vacuno, pues no sólo se obtenía de él carne y leche, sino que se le utilizaba
para el trabajo, por ejemplo, para el laboreo de la tierra.
Importante papel desempeñó en Creta la pesca, de lo cual dan
testimonio las muchas imágenes de peces y otros animales marinos en el arte
cretense. La pesca, íntimamente ligada con la navegación, ocupó desde los
tiempos antiguos a una parte considerable de los habitantes del litoral de
Creta. A mediados del II milenio a. C. surgieron nuevas poblaciones
ribereñas, las cuales se ocuparon predominantemente de la pesca.
En este período, en Creta, la artesanía había cobrado ya un alto
desarrollo. La separación de los oficios de la economía rural se advertía a
fines del III milenio. En el II milenio existían ya muchos oficios. Los
artículos cretenses de esa época, especialmente los de piedra, bronce, marfil,
arcilla, loza y madera, impresionan por su elegancia. La metalurgia alcanzó en
Creta la perfección.
En la época del desarrollo del bronce (desde el siglo XX hasta el XII
a. C.), los maestros cretenses hacían armas de bronce: láminas de espada,
puñales, escudos defensivos, puntas para lanzas y flechas, etcétera, objetos de
uso doméstico y herramientas artesanales: hachas, azuelas, sierras, tenazas,
martillos, etc.
Especialmente delicada era la manufactura de vajilla de bronce (gran
número de ollas grandes, diferentes tipos de copas, candelabros, etc.) en
formas a menudo imitadas de las de cerámica. La elaboración de todos estos
objetos exigía un gran dominio técnico de los procesos de fundición, forja y
cincel. Los objetos de lujo para uso de los reyes y aristócratas, y también los
que pertenecían al culto, se hacían de oro y plata. Así, entre las hachas
dobles depositadas en el santuario de la caverna de Arcalocori, se encuentran
estos instrumentos bellamente ornamentados de oro y plata (siglos XVI—XV antes de
nuestra era).
Al florecimiento de la metalurgia en Creta contribuyó la aparición de
sus yacimientos de cobre, que se encuentran cerca de Gurnia. La alfarería ocupó
un importante lugar en la producción de los cretenses. Se desarrolló
especialmente después de la introducción de la rueda de alfarero, hacia fines
del III milenio. La calidad de la arcilla amasada y del arte del alfarero
alcanzaron su más alto desarrollo en la manufactura de las tacitas de paredes
muy finas llamadas «cáscaras de huevo», difundidas en el primer cuarto del II
milenio antes de nuestra era, y en los jarrones de estilo «camares». Las formas
de los recipientes son muy variados.
Al lado de grandes toneles de dos metros y medio de altura, utilizados
para guardar líquidos y como medidas de capacidad para cuerpos áridos, se
encuentra gran cantidad de copas, fruteras, recipientes con pico, tazas, etc.
Considerable desarrollo alcanzó la elaboración de madera, que se
empleaba, sobre todo en la construcción de barcos, reparación de materiales de
construcción, producción de muebles y otros objetos de uso doméstico.
Probablemente, los cretenses exportaron también madera a otros países, ya que
en la isla abundaban cipreses y otros valiosos árboles.
El tallado de la piedra en Creta alcanzó su florecimiento a mediados
del II milenio a. C. Por entonces se utilizaban en gran cantidad los
bloques de piedra y columnas.
Entre las actividades artesanales de Creta cabe destacar la textil.
Las telas eran teñidas con diferentes colores, lo que está testimoniado por las
vestimentas femeninas que aparecen representadas en los frescos. La amplia
difusión de la pintura mural, en el período del segundo florecimiento de Creta,
requirió sobre todo colores claros y vivos. Los cretenses los extraían de
plantas y algas marinas. Las joyas, muy elegantes, eran pendientes de oro,
abalorios y amuletos que se hacían de amatistas, ágatas, cornalinas y otras
piedras, vinchas doradas, revestimientos de piedra en los recipientes, sellos y
anillos. En el oficio de joyero, además del arte del tallado de la piedra se
utilizaba el tallado en los artículos hechos de marfil. Los talladores
cretenses adornaban los sellos con dibujos artísticos que interesan no
solamente como obras de arte, sino que constituyen un material ilustrativo para
el estudio de los oficios cretenses, la economía rural, la navegación, la
religión, etc.
Los transportes marítimos y terrestres de los cretenses representaron
un importante papel en el desarrollo de los oficios y del comercio. Ya a
comienzos del II milenio, en Creta fue construido el camino hacia el norte, de
Cnosos a Festos, y las carreteras que unían la costa septentrional con la
meridional; asimismo, muchas carreteras fueron trazadas en la parte central y
oriental de la isla. Los cretenses utilizaban carros de cuatro ruedas. Ya en el
comienzo del siglo XVIII a. C. aparecieron carros ligeros de dos ruedas,
tirados por caballos.
No cabe duda, sin embargo, de que el papel más importante en el Estado
cretense lo desempeñó no la vía terrestre, sino el transporte marítimo; sobre
esto se puede juzgar por las muchas representaciones de barcos a remo y vela.
La proa, particularmente en los barcos de guerra, estaba hecha de tal manera
que pudiera embestir. La dirección se hacía por intermedio del timón. Fue al
principio un timón reforzado, más tarde se pasó al sistema de dos remos que
hacen la vez de timón.
En la cubierta se erigía a veces una vivienda, lo cual demuestra una
larga permanencia de los barcos en la ruta. La construcción de barcos y de la
flota marítima era una de las manifestaciones del espíritu creador de los
cretenses en la rama de la cultura y de la técnica. Es posible que la técnica
de la construcción se basara en la construcción naval de los fenicios y de los
griegos. El desarrollo de la navegación cretense estaba íntimamente vinculado
con el comercio y la piratería.
Dicho comercio, como ya se ha señalado, data de tiempos remotos. Al
principio no tenía un gran radio de acción y el volumen de intercambios era
pequeño, no yendo más allá de las Cícladas. Gran trascendencia para el
desarrollo del comercio cretense tuvo en esta época el establecimiento de la
llamada «talasocracia de Cnosos».
Creta estaba vinculada desde muy antiguo con la península balcánica,
en cuyas regiones más septentrionales, en la Tesalia, han sido hallados
artículos de los artesanos cretenses. Los jefes de las tribus utilizaron gran
número de artículos suntuarios de los cretenses: armas artísticas, recipientes,
joyas.
Es posible que en el primer cuarto del II milenio a. C., la
cultura de Creta ejerciera ya gran influencia en la cultura helénica. Esta
influencia se observa en el hábitat de la aristocracia, y en medida
considerablemente menor, en las poblaciones de los pequeños centros agrícolas,
tales como Cinuria y otros.
Evans y Pendelberg consideran que la fuerte influencia de la cultura
cretense sobre la aquea en los siglos XVII a XV a. C. fue consecuencia del
dominio político de Creta sobre el continente, e identifican a los gobernantes
aqueos como vasallos del rey de Creta, es decir, como reyes cretenses que
residían en castillos fortificados entre las tribus subyugadas de la Hélade.
Sin embargo, la suposición del dominio de Creta sobre el Peloponeso es
refutada por una serie de fuentes, en primer lugar por la reciente lectura de
las inscripciones micénicas, ninguna de las cuales da base para suponer que el
Peloponeso dependiera de Creta. En los estudios más cuidadosos de la cultura de
los aqueos del Peloponeso, realizados en los últimos tiempos, se aclara su gran
diferencia con la cultura cretense, a pesar de algunos rasgos de imitación
(tinta de los frescos, corte de la vestimenta femenina, etc.).
Los datos de la tradición antigua tampoco dan base para deducir el
predominio de los cretenses sobre la península helénica, pues tanto Herodoto
como Tucídides hablan sobre la sujeción a Creta sólo de las Cícladas y del
Ática.
En las dos últimas décadas, en la ciencia burguesa se difunde cada vez
más otro punto de vista: Weiss y otros científicos niegan la dependencia
política de la Grecia continental con respecto a Creta entre los siglos XVII y
XIII a. C., señalan considerables diferencias entre las culturas micénica
y cretense y observan mucha influencia de la misma península en la Creta de
esta época. Entre sus argumentos destaca el hecho, ahora ya establecido, de que
las mercancías cretenses fueran desplazadas por las micénicas en los países que
antes comerciaran activamente con Creta.
Todavía más audaces conclusiones sacaron los científicos burgueses del
hecho de que pertenezcan a mediados del II milenio a. C. los monumentos de
la escritura griega (se trata de documentos denominados «escritura lineal B»,
que veremos más adelante) que fueron hallados en Creta solamente en una de las
capas de Cnosos y que datan aproximadamente de 1450 a 1400 a. C. Los
documentos de la «escritura lineal B» no fueron descubiertos en las restantes
ciudades y poblaciones de Creta; los científicos de que hablamos lo explican
exclusivamente por el sometimiento de Cnosos a los gobernantes micénicos y
transforman de este modo a Cnosos casi en colonia de los aqueos del Peloponeso.
En nuestra opinión, tal punto de vista no se justifica.
El encuentro de los documentos de la «escritura lineal B» solamente en
Cnosos se puede explicar por la concentración, durante muchas décadas, de todos
los vínculos comerciales con el Peloponeso en manos del rey de Cnosos. Si se
toma en cuenta cuán fuerte era la centralización de Creta bajo el poder de
Cnosos, en los siglos XVI a XV antes de nuestra era, es posible comprender la
situación monopolista del palacio de Cnosos en las relaciones con los aqueos a
mediados del siglo XV a. C., es difícil suponerlo también, porque las
fuentes arqueológicas no constituyen prueba alguna de la conquista del palacio
en esa época. El período aqueo en la historia de Grecia comienza, como lo hemos
señalado en forma reiterada, solamente a finales del siglo XV a. C., cuando
fueron destruidos los palacios de Cnosos y Festos. No es posible considerar los
vínculos comerciales intensivos entre los países en general, como prueba del
dominio político y de la influencia de una cultura sobre la otra.
Los vínculos de Creta con la Grecia continental no se limitan
solamente a la exportación de artículos de lujo. Para los artesanos cretenses
era importante recibir algunas variedades de materias primas desde Grecia; así,
por ejemplo, importaban excelente basalto de Laconia, que era elaborado por los
talladores de piedra de Cnosos. Los comerciantes de Creta comerciaban no
solamente su mercancía, sino que actuaban como intermediarios. En sus barcos,
posiblemente, llegaban a Grecia gran número de artículos de Egipto y Siria. Los
cretenses desempeñaron un gran papel en el comercio de la península helénica
con el sudeste del Mediterráneo, sólo hasta el siglo XV, cuando comenzaron a
ser desplazados por los aqueos. El comercio de Creta con los países del oeste
del Mediterráneo está testimoniado en tiempo relativamente más tardío, a
mediados del II milenio a. C. Probablemente los comerciantes cretenses
llegaron a España, rica en plata y estaño.
Las excavaciones llevadas a cabo en el Asia Menor y Siria muestran los
lejanos vínculos de las poblaciones de estos países con la cuenca egea, con
Creta, y más tarde con el Peloponeso. Las relaciones intensivas de Creta y
Chipre están probadas por los hallazgos, en Chipre, de gran cantidad de
artículos cretenses y micénicos. El comercio se hacía también con el Asia
Menor, con Troya, con el imperio hitita y con las otras regiones. Las
relaciones más intensas tuvieron lugar en la primera mitad del II milenio
a. C.
Son muy interesantes los datos existentes sobre las relaciones de
Creta con el reino de Ugarit, que existió al norte de Siria, desde finales del
III milenio a. C. hasta mediados del II. En Ugarit fueron encontrados
numerosos productos artesanales cretenses, y, por otra parte, la misma
producción artesanal de Ugarit en el II milenio a. C. pone de manifiesto
la influencia de los motivos artísticos cretenses en las pinturas decorativas,
en las formas de los recipientes, etc.
Hasta en la arquitectura de las construcciones funerarias de los
siglos XVIII a XVII a. C. se puede encontrar las huellas de la influencia
cretense. Tan profunda influencia de la cultura de Creta no es posible
explicarla solamente por vínculos comerciales. Probablemente en Siria y, como
se supone, también en Egipto existieron colonias de artesanos y maestros
artesanos cretenses, surgidas en la época de mayor florecimiento del comercio
con Creta.
Los artículos cretenses penetraron en el interior de los países,
alcanzando inclusive el curso medio del Eufrates, como muestran los motivos
ornamentales en espiral en las pinturas del palacio en Mari. En la misma Creta
fueron encontrados cilindros babilónicos de la época del rey Hamurabi (siglo
XVIII a. C.). Estos datos son, sin duda, el resultado de las extensas
relaciones de Creta con los países del Asia Menor.
Sin embargo, en el período de decadencia de la potencia de Creta,
durante el siglo XVII y primera mitad del XVI, el comercio con Siria se
interrumpe.
Un lugar importante en la política exterior de Creta, en el II
milenio, debió ocuparlo su potente vecino meridional, Egipto. Los lazos económicos
y culturales entre ambos están testimoniados por gran número de fuentes
determinadas por el hallazgo de objetos egipcios en Creta y de artículos
cretenses en Egipto. Particularmente durante la época de los faraones de la XII
dinastía (alrededor del 2000 al 1740 a. C.). En los tiempos de estos
faraones, los egipcios importaban gran cantidad de mercancías cretenses, tales
como recipientes artísticos de estilo «camares», que fueron encontrados en
capas de esa época en un oasis en el Egipto medio: en tiempos de Amenenhat III
(1849—1801 a. C.), en el Egipto superior, no lejos de Luxor, fue inhumado
un tesoro de objetos cretenses muy valiosos conteniendo recipientes: uno de
oro, 150 de plata (tesoro de Todd).
El fortalecimiento de Creta a mediados del II milenio a. C., se
reflejó también en sus relaciones con los egipcios. En los tiempos del faraón
Tutmosis o Tutmés III (1503 a 1491 a. C.) los egipcios estaban
particularmente orgullosos de sus relaciones pacíficas con los príncipes de
Creta. La llegada de los embajadores desde Creta se registraba en los frescos
que adornaban la tumba de Regmir, gran funcionario de Tutmosis III, y del mismo
Tutmosis III. El himno de victoria en homenaje a su dios Amón expresa: «Creta y
Chipre os temen». Por lo visto, los reyes de Creta no siempre se referían
amistosamente a Egipto, y el establecimiento de las más pacíficas relaciones
era mirado por los egipcios como un considerable triunfo diplomático. Se debe
señalar que Tutmosis III no se decide a afirmar nada acerca del subyugamiento
de Creta: él señala solamente que ellos «os temen».
Algunos científicos burgueses, basados en estos textos y frescos en
tumbas, hablan del subyugamiento político de Creta a Egipto en los comienzos
del siglo XV a. C. Pero estos datos son absolutamente insuficientes para
tal afirmación. La comparación de la fuerza militar de Egipto con la del Estado
marítimo cretense hace esta suposición todavía más inverosímil: Egipto no tenía
una considerable flota marítima.
Los prolongados vínculos económicos y políticos de Creta y Egipto
condicionaron su mutua influencia cultural. En el arte cretense aparece toda
una serie de métodos copiados del arte egipcio. En el valle del Nilo la
influencia cretense se manifiesta particularmente clara en algunos monumentos
artísticos descubiertos en el lugar de la antigua residencia del faraón Ignatón
(1424 a 1388 a. C.) excavados en el lugar de la contemporánea Tel—Amarni.
Sin duda, todas estas relaciones fueron las que condicionaron el
interés económico de Creta y Egipto en un activo intercambio. Los cretenses
enviaban artículos artesanales y en cambio recibían de Egipto productos rurales
y diferentes materias primas: oro, marfil, plumas de avestruz, huevos,
etcétera. Los mercaderes cretenses transportaban de Siria a Egipto cedro del
Líbano y probablemente otras mercancías. A finales del siglo XV a. C. el
comercio de Creta con Egipto decayó considerablemente. Los artículos cretenses
fueron reemplazados por una gran cantidad de mercancías importadas de la Grecia
Continental. En Creta, que no estaba ya incluida en esta área de relaciones
comerciales, casi no se encuentra este tipo de mercancías.
Tal es el cuadro general del desarrollo del comercio en Creta en la
primera mitad del segundo milenio a. C.
La amplia difusión de las relaciones exteriores de los cretenses y el
importante volumen de su comercio condujeron a la creación de un sistema de
pesas y medidas y a una ulterior unidad monetaria. La mayor unidad del sistema
de pesas de Creta era, en medidas actuales, de 29 kilos, hecha con piedra y
cobre, de forma plana y piramidal. Sobre la superficie de la pesa de piedra se
esculpían a menudo figuras de pulpos, cuyos tentáculos la abarcaban totalmente.
Cualquier variación y deterioro del patrón de pesas era en estas condiciones
inmediatamente visible. La más pequeña unidad de peso era también de piedra, en
forma de disco grueso, y sus bordes redondeados o en forma de tonel. Se han
encontrado pesas de bronce en forma de cabeza de toro con plomo fundido en su
interior.
El peso de la medida muestra su parentesco con el sistema egipcio y
mesopotámico. El talento liviano de los egipcios pesa también 29 kilos, y esto
era aproximadamente el peso del talento babilónico. La pequeña unidad cretense
pesa de 6 a 6,5 gramos y correspondía a la mitad de la unidad de oro egipcia,
cuyo peso era de 13 gramos. Otras unidades de peso de 3,5 gramos correspondían
plenamente a la unidad del sistema babilónico. La unidad del sistema de pesas
de Creta, Egipto y Babilonia era consecuencia natural de los vínculos
comerciales intensivos entre estos países.
Las excavaciones en las ciudades cretenses proporcionan importantes
informes para la investigación de la historia de la sociedad clasista de Creta.
El estudio de las poblaciones de la época minoica casi se limita a las
excavaciones de ciudades medias y grandes. En cuanto a las aldeas, todavía hoy
se conoce poco.
Es interesante señalar que todas las grandes ciudades de Creta estaban
situadas no en la orilla del mar, sino algo distantes de él. Tal distribución
fue condicionada por la amplia difusión de la piratería en aquella época.
La ciudad más importante de Creta, en el II milenio a. C., fue
Cnosos. Al principio, y hasta el siglo XXI a XX a. C., las casas
particulares estaban unidas a las paredes del antiguo palacio. A mediados del
siglo XVI, la capital de Minos fue construida de tal modo, que las viviendas de
la población más pobre estaban desplazadas hacia los suburbios.
En el centro de la ciudad, en las cercanías del palacio y también en
parte de su anterior territorio fueron construidas las residencias de la
aristocracia y de los funcionarios del palacio.
Actualmente, en Cnosos se descubrieron muchos restos de casas
construidas en la primera mitad del II milenio. Su estudio muestra que la
aristocracia de Cnosos construía sus casas de varios pisos, a veces con sótano.
Algunos edificios tenían espacios libres entre sí. Las ventanas a menudo se
distribuían en los pisos altos de la casa, y de vez en cuando en los
inferiores.
La casa se construía con grandes y pequeñas piedras con solución de
arcilla. En el interior, las paredes estaban recubiertas de estuco coloreado.
Fueron encontradas varias de color rojo. Las casas de los pobres eran pequeñas,
de un solo piso y de trazado simple.
Otras ciudades cretenses, como Tilisos, Gurnia, Festos, tenían rasgos
comunes con Cnosos. También en ellas las casas privadas de los ricos estaban
construidas en forma parecida: la entrada se hacía a través de los claros entre
casa y casa, en los pisos bajos estaban las salas de recepción y el santuario
familiar, en los pisos superiores las habitaciones privadas. Las calles de la
ciudad estaban empedradas y sus diferentes niveles estaban a menudo salvados
con peldaños. Como en Cnosos, en el centro de otras ciudades de Creta se
elevaban edificios que eran probablemente residencia de las autoridades de la
ciudad. Al costado se encontraba la plaza de espectáculos, de forma
rectangular, con escaleras que llevaban hacia ella. Existían también
poblaciones más pequeñas, especialmente en el siglo XV al XIV. A mediados del
II milenio, el estado sanitario de las ciudades cretenses era bastante bueno.
El sistema de cloacas aseguraba en ellas la limpieza. Por tubos de cerámica, el
agua de los depósitos, pozos y fuentes llegaba a las viviendas. Un admirable
monumento de la cultura cretense era el palacio de Cnosos, al cual los griegos
llamaron «Laberinto».
El plan general de los palacios cretenses recuerda fuertemente a los
palacios hititas de Hattusa (actual Bogazköy), que corresponde a la primera
mitad del II milenio a. C. Los palacios de los reyes hititas, a semejanza
de los palacios cretenses, ocupaban también amplias superficies y desempeñaban
el mismo papel: en ellos había locales para depósitos donde guardaban las
provisiones y artículos de artesanía, los tesoros del rey y archivos de
tabletas de arcilla.
El palacio de Cnosos se desarrolló como resultado de muchos siglos de
actividad arquitectónica de los cretenses. La construcción de los palacios
corresponde a las cercanías del siglo xxi. En el transcurso de su larga
historia, el de Cnosos más de una vez fue destruido y reconstruido. Después de
la destrucción que tuvo lugar en los límites del siglo XV al XIV, ya no se
volvió a reconstruir de verdad, y fueron habitados sólo algunos sectores.
En la actualidad permanece intacto únicamente un piso bajo. Es
necesario señalar lo relativo de la fidelidad de las reproducciones en la
reconstrucción de los monumentos originales, reproducciones que no pueden ser
miradas como exactas, por los convencionalismos de todo género, tanto en lo
tocante a la arquitectura como a las pinturas del palacio.
El palacio de Cnosos está constituido por estancias de recepción,
habitaciones privadas, depósitos de productos domésticos y talleres.
Su planificación, como la de otros palacios descubiertos en Creta, se
distingue por su extraordinaria sencillez y, al mismo tiempo, por la abundancia
de locales. Por ejemplo, en la parte occidental del palacio de Cnosos existen
18 depósitos situados a lo largo de un corredor, lo cual permitía conservar en
un mismo lugar las grandes reservas de artículos de artesanía y productos
rurales.
El enorme cuerpo del palacio ocupaba un terreno de alrededor de 16.000
metros cuadrados. Su centro era el patio principal, de forma rectangular, que
ocupaba la mitad del cuerpo arquitectónico a lo largo y un tercio a lo ancho.
Estaba vinculado al conjunto de grandes y pequeñas habitaciones del palacio y
servía para iluminarlas. El mismo papel lo representaban otros patios.
En el palacio de Cnosos predominaban las habitaciones rectangulares,
lo cual era, en general, la característica de las construcciones cretenses. En
las salas de los palacios de Creta se utilizaban ampliamente pilares en forma
de columna que se estrechaban hacia abajo y sostenían los cielos rasos y los
descansos de las escaleras. El palacio de Cnosos tenía tres y, según la opinión
de algunos científicos, hasta cuatro pisos. En el piso bajo se encontraban los
talleres reales y los enormes depósitos con productos destinados al consumo y
posiblemente para la venta. Acerca de las medidas de las reservas palaciegas,
se puede juzgar por los enormes recipientes de arcilla, que superaban la
estatura humana y que se guardaban en gran cantidad en los subterráneos del palacio.
Sólo en los depósitos occidentales se podían guardar cerca de 78.000 litros de
aceite o de vino. Al lado de los depósitos con los productos había locales de
depósitos de armas, carros de guerra y tesoros reales. Locales especiales
estaban destinados a la servidumbre palaciega y los artesanos de los talleres
reales, así como también dedicados al culto.
Las salas de recepción del palacio estaban distribuidas,
preponderantemente, en los pisos superiores, vinculados con los inferiores por
todo un sistema de escaleras. De la pequeña sala del trono, que se encontraba
en el primer piso, por una escalera ancha se podía ascender a grandes salas, de
las cuales, en lo que respecta a la belleza de la ornamentación, hablan los
fragmentos de pinturas y cerámicas hallados, revestidos de baldosas adornadas
por relieves. La más grande de las salas conservadas es la denominada Sala de
la doble hacha, que se encontraba en la mitad oriental del palacio. Era
probablemente la gran sala del trono, destinada a las ceremonias oficiales y al
culto.
Al lado de la Sala de la doble hacha se encontraban las habitaciones
privadas de la reina, la sala de recepciones, la tesorería, etc. Para las
necesidades del palacio, como en general en las grandes casas cretenses, había
bañeras y cuartos de baño. Para el descenso de las aguas de lluvia y de desagüe
existía un sistema de canalización. El agua para los baños, servicios
sanitarios y piletas venía por tubería de cerámica desde las fuentes, que se
encontraban fuera del palacio.
A su interior conducían algunas entradas en las cuales se encontraban
locales para la guardia palaciega. En la época de la dominación de los mares,
el palacio no estaba fortificado; el poder de los reyes cretenses era tan
grande, que no había necesidad de fortalecer su residencia.
El palacio de Cnosos estaba situado en un lugar hermoso, desde el cual
se divisaba un pintoresco panorama sobre el río, los jardines circundantes, los
campos y huertas; a lo lejos se veían los montes Ida e Iuctas. A pequeña
distancia del palacio principal había otros dos edificios que pertenecían a su
cuerpo, los cuales llevaban el nombre de pequeño palacio y villa real.
Estaban unidos con el gran palacio por admirables caminos empedrados.
La sala principal de la villa, dividida en tres partes, tenía el cielo raso
sostenido por columnas.
La técnica de construcción de los palacios era diferente a la empleada
en las casas comunes. A principios del II milenio las paredes de los palacios
estaban hechas de bloques de piedra muy bien tallados. Más tarde, en los siglos
XVI y XV, las paredes se erigían de trozos de piedra unidos con arcilla y
revestidos de baldosas o de estuco. Los pisos altos tenían paredes de adobe.
Además del de Cnosos, en la isla se descubren otros palacios en
Festos, Malia y Hagia—Tríada: los dos primeros, en principio, tenían el mismo
plano que el palacio de Cnosos.
En 1949, a 15 kilómetros de Cnosos, en Vatipietro, al excavar se
encontró otro palacio, por lo visto construido alrededor del 1600 a. C. y
que subsistió alrededor de un siglo. En la excavación aparecieron una serie de
locales (entre ellos alas con restos de columnas, grandes depósitos con 16
recipientes, que se descubrieron en 1953 y que son el abastecimiento del
santuario del palacio) y otros aún no terminados de excavar.
Creta del siglo XIV al XIII
a.C.
El desarrollo del Estado cretense bajo el poder de los reyes de la
dinastía mítica de Minos (se puede pensar que el nombre de Minos era en Creta
tan tradicional como el nombre del faraón Ramsés en Egipto del siglo XIII al XI
a. C.) se interrumpió bruscamente alrededor de 1400.
La causa de esto fue buscada en un gran terremoto. Sin embargo, las
excavaciones mostraron que en Cnosos, Festos, Hagia-Tríada, Malia, Zacro y
Moclos los palacios y poblaciones fueron destruidos y quemados. Esto prueba una
cierta agresión del exterior. El problema de quién destruyó la potencia
cretense, hasta ahora no ha sido resuelto. Los partidarios de la teoría del
auge de Micenas parten de la situación de Creta sometida al yugo de los micénicos,
en el período 1450 a 1400 a. C., y suponen que la catástrofe se produjo
como consecuencia del levantamiento de las poblaciones locales de Creta contra
ese poder extranjero. En el actual estado de las fuentes, semejante explicación
no es convincente. Más probable es otra reconstrucción de los acontecimientos,
de acuerdo con la cual la potencia cretense a finales del siglo XV fue
aniquilada por los aqueos que vinieron del Peloponeso. El golpe fue inferido,
por lo visto, a los más importantes centros de Creta. El problema no se limita
a la rapiña de los valores materiales de la isla, sino que parte de su
población fue probablemente reducida a esclavitud. La vida se interrumpió en muchos
puntos (Palecastro, Niru-Kani, Platis, Tilisos). Es posible que en el mito
acerca de la permanencia de los argonautas en Creta en el tiempo en el cual
Medea aniquiló al gigante que guardaba la isla, se conserve en recuerdo de la
campaña de los aqueos contra Creta.
De la destrucción de las ciudades cretenses se salvaron algunas
poblaciones que trataron de reconstituir sus viviendas y los edificios dañados.
En el siglo XIV a. C. fue en parte limpiado y poblado el palacio de
Cnosos, y se produjeron algunos desplazamientos de poblaciones hacia la mitad
occidental de la isla. Es probable que entonces tuviera lugar el desplazamiento
de habitantes desde el continente, puesto que en algunos lugares se encuentran
casas de tipo megarense, característico para la Grecia del II milenio
a. C. En Hagia-Tríada fueron descubiertas típicas tumbas de tipo
continental, con túmulos llamados tolos.
Desde mediados del siglo XIII a. C., Creta pierde manifiestamente
su independencia y cae en la esfera de influencia de la Grecia continental. La
población de este tiempo no era numerosa, y puede creerse que los testimonios
homéricos acerca de los 80 barcos cretenses que participaron en el sitio de
Troya eran un recuerdo del antiguo poder cretense. El dominio aqueo sobre Creta
fue evidentemente aniquilado por los dorios. En lo sucesivo, la población doria
predominó en Creta. Sin embargo, y en tiempos históricos, de acuerdo con
Herodoto, Creta era habitada por cretenses autóctonos, que no sabían hablar en
griego.
La escritura cretense
En muchas ciudades cretenses fueron halladas inscripciones. Su
abundancia permite seguir el gradual desarrollo de la cultura en Creta. Ya
alrededor del siglo XXII a. C., los cretenses conocían la escritura
pictográfica, que transmite a través del dibujo conceptos aislados, es decir,
vocablos, como hacían los egipcios por medio de los jeroglíficos. Los
diferentes pictogramas (figuras de hombre, árbol, flecha, doble hacha,
herramientas de trabajo, etc.) eran tallados por los cretenses en sellos o
grabados en recipientes. Se leía de izquierda a derecha; a veces se utilizaban
crucecitas para destacar los grupos de signos.
En el siglo XVIII a. C., los cretenses elaboraron una escritura,
el sistema llamado lineal, en la que cada signo representaba una sílaba. La cantidad
de monumentos disponible de la antigua escritura lineal no es tan grande; son
inscripciones en sellos, en objetos, en precintos, etc. La escritura lineal,
difundida en toda Creta, estaba constituida por 137 signos. Un tercio de los
signos estaba vinculado, en cuanto a su origen, con la antigua escritura
pictográfica. Los restantes fueron introducidos por primera vez. Esta
escritura, más antigua, silábica, convencionalmente se designa en la ciencia
contemporánea con la letra «A». Hasta ahora el problema de en qué lengua está
escrito el texto de la «escritura lineal A» no ha quedado resuelto. En el mismo
comienzo del corriente siglo, en Cnosos, y luego en las excavaciones de
1939—1952 en Pilos, fueron descubiertos unos archivos de escritura cuneiforme
en tabletas de arcilla recubiertas con la escritura lineal del tipo «B», los
cuales, según la lectura propuesta por Vendris y Chadwick, resultan escrituras
de la variedad arcaica de la lengua griega, muy cercanas al dialecto de Homero
(como veremos más adelante).
Además de los monumentos cretenses, una escritura lineal
pictográfica fue encontrada en Festos, en ambos lados de un disco de arcilla
cocida. Los signos sobre el disco son diferentes de los mencionados
anteriormente del sistema de escritura cretense. El llamado disco de Festos
queda aún sin descifrar. La única deducción a la cual llegaron los científicos
es que el documento es de origen extranjero y fue enviado a Creta desde no se
sabe qué región del Asia Menor.
Al par de la escritura, los cretenses tenían nítidamente elaborado
el sistema de numeración. Estaba basado en el sistema decimal. No solamente
tenía cuatro operaciones aritméticas (suma, resta, multiplicación, división),
sino también quebrados.
Los cretenses representaban las cifras de la siguiente manera:
unidad, I; decena, — ; centena, o y millar, x . Los quebrados se
representaban con el signo I—. Es importante señalar que, al representar las
cifras, los cretenses guardaban siempre un orden en la distribución de los
signos. Por ejemplo, la cifra 7 la representaban así: y no ; 5
solamente; etc. También las decenas se representaban de acuerdo con un esquema
definido; por ejemplo: 40, ; 70, ; etc.
El arte cretense
La época del surgimiento y florecimiento del Estado en Creta fue acompañado
por un extraordinario ascenso del arte cretense, representado por gran cantidad
de obras arquitectónicas y decorativas.
El arte cretense era peculiar y se diferencia del arte contemporáneo
de otros pueblos del mundo antiguo.
Los cretenses no construyeron, como los egipcios, grandiosos templos y
pirámides. Sus principales creaciones de arquitectura eran palacios y
viviendas, que testimonian el carácter más gentil de toda la cultura cretense.
No crearon colosales estatuas de muchos dioses y jefes divinizados. Su arte
representativo sirvió predominantemente para adornar las viviendas y
diferentes, y habitualmente suntuosos, objetos de uso doméstico. Esto no podía
dejar de reflejarse del más favorable modo en el desarrollo de la cultura
artística. El arte cretense dependió en mucha menor medida de los cánones
religiosos, que ponían freno al arte egipcio, y su fantasía creadora podía
expresarse con mayor libertad. Fácil y directamente reflejaba la naturaleza que
lo rodeaba. En la cultura cretense en general no se nota tan acentuada
influencia de la casta sacerdotal como en Egipto.
El descubrimiento del
disco de Festos
Los artistas de la primera mitad del II milenio crearon no solamente
admirables ornamentaciones, sino que representaron escenas de la vida corriente
y ceremonias del culto que se distinguen por su forma viva, su aguda
observación y el virtuosismo técnico, extraordinario para aquel tiempo.
En los siglos XVI-XV, es decir, en la última época de la potencia
cretense (el posminoico del esquema cronológico de Evans), se pueden notar
algunos rasgos determinados, por lo visto, por la diferenciación de las capas
de la sociedad cretense. Tenemos en cuenta la aparición del, sui generis, «arte
de palacio».
Su rasgo característico era la estilización, la transición en los
motivos ornamentales hacia la consideración de la naturaleza viva.
En el tiempo del florecimiento de su arte, los cretenses prestaron
mucha atención a los adornos murales. En los siglos XIX y XVIII las paredes de
los palacios y de las casas de los cretenses ricos se adornaron con tablillas
de loza con relieves representativos y con relieves coloreados en estuco. Como
ejemplo de estos últimos puede servir el conocido relieve del «rey—sacerdote»,
de Cnosos. Representan un joven esbelto, de talle fino y musculatura bien
desarrollada, vestido con un delantal ricamente adornado, que rodea su cadera,
y con una toca de vivos colores en su cabeza, que cuelga hacia atrás.
En el siglo XVII la pintura frescos desplaza al relieve. Los temas de
los frescos tienen carácter ritual y mundano, extraordinariamente diferente. La
maestría de los artistas cretenses aparece particularmente en la representación
de la naturaleza viva. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, la aguda
observación del mundo circundante se debilita, aparecen representaciones
artísticas estándar, más abstractas y de carácter decorativo. Esta salida de la
realidad hacia lo convencional se siente con fuerza en Cnosos.
Una muestra de fresco de la época del «arte de palacio» es el llamado
«fresco de las sillas plegadizas», en las paredes del santuario de Cnosos. El
fresco consiste en dos franjas de dibujos, en que se utilizan los tonos azules,
amarillos y rojo ladrillo. Las figuras aquí representadas en iguales tipos
estilísticos son parejas de jóvenes y doncellas sentadas en sillas y que se
sirven mutuamente recipientes. Esto tenía probablemente significación ritual.
Parte de esta composición es la muy conocida representación de la doncella («Parisina»)
con cabellos peinados magistralmente y vestido azul y granate, de cuello
plegado.
En los últimos siglos anteriores a la caída de Cnosos, en las paredes
del palacio se hicieron muchas nuevas pinturas en las cuales muy a menudo se
representaron juegos con toros. Los artistas cretenses grabaron diferentes
momentos de este juego, que exigía gran destreza y audacia.
El
estilo palaciego del siglo xv aparece principalmente en Cnosos. En todas las
ciudades de Creta se conservan viejas tradiciones en el arte representativo de
la naturaleza viva. Es interesante observar que los dibujos de las paredes en
los centros secundarios de Creta representan sólo animales; no se encuentra en
ellos la figura humana. Pueden servir de ejemplo los conocidos frescos del
palacio de Hagia-Tríada.
La escultura monumental, al parecer, no jugó un gran papel en el arte
cretense. Mayor significación tenía la pequeña escultura. A la época del
florecimiento del Estado cretense pertenecen las estatuillas de loza de diosas,
con serpientes en las manos, vestidas con suntuosas prendas, que dejan los
pechos al desnudo. De loza se hacían también imágenes con relieves de un solo
lado, que representaban escenas vivas; por ejemplo, representaciones de vacas y
terneros, cabras y cabritos.
Un lugar especial en el arte aplicado lo ocuparon los dibujos en
cerámica. En el III milenio a. C., las pinturas de recipientes se
limitaban a dibujos geométricos; en el II milenio los dibujos eran múltiples.
Se representaban con líneas multicolores, espirales, pétalos y rosetas;
habitualmente se hacían diferentes motivos vegetales y animales
predominantemente marítimos (pulpos, moluscos, peces). Los dibujos en cerámica
en el período de desarrollo del estilo palaciego presentan las huellas de una
exquisita estilización.
Alrededor del 1600 al 1400 a. C., alcanzó significativo
desarrollo en Creta la talla artística en piedra, acerca de la cual testimonian
muchos grabados, y también recipientes de piedra con representaciones en
relieve de diferentes escenas de la vida campesina, en las casas, en el palacio
y otras.
Aunque la vida diaria de los nobles se diferencia marcadamente de la
existencia del pueblo simple, se puede pensar que en todos sus trabajos los
maestros cretenses siguieron las tradiciones populares del arte cretense. Esto
llevó a un avance de los oficios artísticos de Creta. Después de la destrucción
del Estado cretense y el aniquilamiento de una parte importante de su
población, las formas artísticas, creadas en el siglo anterior, en parte
cambiaron bruscamente, en parte degeneraron gradualmente y perdieron su
contenido inicial.
La religión cretense
La visión religiosa cretense en el período analizado sufrió un cambio
extraordinario. En el III milenio la representación religiosa de los habitantes
de Creta era muy primitiva. El totemismo (respecto a animales y plantas) y los
cultos de la divinidad femenina y de los antepasados, del período anterior a la
época del matriarcado, constituían la base de su religión.
Y en el II milenio el culto de la divinidad femenina era todavía el
principal entre los cretenses. La gran diosa (cuyo nombre en la lectura de las
inscripciones es aún desconocido) recibía culto de diferentes modos. Ante todo,
era diosa de la naturaleza y así se la consagraba en muchos santuarios de
cavernas montañosas (en los montes Iuctas, Ida y otros). En algunas cavernas
(por ejemplo, en la de Pesixto) servía para el culto local de manera
interrumpida en el III, II y I milenios. Los árboles sagrados o las ramas eran
atributos de la diosa. Al parecer, en muchos templos campesinos había altares y
grupos de árboles sagrados. Los monumentos del arte cretense conservan dibujos
que representan plantaciones y riego de estos árboles. Con el culto de los
dioses de la naturaleza estaban vinculados los pájaros, sobre todo las palomas.
Se inclinaban a representarlas en danzas rituales que tenían carácter
orgiástico.
En los santuarios palaciegos y hogareños, a menudo se encuentran
representaciones de la divinidad femenina, cuyo principal atributo era la
serpiente. Cabe suponer que el culto de la diosa de la serpiente alcanzó
particular difusión entre los nobles cretenses en el último siglo de la
existencia de su Estado. Admirables figuras de esta divinidad, en loza y en
marfil con adornos de oro, encontradas en los palacios, se diferencian
agudamente de las toscas y acampanadas figuras de arcilla halladas en los santuarios
de las casas de los pobres.
A la gran diosa se la consideraba como la reina de las fieras.
Habitualmente se la representaba con esbelta figura, bellas vestimentas y el
pecho desnudo; a los pies, dos leones que miran a su soberana. En las gemas de
Cnosos ella aparece como cazadora que derrota a los jabalíes, y equivale al
arquetipo griego de Artemisa. Era la diosa de la naturaleza y de la tierra; y
al parecer la diosa del mundo subterráneo.
Junto a ella, en el panteón cretense, se encuentra un dios masculino,
que también era considerado la personificación de la fuerza de la naturaleza.
La representación de la doble hacha era el símbolo de este dios del cielo y del
trueno, extraordinariamente frecuente en Creta. Ambos dioses eran dibujados en
los vasos y grabados en las columnas de los palacios. Gran número de
representaciones de metal y piedra fueron encontradas en casas y palacios de
Creta. También se los colocaba en las tumbas.
Según parece, hacia mediados del II milenio a. C. adquirió
significación en Creta la honra del dios en forma de hombre toro.
Posteriormente, los griegos le llamaron Minotauro. Probablemente en el tiempo
de la aparición de la agricultura de arado, el antiguo culto totémico recibió
nueva significación y se vinculó con el dios masculino. En el culto del dios toro
se introdujeron juegos con toros, cuya representación fue también muy frecuente
en el arte de Creta.
Los cretenses reverenciaban a dioses secundarios, menos
significativos, como protectores de diferentes ramas de la producción
artesanal. B. L. Bogaievski mostró cómo los puntos de vista religiosos de los
alfareros cretenses estaban relacionados con las profesiones de los mismos;
existían cultos a dioses particulares protectores del oficio del alfarero.
Los dioses de los cretenses aparecen siempre como antropomórficos. En
Creta casi no existían semidioses, semianimales, como en Egipto o en el Asia
Menor. Zoomórficos eran sólo los demonios, de esencia inferior comparados con
los dioses, y jugaban un papel menor en la religión cretense del II milenio
a. C.
El mundo de ultratumba estaba relacionado para los cretenses con la
idea de una existencia ultraterrena. A los difuntos se les proveía de armas y
utensilios y se les levantaban construcciones fúnebres. En honor de los dioses
se sacrificaban animales, toros y cabras; junto con el difunto se ponían
figuras de toros. El ritual fúnebre se representaba muy cuidadosamente en los
sarcófagos de arcilla de Hagia-Tríada, que pertenecen al siglo XIV o al siglo
XIII a. C. Se exponían en ellos escenas de marchas fúnebres, sacrificios y
libaciones dedicados a los dioses, conducción del muerto a la tumba. Esta
pintura, así como la arquitectura de algunas cámaras fúnebres cretenses (tumba
del rey sacerdote en Camo, tumba del rey en Isopate), muestra algún parecido
con el culto de los muertos de los egipcios.
Las ceremonias religiosas de los cretenses, a juzgar por las
representaciones que se conservan, se distinguían por su gran diversidad. Se
puede suponer que consistían en danzas, canciones, procesiones solemnes
semejantes a la marcha de los que recogen el olivo en la escena que aparece en
un jarrón de esteatita de Hagia—Tríada, holocaustos en los santuarios públicos
y privados. A juzgar por las inscripciones de Cnosos, en algunas fiestas se
sacrificaban decenas de animales.
En las ceremonias religiosas de los cretenses, el papel dominante
característico lo desempeñaba la mujer, que se ocupaba de las actividades del
culto. La representación de los hombres raramente aparece en las escenas del
culto, por lo demás sólo en los más tardíos.
Como se señaló antes, se nota en Creta la ausencia de templos
monumentales. Solamente en Gurnia se descubrieron pequeños templos. A menudo
los santuarios cretenses se encuentran en pequeños cuartos dedicados a un solo
culto o dos. En Cnosos, al lado de depósitos, talleres y habitaciones, una
serie de cuartos estaban destinados a los cultos rituales. En las casas de las
capas medias de la población había, a juzgar por lo hallado en las
excavaciones, santuarios domésticos que contenían imágenes divinas y mesas de
sacrificio, vajilla sagrada, cuernos sagrados, dobles hachas, etc.
La religión minoica muestra algunos rasgos parecidos con la religión
de los hititas de la Mesopotamia y Egipto, lo que se explica por el desarrollo
parecido de estos pueblos, así como por los vínculos culturales, desde hacía
mucho existentes entre ellos.
La cultura cretense y las representaciones religiosas ejercieron
indudable influencia en la cultura de los que posteriormente habitaron Grecia.
El recuerdo de la época del florecimiento de Creta encontró su reflejo en
muchos mitos griegos, en la época homérica y en las tradiciones históricas. En
la cultura de los griegos del I milenio a. C. se encuentra una serie de
rasgos heredados de la rica civilización minoica. En la misma Creta, a lo largo
del período romano, se veneraron las cavernas que habían servido para el culto
local de los dioses minoicos. En la religión de los helenos se utilizaron
objetos sagrados, que tenían significación en los cultos cretenses del período
anterior, por ejemplo, el hacha y el cuerno sagrado. También se observa el
parecido con los cultos campesinos minoicos, reflejados en una serie de
leyendas y mitos según los cuales Creta fue el lugar del nacimiento (caverna de
Disteica) y la muerte (caverna de Iuctas) de Zeus; en esta isla transcurrió la
niñez de Apolo, Dionisos y Heracles. El que haya cierta sucesión no da base,
sin embargo, para deducir la mitología griega exclusivamente de las fuentes
cretenses. No es posible supervalorar la visión religiosa de los cretenses,
como lo hizo A. Evans, que consideraba el santuario de Nir-Jano el centro
religioso del cual habían surgido los cultos de los dioses minoicos, para
penetrar en las más alejadas regiones del Mediterráneo, hasta España. Muchos de
los rasgos similares pueden ser explicados no solamente por las tradiciones
conservadas, sino por las representaciones parecidas de las fuerzas de la
naturaleza y su influencia en la vida del hombre en las sociedades cretense y
griega temprana.
4. Troya
Troya fue un gran foco de cultura del III al II milenio
antes de nuestra era. La ciudad de Troya se encontraba en la costa noroeste del
Asia Menor, a una distancia de 25 a 30 kilómetros de la desembocadura del
Bósforo (Bósforo tracio). La colina (llamada también Ilión) se levanta sobre la
planicie del río Escamandro, y está limitada al sur y al este por montañas.
La historia de Troya está íntimamente
vinculada a la de los pueblos vecinos del Asia Menor. Aproximadamente en el
siglo XII a. C., la floreciente población de los troyanos fue destruida;
la tradición griega considera esta destrucción obra de los aqueos: los basileis
de Micenas y de los otros centros de Grecia en aquel tiempo figuran en las
antiguas tradiciones de las campañas troyanas como jefes de los ejércitos que
sitiaron Troya. La información acerca de estos acontecimientos está conservada
en los poemas homéricos la Ilíada y la Odisea.
A mediados del siglo XIX, los
representantes de la llamada orientación crítica en los estudios de los poemas
homéricos expresaban sus dudas sobre la existencia de Troya. Solamente las
excavaciones del arqueólogo aficionado Schliemann probaron su existencia.
Utilizando datos contenidos en los poemas homéricos, Schliemann comenzó a
excavar la colina de Hissarlik, descubriendo el lugar donde había estado Troya.
Es verdad que Schliemann se equivocó en la definición de las capas
pertenecientes a la Troya homérica, ya que dirigía las excavaciones sin tener
en cuenta las exigencias básicas de los métodos arqueológicos. Se rigió por las
fechas que se consignan en los poemas de Homero; los objetos que pertenecían a
una época fueron confundidos con material de épocas más antiguas, de diferentes
poblaciones, y fueron destruidas durante las excavaciones las murallas de la
Troya homérica. Las excavaciones siguientes establecieron la presencia de
muchas capas urbanas, en número no menor de nueve, pertenecientes a un período
que va del III milenio a. C. hasta los primeros siglos de nuestra era.
Antiguas poblaciones en el lugar de Troya
La más antigua colonia de
Troya en la colina de Hissarlik corresponde al comienzo del III milenio
a. C. Los habitantes de esta población se encontraban todavía en el
régimen de la comunidad gentilicia primitiva. Se ocupaban de la agricultura y
la ganadería, a lo que contribuyó la fertilidad del territorio circundante. Los
instrumentos estaban hechos con piedra pulida. Sólo se puede hablar
presuntivamente del uso del cobre. Alrededor del 2000 a. C. aparecen aquí
recipientes importados de las islas Cícladas.
En la segunda mitad del III milenio, sobre las ruinas de la primera
población, desaparecida según parece a raíz de un incendio, surgió más rica,
rodeada de gruesos muros, la población de la segunda Troya. Los habitantes de
esta ciudad utilizaron el bronce y los metales preciosos, tales como el oro y
la plata. Esta era la época de la descomposición de la comunidad gentilicia
primitiva. La riqueza de la aristocracia alcanzó grandes proporciones. De
ejemplo pueden servir los considerables depósitos encontrados en Troya, tal
como el hallado por Schliemann y llamado «el tesoro de Príamo». Estaba
constituido por lingotes de plata, recipientes de cobre, plata y oro, armas de
bronce y piedra, ornamentos de oro finamente trabajado (diademas, brazaletes,
pendientes, etcétera), vajilla y otros. La cantidad de pequeños objetos de oro
sobrepasa el número de 8.000. Particularmente llaman la atención grandes hachas
pulidas de jaspe y jade, muy bellas por su forma, adornadas con dibujos de
extraordinaria elegancia.
En otros tesoros de esta
época fue encontrada gran cantidad de objetos de alto valor artístico, de oro,
plata y bronce. La abundancia de tesoros muestra que los oficios vinculados con
la elaboración de los metales se separaban como ramas autónomas dentro de la producción.
Al rápido desarrollo de la metalurgia contribuían las posibilidades de la
riqueza mineral del Asia Menor (ahí se extraían en la antigüedad cobre, estaño,
plata, oro). El desarrollo de la producción creaba las condiciones para un
activo intercambio. El comercio, a juzgar por los datos que se poseen, se
realizaba no sólo con los vecinos más cercanos, sino con las poblaciones de la
parte oriental de la cuenca egea. El hallazgo de aislados objetos troyanos en
Creta y Egipto admite suponer la existencia, en ese tiempo, de relaciones entre
Troya y otros países. Las excavaciones de las últimas décadas en Tracia,
Macedonia y la Grecia continental (en la Argólida) muestran que las relaciones
no eran sólo comerciales, sino culturales. Rasgos de similitud han sido
descubiertos en la cerámica y en algunos ritos (por ejemplo, en el fúnebre).
Los materiales que atañen a
los vínculos exteriores de Troya, en la segunda mitad del III milenio
a. C., rechazan de manera decisiva la teoría de Meyer, según la cual a
finales del III milenio Troya fue centro de la llamada cultura de bronce, única
que se extendió por toda el Asia Menor. Se puede hablar solamente de las
culturas afines de las tribus que allí se encontraban en parecidos grados de
desarrollo social.
Muchos de los tesoros hallados atestiguan también acerca de los
peligros que acechaban a Troya en la segunda mitad del III milenio. La
estratificación patrimonial o de bienes y la acumulación de riquezas fueron la
causa principal de la intensificación de las luchas intertribales. Para los
pueblos que se encuentran en el período de descomposición del régimen
gentilicio primitivo, la adquisición de la riqueza, como dice Engels, se
presenta ya como uno de los principales objetivos de su vida. El pillaje de las
riquezas ajenas les parece más fácil y más agradable que el trabajo tenaz.
En esa época, Troya fue rodeada con gruesos muros, que alcanzaban
la altura de tres metros, con algunas torres y puertas. Toda la fortaleza
ocupaba relativamente poco espacio (de 175 a 190 metros de diámetro) y era,
según parece, residencia del basileus y de la aristocracia local. Como
atestiguan las excavaciones, los objetos más valiosos se conservaban
precisamente en los puntos más defendidos y fortificados de la Tróade.
La población que estamos describiendo pereció al finales del III
milenio entre las llamas. Es interesante señalar que el momento de la
destrucción de este rico centro coincidió con el fortalecimiento de los aqueos
que habitaban en el interior del Asia Menor.
En el período del siglo XXI al XVIII a. C., sobre las ruinas
de la fortaleza destruida, consecutivamente surgieron y fueron destruidas por
el enemigo tres poblaciones que se reemplazaron una a otra. La más antigua (la
tercera Troya) tenía fuertes muros, que alcanzaban 12 metros de ancho. La
cuarta desapareció incendiada. La cultura de los habitantes de estas
poblaciones era menos brillante que la de los habitantes de la segunda Troya.
Sin embargo, los vínculos económicos con los vecinos, en particular con los
habitantes de las islas del mar Egeo, continuaron desarrollándose
paulatinamente.
Parte del tesoro de Príamo
La
Troya homérica
Desde el siglo XVII se observa un nuevo ascenso de Troya.
En este tiempo surgió en la colina una población de área
considerablemente mayor que todas las precedentes: la sexta Troya, que existió
hasta mediados del siglo XVI, cuando fue destruida por un terremoto. La
reconstrucción de la ciudad de Troya, la séptima, fue algo más pobre. La
cultura de ambas poblaciones era casi la misma. Los habitantes de la Troya
séptima utilizaron las fortalezas defensivas y otras construcciones de la época
precedente. Se puede suponer que ambas poblaciones estaban en la misma antigua
Troya, que ocupaba tan importante lugar en las tradiciones griegas.
El desarrollo de las fuerzas productivas y el crecimiento de los
recursos económicos permitió a los troyanos elevar alrededor de sus ciudades
nuevas y fuertes fortalezas, construidas probablemente en el siglo XVII
a. C. La necesidad de tales construcciones y de tan altos muros y torres
fue debida, según parece, a ininterrumpidas guerras. Al construirse los muros,
el área de la ciudad fue ampliada por medio de terrazas artificiales, distribuidas
alrededor de la colina.
Los admirables modos de colocación de los bloques en los muros de
las fortalezas y las casas de piedras talladas y los muchos artículos de
artesanía, de metal, de arcilla, etc., hablan del alto desarrollo de la
economía de la sociedad troyana al mediar el II milenio a. C. Los
monumentos de la cultura material testimonian acerca de la considerable
estratificación patrimonial de la población de la Troya de esta época.
Responden plenamente al cuadro de la sociedad troyana reflejada en la Ilíada:
el pueblo que vivía aún en comunidad gobernado por los basileis poseía
numerosos rebaños. La esclavitud tenía un carácter patriarcal y era la fuente
complementaria de la riqueza del basileus, constituida también por diferentes y
ricos utensilios, armas, piedras preciosas, etcétera.
La población de Troya del siglo XVII al XII a. C. mantenía
activas relaciones con los pueblos del mundo egeo. En la capa llamada por los
arqueólogos sexta Troya fueron encontrados objetos del Peloponeso y de las
islas del mar Egeo. La vajilla utilizada por los troyanos, denominada minoica,
fue a menudo hallada en las regiones de difusión de la cultura micénica. El
vínculo de Troya con el norte de la península balcánica se extendió hasta muy
lejos. Se ha encontrado en Moldavia el Tesoro de Borodín, conteniendo artículos
troyanos de la época de la sexta ciudad. Cerca del mismo, en el sur de la URSS,
fueron hallados otros artículos que provenían de la sexta Troya.
Un terremoto, hacia mediados del siglo XIV a. C., destruyó
esta ciudad. La población de la séptima ciudad, la denominada arqueológicamente
Troya VII, tuvo que vérselas con la gran potencia de los hititas.
Es posible que jefes militares troyanos reconocieran el poder del
rey hitita (los troyanos participaron en la campaña de los hititas contra
Egipto, que terminó con la derrota de los egipcios en Kadesch, en Siria, en
1288 a. C.). En el límite del siglo XIII al XII a. C., Troya ardió.
El incendio y la destrucción de la ciudad se produjeron, por lo visto, a
consecuencia de una invasión enemiga, de las cuales es tan rica su historia. Como ya hemos dicho, la tradición antigua considera culpables de
esta destrucción a los aqueos. Dadas las fuentes con que contamos, es difícil
afirmar si fueron o no los aqueos.
Es posible suponer que las tradiciones griegas acerca de la guerra
de los troyanos con los aqueos se basan en acontecimientos reales. La campaña
de Peleo contra Laomedonte, rey de Troya, y la siguiente guerra de los hijos de
ambos, Aquiles y Príamo, podían ser el recuerdo de las reiteradas expediciones
de los aqueos contra el reino de Troya. En nuestro tiempo han aparecido nuevos
datos que testimonian acerca de la penetración de los aqueos, en el siglo XV
a. C., en las costas del Asia Menor. La población local de Anatolia, en el
territorio de lo que luego sería Mileto, presenta vestigios de la cultura
micénica. Los aqueos tendieron, probablemente, a poblar también otros lugares
de la costa del Asia Menor. Los documentos hititas hablan acerca del ataque de
los aqueos en Caria, de las devastaciones que los mismos llevaron a cabo en
Chipre, en la segunda mitad del siglo XIII a. C. Es posible que Troya
fuera destruida por los aqueos en los tiempos de dichas campañas, en el
noroeste de la costa del Asia Menor.
En el período del siglo XI al X a. C. llegó a la Tróade una
nueva ola migratoria desde Tracia, testimoniada por los objetos de origen
tracio hallados en el área de la Troya de aquel entonces. Acerca de las
migraciones de los micenios de la península balcánica al Asia Menor hablan
elocuentemente los nombres geográficos (Misia en el Asia Menor, y Mesia en los
Balcanes). Estas migraciones de las tribus tracias las menciona también
Herodoto (VII, 20), aunque, de acuerdo con su versión, los micenios y los
teucros del Asia Menor se trasladaron a través del Bósforo y sometieron a
Tracia.
5. Micenas
Uno de los más grandes centros de elevada cultura que se extendió
en el territorio de la Grecia continental del siglo XVII al XIII antes de
nuestra era fue Micenas. Las tradiciones griegas hablan acerca de su riqueza y
poder. Homero la llamaba «abundante en oro».
Micenas
se encontraba en el Peloponeso, en la Argólida. Esta región no casualmente es
llamada en la Ilíada «Argos la muy sedienta». Está rodeada por cadenas
montañosas que se cruzan en algunos lugares con llanuras onduladas, las cuales
se consideran las más secas y estériles de todo el Peloponeso. El río más
importante de la región es el Inaco, que nace en las montañas y atraviesa la
Argólida de oeste a sudeste; se nutre principalmente por la caída de las
lluvias en las montañas, y en el verano se seca por completo. Otras corrientes
fluviales son todavía más pobres en agua. En tales condiciones, en la Argólida,
salvo puntos aislados que tienen tierras fértiles, sólo en una región es
posible ocuparse con cierto éxito de la agricultura. Se trata de la planicie
situada en la parte sudeste, que penetra hacia las orillas del golfo de
Argólida.
Aquí se encontraban las más antiguas ciudades de la Argólida:
Argos, Tirinto y Micenas, distante esta última 18 kilómetros de la costa. Las
ruinas de la ciudad de Micenas están situadas en una colina de 278 metros de
altura sobre el nivel del mar, entre dos mesetas. La colina está rodeada por
profundas barrancas rocosas. Estratégicamente, la ubicación de Micenas era
extraordinariamente ventajosa, ya que la colina domina toda la comarca
circundante. Al mismo tiempo estaba bien defendida de las invasiones de los
enemigos por la misma naturaleza. La situación de Micenas era ventajosa en el
sentido de que a través de estos lugares pasaban los antiguos caminos que unían
la costa del sur de la Argólida con su parte septentrional y con el istmo.
Antes de las excavaciones eran conocidas las ruinas de la ciudad
que se conservaban en la superficie. Las ruinas de las murallas que rodeaban
antiguamente la acrópolis micénica sorprendían ya en la antigüedad por su
estructura ciclópea. Se encuentra en ese lugar la llamada «puerta de los
leones»; dos pilastras colosales que tienen por dintel un grueso bloque sobre
el cual hay esculpida una columna que se ensancha en la parte superior y a
cuyos lados hay dos leones en postura heráldica. Aún antes de las excavaciones
se conoció una construcción en forma de cúpula, denominada Tesoro (depósito de
cosas preciosas) del rey Atreo.
El primero en comenzar las excavaciones en Micenas, en 1874, fue
Schliemann. Como resultado de estas excavaciones y de las investigaciones
arqueológicas realizadas en años posteriores en la Grecia continental, se
descubrió una serie de monumentos del mismo tipo que los micénicos, y a toda
esta cultura, sólidamente establecida, se la denomina micénica.
Las construcciones
funerarias en Micenas
La población de la colina de Micenas surgió, al parecer, a
comienzos del II milenio a. C. La cerámica del período más antiguo no fue
hallada. Es difícil decir qué es lo que representaba en su principio esta
población y si poseía muros de defensa en los primeros siglos de su existencia.
La fortaleza, el llamado palacio y otros monumentos más antiguos de la
construcción de Micenas se remontan a finales del siglo XV y al siglo XIV
a. C.
En la pendiente occidental de la colina, en los límites de las
posteriores fortalezas micénicas, pero evidentemente en los extramuros, si es
que, en general, existieron, fueron descubiertas por Schliemann seis tumbas que
datan de finales del siglo XVII y la primera mitad del siglo XVI: las llamadas
catacumbas. Ellas representan criptas funerarias talladas en la roca, fosas que
tenían forma rectangular.
Durante largo tiempo las
tumbas fueron consideradas antiguas construcciones de la época micénica. Sin
embargo, en 1951—53, en Micenas, en la meseta rodeada por muros ciclópeos
(diámetro de los sillares, 28 metros), fueron cubiertas y excavadas otras 24
tumbas que datan igualmente del siglo XVII al XVI. Por su tipo, estas tumbas
están muy cerca de las catacumbas descubiertas por Schliemann. Cada una de
ellas representa un profundo hueco rectangular en la roca básica del terreno.
En la parte superior de los sepulcros fueron descubiertos bloques de piedras,
fijados sobre vigas y cubiertos de tierra. En cada nueva inhumación la tumba se
abría desde arriba, se hacía descender el cadáver y los restos del anterior se
ponían a un lado para dar lugar al nuevo, después de lo cual el sepulcro se
cubría nuevamente.
En el terraplén, sobre las
tumbas, fueron descubiertas lápidas lisas y cubiertas de ornamentos en espiral
y con relieves, cuyo número y situación coinciden con el número y situación de
los inhumados. Algunas tumbas contienen un solo esqueleto, otras hasta cuatro.
Hay lápidas sobre las tumbas masculinas, en medio de un espacio rodeado de
ornamentos espirales en el que se contenía la representación de los mismos
muertos con sus armas y sus carros.
Por desgracia, la mayor parte
de estas lápidas está muy deteriorada y se conservaron de ellas sólo
fragmentos. En una lápida, conservada íntegramente, de las excavaciones de
1952, está la representación de la caza de toros salvajes; en otra, el
desarrollo en diversos cuadros, enmarcados por espirales, de un combate de dos
leones parados sobre sus patas traseras; es decir, motivos parecidos al relieve
de la puerta de los Leones.
En la mayoría de las
catacumbas, el inventario fúnebre se distingue por su relativa sencillez. En
cambio, otras, por la cantidad de valores que en ellas se descubrió, no pueden
ser comparadas con ninguna de las tumbas descubiertas en el territorio de la
antigua Grecia. En calidad de ejemplo se puede señalar, aunque se trate de una
de las tumbas descubiertas por Schliemann, una donde se encontraron hasta 870
pequeños objetos hechos en gran parte con oro, entre ellos diademas y
cadenitas, copas de plata y oro cubiertas con relieves, gruesas placas de
baúles ornamentados, espadas y puñales admirablemente trabajados, sortijas,
artículos de marfil, de vidrio, de loza, de cristal de roca, vasos de
alabastro, muchos pendientes y placas de oro en forma de hojas de árboles,
flores, mariposas, esfinges y animales marinos, piedras preciosas, etc. Entre
los hallazgos hay gran cantidad de diferentes cerámicas, a menudo recipientes
que contenían alimentos para los muertos, lo que testimonia el desarrollo del
culto de los muertos.
La gran mayoría de las cosas
de metal encontradas son en estilo y técnica muy cercanas a las cretenses. La
influencia de Creta en la cultura micénica no puede ofrecer en este caso
ninguna duda. Acerca de los muchos recipientes metálicos y gemas, no es posible
saber con exactitud si están hechos en la Argólida o importados desde Creta,
hasta tal punto son parecidos los de uno y otro lugar. Tales son, por ejemplo,
las admirables copas en forma de cabeza de toro con astas doradas, hechas en el
mejor estilo de los maestros cretenses en la época del florecimiento del arte
de la isla. Parte de estos objetos son, sin duda, importados, en primer lugar
los de materiales que no existían en la Argólida, como pueden ser piedras
preciosas traídas del norte, un huevo de avestruz, etc., todos ellos con los
nombres grabados de faraones egipcios del Nuevo Imperio.
Entre los muchos objetos que
según todos los indicios fueron hechos en las poblaciones micénicas, la mayor
parte de la labor local puede reconocerse por el tema representado. A
diferencia de Creta, predominan aquí los motivos guerreros y cinegéticos,
utilizados incluso en los adornos femeninos. Tales, por ejemplo, los anillos de
oro hallados en la cuarta tumba descubierta por Schliemann. En una de las
representaciones, un guerrero se bate con dos enemigos que lo atacan; en otra
hay una escena de caza: el cazador, en un carro de guerra, tiende el arco para
cazar un ciervo. El modo de tratar las vestimentas y el ornamento en estas
representaciones es absolutamente no cretense, aunque en el sentido técnico del
grabado fueron utilizadas las mejores técnicas cretenses. Todavía más
característica es en este sentido la escena del asalto a una fortaleza,
representada en un recipiente de plata de la misma época. Creta no conocía en
absoluto fortalezas del tipo que allí se muestra. Este tema corresponde a la
campaña del rey de Micenas en las costas del Asia Menor, aunque la técnica del
trabajo en vasos sea cretense. En otros casos la imitación de la técnica y del
estilo es menos lograda; representa el alejamiento consciente de los modelos
cretenses. De esto dan testimonio los pequeños adornos de oro con forma de
figuras de animales, hechos a la manera cretense, y también los encuentros
entre bestias grabados en placas de baúles. De este modo, la originalidad de
los micenios no se agota bajo la fuerte presión de la cultura cretense.
Esta originalidad se manifiesta
no sólo en la predilección por los temas guerreros y cinegéticos, sino también
en la total ausencia de las escenas del culto y de la vida palaciega, tan
predilectas de las representaciones cretenses. Son muy originales las armas
representadas en gran cantidad en algunos trabajos con ricos ornamentos. La
técnica es en este caso también cercana a la cretense, pero las formas de las
espadas y los puñales micénicos son otras y las medidas mayores.
Caballos de baja estatura
enganchados en carros de guerra, en las representaciones micénicas, tampoco son
parecidos a los caballos de los monumentos del tiempo posterior cretense. Con
particular claridad resaltan los rasgos originales de la cultura micénica en el
grupo de objetos de estilos y técnica locales, ante todo las seis máscaras
encontradas en las tumbas masculinas, con rasgos retratistas: los rostros de
los muertos hechos de oro y ámbar. Parecida máscara, pero de trabajo menos
delicado, también de ámbar, fue encontrada en 1952 al abrirse en Micenas la
llamada «catacumba G». Estos hallazgos deben ser tomados como únicos, por
cuanto en Creta, y en general en el mundo egeo, no se ha descubierto hasta
ahora nada parecido. La técnica de la preparación de estas máscaras es
completamente propia. Diferentes rasgos se destacan en gran cantidad de
representaciones en relieves de guerreros armados. La comparación con Creta no
es en esto posible, por cuanto no se ha descubierto ni una obra plástica,
monumental, ejecutada en piedra. Entre las cerámicas locales encontradas hay un
solo recipiente de arcilla realizado en estilo cretense. Todos los demás
aparecen como pobre imitación de los modelos cretenses, y en la vajilla de
estilo local se advierte que la vieja tradición de la Hélade media se mantuvo
aquí firme contra la influencia extranjera y continuó su desarrollo.
De todo esto se deduce que
aunque la influencia de la cultura cretense en Micenas durante la primera mitad
del siglo XVI fue considerable, no aniquiló las peculiaridades locales. El
material arqueológico está representado en toda su plenitud por el inventario
de las catacumbas, que en conjunto conservan sin duda su originalidad. No es
posible por ello estar de acuerdo con las suposiciones de Evans acerca de la
conquista de la Argólida por los reyes de Creta y del aplastamiento total de la
población local. Mucho más convincente es la opinión de los contrarios a este
punto de vista, los que suponen que la destrucción de los palacios cretenses
del siglo XVI, acerca de los cuales habla Evans, así como los tesoros de las
catacumbas, fueron el resultado de las conquistas exitosas de los guerreros
micenios, en la costa norte, mal defendida, de Creta. Sin embargo, es difícil
imaginar cómo tal cantidad de valores pudo concentrarse en manos de los reyes
micenios, sepultados en las catacumbas; la hipótesis más atendible sostiene que
entre los cautivos tomados en estas incursiones se podía encontrar gente
familiarizada con el arte cretense, los cuales fundaron en Micenas su escuela.
En apoyo de este punto de vista habla la postura de los guerreros, inherente a
todo el inventario fúnebre de las catacumbas. La mayoría de esas pesadas
espadas, puñales, lanzas y otras muchas armas, sin duda, no estaban en reposo
en vida de sus dueños.
Tampoco era casual, según
parece, su inclinación hacia los temas bélicos en las representaciones
artísticas. En sus Incursiones, las huestes micenias alcanzaron, por lo visto,
la costa del Asia Menor, A tal suposición, en particular, conducen las
representaciones del sitio de la fortaleza que no son cretenses, en el vaso de
plata de la cuarta tumba, al que ya nos hemos referido. El ulterior estudio de
la escritura micénica y cretense está llamado a aclarar este problema; sin
embargo, por el estudio de las incursiones sólo se podrá aclarar la cantidad de
valores reunidos en un mismo lugar, pero no la calidad del movimiento y
desarrollo de la cultura local, tal como aparece con claridad en los objetos
materiales de las catacumbas. La original fusión de muchas y exactas
imitaciones del estilo cretense con la técnica y la temática locales en el arte
representativo, así como la conservación de la originalidad micénica en otras
ramas de la cultura material, son prueba de la reelaboración activa de la
influencia extranjera. Realmente, si la nueva técnica y estilo no se hubieran
impuesto a las exigencias y gusto de cierta parte de la sociedad micénica, el
arte de los maestros cretenses no hubiera podido encontrar tan amplia
resonancia en los oficios locales.
Todo esto muestra que la
sociedad local había alcanzado ya un considerable nivel de desarrollo y había
percibido libremente la más elevada cultura de Creta. En tales condiciones, los
objetos con los nombres de los faraones egipcios, como las piedras preciosas,
es dudoso que se encontraran en las catacumbas solamente en calidad de botín de
guerra. Lo mismo puede decirse acerca de los objetos de marfil, los cuales sólo
podían conseguirse en Egipto y Siria, donde en aquel entonces aún había elefantes.
Como demostración indirecta de que existieron condiciones para las relaciones
comerciales pueden servir las excavaciones realizadas de 1950 a 1952, de dos
viviendas particulares: las llamadas «casa de comercio de aceite» y «casa de
comercio de vino». Ante todo cabe decir que ambas casas, lo que es muy
demostrativo, fueron descubiertas en los extramuros micénicos. En el primer
lugar fueron encontrados treinta grandes recipientes con tapas de arcilla,
ubicados a lo largo de la muralla y, entre otros hallazgos, 39 tabletas de
arcilla con signos de la «escritura línea B» (éste es el primer caso de
tabletas halladas no en el palacio, sino en una casa particular).
En la casa de comercio de
vino también fue descubierto un gran recipiente del tamaño de una persona y
cerca de 50 recipientes, algunos deteriorados y otros sanos, en los cuales, al
parecer, se guardaba vino. Es difícil imaginar que tales reservas de vino y
aceite se destinaran sólo al consumo de los moradores de estas casas y no al
comercio. Ambas casas, sin embargo, datan de un tiempo considerablemente
posterior a los siglos XIV y XIII a. C. De esta manera, las catacumbas
micénicas, en tanto continuaron siendo monumentos únicos 1650—1550 a. C.,
reflejan claramente el comienzo del período de relaciones mutuas del continente
con Creta y otros países. Sobre esto se basa concretamente nuestra concepción
acerca de la antigua cultura micénica, puesto que nada sabemos acerca de otras
tumbas contemporáneas de las catacumbas, de monumentos, de fortalezas y de construcciones
simples.
El siguiente grupo de
monumentos micénicos pertenece a la segunda mitad del siglo XVI y al siglo XV
a.C. Comprende también, ante todo, tumbas, pero ya de otras características. En
ellas, la cámara fúnebre tiene forma rectangular, oval o redondeada, y
habitualmente se encuentra en roca blanda, pero unida con la superficie de la
tierra por un camino especial, largo y estrecho, que se denomina dromos. La
presencia del dromos facilitó extraordinariamente la utilización frecuente de
la cámara fúnebre.
Para colocar un nuevo cadáver
era suficiente volcar la lápida que cubría la apertura de entrada al dromos,
mientras que para entrar en los sepulcros de las catacumbas en el caso de otra
inhumación había que volver a excavar y desarmar el cielo-raso del sepulcro
para poder, desde arriba, hacer descender el cadáver. El nuevo tipo de tumba
conservó en el transcurso de todos los siguientes siglos de existencia de la
cultura micénica un aspecto más o menos invariable. La única diferencia entre las
más antiguas cámaras fúnebres y las que vinieron después se limitaba al largo
del dromos. En las tumbas de los siglos XVI y XV, el largo habitualmente no
sobrepasa los 3 ó 4 metros, alcanzando más tarde de 14 a 16 metros. Las más
antiguas de las tumbas de este tipo conocidas hasta ahora fueron encontradas
cerca de Micenas y de Argos. Ambas pertenecen a mediados del siglo XVI y en el
tiempo fueron cercanas a los sepulcros de las catacumbas. La gran mayoría de
las otras cámaras fúnebres conocidas, dispersas por toda la Grecia continental
y las islas, son considerablemente más recientes que los sepulcros de las
catacumbas.
En los casos en los que el
suelo en el cual se excavaba la cámara fúnebre resultaba demasiado blando, sus
paredes se revestían con piedras. Esto sirvió al principio para el desarrollo
de un tipo de tumba en cúpula (tolos) que existió casi paralelamente con las
cámaras fúnebres. La particularidad esencial de este tipo de tumba aparecía
cuando el revestimiento de las paredes se continuaba en el cielorraso tomando
forma de cúpula y se apoyaba sobre bloques de piedra algo combados. Se obtenía
así una cúpula revestida de piedra, colmeniforme, con dromos. La puerta del
dromos en la cámara fúnebre estaba ausente, pues en cada inhumación se hacía un
orificio en la pared, para introducir el cuerpo, que luego se tapiaba con
piedra. Las más antiguas tumbas de este tipo, a juzgar por hallazgos aislados,
como por ejemplo dos tumbas pequeñas cerca de Micenas y varias tumbas análogas
en otros puntos del sur, centro y norte de Grecia, se remontan a una época
cercana a la existencia de los sepulcros de las catacumbas.
En lo sucesivo, la
construcción y el acabado de las tumbas en cúpula se fueron perfeccionando
continuamente. Las paredes de las cámaras fúnebres se revistieron ya no con
pequeñas calizas sin trabajar, sino con piedras de formas regulares, y en casos
aislados con mármol de Paros. Aparecen también las puertas con dinteles
especiales, con grandes vigas transversales que unen un dromos revestido de piedra
con la cámara fúnebre. Las paredes y el techo en forma de cúpula se cubrían con
adornos en relieve. Se aumentaron la superficie y el volumen de todo el local,
que, en conjunto y en algunos sepulcros aislados, ya relativamente posteriores,
llegaron a 14,5 metros de diámetro y a 13,4 de altura. Por fin, la cámara
lateral del sepulcro llevaba a la superficie de la tierra; sus paredes
exteriores se revestían con gruesos bloques de piedra, con el techo y los
zócalos adornados con relieves. Así, paulatinamente, fue creciendo y
desarrollándose una nueva forma arquitectónica, que iba a expandirse por todo
el territorio de la Grecia continental y las islas.
Las tumbas en cúpula fueron
descubiertas no sólo en Micenas, donde se encuentran nueve, sino también cerca
de Argos, en Tirinto, en Bafia, en Pilos, en el Ática, cerca de Atenas, en
Tesalia y en otros lugares. El contenido de estas tumbas fue saqueado hace ya
largo tiempo. Afortunada excepción la constituyen una tumba en cúpula en Bafia,
en el territorio de Laconia, cerca de la antigua Amiclea, y otra en Midia, en
la parte central de la Argólida. La de Bafia data de principios del siglo XV y
representa la tumba de un guerrero de la aristocracia micénica.
Allí se conserva un rico
acervo fúnebre: considerable cantidad de diferentes clases de adornos,
artículos de tocador, armas y recipientes ricamente ornamentados, destinados
estos últimos sobre todo al vino. De todas estas cosas merece particular
atención un anillo de hierro: se trata del primer hallazgo de hierro de la
época creto-micénica. La presencia del anillo hallado en el dedo de un
esqueleto, junto con otros dos anillos de oro y bronce, muestran que el hierro
comenzaba a usarse, y por su valor se igualaba con los objetos de oro. Entre
otros hallazgos se encuentran copas de oro con representaciones de toros,
gargantilla de doble cadena adornada con 80 amatistas, brazaletes construidos
con gemas. Casi todas estas cosas, particularmente los objetos de tocador y de
adorno, son de puro estilo y técnica cretense. El peso específico de las armas
en el conjunto de los otros objetos es relativamente pequeño, especialmente si
se lo compara con el contenido de los sepulcros de las catacumbas.
La tumba de Midia llegó a
nosotros en condiciones considerablemente peores, ya que en la antigüedad fue
saqueada. Con todo, en el piso se encontraron pequeños objetos, aunque escasos.
La inspección de la sala fúnebre condujo a descubrir las huellas de dos fosos,
en los cuales fueron descubiertas intactas tumbas de dos mujeres y de dos
hombres. El contenido de estas tumbas resultó estar también construido por
adornos y recipientes valiosos. En una copa de oro se representa el mar. En
otra, de plata, la caza del ciervo y toros que corren. Las cabezas estilizadas
de cinco toros adornan una copa de plata con revestimientos de oro, encontrada
junto a un esqueleto femenino. Entre los adornos hay grandes gemas, cuatro
anillos de hierro, cobre, plomo y plata, cadenas de oro con 36 rosetas, con
gran cantidad de pequeños adornos de marfil, bronce, loza, vidrio, y también
cáscaras de huevo de avestruz. Fueron descubiertas armas: cuatro espadas,
cuchillos y puntas de lanza, las espadas de tamaño considerablemente menor y
más livianas que en las catacumbas. Este nuevo tipo de arma se acerca más al
modelo cretense que las armas del siglo XVI. Todos los objetos enumerados datan
de la segunda mitad de finales del siglo XV. También se revela la gran
influencia de la técnica y del estilo cretense.
La influencia cultural de
Creta encontró su reflejo en el arte representativo de aquel tiempo. Los temas
guerreros y cinegéticos, tan característicos para la primera mitad del siglo
XVI, fueron sustituidos por escenas del culto, juegos de toros, rondas y otras
representaciones muy conocidas en los monumentos de Creta. A diferencia del
período más antiguo, estas particularidades del arte pueden observarse ahora en
toda la Grecia continental y en las islas, por cuanto así lo permite el
material arqueológico de que se dispone. Se crea la impresión de una definida
unidad estilista cultural, procedente de centros comunes para todo este
territorio. La aparición de muchas imitaciones de los recipientes cretenses del
estilo «palaciego» demuestra que la cerámica micénica no evitó la influencia de
la cultura cretense, aunque ésta se percibe en mucho menor grado. En las formas
de los recipientes locales y en el carácter de su fabricación y ornamentación
se continúa conservando el tono local. Más aun; la aparición de vasos micénicos
en Creta habla de la influencia del estilo micénico sobre la cerámica cretense.
Este proceso se puede seguir no solamente en las cerámicas. Los frescos de
Cnosos, que datan de la segunda mitad del siglo XV, tienen mayor semejanza con
los frescos de Micenas y de Tirinto que Festos y Hagia—Tríada. Lo mismo se
puede decir del palacio de Cnosos, que por las alas del trono, por su
planificación y medida, adquiere cierta semejanza con los palacios de la Grecia
continental. De lo referente a la escritura hablaremos más adelante.
El local principal, que ocupó
el lugar central del edificio micénico, y las cámaras fúnebres con el dromos y
las tumbas en cúpula, no tenían analogía con Creta. Si tumbas de tal tipo
aparecen del siglo XVI al XIII a. C., al compararlas con las tumbas de la
Hélade, se descubre con claridad la imitación. De este modo, la segunda mitad
del siglo XVI al XV a. C. indica el punto culminante de la influencia
cultural de Creta. La influencia mutua entre ésta y la Grecia occidental conserva
en cierta medida el carácter bilateral.
Posteriormente, y en directa vinculación con la catástrofe que
provocó hacia finales del siglo XV la definitiva destrucción de los palacios y
la decadencia de la cultura cretense, el proceso se debilitó. Pero toda la
cultura cretense continuó influenciando en el continente. Es interesante
destacar que cuando el arte de Creta entra en el período de su decadencia, en
el continente se conservan todavía largo tiempo sus formas jóvenes y sanas,
hasta que, al final, el llamado estilo palaciego la última creación de la
cultura cretense (siglos XIV, XIII y XII) no alcanza un completo predominio.
Por otra parte, esto concierne tan sólo a los artículos de metal, marfil y
loza, a las piedras talladas y parcialmente a la cerámica. El arte de la
construcción continúa desarrollándose en la península balcánica por camino
propio. Correspondiente al siglo XIV a. C., la llamada tumba o Tesoro de
Atreo es de grandiosa construcción, de técnica extraordinariamente perfecta. Las
paredes internas y del dromos están revestidas de loza de forma regular. Los
dinteles de las puertas internas están recubiertos por relieves y adornos de
bronce. Si se compara estas construcciones colmeniformes con sus semejantes del
siglo XVI a. C., resulta claro qué considerables cambios sufrió en su
desarrollo esta específica forma arquitectónica micénica.
Arquitectura de fortalezas y
palacios
A los siglos XVI y XVIII a. C.
corresponden todos los monumentos arquitectónicos que conocemos de palacios y
fortalezas. La más interesante de estas construcciones está representada por
una fortaleza y un palacio micénicos. La fortaleza es contemporánea y vecina de
la tumba en cúpula de Atreo. Puede ser que el mismo basileus micénico que
construyó para sí aquel lujoso sepulcro fuese también el que construyó las
grandiosas murallas y torres micénicas. El ancho de sus paredes alcanzaba a
seis metros y estaban hechas con piedras de tamaño enorme. La altura inicial de
estas murallas no se logró establecer, puesto que solamente se conservó la
parte inferior, que cabe pensar que guardaba proporción con la parte que ha
quedado. La puerta norte de la fortaleza es conocida como la Puerta de los
Leones. Este es uno de los más admirables monumentos heráldicos de todos los
tiempos, puramente minoico por su técnica, y completamente nada minoico por lo
monumental. Las cabezas de ambos leones están rotas. Por lo visto, miraban
amenazadoramente hacia abajo a los que entraban a la fortaleza. Debajo de los
leones y del bloque transversal se encontraba la gran puerta de dos hojas. Las
huellas que se han conservado fuerzan a suponer la existencia de por lo menos
dos sistemas sucesivos de cerrojos.
A través de la Puerta de los
Leones, un camino conduce a una plataforma rodeada por ruinas de construcciones
aisladas. Ahí está el palacio micénico con todos sus locales, viviendas y
depósitos, y hacia el centro de este conjunto de construcciones una escalera
mal conservada que daba a una terraza tallada en la roca. El ámbito principal
es una sala con cuatro columnas y hogar en el medio. Con él lindan cuartos
contiguos y el patio, bajo el cual se conserva el dispositivo sanitario. Se
logró descubrir también un acueducto subterráneo que conducía desde la fuente
de la fortaleza, situada en lo alto, hasta la cisterna secreta, que se
encontraba al costado de los muros de la fortaleza. Desde la cisterna, un
pasillo, también secreto, conducía hacia el interior de la fortaleza. Desde
luego, semejantes medidas de precaución se habían tomado para el caso de sitio.
En las partes internas de las paredes que se conservaban existen considerables
fragmentos de frescos, cuya técnica se aproxima a la cretense, o bien, como ya
se señaló, los frescos cretenses de este período recuerdan a los micénicos.
En los temas de los frescos,
lo mismo que en los de ciento cincuenta años antes, predominan los motivos
locales. En los frescos se representa predominantemente escenas bélicas: el
arma guerrera, la vida de campamento, el enganche de los caballos a los carros
de guerra, el encuentro de dos veloces carros uno contra otro, el asalto a la
ciudad, con figuras de atacantes y de guerreros que caen de los muros e imágenes
de mujeres que observan desde un costado el desarrollo de la batalla, el
palacio de varios pisos con mujeres que observan desde las ventanas.
Hacia el norte de estas
construcciones hay un grupo de locales con fuertes muros. Se los define como
cuarteles, almacenes de abastecimientos y locales destinados a otros menesteres
económicos. Cerca de los mismos pasa la muralla septentrional, con una segunda
puerta. Su construcción recuerda a la primera, pero el tamaño es más reducido y
sin ningún escudo o representación.
A quince kilómetros de distancia de la fortaleza micénica y a muy
poca distancia de la orilla del mar, en Tirinto, se encuentra el segundo
monumento de este tipo de arquitectura. Esta población está cercada también por
fuertes muros hechos con gruesos bloques de piedra sin labrar.
En el centro se encuentra el palacio, cuya parte principal
constituye la gran sala (megarón), cuyas paredes estaban estucadas y pintadas
al fresco; el centro lo ocupa un fogón redondo alrededor del cual se elevan
cuatro columnas, que se ensanchan hacia lo alto como las columnas cretenses. A
los lados del fogón, en los pisos superiores e inferiores, se encuentran
diferentes locales destinados a los guerreros del rey y a sus parientes, así
como para las provisiones. En caso de peligro, semejante palacio era refugio
seguro, donde podían protegerse sus habitantes y la población de los
alrededores. Todo este conjunto de construcciones, dividido por patios, estaba
orgánicamente vinculado con las murallas de defensa. El área ocupada por la
fortaleza de Tirinto era algo menor que la de Micenas. En los muros internos de
la sala central, de la misma manera que en Micenas, se encontraron fragmentos
de los frescos. Están representados guerreros en excursiones con carros,
escenas de caza de ciervos y jabalíes con jaurías de perros, mujeres con
lujosas vestimentas en los carros.
La gran mayoría de las construcciones de Tirinto y los objetos que
se encontraron datan del siglo XIII. A este tiempo corresponde situar el
extramuro, que consistía en casas aisladas, mal conservadas y hasta ahora poco
investigadas.
El
tamaño de las monumentales construcciones de Micenas y de Tirinto obliga a
suponer que para erigirlas fue necesario mucho tiempo y trabajo. Es poco
probable que construcciones en tal escala, en las condiciones de aquella época,
pudieran ser realizadas sin una amplia utilización del trabajo de los esclavos
y de la población dependiente. En nuestros días, esta suposición encontró firme
apoyo en la investigación de los documentos de la contabilidad y de la economía
de Pilos. En una serie de estas inscripciones se mencionan mujeres, niños y
hombres. El autor publicó recientemente un trabajo sobre este problema de
investigación. Lenznan presentó una serie de convincentes argumentos en favor
de la tesis que refiere estos hombres, mujeres y niños a la categoría de
población no libre y dependiente. Según las cuentas de Lenznan, en sólo tres
subgrupos de las instrucciones ya leídas y revisadas, se mencionan más de 500
de tales mujeres, que estaban junto con sus hijos en el registro de la
servidumbre del palacio de Pilos. En las inscripciones de Pilos es frecuente
encontrarse con el término doero, que, en opinión de Ventris, corresponde al
término doulos, el cual en lengua griega del último período habitualmente
designaba al esclavo. Si esto era así en Pilos, no hay ninguna base para pensar
que el trabajo de los esclavos y pobladores dependientes era utilizado en menor
escala en Micenas y en Tirinto. La existencia de dos fortalezas (en Micenas y
Tirinto), la una al lado de la otra, naturalmente plantea la cuestión de sus
relaciones mutuas. La idea de una existencia aislada entre una y otra no puede
tener validez, pues es imposible imaginarse a Micenas sin acceso al mar. Queda
por suponer que Tirinto dependía de Micenas, que en la Argólida antigua existió
una unidad territorial con Micenas al frente.
Esta suposición es reforzada por
la existencia de una serie de caminos que atraviesan la Argólida en diferentes
direcciones y convergen en la colina micénica. Los caminos estaban construidos
a la manera ciclópea más que a la manera de fortaleza. Sus pendientes están
fortificadas por enormes bloques de piedra y las cloacas estaban hechas con
piedras grandes. En algunos lugares, al lado del camino se conservan las ruinas
de atalayas ciclópeas.
De este modo, se crea la
impresión de que todo este territorio estaba unificado bajo el poder de los
gobernantes micenios y colocado bajo el control militar de dos poderosas
fortalezas. El carácter militar de toda la cultura micénica de los siglos XIV a
XIII a. C. se confirma también por la aparición (después de una
interrupción de ciento cincuenta años) de temas bélicos en los monumentos del
arte representativo. Todas estas circunstancias, y especialmente la existencia
de las fortalezas, aportan otro argumento en pro de que allí existía una unidad
de carácter estatal, acaudillada por los reyes micenios. ¿Cómo se puede
explicar de otro modo la concentración en manos de estos reyes de tan
considerables valores materiales? ¿Cómo comprender la existencia en las
poblaciones de poderosas fortalezas construidas por manos esclavas y población
dependiente y lujosas salas palaciegas, rodeadas por locales y depósitos?
Pilos
Sobre la base de las últimas excavaciones y de las tradiciones antiguas
es posible ratificar hoy que Micenas no fue en el período analizado el único
centro político y cultural del sur del Peloponeso. En los antiguos mitos se
cuenta que el hijo del dios Poseidón, Neleo, desterrado del antiguo puerto de
Iolcos, en Tesalia, desde la cual salieron en largo viaje los argonautas, fundó
en la costa oeste del Peloponeso la ciudad de Pilos. Vasto fue el reino de
Neleo: en el este limitaba con el reino micénico de los Atridas; en el norte
abarcaba parte del territorio situado sobre la orilla opuesta del río Alfeo.
Sin embargo, hasta los últimos tiempos la ciencia contemporánea no había
logrado aún establecer la ubicación de la antigua Pilos. Este problema se
considera uno de los más complicados y enredados en la topografía histórica de
la antigua Grecia. En Grecia había varias ciudades con esa denominación. Una se
encontraba en Trifilia; otra, de acuerdo con la tradición, en Mesenia. Acerca
de esta última nada dice la tradición homérica. Según la descripción de la
visita al palacio de Néstor, hecho por Telémaco, hijo de Ulises, posiblemente
la tenida en cuenta por Homero sea la Pilos de Trifilia, aunque la misma
tradición conservada en la Odisea, como se ha venido a aclarar ahora, se
remonta hasta la ciudad mesenia del mismo nombre. Generalmente exacto en sus
comunicaciones, Estrabón señala terminantemente a Trifilia como la región donde
se encontraba la ciudad capital de Néstor, hijo de Neleo.
Al parecer, la invasión doria
dio lugar a la devastación de muchas ciudades en la época micénica, y no sólo
borró de la faz de la tierra a la ciudad de Pilos, mesenia, sino que hasta
desterró su recuerdo. Cuando la expedición arqueológica alemana, en 1907,
encontró cerca de la Pilos de Trifilia restos de las fortificaciones del tiempo
micénico y tres tolos derruidos, desaparecieron las últimas dudas que se tenían
a propósito de la ubicación en ese lugar de la ciudad mencionada en la epopeya
homérica. De esta manera, la misma tradición homérica recibía una seria
confirmación. Al lado de la homérica existía, sin embargo, otra tradición más.
Incluso en la época del Imperio Romano, en Mesenia, cerca de la bahía de Navarino,
en una pequeña ciudad, Pilos, fundada después de la expulsión de los espartanos
de Mesenia, producida en el siglo IV a. C., se muestran los restos de una
casa y del «sepulcro de Néstor». Pausanias, en su conocida Periegesis o
Descripción de la Hélade, llega aún a recordar a la Pilos de Mesenia como la
patria de Néstor. Esta última tradición parecía menos verosímil y hasta 1939 la
mayoría de los especialistas consideraba que la «arenosa» Pilos de Homero se
encontraba en Trifilia.
En 1919 y 1925 fueron
descubiertas en Mesenia dos tolos con cerámica y huellas de otros tolos. Estos
hallazgos hicieron tambalear la opinión establecida respecto de la ubicación de
la antigua Pilos en Trifilia. Poco después este criterio fue completamente
rechazado.
Durante las excavaciones de
1939, en la región de la bahía de Navarino, sobre la colina Epano Englianos,
fueron encontrados los muros de una construcción de tipo palaciego,
perteneciente a la época micénica, que había sido destruida por un incendio.
Por plano y las medidas, por el estilo arquitectónico, el palacio excavado se
asemejaba a los palacios de Micenas y Tirinto. Aquí fueron descubiertas las
huellas de las murallas, igualmente macizas, de bloques de piedra, pisos
empedrados, paredes de habitaciones interiores y pasillos cubiertas de estuco
con huellas de pinturas al fresco. En todas partes, huellas del fuego que
destruyera el palacio. La cerámica, característica para el final del período
micénico, permitió definir que el incendio destruyó el edificio hacia finales
del siglo XIII. Los habitantes del palacio huyeron y luego el lugar fue
abandonado. De esta manera, los restos del palacio, después del incendio, se
conservaron intactos, lo cual permitió a los arqueólogos esperar valiosos
hallazgos, esperanzas que se vieron justificadas en ese mismo año.
En la parte suroccidental de
la construcción, en un local pequeño, fueron descubiertas 618 tabletas de
arcilla, la gran mayoría con la «escritura lineal B». Estas tabletas y el lugar
en el cual fueron encontradas recordaron vivamente el archivo de Cnosos. Por lo
visto, las tabletas formaban parte del archivo del palacio de Pilos y se
conservaban en cajones de madera. Los goznes de bronce de las cajas yacían allí
mismo al costado. Por su aspecto, las tabletas databan de un hierro no
posterior al siglo XIII a. C.
Durante las excavaciones de
1952 y 1953 fue descubierto el megarón de tipo continental clásico, constituido
por una gran sala con vestíbulo y pórtico de dos columnas. Al lado fue
descubierta otra sala algo menor, estrecho patio lateral y locales pequeños, al
parecer despensas, ya que en ellos fueron encontrados fragmentos de alrededor
de 6.000 recipientes de diferentes tipos. De estos recipientes se conservan en
su integridad no más de 100. Sobre los depósitos, como se puede juzgar por los
restos de los muros, se encontraba todavía un piso más, el cual se derrumbó
durante un incendio. Tanto el megarón como el vestíbulo estaban pintados al
fresco.
En algunos de estos frescos
quedaron intactas las representaciones humanas, como, por ejemplo, combates de
guerreros, procesiones, otros motivos vegetales semiestilizados y diferentes
animales, tanto terrestres como marinos. El piso del megarón estaba revestido
de estuco, ornamentado en forma de tablero de ajedrez. En las partes suroeste y
noroeste del palacio fueron descubiertos corredores, una escalera de veintiún
peldaños que conducía al piso superior, y todavía una serie de locales
destinados a la economía doméstica y a la vivienda; en los primeros había
recipientes. Más allá de los límites del palacio propiamente dicho, en la
ladera suroriental de la colina, fue descubierta la entrada principal, el
propileo (es decir, la entrada de columnas) de madera, con canaletas, de las
cuales se conservan intactas sólo las bases. Fragmentos de objetos de oro y
plata diseminados en el megarón y otros locales restan de las que fueron
riquezas de los habitantes del palacio. No lejos del archivo se ha descubierto
un cuarto en cuyo piso, en grupos separados, se hallaron aproximadamente 300
tabletas cubiertas con «escritura lineal B». A éstas se debe todavía agregar
cerca de 50 tabletas enteras y fragmentadas, que se encontraron en las
excavaciones de 1954.
En la misma región del
palacio las excavaciones arqueológicas localizaron algunas poblaciones
contemporáneas y una serie de tumbas en cúpula, de las cuales se habían
excavado completamente por entonces sólo tres. A semejanza del palacio, no
tenían nada que envidiar a las micénicas. Lamentablemente, una de ellas, en la
cual, al parecer, habían sido inhumanos cerca de doce hombres, resultó muy
destruida por haber servido de base a la casa de un campesino, y las otras
resultaron saqueadas todavía en la antigüedad. Sin embargo, lo poco que quedó
intacto permite formarse un concepto bastante claro acerca de los incalculables
tesoros con los cuales a menudo se sepultaba a los reyes y a sus familiares. En
las tumbas fueron encontrados fragmentos de adornos de oro, cuentas de ámbar,
amatista, oro, pasta de vidrio, toda clase de pendientes, anillos, sellos, etc.
Pilos, según todos los indicios, era tan rica en oro como Micenas, y su
soberano, al parecer, no cedía en riqueza y poder a los míticos reyes de la
Argólida. Toda la comarca colindante de la antigua Pilos era fértil y bien
irrigada, y a juzgar por los datos proporcionados por las exploraciones
arqueológicas, a mediados del segundo milenio a. C. estaba densamente
poblada.
Así, por ejemplo, en la
Mesenia anterior, en los alrededores del sitio en que hoy se encuentra la aldea
de Basílicos, en alta y empinada colina, se descubrió una gran población que se
remonta a principios del segundo milenio a. C. En la época micénica
existió allí un palacio rodeado por moradas de artesanos y posiblemente también
de agricultores; estos puntos poblados recuerdan por su planificación a las
poblaciones de Creta en el período minoico medio.
La tradición griega conserva
el recuerdo de las riquezas y el poder de los gobernantes de Pilos, la mítica
dinastía de los Neleidas. Hasta el presente, a esta tradición, ahora
robustecida por los materiales de las investigaciones arqueológicas, no se le
había prestado la debida atención. La mención en la época homérica de la ciudad
y casa de Néstor siempre se acompañaba de epítetos tales como «opulenta»,
«ricamente adornada», etc. Recordemos también que en la Ilíada se contienen
menciones sobre las exitosas guerras de Néstor con las tribus vecinas de la
Arcadia y la Elida: «... Logramos en aquel campo ricos trofeos que arrebatamos
a los eleos. Capturamos cincuenta rebaños de bueyes e igual cantidad de majadas
de ovejas, lo mismo de piaras de cerdos e innúmeros rebaños de cabras que
apacentaban sobre una gran área, y ciento cincuenta yeguas bayas, muchas con
sus potrillos. Y esa misma noche arreamos el botín hasta Pilos, la ciudad de
Neleo».
Según parece, en la Ilíada no
es por casualidad que se subraya que de todos los participantes en la campaña
de Troya, enumerados en el denominado catálogo de los barcos, los más poderosos
eran el rey de la «abundante en oro» Micenas, el cual trajo consigo cien
barcos, y el más anciano y experimentado de todos los reyes que se prepararon
para la guerra, el rey de la Pilos «arenosa», Néstor, con el cual «noventa»
barcos de empinadas bordas llegaron a Troya. Merece atención también el trecho
del Himno homérico a Apolo referente a los lazos comerciales de Pilos con
Creta: «... vio él (Apolo) en la lejanía del oscuro ponto una velera nave
tripulada por muchos varones excelentes, cretenses de Cnosos, la ciudad de
Minos... con riquezas y mercancías, ellos, en su velera nave iban hacia la arenosa
Pilos, hacia la gente nacida en Pilos».
Al parecer, en el ángulo
suroeste del Peloponeso, en el segundo milenio a. C., existió uno de los
más importantes centros culturales y políticos. He aquí por qué a los términos
científicos habituales, «cultura micénica», «época micénica», hay que
considerarlos como convencionales. Son exactos, pero en el sentido de que las
excavaciones de la antigua Micenas abren por vez primera a la ciencia aquel
período de la historia antigua que fue designada con su nombre.
Escritura en la época
micénica
En el curso de casi medio
siglo, después del descubrimiento de los monumentos de la cultura micénica,
predominó en la ciencia la opinión de que la sociedad de aquella época había
carecido de escritura. En muchos trabajos, inclusive especializados, este
problema era por lo general pasado en silencio. Casi nadie tuvo noción de la
manifiesta falta de correspondencia entre la ausencia aparente de escritura y
el comparativamente alto nivel de desarrollo cultural de la sociedad esclavista
primitiva de Micenas, que formó un Estado y que por lo mismo necesitaba una
contabilidad, por elemental que ella fuera. En la medida en que en las
excavaciones arqueológicas aparecieron poblaciones de la época micénica de la
Grecia continental, pudieron descubrirse recipientes de arcilla y fragmentos
breves con inscripciones dedicatorias con pinturas hechas con instrumentos
agudos. Datan del siglo XV al XII a. C. y prueban que en aquella época el
arte de la escritura era ya conocida.
En 1939 y 1952 fueron
descubiertos un archivo con más de 900 tabletas de arcilla en Pilos y 39
tabletas de arcilla en Micenas, con la «escritura lineal B», que representa un
desarrollo posterior de la escritura lineal A» y que, sin duda, surgió de la
misma, de lo cual da testimonio la coincidencia de muchos signos. Nuevos
hallazgos, ya mencionados, de monumentos y escrituras en casas particulares de
Micenas, en 1953, testimonian en forma bastante convincente la amplia difusión
de la alfabetización.
Los primeros modelos de esta
escritura fueron conocidos por los hallazgos efectuados en Creta, todavía a
comienzos del presente siglo, y predominantemente en Cnosos, donde se
encontraron cerca de 3.000 tabletas. Esta circunstancia creó la convicción
falsa de que la «escritura lineal B», a semejanza de la «A», era cretense.
En el transcurso de un tiempo
considerable, cerca de cuarenta años después del descubrimiento del archivo de
Cnosos, no se logró descubrir en la península balcánica ninguna tableta con
escritura lineal. Inmediatamente después de descubiertas las primeras tabletas
de Pilos por el filólogo alemán Krechmer, se expuso la suposición, más tarde
transmitida por el científico soviético S. I. Lurie, de que estaban escritas en
griego, a lo cual, sin embargo, la mayoría de los científicos no prestó la
debida atención.
Esto contribuye a explicar
por qué Georgiev, que consagró sus trabajos a descifrar la «escritura lineal B»
y a proponer un método correcto de lectura de los textos que la emplearon, no
pudo con todo lograr un éxito definitivo. Expuso que la «escritura lineal B»
tenía letras que no pertenecían a la lengua griega, sino a alguna otra lengua
afín o cercana a la misma.
En 1953, como ya se señaló,
los sabios ingleses Ventris y Chadwick, siguiendo el método de Georgiev,
propusieron otro para descifrar los signos de la «escritura lineal B», que
usaba la población de Pilos y Micenas, definiéndola precisamente como escritura
que transmite palabras y sonidos de la lengua griega arcaica. Esta lengua la
utilizaron los aqueos que estaban en Creta. De esta forma se aclara la
presencia en el palacio de Cnosos del archivo de tabletas lineales cubiertas
con la «escritura lineal B». Por supuesto, los trabajos de Ventris y Chadwick
necesitaban una seria y esmerada verificación. Para esto es necesario, en
primer término, investigar todos los textos, particularmente el sistema de
escritura señalado, de modo que tenemos por delante todavía un gran trabajo, lo
cual no impide que desde ya y ahora se reconozca y aprecie la importancia de
los resultados alcanzados por Ventris y Chadwick en la tarea del desciframiento
de la escritura micénica, resultados que ya recibieron el amplio reconocimiento
de la ciencia.
Aunque todavía es imposible
determinar cuándo y dónde apareció la «escritura linea B», se cree que más bien
surgió en la Grecia continental, donde la cretense «escritura lineal A» se
adoptaba para la lengua griega en el período del florecimiento de la cultura
minoica, es decir, cerca del siglo XVI a. C. Más tarde, con el fortalecimiento
de Micenas y algunas otras ciudades del Peloponeso, la «escritura lineal B» fue
llevada a Creta. Como ya se ha mencionado, precisamente en Creta, en Cnosos,
fueron encontradas las muestras más antiguas de la «escritura lineal B», que
pertenece al período del predominio de los aqueos, es decir, hacia mediados y
finales del siglo XIII a. C.
Lo que se logró establecer
del contenido de las tabletas es bastante limitado. En lo fundamental son
notas, listas, cuentas, etc., en una palabra, documentos de la contabilidad. En
considerablemente menor cantidad hay textos rituales, sobre todo
consagratorios, con enumeración de los sacrificios y presentes ofrendados a los
dioses.
Debido al descubrimiento de
nuevas tabletas con «escritura lineal B» y al trabajo de desciframiento,
adquirió más probabilidades de certeza la suposición enunciada por algunos
científicos soviéticos de que Creta se hallaba bajo el poder de los aqueos y
que desde finales del siglo XV al XIV a. C. la dinastía de los Minos era
griega y no local.
Los portadores de la cultura
micénica
El problema relativo a la
ubicación étnica de los portadores de la cultura micénica, como problema de la
antigüedad de la población de Creta, fue considerado durante largo tiempo uno
de los más complicados, y por muchos uno de los no resueltos de la historia
antigua, y provocaba entre los científicos divergencias esenciales.
En nuestro tiempo, y en
directa relación con el desciframiento de la «escritura lineal B», se ha
afirmado la opinión de que los portadores de la cultura micénica fueron aqueos.
La lectura de las inscripciones de Pilos fundamenta sólidamente esta opinión.
Un lugar destacado en el estudio de este problema lo ocupó también la cuestión
de las migraciones, alrededor del siglo xiv, de un considerable grupo de
aqueos, de Creta y de las costas del Asia Menor. En tiempos relativamente no
lejanos, en las excavaciones de Bogazköy, fueron encontradas tabletas de
arcilla que datan del siglo XIV al XIII a. C., en las cuales aparece
mencionado el reino de «Ahhiyawa».
Algunos científicos
confrontaron de inmediato este nombre con Acaya, el nombre del reino aqueo, y
se estableció la suposición de que una considerable cantidad de aqueos había
emigrado al Asia Menor y fundado allí su Estado. Esta formación estatal, que
resultó de muy corta duración, se situó en la costa sur del Asia Menor, en la
región que más tarde recibió el nombre de Panfilia.
Si esta suposición es
correcta, el reino aqueo, «reino de los Ahhiyawas», en el siglo xvi mantenía
vínculos con el poderoso reino hitita. Desde ese punto de vista, es muy
interesante la observación de los lingüistas que por vía del análisis de
algunos nombres que se encuentran en los mitos griegos descubrieron en ellos
raíces hititas. Después de la caída de los hititas, alrededor del 1200, los
recuerdos sobre su potencia se borraron y los últimos autores griegos, por
ejemplo, Herodoto, no la mencionan en absoluto, pero en los tiempos en que
fueron compuestos los poemas épicos de los griegos, éstos, por lo visto, aún no
habían olvidado a su potente vecino oriental. En la Odisea, por ejemplo, en la
descripción de la hazaña de Neoptólemo, encontramos lo siguiente: «Así a
Aurípilo, hijo de Télefo, con el cobre mortífero abatió y alrededor del joven
jefe todos los heteos cayeron...».
Homero recuerda de esta
manera, en calidad de participantes de las actividades guerreras bajo los muros
de Troya, a los heteos o hititas. A esto puede agregarse que el nombre del
padre del glorificado jefe hitita mencionado por Homero, Télefo, según la
convincente explicación del académico G. Kapansian, es equivalente al nombre
del dios hitita Telefina. Este mismo nombre fue también adoptado por uno de los
reyes hititas. Es cierto que la tradición épica atribuía a Télefo procedencia
griega, pero en esto se puede ver el resultado de la reelaboración mítica
posterior. Es posible, de esta manera, considerar que en la antigua tradición
épica se encontraban reflejados los recuerdos que habían subsistido en algún
tiempo de las relaciones entre aqueos e hititas.
La identificación del «reino
de los Ahhiyawas» con el reino aqueo no es del todo reconocida todavía, y todo
lo antes mencionado sobre los vínculos de los aqueos y los hititas se mantiene
en un terreno hipotético. En cambio, es poco probable que se pueda dudar acerca
de que alrededor del 1400 a. C. los aqueos del Peloponeso conquistaron a
Creta. Por ese entonces tuvo lugar la destrucción de los palacios cretenses. La
catástrofe que se abatió sobre Creta trajo aparejado el traslado de algunas
tribus cretenses a otros lugares. Así, por ejemplo, los licios, que al
principio habitaron en Creta, atravesaron el mar hacia el Asia Menor y se
radicaron en la región que recibió el nombre de Licia.
Cabe pensar, acerca de
Panfilia, que los aqueos penetraron y se radicaron también en la costa norte de
la isla de Chipre, la cual, en relación con esto, fue llamada «el litoral
aqueo». En este sentido, es muy demostrativo que los dialectos panfilios y
chipriotas fueran afines al lenguaje de las poblaciones de la Arcadia, en el
Peloponeso, es decir, la lengua aquea.
Se entiende que mientras
existió el reino hitita, a los aqueos les fue difícil establecerse sólidamente
en la costa occidental del Asia Menor. Pero cuando dicho reino dejó de existir,
grupos aislados de aqueos comenzaron a radicarse en ella. Un indicio, por lo
menos, es el hecho de que en las excavaciones efectuadas en Mileto fueron
encontradas cerámicas del período micénico tardío, del siglo XII. Esto
proporciona algunas bases para suponer que en este lugar existía una población
aquea. Todavía antes de la consolidación de los aqueos en la costa del Asia
Menor, fueron ocupadas por ellos algunas grandes islas, como la de Lesbos. Los
aqueos que habitaron en esta isla descendían, al parecer, de los aqueos del
norte, de Tesalia. Afirmándose en la costa del Asia Menor, los aqueos
emigrantes solamente en raros casos penetraron en el interior del país, que
continuó siendo habitado por la población autóctona. La disgregación del Estado
hitita abrió de esta manera camino hacia la costa occidental del Asia Menor, simultáneamente,
a los aqueos del norte y del sur del Peloponeso. Tanto unos como otros tendían
desde hacía mucho tiempo a cruzar el Helesponto y afirmarse en la Tróade.
Existen motivos suficientes
para pensar que los acontecimientos vinculados con las incursiones
conquistadoras de las huestes aqueas en la Tróade fueron la base histórica para
el tema de la Ilíada. En la epopeya griega se reflejan de este modo, en su
forma específica, los acontecimientos reales que tuvieron lugar en el Asia
Menor del siglo XIII al XII a. C.
Esos acontecimientos que
dejaron su huella en los poemas épicos, y a los cuales a menudo denominamos la
guerra de Troya, fueron por lo visto los últimos grandes acontecimientos en la
historia de los micenios. El reflujo de la población aquea, que se intensificó
hacia el Oriente y el Asia Menor, y al mismo tiempo el aflujo desde el norte de
la península balcánica de nuevas tribus guerreras, fue según parece una de las
importantes causas de la rápida decadencia de la cultura micénica.
Como ya se señaló, la
destrucción del palacio de Pilos, el cual no volvió a revivir, puede situarse
con bastante exactitud en las últimas décadas del siglo XIII a. C. Es
dudoso que pueda considerarse casual la coincidencia de este acontecimiento con
la incursión de los dorios en el Peloponeso, ubicada, según la tradición
antigua, aproximadamente a finales del siglo XIII y principios del XII. A la
luz de las investigaciones arqueológicas ulteriores y no lejanas es difícil
menospreciar la fuerza destructora de esta invasión. Tras ella desaparecieron
los palacios ciclópeos y las tumbas de la época micénica. Por mucho tiempo, y
casi por completo, se interrumpieron los vínculos entre la península balcánica
y otros países, descendiendo en general el nivel de la cultura material. Esto
es particularmente notable en las ramas de la producción de cerámica, donde se
observa en este tiempo el paso del estilo micénico a los más primitivos
protogeométrico y geométrico.
Todo esto muestra que la
sociedad micénica, que ya conocía los procesos de diferenciación social y de
fortuna y la influencia de los mismos, así como las contradicciones del régimen
esclavista, no pudo detener la presión de los conquistadores dorios. Se puede
estar de acuerdo con la opinión de John Thompson, un sabio progresista inglés
que se atiene a posiciones marxistas, quien considera que la victoria de los
dorios se explica por la unicidad de la organización tribal y de las gens. El
hecho es que la cultura micénica, a juzgar por los datos arqueológicos, estaba
difundida entre capas relativamente muy poco numerosas de la población de la
Grecia continental, pues la mayor parte continuaba viviendo en condiciones
incomparablemente más atrasadas del régimen de la comunidad primitiva. De lo
mismo hablan los nuevos datos lingüísticos, en particular algunas observaciones
del científico soviético Lurie, el cual señaló que, en las inscripciones
micénicas descifradas, al final de las sílabas desaparecen las consonantes v,
c, p, con las cuales volvemos a encontrarnos en la lengua griega del período
posterior.
En relación con esto, Lurie
adopta una posición convincente, según la cual la lengua de las inscripciones
micénicas era la lengua de un grupo dominante relativamente pequeño. Entre las
capas amplias de la población se conservaba la lengua que sobrevivió a la
invasión de los dorios y a partir de la cual se desarrollaron los dialectos
griegos posteriores. La desaparición de la escritura micénica casi sin dejar
huellas es un hecho que indudablemente concuerda con estas suposiciones y las
confirma. De esta manera, la falta de interés de las masas populares en la
defensa del Estado, que los aplastaba con lo que sabemos, un papel decisivo en
el éxito de la conquista doria.
Lamentablemente, acerca de
todo esto sólo se puede hacer conjeturas, pues no se conservan noticias de
fuentes históricas que permitan estudiar el ambiente concreto que acompañó a la
caída de Micenas y Pilos. Sea como fuere, del siglo XIII al XII a. C.
dejaron de existir los centros principales de la cultura micénica en el
Peloponeso, y la antigua Grecia entró en un nuevo período de su desarrollo
histórico.
El régimen social de la
sociedad micénica. El Estado.
Del conjunto de datos que se
poseen se desprende como indudable que la sociedad micénica conocía ya la
división en clases y llegó, en su desarrollo, hasta la organización del Estado.
Conocemos poco todavía acerca de las particularidades concretas del Estado
micénico y no podemos establecer si existieron en la época micénica, en el
territorio sur del Peloponeso, formaciones estatales separadas, creyéndose más
bien que se trataba de dos formaciones separadas.
De acuerdo con todos los
indicios, Micenas estaba dirigida por reyes. De las características del poder
de esos reyes sólo podemos formarnos una idea aproximada. En diversos trechos
de la epopeya homérica, que, como se sabe, dejó estampada una serie de
diferentes estadios del desarrollo de la sociedad antigua con sus
particularidades características en lo que se refiere al régimen político, el poder
de los reyes, los basileus, es descrito de distintas maneras. Si en algunos
casos los basileus aparecen en calidad de jefes de tribus que comparten su
poder con el Consejo de Ancianos y el Consejo Popular, en otros, por el
contrario, se subraya su poder absoluto.
Los rasgos reales de la
estructura estatal de Micenas, indudablemente, se deben buscar en la segunda de
esas formas. Es posible que por analogía con la antigua Pilos, acerca de la
cual tenemos mayor cantidad de datos, se pueda juzgar sobre el carácter del
poder real en Micenas. S. I. Lurie, en una publicación reciente, parte de las
interpretaciones de las escrituras de Pilos efectuadas según el método de
Ventris y Chadwick, y traza el complicado cuadro que muestra el desarrollo de
la vida económico—social de la sociedad de Pilos.
Sobre esta base se llega a la
suposición de que en el territorio perteneciente a Pilos existieron grandes
latifundios. El rey (Wanax) y el jefe militar (lawagetas) encabezaban el Estado
de Pilos, tenían el llamado temenos, es decir, la posesión de fincas, cuya
magnitud, de acuerdo con el sistema de Pilos, se definía entre 1.800 y 600
medidas del grano que se obtenía de ellas. Algunos de los funcionarios de
Pilos, teretas, también tenían parcelas equivalentes a 600 medidas de grano, es
decir, iguales a la parcela del jefe del ejército. Es curioso que en las
inscripciones estas tierras aparezcan mencionadas como recibidas «del pueblo».
Grandes latifundios eran propiedad de los templos. Considerables cantidades de
tierra, tanto «del pueblo» como de los templos, se daban en arriendo a grandes
y pequeños arrendatarios. Entre los grandes se encontraban los sacerdotes. En
las inscripciones se menciona a ciertas personas en cuyas manos se ponía el
ganado para que lo mantuvieran y cuidaran. La tierra era trabajada por los
esclavos y la población dependiente (dependencia cuyo carácter no ha sido
aclarado) y por pequeños arrendatarios que tenían parcelas equivalentes a nueve
y diez medidas de grano.
En las mismas inscripciones
se mencionan artesanos: carpinteros, albañiles, alfareros, panaderos, sastres,
joyeros y muchos otros. Teniendo en cuenta los monumentos que conocemos de la
producción artesanal de aquel tiempo, se puede considerar que en la artesanía
micénica la división del trabajo alcanzó un grado de desarrollo
considerablemente más elevado que en la época homérica. Un relativamente alto
desarrollo del intercambio y los continuos encuentros bélicos contribuyeron al
crecimiento dentro de la sociedad micénica de diferencias sociales y de
fortuna. Acerca de esto en particular dan testimonio las tumbas, que reflejan
los diferentes grados del bienestar económico de que gozaban los allí
sepultados: desde las tumbas de los guerreros de fila y los agricultores con
escaso inventario, hasta los lujosos tolos de los reyes.
El Estado de Pilos, según
todos los datos que se tienen, era una monarquía centralizada con un sistema
administrativo desarrollado. La misma ciudad de Pilos y todo el territorio que
pertenecía al Estado en el cual, de acuerdo con la suposición de Lurie, puede
ser incluida una parte de la Arcadia fueron divididos en regiones
administrativas, dirigidas por funcionarios especiales. Las inscripciones
mencionan una serie de tales funcionarios en el centro y en las administraciones
locales, y testimonian que, con la ayuda de estos funcionarios, el Estado
cobraba los impuestos a la población sometida, los que eran pagados en especie:
trigo, mijo, aceite de oliva, uva y también ganado: determinadas cantidades se
mencionan en las inscripciones, aunque no en forma suficientemente clara.
En su conjunto, el régimen
políticosocial de Micenas y de otros Estados aqueos debería ser caracterizado,
al parecer, como esclavista primitivo, cercano en su estructura al cretense.
Tenía muchos rasgos comunes con los Estados esclavistas primitivos del Antiguo
Oriente. Es también posible que la sociedad micénica, por su carácter, según lo
expresan algunos científicos, se asemejara en mucho a la sociedad de los
hititas, con los cuales guerrearon los aqueos.
La cultura micénica
Las ruinas ciclópeas de
murallas y torres, y las tumbas y cementerios de la misma época, fueron
descubiertas como resultado de las excavaciones e investigaciones
arqueológicas, efectuadas no solamente en la Argólida, Mesenia, Elida y
Laconia, sino también en el Ática (en la región de Atenas), Beocia y una serie
de otras regiones de la Grecia europea y la Macedonia.
Los siglos XIV y XII
a. C. fueron el período de más intensa y amplia difusión por todo el
Mediterráneo oriental, no ya de la cultura cretense, sino de la micénica.
Recipientes y otros objetos de estilo micénico de esa época se encontraron y se
encuentran en las diferentes islas del mar Egeo, en la costa tracia, en la
parte occidental del Asia Menor, en Chipre, en Siria, en Egipto, en el sur de
Italia y en Sicilia. Con certeza puede considerarse a todos esos países e islas
como unidos en el tiempo micénico tardío por firmes vínculos económicos y
culturales.
En los últimos tiempos,
gracias a una más exacta demarcación de los monumentos de las culturas micénica
y cretense, especialmente en cuanto a las representaciones existentes que se
refieren al comercio micénico y a los vínculos con los otros países, todo esto
devino considerablemente más definido. Una serie de objetos que se consideraban
antes como enviados a Egipto desde Creta han sido definidos ya como artículos
de los artesanos micénicos. Los vínculos comerciales de Micenas con Egipto
datan de los comienzos mismos del siglo XVI. Algunos investigadores se inclinan
ahora a aceptar el pueblo mencionado en los textos egipcios, el pueblo de
Canebú, no como cretense, como se pensaba antes, sino como micénico.
Es digna de consideración la
hipótesis no probada de acuerdo con la cual los gobernantes micenios ayudaron
al faraón Iajmos (1584—1559 a. C.) en su lucha contra los hicsos. En el
tiempo de Ecnatón (1424—1388), en su capital Aquetatón estaba ampliamente difundida
la cerámica micénica. En los artículos de los maestros micénicos que se
hallaron en Grecia se observa cierta influencia de la cultura egipcia.
En esa época el florecimiento
y la amplia difusión de la cultura micénica en la Grecia continental sobrepasó
a la influencia cretense. Antes, a finales del siglo XVI y XV a. C.,
cuando la influencia de Creta en la Grecia continental era más fuerte, las
influencias culturales micénicas no representaban la traslación mecánica de una
cultura exótica y, por ejemplo, como lo hemos observado ya, en las pinturas al
fresco de las paredes de los palacios de Micenas y Tirinto la técnica artística
cretense se combinaba con temas locales. En la época a que nos referimos ahora
se observa precisamente lo contrario.
Desde finales del siglo XV se
descubren en los frescos de Cnosos huellas de la influencia del arte de la
Grecia continental. Lo mismo puede decirse sobre la cerámica de Creta, que
también experimentó la influencia de las formas y métodos estilísticos
micénicos. En lo que se refiere a la arquitectura y construcción de caminos, la
Grecia continental sobrepasó a Creta.
A la luz de nuevas
investigaciones arqueológicas y del desciframiento de la escritura micénica, es
imposible dejar de plantear el problema de la revisión crítica del punto de
vista que en su tiempo destacó Evans, quien consideraba a la cultura micénica
como una ramificación de la cretense, carente de toda originalidad. Los rasgos
de la profunda originalidad inherente a la cultura micénica demuestran que en
la Grecia continental existían firmes tradiciones propias, que tenían sus
raíces en la remota antigüedad, es decir, su propio camino de desarrollo. La
invasión doria retardó este desarrollo durante cierto tiempo, e hizo retroceder
a la Grecia continental, pero no lo interrumpió. El período que siguió a la
época micénica heredó mucho de ésta. Por ejemplo, instrumentos de trabajo, como
el arado, la rueda de alfarero, veleros, algunos tipos de armas, etc. Pero lo
principal es que el período que siguió al micénico, llamado período homérico,
era ya de la Edad del Hierro.
La religión micénica
Hasta no hace mucho nuestros
conceptos sobre la religión micénica se basaban casi enteramente en los
materiales de las investigaciones arqueológicas y las excavaciones. Puesto que
muchos de los monumentos arqueológicos en mayor o menor medida reflejan las
concepciones religiosas micénicas del tiempo correspondiente al período de la
mayor influencia de Creta sobre la Grecia continental, muchos científicos
llegaron a la conclusión de que había afinidad entre la religión micénica y la
cretense. Es dudoso que esta opinión pueda ser hoy admitida sin una revisión
crítica, particularmente cuando en las tabletas halladas en Pilos se leen los
nombres de los dioses, bien conocidos por nosotros, de la religión posterior de
los griegos: Zeus, Hera, Poseidón, Ares, Dionisos.
Si estos nombres han sido
leídos correctamente, cabe llegar a la conclusión de que el panteón de los
dioses del Olimpo comenzó a crearse ya en la época micénica entre la población
aquea que sobrevivió a la invasión doria, y fue luego heredado por la sociedad
homérica. Todo indica que al lado de estos exponentes religiosos del tiempo
micénico subsistían muchas supervivencias del antiguo fetichismo. No cabe duda
de que en la sociedad micénica alcanzaron amplia difusión la creencia en la
vida de ultratumba y el culto de los muertos, de los cuales son testimonio las
tumbas micénicas. A juzgar por algunos hallazgos casuales de restos de
cadáveres en estas tumbas, es probable que los antiguos micenios conocieran
algunos métodos de embalsamamiento según el sistema egipcio.
Próximo Capítulo: Las antiguas poblaciones Griegas
Próximo Capítulo: Las antiguas poblaciones Griegas
Bibliografía
Asimov, Isaac Los Griegos Historia Universal. ISBN:
9789504002468
Bagnall,
Nigel. The Peloponnesian War: Athens, Sparta, And The Struggle For Greece,
Nueva York: Thomas Dunne Books, 2006, ISBN 0-312-34215-2).
Beye,
Charles Rowan (1987). Ancient Greek Literature and Society (2.ª edición).
Ithaca, Nueva York: Cornell University Press. ISBN 0-8014-1874-7. «Sabemos
poquísimo sobre el período entre la llegada de los griegos a su tierra
histórica y los principios de su historia registrada en los siglos VIII y
VII a. C. Parece que entraron a la actual Grecia hacia el fin del
tercer milenio, bajando a la península balcánica desde las actuales Albania y
Yugoslavia.»
BOWRA, C. M.:
La Atenas de Pericles, Alianza Ed., Madrid, 1988.
Cawkwell,
G.L. Thucydides and the Peloponnesian War. London: Routledge, 1997, ISBN
0-415-16430-3; ISBN 0-415-16552-0).
Davis
Hanson, Victor (1999). Les guerres grecques, 1400-146 av. J.-C., traduccción de
Laurent Bury, París: Autrement, Le Club Du Livre, prólogo. ISBN
978-28-626-0972-0.
Ducrey,
Pierre. Guerre et guerriers dans la Grèce antique, Hachette Littératures, coll.
Pluriel, Paris, 1999 (réédition), ISBN 2-01-278986-2.
Fernández
Nieto, F. J., Los reglamentos militares griegos y la justicia castrense en
época helenística, Symposion, 1995.
Garlan,
Yvon, La Guerra en la antigüedad, Alderabán Ediciones, 2003, ISBN 84-95414-31-7.
Görlich,
Ernst Joseph (1973). «La herencia de Alejandro Magno: Roma». Historia del mundo
(5.ª edición). Barcelona: Ediciones Martínez Roca. p. 70. ISBN 84-270-0093-6.
«Tesis del erudito vienés Fritz Schachermeyer, publicada en su libro de 1955: Las
más antiguas culturas de Grecia».
Grant,
Michael (1995). «Too little economic and social history». Greek and Roman
historians: information and misinformation. Routledge, 1995. ISBN 9780415117708.
Pomeroy,
Sarah B. (1999). Ancient Greece: a Political, Social, and Cultural History. Oxford
University Press. ISBN 9780195097429.
Struve,
Vasili Vasílievich (1985). «El medio griego». Historia de la antigua Grecia.
Madrid: Sarpe. pp. 14-27. ISBN 84-7291-976-5
Pou,
Bartolomé. Notas de la segunda edición de los Nueve libros de la Historia,
Ediciones «El Ateneo», Buenos Aires.
Hall,
Jonathan M. (2007). A history of the archaic Greek world, ca. 1200-479 BCE.
Wiley-Blackwell. p. 57. ISBN 9780631226673.
Hidalgo de
la Vega, María José; Sayas Abengochea, Juan José; Roldan Hervás, José Manuel
(1998). «Geografía de Grecia». Historia de la Grecia antigua. Salamanca:
Ediciones Universidad de Salamanca. ISBN 84-7481-889-
Herman
Hansen, Morgen (2006). The Shotgun Method: The Demography of the Ancient Greek
City-State Culture. Columbia: University of Missouri Press. ISBN 978-0-8262-1667-0.
Consultado el 16 de abril de 2010.
Hilgemann,
Werner (1979). «Antigüedad — Grecia / período micénico (h.
2500-1150 a. C.). Migraciones». Atlas histórico mundial: de los
orígenes a la Revolución Francesa (9.ª edición). Madrid: Istmo. p. 47. ISBN 84-7090-005-6.
Holland, T.
Persian Fire, ISBN 978-0-349-11717-1, pp. 69-70.
Holland, T.
Persian Fire, ISBN 978-0-349-11717-1, pp. 131-138.
Iglesias,
Luis García. Los orígenes del pueblo griego pp. 95-100, Madrid: Síntesis, 2000,
ISBN 84-7738-520-3.
Javier
Murcia Ortuño, 2017, Editorial:
ALIANZA EDITORIAL. ISBN: 788491046417
Jenofonte, Anábasis
vii.1.33.
Kagan, The
Peloponnesian War, 488.
Fine, The
Ancient Greeks, 528–33.
Kagan, The
Peloponnesian War, Introducción XXIII–XXIV.
Clogg,
Richardo. Historia de Grecia. Cambridge University press. ISBN 84 8323 040
2.
Kallet,
Lisa, Money and the Corrosion of Power in Thucydides: The Sicilian
Expedition and its Aftermath. Berkeley: University of California Press,
2001 (tapa dura, ISBN 0-520-22984-3).
Konstam,
Angus (2003). Historical Atlas of Ancient Greece. Thalamus. pp. 94-95. ISBN 1-904668-16-X.
MOSSE, C.:
Historia de una Democracia:
Atenas, Akal Universitaria, Madrid, 1987.
Neil Arun
(7 de agosto de 2007). «Alexander's Gulf outpost uncovered» (en inglés). BBC
News. Consultado el 18 de marzo de 2010.
Nick
Fisher, Aeschines: Against Timarchos, «Introduction», p. 27; Oxford University
Press, 2001.
Nick
Fisher, Aeschines: Against Timarchos, «Introduction», p. 26; Oxford University
Press, 2001.
Pedro
Guevara, «Democracia multirepresentativa», en Revista de la Facultad de
Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela 112
(1999), Universidad Central de Venezuela, pp. 85-123.
PICAZO, M.:
Historia del Mundo Antiguo, vol.
23: Griegos y Persas en el Egeo,
Akal, Madrid, 1989.
Sarah B.
Pomeroy, Stanley M. Burstein, Walter Donlan and Jennifer Tolbert Roberts, Ancient
Greece: A Political, Social, and Cultural History, Oxford: Oxford University
Press, 1999. ISBN 97-80-1953-0800-6
Sealey,
Raphael (1976). A history of the Greek city states, ca. 700-338 B.C. University
of California Press. pp. 11-12. ISBN 9780631226673.
Sealey,
Raphael. Op. cit. p. 14.
«Slavery in
ancient Greece», en Britannica Student Encyclopædia (en inglés).
Thomas
R. Martin: An Overview of Classical Greek History from Mycenae to Alexander (Panorama
de la historia de la Grecia Antigua desde la época micénica hasta la de Alejandro)
Texto en inglés en el Proyecto Perseus
SNODGRASS, A.: Archaic
Greece. The Age of Experiment, London,
1980.
Thomas R.
Martin: Ancient Greece from Prehistoric to Hellenistic Times (La
Antigua Grecia desde los tiempos prehistóricos hasta el período helenístico),
Yale University Press, 1996. ISBN 0-300-06956-1. Acompaña a las fuentes en
línea del Proyecto Perseus.
Thomas R.
Martin. «An Overview of Classical Greek History from Mycenae to Alexander». Perseus
Digital Library (en inglés). Universidad Tufts. Consultado el 30 de marzo de
2010.
William
Armstrong Percy III, «Reconsiderations about Greek Homosexualities», en Same-Sex
Desire and Love in Greco-Roman Antiquity and in the Classical Tradition of the
West, Binghamton, 2005; p. 47.
W.
Schieder: «Real slave prices and the relative cost of slave labor in the greco-roman
world», en Ancient Society, vol. 35, Peeters Publishers, 2005.
Vasili
Vasílievich Struve: Historia de la antigua Grecia. Biblioteca Tercer Milenio —
Grecia antigua
No hay comentarios:
Publicar un comentario