CERÁMICA
GRIEGA
La cerámica ha acompañado a todos los pueblos y
culturas desde las remotas épocas del Neolítico y desde los inicios mismos de
la agricultura y del sedentarismo (o incluso antes, pues está comprobado su uso
en algunas comunidades pre-neolíticas). Su aparición en el horizonte agrícola
de las diversas colectividades humanas parece haber sido más o menos casual,
simultánea e independiente (no obstante la grande y continua difusión de
técnicas y de formas cerámicas dentro de los distintos ámbitos geográficos y
culturales de la Antigüedad), pero no fue sin embargo súbita y repentina en
ningún caso, pues vino precedida entre los pueblos nómadas y pastores por el
uso generalizado de otros tipos de recipientes que en cierto modo prefiguraban
a los de barro arcilloso y que fueron sus antecedentes más inmediatos (odres de
cuero, calabazas huecas, cuencos de madera, recipientes de piedra ahuecada,
cajas de corteza vegetal vaciada, recipientes de cestería ocasionalmente
recubiertos de sustancias terrosas o resinosas impermeables, etc). En todo
caso, la invención de la cerámica supuso por sí misma uno de los mayores saltos
cualitativos culturales del Neolítico, pues no sólo posibilitaba el
almacenamiento de líquidos y áridos en grandes cantidades, sino que permitía la
cocción en agua de los alimentos (hasta entonces consumidos generalmente crudos
o asados), con lo que las repercusiones en la dieta de los grupos humanos
fueron asimismo considerables.
Lo que vino después fueron sobre todo avances técnicos
puntuales, innovaciones, desarrollos de la propia tecnología cerámica: del
modelado a mano y del secado de las piezas al sol, se pasó -con unos cuantos
milenios de por medio- a la decisiva innovación del torno o rueda de alfarero
(que permitía una mayor seguridad y perfección en el modelado y mayores
atrevimientos en la experimentación con las formas de los recipientes); la
cocción en horno, a su vez, proporcionó una mayor resistencia y solidez a las
piezas y permitió resaltar las propias texturas de la arcilla y el lustre de
los diferentes barnices, engobes y pinturas que durante siglos fueron
experimentándose para la decoración de los recipientes. La experimentación de
técnicas, formas y decoraciones, en efecto, fue constante en todas las culturas
y civilizaciones desde la Antigüedad hasta épocas modernas: la doble cocción de
los vasos (antes y después de decorarlos), el descubrimiento del procedimiento
de vitrificación por los fenicios o de la porcelana por los chinos, o las
diversas pastas vítreas de las finas cerámicas de loza, constituyen otros
tantos importantes jalones en un arte esencialmente utilitario que sin embargo,
desarrolladas ya las innovaciones más trascendentales en los tiempos antiguos,
se mantuvo sin grandes cambios sustanciales durante muchos siglos.
Y es que hay otra obviedad que no conviene perder
de vista: que la cerámica ha sido siempre un arte básicamente utilitario,
de objetos cotidianos de uso común, por lo demás bastante frágiles (y en cuanto
frágiles, poco duraderos y fácilmente desechables también). Se trata, ante
todo, de recipientes, o mejor aún: de "cacharros" de uso cotidiano.
Ahora bien, lo cotidiano y lo común son en sí mismos la antítesis de lo
inusual, de lo inhabitual, de lo insólito, de lo estético en suma (una
de las precondiciones o presupuestos básicos de la estética de los objetos,
como es sabido, es precisamente la superación de lo cotidiano y de lo habitual
de su uso desde esa cotidianidad y habitualidad mismas sobredimensionadas, es
decir, manteniendo la subordinación de la forma a la función utilitaria, pero
autonomizando y realzando también la propia forma en un plano yuxtapuesto
perfectamente compatible con aquella: el plano ornamental o estético).
Las piezas cerámicas (vajilla, recipientes) han
sido siempre, en principio, objetos básicamente utilitarios, destinados por lo
general a un uso común vulgar bastante limitado en el tiempo. No obstante,
desde las primeras cerámicas neolíticas, la costumbre de sobreponer a ese uso
cotidiano una decoración, siquiera fuera en elementos mínimos (improntas e
incisiones ornamentales, decoraciones imitadas de los trenzados de la cestería,
adornos geométricos, etc) que superasen la propia monotonía de lo utilitario,
es también un rasgo común a todos los pueblos y culturas y prácticamente a
todas las cerámicas. Sin embargo, la cerámica, por su propia fragilidad, no era
generalmente el soporte preferido para grandes alardes artísticos, y menos aun
cuando ya los propios recipientes de metal (oro, plata, cobre, bronce), de maderas
nobles, de vidrio, de piedras preciosas talladas, de alabastro, de marfil, o de
otros materiales especialmente vistosos por su textura, proporcionaban una
belleza, una resistencia y una duración de la que los recipientes cerámicos
carecían, y se prestaban por ello mucho mejor para las grandes virtuosidades de
las artes menores (orfebrería, etc).
Hay, no obstante, una importantísima excepción,
generalizada también en numerosas culturas, y es el uso funerario y religioso-ritual
de determinado tipo de cerámica (vasos funerarios, vasos rituales, urnas
cinerarias, vasos antropomórficos o animalísticos), y hay también, con pocas
excepciones, cierta generalizada predisposición en muchos pueblos antiguos a
evitar las representaciones figurativas humanas en el soporte de un material
tan frágil (quizá para no propiciar y atraer, según la mentalidad animista y
primitiva, la propia "fragilidad" de lo representado). La cerámica,
en efecto, salvo usos rituales y funerarios muy específicos, rehuyó sistemáticamente
la figura humana durante mucho tiempo (es significativo que las primeras
representaciones humanas o antropomórficas aludiesen sobre todo a enemigos o a
seres demoniacos más o menos grotescos), y en general se tardó bastante también
en superar los propios "tabúes" ligados a los recipientes en sí
mismos y a sus formas más o menos inevitablemente evocadoras de lo
antropomórfico (todavía hoy llamamos metafóricamente "cuello" a la
parte estrecha contigua a la "boca" de un recipiente, o "panza"
a la parte más voluminosa del mismo, o "pie" a la base o peana; los
antiguos griegos, sin ir más lejos, llamaban "orejas" a las asas de
cualquier vasija).
Con todo, en la cerámica concebida propiamente
"para los ojos de los vivos", no fueron pocos los pueblos y culturas
que, por necesidad o por facilidad o por falta de otros mejores materiales y
soportes, hicieron del arte decorativo de la cerámica uno de los principales
campos de su actividad artística, y en general puede decirse que el arte de las
dos dimensiones (la pintura) tuvo durante mucho tiempo uno de sus principales
terrenos de ensayo precisamente en la arcilla cerámica (dada la relativa
abundancia de este silicato en la Naturaleza).
Pero la predilección por el uso decorativo de los
vasos de barro arcilloso, más allá de meros adornos elementales y de
decoraciones mínimas, no era ciertamente lo más usual en las sociedades
antiguas como medio de ostentación del lujo y de la riqueza de los poderosos (y
cuando lo era, lo era precisamente en muy alto grado de refinamiento,
como para evidenciar que los pudientes de esas sociedades antiguas refinadas
eran capaces de derrochar su lujo incluso sobre los materiales más frágiles y
menos valiosos, a la par que sobre los objetos de orfebrería en piedras
preciosas, metales y otros materiales "nobles").
La cerámica decorada, en fin, es un arte que
requiere condiciones de estabilidad económica, social y cultural propias. Desde
la larga Edad Media europea, por ejemplo, los "cacharros" cerámicos
volvieron a convertirse en objetos de arte -a la vez que utilitarios- sólo de
forma muy gradual: primero con los botes y tarros de las boticas de los
monasterios, que por su propio uso más esporádico y cuidadoso estaban
destinados a durar por lo menos "un poco más" que otros vasos
vulgares de uso común, y que darían lugar a fábricas especializadas y
exclusivas (p.e. las españolas de Manises y de Talavera, especialmente activas
desde el siglo XV en adelante); luego, principalmente desde el siglo XVIII,
vino el refinamiento, el lujo y la imitación de las exquisitas porcelanas
chinas por diversas fábricas europeas, principalmente francesas y germanas, en
objetos cerámicos cada vez más hermosos y decorativos, y en consecuencia cada
vez más inútiles funcionalmente, es decir, poco o nada utilitarios en realidad.
Y es que la historia de la cerámica, más a veces
que en otras artes menores, es la historia de la dialéctica entre la forma
(incluida la decoración) y la función utilitaria del objeto cerámico, entre su
utilidad funcional y su aparente inutilidad estética, entre el uso táctil de su
manipulación y su disfrute puramente visual en usos singularmente decorativos
capaces de llenar los espacios más inutilizados de los rincones domésticos. Es
el arte como "contenido exterior" de recipientes eventualmente llenos
o vacíos: arcilla blanda originaria y cerámica cocida y dura, pero no tanto que
no pueda romperse accidentalmente en docenas de pedazos. Es el arte accidental
y accidentable, el arte durativo de lo frágil, o la fragilidad hecha
arte,...casi como la vida misma.
La decoración de la cerámica griega (no toda,
ciertamente, pues también los simples "cacharros" sin decoración
fueron siempre mayoritarios) tuvo desde sus orígenes un carácter de
excepcionalidad y de refinamiento artístico como no lo tuvo ninguna otra
cerámica de las civilizaciones de su entorno (por lo menos de forma tan
generalizada y tan dilatada en el tiempo). Las razones básicas de esta
excepcionalidad parece que no hay que buscarlas ni mucho menos en la
extravagancia del lujo (como ocurre en parte en la cerámica china o árabe de
determinadas épocas o en la europea desde el siglo XVIII en adelante), ni
tampoco en la carencia de mejores materiales y soportes para desarrollar el
arte pictórico (como ocurrió, por ejemplo, en las interesantes cerámicas de
algunos pueblos y civilizaciones amerindias), aunque no debieron de ser del
todo ajenos al extraordinario auge del arte cerámico entre los griegos del
primer milenio dos circunstancias bastante excepcionales: la abundancia en
suelo helénico de arcillas de gran calidad, y el empobrecimiento general de la
sociedad griega durante los llamados "siglos oscuros" (s.XII-X a.C.)
que siguieron al colapso y derrumbamiento de la civilización micénica de la
Grecia continental.
Menos influencia parece haber tenido una supuesta
continuidad con el arte decorativo cerámico de tradición egea y pre-griega. La
civilización cretense (en parte por carencia de otros materiales disponibles
más idóneos, aunque los artísticos vasos cretenses de oro, plata y gemas
preciosas se exportaban incluso al Egipto faraónico) desarrolló un arte
decorativo cerámico ciertamente singular y extraordinario, imitado después
directamente por los griegos micénicos, cuya cerámica originaria de sobrios
prototipos indoeuropeos no conocía sofisticaciones decorativas ni excesivas
complejidades técnicas y ornamentales. Los ceramistas micénicos copiaron
primero algunas de las formas de los grandes recipientes cretenses (tinajas
sobre todo), decorándolos con los rígidos esquemas del primer arte palacial
micénico, e imitaron luego algunos de los contenidos temáticos cretenses,
recreándolos con un vigor estético propio, a veces muy superior al originario
(por ejemplo los motivos decorativos de pulpos y redes de pesca pintados en
cierto tipo de ánforas y recipientes micénicos, en especial en las
"botijas" o jarros de estribo o en las amplias ánforas que en las
tablillas de los propios inventarios palaciales micénicos, con su
correspondiente ideograma figurativo, se denominan de-pa, ésto es, dépas,
que en el idioma griego posterior designaría a cierto tipo de copa o vaso para
beber).
Con todo, la gran novedad de la cerámica micénica
fue sobre todo su amplia difusión y exportación a otros países mediterráneos.
Por los datos que suministran las excavaciones arqueológicas, estamos en
condiciones de afirmar que esa primera cerámica de los griegos continentales
tuvo gran aceptación y demanda en los países ribereños del Mediterráneo
oriental (en especial en Egipto, donde ha aparecido gran cantidad de cerámica
micénica), y que la producción cerámica -dirigida desde los propios palacios de
los reyes micénicos- fue una de las principales actividades económicas de esos
reinos griegos del segundo milenio con vistas a la exportación comercial. El
fenómeno no tiene precedentes, y sólo será igualado y superado cinco siglos
después con las exportaciones masivas de cerámica griega por todo el
Mediterráneo.
Pero en lo relativo a los temas pictóricos y al
arte propiamente decorativo, lo cierto es que a veces ni siquiera es detectable
una clara continuidad entre la decoración de la última y decadente cerámica
submicénica de finales del segundo milenio y las primeras cerámicas
protogeométricas griegas de los comienzos del primer milenio (por lo menos una
neta continuidad estilística como la que hay entre cierta cerámica submicénica
y la de ciertos pueblos de la costa siria y cananea, productores desde antiguo
de una cerámica que es mucho más interesante que la de Mesopotamia o la del
Egipto coetáneos).
Los griegos del primer milenio, en efecto,
heredaron de los griegos micénicos los elementos básicos y las tecnologías
cerámicas al uso (torno, horno de alfar, barnices líquidos, etc), junto con
algunos motivos decorativos simples, y también parte del repertorio de formas
de los recipientes; pero los temas figurativos micénicos o cretomicénicos
desaparecieron prácticamente por completo, aunque es muy verosímil que algunos
de aquellos motivos decorativos originarios pudieran ser asimilados e imitados
después (directamente de no pocos ejemplares antiguos y de restos de la pintura
mural palaciega cretomicénica que todavía se conservaban a la vista en las
épocas griegas arcaica y clásica). Pero los gustos estéticos, indudablemente,
eran ya muy diferentes de aquellos. Por lo demás, una época de convulsiones
internas y de grandes movimientos de población (como parece que fue la de esos
"siglos oscuros") no era precisamente la más propicia para mantener
tradiciones artísticas mucho más vinculadas a otras formas de vida, y en
definitiva más ligadas a lo decorativo que a lo práctico, en un arte utilitario
de suyo tan frágil que su decoración deviene necesariamente prescindible y
"superflua" llegado el caso y las circunstancias.
En realidad, el verdadero factor determinante tanto
del impresionante desarrollo de la pintura griega sobre vasos cerámicos como de
su amplia difusión por todo el Mediterráneo fue sobre todo el fenómeno
genuinamente griego de la colonización. Este fenómeno, desarrollado entre el
750 y el 550 a.C. aproximadamente, tuvo gran trascendencia política, social,
económica, cultural y artística, y fue sin duda lo que más determinó que el
arte griego de la cerámica decorada se sobredimensionase con relación al de
otros pueblos, culturas y civilizaciones de su entorno. Simplificando un poco:
los vasos cerámicos decorados se convirtieron para todos los griegos de las
colonias en las tierras ribereñas del Mediterráneo occidental y oriental y del
Mar Negro en una de sus principales señas de identidad, en un vínculo de
cohesión y de referencia con su propia cultura helénica común. Cualquiera de
esos griegos emigrantes sentía reforzado su sentimiento de helenidad en
el uso y disfrute de esos vasos producidos por los principales y más afamados
talleres de la Hélade continental, cuyos centros principales a lo largo de
varios periodos sucesivos fueron sobre todo Corinto y Atenas, aparte otros
diversos lugares menores (del auge extraordinario de la producción cerámica
ateniense es una buena muestra la existencia de un barrio entero en la propia
Atenas -el "Cerámico"- en el que residían mayoritariamente los
alfareros atenienses y sus respectivos talleres).
Lo demás, es decir, el crecimiento progresivo de la
demanda, el desarrollo y evolución de estilos, la adaptación de los artistas a
esos gustos panhelénicos, el incremento de la producción en "series
temáticas", la competitividad entre los distintos centros y talleres
cerámicos, etc, vino dado sobre todo por la propia dinámica de ese gran mercado
mediterráneo abierto precisamente con la colonización.
Fue, en efecto, la demanda de objetos griegos por
los propios griegos, de objetos de semi-lujo pero de coste asumible por
cualquier griego de las colonias (que no eran en general "griegos
ricos" ni mucho menos), lo que más propició inicialmente el desarrollo de
este arte cerámico decorado, aunque posteriormente también se unieran a esa
demanda las élites locales de las helenizadas aristocracias indígenas de los
territorios vecinos de esas colonias. "Ni un hogar griego sin un vaso
griego decorado por artistas griegos con temas griegos", tal podría haber
sido el lema comercial, en una época en que los propios productos bien hechos
eran su mejor propaganda, sin necesidad de falsas publicidades sobre ficticias
excelencias de los productos.
En un principio, fueron las propias formas
"griegas" de esos recipientes de importación las que prestaron
singularidad al fenómeno (los alfares locales de cada lugar proveían del resto
de los indispensables "cacharros" domésticos, de pura utilidad y por
lo general sin valor artístico alguno, a veces hechos a mano y sin torno). Las
formas artísticas eran apenas un par de docenas largas de recipientes
propiamente griegos, aunque no todas eran genuinamente helénicas en su origen,
ni eran tampoco formas en sí mismas inmejorables y enteramente perfectas en su
diseño y en su utilidad; pero el caso es que estos recipientes cerámicos de
importación (para los que el propio mercado consumidor no quería innovaciones
ni variantes, sino sobre todo "distintividad" genuinamente helénica)
pronto se estandarizaron en determinadas formas comunes, según su función
utilitaria: el ánfora, gran
botellón con dos asas u "orejas" verticales, generalmente sin base o
peana, usado para transportar y almacenar el vino o el aceite; la hydria, especie de cántaro de
dos asas horizontales, cuerpo ancho y boca estrecha, usada para traer el agua
desde la fuente más próxima (era muy utilizada por las mujeres de toda
condición social, que la llevaban en la cabeza sobre una almohadilla, según
costumbre ancestral de otros muchos pueblos mediterráneos); la crátera, gran recipiente de boca
ancha y cuerpo generalmente acampanado, usada para mezclar el vino; la peliké, un ánfora más
manipulable, de base ancha y apenas sin cuello; el olpe, jarro grande
para aceite, con una sola asa; el oinochoe, jarro de boca generalmente
lobulada, para escanciar el vino en las copas.
Los recipientes para beber eran, naturalmente, de
menor tamaño: el cálathos
(pequeño vaso simple, ancho y sin asas); el cántharos (copa amplia con pie y dos largas asas
verticales); el kýlix (copa
ancha con pie y dos asas horizontales); el kyathos
(taza de una sola asa alargada, vertical y elevada, para servirse el vino
directamente de la crátera); y el skyphos
(tazón sin pie y con breves asas). Aparte estaban los pequeños recipientes de
tocador femenino y de perfumería: la píxide
o caja para guardar cosméticos; el pequeño y alargado alabastrón (una ampolla para perfumes líquidos y ungüentos);
el aríbalos (un tarrito
globular); el esbelto lékythos
(un jarrito de asa vertical, cuello estrecho y boca abocinada), etc.
Las grandes tinajas y los recipientes de grandes
dimensiones, antaño los preferidos para la decoración pictórica por las
culturas y gustos precedentes, pasaron a la categoría de meros
"cacharros" de cocina o de almacén (el tonel o barrica de madera con
aros metálicos, que es un invento de origen céltico al parecer, no se
utilizaría hasta bien entrada la época romana, y el vino se almacenaba en
ánforas, en tinajas y en pellejos u odres). Las preferencias para los vasos
artísticos decorados eran sobre todo los mencionados recipientes de mediano y
pequeño tamaño, y en general los de uso y manipulación por una sola persona (el
objeto cerámico devenía así en objeto básicamente "personal" o individual,
o por lo menos manipulable individualmente).
Todas esas formas permitían identificar
inequívocamente como "griegas" las cerámicas importadas, aun cuando
éstas tuviesen (como tuvieron durante determinados periodos) decoraciones y
motivos ornamentales básicamente de origen oriental. Pero fueron sobre todo los
propios temas y estilos decorativos los que más dieron a los vasos griegos su
singularidad y su especificidad característica: por un lado estaban los motivos
ornamentales "de relleno" o de decoración periférica de los vasos,
que se mantuvieron como adornos decorativos prácticamente invariables en todos
los periodos, con independencia de los diversos estilos pictóricos y de los
temas figurativos (p.e. motivos de inspiración vegetal, como la palmeta, de
procedencia mesopotámica, o las estilizadas flores de loto o de lirio, así como
motivos decorativos de carácter geométrico, como "roleos",
"ondas", "meandros", "lengüetas", y sobre todo
las llamadas "grecas", una modalidad de cadenetas en forma de
estilizadas olas rectilíneas, que parecen proceder de la descomposición
geométrica de los brazos de las primitivas esvásticas, dispuestos en línea y
prolongados respectivamente hacia dentro en espirales rectas), un adorno
bastante universal en realidad -como casi todos los de procedencia geométrica y
abstracta- pero que tuvo una notable recurrencia y protagonismo en el arte
cerámico griego de todos los periodos; y por otro lado están los motivos
figurativos propiamente dichos, en los que la figura humana, más allá de los temas
en que se inscribe (mitológicos, bélicos, cotidianos, etc), es siempre la
protagonista principal.
Precisamente uno de los aspectos que más destacan
en esa figuración humana de los vasos griegos es la gran profusión de cuerpos
masculinos desnudos, y desde el siglo V a.C. también femeninos. El desnudo
humano no es inusual en el arte figurativo de otras culturas y civilizaciones
del entorno griego, pero en todo caso está mucho más restringido: en el arte
mesopotámico y semita en general, p.e., sólo se representa completamente
desnudos a los enemigos muertos o prisioneros; los desnudos femeninos, a su
vez, están circunscritos a figurillas escultoricas de provocadoras diosas de la
fecundidad; en la pintura egipcia los desnudos son más abundantes, aunque el femenino
se reserva sobre todo para escenas de danza o harén (casi nunca en escenas de
sexo explícito y pornográfico, por lo menos en el arte oficial).
Por el contrario, en la cerámica decorada griega
(como en la propia escultura helénica en general) el cuerpo masculino desnudo
es una constante, no sólo en representaciones específicas de competiciones
deportivas (que se practicaban con el cuerpo desnudo), sino también en escenas
bélicas y sociales. Sin embargo, y a diferencia de la escultura, el cuerpo desnudo
no es en sí mismo el objeto descriptivo de los pintores ceramistas (el objeto
es ante todo puntualmente ilustrativo o descriptivo de "escenas"),
aunque su representación es siempre especialmente relevante en el propio
lenguaje compositivo y plástico de esas escenas (ya sean deportivas,
mitológicas, bélicas, festivas o sociales).
Sátiros y
ménades. Taza de figuras negras griega ático antiguo, finales del siglo VI a.C.
Gabinete des médailles de la Bibliothèque nationale de France, París, Francia
Salvo en las representaciones explícitamente
pornográficas, que son más tardías y no precisamente las más numerosas ni las
más interesantes artísticamente, el desnudo no tiene especiales connotaciones
eróticas, o por lo menos no más eróticas que simplemente estéticas. Los
órganos sexuales masculinos, p.e., se minimizan al máximo para atenuar los
efectos demasiado obscenos o grotescos, de tal modo que sólo se destacan
groseramente en las representaciones de tono satírico-burlesco (escenas de la
comedia griega, sátiras mitológicas, etc). En la cerámica arcaica de
"figuras negras", p.e., sólo los sátiros aparecen con el falo en
erección, generalmente en escenas religiosas rituales dionisiacas, pero las
ninfas aparecen siempre pudorosamente vestidas desde el cuello a los
tobillos; en la cerámica clásica de "figuras rojas", incluso los
personajes masculinos que participan en orgías y en actos sexuales explícitos
tienen a veces un marcado aspecto "satírico": personajes medianamente
calvos y de mediana edad, con cierto aspecto de "sátiros"
mitológicos, pues en general parece que no se pretendía retratar en esas
escenas pornográficas ocasionadas en banquetes a tal o cual comensal
específico, sino más bien a un prototipo genérico más o menos caricaturizado.
El desnudo femenino, como se ha dicho, es más
tardío (ya hemos aludido a las "ménades" o "bacantes" de
las escenas dionisiacas de algunos vasos de figuras negras, siempre
recatadamente vestidas, aunque vayan en brazos de fornidos sátiros con el falo
erecto). Desde la primera mitad del siglo V a.C. prolifera en los vasos
atenienses de figuras rojas el desnudo femenino tanto en escenas báquicas como
en escenas sociales de banquetes con cortesanas o heteras (flautistas,
bailarinas, "acompañantes", etc), tanto profesionales libres
(reconocibles por su cabello largo, generalmente recogido en un turbante) como
esclavas (con cabello corto), pues sólo esta clase de mujeres eran las únicas
que podían asistir a los banquetes exclusivamente masculinos. Pero desde la
segunda mitad de ese siglo V y en todo el siglo IV subsiguiente se generalizan
también los desnudos femeninos (no pornográficos) en escenas de
"gineceo", de "toilette" o de iniciación sexual. El desnudo
femenino, por cierto, tenía también su propia problemática pictórica: por
ejemplo su menor "articulación" o "segmentación" corporal
aparente, a diferencia del cuerpo masculino, o la dificultad de representar los
senos femeninos (los dos senos vistos de frente sólo se generalizan en el siglo
IV a.C., pues hasta entonces se prefiere el perfil de ambos o el perfil de uno
y la vista frontal del otro).
Pero el mismo cuidadoso estudio naturalista del
cuerpo desnudo, que es común a toda la plástica griega en todos sus periodos (y
que es un aspecto en el que la pintura cerámica llegó a estar más avanzada que
la propia escultura en sus primeras fases), no tiene su correlación estética en
la propia expresividad de los gestos de las figuras, gestos a menudo
estereotipados y rígidos, e inexpresivos casi siempre, algo que sólo en parte
conseguirá superar bien entrado ya el siglo IV a.C. la pintura cerámica
grecoitálica, gracias precisamente a su recíproca interrelación con la pintura
mural, y cuando ya la cerámica decorada de los centros de producción
originarios había entrado en una clara decadencia formal y estilística que no
lograría remontar.
En este aspecto, la pintura figurativa de los vasos
griegos tuvo siempre las mismas limitaciones que la pintura sobre muro o sobre
tabla... y algunas más (derivadas de las propias limitaciones del soporte
cerámico, de su convexidad, de su limitado espacio decorativo). Una de
esas limitaciones propias es que la pintura cerámica es siempre necesariamente
más o menos "miniaturista", por lo menos en relación con la pintura
mural de grandes composiciones; también se basa mucho más, en lo figurativo,
sobre el dibujo que sobre la pintura, es decir, es más dependiente de la línea
que de la mancha de color, y en ella las sombras y el claroscuro están
necesariamente ausentes; el cromatismo, a su vez, es muy limitado (la
policromía era de difícil aplicación en la cerámica, por razones tanto de
índole estética como de índole técnica de su propia producción masiva, y los
contrastes cromáticos demasiado "chillones" todavía lo hubieran sido
más en un soporte relativamente pequeño como es la cerámica). Un ejemplo
concreto: la convención pictórica de que las figuras humanas de esos vasos
cerámicos tengan generalmente el cabello negro y los ojos claros no respondería
tanto a un ideal estético de belleza como más bien a una necesidad de efecto
cromático sobre fondos pictóricos monócromos y uniformes (ambos rasgos físicos
no son de combinación frecuente en la vida real, como es sabido, y quizá por
ello mismo podrían responder mejor a la idea griega de lo "bello"
como "llamativo", pues eso es lo que significa literalmente el
término griego kalón utilizado para designar lo bello, y tales son por
ejemplo los dos rasgos físicos de la diosa Atenea en las descripciones
literarias y también en las representaciones de la cerámica; pero la diosa
Artemis, en cambio, a la que la literatura griega describe siempre como
distintivamente "rubia", al igual que su hermano Apolo, en la
cerámica aparecen casi siempre caracterizados con cabello negro). En general,
en toda la cerámica griega de todas las épocas (incluida la suritálica del s.
IV a.C., algo más polícroma en el uso de ligeros toques de colores decorativos
"chillones": rojo, amarillo, blanco) faltan por completo el color
azul y el verde.
Por lo demás, las limitaciones comunes con la
pintura mural se acentuaron más en la cerámica por motivos de cierto conservadurismo
artístico, explicable por razones de mercado (la pintura mural fue siempre un
campo mucho más "experimental" que la pintura cerámica, pues los
pintores ceramistas generalmente no podían permitirse esos
"experimentalismos" en unas obras destinadas sobre todo a la
exportación y a una clientela necesariamente más conservadora que la de los
propios centros de producción).
La "regla o principio de la frontalidad",
p.e., es decir, la representación convencional y estereotipada de la figura
humana vista en la imposible perspectiva de una cabeza, ojo y piernas de perfil
y un torso, brazos y hombros de frente, es común a todo el arte pictórico de la
Antigüedad, y en especial al de carácter básicamente hierático y sacro (tal
como se da, p.e., en la pintura mural egipcia); pero en realidad responde a
"modos de ver" o condicionamientos y convenciones visuales propios de
la percepción de las representaciones en dos dimensiones del arte de todos los
tiempos (incluso en la pintura realista moderna y contemporánea una cabeza en
medio perfil parece más "naturalista", más "completa"
descriptivamente, que un perfil riguroso o que un rostro visto de frente, salvo
en el retrato individual).
La frontalidad de la pintura griega en la figura
humana no fue desde luego tan rígida como la de la pintura egipcia antigua o la
de la pintura mural asiriomesopotámica, pero nunca dejó de condicionar la
buscada expresividad del movimiento y la naturalidad de las figuras (los
personajes divinos que aparecen "volando" se muestran simplemente
inclinados hacia un lado y demasiado rígidos). Los rostros en perfil riguroso
tardaron en superarse, y de hecho nunca se superaron del todo; los rostros en
medio perfil sólo se generalizaron en la última época de la cerámica griega, en
el siglo IV a.C., una vez asimiladas ya todas las influencias e innovaciones de
la pintura mural y del bajorrelieve; y los rostros vistos de frente casi
siempre se dan en la pintura cerámica griega como rasgo de connotaciones
caricaturescas, satíricas, burlescas, grotescas o monstruosas (por ejemplo en
la cara de algún sátiro, de la Gorgona mitológica, etc).
Pero tampoco hay que perder de vista que la gran
pintura, en pared o en tabla, esa pintura griega (y luego grecolatina) que
exploró tímidamente la perspectiva, el claroscuro, la policromía, y en general
y de modo esporádico y ocasional todos los recursos básicos de la
representación figurativa en dos dimensiones, fue de hecho -no obstante algunos
pocos y bellos ejemplos conocidos- la más precaria de las artes clásicas, la
más "experimental", la más insegura: de hecho fue una aventura
artística más individual que escolar o academicista, en la que el pintor no
conseguía superar más que en algunas obras puntuales y casuales una inseguridad
que parece surgir del vértigo que le producía al artista el riesgo de la
disolución de la forma entre tanta mancha de color y tantas sombras, luces y
contraluces (la alternativa del mosaico, en época plenamente romana, se explica
también en parte por esta inseguridad que ofrecía la propia pintura).
Si la pintura cerámica no tuvo esas inseguridades
fue precisamente porque nunca se desligó del dibujo y de la línea (o incluso,
en determinados periodos, de la línea in absentia, del dintorno
siluetado de la mancha, o de la línea incisa que extrae de la silueta sus
rasgos definitorios básicos, como ocurre en la cerámica de "figuras
negras"). Se alcanzó así una pureza de líneas verdaderamente singular,
pero la pintura sobre vasos, que perfeccionaba anatomías externas masculinas y
pliegues de vestidos femeninos a partir de la escultura y que aprendió
composición y medios-perfiles en los bajorrelieves, no pudo ir nunca más allá
de sí misma (la pintura mural fue en todo caso ese fallido "más allá"
de la pintura en cerámica).
Y hablando de escultura, conviene recordar que,
para llegar desde los primitivos kuroi (los jóvenes atletas desnudos de
la escultura arcaica) hasta el doríforo de Policleto o hasta el
discóbolo de Naukides, pongamos por caso, los escultores griegos hubieron de
resolver toda una serie de problemas previos (frontalidad, rigidez, observación
detallada del cuerpo desnudo, proporciones), y lo mismo en lo que respecta a la
figura femenina vestida, también ésta con su propios problemas específicos.
Resueltos todos estos problemas, la escultura griega se planteó y resolvió
también, en un tiempo relativamente corto (dos siglos en total), otras
cuestiones no menos delicadas, tales como la expresión psicológica de los
diversos estados de ánimo, el movimiento o la monumentalidad de las estatuas.
En este aspecto, la estatuaria griega llegó hasta
el límite de sus posibilidades expresivas, pues partiendo de la observación del
cuerpo del atleta o de los complicados pliegues del vestido femenino supo
llegar, en menos de dos siglos, a imitar la realidad de esos modelos de una
manera exacta, y al mismo tiempo también de una manera estética. Sin
embargo, el realismo del arte clásico, la imitación fiel de la realidad
(idealizándola mediante la selección de los elementos destacables y la
eliminación de los aspectos más duros y menos agradables de esa realidad, como
si quisiese ir "más allá" de ella), no constituye en sí mismo tan
sólo un problema de técnica, de maestría y de dominio pleno de su arte por
parte del artista. En rigor, cualquier buen escultor (por ejemplo un escultor
egipcio de mil años antes) no habría tenido mayores dificultades para hacer una
estatua al modo griego clásico que las que se derivaban del propio "modo
de ver" en el que se había formado como artista, un modo de ver en el que,
en principio, estaban excluidas las representaciones escultóricas que no se
plegasen al hieratismo solemne y a la frontalidad. Y así, cualquier gesto que
rompiera ese esquema frontal y un tanto solemne de la figura humana, hubiera
sido considerado en otros pueblos y en otras épocas antiguas como una concesión
a la trivialidad y al mal gusto. Hizo falta que el tiempo, y también el dominio
de la técnica (que en los escultores griegos más arcaicos es a veces un
balbuceo y a veces una manifiesta torpeza), fuese poco a poco modificando estos
esquemas mentales y que el escultor helénico fuese descubriendo con cada nuevo
paso todas las posibilidades de expresión que se abrían ante él. Aun así, todo
el proceso que lleva hasta la estatuaria clásica de Fidias, Mirón, Policleto, y
luego de Praxiteles, Escopas y otros, fue el resultado de las aportaciones
personales de varias generaciones de escultores. Incluso los grandes maestros
de la escultura citados, que llenan por sí mismos la gran época del arte
clásico, no son tampoco el final de este proceso (el polígrafo romano Plinio
observa que Mirón no había conseguido representar el cabello y el vello del
pubis mucho mejor -es decir, de forma más realista o más estética- de lo que lo
habían hecho sus predecesores, ésto es, de manera esquemática).
Pero el caso es que en el arte decorativo cerámico
las cosas eran distintas, y asimismo las limitaciones, aunque la pintura
cerámica se beneficiara también de la propia interrelación de las artes
plásticas griegas, que aprendían unas de otras, y aunque el "modo de
ver" la realidad fuera de hecho básicamente el mismo para todas (empleamos
aquí el término "modos de ver" para designar expresamente las formas
y hábitos mentales que configuran el hacer y el contemplar estéticos dentro de
una determinada cultura, es decir, su modo específico de ver y de representar
la realidad que ven, mediante unos esquemas artísticos determinados; el
concepto es útil sobre todo para el estudio del arte griego y romano, cuya
visión estética de la realidad ha configurado en buena medida -como es sabido-
los propios esquemas estéticos y el principal modelo de referencia para toda la
plástica europea desde el Renacimiento hasta nuestros días, pues han educado el
ojo del hombre occidental en lo que se refiere al modo de ver y de representar
la figura humana con un similar sentido de las proporciones y un grado similar
de aproximación a la realidad).
En la cerámica griega, como decimos, las cosas eran
sensiblemente distintas, o si se prefiere, más matizadas. El pintor ceramista,
en efecto, estaba más sometido a los gustos (y a los "modos de ver"
tradicionales) de los destinatarios de sus vasos, lo que limitó bastante sus
capacidades de innovación e incluso de resolución de sus propios problemas
técnicos específicos. Así, por ejemplo, la pintura cerámica dejó sin resolver
no pocos aspectos puramente estéticos de las representaciones figurativas y
naturalistas. No es sólo que no acertara a representar adecuadamente objetos de
materialidad más o menos dinámica o evanescente y de difícil plasmación en un
dibujo sin sombras (el agua, el fuego, etc), o que en las representaciones de
animales no se consiguiese tampoco nada comparable a lo que se había hecho un
milenio antes en las pinturas murales del Egipto faraónico, o incluso en la
espléndida pintura naturalista cretense anterior (el único animal en cuya
representación alcanzaron los artistas griegos cotas comparables a las que
alcanzaron en la representación de la figura humana fue indiscutiblemente el
caballo, pues no en vano caballos y carros eran el pasatiempo favorito de todas
las aristocracias helénicas; pero ni siquiera esos caballos de la cerámica, del
bajorrelieve o de la escultura arcaica son estéticamente superiores a las
representaciones de equinos en los bajorrelieves y pinturas asirias coetáneas).
Tampoco es sólo que la representación pictórica de
mobiliario o de otros objetos inanimados no alcanzase unos niveles de realismo
descriptivo suficiente. El hecho principal es que la pintura cerámica no
consigue superar la impresión de que el único objeto plástico que
verdaderamente interesaba a esa pintura es la figura humana (y a veces todo lo
que la envuelve y la viste: armas, adornos personales, vestidos), pero nada
más, puesto que todo lo demás es una mera "decoración" menos que
secundaria de esas figuras protagonistas. El problema es que incluso el propio
tratamiento cuidadoso de la figura humana es de un esquematismo naturalista tan
perfecto y definido que no permite demasiadas desenvolturas a esos cuerpos tan
finamente descritos y dibujados. Los movimientos demasiado violentos, cuando se
intentan con esas figuras, resultan necesariamente rígidos. Los gestos se
repiten estereotipadamente en forma de convenciones gráficas tan recurridas y
recurrentes como inalterables (por ejemplo, la frecuente "pose" del
guerrero que se dispone a subir a su carro y que ya tiene puesto un pie en la
caja de éste, se repite una y otra vez en numerosos vasos arcaicos). No hay
secuencias, ni narración propiamente dicha, sino "instantáneas"
(aunque muy llenas en sí mismas de contenido narrativo potencial, pues en esa
elipsis narrativa se acierta a escoger generalmente la imagen más descriptiva y
completa, por ejemplo en los temas mitológicos más conocidos).
En conjunto, la pintura cerámica griega da la
impresión de ser algo así como un modelo arcaizante de la pintura mayor, una
fase ciertamente conservadora con respecto a aquella (en todo caso poco
innovadora y poco arriesgada), aunque lo suficientemente autónoma y completa en
sí misma para sus propias necesidades expresivas. Pero lo cierto es que se
trata más bien de modalidades artísticas distintas de un mismo arte, más que de
una cuestión de fase o de limitaciones de los respectivos soportes (del mismo
modo que la modalidad del bajorrelieve frente a la escultura exenta o de bulto
redondo). La pintura cerámica se queda donde la pintura mayor empieza su propia
aventura, sin pasar más allá (policromía, perspectiva, claroscuro, grandes
composiciones, etc); pero se queda ahí porque tampoco podía ir mucho más allá
en el propio contexto artístico general en que se desarrolló (dominado por las
artes mayores) y en el que consiguió hacerse su propio sitio por sí misma,
hasta el punto de ser uno de los referentes principales del arte figurativo
griego en todas sus épocas. Y es que la pintura cerámica, mucho antes que la
escultura, fue lo primero que educó los "modos de ver" del ojo
griego, y por ello mismo tuvo que mantenerse en ese papel de "modelo
pedagógico" con un mayor conservadurismo de la forma que en otras artes
(tampoco ese amplio mercado mediterráneo, a lo que parece, aceptaba los cambios
y las innovaciones más que cuando éstos ya habían triunfado en sus localidades
de origen).
Por lo demás (y aunque entre las varias decenas de
miles de vasos griegos conservados no hay uno solo exactamente igual a otro en
su decoración), en cierto modo el pintor ceramista trabajaba también "en
serie", por lo menos en el sentido de que perfeccionaba sus propias
composiciones y corregía defectos o hallaba soluciones sobre la marcha y en
cada una de sus producciones sucesivamente (de manera que la anterior era
siempre, en determinados aspectos, un ensayo o "boceto" de la
siguiente). Pero no es un arte improvisado, sino muy ensayado según los casos y
los destinatarios. Es por éso por lo que, en la cerámica griega que ha llegado
hasta nuestros días (una parte mínima de la producida, y con todo considerable
y representativa), tenemos obras muy perfectas en su ejecución y otras que no
lo son tanto, o que no lo son todavía en determinados detalles. Con
todo, lo que hay es suficiente para hacerse una idea bastante completa de lo
que este arte decorativo cerámico llegó a dar de sí a lo largo de más de seis
siglos de existencia ininterrumpida.
La cerámica es el resto arqueológico más abundante de la
civilización griega antigua (s. IX a.C.- s. IV d. C.). La información que
ha prestado a los arqueólogos y eruditos dedicados al estudio de la
civilización griega ha sido de un valor inestimable. Los numerosos vasos que
componen este legado han permitido, entre otras cosas, ordenar cronológicamente
los acontecimientos históricos de la Grecia antigua, reconstruir la vida
cotidiana de aquellos griegos, o esclarecer distintos aspectos de sus creencias
religiosas y su mitología.
Los vasos (término con el que, en general, se conoce la cerámica griega) cumplían una función eminentemente práctica
en la vida cotidiana de los griegos antiguos. Así, eran empleados
igualmente para comer, beber, contener agua y otros líquidos, como frascos de
perfumes y ungüentos, etcétera.
Sin embargo, también
sirvieron de vehículo de expresión
artística para numerosos alfareros y pintores. Desgraciadamente, la mayor
parte de estos artistas han quedado en el anonimato, dado que en aquella época no
tenían por costumbre firmar su obra, a excepción de algunos pintores como
Ergótimo, Klitias o Exequias.
Había numerosos talleres de cerámica en distintos lugares
de Grecia, sin embargo, Atenas se alzó como el principal centro de
producción y exportación de estos objetos, prácticos y bellos al mismo tiempo.
En las alfarerías se empleaba
como materia prima la arcilla. En la fabricación del vaso, totalmente
artesanal, se seguían cuatro pasos:
1.
Preparación de la arcilla hasta darle la consistencia y porosidad
necesarias.
2.
Modelado de la pieza en un torno de alfarero. Si el tamaño es poco
manejable, se trabajan las partes por separado y luego son unidas con gran
maestría y meticulosidad.
3.
Decoración del vaso cuando la arcilla aún estaba blanda: tras imprimir
una capa protectora, se realizaban la decoración por medio de ligeras
incisiones.
4.
Cocción del vaso en un horno a casi 1000º para lograr endurecerlo.
En algunos lugares de Grecia
aún encontramos alfarerías tradicionales en las que el visitante puede
contemplar in situ el método tradicional de manufactura de un vaso
griego con la ayuda del torno de alfarero.
Los motivos decorativos de
los vasos griegos fueron variados: motivos
geométricos, vegetales y figurativos.
La
pintura figurativa se utilizó
desde la época más antigua, si bien la calidad de la representación de las
figuras fue mejorando sensiblemente a los largo del tiempo. La parte figurativa
solía ocupar el lugar central en la pieza de cerámica, quedando los motivos
geométricos y vegetales para enmarcar artísticamente la escena representada.
Meandros más
característicos de la greca griega
En un principio, se
representaban exclusivamente escenas
mitológicas. Posteriormente, los artistas se interesaron por las escenas de
la vida cotidiana: banquetes, trabajos,
juegos atléticos o escenas domésticas.
Los colores utilizados en la
decoración también variaron con el tiempo. En la época arcaica (s. IX-VI a.C.),
las figuras se pintaban de color negro
sobre fondo rojizo. En época clásica (s. VI-IV a.C.), el estilo se
invirtió: las figuras rojas
destacaban sobre un fondo negro.
Durante el helenismo (s. IV a.C.- IV d.C.), se amplió la gama de colores:
figuras de variados colores resaltaban sobre un fondo blanco.
Época
geométrica.- (100-700 a.C)
La cerámica en Grecia se
practicaba a partir del neolítico. En los s. X y IX a. C. se pasa de las
representaciones de flora y fauna marina popular en la época de los reyes
minoicos y micénicos a motivos geométricos como son el zigzag, semicírculo o
línea ondulante.
En el geométrico pleno las
cerámicas estaban pintadas con un barniz marrón a veces se añadían unos toques
en blanco. Las formas principales eran las cráteras, ánforas, hidrias y varios
tipos de jarras y copas. Eran de gran tamaño y utilidad en los funerales.
Etapas:
·
subgeométrico: XI a.C. predominan
elementos curvilíneos.
·
protogeométrico: X a.C. se empieza a
formar un geométrico más completo.
·
geométrico pleno: IX-VIII a.C. se
introducen figuras humanas.
Grecia orientalizante y arcaica.- (720.550 a.c. en adelante) A finales del s. VIII y todo el s. VII a. C. el arte geométrico esquemático se transformó gradualmente. La cerámica de esta época presenta gran diversidad. Se puede dividir geográficamente en dos grupos:
a)
Grecia Continental: Se
da en el Ática, en Corinto y en Eretria. Las formas son cráteras grandes,
lebes, hidrias y ánforas.
1.-
Ática, primer período (720-650 a. C.); período idaeo; osados ornamentos
curvilíneos, composiciones de animales salvajes y figuras humanas.
2.- Ática, segundo período
(650-600 a.c.); período dedálico; más sobrio,
figuras antropomorfas y zoomorfas. En el s. VI las figuras son negras, el rojo
y el blanco son colores complementarios. Las composiciones son más pequeñas, se
representa la mitología y la vida ordinaria. En el segundo cuarto de este siglo
aparecen vasos tirrenos, con escenas mitológicas.
3.-
Corinto, dividido a su vez, en protocorintio y corintio.
·
Protocorintio: s. VII y
principios del VI;
aparecen vasos, tazas de dos asas, esquifos, jarras y vasos para perfumes.
Empiezan a producirse en la época geométrica, con motivos geométricos. A
finales del s. VII aparecen figuras antropomorfas y zoomorfas. El blanco sigue
siendo un color complementario. A principios del s. VII aparecen escenas
coordinadas con figuras humanas a las que se añaden motivos florales. Las
vasijas consisten todavía en tazas, jarras y frascos para perfume; su
decoración está basada en siluetas negras en miniaturas; aparecen el rojo y el
blanco como colores suplementarios.
· Corintio: se desarrolló en la segunda mitad del s. VII y la primera mitad
del s. VI. Su decoración en frisos recubría todo el vaso. Las vasijas tienen un
tamaño muy grande. Dibujos audaces de influencia oriental. Los temas
predominantes son animales y monstruos. Escenas con figuras humanas, rollizos
danzantes, jinetes armados y leyendas troyanas. Las formas empleadas son:
crátera, hidria, oinocoe, frascos para perfumes, platos y tarros de tocador.
4.-
Eretria:
se han encontrado vasijas de tamaño colosal, de la primera mitad del s. VIII
a.C. En Calcis, unas excavaciones realizadas han descubierto cerámicas de la
época prehelenística. Entre ellas están las famosas cerámicas calcídicas,
pintadas con figuras negras que datan del 550 al 510 a. C.; los temas son de
escenas bélicas y mitológicas. En Beocia, las vasijas son de todos los tamaños,
con decoraciones florales. El tipo más característico es el kílix, que añade
figuras antropomorfas y zoomorfas, con gran detallismo. En cuanto a los vasos
laconios, pasaron por diversas fases, empezando alrededor del año 600 hasta 550
a.c.; su decoración es de figuras negras, a veces sobre fondo blanco. Los
motivos son bandas florales, capullos de loto y palmetas entre otras cosas.
Anteriormente se conocía esta cerámica con el nombre de “cirenaica” (quizá por
influencia egipcia)
b)
Grecia oriental y las islas: en diversos lugares como Rodas o Creta han aparecido
cerámicas del S. VII y principios del VI. Las más famosas son las llamadas “camirias”. Consisten principalmente en
jarras, cuencos y platos con pie o sin él, decorados con color amarillo y
frisos de cabras salvajes, ciervos, toros y pájaros y, a veces, esfinges,
pintadas con un color marrón oscuro. También se utilizan los motivos florales.
1.-
Isla de Melos:
se han descubierto ánforas e hidrias, algunas de gran tamaño. La decoración es
de motivos florales y bustos femeninos.
2.-
Isla de Lemnos:
consisten en grandes vasijas en forma de copa. Otra forma corriente es el
cuenco de pie, cuyo borde está decorado con cabezas de guerreros con cascos.
3.-
Náucratis y Quíos:
esta cerámica es un atractivo producto de la Grecia oriental, muy abundante desde
fines del s. VII hasta mediados del s. VI. Las mejores piezas tienen una capa
de color rojo oscuro y en diversos tonos de marrón y blanco sin incisiones.
4.-
cerámica de Dafne: llamada así por la localidad donde aparecieron la mayor parte de
los vasos. Su decoración está basada en figuras negras, con representaciones
antropomorfas en actividades vivaces (650-600 a.c.)
5.-
cerámica de Clazomene,
del s. VI, es muy distinguida. Está decorada con figuras de personas negras,
animales y monstruos especialmente esfinges y sirenas.
6.-
cerámica de Lidia:
destaca sobre las demás, procede de Sardes. Muestra un gran número de técnicas.
Algunas están recubiertas de barniz negro con decoraciones en blanco. Un tercer
tipo tiene un englobe en blanco con dibujos a base de barniz negruzco o rojizo.
Sus formas son platos de pie alto, jarritas de pies cónicos, cuencos con pico y
lékizos de cuerpo cóncavo.
7.-
Chipre:
rica reproducción de vasijas de terracota; pintadas en negro mate o en blanco
sobre fondo rojo. Los temas geométricos han sido reemplazados por el loto, el
árbol sagrado, compuesta de palmetas estilizadas. Más tarde aparecen los
pájaros y otros animales, seres humanos y fantásticos, en estilo decorativo,
pintados en rojo, blanco y negro mate.
Las
cerámicas atenienses (550-300 a.c.)
Las técnicas empleadas son:
vasijas moldeadas y hechas a mano. Las pequeñas se hacían de una sola pieza;
las grandes se hacían por estructuras.
Cerámica
melanográfica:
Se pintaba la cerámica con una especie de arcilla. La decoración se aplicaba
cuando la arcilla era aún dúctil, de un color rojizo, ligeramente brillante. El
dibujo se hacía en negro la silueta, rellenando con blanco o rojo oscuro, como
colores secundarios; el blanco se solía reservar para la piel de las mujeres, o
para el pelo y la barba de los ancianos; el rojo se usaba para las crines de
caballo y partes de los vestidos.
Cerámica eritrográfica: (530) Se hacía un bosquejo preliminar sobre arcilla; después se
iba perfilando el dibujo con una línea delgada y se añadían los detalles del
interior. El resto se pintaba con barniz negro. Después se cocía al horno,
según el tipo de barniz, siguiendo tres fases: oxidación, dejando entrar el
aire (color rojizo); reducción, dejando entrar humo (color negro o gris);
oxidación, con barniz negro, aunque quedaba de color marrón al final. El
proceso no afectaba al blanco. Las cerámicas se cocían amontonadas unas sobre
otras a 950 grados. El combustible era madera o carbón.
Los artistas
Los artistas firman sus obras y en algunos casos se
pintan a sí mismos trabajando (autorretratos), con la ayuda de Atenea Ergané.
En algunas obras, firman el ceramista y el pintor, como en el vaso François: el
pintor Clitias y el alfarero Ergótimos:
Vaso François, crátera c.570 a.C. (Florencia)
El jarrón
de François es una crátera, es decir, un jarrón abierto que se utilizaba para
el vino, se rocía con jarras y se vierte en los hígados. Es una forma especial
de crátera, llamada crátera voluta, llamada así por la forma de los bucles. Es la
crátera volcánica más antigua (570-560 a.C.) y destaca por la armonía de las
proporciones, la estructura sólida y las enormes dimensiones. Tal vez la nueva
forma fue desarrollada por Ergòtimos. La cerámica unió su nombre con el pintor:
sabemos que la olla es obra de Ergotimos y fue pintada por Kleitas los nombres
de los dos arquitectos se repiten dos veces en el lado principal del crátera:
una vez, en el centro del frasco, en la dirección de la altura (antes de los
caballos, antes de las tres diosas y Dioniso), aparece la inscripción y, en el
extremo derecho de la misma escena (delante de Peleo) y siempre en la dirección
de la altura, La inscripción se repitió en la parte superior del cuello (arriba
y debajo de la representación de un barco), en la cual aparece solo
parcialmente preservada. Quedan muy pocos otros fragmentos de Kleitìas: se
puede decir que sin el jarrón François pronto encontraríamos esta gran
personalidad de ceramógrafo, uno de los más grandes de la antigua Grecia.
El tarro está decorado en la
superficie con la técnica de figuras negras con una serie de bandas
horizontales, pequeñas figuras densas, precisas, nítidas, casi todas
identificadas por inscripciones. Muchos temas míticos son tratados.
Boda de teti
y Peleo
La banda
principal está en el área de la mayor expansión de buques y ocupa toda la
circunferencia: se trata de la representación de una de las bodas más famosas
del mito griego, la Boda Teti y Peleo, los futuros padres de Aquiles. Fue
durante esta fiesta de bodas que la disputa entre las diosas llevó al juicio de
París y luego al amor de Elena, a partir del cual la guerra de Troya y la
muerte de Aquiles entraron en vigor.
La emboscada de Aquiles a Troilo
Debajo del
promontorio principal, en el lado A de la crátera, está otra razón relacionada
con la Guerra de Troya, es decir, el acechador de Aquiles en Trilo, el más
joven de los hijos de Primo, rey de Troya. Este es un pasaje importante de la
guerra contado en la Ilíada, ya que un oráculo había predicho que los griegos
ya no tomarían a Troya si Troilo hubiera alcanzado los veinte.
La caza del jabalí de Calidonia
El cuello
del cráter también está decorado en el borde, que tiene un ligero aspecto
plástico. En el lado A está representada la caza del ternero de jabalí.
Existen datos de unos 1400 pintores de los talleres
áticos, y de entre ellos, sabemos el origen de unos 110. No debe extrañarnos la
cantidad porque ya en el S. VI a. e., Solón decretó una ley que favorecía la llegada
de artesanos extranjeros a Atenas como metecos. Orgullosos de su trabajo,
firmaban con inscripciones del tipo “Amasis me fabricó” o “Eutímedes presume de
haber pintado este vaso mejor que Eufronio”. En otros casos, la firma
corresponde al alfarero. Hay casos de alfareros que colaboran en exclusividad
con un pintor y otros que lo hacen con varios pintores, aunque no todos tenían
la costumbre de firmar.
El más antiguo pintor documentado es Sophilos sobre
un vaso que muestra las bodas de Tetis y Peleo, fechado hacia el 580-570 a.C.
(Dinos de figuras negras, Ática, en torno al 570
a.C. British Museum)
Esta imagen corresponde al centro de una vasija con
pie que retrata la procesión de las bodas de Tetis y Peleo: los frisos de
animales recuerdan vasijas pintadas corintias contemporáneas. Sin embargo, la
escena de la figura central muestra la nueva dirección que la pintura
ateniense estaba tomando: dioses, diosas, ninfas y otros personajes
acudiendo a la casa de Peleo para celebrar su boda con la hermosa ninfa marina
Tetis. Peleo está a las puertas de su casa para saludar a sus invitados,
que llegan ya sea a pie o en carro. Llega Dionisio, con una rama de vid cargada
de uvas, y los nombres de los invitados están escritos claramente al lado.
Entre las columnas de la casa, Sophilos ha firmado:
Detalle
del vaso de figuras negras. (British Museum)
Algunos
de los pintores más conocidos son:
CLITIAS: s. VI a.C.
PINTOR C: así llamado por su estilo de inspiración
corintia, como se muestra en este objeto en la forma miniaturizada del hoplita
en el lado inferior:
Exaleiptron
ático de figuras negras, con el nacimiento de Atenea, c.570-560 a.C., atribuido
al pintor C. Museo del Louvre.
AMASIS: activo entre 560 y 515 a.C., alfarero y
pintor de vasos de gran refinamiento. Trabaja a mitología y la vida cotidiana.
Muestra sensibilidad al movimiento y detalles pintorescos
Recepción de Heracles en
Olimpia, ánfora de figuras negras, pintor Amasis, s. VI a.C. Museo del Louvre.
EXEQUIAS: pintor de figuras negras y alfarero entre
el 550 y el 520 a.C.
Ánfora de
figuras negras del pintor Exequias, c. 550-540 a.C. Museo del Louvre.
NIKÓSTENO: activo entre 545 y 510 a.C., era
propietario de un taller donde él mismo trabajaba con muchos pintores
distintos.
ANDÓCIDES marca la transición entre figuras negras
y figuras rojas; pintura escenas mitológicas.
EL PINTOR DE BERLIN: activo entre 500 y 470 a.C.,
es el nombre convencional otorgado a un pintor de vasos del cual, una de las
obras más hermosas se encuentra en el museo de Berlín. Se le atribuyen unos 300
vasos conocidos.
EPICTETO: pinta platos y copas, sobretodo con
efebos y escenas de la vida cotidiana. Resuelve el problema de la inserción del
personaje en el interior de una copa rodeándola con un círculo, ya esté de pie
o en movimiento.
Atleta
vencedor, plato ático de figuras rojas, c. 520-510 a.C., Museo del Louvre.
EUFRONIO: pinta figuras rojas en el último cuarto
del s. VI a.C. y el primero del V.
ESMICRO: pinta vasos áticos en torno al año 500 a.C.,
seguramente en el taller de Eufronio. Innova al emplear una figura única en un
espacio desprovisto de decoración.
MACRON: activo entre el 500 y el 470 a.C.;
representa danzas de ménades con cabelleras al aire que expresan el movimiento
con una extrema elegancia.
DURIS: contemporáneo de Macrón, resalta el encanto
de la adolescencia. Domina el dibujo sobre superficies curvadas. Conservamos
unos 40 vasos con su firma, pero le han sido atribuidos aproximadamente otros
200.
Copa ática de figuras rojas, c.480-470 a.C. Mujeres
cardando lana. Pintor de Duris. Altes Museum, Berlín.
ONÉSIMO: discípulo de Eufronio, pintó copas en
Atenas a principios del s. V.
EL PINTOR DE CLEÓFRADES: de identidad desconocida,
toma el nombre del alfarero que firmó una de sus obras. Se le atribuyen más de
100 vasijas.
EL PINTOR DE BRYGOS: activo hacia 480 a.C. colaboró
con el también llamado alfarero de Brygos. Era muy conocido por sus copas
(kilyxes)
Simposio.
Vaso de figuras rojas atribuído a Brygos, c. 490-480 a.C.
BACCIO y KITTO eran dos hermanos activos en el s.
IV a.C. dueños de un taller que se encargaba de proporcionar al Estado las
Jarras Panatenaicas.
Formas
y utilidades de las cerámicas:
Peliké
o estamno:
servían para guardar el vino y otras sustancias.
Hidria: utilizada para traer agua de la fuente. Una hidria es un
tipo de cerámica griega usada para transportar agua. Contaba con tres asas: una
a cada lado del cuerpo del recipiente usadas para levantarlo y transportarlo, y
una tercera, situada en el centro respecto a las otras dos, usada para verter
el agua. Esta vasija puede hallarse tanto en el estilo de figuras rojas como de
figuras negras. A menudo incluye escenas de la mitología griega, reflejando
deberes morales y sociales.
Crátera: recipiente
propio de los banquetes en que se mezclaba el vino solo, o mezclado con
hidromiel. El ancho de su boca permitía que los comensales introdujeran
directamente su copa o que se sacara del vaso cierta cantidad con el oinocoe. Había de varias clases: de
columnas, de volutas, cáliz o acampanadas
Lebes: vaso
grande con distintos usos culinarios. El tipo más conocido es el lebes nupcial
usado en el rito de purificación de la ceremonia nupcial. Por su forma abombada
requiere de un pie que lo sostenga; el lebes gámico
se daba a la novia como obsequio.
Psyktera: para enfriar el vino
Kílix: es una copa para beber vino, con un cuerpo relativamente poco
profundo y ancho levantado sobre un pie y con dos asas dispuestas
simétricamente. El círculo de interior casi plano sobre la base de interior de
la copa, llamado tondo, que fue la superficie principal para la decoración
pintada en los de figuras negras o figuras rojas del siglo VI y V ad C. Cuando
las representaciones estuvieran cubiertas de vino, las escenas sólo serían
reveladas en etapas cuando el vino fuera apurado. Fueron a menudo diseñados con
esto en mente, con escenas creadas con el propósito de que sorprendieran al
bebedor al ser mostradas.
Ya que el principal uso del kylix era en los simposios, eran a
menudo decorados con escenas divertidas, románticas, o de naturaleza sexual,
visibles cuando la copa era apurada. Dioniso, el dios del vino, y sus sátiros
eran temas corrientes. Escenas de amor heterosexual o pederástico, sexo u
orgías eran también representadas. La forma del kylix permitía al bebedor beber
mientras estaba recostado, como en el caso de los simposios. Hoy en día, el cáliz empleado
por el sacerdote en el ritual cristiano. También se utilizaban como recipientes
para beber vasos como el kantharos o el skyphos. Para frutos secos, aceitunas o frutas
Esquifos: cántaro para sacar el vino
de la crátera.
Oinocoe (Enócoe):
jarra con la que se servía la bebida en la mesa, bien sacada de una crátera o
de un ánfora. Su boca con forma de trébol permitía escanciar el líquido
contenido sin derramarlo. Jarra de vino por
excelencia. Este tipo de vaso se caracteriza por una única asa y un tamaño de
20 a 40 cm. Se distinguen varios tipos según la forma de la embocadura y de la
panza. El más común (tipo 1) posee un pico trilobulado. El tipo 8 recuerda a
las jarras de cerveza modernas, con un cuerpo cilíndrico y una embocadura con
labio. El apogeo del enócoe se sitúa en el periodo geométrico. Se hace más raro
durante las figuras negras. Es, sin embargo, en los enócoes de figuras rojas
arcaicos en los que se funda esta clasificación, elaborada por John Beazley.
Lécitos (Lekytos): jarra
de cuerpo esbelto y boca estrecha en la que se contenían perfumes, bálsamos y
aceites. En su tamaño mayor tenía un uso funerario. Para guardar el aceite o el agua para el baño
de las novias.
Aríbalo, alabastron: para guardar ungüentos y aceites. Era pieza imprescindible en el tocador
femenino y el recipiente utilizado por los atletas para portar el aceite
necesario en sus ejercicios gimnásticos.
Ascos: para guardar aceites
Pixis: tarro
de uso femenino para guardar las joyas y artículos de tocador. Usualmente era una caja redonda con una tapa separada.
Esencialmente, el pixis derivaba de las cajas corintias que también llevaban
tapas. La forma de la vasija puede remontarse al periodo protogeométrico en
Atenas, sin embargo los pixis atenienses tienen varias diferentes formas. Al
principio, las dos variedades de pixis incluían los puntiagudos y de fondo
plano. Los pixis puntiagudos no duraron más allá del siglo IX ad C, mientras
que los de fondo plano continuaron en el Geométrico Final. También se hacen más
grandes y gordos. La tapa a menudo tiene asas minuciosamente esculpidas y las
paredes tienden a ser algo convexas. Durante el siglo VI ad C, sin embargo,
Atenas comenzó a producir pixis con paredes cóncavas. A veces carecía de asas y
la tapa tenía un botón en el centro y afines del siglo V ad C tenía un asa de
bronce en forma de manilla. Las imágenes de los pixis normalmente representan
la procesión nupcial desde la casa de la joven novia hasta la de su nuevo
marido.
Lecamis: usado por las mujeres
Fial: cuenco para libaciones
Cotón: para llevar el agua.
Ánfora: para
transportar y almacenar todo tipo de líquidos. El vaso conocido como stamnos
estaba destinado al almacenamiento del vino. El pelike tiene el mismo
uso que el ánfora, pero por su forma resulta más estable. La hydria es
el vaso empleado para transportar el agua desde las fuentes públicas hasta las
viviendas.
Ánfora
panatenaica:
era un trofeo para los vencedores de los juegos panatenaicos. Estaba decorada
con Atenea y al otro lado con la prueba en la que se obtuvo el trofeo.
Loutroforos: es un tipo distintivo de vaso de cerámica griega caracterizado
por un cuello alargado con dos asas. El lutróforos fue usado para llevar agua
durante los rituales del matrimonio o funerarios, y era colocado en las tumbas
de las mujeres solteras. Los lutroóforos mismos son un motivo de las lápidas,
bien como un relieve (por ejemplo, el lecito en la estela de Panecio) o bien
como vaso de piedra. Hay muchos en el zona funeraria del Cerámico de Atenas,
alguno de los cuales se guardan en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
Había dos variedades, una de dos asas y otra con tres.
Plemocoe: tarro de perfume utilizado
después del baño y en las ceremonias rituales.
Onos: se colocaba en la rodilla
mientras se cardaba lana. Algunas llevaban tapadera. Fueron evolucionando hasta
nuevas formas.
Decoraciones.-
Motivos ornamentales y
escenas figuradas. Los ornamentos servían para resaltar las cerámicas, partes
como el cuello o las asas. El loto, la palmeta, yedra y laurel se representaban
continuamente. Las escenas con figuras, en un principio se tomaban de la
mitología, Zeus, Atenea, Apolo, Hermes, guerra de Troya, la lucha de los
griegos con los centauros.
Más adelante se
representaba a muchachos en el gimnasio, mujeres en sus tareas domésticas,
actores en obras teatrales, personas cantando o tocando instrumentos,
entierros, etc.
En el s. VI se
representaban las figuras de perfil o con el tronco en posición frontal, brazos
y piernas vistas de perfil, ojos vistos de frente sobre caras de perfil,
vestidos rígidos y sin pliegues. En el 530, esto empieza a cambiar y se va
haciendo más natural.
En la segunda mitad del s.
V se representa la realidad tal como es. Por ejemplo se distinguen los mechones
del cabello. Apareció la perspectiva lineal y dejaron de representarse
frontalmente los muebles. Al llegar el s. IV, se había dominado el sentido de
la profundidad y las pinturas se enriquecen con más colores.
Inscripciones.-
Tienen varias características:
·
dan
el nombre de la figura representada
·
algunas
describen el tema
·
otras
explican lo que dice una persona.
·
a
veces se dirige una frase a la persona que mira la vasija
·
se
halagaba a una persona
·
se
añadían como efecto decorativo
·
algunas
eran notas
·
los
fragmentos de cerámicas servían para el voto
·
firmas
de los artistas: quién lo había hecho, decorado, etc.
·
en
el 490, en alfabeto ático
·
en
el 480, en letras jónicas
Cerámica
beocia (ss. V y IV a.c.).-
Este tipo de cerámica
apareció en el Mediterráneo. Era de tipo local. Se utilizaba la técnica de las
figuras rojas y negras. Los llamados vasos cabeiros (del santuario de Cabeiros)
cerca de Tebas, constituyen un grupo aparte. La forma que tenían era el
esquifos. Negras sobre fondo de terracota. El tema era burlesco.
Cerámica
del Sur de Italia (ss. V y IV a.c.)
Las formas son muy variadas
y los personajes poco corrientes. Hay dos zonas, la Lucana y la Apuliense. En
Italia hubo varias escuelas de artistas cada una de ellas tenían técnicas,
estilos, formas, colores, motivos muy diferentes. Algunos representaban temas
de la vida cotidiana. El grupo de Cumas es el más importante: representaban
guerras y banquetes, con colores amarillo y blanco, siendo el verde y el rojo
complementarios.
Cerámica
de época helenística.-
Se produjeron cambios
decorativos y en las técnicas utilizadas, se cubría la superficie con un globo
blanco y se decoraba con pinturas al temple. Por ejemplo en los vasos de Adra,
en el cementerio de Alejandría. Las cerámicas de la época helenística se
decoraban con relieves principalmente. Hay varios tipos:
·
calena: de Cales, sur de Italia;
hay lucernas, tazas y cuencos, con barniz negro, de los ss. IV y III a.c.; las
lucernas de los SS. VI al IV a.c. son pequeños recipientes redondos de
terracota, con una abertura en el centro para derramar aceite, un canalillo
para la media y con una sola asa oriental u oblicua. Utilizaban la misma
técnica que en las vasijas, tornos y barnices negros. Sin decoración; sus
formas armoniosas y el efectivo contraste de los colores convierten las
lucernas en obras de arte.
·
megarense: Megara y otros; cuencos
con relieves, barniz, temas florales y escenas con figuras, del s. III y II
a.c.
·
Pérgamo: años 150 al 50 a.c.;
barniz negruzco y rojizo. Los temas son de Heracles y Eros.
En el s. I a.C. los relieves se modelaban junto a la vasija y se
cubrían con barniz azul, durante un breve tiempo se utilizó en la Grecia
oriental.
La técnica de decoración de
la cerámica fue variando a lo largo del tiempo. Las técnicas más importantes
fueron las llamadas de figuras negras, de figuras rojas, de fondo
blanco y de barniz negro.
Técnica de figuras negras.
Se caracteriza porque las
figuras, pintadas y cubiertas con barniz negro, se destacaban sobre el color
rojo de la superficie de la cerámica. Los detalles de la anatomía y del vestido
se señalaban con finas incisiones sobre el barniz, sobre el que también se
podían pintar detalles en rojo o blanco. Fue inventada por los artesanos de la
ciudad de Corinto hacia el año 700 a. C. y luego imitada y desarrollada por los
artesanos de Atenas a partir del año 630 a.C. Se uso del 700 al 480 a.C.
Sobre la superficie roja de
la cerámica, se pintaban y cubrían las figuras con barniz negro, señalando los
detalles interiores con incisiones. El fondo quedaba "reservado", sin
barniz.
Técnica de figuras rojas.
Ofrece el efecto contrario,
las figuras rojas destacan sobre el fondo negro barnizado. Para ello, primero
se realizaba el "esquema preliminar", luego se dibujaban las figuras
y los principales detalles anatómicos y del vestido y, por último, se rodeaba
el contorno de la figura con una ancha banda de barniz y se dibujaba en el
interior de las figuras con líneas de barniz más diluido o con otros colores
como el rojo y el blanco. Posteriormente los aprendices terminaban de rellenar
el fondo de barniz. Esta técnica fue inventada en Atenas y convivió con la de
figuras negras durante cierto tiempo, pero posteriormente la sustituyó. Se usó
desde el 530 a.C. hasta el 350 a.C.
En este caso se
"reservaba" la figura y se cubría con barniz negro el fondo. En el
interior de las figuras se dibujaban los detalles con líneas de barniz muy
finas o con otros colores, como el blanco para la piel femenina y el rojo para
otros detalles.
Técnica de fondo blanco.
Fue una técnica especial
utilizada por los artesanos atenienses sólo para decorar los vasos funerarios
que se depositaban en las tumbas, no siendo apropiada para cerámica de uso
cotidiano por la poca consistencia del engobe blanco y de los colores. Se usó
durante el siglo V a.C.
Consistía en cubrir el
fondo del vaso con un engobe blanco sobre el que se dibujaba el contorno de las
figuras con líneas de barniz negro o con pinturas de otros colores.
Técnica de barniz
negro.
Consistía en cubrir toda la
superficie con barniz, pudiendo completar su decoración con otras técnicas:
incisión, estampilla o ruedecilla. La incisión se reconoce en que los motivos
decorativos se dibujan "arañando" la superficie. La estampilla
produce un motivo decorativo impreso o en hueco. La ruedecilla origina unas pequeñas
líneas incisas verticales paralelas que se desarrollan en vertical. Se usó
desde el s. VI al II a.C.
Una vez cubierta la
superficie con barniz negro, se decoraba con la estampilla, que tenía un motivo
decorativo en relieve, presionándola sobre la superficie. Así se obtenía una
decoración impresa, "en hueco".
En lo que a sus formas se
refiere, los vasos griegos fueron moldeados de distintas maneras, siendo
determinante de su aspecto y acabado el uso para el que estuviese destinada la
pieza de cerámica. Las principales formas de vasos, así como sus usos
respectivos pueden resumirse en:
Alabastrón
antiguo de figuras negras y de fondo blanco, hacia 540 a. C.
Aríbalo ático de
figuras rojas (ca. 480-470 a. C.
Ánfora ática
geométrica, c. 725 a. C.– 700 a. C.
Ascos
ático de figuras rojas, fechado en torno a 420-410 a. C., con
decoración de Pegaso y una quimera. Museo del Louvre, París.
Cántaro de figuras rojas,
Museo Arqueológico Nacional de Atenas
Crátera
de cáliz
Crátera de campana
Dionisos
y una ménade decorando un kyathos del periodo de figuras negras, entre
550-540 a. C. (13.9 x 9.4 cm). Museo del Louvre
Joven
sosteniendo una lira de caparazón de tortuga (Ática, Grecia, ca.
470-460 a. C.) del J. Paul Getty Museum
Dinos
decorado con leones y gacelas. Museo del Louvre
Skyphos
ático, del 490-480 a. C.
Un
estamno del Museo Británico.
Hidria
con ménades y sátiros.
Lagena
decorada con instrumentos musicales
Lécito
ático de fondo blanco del Pintor de Aquiles (440 a. C., M.A.N., Madrid)
Lecánide
de cerámica de figuras rojas procedente de Magna Grecia, 330-320 a. C
Olpe
corintio S VII a. C. Museo Arqueológico Madrid
Crátera
clasificada como oxybaphon y atribuida al pintor de Mikonos,
decorada con una escena dionisiaca, 450 a. C. Museo arqueológico nacional de
Ferrara
Pelike
de figuras rojas de Apulia Mujer con joven, c. 370 a. C.
British Museum
Pyxis
ateniense del siglo V a. C.
Psictero
decorado con escenas mitológicas. Louvre).
CERÁMICA GRIEGA
Cronología -
Aunque los historiadores asignan distintas fechas para algunas de
las etapas proponemos éstas como las más aceptadas por la mayoría:
1.- Edad Oscura o Medioevo helénico (1.220
– 900 a.C.)
·
Subminoico en Creta (1.200 –
1.100 a.C.)
·
Submicénico (1.220 –
1.000 a.C.): Estilo de
metopas o cerrado
·
Pregeométrico (1.100 – 900
a.C.):
- subgeométrico: S. XI a.C.
- protogeométrico: S. X a.C.
- subgeométrico: S. XI a.C.
- protogeométrico: S. X a.C.
2.- Periodo Geométrico (900 – 700 a.C.)
·
- Geom. Antiguo o inicial
(900 – 850 a.C.)
·
- Geom. Medio (850 – 770
a.C.)
·
- Geom. Reciente o Tardío
(770 – 700 a.C.): Cerámica
de Dypilón
3.- Periodo Orientalizante (700 – 610
a.C.)
· - Orient. Antiguo (700 – 675 a.C.) Ática: estilo Idaeo: 720 – 650 a.C.
· - Orient. Medio (675 – 640 a.C.)
· - Orient. Tardío (640 – 610 a.C.) Ática: estilo Dedálico: 650 – 600 a.C.
4.- Periodo Arcaico (610 – 480 a.C.)
·
- Arc. Primitivo (610 –
570 a.C.) Técnica de
figuras negras.
·
- Arc. Medio (570 – 530 a.C.)Estilo
rodio de Filekura (550 – 500 a.C.)
·
- Arc. Tardío (530 – 510
a.C.): Técnica de figuras
rojas.
·
- Arc. Final (510 – 480 a.C.)
5.- Periodo Clásico (480 – 323 a.C.)
·
- Per. Severo (480 – 450
a.C.)
·
- Per. clásico pleno (450 –
400 a.C.)
·
- Per. tardoclásico (400 –
323 a.C.)
6.-Periodo Helenístico (323 – 31 a.C.)
·
- Hel. Primitivo (323 – 220
a.C.)
·
- Hel. Medio (220 – 100 a.C.)
·
- Hel. Tardío (100 – 31 a.C.)
La edad oscura
La llegada de los pueblos
del mar y los dorios del norte a la Grecia continental supuso la desaparición
de las culturas del Egeo (Micénico y últimos restos de Creta). La cultura
vuelve a comenzar casi desde el principio y se tienen muy pocos conocimientos
de esta época.
Desde la Edad Oscura se
utiliza el torno y la cocción es muy buena lo que produce una decoración de
color oscuro sobre un fondo claro mate.
Los motivos son totalmente
geométricos con predominio de líneas rectas paralelas aprovechando la rotación
de la vasija. Entre las líneas paralelas se dibujan otras formas angulosas o
curvas.
Ánfora
protogeométrica S. XI-X a.C.
Periodo geométrico
La decoración
de estilo geométrico, que es el primer periodo de la cerámica decorada griega
del primer milenio, es también una de las de mayor duración en el tiempo (de
finales del siglo X a finales del S.VIII a.C.). En realidad, la abstracción
geométrica es siempre el más recurrente punto de partida de todo arte pictórico
elemental. En Grecia "nace" a partir del vacío de continuidad
temática y estilística con el periodo micénico anterior, y también de los
propios "modos de ver" de las nuevas estirpes griegas que dominaban
la Hélade continental en los siglos oscuros, tras haber pasado de unos estadios
subculturales periféricos dentro de la cultura micénica o aquea a constituirse
en culturas predominantes. Por otro lado, se ha querido ver también en ese arte
geométrico la evidencia de la penetración en Grecia de nuevos elementos de
origen centroeuropeo (el arte céltico, germánico y danubiano de la primera Edad
del Hierro centroeuropea, p.e., es también en lo decorativo un arte esencialmente
geométrico).
Pero en el caso
de la cerámica griega de estilo geométrico se aprecia claramente su propia
evolución y desarrollo desde sí misma a lo largo de dos siglos, desde formas
muy simples y elementales hasta formas mucho más elaboradas y complejas. Los
motivos decorativos, en los que predomina siempre la línea recta sobre la
curva, son tan variados como repetitivos (esvásticas, zigzags, franjas, rombos,
ajedrezados, etc), que son pintados en pintura negra o parda sobre el fondo
claro de la arcilla.
El principal
centro de creación y difusión de esta cerámica, o por lo menos el de las
producciones de mayor calidad y maestría, es la ciudad de Atenas, desde donde
se exporta y se imita en las ciudades vecinas y en las colonias griegas de
Jonia (la colonización helena de la costa de Asia Menor había comenzado hacia
el año 1000 a.C.). Y en Atenas precisamente será también donde culminará su
desarrollo y su apogeo, en la segunda mitad del siglo VIII a.C., cuando los
vasos decorados de gran tamaño adquieran su mayor elegancia y equilibrio
estético. Las grandes ánforas funerarias halladas en el cementerio ateniense de
Dípylon son las más representativas de este estilo geométrico en su plenitud,
con escenas de duelo funerario o procesiones de carros en las que aparece la
figura humana con un tratamiento esquemático y elemental muy característico:
son siluetas humanas construidas sobre un cuerpo formado por dos triángulos
unidos por los vértices (motivo geométrico que también aparece suelto como
elemento de relleno decorativo), unas extremidades esbozadas en su articulación
y una cabecita redonda en la que a veces se insinúan el cabello ondulado en las
mujeres o la protuberancia de la barba en los varones. Pero lo más llamativo (y
lo más estético también) en estos grandes vasos es precisamente la
profusa decoración que los recubre en su práctica totalidad, con motivos
geométricos repetitivos dispuestos de forma alternada y ordenada en bandas
paralelas monócromas (perfectamente trazadas con regla, plantillas y compás de
cordel, con tanta minuciosidad como paciencia) y que prácticamente
"forran" por completo el vaso cerámico (el propio geometrismo
riguroso de esta decoración atenúa cualquier posible efecto antiestético de
recargamiento).
El estilo
geométrico se agota en sí mismo en esos grandes vasos atenienses. Tanto en la
Hélade continental como en las colonias griegas de la costa asiática los
estilos y las tendencias artísticas locales van dando paso a otras concepciones
decorativas, progresivamente influenciadas por los modelos orientales
(fenicios, mesopotámicos, etc). En la península helénica pronto sobresale la
ciudad de Corinto, el más importante puerto comercial de Grecia en esa época,
cuyas producciones cerámicas empiezan a difundirse por los nuevos mercados abiertos
con la colonización, aunque otras ciudades griegas como Atenas o Calcis (en la
isla de Eubea) tampoco se quedan rezagadas en esta competición exportadora.
El siglo VII
a.C. es sobre todo el siglo de la "orientalización" de la Grecia
arcaica. La Hélade se baña de orientalidad en todos los aspectos de su cultura
material artística. Se incrementa el intercambio comercial en todo el
Mediterráneo oriental (las ciudades griegas de Asia Menor hacían de
intermediarios entre el mundo oriental fenicio-mesopotámico y el mundo helénico
occidental), y la presencia de comerciantes o de mercenarios griegos en Egipto,
Siria y Palestina constituyó también un importante factor de orientalización de
la Grecia arcaica. Las decoraciones cerámicas se inspirarán en motivos
orientalizantes, pero tanto la unidad estética y la concepción temática como la
racionalización del espacio decorativo continuarán siendo claramente griegos.
Los principales
centros cerámicos en la primera mitad de ese siglo VII a.C. son Corinto, Atenas
y la isla de Rodas. El estilo cerámico denominado actualmente
"protocorintio" por los especialistas constituye de hecho la
evolución "natural" del arte geométrico bajo la progresiva influencia
de los modelos decorativos orientalizantes, que a través de motivos
animalísticos de inspiración oriental dará paso a un interés creciente por la
figura humana (corintio "antiguo" y "medio"). Pero Atenas
no se quedará atrás, aunque la cerámica ateniense del s.VII a.C. no parece
tanto una evolución de su antigua cerámica geométrica (la mejor de Grecia) sino
más bien el resultado de la asimilación del orientalismo a partir de los
ensayos y producciones jonias y sobre todo de la imitación de la cerámica
figurativa corintia, que había alcanzado ya gran aceptación en los mercados del
Mediterráneo tanto por su factura decorativa como por su temática mitológica
genuinamente griega.
La cerámica
ática, a su vez, desarrolla primero un estilo figurativo propio con vasos de
fondo blanco (al estilo "asiático") y decoración geométrica y de
inspiración vegetal y animal orientalizante, y con figuras humanas dibujadas en
línea pintada, sin mancha (salvo el cabello y barba); son figuras de factura
ingenua, casi "infantiles" o "naïf", desproporcionadas pero
muy graciosas, con una estilizada y luminosa belleza esquemática que supera a
veces la rigidez de la decoración figurativa corintia y rodia coetáneas (aunque
se inspira más bien en esta última); los temas son preferentemente los de la
epopeya helénica: el héroe Aquiles y el centauro Quirón, su preceptor y
educador; Odiseo y sus compañeros cegando al cíclope Polifemo; Odiseo y sus
compañeros escapando de la cueva del cíclope bajo los lomos de los carneros;
Orestes, guiado por una especie de "genio maligno" o "demonio
vengador", disponiéndose a consumar la venganza mortal sobre su propia
madre, etc.
Sin embargo,
pese a su originalidad, o precisamente por ella, este peculiar estilo ático no
podía competir con el asentado estilo del "corintio antiguo", que por
entonces ya ha logrado dar a la figura humana (silueta e incisiones) unos
rasgos definitorios básicos y esquemáticos que en líneas generales se
mantendrán en toda la cerámica griega posterior. Triunfa el dibujo de silueta
negra incisa, con partes muy escogidas (cabello, armas, ropas y otros elementos
compositivos) pintados en un color rojo-púrpura, todo ello sobre el fondo claro
de una arcilla blanquecina cremosa característica de la cerámica corintia, que
por esa época (mediados del S.VII a.C.) produce algunos de sus más bellos
ejemplares.
Pero la
competencia ateniense es pujante. Los pintores ceramistas áticos imitan
directamente ese "estilo corintio" de figuras negras de tanta
aceptación en los mercados, pero lo hacen a su manera, y es en esa imitación
donde nace el estilo ático de "figuras negras": al principio como
mera imitación y deseo de adaptarse a los gustos del mercado consumidor
mediterráneo, pero finalmente puliendo y refinando un estilo propio y
característico inconfundible que superará a las producciones corintias.
El estilo ático
de figuras negras entra en una fuerte rivalidad artística y comercial con el
corintio medio y reciente, una pugna en la que, entre otras cosas, se dirime la
capacidad artística de llegar a dar a la figura humana las proporciones más
adecuadas, las líneas más definitorias. La cerámica corintia, todavía en el
siglo VI a.C., producirá obras tan hermosas como el vaso de "la despedida
de Anfiarao", con el héroe subiendo a su carro y despidiéndose de su
familia (un grupo de figurillas graciosamente apelotonadas, entre las que
destaca la esposa de Anfiarao, con la guirnalda matrimonial en la mano), y
hasta uno de los perrillos de la casa se despide del guerrero que parte hacia
la guerra y hacia su trágico destino; no faltan las típicas "lagartijas
corintias" subiendo por las paredes (típico recurso de los artistas
corintios para distinguir un plano vertical sólido en la composición).
El resultado de
esta pugna comercial y artística es que la cerámica ateniense se impone
definitivamente, mientras que la cerámica corintia se ve desbordada, ha de
trabajar en serie subordinando la calidad a la cantidad, y sus producciones
terminan por imitar a las atenienses (incluso recubriendo sus vasos con una
pasta anaranjada para imitar el color de la arcilla ática). Probablemente, lo
que venció fue sobre todo la capacidad ateniense para organizar el modo de
producción industrial de sus talleres, que pudieron responder a la demanda sin
colapsarse. Pero el caso es que a comienzos de la segunda mitad del siglo VI
a.C. la cerámica ática se impone definitivamente en todos los mercados del
Mediterráneo, barriendo literalmente a la corintia.
Orestes
en Delfos, vaso del pintor Pythón
Esta cerámica
ática de figuras negras, surgida en el último tercio del S.VII a.C. como
imitación directa de la corintia, llenará completamente todo el siglo VI, en
unas producciones cada vez más perfectas. Las figuras, silueteadas en pintura
negra sobre el fondo rojizo-anaranjado de la arcilla, son precisadas en sus
detalles interiores por medio de incisiones (sólo los rostros, brazos y pies de
las figuras femeninas son pintados en color blanco, convención antigua para
subrayar la mayor palidez en general del cuerpo femenino, que por lo demás no
suele ser objeto en estos vasos de un tratamiento lineal tan cuidadoso como el
que reciben las figuras masculinas); en los vasos más elaborados y selectos,
algunos pintores hacen un uso ocasional del color púrpura-liliáceo, muy
dosificado, para destacar algunos elementos compositivos.
Con este estilo tan sobrio, tan austero y tan
suficiente, se producen piezas verdaderamente espléndidas, y algunas de estas
obras empiezan a aparecer "firmadas", tanto por el ceramista como por
el pintor, señal inequívoca de que al menos una parte del público consumidor
había empezado también a distinguir estilos y obras y a valorar los
virtuosismos de cada artista (la elección y la selección no se dirimía ya entre
"vasos corintios" o "vasos áticos", sino entre tal o cual
afamado pintor-ceramista ateniense). Ello ha creado, por cierto, no poca
confusión entre los estudiosos modernos, pues a veces los vasos aparecen
firmados simultáneamente por el ceramista (que se considera a sí mismo algo más
que un simple alfarero) y por el pintor, con frases inscritas del tipo
"Fulano me hizo", "Mengano me pintó", pero otras veces
aparece sólo el que parece ser el ceramista. En realidad, cuando ésto
ocurre, lo más verosímil (teniendo en cuenta la menor especialización o mayor
polivalencia del artista antiguo) es pensar que el pintor y el ceramista son
una misma persona, y no se necesitaba especificar en tales casos que fue el
propio ceramista el que decoró también el vaso o, si se prefiere, que fue el
propio pintor el que lo modeló; la crítica moderna, sin embargo, demasiado imbuida
quizá de "especialismo", no lo ha visto así, y para clasificar e
identificar al pintor supuestamente "anónimo" recurre a rebuscadas
expresiones del tipo -p.e.- "el pintor de (el ceramista) Andócides"
(menos afortunadas son aún las nomenclaturas basadas en el nombre de la ciudad
actual en cuyo museo se conservan las obras más representativas de cada artista
destacado: "el pintor de Lyon", "el pintor de Madrid",
etc). De los más de trescientos pintores ceramistas griegos identificados (por
su nombre real o más generalmente por su denominación convencional moderna en
base a su estilo característico), casi un tercio de ellos corresponden a
pintores de cerámica ateniense de figuras negras.
Desde el último tercio del siglo VI a.C., en pleno
apogeo político de Atenas (dictadura de Pisístrato y transición a la
democracia), cuando ya el monopolio ateniense del mercado cerámico es
prácticamente completo, surge en Atenas un estilo decorativo nuevo, una
innovación y una novedad decorativa que se generalizó y se impuso sin apenas
reticencias. Se trata de la técnica de "figuras rojas", en la que se
invierten los presupuestos decorativos básicos anteriores: ahora se reserva el
fondo natural de la arcilla para las figuras y todo el resto del fondo del vaso
se pinta en negro; desaparece la incisión, y se pintan a pincel en línea parda
los detalles de las figuras.
Esta cerámica ática de figuras rojas dominará sin
competencia alguna toda la producción del S.V a.C., aunque la de "figuras
negras" no desaparecerá en absoluto, reservada siempre para temas más
solemnes y arcaizantes (religiosos principalmente). El nuevo estilo se
introdujo paulatinamente, como una especie de sondeo o "promoción de
mercado". Entre el 530 y el 520 a.C. se produjeron algunos vasos que
alternaban simultáneamente ambos estilos (figuras negras en una cara del vaso y
figuras rojas en la otra): son los vasos de estilo "conjuntado", o
"bilingües", como los denominan algunos.
El sacrificio
de Polixena en un vaso de estilo corintio
La preponderancia política y cultural ateniense,
sobre todo a partir de su exitoso liderazgo en la lucha contra los invasores
persas, allanó el camino para la aceptación general de este nuevo estilo, que
aporta otras novedades temáticas y estilísticas, como son la suavización de los
perfiles y el tímido uso de la perspectiva, aparte de perfeccionarse al máximo
los logros alcanzados en el tratamiento gráfico de la figura humana. El arte
decorativo cerámico griego llega a su plenitud con estos vasos de figuras rojas
(o más bien "rojizo-anaranjadas", dependiendo de los propios procesos
naturales de oxidación en una arcilla especialmente rica en mineral de hierro,
que es lo que le da esa tonalidad anaranjada o rojiza; no obstante, parece ser
que las piezas más selectas se sometían a un tratamiento particular de doble
cocción gradual y cuidadoso barnizado que conseguían rebajar ese tono rojizo
subido en un anaranjado pálido muy suave y agradable a la vista, que imitaba
incluso mucho mejor el color natural del cuerpo humano, en el que -por cierto-
ya no se hacen distinciones de sexo en lo referente a su coloración). Con el
perfeccionamiento de la técnica y de la maestría de cada artista, las figuras
se van apoderando de todo el recipiente, delimitándolo y envolviéndolo
(pero sin cubrirlo del todo), creando un bello efecto visual de luminosidad
especial nunca visto en la cerámica anterior.
Los estilos de cada artista son cada vez más
personales y distinguibles (a veces la forma particular en que se dibuja el
rabillo de un ojo o los rizos del cabello identifican a determinado artista de
manera casi inconfundible, aunque las atribuciones de carácter estilístico son
siempre necesariamente conjeturales). No pocos vasos llevan además lo que
parece ser una alusión a su propietario (letreros del tipo "Fulano es
hermoso", que podría traducirse -actualizando un poco- como "El guapo
de Fulano" o "Qué majo es Fulano" o "Cómo mola
Fulano"), inscripciones evidentemente encargadas ex-professo a los
artesanos, lo que de paso evidencia el aprecio que se tenía a estas piezas de
encargo por sus propios propietarios.
A finales del siglo V a.C., con la progresiva
decadencia política de Atenas, se va produciendo también la de su cerámica.
Pero todavía el último cuarto de ese siglo V fue rico en innovaciones y
ensayos. Entre los nuevos estilos de la segunda mitad del siglo V a.C. que por
circunstancias especiales han llegado a nuestro conocimiento destaca el de los léthytoi
(lécitos), vasos funerarios de perfumes, pintados en fondo blanco y decorados
con figuras un tanto "blandas" o amaneradas en la forma (imitadas
directamente de la pintura más que de la cerámica inmediatamente anterior,
aunque manteniendo los perfiles y los esquemas compositivos de ésta), pero
todavía con gran pureza de líneas y con una incipiente y selecta policromía (el
desarrollo de los lécitos de fondo blanco durará aproximadamente desde el 450
al 430 a.C.).
La pintura cerámica, con sus formas tradicionales y
sus limitaciones propias, no podía pretender superar a la pintura mural o de
tabla (como tampoco esa misma pintura mayor podía competir con la escultura).
Los estilos cerámicos decorativos atenienses fueron decayendo progresivamente
en un amaneramiento descuidado de las formas, y la demanda por parte de las
colonias mediterráneas fue cayendo también, al tiempo que iban surgiendo
diversos talleres locales en tierras itálicas (en Etruria se imitaron los
modelos áticos casi desde el principio, desde la época de figuras negras, bien
por obra de ceramistas griegos emigrados o bien por artesanos locales que
desarrollaron un estilo bastante peculiar). Las producciones áticas ya no eran
las "únicas", ni tampoco las "mejores", y los artistas
atenienses parecían haber perdido la capacidad o las ganas de adaptarse a otros
gustos y a otras demandas: se siguieron produciendo piezas para consumo local,
pero las destinadas a la exportación -muy mediocres- eran ya más limitadas,
incluidas las del mercado etrusco (no es casual que buena parte de la cerámica
griega que ha llegado hasta nuestros días proceda mayormente de Etruria -de las
tumbas etruscas- y de otras regiones itálicas peninsulares).
Con todo, el siglo IV a.C. es todavía un gran siglo
para el arte decorativo cerámico, y sobre todo para los talleres grecoitálicos
(especialmente los de Sicilia, los de las regiones itálicas de Apulia, Lucania
y Campania y los de la ciudad grecolucana de Paestum). Se ensaya con éxito una
moderada policromía (blanco, amarillo y rojo, sobre la técnica tradicional de
figuras rojizas); las figuras ganan en expresividad lo que pierden en pureza de
líneas o en virtuosismos anatómicos; triunfan los medios-perfiles; se ensayan
escenas compositivas amplias (y también miniaturas), y se introducen nuevos
temas: escenas femeninas más intimistas y descriptivas, escenas "narrativas"
de iniciación mistérica femenina en cultos dionisiacos, etc (lo que evidencia
en todo caso que los principales destinatarios y clientes de esa cerámica eran
sobre todo mujeres).
A propósito de los temas de la cerámica griega, hay
que decir que la cerámica figurativa decorada, en su conjunto, constituye una
verdadera antropología etnológica del mundo griego. Con excepción de la
literatura (y a veces por encima de ella) no hay ningún otro testimonio
artístico o arqueológico que nos informe mejor de los "detalles" de
ese mundo helénico, tanto en sus aspectos más idealizados como en sus aspectos
más cotidianos. Los temas mitológicos (epopéyicos, olímpicos, dionisiacos),
predominantes en la cerámica arcaica, continuaron en los periodos siguientes, y
también los temas "de palestra", de entrenamiento de atletas y de
competiciones deportivas genuinamente helénicas. Sin embargo, los temas
propiamente bélicos (luchas de hoplitas, etc) van desapareciendo prácticamente
en los vasos de figuras rojas (el tema guerrero, ciertamente, no daba mucho de
sí, sobre todo teniendo en cuenta que el arte griego evitaba casi siempre lo
excesivo y lo demasiado cruento). No desaparecen del todo, en cambio, los
carros, caballos y caballeros. Pero las figuras rojas abrieron nuevos espacios
temáticos descriptivos de la diversión y de la privacidad masculina: escenas de
comedia o de sátira mitológica, fiestas privadas y banquetes masculinos,
orgías, etc (aparecen por primera vez mujeres desnudas, siempre cortesanas o heteras,
flautistas, danzarinas, etc; las flautistas llevan a menudo acoplada la flauta
con una cinta de cuero que impedía inflar demasiado los carrillos, con objeto
no sólo de modular la intensidad del sonido sino sobre todo de evitar las
deformaciones faciales que con el tiempo solía causar el uso continuo de ese
instrumento entre las profesionales). Pero también se incrementan los temas
específicamente femeninos: el tema de "mujeres en la fuente pública",
probablemente uno de los temas más solicitados por las propias mujeres, y que
ya había sido cultivado en los vasos de figuras negras, alcanza con las figuras
rojas mayor delicadeza de detalles (las fuentes públicas, que en Atenas habían
sido especialmente acondicionadas y embellecidas durante la época de
Pisístrato, eran uno de los escasos puntos ocasionales de encuentro y comadreo
de las mujeres atenienses, y allí se reunían tanto las mujeres libres como las
criadas).
Desde finales del siglo V a.C., y sobre todo a lo
largo del siglo IV, proliferaron también escenas interiores "de gineceo"
o "de tocador" (demandadas por mujeres, naturalmente), escenas
intimistas con desnudos femeninos relajados y más o menos casuales. Y en ese
siglo IV a.C. proliferan también las escenas de iniciación mistérica femenina
(hasta entonces inéditas), con descripción de rituales eróticos dionisiacos en
los que las mujeres de esas sociedades antiguas encontraban de modo más o menos
provisional los medios y las formas de canalizar y de autocontrolar
psicológicamente una sexualidad femenina demasiado problemática o poco
satisfactoria dentro del matrimonio convencional familiar (en las láminas
siguientes hemos ensayado algunas recreaciones interpretativas de esas extrañas
"escenas mistéricas", muy ricas en simbolismos y de gran condensación
narrativa).
Pero la cerámica italogriega del siglo IV a.C.
tenía ya los días contados desde que un pueblo centro itálico muy pujante,
surgido como quien dice "de la nada", empezó a convertirse poco a
poco en el poder dominante en toda la península italiana. Esos primitivos
romanos no parece que apreciaran especialmente los "vasos griegos de
barro" ni sus decadentes temas figurativos. Todo lo más aceptaban esas
decoraciones "griegas" en los sólidos vasos de bronce, de plata o de
oro repujado (el siglo IV a.C. es también la gran época de las cistas de bronce
con decoración incisa y de los espléndidos vasos sobredorados con decoración
repujada).Tampoco los demás pueblos "bárbaros" (celtas, etc) hacían
especial aprecio de los frágiles vasos de cerámica decorada, y sus preferencias
iban más bien hacia los recipientes de metal artísticamente labrados, mientras
que los ya decadentes etruscos de la última época parece que sintieron tan sólo
cierta predilección por la imitación de la cerámica ática de temas
pornográficos, banquetes, etc. A la larga, la cerámica decorada helénica fue
víctima de la particular inconsistencia de su frágil soporte de barro y al
mismo tiempo del agotamiento de sus mercados consumidores.
Solamente en el occidente mediterráneo más extremo,
los vasos griegos dejaron una secuela indirecta digna de mención: los vasos
cerámicos decorados de los iberos levantinos hispanos, que, en grandes y
medianos recipientes, con figuras negras o pardas, con temas mitológicos
autóctonos y con modelos griegos referenciales más o menos implícitos, crearon
un arte cerámico verdaderamente original y excepcionalmente hermoso a lo largo
de los siglos IV y III a.C. (aunque en ellos el modelo helénico está más bien in
absentia que in praesentia, es decir, está más bien como modelo y referente
ausente no explícito, pero sobre todo como modelo de lo que se puede conseguir
en la decoración figurativa de un vaso cerámico cuando se pierden todos los
"miedos" a la representación de la figura humana).
El arte decorativo de la cerámica griega se agotó
definitivamente a finales del siglo IV a.C., aunque no se agotó ni mucho menos
la curiosidad retrospectiva por ellos (p.e. el coleccionismo). El historiador
latino Suetonio menciona una anécdota en la que comenta que el emperador romano
Tiberio se quejaba del precio exorbitante que habían alcanzado en su época
(siglo I d.C.) los "vasos corintios" (se refería muy probablemente no
tanto a los antiguos vasos de factura corintia propiamente dicha, sino a los
antiguos vasos áticos de figuras negras y a todos los vasos arcaicos de figuras
negras en general), lo que constituye una buena muestra del aprecio de los
coleccionistas romanos por el arte griego antiguo, y a la vez una inevitable
sospecha de que con esa demanda probablemente tuvieron que producirse, si no
exactamente "falsificaciones", sí al menos buenas
"imitaciones" ocasionales de esa cerámica antigua (aunque
desconocemos el alcance de tales imitaciones, si es que las hubo y si es que
algunas de ellas han podido llegar hasta nuestros días confundidas con piezas
auténticas).
Pero la cerámica griega decorada cerró su ciclo
productivo, como se ha dicho, en las postrimerías del siglo IV (a.C.). Fueron
casi siete siglos en los que esa cerámica griega hizo su función. No eran en
ningún caso vasos "vacíos", pues esos recipientes estaban llenos en
todo caso de "formas de vida griegas", de modos de ver y de
comprender el mundo tal y como lo veían (o como lo querían ver y comprender)
las gentes helénicas a lo largo de sucesivas generaciones. Con ellos el soplo y
el aliento de lo helénico recorrió como un suave viento todo el Mediterráneo,
de este a oeste, ese mismo viento que esparció por las riberas mediterráneas
muchas otras cosas (la filosofía jonia, la helenización, el helenismo, y otras
buenas nuevas).
En el Periodo Geométrico la
cerámica alcanza importancia y aparecen "vasos" de gran tamaño en el
estilo de Dypilón que formaba parte del ajuar funerario de los difuntos en los
enterramientos.
La decoración es
predominantemente geométrica (de ahí su denominación) pero a lo largo de este
periodo se introducen representaciones de animales, objetos y personas.
Las personas aparecen en
silueta y son muy simples y esquemáticas; frecuentemente se representan con la
frontalidad antigua (piernas de perfil, tronco de frente y cabeza de perfil).
Son abundantes las escenas funerarias, las procesiones de carros y hasta
batallas navales.
Ánfora geométrica del 800 a. C.
Ánfora de Dypilón
Crátera ática estilo geométrico
Jarra de funeral
Crátera funeraria
Oinochoe 625‑600 a.C., Museo del
Louvre
Periodo orientalizante -
700 - 610 a. C.
A lo largo del siglo VIII, la reconquista de la navegación
permitirá a los griegos canalizar su aumento demográfico hacia la fundación de
colonias, desde Asia Menor hasta el Occidente mediterráneo, concentrados
principalmente en Sicilia y la Magna Grecia, y desde las costas norteafricanas
hasta las tierras del mar Negro, el Ponto Euxino. La expansión colonial pone a
los griegos en contacto con otros pueblos, principalmente con fines
comerciales. Encabezan el movimiento los griegos asiáticos y los eubeos de
Calcis y Eretria, rápidamente seguidos por corintios, megarenses y aqueos. El
Mediterráneo se convirtió en un lago de dominio griego, disputado por fenicios
y etruscos.
Las poleis o ciudades griegas se hallan en estos momentos animadas
de una actividad comercial inusitada, concentrada en torno al ágora. A partir
de ahora, el ágora sustituye a la primitiva institución del palacio-fortaleza.
Los contactos con Oriente, esporádicos al principio e incesantes
después, hacen llegar a Grecia, desde mediados del siglo VIII, nuevos
materiales, tales como tejidos, marfiles, manufacturas orientales
(principalmente metalúrgicas) y técnicas artesanales diferentes. A las primeras
navegaciones fenicias parecen deber los griegos sus conocimientos marítimos,
además de la trascendental aportación del alfabeto. Este, permite a la Grecia
geométrica recuperar el empleo de la escritura al cabo de los siglos
transcurridos desde la caída de los palacios micénicos. Ello parece haber
ocurrido en el siglo IX.
La uniformidad casi general del período geométrico, con algunas
diferencias regionales más bien leves, se plasma en una lengua prácticamente
similar, unos dioses comunes, aunque con advocaciones más o menos locales y
unas actividades compartidas, entre las que destacan los Juegos Olímpicos (los
primeros con nombres de vencedores conocidos, celebrados en el año 776, serán
el punto de partida de la cronología griega) o la concurrencia a unos
santuarios afamados más o menos internacionales, con Delfos y sus oráculos a la
cabeza.
Con la aventura colonial y la llegada de distintas influencias de
Oriente, que afectaron en muy diverso grado a las ciudades griegas, comenzó un
proceso de regionalización muy característico. Así se formaron las distintas
escuelas artísticas del período Orientalizante, y también del Alto Arcaísmo
griego, ya desde momentos de fines del siglo VIII. Creta es una de las primeras
áreas en acusar este influjo, a través de marfiles, tejidos y, sobre todo, la
conocida serie de escudos votivos encontrados en el santuario de Zeus en la
cueva del Ida. Estos son unos escudos de parada, es decir, no funcionales,
realizados con finísimas láminas de bronce repujado. Las escenas representadas
siguen modelos orientales, sobre todo procedentes de Asiria. En Corinto, donde
la influencia del arte geométrico ático ha sido fuerte pero no opresivo, tal
como sucederá en la propia Atenas, la llegada de los motivos ornamentales
orientalizantes provocará un despegue artístico, a partir del Protocorintio,
entre los años 750 y 640.
A lo largo del siglo VII, los objetos importados dan lugar a versiones
artísticas locales, mezcla del espíritu griego, ya perfectamente consciente de
su valía, y de los nuevos elementos orientales. Corinto mantuvo muy alto su
prestigio artístico, manifiesto sobre todo en su cerámica, muy bien acogida en
los mercados que esta ciudad ha abierto. Los nuevos temas procedentes de
Oriente son diversos; entre los animales, sobresalen los felinos rugientes, en
escenas de caza o rampantes, en composiciones heráldicas.
Aunque de origen micénico, Oriente devuelve al arte griego un tema
que éste había abandonado, la representación del grifo, animal fantástico,
mitad león, mitad águila, empleado ahora como motivo ornamental. Del mismo
modo, otros seres míticos se representan de nuevo en el arte griego y nunca más
son abandonados: sirenas (pájaros con cabeza de mujer), esfinges (leones alados
con cabeza femenina), gorgonas y quimeras (león con cola en forma de serpiente,
alado en ocasiones y posteriormente con un prótomo de cabra en el dorso). A
estos temas se unen otros, entre ellos las primeras representaciones de escenas
mitológicas, casi todas derivadas de la epopeya. En el Período Geométrico había
alguna que otra escena que podría interpretarse como de tema mitológico, pero
resulta imposible afirmarlo con seguridad plena. Otros temas característicos
del Período Orientalizante pertenecen al reino vegetal, tales como rosetas de
hojas carnosas, palmetas de muy diversa tipología (de lira, de cuenco, etc.),
árboles de la vida y otros muchos.
Además de la abundancia de temas, dentro de la influencia
orientalizante hay que distinguir diversos estilos. A los rasgos propios del
estilo asirio, con extensiones en el mundo urartio
y neohitita, hay que añadir los estilos fenicio y egiptizante. Las distintas
procedencias de los materiales traídos por los comerciantes a Grecia, con sus
correspondientes repertorios iconográficos así como sus característicos
estilos, son los responsables de la diversidad regional del período orientalizante
en Grecia. Así se originan las diversas escuelas del alto arcaísmo: dedálica o
peloponésica (con origen en Creta y también denominado estilo dorio), cicládica
(responsable de la introducción de la escultura monumental en Grecia a través
de sus contactos con Egipto), jónica (griegos de Asia Menor) y ática
(básicamente en Atenas, rápidamente recuperada del lastre que supuso durante
todo el siglo VII la imponente herencia geométrica, y capital del arte griego a
partir del año 600 aproximadamente). Pero todo esto, pertenece ya a otra
historia.
El predominio lo tiene Corinto con una decoración en
franjas en las que se incluyen los diferentes temas. El Ática decora sus
vasijas con frisos en la panza y en el cuello.
Aunque son frecuentes los adornos geométricos hay
ornamentación floral, animalística y humana esquemáticas además de introducirse
la escritura. La base de la vasija se adorna con un cáliz de hojas o pétalos
puntiagudos.
Periodo arcaico: inicial y
pleno - 610 - 530 a. C.
Durante algún tiempo se mantiene la tradición de las siluetas
esquemáticas pero pronto se impone el dibujo a línea con el estilo de las
figuras negras.
El trazo de las figuras es más espontáneo y, aunque siguen existiendo
frisos de animales y monstruos, se frecuentan más los personajes de la
mitología.
El tipo de vasija más abundante es el ánfora y es frecuente que el
ceramista y el pintor firmen las obras y se añadan otros comentarios a las
figuras que se representan o al propio espectador.
Hacia el final de esta época comienza la técnica de figuras rojas que
se desarrolla en la siguiente.
Periodo arcaico: inicial y
pleno - 530 - 480 a. C.
A) FIGURAS NEGRAS.-
Durante estos periodos conviven las dos
técnicas más importantes de decoración: la de figuras negras y la de figuras
rojas.
La técnica de figuras negras continúa
cubriendo las formas de negro e indicando los detalles interiores a través de
incisiones con un punzón o pintadas de rojo o blanco. El fondo queda del color
de la arcilla desde un rojo oscuro a un amarillento, según tenga más o menos
óxido de hierro.
Las figuras no suelen tener muchos detalles
pero ganan en expresividad por sus ademanes y posturas más verosímiles y más
gráciles.
Lécito, 500 al 476 a. C.
Algunos de
estos pequeños vasos se siguen decorando a la vieja manera de figuras negras
incluso bien avanzado el siglo V a.C. Las dos técnicas coexisten muchos años.
Ciertos artistas como el pintor de Bowdoin o los pintores de Diosphos o de Safo
combinan las dos formas de dibujo incluso en el mismo vaso, donde parte de la
decoración se realiza al estilo de las figuras negras mientras otras zonas se
dibujan con línea de contorno. Es la técnica llamada de semicontorno que se
emplea en nuestro lécito. La figura del dios Apolo está hecha en negro con los
detalles interiores incisos. El dios lleva el cabello largo, es akersekómes, de
pelo no cortado. Está coronado con una rama roja, avanza hacia la derecha y
vuelve la cabeza hacia atrás. Su cuerpo desnudo sólo se cubre con un manto
blanco hecho en técnica de figuras rojas que lleva sobre los hombros. Sujeta en
la mano izquierda su arma característica, el arco con dos flechas. Delante
avanza probablemente un ciervo. Su cabeza y parte delantera están perdidas
completamente. Ante el dios corre una larga inscripción de arriba a abajo de
nueve letras sin sentido. Estas inscripciones, que imitan, que dibujan sin
escribir, vuelven el vaso sonoro y le añaden la importancia y prestigio de la
palabra. Esta escritura sin texto guía y acentúa la marcha del dios.
El interior
de la boca se barniza, así como la parte exterior del asa, el cuello y la boca.
El hombro está decorado a la manera de las figuras negras con palmetas unidas
con caulículos y en el comienzo del cuello rayas negras verticales a modo de
lengüetas. En el fondo externo, en reserva, destaca el rojo miltos muy bien
conservado. El tercio inferior del vaso y el pie están barnizados. Solo dos
acanaladuras reservadas marcan el principio y final de la moldura del tallo del
pie.
Ánfora, trabajos de Heracles sobre el 530
a. C.
Esta ánfora
de cuello, de asas triples, está decorada en sus dos caras con sendos temas
populares de la época de los tiranos que gobiernan el Ática: la lucha de
Heracles con Tritón y un enfrentamiento entre dos guerreros, un oriental y un
hoplita. La cubre una tapadera, que remata en una granada como asa. Las
semillas rojas de la granada son el fruto iniciador de la muerte.
En una de
las caras del ánfora Heracles agarra con fuerza al monstruo Tritón. Manos y
piernas se enlazan en torno al escurridizo cuerpo marino para evitar que se
escape. Heracles va vestido con túnica y con la piel de león. Una espada en su
vaina le ciñe la cintura. Tritón responde al esquema del monstruo híbrido del
mar, heredado de oriente: largos cabellos y barbas, torso de varón, parte
inferior resaltada en blanco de un gigantesco pez serpenteante, poblado de
escamas. El héroe lo ha cogido por sorpresa y el gesto de sus brazos expresa el
inútil intento de la huída y, sobre todo, un inmenso asombro ante su derrota
incrédula. Dos delfines saltan detrás, acompasando una hazaña que combina
fuerza e inteligencia y que anuncia, como el delfín, buena fortuna.
Desde la
Odisea los monstruos y ancianos del mar, Nereo o Tritón, conocen secretos y
rutas que guardan para sí con celo y que evitan desvelar a los hombres.
Pertenecen a una esfera misteriosa, de sabiduría milenaria. Son señores y
dueños de las profecías, saben de los caminos de inmortalidad. La lucha heroica
contra el monstruo es aquí un certamen por el conocimiento y por la liberación
del miedo ancestral al insondable mar.
La imagen
de la otra cara del vaso contrapone dos formas de lucha y de virtud, griega y
oriental. El griego es un hoplita que viste casco corintio y cnémides de
bronce, bordeadas con remaches en blanco, protectores de las piernas. Va armado
con espada al cinto, lanza y gran escudo hoplítico. Pero su cuerpo ostenta el
desnudo ideal del guerrero heroico. Su oponente viste al modo escita: gorro
puntiagudo de piel y un traje de manga larga y pantalones, ceñido al cuerpo,
con vivos adornos. Usa el gran arco oriental, compuesto, que tanto fascinó la
imaginación griega. El carcaj es el llamado górytos, pieza única con un estuche
doble para el arco y para las flechas, que asoman en su abertura. Los
personajes ejemplifican la lucha hoplítica frente a la guerra a distancia,
considerada con desprecio por la aristocracia griega. El arco aleja del
enfrentamiento cuerpo a cuerpo, evita el contacto normativo del encuentro, la
palabra que ennoblece la muerte. El arquero huye mientras se vuelve para
disparar sus flechas. Le persigue a la carrera el hoplita. La intensa mirada
que surge de su ojo redondo contrasta con el ocultamiento del escita; la
desnudez del cuerpo de aquél con el arropamiento ceñido de éste.
Ánfora, Aquiles y Ayax jugando a los
dados 510 a. C.
El ánfora
es una de las formas favoritas entre los alfareros atenienses del último tercio
del siglo VI a. C. Nuestro vaso sigue el esquema compositivo característico de
estas ánforas: borde y cuello barnizados, asas decoradas con ramas verticales
de hiedra, un friso con cadena de palmetas y lotos para dividir el cuello del
hombro y enmarcar cada uno de los paneles. Sobre el pie moldurado un friso de
radios.
La escena
del anverso representa a Aquiles, el más célebre y valiente de los héroes
griegos, jugando a los dados con Ayax en un descanso de la guerra de Troya,
ante la presencia de la diosa Atenea. Resulta admirable la veracidad de la
escena, sobre todo, por la manifestación de la tensión interior de los
personajes al debatir los lances de las tiradas. Es un combate curioso verlos
con sus lanzas entreteniéndose en un simple juego de azar.
Atenea, que
participa en la Iliada en la lucha de Troya al lado de los aqueos, contempla la
escena representada. Es la Atenea guerrera, patrona de la ciudad, en su atuendo
característico: cubierta con el casco de tipo ático con alto penacho y la égida
de serpientes sobre el peplo.
En la cara
posterior Heracles lucha contra las amazonas. Se repite un esquema habitual en
estos años donde el héroe combate con tres amazonas. Las tres mujeres tienen la
piel blanca, están vestidas con túnica corta y llevan armadura política, casco,
espada, coraza, lanza y escudo. En el centro Heracles con leoneta ceñida por un
cinturón y el carcaj a la espalda, lucha contra la amazona central a la que
amenaza con la espada mientras la sujeta con la mano derecha. La amazona está
vencida, a punto de apoyar una rodilla en tierra y vuelve la mirada hacia su
atacante. Su espada está envainada y sólo se protege con su escudo cuyo
episema, en blanco, es un trípode. A la derecha otra amazona hoplita ataca con
su lanza. Su escudo está decorado con una guirnalda de hiedra. A la izquierda
otra amazona se defiende con su escudo decorado con puntos blancos.
Ánfora bilingue del Ática, del 510 a. C.
Esta ánfora
bilingüe es obra de dos grandes artistas innovadores, el ceramista Andócides y
el pintor Psiax, en cuyo taller se inventó el estilo de figuras rojas. La firma
del primero, ANDOKIDES EPOESEN, está incisa sobre el pie. El ánfora de tipo A
es característica de estas producciones monumentales en las que se ensayó la
nueva técnica. Dos paneles situados en el hombre de cada cara reciben la
decoración figurada, una realizada en figuras negras, la otra en figuras rojas.
Frisos de motivos vegetales estilizados componen la decoración subsidiaria y
enmarque de estos paneles. Ramas de hiedra decoran la zona exterior de las asas
y un friso de pétalos radiados la zona baja del vaso, sobre el pie. Bajo las
asas, dos palmetas en figuras rojas rematadas en zarcillos en espiral.
En la cara A, los dioses acuden atraídos por el seductor sonido de la cítara de
Apolo. El dios, representado como un joven de largos cabellos recogidos en la
nuca, modelo de efebos, viste quitón largo y transparente, bajo el que se
insinúan sus formas atléticas. Sostiene una cítara de múltiples adornos que
tañe con el plectro, mientras con la mano izquierda extendida regula la
sonoridad. A su alrededor se han reunido su madre Leto y Ares, situados a la
derecha, y tras él su hermana Ártemis: Leto, vestida con fino quitón
transparente e himation, con largos cabellos ceñidos por una diadema, que caen
en bucles rizados sobre el pecho, imagen que recuerda, por el tratamiento de
los paños y de la figura, a las korai en mármol contemporáneas; Ares viste como
guerrero, casco corintio alzado idealmente sobre el rostro, gran escudo
redondo, cuyo episema es un gallo negro, grebas para proteger las piernas y
clámide corta; Ártemis, la virgen cazadora, viste quitón largo y cubre sus hombros
con una piel de pantera, cuyas patas delanteras se anudan sobre el pecho,
mientras que las traseras caen a lo largo de la espalda, en donde lleva también
el carcaj. Los tres dioses con las cabezas inclinadas ante el son de la música,
atentas sus miradas sobre Apolo, siguen el ritmo de la suave melodía
chasqueando los dedos, subyugados por los deliciosos y seductores sones que
surgen de la cítara divina.
Dioniso,
estático, preside la imagen de
la cara B, una escena simétrica y equilibrada, donde actúa como
eje y núcleo de la composición. Viste quitón largo e himation y ciñe sus largos
cabellos la corona de hiedra. Su cuerpo está representado de perfil hacia la
derecha, mientras vuelve el rostro hacia atrás para contemplar a uno de los
sátiros de su cortejo. El dios presenta el cántaros repleto del sagrado líquido
a un segundo sátiro que contempla, extasiado, el maravilloso contenido del
vaso. De su mano derecha brota la rama de hiedra que, inacabable y fecunda, se
extiende hacia arriba y los lados.
A ambos
lados del dios se sitúan dos sátiros de largas colas, pobladas e hirsutas
barbas y puntiagudas orejas equinas. El de la derecha, representado de perfil,
sumerge su mirada en el vino que ofrece el dios como regalo a los hombres,
instrumento de la posesión y del entusiasmo dionisíaco. Sus gestos están
detenidos en el momento de la contemplación; sus largos y finos dedos,
dibujados con precisión caligráfica, se unen para acompañar el diálogo con el
dios. El de la izquierda vuelve su rostro frontal hacia el espectador. En los
extremos de la escena danzan dos ménades de carnaciones blancas, pintura fugaz
que ha desaparecido en el rostro. Ambas dirigen su mirada hacia el dios; la de
la izquierda agita en su mano levantada los crótalos, que marcan el ritmo de la
danza frenética, característica del ámbito dionisíaco. Situadas en los
extremos, expresan la marginalidad de las ménades y del mundo femenino.
Un programa
iconográfico en torno a dos vertientes religiosas y rituales contrapuestos pero
igualmente esenciales en el universo cultual y social de la polis ateniense, y
en torno a la música – culta, sosegada, elitista la una, estruendosa, festiva,
extática la otra- instrumento de paideia, de formación del ethos ciudadano, y
de transformación.
B) FIGURAS ROJAS.-
En la técnica de figuras
rojas se pinta todo el fondo de negro excepto las figuras, que quedan del color
de la arcilla. En el interior se perfilan los detalles del vestido y de la
anatomía así como los del mobiliario, armas. Durante cierto tiempo las vasijas
tienen las dos técnicas en ambos lados: son las vasijas "bilingües".
Esta técnica es
revolucionaria ya que, al imitar a la pintura (a menudo los pintores de
superficies planas colaboran con los alfareros en la decoración de vasijas),
las personas mejoran en movimiento, escorzo y volumen y las composiciones
alcanzan mejor sensación de unidad.
Crátera de campana – Perseo y
la gorgona, 460 a. C.
Descripción: En la cara A
Perseo se aproxima a Medusa para degollarla. El joven de largos cabellos
rizados, lleva la cabeza cubierta con un casco alado. Ataviado con un quitón
corto sujeta con su mano derecha una hoz y colgado del brazo izquierdo la bolsa
en la que guardará la cabeza del monstruo. Con el rostro de perfil y el torso
vuelto en dirección a Atenea, flexiona ligeramente las rodillas como si acabara
de posarse en el suelo y avanzara con sigilo. Abre su mano izquierda
solicitando el acuerdo de la diosa para acometer tan temible hazaña al tiempo
que desvía su mirada del monstruo. A sus pies, Medusa, vestida con chitón,
duerme profundamente, como lo indica la posición abandonada de sus pies, con
las alas plegadas tras su espalda y el cuerpo completamente extendido. El
rostro monstruoso aparece de frente con la nariz ancha y la lengua fuera en
clara prefiguración del gorgoneion. Detrás de Medusa, Hermes, con la cabeza
vuelta hacia Perseo. De largas barbas, lleva sobre la cabeza el pétaso,
sombrero típico de los viajeros. Viste clámide sujeta sobre el hombro derecho y
los pies envueltos en bandas; avanza la mano izquierda con la que sujeta el
caduceo. Detrás de Perseo, la diosa Atenea con el rostro de perfil y vuelto
hacia el héroe; viste peplos recubierto por un manto y sujeta una lanza con su
mano izquierda mientras que con la derecha se dirige a Perseo. Hermes, Perseo y
Atenea parecen identificados mediante inscripciones situadas junto a sus
respectivas cabezas. El nombre de Atenea está escrito de derecha a izquierda.
Protegen al héroe Hermes (con el caduceo) y Atenea (con la lanza).
En la cara B,
como es característico en el Pintor de Villa Giulia, aparecen tres personajes.
En esta ocasión, el anciano, probablemente un rey, como lo sugiere el largo
cetro coronado por un botón floral que sujeta con su mano derecha y la diadema
con la que ciñe sus cabellos, está rodeado por dos jóvenes que, asustadas salen
corriendo con los brazos levantados, en direcciones opuestas. Los tres
personajes visten largas túnicas de abundantes pliegues y manto.
Esta escena recoge el momento previo a la decapitación de Medusa, la única de las gorgonas de naturaleza mortal, cuya cabeza de mirada fija tenía el poder de petrificar y que Atenea colocara sobre su égida. En las artes plásticas, este tema aparece ya en el segundo cuarto del siglo VII a.C. Las gorgonas se figuran como monstruos temibles con cabeza rodeada de serpientes, dientes afilados y lengua asomando por sus fauces. Hacia mediados del siglo V a.C. Medusa comienza a ser representada con las facciones de una hermosa joven que acabará derivando en el helenismo en la Medusa bella. Nuestro vaso marca un momento de transición entre estos dos esquemas iconográfico.
Esta escena recoge el momento previo a la decapitación de Medusa, la única de las gorgonas de naturaleza mortal, cuya cabeza de mirada fija tenía el poder de petrificar y que Atenea colocara sobre su égida. En las artes plásticas, este tema aparece ya en el segundo cuarto del siglo VII a.C. Las gorgonas se figuran como monstruos temibles con cabeza rodeada de serpientes, dientes afilados y lengua asomando por sus fauces. Hacia mediados del siglo V a.C. Medusa comienza a ser representada con las facciones de una hermosa joven que acabará derivando en el helenismo en la Medusa bella. Nuestro vaso marca un momento de transición entre estos dos esquemas iconográfico.
Kylix copa de Aison del 520 a. C.
Esta
excepcional copa de figuras rojas es obra de uno de los grandes pintores áticos
de la segunda mitad del siglo V a.C. El pintor firmó su obra en el segmento
inferior del medallón de la copa: Aison égrapsen, es decir, “Aison (me)
dibujó”. Es la única firma conservada de este pintor, lo que nos indica que
ésta fue la obra en la que más dedicación puso el artista.
El tema
unitario de la copa es el de las hazañas de Teseo. El héroe se enfrenta a sus
oponentes en sucesivos certámenes individuales: en la cara A, Teseo y Escirón,
Teseo y la jabalina de Cromión, y Teseo y Sinis; en la cara B, Teseo y el toro
de Maratón, Teseo y Procrustes y Teseo y Cerción. En el medallón, Teseo ha
vencido al Minotauro, a quien saca fuera del Laberinto en presencia de la diosa
Atenea. El héroe recibe el reconocimiento final, tras la culminación de sus
hazañas, de la misma diosa que da nombre a la polis ática.
La imagen y
el mito son aquí exaltación del gran héroe ateniense, educado en la palestra y
en las virtudes de la democracia, prototipo de paideia -de la educación- del
joven ateniense de época clásica. También es un héroe liberador de la
colectividad y del individuo, un invicto liberador de los caminos y,
finalmente, del acceso al reino del laberinto, donde acecha la muerte, el lugar
del que nunca se retorna. El mito, que ha sufrido una continua manipulación
política desde la época de la tiranía, se utiliza ahora, en los momentos
finales del esplendor del imperio ateniense, para acentuar la función modélica
e imperialista de Atenas. Se corresponden bien con el clima político de
autoconfianza que vive Atenas en los años inmediatamente anteriores o posteriores
a la Paz de Nicias en el 421 a.C., ideales que se verán truncados años más
tarde tras su derrota frente a Esparta en las Guerras del Peloponeso.
Dinos de figuras rojas – Sur
de Italia, 340 a. C.
El pintor
del vaso ha representado el rapto de Tetis, una de las Nereidas -la más famosa
de ellas, pues fue la madre de Aquiles-, por el mortal Peleo. En la zona
central del vaso, y en presencia del dios Eros, Peleo agarra por la cintura a
la diosa que se debate y gesticula pidiendo ayuda a sus hermanas. Peces,
delfines y serpientes marinas inundan esta escena; unos nadan libremente, otros
transportan a sus divinos jinetes. Una de las Nereidas se sostiene en pie sobre
dos delfines a los que guía, como si fuera una biga acuática, con las riendas;
otra es transportada por un calamar gigantesco; otra se abraza a un delfín,
otra cabalga sobre un dragón marino. Por encima de estas figuras vuela una
paloma que lleva las cintas nupciales en su pico.
El vaso
estuvo destinado a formar parte del ajuar de una tumba. Por ello, la historia
narrada se reviste de un valor simbólico: el rapto de la novia es metáfora de
la muerte. La colorida y fantástica presencia de las Nereidas, hermanas de
Tetis, es necesaria para dotar de sentido trascendente a estas imágenes, pues
ellas asisten a los mortales en dos tránsitos esenciales: la boda y la muerte.
Ellas acompañaron a Europa y a Andrómaca en su cortejo nupcial, pero también
fueron las primeras criaturas en entonar el lamento fúnebre en honor de
Patroclo en Troya, a lomos de sus delfines. Cuando Aquiles falleció, volvieron
nuevamente con un enorme llanto sobrenatural por todo el mar y condujeron al
héroe a través de las aguas hasta la paradisíaca Isla de los Bienaventurados,
donde viviría una existencia eterna y feliz.
El futuro
inmediato, la boda, el cortejo nupcial, está ya en nuestro vaso
indisolublemente unido con el presente, el rapto, e insinuado a través de los
presentes nupciales que Eros, la paloma y la Nereida del calamar portan, e
incluso de la biga marina que transportará a los futuros esposos. Tránsito,
unión de un mortal con una diosa, promesa de inmortalidad, la imagen de este
vaso resume algunas de las más importantes creencias griegas relacionadas con
la muerte y la vida de ultratumba.
Recreación
polícroma de la pintura de una copa ática de figuras rojas (siglo V a.C.)
Representa la actuación en una fiesta
privada de un joven flautista y una bailarina profesional (la piel de pantera,
la flauta doble y los crótalos o castañuelas son elementos asociados al culto
dionisiaco).
Recreación
polícroma de una escena de iniciación dionisiaca femenina de un vaso
grecoitálico del S.IV a.C.
Uno de los "sátiros" ha ejecutado una
danza bajo los sones de los panderos de las dos mujeres, y una de ellas está ya
desnuda y en trance, en manos del otro sátiro. El sátiro central, que pisa los
vestidos de los que se ha despojado la joven, está intentando hipnotizar
también a la otra, que se resiste tocando su respectivo pandero (esta mujer
vestida podría ser una comparsa de los dos sátiros, o más bien una criada de la
casa, con la que el sátiro-jefe no ha querido perder la ocasión de experimentar
sus poderes de seducción y de hipnosis). La mujer desnuda, sin duda la
principal iniciada, lleva un peinado de tipo "fálico" (frecuente
también en otras culturas mediterráneas). La correa que lleva en bandolera es
el típico "sostén" o "sujetador" griego (de la túnica y de
los senos).
La pintura evidencia que había grupos de
"sátiros" profesionales que intervenían en las ceremonias iniciáticas
femeninas (algunos con habilidades especiales, como la hipnosis). El tirso,
símbolo vegetal fálico, era a veces un instrumento erótico (aquí parece que
está formado por hojas de acanto y por lo que parece ser una esponja marina,
tal vez impregnada con sustancias embriagadoras).
Escena de iniciación
femenina, en una hydria grecoitálica de la segunda mitad del siglo V
a.C. (Museo Arqueológico Nacional,
Madrid)
El estilo es muy amanerado y decadente, con
figuras bastante desaliñadas y torpes de ejecución (en la recreación las hemos
rehecho para una mejor descripción).
Se ha interpretado como una escena de danza y
acrobacia o como un ensayo o clase de música en un gineceo femenino (la ventana
con adornos interiores es una convención usual para indicar que la escena
transcurre en el interior de una habitación). Parece claro que las dos
jovencitas desnudas que tocan los "sistros" (una especie de
castañuelas) vienen con el joven. Una de las dos mujeres vestidas se acerca con
una copa de vino y la otra toca sentada el "aulós" o flauta doble;
ambas llevan vestidos propios de mujeres libres; la joven desnuda podría estar
ensayando una voltereta acrobática, o quizá -más verosímilmente- una postura de
reposo, como una flor de loto abierta; pero no se trata de una profesional:
lleva también el cabello largo y sus ropas (depositadas en una silla situada en
un extremo de la habitación, lo que indica que se ha desnudado recientemente)
son similares a las de las dos mujeres vestidas. El adolescente o joven que
dirige la actuación hace un gesto con la mano que parece iniciar el paso a una
nueva fase y el término de la anterior (lleva un bastón de director musical
para marcar el ritmo). Tal vez está indicando que ha llegado el momento de
parar y de beber.
De la silla en la que se sienta la flautista
improvisada cuelga en el respaldo lo que parece ser una cincha o faldón de una
silla de montar (este elemento extraño es lo que más apunta a una escena de
tipo iniciático, y quizá esté asociado a la simbología de la
"silla-carro" de la que cuelga, tal vez utilizada antes como elemento
lúdico-ritual de las tres mujeres desnudas).
La postura de la figura central desnuda parece
rememorar (de forma explícitamente erótica) una postura de un conocido juego
infantil femenino de las niñas griegas denominado "la tortuga", en el
que la niña que hacía de "tortuga" se incorporaba de un salto en un
momento dado y trataba de coger a alguna de sus compañeras de juego, que
ocupaba su lugar.
Periodo clásico severo -
480 - 450 a. C.
Hasta esta época las figuras tenían una línea de base única pero,
desde este momento, el estudio de la perspectiva lleva a utilizar distintos
niveles de altura que indican más o menos profundidad según la altura de los
personajes representados. La composición es más naturalista y mayor el efecto
de unidad.
Los escorzos y los movimientos son más atrevidos y se incluyen
sombreados que aumentan la sensación de volumen en las personas y acentúan el
naturalismo.
Predomina la "pintura" histórica y mitológica y adquieren
mucha importancia las vasijas de fondo blanco, sobre todo lékythos y algunos
kylix.
Alabastron: Warriors, 470 a.C,,
Ancient Greece
The Hermitage Museum
Crátera
de Nióbides,
cara de los Nióbides. Figuras rojas. S. V a.C. Musée du Louvre
Se trata de
una crátera, una vasija de
grandes dimensiones destinada a mezclar el vino con agua, rebajando así el
alcohol, ya que beber vino sólo, sin mezclar, era considerado por parte de los
griegos una actividad de bárbaros. Debemos pensar, además, en el ambiente del symposion,
es decir, la ‹‹sobremesa›› que tenía lugar al concluir la comida, momento en
que se bebía y en el que los participantes, todos varones (ya que es una
actividad sólo masculina), estrechaban lazos, hablaban de política y filosofía.
Junto con la crátera se usaba también el oinochoe, una especie de jarra que se introducía en la crátera y servía
principalmente para extraer el vino a modo de cazo y servir en un kylix o copa.
La crátera
que nos ocupa es de tipo cáliz, es decir, cuyo galbo tiene forma casi de
trapecio invertido y que aparece en la cerámica ática de figuras negras en el
530 a.C. Este es un recipiente de gran contenido, con dos asas laterales.
Dentro de su forma, la Crátera de Nióbides es mucho mayor si la comparamos con las dimensiones de otras
cráteras como la de Anteo. Parece ser que, como plantea Martine Denoyelle
(Denoyelle, 1997:8), se piensa que fue diseñado en función de la decoración; es
decir, al rebajarse la altura de las asas a la parte inferior de la crátera
deja libre una gran parte del campo, pero esto no quiere decir que el pintor y
el alfarero sean la misma persona, aunque el programa decorativo existía antes
de su fabricación.
Crátera de Nióbides, cara de Heracles y Atenea.
Figuras rojas. S. V a.C. Musée du Louvre.
Fue hallada en octubre del año 1880 en la necrópolis
etrusca de Crocifisso del Tufo, necrópolis situada al norte de la ciudad de
Bolonia (actual Orvieto, en Etruria, Italia) durante la campaña arqueológica
dirigida por el arqueólogo alemán Wolgang Helbig. Hoy día se conserva en el musée du Louvre.
La crátera de Nióbides se encuentra decorada en sus dos
caras por figuras rojas, estilo figurativo que aparece en un taller
ático en torno al pintor Exequias, hacia los años 530-510 a.C., y que progresivamente
irá sustituyendo a las figuras negras y, de hecho, se considera que tuvo su
mayor plenitud en el siglo V
a.n.e. Las figuras rojas se
consideran una inversión de las figuras negras. La crátera de Nióbides se
revistió de un barniz negro sólo dejando de color de la arcilla las figuras,
marcando los detalles de las figuras (musculatura, armas, vestimentas) con
líneas negras.
Lo primero que observamos en el Pintor de Nióbides es que
sus figuras se encuentran en distintos
planos y a distinta altura, es
decir, que las figuras aparecen unas por ‹‹encima›› o por ‹‹debajo›› de las
otras. Esto concuerda con las descripciones que hace Pausanias de las
representaciones de Polignoto en la que en muchos casos las figuras se
superponían unas a otras en niveles distintos. Esto se debe a la
representación, mediante una fina línea blanca, del terreno con sus
irregularidades y desniveles, así como la presencia de rocas que tapan
parcialmente las figuras. Además del terreno podemos ver que se forma un
paisaje, por ejemplo, por medio de un árbol.
Los volúmenes captados, en escorzo o acortados en
perspectiva, son una innovación de aquella época. Entre los años 468-458 a.C., Agatarcos de Samos pinta los
decorados de una tragedia estrenada por Esquilo. Mediante juegos geométricos
pintados en las paredes de la escena consiguió dar un efecto de profundidad, es
decir, de perspectiva, que tradujo en un tratado y que creó una
polémica en la que participaron matemáticos y filósofos como Demócrito y
Anaxágoras. En la Crátera de Nióbides, la perspectiva según Paolo Moreno
(Moreno; 1988:72), llegaría a unos límites avanzados. Para él, el plano más
próximo al espectador es la margen inferior y que iría retrocediendo con que el
espectador va subiendo la vista a la margen superior. Es decir, para Moreno la
figura tumbada, si se levantase, aparecería más alta que Atenea y que Heracles,
situados más lejos, en lo alto de la composición.
Las dos caras de la crátera se encuentran decoradas con dos
composiciones. Una de ellas
podríamos denominarla como una escena en la que destaca el movimiento, y en la
otra la calma, que Denoyelle
(1997:10) compara con los frontones de los templos griegos. Otro rasgo de
Polignoto era que cultivaba las composiciones en que la acción, o no ha
empezado, o ha terminado. Así, Polignoto pinta ‹‹La Ilión destruida›› en
vez de ‹‹La destrucción de Ilión››; ‹‹La boda de los Dioscuros›› en
lugar de ‹‹El rapto de las hijas de Leucipo››; u ‹‹Odiseo después
de dar muerte a los pretendientes›› y no el acto mismo de la matanza.
En contra, Mikón cultivó las escenas en movimiento. Eso explica que se centrara
en pintar amazonomaquias y centauromaquias. Así que vemos que el Pintor de
Nióbides se mueve en los dos ámbitos.
Periodo clásico pleno - 450 - 323 a. C.
Durante el S: V a.C. las figuras son cada vez más delicadas y frágiles
y visten con cierta elegancia cercana al amaneramiento.
El movimiento, el volumen y la composición siguen los pasos de la
época "severa" y llegan a su perfección.
Predominan las escenas de la vida corriente aunque siguen siendo muy
abundantes los temas de la mitología.
A partir del S: IV a.C. se comienzan a incorporar relieves y
decoración estampada sobre el fondo negro.
Los frecuentes lékythos, utilizados antes también como jarra, se
utilizan casi exclusivamente para contener ungüentos y perfumes con carácter
funerario y ritual.
Crátera con la locura de Heracles de Asteas
La muerte de Sarpedon, representada en el anverso del
llamado Euphronios Krater, c.515 a.C. Sarpedon es
llevado por los gemelos, el sueño y la muerte.
Sarpedon reprendió a Héctor en la Ilíada, (Libro 5, líneas
471-492) afirmando que Héctor dejó toda la dura lucha a los aliados de Troya y
no a los propios troyanos, y también se refirió a que los licios no tenían
ninguna razón, para luchar contra los griegos, o sin una razón real para
odiarlos, pero como era un fiel aliado de Troya, lo haría y lucharía de todos
modos. When the
Trojans attacked the wall newly built by the Greeks, Sarpedon led his men (who
also included Glaucus and Asteropaios) to the forefront of the battle and
caused Aias and Teucer to shift their attention from Hector's attack to that of
Sarpedon's forces. Cuando los troyanos atacaron
la muralla recién construida por los griegos, Sarpedon condujo a sus hombres
(que también incluían a Glaucus y Asteropaios) al frente de la batalla y causó
que Aias y Teucer desviaran su atención del ataque de Héctor al de las fuerzas
de Sarpedón. He personally held up the
battlements and was the first to enter the Greek encampment. Él personalmente sostuvo las almenas y fue el primero en
ingresar al campamento griego. This attack
allowed Hector to break through the Greek wall.
Este ataque permitió a Héctor atravesar la muralla griega.
It was during this action that Sarpedon delivers his speech of
stewardship and social responsibility to Glaucus, stating that they were most
honored kings and therefore must now fight the most to repay that honor and
prove themselves and repay their loyal subjects.Fue durante esta acción que Sarpedon
pronunció su discurso de corresponsabilidad y responsabilidad social ante
Glaucus, afirmando que eran los reyes más honrados y por lo tanto ahora deben
luchar más para pagar ese honor y demostrar su valía y pagar sus leales
súbditos. While
he was preparing to plunge into battle, he told Glaucus that together they
would go on to glory: if they were successful, the glory would be their own; Mientras se preparaba para sumergirse en la batalla, le dijo
a Glaucus que juntos irían a la gloria: si tenían éxito, la gloria sería suya;
if not, the glory of whoever stopped them would be
the greater. si no, la gloria de quien los
detuvo sería mayor.
Periodo clásico en Italia - 450 - 323 a. C.
Desde la mitad del S. V a.C. y durante todo el S: IV a.C. surgen
talleres en Italia que hacen una fuerte competencia a la cerámica ática de
figuras rojas para el consumo en la península itálica. Las regiones más
importantes son Lucania, Apulia, Campania, Paestum y Sicilia.
El barniz tiene un color negro menos intenso y lustroso; las formas
son más variadas aunque menos precisas y la decoración tiende a recargarse.
Las escenas tienen mucho movimiento y se representan mitos poco
corrientes y hasta ahora muy poco frecuentes o desconocidos en la decoración
cerámica.
Lebes nupcial con muchachas en el baño, Paestrum 350 a. C.
Crátera de volutas, Apulia 380 a. C
Periodo helenístico - 323 -
31 a. C.
Prácticamente se abandonan las técnicas de figuras negras y de figuras
rojas y se reemplazan por otras.
La superficie aparece generalmente cubierta totalmente de negro o con
un engobe blanco y decorada con colores al temple.
Muchas de las cerámicas helenísticas se decoran únicamente con
relieves incisos en la arcilla o realizados con molde y adosados posteriormente
a la vasija.
Finalmente es interesante destacar que las formas de la cerámica se
han reproducido también en metal, sobre todo en bronce, y fueron frecuentes en
esta época.
Ánfora decorada, Heracles y el toro de
Minos
Cerámica firmada por Lisípides.
Cerámica firmada por Lisípides.
Laginο decorado con instrumentos
musicales, (150-100 a. C., Museo del Louvre.)
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