La historia de la Antigua Roma originalmente
una ciudad-estado de Italia y después un imperio que cubría gran parte de
Eurasia y el norte de África, desde el siglo IX a. C. hasta el
siglo V d. C., está muy ligada a su historia militar. El núcleo
de la historia de las campañas militares romanas es el relato de las
batallas terrestres del ejército romano, desde su defensa inicial y posterior
conquista de las ciudades de las colinas vecinas de la península itálica, hasta
la lucha final del Imperio romano de Occidente por su propia existencia contra
los invasores hunos, vándalos y germánicos tras la división del Imperio en los
Imperios de Oriente y Occidente. A pesar de que el Bajo Imperio se extendía por
las tierras de la periferia del Mediterráneo, en la historia militar de Roma
las batallas navales fueron, por lo general, menos significativas que las
batallas terrestres, debido a su dominio casi incuestionable del mar tras las
feroces luchas navales de la primera guerra púnica.
En primer lugar, el ejército romano luchó
contra sus vecinos tribales y los pueblos etruscos de Italia; posteriormente
llegó a dominar gran parte del Mediterráneo y más allá, incluyendo la provincia
de Britania y Asia Menor en el apogeo del Imperio. Al igual que sucedió con la
mayoría de las civilizaciones antiguas, el ejército de Roma sirvió para el
triple propósito de asegurar sus fronteras, explotar las zonas periféricas
mediante medidas tales como imponer tributos sobre los pueblos conquistados, y
mantener el orden interno. Desde el principio, el ejército romano tipificó esta
pauta y la mayoría de las campañas de Roma estuvieron caracterizadas por uno de
estos tipos: el primero es la campaña territorial expansionista, que
normalmente empezaba en forma de contraofensiva, en la que cada victoria
conllevaba la subyugación de grandes extensiones de territorio y que permitió a
Roma pasar de ser un pequeño pueblo al tercer imperio más grande del mundo
antiguo, abarcando casi la cuarta parte de la población mundial; el segundo son
las guerras civiles, que azotaron a Roma con frecuencia desde su misma
fundación hasta su desaparición final.
Los ejércitos romanos no eran invencibles, a
pesar de su formidable reputación y el gran número de sus victorias. Durante
siglos, los romanos «produjeron su propia ración de incompetentes» que
condujeron a sus ejércitos a derrotas catastróficas. No obstante, el destino de
los mayores enemigos de Roma, como Pirro y Aníbal, solía ser el de ganar las
batallas pero perder la guerra. La historia de las campañas romanas es, ante
todo, la historia de una persistencia obstinada que supera terribles derrotas.
Monarquía y primeros años de la República (756 a. C.-459 a. C.)
Roma es casi única en
el mundo antiguo en el sentido de que su historia, militar o no, está documentada
en gran detalle casi desde la misma fundación de la ciudad hasta su final.
Aunque, tristemente, algunas historias se han perdido, como el relato de
Trajano de las guerras dacias, y otras, como las primeras historias de Roma,
son como mínimo medio apócrifas, los relatos existentes de la historia militar
de Roma son sin embargo extensos.
La primera de las
historias, de la época en la que Roma se fundó como una pequeña villa tribal,
hasta la caída de los reyes de Roma, es la que peor preservada está. Esto es,
porque, aunque los primeros romanos solo sabían escribir hasta cierto punto, o
bien carecían de la voluntad necesaria para registrar su historia, o bien las
historias que registraron se perdieron.
El rapto de las sabinas, de Nicolas Poussin, Roma, 1637–1638 (Museo del
Louvre).
Aunque el historiador
romano Tito Livio enumera una serie de siete reyes de la Roma primordial en su
trabajo Ab Urbe Condita, desde su establecimiento y a través de sus
primeros años, los cuatro primeros «reyes» (Rómulo, Numa Pompilio, Tulio
Hostilio y Anco Marcio) son casi con
total seguridad completamente ficticios. El historiador Michael Grant y otros
afirman que antes de que se estableciera el reinado etrusco de Roma bajo el quinto
rey tradicional, Lucio Tarquinio Prisco, Roma habría estado dirigida por un
líder religioso. Se sabe muy poco de la historia militar de Roma durante esta
época y lo que nos ha dejado la historia es de naturaleza legendaria más que
factual. Según la tradición, Rómulo fortificó una de las siete colinas de Roma,
el monte Palatino, tras fundar la ciudad y Livio afirma que poco después de su
fundación Roma era «igual a cualquiera de las ciudades cercanas en destreza
guerrera».
La primera campaña, si se puede llamar así, en
la que lucharon los romanos según este relato legendario es el rapto de las
mujeres de varias villas cercanas, habitadas por el pueblo sabino, con el
propósito de «engendrar a sus hijos», un suceso conocido como el rapto de las
sabinas. De acuerdo con Livio, la villa sabina de Caenina respondió primero
invadiendo territorio romano, pero fue repelida y la ciudad capturada. Luego,
los sabinos de Antemnae fueron derrotados de manera similar y también los
sabinos de Crustumerium. El grupo principal restante de los sabinos atacó Roma
y capturó brevemente su ciudadela, pero fueron repelidos.
Hubo más guerras contra Fidenas, Veyes, Alba Longa, Medulia, Apiola, y Colacia.
Bajo los reyes etruscos Lucio Tarquinio Prisco,
Servio Tulio y Tarquinio el Soberbio, Roma se expandió hacia el noroeste,
entrando en conflicto de nuevo con Veyes tras la expiración del tratado que
había terminado con su guerra anterior. Hubo otra campaña más contra Gabii y
más tarde contra los rútulos. Los reyes etruscos fueron derrocados como parte
de una reducción más amplia del poder etrusco en la región durante este
periodo; Roma se reformó como república, una forma de gobierno basada en la
representación popular, en contraste con el anterior reinado autocrático.
Batalla
del Lago Curcio
La batalla
del Lago Curcio tuvo lugar en los primeros años del reinado del primer
rey de Roma, Rómulo, entre el ejército romano dirigido por el mismo monarca y
los sabinos de Tito Tacio. Según la leyenda, al final de la batalla los dos
pueblos unidos en la misma comunidad.
Una vez que los romanos fundaron la ciudad en el Monte
Palatino, comenzó a crecer, con el fin de aparecer de acuerdo a Tito Livio
"lo suficientemente potente como para competir militarmente con las
ciudades de los alrededores." Dado que las mujeres eran escasas, esta
potencia estaba destinada a no durar más que una generación, si los romanos no
encontraban suficientes esposas con las que procrear niños nuevos a la ciudad.
...Rómulo envió embajadores a las ciudades vecinas
para celebrar tratados de alianza con estos pueblos y promover la unión de los
nuevos matrimonios. [...] Las embajadas no fueron bien recibidas en ninguna
parte, ya que sentían desprecio y temor a la vez por su presencia, que
constituía una amenaza para ellos y sus sucesores, cada vez más precisa.
Tito Livio, Ab Urbe condita libri, I, 9.
La juventud romana
acogió con resentimiento las noticias de las embajadas, por lo que muchos
fueron partidarios de usar la fuerza. Rómulo decidió, sin embargo, ocultar su
resentimiento y organizar unos juegos solemnes en honor de Neptuno, a los que
llamó Consualia. Luego, pidió a sus hombres que llevaran invitaciones a las
ciudades vecinas de Caenina, Antemnae, Crustumenium y a los sabinos, que vivían
cerca de la colina del Quirinal.
El espectáculo comenzó, y cuando acaparaba toda la
atención, se lanzó el ataque, según el plan convenido. A una señal, los jóvenes
romanos comenzaron a correr para secuestrar a las muchachas. La mayor parte de
los secuestros se hicieron al azar de los encuentros. Las más bellas se
destinaron a los senadores más importantes...
Tito Livio, Ab Urbe condita libri, I, 9.
Después del espectáculo
los padres de las chicas huyeron, acusando a los romanos de haber roto el pacto
de hospitalidad. Rómulo fue capaz de apaciguar los ánimos de las muchachas y,
con el paso del tiempo, parece que la ira de ellas fue desapareciendo, gracias
al cuidado y la pasión con la que los romanos las trataron en los días
siguientes.
De los pueblos que
habían sufrido la indignidad, los primeros vencidos fueron los de Caenina, que
fueron conquistados por los romanos. Luego fue el turno de los antemnati
y los crustumini. Ahora sólo faltaban los sabinos.
La batalla
El último ataque
llevado a cabo sobre Roma fue el de los sabinos. En el curso del ataque, se
cuenta que la virgen vestal, Tarpeya, hija del comandante de la fortaleza
Spurius Tarpeius, fue corrompida por el oro de Tito Tacio, y facilitó la
entrada a la ciudadela fortificada del Capitolio a un escuadrón armado, bajo
cualquier pretexto. La ocupación de la fortaleza por los sabinos llevó a los
dos ejércitos a reunirse al pie de las dos colinas, Capitolio y Palatino, justo
donde más tarde se colocó el Foro Romano), mientras que los comandantes de
ambas partes exhortaban a sus soldados a luchar: Mezio Curzio por los sabinos y
Hostus Hostilius por los romanos. El campo de batalla estaba rodeado por
numerosas colinas, y no ofrecía vías de escape. Hay que añadir que en aquellos
días, las fuertes lluvias habían desbordado el río, sacándolo de su cauce y
dejando un barro espeso, estancada, no fácilmente visible ni evitable, sino
peligroso e insidioso.
Plutarco cuenta algunos
sucesos curiosos en el curso de la batalla:
El comandante sabino,
Mezio Curzio, un hombre de coraje altivo, que se encontraba a caballo, lejos de
su ejército, logró escapar, de milagro luego que su caballo fuera tragado por
un limo oscuro de ese lugar, que en virtud de este suceso fue llamado Lago Curcio;
Hostus Hostilius cayó
durante la batalla que estalló poco después, lo que obligó a las tropas romanas
a replegarse cerca de la puerta del Palatino;
Rómulo, herido por una
piedra en el curso de la batalla, se desvaneció cuando los sabinos tomaron
ventaja y comenzaron a llegar a la falda del Palatino; a continuación,
recuperado de las heridas, invocó a Júpiter y le prometió, en caso de victoria,
la construcción de un templo, dedicado a él (Templo de Júpiter Stator, cerca del
foro romano); Después, se arrojó en medio de la batalla, y organizó un
contraataque sobre los lugares donde, unos años más tarde, se alzarían la
denominada Regia, y el Templo de Vesta, pero los romanos llevaban las de perder
frente a los sabinos.
Fue en este momento
cuando las sabinas, que habían sido secuestradas con anterioridad por los
romanos, se lanzaron bajo una lluvia de proyectiles entre las facciones
opuestas, para separar a los contendientes y aplacar sus iras.
Ellas suplicaron por un lado a sus maridos (los
romanos), y por otro a sus padres (los sabinos), que no cometieran un crimen
horrible, con la sangre de un yerno o de un suegro para no manchar con la
muerte de sus ancestros a los niños que ellas habían dado al mundo, los hijos y
nietos de ellos.
Tito Livio, Ab Urbe condita libri, I, 13.
Consecuencias
Con este gesto, ambos
bandos eligieron firmar un tratado de paz, declarar la unión entre los dos
pueblos, asociar sus reinos, y transferir el poder de decisión a Roma. La
ciudad vio así duplicada su población. Tito Livio cuenta que, para cumplir con
los sabinos, los romanos tomaron el nombre de Quiritas, de la ciudad de Cures,
mientras que el lago cercano, en la vecindad de el foro romano, fue nombrado en
memoria de la batalla y el comandante sabino Mezio Curzio, como Lago Curcio.
Roma
en el 753 a.C.
Batalla
de Fidene
La Batalla
de Fidene tuvo lugar en los años del reinado del primer rey de Roma,
Rómulo, entre el ejército romano dirigido por el mismo monarca y los
fidenenses.
Después de la fundación de su ciudad, en el
Monte Palatino, los romanos comenzaron a expandirse, y aparecen según Tito
Livio "tan poderosos que podían competir militarmente con cualquiera de
los pueblos de su alrededor". Una tras otra cayeron muchas de las
ciudades cercanas; la primera fue Caenina, luego, Antemnae, y Crustumerium. Los
sabinos fueron el siguiente objetivo, y también fueron vencidos. Los habitantes
de Fidenas, que ahora veían a Roma como una ciudad vecina de poderío creciente,
decidieron atacar sin demora, antes de que se volviera demasiado fuerte para
ser vencida.
El territorio de la ciudad
de Fidene en el Siglo VI a. C. (en amarillo)
La batalla
Según Plutarco, hay dos versiones diferentes de
la batalla:
Roma fue capaz de capturar Fidenas, haciendo un
repentino ataque con un grupo de caballeros, que habían recibido órdenes de
cortar las bisagras de las puertas de la ciudad, permitiendo a Rómulo aparecer inesperadamente
con todo el ejército.
Los fidenenses se apresuraron a hacer la guerra
contra los romanos, enviando a los escuadrones de caballeros armados a asolar
el campo entre Roma y Fidene, para aterrorizar a los habitantes de la zona. La
reacción romana no se hizo esperar. El propio Rómulo a la cabeza del ejército
romano, se dirigió al norte, a lo largo del Tíber hasta llegar a una milla de
Fidenas.
Dejando una pequeña guarnición para vigilar la
ciudad, decidió trasladarse con el grueso del ejército, listo para emboscar al
oponente en un lugar cercano, tranquilo y arbolado. Rómulo estaba decidido a
atraer a los fidenenses fuera de sus muros, adoptando una táctica temeraria,
según la cual los caballeros romanos irían derechos hasta las puertas de la ciudad,
donde simularían un ataque, replegándose en el momento oportuno, para atraer al
enemigo, y hacerle caer en la trampa tendida por el rey romano.
La emboscada fue exitosa. Una vez que las
puertas de la ciudad fueron abiertas, el ímpetu de los fidenenses les permitió
lanzarse contra el enemigo y consiguieron tomar las primeras líneas romanas,
empujándolas hasta el lugar señalado para la emboscada, donde el grueso de la
ejército romano estaba escondido. Los fidenenses fueron rechazados por los
ejércitos romanos y fueron hostigados hasta el interior de su ciudad. La guerra
estaba ganada.
Consecuencias
Según Plutarco, Rómulo no destruyó la aldea, ni
abatió sus cimientos, por el contrario, Fidenas se convirtió en colonia romana,
donde se establecieron 2.500 colonos. La guerra desatada por los fideneses fue
como una "fiebre contagiosa" que azotó a los habitantes de Veyes que
estaban al oeste del Tíber. La consecuencia inmediata es que Rómulo se vio obligado
a luchar, y se las arregló para vencerles, ocupando el territorio de Septem
pagi (al oeste de la isla Tiberina), y obligando a los ciudadanos de Veyes a
volver a sus fronteras.
Batalla
de Cameria
La batalla
de Cameria tuvo lugar dieciséis años después de la fundación de Roma por
el primer rey de Roma, Rómulo, entre el ejército romano dirigido por el mismo
monarca y el pueblo de Cameria. Según la leyenda los romanos llevaron la mejor
parte, ocuparon la ciudad y establecieron una nueva colonia.
Los romanos, una vez fundada la ciudad en el
Monte Palatino, comenzaron a crecer, hasta aparecer, de acuerdo con Tito Livio,
"tan poderosos que podían competir militarmente con cualquiera de los
pueblos de alrededor". Una tras otra cayeron muchas de las ciudades
cercanas que pertenecían al pueblo de los Ceninensi (su ciudad capital
Caenina), los Antemnati, los Crustumini, los Sabinos y los habitantes de
Fidenas.
Casus belli
Antes de cesar la peste que había estallado en Roma la
década anterior, los Camerii invadieron los territorios romanos, y saquearon la
región, convencidos de que los romanos no podían defenderse de la terrible
enfermedad que había afectado a una gran parte de la población.
La batalla
Plutarco dice que Rómulo reaccionó rápidamente, emprendiendo
una expedición contra los Camerii, y una vez derrotados en la batalla en la que
mató a 6.000 hombres, ocupó su ciudad.
Tarquinio
el Soberbio (534 – 509 a.C)
Livio presenta el gobierno de Tarquinio como
una auténtica tiranía. El rey, escribe, “hizo matar a los senadores más
importantes que sospechaba habían sido partidarios de Servio” y gobernó sin
aceptar más consejo que el de sus propios familiares.
Impulsó en Roma el desarrollo de
infraestructuras urbanas y de numerosos edificios civiles y religiosos como la
finalización del templo de Júpiter Capitolino, las tribunas de Circo Máximo y
la Cloaca Máxima.
La política de este rey estaba orientada a
conquistar una posición hegemónica de Roma en el Lacio para ello recurrió a
pactos con comunidades vecinas. La implantación de emporio comercial en
ciudades como Ardea, Terracina, etc.
Siguió la política expansionista, primero
conquistó Pomezia, que lindaba con territorio volsco; con su botín se inició la
construcción del templo de Júpiter. Después emprendió la conquista de Gabii,
ciudad que defendía de los sabinos el lado oriental del Lacio. Para cerrar el
anillo de protección del Lacio, Tarquinio se aseguró asimismo el control de
Tusculum mediante el matrimonio de una de sus hijas con el tusculano más destacado.
Guerreros
romano-etruscos siglo V. Se puede observar guerreros de la clase I (típico
hoplita) y guerreros de la clase III (típico italiano con pectoral y scutum)
Según una de las leyendas más famosas de la
historia de Roma, Tarquinio compró tres libros proféticos a la sibila de Cumas
y los depositó en el templo de Júpiter. La historia narra que la sibila se
presentó ante Tarquinio como una mujer muy anciana y le ofreció nueve libros
proféticos a un precio extremadamente alto. Tarquinio se negó pensando en
conseguirlos más baratos y entonces la sibila destruyó tres de los libros. A
continuación le ofreció los seis restantes al mismo precio que al principio;
Tarquinio se negó de nuevo y ella destruyó otros tres. Ante el temor de que
desaparecieran todos, el rey aceptó comprar los tres últimos pero pagó por
ellos el precio que la sibila había pedido por los nueve. Estos tres libros
fueron guardados en el Templo de Júpiter Capitolino y eran consultados en
situaciones muy especiales.
Según la tradición, Tarquinio el Soberbio fue
destronado en el año 509 a.C mediante un golpe palaciego que se desencadenó
cuando su hijo Sexto Tarquinio, violó a Lucrecia, una joven patricia que a raíz
de ello se suicidó.
Derrocado el rey, Bruto y Tarquinio Colatino
fueron los primeros en ser nombrados cónsules y se decidió castigar con la
muerte a cualquiera que quisiera reinstaurar la monarquía.
Batalla
de la Selva Arsia (509 a.C)
Tarquinio, que se encontraba combatiendo en
Ardea, regresó rápidamente a Roma, pero en su ausencia perdió el apoyo del
ejército y tuvo que exiliarse a Etruria. Allí convenció a las ciudades de
Caere, Veyes y Tarquinia de que atacaran Roma, se enfrentaron a los cónsules
romanos Lucio Junio Bruto y Publio Valerio Publicola en la batalla de la Selva
Arsia, ambos ejércitos desplegaron a la manera tradicional la infantería en el
centro tipo falange y la caballería en las alas. El combate empezó con la carga
de la caballería, el cónsul Bruto cargó contra su primo Arruno hijo de
Tarquino, muriendo en el combate, después chocaron las infanterías cuyos flacos
derechos ganaron, produciéndose el giro en las formaciones. El cónsul Publícola
se impuso a las tropas de Veyes. El día acabó con fuertes bajas en ambos
ejércitos y la batalla sin decidir, retirándose ambos a sus campamentos.
Contaron las bajas en ambos bandos que rondaban las 11.300 los romanos
reclamaron que tenían un muerto menos.
Publícola optó por arriesgarse al asalto
nocturno, a pesar del cansancio de la batalla, consiguiendo apoderarse de éste
y poniendo en fuga a los etruscos. Apoderándose del campamento.
Batalla de la Selva Arsia 509 a.C. Entre
los cónsules romanos y el ejército de Lucio Tarquinio el Soberbio.
Batalla del
puente Sublicio (508 a.C)
Tarquinio recurrió después al rey de Clusio,
Lars Porsena, Además de su ejército contaba con el apoyo de la ciudad de Gabii,
de la ciudad latina de Túsculo, cuyo dictador Octavio Mamilio era yerno de
Tarquinio, y de algunos mercenarios.
El primer obstáculo de Porsena es la recién
fundada colonia de Sigluria en cuyo apoyo acuden los cónsules Publícola
(reelegido) y Tricipitino. Los romanos fueron derrotados, y la pequeña colonia
probablemente arrasada.
En esa época Roma se encuentra en la orilla
oriental del Tíber, teniendo en la otra orilla únicamente un puesto defensivo
avanzado en el monte Janículo. Porsena tomó el Janículo al asalto, a
continuación ambos ejércitos formaron para la batalla, Porsena desplegó en el
centro, a la izquierda Tarquinio con los exiliados romanos habitantes de Gabii,
a la derecha Octavio Manilio con un cuerpo de Latinos. Los romanos desplegaron
delante del puente de Sublicio, también en tres legiones Valerio Publícola en
el centro, Larcio Flavio a la derecha y Lucrecio Triciptino a la
izquierda. A continuación se inició la lucha fue de nuevo dura, pero
finalmente el ala izquierda romana cedió tras ser heridos sus comandantes, el
hermano del cónsul Publícola y el cónsul Tricipitino, lo que provocó el pánico
en el resto del ejército haciendo que huyeran de vuelta a Roma a través del
puente Sublicio.
Porsena en las cercanías de Roma. Al
fondo se observa el puente de madera sobre el Tiber y la colina del Palatino.
Autor Peter Connlly
Batalla del puente Sublicio (508 a.C).
Despliegue de fuerzas
Los etruscos persiguieron a los romanos hasta
el mismo puente donde fueron detenidos por la acción de los tribunos Larcio,
Herminio y en especial del soldado Horacio (Horatius Cocles) que bloquearon el
puente luchando fieramente hasta que los dos tribunos, con sus armaduras destrozadas,
se retiraron, dejando sólo Horacio que aguantó hasta que se consiguió cortar el
puente, procediendo a lanzarse al río y consiguiendo volver nadando a Roma
gravemente herido. De aquí viene la expresión italiana “quedarse como Horacio
en el puente”.
Horacio en el
puente 508 a.C, hace frente a los atacantes mientras sus compañeros destruyen
el puente sobre el río Tiber
Porsena puso cerco a Roma y, cuando la escasez
de alimentos ya hacía mella en la población, el romano Mucio (Caius Mucius)
intentó asesinar a Porsena en su campamento.
No se sabe si Porsena consiguió conquistar
Roma, de hecho algunos historiadores romanos como Tácito llegan a reconocerlo.
No obstante, Tarquinio no fue repuesto en el trono.
Finalmente Porsena abandonó Roma que perdió varias
o todas sus recientes conquistas en Etruria.
Consecuencias
Rómulo no destruyó la ciudad, ni abatió sus cimientos,
por el contrario hizo de Cameria una colonia romana, como había hecho con
Fidenas, en la que se establecieron un gran número de colonos, más del doble de
los que habitaban en Cameria y que sobrevivieron al Calendario romano. En el
botín confiscado a los Camerii, estaba, entre otras cosas, una cuadriga de
bronce, que consagró al templo de Hefesto en Roma (identificado con el
Volcanal), haciéndose erigir una estatua en la que comparecía coronado por la
Victoria. Pero ésta no fue la última guerra en la que luchó Rómulo. Si, de
hecho, las poblaciones vecinas más débiles ofrecieron espontáneamente su
sumisión a los romanos, no fue así con las más poderosas, que aunque temerosas
y envidiosas, no pensaron en esperar los acontecimientos, y decidieron resistir
al expansionismo romano. Es el caso de los habitantes de Veyes, que estaban al
oeste del Tíber, y serian los últimos en ser derrotados, después de haber
exigido a Rómulo, sin éxito, la devolución de Fidenas.
Primera
Guerra Latina (505 – 493 a.C)
La siguiente gran amenaza a Roma vendría por
parte de los sabinos. La caída de la monarquía romana dejó los sabinos en una
posición ambigua con respecto a la política de Roma. Sus tratados se habían
hecho con los reyes, pero ahora se han ido los reyes. En el 505 a.C, Porsena
convenció a los sabinos que deberían ayudar a restaurar los reyes. Los intentos
sabinos fueron derrotados en tres ocasiones, y se otorgó un triunfo a los
cónsules Marco Valerio Voluso y Publio Postumio Tuberto. Los triunfos se
registran en los Fastos Triumphales, aunque con los detalles de estas batallas
están perdidos.
Batalla de Fidenae 504 a.C
En el 504 a.C, los cónsules electos fueron
Publio Valerio Poplicola (por cuarta vez) y Tito Lucrecio Tricipitino (por
segunda). Según Livio, querían dar una lección a los sabinos, lo que llevó a la
elección de estos cónsules experimentados.
Los cónsules marcharon hacia la ciudad de
Fidenae donde los sabinos y sus aliados habían montado su campamento. Al llegar
cada cónsul estableció su propio campamento, Poblícola cerca de los sabinos a
la intemperie, mientras que Tricipitino acampó en una colina cerca Fidenae.
Primera Guerra
Latina con indicación de las batallas. La línea verde es la frontera romana en
el 700 a.C, la línea roja es la frontera romana en el 500 a.C, la línea roja de
puntos son los límites entre ciudades-estado latinas
El plan sabino era atacar el campamento de
Publícola por la noche dejando una fuerza emboscada que impidiera que
Tricipitino acudiera en apoyo de su colega pero unos desertores revelaron el
plan. El ataque se produjo después de la medianoche. Los sabinos se llenaron la
zanja y pusieron rampas sobre el muro sin ser molestados, a pesar del ruido,
creyendo que los romanos estaban dormidos. Entraron en el campamento donde esperaban
sorprender a los romanos, pero éstos estaban formados esperándoles en la
obscuridad. Las tropas gritaron y se lanzaron contra los sorprendidos intrusos.
Los sabinos sufrieron una grave derrota en la que supuestamente sufrieron
13.500 muertos y 4.200 prisioneros. A continuación Fidenae sería asediada y
tomada al asalto.
Batalla
de Eretum 503 a.C
En el 503 AC, los sabinos se aprovecharon que
el ejército romano estaba atascado en el infructuoso asedio de la rebelde
colonia latina de Pometia, llegando a presentarse ante las mismas murallas de
Roma. Sin embargo, finalmente se retiraron tras derrotar a una improvisada
fuerza romana y saquear los alrededores. Los romanos marcharon de nuevo contra
los sabinos, derrotándolos en la batalla de Eretum. La ciudad de Eretum ahora
desaparecida estaba situada en el valle del Tiber, en la frontera con los
sabinos.
Batalla
de Cures 502 a.C
La victoria definitiva tendría lugar en el año
502 a.C, en la batalla de Cures, ciudad situada a 45 km al norte de Roma en el
valle del Tiber, en la que el cónsul Casio Vecelino habría causado 10.300 bajas
a los sabinos y tomado 4.000 prisioneros. Los sabinos pidieron la paz,
accediendo a entregar cereal y algo de tierra cultivable a Roma.
La tranquilidad no duró mucho porque la Liga Latina
se alzó contra Roma a instancias de Tarquinio el Soberbio. Esta ruptura
envalentonó a los exiliados fidenates, que en el año 500 AC, consiguieron
reconquistar Fidenae y volverla contra Roma. Un año después hubo un intento
romano de recobrar Fidenae pero el asedio fracasó.
Batalla
del Lago Régilo 495 a.C
En 495 a.C, ante la inminente amenaza de una
invasión sabina, los romanos nombraron a Aulo Postumio Albo como dictador
(temporal). Un ejército sabino entró en territorio romano, avanzando hasta el
río Anio, y saqueó de las zonas rurales. Postumio Albo reunió un ejército de
23.700 infantes y 3.000 jinetes. Mando a su magister equitum (segundo en el
mando) Publio Servilio Prisco con la caballería al encuentro del enemigo,
mientras él partió detrás con la infantería. La caballería romana atacó a los
rezagados sabinos, y alcanzó al grueso sabino que tenía 40.000 infantes y 3.000
jinetes, entre sus filas había romanos exiliados incluidos Tarquinio y sus
hijos. Los sabinos presentaron batalla en las cercanías del desaparecido
lago Régilo muy cerca de la ciudad de Gabii.
Tanto Postumio Albo como su segundo fueron
heridos, al igual que Mamilio. La batalla del lago Régilo estaba en tablas
cuando intervino Lucio Tarquinio con los exiliados romanos y a punto estuvo de
ganar la batalla. Sin embargo, una intervención de la guardia de caballería de
Postumio Albo, consiguió restablecer la situación. El apoyo de la caballería
dio nuevos ánimos a la infantería romana y se sobrepusieron a sus enemigos,
causándoles 25.000 bajas y matando a Mamilio y haciendo 5.000 prisioneros, al
parecer solo sobrevivieron 10.000.
Guerreros itálicos siglo V AC. Jinetes
tirrenos uno con el yelmo crestado y coraza de poncho, el otro jinete lleva
yelmo semiesférico con penacho. Los infantes son umbríos. Autor Peter Connolly.
Al año siguiente 494 a.C, los volscos, sabinos
y los ecuos tomaron las armas al mismo tiempo. Para hacer frente a la amenaza,
se nombró un nuevo dictador romano, Manio Valerio Máximo. Se reclutaron diez
legiones, el mayor ejército que se había reclutado hasta el momento. El dictador
marchó con su ejército para enfrentarse a los sabinos, aunque la localización
de la batalla no está clara. El ejército sabino desplegó en una formación muy
amplia con el centro era demasiado débil. El dictador explotó esta debilidad,
lanzando una carga de caballería a través del centro sabino, seguido por un
ataque de la infantería. Los sabinos fueron derrotados, y huyeron. Los romanos
capturaron el campamento sabino, y se adjudicó la victoria en la guerra. La
victoria fue tan importante como la batalla del lago Regilo. El dictador
Valerio volvió a Roma y celebró un triunfo.
De esta forma, la guerra concluyó con el
llamado foedus cassianum (por el nombre del cónsul Espurio Casio) mediante el
cual Roma se erigía como la principal potencia del Lacio. No obstante,
reconocía la autonomía de las ciudades latinas, que habrían de prestar ayuda
militar en caso de amenaza externa, reservándose Roma el mando militar de la
alianza en ese supuesto. También se autorizaron matrimonios mixtos y la
instauración de relaciones comerciales estables.
En el 493, el cónsul Póstumo Cominio asedió la
ciudad volsca de Corioli. Mientras las fuerzas romanas se centraban en sitiar
la ciudad, una fuerza volsca proveniente de Anzio atacó a los romanos,
simultáneamente las fuerzas de la ciudad de Corioli realizaron una salida. Cayo
Marcio se percató de la salida de las fuerzas volscas, y reunió a un puñado de
soldados romanos para romper las filas enemigas y entrar a la ciudad. Tomando
la iniciativa Coriolano y sus fuerzas cargaron contra las puertas de la ciudad
y comenzaron a incendiar algunas casas cercanas a sus muros el golpe de efecto
fue tal que las fuerzas volscas se rindieron en el acto, y fue entonces cuando
Cayo Marcio ganó el sobrenombre de “Coriolano”.
Guerreros romanos siglo V AC, se supone
que es Cayo Marcio “Coriolano” entrando en la ciudad de Corioli. Autor Ángel
García Pinto.
Tras vencer a los volscos, Coriolano gozó en
Roma de una gran popularidad, pero por su ideología conservadora y por su
ostentoso modo de vida se lo culpó de malversación de fondos públicos y de
sedición y fue encarcelado y desterrado de la ciudad de Roma.
Coriolano exiliado ofreció sus servicios a los
volscos, sus antiguos enemigos, contra Roma. Así Coriolano dirigió la ofensiva
contra Roma junto a la liga Latina y prosiguió saqueando las tierras de los
plebeyos, dejando intactas las tierras de los patricios, con el fin de generar
malestar social. Al haber saqueado las localidades al sur de Roma, el ejército
de Coriolano acamparon en los muros de Roma, dispuesto ya a plantear un asedio.
Se presentaron en su campamento las matronas de la ciudad encabezadas por su
madre y su esposa, quienes lo increparon por su injusticia y le imploraron de
rodillas. Finalmente Coriolano cede compungido a las súplicas de su madre y
esposa y aplazando el asedio y retirándose a Anzio.
Coroliano recibiendo a las madronas
romanas. Éstas encabezadas por su esposa y por su madre le suplican que levante
el asedio de Roma. Óleo de Raphael Lamar. Los trajes y los uniformes no se corresponden
con la época.
Foedus
Cassianum
El foedus Cassianum o tratado
de Casio fue un tratado que formó una alianza entre la República romana y
la Liga latina en 493 a. C. tras la batalla del Lago Regilo. Este
tratado terminó la guerra entre la confederación latina y Roma, colocando a
Roma en una posición de poder igual al de todos los miembros de la Liga
combinados.
En su primer tratado con Cartago, los romanos
enumeraron a la campiña circundante a la ciudad como parte de su territorio,
declaración que la Liga Latina impugnó denunciando que dicho territorio en
realidad les pertenecía a ellos. Se desencadenó una guerra que tuvo como
resultado una victoria para los romanos en la batalla del Lago Regilo y la
derrota condicional de la confederación poco después. El tratado, el primer foedus
nunca antes firmado por Roma, selló la capitulación. Fue concluido en
493 a. C. entre Roma y treinta ciudades latinas como dos poderes
independientes. Los foedi tomaron su nombre de Espurio Casio quien fuera
cónsul de la República romana al momento de la firma del tratado y quien se
presume negoció los términos del acuerdo.
Términos del tratado
El tratado disponía de varios términos: no solo
estipulaba que habría paz entre las dos partes, sino que el tratado mandaba que
los ejércitos romano y latino se unirían para proveer defensa mutua a las
tribus itálicas. Otro término fue que la Liga Latina y Roma se repartirían
todos los botines tomados durante la guerra. Asimismo, las dos partes acordaron
establecer colonias conjuntas en territorio capturado para que ambas
prosperaran. Finalmente, establecía una comunidad de derechos privados entre las
ciudades de Roma y los de cualquier ciudad latina. El tratado, del cual
sobrevivió una copia de bronce en el Foro Romano hasta la época de Marco Tulio
Cicerón, fue un hito en la historia temprana de Roma. No ha sobrevivido el
original, pero una versión es dada por Dionisio de Halicarnaso.
Efectos
El tratado fortaleció fuertemente a Roma, ya
que esencialmente añadió poder militar de los latinos al ejército de la aún
endeble República Romana. Esta coyuntura permitió a Roma expandirse más allá,
conquistando la mayor parte de la península itálica. El tratado fue renovado en
358 a. C.; sin embargo, Roma incumplió el tratado poco después y empezó
otra guerra latina. Finalmente, Roma derrotó a los miembros no-romanos de la
Liga y el foedus Cassianum siguió invalidado.
Batalla
de Hímera (480 a. C.)
La Primera Batalla de Hímera
(480 a. C.), que supuestamente tuvo lugar el mismo día que la más
famosa Batalla de Salamina, o el mismo día que la Batalla de las Termópilas,
enfrentó a las fuerzas griegas de Gelón y Terón, el tirano de Siracusa y el
tirano de Agrigento, respectivamente, contra un ejército cartaginés al mando de
Amílcar Magón. La derrota de Cartago supuso el fin de su amenaza sobre las
colonias griegas de Sicilia.
Amílcar comandaba un gran ejército de Cartago,
Libia, Iberia, Liguria, Elisicia, Cerdeña y Córcega contra los sicilianos. En
la primavera de 480 a. C. zarpó de Cartago con un ejército de tierra
de no menos de 300 000 hombres, con una flota de doscientas naves de
guerra, así como más de 300 barcos de transporte. Durante la travesía del mar
Líbico perdió los transportes de caballos y carros a causa de una tempestad.
Después de desembarcar en Panormo y reponerse del desastre sufrido, a los tres
días se dirigió con sus fuerzas de tierra a Hímera. Estableció dos campamentos,
uno para el ejército de tierra y otro para las tripulaciones de las naves. Sacó
las naves a tierra para que se secasen, las encerró en una empalizada y ocupó
toda la zona occidental de la ciudad de Hímera. Después con sus tropas de élite
emprendió la marcha contra la ciudad. Mientras parte de sus naves habían sido
enviadas a Libia y Cerdeña a por provisiones, mató a muchos himereos que le
salieron al encuentro.
Los cartagineses habían desembarcado
previamente, en verano de 480 a. C., en su base siciliana de Panormo,
a unos 45 km al oeste de Hímera, y asediaron la ciudad, donde se encontraba
Terón. Ante esta situación, el tirano acragantino envió una embajada a Siracusa
para pedir ayuda a Gelón. Este partió con no menos de 50 000 soldados de
infantería y más de 5000 de caballería. Gelón se vio obligado a dividir sus
fuerzas (por eso no pudo socorrer a los griegos contra Jerjes I) enviando sus
efectivos terrestres en ayuda de Terón, mientras que su flota permanecería
inmovilizada por la de Anaxilao en el estrecho de Mesina.
Gelón estableció su campamento en los
alrededores de Hímera, la fortificó, la rodeó de un profundo foso y una
empalizada. Después su caballería luchó contra los enemigos que vagaban por la
región en busca de botín, la cual hizo más de 10 000 prisioneros.
Mientras Amílcar realizaba sacrificios en su
campamento naval, un destacamento de caballería que regresaba de una incursión,
condujo a Gelón un mensajero portador de una carta de los selinuntios, en la
que se decía que para el día indicado por Amílcar, le enviarían un contingente
de caballería. El día fijado era precisamente el que Amílcar iba a ofrecer el
sacrificio. Entonces Gelón envió a su caballería al alba con la misión de
dirigirse al campamento naval presentándose como si fueran los refuerzos
enviados por Selinunte y, una vez dentro de la empalizada, matar a Amílcar e
incendiar las naves. Esta estratagema la narra también Polieno. Apostó vigías
en las alturas circundantes para que dieran una señal cuando la caballería
hubiese completado su misión. Dada la señal, Gelón con todas us fuerzas en
orden de batalla avanzó contra el campamento cartaginés. Los comandantes
púnicos hicieron salir primero a todas sus fuerzas al encuentro de los
siciliotas y trabaron combate. Las trompetas de uno y otro ejército dieron la
señal de batalla. La carnicería fue grande, y estuvo indecisa, pero
súbitamente, cuando las llamas se elevaron y dieron la noticia de la muerte de
Amílcar, los cartagineses se dieron a la fuga. Gelón había dado orden de no
hacer prisioneros y se produjo una matanza, que Diodoro estima en unos
50 000 hombres. Los supervivientes se refugiaron en una fortificación y al
principio pudieron rechazar los asaltos, pero acuciados por la sed se
entregaron.
Tras ganar la batalla, Gelón no pudo encontrar
a Amílcar pese a lo exhaustivo de su búsqueda. Heródoto afirma que Amílcar, al
no obtener un augurio favorable durante los diversos sacrificios que realizó
ese día y luego de oír que su ejército estaba al borde de la derrota, saltó en
medio de las llamas. Se supone que su cuerpo fue totalmente incinerado. Durante
los años siguientes, los cartagineses le ofrecieron sacrificios y levantaron
monumentos en su honor en varias colonias e incluso un espléndido monumento en
Cartago. Pero como el culto a los héroes parece ser que no existió entre los
fenicios, Heródoto debió confundir el nombre de Amílcar (Abd Melkart) y
el del dios Melkart, forma fenicia del dios Baal.
Es probable que el ejército cartaginés fuese numeroso,
pero seguramente no sobrepasara los 50 000 hombres. No existe evidencia
alguna que respalde la cifra de 300 000 hombres, que hubiese sido vista
como un ejército de proporciones míticas. No pudo haberse reunido un ejército
semejante y ser derrotado, menos aún por los ejércitos pertenecientes a las
pequeñas ciudades estado de la Sicilia griega. Esta cifra desorbitada, que
menciona también Diodoro Sículo, puede ser una exageración patriótica de los
griegos de Sicilia a fin de igualar los efectivos de Amílcar con los de
Mardonio en la campaña de 479 a. C.
Si Amílcar se suicidó antes del clímax de la
batalla, tal como se sugiere, los griegos no sólo obtuvieron la victoria, sino
que aniquilaron a una fuerza inmensamente mayor.
Guerra de
Roma contra Veyes (480 -396 a.C)
En principio, la causa de la guerra fue la
pugna por el dominio de las rutas comerciales, que tenían como eje el río
Tíber, pero luego se fue complicando con nuevos elementos, como la presión
sabina sobre Roma, las necesidades de expansión de esta ciudad, o sus nuevas
necesidades de abastecimiento.
El Tíber señalaba los confines de los dos
Estados; Roma ocupaba la orilla izquierda y Veyes la derecha; y cada una de las
ciudades tenía sobre la opuesta ribera el control del comercio, siendo una
amenaza constante para la otra. Roma tenía el Janículo, Veyes tenía a Fidenae;
más o menos tarde, la guerra entre ellas era inevitable, porque esta guerra
había de decidir cual de las dos rivales se quedaba con el dominio exclusivo
del Tíber inferior y su embocadura.
Primera
guerra de Veyes (480 -474 a.C)
Comienza con incidentes fronterizos provocados
por Roma, que aspiraba a los bosques de la desembocadura del Tíber, y al
control de la Vía Salaria.
Después de una coexistencia pacífica entre Roma y Veyes, estas ciudades se hallaron abiertamente en guerra hasta el punto en que una batalla ocurrida en 480 a.C, en la cual el ejército romano estuvo cercano a la derrota, pero fue salvada por el cónsul Céson Fabio Vibulano, pero Quinto Fabio Vibulano, murió en la batalla contra Veyes. Después de esta batalla, los veyenses invadieron permanentemente el territorio romano, siempre retirándose ante la llegada de las legiones romanas para evitar el conflicto directo.
Después de una coexistencia pacífica entre Roma y Veyes, estas ciudades se hallaron abiertamente en guerra hasta el punto en que una batalla ocurrida en 480 a.C, en la cual el ejército romano estuvo cercano a la derrota, pero fue salvada por el cónsul Céson Fabio Vibulano, pero Quinto Fabio Vibulano, murió en la batalla contra Veyes. Después de esta batalla, los veyenses invadieron permanentemente el territorio romano, siempre retirándose ante la llegada de las legiones romanas para evitar el conflicto directo.
En medio de un conflicto con los ecuos y los
volscos, los romanos estaban luchando en dos frentes. Así, en 479 a.C, la gens
Fabia ofreció ocuparse de Veyes por su cuenta mientras que las legiones de la
República luchaban contra sus otros enemigos. Livio dice que los 306 fabios
patricios (es decir, hombres de más de quince años de edad) fueron a la guerra
junto con sus clientes.
Los Fabios construyeron una fortaleza en el río
Crémera, cerca de Veyes, desde el cual consiguieron limitar las incursiones
veyenses y comenzaron a realizar incursiones contra el territorio de Veyes.
Ésta debilitada por el saqueo de las expediciones lanzadas desde el fuerte
Cremera por los romanos pidió a otras ciudades etruscas que enviasen refuerzos.
Los etruscos una vez reforzados, lanzaron un ataque contra el fuerte de
Cremera. Cuando lo veyanos se disponían a atacar a los fabios, intervino el
cónsul Lucio Emilio Mamercino interviene con sus legiones y la repentina carga
de caballería sorprendió al enemigo, que se dio a la fuga. Los veyanos y sus
aliados se retiraron a su campamento, que posteriormente sería tomado por los
romanos. Unos días más tarde, los etruscos propusieron la paz, Lucio Emilio se
la concedió después de recibir la aprobación del Senado, pero sin imponer
condiciones restrictivas.
Pronto, Veyes rompió la tregua y reanudó la
ofensiva, los veyanos reanudaron sus ataques, pero fueron derrotados una y otra
vez por los Fabios, quienes, envalentonados por sus éxitos, se volvieron más
atrevidos y atacaron y saquearon el territorio de Veyes. Estas victorias
repetidas humillan Veyes y animan a los fabios, a aventurarse cada vez más
lejos, y arriesgándose más.
Finalmente los veyanos decidieron tenderles una trampa. En una de las incursiones les presentaron un gran rebaño, al que los fabios no se resistieron a atacar para capturarle, ante la presencia romana se retiró hacia un valle y los romanos le persiguieron, una vez dentro fueron rodeados por los veyanos, los romanos adoptaron una formación en cuña, y consiguieron romper el cerco y llegar a una colina donde consiguieron repeler los ataques etruscos hasta la llegada de una formación veyense que los atacó por su retaguardia. Los fabios fueron masacrados a excepción de Quinto Fabio Vibulano, que era demasiado joven para haber ido a la guerra. La batalla se dice que ocurrió el 18 de julio de 477 a.C. Posteriormente los veyanos tomaron el fuerte de Cremera.
Finalmente los veyanos decidieron tenderles una trampa. En una de las incursiones les presentaron un gran rebaño, al que los fabios no se resistieron a atacar para capturarle, ante la presencia romana se retiró hacia un valle y los romanos le persiguieron, una vez dentro fueron rodeados por los veyanos, los romanos adoptaron una formación en cuña, y consiguieron romper el cerco y llegar a una colina donde consiguieron repeler los ataques etruscos hasta la llegada de una formación veyense que los atacó por su retaguardia. Los fabios fueron masacrados a excepción de Quinto Fabio Vibulano, que era demasiado joven para haber ido a la guerra. La batalla se dice que ocurrió el 18 de julio de 477 a.C. Posteriormente los veyanos tomaron el fuerte de Cremera.
Guerreros romano-etruscos siglo V:
izquierda clase I, clase V y clase III, derecha clase III con hacha, clase I y
hoplita siracusano. Autor Oscar Luna
Los cónsules de ese año eran Cayo Horacio
Pulvillus y Tito Menenio Agrippae, éste es enviado contra veyanos y sus
aliados, siendo también derrotado. Las fuerzas etruscas sitiaron Roma. El
cónsul Cayo Horacio Pulvillus que estaba en una campaña contra los volscos,
regresó y después de dos batallas en las puertas de Roma, consiguió repeler al
enemigo, que se hizo fuerte en la parte superior del Janículo desde donde
devastó el territorio romano.
Al año siguiente, los cónsules Verginio
Tricostus Rutilus y Servilio Prisco Structus, éste último fue sorprendido en
una emboscada al igual que los fabios, sufriendo grandes pérdidas. El cónsul
Servilio intentó enjuiciar a su colega por no haber acudido a su rescate. La
guerra terminó con una tregua que otorgaba ventaja a los veyanos. Tras la firma
los ejércitos etruscos se retiraron.
Batalla
del Crémera
La batalla del Crémera fue un conflicto
militar sucedido entre la República Romana y la ciudad etrusca de Veyes, en
477 a. C.
Los registros históricos muestran la derrota de
la fortificación romana en el río Crémera y las incursiones resultantes por
parte de Veyes sobre el territorio romano.
El relato de la batalla, escrito por Tito
Livio, es una explicación de los hechos reales y una exaltación del sacrificio
de la gens Fabia. Probablemente su objetivo fuese brindar el motivo de
la ausencia de los fabios en los listados consulares durante los años
posteriores a la batalla. Además, este relato está claramente influenciado por
la actuación espartana en la batalla de las Termópilas.
Luego de una coexistencia pacífica entre Roma y
Veyes, estas ciudades se hallaron abiertamente en guerra hasta el punto en que
una batalla ocurrida en 480 a. C., en la cual el ejército romano
estuvo cercano a la derrota, fue salvada por el cónsul Céson Fabio Vibulano.
Después de esta batalla, los veyenses invadieron permanentemente el territorio
romano, siempre retirándose ante la llegada de las legiones romanas para evitar
el conflicto directo.
En medio de un conflicto con los ecuos y los
volscos, los romanos estaban luchando en dos frentes. Así, en
479 a. C., la gens Fabia ofreció ocuparse de Veyes por su
cuenta mientras que las legiones de la República luchaban contra sus otros
enemigos. Livio dice que los 306 fabios adultos (es decir, hombres de más de
quince años de edad) fueron a la guerra junto con sus clientes.
Los Fabios construyeron una fortaleza en el río
Crémera, cerca de Veyes, desde el cual consiguieron limitar las incursiones
veyenses. Los veyenses se trabaron en batalla cerca de la fortaleza romana,
pero fueron vencidos por los Fabios y por un ejército liderado por el cónsul
Lucio Emilio Mamercino, y obligados a pedir una tregua.
Tras la ruptura de la tregua, los veyenses
reanudaron sus ataques, pero fueron derrotados una y otra vez por los Fabios,
quienes, envalentonados por sus éxitos, se volvieron atrevidos y atacaron y
pillaron el territorio de Veyes.
Batalla
de Cumas
La batalla de Cumas fue una batalla
naval en el 474 a. C. entre los navíos de Siracusa y Cumas y los
etruscos (a los que los griegos denominaban "tirsenos" o
"tirrenos").
Hierón I de Siracusa se alió con Aristodemo, el
tirano de Cumas, para defenderse contra la expansión etrusca en el sur de
Italia. En 474 a. C. se reunieron y derrotaron la flota de los
etruscos en Cumas en el golfo de Nápoles. Después de su derrota, los etruscos
perdieron gran parte de su influencia política en Italia. Se perdió el control
del mar y sus territorios fueron asumidos por los romanos, samnitas y galos.
Los siracusanos dedicaron un casco etrusco capturado al gran santuario
panhelénico en Olimpia, donde unas excavaciones alemanas descubrieron un trozo
de armadura. Los etruscos más tarde se unieron a la fallida expedición ateniense
contra Siracusa en el 415 a. C., lo que contribuyó aún más a su
desprestigio.
Batalla
del Monte Álgido
La batalla del Monte Álgido fue un
conflicto militar sucedido en 458 a. C. (o 457 a. C.) entre
la República Romana y los ecuos ubicados cerca del Monte Álgido, Latium. El
dictador romano Lucio Quincio Cincinato convirtió una derrota romana en una
importante victoria.
Contexto
El gobierno de Roma ya era compartido entre los
pueblos romanos originarios, los latinos y los sabinos. Por ejemplo, la gens
Quincia, quienes tuvieron una importante influencia sobre la vida pública de
Roma durante esta época, eran de origen latino. Los hérnicos estaban aliados
con los romanos; los etruscos no chocaban con los romanos pese a que la ciudad
etrusca de Veyes estaba situada muy cerca de Roma.
Los mayores enemigos de Roma en estos tiempos
eran los volscos y los ecuos. Los volscos estaban ubicados en el territorio al
oeste de Roma, mientras que los ecuos se hallaban al este. Ya sea junto a algún
aliado o no, los ecuos atacaban permanentemente Roma y sus alrededores. Además,
los ecuos se trasladaron desde los Montes Apeninos hacia Tusculum (Frascati).
Sus ataques interferían con el comercio y las comunicaciones a lo largo de la
Vía Latina y del territorio romano en general.
Dentro de Roma, en esta época, existían
disturbios. Había conflicto entre los patricios y los plebeyos romanos. También
hubo una revuelta por parte de los esclavos de Roma en la cual estos tomaron el
Campidoglio durante un tiempo considerable, junto con los templos más
importantes de la ciudad. En medio de esta revuelta, el cónsul Valerio
Publícola falleció. Los disturbios finalizaron con la llegada de un ejército
desde Tusculum liderado por el dictator Lucio Mamilio. Mientras tanto, Lucio
Quincio Cincinato fue designado cónsul en reemplazo de Publícola.
En 459 a. C., los ecuos ocuparon
Tusculum. Como respuesta ante la amenaza inminente, los romanos decidieron
enviar un ejército bajo el mando del cónsul Lucio Cornelio Maluginense para
ayudar a su ciudad aliada. El cónsul Fabio Vibulano, quien en ese momento se
hallaba sitiando Antium, también movilizó sus tropas para atacar Tusculum.
Finalmente, la gente de Tusculum consiguió recapturar su ciudad con la ayuda de
Vibulano, quien pudo matar a muchos ecuos cerca del Monte Álgido. A
continuación, se estableció una tregua con los ecuos.
No mucho después, en 458 a. C., los
ecuos rompieron la tregua y volvieron a atacar Tusculum, acampando cerca del
Monte Álgido. Al mismo tiempo, un ejército sabino se puso en marcha contra
Roma. Rápidamente se formaron dos ejércitos romanos: El cónsul Cayo Naucio
Rútilo planeaba adentrarse en los territorios ecuos, mientras que el cónsul
Lucio Minucio Esquilino atacaría el campamento del Monte Álgido.
Minucio no llegó a atacar a los ecuos, quienes,
llegada la noche, habían comenzado a construir fortificaciones alrededor del
campamento romano. Puesto que Nautio no supo cómo manejar la situación,
Cincinato, cuyo breve período como cónsul había concluido, fue elegido
dictador.
Dice la tradición que cuando los emisarios
del Senado llegaron a casa de Cincinato para comunicarle su nombramiento, él se
encontraba arando sus campos. Tratándose de la seguridad de su patria, no lo
dudó: dejó a su esposa al fente de la granja y a la mañana siguiente se
presentó en el Foro, vestido con la toga de dictador orlada de púrpura, e hizo
un llamamiento a todos los romanos para acudir en defensa de su ciudad.
Rápidamente organizó un ejército a cuyo frente se puso y acudió en ayuda de las
tropas de Esquilino.
Quintus Cincinnatus
(Pierre Lacour, c.1800)
La batalla
Cincinato eligió a su magister equitum y
realizó una leva en el Campo de Marte, pidiendo a cada romano disponible que
trajera comida para cinco días y doce valli. Los valli eran
empleados para construir una muralla protectora alrededor del campamento; la
solicitud de doce valli en lugar de uno fue algo inusual.
El ejército romano llegó al Monte Álgido por la
noche. Cincinato envió el aviso a los romanos sitiados de que había llegado y
luego ordenó a sus hombres construir una muralla alrededor de los ecuos. Estos
atacaron a Cincinato, pero pronto fueron obligados a darle la espalda para
enfrentarse a las tropas de Minucio, quien había abandonado su campamento para
reunirse con sus compatriotas. La muralla alrededor de los ecuos estuvo
completa para el amanecer; Cincinato ordenó a sus hombres, quienes habían
marchado y trabajado durante todo un día sin descanso alguno, que atacaran a
los ecuos dentro de la muralla. Estos, incapaces de contener un ataque en dos
frentes, se rindieron. Cincinato dejó ir a todos los ecuos salvo a sus líderes.
Consecuencias
Los líderes ecuos fueron mantenidos prisioneros
en Roma. El botín del saqueo al campamento ecuo fue distribuido entre los hombres
de Cincinato, mientras que los romanos bajo el mando de Minucio eran criticados
y el mismo Minucio, depuesto.
Cincinato recibió un triunfo romano, mientras
que el cónsul Lucio Mamilio de Tuscullum recibió la ciudadanía romana. Pese a
haber sido electo como dictador por un período de seis meses, Cincinato
renunció tras sólo dieciséis días.
Batalla
de Corbione
La batalla de Corbione fue un conflicto
militar ocurrido en 446 a. C. entre la República romana y pueblos
itálicos ecuos y volscos. El cónsul Tito Quincio Capitolino Barbato, secundado
por Agripa Furio Fuso y Espurio Postumio Albino, lideró a sus tropas a la
victoria contra las tribus de los ecuos y de los volscos, pertenecientes al
noreste y sur del Lacio, respectivamente. Los romanos ya habían derrotado a los
ecuos en la batalla del Monte Álgido, de modo que la batalla de Corbione marcó
definitivamente el dominio de Roma sobre esta tribu.
Después de los reveses militares sufridos por
los decenviros, provocados por una mala coordinación de las operaciones y a
problemas de autoridad y disciplina en el seno del ejército, Roma conoció una
serie de campañas victoriosas, desde el restablecimiento del consulado. La
elección de nuevos cónsules y tribunos permitió la aplicación de políticas
diferentes, distintas del simple apego al poder a cualquier precio.
Paradójicamente, ecuos y volscos no aprovecharon el período de desórdenes civiles
que desestabilizó a Roma, sino que reemprenden la ofensiva en el momento en que
los romanos se han dotado de generales competentes.
Ofensiva de ecuos y volscos
Según Tito Livio, los jefes de las tribus ecuas
y volscas deciden romper la paz con Roma, a fin de hacerse con botín procedente
de las tierras circundantes de la ciudad. En efecto, al estar los romanos
divididos, el momento parece propicio para atacar a un estado que crece
peligrosamente y amenaza la independencia de los pueblos vecinos.
Las tribus reúnen sus tropas y forman una
coalición contra los romanos. Su ejército avanza en territorio latino, que es
saqueado. Paralizado por conflictos internos, los romanos no intervienen, y los
coaligados llegan cerca de Roma, hasta la Porta Esquilina sin encontrar
resistencia, e instalan su campamento en Corbione, cerca de Tusculum.
Intervención de Tito Quincio
En 446 a. C., Tito Quincio Capitolino
Barbato, cónsul por cuarta vez, decide tomar las armas. Según la tradición,
consigue convencer al pueblo en la necesidad de una intervención militar,
gracias a un largo discurso, donde critica las divisiones internas y la segunda
secesión de la plebe, resaltando los perjuicios económicos que traería dejar
obrar libremente al enemigo. Todas las clases del pueblo romano responden a la
llamada del cónsul, y la leva del ejército se hace sin dificultad.
El segundo cónsul, Agripa Furio Fuso,
reconociendo la competencia militar de su colega, le deja el mando de las
operaciones. El ejército se instala en Corbione pocos días después, cerca del
campo enemigo, y la batalla comienza al día siguiente. Atacados en dos frentes,
los ecuos y volscos son puestos en fuga, y los romanos se apoderan de su
campamento, recuperando el botín reunido en los últimos meses.
Los cónsules victoriosos vuelven a Roma, pero
no se celebra ningún triunfo, sin que se sepa si porque no lo solicitaron, o
porque el Senado no se lo concedió.
Segunda
guerra de Veyes (437 – 426 a.C)
La incitación a la segunda guerra contra Veyes
era la misma de siempre: demasiada población en un área demasiado pequeña. La
ciudad de Veyes estaba situada a sólo 18 km de Roma, en el otro lado del río
Tíber. Más cerca estaba Fidenae a una distancia de tan sólo 8 km y al igual que
Roma, en la orilla izquierda del río y que controlaba el tráfico hacia Roma.
De hecho Fidenae era una colonia romana. A sus
habitantes no les gustaba eso y en 437 a.C, decidieron cambiar de bando y
acudieron a Lars Tulumnio, rey de Veyes. Cuando Roma envió el enviado para
averiguar por qué los fidenos habían cambiado de bando, los enviados fueron
asesinados por órdenes de Tulumnio.
Después de la primera batalla sangrienta del
Senado Romano nombró un dictador: Mam. Emilio Mamercino. Bajo su mando los
romanos ganaron la siguiente batalla, pero la guerra estaba lejos de terminar.
Esta guerra que duraría 11 años. Aún así, las campañas se libraron durante el
verano; el único momento en que era interesante para saquear los campos del
enemigo.
En el año 434 a.C Quinto Servilio fue nombrado
dictador. Cuando Roma se vio debilitada por una epidemia, y fue atacada de
nuevo por Veyes y Fidenae. El dictador llevó a cabo un ataque en Fidenae y
darse cuenta de que no podía invadir la ciudad ni tampoco era muy posible
sitiar la ciudad, decidió cavar un túnel y tomó la ciudad por sorpresa.
En el año 431 a.C, los ecuos y volcos se
reunieron en el monte Álgido, que se encuentra a unos 20 km al sur de Roma, y
construyeron fortificaciones. Por supuesto, esto causó pánico en Roma, pero los
dos cónsules no consiguieron ponerse de acuerdo sobre cómo hacer frente a este
problema. El Senado les ordenó a nombrar un dictador, pero ninguno de ellos
estaba dispuesto a hacerlo. Sólo cuando los tribunos les amenazaron con
meterlos en la cárcel, si seguían negándose a obedecer al Senado, nombraron a
Postumius Tuberto como dictador, que logró derrotar a los enemigos en el monte
Álgido.
Veyes buscó el apoyo de otras ciudades
etruscas. Cuando aparentemente las 12 ciudades etruscas se disponían a marchar
sobre Roma, El Senado designó Mam. Emilio Mamercino dictador una vez más. Pero
la liga etrusca era sólo unión entre las ciudades y no había ninguna obligación
de ayudarse mutuamente. Los veyanos al verse solos, desistieron atacar. Los
romanos se sintieron aliviados.
Emilio acortó la duración de su cargo de 5 años
a 18 meses y después dimitió.
En 426 AC se eligieron 4 procónsules que
decidieron atacar Veyes nuevo. Tres de ellos marcharon hacia Veyes, pero debido
a la falta completa de coordinación, fueron derrotados. En Roma cundió de nuevo
el miedo; el Senado designó como dictador a Emilio de nuevo. Evidentemente, los
romanos no habían destruido Fidenae ni llevado al pueblo a la esclavitud,
porque Fidenae tomó parte en la batalla que siguió. Una vez más Fidenae fue
conquistada. Esta vez la ciudad fue destruida y un montón de prisioneros
vendidos como esclavos. A Veyes se le concedió una tregua de 20 años.
Batalla
de Hímera (409 a. C.)
La Segunda Batalla de Hímera se libró
cerca de la ciudad de Hímera en Sicilia en 409 a. C. entre las fuerzas
cartaginesas bajo Aníbal Magón (político cartaginés de la familia Magónida) y
los griegos jonios de Hímera ayudados por un ejército y una flota de Siracusa.
Aníbal, actuando bajo las instrucciones del senado cartaginés, ya había
saqueado y destruido la ciudad de Selinunte después de la Batalla de Selinunte
en 409 a. C. Aníbal atacó a la ciudad de Hímera, sitio de la gran derrota
cartaginesa en 480 a. C. y destruyó por completo el lugar. Hímera nunca fue
reconstruida, una nueva ciudad llamada Termes fue construida al oeste de la
ciudad en ruinas, que contenía una población mixta de griegos y fenicios.
Batalla
de Selinunte (409 a. C.)
La Batalla de Selinunte, que tuvo lugar
en la primavera de 409 a. C., fue la primera batalla de la llamada Segunda
guerra siciliana. El sitio se prolongo diez días y la batalla se libró en
Sicilia entre las fuerzas cartaginesas bajo Aníbal Magón (Un político de
Cartago de la familia Magónida, no el famoso Aníbal de la familia Bárcida) y
los griegos dorios de Selinunte. La ciudad de Selinunte había derrotado a la
ciudad élimo de Segesta en 415 a. C., un evento que llevó a la invasión
ateniense de Sicilia en 415 a. C. y que terminó con la derrota de las
fuerzas atenienses en 413 a. C. Cuando Selinunte nuevamente atacó a
Segesta en 411 a. C., Cartago, respondió al llamado de Segesta, Selinunte fue
sitiada y saqueada después de que los cartagineses rechazarán los ofrecimientos
de negociaciones hechas por los griegos. Este fue el primer paso de la campaña
de Aníbal para vengar la derrota cartaginesa en la primera batalla de Hímera en
el año 480 a. C. La ciudad de Selinunte fue reconstruida
posteriormente, pero no volvió a recuperar su poderío anterior.
Sitio de
Agrigento (406 a. C.)
El sitio de Agrigento tuvo lugar en 406
a. C. en Sicilia. El sitio cartaginés duró un total de ocho meses. El ejército
cartaginés bajo Aníbal Magón sitió la ciudad griega doria de Acragante en
represalia contra los ataques griegos de las colonias púnicas en Sicilia. La
ciudad había logrado repeler los ataques cartagineses hasta que un ejército de
ayuda de Siracusa derrotó a una parte del ejército sitiador cartaginés y
levantó el asedio de la ciudad.
Durante el asedio, Aníbal y un gran número de
soldados cartagineses habían muerto de peste, y los supervivientes se
encontraban en una situación desesperada después de que los griegos lograron
cortar sus líneas de suministro. Sin embargo, los cartagineses, ahora dirigidos
por Himilcón, un pariente Magónida de Aníbal, lograron la captura de un convoy
de suministros griegos de los barcos, utilizando la flota cartaginesa, lo que
obligó a los griegos a hacerle frente a la amenaza de morir de hambre a su vez.
Esto causó la primera división de los griegos sicilianos, entonces la mayoría
de la población de Acragante abandonó la ciudad, lo que permitió a Himilcón
capturar y saquear la ciudad.
Tercera
guerra de Veyes (406 – 396 a.C)
Un ejército romano hasta la fecha, soldados
eran llamados en la primavera, y licenciados en otoño, que servían a sus
expensas y armado cada uno según su posibilidad económica, estaba sujeto
naturalmente a muchos inconvenientes. No podía marchar lejos de casa, no podría
hacer campañas largas, no podía estar de guarnición en ciudades capturadas.
Esta debilidad se hizo tan patente en la guerra anterior contra Veyes, el
Senado finalmente optó por pagar, alimentar y equipar a los soldados.
La paga era en un principio de 100 asses
(dinero suficiente para comprar un buey) al mes por infante, el doble tanto
para los oficiales de menor importancia y la caballería, y el triple para un
jinete que proporcionaba su propio caballo, pero las armas, equipos y
alimentación eran deducidos de la paga. Con esta medida, los soldados podían
permanecer más tiempo en las legiones y permitir prolongar las guerras en
tiempo que fuese necesario.
Al finalizar la tregua, no faltaron pretextos
para renovar las hostilidades. Antiguas ofensas no satisfechas fueron de nuevo
evocadas ante el Senado, para demostrar que Roma hacía la guerra en defensa de
su derecho. Después de algunas discusiones internas en Roma, la guerra fue
declarada en el año 405 a.C, y comenzó el largo asedio a Veyes que se
prolongaría durante 10 años. Veyes sólo obtuvo el apoyo de las ciudades
etruscas de Capua, Falerii y Tarquinia, mientras que la también etrusca Caere,
apoyaba a los romanos.
Ciudad etrusca de Veyes 400 a.C. En el primer
plano se aprecia la ciudadela con el templo de Juno, detrás la ciudad
propiamente dicha, la zona principal está cercana a la ciudadela. Autor Peter
Connolly
No se sabe nada sobre los dos primeros años; y
solo al llegar al 403 a.C, se habla de una salida de los sitiados, los romanos
habían construido una gran rampa que había llegado a las murallas de la ciudad,
y sus manteletes estaban a punto de ser puesto en contacto con las murallas,
con objeto de demolerlas. Una noche, los defensores de Veyes salieron de la
ciudad, y quemaron las máquinas de asedio y la rampa. Los romanos tras esta
derrota, renovaron el asedio.
En 402 a.C, M. Sergio Fidenas y L. Verginio Tricostus
Esquilinus, dos de los seis tribunos consulares para el año, se detestaban
entre sí. Los capenatos y los faliscos, dos pueblos de habla latina que vivían
al norte de Veyes y eran parte del mundo etrusco, temían que si Veyes caía, a
continuación irían a por ellos, así que decidieron acudir en ayuda de sus
vecinos. Su ejército combinado atacó por parte de las trincheras romanas mandadas
por Sergio. Al mismo tiempo, los defensores de la ciudad atacaron las
trincheras desde el lado opuesto. La campamento principal romano estaba mandado
por Verginio, que se negó a ayudar a menos que Sergio le pidiese ayuda. Sergio
era demasiado orgulloso para hacer eso, y se vio obligado a retirarse de nuevo
a Roma.
Los tribunos consulares fueron procesados y
condenados respectivamente a una multa de 10.000 ases, porque el primero había
dejado a los veyenses asaltar su campo, y el segundo, a pesar de su proximidad,
no había ido a socorrerle. En el 401 AC los tribunos consulares. Manio Sergio y
L Virginio Camilo siguieron con el asedio, mientras que el tribuno consular
Marco Furio Camilo castigó a los capenatos y a los faliscios, por la ayuda que
habían prestado a Veyes, devastando su territorio.
En el año 399 a.C los capenatos y faliscos
hicieron un segundo intento de asalto. Esta vez los romanos cooperaron, y
mientras los aliados atacaban las trincheras romanas por retaguardia, siendo
rechazados y obligados a huir. Los defensores de la Veyes hicieron una salida,
quedando atrapados fuera de los muros de la ciudad cuando las puertas fueron
cerradas para evitar que los romanos irrumpieran en la ciudad. Los capenatos y
faliscos sufrieron una segunda derrota en su huida cuando se encontraron con un
grupo romano que regresaba al campamento.
Los años 398 y 397 a.C fueron tranquilos alrededor
de Veyes, pero en el 396 a.C, se nombró dictador a Marco Furio Camilo, después
de que dos de los tribunos consulares Titinio y Genucio se habían dejado
conducir a una emboscada de los capenatos y faliscios, y el segundo había
muerto durante la misma.
Camilo reclutó un nuevo ejército, que por
primera vez incluía elementos latinos y hérnicos. Se dirigió contra los aliados
y les derrotó en la batalla de Nepete (Nepi), y prosiguiendo a continuación con
el asedio. Lo primero que ordenó fue la construcción líneas de circunvalación y
contra-circunvalación que los griegos ya habían utilizado en el sitio de Platea
una generación antes, con el fin de evitar la salida de los sitiados y los
ataques del exterior. A continuación ordenó la excavación de un pasaje
subterráneo desde las líneas romanas a la ciudadela, en la que se encontraba el
templo de Juno.
A través de este túnel un grupo seleccionado se
abrió camino y entró en la ciudad, abriendo las puertas, mientras tanto los
habitantes se mantuvieron ocupados con un ataque simultáneo en muchos puntos.
Finalmente la ciudad fue asaltada. La ciudad fue incorporada a la esfera
romana.
El momento era importante para ambas ciudades,
pues marcaba el principio de la decadencia final de Etruria, amenazada por el
norte por los celtas, y al sur por Roma, así como el inicio de la expansión
romana, que la llevará a la conquista de toda Italia.
Camilo fue llamado el año 391 a.C por el
tribuno L. Apuleyo para dar cuenta de la distribución del botín de Veyes, huyó
al destierro antes del día señalado para el juicio; siendo condenado en
ausencia, por las tribus a una fuerte multa. ¡Pocos meses después, Roma no era
más que un montón de ruinas!
La caída de Veyes aumentó en gran medida la
fuerza potencial de Roma. Casi se duplicó la tierra controlada directamente por
la ciudad. Aunque los habitantes sobrevivientes de Veyes fueron vendidos como
esclavos, se respetó a la población rural, aumentando la mano de obra de la
República. Este gran aumento en el poder pronto iba a ser eclipsado
temporalmente por un gran desastre, de sólo seis años más tarde la ciudad fue
capturada y saqueada por los galos bajo Breno.
Batalla
de Gela (405 a. C.)
La batalla de Gela tuvo lugar en el
verano de 405 a. C. en Sicilia. El ejército cartaginés bajo Himilcón
(un miembro de la familia Magónida y pariente de Aníbal Magón), que había
pasado el invierno y la primavera en la ciudad capturada de Akragas, marcharon
para hacer frente a los griegos en Gela. El gobierno de Siracusa había depuesto
a Dafneo, el general sin éxito del ejército griego en Akragas, con Dionisio,
otro oficial que había sido un seguidor de Hermócrates. Dionisio planeó y
consiguió plenos poderes dictatoriales. Cuando los cartagineses avanzaron sobre
Gela y pusieron la ciudad bajo asedio, Dionisio marchó de Siracusa para hacer
frente a la amenaza. Planeaba usar un complejo ataque de tres pasos contra los
cartagineses, que fracasó debido a la falta de una adecuada coordinación.
Dionisio decidió evacuar a Gela, ya que la derrota provocó el descontento en
Siracusa y no querían perder su poder. Himilcón saqueó la ciudad abandonada
después de que los griegos habían huido a Camarina.
Saqueo de
Camarina
El saqueo de Camarina tuvo lugar en la
primavera de 405 a. C. en Sicilia. Hermócrates había saqueado las posesiones
cartaginesas de Selinunte en Sicilia después de 408 a. C., y en respuesta
Cartago envió un ejército a Sicilia bajo Aníbal Magón y Himilcón II de la
familia Magónida que confrontaron a la coalición de griegos sicilianos, bajo la
dirección de Siracusa. Los griegos se vieron obligados a abandonar Acragante en
el invierno de 406 a. C., después de un asedio de ocho meses. Aníbal Magón
había perecido en Acragante por la peste durante el asedio, los cartagineses
saquearon Acragante y pasaron el invierno allí, atacaron Gela, en la primavera
de 405 a. C. Dionisio I se había convertido en comandante supremo de Siracusa
para ese tiempo, pero su ejército fue derrotado en Gela. A pesar de que las
bajas griegas eran ligeras, Dionisio evacuo la ciudad, que los cartagineses
saquearon al día siguiente. El ejército griego volvió a fallar de nuevo a
Camarina después de una larga marcha forzada con los refugiados gelanos el día
después del saqueo de Gela. Dionisio ordenó a los ciudadanos de Camarina que
abandonaran su ciudad en vez de organizar una defensa. Mientras se retiraba a
Siracusa, parte del ejército griego se rebeló y ocupó Siracusa, Dionisio, más
adelante logró recuperarla. Los cartagineses saquearon Camarina y acamparon
delante de Siracusa en el verano, y después de un tiempo un tratado de paz fue
firmado que señalaría el control cartaginés sobre Selinunte, Acragante, Gela y
Camarina, a los griegos se les permitió instalarse en estas ciudades, mientras
que Dionisio fue señalado como el gobernante de Siracusa. Cartago había
alcanzado la cúspide de su control en Sicilia, ya que ella no volvería a
obtenerla hasta la muerte de Agatocles en 289 a. C.
Invasión
de los galos
En el 390 a.C, los galos senones mandados por
Breno invadieron la provincia etrusca de Siena y atacaron Clusium en número de
30.000. Los clusianos, desbordados por el tamaño del ejército enemigo y por su
ferocidad, pidieron ayuda a Roma, aunque no eran amigos ni aliados. Roma, por
su parte, debilitada por guerras recientes, envió una delegación para
investigar la situación. Las negociaciones con los galos se rompieron, y Quinto
Fabio, miembro de la poderosa familia patricia de los Fabios, mató a uno de los
líderes galos. Los galos exigieron que la familia Fabia les fuese entregada
para ajusticiarlos, pero los romanos no sólo se negaron, sino que, fueron
nombrados tribunos militares con poderes consulares (el rango más alto que se
podía alcanzar).
Los enfurecidos galos declararon la guerra a
los romanos para vengarse del insulto que habían recibido.
Tras abandonar Clusium en dirección sur, los
galos se dirigieron hacia Roma. Los tribunos consulares enviaron
apresuradamente un ejército improvisado para intentar detener el rápido avance
eligiendo una hondonada formada en el lugar en donde se une el río Alia con el
Tíber, en la Vía Salaria (apenas a unas 15 km de Roma).
Sin elegir un lugar apropiado ni fortificar un
campamento o empalizada los romanos formaron en orden de combate teniendo a su
derecha las elevaciones de los montes Crustuminos.
Dado el elevado número de enemigos se decide
alargar el frente para impedir ser envueltos; el alargamiento del frente
produce una debilitación en el centro de la línea. A la derecha había una
pequeña elevación, que decidieron ocupar con las tropas de reserva (esta medida
fue la única salvación de los fugitivos) la batalla tendría lugar el 18 de
julio del 390 AC, otro autores la sitúan en el 387 a.C.
Batalla
de Alia o Allia (390 a.C)
Los romanos disponían 6 legiones (unos 25.000
infantes y 1.800 jinetes) bajo el mando de Quinto Sulpicio y se dirigió al río
Alia o Allia para detener allí a los senones.
Batalla del río Alia o Allia 390 a.C.
Despliegue de fuerzas
El ejército romano se asentó junto al rio Alia
para detener al enemigo, situó la caballería en las alas (1.800) y las 6
legiones en la triplex acies, clase I, II y III, con un total de 18.000
infantes pesados y delante 7.200 infantería ligera clase IV y V acenti y leves.
Por Breno, el jefe galo disponía de unos
similares con una caballería muy superior, temiendo una estratagema ante el
escaso número de los enemigos, y pensando que la elevación del terreno estaba
ocupada con el fin de que las reservas romanas envolviesen por el flanco para
atacar la retaguardia de los galos, mientras que su frente estaba fijado las
legiones, decidió atacar por las alas poniendo en fuga a la caballería romana y
destruir primero la reserva que estaba en una elevación, después las legiones
fueron rodeadas y atacadas por todos los lados, acabando siendo masacradas.
Batalla de Alia o de Allia 390 a.C.
Autor Seán Ó´Brógáin
Era la primera vez que los romanos se
enfrentaban contra tácticas distintas de las heleno-itálicas; la experiencia
fue aciaga debido a las masas de jinetes que les superaban en número y les
atemorizaban por su corpulencia y el tamaño de sus armas.
Los supervivientes de las legiones huyeron de
vuelta a Roma en estado de pánico. Tito Livio comenta que “todos corrieron a
Roma y se refugiaron en el Capitolio sin antes cerrar las puertas.” Otro grupo
de supervivientes se dirigió a Veyes.
Conquista
de Roma
Tras la batalla de Alia, los galos,
desconcertados por tan aplastante victoria, comenzaron a despojar a los muertos
apilando todas las armas capturadas como era costumbre en ellos.
Temiendo algún tipo de sorpresa no reaccionan
en un primer momento. Los romanos, aprovechando este desconcierto inicial,
empezaron a hacer acopio de armas y víveres y se retiraron al Capitolio, que
era la fortaleza de la ciudad.
Entre las medidas tomadas cabe destacar que los
ancianos y aquellos incapaces de portar armas quedaron en la ciudad a merced de
su suerte.
En Roma los senadores esperaron inmóviles en el
edificio del Senado la llegada de los galos; éstos, al verlos, creyeron que
eran estatuas hasta que uno de ellos acarició la barba de un senador. Éste
golpeó al galo con su bastón. El galo, aturdido en un primer momento, mató al
senador romano desencadenando una terrible matanza senadores. Y del resto de la
población, saqueando la ciudad.
Galos observando a un senador inmóvil
creyendo que era una estatua (izquierda), uno de ellos le toca la barba y éste
le golpea con el bastón (derecha).
Tras saquear la ciudad, los galos atacaron sin
éxito durante varios días la ciudadela del Capitolio. Viendo que los víveres
comenzaban a escasear se dividieron en dos grupos: uno mantendría el asedio
mientras que el otro saldría a forrajear en los campos vecinos.
Los encargados de buscar grano se acercaron a
la ciudad de Ardea que, precisamente donde permanecía exiliado Marco Furio
Camilo. Éste al enterarse de la proximidad de los galos reunió a los hombres
útiles con las armas que pudieron encontrar, salieron de la ciudad, y atacaron
por sorpresa a los galos y, más que una batalla, se produce una verdadera
matanza.
Por otra parte, los etruscos viendo la
situación desesperada en la que se encontraba Roma, intentan recuperar la
ciudad de Veyes pero fue en vano ya que dentro de las murallas se escondía una
parte del ejército romano que huyó tras la batalla de Alia. Las tropas al mando
del centurión Quinto Cedicio hicieron una salida nocturna y derrotaron a los
etruscos; no contento con la victoria obligó a unos prisioneros a que le
condujesen a su campamento. Una vez allí obtuvo una segunda victoria y regresó
a Veyes.
En la ciudad de Veyes comenzaron a llegar
algunos aliados de la Liga Latina; el centurión Quinto Cedicio reunió a las
tropas y decidieron llamar a Camilo para que encabezase a las mismas pero antes
se debería consultar con el Senado; a tal punto todo estaba regulado por el
respeto a la ley.
Poncio Cominio se ofreció voluntario para
llevar el mensaje al Senado. Desde la parte alta del Tíber se dejó llevar por
la corriente hasta la orilla más cercana al Capitolio, escaló una zona bastante
escarpada y se abrió paso hasta el Capitolio. Fue llevado ante los magistrados
y entregó el comunicado de las tropas de Veyes. El soldado regresa con la
decisión del senado de llamar a Camilo del exilio y otorgarle de nuevo el cargo
de dictador.
Mientras, los galos habían descubierto una vía
de fácil acceso por la escarpadura. Escogieron una noche con poca luz y enviaron
un hombre desarmado en avanzada para comprobar el camino; tras él avanzaron
hombres armados que se ayudaban entre sí llegando finalmente a la cumbre. Tan
silenciosamente se habían desplazado que no sólo pasaron desapercibidos a los
centinelas, sino también a los propios perros, animales particularmente
sensibles a los ruidos nocturnos.
Pero no escaparon a la atención de los gansos
sagrados de Juno, que armaron tanto ruido que despertaron a Marco Manlio, el
distinguido soldado que había sido cónsul tres años antes. Cogió sus armas y
corrió a dar la alarma al resto; dejándolos atrás, golpeó con su escudo a un
galo que había conseguido coronar la cumbre y lo derribó, éste cayó sobre los
que estaban detrás y les estorbó, y Manlio mató a otros que habían dejado a un
lado sus armas y se aferraban a las rocas con sus manos. En ese momento ya se
le habían unido otros y comenzaron a desalojar al enemigo con una lluvia de
piedras y lanzas hasta que todo el grupo cayó sin poder hacer nada hasta el
fondo.
Vae Victis
Los romanos empezaron a organizar las primeras
formas de resistencia. Marco Furio Camilo, de regreso de su exilio en Ardea,
infligió algunas derrotas a los galos alrededor de la ciudad. Breno pronto se
dio cuenta de que a pesar de controlar Roma, había un riesgo real de llegar a
un punto muerto potencialmente peligroso para su ejército, escaso de víveres.
Probablemente por esta razón el líder bárbaro propuso a los magistrados romanos
rescatar la ciudad a cambio del pago de 500 kg de oro.
Los romanos, aceptaron el pago, pero
protestaron argumentando que las pesas utilizadas para calcular el peso del oro
habían sido alteradas; Breno arrojó su espada a la balanza, pronunciando la
frase Vae Victis, (¡Ay de los vencidos!).
Mientras continuaba la discusión sobre las
pesas falsas se presentó Marco Furio Camilo y ordenó que se quitara el oro de
las balanzas y que se retirasen los galos; estos se quejaron argumentando que
se había establecido un acuerdo definitivo pero Camilo les informó de que él
era dictador y ningún tratado hecho por magistrados inferiores era válido sin
su sanción. Ordenó a sus hombres que preparasen las armas y les dijo “Non auro,
sed ferro, recuperanda est patria” (hay que recuperar la patria con el hierro,
no con el oro).
Al primer choque los galos sufren una derrota
aplastante, huyeron de Roma, siendo alcanzados en el hito (octava piedra
miliar) de la carretera de Gabii, a unos 11 kilómetros, donde se habían
reagrupado tras la huida. Aquí se produce un segundo combate más prolongado que
el anterior y la matanza fue completa; se tomó su campamento y no se dejó a un
sólo hombre que llevase noticia de la catástrofe.
Camilo regresó triunfante siendo alabado y
recibiendo los apelativos de “Padre de la Patria” y “Segundo Fundador de la
Ciudad”.
Comienzan las tareas de reconstrucción y se
llevan a cabo muchos ritos religiosos tales como la purificación de todos los
templos ya que se consideraban impuros al haber sido profanados por el enemigo.
Vae victis, el galo Breno pronunciando
esa frase y poniendo la espada en la balanza, junto a él se encuentra Marco
Furio Camilo
Poco más se sabe sobre Breno, salvo que murió
años más tarde de un coma etílico producido por beber demasiado vino.
Primera
Guerra Samnita (343 – 341 a.C)
Una vez las ciudades latinas fueron
incorporadas a la República Romana, los romanos dieron muestra de un talento
político aún superior al talento militar. Al contrario que los espartanos, los
romanos no sometieron como esclavos a los latinos vencidos, sino que les hacían
firmar un tratado o foedus, por el cual pagaban impuestos a Roma, y tenían que
enviar fuerzas cuando eran requeridas. Los foedus imponían condiciones
diferentes en cada caso. Unas ciudades adquirieron todos los derechos civiles
romanos, y otros pocos o ninguno. A unas ciudades se les concedía autonomía
municipal completa, a otras autonomía parcial, o ninguna autonomía.
De esta manera, los romanos creaban entre las
nuevas ciudades sometidas una especie de envidia mutua, muy ventajosa para sus
fines. Aplicaban la política de “Divide et impera” (Divide y vencerás).
Una vez cumplidas las condiciones impuestas por
Roma, los pueblos conquistados podían dedicarse a cultivar sus campos sin temor
a ser robados o que sus mujeres e hijos pudieran ser vendidos como esclavos.
Al cabo de poco tiempo los latinos querían
convertirse en romanos. Querían pertenecer a un pueblo en constante
crecimiento, que los defendía, les construía calzadas, protegía su comercio,
etc.
Mapa de Italia 354 a.C.
Tras el sometimiento de los auruncos por Roma,
ésta fijó como siguiente objetivo la Campania, cuya tierra negra y volcánica,
era tan fértil que el agricultor podía obtener tres cosechas anuales. Los
romanos habían llegado al río Liris, que ponía en contacto a la República con
el Samnio.
Los samnitas se desplazaron hacia la costa,
hacia el 500 a.C, debido al colapso etrusco en el sur ocupando la totalidad de
Italia Meridional desde Campania hasta la punta de la bota.
En el 423 a.C, ocuparon la colonia etrusca de
Capua y en el 421 tomaron la ciudad etrusca de Cumas, que tanta importancia
había tenido en la derrota de Lars Porsena. Conquistaron igualmente Apulia en
el este, en todos los casos se mezclaron con las poblaciones locales dando
lugar a tribus independientes.
Mientras que los etruscos del norte recibieron
influencias celtas a través de los galos en cuanto a armamento, los samnitas
recibieron influencia griegas de las poblaciones costeras de la Magna Grecia,
su armamento lo constituía el típico yelmo ático de los griegos con cresta, dos
plumas laterales y carrillera. La coraza estaba compuesta de peto y espaldar de
tres discos unidos por tirantes metálicos superiores y laterales. Un cinturón
metálico ajustable típico de los samnitas, que era símbolo de virilidad. Los
más pudientes llevaban grebas tipo griego, los jinetes llevan tobillera. Por
escudos llevaban uno metálico parecido al hoplón griego y también se encuentran
algunos con un escudo ovalado tipo scutum. En cuanto al armamento llevaban
lanzas y jabalinas (teretes y aclydes que eran más cortas y se impulsaban con
una correa), y casi nunca llevaban espadas.
El ejército debió parecerse al de los celtas
tempranos o germanos, consistían en bandas de guerra cada una con su propio
líder, que solicitaba y obtenía un compromiso de fidelidad de los guerreros
individuales. Según Tito Livio tenían cohortes de unos 400 hombres que se
dividían en manípulos. En cuanto a las tácticas es muy posible que no empleasen
la formación hoplita, sino más bien las emboscadas, y cuando se enfrentaban a
una falange, no se empeñaban, atacaban y se replegaban hasta hacer perder
cohesión a su adversario.
Para el mando de un ejército nombraban una
especie de cónsul al que denominaban meddix tuticus (magistrado supremo),
meddix minor que estaban subordinados al tuticus y también existía el meddix
decentarios que era el equivalente al cuestor romano. Es muy probable que estos
cargos fueran electos.
Los samnitas eran tribus de montañeses
originarios del valle del Samnio, que se habían desplazado hacia la Campania.
Se dividían en cuatro tribus principales: pentros, carecenos, caudinos e
hirpinos. Carecían de una capital permanente, por que no formaban una unidad
política.
Los samnitas habían comenzado a introducirse
hacia Campania, donde ellos se habían vuelto, hacia una vida más civilizada, y,
se habían vuelto también menos bélicos, y menos equipados (militarmente), para
hacer frente a sus parientes de las colinas.
La primera oportunidad se le presentó a Roma
por una especie de guerra civil entre las tribus samnitas del mismo Samnio y
los samnitas de la Campania. Estos últimos solicitaron ayuda a los romanos, que
muy gustosamente se la proporcionaron.
Batalla
del monte Gaurus 343 a.C
En el 343 a.C, los samnitas comenzaron a
presionar a los sidicinos de la ciudad de Calès, quienes buscaron la ayuda de
Capua. Ésta era la ciudad más importante de Campania y respondió a la llamada,
pero su ejército fue derrotado en territorio sidicino. Los samnitas avanzaron
entonces hacia el sur a Campania, vencieron a los campanos por segunda vez a
las afueras de Capua, y después sitiaron la ciudad. Capua apeló entonces a Roma
mediante la fórmula de la deditio: una fórmula legal que suponía la entrega de
la ciudad en lugar de un simple pacto, y por tanto un lazo legal más fuerte que
el reciente foedus entre romanos y samnitas, los romanos firmaron una alianza
con la ciudad de Capua.
Los dos cónsules de ese año se dirigieron
contra los samnitas. Marco Valerio Corvo fue enviado a Campania, mientras que
Cornelio Arvina invadió el Samnio.
Valerio fue el primero en atacar los samnitas.
Avanzó hacia el sur en Campania, llegando finalmente a monte Gaurus, al oeste
de Nápoles y de alguna manera al sur de Capua. Se produjo la batalla del monte
Gaurus que duró hasta caer la noche. Los samnitas se retiraron del campo de
batalla, y se dirigieron a Capua levantando el campamento definitivamente, los
romanos les persiguieron ganando una segunda victoria en Arienzo.
Cornelio Arvina condujo a su ejército al otro
lado de la frontera en el Samnio. A medida que avanzaba desde Saticula se
dirigía a una trampa samnita en un estrecho valle. Se salvó de un desastre por
P. Decio Mus, un tribuno militar, que dirigió parte del ejército a un pico alto
con vistas al valle. Esto causó confusión suficiente para que el ejército
principal pudiera escapar de la trampa, y al día siguiente los samnitas
sufrieron una derrota.
En el 342 a.C, los cónsules de ese año fueron
el plebeyo C. Marcio Rutilo y el patricio Q. Servilio Ahala. Marcio dirigió al
valle del Volturno y el monte Trebulani; y Servilio en el Lacio. Algunas
guarniciones romanas en Campania se rebelaron en el año 342 a.C, impidiendo a
la República tomar cualquier acción ofensiva. Los motines que fueron reprimidos
por Valerio Corvo con comprensión hacia sus soldados.
Batalla
de Sátricum 341 a.C
En el 341 AC, los cónsules fueron el patricio
Lucio Aemilio Mamerco y plebeyo C. Plautio Venno. Plautio evitó un ejército
volsco acampado en Sátricum a su oeste y se dirigió al sur, por el monte
Lepini. Después de aliviar las colonias amenazadas, llegó a las inmediaciones
de Privernum, una ciudad volsca bien situada sobre una colina en un pequeño
valle situado en las montañas. Los habitantes salieron y presentaron batalla
estaba siendo derrotados. La ciudad fue conquistada y dos tercios de las
tierras fueron confiscadas, es probable que se adjuntase a la colonia de Setia
sólo 10 km al noroeste. Además de este castigo, la ciudad fue guarnecida para
prevenir nuevos brotes. Después Plautio se dirigió contra el ejército volsco
situado en Sátricum. Se libró gran batalla con grandes pérdidas en ambos lados.
Livio afirma la batalla terminó con una tormenta, (recurso que se empleó a
menudo en la edad antigua para expresar que acabó en tablas). Al día siguiente,
los romanos descubrieron que los volscos habían huido a la cercana Antium
(Anzio, otorgándose la victoria.
El cónsul Lucio Emilio Mamerco dirigió un
ejército al Samnio, tras varias operaciones de saqueo, al ver su territorio
devastado, y con el espartano Arquídamo operando cerca de sus fronteras
meridionales, los samnitas pidieron la paz. Pidieron poner fin a la guerra y el
derecho de continuar su ataque a los sidicianos. Los romanos estuvieron de
acuerdo con estos términos, a cambio de una indemnización equivalente a un año
de salario por el ejército.
Samnita contra romano. Autor Óscar
Bermejo.
Segunda
Guerra Latina (340 – 338 a.C)
La Segunda Guerra de Latina fue un paso
importante en el camino de roma para el control de la península italiana, y que
produjo un cambio importante en la relación entre la república Romana y sus
antiguos aliados latinos.
La Primera Guerra (498-493 a.C), había sido terminada
con un tratado en el que Roma y la Liga Latina fueron tratados como iguales. No
sirvió para la paz perpetua entre ambas partes, tampoco sirvió para ayudar o
dejar el paso libre contra los enemigos de la otra, y in para dividir el botín
de cualquier campaña conjunta. Con el tiempo la Liga Latina se convirtió cada
vez más insatisfecha con la forma en que los romanos estaban interpretando este
tratado, y llegó a sentir que estaban siendo tratados como sujetos en lugar de
aliados. Aun así, la mayor parte del siglo y medio entre las dos guerras Latina
la Liga Latina suministró la mitad de la fuerza de la mayoría de los ejércitos
romanos, y ejércitos romanos y latinos se hicieron cada vez más similares.
La guerra de Latina se superpuso con la primera
guerra samnita. En 343 a.C, los romanos habían ganado una serie de victorias,
pero en el año 342 a.C se distrajeron por un motín del propio ejército. Esto
pudo haber estimulado a la Liga Latina para operar de forma independiente, ya
que ase mismo año atacaron a los peliginianos. También alentó a los volscos,
que controlaban un área grande al este del Lazio. En 341 una fuerza volsca,
atacó a las colonias romanas de Setia y Norba, mientras que otro ejército,
dirigido por los volscos de Antium, se reunió a Sátrico.
Los romanos se vieron obligados a dividir sus
ejércitos. El cónsul C. Plaucio fue enviado contra los volscos, venciendo a
ambos de sus ejércitos, aunque no fue capaz de conquistar Anztium. Su colega
Emilio Mamerco dirigió el ejército en el Samnio, donde fue recibido por los
enviados de paz. Los romanos estuvieron de acuerdo para poner fin a la guerra
de ida y vuelta si pagaban una indemnización equivalente a un año de paga de
sus ejércitos, mientras que los samnitas se les dio una mano libre contra los
sidicianos.
Guerrero oscano siglo IV. Procede de las
tierras altas de Italia Central. Hablaban el oscano y se dividían en tres
estados distintos: los sidicianos con capital en Teanum, los auruncios y los
ausones con capital en Cales. Llevan un casco tipo ilirio con cresta, pectoral
de disco, ceñidor, espada larga colgada del pectoral y dos jabalinas.
Los samnitas enviaron un ejército contra el
sidicianos, que ahora pidieron ayuda a Roma. Los romanos les rechazaron, por lo
que los sidicianos se dirigieron a la Liga Latina. Los latinos estuvieron de
acuerdo en ayudarles, y un ejército combinado de latinos y campanos sidicianos
invadieron el Samnio. Los samnitas se dirigieron a Roma en busca de ayuda, pero
solo obtuvieron una respuesta vaga. El Senado estaba dispuesto a ordenar los a
los campanos que cesaran la lucha, pero no había nada en su tratado con la Liga
Latina para evitar que ésta pudiese hacer la guerra con el que quisieran.
A estas alturas estaba claro en Roma que la
Liga Latina se prepara para la guerra, por lo que el Senado decidió pedir a
diez jefes de la Liga para fuesen a Roma para presentar sus demandas. La Liga
propuso la creación de una república en paridad entre Roma y el Lacio, en lugar
de estar este último subordinado a Roma, y que se aceptara en el Senado a representantes
latinos incluidos uno de los cónsules. Roma rehusó la propuesta, por lo que los
latinos se alzaron en armas y se declaró la guerra.
Batalla
del Monte Vesubio 340 a.C
Roma se alió con los samnitas para sofocar la
rebelión de la renovada Liga Latina, que contaba con el apoyo de los volscos de
Anzio (Antium), los ecuos, los campanos y los sidicinos traicionados por Roma.
Sólo los laurentes del Lacio y los equites de Campania permanecieron fieles a
Roma, así como los pelignos.
En el 340 AC, las fuerzas romanas estaban
mandadas por los cónsules Publio Decio Mus y Tito Manlio Torcuato, cada uno con
dos legiones, pero por supuesto sin sus aliados latinos habituales. El ejército
romano avanzaba por uno de dos posibles rutas en Campania. Uno tomó un largo
recorrido a través de las tierras de los marsos y pelignos en Samnio antes de
emerger en Campania. Llegando finalmente a Capua; el otro por el país de los
volscos para someterlo y repartirse el territorio con los samnitas, cuyas
tropas se unieron a las romanas en Campania acampando a unos 7 km de la ciudad,
donde los latinos y los campanos estaban asentados.
Ambos ejércitos uno frente al otro cerca al
Monte Vesubio, en el camino hacia el río Veseris, 35 km al sur de Capua. Livio
registra la batalla resultante como la batalla de Veseris como un choque entre
ejércitos romanos y latinos que estaban equipados, se organizaron para luchar
de la misma manera. Se ignora en gran medida y el papel jugado por los samnitas
o campanos.
La noche antes de la batalla, ambos cónsules
tuvieron un sueño, anunciando que el ejército cuyo general muriera en combate
junto a sus hombres, alcanzaría la victoria. Se acordó entonces que el que Mus
mandara el ala izquierda y Manlio la derecha, y que aquel que comenzara a
flaquear en combate debía consagrarse a sí mismo y al ejército rival a los
dioses Manes y a la Madre Tierra, para alcanzar la victoria.
Ambas fuerzas desplegaron y cuando las tropas
de Decio, que mandaba el ala izquierda, empezaron a ceder, decidió cumplir su
promesa, llamó al pontífice máximo, Marco Valerio, y repitió después de él las
palabras por las que se dedicaba él y el enemigo a los dioses de la muerte, con
su toga envuelta alrededor de su cabeza, saltó sobre su caballo, y llevando el
vestido de sacrificio, se precipitó en la parte más gruesa del enemigo, donde
fue muerto. Tal es la historia más común sobre su muerte, pero otros relatos la
cuentan de un modo diferente. Zonaras, dice que fue muerto como una víctima de
sacrificio por un soldado romano.
Finalmente el ala derecha romana, mandada por
Manlio, contuvo a la reserva latina, y el ala izquierda, ya recuperada, junto
con los samnitas foederati destrozaron a las huestes enemigas, de manera que
tan sólo una cuarta parte de los latinos pudo escapar.
El cónsul Manlio Torcuato se dice que había
restaurado la disciplina del ejército ejecutando a su propio hijo tras un acto
de desobediencia involuntaria.
Los latinos se retiraron hacía el norte, y
Manlio posteriormente les volvió a derrotar de forma decisiva en la batalla de
Trifano o Trifanum, cerca de la desembocadura del río Liris. Esto puso fin a
los combates en Campania. Los latinos y los campanos perdieron grandes
extensiones de su territorio, que se convirtió en parte del ager Romanus y fue
distribuido entre la plebe. De los estados latinos solamente Lavinium no fue
castigado, ya que había elegido no unirse a la revuelta.
Más cerca Roma se enfrentó a la amenaza de
Antium (Anzio), y los anciates incluso allanaron Ostia, el puerto de Roma. Tito
Manlio ahora estaba en mal estado de salud, y así que el senado nombró a Lucio
Papirio Craso como dictador, pero él no pudo hacer ningún impacto real, a pesar
de pasar varios meses acampado en territorio anciate.
Batalla de
la Llanura de Fenectane (339 a.C)
En el 339 a.C, los estados latinos decidieron
luchar en lugar de aceptar la pérdida de sus tierras. El centro de la revuelta
fue la pequeña ciudad de Pedum, poco más de 25 km al este de Roma. Las ciudades
latinas de Tibur, Palestrina, Lanuvium y Velitrae, así como la ciudad volsca de
Antium proporcionaron tropas, y el cónsul romano Tiberio Emilio Mamercino fue
incapaz de capturar la ciudad. Su colega Quinto Publilio Filo obtuvo una
victoria en la desconocida llanura de Fenectane, derrotando a un conjunto
indeterminado de ciudades latinas, y de acuerdo con Livio, Mamercino abandonó
el sitio de Pedum cuando su colega fue galardonado con un triunfo.
Batalla
de Astura (338 a.C)
Después de los fracasos del 339 a.C, romanos
consiguieron capturar Pedum su objetivo principal. Los latinos, conscientes de
que eran demasiado débiles para una batalla abierta con los romanos, decidieron
no arriesgarse y centrarse en la defensa de sus ciudades, por lo que cuando los
romanos amenazaron Pedum los ejércitos de Tibur y Praeneste marcharon para
defender la ciudad. Un segundo ejército latino, con contingentes de Aricia,
Lanuvio y Velitrae, se trasladó al sur para unirse a los volscos de Antium
(Anzio).
También los romanos dividieron sus fuerzas. El
cónsul Cayo Menio Nepo se trasladó al sur, y derrotó al ejército aliado en la
batalla de Astura. Antium cayó poco después. Su colega Lucio Furio Camilo movió
contra Pedum, donde derrotó a los ejércitos de Tibur y Praeneste. Durante la
batalla los defensores de Pedum hicieron una salida que resultó desastros, y
Camilo fue capaz de asaltar la ciudad.
El cónsul naval Cayo Manlio entabló una batalla
naval contra los volscos frente a Antium. Lograron la victoria y Manlio,
decidió llevarse a Roma como trofeo los espolones de las naves vencidas. Otra
versión de la historia omite la batalla naval, y asigna la captura de los
espolones a la capitulación de Actium, último bastión latino, tras una batalla
terrestre previa (la de Trifano) y la consiguiente captura de la flota. Sea
como fure, Manlio volvió a Roma cargado con las “rostras”. Una vez allí, se
colocaron al frente de la tribuna de oradores sita en el foro. Con el tiempo,
“Rostra” adquirió un nuevo significado, pasando a nombrar la mentada tribuna (y
con más tiempo, a toda tribuna de oradores).
A raíz de estas dos victorias los cónsules se
movieron a través de Lazio, capturando cada ciudad latina. Luego regresaron a
Roma para celebrar sus triunfos y para ayudar a organizar un nuevo asentamiento
para Lazio. La vieja Liga Latina desapareció, y la mayoría de las ciudades
latinas perdieron los derechos de los matrimonios mixtos, el libre comercio y
el consejo común. Algunas ciudades fueron seleccionadas para un tratamiento
especial. Pedum, Lanuvio, Nomentum y Aricia se les dio la ciudadanía romana.
Tusculum retuvo su estado anterior. Otras fueron elevadas al rango de colonias,
como Ostia, Antium y Terracina.
Segunda
Guerra o Gran Guerra Samnita (326 – 304 a.C)
Avance
romano (326-322 a.C)
Tras la Guerra Latina, los romanos continuaron
su expansión. Tomaron la ciudad volsca de Privernum en el 329 AC, y los
volscos, antiguamente enemigos acérrimos de Roma, desaparecieron como nación.
El incremento del poder romano empezaba a inquietar a los samnitas.
Las dos ciudades griegas de Palaeopolis y
Neapolis (Nápoles) estaban divididas en dos facciones, una prerromana y otra
prosamnita. Los samnitas actuaron primero y establecieron guarniciones en ambas
ciudades. Roma les declaró la guerra a ambas.
En el 327 a.C mandaron al cónsul patricio L.
Cornelio Lentulo a Samnio al valle del río Liris, y al cónsul plebeyo Q.
Publilio Filo a Campania. Lentulo acampó a medio camino de Palaeopolis y
Neapolis. A principios del año siguiente, Palaeopolis fue tomada tras dos años de
asedio y Neapolis sólo se salvó firmando una alianza con Roma, expulsando
entonces a la guarnición samnita. Los samnitas declararon la guerra a Roma. La
estrategia de ambas partes, al tener una inestabilidad fronteriza, iba a ser
conseguir aliados en la retaguardia contraria. En el caso de Roma sería Apulia
y Lucania; en el caso samnita, Etruria y las tribus Sabelias del Apenino
Central.
En el 326 a.C, fueron nombrado cónsules el
patricio L. Papirio Cursor el plebeyo C. Petelio Libolas, realizando operaciones
a lo largo del río Volturno y conquistando las ciudades de Alife, Callifae, y
Rufrium pasaron a manos de los romanos, y después devastaron el resto del
territorio a lo largo y a lo ancho.
En el 325 a.C fueron nombrados cónsules el
patricio L. Furio Camilo y el plebeyo D. Junio Bruto. Bruto atacó a los
vestinos, aliados de los samnitas, conquistado las ciudades de Cutina y
Cingilia.
En el 324 a.C, se nombró dictador L. Papirio
Cursor y a Q. Fabio Ruliano como magister equitum, realizaron operaciones en el
lago Fucino y se dirigieron a la ciudad de Fragelae que estaba amenazada por un
gran ejército samnita.
En el 323 a.C, se nombró cónsul patricio C.
Sulpicio Longo que fue enviado a las inmediaciones de Fragelae y al plebeyo Q.
Aulio Cerretano que fue enviado a Apulia, alcanzando por primera vez el mar
Adrático, ocupando Arpi donde acamparon para pasar el invierno.
En el 322 a.C, los samnitas piden la paz, las
condiciones romanas son muy duras, pero consiguen un año de tregua.
Contraataque
samnita (321-315 a.C)
No había acabado aún la tregua cuando los
samnitas retomaron las armas, y durante los siguientes 7 años (321-315 AC) la
balanza del conflicto se inclinó de su lado. Parece ser que esto fue
principalmente por la habilidad militar del meddix tuticus Cayo Pontio del
Telesino, que mereció ser ascendido entre los jefes más antiguos. En su primer
año como comandante infligió a los romanos una de las más severas derrotas de
toda su historia.
Batalla
de las Horcas Caudinas (321 a.C)
En el año 321 a.C, los dos cónsules, el
patricio Espurio Postumio Albino y el plebayo Tito Veturio Calvino, marcharon,
tras reunirse en Calatia, hacia el Samnio por el camino de Capua a Beneventum
para ir en ayuda de Luceria, que gracias a un engaño samnita, creían que estaba
cercada. Cerca del territorio de los caudinos entraron en el célebre paso de
Furculae Caudinae (Horcas Caudinas). Consistía en dos estrechos desfiladeros,
entre los que había una considerable llanura, pero cerrado por ambas entradas
por las montañas. Los romanos, pensando que los samnitas estaban distantes y
siendo este el camino más corto para llegar al socorro de Luceria, marcharon
por el primer paso y la llanura, pero cuando iban por el segundo vieron que
estaba bloqueado por troncos de árbol, de tal manera que era infranqueable y
además estaba fuertemente defendido Los romanos pensaban que los samnitas se
encontraban lejos, y siendo este el camino más corto para llegar a Lucania, se
internaron en el primer desfiladero, pasaron por la llanura y entraron el segundo desfiladero. Al llegar al final, se encontraron la salida bloqueada por
árboles derribados, y a los samnitas ocupando las laderas de las colinas. Presa
del pánico, los cónsules ordenaron la retirada, pero cuando los romanos
llegaron a la entrada, se la encontraron también bloqueada. Los romanos estaban
totalmente atrapados, y sin esperanza alguna de poder escapar.
El líder samnita Cayo Pontio Telesino,
preparándose con sus oficiales para dar batalla a los romanos en el 321 a.C,
todos llevan la coraza samnita de tres discos, en los jefes el disco inferior
es una cara del dios de la guerra.
Los dos cónsules y cuatro legiones romanas
estaban en manos samnitas. Los samnitas podrían haber exterminado al ejército
romano hasta el último hombre, pero tal victoria les hubiese costado bajas, así
que decidieron esperar y dejar que los romanos se muriesen de hambre.
Batalla de los Horcas Caudinas 321 a.C,
los samnitas atacando a los romanos las laderas del valle. Autor Mitec Jacubiec
El ejército romano
consumió todos sus alimentos, y se vio obligado a pedir condiciones para su
rendición.
Cayo Pontio hizo un
uso piadoso de su victoria, aceptando dejarlos marchar a salvo a cambio de la
promesa de restablecer la antigua alianza en igualdad de condiciones para ambas
naciones, a entregar todos los territorios conquistados durante la guerra, que
se retiraran los colonos de Fregellae y que el ejército romano pasase por el
yugo. Los cónsules y los otros oficiales superiores juraron el acuerdo en
nombre de la República, y 600 romanos fueron entregados como rehenes. Todo el
ejército romano fue libre para partir, y cada soldado salió pasando bajo el
yugo, una humillación que nunca olvidarían. Cuando las noticias del desastre se
conocieron en Roma, el Senado rehusó ratificar la paz y envió a los dos
cónsules al enemigo.
Batalla de los Horcas Caudinas 321 a.C,
los romanos pasando por las horcas. Autor Ángel García Pinto
Los samnitas se enfurecieron, y comprendieron
que habían perdido una oportunidad única de derrotar gravemente a los romanos
al aceptar su palabra.
El desastre de Caudium hizo sacudirse la
influencia romana en muchos de sus aliados, y la suerte de la guerra estuvo a
favor de los samnitas durante algunos años. Los volscos se revelaron, y tomaron
Sátricum. Los ejércitos romanos durante ese año estuvieron empleados
suprimiendo rebeliones internas.
En el 319 AC, son nombrados cónsules el
patricio Papirio Cursor y el plebeyo Q. Aulio Cerretano. Papirio se dirigió a
Satricum sofocando la rebelión. Cerretano se dirigió a Apulia contra los
fretanos a los que sometió. Los romanos hicieron pasar a los samnitas bajo tres
lanzas en recuerdo de las Horcas Caudinas. Este mismo año cae Luceria y los
samnitas vuelven a ser pasados bajo el yugo.
En el 318 AC, son nombrados cónsules Lucio
Plaucio Venno y M. Folio Flaccinator. Folio se dirigió a Samnia, donde varios
pueblos samnitas pretenden establecer una nueva tratado con Roma. Envían
legados ante el senado y obtienen una tregua de 2 años.
En Apulia, las ciudades de Teano y Canusium se
rindieron al cónsul Lucio Plaucio. Los romanos, aprovecharon la tregua, tomaron
posiciones en la retaguardia del Samnio. Este año se nombraron por primera vez
prefectos para Capua.
Avance
romano (317-305 a.C)
En el 317 AC, se nombraron cónsules a C. Junio
Bubulco y Quinto Emilio Barbula. Ambos ejércitos se dirigen a Apulia
conquistando la ciudad de Forentum; y en una incursión en Lucania, el cónsul
Barbula tomó la ciudad de Nérulo.
El orden introducido en Capua mediante la
adopción de las instituciones romanas había adquirido notoriedad general entre
los estados en alianza con Roma, y los antiates solicitaron el mismo
privilegio, pues carecían de código fijo de leyes y de magistrados ordinarios
propios. El Senado comisionó a los patronos de la colonia para establecer un
sistema de derecho. No sólo las armas de Roma, sino también sus leyes, se
estaban extendiendo por todas partes.
En 316 a.C, finalizó la tregua firmada en 318,
Roma reabrió las hostilidades, aduciendo que los cónsules no tenían la
capacidad para firmar tratados. Se pusieron en marcha tres ejércitos, uno
operaría en Campania, otro en el valle del Liris y el tercero marcharía hacia
el Adriático para encaminarse luego al Sur y unirse a los apulios contra los
samnitas del lugar.
Los samnitas reaccionaron con rapidez. Mientras
fijaban a los ejércitos de Abulia y del valle del Liris, destrozaron al
ejército de Campania. Los romanos nombraron dictador a Lucio Papirio Cursor,
que había sido cinco veces cónsul y dos veces dictador, reunió todas las
fuerzas disponibles y marchó al Sur. Mandó a la mitad del ejército al mando de
su magíster equitum Marco Fulvio a cubrir el camino de la costa (luego Vía
Apia), mientras el avanzaba por la vía Latina, entre las colinas.
El ejército samnita, que había seguido la Vía
Latina, cambió entonces de dirección y, atravesando las colinas, atacó por
sorpresa al Marco Fulvio jefe de caballería cerca de Terracita. El ejército
romano cayó al completo. El terror hizo que los aliados meridionales de Roma se
rebelaran. Los samnitas entraron en el Lacio, destruyendo las cosechas y
saqueando la región hacia el Norte hasta Ardea, a tan sólo 30 km de Roma.
El Senado se vio obligado a llamar a parte del
ejército que operaba en el valle del Liris. Los samnitas aprovecharon esto para
cruzar el río y atacar a la pequeña fuerza allí dejada, poniéndola en fuga.
Ahora, también los aliados romanos del Norte estaban vacilantes, estando el
ejército de Abulia en peligro de quedarse aislado.
Batalla
de Lautulae (315 a.C)
Este año se nombre dictador a Quinto Fabio
(Quintus Fabius Maximus Rullianus ) y como magister equitum a Quinto Aulio
Cerretano.
Los combates en el Samnio se sucedían sin que
la balanza se inclinara por ninguna de las dos partes. Los romanos habían
recuperado Satícula, cedida a los samnitas tras las Horcas Caudinas, mientras
que estos habían conquistado Plistica, previamente tomada por los romanos.
Quinto Fabio retira a las legiones de Samnio y
Apulia y se dirige hacia Sora. Este lugar se había revelado, pasándose a los
samnitas, después de dar muerte a los colonos romanos. El ejército romano
marchó allí a toda velocidad para vengar la muerte de sus compatriotas y para
restablecer la colonia.
Durante la marcha a Fabio le llegan noticias de
que los samnitas le siguen de cerca; giró su ejército y se preparó para
entablar batalla en las cercanías de Lautulae.
En el
primer encuentro
La batalla terminó, no con la derrota o fuga de
una parte, sino con la noche que sorprendió a los combatientes mientras aún
estaba por decidir el resultado de la batalla, y ambos se retiraron para pasar
la noche. A pesar de quedar en tablas, la batalla fue desfavorable a los
romanos ya que Quinto Aulio, el jefe de la caballería (magister equitum), cayó
allí. Roma tuvo que enviar refuerzos al mando del nuevo magister equitum Cayo
Fabio lo atestiguan.
Cayo Fabio al acercarse envió mensajeros para
consultar al dictador sobre dónde debía asentar su posición y sobre el momento
y manera de atacar al enemigo. Después de ponerse al tanto de los planes del
dictador, detuvo su ejército en un lugar donde quedó bien oculto.
Quinto Fabio ordenó que los refuerzos no
entrasen en la zona y que permanecieran ocultos, no quería arriesgarse a un
enfrentamiento precipitado.
Segundo encuentro
El dictador mantuvo a sus hombres durante
varios días confinados en su campamento. Por fin, de repente, dio orden de
formar para la batalla. Había ocultado a sus soldados la llegada del jefe de la
caballería y el ejército de refresco.
Una vez desplegados mandó hacer señales de
fuego a su jefe de caballería. Y atacó al enemigo. Cuando todas las fuerzas
estaban empeñadas en el combate, atacó por la retaguardia el jefe de
caballería. Así acorralados, los samnitas huyeron en todas direcciones, cada
uno lo mejor que pudo. Un gran número, que en su miedo se había agrupado y
estaban tan cerca unos de otros que no podían utilizar sus armas, fueron
muertos entre los dos ejércitos. El campamento del enemigo fue capturado y
saqueado, y los soldados, cargados con el botín, se marcharon de vuelta a su
propio campamento en Sora para seguir con el asedio.
Guerreros samnitas finales siglo IV: 1
jinete campano, 2 infante samnita, 3 infante lucano. Autor Richard Hook
En el 314 a.C, los cónsules Marco Petelio y
Cayo Sulpicio reciben el ejército de manos del dictador Quinto Fabio, después
que gran parte de los veteranos fuesen enviados a casa y que llegaran nuevas
tropas para completar los efectivos. Cae Sora y, tras castigar a los
responsables de la muerte de los colonos, se dejó una guarnición romana en la
ciudad.
Los cónsules trasladan el teatro de la guerra a
las tierras de los ausones. Después de la batalla de Lautulae se habían alzado
algunas poblaciones lindantes con la Campania, hasta la misma Capua fue
sospechosa de intento de rebelión. Los ausones acabaron por capitular y
entregaron a los romanos sus ciudades: Ausona, Minturnae y Vescia. “El pueblo
de los ausones fue aniquilado como si hubiese combatido en una guerra sin
cuartel por un delito de rebelión del que no había demasiada certeza”.
En el frente de Apulia, Luceria entregó la
guarnición romana a los samnitas pero fue recuperada: “Lucerinos y samnitas
fueron exterminados por completo y la cólera llegó a tal extremo que también en
Roma, cuando se sometió a debate en el senado el envío de colonos a Luceria,
muchos fueron del parecer de que la ciudad debía ser destruida”. Se enviaron
2.500 colonos.
Cayo Menio es nombrado dictador junto a Marco
Folio como magister equitum. Su misión era investigar los rumores de posibles
intentos de rebelión en Capua y otros lugares, incluso en la misma Roma. Aquí
hay un trasfondo político que muestra que en Roma existían rivalidades entre
facciones; Livio las denominaba “coaliciones ilícitas formadas para conseguir
los cargos públicos”. Los patricios, por medio de una fórmula legal, usaron un
arma de los plebeyos: el derecho de apelación y el veto de los tribunos para no
tener que defenderse en juicio. Cayo Menio terminó por dimitir.
Estas disensiones internas fueron aprovechadas
por el ejército samnita que se desplazó hacia Caudium para, desde allí,
intentar tomar Capua. Los cónsules se dirigieron rápidamente a la zona y se
entablan combates esporádicos. Los samnitas veían que sus fuerzas se
erosionaban y debían arriesgarse a una confrontación en toda regla.
Batalla
de Terracina (314 a.C)
Finalmente se celebró la batalla, los samnitas
situaron la caballería en las alas y la infantería en el centro. En cuanto
a los cónsules romanos, Sulpicio se sitúa en el ala derecha, Petelio en la
izquierda.
Sulpicio, al ver el frente samnita extendido,
alargó sus líneas para evitar ser envuelto; Petelio, con una formación más
cerrada, envió a primera línea a las cohortes de reserva, las cuales tenían el
cometido de intervenir sólo si la lucha se prolongaba.
Se inicia la batalla con el ataque de Petelio
hizo retroceder el flanco derecho de la infantería samnita atrayendo a la
caballería enemiga, la cual tiene que mezclarse entre la infantería en fuga;
fue entonces cuando Petelio ordenó a la caballería romana que cargase contra
infantes y jinetes samnitas poniendo en fuga a toda el ala derecha. El cónsul
Sulpicio, al ver que en su zona no se entablaba batalla se había dirigido hacia
allí con 1.200 hombres.
El ala derecha romana logró mantener sus filas
ante el ataque samnita mientras Sulpicio regresó una vez hundido el flanco
derecho samnita.
“Poco después los romanos vencían ya en toda la
línea y, ya sin combatir, los samnitas eran muertos o hechos prisioneros, a
excepción de los que huyeron a Maleventum” (la actual Benevento). Según las
fuentes murieron o fueron apresados unos 30.000 samnitas.
Tras la batalla, los cónsules se dirigieron
rápidamente hacia Bovianum, capital del grupo samnita de los pentri; una vez
montado el asedio pasan allí el invierno.
En el 313 a.C, nombran dictador a Caio Petelio
junto al jefe de caballería Marco Folio, haciéndose cargo del ejército. Al
parecer se abandona el asedio de Bovianum para recuperar Fregelae, se
reconquistó Nola, se tomaron las ciudades de Atina y Calatia y se fundaron las
colonias de Suessa y Pontias.
En el 312 AC, el senado elaboró un decreto para
llevar colonos a Interamna Sucasina, los cónsules enviaron a 4.000 colonos.
Para este año de relativa paz el censor de Apio Claudio comenzó la construcción
de la Vía Appia y el Aqua Appia (un acueducto) que llevan su nombre.
Los rumores de que la diplomacia samnita estaba
consiguiendo sus frutos en Etruria empezaron a extenderse.
En el 311 a.C, a guerra con los samnitas estaba
casi finalizada, pero la intervención de los etruscos en vino a terminar los
anteriores, cuarenta años de paz. Fueron nombrados cónsules Cayo Junio Bubulco
y Quinto Emilio Bárbula. Por primera vez se dio acceso al pueblo a la elección
de uno de los cónsules y a los tribunos militares, que hasta entonces habían
sido nombrados por los dictadores y cónsules, nombrando 16 para 4 legiones. También
se creó el cargo de duunviro naval; el pueblo debía nombrarlos para supervisar
el equipamiento y mantenimiento de la flota. El cargo de los duoviri navales,
era para supervisar la incipiente flota que Roma empezaba a formar tras
asegurar su posición a lo largo de la costa.
Tras arreglar unos asuntos concernientes a la
elección de nuevos miembros para el senado los cónsules se echaron a suertes
sus destinos: los samnitas correspondieron a Junio y el nuevo teatro de
operaciones en Etruria a Emilio.
Las hostilidades las iniciaron los samnitas
atacando y masacrando a la guarnición romana de Cluviae, crucial para el
control del corredor central hacia el Adriático. El cónsul Junio la recuperó en
un solo día y emprendió una operación punitiva para saquear la comarca de
Bovianum, capital de los pentri. Livio nos habla de una emboscada y un combate
en el cual murieron 20.000 samnitas.
En Etruria dio comienzo con una conjura de todos
los etruscos (menos la ciudad de Arretium) que pusieron asedio a Sutri
(Sutrium), al igual que en el anterior conflicto, ya que era la llamada “Puerta
de Etruria”, ésta ciudad era aliada de Roma, y servía a modo de cierre de la
Etruria, El cónsul Emilio marchó allí para levantar el sitio, y escogió un
lugar delante de la ciudad para establecer su campamento fortificado. Los
etruscos discutieron que hacer y acordaron atacar el día siguiente. Al día
siguiente ambos ejércitos desplegaron y estuvieron uno frente a otro hasta
mediodía. Los etruscos impacientes decidieron atacar a los romanos, dado que
sus fuerzas eran muy superiores en número. La batalla estuvo igualada durante
un buen rato hasta que los romanos ordenadamente relevaron las fuerzas de primera
línea, mientras que los etruscos no. El cansancio hizo que sufrieran muchas
bajas. Al atardecer se dio la señal de retirada y ambos ejércitos regresaron
para pasar la noche a sus respectivos campamentos. Con muchas bajas.
En el 310 a.C, fueron elegidos cónsules
Quinto Fabio Máximo Ruliano y Cayo Marcio Rútulo Censorino. Fabio se encargó de
la guerra en Sutri y partió hacia allí con refuerzos; también se alistó un
ejército en Etruria.
Fabio comienza tanteando la línea de
fortificaciones de los asediantes hasta que los etruscos reúnen sus tropas y le
salen al encuentro, pero esta vez, al contrario de lo que hizo el año anterior
Quinto Emilio Bárbula, Fabio va a rehuir combatir en llano al verse superado en
número por lo que se desvía hasta unas elevaciones para paliar la inferioridad
numérica con una posición ventajosa.
Los etruscos, sin pensar en nada más que en su
número, en el que únicamente se basaban, cargaron con tan ávida impetuosidad
que arrojaron sus jabalinas, para poder llegar más rápidamente al combate
cuerpo a cuerpo, y se precipitaron sobre sus enemigos con las espadas
desenvainadas. Los vélites romanos, por su parte, lanzaron primeramente sobre
ellos sus dardos y después las piedras que abundantemente les proporcionaba el
terreno. Escudos y cascos fueron alcanzados por igual, y los que no resultaron
heridos quedaron confundidos y desconcertados, cuando se retiraron los vélites
fueron recibidos por una lluvia de pilum de los astados y príncipes. Los
astados seguidos de los príncipes romanos lanzaron nuevamente su grito de
guerras y cargaron cuesta abajo sobre ellos con las espadas desenvainadas.
Los etruscos no esperaran la carga y emprenden
la huida. La caballería romana salió tras los fugitivos, cortándoles el camino
hacia su campamento. Los etruscos no vieron otra opción que la de dirigirse a
las montañas. Desde allí, en columna, maltrechos y casi desarmados se
internaron en la vegetación del monte Cimino.
Los romanos, tras dar muerte a varios miles de
enemigos y tomar 38 enseñas militares, se apoderan del campamento etrusco.
La derrota en el monte Cimino no puso fin a la
guerra, solo la extendió. Todo el territorio que se extendía bajo el monte
Címino sintió los efectos de sus estragos, y éstos levantaron la indignación de
los distritos etruscos y territorios vecinos de la Umbría, que jugaron un
importante papel a partir de entonces.
En el 309 a.C, las ciudades etruscas de
Perusia, Cortona y Arretium enviaron embajadores a Roma para pedir la paz y se
les concedió una tregua de 30 años.
Por su parte el otro cónsul, Cayo Marcio Rútulo
Censorino, capturó la ciudad de Allifae a los samnitas. A partir de ahora se
van a ver implicados los pueblos de la parte central de la península italiana:
umbros, marsos, sabinos.
En el 308 a.C, Quinto Fabio Máximo Ruliano,
vencedor sobre los etruscos, somete las comunidades sabinas del Apenino
central: marsos, ecuos y pelignos. Estos nuevos aliados de los samnitas hacían
peligrar el corredor central hacia el Adriático que había sido usado por los
romanos para llegar hasta Apulia, en la retaguardia del Samnio.
En el 307, y al igual que se hizo con la Via
Appia, el censor M. Valerio Maximo inició la construcción de una vía militar
que atravesaba los territorios de ecuos, pelignos y marrucinos hasta el
Adriático: la Via Valeria. Ésta vía permitió someter a los hérnicos en poco
tiempo, en cincuenta días son derrotados los ecuos siendo destruidas todas sus
ciudades y sus poblaciones pasadas a cuchillo.
Batalla
de Bovianum (305 a.C)
En el 305 a.C, fueron cónsules Lucio Postumio
Megelo y Tiberio Minucio Augurino. Mientras los samnitas hacían una incursión
en la llanura de Estela (en la Campania, entre Cales y Casilino) los dos
cónsules se dirigieron al Samnio; Postumio en dirección a Tiferno y Minucio a
Bovianum.
Los samnitas se enfrentaron a Postumio en
Tiferno, la batalla tuvo un resultado indeciso y Postumio, con el fin de dar la
impresión de que tenía miedo del enemigo, se retiró por la noche hacia las
montañas. Buscó un lugar seguro donde levantar un campamento, y lo fortificó.
Después dejó un fuerte destacamento para guarnecerlo, hacia la tercera guardia
condujo sus legiones sin bagajes, por la ruta más corta posible, hasta donde
estaba su colega, quien también estaba acampado en Bovianum frente a otro
ejército samnita.
Postimio sabiendo que se acercaba Municio,
presentó batalla a los samnitas, el combate se prolongó sin decantarse hasta
muy avanzado el día, y entonces Postumio con sus legiones apareció de repente y
cargó de improviso contra el ejército enemigo, ya agotado.
El resultado fue que la mayoría del ejército
samnita fue exterminado, capturándose veintiuna enseñas. A continuación los dos
cónsules reunieron sus fuerzas y se dirigieron contra el otro ejército samnita
que estaba en las inmediaciones, que estaban desmoralizados por las noticias de
la batalla anterior. Los samnitas pronto se dieron a la fuga, se capturaron 26
estandartes, y el mismo jefe samnita (meddix), Estacio Gelio fue hecho
prisionero junto a muchos de sus hombres y ambos campamentos. Al día siguiente
atacaron Bovianum, que pronto fue tomada y los cónsules celebraron un triunfo
conjunto tras sus brillantes éxitos.
Batalla de Bovianum 305 a.C. Durante la
segunda Guerra Samnita. Autor Igor Dzis
Durante ese año, Sora, Arpino y Cesennia fueron
recuperadas de los samnitas. También se erigió la gran estatua de Hércules, que
se dedicó en el Capitolio.
En el 304 a.C, los samnitas enviaron una
embajada a Roma para pedir la paz. Una vez firmada solo quedaba a los romanos
consolidar el poder en el centro de la península itálica: En un lapso de dos
semanas asediaron y capturaron 31 ciudades fortificadas. La mayoría fue
saqueada y quemada, y la nación de los ecuos fue casi exterminada. Se celebró
un triunfo sobre ellos y, advertidos por su ejemplo, los marrucinos, los
marsios, los pelignos y los ferentinos enviaron mensajeros a Roma para pedir la
paz y su amistad. Estas tribus consiguieron un tratado con Roma.
Secuelas
de la Segunda Guerra Samnita
Roma impuso a los samnitas renunciar a
cualquier expansión territorial y a no poder hacer ninguna alianza sin su
consentimiento, además debían cederles el control del valle del Liris. Los
marsi, peligni, marrucini y sabelin fueron obligados a aliarse con Roma. El
territorio de los ecuos fue incorporado al de la República, fundándose otras
seis tribus rústicas en territorio conquistado.
Tras el conflicto, Roma emprendió una gran
campaña de colonización en Campania y el valle del río Liris fundando 13
colonias. Además, afianzó su soberanía en Etruria y Umbria.
Roma quedaba como la mayor potencia de Italia,
sin ningún enemigo capaz de disputarle su supremacía.
Tercera
Guerra Samnita (298 – 290 a.C)
Los romanos veían claro que los samnitas aún no
habían sido conquistados. Y durante los años de paz aprovecharon para
fortalecerse en todas direcciones. Se anexiono el territorio situado al este
del Lazio y al norte del Samnio, llegando al mar Adriático por primera vez. De
esta manera, tenía una franja de territorio romano entre los samnitas en el
sudoeste y los galos del noroeste. Fundaron colonias en los Apeninos para que
sirvieran como centros de fuerza en la ofensiva y de resistencia en la
defensiva.
Enviados de Lucania llegaron a Roma en el 298 a.C,
quejándose de que los samnitas habían comenzado de nuevo a hostigarlos. Este
pretexto era todo lo que Roma necesitaba. Rápidamente invadieron el Samnio y
dio comienzo la Tercera Guerra Samnita, que fue el último desesperado intento
de los samnitas, para mantenerse independientes. Persuadieron a los etruscos, umbríos,
y galos, para unirse a ellos, con el fin de aplastar a la naciente potencia que
era una amenaza para todos.
La guerra comenzó de nuevo en 298 a.C, en las
llanuras cercanas a Neapolis. Cuando los romanos vieron a los etruscos y los
galos en el norte de Italia, uniéndose a los samnitas, se alarmaron, hasta
entonces se habían beneficiado, de la falta de coordinación entre sus enemigos,
pero ahora Roma encaraba a todos ellos a la vez.
Batalla
de Camerinum 298 a.C
Mientras los romanos el Samnio, los sammitas
invadieron Campania, Umbria y Gelio Egnato llegó hasta el territorio de los
senones, donde reunió un ejército de sammitas, etruscos, galos y umbríos para
acabar de una vez por todas con Roma. Los Lucio Escipión Barbato y fue mandado
a interceptarlos e impedir que esta fuerza cruzase los Apeninos.
Se dirigió con sus fuerzas a ocupar un
territorio elevado para cerrar el paso, pero se encontró con la sorpresa de que
la posición estaba ocupada por los enemigos, Gelio Egnato les atacó, y los
romanos resultaron totalmente derrotados.
Batalla
de Tiferno 297 a.C
En el 297 a.C, Roma, aprovechándose de la paz
con los etruscos, envió dos ejércitos consulares al Samnio liderados por Quinto
Fabio Máximo Ruliano y Publio Decio Mus, cada uno compuesto por aproximadamente
20.000 hombres. Ambos ejércitos deberían arrasar la zona central de la
península itálica avanzando separados pero paralelamente. Así un ejército podía
asistir al otro en caso de problemas. El ejército samnita, con 25.000 guerreros
bajo el mando de Estacio, basaba toda su estrategia en emboscar a uno de los
ejércitos romanos en el estrecho valle de Tiferno, para luego enfrentarse con
el otro. Por ello dispuso una pequeña fuerza visible que actuara de cebo dentro
del valle, y ocultó toda su fuerza principal en las colinas circundantes. Pero
Ruliano, comandante precavido, envió por adelantado a sus exploradores y éstos
descubrieron la trampa, por lo que no entraron al valle.
Estacio, temeroso de que el segundo ejército
romano, de Decio Mus, se uniera a Ruliano, optó por presentar batalla a campo
abierto, aunque conservando la considerable ventaja de estar colina arriba.
Cuando ambos ejércitos estuvieron enfrentados, y comenzaban las escaramuzas, un
pequeño destacamento de astados (hastati) liderados por Lucio Cornelio Escipión
Barbado apareció en la retaguardia de los samnitas.
Ruliano era consciente de su inferioridad
numérica frente a los samnitas, además de estar en peor posición estratégica, pues
sus legionarios deberían de luchar cuesta arriba. En esa situación no
conseguiría una batalla de enfrentamiento de líneas, que tanto dominaban los
romanos. Así que decidió enviar a su legado Lucio Cornelio Escipión Barbado con
los asteros (hastati) de la primera legión, que deberían rodear al enemigo y
caer sigilosamente retaguardia enemiga justo en el momento en que la caballería
romana cargara contra la primera línea samnita. Si el plan tenía éxito,
conseguirían romper el frente de batalla enemigo de un solo golpe y
conseguirían una victoria aplastante. Sin embargo la carga de caballería partió
demasiado pronto y se estrelló estrepitosamente contra el muro de escudos
samnita. Éstos, envalentonados por el fracaso romano, contraatacaron las líneas
romanas, hasta que Barbado y sus asteros aparecieron a sus espaldas. Estacio
creyó aquellos hombres eran la avanzadilla del ejército de Decio Mus, con lo
que la moral de los romanos subió enormemente; al contrario que la de los
samnitas, que temían verse rodeados y se dio la orden de retirarse.
A pesar de la derrota, los samnitas tuvieron
relativamente pocas bajas, unos 3.000 muertos y 800 prisioneros, lo que les
permitió continuar la guerra en otros escenarios. Los romanos sufrieron 2.000
bajas.
Los ejércitos consulares estuvieron cinco
meses, devastando y asolando el país. Decio lo hizo en 45 lugares distintos y
Fabio el otro cónsul lo hizo en 86, capturando la ciudad de Cimetra, donde los
samnitas perecieron 900 y 2.900 fueron hechos prisioneros durante el asalto.
Tercera Guerra Samnita. El general
romano Quinto Fabio Máximo Ruliano (derecha) habla con un representante samnita
(izquierda).
Batalla
de Sentino o Sentium 295 a.C
En el 296 a.C, las ciudades de la periferia del
Samnio siguieron cayendo mientras una amenaza más grave contra Roma se estaba
organizando en Etruria, en la que iban a tomar parte muchas naciones. El
principal organizador fue Gelio Egnacio, un samnita. Casi todos los pueblos
etruscos se habían decidido por la guerra, llevando el contagio a los pueblos
vecinos de la Umbría y habiendo solicitado ayuda de los galos.
Cuando las noticias de este repentino
levantamiento llegaron a Roma, el cónsul Lucio Volumnio ya había marchado hacia
el Samnio con las legiones segunda y tercera y quince mil tropas aliadas; se
decidió, por consiguiente, que Apio Claudio debía dirigirse a la mayor brevedad
posible en Etruria. Dos legiones romanas le seguirían, la primera y la cuarta,
y 12.000 aliados.
En el 295 AC, entraron en funciones los
cónsules Quinto Fabio Máximo Ruliano y Publio Decio Mus. Nada más comenzar
surgió un desacuerdo entre ambos. Asi que en echaron a suertes, a Fabio le tocó
Etruria y las tropas de Apio Claudio, más las tropas de refuerzo que el cónsul
considerase iba a necesitar. A Decio le tocó el Samnio.
Apio Claudio envió despachos alarmantes sobre
el estado de cosas en Etruria, a su juicio, un general con un solo ejército era
muy insuficiente para hacer frente a cuatro naciones, aconsejaba dos ejércitos
consulares.
Al final el Senado decidió fuera el otro
cónsul, Publio Decio Mus, el que acompañara a Quinto Fabio Máximo Ruliano.
La coalición contra Roma estaría, más o menos,
al oeste de Sentinum, en Umbría, ya que era un lugar intermedio para la unión
de los ejércitos etrusco, galo, umbro y samnita.
Apio Claudio Ceco permanecía frente al enemigo
en Etruria con dos legiones y doce mil aliados, y estaba siguiendo los
movimientos del ejército enemigo y enviando despachos a Roma.
Los cónsules Quinto Fabio y Publio Decio parten
al encuentro de las fuerzas enemigas y llegan a territorio de Sentinum (actual
Sassoferrato), en Umbría y sitúan allí el campamento a 6 km del enemigo.
Los cuatro ejércitos aliados celebran un
consejo y decidieron establecer campamentos separados y no formar todos a la
vez en el campo de batalla. Los galos se unieron a los samnitas, los umbros a
los etruscos. Una vez fijado día para la batalla se acuerda que samnitas y
galos se enfrentarían al grueso del ejército romano mientras que umbros y
etruscos atacarían el campamento y a las tropas de reserva en el transcurso del
combate. Pero estos planes llegaron a conocimiento de los romanos, ya que tres
desertores de la ciudad de Clusium, durante la noche establecieron contacto con
Quinto Fabio, desvelando los planes del enemigo, siendo generosamente
recompensados, con el fin de que comunicasen cualquier cambio de planes que
pudiera haber volvieron a su lugar.
Los romanos celebran un consejo y deciden
mandar órdenes a los propretores Cneo Fulvio y Lucio Postumio Megelo para que
trasladen rápidamente sus ejércitos desde los campos del Vaticano y territorio
falisco en dirección a Clusium, y procediesen a devastar todo lo que
encontrasen a su paso.
Los etruscos al enterarse de que sus tierras estaban siendo atacadas, junto a los umbros, se retiraron para defender sus fronteras. Los cónsules intentaron por todos los medios entrar en combate mientras los etruscos y umbríos estaban ausentes, durante dos días enviaron tropas ligeras para provocarles, pero no consiguieron que se entablase una batalla.
Los etruscos al enterarse de que sus tierras estaban siendo atacadas, junto a los umbros, se retiraron para defender sus fronteras. Los cónsules intentaron por todos los medios entrar en combate mientras los etruscos y umbríos estaban ausentes, durante dos días enviaron tropas ligeras para provocarles, pero no consiguieron que se entablase una batalla.
Al tercer día formaron los dos ejércitos en el
campo de batalla con todas las tropas.
Despliegue
inicial
El ejército romano estaba compuesto por 2
ejércitos consulares, cada uno con 2 legiones romanas y 2 aliadas y numerosa
caballería reforzada con 1.000 jinetes campanos. Desplegaron a la manera
tradicional la caballería en las alas, las legiones romanas en el centro y las
legiones aliadas en los flancos. Decio mandaba la izquierda y Fabio la derecha.
En total serían unos 40.000 efectivos.
Los samnitas se situaron a la izquierda frente
a Fabio y los galos a la derecha frente a Decio, Situaron también la caballería
en las alas, pero los galos situaron a su retaguardia carros de guerra. En
total serían unos 50.000 efectivos.
Batalla de Sentium 295 a.C. Despliegue
inicial. Autor Marco Astracedi
Primera
fase
Ambos ejércitos desplegados no se movieron de
sus posiciones en un primer momento, contemplándose mutuamente.
Fabio prefirió mantener una postura defensiva,
atacando a los samnitas con sus vélites en pequeños ataques no concluyentes.
Por el contrario, Decio Mus, quien según Livio era más vehemente debido a una
edad más temprana, atacó con todos sus medios. Como el combate de infantería le
parecía poco decisivo mandó cargar a la caballería.
Segunda
fase
Por dos veces Decio rechazó a la caballería
gala que le había salido al encuentro pero al envolver las filas de la
infantería enemiga, se vieron atacados por los carros de guerra galos, cuyos
tripulantes iban armados de pie sobre los carros, se presentaron con enorme
estrépito, espantando a los caballos romanos. La caballería romana emprendió la
retirada sembrando el temor en las filas de su infantería, siendo arrollados
algunos soldados de las primeras filas.
En ese momento la infantería gala, envalentonada
por el colapso romano, se avalanzó contra las legiones de Decio que comenzaron
a ceder.
Decio consiguió reagrupar a algunos jinetes y
lanzarse contra el enemigo, pero a costa de su propia vida. Sin embargo, su
arrojo sirvió para inspirar a sus hombres y éstos consiguieron aguantar con
muchas bajas.
Mientras, el cónsul Fabio, al observar lo que
ocurría en el ala izquierda, ordenó a Lucio Cornelio Escipión y a Caio Marcio
que tomasen sus tropas que mantenía en reserva y se dirigiesen allí para restablecer
el combate. Se enteró entonces de la muerte de su colega se mantuvo a la
defensiva.
Tercera
fase
El cónsul dejó que transcurra el día y cuando
se percató de que las fuerzas del enemigo iban mermando, ordenó a los prefectos
de la caballería que, en un movimiento envolvente, atacasen el flanco samnita
mientras la infantería abandonó su actitud defensiva y comenzó a avanzar.
Cuando vio que no había resistencia lanzó a todas las tropas auxiliares y al
resto de las tropas que le quedaban de reserva. Los samnitas, incapaces de
aguantar la acometida, emprendieron la huida.
Los galos se mantuvieron firmes en formación
cerrada. Fabio ordenó entonces que 500 jinetes campanos rodeasen y atacasen por
retaguardia la formación gala y que a continuación la segunda línea de la
legión III les persiguiese. Él se dirigió mientras tanto hacia el campamento
samnita que, tras un breve combate, es capturado.
Finalmente los galos, al ser rodeados, no
ofrecieron resistencia.
Las pérdidas romanas fueron de alrededor de
8.200, mientras que los galos y samnitas perdieron 25.000 muertos incluyendo al
propio Estacio, y 8.000 prisioneros
Batalla
de Aquilonia 293 a.C
En el 294 AC, fueron elegidos cónsules Lucio
Postumio Megelo y Marco Atilio Régulo siéndoles encomendado a los dos el
Samnio. Tras una larga serie de combates contra los samnitas. Postumio, sin
encontrar nada que pudieran hacer sus tropas entre los samnitas, las llevó a
Etruria y empezó a arrasar el territorio volsonio. Tras rechazar a un ejército
de volsinio infligiéndole dos mil ochocientas bajas, Lucio Postumio se interna
más al noroeste, en territorio de la ciudad de Rusellae. Allí, no solo asoló
los campos sino que capturó la misma ciudad con un balance de unos 2.000
enemigos muertos y otros tantos prisioneros.
Al año siguiente, fueron nombrados cónsules
Lucio Papirio Cursor y Espurio Carvilio Máximo.
Los samnitas estaban desesperadamente faltos de
hombres, por lo que llamaron a un reclutamiento general en Aquilonia, en la
cual todos los hombres del Samnio estaban obligados a acudir. Allí, tomaron
estricto juramento religioso de servir a su país, y fueron forzados a unirse al
ejército ante un altar dedicado a los dioses. Al principio hubo algunos que se
negaron a prestar este juramento; se les dio muerte junto al altar y sus
cuerpos yacientes entre los restos de las víctimas resultaron una clara
indicación para que el resto.
Una vez acabado, el general nombró
especialmente a diez y les dijo a cada uno que escogiese un compañero de armas,
y a estos, de nuevo, que eligiesen a otros hasta alcanzar el número de 16.000.
A estos se les llamó Legio Linteata (legión del Lino), por el tejido con que se
había cubierto el lugar donde juraron. Se les proporcionó una resplandeciente
armadura y cascos emplumados para distinguirlos de los demás. El resto del
ejército se componía de algo menos de 20.000, pero eran algo inferiores.
Guerreros samnitas 293 a.C durante la
batalla de Aquilonia: 1 Legio Linteata o legión del Lino con armamento plateado
lleva casco tipo calcídico, coraza de triple disco, greba y scutum; 2
lancero con yelmo montefortino y coraza de triple disco; 3, lancero yelmo tipo
ático y pectoral cuadrado; 4 jabalinero con yelmo tipo ático y coraza musculada.
Autor Richar Hook
Espurio Carvilio Máximo se hizo cargo de las
legiones de Marco Atilio, el cónsul del año anterior, y se dirigió hacia el
Samnio. Tomó la ciudad de Amiterno, matando a 2.800 y haciendo 4.200
prisioneros.
Lucio Papirio Cursor, con un ejército recién
alistado, atacó con éxito la ciudad de Duronia. Hizo menos prisioneros que su
colega, pero mató a un número algo mayor.
A continuación, los cónsules atravesaron el
Samnio en diferentes direcciones; Carvilio, después de devastar el territorio
atinate, llegó hasta Cominio; Papirio llegó hasta Aquilonia, donde estaba
situado el grueso del ejército samnita. Durante algún tiempo, sus tropas,
aunque no completamente inactivas, se abstuvieron de cualquier enfrentamiento
serio. El tiempo transcurrió acosando al enemigo cuando estaba tranquilo y
retirándose cuando mostraba resistencia, amenazándole más que presentando
batalla.
El otro campamento romano estaba a unos 30 km,
Lucio Papirio, estaba preparado para entrar en combate al día siguiente, le comunica
a Espurio Carvilio que ataque Cominio con todo su ejército para evitar que
desde allí se mandasen refuerzos a Aquilonia. Carvilio estaba de acuerdo con el
plan. Sabía perfectamente que el grueso del ejército samnita estaba en
Aquilonia.
Lucio Papirio dio la señal para la batalla.
Justo mientras formaban en sus posiciones, llegó un desertor con la noticia de
que 20 cohortes samnitas, de 400 hombres cada una, habían llegado a Cominio.
Inmediatamente el cónsul envió un mensajero para advertir a su colega de este
movimiento.
Tras asignar puestos a las legiones auxiliares,
puso el mando del flanco derecho a Lucio Volumnio, el izquierdo a Lucio
Escipión. El mando de la caballería recayó sobre los legados Caio Cedicio y
Tito Trebonio; a Espurio Naucio le ordenó que cogiese tres cohortes de
auxiliares y reuniese todas las mulas de carga con el fin de alcanzar una
elevación cercana para que, desde allí, aparecer en pleno combate levantando la
mayor polvareda posible.
Se dio la señal de ataque y las legiones presionaron
por los flancos y el centro cuando de repente aparece una polvareda parecida a
la provocada por la llegada de un ejército; eran Espurio Naucio y las tres
cohortes de auxiliares con las mulas. Esto engañó de igual modo a samnitas y a
romanos que no habían sido advertidos. Acto seguido ordenó que se abriesen
pasillos por los que Trebonio y Cedicio lanzaran a toda la caballería contra el
enemigo. La caballería rompió las filas samnitas al primer embiste mientras
Volumnio y Escipión, aprovechando el desconcierto, atacaron desde las dos alas
con la infantería. El ejército samnita huyó al completo, unos en dirección a su
campamento, otros a refugiarse tras los muros de Aquilonia; la nobleza y la
caballería tomaron el camino hacia Bovianum.
Volumnio tomó el campamento samnita rápidamente
mientras que Escipión, consciente de que si duda, el enemigo puede
atrincherarse tras las murallas, se dirigió hacia las puertas seguido por sus
hombres en formación de tortuga. Tras entrar en la ciudad despejó las murallas
pero al contar con muy pocos hombres no se aventuró en el interior.
Lucio Papirio cuando se dió cuenta que sus
hombres habían tomado las murallas, dio orden a las tropas que tenía libres de
que entrasen en la ciudad. Entraron por el punto más cercano y se detuvieron
porque la noche ya había llegado. Al día siguiente tomaron la ciudad.
Aquel día murieron 20.340 samnitas y fueron
apresados 3.870 junto con 97 enseñas militares.
Conquista
de Cominio
Ese mismo día tal y como habían acordado, en el
momento que Lucio Papirio atacaba al grueso de las fuerzas samnitas, su colega
Espurio Carvilio dieron la señal de presionar con todas sus tropas la ciudad de
Cominio para evitar que desde allí se mandaran refuerzos a Aquilonia.
Sitúa a todos sus hombres al pie de las
murallas creando un cordón que rodeaba la ciudad y estableciendo delante de las
puertas fuertes retenes en previsión de una salida inesperada. En este momento
llega el mensajero enviado por Papirio para advertirle de que hacía él.
Carvilio se ve obligado a retrasar el ataque y a ordenar al legado Decimo Bruto
Esceva que tomara una legión, diez cohortes auxiliares y la caballería para
partir al encuentro de los refuerzos samnitas que se aproximaban. Éstas ni
siquiera entraron en combate ya que se detuvieron a 12 km de Cominio y no
entraron en ninguna de las batallas.
Carvilio inició el asalto a Cominio llevando
escalas por todo el contorno de los muros y efectuando un ataque contra las
puertas de la ciudad.
De forma coordinada se echaban abajo las
puertas y se asaltaban las murallas desde todas partes. Los samnitas, tras una
primera defensa, observaron que los romanos estaban combatiendo y tomando
varias partes de la muralla; abandonaron sus posiciones y se agrupan todos en
la plaza para una última defensa desesperada. Aunque tras una breve resistencia
acabaron arrojando las armas y rindiéndose. Murieron 4.880 samnitas y 11.400
fueron hechos prisioneros.
Los cónsules entregaron las dos ciudades al
saqueo y al fuego. El mismo día ardieron Aquilonia y Cominio.
Tras los combates los cónsules se dedicaron al
asalto a las ciudades, Papirio asaltó Sepino y Carvilio tomó Velia, Palumbino y
Herculáneo (las tres de ubicación desconocida). En estas tres ciudades fueron
muertos o apresados unos 10.000 hombres, resultando ligeramente superior el
número de prisioneros.
Desde que se empezó la campaña de ese año se
produjeron varios levantamientos en Etruria, y Carvilio recibió la orden de
partir hacia Roma.
En el 290 AC, Los samnitas firmaron la paz con
Roma, toda la Campania quedó bajo el poder de Roma y Samnio quedó rodeada por
colonias romanas.
Italia en el 290 a.C
Guerra
contra galos, etruscos y ligures (285 – 172 a.C)
Batalla
de Arrentium 285 a.C
Roma intentó dar su merecido a los senones por
el apoyo brindado a Samnio, pero fueron ayudados por los bóyos, insubros,
lingones, y gesatas, reuniendo un ejército compuesto por una infantería de
50.000 hombres y una caballería de 20.000 jinetes, y pusieron sitio a
Arrentium. En cónsul Lucio Cecilio Metelo Denter fue enviado con un ejército
consular (20.000 efectivos) para aliviar la ciudad, los galos salieron a
hacerle frente con unos 30.000 para hacerle frente y le derrotaron, siendo
masacrado, murió el propio Cecilio así como 7 tribunos militares, y unos
13.5000, las bajas galas se estiman en 5.500 hay muy pocos datos de la batalla,
pero es muy probable que los galos les tendiesen una trampa.
Batalla del el lago Vadimon 283 a.C
Como su sucesor los romanos nombraron a Manio
Curio Dentato, que envió una embajada a los galos para negociar el regreso de
los prisioneros romanos. Cuando los enviados fueron asesinados, Dentato se
enfureció tanto que inmediatamente con un nuevo ejército partió hacia el
territorio de los galos sanones. Éstas presentaron batalla y fueron derrotados
y expulsados de su tierra, en la que los romanos establecieron la colonia de
Sena Gallica, la primera que se fundó en territorio galo. Ésta victoria alarmó
tanto a los boyos, que temían compartir el mismo destino de los senones e
invitaron a los etruscos a unirse a ellos.
Sus fuerzas combinadas marcharon en masa contra
los romanos, y fueron derrotados aplastantemente en la batalla del el lago
Vadimon (hoy Bassano) a unos 55 km al norte de Roma por el nuevo cónsul Publio
Cornelio Dolabella. Los boyos y etruscos, sin embargo, conseguirían levantar
otra fuerza en el año siguiente, presionando a los jóvenes para que se
movilizasen. Pero cuando fueron derrotados nuevamente por los romanos, los galos
pidieron un acuerdo de paz, que les fue concedido.
Batalla
de Populonia 282 a.C
La batalla de Populonia se celebró en el año
282 a.C, entre Roma y los etruscos y tuvo lugar cerca del mar Adrático. Los
romanos resultaron dirigidos por el cónsul Neo Domicio Calvino Maximo
resultaron victoriosos, y la amenaza etrusca sobre Roma disminuyó de manera
brusca después de esta batalla. Los etruscos firmaron la paz, pero siguieron
siendo una amenaza. Dos años después se produciría la invasión de Pirro.
Batalla
de Fiesole o Faesulae 225 a.C
Roma había estado en paz con las tribus de la
Galia Cisalpina durante muchos años. En 236 a.C, los boyos amenazaron la
colonia romana de Ariminum, invitando a los aliados de la Galia Transalpina
para ayudar, amenazando una paz que había durado 45 años. La amenaza se disipó
cuando los aliados galos cayeron y se enfrentaron entre sí. Los terribles
castigos impuestos por los romanos 45 años anteriores estaban ahora olvidados
entre las generaciones más recientes de galos.
En el 232 a.C, Cayo Flaminio, un tribuno
plebeyo, se salto la ley aprobada por el Senado y dividió el Ager Gallicus en
pequeños lotes para los ciudadanos romanos, con gran disgusto de los aliados,
porque la tierra pública realmente pertenecía a la Federación y los magnates
senatoriales romanos la utilizaron para el arrendamiento de grandes porciones
de la misma. Los galos sobre todo los boyos e insubros, también, se dieron
cuenta de la pérdida permanente de tierras, y temía aún más la invasión, pero
se tomaron su tiempo, trabajando en alianzas y una vez más la negociación con
los hermanos transalpinos. Sin embargo, el hecho de que los romanos dividieran
el territorio anteriormente galo de Picenum en 234 a.C, generó un fuerte
resentimiento entre sus vecinos, los boyos y los ínsubros.
Cuando una fuerza de galos transalpinos cruzó
los Alpes en 230 a.C, los romanos movilizaron un ejército, pero no tuvieron que
intervenir porque los boyos de la Galia Cisalpina se ocuparon de repeler a los
invasores.
Se formó una liga de la mayoría de las tribus
cisalpinas: la insubros, el boyos, el lingones, y los taurinos (llamado
tauriscos por Polibio). Se enviaron emisarios a través de los Alpes para
obtener aliados trasalpinos, pagaron grandes sumas de dinero a los gesatos “gaesatae”
(literalmente, “lanceros“) dirigidos por Aneroëstes y Concolitanus, para que se
unieran a ellos en la lucha contra Roma. Los romanos, alarmados por esta
movilización celta, pactaron un tratado con el cartaginés Asdrúbal dándole el
control sin restricciones de Hispania para así poder concentrarse en la amenaza
más cercana.
Mientras tanto, los romanos no habían estado
inactivos, eran conscientes de la alianza gala, que había tardado varios años
para preparar y organizar. Estaban alarmados, recolectaron maíz, cereales y
otros suministros, reunieron las legiones, llamaron a los aliados e incluso
marcharon a las fronteras ante los rumores de la inminente invasión.
Reclutaron dos ejércitos consulares dobles (8 legiones), más ejércitos aliados
no soccii para conjurar la amenaza.
Los romanos nada más tener noticias de que los
gesatos habían superado los Alpes despacharon al cónsul Lucio Emilio Papo con
un ejército consular doble (cuatro legiones romanas con 20.000 infantes y 1.500
jinetes, además de 30.000 infantes y 2.000 jinetes de los aliados o socii),
estacionado mayoritariamente en Ariminum para vigilas la ruta costera del mar
Adrático. Situaron además a 45.000 infantes y 4.000 jinetes sabinos y etruscos
en la frontera etrusca bajo el mando de un pretor, y enviaron a los aliados
etrusco-sabino con 20.000 efectivos junto con los galos aliados vénetos y
cenómanos con otros 20.000 efectivos para atacar el territorio de origen de los
boyos y distraerlos de la batalla. El otro cónsul, Cayo Atilio Régulo, tenía un
ejército del mismo tamaño que el de Lucio Papo, pero estaba estacionado en
Cerdeña y la flota a su disposición para cortar la retaguardia gala. En Roma
había una reserva de 21.500 ciudadanos y 3.000 aliados, y dos legiones de
reserva en Sicilia y Tarento.
Fiesole o Faesulae 225 a.C, movimientos
previos a la batalla
En 225 a.C, los galos evitando enfrentarse con
el ejército de Papo en Ariminum, giraron hacia el sur y cruzaron los Apeninos,
burlando las fuerzas etruscas que estaban custodiando la frontera. En algún
lugar cerca de Florencia, cruzaron el río Arno y se encontraron en Etruria, sin
ningún enemigo a la vista.
Poco a poco se dirigieron hacia el sur,
dispersándose en el campo saqueándolo todo a su paso, llevándose a personas y
animales como botín y junto con las carretas de bueyes con el producto del
saqueo. Mientras tanto, el pretor reunió a su ejército etrusco-sabino que
estaba cerrando los pasos y partió en su persecución. Unos cuatro días más
tarde, alcanzó a los galos cerca Clusium, a sólo 136 kilómetros al norte de
Roma. Al enterarse de esto, los galos reunieron a sus dispersas fuerzas y
volvieron de nuevo hacia el norte, para hacerles frente. Los dos ejércitos se
encontraron al atardecer, no había mucha distancia de separación. Como era
tarde ambos ejércitos acamparon y encendieron sus fuegos.
Los galos idearon una estratagema. Abandonaron
el campamento en silencio durante la noche, dejando sus fuegos encendidos y su
caballería que tenía la orden de esperar hasta el amanecer, y después, cuando fueran
visibles para el enemigo, atraerles hacia el sur. Mientras tanto, el resto del
ejército tomaba posiciones en los bosques y colinas cubiertas de matorrales
cerca de una ciudad llamada Fiesole o Faesulae.
Al amanecer, los romanos viendo que los galos se
habían marchado y que había una retaguardia de caballería, dedujeron que el
grueso no estaba lejos y se apresuraron a levantar el campamento y perseguirles
siguiendo el rastro dejado por miles de caballos. Cuando entraron en la trampa,
la caballería gala dio media-vuelta y contraatacó, al mismo tiempo las fuerzas
galas ocultas atacaron a los romanos desde los flancos. El ejército
etrusco-sabino se rompió y huyó y se refugiaron en una colina en el valle,
donde permanecieron a la espera. Unos 6.000 habían muerto, incluyendo los
heridos incapacitados para escapar. Los galos rodearon la colina, pero estaban
demasiados cansados para asaltarla, decidieron dejar a grupos de caballería
para vigilarla a la espera de reanudar el ataque al día siguiente.
Lucio Emilio Papo llegó en el momento oportuno
para socorrer a las tropas del pretor. Acampó cerca de los galos de manera que
los refugiados en la colina, al ver los fuegos, recobraron el ánimo. Al caer la
noche algunos hombres desarmados se infiltraron entre las tropas galas y
consiguen llegar al campamento del cónsul para informarle de la situación.
Enterado de todo, Lucio Emilio ordenó a los tribunos que se preparen para sacar
a la infantería cuando comenzase a amanecer mientras él mismo se haría cargo de
la caballería para intentar unir los dos ejércitos.
Aneroëstes persuadió a los galos para que se
retirasen a lo largo de la costa etrusca con su botín para retomar la guerra
más adelante, cuando el botín hubiera sido puesto en lugar seguro.
Antes del amanecer los galos levantaron el
campamento y enfilaron el camino que recorre la costa de Etruria (la Vía
Aurelia).
A su vez, Lucio Emilio Papo recogió las tropas
del pretor pero desestimó librar de momento una batalla campal. Decidió seguir
al ejército galo para aprovechar alguna zona favorable, les persiguió y acosó
por retaguardia pero sin arriesgarse a entablar batalla.
Cayo Atilio desembarcó sus tropas en Pisa y
tomó la dirección sur para cortar el paso a la que pretendían seguir los galos.
Batalla
de Telamón 225 a.C
Cayo Atilio se dirigió al sur a marchas
forzadas, cubriendo una distancia de 150 km en tres días.
Cuando los galos se encontraban en las
cercanías de Telamón sus forrajeadores se topan con los batidores de Cayo
Atilio y fueron capturados.
Llevados ante el cónsul y a preguntas de éste
explican lo sucedido y comunican la presencia cercana de los dos campamentos,
el de ellos y el de Lucio Emilio. Es entonces cuando Atilio cae en la cuenta
que acaba de cortar la retirada de los galos a la vez que los tiene cercados
pues no había tenido contactos anteriores con Emilio. Ordenó a los tribunos que
formasen las legiones y marchasen en la medida en que la zona permitiera el
avance con el frente desplegado. Él mismo se dirigió con la caballería hacia
una colina situada sobre el camino por el que tenían que pasar los galos para
cubrir el despliegue.
Los galos, desconocedores de la presencia de
Atilio, supusieron en un principio que algunas tropas de Lucio Emilio, tras
superarlos de noche con la caballería, habían ocupado la colina. Por lo tanto,
rápidamente despacharon destacamentos de caballería y tropas ligeras para
despejar la elevación. Tras algunas escaramuzas se enteraron por un prisionero
que las tropas eran de Atilio.
Papo, aunque enterado del desembarco de las
legiones en Pisa, ignoraba que estuvieran tan cerca. El combate que se había
entablado en la colina le dió la certeza de que se hallaban muy próximas. Ante
lo cual envió de inmediato a su caballería para apoyar a la de Cayo Atilio,
mientras él, tras ordenar formar a la infantería avanzó contra el grueso del
ejército galo.
Batalla de Telamón 225 a.C. 1 lucha en
la colina entre la caballería gala y romana; 2 ejército del cónsul Atilio (8
legiones) unos 50.000 efectivos; 3 Ejército de taurinos y boyos unos 25.000
efectivos; 4 botín y bagajes de los galos en una colina; 5 ejército de
insubres y gesatos unos 30.000 efectivos; 6 ejército del cónsul Papo (10
legiones) unos 60.000 efectivos.
Los galos, viéndose rodeados desplegaron frente
a Papo a los gesatos e imsubres, mientras que frente a Atilio quedan los
taurinos y los boyos. Los carros de guerra se colocaron en los flancos. El
botín se trasladó a una elevación cercana bajo fuerte protección de tropas. El
frente de batalla tenía 2,5 km de frente.
Formando de esta manera un doble frente, entre
las primeras filas galas los gesatos se despojan de sus ropas pues pensaban que
así tendrían mayor maniobrabilidad en ciertas zonas en las que las zarzas se
prendían a los vestidos y dificultaban el manejo de las armas.
En un principio, el único combate que se
desarrolla es el de la colina. El cónsul Atilio cayó abatido siendo su cabeza
llevada ante los reyes galos. La caballería romana, tras duros combates, se
adueñó al fin de la elevación.
Lo que tuvo lugar a continuación, cuando ya las
tropas de a pie se acercaron la una a la otra, es descrito por Polivio: “Era
incalculable el número de cornetas y bocineros, cuyos sones, confundidos con
los gritos de guerra lanzados a la par por las tropas, redundaban en un estruendo
de tal altura e intensidad que el griterío parecía emanar no sólo de las
trompetas y las huestes, sino de los parajes del entorno que les hacían eco”
Pol. II, 29.
De repente, la infantería ligera romana inicia
el lanzamiento de proyectiles desconcertando totalmente a los galos. Los
gesatos fueron los peor parados al ir desnudos sin ningún tipo de vestimenta
que amortiguara los impactos. Algunos, dejándose llevar por un ardor
irracional, se abalanzaron sin concierto sobre las primeras filas romanas entregándose
a la muerte. Otros, en cambio, retrocedieron atemorizados sembrando el desorden
de los que estaban detrás. “Fue así como los proyectiles romanos liquidaron el
arrojo de los gesatos“.
Respecto a las huestes de insubres, taurinos y
boyos, tan pronto los romanos retiraron a la infantería ligera, avanzaron
contra ellos lanzando primero sus pilum y recibiendo la carga romana bien
formados. Se entabla una feroz lucha cuerpo a cuerpo en la que los galos logran
resistir en un principio. Sólo el aparejo de sus armas hace que empiecen a ser
superados tanto en conjunto como individualmente.
“Porque a
la considerable ventaja del escudo para la defensa, y de la espada para el
ataque, en cambio la de la espada gala se limita al tajo” II, 30.
Batalla de Telamón 225 a.C. Autor José
Daniel Cabrera Peña.
Es entonces cuando la caballería romana carga
desde la colina sobre las alas. Los galos de a pie son masacrados sin tan
siquiera abandonar sus posiciones, mientras la caballería se dio a la fuga.
Concolitano y 10.000 galos fueron rodeados y
capturados. Polibio asume que los restantes 40.000 fueron masacrados, pero en
realidad muchos miles probable se escabulleron por las laderas boscosas a uno y
otro lado.
Aneroestes se escapó con sus guerreros para el
hogar, pero a partir de la vergüenza de la derrota, cometió suicidio. El botín
rescatado fue devuelto a los etruscos, el botín recogido a los galos fue
enviado a Roma, y Papo marchó hacia el norte y adentró sus legiones en
territorio de los boyos, saqueando durante varios días antes de regresar a
Roma, donde Emilio celebró un triunfo. La invasión gala más grave jamás había
sido completamente desbaratada y la propia Roma salvada.
Batalla
de Clastidio o Clastidium 222 a.C
La aplastante victoria en la batalla de
Telamón, hizo que los romanos decidieron a expulsar a las tribus galas del
valle del Po. El siguiente año, los dos cónsules combinarían sus ejércitos de
tamaño normal e invadieron el territorio de los boyos, obligándoles a someterse
a Roma a pesar de los reveses debidos a las severas lluvias y las consiguientes
epidemias.
Entran en funciones los cónsules Marco Claudio
Marcelo y Cneo Cornelio Escipión Calvo. Los insubres despacharon una embajada
con propuestas de paz y la promesa de acatar lo que se les impusiera. Los
cónsules insisten ante el senado para que bajo ningún concepto se les
concediese la paz.
Los galos, resueltos a poner en juego sus
últimas esperanzas, recurren a sus vecinos del Po entre los que logran reclutar
unos 30.000 mercenarios principalmente gesatos. Reforzadas de esta manera sus
filas esperaron el ataque romano.
Al inicio de la primavera los cónsules
condujeron sus tropas al país de los insubres. Una vez allí acamparon junto a
la ciudad de Acerrae a la que pusieron cerco.
Los insubres, incapaces de socorrer a la
población asediada por encontrarse previamente ocupados por los romanos los
puntos estratégicos, hacen que parte de sus tropas atraviesen el Po en
dirección al territorio de los anares, aliados de Roma, en donde ponen cerco a
Clastidium con la intención de desviar la atención sobre Acerrae.
Al tener noticia los cónsules del cerco de
Clastidium, Marco Claudio Marcelo marchó a toda prisa con 3.200 equites (2/3 de
la caballería combinada de ambos ejércitos) y 600 velites, decidido a llevar
socorro a los sitiados. Informados de la presencia de los romanos, los insubres
levantaron el cerco y avanzaron a su encuentro en formación de combate para
enfrentarse a los romanos con cerca de 10.000 galos de infantería y caballería.
Cuando ambos ejércitos se desplegaron y antes
de empezar la batalla tuvo lugar un homérico duelo entre el rey gesato
Britomarus y el propio Marcelo, del que el cónsul salió vencedor tras atravesar
con su lanza la armadura del galo, ganando así la legendaria spolia opimavi, máxima
distinción romana en combate.
Plutarco, Vidas Paralelas, Marcelo VII describe
el combate: ”En esto lo vio el rey (Virdumaro), y conjeturando por las
insignias que aquel era el general, picó a su caballo y se adelantó mucho a los
demás, provocándole a grandes voces y, blandiendo su lanza; era superior a los
demás galos y sobresalía entre ellos por su talla y por toda su armadura, en
que brillaban el oro, la plata y la variedad de los colores, con lo que venía a
ser como rayo de luz entre nubes. Llevaba Marcelo su vista por toda la hueste
enemiga, y como al descubrir aquellas armas le pareciesen las más hermosas de
todas y se le ofreciese que con ellas había de cumplir su voto, arremetiendo
contra su dueño le atravesó con la lanza la coraza y con el encuentro del
caballo le hizo perder la silla y caer al suelo todavía con vida; pero
repitiéndole segundo y tercer golpe acabó luego con él. Apeóse en seguida, y
luego que tomó en la mano las armas del caído, alzando los ojos al cielo,
exclamó: “¡Oh Júpiter Feretrio, tú que registras los designios y las grandes
hazañas de los generales en las guerras y en las batallas, tú eres testigo de
que con mi propia mano he traspasado y dado muerte a este enemigo, siendo
general, a otro general, y siendo cónsul, a un rey; conságrote, pues, estos
primeros y excelentísimos despojos; tú concédeme para lo que resta una ventura
igual a estos principios!”
Jinetes galos siglos III-II a.C: 1 lleva
escudo alargado, yelmo con carrileras y un jabalí como insignia; 2 lleva un
yelmo etrusco-corintio, escudo redondo, varias jabalinas y lanza; 3 va sin
armamento y esta tocando un carnix; todos llevan silla de cuernos que
posteriormente sería copiada por los romanos. Autor Angus Mcbride
A continuación la caballería romana cargó
contra la desmoralizada línea gala cuyo centro al parecer aguantó la embestida
pero no así sus flancos que cedieron. Pronto tanto la caballería como la
infantería galas huían de los equites romanos que infligieron una grave derrota
a los galos. Según Plutarco, la de Marcelo fue una victoria reseñable y
extraña: Pues nunca antes o después, según se nos ha contado, tan pocos jinetes
habían vencido a tantos juntos de a caballo y a pie. Muchos cayeron al río y
murieron arrastrados por la corriente, pero la mayoría fue masacrada por la
caballería romana.
Cneo Cornelio Escipión consiguió hacerse con
Acerrae, la cual rebosaba de trigo, al tiempo que los insubres que quedaban en
la zona huyeron hacia Mediolanum (actual Milán), el enclave más importante de
su país. El cónsul los persiguió y se plantó ante Mediolanum. En un principio
los insubres no reaccionan pero cuando Cneo Cornelio se dió la vuelta para
regresar a Acerrae lanzaron un ataque contra su retaguardia causándole
numerosas bajas e incluso forzaron la huida de algunas unidades. De repente
Cornelio insta a la vanguardia a detenerse y ordenó girarse contra los galos.
Se entabla un combate con los perseguidores. Los insubres, animados por su
momentáneo triunfo sobre la retaguardia romana, aguantaron cierto tiempo pero
al final se desbandaron hacia los montes cercanos. Cneo Cornelio los persiguió
arrasando y saqueando en su camino todos los campos por donde pasaba.
Mediolanum acabó capitulando una vez perdida
toda esperanza de salvación. Con la caída de su enclave principal los insubres
se rindieron a los romanos.
Hacia el año 220 a.C, los romanos eran dueños
del valle del Po y comenzaron la fundación de las colonias de Placentia y
Cremona, frente a territorio insubre. Dos años más tarde, Aníbal llegaría y
levantaría a los galos contra Roma una vez más. Los taurinos se negaron a
unirse. Tan sólo con 8.000 soldados de infantería y 4.000 de caballería, en su
mayoría insubros, se unieron a Aníbal antes de la batalla del Trebia. Después
de la liberación del valle del Po, los galos de Aníbal aumentaron a 20.000
soldados de infantería y 4.000 de caballería, pero esto no era más que una
fracción de la potencia gala antes de la batalla de Telamón y sus secuelas, que
había roto su poder militar galo para siempre.
Batalla
de Cremona 200 a.C
El año 200 AC, un general cartaginés de nombre
Amílcar que al parecer había sido lugarteniente de Asdrúbal Magón y que se había
quedado en la zona trás la derrota de éste, soliviantando a las tribus locales
contra Roma, consiguió levantar a los galos ínsubros, cenomanos y boyos, así
como a los ligures celinos, ilvates, y otras tribus asaltaron y saquearon la
colonia romana Plasentia. Los romanos en esos momentos estaban ocupados con la
Segunda Guerra Macédonica, obligaron a Roma a dirigir su atención al norte de
Italia una vez más.
Situación en el norte de Italia en el 200 a.C.
Las principales vías romanas eran la via Flaminia de Roma a Rimini, vía Emilia
de Rimini a Placencia, Via Cassia de rama a Arretium y Pisa; vía Aurelia de
Roma a Pisa, y la vía Emilia Scaura de Pisa a Génova.
Tras el éxito de esta acción los galos cruzaron
el río Po, y avanzaron con la intención de saquear Cremona, la otra colonia
romana en la Galia Padana. Al enterarse de la suerte que había corrido
Plasentia, los habitantes de Cremona tuvieron tiempo de preparar las defensas
para soportar un asedio y enviar un mensaje al pretor romano antes de que
llegasen los galos. Éstos no obtuvieron la sorpresa, por lo que la ciudad no
pudo ser tomada al asalto, así es que decidieron someterla a un asedio.
El gobernador de la provincia era el pretor
Lucio Furio Purpúreo que se encontraba acampando con su reducido ejército en
las inmediaciones de Rímini. Frente a los 40.000 efectivos galos, el pretor
solo contaba con 5.000 efectivos romanos y aliados o socii.
El ejército consular de Etruria estaba
esperando a su nuevo comandante, el cónsul electo Cayo Aurelio Cota, por lo que
el Senado ordenó al ejército se dirigiera directamente a Rímini y que el relevo
del mando se realizara allí. Al mismo tiempo el senado envió una embajada a
Cartago para reclamar que le entregasen a Amílcar.
El gobierno cartaginés respondió que lo único
que podían hacer era condenarlo al destierro y confiscar sus bienes, ya que no
le obedecían y estaba actuando por cuenta propia, y que estaban cumpliendo
escrupulosamente todos los puntos del tratado (entrega de refugiados y
desertores) además de abastecer a Roma y al ejército romano de Macedonia con
trigo.
El ejército consular llegó a Rimini y el pretor
Lucio Furio, decidió no esperar al cónsul Cayo Aurelio y partió con las tropas
a marchas forzadas hacia Cremona. Al llegar a los alrededores de la ciudad,
decidió dar descanso sus tropas en lugar de atacar inmediatamente a los
sitiadores galos, que estaban desprevenidos y desperdigados con su campamento
desprotegido. Al advertir la presencia romana, reunieron todas las tropas galas
y ligures en su campamento. Al día siguiente, ofrecieron batalla a los romanos.
Lucio Furio decidió aceptar la batalla, contra
la costumbre de situar las legiones romanas en el centro y las aliadas en los
flancos, decidió que las legiones aliadas desplegasen a la derecha bajo el
mando del legado Marco Furio, mientras que las legiones romanas desplegarían a
la izquierda bajo el mando del legado Marco Cecilio. Salieron del campamento
primero Marco Furio con las legiones aliadas y cuando estaban terminando de
desplegar, toda la masa de guerreros galos y ligures se dejó caer sobre estas
tropas chocando furiosamente, a la vez que, en razón de su mayor numero,
comenzaron a desbordarlas las por ambos flancos.
Rápidamente, Lucio Furio ordenó a Marco
Cecilio, marchaba detrás con las dos legiones romanas que desplegasen a ambos
flancos de las legiones aliadas, para evitar que fuesen desbordadas.
Las legiones aliadas al ver la aproximación de
las romanas, aguantaron y Lucio Furio consiguió restablecer la línea de
batalla, produciéndose la lucha cuerpo a cuerpo que era favorable a los
romanos.
Amilcar con su superioridad numérica, ordenó el
desbordamiento por ambos flancos, este nuevo intento de desbordamiento fue
desbaratado por Lucio Furio al enviar la caballería romana, al mando del legado
Lucio Valerio Flaco que les atacó de flanco.
Como estaban siendo destrozados en todos los
sectores del campo de batalla, los galos se dieron la vuelta y en medio de una
salvaje huida buscaron refugio en su campamento. La caballería les persiguió,
llegando a continuación la infantería que atacó el campamento.
Solo unos 6.000 galos consiguieron escapar, más
de 35.000 fueron muertos o hechos prisioneros; según Livio se capturaron 70
estandartes, junto a 200 carros galos cargados de botín. 2.000 hombres que los
galos habían capturado en Plasencia, fueron puestos en libertad y devueltos a
sus hogares. El general cartaginés Amílcar cayó en esa batalla, así como tres
nobles generales galos.
Tras la victoria, llegó el cónsul Cayo Aurelio
Cota y se hace cargo del ejército, encontrándose con que la guerra había
terminado, furioso envió al pretor a Etruria, para luego llevar sus legiones a
territorio enemigo para saquearlo.
Al año siguiente, un ejército bajo el mando del
pretor Cneo Bebio Tánfilo, que había asumido el mando de estas tropas de las
manos de Cayo Aurelio, en esa provincia. Sufrió una derrota a manos de los
galos, sufriendo 6.000 bajas y a punto estuvo de perder todo el ejército.
Batalla
del río Mincio 197 a.C
En el 196 AC, se produce un levantamiento en la
Galaia Padana, al mismo tiempo estaban empeñados en la Segunda Guerra
Macedónica. Los cónsules electos para el año siguiente fueron Cayo Cornelio
Cetego y Quinto Minucio Rufo, se comprometieran a aceptar la decisión del
Senado, el cual emitió un decreto para que Italia fuera administrada por ambos
cónsules y que Tito Quincio Flaminio (vencedor en Cinocéfalos este mismo año)
viera confirmado su mando en Macedonia hasta el momento en que el Senado
designara a su sucesor con el cargo de procónsul. A cada uno de los cónsules se
les asignarían dos legiones; con ellas deberían dirigir la guerra contra los
galos cisalpinos, que se habían rebelado contra Roma.
El plan consensuado por ambos cónsules era
avanzar independientemente con ambos ejércitos, convergiendo sobre el centro de
la Galia Padana.
El cónsul Quinto Minucio avanzaría por Liguria,
embarco sus fuerzas en Pisa y desembarcó en Genoa (Génova) y se internó en
Liguria, rindiendo las fortificaciones de Clastidio (Casteggio) y Litubio,
sometiendo a los celeyates y a los cerdiciates. En territorio de los ilvates,
se rindieron 15 ciudades fortificadas y 20.000 hombres. Desde aquí, llevó sus
legiones al país de los boyos, cuyo ejército, había cruzado el Po para reunirse
con ínsubros y cenomanos.
El cónsul Cornelio Cetego partió de Rimini y se
dirigió al país de los boyos para unirse a Minucio. Al recibir noticias de la
invasión de su territorio, los boyos exigieron que todos debieran apoyar a
quienes sufrían la mayor presión, mientras que los ínsubros declararon que no
dejarían indefenso su propio país. Así pues, dividieron sus fuerzas; los boyos
marcharon a proteger su país y los ínsubros y cenomanos tomaron posiciones a
orillas del río Mincio. En el mismo río, 3 km más abajo, fijó Cornelio su
campamento. Desde allí, se enviaron emisarios a diferentes aldeas de los
cenomanos y a Brixia, su capital, que dieron garantías de que no tomarían parte
en los combates. Ignorantes de este pacto, los ínsubros ofrecieron batalla a
los romanos. Sin embargo, algo debieron sospechar ya que fueron situados en
retaguardia, como reserva.
Ambos ejércitos desplegaron y los romanos
cargaron. Livio informa que los ínsubros “no resistieron el primer choque” y
fueron derrotados, algunos autores dicen que los cenomanos los atacaron por
retaguardia cuando la batalla estaba en marcha. Lo que está claro es que los
romanos fueron los vencedores.
Quinto Minucio, el otro cónsul, solo pudo
contentarse con saquear la tierra de los boyos puesto que estos, al enterarse
de la derrota de los ínsubros, desistieron de todo intento de lucha. Los
guerreros abandonaron a sus líderes en su campamento y retornaron a sus hogares
para defender sus propiedades y familias de la codicia romana. A su regreso a
Roma, ambos cónsules celebraron un triunfo cada uno.
La batalla
de Mutina o de Placencia 193 a.C
Los boyos volvieron a levantarse en el 194 a.C,
se enfrentaron cerca de la ciudad de Mutina (actual Módena).
El cónsul Lucio Cornelio Merula condujo las
legiones al territorio de los boyos, el ejército romano se dedicó al saqueo y
provocar estragos para provocarles a una batalla campal, los boyos no querían
enfrentarse en campo abierto, esperando una oportunidad para tenderles una
emboscada.
Mientras que el cónsul condujo a sus tropas
hacia Mutina (Módena), los boyos le siguieron, y por la noche, más allá del
campo romano, ocuparon un barranco que era un paso necesario para los romanos,
pero no actuaron de forma diligente y en silencio, los romanos se dieron cuenta
de tal movimiento, y el cónsul, decidió levantar el campamento en plena luz del
día, a pesar de que no era la costumbre. Como precaución adicional, envió por
delante exploradores, quienes le informaron sobre el número de enemigos que
tendrían que hacer frente. Antes de la batalla reunió los bagages y encargo su
defensa a los triarios. A continuación, se dirigió con el resto del ejército
hacia los galos. Los galos desplegaron al descubrir que la emboscada había sido
descubierta y que tendrían que luchar en campo abierto. El frente era estrecho
y los romanos desplegaron en dos líneas delante las legiones aliadas y detrás
las romanas.
l choque comenzó temprano. La batalla fue larga
y de desgaste, a medio día el sol era muy fuerte, y los aliados pidieron el
relevo, renovándose la lucha con nuevo ímpetu. Mérula se dio cuenta que los
boyos empezaban a flaquear y ordenó a Cayo Livio Salnore, comandante de la
caballería auxiliar, que cargase contra la formación enemiga lanzando jinetes
al galope, manteniendo en reserva la caballería de las legiones. Al parecer
consiguió romper la formación enemiga y empezaron a darse a la fuga. Enviando a
los jinetes romanos en su persecución.
Según Tito Livio perecieron 14.000 guerreros,
se capturaron 721 equites y 3 duces, con 212 insignias y 73 carromatos, los
romanos sufrieron 5.000 soldados, 23 centuriones, 4 comandantes auxiliares y
los tribunos de la segunda legión Marco Genucio y Quinto Marcio y Marcus. Esta
batalla marcó el fin de la campaña gala en Italia. La mayoría de la
aristocracia boya murió y los sobrevivientes se dividieron entre aquellos que
querían resistir a toda costa y los partidarios de rendirse. Finalmente, en 192
a.C. los romanos lanzaron una gran ofensiva contra ellos. Un año más tarde el
cónsul Publio Cornelio Escipión Nasica les venció definitivamente.
Campaña
contra los ligures
Los ligures eran un pueblo de origen íbero que
habitaba al norte del mar de Liguria actual golfo de Génova, vivían entre el
Ródano y el Arno, estaban muy influenciados por los pueblos pueblos que les
rodeaban, un grupo al que podemos denominar etrusco-ligur que estaban en
contacto con los etruscos de los cuales copiaron el armamento y las formas de combatir
entre estos se encuentran los apuanos, tígulos y vagienos que realizaban
incursiones en Etruria atacando las ciudades de Pisa y Bolonia. Otro grupo lo
formaban los galo-ligures que tenían influencia de los galos como los libicios,
taurinos, briviates, salesios, orumbos e ilvates. Había otro grupo que habitaba
en la costa y se dedicaban a la piratería entre los que destacamos los
montanios, inguanos, intimilios, deciates, oxibienos y salubios.
Al final de la Segunda Guerra Púnica, los
romanos estaban casi seguro de que conservarían la franja costera hasta Portus
Lunae, que se unió a Roma con una carretera llamada Aurelia Nova, construyendo
a continuación la ciudad de Pisa, alrededor del 200 a.C.
En el 194 a.C, Escipión el Africano después de
un levantamiento ligur, saqueó toda Liguria excepto las aldeas remotas y de
difícil acceso, que ocultas en los bosques y en los pantanos, hacía difícil y
peligroso el acceso para los romanos.
Al año siguiente, los ligures se reunieron en
asamblea y atacaron en masa a la ciudad costera de Pisa y el estuario del río
Arno. Según Livio, unos 40.000 guerreros atacaron la ciudad, a los que se
sumaban diariamente más atraídos por el botín. El cónsul Quinto Municio Termo
llegó al sudeste de Pisa desde Arretium, formó sus tropas y se dirigió a Pisa.
Su llegada salvó a la ciudad, cruzó el río Arno y acampó a un kilómetro del
enemigo. En un principio se limitó solamente a escaramuzas, bloqueando al
ejército principal ligur, pero no se atreve a enfrentarse a los ligures en
campo abierto, no pudo impedir que los ligures recorriesen la zona y volviesen
con el botín y ganado de los pueblos saqueados. Incluso el propio Municio cayó
en una emboscada y fue salvado por la caballería númida. Finalmente satisfechos
con el botín conseguido, los ligures levantaron el asedio y se retiraron a sus
hogares reinando la paz hasta final del año siguiente.
En el 193 a.C, un ejército romano que marchaba
por un desfiladero, se encontró con que la salida había sido bloqueada por los
ligures. El cónsul al mando ordenó hacer alto y dar media vuelta con el fin de
evitar una batalla en una zona tan estrecha. Al volver se encontraron con que
la otra salida también había sido bloqueada. Los romanos estaban atrapados
igual que ocurrió en las Horcas Caudinas. En ese momento, el comandante de la
caballería númida prometió que con sus 800 jinetes abrirían el paso. Primero
incendiarían los poblados fortificados que estaban en el valle y después
rompería el bloqueo. El cónsul estuvo de acuerdo y le prometió una recompensa si
lo conseguía.
Tribus ligures
Los númidas se acercaron al poblado como si
estuviesen borrachos haciendo tonterías, los defensores divertidos con el
espectáculo, bajaron la guardia, de repente los númidas espolearon a sus
caballos y cogiendo a sus enemigos desprevenidos e incendiando el poblado, Los
hombres, mujeres y niños huyeron despavoridos hacia el bloqueo para salvar sus
vidas. Los númidas aprovecharon la confusión y rompieron el bloqueo, y el
ejército romano se salvó de la destrucción.
La guerra continuó y en el 191 a.C, un ejército
ligur realizó un ataque nocturno contra el campamento del proconsul Quinto
Minucio. Desde la empalizada los legionarios romanos mantuvieron a raya a los
atacantes. Cuando se hizo de día, salieron por dos puertas a la vez desde el
interior del campamento, y cargaron contra los desperdigados atacantes que
debido al cansancio y falta de sueño abandonaron el campo, dejando 4.000
muertos frente a las 300 bajas romanas. Con refuerzos Minucio podía haber
finalizado la guerra, pero otro ejército bajo el mando del cónsul Publio
Cornelio Escipión Nasica estaba empeñado combatiendo a los boyos.
Después de tres años de guerra en 190 a.C,
Minucio Termo volvió a Roma, pero no consiguió el triunfo ya que sus campañas
no han logrado poner fin a la agresión de los ligures. .Pisa estaba segura,
pero se interrumpieron las comunicaciones por tierra con el Portus Lunae porque
los apuanos que ocupaban la franja costera y amenazan el norte de Etruria,
apoyado por sus aliados friniates que habían descendido de los Apeninos.
Campaña
contra los inguanos y apuanos (189- 180 a.C)
En el 189 a.C, Quinto Bebio fue emboscado en su
camino hacía Hispania cerca de Marsella. Para frenar estas incursiones, en 188
a.C el Senado envió contra los ligures al cónsul Marco Valerio Mesala que,
organizó el año siguiente, una operación a gran escala, utilizando ambos
ejércitos consulares: a Cayo Flaminio persiguió, a lo largo de los valles de
los Apeninos que descendían hacia el Arno, y derrotó a los friniates primero y
después a los apuanos, que habían causado estragos en el campo, cerca de Pisa y
Bolonia. El otro ejército bajo el mando de Marco Emilio, avanzó por el valle
del Serchio saqueando de la tierra de los apuanos y obligándolos a retirarse a
las altas montañas, para después continuar la campaña contra otros grupos
friniates, llegando a Bolonia, desde donde se inicia la construcción de la vía
Emilia.
Aunque derrotados, los apuanos no permanecieron
con los brazos cruzado, obligando a los romanos a organizar otra expedición
militar, esta vez confiada al cónsul Quinto Marcio Filippo, quien al mando de
sólo 3.000 infantes y 150 jinetes romanos y 5.000 infantes y 200 jinetes
aliados o socii, avanzaron hacia el Val di Magra, sus legionarios se internaron
imprudentemente a través de bosques impenetrables, siendo rodeados en una
garganta, y masacrados, sufriendo la peor derrota de todas las guerras con los
ligures. En el campo quedaron 4.000 hombres y 3 insignias de las legiones y 11 insignias
de los aliados, mientras que el resto del ejército se retiró. El lugar de la
batalla, pasó a la historia como Saltus Marcio (Salto de Marcio), que no ha
sido identificado con certeza.
Para poner fin a las continuas incursiones en
las costas y mantener las comunicaciones seguras, los romanos organizaron dos
expediciones en 185 a.C: Una mandada por Apio Claudio Pulcro, dirigida contra
los ingaunos; la otra, bajo el cónsul Marco Sempronio Tuditano, en contra de la
apuanos, este arrasó territorio de la apuano y llegó al río Magra y al puerto
de Luni, obligando a los ligures a huir a las montañas. Sin embargo, los éxitos
son efímeros, de manera que ninguno de los dos cónsules obtuvieron el triunfo.
En 182 a.C Lucio Emilio Paolo se dirigió contra
los pueblos de Liguria que vivían entre Génova y Alberga. Al llegar a la
frontera con los ingaunos, su campamento atrincherado fue asediado y puesto en
serios problemas, viéndose obligarlo a pedir ayuda a la flota anclada en Pisa.
Antes de que llegaran los refuerzos, sin embargo, realizó una salida exitosa
que logró derrotar ingauni que se dejaron 15.000 muertos y 2.500 prisioneros en
el terreno. Tres días después la capital de los inguanos rindió. Al mismo
tiempo la flota romana estacionada en Pisa al mando de duunviro Cayo Matieno
infligió una dura derrota a la flota ingauna, capturando 32 grandes barcos
piratas.
Los ingaunos solamente se ven obligados a
destruir las murallas de la ciudad y renunciar a la flota de buques de gran
tamaño; pero, al año siguiente, concluido un nuevo foedus con los romanos, por
el contrario será capaz de ampliar considerablemente su territorio a expensas
de montanos, sus enemigos ancestrales, derrotados por el cónsul Postumio.
En el este de Liguria, los romanos estaban
listos para una acción decisiva contra la apuanos y reclutaron cuatro nuevas
legiones, que con los socii alcanzando así 35.800 efectivos. Tres ejércitos
consulares estaban sobre el suelo de Liguria desde la costa de los ingaunos a
los Alpes Apuanos.
En la primavera del 180 a.C dos de estos
ejércitos comandados por Publio Cornelio Cetego y el procónsul Marco Bebio
Panfilo marchó contra los apuanos con el fin de resolver definitivamente el
“problema apuano”. Los ligures están completamente sorprendido por la acción de
los romanos, que entraron en el país antes habitual, es decir, antes de que
tomaran el mando de los nuevos cónsules Aulo Postumio Albino y Quinto Fulvio
Flacco y se vieron obligados a rendirse, entregándose 12.000 guerreros.
Consultado el Senado, tomó la decisión de deportar a 40.000 cabezas de familia
con esposas e hijos a Sannio, a un ager publicus que pertenecía a los
taurasinos cerca de Benevento.
Los cónsules del año, mientras tanto, había
llegado a Pisa con las legiones que se les habían asignado, y continuaron las
operaciones militares: Quinto Fulvio Flacco rastrilló el territorio de la
apuanos y capturó de otros 7.000 cabezas de familia que también son deportados
al Sannio. Aulo Postumio atacó a su vez friniates cerca del monte Ballista y
Suismontium, obligándolos a rendirse. A continuación, batió el Montani al
oeste, solamente sobrevivieron en valles aislados unos pocos millares de
apuanos que, después de muchos años de paz, en 155 AC se revelaron de nuevo,
pero fueron finalmente derrotados por los legionarios romanos mandados por el
cónsul Marco Claudio Marcelo.
Campaña
contra los friniates (179-175 a.C)
Toda la costa de Liguria desde Pisa a Mónaco
estaba ya bajo el control de Roma, solo quedaban libres al sur de Piamonte y al
oeste de Tortona los bagienos y los estatielos) y muchos otros al norte de los
Apeninos que se unieron en una confederación llamada “Confederación de los
Friniates”.
Frente a éstos en el 179 a.C, Quinto Fulvio
Flacco consola; después de cruzar “Montañas sin caminos y los yugos de la
ballesta (quizás Monte Valestra)” se las arregló para enfrentarse al enemigo a
campo abierto, donde una vez más los legionarios eran muy superiores, se
capturaron 3.200 ligures que fueron transferidos inmediatamente a la llanura.
Sin embargo, sólo dos años después (177 a.C) la
revuelta tuvo lugar justo cuando la guerra llega a su fin con los histrios. El
cónsul Cayo Claudio Pulcro marchó contra los Friniates que acampaban en una
explanada junto al río Scultenna., se enfrentaron en una batalla campal en la
que, perder los ligures 15.000 hombres entre muertos y heridos, 700 prisioneros
y 51 insignias, mientras que los supervivientes se refugian en las montañas.
Pulcro obtuvo el triunfo para la doble victoria contra el histrios y los
friniates. La paz, sin embargo, no fue muy duradero. Justo cuando Claudio estaba
celebrando su triunfo, llegaron las noticias de una revuelta aún más extensa,
ya que los friniates, los garulos, y los hergates se habían aliado estaban
realizando incursiones en Luna y Pisa., mientras que en el otro lado de los
Apeninos mientras los lapicidos y los apuanos habían conquistado y saqueado
Módena.
Fueron elegidos cónsules Cneo Cornelio y Quinto
Ispalo Petilio Spurino: al primero se le asignó el territorio de Liguria. Se
alistaron dos legiones y 10.000 de infantería y 600 de caballería de la socii.
A Cayo Claudio, ahora procónsul, se le asignó la Galia Cisalpina. Al comienzo
de las operaciones murió Cneo Cornelio y se dedicaron a las prácticas
religiosas. Mientras tanto, sin embargo, Cayo Claudio condujo a su ejército en
Módena, que se recuperó después de los tres días de asedio: masacraron a 8.000
ligures. Finalmente el 13 de julio fue elegido el nuevo cónsul Cayo Valerio
Levino en sustitución Gneus Cornelio. El Senado ordenó unir los ejércitos con
la flota para atacar la costa de Pisa y el mar de Liguria.
Los ligures se habían refugiado en la montaña y
se alza entre el monte Leto (de los cuales se ignora la posición actual) y el
monte Ballista (Valestra) a la izquierda de la Secchia les rodea con una pared.
El cónsul Petilio se unió a Cayo Claudio en los campos Magri (al sureste de
Módena, a la izquierda de Secchia). En el mismo lugar también llegaron las
tropas del cónsul Cayo Valerio. Petilio levantó su campamento frente al macizo
Ballista y Leto y desde allí comenzó la marcha hacia las fortificaciones de
Liguria, dividió el ejército en dos columnas: mientras la primera avanzó sin
encontrar dificultades, la segunda se vio obligada primero a detenerse y luego
a retroceder. Petilio, dándose cuenta de la dificultad de sus hombres, se
apresuró a caballo, pero, tras lograr detener la retirada, fue mortalmente
herido por una flecha. Su muerte se mantuvo en secreto a los legionarios, se
reanudó el avance, y probablemente ayudado por las otras legiones del cónsul
Valerio, vencieron a los ligures que se dejaron 5.000 muertos en el campo
frente a sólo 52 romanos. En el otro frente Publio Mucio Escévola se enfrentó y
derrotó al los apuanos, que habían saqueado toda la llanura de Luna y Pisa,
obligándoles a la sumisión y la entrega de las armas en el 175 a.C.
Campaña
contra los estatielos (173-2 a.C)
Los estatielos vivían al norte de Génova, entre
los ríos Tanaro y Odubria, en la zona actual de Acqui. Este pueblo siempre se
había mantenido neutral en las guerras romano-ligures, tal vez porque estaban
ligados por vínculos comerciales con la pro-romana Génova. Pero el cónsul Marco
Popilius Lenate, un miembro de la corriente nacionalista romana,
innecesariamente hizo que los ligures que se vieran obligados a tomar
finalmente armas.
Las fuerzas romanas se presentaron frente a su
capital, la ciudadela Caristo (de situación desconocida), En cuyo interior se
habían reunido un gran ejército de ligures. Los estatielos decidieron hacer
frente al enemigo en campo abierto. Comenzó la lucha que tuvo un resultado
incierto durante más de tres horas, hasta que el cónsul ordenó a la caballería
atacar simultáneamente por ambas alas. La maniobra provoca la derrota y la
huida precipitada de los ligures, dejando en el campo de batalla 10.000 hombres
y 700 prisioneros, las pérdidas romanas fueron altas., unos 3.000 hombres.
Posteriormente la ciudad se rindió incondicionalmente junto con los 10.000
sobrevivientes. La ciudadela fue arrasada y los ligures vendidos como esclavos.
No obstante, el comportamiento el cónsul fue considerado como una vergüenza por
el Senado, que ordenó devolverles la libertad.
Al año siguiente se asignan los dos cónsules
(Gayo Popilius y Publio Elio Lenate Ligure) el territorio de Liguria. El
resultado es un conflicto con el Senado y los tribunos del pueblo, ya que ambos
cónsules quieren ser asignados a Macedonia, La situación empeoró cuando llegó
la noticia de que el procónsul Marco Popilius había atacado por segunda vez por
los estatielos, exterminando a 6.000. El juez de Cayo Licinio fue elegido para
llevar a cabo una investigación sobre los hechos: los ligures fueron liberados
y se transferidos al valle del Po, donde se les asignarán otros territorios.
Próximo Capítulo: Guerras Pírricas
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