La guerra de las Galias
Campaña contra los helvecios (58 a.C)
Cayo Julio
César en el año 58 a.C, recibió poderes proconsulares para gobernar las
provincias de Galia Transalpina (Galia Narbonense actualmente el sur de
Francia) e Iliria (la costa de Dalmacia) durante cinco años, gracias al apoyo
de los otros dos miembros del triunvirato, que cumplieron con la palabra dada.
A estas dos provincias se añadió la Galia Cisalpina tras la muerte inesperada
de su gobernador Quinto Cecilio Metelo que había sido cónsul en el año 60 a.C. El
pueblo celta de los helvecios era una confederación de tribus, entre las más
conocidas estaban los vervigenos y los tigurinos, que habitaba en aquella época
en lo que aproximadamente hoy es Suiza y sus alrededores, es decir entre la
orilla sur del río Rin, lo que los hacía vecinos de los germanos; el lago de
Ginebra; los Alpes, que los separaba de los dominios romanos; y el monte Jura,
que limitaba con el cantón de los galos secuanos.
Por razones
que se desconocen, tal vez el cambio climático, la superpoblación o la presión
de los germanos, hizo que 368.000 helvecios, de los cuales unos 100.000 serían
guerreros, decidieran dirigirse al país de los galos sántonos al norte de
Aquitania, a orillas del Atlántico, que ya conocían cuando acompañaron a los
cimbrios y teutones durante la invasión anterior hacia 50 años; para ello o bien
tenían que cruzar los montes Jura hacia el territorio de los secuanos,
que presentaban un dificultad para el paso de los carromatos o bien seguir las
orillas del Ródano y cruzar por el territorio de los alogroves, que era
territorio bajo control romano, y que permitía mejores accesos. Eligieron esta
última opción.
Antiguos helvecios discutiendo sobre su
emigración
Resueltos a
migrar con sus familias al completo, según César, “pusieron fuego a todas las ciudades, que eran doce, y a cuatrocientas aldeas,
con los demás caseríos; quemaron todo el grano, excepto lo que podían llevar
consigo, para que, perdida la esperanza de volver a su patria, estuviesen más
dispuestos a las contingencias. Mandaron que todos se proveyesen de harina para
tres meses. Indujeron a sus vecinos los rauracos, tulingos y latobrigos a que
sigan su ejemplo, y quemaron las poblaciones para que se pusieran marcha con
ellos”. Además, recibieron por compañeros a los boyos establecidos en el
otro lado del Rin, que continuaban viviendo en la actual Bohemia, ya que en
esos momentos invadían el país de los galos nóricos (al norte de los Alpes y el
este de Recia) y sitiaban su capital.
Batalla de Ginebra
Cesar, que
se encontraba aún en Roma, al conocer la noticia marchó inmediatamente a Ginebra,
ciudad por donde tenía que pasar aquella oleada de gente y Cesar solo disponía
de una única legión posiblemente la IX (4.800 hombres) y a marchas forzadas se
dirigió a Ginebra. Al mismo tiempo dio la orden a toda la provincia de reclutar
el mayor número posible de milicias, posiblemente logró reunir 15.000 infantes
y 4.000 jinetes galos, ya que las otras tres legiones se encontraban en Véneto.
Campaña contra los helvecios: Movimientos
de fuerzas
La primera
orden de César nada más llegar fue mandar a cortar el puente por la parte de
Ginebra. Enterados los helvecios, mandaron inmediatamente, dos embajadores “de la gente más distinguida de su nación,
dirigidos por Numeyo y Verodocio, para indicarle que su propósito era pasar por
la provincia sin agravio de nadie, por no haber otro camino; que le rogaban no
lo tomase a mal”.
César y los embajadores helvecios en el
puente del río Ródano
Entonces
para dar tiempo a que llegasen milicias solicitadas, dado que con sus 4.800
hombres no podía frenar a los 368.000 helvecios, respondió que se tomaría
tiempo para pensarlo, y los citó nuevamente para el 13 de abril.
Evidentemente
no podía plantear una batalla en la que la proporción sería de 20 a 1, así que
puso a todos sus hombres a construir una línea defensiva que cubriera los
19.000 pasos (28 km) de distancia entre el lago Leman y el monte Jura. Con un
foso tras la orilla del río, la tierra del foso apilada para formar un
terraplén y sobre éste un vallado de madera con torres y fuertes.
Legionarios romanos realizando tareas de
fortificación a orillas del río Ródano. Autor Peter Connolly
Cumplido el
plazo, y acabados los trabajos, César respondió a los embajadores helvecios
que, “según costumbre y práctica del
pueblo romano, él a nadie puede permitir el paso por la provincia, y que si
ellos presumen abrírselo por sí, el tendrá de oponerse”.
Divicón
jefe de los helvecios, tampoco había estado inactivo, así que había construido
barcas y balsas para cruzar el río. Al recibir la negativa, lanzó a sus hombres
sobre las defensas romanas en la margen del río. Lo hicieron por donde el río
corría manso, y lo intentaron de día y de noche; pero siempre fueron repelidos
gracias a la bien dispuesta defensa y fortificación romana. Tras varios
intentos los helvecios desistieron y se retiraron buscando un paso menos
complicado de cruzar.
Divicón
mandó un enviado a los secuanos, una tribu gala que esperaba que tan formidable
ejército le devolviera el favor destruyendo a sus enemigos los heduos aliados
de Roma. El objetivo fue logrado, y previo intercambio de rehenes, iniciaron el
paso.
César sabía
lo sabía lo que haba ocurrido con la emigración de los címbrios y teutones que
estuvo a punto de engullir a Roma y que solo fue frenada gracias al genio de su
tío Mario.
Enterado
César de lo resuelto entre helvecios y secuanos, dejó a su lugarteniente Tito
Labieno al mando de las fortificaciones, marchó a la Galia Cisalpina, donde
alistó dos nuevas legiones (XI y XII); sacó de los cuarteles de
invierno otras tres (VII, VIII y X), que invernaban en los contornos de
Aquileia (Véneto), reunió en Ocelum las cinco legiones (28.000 legionarios) más
4.000 jinetes galos aliados, y se dirigió en persecución de los helvecios.
Eligió
volver a la Galia por el camino más corto. Esto es, cruzando los Alpes por el
camino de Ocelum a los galos voconcios. Encontró cierta resistencia entre los
galos montañeses de las tribus de los centrones, grayocelos y caturigos, y a
los que derrotó. Tras siete días de marcha, entró en el país de los voconcios;
desde allí conduce su ejército a los alóbroges, y de estos a los segusiavos,
que eran el primer pueblo tras la frontera del Ródano.
Guerreros galos atacando. Autor Giuseppe
Rava
Los
helvecios mientras tanto habían pasado del país de los secuanos al de los
ambarros. Según César, los helvecios habían llegado al país de los héduos
aliados de Romo y que no podían hacer frente a los invasores y solicitaron la
ayuda de César.
Batalla de Arar (Saona) 58 a.C
Al llegar
al ro Arar (Saona), los helvecios se dispusieron a cruzarlo construyendo
balsas, aunque eran tantos que el cruce duró veinte días. Lo cruzaron divididos
en tribus, con lo que los guerreros quedaron divididos. Cuando quedaban por
cruzar los tigurinos que disponían aproximadamente unos 10.000 guerreros,
César, al frente de tres legiones llegaron al río a marchas forzadas, les cayó
sobre ellos sin darles tiempo a reaccionar.
La
velocidad del ataque, y lo sorpresivo de la aparición de las legiones, dejaron
estupefactos a los tigurinos, que hicieron lo que pudieron y fueron aplastados,
siendo el resto de sus camaradas tristes testigos de la masacre, no pudiendo
hacer mucho en su ayuda. El azar quiso que fuesen los tigurinos, que años atrás
se habían sido aliados con los címbrios.
El resto de
los helvecios continuaron su marcha con la enorme lentitud. César mandó
construir un puente y que, en un solo día, todo el ejército romano había
cruzado el rio sin mojarse los pies. Pasaron 15 días los romanos siguiendo a
esa gigantesca masa de gente a paso de tortuga, que para los legionarios no
dejaba de ser más que un lento y apacible paseo. César cuenta que entre su
vanguardia y la retaguardia helvecia haba una distancia entre 5.000 y 6.000
pasos (8 km). César quería que sus legionarios vieran con sus propios ojos a lo
que iban a enfrentarse y que los helvéticos sintieran la presión. Se produjeron
constantes escaramuzas entre las caballerías, en una de ellas, concluyó con los
4.000 galos de César perseguidos por los 500 helvecios. César se quedó de
piedra al saberlo, pero inmediatamente comprendió que podía sacar partido de
aquel revés y se dispuso a hacerlo, ya que ahora los helvecios estarían muy
contentos con su “victoria“.
Batalla de Bibracte 58 a.C
Una noche
César envió a Labieno a ocupar un cerro en muy buena situación, pero regresó
inmediatamente para informar que los helvecios se le habían adelantado y le
esperaban allí. Al día siguiente, puesto que la ciudad hédua de Bibracte estaba
muy cerca, decidió encaminarse a ella para solucionar la escasez de trigo que
tenía ya que sus aliados héduos no le aprovisionaban dándole toda clase de
excusas, sabiendo que tardaría un día en dar de nuevo alcance a los helvecios.
Pero éstos, envalentonados por su “victoria” contra la caballería gala,
creyeron que César se retiraba huyendo y decidieron perseguirle. Al ver que los
helvecios daban media vuelta, César decidió retirarse a un monte cercano donde
posicionó a sus tropas a la espera del ataque helvecio. Los helvecios, muy
seguros de repetir con los legionarios lo mismo que habían hecho con los
jinetes galos, avanzaron en bloque compacto contra las líneas de César. Éste
dispuso a sus tropas en el monte con las cuatro legiones veteranas en primera
línea (VII, VIII, IX y X), tras ellas como reserva las dos legiones de novatos
recién alistadas (XI y XII) y tras esta segunda línea el convoy de suministros
romano con las alas protegidas por los auxiliares galos.
Batalla de Bibracte 58 a.C: Despliegue
inicial
Los
helvecios debían ser algo más de 70.000 y Cesar dice que formaron en una
falange (posiblemente una formación compacta de gran profundidad).
Cuando los helvecios estaban a unos veinte
metros de las líneas romanas, lanzaron las pila que atravesaron los escudos de
madera y la primera línea tuvo que despojarse de los escudos César lo narra
así: “Nuestros
soldados, al lanzar sus pila desde un lugar más elevado, rompieron fácilmente
la falange enemiga. Una vez descompuesta, desenvainando las espadas cargan
sobre ellos. Una circunstancia obstaculizaba enormemente a los helvecios en el
combate: y es que, atravesados y trabados los escudos de varios de ellos por un
solo impacto, al haberse doblado el hierro del pilum ni lo podían arrancar ni
podían luchar con comodidad, al tener la mano izquierda trabada y sujeta. Por
lo que, muchos de ellos, tras largos forcejeos con el brazo, optaron por
arrojar los escudos y pelear a cuerpo descubierto“.
Batalla de Bibracte 58 a.C: Primera fase
Rota la
línea helvecia, los legionarios la terminaron de destrozar con sus formidables
gladius hispanas provocando la retirada helvecia. En ese momento las dos
legiones novatas entraron en combate espoleadas por la demostración de
disciplina que los veteranos habían dado. Cuando los romanos empujaban a los
helvecios hacia su campamento, una parte de ellos, César los estima en 15.000,
flanquearon a la formación romana para atacarla por detrás. Pero las legiones
romanas eran una máquina formidable. Ante esta nueva amenaza, la tercera línea
de las legiones dio media vuelta e hizo frente al ataque helvecio que pronto
fue desmantelado. Cesar lo narra así:
“Los romanos, haciendo girar su formación, formaron
un doble frente: la primera y segunda líneas, por un lado, enfrentándose a los
que ya habían sido vencidos y rechazados; la tercera, por el otro, sosteniendo
el ataque de los que se incorporaban ahora al combate“.
Batalla de Bibracte 58 a.C:
Segunda fase
Los
helvecios, tras cuatro horas de terrible lucha e incapaces de sostener la
formación, huyeron hacia su campamento, cuyo perímetro estaba protegido por los
miles de carros que formaban su convoy. Los legionarios, pisándoles los
talones, consiguieron asaltar el campamento por varios puntos en plena noche y
los supervivientes, unos 130.000, escaparon. Entre la batalla del Arar y la que
acababa de concluir los romanos habían matado a 238.000 helvecios.
Batalla de Bibracte 58 a.C Julio César al
frente de la Legión X dirige el ataque contra los helvetios. Se distingue por
la capa púrpura. Autor Mark Churms
César no
quiso perseguir a los fugitivos porque prefirió dar un descanso de tres das a
sus agotados hombres, enterrar a los muertos y cuidar de los heridos.
Los 130.000
helvecios siguieron sin detenerse, al cuarto día llegaron a la frontera de los
galos lingones. César había enviado unos correos a los lingones, intimándolos a
que “no los socorriesen con bastimentos
ni cosa alguna, so pena de ser tratados como los helvecios”, y pasados tres
días, marchó él mismo con todo su ejército en su persecución.
Los
helvecios sufrían necesidades debido a la falta de todo tipo de provisiones,
enviaron emisarios a César para pactar una rendición. César dictó sus
condiciones: todas las armas deban ser entregadas, y también debían entregarse
como rehenes los hijos de los jefes. 124.000 helvecios supervivientes fueron
autorizados a volver a sus tierras.
Unos 6.000
hombres de la tribu de los vervigenos, no estaban de acuerdo con este pacto y
se negaron a entregar las armas, abandonaron el campamento galo, y se retiraron
en dirección al Rin, pensando que no sería notada su falta entre la multitud de
prisioneros. No fue así. Enterado, César ordenó a todos aquellos por cuyas
tierras estos huían, que fueran tras ellos y los hicieran volver. Y una vez
traídos ante César, este comenta que ·se los trató como a enemigos”, es decir
fueron hechos esclavos.
A
continuación, a los helvecios, tulingos y latóbrigos les ordenó que volviesen a
poblar sus tierras abandonadas, obligándoles a reconstruir sus ciudades. Y
teniendo en cuenta que habían perdido todo, ordenó a los alóbroges que los
proveyesen de granos.
Primera campaña contra los germanos (58 a.C)
Las
constantes disputas de los diferentes pueblos galos por la supremacía habían
llevado al enfrentamiento por un lado los heduos, amigos del pueblo romano, y
por otro los arvernos y sus aliados los secuanos. Éstos decidieron pedir ayuda
a Ariovisto rey de los suevos germanos. Los secuanos ganaron la contienda y
aumentaron sus territorios y sus aliados, pero tuvieron que sufrir en sus
carnes el férreo protectorado del germano. Los galos se unieron entonces con el
único fin de destruir de destruir el poder de Ariovisto. En la batalla de
Magetobriga (60 a.C) todos los galos fueron aplastados por el ejército germano
que a partir de ese momento se hizo totalmente dueño de la situación.
Imperio del suevo Ariovisto 58 a.C antes
de su enfrentamiento con Julio Cesar
Ariovisto,
ya dueño de la situación, confisco un tercio del territorio secuano para
mantener a sus gentes al tiempo que dio entrada a la Galia a más y más tribus
con sus correspondientes cuotas de guerreros, una de estas tribus, la de los
harudes (llamados posiblemente después de la batalla de Magetobriga), de 24.000
miembros, fue a instalarse en otro de los tercios del territorio que pertenecía
a los secuanos, que no podían si no sufrir en silencio la humillación.
Guerreros germanos. Autor Giuseppe Rava
Los galos
acudieron a Cesar para que los librase de los germanos, que se entrevistó con
Ariovisto y le dijo que era deseo de Roma que devolviese a los héduos sus
rehenes y diese la guerra por concluida y no diera acceso a la Galia a mas
tribus germanas, si cumplía estas razonables peticiones habría paz, de lo
contrario, la guerra sería inevitable.
El germano
respondió, que tenía el mismo derecho que los romanos para posesionarse del
territorio de los galos, y además, él también había sido llamado por otros
galos, ofreciéndose a apoyar a Roma en todas las guerras a las que quisiese conducirle.
Campaña de Cesar contra los helvecios y
germanos en el 58 a.C
Al mismo
tiempo que negociaban, le llegan noticias de que un nuevo y masivo contingente
de germanos cruzaba el Rhin por el territorio de los tréveros, César consideró
que no puede perder más tiempo y decidió emprender la marcha rápidamente con la
intención de evitar que ambos ejércitos pudiesen unir sus fuerzas.
Con la
rapidez las legiones se pusieron en marcha hacia el Rin, a los tres días de
haber salido de sus campamentos llegan las primeras noticias sobre la presencia
de las huestes de Ariovisto. Se informó a César de que el germano se dirigía
con su ejército a atacar la ciudad secuana de Vesontio (Besançon), una
estratégica ciudad gala que el romano decide que no debe dejar caer en manos de
Ariovisto, se hicieron marchas forzadas, y se adelantó a su enemigo, los
secuanos no presentaron gran resistencia, la ciudad fue ocupada y en ella
estableció César.
César
permaneció durante varios días en Vesontio, para abastecerse y preparar la
campaña, pronto llegaron a oídos de las tropas los rumores sobre las fuerzas
enemigas, el tamaño de sus hombres, las cualidades como guerreros. Cesar tuvo
que arengar a las tropas y se puso en marcha en dirección a la región en donde
debía encontrarse con el enemigo.
El camino
lo hizo dando un largo rodeo, no quería verse expuesto a una emboscada así que
prefirió ir por la llanura aunque esto supusiese andar bastante más, al séptimo
día de marcha, los exploradores localizaron el campamento enemigo que se
encontraban los germanos a unos 40 km de distancia, los romanos acamparon al
otro lado de la llanura en la que Ariovisto tenía su campamento, cerca de la
actual Mulhouse.
Ariovisto
levantó su campamento y avanzó, probablemente protegido por los bosques y colinas,
hasta el propio campamento romano, lo rebasó y acampó a 3 km de su retaguardia,
la intención de cortarle los suministros, César se limitó a desplegar su
ejército ofreciendo batalla a su adversario, durante cinco días, los germanos
no aceptaron el combate, Ariovisto tan solo despachaba la caballería con un
número igual de infantes para escaramucear. No atacaba porque esperaban mejores
augurios.
César se
vio obligado a construir otro campamento para volver a tomar contacto con las
líneas de aprovisionamiento, la tarea era ciertamente delicada, pues era
posible que el rey germano aprovechase ese momento para desatar un ataque por
sorpresa, Cesar alineó cuatro legiones para proteger las otras dos mientras
trabajaban en la construcción del nuevo campamento. Ariovisto solo se limitó a
un ataque diversivo con sus fuerzas ligeras (16.000 hombres) apoyadas por la
caballería. Una vez finalizada dejó dos legiones y una parte de los auxiliares,
suficientes para la tarea de proteger las líneas de abastecimiento, volviéndose
al campamento principal con las otras cuatro.
Ariovisto
levantó su campamento y avanzo, probablemente protegido por los bosques y
colinas, hasta el propio campamento romano, lo rebasó y acampó a 3 km de su
retaguardia, la intención de cortarle los suministros, César se limitó a
desplegar su ejército ofreciendo batalla a su adversario, durante cinco días,
los germanos no aceptaron el combate, Ariovisto tan solo despachaba la
caballería con un número igual de infantes para escaramucear. No atacaba porque
esperaban mejores augurios.
César se
vio obligado a construir otro campamento para volver a tomar contacto con las
líneas de aprovisionamiento, la tarea era ciertamente delicada, pues era
posible que el rey germano aprovechase ese momento para desatar un ataque por
sorpresa, Cesar alineó cuatro legiones para proteger las otras dos mientras
trabajaban en la construcción del nuevo campamento. Ariovisto solo se limitó a
un ataque diversivo con sus fuerzas ligeras (16.000 hombres) apoyadas por la
caballería. Una vez finalizada dejó dos legiones y una parte de los
auxiliares, suficientes para la tarea de proteger las líneas de abastecimiento,
volviéndose al campamento principal con las otras cuatro.
Batalla de los Vosgos o de Ochsenfeld 58 a.C
Al día siguiente
de nuevo César ofreció batalla a su adversario, encuentro al que el germano
renuncio pero cuando había retirado a sus tropas a los campamentos, atacó
campamento menor. El choque se alargó varias horas sin que los germanos
pudiesen traspasar las trincheras romanas, ambos bandos sufrieron severas
pérdidas.
Al día
siguiente 10 de septiembre, decidió tentar definitivamente a los germanos al
combate y al mismo tiempo obligarlos a combatir a desgana, avanzó en tres
columnas con sus legiones en dirección al campamento enemigo, el cual, ante la
ofensa de ver su campamento amenazado se vio así obligado a presentar combate.
Salieron del campamento los guerreros germanos y se desplegaron para la
batalla, César detuvo su avance y comenzó a desplegar a sus legiones para el
inminente combate.
Despliegue Inicial
Fuerzas romanas y aliadas
Cesar
disponía de 44.000 infantes: de los cuales 27.000 eran legionarios (6 legiones
de la VII a la XII), 3.000 auxiliares arqueros y honderos, 5.000 infantes
ligeros galos, 9.000 infantes galos, además disponía de 300 ballestas escorpión
y 200 sabuesos de guerra. De caballería disponía de 6.000 jinetes (1.000
romanos y 5.000 galos)
Desplegó
sus fuerzas de en un frente de unos 3,2 km de la siguiente manera:
· Flanco izquierdo mandado por Cesar
con las legiones X, XI y IX, de izquierda a derecha, así como auxliliares galos
mandados por el héduo
Dumnorix.
· Flanco derecho mandado por Tito
Lavieno con las legiones VII, XII y VIII, a la izquierda caballería gala
mandada por el
héduo Divitacus.
· Reserva mandada por Publio Licinio
Craso con los jinetes romanos e infantes ligeros.
Fuerzas germanas
En el campo
de batalla los germanos presentaban un abrumador despliegue humano, una
coalición de tribus suevas (de derecha a izquierda los harudes, marcomanos,
tribocos, vangiones, nemetes, sedusios y suevos), desplegaban unos 60.000
guerreros (15.000 de élite fuertemente armados y 45.000 normales), “apoyados”
los carromatos y sobre estos una masa de no combatientes de unas 120.000
personas, contaban con unos 9.000 jinetes que actuaban con infantes escogidos y
que cogiéndose a las crines de los caballos, les seguían en la carrera. Si la
situación era apurada los jinetes se replegaban sobre los infantes, y si un
jinete caía, le rodeaban para protegerle; también había unos 800 jinetes
montados sobre alces y 500 jinetes walkirias, mujeres guerreras jurados al
sacerdocio de Woðanaz. Los caballos de los germanos eran pequeños y feos según
la descripción de César.
Desplegaron
de la siguiente manera:
· Flanco izquierda: mandada por el rey
Ariovisto con los suevos
y sedusios, y caballería.
· Centro mandado por el rey Mallomar
de los marcomanos
con los marcomanos,
nemetes y vangiones.
· Flanco derecho mandado por el rey
Alarbo de los hérulos
con los hérulos
y tribocos así como la mayor parte de la caballería.
Batalla de los Vosgos o de Ochsendfeld 58
a.C, despliegue de fuerzas
Ariovisto
conocía la técnica de combate de las legiones romanas, y a juzgar por su
comportamiento posterior le preocupaba sobre todo la temible capacidad
destructiva de los pilum romanas. Por ello, al comenzar el ataque, los
germanos no recurrieron a la usual formación en cuña para golpear aquí y allá
el dispositivo romano, esta vez ordenó a sus huestes que, al llegar a la distancia
de lanzamiento de las armas arrojadizas, saliesen a la carrera contra las
líneas romanas para, de esta forma, escapar, al menos las primeras líneas, de
la letal nube de pilum.
La batalla
Una vez
desplegados los ejércitos César dio la orden de avanzar, el flanco derecho
romano comenzó a caminar en dirección al frente formado por las tribus
germanas, que se alineaban por naciones, y que aparentemente aguardaban el
asalto romano, César había observado que este flanco era el más débil, por ello
ataco en primer lugar en dirección a este sector. Cuando Ariovisto consideró
que los romanos se habían acercado lo suficiente dio la orden de ataque, toda
la masa compacta compuesta por esas decenas de miles de guerreros se lanzaron
en una frenética carrera contra las filas romanas que, como el germano había
previsto, no pudieron hacer uso de sus pila, el choque fue sin duda terrible, y
siguiendo con la táctica previamente dispuesta por el rey germano, formaron una
especie de compacto testudo (tortuga) con sus escudos, miles de guerreros
unieron así sus fuerzas para presentar al enemigo una invulnerable formación de
choque que intentaba, gracias a esta insólita protección, romper las líneas
adversarias al tiempo que se protegían de la inevitable lluvia de proyectiles
que caerían sobre sus cabezas. La línea romana sostenía con dificultad pero con
resolución aguantaron el primer empuje germano.
Romanos y germanos luchando cuerpo a
cuerpo. Autor Giuseppe Rava
El ejército
de César aguantó en el centro y en el flanco izquierdo que era el más fuerte y
por donde habían atacado los suevos, pero en el flanco derecho romano de Tito
Lavieno, llego a imponerse al izquierdo germano, llegó un momento en que estos
no podían avanzar más o romper el frente de batalla romano, entonces, una serie
de valientes legionarios decidieron saltar sobre el testudo (tortuga) que
formaban los germanos con sus escudos y comenzar a arrancarlos con sus manos
mientras sus compañeros empuñando el gladius hacían una verdadera escabechina,
los germanos que portaban espadas largas eran inútiles en el cuerpo a cuerpo. A
medida que la batalla se prolongó, Tito Labieno dio las órdenes a cada legado
para que la segunda línea relevase a la primera, dando un respiro a los hombres
exhaustos de la primera línea. Estos atacaron con nuevo ímpetu y los germanos
no aguantaron mucho tiempo el empuje de sus rivales, por lo que pronto se
propago el pánico en la formación germana, esta se deshizo y comenzó la huida.
En el ala
derecha romana, la caballería gala era superada en número y los combates en
terreno boscoso era favorable a los teutones. Pero consiguieron detenerlos y
evitar el envolvimiento.
En el
flanco izquierdo romano, Cesar había tomado la precaución de realizar
fortificaciones de campaña el día anterior. Una zanja poco profunda y estacas
de madera afiladas, permitió que los auxiliares y guerreros galos estacionados
allí pudieran defenderse de los ataques germanos, mientras los proyectiles de
los honderos baleares, las flechas de los arqueros y las jabalinas detenían a los
germanos, pero un grupo consiguió romper la línea y amenazaba el flanco derecho
de la legión X, Cesar envió dos cohortes para cerrar la brecha.
Era el
momento en Ariovisto había estado esperando. Había sacrificado miles de sus
guerreros, pero al final el flanco izquierdo romano estaba empezando a
resquebrajarse. Fue en este momento que se dio la orden de emplear su arma
secreta: los berserkers mandados por Sigurd o “el martillo del Demonio”, eran
unos 200 hombres muy fuertes que tomaban un brebaje que los hacía muy agresivos
y blandían enormes martillos; los jefes rivales solo podían tener una docena de
ellos.
Batalla de los Vosgos o de Ochsendfeld 58
a.C, ataque de los berserkers mandados por Sigurd o “el martillo del Demonio”,
eran hombres grandes pero no gigante como en la imagen. Autor Brian Snoddy
Sigurd
acometió y a pesar de haber sido alcanzado por la flecha de un escorpión, dos
pila, cuatro flechas, y haber sido apuñalado una docena de veces en combate
cuerpo a cuerpo; sin embargo, estas lesiones no parecían molestar al hombre
bestia en lo más mínimo, ya que todavía tuvo fuerzas suficientes para matar sin
ayuda al menos 40 hombres (25 de los cuales eran galos). Entre las víctimas de
Sigurd se encontraba el centurión Publio Pisón, Primus Pilus de la X Legión,
finalmente un tal Titus consiguió cortarle el tendón de Aquiles y el gigante se
desplomó, siendo rematado.
Viendo las
brechas que habían producido los berserkers, el joven oficial Publio Craso, que
a la sazón mandaba una unidad de caballería de la reserva, tomó la acertada
decisión de mandar sus jinetes en apoyo del sector amenazado con tanto éxito,
que no solo fueron detenidos los germanos, si no rechazados y puestos en fuga.
La línea de
batalla germana se desmorona rápidamente, sus mejores guerreros habían caído, y
el espíritu de su ejército se había roto. Ariovisto se dio cuenta de que la
batalla estaba perdida, y llamó a sus pocos guerreros supervivientes,
exhortándolos a seguirlo.
El resto de
los guerreros se dirigió a refugiarse al campamento, sin embargo, su retirada
estaba bloqueada por su propio tren de carros, animales de carga, y sus propias
familias, que se defendían desde los carros. Sorprendentemente, en esta etapa
de la batalla, fueron las mujeres germánicas que tomaron las riendas de sus
maridos, valientemente luchando contra los romanos que avanzan, a veces sin más
armas que sus uñas de las manos, y todo el tiempo gritando.
Fue el
centurión Marco Pulcro, Primuspilus de la VII Legión, quien entró primero en el
campamento teutónico, descubriendo que a pesar de su ferocidad, las mujeres
germanas eran humanas, y tras él, el resto de su legión consiguió entrar.
Junto con
Mecio y Procilo, Craso que también se encuentra un par de docenas de los
rehenes heduos y secuanos en poder de Ariovisto, la más destacada entre estos
prisioneros era Xenia, hija de Diviciaco. Entre los muertos en el campamento se
encontraban las dos esposas de Ariovisto, y una de sus hijas, la otra sería
capturada por los jinetes héduos.
Caballería gala en acción. Autor Giuseppe
Rava
Durante más
de 25 kilómetros, hasta el mismo Rin, los fugitivos suevos fueron perseguidos
por la caballería galo-romana, Ariovisto pudo cruzar el rio y ponerse a salvo
mediante una barca que le estaba esperando, pero se cuenta que murió poco
después a causa de las heridas sufridas durante el combate.
Secuelas
Las bajas
de los romanos y aliados fueron 6.000 (3.000 muertos y 3.000 heridos), las
bajas de los germanos fueron unos 35.000 guerreros y otros tantos civiles. El
resto se dispersó y huyó.
En
conjunto, más de un centenar de hombres ganaron condecoraciones y honores de
ese día, Tito Romulo Leonino fue condecorado con la Corona Aurea (corona de
oro) por su notable valor y habilidad al matar al berserker Sigurd y mantener
la línea, Publio Craso por su carga de caballería oportuna que le había salvado
la Décima, así como Mecio y Procilo prisioneros romanos de Ariovisto, por haber
sobrevivido a su terrible experiencia. Xenia fue galardonada por su valor y
resistencia. El resto de los soldados en el ejército se les prometió acciones
en cualquier botín que había que ser tenía (de los cuales no había suficiente
para todos, como el tesoro del rey alemán incluido un buen cuatro años más o
menos el valor de botín acumulado y el tributo tomado de la galos). Una vez que
los hombres hubieron descansado, los heridos atendidos, y los muertos cremados
con los ritos y honores adecuados, el victorioso ejército romano a
continuación, se dirigió de nuevo a Vesontio, donde serían aclamados como
héroes y libertadores por los pueblos agradecidos de los héduos, los secuanos,
y el resto de la Galia.
El primer
enfrentamiento se saldaba con una completa victoria romana, sin embargo, la
marea germana distaba mucho de recular, el propio César intervendrá varias veces
más para detener y rechazar a las sucesivas tribus que amenazan con pasar al
interior de la Galia.
Se
aproximaba el invierno, por lo que César dejó las tropas en el país de los
secuanos y bajó a la Galia Cisalpina para saber qué ocurría en Roma por esos
días y ponerse al día con tareas administrativas.
Durante el
descanso invernal armó dos legiones nuevas: la XIII y la XIV. Promocionó nuevos
oficiales y los mezcló con algunos veteranos de otras legiones e inmediatamente
comenzó el entrenamiento físico y militar para mantener la disciplina y seguir
órdenes durante una batalla.
Campaña contra los belgas (57 a.C)
Al saber de
las victorias romanas en el año 58 a.C en Bibracte contra los helvecios y
en Los Vosgos contra los suevos de Ariovisto las tribus belgas decidieron
unirse con el fin de evitar el sometimiento a los romanos.
Se
decidieron a formar un ejército poderoso para derrotar a los romanos cada tribu
debía aportar fuerzas: los belovacos, la más numerosa y fuerte 60.000, los
suesonios 50.000 y además su rey Galba ostentaría el mando supremo, los
nervios 50.000, los atraves 15.000, los mórinos 25.000, los atúaticos 29.000,
los ambianos 10.000, los cáletes 10.000, los menapios 10.000 y otras tribus
50.000, en total unos 300.000; cifra que proporciona Cesar que está muy inflada
para la población de aquella época.
Campaña de Cesar contra los belgas en el
57 a.C
Los romanos
tenían que reaccionar pronto si no querían ver reducidas sus opciones de
victoria frente a un ejército tan numeroso. César recibió la noticia como un
regalo de los dioses, pues eso le permitía tener una excusa para seguir sus
campañas en la Galia y saciar su sed de gloria y guerra. En 15 días se presentó
en la frontera belga con 10 legiones, unos 60.000 hombres. Allí recibió una embajada
de la tribu belga de los remos, que no querían participar de la conjura
masiva de las tribus vecinas y que se pusieron a disposición de los romanos.
César se aseguró su fidelidad tomando como rehenes a los hijos de las familias
más poderosas de la tribu.
Batalla del río Axona
o Aisne 57 a.C
Cesar cruzó
el río Axona y estableció el campamento al otro lado, dejando 6 cohortes en un
fuerte para asegurar el puente a las órdenes de Quinto Titurio Sabino. El
ejército belga estaba asediando la ciudad rema de Bibrax o Bibracte, cuya
población envió un mensajero a Cesar pidiendo socorro. Cesar envió parte de sus
auxiliares, arqueros númidas y cretenses, honderos de baleares, que
aprovecharon la noche para entrar en Bibrax. Después de esto, los belgas
abandonaran su asedio de la ciudad y acamparon su ejército a 3 km del
campamento de César. Aunque era reacio a presentar batalla al principio,
algunas pequeñas escaramuzas de caballería entre los campamentos, en especial
los tréveros que eran vecinos de los belgas y dieron a César la impresión de
que sus hombres no eran inferiores a los belgas, de manera que decidió
presentar batalla.
Como las
fuerzas de César eran superadas en número y por lo tanto corrían el riesgo de
ser rodeadas por los flancos, hizo que su ejército construyera dos trincheras,
cada una de 400 pasos de largo, una a cada lado de la llanura por delante del
campamento romano. Al final de estas trincheras, César hizo que se construyeran
pequeños fuertes en los que colocó su artillería. Entonces, dejando a las
legiones más bisoñas la XIII y XIV como reserva en el campamento, llevó a las
otras seis (VII, VIII, IX, X, XI y XII) en orden de batalla, y el enemigo hizo
lo mismo.
Batalla del río Axona o Aisne 57 a.C,
despliegue de fuerzas belgas y romanas
Se
entablaron algunas escaramuzas de caballería, pero los belgas no se movieron,
dado que para atacar a los romanos, debían atravesar una pequeña zona cenagosa
a ambas orillas del río Miette afluente del Axona y luego atacar cuesta arriba,
lo que suponía darle una enorme ventaja al contrario. En lugar de ello, parte
de las tropas belgas intentaron vadear el Axona para atacar el fortín defendido
por Titurio y destruir el puente, a fin de cortar la retirada romana y
privarles de suministros. Pero el procónsul reaccionó de inmediato y mandó
unidades a cortar el paso, y Cesar envió a su caballería e infantería ligera
(arqueros y honderos) pasaron por el puente, y atacaron por ambos flancos las
fuerzas que estaban intentando vadear el ría Axona, que rápidamente se dieron a
la fuga y muchos fueron muertos.
Desanimado
por el atrevido ataque de los hombres de César, y por su consecuente
incapacidad de tomar el campamento al asalto o bloquear a los romanos de
impidiéndoles cruzar el río, las fuerzas belgas se retiraron a su campamento.
Entonces,
convocando un consejo de guerra. Se acordó que cada cual volviera a su tierra y
que desde todas partes se reunieran para defender a los primeros a cuyo
territorio llevasen los romanos su ejército.
Galos atacando a los romanos. Autor Ángel
Todaro
La retirada
se hizo en total descoordinación, casi una huida: al anochecer, cada cual se
puso en marcha, sin orden ni concierto, alertando con la algarabía a los
romanos que, además, tenían espías dentro del campamento enemigo que les
comunicaron lo que ocurría. Aun así César, temiendo una emboscada y para evitar
el combate nocturno, siempre confuso y complicado, esperó al amanecer para
lanzarse en su persecución, una vez que sus exploradores confirmaron la
retirada enemiga. La caballería y el legado Tito Labieno con tres legiones
dieron alcance a la retaguardia belga, y se produjo gran mortandad al romper
filas el enemigo y buscar su salvación cada cual. César había quebrado la
coalición belga.
Sin
dilación, el procónsul romano aprovechó la desbandada y, a marchas forzadas, se
presentó aquel mismo día delante de la capital suesiona, Noviodunum, pues había
oído que disponía de pocas fuerzas. Pero no pudo tomarla, gracias a su ancho
foso y elevadas murallas, con lo cual se aprestó a fortificar su campamento y a
preparar el asedio, construyendo manteletes, torres y una rampa.
Entretanto,
los fugitivos del ejército suesión aprovechando la noche, entraron en la plaza,
pero, desmoralizados ante el despliegue romano y aprovechando la intercesión de
los remos, se rindieron y entregaron armas y rehenes.
Inmediatamente,
se puso en marcha hacia la principal plaza belóvaca, Bratuspancio, pero, antes
siquiera de alcanzarla, ésta envió su rendición. Esta vez fue el druida
Diviciaco quien intercedió por los belóvacos, a los que unían lazos de
clientela con los héduos. Otra vez se tomaron rehenes y armas, y el ejército
romano continuó hacia el territorio ambiano, alcanzando su capital,
Samarobriva, y aceptando también su rendición.
Batalla de Sambre o Sabis (57 a.C)
Pero no
todos los belgas iban a doblegarse tan fácilmente. Al noreste del territorio
ambiano habitaban los nervios, que reprochaban al resto de belgas su cobardía.
Reacios a la influencia de Roma, no consentían recibir importaciones mediterráneas,
sobre todo vino, por considerarlo debilitador.
El ejército
romano se internó en territorio nervio con 8 legiones (40.000), 8.000
auxiliares y 4.000 jinetes celtas aliados. Al tercer día, César supo por
prisioneros que los nervios le esperaban a unos 15 km de distancia, al otro
lado del río Sabis (Sambre). Junto a los nervios que eran unos 60.000 habían
acudido los atrebates unos 15.000 y los viromanduos unos 10.000, y estaban
esperando también a los atuátucos que estaban en camino. Los nervios habían
refugiado a sus no combatientes en un lugar inaccesible, entre pantanos.
César envió
exploradores y a algunos centuriones delante del ejército, para buscar un
emplazamiento adecuado para el campamento.
Localizaron
una colina en la ribera del Sabis (Sambre), que descendía hasta el río
suavemente, y frente a la cual, al otro lado del cauce, se levantaba otro
ribazo, descubierto en sus primeros 300 metros pero después poblado por un
tupido bosque. Salvo algunos destacamentos de caballería que patrullaban la
orilla opuesta, no había rastro de los nervios.
César envío
por delante a su caballería, detrás 6 legiones y detrás la impedimenta con
otras dos legiones que eran más bisoñas.
La
caballería, los honderos y arqueros auxiliares cruzaron el río, que tenía cerca
de 1 metro de profundidad, para ahuyentar a la caballería belga y actuar de
cobertura mientras las legiones construían el campamento.
Las seis
legiones llegaron a la colina elegida y, empezaron la fortificación del
campamento. A parte de la caballería y los infantes ligeros, César no dispuso
una línea de legionarios cubriendo el trabajo de sus compañeros, como había
hecho en anteriores ocasiones.
Los belgas
salieron del bosque en tromba, rechazando fácilmente a la caballería e infantes
ligeros romanos que pudieron dar la alarma, y cruzaron con ese mismo ímpetu el
río Sabis.
Batalla del río Sambre o Sabis 57 a.C:
los belgas cruzan el río Sabis (Sambre), derrotan a la caballería y tropas
ligeras que daban cobertura y atacan a los legionarios que estaban construyendo
el campamento. Autor Wayne Reynolds
En el
flanco izquierdo iban los nervios mandados por su rey Boduognato, en el centro
los viromanduos y a su derecha los atrebates. Se enfrentaron respectivamente a
las legiones VII y XII del flanco derecho, la VIII y XI del centro, la X y IX
del flanco izquierdo romano.
Batalla de río Sambre o Sabis 57 a.C
primera fase: ataque de los belgas y defensa apresurada de los romanos
Los romanos
se vieron sorprendidos por lo súbito del ataque e inmediatamente dieron las
señales de alarma con las tubas, para llamar a las armas e intentar formar una
línea de batalla. Ante la inminencia del ataque y la imposibilidad de recoger
su equipo completo, algunos soldados romanos que se hallaban en la construcción
del campamento se dispusieron a la defensa del mismo, y entablaron combate sin
casco y utilizando la pala o la dolobra (zapapico) como arma.
En el
flanco izquierdo, los legionarios de la X y IX, con una salva de pila a los
atrebates, que tras cruzar el río debían subir colina arriba. Esto los
desorganizó, y la feroz carga de los legionarios hizo que retrocedieran,
intentando plantar cara al otro lado del cauce, aunque también de allí fueron
desalojados.
En el
centro, las legiones XI y VIII recibieron de igual forma a los viromanduos que
combatían contra ellos en la orilla del Sambre (Sabis).
Batalla del Sambre o del Sabis 57 a.C.
Contraataque de la Legión VIII. Un centurión de la Legión VIII dirigiendo
un contraataque contra los viromanduos. Autor Mark Churm
Batalla del río Sambre o Sabis 57
a.C. Contraataque romano. Las legiones del centro VIII XI y las de la
izquierda IX y X contraatacan y hacen retroceder a los galos hasta su
campamento. Autor Peter Connolly
Pero las
cosas eran distintas en flanco derecho. El jefe de los nervios, Boduognato,
lanzó a una parte de sus guerreros, en formación cerrada, contra las legiones
XII y VII, mientras que otros intentaron rodearlas por la derecha. Éstos
penetraron en el campamento romano a medio levantar y rechazaron a la dispersa
caballería y tropas ligeras que había buscado refugio allí, además del personal
no combatiente como criados y esclavos de los legionarios.
Los jinetes
auxiliares tréveros, viendo cómo se desarrollaba la batalla, creyeron completa
la derrota romana y volvieron grupas.
Batalla del río Sambre o Sabis 57 a.C,
segunda fase contraataque romano en el centro e izquierda y ataque de los
nervios en la derecha
César
acudió a la zona de la Legión XII, que según cuenta el propio César, muertos
los centuriones y el abanderado de la 4ª cohorte, perdido el estandarte,
heridos o muertos casi todos los centuriones de las demás cohortes, el resto de
los legionarios se mostraban remisos a la lucha, y que otros muchos se
contentaban con evitar los dardos del enemigo.
César cogió
el escudo a uno de los que huía y, por entre la masa humana que obstruye el
paso, se adelanta hasta la primera fila. Una vez allí, arenga a sus tropas, dio
la orden de abrir las filas para evitar el apelotonamiento y poder usar las
gladius, y dio la orden a la Legión VII, que había quedado aislada, que se
aproximase para formar un cuadro para protegerse mutuamente la retaguardia.
Aprovechado que los nervios debieron retroceder para recuperar reagruparse
antes de volver a la carga, la legión XII se aproximó a la VII y se juntaron
por la retaguardia de ambas para evitar el ataque nervio por la espalda.
Batalla del río Sambre o Sabis 57 a.C.
Julio Cesar al frente de la Legion XII. En el momento clave de la batalla, cuando
los nervios están a punto de quebrar las líneas de la legión XII, El jefe
nervio Boduognato encabezó a sus guerreros, protegido con una cota de malla y
un casco de hierro de tipo Agen con reborde y carrilleras, su escudo oval
cuenta un umbo y no lleva espina. La mayoría de los romanos están
sin su yelmo, Julio Cesar lleva una coraza anatómica cogió un escudo
caído y gladius en mano anima a los hombres de la Legión XII. Autor Ágel García
Pinto
Tras hacer
huir a los atrebates, Tito Labieno que había conducido a las legiones X y IX
hasta el campamento belga, en la cima de la colina al otro lado del río Sabis
y, viendo desde allí cómo se desarrollaba la batalla, ordenó a la Legión X
descender a la carrera para socorrer a sus compañeros, y atacar a los nervios
por retaguardia.
El sobrino
de César, que con las legiones XIII y XIV se dirigían al campamento romano
escoltando los convoyes de víveres, se topó con los jinetes en fuga, que le
informaron de la situación. Rápidamente agrupó a sus hombres y se lanzó a paso
ligero en auxilio de su tío. Atrapados por todas partes, estos vendieron cara
su vida, sufriendo pérdidas tremendas (según César sólo sobrevivieron 500 de
los 60.000 guerreros).
Batalla del río Sambre o Sabir 57 a.C,
tercera fase: ataque de la Legión X y ataque de la Legión XIII
César ante
lo desesperado de la situación mando formar a la XII y VII en cuadro
aprovechado que los nervios debieron retroceder para recuperar reagruparse
antes de volver a la carga, la legión XII se aproximó a la VII y se juntaron
por la retaguardia de ambas para evitar el ataque nervio por la espalda.
Batalla del Sambre o de Sabis 57 a.C. Boduognato,
líder de los nervios, rendido y humillado ante César tras la
batalla. Autor Yannick de Smet
Expedición de Galba al país de los veragros
En el otoño
del año 57 a.C, Servio Sulpicio Galba fue enviado con la legión XII
Fulminata y parte de la caballería, que regresaban de la Galia Bélgica, para
abrir un camino a través de las montañas con el fin de mantener una ruta
comercial a través de los Alpes y los aborígenes de Mont-Joux (Gran San
Bernardo).
Galba
abandonó el territorio de los alóbroges en el extremo oriental del lago de
Ginebra, y se adentró en el país de los nantuates. Después de algunos
combates y capturar varias fortalezas, se firmó la paz con los nantuates. Dejó
detrás dos cohortes de acantonamiento y continuó hasta territorio de los
veragros. Alcanzado el río Vicus cerca de Octoduro (la actual Martigny). La
ciudad estaba separada por el río en dos partes, ocupó ambas y comenzó a
instalar su cuartel de invierno en la orilla derecha. Tras tomar la ciudad pasó
a controlar la región y hacerse con el paso estratégico del Gran San Bernardo.
Guerreros galos veragros
A los pocos
días después de la instalación del campamento, ante el asombro de los romanos
(que habían tomado la precaución coger a muchos niños como rehenes), los
exploradores de Galba anunciaron que los aborígenes de la izquierda del río
Vicus se habían levantado.
Una
multitud de guerreros veragros, con la ayuda de sus vecinos sedunos, habían
salido de las colinas y hostigaban el campamento romano con sus flechas.
Después de seis horas de batalla, los galos casi habían tomado el lugar. Las
tropas romanas estaban agotadas y con las pilas agotadas, decidieron realizar
una salida por sorpresa de la fortaleza, cogiendo a los galos totalmente
desprevenidos y los obligaron a huir, dejando 10.000 bajas y posteriormente
quemaron las casas del pueblo. Ante el temor de que sus enemigos se estuvieran
reorganizando después de la batalla de Octodure, y esperando nuevos ataques en
el invierno, los romanos retrocedieron a tierra de los alóbroges.
Batalla de Octodure 57 a.C. El campamento
de la legión la XII Fulminata, bajo el mando de Sulpicio Galba, fue atacado por
los galos veragros y sedunos, una salida de las fuerzas derrotó a los
sitiadores.
Campaña contra Bretaña y Aquitania (56 a.C)
Publio
Craso con la Legion VII, fue enviado a reconocer el oeste, estableció sus
cuarteles de invierno en Cenabum en el país de los cornutes y otro en Turonum
en el país de los turones, ambos en las orillas del río Liger (actual Loira),
no lejos del Océano. Por carecer de granos aquel territorio, despachó a las
ciudades de las comarcas cercanas a algunos prefectos y tribunos militares en busca
de provisiones. De éstos Tito Terrasidio fue enviado a los esuvios, Marco
Trebio Galo a los curiosolites, Quinto Velanio con Tito Silio a los vénetos.
Los vénetos
fueron hostiles y arrestaron a Silio y Velanio, obligando al resto de las
tribus a hacer lo mismo. Los confinantes arrestaron a Trebio y Terrasidio.
Enviaron una embajada a Craso exigiendo la retirada romana a cambio de la
liberación de los rehenes.
La tribu de
los vénetos habitaba en la región de Armórica (la actual Bretaña), era el
más poderoso de los que allí moraban. Se asentaron en el sur del territorio, a
lo largo de la bahía de Morbihan o golfo Quiberón, donde habían construido
fortalezas costeras a las que la marea transformaba en islas. Su ciudad más
importante era Darioritum (actual Vannes). Controlaban el comercio en la
región y con Britania, por lo que consiguieron una riqueza tal que poseían
moneda propia.
Esta tribu
había reunido una confederación de tribus para combatir a Roma, entre los que
se encontraban los osismos, lexovios, námnetes, ambiliatos, mórinos,
diablintes, menapios y britanos.
Campaña de Cesar en la Galia en el 56 a.C
contra Bretaña y Aquitania
César se
encontró con la rebelión total de la casi totalidad de las tribus costeras del
noroeste de la Galia. En esos momentos se encontraba en Italia creyendo que la
Galia se hallaba en paz, enterado ordenó la construcción de una flota en Andium
(Nantes) a orillas del río Liger (Loira) que desemboca en el océano Atlántico y
movilizar hasta allí a los marineros.
Conscientes
del poderío romano que enfrentarían, los galos tenían a su favor sus barcos,
adaptados a las duras condiciones navales del Atlántico, la falta de
preparación de los romanos y su mejor conocimiento de la geografía local, que
incluía un alto número de islas que servían de refugios y puertos protegidos de
las fuerzas terrestres por las mareas altas y de las flotas navales por las
mareas bajas, las ciénagas y marismas.
El Cesar
llegó a la Galia en abril y envió a sus tropas a diversos puntos de la región
para impedir la expansión de la rebelión:
·
Tito Labieno: fue enviado con
la caballería al territorio de los tréveros para evitar una rebelión en la
Galia Bélgica.
·
Publio Craso: con doce
cohortes y parte de la caballería fue enviado a Aquitania para evitar que desde
aquella región se enviaran guerreros y suministros a los rebeldes.
·
Quinto Titurio Sabino: con
tres legiones a pacificar a los lexovios, coriosolites y unelos.
·
Décimo Junio Bruto Albino:
quedó a cargo de la flota que enfrentaría a los vénetos.
Los pictones,
sántonos y otros pueblos enviaron tropas a apoyar la campaña romana. César
marchó con sus tropas al sur de la Armórica a unirse a Junio Bruto. Las
ciudades de los vénetos estaban en promontorios fortificados, inaccesibles por
tierra y muy difíciles por mar. Aunque César tomo varios fuertes lo vénetos se
retiraban por mar en cuanto veían que no podían defenderlos, llegando a una
nueva fortaleza, lo que llevó a César a entender que necesitaba el dominio del
mar.
Batalla de Morbihan o del Golfo de Quiberón 56 a.C
Se inició
una frustrante campaña terrestre en la que César capturó algunos poblados
vénetos, pero fue incapaz de evitar que sus habitantes fueran evacuados por
mar, mientras que la nueva flota romana se terminaba.
Ante la
imposibilidad de tomar por tierra todas las fortalezas vénetas los romanos
decidieron usar su flota, César entendió que para derrotar a los vénetos debía
destruir primero la flota de estos.
Cuando las
tormentas desaparecieron, y la flota romana, bajo el mando de Décimo Bruto,
pudo zarpar hacia las costas de la Bretaña francesa. Conforme la flota se
aproximaba a las fortalezas de los vénetos, estos decidieron reunir su propia
flota y prepararse para una decisiva batalla naval.
Batalla de Morbihan o del Golfo Quiberón
56 a.C: Despliegue de las flotas
Cada barco
romano llevaba su contingente de soldados, posiblemente de las legiones de
César. Al igual que durante la Primera Guerra Púnica, los romanos sólo
iban a poder superar a sus rivales si conseguían llegar al abordaje. Los barcos
romanos llevaban afilados cuchillos curvos montados en largas pértigas y
también ganchos con cuerdas. Conforme las dos flotas se acercaban a distancia
de combate, estos cuchillos fueron usados para cortar los aparejos de las
embarcaciones enemigas, dejándolos muy vulnerables a los abordajes, mientras se
lanzaban los ganchos de abordaje para atraer a los barcos adversarios.
Batalla de Morbihan o del Golfo de
Quiberón 56 a.C. Buques romanos atacando a los buques vénetos. Autor Giuseppe
Rava
Una vez
unos cuantos barcos vénetos fueron abordados y capturados de esta manera, el
resto de la flota trató de escapar, pero en el momento decisivo les falló el
viento, dejándolos dispersos y vulnerables a lo largo de la costa. Los romanos
sacaron ventaja a la velocidad de sus barcos, impulsados por los remos, y
persiguieron y derrotaron uno a uno a los barcos vénetos. La batalla duró
aproximadamente desde media mañana hasta el anochecer, cuando los barcos
vénetos supervivientes pudieron escapar.
Batalla de Morbihan o del Golfo de
Quiberón 56 a.C. Un barco véneto es abordado por uno romano, se ve un romano
tirando de un gancho de abordaje. Autor Angus McBride
Viendo su
flota destruida, los vénetos no tuvieron otra opción más que rendirse. César no
fue particularmente piadoso, y como el mismo nos cuenta, quería dar ejemplo con
los vénetos para que se respetasen a los embajadores romanos enviados a otras
tribus, aunque también debía estar frustrado por la campaña de verano. Los
vénetos supervivientes fueron vendidos como esclavos, excepto sus líderes,
quienes fueron ejecutados.
Sometimiento de Aquitania
Publio
Licinio Craso, le tocó someter a los aquitanos, que vivían en la actual
Aquitania. Partió con una fuerza de 2 legiones (10.000), 3.000 auxiliares
y 4.000 jinetes galos aliados, en total 18.000 hombres. En el camino
los sociates les atacaron mientras marchaban. Los aquitanos lanzaron
contra la columna romana a su poderosa caballería pero ésta fue rechazada.
Luego la infantería gala, escondida en el bosque, se lanzó al ataque y tras una
larga lucha huyeron a Sotio, capital de los sociates.
Romanos contra galos. Se ve a un centurión con yelmo
tipo Port, lorica hamata y grabas, el resto de los romanos llevan el yelmo
tipo Montefortino. De los galos sólo llevan armadura los jefes. Autor
Johnny Shumate
Publio
decidió tomar Sotio, la puso sitio y aceptó la rendición de los sitiados. Sin
embargo, era una trampa, pues mientras se negociaba la rendición, fue atacado
por el caudillo sociato, Adiatuano, aunque lo pudo rechazar. Tras esto el
asedio continuó hasta que los sociates terminaron por capitular.
Tras la
rendición de los sociates las demás tribus aquitanas empezaron a
someterse. Craso persiguió a las demás fuerzas aquitanio-cántabras que se
refugiaron en un campamento en la zona actual de Mont-de-Marsan, los
romanos los rodearon y de noche lanzaron un ataque sorpresa; de los 50.000
guerreros celtas solo un cuarto sobrevivió.
Segunda campaña contra los germanos
Entre el 56
y 55 a.C las tribus germanas de los usípetes y téncteros (que sumaban de
150.000 a 180.00 personas, aunque según César eran 400.000), presionados por
los suevos, cruzaron el río Rin, A continuación cruzaron también el río
Mosa. En el cruce vencieron a la tribu belga de los menapios y se asientan
en sus villas. Desde allí, atacaron a los eburones aliados de Roma, que
pidieron ayuda.
Así que,
César se dirigió al norte con su ejército a poner orden. Se le acercaron
embajadores germanos explicándole los motivos de su migración y sus buenas
intenciones. César, sospechando que solo querían ganar tiempo para reorganizar
su ejército y enfrentarle, les exigió, ya que necesitaban tierras donde
asentarse, que se retirasen más al sur, junto a una tribu aliada de Roma, los
ubios.
Guerreros
tribales germánicos. Fuente Warlordgames
En plena
tregua, y mientras se llevaban a cabo las conversaciones, las caballería gala
aliada de los romanos fue sorprendida y derrotada por la germana, causándoles
6.000 bajas, curiosamente los germanos tenían caballos de menor porte y tamaño
que los aliados galos.
Los
germanos se disculparon diciendo que había sido un hecho aislado no organizado
por los jefes germanos, sino por circunstancias ajenas a ellos y más propia
producto de la presión que habrán sentido algunos germanos por el acoso del
ejército romano.
Campaña de Cesar en la Galia el 55 a.C.
Primera invasión de Germania y primera invasión de Britania
César,
enfurecido, apresó a los jefes germanos y ordenó un ataque general general al
campamento germano, aprovechando que la caballería de éstos había salido a
pastar. Los germanos fueron sorprendidos y no pudieron organizarse, ya que sus
jefes habían sido apresados por César y su caballería estaba fuera. Muchos
germanos murieron, capturando a 100.000 de ellos, en su mayoría mujeres, niños o ancianos.
En consecuencia, ambas tribus germanas volvieron a su país con los
sobrevivientes.
A raíz de
estos éxitos, César deseó cumplir otro hito: ser el primer general romano que
cruzara el Rin con un ejército. Mandó a construir un puente y en tan solo diez
días estaba listo. El puente fue una gran obra de ingeniería en la época,
demostrando al mundo, y especialmente a los germanos, que no había límites
físicos para donde Roma pueda ir.
Cruzó el
río con unos 40.000 efectivos, pero los germanos se retiraron ante el avance
romano y no presentaron batalla. El propio Julio César estimaba en
430.000 guerreros germanos la fuerza a combatir (hoy se considera una
exageración). No obstante los suevos, contra quienes principalmente se había
dirigido la expedición, jamás llegaron a ser combatidos.
Después de
haber hecho la demostración de fuerza y no haber conseguido botín, decidió
retirarse. Sólo estuvo 18 días del otro lado del Rin, a su regresó mandó
desmontar el puente de nuevo para que no fueses utilizado por los bárbaros.
Campañas de Cesar en Britania (55 y 54 a.C
Campaña del 55 a.C
Preparativos de la campaña
Durante el
transcurso de su campaña en la Galia, César alegó que los britanos habían
estado apoyando a los belgas en su campaña contra él, ya que los soldados galos
que huían del campo de batalla se dirigieron a los asentamientos galos en
Britania, y los vénetos de Armórica, que controlaban el comercio con la isla,
habían iniciado las negociaciones con sus aliados britanos para que estos
acudieran al continente a combatir contra Roma.
A finales
de verano del año 55 a.C, a pesar de que ya era tarde para iniciar una campaña,
César decidió realizar una expedición a Britania. El general romano convocó a
los comerciantes que negociaban con la isla, pero no pudo obtener ninguna
información útil acerca de las tácticas militares de los britanos, o de los
puertos en los que podría desembarcar, ya que éstos no querían perder su
monopolio comercial. Carente de información, César envió a uno de sus tribunos
militares, Cayo Voluseno, en una misión de exploración. Voluseno exploró la
región de Kent, aunque no se atrevió a adentrarse en territorio desconocido por
miedo a los bárbaros, y tras cinco días volvió a la Galia, donde César al fin
obtuvo algo de la ansiada información.
Tras esta
preocupante acción del general romano, muchos de los pueblos de Britania
enviaron embajadas a los comerciantes galos para que impidieran la inminente
invasión, comunicando a César una promesa de sumisión. César decidió enviarles
de vuelta a Britania acompañados de su aliado Comio, el rey del pueblo de los
atrebates, quien utilizó su influencia para atraer a un buen número de tribus a
su causa.
Se reunió
una flota compuesta de 80 barcos de transporte, suficientes para transportar a
las dos legiones (Legión VII y Legión X), y un número desconocido de navíos de
guerra. La flota se reunió en algún puerto del territorio de los mórinos,
probablemente el Icio (portus Itius, hoy Boulogne). A ellos se unieron otras 18
embarcaciones de transporte, procedentes tal vez de Ambleteuse, para
transportar a la caballería. Los barcos que César utilizó fueron los barcos de
la guerra contra los vénetos y de otras tribus costeras. César dejó una pequeña
guarnición bajo el mando de Sulpicio Rufo en el puerto y embarcó, sin perder
tiempo, con la infantería, dejando atrás a la caballería, que recibió la orden
de unirse tan pronto como fuera posible.
Desembarco
Inicialmente,
César trató de desembarcar en Dubris (Dover), cuyo puerto natural había sido
presumiblemente identificado por Voluseno como un punto apropiado para el
desembarco. Sin embargo, cuando la armada romana avistó tierra, una fuerza
masiva de britanos había ocupado por completo las colinas y acantilados de la
playa. Esto disuadió a los romanos de desembarcar, ya que los enemigos que
estaban copando los riscos de los acantilados podían masacrarles lanzando las
jabalinas que portaban. Tras esperar anclados en una playa cercana “hasta la
hora nona” (desde las 3 de la tarde y esperando presumiblemente a que el viento
se tornara favorable), César convocó un consejo de guerra, en el que ordenó a
sus subordinados actuar por iniciativa propia. Después, condujo la flota unas
siete millas a lo largo de la costa hacia una playa abierta. Debido a la
ausencia de restos arqueológicos, se desconoce la ubicación exacta del punto de
desembarco, aunque el lugar más probable es la playa entre Deal y Walmer.
Con toda la
playa copada por los carros y la caballería britana, el desembarco parecía
imposible. Para empeorar las cosas, los barcos eran demasiado grandes para
moverse con facilidad, y los legionarios se verían obligados a desembarcar en
aguas muy profundas, mientras los britanos salían de todas partes.
Carros britanos exhibiéndose delante de
los barcos de Cesar en el 55 a.C. Autor Peter Dennis
Finalmente
se decidió el desembarco. Sin embargo, la dificultad de los barcos para moverse
cerca de la costa hizo que los legionarios tuvieran que desembarcar en aguas
profundas.
La playa y
las colinas circundantes llenas de carros de guerra y de britanos armados de
espadas y jabalinas, gritando como demonios, mientras los legionarios tenían
que desembarcar con el agua por el pecho, cargados con toda la panoplia de
armadura, casco, scutum, pila y gladius. Es comprensible que tuvieran miedo de
desembarcar y tomar la playa.
Cesar mandó
disparar las catapultas montadas en los barcos de guerra, para facilitar el
desembarco de las tropas, ante la lluvia de proyectiles, los britanos se
replegaron de la orilla, sin que nadie se atreviese a desembarcar.
Desembarco de la legión X de Cesar en
Britania en el 55 a.C. El aqulifer al ver que los legionarios no se decidían a desembarcar,
se lanzó al agua con águila al agua. Al fondo se observa las fuerzas
britanas en la playa. Autor Peter Connoly
Allí
estaban aquellos legionarios atemorizados y renegando de su suerte cuando, de
repente, el aquilifer o portador del águila de la Legio X desembarcó y saltó al
agua gritando: “Seguidme, compañeros
soldados, a menos que queráis regalar el águila de vuestra legión al enemigo.
Yo, por mi parte, voy a cumplir mi deber hacia mi general y hacia la república”.
Los
legionarios avergonzados siguieron al aquilifer, logrando desembarcar atacar a
los defensores y ponerlos en fuga.
Desembarco de Cesar en Britania 55 a.C. El
aquilifer de la Legión X lanzándose al agua, al fondo se observa un carro de
guerra britano dispuesto a atacarle. Autor Mark Churms
Los romanos
establecieron un campamento en la cabeza de playa (del que no se han hallado
restos arqueológicos, hecho por el cual se desconoce el punto exacto de
desembarco). Una vez instalados en el recinto, el ejército recibió una embajada
de su aliado Comio, que había sido detenido por apoyar a César.
Carros de guerra britanos acosando a las
fuerzas de Cesar desembarcadas
Negociaciones
Cesar
decidió iniciar las negociaciones con los dirigentes britanos a los que,
alegando que estaban en una posición de inferioridad, exigió el cese de
ataques, la cesión de rehenes y la disolución de su ejército. Cuando los
britanos se hallaban a punto de aceptar las condiciones de César, al cuarto día
de su llegada a Britania, los 18 barcos que transportaban la caballería y las
provisiones por el canal de la Mancha, estando ya tan cerca de las islas y
divisando el campamento romano, se levantó de repente tal tormenta, y el viento
contrario las empujó hacia la Galia, parte de la flota fue destruida y el resto
tuvo que regresar.
Los
britanos viendo la penuria en que se hallaban los romanos de caballos, naves y
granos, al percibir la complicada posición de César, decidieron que lo mejor
era rebelarse, privar a los romanos de los víveres, y retenerlos en Britania
hasta que llegara el invierno.
En este
entretanto, habiendo destacamento de la Legión VII, había salido en busca de trigo,
descubrió una polvareda fuera de lo ordinario. Al enterarse Cesar mandó de
inmediato que fuesen las cohortes que estaban de guardia, cuando llegaron
vieron que el destacamento estaba dispersado y rodeado por enemigos, pronto las
cohortes de auxilio fueron también rodeadas por la caballería y carros de
guerra.
Emboscada de los britanos a la legión VII
en el 55 a.C. Un destacamento romano fue enviado a buscar grano, es emboscado
por los britanos, las cohortes que acuden en su ayuda acogen a los fugitivos,
siendo también rodeados, finalmente los britanos fueron puestos en fuga por
tropas de refuerzo.
“Su modo de pelear en tales vehículos es éste:
corren primero por todas partes, arrojando dardos; con el espanto de los
caballos y estruendo de las ruedas desordenan las filas, y si llegan a meterse
entre escuadrones de caballería, desmontan y pelean a pie. Los conductores, en
tanto, se retiran algunos pasos del campo de batalla y se apostan de suerte que
los combatientes, si se ven apretados del enemigo, tienen a mano el asilo del
carro. Así juntan en las batallas la ligereza de la caballería con la
consistencia de la infantería; y por el uso continuo y ejercicio es tanta su
destreza, que aun por cuestas y despeñaderos hacen parar los caballos en medio
de la carrera, cejar y dar vuelta con sola una sofrenada; corren por la lanza,
se tienen en pie sobre el yugo, y con un salto dan la vuelta al asiento’‘.
Carro de guerra britano y su tripulación
55 a.C. Se ve al conductor desplazándose por la lanza hasta llegar al yugo
donde se mantienen de pie, al fondo un oppidum britano. Autor Angus McBride
César había
reunido al resto de las cohortes y acudió a socorrerlos, llegando justo a
tiempo, los britanos huyeron y los legionarios regresaron al campamento, los
romanos se encerraron en el campamento para prepararse ante los subsiguientes
ataques. Al cabo de varios días, durante los cuales los britanos reunieron una
importante fuerza, atacaron el campamento romano. En este combate fueron
completamente derrotados. Durante la retirada, fueron masacrados por los 30
jinetes que Comio había logrado reunir entre las tribus de Britania afines a
César.
Tras la
debacle, los britanos enviaron una nueva embajada a César, doblando el número
de rehenes. Aunque César deseaba proseguir la lucha, no se atrevió a permanecer
más tiempo en suelo britano y ante la cercanía del invierno, decidió retirarse
para reorganizar sus fuerzas y planear una segunda expedición. De los britanos
se aseguró una promesa de rehenes, aunque sólo dos tribus cumplieron con lo
acordado.
Campaña del 54 a.C
César dio
orden a los legados comandantes de las legiones de construir cuantas naves
pudiesen, y de reparar las viejas, dándoles las medidas y forma de su
construcción. Para cargarlas prontamente y hacerlas de menor calado que las
usadas en el Mediterráneo. Una vez construidas las mandó reunir en el puerto de
Icio.
Determinado
a no cometer los mismos errores del año anterior, César reunió una fuerza
superior a la de la primera expedición (cinco legiones, en contraste con las
dos empleadas en la anterior invasión, y más caballería). Los barcos que se
utilizaron para esta segunda invasión habían sido mejorados a partir de la
tecnología de los barcos de guerra vénetos.
Cruce y desembarco
Con unos
800 barcos, buques de guerra mercantes, embarcó 5 legiones (35.000 hombres) y
unos 2.000 jinetes. Dejó a Tito Labieno, en puerto Icio para asegurar los
suministros al mando de tres legiones y 2.000 jinetes.
Al poner
del sol se hizo a la vela. Navegó a favor de un ábrego fresco, pero a eso de
medianoche, calmado el viento, perdió el rumbo, y llevado de las corrientes un
gran trecho, advirtió a la mañana siguiente que había dejado Britania a la
izquierda. Entonces virando de bordo, a merced del reflujo, y la fuerza de remos
procuró ganar la playa más cómoda para el desembarco.
Arribó toda
la armada a la isla casi al hilo del mediodía sin que se dejara ver enemigo
alguno por la costa; y es que, según supo después César por los prisioneros,
que habiendo visto la cantidad de naves, se habían retirado y metiéndose tierra
adentro.
Cuando
César desembarcó y tras elegir el lugar del campamento, dejó a Quinto Atrio al
cargo de la defensa de la playa y de las naves al frente de una fuerza de 10
cohortes y 300 jinetes, mientras él realizaba una marcha nocturna.
Campaña de Cayos Julio Cesar en Britania
54 a.C
Campaña de Kent
Cuando
había recorrido unos 12 millas (20 km) hacia el interior, se encontró con las
fuerzas britanas en el cruce de un río (probablemente el Stour), alcanzó a
descubrir los enemigos, los cuales, avanzaban con su caballería y carros de
guerra hasta el río, tratando de parar la marcha y trabar batalla. Los britanos
atacaron, pero fueron rechazados por la caballería romana y trataron de
reagruparse en un lugar fortificado en los bosques (posiblemente la fortaleza
de Bigbury Wood, en Kent). Desde su posición fortificada, trataron de
defenderse, pero los soldados de la Legión VII, levantaron terraplén contra la
fortificación, y la asaltaron, los britanos huyeron. César no permitió seguir
avanzando por desconocer el terreno y porque era tarde y quería que le quedase
tiempo para fortificar su campamento. Derrotados de nuevo, terminaron
dispersándose.
Sin
embargo, a la mañana siguiente, cuando se preparaba para seguir avanzando,
César recibió noticias de Atrio de que, una vez más, el anclaje en los buques
se había visto azotado por una tormenta y había sufrido daños considerables.
Según él se perdieron aproximadamente cuarenta naves. Los romanos habían
utilizado esos barcos para cruzar el Canal de la Mancha, y habían soportado
mareas y tormentas. Cesar se volvió de inmediato a la costa y llamó a todas sus
legiones, con órdenes de que se pusieran a trabajar en la reparación de los
barcos. Los legionarios trabajaron día y noche durante diez días en la
reparación de los barcos y en la construcción de un campamento fortificado
alrededor de la zona de desembarco. Mientras, César envió un mensaje a Labieno
con órdenes de enviar más barcos.
Marcha sobre Wheathampstead
César regresó
al cruce del río Stour, donde se encontró con una gran fuerza de britanos.
Casivelono, un señor de la guerra del norte del Támesis que había estado
anteriormente en guerra con todas las tribus británicas, había derrocado
recientemente al rey de los trinovantes y había mandado a su hijo al exilio. A
pesar de todo, los britanos le habían elegido para liderar la resistencia.
Cuando los
romanos avanzaban, los jinetes y carros de guerra britanos trabaron en el
camino un recio choque con la caballería romana, forzándolos finalmente a
retirarse a los bosques y cerros.
Carro de guerra y jinete belgas que se
habían refugiado en Britania acosando a un legionario romano durante la segunda
expedición de Cesar a Britania en el 54 a.C. Autor Angus McBride
Más tarde
cuando los romanos estaban descuidados y ocupados en fortificar su campo,
salieron al improviso del bosque, y arremetiendo a los que hacían guardia
delante de los reales pelearon bravamente. Entonces César envió las dos
primeras cohortes de dos legiones en su ayuda, perdiendo la vida en esta
jornada el tribuno Quinto Laberio Duro.
Al día
siguiente se apostaron los enemigos lejos del campamento en los cerros, y
comenzaron a presentarse no tantos, y a escaramuzar con la caballería más
flojamente que el día antes. Pero al mediodía, César destacó tres legiones y
toda la caballería con el legado Cayo Trebonio a forrajear, de repente los
britanos cayeron por todas partes sobre los que andaban muy separados de
las banderas y legiones. Tribonio logró formar las legiones y cargar contra los
britanos. El resultado de esta batalla fue una aplastante victoria
romana, a la que siguió la posterior debacle del ejército britano, cuando sus
fuerzas fueron perseguidas y exterminadas por retaguardia por la caballería.
Carros de guerra de Casivelono atacando a
las legiones de Cesar en Britania. Autor Angus McBride
Casivelono
se dio cuenta de que no podía derrotar a César en batalla campal y decidió
disolver la mayor parte de su ejército, confiando en la rapidez y movilidad de
sus 4.000 carros de guerra y en su conocimiento del terreno. Tras ello,
Casivelono empezó a utilizar tácticas de guerrilla para desgastar al ejército
de César, sin arriesgarse a un enfrentamiento directo. Sin embargo, César
continuó penetrando en territorio enemigo y alcanzó el río Támesis, donde se
encontró con una gran fortaleza localizada en la actual Westminster. A pesar de
la resistencia que los britanos se opusieron al avance de César, éste consiguió
consiguió cruzar el río y continuar su marcha en territorio enemigo.
El escritor
griego Polieno relata una anécdota en su Stratagemata (Estratagemas) según la
cual César superó la defensa del río mediante un elefante con armadura. Este
comentario puede ser verdad o quizás se deba a una confusión con la conquista
romana de 43 DC, cuando el emperador Claudio sí que llevó elefantes a Britania.
Romanos vadeando el río Támesis 54 a.C
durante la expedición de Julio Cesar a Britania, se ve que incluso llevó un
elefante indio que causó terror entre los britanos. Autor David Pentland
Viendo el
avance de Cesar, los trinovantes, tribu que era la más poderosa de la región
decidieron enviar una embajada a César prometiéndole soldados y provisiones.
Mandubracio, que había acompañado a César, fue restaurado en el trono de los
trinovantes y la tribu suministró al general alimentos y rehenes. Cinco tribus
más, los icenos, los segoncíacos, los ancalites, los bíbrocos y los casos, se
rindieron a César y le revelaron la ubicación del campamento base de Casivelono,
probablemente localizado en la colina fortificada de Wheathampstead, al que
César puso inmediatamente bajo sitio.
Casivelono
envió peticiones de ayuda a sus aliados de Kent: Cingétorix, Carvilio,
Taximágulo y Ségovax descritos por Cesar como los cuatro reyes de los
cantiacos. El plan de Casivelono era que estos dirigieran un ataque combinado
contra los atrincheramientos navales mientras las fuerzas de Cesar le
asediaban, con el objetivo de expulsarles de la región.
Realizaron
el ataque pero los romanos hicieron una salida, matando a muchos de ellos, y
capturando entre otros, al noble caudillo Lugotórige, se restituyeron a las
trincheras sin pérdida alguna. Tras la derrota se retiraron y Casivelono se vio
obligado a negociar su rendición. César estaba ansioso por volver a la Galia
debido a los crecientes disturbios que allí se estaban levantando y estuvo de
acuerdo en negociar una paz con Comio como mediador. Casivelono, por su parte,
cedió rehenes y se comprometió a no volver a atacar a Mandubracio o a los trinovantes.
Cuando
César emprendió el regreso a la Galia, no dejó ni un solo soldado como
guarnición en la isla. No obstante, la entronización de Mandubracio supuso el
establecimiento de un rey-cliente en la isla. De esta manera, Britania quedó
dentro de la zona de influencia de Roma y, durante más de un siglo, se
mantuvieron relaciones diplomáticas y comerciales. El territorio britano quedó
abierto para una posible conquista, que finalmente fue llevada a cabo por
Claudio en el año 43.
Expedición contra los eburones (54-53 a.C)
En el
año 54 AC, César estacionó una legión y cinco cohortes (una legión y
media) durante el invierno en el país de los eburones, que habitan entre el
Mosa y el Rin, bajo el mando de los legados Quinto Titurio
Sabino y Lucio Aurunculeyo Cota. Los eburones, encabezados por su rey
Ambiorix y atacaron y mataron a unos legionarios romanos que buscaban alimento
fuera del campamento. Algunos soldados huyeron y se refugiaron en el
campamento, los romanos tomaron inmediatamente las armas, desplegaron en línea
y destacaron un grupo de jinetes hispanos, en el choque los galos fueron
derrotados y desistieron del asalto. Al ver Ambiorix lo arriesgado que suponía
seguir el combate, decidió negociar con los jefes romanos y les ofreció
información de cómo otras tribus planeaban atacar los campamentos romanos con
ayuda de tribus germánicas que cruzarían el río Rin.
Ambiorix rey de los eburones. A la
izquierda dibujo del rey, a la derecha monumento erigido en Tongeres o Tongren
Batalla de Atuatuca 54 a.C
Asustados
con las noticias, aunque venía de boca del enemigo, no podían despreciarlas.
Tenían dos opciones o quedarse y pedir refuerzos o bien levantar el campamento
e ir a otro campamento.
Campañas de Cesar en el 54 a.C: segunda
invasión de Britania, campaña contra los eburones, cornutes y senones.
Para evitar
el riesgo los romanos decidieron trasladarse, iniciaron el viaje al amanecer y
cuando cruzaban un valle de Atuatuca Tungrorum (la actual Tongeren en Bélgica),
Ambiorix les había tendido una trampa, la vanguardia fue bloqueada y la columna
fue atacada por ambos flancos desde las laderas del valle. Los romanos
reaccionaron formando círculos para defenderse de los ataques. Los galos
lanzaban proyectiles a los círculos, y cuando los romanos salían de la
formación para atacar a los galos, estos huían monte arriba, su mayor peso del
equipo les impedía hacer una persecución eficaz. Con el tiempo las bajas fueron
aumentando y la tropa romana fue exterminada, salvo unos pocos que escaparon
por el bosque y llegaron hasta el campamento de Tito Labieno. Cayeron
la legión y las cinco cohortes.
La batalla entre el ejército de los
eburones dirigidos por Ambiorix y legiones de César en el 54 a.C. Autor Nick
Roysman.
Asedio de Cicerón
Envalentonado
Ambiórix con esta victoria, marchó sin dilación con su caballería a los
aduáticos, confinantes con su reino, sin parar día y noche, y mandó que
siguiese detrás la infantería. Los aduáticos se unieron a la rebelión, y al día
siguiente se dirigieron a los nervios. Despachando al punto mensajeros a los
centrones, grudios, levacos, pleumosios y gordunos, reunieron un gran ejército
y se dirigieron a otro campamento romano a cargo de Quinto Tulio Cicerón,
hermano del famoso orador y que se encontraba en Namur.
Los romanos
que estaban en busca de leña y fajina, fueron sorprendidos con la repentina llegada
de los galos, que empezaron a atacar el campamento. Cicerón envió mensajeros a
Cesar prometiéndoles una gran recompensa, todos fueron capturados.
Los galos
cercaron el campamento con foso y terraplén, al día séptimo del cerco, soplando
un viento recio, empezaron a tirar proyectiles incendiarios, prendiendo fuego a
los barracones cuyo techo eran de paja, y con la violencia del viento se
extendió por todo el campamento. Los seguros ya de la victoria, acercaron la
torre de asedio y con escalera comenzaron a escalar el vallado. Los romanos
consiguieron derribar y quemar la torre.
Cicerón
envió a un esclavo galo llamado Verticón, prometiéndole la libertad y grandes
galardones, para que llevase un mensaje a Cesar, consiguiendo pasar las líneas.
Cesar recibió el mensaje a los once días de asedio, mandó inmediatamente aviso
al cuestor Marco Craso que tenía sus cuarteles en los belovacos, a distancia de
unos 40 km mandándole que acudiese inmediatamente con su legión. Envió otro al
legado Cayo Fabio, para que condujese su legión a la frontera de Artois, por
donde pensaba él hacer su marcha. Mandó otro a Labieno, para se acerque con su
legión a los nervios. Partiendo con 400 jinetes inmediatamente.
Los galos,
al enterarse de los movimientos por sus espías, levantaron el cerco, y con
todas sus tropas, que se componían de 60.000 efectivos, se dirigen contra
César. Cicerón, pidió de nuevo a Verticón, que llevase otra carta a César.
Recibida esa carta César, al enterarse de que Cicerón estaba libre de asedio, y
por tanto no era menester apresurarse, eligió un terreno favorable, hizo alto,
y se atrincheró lo mejor que pudo con sus 7.000 efectivos.
Los galos
aguardaban mayores refuerzos, que aún no se habían reunido. A la mañana
siguiente, la caballería gala se acercó al campamento, la caballería romana
salió y se trabó combate. Cesar ordenó replegarse al campamento.
Envalentonados
los galos, avanzaron con su ejército desordenadamente contra la empalizada, y
arrojando toda clase de proyectiles, y otros comenzaron llenar los fosos.
Entonces César ordenó abrir todas las puertas y hacer una salida, poniendo en
fuga a los enemigos que se encontraban desperdigados, de suerte que no
ofrecieron mucha resistencia, salió después la caballería que los persiguió con
que mató a muchos de ellos.
Asedio de Lavieno
Mientras
Labieno, había entrado en el país de los nervios y se había atrincherado para
evitar que estos se uniesen a la rebelión. El rey nervio Induciomaro casi
diariamente andaba merodeando alrededor del campamento con toda su caballería,
bien para observar el asedio, bien para trabar conversación, o bien para acosar
lanzando proyectiles. Labieno tenía a los suyos encerrados en las trincheras, y
procuraba por todos los medios dar la impresión que tenían miedo.
Todos los
días Induciomaro realizaba su demostración de fuerza sin que hubiese reacción
por parte de los defensores. Esto les hacía cada vez más atrevidos. Un día
mientras los jinetes galos estaban lanzando proyectiles a la empalizada romana,
Labieno ordenó salir toda su caballería por dos puertas, con la orden expresa
de matar solo a Induciomaro, prometiendo un gran premio al que le matase, y
detrás destacó a parte de la legión para apoyar a la caballería. Al ir todos
tras Induciomaro, este intentó vadear un río para huir, siendo muerto, y su
cabeza llevada en triunfo al campamento. La caballería de vuelta persiguió y
mató a cuantos pudo. Con la noticia de la muerte, las tropas de los eburones y
nervios se dispersaron.
Tras la
victoria, Cesar quiso dar un escarmiento a los eburones, su país era difícil
para los romanos, al ser boscoso y abundante en parte de ciénagas. César invitó
a los pueblos vecinos a saquearlo, para preservar sus propios hombres, y
también, con la ayuda de ellos, para exterminar a este pueblo. César incendió
cada villa y edificio que pudo encontrar en el territorio de los eburones, se
llevó todo el ganado, y sus hombres y bestias consumieron todo el grano que el
tiempo de la estación otoñal no había destruido. Dejó a aquellos que se habían
ocultado, si quedó alguno, con la esperanza de que morirían de hambre en el
invierno. Y así parece que ocurrió, pues no se volvió a oír nada sobre los
eburones. Su país pronto fue ocupado por otra tribu germana, los tungros.
Este mismo
año se produjeron varias rebeliones esporádicas, como la de los carnutes o los
senones, pero fueron fácilmente reprimidas.
Tropas de Cesar atacando un poblado galo posiblemente
eburón. Autor Christian Jégou
Tercera campaña contra los germanos (53 a.C)
Muerto
Induciomaro, los tréveros no pierden ocasión de solicitar a los germanos y
ofrecer dineros. César cuando se enteró de que los nervios, aduáticos y
menapios juntamente con todos los germanos de esta parte del Rin, se estaban
armando; decidió no esperar el fin del invierno, y se puso al frente de cuatro
legiones las más inmediatas, entró en territorio de los nervios, y antes que
pudiesen escapar, tomó gran cantidad de ganados y personas, y los repartió
entre los soldados, obligándoles a entregarse y darle rehenes. Concluida la
operación, envió de nuevo las legiones a sus cuarteles de invierno.
Sosegada
esta parte de la Galia, todas sus miras y atenciones se dirigieron a la
expedición contra los tréveros y los eburones de Ambiórix.
Campaña de Cesar en la Galia en el 53 a.C.
Campaña contra los tréveros, eburones y tercera campaña contra los germanos.
Campaña
contra los menapios
Los
menapios, vecinos a los eburones, cercados de lagunas y bosques eran los únicos
que nunca habían tratado paz con César. Ambiórix tenía con ellos el derecho de
hospedaje, y habían también contraído amistad con los germanos por medio le los
tréveros. Con el fin de acabar con ellos envió a Labieno con los bagajes de
todo el ejército con la escolta de dos legiones, y él con cinco legiones a la
ligera marchó contra los menapios. Éstos, confiados en la fortaleza del sitio,
se refugiaban entre los sotos y lagos con todas sus pertenencias.
César,
repartiendo sus tropas con el legado Cayo Fabio y el cuestor Marco Craso,
construyeron unos pontones, atacaron por tres direcciones, quemando caserías y
aldeas, y capturando gran porción de ganado y gente, forzando a los menapios a
enviar embajadores pidiendo paz. Una vez recibidos los rehenes y obtenido la
promesa de no acoger en su país a Ambiórix ni a sus seguidores, partió contra
los tréveros.
Lavieno derrota a los tréveros
Mientras,
los tréveros, con un gran ejército de infantes y jinetes se disponían a atacar
por sorpresa a Labieno, que con una legión sola invernaba en su comarca. Se
encontraban a dos jornadas de distancia, cuando recibieron noticias de las dos
legiones enviadas por César. Acamparon a unos 25 km de distancia y decidieron
esperar los refuerzos de Germania. Labieno, enterado de las intenciones de sus
enemigos, dejó 5 cohortes a cargo de los bagajes, él con 25 y la caballería
marchó contra el enemigo, y a una milla de distancia fortificó su campo.
Mediaba entre Labieno y el enemigo un río de difícil paso y de riberas
escarpadas. Ni él pensaba en atravesarlo, ni creía que los enemigos lo pasasen.
Con el fin
de obligar a los tréveros a cruzar antes de la llegada de los germanos, ideó
una estratagema, celebró un consejo de guerra en el que se acordó que al día
siguiente levantarían el campamento y se irían, sabiendo que las noticias
llegarían a los galos, mandó mover las tropas con mayor estruendo posible, para
que pareciese una huida.
Los galos
se decidieron atravesar el río sin esperar a los germanos, Labieno, tal y como
había previsto, avanzó lentamente hasta que todos hubiesen cruzado el río.
De repente,
mandó volverse y desplegar contra el enemigo, destacando algunos jinetes para
proteger el bagaje, el resto los situó en las alas y los infantes en el centro.
Los romanos
se dirigieron contra sus desorganizados perseguidores, lanzando primero las
pila y a continuación cargaron, el ataque sorpresa los cogió desprevenidos, y
tras el primer choque retrocedieron chocando con los que los seguían, los
legionarios aprovecharon la confusión y produjeron una gran mortandad, muchos
huyeron a los bosques cercanos; pero fueron perseguidos y alcanzándolos por la
caballería, muchos murieron y otros tantos fueron hechos prisioneros.
Romanos contra galos primera fase lanzamiento
de pilum. Cuando el enemigo se encuentra a unos 30 metros lanzan primero la
pilum ligera y a continuación la pilum pesada. Fuente Warlord Games
Romanos contra galos segunda fase cuerpo
a cuerpo. Una vez lanzadas los pilum, los legionarios desenvainan la gladius y
chocan con el enemigo, donde tienen ventaja sobre las espadas galas que
necesitan mucho espacio para ser manejadas debido a su longitud. Fuente Warord
Games
En pocos
días recobró todo el país. Los germanos que venían de socorro, al
enterarse de la desgracia, se volvieron a sus casas, los parientes de
Induciomaro huyeron con ellos, y el gobierno recayó en Cingetórix que siempre
se había mantenido leal a los romanos.
Tercera campaña contra los germanos
César,
llegó al país de los tréveros después de la expedición de los menapios,
determinó pasar el Rin, por dos razones: la primera, porque los germanos habían
enviado socorros a los tréveros; la segunda, porque Ambiórix no hallase acogida
en sus tierras. Con esta resolución da orden de lanzar un puente poco más
arriba del sitio por donde la otra vez transportó el ejército. Instruidos ya de
la traza y modo los soldados, a pocos días, por su gran esmero dieron concluida
la obra. César, puesta buena guarnición en el puente por el lado de los
tréveros para precaver toda sorpresa, pasa las demás tropas y caballería. Los
ubios, que antes le habían dado rehenes y no habían enviado socorro
a los tréveros, suplicaron que no los maltratase, ya que fueron los suevos los
que prestaron los socorros; y les informa de los caminos a seguir para ir al
país de los suevos.
A los pocos
días de haber cruzado, los ubios informaron de que los suevos estaban reuniendo
todas sus tropas en un lugar, obligando a las naciones dependientes a que
acudiesen con infantes y jinetes. Conforme a estas noticias, hizo provisión de
granos, y asentó sus reales en un lugar ventajoso. Mandó a los ubios a recoger
los ganados y todos los víveres de los campos, esperando que los suevos,
forzados a la penuria de alimentos, se resolverían a pelear inmediatamente.
Después de algunos días, llegó la noticia de que los suevos, desde que supieron
de cierto la venida de los romanos, con todas sus tropas y las auxiliares se
habían retirado tierra adentro a lo último de sus confines. Allí se extiende
una selva interminable llamada Bacene.
Al
enterarse de la retirada de los suevos, decidió replegarse, pero para contener
a los bárbaros con el miedo de su vuelta, y permitir el tránsito de sus tropas
auxiliares, una vez pasado el ejército, desmonto doscientos pies del extremo
del puente en el lado germano, y en la otra levantó una torre de cuatro altos,
y puso en ella para guarnición y defensa del puente doce cohortes, quedando
bien pertrechado este puesto, y por el joven Cayo Volcacio Tulo.
Puente de Cesar sobre el río Rin en el 53
a.C. Al fondo se ve el campamento de Cayo Volcacio con 12 cohortes para defender
el puente. Autor Peter Connolly
César
decidió marchar contra Ambiórix, envió por delante a Lucio Minucio Basilo con
toda la caballería por la selva Ardena, la mayor de la Galia, que va desde las
orillas del Rin y fronteras de los treveros corre por más de 500 millas (750
km), alargándose hasta los nervios; no permitiéndole hacer fuegos en el campo a
fin de que no se aparezca de lejos señal de su venida, y añade que presto le
seguirá.
La súbita
llegada les sorprendió en medio de sus labores, Ambiórix fue sorprendido pero
pudo escapar, dado que compañeros y sirvientes detuvieron un rato la caballería
romana dentro del recinto de su palacio, pero tuvo que abandonar todas sus
posesiones. Después despachó secretamente correos por todo el país,
avisando que se salvasen como pudiesen. Con eso unos se refugiaron en la selva
Ardena, otros entre las lagunas inmediatas, los vecinos al Océano en los
islotes. Cativulco, rey de la mitad del país de los eburones, cómplice de
Ambiórige, agobiado de la vejez, no pudiendo aguantar las fatigas de la guerra
ni de la fuga, se suicidó bebiendo jugo de tejo, de los que hay gran abundancia
en la Galia y en la Germania.
Los segnos
y condrusos, descendientes de los germanos, situados entre los eburones y
tréveros enviaron legados a César, suplicándole ”que no fuesen tratados como
enemigos”, les ordenó que si se acogiesen eburones fugitivos se los entregase
inmediatamente y les dio palabra de no molestarlos.
Después
distribuyó el ejército en tres partes, e hizo llevar los bagajes de todas las
legiones a una castiella llamada Atuatica, que estaba situada casi en medio de
los eburones, donde Titurio y Arunculeyo habían estado de invernada. Prefirió
César este lugar por estar céntrico y por estar aún en pie las fortificaciones
del año anterior, con que ahorraba el trabajo a los soldados. Para su
protección dejó la Legion XIV, que era una de las tres alistadas últimamente y
traídas de Italia, junto con 200 jinetes bajo el mando de Quinto Tulio Cicerón.
De las tres
partes en que dividió su ejército, una parte con tres legiones bajo el mando de
Tito Lavieno fue enviada a las costas del Océano contra los menapios. Un
segundo grupo con otras tres legiones bajo el mando de Cayo Trebonio contra los
aduáticos. Él, con las otras tres restantes, marcho en busca de Ambiórix, que
según le decían, se había retirado con algunos jinetes hacia el río Sabis
(Sambre), donde se junta con el Mosa al final de la selva Ardena. Prometió
volver en siete días, y pidió a Labieno y Trebonio volviesen el mismo día con
ánimo de comenzar otra vez con nuevos bríos la guerra, conferenciar entre sí
primero, y averiguar las intenciones del enemigo.
Estos
parajes eran conocidos sólo de los lugareños y había que proceder con gran
cautela, la variedad de los senderos desconocidos les impedía el marchar
juntos. Era preciso destacar varias partidas de seguridad y los galos
aprovechaban la dispersión para tenderles emboscadas.
Guerrero germánico contra legionario
romano siglo I a.C
César
despachó correos a las ciudades comarcanas convidándolas con el cebo del botín
al saqueo de los eburones, queriendo más exponer la vida de los galos en
aquellos lares que la de sus soldados. Mucha fue la gente que luego acudió de
todas partes a este ojeo.
Voló la
noticia del saqueo de los eburones a los germanos del otro lado del Rin, y como
todos, estaban invitados. Los sicambros vecinos al Rin, que habían acogido a
los tencteros y usipetes fugitivos, reunieron 2.000 jinetes, y pasaron el río
en barcas y balsas unas treinta millas (45 km) más abajo del lugar donde estaba
el puente cortado y la guarnición dejada por César, entraron en territorio de
los eburones: cogiendo a muchos que huían descarriados, y juntamente grandes
hatos de ganados de que ellos son muy codiciosos. Cebados en la presa, prosiguieron
adelante, sin detenerse por lagunas ni por selvas. Preguntaron a los cautivos
dónde para César. Respondiéndoles que estaba muy lejos, y con él todo su
ejército, uno de los cautivos dijo: “¿Para
qué os cansáis en correr tras esta ruin y mezquina ganancia, pudiendo haceros
riquísimos a poca costa? En tres horas podéis estar en Atuática, donde han
almacenado los romanos todas sus riquezas. La guarnición es tan corta, que ni
aun a cubrir el muro alcanza; ni hay uno que ose salir del cercado”.
Los germanos
en cuanto se enteraron, pusieron a buen recaudo su botín y se dirigieron a la
castiella de Ataútica.
Cicerón,
todos los días precedentes, según las órdenes de César, había contenido con el
mayor cuidado a los soldados dentro de la castiella, sin permitir que saliese
de la fortaleza, pero el sétimo día, desconfiando que César hubiese cumplido su
palabra, por haber oído que se había alejado mucho y no tener la menor noticia
de su regreso, envió cinco cohortes a forrajear en las zonas de alrededor, con
su gran recua de acémilas.
Antes de
que regresaran, aparecieron los jinetes germanos a galope tendido, muchos no
tuvieron tiempo de meterse dentro. Los enemigos se abalanzan a todas partes por
si podían encontrar una entrada abierta por donde irrumpir. Muchos de los
heridos convalecientes se unieron a la defensa, entre ellos Publio Sestio
Báculo, ayudante de César, que tuvo un comportamiento heroico.
La partida
de vuelta del forrajeo, viendo el jaleo, se adelantaron los jinetes para
reconocer lo que pasaba, no hay para ellos lugar seguro.
Los
bárbaros, descubriendo a lo lejos estandartes, desistieron del ataque, creyendo
a primera vista que las legiones habían retornado, pero después, viendo el
corto número, arremetieron por todas partes.
La partida
de forrajeo huye a una altura, siendo rodeados. Unos opinaban que estando tan
cerca, formar en cuña y romper el cerco, otros son partidarios de quedarse en
la colina.
Los
partidarios de romper el cerco, capitaneados por Cayo Trebonio, formaron la
cuña y consiguieron pasar por medio de los enemigos sin una sola baja, entrando
en la castiella, los acemileros y jinetes, corriendo tras ellos por el camino
abierto, amparados del valor de los soldados, se salvaron igualmente.
Al
contrario los que se quedaron en el cerro, ni perseveraron en el propósito de
hacerse fuertes en aquel lugar ventajoso, ni supieron imitar a los primeros,
sino que se metieron en un barranco para infiltrarse. Fueron rodeados y
muertos, unos cuantos milagrosamente se salvaron.
Los
germanos, perdida la esperanza de la castiella, se retiraron tras el Rin con el
botín que habían guardado en el bosque.
César
emprendió de nuevo las operaciones para acabar con los eburones, reunió en los
territorios vecinos un gran contingente de caballería y lo envió en todas las
direcciones. Incendiaron todos los pueblos y casa que se encontraron a su paso,
entrando a saco todos los lugares. Capturaron el ganado, las personas y las
mieses no sólo fueron destruidas de tanta muchedumbre de hombres y bestias,
sino también por causa de la estación y de las lluvias que echaron a perder lo
que pudo quedar.
Después de
haber asolado el país, César reunió su ejército con la pérdida de dos cohortes
en la ciudad de Durocortoro (Reims), en el país de los remos, donde convocó
consejo de toda la Galia, para tratar la conjura de los senones y carnutos; y
pronunciada sentencia de muerte contra el príncipe Acón, que había sido su
cabeza, la ejecutó según costumbre de los romanos. Algunos temiendo el juicio
huyeron.
Para
invernar alojó dos legiones en la tierra de tréveros, dos en la de los lingones
y otras seis en la de los senones, en Agencico, dejándolas todas provistas de
trigo, partió para Italia a tener las acostumbradas reuniones.
Sublevación de Vercingetorix (52-51 a.C)
Alzamiento de Vercingetorix
En el
invierno de 53 a.C, César se desplazó hasta una de sus provincias, la
Galia Cisalpina. Vercingétorix (joven muy poderoso, cuyo padre fue Celtilo el
mayor príncipe de toda la Galia, y al fin muerto por sus nacionales por querer
hacerse rey de todos), convocó sus leales arvernos, los amotinó fácilmente.
Conocido su intento por Goba su tío y los demás señores que desaprobaban este
atentado, le expulsaron de Gergovia. Reunió toda clase de gente que se uniese
la causa contra los romanos, y les exhortó a liberar la Galia del yugo romano,
exhortándoles a tomar las armas aprovechando la situación de la aniquilación de
las legiones romanas en la batalla de Carras por los partos.
En el año
52 a.C, los comerciantes romanos de Cénabo (Orleans), fueron masacrados por
los carnutes dirigidos por Cotuato y Conetoduno, entre ellos los muertos se
encontraba el noble caballero Cayo Fusio Cota, a quien César le había encargado
las provisiones. Las noticias volaron, y a esto le siguió la matanza de todos
los ciudadanos romanos, comerciantes y colonos en las ciudades galas más
importantes. El grueso del ejército de César se hallaba en el territorio de los
senones (6 legiones), pero por una campaña de guerrillas y tierra quemada de
parte de los galos, las legiones no estaban en condiciones de actuar de hecho.
Vercingetórix
fue nombrado rey de los arvernos y expulsó a los que antes le expulsaron a él.
Envió embajadores a todos los pueblos y les rogó que permanecieran fieles. Rápidamente
se unieron los senones, parisios, pictones, cadurdos, turones, aulercos,
lemovices, andes y todos los que tocan el Océano. Por unanimidad se le concede
el mando supremo de todos los pueblos galos, a excepción de los héduos que
siguieron aliados de Roma. Valiéndose de esta potestad absoluta, exigió rehenes
a todas estas naciones, y mandó que aportasen cierto número de soldados. Para
cada una de las provincias se le determinó la cantidad de armas y el tiempo
preciso de fabricarlas. Sobre todo empezó a proveerse de caballos. Para mantener
la disciplina y obligar a los indecisos estableció una serie de castigos. Por
delitos graves eran condenados a muerte por el fuego y a todo género de
tormentos. Por faltas leves, cortarles las orejas o sacarles un ojo, y después
enviados a sus casas para servir de escarmiento y ejemplo a los demás con la
magnitud del castigo.
Vercingetórix
y sus galos decidieron no hacer enfrentamientos directos, sino utilizar la
táctica de tierra quemada, para evitar que las legiones estacionadas no
obtuviesen suministros, por otro lado estableció relaciones con todas las
tribus galas, y asesinando a todos los habitantes romanos que se encontrasen en
el territorio.
Los galos
comandados por un tal Lucterio de la tribu de los rutenos, se unieron a los
arvernos, pasando a los nicióbreges y gábalos, obteniendo rehenes de ambas
naciones y aumentando sus efectivos, decidieron entonces dirigirse a Narbona,
la capital de la Galia Cisalpina.
Julio
César, que se encontraba en la Cisalpina, al enterarse cruzó inmediatamente los
Alpes con 2 legiones y se dirigió a Narbona.
Detenido el
avance de Lucterio, que se retiró en cuanto supo que Cesar se dirigía allí,
César aprovechó esto tomando las ciudades de las tribus rebeldes del sur de
Galia, principalmente de los carnutes y alobogres. Después se dirigió su marcha
al país de los helvios para dirigirse al territorio de los arvernos.
La montaña
Cebena, que separa los arvernos de los helvios, cubierta de nieve por ser
entonces lo más riguroso del invierno, sin embargo, abriéndose camino por seis
pies de nieve con gran fatiga de los soldados, penetró en los confines de los
arvernos. Cogidos éstos de sorpresa, porque se creían protegidos por un monte
que suponían que era impenetrable, no pudieron ofrecer resistencia, Cesar dio
orden a la caballería de correr todos aquellos territorios, dándoles rienda
suelta, llenando de terror a los galos. Las noticias llegaron hasta
Vercingetórix, y todos los arvernos lo rodearon espantados y pidieron que
pusiera remedio. Rendido en fin a sus peticiones, levantó el campo de Berri y
se dirigió al país de los arvernos.
Con motivo
de reclutar nuevas tropas y caballos, entregó el mando al joven Bruto, y le
recomienda emplear la caballería en correrías por todo el país; que él haría lo
posible para volver dentro de tres días. Acompañado solo por su escolta se
dirigió a Viena, allí se encontró con la nueva caballería que se había dirigido
mucho antes a esta ciudad, sin parar día y noche pasó por el territorio de los
héduos, marchando al país de los lingones donde invernaban las legiones. Desde
allí despachó órdenes a las demás legiones, para reunirlas todas en un lugar
antes que los arvernos pudiesen tener noticia de su llegada.
Luego que
la entendió Vercingetórix, vuelve de contramarcha con su ejército al país de
los biturgos; de donde pasó a sitiar a Gorgovina, población de los boyos, que
César había entregado a los héduos, cuando los venció en la guerra helvética.
Cesar
después de dejar 2 legiones con todos los bagajes del ejército en Agedinco, se
dirigió al país de los boyos. Primero se dirigió a tomar la ciudad de
Valeadonuno de los senones, ya que no quería dejar enemigos a su retaguardia.
En solo dos días habían circunvalado la ciudad; al tercero, enviaron emisarios
para tratar la entrega, les mandó rendir las armas, sacar fuera las
cabalgaduras y dar 600 rehenes. Encomendó la ejecución de esto a Cayo Trebonio
su legado; él, por no perder un punto de tiempo, mueve contra Genabo, ciudad de
los carnutos. Sus habitantes habían oído del cerco de Velaunoduno, y creyendo que
iría más despacio, estaban reuniendo refuerzos para defender la ciudad.
César se
presentó ante la misma, levantó el campamento y por ser ya tarde, difirió el
ataque para el día siguiente, para que no huyesen los sitiados, ordenó que 2
legiones velasen armas. Los genabeses, hacia la medianoche, salieron de la
ciudad en silencio, y empezaron a cruzar el río; avisado César, introdujo en la
ciudad las legiones que estaban en alerta, y se apoderó de la fortaleza. La
ciudad fue saqueada y la quemada entregando el botín a los soldados. Después
cruzó el Loira entró en el país de los biturgos.
Cuando
Vercingetorix se enteró de la llegada de Cesar, levantó el cerco y salió
a su encuentro.
César había
pensado asaltar a Novioduno, fortaleza de los biturgos, situada en el camino,
pero los habitantes enviaron mensajeros para rendir la ciudad a cambio del
perdón y sus vidas. Les mandó entregar las armas, los caballos, y dar rehenes.
Mientras hacían la entrega dentro de la ciudad, divisaron la caballería de
Vercingetorix que se acercaba, los sitiados tomaron las armas, cerraron las
puertas, y cubrieron las murallas. Los centuriones que estaban dentro,
conociendo por la bulla de los galos que algo estaba pasando, tomaron las
puertas, y se pusieron en salvo con todos los suyos.
César envió
su caballería para que se enfrente a la gala, al entablar combate, los suyos
estaban en dificultades, enviando 400 jinetes germanos, los galos fueron
puestos en fuga con muchas pérdidas. Ahuyentados éstos, atemorizados de nuevo
los sitiados, entregaron a César a los que creían haber alborotado la plebe, y
se rindieron.
Asedio de Avarico
Vercingetórix
decidió practicar la táctica de tierra quemada, todos los suministros debían
ser quemados, todas las ciudades galas al alcance de las unidades de Cesar que
fueran difíciles de defender, debían ser quemadas para privar así de
suministros a César. En un solo día se incendiaron más de 20 ciudades de los
biturigos.
Asedio de Avarico o Avaricum 52 a.C.
Despliegue de fuerzas
El jefe
galo ordenó a la tribu de los biturigos que abandonaran y quemaran su capital,
Avárico. Sin embargo, éstos confiaban en sus murallas y se negaron, alegando
que sus murallas eran inexpugnables y además estaba cercada casi por todos
lados por el río y una laguna, con sólo una entrada muy angosta. Consiguieron
convencer a Vercingetórix a hacer una excepción, éste acampó a las afueras de
la población, la ciudad contaba con unos 40.000 habitantes, de los cuales
10.000 eran guerreros.
Sin
embargo, con la aparición de César ante la ciudad con seis legiones y
auxiliares (de 35.000 a 40.000 efectivos), Vercingétorix trasladó sus ejércitos
a una distancia de 25 kilómetros de la ciudad, a una distancia perfecta para
hostigar a las fuerzas del cerco e impedir el acceso desde las regiones vecinas
para recibir refuerzos y suministros y poder forrajear. Para aumentar las
preocupaciones de César, sus aliados los boyos y héduos, no podía darle
suministros, ya que los primeros habían desertado en secreto pasándose al lado
de Vercingetorix y los segundos simplemente no tenían comida para compartir. La
escasez de cereales era tan agudo que los hombres comían sólo la carne. César
visitó personalmente a sus hombres y les dijo que si la escasez era demasiado,
debería levantar el sitio y retirarse. Sus soldados protestaron ya que no
querían perder la oportunidad de venganza por los romanos asesinados por los
galos.
Contentado
con la respuesta de sus tropas, César diseñó y comenzó a construir un
impresionante aparato de asedio. Comenzando desde un terreno alto, construyó
una especie de terraza de asedio. Se hicieron dos muros que la flanqueaban,
junto con dos torres que irían avanzando hasta las murallas del oppidum. Se
construyó otro muro entre los muros laterales para conectarlos y abrir el frente
de batalla.
Desde la
distancia, Vercingetorix hostigaba al ejército de César, pero su ejército
empezaba también a quedarse sin provisiones.
Conforme
continuaba la construcción de la plataforma de asedio de César, Vercingétorix
trató de provocar a César a emprender una batalla, pero éste la rechazó
sabiendo que el líder galo había elegido una posición elevada que sería difícil
para sus legiones. Ante el rechazo de César de pelear, Vercingétorix envió
10.000 hombres que montaron un campamento cerca de la ciudad para poder
aumentar el hostigamiento a los constructores de la rampa. Habiendo descubierto
esto, César avanzó en el silencio de la noche y amenazó al campamento principal
de Vercingétorix. Esto hizo que Vercingétorix se retirara a su campo principal,
dándose prisa en ir en su ayuda. Logrado su objetivo, César se retiró.
Asedio de Avarico o Avaricum 52 a.C. Se
puede apreciar la plataforma de asedio y las dos rampas con las torres de
asedio. Autor Peter Connly
Asedio de Avarico o Avaricum 52 a.C. Se puede
apreciar las dos torres de asedio construidas por los romanos y en frente las
torres construidas por los galos para contrarrestarlas. Autor Adam Hook
Asedio de Avarico o Avaricum 52 a.C. Se
aprecia la plataforma de asedio flanqueada por dos rampas para las torres de
asedio. Se aprecia los túneles protegidos para los trabajos de asedio. Maqueta
de la Academia de West Point.
Después de
25 días de intenso trabajo de construcción, rechazando los ataques de los galos
y los intentos de incendiar la plataforma de asedio, se terminó el dispositivo
de asalto. César ordenó que avanzaran las torres, y debido en gran medida a su
buena suerte, estalló una fuerte tormenta, haciendo que los centinelas galos
tuvieran que refugiarse en las torres de vigilancia y no en las murallas,
frente a las torres de asedio. Aprovechándose de esta falta de disciplina,
César furtivamente movió sus soldados hacia las torres y el muro, y lanzó
un ataque brutal. Las murallas cayeron rápidamente, y los galos supervivientes
se retiraron hacia el centro de la ciudad, creando una formación en cuña,
determinados a luchar hasta el final. Sin embargo, ningún legionario romano
bajó de las murallas, simplemente se quedaron allí cómodamente, mirando a los
galos. Cundió el pánico entre los defensores galos, y todos ellos huyeron por
todos los lugares por los que creían que podían escapar pero allí estaban los
soldados de César que mataban a todos los habitantes que intentaban huir.
Esta
victoria romana constituyó un fracaso en la táctica de tierra arrasada
utilizada por Vercingétorix. Las legiones de César no tenían intención de ser
benévolos con los 40.000 habitantes de Avárico, especialmente después de 25
días de raciones cortas y gran frustración. Según cuenta el propio César,
sobrevivieron sólo 800, que consiguieron escapar a la masacre que siguió.
Después de
alimentar a sus hombres con los abastecimientos almacenados en la ciudad,
decidió dejar descansar a su ejército en Avárico, hasta comienzos de junio.
Mientras tanto tuvo que mediar en un conflicto de sucesión entre los héduos
Convictolitavix y Coto, obligando a Coto a renunciar al poder.
Resuelto el
conflicto, pidió a los héduos toda su caballería y 10.000 infantes. Dividió su
ejército: 4 legiones con Labieno para que se dirigiese al país de los senones y
parisios, y él con las 6 legiones marcharía al país de los arvernos
dirigiéndose a su capital Gergovia. De la caballería dio una parte a Labieno,
otra se quedó consigo.
Asedio de Gergovia
Tras la
batalla de Avárico, Vercingetórix, se había retirado a la capital de los
arvernos, Gergovia, una ciudad situada en una colina de difícil acceso, y
protegida por un muro, y unos 200.000 galos. César con sus 6 legiones marchó
hacia Gergovia, pero se encontró con que Vercingetórix había quemado todos los
puentes que había sobre el río Elaver (Liger), y en el caso de construir un
puente, sería destruido por las tropas galas que estaban al otro lado del río.
Finalmente ambos ejércitos acamparon a la vista uno de otro separados por el
río.
César,
envió 4 legiones de su ejército hacia el sur con todos los bagajes, para que el
enemigo pensara que se estaba retirando. Al ver esto, los galos marcharon hacia
el sur para impedir que se construyera un puente allí. Entre tanto, César con 2
legiones que estaban escondidas en los bosques, construyeron un puente
aprovecharon los pilotes que permanecían intactos y cruzaron el río y eligieron
un buen lugar para fortificarse, llamando al resto del ejército. Al saber que
estos también habían cruzado, los galos huyeron a Gergovia.
Vercingetorix
situó su ejército en las laderas alrededor de la ciudad. Cuándo Julio César
llegó a Gergovia, instaló un campamento, dado que un asalto frontal era
imposible y además disponía de pocas provisiones. Después de pequeñas
escaramuzas, tomó una colina cerca de la ciudad y la fortificó con dos
legiones, y unió esta posición con doble foso para asegurar el enlace.
Un tal
Eporedorix avisó a Cesar que Levitaco que mandaba los 10.000 infantes héduos,
se había pasado al enemigo porque había llegado rumores de que Cesar había
matado a los rehenes. Tras un combate favorable de la caballería, dejó a Cayo
Fabio a cargo del cerco con dos legiones y se fue al el país de los héduos con
4 legiones y la caballería hédua sin bagajes para evitar que un tren de
provisiones héduo no se pasara al enemigo. Lo consiguió sin lucha enviando a
Eporédorix y Viridómaro, caudillos de los héduos, que estos daban por muertos,
ya que eran rehenes. El pretexto para sublevar a los héduos fue precisamente la
muerte de esta pareja de caudillos. En el camino de regreso a Gergovia, César
se enteró por mensajeros que sus campamentos corrían sumo peligro y que estaban
siendo asaltados por enormes fuerzas.
Aprovechando
el momento en que las fuerzas romanas habían disminuido, Vercingetórix atacó el
campamento romano, a duras penas aguantó Fabio, al día siguiente sufrió otro
ataque.
Cuando
Cesar regresó restableció la situación, pero se dio cuente que tomar la ciudad
al asalto era imposible ya que no contaba con fuerzas suficientes y que
retirarse inmediatamente le haría parecer débil a sus enemigos, así que que
planeó una pequeña victoria para mantener las apariencias.
César
observó una posición en una colina que había sido abandonada por los galos y
recordó que en días anteriores apenas podía verse por la multitud de hombres
que había allí, y la otra bien defendida, así que ordenó de noche un ataque con
la caballería así como con las mulas de los bagajes para dar la impresión
de una fuerza mayor, y que hicieran el mayor ruido posible para atraer la
atención, mientras otras legiones atacaban a una posición mal defendida.
Asedio de Gergovia 52 a.C. Se
aprecia los dos campamentos romanos unidos por un foso, el ataque de diversión
de la caballería de Cesar y la dirección de ataque de las legiones.
La
caballería ocupó la colina de los Risolles, próxima a Gergovia, y cuando los
galos acudieron a ese sector para defenderlo, Cesar atacó posiblemente con
cuatro legiones entre las que se encontraban la VII, la VIII y la X. Asaltaron
los muros que rodeaban los campamentos galos y lo hicieron con tanta rapidez
que Teutomato, rey de los niciobreges fue sorprendido en su tienda descansando.
Tomaron tres de los campamentos galos, matando a muchos de los que allí se
encontraban.
Cesar
alcanzado su objetivo, Cesar dio la orden de retirada, la caballería y la X
legión le obedecieron y se retiraron, mientras que el resto, o bien no
escucharon la señal o bien ansiando una victoria rápida, cargaron hasta las
mismas puertas de la ciudad. Licio Flavio, centurión de la Legión VIII,
consiguió escalar las murallas de la ciudad, siendo seguido por varios
compañeros. Las fuerzas del ejército galo que estaban defendiendo el otro
sector regresaron y se sumaron a los defensores, poco a poco los romanos fueron
cayendo y siendo expulsados. Viendo esto, Julio César, ordenó a Tito Sixtilio
que mandaba el campamento pequeño con la Legión XIII, que sacara las cohortes y
las dispusiera al pie de la colina a la derecha del avance galo, para proteger
a las legiones que habían desobedecido, y facilitarles la retirada.
Batalla de Gergovia. Autor Mariusz Kozik
Asedio de Gergovia 52 a.C. Ataque y
retirada romana.
El ejército
romano estaba desordenado y se asustaron al ver llegar a lo héduos, a los que
confundieron con otros galos, sin percatarse de que llevaban el hombro derecho
desnudo, distintivo de los aliados de César. César ordenó a la Legión X y la
reserva del campamento principal proteger la retirada, resistieron sin
demasiados problemas a los galos que perseguían a los legionarios. Estos,
llegados a la llanura, formaron en orden de combate. Vercingétorix, al ver que
la sorpresa de los romanos había pasado y que encima habían sido rechazados,
recondujo a los suyos al interior de las fortificaciones desde el pie de la colina.
Ese día los romanos perdieron alrededor de 700 soldados y 46 centuriones.
Legión X Equestris (montada) de Julio
Cesar enfrentándose a los galos. Autor Mariusz Kozik
El mito de
la invencibilidad de César quedaba en entredicho y los héduos abandonaron su
bando. Los almacenes romanos de Noviodunum fueron asaltados, los rehenes
liberados y César se vio obligado a un repliegue hasta reunirse con el cuerpo
de ejército de Labieno, que había conseguido reducir a los parisios.
La campaña
de Gergovia había fortalecido la posición de Vercingétorix. Una asamblea
general de representantes de la Galia, celebrada en Bribacte, volvió a
reelegirle como caudillo federal, a pesar de la oposición de los héduos,
aspirantes también a la dirección de la guerra. Con él, triunfó su vieja
estrategia de reducir al hambre a los invasores, impidiéndoles la posibilidad
de abastecimiento sin dejarse atraer a un enfrentamiento decisivo, estilo de
lucha que se ha denominado por los expertos militares como “patear al enemigo
en el estómago”.
César se
dirigió hacia el norte para reunirse con Labieno, que acababa de
obtener una victoria en Lutecia (París). Sus hombres debieron vadear el Loira,
con agua hasta el cuello y transportando su equipo en los escudos, sobre su
cabeza. Reunido el ejército romano con sus 10 legiones y escasos apoyos de las
tribus aliadas galas, y al no poder recibir refuerzos desde Italia, César pidió
apoyo a los germanos.
Los galos
eran poderosos debido a su inmensa caballería, por lo que César pidió a sus
aliados germanos ubios que colaboraran con jinetes y su infantería ligera
de apoyo, también pidió ayuda a sus aliados los remos, logrando obtener
también una poderosa caballería.
Asedio de Alesia
Los galos
posicionaron su caballería en una colina cercana a Bibracte, habían dividido la
caballería en tres partes, dos a las dos alas, y el tercero de mayor entidad al
frente para cortarles el paso. Enterado César dio también orden que su
caballería formara en tres partes, y ocultó una legión con auxiliares arqueros y
honderos, esperando el ataque enemigo. Cuando los jinetes enemigos atacaron,
los legionarios se dejaron ver, y con sus arqueros y honderos mataron a muchos
de los galos, en el ala derecha la caballería germana se impuso en la derecha a
la gala, y temiendo ser envueltos huyeron en desbandada al campamento de la
infantería de Vercingetórix. Este, viendo la derrota de sus jinetes, decidió
refugiarse en Alesia, esperando que pasara lo mismo que en Gergovia.
Asedio de Alexia 52 a.C: los dos
muros de circunvalación y contra circunvalación rodeaban la ciudad, se
establecieron 7 campamentos (3 infantería y 4 de caballería), así como 23
fuertes o castellum.
La ciudad
de Alexia se encontraba en una meseta de 47 hectáreas denominada monte Auxois
que estaba a una altura de 407 m, cuyas paredes caían casi verticalmente hasta
los 150 m, estaba bordeada por tres ríos (Oze, Ozerain y Brenne) y cuatro
colinas o montes (Flavigni 420 m, Rea 385 m, Bussy 430 y Penevelle 405 m), sus
murallas eran fuertes , las tropas galas acamparon junto a las murallas y
habían escavado un foso y construido un muro de seis pies de altura delante del
campamento.
Asedio de Alesia 52 a.C. Despliegue de
fuerzas. Autor Peter Connoly
César llegó
a Alexia y vio las defensas de la ciudad, y decidió no podía asaltar el oppidum
debido a la fortaleza de sus defensas y al elevado número de sus defensores,
que eran 80.000 infantes y unos 15.000 jinetes más la población civil, el
hambre y la sed forzarían rápidamente la rendición de los galos.
Comenzó inmediatamente
la construcción de siete campamentos fortificados (4 de caballería y 3 de
infantería), apoyados por 23 fuertes en los puntos clave, los construyó un
muro de tres pasos (4 m) de altura con una longitud de 17 Km alrededor de
Alexia para impedir la huida de los sitiados, a continuación los rodeó de dos
fosos de 4,5 metros de ancho por 1 m de profundidad, el más cercano a la
fortificación se llenó de agua procedente de los ríos cercanos, y todo esto lo
hizo en tres semanas.
Asedio de Alexia 52 a.C: los legionarios
realizando trabajos de fortificación
Asedio de Alesia 52 a.C. Trabajos de
fortificación. Autor Adam Hook
Asedio de Alesia 52 a.C. Muro de
circunvalación con sus obstáculos. Autor Peter Connoly
César
contaba con 10 legiones (50.000 legionarios), 15.000 tropas auxiliares y 8.000
jinetes germánicos.
Vercingétorix
para dificultar los trabajos, envió su toda poderosa caballería, Cesar mandó a
las legiones para bloquear toda súbita irrupción de la infantería contraria, y
con el resto atacó a la caballería gala, que comenzó a huir, los jinetes
germanos los persiguen hasta las fortificaciones. Los galos se apretujaron
delante de las puertas para entrar, César mandó avanzar las legiones, y
Vercingetórix mandó cerrar las puertas, muchos quedaron fuera y fueron muertos
y cogieron un buen número de caballos.
Tras dos
semanas de trabajo, Vercingetórix, teniendo problemas para alimentar a los
caballos y aprovechar antes de que se completase el cerco, ordenó despachar una
noche parte de sus jinetes, ordenándoles al partir para que cada cual fuera a
su patria y forzase a la guerra a todos los que tuvieren edad y acudiesen en su
ayuda, dado que solo le quedaban víveres para 30 días. Todas las tropas
acampadas delante de la fortaleza las metieron dentro y se dispuso a aguardar
los refuerzos.
Asedio de Alesia 52 a.C. Jinetes galos
abandonando la fortaleza de noche antes de que se completase el cerco para
pedir ayuda.
César
enterado por prisioneros y desertores de las intenciones del enemigo, previendo
la llegada de tropas de refuerzo, mandó construir una segunda línea defensiva
exterior protegiendo sus tropas. El nuevo perímetro era de 21 km, contaba con
un muro situado encima de un terraplén y tres fosos con trampas entre ellos,
con una torre de madera cada cierta distancia. Dentro del recinto estableció
3 campamentos de infantería y 4 de caballería que serían sus fuerzas de
reacción. En total tuvieron que escavar cuatro millones de metros cúbicos de
tierra en las trincheras.
Para
entonces, las condiciones de vida en Alesia iban empeorando cada vez más. Con
los 80.000 guerreros que aún quedaban, más la población local, había demasiada
gente dentro de la fortaleza para tan escasa comida. A Vercingetórix le dieron
los jefes galos atrincherados dos opciones para evitar la capitulación por
hambre. Sacrificar los 10.000 caballos que aún tenían dentro o enviar a los
civiles con los romanos. El caudillo galo optó por expulsar de la ciudad a los
no combatientes, ya que esperaba usar a los animales en la batalla y así podría
ahorrar las provisiones para los combatientes y forzar a los romanos a agotar
las suyas en alimentarlos. Sin embargo, César ordenó que no se hiciese nada por
esos civiles, y los ancianos, mujeres y niños se quedaron esperando a morir de
hambre en la tierra de nadie entre las paredes de la ciudad y la
circunvalación, ya que Vercingetórix se negó también a recibirlos de nuevo.
Se conoce
el caso de un centurión que se había dejado llevar por sentimientos compasivos
e intentó apoderarse de una hermosa joven poniéndola bajo su protección, con lo
que enterado el procónsul, ya que contaba con una eficaz red de espías por
todas partes, ordenó que lo azotaran y lo degradaran a la categoría de
legionario raso que cuida las mulas de los pertechos, y a la joven bellísima
gala, la hizo azotar igualmente, obligándola a que volviera con el resto de su
gente para que continuara muriéndose de hambre.
Solo se
abrieron las puertas de la fortaleza de Alesia, para que entraran los
hambrientos niños, mujeres y ancianos adentro cuando vieron los refuerzos galos
en el exterior.
Según Julio
César, la asamblea de jefes reunidos antes de Alesia pidió 240.000 efectivos y
los contingentes asignados a cada tribu fueron:
·
Héduos, segusiavos,
ambivaretos, aulercos branovices y blanovios: 35.000 guerreros.
·
Arvernos: 35.000.
·
Eleutetos, cadurcos, gábalos,
velavios, sécuanos, senones, bituriges, sántonos, rutenos y carnutes: 12.000.
·
Belóvacos: ofrecieron 10.000
(aunque al final sólo aportaron 2.000).
·
Lemovices: 10.000.
·
Pictones, incluyendo túronos,
parisios y suesiones eleuterios: 32.000.
·
Ambianos, mediomátricos,
petrocorios, nervios, mórinos y nitióbroges: 35.000.
·
Aulercos cenómanos: 5.000.
·
Atrebates: 4.000.
·
Veliocases, lexovios y
aulercos eburovices: 9.000.
·
Ráuracos y boyos: 30.000.
·
Arémoricos (coriosolites,
redones, ambibarios, cáletes, osismos, vénetos y unelos): 6.000.
Tras varias
semanas, hacia finales de septiembre, llegaron 8.000 jinetes y 240.000 infantes
de refuerzo mandados por Comio rey de los atrebates, un aliado de Vercingetórix,
también de origen arverno, ocuparon una colina denominada Mussy-la Fosse a unos
2 km de las fortificaciones y separada por la llanura de las Laumes.
Vercingetorix al verlos ordenó que empezasen a rellenar los fosos interiores
para atacar desde dentro.
Asedio de Alesia 52 a.C. Las fuerzas de
auxilio haciendo señales a los sitiados con las carnix o trompetas verticales
Al día
siguiente Comio, salió del campamento y desplegó sus fuerzas en la llanura de
Laumes, la caballería delante y la infantería detrás ocupando un frente de unos
5 km, posiblemente su intención era hacer una demostración de fuerza.
Vercingétorix
condujo a sus hombres hacia abajo desde Alesia y comenzó a rellenar tramo del
para atacar la circunvalación. Cesar ordenó ocupar las trincheras y salir la
caballería acompañados de infantería ligera. Ambas caballerías chocaron, y los
galos fueron derrotados y perseguidos hasta su campamento.
Asedio de Alesia 52 a.C. Los galos
asaltando un fuerte o castellum que albergaba una cohorte. Autor Adam Hook
Los galos
estuvieron un día sin atacar, decidieron utilizar su inmensa infantería para
atacar a César. A media noche, avanzaron los 240.000 infantes de Comio hasta la
muralla que guarnecían los 50.000 legionarios de César. Al llegar, hicieron ruido,
para que los sitiados salieran de Alesia y atacaran en ese mismo punto. Esta
vez iban equipados con fajinas para rellenar los fosos, escaleras de asalto,
postes, planchas para pasar las zanjas, algunos llevaban lo César llamó “musculi”,
una especie de escudo pesado o pavés para protegerse de los proyectiles
romanos. Sin embargo, César hábilmente hizo uso máximo de sus líneas internas,
sus fortificaciones y la mayor formación y disciplina de sus hombres para
compensar la superioridad numérica gala. En la oscuridad brutal, se produjo una
gran confusión sobre todo en los asaltantes y muchos cayeron por los
proyectiles de sus compañeros (lo que actualmente se llama fuego amigo). Los
romanos causaron estragos en las filas enemigas con sus escorpiones y las pila.
Los galos consiguieron cegar los fosos y llegar hasta las empalizadas,
comenzando su asalto, los legados Marco Antonio y Cayo Trebonio, que defendían
sectores que no habían sido atacados, enviaron refuerzos a los sectores más
comprometidos. La situación del ejército romano también era difícil, habían
agotado sus proyectiles y defendían cuerpo a cuerpo el asalto galo. Al amanecer
los galos decidieron retirarse después de haber cegado algunos fosos y asaltado
la empalizada en algunas partes pero sin éxito.
Asedio de Alesia 52 a.C. Ataque nocturno
galo. Se puede apreciar los galos protegiéndose con los musculi o escudos,
llevan fajinas para cegar los fosos. Los romanos disparan sus escorpiones desde
las torres
Asedio de Alesia 52 a.C. Asalto nocturno
galo. Se puede observar que los galos llevan tablones para cruzar los
fosos, fajinas para cegar los fosos, escaleras de asedio para escalar los
muros, los romanos disparan arcos y escorpiones desde las torres de
observación, y lanzan las pila desde las empalizadas, algunos galos alcanzan el
muro y luchan cuerpo a cuerpo. Autor Adam Hook
Los galos tras el fracaso del asalto
nocturno sin haber roto las líneas defensivas romanas, al amanecer se retiran.
Autor José Daniel Cabrera Peña
Al día
siguiente 2 de octubre, Comio dividió a su ejército en dos, para que uno
atacara a la muralla romana por donde habían cegado la noche anterior, y el
otro con 60.000 efectivos bajo el mando de Vercasivelauno marchó hacia una
parte de la circunvalación que, por la naturaleza del terreno, los romanos no
la habían podido fortificar conocida como el monte Rea, partió de noche y
terminada su marcha cerca del amanecer, se ocultó tras del monte, y ordenó a
los soldados que descansen, mientras que Vercingetórix saldría de la ciudad,
obligando a Julio César a combatir, no solo quintuplicado en número, sino a
hacerlo por ambos flancos.
Asedio de Alesia 52 a.C. Ataque final
galo
El monte
Rea estaba guarnecido por dos legiones mandadas por los legados Cayo Antistio
Regino y Cayo Caninio Rehilo, Vercasivelauno ordenó el asalto y consiguió
incendiar la empalizada, comenzando el asalto de la misma. Los galos
consiguieron entrar entre las dos líneas defensivas, Cesar ordenó a Lavieno que
reforzara el sector por su lado y en caso necesario que hiciese un
contraataque, Lavieno envió inmediatamente 4 cohortes el sector, y César por su
parte envió primero al joven Bruto con 6 cohortes, y tras él al legado Fabio
con otras 7 consiguiendo restablecer la situación, la lucha en el interior
favorecía a los romanos al emplear mejor el cuerpo a cuerpo.
Los galos
debido a su superioridad numérica, consiguieron romper las líneas de contra
circunvalación y entrar entre las dos líneas, el propio Cesar finalmente acudió
a la zona con 4 cohortes y animó a los suyos a seguir combatiendo.
Batalla de Alesia 52 a.C: lucha cuerpo a
cuerpo entre las empalizadas. Autor Angus McBride
Asedio de Alesia 52 AC. Lucha entre las
empalizadas. Los galos rompen las defensas romanas combaten cuerpo a cuerpo
entre las empalizadas, se ve la caballería gala tratando de romper la defensa
romana. Autor Peter Connolly
Finalmente
Lavieno con 11 cohortes de la zona no atacada contraatacó y ordenó al
mismo tiempo al legado Marco Antonio que con la caballería (unos 6.000 jinetes)
saliese del campamento por la parte que no estaba siendo atacada, y que atacase
por la retaguardia a los galos de Vercasivelauno por retaguardia, quienes, al
ver a Antonio y sus jinetes atacándoles por retaguardia, huyeron en desbandada,
Vercasivelauno fue hecho prisionero, y se capturaron 74 estandartes. Los
sitiados al ver la huida perdieron toda esperanza.
Asedio de Alesia 52 a.C. Contraataque de
Lavieno con 11 cohortes y Marco Antonio con la caballería
Batalla de Alesia 52 a.C: la caballería
romana sale del muro por la parte no atacada
Batalla de Alesia 52 a.C. Ataque final,
los galos asaltando las empalizadas romanas se ve a Cesar animando a sus
hombres y al fondo se ve a los jinetes germanos dirigidos por Marco
Antonio atacando a los galos por retaguardia. Autor Peter Dennis
Las bajas
de la batalla fueron 12.500 romanos entre muertos y heridos, los sitiadores
sufrieron unos 60.000 muertos y 40.000 prisioneros.
El rey galo
se dio cuenta de la inutilidad de la lucha, y de lo hambriento que estaba todo
su pueblo encerrado en Alesia, ya presto a morir de hambre, y estuvo meditando
sobre rendirse. Convocó a sus nobles, que les expuso que como rey de los galos
tenían la opción de matarle allí mismo, o entregarse a César. Los nobles no
quisieron matarle, por lo que el rey de los galos optó entregarse a César con
la condición de que perdonara a su pueblo, pues el suicidio no era tradición de
los galos, como lo había sido el de los hispanos sitiados en Numancia, por
ejemplo, antes de rendirse y exponerse a ser rebajados como esclavos. El rey de
los galos consideró que su pueblo debía de sobrevivir para poder alcanzar la
independencia y liberación algún día. Vercingetorix procedió enviarle
mensajeros a César para negociar su rendición.
La
respuesta de César fue que se levantaría una gran trinchera en un lugar
señalado del anillo interior romano, donde debían cruzar en primer lo que
quedaba de los 80.000 infantes y 10.000 jinetes de Vercingetorix, llevarían
allí todas sus armas y armaduras, para arrojarlas ahí en aquel gigantesco hoyo,
y se pondrían a un lado para recibir un poco de alimento y de paso organizarlos
para enviarlos al mercado de esclavos de Marsella.
A
continuación el resto de los civiles de Alesia, reservándose las mujeres galas
más hermosas para regalárselas como esclavas a sus mejores legionarios, y con
cuyo botín obtenido del mercado de esclavos, repartir importantes primas en
recompensa a todos sus legionarios, ya que preveía que iba a necesitar en el
futuro para otras guerras y batallas; y en último lugar lo que quedaba de los
nobles y el propio príncipe Vercingetórix. Y eso debería de hacerse nada más
empezara el alba. Se hizo construir un estrado de poco más de medio metro de
alto, donde recibiría la rendición de Vercingetorix, y como Roma aceptaba la
rendición, oficialmente le recibiría con la toga consular, símbolo de su
imperium, en vez de con su armadura de oro guerrera. El rey de los galos fue el
último en salir de Alesia, y ataviado con sus mejores galas guerreras, se
acercó a la silla curul de César, bajó de su caballo, empezó a quitarse su
corona, sus armaduras y sus armas, y las arrojó al suelo, diciendo con ademán
orgulloso:”Me has vencido, César, pido clemencia para mi pueblo”. ”La tendrás,
príncipe Vercingetorix”, le respondió César. Acto seguido un funcionario romano
se acercó al rey de los galos, para que firmara el documento de la rendición, y
hecho esto, los generales que estaban a ambos lados del estrado, y los
legionarios de atrás y desde el resto de la muralla del anillo romano, lanzaron
vítores y vivas a César, por lo que consideraban el fin de la guerra de las
Galias. El rey de los galos empezó a arrodillarse al suelo ante el vencedor, en
señal de sumisión, y César se levantó de su silla curul para acercarse y
ofreciendo su brazo al humillado rey galo para ayudarle a levantarse. ”Has
luchado como has podido, y eso te honra, espero que esta vez hayas aprendido
que no es nada bueno desafiar a Roma” le dijo César.
Rendición de Vercingétorix. El caudillo
galo arrojando sus armas a los pies de Julio César por Lionel Noel Royer
(1.899). Museo Crozatier, en Le Puy-en-Velay.
Se le
comunicó que inmediatamente se le llevaría prisionero a Roma, con buen trato y
en buenas condiciones alojado como rehén, para estar disponible en el día del
desfile triunfal. Después del desfile se le daría una muerte limpia y rápida en
la cárcel de Tullianum.
Poco
después los héduos y arvernos enviaron embajadas para someterse. Les ordenó
entregar un gran número de rehenes y les restituyó cerca de 20.000 prisioneros.
Envió las
legiones a cuarteles de invierno. A Tito Labieno mandó ir con dos legiones y
caballería al país de los secuanos; a Cayo Fabio y a Lucio Minucio Basilo al
país de los remos, para defenderlos de los belovacos; a Cayo Antistio Regino al
país de los ambivaretos con una legión; a Tito Sestio al país de los bitúrigos
con una legión; a Cayo Caninio Rebilo al país los rodenses con una legión. A
Quinto Tulio Cicerón y a Publio Sulpicio los acuarteló el país de los héduos,
para el acopio y distribución del trigo. Cesar determinó pasar el
invierno en Bilbracte.
El Senado
Romano, manipulado por Catón y Pompeyo, declaró 20 días de acción de gracias
(supplicatio) por esta victoria, pero denegó el honor a César de celebrar un
triunfo, incrementando la tensión política.
Pacificación de la Galia y
consecuencias
Campaña de Cesar en la Galia en el 52 a.C.
Pacificación de la Galia
Operaciones finales
Desde su cuartel general en Bribacte, César comenzó la pacificación de la Galia Central en pleno invierno en enero se dirigió contra los bitúrigos, que no se esperaban su llegada y se huyeron a las ciudades vecinas, después se dirigió contra los carnutos, y finalmente contra los belovacos, al mismo tiempo que envió a Lavieno al país de los tréveros y vagiones. A mediados del año 51 AC, le tocó el turno al ámbito septentrional de los belgas, mientras diferentes cuerpos de ejército se desplegaban por los pueblos de las orillas del Loira, Bretaña, Normandía, devolviéndolos a la obediencia romana.
Fabio derrotó a Dumnaco y sometió a los carnutos y armòricos.
Desde su cuartel general en Bribacte, César comenzó la pacificación de la Galia Central en pleno invierno en enero se dirigió contra los bitúrigos, que no se esperaban su llegada y se huyeron a las ciudades vecinas, después se dirigió contra los carnutos, y finalmente contra los belovacos, al mismo tiempo que envió a Lavieno al país de los tréveros y vagiones. A mediados del año 51 AC, le tocó el turno al ámbito septentrional de los belgas, mientras diferentes cuerpos de ejército se desplegaban por los pueblos de las orillas del Loira, Bretaña, Normandía, devolviéndolos a la obediencia romana.
Fabio derrotó a Dumnaco y sometió a los carnutos y armòricos.
Asedio de Uxeloduno
Lucterio,
el jefe de los cadurcos, y Drapes, el líder de los senones unieron sus fuerzas
y decidieron seguir la resistencia, Cayo Caninio Rébilo que era el gobernador
de la zona, los persiguió y estos se refugiaron en el oppidum de Uxeloduno,
pretendiendo esperar hasta el fin del gobierno de César, después de lo cual
podrían de nuevo rebelarse. Uxeloduno estaba fuertemente fortificado por su
posición natural, estaba construida en una colina con empinadas laderas, una de
ellas apoyada en un río, no podía tomarse como Alesia lo había sido en año
anterior. Caninio, era consciente de que sus dos legiones no podían esperar
repetir el éxito de César en Alesia, y se contentó con dividir sus legiones en
tres campamentos situados en un terreno suficientemente alto para impedir la
salida de la fortaleza y permitirle cerrarla gradualmente.
Lucterio,
que había estado en Alesia, urgió a los sitiados que acapararan provisiones.
Huyendo al amparo de la noche, Lucterio y Drapes dejaron 2.000
guerreros dentro de Uxeloduno, y se llevaron al resto en busca de grano.
Mientras algunos de los cadurcos les dieron provisiones libremente, otros se
vieron obligados a entregarlas a la fuerza. Después de reunir una gran
cantidad, intentaron introducir subrepticiamente las provisiones en la
fortaleza. Sin embargo, los centinelas de Caninio los detectaron, y Caninio
dirigió sus tropas a un fiero ataque contra los convoyes. Lucterio, a cargo del
convoy, huyó sin advertirlo a Drapes. El resto de los hombres que acompañaban
al convoy fueron masacrados hasta el último hombre, cerca de 12.000 galos
fueron masacrados.
Caninio
entonces dejó a una legión defendiendo los campamentos, y tomó la otra legión y
toda la caballería para perseguir a Drapes, le alcanza y en el combate
consiguió matar o capturar a todos los galos, incluyendo al propio Drapes.
Regresando
al campamento dedicó sus hombres a completar el cerco de Uxeloduno. Cayo Fabio,
otro de los legados de César a quienes se le había asignado la tarea de someter
a los senones, llegó poco después, y puso sus propias dos legiones a trabajar
junto a las de Caninio.
Cesar
determinado a someter la Galia mientras aún era su gobernador, dejó detrás a
sus legiones, y cabalgó junto con la caballería hacia Uxeloduno, moviéndose tan
rápido como podían sus caballos. Sorprendiendo a sus legados, quienes no
esperaban su llegada, rápidamente percibió que Uxeloduno no podía ser tomado
por asalto. Habiendo sido informado de que la ciudad tenía mucha comida, a
pesar del fracaso de Lucterio y Drapes para incrementar las reservas, César
eligió privar a sus habitantes de agua y rápidamente ideó un método para
hacerlo. La naturaleza del terreno le impedía desviar el río, pues corría muy
próximo al pie de la montaña de manera que no podían excavarse canales de
derivación en ninguna dirección. Pero esa misma inclinación también hacía
difícil la vida para los defensores, pues la bajada al río era extremadamente
difícil. Dándose cuenta de ello, César ubicó arqueros y balistas para atacar a
cualquier defensor que intentara coger agua del río.
La única
fuente adicional de agua, era un manantial que surgía de la escarpada montaña
justo por debajo de los muros de Uxeloduno, parecía imposible de bloquear ya
que el terreno era demasiado escabroso, y no podía ser tomado a la fuerza. Sin
embargo, César conocía se informó de las fuentes del manantial. Ordenó a sus
hombres que construyeran una rampa de tierra y piedras, en la cual poder apoyar
una torre de asalto de diez pisos de alto para bombardear el manantial. Sin
embargo, mientras se llevaba a cabo esta tarea, tuvo a hombres cavando minas en
la tierra, con túneles que inexorablemente se acercaban a las fuentes del
manantial.
Los galos
estaban entretenidos con la torre de asalto de César, y la atacaron con todos
sus medios, consiguiendo incendiarla, César ordenó a sus hombres que rodeasen
la fortaleza y lanzaran grandes gritos, como si se dispusieron a asaltar las
murallas para seguir teniéndoles entretenidos. Mientras los minadores de César
habían logrado desviar las fuentes del manantial. Cuando éste se secó, los
galos dentro de Uxeloduno cayeron en la desesperación, convencidos de que los
dioses los habían abandonado, y capitularon.
Cesar les
castigó bárbaramente con la amputación de las manos. El resto de la campaña fue
ya simplemente una concesión a la vanidad del procónsul, que recorrió la
Aquitania para recibir personalmente las muestras de sometimiento de sus
habitantes.
Julio César en la Galia con la Legión
X Equestris paseándose triunfalmente. Esta legión fue reclutada por Cesar
cuando era gobernador de la Hispania Ulterior, era su preferida y tenía como
distintivo el toro.
Consecuencias
Según
Plutarco, los resultados de la guerra fueron 800 ciudades conquistadas, 300
tribus sometidas, un tributo de más de 40 millones de sestercios para César, un
millón de prisioneros vendidos como esclavos y otros tres millones muertos en
batalla (se estima que la población gala era de unos 8 a 15 millones de
habitantes antes de la guerra). Cada soldado romano recibió un esclavo galo.
El triunfo
romano en la Guerra de las Galias se debió a una combinación de astucia
política, campañas efectivas y una mayor capacidad militar que sus oponentes
galos. César llevó a cabo una política de “divide y conquista” para acabar con
sus enemigos, poniéndose del lado de tribus individuales durante sus disputas
con oponentes locales. Reunió de forma sistemática información sobre las tribus
galas para identificar sus características, debilidades y divisiones, lo que a
su vez le permitía poder librarse de ellas. Cesar no menciona en sus el número
de las fuerzas galas que le apoyaban, que comprendían casi la totalidad de su
caballería y fuerzas ligeras.
Los galos
podían disponer de inmensos ejércitos pero sufrían falta de flexibilidad,
disciplina y constancia sobre todo cuando se enfrentaban a posiciones
organizadas, los legionarios de cesar decían que se habían ganado más batallas
con el zapapico que con la espada.
El
emperador Augusto, sucesor del asesinado Julio César, dividió la Galia en el
año 27 en cuatro administraciones o provincias:
·
Gallia Narbonensis, desde los
Alpes hasta los montes Cévennes.
·
Gallia Lugdunensis, entre los
ríos Loira, Saona y Sena.
·
Gallia Aquitania, que
limitaba al norte con el río Loira.
·
Galia Bellgica, que se
extendía entre los ríos Sena y Rin y cuyo límite por el norte era el mar del
Norte.
Esta
administración se mantuvo así hasta principios del siglo IV en que hubo cambios
con el emperador Diocleciano.
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