Primera Guerra Púnica (264
– 241 a.C)
Fue el
primero de tres grandes conflictos bélicos entre las dos principales potencias
del Mediterráneo Occidental, la República Romana y la República Cartaginesa.
Durante 23 años, Roma y Cartago lucharon por la supremacía en la zona y la
conquista de Sicilia.
Orígenes
Trás la
marcha de Pirro de Sicilia, los mamertinos regresaron a Mesana (Mesina) aunque
eran menos fuertes y se dedicaron a su antiguo negocio, Hierón II de Siracusa
derrotó a los mamertinos en la llanura de Milea, al norte de Mesina.
Tras esa
derrota, en el año 264 AC, los mamertinos acudieron tanto a Roma como a Cartago
en busca de ayuda. Los cartagineses hablaron con Hierón, y lograron acordar que
éste no llevara a cabo nuevas medidas militares a cambio de que los mamertinos
aceptasen una guarnición cartaginesa en Mesina. Ya fuese porque no les gustaba
la idea de la guarnición cartaginesa, o bien convencidos de que la reciente
alianza entre Roma y Cartago contra el rey Pirro reflejaba unas relaciones
cordiales entre ambas potencias, el hecho es que los mamertinos solicitaron a
Roma una alianza, buscando con ello mayor protección.
En ese
momento la isla está dividida en dos esferas de influencia: la parte oeste y
central, dominada por Cartago, y la parte oriental, de ascendencia e influencia
griega. Los griegos están capitaneados por la polis de Siracusa, dirigida por
el tirano Hierón II, que hasta ese momento habían sido seculares enemigos.
Tras un
gran debate en el Senado, Roma finalmente decidió enviar dos legiones a Mesana
(Mesina) para apoyar a los mamertinos, bajo las órdenes de Apio Claudio Caudex,
que desembarcaron en Mesana, en donde los mamertinos habían expulsado
previamente a la guarnición cartaginesa comandada por un tal Hannón y que se había
refugiado en la ciudadela.
Guerra en Sicilia (264 – 257 a.C)
La guerra
terrestre en Sicilia comenzó con el desembarco romano en Mesana en 264 AC. A
pesar de la superioridad naval de Cartago, el desembarco romano no encontró
prácticamente ninguna oposición. Dos legiones comandadas por Apio Claudio
Caudex desembarcaron en Mesana.
El
comandante cartaginés Hanón, suponemos comprendió que si su actuación provocaba
la guerra abierta con Roma podía considerarse hombre muerto en Cartago o en la
propia Mesina: decidió evacuar la ciudadela con la esperanza de que su decisión
fuese comprendida en Cartago, pero en le sirvió de nada ya que murió
crucificado.
La
estrategia inicial de Roma era eliminar a Siracusa como enemigo y por ello,
desde Mesana, los romanos marcharon al sur, mientras que diversas ciudades por
el camino abandonaban el bando cartaginés para aliarse con Roma.
En el 263
AC, ante la entrada de los romanos, Cartago y Siracusa (enemigos seculares en
Sicilia), se aliaron para expulsar a Roma de la isla.
Roma decide
deshacer la alianza púnico-siracusana atacando al elemento más endeble 40.000
hombres parten hacia Siracusa. A su paso, las ciudades aliadas de Siracusa se
pasan a la causa romana. Se deshace para siempre la confederación helénica en
la Isla.
Tras un
breve asedio sin haber recibido ayuda cartaginesa, Hierón, decide hacer la paz
con Roma. Se constituye así un pequeño reino independiente, aliado de Roma, que
le será muy útil durante toda la guerra. Junto con Siracusa, varias otras
ciudades cartaginesas más pequeñas decidieron también pasarse al bando romano.
Una vez resuelto el problema de Siracusa se dirigen a Agrigento.
Mapa de las batallas durante la Primera
Guerra Púnica (264- 241 a.C)
Batalla de Akragas o Agrigento (261 a.C.)
En 262 a.C.,
los romanos enviaron un nuevo ejército de gran escala a Sicilia, compuesto de
unos 40.000 hombres organizados en cuatro legiones y los alae de caballería
asociados. El ejército estaba dirigido por los dos cónsules, Lucio Póstumo
Megelo y Quinto Manilio Vítulo. Los refuerzos fueron enviados en respuesta a la
gran operación de reclutamiento y entrenamiento que se estaba produciendo en el
bando cartaginés.
Apoyado por
los suministros procedentes de Siracusa, el ejército consular marchó a
Agrigento, en la costa sudoeste de la isla, en junio de ese año. Esta ciudad
debía funcionar como campamento base del nuevo ejército cartaginés, aunque por
entonces estaba sólo ocupada por una guarnición local de 1.500 hombres, al
mando de los cuales estaba Aníbal Giscón.
Giscón
respondió a la amenaza refugiando a la población de Agrigento tras las murallas
de la ciudad, a la vez que acaparaba todas las provisiones que pudo conseguir
de los alrededores. La ciudad se preparó para un largo asedio, y todo lo que
tenía que hacer era esperar a que llegaran los refuerzos cartagineses que
estaban en ese momento en preparación. En aquella época, la ingeniería de
asedio y la construcción de maquinaria para asaltar murallas era un arte que
los romanos todavía no dominaban y la única forma en la que podían conquistar
una ciudad fortificada como Agrigento era a través de un largo bloqueo, y la
rendición por hambre. Con ese fin, el ejército acampó tras los muros de la
ciudad, y se preparó para esperar el tiempo necesario para que la ciudad terminarse
rindiéndose. Gracias al apoyo logístico desde Siracusa, sus provisiones no
serían un problema.
Algunos
meses después, Giscón comenzó a sufrir los efectos del bloqueo y apeló a
Cartago para el envío de ayuda urgente. Los refuerzos desembarcaron en Heraclea
a comienzos del invierno de 262-1 a.C, y estaban compuestos por 50.000 soldados
de infantería, 6.000 de caballería y 60 elefantes de guerra bajo el mando de
Hannón. Los cartagineses marcharon hacia el sur para rescatar a sus aliados
destruyendo la base de suministros romana ubicada en Erbeso. Estando cortada la
línea de suministros, los romanos se encontraron asediados por el ejército de
liberación, por lo que se vieron obligados a construir y mantener dos líneas
defensivas: Una interna, contra los posibles ataques desde Agrigento, y otra
externa, contra el ejército de liberación. Tras una serie de escaramuzas entre
las caballerías ganaron los cartagineses, establecieron su campamento muy cerca
de los romanos. Hannón desplegó inmediatamente sus tropas en formación de
batalla, pero los romanos se negaron a luchar en campo abierto. Por el
contrario, fortificaron su línea de defensa exterior y, mientras mantenían el
asedio sobre Agrigento, quedaron a su vez cercados por el ejército cartaginés
de liberación.
Con Hannón
acampado a las afueras de su propia base, la línea marítima de suministros que
abastecía a los romanos desde Siracusa dejó de estar disponible. Ante el riesgo
de comenzar a sufrir el hambre, los cónsules eligieron ofrecer batalla. En este
caso fue Hannón el que se negó al enfrentamiento, posiblemente con la intención
de derrotar a los romanos por inanición. Mientras tanto, la situación dentro de
Agrigento era ya desesperada tras más de seis meses de bloqueo. Aníbal Giscón,
comunicándose con el ejército exterior mediante señales de humo, envió una
solicitud urgente de ayuda tras la cual Hannón se vio obligado a ofrecer la
batalla campal a los romanos.
Hannón desplegó la infantería cartaginesa en dos líneas, con los elefantes y los refuerzos en la segunda línea y la caballería probablemente en las alas. Los romanos probablemente se organizasen en la típica formación triplex acies.
Hannón desplegó la infantería cartaginesa en dos líneas, con los elefantes y los refuerzos en la segunda línea y la caballería probablemente en las alas. Los romanos probablemente se organizasen en la típica formación triplex acies.
Las fuentes
coinciden en afirmar que la batalla fue larga, y que los romanos fueron capaces
de romper el frente cartaginés. Esto provocó el pánico en la retaguardia y las
reservas cartaginesas huyeron del campo de batalla. También es posible que a
los elefantes les entrara el pánico y que en su lucha desorganizasen la
formación cartaginesa. En cualquier caso, los romanos resultaron victoriosos en
la batalla. Su caballería logró atacar el campo cartaginés y capturar varios
elefantes.
Tras esta
batalla, la primera de cuatro batallas campales en tierra durante la Primera
Guerra Púnica, los romanos ocuparon Agrigento y vendieron a la totalidad de su
población como esclavos. Los dos cónsules resultaron victoriosos, pero no
fueron recibidos con un triunfo en Roma, posiblemente por culpa de la huida del
general enemigo.
Después de
261 a.C, Roma controlaba la mayor parte de Sicilia, y se aseguró la cosecha de
trigo de la isla para su propio uso. Además, supuso la primera campaña a gran
escala fuera de la península itálica, lo cual dio a los romanos la confianza
necesaria para perseguir mayores objetivos ultramarinos.
En cualquier
caso, la batalla no fue un éxito completo. Gran parte del ejército cartaginés
huyó, y Aníbal Giscón, junto con la guarnición de Agrigento, fue también capaz
de romper las líneas enemigas y escapar.
Primera Guerra
Púnica: Guerra en Sicilia
Ataque púnico a Camarina
Desde ahí,
los romanos continuaron avanzando hacia el oeste de la isla, logrando liberar
en 260 a.C a las ciudades de Segesta y Makela, que se habían aliado con Roma y
que habían sido atacadas y asediadas por los cartagineses por haber cambiado de
bando. En el norte los romanos avanzaban hacia Termae tras haber asegurado su
flanco marítimo gracias a la victoria naval en la batalla de Milas. Pero fueron
derrotados, sin embargo, ese mismo año por un ejército cartaginés dirigido por
un comandante llamado Amílcar (no era Amílcar Barca). Los cartagineses
aprovecharon esta victoria para contraatacar en 259 a.C, asediando la ciudad de
Ena. Amílcar realizó desde allí una incursión al sur hacia Camarina, en
territorio de Siracusa, posiblemente en un intento de convencer a los
siracusanos para que se volviesen al bando cartaginés.
El año
siguiente, 258 a.C, los romanos fueron capaces de recuperar la iniciativa
reconquistando Enna y Camarina. En la Sicilia central capturaron también la
ciudad de Mitístrato, a la que ya habían atacado en dos ocasiones anteriores.
Los romanos también se trasladaron al norte, marchando a través de la costa
norte de la isla hacia Panormos (Palermo), pero no fueron capaces de tomar la
ciudad.
Las
posiciones se estancan en la isla. Los púnicos se mantienen firmes al oeste de
la isla, donde sus ciudades costeras, bien fortificadas, no pueden ser
asediadas: Cartago las avitualla por mar, en el 257 a.C solo queda una punta en
poder de los cartagineses.
Guerra naval (261-257 a.C)
Cartago
cambió de estrategia y se decidió a emplear su mejor arma, donde tenía clara
superioridad respecto a Roma: la armada. Los púnicos atacaron y saquearon
ciudades costeras italianas para obligar a Roma a desviar efectivos desde
Sicilia.
Roma, que
apenas tiene experiencia marinera y cuenta sólo con una pequeña flota, se
resiente. Consciente de su inferioridad marinera, Roma dota a sus barcos de
guerra de un artefacto llamado corvus, que es pasarela que se engancha en la
galera enemiga y permite el paso de la infantería y el combate cuerpo a cuerpo,
donde los romanos son superiores.
Batalla
naval de Milae o Milas (260 a.C)
Roma gana
su primera victoria naval de la historia en Milae o Milas 260 a.C, en la que
103 naves romanas derrotaron a 130 púnicas, perdiendo estos últimos 50 barcos
por acción de los corvus.
Batalla naval de Milae o Milas 260 a.C.
Los romanos emplearon por primera vez el corvus y consiguen derrotar a los
cartagineses
Batalla de naval Milae o Milas 260 a.C.
Los marines romanos cruzando con el orvus para abordar un barco cartaginés,
éstos se defienden arrojando todo lo que tienen incluido culebras. Autor
Giuseppe Rava
Batalla naval del cabo Ecnomo (256 a.C)
Con este
éxito Roma ganó confianza en el mar y ordenó la construcción masiva de más
barcos para conformar una armada capaz de retar a Cartago en su propio
territorio. La misma estuvo lista para el año 256 a.C. La integraban 250 navíos
de cinco bancos de remos, 30.000 marineros, 80 barcos de transporte con 500
unidades de caballería, además de comida y suministros para el ejército
completo para invadir África.
La flota
estaba mandada por los dos cónsules de ese año, Marco Atilio Régulo y Lucio
Manlio Vulso Longo. Sin embargo, los cartagineses no estaban dispuestos a
permitir que esta amenaza se tornase en realidad, y enviaron una flota de
envergadura similar para interceptar a los romanos. Al mando de su flota iban
los generales Hannón el Grande y Amílcar (distinto del Barca) con unos 300
navíos.
La flota
púnica fue desplegada al completo para interceptar a la flota de desembarco
romana que transportaba a las tropas de los dos cónsules. Ambas flotas se
encontraron en la costa sur de Sicilia, a la altura del cabo Ecnomo. La
formación de batalla cartaginesa inicial era la tradicional formación en línea,
con Amílcar en el centro y los dos flancos ligeramente adelantados.
El frente
romano avanzó contra el centro de la línea cartaginesa. El almirante Amílcar,
en ese momento, fingió una retirada para permitir la aparición de un hueco entre
la vanguardia romana y las naves de transporte, que eran el verdadero objetivo
del enfrentamiento militar. Tras esta maniobra, los dos flancos cartagineses
avanzaron contra la columna dejada atrás y atacaron desde los flancos para
evitar que los romanos pudieran utilizar el corvus para abordar sus naves. Los
transportes se vieron empujados hacia la costa siciliana, y los refuerzos
tuvieron que entrar en batalla para enfrentarse al ataque de Hannón.
El centro
de la línea cartaginesa fue finalmente derrotado tras una larga lucha, y acabó
huyendo del campo de batalla. Entonces, los dos escuadrones romanos del frente
dieron la vuelta para ayudar a la situación que se había creado en la
retaguardia. Los cartagineses perdieron 30 naves hundidas y 65 capturadas, los
romanos perdieron 24 navíos hundidos.
Batalla naval del cabo Ecnomo 256 a.C.
Despliegue inicial, la flota romana en cuña y los cartagineses en línea. Autor
Charles Rollin
Batalla naval del cabo Ecnomo 256 a.C.
Secuelas de la batalla. Autor Radu Oltean
Guerra en África (256-255 a.C)
Los romanos
tras la victoria en la batalla naval del cabo Ecnomo, los romanos volvieron a
tierra para reparar los navíos y acumular provisiones. Una vez hecho esto se
encaminaron hacia África una parte de la escuadra se dirigió al promontorio
Hermeo, esperando a las restantes naves.
Congregada
toda la armada, fueron costeando hasta llegar a la ciudad de Aspis,
desembarcando allí, sacaron las naves a tierra y las rodearon de un foso con
empalizada; comenzaron el asedio de la ciudad. Una vez tomada ésta se enviaron
mensajeros a Roma para informar de lo sucedido hasta el momento y pedir
instrucciones. Mientras, dejaron una guarnición en la ciudad y salieron a
saquear la zona.
Los
cartagineses, informados del desembarco, desisten de controlar las rutas
marítimas y concentran sus tropas en el territorio de Cartago en previsión de
un ataque por tierra.
Los romanos
no encontraron ninguna resistencia por lo que saquean numerosas mansiones y
reunieron todo el ganado que pudieron, embarcando en sus naves más de 20.000
esclavos.
Regresaron
los legados enviados a Roma con la resolución del Senado que había decidido que
Marco Atilio Régulo se quedase en África con 40 navíos, 15.000 hombres y 500
jinetes, y que el otro cónsul Lucio Manlio regresara a Roma con la flota y los
cautivos.
Batalla de Adis o Adys (256 a.C)
En el año
256 a.C, el ejército romano en África bajo Marco Atilio Régulo contaba con
un ejército consular (dos legiones romanas y dos aliadas) se dirigieron a la
ciudad de Adis (Adys) a 60 km al sureste de Cartago y la sitiaron.
Cartago
llamó a Amílcar que estaba el Heraclea (Sicilia) para romper el cerco, que
acudió con unos 5.000 infantes y 500 jinetes desde Sicilia para unirse a los
generales Bostar y Asdrúbal Hannón. La combinación de fuerzas cartaginesas
acampó en una colina cerca de Adis (no se sabe el número exacto de sus fuerzas,
pero se supone unos 12.000 infantes, 2.000 jinetes y 50 elefantes).
Sin que los
cartagineses lo advirtieran, los romanos rápidamente retiraron las fuerzas del
asedio de Adis y desplegaron sus fuerzas alrededor de la colina, al amparo de
la oscuridad, y atacaron desde dos direcciones al amanecer. Los legionarios de
la legión I se enfrentaron a los mercenarios, siendo rechazados por estos tras
un breve combate, pero en la otra dirección la legión aliada desalojó a los
elefantes y caballería, que poco pudieron hacer en dicho terreno. Tras
perseguirlos brevemente, volvieron sobre sus pasos y atacaron la retaguardia
mercenaria, uniéndose a su vez los de la primera legión que dejaron de huir y
volvieron a la carga. Pero finalmente, los cartagineses fueron aplastados y
huyeron del lugar. Las bajas fueron 18.000 muertos según Orosio, 5.000
prisioneros y 38 elefantes capturados según Eutropio (cifras probablemente muy
exageradas). El ejército romano no encontrando resistencia y continuó avanzando
hacia Cartago, deteniéndose en Túnez.
Las
consecuencias de esta derrota fueron desastrosas, no solo por ser uno de los
pocos ejércitos disponibles por Cartago, sino porque sus aliados y súbditos se
sublevaron. Parte del pueblo númida, ante la debilidad púnica, se sublevó
e invadió tierras cartaginesas, lo que nos hace pensar que también los enclaves
libios podrían haber hecho lo mismo y haberse aliado con el que parecía a todas
luces el vencedor de esta guerra, Régulo.
Cartago
estaba cercada. Su situación era crítica, pues la presencia romana alentaba, al
mismo tiempo, la rebelión de los reinos númidas. Se iniciaron conversaciones de
paz con Roma, pero Régulo impuso condiciones demasiado duras y Cartago no las
aceptó.
Batalla de los llanos de Bagradas o de Túnez
(255 a.C)
Cartago
como última esperanza, buscó mercenarios en Grecia, en 255 AC contrató los
servicios de un general lacedemonio llamada Jántipo (Xanthippos), este general
trajo mercenarios griegos y reorganizó el ejército cartaginés similar al
empleado por los sucesores de Alejandro Magno, formando una falange con
sarissas o picas y la caballería en las alas. Tras un breve tiempo en el cual
sometió a la infantería cartaginesa a una dura instrucción, los cartagineses
volvieron a recobrar la moral perdida en las últimas batallas.
Jántipo adiestrando al ejército
cartaginés al modo macedonio. Autor Steve Noon
Cuando
Jántipo estuvo seguro, salió de Cartago con 12.000 infantes, 4.000 jinetes, y
100 elefantes, proponiéndose a buscar los romanos en las llanuras, donde la
caballería y los elefantes darían mayor juego.
Jántipo fue
el primero en sacar el ejército fuera del campamento y formarlo para la
batalla. Situó en primera línea, los 100 elefantes, seguidos de unos 2.000
infantes ligeros o peltastas con la misión de proteger a los elefantes, detrás
colocó a la falange en 16 filas de profundidad, situando a sus mercenarios
(1.500 a 2.000) a la derecha. En el ala derecha situó la caballería
númida (2.000?) y en el ala izquierda la caballería pesada cartaginesa mandada
por Amílcar Barca (2.000?)
Batalla de los Llanos de Bagradas o de
Túnez 255 a.C: despliegue inicial
Régulo
tenía un ejército consular de dos legiones romanas y dos legiones aliadas, unos
16.000 infantes y 1.000 jinetes, la mitad númidas. Sus vélites se situaron en
una línea delante de las legiones con la misión de matar a los mahouts o
conductores de los elefantes, y su escasa caballería la situó en su lugar
habitual en los flancos. Las legiones desplegaron en las tres líneas
habituales: hastati, príncipes, y triarii, pero, en lugar de formar los
manípulos de forma regular, los duplico con el fin de duplicar los
intervalos, por los que se formarían unos pasillos por los que se facilitarían
el paso de los elefantes hacia retaguardia, evitando la carga de los mismos.
(Los romanos ya habían tenido experiencias combatiendo elefantes en las guerras
Pírricas)
Contrariamente
a la costumbre romana y buen juicio, Régulo permitió a Jántipo atacar primero.
Lo hizo mandando cargar al mismo tiempo su caballería en las alas y a los
elefantes.
En las alas
(1), la caballería cartaginesa derrotó con suma facilidad a la romana y libia,
pues se encontraba esta en clara inferioridad numérica. Pero para evitar que
tras la huida se reagruparan y volvieran al ataque, los persiguieron durante
cierto tiempo, dejando una parte de los númidas para vigilarles y el resto
volvieron para atacar a las legiones romanas.
Batalla de los llanos de Bagradas o de
Túnez (Tunis) 255 a.C. Carga de los elefantes
La línea de
elefantes avanzó seguida de los peltastas (2), los vélites romanos matar a los
mahouts y espantar a los elefantes, consiguiéndolo en el lado derecho (3),
cuyos elefantes se volvieron y desbarataron la falange mercenaria. Los
vélites se retiraron rápidamente, retrocediendo a través de los intervalos de
la legión, que por su parte avanzó a contrarrestar el golpe inminente.
Aprovechando
el desorden causado por los elefantes, la legión de la izquierda romana cargó
directamente contra los mercenarios (4). La enorme profundidad de la formación
romana superaba completamente a la mercenaria, lo cual no solo beneficiaba a
estos porque podían aportar más tropas frescas y asumir más bajas, sino porque
el empuje era mayor y la línea enemiga tarde o temprano retrocedería
resquebrajándose.
Batalla de los llanos de Bagradas o de
Túnez (Tunis) 255 a.C. Carga de los elefantes
Mientras
los legionarios luchaban con superioridad en el lado izquierdo, en el centro y
lado derecho, los hastati recibieron con estupor a los elefantes, que ya habían
hecho huir a los velites entre los huecos de los manípulos. No les fue mejor a
los del primer acies (fila) con los elefantes seguidos de peltastas, pero
cuando parecía que se habían librado ya de ellos, pasando los elefantes al
segundo acies, al de los princeps, apareció la falange cartaginesa en perfecto
orden. Los hastati estaban cerrando los huecos, su formación no tenía todo el
orden necesario para combatir. Los romanos aguantaron la embestida, teniendo
que emplear la acies de los príncipes para parar la infantería cartaginesa.
Los
legionarios romanos del ala izquierda persiguieron a los mercenarios, por lo
que no supusieron peligro alguno para Jántipo. Mientras tanto, la infantería
cartaginesa hacía retroceder a los príncipes que en condiciones normales se
hubiesen replegado tras los triarii.
Cuando se
disponían a hacerlo, recibieron la carga de los 2.000 jinetes pesados de
Cartago y parte de los númidas que habían regresado (5).
Batalla de los Llanos de Bagradas o de
Túnez 255 a.C: Desarrollo
Con la
infantería pesada cartaginesa en frente, los númidas en los flancos
hostigándoles continuamente, los elefantes y peltastas todavía entre los
manípulos romanos haciendo de las suyas y la caballería pesada en la
retaguardia destrozando cualquier resistencia a base de cargas, los romanos se
encontraron totalmente rodeados, siendo reducidos a un espacio cada vez más
pequeño a costa de ceder terreno al enemigo que avanzaba inexorablemente, no
pudiendo hacer uso de sus armas apenas. Fue una auténtica sangría, siendo
masacrados casi todos los legionarios y aliados libios, sobreviviendo tan solo
500 soldados que permanecieron en torno a Régulo que fue hecho prisionero. De
las fuerzas de Régulo solo sobrevivieron los 2.000 del ala izquierda que
consiguieron llegar al cuartel general de Adis.
Batalla de los Llanos de Bagradas. Autor
Igor Dzis
De las
fuerzas de Jántipo solo perecieron 800 mercenarios del ala derecha, del resto
del ejército se desconocen, pero serían despreciables.
Los 2.000
legionarios supervivientes y aguantaron un asedio cartaginés infructuoso.
Desastre de Camarina (254 a.C)
Roma en el
255 a.C, reunió una flota con intención de asestar el golpe definitivo,
desconociendo la derrota de los llanos de Bagradas, en primavera envió un
ejército y una flota de 364 naves bajo el mando de los cónsules Servio Fulvio
Petino Nobilior y Marco Emilio Paulo, para al menos para rescatar a los 2.000
supervivientes que se habían refugiado en Aspis y hacer a la vez una
demostración de fuerza ya que el plan original se había visto frustrado. Cuando
la flota dobló el promontorio Hermeo se topó con la escuadra cartaginesa a la
cual derrotó al primer choque apresando 140 navíos (el número varía en las
traducciones) con sus respectivas tripulaciones. Después fondeó frente a Aspis,
recogió a los 2.000 supervivientes y puso rumbo a Sicilia. De regreso, el
convoy sufrió un temporal frente a Camarina en el que se perdieron 100.000
hombres, según Polibio “Pues de las trescientas sesenta y cuatro naves vinieron
a quedar sólo ochenta embarcaciones”, fue la mayor catástrofe naval conocida
hasta ese momento.
El año
siguiente, sufrió otro desastre por una tormenta frente al cabo Palinuro, al
intentar desembarcar de nuevo en África, este desastre hizo que los romanos
abandonasen todas las aventuras ultramarinas y se concentrasen en la conquista
de Sicilia.
Guerra en Sicilia (254 – 247 a.C)
Conocedores
los cartagineses del naufragio de la armada romana, creyeron que la derrota por
tierra, y las catástrofes por mar, había debilitado a los romanos, y
emprendieron con más ardor los preparativos marítimos y terrestres. Enviaron a
Asdrúbal a Sicilia con las tropas que habían sido trasladadas anteriormente
desde Heraclea junto con 140 elefantes.
Durante la
ausencia de éste, Cartalo había aprovechado la ocasión para atacar Akragas
(Agrigento) y la tomó. Sin embargo, al no verse capaces de mantener la ciudad,
la quemaron y la abandonaron.
Asdrúbal
llegó a Lilibeo en donde inició el entrenamiento de las tropas y elefantes con
la intención de iniciar una ofensiva en toda regla. En Cartago se equiparon 200
navíos para enviarlos inmediatamente a la isla para que se sumasen a la
expedición.
Por
desgracia para los intereses púnicos, el general Jantipo se vio obligado a huir
de Cartago para evitar su asesinato por parte de los líderes cartagineses, que
no deseaban pagar sus servicios, lo cual privó a Cartago del que hasta el
momento había demostrado ser su mejor general en tierra.
Conquista romana de Panormos (Palermo) (251 a.C)
Afortunadamente
Roma se sobrepuso pronto al desastre. En el 254 a.C, en tres meses, fue capaz
de construir otros 220 barcos. Entraron en funciones los cónsules Cneo Cornelio
Escipión Asina (el mismo que había sido capturado en Lipari) y Aulo Atilio
Calatino.
Los
cónsules toman el mando de la flota recién construida, atravesaron el estrecho
para reunirse con los navíos que se habían salvado del naufragio y partieron
hacia Panormos (Palermo) en donde fondearon con las 300 naves.
Panormos
fue puesta bajo asedio cayendo en un tiempo breve. En los primeros ataques se
derribó un torreón cercano al mar a través de cuyas ruinas los romanos lograron
entrar en la zona vieja de la ciudad. El resto acabó entregándose sin
resistencia alguna.
En Panormos
los romanos darán un buen trato a la población lo que repercutirá en
poblaciones cercanas como Petra, Solunto, Tyndaris y otras que se desembarazarán
de las guarniciones púnicas para pasarse al bando romano.
En el 253
a.C, entraron en funciones los cónsules Cneo Servilio Cepión y Cayo Sempronio
Bleso. A pesar de la caída de Palermo, los cartagineses contaban con otras
plazas fuertes muy bien defendidas; los romanos eran conscientes que asediarlas
significaba prolongar la guerra muchos años. Para este año se decidió volver a
intentar un ataque a África si bien con distintos planes. Cartago no sería el
objetivo sino las plazas costeras más alejadas de la capital.
Los
cónsules se hicieron cargo de la flota, partieron para Sicilia y desde allí
marcharon a África. Bordearon la región efectuando muchos desembarcos.
Fondearon la armada en la isla Meninx y allí comenzaron de nuevo los problemas
relacionados con la falta de experiencia en el mar, al igual que sucedió en los
acontecimientos que llevaron al desastre naval frente a la ciudad de Camarina.
La marea
baja dejó a la armada varada, provocando grandes apuros, el regreso de la marea
cuando menos la esperaban hizo que lanzaron al mar toda la carga. Regresaron a
Sicilia bordeando Lilibeo y arribando a Palermo. En lugar de seguir costeando salían
a mar abierto en dirección a Roma, siendo sorprendidos por un temporal (frente
al cabo Palinuro, en las costas de Lucania) que les supuso la pérdida de más de
150 navíos.
Los ataques
comenzaron con asaltos navales sobre la ciudad de Lilibeo, el centro de poder
cartaginés en Sicilia, y con saqueos en África. Ambos esfuerzos, sin embargo,
terminaron en fracaso. Los romanos se retiraron de Lilibeo y la fuerza africana
se vio envuelta en otra tormenta que la destruyó.
En el 252
a.C, entraron en funciones los cónsules Caio Aurelio Cota y Publio Servilio
Gémino. Se toma la ciudad de Himera.
Aurelio
Cota pidió unas cuantas naves a Hierón de Siracusa para zarpar hacia Lipari.
Aquí deja a cargo del asedio al tribuno Quinto Casio con órdenes expresas de
evitar la batalla. Quinto, haciendo caso omiso, ataca la ciudad con el
resultado de graves pérdidas romanas.
Posteriormente
Aurelio Cota asume el mando, depone a Casio y toma Lipari matando a todos sus
habitantes.
En 251 a.C
lograron tomar la ciudad de Quefalodón, y desde ahí se lanzaron contra
Panormos.
Ataque cartaginés a Panormos (251-0 a.C)
En Sicilia
estaban en ese momento los cónsules Lucio Cecilio Metelo y Cayo Furio
Pacilo. Asdrúbal, comandante de las tropas cartaginesas en la isla, recibe
la noticia de que Furio se había marchado a Roma con la mitad del ejército, en
tanto que Cecilio Metelo quedaba con el resto en Panormos con el fin de
proteger a los aliados hasta que le llegara el relevo de los cónsules
entrantes.
Asdrúbal
partió de Lilibeo con su ejército que serían unos 60.000 efectivos y acampó
cerca de Panormos. Cecilio que disponía de unos 21.000 efectivos, advertido de
la proximidad del cartaginés, retuvo a sus tropas dentro de los muros a la
espera de ver los movimientos del oponente. Asdrúbal, convencido de que Cecilio
no saldría a campo abierto para hacerle frente, avanzó con todo el ejército y
descendió por unos desfiladeros aproximándose para arrasar la comarca cercana a
la ciudad con la intención de provocar la reacción del romano y obligarle a una
batalla campal, cosa que no consigue.
Cecilio
aguardó hasta que los cartagineses cruzasen el río Orethus que fluía delante de
las murallas de la ciudad y ordenó a las tropas ligeras que comenzaran a
hostigarlos para obligar a desplegar a todo el ejército. Mientras, otra parte
de la infantería ligera se situó frente al foso con instrucciones de que,
cuando tuviesen los elefantes a tiro, descargasen sobre ellos una lluvia de
proyectiles; en el caso de verse presionados debían refugiarse tras el foso y
lanzar otra salva. Los obreros de la ciudad iban sacando toda clase de
proyectiles arrojadizos y los colocaban junto a la muralla para abastecerlos.
Los
manípulos salieron con Cecilio por otra puerta que quedaba opuesta al ala
izquierda de los cartagineses.
Tan pronto
los elefantes cargaron, los que les estaban hostigando retrocedieron hacia el
foso. Allí desde allí lanzaron una lluvia de proyectiles a la que se sumó otra
desde lo alto de la muralla. Los elefantes, acribillados y heridos, se
desmandaron y se giraron contra sus propias filas arrollando y matando a los
hombres, a la par que deshicieron la formación cartaginesa. Es entonces fue
cuando Cecilio atacó con todas sus fuerzas, en un movimiento oblicuo, contra el
flanco izquierdo cartaginés. Estos, sumidos en un desconcierto total, huyeron
atropelladamente.
Batalla de Panormos (Palermo) 251 a.C. Se
enfrentaron Lucio Cecelio Metelo con unos 21.000 efectivos contra Asdrúbal con
unos 60.000 efectivos, siendo los cartagineses derrotados, sufriendo 11.000
bajas frente 2.500 romanas. Autor Ángel García Pinto
Cecilio
persiguió al enemigo provocando numerosas bajas (unas 11.000 frente a 2.500
romanas) y logrando capturar 10 elefantes con sus respectivos guías en plena
huida. El resto que andaban errando sin orden fueron capturados una vez
terminada la batalla.
A su
regreso a Roma “organizó un triunfo espectacular en el cual se pudo ver a trece
jefes enemigos y ciento veinte elefantes”.
Asediaron
la ciudad bajo el mando de los nuevos cónsules Cneo Cornelio Escipión, y Aulo
Atilio Cayatino. La ciudad cayó tras una operación que combinó fuerzas de
tierra junto con técnicas de asedio. Varias ciudades de la zona se unieron
a la causa romana como Ieta, Solous, Petra y Tindaris.
Al año
siguiente, se hicieron nuevas incursiones navales en la costa africana, especialmente
en Túnez, que tuvieron un resultado dispar debido, en gran parte, al mal tiempo
y las mareas, sobretodo en el viaje de regreso a Panormos, donde a causa de un
temporal, se perdieron 150 barcos.
Asedio de Lilibeo (Marsala)
En el 250
a.C entraron en funciones los cónsules Caio Atilio Régulo y Lucio Manlio Vulso,
ambos ejercen esta magistratura por segunda vez.
A pesar de
los desastres navales sufridos, los romanos eran conscientes de que las plazas
fuertes púnicas no podían ser asaltadas únicamente por tierra por lo que
construyeron 50 barcos nuevos y organizaron una nueva flota de 200 naves,
aunque esta vez sin la precipitación con la que lo hicieron en anteriores
ocasiones, y la enviaron contra la fortaleza cartaginesa de Lilibeo, mandada
por Himilcon que contaba con 10.000 mercenarios, y que era clave para Cartago
si quería permanecer en Sicilia, pues desde ella se podían controlar las rutas
marítimas a la vez que podía servir a los romanos como punto desde el que
amenazar el litoral africano.
Los
cartagineses, al haber perdido Panormos, habían trasladado su cuartel general a
Lilibeo. Los cónsules partieron hacia allí con la flota de 200 navíos, en el
camino, asediaron y quemaron las ciudades cartaginesas de Selino y Heraclea
Minoa. Finalmente llegaron a Lilibeo, echando anclas frente a la ciudad y,
junto a las tropas terrestres que se hallaban en la isla, comenzaron el asedio.
Los romanos
comenzaron las tareas de asedio atacando un torreón situado a la orilla del mar
(al igual que hicieron en Palermo); posteriormente son abatidos otros seis
contiguos a éste. Los restantes se empiezan a batir con arietes. A medida
que el tiempo pasaba el cerco se iba estrechando.
Himilcón
contrarrestaba el asedio con reparaciones y contraminas, a la vez que no paraba
de hostigar a los romanos. Durante el día y la noche se producían pequeños
combates en torno a las máquinas de asedio, “tan obstinados que a veces en
estos encuentros quedaba más gente sobre el campo que la que acostumbraba morir
en las batallas”.
Algunos
jefes mercenarios conspiraron entre sí para entregar la ciudad. Aprovechando la
noche pasaron las líneas para conferenciar con los romanos. Alexón, natural de
Acaya, descubrió la trama y se lo comunicó a Himilcón. Éste reunió a los
mercenarios y les prometió recompensas con tal de que no se sumaran a la
conspiración.
En Cartago,
se preparó una flota de 50 navíos con 10.000 hombres al mando de un tal Aníbal,
hijo de Amílcar (no confundir con los Barca).
Aníbal
fondeó en las islas Egadas aguardando el momento oportuno. Cuando se levantase
un viento que permitiese desplegar las velas y entrar en Lilibeo para romper el
bloqueo naval.
La entrada
al Lilibeo por mar era complicada debida a los numerosos bajíos que existían en
la zona Aníbal consiguió burlar el cerco y llevar los refuerzos a la ciudad.
Aprovechando
la salida de Himilcón, Aníbal logró romper de noche el bloqueo naval y llevó
las naves a Drépano, en donde se había establecido el nuevo jefe cartaginés,
Adherbal (a Asdrúbal lo habían crucificado en Cartago por su derrota ante
Cecilio Metelo).
El tiempo
pasaba y el asedio romano no producía efecto. Cartago estaba informada de todo
gracias otro Aníbal, llamado el ”Rodio”, que pudo burlar el bloqueo y penetrar
con su barco en el puerto de la ciudad debido a su gran conocimiento del viento
y los bancos de arena. Los romanos enviaron 10 barcos para bloquearle su
salida, pero pudo escapar de nuevo, repitiendo la hazaña en varias ocasiones,
lo que animó a otros barcos cartagineses a romper el bloqueo, y poder así
aprovisionar a la ciudad. Finalmente los romanos encontraron la manera de
cerrar el paso reuniendo cantos rodados y arrojándolos al agua, consiguiendo
encallar a un cuatrirreme que después usaron para capturar a Aníbal el ”Rodio”
y utilizar también su barco para el bloqueo, que definitivamente fue efectivo y
se dispusieron a asediar Lilibeo.
Cierto día
se levantó un vendaval que proporcionó una gran oportunidad a los cartagineses
para destruir las obras de asedio. Unos mercenarios griegos le exponen su plan
a Imilcón el cual da su visto bueno. Realizaron una salida por tres puntos y
provocan varios incendios que el viento no tardó en propagar al resto de las
máquinas.
Los
romanos, viendo el desastre sufrido, sumado al deterioro de sus naves, se
conformaron con rodear y cercar la ciudad con foso y trinchera, y rodear con un
muro su propio campo y dejar pasar el tiempo para que se rindiesen por hambre.
Batalla de Drépano (Trapani) (249 a.C)
Pero el
asedio no dio el resultado esperado. Las numerosas bajas debidas casi
exclusivamente a la propagación de enfermedades hicieron que el Senado mandase
a otros 10.000 remeros que ayudasen en el asedio. Por su parte, Cartago, estaba
preparando una fuerza naval considerable en las cercanías de Drépano (actual
Trapani), 25 millas al norte de Lilibeo, cuyo mando estaba destinado a un
general llamado Adhérbal. Publio Claudio Pulcher, uno delos cónsules del 249 a.C,
determinó, justo cuando llegaron los 10.000 nuevos remeros, atacar la nueva
base cartaginesa por sorpresa antes de que los cartagineses terminaran de
construir su nueva flota. El plan parecía apropiado, ya que una victoria fácil
y rápida habría facilitado después la toma de Lilibeo. Pero desde el primer
momento los preparativos no salieron bien, ni los presagios fueron favorables.
El cónsul, viendo que los pollos sagrados rechazaban los alimentos, lo que
significaba que los dioses no daban el visto bueno a la expedición, los arrojó
al mar para que en vez de comer, bebieran.
Batalla naval de Drépano 249 a.C. Se
enfrentaron la flota púnica mandada por Adherbal y la romana mandada por
Claudio.
No
obstante, siguió adelante y se hizo a la mar de noche con 123 barcos, para no
ser avistado por las naves enemigas, pero en la más absoluta oscuridad, la
formación romana no pudo mantenerse y se desvió de la ruta costera, formando
cada vez más una línea más larga y dispersa Adhérbal, enterado de la situación,
prefirió salir al encuentro de los romanos antes que quedarse en el puerto.
Esto le dio ventaja, ya que por poco, y gracias a la velocidad de sus navíos,
pudo salir del puerto antes de que llegaran las naves romanas para bloquearles
la salida y extendieron su línea en mar abierto. Los romanos, desorganizados y
con una tripulación inexperta trabaron combate en desventaja, máxime cuando
tuvieron que virar hacia mar abierto e incluso algunas naves chocaron entre sí.
Finalmente, y con mucha complicación, consiguieron formar una línea de batalla
cercana a la costa y con los espolones apuntando hacia mar abierto. Dicha desventaja
era patente porque los romanos estaban entre las naves enemigas y la línea de
costa, limitando su espacio para maniobrar.
Además, los
romanos en esta ocasión no llevaban los corvus, ya que debido a su peso, los
barcos eran menos veloces y menos maniobrables, además de que en condiciones de
tormentas, se hacía muy complicado mantener el rumbo, por ello, para ganar
velocidad y ligereza, se deshicieron de ellos, pese a que tan buenos resultados
les había dado, con lo que la posibilidad del abordaje quedaba descartada.
Por ello,
el combate tuvo al espolón como arma principal, pero la precaria situación de
los navíos romanos, hicieron que muchos, al verse rodeados, acabaran encallando
o quedaran embarrancadas en la playa.
También la
inexperiencia de los remeros romanos contribuyó a su derrota ya que no
consiguieron abrir una brecha en el despliegue enemigo y coger a las naves
cartaginesas por retaguardia. La victoria cartaginesa fue fácil gracias a su
superioridad tanto en la habilidad de su tripulación como en el uso del espolón
desde popa. Solo 30 barcos romanos, entre ellos el del cónsul, consiguieron
abrir una brecha y huir por la izquierda a través de la costa, consiguiendo
escapar. Fueron capturadas 93 naves romanas y Claudio Pulcher poco después
compareció en juicio en Roma por su conducta temeraria y por encolerizar a los
dioses por el tema de los pollos sagrados. Fue el único caso de un juicio
romano a lo largo de la guerra y el cónsul fue condenado a pagar una multa
considerable.
Desastre de Camarina
Pero las
cosas no le fueron mucho mejor al otro cónsul, Lucio Junio Pulo, que al mando
de otra flota romana de 120 navíos más 800 barcos de provisiones se dirigía a
Lilibeo para aprovisionar a los romanos que sitiaban la ciudad. Pero antes de
llegar a Sicilia, la flota se dividió en dos y el cónsul, con unos 60 barcos,
la mitad de la flota, esperó a los rezagados en Siracusa. Los rezagados iban al
mando de los cuestores navales.
Por su
parte Cartago, tenía 30 naves al mando de Adhérbal más 70 naves que habían
arribado en Sicilia mandadas por Cartalo para atacar la flota de Junio Pulo y
navegó por las inmediaciones de la costa de Heraclea Minoa. La flota comandada
por los cuestores advirtieron la presencia del cartaginés, por la aparición de
unos pequeños barcos, llamados lemboi, que servían de avanzadilla de la flota
pero que eran incapaces de entablar una batalla duradera y no tenían la
velocidad suficiente para escapar. Los romanos consiguieron refugiarse en un
fondeadero cerca de Fintias (actual Lucata) y erigieron catapultas para
mantener a raya, desde la orilla, a los barcos púnicos que se acercaban. Esto
dio resultado parcialmente, ya que solo fueron apresadas algunas naves romanas
y dio tiempo a que el resto de la flota romana pudiera reunirse y de nuevo
proseguir el viaje hasta Lilibeo. El viaje no estuvo exento de problemas ya que
la flota romana al completo de nuevo divisó a la flota de Cartalo y el cónsul,
no estaba dispuesto a entablar batalla, dio rodeo sobre la parte abrupta de la
costa siciliana llegando hasta Camarina.
Cartalo se
mantuvo a la espera y decidió no seguirlos. Finalmente, el comandante
cartaginés avisado de que se acercaba un temporal, y aconsejado por los
capitanes, hizo que la flota rodeara el cabo Pachinus, para resguardarse del viento
y encontrarse con los romanos que estaban expuestos a la fuerte galerna frente
a la costa sin posibilidad de huir. La flota fue destruida y el cónsul pudo
escapar a duras penas. Este desastre, junto al de Drepana, hizo reconsiderar a
Roma si era viable seguir con la guerra marítima. Sin la utilización de corvus
junto con las tempestades y tormentas, más las pérdidas humanas y por último,
que no había fondos para la construcción de una nueva flota, era casi imposible
mantener un frente marítimo. Además, los socii navales estaban en la misma
situación y no podían seguir aportando hombres para la causa. Tomaron una
estrategia más conservadora y llevaron su guerra solo en tierra, concretamente
de nuevo en Sicilia en donde las legiones tenían superioridad frente al
ejército cartaginés. Cartago, que podría haber aprovechado la ventaja que ahora
poseía en el mar, no lo hizo, en parte debido a que en el norte de África,
Hannón estaba extendiendo el imperio hasta Libia y no podía mantener a la vez
la flota y ejército.
Amílcar Barca en Sicilia (247-1 a.C)
Amílcar
Barca fue destinado a Sicilia como general del ejército púnico en el año 247 AC
para sustituir al general Cartalón, que no había logrado inclinar la balanza a
favor de los púnicos, ya que prácticamente se limitó a la defensa de las
ciudades de Lilibeo y Drépano, las únicas plazas de importancia que les
quedaban en la isla. Con este cambio el Senado Cartaginés pretendía dar un
golpe de efecto para cambiar que curso de la guerra, pues ésta duraba 17 años y
no pintaba muy bien para los púnicos, incluso una parte del Senado de Cartago
apoyaba la resolución de una negociación con los romanos y una retirada de la
isla.
Amílcar en Hercte (247-4 a.C)
Amílcar
eligió asentarse en el monte Hercte (actual Castellacio) que era un punto desde
el cual podía incursionar hacia Italia. Además estaba situado a medio camino
entre Mesana y las dos ciudades púnicas asediadas Lilibeo y Drépano, siendo
ideal para entorpecer las líneas de comunicación romanas tanto por mar como por
tierra. Se fortificó en el monte y decidió volver a la estrategia del mar,
ahora que Roma no contaba con una flota.
Reemprendió
las razzias contra la costa italiana, para distraer a la flota romana y forzar
a Roma a reclamar la paz, obligada por sus castigados aliados.
Los romanos
respondieron inmediatamente enviando fuerzas que estaban asediando Drépano a
Hercte, con el fin de bloquear sus acciones, hubo escaramuzas diarias, sin que
ninguno obtuviese ventaja.
Los romanos
no tuvieron otra opción que mandar parte del ejército consular que estaba
sitiando Drépano, así que, con su acción en Hercte, Amílcar no solo había
conseguido poner en apuros a Panormos, sino que también alivió la situación de
Drépano. El general cartaginés se enquistó en la elevación que poseía y no hubo
legión que pudiera echarlo, causando muchas bajas a los romanos, mientras
seguía con las incursiones en las costas de Italia.
Amílcar Barca en Sicilia durante la
Primera Guerra Púnica. El general púnico contempla el campamento romano y la
ciudad de Panormo (Palermo) que conquistaría en el 246 a.C. Autor Dariusz
Bufnal.
Ante el
golpeo incesante, los romanos se vieron obligados a proteger mejor sus costas,
con lo que se fundaron nuevas colonias en Alsium (Ladispoli) y Fregenae
(Fregene) y Brindisium (Brindisi). Los ciudadanos romanos por su parte
aportaron naves para formar una pequeña escuadra con la que azotar las costas
de África, a cambio de recibir el botín que se consiguiera durante las
incursiones.
Amilcar
sabía que no podría aguantar allí eternamente, pues ya llevaba tres años en
Sicilia, y también sabía que, aunque no había perdido una batalla desde que
aguantaba la posición de Hercte, tampoco había liberado la ciudad y
probablemente los romanos sí recibirían refuerzos, por lo tanto decidió que
tenía que hacer algo.
En el 244
a.C después de finalizar sus operaciones en el norte de África, Hannón el
Grande propuso la desmovilización de gran parte de la armada cartaginesa para
ahorrar dinero, en vez usarse para reforzar las fuerzas de Amílcar en Sicilia.
El Senado de Cartago lo acató ya que la flota era muy cara de mantener.
Situación de los campamentos de Amilcar
Barca en Hercte y Erice
Amílcar en Erice (244-2 a.C)
Amílcar
pensaba que con una acción rápida y por sorpresa podría conseguir una gran
victoria que hiciera que el Senado Cartaginés invirtiera más recursos en la
guerra, solo faltaba seleccionar un objetivo y lanzarse sobre él. Finalmente se
decantó por Drépano (Trapani) que había pedido ayuda urgente y estaba a punto
de caer, ya que el cónsul Cayo Buteos había tomado la isla de Pelias próxima a
la península donde se ubicaba Drépano y donde las defensas eran más débiles.
Anticipándose
al envío de refuerzos de sus enemigos ideó un plan para evacuar a sus tropas
por la noche y llevarlas a Erice cerca de Drépano, así podría desembarcar
directamente en la retaguardia del ejército sitiador y asestarle un golpe
devastador.
Una noche
de 244 a.C, Amílcar decidió embarcar a sus hombres y trasladarse a Erice, un
monte situado en las proximidades de Drépano, desembarcaron en la actual Cala
Bonagia a unos 5 Km de Erice, atacando a la guarnición romana que se hallaba en
el pueblo, matándolos a todos, sin embargo un destacamento romano que se
encontraba en el templo de Afrodita en la cima del monte Giuliano, logró
repeler los ataques púnicos, y gracias a él los romanos pudieron ir reforzando
gradualmente la posición para finalmente lanzar ataques desde el propio monte
con la ventaja que ello conllevaba, haciendo incómoda la posición de Amílcar,
atrapado entre aquella guarnición y el ejército consular situado en el valle.
La
situación estaba en tablas, los romanos eran incapaces de tomar las dos últimas
ciudades púnicas en Sicilia por culpa del hostigamiento de Amílcar y éste no
podía romper los asedios por falta de recursos.
En el 242
a.C, el cónsul Fundanio rechazó con arrogancia la solicitud de Amílcar de una
tregua para recobrar a los muertos, diciendo que sería mejor que pidiera una
tregua para salvar a los vivos. Sin embargo, las tornas se cambiarían poco
después, cuando el mismo cónsul sufrió muchas bajas en otro ataque y fue él
quien solicitó la tregua. Amílcar, con ingenio, respondió que estaba en guerra
con los vivos, pero había llegado a un acuerdo con los muertos, accediendo a la
petición.
Ese año
ocurrió otro incidente en el que unos 1.000 mercenarios galos trataron de
traicionar a Amílcar y entregar Erice a los romanos, pero su plan fue
descubierto y desertaron al enemigo.
Batalla de las islas Egadas (241 a.C)
Finalmente
fue Roma la que se decidió a romper este estancamiento, aunque estaba casi al
borde del colapso económico, el Senado adoptó una medida extrema: emitió un
empréstito público (tributo) a cargo de los ricos para construir una nueva
flota con el dinero recolectado, el cual sería pagado cuando el Estado tuviese
nuevamente ingresos suficientes. La nueva flota, compuesta por 200
quinquirremes de los más modernos en esa época, fue encomendada al cónsul Cayo
Lutacio Cátulo, quien se dirigió al oeste de Sicilia para bloquear totalmente
los accesos marítimos de Lilibeo y Drépano, sitiándolas por completo en el
invierno del 242 a.C, y dejando a dichas ciudades al borde de la inanición.
Durante
todo ese tiempo, el cónsul Lutacio, previendo que tarde o temprano Cartago
enviaría una flota, impuso un riguroso entrenamiento a sus hombres, que salían
a bogar y realizar maniobras cada día.
Batalla naval de las islas Egadas 241 a.C.
Victoria romana que marcó el final de la guerra. Autor Giuseppe Rava
En la
primavera del 241 a.C, llegaron informes de que la flota púnica había anclado
en la más occidental de las islas del archipiélago de las Egadas (Égates),
conocida como “Isla Sagrada” (actual Marettimo). La flota púnica al haber
estado inactiva durante dos años en los puertos, sus tripulaciones estaban muy
mal adiestradas. Catulo decidió atacar inmediatamente a dicha flota para evitar
que Amílcar Barca fuese abastecido, el 10 de marzo ambas flotas se enfrentaron
y decidieron el final de la guerra. La flota de Catulo que disponía de 200
quinquerremes que no llevaban el corvus, era muy superior en todos los
aspectos, venció a la flota cartaginesa que era de 250 naves de varios tipos,
infligiéndole 120 bajas, 50 naves hundidas y otras 70 capturadas, así como
10.000 prisioneros, las naves restantes emprendieron una desordenada fuga. Los
romanos tuvieron 30 naves hundidas y otras 50 averiadas.
Abordaje romano de un barco cartaginés.
Autor Seán Ó’Brógáin
Sin flota,
las posiciones púnicas en Sicilia eran indefendibles. Amílcar fue obligado a
capitular y firmar la paz. Las condiciones de paz que negociaron Lutacio Catulo
y Amílcar Barca estipulaban que Cartago debía abandonar Sicilia y pagar 2.200
talentos de plata fraccionados en 10 pagos, además de un pago extra de 1.000
talentos que se tendrían que abonar inmediatamente.
El ejército
de Amílcar se retiró desfilando y armado pues se había ganado el respeto de sus
enemigos, dirigiéndose a Lilibeo, desde donde posteriormente fueron enviados a
Cartago por barco.
Secuelas de la guerra
Es difícil
determinar el número exacto de bajas en los bandos implicados en la Primera
Guerra Púnica debido al sesgo que ofrecen las fuentes históricas, que
normalmente tienden a exagerar las cifras para incrementar el valor de Roma.
Según las
fuentes Roma perdió 700 naves (debido al mal tiempo y a las batallas) y al
menos buena parte de sus tripulaciones. Cartago perdió 500 naves durante la
guerra, así como parte de sus tripulaciones.
Aunque no
se puedan calcular con exactitud, las bajas fueron importantes en ambos bandos.
Polibio comenta que la guerra fue, por aquella época, la más destructiva en
términos de bajas humanas de la historia de la guerra, incluyendo la batalla de
Alejandro Magno.
Cartago no
tenía suficiente dinero para pagar a los mercenarios, y les propuso una
reducción de su paga, éstos se sublevaron dando lugar a la “Rebelión de los
Mercenarios”.
Tal vez la consecuencia política más inmediata de la Primera Guerra Púnica fue la caída del poder naval de Cartago. Las condiciones firmadas en el tratado de paz tenían la intención de comprometer la situación económica de Cartago y de impedir la recuperación de la ciudad. La indemnización exigida por los romanos causó tensión en las finanzas de la ciudad y obligaron a Cartago a buscar otras áreas de influencia para conseguir el dinero para pagar a Roma.
Tal vez la consecuencia política más inmediata de la Primera Guerra Púnica fue la caída del poder naval de Cartago. Las condiciones firmadas en el tratado de paz tenían la intención de comprometer la situación económica de Cartago y de impedir la recuperación de la ciudad. La indemnización exigida por los romanos causó tensión en las finanzas de la ciudad y obligaron a Cartago a buscar otras áreas de influencia para conseguir el dinero para pagar a Roma.
En cuanto a
Roma, al final de la guerra marcó el inicio de la expansión más allá de la
península italiana. Sicilia se convirtió en la primera provincia romana,
gobernada por un ex pretor, en lugar de un aliado. Sicilia sería muy importante
para Roma, de una fuente de grano.
Campaña de Amílcar (237-229 a.C)
Al
finalizar la Rebelión de los Mercenarios, Cartago empobrecida y acorralada puso
todas sus esperanzas en una gran empresa: la conquista de Iberia encargando
esta misión a Amílcar Barca.
A mediados
del año 237 a.C, Amílcar marchó con su ejército a través de África para pasar a
Iberia cruzando el Estrecho de Gibraltar con escasos transportes debido a que
no contaba con dinero suficiente. Una vez desembarcados se dirigieron a Gadir
(Cádiz), única plaza que les quedaba a los cartagineses en Iberia después de la
guerra. Le acompañaba su hijo de 9 años Aníbal Barca (Hani Ba’al que significa “Gracia
de Baal” y Barqa que significa “el Rayo”). Su objetivo inmediato consistía en
asegurar el acceso a las minas de oro y plata de Sierra Morena, ya sea por el
control directo e indirecto, no se sabe la composición de su ejército, pero se
estima en unos 15.000 efectivos veteranos de la guerra contra los mercenarios,
en los que había infantería libio-fenicia, jinetes númidas y elefantes. Tenía
pensado reforzarlo con mercenarios locales.
Campañas de Amílcar y Aníbal en
Iberia
Después
marchó hacia el norte para la conquista de la Turdetania, que estaba bajo el
dominio de una serie de régulos o caudillos celtíberos, que utilizaban sus
comitivas militares para imponer su autoridad sobre villas más avanzadas
culturalmente, pero débiles militarmente. Estos fueron derrotados y su caudillo
Istolacio fue crucificado. Al regresar de su campaña al retornar al sur
encontró 50.000 combatientes (número evidentemente exagerado) que le esperaban
mandados por su hermano Indortes, a quien también derrotó en Sierra Morena
espantando sus tropas con los elefantes. Tras la derrota, Indortes con los
restos del ejército, se retiró a una colina, donde quedó asediado. Por la noche
trató de huir, pero fue interceptado y sus hombres masacrados. Indortes fue
capturado, y también torturado, cegado y crucificado. Amílcar, cruel con los
jefes pero benigno con los guerreros capturados, puso en libertad a 10.000
prisioneros a los que ofreció alistarse en sus filas, miles de ellos lo
hicieron.
En el 236
a.C envió a Asdrúbal el Bello con un ejército a África para sofocar una
rebelión de Numidia. Asdrúbal derrotó a los rebeldes, matando a 8.000 y tomando
2.000 prisioneros antes de regresar a Iberia. Deja hispanos en Libia y se trae
númidas a Hispania.
Amílcar
estableció su cuartel general en Corduba y siguió progresando hacia el interior
a lo largo del eje Urso (Osuna) ¿Munda (Montilla) ¿Orongis (Jaén). El objetivo
de ese avance está bastante claro: el control de las ricas minas argentíferas
del alto Guadalquivir. Allí estaban asentados los oretanos posiblemente la
entidad política más poderosa de la Península.
Continuó el
avance hacia el levante, fueron cayendo una a una las ciudades ibéricas y
colonias griegas que Amílcar encontraba en su camino. Inmediatamente, numerosas
quejas llegaron a Roma. Amílcar había violado el pacto firmado el año 348 a.C,
en el que se fijaba el límite entre zonas de influencia romano-cartaginesas en
el Cabo de Palos, límite que ya habían pasado. A pesar de esto, la única
reacción romana fue enviar una embajada de protesta ante la cual Amílcar alegó
la necesidad de las conquistas para saldar las deudas debidas a Roma por la
guerra.
Triunfante
Amílcar siguió hacia el norte donde mandó construir una fortaleza que llamó
Acra-Leuke (”Ciudadela Blanca” en griego) (posiblemente Alicante). Allí tenía
sus arsenales y almacenes, sus elefantes y armamento. Pronto iba a encontrar
Amílcar resistencia más vigorosa que la que había hallado hasta entonces.
Trató de
consolidar sus conquistas, el cartaginés sitiaba la ciudad de Helike (Elche de
la Sierra, Albacete). Los habitantes pidieron socorro a otros celtíberos. Uno
de sus caudillos o régulos, llamado Orissón, fingió amigo y auxiliar de
Amílcar, y pasó a su campo con un cuerpo de tropas, con la intención de
volverse contra él en ocasión y momento oportunos. Los hispánicos que estaban
acorralados, se valieron de la treta de poner delante de sus filas un gran
número de carros tirados por novillos, a cuyas astas ataron haces embreados de
paja o leña, y que encendieron al comenzar la refriega. Acuciados por el fuego,
los novillos embistieron furiosos las filas enemigas, causando horrible espanto
a los elefantes y caballos y desordenándolo todo. Cargaron los confederados
sobre los cartagineses, y aprovechando Orissón la oportunidad del momento, se
unió a los celtíberos e hizo una horrible matanza y estragos en las filas
púnicas. El mismo Amílcar pereció, y los restos de su ejército se refugiaron en
Acra-Leuke.
El ardid de
que se valió Orissón para derrotar a los cartaginenses debía constituir una
diversión pública entre los celtíberos, y de ella se cree son reminiscencia los
toros de fuego, que forman parte de muchas fiestas españolas. Esta treta fue
utilizada posteriormente por Aníbal en Italia contra los romanos.
Campaña de Asdrúbal (228-221 a.C)
Conocida la
noticia, los oficiales del ejército nombraron a Asdrúbal el Bello, yerno de
Amílcar, general en jefe. El Senado cartaginés se vio obligado a ratificar la
decisión.
Asdrúbal
estaba casado con Sinfonisa, la segunda hija de Amílcar. La primera decisión
que tomó vengar la muerte de su suegro. En primavera de 228 a.C, marchó con
todo el ejército, 50.000 infantes, 6.000 jinetes y 200 elefantes, contra el rey
oretano, derrotándolo y conquistando sus ciudades.
Tras acabar
con la resistencia oretana, dio un giro a la política púnica casándose con una
princesa íbera y estableciendo una serie de tratados con las tribus, exigió la
entrega de rehenes por parte de los pueblos íberos bajo su control, como forma
de asegurarse la obediencia de sus lugares de origen; más fructíferos que las
costosas campañas de conquista. Asdrúbal fundó Qart-Hadashat (Ciudad Nueva), la
Cartago Nova romana o la Cartagena actual, que se convertirá en pocos años en
el centro de operaciones púnico en España. La ciudad fácilmente defendible, con
un territorio riquísimo en cultivos y metales y, por encima de todo, un puerto
impresionante, uno de los mejores de todo el Mediterráneo.
Desde su
nueva capital, Asdrúbal administró inteligentemente los recursos disponibles,
los excelentes yacimientos minerales, los cultivos y el comercio con los ibéricos.
La riqueza comenzó a cubrir las arcas cartaginesas y se acuñaron monedas de
plata con la efigie del propio Asdrúbal.
El
creciente poder púnico asustó de nuevo a las factorías griegas establecidas en
el noreste de la península Ibérica. Este temor provocó que volvieran a
solicitar la mediación romana. Pero los latinos no estaban para muchos
dispendios, dado que los celtas cisalpinos amenazaban con una ofensiva en toda
regla desde el norte de Italia. No obstante, Roma envió embajadores para que se
entrevistasen con Asdrúbal. Éste, consciente de la situación, firmó el Tratado
del Ebro en 226 AC, porque el caudaloso río Iberus (Ebro) se fijaba como
frontera entre púnicos y griegos con algunas cláusulas. Por ejemplo, la Arse
(Sagunto), ciudad levantina aliada de Roma, que debía ser respetada a ultranza.
En el año
221 AC, Asdrúbal murió asesinado (unos dicen que fue un esclavo, otros una
mujer y otros soldado). A su muerte, los cartagineses ya eran dueños de todo el
sur de la Península y del Levante, hasta el golfo de Valencia.
Campaña de Aníbal (221-218 a.C)
Aquel mismo
año el ejército eligió a su nuevo general: Aníbal Barca, que entonces solo
contaba 25 años y que había sido el jefe de la caballería púnica desde los 19
años. La elección de Aníbal como jefe significó una vuelta a los métodos
violentos de Amílcar.
En el 221 a.C
recorre la el territorio de los oretanos que eran aliados y se casó con una
princesa de Cástulo llamada Imilce, posiblemente para establecer lazos.
Posiblemente, estos les hablasen de las riquezas cereales de los vacceos y
vettones.
Campaña contra los Olcades (221 a.C)
Aníbal se
lanzó en 221 AC contra los olcades, a los que tomó su capital, Althea. Polibio
(3, 13, 5-14): “Aníbal se hizo cargo del mando y al instante hizo una salida para
someter a la tribu de los olcades: llegó a Althea, su ciudad más fuerte, y
acampó junto a ella. Luego la atacó de manera enérgica y formidable y la tomó
en poco tiempo; ello hizo que las demás ciudades, espantadas, se entregaran a
los cartagineses. En ellas Aníbal recaudó dinero; tras hacerse con una fuerte
suma se retiró a Quart Hadast (Cartagena), para pasar allí el invierno. Trató
con libertad a los súbditos, anticipó parte de su soldada a sus compañeros de
armas y les prometió aumentarlas, con lo que infundió grandes esperanzas en sus
tropas, y al propio tiempo se hizo muy popular.”
Durante el
invierno se dedicó a hacer los preparativos para lo que sería su mayor
ambición, someter a Roma. Para llevar a cabo esta gran empresa necesitaba el
abastecimiento de grano que poseían los vacceos y vettones, conocidos por su
gran habilidad como agricultores. El trigo además de otras posibles mercancías,
serían transportadas desde cuenca media del Duero hasta la desembocadura del
Ebro donde Aníbal dispondría de la carga, de tal forma que en pocos años se
acumularía la cantidad suficiente para acometer la campaña en Italia.
Batalla del
río Tagus o Tajo (220 a.C)
En la
primavera siguiente del 220 a.C, Aníbal, con un ejército de 20.000 soldados a
pie, 6.000 jinetes y 40 elefantes, salió de Cartagena a principios de la
primavera hacia Cástulo. Le acompañaban su lugarteniente Maharbal, su sobrino
Hannón hijo de Bomílcar, así como sus hermanos menores: Asdrúbal y Magón Barca.
Una vez en
Cástulo, continuo hacia el oeste en curso con el Guadalquivir, no se conoce el
itinerario para llegar a Arbucala (Toro, Zamora) y Helmántica (Salamanca), es
muy probable que siguieran la Ruta de la Plata o bien Despeñaperros y Toledo.
De la
conquista de Salamanca, es descrita por Polieno VII, 48: “Aníbal en Iberia puso cerco a una ciudad grande: Salmantida; hicieron
un tratado para, recibiendo trescientos talentos de plata y trescientos
rehenes, levantar el cerco. Pero no cumpliendo los salmantinos lo convenido,
volviendo Aníbal lanzó los soldados a saquear la ciudad. Suplican los bárbaros
que se les deje salir con un vestido junto con sus mujeres, después de
abandonar las armas, las riquezas y los esclavos. Las mujeres, habiendo
ocultado las espadas bajo sus vestidos, se las entregaron a los hombres. Y los
soldados de Aníbal se pusieron a saquear la ciudad. Y las mujeres, animando a
gritos a los hombres, les entregaron las espadas; y algunas, siguiendo a los
hombres, atacaron a los que saqueaban la ciudad, de suerte que a unos hirieron
y a otros mataron y se batieron juntos. Aníbal, admirado de la valentía de las
mujeres, por ellas devolvió a sus hombres la patria y las riquezas”.
Polibio (3,
13, 5-14): ”Al verano siguiente salió de
nuevo, está vez contra los vacceos, lanzó un ataque súbito contra
Helmántica (Salamanca) y la conquistó; tras pasar muchas fatigas en el
asedio de Arbucala (Toro, Zamora), debido a sus dimensiones, al número de
habitantes y también a su bravura, la tomó por la fuerza. Ya se retiraba,
cuando se vio expuesto súbitamente a los más graves peligros: le salieron al
encuentro los carpetanos, que quizás sea el pueblo más poderoso de los de
aquellos lugares.
Batalla del Tajo
Aníbal obvió el combate y después de acampar
en la orilla del río, una vez que reinó la calma y el silencio en el lado
enemigo, vadeó el río, levantó una empalizada de forma que los enemigos
tuviesen sitio por donde cruzar y decidió atacarlos cuando estuvieran cruzando.
Dio orden a la caballería de que atacasen a la columna entorpecida cuando la viesen
metida en el agua; los elefantes, pues había cuarenta, los colocó en la orilla.
Entre carpetanos y tropas auxiliares de olcades y vacceos sumaban cien mil,
ejército invencible si la lucha se desarrollara en campo abierto. Por ello,
intrépidos por naturaleza y confiando además en el número, creyendo que el
enemigo había retrocedido por miedo, lanzando el grito de guerra se
precipitaron al río de cualquier manera, sin mando alguno, por donde a cada uno
le pillaba más cerca. También desde la otra orilla se lanzó al río un enorme
contingente de jinetes, y en pleno cauce se produjo un choque absolutamente
desigual, puesto que mientras el soldado de a pie, falto de estabilidad y poco
confiado en el vado podía ser abatido incluso por un jinete desarmado que lanzase
su caballo al azar, el soldado de caballo, con libertad de movimientos para sí
y para sus armas, operaba de cerca y de lejos con un caballo estable incluso en
medio de los remolinos. Una buena parte de los hispanos perecieron en el río;
algunos, arrastrados en dirección al enemigo por la corriente, fueron
aplastados por los elefantes. Los últimos, que encontraron más segura la vuelta
a la orilla, después de andar de acá para allá se reagruparon, y Aníbal, antes
de que se recobrasen sus ánimos de tan tremendo susto, metiéndose en el río con
su guardia en formación en cuadro los obligó a huir de la orilla, y después de
arrasar el territorio en pocos días recibió oficialmente la sumisión de los
carpetanos.”
Batalla del río Tagus o Tajo 220 a.C. Los carpetanos y
olcades hacen frente al ejército de Aníbal a su regreso después de atacar a los
vettones. Los hispanos con sus armas típicas: rodelas, gladios, jabalinas y los
cartagineses con su panoplia tipo helenístico. Los elefantes son parecidos a
los de la famosa moneda cartaginesa.
De esta
forma, el dominio cartaginés se amplió con las tierras del litoral atlántico,
hasta la desembocadura del Tajo y también por las del sudeste de la meseta. El
tesoro del ejército había aumentado considerablemente y se había abierto un
nuevo filón de mercenarios.
Aníbal
habría abandonado la falange macedónica de picas empleada por su padre Amílcar,
pasando a usar estas unidades menores similares al manípulo romano, mucho más
ágiles flexibles para enfrentarse a los hispánicos. La unidad base era la
speira, compuesta de varios cientos de hombres. Tratando de explotar al máximo
las cualidades y posibilidades de los pueblos que la formaban. También se dio
cuenta que los caballos celtíberos eran de mayor alzada que los africanos,
así es que Maharbal los instruyó como caballería pesada.
Conquista de Arse o Sagunto (219 a.C)
Para
consolidar su retaguardia antes de realizar su último objetivo, la conquista de
Roma, solo le quedaba una última acción: la conquista Arse (Sagunto) situada al
norte de Valencia.
Sagunto,
estaba enfrascada en un pleito sobre los límites territoriales con Túrbula
(Teruel), y atacó los territorios pertenecientes a Cartago. Aníbal, que no
quería dejar enemigos en su retaguardia aprovechó la escusa y con la autorización
del Senado cartaginés, respondió a las agresiones sitiando la ciudad de
Sagunto.
En mayo del
219 a.C, Aníbal con un ejército de 100.000 infantes y 12.000 jinetes, puso
cerco a la ciudad y decidió atacar por tres frentes distintos al mismo tiempo,
pretendiendo pretendiendo con ello dividir el potencial defensivo de los
saguntinos, aunque centró sus acciones en el punto más vulnerable el ángulo de
la muralla que tenía fácil acceso para las máquinas de guerra. Para ello usó máquinas
de guerra, para que derribasen la muralla con sus arietes. Pero los saguntinos
respondieron ferozmente desde las torres defensivas, haciendo retroceder el
avance cartaginés y destruyendo algunos arietes.
Aníbal
pensaba obtener una victoria fácil y contundente, decidió retirarse y atacar al
día siguiente. Pero esa misma noche los saguntinos realizaron una salida para
atacar el campamento cartaginés produciendo numerosas bajas.
Los púnicos
se repusieron y se centraron entonces en derribar primero las torres defensivas.
Los cartagineses atacaron con sus máquinas de guerra varios puntos de la ciudad
a la vez, logrando derribar tres torres y abriendo una brecha en la muralla que
las unía, los saguntinos taponaron rápidamente la brecha creando un muro con
sus escudos. No solo consiguieron impedir la entrada a la ciudad sino que les
hicieron retroceder hasta su propio campamento.
Aníbal
decidió rodear la ciudad con una circunvalación con una empalizada con foso y
estableció a intervalos numerosos, torres de vigilancia. Los cuales
inspeccionaba personalmente con frecuencia. Los saguntinos aprovecharon el
tiempo para reconstruir la muralla destruida.
Aníbal
decidió dar un descanso a sus hombres, prometiendo a sus soldados el botín de
la ciudad cuando cayese, con el fin de enardecer los ánimos de su ejército.
Los romanos
enviaron una delegación a Cartagena dirigida por Publio Valerio Flaco y Quinto
Bebio Tamfilo, donde fue recibida por Aníbal. Forzando la situación aún más,
Aníbal exigió la devolución de Cerdeña y los impuestos que se habían impuesto a
los cartagineses injustamente.
Roma
decidió enviar una embajada directamente a Cartago, dirigida por Quinto Fabio
Máximo, exigiendo la entrega de Aníbal, al serle denegado, declaró la guerra
contra Cartago.
Una vez
repuestos, los cartagineses arremeten nuevamente contra las murallas,
utilizando para ello torres móviles de grandes dimensiones, y que protegían a
los soldados de las armas arrojadizas saguntinas, sobre todo las temidas faláricas,
una de las cuales alcanzó al propio Aníbal, las torres estaban equipadas con
catapultas y ballestas.
Conquista de Arse o Sagunto 219 a.C por
Aníbal Barca
Tras barrer
la muralla de defensores gracias a la posición privilegiada de tiro que tenía
el emplazamiento de artillería de las torres móviles, éstas se aproximaron a
las muralla, consiguiendo las murallas saguntinas, pero estos habían preparado
una pequeña sorpresa a los cartagineses, y es que se les había ocurrido
construir pequeñas murallas adosadas a las casas, creando pequeños recintos
fortificados en cada una de las calles, los cuales no precisaban de muchos
hombres para ser defendidos. Aníbal envió a un cuerpo formado por unos 500
africanos con picos con el fin de hacer brechas en la muralla, por donde
penetraron grupos de hombres armados que ocuparon y fortificaron una zona
elevada en la que se emplazaron catapultas, con el fin de dominar las zonas más
bajas de la ciudad.
Con esta
zona dominada se emprendieron trabajos, a cargo de Maharbal, segundo de Aníbal,
de la demolición de las murallas con tres arietes para impedir la posibilidad
de que los asediados recuperasen posiciones y se pudiesen fortificar nuevamente
aprovechando la primera muralla. Una vez inutilizada la muralla y con Aníbal al
frente se emprende el asalto final a la ciudadela.
Prefiriendo
morir en combate antes que por hambre, los saguntinos se lanzaron a un ataque
suicida nocturno contra los puestos de guardia de los púnicos que aún dormían y
no sospechaban tal ataque. Mataron a muchos cuando se levantaban del lecho y se
estaban armando a en medio de la confusión y algunos, incluso, cuando ya
estaban luchando. El combate duró mucho tiempo y muchos de los cartagineses
murieron, pero a cambió del sacrificio de todos los asaltantes. Las mujeres, al
ver desde las murallas el fin de sus hombres, se arrojaron unas desde los
tejados, otras se ahorcaron y otras, incluso, degollaron a sus propios hijos.
Tras unas
negociaciones, las obras de zapadores consiguieron el derrumbe de una torre de
la ciudadela, por la que penetró una unidad cartaginesa que tomó por fin la
ciudad. Aníbal movido por la ira, dio muerte a aquellos saguntinos que quedaban
y eran adultos después de torturarlos. Así terminó el asedio ininterrumpido de
ocho meses sobre la ciudad de Sagunto.
Después de
la toma de Sagunto, Aníbal le confió la defensa de Iberia a su hermano Asdrúbal
que disponía de 12.500 infantes, 2.500 jinetes y 21 elefantes y partió en la
primavera del 218 a.C con 100.000 infantes, 12.000 jinetes y 37 elefantes a la
conquista de Roma, como no tenía capacidad marítima decidió llevarlos por
tierra.
Marcha de Aníbal a Italia (218 a.C)
Aníbal
salió de su base en Cartagena, España, en mayo de 218 a.C, cruzó el Ebro en
Junio y dividió su ejército en dos columnas, una siguiendo la costa y otro siguiendo
el rio Sicoris (Segre), reuniéndose en Perpiñán, dejo a su hermano Hannón
con un ejército de 10.000 infantes y 1.000 jinetes para hacerse cargo desde el
Ebro hasta los Pirineos y despidió a 12.000 turdetanos. Continuó a partir de
los Pirineos con 50.000 infantes, 10.000 jinetes y 37 elefantes.
Los
romanos, al contrario que en la primera Guerra Púnica, eran ahora más fuertes
por mar, y planearon un doble desembarco: en África y en Iberia. Fiel a su
estilo directo y agresivo, Roma buscaba decidir la guerra de modo fulminante,
asestando un golpe decisivo en los dos puntos neurálgicos del enemigo.
·
Un ejército consular al
mando de Publio Cornelio Escipión con su hermano Cneo, desembarcó en Massilia
(Marsella) con 70 naves y un ejército consular con tres legiones (II, V y
VI) y 3 aliadas (unos 40.000 hombres), para enfrentarse a Aníbal en
Iberia.
·
El otro ejército al mando de
Tiberio Sempronio Longo, viajó a Sicilia con 170 naves y otro ejército consular
con 2 legiones romanas (III y VI) y 2 aliadas para preparar el desembarco en
África.
·
La Legión I, al mando
del pretor Manlio, se desplazó al valle del Po, para supervisar la lealtad de
las belicosas tribus galas. Esta legión es derrotada por los galos, y Publio
Escipión que estaba en Pisa, tiene que enviar la legión 2 para establecer la
situación.
Marcha de Aníbal a Italia en el 218 a.C,
así como los movimientos de los romanos
Aníbal dejó
la costa y avanzó hacia el Ródano, río que cruzó con 38.000 infantes, 8.000
jinetes y 34 elefantes.
Una
patrulla de Escipión avistó al ejército, éste no podía dar crédito, Aníbal
había cruzado el Ródano y se internaba en la Galia, aquello sólo podía
significar una cosa: el ejército cartaginés no se dirigía a Marsella, sino a
Italia.
Elefantes de Aníbal cruzando el río
Ródano. Autor Peter Connoly
Inmediatamente
Escipión se dirigió hacia el campamento de Aníbal que encontró desierto. Tras
regresar a la costa a marchas forzadas, Escipión dejó el ejército al mando de
su hermano y regresó a Roma en barco para llevar la increíble noticia al
Senado.
El senado
decide que Publio vuelva a Italia con dos legiones y Cneo se quede en Marsella
con 2 legiones romanas y 2 aliadas para cortar la línea de aprovisionamiento de
Aníbal y evitar que le lleguen refuerzos.
En agosto,
Cneo desembarcó en Emporión (Ampurias), contaba con las legiones V y VI y
otras 2 aliadas, unos 20.000 infantes y 2.200 jinetes. Decidió avanzar hacia el
sur y enfrentarse a Hannón que contaba con 10.000 infantes y 1.000 jinetes y
unos 5.000 aliados ilergetes. Asdrúbal Barca, después de ser advertido de la
expedición romana, marchó al norte con un ejército de 8.000 infantes y 1.000
jinetes para unirse a Hannón.
Avanzado el
otoño (Noviembre?), en la ciudad de Cissa (cerca de Tarragona) se encuentran
ambos ejércitos, Hanón no esperó a Asdrúbal y decidió enfrentarse solo al
romano.
No hubo
brillantes maniobras o emboscadas, los ejércitos formaron y se enfrentaron. Al
ser en número dos a uno, Hannón fue derrotado con relativa facilidad, perdiendo
6.000 hombres en la batalla. Por otra parte, los romanos consiguieron capturar
el campamento cartaginés, junto con 2.000 prisioneros y Hannón mismo. En el
campamento figuraban todos los equipajes dejados por Aníbal. Entre los presos
también se incluye Indíbil, un influyente caudillo ilergete que causaría más
tarde graves problemas a los romanos.
Cneo se
convirtió en dueño del norte del Ebro. Asdrúbal, que llegó demasiado tarde a
ayudar a Hannón y aunque no era lo suficientemente fuerte como para atacar a
los romanos, todavía cruzó el río y envió una columna que hostigó a la
caballería y la infantería en una escaramuza. Esta fuerza capturó a marineros
romanos, e infligió tales bajas que la eficacia de la flota romana en España se
redujo de 60 a 35 buques.
Avanzado el
otoño, y al final de una marcha de 2.400 km y cinco meses de duración, cuyos
días más duros fueron los 15 días que tardaron en cruzar los Alpes, en que
tuvieron que abrirse paso a lo largo de 212 km de terreno agreste y cumbres
nevadas, acosados por tribus hostiles y la proximidad del invierno. Llegaron al
valle del río Pó con 12.000 infantes libio-fenicios, 8.000 infantes hispanos,
6.000 jinetes númidas e hispanos, y 32 elefantes. Tras un breve encuentro con
los habitantes de la ciudad de Turín, toma la ciudad.
Aníbal cruzando los Alpes. Autor Giuseppe
Rava
Aníbal cruzando los Alpes
Batalla de Tesino o Ticino (Noviembre 218 a.C)
Aníbal
intentaba afanosamente reclutar tropas entre las tribus galas locales cuando se
enteró de la vuelta de Publio que se hizo cargo de las fuerzas que estaban en
la zona (las legiones I y II y aliados celtas, total unos 25.000).
Decidió hacerle frente con demostración de su fuerza, esperando con esto
mejorar su posición entre las tribus locales, y obligar el repliegue de
los romanos más allá del río Po. Escipión también estaba impaciente por una
batalla, y decidió marchar hacia el norte del Po para enfrentarse al
cartaginés. Llegaron cerca del río Tesino o Ticino, y ambos ejércitos
levantaron el campamento.
Ambos
ejércitos enviaron partidas de exploración curiosamente dirigidas por ambos
jefes con el fin de obtener información de primera mano. Escipión tendió un
puente flotante sobre el rio y pasó con toda su caballería (1.200 romanos,
1.900 itálicos y galos) y 7.200 vélites. Aníbal avanzó con la mayoría de
su caballería (4.000 númidas y 2.000 hispanos) hacia el rio Tesino con el fin
de observar el campamento romano.
Ambas
fuerzas se avistan y Escipión colocó los vélites en el centro, la
caballería gala e itálica a los flancos y la caballería romana a retaguardia.
Aníbal
atacó por el centro y los flancos a la vez, los vélites lanzan sus jabalinas y
huyen por entre la caballería romana, lo que permite que la caballería hispana
choque directo con la romana, está aguanta el choque y el resultado es
incierto. Los númidas ponen en fuga a los itálicos y galos, y atacan a la
caballería romana por retaguardia. Los romanos al verse rodeados, se replegaron
al campamento, desmontando el puente. Escipión fue herido durante la batalla,
siendo rescatado por su hijo Publio Cornelio Escipión que tenía 18 años.
Batalla del rio Tesino o Ticino 218 a.C,
entre las vanguardias de Publio Cornelio Escipión y Aníbal
La batalla
que no fue más que una escaramuza, los romanos tuvieron 500 muertos y numerosos
caballos fueron capturados, pero hizo que los galos se animasen a unirse al
bando cartaginés. Pronto todo el norte de Italia se alió con Aníbal, los
refuerzos galos y ligures aumentaron el ejército de Aníbal hasta unos 40.000
hombres.
Esta
derrota supuso un duro contratiempo para Roma, el cónsul Sempronio, con sus
tropas desplegadas en Sicilia y listas para invadir África no tuvo otro remedio
que embarcar las legiones III y IV, y partir hacia el norte, en ayuda de su
colega Escipión.
Batalla de Trébia (Diciembre 218 a.C)
Un mes
después de la batalla de Tesino, Sempronio llegó al campamento romano situado a
orillas del río Trébia con otras dos legiones (III y IV), formando un ejército
consular de 5 legiones más aliados celtas. En vista de que su colega
en el consulado estaba herido y no podía hacerse cargo de las tropas. Tomó él
el mando de todo el ejército. Contra los deseos de Escipión, Sempronio deseaba
entrar inmediatamente en batalla con Aníbal, ya que su mandato como cónsul estaba
acabándose, y quería llevarse él la gloria de derrotar a Aníbal.
Aníbal, que
mediante el uso de guías galos había encontrado un lugar adecuado para tender
una emboscada, envió a 1.000 jinetes de caballería pesada y a 1.000 infantes
bajo el mando de su hermano menor Magón, para que se ocultaran durante la
noche. A la mañana siguiente, Aníbal envió a su caballería númida al otro lado
del Trébia con la orden de hostigar al campamento romano y después retirarse,
para de esta manera atraer a los romanos hacia un lugar donde el destacamento
de Magón pudiera aparecer y atacar en el momento oportuno.
Los jinetes
númidas lograron captar la atención del campamento romano para que Sempronio
enviase a su caballería para perseguirlos, y poco después ordenó a su ejército
entero.
Sempronio
formó las 5 legiones (III, IV, restos de la I y II, así como 2 aliadas) en el
centro serían unos 20.000efectivos, a ambos lados la infantería aliada
gala y ligur (8.000 en cada lado) delante situó a los vélites (6.000) en el ala
derecha situó 1.000 jinetes romanos y en la izquierda 3.000 jinetes
aliados.
Los
cartagineses situaron la infantería hispana y celta (20.000) en el centro, a
ambos lados 6.000 falangistas libio-fenicios delante situó los peltastas que
incluían honderos baleares. En el ala izquierda la caballería hispana y gala
mandada por Maharbal (5.000) con 16 elefantes y en ala derecha la caballería
númida manda por Naravas (4.000) con 16 elefantes.
Batalla de Trebia o del río Trebia
diciembre del 218 a.C. Despliegue de fuerzas
Aún era muy
temprano en el momento en que las legiones cruzaron el Trebia, los romanos aún
se hallaban somnolientos y sin desayunar. Los cartagineses, por otra parte, se
habían alimentado bien y se habían untado con aceite para protegerse del frío
antes del combate.
El ataque
lo inicia la caballería cartaginesa en ambas alas se enfrentó a sus
equivalentes romanos, a los que excedían en un elevado número.
La
infantería ligera romana, que realizaba la cobertura del grueso de las
legiones, fue la primera en entrar en combate, pero dispersados por los
peltastas de Aníbal, principalmente por el acierto de los honderos de baleares.
Después de que los vélites se retiraran entre los espacios de la línea romana,
los hastati y los príncipes tomaron su lugar y se enfrascaron en el combate
contra los cartagineses. Mientras en el centro los legionarios seguían luchando
cuerpo a cuerpo. Gradualmente, los jinetes romanos fueron obligados a huir
dejando a la infantería romana cada vez más expuesta. Mientras tanto, los elefantes
atacaron, los aliados romanos que no conocían estos animales huyeron
despavoridos, mientras que algunos romanos llevaban una especie de guadaña,
cortaron los tendones a 9 de ellos.
Batalla de Trebia 218 a.C. Ataque de los
elefantes. El elefante lleva demasiada tripulación para ser africano. Autor
Angus Mcbride
Con la
caballería romana derrotada y en plena fuga, los escuadrones de caballería
cartaginesa volvieron y atacaron sucesivamente los flancos y retaguardia
romanos. Al mismo tiempo, la fuerza oculta de Magón Barca emergió de su
escondite y cayó sobre la retaguardia romana. La moral romana se encontraba muy
baja debido al frío, la presencia de los elefantes cartagineses y la derrota de
su caballería; al ser atacados por todos los lados, ésta se perdió totalmente.
La mitad de los manípulos (10.000) mandados por Sempronio fueron capaces de
romper la formación cartaginesa creyendo éste que había vencido, pero cuando se
dio cuenta de la realidad reorganizó sus fuerzas y se replegó a Plasencia.
Miles de
soldados romanos fueron abatidos sobre el terreno y pisoteados por los
elefantes, otros tantos se ahogaron intentando cruzar el río para salvarse,
pero perecieron ahogados o abatidos.
Aníbal
perdió unos 4.000 hombres, mientras que los romanos tuvieron de 15.000 a 20.000
muertos y 10.000 prisioneros, Aníbal soltó a los prisioneros itálicos,
diciéndoles que solo había venido a combatir a los romanos.
Monumento a la batalla de Trebia en sitio
donde tuvo lugar la batalla
Segunda guerra Púnica
Campaña de Aníbal en Italia (217 – 216 a.C)
Al año
siguiente, 217 AC fueron nombrados nuevos cónsules cada uno con un ejército
consular de 4 legiones cada uno, Cayo Flaminio Nepote (las legiones III y IV
recuperadas, y la X y XI recién creadas) y Cneo Servilio Gémino (las legiones
XII, XIII, XIV y XV, la XIV que eran los restos de la I y II), cada ejército
tenía unos 26.000 infantes y 4.000 jinetes cada uno.
La legión
IX se creó y se mandó a Sardinia (Córcega), y se crearon las legiones urbanas
XVI y XVII que se quedaron en Roma para defender la ciudad.
Se crearon
también las legiones VII y VIII que se enviaron a Sicilia.
Con el fin
de cortar el paso a Aníbal, Flainio se situó en Lucca, para defender las vías
de Etruria mientras Gémino, lo hizo en Ariminum, para proteger la vía Flaminia.
Aníbal tenía que pasar por uno u otro sitio y entonces el primer cónsul que lo
detectase, esperaría a que llegase su colega para unir sus ejércitos y atacar
juntos.
En la
primavera, Aníbal dejó el valle del Pó, tenía dos vías posibles, y eligió la
más corta, de Bolonia a Pistoia, entre otras razones porque se encontraría con
Flaminio, que había exterminado anteriormente a los ínsubros.
El cruce de
los Apeninos fue muy duro debido a las lluvias y al deshielo, entra en Etruria
por Faesulae (junto a la actual Florencia) teniendo que cruzar el río Arno que
estaba desbordado y cruzar terrenos pantanosos al noroeste de Florencia, Aníbal
perdió el ojo derecho durante la travesía.
En Faesulae
envió exploradores. Al enterarse de que el ejército de Flaminio se encuentra en
Arretium, intentó provocarle para que le siguiese, se encaminó a marchas
forzadas hacia Roma, sobrepasando la posición de Flaminio, Aníbal consiguió su
objetivo, llegó al campamento de Flaminio, que no se lo esperaba, le provocó
pero éste no salió, entonces Aníbal se dedicó a quemarlo todo a su alrededor,
incendiando cosechas y pueblos hasta que a Flaminio se le acabó la paciencia y
dejó su campamento para enfrentarse al púnico.
La batalla del Lago Trasimeno (Junio 217 a.C)
Hay una
máxima militar que dice que el terreno y el momento para combatir lo elige el
que retrocede, así que Aníbal se retiró haciendo que Flaminio le siguiese
buscando un lugar adecuado para tenderle una trampa. Encontró el lugar ideal en
las orillas del lago Trasimeno. Aníbal retrasó su marcha para que la llegada al
lago coincidiera con el atardecer y montó su campamento. Flaminio hizo lo mismo
a la entrada del lago cuando ya había anochecido y ambos enemigos se
dispusieron a pasar la noche. El lugar elegido era una especie de anfiteatro
entre las montañas y el lago cuyas pendientes estaban cubiertas de árboles.
Al amanecer
del 21 de junio de 217 a.C, los jinetes romanos informaron a Flaminio de la
marcha de Aníbal antes de las primeras luces. Encolerizado, Flaminio ordenó
perseguirle y todo el ejército romano se lanzó a una marcha por la orilla del
lago del que surgía una fuerte neblina que subía hacia las colinas que
bordeaban el lago y que ocultaban a todo el ejército cartaginés que veía pasar
a los romanos ante ellos. Aníbal había escondido su ejército en las faldas del
monte. Situó a la entrada la infantería hispánica, a continuación la caballería
hispánica y celta, más alejados los númidas, a continuación la infantería
celta, luego la infantería libio-fenicia y cerrando la salida la infantería
ligera.
Batalla del Lago Trasimeno 21 de junio
del 217 a.C. Despliegue de fuerzas
El ejército
romano había entrado completamente, constaba un ejército consular con las
legiones X y XI, así como los restos de la III y IV, así como 2 legiones
aliadas y aliados, en total unos 30.000 efectivos. En un momento dado, Aníbal
dio la orden de ataque y 50.000 galos, españoles y africanos cayeron gritando
sobre los desprevenidos legionarios que no tuvieron tiempo de formar sus líneas
y que murieron luchando allí donde estaban. Fue una carnicería. Los que
intentaron salvarse a nado se hundieron en el lago bajo el peso de su armadura,
Flaminio fue rodeado por los supervivientes de las tribus ínsubras a las que
había exterminado cinco años antes y tras luchar épicamente hasta el final cayó
muerto. Solamente la vanguardia del ejército romano unos 6.000 hombres
consiguieron romper el cerco y ponerse en defensiva en una aldea cercana, pero
perseguida y rodeada, se rindió días más tarde. Las pérdidas romanas
ascendieron a 15.000 muertos y 10.000 prisioneros. Todo el ejército romano
había sido muerto o capturado. Las pérdidas cartaginesas fueron de 2.500
muertos.
Batalla del Lago Trasimeno 21 de junio de
217 a.C. Se aprecia un infante númida, un jinete galo y un jinete cartaginés,
al fondo jinetes númidas. Autor Giuseppe Rava
Pero no
acabó ahí la cosa. La caballería de Gémino, que avanzaba para unirse a Flaminio
y que ignoraba la batalla se metió directamente en otra trampa en Umbría y
resultó exterminada, perecieron 4.000 hombres más.
Aníbal
invitó a los etruscos a unirse a él, pero este pueblo italiano le ofreció ayuda
pero no le facilitaron soldado alguno. La estrategia de Aníbal nunca buscó
atacar Roma directamente, sino cortar la fuente de donde extraía su inagotable
fuerza: su gigantesca red de alianzas por toda Italia.
Fracasado
su intento en la zona central, decide probar en el Sur de la península, de
colonización más reciente. Pero primero se dirige al Adriático para dar
descanso a sus tropas, debilitadas y enfermas por las largas marchas y los
combates.
Estrategia de Fabio Máximo (217 -216 a.C)
Escarmentado
por las tres derrotas romanas contra Aníbal, Roma decidió nombrar un dictador,
al que se le concedía plenos poderes por un máximo tiempo de seis meses. La
persona elegida fue Quinto Fabio Máximo, que era un militar de la vieja
escuela, curtido y sabio que conocía el punto débil de Aníbal: su logística, y
así se dedicó a cortarle a Aníbal los suministros y a atacar a las unidades
rezagadas evitando una batalla en campo abierto. Fabio concibió una estrategia
de máxima prudencia: mantener a Aníbal siempre vigilado, acampar junto a él en
zonas elevadas, donde el púnico no se atrevería a atacarle, en espera de un
descuido, dificultaba sus movimientos, atacaba a los destacamentos que salían
en busca de abastecimiento.
Era una
estrategia paciente, de medio plazo, poco coherente con el espíritu tradicional
de Roma, que le valió el sobrenombre de “Cunctator”, que significa el
vacilante.
Campaña de Aníbal en el 217 y 216
Fabio
acompañó la marcha de Aníbal hasta Apulia, y luego a través de las montañas del
Samnio hacia la fértil llanura de Campania, en los alrededores de Capua.
Aníbal
tenía que mover continuamente a su ejército para poder alimentarlo: necesitaba
saquear las ciudades por donde pasaba para conseguir grano, ganado y botín para
mantener la moral de las tropas. Buscando una base segura para pasar el
invierno, decidió volver al Adriático, pero las vías para salir de Campania son
montañosas.
En el otoño
dela 217 a.C, Fabio encontró su oportunidad e hizo una jugada maestra: envió a
Minucio con 4.000 hombres para cerrar el paso de montaña que debía atravesar
Aníbal, mientras él, con el resto del ejército, acampó a media ladera y le
cerró la salida por detrás. Aníbal quedó encerrado en un pequeño valle.
Pero el
púnico consiguió escapar de la ratonera mediante una brillante maniobra de
engaño. Por la noche, envió 2.000 bueyes colina arriba, con antorchas atadas a
los cuernos. Minucio pensaba que el ejército púnico se ponía en movimiento para
escapar de la trampa cruzando la montaña, y salió a encontrarse con él. Así,
dejó el paso libre por donde Aníbal pasó tranquilamente con su ejército y todo
el botín. Esta estratagema fue la misma que empleo el rey Orissón en Hispania
contra Amílcar.
Batalla de Cannas o Cannae (216 a.C)
Aníbal
llegó Samnio y Campania, las regiones más ricas de la península, y donde muchos
senadores romanos poseían importantes latifundios, y redujo los territorios a
cenizas. De esta manera, provocó que los senadores más ricos clamaran por la
deposición de Fabio Máximo, que tras cumplir los seis meses, tuvo que abandonar
su cargo. Inmediatamente, el senado romano organizó los 2 ejércitos consulares más
grandes formados hasta la fecha: 8 legiones (la I, II, XII, XIII, XIV, XV, XVI
y XVII) 40.000 legionarios y otros 40.000 aliados y confederados, 2.000 jinetes
romanos y 4.800 itálicos. Hierón de Siracusa envió 1.000 honderos y peltastas,
con el único fin de aplastar a Aníbal de una vez por todas. El senado eligió
los dos cónsules para que mandaran el ejército, cada uno un día alterno. Puede
parecer raro, pero la política del senado era evitar que una sola persona
acumulara demasiado poder. Estos cónsules fueron Gaio Terencio Varrón y Lucio
Emilio Paulo.
En la primavera
de 216 a.C, Aníbal tomó la iniciativa y asedió y tomó un gran depósito de
suministros ubicado en la ciudad de Cannas o Cannae, en las llanuras de Apulia.
Con ello se situó estratégicamente entre los romanos y una de sus principales
fuentes de suministro. Los cónsules marcharon para encontrarse con Aníbal en
Apulia (a 400 km. de Roma), donde otro ejército vigilaba todos sus movimientos.
Así se aseguró que no saldrían suministros de esta ciudad hacia el ejército
consular, por lo que les forzaba a atacarles.
Cuando el
ejército romano se acercó a la posición de Aníbal, vio que éste los esperaba en
la margen izquierda del río Efido. Aquel día comandaba Lucio Emilio Paulo,
quien, observando a Aníbal, decidió que la posición no les favorecía, y no
ordenó atacar. Aníbal había establecido su campamento en la margen
izquierda del río Aufido, ocupando también la ciudad de Cannas que estaba en la
otra orilla. Los romanos acamparon Emilio Paulo frente Aníbal y Tarencio Varrón
frente a Cannas.
Sin
embargo, al día siguiente 2 de agosto, comandaba Terencio Varrón, cuyo carácter
era bastante más arrojado e insensato, en un principio rechazó la invitación.
En ese momento Aníbal, conocedor de la importancia del agua del río Aufidus
para el ejército romano, envió su caballería al campamento de menor tamaño
(Varrón) para acosar a los soldados que salían a abastecerse de agua fuera de
las fortificaciones. Según Polibio, su caballería dio vueltas sin oposición al
campamento romano, creando el caos y cortando el suministro de agua y
finalmente Varrón aceptó la batalla que planteaba Aníbal.
Batalla de Cannas o Cannae 2 de agosto de
216 a.C. Campo de batalla y despliegue de fuerzas
Despliegue inicial
Los romanos
eligieron un terreno llano en el que Aníbal no pudiese esconder fuerzas, ni
pudiese emplear eficazmente la caballería. Situó en su ala derecha, apoyada en
el rio Audifus, la caballería romana (2.000 jinetes) mandada por Emilio
Paulo. En el centro mandado por Gneo Servilio, situó las 8 legiones (32.000) e
infantería aliada (40.000) en dos líneas (Según Polibio ”los manípulos estaban
más cercanos los unos a los otros, los intervalos eran más cortos”) delante de
estas los vélites y hostigadores (7.000) en su ala derecha los 4.800
jinetes itálicos, al mando Varrón. Había dejado 8.000 triarios para proteger el
campamento. Esperaba como en las batallas anteriores romper el frente púnico
por el centro.
Aníbal
colocó en su ala derecha (frente a los jinetes romanos) a los 6.000
jinetes (2.000 hispanos y 4.000 celtas) al mando de Asdrúbal. El centro lo
mandaba Aníbal personalmente y situó 5.000 falangistas libio-fenicios, a
continuación en un arco hacia el enemigo con 24.000 infantes (16.000 galos y
8.000 hispánicas intercaladas) las unidades del centro tenían más fondo, a
continuación y otros 5.000 falangistas libio-fenicios, delante del centro
situó 6.000 hostigadores. En su ala derecha situó 3.500 jinetes númidas al
mando de Maharbal. Había dejado 8.000 galos protegiendo el campamento.
Posiblemente la infantería hispana y gala habrían sido equipadas con material
romano capturado.
Batalla de Cannas o Cannae 2 de agosto de
216 a.C: Despliegue inicial
El fondo de
la formación se aumentó mucho, de manera que los soldados acabaron conformando
un cuadro enorme, con un frente relativamente reducido, similar al presentado
por Aníbal. Varrón intentaría presionar el centro cartaginés, pues sabía que
durante la batalla de Trebia, las legiones ya habían conseguido romper la línea
cartaginesa.
Primera fase
Al fin dio
comienzo la batalla. La caballería de Asdrúbal atacó a la romana de Emilio
Paulo, al mismo tiempo Maharbal con su caballería númida ataca a la caballería
de Varrón.
La caballería de Asdrúbal atacando a la
caballería de Emilio Paulo. Autor Ángel Todaro
Los
hostigadores púnicos y los vélites se enzarzaron en una lluvia de
proyectiles, hasta que los vélites fueron repelidos. A continuación, los
legionarios romanos avanzaron. Los frentes colisionaron. Los legionarios lanzaron
sus pilum. Las tropas del centro chocaron con escudos de los legionarios,
empezando a retroceder lentamente.
La
caballería de Asdrúbal derrotó completamente a la romana y la pone en fuga.
Entonces ataca por la retaguardia a la caballería aliada de Varrón, que fue
derrotada y puesta en fuga. Dejando ambos flancos romanos desprotegidos.
Batalla de Cannas o Cannae 2 de agosto
del 216 a.C: Primera fase, la caballería de Asdrúbal pone en fuga a la
caballería de Emilio Paulo y posteriormente ataca por retaguardia a la
caballería de Tarencio Varrón que estaba luchando con los númidas de Maharbal
Segunda fase
El centro
púnico siguió retrocediendo, los romanos que creían que estaban ganando se
precipitaron por el centro, reduciendo su espacio y ya casi no tenían espacio
para moverse y se estorbaban unos a otros. Aníbal dio su golpe maestro: los
falangistas libio-fenicios que eran su infantería pesada de élite, que estaban
en los flancos de la infantería cartaginesa, comenzaron a avanzar superando el
curvado frente romano, llegando así a contactar con los dos flancos enemigos.
Batalla de Cannas o Cannae 2 de agosto de
216 a.C: Segunda fase. La infantería libio-fenicia que se encontraba en los
flancos, avanzó para cerrar los flancos enemigos, el centro púnico dejó de
retroceder y comenzó a presionar. La caballería púnica regresa y cierra la
bolsa por retaguardia
Bloqueando
ambos flancos, mientras el centro púnico seguía estirándose formando una bolsa,
los legionarios comenzaron a sentir verdadera presión, porque Aníbal ordenó no
retroceder más, y que los libio-fenicios presionasen por los flancos. Las
unidades romanas que iban en segunda línea se sumaron a la presión, y pronto el
ejército romano quedó atrapado en una bolsa en que los legionarios no podían
moverse. Al mismo tiempo la caballería púnica, les ataco por la retaguardia
cerrando el cerco. Los romanos atrapados, intentaban retroceder, pero se
entorpecían mutuamente.
El espacio
entre los soldados se fue cerrando y cerrando, mientras el sol los calentaba,
el polvo los asfixiaba y cegaba y la sangre de sus compañeros les hacía
resbalar. El cerco estaba cerrado por todos sus lados, y de allí ya no saldría
ningún romano vivo.
Tardaron
horas en matar a espada a los legionarios uno a uno, los legionarios romanos
completamente inmovilizados, solo les quedaba que esperar su turno para la
muerte.
Batalla de Cannas o Cannae 216 a.C.
Aníbal celebrando la Victoria. Autor Aleksandr Yezhov
Aquel día,
entre 50.000 y 70.000 romanos perdieron la vida, y entre 4.000 y 5.000 fueron
hechos prisioneros en una de las batallas más sangrientas de la Antigüedad. No
sólo murieron ciudadanos. Ochenta senadores, el cónsul Emilio Paulo, dos
cuestores y veintinueve tribunos, además de los cientos de experimentados
centuriones. Otros 8.000 hombres de los dos campamentos romanos y de los
poblados vecinos se rindieron al día siguiente. Las bajas púnicas fueron de
6.000 muertos y 10.000 heridos, principalmente galos e hispanos.
Secuelas de la batalla. Autor Jenny
Dolfen
Consecuencias
Después de
la batalla, todos pensaban que Aníbal marcharía sobre Roma para conquistarla,
pues solo disponía de 2 legiones urbanas. Aníbal envió un emisario a Roma para
negociar el rescate de los prisioneros romanos (muchos de ellos hijos de
familias influyentes) y quizás la paz. Pero el Senado le negó la entrada en la
ciudad y prohibió el pago de ningún rescate. Roma lucharía hasta la muerte.
Aníbal quedó sorprendido.
Consiguió
por fin la deserción de un gran número de ciudades. Desde Campania hacia el
Sur, casi toda la Italia meridional se pasa al bando de Aníbal. El mayor golpe
fue la traición de Capua, la ciudad más importante de Italia después de Roma.
Permanecieron fieles a Roma el Lacio, Umbría y Etruria, todo el centro de
la Península, que impide que contacten las dos zonas rebeldes. Roma cuenta
además con varias colonias bien fortificadas que había ido estableciendo
estratégicamente por todo el territorio. Ahora son como islotes en territorio
hostil. Y también habían resistido las ciudades griegas del Sur (la antigua
Magna Grecia), fortificadas y con salida al mar.
En la
ciudad, la conmoción por el desastre es enorme, pero mayor aún la voluntad
inquebrantable de seguir luchando. A base de reclutar adolescentes, esclavos,
delincuentes, etc. Se pusieron en pie de guerra 19 legiones.
Campaña
de los Escipiones en Hispania (217 – 211 a.C)
Batalla naval del Ebro (217 a.C)
Tras la
derrota de Hannón en la batalla de Cissa en el invierno del 218 a.C, Cneo
Escipión había dedicado todo su tiempo a consolidar su control de las regiones
del norte del Ebro, así como a realizar incursiones por el territorio
cartaginés al sur del río, partiendo desde su base en Tarraco (actual
Tarragona). Cneo Escipión no había recibido refuerzos de importancia desde
Roma, mientras que Asdrúbal Barca, el comandante cartaginés en Hispania, había
incrementado el número de levas ibéricas para reforzar sustancialmente su ejército.
La flota
púnica en Hispania estaba compuesta por 32 quinquerremes y 5 trirremes en 218
a.C, cuando Aníbal partió de España. Durante el invierno de 218 a.C, Asdrúbal
había añadido otras 10 quinquerremes a estas cifras, y había entrenado nuevas
tripulaciones para las nuevas naves.
En la
primavera de 217 a.C, Asdrúbal preparó una expedición combinada por tierra y
mar hacia el territorio romano al norte del Ebro. El mismo Asdrúbal dirigió al
ejército de tierra, desconociéndose sus, mientras que su segundo al mando,
Himilcón dirigía la flota. La expedición seguía la línea de la costa, y todas
las noches la flota se resguardaba acercándose a tierra, junto con el ejército.
Cneo Escipión,
temiendo que el ejército cartaginés le superara en número, decidió enfrentarse
en una batalla naval. Aunque sólo podía contar con 35 quinquerremes (25 de sus
naves habían sido enviadas de vuelta a Italia después de que un ataque
cartaginés provocara serias bajas entre sus tripulaciones, y puede que algunos
de sus marineros hubiesen sido destinados a guarniciones en tierra), la ciudad
griega y aliada de Masilia (Marsella) aportó otras 20 naves más para la flota.
Cneo Escipión al frente de la flota
romana. Autor Albert Álvarez Marsal
Tras
alcanzar el río Iberus (Ebro), la flota cartaginesa quedó amarrada cerca del
delta. Los marineros y la tripulación dejaron las naves para buscar alimento en
tierra, puesto que no contaban con naves de transporte para transportar
provisiones. Aunque Asdrúbal había destacado exploradores por tierra para
detectar las actividades de los romanos, Himilcón no había reservado naves para
advertir de los movimientos de las naves enemigas. Por otro lado, un par de
naves procedentes de Masilia habían logrado localizar a la flota púnica y
habían logrado regresar sin ser detectadas para avisar a Cneo Escipión de la
presencia cartaginesa. La flota romana había navegado desde Tarraco y estaba
posicionada a tan sólo 15 km al norte de la posición cartaginesa cuando esas
noticias llegaron a su general. Las naves romanas estaban tripuladas con
legionarios escogidos, y se lanzaron a atacar a la flota púnica.
Los
exploradores del ejército de Asdrúbal detectaron la aproximación de la flota
romana antes incluso que la propia armada púnica, y avisaron a los tripulantes
de la flota del peligro que se avecinaba mediante señales de fuego. Muchos de
los tripulantes habían bajado a buscar alimento, por lo que se vieron obligados
a volver con prisas a ocupar las naves y a zarpar de forma desordenada. Hubo
muy poca coordinación y algunas naves se vieron incluso con tripulaciones
demasiado escasas para afrontar la inminente batalla por culpa de la sorpresa
conseguida por los romanos. Cuando Himilcón zarpó, Asdrúbal acercó a su
ejército a la costa para dar apoyo moral a su flota.
Sin
embargo, no sólo tenían los romanos la ventaja de la sorpresa total y de la
superioridad numérica (55 naves por tan sólo 40), sino que la efectividad de
combate de las naves cartaginesas era menor debido a que una de cada cuatro
naves púnicas estaba recién construida y su tripulación sin experiencia en
combate. Los romanos formaron en dos líneas con 35 naves romanas al frente y 20
naves masilianas en la retaguardia.
Los romanos
fueron atacando a las naves cartaginesas a medida que salían del río, atacando
y hundiendo 4 naves y abordando y capturando 2 más. Ante esa situación, las
tripulaciones cartaginesas perdieron la esperanza, abandonaron las naves y
buscaron la protección del ejército en tierra. Los romanos aprovecharon ese
movimiento para hacerse con otras 23 naves cartaginesas abandonadas.
Con el
contingente naval hispano destruido, Asdrúbal se vio obligado a marchar de
vuelta a Cartagena ante la amenaza de ataques por mar sobre los territorios
cartagineses, dejado a un comandante subordinado llamado Boaster con una fuerza
militar para vigilar el Ebro ante la posibilidad de que los romanos intentaran
cruzarlo.
Boaster se
retiró una vez que los romanos lograron cruzar el río, e incluso fue engañado
por un jefe hispano llamado Abylix para que entregase a los romanos los rehenes
de tribus hispanas que mantenía en Sagunto. Esto provocó revueltas en la
Hispania, especialmente en la tribu de los turdetanos en el 216 a.C.
Asdrúbal
recibió refuerzos consistentes en 4.000 infantes y 500 jinetes, junto con instrucciones
de marchar a Italia una vez que hubiese asegurado el territorio hispano. Pasó
gran parte del año volviendo a someter a las tribus hispanas rebeldes, con poco
tiempo para enfrentarse a los romanos.
Batalla de Dertosa o Tortosa (215 a.C)
Cneo Escipión,
tras la batalla del río Ebro, había recibido 8.000 hombres de refuerzo bajo el
mando de su hermano Publio. Los dos hermanos tenían rango proconsular y
ejercían el mando conjunto del ejército. Adoptaron una estrategia naval
agresiva ante la destrucción de la flota cartaginesa el año anterior,
dedicándose a saquear las posesiones de los Barca en Hispania y en las Islas
Baleares. Los hermanos Escipión también reclutaron tropas auxiliares de las
tribus hispanas, colocaron guarniciones en las ciudades para expandir su esfera
de operaciones y consolidaron su control del norte del Ebro haciendo frente a
los descontentos que pudiera haber entre las tribus. También fomentaron que las
tribus hispanas aliadas realizasen incursiones de saqueo contra las tribus
aliadas de Cartago al sur del Ebro.
A comienzos
del año 215 a.C, los romanos habían cruzado el río Ebro y habían comenzado
el asedio de una pequeña ciudad aliada de Cartago llamada Ibera. Asdrúbal,
dejando a Himilcón al mando en Cartagena, marchó al norte con su ejército de
tierra y llegó al rio Ebro. Sin embargo, no cruzó el río para saquear las
posesiones romanas al otro lado ni tampoco acudió en ayuda de la ciudad de
Ibera, sino que optó por asediar una ciudad aliada de los romanos llamada
Dertosa (Tortosa).
En la
primavera los Escipiones se dirigieron a enfrentarse con los cartagineses de
Asdrúbal. Los ejércitos acamparon en una planicie ubicada entre Ibera y Dertosa
(actual Tortosa), y tras 5 días de hostigamiento entre ambos ejércitos, los
generales desplegaron sus tropas para la batalla.
La
infantería romana estaba compuesta por las legiones 5 y 6 romanas (10.000
soldados), más otros 18.000 combatientes itálicos aliados. La caballería estaba
compuesta de 600 jinetes romanos y 1.800 itálicos. Los romanos, además,
contaban con un contingente de tropas hispanas compuesto por 2.000 hombres de
infantería y 400 de caballería pesada.
Asdrúbal
tenía 15.000 infantes libios-fenicios, 1.000 mercenarios (en su mayoría ligures
procedentes de Italia) y 8.000 soldados hispanos de infantería. En cuanto a la
caballería, estaba compuesta de 450 soldados libios-fenicios, 1.200 soldados de
caballería pesada hispanos y 2.300 jinetes númidas. Su ejército también contaba
con 20 elefantes de guerra y 1.000 honderos baleares.
Batalla de Dertosa o Tortosa en la
primavera del 215 a.C
Los romanos
situaron la caballería romana y la hispana (1.000) en el ala derecha. En el
centro situaron 9.000 infantes itálicos, las dos legiones romanas (8.000), y
otros 9.000 infantes itálicos, delante de estos 2.200 vélites. En su ala
izquierda situó la caballería itálica (1.800). Unos 3.000 fueron
reservados para protección del campamento.
Asdrúbal
situó en su ala izquierda 10 elefantes y detrás 1.650 jinetes hispanos y
púnicos. En el centro situó 8.000 infantes libio-fenicios y mercenarios, a
continuación 8.000 infantes hispanos y otros 8.000 infantes libio-fenicios,
delante 1.000 honderos de baleares. En su ala derecha situó 10 elefantes y
detrás la caballería númida (2.300). En reserva quedaron entre 2.000 y
3.000 hombres para proteger el campamento.
Los
elefantes cartagineses ubicados en las alas cargaron contra la caballería
romana e itálica. Sin embargo, su carga no tuvo éxito. La caballería romana
logró mantener la formación y los elefantes no tuvieron mayor papel durante la
batalla. En el centro, tras un breve enfrentamiento entre los vélites y
honderos, las legiones romanas ubicadas en el centro de la formación cargaron
contra la infantería hispana que tenían en frente. Los romanos lograron hacer
retroceder a los hispanos de forma casi instantánea. Por su parte, la formación
de los itálicos tomó contacto con los libios que se encontraban en el frente
opuesto, buscando con ello apoyar al centro romano.
Los libios
y los mercenarios ubicados en los flancos cargaron contra los infantes
itálicos, y éstos comenzaron a retroceder.
En las alas
las caballerías, por su parte, seguían enfrentándose las unas a las otras sin
que hubiese un vencedor claro. A pesar de tener ventaja numérica, la caballería
cartaginesa no lograba dejar fuera de combate a los romanos y expulsarles del
campo de batalla.
En el
centro, las levas hispanas no soportaron la presión y rompieron filas, huyendo
del campo de batalla.
La
caballería cartaginesa, al ver cómo la formación de la infantería se venía
abajo, dejó de luchar contra los romanos y abandonó el campo de batalla. La
infantería romana, por su parte, una vez libre de sus oponentes hispanos acudió
en ayuda de los itálicos.
Tras una
sangrienta lucha en la que la infantería libia mantuvo una dura resistencia
contra su enemigo, infligiendo y recibiendo duras bajas, el resto del ejército
de Asdrúbal se batió en retirada.
Asdrúbal
sobrevivió a la batalla junto con la mayoría de sus elefantes y de su
caballería, pero con muy poca infantería, la mayor parte de la cual estaba
compuesta por el contingente hispano. La persecución romana no fue lo
suficientemente rápida como para repetir el éxito de la batalla de Cissa.
Los romanos
consiguieron apoderarse del campamento cartaginés poco después de que Asdrúbal
consiguiese evacuar a toda velocidad a sus soldados. Las provisiones y el botín
del campamento cayeron en manos de los romanos, mientras que los cartagineses
se retiraron a Cartagena, dejando a los romanos firmemente asentados en el sur
del Ebro.
Batallas entre los Escipiones y
cartagineses Hispania
Batalla de Cástulo e Ilorci (211 a.C)
Los romanos
habían asegurado sus asentamientos al norte del río Ebro y procedieron a
conseguir la lealtad hacia su causa de una serie de tribus íberas. Desde ahí
lanzaron varias misiones de saqueo del territorio cartaginés al sur del Ebro, y
Publio Escipión llegó incluso a adentrarse hasta Sagunto en 214 a.C. Por
otro lado, tanto los romanos como los cartagineses se enfrentaron y sofocaron
una serie de revueltas íberas en sus territorios.
Los
hermanos Escipión no recibieron refuerzos desde Italia debido a la presión que
los propios romanos estaban sufriendo en su territorio, en el que Aníbal Barca
seguía instalado. Asdrúbal, por su parte, había recibido dos nuevos ejércitos,
comandados por su hermano más joven Magón Barca y por Asdrúbal Giscón. Estos
nuevos ejércitos se enfrentaron en algunas escaramuzas sin resultados decisivos
contra los hermanos Escipión durante los años 215 al 211 a.C.
Los hermanos
Escipión habían logrado persuadir al rey de Numidia, Sifax, para que iniciase
las hostilidades contra Cartago en 213 AC con un ejército entrenado
militarmente por los romanos. Sin embargo, la situación en la península Ibérica
era lo suficientemente estable como para que Asdrúbal Barca se desplazase hasta
África para sofocar la rebelión y volvió a Hispania a finales de 212 AC,
trayendo con sigo a otros 3.000 númidas bajo el mando de Masinisa, el que sería
el futuro rey de Numidia.
Los
hermanos Escipión contrataron a 20.000 soldados mercenarios celtíberos para
reforzar su ejército de 30.000 infantes y 3.000 jinetes. Al observar que los
ejércitos cartagineses estaban asentados en lugares diferentes, con Asdrúbal
Barca y 15.000 hombres cerca de Amtorgis, y Magón Barca y Asdrúbal Giscón con
10.000 hombres más hacia el oeste, los hermanos Escipión planearon dividir sus
fuerzas.
Publio tomó
a 20.000 soldados romanos y aliados para atacar a Magón Barca, mientras que
Cneo tomó dos legiones (10.000 hombres) y a los mercenarios para atacar a
Asdrúbal Barca.
La táctica
llevaría a dos enfrentamientos menores, la batalla de Cástulo y la batalla de
Ilorci que tendrían lugar con pocos días de diferencia entre una y otra.
Batalla de Cástulo
Cneo
llegaría antes a su objetivo, pero Asdrúbal Barca ya había ordenado a los
ejércitos de Giscón, Masinisa y Amtorgis, un jefe local aliado, que se uniesen
a Magón. Asdrúbal mantuvo su posición frente a Cneo Escipión, manteniéndose
dentro del campamento fortificado, y luego consiguió sobornar a los mercenarios
celtíberos para que desertasen del bando romano. Esto provocó que el ejército
de Asdrúbal superara en número al de Cneo Escipión.
A medida
que Publio se acercaba a Ilorci, era hostigado día y noche por la caballería
ligera númida comandada por Masinisa. Cuando fue informado de que Indíbil (jefe
de los Ilergetes) se estaba desplazando con 7.500 íberos para cortarle la
retirada. Publio decidió no enfrentarse a Magón y atacar primero al líder
íbero, temiendo ser rodeado por las fuerzas cartaginesas. Dejó a 2.000 soldados
en el campamento, bajo el mando del legado Tiberio Fonteo, y salió al ataque en
plena noche. Escipión marchó con su ejército toda la noche y cogió a los íberos
por sorpresa al amanecer. Gracias también a su ventaja numérica de 18.000
hombres contra 7.500, ganó la iniciativa. Sin embargo, los íberos lograron
aguantar a los romanos lo suficiente, gracias a la confusión de la batalla y a
que todavía había poca luz, hasta la llegada de Masinisa, a quien Escipión esperaba
haber eludido pero que finalmente detectó el movimiento de tropas.
Con la
caballería númida atacó desde el flanco, y el ataque romano comenzó a flaquear.
Cuando Magón y Asdrúbal Giscón llegaron con sus ejércitos los romanos
terminaron por romper filas y huir, dejando a Publio Escipión que al parecer
fue alcanzado por una jabalina lanzada por un jinete, y a buena parte de sus
camaradas muertos en el campo de batalla. Magón dio tiempo a los númidas para
saquear los despojos antes de marchar con el ejército hacia la posición de
Asdrúbal Barca.
Batalla de Ilorci
Cneo
Escipión había perdido la superioridad numérica tras la deserción de sus
mercenarios. Aunque todavía desconocía el trágico destino de su hermano Publio,
Cneo decidió retirarse hacia el norte de Hispania cuando llegaron Magón y
Asdrúbal Giscón con sus ejércitos.
Los romanos
dejaron su campamento en plena noche, dejando encendidas las hogueras, y se
dirigieron hacia la seguridad que ofrecía el río Guadalquivir. Sin embargo, los
númidas les localizaron al día siguiente, y los romanos se vieron obligados a
defenderse en lo alto de una colina cercana a Ilorci de los ataques
cartagineses, la ubicación no es tan segura como la primera, aunque se da por
sentado que ocurrió en las cercanías de la actual Lorca, en Murcia,
deteniéndose allí para pasar la noche. El ejército principal llegó durante la
noche, reuniendo en un solo bloque las fuerzas de Asdrúbal Barca, Asdrúbal
Giscón y Magón Barca.
Una defensa
desesperada, los romanos intentaron crear una muralla defensiva utilizando sus
equipamientos de campaña, puesto que el terreno era demasiado pedregoso para
cavar defensas en él. Los cartagineses superaron estas defensas improvisadas
sin problemas y acabaron con gran parte del ejército en la batalla que se
produjo. Cneo se refugió con sus tropas de más confianza dentro de una torre,
pero fueron todos quemados vivos dentro de ella (razón por la que Plinio se
refería al lugar como “la pira de Escipión”).
Secuelas
Los romanos
fugitivos huyeron al norte del Ebro, en donde finalmente reunieron un ejército
compuesto por unos 8.000 soldados. Los comandantes cartagineses, por su parte,
no llevaron a cabo ninguna acción coordinada para eliminar la amenaza de los
supervivientes y enviar ayuda a Aníbal Barca.
Roma envió
unos 10.000 soldados más bajo el mando de Claudio Nerón a finales del año
211 a.C para reforzar el ejército en Hispania. Nerón, por su parte, no
consiguió ninguna victoria espectacular, si bien los cartagineses tampoco
lanzaron ningún ataque coordinado sobre los romanos en la península.
Campaña de Aníbal después de Cannas (216-209 a.C)
Tras la
batalla de Cannas, en Roma cundió el pánico, pero en medio de tanta desgracia,
el Senado dio un ejemplo de serenidad, nombró de nuevo un dictador por 6 meses
en este caso fue Marco Junio Pera auxiliado por el maestre de caballería
Tiberio Sempronio Graco, quien liberó a 6.000 criminales para enrolarlos en las
nuevas legiones que se estaban formando apresuradamente, también se liberaron
esclavos que se apuntaran a las legiones.
Disponían
de un ejército de 20.000 hombres en la Galia Ciasalpina, que estaba
comprometido con el levantamiento de los boyos, 2 legiones urbanas en Roma, y
se crearon 2 legiones con los restos de Cannas en Canisium, 2 legiones con
Marcelo en Ostia, 2 legiones con los esclavos y 2 legiones de ciudadanos
reclutadas inmediatamente, en total 8 legiones que fueron enviadas
inmediatamente a Etruria para asegurar la lealtad de la región, a Campania para
evitar que el enemigo accediese al Lacio y a Apulia, reclutando una fuerza
mayor que la de Aníbal.
Mantuvo
cierta actividad en el sur de la península, para obligar a Aníbal a dividir su
ejército, pero sabiendo que su objetivo prioritario era recuperar Campania. Las
tácticas de Fabio Máximo se convirtieron en doctrina oficial: nada de aventuras
contra Aníbal, sólo ataques sin riesgos y hostigamientos y evitar a toda costa
batallas en campo abierto. La caballería ligera alcanzó su máximo valor en
ambos bandos para vigilar a las fuerzas adversarias y los caminos. El choque
entre estas fuerzas fue muy común, produciéndose grandes pérdidas por ambos
bandos.
216-215 Aníbal busca una salida al mar
Tras la
batalla de Cannas, se le abrieron a Aníbal las puertas del sur de Italia, tras
realizar una rápida marcha hacia el Brucio, en donde recibió la alianza de
muchas ciudades y sometió otras, se dirigió hacia el Samnio, donde los hirpinos
le ofrecieron la alianza y le entregaron la ciudad de Compsa. Dejó a Magón a
cargo de someter la región, y Aníbal se dirigió a la costa, con el firme
propósito de apoderarse de un puerto, desde donde poder establecer solidas
líneas de comunicación con Cartago.
Los
cartagineses llegaron hasta las murallas de Neapolis (Nápoles) saqueando la
zona, sorprendiendo a un escuadrón de caballería enemiga, haciéndole caer en
una emboscada, preparada por el general cartaginés. Con el ejército plantado
ante Neapolis y renunciando al asalto de una ciudad tan amurallada, Aníbal se
retiró hacia Capua en donde se le presentaba la oportunidad un tratado de
alianza con la gran ciudad, pues era la segunda ciudad más importante, así como
con otras ciudades menores que dependían de ella.
Magón Barca
fue enviado a Cartago con las noticias de los recientes éxitos y con la
petición de refuerzos.
Entrada triunfal de Aníbal en Capua.
Autor Peter Connolly
Primera Batalla de Nola 216
Aníbal,
después de tomar posesión de Capua, sondeo desde allí las posibilidades de que
por traición se le pudiera entregar Neapolis, fracasando en esta ocasión,
dirigió sus miras hacia la ciudad de Nola, en la que el senado de Nola apoyado
por los aristócratas era favorable a mantener la alianza con Roma, pero el
pueblo era favorable al comandante cartaginés.
Partió el
cartaginés hacia Nola pero no lo suficientemente deprisa para hacerse con la
situación, pues el pretor Marco Claudio Marcelo, que estaba en Casílino, había
sido informado por el senado de Nola de la difícil situación y partió enseguida
atravesando montañas, evitando acercarse a Capua o las llanuras. Cuando Aníbal
llegó y vio que la ciudad estaba guarnecida, volvió a dirigir sus pasos hacia
Neapolis de nuevo con la vana esperanza de conquistar un puerto. Cuando se
enteró de que la ciudad había sido ocupada por el prefecto romano Marco Junio
Silano, se dirigió hacia a Nuceria, donde tras un prolongado asedio tomo la
ciudad por hambre, después la saqueo y la destruyó. Después volvió a Nola.
Desplegó en
orden de batalla frente a la ciudad ofreciendo a los romanos la oportunidad de
medirse en batalla campal, Macelo mantuvo a sus tropas preparadas en formación
dentro de las murallas, dividió su ejército en tres partes, cada una frente a
una de las puertas de la ciudad, con su mejor legión y su caballería frente a
la puerta central.
Aníbal
viendo que no salían, consideró el asalto de la ciudad y mientras rompía su
formación mandando a unos al campamento a preparar el tren de asedio y otros
que se acerquen a las murallas para preparar la acometida, fueron sorprendidos
por la repentina salida de las legiones que por las puertas de la ciudad que
atacaron a la carrera a las desordenadas filas cartaginesas, el ataque, ayudado
por la confusión reinante, desbarato y provoco la retirada y el pánico entre el
ejército enemigo.
Este
combate menor, en el que perecieron 2.500 cartagineses y aliados y 500 romanos,
aunque no tenía ninguna importancia táctica o estratégica, si la tuvo moralmente,
ya que era la primera victoria romana en Italia.
Tras la
derrota y fuga del enemigo, Marcelo se dispuso a cortar de raíz el movimiento
popular y tras un juicio sumarísimo se hizo decapitar a 70 ciudadanos
responsables. Una vez pacificada la ciudad, Marcelo partió de Nola
estableciendo su campamento en las colinas de Suessula.
Aníbal,
mientras tanto, dado que seguía disponiendo de la iniciativa, asedió, tomó y
destruyo Acerra y cuando recibió la noticia que el ejército del dictador romano
se dirigía a Casílino, tomo la resolución de acudir allí y capturar la ciudad,
pues no podía permitir que los romanos se estableciesen tan cerca de Capua,
donde quizás podrían producirse conatos de rebelión.
Terminó el
año 216 con Aníbal acuartelado en Capua y con parte de su ejército asediando la
pequeña ciudad de Casílino.
Campaña de Aníbal en el 216 a.C, después
de la batalla de Cannas
Batalla de Casilino (215-216 a.C)
En 215 a.C,
Aníbal había conseguido reclutar 14.000 campanos y 15.000 brucios, con lo que
sus fuerzas alcanzarían los 60.000 efectivos. Dividió sus fuerzas en un
ejército bajo mando de Himilcón que operaba en el Brucio contra las ciudades
griegas de la Magna Grecia, probablemente en conjunto con efectivos brucios, y
el ejército principal de Aníbal que se encuentra en Campania tras haber
invernado en Capua. Existía un tercer contingente bajo mando de Hannón operando
en Lucania.
Los romanos
por su parte, disponían de 2 ejércitos consulares de 4 legiones cada uno con
unos 20.000 efectivos, uno estaba mandado por Tiberio Sempronio Graco que se
encuentra acampado junto al Volturno aguas arriba de Casilino; el otro mandado
Lucio Postumio Albino en Lucería (Apulia); había otros 3 ejércitos de 2
legiones con 10.000, uno mandado por Levino que se estacionó en Tarento y
Brindisi, otro mandado por Varrón en Piceno, y las dos legiones urbanas en
Roma. Albino ha sido emboscado por los Boyos en la Galia, al parecer marchaba a
través de un bosque, donde los galos habían establecido una emboscada, habían
aserrado un gran número de árboles, de manera que caerían sobre los romanos,
25.000 hombres fueron atrapados en esa trampa, y fueron aniquilados, bien
aplastados o bien muertos por los galos. Debido a la falta de efectivos, se
decidió que ese año no habrá ningún ejército romano en la Galia que lo
sustituya, aunque se mantienen las ciudades de Cremona y Placentia.
El asedio
de Casílino que se prolongaba indefinidamente por la tenaz y suicida resolución
de los defensores, Aníbal finalmente ofreció a los casilinos un pacto por el
cual y a cambio de un rescate por persona, podrían salir de la ciudad y
regresar, éstos se encontraban ya sin alimentos y al borde de la inanición y
aceptaron por fin las benignas condiciones del cartaginés y con las debidas
garantías se entregaron a los enemigos. La ciudad fue ahora guarnecida con 700
soldados de los del ejército púnico y devuelta así a los campanos. Aníbal se
retiró ahora a su campamento en los montes Tifata, sobre Capua.
Campaña de Aníbal el 215 AC en Campania
Batalla de Hamae y Cumas (215 a.C)
Los
capuanos aliados de Aníbal trataron de sumar a la rebelión a los habitantes de
Cumas, pero al no lograrlo, deciden tenderles una trampa. Citaron al senado cumano
en la ciudad de Hamae donde va a tener lugar una celebración religiosa.
Previendo la jugada, los notables cumanos avisaron a Graco sobre los
acontecimientos. Éste, partió desde Sinuesa, cruzó el Volturno y acampó en
Literno, ordenando acopiar víveres en Cumas.
Los
campanos por su parte estaban acampados junto a Hamae con un ejército de 14.000
hombres al mando de su jefe Mario Alfio (Medix Tuticus o primer magistrado de
Capua). Esa misma noche el cónsul romano Graco ordenó el asalto al campamento enemigo
consiguiendo tomarlo dando muerte a 2.000 hombres incluido su jefe, tras lo
cual se dirigió a Cumas previendo la reacción de Aníbal que está en la muy
cercana Capua.
Desde su
campamento en el monte Tifate, el general cartaginés parte hacia Hamae pensando
en sorprender a los romanos, pero enterado de que se habían marchado a Cumas y
debido a su falta de tren de asedio, retornó a su campamento del monte Tifate a
recogerlo. Cumas era un puerto marítimo y por tanto objetivo prioritario para
Aníbal que de ese modo podría tener una vía de entrada de refuerzos. Mientras
el ejército de Fabio se encuentra en Cales, en el Ager Falernus, sin cruzar el
Volturno, con el cónsul aún en Roma realizando ritos religiosos.
Aníbal
preparó una torre de asedio mientras Graco ordenó elevar las murallas de la
ciudad.
Acercada y
adosada la torre púnica al muro, resultó incendiada por los defensores, y
cuando sus ocupantes tuvieron que abandonarla, Graco ordenó una salida en
tromba de sus hombres por dos puertas de la ciudad que puso en fuga a los
atacantes, causándoles bajas significativas de unos 1.400 hombres, empujándoles
hasta su campamento, y ordenando un rápido repliegue para evitar un
contraataque.
Aníbal sacó
al día siguiente a su ejército ofreciendo batalla, pensando que envalentonado
por su éxito el cónsul la aceptaría, pero Graco prudentemente permanece dentro
de las murallas de Cumas, lo que hace que finalmente Aníbal retornase al monte
Tifate.
Una vez
levantado, el cónsul romano se dirigió desde Cumas a Grumentum en Lucania,
donde se enfrentó a las tropas cartaginesas mandadas por Hannón que se
encontraban en la zona, posiblemente para unirse a Aníbal. Le causó 2.000
muertos frente a 280 propios, obligándole a retornar al Brucio. Graco volvió a
Cumas después de la batalla, de regreso conquisto a los hirpini las plazas de
Vercelio, Vescelio y Sicilino (todas ellas de desconocida ubicación) haciendo
5.000 prisioneros locales.
Conquista de los puertos de Locri y Crotona (215 a.C)
En el 216
a.C Aníbal se dirigió la región de Brutio en el sur de Italia, donde muchas
ciudades se sometieron y otras estuvieron a la expectativa, la ciudad de
Petelia, fiel aliada de Roma se resistió. Aníbal procedió pues al asedio de la
ciudad, al principio se asaltaron sus murallas pero fue en vano, la maquinaria
que se acercaba, torres y demás artefactos, eran incendiados por los
defensores. Durante un tiempo se combatió de esta manera pero al final y en
vista de que era muy costoso, se cambió de estrategia y se intentó rendirla por
hambre, tras rodear la ciudad con una empalizada, Aníbal puso al mando del
asedio a su sobrino Hannón junto con los auxiliares brutios y alguna fuerza
cartaginesa y el se retiró hacia el norte, rumbo a el Samnio.
El cerco de
Petelia se alargó por un periodo de ocho meses, durante los cuales, los
petelios consumieron todos los alimentos corrientes, después expulsaron de la
ciudad a los no combatientes a fin de economizar alimentos, muriendo todos
estos a manos de los enemigos. Finalmente combatieron hasta la muerte, hasta
que finalmente se derrumbaron y abrieron las puertas al ejército enemigo, no
obstante, 800 hombres lograron escapar.
Tras la
caída de Petelia en manos de Himilcón, los cartagineses prosiguieron la
conquista de las ciudades del área, más cuando se veía que los romanos no
podían hacer nada por ellas. No tardó en caer Cosentia, y tras ella Crotona,
aunque esta sin la intervención púnica, tan solo a manos de los brutios,
principalmente porque se trataba de una ciudad prácticamente despoblada, con
tan solo unos 2.000 vecinos, que no pudieron ni defender todo el perímetro de
tan amplia como desierta ciudad, solo la ciudadela prestó refugio a los que
pudieron introducirse en ella, y resistieron durante algún tiempo.
Locri, una
poderosa ciudad y puerto del sur de la región, también cayó gracias a las
discordias internas. De toda el área, tan solo la ciudad de Regio (en el
estrecho de Mesina) permaneció en la alianza con Roma, principalmente porque
existía en ella una poderosa guarnición romana y por qué era una ciudad
estratégicamente muy importante y los romanos no podían permitirse su perdida.
En el
verano del 215, consiguieron llegar a Locri importantes refuerzos procedentes
de Cartago, pudiendo desembarcar 6.000 infantes, 4.000 númidas y 20 elefantes
al mando de Bomílcar, fuerzas a todas luces insuficientes, está será la única
vez que recibiría refuerzos de Cartago. Hannón debía ponerse en marcha para ir
junto a Aníbal, que le reclamaba a él con sus fuerzas, pues necesitaba todos
sus efectivos para la campaña de ese año en Campania. A la llegada del
otoño/invierno fue devuelto Hannón y su ejército al Brutio, en donde invernaron
y esperaron el inicio del nuevo año.
Segunda batalla de Nola 215 a.C
En
Campania, Marcelo tras ser relevado en Suésula por Fabio, llegó a Nola desde
donde ese verano comenzó a hacer salidas de saqueo sobre el samnio caudino y
los hirpinos, lo que forzó a Aníbal, azuzado por sus aliados, a acercarse para
tratar de tomar la ciudad y privarle de la base de operaciones para dichos saqueos.
Marcelo se
aprestó entonces a defenderla del ataque de Aníbal. El general cartaginés llamó
a Hannón para que acudiese desde el Brucio con los refuerzos recién llegados
mientras Bomílcar permanece allí sustituyéndole.
Aníbal
primeramente propuso al senado de la ciudad abrir las puertas a cambio de no
tomar la ciudad por la fuerza. Al ser rechazada su propuesta rodeó la ciudad
preparándose para un ataque general.
Aníbal
rodeó completamente la ciudad, Claudio Marcelo realizó una serie de salidas
provocando escaramuzas. Al tercer día, viendo Marcelo que una parte de los
cartagineses ha salido a forrajear, sacó a sus tropas presentando batalla y
marchando hacia el campamento cartaginés. Aníbal mandó a llamar a los que están
forrajeando mientras el resto de su ejército salió a dar batalla.
Segunda Batalla de Nola 215 a.C, entre
Aníbal y el cónsul romano Claudio Marcelo, con victoria romana.
Voluntarios
nolanos permanecían en la ciudad a la espera de una señal de Marcelo. Tras un
feroz combate, los cartagineses son empujados hacia su campamento y optaron por
replegarse. Claudio Marcelo desistió de perseguirlos y regresó a la seguridad
de las murallas. Livio habla de 5.000 bajas púnicas frente a 1.000 romanas,
además de la captura de otros 600 hombres y 2 elefantes. Otros 4 paquidermos
murieron en la batalla.
Al día
siguiente recogieron y quemaron los cadáveres del campo de batalla. Al tercero
se produjo la deserción de 1.272 jinetes númidas e hispanos. Entonces Aníbal
ordenó a Hannón retornar al Brucio con sus hombres mientras él partió hacia
Arpi en Apulia para invernar.
Recuperación de Campania (214-211)
En el 214
resultan elegidos cónsules Fabio Máximo nuevamente y Marco Claudio Marcelo,
quedando las fuerzas romanas distribuidas de la siguiente forma:
·
Roma 2 legiones urbanas bajo
el mando de Fulvio Falco.
·
Campania 4 legiones del ejército
consular bajo el mando de Fabio Máximo.
·
Campania 4 legiones del ejército
consular bajo el mando de Marco Claudio Marcelo.
·
Apulia 2 legiones nuevas bajo
el mando del hijo de Fabio, Quinto Fabio.
·
Galia Cisalpina 2 legiones
nuevas bajo el mando de Marco Pomponio.
·
Sammnio 2 legiones de
esclavos bajo el mando de Sempronio Graco.
·
Piceno 1 legión bajo el mando
de Varrón.
·
Brindisi 1 legión bajo el
mando de Valerio.
(A parte
había 4 legiones en Sicilia, 1 en Córcega y 2 en Hispania)
Campañas de Aníbal el 214 AC en Campania
Tercera Batalla de Nola 214 a.C
Aníbal
recibió aviso de los habitantes de Capua de que los romanos estaban realizando
un reclutamiento masivo. Aníbal se movió desde Arpi en Apulia hacia Campania.
Fabio
Máximo que había invernado en Suésula comenzó a seguirlo en cuanto llegó a
territorio campano y ordenó a Sempronio Graco que desde Luceria se trasladase
con sus tropas a Beneventum, en el Samnio, para apoyarle. El hueco dejado en
Luceria por Graco fue ocupado por el hijo de Fabio, Quinto Fabio, quien se
dirigió hacia esa localidad del norte de Apulia.
Aníbal
volvió a establecer su campamento en el monte Tifata, cerca de Capua. Luego,
tras dejar allí a sus mejores tropas (la caballería númida e hispana) para que
guarneciesen el mismo y protegiesen además a la ciudad aliada. Después comenzó
el saqueo de la campiña entre Cumas y el promontorio de Misenum, realizando un
cambio de curso inesperado hacia el puerto de Puzzuoli con el fin de apoderarse
de él por sorpresa. La fuerte guarnición romana de 6.000 efectivos lo rechazó y
al tercer día el cartaginés se marchó hacia Neápolis para seguir sus saqueos.
Estando
allí recibió una nueva comisión de la ciudad de Nola, que le ofrecían la
entrega de la ciudad por tercera vez. Avisado Marcelo de esto, se dirigió con
un contingente de 6.000 hombres y 300 jinetes desde Cales a Suésula y de allí a
Nola. Aníbal que había visto sus dos intentonas anteriores fracasadas, acudió
sin mucha fe a la ciudad campana a realizar el tercer intento. Fabio aprovechó
esta circunstancia para iniciar el asedio de Casilino.
Mientras en
Nola, Marcelo recibió refuerzos traídos por su lugarteniente Marco Pomponio
desde Suésula.
Antes de
salir a presentar batalla, preparó una estratagema consistente en que su
caballería bajo mando de Cayo Claudio Nerón saliese furtivamente de noche de la
ciudad a seguir al ejército cartaginés de modo que al día siguiente y una vez
que comenzase la batalla, se presentase por retaguardia y sorprendiera a los
púnicos.
Tal y como
tenía previsto Marcelo formó sus tropas que eran 4 legiones (20 infantes y
2.400 jinetes) y Aníbal cuyos efectivos se desconocen, aceptó el envite.
La
infantería romana consiguió presionar y hacer que los cartagineses
retrocediesen hacia su campamento. Marcelo al parecer contaba con la aparición
de Nerón con su caballería, pero éste se había perdido y cuando llegó cuando la
batalla había concluido.
El combate
finalizó con el ejército de Aníbal replegando a su campamento y Marcelo
retornando a la ciudad. Livio da la cifra 2.000 muertos púnicos y 400 romanos.
Al día siguiente Marcelo volvió a presentar batalla, pero Aníbal no la aceptó y
a la noche del tercer día optó por levantar el campamento, dado que se estaban
reuniendo 7 legiones y se había enterado de la derrota de Hannón. Se dirigió
hacia Tarento, pues, algunos tarentinos le han hecho saber que si se acerca a
la ciudad, ésta podría caer en sus manos mediante la traición.
De camino a
Tarento arrasó con cuanta campiña encontró a su paso excepto la del propio
Tarento, a quien quería ganarse. Pero tres días antes de su llegada el jefe de
la guarnición de la ciudad, Marco Livio, preparó las defensas poniendo guardias
en muros y puertas, lo que evitó cualquier sorpresa. Viendo la imposibilidad de
tomarla, el general púnico marchó hacia Salapia en la costa norte de Apulia, no
sin recoger grano en la costa de Lucania (Heraclea y Metaponto, ambas aún bajo
control romano) y caballos salvajes entre el Salentino y Apulia.
Primera Batalla de Beneventum 214 a.C
Aníbal
desea contar con el apoyo de su segundo ejército en la zona y ordenó a Hannón
que desde el Brucio se dirigiese a Beneventum en el Samnio, ciudad hacia donde
también marchaba Tiberio Sempronio Graco y su ejército de esclavos.
Hannón
llegó a Beneventum y acampo en la margen izquierda del río Calor a 1,5 km de la
ciudad. Graco al llegar, acampó a 1 km del campamento de Hannón, cerrándole el
paso a la ciudad. Al día siguiente el general romano sacó a sus hombres para
ofrecer batalla, disponía de un ejército de 18.000 efectivos la mayoría
esclavos voluntarios y presos. Hannón aceptó el envite y desplegó su ejército
formado por 17.000 infantes brucios y lucanos y 1.200 jinetes númidas y mauris.
Las tropas
romanas tremendamente motivadas por la promesa de su general de manumitirlos si
ganaban, consiguieron tras cuatro horas de resultado incierto, hacer que los
cartagineses flaquearan y huyesen a su campamento. Los romanos prisioneros
romanos que se encontraban en el campamento se hicieron con armas y atacaron la
retaguardia del ejército de Hannón, el triunfo romano fue completo e hicieron
una masacre, impidiéndoles la fuga. Sólo unos 2.000 hombres, en su mayor parte
caballería consiguieron huir, sufriendo 16.000 bajas frente a 4.000 romanas.
Graco fue
recibido en la ciudad con los brazos abiertos, y después se dirigió a Lucania
para impedir que Hannón levantase otro ejército.
Conquista romana de Casilino 214 a.C
Las fuerzas
romanas se concentraron en la toma de Casilino, en donde una guarnición de
2.000 campanos y 700 soldados de Aníbal mantenían a raya a los romanos.
Marcelo al
mando de su ejército llego a Casílino en donde se unió a las fuerzas de Fabio
Máximo que previamente había unido sus fuerzas con el ejército de Graco,
reclamado por Fabio. La desproporcionada acumulación de fuerzas no proporcionó
al romano ninguna ventaja adicional en el ataque a Casílino, fracasando en los
sucesivos asaltos a sus murallas y sufriendo por ello numerosas bajas hasta el
punto de que Fabio estuvo a punto de abandonar el asedio. Finalmente los
campanos, solicitaron de Fabio un acuerdo por el que se les permitiese
retirarse a Capua sanos y salvos, cuando llegaron al acuerdo y salían ya por
una de las puertas de la ciudad, Marcelo lanzó sus hombres contra los que
salían consiguiendo tomar de esta manera la puerta abierta desde la que poco
después se hicieron con el resto de la ciudad. La matanza fue generalizada y
tan solo se pudieron salvarse los primeros campanos que salieron de la ciudad y
pudieron llegar junto a Fabio, unos 50, que según lo acordado fueron escoltados
hasta Capua. Finalmente el resto de los supervivientes capturados en Casílino
fueron enviados a Roma y la población dispersada.
Ahora,
Fabio Máximo y Marcelo se repartieron los papeles, Mientras Marcelo vigilaba
Capua desde Nola (aunque, no obstante, no pudo desarrollar ninguna operación de
envergadura al caer enfermo), Fabio Máximo se dedicaba a reconquistar las
tierras de los samnitas que hacen frontera con Campania y en donde Aníbal
encontraba un eficaz apoyo.
Conquista de Tarento 2013 a.C
Conquista romana de Arpi 213 a.C
En el 213
a.C, los nuevos cónsules son el hijo de Fabio Máximo, Quinto Fabio como cónsul
patricio y Tiberio Sempronio Graco como cónsul plebeyo.
La campaña se inicia con el asalto del cónsul Quinto Fabio hijo, a la ciudad de Arpi, en el norte de Apulia. Arpi, importante ciudad de la región, contaba con unos 8.000 hombres de guarnición, 5.000 de ellos del ejército de Aníbal. Fabio Máximo acampó frente a la ciudad y se acercó una noche lluviosa a sus murallas con una unidad comandada por los mejores centuriones del ejército y unos 600 soldados también de reconocida valía. Gracias a la noche y a la lluvia (los guardias a causa de ella habían abandonado sus puestos y se habían puesto a cubierto), pudo subir con escalas por la muralla sin oposición, luego, como lo más difícil ya estaba hecho, el ejército romano en pleno irrumpió en la ciudad.
La campaña se inicia con el asalto del cónsul Quinto Fabio hijo, a la ciudad de Arpi, en el norte de Apulia. Arpi, importante ciudad de la región, contaba con unos 8.000 hombres de guarnición, 5.000 de ellos del ejército de Aníbal. Fabio Máximo acampó frente a la ciudad y se acercó una noche lluviosa a sus murallas con una unidad comandada por los mejores centuriones del ejército y unos 600 soldados también de reconocida valía. Gracias a la noche y a la lluvia (los guardias a causa de ella habían abandonado sus puestos y se habían puesto a cubierto), pudo subir con escalas por la muralla sin oposición, luego, como lo más difícil ya estaba hecho, el ejército romano en pleno irrumpió en la ciudad.
Comenzó un
terrible combate por las calles, los cartagineses, que no se fiaban de las
milicias locales, las mandaron por delante de sus fuerzas por lo que chocaron
con los romanos los primeros. Después de combatir durante un tiempo entablaron
los milicianos conversaciones con los romanos, poco después cambiaban estos de
bando con la anuencia de las autoridades de Arpi y juntos cargaron contra los
cartagineses. Esa una noche fue de pactos, pues ahora eran los cartagineses
quienes entablaron negociaciones con los romanos. 1.000 hispanos de la
guarnición decidieron pasarse a los romanos si estos permitían al resto de la
guarnición retirarse sin daño.
La
propuesta fue aceptada por Fabio y de esta manera se hizo finalmente con esa
importante ciudad de la región de Apulia. Todo ocurrió tan precipitadamente que
Aníbal, que se encontraba en Salapia, no pudo reaccionar, acogiendo a las
tropas que se retiraron de Arpi.
Victoria de Hannón contra Veyentano 213 a.C
En Lucania
la situación aparenta estar en calma lo que lleva a Graco a que ordene a uno de
los prefectos aliados de su ejército, Tito Pomponio Veyentano, a comenzar
campañas de saqueo en el vecino Brucio. Estas probablemente influyen
notablemente en que dos localidades de la zona, Cosentia y Thurii, retornen a
la disciplina romana, pese a estar bajo dominio cartaginés desde el 215 a.C.
Pero poco
le van a durar las alegrías a los romanos en este frente, pues en el trascurso
de las desmandadas salidas de saqueo de Veyentano en territorio brucio, fue
sorprendido en una por el ejército de Hannón, el cual masacró a la mayoría de
sus hombres haciéndole prisionero.
Conquista de Tarento 213 a.C
Un grupo de
notables tarentinos ofreció la entrega de la ciudad a Aníbal, espoleados por
una cruel venganza de los romanos que habían masacrado a los rehenes tarentinos
que trataban de marcharse de Roma.
El ejército
cartaginés se acercó a la ciudad, quedando acampado a unos tres días de marcha
de la misma. Designó que un cuerpo de unos 10.000 hombres, entre los que se
contaban unos 2.000 jinetes, para llevar a cabo la acción, en combinación con
un traidor local, que facilitaría la toma de las puertas de acceso a la ciudad.
La noche elegida por Aníbal para el ataque, fue una en que había un banquete.
En medio de la noche, el traidor abrió la puerta Tamenis (de Nápoles) y los
soldados púnicos entraron sigilosamente y degollaron a los romanos, otro
pequeño partido hizo lo mismo en otra puerta. Dejó 2.000 jinetes afuera, se
dirigieron hacia la plaza del mercado, y dividió 2.000 galos de su fuerza en
tres partes, cada una de ellas dirigidas por un tarantino amigo se dirigió a
una parte diferente de la ciudad, con la orden de matar todos los soldados
romanos, pero tratar a los ciudadanos con honor. Despertados por el ruido, la
guarnición romana se reunió, y al comprobar que la ciudad había sido capturada,
se retiraron a toda prisa a la ciudadela, Marco Livio logró sobrevivir, pero el
repliegue le costó muchas bajas.
Asedio púnico de Tarento 213 a.C
Desde la
ciudadela se enfrentó a los cartagineses, fueron reforzados esa noche desde
Metaponto por la guarnición romana de esa ciudad. Desde allí se permitieron
acosar a los nuevos dueños de la ciudad, lo que provocó que Aníbal levantase
una empalizada y un foso para defenderse de estas incursiones. Logró resistir
con éxito debido a que recibía alimentos y apoyo por su puerto. Aníbal mandó
sacar todos los barcos tarentinos a tierra y transportarles con ruedas para
depositarles en el puerto exterior y bloquear el puerto. Aníbal dejó al frente
del bloqueo a Hannón, mientras él marchó a invernar a un lugar distante unos
tres días de marcha de la zona, que probablemente se encuentra al sur-sureste
de Canusio, en Apulia. La ciudadela se rindió posteriormente en el 211 a.C.
Todas las polis (ciudades griegas) del sur de Italia, con la excepción de Regio
pasaron bajo el control de Aníbal.
Conquista romana de Padua 212-211 a.C
Segunda Batalla de Beneventum 212 a.C
Los
romanos, decididos por fin a cargar todo el peso de las operaciones más que
contra Aníbal, contra los campanos; mantuvieron a sus legiones operando, desde
Bovianum, en el Samnio, y desde esta posición lanzaban ataques menores contra
los territorios campanos, en donde por esta causa no se había podido hacer la
siembra de las cosechas en los campos, razón por la cual el hambre hacía ya
mella en los cuerpos de los ciudadanos de Capua y de las otras ciudades
enemigas de los romanos.
Despacharon
entonces los campanos unos embajadores al campamento de Aníbal, cerca de
Tarento cuando estaba a punto de tomar la ciudad, para pedirle que les
auxiliase en este difícil trance enviando deprisa suministros antes de que las
operaciones romanas se extendiesen y los caminos quedasen definitivamente
cortados por sus destacamentos.
Aníbal,
siempre presto a atender a sus aliados, ordeno a Hannón, que controlaba el
Brucio, que: recogiendo suministros propios y de los aliados lucanos y samnitas
se dirigiese a entregarlos a los capuanos. Hannón, que no deseaba un
enfrentamiento con los romanos, condujo a su ejército entre el territorio
aliado y enemigo hasta las cercanías de Beneventum, consiguiendo evitar ser
interceptado por los ejércitos adversarios.
Una vez
allí mando llamar a los capuanos para que se llegasen a su campamento
fortificado en donde les haría entrega del trigo. Los capuanos, acudieron, pero
con tal desidia y falta de medios (no más de cuarenta carruajes) que el general
cartaginés se enojó y tras reprenderles les convocó para que otro día fijado se
acercasen de nuevo y en serio, al campamento a recoger los suministros. Este
cambio de planes fue letal para los intereses púnicos, pues los espías romanos
consiguieron comunicar estas nuevas a los cónsules romanos que se encontraban
en las cercanías de Bovianum, decidieron estos que uno de ellos, Fulvio, se
haría cargo de las tropas y las conduciría rápidamente hasta Beneventum para
atacarles.
El ejército
romano llego ya de noche a las murallas de Beneventum en donde recibió las
nuevas de la actual situación. Los campanos habían por fin acudido en masa al
campamento de Hannón, esta vez contaban unos 2.000 carromatos y muchos miles de
ciudadanos que se encontraban ahora en el campamento púnico, además, el general
cartaginés se encontraba fuera, consiguiendo de los aliados más suministros
para remitir a los campanos.
El ejército
romano, tras dejar en la ciudad sus pertrechos, y tan solo con las enseñas y
las armas partieron de inmediato contra el desprevenido enemigo que acampaba no
lejos de allí. Poco antes del amanecer llegaron al lugar, en donde su repentina
llegada provocó tal pánico que de haber estado el campamento cartaginés situado
en la misma llanura hubiese sido tomado sin duda a la primera embestida. Hannón
había elegido el lugar apoyado por unas solidas defensas naturales, una
escarpada colina que terminaba ante la empalizada del campamento púnico El
primer ataque fue rechazado con facilidad por los defensores, los romanos
insistieron, a costa de muchas bajas, llegando en varios puntos a tomar
contacto con la empalizada, en donde siendo castigados estuvieron a punto de
retirarse y abandonar el ataque. En esos momentos, una cohorte peligna, fue
enardecida por su prefecto, Vibio Acao que lanzó la enseña de la unidad tras la
empalizada enemiga, seguido por sus hombres consiguieron irrumpir a través de
las defensas enemigas. Por otro lado, el tribuno de la tercera legión, Valerio
Flaco, tras echar en cara a sus hombres que permitiesen que fuesen unos aliados
quienes tomasen el campamento enemigo, se lanzó entonces uno de sus centuriones
sobre la empalizada enemiga. Seguido después por su manipulo y después por el
resto de la legión, siendo por fin desarticuladas las defensas cartaginesas, y
entrando a cuchillo en el campamento enemigo. Se contaron entonces 6.000 bajas
enemigas, 7.000 fueron hechos prisioneros amen de muchos miles de civiles
campanos que se encontraban allí. Se consiguió gran botín, no solo los
suministros preparados para los campanos sino todo lo que en sus correrías
había saqueado Hannón a los aliados del pueblo romano.
Hannón se
enteró del desastre en Cominiun, y se dirigió a Brucio con las fuerzas que le
quedaban.
Aníbal que
se encontraba con su caballería recorriendo el Samnio, al enterarse del desastre
regreso de inmediato al Brucio. En cuanto a las autoridades de Capua,
informadas también del serio descalabro, mandaron nuevos embajadores a la
presencia de Aníbal anunciándole que los enemigos se encontraban ya instalados
en Beneventum y a no mucho tardar atacarían su ciudad, pedían ahora al general
cartaginés que acudiese sin tardanza a Campania a librarles de esta amenaza.
Aníbal, enfrascado entonces en la toma de Tarentum, prometió que acudiría y
entre tanto les envió a dos de sus mejores oficiales con un contingente de
2.000 jinetes escogidos, para que mientras tanto, y con estas tropas,
protegiesen sus campos de los incursores y saqueadores enemigos.
Campañas de Aníbal el 212 a.C en Campania
Los romanos empiezan el cerco de Capua 212 a.C
Instalados
en Beneventum, los dos cónsules romanos establecieron un nuevo plan de
operaciones con el objetivo de concentrar todas sus fuerzas contra Capua.
Decidieron mover sus campamentos más cerca de los campanos pero dejando atrás,
en Beneventum una buena guarnición. A tal efecto, le fue encomendado a Tiberio
Graco a que acudiese desde Lucania con su caballería y las tropas ligeras para
guarnecer la ciudad, el destino quiso que Graco nunca llegase a su destino, cayó
víctima de una emboscada de la caballería enemiga y fue muerto por esta.
Los
cónsules movieron sus campamentos en territorio enemigo, a la vista de las
propias murallas de Capua, comenzando las incursiones por la zona, pero fueron
sorprendidos por una repentina salida de la caballería ligera cartaginesa de
Magón (no Barca), quienes aterrorizando a los romanos que se encontraban
entonces desperdigados por la llanura produciéndoles más de 1.500 bajas
rechazándolos hasta las propias lineas de sus ejércitos y ganando de esta forma
para si la libertad de movimientos para su caballería y la aliada campana.
Desde ese momento, los cónsules marchaban ya solo en solidas formaciones por
territorio enemigo intentando no dar pie al contraataque de la caballería
enemiga que campaba a sus anchas por el territorio.
Por fin
llego Aníbal. Recibidas noticias en el campamento romano de la próxima llegada
del general cartaginés, los dos ejércitos consulares se dirigieron para
detenerle a territorio de Beneventum. Allí se encontraron los dos ejércitos
Aníbal no rechazo el envite, lanzó a su caballería en masa para agobiar con el
lanzamiento de proyectiles a las filas romanas en las que produjeron numerosas
bajas hasta que se retiraron tras la intervención de la caballería romana, así
se encontraba el combate cuanto por uno de los flancos aparecieron jinetes que
venían de Lucania al mando del cuestor Gn. Cornelio (subalterno del fallecido
Graco), que había adelantado con su caballería y detrás venían restos de las
dos legiones, se dirigían a Capua con el objetivo de unirse a los ejércitos
consulares. Comoquiera que ambos contendientes pensaron que esas tropas
pertenecían al otro, tanto el ejército romano como el cartaginés se retiraron a
sus campamentos fortificados. Era tal el estado de la moral del ejército romano
que decidieron los cónsules, antes que combatir (tenían seguramente entonces 6
legiones más los aliados), retirarse y dividirse intentando alejar de allí al
cartaginés Esa misma noche el cónsul Fulvio partió hacia el territorio de Cumae
y Claudio en dirección a Lucania. Al mañana siguiente, informado Aníbal de la
retirada romana, el cartaginés siguió los pasos del ejército de Apio Claudio,
quien sin embargo, dando un rodeo, consiguió no solo despistar a sus
perseguidores si no que volvió sobre sus pasos a territorio campano, ante
Capua. Aníbal, así despistado, entro en Lucania en donde frustrado, acampó.
Desastres romanos de Centennio y Herdonia 212 a.C
Poco tiempo antes de estos sucesos, uno de esos hechos de los que están jalonadas las guerras volvió a repetirse en este momento para satisfacción del propio Aníbal. Un tal M. Centennio, un buen soldado ya retirado, se convenció y convenció a los senadores de Roma que con un cierto número de tropas podría, gracias a su conocimiento de la milicia y del territorio, enfrentarse con éxito a Aníbal en Lucania. En principio solicitaba solo 5.000 soldados pero los convencidos senadores le entregaron 8.000, mitad romanos y mitad aliados, a estos se les sumaron numerosos voluntarios por el camino, llegando a casi duplicar la cifra. Finalmente llegaron al enfrentamiento con Aníbal, pese a que sus tropas se defendieron bien quizás más por desesperación que por otra causa, M. Centennio al ver la irreversible situación en que se había metido para no sobrevivir a la vergüenza se suicidó, sus hombres que mientras tanto seguían manteniendo las líneas, al enterarse de su muerte se dispersaron en una inútil huida ya que fueron prácticamente exterminados por la numerosa caballería enemiga hasta tal punto que parece que no sobrevivieron más de 1.000 de todo aquel ejército.
Poco tiempo antes de estos sucesos, uno de esos hechos de los que están jalonadas las guerras volvió a repetirse en este momento para satisfacción del propio Aníbal. Un tal M. Centennio, un buen soldado ya retirado, se convenció y convenció a los senadores de Roma que con un cierto número de tropas podría, gracias a su conocimiento de la milicia y del territorio, enfrentarse con éxito a Aníbal en Lucania. En principio solicitaba solo 5.000 soldados pero los convencidos senadores le entregaron 8.000, mitad romanos y mitad aliados, a estos se les sumaron numerosos voluntarios por el camino, llegando a casi duplicar la cifra. Finalmente llegaron al enfrentamiento con Aníbal, pese a que sus tropas se defendieron bien quizás más por desesperación que por otra causa, M. Centennio al ver la irreversible situación en que se había metido para no sobrevivir a la vergüenza se suicidó, sus hombres que mientras tanto seguían manteniendo las líneas, al enterarse de su muerte se dispersaron en una inútil huida ya que fueron prácticamente exterminados por la numerosa caballería enemiga hasta tal punto que parece que no sobrevivieron más de 1.000 de todo aquel ejército.
Los romanos
sufrieron otro descalabro, la deserción de las dos legiones de esclavos
voluntarios que tan bien y fielmente habían servido a los romanos. Estos
hombres, poco tiempo después de la muerte de Graco perdieron las ganas de
combatir y ahora desertaban en masa de las filas.
Aníbal
instalado en Lucania seguía con atención lo que acontecía en Campania, sin
embargo, aunque desea entrar en acción contra los dos cónsules recibió noticias
de que en Apulia el pretor Gn. Fulvio, tras un comienzo aceptable, llevaba
ahora las operaciones con una mezcla de desidia e incompetencia e incluso se
hablaba que la disciplina militar se encontraba bajo mínimos. Aníbal, que no
quiso dejar correr esta oportunidad abandonó entonces a los campanos y
rápidamente llego hasta la región de Apulia, cerca de Herdonea, a su llegada el
campamento romano se alborotó, el general cartaginés se enteró esa noche por
unos espías, que los soldados romanos andaban arrogantes exigiendo del general
que se entablase batalla contra el enemigo, así pues, esa misma noche despacho
un contingente de 3.000 soldados de infantería ligera para emboscarse en unas
haciendas de los alrededores y a Magón, que tras su paso por Campania se había
unido de nuevo a él, con 2.000 jinetes que cubriera todas las posibles rutas de
escape del campo de batalla. Hasta ese punto confiaba ya en la derrota romana
el cartaginés que enviaba a parte de sus mejores tropas fuera de su despliegue
de batalla a emboscarse hasta después de la misma.
Batalla de Herdonea 212 a.C entre las
fuerzas de Fulvio y Hannón, con victoria total púnica
Al día
siguiente los dos ejércitos desplegaron para la batalla. Las tropas romanas se
desplegaron en una larga línea con muy poca profundidad precisamente en el
centro, sin embargo dio igual, a la primera embestida cartaginesa, los romanos
cedieron y emprendieron la huida, el propio pretor, al ver lo que sucedía, picó
espuelas seguido de 200 jinetes escapando seguidamente del campo de batalla
abandonando a sus tropas que fueron rápidamente rebasadas por los flancos y
rodeadas. De los aproximadamente 18.000 hombres con que contaba el ejército
romano se dice que solo escaparían unos 2.000, el campamento romano fue ocupado
y saqueado.
El desánimo
hizo de nuevo presa en Roma tras los dos desastres consecutivos en los que se
habían perdido más de 30.000 hombres a manos del general cartaginés.
Los romanos estrechan el cerco de Capua 212 a.C
Los
cónsules, que operaban en Campania, y que gracias a que precisamente Aníbal se
había mantenido alejado de la región habían conseguido crear por fin un cerco
coherente de las posiciones de Capua, enviaron a Roma a dos legados para
informar al senado de que las operaciones se desarrollaban con incipiente éxito
en la región, que así mismo tratarían de recoger a todos los supervivientes de
los desastres precedentes y que se redactaría un edicto por el cual se
obligaría a los esclavos/soldados que volvieran a filas, y, en definitiva,
hacer ver al senado que las operaciones seguían su curso y que debían mantener
la calma pese a todos los descalabros acaecidos en tan corto espacio de tiempo.
En Puzzuoli
se estableció una fuerte guarnición para vigilar la costa y en la desembocadura
del Volturnus se construyó un fortín al que se doto también de una numerosa
guarnición con el mismo objetivo que el anterior, ambas posiciones recibieron seguidamente
fuertes reservas de trigo para utilizar, estas posiciones, durante la campaña
como centros de distribución para el ejército. Aislada así del mar, por tierra
se dispusieron los dos cónsules a concentrar sus fuerzas en el cerco de Capua,
Se hizo venir también a C. Nerón desde Suessula de tal forma y manera que
fueron tres los ejércitos, tres los puestos de mando, que se instalaron
alrededor de la ciudad enemiga. Se decidió ahora emprender la construcción de
una empalizada alrededor de Capua para aislarla de esta forma del exterior. Así
fue, pese a la resistencia de los campanos, que realizaban frecuentes salidas
para interrumpir los trabajos de los romanos, la empalizada apoyada por
fortines y seguramente torres y un profundo foso, fue terminado, aislando a la
ciudad del exterior. No obstante, todavía tuvieron tiempo los capuanos para
enviar correos en demanda de socorro a Aníbal.
Batalla de Capua 211 a.C
En el 211
AC, son elegidos nuevos cónsules Cneo Fulvio Centúmalo y Publio Sulpicio Galba.
Contando el desglose de Tito Livio (XXVI,1) y una cita de Polibio, ese año el
despliegue romano habría llegado a 27 legiones. Estas serían:
·
Dos urbanas (reclutadas del
año anterior 212 con muchas dificultades, al servicio del pretor urbano Cayo
Calpurnio Pisón).
·
Cuatro en Sicilia (dos al
servicio del pretor Cayo Sulpicio -las desterradas de Cannas y Herdonea- y dos
del ejército del procónsul Marcelo).
·
Dos legiones “marinas”
embarcadas en la flota de Sicilia (bajo mando de Tito Otacilio).
·
Dos en Etruria (bajo mando de
Marco Junio Silano que para formarlas tomó en 212 las dos urbanas de 213 las
cuales fueron sustituidas en Roma en 212 con muchos problemas).
·
Dos en la Galia Cisalpina
(bajo mando del propretor Publio Sempronio Tuditano y reclutadas para ese destino
en 214).
·
Dos en Hispania (bajo control
de los procónsules Cneo y Publio Cornelio Escipión hasta que son casi
aniquiladas a principio de la campaña).
·
Dos en Cerdeña (al servicio
del pretor Lucio Cornelio Léntulo).
·
Una en Grecia con la flota
allí operativa (bajo mando del propretor Marco Valerio Levino).
·
Cuatro en Capua (al servicio
de los procónsules Apio Claudio Pulcro y Quinto Fulvio Flaco, la mayor parte de
las cuales son licenciadas una vez se rindió Capua).
·
Dos en Suésula (bajo mando de
Cayo Claudio Nerón y unidas al cerco de Capua, parte de las cuales partirán a
Hispania una vez rendida la capital campana a cubrir las pérdidas ocurridas con
la muerte de los Escipiones).
·
Dos en formación y presentes
en Roma (para servir con el nuevo cónsul Galba).
·
Dos por alistar (para servir
con el segundo cónsul Cneo Fulvio Centúmalo)
Alrededor
de Capua había 12 legiones con unos 60.000 efectivos. Las fuerzas de Capua se
estiman en 2.000 jinetes cartagineses y unos 12.000 combatientes, Aníbal
disponía de 30.000 a 35.000 efectivos y 33 elefantes.
Aníbal
inició la campaña dejando en el Brucio parte de su tren de suministro y
partiendo con su caballería, elefantes y tropas ligeras a socorrer a sus
aliados campanos. Llegó con su ejército hasta el Tifata y ocultó sus fuerzas en
una escondida hondonada tras ese monte. Tras averiguar la disposición de las
fuerzas enemigas prosiguió su camino enfilando su ejército hacia Calatia, en
donde un fuerte romano fue totalmente destruido, de allí viraron hacia Capua y
avanzaron contra las posiciones romanas al tiempo que mandaba un aviso a la
ciudad para ordenar a campanos y cartagineses (Bostar y Hannón se encontraban
al frente de la guarnición de apoyo cartaginesa) para que a la vez que él
atacaba, se hiciesen salidas contra el enemigo.
Los
procónsules desplegaron sus ejércitos, Apio Claudio con 3 legiones y algunas
aliadas desplegó para repeler la salida de los defensores, Quinto Fulvio Flaco
con otras 3 romanas y aliadas desplegó para oponerse al ejército de Aníbal en
la parte exterior, con la caballería desplegada a los flancos.
Batalla de Padua 211 a.C, las fuerzas de
Aníbal tratan de romper el asedio, pero son rechazadas
El comienzo
de las operaciones fue seguido desde las murallas por una inmensa multitud de
ciudadanos de Capua, quienes hacían sonar cacharrería de bronce provocando un
espectacular ruido para animar a sus tropas.
El choque
de las tropas de Aníbal contra los romanos desplegados, sin duda a la
defensiva, fue seguramente atroz, el empuje de los cartagineses fue tal que
pronto la legión VI que estaba en el centro, comenzó a ceder terreno a la
infantería cartaginesa que empujaba irresistiblemente apoyada por los numerosos
elefantes de que disponían. Al fin, una unidad de cerca de 500 hispanos más 3
elefantes rompió las líneas romanas y llegó hasta la empalizada, Fulvio a los
centuriones primipilus que estarían en el campamento, entre ellos un tal Quinto
Navio, a que hiciesen todo lo posible por detener la embestida de aquel
contingente cartaginés y se lanzaron contra los flancos de ese destacamento
formación enemiga con las tropas que pudieron reunir, se produjo un terrible
combate en la empalizada, los tres elefantes fueron muertos allí mismo, los
atacantes pudieron asaltar directamente la empalizada y rebasar las defensas
romanas, de esta forma se entablo un sangriento combate en el mismo campamento.
Mientras
tanto, se realizó la salida desde Capua hacia las posiciones romanas en la zona
de la vía Appia, allí el propio Apio Claudio dirigió la defensa en primera
linea junto a las legiones, como no tardaron rechazar a los enemigos,
persiguiéndoles hasta la misma Capua, produciéndose una matanza en las mismas
puertas de la ciudad, cuando los huidos intentaban refugiarse en la ciudad, los
romanos estuvieron a punto de tomar las puertas, siendo rechazados desde las
torres y almenas, el procónsul Apio Claudio resultó gravemente herido durante
el combate.
El volumen
de bajas varía según las fuentes, Livio da la cifra de 8.000 cartagineses y
3.000 campanos muertos, lo cierto es que Aníbal con tropas ligeras no se
enfangaría en combates frontales contra una infantería pesada romana.
Aníbal y Portas 211 a.C
Ante la
imposibilidad de romper el estrecho cerco que los romanos tenían sobre Capua y
por falta de medios no se atrevía a ofrecerle batalla, además estaba la
posibilidad de que llegara un nuevo ejército romano por por retaguardia que
pudiera impedirle la salida, Aníbal decidió abandonar el área y marchar sobre
Roma para obligar a los ejércitos que sitiaban Capua a levantar el asedio y
acudir en defensa de su capital, y atacarles en una batalla campal.
Aníbal
envió jinetes númidas que se hicieron pasar por desertores para explicar el
plan a los sitiados y que no se alarmasen.
Mandó
realizar balsas para cruzar el río Volturno que separa Campania del Lacio, y
cuando tuvo las suficientes, dejó encendidos fuegos en el campamento y en una
sola noche realizó el cruce. Antes del amanecer ya se encontraba al otro lado y
sin fuerzas romanas apreciables entre el y Roma.
Itinerario de Aníbal desde Capua a Roma por
la Vía Latina, mientras que Fulvio Flaco emplea la Vía Appia
Los romanos
cuando se enteraron al día siguiente, decidieron que Q. Fulvio Flaco con unos 15.000
infantes y 1.000 jinetes fuese a través de la vía Appia, y con el resto
continuar el asedio.
El ejército
de cartaginés, siguió la vía Latina, no avanzó deprisa y saqueó toda la zona a
su paso, quizás quería cerciorarse de que el ejército de Padua se seguía, a
Roma comenzaron a llegar los refugiados que huían.
Roma no
estaba desguarnecida, se estaban formando 2 nuevas legiones y estaban las 2
urbanas.
Aníbal
llegó por el norte y cruzó el río Anio, estableciendo su campamento a unos 5 km
de la ciudad. Al frente de unos 2.000 jinetes se acercó a la ciudad para
observar las murallas hasta la zona de la puerta Colina, lo más cerca que pudo
de las murallas.
Mientras,
Fulvio Flaco entró por la puerta llamada Capena y atravesando la abarrotada
ciudad (llena de refugiados) y salió de la ciudad por la puerta Esquilina
desplegando sus legiones en el espacio que va de esta puerta a la de Colina, y
envió su caballería contra los jinetes púnicos que se retiraron.
Al día siguiente el ejército cartaginés se acercó en orden de batalla a la ciudad, Flaco acepto el embate. Según nos cuenta Livio, en ese momento cayó sobre el campo de batalla un fuerte aguacero que frustró el enfrentamiento, al día siguiente ocurrió lo mismo, por lo que Aníbal decidió que la suerte no estaba de su parte y decidió retirarse.
Al día siguiente el ejército cartaginés se acercó en orden de batalla a la ciudad, Flaco acepto el embate. Según nos cuenta Livio, en ese momento cayó sobre el campo de batalla un fuerte aguacero que frustró el enfrentamiento, al día siguiente ocurrió lo mismo, por lo que Aníbal decidió que la suerte no estaba de su parte y decidió retirarse.
El ejército
romano bajo mando del cónsul Publio Sulpicio Galba inició la persecución de los
púnicos, destruyendo los puentes sobre el río Anio, de modo que obligan a
Aníbal a vadear el mismo para poder cruzarlo. Ocasión que fue aprovechada por
el ejército romano para atacar la retaguardia del convoy púnico que transporta
una parte importante del botín, consiguiendo recuperarlo, atrapando a quienes
lo custodiaban, no teniendo los hechos más graves consecuencias gracias a la
intervención de la caballería cartaginesa.
Tras cinco
días de persecución y cerciorado Aníbal de la inutilidad de su movimiento al no
haber conseguido distraer la atención de ninguno de los ejércitos sitiadores de
Capua, decidió urdir una emboscada nocturna contra el ejército perseguidor de
Galba. Esa noche atacó y asaltó el campamento romano, los romanos consiguieron
replegarse a una colina cercana, trás sufrir importantes pérdidas. Liberado de
su perseguidor puso camino a Brucio donde llegaría a Tisia. Esta localidad
habría sido tomada por los romanos mediante traición. La llegada relámpago de
Aníbal puso en fuga a la recién instalada guarnición romana, recuperando Aníbal
el control de la plaza. Inmediatamente marchó contra la cercana Regio a la que
estuvo a punto de sorprender, pero finalmente consiguieron reponerse a la
sorpresa.
Caída de Capua 211 a.C
La
situación en Capua se hacía irreversible, la ciudad quedó abatida, y nadie
dirigía la ciudad. Un suceso removió las conciencias de la población, cuando
los romanos descubrieron que entre las filas de los numerosos desertores
númidas se hallaban muchos espías decidieron reunirlos a todos, los desertores,
unos 70 númidas junto con otros muchos de distinto origen pero que también
habían cambiado de bando. Todos ellos fueron azotados y después se les amputo
las manos, mandándolos de esta guisa de vuelta a Capua.
Finalmente
la ciudad se rindió, entraron en Capua una legión seguida de dos escuadrones de
caballería al mando del legado C. Fulvio. Una vez en el interior, hizo reunir
todas las armas de la guarnición y arrestó a los soldados púnicos de la
guarnición. Los senadores de la ciudad fueron azotados y decapitados, la población
en general fueron convertidos en esclavos, menos los artesanos y los más pobres
que fueron respetados.
Tras la
caída de Capua, cayeron las dos últimas ciudades campanas en manos de los
cartagineses, Atella y Calatia que recibieron un trato similar.
Lucha en el sur de Italia
Segunda Batalla de Herdonea 210 a.C
En el 210
AC son nombrados cónsules Marco Claudio Marcelo que fue enviado queda en Italia
y Valerio Levino por su buen comportamiento en Grecia, es enviado a Sicilia. El
plan era recuperar el máximo número de ciudades posible y abandonar a su suerte
a la ciudadela de Tarento. Sa había reducido la fuerza a solo 21 legiones.
Marcelo
reunió en Sammnio su ejército consular de 4 legiones, el proconsul Cneo Fulvio
Flaco tenía 2 legiones en Apulia, Quinto Fulvio Centúmalo 2 legiones en Hedonea
y 1 legión en Capua.
Marcelo en
Samnio tomó al asalto la ciudad de Maronea. Tras eso prosiguió en la misma zona
conquistando de la misma forma la ciudad de Meles donde apresó una guarnición
cartaginesa de 3.000 hombres y abundante botín.
El ejército
del procónsul Fulvio Centúmalo desarrolló una campaña de saqueo en torno a
Herdonea, la cual esperaba que termine rindiéndose o cambiando de bando.
Enterado Aníbal del desdén y negligencia de la ciudad, decidió salir del Brucio
a marchas forzadas con tropas ligeras, dejó su equipaje en un lugar seguro en
Brucio, donde habían estado acampado, y tomando una fuerza de unos 30.000
hombres, de los cuales 6.000 eran jinetes, avanzó en una marcha rápida a
Herdonia, dirigiéndose al campamento de Fulvio, formando las fuerzas en línea
de batalla.
Aníbal nada
más llegar y aprovechando que era una mañana de niebla, formó su infantería en
dos líneas y delante infantería ligera, y en las alas la caballería también en
tres líneas, las dos posteriores con un jinete ligero detrás.
Centúmalo aceptó
la batalla, y formó sus fuerzas unos 20.000 infantes y 2.000 jinetes en dos
líneas para cubrir el frente de Aníbal, la legión V y otra aliada a vanguardia
y la VI y otra aliada a retaguardia, con los jinetes en las alas y los vélites
en vanguardia.
Segunda Batalla de Herdonea 210 AC. Se
enfrentaron los ejércitos de Aníbal y el de Fulvio Centúmalo que resultó
aniquilado
La batalla
comenzó con el avance de la infantería en ambos lados, los jinetes
permanecieron in situ. Viendo que el general romano estaba exclusivamente
dedicado a su línea de infantería, Aníbal ordenó las primeras líneas de
caballería cargar contra la caballería romana, mientras la segunda y la tercera
líneas de caballería númida del ala derecha, envolvían y atacaban la
retaguardia romana, el ala izquierda hacía lo mismo pero atacaba el campamento
romano.
Al percibir
esto, Aníbal redobló sus esfuerzos, y el ejército romano fue completamente
derrotado. El procónsul y once legados murieron en la acción junto con unos
10.000 hombres más (se dice de 8.000 a 13.000 y otros autores lo elevan a
17.000). De los que consiguieron escapar, 3.000 fueron capturados por la
caballería y solo se reintegraron a las filas romanas 4.344 hombres.
Tras esto
Aníbal destruyó la ciudad de Herdonia, ejecutó a los partidarios romanos y
evacuó a la población a Metaponto (Lucania) y Thurium (Brucio), temeroso de que
en cuanto se marchase se plasmase traición.
Batalla de Numistro 210 a.C
Enterado
Marcelo de lo sucedido se encaminó con su ejército consular en busca de Aníbal,
lográndole interceptar cuando se encontraba acampado en Lucania en la localidad
de Numistro (en las proximidades de la actual Muro Lucano), acampando frente al
campamento de Aníbal, éste tenía su campamento en una elevación mientras los
romanos lo situaron en un llano situado junto a la población.
Al día
siguiente Marcelo formó sus tropas, desplegó sus legiones en 2 líneas, cada una
con una legión romana y una aliada (la I delante y la III detrás), en sus alas
situó la caballería y a vanguardia los vélites.
Batalla de Numistro 210 a.C. Entre Aníbal
y Claudio Marcelo, fue una batalla de desgaste que acabó en tablas
Aníbal
aceptó el reto y desplegó su ejército, la infantería en dos líneas con los
elefantes entre ambas, en la primera línea situó los hispanos e italianos, y en
la segunda galos y africanos, en las alas la caballería, mucho más numerosa el
ala derecha, a vanguardia situó los honderos y escaramuceadores.
La batalla
comenzó entre los vélites y los honderos, los elefantes pasaron a vanguardia e
iniciaron la carga, seguidos de la primera línea al parecer sin mucho éxito.
Las
primeras líneas estuvieron combatiendo hasta el atardecer, en que fueron
relevadas, se hizo de noche sin que ninguno de los contendientes obtuviese
ninguna ventaja, y el combate se interrumpió debido a la falta de luz.
La batalla
desde luego fue una batalla de desgaste con muchas bajas, no se habla de la
actuación de la caballería, lo que implica un frente estrecho, en la que los
romanos tuvieron muchos heridos, posiblemente con el choque de los elefantes.
Al día
siguiente los romanos volvieron a salir al campo de batalla, estuvieron
desplegados desde el amanecer hasta avanzado el día, pero los cartagineses
rehusaron el encuentro.
Esa misma
noche Aníbal emprendió la huida. Marcelo dejó una guarnición en la localidad y
a sus heridos y salió en persecución del púnico que se dirigió hacia Apulia. En
las cercanías de Venusia se produjeron escaramuzas entre ambos ejércitos, trás
lo cual prosiguieron las operaciones en Apulia sin que se conozcan más
combates.
Batalla de Asculum 209 a.C
En el 209
salen elegidos cónsules el propio Fulvio Flaco y Fabio Máximo. El inicio de
operaciones parece ser en el Brucio cuando el contingente de 8.000 hombres de
Regio, tras la conquista total de Sicilia por Levino, reclutó a unos 4.000
mercenarios que mandó a Regio. Comenzaron a asolar la campiña alrededor de
Caulonia. Culminada esta operación iniciaron el asedio de la ciudad.
Aníbal
posiblemente había invernado en Apulia, donde se encaminó a Canusio tratando de
rebelar su población. Marcelo que había debido acampar en la misma provincia,
sacó sus tropas de los cuarteles de invierno y se dirigió en persecución de
Aníbal. Éste trato de evitar el enfrentamiento levantando su campamento y
alejándose del lugar, pero finalmente es alcanzado por Marcelo que comenzó una
refriega cuando el púnico estaba fortificando su campamento. Tras esta primera
escaramuza que finalizó al acabarse la luz, ambos ejércitos acamparon.
Al día
siguiente Marcelo ofreció batalla y Aníbal la aceptó. Desplegaron a ambos lados
del camino de Asculum a Herdonea. Marcelo formó su ejército en dos líneas, con
la caballería a los flancos. Aníbal formó también en dos líneas con los
elefantes entre ambas y la caballería en las alas.
Batalla de Asculum 209 a.C entre Aníbal y
Claudio Marcelo con victoria romana
Tras dos
horas de duros combates, los púnicos comienzan a ganar terreno y el la legión
del flanco derecho romana cedió. Marcelo trató de relevarlos pero la maniobra
fue un fracaso y se produjo una desbandada que se saldó con 2.700 legionarios,
y centuriones y 2 tribunos muertos.
Al día
siguiente, tras exhortar a sus hombres, Marcelo volvió a ofrecer batalla que
fue aceptada por Aníbal. El despliegue fue similar al día anterior, la
caballería de las alas eran mandadas por sus legados Cayo Claudio Nerón y Lucio
Cornelio Léntulo mientras en el centro fue el propio Marcelo quien coordinaría
los movimientos.
La batalla
permaneció igualada hasta que Aníbal ordenó la carga de elefantes que tuvo un
éxito inicial, el tribuno romano Décimo Flavio levantó la enseña y consiguió
restaurar la situación, consiguiendo repeler a los elefantes que empezaron a
causar daños en las filas púnicas.
Romanos atacando a elefantes púnicos.
Autor Ángel García Pinto
Aprovechando
la confusión, ordenó contraatacar y lo hicieron con tanta furia que hicieron
retroceder a los púnicos, provocando la desbandada hacia su campamento. Marcelo
ordenó a su caballería cargar tras ellos. En la puerta del campamento
cartaginés murieron dos elefantes ralentizando la entrada, lo que facilita la
labor de los romanos. La batalla se saldó con 3.000 muertos en las filas
romanas y 8.000 y 5 elefantes en las púnicas de acuerdo a Livio y Plutarco. Esa
misma noche Aníbal marchó hacia Brucio, para levantar el asedio de Caulón,
mientras Marcelo permaneció en la zona debido al gran desgaste que han sufrido
sus tropas. A comienzos de verano Marcelo desplaza a su ejército desde Canusio
a Venusia, permaneciendo allí el resto del año.
Mientras
Fabio había lanzado un ataque sobre Manduria, la cual logró tomar capturando
una guarnición de 4.000 hombres. Tras seis días de sitio y ayudado por un
traidor, consiguió entrar en la ciudad, capturando 30.000 prisioneros y
abundante botín. A continuación se dirigió a Tarento.
Enterado
Aníbal del asedio de Tarento por fuerzas desde el Brucio acudió a socorrerlos
con el mayor ejército que pudo reunir, llegando tarde por muy poco. Trás
permanecer en la zona varios días desistió y marchó a Metaponto donde trató de
emboscar a Fabio urdiendo una estratagema en la que finalmente el veterano
cónsul no cayó. Finalmente regresó a Brucio.
Publio Cornelio Escipión en
Hispania (210 – 206 a.C)
Llegada de Publio Cornelio Escipión
Publio Cornelio
Escipión llegó a Hispania en 210 AC al mando de 10.000 infantes y 1.000
jinetes, y pasó el invierno organizando su ejército en Tarraco (Tarragona),
estimándose sus fuerzas totales en 28.000 infantes, 3.000 jinetes y 35 barcos,
al tiempo que organizaba el ataque sobre Cartagena. Sus enemigos eran tres
generales cartagineses, Asdrúbal Barca que estaba en el centro de la península,
Magón Barca que estaba cerca de Gibraltar y Asdrúbal Giscón en la desembocadura
del río Tagus (hoy Tajo), las tropas púnicas rondarían los 60.000 hombres. Los
tres se encontraban a más de 10 días de distancia de Cartagena.
Toma de Cartagena (209 a.C)
En la
primavera del 209 a.C, Escipión partió de Tarraco a Sagunto, en dirección a
Cartago Nova (Cartagena), puso la flota bajo mando de su amigo Cayo Lelio, a
quién confió sus planes y él mismo se puso al frente de las fuerzas de tierra y
avanzó hacia el sur a marchas forzadas. Avanzó con 25.000 infantes y 2.500
jinetes (de estas fuerzas 5.000 era aliados hispanos). Dejó para guarnecer el
norte del Ebro a Silano con 3.000 infantes y 300 jinetes.
Avanzó
rápidamente por tierra el ejército, y por mar la flota que posiblemente llevaba
los pertrechos para que las legiones fuesen más ligeras. Ambos progresaban al
mismo ritmo pues debían converger por sorpresa sobre el objetivo. En siete días
los romanos partieron de Sagunto y se plantaron ante Cartago Nova (280 km), lo
que da una media de 40 km al día, el ejército acampó junto a la colina de Ares,
utilizándola como defensa natural del lado de la ciudad y hacia el exterior
construyó una trinchera defendida con un terraplén y seguramente algún tipo de
empalizada.
Cartago Nova (Cartagena) en el 210 AC, a
la derecha ataque romano a la ciudad en el 209 a.C.
Cartago
Nova la principal base púnica de operaciones en Hispania. La ciudad se hallaba
repleta de caudales (unos 600 talentos se encontraban en esos momentos en sus
arcas) y de suministros bélicos, también mantenían allí a 300 rehenes de todas
las tribus hispanas de dudosa fidelidad. En el momento de su conquista la
ciudad albergaba en su rada una flota de 73 navíos de carga y 16 de guerra. La
población sería de unos 13.000 ciudadanos libres (en su gran mayoría no
púnicos), entre ellos 2.000 artesanos especialistas en las más diversas tareas
como carpinteros, herreros, armeros etc, etc., también y temporalmente se
encontraban allí 15 senadores de Cartago y 2 del consejo de los ancianos, la
población se completaba con un número indeterminado de miles de esclavos y la
guarnición propiamente serían 1.000 hombres, en total habría unas 20.000
personas.
Conquista romana de Cartagena (Cartago
Nova) 209 a.C, a la izquierda llegada de Escipión a la ciudad, a la derecha
Magón el comandante cartaginés de la plaza observando a los romanos. Autor
Ángel García Pinto
Escipión
desplegó su campamento en el istmo, aislando de esta manera la ciudad. Para
evitar posibles ataques cartagineses del exterior, se levantó una empalizada y
excavó un foso doble, se trataba de una labor de fortificación entre ambas
playas (una laguna interior que ya no existe y el mar). La flota romana, bajo
el mando de Cayo Lelio, bloqueó la salida al mar y así Cartagena se encontró
sin vías de ayuda del exterior.
Al día
siguiente Escipión hizo situar las naves frente a la muralla sur y eligió 2.000
hombres para que un asalto con escaleras y escalas por la puerta de la ciudad,
mientras que la flota había equipada con artillería de todo tipo, debía
realizar un bombardeo sobre la ciudad.
En el
interior de la ciudad, a los 1.000 mercenarios con los que contaba Magón
(comandante púnico) se sumaron 2.000 ciudadanos armados que fueron concentrados
en la puerta oriental de la ciudad, frente al istmo, lugar por donde se
esperaba el ataque romano. De los 1.000 mercenarios, 500 fueron situados en el
monte Molinete (la zona del Almarjal, conocida como Arx Hasdrubalis) y los 500
restantes en el monte Concepción (la colina de Esculapio), en la zona que daba
al mar. Los restantes ciudadanos actuarían allí donde fuera necesario.
Contra todo
pronóstico, Magón ordeno una salida contra los que atacaban por el istmo, este
ataque, realizado por tropas realmente combativas puso en aprietos a los
romanos, Escipión decidió replegar sus fuerzas hacia atrás para poder contar
con los refuerzos y alejar a los cartagineses de las murallas. Tras un tiempo
en que el combate estuvo igualado, los romanos cada vez eran más fuertes y los
defensores, viendo que no podían hacer nada, decidieron retirarse, siendo
perseguidos por los romanos. Al llegar a la estrecha puerta de acceso a la
plaza, viéndose de tal manera acosados, se amontonaron sufriendo un gran número
de bajas.
Conquista romana de Cartagena (Cartago
Nova) 209 a.C (1), a la izquierda Cayo Leio dirigiendo la flota romana, a la
derecha soldados cartagineses de la plaza. Autor Ángel García Pinto
Sin
embargo, este primer ataque no logró el objetivo y Escipión ordenó un segundo
ataque más tarde ese mismo día, con la novedad de destacar un contingente de
500 soldados al norte de la laguna, que con la bajamar era vadeable según le
habían contado unos pescadores.
Escipión
ordenó un ataque general por toda la muralla terrestre, la infantería utilizó
la formación en testudo (cubierta por los escudos a modo de tortuga) para
acercarse a las murallas, llegando a la puerta sobre la que descargaban ahora
golpes de hacha y azada. Viendo en peligro la muralla terrestre, Magón mandó
acudir a todas las fuerzas, desguarneciendo el resto de las murallas.
Asalto romano a Cartagena (Cartago Nova)
209 a.C. Las fuerzas de Escipión atacando la puerta de la ciudad. Autor Adam
Hook
Al mismo
tiempo que los emboscados de la laguna, comenzaron a cruzarla, llegando al pié
de las murallas que eran más bajas y que estaban desguarnecidas en esos
momentos, sin oposición escalaron las murallas y a continuación un grupo se
dedicó a sembrar confusión, mientras que otro se dirigió a la puerta principal
para tomarla. Una vez tomada la abrieron y entraron los soldados estaban en el
exterior.
Asalto romano a Cartagena (Cartago Nova)
209 a.C. Izquierda las tropas de Escipión asaltando la muralla desde la laguna,
a la derecha saqueo de la ciudad por las tropas romanas. Autor Ángel García
Pinto
Al mismo
tiempo, las fuerzas navales consiguieron penetrar en la ciudad por el sur y en
poco tiempo la ciudad cayó menos la ciudadela, donde se había refugiado Magón
con algunos. Negoció entregarse él y su guarnición a cambio de garantías sobre
su persona.
La
conquista de la ciudad proporcionó al ejército de Escipion innumerables
materiales como catapultas grandes (120?), pequeñas (280?), escorpiones grandes
y pequeños, armas arrojadizas y proyectiles, 18.300 libras de plata además de
gran cantidad de vajilla de plata, unas 250 de oro, la captura de la flota
cartaginesa de 16 navíos de guerra y 73 de carga, barcos estos que
transportaban diferentes mercancías de trigo, armas, bronce, esparto, lienzo y
demás material para la construcción naval que se exportaba a Cartago, el total
de trigo se elevaba a 400.000 modios, el de cebada a 270.000. En definitiva, un
botín que vino a suplir las muchas carencias que el ejército romano en Hispania
sufría desde hacía ya muchos años.
De los casi
10.000 prisioneros, los ciudadanos fueron puestos en libertad, los artesanos
unos 2.000 fueron convertidos en esclavos públicos, pero se les prometió la
libertad al final de la guerra. De los prisioneros restantes, esclavos en su
mayoría, fueron escogidos los más aptos para servir como remeros en la flota
romana. Los 300 rehenes en manos cartaginesas, recibieron un trato amable,
dándoles la oportunidad de volver libres a sus casas, todos los rehenes eran
personas socialmente cualificadas (la mujer y los hijos del rey edetano Edecón,
una bellísima hispana que era esposa de Mandonio, el hermano de Indíbil, rey de
los ilergetes, etc.). Gestos como éste aseguraron a Escipión que los hispanos
se pasaran a su bando abandonando el cartaginés.
Gracias al
control de Cartago Nova se dominaban las minas de plata y la producción de sal
de la zona, privando con ello a los púnicos de recursos para pagar a sus
mercenarios. También se hicieron con el control absoluto del mar.
Batalla de Baecula (208 a.C)
Escipión
regresó a Tarraco sin ser molestado, donde permaneció durante el resto del año,
ya que sus fuerzas no eran lo suficientemente numerosas para enfrentarse al
enemigo en el campo de batalla, y estaba ansioso por fortalecer alianzas con
los jefes hispanos.
Su
siguiente objetivo era apoderarse de la cuenca minera de Sierra Morena,
controlada desde la ciudad de Cástulo, y que unida a las minas de plata que le
había proporcionado la toma de Cartago Nova, constituían una importante fuente
de recursos que los púnicos necesitaban para pagar a sus tropas mercenarias. El
ejército de Asdrúbal acampaba en las proximidades de Cástulo. Escipión tenía
conocimiento, a través de sus espías, de que la intención del cartaginés era
acudir a Italia en ayuda de su hermano Aníbal, por lo que era imprescindible
una rápida intervención que lo impidiera.
En los
primeros días de la primavera del 208 a.C se encaminó hacia el sur, sabiendo
que sus espaldas estaban protegidas y que en caso de peligro (que se unieran
los ejércitos púnicos) podría refugiarse en Cartago Nova. Sin dar tiempo a que
pudieran unírsele Magón, desde el sur, o Asdrúbal Giscón, desde el oeste,
avanzó con rapidez sobre las posiciones del bárquida, quien, enterado de la
llegada de Escipión, decidió cambiar de sitio su campamento buscando un
emplazamiento más seguro y fácil de defender. La nueva ubicación para las
tropas la encontró en las proximidades de Baécula, ubicada en la parte alta del
río Betis (Guadalquivir) muy cerca de Cástulo.
Batalla de Baécula 208 a.C. Comandantes
de la batalla. A la izquierda Asdrúbal Giscón, a la derecha Publio Cornelio
Escipión. Autor Pablo Outeiral
Tras
conocer el acercamiento de los romanos, Asdrúbal trasladó su campamento a una
posición muy sólida para su defensa, en lo alto de una meseta escarpada en el
sur de Baecula, protegida por valles en los flancos y el río en el frente y la
retaguardia. Además, la meseta estaba formada por dos escalones, y Asdrúbal
colocó sus tropas ligeras y honderos en el escalón más bajo y su campamento
principal en la parte más alta.
Tras su
llegada, Escipión primero dudó sobre cómo atacar una posición tan fuerte, pero
a sabiendas de que los otros dos ejércitos cartagineses podían aprovecharse de
su inacción para unir sus fuerzas con Asdrúbal, decidió actuar el tercer día.
Antes de
lanzar su ataque principal, Escipión envió dos cohortes bloquear las entradas
al valle, separando los dos ejércitos que se encontraban en camino hacia
Baecula, consiguiendo proporcionar seguridad a su fuerza principal a la vez que
cortaba cualquier opción de retirada del ejército cartaginés.
Una vez que
finalizó este despliegue preliminar, mandó los vélites y parte de su infantería
contra las tropas ligeras cartaginesas, el resto de las tropas estaban
preparadas dentro del campamento para intervenir cuando fuese necesario. A
pesar del desnivel y de la lluvia de proyectiles, los romanos tuvieron
dificultades para conseguir hacer retroceder a las tropas ligeras cartaginesas,
pero una vez que lograron entablar un combate cuerpo a cuerpo no tuvieron
dificultades en ponerlas en fuga.
Batalla de Baecula 208 a.C. A la
izquierda auxiliares samnitas en el ejército romano, a la derecha hispanos del
ejército cartaginés. Autor Pablo Outeiral
Tras
reforzar a su fuerza principal, Escipión hizo desplegar un ataque en forma de
tenaza contra los flancos del campamento principal cartaginés. Para ello,
ordenó a Cayo Lelio que dirigiese a la mitad de la infantería pesada hacia la
derecha de la posición enemiga, mientras que él mismo dirigía el ataque sobre
la izquierda.
Batalla de Baecula 208 a.C, despliegue de
fuerzas.
Asdrúbal,
mientras tanto, tenía la impresión de que el ataque romano no era más que una
pequeña escaramuza, debido a que Escipión había ocultado a su ejército
principal en el campamento hasta el momento del ataque final. Por ese motivo fracasó
en desplegar adecuadamente a su ejército principal, y se vio envuelto en el
ataque envolvente romano.
Batalla de Baecula 208 a.C. Primeras
escaramuzas. Autor Albert Álvarez Marsal
A pesar de
haber caído en la trampa, Asdrúbal fue capaz de retirarse del campo de batalla
con sus elefantes, su caravana de suministros y gran parte de sus tropas.
Parece que sus principales pérdidas en la batalla se centraron en gran parte de
sus tropas ligeras y de aliados hispanos. Esto se debió en gran parte al hecho
de que los legionarios romanos prefirieron detenerse a saquear el campamento
cartaginés en lugar de perseguir a Asdrúbal.
Las bajas
fueron de 8.000 incluidos muertos y prisioneros del ejército cartaginés. Y que
por lo tanto, Asdrúbal debió conservar un tercio o incluso tres cuartas partes
del ejército.
Asdrúbal
escapó presumiblemente hacia el Norte, siendo la salida natural el paso de
Despeñaperros, e informó de sus planes a los otros dos generales púnicos.
Atravesaría la Celtiberia y los Pirineos Occidentales, lejos del territorio
bajo control romano, intentando pasar desapercibido.
En la
campaña de 207 la participación de Escipión fue menor, limitándose simplemente
a acosar a Asdrúbal Giscón, dejando en manos de sus lugartenientes, Marco Julio
Silano y su hermano Lucio Escipión, las acciones militares. Silano al mando de
dos legiones sofocó la revuelta de los pueblos celtíberos soliviantados por
Magón. Lucio con dos legiones y mil jinetes asedió y consiguió la rendición de
Oringis (posiblemente la actual Jaén).
Batalla de Ilipa (206 a.C)
Tras la
derrota cartaginesa en la batalla de Baecula, Escipión controlaba toda la
anterior zona de influencia cartaginesa en la Península Ibérica, excepción
hecha del Valle del Guadalquivir, donde los púnicos habían acumulado una gran
cantidad de tropas traídas de África y de mercenarios ibéricos con el fin de
detener el avance romano. Todas estas fuerzas acamparon junto a la antigua
ciudad turdetana de Ilipa, en espera de que los romanos les presentaran batalla
en condiciones favorables.
A su vez,
Escipión el Africano había salido de Tarraco, recabando apoyos y clientelas
entre las tribus hispanas, de forma que llegó al valle del Guadalquivir con
45.000 infantes y 3.000 jinetes, una fuerza inferior a la cartaginesa, aunque
con una gran moral de victoria. Escipión instaló su campamento, a poco más de
dos kilómetros al oeste de la actual localidad de Villaverde del Río. La
decisiva batalla se produjo en el lugar conocido como “Vado de las Estacas”,
cerca de la ciudad de Ilipa.
Batalla de Ilipa 206 AC. Movimientos
previos a la batalla
El
comandante de las tropas púnicas en esa batalla fue Asdrúbal Giscón, que
comandaba un ejército superior en número al de los romanos: 50.000 infantes,
4.000 jinetes y 32 elefantes. Asdrúbal colocó a los infantes africanos en el
centro y a sus lados a los aliados hispanos. Como era costumbre, dispuso la
caballería en ambas alas, detrás de los elefantes.
Durante
varios días ambos ejércitos desplegaron frente a frente y, tras observarse toda
la jornada, se retiraban a sus campamentos. Romanos y púnicos colocaban sus
mejores tropas en el centro con los hispanos en los flancos.
Finalmente
Escipión se decidió a dar batalla, utilizó la estratagema de salir del
campamento muy temprano, sus tropas habían desayunado previamente. Sacó a los
jinetes romanos y a los velites y los dirigió al campamento cartaginés; detrás
de ellos iba el resto del ejército en columnas que formaron una línea de
combate, pero esta vez puso los romanos e itálicos en los flancos y los
hispanos en el centro.
Los
cartagineses sorprendidos por el madrugón romano, desplegaron a toda prisa y de
la forma habitual, en ayunas sin haber desayunado. Asdrúbal frenó la
avanzadilla con sus jinetes y tropas ligeras; más tarde todo el ejército se
colocó en posición de batalla. Durante horas, ambos ejércitos estuvieron
realizando escaramuzas.
Batalla de Ilipa 206 a.C. Despliegue de
fuerzas
Asdrúbal en
el ala derecha la caballería hispana (2.000) y delante 16 elefantes. En el
centro puso los aliados hispanos (10.000), a continuación la
tropas cartaginesas (20.000) y a continuación aliados
hispanos y mercenarios africanos (10.000). En el ala izquierda la caballería
númida (2.000) y delante 16 elefantes.
Escipión
colocó la caballería romana (1.500) en su ala izquierda, delante unos 2.000
vélites. En el centro puso 2 legiones (8.000), a continuación los aliados e
hispanos (20.000) y las otras dos legiones (8.000). En su ala derecha situó la
caballería aliada (1.500) y delante 2.000 vélites.
La
batalla se inició con el taque simultáneo de las alas púnicas, que avanzaron
contra los velites, estos iniciaron la batalla arrojando lanzas contra
los elefantes, que huyeron asustados y heridos por los proyectiles, a
continuación se produjo el choque de las caballerías. Los romanos a pesar
de ser inferiores en número aguantaron.
Batalla de Ilipa 206 a.C: Carga de los
elefantes púnicos
Batalla de Ilipa 206. Los elefantes
púnicos cargan contra las legiones. Autor José Ferré Clauzel.
En el
centro, los legionarios que estaban en los flancos atacaron con fuerza a los
hispanos que se defendieron ferozmente. Los africanos del centro del ejército
cartaginés estuvieron largo rato sin entrar en batalla, observando como las
legiones atacaban con gran determinación empezando a hacer retroceder a los
hispanos. El cansancio y la falta de alimento hicieron mella en la capacidad
combativa de los hispanos, a pesar de su gran número, las legiones siguieron
presionando y el retroceso de los hispanos en los flancos, originó que el
centro donde estaban los africanos, tuviera que replegarse para rehacer la
línea. Escipión dio la orden a sus hispanos de atacar a la falange africana que
había perdido cohesión durante el repliegue.
Batalla de Ilipa 206 a.C. A la izquierda
las formaciones hispanas que se encontraban en los flancos del despliegue
púnico, reciben el ataque de las legiones romanas, a la derecha legionarios
romanos que ocupaban los flancos del despliegue romano. Autor Pablo Outeiral
La línea
cartaginesa se desmoronó, y comenzaron a retirarse, en un primer momento en
buen orden, pero a continuación se produjo una desbandada hacia el campamento
que se encontraba en una colina. Se podría haber producido una matanza que
podría haber rivalizado con la de Cannas, pero se evitó por una tromba de agua
que cayó súbitamente, lo que provocó la suspensión de todas las operaciones,
permitiendo a los restantes cartagineses buscar refugio en su campamento.
Aunque
temporalmente estaban a salvo en su campamento, los cartagineses no podían
descansar. Frente al ataque romano inevitable se produciría a la mañana
siguiente, se vieron obligados a reforzar sus defensas. Pero, a medida que más
y más mercenarios ibéricos abandonaban el campamento, cuando la noche estaba
avanzada, Asdrúbal intentó escapar con sus hombres que le quedan aprovechando
la oscuridad.
A la mañana
siguiente, Escipión ordenó de inmediato ir tras ellos. Dirigidos por la
caballería, todo el ejército romano fue tras las fuerzas de Asdrúbal. Cuando
los romanos finalmente alcanzaron a las fuerzas cartaginesas, Asdrúbal solo
contaba con sólo 6.000 hombres, huyeron en una cima de la montaña sin ningún
tipo de suministro de agua, donde se atrincheraron.
Asdrúbal
Giscón optó por fugarse, escapando una noche hasta la costa en donde la flota
le recogió y llevo a Gades. Escipión, una vez informado de la huida del
cartaginés dejo a Silano con un contingente de 11.000 hombres para proseguir el
cerco de la posición enemiga (en la que todavía se encontraba Magón) y él se
retiró a Tarraco con el resto del ejército en donde deseaba atender algunos
asuntos referentes a los aliados. Asdrúbal, una vez en Gades, envío de nuevo a
la flota a recoger a Magón Barca quién de esta forma también abandonó a las
cercadas. Abandonados a su suerte, los cartagineses se rindieron.
Las bajas
cartaginesas fueron 8.000 muertos y 10.000 prisioneros.
Tras la
gran derrota, los aliados hispanos comienzan a abandonar el ejército cartaginés
y Asdrúbal Giscón se retiró a África, y Magón se retiró a las Baleares, donde
empieza a reclutar un nuevo ejército.
Escipión
embarcó en una quinquerreme escoltada a su vez por otra, se dirigió hacia el
puerto númida más cercano para entrevistarse con el rey númida Sifax, dándose
la casualidad, que en ese mismo lugar se encontraba atracado Asdrúbal Giscón
con siete navíos de guerra, quienes al apercibirse de la llegada de estos dos
barcos romanos no tuvieron tiempo de armar y embarcar a las tripulaciones, por
lo que los romanos atracaron en el mismo puerto protegidos ambos por las
autoridades locales, ya que siendo un puerto de tan importante rey, ni Asdrúbal
ni Escipión se podían atrever a crear un tumulto en el sin temor a ofender a
tan importante personaje, mas, cuando el objetivo de la presencia de ambos
líderes era la de entrevistarse con él.
Finalmente,
pese a la alianza que mantenía Sifax con los cartagineses, se selló un
principio de acuerdo entre Escipión y el númida, tras lo que el general romano
regreso a sus barcos y de allí, tras cuatro días de navegación, a Carthago
Nova.
De vuelta
en Hispania, Escipión se aplicó a la tarea de someter a alguna de las ciudades
de las que todavía se desconfiaba, tanto por su poder como por sus anteriores
hechos. Entre estas destacaban Cástulo e Iliturgis, Cástulo.
Intento de conquista de Gades (Cádiz) 206 a.C
Escipión
ideó un plan para atacar Gades (Cádiz) con la complicidad de algunos de los
dirigentes de esta ciudad, a tal efecto despachó L. Marcio con un ejército reducido
y sin bagajes para aumentar así su rapidez de movimientos, que dirigiéndose a
lo largo del valle del Guadalquivir llegó hasta su desembocadura, donde
casualmente encontró a al general cartaginés Hannón que se encontraba en el
lugar reclutando mercenarios por orden de Magón Barca, disponía entonces de 700
jinetes y 6.000 infantes ( de los que unos 4.000 serían hispanos, el resto
africanos), Marcio les ataco y les hizo refugiarse en una colina, Los
mercenarios estaban deseosos de llegar a un acuerdo. Marcio les pidió que entregasen
a su general Hannón. Lo aceptaron y cumplieron su petición. Después el romano
pidió los prisioneros que tenían retenidos, también se los dieron, por último
les pidió dinero y que bajasen de la colina al llano, en donde se formalizaría
el acuerdo final. Una vez que los mercenarios bajaron de la colina, L. Marcio
les expuso la última de sus condiciones, la entrega de sus armas y podrían
entonces podían retirarse a sus ciudades de origen. La indignación se apodero
de los celtíberos que gritaron que no entregarían sus armas, por lo que se
llegó al combate en el que tras haber opuesto una feroz resistencia, cayeron la
mitad de los mercenarios, los otros pudieron retirarse junto a Magón Barca que
llegó oportunamente a la costa al frente de una flota de 60 navíos con los que
recogió a los mercenarios huidos.
Ataque contra Gades
(Cádiz) y pacificación de la Turdetania 206 a.C
Entre
tanto, Lelio al mando de una pequeña flotilla de un quinquerreme y siete
trirremes llegó hasta el puerto de Carteia, en el estrecho, en donde volvió a
recibir a los ciudadanos púnicos que estaban confabulados para, con el
consentimiento de los principales de Gades, dieran acceso a la ciudad a los
romanos. No se sabe cómo, pero la conjura fue descubierta por Magón Barca y sus
responsables detenidos, encadenados y deportados a Cartago, del gobernador de
la guarnición de Gades, Aderbal, les envió en una quinquerreme primero y más
tarde alcanzando el barco con una escolta de 8 trirremes se dispuso a cruzar el
estrecho.
En cuanto
esta flotilla púnica fue divisada desde Carteia, la flota de Lelio salió
rápidamente al combate, eso sí, dejando pasar primero a la quinquerreme que
marchaba en cabeza ya que debido a las fuertes corrientes era virtualmente
imposible que esta diese media vuelta para enfrentarse a los atacantes. Así,
Lelio sorprendió a Aderbal quien se vio empujado a la lucha debido a que las
corrientes hacían imposible cualquier maniobra de huida e incluso de batalla.
El choque fue caótico pues las trirremes de ambos contendientes maniobraban con
muchas dificultades, sin embargo las embestidas fueron numerosas y el combate
se generalizo luchando bravamente ambos bandos. Sin embargo, algo vino a
descompensar el encuentro, la quinquerreme romana de Lelio, al ser un barco
pesado y con más remeros, pudo moverse tácticamente con más comodidad y
embestir a las trirremes enemigas hundiendo dos de ellas e inmovilizando una
tercera y hubiese arrollado a las demás si Aderbal, dándose por vencido, no
hubiese puesto proa a la costa africana desentendiéndose del combate. Lelio
volvió a Carteia en donde fue informado de que la conjura en Gades había sido
descubierta y que sus responsables habían sido enviados a Carthago, así las
cosas recibió de Escipión la orden de retirarse.
Rebelión de Sucro y de los ilergetes
Escipión
cayó enfermó, hasta tal punto parecía grave su enfermedad que se rumoreó que
había muerto, entretanto L. Marcio asumió el mando del ejército.
Cuando todo
parecía que estaba controlado en Hispania, la guarnición romana que se mantenía
acuartelada en Sucro (en la desembocadura del río Sucro actual Júcar) y que
vigilaba el norte peninsular, se le debían pagas atrasadas y se rebeló contra
sus mandos. Estos hechos convencieron a los ilergetes Indíbil y Mandonio de que
Escipión habría muerto, contactaron con los amotinados, se aliaron a ellos y no
tardaron en reunir a los lacetanos, además de un buen número de los siempre
belicosos celtíberos, atacando seguidamente el territorio de los suesetanos y
los sedetanos, ambos aliados a los romanos y en esta tesitura abandonados por
ellos.
Legionarios en Hispania durante la
Segunda Guerra Púnica. A la izquierda un hastatus, en el centro un triario, a la
derecha un vélite. Autor Angus McBride
Escipión,
una vez informado del núcleo de las reivindicaciones, hizo ver que se disponía
a satisfacer a los soldados enviando aquí y allá a recaudadores para conseguir
de los aliados la cantidad de dinero necesaria para cumplir con lo exigido por
la tropa, mientras tanto se solicitó que los amotinados se dirigiesen a Cartago
Nova de la manera que pudiesen, por grupos o en bloque, en donde se daría una
salida a sus reivindicaciones. Preparó por entonces un ejército en la misma
ciudad con el declarado objetivo de atacar a los régulos ilergetes sublevados,
se acordó así mismo que los siete tribunos que habían estado en Sucro con los
rebeldes volviesen junto a ellos y que cada uno de ellos de una manera
diplomática se hiciese con las personas de cinco de los considerados
cabecillas, para así, mediante algún subterfugio alejarlos de la tropa con
cualquier excusa, como invitarlos a un banquete, a hacer noche como invitados
en sus casas etc.
Esto último
se llevó a cabo a la perfección, siendo aparte retenidos y encadenados. La
tropa, que había decidido acudir junta a Cartago Nova como medida de
autoprotección, se sintió aliviada al saber que el ejército que se armaba en la
ciudad marcharía al día siguiente a combatir a los Lacetanos, así, pensaban, la
ciudad y el propio general se encontrarían inermes ante su presencia. Tras
llegar a su destino, a la caída de la tarde, se cruzaron dentro de la ciudad
con el ejército que se preparaba para marchar a la guerra, fue en este momento
cuando los cabecillas fueron separados de la tropa por los tribunos y
encadenados, dejando así inerme a la multitud que poco después fue convocada
por Escipión en asamblea, al mismo tiempo el ejército que salía de campaña se
alejó en dirección a las puertas de la ciudad y en realidad lo que hizo fue detenerse
en ellas, cerrarlas para que nadie saliese y desplegar guardias a lo largo de
las diferentes entradas de la muralla.
Al llegar a
la asamblea, los amotinados se mostraban arrogantes y poco comedidos, mostrando
bien a las claras su atrevimiento y esperando así amedrentar al joven general.
Cuando este apareció sobre la tribuna al mismo tiempo el ejército que se
encontraba detenido a las puertas de la ciudad acudió armado y se desplegó
alrededor de los amotinados, estos, por aquel entonces unos 10.000,
inmediatamente se sumieron en la consternación y se asustaron, más, cuando el
semblante del general se mostraba tenso y mostraba a las claras una
indisimulada ira.
Permaneció
un rato Escipión sin mediar palabra, sentado en la tribuna, ante la soldadesca,
hasta que anuncio que traería al lugar a los promotores de la rebelión y que
entonces comenzaría la asamblea. Así ocurrió, tras dirigirse largamente a la
tropa, echando en cara no solo su rebelión si no el hecho de haber hecho causa
común con los enemigos de Roma, Indíbil y Mandonio. Finalmente anuncio que la
ofensa quedaría lavada con el castigo inmediato de los culpables, inmediatamente
los soldados que rodeaban la asamblea de los amotinados cerraron filas y
comenzaron a golpear sus escudos con las espadas, los soldados, aterrados,
vieron como ahora se pronunciaban los nombres de los condenados y arrastrados
desnudos al suplicio eran azotados con varas y seguidamente decapitados uno a
uno, los pocos rebeldes que respondieron a los gritos de socorro de los
convictos fueron muertos rápidamente por los soldados leales y así, tras la
muerte de los 35 soldados considerados cabecillas de la revuelta, Escipión dio
por zanjado el asunto de la rebelión.
Tras
solucionar el problema en su ejército, Escipión se dispuso a castigar a los
ilergetes que habían traicionado la alianza y que habían osado atacar a los
otros pueblos aliados a Roma en la zona.
Indíbil y
Mandonio, tras las noticias del fin del motín, habían regresado a sus
territorios y se mantenían inactivos a la espera de que el general romano
perdonase sus faltas, esperanza que tenían, pues había perdonado a sus propios
soldados. Una vez confirmada la noticia de la atroz muerte de los responsables
de la revuelta, armaron de nuevo a sus gentes pues no esperaban ya de Escipión
ninguna medida de clemencia, el ejército ilergete y aliado marchó así al
territorio sedetano (o puede que edetano) en donde mantenían un campamento
atrincherado levantado en la última de sus incursiones meses atrás. Las fuerzas
hispanas sumarían unos 20.000 infantes y 2.500 jinetes.
Escipión
cruzó el Ebro y se dirigió contra los ilergetes. Ambos ejércitos se encontraron
en un valle angosto, que no permitía desplegarse correctamente y que favorecía
a los romanos que luchaban mejor cuerpo a cuerpo, y la caballería tampoco podía
maniobrar.
Escipión
dispuso la formación, y ordenó a Lelio, que con un grupo de jinetes diese un
rodeo por las montañas que conformaban el valle, para atacar a los enemigos por
retaguardia. Los hispanos fijados al frente por la infantería romana y con la
súbita aparición de la caballería romana atacados también por retaguardia,
fueron completamente derrotados. Los ilergetes que pudieron, escaparon por las
montañas y con ellos Indíbil y Mandonio. Del ejército ilergete puede que solo
se salvase un tercio de sus efectivos.
Escipión
perdonó más tarde a los régulos hispanos que se avinieron de nuevo a la alianza
y al pago de una compensación económica que el romano les exigió para hacer
frente a los gastos de su ejército. El ejército romano se desplazó de nuevo
hasta Turdetania, con la esperanza de concluir de una vez con la presencia de
los cartagineses en la península, que estaban arrinconados en Gades.
Campaña en Cerdeña (215 a.C)
En el 215
a.C Cerdeña se desencadenó una rebelión encabezada por un notable local llamado
Hampsicora que pidió socorro a los cartagineses. Le mandaron una flota con un
ejército de 12.000 infantes, 1.500 jinetes y 20 elefantes bajo mando de
Asdrúbal Calvo, pero una tormenta les desvió a las Baleares. Tito Manlio fue
reforzado por una legión romana (posiblemente urbana), armando también a sus
marineros, y consiguiendo reunir un ejército de 22.000 infantes y 1.200
jinetes.
Sin perder
tiempo se dirigió al campamento enemigo, Hampsicora estaba en ese momento
reclutando rebeldes en otras partes de la isla. Su hijo Hosto, que había
quedado al mando del campamento rebelde, debido a su imprudencia y falta de
experiencia, fue incitado a presentar batalla y aceptó a pesar de que el
enemigo claramente era superior. En la batalla murieron 3.000 sardos y otros
800 son capturados. El resto huyó a Cornus para unirse a Hampsicora.
Rebelión de Cerdeña 215 a.C.- El
centurión Ennius (izquierda) lucha con Hosto, hijo de Hampsicora. Autor
Giuseppe Rava
La flota
púnica arribó finalmente a la isla desembarcó las tropas al oeste de la misma,
retornando a Cartago. Manlio acude a interceptarlos, y cerca de Cornus
acamparon ambos ejércitos, romano y sardo-cartaginés.
Los
sardo-púnicos desplegaron los púnicos (12.000) a la derecha con su caballería
(1.200) en el ala derecha y los sardos (10.000) a la izquierda con su
caballería en el ala izquierda. Los romanos desplegaron con una legión en cada
lado con aliados y su caballería (1.200) en las alas.
Se produjo
la batalla campal, durante la cual el flanco sardo cedió ante el empuje romano,
lo que permite a estos envolver contra las tropas púnicas que son atacadas por
retaguardia y aniquiladas, muriendo 12.000 hombres incluido Calvo y siendo
otros 3.700 hechos prisioneros entre ellos algunos jefes. Hampsicora huyó a
Cornus, pero finalmente los romanos logran rendirla. Pacificado el territorio
Manlio retornó a Roma con la legión de refuerzo.
Batalla de Cornus en Cerdeña 215 a.C. Las
tropas sardo-púnicas bajo el mando del sardo Hammpsicora y cartaginés Asdrúbal
el Calvo se enfrentan a los romanos mandados por Tito Manlio, con victoria
romana. Autor Giuseppe Rava
Guerra en Sicilia (215-210)
Levantamiento de Sicilia
En el 215
a.C, dos legiones que se encontraban en Sicilia fueron enviadas a Italia y
son sustituidas por las los legiones V y VI formadas con los restos de Cannas,
conocidas como las Legiones Malditas. En el reino de Siracusa se produjo la
muerte del rey Hierón y el ascenso al poder de su hijo Gelo, que era pro
cartaginés, pero su súbita muerte abortó el cambio de bando.
Subió al
trono entonces el nieto Jerónimo (Hierónimo). Influenciado por sus tíos cambió
de bando. Dos cartagineses Hipócrates y Epícides comenzaron a tentar pueblos
con guarnición romana mientras el rey reunió un ejército de 15.000 hombres y
marchó hacia Leontium. Allí fue asesinado, tomando el mando su tío Andranodoro
que se declaraba pro cartaginés, comenzando la guerra en Sicilia de lo cual
informó Apio Claudio Pulcro, dando cuenta de haber concentrado sus tropas junto
a la frontera del reino siracusano.
En el 214
a.C, Publio Cornelio Léntulo se hace cargo de la parte occidental de Sicilia,
heredando la parte occidental, mientras en la oriental sigue Apio Claudio
Pulcro.
El senado
ordenó a Claudio Marcelo que se trasladase con su ejército de 4 legiones
incompletas a la parte occidental de la isla. Los romanos poseen igualmente una
flota de 100 barcos lista para comenzar las operaciones junto a Siracusa. Una
flota púnica se dirigió al cabo Pachynum. Los primeros acontecimientos
conocidos sucedieron cuando una columna de 4.000 hombres mandados por
Hipócrates atacó a las tropas mandadas por el pretor de la parte oriental de la
isla, Apio Claudio Pulcro, causándole bajas importantes.
Marcelo
trató de alcanzar una solución política con los notables siracusanos que
gobernaban la ciudad para que Hipócrates y Epícides abandonasen la isla. Epícides
acudió a la ciudad de Leontino y sublevó a la población. Los notables
siracusanos, enviaron tropas para controlar la ciudad junto a efectivos
romanos, pero estos últimos llegaron antes. Marcelo con su ejército y Apio
Claudio con los suyos asaltaron la ciudad, huyendo Hipócrates y Epícides a la
cercana Erbeso.
Marcelo
ordenó ejecutar a 2.000 desertores romanos que estaban enrolados en las tropas
ahora rendidas. El contingente siracusano enviado para controlar la rebelión de
Leontino fue interceptado por un mensajero con el mensaje de que detuvieran su
avance y se dirigieran a Megara Hybalea. Los jefes tras apartar a los
sediciosos de la tropa trataron de tomar Erbeso a traición, adelantándose con
la caballería pero fracasaron y retornaron a Megara Hybalea. Con el grueso de
las tropas marcharon asaltar la ciudad nuevamente pero fueron interceptados por
Hipócrates y Epícides que los convencieron para no cumplir las órdenes, por lo
que sus jefes los llevaron de vuelta a Megara Hybalea.
Llegados a
Siracusa consiguieron hacerse con el favor popular y el control de la ciudad,
asesinando a los notables que la gobernaban y siendo ellos elegidos nuevos
pretores, apresando un cuatrirreme romano en el puerto y la delegación que iba
en él.
Primer asalto a Siracusa 213 a.C
Marcelo
levantó su campamento en Leontino y se dirigió a Siracusa. El ejército romano,
divido entre la flota y el ejército de tierra se acercó a Siracusa, por tierra
hasta el Olympieion, en donde establecieron el campamento fortificado, y por
mar se fondeo frente a la ciudad, evitando de esta manera que la flota
cartaginesa desde el exterior o bien la propia siracusana intentasen alguna
maniobra.
Situada en
una envidiable posición, durante la etapa del tirano Dionisio fue totalmente
fortificada la meseta de Epipolae así como otras obras defensivas menores, ya
que durante la etapa de Hierón II, se dedicaron grandes recursos a reforzar el
perímetro defensivo de la urbe (con un total de 22 km de muralla), y en una última
etapa en esta tarea, confiando el diseño de las nuevas construcciones al
singular Arquímedes, que construyó originales aspilleras de casi medio metro,
desde donde los defensores acribillaban a los asaltantes con toda clase de
proyectiles. En los tramos en que la muralla discurría en terreno llano, las
dotó con catapultas y escorpiones para que la muralla no pudiese ser expugnada
a la fuerza.
Tras
inspeccionar el perímetro defensivo, Marcelo escogió un tramo de la muralla
bien alejado del corazón de la ciudad y que al mismo tiempo permitía el ataque
por tierra de una forma más adecuada que otros lugares. El ataque terrestre se
realizó sobre el pórtico Escitico, cerca del puerto de Trogilos y en donde la
muralla tocaba con el mar. Al mismo tiempo la flota, mandada por el propio
cónsul, atacaría la Achradina desde el mar, disponiendo de 60 quinquirremes
abordo de las cuales se encontraban gran número de arqueros y vélites, que con
sus proyectiles mantenían a los siracusanos fuera de las almenas, se acercaban
al punto junto a las murallas ocho quinquirremes más unidas de dos en dos, a
tal efecto se les habían quitado los remos por los lados en que las unían.
Sobre estas se levantaban un total de cuatro sambucas (escalera móvil
cubierta).
Primer asalto romano a Siracusa 213 a.C
Durante el
primer asalto, Arquímedes defendió la muralla instalando catapultas de
diferente alcance, cuando los romanos se encontraban lejos los bombardeaba con
proyectiles y cuando estaban cerca armas de tiro directo tiro como ballistas.
Marcelo desistió de acercarse a la muralla al menos de día, planifico él mismo
el ataque pero por la noche, en la que se acercó a la muralla sin ser visto,
sin embargo, Arquímedes. ya se encontraba preparado contra el supuesto de que
el enemigo llegase junto a la muralla, ahora entraron en funcionamiento los
escorpiones instalados en las troneras de las murallas, que apoyados así mismo
por arqueros hicieron gran matanza entre los romanos hasta el punto de
inutilizar cualquier intento de asaltar la muralla.
Asedio romano a las murallas de Siracusa
213/2. Autor Seán Ó’Brógáin
Las
sambucas, acercadas a su vez junto a las murallas fueron desechas por unos
extraños artefactos diseñados por el sabio siracusano que, cuando se acercaban
al muro, sobresalían a lo alto de la muralla transportando grandes peñascos e
incluso bolas de plomo que se dejaban caer sobre la escalera enemiga
destrozándola e incluso poniendo en grave aprieto a las naves mismas. Los
barcos asaltantes eran sorprendidos aquí y allá con el lanzamiento de grandes pedruscos
mediante unas órbitas hasta entonces inimaginables, de tal manera que en
ángulos que parecían imposibles de ser alcanzados los romanos recibían el
impacto de los proyectiles siracusanos.
También
había desarrollado Arquímedes una máquina que constaba de una mano de hierro
(garfio) suspendida de una cadena que atenazaba al barco por la proa, luego,
mediante un sistema de poleas el barco era elevado del agua y cuando se
encontraba suspendido ya en el aire se le soltaba, yendo a pique la mayor parte
de las ocasiones. Marcelo ya no sabía que hacer contra los inventos de
Arquímedes, siendo además los romanos presas de la mofa y burla de los
defensores siracusanos que asistían asombrados a tan desigual combate entre los
hombres y las máquinas.
Arquímedes dirigiendo las defensas de
Siracusa. Autor Thomas Ralph Spence
El asalto
por tierra que llevo a cabo Appio Claudio no fue menos desastroso que el naval,
debiendo desistir también del ataque. Reunidos los oficiales romanos, se
decidió no intentar más asaltos a viva fuerza, procediendo al asedio por hambre
de la ciudad, aunque en los meses siguientes no dejara de intentarse todo lo
humanamente posible para asaltar las murallas de Siracusa.
Dejó a Apio
Claudio al mando y con un tercio de sus tropas inició una campaña contra otras
zonas rebeldes de la isla. En primer lugar marcha hacia el sur a Heloro, que se
rindió cuando vio aparecer su ejército. A continuación se dirigió a Erbeso que
igualmente se rindió. En Megara Hybalea la resistencia fue mayor y tuvo que ser
tomada al asalto, siendo asolada a continuación como escarmiento.
La flota
cartaginesa del cabo Pachynum retornó a Cartago e informó de los sucesos. El
senado cartaginés mandó preparar un poderoso ejército de 25.000 infantes, 3.000
jinetes y 12 elefantes bajo el mando de Himilcón.
Himilcón
desembarcó en Heraclea Minoa al sur de la isla con su ejército. Desde allí se
dirigieron hacia Agrigento tomándola. Enterado Hipócrates de la llegada de
Himilcón, partió a su encuentro con 10.000 infantes y 500 jinetes desde
Siracusa, burlando el cerco. En las cercanías de Acrilae, se encontraron con
fuerzas de Marcelo, se produjo un enfrentamiento en el que los siracusanos
fueron aniquilados, Hipócrates consiguió huir a la ciudad de Acrilae con la
caballería superviviente.
La llegada
de Himilcón hizo que Marcelo tuviera que retroceder hasta Siracusa. Los
cartagineses se acercaron hasta 12 km de la ciudad. Una flota púnica al mando
de Bomílcar logró entrar en Siracusa con suministros mientras los romanos
desembarcaron una legión de refuerzo en Panormo (Palermo), al norte de la isla.
Himilcón trató de interceptarla para evitar que se uniese al resto del
contingente romanos, finalmente la legión logró llegar a las cercanías de
Siracusa donde Apio Claudio se hizo cargo de ella.
Bomílcar se
hizo a la mar retornando a Cartago burlando a la superior flota romana,
mientras Himilcón viendo la fortaleza del dispositivo romano en Siracusa optó
por dirigirse al interior de la isla para rebelar nuevas poblaciones. Tomó
Murgantia, importante centro de suministro romano, capturando gran cantidad de
grano. La guarnición romana de Enna provocó una matanza en la población, para
dar un escarmiento a los que pensaran pasarse a los púnicos. Se acercaba el
final del año 213 y Apio Claudio viajó a Roma para presentarse a las elecciones
consulares, dejando en su lugar a Tito Quinctio Crispino. Éste mejoró
notablemente las condiciones del mismo construyendo nuevos alojamientos a 5
millas de Siracusa en un lugar llamado Leoncia.
Conquista de Siracusa 212 a.C
Al comenzar
la primavera se desato con toda virulencia la ofensiva cartaginesa sobre la
isla, al operar con toda libertad el ejército cartaginés de Himilcón, Marcelo
se vio obligado a aliviar un tanto el cerco sobre la ciudad y a dirigir parte
de sus fuerzas sobre los cartagineses, desesperanzado además de tomar al asalto
las murallas ni de rendirla por hambre, pues entraban con facilidad suministros
por mar dada la amplitud del perímetro.
Marcelo lo
intentó mediante la traición, intentando repetidas veces crear una quinta
columna dentro de la ciudad, en una de esas ocasiones, habiendo ya convenido
con los de dentro un plan, se vino todo abajo por culpa de un chivato, la
represión alcanzó a unos 80 conjurados que fueron rápidamente ejecutados.
Lo que sí
consiguió Marcelo, gracias a un intercambio de prisioneros, fue poder acercarse
a las murallas en la zona del puerto de Trogilos, junto a la torre llamada
Galeagra, punto equidistante entre el campamento romano y las posiciones
siracusanas. Los romanos pudieron así observar que la altura de algunos tramos
de muralla no era tan grande como en principio habían creído.
Escogió el
cónsul romano un día especial para realizar el asalto, informado por un
desertor de que se celebraban durante tres días las fiestas dedicada a la diosa
Artemisa y que entre la guarnición corría con generosidad el vino, eligió
atacar de madrugada, cuando el alcohol hubiese hecho efecto en los enemigos. Se
envió entonces un contingente de 1.000 hombres en fila y guardando un silencio
total hasta el pie de las murallas en el punto que habían elegido. Primero
treparon unos pocos y finalmente todos los hombre pudieron subir a las murallas
y hacerse con ellas. Se dio entonces la señal y avanzo todo el ejército que
comenzó a colocar más escalas en las murallas asaltadas, mientras, las tropas
romanas, ya dentro de la meseta, avanzaban sin resistencia hasta el Hexápilo en
donde por fin fueron descubiertos. Los romanos se hicieron con una puerta de la
muralla a la que comenzaron a abrir. Los centinelas siracusanos, llevados por
el pánico, abandonaron sus posiciones, dándolas ya por ocupadas y se retiraron
en masa a la Achradina.
Epícides,
establecido en la isla, reacciono rápidamente y al mando de sus tropas se
dirigió hasta la meseta de Epipolae intentando entablar combate con los
romanos, pero reflexionó y se volvió a la ciudad. De esta forma, Marcelo pudo
por fin atravesar las murallas y establecerse firmemente en la meseta Epipolae.
Conquista romana de Siracusa 212 a.C
Marcelo se
dirigió con sus tropas hacia la colina de Eurialo, en donde se levantaba la
fortaleza del mismo nombre, intentó hacerse con ella diplomáticamente pero no
consiguió tampoco nada, en vista de que la posición era inexpugnable optó por
retroceder y establecer su campamento entre los barrios de Ticha y Neapolis,
lejos de las zonas habitadas para evitar que las tropas se desbandasen, luego,
y con un cierto orden, permitió el saqueo de las propiedades siracusanas en
esas zonas de la ciudad. Por aquellos días Filodemo, oficial al mando de la
fortaleza de Eurialo, entregó la misma a los romanos al cerciorarse de que no sería
ayudado por los suyos. Pactó la rendición y se retiró con sus tropas a la
Acrhadina.
Bomílcar,
que permanecía entonces en el puerto de Siracusa con una flota de 90 navíos, al
percatarse de que el bloqueo de la flota romana a la ciudad se había levantado
por causa de un temporal, largo velas hacia Carthago con 35 naves dejando a
Epícides en Siracusa con las otras 55. Llegado a África, convenció al senado de
la necesidad de ayudar a Siracusa por lo que se le entregaron 45 barcos más y
retorno así con 100 navíos a la sitiada ciudad.
Ahora los
acontecimientos se precipitaban, el ejército terrestre cartaginés, al mando de
Himilcón, con los restos de las fuerzas siracusanas de Hipócrates se acercaron
por el este al tiempo que la flota cartaginesa de Bomílcar fondea en el puerto
grande y amenaza las comunicaciones entre el segundo campamento romano y el
campamento antiguo en donde se encuentra Quintio Crispino. Epícides, una vez
confirmado que Himilcón e Hipócrates atacaban las posiciones romanas de
Crispino, avanzó a su vez contra las de Marcelo en la meseta de Epipolae.
Todos los
ataques fueron rechazados, los romanos permanecieron en sus posiciones y por si
esto fuera poco, la peste hizo acto de presencia en ambos bandos, pero con más
virulencia en los cartagineses recién llegados no habituados a las aguas
pantanosas, el propio Himilcón cayó víctima de la enfermedad. Finalmente el ejército
cartaginés se retiró.
Los
siracusanos de Hipócrates, que también murió de la enfermedad, se retiraron
lejos de la ciudad repartiéndose entre las fortificaciones menores de la zona
(a no más de 15 km. de Siracusa) en donde comenzaron a reorganizarse recibiendo
refuerzos de las ciudades propias y aliadas.
En la
ciudad el desaliento se apoderó de la población, pero poco tiempo después se
recibieron noticias, los cartagineses volvían y esta vez con una flota de 100
naves y al mismo tiempo las tropas siracusanas del exterior se estaban
reorganizando rápidamente, llevando la esperanza a la población.
Llegaron
ahora noticias de que la flota púnica se encontraba parada junto al promontorio
de Pachino, días después la situación seguía igual por lo que Epícides resolvió
embarcarse en un navío rápido y dirigirse hacia sus aliados, éste tras
cerciorarse de que los cartagineses rehuían el combate y se alejaban
definitivamente de Siracusa decidió abandonar también el a la ciudad y se retiró
a Agrigentum, junto a las tropas cartaginesas.
En la
ciudad las noticias de la retirada cartaginesa y la de Epícides, el líder de la
defensa decidió entregar la ciudad, se enviaron embajadores al campamento de
Marcelo para tratar la rendición, llegados a un acuerdo, regresaron los legados
a la ciudad en donde, junto a los otros notables decidieron acabar con la vida
de los oficiales que Epícides había dejado al frente de la guarnición, gente
leal a su causa y que no estaban por la tarea de entregar la ciudad a los
romanos. Después reunieron la asamblea ciudadana en donde de común acuerdo se nombró
un nuevo gobierno y se decidió entregar la ciudad a los romanos.
Entonces un
numeroso grupo de desertores romanos (se estima en unos 4.000), aterrados con
la idea de que serían entregados a sus compatriotas, convencieron a los
mercenarios de que ambos serían represaliados por los romanos. Tras ponerse de
acuerdo, tomaron las armas y arremetieron contra la población, asesinaron a los
miembros del gobierno recién formado y se repartieron la defensa de la ciudad.
Nombraron a seis oficiales como jefes de manera que tres mandasen en la
Achradina y otros tres en Nasos. Cuando la situación ya se había calmado, los mercenarios
poco a poco se fueron dando cuenta de que su situación no era igual que la de
los desertores romanos, evidentemente éstos serían castigados pero que ellos no
tenían por qué serlo.
Marcelo,
disponía entre sus filas de cierto número de personajes hispanos recién
llegados de la península, enviados por los Escipiones a fin de que en los
diversos frentes de la lucha convenciesen a sus compatriotas para abandonar la
causa cartaginesa y pasarse a la romana. Uno de ellos les contó que en
Hispania, los romanos estaban ganando la guerra y que casi todos las tribus y
naciones se pasaban a sus filas. Les ofrecía la posibilidad de servir en el
bando romano o bien ser repatriados con honores a la península, la alternativa
era seguir luchando y morir, Merico un oficial hispano aceptó traicionar a sus
compañeros.
Días
después, a Merico le tocaba defender el tramo de muralla que se extiende entre
la Acrhadina y la isla de Nasos, se lo hizo saber a Marcelo, el cónsul hizo
entonces remolcar un barco de carga repleto de soldados que desembarcó de
madrugada en la zona de la muralla que daba al puerto grande y que estaba bajo
custodia de Merico, luego entraron estos en la ciudad y aguardaron. Al amanecer
Marcelo desencadenó un ataque masivo desde la meseta de Epipolae contra las
murallas de la Acrhadina, allí se concentraron los defensores, incluso desde la
isla de Nasos salieron a la carrera las tropas allí establecidas para sumarse a
la defensa, después, unas naves ligeras romanas desembarcaron tropas en la isla
que, posiblemente con ayuda de los romanos y los mercenarios de Merico, se
hicieron con las posiciones siracusanas sin apenas oposición.
Solo
resistieron los desertores romanos, el resto huyó dando la causa por perdida.
Una vez que en la ciudad se supo de la irrupción de los romanos, las defensas
siracusanas se derrumbaron, los desertores romanos huyeron o se dispersaron y
así, las autoridades pudieron por fin abrir las puertas de la ciudad a Marcelo
y sus legiones.
Siracusa
fue saqueada y Arquímedes fue asesinado cuando estaba pintando unos círculos en
el suelo, un soldado no le reconoció y le mató allí mismo.
Muerte de Arquímedes en el 211 a.C. Un
soldado romano lo asesinó mientras estaba abstraído pintando círculos en el
suelo. Autor Ángel Todaro
Final púnico en Sicilia
En el 211
a.C, Marcelo derrotó junto al río Himera del grueso del contingente cartaginés
superviviente, conservando estos únicamente la ciudad de Agrigento, retornando
en verano a Roma, siendo obligado a ceder el mando de su ejército en la isla al
pretor de extranjeros Marco Cornelio Cethego. En medio de la pugna política
contra él, se le concede una ovación y no un triunfo, argumentando que no ha
logrado la pacificación total del territorio. También se le deniega el retorno
de las legiones desterradas, desplegadas al oeste de la isla. El pretor Marco
Cornelio además inicia la búsqueda de agraviados por Marcelo con intención de
formar una comisión que se presente al Senado a exponer sus quejas.
Ya sin
Marcelo en la isla, se produce el desembarco de un contingente púnico de 8.000
soldados y 300 jinetes, el cual reaviva la sublevación de algunas localidades
como Murgantia, Hybla y Macella. Al mismo tiempo los soldados desterrados
descontentos por no poder retornar comienzan a tener un comportamiento
negligente. Vencidos estos obstáculos, el pretor Marco Cornelio consiguió
hacerse con la situación y aplacar la rebelión.
En el 210
AC, tras la casi pacificación de Sicilia, sólo queda un reducto cartaginés en
el sur de la isla en torno a Agrigento. Salen nombrados Marco Claudio Marcelo y
Valerio Levino. La polémica rodea al primero que ve cómo llega una comisión de
siracusanos al Senado a expresar sus quejas. Igualmente otra comisión de
campanos llega para quejarse de Quinto Fulvio Flaco, el otro triunfador del año
anterior. Estos hechos motivan que aunque inicialmente Sicilia es el destino de
Marcelo, se opte por cambiarlo con Levino, pasando este a la isla mientras el
primero tendrá a Italia por su área de operaciones.
En Sicilia
se produce la caída de Agrigento y la conquista total de la isla por los
romanos. La isla se unía a Roma como una provincia romana, siendo un paso
importante hacia el norte de África y Grecia en los siguientes conflictos.
Antes de
retornar a Roma, el cónsul Levino reclutó a 4.000 mercenarios en la región de
Agathyrna y los mandó a Regio como refuerzo para realizar saqueos en el Brucio.
Retornado a
Roma Levino para organizar las elecciones consulares, dejó al mando en la isla
al pretor Lucio Cincio Alimento y ordenó al jefe de la flota Marco Valerio
Mesala que con la mitad de los barcos llevase a cabo una campaña de saqueo en
territorio africano. Ésta se llevó a cabo en Útica de manera exitosa tomando
botín y prisioneros, donde le informaron del envío a Hispania de Masinisa con
un ejército de 5.000 númidas para reforzar a Asdrúbal Barca con la intención de
que este pasase a Italia desde allí.
Primera Guerra Macedonica 214-205 a.C
Alianza Macedonia-Púnica
En
primavera del 216 a.C, se recibió aviso de Scerdileas, tirano de Iliria, sobre
el alistamiento de una flota de 100 birremes por parte de Filipo V de Macedonia
con el fin de invadirlos, Macedonia buscaba una salida al mar Adriático a
través de iliria. Roma destacó 10 quinquerremes de su flota siciliana al puerto
de Regio con el fin de que prosiguiesen viaje hacia Iliria. Enterado Filipo por
sus espías de la presencia de la flota en Regio, decidió desistir de su intento
y retornar a Macedonia cuando ya se encontraba en la isla Cefalenia.
Filipo V de
Macedonia, ante lo sucedido en Cannas, decidió unirse a la guerra con el bando
cartaginés, mandando una delegación de embajadores a Italia a pactar los
términos del acuerdo con el púnico. Filipo debería tratar de desembarcar en
Italia por el Adriático con un ejército que se uniera al de Aníbal. La
delegación desembarca en territorio italiano y es interceptada en Apulia,
siendo llevada a Luceria para hablar con el pretor Levino, a quién informaron
que se dirigían a Roma. Tras proseguir su marcha, llegaron a Campania donde
pactaron con Aníbal los términos del acuerdo, enviando el general cartaginés a
tres embajadores junto con la delegación de regreso a Macedonia.
La embajada
macedonia mientras, tras embarcar de vuelta a su país, fue interceptada en
Cumas por Publio Valerio Flaco, comandante de la flota romana que patrullaba el
sur de la costa de Apulia. Una carta de Aníbal a Filipo y los términos del
tratado entre ambos fueron descubiertos por los romanos. Se informó a Graco de
lo ocurrido, no obstante uno de los barcos de la embajada logró escapar dando
aviso de lo sucedido, esto hizo que se enviase una nueva delegación macedonia y
el consiguiente retraso hasta el verano de los planes de alianza
púnico-macedonia.
El tratado
concluyó en el verano del 215 a.C, en el que se prometía apoyo militar mutuo
contra los enemigos (excepto cuando fueran aliados de la otra parte). El trato
no hacía mención alguna de la invasión de Italia por parte de Filipo.
La noticia
de la alianza entre Filipo y Cartago suponía un duro golpe para Roma. Se enviaron
inmediatamente 25 barcos para que se unieran a Publio Valerio Flaco y su flota
que patrullaba la costa de Apulia y se enviaron el mismo número de barcos para
que guardaran la costa Adriática cerca de Tarento, en un intento por frenar los
impulsos expansionistas de Filipo reduciendo su campo de operaciones a la
propia Macedonia y encerrándolo progresivamente en su propio territorio.
Campaña en Iliria
A finales
de verano del 214 a.C, Filipo intentó de nuevo tomar el control de Iliria por
mar, con una flota de 120 lembi (birremes) desembarcó en la zona capturando
Orico que estaba débilmente defendido, y navegó a través del río Aous (el
moderno Vjosë) y asedió Apolonia.
Una
embajada iliria llegó a Brindisi informando a Levino de lo sucedido y pidiendo
ayuda. Este embarcó junto a su legión, dejando el resto de sus fuerzas en
Tarento bajo mando de Lucio Apustio.
Romanos contra macedonios. Autor Vladimir
Vaksheyev
Levino
llegó a la zona en dos días. Se presentó en Orico expulsando a la guarnición
macedonia, y envió a 2.000 hombres bajo el mando de Quinto Nevio Crista para
que auxiliara a la sitiada Apolonia, éste entró secretamente de noche en la
ciudad burlando el asedio macedonio. A la noche siguiente, Crista realizó un
asalto nocturno al campamento macedonio, éstos perdieron 3.000 hombres entre
muertos y prisioneros. Filipo escapó con en barco y regresó a Macedonia dejando
atrás una buena parte de sus hombres y de su flota. Los macedonios trataron de
huir en su flota por el río, pero al serle cortado el paso por los romanos,
desembarcaron, quemaron sus naves e iniciaron el retorno a Macedonia por
tierra. Levino invernó en Orico.
Tras la
frustrada invasión de Iliria por vía marítima, y ahora bloqueado por la flota
de Lavino que estaba fondeada en el Adriático, Filipo pasó los dos años
siguientes (213 y 212 a.C) realizando incursiones en Iliria por vía terrestre.
Guardando la costa, Filipo tomó las poblaciones de Atintania y Dimale y subyugó
a las tribus ilíricas de los dassaretas, los partinos y finalmente, a los
ardiaei del sur.
Filipo fue
finalmente capaz de obtener acceso al Adriático capturando Lissus, una
ciudadela considerada inexpugnable. La captura de esta población hizo que los
territorios adyacentes de la zona se rindieran sin dilación. Pero los cartagineses
no pudieron aprovecharse de la captura.
Alianza romana con la Liga Etolia
Para
detener la que parecía inminente invasión de Filipo a Italia o a Iliria, los
romanos buscaron aliados entre los pueblos griegos a fin de desestabilizar las
fronteras de Macedonia y obligar al monarca a defenderse en su propio
territorio.
Lavino
exploró la posibilidad de llegar a un tratado de amistad con la Liga Etolia en
el 212 a.C. Los etolianos habían firmado una paz con los macedonios en Naupacto
en el 217 a.C, pero tras estos cinco años se habían recuperados de los estragos
causados en la guerra contra sus vecinos y estaban preparados de nuevo para
levantarse en armas contra sus enemigos tradicionales.
En 212 a.C,
una asamblea etoliana se reunió para entablar las negociaciones con Roma.
Lavino firmó un tratado de alianza entre Roma y la Liga Etolia para combatir
conjuntamente a los macedonios. Los etolianos dirigirían las operaciones por
tierra mientras los romanos lo harían por mar, cualquier ciudad capturada se concedería
a la Liga. Los bienes muebles (incluyendo la población) serían para los romanos
si actuaban solos o se dividirían entre los aliados si hubieran cooperado.
Tras
conocer la alianza entre Roma y la Liga Etolia, Filipo se apresuró a asegurar
su frontera norte. Realizó unas cuantas incursiones en Iliria, Orico y Apolonia
y tomó la ciudad fronteriza de Sintia en Dardania. Filipo marchó rápidamente
hacia el sur a través de Pelagonia, Lincestis, Botiea y Tempe, regresó hacia el
norte atacando Tracia y a la ciudad principal de Iamphorynna. Tras lo cual, se
retiró a Macedonia.
El primer
objetivo de los nuevos aliados era Acarnania, aliada de Macedonia que se
encuentra en la costa oeste del corazón Etolia. En el otoño de 212 Mientras
Filipo estaba haciendo campaña en las fronteras del norte. Alentados por su
ausencia los etolios invadieron Acarnania. Los acarnanios juraron morir o
vencer, enviaron a sus mujeres y niños a un lugar seguro en el Epiro, y contendrían
a los etolios hasta que Filipo viniese en su ayuda desde el norte.
Nada más
regresar, Filipo recibió una petición desesperada de sus aliados los acarnanios.
El strategos (general) etolio Escopas había movilizado al ejército etolio y
preparaba la invasión de Acarnania. Tras tener noticias de la determinación de
los acarnanios, los etolios vacilaron y tras conocer la llegada de Filipo
abandonaron definitivamente la invasión. Tras esto Filipo se retiró a Pela para
pasar el invierno.
Los romanos
tuvieron más éxito. Levino utilizó su flota para capturar Oeniadae y Lamna de
los acarnanios y toda la ciudad de Zacynthus menos ciudadela. Las tres ciudades
fueron luego entregadas a los etolios.
Primera Guerra Macédonica
214-205 a.C entre la república Romana y Filipo V de Macedonia
En la
primavera del 211 a.C, Lavino navegó de nuevo desde Corfú con su flota y, junto
con los etolios dirigidos por el stratego Sccopas, conquistaron la ciudad
Anticira en la Fócida. Roma esclavizó a la población y la Liga Etolia se
apropió del territorio conquistado. De acuerdo con su alianza los romanos
esclavizaron a la población, mientras que la ciudad fue entregada a los
etolios, que pronto se perdería a manos de Filipo. A finales del verano de 211
a.C, Levino fue reemplazado por el procónsul Publio Sulpicio Galba, que
comandaría la flota romana durante la mayor parte del resto de la guerra.
En el 210
a.C, Filipo tomó la iniciativa, tratando de expulsar a los etolios de Phthiotic
Acaya (Tesalia), para conseguir acceso al centro de Grecia. El evento principal
fue el asedio de la ciudad costera de Echino. El strategos etolio Dorimaco y
Sulpicio Galva con la flota romana trataron de levantar el asedio sin éxito,
finalmente la ciudad cayó. Filipo tomó también Falara y la ciudad portuaria de
Lamia.
El único
éxito romana de esta primera expedición en el Egeo fue la captura de la isla de
Egina. A continuación, la isla fue entregada a los etolios, pero como no
disponían de flota, se la vendieron a Atalo I rey de Pérgamo por 30 talentos.
Esto condujo a Atalo a la guerra, y que se usó las isla como base principal de
operaciones contra Macedonia en el Mar Egeo.
En
respuesta Filipo hizo una alianza con Prusias rey de Bitinia, que prometió a
llevar su propia flota en el mar Egeo.
Este mismo
año Esparta se unió a la guerra, esta vez en el lado de Roma y los etolios. En
ese momento Esparta estaba gobernada por Macánidas, como regente de Pélope,
hijo de Licurgo. La entrada de Esparta en la guerra complicó enormemente las
tareas de Filipo, ya que sus aliados en Acaya estaban ahora bajo el ataque de
tres lados. En 209 y 208 a.C se vería obligado a acudir en su ayuda.
En la
primavera del 209 a.C, Filipo recibió peticiones de ayuda de sus aliados de la
Liga Aquea del Peloponeso, que estaban siendo atacados por Esparta y sus
aliados de la Liga Etolia. También recibió noticias del nombramiento de Átalo I
de Pérgamo como uno de los líderes de la Liga Etolia y de que intentaba cruzar
el Mar Egeo hacia Asia Menor. Filipo marchó hacia el sur de Grecia. En Lamia se
enfrentó al otro líder de la Liga Etolia, el strategos Firrias, que estaba
apoyado por tropas auxiliares romanas y de Pérgamo. Filipo venció en dos
batallas a su enemigo en Lamia (Primera y Segunda Batalla de Lamia), y le
obligó a retirarse al interior de las murallas (lugar del que estaban poco
dispuesto a salir para plantar batalla campal) tras haber infligido graves
pérdidas a las tropas de Firrias.
Desde
Lamia, Filipo se dirigió a Falara. Allí se encontró con los representantes de
los estados neutrales del conflicto: Egipto, Atenas y Quíos. Estos países
estaban intentado acabar con la guerra ya que ésta estaba afectando seriamente
al estado del comercio, actividad económica más importante de estos países.
Consiguieron una tregua de 30 días, pero al final no consiguieron la paz y
continuó la guerra.
La guerra continúa
Átalo de
Pergamo había conseguido desembarcar en Egina y la flota romana estaba en
Naupacto. Desde Naupacto Sulpicio navegó hacia el este de Corinto y Sición y
dirigió rápidas incursiones por esa zona. Filipo, con su caballería sorprendió a
los romanos y los hizo huir hacia sus propias embarcaciones. Los romanos, con
Sulpicio a la cabeza, se retiraron a Naupacto.
Tras ello,
Filipo se unió en las inmediaciones de Dyme al general de Acaya, Cicladas para
dirigir un ataque conjunto a la ciudad de Elis, la base de la Liga Etolia
contra Acaya. Sin embargo, Sulpicio había navegado hacia Cyllene y pudo
reforzar la ciudad con 4.000 legionarios romanos antes del asedio. Filipo
dirigió la carga de caballería contra el enemigo pero fue abatido de su caballo
y tras una encarnizada batalla en la que los macedonios fueron derrotados.
Filipo logró escapar. Tras esta derrota, Filipo capturó la ciudadela de Fírico,
tomando 4.000 prisioneros y 20.000 animales.
Cuando le
llegaron noticias de nuevas incursiones en Iliria, Filipo abandonó Etolia y
volvió a Demetrias en Tesalia. Mientras, Sulpicio había navegado por el
Egeo y se había unido a su aliado Átalo I de Pérgamo en Egina para pasar el
invierno.
En el 208
a.C, Átalo y Sulpicio combinaron su flota compuesta por 25 barcos de Roma y 35
de Pérgamo e intentaron sin éxito tomar Lemnos, pero lograron ocupar la isla
cercana de Parapetos (Skolas), que estaba bajo posesión macedonia.
Tras su
éxito, Átalo y Sulpicio se reunieron en Heraclea de Traquinia con el consejo de
líderes de la Liga Etolia que incluían los estados neutrales de Egipto y Rodas,
que continuaban intentado lograr que finalizara el conflicto. Cuando Filipo
tuvo noticias de la conferencia, marchó rápidamente hacia el sur donde intentó
capturar a los líderes enemigos, pero llegó demasiado tarde.
Rodeado por
sus enemigos, Filipo fue obligado a adoptar una nueva política defensiva.
Distribuyó a sus comandantes y líderes militares por todo el territorio
macedónico y estableció un sistema de hogueras por todas las ciudades
importantes para que informaran de los movimientos de los enemigos.
Tras
abandonar Heraclea de Traquinia, Átalo y Sulspicio saquearon Óreo, en el norte
de Eubea y Opunte, la ciudad principal del este de la Lócrida Opuntia. Las
riquezas de Oreos se reservaron para Sulpicio mientras que las de Opunte fueron
para Átalo. Sin embargo, con las fuerzas divididas ya que Sulpicio se había ido
para iniciar la confiscación de los bienes de su ciudad, Filipo, avisado por el
sistema de señales de fuego, atacó y tomó Opunte. Átalo fue cogido por sorpresa
y logró escapar por muy poco.
Final de la guerra
La etapa
final de la guerra vio los romanos se retiraban del Egeo. Sulpicio se despidió
de Dyme, la más occidental de las ciudades aqueas, para después concentrarse en
patrullar la costa de Iliria. Desde el punto de vista romano, se había
alcanzado su objetivo, manteniendo Filipo lejos de la costa de Iliria, mientras
que el peligro de Aníbal estaba en su punto más extremo. Además en el 207 a.C
se produjo la invasión de Italia de Asdrúbal, y es posible que la legión de
Sulpicio Galba fuese retirada para ayudar a lidiar con esta amenaza. También
quedó claro después de diez años que Cartago no iba ayuda Filipo.
Esto dejó a
los etolios en una posición vulnerable, agravada por una reactivación
inesperada de la fuerza aquea, que fue provocado por el nombramiento de
Filopomen hijo de Craugis de Megalópolis como comandante de la caballería
aquea. Era un capitán mercenario experimentado, que volvió a Acaya después de
pasar diez años en Creta.
Después de
capturar la ciudad de Tegea, Macánidas de Esparta comenzó a avanzar hacia
Mantinea. Los aqueos ocuparon una posición en la estrecha llanura a las afueras
de la ciudad, donde se habían librado anteriormente tantas batallas. Filopemen
se dice que había colocado sus tropas detrás de una estrecha zanja. Ambos
ejércitos tenían probablemente aproximadamente los mismos efectivos, los
espartanos 15.000 hombres y los aqueos de 15-20.000.
La batalla
comenzó con un raro ejemplo de utilización de las máquinas de asedio como
artillería de campaña. Macánidas condujo a sus mercenarios a un ataque contra
el ala izquierda aquea. Esto se hizo de algunos de los mercenarios de Filopemen
y tropas ligeras cedieran y fueran perseguidos y de nuevo hacia Mantinea.
A pesar de
este revés inicial Filipomen logró reformar su línea y atacar a la falange
espartana. La falange era una fuerza poderosa, pero muy vulnerable si rompe.
Esto parece ser lo que pasó, cuando la falange aquea atacó a los espartanos al
cruzar la zanja y atacarlos.
En algún
momento durante esta fase de la batalla Macánidas, regresó al campo de batalla
con sus tropas mercenarias. En la lucha que siguió Macánidas murió,
posiblemente por el propio Filipomen.
Los
espartanos se dice que perdieron 4.000 hombres durante la batalla. Filopemen
fue capaz de recuperar Tegea, y luego invadir Laconia.
Sin
distracción en el sur Filipo fue capaz de concentrarse en derrotar a los
etolios. Les expulsó de Thessaley y recapturó Zacinto (Islas Jónicas). Después
invadió Etolia desde el norte, saqueando el santuario etolio en Thermum.
A pesar de
considerar la huida de Átalo como una pequeña derrota, Filipo notó que la
guerra estaba otra vez cambiando de lado. Átalo fue obligado a volver a Pérgamo
donde se enteró que el rey de Bitinia, Prusias I, que estaba emparentado con
Filipo, se estaba movilizando contra Pérgamo. Sulpicio mientras tanto volvió a
Egina. Libre de la presión de las flotas combinadas de Roma y Pérgamo, Filipo
fue capaz de reanudar la ofensiva contra los etolios. Capturó la ciudad de
Tronio, a la que siguieron las plazas fuertes de Titronium y Drymea, al norte
del Cefiso. Filipo también retomó el control de Oreo.
En el 206
a.C, los estados comerciantes con grado de neutralidad en el conflicto
siguieron intentando impulsar un tratado de paz. En Elateia, Filipo se
entrevistó con los embajadores de Rodas, Egipto, Bizancio, Quíos, Mitilene y
quizás Atenas, además de algunos líderes etolios. La guerra se estaba
inclinando cada vez más del lado de Filipo, sin embargo los etolios no estaban
dispuestos a firmar un acuerdo de paz con las abusivas imposiciones del rey
macedonio. Tras tres meses más de conflicto los etolios se vieron obligados a
firmar una paz desfavorable sin el consentimiento de Roma con el fin de poder
conservar su territorio.
A la
primavera siguiente los romanos enviaron a Publio Sempronio Tuditano con 35
barcos y 10.000 infantes y 1.000 jinetes a Dirraquio, en Iliria, donde incitó a
la revuelta contra Filipo a los partinos y se asedió Dimale. Sin embargo cuando
llegó Filipo, Sempronio levantó el asedio y se refugió bajo las murallas de
Apolonia. Sempronio intentó sin éxito que los etolios volvieran a entrar en la
guerra contra Filipo, pero éstos, cansados de guerra, se negaron.
Sin más aliados en Grecia pero habiendo cumplido el objetivo de evitar que Filipo apoyara a Aníbal en la guerra contra Roma, el Senado estaba preparado para firmar la paz. Un tratado firmado en Fénice en el 205 a.C, conocido como la “Paz de Fénice”, finalizó oficialmente la Primera Guerra Macedónica, un conflicto armado que había durado nueve años. Ambos quedaron satisfechos, Roma había impedido que Filipo se uniese a Aníbal, y Macedonia había ampliado considerablemente sus territorios.
Sin más aliados en Grecia pero habiendo cumplido el objetivo de evitar que Filipo apoyara a Aníbal en la guerra contra Roma, el Senado estaba preparado para firmar la paz. Un tratado firmado en Fénice en el 205 a.C, conocido como la “Paz de Fénice”, finalizó oficialmente la Primera Guerra Macedónica, un conflicto armado que había durado nueve años. Ambos quedaron satisfechos, Roma había impedido que Filipo se uniese a Aníbal, y Macedonia había ampliado considerablemente sus territorios.
Campaña de Escipión en África (205 – 202 a.C)
Desembarco de Escipión en África
Después de
conquistar Hispania en el 205 a.C, Escipión se dirigió a Roma y se entrevistó
con el Senado y presentó los resultados de su exitosa campaña, de cómo había
destruido los ejércitos púnicos de España, cuantas ciudades había tomado y
cuantos pueblos ahora se rendía a los pies de Roma. Además, aprovechó para
plantear su estrategia que suponía la invasión de África para derrotar a
Cartago en su tierra. Fue elegido cónsul y viajó a Sicilia con 7.000 voluntarios
y 30 barcos a preparar la expedición, allí había dos legiones completas, las
famosas Legiones Malditas V y VI.
La flota de
guerra de 40 naves y 400 naves de transporte, se concentró en Lilibeo y el
mando de la misma le fue entregado al mejor colaborador y amigo de Escipión,
Cayo Lelio.
Tras
concluir el embarque de tropas y abastecimientos Escipión reunió en tierra a
todos los pilotos, capitanes y a dos oficiales de cada barco a los que dio
instrucciones precisas de cómo se llevaría a cabo la travesía. Dispuso tanto él
como su hermano (Lucio Escipión) se harían cargo del ala derecha de la
formación naval con 20 barcos de guerra, en el centro los barcos de transporte
(400), el ala izquierda otros 20 barcos de guerra, sería mandada por el jefe de
la flota Cayo Lelio y Catón (que por aquel entonces era cuestor). Los barcos de
guerra llevarían una luz, los de carga dos y el barco insignia tres, la flota
se dirigiría hacia el sur, el punto o la zona de desembarco elegida fue la de
Emporio, la rica zona situada, eso sí, muy al sur del corazón de las posesiones
cartaginesas, pero al mismo tiempo cerca de la zona en la que se movía su amigo
y aliado Massinisa, Escipión esperaba poder conquistar la región antes que
desde Cartago pudiesen llegar refuerzos.
Al amanecer
del día siguiente, dio la orden de partida, poco a poco la flota se fue
perdiendo en el horizonte.
Ruta marítima seguida por Escipión el africano
La flota
romana, ya en alta mar, se encontró enseguida con una densa niebla que
desoriento a los pilotos, y atracaron en el cabo Farina cerca de Útica,
desembarcando unos 25.000 hombres. La flota romana, ya en alta mar, se
encontró enseguida con una densa niebla que desoriento a los pilotos, las luces
de los barcos impidieron que se embistiesen entre sí. La niebla duro hasta la
noche y al día siguiente de nuevo al atardecer envolvió de nuevo a la escuadra.
Al amanecer del tercer día de navegación la niebla se disipo y un fuerte viento
empujo a los barcos hacia la costa de África, divisaban ya entonces la misma,
era el cabo Falero (Bon).
La
población púnica, tras divisar la inmensa flota y posteriormente la multitud de
los desembarcados, emprendieron la huida hacia la capital y las restantes
ciudades de la zona, los hombres, mujeres y niños atestaban los caminos.
La capital,
conmocionada por la noticia, se dispusieron confusamente para la defensa, se
envió inmediatamente un contingente de 500 jinetes para hostigar y espiar a las
fuerzas enemigas. Por aquel entonces no se disponía en África de ningún ejército
realmente competente, además, el único general de prestigio a mano, era
Asdrúbal Giscón, que ya había sido derrotado anteriormente por Escipión en
Hispania, no obstante se recurrió a él y se le pidió que asumiera el mando de
las operaciones.
Primeros enfrentamientos
Mientras
tanto, los romanos, una vez desembarcados, avanzaron hacia Utica, primer
objetivo de la campaña dado que necesitaban asegurarse un a base de
operaciones. Primero se enfrentó a la caballería cartaginesa que les vigilaba,
dispersó al contingente enemigo, y luego hizo una operación de castigo contra
el territorio enemigo capturando 8.000 hombres entre ciudadanos y esclavos
(habitantes de la región que no habían tenido tiempo, o no habían querido,
retirarse), se tomó una rica ciudad por el camino y todo ello, riquezas y
prisioneros, se embarcó en parte de la flota que se envió de vuelta a Sicilia.
El suceso más importante del momento es la aparición de Masinisa, quién se unió
a las fuerzas de Escipión con unos 2.000 jinetes númidas.
Las fuerzas
romanas avanzaron ahora hasta los alrededores de la ciudad de Utica seguidos de
cerca por la flota romana, que por la costa, seguía los pasos del ejército de
tierra.
El ejército
de Escipión llegó ante Útica. Los cartagineses habían reunido una fuerza de
4.000 jinetes (posiblemente númidas) al mando de un tal Hannón, para hostigar
al ejército desembarcado. El oficial púnico les había acuartelado en la ciudad
de Salaeca, de esta forma, en vez de permanecer en campo abierto se encerró
entre murallas. Escipión, que se dio cuenta del error cometido por su
adversario, creyó conveniente aplastar este contingente antes de atacar Útica.
Envió por delante a Masinisa y sus fuerzas hasta las mismas puertas de la
ciudad de Salaeca, el númida llamaría la atención del cartaginés y le atraería
hacia una emboscada. Así ocurrió, los cartagineses respondieron a la
provocación y poco a poco fueron desplegando desordenadamente toda su
caballería contra lo que suponían una presa fácil, Masinisa que era el cebo les
atrajo a una zona donde Escipión, que se encontraba detrás de unas lomas con su
caballería, esperando el momento oportuno, les atacó. Hannón y unos 1.000
jinetes fueron rodeados y muertos, los demás se dispersaron y huyeron, pero
fueron perseguidos por los romanos y sus aliados, siendo capturados unos 2.000
más.
Libre ahora
de la oposición enemiga, dejó una guarnición en la ciudad y durante una semana
se dedicó a devastar los campos del enemigo, consiguiendo así reunir un ingente
botín. De vuelta al campamento embarcó todos los prisioneros y bienes saqueados
en la flota y los remitió a Lilibeo (puerto de apoyo en Sicilia).
Escipión en África 204 a.C. Primeros
enfrentamientos. Autor Satrapa1
Asedio de Útica
Escipión
volcó todos sus recursos en sitiar la ciudad de Útica, sometiéndola a un férreo
cerco y asedio de la misma, las fuerzas navales, mediante el uso de una torre
de asalto construida sobre dos quinquirremes y provista de catapultas, lanzaban
todo tipo de proyectiles sobre las murallas enemigas, atacando un sector de la
muralla y las fuerzas de tierra el otro con catapultas y todo tipo de material
de asedio que fueron emplazados en una loma que dominaba la ciudad,
bombardeaban la ciudad, los asaltos fueron repetidamente rechazados, los
cartagineses fueron capaces de destruir la torre construida sobre los
quinquirremes.
Escipión
intentó derribar las murallas golpeando con arietes, arrancando mediante largos
ganchos las protecciones de cuero que hacían más alta la muralla y protegían a
sus defensores, fracasó ante la decidida defensa presentada por los
uticenses, que no cejaban y golpeaban repetidamente a las fuerzas de asalto
romanas desde las mismas murallas o en numerosas salidas en las que destruían
las armas de asedio enemigas. Este precioso tiempo que el general romano perdió
ante la ciudad cartaginesa fue empleado por sus enemigos para organizar sus
fuerzas.
Asdrúbal
Giscón, que era el general en jefe, procedió rápidamente a realizar una leva
por la que reclutó una fuerza de 30.000 infantes y 2.000 jinetes, acampando
fuera de las murallas de Cartago, sin embargo, esperó todavía el apoyo del
ejército de Sifax. Cuando éste llegó, Asdrúbal levantó el campamento y avanzaron
juntos hacia el enemigo. Sifax contaba con unos 50.000 infantes y 10.000
jinetes, entre ambos habían reunido una fuerza en teoría irresistible,
acamparon entre Utica y Cartago, posiblemente al otro lado del río Bagradas,
cada ejército en su propio campamento.
La llegada
de las fuerzas enemigas obligaron a Escipión a abandonar el asedio que duraba
ya 40 días. Como se aproximaba el invierno, procedió a dejar las operaciones y
se volcó en las obras de fortificación del campamento en donde se disponía a
invernar que era una lengua de tierra que se abría hacia el mar no lejos de
Utica, a la que denominó Castra Cornelia.
Legionarios romanos fortificando su
campamento. Si había árboles utilizaban los troncos, sino les servía cualquier
material como tierra o piedras.
La llegada
del invierno del 204 a.C, hizo que los dos ejércitos contendientes se
estableciesen en campamentos suspendiendo las hostilidades a gran escala. Ahora
los romanos se reabastecían de Sicilia e Italia. Los cartagineses, entre tanto,
preparaban la flota y enviaron legados a Hispania y Liguria para reclutar allí
mercenarios, consiguiendo cerca de 4.000 infantes, que fueron enviados a través
de las ciudades situadas al norte de África.
Batalla de
los campamentos (203 a.C)
Escipión
estaba acorralado por dos ejércitos enemigos acampados confiadamente a pocos
kilómetros de sus fortificaciones. El rey númida Sifax, ofreció la paz a
Escipión, iniciándose las negociaciones. Con astucia, Escipión fue alargando
las negociaciones. Estas se celebraban en el campamento púnico, los legados
romanos obtuvieron una interesante información acerca de las condiciones del
campamento enemigo, parecía toscamente construido, principalmente a base de
cabañas anárquicamente distribuidas y con materiales altamente inflamables.
Durante varios días se sucedieron los contactos entre romanos y númidas, hasta
que, llegado un día determinado, los romanos exhortaron a Sifax a hablar con Asdrúbal
Giscón, con lo cual las negociaciones se llevaron a cabo en el otro campamento.
Cuando Escipión creyó que ya tenía información suficiente de ambos campamentos,
dio por acabada la tregua.
Decidió un
ataque nocturno, para ello dividió sus tropas en tres columnas: la primera, la
caballería al mando de Masinisa, fue enviada más allá del campamento de Sifax
para cortar la posible la retirada, el segundo grupo al mando de Lelio,
atacaría directamente el campamento del númida, el tercer grupo al mando del
propio Escipión, acecharía fuera del campamento púnico hasta que encontrase la
oportunidad de actuar.
Batalla de los campamentos
(203 a.C). Escipión atacó de noche los campamentos de Asdrúbal y Sifax
El avance
nocturno hasta las posiciones del enemigo se hizo sin contratiempos y de esta
forma, cuando cada uno llego a sus posiciones pudo comenzar el ataque. De
repente, cientos de soldados portando teas encendidas se acercaron a las
empalizadas del enemigo y las lanzaron al otro lado de la misma, el campamento
númida, construido todo sin cuidado y en pleno desorden, y compuesto
principalmente de tiendas o parasoles hechos a base del ramaje que se había
recogido de los alrededores. El fuego no tardo en prender con fuerza y en
poco tiempo el caos se apodero del campamento, parece ser nadie sospechaba
todavía lo ocurrido, todos lo atribuían algún accidente y por ello se limitaban
tan solo a alejarse de las llamas descuidadamente, muchos salieron así en
tromba del campamento a campo abierto, otros murieron sin remisión entre el
gran fuego que se formó en el interior de la empalizada o aplastados por sus
compañeros al confluir en su huida por las puertas gran cantidad de soldados al
mismo tiempo.
Los más,
sin embargo, fueron los que cayeron en manos de los romanos que esperaban fuera
del campamento. Los cartagineses, entre tanto, que vieron a lo lejos el
resplandor del gran incendio que se había desatado en el campamento númida, en
principio también pensaron que se debía a algún hecho fortuito, por ello los
unos, que acudieron en ayuda de sus aliados, y los otros, que salieron del
campamento a contemplar el trágico espectáculo, cayeron en manos de las tropas
del propio Escipión que acechaban en la oscuridad de la noche, al momento entre
los cartagineses cundió el pánico que soldados romanos aprovecharon para
irrumpir en el campamento enemigo y prender también fuego en el mismo, fue un
completo desastre para los cartagineses, Asdrúbal dio al instante todo por perdido,
escapó del campamento con parte de la caballería sin detenerse por un camino.
La peor
suerte fue para las tropas de Sifax, la caballería de Masinissa dio fácil
cuenta de la mayor parte de los númidas que huían de su campamento y fueron
pocos los que consiguieron quedar sanos y salvos lejos del alcance de sus
enemigos. Asdrúbal se refugió en una localidad cercana, en donde trató de
reorganizar y recoger a los supervivientes, sin embargo, las tropas romanas
avanzaban con decisión y, atemorizado, levanto de nuevo el campamento para
retirarse ya sin descanso hasta la propia capital.
Las bajas
fueron de 40.000 hombres muertos, 5.000 prisioneros, 2.700 caballos y 7
elefantes capturados.
Batalla de los Grandes Campos o de Bagradas 203 a.C
Escipión
reanudó el cerco de Útica que siguió resistiendo. Entretanto, Asdrúbal, a los
que se habían unido 4.000 mercenarios hispanos, estaba reorganizando un nuevo
ejército. Sifax se encontraba en su reino, había emprendido a su vez una leva
de jóvenes e inexpertos reclutas a los que proporcionó armas y caballos.
Escipión
comprendió el peligro si Aníbal regresaba a África y decidió que era preciso
aplastar al contingente de Asdrúbal antes de que regresara. Emprendió la marcha
con una legión y la totalidad de la caballería y se dirigió a las llanuras de
Bagradas, donde se encontraban Sifax y Asdrúbal.
Los
cartagineses situaron en el ala derecha la caballería púnica frente a la
caballería de Masinisa. En el centro los hispanos flanqueados por púnicos y
aliados africanos. En el ala derecha la caballería de Sifax frente a la romana.
Las fuerzas
romanas, desplegaron como era ya habitual, la legión en triplex accies con la
caballería a los flancos. Los romanos empezaron el ataque por las alas,
Masinisa con su caballería atacó a los púnicos, y la caballería italiana atacó
a los númidas de Sifax. El ataque fue devastador e hizo huir a toda prisa a la
caballería cartaginesa, más inexperta en la batalla, atacando posteriormente
por flanco y retaguardia el centro púnico.
En el
centro, los cartagineses y sus aliados africanos no aguantaron apenas el choque
con legión romana, ya que de inmediato cundió el pánico entre sus líneas y
huyeron, solo aguantaron los hispanos, que fueron rodeados por los flancos y
exterminados.
Cartagineses luchando contra romanos.
Autor Giuseppe Rava
Batalla de Sirta 203 a.C
Trás la
batalla, Escipión ordenó a Lelio y Masinisa que persiguieran a Sifax que iba de
regreso a su reino, dándole alcance cerca de Cirta. Allí el rey reclutó nuevas
tropas para enfrentarse a ambos generales en campo abierto. Sifax intentó
organizar sus tropas al estilo romano, pero aunque disponía de fuerzas
suficientes, eran en su gran mayoría soldados inexpertos y poca instruidos.
El choque
comenzó como una escaramuza de caballería, que poco a poco comenzó a crecer en
dimensiones. La caballería númida de Sifax llevaba la iniciativa, hasta que
llegó el grueso de la legión romana. La infantería legionaria, emplazada entre
líneas, ofreció un frente sólido a la caballería de Sifax, que tuvo que batirse
en retirada.
Las tropas
de infantería de Sifax, en su mayoría reclutas pobremente armados, se hundieron
en el pánico ante la visión de la perfectamente formada legión romana. Sifax,
desesperado, corrió entre sus tropas, intentando infundirles moral para que
dieran la vuelta y se enfrentaran al enemigo. En un movimiento desesperado,
cargó en solitario contra los romanos, pero su caballo herido le arrojó al
suelo.
Últimas acciones en el 203 a.C
Escipión
marchó sobre Cartago ante la cual presento las tropas en orden de batalla, los
cartagineses, que no disponían ya de fuerzas para enfrentarse al romano en
campo abierto, renunciaron al desafió y se limitaron a preparar un contraataque
pero esta vez naval. Un ataque púnico con 100 navíos, consiguió apoderarse
entre 60 y 100 barcos mercantes.
Escipión
volvió a poner cerco a Útica, pero volvió a fracasar, sin duda harto ya de la
guerra de asedio, decidió prender fuego a todas sus máquinas de guerra
dedicándose a partir de entonces a saquear los territorios del interior en
busca de botín y suministros.
Los
cartagineses acordaron con Escipión la suspensión temporal de las hostilidades,
los cartagineses pagarían ahora el mantenimiento del ejército romano mientras
durase la tregua.
También se
comprometiesen a no reclutar en lo sucesivo más mercenarios para sus ejércitos,
que evacuarían Italia Magón y Aníbal, que reducirían su flota de guerra a 30
navíos, que entregarían a todos los desertores, que pagarían 1.500 talentos de
plata de indemnización, que reconocerían el reino de Masinisa y sus conquistas
en Numidia y que no combatirían fuera de sus fronteras.
Los
partidarios de la guerra en Cartago, llevaron a cabo un ataque contra los
embajadores romanos, estos pudieron salvar la vida, tras esta acción Escipión,
evidentemente, rompió las conversaciones y reanudo las hostilidades de
inmediato.
Asdrúbal Barca en Italia (208 – 207 a.C)
Marcha de Asdrúbal desde Hispania a Italia
Tras la
batalla de batalla de Baecula en el 208 a.C, Asdrúbal Barca se dirigió a Italia
con su ejército, posiblemente cruzó Despeñaperros y se dirigió a San Sebastián
(Donostia) y desde aquí inició el camino para cruzar los Alpes, sorprendiendo a
propios y ajenos. Solo dos meses le llevo al Bárcida atravesar la cadena
montañosa, contra los cinco que le había llevado a su hermano Aníbal.
Las
manifestaciones de terror en Roma iban en aumento desde que se supo que
Asdrúbal había partido desde España. Llegaron a un punto máximo de nerviosismo
cuando el pretor Porcio informo que el general cartaginés y su ejército ya
pisaban suelo italiano, y mercenarios de Liguria y la Galia aumentaban
considerablemente el número de sus efectivos.
En el 207
a.C, Cayo Claudio Nerón fue elegido cónsul por parte de los patricios, de entre
los plebeyos, el elegido fue Marco Livio Salinator, que había conseguido un
triunfo luchando contra los ilirios en el 219 a.C. Ambos generales se odiaban,
lo que era una clara invitación al desastre. Los dos cónsules echaron a suertes
sus destinos. A Salinator le tocó dirigirse hacia el norte con sus tropas, a
tratar de bloquear el paso del ejército de Asdrúbal por los Alpes, mientras que
Claudio Nerón se dirigiría hacia el sur, contra Aníbal.
Pero
Asdrúbal burló completamente a Salinator, como antes había burlado a Publio
Cornelio Escipion “el Africano”. Escipión había bloqueado con sus tropas los
pasos de los pirineos, por el este, para impedir el paso de las tropas de
Asdrúbal. Pero Asdrúbal había cruzado los Pirineos por el oeste (San
Sebastián), y pasó el invierno en la Galia, reclutando nuevos mercenarios.
Roma sabía
que cuando llegase la primavera, Asdrúbal y su ejército cruzarían los Alpes
como anteriormente Aníbal, y entraría en Italia, para tratar de unirse a su
hermano. Salinator pensaba que Asdrúbal tardaría en cruzar los Alpes el mismo
tiempo que había tardado Aníbal, dándole tiempo a bloquear los accesos a
Italia. Pero se equivocó. Asdrúbal salió de sus campamentos en la Galia cuando
el invierno aún no había acabado y se movió mucho más deprisa que Aníbal, y
llegando a los pasos de los Alpes antes de que lo hiciesen las tropas de
Salinator.
Debido al
intenso frío, muchos de los elefantes de Asdrúbal murieron en el cruce de los
Alpes, sobreviviendo 15 de los que salieron de Hispania. Así que el ejército de
Asdrúbal llegó a la llanura del río Po antes de lo que el mismo Aníbal
esperaba.
Asdrúbal Barca cruzando los Alpes en el
207 a.C, tardó tan solo dos meses en vez de cinco como su hermano Aníbal
Movimientos en Italia 207 a.C
Por el
camino, Asdrúbal había sumado a su ejército 8.000 ligures, infantes curtidos y
bien pertrechados, y unos 10.000 galos. Todas sus fuerzas reunidas, alcanzarían
probablemente unos 35.000 infantes, 8.000 jinetes y 10 elefantes. Asdrúbal
asedió Placencia, pero no pudo tomar la ciudad y se dirigió a Fanum Fortunae
(Fano), un pequeño puerto en la costa adriática, donde la vía Flaminia roza la
costa. Allí estableció contacto con las fuerzas avanzadas del pretor Lucio
Porcio Licinioy del cónsul Salinator que estaban acampados en Sena Gallica
(Seniglia) unos kilómetros al sur.
Asdrúbal
organizó una serie de correos con el fin de coordinar el encuentro con su
hermano. Cuatro jinetes galos y dos númidas fueron despachados con cartas para
Aníbal, cometiendo el error de no cifrarlas, aunque había dado la orden de
destruirlos en caso de caer prisioneros.
Los correos
se dirigieron a Tarento, pero esta ciudad ya había sido tomada por los romanos,
y los correos cayeron prisioneros, y de esta manera El cónsul Nerón se enteró
que se proponía cruzar los Apeninos y encontrarse con su hermano Aníbal en
Umbria.
Al conocer
el contenido Nerón tomó una rápida decisión. De su ejército consular, que
contaba con unos 45.000 soldados, eligió a 6.000 infantes y 1.000 jinetes
escogidos y salió con ellos a toda prisa hacia el norte, para reforzar a las
tropas de Salinator, que se encontraba en la región de Urbino, cerca de Pesaro.
Recorrió de 350 a 400 kilómetros en un tiempo récord de siete días. En el
camino, recibió refuerzos que aumentaron aún más su número.
Aníbal se
encontraba aún en sus cuarteles de invierno vigilado por 40.000 infantes y
2.500 jinetes romanos al mando de los cónsules Claudio Nerón y Quinto Fulvio
Flaco, y no se dirigiría hacia el norte hasta que estuviese seguro de que su
hermano se encontraba allí. Era un riesgo tremendo, si Aníbal se enteraba que
Nerón y parte de sus mejores tropas se habían separado de su cuerpo de ejército
principal, nada le impediría atacar a los que se habían quedado, que se
encontraban sin su comandante. Además lo que estaba haciendo era ilegal, según
las leyes romanas. No se permitía a ningún cónsul abandonar su frente asignado
sin permiso del senado.
A
sugerencia de Salinator, el ejército de Nerón llegó al campamento al anochecer
y las tropas recién llegadas no montaron sus tiendas sino que se ocultaron en
las tiendas de las tropas acampadas. Para que Asdrúbal no detectase el aumento
de fuerzas, se emitió una orden secreta en la que disponía que no se ampliase
el campamento ni se realizasen actividades que pudiesen delatar este aumento de
fuerzas.
Esa misma
noche se celebró un consejo de guerra, y se decidió, a pesar del agotamiento de
los refuerzos, no esperar un instante y presentar batalla al día siguiente. El
plan era formar los dos ejércitos romanos como si fuera uno solo, y en el
último momento, poner a a vista las dos enseñas consulares, que indicaría que
los dos cónsules estaban en el campo de batalla.
A pesar de
las medidas de seguridad, los romanos cometieron un error, el clarín de órdenes
sonó una vez en el campamento del pretor y dos veces en el de cónsul; esto
perturbó al veterano comandante, conocedor como era de los hábitos de los
romanos. Llegó a la conclusión de que ambos cónsules estaban allí.
Batalla de Metauro 207 a.C Asdrúbal
buscando un vado. Durante la noche saca a su ejército del campamento sin que
los romanos se den cuenta y su busca un vado para cruzar el río. Autor Jenny
Dolfen
Asdrúbal
ordenó abandonar el campamento al amparo de la noche, para ocultar su huida. Se
tomaron medidas para engañar a los romanos, y así retrasar todo lo posible la
persecución.
Su idea era
alcanzar y cruzar el río Metauro, con su ejército ocupando la orilla opuesta,
les resultaría sencillo rechazar a los romanos según cruzaban el río.
Pero en la
prisa y confusión de la marcha nocturna, los guías, que no habían sido
mantenidos bajo estrecha vigilancia, escaparon. La columna marchó sin rumbo por
el campo y no supieron encontrar un vado para cruzar el Metauro para llegar a
la Vía Flaminia. En esta ocasión, la suerte se alió con los romanos. Porque el
río corría caudaloso, posiblemente por las lluvias de primavera y el
derretimiento de las nieves de invierno.
Batalla de Metauro (207 a.C)
Los
romanos, detectaron la salida de Asdrúbal, pero prefirieron no aventurarse a
una persecución nocturna, y esperaron a que amaneciera. Nerón, con la totalidad
de la caballería fue el primero en salir. Detrás de él iba Porcio con la
infantería ligera y ambos comenzaron a hostigar a los cartagineses. Asdrúbal no
tuvo más opción que detener la marcha y comenzar a fortificarse sobre una
colina que dominaba el río, pero en ese momento Livio Salinator llegó con las
legiones.
Batalla de Metauro 207 a.C. Movimientos
previos
La idea o
planteamiento táctico para la batalla era presentar a los romanos un frente lo
más extenso posible para obligar a estos mismos, a responder con una longitud
similar, pudiendo ejercer el esfuerzo principal con los hispanos.
Despliegue
inicial
Los romanos
tenían 7 legiones y unos 8.000 jinetes, desplegaron toda su caballería en el
ala izquierda, a continuación las 4 legiones del cónsul Salinator, las 2
legiones del pretor Porcio y finalmente una legión de Nerón junto al Río.
En su ala
derecha situó toda su caballería (8.000), a continuación situó a sus veteranos
hispanos (15.000) con una profundidad mayor de lo habitual con el fin de
incrementar su potencia para romper la línea enemiga en ese sector (la
izquierda romana). En el centro ubicó los ligures (8.000) y delante los 15
elefantes, cubriendo a los hispanos y ligures, situó la infantería ligera y
honderos (5.000). En la izquierda situó a los galos (10.000) en una colina
frente un barranco (posiblemente en barranco de San Ángelo).
Primera fase
Batalla de Metauro 207 a.C: Primera fase
La batalla lo
más probable es que la iniciasen los romanos, dado que Asdrúbal había elegido
el terreno y tenía una mejor posición. Como siempre la batalla comenzó con las
cargas de la caballería, que al intentar envolverse mutuamente, se alejaron del
campo de batalla, sin que produjesen resultados definitivos. A continuación
avanzaron las legiones con los vélites por delante. Éstos se enfrentaron a la
infantería ligera y honderos púnicos, pero fueron rechazados.
Segunda fase
En el
flanco derecho y el centro, Asdrúbal mando avanzar a los elefantes, y detrás a
los hispanos y ligures. Estos arremetieron con furia contra las legiones
de Salinator y las hicieron vacilar. El combate aquí fue encarnizado y muy
violento. La primera carga de los elefantes sembró el desconcierto en las
primeras líneas romanas, obligándoles a retroceder. Conforme creció la
confusión, se perdió el dominio de los animales, que iban de un lado a otro
entre las dos líneas sembrando el caos, muchos tuvieron que ser sacrificados
por sus propios conductores. Los romanos finalmente logran equilibrar el
combate, pero aún estaba indeciso para ambas partes. En el flanco izquierdo, la
configuración del terreno impedía la toma de contacto.
Batalla de Metauro: Segunda fase
Batalla de Metauro 207 a.C. Entre el ejército
romano mandado por Libio Salinator y el ejército púnico mandado por Asdrúbal
Barca. Se ven las tropas hispanas atacando a los legionarios. Autor Radu Oltean
Tercera fase
Entonces
ocurrió lo inesperado, Nerón que estaba inactivo y viendo la pasividad de los
galos protegidos por el barranco, decidió dejar una fuerza de cobertura
(posiblemente los vélites y hastati) y marchar con parte de sus fuerzas
(posiblemente los príncipes y triarios) por detrás de las líneas romanas, e
irrumpir en el otro flanco donde estaban los hispanos, atacándoles por el
flanco y por la retaguardia, empujándoles hacia los ligures. Se estaba en el
momento álgido de la batalla, consiguiendo inclinarla a favor de los romanos.
Asdrúbal
mantuvo la formación todo el tiempo que pudo, replegándose lentamente hacia las
alturas, alentando a sus hombres y reagrupando a sus unidades para devolverlas
al combate. Hasta que, finalmente, murió en el combate. La formación se
desarticuló y se produjo la consecuente matanza. Los galos que estaban en la
colina apenas ofrecieron resistencia y se rindieron, pero fueron masacrados.
Batalla de Metauro: Tercera Fase
Consecuencias
Las bajas
se estiman en 10.000 hombres y 6 elefantes muertos por el bando
púnico y 2.000 por el bando romano. Fueron capturados 5.500 hombres y 4
elefantes.
Muchos
huyeron e intentaron retornar a sus países, Livio Salinator decidió dejarlos ir
diciendo: “Dejad que algunos sobrevivan para que lleven la noticia de su
derrota y de nuestra victoria”.
Nerón
después de la batalla regresó a su campamento de Apulia, donde se
encontraba Aníbal, forzó la marcha al igual que la ida, en seis días. Cuando
llegó al campamento, mandó arrojar la cabeza de Asdrúbal por encima de la
empalizada del campamento. Dos oficiales cartagineses capturados fueron
liberados y enviados al campamento púnico, para que le relaten al púnico todo
lo ocurrido.
Al conocer
la derrota y muerte de su hermano, Aníbal se retiró a Brutium, y los romanos no
se atrevieron a enfrentarse con él.
Cabeza de Asdrúbal siendo presentada a
Aníbal
Campaña de Magón en Liguria (205 -203 a.C)
Expulsión de Gades (Cádiz)
Tras la
batalla de Ilipa en el 206 a.C, Magón Barca recibió órdenes claras y
contundentes de abandonar Hispania, sin embargo, decidió intentar una última y
arriesgada acción para cambiar el rumbo de la guerra. Tomó la flota y su
ejército e intentó volver a capturar Cartago Nova, desembarcó una fuerza en los
alrededores de Cartago Nova y saqueó la campiña. Los habitantes de huyeron a la
ciudad e informaron de la aproximación del enemigo. Cuando intentó el asalto
por el mismo lugar que lo hizo Escipión, la guarnición estaba alertada y los
rechazaron. Reembarcando de nuevo a costa de la pérdida de 800 hombres y
armamento y equipos de toda clase.
Fracasado
el intento puso proa hacia Gades (Cádiz) para, de esta forma, poder recuperar a
sus tropas y, ahora sí, poner en marcha las órdenes recibidas de Cartago.
A su
regreso a Gades, Magón encontró las puertas de la ciudad cerradas, por algunos
actos de pillaje que habían cometido sus soldados durante el anterior embarque,
así como el decomiso de sus bienes llevado a cabo por Magón para la expedición
Magón
invitó a los dirigentes de la ciudad para una entrevista, pero fueron
capturados y crucificados a la vista de la ciudad.
Magón se
dirigió a las Baleares, donde fue bienvenido, decidió pasar el invierno y
aprovechar para reclutar honderos, recorrió las islas consiguiendo convencer a
unos 2.000 que fueron remitidos a Cartago.
Desembarco
en Italia
En la
primavera del 205 AC, con 12.000 infantes, 2.000 jinetes y 30 buques de guerra
y de transporte, puso rumbo a Liguria con la esperanza de levantar a los galos
y ligures en contra de los romanos.
La llegada
de Magón fue sin contratiempos, tomó como base Savo y dejó 10 buques de
seguridad, el resto los envió a Cartago pues ya se rumoreaba una acción de
Escipión desde Sicilia. Una vez aseguró su posición, hizo trato con los ingauni
(quienes a su vez estaban en guerra con los montañeses epanterii). Pero la
acción más destacable fue sin dudas la toma y destrucción de Génova, casi sin
oposición.
La noticia
llegó Roma que solo disponía de 4 legiones en los territorios al norte de la
península (las 2 legiones en Rimini y las 2 en Etruria), por lo que el Senado
ordena a Salinator (Etruria) dirigirse con sus tropas hacia Rímini para unirse
a Lucrecio, mientras las 2 legiones urbanas de Cepión, eran enviadas a Etruria.
Mapa de situación de las fuerzas púnicas
y romanas en el Norte de Italia en el 203 a.C
Por
entonces, en Cartago se recibieron noticias del desembarco en costas africanas
de las fuerzas comandadas por Lelio, pero los cartagineses, pasado el pánico
inicial, en un gran esfuerzo reunieron un ejército de refuerzo que es enviado a
Magón con una flota de 25 buques, 6.000 infantes, 800 jinetes y 7 elefantes,
incluyendo una importante cantidad de dinero destinado a la contratación de
mercenarios.
Recibidos
estos refuerzos, Magón intenta rápidamente ir al encuentro con su hermano, sin
embargo sus aliados ligures y galos, no pensaban igual, dijeron que necesitaban
más tiempo para movilizar más fuerzas. Magón decide esperar y pospone su
marcha. Mientras tanto los romanos maniobraban en Etruria y la Galia para
impedirle el paso.
Por
entonces, en Cartago se recibieron noticias del desembarco en costas africanas
de las fuerzas comandadas por Lelio, pero los cartagineses, pasado el pánico
inicial, en un gran esfuerzo reúnen un ejército de refuerzo que es enviado a
Magón con una flota de 25 buques, 6.000 infantes, 800 jinetes y 7 elefantes,
incluyendo una importante cantidad de dinero destinado a la contratación de
mercenarios.
Recibidos
estos refuerzos, Magón intentó rápidamente ir al encuentro con su hermano, sin
embargo sus aliados ligures y galos, no pensaban igual, dijeron que necesitaban
más tiempo para movilizar más fuerzas. Magón decidió esperar y posponer
su marcha. Mientras tanto los romanos maniobraban en Etruria y la Galia Padana
para impedirle el paso.
Las
naciones galas no se unían a la guerra abiertamente, pero no impedían el
reclutamiento de guerreros a modo de mercenarios, guardando oficialmente cierto
marco de “neutralidad”, mientras que los ligures estaban obligados moralmente a
Magón dado que éste los había ayudado en sus guerras internas, aparte de la
lejanía de las tropas romanas de su territorio.
En el 204
AC prácticamente toda la Etruria estaba de parte de Magón, esperando con su
ayuda, poder rebelarse. El cónsul tuvo que tomar drásticas medidas que, en
definitiva, le impidieron participar en la intercepción de Magón.
Batalla de
Liguria (203)
El año 203
a.C se inició en Roma, como de costumbre el relevo de mandos. Los cónsules
electos son Cneo Servilio Cepión que manda un ejército consular frente a Aníbal
en Brucio y Cayo Servilio Gémino que manda el ejército consular en Etruria,
el procónsul Marco Cornelio Cetego al mando de 2 legiones en la Galia
Padana, al que se uniría Marco Livio Salinator que manda las 2 legiones, y
Publio Quintilio Varo mandaba las 2 legiones de Rimini.
Magón,
ahora sí movilizó sus tropas hacia el interior de la Galia en el verano del 203
a.C. Ante esta noticia, las fuerzas romanas que estaban acantonadas en Rimini
marcharon a Placencia, uniéndose a Cetego y Salinator, avanzaron juntas al
encuentro de Magón, y en algún lugar de la Galia Padana, en el país de los
insubros se encontraron con las fuerzas púnicas, desconociéndose el lugar
exacto.
Despliegue Inicial
Las fuerzas
de Magón eran de unos 18.000 infantes, 2.000 jinetes y 7 elefantes, más unos
10.000 ligures y 5.000 galos. Dispuso sus fuerzas de la siguiente forma: En el
ala derecha la caballería númida (1.000). En el centro la falange libio-fenicia
(5.000), a continuación los hispanos (8.000), los ligures (10.000) y la otra
parte de la falange libio-fenicia (5.000), delante del centro situó los
honderos de baleares e infantería ligera (2.000). En el ala izquierda la
caballería púnica e hispánica (1.000). Como reserva a retaguardia situó los
galos (5.000) y los 7 elefantes.
Los romanos
disponían de 30.000 infantes y 2.000 jinetes. Dispusieron de la siguiente
forma: En el ala derecha la caballería romana (1.000) frente a la púnica. En el
centro 4 legiones (12 y 13 en los extremos y las aliadas en el centro),
delante de estas los vélites (5.000). En el ala izquierda la caballería
aliada (1.000) frente a la númida. Como reserva a retaguardia las 2 legiones
(la 13 y una aliada) del pretor Quintilio Varo, esta fue una de las raras
ocasiones en que los romanos emplearon una reserva.
Batalla de Liguria verano del 203 a.C:
Despliegue inicial
Primera fase
Se inició
el combate con el ataque de la caballería númida contra los aliados, al mismo
tiempo las legiones romanas avanzaron, chocando los vélites con los honderos de
baleares y fuerzas de cobertura, una vez retirados, las legiones chocaron con
la infantería púnica de forma violenta.
Los jinetes
númidas retrocedieron cediendo su ala. Tal situación, era de gran riesgo
para los cartagineses. Magón decidió emplear los 7 elefantes contra la
caballería aliada, que vió como sus caballos se descontrolan solo ante la
presencia y el olor de tales bestias, ahora el ala izquierda romana pasó a
la defensiva, los númidas se recuperaron y daban cuenta fácilmente de los
jinetes romanos en sus asustados y descontrolados animales.
La legión
12, lo estaba pasando muy mal, había sufrido gran cantidad de bajas por acción
de la infantería rival, era ahora atacada de flanco por los elefantes, su
situación se volvió crítica.
Batalla de Liguria verano del 203 a.C:
Primera fase
Segunda fase
Los romanos
decidieron estabilizar la situación y emplear las reservas, la legión 13
avanzó contra el flanco derecho púnico, los vélites de esta legión atacaron a
los elefantes, matando a 4 de ellos, el resto de la legión se dispuso a
atacar el flanco derecho de la falange libio-fenicia.
Infantería romana contra elefantes. Autor
Ángel Todaro
La
caballería aliada romana retomó la iniciativa y se volvió a imponer a la
númida.
Batalla de Liguria verano del 203 a.C:
Segunda fase
Tercera fase
Magón
decidió emplear a los galos para parar a la legión 13, los tres elefantes que quedaban,
entorpecieron su despliegue, y cuando chocaron con la legión 13, empezaron a
ser derrotados, y por si fuera poco, la legión 11, se imponía claramente
en el otro flanco.
Ante tan
favorable situación, los romanos avanzaron ahora y obligaron a su rival a ceder
terreno al verse flanqueado y muy presionado de frente. Magón logró sin
embargo, mantener a su ejército ordenado e inició un repliegue general que se
estaba ejecutando de forma muy ordenada, hasta que el líder púnico cayó
gravemente herido y fue retirado del campo de batalla inconsciente. Sus hombres
lo creyeron muerto y entraron en pánico, en consecuencia, la línea púnica
se desarticuló, y a partir de entonces, el ordenado repliegue se tornó en una
huida desesperada.
Los romanos
les dieron caza el resto de la jornada, dando cuenta de más de 5.000 muertos.
Las bajas romanas, también fueron importantes, 2.300 muertos, la mayoría de la
legión 12.
Magón huyó
oculto por la noche, todo lo rápido que su herida le permitía. Encontró refugio
en la tierra de los Ingauni de Liguria, donde se entrevistó con una embajada de
Cartago que le informó que debía zarpar para África lo antes posible.
Magón
embarcó con sus hombres que todavía le seguían siendo fieles y zarpó rumbo a
Cartago, pero murió durante el viaje. Algunos buques fueron interceptados por
una flota romana que operaba en la zona, pero el resto logró llegar a salvo
casi al mismo tiempo que lo hiciera Aníbal.
Últimos años de Aníbal en Italia
Muerte de dos cónsules 208 a.C
En el 208
a.C, los romanos disponían de 21 legiones distribuidas de la siguiente forma:
·
Apulia 2 legiones del
ejército de consular Marcelo.
·
Lucania 2 legiones bajo el
mando de Crispino en Lucania.
·
Tarento 2 legiones bajo el
mando de Quinto Claudio Flaminino.
·
Capua 1 legión bajo el mando
de Quinto Fulvio Flaco.
·
Etruria 2 legiones bajo el
mando de Cayo Hostilio Túbulo.
·
Galia Cisalpina 2 legiones
bajo el mando de Lucio Veturio Filón.
·
Cerdeña 2 legiones bajo el
mando de Cayo Arunculeyo.
·
Sicilia 2 legiones bajo el
mando de Sexto César.
·
Hispania 4 legiones bajo el
mando de Silano y Publio Escipión.
·
Roma 2 legiones urbanas.
Desde
Lucania Crispino inicia las operaciones dirigiéndose al Brucio para asediar
Locri. Le trajeron maquinaria de asalto desde Sicilia y comenzó el cerco.
Aníbal reaccionó desplazándose con su ejército al cabo Lacinum al sur de
Crotona. Crispino decidió abandonar el cerco y dirigirse hacia Apulia a
reunirse con Marcelo, mientras el pretor en Sicilia Lucio Cincio Alimento tomó
el relevo del asedio de Locri con efectivos traídos desde la isla, al tiempo
que la mitad del ejército con base en Tarento se desplazó desde allí a unirse a
la operación.
Aníbal
salió en persecución de Crispino, pero a la altura de Petelia tendió una
emboscada con 3.000 jinetes y 2.000 infantes a los efectivos que venían desde
Tarento, avisado por los habitantes de Thurium. 2.000 romanos murieron y otros
1.200 fueron apresados. El resto retornó a Tarento.
En una
posición entre Venusia y Bantia acamparon ambos cónsules romanos en dos
campamentos diferentes. Aníbal llega a la zona persiguiendo a Crispino y acampó
frente a ellos. Los cónsules sacaron sus ejércitos presentando batalla pero el
púnico rehusó aceptarla ante la magnitud de los efectivos oponentes. Comenzó un
impáss en el trascurso del cual los cónsules decidieron hacer una salida de
reconocimiento a una colina emplazada entre los campamentos romanos y el
cartaginés. Durante la misma fueron emboscados por la caballería cartaginesa
que mató a Marcelo y hirió muy gravemente a Crispino. Algunos prefectos aliados
cayeron también en la celada.
Aprovechando
la parálisis que eso provocó en las filas romanas, Aníbal se decidió explotar
el éxito y tomar la relativamente cercana Salapia mediante engaño aprovechando
que poseían el anillo consular de Marcelo. Sin embargo los romanos habían sido
más rápidos que él y habían mandado mensajeros informando de la novedad a todas
las localidades circundantes. Alertadas por esto, cuando llegaron los
mensajeros de Aníbal haciéndose pasar por romanos con una carta del cónsul y
avisando de la llegada esa misma noche del mismo a la ciudad, decidieron a su
vez tender una trampa a los púnicos. El general cartaginés adelantó una tropa
de 600 aliados itálicos cuyos eran romanos, fueron dejados pasar a la ciudad,
momento en el que las puertas se cerraron de golpe y fueron masacrados por los
defensores. Descubiertos sus planes, Aníbal decide retornar al Brucio para
socorrer Locri, lo hizo a marchas forzadas adelantando efectivos ligeros para
avisar a la guarnición de la localidad de su inminente llegada, que se
coordinaría con una salida de los defensores.
Mientras el
ejército consular de Marcelo se dirigía a Venusia mandado por el hijo del
cónsul fallecido, al mismo tiempo Crispino se dirigió con el suyo a Tarento
donde invernará. El hijo de Fabio Máximo fue enviado a Venusia a hacerse cargo
del ejército de Marcelo.
Fuerzas de Aníbal en Italia: jabalinero
libio de la tribu adyrmachidae de Marmarica con caetra, un sammita italiano, un
íbero, un celta atrás. Fuente Revista Focus Storia
Magón, jefe
de la guarnición que defiende Locri, coordinó con Aníbal el ataque sobre los
romanos, siendo estos totalmente sorprendidos por la llegada de Aníbal, huyendo
hacia los barcos de modo precipitado, abandonando la maquinaria de asalto. De
este modo el sitio queda levantado. Siendo apresado Lucio Cincio Alimento,
pretor en Sicilia, pues es conocido que fue prisionero de Aníbal, cosa que
aprovechó para escribir sobre la guerra aportando información del bando
cartaginés.
Antes de
acabar el año y como consecuencia de sus heridas Crispino falleció y en su
lugar fue enviado desde Etruria el pretor Cayo Hostilio Túbulo para hacerse
cargo provisionalmente del mando de su ejército.
Batalla de Grumentum 207 a.C
En el 207
AC, ante la amenaza de la llegada de Asdrúbal a Italia, el senado romano nombra
dictador Tito Manlio Torcuato, manteniendo dos ejércitos consulares uno mandado
por Marco Livio Salinator que fue enviado al norte para bloquear el paso del
ejército de Asdrúbal por los Alpes, mientras que Claudio Nerón se dirigiría
hacia el sur, contra Aníbal.
Incluso
antes de recibir el mensaje de su hermano Asdrúbal, Aníbal sabía que tenía que
viajar al norte para encontrarse con él. Era consciente de las ventajas la
unión de ambos ejércitos cartagineses, y la desestabilización que esto crearía
en el centro de Italia. Pero Aníbal tenía que actuar con astucia, porque al
dejar Brucio indefensa durante varios meses, podría ser conquistada por
cualquiera de los múltiples ejércitos romanos que lo había estado acosando,
perdiendo así a sus mejores aliados en Italia, además la posible pérdida de
Locri y Crotona, los dos únicos puertos que controlaba, le privaría de la
posibilidad de recibir refuerzos de Cartago o Macedonia o volver a embarcarse
de nuevo a África con su ejército si todo estaba perdido.
Por lo
tanto, Aníbal no se daba prisa a salir de sus cuarteles de invierno, tomándose
su tiempo recogiendo todas las guarniciones y destacamentos que pudo en Brucio.
Aníbal logró reunir unos 26.000 infantes, 6.500 jinetes y 20 elefantes. Con
este ejército dejó Brucio y se movió en dirección a Lucania, donde decidió
acampar cerca Grumentum, que todavía le era leal.
Cuando
Fulvio Flaco procónsul de Brucio, se dió cuente de los movimientos de Aníbal,
le persiguió, y envío un mensajes a cónsul Nerón, que estaba en Vonusia,
informándole de la situación. Nerón movió su ejército hacia Grumentum con el
fin de interceptar Aníbal.
Fulvio
Flaco, también se dirigió a Grumentum, reuniendo su ejército con el de Nerón.
Los romanos tenían unos 34.000 soldados de infantería y 2.500 de caballería.
Los campamentos de ambos ejércitos estaban separados por unos 1.500 metros por
unas colinas, el campamento de Aníbal estaba cerca de la ciudad para tener
cubierta su retaguardia. Las fuerzas romanas bloqueaban todas las rutas hacia
el norte, por lo que Aníbal decidió ofrecer batalla con el fin de romper el
bloqueo y enlazar con Asdrúbal.
Aníbal desplegó
sus fuerzas en línea de batalla durante varios días, pero los romanos no
aceptaban la batalla. Hubo algunas escaramuzas menores, la intención de los
romanos era simplemente mantener a Aníbal en el sur.
Finalmente
el carácter impetuoso del cónsul romano y las continuas provocaciones del
ejército de Aníbal, llevaron Nerón a aceptar el desafío de Aníbal, preparando
una trampa, enviando por la noche cinco cohortes y cinco manípulos bajo el
mando de Tiberio Claudio Asellus, y P. Claudio, a unas colinas situadas a la
izquierda y a retaguardia del campamento de Aníbal.
Al día
siguiente Nerón formó temprano sus tropas para la batalla, Aníbal al enterarse
de que estaba formado, mandó salir a sus hombres y desplegar rápidamente, Nerón
aprovechó la confusión inicial y para hacer un fuerte e inesperado ataque
contra las tropas ligeras de Aníbal con su caballería.
Batalla de Grumentum 207 a.C. Entre las
fuerzas de Aníbal y el cónsul Nerón finalizando en tablas
La
presencia de Aníbal, sin embargo, comenzó a restaurar el orden; el ala derecha
romana atacó antes de que los cartagineses hubiesen completado el despliegue.
Los romanos eran mejores en disciplina y tenían la ventaja de la iniciativa.
Los
cartagineses no mostraron la desmoralización, y resistieron los enérgicos los
ataques romanos con gran determinación. Aníbal a pesar del terror y la
confusión consiguió completar la formación de sus tropas para la batalla.
Los púnicos
aguantaron bien los ataques romanos, pero de repente por su flanco izquierdo
aparecieron las tropas emboscadas, el flanco izquierdo púnico, retrocedió para
apoyarse en el campamento, mientras en ala derecha la caballería púnica muy
superior puso en fuga a la romana y amenazaba con cortar la retaguardia romana.
Nerón ordenó la retirada al campamento.
Según Livio
los romanos mataron 8.000 púnicos, y capturaron 700 hombre y 7 elefantes, y los
romanos sufrieron 5.000 muertos, dando la victoria a los romanos.
Lo cierto
es que la batalla realmente quedó en tablas con ventaja para Aníbal, ya que
consiguió romper el bloqueo romano y dirigirse a Venosa. Nerón ofreció batalla
al día siguiente, pero Aníbal lo rechazó. Al tercer día abandonó el campamento
dejando los fuegos encendidos a cargo de los númidas, e inició la marcha hacia
el norte. Nerón cuando descubrió la huida le persiguió, tras unas acciones
menores, se dirigió a Metaponto, para recoger la guarnición de la ciudad,
mandada por su sobrino Hanón.
Después de
la incorporación de las fuerzas de Metaponto a su ejército, envió a Hanón a
Brucio, mientras él se dirigió a Canusio en Apulia, donde acampó a la espera de
noticias de su hermano. El cónsul Nerón lo siguió y estableció su campamento
cerca.
Batalla de Locri 205 a.C
En el
Brucio, el ejército de Aníbal comenzaba a padecer problemas de abastecimiento.
Durante el verano permaneció junto al cabo Lacinio, al sur de Crotona. La
guerra se encontraba en una fase en la que predominan los saqueos de los
territorios vecinos. La guarnición romana de Regio asolaba los campos
circundantes a Locri, capturando unos artesanos, que una vez prisioneros
acuerdan facilitar una traición a cambio de su libertad. Escipión se interesó
en la cuestión y envía un grupo de 3.000 soldados que desde Regio se dirigirán
a tomar Locri. Equipados con escalas consiguieron subir los muros y juntamente
con traidores redujeron a los centinelas. Iniciado el combate y con la
confusión, la guarnición cartaginesa cuyo jefe se llama Amílcar, creyó que la
ciudadela estaba ya tomada y huyó a una segunda fortaleza situada en las
inmediaciones. La ciudad se asienta entre ambas fortificaciones. Pequeñas
escaramuzas tienen lugar entre ambos bandos, aumentando los cartagineses su
tropa con refuerzos venidos de las vecindades. Finalmente Aníbal se acercó a la
zona, pero los romanos con el apoyo de la población permanecieron sin retirarse
en la ciudadela que controlan. Enterado Escipión de la llegada de Aníbal, y del
problema en que se va a ver envuelta su guarnición, dejó a su hermano Lucio al
mando en Sicilia y se dirigió a ayudarlos desde Mesina. Aníbal envió un
mensajero a Amílcar indicándole que al amanecer de la mañana siguiente forzase
un combate con el enemigo para entonces irrumpir él por detrás y tomar la otra
ciudadela mientras estaban luchando.
Debido a la
falta de material de asalto y a lo constreñido del lugar, Aníbal que había
llegado una vez iniciado el combate, no pudo cumplir sus intenciones e instaló
su campamento en las cercanías. Mientras, la flota romana llegó a Locri y
desembarcó entrando en la ciudad antes de la puesta del sol. Al día siguiente
Aníbal inició el asalto de los muros, siendo sorprendido por una repentina
salida de la ciudad de los defensores que mataron a 200 hombres y le obligaron
a replegarse. Intuyendo la presencia del cónsul romano ordenó levantar el campamento
e irse ante la posibilidad de verse cercado por éste y los otros dos ejércitos
que ya operan en el Brucio (el de Metelo y el del cónsul Licinio Craso). Su
guarnición quemó las casas como medio de distracción, y huyeron alcanzando a
los suyos. Escipión ocupó todo el pueblo tras lo cual, reembarcó sus tropas y
retornó a Mesina en Sicilia dejando al propretor Quinto Pleminio a cargo junto
a los tribunos que él había dejado. Estos tendrán una pugna debido a la
rapacidad que demostraron con la recién tomada población. Los excesos cometidos
serán aprovechados por los rivales políticos de Escipión para intentar
apartarlo del mando.
Al final de
la campaña se declara una peste que afecta al ya mermado ejército de Aníbal y a
los dos ejércitos romanos en la zona. En especial al de Metelo. Debido a los
estragos de la enfermedad, los romanos licencian al ejército de Metelo al
completo. Aníbal por su parte reparte su ejército en guarniciones. Esto
condicionará la ausencia de operaciones militares por parte de ambos en la
última fase del año.
Batalla de Crotona 204 a.C
El año 204
a.C comenzó con la elección de los nuevos cónsules, Marco Cornelio Cetego que
se le asigna Etruria y Publio Sempronio Tuditano que se le asigna Brucio, se le
ordenó alistar un nuevo ejército, dado que el anterior tuvo que ser licenciado
por la peste.
Aníbal
también acabó el año anterior con su ejército padeciendo un brote de peste y
dificultades en el abastecimiento, optando por repartir las fuerzas entre las
guarniciones de Brucio.
Sempronio
Tuditano inició una marcha con su nuevo ejército por las proximidades de
Crotona durante la cual fue sorprendido por el ejército púnico. Tras sufrir
1.200 bajas mortales consiguió refugiarse en su campamento. Esa misma noche
avisó al procónsul Publio Licinio Craso, para que se uniese con sus hombres a
él. Al día siguiente los romanos ofrecieron batalla permaneciendo el ejército
de Craso en retaguardia escondido. Tentado por la posibilidad de volver a
endosarle una derrota Aníbal acepta el envite, viéndose sorprendido por la
aparición del segundo ejército. Los cartagineses fueron derrotados sufriendo
4.000 muertos y 300 prisioneros, teniendo que refugiarse en Crotona.
Aníbal abandona Italia 203 a.C
En el 203
a.C, fueron elegidos cónsules Cayo Servilio Gémino en Etruria dada amenaza de
Magón en Liguria y Cneo Servilio Cepión en Brucio. Cetego tiene 2 legiones en
la Galia Cisalpina y Quintilio Varo 2 legiones en Arimoni con lo cual disponen
de 8 legiones para controlar a Magón.
Tuditano
tiene 4 legiones en Brucio que unidas al ejército consular disponen de 8
legiones para controlar a Aníbal, que solo ocupa el Brucio. Muchas ciudades se
siguen pasando al bando romano, aunque no hay campañas militares dado que el
esfuerzo principal estaba en el norte contra Magón. No obstante Livio se hace
eco de un combate del cónsul contra Aníbal en el que este último habría perdido
5.000 hombres, una cifra exagerada para la poca difusión que habría tenido este
evento. De cualquier modo fue el último combate conocido de Aníbal en Italia.
Al igual que su hermano Magón, recibió una embajada de Cartago que le indicaba
que debía retornar a África para hacer frente a Escipión.
Soldados de Aníbal en Italia: tras 16
años de guerra la mayoría de las fuerzas de Aníbal eran italianas: a la izquierda
oscos, sammitas, brucios y galos. A la derecha lucanos y etruscos.
Livio
cuenta que Aníbal masacró a los itálicos que rehusaron acompañarle a África y
dejó guarniciones en diversas localidades pero con tropas de muy baja calidad.
Lo que si es cierto es que se vio obligado a sacrificar muchos caballos al no
poderlos transportar. Esto indicaría cierta disposición a retornar en caso de
que hubiese derrotado a Escipión. Los generales romanos no intentaron en ningún
caso detener a los dos ejércitos de los hermanos Barca cuando se reembarcaron,
de manera que todo quedaría en manos de Escipión.
Coincidiendo
con estos hechos se produjo la llegada a Roma desde Grecia de una embajada de
los estados aliados en la cual se informaba que Filipo V de Macedonia había
violado los tratados de paz y asolaba sus tierras al tiempo que había enviado a
África un cuerpo de 4.000 hombres bajo mando de Sópater junto con dinero, para
apoyar a los cartagineses.
Batalla de Zama (202 a.C)
Desembarco de Aníbal en África
En el 203
AC, Aníbal se hallaba en Crotón (Crotona) cuando recibió la orden de
retirarse a África. Primero mató a todos sus caballos, y el 23 de junio, bajo
la protección del armisticio embarcó a sus hombres (de 15.000 a 20.000 hombres)
y les desembarcó en Leptis Minor, desde donde se dirigió a Susa para hacerse
con toda la caballería que pudiera.
Una vez
desembarcadas sus fuerzas, Aníbal estableció su base de operaciones en la
ciudad costera de Hidrumetum (la actual Soussa), comenzó entonces una frenética
actividad, por un lado envió a parte de sus fuerzas en busca de suministros,
caballos y refuerzos, por otro lado entablo una alianza con la tribu númida de
los areácidas y entre los muchos que ahora acudían a su lado separó a unos
4.000 jinetes que, perteneciendo antes a Sifax, se habían pasado a Masinisa y
ahora se presentaban ante Aníbal para pasarse de nuevo a los cartagineses.
Sospecho Aníbal de la fidelidad de estas tropas y resolvió eliminarlas de un
golpe asesinando a la totalidad de estos auxiliares y repartiendo los caballos
entre sus propias tropas. Acudió en este momento a su lado Tiqueo con 2.000
jinetes y otro jefe tribal númida, Mesótilo con 1.000 jinetes, y también
Vermina, hijo y heredero del reino de padre Sifax, reducido ahora tras la
guerra con Masinisa, pero todavía extenso y poderoso, la alianza se debió
sellar en ese momento pero lo cierto es que la ayuda del númida llegaría,
desgraciadamente para Aníbal y su causa, demasiado tarde.
Aníbal procuró
atraerse hacia su lado a ciertas ciudades o fortalezas que, anexionadas al
reino de Masinisa, interesaban al cartaginés por su situación estratégica. De
esta forma algunas poblaciones se pasaron voluntariamente a los cartagineses y
otras, como Narce (situación desconocida), fueron conquistadas a la fuerza o
mediante estratagemas.
En vista de
que la guerra se encendía, Aníbal, en su afán de reforzar sus heterogéneas
fuerzas, hizo que el senado sobreseyese la condena de Asdrúbal Giscón para de
esta forma convencer a este de que le entregase las fuerzas de que disponía,
que eran unos 2.000 jinetes y 500 infantes, también se unieron 4.000 macedonios
mandados por Sópatro enviados por Filipo V.
Partió y se
dirigió a atacar la númida de Masinisa para evitar que estas fuerzas se unieran
a Escipión, toma la ciudad de Narce, donde recibió la noticia de que Masinisa
se había unido a Escipión con 6.000 infantes y 6.000 jinetes númidas.
Ante la
cercanía del ejército púnico, Escipión decide poner en práctica una trampa, simulando
su retirada hacia Cartago. Aníbal manda su caballería en persecución de los
romanos, produciéndose un enfrentamiento entre jinetes cerca de Zama en el que
los romanos salen victoriosos, mermando de esta manera la caballería del
ejército cartaginés.
Escipión se
entera de los problemas de abastecimiento del ejército de Aníbal y tiende una
emboscada al convoy de suministro púnico al frente de la cual pone a su legado
Quinto Minucio Termo. Este ocupa una colina que domina un paso estrecho y ataca
de noche el tren de suministro matando a 4.000 hombres y capturando otros
tantos además de la totalidad del avituallamiento.
Escipión
toma la ciudad de Partha y se aproxima a Naragara donde cuenta con facilidades
para el abastecimiento, en especial de agua.
El acceso
al agua de Aníbal es pésimo, así que concertó una entrevista personal con
Escipión. Se entrevistaron solos sin escoltas, y no llegaron a ninguna
conclusión.
Entrevista de Aníbal con Escipión aes
de Zama. No creo que necesitase intérpretes como muestra la ilustración, ya que
Aníbal hablaba latín perfectamente.
Escipión
presenta batalla y la situación empuja a Aníbal a aceptar el enfrentamiento el
19 de octubre de 202 a.C.
Despliegue inicial
Aníbal
situó en su ala izquierda 3.000 jinetes númidas mandados por Tiqueo. En el
centro situó los 37.000 infantes en 3 líneas. En el centro situó 80
elefantes que nunca habían entrado en combate, protegidos por 2.000
infantes ligeros y honderos de baleares, detrás tres líneas de infantería de
unos 12.000 hombres cada una, la primera estaba ocupada por ligures y
galos, la segunda línea estaba formada por 4.000 macedonios y unos 8,000
cartagineses, y la tercera por 12.000 veteranos de Aníbal,
principalmente brúcios. En su ala derecha mandada por Cartalón situó 3.000
jinetes púnicos, algunos recién reclutados y otros veteranos con caballos
númidas a los que no estaban acostumbrados.
Batalla de Zama 19 de octubre de 202 a.C:
Despliegue inicial
Escipión
situó en su ala derecha la caballería númida (6.000) mandada por Masinisa. En
el centro situó 4 legiones (dos romanas y 2 aliadas) alrededor de 16.000
legionarios, a ambos lados situó 7.000 auxiliares, delante colocó 6.000 vélites
e infantería ligera, así como los músicos con cuernos y trompetas para ahuyentar
los elefantes. En su ala derecha situó 2.700 jinetes itálicos bajo el
mando de Cayo Lelio.
Los
manípulos romanos no se colocaron a tresbolillo, sino unos detrás de otros para
dejar pasillos por los que pasaran los elefantes cuando rompieran la
formación. El acies de triarios se situó más a retaguardia de lo normal para
evitar los elefantes.
Con ambos
ejércitos frente a frente, los romanos soplaron los cuernos de batalla. Cundió
el nerviosismo entre algunos de los elefantes – pues habían sido capturados recientemente
-, que retrocedieron en estampida contra la propia caballería númida de Tiqueo,
creando un gran desorden.
La batalla
se puede dividir en tres fases: fase 1: la carga de los elefantes y la carga de
las caballerías, fase 2: Lucha en el centro fase 3: ataque de la caballería a
la retaguardia de Aníbal.
Primera fase: carga de los elefantes
Los
elefantes apoyados por la infantería ligera, cargaron contra los vélites
y músicos, que con el fragor de las trompas y cuernos, aterrorizaron a los
elefantes, algunos guías o mahouts fueron matados por los vélites infantería
romana, quedando sin control, sobre todo en el flanco izquierdo, que al
huir del campo de batalla, Los jinetes de Masinisa que estaban acostumbrados a
los elefantes, les lanzaron armas arrojadizas desde sus monturas. Otros
elefantes retrocedieron y fueron matados por sus guías, los elefantes que no
retrocedieron, empujaron a los vélites que se replegaron por los pasillos,
atacándolos desde los flancos con lanzas, muchos murieron y otros pasaron por
los pasillos sin causar bajas.
Batalla de Zama 19 de octubre de 202 a.C:
Primera fase. Carga de los elefantes
Los jinetes
de Masinisa persiguieron a los elefantes, algunos de los cuales fueron contra
la caballería númida de Tiqueo, aprovechando este momento de confusión para
cargar. En el otro flanco, la caballería de Lelio con fuerzas similares,
atacó a la caballería de Cartalón.
Batalla de Zama 202 a.C. Carga de los
elefantes de Aníbal que son atacados por los vélites romanos, unos pasan
entre las filas romanas sin causar daño, otros son muertos y otros retroceden
contra las lineas púnicas. Autor Peter Dennis
Batalla de Zama 202 a.C (5). Carga de los
elefantes de Aníbal que son atacados por los vélites romanos, unos pasan entre
las filas romanas sin causar daño, otros son muertos y otros retroceden contra
las lineas púnicas. Autor Peter Dennis
Batalla de Zama 202 a.C (1): Los
elefantes cartagineses se vuelven contra la propia caballería cartaginesa.
Autor Giuseppe Rava
Batalla de Zama 202 a.C (2). Romanos
atacando a los elefantes. Autor Angus McBride
Batalla de Zama 202 a.C (4). Autor Brian
Palmer
Segunda fase. Lucha en el centro
La primera
línea púnica, se lanzó contra la los hastati, primero se arrojaron las
jabalinas mutuamente y luego el forcejeo cuerpo a cuerpo, al principio pareció
llevar la ventaja Aníbal, que hizo retroceder a los hastati y
aliados, estos apoyados por los príncipes iniciaron el contraataque
antes de que llegara el apoyo de la segunda línea púnica, La primera
línea retrocede y se tiene que replegar por los flancos, en algunos lugares del
centro llegan a producirse combates fratricidas entre los que retroceden y los
componentes de dicha segunda línea. Esto provocó un alargamiento de la
segunda línea, aunque parte de los que se replegaban huyeron y otros se
reagruparon en una colina cercana.
Escipión
mandó retroceder las líneas para reorganizarse, mandó que los príncipes
avanzaran y los hastati pasasen a los flancos una vez rebasados, lanzando
una nueva ofensiva. Tal fue la embestida que el campo se hallaba cubierto de
cadáveres y heridos, Escipión mando que éstos fuesen transportados a
retaguardia, cargando de nuevo con los príncipes y aliados y hastati, de modo
que la segunda línea púnica comenzó a retroceder.
Batalla de Zama 202 a.C (6). Choque entre
príncipes y la segunda línea de Aníbal, compuesta por ciudadanos cartagineses y
libios, que resultaron fácilmente derrotados por los legionarios. Autor Peter
Dennis.
Aníbal
ordenó que la tercera línea de veteranos de Italia, avanzase, y los restos de
la segunda fila fuese a los flancos, comenzando de nuevo a ganar
terreno. Escipión respondió de igual manera, hace avanzar a los triari, y los
príncipes se repliegan a los flancos, para compensar el alargamiento de la
línea, reanudándose de nuevo el ataque.
Batalla de Zama 19 de octubre de 202 a.C:
Segunda fase. Lucha en el centro
Tercera fase: regreso de la caballería
La
caballería romana de Lelio y los jinetes númidas de Masinisa, ya reorganizados
tras la persecución de los jinetes de Tiqueo y de Cartaón, regresaron en aquel
momento al campo de batalla. Atacaron la formación compacta de los cartagineses
desde la retaguardia, de manera que se produjo el colapso del ejército de
Aníbal, quien hubo de huir, las tropas de Escipión trataron de perseguirle,
pero en una colina cercana efectivos hispanos y celtas (restos de su 1ª línea y
de infantería ligera) comandados por Aníbal se lanzan contra los perseguidores
romanos, produciéndoles grandes pérdidas, los romanos deciden no perseguirle
por miedo a otra posible emboscada. Dedicándose a saquear el campamento púnico
y regresan a Útica con el botín.
Batalla de Zama 16 de octubre de 202 a.C:
Tercera fase el regreso de la caballería
Las bajas
cartaginesas se elevaban a alrededor de 20.000 muertos, 10.000 prisioneros y 11
elefantes capturados. Los romanos tuvieron 2.500 legionarios y aliados muertos,
2.500 númidas muertos, 4.000 heridos.
Batalla de Zama 202 a.C (5). Secuelas de
la batalla. Un oficial cartaginés posiblemente del Batallón Sagrado junto a un
centurión piceno y un centurión etrusco después de una batalla. Autor Giuseppe
Rava
Vermina,
hijo de Sífax, llegó en socorro de los cartagineses con una fuerza de
caballería y algo de infantería. Escipión se dirigió a interceptarlo con la
totalidad de su caballería y una parte de su infantería. Lo atacó sobre la
marcha matando a 15.000 hombres y capturando a 1.200 infantes y 150 jinetes.
Vermina logró huir.
Escipión no
marchó contra Cartago, sino que hizo una generosa oferta de paz por la cual
Cartago entregaría todos los buques de guerra y elefantes, se comprometería a
no entrar en ninguna otra guerra sin permiso de Roma, Masinisa sería instalado
en su antiguo reino, y pagarían una indemnización de 10.000 talentos de plata
en 50 años.
Aníbal
sabiendo que iba a ser entregado a los romanos, huyó y vivió 19 años más.
Tercera Guerra Púnica (151 –
146 a.C)
Antecedentes
Cartago
tras ser derrotada en la Segunda Guerra Púnica, cumplió el tratado y procuró
rehacer su economía apoyándose en el comercio por mar y en una importante
expansión de la agricultura, lo que despertó recelos en Roma.
Por eso,
cuando Marco Porcio Catón el Viejo visitó Cartago en el año 152 a.C, creyó que
iba a encontrar una diminuta y mísera ciudad situada en una península africana:
nada más lejos que la realidad. Los cartagineses, no pudiendo emplear su dinero
en guerras, y con una enorme capacidad comercial, habían hecho de su urbe una
ciudad esplendorosa, sobre todo comparándolo con el inmenso barrio de chozas
que era Roma en esa época de su historia. Ante esta situación, Catón volvió a
Roma bramando contra Cartago, diciendo que si dejaban que ésta se recuperase,
volvería a entablar una guerra contra Roma, y que por tanto, y por razones de
seguridad, Cartago debía ser destruida.
El grupo
aristocrático conservador le apoyó le nombro su portavoz, cuyas arengas
anti-cartaginesas fueron famosas, soliendo terminar todos sus discursos con la
célebre frase: “Cartago delenda est” (Cartago debe ser destruida).
La
competencia comercial que representaba Cartago para Roma, sobre todo para la
aristocracia latifundista de Campania en cuanto al comercio de vinos e higos,
lo cual motivó a que ésta apoyara a Catón. Otro factor fue sin duda la
explosión demográfica sufrida en ese momento por la población romana, lo cual
ejerció una fuerte presión para conseguir nuevas fuentes de alimentación, como
las fértiles tierras del actual Túnez.
Ya solo
faltaba una excusa para iniciar las operaciones.
Inicio de la Guerra 151 a.C
La ocasión
la proporcionaron los ataques del rey númida Masinisa, que hostigaba a los
cartagineses que no podían defenderse, ya que necesitaban el permiso de Roma
para hacerlo, y los latinos hacían siempre la vista gorda.
Numidia
atacó el territorio cartaginés, sitiando una ciudad de ubicación desconocida
llamada Horóscopa en el 150 a.C, lo que llevó a la caída del gobierno
prorromano y la instalación de otro más militarista.
Los púnicos
enviaron una expedición militar al mando de Asdrúbal el Beotarca que al mando
de cerca de 25.000 infantes y 400 jinetes ciudadanos, marchó contra Masinisa.
Asasis y Suba, lugartenientes de Masinisa, se pasaron a su bando con 6.000
jinetes cuando estaban cerca, a causa de algunas diferencias con los hijos del
rey. Asdrúbal, animado con estas tropas de refuerzo aproximó su campamento al
enemigo obteniendo una ligera ventaja en diversas escaramuzas.
Masinisa,
con la intención de tenderle una emboscada, se retira poco a poco para dar la
impresión de que estaba huyendo. Este repliegue lo efectúa hasta llegar a una
gran llanura desierta, rodeada por todos lados de colinas y precipicios. Luego
retrocede y fija su campamento en campo abierto; Asdrúbal, por su parte, ocupa
las colinas al considerarlas una posición más sólida. Ambos contendientes se
dispusieron a entablar combate al día siguiente.
La batalla
se prolongó durante todo el día sufriendo numerosas bajas en ambos bandos. Al
caer la noche cesaron los combates con cierta ventaja de Masinisa. Al regresar
del campo de batalla se encontró con Escipión al que recibió con cordialidad
debido a la gran amistad que había tenido con su abuelo. Al enterarse los
cartagineses de la presencia de Escipión en el campamento númida le pidieron
que gestionara una reconciliación con Masinisa. Se concertó una tregua en la
que se reunieron ambas partes. La propuesta cartaginesa era la cesión de la
ciudad de Emporión y el pago inmediato de 200 talentos de plata y 800 en un
plazo posterior. Pero cuando el rey solicitó la devolución de los desertores
(las tropas de Asasis y Suba) los cartagineses se levantaron de la mesa de
negociaciones sin mediar palabra.
Masinisa
rodeó con un foso la colina en la que estaba el campamento cartaginés con el
objetivo de cortar la entrada de suministros; las zonas en las que se hubieran
podido conseguir estaban muy alejadas de la región a la que el númida los había
atraído, tanto que el rey a duras penas había logrado acarrear hasta allí un
poco de alimento desde gran distancia.
Asdrúbal,
estudiando la situación, pensaba que podía abrir una brecha en el cerco con su
ejército, relativamente intacto por el momento. Sin embargo, después de hacer
un recuento de las provisiones se dio cuenta que tiene más que Masinisa y que
podía aguantar más tiempo; decidiendo mantenerse a la espera de un ataque
precipitado por parte del rey. Por otro lado, había recibido noticias de que
una delegación romana se encontraba en camino con el objeto de establecer una
paz negociada. Lo que Asdrúbal ignoraba era que los embajadores romanos
llevaban órdenes de que si Masinisa resultaba vencido, entonces debían arbitrar
para resolver las diferencias pero si tenía ventaja en los combates debían
espolearlo más.
La mayor
parte del ejército púnico pereció de hambre y los demás, al no ver esperanza
alguna de salvación acordaron entregar los desertores a Masinisa, pagarle 5.000
talentos de plata en un plazo de 50 años y acoger de nuevo a sus desterrados en
contra de sus juramentos.
Hechos los
acuerdos, los cartagineses comenzaron a salir por una única puerta de uno en
uno portando únicamente una túnica. Es entonces cuando Gulussa, irritado por la
persecución que había sufrido no mucho antes, ya sea con el consentimiento de
su padre o por propia iniciativa, envía contra ellos un cuerpo de jinetes númidas,
los cuales empezaron a perseguirlos por todos lados.
De los
58.000 hombres que formaban el ejército (a los 25.400 iniciales que salieron de
la ciudad hay que añadirle los que luego se fueron sumando a las filas
cartaginesas) muy pocos consiguieron regresar a Cartago, entre ellos Asdrúbal y
unos cuantos nobles.
Después de
sufrir el desastre militar a manos de Masinisa y por temor a que Roma tuviera
un pretexto para la guerra, los cartagineses condenaron a muerte a Asdrúbal
(aunque no lograron ejecutarlo) y a Cartalón, así como a todos los comandantes
que estuvieron implicados en el ataque a Masinisa, y a los principales miembros
del partido militar.
Creyendo
que de esta manera apaciguarían a los romanos, se envió una embajada para
acusar a estos hombres y al propio Masinisa de haber llegado a un conflicto
armado. Sin embargo, cuando uno de los senadores preguntó a los embajadores por
qué no habían condenado a los culpables al comenzar el ataque a las tropas
númidas en lugar de hacerlo tras la derrota, y por qué no les habían
enviado embajadores antes, en vez de hacerlo ahora, no supieron dar respuesta.
Se envió
otra embajada en la que el gobierno cartaginés, en un intento de salvar la
ciudad de su destrucción, decidía rendirse incondicionalmente. Se entregaron
300 niños, hijos de los principales dirigentes de la ciudad, como rehenes a
cambio de garantizar a Cartago su independencia y el mantenimiento de sus
territorios; también como condición se debían cumplir las decisiones de los
cónsules una vez se hubiesen asentado éstos en suelo africano.
El ejército
romano con más de 80.000 infantes y 4.000 jinetes desembarcó en Útica. Los
cónsules exigieron la entrega de toda la flota y armas de asedio de la ciudad,
lo que cumplió inmediatamente. Los púnicos entregaron 200.000 equipos
individuales para soldados y 2.000 catapultas y ballestas. Pero cuando se dio
como nueva exigencia el traslado de la ciudad fenicia a 15,4 km (80 estadios)
tierra adentro y la destrucción de su antigua localización. Los cartagineses se
negaron, ya que significaba perder su dominio marítimo y comercial junto con su
identidad cultural, lo que dio comienzo al asedio.
Inmediatamente
se comenzó el rearme, y la rapidez como se llevó a cabo demuestra que Cartago
no entregó, ni mucho menos, todas sus armas a los romanos. Los cartagineses
inmediatamente se atrincheraron en su ciudad y asesinaron en todos aquellos considerados
como colaboracionistas. Aunque parcialmente desarmada, Cartago estaba rodeada
por excelentes fortificaciones que permitirían su defensa a los mismos
ciudadanos, aún con inferioridad numérica y de equipo con relación a los
romanos. Con el fin de ganar tiempo para fabricar armas, los cartagineses
enviaron una embajada a los cónsules romanos con el pretexto de un armisticio a
fin de negociar con el senado romano. El armisticio fue rechazado, pero
inexplicablemente los romanos no procedieron a asaltar de inmediato la ciudad.
Gracias a
esto, los cartagineses pudieron prepararse para resistir el asedio; fabricaron
armas y armaduras día y noche utilizando de cualquier metal disponible, incluso
de los collares de las mujeres; construyendo máquinas de guerra (cuyas cuerdas
se prepararon con cabellos donados por las mujeres); se liberaron esclavos para
aumentar el número de defensores; se reforzaron las murallas de la ciudad y se
almacenaron un gran cantidad de provisiones. Mientras que la ciudad se armaba
con todo lo que tenían a mano, Asdrúbal, que después de su condena a muerte
consiguió escapar y formar un ejército propio que ocupaba casi todo el
territorio cartaginés, fue amnistiado y se le imploró que ayudara a la ciudad,
lo que aceptó de inmediato. Increíblemente los romanos continuaron sin actuar y
cuando finalmente intentaron asaltar la ciudad se dieron cuenta que esta estaba
totalmente lista para defenderse, lo que quedó comprobado cuando intentaron
asaltar la urbe y fueron rechazados.
Los
cartagineses habían formado un ejército de 40.000 soldados y 25.000 milicianos
y 1.000 jinetes.
El asedio
Se situaron
dos campamentos romanos, el de Censorino al sur del perímetro exterior de la
muralla cartaginesa en la lengua de tierra entre la laguna y el mar, y el de
Manilio al oeste. La primera victoria se la llevaron los cartagineses, un grupo
de jinetes comandados por Himilcón Fameas, lograron matar a 500 legionarios
desprevenidos que estaban talando árboles para construir máquinas de asedio.
Los dos
cónsules deciden efectuar un asalto a los muros de la ciudad. Las tropas de
Manilio consiguen derribar a duras penas una zona fortificada situada delante
de la muralla, siendo repelido desde lo alto de la misma por el lanzamiento de
gran cantidad de proyectiles, por lo que se replantea volver a intentar el
asalto den el mismo sitio.
Censorino
rellenó una zona de la laguna con la intención de hacerla más ancha y poder
pasar dos grandes arietes arrastrados por los soldados y por las tropas de la
flota. Esta vez si que se consigue abatir parte de la muralla, pero al intentar
pasar, sus tropas fueron rechazadas. Durante la noche, los cartagineses se
pusieron a la tarea de reconstruir las partes demolidas. Sin embargo, como al
llegar el día las obras no iban a estar terminadas y temiendo que los romanos
derribaran más muralla a lo largo de la jornada, hicieron una salida con la
intención de prender fuego a las máquinas romanas. Lograron destruir algunas e
inutilizar otras muchas, tras lo cual se retiraron al interior de la ciudad.
Asedio de Cartago por los romanos.
Censorino consigue romper parte de la muralla, pero los púnicos consiguen
reconstruirlas. Se puede apreciar la bocana del puerto y al fondo la colina de
Birsa. Juego Total War Rome II
Manilio
tomó la decisión volver a atacar por la parte de la muralla que había sido
derribada y no reconstruida aún por completo. En el interior podían observar un
espacio abierto apto para el combate en cuyo frente los cartagineses habían
colocado hombres armados y, detrás, estaban dispuestos los que no tenían armas
y portaban palos y piedras; consiguió avanzar hacia el interior de Megara (área
rural que rodeaba la ciudad de Cartago) pero una vez superadas las murallas los
legionarios fueron rechazados por los defensores.
Sin
embargo, Escipión Emiliano, que por este tiempo era tribuno militar, se quedó
atrás y dividió en varios grupos a sus tropas a intervalos a lo largo de la
muralla sin dejarlas entrar en la ciudad. Cuando los que habían entrado fueron
rechazados, Escipión ordenó a sus tropas proteger y cubrir la retirada logrando
salvar a los que salían huyendo.
Censorino
se vio obligado a abandonar el campamento por la insalubridad de su ubicación y
en su traslado con la flota fue atacado de repente por varios brulotes cartagineses
(barcos cargados de material explosivo o inflamable) que tuvieron un efecto
demoledor en la desordenada flota romana que no esperaba un ataque en el mar.
Sumado a
esto, en el sector oeste de las murallas que rodeaban Megara, los cartagineses
salieron y atacaron el campamento de Manilio, usando planchas de madera para
evitar el foso del campamento, y pillaron desprevenidos a los defensores. En el
campamento cundió el pánico pero la intervención del joven tribuno Escipión
Emiliano que salió con su caballería por la puerta opuesta y ataco por
retaguardia a los atacantes, obligándoles a retirarse, evitando la aniquilación
del ejército romano. Gracias a esta acción, Escipión se ganó una corona
gramínea, la máxima condecoración militar del ejército romano.
Al no poder
tomar la ciudad, los romanos emprendieron una serie de ataques a las ciudades
cercanas que brindaban apoyo a Cartago. Las expediciones estaban mandadas por
los tribunos militares en turnos rotatorios.
Asdrúbal
había acampado en las cercanías de Nepheris, lugar en donde el terreno le
brindaba una mejor protección. Manilio cuando se enteró, decidió atacarle y
estableció un plan de acción contra Asdrúbal. Escipión era de la opinión
que la ruta a seguir era propicia para emboscadas pues estaba llena de zonas
rocosas, precipicios y bosques, a lo que había que sumarle que las alturas
habían sido tomadas previamente por el enemigo.
Manilio
emprendió la marcha; al llegar a tres estadios del campamento de Asdrúbal,
había que descender al cauce de un río y subir luego para atacarle. Escipión le
aconsejó que diera la vuelta, los otros tribunos se opusieron y tacharon de
cobarde el retirarse a la vista de los cartagineses; más aún, podía ser atacada
su retaguardia. Escipión aconsejó entonces al cónsul fortificar un punto
delante del cauce del río a fin de tener un lugar donde retirarse en el caso de
ser derrotados. Los otros tribunos se volvieron a negar.
Cuando las
tropas de Manio Manilio vadearon el río, Asdrúbal cayó sobre sobre los romanos.
Se desencadenó un combate en el que ambos bandos sufrieron un número elevado de
bajas. Los cartagineses se retiraron y alcanzaron su posición fortificada a la
espera de que los romanos se pusieran en movimiento y poder volver a atacarlos.
Manio Manilio, arrepentido de su imprudencia al no construir un campamento,
ordenó que el ejército se retirase en formación hasta el río, pero dada la
dificultad de cruzarlo de nuevo tuvieron que romper la formación debido a que
había pocos vados y eran estrechos. Al ver esto, Asdrúbal lanzó un rápido
ataque logrando dar muerte a multitud de romanos, los cuales huían sin
defenderse. En el campo quedaron tres de los tribunos militares que habían
apoyado el combate.
Escipión,
en compañía de 300 jinetes y de todos cuantos pudo reunir, tras dividirlos en
dos cuerpos, se dispuso a cubrir la huida. Escipión cargó contra los
cartagineses que estaban atacando a los que cruzaban el río, y estos
abandonaron la persecución para hacerle frente.
Cuando
cruzó todo el ejército, se dieron cuenta de que cuatro cohortes que habían
buscado refugio en una colina, estaban siendo sitiadas por Asdrúbal. Decidieron
abandonarlos a su suerte, pero Escipión con su caballería, volvió a cruzar el
río, dividió las fuerzas en dos grupos y les atacó por dos frentes, los
sitiadores abandonaron el cerco y huyeron. Por esta acción fue condecorado con
la corona obsidionalis.
Finalmente
entró un nuevo personaje en escena, Gulusa, el segundo hijo legítimo de
Masinisa, que se unió a los romanos con más de 2.000 jinetes númidas. Además,
Himilcón Fameas y su caballería se pasaron también al bando romano.
Manilio
aprovechó esta situación para regresar a su campamento, donde permanecería
atrincherado hasta el final de su mandato. No habiendo conseguido prácticamente
ninguna victoria, los dos cónsules fueron sustituidos a comienzos de la
primavera de 148 a.C por Lucio Calpurnio Pisón y su legado Lucio Hostilio
Mancino, el primero pasaría a mandar el ejército terrestre y el último la
flota. En ese mismo año moría el rey númida, Masinisa, a los 90 años.
Nuevamente
se intentaron tomar las ciudades costeras aliadas de Cartago, aunque esto no
dio resultado. Además, unos 800 jinetes de Gulusa se pasaron al bando
cartaginés y se enviaron emisarios incluso a Andrisco, un rebelde macedonio que
se había hecho pasar por el hijo de Perseo de Macedonia y se había levantado en
armas contra los romanos.
En estos
dos años de guerra, a los romanos les resultó imposible tomar Cartago, pues
contaba con enormes recursos, sólidas fortificaciones y un gran ejército que
impedía su aislamiento total, continuando esta su actividad comercial por vía
marítima. Como el asedio se prolongaba, los comandantes romanos decidieron
permitir la entrada en su campamento de “elementos de distracción”:
prostitutas, comerciantes, etc, lo que provocó un relajamiento de la disciplina
militar.
Finalmente
entre los dirigentes romanos, molestos por la duración y poco éxito del asedio
decidieron nombrar al nieto adoptivo de Escipión el africano, Publio Cornelio
Escipión Emiliano, cónsul y comandante supremo del ejército romano en África,
en el año 147 a.C, a pesar de no tener la edad requerida para ostentar el cargo
de cónsul. Su capacidad quedó demostrada cuando resolvió el problema en la sucesión
de Masinisa, dividiendo el poder entre sus tres herederos.
Cuando
Escipión Emiliano tomó el mando lo primero que hizo fe expulsar a los civiles
del campamento romano, como las prostitutas y comerciantes, imponiendo de nuevo
una dura disciplina.
La primera
intervención del nuevo cónsul sería para salvar el pellejo de Mancino, el
legado del anterior cónsul que quedó atrapado en la costa. Escipión embarcó con
unos pocos centenares de soldados e improvisó una flota. Dio órdenes de subir a
cubierta a todos los hombres y de esta forma los cartagineses creyeron que se
trataba de un gran contingente de refresco y se retiraron, de esta forma se
pudo retirar Mancino y Escipión volvió a su tarea de asediar la ciudad.
Asedio de Cartago. Escipión desembarca
con un grupo de legionarios, salvando a Mancino que estaba atrapado en la costa
por los púnicos. Autor Mariusz Kozik. Juego Total War Rome II
Asalto a Megara
Una vez que
el ejército estuvo dispuesto a seguir la disciplina y cumplir las órdenes,
Escipión planeó un ataque nocturno contra el suburbio de Megara por dos lugares
diferentes. Envió a una parte de sus tropas dando un rodeo hacia un extremo de
la muralla mientras que él avanzó unos 20 estadios (cerca de 3,5 Km.)
directamente contra el otro lado con hachas, escalas y palancas en total
silencio. Cuando se hallaba bastante cerca del punto elegido para el asalto,
fue descubierto produciéndose un griterío en la muralla.
Ataque a Cartago por Escipión Emiliano.
Se observa el ataque a Megara, el rodeo de la ciudad con empalizada y foso y el
asalto final a la ciudad a través del puerto
En este
asalto contra la muralla, Escipión, a pesar de intentar tomarla, no lo
consiguió pero envió a varios soldados a una torre abandonada que estaba fuera
de la muralla y era de igual altura que ésta. Desde la torre, los romanos
lograron hacer retroceder con sus jabalinas a los defensores y colocaron
planchas de madera desde su posición hasta el muro; pasaron a través de ellas,
bajaron a Megara y rompieron una puerta por la que penetró Escipión con 4.000
hombres. El cónsul y una legión de refresco se atrincheraron en las pequeñas
edificaciones de Megara, a la espera de un contraataque cartaginés. Pero dicho
contraataque no llegó porque cundió el pánico y todos los defensores de Megara
y de las murallas exteriores corrieron hacia las murallas de Cartago.
Al
amanecer, Asdrúbal, enfadado por el ataque contra Megara, hizo que llevaran a
lo alto de la muralla a todos los prisioneros romanos que había en la ciudad.
Desde aquella zona en la que las tropas de Escipión podían ver perfectamente a
sus compañeros maniatados, Asdrúbal dio la orden:
“A unos les arrancó los ojos, la lengua, los
tendones y órganos genitales con garfios de hierro; a otros les laceró la
planta de los pies, les cortó los dedos y les arrancó la piel del cuerpo a
tiras, y a todos ellos, todavía vivos, los despeñó. Con ello, pretendió
hacer imposible una reconciliación entre romanos y cartagineses. Y los
enardecía de esta manera, a fin de que tuvieran sus esperanzas de salvación
sólo en la lucha”
La toma
Megara privó a la ciudad de su principal fuente de alimentación ya que esta era
en su mayoría huertas y granjas que abastecían la ciudad. Escipión decidió
aislar Cartago por tierra y mar.
Escipión
mandó construir fortificaciones que rodearan la ciudad de Cartago para aislarla
y evitar tanto cualquier ayuda exterior como cualquier salida de los
defensores, en 20 días la rodeó con empalizada y foso con torres a intervalos
regulares. Además mandó edificar otra torre de madera de cuatro pisos sobre la
torre de mayor altura de la muralla, para tener una visión privilegiada de la
misma.
Aislamiento de Cartago mediante
empalizada y foso. Escipión mandó construir una empalizada y foso que rodearan
completamente la ciudad. Escena del juego Total War Rome II
La flota
romana incursionó masivamente en el golfo de Túnez, impidiendo la salida y
entrada de las naves cartaginesas, pero los cartagineses consiguieron burlar el
bloqueo en varias ocasiones, haciendo llegar recursos por mar.
Escipión,
al darse cuenta de ello, planeó cerrarles la entrada del puerto. Para ello
ordenó la construcción de un dique hacia el interior del mar. Las obras se
iniciaron desde la franja de tierra que estaba entre la laguna y el mar,
avanzando hasta la embocadura del puerto. Para la empresa se empleó gran
cantidad de enormes bloques de piedra a fin de resistir la fuerza de las olas.
Una vez finalizado, el dique tenía una anchura de 24 pies (poco más de 7
metros) y cuatro veces más de profundidad.
Por primera
vez en el curso de la guerra, durante el invierno del año 147 a.C, Cartago
estaba completamente aislada del mundo exterior, lo que provocó la rápida
disminución de sus reservas alimenticias, contribuyendo esto al brote y
propagación de enfermedades que hicieron estragos entre la población de la
ciudad.
Se
produjeron acciones desesperadas e ingeniosas. En respuesta al bloqueo del
puerto derribaron parte de la muralla del puerto que daba al mar y salieron con
50 navíos construidos de forma improvisada con muebles, árboles de jardines y
cualquier tipo de material capaz de flotar.
Esta acción
pilló por sorpresa a los romanos que se encontraban construyendo el dique, pero
incomprensiblemente los cartagineses no atacaron. Al día siguiente volvieron a
salir pero se encontraron con la flota romana perfectamente formada. La batalla
duró varias horas y la balanza se inclinó del lado romano, la improvisada flota
cartaginesa fue completamente destrozada.
Se intentó
derribar las murallas del sector del malecón, pero los defensores púnicos
salieron de noche e incendiaron las armas de asedio romanas. Tras otro intento
infructuoso, Escipión decidió atacar las murallas del interior. Se tomó la
decisión de no atacar frontalmente las murallas interiores sino dejar pasar el tiempo,
un tiempo que cada vez juega más en contra de los hambrientos defensores.
Asalto final
Al llegar
la primavera del año 146 a.C, la población cartaginesa estaba tan debilitada
por el hambre y las enfermedades que los romanos decidieron que había llegado
el momento de asaltar la ciudad.
Los romanos
penetraron por el puerto civil derribando parte de las murallas mediante una
grieta hecha por uno de sus arietes, Asdrúbal mando incendiar el puerto civil,
replegándose al puerto militar. Cayo Lelio Sapiens, el segundo de Escipión,
atacó las murallas del puerto militar y consiguió penetrar con escalas y
construyendo una torre de asalto en la muralla, una vez tomado el puerto
consiguieron entrar en la ciudad pese a la fuerte resistencia de los
ciudadanos. Después de tomar las murallas los legionarios ocuparon el ágora de
la ciudad donde pasaron la primera noche, los cartagineses estaban demasiado
debilitados como para contraatacar.
Asalto y destrucción de Cartago, se
realizó calle por calle, casa por casa y habitación por habitación.
Tras entrar
en la ciudad, los romanos fueron recibidos por una verdadera lluvia de lanzas,
piedras, flechas, espadas e incluso tejas que lanzaban desde los tejados de sus
casas, hay que tener en cuenta que las viviendas tenían seis plantas. En una
batalla alucinante que recuerda Stalingrado, los cartagineses defendieron cada
casa, cada planta, cada habitación hasta el final. Los supervivientes escalaban
a las azoteas para arrojarles las tejas a los romanos que avanzaban por las calles.
Los romanos subieron a las azoteas y desalojaron a los defensores cruzando de
vivienda en vivienda con tablones como puentes.
Asalto de Cartago, Los romanos utilizan
tablones como puentes para pasar de un tejado a otro. Autor Steve Noon
Las calles
se cubrieron con montañas de cadáveres y fue necesario que se formaran brigadas
de legionarios para arrastrarlos con ganchos y sacarlos de allí. Las fosas
comunes encontradas demuestran la fiereza de los combates en estas tres calles,
Apiano cuenta que los romanos lanzaban a las fosas a muertos y vivos por igual.
Estas fosas, descubiertas por el padre Delattre, son un testimonio del infierno
en el que se convirtió Cartago.
Escenas
salvajes se sucedieron sin intermedio, la mayoría de los habitantes lucharon
hasta la muerte. Durante seis días con sus noches los romanos y los
cartagineses entablaron una gran batalla urbana, cuyo resultado iba
favoreciendo a los primeros. El objetivo de las legiones era tomar
completamente la ciudad, finalizando con la captura de la ciudadela fortificada
de Birsa, ubicada sobre la cima de una colina escarpada, en el corazón de la
ciudad, punto a donde se dirigían los defensores en su continuo retroceder. Los
romanos avanzaban demoliendo muros, abriéndose camino a través de montañas de
ruinas o pasando por los techos de las casas y los edificios. Las tropas de
Escipión arrancaron las placas de oro de los templos sumando todo esto a una
gran destrucción.
Los últimos
supervivientes de la batalla, unos 50.000, se refugiaron en la ciudadela de
Birsa, donde se encontraba el templo de Eshmún (Esculapio para los romanos),
junto a su necrópolis sagrada. Asdrúbal, que había logrado escapar tras la
defensa de la ciudad, también se refugió allí y dirigía las defensas. Al
séptimo día, unos embajadores salieron de la ciudadela para suplicar a Escipión
que dejara vivir a los que aún quedaban allí: se rendían y aceptaban la
esclavitud a cambio de huir del horror.
Escipión
prometió respetarles la vida, 50.000 supervivientes salieron de la ciudadela
completamente aterrorizados ante lo que habían contemplado.
Pero quedaban alrededor de un millar que ninguna clemencia podían esperar. Eran los últimos de Asdrúbal, así como desertores romanos (cerca de un millar), que sabiendo que serían ejecutados, se refugiaron en el templo de Eshmún, desde donde ofrecieron la última resistencia. Los romanos limpiaron meticulosamente toda la zona, enterraron los miles de cadáveres y se prepararon para el asalto final incendiando el templo. Asdrúbal los traicionó saliendo a suplicar a Escipión que le perdonara la vida. Postrado a los pies de Escipión, Asdrúbal lloraba cuando un grito hizo que todos se volvieran.
Era la mujer de Asdrúbal, que vestida con una túnica de gala, insultó a su marido y a los romanos diciendo “vosotros, que nos habéis destruido a fuego, a fuego también seréis destruidos” y se lanzó a las llamas del fuego (hay versiones que dicen que acuchilló a sus hijos y los lanzó consigo al fuego). Los desertores también se sacrificaron en la misma pira.
Pero quedaban alrededor de un millar que ninguna clemencia podían esperar. Eran los últimos de Asdrúbal, así como desertores romanos (cerca de un millar), que sabiendo que serían ejecutados, se refugiaron en el templo de Eshmún, desde donde ofrecieron la última resistencia. Los romanos limpiaron meticulosamente toda la zona, enterraron los miles de cadáveres y se prepararon para el asalto final incendiando el templo. Asdrúbal los traicionó saliendo a suplicar a Escipión que le perdonara la vida. Postrado a los pies de Escipión, Asdrúbal lloraba cuando un grito hizo que todos se volvieran.
Era la mujer de Asdrúbal, que vestida con una túnica de gala, insultó a su marido y a los romanos diciendo “vosotros, que nos habéis destruido a fuego, a fuego también seréis destruidos” y se lanzó a las llamas del fuego (hay versiones que dicen que acuchilló a sus hijos y los lanzó consigo al fuego). Los desertores también se sacrificaron en la misma pira.
Asalto final de Cartago. La mujer de
Asdrúbal y sus hijos antes de arrojarse al fuego desde el templo de Eshmún
(Esculapio para los romanos)
Una vez
esto ocurrió, el flemático Escipión Emiliano comenzó a llorar, y gritó en
griego una frase de la Ilíada (libro IV): “Llegará un día en que Ilión, la
ciudad santa, perecerá, en que perecerán Príamo y su pueblo, hábil en el manejo
de la lanza”. Cuando el historiador griego Polibio le pregunto por qué había
recitado aquellos versos el general romano le contesto: “Temo que algún día
alguien habrá de citarlos viendo arder Roma”.
Destrucción de la ciudad
Los
supervivientes fueron todos reducidos a la esclavitud y la ciudad fue
totalmente saqueada tras su toma; sin embargo, la mayor parte se conservaba aún
en pie. Después de la caída de Cartago se presentó en el sitio una comisión del
Senado romano para decidir qué se haría con ella. Según los indicios, el mismo
Escipión Emiliano y algunos senadores eran partidarios de que la ciudad se
conservase, pero la mayor parte de la comisión se puso de parte de la opinión
de que fuese destruida, seguramente aún bajo la influencia de los deseos del ya
fallecido Catón. Por tanto, la historia oficial afirma que Escipión ordenó a
las legiones destruir totalmente la ciudad hasta los cimientos, primero la
prendieron fuego y ardió durante diez días y las llamas dejaron paso a la
destrucción sistemática de los romanos, hizo que un arado marcara surcos sobre
el terreno durante 17 días, y que después ese terreno fuera sembrado con sal (esto
puede que no sea real).
Las demás
ciudades del norte de África que apoyaron a Cartago en todo momento corrieron
la misma suerte. Las que se rindieron desde el comienzo de la guerra, como
Útica, fueron declaradas libres y conservaron sus territorios. Las antiguas
posesiones de Cartago constituyeron la nueva provincia romana de África,
descontando algunos territorios entregados a los hijos de Masinisa como premio
por su ayuda a Roma durante la guerra.
En total, los romanos destruyeron cinco ciudades africanas de cultura púnica aliadas de Cartago. Las antiguas posesiones de Cartago constituyeron la nueva provincia romana de África, con capital en Útica, entregando algunos territorios a Masinisa por su ayuda a Roma durante la guerra.
Resurrección de Cartago
Cartago
permaneció en ruinas, pero fue reconstruida por el emperador romano Octavio
Augusto, siguiendo una idea de su padre adoptivo Julio César, que le vino de un
sueño. En el siglo II hubo incluso un emperador, Septimio Severo, que procedía
de las cercanías de Cartago (específicamente de Leptis Magna), y hablaba el
latín con un fuerte acento púnico. Cartago, que durante el Imperio fue una de
las ciudades más esplendorosas del mundo romano, sobrevivió hasta el siglo VII,
cuando fue destruida de nuevo por la invasión árabe del norte de África.
Actualmente, Cartago es un suburbio residencial de la ciudad de Túnez, capital
de la república norteafricana del mismo nombre.
Próximo Capítulo: Guerras Numidas
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