SANTUARIOS DE GRECIA.
Las pruebas deportivas se realizaban como parte del ritual de
culto y, aunque con el tiempo se convirtieron en un atractivo “turístico” y
ciudadano en sí mismas, nunca dejaron de tener esa conexión con la religión
griega.
En una historia caracterizada por un desarrollo independiente de
la polis, estos eventos
deportivos y su escenario eran una ocasión ideal para que los griegos tomaran
conciencia de su identidad cultural, pues los santuarios eran muy concurridos y
los vencedores en las distintas pruebas eran celebrados con un fervor popular
similar al que rodea las modernas competiciones: la victoria de un ciudadano lo
era también de su ciudad y ésta se encargaba de conmemorarla con fiestas,
inscripciones, estatuas y composiciones literarias “especializadas”, los epinicios.
Olimpia
Olimpia es un sitio arqueológico
situado en la unidad periférica de Élide, en Grecia. En la Antigüedad era la
sede de un importante santuario y además el lugar donde se celebraban los Juegos
Olímpicos. Se encontraba al pie del monte Cronio y en el lado derecho del río
Alfeo.
Historia
Los primeros restos arqueológicos en Olimpia son fragmentos de
cerámica que pertenecen al cuarto milenio a. C., a finales del
neolítico. De la Edad del bronce se hallan restos de asentamientos, entre los
que destaca una gran tumba hallada en las capas inferiores del Pelopio.
Probablemente había ya en el lugar un santuario a finales del periodo micénico
aunque el bosque sagrado —el Altis— comenzó a formarse entre los siglos
X-IX a. C. y las primeras estatuas que representan a Zeus halladas en
el lugar pertenecen al periodo geométrico.
Además de por su santuario, Olimpia fue célebre desde la
Antigüedad por haber sido la sede de los Juegos Olímpicos, que se celebraban
cada cuatro años y tenían una importancia comparable a los Juegos Píticos que
se celebraban en Delfos. Los primeros de los que se tiene constancia se
celebraron en 776 a. C.
El santuario alcanzó también gran importancia desde la época
arcaica, como lo demuestra la gran cantidad de exvotos hallados de este periodo
además de la construcción del templo de Hera, el pritaneo, el buleuterio y
varios tesoros.
En el periodo clásico se construyó el templo de Zeus, con su
gigantesca estatua de oro y marfil de Zeus hecha por Fidias, la cual era
considerada una de las Siete Maravillas del Mundo. Cerca del templo de Zeus,
excavaciones arqueológicas han encontrado el taller de Fidias, con numerosas
herramientas del escultor.
Las abundantes ofrendas y obras valiosas acumuladas en el templo
llevaron a que fuera saqueado varias veces en la Antigüedad.
Desde 342 a. C., fue protectorado de Alejandro Magno,
que usó Olimpia para anunciar su Rescripto sobre los desterrados (del
año 324 a. C.).
Las excavaciones comenzaron con una expedición francesa en 1829,
continuada por alemanes a partir de 1875, quienes descubrieron intacta la
estatua de Hermes con el niño Dioniso (obra
del escultor Praxíteles) además de otros artefactos. A mediados del siglo XX,
el estadio fue desenterrado.
En 1989, el sitio arqueológico de Olimpia fue declarado Patrimonio
de la Humanidad por la Unesco.
Hermes
con el niño Dioniso, escultura de mármol en el
museo arqueológico de Olimpia
El estado griego firmó con Alemania, en 1874 un acuerdo para la exploración
arqueológica en Olimpia. Las excavaciones realizadas por un equipo alemán
empezaron en 1875 bajo la dirección de Ernst Curtius. El 8 de mayo de 1877 fue
encontrada en las ruinas del mismo templo de Heraeum donde lo vio Pausanias.
Se trataba de una escultura corpórea desnuda (cabeza, tronco,
piernas y el brazo izquierdo) que representa un joven apoyado en un tronco de
árbol cubierto con un paño de tela. Se encontraba protegido por una gruesa capa
de arcilla, aunque en un estado de conservación excepcional.
Se realizaron aún otros seis descubrimientos diferentes de piezas
que faltaban, en otras campañas de excavaciones, hasta conformar el grupo
escultórico como se encuentra en la actualidad expuesto. A la figura de Hermes
le faltaba el antebrazo derecho, dos dedos de la mano izquierda, las dos
piernas a partir de las rodillas, el pie izquierdo y los atributos sexuales; al
niño Dioniso le faltaban los brazos (excepto la mano derecha que la tiene
descansando sobre la espalda de Hermes) y la punta del pie derecho. Finalmente,
no se consiguió localizar gran parte del árbol y del pedestal.
Desde su descubrimiento la obra se considera que es la misma
representación de Hermes con Dioniso niño que vio Pausanias en el templo
de Hera en Olimpia: «... las que he enumerado son de marfil y oro, y algún
tiempo después ofrendaron otras en el Hereon: un Hermes de piedra que lleva a
Dioniso niño y es obra de Praxíteles...» (Descripción de Grecia, V, 17,
3). Georg Treu, uno de los descubridores, escribió con entusiasmo: «No conozco
de entre todas las obras de arte que he visto, ninguna que permita compararla.
No hay duda que se trata de un original de Praxíteles». Y Ernst Curtius, otro
arqueólogo escribió a su hermano con motivo del descubrimiento diciéndole que
era: «La gloria coronada de todos los hallazgos hechos en Olimpia».
El grupo escultórico tiene un gran virtuosismo técnico y la
característica «curva praxiteliana»: una suave curvatura en la cadera de
Hermes, que se consigue al apoyar el brazo en un tronco de árbol. La expresión
de su rostro es nostálgica y con aspecto amanerado propio de Praxíteles, la
flexibilidad, el aire juvenil del dios y el tratamiento de los músculos, sin
duda, se acerca al Apolo Sauróctono del museo del Louvre, como también
sucede con el Sátiro en reposo en los museos Capitolinos, y la Afrodita
de Cnido en el Palacio Altemps en Roma. Sin embargo es el único ejemplar de
este tipo a diferencia de las numerosas copias que existen del Sátiro en
reposo y de la Afrodita de Cnido.
Por otro lado, el autor romano Plinio el Viejo (Historia
Natural vi, 66) atribuyó a Cefisodoto el Viejo (que posiblemente fue
padre de Praxíteles) una escultura de Hermes con Dioniso niño, pero de
bronce. Plinio no menciona ninguna de mármol.
A favor de la tesis praxiteliana, o al menos, de que se trate de
un segundo original griego de los clásicos, se ha presentado como prueba el
material: aunque todos los ejemplares conocidos son de mármol de Olimpia
pentélico, el Hermes es de mármol de Paros.
Se ha informado que la cabeza del pequeño Dioniso es parecida a la
de las estatuas de Dioniso niño encontradas en Braurón y datadas del fin del
siglo IV a. C. o principios del siglo III a. C.: Hermes es,
por lo tanto, un original del siglo IV a. C.
Pero algunas peculiaridades estilísticas parecen incompatibles con
una datación del siglo IV a. C. Así pues, contrariamente a las
esculturas habituales de la época, el cabello se realiza mayoritariamente,
mediante el trépano; el cincel solo se utiliza en algunos puntos. Sin embargo,
puede ser una innovación de Praxíteles. Así mismo, el acabado del tronco del
árbol está realizado con un cincel plano y no con la gradina que era una forma
inusual en el siglo IV. El diseño de las sandalias es más habitual en el
periodo helenístico que en la época clásica. Finalmente, el pulido de la
estatua es característico de los mármoles del periodo imperial romano. Es
posible que los resultados de la acción del pulido, sea un estudio aplicado
como preparación para recibir la pintura, del tecnicismo del cual, se sabe
relativamente poco.
Toda esta serie de elementos ha llevado a proponer otras autorías
en lugar de la de Praxíteles. El Hermes podría ser obra de un escultor de la época
helenística próxima a la romana. La adjudicación praxiteliana sería debida a un
error o confusión de Pausanias. Carls Blümel, propone una solución que permite
el testimonio de Pausanias y una adjudicación tardía; Hermes es el trabajo de
un «Praxíteles» pero es, de hecho, un escultor del siglo II a. C., la firma del
cual se encontró en las excavaciones de Pérgamo.
Sigue la controversia por lo que concierne a la datación de la
obra, que en 1877 fue encontrada en las excavaciones realizadas por un equipo
alemán en Olimpia, en las ruinas del mismo templo donde lo vio Pausanias, pero
que algunos rasgos estilísticos parecen de época posterior por lo que, algunos
expertos, opinan que es una copia del siglo I de un original de Praxíteles del
siglo IV a. C.
Según relatos de la mitología griega, Dioniso es el hijo del dios Zeus
y Semele, una mortal, hija de Cadmo, rey de Tebas. La esposa del dios, Hera,
celosa por los encuentros, le sugirió a esta que dejara su relación con Zeus,
pero, al no lograr su propósito, decidió que lo mejor sería castigar a la joven
amante. A este respecto, Hera le dijo que, en verdad, estaba siendo engañada,
pues su verdadero amante no era Zeus, sino un hombre normal y corriente que se
hacía pasar por la divinidad aprovechándose para ello de su ingenuidad. Ante
esto, y si quería estar segura, debería pedirle que este le diera alguna prueba
de su poder e inmortalidad.
Dicho esto, Sémele no dudó en ir a pedirle a Zeus que le
demostrara todo su poder, y este, feliz porque a esas alturas ella ya estaba
embarazada, le prometió que le daría todo cuanto ella deseara. Ella, perseguida
por las palabras de Hera, le imploró que se le apareciera en todo su esplendor
y, aunque el dios trató de persuadirla para que pidiera otra cosa, no encontró
el modo de convencerla. Siendo esto imposible y, al parecer, como ella le pedía
a Zeus mostrarse en toda su magnificencia, los rayos y el fuego que este
desprendía acabaron por incinerar a Sémele; entonces el dios que sabía que
Semele estaba embarazada, le extrajo el feto que llevaba dentro suyo y se lo
cosió en su pierna. Al cabo de seis meses, según el mito, nació Dioniso, es por
esta razón por la que se conoce a Dioniso como «el dios nacido dos veces».
Recién nacido fue confiada su custodia a Hermes, también hijo de Zeus, para
protegerlo contra Hera y llevarlo para su cuidado a Atamante y su esposa Ino.
Es posible que esta escultura se realizara como una alegoría de la paz entre
los habitantes de Elis, que tenían a Hermes como patrón y Arcadia, que tenían
por patrón a Dioniso.
El grupo está tallado en un bloque de mármol de Paros de la mejor
calidad. Hermes mide entre 210 y 213 centímetros, y la obra completa con la
base unos 370 centímetros. El pie derecho de Hermes está unido a un trozo de
zócalo, que tiene agujeros que no encajan en la corona de la base, lo que hace
pensar que refleja los cambios realizados en la estatua en algún tiempo. Otras
partes del grupo están igualmente separadas, y el tronco del árbol se adosa a
la cadera de Hermes por la colocación de un puente.
El rostro y el torso de Hermes se muestran con un perfecto pulido,
casi brillante «al que han contribuido», comenta haciendo broma John Boardman,
«generaciones de limpiadoras del templo». Sin embargo, en la espalda tiene las
marcas de los golpes de raspa y del cincel y en el resto de la escultura sólo
está pulida de manera parcial.
En los cabellos, desde su descubrimiento, se aprecian pequeñas
huellas de cinabrio, un compuesto de sulfuro de mercurio de color rojo, que
probablemente no es un color real, sino una preparación para el dorado. El
color se encuentra en las correas de la sandalia del pie original, que también
presenta restos de dorado; además, la sandalia tiene un dibujo de Heracles, que
fue realizado en pintura, y que nace en el motivo tallado de las correas entre
los dedos del pie. Los ojos y los labios eran probablemente de color rojo.
En la escultura se han hecho esfuerzos para una restauración de la
máxima calidad y respetando la obra original. Así, en la versión que se
conserva en el museo de Olimpia, Hermes no tiene los atributos clásicos de
llevar un petasos en la cabeza, o bien de ir calzado con sandalias
aladas. Que llevara un ornamento de una corona de hierba parece lo más
probable. Con la mano izquierda sujetaba otro atributo: probablemente un caduceo.
En general, el brazo derecho en alto de Hermes que le falta, ha sugerido
diversas interpretaciones. Parece que el grupo es la representación del
episodio mitológico de Hermes cuando llevaba a Dioniso a las ninfas de la
montaña Nisa. A lo largo del camino, Hermes, para distraer al pequeño Dioniso,
agita un objeto con la mano derecha. Por lo tanto, se supone que Hermes llevaba
en la mano un instrumento musical, o también podría ser que sujetara un racimo
de uva.
El santuario de Olimpia está situado en la región de la Élide, al
Oeste de la península del Peloponeso. Este santuario, dedicado a Zeus, está íntimamente ligado no sólo a la historia de los antiguos
griegos, sino también al de la cultura deportiva del mundo moderno, pues allí
se enciende cada cuatro años la antorcha
que inaugura la versión actual de las Olimpiadas.
Los primeros Juegos Olímpicos de la Antigüedad de los que tenemos
noticia se celebraron el año 776 a.C., año en que se por primera vez se fijaron
por escrito los nombres de los vencedores. Al menos desde esa fecha, y hasta
que el emperador Teodosio los prohibió en el 394 d.C., no dejaron de celebrarse
cada cuatro años, convirtiéndose en el eje cronológico de los griegos; éstos
emplearon la numeración de las Olimpiadas para organizar y poner de acuerdo las
fechas de los años en que vivían. A ellas podían acudir todos los ciudadanos
griegos, pero siempre fueron mayoría los participantes del Peloponeso, de
Creta, y de las islas del Sur, es decir, los ciudadanos del ámbito cultural
dorio.
Olimpia llegaría con ello a convertirse en el gran santuario
dórico, en el que había edificios dedicados a Hera, a Heracles y a otros
dioses, entre los que ya en época arcaica destacó especialmente Zeus, quien
acabaría siendo la divinidad principal del lugar. Aunque los orígenes del
santuario se remontan a los inicios del segundo milenio antes de nuestra era,
para los griegos fue Heracles quien dio lugar a unos juegos funerarios en honor
del héroe Pelops, quien dio nombre
al Peloponeso.
Olimpia era un santuario rural, pues no se encontraba en las
proximidades de una ciudad; la más cercana, Elis, se convertiría en la dueña y
señora del lugar, aunque los fieles que a él llegaban procedían de muy diversos
sitios. El sitio sagrado se encontraba rodeado de árboles, y su recinto estaba
limitado por un témenos o muro bajo (de no más de un metro de altura) que,
más que para su defensa, servía para indicar dónde comenzaba el terreno
consagrado a los dioses, dentro del cual tan sólo podían levantarse edificios
de carácter religioso o relacionados con el culto, entre los cuales estaban
también el hipódromo y el estadio.
El lugar de Olimpia estuvo olvidado para los griegos durante
muchos siglos después del cierre de los juegos a fines del siglo IV, hasta que
una expedición, organizada en 1829 –a raíz de la independencia griega,
comenzada apenas dos años antes– con el
objetivo de catalogar los monumentos del país, hizo mención del lugar del
emplazamiento del santuario y se practicaron allí las primeras excavaciones
arqueológicas, reemprendidas desde 1870 por arqueólogos alemanes.
Una visita a Olimpia
El santuario estaba emplazado en el centro de un bosque, el Altis, al pie de una colina
dedicada al dios Cronos. En el interior del témenos o límite sagrado, se conservaban el Pelopion y el Hipodameion, los dos grandes
túmulos funerarios de la pareja de héroes Pelops e Hipodamia, quienes darían
origen a la dinastía local en tiempos micénicos. En su honor, según cuenta
Pausanias, el propio Heracles plantó allí el cotinos, el olivo silvestre del que se tomarán las ramas
para fabricar las coronas de los vencedores olímpicos.
Uno de los primeros edificios en ser construido fue el templo de
Hera, un curioso edificio mitad de piedra –el basamento y los muros de las
naves hasta un metro de altura–, mitad de madera y adobe. Las columnas de
madera se reemplazaron sucesivamente por otras de piedra, lo que explica el
diferente aspecto de cada una de ellas, lo que aún se puede apreciar en las que
se conservan. Se trata de un templo que marca el punto de inflexión de la
arquitectura arcaica en el que los edificios de madera y adobe, con adornos de
terracota pintada, se iban convirtiendo en obras pétreas allá en los últimos
años del siglo VII a.C.
Reconstrucción virtual del santuario de
Olímpia: (1) gimnasio, (2) palestra, (3) Taller de Fídias, (4) Filipeon, (5)
Pelópion, (6) altar de Zeus, (7) templo de Hera, (8) Metroon, (9) tesoros (10)
templo de Zeus, (11) buleuteri, (12) pórtico meridional, (13) estadio, (14)
hipódromo.
A un lado del Heraion,
los llamados “tesoros” –thesauroi–
eran unos edificios que diversas
ciudades construían para guardar los objetos frágiles o de gran valor que se
depositaban como ofrendas. Son edificios de tamaño reducido, casi todos
construidos en el siglo VI, y que tienen fachadas y frontones de piedra,
aunque todavía la cornisa era de terracota pintada.
En el centro del bosque sagrado se elevaba el altar de cenizas de
Zeus, lugar donde se manifestaba este dios en un oráculo que interpretaban los
sacerdotes a través del fuego –piromancia–.
El fuego del oráculo de Zeus lo encendía el vencedor de la primera prueba del
pentatlon –una carrera–, lo que ha dado lugar a la actual ceremonia de la
antorcha olímpica. La acumulación a lo largo del tiempo de cenizas, huesos de
animales sacrificados, cerámicas, y otros objetos arrojados al fuego formaron un
montículo que llegó a alcanzar una altura de nueve metros, aunque de ello nada
queda hoy día.
Altar de Zeus
Plano de Olimpia:
1: Propileo noreste 2: Pritaneo 3: Filipeo 4: Templo de Hera 5: Pelopio 6: Ninfeo
de Herodes Ático 7: Metroo 8: Zanes 9: Paso subterráneo de acceso al estadio
10: Estadio 11: Pórtico del Eco 12: Monumento de Ptolomeo II y Arsínoe 13:
Estoa de Hestia 14: Edificio helenístico 15: Templo de Zeus 16: Altar de Zeus
17: Exvoto de los aqueos 18: Exvoto de Micito 19: Pedestal de la Victoria de
Peonio 20: Gimnasio 21: Palestra 22: Teecoleón 23: Heroon 24: Taller de Fidias
y basílica paleocristiana 25: Baños del Cládeo 26: Baños griegos 27: Hostal 28:
Hostal 29: Leonideo 30: Baños del sur 31: Bouleuterión 32: Estoa Sur 33: Villa
de Nerón.
Los colores de
los edificios representan distintos periodos: periodo
arcaico, periodo clásico, periodo helenístico y periodo
romano.
El Pritaneo de Olimpia
era donde vivían los pritanos: magistrados encargados de la dirección y
administración económicas, así como de la programación de los juegos celebrados
cuatrienalmente en Olimpia. Los sacerdotes de Zeus vivían en el Teecoleón (Theokoleon).
Se encuentra al noroeste del templo de Hera, en la esquina noreste del Altis
y al pie del monte Cronio.
El pritaneo original lo constituía un cuadrado de 32,80 m. El
lugar donde estaba el altar de Hestia fue una habitación cuadrada de 6,5 m de
lado.
Fue sede de una variada serie de funciones administrativas,
públicas, litúrgicas y festivas. Su nombre, se debe a la morada habitual de los
pritanos, de ahí el nombre de pritaneo. Además de ser su residencia permanente,
tenían lugar sus reuniones deliberativas o ejecutivas.
En la fachada norte había una columnata, espacio para la
celebración de los grandes banquetes oficiales. Las dependencias anexas de
cocinas y fregaderos ocuparían con toda probabilidad las habitaciones ubicadas
en las construcciones del oeste y el comedor de uso diario, se encontraría en
la zona sur del área de las cocinas. Esta supuesta distribución lo corrobora
los descubrimientos arqueológicos obtenidos durante la exhumación de la
instalación, al hallarse cantidad variada de jarras, cuencos y diversos objetos
domésticos en el ángulo oeste.
El aspecto público y festivo del Pritaneo se centraba en ser el
local destinado a los grandes banquetes oficiales que la polis anfitriona daba
a las personalidades que asistían a Olimpia, así como a los atletas
triunfadores en los concursos. Al margen del banquete oficial que tenía lugar
en el gran comedor o Hestiatorio, había también otra sala más pequeña para uso
diario y que probablemente serviría de comedor habitual de los atletas
inscritos para participar en los juegos.
Fue utilizado para fiestas y celebraciones de los ganadores de los
juegos. Allí se encontraba el altar de Hestia, donde ardía la antorcha
original. Pausanias describe con detalle la importancia que tuvo el altar,
entre otras cuestiones.
El Filipeo era un
edificio dentro del Altis de Olimpia. Estaba situado a la izquierda, en la
salida junto al Pritaneo, en la parte más alta del Altis entre el Pelopio y el Hereo.
Era un monumento circular de orden jónico de barro cocido con columnas a su
alrededor.
Fue construido por Filipo II después de la Batalla de Queronea (338 a. C.)
Albergaba las estatuas que Leocares esculpió de Filipo, Alejandro Magno, Amintas,
Olimpia y Eurídice. Eran de oro y márfil.
Es la única estructura arquitectónica del Altis dedicada a
humanos.
El templo de Hera en Olimpia (el Hereo de Olimpia) era un
santuario griego erigido en torno al año 600 a. C. sobre los restos
de un edificio anterior.
Se trataba de un edificio períptero (rodeado por columnas por los
4 costados) de seis por dieciséis columnas. Su planta estaba dividida en
pronaos, cella y el opistodomos más antiguo conocido actualmente, que mantenía
en sus extremos sus columnas «in doble antis» (cuando las paredes laterales de
la cella se encontraban encerradas por 2 columnas, así como en el opistodomos).
Sus paredes todavía eran de adobe (aunque descansaban en un zócalo
de piedra de un metro de altura) y sus columnas originales estaban construidas
por troncos de árboles que en los siglos sucesivos fueron reemplazadas por
otras de piedra. Aunque sabemos que todavía en el siglo II a. C.
quedaban algunas de las primitivas, ya que Pausanias citó a una de las columnas
de encina en el opistodomos a modo de curiosidad.
Tenía una longitud de 50 m por 18,75 m. de ancho y una
altura de 7,80 m aproximadamente. La base, aun conservada, estaba hecha de
piedra local característica por estar formada de conchas fósiles. La parte
superior de las paredes eran de ladrillo, material pobre disimulado mediante el
uso del estuco y la policromía.
Las columnas, originariamente de madera fueron
reemplazadas en diferentes épocas por otras de piedra igual que la base, por
ello, aunque todas se realizaron en estilo dórico, eran diferentes en
capiteles, estriado e incluso proporción. Pausanias nos revela que en su época
(hacia el año 160 d.C.) todavía existía una columna de madera en el opistódomo.
La planta presenta una división en tres partes, con pronaos, naos muy alargada
y opistodomos. La pronaos se encuentra al este y tiene dos columnas
delante.
A continuación la naos alberga
columnas agrupadas en dos filas, muy próximas a las paredes laterales y que se
intercalan con pequeños muros divisorios que crean compartimentos a modo de
capillas. Estos estaban adornados con diversas estatuas. En el segundo a la
derecha se encontró durante las excavaciones el Hermes de Praxiteles. Al fondo
de la naos estaba la estatua de la diosa Hera, de la que se conserva la cabeza,
sentada en su trono, con una estatua de Zeus al lado de pie, representado como
guerrero. El opistodomo estaba separado de la naos por un muro. Delante, al
igual que la pronaos tiene dos columnas. Allí se guardaban objetos sagrados
como la mesa de oro y marfil sobre la que se colocaban las coronas de los
vencedores en los juegos, obra Colotes, discípulo de Fidias.
Se dice que este templo fue donado
por la ciudad de Skillos (Pausanias, V, 16,1), ciudad de Trifilia, y recientes
investigaciones sostienen que estaba dedicado a Zeus. Los trifilios tuvieron al
principio el santuario bajo su control hasta su derrota por los eleos, que como
castigo destruyeron completamente Skillos (Pausanias V, 6, 4) pero hubiera sido
un sacrilegio destruir el templo donado. Por ello construyeron posteriormente
el Templo de Zeus, dedicando el antiguo templo a Hera.
El modelo de este templo será el más seguido por los primeros
templos dóricos, probablemente porque su fachada de dórico hexástilo traducía
coherentemente al exterior las líneas esenciales internas.
Pausanias dedicó un amplio pasaje a relatar las tradiciones
relacionadas con este templo y su descripción.
Dice que su construcción se creía realizada por los esciluncios
ocho años después de que Óxilo se apoderara del reino de Elis.
Cada cinco años las denominadas «dieciséis mujeres» tejían un
peplo dedicado a Hera y organizaban unos juegos hereos que incluían varias
carreras de muchachas de diferentes edades. Las vencedoras recibían coronas de
olivo y parte de una vaca que era sacrificada a la diosa.
En la descripción que hace del interior del templo destaca la
imagen de Hera sentada en un trono. A su lado estaba una estatua de Zeus de
pie. Había también imágenes de las Horas, de Temis, de las Hespérides, Atenea,
Coré, Deméter, Apolo, Ártemis, Leto, Tique, Dioniso y Niké, todas ellas
criselefantinas.
Entre los numerosos exvotos que se hallaban en el templo había una
estatua de mármol de Hermes con el niño Dioniso, atribuida a Praxíteles
(Anteriormente citada). En el siglo XIX se encontró entre los restos del templo
esta célebre estatua. También había otra estatua de bronce de Afrodita
realizada por Cleón de Sición y otra de un niño desnudo atribuida a Boeto de
Cartago. Otros exvotos que se hallaban en el templo eran el cofre de Cípselo,
un lecho adornado en marfil, el llamado disco de Ífito, donde se hallaba
inscrita la tregua que se realizaba por los juegos olímpicos y una mesa de
marfil y oro realizada por Colotes, donde se ponían las coronas para los
vencedores.
El Pelopio era una estructura cerca del antiguo sitio de Olimpia,
la presunta tumba de Pélope, un héroe de la mitología griega. Era un monumento
rodeado de una estructura pentagonal. Fue construido al noreste del Altis y al
sur del templo de Hera. Su entrada se hallaba al Este. La tumba disponía de un
altar para los sacrificios de animales en el periodo de la Grecia arcaica y continuó
sirviendo como altar en época romana, hasta que cayó en desuso con la
advenimiento del cristianismo. Era un montón de cenizas y tierra batida, sobre
el cual se realizaban los sacrificios. Un carnero negro era sacrificado aquí
cada año en honor de Pélope. Para llegar a la cima del altar, los sacerdotes
tuvieron que excavar pasos en el montículo. Esta forma de altar de tierra era
particularmente antigua, a diferencia de los altares más modernos de piedra,
como los existentes en Delfos y en la Acrópolis de Atenas.
Pelopion
Las investigaciones arqueológicas han desvelado dos fases
constructivas del Pelopio, ya que el túmulo con la evolución histórica del
santuario de Olimpia tuvo notorias reformas. El Pelopio I consistía en una
elevación del terreno cercado por un círculo de piedras con un diámetro de 31 x
34 metros. Los cimientos originarios se hallan puestos sobre una de las casas
absidiales levantadas durante la Edad del Bronce, por lo que se ha deducido que
fue construido en el periodo postmicénico, datable a finales del segundo
milenio a. C.
El Pelopio II se ha fechado en el siglo VI a. C. Fue
edificado encima del primero. El recinto tenía forma hexagonal, construido con
piedra porosa y dotado de un propileo, que fue ampliado y remozado por los
romanos.
El Ninfeo de Herodes Ático se construyó en la zona norte
del Santuario de Olimpia, cerca de la falda del monte Cronio, enmarcado entre
el Templo de Zeus y la Terraza de los Tesoros, y al oeste del Metroo. Este
Ninfeo o Exedra, una fuente de agua fresca, fue financiado y mandado construir
hacia el año 153 por Herodes Ático, en honor de su esposa Regila.
El suministro de agua había sido siempre un problema debido al
elevado número de visitantes al Santuario, sobre todo en verano que era cuando
se desarrollaban los Juegos Olímpicos. Con el transcurso del tiempo el problema
se agravó, no solo por el aumento de visitantes, sino también con la
construcción de unos baños romanos, cuyo funcionamiento contribuyó a menguar
notablemente el caudal de agua disponible. Para solucionarlo, se construyó
esta edificación que era la parte final de un acueducto que conducía el agua
desde una fuente situada al este.
La construcción principal consistía en un receptáculo semicircular
de 16,62 m de frente en donde se depositaba primeramente el agua que fluía del
acueducto. De este primer depósito y a través de cinco gárgolas con forma de
cabeza de león en mármol, el agua caía a una gran pila rectangular de 3,76 m de
fondo por 21,90 de largo, de donde el líquido volvía a fluir a través de otras
83 gárgolas a una primera conducción exterior, que la distribuía por todo el
recinto y el Estadio.
Exteriormente al conjunto se le dio apariencia ornamental, con el
frente que ocupaba 34 m de ancho por 17 de altura. Los cimientos y estructuras
básicas estaban fabricados de ladrillos recubiertos de mármol. A ambos extremos
del gran receptáculo inferior rectangular, se levantaron dos templetes en forma
de kiosco con techo y peristilo y una fuente en miniatura en su interior. Por
encima de la gran pila rectangular del nivel superior, se elevaba un muro
semicircular, que en parte alta tenía una serie de nichos con pequeñas
columnas. En el techo del muro y hacia su parte central, se hallaban colocadas
las estatuas de los emperadores romanos, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio.
En los 13 nichos inferiores había estatuas: en los dos huecos centrales estaban
en posición frontal la de Herodes Ático y la de su mujer Regila; las restantes
eran de la familia de Herodes y de la familia imperial.
Sobre el muro que separaba el receptáculo semicircular superior y
el gran depósito inferior rectangular, se hallaba colocado un toro de mármol,
con la cabeza orientada al este y con una inscripción en su dorso en la
figuraba Regila, la sacerdotisa de Deméter, consagra el agua y la instalación a
Zeus.
Pausanias no hace referencia en su Descripción de Grecia al
Ninfeo. Arqueólogos como Alfred Mallwitz justifican la omisión razonando que
cuando el geógrafo estuvo en Olimpia, no había sido construida aún. Sin
embargo Drees, partiendo del supuesto de que Pausanias visitó Olimpia en el año
174 y que el edificio se debió construir por gratitud de Herodes ante el
nombramiento de su mujer como sacerdotisa en el año 155, opina que Pausanias
prestó poca atención en su obra a la descripción de edificios funcionales.
El Metroo fue un santuario griego antiguo, el templo más
pequeño del santuario de Olimpia. Según Pausanias fue consagrado a la Madre de
los dioses. Era un templo dórico, que estaba al norte del Templo de Zeus
Olímpico, al sur de la Terraza de los Tesoros y al este del templo de Hera.
El culto a Rea, como madre genérica, potencia creadora, símbolo primitivo
de la fertilidad, madre de Zeus y esposa de Crono, se desarrolló
ininterrumpidamente en Olimpia al pie de la gruta, a través de cuya hendidura
los mortales creían ponerse en contacto con la deidad. Al pie de la gruta
misma, debió de surgir el primitivo altar y adoratorio que fue hallado por Ernst
Curtius en los trabajos llevados a cabo al excavar en la parte posterior de la Exedra
y al oeste del Tesoro de Sición. Consistía en una pequeña capilla de piedra
caliza con una estrecha antecámara y con unas dimensiones de 2,74 por 2,84
metros. Wilhelm Dörpfeld identificó el enclave con la gruta citada por Píndaro
que quedó enterrada bajo un terraplén a comienzos del siglo IV a. C.
Para sustituir el primitivo adoratorio se erigió a mediados del
siglo IV a. C. un templo a Rea, Cibeles o Magna Mater, encarnación o
personificación de los antiguos cultos de importación cretense y símbolo de una
concepción de la fertilidad o potencia generatriz de la gen divina.
Metroo.
El nuevo templo era de reducidas dimensiones, lo que demuestra que
se hizo en sustitución de la antigua gruta donde surgieron las prácticas
rituales de la Magna Mater. Construido en caliza porosa, tenía un peristilo de columnas dóricas con una
distribución de 6 de frente por 11 de lado con pilares de 7,50 metros. El estilóbato
medía 20,67 por 10,62 m. Los adornos de los triglifos estuvieron pintados de
azul marino. Tenía un frontón con figuras de las que solo se ha conservado un
torso de Dioniso en mármol.
Durante la época romana, el Metroo sufrió un cambio sustancial
arquitectónico y ritual. Las metopas de sus frisos fueron cambiadas y al
edificio se le dio interiormente una capa uniforme que borró sus
particularidades originarias. El culto a Magna Mater., ya en desuso, fue
sustituido por el de los emperadores romanos y las estatuas de César Augusto, Claudio,
Tito y Domiciano, así como las de sus mujeres estaban en su interior.
La estatua de Augusto, del más del triple del tamaño natural,
ocupaba un lugar destacado. Según Joseph Wiesner se le representó con un rayo
en su mano derecha intentando sustituir así este Zeus imperial al tradicional
Zeus Olímpico de Fidias. En su época, Augusto encarnaba el protagonismo de la
paz romana instituida por él, y de ahí que como pacificador se le distinguiese
y honrase de manera especial. A él parece referirse la inscripción encontrada
de los arquitrabes del frontón que decía: «Los eleos al hijo de dios, al noble
César, el salvador de los helenos y de todo el mundo habitado».
La estatua de colosal de Zeus-Augusto debió de estar colocada de
frente a la entrada en el centro del lado izquierdo del templo, a continuación
la de los emperadores Domiciano, Claudio, Tito y sus respectivas consortes, Domicia
Longina, Agripina la Menor y Marcia Furnila.
Los Zanes eran las pequeñas estatuas de Zeus fundidas en
bronce que eran erigidas a costa de las multas con que eran sancionados los
concursantes olímpicos, bien por dejarse sobornar o bien por intentar sobornar
al rival. Genéricamente, cuando se infringía algunas de las normas básicas que
regían las competiciones en Olimpia.
Según Pausanias, los primeros Zanes se mandaron fabricar en los Juegos
del 98 Olimpiada (388 a. C.), durante los cuales fueron sancionados
Agetor de Arcadia, Pritanis de Cícico y Formión de Halicarnaso. Con el importe
de las multas impuestas se erigieron los primeros seis Zanes que llevaban
grabados en su base, excepto dos, versos elegíacos en los que se exhortaba a
buscar la victoria en Olimpia, no con el dinero, sino con la ligereza de los
pies y la fuerza del cuerpo. En otra de ellas la inscripción mencionaba que
había sido puesta por la devoción a lo divino y por la piedad de los eleos. En
las dos últimas constaba la alabanza de los eleos por el castigo de los púgiles
y la exhortación para que ningún atleta intentase conseguir la victoria por
dinero.
A partir de la 98 Olimpiada, existieron diversas infracciones más,
que motivaron la sanción correspondiente, que elevó el número de Zanes a 16.
Las estatuas debieron de hallarse alineadas al sur de la Terraza de los Tesoros
en la zona oeste del pasadizo del Estadio. Formaban en conjunto un zócalo
notorio y ejemplarizante para los atletas, que antes de entrar a la arena de la
pista para competir, debían pasar forzosamente al borde de la hilera de los
zanes.
Al parecer, en el pedestal de la estatua, además de las
exhortaciones habituales, se solía grabar el nombre del infractor, así com el
de su ciudad de procedencia.
El estadio del sitio arqueológico de Olimpia está situado
al este del santuario de Zeus. Era el lugar donde se celebraban muchos de los
eventos deportivos de los Juegos Olímpicos de la Antigüedad.
Para los antiguos griegos, el estadio era un lugar sagrado, ya que
era en él donde se realizaban las actividades deportivas dedicadas al dios Zeus.
Originalmente, el estadio se encontraba dentro del témenos, y los
espectadores podían seguir las carreras desde las laderas del monte Cronos. Su
ubicación se fue trasladando paulatinamente hacia el este hasta que llegó a su
actual situación a principios del siglo V a. C. El estadio está
comunicado con el santuario por un pasaje con bóveda de piedra.
La pista mide 212,54 m (697,3 pies) de largo y 28,5 m (94 pies) de
ancho, y está rodeada por bancales de hierba. Los asientos estaban hechos de
barro, y en la ladera sur había una plataforma de piedra, la exedra, en
la que se sentaban los helanódicas (jueces). Enfrente, en la parte norte, había
un altar dedicado a Démeter. El estadio tenía un aforo de 50 000
espectadores.
Los Juegos se celebraron entre el 776 a. C. y el
393 a. C. Aunque las leyendas griegas sugieren que los juegos se
celebraban incluso antes, en el siglo XI o X a. C. en la Edad de Bronce, no hay registros antes
de los juegos organizados durante las fiestas de Zeus de 776 a. C. Al
principio se celebraban cada cuatro años y a mediados de «gran año» (el gran
año era un sistema de los antiguos griegos para diferenciar entre años solares
y lunares).
Se construyeron tres estadios. El primero se erigió durante el
periodo arcaico. Se utilizaba sobre todo para celebrar juegos entre las
ciudades-estado griegas de la zona próxima. El segundo estado se construyó al
este del primero con la intención de ampliar el número de pruebas. También se
construyó una pista de carreras cerca de una colina que servía como graderío
para el público. El tercer estadio se erigió principalmente para albergar a un
gran número de asistentes. A lo largo de los taludes que rodean el estado hay
varias fuentes de bronce que no sólo servían para suministrar agua, también se
utilizaban como ofrendas votivas.
Como se ha mencionado, se cree que los Juegos Olímpicos comenzaron
en 776 a. C. Los reyes Ífito de Elis, Licurgo de Esparta y Cleóstenes
de Pisa acordaron una tregua para hacer posible la participación de las
ciudades-estado. La tregua garantizaba el cese de las hostilidades entre las
tres ciudades y la suspensión de las ejecuciones durante la duración de los
juegos. A partir de las listas de vencedores de esos Juegos Olímpicos sabemos
que atrajeron participantes de distintas partes del mundo, algunas tan remotas
como Sicilia y el Norte de África.
Hacia mediados del siglo VII a. C., los vencedores de las pruebas
olímpicas ofrecían estatuas al estadio para agradecer que se les hubiera
permitido participar. Para las mujeres se celebraban los Juegos Hereos, en
honor de Hera, reina de los dioses y esposa de Zeus.
Las Olimpiadas de la Antigüedad se celebraron por última vez en el
año 393 de la era cristiana, ya que después el emperador romano Teodosio I
prohibió todo acto pagano y cualquier tipo de actividad en los santuarios.
El Pórtico del Eco fue una estoa del Santuario de Olimpia.
Fue construido hacia el año 350 a. C., en la zona este del Altis.
Delimitaba el recinto oriental del santuario.
El Estadio, al dejar de ser un lugar de culto más, se trasladó
fuera del área sagrada del Altis. Quedó una zona vacía entre el talud este del
nuevo Estadio y los límites del recinto sagrado hasta donde llegaban los
escombros del nuevo graderío. Para embellecer la zona y dar contención a las
tierras se construyó el Pórtico del Eco.
Una serie de detalles técnicos y artísticos sugieren que fue
construido en la misma época que el Filipeo. Con ambos edificios se embelleció
el Altis, y de esta manera Filipo II de Macedonia quiso congraciarse con los
griegos después de la batalla de Queronea.
Sus dimensiones eran 96,50 m de longitud y 12,50 m de fondo. La
fachada abierta que daba al Altis se componía de 44 columnas dóricas. Una
segunda columnata interior de estilo jónico, sostenía el techo abovedado. La extremidad
del edificio lo componía un espacio de la misma longitud total de la
edificación, estrecho y dividido en varios compartimentos que probablemente
sirvieron para depósito y almacén de material deportivo. La pared posterior
servía de muro delimitador y contenedor del graderío-terraplén oeste del
Estadio.
Restos del Pórtico del Eco.
Enfrente de la fachada que daba al Altis, se elevaban numerosas
figuras de exvotos y estatuas, algunos de cuyos basamentos aún son apreciables.
Según Pausanias, al edificio se le llamó también Pecile porque
antiguamente sus muros estaban decorados con pinturas. Añade, que también se le
llamaba Pórtico del Eco, debido a que por la sonoridad de su recinto, el sonido
de un grito se repetía siete veces o incluso más por el eco. También se llamó
Eptáfono.
Bajo el mandato del emperador romano Adriano se realizaron
diversas reformas y reparaciones en el edificio del que apenas quedó rastro
después de ser desmantelado en el año 267, para utilizar sus materiales en la
construcción del muro defensivo contra la invasión de los hérulos.
Templo de Zeus Olímpico (Olimpia)
El Templo de Zeus Olímpico en Olimpia, construido entre 470
y 456 a. C., fue el modelo de los templos clásicos griegos de orden
dórico. El templo se alzó sobre el santuario más famoso de toda Grecia, que
había sido dedicado a las deidades panhelénicas locales y probablemente se
había establecido hacia fines del período micénico. El Altis, anexo con
su arboleda sagrada, los altares al aire libre y el túmulo de Pélope, datan de
los siglos X y IX a. C., cuando el culto a Zeus se unió al ya
establecido culto a Hera.
El templo albergaba la estatua de Zeus que fue una de las siete
maravillas del mundo antiguo. La estatua criselefantina tenía aproximadamente
13 metros de alto y había sido esculpida por Fidias en su taller de Olimpia.
El edificio fue construido por el arquitecto Libón, con frisos
tallados con metopas y triglifos y frontones llenos de esculturas en el estilo
severo, las cuales ahora se atribuyen al Maestro de Olimpia y su escuela.
La estructura principal del edificio era de la piedra caliza
local, que no era vistosa y de calidad muy pobre, por lo que estaba cubierta
por una capa delgada de estuco para darle la apariencia del mármol. Toda la
decoración escultórica del templo estaba hecha de mármol de Paros, y las tejas
del techo eran del mismo mármol del Pentélico que se usó para construir el Partenón
en Atenas.
El tema que unifica la iconografía del templo es la diké,
la justicia basada en las costumbres que representa Zeus, su defensor.
Los frontones son dos conjuntos escultóricos realizados en estilo
severo que están expuestos en el museo arqueológico de Olimpia.
El frontón este muestra los preparativos para la carrera de carros
entre Pélope y Enómao. El frontón oeste representa el combate entre los centauros
y los lápitas, bajo la vigilancia de Apolo, la figura central. Los dos
conjuntos están esculpidos en mármol de Paros, excepto algunas piezas del
frontón oeste, que están realizadas en mármol pentélico: dos ancianas en el
extremo derecho, una joven en el lado izquierdo y el brazo de otra muchacha.
Esta diferencia de mármoles indica que se trata de una restauración realizada
con posterioridad durante la antigüedad. Los restos de color en las esculturas
sugieren que los frontones estaban pintados.
El frontón este, con
una anchura de 26,39 metros, una altura máxima de 3,47 metros y un
total de 21 estatuas, representa los preparativos para la carrera de carros
entre Pélope y Enómao, uno de los mitos fundadores de los Juegos Olímpicos de
la Antigüedad. Pausanias la atribuye al escultor Peonio, aunque estudios más
recientes hablan del Maestro de Olimpia. El frontón dataría de mediados
del siglo V a. C.
(K) Zeus,
(a) Enomao, (b) Esterope, (c) Sirvienta, (d) Cuádriga de Enomao, (e) el viejo adivino, (f) Mirtilo, (g) río Cladeo, (1) Pélope,
(2) Hipodamia, (3) Esfero, (4) Cuádriga de Pélope, (5) Auriga de Pélope, (6) Adivino,
(7) río Alfeo
Las estatuas están esculpidas a escala 1,5 y son todas de bulto
redondo, exceptuando tres de los caballos. Ninguna de las esculturas está
completa, y tampoco se han encontrado restos de los carros (realizados en
bronce como las armas de los personajes), salvo en el punto donde estaban
unidos a los caballos. La ubicación de las figuras se ha decidido en función
del lugar donde fueron encontradas durante las excavaciones, lo cual ha
originado interpretaciones a veces divergentes y contradictorias.
Las reconstrucciones más recientes proponen como figura central a Zeus,
con el rayo en la mano. Supuestamente invisible a los competidores, está girado
hacia Pélope, poniéndose por tanto de su parte. A la izquierda de Zeus, Enómao se presenta de pie, con casco en la cabeza y una lanza en la mano,
actualmente desaparecida. A su lado está su esposa Estérope, con una mano sobre
el mentón, en señal de preocupación. Después se sitúan los caballos de Enómao,
a cuyos pies se encuentra una escultura para la cual varían las
interpretaciones. Según algunos estudiosos se trataría de un palafrenero
desconocido; otros sugieren que es Mirtilo, el auriga de Enómao. A continuación
se muestran las figuras de un adivino (Clitio o Amitaón), y de un joven que
podría ser nuevamente el auriga Mirtilo. Finalmente, en el ángulo del frontón,
una imagen encarna la personificación del río Cládeo, o el Alfeo según otras
interpretaciones.
A la derecha del frontón se halla Pélope, con casco, una lanza en
la mano derecha, hoy desaparecida, y un escudo en la mano izquierda, también
desaparecido. A su lado aparece Hipodamía, que se convertirá en su futura
esposa como premio tras ganar la carrera de carros. La mujer levanta un faldón
de su peplo como gesto ritual propio de una recién casada. Arrodillada delante
de ella, una joven se ocupa de los caballos. Más a la derecha, un adivino (Clitio,
Yamo o Amitaón), muestra la angustia en su rostro al haber vaticinado el
desenlace de la carrera. La figura siguiente es la de un niño que juega con el
dedo pulgar de su pie. Por último, la personificación del río Alfeo (o Cládeo)
forma el ángulo del frontón.
Frontón
este: detalle del extremo derecho: un profeta (Clitio, Yamo o Amitaón), cuyo
rostro expresa angustia al haber vaticinado el desenlace de la carrera. A su
lado, un niño juega con el dedo pulgar de su pie.
Frontón
este, zona central. A la izquierda: Enómao, con casco y una lanza en la
mano, hoy desaparecida. A su lado su esposa, Estérope, con una mano en el
mentón en señal de preocupación. A continuación los caballos de Enómao. En
el centro: Zeus (su cabeza no ha sido encontrada). A la derecha: Pélope,
con casco y una lanza en la mano derecha, actualmente desaparecida; y un escudo
en la izquierda, también desaparecido. A su lado, su futura esposa y premio de
la carrera de carros, Hipodamía, levanta un faldón de su peplo, como gesto ritual
de la recién casada. Una joven arrodillada se ocupa de los caballos.
Frontón
este, zona derecha. Hipodamía levanta un faldón de su peplo como gesto ritual
de la recién casada. Una joven arrodillada se ocupa de los caballos. Un adivino
(Clitio, Yamo o Amitaón), muestra en su rostro la angustia al vaticinar el
final de la carrera. La figura siguiente es un niño que juega con el dedo
pulgar de su pie. Por último, la personificación del río Alfeo (o Kladeos)
forma el ángulo del frontón.
El frontón oeste,
atribuido por Pausanias a Alcámenes, escenifica el combate entre los lápitas y
los centauros durante el matrimonio de Pirítoo. Tampoco aquí queda ninguna
estatua completa. La que representa a Apolo es la mejor conservada.
La figura central muestra al dios Apolo quien, a pesar de haber
llegado en ayuda de los lápitas, parece estar por encima de la contienda. El
lado derecho, que está en mejores condiciones, presenta primero a Hipodamía
agredida por Euritión, a quien Pirítoo se dispone a golpear. A continuación, un
joven es atrapado por un centauro. Tras él una mujer lápita, con las ropas
rasgadas, se libera de un centauro herido gracias a la espada de otro lápita
arrodillado. El ángulo del frontón se completa con dos figuras femeninas. El
lado izquierdo propone una escena similar, pero en peor estado de conservación.
(K) Apolo, (a) Teseo, (b) Centauro y mujer lapita, (c)
Centauro y joven, (d) Mujer lapita, (e) Centauro acuchillado por joven
lapita, (f) Mujeres lapitas, (1)
Piritoo, (2) Euritión y Deidamia, (3) Centauro y joven lapita, (4-5-6) Mujeres
lapitas, centauro y joven lapita, (7) Mujeres lapitas
Conjunto
del frontón oeste
Zona
central del frontón oeste
Fontón
oeste, lado derecho. De izquierda a derecha: 1. Apolo; 2. Hipodamía agredida
por Euritión, a quien Pirítoo se dispone a golpear; 3. Un joven es atrapado por
un centauro; 4. Una mujer lápita, con sus ropas rasgadas, se libera de un
centauro herido por la espada de un lápita arrodillado
Doce metopas de 1,50 x 1,60 metros, esculpidas en mármol de Paros,
decoraban los frisos del templo.
En ellas se representan los doce trabajos de Heracles (Hércules).
Seis estaban en el pronaos y seis en el opistódomos.
Las mejores conservadas son las que representan los episodios de
los Pájaros de Estínfalo, la captura del Toro de Creta, el robo de las manzanas
del Jardín de las Hespérides y la limpieza de los establos de Augías.
En la metopa del retorno de Atlas con las Manzanas del Jardín de
las Hespérides, se aprecia en el centro a Heracles sosteniendo la bóveda
celeste, ayudado por Atenea, y a Atlas que regresa con las manzanas de oro.
El pronaos y el opistodomos, el pórtico de entrada y
el falso pórtico trasero que servía para dar equilibrio al diseño, se
construyeron in antis, con seis metopas en cada extremo, grabados con
los doce trabajos de Heracles, donde el héroe derrota a una serie de criaturas
y monstruos que amenazan el orden de los justos.
Luego de saquear Corinto en 146 a. C., el general romano
Lucio Mumio consagró veintiún escudos bañados en oro que fueron colgados en las
columnas.
El sitio del antiguo santuario, olvidado hace mucho tiempo bajo
derrumbes e inundaciones de légamo, pudo identificarse en 1766. En 1829 un
grupo de franceses excavó parte del Templo de Zeus y llevó varios fragmentos de
los frontones al Museo del Louvre. Las excavaciones sistemáticas comenzaron en
1875, bajo la dirección del Instituto Arqueológico Alemán; pese a algunas
interrupciones, dichas excavaciones continúan en la actualidad.
Estatua de Zeus en
Olimpia
Dentro del templo estaba la Estatua de Zeus fue una
escultura crisoelefantina elaborada por el famoso escultor clásico Fidias, y
forma parte de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Fue destruida y se
perdió en el siglo V d.C., y solo se sabe de ella gracias a descripciones de
historiadores antiguos y representaciones en monedas.
Tradicionalmente se ha creído que la estatua fue realizada hacia
el final de la vida de Fidias, en torno al año 430 a. C., pero
algunos historiadores opinan, en cambio, que pudo haber sido hecha antes que la
estatua de Atenea Partenos (realizada en 438 a. C.), apoyándose,
entre otros argumentos, en que las diferentes condiciones de iluminación de
ambas esculturas en sus respectivos emplazamientos sugieren que Fidias trató de
mejorar en la Atenea Pártenos la adaptación a su edificio con respecto al Zeus
de Olimpia.
La estatua ocupaba la totalidad del ancho del pasillo del templo
construido para albergarla. De acuerdo con una fuente contemporánea medía
aproximadamente doce metros de alto. Zeus fue esculpido en marfil (o modelado,
pues en la realización el marfil se remojaba en un líquido que lo hacía más
maleable), y los detalles dorados eran de oro macizo.
Según Pausanias, Zeus aparecía sentado en un trono con el torso
desnudo y el manto en torno a las piernas, llevaba la cabeza coronada de olivo
y la mirada, dirigida hacia abajo le confería aspecto paternal. En la mano
derecha sostenía una Niké y en la izquierda el cetro rematado por un águila; el
manto estaba adornado de lirios y las sandalias eran de oro. El trono era en sí
mismo una obra de arte, hecho a base de marfil, ébano, oro y piedras preciosas;
el respaldo, los brazos, los pies y los travesaños entre ellas iban labrados y
decorados con relieves posteriormente copiados y reproducidos por separado,
como en el caso de la escultura Atenea Partenos. Especial repercusión tuvo el
relieve con la matanza de los hijos de Níobe, esculpido en el travesaño de las
patas delanteras del trono.
Al igual que había hecho en Atenas, para decorar el basamento de
la estatua de Zeus, Fidias eligió el tema del nacimiento de una divinidad, en
este caso Afrodita, y lo trata de nuevo como un acontecimiento de orden cósmico
presenciado por dioses olímpicos y divinidades astrales. Pausanias dice que se
veía a Afrodita, que emergía del mar y era acogida por Eros.
Las únicas reproducciones conocidas del Zeus de Olimpia nos las
dan las monedas, más bien medallas conmemorativas, acuñadas en Elis en época de
Adriano, en una de cuyas caras aparece Zeus entronizado y en la otra el detalle
de la cabeza. Pese a la representación de perfil y al formato reducido, los
aspectos esenciales coinciden con la descripción de Pausanias, de donde viene
el interés especial de la reproducción de la cabeza con su noble porte y su
peinado de rizos que cuelgan a ambos lados.
Según las fuentes literarias más fiables, el aspecto más
deslumbrante del Zeus de Olimpia era el religioso, pues, como resume Quintiliano,
Fidias había logrado añadir algo nuevo a la religión tradicional ya que, hasta
entonces, cada cual había tenido una idea de Zeus hasta que Fidias fijó la idea
de lo que este dios debiera ser.
Según Pausanias e inscripciones epigráficas, los denominados fedrintas
se encargaban específicamente del cuidado de la estatua. Suele considerarse que
los fedrintas eran «descendientes de Fidias», pero se discute si estos descendientes
eran familiares del artista o si adquirían esta condición únicamente como un
título honorífico.
La tradición cuenta que el emperador Calígula, al enterarse de la
existencia de la estatua de Zeus, ordenó que la trasladaran a Roma y que
cortaran la cabeza de la estatua para poner la suya en su lugar. Cuando los
soldados romanos enviados por Calígula iban a cumplir lo dispuesto escucharon
la fortísima carcajada de Zeus, saliendo despavoridos del lugar sin cumplir la
orden.
Según un pasaje de Cedreno, la estatua fue trasladada a Constantinopla
en tiempos de Teodosio II donde estuvo alojada en el palacio de Lauso, uno de
los altos cargos de su corte. Se cree que allí fue destruida por un incendio.
Victoria de Peonio
Victoria o Niké es una escultura
griega de mármol de Paros, cuya autoría es atribuida por Pausanias al escultor Peonio
de Mende y fechada entre los años 425 a. C. y 421 a. C., enmarcada, por tanto,
dentro del periodo clásico. Fue descubierta en 1875 durante las campañas de
excavaciones que dirigieron los alemanes por toda Grecia en aquellos años. Se
encuentra en el Museo Arqueológico de Olimpia.
Originalmente estaba situada delante del Templo de Zeus, a unos 30
metros de su esquina sureste. La parte conservada de la escultura está
esculpida de un solo bloque de mármol de Paros, tiene una altura de 2,115
metros y con las alas desplegadas, que se han perdido en su mayor parte, debía
medir casi 3 metros. Estaba colocada sobre un pedestal triangular de 8,81
metros de alto formado a su vez de 12 bloques también triangulares.
La imagen representa a la diosa Niké o Victoria descendiendo a la
tierra para agasajar a los vencedores con un ramo de olivo que lleva en su mano
derecha, con alas desplegadas y las ropas que se pegan a su cuerpo por efecto
del viento y de su movimiento.
Según Pausanias en su Descripción de Grecia la obra fue un
encargo de los habitantes de Naupacto y Mesenia como ofrenda por sus victorias
militares. Pausanias se inclina a pensar que el motivo fue la victoria una
guerra que mantuvieron contra los acarnanios y Eníadas aunque recoge la versión
de los propios mesenios que fue por su victoria sobre los espartanos en la batalla
de Esfacteria y que no pusieron el nombre de sus enemigos en la dedicatoria por
miedo a ellos, mucho más poderosos que los acarnanios.
Victoria o Niké.
Museo Arqueológico de Olimpia.
El descubrimiento de la escultura así como del pedestal de la
misma en donde viene recogida la dedicatoria confirma las noticias dadas por
Pausanias. La dedicatoria dice:
Los habitantes de Mesenia
y Naupacto ofrendan a Zeus Olímpico un diezmo de los trofeos de la guerra.
Igualmente dicha dedicatoria confirma la atribución de Pausanias
de la escultura a Peonio de Mende, al contrario que con la que hizo del frontón
oriental del Templo de Zeus considerada hoy en día errónea. En letras más
pequeñas, la dedicatoria confirma la autoría de Peonio:
Hecha por Peonio de Mende
quien también hizo la acrótera del templo.
El Gimnasio de Olimpia estaba situado en el ángulo noroeste
del Santuario de Olimpia, al norte de la Palestra y próximo a los límites del Altis.
A la derecha del río Cládeo se alzaba un conjunto de edificios que
formaban el Gimnasio, originalmente un espacio abierto para los entrenamientos,
pero que con el tiempo, irían creciendo sus construcciones. Fue construido en
fechas históricas inconcretas, si bien por los vestigios hallados en sus
antiguas estructuras, se supone que pueda pertenecer al siglo
II a. C. En esa época, se había inaugurado ya la Palestra y la nueva
construcción vino a completar todo el conjunto de modernas y espaciosas
instalaciones deportivas con las que se quiso dotar a Olimpia, en una época en
la que la decadencia de la idea religiosa de los Juegos Olímpicos y el auge
profano y exhibicionista de los concursos, cominean a desequilibrar por
completo el tradicional sentido de los grandes festivales cuadrienales.
El Gimnasio de Olimpia se componía de un espacio rectangular
rodeado de columnatas, pues aunque no se hayan encontrado los restos de la
columnata norte hay evidencia suficiente para suponer su existencia que debió
ser pareja a la de la columnata sur.
En el lado norte, la edificación se prolongaba hacia el norte en
dirección al monte Cronio sobre una distancia de 220 metros. En su patio, que
tenía 10 metros de anchura, se hallaban trazadas dos pistas de carreras de 192
metros de largo fácilmente perceptibles hoy día por los travesaños indicadores
de la salida y la llegada. Toda la espaciosa trayectoria de este lado, se
hallaba cubierta por un techo de madera soportado por una doble hilera de
sesenta y seis columnas dóricas. El piso de las pistas era de tierra o aren
blanda y en ellas se podía entrenar cómodamente los atletas en la época de las
altas temperaturas o de las inclemencias meteorológicas. Por otra parte, la
adaptación técnica de los corredores a la carrera del estadio en este espacio
cubierto era perfecta, ya que el cobertizo sobrepasaba en longitud a la misma
pista del Estadio de Olimpia.
La estoa sur se levantaba a continuación del muro norte de la
palestra y debió ser un pórtico simple, a cuyo muro posterior se adosó un banco
corrido que servía de lugar de asiento y descanso a los atletas. Formaba un
ángulo recto casi perfecto con la doble columna este y tenía una longitud de
ciento veinte metros, proyectándose en su dirección oeste hacia el río Cládeo,
cuyas crecidas y desbordamientos hicieron desaparecer parte de aquel lado.
El área oeste del Gimnasio que corría paralela a la estoa este,
tendría la misma longitud que se ha podido comprobar para esta última. De su
edificación no se conservan restos, las crecidas del cauce del río Cládeo la
hizo desparecer, debido a que cerca de las márgenes del río se levantó la parte
occidental del edificio.
El Gimnasio fue el lugar de entrenamiento habitual de los
corredores y concursantes del pentatlón. En épocas de buen tiempo tenían lugar
en el gran patio rectangular central, las sesiones de lanzamiento de disco y jabalina,
salto de longitud y carreras. La espaciosa superficie del patio, enmarcada por
los pórticos, ofrecía una zona segura, cómoda y amplia para la práctica de
ejercicios tan diversos. En las épocas de lluvia o de canícula, el
entrenamiento se haría al resguardo de los pórticos.
Al parecer era práctica frecuente, que los gimnasios griegos
tuvieran grabadas en sus paredes diferentes tipos de inscripciones como las
listas de participantes, de vencedores, máximas dedicadas a alumnos y
profesores, lápidas funerarias, versos satíricos, inscripciones eróticas,
garabatos, caricaturas y dibujos. En algunas ocasiones se llegaba a enterrar
dentro de su recinto a atletas especialmente destacados que hubieran sido
víctimas de un accidente deportivo. En el de Olimpia, el atleta eleo
olimpiónico Parabalonte, vencedor en el diaulo, inscribió en el Gimnasio los
nombres de los vencedores en las olimpiadas, ejemplo que siguió su
conciudadano Evanóridas, vencedor en la lucha de jóvenes en los juegos de la
135 Olimpiada (año 240).
La palestra de Olimpia es una antigua construcción que
formaba parte del gimnasio del santuario de Olimpia, en Grecia. Es un edificio
cuadrado de 66 metros de lado y una superficie de 4345 metros cuadrados, datado
de finales del siglo III a. C. o principios del siglo II a. C.
Se piensa que esta edificación de la Antigua Grecia estaba
dedicada al entrenamiento de los luchadores y otros atletas para la práctica de
la lucha libre, el pancracio y en ocasiones el boxeo.
En la actualidad, la palestra de Olimpia se encuentra en ruinas.
En 1955–56, el Instituto Arqueológico Alemán la restauró parcialmente, aunque
no fue posible una restauración completa puesto que gran parte de las columnas
estaban totalmente destruidas.
La palestra está orientada a los puntos cardinales con gran
precisión y tiene una planta muy simétrica. Como todas las palestras, se
organiza en torno a un gran patio cubierto de arena que se usaba como
superficie de boxeo o de lucha olímpica. Alrededor de este patio hay cuatro
pórticos rodeando los lados del rectángulo, hacia los que se abren diversas
habitaciones y estancias. Cada pórtico estaba formado por una columnata dórica
y era el lugar donde entrenaban los atletas cuando hacía mal tiempo. Los muros
exteriores de la palestra estaban construidos con piedra en su parte inferior y
con ladrillo en la superior.
Una de las entradas se sitúa en la esquina noroeste. En el lado
sur hay otros dos accesos, flanqueados por dos columnas corintias dístilas
in antis (es decir, situadas entre dos tramos de muro). Las entradas dan
paso directamente a dos vestíbulos, que tienen una serie de bancos colocados en
fila y que conducen a unas antesalas recayentes hacia el pórtico sur. Entre
estas dos antesalas se ubica una estancia alargada y de poca altura con
asientos dispuestos en hilera, alineados con un pórtico de columnas jónicas.
Esta habitación se identifica con el apodyterium o vestuario, un lugar
donde los atletas podían desvestirse y que debía estar cerca de la entrada
principal. Asimismo, era lo suficientemente grande para dar cabida a los
deportistas y a sus conocidos.
En la parte norte de la palestra, en el lado opuesto al apodyterium,
se sitúa el ephebeum o sala de reuniones. Esta gran estancia con
columnas es más profunda que el apodyterium, pero no ocupa la longitud
total del patio. El resto de habitaciones del ala norte son también más
profundas, una característica mencionada por Vitruvio para ofrecer una mayor
protección contra las inclemencias del tiempo. También en este lado del
edificio hay una salida directa hacia el gimnasio y el resto de sus espacios anexos,
ubicados al norte de la palestra.
En la esquina noreste hay una estancia que se ha identificado como
un baño. En ella se encontró un depósito de 4 metros cuadrados de superficie y
1.38 metros de profundidad, revestido de ladrillos y datado de la época romana.
Estaba destinado a los baños de agua fría de los atletas.
Una característica inusual de la palestra de Olimpia es la franja
de pavimento de hormigón de 24.20 metros de largo por 5.44 metros de ancho en
el lado norte de patio, formado por bandas alternas de azulejos acanalados y
lisos, dispuestos para crear una ondulación continua a lo largo de la
superficie. Se trataba probablemente de una pista para el juego de bolos, como
se sugiere por un pavimento similar encontrado en Pompeya junto a algunas bolas
pesadas de piedra.
No ha sido posible determinar el uso al cual se destinaban la
mayoría de las estancias dispuestas alrededor de los pórticos. Como Olimpia no
tenía una población residente, la palestra y el gimnasio no incluirían espacios
para conferencias o discursos intelectuales, y podrían haber sido utilizados
principalmente por los competidores en los Juegos del santuario. Los bancos de
piedra encontrados en seis de las habitaciones habrían sido con toda
probabilidad utilizados por los atletas y espectadores más que por filósofos.
Las salas no identificadas incluirían el elaeothesium o depósito de
aceite, el konisterium o cuarto para la aplicación de polvos, el almacén
de aparatos de entrenamiento y unos cuantos sphairisteria, que eran
salas o patios abiertos para el juego de pelota.
Vista
de la palestra de Olimpia.
Teecoleón
El Teeocoleón era
la residencia permanente de los sacerdotes de Olimpia (teócolos). Se construyó
a mediados del siglo IV a. C., entre la Palestra y el Leonideo, fuera
del Altis y en el ángulo oeste del Santuario de Olimpia. Su existencia la
apunta Pausanias.
Originariamente, la edificación, de forma cuadrada, se componía de
un patio central con un pozo y 8 habitaciones circundantes. Sucesivas
modificaciones y ampliaciones en épocas posteriores, en especial durante la época
romana, añadieron varias habitaciones en el ala este del edificio y un patio
más con varias dependencias alineadas respecto a este, en forma de frontón.
El Taller de Fidias en Olimpia, fue el estudio en el que el
artista creó la colosal estatua de Zeus. Pausanias lo situaba fuera del Altis
del santuario de Olimpia.
El monumento no fue, sin embargo identificado, en las grandes
excavaciones de finales del siglo XIX. En la zona donde, según la descripción
de Pausanias, debía encontrarse el edificio, los arqueólogos alemanes
profundizaron en la zona comprendida ente la Palestra y el Leonideo, hallaron
los cimientos de una edificación antigua, cuyos gruesos muros eran de época
imperial romana. La planta del edificio originario poseía unas dimensiones de
base coincidentes con la cella (sala central) del Templo de Zeus Olímpico
(32,18 x 14,50 metros).
En la campaña arqueológica de 1954-1955, los arqueólogos alemanes,
dirigidos por Emil Kunze, comenzaron a profundizar las excavaciones de la zona,
hasta entonces limitadas a los niveles romanos más tardíos. La confirmación se
produjo en 1968: la iglesia bizantina, uno de los monumentos mejor conservados
de Olimpia, era el taller de Fidias. Bajo los muros romanos aparecieron los
cimientos de piedra labrada del siglo V a. C. El edificio fue
fechado hacia el 440 a. C., dato cronológico que permite a su vez
situar el comienzo de la gran estatua de Zeus.
Taller de Fidias.
Las alteraciones, modificaciones y reparaciones sucesivas, habían
desfigurado notoriamente su originaria estructura, cuyos muros elevados sobre
una planta rectangular, debieron poseer nueve ventanas en cada lado de los dos
más largos, lo que unido a la elevada y espaciosa puerta central, debieron ser
elementos suficientes para permitir una adecuada iluminación diurna.
En el interior, un andamiaje de piedra, permitiría la colocación
de hasta tres plataformas de distintos niveles que daban acceso directo a las
diversas partes de la estatua, que se iría montando sobre el espacio central al
que comunicaban los andamios. La estatua de Zeus, sin embargo, no fue realizada
sobre un conjunto unitario, ya que los distintos elementos de que constaba
podrían ir siendo sucesivamente montados y ensamblados sobre el armazón central
de madera. De ahí, que la elaboración y manipulación de las diversas piezas de
reducido volumen, se realizase en otras pequeñas dependencias contiguas al
edificio central, que desempeñaban el papel de talleres anexos.
También constaba la instalación de dos hornos para fundición y una
gran caldera de bronce que estaba colocada sobre un fuste y era usada
posiblemente como recipiente de agua, que se extraería de un pozo excavado
dentro del taller, con el brocal y la superficie interior recubiertos de
piedra.
Enócoe de Fidias con la inscripción ΦEIΔIO
EIMI. Segunda mitad del siglo V a. C.
Dentro del recinto del taller, salieron a la luz numeroso
utensilios de diversa índole como grabadores de hueso, cinceles, un yunque
pequeño, un pequeño martillo para embutir o engastar, y herramientas de bronce.
Se hallaron innumerables «desechos de elaboración» del Zeus: fragmentos de marfil,
ornamentos de vidrio, matrices de terracota para las partes doradas y, como
confirmación decisiva de la identificación del edificio, una pequeña jarra de
arcilla de superficie acanalada recubierta de barniz negro, en cuya base
figuraba la una inscripción ΦEIΔIO EIMI, es decir «Yo soy (la propiedad)
de Fidias», con lo que quedaba probada la estancia en Olimpia del gran
escultor.
En la zona en otra época ocupada por los hornos, se encontraron
trozos y recortes de bronce, así como diversos fragmentos de otros metales y en
especial escudos, cascos, espinilleras, asas de calderas, y trozos de trípodes
y recipientes amontonados.
También en las inmediaciones del edificio central, fueron halladas
astillas y escamas de hueros, piezas de obsidiana, fragmentos de cristal de
roca y de cristal tallado, y un elevado número de moldes de diversos tamaños y
formas, todos de arcilla cocida y alguno de los cuales poseía un varillaje
interior de hierro. Los arqueólogos dedujeron que la diversa forma y tamaño de
los moldes hallados suponía haber sido aplicados en la construcción de dos
estatuas de muy dispar tamaño, la de Zeus y la de la Niké que sostenía sobre su
mano derecha. La arcilla blanda ligeramente cocida de que estaban fabricadas
las matrices, presupone que estaban destinada a manipular un material
fácilmente maleable como el oro.
A todo el variado número de instrumentos y utensilios técnicos así
como los restos de materiales precioso que progresivamente fueron apareciendo,
se unió el hallazgo de una copiosa cantidad de utillaje doméstico, tal como
lámparas, paltos, cuencos, jarrones, tapas, tazones, ánforas, etc., prueba de
la cotidiana habitabilidad del lugar en otro tiempo.
El gran templo de Zeus y el taller de Fidias son los edificios más
importantes erigidos en Olimpia en el curso del siglo V a. C. En el
taller, convertido en una construcción permanente, quizá residieron los
sacerdotes fedintos o fedrintos, que se ocupaban del mantenimiento de la
estatua de Zeus.
Los Baños griegos estaban en la esquina suroeste de la Palestra,
en el Santuario de Olimpia. A mediados del siglo V a. C., se
construyó una instalación higiénica de ducha o baño que se componía de una sala
rectangular de 12 x 4 m, en cuyo interior había un pozo, del cual extraían el
agua necesaria los atletas para sus abluciones.
Los ejercicios de entrenamiento y preparación en la época, se
realizaban al aire libre al no haberse construido aún el Gimnasio y la
Palestra.
La instalación era un lugar cerrado en donde los atletas se
lavaban con agua fría al cobijo del viento. Con el transcurso del tiempo, la
originaria instalación se fue sucesivamente agrandando y transformando. Se
incorporó otra dependencia anexa en la que se colocaron varias bañeras pequeñas
de cadera o de asiento, que progresivamente fueron aumentando en cantidad hasta
la construcción de instalaciones más avanzadas con agua caliente, que motivaron
el derribo de aquella primera en su género hasta la segunda mitad del siglo
II a. C.
Hacia el 450 a. C. se construyó, al oeste del Teecoleón
y al sur de la Palestra, un baño de vapor consistente en una instalación
circular con una serie de dependencias anexas en las que probablemente se
almacenaba agua para calentarse o templarse. En época romana, con la
introducción de otras técnicas para calentar el agua, se abandonó el baño
griego y sobre él se erigió un monumento a un héroe desconocido.
También en el siglo V a. C., cerca del río Cládeo se construyó
una piscina rectangular al aire libre. Medía 24 x 16 m, con una profundidad
media de 1,60 m. Cada lado tenía escalones en forma de pequeñas gradas para
descender.
El Leonideo «[lugar] de Leónidas»), fue un edificio
construido entre 330 y 320 a. C. Estaba al suroeste del recinto
sagrado del Santuario de Olimpia, en la entrada procesional al Altis, Su
nombre proviene de su mecenas y arquitecto Leónidas de Naxos. Servía de
hospedería para los huéspedes distinguidos, acogía a los visitantes oficiales y
a los atletas. Fue reemplazado en estas funciones por la casa de los atletas,
edificada en el siglo I, que sirvió de alojamiento a las autoridades romanas.
Fue descubierto en las campañas de excavaciones de 1937 a 1966 por
Emil Kunze.
La planta la componía una base casi cuadrada de piedra
conglomerada. Medía 80,18 x 73,51 m. Constaba de un patio interior con jardín y
fuentes.
Las 138 columnas de su peristilo exterior eran de orden jónico. La
columnata interior que daba al patio central era de orden corintio y estaba
integrada por 48 pilares. Las pequeñas habitaciones, probablemente 80, tenían
vistas al patio y estaban distribuidas en dos pisos.
Bajo el mandato del emperador Adriano fue sometido a varias
modificaciones y mejoras.
Restos del Leonideo.
El Bouleuterión de Olimpia se hallaba en la zona sur del
bosque sagrado del santuario de Olimpia, próximo al Templo de Zeus Olímpico,
aunque separado de él por los límites del recinto del Altis.
Fue el edificio del alojamiento, sala de sesiones, reuniones y
ubicación específica de la boulé, el Senado eleo. A este Senado o Consejo se le
atribuía la facultad de oír y resolver las denuncias presentadas contra los
jueces y atletas por irregularidades cometidas en el desarrollo de los juegos
olímpicos, así como cualquier otro tipo de reclamación urgente y grave
relacionada con los mismos.
Además de esta función, en el Bouleuterión se guardaban diversos
materiales y utensilios deportivos, y los archivos y registros donde constaban
los resultados de las competiciones.
Se ignora la fecha de su construcción, se ha estimado que sería
construido ente el 668 y el 572 a. C., debido a la similitud de la
técnica constructiva a la de los pisatios.
El conjunto arquitectónico lo componían dos naves absidiales de
distintas dimensiones (30,79 m la del norte y 30,53 m la del sur), que
enmarcaban en su espacio interior un patio cuadrado de 14,28 m de lado. A Los
dos edificios absidiales se accedía por el este.
Bouleuterión de Olimpia.
Durante el periodo helenístico al edificio originario se la añadió
un pórtico oriental de estilo jónico. En época romana se amplió con un pórtico
de estilo dórico en forma de letra Ρ griega (ro), orientado al este.
En el centro del patio cuadrado, se halló una base o pedestal en
su mismo centro, punto donde debió erigirse la estatua de Zeus Horcio («Zeus
vengador»), ante la que los participantes y directores en los juegos prestaban
juramento de fidelidad a las normas deportivas. La ubicación de la estatua en
este sitio, se apoya en la noticia de que el juramento ante la estatua del
Bouleuterión debía de prestarse en una estructura abierta, según la costumbre
griega de que los juramentos a los dioses tenían que hacerse al aire libre. Pausanias
dice respecto a la estatua que «la del bouleuterión es de todas las imágenes de
Zeus la más apropiada para atemorizar a los hombres injustos. Su nombre es
Horcio, y tiene un rayo en cada mano». A continuación describe en detalle el
acto del juramento. Delante de los pies de Zeus Horcio había una tablilla de
bronce con una inscripción, en versos elegíacos, para infundir temor a quienes
juraran en falso.
La Estoa Sur se encontraba en las proximidades del Bouleuterión,
en la parte más meridional del conjunto edificado del santuario de Olimpia. Fue
erigido posiblemente en el año 365 a. C.
La componían 34 columnas dóricas con una especie de pequeño
antepórtico en el centro con otras 6 columnas del mismo estilo. La parte norte
del edificio hacia el Altis, estaba cerrada por un muro que en su parte interior
llevaba adosada otra columnata de estilo corintio.
La totalidad del conjunto tenía una longitud de 80 m y el pequeño
pórtico central unas dimensiones de 7 m de profundidad por 14 de frente. Estaba
rematado por un frontón.
Se hallaba en el punto final del camino que conducía a Olimpia
desde Elis, dominando la vía procesional hasta el hipódromo.
Estoa Sur.
Maqueta del Santuario de Olimpia. En la
parte inferior de la derecha está la Estoa Sur.
Apuntes:
Al final
del mundo micénico, Olimpia tiene ya un carácter de santuario. Es un lugar que
tiene una importancia para el mundo griego clásico más allá que un simple
santuario. Cada cuatro años se celebran unos juegos de carácter religioso, los
Juegos Olímpicos.
Toda la
cronología griega se apoya en las Olimpiadas, la primera de la que tenemos
conocimiento del nombre del vencedor es la del año 776.
Es la
fecha en la que los griegos comienzan a escribir. El peso religioso de Olimpia
hacía que se respetara la tregua sagrada. Hubo un pacto de Licurgo con un rey
de Hélida, que establece que en la Hélida no se puede penetrar con armas.
El
territorio de la Hélida es el noroccidental del Peloponeso.
Nunca hubo
una expedición de conquista hacia la Hélida.
La ciudad
de Pizza está a 9 km. de Olimpia, borrada del mapa por Helis en el S. IX a. C.,
para controlar el santuario.
Hay un
mapa totalmente imaginario hecho para el ensayo Viaje del joven Anacarsis
(1780).
A finales
del s. IV, Teodosio el Grande, promulga un edicto de prohibición de cultos
paganos. Y Teodosio II, en el 391, da el edicto de persecución de cultos
paganos.
Esto va a
afectar a todos los cultos paganos del Mediterráneo, tan sólo el taller de
Fideas se convierte en una basílica paleocristiana y luego bizantina. En el s.
VI hubo un terremoto que destruyó prácticamente todos los edificio que
quedaban.
Hoy en
día, gracias a las excavaciones de la escuela arqueológica alemana en Atenas,
empiezan las excavaciones de Olimpia.
Hay un mégaron
del Heládico Medio, muy alargado, con una inhumación en posición fetal dentro
de un pithos (tinaja).
Todo lo
que se puede contemplar es el resultado de la construcción del s. VI en
adelante.
Hay dos
recintos de forma irregular, casi pentagonal.
Los juegos
tienen un carácter religioso que afecta incluso al propio trazado del
santuario.
Los textos
de Pausanias nos dicen de qué
ciudades son los doce tesoros arcaicos.
La
sacerdotisa de Deméter es la única mujer que puede ver los Juegos Olímpicos.
También
Heracles tiene su culto, es el fundador de los juegos.
En
Olimpia, el dios que tiene mayor importancia es Zeus.
Para el
mundo dorio, la asistencia a estos juegos es cuando se dan cuenta de que son
griegos por encima de todo. Los griegos se reúnen aquí cada cuatro años a hacer
una competición, la victoria es la honra para él y su ciudad.
Las
ofrendas se van a convertir en escaparate de propaganda política para las
ciudades que las pagan.
En los
santuarios también funcionan los oráculos. Los hombres intentan adivinar la
voluntad de los dioses a través unas técnicas (mantias[3]).
El muro es
el témenos, cierra una llanura al pie
de la colina.
Pausanias
hace un viaje por Grecia y da un sinfín de datos.
Da datos
históricos, recoge consejos y muchas veces nos cuenta cómo son los cultos.
Tiene que
ser con la leña de este bosque sagrado con la que se encienda el fuego de Zeus.
La
escultura del Hermes de Praxíteles
se salvó del expolio de Nerón gracias a que se le cayó un muro de adobe encima.
La terraza al pie del Chronion es la terraza de los
tesoros.
En los
santuarios se depositan telas valiosísimas u ofrendas de oro y plata.
Los agalmata[4], una vez que se dedican a los dioses,
tiene carácter sacro.
En el
periodo del s. V ya tenemos el Chroniom, el Gaiom, el Heraiom[5].
Debajo de
la pista del estadio los alemanes se encontraron 300.000 exvotos al excavar.
Hay armas de íberos como mercenarios depositadas como ofrenda.
Fuera del témenos[6]
queda la sede de la mulé (la reunión de la asamblea), el taller de Fideas, los
baños, e incluso la palestra y el estadio que ya se hacen en el s. IV. Había un
altar de cenizas de Zeus enfrente del templo de Hera. Es un altar que se forma
para que las ofrendas a Zeus se dejaran quemar totalmente. El fuego lo enciende
el vencedor de la primera prueba del Pentathlón[7]. El último día se apagan las cenizas y
se deja enfriar la pasta, llegando a formar un montículo de hasta 9 m. de
altura. Los sacerdotes miran el fuego y realizan la adivinación (piromancia).
“El altar de Zeus olímpico dista casi lo
mismo del Pelopio y del Santuario de Hera, pero está delante de ambos”.
Hacia el
460 se construye el gran templo de Zeus, que se acaba convirtiendo en el
prototípico del mundo dorio. Como tal va a ser escogido por muchas ciudades, sobre
todo de la Magna Grecia. Incluso hasta en el hecho de que las metopas
exteriores estén lisas.
La rampa
del lado oeste es la que permite el acceso al templo por la entrada principal.
Se
conserva tan sólo la primera hilada de los muros de la celda y de las columnas.
“El estilo
del templo es dórico...”.
“En la
parte de afuera del friso que rodea el templo, por encima de las columnas, hay
21 escudos dorados...”.
los
frontones cuentan los mitos. En el de occidente hay una centauromaquia, es una
lucha entre los lapitas y los centauros. Apolo está en el centro ayudando a los
lapitas en esta confrontación. Lapitas y centauros son primos hermanos. Para
los griegos, los centauros son la representación de la naturaleza salvaje del
hombre. Los centauros se emborrachan e intentan secuestrar a las mujeres de la
boda, y los lapitas intentan impedirlo.
Los Juegos Olímpicos
Las principales ciudades griegas de la antigüedad -como Corinto,
Delfos o Argólida- organizaban juegos atléticos en honor de los dioses, pero
los más importantes eran los que se celebraban en honor del dios Zeus en
Olimpia, cada cuatro años en verano. Los primeros Juegos Olímpicos se
celebraron en el año 776 antes de Cristo.
Según la tradición, los primeros juegos inaugurados por Heracles
no fueron sino unas carreras de caballos, disciplina que siempre se mantendrá
en los juegos y que se desarrollaba en el hipódromo. Cerámicas y esculturas de
carros y aurigas nos muestran cómo debían transcurrir las carreras, al igual
que ilustran las restantes competiciones atléticas. Entre éstas, las más
importantes integraban el pentatlon
literalmente, los cinco ejercicios, cuyo vencedor alcanzaba un enorme prestigio
entre los griegos. La primera de las pruebas era el dromos o una carrera a todo lo largo del estadio –casi 200
metros, equivalente a la actual prueba de velocidad, los 100 metros lisos de
las modernas Olimpiadas– y su vencedor era el que encendía el fuego sagrado en
el altar de Zeus.
Le seguía el salto de longitud o halma, semejante al actual triple salto, que tuvo gran
aceptación en los gimnasios y palestras de toda Grecia y era practicado por
jóvenes y adultos. No se sabe muy bien cómo se realizaba la prueba, a pesar de
la multitud de imágenes que la representan, pues los corredores saltaban con
unas pesas o halteras en las
manos de un par de kilos de peso cada una y que obligaban al atleta a una
perfecta sincronía de brazos y piernas.
El lanzamiento de disco o discobalia,
a pesar de su artificialidad, era practicado ya por los héroes homéricos y sus
representaciones dieron lugar a obras artísticas muy apreciadas, entre las que
destaca especialmente el Discóbolo de Mirón. El dískos u “objeto que se lanza” acabó por dar nombre a la
forma circular del objeto arrojado, tanto de piedra como de bronce, cuyo peso
oscilaba entre 1,5 y 5 kg., dependiendo de la edad, peso y tamaño del atleta.
El vencedor era aquel que sacaba la mejor media de cinco intentos.
El akontismo o
lanzamiento de jabalina estaba claramente ligado al entrenamiento militar y a
la caza. En su práctica, a diferencia de las pruebas modernas, el lanzador
griego se valía de una correa de cuero enrollada en el akón y cuyo extremo se sujetaba con dos dedos. El impulso
extra y el giro que adquiría la jabalina aseguraba un mayor alcance y una mejor
estabilidad en su vuelo. Su longitud también era variable, pues dependía de la
talla del participante.
El desarrollo del pentatlon constaba generalmente de estas cuatro
pruebas. La quinta, que era la lucha, sólo se celebraba en caso de empate entre
dos contrincantes, tanto si eran dos vencedores como si se trataba de dilucidar
el segundo y tercer puestos. Consistía en una prueba combinada de fuerza y
habilidad en la que había que derribar al contrario hasta que sus hombros o su
espalda estuviesen contra el suelo al menos en tres intentos.
Además del pentatlon, se realizaban otras muchas pruebas
deportivas tales como carreras
hoplíticas con armas, al modo del hoplita
o guerrero de infantería–, el pugilato o pugné
similar al actual boxeo, el pancracio
una versión brutal de la lucha libre en la que valía todo salvo meter los dedos
en los ojos o morder al contrario, y otras menores, tales como la carrera de
antorchas o las pandemías o
carreras de mujeres, celebradas también cada cuatro años pero fuera del
calendario de las Olimpiadas.
En ellos competían atletas de todas partes de Grecia y si en ese
momento había guerra se imponía una tregua entre los contendientes para que no
interfirieran en la realización de los Juegos.
En los Juegos Olímpicos participaban hombres libres que hablaran
griego. Todos ellos competían a título individual, no como equipos, y si
triunfaban adquirían enorme fama y prestigio. En estos juegos no se entregaban
premios sino que sólo se colocaban en la cabeza del ganador una guirnalda hecha
con hojas de olivo. Asimismo, se hacían ganaban que se colocara una estatua con
su efigie en Olimpia.
La fama seguía a los campeones olímpicos. En sus ciudades natales
se levantaban estatuas a los vencedores y se escribían poemas en su honor. A su
regreso, los triunfadores recibían una bienvenida de héroes, con un desfile por
las calles. También los podían recompensar con dinero, obsequios, se les eximía
de pagar tributos, o se les daban boletos de primera fila para espectáculos
públicos.
A los competidores que hacían trampa se les castigaba cobrándoles
una multa que servía para financiar estatuas de bronce en honor de Zeus que se
ponían en el camino al estadio Olímpico, en las cuales se escribía el nombre
del tramposo y su ofensa.
Los primeros juegos consistían solamente en una carrera a pie de
185 ó 190 metros (un largo de la pista de atletismo). Posteriormente, se fueron
añadiendo carreras más largas, luchas y el pentatlón, que comprendía
lanzamientos de disco y jabalina, carreras de campo traviesa, salto de longitud
y lucha libre. Después se agregaron boxeo, carreras de carros y de caballos con
jinetes. Otra de las pruebas olímpicas fueron los saltos de longitud y una carrera
con armaduras puestas.
Antes de competir, los atletas sacrificaban un cerdo en honor de
los dioses y juraban haber entrenado 10 meses en Olimpia. La gran mayoría de
los atletas competían completamente desnudos porque era una manera de mostrar
con orgullo su condición física.
Uno de los espectáculos más exitosos de los Juegos eran las carreras de cuadrigas, es decir, carrozas tiradas por cuatro caballos. Hay noticias de competencias en las que participaban hasta 40 cuadrigas. Tenían que recorrer a máxima velocidad 15 kilómetros en 12 vueltas, en medio de polvo, caídas y vuelcos. Había aurigas (conductores de cuadrigas) que perdían la vida en estas peligrosas competencias.
Sin embargo, el más violento de los espectáculos deportivos era el
pancration.
Esta era una lucha casi a muerte entre dos atletas. Combinaba el
boxeo y la lucha libre. En el pancration se permitía todo excepto romper dedos,
sacar ojos y morder.
Juegos Olímpicos en la
Antigüedad
En la Antigüedad, los Juegos Olímpicos fueron una
serie de competiciones atléticas disputadas por representantes de diversas ciudades-estado
griegas, en el año 776 a. C.
Los Juegos se disputaban normalmente cada cuatro años o una olimpiada.
Durante la celebración de la competición se promulgaba la ékécheiria o
tregua olímpica, para permitir a los atletas viajar en condiciones de seguridad
desde sus polis hasta Olimpia. Los antiguos Juegos Olímpicos fueron bastante
diferentes de los modernos; había menos eventos y solo los hombres libres que
hablaban griego podían competir, además de que se celebraban siempre en el
mismo lugar.
Por fuentes antiguas, se cuentan entre los participantes más
célebres Alejandro Magno, que participó siendo adolescente, siglo IV a. C.
Los últimos Juegos Olímpicos de la Antigüedad se celebraron en el
393 d. C., casi doce siglos después de sus comienzos. Tras la adopción del cristianismo
como religión oficial del Imperio romano con el Edicto de Tesalónica (28 de
febrero de 380), el emperador Teodosio prohibió toda celebración pagana,
incluyendo los juegos olímpicos.
Cuando los niños varones griegos libres cumplían doce años
ingresaban en la palestra, donde se les enseñaba a desarrollar los músculos y a
disciplinar los nervios. A los dieciséis años entraban al gimnasio, donde los
griegos realizaban ejercicios físicos y atletismo. Los gimnasios contaban con
una pista y lugares de ejercicio al aire libre entre los bosques. A los veinte
años los griegos concluían su formación deportiva donde se les entregaban las
armas y estaban capacitados para participar en los Juegos Olímpicos.
Según un relato del geógrafo Pausanias, los juegos olímpicos
fueron creados por Heracles Ideo, uno de los Dáctilos. Este propuso a sus
hermanos una carrera en la que el vencedor sería premiado con una corona de acebuche
y estableció que los juegos se celebrasen cada 5 años, puesto que ese era el
número de hermanos que formaban los Dáctilos. Otras tradiciones decían que
habían sido fundados por Zeus tras su victoria sobre Crono, o por el otro Heracles,
el hijo de Alcmena.
Origen histórico
Se piensa que la celebración regular se inició en el 776 a. C.,
en la que venció Corebo de Élide en la única prueba, que era la carrera del estadio.
Estos juegos se desarrollaron bajo el reinado de Ífito de Élide, a quien se
consideraba fundador o renovador de las olimpiadas. Esta fecha se basa en una
lista de vencedores de los juegos recopilada a finales del siglo
V a. C. por Hipias de Élide y desde entonces las fechas de las
olimpiadas se emplearon para definir la cronología de la historia de la Antigua
Grecia. Algunos autores, sin embargo, opinan que la fecha de restablecimiento
de los juegos por Ífito ocurrió mucho antes, en 884 a. C., debido a
un pasaje de Eusebio de Cesarea que indica que no se conservaron los nombres de
los ganadores de las 27 primeras ediciones de los juegos.
Su denominación se debe al lugar de su celebración: Olimpia, el
emplazamiento del santuario más importante del dios Zeus y situada en el valle
del Alfeo. Se celebraban cada cuatro años entre los meses de julio y agosto.
El valor de los Juegos antiguos fue múltiple: representó una
manifestación religiosa de acatamiento a los dioses; contribuyó al desarrollo
armónico del cuerpo y del alma; favoreció la amistad de los pueblos y ciudades.
En las ciudades, los organizaban y dirigían sus magistrados que
representaban en ellos al estado. La vida pública quedaba paralizada durante
las fiestas ya que se suspendía toda actividad oficial. Durante ellas solamente
se resolvían los asuntos de extrema urgencia. Ejercían una gran influencia en
las relaciones de los estados, se acudía a ellos desde los sitios más remotos y
se establecían treguas de carácter sagrado. Los juegos públicos eran una
ocasión de acercamiento entre los Estados Griegos. Constituían el alma de las
relaciones interhelénicas, puesto que equivalían a verdaderas asambleas
generales del pueblo griego. Progresivamente además de las polis de la Grecia
continental, aumentó la participación de las múltiples colonias griegas
diseminadas por las costas del Mediterráneo. Olimpia se convirtió en una
poderosa fuerza, que aglutinó, con la idea de un panhelenismo creciente, a
todos los emigrantes griegos dispersos por el mundo helénico. La participación
oficial de las ciudades griegas en las ofrendas y sacrificios y la colaboración
de los particulares creaba una sensación de hermandad y surgía el sentimiento
de la pertenencia a una estructura socio-política superior al de la polis.
Paralelamente el espíritu de competencia, monopolizado tradicionalmente por la
nobleza, se extendió al resto de la sociedad, que sin abandonar aún sus raíces
religiosas, infundieron características más democráticas.
Uno de los aspectos más destacados de los juegos era la tregua
sagrada, cuyo origen se remonta hasta el reinado de Ífito, que hizo inscribir
en un disco que se conservaba en el templo de Hera los términos de la tregua.
Esta tregua suponía la prohibición de toda actividad bélica durante un periodo
de duración desconocida pero del que se sabe que se extendía desde un tiempo
antes hasta un tiempo después del desarrollo de los juegos. Inicialmente la
tregua incluyó solo lugares ubicados en el Peloponeso pero posteriormente se
amplió a todas las ciudades que deseasen participar en los juegos. Si una
ciudad no aceptaba someterse a esta norma quedaba excluida de la participación
en los Juegos Olímpicos y sí, habiéndola aceptado, violaba la tregua, debía
afrontar importantes multas y sus representantes eran expulsados.
Las
distintas modalidades
Una de las características más íntimas de los antiguos griegos era
su espíritu agonístico. La voz griega agón equivalente de la latina certamen,
se aplica a toda lucha que enfrenta a dos adversarios. En los Juegos Olímpicos
había diferentes competiciones:
Agones atléticos
De los agones atléticos, las carreras eran las únicas que podían
tener vencedores por sí solas, en cambio el salto de longitud y los
lanzamientos de disco y jabalina figuraban únicamente como tres de las pruebas
que integraban el pentatlón.
Las carreras: la carrera principal y más antigua era la de velocidad que
constaba de 192,27 metros (un estadio). Más tarde, en 724 a. C., se
incorporó el diaulo que era una carrera de velocidad pero de ida y vuelta. En
el año 720 a. C. se agregó el dólico, cuya distancia no está clara
puesto que algunos le atribuían una medida de 7 estadios, otros de 12 y otros
de 24. Se añadió el hoplitódromo, una carrera con armamento, que servía como
preparación para la guerra. Los participantes, exclusivamente adultos, corrían
384 metros armados (la distancia de un diaulo), al principio con escudo, casco
y grebas; más tarde, solo con escudo.
Carrera
de hombres armados.
Salto de longitud: de todos los saltos que existen en la actualidad, el único
practicado por los griegos era el de longitud. Los atletas tomaban impulso y
saltaban sobre un foso de tierra. No se medían las longitudes, sino que se
comparaban las huellas dejadas por los competidores. Para ayudarse en los
saltos, los atletas llevaban en las manos pesas o halterios de piedra o de
bronce, cuyo peso oscilaba entre los 1 y 5 kg. Algunos autores de la
Antigüedad indican determinadas marcas logradas por los saltadores que llegan
incluso a superar los 16 metros. Hay estudiosos modernos que las consideran
marcas ficticias o producto de errores de transcripción, pero otros han tratado
de explicarlas como resultado de la suma de tres saltos o con la posibilidad de
que el salto fuera triple.
Lanzamiento de disco: los competidores lanzaban discos que en un principio eran de
piedra y luego pasaron a ser de bronce. El tamaño y el peso variaban según la
categoría de edad de los lanzadores. El disco más pesado que se ha encontrado
pesa 6,6 kilos y mide 33 centímetros de diámetro. Se trataba de lograr la mayor
distancia en los lanzamientos.
Lanzamiento de jabalina: en los lanzamientos no se valoraba la puntería sino la distancia.
La jabalina tenía aproximadamente la altura del lanzador y el grosor de un
dedo. Aunque en su origen se trataba de un arma de guerra, la de uso deportivo
carecía de punta. Los participantes lanzaban las jabalinas con una correa de
unos 50 centímetros a la altura del centro de gravedad.
Agones luctatorios
Lucha: el objetivo de la lucha era derribar al adversario mediante
agarres y presas aunque también había otra modalidad en la que los
contendientes continuaban la lucha en el suelo y entonces para ganar debían
colocar de espaldas sobre el suelo al adversario. Estaban permitidas llaves
dirigidas al cuello, el torso o los brazos, y también las zancadillas, pero se
prohibían las llaves de piernas.
Pugilato: se introdujo en el 688 a. C. En este deporte se
golpeaba al adversario únicamente con los puños. Corresponde al boxeo actual.
En sus comienzos se luchaba con los puños descubiertos, pero más adelante se
utilizaron guantes. El combate finalizaba cuando uno lograba poner fuera de
combate a su adversario o también si uno de los contendientes levantaba el dedo
índice en señal de derrota.
Pancracio: aparece en el 648 a. C. y es análogo a las artes
marciales mixtas. En este deporte había que vencer al rival pudiendo golpear
con cualquier parte del cuerpo al adversario. También eran válidas cualquier
tipo de luxación y presas de dolor pero no se permitía meter los dedos en los
ojos del adversario. El combate finalizaba con la rendición e incluso la
muerte, alcanzando con el tiempo gran brutalidad.
Agones hípicos
Los certámenes hípicos se celebraban en el Hipódromo de Olimpia,
un recinto del que no se han conservados restos arqueológicos debido a la
acción del río Alfeo.
Carreras de carros: gozaban de gran popularidad de los juegos olímpicos. El carro
tenía dos ruedas, el auriga estaba de pie, con las riendas en su zurda y el
látigo en la diestra. El carro podía ser tirado por 4 caballos (cuadriga) o por
2 (biga). Las carreras de cuadrigas comenzaron en el año 680 a. C.
Con el tiempo se introdujeron también carreras de bigas y cuadrigas para potros
y carreras de carros tirados por mulos. Otra modalidad era el kalpe, que
consistía en una carrera de carros en la que el auriga debía bajarse del carro
en la última vuelta y seguir a pie hasta la meta, sujetando las riendas de los
caballos.
Carreras de caballos: se introdujeron en el 648 a. C. Los jinetes no usaban
estribos e iban descalzos. Usaban látigo para fustigar al caballo.
El pentatlón
Según Aristóteles los jóvenes más bellos eran los participantes en
el pentatlón, puesto que estaban igualmente dotados para la fuerza y la
velocidad. Estaba compuesto por cinco actividades: salto de longitud, carrera,
lanzamiento de disco, jabalina y lucha. Se incorporó a los juegos olímpicos en
el año 708 a. C.
Concursos artísticos
En Olimpia también tuvieron lugar una serie de concursos
artísticos. Desde el año 396 a. C. había concursos de heraldos y de
trompeteros. Más tarde, en época de Nerón, se agregaron competiciones
musicales, de cantores y de actores.
La
organización de los Juegos Olímpicos
En los primeros Juegos Olímpicos se realizaba una fiesta local en
el santuario de Olimpia en honor a Zeus. Al instaurarse la tregua sagrada las
fiestas se hicieron más complejas y requirieron de una mayor administración.
Así la dirección técnica de los juegos y la administración económica pasó a
manos de la Bulé de Olimpia, también llamado Consejo Olímpico. Esta estaba
encargada de elegir a los jueces y podía castigarlos si tenían un mal desempeño
aunque no podía cambiar sus decisiones. La Boulé controlaba también los gastos
y los ingresos del tesoro de Zeus.
Los helanódicas
Los helanódicas eran los jueces de los juegos olímpicos, tomaban
su cargo con 10 meses de antelación, permanecían en su cargo por una olimpíada
aunque podían ser reelectos. Sus tareas eran seleccionar a los mejores
participantes, supervisar los entrenamientos, inspeccionar las instalaciones,
dirigían las diferentes pruebas y condecoraban a los ganadores.
Los theócolos
Eran altos sacerdotes que supervisaban los templos, conservaban
los altares y organizaban los ritos. Su función era específicamente litúrgica.
Se cree que existían una serie de normas que regulaban los Juegos
Olímpicos en la Antigüedad, pero las sanciones que se aplicaban por la
violación de estas normas eran aparentemente arbitrarias y no se conoce ningún
caso en que se llegara a sancionar a algún atleta con prisión.
No se podía matar al adversario en la lucha a excepción que fuera
una de las pruebas como la del pancracio, ni empujarlo en las carreras. Se
contaba que Cleómades de Astipalea había matado a su contrincante en la prueba
del pugilato y había enloquecido cuando los helanódicas le privaron por ello de
la victoria. Se conocen también casos de sobornos que fueron sancionados con
fuertes multas.
Los que querían participar debían ser hombres griegos y de
condición libre, tenían que hacer el entrenamiento reglamentario en la ciudad
de Elis y prestar el juramento ritual.
En las olimpiadas más antiguas los participantes usaban un
taparrabos hasta que, en el siglo V a. C., pasaron a competir
desnudos. También se untaban de aceite para competir.
Con respecto a la presencia de mujeres, las casadas o viudas
tenían prohibido la asistencia a los juegos. Pausanias indica que las doncellas
sí podían asistir, aunque algunos historiadores consideran que esa afirmación
es errónea. Como caso particular, la sacerdotisa de Deméter Camime ocupaba un
lugar preferente. Por otra parte, se registran victorias de mujeres en las
carreras de carros de los juegos pero esto es debido a que en esa prueba se
premiaba al propietario, no al participante.
El desarrollo
de los juegos
Un año antes del comienzo de las competiciones, los atletas que
aspiraban a participar en ellas debían entrenarse en sus propias polis, un mes
antes de las pruebas en Elis (ciudad situada a 50 kilómetros de Olimpia). La
condición de griego era indispensable para poder participar, requisito que
terminó con la conquista romana.
Se supone que la duración de los Juegos era de cinco días y que
los diferentes concursos llegaron a ser 23, sin incluir entre ellos los
musicales o culturales.
Tampoco hay certeza del orden en que se desarrollaban los
concursos pero partiendo de las hipótesis más lógicas es posible recomponer un
programa aproximado de las diversas ceremonias y pruebas atléticas.
En las vísperas de los Juegos Olímpicos, jueces, atletas y
entrenadores abandonaban Elis y se dirigían a Olimpia ante el altar de Zeus,
los atletas, padres, hermanos hacían un juramento que no iban a delinquir en
nada contra los Juegos Olímpicos. Los atletas también hacían un juramento
manifestando que durante 10 meses sucesivos habían seguido estrictamente las
normas del entrenamiento.
El festival olímpico comenzaba con sacrificios rituales en honor
de Zeus y de Pélope. Al día siguiente empezaban los eventos competitivos. El
primer día se realizaban competiciones para niños: carrera, pugilato y lucha.
El segundo día estaba destinado a las carreras de adultos (estadio, diaulo y
dólico) y también a la lucha, el pugilato y el pancracio. Estas pruebas
continuaban durante el tercer día y, por la tarde, se desarrollaba la carrera
con armas. El cuarto día empezaba con la prueba del pentatlón y por la tarde se
desarrollaban actividades ecuestres en el hipódromo. En el quinto día tenían
lugar las carreras de carros tirados por caballos, que eran el espectáculo olímpico
más emocionante. Era la jornada aristocrática por excelencia debido a que se
trataba de la prueba más costosa. Como el vencedor era el dueño de la cuadriga
o el caballo ganador, podía serlo una mujer. El sexto día era el cierre de los
juegos, se realizaba una procesión de acción de gracias, un banquete para los
vencedores y la entrega de premios.
Los
premios
Los ganadores de las diversas pruebas eran aclamados por el
público, que les arrojaba flores y hojas frescas y recibían un premio que
consistía en una corona de olivo salvaje. También existía la costumbre de ceñir
una cinta de lana en la cabeza del vencedor. Además, en épocas posteriores se
otorgaba también al vencedor una hoja de palma.
La ceremonia de entrega de premios se realizaba en la entrada del
templo de Zeus. Los heraldos proclamaban el nombre, el lugar de nacimiento, el
linaje y la prueba de cada uno de los vencedores. Estos se presentaban con la
cinta ceñida a la cabeza y la rama de palma en la mano derecha y el helanódica
más antiguo los coronaba con la rama de olivo.
También se permitía que los vencedores pudieran dedicar una
estatua con su imagen como conmemoración de su victoria. Por otra parte, los
nombres de los vencedores también figuraban en un registro oficial. Al regresar
a sus polis los ganadores eran recibidos como héroes; poetas y oradores
narraban sus hazañas y en algunas ciudades recibían recompensas monetarias.
El
ocaso de los Juegos Olímpicos
A medida que pasó el tiempo los macedonios participaron también en
los juegos olímpicos. Filipo II ganó en carreras de caballo, cuadrigas y bigas
en el año 356 a. C. Tras la expansión de Alejandro Magno en Persia,
se difundió la cultura griega. Los reinos helenísticos realizaron juegos
similares a los griegos en diversas ciudades. Los nuevos concursos se
inspiraban en los de Olimpia. Pero las ideas religiosas que dieron origen a los
juegos perdieron fuerza y se organizaban en honor de un soberano.
Tras la conquista romana de Grecia, estos también participaron de
los juegos pero los espectáculos multitudinarios que organizaban no podían ser
más ajenos al ideal encarnado en las competiciones griegas, cuyo significado
nunca llegó a ser comprendido por los romanos.
A mediados del siglo III comienza una decadencia progresiva. El
último ganador de los Juegos Olímpicos conocido fue Varazdat, un príncipe de
Armenia, en el 385. Tras la adopción del cristianismo como religión oficial del
imperio con el Edicto de Tesalónica (28 de febrero 380), el emperador Teodosio
I los prohibió en el año 392 por tildarlos de paganos, con gran influencia en
su decisión de San Ambrosio de Milán.
En 395-396 d. C. las hordas godas invadieron y saquearon
Olimpia y en el 408, Teodosio II y Honorio emperadores de los imperios romanos
de occidente y oriente, decretaron la destrucción de los templos y lugares
dedicados a dioses paganos.
Delfos
Fue una ciudad de Fócida, a un lado del monte Parnaso y al otro
lado de Cirfis. Delfos se ubica en una meseta en la ladera meridional del monte
Parnaso, adyacente al santuario de Apolo, el lugar del oráculo. Esta proyección
semicircular se llama Fedríades Phaedriades, es decir, las
Resplandecientes. Son unas peñas altísimas que se llaman, respectivamente, la
Flemboukos (la Flameante) y la Rhodini (la Roja) por los vivos reflejos que arranca
de ella el sol.
Frente al santuario se abre el estrecho valle del río Pleistos. La
ciudad de Delfos estaba en medio de las dos estribaciones montañosas y los
antiguos comparaban su posición con un teatro. Hoy está cercana la ciudad de
Kastri. A unos 15 km al sudoeste de Delfos está el puerto de Cirra, en el golfo
de Corinto.
La ondulada llanura de Crisa, cubierta de verdes olivos, que se
extiende entre Delfos y el no lejano golfo de Corinto, contrasta con el paisaje
severo y agreste del santuario. Aquí se encuentra la carretera que lleva de la
Grecia oriental al mar Jónico, y la que desde el norte conduce a Itea y el Peloponeso.
La ciudad era casi inaccesible, pero tenía tres caminos que
llevaban a ella: uno desde Beocia llamado Skiste, al este, y dos más al
oeste desde Anfisa y desde Crisa. Los peregrinos que venían de Cirra lo hacían
por el tercer camino.
El único lado de la ciudad no defendido por accidentes naturales
era el sur, donde se había construido una muralla. La ciudad era pequeña y no
tenía más de 3 km de circuito. El templo estaba bajo la ciudad junto a las
rocas Fedríades, en medio de les construcciones sagradas o recinto del templo,
recinto circundado por una muralla y atravesado por la vía sagrada, flanqueada
de los edificios de los tesoros (tesaurus) de los pueblos vinculados al
oráculo; la vía sagrada llegaba al templo, hexástilo de orden dórico, y daba
entrada a un recinto subterráneo donde, delante del ónfalos, la Pitia después
de beber agua de la fuente Castalia, hacía su profecía en medio de emanaciones
gaseosas que salían de una hendidura de la roca.
Mapa de la zona
de Grecia central donde se ubican algunas de las principales ciudades de la
antigua Fócida donde se aprecia la ubicación de Delfos.
La mitología dice que Delfos perteneció a diversos dioses antes de
ser posesión de Apolo. Esquilo dice que perteneció a Gea, Temis; Pausanias dice
que fue un oráculo de Poseidón y de Gea, que ésta dio su parte a Temis y Temis
a Apolo, que más tarde obtuvo de Poseidón la otra parte a cambio de la isla de Calauria.
La leyenda de la fundación del templo se sabe por Homero, que dice
que Apolo quería fundar un oráculo y llegó a Crisa, cerca del monte Parnaso, y
le agradó el lugar y comenzó a construir el templo que se acabó bajo la
dirección de dos hermanos, Trofonio y Agamedes. Apolo mató a las serpientes que
infectaban el lugar y a un monstruo (la serpientre Pitón), y abrió el templo
que fue llamado de Pitón, y su dios Pitón (Pytho). Apolo se convirtió en
delfín para atraer a un barco cretense, del que quería utilizar a la gente como
sacerdotes; los cretenses desembarcaron y fundaron Crisa y se les encargó ser
sacerdotes del templo y que adorasen al dios bajo el nombre de Apolo Delfinio
para rememorar su conversión en delfín, de donde vino el nombre de Delphi.
Otra propuesta acerca del origen del topónimo de Delfos es la que propone que
viene de Delfine, que era el nombre del dragón mitológico que custodiaba el
oráculo antes de la llegada de Apolo.
Crisa tenía el dominio sobre el santuario de Pitón y cuando el
consejo de la Anfictionía comenzó a tener sus reuniones de primavera allí,
conservó el dominio y se convirtió en guardiana del templo. Al lado del
santuario se formó una ciudad que pronto reclamó administrar el templo sin
intervención de Crisa; al mismo tiempo Cirra, el puerto de Crisa, se hizo más
grande que la misma ciudad, la cual entró en decadencia, mientras Delfos y
Cirra aumentaban. Hacia el 595 a. C., Crisa era ya, seguramente, una
ciudad poco importante. Este año Cirra fue destruida por orden del consejo
anfictiónico y la llanura de Cirra fue declarada sagrada y al servicio del
templo. Desde entonces se celebraron unos juegos llamados Juegos Píticos
(Pythis), que se hicieron bajo la dirección del consejo anfictiónico, cada
cuatro años, siendo los primeros en 586 a. C. En la llanura de Cirra
se hacían exhibiciones de caballos de raza y otros animales y estaba el
hipódromo y el estadio (este último fue trasladado más tarde a la ciudad de
Delfos. Hacia esta época Delfos ya era una ciudad-estado independiente
gobernada por magistrados naturales de la ciudad.
La población de Delfos venía en gran parte de Licorea, una ciudad
del Parnaso, dirigidos por Deucalión, supuesto jefe de la nobleza local. Cinco
sacerdotes locales, llamados Hosioi, eran elegidos entre la descendencia
de Deucalión y eran los jefes del oráculo y el templo. La ciudad de Licorea
estaba en el sitio de la actual Liakura, y se supone que fue una ciudad dórica
y que los habitantes de Delfos tenían este mismo origen (se sabe que hablaban dórico,
y ciertamente no eran focidios).
El gobierno de Delfos estaba en manos de las familias nobles que
además tenían el control del oráculo. Más tarde, entre los nobles se escogieron
los magistrados y entre estos se escogía un rey, más tarde llamado Pritano
(Prytanis). En los últimos tiempos aparecen unos arcontes y un senado.
El gobierno de Delfos era teocrático. El templo y su dios poseían
extensos dominios de tierra que eran cultivados por esclavos del templo; además
los sacerdotes recibían regalos de reyes y hombres ricos que iban a consultar
el oráculo, y ofrecían sacrificios. La riqueza de la ciudad hizo decadentes a
los ciudadanos. El oráculo se consultaba desde el siglo VIII a. C. y
la fama se extendió rápidamente por las naciones vecinas; algunos reyes o
personajes relevantes enviaban embajadas a preguntar el parecer del dios. Casi
todas las colonias griegas fueron fundadas bajo la influencia del oráculo, y
después Apolo era el patrón de las nuevas colonias. Giges de Lidia hizo
importantes donaciones al templo, pero las más importantes donaciones fueron
las de Creso. La (ciudad etrusca de Caere tenía un tesoro en Delfos. Incluso el
último rey de Roma, Lucio Tarquinio el Soberbio, consultó el oráculo.
En el 548 a. C., el templo fue destruido por el fuego.
El consejo anfictiónico decidió reconstruirlo mucho más grande y magnificente.
Delfos había de pagar el coste y el resto lo habían de pagar otras ciudades y
reinos; el coste fue de 300 talentos y la ejecución fue encargada a la familia
ateniense de los Alcmeónidas, que entonces vivían en el exilio. El arquitecto
fue el corintio Espintaros. Gran parte fue hecha con mármol de Paros.
En 480 a. C. los persas llegaron ante Delfos. Los
ciudadanos huyeron al monte, pero el oráculo prohibió mover los tesoros del
templo. Seis habitantes quedaron en Delfos para defender el templo. Cuando los
persas avanzaban se sintió un trueno espectacular y cayeron unas piedras de la
montaña y aplastaron a muchos persas; éstos, presas del pánico, huyeron y
fueron perseguidos por dos guerreros de gran tamaño que los habitantes dijeron
que eran los héroes Filacos y Autonoos, cuyos santuarios estaban cerca.
En 373 a. C. fue destruida por un terremoto, pero fue
reconstruida.
En 357 a. C., los focidios fueron sentenciados por el
consejo anfictiónico a pagar una gran multa por haber cultivado parte de la
llanura sagrada de Cirra. El jefe focidio Filomelo, convenció a sus
compatriotas para completar el supuesto sacrilegio ocupando el templo de
Delfos; Filomelo, llevó a término la conquista y se apoderó de todos los
tesoros. Eso originó la guerra sagrada. Primero, los focidios no querían
utilizar los tesoros, pero después, bajo presión de tebanos y locrios, convirtieron
los tesoros en dinero para pagar a los soldados. Filipo II de Macedonia,
general del consejo anfictiónico, ganó la guerra y devolvió el templo a la
anfictionía (346 a. C.), con los tesoros que quedaban. Los focidios
fueron sentenciados a devolver los tesoros (unos 10 000 talentos) con
pagos anuales, pero los focidios eran demasiado pobres para poder pagar una
cantidad tan grande.
Un nuevo terremoto lo volvió a dañar en 330 a. C. y fue
reconstruido por los arquitectos Espintaro, Jenodoro y Agatón de Corinto.
En 279 a. C., Delfos fue atacada por los (gálatas)
dirigidos por Breno, tentado por las supuestas riquezas del templo (que ya no
eran las mismas después del 346 a. C.), pero fue rechazado de manera
sobrenatural como lo fueron antes los persas, al caer grandes rocas desde las
montañas.
En el siglo III a. C. recibió el patronazgo de los reyes
de Pérgamo. Durante dicho siglo pasó al control de la Liga Etolia hasta que en 189 a. C.
cayó en manos de Roma.
Más tarde, en 86 a. C., fue saqueada por Sila, que
también había saqueado Olimpia y Epidauro. En esta época ya era muy pobre.
A mitad del siglo I fue saqueada por Nerón, que se llevó 500
estatuas de bronce, y le separó la llanura de Cirra, que repartió entre sus
soldados, y abolió el oráculo. Pero Adriano, más tarde, lo restauró y volvió a
tener cierto renombre y esplendor por un tiempo. En tiempos de Caracalla dejó
de emitirse moneda en Delfos. Constantino el Grande se llevó algunas figuras
para su nueva capital. Juliano el Apóstata aún consultó el oráculo, pero
finalmente fue suprimido por Teodosio I el Grande en 385 al prohibir el culto pagano.
Delfos fue explorada por primera vez en 1676 por Spon, y en 1756
por Chandler. Más tarde se hicieron otras exploraciones más científicas
dirigidas por la Escuela francesa de estudios clásicos de Atenas (la misma que
las hizo en Delos) entre 1861 y 1880, en que una disputa entre los franceses y
los griegos paralizó los permisos, disputa que se resolvió en 1891. Desde
entonces las excavaciones no han parado.
Hay diversas propuestas acerca del origen del topónimo de Delfos.
Una de ellas propone que viene de Delfine, que era el nombre del dragón
mitológico que custodiaba el oráculo antes de la llegada de Apolo. También se
ha escrito que su origen parte de un mito según el cual Apolo se convirtió en delfín
para atraer a un barco cretense, del que quería utilizar a la gente como
sacerdotes; los cretenses desembarcaron y fundaron Crisa y se les encargó ser
sacerdotes del templo y que adorasen al dios bajo el nombre de "Apolo
Delfinio" para rememorar su conversión en delfín. Al templo de Apolo se
le llamó igualmente Delfinion.
El oráculo de Delfos, en el Santuario de Delfos, fue un
lugar de consulta a los dioses, en el templo sagrado dedicado principalmente al
dios Apolo. Situado en Grecia, en la actual villa de Delfos, al pie del monte
Parnaso, consagrado al propio dios y a las musas, en medio de las montañas de
la Fócida, a 700 m sobre el nivel del mar y a 9,5 km de distancia del golfo de
Corinto.
De las rocas de la montaña brotaban varios manantiales que
formaban distintas fuentes. Una de las fuentes más conocidas desde muy antiguo
era la fuente Castalia, rodeada de un bosquecillo de laureles consagrados a Apolo.
La leyenda y la mitología cuentan que en el monte Parnaso y cerca de esta
fuente se reunían algunas divinidades, diosas menores del canto, la poesía,
llamadas musas junto con las ninfas de las fuentes, llamadas náyades. En estas
reuniones Apolo tocaba la lira y las divinidades cantaban.
El oráculo de Delfos alcanzó gran notoriedad en toda Grecia desde
mediados del s. VIII a.C., cuando Apolo pítico se convirtió en el patrón de las
empresas coloniales. Más adelante llegó a ser el centro religioso del mundo
helénico.
Pitón
(Pitia)
El santuario se construyó en el lugar conocido en la antigüedad
como Pito, nombre que en griego presenta dos formas (ambas femeninas): (Homero.
Il. 2.519 y 9.405; Od.8.80). Este nombre (que carece de etimología aceptada) se
relaciona con el de la gran serpiente o dragón que, según la mitología,
vigilaba el oráculo primitivo (véase el siguiente apartado). En la antigüedad
se intentó dar una etimología al nombre de Pito que lo relacionara con las funciones
del santuario. A estos intentos de etimología popular se refieren su relación
con el verbo "pythomai" = "pudrir", que se relacionaría con
el hecho de que Apolo habría dejado pudrirse a la serpiente tras haberla
matado; o con el verbo pynthanomai = "informarse, aprender" que se
referiría a las funciones del propio oráculo.
Del término "Pitón" provienen los de "pitia" o
"pitonisa", nombre de las sacerdotisas del templo, que interpretaban
las respuestas.
Orígenes
del santuario
Hay testimonios de ocupación humana cercana al emplazamiento del
santuario de Delfos de época arcaica desde el Neolítico, concretamente en una
gruta del macizo del Parnaso. Ya en época micénica y en el mismo emplazamiento
del santuario hubo primero (c. 1400 a.C.) una pequeña aldea que fue abandonada
en algún momento entre 1100 y 800 a. C.
El santuario propiamente dicho apareció después de esta fecha con
un altar, al que siguió un primer templo. El nombre de Pito se relaciona en la
mitología con el de una gran serpiente o dragón Pitón hijo de la diosa Gea (la
Tierra) que vigilaba un oráculo consagrado a su madre, o bien era compartido
por Poseidón y Gea. Una tradición indica que Gea cedió a Temis su parte y esta
lo regaló a Apolo. Por otra parte, Poseidón intercambió la suya con Apolo por Calauria.
Sin embargo, la versión más difundida dice que, con el fin de establecer su
propio oráculo con el que guiar a los hombres, Apolo mató a Pitón con su arco y
tomó posesión del oráculo. Para establecer el culto del nuevo santuario desvió
un barco de sacerdotes cretenses. (cf. Himno Homérico a Apolo). En el lugar
original de este templo había exhalaciones de vapores subterráneos, según una
tradición antigua no verificada por la moderna arqueología. (cf. Estrabón,
9.3.5).
El Templo de
Delfos fue dedicado a Apolo, dios de la música, la medicina, también
representado como la luz de helios (sol).
Pitia o Pitonisa
No se sabe que la elección de este personaje se hacía sin ninguna
distinción de clases. A la candidata sólo se le pedía que su vida y sus
costumbres fueran irreprochables. El nombramiento era vitalicio y se
comprometía a vivir para siempre en el santuario. Durante los siglos de apogeo
del oráculo fue necesario nombrar hasta tres pitonisas para poder atender con
holgura las innumerables consultas que se hacían por entonces. Sin embargo, en
los tiempos de decadencia sólo hubo una, suficiente para los pocos y espaciados
oráculos que se requerían.
Los consultantes tenían una entrevista con ella unos días antes
del oráculo. Este hecho está perfectamente documentado en las noticias que dan
los autores de la Antigüedad. El oráculo se celebraba un día al mes, el día 7
que se consideraba como la fecha del nacimiento de Apolo. Los consultantes eran
de todo tipo, desde grandes reyes hasta gente pobre. En primer lugar se ofrecía
un sacrificio en el altar que había delante del templo. A continuación se
pagaban las tasas correspondientes y por último el consultante se presentaba
ante la Pitia y hacía sus consultas oralmente, según se cree.
Se conoce muy poco sobre el rito que se seguía en el oráculo. Se
sabe que la Pitia se sentaba en un trípode que estaba en un espacio llamado aditon,
al fondo del templo de Apolo Pitio. Αδυτων significa "fondo del
santuario" y τo αδυτoν significa "lugar sagrado de acceso
prohibido".
En el oráculo de Dódona se hacían las consultas grabadas en
laminillas de plomo de las que se han encontrado bastantes ejemplares en las
excavaciones. La Pitia daba respuestas (el verdadero oráculo) que un sacerdote
recogía y escribía en forma de verso. Después se le entregaba al consultante.
En un primer momento, las sentencias de la pitonisa se hacían en verso, pero a
mucha gente le parecía extraño que, siendo Apolo el dios de la música, tuvieran
las predicciones tan mala calidad rítmica y melódica. Así que pronto la
pitonisa comenzó a predecir en prosa.
Uno de los enigmas con el que se enfrentan los estudiosos del tema
es el gran número de aciertos que tuvo el oráculo de Delfos. La fe en él era
total, incluso si se equivocaba, porque en ese caso se decía que el fallo era
la interpretación de lo dicho y no el oráculo en sí.
Durante siglos ha corrido una leyenda en forma de verdad histórica
acerca del oráculo y el estado de la Pitonisa. Dicha leyenda se difundió a
partir de los autores cristianos de los siglos III y IV, como Orígenes y San
Juan Crisóstomo. Eran tiempos en que la época de la Grecia clásica se veía como
un acérrimo paganismo al que había que ridiculizar. De esta manera los
escritores inventaron algo que a través de los siglos tuvo siempre mucho éxito.
Lo describían así:
El trípode de la Pitonisa
o Pitia se hallaba sobre una grieta muy profunda de la roca. Por esa grieta
emanaban unos gases tóxicos que hacían que la mujer entrara rápidamente en un
estado de embriaguez y desesperación con grandes tiritonas, es decir, entraba
en trance, desgreñada y arrojando espuma por la boca. Además masticaba hojas de
laurel, lo que ayudaba a alcanzar ese estado psicosomático.
Lo cierto es que no se ha encontrado hasta el momento ninguna
descripción sobre el momento del oráculo en los escritores griegos o latinos.
Ningún autor pagano ha descrito nunca una escena de consulta, ni siquiera Plutarco
en su obra Diálogos píticos. Por otra parte, los estudios arqueológicos
y geológicos recientes hechos en la zona del templo de Apolo aseguran que en la
roca no existe la fisura profunda de que se habla en la leyenda.
Oráculos de Creso
Tradicionalmente se conocen dos oráculos dados al rey Creso:
Creso (560-546 a. C.) fue el último rey de Lidia. Se
cuenta (en Heródoto: Historia I, 53 y en Cicerón: Sobre la
adivinación II, 115, 11) de él que en una ocasión envió una consulta al
oráculo, pues se estaba preparando para invadir el territorio persa y quería
saber si el momento era propicio. El oráculo fue así "Creso, si cruzas el río
Halys (que hace frontera entre Lidia y Persia), destruirás un gran
imperio". La respuesta se interpretó como favorable y dando por hecho que
el gran imperio era el de los persas. Pero el “gran imperio” que se destruyó en
aquel encuentro fue el suyo, y Lidia pasó a poder de los persas. Esto es un
ejemplo de la ambigüedad en las respuestas. Muchas de ellas fueron recogidas
por autores clásicos. En realidad el oráculo no trataba de adivinar los hechos,
sino de dar buenos consejos, cosa que no era demasiado difícil, ya que en el
santuario se disponía de la última noticia y de los últimos acontecimientos del
mundo conocido.
Según Jenofonte y algunas colecciones griegas de versos gnómicos,
ante una consulta del mismo rey se le respondió la famosa frase: "Si eres
humano, procura pensar en cosas humanas". Esta máxima se basa en la idea
que para conseguir la felicidad y la autoestima hay que conocer los propios
límites y aceptarlos.
Sibila
La sibila de
Delfos (1510), fresco de Miguel Ángel (1475-1564) en la bóveda de la Capilla
Sixtina
Según algunas tradiciones, la primera pitia o pitonisa que actuó
en el oráculo de Delfos se llamaba Sibila, y su nombre se generalizó y se
siguió utilizando como nominativo de esta profesión. Ni Homero (siglo IX al VIII a. C.)
ni Hesíodo (siglo VIII a. C.) hablan de las sibilas; su nombre
aparece por primera vez en el siglo VI a. C. y es el filósofo Heráclito
de Éfeso (544 – 484 a. C.) el primer informador de estos personajes.
Se pensaba que las sibilas eran oriundas de Asia y que en cierto modo
sustituyeron a las antiguas pitias.
La llegada al santuario
El peregrino que se acercaba al lugar sagrado se encontraba
primero con una terraza con varios edificios: el templo de Atenea Pronaia
(literalmente, la que está antes del templo), del que sólo se conserva la plataforma.
Fue destruido y reconstruido varias veces, como la mayoría de los edificios del
santuario. Su tamaño era pequeño, y varios aspectos, como la presencia de
equinos planos en las columnas, nos indican su origen arcaico.
El tholos,
construido por Teodoro de Focea hacia el año 380 a.C., es quizá el edificio más
representativo de Marmaria y no sabemos qué función tenía. Su interior es de
orden corintio y su exterior dórico, y en sus metopas destaca la representación
de temas dionisíacos. Además, dos tesoros, uno de los cuales pertenecía a la
ciudad de Massalia (actual Marsella), permitía la custodia de exvotos
delicados o de alto valor.
A mitad de camino entre Marmaria y el santuario propiamente dicho,
surgiendo de las entrañas del acantilado, se hallaba el manantial de Castalia,
una fuente en la que los peregrinos se purificaban antes de entrar en el
recinto sagrado, acto que cumplía una importante función tanto higiénica como
ritual. Dentro del témenos
había también otra fuente menor, Kassotis,
donde la Pitia o pitonisa realizaba abluciones antes de hacer su predicción.
La entrada principal daba acceso a la vía sacra, un camino en pendiente que recorría todo el
conjunto hasta el estadio, situado en la terraza superior. Varios tesoros
situados a ambos lados del camino de entrada servían de escaparate para las
ciudades griegas que sufragaban su construcción. Estos diminutos edificios y
los exvotos que contenían mostraban no
sólo el fervor de sus constructores, sino también sus rivalidades. No era raro,
así, que una ciudad levantase un monumento para conmemorar su victoria sobre
otra polis.
Entre las múltiples estatuas que adornaban el camino de acceso se
encontraba el conocido auriga de Delfos. Esta escultura de bronce representaba
a un joven que guiaba su carro tirado por cuatro caballos; actualmente sólo se
conserva la figura del auriga con algunos restos de patas de caballos y parte
de las riendas. La estatua fue financiada por el tirano Polizalos de Gela, un
rico siciliano vencedor de los juegos píticos del 478 o 474 a.C. para
conmemorar su triunfo.
De todos los tesoros, el de la isla de Sifnos destacó por los
delicados relieves que lo decoraban; se trata de una representación de la
Gigantomaquia –batalla entre dioses y gigantes– de hacia 525 a.C., una de las
obras cumbres del relieve griego del período arcaico.
El
recinto del santuario o témenos
La descripción bastante exacta de cómo fue el recinto sagrado se
conoce gracias a las informaciones de Pausanias en el siglo II d. C.
y a la confirmación de esos escritos hecha por las excavaciones arqueológicas.
Una cerca sagrada llamada períbola rodeaba todo el enclave del
santuario. En la esquina sureste del recinto comenzaba la vía sacra que iba
subiendo montaña arriba, serpenteando y pasando por delante de pequeñas
edificaciones llamadas tesoros y de diversos monumentos, hasta llegar al
templo del oráculo, templo de Apolo y continuando hasta el estadio en lo más
alto. El peregrino accedía por la puerta principal de esta vía sagrada.
En el valle pueden verse cientos de olivos plantados, cuya
extensión llega hasta el golfo de Corinto. Se dice que es el mayor olivar del
mundo.
Cada consultante ascendía por la via sacra hasta
llegar al templo de Apolo donde en primer lugar ofrecía un sacrificio en el
altar frente al templo y las vísceras del animal se examinaban en busca de
buenos augurios. A continuación pagaba las tasas correspondientes a los
sacerdotes y por último se presentaba ante la Pitia y hacía sus consultas
oralmente. Se dice que la Pitia respiraba los vapores de una grieta en el
subsuelo, entraba en trance y respondía a las preguntas. La Pitia daba
respuestas que un sacerdote recogía y escribía en forma de verso que entregaba
al solicitante. Pero tenía una limitación: no podía contestar ni sí ni no y sus
profecías siempre eran lo suficientemente vagas e interpretables para que el
negocio no se viniera abajo. Incluso cuando no acertaba en sus predicciones,
nadie perdía la fe en el oráculo, porque en ese caso se decía que el fallo era
la interpretación de lo dicho y no el oráculo en sí.
El monte Parnaso, junto a Delfos también se
creía que era el lugar de descanso preferido de Apolo ya que allí moraban las
nueve Musas, inspiradoras de las artes y las ciencias y de cuyo nombre derivan
las palabras música y museo.
Justo antes de entrar en el témenos vemos
las ruinas del Ágora Romana, una plaza pública destinada al comercio y
las relaciones sociales. Estaba rodeada por 3 stoas jónicas de las únicamente
se conserva parte de la del lado norte en la que podemos distinguir 5 locales
para tiendas.
El camino entraba en el témenos por la puerta
principal o de Milciades que estaba situada en la esquina sudeste del
recinto. Nada más atravesarla vemos a nuestra derecha los restos del monumento
espartano conmemorativo de su victoria sobre los atenienses en la batalla
naval de Egospotamos.
A continuación a la derecha está el Monumento
de los Reyes de Argos una exedra semicircular que exhibía estatuas de reyes
y héroes de la ciudad de Argos. Frente a ella hay otra exedra en disposición
simétrica llamada la Exedra de los Epígonos.
A partir de aquí entramos en la zona de los Tesoros,
pequeños edificios con forma de templo, donados por distintas ciudades griegas
donde se guardaban los exvotos y las donaciones que habían realizado al
santuario.
Algunos de los tesoros mejor conservados de Delfos pertenecen a la
época arcaica, mientras que del más antiguo, el de Corinto
(650 a. C.), en el que se conservaban también las donaciones votivas
del rey Midas de Frigia, y de los lidios Giges y Creso, quedan escasas ruinas.
El primero a nuestra izquierda es el Tesoro de los Sicionios, un templo dórico con dos columnas in antis en la fachada, datado en torno al 500 a.C. y del que apenas se ven los cimientos. En ellos se encontraron unas metopas con escenas mitológicas esculpidas en un estilo arcaico de fuerte realismo procedentes de un edificio más antiguo y que se exponen en el museo.
El tesoro de los sicionios, datado en torno al 500 a. C.,
aunque no es unánime dicha fecha entre los arqueólogos, tenía, como muchos
otros, forma de templete dórico, con dos columnas entre las dos antas de la fachada.
Para sus cimientos se reutilizaron bloques de otros dos edificios
más antiguos. De uno circular (un tholos), de hacia el 580 a. C.,
y de otro edificio monóptero rectangular, es decir, consistente en una simple columnata
abierta para sostén de un techo. Se ha supuesto que este último estaba rematado
por la cuadriga de Clístenes, el tirano de Sición, quien había vencido en los
primeros Juegos Píticos del 582 a. C., y al mismo edificio monóptero,
que se fecha en torno al 560 a. C., parecen corresponder las famosas metopas
encontradas también entre los cimientos del tesoro y que representan escenas
mitológicas esculpidas en un estilo arcaico de fuerte realismo.
Son célebres las del Robo de los bueyes, que representan a
los Dioscuros llevándose el rebaño por el que hallarían la muerte a manos de Idas
y Linceo y otras con la nave Argo, o con Europa y el toro, etc.
Dinsmoor, uno de los mayores especialistas de arquitectura griega,
data el tesoro del siglo V a. C., y atribuye las metopas a un
anterior tesoro de los siracusanos, del siglo VI a. C., con base en
que el empleo de metopas figuradas, común en Sicilia, y en la Magna Grecia, era
inusual en los monumentos propiamente griegos.
Brunilde Sismondo Ridgway, en su importante libro sobre la
escultura de la Grecia arcaica publicado en 1977, observa que las metopas sicionias
formaron parte de un tesoro ofrecido por alguna ciudad de la Magna Grecia,
excluyendo Siracusa, y realizado en Delfos por artistas foráneos o locales.
Porque es posible que en Delfos, además de los artistas que sabemos por las
fuentes literarias e históricas, llegados de todo el mundo griego, hubiera
talleres locales, responsables en definitiva de la formación de un estilo
«délfico».
Detrás vemos el Tesoro de los Sifnios, el más suntuoso del
santuario, de estilo jónico y construido enteramente con mármol de Paros, tenía
en su frente dos cariátides en lugar de columnas y estaba adornado con dos
frontones y un largo friso esculpido con representaciones de episodios
mitológicos, todo ello expuesto en una sala del Museo de Delfos. Era el más
suntuoso del santuario.
Como se desprende de pasajes de Heródoto y de Pausanias, este
tesoro lo erigieron los habitantes de Sifnos en el 525 a. C. (o quizá
algunos años antes, como ha indicado la norteamericana Richter en su estudio de
los Kuroí) con los diezmos de las minas de oro de la isla.
Es el monumento mejor datado del periodo arcaico, lo mismo que sus
esculturas.
Afortunadamente las excavaciones han restituido gran parte del
frontón oriental y casi la mitad del friso que corría por el exterior del
edificio y medía más de 20 m.
En el frontón está representada la disputa entre Apolo y Heracles por la posesión del trípode délfico, con la imagen de Zeus en el centro (y no la de Atenea como en un primer momento se pensó).
En el frontón está representada la disputa entre Apolo y Heracles por la posesión del trípode délfico, con la imagen de Zeus en el centro (y no la de Atenea como en un primer momento se pensó).
También el friso contiene escenas mitológicas. El lado este está
dividido en dos partes. En la de la derecha hay un combate frente a Troya
alrededor de un guerrero caído. En la de la izquierda un concilio de dioses,
con las divinidades a favor de los troyanos- Ares, Afrodita, Artemisa, Apolo y
Zeus- sentadas frente a las partidarias de los griegos, ente las que se hallan
Atenea, Hera y Hebe.
En el lado norte se desarrolla una larga y movida Gigantomaquia, en la que participan muchas divinidades del Olimpo: Apolo, Artemisa, Hefesto y Ares, entre otras.
En el lado norte se desarrolla una larga y movida Gigantomaquia, en la que participan muchas divinidades del Olimpo: Apolo, Artemisa, Hefesto y Ares, entre otras.
Del friso oeste, con el Juicio de Paris, se conserva sólo una parte. Y en el del lado sur, del que tan sólo quedan unas losas, debía de narrarse el rapto de las hijas de Leucipo, el rey mesenio, por parte de los Dioscuros, o tal vez de Helena por Paris.
Hay claras pruebas de que en su día el friso estaba policromado.
Aún puede distinguirse el color azul del fondo y huellas de color rojo en el
borde inferior y en algunos detalles: ropas, cabellos, armas, crines y colas de
caballos, etc.
Otros detalles y elementos decorativos aparecían realizados en bronce, y algunas figuras estaban acompañadas de inscripciones que han facilitado su identificación.
Otros detalles y elementos decorativos aparecían realizados en bronce, y algunas figuras estaban acompañadas de inscripciones que han facilitado su identificación.
Friso este
Friso norte
Se advierte el trabajo de dos maestros: uno -seguramente un maestro
de la escuela de arte jónico, sino de la propia Sifnos- muy imaginativo, autor
de las secciones este y norte del friso. Otro, más tradicional, de escuela
ática, que esculpió las secciones oriental y meridional. Más aún, si es
correcta la lectura de una inscripción propuesta por la epigrafista Lilian H.
Jeffery, que aparece en el escudo de uno de los gigantes, este segundo escultor
sería Aristión de Paros, un artista jonio que trabajó durante muchos años en
Atenas y al que se debe, entre otras, la estatua de la Koré Frasikleia, hallada
en Merenda, junto a Atenas.
Se sabe que existían todas estas capillas:
·
Tesoro de Siracusa
·
Tesoro de Cirenea
·
Tesoro de Cnido
·
Tesoro de Sifnos
·
Tesoro de Sición
·
Tesoro de Tebas
·
Tesoro de Corinto
·
Tesoro de los etruscos
·
Tesoro de los atenienses (que
es el único restaurado).
Tesoro de los atenienses
Este tesoro fue ofrecido por Atenas a la ciudad de Delfos. Fue el
primero que apareció en las excavaciones de esta ciudad en 1893. Entre 1903 y 1906
se procedió a su reconstrucción por cuenta del consejo municipal de la capital.
Era de mármol de Paros y, según Pausanias, se costeó con la décima
parte del botín conseguido en la Batalla de Maratón (490 a. C.).
Para la arquitectura y la escultura representa el paso del
arcaísmo al estilo severo del arte ático.
Sus famosas metopas, conservadas en el Museo de Delfos (las
reconstruidas en el edificio son copias), representan hazañas de Heracles y de Teseo,
y una Amazonomaquia, esto es, un combate entre los atenienses y las
legendarias amazonas, en el que acaso se simbolizaba la reciente victoria sobre
los persas.
No hay acuerdo entre los arqueólogos acerca de la realización de
estas metopas. Para Ernst Langlotz, algunas, por su estilo, parecen anteriores
al 490 a. C., por lo cual los investigadores franceses piensan que
pudo realizarlas un equipo integrado por artistas ancianos y jóvenes.
Otros autores como Pomtow y Dismoor, opinan que tal vez Pausanias
estaba confundido, y dicen que el tesoro debió alzarse a finales del siglo
VI a. C. para conmemorar algún otro acontecimiento histórico, como
quizá la victoria de Atenas sobre la ciudad eubea de Calcis (505 a. C.),
o incluso antes, bajo Clístenes, el reformador de la constitución ateniense
tras la caída de los Pisistrátidas en 510 a. C.
La investigadora norteamericana Evelyn Harrison, ha propuesto para
el tesoro y para sus metopas el 500-490 a. C., lo que significa que,
al igual que el Tesoro de los sifnios, el tesoro de los atenienses no se habría
erigido para conmemorar una victoria o algún otro acontecimiento histórico,
sino tan sólo para manifestar en el sagrado recinto de Delfos la devoción y la
riqueza de la ciudad que lo donaba.
En la terraza que se extendía delante del templo de Apolo estaba
situado el altar de los sacrificios. Se construyó además un teatro (en el siglo
IV a.c.) y un estadio, con 7.000 plazas para espectadores, para los juegos
píticos (este último en el 582 a. C.). También había un hipódromo,
que aún está sin localizar.
Al aire libre y salpicadas por todo el recinto se hallaban las
estatuas de mármol o de bronce, regalos de reyes o de ciudades, en
agradecimiento a los servicios prestados por el oráculo.
Las divinidades
Apolo Pitio era el dios principal del santuario. Pero en los meses de
invierno tomaba protagonismo el dios Dioniso porque Apolo se marchaba al
paraíso septentrional. Por esta razón se hizo una ornamentación distinta en los
tímpanos del gran templo. En el tímpano del este se esculpió la tríada
apolínea (Apolo, Artemisa y Leto) y en el del oeste el tiaso, que
era la reunión de fieles que celebraban el culto a Dioniso.
El santuario de Atenea Pronaia se encontraba en la terraza de
Marmaria, hacia la parte de abajo. Pronaia significa "la que está antes
del templo". En esta terraza había dos templos dóricos, uno en honor a
Atenea y otro para Artemisa, estaba también el tesoro eólico (llamado tesoro de
Massalia, actual Marsella) y el tesoro dórico. Allí estaba junto con estos
edificios el tholos o rotonda de columnas del siglo IV a. C.,
cuyas ruinas quedan aún en pie.
Durante el siglo V a.C. se estableció el culto a Asclepio (patrón
importante de la medicina, hijo de Apolo).
El ónfalos
El ónfalos
es el ombligo del mundo. La leyenda cuenta que el dios Zeus mandó volar
a dos águilas desde dos puntos opuestos del Universo.
Las águilas llegaron a encontrarse aquí, en Delfos, donde una
piedra cónica llamada ónfalos señala el lugar. La piedra, en forma de medio
huevo, fue descubierta durante las excavaciones cerca del templo de Apolo.
Ónfalos de Delfos que se exhibe en el
museo.
Estas piedras que representan el ombligo del mundo eran un símbolo
del centro, del lugar donde empezaría la creación del mundo. Al colocarlas en
un determinado espacio, lo sacralizaba y lo convertía en el centro religioso.
En el caso del ónfalos de Delfos, así fue y este santuario se convirtió en el
ombligo o centro religioso de toda Grecia.
En algunas monedas encontradas en el recinto se puede ver la
imagen del ónfalos, esquematizada y representada por un punto en el centro de
un círculo. La piedra mencionada se halla expuesta en el museo de Delfos.
Historia
del santuario
Por la arqueología y los escritos antiguos se sabe que en el siglo
VIII a. C. hubo en este lugar de Delfos edificios sagrados.
Pausanias, el historiador griego del siglo II d. C., recoge la
tradición y entre otras cosas cuenta que los tres primeros templos fueron
construidos, uno con laurel, otro con cera de abeja mezclada con plumas y el
tercero con bronce.
La arqueología demuestra que en esta época ya era famoso el nombre
de Apolo no sólo en el lugar, sino en tierras lejanas. Los exvotos sacados a la
luz en las excavaciones son muy significativos: Renombre de Apolo Pitio que era
famoso en lugares remotos, caballos de Tesalia, trípodes del Peloponeso,
soportes de recipientes de Creta, etc.
Pasado el tiempo fueron aumentando las ofrendas, sobre todo los
exvotos de bronce. Se han encontrado escudos cretenses, cascos corintios,
calderos con cabezas de grifos llegados desde Samos y el Peloponeso y
estatuillas diversas.
Apogeo
A finales del siglo VII a. C. ya se construyen templos
especiales para Apolo y Atenea; son de piedra, con columnas dóricas. Sus
restos, pasado el tiempo, sirvieron para construir nuevos templos.
A comienzos del siglo VI a. C. tuvieron lugar dos
acontecimientos que influyeron bastante en la evolución del santuario de
Delfos. Uno fue la instalación en Delfos de la anfictionía y el otro, la
reorganización de los Juegos Píticos.
La anfictionía era una liga religiosa que agrupaba 12 pueblos (no
ciudades), casi todos de la Grecia central. Tenía sus reuniones en el santuario
de Deméter en Antela, cerca de las Termópilas. Como el oráculo de Delfos tenía
ya un renombre mayor que el de Deméter, trasladaron allí la sede de esta
confederación, sin por ello abandonar el otro santuario. Esta decisión dio
lugar a las llamadas guerras sagradas que fueron tres.
Los Juegos Píticos tenían lugar al principio cada 8 años. Después
lo acortaron a 4 y se alternaban con los Juegos Olímpicos. Consistían en
pruebas atléticas, hípicas y concursos líricos. En Delfos se construyó en esta
época un teatro y un hipódromo para la celebración de estos juegos, que se
consideraban muy importantes.
Hubo un gran enriquecimiento tras la primera guerra sagrada,
en la que algunas ciudades griegas compitieron por obtener el control y la
autoridad del santuario, con lo cual conseguían un reconocimiento de supremacía
y prestigio sobre las otras ciudades y sobre algunos reinos extranjeros. Las
aportaciones fueron tanto por parte de los griegos como de los pueblos
bárbaros. Hay que destacar el regalo que hizo Creso (560-546 a. C.),
último rey de Lidia, en esta ocasión: un león de oro sobre una base de lingotes
de oro más un cuenco de oro que pesaba un cuarto de tonelada.
En la primera mitad del siglo VI a. C. se hicieron unas
12 fundaciones de tesoros en torno al templo de Apolo. Este viejo templo ardió
en el año 548 a. C. y tras el incendio su reconstrucción fue lenta.
Hasta el año 505 a. C. no se terminó el nuevo templo, más grande que
el anterior y cuya construcción se llevó a cabo gracias a una familia llamada
Alcmeónidas, de Atenas. Según cuenta Heródoto, esta familia gestionó la
aportación de dinero en todo el mundo griego.
Catástrofes en el siglo
IV a. C.
Durante este siglo ocurrieron una serie de catástrofes que en nada
beneficiaron al santuario de Delfos:
En el 373 a. C. hubo un terremoto que destruyó el templo
edificado por los Alcmeónidas.
Del 356 a. C. al 346 a. C. fue la tercera
guerra sagrada y la consecuencia fue destrucción y daños irreparables. Los
focios lucharon contra los tesalios, beocios y Filipo II de Macedonia, con la
intención de obtener la supremacía sobre el oráculo de Delfos. La guerra les
costó tanto que se apoderaron de los mejores tesoros del santuario. Fundieron
el oro y la plata y con ese resultado pudieron pagar a sus soldados. Pero poco
después Filipo se hizo con la autoridad total del lugar sagrado y obligó a los
focios a ir restituyendo en donaciones todo lo robado.
En el 339 a. C. ocurrió la cuarta guerra sagrada, cuando
el pueblo de los locrios se enfrentó contra Atenas y el político Esquines
seguidor de Filipo se enfrentó también contra la ciudad de Anfisa (o Ámfissa).
Estos hechos dieron lugar a la batalla de Queronea, en el 338, en la que fueron
derrotados atenienses y tebanos. Los macedonios tuvieron desde entonces la
hegemonía de Grecia.
Siglo III y
II a. C.
Durante la época del helenismo, difundida por los sucesores de Alejandro
Magno se construyó un teatro nuevo y un estadio nuevo.
Los etolios (señores de Delfos) regalaron numerosas ofrendas en
forma de columnas y estatuas. Pero los donantes más generosos de esta época
fueron los reyes de Pérgamo que en varias ocasiones ofrecieron dinero y mano de
obra para el mantenimiento del santuario. El rey de Pérgamo Átalo I regaló un
conjunto monumental para celebrar su victoria sobre los gálatas. La donación
fue de tal calidad que los etolios de Delfos junto con los componentes de la
anfictionía mandaron erigir unas estatuas de Átalo I y de Eumenes II sobre unos
pilares y las colocaron junto a la fachada del templo. También Perseo de
Macedonia regaló una estatua con su efigie, pero más tarde su vencedor el
general romano Lucio Emilio Paulo la mandó quitar para sustituirla por una que
le representaba a él.
Son de esta época la epigrafía que cubría los muros de los
edificios y del muro poligonal. En ella puede leerse los textos sobre los derechos
honoríficos y sobre la liberación de esclavos. Apolo era quien
garantizaba dicha liberación, después de habérsele pagado la suma correspondiente.
También es de esta época la epigrafía del tesoro de los atenienses.
Otro resto del culto más antiguo del lugar es el templo de Gea, un
diminuto edificio construido en piedra pero que poseía una estructura absidal
típicamente arcaica. Esta construcción hoy se ve desde lo alto del llamado muro
poligonal, un gigantesco parapeto de piedra levantado para poder formar la
amplia terraza que sostiene al templo de Apolo.
La pared de ese muro tiene una gran importancia, ya que sobre ella
hay plasmadas unas diez mil inscripciones que servían para testimoniar ante el
dios Apolo actos como la manumisión de esclavos, la donación del acta de
ciudadanía, o tratados entre ciudades.
A su vez, aquí se conservan los dos únicos fragmentos de escritura
musical griega que han llegado hasta nuestros días. Delante de este muro se
encontraba también el pórtico de los
atenienses, regalo hecho por la ciudad de Atenas al santuario para
conmemorar la victoria naval en las Guerras Médicas, y que sirvió de escaparate
para mostrar el poderío de dicha ciudad en aquel tremendo episodio.
El templo de Apolo se reedificó varias veces desde el siglo VI,
después de sucesivos incendios; el edificio que se puede ver hoy día
corresponde a una reconstrucción del siglo IV a.C. En sus puertas podía verse
inscritas varias máximas atribuidas a los siete sabios de Grecia, entre las
cuales destacaba los conocidos adagios “conócete
a ti mismo” y “nada en demasía”.
En el interior del templo, en su centro, se encontraba el ádyton, el habitáculo donde se
ocultaba la Pitia, sentada sobre un trípode de bronce y separada del que pedía
consejo al oráculo por una cortina, pues la pitonisa no podía ser vista.
En un principio, el oráculo se hacía una vez cada siete años y a
cargo de una sola Pitia, escogida entre las mujeres más virtuosas y que desde
su elección debía separarse de su familia y llevar una vida recogida en el
interior del recinto sagrado. Posteriormente, la demanda hizo que hubiese un
oráculo todos los años, y posteriormente, éste fue permanente. Para cumplir con
las necesidades de un santuario cada vez más frecuentado existían no una, sino
tres pitonisas, a las cuales se vestía de blanco con ropas de niñas. Ahora
bien, no siempre Apolo se encontraba en disposición de predecir; para saber si
el dios estaba conforme con cumplir su función oracular, el que demandaba los
servicios del santuario pagaba una tasa, el pélanos, y efectuaba un sacrificio preliminar. Éste
consistía en asperjar a un cabritillo con agua fría; si el animal se echaba a
temblar, era señal de que Apolo estaba listo.
Las consultas se establecían según un protocolo que daba
preferencia a los délficos; a
continuación eran llamados los pertenecientes a la Anfictionía, seguidos por los restantes griegos y, por último, los extranjeros.
Un buen número de oráculos se emitían recurriendo al vuelo de las
aves, arrojando habas, dados o huesecillos en un paño y otros métodos
similares. Tan sólo aquellos asuntos que los sacerdotes estimaban de cierta
importancia se planteaban a la Pitia; ésta, una vez alcanzado el éxtasis
inspirado por Apolo, emitía frases ininteligibles o de difícil interpretación,
a veces simples ruidos, que eran interpretados por los sacerdotes, quienes se
encargaban de darle una forma versificada
en endecasílabos rimados y un contenido generalmente ambiguo que tanto servía para decir una cosa como la contraria, de modo
que el oráculo apenas se equivocaba.
Frente al santuario se abre el estrecho valle del río Pleistos. La
ciudad de Delfos estaba en medio de las dos estribaciones montañosas y los
antiguos comparaban su posición con un teatro. Hoy está cercana la ciudad de
Kastri. A unos 15 km al sudoeste de Delfos está el puerto de Cirra, en el golfo
de Corinto.
Restos del templo de Apolo
El único lado de la ciudad no defendido por accidentes naturales era el sur, donde se había construido una muralla. La ciudad era pequeña y no tenía más de 3 km de circuito.
A mediados del siglo VIII antes de nuestra era y a mitad del VII
que el Apolo Pitio gana una gran notoriedad.
Templo de Apolo en
Delfos
El templo de Apolo de Delfos es,
probablemente, el lugar sagrado dentro de Grecia que más antigüedad reviste en
la actualidad. Incluso se estima que data de varios siglos antes de Cristo y
que los antiguos griegos creían que allí se encontraba el ombligo del mundo.
Ellos acudían allí, a consultar al oráculo, algunas cuestiones relacionadas con
sus vidas. Hoy es imposible dejar de visitarlo.
El Templo de Apolo en Delfos es uno de los lugares
sagrados de la Antigua Grecia más históricos, tradicionales y abigarrados al
clasicismo que esa región ha tenido y aún tiene. Si bien el significado ha variado claramente, desde los tiempos
en que los pobladores griegos creían que dicho lugar era el ombligo del mundo,
hoy por hoy, es visitado con sumo respeto, por gran cantidad de personas de
todo el mundo.
Podría decirse con total tranquilidad, que el oráculo de Delfos es
uno de los lugares consagrados a las antiguas creencias griegas más importantes
que han existido. Tenía una vía Sacra con una calle
principal, donde se sostenían edificios que conformaban el santuario de Delfos.
El templo principal se ubicaba en el medio.
La intención de todo este templo de Delfos era
rendirle pleitesía al dios Apolo y, además, consultar al oráculo sobre
cuestiones relacionadas con la vida de las personas. Por eso mismo, durante el día 7 de cada mes, que era el indicado
para el nacimiento de Apolo, una procesión se dirigía hacia el oráculo, para
ver qué era lo que deparaba el futuro.
Si bien el paso del tiempo y los avatares que la patria helénica
ha sufrido en guerras, han transformado al lugar en algo más bien distinto de
lo que era originalmente, continúa siendo un sitio de visita obligatoria para todos aquellos que disfrutan de la cultura griega,
sus antiguas creencias y sus mitos.
Decadencia
Comenzó el declive en con la ocupación romana, durante el siglo
I a. C. y continuó hasta el siglo III d.C., durante este período el
oráculo, respetado aún, fue sin embargo perdiendo prestigio y visitantes. En el
siglo I a. C. fue cuando se hizo la talla de una fuente rupestre en
la pared de la garganta Castalia, allá donde desde antiguo se encontraba el
manantial sagrado.
Los fondos para el mantenimiento del santuario, de sus monumentos
y de sus tesoros van menguando a grandes pasos; la hierba crece entre los
edificios, de manera salvaje, la madera se pudre y la suciedad empieza a
notarse. Hubo además un incendio en el templo de Apolo que el emperador
Domiciano (81-96) hizo reparar. El escritor griego Plutarco (c. 46-125), que
además fue administrador de la anfictionía en los últimos años de su vida,
escribió por entonces sus Diálogos píticos y en este libro comenta la impresión
de abandono que le daba el santuario de Delfos.
A pesar de todo, la anfictionía continuaba reuniéndose, organizaba
los Juegos Píticos, levantaba algunas estatuas a los cónsules y
emperadores romanos y el oráculo seguía siendo consultado. Pero las peticiones
son ya de otro estilo: ya no se le pide consejo sobre posibles enfrentamientos,
reinados, gobernantes, etc., las consultas del momento son consejos sobre
viajes, matrimonios y otros asuntos domésticos. El oráculo ha dejado de influir
en la política y el devenir de los pueblos. Su último momento de algo de
esplendor se da bajo el gobierno de los Antoninos, en el siglo II de nuestra
era. Los emperadores siguieron manteniendo una regular correspondencia con el
oráculo. Esta correspondencia ha llegado hasta nuestros días grabada sobre los
contrafuertes del templo de Apolo.
El emperador romano Adriano (c. 76-138) también visitó Delfos.
Allí hizo levantar una estatua (que ha sido hallada en las excavaciones) en
homenaje a su favorito Antínoo, que había muerto ahogado misteriosamente en el
río Nilo.
Herodes Ático (101-177), político y orador griego, sofista y
protector de las letras, además de poseer una gran riqueza, donó parte de ésta
a Delfos para reconstruir las gradas del estadio. También mandó erigir estatuas
de su familia.
Pero ya por el siglo II d.C. el santuario recibía visitantes que
eran más curiosos que fieles. Los viajeros llegaban allí para curiosear y no
para utilizar el recinto como lugar sagrado. Pausanias fue uno de estos
visitantes que llegó en calidad de hombre culto y amante de las antigüedades y
luego contó sus impresiones como historiador. Para las gentes del siglo II el
apogeo y utilización del santuario como lugar sagrado estaba tan lejano como
pueden estar para los habitantes del siglo XXI los acontecimientos del Renacimiento.
Ya en el año 87 a. C., Sila se había apropiado de muchas riquezas
sagradas y de las ofrendas hechas en metales preciosos, lo mismo que el
emperador Nerón en el siglo I. En el siglo IV el emperador romano Constantino I
el Grande se llevó a Constantinopla (actual Estambul) una de las pocas piezas
grandes que aún quedaban: la columna serpentina que se levantaba exenta y que
nadie consideraba de valor después de que los focenses se llevaron 700 años
antes su trípode de oro. Todavía se conserva.
En el siglo III los hérulos, godos y bastarnos recorrieron en
intensas campañas toda la Grecia Central, Ática y el Peloponeso, arrasando y
saqueando. En Delfos destruyeron algunas de las estatuas que quedaban en pie y
el resto se vino abajo después del edicto de Teodosio el Grande, emperador
romano (c. 346-395), con el que se pretendía acabar oficialmente con todos los
"ídolos del paganismo", clausurando así definitivamente el oráculo de
Delfos, que cesó su actividad en el año 390. La desolación fue total al cabo de
los años y de los centenares de estatuas que antaño poblaron el recinto, no
quedó ni una en pie.
Fin del culto
El recinto de Delfos nunca llegó a estar deshabitado. Después de
que se hubo olvidado por completo la razón de su existencia, sus ruinas se
fueron recubriendo y se fue edificando toda una pequeña ciudad.
Tras la ocupación romana y la imposición del monoteísmo cristiano
(y prohibición del politeísmo), durante el siglo V de nuestra era, el área de
Delfos fue sede de un arzobispado, y para ello se desmanteló el oráculo,
construyeron iglesias utilizando como material el mármol de los monumentos; se
construyó una basílica, y grandes edificaciones religiosas, borrando así
prácticamente toda evidencia del gran oráculo de Delfos. En el siglo XVIII los
eruditos se plantearon la duda del lugar exacto en que habría estado el célebre
santuario de Apolo. Por los textos antiguos se tenía una idea, pero era casi
imposible dar con ningún vestigio. Hasta que gracias a un hallazgo fortuito
empezaron los estudios sistemáticos y las excavaciones.
Otras obras
arcaicas
Hay restos de muchos otros monumentos, si bien la mayoría de las
veces reducidos a los cimientos, como el bouleterión donde se reunían los 15
senadores y los 8 pritanos de la ciudad, o el tesoro de los cnidios, de
mediados del siglo VI a. C.
En la Marmaria, el templo en piedra caliza de Atenea Pronaia, del
que quedan abundantes vestigios, parece datar de finales del siglo
VI a. C., pero han aparecido algunos tambores de columnas y 12
capiteles, que corresponden a un templo construido tal vez hacia la mitad del
siglo VII a. C., que sería uno de los más antiguos de Grecia.
El vecino tesoro de los massaliotas, los colonos griegos de la
actual Marsella, muy rico, podría fecharse en torno al 530 a. C.
Las dos estatuas colosales de Cleobis y Bitón, que se encuentran
entre las más antiguas esculturas griegas de mármol, ya que datan de entre el
610 y el 580 a. C., y marcan la transición del arte dedálico del
siglo VII a. C. al arcaico del VI a. C.
Se trata de dos gemelos míticos, hermanos de la ciudad de Argos, que según la leyenda se uncieron al carro de su madre, sacerdotisa de Hera, en lugar de los bueyes para llevarla a donde se celebraba la fiesta de la diosa. Una inscripción incompleta las atribuye a un... medes de Argos, en quien se reconoce al escultor argivo Polimedes.
Se trata de dos gemelos míticos, hermanos de la ciudad de Argos, que según la leyenda se uncieron al carro de su madre, sacerdotisa de Hera, en lugar de los bueyes para llevarla a donde se celebraba la fiesta de la diosa. Una inscripción incompleta las atribuye a un... medes de Argos, en quien se reconoce al escultor argivo Polimedes.
Quizá del 570-560 a. C. es la gran Esfinge de los
Naxios, que se apoya sobre un capitel jónico y una alta columna acanalada.
Este importante monumento, que originalmente mediría más de doce metros de
altura, tiene especial interés para conocer el arte arcaico de la isla de
Naxos.
Las
excavaciones
En 1676 Jacques Spon (francés) y George Wheler (inglés) llegaron
al emplazamiento del santuario, convertido en un poblado llamado en ese momento
Castri. En su visita por el lugar se fijaron en unas inscripciones en la
iglesia de un monasterio que había sido construido justamente sobre los muros
del antiguo gimnasio. En estas inscripciones leyeron la palabra Delphi.
Lo mismo les ocurrió en algunas casas del poblado. En estos años no pasó de ser
una noticia para los historiadores; no hubo excavaciones.
Pasados dos siglos, en 1840, un arqueólogo alemán llamado Karl
Otfried Müller trabajó en esta zona y descubrió entre las casas del poblado una
parte del gran muro poligonal del recinto del santuario. El descubrimiento fue
una llamada a seguir trabajando. Llegaron más arqueólogos franceses y alemanes,
que fueron poco a poco descubriendo indicios y vestigios de la joya
arqueológica que se escondía en aquel lugar. Pero la tarea era muy difícil pues
la presencia del poblado impedía hacer excavaciones en serio. Empezaron
entonces los tratos y los proyectos para trasladar a otro sitio todo el
poblamiento de Castri, hasta que en 1881 hubo una convención entre el gobierno
griego y el gobierno francés (muy interesado en las excavaciones) para
expropiar, trasladar y reconstruir el nuevo emplazamiento, que es la ciudad
actual llamada Delfí (Delfos).
Comenzó una gran actividad arqueológica dirigida por el jefe de la
Escuela Francesa de Atenas, Théophile Homolle. Fueron apareciendo piezas,
restos de estatuas criselefantinas (es decir, estatuas que tenían la cara, las
manos y los pies de marfil y el cabello de oro), piedras de edificios, columnas
rotas, etc. Después vinieron las restauraciones llevadas a cabo por la Escuela
francesa de Arqueología más una subvención del Ayuntamiento de Atenas y
aportaciones particulares de ciudadanos griegos. De esta forma vieron la
restauración:
- El tesoro de los atenienses que fue reconstruido pieza a pieza
- El templo de Apolo, del que apenas se conservan algunas columnas
- El estadio, que es el mejor conservado de la Antigüedad
- El Tholos o santuario de Atenea
- La fuente Castalia
- El ágora romana
- El altar de Quíos
- Varias columnas
El teatro de Delfos se construyó más arriba en la colina del Templo
de Apolo y daba una vista espectacular de todo el santuario y el valle.
Fue construido en el siglo IV a.C. con piedra caliza del monte
Parnaso. Fue remodelado en varias ocasiones. Sus 35 filas daban una capacidad
en torno a cinco mil espectadores que disfrutaron en la antigüedad de obras de teatro, lecturas de poesía, eventos musicales y diversos festivales que se llevaban a cabo periódicamente en Delfos. Las filas de asientos inferiores fueron construidas durante los periodos helenístico y romano.
en torno a cinco mil espectadores que disfrutaron en la antigüedad de obras de teatro, lecturas de poesía, eventos musicales y diversos festivales que se llevaban a cabo periódicamente en Delfos. Las filas de asientos inferiores fueron construidas durante los periodos helenístico y romano.
Muchas de l
as piezas fueron llevadas al museo de Delfos que en la
actualidad es uno de los más ricos de Grecia en el tema de la Antigüedad, entre
otras el famoso auriga de bronce de tamaño natural ofrendado por Polyzelos, la Esfinge
de Naxos, los mellizos de Argos y una copia romana del ónfalos que era
la piedra en forma de huevo que señalaba el centro u "ombligo de
mundo" en Delfos y que fue encontrado durante las excavaciones hechas al templo
de Apolo.
Auriga de Delfos
Auriga de Delfos es la denominación historiográfica de una escultura griega del
denominado estilo severo (transición entre la escultura arcaica y la clásica).
Se realizó, en bronce, en el año 474 a. C., para conmemorar la
victoria del tirano Polizalo de Gela en la carrera de cuadrigas de los Juegos
Píticos (los que se celebraban en honor de Apolo en el santuario de Delfos). La
figura formaba parte de un grupo más amplio, del que sólo quedan fragmentos de
cuatro o seis caballos y un pequeño esclavo que se situaría ante ellos. Todo
ello fue hallado en 1896 durante unas excavaciones en ese mismo lugar
arqueológico. En la actualidad se expone en el Museo Arqueológico de Delfos
De tamaño natural, la figura tiene una altura de 1,80 metros. Se
trata de una de las escasas esculturas originales en bronce que se conservan
del mundo griego. El grupo estaría formado seguramente por el auriga que
sostiene las riendas de la cuadriga, los cuatro o seis animales, un guerrero
detrás de él, además de un mozo de cuadra. La escultura está fundida en varias
piezas separadas y soldadas posteriormente, tal y como era costumbre en
representaciones que incluían un número importante de figuras.
Aunque vista de forma aislada presenta un aspecto diferente al que
debía de dar en el conjunto, es posible señalar algunos rasgos esenciales. A
primera vista, la figura erguida, con la larga túnica y la actitud impasible,
recuerda mucho las esculturas arcaicas. Sin embargo, elementos como la marcada
frontalidad que caracterizó a las esculturas arcaicas exentas, especialmente en
los primeros tiempos, tiende aquí a desaparecer gracias a la introducción de
matices que dotan a la figura de una mayor tridimensionalidad: los pies se
sitúan oblicuamente respecto al cuerpo, el cual acentúa levemente la torsión
lateral, de acuerdo con los brazos y cabeza; esta torsión se manifiesta en el
juego de los pliegues de la túnica, ceñidos en la cintura y sueltos en el
torso, crean un volumen que rompe con el hieratismo propio de épocas pasadas.
Este movimiento es, no obstante, mínimo, muy lejos del que realmente podía
mostrar un auriga sobre un carro, es decir, no se trata de una obra realista,
naturalista o representativa. El rostro está de acuerdo con esa disposición
corporal; mantiene un gesto sereno en el que ha desaparecido la sonrisa (propia
también del periodo arcaico), para dar paso a una expresión centrada, que
destaca en unas facciones geometrizadas, pero con una fuerte
"carnosidad" en los elementos propios del rostro. Como en otras
esculturas del periodo, aparte del bronce, se han utilizado otros materiales
nobles, tanto en los ojos, elaborados con incrustaciones de piedras de color,
como en la diadema, que conserva restos de plata. El cobre es el material
empleado en los labios, confiriendo una mayor riqueza cromática.
Santuario de Atenea Pronaia
Así llamado por dedicarse a Atenea y encontrarse “antes del
templo” (que eso significa pronaia) de Apolo, que es la edificación más importante de Delfos. Se
encuentra el Tholos entre dos templos dedicados a Atenea, el arcaico, del S. VI
a.C., de mayor tamaño, y el más reciente, ya del S. IV a.c.
Una de las más bellas construcciones del siglo IV es la thólos de
Atenea Pronaia en Delfos, obra circular de uso desconocido, con veinte columnas
dóricas en el exterior y diez finísimas columnas corintias sobre un banco
corrido en el interior. A primera vista, era un edificio lleno de novedades,
empezando por su misma planta circular, que no se usaba, al parecer, desde la
época arcaica, y que tendría gran éxito en la generación siguiente y aun en
siglos venideros. Para exponer sus hallazgos en esta obra, Teodoto escribió
incluso un libro, según nos relata Vitruvio.
Pero todo ello no obsta para afirmar que, en realidad, nos hallamos
en la línea de las investigaciones que se realizaban a fines del siglo
anterior: las columnas internas encajadas en el muro, el simple uso del orden
corintio (aunque con capiteles muy esbeltos y novedosos), el manejo de piedras
de distintos colores, todo nos traslada de forma sistemática a obras como el Erecteo
o el templo de Apolo en Basas. Acaso Teodoto, en su juventud, hubiese trabajado
con Ictino en esta última obra.
Los Juegos Píticos
Al igual que ocurrió en el caso
de Olimpia, el carácter panhelénico de Delfos se plasmó en la celebración de
los Juegos Píticos. Según la leyenda, su origen es igualmente de carácter
funerario; en este caso fue el propio Apolo quien estableció el certamen en
recuerdo de la muerte de la serpiente Pitón.
En los primeros tiempos se
celebraban cada ocho años y las pruebas iniciales eran una competición lírica,
de interpretación de flauta acompañada con un canto, con el tema del
enfrentamiento entre Apolo y el monstruo.
Desde el año 582 a.C. a las
distintas competiciones musicales y literarias se les unieron unas pruebas
gimnásticas y carreras de caballos. Desde entonces y cada cuatro años, se
convocaba una “tregua sagrada” que, como en los Juegos Olímpicos, protegía a
los participantes y los peregrinos que acudían a los Juegos Píticos en el mes
de Boucatios (agosto-septiembre).
El premio para los vencedores
consistía tan sólo en una corona de laurel y buenas dosis de gloria, tanto para
ellos como para la ciudad que representaban. Como agradecimiento, éstas
llenaron el santuario con multitud de ofrendas en forma de estatuas, trípodes,
relieves, joyas y otros objetos de valor; por todo ello, Delfos se convirtió en
un verdadero “banco” de riquezas que originó varios expolios, como el de los
gálatas en el siglo III a.C., el de Nerón –quien se llevó unas 500 estatuas
para adornar Roma–, o el del mismo Justiniano, quien trasladó los últimos
objetos de arte que aún quedaban allí para la decoración de diferentes
edificios de Bizancio.
Apuntes:
Tendrá una importancia enorme en todo el mundo griego, se
consultarán numerosas dudas al oráculo de Apolo, y tendrá importancia decisiva
en la colonización o en las guerras. Se encuentra situado en la Focia, al norte
del golfo de Corinto. Habrá allí un establecimiento micénico desde el 1.400 a.
C. Será un santuario de carácter rural, no ligado a una ciudad. Allí se
representará a más divinidades, en principio está dedicado a Gea, con la
llegada de los dorios pasará a pertenecer a Apolo, que según el mito mata a su
guardián Pitón, hijo de Gea. Por ello el Apolo de Delfos recibirá el nombre de
Apolo Pítico. Durante los meses de invierno el santuario pertenecerá a
Dionisos, ya que Apolo los pasará junto a las Hiperbóreas.
ELEUSIS
Eleusis es una ciudad de Grecia, en Ática, en la llanura triásica, ribereña del golfo
Sarónico, en su extremo norte.
Dieciocho kilómetros al suroeste de Atenas, en el camino hacia el
istmo de Corinto y ya en las fronteras del Ática, se encuentra el santuario de
Eleusis y que constituía el principal santuario ateniense. El carácter sagrado
del emplazamiento ha llegado hasta hoy, ya que allí existe todavía una iglesia
ortodoxa, como ocurre con tantos otros lugares sagrados precristianos.
El santuario de Eleusis tiene que ver con cultos preolímpicos
vinculados a la adoración de la diosa de la tierra, que en la mitología griega
se convertiría en Deméter, hermana
de Zeus y cuya hija, Perséfone o Koré,
fue raptada por Hades.
Deméter, tras el hecho, y sin saber qué había pasado con su hija,
se lanzó a su busca. Todos los que se iba encontrando temían decirle la verdad
sobre el rapto de Perséfone, pero un hombre en Eleusis le confesó que había sido raptada por Hades justo delante
de la gruta allí existente y que comunicaba la tierra con el inframundo, su
posesión.
Como recompensa, Deméter permitió la instalación allí de un
santuario. Tras la “huelga” de la diosa, impidiendo que nada creciese en la
tierra, el consejo de los dioses obligó a Hades a devolver a Perséfone,
estableciendo que ésta pasaría un tercio del año con su madre, otro con Hades,
y el último a su libre elección, en una clara alusión a las tres estaciones
del clima mediterráneo.
De este modo, en Eleusis
se estableció un culto de tipo telúrico, relacionado con la fecundidad, que
será muy importante para los atenienses, pues ningún ciudadano completaba su
biografía si cuando terminaba su adolescencia no realizaba los “ritos eleusinos”, que conllevaban una
peregrinación y la realización de un ritual secreto que los atenienses no
podían revelar bajo pena de muerte.
Allí, las antiguas divinidades de la Tierra, ahora Deméter y Perséfone
las responsables de la fructificación de las plantas, en especial de los
cereales que ellas mismas entregaron a Triptólemo para que enseñase a los
hombres su cultivo patrocinaban una procesión nocturna con antorchas y un rito
iniciático en el interior de un edificio especialmente preparado, el Telesterion.
Un recorrido iniciático
La mayoría de los edificios del santuario se construyeron durante
el siglo IV, tras las guerras del Peloponeso, aunque los planos habían sido
diseñados en época de Pericles, no pudiéndose llevar a cabo por el estallido de
los enfrentamientos bélicos mencionados.
Al lado de la entrada, junto a la muralla que protegía el conjunto
arquitectónico desde la época arcaica, se hallaba la fuente Kalíchoros, necesaria para la
purificación obligatoria antes de penetrar en el recinto sagrado.
Los Grandes Propíleos[1]
permitían el acceso a la vía sacra,
que pasaba delante del Plutoneion
o gruta por donde desapareció Hades tras el rapto de Perséfone y conducía al
peregrino al edificio más importante del lugar el Telesterion, templo cuadrado que constituía un verdadero bloque de
columnas, dentro del cual se producía la iniciación de los jóvenes atenienses
tras el desfile. Al parecer, el rito conllevaba una coronación del difunto con
una corona de frutos del olivo, de la viña, etc., productos todos típicamente
atenienses.
Otro aspecto a destacar son las representaciones, aparecidas en
relieves y esculturas, de Deméter y su hija Perséfone. A veces se confunden
estas dos divinidades, pues sus características y atributos eran muy similares,
en una nueva reminiscencia de los cultos preolímpicos, caracterizados por el
hecho de que las cualidades no las ostentaba un solo dios, sino un grupo de
divinidades.
Junto a Deméter y Perséfone suele aparecer también asociada la
figura de Triptólemo, dios niño recogido por las dos diosas, y que se encargó
de enseñar las formas de cultivar a los hombres. Así, un famoso grabado del
lugar, de estilo severo y tres metros de alto, representa a Deméter y Perséfone
dando al niño una espiga de trigo para que enseñe su crianza a los hombres.
En la Antigüedad fue un pequeño demo
(población) del Ática. Albergaba un santuario dedicado a la diosa Deméter y su
hija Perséfone,
que llegó a adquirir gran importancia por ser la sede de los misterios eleusinos (o de Eleusis), uno de los
mayores cultos de la Grecia
antigua y más tarde del Imperio romano. También es célebre por haber sido la
cuna del gran poeta trágico Esquilo.
En el siglo VIII a. C. el santuario adquirió
un carácter panhelénico y su festival llegó a ser uno de los más importantes de
Atenas. El tirano ateniense Pisístrato
rodeó la población y el santuario con una gran muralla, reforzada por torres de
defensa. Muchos otros edificios públicos se erigieron luego en los periodos clásico
y romano,
pero la expansión del cristianismo y, sobre todo, la invasión de los ostrogodos
condujeron al total abandono del santuario.
Entre los monumentos hallados en Eleusis por los arqueólogos
destacan los siguientes:
Patio Sagrado: era el lugar de encuentro de los peregrinos y donde concluía el
Camino Sagrado que llevaba de Atenas a Eleusis. En su tiempo albergaba la escara
una estructura datada en el siglo
VIII a. C. en la que se hallaban los altares para las
ofrendas a las diosas y el templo de Artemisa Propilea, del siglo
II d. C.
Propileo Mayor: copia del Propileo de la Acrópolis de Atenas, está datado en la
segunda mitad del siglo II a. C.
Propileo Menor: de estilo jónico, Apio Claudio Pulcher lo dedicó a la diosa en
el año 54 a. C..
Telesterion: era un recinto con varias entradas y ocho gradas de asientos en
los cuatro lados. Allí se sentaban los iniciados en los misterios para
participar en los rituales. En el centro estaba el mégaron, donde sólo
podían acceder los hierofantes (sacerdotes) para realizar los ritos más
secretos. Los restos muestran intervenciones arquitectónicas diversas entre los
siglos siglo V y siglo
II d. C.
Arcos de Triunfo: reproducciones romanas del arco de Adriano, en Atenas. Son
posteriores al año 129 a. C.
Pozo de Calíchoron: era el lugar, según Homero, donde Deméter había descansado en su
primera visita a Eleusis. Durante las celebraciones en honor de la diosa las
mujeres danzaban en torno al pozo. Está fechado en la primera mitad del siglo
V a. C.
Plutoneion: era un muro de contención de carácter ritual en torno a una cueva
donde, según la tradición, se había aparecido Plutón, dios del inframundo. Aquí
tenía lugar una representación del retorno anual de Perséfone a la tierra. Su
datación se sitúa entre los siglos VI y IV a. C.
Telesterion
Telesterion o Sala de Iniciación, en
Eleusis, levantada cerca del final de la tiranía de los Pisistrátidas, en la
segunda mitad del siglo VI a. C. Se trataba quizá del primer edificio griego
diseñado para acoger bajo un techo a un amplio número de personas reunidas para
ver y escuchar algo que allí se representaba; la necesidad del secreto en los
Misterios fue, sin duda, la causa de tan importante innovación. El
procedimiento seguido para las cubiertas cuenta con paralelos egipcios y
persas.
De principio a fin, el Telesterion consistía en una sala
rectangular, casi cuadrada, con asientos a lo largo de sus muros, y con la
techumbre soportada por un bosque de columnas levantadas en las intersecciones
de unas imaginarias líneas paralelas a los cuatro lados. La figura 1 muestra el
plano de los restos que nos han llegado, con la forma más reciente impresa en
negro más intenso. La parte superior del plano coincide aproximadamente con el
oeste; aquí el suelo se vuelve escarpado y es una masa de sólida roca.
Telesterion, Eleusis; planta general de los restos subsiguientes
(el norte a la derecha, aproximadamente)
Telesterion, Eleusis; planta del proyecto de Ictino, reconstruido
conjeturalmente
El edificio de los
Pisistrátidas puede verse en la esquina nordeste; sus muros están dibujados
en contorno, y la posición de sus columnas como cuadrados en blanco.
El interior en esta fase medía 25 metros por lado aproximadamente,
y había 25 columnas interiores en hileras de a cinco, jónicas, probablemente,
que alcanzaban las vigas del techo. Las tejas eran de mármol y la iluminación
central, como lo fue sin duda más tarde.
Tenía un pórtico próstilo en estilo dórico, quizá de nueve
columnas, a lo largo de toda la fachada este. Este edificio fue dañado, aunque
no destruido, por los persas, y tras algunos años se inició un nuevo y mucho
más amplio proyecto, quizá por Cimón, lo que requería un gran desmonte de roca
al oeste.
Debería haber tenido 49 columnas interiores (siete por siete),
pero nunca se completó el plano, debido quizá a la caída de Cimón en el 461 a.
C. Ya estaban dispuestos los emplazamientos para las tres hileras de columnas
del norte, así como para tres columnas en la esquina sudoeste, 24 columnas en
total; de ellas, 18 pueden verse en la figura 74, donde aparecen representadas
como círculos en blanco, algunas dentro de cuadrados en blanco.
En esta fase, algún tipo de estructura provisional debía
reemplazar al edificio pisistrátida. Pericles reemprendió el plan de Cimón, y
se lo encarg6 a Ictino, quien seguramente acababa de terminar el Partenón.
Parece que éste aceptó el esquema de Cimón para los muros externos e introdujo
una nueva y atrevida disposición interior, reduciendo a 20 el número de sus
columnas, en cinco hileras de a cuatro.
Diseñó así mismo un pteron
externo, igual de alto que el propio edificio, y en todos sus lados, salvo el
del oeste. En la figura, la posición de las ocho columnas más meridionales, las
únicas que estaban listas, aparecen como cuadrados en blanco, y los únicos
tramos del pteron que
permanecen en la actualidad, al nordeste y sudeste, aparecen también en blanco;
pero será conveniente mirar las figuras 75 y 76, que ofrecen la brillante
reconstrucción que Noack hace de este gran complejo, abandonado, como el
precedente, en el momento en que cayeron los políticos que lo apoyaban. Al
oeste se extendía una terraza tallada en la roca, tal como Cimón quizá lo había
ya planeado, y a lo largo de su límite occidental se levantaba probablemente un
muro con ventanas que giraría hacia el este en sus dos extremo para terminar en
unas antas en línea con las columnas del pteron; entre estos muros y la
sala, un amplio tramo de escaleras a cada lado conduciría a la terraza.
Aunque la disposición de las cubiertas es, como es lógico,
conjetural, el esquema de Noack es plausible; supone que el tejado debió ser
piramidal y que el rectángulo central (anactoron), iluminado desde
arriba por tejas perforadas, debía quedar aislado por unas cortinas corridas
normalmente, y abiertas y temporalmente cerradas antes de la celebración de los
Misterios.
Los dramas rituales, como la persecución de Perséfone, se
desarrollarían probablemente a la luz de las antorchas en el espacio que rodea
al anactoron, siendo el
clímax un torrente de luz del amanecer procedente del repentinamente descorrido
centro. Hay que añadir que los asientos serían tan estrechos que los
espectadores debían permanecer en pie sobre ellos, y que probablemente habría
galerías de madera sobre los asientos de la planta baja. A la caída de Pericles
la obra fue aparentemente encomendada a tres nuevos arquitectos, mencionados
por Plutarco, que la recondujeron a las líneas generales del proyecto de Cimón.
Su plano se conservó cuando el Telesterion fue reconstruido
tras un incendio en el siglo II de nuestra era, que dejó sin dañar partes del
muro externo. Aparece en negro en la figura.
Abandonaron el pteron exterior, dotaron al edificio de una
cubierta normal a dos aguas con el caballete de este a oeste, y levantaron 42
columnas (siete por seis) en su interior; prolongaron además la sala hacia el
oeste mediante un nuevo desmonte en la roca. Las dimensiones internas eran
ahora alrededor de 52 metros por lado. La disposición del tejado y la
iluminación se mantuvieron con las necesarias modificaciones. La "linterna",
central (opaion) de este esquema se menciona en Plutarco.
En torno a la mitad del siglo IV a. C. se comenzó un amplio
pórtico dórico de doce columnas --planeado primero para trece-, con una más a
cada lado; lo terminó más tarde Filón de Eleusis en el mismo siglo, y
sobrevivió a la restauración romana, aunque las columnas nunca se llegaron a
estriar del todo. Los arquitrabes interiores debieron ser siempre de madera.
LOS MISTERIOS DE ELEUSIS
Los misterios eleusinos eran ritos de iniciación anuales al culto
a las diosas agrícolas Deméter y Perséfone que se celebraban en Eleusis (cerca
de Atenas), en la antigua Grecia. De todos los ritos celebrados en la
antigüedad, éstos eran considerados los de mayor importancia. Estos mitos y
misterios se extendieron posteriormente al Imperio Romano. Los ritos, así como
las adoraciones y creencias del culto, eran guardados en secreto, y los ritos
de iniciación unían al adorador con el dios, incluyendo promesas de poder
divino y recompensas en la otra vida.
a) Los misterios.
Eleusis era una ciudad pequeña localizada a unos 30 km. Al noroeste
de Atenas. Era una ciudad agrícola, productora de trigo y cebada.
Los misterios estaban basados en una leyenda en torno a Deméter.
Su hija, Perséfone, fue secuestrada por Hades, el dios de la muerte y el
inframundo. Deméter era la diosa de la vida, la agricultura y la fertilidad.
Descuidó sus deberes mientras buscaba a su hija, por lo que la Tierra se heló y
la gente pasó hambre: el primer invierno. Durante este tiempo Deméter enseñó
los secretos de la agricultura a Triptólemo. Finalmente Deméter se reunió con
su hija y la tierra volvió a la vida: la primera primavera.
Desafortunadamente, Perséfone no podía permanecer indefinidamente
en la tierra de los vivos, pues había comido unas pocas semillas de una granada
que Hades le había dado, y aquellos que prueban la comida de los muertos, ya no
pueden regresar. Se llegó a un acuerdo por el que Perséfone permanecía con
Hades durante un tercio del año (el invierno, puesto que los griegos sólo
tenían tres estaciones, omitiendo el otoño) y con su madre los restantes ocho
meses.
Los misterios eleusinos celebraban el regreso de Perséfone, pues
éste era también el regreso de las plantas y la vida a la tierra. Perséfone
había comido semillas (símbolos de la vida) mientras estuvo en el inframundo
(el subsuelo, como las semillas en invierno) y su renacimiento es, por tanto,
un símbolo del renacimiento de toda la vida vegetal durante la primavera y, por
extensión, de toda la vida sobre la tierra.
En el Himno homérico a Deméter, Céleo era uno de los sacerdotes
originales de la diosa, una de las primeras personas en aprender los ritos y
misterios secretos de su culto. Diocles, Eumolpo, Triptólemo y Polixeno fueron
los otros sacerdotes originales. Céleo era un rey cuyo hijo, Triptólemo,
aprendió el arte de la agricultura de Deméter y lo enseñó al resto de Grecia.
Había dos clases de misterios eleusinos: los mayores y los
menores:
·
Los misterios menores se
celebraban en el mes de anthesterion
(sobre marzo), si bien la fecha exacta no siempre era fija y cambiaba
ocasionalmente, a diferencia de la de los mayores. Los sacerdotes purificaban a
los candidatos para la myesis de iniciación. Sacrificaban un cerdo a Deméter y
entonces se purificaban a sí mismos.
·
Los misterios mayores tenían
lugar en el mes de boedromion (el
primer mes del calendario ático) y duraban nueve días.
El primer acto de los misterios mayores (14 de boedromion) era el traslado
de los objetos sagrados desde Eleusis hasta el Eleusinion, un templo en la base
de la Acrópolis de Atenas. El 15 de boedromion, los hierofantes (sacerdotes)
declaraban el prorrhesis, el comienzo de los ritos.
Las ceremonias comenzaban en Atenas el 16 de boedromion con los celebrantes
lavándose a sí mismos en el mar en Falero y sacrificando un cerdo joven en el
Eleusinion el 17 de boedromion.
La procesión comenzaba en el Cerámico (el cementerio ateniense) el
19 de boedromion y la gente caminaba hasta Eleusis, siguiendo el llamado
«Camino Sagrado», balanceando ramas llamadas bakchoi por el camino. En un
determinado punto de éste, gritaban obscenidades en conmemoración de Yambe (o
Baubo, una vieja que contando chistes impúdicos había hecho sonreír a Deméter
cuando ésta lloraba la pérdida de su hija). La procesión también gritaba «¡Íacco, Íacco!», refiriéndose a Yaco,
posiblemente un epíteto de Dioniso, o una deidad independiente, hijo de
Perséfone o Deméter.
Tras llegar a Eleusis, había un día de ayuno en conmemoración al que
guardó Deméter mientras buscaba a Perséfone. El ayuno se rompía para tomar una
bebida especial de cebada y poleo llamada kykeón. En los días 20 y 21 de
boedromion, los iniciantes entraban en una gran sala llamada Telesterion donde
les eran mostradas las sagradas reliquias de Deméter. Esta era la parte más
reservada de los misterios y aquellos que eran iniciados tenían prohibido
hablar jamás de los sucesos que tenían lugar en el Telesterion, so pena de muerte.
En el centro del Telesterion estaba el Anaktoron (‘palacio’), un pequeño edificio de piedra al que sólo
los hierofantes podían entrar.
Los objetos sagrados se guardaban en él.
Respecto al clímax de los misterios, hay dos teorías modernas:
·
Algunos sostienen que los
sacerdotes eran los que revelaban las visiones de la noche sagrada,
consistentes en un fuego que representaba la posibilidad de la vida tras la muerte,
y varios objetos sagrados.
·
Otros afirman que esta
explicación resulta insuficiente para explicar el poder y la longevidad de los
misterios, y que las experiencias debían haber sido internas y provocadas por un
ingrediente fuertemente psicoactivo contenido en el kykeón.
Lo siguiente a esta sección de los misterios era el pannychis, un
festín que duraba toda la noche y era acompañado por bailes y diversiones. Las
danzas tenían lugar en el Campo Rhario, del que se decía que era el primer
punto en el que creció el grano. También se sacrificaba un toro bastante tarde
durante la noche o temprano la siguiente mañana. Ese día (22 de boedromion),
los iniciantes honraban a los muertos vertiendo libaciones de vasijas
especiales.
Los misterios terminaban el 23 de boedromion y todos volvían a sus
casas.
Había cuatro categorías de gente que participaba en los misterios
eleusinos:
1. Los sacerdotes, sacerdotisas e hierofantes.
2. Los iniciantes o iniciados que se sometían a la ceremonia por
primera vez.
3. Los otros que ya habían participado al menos una vez y eran aptos
para la última categoría (los epoptas).
4. Aquellos que habían alcanzado el epopteia, que habían aprendido
los secretos de los mayores misterios de Deméter.
Sólo conocemos una pequeña parte de los misterios eleusinos porque
la mayor parte de ellos nunca se puso por escrito. Por ejemplo, kiste y
kalathos eran, respectivamente, un cofre y una cesta con tapa sagrados, cuyos
contenidos sólo conocían los iniciados. Aún hoy se desconocen cuáles eran, y
probablemente nunca se sabrán.
Templo de Apolo en Dídima
Dídima estaba en Asia Menor, primer eje de la escuela de
provincias con características jónicas, principal templo de toda la Grecia
Jónica. Templo exponente de la arquitectura greco-asiática de la que sitúa el
helenismo. Se comienza en el 300 y se acaba durante el Imperio Romano, sucede a
un antiguo templo.
El templo helenístico de Apolo tiene un tamaño de (118 m x 60 m) que
no se puede comparar, en Jonia, más que con el Hereo de Samos y con el templo
de Artemisa de Éfeso. Se encuentra entre los grandes edificios de la Antigüedad
mejor conservados.
El asentamiento de Dídima está muy ligado al de Mileto, ubicado a
una distancia de unos 15 km al norte. El acceso ordinario era por mar; en el
siglo VI a. C., una vía sagrada, utilizada por los peregrinos
y las procesiones conectaba el puerto de Mileto con el santuario de Apolo.
Los autores griegos y romanos se referían a Dídima aludiendo a que
tenía dos templos gemelos o dos templos de los dos gemelos, Apolo y Artemisa.
Por otra parte, Wilamowitz sugiere una conexión entre Cibeles
Dindimenia y "Cibeles del Monte Dídimo".
El origen del nombre es controvertido, a pesar de su aparente
claridad. Los griegos sólo podían asociarlo a los gemelos Apolo y Artemisa,
pero no es imposible que el nombre se remonte a una forma más o menos similar
del período cario anterior. Además de Dídima, el lugar también era designado
en la Antigüedad con el topónimo alternativo de Bránquidas.
La primera fuente que alude al templo y oráculo de Dídima parece
ser el Himno Homérico a Apolo (III,180), donde se cita, sin embargo, a
Mileto como uno de los lugares donde imperaba Apolo.
Heródoto (I,146; I,157) y Pausanias (VII,2,6) indican que los jonios
llegaron a Dídima durante el primer milenio a. C. y asimilaron un
culto y un santuario ya existentes, algo que la arqueología no ha podido
confirmar. La leyenda cuenta que en este lugar del oráculo, Leto habría
concebido de Zeus a su hijo Apolo. Más tarde, Apolo se habría enamorado de un
pastor local llamado Branco, y le habría dado el don de la clarividencia. Es de
este ancestro pastor del que recibían el nombre los Bránquidas, clan de
sacerdotes de Apolo Didimeo y de donantes que ejercieron la autoridad sobre el
santuario desde las Guerras Médicas hasta la época helenística.
Posteriormente, los sacerdotes eran elegidos entre las familias de mayor rango
de Mileto.
El oráculo fue muy famoso en el siglo VII a. C en todo
el mundo griego y más allá: Heródoto informa de valiosas ofrendas que procedían
del faraón Necao II y de Creso, rey de Lidia. También informa que después del
fracaso de la revuelta jónica y la caída de Mileto en el 494 a. C.,
el rey persa Darío I saqueó y quemó el templo y el oráculo de Dídima. Estrabón
y Pausanias nos han informado de que Jerjes I destruyó el santuario de Dídima
después de su derrota en Platea en el 479 a. C. Los Bránquidas
habrían entregado entonces al rey persa los tesoros del templo y huyeron con
él. Las excavaciones arqueológicas no han localizado ningún rastro de fuego en
estas dos fechas.
El oráculo de Dídima fue el más renombrado del periodo helenístico.
Durante el último tercio del IV a. C., el santuario quedó bajo el
control directo de la ciudad de Mileto, quien inició la reconstrucción del
templo de Apolo, y enviaba funcionarios cada año como sacerdotes y servidores
del oráculo. La estatua de bronce de Apolo, que había sido entregada por los
Bránquidas a Jerjes fue restituida al templo por Seleuco.
En la época romana, Trajano hizo reparar la Vía Sacra y el área
del santuario, mientras que el emperador Adriano hizo construir allí el mismo
oráculo. El culto terminó en el siglo IV, y Dídima pasó a ser una diócesis. El
santuario fue dañado por terremotos en los siglos VII y XV; este último provocó
el abandono de la colonia, que volvió a estar habitada en el siglo XVIII. Desde
entonces, el santuario se convirtió en lugar de estudios arqueológicos, por
equipos de franceses, ingleses y alemanes. Varias partes del templo se
conservan en el Museo del Louvre, el Museo Británico y el Museo de Pérgamo de Berlín.
El templo helenístico tenía dos antecesores en el periodo arcaico:
uno en torno al 700 a. C. y el segundo en el siglo
VI a. C., ya rodeados con pórticos sustentados en columnas. Había una
estatua de Apolo que había sido hecha por Cánaco de Sición. El templo arcaico
es poco conocido, ya que se encuentra enterrado bajo el edificio helenístico.
Todavía quedan algunos restos, visibles en el patio.
La construcción del gran templo helenístico que puede verse hoy en
día debió comenzarse hacia el año 330 a. C., después de la visita de Alejandro
Magno en el año 334 a. C. y la incorporación del santuario a la
ciudad de Mileto. Los planos fueron ejecutados por los arquitectos Dafnis de
Mileto y Peonio de Éfeso, este último uno de los arquitectos más famosos de su
tiempo.
El templo, flanqueado por dos pórticos hipóstilos, presenta 10 x
21 columnas exteriores y 8 x 19 columnas interiores. El estilóbato
(sub-basamento del templo) tiene 51 m x 109 m. Había un total de 120 columnas jónicas,
enormes, con una altura de 19,70 m. El arquitrabe estaba decorado enteramente
con motivos tallados de plantas, leones y cabezas de gorgonas, una de las
cuales es visible todavía en el suelo cerca de la entrada. Esta máscara de
Gorgona, destinada a aterrorizar a los enemigos de Apolo, está estilizada para
ser vista desde una gran distancia y permitir el juego de sombras y luces. Así,
esta máscara tiene una consideración estética, que poco a poco va a suplantar
la función de simple protección, y que se volverá a encontrar en los mascarones
del Renacimiento italiano.
La galería periférica se encuentra sobre un pedestal o
sub-basamento con siete peldaños. Su entrada está ubicada hacia el este y se
accede a través de una escalera de 14 escalones. Desde ahí, se llega, después
de pasar por la galería, al prodomos dodecástilo (de 4 x 3 columnas). En
lugar de una puerta de cella, aquí hay un portal de más de 14 metros de altura
con un umbral de unos 1,5 metros de altura, que por lo tanto era infranqueable.
Dentro del templo, al lado del portal se abren dos túneles abovedados que son
el único acceso al patio interior.
Interior
En el interior del templo hay un patio, llamado por las
inscripciones el ádyton. En la parte occidental del patio están los cimientos
de un edificio de 14,23 m × 8,24 m, que servía de protección a una fuente de
agua dulce. La importancia de esta fuente es grande debido a que el santuario
está situado en una meseta de piedra caliza de aguas duras. En el lado este del
patio, entre las dos galerías del túnel, una escalera de 24 escalones lleva a
una pared con tres puertas (Trithyron). Este muro tiene dos pilastras corintias
y forman en el patio una fachada arquitectónica. Detrás de ella hay una sala
con dos escaleras opuestas, así como el Gran Portal. Una vez más, los umbrales
de 50 cm son bastante altos y no se podían franquear sin ayuda. Los edificios
con escaleras eran llamados labyrinthoi. Toda esta construcción fue
diseñada claramente para el culto. Sobre la utilidad y función de estos
elementos arquitectónicos, solamente se pueden hacer suposiciones.
Un santuario hipetro
A pesar de seis siglos de trabajo, el templo nunca fue terminado. Estrabón
cuenta que el templo, debido a su tamaño, no estaba cubierto por lo que es un
santuario hipetro. De hecho, las zonas del prodomos y de las galerías
exteriores nunca tuvieron un techo, y se constata que el último arreglo de las
paredes nunca fue llevado a efecto. En 1979 L. Haselsberger descubrió unos
dibujos de la construcción que consisten en planos del emplazamiento de las
columnas, las estructuras y otros elementos arquitectónicos. Aparecen grabados
en las paredes grandes dibujos elaborados con regla y compás en superficies de
hasta 25 metros, con precisión milimétrica.
Dídima fue, con Delfos, Dodona y Claros, uno de los oráculos
griegos más importantes. Se desconoce el ritual completo de las profecías pero
lo que es seguro es que, en su forma final, se formulaban en verso por los
sacerdotes.
El santuario prosperó hasta finales del siglo I al II.
Cabeza
de Medusa.
Al sureste del templo se encuentra el estadio, en el que se
organizaban competiciones, desde alrededor del año 200 a. C. Las
gradas del estilóbato, al sureste del templo, sirvieron de asientos para los
espectadores.
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W. Dinsmoor, American Journal of Archeology, XXXIX, 1935, 508–9
[1]
En la arquitectura griega, entrada monumental cubierta. Consta de dos
muros paralelos y en su interior, otros muros soportan las puertas. El tejado
es sostenido por columnas.
[1]
Antiguo templo de Olimpia dedicado a Cronos.
[2] Antiguo
templo de Olimpia dedicado a Gea
[3]
Adivinación
[4]
Agallomai, agalma, según el lexicógrafo Hesiqui “todo aquello en
que uno se complace o se alegra”. La palabra se aplicaba a los reyes y a los
dioses a propósito de ofrendas, de oro, de tejidos, por ello a veces equivale a
agamaloin, ofrenda.
[6]
Terreno delimitado y consagrado a un dios
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