CAPÍTULO III
LAS ANTIGUAS
POBLACIONES GRIEGAS EN LA PENÍNSULA BALCÁNICA Y EN EL ASIA MENOR
1. Migraciones de las tribus en el último tercio
del II milenio a. C.
Del siglo
XIII al XII a. C., en la península balcánica y en el Asia Menor se
produjeron grandes migraciones de tribus, en el curso de las cuales fueron
sometidos a destrucción los reinos de Micenas y Creta, y destruida Troya,
produciéndose grandes cambios económico-sociales y culturales en la cuenca del
mar Egeo.
El
resultado de estas migraciones tribales se hizo sentir más allá de los límites
del mundo creto-micénico. Aceleró la división del reino hitita, minó
definitivamente el dominio de los faraones de la XX dinastía en Palestina y
Fenicia y determinó, según la suposición de muchos científicos, la migración de
los etruscos desde el Asia Menor a la península apenina, migración que tuvo tan
importantes consecuencias para la antigua Italia.
En la
literatura histórica soviética, la significación de estos grandiosos procesos
migratorios no era, hasta hace poco, estimada y a veces incluso se la ignoraba.
Esto se
debió a la influencia de las concepciones de N. I. Marr, quien rechazaba o
minimizaba la significación histórica que tenían las migraciones.
Debe
dejarse constancia, sin embargo, de que N. I. Marr y sus continuadores no eran
originales en estos problemas. Ya a finales del siglo XIX el historiador
burgués alemán I. Beloch intentó negar las migraciones dorias y afirmó que las
tribus griegas eran autóctonas de los sitios en que se las halla en el primer
milenio anterior a nuestra era.
El
desplazamiento de las tribus en la cuenca del mar Egeo pasó a realizarse en
gran escala en la segunda mitad del segundo milenio a. C. Por ello, se lo
analiza como fenómeno regular, condicionado por el desarrollo económico
desigual de las diferentes regiones.
De impulso
básico a esas migraciones sirvieron los movimientos de las tribus dorias que
habitaron originariamente en la periferia septentrional del mundo aqueo y se
dirigieron de allí hacia el sur desplazando a los aqueos y a los cretenses. La
causa de estos movimientos migratorios fue el desarrollo de las fuerzas
productivas, que provocó la primera gran división social del trabajo y, como
resultado de ello, la división social, la aparición de la propiedad privada y
la tendencia a la conquista de tierras, esclavos, ganado y otros bienes.
De este
modo, las migraciones masivas de las tribus dorias se operaron en medio de la
descomposición interior del régimen de la comunidad gentilicia primitiva,
cuando eran inevitables las guerras de conquista: «La guerra hecha en el pasado únicamente para vengar la usurpación o con
el fin de extender un territorio que ha llegado a ser insuficiente, hácese
ahora sin más propósito que el saqueo y se convierte en una industria
permanente.»
Mapa de las
migraciones griegas.
2. La antigua tradición sobre las migraciones de
las tribus en el último tercio del II milenio a. C.
De las migraciones
dorias dan noticia los autores antiguos, que se valieron principalmente de
mitos y leyendas acerca de los héroes y, en parte, de datos toponímicos. Es
comprensible que debemos utilizar con precaución estas noticias y someterlas a
una crítica cuidadosa. No obstante, la dirección general que siguió la
migración y sus principales etapas no provocan dudas. En lo que respecta a la
fecha de estas migraciones, los autores antiguos la hacen coincidir con el
final de la guerra de Troya: «Hasta
después de la guerra de Troya señala Tucídides, en la Hélade se operó el
desplazamiento de los habitantes y de las nuevas poblaciones, de tal manera que
ese país conoció el reposo y por ello no prosperaba.»
La
tradición antigua conservó un recuerdo nítido de las migraciones de los
tesalios de Epiro a la región que recibió de ellos su nombre. Después de esto,
los beocios por ellos desplazados invadieron a su vez la Cadmea, se apoderaron
de ella y a su turno la denominaron Beocia.
Todos estos
acontecimientos, tan acordes con los cálculos de Tucídides, tuvieron lugar
dentro de los sesenta años que siguieron a la caída de Ilion; esto es, si se
toman en cuenta los datos de la tradición de la guerra de Troya (1194—1184
a. C.), ya a finales del siglo XII a. C.
Es entonces
cuando, de acuerdo con los datos de la tradición antigua, comienza el más
grandioso movimiento migratorio de las tribus dorias. Tucídides sitúa la
conquista del Peloponeso por los dorios ochenta años después de la caída de
Ilión, es decir, en 1104. Sócrates y Eforo dan una fecha más tardía: 1069. En
ambos casos, estos datos tradicionales se deben analizar solamente como jalones
cronológicos aproximados. Existen, como ya hemos mencionado, sólidas bases para
pensar que la migración doria tuvo lugar a finales del siglo XIII. Por lo
visto, esto se vinculó con las migraciones anteriormente mencionadas de los
tesalios y beocios.
La
tradición antigua explica estas migraciones masivas por las luchas de poderosos
héroes, forjadores del derecho hereditario, como si anteriormente les hubiera
pertenecido a ellos la tierra. En particular, la tradición acerca de las
invasiones dorias en el Peloponeso estaba estrechamente entrelazada con las
leyendas sobre la denominada «vuelta de los heráclidas», en las cuales se
cuenta cómo Heracles (Hércules) luchó por la posesión del Peloponeso y cómo sus
descendientes, los heráclidas, lo hicieron al frente de las tribus griegas y
dorias que invadieron dicha región.
El fondo
social de estos relatos mitológicos es completamente claro. Los basileus de
Argos, Esparta y Mesenia tendieron a elevar su autoridad y fundar su derecho en
los territorios conquistados, haciendo referencia al derecho divino de sus
antepasados. Y he aquí que fue creada una complicada y artificial genealogía
que hace remontar la ascendencia real a Heracles, el héroe divinizado sobre
cuyas hazañas se elaboraron tantos mitos. Es característica de la tradición
antigua trazar una severa distinción entre los dorios y los heráclidas.
Heracles se presenta como un héroe aqueo cuya estirpe se emparenta con Perseo;
se alía con Egimios, hijo de Doros, fundador de las tribus dorias, y recibe de
él la tercera parte del reino. El hijo de Heracles, Hilos, desterrado del
Peloponeso, se aleja hacia el norte, hacia los dorios, y comparte del poder con
los hijos de Egimios: Pánfilo y Dímano. Los descendientes de Hilos reciben el
nombre de híleos, y las otras dos tribus dorias, dímanos y panfilios, son
denominadas así en honor de sus ascendientes, los hijos de Egimios.
Por medio
de estas genealogías artificiales, los jefes dorios trataron de probar, costara
lo que costase, su origen aqueo. Incluso muchos siglos después, cuando las
migraciones dorias eran ya cosa de un lejano pasado, el rey de Esparta,
Cleómenes I, declara con orgullo a una sacerdotisa de Atenas: «no soy dorio,
sino aqueo». Por supuesto, es muy posible que los dorios admitieran en su seno
algunas gens aqueas. Incluso el nombre de las tribus de los pánfilos es
interpretado por ciertos investigadores como «gentes de todas las tribus», pero
es sugestivo que precisamente los basileus tendieran a remontar su origen no
hacia los conquistadores, sino hacia las tribus vencidas. En esto puede ser que
se hiciera sentir el recuerdo de la más elevada cultura aquea del tiempo
micénico.
El mito de
los heráclidas que pretendían la herencia de sus ascendientes Heracles y Perseo
parecía muy convincente a la mayoría de los autores griegos como explicación de
la invasión del Peloponeso por los dorios. Solamente Tucídides tendió a
descubrir las causas más profundas y reales de este acontecimiento. Antes de la
guerra de Troya y también largo tiempo después de su destrucción, escribe, en
la Hélade no hubo sedentariedad. «Por lo
visto, el país que hoy se denomina Hélade está poblado desde no hace mucho
tiempo. Antiguamente tuvieron lugar en él migraciones y cada pueblo dejaba
fácilmente su tierra, siendo desplazado por otros pueblos, cada vez en mayor
número». Tucídides explica claramente estos choques entre las tribus, por
causas puramente económicas: «la tendencia al lucro condujo a que los débiles
llegaran a ser esclavos de los más fuertes, así como las ciudades más
poderosas, apoyándose en su riqueza, subyugaban a las más pequeñas». Sin
embargo, Tucídides hace notar otras veces cómo regiones más desarrolladas en el
sentido económico fueron sometidas a los ataques de sus vecinos más retrasados.
«Si gracias a la feracidad del suelo escribe
el poder de algunas tribus estaba creciendo, entonces se engendraron
desacuerdos internos que las llevaron a la perdición y, al mismo tiempo,
provocaban atentados por parte de las tribus exteriores.» De esta manera,
Tucídides subraya la desigualdad del desarrollo económico—social de las
diferentes partes de Grecia y llama la atención acerca de cómo la lucha social
(que él denomina discordias internas) facilitaba en las entrañas de la sociedad
más desarrollada la invasión de las tribus más atrasadas.
3. La cuestión de las primeras poblaciones dorias
La cuestión
de la patria original de las primeras tribus dorias es muy complicada y
confusa. Los autores antiguos dan nombres diferentes de comarcas montañosas de
la parte septentrional de Grecia como lugar de su más antigua residencia. Al
mismo tiempo, se señala la ausencia en los dorios de una sedentariedad estable.
Así, de
acuerdo con Herodoto, ellos ocuparon en tiempos inmemoriales, «en la época del rey Deucalión», mítico
contemporáneo del diluvio universal, la Ftiótida, en el sur de Tesalia; después
se trasladaron hacia el norte, a la Hestiótida, al pie del Osa y del Olimpo, de
donde fueron desplazados por los cadmeos, y se asentaron en el Pindo.
Estas
noticias son en parte confirmadas por otros autores. Píndalo, que utilizara
fuentes anteriores (por ejemplo, los poemas de Hesíodo), también busca la
patria de los dorios en la región de la cordillera del Pindo. Diodoro de
Sicilia, mucho más detalladamente que Herodoto, dilucida la permanencia de los
dorios en la Ftiótida recurriendo a toda clase de tradiciones.
Sin
embargo, todos esos sitios no fueron los emplazamientos primitivos de las
tribus que nos interesan y es sintomático que la geografía homérica, en
particular la interesante descripción de los participantes en la guerra de
Troya, en la segunda canción de la Ilíada, ignora por completo todo el ciclo
legendario en que se apoyan los autores precitados, aunque el mismo nombre de
dorios era ya conocido para los creadores de la época homérica. Por extraño que
parezca, las antiguas menciones sobre los dorios se vinculan con la isla de
Creta.
En la
Odisea leemos: «En medio del inquieto mar
existe una tierra hermosa y fértil, Creta, rodeada por todas partes de agua,
isla abundante en hombres y ciudades, de las que cuenta hasta noventa. En ellas
se hablan y escuchan diversidad de lenguas, pues moran allí los aqueos; los
magnánimos cretenses, sus naturales; los cidonios, los dorios de cabellos
crespos, divididos en tres tribus, y los divinos pelasgos. Entre las ciudades
se halla Cnosos...»
De este
modo, según la Odisea, resulta que ya en la remota antigüedad, cuando en los
principales centros de la isla, como Cnosos, estaban todavía establecidos los
antecesores de los griegos, los pelasgos, penetraron los dorios, desplazando
más tarde a los antiguos habitantes o asimilándose a ellos.
Algunos
investigadores suponen que los primeros pobladores dorios ocuparon la parte
oriental de Creta. Tal se desprende de los datos arqueológicos (hallazgos de
espadas del tipo septentrional en esta parte de la isla) y de la nomenclatura
geográfica. Las ciudades de Hierapitna y Día en la región señalada corresponden
con Di y Pinda, en el sur de la Macedonia meridional.
En la
vecindad de la Ftiótida debe buscarse el lugar de origen de los dorios.
Partidarios
de esa hipótesis (Veid, Dyer y otros) señalan que ello se explica muy bien por
la ausencia de menciones de los dorios en el segundo canto de la Ilíada. La
presencia de tribus que vivían al norte del Olimpo y en el oeste de Tracia no
era tomada en cuenta, ya que las mismas no se habían aliado ni con los aqueos
ni con los troyanos.
4. Dirección y etapas básicas de las migraciones
dorias
La
vanguardia de los emigrantes dorios se desplazó hacia el sur, al parecer por
vía marítima. El mar Egeo, sembrado de islas, no presentaba mayores obstáculos
para sus migraciones, ni aun tomando en cuenta el primitivismo de las
embarcaciones de aquel entonces. Quizá no sea casual que las primeras noticias
sobre los dorios en los poemas homéricos aparezcan ligadas precisamente con las
islas de Creta y de Rodas.
En el
segundo canto de la Ilíada, si bien los dorios no son mencionados directamente,
hay un interesante relato acerca de su jefe Tlepólemo, hijo de Heracles, que
mató a su tío y, temiendo la venganza de los parientes, abandonó la patria con
un gran ejército para peregrinar por los mares: «Por fin pudo llegar a Rodas el peregrino que tantas penalidades ha
sufrido, y allí se estableció con los suyos, formando tres tribus, y se
hicieron querer por Zeus, que reina sobre los dioses y los hombres».
La
característica división doria en tres tribus que existían en Rodas y la
pertenencia del jefe al clan de los heráclidas confirman este testimonio épico,
tanto más cuanto que en tiempos posteriores la población de esta isla fue
doria.
De este
modo se pueden trazar, claro está que como suposición, las primeras etapas de
la migración doria: desde el sur de Macedonia, una de las corrientes se
trasladó por mar a las islas de Creta y Rodas y la otra por vía terrestre a
Tesalia y Epiro. Habiendo atravesado el desfiladero de las Termópilas, ocuparon
la Driópida, cuyo nombre cambiaron por el de Dórida.
Beloch,
sometiendo a dura crítica la tradición antigua, afirma que existe una
consonancia casual que hace mucho tiempo condujo a la creación de la leyenda
sobre el origen septentrional de los dorios del Peloponeso. Señala
particularmente la insignificancia de territorio y la pobreza de la Dórida,
considerando que allí no podía haber alojamiento y sostén para tribus
numerosas. Sin embargo, contra semejante argumentación del investigador alemán
fueron formuladas objeciones de mucho peso por el historiador soviético
Schmidt. En primer lugar llamó la atención acerca del hecho de que las
fronteras de la Dórida no siempre fueron tales como en la época clásica. En la
antigüedad esta región podía haber sido mucho más amplia. Por otra parte, la
cantidad de los dorios en el siglo XII no es posible imaginarla como
particularmente numerosa. La Dórida continuó siendo dórica en los tiempos
posteriores, y los espartanos, considerándola su metrópoli, tomaron por deber
prestarle ayuda militar en caso de guerra con sus vecinos.
Cabe pensar
que es dudoso que la permanencia de las tribus dorias en la Dórida haya sido
prolongada. Dicha región era para la mayoría de los inmigrantes tan sólo un
sitio de tránsito en la ruta hacia el Peloponeso y únicamente una minoría se
establecía allí sólidamente.
Al parecer,
de la Dórida los dorios se dirigieron al Peloponeso. De acuerdo con la
tradición arcadia, trataron primero de abrirse camino en la península por
tierra, a través del istmo, pero la tentativa fracasó. Muchos siglos después,
en la época de la guerra greco-persa, los tegeotas narraban con orgullo la
hazaña de su jefe, Equemo, que mató en duelo a Hilos, héroe epónimo de una de
las tribus dorias. Según la leyenda, después del primer fracaso, los
conquistadores eligieron la vía marítima, medio por el cual obtuvieron esta vez
pleno éxito. Con ayuda de los locrios, que traicionaron a los aqueos, navegaron
a través del golfo de Corinto, desde Naupacta hasta el promontorio del Riy y
penetraron en el interior de la península. Pasaron sin detenerse por Acaya y
Arcadia, y ocuparon las regiones más densamente pobladas del Peloponeso:
Argólida, Laconia, Mesenia y el istmo.
La conquista
siguió gradualmente. La invasión terrestre fue reforzada por embarcaciones que
navegaban por el Egeo. La invasión en el istmo de Corinto comenzó con el
desembarco en Soligeios, en la orilla del golfo Sarónico. En la conquista de
Argos, el punto de apoyo de los dorios fue el punto costero denominado
Temenión. Megara fue conquistada en una época considerablemente posterior en
relación con Corinto, y la colonizaron inmigrantes dorios (dorización). La
Argólida fue asimilada por los dorios también gradualmente. La población local
conservó los derechos civiles y formó tribus complementarias que se unieron a
las tres tribus dorias. Por vía pacífica fueron asimiladas Flionte, Trecene y
Sición; los habitantes de esas ciudades compartieron sus tierras con los forasteros
y ulteriormente se fundieron con ellos. En otros casos, los aqueos emigraron de
su patria, como, por ejemplo, sucedió en Epidauro. Sea como fuere, después de
la conquista de Argos, los dorios no encontraron significativa resistencia en
la parte nororiental del Peloponeso. Mucho más lentamente, y con muchos
obstáculos, se produjo la asimilación de la Laconia.
En la parte
occidental del Peloponeso, los dorios poblaron la Mesenia, en un proceso acerca
de cuyos acontecimientos tenemos pocas noticias, ya que la tradición mesenia
está muy desfigurada por las posteriores, que se refieren al tiempo de la
guerra con Esparta y al período que siguió al establecimiento de la
independencia de Mesenia (370 a. C.). En dicha tradición se menciona la
formación en territorio mesenio de una ciudad doria, Esteníclaros, que jugó el
mismo papel que Esparta en la Laconia. Es posible que la consolidación de los
dorios en Mesenia se produjera sólo después de su conquista por los espartanos
(XI a. C.).
Más allá de
las fronteras del Peloponeso, los dorios poblaron una serie de islas (Creta,
Egina, Tera, Rodas y otras) y al suroeste las costas del Asia Menor (ciudades
de Cnido, Halicarnaso y otras). En Creta y Rodas se instalaron desde muy
temprano, pero su predominio en esas islas se consolidó solamente después de la
colonización del Peloponeso.
Las
migraciones dorias determinaron, y en lo fundamental y por un largo tiempo, la
ubicación de las tribus griegas. Los aqueos se conservaron como grupo étnico
aislado tan sólo en la Arcadia, región montañosa que no tiene salida al mar y
por lo mismo el más aislado en la Grecia meridional. Allí se continuó
utilizando el dialecto aqueo. La masa fundamental de la población local del
Peloponeso fue asimilada completamente por los dorios. Una parte de los aqueos
emigra hacia el Ática, las islas de Creta y Chipre, pero solamente en esta
última conservaron su dialecto.
Durante la
invasión doria se separó definitivamente de las tribus el grupo jonio, que más
tarde desempeñaría papel tan importante en la historia de Grecia. Su más
antigua residencia es fijada por la tradición en el Ática y en la Acaya. De
esta última fueron desplazados por los aqueos, los cuales, a su vez, lo fueron
por los dorios. La afluencia de las tribus del Peloponeso aceleró la posesión,
por los jonios, de la parte sur del Ática, donde al principio habían existido
en gran número los pelasgos. Más adelante, los jonios poblaron casi todas las
islas del mar Egeo y parte de las costas del Asia Menor.
El cuarto
gran grupo de las tribus griegas, los eolios, todavía antes de la emigración de
los dorios ocuparon Tesalia y Beocia, y más tarde colonizaron Lesbos y la
Eólida. La agrupación de las tribus en el territorio noroeste no cambió
esencialmente. Sólo de los lugares cercanos al mar, donde se fundaron las
colonias dorias (corintias), fueron desplazados los habitantes locales.
5. Los griegos y los pueblos del Asia Menor
Aún antes
de la migración masiva descrita, las tribus aqueas consiguieron radicarse en el
Asia Menor, donde al parecer ya entonces fundaron Mileto, que más tarde se
convirtió en jónica. En el siglo XIV a. C. los aqueos son mencionados en
sus documentos por los hititas como vecinos occidentales de su reino. En los
comienzos del siglo XIII, el rey hitita Dudjali condujo una guerra victoriosa
contra el aqueo Atarisias.
Los mitos
griegos, a su vez, también se refieren a las regiones pobladas por los griegos,
a frecuentes migraciones desde Grecia al Asia Menor en una remota antigüedad.
Así, el mítico héroe Belerofonce, que emigró de Corinto al Asia Menor, donde
gobernó junto con el rey Iobates de Licia, permaneciendo allí hasta el fin de
su vida, no obstante lo cual su nieto Glauco recuerda su origen aqueo. El héroe
arcadio Télefo también emigró al Asia Menor y se estableció como rey de Misia.
Su hijo Eurípilo es mencionado en la Odisea en calidad de rey ceteo,
seguramente de los hititas. (Reiteramos que es probable que el nombre de
Télefo, de acuerdo con la opinión de algunos investigadores, corresponda al
nombre hitita Telefina.)
Después de
la desintegración de los hititas, las potencias griegas mantuvieron estrechos
vínculos con Frigia y Lidia. Según parece, el acervo mitológico griego incluía
temas de la epopeya de las tribus del Asia Menor. Existen elementos que
permiten suponer que las tribus griegas, conjuntamente con las del Asia Menor,
realizaron campañas en Palestina y Egipto. Es sabido, por ejemplo, que
alrededor del 1250 a. C., en Egipto irrumpieron los aqueos y los etruscos
(cuya patria era la Lidia, según la afirmación de Herodoto), así como los
antepasados de los lidios y otros.
Los ataques
contra Egipto de los pueblos del Norte, marítimos, se repiten a comienzos del
siglo XII a. C., en tiempos de Ramsés IV. Esta vez, junto a los aqueos
encontramos a los pelasgos y carios. Así también estas tribus pangriegas de la
cuenca del Egeo, bajo la presión de los dorios, se precipitaron sobre Egipto y
Palestina. Una parte se asentó en la costa palestina, pero en el valle del Nilo
no lograron éxito. Las inscripciones de Meneftah y Ramsés IV hablan de su
completa derrota, de lo cual tenemos referencias indirectas por uno de los
relatos de la Odisea, que habla de una desafortunada invasión de cretenses a
Egipto y con toda franqueza describe el carácter rapaz de esa expedición: «De
pronto se encendió en los cretenses el salvaje desenfreno y, enloquecidos,
robaron los campos feraces de los habitantes pacíficos de Egipto; se
abalanzaron a raptar a las mujeres y niños de corta edad, y a matar
bestialmente a los varones. La alarma llegó hasta los habitantes de la ciudad.
Por la mañana temprano, un fuerte ejército...», a cuyo frente estaba el faraón,
derrotó a los cretenses.
De esta
forma, los documentos orientales están completamente de acuerdo con la
tradición griega acerca de las migraciones masivas en la mitad oriental del
Mediterráneo durante los siglos XIII y XII a. C. La guerra de Troya y la
migración doria, la colonización del Asia Menor y la derrota de los «pueblos
marítimos» en Egipto y Palestina fueron etapas separadas de estas migraciones
masivas. La historia de Grecia en el período analizado no puede ser desprendida
de la del Asia Menor.
A la
mitología griega se transmitieron muchos temas hititas, lidios y frigios. En el
arte griego se advierten no pocos elementos orientales. En particular, la
representación de la Esfinge en forma de león alado con rostro de mujer, que se
remonta a un prototipo diferente del egipcio. El famoso gorro frigio era un
típico tocado hitita. De esta manera, la influencia de la cultura oriental (del
Asia Menor, Fenicia y Egipto) dejó ciertas huellas en el desarrollo posterior
de la cultura griega.
El momento
culminante de las migraciones que describimos más arriba lo constituyeron las
migraciones a Italia de los etruscos, los cuales, como fehacientemente lo
prueba el investigador búlgaro B. Georgiev, descendían de los troyanos.
Próximo Capítulo: La Grecia de Homero
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