Guerras Pírricas
Preparación de la campaña en Italia
La causa de
la guerra fue la expansión romana. En la batalla de Sentino (295 a.C), los
romanos habían derrotado a los samnitas y los etruscos, y habían comenzado a
unificar Italia. Los romanos no estaban realmente interesados en el sur
todavía, pero para entonces ya habían llegado a pensar en el conjunto de
Italia.
Los lucanos
que se encontraban en el “empeine” de la bota de Italia, estaban inquietos y
amenazados por las ciudades griegas en el “suela y tacón”, y pidieron ayuda a
Roma en el 285 a.C.
Mapa de las campañas de Pirro rey de
Épiro en Italia y Sicilia
Los
romanos, probablemente sin darse cuenta de lo que estaban haciendo, estaban
dispuestos a enviar ayuda a las ciudades de Turio, Regio, y Locri.
Inmediatamente, las tropas romanas fueron atacadas por los griegos de Tarento
en el 282 a.C. Tarento era una antigua colonia griega llamada Taras, conocida
por su riqueza, delicadeza y refinamiento.
En la
primavera de ese mismo año, una escuadra romana de diez barcos violó el pacto
de 303 a.C, navegó hacia el norte del cabo de Lakinia y se acercó a Tarento.
Los tarentinos, alentados por los republicanos, atacaron a la escuadra, hundido
cuatro de sus buques, incluidos el buque insignia y capturaron a un quinto,
junto con toda su tripulación, mientras que el resto de las cinco naves, huyó.
Sin embargo no se detuvieron en este éxito. Marcharon contra Turio, la
capturaron y la saquearon. La guarnición romana que estaba destinada allí fue
expulsada junto con los aristócratas de la ciudad que tenía una posición
pro-romana.
Los romanos
enviaron una embajada a Tarento con las demandas moderadas, debido a sus
relaciones con las diversas naciones italianas eran aún inestables y que no
deseaban abrir un nuevo frente contra los griegos. Los romanos estaban pidiendo
la liberación de los prisioneros de guerra, el retorno de los exiliados de
turios y su compensación, por sus fortunas habían pasado a manos de sus
enemigos políticos y, finalmente, el castigo de los que les habían hecho daño.
Sin embargo, cuando los enviados romanos llegaron en el Ágora de Tarento, la
multitud no les permitió expresar su mensaje de libertad y los trató
ofensivamente. Los embajadores regresaron furiosos y con las manos vacías,
informaron a sus compañeros de sus impresiones tristes. Después de estos
acontecimientos el Senado Romano votó a favor de la guerra contra la colonia
griega. El cónsul Lucio Emilio Bárbula fue encargado de organizar un ejército
contra los griegos.
La noticia
de la declaración de guerra dividió a los ciudadanos de Tarento. Los
aristócratas estaban a favor de la paz inmediata, mientras que las clases bajas
estaban a favor de la guerra contra Roma. Sin embargo, incluso los partidarios
de la guerra, que al final prevalecieron, estaban al tanto de las posibilidades
militares de la ciudad y sabían que sin el apoyo de los aliados más fuertes, el
ejército tarantino perecería contra las legiones romanas.
En
281 a.C los tarentinos, enviaron una embajada a Pirro rey de Epiro, rogándole
en nombre de todos los griegos italianos que cruzara el mar Jónico para
combatir contra los romanos. Sólo le pidieron un general, bajo cuyo mando
prometieron que pondrían a 150.000 infantes y 20.000 jinetes, ya que todas las
naciones del sur de Italia se unirían bajo su estandarte.
Esta oferta
resultó demasiado tentadora para ser rehusada, pues hacía realidad uno de sus
tempranos sueños: la conquista de Roma le llevaría posteriormente a la
soberanía sobre Sicilia y África. Después, le sería posible regresar a Grecia
con las fuerzas combinadas de estos países para derrotar a sus rivales y reinar
como señor del mundo. Además, se sentía en deuda con los tarentinos, pues éstos
le habían suministrado apoyo naval en la reconquista de Córcira.
Embajada tarentina frente a Pirro rey de
Épiro, a su lado esta su consejero Cineas el Teesalio. Autor Angel Todaro.
Contestó
enseguida, ignorando las palabras de su sabio y fiel consejero Cineas. Pero,
dado que no podía confiar el éxito de tal empresa al valor y fidelidad de las
tropas italianas, empezó los preparativos para llevar un poderoso ejército
propio. Estos preparativos le mantuvieron ocupado el resto del año y comienzos
del siguiente. Los reyes griegos hicieron todo lo que estaba en su mano para
favorecer sus designios, contentos de mantener alejado a un vecino tan
peligroso. Antígono II le proporcionó barcos, Antíoco dinero y Ptolomeo Cerauno
tropas. Pirro dejó a su hijo Ptolomeo, con 15 años de edad, a cargo del reino.
Mientras el
cónsul Lucio Emilio Varvoula decidió actuar inmediatamente, ese mismo año 281
AC, invadió el territorio tarentino con sus legiones y consiguió victorias
rápidas y fáciles contra las fuerzas que le enviaron a tratar con él.
Posteriormente, conquistó unos fuertes y atacó el campo. Sin embargo, el cónsul
romano, mostró respeto hacia los prisioneros de guerra y liberó a los ricos sin
pedir rescate. Bajo la presión debido a los fracasos militares, el gobierno
democrático que estaba a favor de la guerra contra Roma fue derrocado. Los aristócratas
pro-romanos tomaron el control total y comenzaron inmediatamente negociaciones
con el enemigo.
Embajadores tarentinos en el campamento
romano frente al cónsul Lucio Emilio Bárbula. Autor Ángel Todaro.
Pirro tuvo
que actuar en contra de los movimientos de los aristócratas tarentinos si
quería mantener las hostilidades entre los griegos y los romanos. Así, en la
primavera del 281 a.C, envió Cineas el Tesalio, su asesor de confianza, a
Tarento para preparar su llegada, acompañado por un contingente militar. Poco
después, envió a Milo, uno de sus generales, con un destacamento de 3.000
epirotas que cuando llegaron se apoderaron de la Acropolis tarentina y sus
murallas. Los democráticos fueron restaurados en el poder y las negociaciones
se rompieron. Las legiones romanas abandonaron el territorio tarentino y se
retiraron hacia Metaponte. A partir de ahí, continuaron su marcha hacia Venosa,
donde tenían la intención de permanecer durante el invierno. Las hostilidades
habían cesado, pero sólo temporalmente.
Después de
haber completado los preparativos para la expedición, de haber consultado al
oráculo de Zeus en Dodona y recibir una respuesta favorable, Pirro que contaba
con 38 años, partió para Italia al final del 280 a.C. Fue acompañado por sus
dos hijos menores, Eleno y Alejandro, mientras que dejó a su primogénito
Ptolomeo de 15 de años como regente en el Epiro. La fuerza expedicionaria
ascendió 20.000 infantes, 3.000 jinetes, 2.000 arqueros, 500 honderos y 30
elefantes, según las fuentes. Una gran cantidad de barcos se había reunido para
su transporte y los romanos no se atrevieron a acosarles mientras cruzaban ya
que la Armada romana, sólo poseía dos escuadrones de 20 barcos cada uno y no
tenía posibilidades contra la flota griega.
Tal era su
impaciencia por llegar a Tarento y comenzar las acciones militares, que levó
anclas antes de que finalizara la estación de las tormentas. Apenas había
embarcado cuando estalló una violenta tempestad, que dispersó la flota. Su
propia vida corrió peligro, y llegó a Tarento con apenas una pequeña porción
del ejército. Después de un tiempo, los dispersos navíos empezaron a hacer
aparición. Tras reunir las tropas, inició los preparativos para la guerra.
Llegada de Pirro a Tarento. Autor Ángel
Todaro.
Al llegar
se dio cuenta que el ejército prometido no existía, así que reclutó a todos los
varones locales sin excepción, el que trató de evitar el reclutamiento
obligatorio fue castigado con la pena de muerte. Los reclutas recibieron el
equipo macedonio y fueron entrenados por oficiales experimentados del ejército
epirota. Se les sometió a una instrucción severa y se les incrustó en unidades
ya creadas, no creando nuevas unidades, con el fin de evitar futuras
rebeliones, dado que la movilización no les hizo mucha gracia.
Sin
embargo, el rey epirota no se detuvo en estas medidas militares. Tomó
decisiones relativas a los aspectos de la vida cotidiana de los ciudadanos
tarentinos. Los gimnasios, los parques y el teatro fueron cerradas. Los
festivales, fiestas y bailes fueron abolidos y la Asamblea Tarentina fue
disuelta. La ciudad finalmente se había convertido en un campo militar y la
insatisfacción era evidente entre los ciudadanos. Algunos de ellos abandonaron
la ciudad, rechazando a adaptarse en las nuevas condiciones de vida difíciles.
Para prevenir una ola de deserciones más amplia, Pirro colocó guarniciones de
soldados epirotas en cada puerta de la ciudad. Las medidas anteriores fueron
duras pero necesarias para la creación de un ejército bien entrenado.
Los
aristócratas intentaron explotar el descontento debido a las duras medidas, así
como el comportamiento grosero de algunos soldados epirotas hacia las familias
que los alojaban, y las peleas entre soldados.
Avance de Pirro contra Roma y despliegue
de los ejércitos romanos
Cuando los
romanos se enteraron de la llegada de las tropas de Pirro a Tarento, formaron
rápidamente cuatro ejércitos consulares.
·
El primero de ellos se situó
en Venusia, para tratar de impedir que samnitas y lucanos se unieran al
ejército de Pirro.
·
El segundo permaneció en las
afueras de Roma, para defenderla si fuera necesario.
·
Un tercer ejército marchó a
terreno etrusco, para evitar una insurrección de apoyo a Pirro.
·
Un cuarto ejército, al mando
del cónsul Publio Valerio Levino se dirigió directamente a Tarento para
derrotar a Pirro.
El ejército
de Levino estaba sobredimensionado para los estándares del ejército consular
romano. Tenía 4 legiones romanas y 4 legiones auxiliares de los. Casi el doble
de un ejército consular normal.
Cada legión
romana de aquella época, tenía unos 5.000 hombres, (1.500 hastatos, 1.500
principes, 800 triarios y 1.200 vélites u hostigadores provistos de jabalinas y
lanzas). Las legiones auxiliares estaban estructuradas de forma similar a los
romanos, aunque en un número un poco menor, unos 4.000 soldados por legión.
Además, los romanos tenían el refuerzo de 2.400 infantes ligeros brutianos,
procedentes de Campania, 1.200 jinetes romanos y 5.000 jinetes aliados.
Batalla de Heraclea (280 a.C)
Preparativos
Cuando
Pirro supo que los romanos estaban amenazando Heraclea, decidió ir a su
encuentro sin esperar a los refuerzos de sus aliados. Estaba decidido a
enfrentar al enemigo sólo con los epirotas y los tarentinos que tenían tiempo
para recibir una formación adecuada.
Según
varias fuentes, el rey epirota intentó negociar con el cónsul Publio Valerio
Levino, lo que sugiere a sí mismo como un árbitro para la solución de los
conflictos romano-tarentinos. La respuesta del cónsul fue negativa: “Los
romanos no eligieron a Pirro como arbitro y no le temen como un enemigo”. El
conflicto armado era ya inevitable. Sin más demora, Pirro se dirigió a
enfrentarse a las legiones enemigas que estaban cerca de Heraclea. Desplegó sus
fuerzas al abrigo del rio Siris, ocupando los vados para que los romanos no
pudieran cruzar el rio, mientras esperaba la llegada de refuerzos samnitas,
estableciendo su campamento entre las ciudades de Heraclea y Pandosia.
Pirro
recorrió a caballo las orillas del río Siris para observar las posiciones
romanas. Observando los movimientos de las formaciones enemigas, quedó
impresionado por la excelente organización del campamento y en general por el
orden y la disciplina del ejército romano. Según Plutarco, el rey epirota dijo
a su amigo Megacles: “La disciplina de estos bárbaros no es tan bárbara”
Batalla de Heraclea 280 a.C: Movimientos
previos
Los
romanos, por su parte, fueron inusualmente agresivos. No querían que samnitas y
griegos unieran sus fuerzas, así que decidieron a tomar la iniciativa. Levino
mandó su caballería rio abajo, alejados de las posiciones epirotas para
buscar un vado y cruzar el río.
Una vez
cruzado el río, la caballería romana ataco de flanco a los hoplitas que
ocupaban los vados, poniéndolos en fuga. Acto seguido, la infantería romana comenzó
a cruzar el río.
Pirro
reunió apresuradamente 3.000 de sus mejores jinetes macedonios y tesalianos, y
marcho hacia el rio, para tratar de evitar que los romanos lo cruzasen.
Cargaron contra los legionarios, pero ya era tarde, la mayoría de la infantería
romana ya había cruzado el rio por los vados y comenzaba a desplegarse.
Pirro da la
orden de salir del campamento para presentar batalla a los romanos.
Despliegue inicial
Se componía
de 39.200 infantes y 4.800 jinetes desplegados de norte a sur de la siguiente
manera:
·
Ala norte: 1.200 jinetes
italianos del sur de Italia, 1.200 jinetes romanos y detrás de estos
1.200 infantes ligeros apulianos.
·
Centro: 1ª legión romana, 1ª
legión aliada, 2ª legión romana, 2ª legión aliada, 3ª legión romana, 3ª aliada,
4ª legión aliada, 4ª legión romana.
·
Ala sur: 3.600 jinetes
aliados y detrás 1.200 infantes ligeros campanos.
El ejército de Pirro
Se
componía de 8.000 jinetes, 35.000 infantes, 30 elefantes desplegados
de norte a sur:
·
Ala norte: 3.000 jinetes
tesalianos y detrás 10 elefantes.
·
Centro: 3.000 hipaspistas
mandados por Milón; 20.000 falangistas epirotas (molosos, tesprocios, caonios,
ambraciotas incluyendo 5.000 soldados macedonios dados por Ptolomeo); 5.000
(mercenarios etolios, acamamos y atamanios de Grecia y también itálicos; 6.000
hoplitas tarentinos o “escudos blancos”.
·
Ala sur: 4.000 jinetes
tesalianos y macedonios; 1.000 jinetes tarentinos; 2.000 arqueros; 500 honderos
de Rodas; 20 elefantes de guerra con soldados en sus torres.
Pirro se
acercó al rio y observó las formaciones de las falanges y le impresiono la
evolución de sus movimientos.
Primera fase
Falange epirota vista de frente. Los
romanos lanzan la segunda salva de pilum y cargan contra la falange. Autor
Giuseppe Rava.
Batalla de Heraclea 280 a.C. Choque entre
la falange epirota y las legiones romanas. Estas eran incapaces de romper
la formación de la falange. Autor Ángel Todaro.
Por suerte
para Pirro, las legiones aliadas de roma no pudieron desplegarse
convenientemente, lo que hubiera permitido a los romanos flanquear a la falange
desde ambos flancos.
Durante
largo tiempo, el resultado de la batalla fue incierto.
En un
momento dado, un escuadrón de caballería romana del sur al mando de un tal
Oplacodel, atacó a Pirro y sus escoltas, consiguiendo matar a su caballo y
herir levemente al mismo Pirro, que tomó la acertada decisión de quitarse su
uniforme real y hacer que se lo pusiera uno de sus oficiales, Megacles. La idea
fue inteligente, dado que más tarde Megacles murió en combate a manos de un tal
Dexio, que le quito el casco y el manto real y se lo llevo al cónsul romano
Levino.
Batalla de Heraclea 280 a.C. Oplaco ataca
a Pirro con su lanza y consigue matar a su caballo y herirle levemente. Autor
Ángel Todaro.
El rumor de
la muerte de Pirro se propago por el ejército griego, empezó a cundir el
desánimo en sus filas. Para evitar una debacle Pirro reaccionó con rapidez.
Tubo que exponerse al peligro recorriendo sin su casco de combate las líneas
propias para que las tropas le vieran, animando sin cesar a sus soldados y
haciéndoles ver que estaba muy vivo.
Levino
aprovechó la confusión para lanzar el resto de su caballería contra el flanco
expuesto de la falange.
Segunda fase
Pirro vio
llegado el momento decisivo e introdujo en el campo de batalla a los elefantes.
Los romanos contemplaron con terror a las enormes bestias. Nunca podían haber
imaginado que pudieran existir tales animales y los denominaron “bueyes
lucanos”, porque a sus ojos se asemejaban a los bueyes y la batalla se estaba
dando en la región de Lucania.
Los
caballos romanos, asustados por los elefantes y por el fuerte olor que
despedían, reaccionaron descontroladamente, huyendo del campo de batalla sin
que sus jinetes fueran capaces de controlarlos.
Batalla de Heraclea 280 a.C. Los
elefantes de Pirro atacan a los romanos, los caballos romanos se descontrolan
por el olor de los mismos. Autor Ángel Todaro.
Seguidamente,
Pirro lanzo sus elefantes contra la infantería romana, ayudado por la
caballería tesaliana. La presión era enorme para la línea romana, que empezó a
ceder y retirarse, aunque lo hicieron ordenadamente. La retirada romana fue
atenuada por un valiente legionario que en una audaz acción, cortó con su
espada la trompa de un elefante, el cual con sus alaridos de dolor sembró el
nerviosismo en el resto de sus congéneres, Pirro para evitar que este acto
pudiera degenerar en algo peor, decidió dar por finalizado el hostigamiento a
la retirada romana.
La
infantería romana huyó, permitiendo a los griegos apoderarse del campamento
romano. En las batallas antiguas, el abandono del campamento por el adversario
significaba una derrota total pues suponía abandonar todo: material, animales
de carga, vituallas y equipaje individual. Los legionarios supervivientes
huyeron a la ciudad Apulia, abandonando parte de su equipo.
Secuelas
La primera
batalla entre la falange y la legión había dado la victoria a la primera, pero
Pirro no se llevó a engaño. Tras la retirada romana, Pirro cabalgó entre los
cadáveres del campo de batalla y observo que ningún soldado romano tenía
heridas en la espalda. Ninguno había huido, ni siquiera ante los elefantes.
Quedó impresionado por el coraje de los soldados enemigos y dio órdenes de que
los muertos recibieran un entierro honorable.
Las
pérdidas fueron enormes, 15.000 romanos y 13.000 griegos, Pablo Orosio dio las
pérdidas romanas con una precisión sorprendente: 14.880 muertos y 1.310 presos
por parte de los soldados de infantería, 246 jinetes muertos y 502 presos, así
como 22 estandartes perdidos.
Se dice que
Pirro tras la batalla exclamó: “Otra victoria como esta y estaremos acabados”,
aunque otras fuentes sugieren que fue: ”Otra victoria como esta y volveré solo
a Epiro”.
Pirro pago
muy cara su victoria. Perdió la mayor parte de sus mejores soldados y
oficiales, los huecos que dejaron serían muy difíciles de rellenar.
Pirro se
dio cuenta que su victoria se había debido al efecto sorpresa causado por los
elefantes, y que ese efecto sorpresa no volvería a producirse.
Celebró su
victoria con ofrendas votivas de armas de enemigos capturados en el horaculo
nativo de Dodona. Una modesta tableta de bronce aún sobrevive con la
inscripción votiva: “El rey Pirro y los Epirotas y los Tarentinos a Zeus Naius
de los romanos y sus aliados”. Envió su propia armadura y las cabezas de las
bestias sacrificadas al templo de Atenea en Lindos en la isla de Rodas. Zeus de
Tarento también recibió ricas ofrendas votivas y los tarentinos de igual modo
enviaron ofrendas a Atenea para demostrar el significado de esta victoria sobre
los bárbaros. Sobre las monedas tarentinas un pequeño elefante y una nike alada
proclamaban la victoria que ellos habían ganado juntos.
El general
griego propuso a los presos romanos unirse a su ejército, como se hacía en Oriente
con los contingentes mercenarios, pero éstos se negaron.
Esta victoria trajo consigo notables consecuencias. Los aliados de Pirro, que hasta entonces se habían mantenido a una prudente distancia, se unieron al rey, e incluso varios súbditos de Roma abandonaron su causa. Consiguió ganarse a su bando a los brucianos, lucanos y samnitas.
Esta victoria trajo consigo notables consecuencias. Los aliados de Pirro, que hasta entonces se habían mantenido a una prudente distancia, se unieron al rey, e incluso varios súbditos de Roma abandonaron su causa. Consiguió ganarse a su bando a los brucianos, lucanos y samnitas.
Pirro envió
a su consejero Cineas a Roma con propuestas de paz, mientras él
reunía las fuerzas de sus aliados y marchaba lentamente hacia la Italia
Central.
Cineas el Tesalio en Roma. Después de la
batalla de Heraclea, Pirro envió a Cineas como embajador a Roma, y se dirigió
al senado Romano. Autor Ángel Todaro.
Cineas
llevó costosos regalos con él a Roma que él ofreció a las más influyentes
personalidades y sus esposas y niños. Pero en la ignorancia de la tradición
griega tomaron éstos como un intento de soborno y rechazaron los regalos. No
obstante, una mayoría en el Senado parece haberse inclinado a aceptar las
indudablemente duras condiciones del rey moloso, debido a que su propia
fortaleza parecía terminada. Ya que Pirro había dejado claro que buscaba la
paz, sin duda esperaban que futuras negociaciones pudieran lograr algunas
concesiones. Fue solamente cuando Apio Claudio Caeco, ahora casi ciego, se
pronunció en contra de las propuestas de paz que el Senado las rechazó. Desde
la construcción de la Vía Apia, que había recibido su nombre de él, había
tenido un interés particular en la Campania y el sur de Italia. Su discurso
debió ser notablemente vívido y persuasivo, ya que el senado rechazó la
negociación con Pirro.
Apio Claudio el Ciego dirigiéndose al
Senado Romano, logrando convencerlos para que no aceptasen las negociaciones de
Pirro
Mientras
tanto Levino no se aventuró a atacar a las fuerzas del enemigo, sino que se
contentaba con hostigar su marcha y retrasar su avance mediante ágiles
escaramuzas. En respuesta, Pirro prosiguió el avance a una marcha más lenta
pero firme sin encontrar al frente digna oposición, intentó tomar Capua y
Nápoles, pero los romanos las habían dejado fuertemente guarnecidas, así es que
siguió el avance hasta llegar a Preneste, que capturó. Se hallaba a sólo
35 km de Roma, mientras sus avanzadillas llegaban hasta 9 km al este de la
ciudad. Una nueva marcha le habría llevado a las murallas de la ciudad, pero
frenó su avance, dado que se enteró de que en la ciudad habían hecho unos
intensos preparativos para la defensa.
Para colmo
de males, se enteró de que los romanos habían firmado la paz con los etruscos,
y de que el otro cónsul Tiberio Coruncanio, había regresado con su
ejército a Roma. Se desvaneció toda esperanza de acordar la paz con los
romanos, con lo que Pirro decidió retroceder lentamente a Campania. Desde
ese lugar se retiró a sus cuarteles de invierno en Tarento, y ninguna
otra batalla fue librada ese año.
El primer
éxito militar de Pirro tuvo consecuencias de largo alcance, pues ahora no solo
los lucanos, samnitas y brutios, sino también las ciudades griegas, que se
habían mantenido tan apartadas, declararon abiertamente su apoyo al vencedor
liderados por la ciudad de Crotona. Cuando Pirro apareció a las afueras de
Locri los ciudadanos precipitadamente entregaron a la guarnición romana, pero
Pirro inmediatamente dejó que 200 hombres fueran liberados sin pedir rescate.
Regio, cuyos habitantes también querían unirse a Pirro, solamente pudieron
mantenerse leales a Roma mediante el ejercicio de la fuerza bruta sobre la
parte de las tropas campanas estacionadas allí y mediante el asesinato de los
más influyentes de sus ciudadanos.
Tan pronto
como los ejércitos se acuartelaron para pasar el invierno, los romanos enviaron
una embajada a Pirro al frente del oficial romano Cayo Fabricio Luscino, con la
intención de tantear el rescate de los prisioneros romanos o su intercambio por
un número similar de prisioneros tarentinos o aliados. El embajador fué
recibido por Pirro con la mayor distinción, y sus entrevistas dieron lugar a
una de las más célebres historias de los anales de Roma, embellecida y relatada
de distintas maneras por poetas e historiadores.
Pirro
intentó comprar al oficial romano tentándole con riquezas, un puesto un su
ejercito pero fracasó, finalmente Pirro viendo la honestidad de éste oficial,
permitió que los prisioneros fueran a Roma a celebrar las Saturnales, estipulando
que regresaran a Tarento si el Senado Romano no aceptaba los términos que les
había ofrecido previamente a través de Cineas. Como el Senado permaneciera
firme en su resolución, todos los prisioneros regresaron a Pirro, bajo la
amenaza de ser condenados a muerte si permanecían en la ciudad.
Guerra de Pirro en Sicilia (278-276 a.C)
A la muerte
de Agatocles, se había producido una guerra civil entre Tenón y Sóstrato, la
ciudad se encontraba indefensa ante la invasión púnica, y ambos generales
buscaban el apoyo de Pirro. Desde las ciudades sicilianas de Agrigento,
Siracusa y Leontini fueron enviadas embajadas a Pirro, suplicando por su ayuda
contra cartagineses y mamertinos. Para Pirro, era una oferta muy atractiva. En
Italia no estaba consiguiendo su objetivo de acabar con el poder de la
Republica Romana, y no quería volver al Épiro o Macedonia, que estaba siendo
amenazada por una invasión de celtas desde Galacia.
Pirro, que
se encontraba en Tarento, esperaba poder dominar Sicilia y crear allí un reino
estable, que pondría bajo mando de su hijo Alejandro. Alejandro era nieto por
vía materna del tirano Agatocles de Siracusa, lo que le convertía en un
pretendiente ideal para reclamar el trono siracusano. Parece que Pirro deseaba
usar Sicilia como cabeza de puente para invadir África, mientras dejaba Sicilia
bajo control de su hijo.
Como era
usual, Pirro envió a Cineas a Sicilia para conocer el estado de las cosas en la
isla antes de llegar a ella. Esto no gusto a los habitantes de Tarento, que
exigieron a Pirro que cumpliera con lo pactado con ellos, que continuara la
guerra contra Roma en la península itálica o que abandonara con su ejército la
seguridad que ofrecían los muros de la ciudad.
Pero Pirro
no tenía la más mínima intención de abandonar Tarento o alguna otra de las
polis griegas de la Magna Grecia en la que se encontraban acuarteladas parte de
sus tropas.
Mientras
Pirro calculaba sus posibilidades de ocupar Sicilia, el almirante cartaginés
Magón ofreció enviar 120 buques para colaborar con sus aliados romanos en el
control del vital estrecho de Mesina. El senado romano convocó al almirante
Magón para discutir los términos del tratado que uniría a ambos, romanos y
cartagineses, contra las ciudades sicilianas rebeldes y su nuevo aliado, Pirro.
Los
términos del tratado (básicamente, un tratado de ayuda mutua militar) obligaban
a ambos firmantes a marchar en ayuda del otro si era invadido. No importaba
quien fuera el que pidiera ayuda, los cartagineses estarían obligados a aportar
la flota para transportar a ambos ejércitos, si fuera necesario, aunque cada
cual tendría a su cargo el mantenimiento de su propio ejército.
Además, los
cartagineses ayudarían siempre a los romanos en los combates navales que se
produjeran contra cualquier enemigo, mientras que los romanos no estaban
obligados por los términos del tratado a realizar la misma operación. Es decir,
según los términos del tratado, los cartagineses estaban obligados a ayudar a
los romanos siempre, y a poner su flota a su disposición, mientras que los
romanos no estaban obligados a ello. Tras firmar el tratado con el senado
romano, el almirante Magón se dirigió en secreto a Tarento, en donde se
encontraba Pirro acuartelado con sus tropas.
Aparentemente,
Magón quería buscar un entendimiento pacifico entre Cartago y Pirro, aunque en
realidad lo que estaba buscando era conocer las intenciones de Pirro con
respecto a Sicilia. Y quería convencer a Pirro para que no desembarcara en
Sicilia y se mantuviera en Italia combatiendo a los romanos.
Cartago se
mantuvo muy activa diplomáticamente, y también firmó un tratado con los
mamertinos. Enviaron a Mesina una flota tripulada por marinos cartagineses y
500 soldados romanos para tratar de disuadir a Pirro de que desembarcara en
Sicilia.
Pirro
retiró sus tropas del interior de Italia y las concentró en los alrededores de
Tarento.
Conquista de Sicilia
A finales
del verano del año 278 a.C, Pirro zarpó de Tarento hacia Sicilia. Antes de
abandonar Italia, protegió su retaguardia dejando fuertes guarniciones en las
ciudades de la Magna Grecia, en el sur de Italia, al general Milo lo dejó a
cargo de Tarento, y a su hijo Alejandro con otra guarnición en Locri.
La flota de
Pirro se dirigió en primer lugar a Locri, en donde dejó a su hijo Alejandro al
mando de una fuerte guarnición. La flota de Pirro estaba compuesta de 60
trirremes, además de unos 200 de buques de transporte para trasladar su fuerza
de invasión a Sicilia, fuerza de invasión compuesta de 10.000 soldados de
infantería (de los cuales 5.000 serían falangitas epirotas), además de 1.200 de
caballería y unos 30 elefantes.
Mapa de la campaña de Pirro en Sicilia
En el
verano del 278 a.C, Pirro al mando de una fuerza compuesta por 8.000 infantes y
500 jinetes (posiblemente su agema o guardia personal), consiguió eludir el
bloqueo cartaginés sobre el estrecho de Mesina y desembarcó en la costa este de
la isla, en las cercanías de la ciudad de Tauromenium (actual Taormina), donde
el reyezuelo local se apresuró a declarar su lealtad al rey epirota.
Desde allí
la flota navegó hasta Catana (actual Catania), donde los ciudadanos le
recibieron con gran entusiasmo y le pusieron una corona de oro, creyendo que
Pirro había llegado para librarles de los odiados cartagineses. Allí en Catana
pudo reclutar más de 3.000 hombres para su ejército, dirigiéndose a
continuación hacia la asediada Siracusa, con el ejército avanzando por la costa
apoyado por su flota.
El ejército
cartaginés llevaba meses asediando la mayor ciudad de la isla, Siracusa, con un
ejército de 50.000 hombres y un centenar de barcos de guerra. Pero el rápido
avance de Pirro cogió a los cartagineses por sorpresa, y Pirro desembarcó sin
oposición en la isla de Ortigia, que controlaba la entrada al puerto de
Siracusa, con la ayuda de la flota siracusana, unos 140 barcos, la flota de
Pirro pudo romper el bloqueo naval cartaginés.
Tras
desembarcar en Siracusa, arbitró en la paz entre Tenón y Sóstrato, y recibió
soldados y dinero de otros gobernadores griegos sicilianos, como Heráclides
tirano de Leontino que envió a Pirro un ejército de 4.000 soldados de
infantería y 500 jinetes.
Aunque
seguían teniendo una gran ventaja numérica, los cartagineses sabían que tenían
pocas opciones de derrotar a las tropas de Pirro. Abandonaron el asedio y
empezaron a retirarse hacia el oeste de la isla.
Tras ocupar
Siracusa, Pirro se dirigió a Leontini, que ocupó sin lucha. Después se dirigió
a Akragas (Agrigento), donde se encontraba el tirano Sosistrato, que puso
Agrigento y una treintena de villas y pueblos que controlaba a disposición de
Pirro. Allí consiguió Pirro más de 8.000 infantes y 800 jinetes, que integró en
su ejército. En Agrigento, Pirro recibió la buena noticia que los ciudadanos de
Enna habían degollado a la totalidad de la guarnición cartaginesa y proponían
aliarse con el epirota.
Con los
refuerzos conseguidos, el ejército de Pirro ascendía a más de 30.000 soldados
de infantería, 2.500 de caballería y 30 elefantes.
Las
siguientes ciudades en caer fueron Heraclea, Selinus, y Segesta, cuando los
mercenarios cartagineses huyeron sin poder hacer nada por miedo a los
elefantes, estos mercenarios se encontraban en territorio hostil y eran cazados
y perseguidos tanto por el ejército de Pirro, como por los sikel o partisanos
locales, las bajas púnicas debieron ser muy numerosas aunque no hubiese
batallas campales.
Los restos
de las fuerzas púnicas huyeron a las ciudades amuralladas costeras del noroeste
oeste como Lilibeo, Eryx y Panormus. Los púnicos se alarmaron de tal forma ante
su éxito que le ofrecieron barcos y dinero, a condición de que formara una
alianza con ellos, a pesar de que no hacía mucho que habían firmado un tratado
con Roma. De forma poco inteligente, Pirro rechazó la oferta, que le habría
reportado inmensas ventajas en su prosecución de la guerra contra Roma, y a
instancias de los griegos sicilianos rehusó cualquier tipo de pacto con los
cartagineses si no evacuaban la isla por completo.
En Eyrx,
Pirro dirigió el asalto a través de una brecha y toda la guarnición cartaginesa
fue pasada a cuchillo.
Asedio de Eryx. Guerra de Pirro en
Sicilia. Autor Milek Jakubiec
El único
bastión que les quedaba a los cartagineses era Lilibeo (Lilybeum, actual
Marsala) que se estaba al final de un istmo y difícil de abordar. En lugar de
correr riesgos en asaltos, Pirro se limitó a bloquear el puerto y asediar la
ciudad, reunió a sus veteranos para cuidar de la única otra seria amenaza para
su control de Sicilia, los Mamertinos.
Los mamertinos
Los
mamertinos eran originalmente mercenarios de Campania contratados por Agatocles
en sus guerras contra Cartago durante el siglo anterior. A su muerte,
emercenarios fueron pagados y se les dijo que volviesen a sus casas. Marcharon
a Mesina en el 288 a.C, y decidieron quedarse allí, mataron a la población
masculina de la ciudad y tomaron el nombre mamertinos (hombres del dios de la
guerra Mamers). Controlaron el tráfico del estrecho de Mesiana, capturaban
barcos comerciales desprevenidos en el estrecho, llevando el botín a su base.
Capturaban prisioneros y exigían rescates y también formaron bandas de bandidos
para extorsionar el campo local.
Los
Mamertinos estaban siendo ayudados por los cartagineses que obviamente deseaba
para provocar un “segundo frente” contra Pirro y “ganar tiempo” en Lilibeo. Los
sicilianos llamaron a Pirro para deshacerse de esta plaga.
Reunió sus
mejores tropas y se dispuso acabar con los mamertinos, y tomar fortalezas. Los
mamertinos hicieron una valiente salida, tratando de presentar una batalla
campal, pero fueron fácilmente derrotados y se refugiaron tras las murallas de
Mesina. La ciudad fue asaltada y los mamertinos muertos o expulsados.
Finalizado
el problema mamertino, Pirro fue anunciado como “rey de Sicilia”. Su hijo
Alejandro, fue designado como heredero y su dinastía parecía segura.
Los sicilianos proclamando a Pirro rey de
Sicilia tras derrotar a los mamertinos
Asedio de Lilibeo
Las fuerzas
epirotas se reunieron de nuevo delante de Lilibeo con un tren de asedio
completo y Pirro ordenó un asalto a las obras exteriores. Los ingenieros
púnicos no habían estado ociosos, y habían allanado el terreno del istmo y
habían construido máquinas de guerra y torres de asedio. Los infantes se lanzaron
al asalto con los equipos, pero fueron rechazados por el volumen de fuego
enemigo. Incluso los veteranos epirotas fueron incapaces de avanzar contra las
murallas. Pirro trató de noquear a las torres con su propia artillería, pero
con poco éxito. La flota cartaginesa apoyaba a la ciudad llevando suministros y
acosando a los sitiadores.
Pirro
comenzó a maldecir a los siracusanos respecto a las naves que estaban sin
utilizar en el puerto. Los atacantes suspendieron sus ataques suicidas y
volvieron a las operaciones de minado en el suelo rocoso, pero los defensores
realizaron obras de contraminado y frustraron cualquier progreso.
Tras más de
dos meses de operaciones sin conseguir ningún avance, y a medida que aumentaban
las bajas en los soldados locales, estos eran cada vez menos entusiastas para
iniciar asaltos, y exigían que los realizaran en primer lugar las fuerzas de
Pirro. Finalmente el asedio fue cancelado y el aura de invencibilidad de Pirro
quedó empañada.
Final de Pirro en Sicilia
Pirro
gobernó la isla siciliana con carácter autoritario, ignoraba a las autoridades
indígenas de las ciudades poniendo al mando gente de su confianza, quitándoles
y poniéndoles nuevos a voluntad. Los habitantes de las ciudades
greco-sicilianas, muy celosas de su autonomía, veían ya en Pirro, a un
dictador, y esta era una cosa que no iban a soportar.
Empezaron a
plantearle problemas de todo tipo a Pirro, y este muy quisquilloso respondió
represaliando a los revoltosos, hecho que no gustó nada a los sicilianos, los
cuales decidieron aumentar la presión de hostigamiento.
Además
Pirro decidió crear una gran flota y trasladar la guerra contra Cartago a sus
dominios en África, lo que suponía más gastos, así que estaba más que
harto del comportamiento hostil de los habitantes de la isla, decidió que la
empresa de Sicilia ya no daba más de sí, así que aprovechando los lamentables
llamamientos de auxilio de los tarentinos, en el año 276 a.C. Cuando dejó la
isla exclamó “Bonito campo de batalla dejo para romanos y cartagineses”.
Batalla de Ásculum (279 a.C)
Después de
la ruptura de las negociaciones con Roma, Pirro reforzó su capacidad militar y
también reclutó nuevos mercenarios, la mayoría de Italia Meridional. Como es
natural las ciudades griegas, en nombre de cuya libertad e independencia,
después de todo, estaba siendo asumida toda la campaña, estaban ahora llamados
a financiar las operaciones. Tarento tuvo que reducir el peso medio de sus
estáteras de plata desde 7.9 a 6.5 gramos de manera que podía acuñar más
moneda. El llamado Templo de los Archivos de Locri muestra cuán inmensas sumas
de dinero consiguió obtener también Pirro en otros lugares, y revela también
cuán ricas y florecientes eran esas ciudades. Con la enorme suma que consiguió
podían pagarse a aproximadamente 20-24.000 mercenarios su acostumbrado dracma
diario durante seis años.
En la
primavera de 279 a.C, Pirro marchó lentamente hacia el norte a través de Apulia
con un ejército reforzado por sus aliados tomando una serie de pequeñas
ciudades en su camino.
Los romanos
pusieron en marcha un nuevo ejército consular para atacar a Pirro, estaba al
mando de Publio Sulpicio y Publio Decio Mus, que recibieron la orden de ir
directamente contra Pirro que se encontraba en la región de Apulia, con el fin
de proteger las colonias de Venusia y Luceria e impedir que el rey entrara
hasta el Samnio y desde allí amenazara a la misma Roma, Ambos ejércitos se
encontraron cerca de la ciudad de Asculum, a 130 km de Tarento.
Los romanos
aprovecharon para elegir un terreno favorable, ocupando las alturas y bastantes
boscoso para impedir el uso de la caballería. En este segundo encuentro entre
las falanges macedonias y las legiones romanas, ambos ejércitos estaban en
igualdad numérica. Los romanos tenían un mayor número de infantes pero menor
número de jinetes y elefantes.
Después de
la batalla de Heraclea, donde los elefantes de guerra griegos produjeron un
gran impacto sobre los romanos, las legiones se surtieron de proyectiles y
armas especiales contra los animales: 300 carros de bueyes equipados con largas
picas, recipientes de cerámica ardiendo para asustarlos, además de tropas que
se desplegaban para proteger al resto del ejército y lanzar jabalinas y otros
proyectiles contra las bestias para que retrocedieran.
Despliegue
inicial
El despliegue
de los dos ejércitos enfrentados fue el siguiente.
Ejército de Pirro
Constaba
de 9.000 jinetes, 40.000 infantes, 20 elefantes y desplegó:
·
Ala izquierda: 3.500 jinetes
ambracios, lucanos y tarentinos, apoyados por 1.000 infantes ligeros.
·
Centro: 9.000 hoplitas
samnitas; 5.000 hoplitas mercenarios (etolios, acarnanios, atamanios y
alamanios), 5.000 falangistas epirotas (molosos, tesprotos y caones)
5.000 hoplitas tarentinos o “escudos blancos”, 5.000 falangistas brutios,
lucanos y salentinos, 5.000 falangistas italiotas y 4.000 falangistas
macedonios
·
Ala derecha: 3.500 jinetes
brutios, samnitas, tesalios y macedonios apoyados por 1.000 infantes ligeros.
·
Retaguardia: a izquierda y
derecha 10 elefantes protegidos por 1.000 infantes ligeros. En el centro Pirro
con su Agema (guardia personal) de 2.000 jinetes.
Batalla de Ásculum 279 a.C: Despliegue
inicial
Ejército romano
Constaba de
8.000 jinetes, 40.000 infantes, 300 carros. 5.000 arpinos de refuerzo desplegó:
·
Ala izquierda: 4.000 jinetes
y 1.000 infantes ligeros apulianos
·
Centro: II, IV, III y
legiones romanas (20.000) y 4 legiones aliadas (16.000) intercaladas.
·
Ala derecha: 4.000 jinetes y
1.000 infantes ligeros campanos
·
Retaguardia: 300 carromatos e
1.000 infantería ligera.
Los
Carromatos Dionisio de Halicarnaso: “Tenían, montados sobre vigas rectas,
mástiles trasversales que podían ser girados fácilmente hacia donde uno
quisiera con la velocidad del pensamiento, en los extremos de los mástiles había
tridentes, máquinas en forma de espadas para lanzar proyectiles o guadañas
todas de hierro, o bien tenían una
especie de rastrillos que lanzaban desde arriba pesados garfios. Muchos
mástiles tenían atados unos ganchos inflamables envueltos en estopa engrasada
con mucha pez, que sobresalían por delante de los carros, y los hombres que
estaban en ellos, cuando se encontraban cerca de los animales, prendían fuego a
los ganchos y los golpeaban contra sus trompas y rostros. Situados en los
carros, que eran de cuatro ruedas, había también muchos de la tropa ligera
-arqueros, lanzadores de piedras y honderos de dardos de hierro; y abajo, al
lado de los carros, había todavía muchos más”.
Había una
legión de 5.000 arpinos (aliados romanos del Lacio) que no se habían
incorporado a la batalla y que llegaron cuando ésta había comenzado.
La I legión
se desplegó frente a las falanges de Ambracia y Macedonia; la II frente a
samnitas; la III contra tarentinos, brutios y lucanos y la IV mercenarios y
epirotas.
Primer día
Primera fase
Batalla de Asculum 279 a.C: primer día,
primera fase
La batalla
se desarrolló tras cruzar las tropas romanas arrollo que estaba en el medio.
Primero la caballería y detrás las legiones.
Pirro mando
a atacar su caballería. Su ala izquierda (jinetes ambracios, lucanos y
tarentinos) era caballería ligera se acercaban al enemigo, golpeaban y se
retiraban para más tarde volver hacer lo mismo. La caballería romana se
encontraba incómoda peleando el enemigo de esta manera, ya que estaban
acostumbrados a pelear como la caballería itálica de los pueblos de la
península italiana; es decir, la caballería se acercaba al enemigo y luego
desmontaban para pelear a pie (algo parecido a infantería montada).
Su
caballería del ala derecha (brutios, samnitas, tesalios y macedonios) era
pesada y utilizaba el choque para dar el golpe de gracia en una batalla; sus
jinetes eran de primera y maniobraban con gran habilidad y técnica frente a
unos romanos bastante torpes al respecto, pero no carentes de valentía.
La
infantería chocó y se repitió lo mismo que en la batalla anterior, los
legionarios se veían frustrados porque no podían romper el muro de hoplitas,
los epirotas se veían frustrados porque cada vez que derrotaban a un
manipulo, otro manipulo los flanqueaba y la línea de falangistas corría grave peligro
de ser traspasada, tras varios ataques y contraataques, aparecieron los
primeros síntomas de agrietamiento en las filas de ambos contendientes se
dieron primero en las filas del flanco derecho romano, donde estaba apostada la
I legión romana junto con sus aliados itálicos; los macedonios empezaron a
abrir brecha en las filas romanas y estos iniciaron un lento repliegue. Pero
por el contrario, en el centro epirota, empezó a suceder lo contrario, la III
legión romana empezó a hacer retroceder a la falange de los brutios, lucanos y
tarentinos, abriendo una grieta y la IV estaba abriendo otra entre los epirotas
y mercenarios.
Batalla de Asculum 279 a.C. Pirro en la
batalla. Autor Giuseppe Rava.
Pirro vio
con horror como en centro empezaba derrumbarse, si esto sucedía, podía dar por
perdida la batalla. En consecuencia, había que poner en marcha la reserva
táctica, sus preciados elefantes. Efectivamente, los elefantes fueron enviados
para taponar la brecha que la II legión había abierto en centro del despliegue
epirota. En un principio cumplieron bien su misión; los elefantes fueron
utilizados como los modernos tanques contra la infantería, estos se lanzaron
contra las apretadas líneas romanas sembrado el pánico con sus colmillos,
hiriendo a diestro y siniestro y aplastando con sus patas a los romanos que
valientemente se les ponían por delante; esto sin contar con los soldados
epirotas apostados en los lomos de los elefantes, los cuales lanzaban sin cesar
flechas y lanzas contra los romanos.
Pero aquí
los romanos aprovecharon para poner en marcha su arma secreta contra los
elefantes, ¡sus 300 carros!. Estos avanzaron hasta los elefantes, los cuales
detuvieron su marcha, asustados por las picas que salían de los enormes
armatostes, las cuales amenazaban con herirles. Los romanos veían con
satisfacción como su arma secreta había surtido efecto, los elefantes se habían
detenido ante el despliegue de sus carromatos.
Batalla de Asculum 279 a.C. Los
carromatos de fuego romanos detienen el avance de los elefantes. Ángel Todaro.
Pirro
evaluó la situación y decidió que los elefantes se acercasen a los carros
romanos pero a una distancia prudente que no pusiera en peligro a los
elefantes. Luego la infantería ligera que apoyaba a los elefantes empezó a
lanzar de todo a las tripulaciones que manejaban los carros, para dejar
inoperativas a las máquinas y se infiltraron entre los carromatos hiriendo a
los bueyes que tiraban de los carros. En consecuencia, el pánico empezó a
cundir entre las tripulaciones de los carros romanos y estos pronto empezaron a
abandonar las máquinas para replegarse a las líneas romanas. Con esto los
romanos perdían un arma que aunque torpe, en un principio había funcionado
bien, pero su lentitud fue aprovechara por los epirotas para buscar su punto
débil y efectivamente, lo hallaron.
Segunda fase
Pirro vio
con gran horror que el frente se había vuelto a romper y que la III legión
avanzaba y que la derrota era inminente. Decidió jugarse el todo por el todo
poniendo toda la carne en el asador decidió emplear su guardia montada junto
con parte de la caballería del flaco derecho.
Cuando
estaba a punto de iniciar el movimiento, Pirro se encontró con un jinete que le
comunicó un suceso que podría decirse que era , ¡el colmo de los colmos!. Los
romanos estaban a su retaguardia saqueando su campamento.
Efectivamente!,
una legión romana formada por los “Arpinos”, procedentes de Apulia y compuesta
por 5.000 hombres acudía tarde al campo de batalla. Cuando estos llegaron a las
inmediaciones de la batalla, vieron que esta estaba en su zénit; con las
unidades mezcladas no sabiendo quien es quien y una polvareda que no dejaba ver
con claridad donde estaban las unidades romanas, juzgaron no meterse en medio,
esperando prudente en retaguardia a que finalizara la misma.
Los arpinos
se habían situado sin saberlo en las cercanías retaguardia del campamento de
Pirro. Estos avistaron el campamento y optaron acercarse con cautela a una
prudente distancia y capturar a unos griegos que estaban en las cercanías
recogiendo leña. Les preguntaron quiénes eran y estos les informaron que
pertenecían al campamento de Pirro; posiblemente también les informaron que las
fuerzas en su interior no eran más que de unos destacamentos de seguridad. En
consecuencia, aunque no intervendrían en la batalla, se llevarían un jugoso
botín con el saqueo del campamento epirota. Los arpinos cayeron sobre del
campamento epirota atacando en todas direcciones y saltando por encima de las
empalizadas; los defensores tuvieron la suficiente rapidez de reflejos, para
enviar un jinete para que avisara a Pirro de lo sucedido y que acudiera con
refuerzos.
Batalla de Asculum 279 a.C: Primer día,
segunda fase
Pirro
escuchó al jinete, y estimó que el campamento estaba muy lejos, que y su
llegada no habría podido impedir el saqueo, así que decidió abandonar a su
suerte el campamento y continuar con el ataque de la caballería contra la
brecha producida en el centro.
La visión
por parte de los romanos de que la caballería se lanzaba de frente contra ellos
obligó a las unidades romanas a detener su avance y a apostarse en una loma
cercana. Las legiones III y aliada se vieron de pronto de lanzarse victoriosas
irrumpiendo en el centro del dispositivo enemigo a quedar cercadas en una loma
por unidades de caballería e infantería ligera.
Pirro no
podía desalojar a sus enemigos de la elevación; la caballería y los elefantes
no podían maniobrar en esas elevaciones. La loma puede decirse que salvó de su
destrucción a las unidades romanas. Pero Pirro no se mostró inactivo contra sus
contrincantes; reforzó el cerco con tropas sacadas de su flanco izquierdo, en
particular caballería del ala derecha e infantería samnita.
En el
resto del frente las cosas permanecían equilibradas, solo en el centro del
despliegue, la acción era mucho mayor. Pirro optó por hostigar a los romanos de
la loma, enviando a arqueros, jabalineros y honderos; los cuales lanzaron una
lluvia de proyectiles que si bien causó muchas bajas a los defensores, no hizo
que estos se rindieran, aguantando impávidamente el acoso epirota.
Los romanos
sabedores del cerco de sus legiones reunieron la caballería de ambas alas
para romper el cerco enemigo, pero fue en vano. La presencia de los elefantes
en el cerco imposibilitaba que estos se acercaran, ya que no estaban
acostumbrados a olor de elefantes, y los caballos se encabritaron y perdieron
el control.
El combate
finalizó con la llegada de la noche, el resto de la tarde no varió nada,
conservando los oponentes sus posiciones. Con la llegada de la noche, los
epirotas retrocedieron a su campamento y los romanos bajaron de la loma
retirándose a sus líneas.
Los
epirotas pasaron una noche horrible; su campamento había sido saqueado a
conciencia y cuando volvieron fatigados de la batalla se encontraron que no
había víveres, ya que los arpianos habían arramblado con todo. Las medicinas
habían desaparecido, en consecuencia, muchos heridos sucumbieron por no poder
prestárseles una atención médica adecuada; sin contar con que tuvieron que
acampar al raso, en una fría noche, ya que las tiendas para protegerse del frío
también habían sido robadas. ¡Los arpinos habían efectuado una buena labor de
saqueo!, a la par que efectuada con comodidad, ya que nadie les
importunó.
Segundo día
Amanecer
del segundo, Pirro envió algunos hostigadores y la infantería ligera a ocupar
la colina que habían dado a los romanos la ventaja táctica el día anterior.
Esto obligó a los romanos a enfrentar al ejército epirota en las llanuras
cercanas. Los dos ejércitos se repiten sus disposiciones de la jornada
anterior. Este día, sin embargo, los romanos atacaron agresivamente toda la
línea epirota, poniendo una enorme presión en todas las partes. Esperaban que
se rompiera el frente epirota antes de que pudiese emplear sus elefantes. Sin
embargo, la infantería de Pirro, tuvo una buena actuación, aguantando a las
legiones romanas.
Batalla de Asculum 279 AC. Carga de los
elefantes. Los elefantes de Pirro cargan contra la falange romana hundiendo las
líneas romanas. Autor Richard Hook
Pirro
decidió emplear sus elefantes y los romanos emplearon los carros que les
quedaban. Aunque inicialmente tuvo éxito, la infantería ligera pronto los
inutilizó, y los elefantes hundieron la línea romana, produciendo brechas. En
ese momento, el propio Pirro llevó a su Agema o Guardia Real a la batalla,
entró por la brecha y atacó el flanco romano. Es posible durante esta fase de
la batalla que Pirro fuese herido por una jabalina romana. En consecuencia, el
ejército romano se rompió y los romanos se retiraron ordenadamente a su campamento
fortificado, poniendo fin a la batalla.
Pirro se
declaró vencedor, ya que el enemigo había abandonado el campo de batalla.
Consecuencias
Pirro, no
tenía motivos de felicidad, había infringido a los romanos 6.000 bajas
incluyendo la vida del cónsul Publio Decio Mus, por 3.500 propias, pero
nuevamente como en la anterior batalla, una buena parte de ellas se había
llevado una parte de sus mejores tropas y oficiales griegos que eran muy
difíciles de reponer, dado que Grecia se encontraba haciendo frente a las
invasiones galas.
Sabiendo
que su situación era desesperada a causa de las grandes pérdidas que había
sufrido pese a la victoria, Pirro ofreció una tregua a Roma. Sin embargo, el
Senado Romano se negó a aceptar cualquier acuerdo mientras Pirro mantuviese sus
tropas en territorio italiano. Más tarde las ciudades griegas, a las que él
decía defender, le retiraron el apoyo.
Recibió
entonces dos embajadas procedentes de Siracusa. Esta empresa parecía más
sencilla que aquella en la que se encontraba embarcado, y poseía la atracción
de la novedad, que siempre había seducido al rey. No obstante, antes era
necesario suspender las hostilidades con los romanos, que asimismo se hallaban
deseosos de verse libres de un oponente tan formidable y completar la sumisión
del sur de Italia sin más interrupciones.
Como ambos
bandos compartían deseos comunes, no fue difícil que llegaran a un acuerdo para
finalizar la guerra. Esto ocurrió a principios de 278 a.C, cuando uno de los
médicos de Pirro, llamado Nicias, desertó a las filas romanas y propuso a los
cónsules envenenar a su señor. Los cónsules de ese año Fabricio y Emilio
enviaron al desertor de vuelta ante su rey, afirmando que aborrecían la idea de
conseguir una victoria mediante la traición. Para mostrar su gratitud, Pirro
envió a Cineas a Roma con todos los prisioneros romanos, entregándolos sin
rescate. Parece ser que Roma devolvió a los suyos y otorgó entonces una tregua
a Pirro, no así una paz formal, ya que el rey no consintió en abandonar Italia.
Pirro cuando
abandonó Italia dejó parte de sus tropas que permanecieron estacionadas en
varios lugares aliados suyos, como protección contra los romanos y contra el
peligro de traición, aunque no pudieron impedir que los dos nuevos cónsules, C.
Fabricio Luscino y Q. Emilio Papo ganaran de nuevo, en el transcurso del año, a
alguno de los pueblos y ciudades que previamente se habían pasado a Pirro. En
Roma en el invierno de ese mismo año, celebraron un triunfo sobre los lucanos,
samnitas, tarentinos y brutios, lo que demuestra que sus éxitos deben haber
sido considerables.
Batalla de Benevento, Beneventum o Maleventum (275
a.C)
Regreso de Pirro de Sicilia
Durante la
ausencia de Pirro, las acciones militares romanas, se habían intensificado
sobre los aliados. En el 278 a.C Entraron en funciones los cónsules Caio
Fabricio Luscino y Quinto Emilio Papo. Caio Fabricio emprende una campaña en
toda regla contra los tarentinos, brutios, lucanos y samnita, mientras que
Quinto Emilio, debió librar algunos combates en Etruria de menor
importancia. En el 277 a.C, el cónsul Caio Junio Bubulco derrota a brutios y
lucanos. Al año siguiente Quinto Fabio Máximo infligió derrotas a samnitas,
lucanos y brutios.
Los griegos
del sur de Italia, llamaron de nuevo a Pirro, que regresó a Italia en otoño de
276 a.C, zarpó de Siracusa con 110 barcos de guerra y numerosas naves de
carga. Pero cuando navegaba hacia el norte a lo largo de la costa siciliana fue
sorprendido por una flota púnica no lejos de Regio y sufrió duras pérdidas. En
torno a 70 de sus barcos de guerra fueron hundidos y muchos otros muy dañados.
Solamente una docena escaparon indemnes. A pesar de que los cartagineses no
habían logrado su objetivo real, la destrucción del ejército entero de Pirro,
pues la flota de naves de transportes fue capaz de escapar y desembarcar sin
problemas en Locri.
Desde
Locri, Pirro fue a Regio, pero fue incapaz de tomar la ciudad debido a la
fuerte resistencia ofrecida allí por la guarnición campana, que estaba mando el
mando romano y reforzada por mamertinos de Messana. Cuando se estaba retirando
de la ciudad sufrió una emboscada por los mamertinos y sufrió fuertes pérdidas
adicionales. Su ejército solamente escapó de esta precaria situación con la
ayuda de la intervención personal del rey mismo que, en combate singular,
supuestamente cortó a un oponente en dos con un único golpe de su espada.
Finalmente llegó de vuelta a Locri con 20.000 hombres y 3.000 jinetes y una vez
más exigió una suma particularmente alta en impuestos de la ciudad para cubrir
sus pérdidas y reclutar nuevos mercenarios. No contento con esto, también
confiscó los tesoros del templo de Perséfone en Locri, para gran indignación de
los griegos. La mayoría de ellos los devolvió de nuevo, no obstante, cuando los
barcos que llevaban el botín a Tarento se encontraron con una fuerte tormenta,
que él tomó por un mal presagio.
No se sabe
con certeza si Pirro volvió también ahora una vez más a Grecia, y en particular
a Antígono Gonatas de Macedonia y Antíoco I de Siria, con una súplica o incluso
una demanda para un futuro apoyo. Los samnitas y lucanos cansados después de
tres años de duras pérdidas en su guerra contra Roma, se mostraron poco
inclinados a continuar apoyando al rey sin reservas.
Pero por
otra parte, los cónsules del año 275 a.C, encontraron igualmente difícil
movilizar un nuevo ejército, tanto más cuanto Roma había sido afectada en 276
AC por un brote de peste que se había cobrado un alto precio de vidas. Livio
informa de un descenso en el número de ciudadanos desde 287.222 en el año 280
a.C a solo 271.224 en 275 a.C.
Los fieles
epirotas del ejército de Pirro, habían caído en su mayoría, y sus fuerzas
consistían principalmente en mercenarios, reclutados en Italia y de cuya
fidelidad sólo podía estar seguro mientras les condujera a la victoria, pagara
sus sueldos y consintiera los saqueos.
En la
primavera del 275 a.C, Pirro y sus aliados samnitas, decidieron ir contra los
romanos, Los romanos habían creado dos ejércitos consulares uno mandado por
Manio Curio Dentato, que marchó contra Lucania y otro mandado por Servio
Cornelio Merenda que se dirigió contra Sammio, con el fin de mantener la
fidelidad de estas regiones, ambos tenían que reunirse en Tarento.
Pirro
dividió sus fuerzas en dos partes, una más pequeña al mando de Milón para bloquear
al cónsul Cornelio y otra mandada por él mismo que avanzó contra Curio. Éste
cuando se enteró de que Pirro se dirigía contra él, enviar un mensaje al otro
cónsul y esperar en un campamento fortificado favorable para la defensa, el
lugar elegido estaba a las afueras de la ciudad de Maleventum que los romanos
cambiaron de nombre a Beneventum, Benevento en la actualidad. Pirro llegó a la
conclusión de que era mejor atacar al cónsul Curio antes de que llegase el
cónsul Cornelio.
Pirro
disponía de una fuerza de 13.600 falangistas, 9.000 hoplitas, 3.000 jinetes y
20 elefantes, mientras que Curio disponía de un ejército consular de 4 legiones
unos 20.000 legionarios, 4.000 infantería ligera y 2.000 jinetes.
El rey
planeó atacar el campamento romano a la caída de la noche. Pero erró los
cálculos en tiempo y distancia: las antorchas se consumieron, los guías se
equivocaron de camino y el sol ya asomaba en el horizonte cuando alcanzaron las
colinas sobre el campamento romano.
Batalla de Benevento, Beneventum o
Maleventum 275 AC. Movimientos previos. Autor Theodore Ayrault Dodge
Dionisio
relató la marcha “Como era de esperar,
los hoplitas – con cascos, corazas y pesados escudos -, marchando hacia lugares
escarpados por largos caminos ni siquiera frecuentados por gente sino por
cabras, a través de la maleza y los riscos, no conservarían ninguna alineación
y, antes de que sus enemigos aparecieran ante ellos, sus cuerpos estarían
totalmente debilitados por la sed y la fatiga”.
No
obstante, su llegada cogió a los romanos por sorpresa, mandó salir una
avanzadilla de caballería mandada por Dentatus para hacer retroceder a la
vanguardia de Pirro y dar tiempo para formar sus tropas, sembró la confusión
entre las fuerzas de Pirro y atacó el tren de bagajes de la vanguardia y
consiguió hacer algunos prisioneros e incluso algunos elefantes que habían
quedado aislados.
La vanguardia de Pirro se retiró, y regresó a la llanura, mientras Pirro se dirigió a la llanura y desplegó sus fuerzas en línea.
La vanguardia de Pirro se retiró, y regresó a la llanura, mientras Pirro se dirigió a la llanura y desplegó sus fuerzas en línea.
Despliegue inicial
El ejército
romano desplegó con las cuatro legiones en el centro, las aliadas en los
flancos y las romanas en el centro. y 1.000 jinetes en cada ala y una reserva
de 4.000 vélites o infantes ligeros dentro del campamento.
Pirro
desplegó 1.500 jinetes ligeros en su ala izquierda apoyados por 1.000 infantes
ligeros. En el centro 4.500 hoplitas, 13.600 falangistas y otros 4.500
hoplitas. En su ala derecha 1.500 jinetes pesados /tesalianos y macedonios) con
1.000 infantes ligeros, y como reserva los elefantes con 1.500 infantes
ligeros.
Desarrollo
Batalla de Benevento, Beneventum o
Malevetum 275 a.C: Desarrollo
El choque
fue como en las batallas anteriores, primero se enfrentaron la caballería en
las alas, que no produjo un resultado definitivo y a continuación chocó las
legiones contra la falange, las tropas de Pirro estaban cansadas por la marcha
nocturna y las romanas descansadas.
Los romanos
progresaron por el ala derecha de Pirro, pero retrocedieron por la izquierda,
así es que Pirro decidió emplear los elefantes contra el flanco derecho,
apoyados por la infantería ligera.
Batalla de Benevento 275 a.C. Choque
entre las legiones romanas y la falange epirota. Autor Christian Jegou.
Los romanos
para pararlos emplearon la reserva del campamento, la infantería ligera que
llevaban cerdos untados de pez líquida y que cuando estaban cerca de los
elefantes, les prendieron fuego y les dejaron libres. Los animales, histéricos,
se precipitaron hacia los elefantes que, asustados por los chillidos de los
cerdos en llamas, se aterrorizaron y rompieron su formación, aplastando a
amigos y enemigos. Al mismo tiempo, la infantería ligera romana, arrojaba
flechas y lanzas incendiarias contra los elefantes.
Batalla de Benevento 275 a.C. Velites
romanos acosando a los elefantes de Pirro. Autor Christian Jegou.
Batalla de Benevento 275 a.C: Carga de
los elefantes. Autor Pavel Glodek
Batalla de Benevento 275 a.C. Cerdos
asustando a elefantes. Los romanos untaron de grasa a cerdos y les prendieron
fuego, sus chillidos asustaron a los elefantes.
(La técnica
de los cerdos había sido empleada anteriormente con éxito por los megarenses
contra Antígono, quién a partir de entonces ordenó que se criaran a los
elefantes con cerdos para que se acostumbraran a verlos y no se asustaran de su
presencia ni de sus chillidos.)
Plutarco
relató la batalla de esta manera: “desde el amanecer percibieron los enemigos
su venida desde las atalayas; de manera que desde aquel punto se pusieron en
inquietud y movimiento. Hizo sacrificio Manio, y como también el tiempo se
presentase oportuno, salió con sus tropas, acometió a los primeros, y,
haciéndolos retirar, inspiró ya miedo a todos, habiendo muerto muchos y aun
habiéndose cogido algunos elefantes. La misma victoria condujo a Manio a tener que
pelear en la llanura, y trabada allí de poder a poder la batalla, por una parte
desbarató a los enemigos, pero por otra fue acosado de los elefantes, y como le
llevasen en retirada hasta cerca del campamento, llamó a los de la guardia, que
en gran número estaban sobre las armas y se hallaban descansados. Acudiendo
éstos e hiriendo desde puestos ventajosos a los elefantes los obligaron a
retirarse y a huir por entre los propios, causando con ello gran turbación y
desorden; lo cual no solamente dio a los Romanos aquella victoria, sino la
seguridad del mando”.
La
estampida de los elefantes causó tal desorden y descontrol en ambos mandos que
decidieron retirarse de la batalla, los romanos a su campamento y Pirro a
retaguardia.
Legionarios contra falangistas. Izquierda
hastatus contra falangita, Autor Johnny Shumate. Fuente
http://johnnyshumate.com/. Derecha un triario capturando a un hoplita, se
observa la espada romana anterior a la gladius hispaniensis.
Los romanos
perdieron 6.000 soldados y los epirotas 9.000 y 2 elefantes; los romanos
capturaron 1.300 prisioneros y 8 elefantes. Los romanos también capturaron
parte del tren de bagajes de Pirro, otorgándose la victoria.
Secuelas
Pirro
estaba ahora en peligro de ser atrapado entre los ejércitos de los dos cónsules
y se retiró a toda velocidad a Tarento tras su derrota. Desde allí pidió de
nuevo ayuda a los reyes de Macedonia y Siria. Como estos ignoraron sus
súplicas, no le quedó otra alternativa que abandonar Italia. Regresó a Grecia a
finales del año, dejando a Milón con una guarnición en Tarento, prometiendo
regresar a Italia en cuanto obtuviera nuevas fuerzas. Pirro llegó a Epiro a
finales de 274 a.C, tras una ausencia de seis años. Trajo de vuelta sólo
8.000 infantes y 500 jinetes, y tan poco dinero que no podía acometer nuevas
empresas militares.
Próximo Capítulo: Guerras Púnicas
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