Archivo del blog

sábado, 4 de noviembre de 2017

Capítulo 16 - Los Fenicios


Los Fenicios:
Sus ciudades – Organización política y social – Su imperio marítimo-comercial – Religión y cultura – El alfabeto y su evolución – La problemática de los textos fenicios – Cartago – Las colonias fenicias de Occidente. 

Fenicios
Pueblo de la Antigüedad, instalado en la comarca costera que se extiende desde el Monte Carmelo hasta la desembocadura del Nar el Kebir. Los griegos, posiblemente desde tiempos micénicos, llamaron fenicios a los pobladores del país de Canaán.
 Etimológicamente, la palabra proviene del griego phoinix, que significa ¿púrpura?, y es una derivación del nombre que los fenicios se daban a sí mismos desde, al menos, el III milenio a.C. Canaán era, en efecto, la ¿tierra de la púrpura? la región de la costa del Mediterráneo que se extendía desde Tell Sukar hasta Gaza, y que actualmente abarcaría la mayor parte de la superficie del Líbano y parte de Siria y Palestina. La tierra de Canaán era en tiempos de los fenicios una estrecha franja costera delimitada por accidentes geográficos que la aislaban del interior: el mar al oeste, los desiertos de Siria y Arabia al sur y al este, y las cordilleras del Líbano bordeando como un gran farallón la costa, de tal forma que sólo era posible acceder a Fenicia a través de la región de Alepo, al norte, y de Damasco, al sur.
Étnicamente, los fenicios eran un pueblo de origen semita occidental, establecidos desde tiempos remotos en aquella región, de la que se creían autóctonos. Sin embargo, las tradiciones de la Antigüedad clásica les atribuyeron orígenes diversos. Herodoto afirmó que procedían del mar Rojo; Estrabón y Plinio situaron su origen en el Golfo Pérsico y, finalmente, el fenicio Filón de Biblos situó su origen en Canaán. Sabemos hoy que éstos habitaron Canaán al menos desde el III milenio a.C., sin que pueda precisarse su origen anterior. Sobre este sustrato más antiguo de la población fenicia, se instalaron durante el II milenio otros pobladores amorreos, pertenecientes también al grupo de los semitas occidentales. Más tarde, otros elementos de origen hurrita e indoiranio se instalaron en el país, y desde la segunda mitad del II milenio se unieron a ellos otros grupos semitas, como los arameos o los israelitas, que al parecer llegaron a Canaán hacia 1300 a.C. Un siglo después, las invasiones de los Pueblos del Mar introdujeron nuevos elementos étnicos en la región. De resultas de la invasión, se instalaron en ella los peleset o filisteos, que dieron nombre al país entre Ascalón y Gaza: Palestina.
Los filisteos hubieron de competir durante largo tiempo con los israelitas por el control del territorio, y finalmente éstos quedaron aislados y diseminados en un país que se mantuvo en lo cultural, a pesar de la mezcolanza étnica, esencialmente fenicio. 
Desde principios del siglo X a.C., el territorio de domino político fenicio se redujo en buena parte debido a la competencia de los demás pueblos instalados en la región, pero la comunidad cultural y lingüística se mantuvo en la zona durante muchos siglos, e incluso después de la ocupación romana tenemos testimonios de la pervivencia de esta refinada civilización. 
La lengua fenicia pertenecía, junto con la hebrea, al grupo de los dialectos semíticos noroccidentales. Existió un fenicio arcaico que perduró hasta aproximadamente el inicio del II milenio a.C. A partir de entonces, la lengua fenicia fue incorporando elementos procedentes del amorrita, dando origen al fenicio clásico, que habría de convertirse en la lengua común de la región hasta al menos el siglo II d.C. En las colonias fenicias occidentales, la lengua púnica todavía se hablaba en tiempos de san Agustín, en el siglo V d.C. No se conservan de esta lengua más que inscripciones epigráficas, y ningún documento literario ha llegado hasta nosotros, a pesar de que fueron precisamente los fenicios quienes inventaron el alfabeto que dio origen al alfabeto griego y latino. El paisaje de la comarca fenicia, enormemente fragmentado por una sucesión de valles de aluvión y de colinas escarpadas, condicionó de forma decisiva el desarrollo de esta civilización. La explotación de los recursos agrarios era difícil por la extrema compartimentación del paisaje, y se hizo imposible una agricultura de tipo extensivo. Sin embargo, la riqueza del suelo permitió el desarrollo de una agricultura de carácter intensivo, tanto de cultivos cerealeros como hortofrutícolas. Había además abundancia de tierras de pasto que nutrían una importante cabaña ganadera ovina. La existencia de las montañas del Líbano proporcionaba a la región unas condiciones climáticas atípicas en el Oriente Próximo. Los bosques del Líbano se convirtieron en la principal riqueza natural de la región y la explotación maderera fue uno de los motores de la civilización fenicia. El valle de la Bekaa proporcionaba cobre; el mar, pesca abundante y sal, además del preciado múrice o murex, el molusco de cuyo jugo se obtenía la tintura púrpura que dio nombre a Canaán.

Organización política y social de los fenicios
Fenicia nunca formó, a pesar de su comunidad de civilización, una entidad política unitaria y nacional. El poblamiento se disponía en ciudades que dominaban un hinterland de tierras agrícolas, formando pequeños reinos autónomos. Coyunturalmente, alguna de estas ciudades podía adquirir una cierta hegemonía sobre otras, pero ello no significaba la desaparición de las dinastías locales. 
Cada ciudad poseía su propio sistema de gobierno, siguiendo el esquema de las monarquías semíticas: una realeza de sucesión hereditaria y carácter sacro, en la que la reina desempeñaba un papel muy activo. Los reyes eran asesorados en sus tareas de gobierno por un consejo de ?ancianos? pertenecientes a las familias más poderosas y por un nutrido cuerpo de funcionarios civiles y militares (escribas, correos, comisarios...). El rey era ante todo el gran sacerdote del culto local. Junto al monarca, parece que cada ciudad poseía un gobernador y un comandante militar. El consejo de ancianos evolucionó desde su dominación por la aristocracia terrateniente y administrativa hacia una mayor presencia de elementos de las clases mercantiles, que acabaron controlando en gobierno de las ciudades en época de la expansión colonial fenicia. El tipo de gobierno de la oligarquía comercial se componía de un consejo colegiado de magistrados civiles o sufetes. Esta forma de administración fue la característica de las colonias fenicias de ultramar, cuya fundación estuvo además vinculada al dinamismo de las clases mercantiles urbanas. 
Las ciudades-estado fenicias se organizaban alrededor de los palacios y templos locales, emplazados en una acrópolis amurallada que dominaba el recinto urbano, a su vez protegido por una muralla exterior. La organización económica durante la Edad del Bronce continuó ajustada al sistema palaciego, por el cual el excedente de la producción agrícola y artesanal se centralizaba en el palacio. Los funcionarios regios redistribuían posteriormente la producción según las necesidades del Estado. 
Los artesanos se encontraban agrupados por oficios en corporaciones, que dependían también del palacio o de un templo que les proporcionaba las materias primas. A cambio, los artesanos hacían entrega del producto manufacturado y recibían en pago tierras y materias primas. 
La organización social seguía un esquema piramidal muy jerarquizado. Alrededor de la monarquía existía una aristocracia administrativa y militar que recibía tierras en pago a sus servicios y que estuvo poco vinculada al desarrollo comercial. Más abajo se encontraba la clase media de campesinos propietarios, artesanos y comerciantes. La base de la pirámide social la constituía la población campesina no propietaria, que trabajaba para los palacios y templos. La población libre debía una serie de prestaciones al palacio, la mayoría de ellas de carácter militar y tributario. Había además un amplio segmento de población servil y esclava. 
En las ciudades fenicias, el desarrollo de un derecho comercial de carácter individualista favoreció la difuminación de las estructuras familiares amplias de origen tribal, características de los pueblos semíticos, y dio a las mujeres fenicias una amplia participación en las actividades económicas y sociales. 

Historia de los fenicios

La Edad del Bronce Antiguo
Fue probablemente la explotación de los recursos forestales de la región cananea lo que propició el desarrollo de una floreciente civilización urbana entre los fenicios. Biblos, la más antigua de las ciudades cananeas, estaba situada al pie de los bosques y se convirtió en el principal puerto del Mediterráneo. Entre 2900 y 2300 a.C. se sitúa la aparición de otra de las grandes ciudades cananeas, Tiro, que con el tiempo habría de sustituir a Biblos en la hegemonía comercial y cultural sobre Fenicia. 
La madera del Líbano, y en especial la de los cedros, era codiciada por los países vecinos que carecían de recursos forestales, como Egipto y Mesopotamia. En Biblos se realizaba el intercambio de madera y de otros productos cananeos, como las telas de lino y los preciosos objetos de oro y plata de fabricación fenicia, por productos manufacturados y agrícolas procedentes de otras regiones. Biblos fue además un importante centro político y religioso que al parecer impuso su hegemonía durante esta época a otras ciudades fenicias, como Tiro o Sidón. 
La riqueza natural y la posición estratégica de Canaán en el Mediterráneo alimentó desde el principio de su historia las ambiciones de los imperios circundantes. Ya en época de los acadios, éstos realizaron numerosas incursiones en territorio fenicio con el fin de obtener el control sobre los recursos de los que carecía Mesopotamia. Parece, sin embargo, que los acadios se limitaron a imponer el reconocimiento nominal de su dominio y el pago de un tributo a las ciudades fenicias, que pudieron conservar su autonomía política. 
Los contactos entre Fenicia y Egipto se remontan al comienzo mismo de la historia egipcia. Los egipcios obtenían en Biblos la preciosa madera de los cedros y los metales y la obsidiana del Asia Menor. Este fructífero intercambio parece haberse sostenido sobre un culto religioso común, el de Tammuz-Osiris, que hermanaba a los comerciantes de ambos países. La influencia fenicia se plasmó en numerosos mitos egipcios y, a su vez, Fenicia asumió buena parte de las innovaciones artísticas que tuvieron su origen en el país del Nilo. 
Hacia 2300 a.C., las devastaciones que conocemos a través de los hallazgos arqueológicos demuestran la llegada de invasores a Fenicia. Probablemente se trató de un pueblo de pastores seminómadas que asolaron la región cananea y se asentaron sobre las ruinas de sus ciudades, sin reconstruirlas. Esta migración se desconoce casi por completo, pero inauguró un periodo de crisis con el que concluyó la Edad del Bronce Antiguo en esta región. 

La Edad del Bronce Medio
A la época de destrucción siguió, con el comienzo de la Edad del Bronce Medio (1900-1600 a.C.), un periodo de estabilidad y esplendor del comercio fenicio. Esta época coincidió con la instalación de los amoritas en la región, pero ello no supuso el quebranto de la actividad comercial, aunque las ciudades se fortificaron contra los ataques de los nuevos ocupantes del territorio. Los hallazgos arqueológicos sugieren un gran florecimiento de la civilización fenicia en este periodo. 
Tras la crisis de fines del III milenio, Fenicia renovó sus relaciones con Egipto. Éste, que atravesaba la época de expansión de su Reino Medio, extendió su presencia en las ciudades cananeas, tanto en Biblos como en Beirut y Siquem, estableciendo un protectorado que respetaba la autonomía local de las ciudades. Biblos resurgió bajo la protección egipcia, pero al parecer la dominación egipcia fue contestada en otras ciudades. Las ciudades-estado, que en esta época aparecen a menudo dirigidas por gobernantes con nombres amoritas, protagonizaron revueltas contra el poder egipcio según indican los llamados textos de execración egipcios. Sin embargo, la dominación egipcia se mantuvo hasta la época del faraón Amenehat IV, momento en que el debilitamiento del imperio egipcio hizo contraerse sus esferas de influencia. Poco después, la invasión de Egipto por los hicsos, pueblo nómada asiático, supuso el definitivo desgajamiento de Fenicia del poder egipcio, inaugurándose un periodo de independencia para las ciudades cananeas. 
La decadencia que sufrió Egipto bajo el dominio de los hicsos hizo que Fenicia se volviera hacia los ámbitos sirio y mesopotámico. Biblos y Ugarit mantuvieron fecundas relaciones comerciales con el reino sirio de Mari, uno de los principales centro económicos de la época. En este momento, Tiro ocupaba ya un lugar relevante entre las ciudades cananeas y junto a ella experimentaron un gran crecimiento otras ciudades, como Sidón o Arvad.

La Edad del Bronce Tardío
A comienzos del siglo XVI a.C., cuando se inició la Edad del Bronce Tardío (1600-1200 a.C.), Fenicia vivió el final de este periodo de independencia que tan fructífero había sido para su comercio. La expulsión de los hicsos de Egipto afectó a las ciudades cananeas, que sufrieron el paso de aquéllos. A este periodo siguió una nueva dominación egipcia. Las campañas emprendidas por los faraones Amosis y Amenofis I restablecieron el protectorado egipcio sobre los principales centros fenicios (Beirut, Tiro, Biblos, Sidón, Arvad, Sarepta y Sumur). Algunas ciudades fenicias del sur, como Jericó o Megiddo, aunque pudieron conservar sus dinastías locales, estuvieron sometidas a vigilancia por tropas egipcias acantonadas en sus cercanías. Se estableció en todo el país una red administrativa egipcia, encabezada por comisionados y apoyada por guarniciones militares situadas en punto estratégicos. Esta administración tenía sus sedes principales en Gaza y las fuentes egipcias informan de que fue a menudo contestada en ciudades como Tiro o Sidón, que se revelaron contra la dominación nilótica. 
Durante los siglos XIV y XV a.C., Fenicia se vio además sacudida por la competencia que por el dominio de la región entablaron primero egipcios y hurritas y, posteriormente, egipcios e hititas. Estos imperios trataron de extender sus esferas de influencia a las diversas ciudades fenicias, que a duras penas consiguieron mantener un frágil equilibrio entre las ambiciones de sus vecinos más poderosos. La inestabilidad interna de las ciudades era grande. Distintas facciones alineadas con uno u otro poder exterior se disputaban el gobierno. En muchas ciudades se levantaron facciones que deseaban aprovechar el debilitamiento del Imperio egipcio para desembarazarse de su dominación, apoyándose en los hititas, que en esta época vivieron su periodo de esplendor. Los faraones de la XIX Dinastía tuvieron que hacer frente a la rebelión de algunas ciudades fenicias, y Ramsés II llevó a cabo una serie de campañas que culminaron 1284 a.C. con un tratado de paz con el rey hitita Hattusil II, gracias al cual concluyó la lucha entre ambos imperios en tierras cananeas y Fenicia pudo gozar de un nuevo periodo de estabilidad política. 
Sin embargo, el fin de la Edad del Bronce supuso un profundo cambio en la situación de las ciudades fenicias. Los grandes puertos que habían sido hasta entonces centros de la actividad económica, como Biblos o Ugarit, entraron en una época de decadencia para ser sustituidos progresivamente por otras ciudades. 
Desde el siglo XIII a.C., el territorio cananeo se redujo considerablemente, al ser ocupado por poblaciones recién llegadas que se instalaron en la región. A mediados de siglo, los israelitas se asentaron en Canaán provenientes de Egipto. Su arcaica organización les impidió emprender una conquista sistemática de los territorios cananeos, pero gracias a sus incursiones sorpresivas ganaron algunos territorios interiores en los alrededores de Jericó y Siquem, donde se establecieron en un poblamiento muy disperso. 
Pero fue la invasión de los llamados Pueblos del Mar la que produjo el quebrantamiento de la fisonomía de la sociedad fenicia a fines de la Edad del Bronce. Estos pueblos, de cuya configuración y origen se sabe muy poco, habían arrasado el Imperio hitita y se dirigían de forma imparable hacia Egipto. A su paso por Canaán asolaron Ugarit, que nunca volvió a reconstruirse, y destruyeron parte de Tiro. 

En el sur, Gaza, Ascalón, Asdod y Ekron fueron ocupadas por uno de estos pueblos, los peleset o filisteos, que dieron su nombre a Palestina. Otros pueblos mezclados en la oleada se instalaron en la región, como los piratas tjeker, que llegaron a dominar algunos puertos. Esta fue también la época de asentamiento en Canaán de los arameos, cuya llegada no parece relacionada con el envite de los Pueblos del Mar. La invasión supuso la reducción del territorio de dominio político fenicio a la franja costera central del Líbano y la desaparición de los centros económicos tradicionales de Fenicia, pero al mismo tiempo inauguró la época de esplendor de otras ciudades que hasta entonces habían ocupado un lugar secundario.

La Primera Edad del Hierro.
A pesar de que las invasiones produjeron el estrechamiento territorial de la civilización fenicia, tras las invasiones ésta vivió un periodo de esplendor cultural y de rápida recuperación económica. La desaparición del Imperio hitita y la decadencia de Egipto dotaron a Fenicia de autonomía política, al tiempo que la crisis final de la civilización micénica liberó a las ciudades cananeas de su principal rival en el comercio marítimo. 
Por otra parte, una serie de factores internos coadyuvaron a esta evolución. 
En primer lugar, Fenicia experimentó en esta época un notable crecimiento de su población, debido probablemente al prolongado periodo de paz y estabilidad política que siguió a las invasiones. 
En segundo lugar, el país sufrió las consecuencias del deterioro ecológico que la explotación sistemática de sus recursos forestales desde el III milenio a.C. había producido. La región sufrió desde muy antiguo un proceso de desforestación para la explotación ganadera y pecuaria, que quebrantó sus condiciones climáticas y edafológicas. Así, la desaparición de los recursos forestales de la región de Biblos parece que estuvo directamente relacionada con el declive de la ciudad. 
El empobrecimiento de los suelos por la erosión que conllevó la destrucción de los bosques debió influir enormemente en la producción agrícola. En el siglo X a.C. sabemos que Fenicia no producía alimentos suficientes para mantener a una población en aumento.

La Biblia da noticia de las importaciones de grano desde Siria e Israel. El déficit de grano de las ciudades fenicias se debió además a la pérdida del territorio agrícola circundante en la crisis de finales del II milenio. La concentración del poblamiento en las ciudades costeras constituyó un factor de desestabilización en un territorio que ya estaba superpoblado. En tiempos de Hiram I el déficit agrícola fue paliado por el acuerdo con Israel. Pero, desde los siglos IX-VIII, la expansión asiria redujo las posibilidades de colonización agrícola de las ciudades fenicias. La fundación de Kition en Chipre fue el primer indicio de un cambio de estrategia por parte de Tiro. Se trató del control de un territorio que proporcionaba a Tiro cobre de calidad y que constituía una cabeza de puente con vistas a la fundación de colonias en el Mediterráneo occidental para garantizar el comercio de plata y productos agrícolas, pero también para albergar a la población excedente. 
La nueva dependencia de los países vecinos en lo que se refiere a los productos agrarios hizo que los fenicios desarrollaran nuevas estrategias económicas con el fin de sufragar las importaciones de grano. Desarrollaron una producción manufacturera (vidrios, tejidos, recipientes metálicos, marfiles, muebles...) altamente especializada y de gran refinamiento técnico. Las manufacturas sustituyeron a las riquezas naturales en el primer lugar del comercio fenicio, y la producción artesanal alcanzó tal volumen que puede hablarse de un sistema industrial. Esta producción obligó a los fenicios a buscar materias primas para su industria fuera del empobrecido medio físico que habitaban. Fue éste el origen de su expansión marítima. Aprovechando las rutas marítimas abiertas por la desaparecida civilización micénica, los fenicios se lanzaron al control comercial del Mediterráneo y a su exploración en busca de materias primas, entre las que se hizo especialmente deseable el hierro, cuya industria había sustituido a la del bronce. 
La política exterior de Tiro y del resto de las ciudades fenicias se basó desde el siglo X en su papel como intermediaria comercial entre las grandes potencias orientales, en la producción especializada de bienes de lujo y en el abastecimiento de metales preciosos a los estados asiáticos. Desde fines del siglo IX, la creciente presión tributaria del Imperio asirio sobre las ciudades fenicias y su apremiante necesidad de metales para dotar a su ejército y a su industria, repercutió en la enorme prosperidad del comercio fenicio. Durante el I milenio, el hierro fue el material estratégico más importante que los grandes estados del interior de Asia utilizaron para equipar a sus ejércitos; pero sobre todo fue importante la plata, por su valor en las transacciones comerciales, el metal más codiciado por los asirios. Asiria favoreció el papel de Tiro como intermediaria comercial con el Mediterráneo y mantuvo relaciones preferentemente con la ciudad asiria. A cambio de la libertad de comercio, Asiria obtenía materias primas y metales de Tiro. A fines del siglo IX, los comerciantes fenicios perdieron el mercado sirio-anatólico desde la alianza sirio-urartuta, que les cerró el paso a las ricas minas de Cilicia y Asia Menor. A partir de entonces sólo contaron con las reservas metalúrgicas occidentales. 
Por otra parte, la economía de tipo palaciego que había predominado durante la Edad del Bronce entró en su crisis final tras las invasiones de fines del II milenio. En este nuevo periodo, las iniciativas privadas de exploración y colonización, muchas veces auspiciadas por los templos, sustituyeron a la realeza en la planificación de la economía y en el diseño de sus objetivos. 
Desde el siglo X a.C., la ciudad de Tiro se convirtió en el más importante centro urbano de Fenicia. Fue ésta la época del rey Hiram I, bajo el que Tiro llevó a cabo grandes empresas en el Mediterráneo y en el mar Rojo. Hiram extendió la influencia de Tiro a Chipre, donde ya existía una colonia fenicia anterior, Kition. Hiram mantuvo excelentes relaciones con el rey Salomón de Israel, al que envió arquitectos fenicios que construyeron el templo de Yahvé en Jerusalén. La mítica ?flota de Tarsis? de Tiro colaboró con Israel en algunas arriesgadas empresas marítimas. Esta alianza se mantuvo incluso después de que el reino de Salomón se dividiera en los estados de Judá e Israel. 

La expansión fenicia por el Mediterráneo
Las fuentes antiguas hacen remontarse el inicio de la expansión fenicia por el Mediterráneo a fechas muy tempranas. Las tradiciones griegas situaron la fundación de las primeras colonias fenicias después de la caída de Troya, que se data en 1184 a.C. 
Tras las convulsiones que dieron lugar al derrumbamiento de la civilización micénica, los fenicios tendieron una amplia red de relaciones con el mundo egeo, que sufría un profundo retroceso cultural y económico, de ahí que las fuentes antiguas sitúen el comienzo de los contactos entre griegos y fenicios en dicha época. 
El conocimiento de los astros y una serie de mejoras técnicas en la construcción de barcos permitieron a los fenicios emprender un proceso de expansión que acabó configurando una verdadera talasocracia que sustituyó a la micénica. La expansión se produjo a través del entramado de islas que jalonan el Mediterráneo. A partir de sus bases continentales, los fenicios tendieron una cabeza de puente en Chipre, de donde pasaron a Roda, que fue su puerta al Egeo. Desde allí se dirigieron a la isla de Creta, que utilizaron como trampolín hacia las islas del Mediterráneo central. Malta, Sicilia, Gozo, Pantellaria y Lampedusa fueron colonizadas por navegantes fenicios. La costa norteafricana y la isla de Cerdeña fueron sus objetivos posteriores. Finalmente, los fenicios se aventuraron hasta las Baleares y de allí pasaron a dominar el Estrecho de Gibraltar, en cuyas orillas establecieron numerosas factorías.

Chipre fue el primer objetivo de esta expansión. La primera colonia fenicia en dicha isla fue Kition, al parecer fundada por gentes de la ciudad de Sidón en época muy antigua. A esta primera fundación siguieron las de Idalion, Tamassos, Golgoi, Marion y Lapethos. 
Las colonias chipriotas tuvieron un papel muy activo en el proceso de colonización de otros ámbitos. Junto con Rodas, las ciudades chipriotas fueron los principales centros de producción manufacturera de los productos orientales (cerámicas, bronces, joyas, muebles...) que se distribuían por todo el Mediterráneo. La situación geográfica de la isla la convirtió en el núcleo del comercio marítimo del Mediterráneo oriental, posición que conservó a pesar de las tribulaciones políticas por las que atravesaron las ciudades de la costa fenicia a través del tiempo. 
Desde principios del siglo VIII, se produjo en el Mediterráneo occidental la llegada de grupos de población fenicia que se establecían a lo largo de las rutas de navegación que conducían a las dos principales reservas de metales de Occidente: Cerdeña y Tartessos. 
Las fuentes historiográficas griegas situaron la fundación de las primeras colonias tirias en el Mediterráneo occidental -Gadir, Lixus y Útica- en torno a 1100 a.C., aunque los vestigios arqueológicos la sitúan más tarde, a principios de siglo VIII a.C. 
En el Mediterráneo central y occidental, la colonización fenicia se desarrolló siguiendo una serie de fases. En un primer momento, las expediciones exploratorias establecieron pequeñas factorías comerciales, desde fines del siglo IX o principios del siglo VIII a.C. 
Más tarde, desde comienzos del siglo VII a.C., se produjo un proceso de emigración masiva de gentes provenientes de Fenicia que escapaban del terror de la conquista asiria y que procedieron al poblamiento de las antiguas factorías. Se produjo el crecimiento demográfico de los establecimientos ya existentes y la fundación de otros. Cartago y las colonias de Sicilia (Motya), Cerdeña (Sulcis, Caralis y Tharros) y del sur de la Península Ibérica (Gadir, Sexi y Toscanos, entre otras) experimentaron un gran crecimiento durante esta fase. Otras muchas colonias se fundaron, bien desde la propia Fenicia bien desde algunas de las grandes colonias, como Cartago o Gadir. Así, Leptis Magna o Sabratha, en la costa norafricana, o Ebusus, en las Baleares. Desde aproximadamente 600 a.C., se inició una nueva fase en el proceso de colonización, en la que las colonias fueron perdiendo progresivamente su vinculación a las ciudades cananeas orientales debido a la crisis que reinaba en aquella región. Chipre se convirtió en el principal nexo entre el Mediterráneo oriental y las colonias más occidentales. 

Cartago, emplazada en una península del golfo de Túnez, fue fundada, según la tradición, en 814-813 a.C. por una facción de la aristocracia tiria. Su importancia se revela ya en su nombre: Qart-hadasht, que significa capital nueva. Fue sin duda la colonia fenicia más extensa y poderosa. Su superficie urbana fue comparable a la de las grandes ciudades de Oriente. Su densidad de población fue también muy superior a la del resto de las colonias fenicias. A mediados del siglo VIII a.C., había alcanzado ya su carácter de gran metrópolis comercial debido a su posición estratégica, ya que era paso obligado de las naves que, procedentes de Gadir, regresaban a Tiro. Cartago dominaba además las feraces llanuras interiores, que constituían una de las regiones agrícolas más importantes de África. 
Cartago estableció una esfera de influencia con la fundación de otras colonias fenicias en Sicilia y Cerdeña. En Sicilia, la colonia fenicia más importante fue la Motya; emplazada en un islote frente a la ciudad de Marsala, al este de la isla, Motya dominaba el canal de Sicilia frente a Cartago, canal que constituía un enclave vital para la navegación.  Motya reprodujo el tipo de asentamiento fenicio introducido en Occidente con la fundación de Cartago: una necrópolis de incineración situada al norte del islote, diversas dependencias mercantiles y portuarias, un templo, y un recinto sagrado o tofet en el centro de la ciudad. Motya, sin embargo, no se expandió hacia el interior de Sicilia, sino que se benefició de su posición estratégica que le permitía el acceso a las vías comerciales del mar Tirreno y la Italia peninsular. 
En Cerdeña, la concentración de población fue muy importante. Los grandes centros portuarios, como Cagliari, Nora, Bithia, Sulcis y Tharros, en el sur y suroeste de la isla, fueron el núcleo de expansión fenicia hacia el interior durante los siglos VIII y VII, con el objetivo de controlar la producción agrícola y metalúrgica. Sulcis, por ejemplo, creó durante el siglo VII una amplia red de fortificaciones -Monte Sirai, Pani Loriga- destinada a garantizar el control sobre el territorio circundante rico en plomo y plata. La construcción de estos enclaves fortificados, fundados a veces sobre poblados devastados, sugiere que los fenicios practicaron una política de conquista violenta sobre la población autóctona.

La manifestación cultural más conocida de las colonias fenicias del Mediterráneo central fue el tofet, un recinto sagrado situado en la periferia de las colonias, donde se practicaban sacrificios humanos y se inmolaban niños en honor de la divinidad (Baal, Astarté o Tanit). Esta práctica tiene su origen en Fenicia e Israel, pero su máximo desarrollo se dio en Sicilia, Cartago y Cerdeña. Las tradiciones griega y latina posteriores denunciaron el sacrificio de niños, sobre todo primogénitos de las familias más ilustres de la ciudad. El sacrifico humano en Cartago parece que estuvo relacionado con los grandes magistrados y príncipes de la ciudad, debido a la identificación antigua entre el concepto de ciudadanía y la ofrenda de sacrificios, que monopolizaba la clase dirigente.
En el Mediterráneo occidental, Gadir desempeñó el mismo papel que Cartago. Su influencia se extendió desde Ibiza, posiblemente una fundación gaditana de los siglos VIII-VII a.C., hasta Lixus y Mogador, en la costa atlántica marroquí. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C., pobladores fenicios procedentes de Gadir se establecieron en diferentes puntos de la isla de Ibiza. El asentamiento de Gadir estaba emplazado en la isla más pequeña (Erytheia) de un archipiélago que hoy se encuentra unido a tierra formando la península de Cádiz. Los objetivos de Gadir eran canalizar las riquezas procedentes de su territorio inmediato -Tartessos- y controlar el acceso a la ruta atlántica a través del estrecho de Gibraltar, donde los fenicios obtenían estaño, oro y marfil a través de la colonia de Lixus, que conducía directamente a unos territorios interiores ricos en marfil, oro, sal, cobre, hierro y plomo. Más al sur, la isla de Mogador estaba situada en aguas ricas en pesca y atún. Gadir mantuvo una intensa explotación de la plata tartésica, exportada a Oriente y a Grecia en lingotes. La importancia de Gadir no radicó tan sólo en su monopolio sobre la plata de Tartessos, sino también en su célebre templo de Melqart, cuyo prestigio está recogido en todos los escritores clásicos del mundo antiguo. El dios Melqart, más tarde asimilado a Herakles-Hércules, era el patrón de Tiro y, por tanto, el representante de la monarquía tiria en Gadir. 
Para facilitar los contactos con el valle del Guadalquivir y el área tartésica, Gadir creó a principios del siglo VIII un puerto continental situado en la desembocadura del río Guadalete, hoy en la Torre de Doña Blanca. Existen además numerosos asentamientos fenicios localizados entre Almería y el río Guadalhorce, en Málaga. En esta región se ha localizado la mayor concentración conocida de colonias fenicias arcaicas de todo el Mediterráneo occidental. Estas pequeñas colonias se situaron en las desembocaduras de los principales ríos de la Andalucía oriental, lo que permitía a sus pobladores dominar las vías de penetración hacia las vegas de Granada y Almería y explotar los valles de aluvión que garantizaba el abastecimiento agrícola. Uno de los enclaves más importantes fue el del Cerro del Villar, en la desembocadura del río Guadalhorce, en la actual Málaga. Los yacimientos arqueológicos muestran que allí se desarrolló una industria especializada en la producción de ánforas y grandes contenedores. El enclave dominaba la entrada hacia las campiñas de Sevilla y Córdoba (es decir, Tartessos) y desarrolló una agricultura intensiva de regadío. Por otra parte, la minería intensiva alrededor de la región de Huelva requirió grandes cantidades de madera como combustible, lo que produjo un intenso proceso de desforestación. Otros asentamientos cercanos, como el de Toscanos o el de Sexi, tenían este mismo carácter de colonias agrícolas y centros especializados en la producción y almacenamiento de mercancías destinadas al comercio con las poblaciones indígenas del interior. 

La Segunda Edad del Hierro
Durante este periodo (900-550 a.C.), la red de colonias fenicias se convirtió en un imperio comercial merced a su dominio sobre el tráfico del hierro. Por ello, los imperios mesopotámicos trataron en repetidas ocasiones de someter a las ciudades fenicias orientales, con el fin de asegurarse el control sobre el comercio mediterráneo. De este modo, Fenicia sufrió el final del periodo de autonomía que siguió a las invasiones de los Pueblos del Mar. Primero los asirios y, posteriormente, los babilonios y los persas recurrieron a las campañas militares para imponer su protectorado o su dominación directa sobre las ciudades cananeas. 
En 875 a.C., el rey asirio Assurnarsipal II sometió a tributo a las principales ciudades fenicias, incluida Tiro, tributo que fue renovado en tiempos de Salmanasar III mediante sucesivas incursiones militares. Por su parte, Egipto, que vivía un periodo de recuperación bajo los faraones de la XXII dinastía, pugnaba por recuperar su influencia sobre Fenicia. Los faraones apoyaron la resistencia anti-asiria de las ciudades cananeas e impusieron su protectorado sobre algunas de ellas, como fue el caso de Biblos. Tras la muerte del asirio Salmanasar III, la crisis de su imperio favoreció las ambiciones de Egipto, que pudo ampliar su dominación sobre Fenicia. 
La competencia de estos dos imperios por el control sobre las ciudades cananeas produjo graves tensiones en el interior de las mismas. Nuevamente se decantaron distintas facciones dentro de la clase dirigente urbana. La realeza de las ciudades y los sectores aristocráticos cuya fuente de riqueza radicaba en la propiedad sobre la tierra y en el poder político, formaban la tendencia filo-asiria. Para esta facción, el pago de tributos a los asirios era preferible a la dependencia administrativa y política del Imperio egipcio. 
Por su parte, las clases urbanas de artesanos y comerciantes propugnaban la alianza con Egipto como medio de desembarazarse de los onerosos tributos debidos a los asirios, que recaían principalmente sobre el producto del comercio. Estas tensiones produjeron luchas internas en el seno de algunas monarquías, y en el caso de Tiro dieron lugar a la escisión de la dinastía. La hermana del rey de Tiro, Elisa, se alineó con la facción filo-egipcia de la ciudad y, tras luchar por el gobierno de la ciudad, se exilió junto con sus partidarios. Del periplo de Elisa surgió en 814 a.C. la fundación de Cartago, que habría de convertirse en la principal metrópolis colonial fenicia. 
Con la subida al trono asirio de Tiglat-Pilaser III se inició un nuevo periodo de sometimiento de las ciudades cananeas. Los asirios abandonaron su antigua estrategia de imposición de tributos para pasar a una política de conquista y ocupación del territorio. 

En 743 a.C., Asiria se anexionó el norte de Fenicia y sus ciudades perdieron gran parte de su autonomía política. Durante el reinado del asirio Senaquerib, una coalición de ciudades protagonizó una importante revuelta, a la que siguió una represión por la que Tiro fue sometida a sitio durante 5 años. Posteriormente, una rebelión apoyada por Egipto durante el reinado del asirio Asarhadón concluyó con la destrucción de Sidón en 667 a.C. y con la anexión de los territorios aledaños a Tiro, ciudad ésta que quedó reducida a su territorio insular. Buena parte de Fenicia fue sometida a la administración directa del Imperio asirio y repartida en provincias. Desde entonces, sólo Biblos, Arvad y el islote de Tiro conservaron una cierta autonomía, aunque sometidas al pago de tributos y a la presencia de gobernadores asirios. 
La destrucción del Imperio asirio por la coalición de las fuerzas babilonias y medas en 612 a.C. supuso el fin de la dominación asiria sobre Fenicia. Sin embargo, las consecuencias del periodo de la violenta conquista asiria eran ya irreversibles: gran parte de la población fenicia había huido de sus devastaciones, configurando un movimiento migratorio que benefició a las plazas fenicias de ultramar. Este proceso de poblamiento convirtió a las antiguas factorías comerciales de las costas mediterráneas en auténticas ciudades. 
En las ciudades fenicias orientales, la desaparición del Imperio asirio fue seguida por el apogeo del Imperio babilónico y por una nueva dominación. Bajo Nabucodonosor II, los ejércitos babilónicos sometieron Tiro tras un sitio de 13 años. La ciudad acabó claudicando y ello supuso el fin de su monarquía, que fue sustituida por un gobierno de magistrados civiles (sufetes) más favorable a los intereses de las clases comerciantes. 
Finalmente, la unificación de todo el Oriente Próximo por el Imperio persa afectó también a las ciudades cananeas, que pasaron a formar parte de una de las satrapías o unidades administrativas del imperio. La dominación persa parece que fue mucho menos onerosa para los fenicios orientales que las anteriores, puesto que no se han conservado noticias de rebeliones y las ciudades gozaron de una amplia autonomía local. 

Última Edad del Hierro y periodos helenístico y romano
Durante el periodo de la dominación persa en la Última Edad del Hierro (550-330 a.C.), las ciudades de Fenicia oriental conservaron una relativa autonomía. La reforma administrativa llevada a cabo por el emperador Darío incluyó a Fenicia en la quinta satrapía, junto con Chipre, Siria y Palestina, pero no cambió sustancialmente la situación de las ciudades cananeas. Éstas conservaron su sistema de autogobierno y sus dinastías locales, y actuaron como aliadas contra los enemigos exteriores de Persia, como en el caso de las guerras que enfrentaron a persas y griegos. 
Con la decadencia del Imperio persa, se inició una nueva época de virtual independencia para las ciudades fenicias, que se volvieron hacia el floreciente ámbito griego, con el que las unían fuertes lazos comerciales. En 332 a.C., la mayoría de las ciudades abrieron sus puertas sin resistencia a los ejércitos de Alejandro Magno. Durante el periodo helenístico, las ciudades mantuvieron su autonomía a pesar de que el territorio cananeo fue nuevamente el objetivo de la competencia de Seleúcidas y Ptolomeos. Fue esta una época de empobrecimiento comercial para las ciudades cananeas, que tuvieron que competir con la pujanza económica de Alejandría. 
Tras la conquista romana en 64 a.C., Fenicia fue integrada en el esquema de la administración latina sin perturbaciones aparentes, puesto que el sistema de gobierno colegiado de los sufetes, que en la mayoría de las ciudades había sustituido al poder monárquico sacramental, se adaptaba muy bien a la administración romana. El comercio de las ciudades orientales se benefició enormemente de la llamada pax romana y floreció nuevamente tras un largo periodo de declive. 
La romanización de Fenicia fue muy profunda. Sin embargo, el sustrato de la lengua y la cultura cananeas se mantuvo vivo durante todo el periodo de dominación romana e incluso posteriormente. En tiempos de san Agustín, ya en plena decadencia del Imperio romano, sabemos que la lengua fenicia se hablaba aún en Cartago y que la herencia cultural y civilizadora cananea se había mantenido en rescoldo en todo el área colonial fenicia. La tradición de sincretismo y cosmopolitismo de esta civilización posiblemente ayudó a que su legado sobreviviera a la azarosa historia del pueblo fenicio.

Cronología Fenicia
1200 - 1100 a.C.
Los pueblos cananeos de la costa empiezan a ser conocidos como fenicios.
1000 - 700 a.C.
La Fenicia oriental establece rutas comerciales y coloniales en el mediterráneo.
- 800 a.C.
Los asirios inician su acoso a los fenicios.
- 814 a.C.
Tiro funda a Cartago.
735 - 728 a.C.
Los griegos comienzan a establecerse en Sicilia.
700 a.C.
Cartago funda Motya, en una isla de Sicilia.
600 a.C.
Los cartagineses se alían con los etruscos contra los griegos.
585 - 571 a.C.
Nabucodonosor II, rey de Babilonia asedia y castiga a Tiro.
567 - 559 a.C.
Tiro está bajo control de Babilonia; la ciudad es gobernada por magistrados.
- 550 a.C.
El general cartaginés Magón emprende con éxito una campaña contra los griegos en Sicilia y establece la dinastía magónida.
- 494 a.C.
Comienza la ayuda naval de Fenicia a Persia en una campaña de 14 años contra los griegos.
- 480 a.C.
Batalla de Salamina. Los griegos vencen a los persas, que luchaban con ayuda naval fenicia. La armada cartaginesa también es derrotada por los griegos en Himera, Sicilia.
- 387 a. de C.
Motya cae ante los griegos.
- 336 a. de C.
Alejandro Magno parte a la conquista del este.
- 333 a. de C.
Biblos y Sidón se rinden ante Alejandro Magno.
- 332 a. de C.
Tiro es asediada por Alejandro Magno. Fin de la fenicia oriental.
264 - 241 a.C.
Primera guerra púnica, entre Roma y Cartago.
- 237 a.C.
El cartaginés Amílcar Barca desarrolla una base de poder en España; establece la dinastía bárcida.
- 229 a.C.
Amílcar Barca muere en una batalla; Asdrúbal, su yerno, sucede y funda Nueva Cartago (Cartagena) en España.
- 221 a.C.
Asdrúal es asesinado; le sucede Aníbal, hijo de Amílcar Barca, conocido como Aníbal el Grande. 
- 218 a.C.
Empieza la segunda guerra púnica. Aníbal consigue cruzar los Alpes para luchar contra los romanos.
- 202 a.C.
Aníbal tiene que volver a África, donde es derrotado por el romano Escipión. Fin de la Segunda guerra púnica.
- 146 a.C.
Termina la tercera guerra púnica. Cartago cae. Fin de la Fenicia Occidental.

Cultura y aportaciones de los fenicios
La civilización fenicia tuvo un carácter esencialmente ecléctico y pragmático. Su cosmopolitismo evitó un etnocentrismo que fue propio de otros pueblos semíticos, como los hebreos. A menudo se ha acusado a los fenicios de sacrificar la originalidad de la creación técnica y artística al pragmatismo económico. En efecto, los fenicios adaptaron e hicieron suyos los logros artísticos de otros pueblos, como egipcios o asirios, y los llevaron a una gran perfección técnica. Sin embargo, este hecho puede interpretarse como muestra de ese sincretismo abierto a todas las influencias que caracterizó a la civilización fenicia. 
Los fenicios cultivaron únicamente las artes menores y fueron auténticos maestros en la orfebrería, el labrado del marfil y el modelado del vidrio. Sus joyas despertaron la admiración de todos los pueblos mediterráneos y, a pesar de que los fenicios no practicaron la escultura monumental, sus creaciones mostraron un exquisito refinamiento artístico.  
Una de las más importantes aportaciones fenicias a la civilización mediterránea tuvo lugar en el campo del pensamiento. En el seno de las capas urbanas de la sociedad fenicia nació la filosofía estoica, cuyo fundador, Zenón, era originario de la colonia chipriota de Kition. 
Los fenicios destacaron también por sus elevados conocimientos técnicos en diversas áreas. La ingeniería y la arquitectura fenicias alcanzaron gran fama en todo el Mediterráneo. Eran magníficos constructores de puentes, diques y puertos, y en sus ciudades podían encontrarse edificios de hasta seis plantas en altura. Pero despuntaron particularmente en el campo de la construcción naval, y a ellos se debieron las innovaciones técnicas que permitieron la navegación de largo recorrido y el gran comercio internacional por mar. Su vocación marítima les llevó a perfeccionar el conocimiento de los astros. A ellos se atribuye el descubrimiento de la posición fija de la Estrella Polar como referencia para la navegación. 
Pero, sin duda, la principal aportación de los fenicios fue la invención del alfabeto, cuyo origen se remonta a la época del Bronce Medio. La creación de un sistema de escritura sencillo que utilizaba 24 signos fonémicos demuestra el desarrollo que en la civilización fenicia alcanzó el pensamiento abstracto y lógico. Este alfabeto, que vino a sustituir a los complicados sistemas existentes (cuneiforme e ideográfico), supuso la expansión del dominio de la escritura a amplias capas de la población fenicia. El alfabeto fenicio fue adoptado por griegos y etruscos, y de él deriva nuestro alfabeto, así como el alfabeto árabe. 
El alfabeto y el comercio fenicios dieron por vez primera unidad de civilización al Mediterráneo durante el I milenio a.C. Si bien los pueblos que habitaban sus riveras conservaron substancialmente sus características, gracias al dinamismo de la civilización fenicia se relacionaron e influyeron profundamente entre sí. Las colonias fenicias dieron continuidad a estas relaciones y formaron una tupida red de intercambio económico y cultural que fue la principal herencia legada por los antiguos cananeos. 

Alfabeto

Los fenicios fueron los inventores del alfabeto. El alfabeto fenicio comenzó como una serie de ideogramas, un conjunto de símbolos que representaban animales y objetos. A estos ideogramas se les asignaba un valor fonético de acuerdo al nombre, en idioma fenicio, del animal u objeto representado; este alfabeto sólo contenía consonantes, veintidós en total. Era un sistema simple, lo que permitía la difusión del conocimiento y la cultura.

Posteriormente, el alfabeto fenicio fue adoptado y modificado por los griegos para representar su idioma. Los griegos tomaron algunas letras del alfabeto fenicio y les dieron valor de vocal; debido a las diferencias lingüísticas entre ambos idiomas (griego = indoeuropeo, fenicio = semita) también cambiaron la pronunciación de algunas letras, y agregaron algunos símbolos para representar sonidos inexistentes en fenicio. El alfabeto latino proviene del alfabeto etrusco, que fue a su vez una adaptación del alfabeto griego.
Los hebreos también adoptaron el alfabeto fenicio, aunque dada la similitud de sus lenguas y la mutua influencia por su cercanía geográfica hubo una menor modificación que por los griegos.
El alfabeto fenicio ha sido en una u otra forma la base para los alfabetos latino, griego, cirílico, árabe, y algunos estudiosos consideran que también dio origen a los abugidas del subcontinente asiático.

Religión
Mitología  Fenicia
- Mitología y religión
Los dioses fenicios se distribuían, de acuerdo a su importancia, conforme a un riguroso criterio general, relacionado con el poder. En primer lugar aparecían todos los que tenían los atributos del dios supremo, al que se le denominaba genéricamente "El", le seguía la Diosa Madre, llamada Asherat-del-Mar, su consorte, cuyo hijo Baal o Señor, continuaba detrás y estaba considerado como un símbolo del señor. 

Le seguía "Moloc", reconocido como soberano y rey. A continuación se encontraba "Adón", con sus distintivos de amo y dueño; en otro lugar surgía la gran señora, la dama por excelencia y su nombre genérico era "Baalat". 
Los atributos de "El", según las grabaciones cuneiformes de las tablas de arcilla halladas en Ras Shamra, eran de diversa índole. Era la primera de las deidades, y no había existido antes que él ninguna otra generación de dioses; ocupaba, por tanto, el lugar superior en la jerarquía de los dioses. 
Se le asociaba con el astro-rey, es decir, con el Sol y, ya desde tiempos inmemoriales, era adorado por algunos pueblos de etnia semita. Países enteros le estaban sometidos; la tierra le debía su fertilidad, y los océanos, mares, ríos y manantiales, su agua. "El" distribuía el tiempo, por lo que se le conocía como el "Padre de los años" y según la leyenda, su morada se encontraba muy cerca de la desembocadura de los grandes ríos que la propia deidad había dotado de caudal. Sin "El" no habría mañana, ni tarde, ni noche, ni días ni años; todo estaba bajo su control, pues "El" distribuía el tiempo. 

Panteón fenicio:
Los nombres de los dioses del Panteón, variaban según las ciudades, los anteriores pertenecían Biblos, en Sidón tomaban el nombre de Baal Sidón y Astarte, en Tiro se identificaban como Melqart y Astarte, por último en Cartago se denominaban en un principio como Melqart y Tanit, cambiando más tarde el nombre por Baal Hammon y Tanit. 
Además de estos dioses y diosas, el panteón fenicio, tenía muchas más deidades con actividades específicas, como el sidonio Eshmun, cuyo cometido era la curación, Dagón, estaba asociado con el trigo y los cereales y Reshef, con las plagas. 
El poder sacerdotal debió ser muy grande, ya que para los fenicios la religión asumía un papel primordial. Los sacerdotes y sacerdotisas formaban una jerarquía con un sacerdote a la cabeza a cargo de cada templo y ejercían gran influencia no solo en el ámbito religioso, sino económico y político en la sociedad. Los templos eran lugares grandes y complejos, pero hay pruebas de que gran parte del culto fenicio tenía lugar en pequeños santuarios al aire libre. 
Son muy escasos los restos de templos, pero un santuario algo mayor, recientemente descubierto por James Pritchard, en su nueva y reciente excavación en Sarepta, tiene la forma de un pequeño edificio rectangular, dentro del cual se alza un altar. El sacrificio era una importante característica de la religión fenicia. 
Es importante, también reconocer que, los fenicios practicaban el más extremo sacrificio, ofrendaban a sus dioses vidas humanas y cuyo propósito era el de aplacar y fortalecer al dios. Esto les valió el rechazo de sus vecinos hebreos en la fenicia oriental y el de Roma en la fenicia occidental, pues Cartago lo siguió practicando por mucho tiempo. 
En la obra "La rama dorada" de Frazer, confirma tan desgraciado aserto: "Esta fue la manera como los cartagineses sacrificaban a sus niños a Moloc; las criaturas eran colocadas en las manos de bronce de una imagen con cabezas de ternero, desde las que se deslizaban dentro de un horno encendido, mientras la gente bailaba al son de flautas y panderos para ahogar los gritos de las víctimas que se quemaban". Moloc, era un dios que introdujeron los semitas, quienes le rindieron culto y adoración con cierta asiduidad. 
Pronto fue asimilado por los fenicios que, como ya es sabido, llegaron a quemar criaturas para tener contento al dios. Aparecía representado bajo la forma de figura humana en estatuas de metal; sus brazos estaban abiertos para recibir a sus indefensas víctimas. 
Por la mente de los cartagineses atravesaba la peregrina idea de que así se reavivaba el calor que el Sol desprendía y, además, se fortalecía el poder de los reyes y soberanos. El sanguinario ritual parecía, así, directamente relacionado con el astro-rey. Como prueba de los sacrificios humanos en la fenicia oriental solo se dispone de algunas referencias en el Antiguo Testamento. De la fenicia occidental se tienen pruebas irrefutables en las excavaciones de un antiguo cementerio de Cartago, donde se han exhumado pequeñas vasijas de arcilla que contenían los restos de criaturas y niños. Mezcladas con estas urnas hay otras que contienen los restos de jóvenes animales como cabritos, corderos, gatos y cachorros.

La Creación

La cosmogonía fenicia nos explica la formación del universo a partir de una especie de caos acuoso, formado por una mezcla de aire vaporoso y agua turbia. Todo lo cual dio lugar a la formación de limo, o barro, del que nacería la vida; aunque ello sucedió después de que hubiera transcurrido una inmensidad de tiempo. Y es que el principio de todas las cosas fue el Tiempo: "el Tiempo cósmico que abraza todo en él". Una serie de eventos diferenciados que, por mor de la oscuridad y del deseo llegaron a confluir en lo más recóndito del mundo, una vez que hubo tiempos hicieron posible el advenimiento de la vida. 
El último en actuar fue el Sol que, con su calor, separó el agua del barro, y la nube del aire lo cual hizo posible el origen de lo diverso y, por ende, el inicio de lo que ha dado en llamarse creación. El ruido ensordecedor, semejante al trueno, y la luz cegadora, similar a la del rayo, despertaron a todas las criaturas, tanto a los machos como a las hembras, que hasta entonces permanecían aletargadas, las cuales corrieron asustadas y se desperdigaron por la faz de la Tierra para, así, poblarla; labraron los campos y, en un principio, adoraron como a dioses a los frutos mismos que la tierra les procuraba. Con el correr del tiempo, descubrieron el fuego, se cubrieron con ropajes diseñados por ellos mismos, inventaron la escritura sobre tablas de arcilla y sobre papiros y, de nuevo con el tiempo como aliado, descubrieron el poder de la magia y los principales remedios contra el veneno de muchos reptiles.

Astarté


Principal diosa de Sidón y con presencia en las otras ciudades fenicias. Astarté es la diosa de la fecundidad, aunque sus características y dependiendo de las ciudades son diferentes. También es adorada como diosa guerrera, de la caza o incluso como patrona de los navegantes. Suele representarse posada sobre un león y sosteniendo una flor de loto y una serpiente. En otras representaciones se acentúa su carácter como diosa de la fecundidad y aparece tocándose los senos o dando de mamar a dos niños. Se asimiló en otras culturas con nombres diferentes como por ejemplo la Afrodita de los griegos, la Venus romana o la Isis egipcia. Contaba con abundantes santuarios en Sidón y Tiro. Está documentado un santuarios dedicado a Astarté en El Carambolo, (Sevilla), fechado en el siglo VIII a. C.

Astarté es la reina del cielo a quien los cananitas había quemado incienso en la Biblia (Jeremías 44).

Eshmún
Adorado en Sidón y en Chipre. Se le asimila a Apolo y a Esculapio como dios sanador. Contaba con varios templos distribuidos por toda la costa mediterránea, desde del Líbano hasta España. Entre los templos destaca un gran santuario a las afueras de Sidón en un lugar donde brotaba una fuente, y el Templo de Eshmún de la ciudad de Cartago. En los rituales de adoración a Eshmún se realizaban abluciones y danzas. También se conoce que existieron unos juegos en su honor y que el vencedor ganaba una tela púrpura.

La Principal diosa de Sidón y con presencia en las otras ciudades fenicias. Astarté es la diosa de la fecundidad, aunque sus características y dependiendo de las ciudades son diferentes. También es adorada como diosa guerrera, de la caza o incluso como patrona de los navegantes. Suele representarse posada sobre un león y sosteniendo una flor de loto y una serpiente. En otras representaciones se acentúa su carácter como diosa de la fecundidad y aparece tocándose los senos o dando de mamar a dos niños. Se asimiló en otras culturas con nombres diferentes como por ejemplo la Afrodita de los griegos, la Venus romana o la Isis egipcia. Contaba con abundantes santuarios en Sidón y Tiro. Está documentado un santuarios dedicado a Astarté en El Carambolo, (Sevilla), fechado en el siglo VIII a. C.
Astarté es la reina del cielo a quien los cananitas había quemado incienso en la Biblia (Jeremías 44).

Eshmún
Adorado en Sidón y en Chipre. Se le asimila a Apolo y a Esculapio como dios sanador. Contaba con varios templos distribuidos por toda la costa mediterránea, desde del Líbano hasta España. Entre los templos destaca un gran santuario a las afueras de Sidón en un lugar donde brotaba una fuente, y el Templo de Eshmún de la ciudad de Cartago. En los rituales de adoración a Eshmún se realizaban abluciones y danzas. También se conoce que existieron unos juegos en su honor y que el vencedor ganaba una tela púrpura.

El
Considerado el dios padre de todo el panteón fenicio.

Baal
Baal (semítico cananeo: Señor) era una divinidad (posiblemente el Sol) de varios pueblos situados en Asia Menor y su influencia: fenicios, cartagineses, caldeos, babilonios, sidonios y filisteos. Su significado se aproxima al de amo o señor. Era el dios de la lluvia y la guerra. En la Biblia, Baal es uno de los falsos dioses, al cual los hebreos rindieron culto en algunas ocasiones cuando se alejaron de su adoración a Yahvé. Fue adorado por los fenicios como el dios más importante de su panteón y además tuvo una esposa llamada Baalit que se representaba como una mujer hermosa.

Anat
Esposa de Baal, era a la vez una diosa de la fertilidad y una joven e impetuosa diosa de la guerra, a quien se ha relacionado con la diosa Hator egipcia y con la Atenea griega.

Reshef
Dios de carácter guerrero, dueño de las calamidades. Alcanzó en el Antiguo Egipto, a partir del Imperio Nuevo, una gran veneración cuando Amenofis II lo adoptó como genio protector, asimilándolo con Montu, el dios egipcio de la guerra, y asociándolo a Astarté.
A la derecha, Reshef representado en la estela de Qetesh


Chusor
Considerado como el primero de los navegantes de la humanidad, los fenicios creían que este dios había construido el palacio de Baal, se le considera también el descubridor de la pesca y de las construcciones navales, además de ser el dios de herreros y armeros.

Hadad
Dios del aire, de la tormenta, los relámpagos, la lluvia y el viento. Según las creencias de los marineros fenicios, su voz sonaba en las tormentas.

Melkart
Primitivamente, Melkart fue una divinidad fenicia de la ciudad de Tiro, a la que estuvo consagrado primitivamente el templo de Heracles en la antigua ciudad de Cádiz. Su culto centrado en el fuego sagrado de las ciudades, se extendió por todas las colonias de Tiro.
Era la forma fenicia del dios Baal. Originariamente era un dios agrícola, del campo, la vegetación, la fecundidad y la primavera, por lo que su ritual comprendía una serie de ritos de muerte y resurrección cíclicos anuales, coincidentes con las estaciones del año; No obstante, también era una deidad marina, pues era una divinidad de carácter sincrético. Pasó luego a ser considerado «rey de la ciudad», que es el significado etimológico de su nombre (melk, rey), y como patrono de la ciudad de Tiro, se transformó también en dios de la colonización y de la protección de la navegación. Los tirios le consideraban el guía de sus viajes marítimos y exploraciones, de modo que le consagraron el templo fundado al mismo tiempo que la ciudad de Cádiz en el otro extremo de la isla mayor, donde hoy se encuentra el islote de Sancti Petri y en el que, según la leyenda, Aníbal, hizo el juramento de odio eterno a los romanos antes de marchar hacia Sagunto e iniciar la Segunda Guerra Púnica. Aunque también se decía que lo hizo siendo un niño en Cartago. Fue conocido en la antigüedad como el santuario de Heracles o Heracleión. El lugar en donde fue situado el templo inicial en Cádiz, cerca del estrecho de Gibraltar, fomentó la leyenda de la separación de las Columnas de Hércules, en principio llamadas Columnas de Melkart por los fenicios, más tarde Columnas de Heracles por los griegos hasta el actual nombre romano.
Se le atribuía la civilización de las tribus salvajes de las costas lejanas, la fundación de las colonias fenicias y la introducción de la ley y el orden entre los hombres.
En diversos restos arqueológicos, ente los que destacan las monedas, se le representa a menudo cabalgando en un hipocampo. En la época tardía de la civilización fenicia, también se le consideraba el dios del Sol que se encontraba en unión con Baal y Moloch, las fuerzas malignas y benignas del cielo, respectivamente. Alejaba la hostilidad entre ambos y por tanto, reducía el efecto del fulgor solar y de los fríos invernales. Es por ello que en su altar debía haber un fuego perenne.
Cada día seguía a la esquiva Astarté hasta que él la encontraba en un punto remoto de Occidente y se esposaron. Matrimonio que trajo la perdición de la diosa y la transformó en la dulce Ashera.

Los griegos le llamaban Melicertes y le comparaban con Heracles, por los atributos guerreros que le caracterizaban.

Bes
Dios protector, que a menudo aparecía representado en los relieves de las estelas y en los monumentos funerarios.

Dagón
Se le menciona en la Biblia, cuando habla del dios Dagón al que rindieron culto en el templo de Asdot (I Samuel 5, 1-7), u ocupando su templo como baños públicos.

Es posible que realmente el nombre se haya utilizado para denominar a tres dioses distintos: un Ben Dagón, que aparece en los primeros textos ugaríticos en lucha contra el dios Baal; un segundo Dagan, dios sumerio de la fertilidad, venerado por todo el Oriente Antiguo; y, por último, en Fenicia, Dagón un dios marino, un ser a medias hombre y pez. La posible confusión puede ser originada por una etimología dudosa. La palabra caldea dagan se traduce por 'grano', 'trigo' o 'semilla' y si se derivase del hebreo antiguo dag, significa 'pez'.
De acuerdo con la interpretación que se cree más probable, Dagón era descrito con cara y manos, y una parte de su cuerpo era parecida a un pez, "el tronco de Dagón" (versículo 5). Del texto recibido de los Setenta parece que también tenía pies, aunque la edición Swete da a este punto una lectura diferente. En la traducción griega esta frase se muestra con las características de tener un aspecto de brillo pulido. La descripción de la Biblia coincide con la que puede verse en las monedas de varias ciudades, filisteas o fenicias, en la mayoría de ellas Dagón se representa como una figura compuesta, la parte superior del cuerpo es humana, y la inferior es de pez. De ello parece deducirse que Dagón era un dios pez, hecho que no sorprende en lo más mínimo, puesto que parece haber sido la deidad principal de ciudades marítimas, tales como, Asdod, Gaza (los lugares originales se supone que están enterrados bajo las dunas de arena que corren a lo largo de la orilla), Ascalón, y Arvad. En los monumentos, y también probablemente en el culto popular, Dagón está asociado a veces con una deidad hembra también medio pez, Derceto o Atargatis, a menudo identificadas como Astarté.
Algunos especialistas, sin embargo, no dan valor a estos datos, y consideran que Dagón era el dios de la agricultura. Su opinión está basada en la siguiente afirmación filo bíblica: "Dagón, es decir, espiga ' [la palabra hebrea para espiga es dagan]. "Dagón, después de descubrir el trigo y el arado, fue llamado Zeus del arado" (2, 16). El mismo escritor nos dice (en Eusebio, Prep. Evang. 1, 6) que, según una leyenda fenicia antigua, Dagón era uno de los cuatro hijos nacidos del matrimonio de Anú, el señor de cielo, con su hermana, la tierra. Es más, en un sello que tiene ciertas señales simbólicas hay una provisión de trigo, puede leerse escrito en caracteres fenicios el nombre de Baal-Dagón pero no la imagen de un pez. Es posible cuestionar si estos argumentos tienen más valor que los que apoyan la otra opinión; para quienes aceptan la interpretación etimológica filo bíblica les parece que el posible error es debido a una equivocación en el nombre. También pudiera admitirse que en el transcurso del tiempo, a lo largo de la orilla mediterránea, se desarrolló una concepción y representación doble de Dagón como resultado de la supuesta doble derivación del nombre. Todos los estudiosos están de acuerdo que tanto el nombre como el culto de Dagón se importaron de Babilonia.

Las cartas de Tell el-Amarna (aproximadamente 1480-1450 a. C.), qué han aportado los nombres de Yamir-Dagan y Dagan-takala, gobernantes de Ascalón, dan testimonio de la antigüedad del culto a Dagón entre los habitantes de Palestina. Sabemos por la Biblia que la deidad tenía templos en Gaza (Jueces, 16, 21, 23) y Asdod (I Samuel 5, 1-7); Suponemos que existieron estanques igualmente en otras ciudades filisteas. El culto a Dagón parece que se había extendido incluso más allá de los confines de su confederación. El testimonio de los monumentos es positivo para la ciudad fenicia de Arvad; más aún, el Libro de Josué menciona dos pueblos llamados Bét Dagón, uno en el territorio de Judá (Josué 15, 41), y el otro en la frontera de Aser (Josué 19, 27); Josefo también habla de un Dagón "más allá de Jericó" (Antiq. Jud., XIII, 8, 1; De Bel. Jud. I, 2, 3): todos estos nombres son anteriores a la conquista israelita, y, a menos que los derivemos de dagan, dan testimonio de a una amplia difusión del culto de Dagón a lo largo de Palestina. Este culto se mantuvo, por lo menos en ciertas ciudades filisteas, hasta los últimos siglos a. C. Este era el caso de Asdod; el templo de Dagón que estaba allí fue quemado por Judas Macabeo (l Mac.10, 84; 11, 4).
Al contrario de los Baales que, entre los cananitas, era deidades esencialmente locales, Dagón parece que era considerado por los filisteos como un dios nacional (I Crónicas 10, 10). A él atribuyeron su éxito en la guerra; le dieron gracias con grandes sacrificios, ante él se regocijaron por la captura de Sansón (Jueces 16, 23); a su templo llevaron los trofeos de sus victorias, el Arca (I Samuel 5, 1, 2), la armadura, y la cabeza de Saúl (1 Samuel 31, 9, 10; I Crónicas 10, 10). Un bajorrelieve de bronce de trabajo asirio fenicio también sugeriría que Dagón tenía una función prominente en las doctrinas de la muerte y la vida futura. Acerca del ritual de su culto, poco puede recogerse o de los documentos o de la Escritura. Los acuerdos detallados para devolver el Arca (1 Samuel 5; 6) puede haber estado inspirados más por las circunstancias que por cualquier ceremonia del culto a Dagón. Sólo conocemos por los autores antiguos que, por razones religiosas, la mayoría de los ririos se abstenían de comer peces, una práctica que uno se inclina relacionar con el culto de un dios pez.

Sadrapha
El propio nombre de esta deidad ya nos indica bastante sobre su papel en la religión fenicia, el significado no es otro que "falo" y en honor a él se realizaba la prostitución ritual, muy corriente entre los fenicios y otras culturas antiguas, que se llevaba a cabo con fines profilácticos.

Moloch
Los navegantes fenicios exportaron, a través del comercio, los cultos a varios dioses representados como deidades-toro: el dios El, al dios Baal y sobretodo, al sanguinario dios Moloch, Dios supremo y protector de la ciudad de Cartago. La estatua de Moloch lo representaba con cuerpo de hombre y cabeza de toro con cuernos. Cada año se encerraban dentro jóvenes que se le ofrecían como sacrificio y los quemaban. Moloch aparece mencionado varias veces en la Biblia, relacionado con sacrificios infantiles.

Cartago: sus orígenes y su historia.
Cartago es la más importante de las ciudades fenicias. La Historia le ha dado más renombre que a su madre, Tiro, y su primacía sobre los fenicios occidentales fue indiscutible desde el siglo VI hasta su caída en el 146 antes de Jesucristo. Además existe más material arqueológico y literario sobre Cartago que sobre todas las otras ciudades fenicias juntas.
La fecha de su fundación es en el 814. Elisa (Dido) (princesa del linaje de Itobaal de Tiro) marcharon a Chipre con un grupo de aristócratas tirios contrarios al rey, donde se les agregó el sacerdote Juno con su familia, allí recogió unas ochenta doncellas y comenzó su navegación hacia Occidente, directamente hacia Cartago, donde regateó para adquirir un pedazo de tierra del tamaño que pudiera cubrir una piel de buey, arreglándoselas para obtener un gran espacio cortando el cuero en finísimas tiras. El territorio así conseguido se llamó Byrsa (piel en griego), aunque algunos historiadores han sugerido otro significado “fortaleza” en griego. Más tarde el nombre de Byrsa fue empleado para designar la ciudadela de Cartago, y hoy se utiliza para la colina de St. Louis, lugar tradicional de la ciudadela. 
Cartago una vez fundada, floreció en gran manera, y se convirtió en la cabeza de las ciudades fenicias del Mediterráneo central, incluyendo Motya y Utica, siendo capaz de alcanzar a los griegos y enfrentárseles en sus avances hacia Occidente desde fines del siglo VIII.
Alrededor del 550 su general Malco derrotaba a los griegos en Sicilia, pero vencido a su vez en Cerdeña, fue proscrito. Volvió posteriormente y se apoderó del poder en Cartago, siendo sucedido por Magón, quien con sus hijos Asdrúbal y Amilcar, ya habían tenido conflictos con los griegos. 
Por entonces los enemigos de Cartago eran los griegos, el país de origen de los fenicios estaba en manos del dominio persa, y los persas estaban dispuestos a atacar la Grecia continental.
Ante la presencia de los griegos los cartagineses miraron hacia Occidente con total resolución. Fundaron o fortalecieron las colonias a lo largo de la costa africana, alrededor del 425 antes de J. C. los viajes de Hannoun y Himilco señalan el interés de Cartago por las tierras ubicadas más allá de las Columnas de Hércules documentado en el “Periplo de Hannoun”.
Fue un extraordinario intento cartaginés por desarrollar el comercio occidental y obtener para sí mismos el acceso marítimo a los centros productores del hinterland africano y al comercio del estaño de Bretaña y Cornualles por medio del enlace transgálico que les había sido cortado por los griegos en la costa sur de las Galias.
Alrededor del 279 cesaron las guerras entre Cartago y los griegos. Roma había subido rápidamente y Cartago estableció tratados comerciales con ella en el 348 y en el 306. En el 279 firmo un tercer tratado, esta vez en contra del enemigo común los griegos.
En el 264 estalla un inevitable conflicto entre Cartago y Roma fundado básicamente en la rivalidad por la posesión de Italia. Esta fue la Primera Guerra Púnica que no acabaría hasta el 241, con la victoria naval romana de las islas Egadas. Cartago tuvo que aceptar una paz en severos términos, que la privaban de su control sobre Sicilia le imponían unas indemnizaciones crecidísimas, que se extendían a lo largo de veinte años.
La única esperanza de salvación que le quedaba a Cartago era el desarrollo de su imperio hispánico, a fin de equilibrar la balanza de sus pérdidas en los demás sitios. Amilcar Barca, su más conspicuo general, y su hijo Anibal, de nueve años entonces, a quien había hecho jurar odio eterno a Roma, decidió llevar adelante esta tarea. 
Amilcar Barca fue el padre de Aníbal y también se cree que el padre del explorador Hannoun.
Cuando Amilcar fue asesinado en 229, su yerno Asdrúbal, que le sucedió fundo Cartago Nova (228) y en 226 concluyó un tratado con Roma, señalando el Ebro como límite de las respectivas esferas, y consolidando de ese modo las grandes conquistas realizadas por los generales cartagineses. 
Asesinado en 221, Asdrúbal fue sucedido por Anibal que solo tenía veinticinco años, pero que era ya un hombre influyente sobre el ejército español y también en la misma Cartago.

En los años siguientes Anibal inició una pendencia con Roma a propósito de Sagunto, y la Segunda Guerra Púnica estalló. Aníbal se dirigió a Italia con un gran ejército y elefantes, cruzando los Alpes, y aunque en aquellas rigurosas jornadas perecieron muchos de sus hombres y casi todos los elefantes, pronto derrotaba a los ejércitos romanos que se le oponían, especialmente en el lago Trasimeno (217) y en Cannas, en el 216. Los ejércitos romanos en España fueron también derrotados, y muertos sus generales, los Escipiones. 
El joven P. Cornelio Escisión el Africano, asaltó Cartago Nova en el 209 y conquistó toda la Bética, incluso Gades hacia el 206. En el 204 invadía el África. Anibal fue llamado allí y la batalla final de la guerra tuvo lugar en Zama en el 202. De los dos principales jefes libios, Sifax se alineó con Cartago y Masinisa con Roma.
Cartago fue derrotada y las condiciones de paz fueron severas una vez más. La flota cartaginesa fue incendiada; su dominio se reduciría a partir de entonces al propio territorio en la zona oriental tunecina, y Masinisa era confirmado como rey de los númidas, con capital en Cirta (Constantina). 
La indemnización exigida fue también enorme, y lo peor de todo fue que Cartago no debería entablar ninguna guerra con el extranjero sin consentimiento de Roma.
En los 50 años posteriores Cartago no pudo fundar ninguna colonia más, pero debió tener contactos de tipo comercial con las colonias que ya existían, sobre todo con las de la costa norteafriacana, hacia el oeste. También hubo claros contactos con el Oriente, y relaciones comerciales, pues se iba imbuyendo cada vez más del arte y cultura helenísticos. 
La agricultura era próspera en el rico país tunecino, y el desarrollo del cultivo y de la arboricultura en todas sus formas debió de ser uno de los puntales claves de su recuperación.


Pero Masinisa también mordisqueaba los dominios cartagineses, al abrigo del tratado de paz. Finalmente, cambiaron las tornas: Cartago le atacó con el fin de poner coto a sus depredaciones, en 150; pero fue derrotado y multado con una nueva indemnización, y lo que era peor, Roma le declaró la guerra en 149 por violación del tratado. 
El resultado era inevitable, aunque hasta 146 lo retuvieron los arrestos de los cartagineses y la solidez de sus defensas. Cuando al fin cayó (se cuenta que sus últimos defensores y algunos desertores romanos se inmolaron a sí mismos en el templo de Eshmun), toda la ciudad fue saqueada e incendiada, y su emplazamiento fue arado por los victoriosos romanos mandados por Escipión Emiliano, nieto adoptivo de Escipión el Africano, el vencedor de Anibal.
En el puerto de Dermech y en otras partes, excavaciones han dado un estrato de cenizas de varios centímetros de grueso que atestigua la realidad del incendio, lo de que fue arado el lugar, es ya otra cuestión.
Roma hizo una provincia del territorio cartaginés, pero paso un siglo antes de que alguna ciudad romana se alzase sobre las ruinas de Cartago. Hasta entonces la cultura romana había penetrado muy escasamente en el Norte de África, y la prolongada dependencia de Cartago de los reinos númidas aseguraba la existencia de un fuerte elemento púnico, que a partir de ahora se llamará neo-púnico, al menos en lo concerniente a la lengua. 
De esta manera, cuando la ciudad romana comenzó a crecer, fue poblada por una cantidad de africanos que hablaban la lengua neo-púnica y que daban culto a las antiguas divinidades púnicas: Baal-Hamón, Tania, Eshmun y Melqart, bajo los nombres romanos de Saturno, Celeste, Esculapio y Hércules.
Cuadro cronológico




Próximo Capítulo: Ugarit

Bibliografía
Aubet, M. E.: Tiro y las colonias fenicias de Occidente, Barcelona, 1987.
Belmonte Marín, Juan Antonio: Cuatro estudios sobre los dominios territoriales de las ciudades-estado fenicias, Bellaterra, 2003.
Blázquez, José María: Historia de Oriente antiguo. Madrid: Cátedra, 1992.
Corzo, R., Los fenicios, señores del mar. Historia 16. Madrid 1994.
González Blanco, Antonino El mundo púnico: historia, sociedad y cultura, Editora Regional de Murcia, 1994.
Frankenstein, Susan: Arqueología del colonialismo: el impacto fenicio y griego en el sur. Barcelona: Grijalbo - Mondadori, 1997.
García y Bellido, Antonio: Fenicios y cartagineses en Occidente. Madrid, 1942.
Gras M., P. Rouillard, J. Teixidor: L'univers phénicien. París: Hachette, 1995.
Herm Gerhard: Fenicios, el imperio de la púrpura en la antigüedad. Barcelona: Destino, 1976.
Liverani, M., El Antiguo Oriente. Historia, sociedad y economía. Crítica. Barcelona 1995.
Llidó i Herrero, Joan (1999). Huellas del espíritu en la prehistoria castellonense. Universitat Jaume I. ISBN 9788480212632.
Martín, J. A.: Catálogo documental de Los Fenicios en Andalucía. Junta de Andalucía, 1995.
Penela, J. R.: Elissa, la Roja. Barcelona: edición personal, 2006.
Prados Martínez, Fernando: Los fenicios, del monte Líbano a las Columnas de Hércules. España: Marcial Pons, 2007.
Thiollet, J-P.: Je m'appelle Byblos. París: H. & D., 2005.
Torres Ortiz, M. La cronología absoluta europea y el inicio de la colonización fenicia en occidente. Implicaciones cronológicas en Chipre y el Próximo Oriente. Complutum, 9, 1998
Wagner, Carlos G. (1989). Historia del mundo Antiguo: Oriente: Los fenicios (9). Akal
Wagner, C. G., Los fenicios. Akal Historia del Mundo Antiguo. Madrid 1989.

No hay comentarios:

Publicar un comentario