Pérgamo:
La antigua ciudad de Pérgamo se hallaba situada en el
noroeste de Asia Menor (actual Turquía), a 30 km de la costa del mar Egeo y
frente a la isla de Lesbos, en la región llamada Eólida. Sus ruinas rodean a la
actual ciudad de Bergama, construida sobre los cimientos de lo que fue la parte
baja de Pérgamo.
La leyenda
dice que la ciudad de Pérgamo fue fundada por Pérgamos, hijo de Neoptólemo y Andrómaca,
todos ellos personajes de la guerra de Troya. En el año 560 a. C. la ciudad
pertenecía a Creso, rey de Lidia, y tiempo después pasó a depender de Ciro II
de Persia. Algunas fuentes aseguran que cuando Alejandro Magno venció a Darío
III, rey de los persas, y dominó toda el Asia Menor, puso como gobernadora de
Pérgamo a Barsine que era la viuda de un comandante persa de Rodas.
El origen
de la gran ciudad que llegó a ser, está en una ciudadela situada en la parte
más alta, donde el general Lisímaco de Tracia guardó sus tesoros. Se cree que
acaudaló una gran riqueza, hasta 9000 talentos que junto con otras joyas dejó
en aquel lugar al cuidado del gobernador de la zona llamado Filetero (otros
autores le llaman Filetaro o Filetairo).
Filetero
era macedonio, hijo de Átalo y Boa. Había servido a las órdenes del general de Alejandro
Magno, Antígono I Monóftalmos y más tarde Lisímaco de Tracia le nombró
comandante para la zona de Pérgamo y le hizo responsable del erario que se
guardaba en la acrópolis. Su mandato como gobernador duró desde el 283 a. C.
hasta el 263 a. C., primero a las órdenes de Lisímaco, después a las de Seleuco
I de Babilonia y Siria y por último como dirigente independiente. Filetero no
fue nombrado nunca rey pero fue el comienzo de una dinastía que terminó en el
año 129 a. C. con el rey Eumenes III.
En el año 281
a. C. tuvo lugar el enfrentamiento entre Lisímaco y Seleuco I Nikátor, en el
que perdió la vida Lisímaco. Un poco más tarde, ya en el 280 a. C., Seleuco
murió asesinado y le sucedió su hijo Antíoco I Sóter. Este cambio de rey fue
aprovechado por Filetero para declarar independiente todo el territorio de
Pérgamo, cosa que le fue fácil pues había tenido buen cuidado en apoderarse del
tesoro que custodiaba por encargo de Lisímaco. De esta manera Pérgamo y las
localidades que dependían de ella dejó de formar parte del reino de los seléucidas.
Pérgamo era
ciudad cosmopolita, de encuentro cultural del imperio romano, centro pagano de
deidades antiguas, según se encontraba la silla de Zeús, durante el periodo de
la conversión al cristianismo de judíos y gentiles, la prédica de éstos minaba
las creencias paganas de la sociedad romana revelando que la veneración a
imágenes y a dioses que no eran dioses era abominable delante de Dios y que
vendría un Juicio terrible por esto y demás obras malas. El libro de las
Sagradas Escrituras del Apocalipsis, menciona a Pérgamo donde está la iglesia
herética que tiene la doctrina de Balaam y la enseñanza de los nicolaitas.
Durante el
gobierno de la dinastía Atálida, Pérgamo se fue convirtiendo en una rica y
poderosa potencia. En esta ciudad nació el arte de la jardinería. Sus reyes
fueron grandes coleccionistas de arte y buenos bibliógrafos.
A Filetero
(que era eunuco y por tanto no tenía hijos) le sucedió su sobrino, adoptado
como hijo, Eumenes, que gobernó con el nombre de Eumenes I desde el 263 a. C.
al 241 a. C. Eumenes consiguió apoyo y ayuda del rey egipcio contra su rival
seléucido Antíoco I. Una gran hazaña de este gobernante fue detener con su
ejército de mercenarios la invasión de tribus galas (llamadas en este caso gálatas)
que se habían adentrado en Asia Menor. La ciudad de Pérgamo se fue
embelleciendo durante su reinado.
Le sucedió Átalo
I Sóter (Salvador), que tomó el título de rey y gobernó desde el 241 a. C. al 197
a. C. Átalo luchó de nuevo contra los gálatas que habían vuelto a irrumpir por esa
zona y en el año 230 a. C. les aniquiló después de unas cuantas campañas.
También luchó y venció al rey seléucida Antíoco III Megas, de manera que llegó
a dominar todo el noroeste de Asia Menor. Átalo supo mantener una buena alianza
con Roma, que despuntaba ya como pueblo dominador. En su reinado, Pérgamo
sobresalió como un gran centro artístico y literario y su biblioteca llegó a
ser la más importante del mundo conocido, después de la de Alejandría.
El
siguiente rey fue Eumenes II Sóter que reinó desde 197 a. C. a 159 a. C. En su
tiempo se construyó el gran altar de Zeus, obra máxima del arte helénico.
Átalo III
reinó desde 138 a. C. a 133 a. C. Después de él hubo un rey efímero, Eumenes
III, también llamado Aristónico. Átalo III legó por testamento su reino, al
pueblo romano. Bajo el control de Roma, Pérgamo se convirtió en la capital de
la provincia romana de Asia Menor y en una de las ciudades más importantes de
la Antigüedad.
La
fortaleza estaba construida en la parte más alta, dominando el valle del río
Selinus a una altura de 335 m sobre el nivel del mar. La cima es una especie de
plataforma ligeramente inclinada hacia el oeste y que baja hacia el sur a modo
de terrazas, cada una de las cuales presenta su independencia funcional y
arquitectónica, como adaptación de la arquitectura al terreno; de esa manera
las terrazas llegan a ser un elemento más de la construcción. Los arquitectos
supieron dar forma a la estructura de las terrazas y consiguieron el cuadro
total de cada edificio haciendo uso de los pórticos y las columnas sin miedo de
alargarlas en grandes proporciones ni de lanzar una altura de hasta 2 o 3
pisos. Siguieron fórmulas tradicionales pero además incorporaron una novedad en
la historia de la arquitectura y del urbanismo griego que es la integración del
paisaje en la composición arquitectónica. La idea es totalmente nueva y
diferente del sistema de construcción de la ciudad griega anterior a esta
época.
Ruinas de Pérgamo.
Sobre este
importante desnivel se fue edificando la ciudad que quedó configurada en tres
cotas superpuestas:
·
Ciudad baja, hoy enterrada y
cubierta por la actual ciudad de Bergama. Destacan los restos de la Basílica
Roja y el puente de Pérgamo.
·
Ciudad media, que ha
conservado las murallas antiguas del tiempo de Átalo I. entre los edificios más
notables estaban los gimnasios, construidos en 3 terrazas y el santuario de Deméter,
mandado edificar por Filatero.
·
Ciudad alta, que es la
acrópolis, aquella que guardaba Filatero por orden de Lisímaco. Como tal
acrópolis tenía la designación de ciudad religiosa, residencial y militar.
Estaba construida en torno al teatro, por detrás del cual se hallaban el
santuario de Atenea Nikéforos (la que conduce a la victoria), levantado en
tiempos de Filetaro en orden dórico, y la biblioteca.
La ciudad
de Pérgamo estaba consagrada a Atenea, a imitación de las ciudades griegas
importantes. Al norte estaba el palacio real, muy simple, acompañado de un
cuartel y un arsenal. Al sur se alzaba el gran altar de Zeus, dominando a su
vez el ágora.
La ciudad se concibió prácticamente de nuevas en el siglo II
a. C. siguiendo las directrices de planificación racional y funcional que ya se
ensayaban en las urbes de nuevo trazado desde el siglo V, pero también buscando
la espectacularidad de un escenario arquitectónico como telón de fondo. Se
distingue claramente dos zonas:
En el llano se erigieron los barrios residenciales, trazados en manzanas
regulares con calles que se cruzaban según diseños ortogonales o hipodámicos
como los de Mileto o Alejandría. El centro de esta zona lo constituía un ágora secundaria, hoy
bajo la ciudad turca de Bergamo, en torno al cual se encontraban edificios como
el gimnasium
o el Serapeum.
A tres kilómetros de allí existía un famoso santuario dedicado a Asclepio
que se unía con la ciudad a través de una ancha avenida pavimentada.
En un alto promontorio fortificado se levantaba la
acrópolis con los edificios más emblemáticos de la
ciudad. En la maqueta y en el dibujo que hay abajo puedes verlos. Todos, salvo
el santuario y templo de
Trajano (Trajaneo),
fueron construidos en el periodo helenístico. Para crear una vista espectacular
se construyeron sobre terrazas artificiales escalonadas que se exponían como
asomándose para ser bien contemplados desde abajo. El resultado es tan
impactante que la solución es retomada por los arquitectos romanos que crearon los
santuarios de Praeneste,
Terracina y Tívoli en el Lacio (siglo I a. C.). Los
restos arqueológicos y el desnivel que hay que salvar para llegar a la cima
todavía hoy en día siguen impresionando al visitante.
En este laberinto de terrazas y terraplenes la calle tiene su
lugar; la transformación sufrida respecto a la calle tradicional griega es
enorme. Antes era casi siempre un corredor estrecho y carente de ornamentos.
Con las nuevas ideas de Pérgamo la calle se hace ancha de hasta 20 m y mucho
más larga y, lo mismo que los edificios, se integra ella también no sólo con el
paisaje sino con las construcciones. De esta manera, las columnatas que rodean
las terrazas se repiten y se alargan por las calles principales. Para cortar la
monotonía que este sistema pudiera tener se interrumpen alguna vez con puertas,
arcos de triunfo, columnas con personajes, etc.
Los reyes
atálidos tuvieron la gran ambición de convertir Pérgamo en una ciudad de la
categoría de Atenas en tiempos de Pericles y supieron conseguirlo.
La
acrópolis
Se encuentra en la ciudad alta, en la cúspide de la colina. Aquí
están las ruinas de algunos de los edificios que hubo en otros tiempos.
Biblioteca, que fue famosa, la segunda en importancia después de la gran
biblioteca de Alejandría. Llegó a tener hasta 200.000 ejemplares. Está
reconstruida por los alemanes.
La biblioteca de Pérgamo fue una de las más célebres de
la Antigüedad, compitiendo en importancia con la de Alejandría. Al igual que
otras dinastías del período helenístico, los reyes de Pérgamo fueron unos
grandes mecenas de la cultura y el arte. Grandes coleccionistas de arte,
brillaron especialmente por su carácter bibliófilo, rivalizando en esto último
con los Ptolomeos en Egipto. Su gran ambición fue convertir su capital Pérgamo en
una ciudad como Atenas en la época de Pericles.
El rey de Pérgamo Atalo I Soter fue el fundador de la
biblioteca y su hijo Eumenes II fue el que la agrandó y fomentó; llegó a
acumular hasta 200.000 volúmenes (otras fuentes hablan de 300.000). Allí se
estableció una escuela de estudios gramaticales, como había sucedido en
Alejandría, pero con una corriente distinta. Mientras en Alejandría se
especializaron en ediciones de textos literarios y crítica gramatical, en
Pérgamo se inclinaron más a la filosofía, sobre todo a la filosofía estoica, a
la búsqueda de la lógica en lugar de hacer análisis filológicos.
Invención del Pergamino
Los volúmenes de Pérgamo eran copiados en un material
llamado pergamino, inventado y ensayado precisamente en esta ciudad. Al principio
los libros eran de papiro pero según una leyenda, Alejandría dejó de abastecer
a Pérgamo de esta materia, para evitar que su biblioteca pudiera llegar a hacer
sombra a la alejandrina en cuanto a número de volúmenes. Los historiadores
aseguran que la elección de pergamino fue completamente voluntaria y por el
hecho de ser éste un material más acomodadizo y duradero.
Alejandría propicia el fin de la biblioteca de Pérgamo
En el año 47 a.C tuvo lugar el incendio de Alejandría y
parte de su biblioteca, a raíz de los enfrentamientos por mar entre el ejército
egipcio y Julio César. Según narra Plutarco en sus Vidas paralelas, más tarde,
como recompensa por las pérdidas, Marco Antonio habría mandado al Serapeo de
Alejandría los volúmenes de la biblioteca de Pérgamo, que ya había sido
saqueada con anterioridad por causa de las luchas políticas que hubo en Asia
Menor en aquellos años. Paradójicamente, la biblioteca de Pérgamo acabó
absorbida por su mayor rival.
Teatro. Construido en el Siglo III A.C, en Pérgamo,
se hallaba situado en la acrópolis de dicha ciudad, dominando el paisaje donde
ahora se encuentra la actual ciudad de Bergama.
Con
capacidad para 10.000 espectadores. Tiene 69 peldaños que se extienden a lo
largo de una inclinación con la altura de 38 m. La parte baja da a una gran
terraza que fue en tiempos lejanos un lugar para pasear.
Altar de
Zeus se encontraba localizado originalmente al
sur del teatro.
Edificio
grandioso mandado construir por Eumenes II Sóter en el siglo II a. C. entre los
años 164 a. C. y 156 a. C. en memoria de sus victorias sobre los gálatas, el
monumento formó parte de la propaganda del estado y de la exaltación de la
política nacional.
En la época
clásica se levantaban templos dedicados a los grandes dioses o a los dioses
locales de cada ciudad y delante de ellos se colocaban los altares para los
sacrificios, siendo éstos de poca importancia. Sin embargo, durante el periodo
helenístico, empezaron a construirse grandes altares monumentales
dedicados a una gran deidad, generalmente a Zeus. Esto surgió a raíz de las
nuevas tendencias filosóficas que seguían las enseñanzas de los estoicos.
Con Heráclito, cuyo pensamiento es que el fuego es el elemento
principal que combina y estructura todos los demás elementos, surge una gran
devoción hacia el dios del rayo y del fuego Zeus, que se convierte en el
dios creador y supremo. Así pues, es necesario erigir a Zeus un gran y colosal
altar de sacrificios.
Uno de
estos grandes altares construidos en el período helenístico fue el gran altar
de Pérgamo, dedicado a Zeus o a Atenea. Pérgamo, hoy Bergama, pequeña
ciudad de la antigua región de Misia (al noroeste de Asia Menor) se convirtió
en modelo y fiel encarnación de los nuevos ideales helenísticos. Su
extraordinaria situación geográfica sobre un aislado promontorio, y su fácil
defensa natural se veían reforzadas por los extensos anillos amurallados que la
rodeaban. Su importancia comenzó cuando a finales del s. IV a. C., fue elegida
como depositaria del tesoro real por Lisímaco, general de Alejandro Magno y
dueño de Tracia y de Asia Menor. Se instauró la dinastía atálida que permaneció
en el poder durante siglo y medio, extendiéndose el reino de Pérgamo y
alcanzando su mayor esplendor tras la batalla de Apamea (188 a. C). Los atálidas
lograron convertir la capital de su reino en uno de los centros artísticos más
eminentes del helenismo (segunda mitad del siglo III y II a. C.). Sus
monumentos se integraban en el paisaje como un escenario natural,
distribuyéndose en terrazas, organizadas según los desniveles del terreno,
hasta alcanzar la cima de la acrópolis.
Al sur del
templo dedicado a Atenea, y a un nivel más bajo, se elevaba el gran
altar de Zeus, dedicado también a Atenea Niceforos (victoriosa). Su
construcción tuvo lugar entre los años 180 y 160 a. C. durante el reinado de
Eumenes II. Constituyó la culminación del refinamiento artístico de la corte de
los atálidas y de la inspiración helenística. El monumento formó parte del
aparato propagandístico del estado y de la exaltación política nacional.
Manifiesta la preferencia asiática por el orden jónico, originario de la
región, por la espectacularidad y el efecto escénico de las grandes
columnatas y los majestuosos tramos de escaleras, y por una mayor libertad,
perfeccionamiento y ornamentación de las antiguas formas constructivas griegas.
El altar se
erguía en el patio descubierto de una grandiosa estructura arquitectónica, de
forma regular, revestida de mármoles (36,44 x 34,20 m. de base). El conjunto
descansaba sobre una plataforma de 5 gradas, casi cuadrada, sobre la que se
alzaba un doble podio en desnivel, delimitado por una cornisa en voladizo. El
zócalo superior estaba revestido con un inmenso friso que rodeaba todo el
exterior del edificio (120 m. de longitud por 2.30 m. altura). Representaba uno
de los más antiguos mitos griegos: la lucha cosmogónica entre divinidades y
gigantes, acaecida al principio de los tiempos. La zona superior del edificio
estaba configurada por una doble galería de columnas jónicas, con cubierta de
casetones, cuyos laterales se prolongaban en dos prominentes alas. Estaba
dividida en dos por un tabique central, que permitía su comunicación, formando
una especie de deambulatorio que se extendía por sus extremos oriental,
meridional y septentrional. La superficie interior de esa pared se adornaba con
paneles relivarios, cuyo tema era la legendaria historia de Télefo. El flanco
occidental se abría a la gran escalinata de entrada. Sus 28 escalones marmóreos
ascendían airosamente entre los lados del podio y los remates del pórtico. La
techumbre del edificio gravitaba sobre un entablamento de tipo asiático, es
decir, con arquitrabe tripartito, una fila de dentículos y una cornisa orlada
por motivos decorativos semiesféricos. El techo estaba coronado por cuadrigas
de caballos, figuras de dioses y escenas de la caza del león.
La
ordenación arquitectónica del monumento enlazaba principios constructivos
puramente griegos con innovadores contrastes en la disposición del espacio,
fruto de la imaginación oriental y de la atrevida concepción artística del
momento. Así, la horizontalidad de su cuerpo inferior, con su amplio pedestal y
su zócalo de perfil escalonado, competía con la esbeltez de la columnata
superior, logrando un efecto armónico, tan solo quebrado por la decidida
irrupción de la escalinata central. Por otro lado, el circuito de 90 columnas,
que ceñía el exterior, bien podría evocar el contorno de un templo períptero;
sin embargo, la adopción de la forma porticada pudo estar inspirada en la
estoa, soportal urbano de origen minorasiático destinado al paseo o a la
protección de las inclemencias metereológicas.
Orden Jónico: El orden
jónico fue usado con profusión en toda la columnata, cuyo origen se debe a la
Jonia asiática. El tratadista Vitruvio testimonia su aparición en el famoso
santuario de Artemisa, en Éfeso (s. VI a. C. Asia Menor), aunque sus
precedentes más remotos deberían buscarse en Palestina, Asiria, Egipto y
Babilonia. En el s. V a. C., Atenas aplicó este orden en el Erecteon y en el
templo de Atenea Niké, situados en la acrópolis. Pero será en Asia Menor donde,
a partir del siglo IV a. C., este estilo alcanzará su mayor florecimiento por
obra del célebre arquitecto Piteo. Copartícipe en la construcción del célebre
Mausoleo de Halicarnaso, rechazó los severos cánones del dórico y promovió el
renacimiento de un jónico clásico, que no olvidaba los monumentos arcaicos de
la región. Su admirable templo de Atenea en Priene, serviría de modelo de sus
seguidores hasta época romana, inspirando, también, a los más excelsos maestros
del Renacimiento y del último Clasicismo, a través del testimonio de Vitruvio.
La elección
del orden jónico como elemento constructivo del gran altar de Pérgamo obedecía,
por tanto, a las más eruditas reflexiones sobre arquitectura de la época, a la
vez que a la exaltación de la propia tradición. También la originalidad formal
del referido altar tuvo precedentes asiáticos. El altar de Hera, en Samos (s.
VI a. C.), el de Zeus en el propio Pérgamo (s. VI a. C.) y el de Asklepios, en
Cos (s. IV a. C.), estuvieron rodeados por un muro sobre podio, en forma
de herradura, que en los dos últimos casos se completaba con sendas columnatas.
El acceso al ara sacrificial se efectuaba ascendiendo por un tramo de
escaleras.
El friso de la Gigantomaquia: La batalla entre dioses y gigantes, tallada en el exterior del
edificio, fue un tema tan popular en el arte griego que mereció ilustrar parte
de las metopas del Partenón (s. V a. C., Atenas). Los griegos quisieron
proclamar, por este medio, su victoria sobre los persas en las guerras médicas
(480 a. C.). Eumenes II utilizó idéntico contexto para glorificar su triunfo
sobre los indómitos gálatas. El monarca atálida convertía así, a su pueblo en
el nuevo salvador de la civilización griega contra la amenaza bárbara.
La leyenda
de la Gigantomaquia se desarrolla a lo largo de 100 losas de mármol de 2.30 m.
de altura y casi 1 m. de longitud, donde se entrelazaban y retorcían, en una
violencia contenida, las figuras de unos y otros. La identificación de cada
personaje y la interpretación del conjunto ha sido causa de amplio debate desde
el momento de su descubrimiento. A pesar de ello, es posible reconocer la
personalidad de algunas figuras y su posición en el friso, gracias a la
reconstrucción de inscripciones nominales colocadas tanto sobre los dentículos
del entablamento, como sobre la última moldura del zócalo superior. Las
diversas explicaciones propuestas parten para su análisis de “La Teogonía” de
Hesíodo. El poema describe la genealogía ordenada de los dioses griegos y el
origen de los gigantes. Sería Apolodoro quien proporcione la versión más
completa del mito narrando la lucha sostenida por Zeus, apoyado por las
divinidades olímpicas, cuando dichos gigantes, hijos de la Tierra (Gea) y del Cielo
(Urano), se sublevaron contra él por haber encerrado a sus hermanos, los
titanes, en las abismales profundidades del Tártaro. La presencia de Heracles,
en lugar muy cercano al padre de los dioses, se debe a una predicción oracular,
en la cual la victoria de los olímpicos sólo se producirá en caso de que un
mortal accediera a apoyarles.
Friso Este: Representa
la lucha de los dioses contra los titanes. Los paneles orientados hacia el sol
naciente aparecen sobre todo los dioses del Olimpo. En el centro del friso
aparecía Hera conduciendo el poderoso carruaje de Zeus y tirando al suelo a
varios de los titanes. Simbólicamente se hace referencia constantemente a
Atenea y Zeus, unidos ambos dioses por movimientos divergentes. Sus figuras se
desarrollan en forma paralela al fondo del relieve. Esta particular disposición
es una clara alusión a la famosa lucha entre Atenea y Poseidón en el hastial
occidental del Partenón, en Atenas.
En el
centro, hacia la izquierda aparece Apolo en toda su belleza como dios juvenil,
quien está a punto de sacar una flecha de su aljaba. Apolo dirige a un grupo de
dioses olímpicos que están unidos por estrechos lazos de parentesco. A su lado,
a la izquierda, nos encontramos con Leto (su madre) a quien sigue Artemis (La
diosa cazadora hermana de Apolo). Mediante estos lazos familiares se quiere
dejar ver la unidad que los griegos deben de tener frente a los bárbaros, que
están representados aquí por los gigantes.
Friso Sur: En el friso
sur la titán Phoiba (“la brillante”) y su hija Asteria (“la estrellada”) se
dirigen hacia los dioses de la luz y del día. A pesar de que la parte central
del friso presenta actualmente considerables vacíos, se pueden distinguir los
dominantes dioses del día. En el centro aparecen los dioses guiados por Eos,
diosa del amanecer, quien sobre un caballo se dirige a la batalla. Le sigue el
dios del sol Helios, que con una cuadriga emerge del mar. Esta secuencia
concluye con la diosa de la luna, Selene, que cabalga sobre el lomo de una
mula. En el último tercio del friso sur aparece la diosa de la madre tierra,
Cibeles, hacia la cual se dirigen todos los dioses.
El tema
central de este lado del friso es el paso del tiempo, que no puede ser detenido
por nadie (ni tan siquiera por los gigantes). La escena empieza con el amanecer
y termina con la luna en todo su esplendor. Mientras que el gigante contra el
que lucha Helios aún se mantiene en pie, Selene pasa por encima de un titán
muerto. Se trata por tanto de una metáfora del devenir del tiempo, el paso de
la vida y la futura llegada de la muerte. La aparición al final del friso de la
diosa madre tierra Cibeles nos indica un sentido circular del tiempo: con el
devenir del tiempo se va a parar a la madre tierra, madre de todos los hombres
y dioses.
Friso Oeste: En el
friso Oeste dispuesto en el saliente sur aparece Dionisios luchando con su
madre Semele. La idea que predomina aquí nuevamente es la de unidad, aunque
aparece otro posible significado. Dionisos exigió su puesto en el Olimpo, pero
se le negó porque todas las sillas estaban ya ocupadas. Además, Hera se negaba
rotundamente a aceptar al hijo de su marido con otra mujer. Tras insistir en
múltiples ocasiones, Hestia, la diosa del hogar, le cedió su sitio en el
Olimpo. Al principio, Dionisos no fue bien recibido entre los dioses,
tratándole como un extranjero, pero con el tiempo fue aceptado como uno más.
Esta idea puede que refleje a aquellos extranjeros que residen en las ciudades
griegas que también lucharon por las tierras helenas contra los bárbaros. Pese
a ello, en realidad un extranjero de aquella época nunca conseguiría integrarse
en la comunidad griega puesto que nunca obtendría los mismos derechos que los
griegos nativos.
En el
saliente norte, sin embargo, dominan los dioses marinos. Tres parejas de
dioses luchan contra los gigantes: Doris y Nereo, Océano y Tetis, y en el lado
frontal Anfitrite y su hijo Tritón. El mar, como elemento de la naturaleza de
estos dioses se observa en sus atuendos mojados que se pegan a los cuerpos o
que caen en pesados pliegues. El motivo de esta parte del friso es la
exaltación del poder de la naturaleza que puede con todo y no hay nada que la
detenga.
Friso Norte: En el
friso norte se juntan los dioses que vienen de la batalla desde oriente y
occidente. Es la escena más triunfal de todo el friso. El trío formado por
Ares, Afrodita y Eros aparecen sometiendo a múltiples gigantes. También
aparecen dioses marinos, guiados por su líder Poseidón. De este friso se han
podido conservar pequeños fragmentos, siendo la parte más deteriorada de
todo el friso de Gigantomaquia. Por las inscripciones se sabe que aparecían
además las Gracias, las Moiras y las Erinias. Las Gracias eran las diosas del
encanto, la belleza, la naturaleza, la creatividad humana y la fertilidad.
Habitualmente se consideran tres: Aglaya (Belleza), Eufrósine (Júbilo) y Talía
(Festividades). Las Moiras también formaban una triada femenina: Cloto (“la que
hila”), Láquesis (“la que asigna el destino”) y Átropos (“la inflexible”),
personificación del destino. Por último, las Erinias son personificaciones
femeninas de la venganza, que perseguían a los culpables de ciertos crímenes.
Esta parte del friso representaría al pueblo griego (belleza, júbilo y
festividad), que llevados por las diosas del destino terminan con las
diosas de la venganza. Su mensaje está dirigido a los pueblos enemigos de los
griegos, cuyo destino siempre será que el peso de la venganza caiga sobre
ellos.
En todo el
friso, los dioses aparecen mezclados con los gigantes, concebidos con
aspecto humano o semianimal, con piernas de reptil, cabezas y garras de león o
cuernos de toro. El dramatismo de la batalla se expresa en el dinamismo de la
acción, en las contorsionadas poses y flotantes ropajes de los contendientes,
en la tensa y rotunda anatomía de unos y otros, o en la dolorosa agonía de los
vencidos. Sin embargo, a pesar del barroquismo de la composición y de la
creciente turbulencia escénica, se observa una corriente clasicista, manifiesta
en la elección y tratamiento de los seres divinos según los más bellos y
famosos modelos del arte clásico.
Sin duda,
el repertorio iconográfico y estilístico del Partenón influyó de manera
decisiva en los escultores pergamenos. Así, las figuras de Zeus y Atenea del
monumental altar ofrecen un acusado paralelismo con las reconstrucciones
aproximativas que se han hecho, de la de Poseidón y de la propia diosa del
frontón occidental del monumento ateniense. La disposición, en diagonales
opuestas y simétricas, parece ser común a ambas composiciones y se repite en
las imágenes de Apolo y Artemisa del citado altar. Por otro lado, la magnitud
de las esculturas del gran friso y su tridimensionalidad puede estar inspirada
en las grandes proporciones y la independencia del muro del tímpano, de las
tallas del Partenón.
La
serenidad que reflejan los rostros divinos en medio del tumulto circundante,
retoma al ideal clásico de la época de Pericles, mostrando la majestad y
dominio de la divinidad frente al caos creado por los enemigos. Sus gruesos
ropajes se agitan al viento y se ondulan en blondas y pliegues profusamente
marcados, llevando al extremo la autonomía de las formas corpóreas, cuyo inicio
se advierte ya en algunas figuras del Partenón. Las figuras constituyen una
innovación artística e iconográfica que eclipsa lo precedente. La alternancia
de adultos y jóvenes, la presencia de melenas de león, alas, cuernos de toro o
escamosos miembros serpentiformes del enemigo poco tienen que ver con la
tradición clásica. Este despliegue de emociones se anticipa ya en los ojos
desorbitados y en los labios apretados por el dolor y la furia, de los
centauros que acometen al pueblo de los lapitas en las metopas del Partenón.
La
Gigantomaquia se convirtió entonces, en un drama simbólico donde Zeus, a la
cabeza de la mítica hueste, encarnaba el orden y la racionalidad, aplastando
con su rayo los impulsos desordenados de los gigantes. Atenea, la diosa de la
inteligencia, no podía por menos que estar presente. De ahí, el contraste entre
el sosiego de los rostros divinos, símbolos de su dominio de la virtud, y las
emociones manifiestas en los de sus enemigos. Era la lucha del intelecto contra
la necedad. Los estoicos vinculaban el dolor y el mal. El sufrimiento, el
miedo, incluso el odio, traslúcidos por la expresión de los segundos, eran
signo de sus debilidades y de su sumisión a las pasiones. Los griegos solían
asociar estas inclinaciones con imágenes de animales. Así, no es extraño que
estos seres aparezcan dotados con atributos bestiales para acentuar aún más su
irracionalidad.
La temática
del altar responde a este planteamiento y al tradicional interés griego por los
episodios de la épica heroica. Es notable la significativa agrupación
escultórica de las divinidades por lazos de consanguinidad y la notable
superioridad numérica de las deidades femeninas sobre las masculinas,
destacando aquellas que desempeñan el papel de progenitoras de los
contendientes. Así, Gea emerge de la tierra rodeada por sus descendientes, los
gigantes; la titánide Leto figura junto a sus hijos gemelos, Apolo y Artemisa;
otra titánide, Tea, se rodea por Helios (el sol), Eos (la aurora) y Selene (la
luna). Estas coincidencias no parecen casuales, sino que enlazan directamente
con dos de los valores fundamentales de la sociedad hesiódica: la solidaridad
entre parientes y la fertilidad de las mujeres. Este gran friso, se convertiría
así en un gran alegato del tradicional espíritu heleno, a la vez que en
testimonio del caos generado por la discordia parental. Se justifica, de este
modo, la posición central de Hera, consorte de Zeus, entre la imaginería
escultórica. Ella encarnaba el prototipo de esposa griega protegiendo, además,
a las mujeres encintas y garantizando, en consecuencia, la supervivencia de un estado
que en aquella época debió registrar, como la mayoría de las ciudades griegas,
un alarmante descenso de su población.
El friso de la Telefiada: La moralidad preconizada por Hesíodo se mantendría presente
también en el friso de Télefo. Según el mito, el héroe era hijo de Heracles y
de Auge, hija de Aleo, rey de Tegea (Arcadia). El monarca tratando de evitar un
desgraciado oráculo, que vaticinaba la muerte de sus hijos a manos de su futuro
nieto, expulsó a su hija del reino, abandonando, a la vez a su suerte al niño
en las montañas. Sin embargo, Auge llegó a las costas de Misia navegando en una
balsa y allí fue acogida por su rey, Teutrante, ganándose el respeto de todos.
Mientras, Télefo fue amamantado milagrosamente por una cierva hasta que, descubierto
por unos pastores, fue entregado como presente al rey Córito de Tegea
(Arcadia). Una vez adulto, buscó a su madre, llegando a Misia donde ayudó a
Teutrante contra sus enemigos. El monarca quiso recompensarle dándole a Auge
por esposa, pero una serpiente enviada por la divinidad se interpuso entre
ellos. Madre e hijo se reconocieron. Télefo llegó a ser rey de Misia, fundó la
ciudad de Pérgamo y se convirtió en antepasado de los monarcas atálidas.
El friso,
que medía 1.58 m. de altura y tenía una longitud de unos 80 m, fue obra
posterior al de la Gigantomaquia (cerca del 161 a. C.) y quedó sin terminar.
Sólo han podido reconstruirse 34,6 m. de su totalidad. A pesar de pertenecer de
pertenecer al mismo contexto cultural que el anterior, refleja un estilo más
sobrio. El relieve es menos pronunciado, por lo que los efectos de claroscuro
son mínimos. La escala de proporciones de las figuras es mucho menor. Su
temática no desarrolla un solo episodio como el anterior, sino una secuencia de
ellos, que abarca desde el nacimiento hasta la muerte del protagonista. Esta
forma de narración continua, donde el tiempo se introduce como una novedosa
aportación del arte helenístico, fue empleada después por los escultores
romanos en el desarrollo de la temática de sus columnas conmemorativas. La
posible inspiración de esta técnica pudo estar en la fórmula de ilustración
pictográfica de los rollos de papiro. El friso de Télefo muestra, además,
fondos paisajísticos o arquitectónicos, inexistentes en la Gigantomaquia, cuya perspectiva
espacial podría ser fruto de los avances experimentales en el campo de la
pintura. Por otro lado, su estilo escultórico retorna a un neoaticismo,
frecuente desde el siglo II a. C. en adelante, que marca el final del
barroquismo y la última fase del arte helenístico. Consecuencia de esta vuelta
al ideal clásico es la sobriedad de expresión y movimiento, el plegado lineal
de los ropajes y su adaptación a la anatomía de las figuras.
El friso de
Télefo era, también, portador de un mensaje simbólico, dirigido a un público
culto. Sus esculturas, en el interior del pórtico, no estaban destinadas a
contemplarse en la distancia, sino en la cercanía. Los personajes carecían de
inscripciones identificativas, por lo que el visitante debía ser capaz de
comprender su significado. Su función era documentar la serie de hechos, que
enlazaban la monarquía atálida con personajes como Zeus y Heracles.
No cabe
duda de que el proyecto de ambos frisos escultóricos se encomendó no sólo a la
ejecución de un equipo de escultores, sino al diseño ideológico de eruditos e
intelectuales de la época. Poco se sabe sobre los escultores de la
Gigantomaquia. Se han conservado sólo unos cuantos nombres en placas a modo de
firmas: Menecrates, Dionisiades, Melanipo, Orestes, Teorreto, pero se ignora si
entre ellos está la mano rectora, que permitió unificar el estilo de esta obra
bajo lo que ha dado en denominarse la II Escuela Pergamena.
Traslado a Berlín: La
ubicación actual del Altar se debe al ingeniero alemán Carl Humann, amante de
la arqueología, que envió a Berlín en 1871 tres fragmentos de lo que definió
como una “lucha”. Las piezas pasaron desapercibidas durante cinco años en el
“Altes Museum” (museo antiguo), hasta que en 1877 el arqueólogo
Alexander Conze centra su interés en los fragmentos y pide a Humann que inicie
la excavación. El respaldo político y económico es total. Bismark quiere
hacerse con una obra de referencia que legitimase su recién inaugurado imperio,
las leyes en Grecia son muy estrictas en lo referente a la exportación de
antigüedades, siendo más apropiado Turquía para las intenciones de Bismark. Las
negociaciones tienen lugar en 1878-1879 quedando estipulado que los hallazgos
pertenecientes al altar serán trasladados a Berlín, que compensará con 20.000 marcos
al Imperio Otomano (Turquía).
La búsqueda
del altar se centrará en el muro bizantino de la ciudad al sur de la acrópolis.
Los elementos del altar habían sido utilizados para la construcción de la
muralla, de tal forma que el relieve quedaba hacia el interior. En 1880 ya se
habían desenterrado 97 láminas, y las prospecciones en la acrópolis habían
puesto al descubierto la base del altar. El traslado a Berlín se inicia ya
en 1879, inaugurándose el Museo de Pérgamo en 1930.
Allí ha
permanecido siempre, a excepción del periodo comprendido entre 1945 y 1959,
cuando las tropas soviéticas lo desmantelaron y se lo llevaron como botín de
guerra al Museo del Hermitage de Leningrado (hoy San Petersburgo).
Están también las ruinas que
demuestran el emplazamiento de los palacios de Átalo I y Eumenes II.
El Asclepion
Las ruinas del Asclepeion se encuentran a 3,5 km de la ciudad,
hacia el oeste.
Este edificio, consagrado al dios de la medicina, fue fundado por
el poeta Arquias, en agradecimiento a los cuidados que había recibido en Epidauro
(Grecia).
En este lugar se reunían los eruditos en medicina. Fue también
escuela de médicos. Galeno contribuyó en gran medida al engrandecimiento de
este templo. Galeno había nacido en el 131 muy cerca de este lugar; estudió en
Alejandría y fue médico de los gladiadores y más tarde del emperador romano Marco
Aurelio Antonino, en el 162. Estaba decorado con un bajorrelieve con las
serpientes que simbolizan a Asclepios.
Los elementos formales básicos de la arquitectura y de la escultura
clásica no varían en el helenismo,
pero sí su espíritu. Tal cosa puede comprobarse perfectamente en el
conjunto monumental levantado en Pérgamo entre los siglos III y II a. C.
Analicemos sus estructuras más significativas conocidas por las campañas
arqueológicas de Carl
Humann (1871 a 1886), que sirvieron a Otto Puchstein para
reconstruirlas en parte en el Museo de Pérgamo de la Berlín.
El Altar de Zeus y Atenea
Victoriosa.
Con el Helenismo las proporciones de los edificios experimentan un
cambio notable. Los altares, que antiguamente eran pequeños y se erigían ante
los templos, ahora se convierten en construcciones independientes que buscan la
monumentalidad. Son la manifestación escenográfica del poder absoluto de los
monarcas.
El altar
dedicado a Zeus y a Atenea Victoriosa se construyó durante el
reinado de Eumenes II,
entre los años 180 y 160 a. C. Se encontraba expuesto en el centro de una
plaza que se abría hacia el barranco que daba a la ciudad para que de esa
manera pudiese ser contemplado desde allí. No se sabe a ciencia cierta quien
pudo ser su arquitecto, aunque bien pudiera ser Menécrates de Rodas.
Corinto.
Corinto o Korinto
fue una ciudad-estado (polis) ubicada en el istmo de Corinto, la estrecha
franja de tierra que une el Peloponeso con la Grecia continental, a medio
camino entre Atenas y Esparta. La ciudad moderna de Corinto se encuentra a
aproximadamente 5 km al noreste de las ruinas antiguas. Desde 1896,
excavaciones arqueológicas sistemáticas de Corinto llevadas a cabo por la American
School of Classical Studies at Athens han revelado grandes partes de la ciudad
antigua e investigaciones recientes dirigidas por el Ministerio de Cultura
griego han ilustrado importantes facetas nuevas sobre la Antigüedad.
Prehistoria y mitos fundacionales
En un mito
corintio relatado en el siglo II a. C. por Pausanias, Briareo, uno de los Hecatónquiros,
fue el árbitro en una disputa entre Poseidón y Helios, entre el mar y el sol:
su veredicto fue que el istmo de Corinto pertenecería a Poseidón y la acrópolis
de Corinto, Acrocorinto, a Helios.
La fuente
de Pirene está ubicada en el recinto delimitado por las murallas de la acrópolis.
En su obra Descripción de Grecia, Pausanias refiere esto:
Detrás del templo hay una fuente que, según dicen,
es regalo de Asopo. Habiendo visto Sísifo a Zeus raptar a la hija de ese río,
se negó a decirle al padre quién era el raptor hasta que le diera un manantial
en el Acrocorinto.
Algunos de
los reyes míticos de Corinto más relevantes fueron Pólibo, padre adoptivo de Edipo
o Belerofonte, que tuvo que abandonar la ciudad tras matar accidentalmente a su
hermano.
Corinto es
mencionada por Homero entre los territorios que lucharon bajo el mando de Agamenón
en la guerra de Troya, si bien este autor también utiliza el antiguo nombre de
Éfira para referirse a esta ciudad. La tradición dice que cuando los dorios
llegaron a Corinto, tuvieron que luchar contra los eolios o contra los jonios
que habitaban en la ciudad. Cuando los dorios alcanzaron el poder, reinaron
en Corinto durante muchas generaciones. Según indica Diodoro Sículo desde que
llegaron los heráclidas (es decir, los dorios) hasta la tiranía de Cípselo en
Corinto pasaron 447 años.
Mapa del Istmo de Corinto donde se
aprecia la ubicación del Antiguo Corinto y las ciudades de su entorno.
Época Arcaica
Antes de la
llegada de Cípselo, sin embargo, destacaron los llamados reyes Baquíadas. Estos
pertenecían a un clan dórico muy unido, era la familia gobernante de la Corinto
arcaica en los siglos VIII y VII a. C., un período de expansión del poder
cultural corintio. En 747 a. C., una revolución aristocrática encabezada por el
clan baquíada, compuesto por un par de cientos de hombres, derrocó al rey
Telestes y, tomó el poder. Posteriormente, Telestes fue asesinado
por Arieo y Perantas, que a su vez eran baquíadas. Gobernaron como un grupo:
se elegía anualmente un pritano, quien ocupaba el cargo real por un breve
plazo, sin duda, un consejo (aunque no está documentado específicamente en los
materiales literarios) y un polemarco para comandar el ejército.
Durante el
gobierno baquíada, de 747 a 657 a. C., Corinto se convirtió en un Estado
unificado. En esta época se construyeron grandes edificios públicos y
monumentos. Los corintios fundaron durante el período Baquíada muchas ciudades:
Molicria, Siracusa (hacia el 734 a. C.), Córcira (hacia el
733 a. C.) y otras.
Para
730 a. C., Corinto emergió como una gran ciudad griega, gracias al
comercio marítimo y el desarrollo de su industria cerámica. Según Tucídides los
corintios, en el siglo VII a. C, fueron los primeros en ocuparse de
las construcciones navales con técnicas muy semejantes a las de la época en que
él escribió. Según él, el armador corintio Aminocles habría inventado el
trirreme, construyendo cuatro para los samios, hacia el año 704 a. C.
Aristóteles
cuenta la historia de Filolao de Corinto, un baquíada que era legislador en
Tebas y se convirtió en amante de Diocles, el ganador de los Juegos Olímpicos.
Ambos vivieron durante el resto de sus vidas en Tebas. Sus tumbas fueron
construidas cerca una de otra, y la de Filolao apuntaba hacia Corinto, mientras
que la Diocles le daba la espalda.
Estatero típica de Corinto con el caballo
Pegaso, h. 345-307 a. C.
Cípselo,
quien había sido un polemarca, obtuvo una profecía del oráculo de Delfos y la
interpretó como que debía tomar el control de Corinto. Así, en
657 a. C., los Baquíadas fueron expulsados por el tirano Cípselo,
cuya propia madre era de dicho linaje, pero, por ser pobre se casó fuera del
clan. Los Baquíadas huyeron.
Fue una de
las primeras ciudades griegas en utilizar la moneda. Estas eran muy importantes
debido a la actividad principal de la ciudad. Las primeras de ellas fueron
acuñadas en el siglo VII a. C. Tenían diversos motivos, figuras
mitológicas, animales y otras acompañadas de pequeños símbolos que las
distinguían.
Corinto era
la ciudad que organizaba los juegos Ístmicos, de similares características a
los celebrados en Olimpia aunque menos famosos que estos.
Cípselo
(657-627 a. C.) fue sustituido por su hijo Periandro
(627-583 a. C.), que fue protector del comercio y las artes. Siguió
fundando colonias: Ambracia, Anactorio, Léucade, Apolonia de Iliria y otras.
En el
635 a. C. la colonia de Corcira derrotó a su metrópoli en una batalla
naval, pero después fue nuevamente sometida. La única colonia al este del golfo
Sarónico fue Potidea en la Calcídica. A Periandro le sucedió su nieto Psamético
que reinó sólo tres años y fue derrocado por los espartanos que instituyeron un
gobierno aristocrático y Corinto fue un aliado permanente de la confederación
lacedemonia.
En un
período posterior los corintios rechazaron ayudar a Cleómenes I, rey de Esparta
a restaurar a Hipias de Atenas, y enviaron 20 trirremes a Atenas para
ayudarla en la guerra contra Egina.
Periodo clásico
Pero
después de la Guerras Médicas, Megara se alió con Atenas y los corintios
entraron en guerra con Megara, territorio que invadieron, pero fueron
derrotados por el estratego ateniense Mirónides (457 a. C.). Después
se firmó la paz, pero la enemistad con Atenas siguió, sobre todo por la ayuda
de ésta a la ex colonia de Corcira, que fue una de las causas de la Guerra del Peloponeso. (Véase Guerra civil de
Corcira).
Durante
esta guerra la flota peloponesia fue básicamente corintia. Con la Paz de Nicias
del 421 a. C., los corintios no se quisieron sumar e intentaron
configurar otra liga con Argos, Mantinea y Élide, pero pronto volvió a formar
alianza con Esparta, que se mantuvo hasta el final de la guerra. Cuando Atenas
se rindió después de la batalla de Egospótamos, los corintios y beocios
pidieron arrasar la ciudad derrotada, pero el espartiata Lisandro no lo
consintió.
La
hegemonía espartana pronto se mostró más opresiva que la ateniense, de modo que
los corintios, junto a los argivos, atenienses y beocios configuraron una
coalición que, sustentada en las profundas arcas persas, hizo frente al
imperialismo espartano en la llamada Guerra de Corinto (395-386 a. C.),
buena parte de la cual fue dirimida en su territorio. En el verano de 394
tuvieron lugar dos de las mayores batallas hoplíticas del mundo griego antiguo,
en Nemea y Coronea, ambas vencidas «técnicamente» por los lacedemonios, que no
obtuvieron ventajas estratégicas. En los siguientes años la Corintia fue
sometida a una guerra de depredación y de pillaje que provocó el estallido de
una stásis o conflicto civil en el seno de la ciudadanía, alentada por
los intereses de los estados hegemónicos. Según Jenofonte, los argivos
aprovecharon esta situación para anexionarse Corinto, pero más probablemente el
filolaconio Jenofonte convirtió en sinecismo o unión política la presencia de
una guarnición militar argiva en el Acrocorinto, la ciudadela o acrópolis
corintia. De cualquier forma la Paz del Rey o Paz de Antálcidas, alcanzada en
la primavera de 386 a. C., acabó con cualquier proyecto argivo de
anexión sobre Corinto al evacuar la guarnición del Acrocorinto; además de
permitir el retorno de los exiliados corintios, obviamente filoespartanos, que
procuraron la fidelidad de Corinto hacia Esparta en los años sucesivos.
En la
guerra que siguió entre Tebas y Esparta, los corintios fueron leales a Esparta,
pero el territorio hubo de firmar una paz separada.
La ciudad
permaneció independiente bajo gobierno oligárquico. Timófanes intentó conseguir
la tiranía, pero fue muerto por su propio hermano Timoleón (344 a. C.).
En el año 338 a. C. la ciudad fue conquistada por Filipo II de
Macedonia, que la hizo el centro de la Liga de Corinto, controlada por él
mismo.
Periodo helenístico
Después de
la batalla de Queronea los macedonios establecieron una guarnición en el
Acrocorinto. Esta guarnición fue sorprendida por el líder de la Liga Aquea, Arato,
que incorporó Corinto a dicha liga (243 a. C.).
En
223 a. C., la ciudad fue ocupada por Antígono III Dosón que la quería
como base contra la Liga Etolia y Cleómenes. Filipo, hijo adoptivo de Antígono
la conservó hasta que fue derrotado en la batalla de Cinoscéfalas
(197 a. C.) y Corinto fue declarada ciudad libre por los romanos y
unida a la Liga Aquea otra vez. Una guarnición romana se estableció en el
Acrocorinto. Corinto fue después capital de la Liga y fue allí donde los
embajadores romanos fueron maltratados lo que provocó el ultimátum del Senado
Romano a la Liga. Derrotada ésta, el cónsul romano Lucio Mumio entró en Corinto
sin oposición y se vengó de la ciudad y sus habitantes: los hombres fueron
ejecutados y las mujeres y los niños fueron vendidos como esclavos; las obras
de arte fueron llevadas a Roma y la ciudad fue saqueada y destruida
(146 a. C.) Continuó despoblada y destruida unos cien años y su
territorio fue entregado a Sición o fue hecho ager público. El comercio
se trasladó a Delos.
Periodo romano
En el año
46 a. C., Julio César, decidió reconstruir la ciudad y envió una
colonia de veteranos y hombres libres (Colonia Julia Corintia o Colonia Juli
Corint o Colonia Julia Corintia Augusta, según las diferentes inscripciones).
La ciudad se recuperó (44 a. C.) y cuando Pablo de Tarso la visitó en
el siglo I, era una ciudad importante, capital de la provincia de Acaya, y
residencia del procónsul de Acaya Junius Gallio.
Corinto se
caracterizó por la difusión del arte. Pinturas, esculturas de mármol y bronce,
y las famosas jarras de terracota estuvieron entre las obras que se producían.
También fue una ciudad donde se desarrolló la poesía, pero en cambio no hay
noticias sobre sus oradores.
Los
corintios tenían predicamento de ser sexualmente liberales, a los que
contribuía el hecho de tener un puerto con un gran tránsito de mercancías, y
por lo tanto, con gran afluencia de marineros de muchos lugares. En el
santuario de Afrodita, sito en el Acrocorinto, se practicaba la prostitución
sagrada, y tenía más de un millar de heteras esclavas.
Ciudad antigua
La ciudad
actual está unos 6 km al noreste de la antigua que estaba situada en el istmo
de Corinto en la prolongación hacia este de las montañas de Geranea,
procedentes del norte y que llegaban de lado a lado. Estaba en el golfo
Sarónico y estaba unida por una vía a Megara.
Tenía al
sur las montañas Oneia y la ciudadela estaba en una roca llamada Acrocorinto;
la parte plana estaba protegida por murallas (Muros Largos) que protegían la
zona hasta el puerto de la ciudad, que estaba en Lecaón y la zona de Céncreas.
La ciudad protegía los tres pasos del istmo. Después del terremoto del siglo VI
que la destruyó se convirtió en un lugar conocido como Gorto, hasta el siglo
XIX cuando recuperó su nombre.
Se ha
estimado que en el siglo V a. C. Corinto tenía una población libre de
entre 46 000 y 51 000 habitantes y una población total, incluyendo
esclavos, de entre 66 000 y 73 000.
Restos arqueológicos
De la época
griega prácticamente no se conserva nada y los pocos restos que aún se pueden
ver son todos romanos, como las columnas del templo de Apolo. Entre los restos
romanos hay que mencionar algunas tumbas, los restos de unos baños y un
anfiteatro.
Monumentos y edificios de la Antigüedad
En tiempos
de Pausanias, destacaban en Corinto los siguientes monumentos y edificios:
·
En el puerto de Lequeo había
un santuario de Poseidón y una imagen suya de bronce.
·
En el puerto de Céncreas (el
puerto del golfo Sarónico) se ubicaban un templo de Afrodita con estatua de
mármol, una estatua de Poseidón de bronce, un santuario de Asclepio y otro de
Isis, además de un torrente de agua salada y tibia llamado baño de Helena.
·
Junto a la puerta de Corinto,
viniendo de Céncreas, estaba la tumba de Diógenes de Sinope.
·
Ante la ciudad se hallaba el
bosque sagrado de Craneon, con un recinto de Belerofonte, un templo de Afrodita
Melénide y la tumba de Lais.
·
El ágora incluía una estatua
de Artemisa Efesia, xoanas de Dioniso, un templo de Tiqué (Fortuna), un
santuario de todos los dioses, estatuas de Poseidón, Apolo Clario, Afrodita,
Hermes, Zeus, Atenea y las musas y un templo de Octavia (dedicado a la hermana
de Augusto).
·
En el camino a Lequeo había
unos propileos con dos carros dorados sobre los que estaban representados
Faetón y Helios, además de una estatua de bronce de Heracles en sus
proximidades. También había en ese camino una estatua de bronce de Hermes
sentado con un carnero, otra estatua de Poseidón y Leucotea y otra de Palemón
sobre un delfín.
·
La fuente Pirene, junto a la
que había una estatua de Apolo y un recinto con una pintura de Odiseo atacando
a los pretendientes.
·
Numerosas termas por la
ciudad. Ante las llamadas termas de Euricles había imágenes de Poseidón y
Artemisa.
·
Numerosas fuentes, puesto que
el emperador Adriano había hecho obras para traer agua desde Estínfalo.
·
En el camino desde el ágora
hacia Sición había un templo y estatua de Apolo, la fuente de Glauce, el odeón
y la supuesta tumba de los hijos de Medea.
·
El santuario de Atenea
Calinítide; cerca de esta se hallaba una xoana de Heracles.
·
El teatro
·
Un gimnasio, junto al que se
hallaban un templo de Zeus y otro de Asclepio.
·
El Acrocorinto, con dos
recintos sagrados de Isis, dos recintos sagrados de Serapis, altares de Helios,
un santuario de Ananké y Bía, un templo de la Madre de los dioses, un templo de
Deméter y Coré, un templo de las Moiras, un santuario de Hera Bunea, un templo
de Afrodita, con imágenes de la diosa, de Helios y de Eros y una fuente de
donde procedía el agua de la ciudad.
·
La fuente Lerna
·
El santuario de Zeus
Capitolino
·
La puerta teneática, junto a
un santuario de Ilitía.
·
En el camino a Sición había
un templo de Apolo, que en tiempos de Pausanias estaba quemado.
·
Además, Pausanias tenía
noticia de que había existido un templo de Zeus Olímpico, pero ya había sido
destruido.
Santuario de Hera
Remontando
el golfo de Corinto hacia el norte se llega a la península de Perachora, donde
se encuentran los restos del santuario de Hera Acrea (ákron significa
promontorio).
El Hereo de
Peracora era un santuario dedicado a la diosa Hera situado en un
pequeño cabo del extremo de la península de Peracora, en el Golfo de Corinto.
Se conoce como santuario de Hera Acrea porque está situado en un cabo (en
griego significa extremo o cabo").
El
santuario probablemente estaba bajo el control de Corinto, dado que está
orientado hacia los puertos de esta ciudad. La actividad de culto fue
ininterrumpida entre el siglo IX a. C. y el año 146 a. C.
cuando el general romano Mumio saqueó Corinto durante la guerra contra la Liga
aquea. Cuando Pausanias visitó la zona no menciona este santuario. En el
periodo romano se construyeron viviendas en el lugar, lo que indica que ya no
era un emplazamiento sagrado. El yacimiento arqueológico es importante para el
estudio de los orígenes del templo griego y los cultos rurales.
Algunos
restos antiguos sobre una pequeña bahía en el extremo de la península fueron
examinados ya en 1844 por el arqueólogo francés Philippe Le Bas.
Más tarde,
entre 1930 y 1933, la Escuela Británica de Atenas puso al descubierto los
restos más importantes del santuario, con una publicación de Humfry Payne y
Thomas Dunbabin.
En la zona
de la reducida bahía se han identificado restos inciertos de un primer templo,
tal vez con ábside (en el depósito votivo se han hallado algunos modelos de
terracota que presentan edificios absidiales) del periodo geométrico,
probablemente destruido cuando Corinto ocupó la región, anteriormente
dependiente de Megara.
El
santuario de Hera Acrea tuvo su mayor importancia hacia finales del siglo
VI a. C. De esta época son los restos de un nuevo templo (10 x 31 m)
y de un gran altar con triglifos.
Además del
templo de Hera, inusualmente antiguo y de forma peculiar, se encontraron restos
de otras estructuras: una estoa en forma de L con columnas dóricas en la planta
baja y jónicas en la superior (de finales del siglo IV a. C.), una
cisterna y lugares de banquete.
Los
numerosos hallazgos votivos encontrados, sobre todo de época arcaica, incluyen
pequeñas esculturas de bronce, estatuillas de terracota, marfiles, vasos con dibujos
de las diversas partes de Grecia, Corinto incluido.
Además, los
restos de otro recinto rectangular del siglo VII a. C., con un hogar
para el fuego sagrado aparecieron en una colina cercana, pero posiblemente se
tratase de un edificio destinado a ceremonias religiosas o a guardar ofrendas.
La inscripción sobre un vaso votivo parece probar que este lugar estaba
dedicado a Hera Limenia (limen, puerto).
De una
antigua laguna proceden unos 200 platos de bronce y abundante cerámica.
Dunbabin supone que allí tenía su sede un antiguo oráculo de Hera, ya
mencionado por Estrabón.
Mapa
del sitio arqueológico. 1. Atrio occidental 2. Casa romana 3. Estructura
absidal 4. Templo de Hera Acrea 5. Altar 6. Estoa en forma de L 7. Cisterna 8.
Habitaciones para banquetes 9. Canales de agua 10. Estanque sagrado 11. Recinto
con hogar (posible templo de Hera Limenia) 12. Muros 13. Embarcadero moderno
14. Capilla moderna 15. Camino moderno
Templo de Poseidón en Istmia
En otro
emplazamiento próximo, en Istmia, se hallan restos de un templo dórico de
Poseidón que fue erigido hacia el 700 a. C. y luego sustituido por un
segundo templo de mayor tamaño hacia el 465 a. C.
Heroon de Palemón
Quedan
pocos elementos visibles del santuario. Se pueden mencionar los cimientos del
templo de Palemón, también llamado Melicertes, construido por el emperador Adriano, donde
estaba representado cabalgando en un delfín. Estaba situado junto al santuario
de Poseidón. Fue construido precisamente sobre la línea de salida del primitivo
estadio. Su núcleo principal era un pequeño edificio circular en forma de
tholos, con columnas jónicas. Figura en algunas monedas romanas de Corinto.
Templo de Poseidón
El templo
arcaico de Poseidón Istmio se construyó hacia 690-650 a. C. Fue
destruido en la época de las Guerras Médicas y se reconstruyó, con mayor
tamaño, en 465-460 a. C. Incendiado durante la Guerra de Corinto, en
390 a. C., permaneció en pie hasta la época tardorromana. Durante el
siglo II fue remodelado e integrado en un recinto más amplio, adornado en tres
de sus lados con pórticos y con una entrada monumental (propileo) hacia el mar.
Se trataba
de un templo de piedra de orden dórico períptero. Los cimientos muestran que el
templo tenía forma de rectángulo muy alargado (medían 40 x 14 m) y un peristilo
de siete columnas de madera sobre los lados menores y 19 sobre los mayores.
Contaba con 13 columnas en los lados mayores y 6 en los menores. Su estilóbato
medía 54 x 23 m. Los muros de la cella eran de piedra estucada y pintada con
dibujos. Una fila de columnas recorría también el interior de la cella y de la
pronaos antiestante. Es posible que estuviera decorado con elementos
escultóricos en los frentes y en las metopas, aunque de él quedan pocos restos
seguros entre los pertenecientes a la posterior construcción del siglo
V a. C.: pequeños fragmentos de piedra del lugar y tejas de
cobertura, aparte de los cortes de los cimientos.
Según
Pausanias en el pronaos había dos estatuas de Poseidón, una de Anfítrite y una
de Talasa, todas de bronce. Herodes Ático ofrendó cuatro caballos de oro con
excepción de los cascos. Junto a los caballos había dos tritones de oro, de
marfil de cintura para abajo. Sobre el carro se erigieron estatus de criselefantinas
de Anfitrite y Poseidón, y un niño, Palemón, en pie sobre un delfín. Talasa
está representada en relieve situada en medio de la basa del carro, sosteniendo
a Afrodita niña, y a sus flancos las Nereidas.
Particularmente
reseñable es la línea de salida de la carrera pedestre del estadio, en forma de
triángulo isósceles con una depresión circular en lo alto. Esta línea terminaba
en un largo umbral donde se alineaban los atletas, separados entre sí por
elementos verticales cerrados por barras horizontales de madera. Detrás de
ellos, dentro de un foso, el que daba la señal de salida maniobraba las cuerdas
dispuestas en forma de abanico, que guiadas por caballeros de bronce (aún
restan en el sitio) se bajaban todas a la vez ante los corredores para dar la
señal de salida. El estadio estaba construido con piedra caliza del
Acrocorinto. Tenía 16 calles de 1,5 m de anchura. El estadio más antiguo fue
desplazado hacia el sureste y en el nuevo estadio, construido en el siglo
IV a. C., tuvo lugar la proclamación de Flaminino.
El teatro
pertenece al periodo helenístico con restauraciones posteriores.
Las termas
romanas de Istmia conservan numerosas pilastras que sostenían el pavimento de las
aguas calientes. También se conservan decoraciones de mosaicos en el complejo
termal, con figuras de delfines y calamares, entre otras.
Fortaleza de Justiniano: Fue
construida con materiales procedentes del santuario de Poseidón que Justiniano
hizo demoler para levantar esta construcción que formaba parte de las defensas
del istmo.
Durante las
excavaciones aparecieron muchos objetos votivos pertenecientes al templo,
figuras de bronce, y fragmentos de un centenar de cascos. Un gran perirranterios,
es decir, una copa de agua para libaciones, sostenida por figuras femeninas y
cuyo estilo nos remite al 650 a. C., constituye un excelente ejemplo
de la escultura griega arcaica, todavía relacionada con el arte dedálico.
Historia de las excavaciones
Algunas columnas
dóricas aparecidas en una fortaleza bizantina ya habían hecho sospechar al
francés Paul Monceaux en 1883 que bajo la fortaleza se debía hallar el templo
del dios Poseidón; pero sus excavaciones y otros trabajos posteriores no dieron
resultado.
Solo en
1952 otro equipo de arqueólogos de la universidad de Chicago, dirigidos por
Oscar Broneer, siguiendo las excavaciones en la zona al oeste de la fortaleza,
de acuerdo con la Escuela Americana de Estudios Clásicos de Atenas, tuvo la
suerte de encontrar, ya en la primera trinchera, los cortes en la roca
correspondientes a los cimientos del templo.
Contemporáneamente,
el servicio arqueológico griego iniciaba, un poco más al sur, la excavación de
un largo muro de técnica ciclópea, que posteriormente se reveló de fragmentos
cerámicos, correspondiente a la época micénica (siglo XIII a. C.) y
que demostraba la antigüedad de la zona.
De 1952 a
1960 fueron excavados los restos del santuario de Poseidón Istmio, del
Palemonion y el teatro. Excepto las termas romanas y el teatro que se han
conservado parcialmente, de los otros monumentos quedan los cimientos o poco
más. Las columnas, bloques de piedra y otros elementos constructivos se
utilizaron el siglo VI para construir el Muro Largo del Istmo y la cercana
fortaleza de Justiniano II.
A partir de
1967 las excavaciones fueron retomadas por la Universidad de los Ángeles junto
con la Escuela Americana de Estudios Clásicos de Atenas, y estuvieron dirigidas
por Paul A. Clemente. En las termas romanas se sacaron a la luz pavimentos
grandes y bien conservados de mosaicos.
Restos arqueológicos
Entre los
restos arqueológicos que se conservan en el yacimiento arqueológico destacan
las siete columnas que quedan en pie del templo de Apolo que Pausanias ubicaba
en la calle que partía del Agora e iba hasta Sición. También se hallan restos
destacados de la fuente Pirene, de la fuente Glauce, del templo de Asclepio,
del ágora romana, del odeón, del teatro, del anfiteatro romano, y del llamado
templo E, un templo romano que Pausanias dijo que había sido dedicado a
Octavia, la hermana de Augusto. Asimismo hay restos del diolkos, una calzada
usada para el transporte de embarcaciones a través del istmo.
En el
acrocorinto se conservan murallas de diversas épocas, aunque predominan las de época
bizantina que debieron levantarse en el siglo X. En la cima se hallan restos de
numerosos edificios que incluyen iglesias bizantinas, torres venecianas y
mezquitas turcas.
Restos de
Corinto
Fuente de Glauce.
Fuente Pirene.
El teatro.
El diolkos.
Fortificaciones del acrocorinto.
Templo de Apolo
Hasta el
último decenio del siglo XIX, el único e importante monumento que se levantaba
en la plaza, a los pies del Acrocorinto, era en realidad un monumento arcaico:
un templo dórico de grandes columnas monolíticas, actualmente identificado con
el templo de Apolo.
El primero
en recordarlo es Ciriaco de'Pizzicolli di Ancona, famoso navegante, anticuario
y humanista que visitó Corinto en 1436.
«Entre muchas ruinas dispersas -escribe en latín-
tan solo permanecen intactas diez enormes columnas del templo de Juno Corintia
con sus grandes arquitrabes: las columnas tienen un diámetro de siete palmos
(1,55 m), los arquitrabes, una longitud de dieciséis palmos (3,54 m)»
En realidad
el número de las columnas entonces en pie era mayor de diez, probablemente
trece, como resulta de un añadido del mismo tiempo de Ciriaco. El templo ha
sido fechado, por la cerámica hallada, hacia el 540 a. C., aunque
había sido erigido sobre un templo anterior. Se conservan en pie siete columnas
del mismo.
En la
descripción de una jornada de viaje contenida en el Códice Ambrosiano,
atribuida a un tal Domenicus Brixianus y fechada en torno al 1470, se dice
además:
«En Corinto, hacia el golfo de Patras, había
edificios antiguos, muros gruesos de piedras cuadradas. Quedan ahora en pie
unas doce o catorce columnas de mármol y bastante grandes, colocadas a
escuadra».
Un
monumento tan grande, el templo griego más grande del Peloponeso, no podía
escapar a la atención de los diversos viajeros que visitaron Grecia en los
siglos siguientes. Le Sieur Du Loir, que estuvo en Corinto antes de 1654, e
incluso Jacques Spon y George Wheler, que la visitaron en 1676, encontraron un
templo con doce columnas en pie (once del peristilo más una columna aislada en
la zona del opistodomos.
Templo de Apolo de Corinto.
Julien
David Le Roy, que la vio poco después, probablemente exagera cuando dibuja el
templo con catorce columnas (trece más una). Cuando J. Stuart visitó el
edificio en 1776, se habían añadido pequeñas habitaciones turcas, pero todavía
permanecían en pie once columnas del peristilo y una más aislada.
A. Blouet,
sin embargo, que visitó Corinto en 1828 con la expedición científica francesa a
Morea, sólo vio en pie siete columnas del peristilo, las que permanecen hoy.
Aquella aislada o había sido demolida o se había desplomado antes de 1875. Las
otras cuatro habían sido reducidas a fragmentos por el gobernador turco antes
de 1818 para construir una casa.
William
Martin Leake, a quien se deben importantes publicaciones sobre monumentos de
Grecia, es el primero que lo ubica temporalmente en la mitad del siglo
VII a. C. y que lo identifica, aunque erróneamente, con el templo
recordado por Pausanias, de Atenea Calinítide, la diosa que había proporcionado
a Belerofonte el caballo Pegaso, después de que ella lo había domado y puesto
un freno.
El primer
estudio científico del monumento se debe al célebre arquitecto y arqueólogo
alemán Wilhelm Dörpfeld en 1886. Clarificó parcialmente la planimetría y la
forma del templo, examinó las restauraciones de la época romana, y lo atribuyó,
dado que la cella estaba dividida en dos, a dos divinidades, con la exclusión
de Atenea Calinítide.
Diez años
después, la Escuela Americana de estudios clásicos de Atenas inició la
excavación del templo, dirigida por R. B. Richardson. El área fue completamente
explorada entre 1896 y 1901, y tras la primera campaña Richardson podía ya
proponer la identificación del templo como el de Apolo, identificación que
actualmente se considera cierta, tomando como base la descripción de Pausanias
y a los monumentos vecinos, como la fuente de Glauce y el teatro romano.
Su datación
ya está confirmada en torno al 540 a. C., por algunos fragmentos de cerámica
encontrada entre los desperdicios acumulados al hacer los bloques.
El templo
de Apolo, erguido sobre una altura que dominaba el ágora, era de grandes
dimensiones, 21,5 por 53,8 m, y períptero, es decir, rodeado de una fila de
columnas (28), seis en los lados cortos, 15 en los largos.
Cada
columna era de un solo bloque y tenía 7,2 m de altura. En el interior de la
columnata se abría la naos, precedida de una pronao y seguida del
opistodomos, con dos columnas cada uno, entre las antas, y una doble cella,
cuya cubierta venía sostenida por dos filas de columnas.
El
refinamiento y lo imponente de la construcción vienen evidenciados por el uso
de las correcciones ópticas, que aparecen por primera vez en un templo griego,
curvando hacia arriba el estilóbato, tanto en los flancos como en el frente.
La
exploración de la zona ha demostrado igualmente que en el mismo lugar se había
levantado antes un templo todavía más arcaico, del siglo VII a. C.
Ágoras
En la parte
central de la ciudad antigua aparecieron los restos del ágora romana, y a un
nivel inferior los pocos vestigios de la más pequeña ágora griega.
Bajo la
basílica romana en la calle de Lequeo, se hallaron los restos de un mercado
griego del siglo V a. C., llamada «ágora de los peces», en forma de
gran galería.
El ágora
romana, que medía unos 160 x 95 m, se extendía a dos niveles, separados por una
fila de tiendas y estaba rodeada por templos, basílicas, pórticos y otros
monumentos, y dominada por el cercano templo de Apolo y por el llamado templo
de Octavia.
Los templos
estaban agrupados en el lado oeste del ágora. Todos tenían una cella precedida
por un pronaos con columnas. Se caracterizaban por un alto podio o basamento
—típico de los templos romanos— que los hacía accesibles desde la plaza a
través de una escalinata. Los arqueólogos estadounidneses los han denominado al
igual que a los demás templos de Corinto con letras del alfabeto, de la D a la
K.
El templo
F, donde se hallado una inscripción con el nombre de Venus, debería
corresponder al templo de la Tique de la descripción de Pausanias. El templo G
debería ser el Panteón, es decir, el templo dedicado a todas las divinidades,
incluso los que no tenían un lugar específico de culto. Los templos H e I, que
parecen construidos bajo el emperador Cómodo (algunos decenios después de la
muerte de Pausanias) podrían estar dedicados a Hércules y Neptuno en el lugar
que Pausanias recuerda los baños de Poseidón. Más retrasados respecto del
ágora estaban los templos K y D: el primero orientado de manera diferente que
los otros, podía estar dedicado a Apolo, el segundo parece estar consagrado a
Hermes. Pausanias vio una estatua suya en el interior y otra delante de la
cella, quizá sobre una base circular que se ha encontrado allí. Delante del
lado oriental del templo K un templo monóptero, es decir, una construcción
circular con ocho columnas corintias sobre un alto podio cuadrangular. En el
arquitrabe hay una inscripción erigida por el magistrado local Cneo Babio
Filino, conocido también por otras inscripciones de Corinto.
Calle del Lequeo.
El lado
norte del ágora estaba formado, hacia el templo de Apolo, por un pórtico de 16
tiendas de época tardo imperial, y que precedía a un pórtico más antiguo. Más
al este se elevaba la llamada facha de los prisioneros, es decir, el acceso
monumental desde la plaza a una gran basílica romana construida
longitudinalmente en la calle del Lequeo. Debajo de esta basílica se han
encontrado los restos del mercado griego. La alta fachada estaba integrada por
un pórtico en dos planos, en el que al menos cuatro columnas del plano superior
habían sido sustituidas por estatuas colosales de bárbaros prisioneros erigidas
en piares y apoyadas sobre plintos. El edificio ha sido atribuido al templo del
emperador Septimio Severo. En los prisioneros se reconoce al los partos
vencidos por él, en los plintos están representadas la Victoria y la Partia
sojuzgada.
El acceso
al foro desde la calle del Lequeo estaba formado por un gran arco sobre el que
Pausanias vio las cuadrigas doradas de Helios y de su hijo Faetón. A
continuación hay un pórtico detrás del cual está la fuente Anfítrite. En uso ya
en época arcaica y celebrada por sus aguas, la fuente sufrió numerosas
modificaciones hasta el arreglo monumental realizado por el mecenas Herodes
Ático en el siglo II, con un gran patio con tres ábsides y un embalse
rectangular al descubierto.
La bema.
El lado
este del ágora está ocupado por los restos de la Basílica Julia, llamada así
porque probablemente fue construida en la época de Augusto. Serví de tribunal y
de sala de reuniones. Bajo la escalera de entada se ha encontrado en piedra calcárea,
la línea de salida para los certámenes de carreras en el estadio, que ocupaba
gran parte del ágora griega.
Las tiendas
que delimitaban el lado sur del ágora, o más exactamente su nivel inferior,
están interrumpidas en el centro por la bema, la tribuna desde la cual
hablaban los oradores y el gobernador romano. Es tradición que Pablo de Tarso,
acusado por los judíos de Corinto, intervino aquí para defender la religión
cristiana delante de Lucio Julio Galio Anneo (hermano del filósofo Séneca y tío
del poeta Lucano), que fue procónsul, es decir, gobernador de la provincia de
Acaya desde año 51 al 52. Sobre la bema se levantó en la Edad Media, una
iglesia de tres naves de la que aún quedan los cimientos.
Estoa sur.
La parte
más alta del ágora, a la que se accedía por escaleras abiertas entre las
tiendas, estaba delimitada al sur por un pórtico en dos planos, de unos 160 m
de largo, y construido en el siglo IV a. C., que se puede considerar
la construcción civil más grande de la Antigua Grecia. Excavado una mitad en
1904, y la otra en 1933 y 1939, el resultado de las excavaciones fue publicado
en 1954 por Oscar Broneer, que estudió sus importantes modificaciones desde la
época griega a la romana. Originariamente, la estoa sur estaba constituida por
una doble columnata, con 71 columnas dóricas en el exterior y 34 jónicas en el
interior, en las que se abrían 33 tiendas u oficinas de dos plantas. Cada
tienda estaba dividida en dos ambientes, en el primero se encontraba un pozo de
agua que llegaba desde la fuente Anfítrite. El destino del edificio no es aún
totalmente seguro, dado que en las excavaciones se han hallado muchos
fragmentos de copas de vino, se ha sugerido que se trate de una especie de gran
albergue destinado a las muchas heteras de Corinto, o más sencillamente que
reagrupara una serie de tabernas, en las que los pozos servirían para conservar
frescos el vino y los alimentos. Pero puesto que el edificio es de época
macedónica, se ha expuesto otra hipótesis: la estoa sur habría sido construida
para alojar a los representantes o delegaciones de las diversas ciudades
griegas, que habrían tenido en la planta superior sus alojamientos y en la
inferior sus oficinas o almacenes, o también lugares de diversión. Cuando se
disolvió la Liga de Corinto, después de Alejandro Magno, habría sido destinada
a otros usos. En época romana el edificio fue reconstruido y ampliamente
modificado. En una parte se pueden reconocer los edificios administrativos de
la ciudad: la sede de los agonotetas, que dirigían los Juegos Ístmicos, la
curia o bouleterion, sede del senado local, la oficina de los duoviros, es
decir, de los dos magistrados más importantes de la colonia, y también la
oficina del gobernador de la provincia. Detrás del gran pórtico fue añadida una
nueva basílica rectangular muy parecida a la Julia. Otro edificio, el llamado
sudoriental, situado en el lado este del ágora, se ha propuesto su
identificación con el tabularium, el archivo ciudadano. Estaba precedido por un
pórtico jónico y dividido en tres naves.
Centro urbano
Templo E.
Al oeste
del ágora, junto al moderno museo, están los restos de un gran templo períptero
sobre un alto podio, el templo E, originariamente en el centro de un amplio
patio. Su identificación, sobre la base de la descripción de Pausanias, con el
templo dedicado a Octavia la Menor, la hermana de Augusto, es poco segura. Se
ha pensado también en el Capitolio, el templo de la tríada capitolina: Júpiter,
Juno y Minerva, o en un Augusteo, es decir, en un templo dedicado a la familia
imperial julio claudia, fundadora de la nueva Corinto.
Más al
norte está la fuente Creúsa excavada en la roca, entre las más antiguas y
modificadas en diversas ocasiones. El cercano templo C, en un recinto cuadrado,
era quizás el de Hera Acrea, cuyo culto provenía probablemente de la no lejana Peracora.
Odeón.
Poco más al
norte están los restos del teatro y del odeón, unidos por un edificio de varias
plantas reconstruido en el siglo II por Herodes Ático. El teatro, estudiado por
R. Stillwell en 1952, es sus restos visibles de época romana, pero también se
han individualizado vestigios del más antiguo teatro griego, quizás del siglo
V a. C. El odeón, exhumado en 1907 y estudiado por Oscar Broneer en
1932, con forma de pequeño teatro cubierto, resulta de implantación romana.
Servía preferentemente para espectáculos musicales. Ambos edificios fueron objeto
de diversas transformaciones, y en el siglo III fueron utilizados para
organizar combates de gladiadores. La orchestra semicircular del teatro
podía ser también ampliada para organizar allí espectáculos acuáticos, los
llamados tetimimos, representaciones míticas en honor de Tetis.
Las
excavaciones se desarrollaron también a lo largo de la ancha calle pavimentada
que llevaba del ágora hacia el Lequeo, flanqueada por estrechas aceras y
bordeada de pórticos, que permitían poder pasear tanto al sol como a la sombra.
La presencia de peldaños muestra que la zona no era utilizada para el tráfico
rodado. En su izquierda, más allá de la basílica, se han hallado los restos de
un mercado romano con una gran exedra. En la derecha, además de la fuente
Anfítrite, están los restos del períbolo de Apolo, un gran patio con columnas
famoso en la antigüedad por una gran estatua del dios y por un fresco que
representaba el episodio homérico de Odiseo matando a los pretendientes a la
mano de Penélope. Más allá hay un edificio termal, quizás identificable con las
termas de Euricles recordadas por Pausanias y, aún más lejos del ágora, solo
en parte excavados los restos de otras termas más grandes.
Más lejos
del centro urbano, unos 400 m al norte del teatro y a lado de los muros, está
el complejo del Asclepeion, el santuario del dios de la medicina Asclepio,
excavado entre 1929-1934 bajo la supervisión de Ferdinand Jozef Maria de Waele,
de la universidad holandesa de Nimega —entonces perteneciente al staff de la
Escuela Norteamericana— y publicado en 1951 por C. Roebuck, que completó las
excavaciones. Está constituido por un pequeño templo dórico (unos 15 x 8,5 m) y
dentro de un gran patio de columnas y por un segundo patio, también conectado
al culto de Asclepio, con la fuente que Pausanias llama Lerna. Del Asclepeion
proceden muchos elementos anatómicos de terracota (brazo, piernas, manos, pies,
etc.) ofrecidos al dios pro una curación obtenida.
A los pies
del Acrocorinto, Ronald Strout excavó en 1964 el santuario de Deméter y Coré de
la Corinto griega. Los restos bastante mal conservados, abarcan del siglo VI al
IV a. C. Allí se reconocen ambientes para banquetes, que formaban
parte del ritual del culto, y se han encontrado muchas estatuillas femeninas de
terracota y numerosos platos para ofrendas votivas.
El diolkos,
o también diolcos en griego antiguo, «a través» o «al otro lado» y
«portaje» o «transporte»), fue un camino guiado de la Antigua Grecia, a través
del cual las embarcaciones podían cruzar el istmo de Corinto por tierra
haciendo un portaje, yendo del golfo de Corinto al golfo Sarónico. La calzada,
que debía de extenderse entre 6 y 8 kilómetros, incluía una especie de carriles
rudimentarios. Estuvo operativo desde el año 600 a. C. hasta el
siglo I de nuestra era.
El diolkos
permitía a los barcos navegar desde el mar Jónico hasta el mar Egeo, evitando
navegar alrededor de la península del Peloponeso, cuyo litoral rocoso era
sumamente peligroso: muchos barcos mercantes fueron destrozados sobre los tres
promontorios de la península, especialmente el cabo Matapan y el cabo Malea. En
contraste, tanto el golfo de Corinto como el golfo Sarónico son relativamente
aguas abrigadas. Además, el viaje por tierra por el istmo ofrecía una ruta
mucho más corta a Atenas para los barcos que navegaban de/hacia la costa jónica
de Grecia.
Es probable
que el diolkos fuera desarrollado por el segundo "tirano"
(gobernante) de Corinto, Periandro (628-588 a. C.).
Si es así,
este medio de transporte fue aparentemente la segunda elección de Periandro,
después de prever un canal original que atravesase completamente el istmo. Fue
disuadido aparentemente por matemáticos egipcios, quienes le advirtieron que,
al conectar los dos mares, se corría el riesgo de sumergir el Peloponeso entero
al calcular erróneamente las diferencias de nivel entre los dos mares.
Periandro
reemplazó el método previo de transportar barcos —sobre grandes rodillos de
madera— con unos 6 km de calzada desde Esquinunte, en el golfo Sarónico, hasta Trecén,
en el golfo de Corinto.
El camino,
que variaba de 3m a 6m de ancho, fue pavimentado con bloques de piedra caliza.
Estos fueron puestos sobre una capa honda de arena y grava. Dos surcos
paralelos fueron cortados en el camino, con 1,5m de separación (asombrosamente
cerca de los 1,435 m de anchura estándar del ferrocarril moderno). A lo largo
de éstos corrían las ruedas del Olkos, un vehículo análogo a un vagón de
plataforma moderno, sobre las que botes eran tirados por equipos de esclavos o
animales. Las cargas de los barcos transportados serían descargadas para
reducir el peso y llevadas por separado al otro lado del istmo y luego vueltas
a cargar en el otro extremo bien en otros barcos o, si se transportaban
también, en los mismos.
El camino
realizaba curvas para reducir las pendientes que tenía que salvar en los dos
extremos.
Los límites
de capacidad de levantamiento de las grúas de la época, y la capacidad del Olkos,
deben haber restringido el uso del diolkos a los barcos más pequeños.
El
transporte, a través del camino de una longitud de unos 6 km, podía llevar
entre 3 y 8 horas.
El
transporte se realizaba a cambio de un peaje.
Hay
secciones del camino todavía visibles en la actualidad, y unos 500 m de su
recorrido fueron excavados en el período 1956- 62.
El diolkos
permaneció en uso durante todo el período del gobierno romano en Grecia (c..180 a. C.
- 395) y desde la época bizantina hasta el siglo IX.
Sin
embargo, la idea del canal de Periandro continuó fascinando a los gobernantes
romanos. El historiador Suetonio dice que Julio César planificó un canal a
través del istmo, entre otros grandiosos planes de ingeniería: sin embargo, fue
asesinado antes de que pudiera llevarlo a cabo. El emperador Nerón inició una
excavación, abriendo el suelo personalmente con un pico dorado y retirando la
primera canasta, pero el proyecto fue abandonado cuando murió poco después.
Casi 2.000
años tuvieron que pasar antes de que los barcos pudieran navegar directamente a
través del istmo: el canal de Corinto fue abierto en 1893, transformando el
Peloponeso en una isla.
Epidauro
Epidauro era una
pequeña ciudad griega de la Argólida, península al noreste del Peloponeso. Es
principalmente conocida por su santuario de Asclepio, a unos 8 km al oeste de
la ciudad, y por su teatro, que acoge representaciones aún en nuestros días.
Desde 2011 es uno de los municipios de la unidad periférica de Argólida.
Fue una ciudad-estado
independiente, incorporada al distrito de Argólida por Roma. Su territorio,
bastante reducido, recibía el nombre de Epidauria, y limitaba al oeste
con Argólida, al norte con Corinto, al sur con Trecén, y al este con el golfo
Sarónico. Estaba situada en una pequeña península que formaba una llanura con
viñas y montañas. El puerto estaba en la parte norte de la península, bien
protegido. La ciudad original estaba limitada a parte de la península, pero se
extendió al norte y al sur.
Estaba sólo
a seis horas en barco de Atenas; estaba cerca de Egina y Argos (a esta última
estaba unida por una buena vía), y todo eso contribuyó a su importancia.
La ciudad
fue gobernada por reyes, pero más tarde la oligarquía substituyó a la
monarquía. Más tarde fue gobernada por tiranos.
El actual
municipio de Epidauro se formó en 2011 mediante la fusión de los antiguos
municipios de Epidauro y Asklipieío, que pasaron a ser unidades municipales. Su
capital es la villa de Lygourió, en la unidad periférica de Asklipieío. El
municipio tiene un área de 340,4 km y 8115 habitantes en el censo de
2011.
Estrabón
dice que su antiguo nombre fue Epitauros. Según Aristóteles, Epidauro
estaba ocupada por carios hasta el retorno de los Heráclidas, momento en el
que fue colonizada por jonios, procedentes de la Tetrápolis ática. []En
general se cree que fue colonizada por jonios que fueron expulsados por los dorios.
Pausanias dice que en tiempos de la invasión de los dorios estaba gobernada por
Pitireo, descendiente de Ion, e hijo de Juto, que entregó el país a Deifontes y
los argivos, y se retiró a Atenas con su gente.
Deifontes
es presentado como yerno de Témeno (casado con su hija Hirneto), al que
correspondió Argos en el reparto de las conquistas dorias; las desgracias de
Deifontes fueron objeto de las historias de los poetas trágicos.
Es citada
en el Catálogo de las naves como «Epidauro de los buenos viñedos». En
los siglos VII a. C. y VI a. C., pertenecía a la anfictionía
llamada «de los Minias», cuyo emplazamiento estaba situado en la isla de Calauria.
A finales del siglo VI a. C., estaba gobernada por el tirano
Procles, que dio a su hija Melisa en matrimonio a Periandro, tirano de Corinto.
Periandro atacó Epidauro e hizo prisionero a Procles conquistando la ciudad.
Después de la tiranía volvió la oligarquía.
En época
histórica, oligarcas dóricos continuaban siendo los dirigentes de la ciudad,
que era una de las principales ciudades comerciales del Peloponeso, y colonizó Egina
que por mucho tiempo fue una dependencia. También colonizó Cos, Calimnos y Nísiros,
pero cuando el comercio creció, Egina aumentó su importancia y suplantó a la
metrópolis en el siglo VI a. C.
Epidauro
siempre apostó por el régimen oligárquico, lo que la hizo, por una parte,
ganarse las simpatías de Esparta hasta la formación de la Liga Aquea, y por
otra, ganarse la enemistad de Argos, la capital de la Argólida, una vez que en
ésta se instauró la democracia.
La ciudad
de Epidauro estaba gobernada por artinos (artynae) que presidían
un consejo de 180 miembros; los habitantes originales no dorios eran los konípodes
que trabajaban la tierra para sus amos dorios, pero no eran esclavos.
En las Guerras
Médicas, la ciudad envió ocho naves a la Batalla de Artemisio, 800 hombres a Platea
y 10 barcos a Salamina. Al acabar la guerra, Salamina se alió con Esparta y
entró en la Liga del Peloponeso, contra Atenas y la Liga de Delos. Tomó parte
en el «asunto de Corcira» y proporcionó trirremes a Corinto. Epidauro
constituyó un punto neurálgico del enfrentamiento entre Atenas y Esparta.
En el 419 a. C.,
durante la Guerra del Peloponeso, los argivos intentaron conquistar la ciudad,
pero fueron rechazados.
En 243 a. C.,
Epidauro reunió a la Liga Aquea. En el verano del 225 a. C., fue
tomada por Cleómenes III, rey de Esparta. Más tarde, toda la Liga se aliaría
con Roma con la que firmaría un tratado de paz en 198 a. C.
Escipión
Emiliano la visitó en 168-167 a. C., en la misma época que otros
grandes lugares del helenismo, como Atenas, Delfos y Olimpia. En 87 a. C.,
es arrasada por Sila, que saqueó el tesoro del templo.
El
santuario fue destruido por los godos de Alarico en el 395 d. C.
La última
mención de Epidauro se remonta al siglo VI, en el Synekdemos de Hierocles,
una obra que describe las divisiones administrativas del Imperio bizantino.
La antigua
ciudad de Epidauro estaba en la península de Aktí (hoy llamada Nisí) a unos 9
km del santuario. Su nombre proviene de la locución griega epi tis auras
(“sobre la brisa”).
Santuario de
Epidauro
El santuario de Epidauro (Junto al Golfo
Salónico) estaba rodeado de un bosque de pinos y altas montañas. El santuario surgió en el VI a.C. Destaca por el culto a
Asclepios, aunque también había cultos a divinidades sanadoras como el padre de
Asclepios, Apolo, a Egeia, y a dioses egipcios. Del santuario sólo tenemos
pocos restos y muchos de ellos de la época tardía. Posteriormente en el
santuario se realizó un templo cristiano, viéndose así el valor espiritual que
tuvo este espacio. Este lugar sagrado tuvo una gran fama y prosperidad durante
todo el período helenístico, y estuvo en ocasiones a punto de desaparecer, como
en el 87 a.C., que fue saqueado por el general romano Sila, y en el 67
a.C., saqueado por los piratas. En el siglo II d.C. el santuario disfrutó de un
nuevo auge con los romanos, pero en el año 395 los godos asaltaron y asolaron
nuevamente este santuario peloponesio.
Esquema
donde se aprecia con el número uno la ubicación del templo principal del
Asclepeion de Epidauro.
El santuario se encontraba rodeado por murallas
con dos grandes puertas de entrada. Lo que empezó siendo un lugar de culto para
honrar a Asclepios terminó siendo un gran lugar de peregrinación para muchas
personas que ansiaban curarse de sus males. Por
ello se fueron levantando poco a poco edificios nuevos para albergar y atender
a los peregrinos. Nos encontramos también en este santuario templos dedicados a
Artemisa y a Afrodita. En las excavaciones arqueológicas realizadas en estos
templos se han detectado una gran cantidad de objetos relacionados con el culto
a estas divinidades. El templo de Artemisa es un templo con un porticado dórico
y realizado en grandes bloques calcáreos. Este templo carecía de opistodomo
(como el templo de Asclepios) y tenía una importante rampa que estaría frente
al altar de la diosa. También sabemos que en este templo habría una imagen
dedicada a Artemisa de proporciones considerables.
La tholos de Epidauro tiene como
precedente la tholos de Delfos, hecho por Policleto el Joven
(autor también del teatro de Epidauro), y cuyos sótanos formaban una especie de
laberinto donde quizá se llevara a cabo algún ritual iniciático o se guardasen
las serpientes del dios de la medicina.
En el centro del templo existía un elaborado diseño que
alternaba losetas en blanco y negro de forma romboidal que confluían en el
centro, donde vemos un círculo blanco de piedra. Desde el centro se podía
acceder a un laberinto formado por 3 corredores. En este laberinto se guardaban
serpientes de una especie concreta a la que se ha llamado paries, símbolo
del dios de la medicina Asclepios, ya que éstas eran usadas con fines
medicinales lamiendo y purgando las heridas de los enfermos y, según nos dice
Pausanias, eran consideradas especies no peligrosas. Los casetones que aparecen
en este templo son de una gran belleza y calidad.
Entre el
templo de Artemisa y el de Asclepios se encontró (en la excavación de
Kavvadias) un espacio que algunos lo han interpretado como lugar de reunión del
clero del santuario, aunque algunas teorías más recientes creen que sería un
templo dedicado a Apolo Meleditas. La construcción tendría cuatro
brazos, apareciendo en uno de ellos un peristilo, además de dos plantas.
También se piensa que pudo servir como estancia para los enfermos.
El conjunto
del templo estaba en una llanura rodeada de montañas; este valle es aún llamado
Hierón («sagrado»), y la ciudad que allí existe se llama Koroni,
derivado de Coronis (o Corónide), la madre de Asclepio. Las montañas se llaman
actualmente Bolonidia, pero antiguamente se llamaban Títión (Titthium), porque
el hijo de Coronis fue amamantado por una cabra.
Era un
recinto sagrado que tenía diversos edificios públicos. Al sudoeste, en el
camino de Trecén, estaba el templo de Apolo, en la montaña llamada Cinortion
(Cynortium); en un monte llamado Corifeo (Coripheum) se situaba el
templo dedicado a Artemisa Corifea, probablemente al sudoeste del valle.
El templo de Asclepios en Epidauro fue una edificación
muy importante del santuario y tenemos la suerte de que haya aparecido una
inscripción en una pieza de gran tamaño y calcárea que nos muestra cómo fue la
edificación y que el arquitecto principal de la misma fue Theodotos
de Phokaia, así como
que el trabajo duró cinco años (380 a.C. – 375 a.C.). El templo está
fundamentado con bloques de roca calcárea y estuvo recubierto de mármol en los
coronamientos de los muros largos y en las piezas del frontón. El templo es un
períptero dórico con seis columnas en la parte frontal y trasera y once en cada
lateral. La pronaos estaba precedida por dos columnas en antas. Además,
el templo de Asclepios en Epidauro carecía de opistodomo. Dentro de
la cella nos encontramos con los restos de lo que parece ser la base de
una estatua, seguramente dedicada al dios Asclepios. Se descubrió una
fosa con unas medidas de 2,70 x 1,25 x 0,50 metros, que según nos
muestra una epigrafía hallada podría ser el lugar donde se hallaba el tesoro de
Asclepios. La cubierta del techo del templo sería de tejas y no de mármol,
como alguna vez se ha pensado. La
decoración del techo a la entrada tuvo que ser muy espectacular, como nos
muestran las fuentes, ya que seguramente el espacio porticado de la entrada
tendría casetones muy bien elaborados, decorados con hojas de acanto, rosetas y
flores. La cella estaría muy bien decorada con elementos de oro,
no así la pronaos.
En frente del templo se
encontraba el Altar de Asclepios, lugar donde iban los peregrinos a pedir
gracias al dios. En el
templo de Asclepios habría una estatua del dios a la cual se le harían grandes
ofrendas y se le dedicarían valiosos presentes en arcilla y en metal, las
cuales eran imitaciones de las partes de su cuerpo que deseaban curar. En
lo referente a las esculturas del templo nos encontramos con el nombre de
Timotheos, del cual se piensa que pudieron surgir estatuas del frontón
occidental. Habría también estatuas que actuarían de acroteras en el asclepeion.
Gracias a los fragmentos recuperados podemos decir que seguramente la escena
que aparecía representada en el frontón occidental del templo de Asclepios se
tratase de una amazonomaquia. Conservamos una escultura de una mujer sobre un caballo
que seguramente fuera el centro del frontón. La elaboración del frontón es
atribuida a Timotheos, quien pudo tener relación con los trabajos del mausoleo
de Halicarnaso.
En el frontón oriental nos
encontraríamos con una escena de la Iliopuersis (representaciones de la
Guerra de Troya), atribuida a Hectoridas. De este frontón nos encontramos con restos de torsos
femeninos y masculinos.
Sabemos que había un gran
conjunto de acroteras, de las cuales en la parte occidental nos encontraríamos
una figura femenina en el centro que tendría en la mano una oca y a los dos
lados figuras femeninas montadas a caballos. En el lado oriental nos encontraríamos con una
Victoria alada en el centro y otras dos imágenes a los lados, las cuales
desconocemos. Las acroteras de la parte oriental son atribuidas a Hectoridas,
mientras que las de la parte occidental son atribuidas a Theodotos.
En el interior de la cella habría una estatua de
Asclepios que sería realizada con posterioridad a la elaboración del templo,
seguramente alrededor del 370 a.C. Se piensa que fue Thrasymedes de Paros el
que realizó esta obra. Pausanias nos describe esta obra mostrándonos que
en ella aparecía un perro y la cabeza de una serpiente; además, el dios
aparecería sentado en un trono.
Ritual de Asclepios
El Santuario de Epidauro fue el centro de
curación más conocido de la Antigüedad. Era el lugar donde la gente enferma iba
con la esperanza de ser curada. El ritual de
curación consistía en que con el paso de una noche en la enkoimitiria,
una sala grande para dormir, el dios, supuestamente, les aconsejaba lo que
tenían que hacer para recuperar su salud. En el santuario se encontraba
una casa de huéspedes de 160 habitaciones. También había fuentes de agua
en las cercanías que pudieron haber sido utilizadas en la curación.
El Santuario estaba conformado por terrazas
estructuradas en niveles. En la terraza más baja habría numerosos pozos
utilizados para sacar agua y practicar abluciones rituales. Alrededor de este
gran pozo había unas columnas sobre las que se inscribían los hechos milagrosos
del dios. En la terraza central, los peregrinos ofrecían sacrificios al dios
(en al altar de Asclepios). En ella se haya también el tesauro del
templo. Cada persona que obtenía la ayuda del dios debía hacer una donación. En
la tercera terraza estaría el abatón en el que se lleva a cabo el
llamado sueño terapéutico, la incubatio (que se realizaría en dos
pasillos largos), y que tendría 29 columnas jónicas en su fachada delantera y
trece columnas en el interior que sostendrían el techo. Los sacerdotes
disponían a los enfermos en las salas donde se hallaban dispuestas las camas en
las pasaban la noche. El único documento que describe las actividades
nocturnas, que se producían durante el sueño terapéutico, es un fragmento de una
comedia escrita por Aristófanes que dice lo siguiente:
‹‹Al anochecer los enfermos se acuestan
en las camas de reposo. Los siervos del templo apagan la luz y piden silencio.
Un sacerdote da entonces una vuelta para recoger el pan de los altares. Después
aparece el dios escoltado por sus dos hijas y un esclavo. Va de cama en cama
para examinar a los enfermos y mezcla ungüentos y jarabes.››
El templo de Asclepio contenía la estatua criselefantina
del dios en un trono y con un perro a los pies, obra de Trasímenes de Paros, y
medía la mitad que la del templo de Zeus en Olimpia. En un lado del templo
estaban los dormitorios para los que iban a consultar al dios.
Los otros
edificios eran los templos de Afrodita y Temis, el estadio, la fuente; algunos
erigidos en época romana, entre ellos los baños de Asclepio, un templo de los
dioses Epidotas, un templo de Higía, y un edificio detrás del santuario para
recibir a los moribundos y mujeres preñadas, porque en el templo no se podía
morir ni nacer. En el recinto se celebraba cada cuatro años un festival en
honor de Asclepio con música y concursos deportivos que tenían lugar nueve días
después de los Juegos Ístmicos.
Cuando Emilio
Paulo visitó el santuario después de la conquista de Macedonia, en el 167 a. C.,
aún era muy rico y estaba lleno de ofrendas; pero después fue objeto de muchos
robos, especialmente en tiempos de Sila.
Zona
de culto en el Asclepeion de Epidauro.
Desde la época
clásica, Epidauro gozó de un gran renombre gracias a ese santuario consagrado a
Asclepio, donde se practicaba la medicina por la interpretación de los sueños.
Comprendía varios edificios públicos, entre los cuales había un gran templo
construido en el siglo IV a. C., el tholos, el teatro y algunos
pequeños templos. En honor de Asclepio se organizaban las Asklepieia, un
festival de música y juegos deportivos pentéterico que comprendía carreras de
caballos y, a partir del siglo IV, concursos de poesía. El culto de Asclepio
tuvo su apogeo en la época helenística.
Las ruinas
de Epidauro fueron excavadas a partir del siglo XIX. Han permitido sacar las
ruinas del santuario de Asclepio, de un templo de Artemisa, de un tholos,
de un templo de Afrodita y sobre todo del teatro.
Dice
Pausanias que en el recinto del tholos había unas estelas con los nombres de
los que habían sido curados por Asclepio, y que estaban escritos en lengua
doria. En las excavaciones se han hallado muchas inscripciones en dialecto
argivo, que pertenece al grupo dorio, propio de Epidauro, que lo confirman.
En la
ciudad había también gimnasio, palestra, estadio, pórticos y termas.
El teatro
de Epidauro figura entre los mejores preservados de Grecia. Fue construido
aprovechando la vertiente de una montaña, con un diámetro de 112 metros y 32
filas de asientos en la parte baja, 20 en la parte central y 24 en la superior,
con capacidad para 12.000 espectadores y el proscenio. En la antigüedad era ya
célebre por la armonía de sus proporciones. Fue concebido por el arquitecto y
escultor Policleto el Joven a mitad del siglo IV a. C., igualmente
responsable de la tholos, reseñable por sus columnas corintias adornadas
con bellos capiteles. Las murallas están medianamente bien conservadas en
parte.
El Teatro Epidauro es sin duda uno de los más bellos edificios de la
arquitectura clásica, y una buena muestra de la exactitud y precisión técnica
de la construcción griega. Sirvió como modelo a otros teatros de la antigüedad
y actualmente es el mejor conservado. Fue construido por el arquitecto
Polícleto el joven (S.IV a.C) desapareció después de múltiples saqueos y
descubierto en ruinas en el siglo XIX.
Se construye en la ladera de
una colina, abierto al paisaje y con una estudiada orientación solar, permitiendo
la iluminación natural de la escena y la sombra en la grada. Sorprende, a
pesar de sus grandes dimensiones su precisión geométrica y funcional. El
teatro Epidauro ejemplifica el dominio de la geometría, la exactitud y la
técnica de la construcción en la arquitectura griega.
Pensado para acoger a 14.000
espectadores, se convierte en uno de los teatros más grandes de su época, y se
ha usado en la actualidad. El teatro se construye en piedra y mármol, en forma
de semicircular con un diámetro de 120 m. En el centro está la escena de 20 m
de diámetro está rodeada por un graderío semicircular dividido en dos niveles
por un pasillo.
La acústica del teatro de
Epidauro es excepcional, permite a los últimos espectadores oír y distinguir a
los actores hablando en voz baja. Los asientos forman una superficie
fragmentada que sirve de filtro acústico que transmite el sonido que
viene del escenario a altas frecuencias y hace de difusor a bajas frecuencias.
Se suprime el sonido de frecuencia baja, el componente principal del ruido de
fondo, y rompe las bajas frecuencias de las voces. Además, las filas de los
asientos de piedra, reflejan las altas frecuencias hacia atrás, realzando el
sonido.
Consta de tres partes esenciales: escena, orquestra y graderío.
·
La escena se encuentra a nivel de tierra
y en ella se emplean decoraciones giratorias en forma de prismas triangulares.
·
La orquestra es la parte dedicada al
coro; tiene planta circular y en el centro se alza la estatua dedicada a
Dionisos, dios en cuyo honor se celebra la fiesta.
·
El graderío tiene planta
ultrasemicircular, rodeando en parte a la orquestra.
El teatro más famoso es el de Epidauro, construido por Policleto el Joven a finales del siglo
IV a.C. Se utilizó un desnivel natural del terreno de 24 metros para edificar
una concha de 135 metros
de diámetro que se divide en dos zonas. La parte inferior del hemiciclo está
dividida en 12 cuneus[1]
con una treintena de gradas cada uno mientras que en la zona superior se hallan
22 cuneus con 20 gradas cada uno. En total podía albergar hasta 15.000
espectadores que disponían de dos tipos de asientos: los del pueblo consistente
en las propias gradas y los de las personalidades políticas, con respaldo y
brazos.
Sobre la parte anterior del proscenio apoyaban 18 columnas jónicas
y las superficies interpuestas estaban pintadas. El proscenio tenía dos
protuberancias a ambos lados que servían de sostén para las escenografías
laterales. En el proscenio, sobre el "logeion"
(balcón en el que aparecían los actores) actuaban los actores y en la orquesta
el coro. El fondo del logeion estaba cerrado por las candilejas.
La cavea estaba dividida, la parte superior con 34 filas de
asientos y la parte inferior con 21 filas separadas por un pasillo abierto
pavimentado. Los espectadores ingresaban a las tribunas inferiores desde el
parodo y desde aquí a las gradas de las tribunas superiores las últimas filas
se entraba directamente de las áreas circundantes. Algunos estudiosos sostienen
que esta parte superior ha sido agregada al final del periodo helenístico para aumentar
la capacidad del teatro de 6.000
a 12.300 espectadores.
En los teatros se celebraban representaciones que eran un homenaje
religioso en honor del dios del vino y de la inspiración, Dionisio. Así el
teatro de Epidauro se integra en un gran santuario del dios de la medicina,
Asclepio, en el que los enfermos encontraban ayuda divina para su curación.
Desde las tribunas superiores se aprecia el paisaje maravilloso
que envuelve al santuario. Los espectadores en la antigüedad podían apreciar el
paisaje con sus edificios sagrados sin ser molestados por los rayos solares.
El teatro no sufrió ninguna de las intervenciones que alteraron
los otros teatros de la antigua Grecia durante el dominio romano. Por esto el
teatro del santuario de Epidauro es considerado como el más bello y genuino.
Desde tempranos inicios, los teatros griegos y posteriormente los
romanos se preocuparon de perfeccionar la proyección de las voces de los
actores hacia la audiencia. Los actores utilizaban máscaras para incrementar la
expresión facial y al mismo tiempo amplificar sus voces. La audiencia se
mantenía próxima al escenario. Es seguro que la mayor parte de los teatros
antiguos tenía una acústica bastante mediocre; solo algunos de ellos alcanzaron
fama de gran perfección acústica. Para amortiguar el eco se instalaron vasijas
de barro bajo los asientos, que contribuyeron a la excelente acústica del
teatro.
El objetivo acústico fundamental que se trata de lograr al diseñar
un espacio destinado a actividades teatrales es que el grado de
comprensibilidad del mensaje oral sea óptima desde todos los puntos del
auditorio. Al aire libre, el único sonido que se propaga desde la fuente hasta
el receptor es el sonido directo. El nivel de presión sonora asociado al mismo
disminuye 6 dB cada vez que se dobla la distancia a la fuente. La máxima distancia a la que se
puede oír un mensaje oral emitido en una zona de máximo silencio (con ausencia
total de viento, es de 42 m
en la dirección frontal del orador, de 30 m lateralmente y de 17 m en la dirección
posterior. A distancias superiores el mensaje deja de ser inteligible, con
independencia del lugar elegido para llevar a cabo la experiencia. La reducción
tan significativa de la máxima distancia a medida que la dirección considerada se
aleja de la dirección frontal se debe a las características direccionales de la
voz humana.
En los teatros griegos se alcanzaban distancias sustancialmente
superiores a las anteriormente mencionadas. En Epidauro el asiento más alejado
del escenario se encontraba a 70
m y la inteligibilidad en ese punto es sorprendentemente
buena. La explicación estriba en el hecho de que el teatro se hallaba ubicado
en una zona con ruido ambiental extremadamente bajo y que además el sonido
directo que llegaba a cada punto se veía reforzado por la existencia de
primeras reflexiones (retardo máximo de 50 ms respecto a la llegada del sonido
directo). Tales reflexiones se generaban en la plataforma circular altamente
reflectante situada entre el escenario y las gradas, denominada orchestra.
Si además tomamos en consideración la reflexión producida por la
pared posterior del escenario y las máscaras utilizadas por los actores, que al
parecer desempeñaban una función acústica al actuar como un megáfono por
delante de la boca, justifican el hecho de alcanzar los 70 m de Epidauro. Y por tanto
esa es la razón por la que tenía un aforo de 14.000 espectadores, una cifra muy
superior a los teatros romanos posteriores. Para hacerse una idea, los mayores
teatros actuales no suelen sobrepasar los 1.500 espectadores.
La forma típica de abanico de los teatros griegos abarcaba en este
caso 210º. Implica que tanto la visibilidad como las condiciones acústicas en
las zonas situadas a ambos extremos de la plataforma circular eran menos
favorables que en las zonas restantes. Esas localidades se reservaban para los
extranjeros, para los espectadores que llegaban tarde a la representación y
para las mujeres.
Otra característica de los teatros griegos era la fuerte pendiente
de sus gradas, normalmente entre 20º y 34º. Estos elevados valores eran
beneficiosos para lograr buenas visuales desde todos los puntos de las gradas y
para obtener mayores ángulos de incidencia de los sonidos directos y reflejado.
En concreto el teatro de Epidauro disponía del círculo interior con una
pendiente de 26,2º, el anillo exterior de 26,5º, mientras que el ángulo formado
por el plano de las gradas y las diversas reflexiones sobre la plataforma
circular era siempre mayores que 5º. Eso se conseguía debido a que la altura
del escenario no superaba los 3,50
m .
Actualmente el teatro de Epidauro es conocido en todo el mundo,
porque cada verano desde 1954 se realiza el "Festival de Epidauro".
En su escenario los actores del Teatro Nacional de Atenas, representan las
tragedias y las comedias clásicas. Miles de espectadores llegan de todas partes
de Grecia y del exterior para participar de la celebración del festival y
disfrutar del encanto del suelo sagrado del Santuario de Epidauro
Las ruinas
de la antigua Epidauro fueron nombradas como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco
en el año 1988. Su ubicación se encuentra al suroeste de actual pueblo de
Palea Epidavros.
Argos
Argos es una ciudad griega del Peloponeso, en la
unidad periférica de Argólida, situada cerca de la capital, Nauplia, que es su
puerto histórico. En 2011 la ciudad de Argos tenía 22 209 habitantes.
Su
fundación data de c. 2000 a. C. (aunque existe una creencia popular
de que es la ciudad más antigua de Grecia). Fue una ciudad próspera que tuvo
participación en muchos de los principales eventos de la historia de Grecia en
la Antigüedad y la tradición la consideraba como patria de numerosos personajes
de la mitología griega, particularmente los que tomaron parte en la epopeya de Los
siete contra Tebas. La acrópolis de Argos se llama Larisa desde la Antigüedad.
Su nombre
proviene de la raíz griega arg-, que significa «cualquier cosa
brillante» (cf. argyros significa «plata»). La región de Argos es
llamada Argólida y sus habitantes se llaman argivos.
Tradición mítica
La leyenda
atribuye su fundación al pelasgo Ínaco, a su hijo Foroneo o a su nieto Argos. Sus
descendientes reinaron durante varias generaciones y Gelánor, el último rey de
esta dinastía, fue derrocado por el egipcio Dánao.
A este le
sucedió Linceo, y a este, Abas. Los dos hijos de Abas se repartieron el
territorio: Acrisio se quedó con Argos y Preto hizo lo propio con Tirinto.
Perseo,
hijo de Dánae y nieto de Acrisio, intercambió Argos con Megapentes, que reinaba
sobre Tirinto.
En tiempo
del rey Adrasto se produjo la primera expedición de los argivos contra Tebas,
conocida como Los siete contra Tebas, en la que el objetivo era devolver
el trono a Polinices, hijo de Edipo, pero esa primera expedición fue un fracaso
y años después tuvo lugar una segunda expedición de los argivos comandada por
los Epígonos, en la que sí consiguieron tomar Tebas. Estos eventos generaron
una abundante producción literaria como la serie de poemas de la época arcaica conocida
como ciclo tebano o numerosas tragedias de la época clásica.
Homero, en
el catálogo de naves de la Ilíada, coloca el territorio de Argos,
que comprendía también las ciudades de Tirinto, Hermíone, Ásine, Trecén, Eyonas,
Epidauro, Egina y Mases, bajo el gobierno de Diómedes, que había sido uno de
los epígonos. El hijo de Agamenón, Orestes, unió los gobiernos de Micenas y de
Argos, y más tarde el de Lacedemonia, por el matrimonio con Hermíone, hija de Menelao
y también dominaba parte de Arcadia. Orestes volvió a establecer la capital en
Argos; con su sucesor, Tisámeno, se produjo la invasión de los heraclidas, que
lo expulsaron y se hicieron los amos de Argos.
Historia antigua
Argos
estaba considerada por los griegos como la ciudad más antigua de la Hélade. Fue
habitada a finales del segundo milenio a.C. por pueblos pre griegos (pelasgos
según la tradición) y más tarde, por los dánaos considerados como aqueos y de
cultura micénica. Tras la invasión doria, llamada por los griegos "El
Retorno de los Heráclidas", Argos se convirtió en una importante ciudad doria.
Durante el período arcaico, se destacó la figura de Fidón, un rey legítimo de
la casa Teménida que según la tradición se convirtió en tirano. Este
gobernante estableció un sistema único de medidas en todo el Peloponeso y llegó
a controlar los juegos olímpicos a través de los pisatas y en detrimento de los
eleos. Su datación es controvertida, puesto que Pausanias sitúa este suceso
en la olimpiada octava (748 a. C.) pero los historiadores modernos
suelen situar su tiranía en el siglo VII a. C.
Mapa con algunas de las principales
ciudades de la antigua Argólida.
En
cualquier caso esta debió ser una época de gran prosperidad para Argos, que
obtuvo una victoria sobre los espartanos en la batalla de Hisias en el año
669/8 a. C.
Argos
participó en la anfictionía o liga sagrada de ciudades que tenía su sede en Calauria
cuyos miembros originales habían sido Epidauro, Atenas, Prasias, Orcómeno, Nauplia,
Hermíone y Egina.
Las luchas
con Esparta fueron continuas y la causa principal fue la posesión del distrito
de Cinuria o Tireátide, fronterizo entre Lacedemonia y la Argólide; una de
estas batallas ocurrió hacia 545 a. C. que, según Heródoto, fue disputada entre
trescientos argivos y trescientos espartanos seleccionados.
En 514 a. C.,
Egina y Sición, que habían sido aliadas de Esparta contra Argos, fueron
condenadas a pagar una multa por los argivos. Con el rey Cleómenes I los
espartanos consiguieron aplastar al ejército argivo en la batalla de Sepea (494 a. C.),
donde murieron seis mil argivos y la leyenda dice que la ciudad se salvó por
las mujeres, que dirigidas por la poetisa Telesila rechazaron a los espartanos
en las murallas. La sensible reducción del cuerpo cívico argivo como
consecuencia de las pérdidas humanas obligó a integrar a población perieca e
incluso, según Heródoto, esclava.
Entonces
Argos ya sólo tuvo supremacía religiosa y no participó en las guerras contra
Persia por la falta de poder, declarándose neutral; en esta época, Micenas y Tirinto
eran independientes y aliadas de Esparta. En 468 a. C., los argivos
destruyeron Micenas y por la misma época Tirinto, Hisias, Midea, Orneas y otras
ciudades de la región. Muchos ciudadanos de esas ciudades fueron trasladados a
Argos con el fin de contrarrestar el poder de Lacedemonia. En una fecha
indeterminada pero próxima a esta época, una alianza entre Argos y Tegea había
sido derrotada en una batalla por los lacedemonios.
En el
450 a. C., Argos y Esparta firmaron una paz de treinta años, que
proporcionó cierta estabilidad al Peloponeso.
Mientras
duró el poder dórico había tres clases de ciudadanos: los dorios de la ciudad
divididos en tres tribus (más tarde cuatro) entre los cuales había algunos que
no eran dorios; los periecos, antiguos habitantes aqueos; y los gimnetes,
esclavos colectivos, equivalentes a los hilotas de Esparta. El rey era el jefe
del estado y fue descendiente de Témenos hasta el rey Meltas, y después hubo
otra dinastía la cual gobernaba en tiempos de las Guerras Médicas. El rey tenía
el poder limitado por un Consejo. Pero al llevar allí nuevos habitantes, la
estructura cambió y la monarquía fue eliminada y se estableció un gobierno
democrático con un consejo, el cuerpo de los ochenta (probablemente de origen
aristocrático) y los artynais, que eran los que dirigían el consejo. Una
de las instituciones de la ciudad fue el ostracismo. También se establecieron
cortes militares en las que los soldados juzgaban la conducta de sus jefes a la
vuelta de una expedición militar.
La
supremacía religiosa sobre regiones vecinas aún duraba al comenzar la Guerra
del Peloponeso, en 432 a. C.
Algunos
años antes de esta guerra, Argos había firmado una alianza con Atenas pero se
mantuvo neutral durante los primeros diez años de la guerra, la llamada Guerra
arquidámica, porque tenía un tratado de tregua de treinta años con Esparta.
Argos incrementó su riqueza, mientras Esparta se empobrecía con la guerra. La Paz
de Nicias (421 a. C.) condujo a Argos a buscar la supremacía en el
Peloponeso, por lo que se alió con Atenas, Mantinea y Élide en la llamada
«Cuádruple Alianza». Poco después de formalizar este pacto, los argivos, por
motivaciones religiosas, devastaron por sí solos el territorio de Epidauro.
Para el enfrentamiento contra Esparta, Argos formó un cuerpo de un millar de hoplitas
escogidos, entrenados y alimentados por el Estado. La derrota de los coaligados
en la Batalla de Mantinea, en 418 a. C., supuso la desintegración de
la alianza y, como corolario, un derrocamiento de la democracia argiva
promovida por el cuerpo de élite de Los Mil. Al cabo de unos meses el
pueblo se rebeló y expulsó a los oligarcas y el nuevo gobierno renovó la
alianza con Atenas e inició la construcción de murallas que llegaron hasta el
mar, pero que fueron destruidas por los espartanos antes de que pudieran
acabarse de construir. Argos permaneció en la alianza ateniense durante el
resto de la Guerra del Peloponeso, aunque de manera inefectiva, pues el ejército
hoplítico argivo poco tenía que hacer en un escenario naval en el Egeo.
Después de
la guerra, Argos estuvo siempre al lado de los enemigos de Esparta. En 395 a. C.
fue aliada de Atenas, Beocia y Corinto contra Esparta en la llamada Guerra de
Corinto, que se cerró con la Paz del Rey en 386 a. C. Durante la
misma, los argivos tuvieron aspiraciones de controlar, tal vez anexionarse,
Corinto, pero fueron frustradas. En 362 a. C., Argos combatió junto
con Tebas, atacada por Esparta, que tenía como aliada a Atenas. Por este
tiempo, los oligarcas intentaron recuperar el poder y el pueblo se vengó con
disturbios (llamados escitalismos, que significa palo) que causaron la
muerte de más de mil oligarcas y demócratas moderados.
Bajo el
dominio macedonio, que se consolidó tras la batalla de Queronea en el
338 a. C., Argos gozó de un nuevo periodo de apogeo, aunque no tuvo
importancia política.
En el año
272 a. C. el rey Pirro de Epiro murió durante un ataque que realizó
contra la ciudad. En esta época, Argos fue gobernada por tiranos ayudados por
los reyes de Macedonia, que duró hasta que Arato, después de derrocar a los
tiranos de Sición y Corinto, convenció a Aristómaco, tirano de Argos, de
renunciar al poder. Entonces Argos se unió a la Liga Aquea (229 a. C.),
a la que permaneció unida hasta la conquista romana en 146 a. C.
con la excepción de la ocupación de la ciudad por los espartanos bajo Cleómenes
III, y después bajo Nabis, tirano de Esparta, y su mujer. Después del
triunfo romano en el 146 a. C., sobre la Liga Aquea, fue anexionada a
la provincia de Macedonia, y con Augusto, a la de Acaya, perdurando como ciudad
floreciente durante toda la época imperial. Bajo los romanos fue cabecera del
distrito de Argólida.
Fue
saqueada por los godos en el 267 y 395.
Lugares de culto y
personalidades destacadas en la Antigüedad
La deidad
local más importante fue Hera, de origen aqueo. El Hereo de Argos, situado
algunos kilómetros al norte de la ciudad, era el centro de culto de todo el
distrito. En la acrópolis de Argos había un templo de Zeus Lariseo y un templo
de Atenea, y en el camino de ascenso estaban un santuario de Hera Acrea, un
templo de Apolo Deiradiotes y un santuario de Atenea Oxiderces. También había en
la ciudad templos de Apolo Licio, Dioniso, Afrodita Urania, Hera Antea, Hécate,
Asclepio y Tique y santuarios de Leto, Deméter Pelásgide, Poseidón Prosclistio,
Ilitía, Ártemis Peitó, Atenea Sálpinga, Cefiso, Afrodita, Zeus Nemeo, Zeus
Soter y las Horas, así como de los héroes Anfiarao y Batón.
En el siglo
VI a. C., fue sede de una escuela de escultura, en la que destacaron
Agéladas y sus tres discípulos, Fidias, Mirón y Policleto, tres de los más
grandes escultores antiguos. En el mismo tiempo destacó el músico y poeta
Sacadas (hacia el 590-580 a. C.). La poetisa Telesila fue también un
personaje destacado. Pirro fue enterrado en el templo de Deméter cerca de
Argos. Merece también una mención el escritor helenístico Sócrates, autor de
una Descripción de Argos.
Arqueología
Los
primeros descubrimientos se remontan a los años 1902-1930 y corresponden a los
trabajos de Carl Wilhelm Vollgraff. En las cercanías de la zona oriental y en
el llano a los pies de Larisa, se hallaba la antigua acrópolis. En ella se
erigieron los templos de Zeus Lariseo y de Atenea Polias. Vollgraff sacó a la
luz parte del teatro, el odeón y el ninfeo romano, además de los restos de un
gran pórtico. Estos hallazgos permitieron identificar la ubicación del ágora.
Mapa del recinto arqueológico
Trihemióbolo de Argos del
270-260/50 a. C.
En 1952, la
Escuela Francesa de Atenas reanudó las excavaciones de Argos. Se descubrió una
gran sala hipóstila situada junto al ágora, que Vollgraff creyó que era un
templo. Fue construida en la primera mitad del siglo V a. C. y
restaurada en época romana. Se pensó que se trataba del buleterion. Junto a la
sala hipóstila, hacia el este, había en el ágora un largo pórtico que
constituía su límite meridional: se doblaba hacia el sur, en su extremo oriental,
continuando con un ala de unos 23 m. Parecía que el pórtico delimitara un
amplio espacio, tal vez una palestra, al que daba la espalda, comunicándose
mediante una rampa con la sala hipóstila. Se ha sugerido que existió un ala
simétrica situada al oeste.
Las
excavaciones de 1953 sacaron a la luz el denominado templo redondo del ágora:
construcción circular períptera octástila, es decir circundada por ocho
columnas. Las excavaciones han revelado la existencia de un bothros
subterráneo, una especie de pozo con escalerita y corredor, que se extendía
hacia el norte, de destino incierto, probablemente se trataba de un ninfeo de
época romana. También en el mismo año se descubrió, al norte del ágora, una
gran sala decorada con mosaico romano, mosaicos de tema dionisíaco que formaba
parte de una residencia del siglo IV-V.
El odeón
romano, que Vollgraff había identificado en 1928, se construyó sobre un
edificio más antiguo (siglo V o inicios del IV a. C.) del que queda
una larga escalinata rectilínea, excavada en la roca de Larisa. Se ha sugerido
que podría tratarse de la «Pnyx argiva», el lugar donde se reunían las
asambleas populares, pero René Ginouvès, que estudió el monumento y publicó los
resultados en 1972, prefiere denominarlo «teatro con gradas rectas»,
considerándolo el teatro más antiguo de Argos. Del odeón (que se remonta al
siglo I a. C., aunque remodelado en el siglo III), se conserva solo
la parte inferior de a cavea (14 escalones) excavada en la roca, mientras que
la parte superior debía de sustentarse en construcciones artificiales. La
orchestra era muy pequeña, adoranda con mosaicos, mientas que el proscenio
presentaba nichos decorativos.
La campaña
de 1953 se saldó con otro descubrimiento: el gran complejo termal romano (siglo
II) entre el ágora y el teatro. Las excavaciones de 1954 interpretaron el
conjunto: de oeste a este se sucedían una gran sala con ábside, una sala
transversal (el vestuario), el frigidarium (baño frío), con dos piscinas
laterales y una antecámara que introducía a tres caldaria (baños
calientes). Se conservan bien las columnitas de ladrillo de los hipocaustos, es
decir los vanos situados bajo el pavimento por los que circulaba el aire
caliente y que servían para calentar las estancias.
Del templo
de Afrodita quedan los cimientos de piedra. Es del 430-420 a. C.
Delante del
ninfeo romano que descubrió Vollgraff se descubrió una terraza artificial
sostenida por un grueso muro de técnica poligonal. Es probable que aquí tuviera
su sede el Kriterion, es decir el areópago o el tribunal de la ciudad.
Vollgraff
exhumó restos de época clásica en la depresión llamada Deiràs, situada entre
las acrópolis de Larisa y Aspis. Sobre un conjunto de cuatro terrazas se
levantaban los santuarios de Apolo Pizio (o Deiradiota, por el nombre del
lugar) y de Atenea Oxyderkes («de la vista aguda»). No queda mucho de ellos,
porque en dicho emplazamiento se erigieron dos basílicas cristianas, aunque se
pueden reconocer en la parte más baja, los restos de un pórtico y de una entrada
monumental, el gran altar de Apolo, tallado en la roca y la escalinata, de 27
m, que conducía a la terraza superior, donde debía hallarse el templo del dios
con el manteion o sede del oráculo., Más al este, otras dos plataformas.
En la meridional es posible que se encontrara el templo de Atenea y en la otra
se hallan los restos de un tholos.
El Hereo
de Argos era el templo principal del santuario en la Argólida dedicado a Hera,
cuyo epíteto «Hera Argiva» (Here Argeie) resulta conocido para los
lectores de Homero. La propia Hera afirmaba ser la protectora de Argos, donde
se guarda el recuerdo en una representación arcaica y anicónica de la Gran
Diosa en un pilar. El sitio, que podría ser el punto de origen del culto a
Hera en la Grecia peninsular, se halla entre Argos y Micenas, dos importantes
ciudades micénicas. El viajero Pausanias, que visitó el sitio en el siglo II,
se refiere a la región como Prosimna. Según Pausanias, Prosimna, Eubea y
Acrea, las tres hijas del río Asterión, fueron las nodrizas de Hera.
El centro
del santuario era el templo, proyectado, realizado y realzado por la
disposición del terreno en terrazas.
El templo
se alzaba en la ladera del monte Acrea, en cuya cima han aparecido los restos
de la acrópolis micénica de Prosimna, y era el más importante de la región. La
elección de este lugar pudo deberse a dos motivos:
·
El poder político argivo
dependía del control de llanura y la posición prominente del Hereo debió ser un
símbolo ostentoso de su autoridad.
·
También pudo estar
condicionada por los restos de un asentamiento que data del Periodo Geométrico.
El periodo
de mayor expansión constructiva del Hereo de Argos fue el siglo
V a. C., y siguió funcionando como lugar de culto hasta la época
romana, como se deduce de la descripción que hizo Pausanias del santuario.
Según una
leyenda recogida por Dictis de Creta, Agamenón fue elegido en el Hereo para
liderar a los argivos contra Troya. Las murallas y los primeros descubrimientos
del sitio datan del Periodo Geométrico, durante el que fue compuesta la Ilíada.
Un asentamiento heládico precedió la construcción del santuario.
El témenos
se extiende a lo largo de tres terrazas escalonadas artificialmente, al pie del
monte sobre un sitio con una vista imponente de la planicie argiva hasta Argos.
El templo arcaico (siglo VII a. C.), estaba erigido sobre la terraza
más alta y fue destruido por un incendio en 423 a. C. Un altar al
aire libre se erigía también en el nivel superior. En el altar, según
Pausanias, estaba esculpida la boda de Hebe y Heracles.
Hereo de Argos
Fue uno de
los primeros templos con columnas de Grecia, lo que subraya el papel prominente
de una ciudad como Argos o Corinto en el desarrollo de la arquitectura griega.
El interior
de adobe del templo arcaico no se conserva, pero sí queda parte del zócalo de caliza,
con las marcas correspondientes a las columnas de madera. Las tejas, de arcilla
según algunos, se pusieron ya en el tejado original o se colocaron al repararlo
posteriormente.
La famosa
escultura criselefantina de Hera de marfil y bronce chapado en oro, realizada
por Policleto, se alzaba en la cella del templo nuevo, construido por el
arquitecto argivo Eupólemo tras el incendio. El templo ardió cuando la lámpara
de la sacerdotisa de Hera, Críside (la cual dormía en el interior del templo),
prendió de forma accidental las cintas colgadas por los devotos de la diosa en
la estatua. Tucídides relata el percance y la reacción de Críside:
Críside huyó inmediatamente aquella noche, a Fliunte,
por temor a los argivos... Estos nombraron a Faínide sacerdotisa. Cuando huyó
Críside, había vivido ocho años y medio (como sacerdotisa) de esta guerra [la
del Peloponeso].
La
reconstrucción del templo por Eupólemo (c. 420-410 a. C.) se llevó a
cabo en la segunda terraza, en la intermedia, y se desconoce el motivo por el
que se cambió la ubicación del templo.
Existieron
otras estructuras, una de las cuales fue el primer ejemplo de un edificio con
un patio peristilar, de 6 por 16 columnas, abierto, rodeado por dos stoas.
El nivel inferior conserva los restos de una stoa, levantada sobre unos
cimientos de piedra caliza de 39,5×20 m. Los antiguos muros de contención
sostienen los niveles escalonados planos. En el lado oriental del templo se
construyó una rampa de acceso. En este templo las tejas, los frontones y las
metopas eran de mármol. Se utilizó piedra local para las escalinatas y la
base del templo, y piedra de Poros para la estructura.
Pausanias
informa que había esculturas del nacimiento de Zeus, una Gigantomaquia, y de la
guerra y la toma de Troya. Según el geógrafo griego, en el pronaos se podían
ver estatuas de las Cárites, de sacerdotisas de Hera y de Orestes. Menciona,
también, una ofrenda votiva de Menelao: un escudo que le arrebató a Euforbo en
Troya. Algunas esculturas se exhiben en el Museo Arqueológico Nacional de
Atenas.
Cerca del
Hereo, Carl Blegen excavó un cementerio micénico que aparentemente fue el sitio
de un culto precedente del Periodo Geométrico. En la cima de la colina quedan
vestigios de casas prehistóricas. Durante la época romana, se añadieron baños y
una palestra, cerca del lugar.
En 1831, el
oficial británico Thomas Gordon fue la primera persona en identificar el sitio
y condujo algunas excavaciones inconexas (1836). Heinrich Schliemann, investigó
brevemente el sitio en 1874, antes que la arqueología moderna, bajo los
auspicios del Archaeological Institute of America, escogiese el Hereo argivo
durante su primera campaña de excavaciones en Grecia, bajo la dirección de Charles
Waldstein. Waldstein descubrió piezas de hierro (obeloi) unidas en un
hatillo de 180 piezas mediante una sólida barra de hierro del mismo peso que
las monedas y con la misma longitud (unos 120 centímetros), objetos votivos que
servían como estándares de peso y medida, introducidos por Fidón de Argos,
quien consagró en el Hereo los asadores (obeloi) que se utilizaban como
instrumentos de intercambio. Dicho ritual de consagración de los asadores, es
decir, la ofrenda del instrumento para medir el valor usado hasta entonces,
supuso la revolucionaria introducción del nuevo sistema de moneda en el
Peloponeso, sistema llamado «eginético», que rigió hasta que el auge de Atenas
hizo que se adoptara el sistema ateniense. Según Livio Catullo Stecchini «los
óbolos del Hereo son mencionados por el filósofo Heráclides Póntico en su
trabajo sobre Etimologías para explicar el origen del nombre de la
unidad monetaria obolus, que equivale a 1/6 de dracma.»
Pese a la
atribución a Fidón del sistema de pesos y medidas del Peloponeso, y que fuese
el primer dirigente griego que mandó acuñar moneda, si la creación del
sistema tuvo un origen argivo sucedería en la época en que Argos era la ciudad
más importante del Peloponeso, quizá hacia 668 a. C., cuando en el
periodo comprendido entre las dos guerras mesenias Argos consiguió vencer a los
espartanos en Hisias.
Teatro de Argos.
En los años
siguientes se reiniciaron las excavaciones del teatro, construido hacia el
300 a. C., cuyas orchestra y escena fueron modificadas en
época romana. Un teatro que podía albergar 20.0000 espectadores. En su parte
central la cavea estaba tallada en la roca de Larisa;, en cambio las alas y la
parte inferior de las gradas de piedra se afianzaban sobe un terraplén
artificial. En su parte central la cavea contaba 81 gradas en el eje central,
43 en los parodoi (entradas laterales). Estaba dividida horizontalmente
en tres secciones por dos diazomata (corredores) y verticalmente en ocho
kerkides (cuñas) por siete escaleras. La primera hilera de gradas (proedría
tenía asientos con respaldo. La orchestra, de 26 m de diámetro,
albergaba el altar de Dioniso en el centro. Del edificio escénico griego solo
quedan los cimientos, identificados después de la remoción del edificio romano.
Este último (siglo II) estaba construido en ladrillo revestido de mármol con la
parte frontal de la escena adornada con nichos semicirculares y rectangulares
alternados. En el siglo IV el edificio fue objeto de una nueva modificación
para adaptarlo a los «tetemimos», los espectáculos de agua de moda. Para
ampliar la zona de la orchestra se cerraron los parodoi y el
público entraba al nivel de la séptima grada.
Egina
Egina debe
su reputación tanto a la historia como al hecho de haber sido, en la mitología
griega, el reino de Éaco. Se habría llamado originalmente Enone, antes de tomar
el nombre de la madre de Éaco, la ninfa Egina, amante de Zeus.
Prehistoria y período micénico
Los
descubrimientos arqueológicos se remontan al Neolítico, en Colona, cerca de la
actual ciudad de Egina, en Agia Marina al este y al pie de la colina que lleva
el templo de Afaya, muestran que la isla estuvo ocupada desde el final del IV milenio a. C.
Se piensa
que en el Heládico Antiguo, un pueblo originario de Asia Menor y que hablaba un
dialecto licio habría llegado a la isla y habría introducido el culto de una de
sus divinidades, cuyo nombre, helenizado, habría sido Aigàios.
Hacia el 2500 a. C.,
el comercio de Egina era próspero y mantenía relaciones con la civilización
minoica de Creta.
Hacia el 2000 a. C.,
un pueblo, probablemente de origen indoeuropeo, y habiendo alcanzado ya la Edad
del Bronce, que hablaba el eólico o el arcadio y que adoraba a Poseidón se
habría establecido en Egina.
Hacia el 1400 a. C.,
los aqueos, que habrían sido guiados por Éaco, habrían establecido un régimen
equivalente al de los reinos micénicos del continente. Eran los mirmidones de
la leyenda. Levantaron fortificaciones en la cima del monte Oros.
Los dorios
conquistaron la isla hacia el 1100 a. C. e introdujeron su dialecto y
sus costumbres, principalmente el culto de Zeus Panhelenio, adorado en la
cumbre más elevada de la isla, el monte Oros. Cuando en esta colina hay nubes,
se dice en Atenas lloverá. El culto a Afaya, variante local del culto a la
Diosa Madre habría sido introducido en la misma época.
La Edad Oscura y la Época Arcaica
En la
mitología griega, Egina era la hija del dios-río Asopo y de la ninfa Metope.
Tuvo al menos dos hijos: con Áctor tuvo a Menecio y con Zeus engendró a Éaco.
Cuando Zeus raptó a Egina, se la llevó a Enone, una isla cercana a la costa del
Ática. Esta isla sería conocida más tarde como Egina, en honor a la madre de
Éaco, la Egina mitológica.
La isla
habría estado despoblada y hacia 950 a. C. Egina fue colonizada por
los dorios de Epidauro. Según Heródoto, «los eginetas son dorios venidos de
Epidauro»Según Pausanias, un grupo de argivos que se habían apoderado de
Epidauro con Deifontes, pasó a Egina y conviviendo con los antiguos eginetas
impusieron en la isla las costumbres y la lengua doria.
Fue
entonces cuando se desarrolló la vocación marítima de la isla. Su marina era
considerada en el siglo VII a. C. la primera de Grecia. Según
Pausanias «... los eginetas alcanzaron un gran poder, hasta el punto de que sus
fuerzas navales eran superiores a la de los atenienses». En el transcurso del
siglo VII a. C., Egina pasó al dominio del tirano argivo Fedón
(748 a. C.).
Uno de los
primeros hechos históricos verdaderamente establecidos concierne a su pertenencia
a la Liga marítima de Calauria que agrupaba a Egina y a Calauria, Atenas,
Orcómeno, Trecén, Hermíone, Nauplia y Prasias. Se cree que esta liga habría
sido una coalición de diferentes reinos micénicos del contorno del golfo
Sarónico destinada a reducir la piratería en sus aguas.
En el
563 a. C. disponía de una marina importante y se construyó el templo
de Zeus, pero aún dependía de Epidauro, de la cual no tardó en hacerse
independiente.
El origen
de la enemistad entre Atenas y Egina, que se remonta a la segunda mitad del
siglo VII a. C., fue la penuria económica que sufría Epidauro porque
su territorio no rendía frutos. El oráculo de Delfos aconsejó a los epidaurios
que erigieran unas estatuas de madera (xóanas) de olivo cultivado, en
honor de Damia y Auxesia, divinidades relacionadas con la fecundidad de la
tierra. Solicitaron a los atenienses permiso para cortar algún olivo. La
condición impuesta por Atenas fue que anualmente Epidauro llevara ofrendas a Atenea
Políade y a Erecteo. Los epidaurios accedieron, tallaron las estatuas, sus
tierras les dieron frutos y mantuvieron su compromiso con los atenienses. Como
los eginetas eran dorios procedentes de Epidauro, dependían de esta y se
trasladaban allí a dirimir los pleitos suscitados entre ellos. Posteriormente
los eginetas se independizaron de Epidauro y se dedicaron a saquear su
territorio, aprovechando su superioridad naval. Robaron las citadas imágenes y
las colocaron en un lugar del interior de la isla.
Tras el
robo los epidaurios dejaron de cumplir el compromiso contraído con los
atenienses al verse privados de ellas; así lo manifestaron a la delegación
ateniense que fue enviada a su ciudad, y que las reclamaron a los eginetas,
quienes se negaron a devolverlas.
Hacia
finales del siglo VI a. C. se reanudó la larga rivalidad con su
vecina Atenas, cuya flota de trirremes fue en parte construida para combatir la
hegemonía de Egina. Temístocles había mandado construir la flota que participó
en Salamina (480 a. C.) precisamente para luchar contra los eginetas.
Ambas ciudades tuvieron una destacada actuación en esta batalla. Egina aporto
30 barcos, por lo que Heródoto explica los motivos de su enfrentamiento, aunque
se limita a justificar el conflicto sobre la base de causas históricas
marginales, como el relatado supra y que continúa infra, sin
atender a las diferencias socio-políticas que enfrentaban a los oligarcas
eginetas con los demócratas atenienses por el dominio comercial del Egeo
occidental. La flota egineta también participó en la Batalla de Mícala y en la Batalla
de Platea (479 a. C.).
A comienzos
del siglo V a. C., la dotación de un trirreme ateniense, tras arribar
a Egina, intentó arrancar de sus pedestales las estatuas de las diosas. Al no
conseguirlo las arrastraron con cuerdas, y mientras lo hacían sonó un trueno al
que siguió un terremoto. Los atenienses por su sacrilegio enloquecieron,
castigados por las diosas, se mataron entre ellos, y sólo uno regresó. Los
eginetas por su lado, aseguraron que no fue un trirreme, sino una poderosa
flota a la que decidieron no enfrentarse, a la que dejaron vía libre dada la
inferioridad en la que se hallaban. Coincide esta versión en el arrastre de las
imágenes, pero difiere en que durante su arrastre, estas suplicaron de rodillas
a los atenienses. Sin embargo el resultado de ambas versiones es el mismo: los
eginetas ante un ataque ateniense se coaligaron con los argivos, sorprendieron
a los atenienses y les cortaron la retirada, aislándolos de sus naves, momento
en el que sobrevino el trueno y el terremoto.
Egina
disfrutaba de una posición geográfica ideal en el cruce de las principales
rutas comerciales: cerca del istmo de Corinto y de la Argólida, entre el Peloponeso
y el Ática. La isla conoció un desarrollo comercial considerable y construyó
progresivamente una flota que, hacia el 500 a. C., no tenía rival en
Grecia. Gobernada por una aristocracia, sus ciudadanos se enriquecieron gracias
al comercio, y poseía un imperio marítimo y una numerosa población y fundó colonias,
como Cidonia, en Creta, y otra en Umbría. Es significativo de su intensa
actividad comercial durante la Época Arcaica que Heródoto mencione al egineta
Sóstrato, hijo de Laodamante, como el griego con el que no podía rivalizar
nadie en riqueza, al referirse a las ganancias que obtuvieron los samios con el
producto de su flete, fruto de los beneficios de su viaje a Tartessos, con lo
cual ocuparían el segundo lugar en riqueza tras este personaje.
El poderío
de Egina, debido a su expansión marinera, estuvo orientada hacia Egipto, Siria
y las costas del Mar Negro. Heródoto cuenta que en 481 a. C., en
vísperas de la Segunda Guerra Médica, el monarca aqueménida Jerjes II se
hallaba en Abidos y «vio un grupo de naves cargadas de trigo que, procedentes
del Ponto Euxino (Mar Negro), estaban cruzando el Helesponto con rumbo a Egina
y el Peloponeso». Los mercaderes de Egina erigieron durante el reinado del faraón
Amosis II, un templo a Zeus en Naucratis, en la época de la fundación de esta
ciudad egipcia.
Durante los
siguientes años la escuela egineta de escultura proporcionó artistas como Calón,
Anaxágoras, Glaucias, Simón y Onatas de Egina.
Las artes
florecieron. Su cerámica fue muy elaborada, antes de ser reemplazada por la de Corinto,
y después por la de Atenas.
Egina
exportaba también perfumes. Como resultado de la riqueza que le reportaba su
actividad comercial, c. 620 a. C. acuñó moneda propia de plata, en
cuyo anverso figuraba una tortuga, y era el patrón monetal en la mayoría de polis
dorias. Los pesos y medidas eginetas era también la norma prácticamente en todo
el mundo griego, sistema que adoptó Atenas. Los eginetas se habían establecido
también en Umbría, aunque la isla no participó en el gran movimiento de colonización
griega.
La isla
habría contado entonces con 40.000 ciudadanos libres y 470.000 esclavos. El
templo de Afaya data de este periodo de prosperidad.
Período clásico: continuación de la rivalidad con Atenas
En 507/506 a. C.
los atenienses que ansiaban vengarse realizaron una incursión contra los beocios
y los calcideos. Los beocios acudieron al Estrecho de Euripo a auxiliarles. Los
atenienses atacaron a los beocios, mataron a un gran número e hicieron
700 prisioneros. A continuación, pasaron a Eubea y trabaron combate con
los calcideos, a quienes también vencieron. Juntaron a los prisioneros
calcideos y a los beocios, y cierto tiempo después los liberaron a cambio de un
rescate fijado a razón de dos minas por cabeza. Los grilletes con los que
encadenaron a lo cautivos en tiempos de Heródoto aún se conservaban colgados en
el muro norte de la Acrópolis de Atenas, medio calcinado por el incendio
provocado por los persas en la Segunda Guerra Médica, en 480 a. C.
Con el diezmo del dinero de los rescates construyeron una cuadriga de bronce,
que se alzaba a mano izquierda nada más entrar en los Propileos de la
Acrópolis, con una inscripción grabada en el pedestal, relativa a la victoria
ateniense.
En el 505 a. C.
se alió con Tebas contra Atenas, como resultado de una consulta al Oráculo de
Delfos, el cual les indicó que buscaran ayuda en sus más inmediatos vecinos.
Los tebanos, inicialmente, interpretaron que debían recurrir a Tanagra, Coronea
y Tespias, ciudades con las que había combatido juntas, hasta que un tebano dio
con la solución al vaticinio y señaló que la Pitia se refería a los eginetas,
dado que míticamente ambas ciudades estaban ligadas, según el historiador de Halicarnaso,
porque Tebe y la ninfa Egina eran las hijas del dios río Asopo. En su socorro
los eginetas les prestaron las estatuas de Éaco y de sus hijos Telamón y Peleo.
Los tebanos lucharon contra los atenienses y fueron derrotados. Tebas envió una
embajada a Egina para devolver las estatuas de los Eácidas a los eginetas y les
solicitaron tropas. Sin previa declaración de guerra, mientras los atenienses
hostigaban a los beocios, zarparon con sus barcos de guerra contra el Ática y
saquearon el puerto de Falero, así como numerosos demos de la costa ática,
litoral que las naves de Egina asolaron durante años.
Un oráculo
de Delfos sugirió a los atenienses esperar 30 años antes de emprender cualquier
acción contra la isla y aprovechar este periodo para rendir culto a Éaco.
Las
intrigas espartanas para reinstaurar a Hipias como tirano (hacia 501 a. C.)
acortaron este periodo de espera. Del 488 al 481 a. C. tuvo lugar
una guerra entre Egina y Atenas debido a una incursión egineta en Sunión, y los
atenienses fueron derrotados.
Heródoto
refiere dos versiones −la ateniense y la egineta− de la misma leyenda para
explicar la rivalidad. Es muy posible que las leyes del legislador ateniense Solón
prohibiesen la exportación de cereales áticos fueran la causa del descontento
egineta, puesto que la isla era relativamente poco fértil. En el mismo orden de
ideas, la interdicción soloniana debía apuntar principalmente a Egina, cuyo
poder naval estorbaba a Atenas. Aristóteles dice: «Pericles que se destruyera
Egina, esa nube en el ojo de El Pireo».
Estatera
de Egina. Anverso: Tortuga de tierra/ Reverso: ΑΙΓ(INA) y delfín.
La isla
entró seguidamente en alianza con Esparta, por su oposición sistemática a
Atenas. Además, la política de Cimón, quien buscaba apaciguar posturas con los
espartanos fue una garantía suplementaria para Egina, hasta el ostracismo del
hijo de Milcíades en 461 a. C.
En 460 a. C.,
Egina fue derrotada por Atenas en una batalla naval. Estalló una nueva guerra
llamada la Primera Guerra del Peloponeso. Durante dos grandes batallas navales,
Atenas deshizo las flotas combinadas de Egina, Epidauro y Corinto, en Cecrifalia
primero, y después en aguas de la propia Egina.
En 457/456 a. C.
los atenienses humillaron a los eginetas después de conquistar la isla. La
principal fortaleza isleña, llamada también Egina, se rindió en el 456 a. C.
La isla pasó a formar parte de la Liga de Delos, a la cual pagaba un tributo
anual de treinta talentos; hubo de entregar sus barcos y desmantelar sus
murallas.
En 431 a. C.,
a inicios de la guerra del Peloponeso, la población fue expulsada de la isla
por los atenienses y sustituida por ciudadanos de Atenas. Los expulsados fueron
acogidos por los espartanos y establecidos en Tirea, en territorio lacedemonio.
La deportación obedeció a la proximidad de Egina al Peloponeso, lo que
provocaba el temor ateniense a una acción de los espartanos en la isla, pues
suponía un peligro para el dominio naval de Atenas; la cual temía, además, que
la cercanía del puerto de Egina al de El Pireo supusiera un riesgo. La
población egineta pudo retornar por decisión de Lisandro, después de la batalla
de Egospótamos (405 a. C.)
La isla no
fue, sin embargo, totalmente independiente, pues no dudó en aceptar la tutela
de un harmosta lacedemonio. Se convirtió, entonces, en la base de las
operaciones navales de Esparta contra Atenas. Los piratas eginetas operaban
también bajo protección espartana Esta situación duró hasta 376 a. C.,
en que tuvo lugar la victoria naval de Cabrias sobre la flota espartana en Naxos.
En 367 a. C.,
el ateniense Cares conquistó Egina. La flota ateniense permaneció en la isla
algunos años para mantener las instituciones atenienses instauradas por este
general.
Plutarco
informa que Demóstenes fue exiliado a Egina en el año 324 a. C.
En 322 a. C.,
Hipérides fue torturado y muerto en Egina
El templo de Afaya
El templo
de Afaya se alza en lo alto de una colina de se rendía culto, a partir del siglo XIII a. C,
a una divinidad femenina, una diosa madre identificada con la ninfa cretense Britomartis
por Pausanias y Antonino Liberal. Habría sido hija de Leto y por tanto medio
hermana de Apolo y Artemisa. Se le atribuye la invención de las redes de caza.
Muy bella, fue perseguida sin cesar por los hombres. Minos la persiguió y ella
intentó escaparse arrojándose al mar, pero fue recogida por las redes de un
pescador egineta, que se enamoró de ella.
Se llama
Britomartis a su medio hermana y protectora que la hizo desaparecer: ella se
convirtió en Afaya, la invisible. El templo se construyó en el
lugar de su desaparición.
Se
sucedieron tres edificios en la cima de la colina arbolada: un santuario que data
del fin del siglo VII o principios del VI a. C.; un edificio más
grande que data de 570-560 a. C. y destruido por el fuego; y por fin,
el templo actual, erigido entre 500 y 450 a. C., seguramente tras la Batalla
de Salamina. El templo habría sido abandonado después de la expulsión de los
eginetas por los atenienses en 431 a. C.
El templo
de Afaya o de Afea de orden dórico, es uno de los tres templos del
triángulo sagrado del Partenón, Sunión y Afaya. Está situado en la isla
argosarónica de Egina. Fue durante mucho tiempo considerado como el templo de Zeus
Panhelénico, después de Atenea (aún a veces se le llama «Atenea Afaya»). Data
del final del siglo VI a. C. o del principio del siglo
V a. C. Se considera que se halla entre el período arcaico y el clásico
del arte griego. Sus célebres frontones se conservan en la Gliptoteca de Múnich.
Maqueta
del templo de Afaya en la Gliptoteca de Múnich
Afaya está
identificada con la ninfa cretense Britomartis por Pausanias y Antonino Liberal.
Habría sido hija de Leto y por tanto medio hermana de Apolo y Artemisa. Se le
atribuye la invención de las redes de caza. Muy bella, fue perseguida sin cesar
por los hombres. Minos la persiguió. Ella intentó escaparse lanzándose al mar,
pero fue recogida por las redes de un pescador egineta. Éste se enamoró de
ella.
El altar,
que tenía doce metros de ancho, estaba, como era usual, en el exterior del
templo, al este.
Durante
mucho tiempo, se consideró que un templo tan bello no podía estar consagrado
más que a Zeus Panhelenio, opinión que prevalecía a principios del siglo XIX en
Occidente, influida por la cultura latina. A finales del siglo XIX, ya no se
consideraba que estuviera consagrado a Zeus, sino a Atenea. Hizo falta esperar
a las excavaciones alemanas dirigidas por Adolf Furtwängler (que murió de una
fiebre contraída durante las excavaciones) en 1901-1903 y al descubrimiento de
un relieve votivo de Afaya para determinar su atribución definitiva. Sin
embargo, el templo es aún llamado de Atenea Afaya.
El edificio
es de toba calcárea local. Mide 13,80 m por 28,50 m.
Plano
(antiguo) del santuario (Guide Joanne 1911, según Furtwangler).
Reposa sobre un estereóbato de tres escalones. Es períptero y hexástilo dórico, es decir, que tiene doce columnas por lado y seis en cada fachada. Las columnas exteriores tienen una altura de 5,272 m (24 de las 32 columnas originales están aún en pie) y con tres pies dóricos (93 cm) de diámetro en la basa y con una separación de ocho pies dóricos. Todas las columnas exteriores eran monobloques, además de tres del lado norte, constituidas por tambores, aparentemente por razones de facilitar la construcción del interior. El arquitrabe está prácticamente todo conservado, mientras que el entablamento ha sido restaurado en los lados norte y oeste, con la restauración de los triglifos, de las metopas y de la cornisa.
El sekos
(el interior) estaba (según los cánones arquitectónicos) dividido en dos: un naos
(o cella) con su pronao y un opistodomos con dos columnas in antis. En
el pronao estaban expuestos los espolones de los trirremes samios capturados en
Cidonia. Se ven aún en las columnas las huellas de la reja que cerraba el
templo. La originalidad del naos descansa en los dos pisos interiores. Allí,
dos columnatas, con cinco columnas por cada lado, coronadas por una nueva
columnata, en el «primer piso» sostenían el techo.
La estatua
de la diosa se hallaba en el centro de la cella. Esta habría sido criselefantina,
de oro y marfil. Se ven aún los agujeros de la reja de madera que protegía la
estatua. El opistodomos, en la parte trasera, contenía lo que serían mesas de mampostería.
Rastros de
pintura (capa roja estucada sobre el suelo del sekos por ejemplo) son
visibles aún en algunas partes. El templo de Afaya en Egina ha aportado, junto
con el Teseión de Atenas da prueba de la policromía de los templos antiguos que
no eran blancos como se los imagina frente a las ruinas inmaculadas actuales.
El techo
habría sido de mármol de Paros , mientras que el resto del edificio sería de
caliza.
Una
restauración ha levantado una parte de las columnas y del entablamento en
1956-1960.
En el marco
de su Grand Tour emprendido para completar su formación de arquitecto, Charles
Robert Cockerell llegó a Atenas en 1811. Está considerado como uno de los más
afortunados pioneros de la arqueología griega. En efecto, cuando excavó en
Egina, en abril de 1811, lo que llamaba el «templo de Zeus Panhelenio»,
descubrió dieciséis estatuas de mármol representativas de un período del arte
griego hasta entonces desconocido: el de transición entre los períodos arcaico
y clásico.
El modo en
que se desarrolló este descubrimiento es muy representativo del funcionamiento
arqueológico de la época. El trabajo de Cockerell y de sus amigos del Xéniéon
(un grupo de jóvenes arqueólogos entusiastas): John Foster, el barón Karl
Haller von Hallerstein y Jacob Linckh, fue una combinación de viaje de placer,
de arqueología visual, de depredación y de arqueología científica. El estudio
fue en primer lugar un estudio del templo en su aspecto más visible: la
arquitectura, razón del viaje a Grecia de C.R. Cockerell. Lo cuenta así:
El puerto es muy pintoresco. Hemos dejado la ciudad
para ir al templo de Júpiter, con los obreros para ayudarnos a girar las
piedras, en seguida. Nos hemos instalado en una caverna, que había debido ser
la caverna de un oráculo sagrado.
Los mares alrededor de la isla están infestados de piratas, los ha habido siempre [...] pero no se han atrevido nunca a atacarnos a lo largo de los veinte en que, pues nuestro grupo, con servidores y jenízaros eran demasiado fuertes para ser atacado.
Cuando el trabajo del día finalizaba, los corderos eran asados sobre un gran fuego, había luego, acompañados de música indígena, cantos y bailes. [...]
Al cabo de algunos días, habíamos aprendido todo lo que podíamos desear de la construcción, del estilóbato a las tejas.»
Los mares alrededor de la isla están infestados de piratas, los ha habido siempre [...] pero no se han atrevido nunca a atacarnos a lo largo de los veinte en que, pues nuestro grupo, con servidores y jenízaros eran demasiado fuertes para ser atacado.
Cuando el trabajo del día finalizaba, los corderos eran asados sobre un gran fuego, había luego, acompañados de música indígena, cantos y bailes. [...]
Al cabo de algunos días, habíamos aprendido todo lo que podíamos desear de la construcción, del estilóbato a las tejas.»
Es entonces
cuando hicieron el descubrimiento fortuito de un tesoro artístico
inesperado :
Reconstrucción
de la decoración policroma de algunas estatuas del frontón occidental del
templo (Exposición «Bunte Götter», Múnich, 2004).
El segundo día, uno de los obreros encontró, en el
segundo pórtico un pedazo de mármol de Paros, lo que llamó su atención, pues el
templo era de piedra. Reveló ser un guerrero con casco. Estaba acostado, el
rostro vuelto hacia el alto, y en la medida que sus rasgos aparecían, fuimos
presa de una excitación inimaginable.
Poco después, fue descubierta otra cabeza, luego una pierna, luego un pie. Finalmente, descubrimos dieciséis estatuas y trece cabezas, piernas, brazos, todo en el mejor estado de conservación posible, a menos de tres pies bajo la superficie. Parece increíble, considerando el número incalculable de visitantes que van a ver el templo, que estos objetos hayan permanecido tanto tiempo escondidos.
Poco después, fue descubierta otra cabeza, luego una pierna, luego un pie. Finalmente, descubrimos dieciséis estatuas y trece cabezas, piernas, brazos, todo en el mejor estado de conservación posible, a menos de tres pies bajo la superficie. Parece increíble, considerando el número incalculable de visitantes que van a ver el templo, que estos objetos hayan permanecido tanto tiempo escondidos.
Su relato
no da detalles sobre los sitios precisos de los descubrimientos. Estamos
todavía lejos del rigor científico. De allí derivaron los errores de
reconstrucción, en el siglo XIX, cuando las estatuas fueron expuestas en la Gliptoteca
de Múnich. Fue en el marco de una depredación de obras de arte, consideradas
desde el punto de vista de lo bello. La compra de las piedras fue negociada con
la población local que las cedió por 800 piastras. Fueron adquiridas en
subastas por Luis I de Baviera a los Xeneion por la suma de 130.000 piastras, o
100.000 francos de entonces. Las estatuas han estado siempre en la Gliptoteca
de Múnich, despojadas de las restauraciones añadidas en Roma por el escultor
neoclásico Bertel Thorvaldsen.
Cockerell
hizo también en el templo de Afaya un descubrimiento muy importante, en
diciembre de 1811, cuando volvió a la isla para acabar sus dibujos. Observó «un
fenómeno de lo más curioso que había escapado a James Stuart y al más preciso
de los observadores, en efecto, es tan delicado que si no se mide, no es
discernible a simple vista».
Este
fenómeno es la éntasis o corrección de la ilusión óptica que da un aspecto
cóncavo a las columnas. Se quejó a su maestro Robert Smirke de no haber podido
hacer un trabajo más minucioso, pero las cifras obtenidas son extremadamente
precisas: la columna se aparta de la línea derecha en 17 pies 2 pulgadas de
altura, y en 6 pies de altura, la desviación es de media pulgada. Por tanto, el
trabajo arqueológico podía ser bastante científico, cuando no se trataba de
tesoros artísticos.
Adolf
Furtwängler descubrió los restos de un frontón. Es más antiguo que el sacado a
la luz por Cockerell. Este frontón habría sido destruido poco antes, en 487 a. C.,
o por los persas, o por los eginetas favorables a Atenas, o por un rayo. Otra
hipótesis sería que el primer frontón del este del templo, habría sido un
híbrido: estatuas de mármol y accesorios de bronce (armaduras, escudos, cascos),
pues Egina era entonces un gran productor de bronce. Pero el resultado final,
sobre todo en comparación con el frontón occidental, totalmente de mármol, no
habría sido satisfactorio, de ahí la voluntad de esculpir un nuevo frontón. Fue
sustituido por el que se puede ver en Múnich.
Los frontones
Cockerell y
sus amigos, en 1811, no sabían qué eran estos mármoles de los frontones que
acababan de descubrir, ni a qué período podían pertenecer, pero los juzgaban de
calidad: «Nuestro pequeño comité de artistas las considera como de nivel
equivalente a los vestigios del Partenón, y muy seguramente en segundo lugar
después del Apolo de Belvedere o el Laocoonte.»
Restauración (con las intervenciones de
Thorvaldsen) de lo que se imaginaba ser el frontón al fin del siglo XIX.
Están
considerados como los más bellos ejemplos de escultura de la transición entre
el periodo arcaico y el clásico. Los frontones estaban realizados en mármol de Paros.
Representan a los dioses en un combate ante Troya. Cada combate se desarrolla
en presencia de Atenea, personaje situado en el centro. Es por esta razón que
el templo era llamado de Atenea-Afaya. Unos eginetas están cada vez presentes: Telamón,
al este y los dos Áyax (Áyax el Grande, rey de Salamina y Áyax el Menor, rey de
Fócida), al oeste. Esta presencia de héroes eginetas podría recordar la
participación heroica de la isla en la batalla de Salamina. La fecha de los
frontones refuerza la verosimilitud de esta hipótesis.
El frontón
este representa un combate del asedio de Heracles contra Laomedonte. Consta de
once estatuas. El personaje central es Atenea quien marcha hacia la derecha,
con su mirada vuelta hacia el espectador. Atenea, esgrime la égida hacia un
troyano situado a su izquierda, que a su vez remata a su adversario griego.
Éste presenta más de una herida en el pecho y ha perdido su casco, que otro
griego le trae.
Los
frontones de Afaya tal y como están presentados en Múnich: arriba el frontón
este, abajo el frontón oeste.
Más lejos,
Heracles, reconocible por su piel de león, lanza sus flechas hacia el ejército
troyano. Ha herido a Laomedonte, que se muere. Detrás de Heracles, un guerrero
griego agoniza, herido por las flechas del arquero troyano que responde
simétricamente al arquero Heracles. Esta organización está relacionada con la
forma del frontón. A la derecha de Atenea, Telamón persigue a un troyano que
huye de sus golpes, mientras que otro troyano trata de prestarle ayuda. Luego,
hay un arquero y un herido o un cadáver.
El frontón
oeste representa un combate durante el asedio por Agamenón. Contiene trece
estatuas y dos objetos. Atenea está en el centro y mira al espectador. A su
izquierda, un combate entre un troyano y un griego. Luego, Teucro, tirando con arco,
ha herido al troyano de su izquierda. Otro cuerpo se encuentra en la extremidad
del frontón. A la derecha de Atenea, Áyax ataca a un troyano. Luego, el arquero
es identificado con Paris. Después se encuentra un guerrero arrodillado, un
escudo y por fin, en la esquina, un casco.
La
transición entre el estilo arcaico y el clásico se ve principalmente en el
frontón este. Se dispone de dos versiones de este frontón. Cuando un primer
frontón, esculpido en la misma fecha que el frontón oeste (fin del siglo
VI a. C.) fue destruido, fue remplazado por el que se puede ver en
Múnich y que sería obra de Onatas. Los fragmentos del primer frontón que han
sido encontrados están aún caracterizados por la célebre sonrisa arcaica. Las
estatuas del segundo frontón están esculpidas, en bulto redondo, incluso las
partes no destinadas a ser vistas, como en los mármoles del Partenón. Los
detalles están también muy trabajados.
La ciudad antigua
Está
situada a poca distancia al del principal puerto de la actualidad (Egina),
sobre un promontorio, en un lugar llamado Colona, debido a la primigenia
colonia que allí se halla, en la falda de una colina.
En esta
colonia se hallaba el templo de Apolo. En los siglos XVIII y XIX, permanecían
aún dos columnas en pie.
Columna del templo de Apolo.
Pausanias
da una descripción muy precisa de la mayoría de los edificios que han sido
encontrados:
Cerca del puerto en el que más frecuentemente
fondean [los eginetas] hay un templo de Afrodita, y en la parte más visible de
la ciudad el llamado Eaceo, un recinto cuadrangular de mármol blanco [santuario
dedicado a Éaco]...Dentro del recinto hay un altar, del que se dice en secreto
que es el sepulcro de Éaco.
Hay tres templos no muy lejos unos de otros: uno de
Apolo, otro de Artemisa y el templo y el teatro de Dioniso (...) El santuario
de Asclepio (Asclepeion), que está situado en otro lugar tiene una estatua
sedente de piedra.
También
dice que había un templo de Hécate, cuyos misterios anuales había fundado Orfeo.
En su interior había una xoana de Hécate Epipirgidia («sobre la torre»),obra de
Mirón. Según Domenico Musti, Pausanias habría confundido a Mirón con Micón,
padre de Onatas de Egina.
Por otra
parte, en el monte de Zeus Panhelénico se hallaba el santuario de Zeus, donde
la tradición decía que Éaco había realizado sacrificios a Zeus para acabar con
una larga sequía que había en toda Grecia.
Otra
columna del templo de Apolo está en el célebre «Puerto Oculto», el cual podía
albergar hasta sesenta trirremes. Ese puerto se halla sumergido bajo las aguas.
Se han
hallado restos de la tumba de Foco, hijo de Éaco. Del teatro de Dioniso y del estadio
no se han encontrado. Hay un Ataleion cerca del mar, en la punta del
promontorio.
La ciudad
fue habitada y fortificada a partir del tercer milenio a C., como han
revelado las excavaciones, con descubrimientos de las épocas neolíticas y de la
Edad del Bronce.
Templo de Apolo
El templo
de Apolo (520-500 a. C.), durante mucho tiempo atribuido a Afrodita,
era de orden dórico, períptero con seis columnas por doce, de toba. La única
que queda es la columna del opistodomos. Aún se pueden ver los restos de sus
cimientos ciclópeos.
Fue
integrado en la ciudadela romana construida sobre el mismo emplazamiento. Las
excavaciones arqueológicas de 1924 han sacado a la luz un edificio más antiguo (siglo
VII a. C.), con una foso para sacrificios, y más abajo se han hallado
casas del final del periodo micénico.
Delos
Delos o Delo ‘estable y
visible’), es una de las más pequeñas islas griegas de las Cícladas, en el mar
Egeo también llamada Lagia, isla de las liebres; Ortigia, isla de
las codornices; Cintera, también Clamidia, Cinto, Pirpile y Pelasgia.
Administrativamente pertenece a la unidad periférica de Míkonos, periferia de
Egeo Meridional.
Isla
minúscula (3,5 km²), árida, deshabitada desde hace tiempo, se sitúa enfrente de
la isla de Rinia (14 km², deshabitada) y en las proximidades de Míconos.
Sus pendientes son suaves y el monte Cinto no sobrepasa los 113 m. El puerto ha
sido siempre mediocre y, cuando los vientos se levantan, la isla es inaccesible.
Delos tiene unos 8 km de costa. La única ciudad de la isla fue Delos,
hoy día un conjunto de ruinas al noroeste de la isla. Un antiguo riachuelo
llamado Inopo se dirigía del monte Cinto al puerto de Furni. Tenía un pequeño
estanque cerca de las ruinas llamado por Heródoto Limne Trochoeides y Theognis
por Calímaco. Cerca del lago, la leyenda sitúa el lugar donde Leto da a luz a
los gemelos Apolo y Artemisa. Las antiguas casas privadas fueron construidas a
los dos lados del Cintos y de la punta de Trokessa (actual cabo Morou) al
noroeste.
Un estrecho
separa Delos de Rinia, donde estaban las rocas llamadas Rematiari, una de las
cuales es seguramente la isla de Hécate que protegía el antiguo puerto. El
cementerio de Delos estaba en la parte sur de la vecina Rinia, una isla más
grande dividida en dos partes por un istmo.
En conjunto
Rinia y Delos, y los islotes menores son llamados islas Dhiles. La tradición
dice que sólo sufrió uno o dos terremotos, que fueron una advertencia a Grecia:
el primero antes de la invasión persa (mencionado por Heródoto), y el segundo
antes de la guerra del Peloponeso (mencionado por Tucídides).
Historia mítica
Era uno de
los lugares más sagrados de Grecia. La mitología griega dice que emergió
agarrada por el tridente de Poseidón, pero fue una isla flotante hasta que Zeus
la ató con cadenas al fondo del mar, para convertirla en un lugar seguro para Leto,
al abrigo de los celos de Hera, para el nacimiento de Apolo y Artemisa. Como
lugar de nacimiento de Apolo fue uno de los lugares en los que se rendía culto
a este dios, y la isla fue posesión del dios que la cambió con Poseidón.
El origen
de la isla está sujeto a dos tradiciones diferentes. Así, habría sido creada:
·
por la zambullida de Asteria,
hermana de Leto, en el mar, para escapar de las persecuciones de Zeus.
·
por Poseidón, a petición de
Zeus. Con un golpe de su tridente, el dios del mar hizo salir del agua dos
peñascos llanos, Delos y Renea.
Los restos
más antiguos de ocupación humana se remonta a la segunda mitad del tercer
milenio antes de nuestra era. Se ha especulado que corresponden a los piratas
carios mencionados por Tucídides pero ningún resto
arqueológico lo demuestra. Lo cierto es que se trata de poblaciones
prehelénicas que ocupan el monte Cinto. Son casas modestas, abrigos
temporarios. Como en el resto de las Cícladas del Norte, no se han hallado en
Delos trazas de ocupación durante los primeros siglos del II milenio a. C.
En el
Heládico Reciente III (entre 1400 y 1200 a.C.) aparece cerámica micénica en la
zona entre el Artemision, los Tesoros y los templos de Apolo. Puede decirse con
certeza que en Delos, durante la época micénica, habitaba una comunidad cuya
importancia se desconoce pero que contaba con sus propios centros de culto.
También se han hallado tumbas, lo que, según sostuvo H. Gallet de Santerre,
implica, por la relación con los santuarios posteriores, que la isla ya entonces
era un centro de culto; actualmente esta tesis se considera indemostrable.
La escasas
huellas de cerámica submicénica y el hecho de que los hallazgos del
protogeométrico correspondan al final del período (siglo X a.C.) han hecho
pensar en una interrupción de la ocupación poco antes del año 1000 a.C., lo que
corresponde al panorama general de Grecia en esa época.
El
geométrico es un momento de despegue, con un incremento, atestiguado por la
cerámica, de la población. Este fenómeno se hace más evidente al final del
período (segunda mitad del siglo VIII a. C.), cuando aparecen grandes
cantidades de ofrendas, costosas, de bronce.
La Odisea
menciona a Delos (VI, 162-165); pasaje en el cual Odiseo compara la figura
esbelta de Nausícaa con la de una palmera que él ha visto en dicha isla. El
Himno Homérico a Apolo (146-148), de fecha controvertida (entre 700 y 550 a.C.
según los diferentes autores) evoca el paisaje delio en la época arcaica.
Durante los
siglos VII y VI a. C., los monumentos históricos edificados en Delos
son muy numerosos como los Leones de Delos, el Coloso de Apolo, la galería de
Naxos y la estatua de Nicandra, ofrenda a Artemisa.
Los
habitantes de Naxos construyeron en Delos el oikós y la stoá, y después pasó a
manos de sus vecinos rivales, los habitantes de Paros.
Hacia el
540 a. C., el tirano Pisístrato de Atenas ordenó la «purificación» de
la isla sagrada deportando la isla vecina de Rinia las sepulturas, así como las
personas mayores o enfermas.
Delos fue
el centro de una anfictionía a la que pertenecían las islas Cícladas. Los
atenienses instituyeron un festival en Delos para conmemorar el regreso de
Teseo desde Creta. Pisístrato de Atenas y Polícrates de Samos tuvieron mucho
interés en Delos: el primero purificó la isla; y Polícrates dedicó la vecina
isla de Renea a Apolo délico, y la sujetó con una cadena con Delos. Después de
la conquista de las ciudades jónicas de Asia, el festival cayó en decadencia en
el siglo V a. C., dejando de hacerse durante la guerra del
Peloponeso. En 426 a. C., sexto año de guerra, los atenienses
purificaron Delos y sacaron todas las tumbas de la isla y prohibieron nacer o
morir en la isla y las mujeres embarazadas habrían de ser trasladadas a la isla
de Renea. Además establecieron el festival al que llamaron Delia.
Ruinas de Delos.
El carácter
sagrado de la isla fue respetado por los persas Datis y Artafernes, que pasaron
de largo y anclaron en Renea. Un mensajero pregonó que los isleños (que habían
huido a Tinos) podían volver, y los persas quemaron en el altar del dios 300
talentos de incienso.
En
477 a. C., Atenas formó la Liga de Delos con el propósito de combatir
a Persia. La isla fue elegida como sede del tesoro de la alianza, si bien
pronto se llevó a Atenas (454 a. C.).
En
426 a. C., los atenienses purificaron la isla, y en
422 a. C. planearon trasladar a todos sus habitantes a Adramitio, que
había cedido el sátrapa Farnaces de Dascilio. Una gran parte de ellos murieron
en esta ciudad a manos del general Arsaces, un enviado del sátrapa Tisafernes
de Sardes o Lidia en 411 a. C.
Reconstruida
la Liga, Delos se mostró menos sujeta al control de Atenas, hasta el punto de
que en 354 a. C. los delios apelaron a Filipo II de Macedonia para
limitar la injerencia ateniense en el santuario de Apolo.
Permaneció
en manos de Atenas (excepto por una corta dominación espartana) hasta el
314 a. C., cuando fue declarada libre e independiente tras la muerte
de Alejandro Magno. Esta autonomía fue limitada: la isla pasó a formar parte de
una liga insular dependiente del rey de Egipto, Ptolomeo I Sóter. Entonces
florecieron nuevas fiestas en honor de la dinastía Ptolemaica como las
Filadelfias y las Ptolemaicas y precisamente por estas fechas Calímaco dedicó
su himno a Delos a la potencia marítima de sus soberanos.
Organizada
siguiendo el modelo de Atenas, Delos acogió en su cuerpo social a numerosos
extranjeros, que veían en la isla, aunque desprovista de puertos naturales, una
excelente escala intermedia en las rutas entre Occidente y Oriente. La isla,
que tenía que importarlo todo para sobrevivir, se enriqueció no sólo con
edificios públicos hechos construir por los monarcas, como Antígono I Gonatas,
Filipo V de Macedonia o Atalo I de Pérgamo, sino también con edificios que eran
sede de corporaciones, tesoros votivos erigidos por particulares y viviendas,
de las más lujosas del período helenístico.
Los
mercaderes procedían de todo el mediterráneo: Egipto, Siria, Fenicia e Italia.
Los itálicos llegaron a ser, a finales del siglo II a. C., los
residentes más numerosos y ricos de la isla. La victoria sobre Antígono III de
Siria, cuyos reinos se veían cada vez más obligados a aceptar como único
interlocutor económico y político a Roma y sus aliados.
En
166 a. C. pasó a manos de Roma, que la transfirió a Atenas, que
expulsó a la población hacia Acaya. Fue declarado puerto franco, es decir,
exenta de los impuestos de tránsito. El motivo de esta medida, de la que
salieron perjudicados los Rodios, ha de buscarse en la necesidad, por parte de
los mercaderes de Italia, de romper el monopolio casi total del tráfico directo
entre Oriente y Occidente que tenían los rodios, que pese a contar con
excelentes puertos naturales, vieron disminuir en casi un 80 % el volumen
de su tráfico comercial en pocos años.
El milagro
económico de Delos reveló entonces todos los rasgos de la artificialidad que le
había hecho importante, y la isla empezó a decaer, pasando, como dijo
Hierocles, de visible (délos) a invisible (ádelos).
Después de
la caída de Corinto en 146 a. C. a manos de Roma, la isla fue
declarada por Roma puerto internacional sin tasas y se convirtió en el centro
del comercio del Mediterráneo oriental, debido a su carácter sagrado que
ofrecía seguridad, a la excelencia de su puerto, a su situación central, y al
festival anual que se volvió en una especie de feria. Estrabón dice que en un
sólo día se llegaban a vender dos mil esclavos. El bronce de la isla (aes
deliacum) era muy apreciado y se utilizó para muchos barcos hasta que el
bronce de Corinto, inventado más tarde, le sustituyó.
Durante las
guerras mitridáticas la isla fue devastada, y ya no se recuperó del todo. Roma
confirmó a Atenas la posesión de la isla, pero acabó desierta.
Fue
excavada en 1873 por la escuela francesa de arqueología de Atenas. Otra vez
entre 1904 y 1914 bajo la dirección de M. Holleaux, gracias una donación del
duque de Loubat, que llevó al descubrimiento de algunas partes, pero otras
permanecieron escondidas hasta las excavaciones de 1958-1975. Una restauración
dirigida por la escuela francesa de arqueología de Atenas y más tarde por el 21
Eforato de Antigüedades prehistóricas y clásicas. En 1990, Delos fue incluida
en el catálogo de lugares culturales protegidos por la Unesco como Patrimonio
de la Humanidad.
Las principales edificaciones son:
·
El ágora de los
Competaliastas, un mercado junto al puerto sagrado, construido en el siglo
II a. C.
·
El templo de Delos o gran
templo, uno de los tres dedicados a Apolo, construido a partir del
478 a. C., pero cuyas obras se pararon a mitad de siglo y no fueron
reiniciadas hasta el siglo III a. C., si bien nunca se acabaron.
·
La fuente de Minos, una
fuente pública con edificaciones construidas a mitad del siglo
VI a. C.
·
La terraza de los leones, un
conjunto escultórico de leones de mármol dedicado a Apolo por los habitantes de
la isla de Naxos del siglo VII a. C. Eran inicialmente 16, pero sólo
quedan 5 enteros y 3 más parciales. Al oeste, en dirección al puerto, de la
bahía de Skardana, dos templos guardaban los leones.
·
Establecimiento de los amigos
de Poseidón de Beirut, fue la casa de un club de mercaderes, banqueros,
navegantes y otros, de origen fenicio; construida en el siglo
II a. C.
·
El Stoivadeion, una
plataforma rectangular con la estatua de Dioniso flanqueada por dos actores (Paposileonoi),
construida al principio del siglo III a. C.
·
El teatro del siglo
III a. C., inicialmente de mármol y después de madera.
·
El templo de Isis, templo
dórico con un santuario dedicado a Isis, Serapis y Anubis, construido en el
Cintos (Cynthus) al comienzo del siglo II a. C. y restaurado
por los atenienses en el 135 a. C.
·
El templo de Hera, templo
dórico construido a finales del siglo VI a. C. o a comienzos del
siglo V a. C. sobre un templo anterior del siglo VII a. C.
·
La casa de Dioniso es un
mosaico que representa al dios que estaba en una casa privada del siglo
II a. C.
Frente al
antiguo Puerto Sagrado, entramos como el visitante de la antigüedad, al Ágora
de los Competaliastas, un mercado construido por mercaderes romanos en el
siglo II a.C. y dedicado a los Compitalia, divinidades romanas honradas por los
esclavos y los libertos. Es un espacio cuadrado enlosado, rodeado de basas de
columnas y tiendas y que ahora muestra los restos de algunos altares.
Girando a la izquierda entramos ya en el área
sagrada del santuario siguiendo la Via Sacra, rodeada al oeste por los
restos de la Stoa de Filipo V, de 72 metros de longitud levantada en el
II a.C. y al este por los de la denominada Stoa Sur, dórica de 666
metros de largo y construida en el III a.C. por los reyes de Pérgamo.
Al este de la stoa Sur se ven los restos del Ágora de los Delios, una plaza trapezoidal con stoas en 3 de sus lados.
La via
Sacra termina en los Propileos, una entrada monumental construida por
los atenienses en el II a.C. y de la que ahora únicamente se conservan los
escalones y algunos fragmentos de columnas.
Óikos de los naxios
Pasados los
propileos del santuario, se halla el monumento más antiguo de Delos: el óikos
de los naxios, un edificio sagrado rectangular con una hilera de ocho columnas
en el centro, flanqueado por la base del gigantesco Coloso de los naxios, un kurós
de más de 9 m de alto y fechado, como el oíkos visible en la actualidad,
a finales del siglo VII a. C.
Junto con
la terraza sobre la que se encuentran los nueve leones sagrados, situada cerca
del lago sagrado, estos monumentos constituyen los testimonios visibles de la
primacía de la isla de Naxos en Delos.
Reconstrucción
del Oikos y el Coloso de los Naxios
En el siglo
XIV algunos viajeros describieron esta enorme estatua caída en el suelo pero
posteriormente fue fragmentada y hoy en día se pueden ver el torso y la pelvis
unos metros más al oeste frente al Artemision. Junto a los propileos se
levantaba también la llamada Stoa de los Naxios donde el general
ateniense Nicias coloco una palmera de cobre en el 417 a.C como ofrenda.
Detrás del Oikos se pueden ver las ruinas del primero de los 3 templos de Apolo del santuario. Lo que vemos es el Templo de Apolo, el principal de Delos, levantado por los Delios en el siglo V a.C. Era un templo dórico períptero de 6x13 columnas del que apenas queda el crepidoma.
Detrás del Oikos se pueden ver las ruinas del primero de los 3 templos de Apolo del santuario. Lo que vemos es el Templo de Apolo, el principal de Delos, levantado por los Delios en el siglo V a.C. Era un templo dórico períptero de 6x13 columnas del que apenas queda el crepidoma.
Santuario de Apolo
Los
peregrinos llegaban a Delos y entraban en el santuario por un itinerario
similar a los turistas contemporáneos. Eran acogidos en el ágora de los
Competaliastas, del nombre de los Compitalia, divinidades romanas honradas por
los esclavos y los libertos.
Del ágora
de los Competaliastas, la vía procesional conducía al santuario de Apolo,
precedido de un propíleo en ruinas. Sobre una vasta explanada en la que
subsisten los vestigios de cuatro templos consagrados al dios. Allí se alzaba
antiguamente una estatua colosal representándolo, pero que sufrió degradaciones
y tentativas de múltiples desplazamientos. No permanece más que el torso y una
parte del estanque, se conserva una mano en el museo local y un pie en el Museo
Británico.
La entrada
al santuario estaba flanqueada por dos grandiosos pórticos: el occidental, de
orden dórico, «fue dedicado a Apolo por Filipo, rey de los macedonios, hijo de
Demetrio», hacia el 210 a. C.; mientras que el oriental, el llamado
pórtico sur, parece que fue la respuesta de Átalo I de Pérgamo a la generosidad
de su rival. Entre los monumentos existentes en el pórtico destacan una base de
estatua del general Epígenes, de Pérgamo, y otra de un grupo de guerreros
galos, que debían exaltar la victoria de Átalo sobre ellos.
Un poco más
allá del Coloso de los naxios, la avenida sagrada se ensancha, ya que se ha
llegado a los tres modestos templos de Apolo, que desempeñaron la misma función
de morada del dios, a diferencia de otros casos, como el de Delfos, en los que
el templo más reciente se superpuso al anterior.
El templo
más antiguo -el primero empezando por la izquierda- es el Pórinos Naós,
mencionado por las inscripciones, es decir, el templo construido con la piedra
llamada póros, que posee un simple pórtico de cuatro columnas en el lado
de cara al mar. Se suele fechar en la época de Pisístrato.
La segunda
construcción por orden cronológico y topográfico es el templo de los atenienses
o de las siete estatuas, inaugurado tal vez por Nicias en el
417 a. C. construido de mármol del Pentélico, es de tipo anfipróstilo
en planta, es decir, con seis columnas dóricas en cada uno de los lados cortos.
En el interior de la cella, una base en forma de herradura sostenía las siete
estatuas mencionadas en una inscripción.
Durante las excavaciones se han hallado numerosos fragmentos de las estatuas
que representaban a Bóreas, Eos y Céfalo, mientras que del frontón, seguramente
decorado, no ha quedado nada. Según una hipótesis, la decoración de esta parte
del templo fue llevada a Italia en época de Augusto e incorporada al frontón
del templo de Apolo Sosiano en Roma.
El último
templo, el llamado Gran Templo, es el único períptero de Delos, con seis
columnas en el frontispicio. Las vicisitudes de su construcción resumen la
historia de Delos en época clásica: los trabajos, iniciados hacia el
475 a. C., cuando la isla hacía poco que era sede de la Liga de
Delos, se interrumpieron al trasladarse el tesoro de la confederación a Atenas;
para ser emprendidos de nuevo una vez la ciudad se libró del dominio ateniense
a finales del siglo IV a. C.
Alrededor
del Pórinos Naós están dispuestos en círculo, cinco edificios, que los
arqueólogos han designado con el nombre de «Tesoro». No obstante, su función es
desconocida, ya que no se trata de edificios en los que se guardaban las
ofrendas de las distintas ciudades o dinastas, como en el caso de Olimpia o
Delfos.
Todos ellos
de planta casi idéntica, que presenta dos columnas in antis en la fachada, se
datan entre el siglo V a. C. y mediados del siglo IV a. C.
Bouleterión y Pritaneo
El
Bouleterión, sede del senado de la ciudad, está mal conservado. Junto al ángulo
noroccidental del edificio, una base de estatua dedicada a Atenea Polias indica
que la diosa de Atenas protegía la ciudad de los delios.
Inmediatamente
al sur del Bouleterión se halla el Pritaneo, construido en parte en la primera
mitad del siglo V a. C. y terminado casi 80 años después.
Esta
construcción constituía la vivienda pública de los pritanos, los más altos
magistrados de la polis, la sede del archivo y el lugar en que ardía
permanentemente el hogar de la ciudad. Además, en ella se celebraban las
comidas con los huéspedes de honor de la ciudad.
Formaba la
entrada un vestíbulo porticado de columnas dóricas sobre el que, al parecer,
había una galería desde la que los pritanos leían las proclamas.
Pasado el
vestíbulo se llegaba a un patio, en el que se han observado restos de una
escalinata que seguramente permitía subir a la galería. Al fondo del patio, en
el lado norte, había dos salas precedidas cada una de un vestíbulo: la oriental
custodiaba el altar de Hestia, la diosa del hogar, símbolo de la continuidad de
la estirpe.
Una pastás
formada por dos columnas, servía de vestíbulo a la estancia occidental, la más
importante, donde los pritanos y sus huéspedes celebraban las comidas. Las dos
pequeñas estancias al fondo eran probablemente los archivos.
Monumento de los Toros
El lado
oriental de la zona sagrada quedó cerrado en época helenística por una
gigantesca construcción, el llamado Monumento de los toros, cuya función ha
planteado serias dudas a los estudiosos. Se pueden distinguir tres partes en el
edificio: la primera es la entrada con seis columnas en la fachada, a la que sigue
una larga galería con una concavidad en la parte central, cuya base se halla a
un nivel sensiblemente más bajo que el de las otras parte del monumento. Desde
la galería se llega a la cella, en cuyo interior se observa una estructura
trapezoidal, un altar, o mejor, una basa.
Sin duda el
monumento debía estar todo él ricamente decorado: los fragmentos que componían
la decoración de la galería formaba un cortejo marino en el que pueden verse
delfines, Nereidas y monstruos marinos.
La
particular forma del monumento, la presencia de una basa trapezoidal en la
cella y los mismos temas de los relieves han llevado a pensar que tal vez en él
hubiera una embarcación. La cronología del edificio, de finales del siglo
IV a. C. o principios del siglo III a. C., induciría a
pensar en un exvoto ofrecido por Demetrio Poliorcetes tras alguna de sus
numerosas victorias navales.
El
Monumento de los toros no sería un caso aislado: en Corinto, según cuenta Dión
Crisóstomo, se conservaba la nave Argo, y en Roma, la de Eneas, y algunos
monarcas helenísticos, como Antígono Gonatas, efectuaron ofrendas de este tipo
en los santuarios.
Leones de Delos
Al norte
del pórtico de Antígono se extiende el ágora romana, con el lago sagrado,
secado en nuestros días, y la famosa «Terraza de los Leones» dispuestos aquí
para la protección simbólica del sitio. De originalmente nueve, no quedan más
que cinco leones (se trataría más precisamente de leonas) de mármol de Paros o
de Naxos, alojados en el museo de la isla. En el lugar original, mirando al
lago sagrado se encuentran actualmente cinco copias, formando a modo de avenida
a lo largo de la Vía Sacra.
Una sexta
fiera fue llevada como botín a Venecia, junto con otros leones llevados de
Grecia, a finales del siglo XVII y fue colocada montando guardia en la puerta
principal de su arsenal.
Los leones
de Delos, sentados a diferentes alturas, rugiendo, fueron esculpidos con estilo
muy particular, bien lejos del naturalista: los cuerpos magros y alargados, las
cabezas pequeñas y redondeadas se prestan a comparaciones con la cerámica
cicládica de la segunda mitad del siglo VII a. C. y por su hieratismo
y estilización con el influjo del Oriente Próximo.
Barrio del teatro
Al sureste
del puerto se encuentra el barrio residencial más lujoso de la ciudad antigua
con las tumbas de Dioniso, de Cleopatra (esposa de un rico mercader) y de los
Dióscuros. Mosaicos notables adornan el suelo de la casas de época helenística
y romana.
De entre
las numerosísimas casas excavadas, muchas de ellas pequeñas y de planta
irregular, algunas presentan una riqueza arquitectónica y un lujo decorativo
que no desmerecen en nada a los de las célebres viviendas pompeyanas del mismo
período.
El mosaico
del peristilo de la Casa de los Delfines, con tres representaciones de Eros
asimilado a Hermes, Poseidón y Dioniso, el de Dioniso y los Centauros en la
Casa de las Máscaras, y el impluvio con mosaico en la Casa de Dioniso pueden situarse
entre las expresiones más altas de este tipo de decoración.
En la Casa
de Dioniso, por ejemplo, el triunfo de un dios a lomo de un tigre está
realizado en opus vermiculatum,
técnica que, empleando unas teselas muy pequeñas de esmalte y piedras duras,
como el ónice y la ágata, conseguía unos extraordinarios efectos cromáticos.
El teatro
de 5.000 personas de aforo, se sitúa en medio de estas casas.
La
alimentación de agua potable en esta isla árida fue resuelta en la antigüedad
con inmensas cisternas que recogían el agua de lluvia.
Terraza de los dioses
extranjeros
Sobre una
terraza que domina la ciudad, y para responder a los deseos de los comerciantes
extranjeros, se erigieron pequeños templos, edificios sagrados y salas de
reuniones, en la zona de las colinas de la isla, dominada por el monte Cinto,
por la que el poeta latino Propercio sentía especial predilección.
Derceto o
también llamada Atargatis, la Afrodita siria, así como Isis y Serapis para los
egipcios son venerados a partir del 200 a. C.
El mayor y
más monumental de todos los santuarios es el de los dioses sirios Atargatis y
Hadad. Consagrado en el 128-127 a. C., el santuario se organizó
primeramente en torno a un patio, al fondo del cual se encontraban tres
modestas capillas, dedicadas a las divinidades.
Algunos
años más tarde, se amplió la zona sagrada con una gigantesca terraza porticada,
a la que daban, por el oeste, una exedra con un mosaico delante de ella y, por
el este, en la parte media, un pequeño teatro capaz de contener a 400-500
espectadores.
Un pórtico
de tres brazos cerraba la cávea por todos sus lados, de manera que las ceremonias
de los misterios ligados al culto de estas divinidades quedaran ocultas a los
profanos.
La
organización en terraza-pórtico-santuario-pórtico se corresponde perfectamente
con la de los grandes santuarios itálicos en Palestina, Tívoli y Pietrabbondante,
donde el culto al dios se manifestaba también en espectáculos teatrales en su
honor, como las Apollinares de Roma, que se celebraban en teatros provisionales
construidos delante del templo de apolo con ocasión de sus fiestas.
Precisamente
Delos, residencia de muchos itálicos, en su mayoría procedentes del Lacio,
puede haber constituido un punto de referencia privilegiado para la
construcción de aquellos grandes santuarios tardo-republicanos, edificados casi
en el mismo período en la zona sagrada de los dioses sirios.
Cerca, se
hallan también las bases de un templo dedicado a Hera, más antiguo, y bastante
lejos del templo de Apolo.
Ágora de los italianos
A escasa
distancia de este edificio se halla una gran plaza: el ágora de los italianos,
el lugar donde probablemente se desarrollaba la actividad comercial más
rentable de Delos, la venta de esclavos mencionada por Estrabón.
De hecho no
sólo era fácil capturar esclavos, sino que el mercado, amplio y rico, no se
hallaba muy lejos, en Delos, capaz de acoger y vender 10.000 esclavos al día. Y
de ahí nació el proverbio: «mercader, echa el ancla, descarga tu nave, todo
está vendido». La causa de esto era que los romanos, enriquecidos tras la
destrucción de Cartago y Corinto, utilizaban muchos esclavos, y los piratas,
viendo que podían sacar un fácil provecho, hicieron florecer particularmente
aquella actividad, no sólo saqueando, sino también traficando con esclavos. Los
reyes, tanto de Chipre como de Egipto, cooperaban con ellos, ya que eran
enemigos de los sirios. Ni siquiera los rodios les prestaban ayuda, porque
tampoco estaban en buenas relaciones con estos.
El ágora de
los italianos, que debe su nombre moderno al hecho de haberse hallado numerosísimas
inscripciones de ciudadanos procedentes de Italia, presenta unas proporciones
gigantescas, sobre todo si se la compara con las demás plazas de la ciudad.
Su
estructura monumental, con dos pórticos superpuestos, de orden dórico el
inferior y orden jónico el superior; las muchas exedras dedicadas a personajes
ricos e importantes, corresponden al tipo de dependencias que serían de esperar
en un lugar de reunión como el de los posidoniastas de Bérytos. Sin embargo,
para este tipo de función resultan inexplicables ciertos elementos
estructurales.
En primer lugar, que se trate de una plaza porticada cerrada por el exterior. En segundo lugar, las dos entradas, una al oeste y otra en el lado opuesto, tan estrechas que sólo podía pasar una persona a la vez. A ello hay que añadir el que la parte central de la plaza no esté pavimentada, que las exedras estén cerradas herméticamente con verjas de hierro y, por último, la existencia de unas termas demasiado modestas en comparación con la grandeza del edificio. Estas incoherencias son fácilmente explicables si se identifica este lugar con el mercado donde se vendían los 10.000 esclavos diarios que menciona Estrabón.
En primer lugar, que se trate de una plaza porticada cerrada por el exterior. En segundo lugar, las dos entradas, una al oeste y otra en el lado opuesto, tan estrechas que sólo podía pasar una persona a la vez. A ello hay que añadir el que la parte central de la plaza no esté pavimentada, que las exedras estén cerradas herméticamente con verjas de hierro y, por último, la existencia de unas termas demasiado modestas en comparación con la grandeza del edificio. Estas incoherencias son fácilmente explicables si se identifica este lugar con el mercado donde se vendían los 10.000 esclavos diarios que menciona Estrabón.
En efecto,
una vez arribada al puerto, la nave desembarcaba su cargamento, que era llevado
inmediatamente a la plaza. Allí, en la entrada, se podía contar fácilmente a
los esclavos, al tener que pasar uno a uno por la estrecha abertura. Las
operaciones siguientes incluían un baño rápido y la exposición de la mercancía
en el centro de la plaza, donde era seleccionada por los compradores situados
en la galería superior. Tras la adquisición, que seguramente se efectuaba por
lotes enteros, los esclavos pasaban por la entrada opuesta a la anterior, donde
eran contados de nuevo. Sin duda, fue necesario cerrar las exedras porque los
esclavos no debían sentir simpatía por aquellos personajes que habían alcanzado
una posición preeminente, precisamente gracias a su venta.
Construida
hacia el 110 a. C., el ágora fue abandonada definitivamente 50 años
más tarde, simultáneamente al final de la importancia comercial de Delos.
Barrio del Lago
Muy cerca
del ágora de los italianos se extendía el barrio del Lago, la zona residencial
de la ciudad, donde se hallaban las viviendas más grandes y ricas, construidas
sin ningún tipo de condicionamiento impuesto por edificaciones anteriores y
situadas generalmente en lo alto de pequeñas colinas de cara al mar. Así se
presenta la isla (manzana de casas) de la Casa de los Actores, que normalmente
se suele considerar formada por tres viviendas. La más occidental, Casa del
Frontón, es especialmente curiosa, ya que constaba solamente de una torre de
dos pisos, el superior rematado por un frontón.
La segunda
es la de los Actores, que recibe este nombre por la escena pintada en la sala
de estar (el oecus de los latinos), que representa a personajes de la
tragedia.
Esta vivienda posee un peristilo de tipo casi único en la arquitectura privada de Delos: en efecto, por encima del pórtico de orden dórico completo, presentaba un pórtico jónico. Esta variación de órdenes se halla documentada en la ciudad sólo en el ágora de los italianos.
Esta vivienda posee un peristilo de tipo casi único en la arquitectura privada de Delos: en efecto, por encima del pórtico de orden dórico completo, presentaba un pórtico jónico. Esta variación de órdenes se halla documentada en la ciudad sólo en el ágora de los italianos.
La última
vivienda es la Casa de los Tritones que presenta un patio más simple, con un
pórtico que corre sólo a lo largo de los lados este y norte. La habitación más
grande, la que mira al norte, posee un pavimento de mosaico con la
representación de un tritón femenino, sobre cuya cabeza vuela Eros.
La
disposición de estas tres casas, consideradas por separado, plantea algunos
problemas, en tanto que, por ejemplo, la Casa de los Actores no posee
dependencias de servicio, que en cambio se encuentran en el ala meridional de
Casa de los Tritones.
Pero la
menos clara de todas es la Casa del Frontón, ya que resulta extraño que una
familia acomodada hubiera preferido decorar una casa tan pequeña y totalmente
carente de dependencias de servicio que construir otra aprovechando un espacio
mayor.
Esta
irregularidad puede explicarse. En efecto, Vitrubio dice que las ricas
mansiones helenísticas poseían dos peristilos: uno femenino, en el que se
reunía y vivía toda la familia, y otro masculino, con estancias mucho más
suntuosas donde el hombre recibía a sus amigos sin ser molestado por su mujer.
Los dos peristilos no se comunicaban entre sí, ya que cada uno tenía una
entrada independiente desde la calle. En el caso de las mansiones aún más
ricas, a los dos peristilos se añadía una pequeña casita que acogía a los
huéspedes de la familia, también con entrada propia, de tal modo que el huésped
al no tener que pasar por la casa del anfitrión, se encontraba como en su
propia casa.
Se conocen
casas de este tipo en Colofón, y todas ellas son en forma de torre, igual que
la Casa del Frontón.
La isla de
la Casa de los Actores, pues, basándose en estos testimonios, no sería más que
una sola casa, muy grande, que tal vez perteneció a uno de esos riquísimos
personajes recordados en las estatuas del ágora de los italianos, en la que el
propietario se inspiró para la decoración de los pórticos del peristilo
principal.
Esparta, o Lacedemonia era
una polis (ciudad estado) de la Antigua Grecia situada en la península del Peloponeso
a orillas del río Eurotas. Fue la capital de Laconia y una de las polis
griegas más importantes junto con Atenas y Tebas. Esparta surgió como una
entidad política en siglo X a. C., cuando los invasores dorios
subyugaron a la población local. Hacia el 650 a. C. la ciudad ya era
una potencia militar en el conjunto de la Antigua Grecia.
Gracias a
su poderío militar, Esparta fue una de las ciudades que lideraron a los aliados
griegos durante las Guerras Médicas en la primera mitad del siglo
V a. C. Entre el 431 y el 404 a. C. Esparta fue la rival
de Atenas en la Guerra del Peloponeso, de la que salió victoriosa pagando un
alto coste. La derrota de los espartanos ante la ciudad de Tebas en la batalla
de Leuctra librada en el 371 a. C. marcó el final de su hegemonía,
aunque mantuvo su independencia política hasta la conquista romana de Grecia en
el 146 a. C. Entonces comenzó para la ciudad un largo período de
declive que tocó fondo en la Edad Media, cuando los espartanos se trasladaron a
Mistrá. La moderna Esparta es la capital de la unidad periférica griega de Laconia
y el centro de una zona que vive de la agricultura.
Esparta fue
una ciudad única en la Antigua Grecia por su sistema social y su constitución,
que estaban completamente centrados en la formación y la excelencia militar.
Sus habitantes estaban clasificados en varios estatus: homoioi —gozaban de todos los derechos—, motaz —nacidos fuera de la ciudad pero criados como espartanos—, periecos —libertos— e ilotas —siervos—. Los hómoioi recibían
una rigurosa educación espartana —agogé— centrada en la guerra, gracias
a la cual las falanges espartanas eran consideradas las mejores en batalla. Las
mujeres espartanas gozaron de más derechos e igualdad con los hombres que en
ningún otro lugar del mundo de la antigüedad clásica.
Aunque
Esparta nunca llegó a tener tantos habitantes como Atenas y en la actualidad
sólo quedan ruinas de la antigua polis, su idiosincrasia fascinaba incluso a
sus coetáneos y la admiración por la cultura lacónica ha pervivido hasta la
actualidad.
Esparta fue
objeto de fascinación en su propio día, así como en la cultura occidental
después de la reactivación del aprendizaje clásico. Este amor o admiración de
Esparta se denomina laconismo o Laconophilia. En su apogeo alrededor del año
500 a.C. el tamaño de la ciudad habría sido de unos 20.000-35.000 ciudadanos,
además de numerosos Hilotas y perioikoi. La probabilidad total sería de 40.000
– 50.000 de hecho Esparta una de las ciudades griegas más grandes; sin embargo,
según Tucídides, la población de Atenas en el año 431 a.C. era 360.000 –
610.000, haciendo improbable que Atenas era más pequeña que Esparta en el siglo
V a.C. El clasicista francés François Ollier en su libro de 1933 Le mirage
spartiate ("El espejismo espartano") advirtió que un
problema académico sobre Esparta es que todas las cuentas de las sobrevivientes
fueron escritas por los no espartanos que a menudo presentaron un imagen
demasiado idealizada de Esparta. El punto de vista de Ollier han sido aceptado
extensamente por los eruditos.
La polis se
fundó tras la conquista de Laconia por los dorios. Al principio estuvo minada
por disensiones internas. Las reformas en el siglo VII a. C. fueron
un verdadero punto de inflexión en la historia de la ciudad, a partir de
entonces todo se encaminaría a reforzar su poderío militar y Esparta se
convertiría en la ciudad hoplita por excelencia.
Esparta
sometió a la totalidad de Laconia: comenzó por conquistar toda la vega del Eurotas
para rechazar a los de Argos y asegurarse la hegemonía de toda la región. La
segunda etapa consistió en la anexión de Mesenia. Esparta era ya la ciudad más
poderosa del área, con Arcadia y Argos como únicos rivales. A mediados del
siglo VI a. C. Esparta sometió también las ciudades de Arcadia y
derrotó a Argos dejándola totalmente debilitada. Todas ellas se verían forzadas
a firmar pactos por los que reconocían la hegemonía de Esparta. Fue en el marco
de estas luchas con los argivos que Esparta adoptó el estilo hoplita de
combate, aproximadamente entre los años 680 y 660 a. C.
Existen una
serie de mitos sobre la sociedad espartana que debemos ir desterrando y que los
últimos congresos sobre Estudios Espartanos así lo ponen de manifiesto. Esparta
no fue ni una ciudad ni una sociedad aislada. Es cierto, que su ubicación
geográfica, en medio de un valle regado por el río Eurotas, y flanqueado por dos
cadenas montañosas como los montes Parnon y los Taygeto, formados durante el
Plioceno, influyó de manera decisiva en el desarrollo de la ciudad, pero no puede
hablarse de ciudad aislada. El investigador alemán Conrad Stibbe señala como
ubicación ideal la situación de Esparta, en donde los jóvenes dorios podrían
desarrollar una sociedad muy peculiar, como fue la espartana, sin ser
molestados. El valle sobre el que descansa la ciudad, tiene una longitud de
aproximadamente unos 18 kilómetros, y su punto más ancho llega a ser de diez.
Su puerto natural, Gytheon, se encontraba a tan solo cuarenta kilómetros, con
lo que la salida natural al mar, quedaba asegurada.
La
atracción que en las últimas décadas ha despertado todo lo que rodea a la
sociedad espartana, desde su férrea disciplina a su modo de vida militarizado,
pasando por la «libertad» tan peculiar de sus mujeres, ha llevado a la
celebración de congresos sobre la sociedad y vida en Esparta desde finales de la
década de los ochenta. La atracción de esta sociedad no se ha ceñido
exclusivamente al entorno académico, debido a que los autores de novela
histórica han encontrado en el mundo espartano. A pesar de la atracción que
Esparta todavía ejerce sobre nuestro entorno actual, es muy difícil tratar de
dilucidar lo que los autores de época arcaica y clásica primero, y helenística
y romana después, nos han transmitido sobre esta sociedad tan «distinta»,
porque en la mayoría de las ocasiones se tiende a magnificar cada uno de los
aspectos de la misma, y porque gran parte de las fuentes literarias que nos
informan sobre Esparta son foráneas, es decir tenemos muy pocos testimonios de
autores que fuesen espartanos, o que viviesen allí una buena parte de su vida,
como fueron los casos de Alcman y Tirteo para el período arcaico o de Jenofonte
para el clásico. Uno de los mayores problemas que nos encontramos a la hora de
dilucidar lo que existe de realidad y lo que es ficción en el contexto
espartano, se debe principalmente a la idealización que realizaron los autores
de época romana sobre Esparta, debido principalmente a lo destacado de su
disciplina y de su entorno militarizado.
Excavaciones arqueológicas en Esparta Las primeras investigaciones que tenemos sobre Laconia y la
ciudad de Esparta, son una serie de descripciones realizadas por viajeros, que
desde el siglo XVII, se interesaron por esta parte de Grecia. El mercader
Bernard Randolph había leído los cuadernos de viaje de Cyriac de Arcona,
personaje de mediados del siglo XV, y había quedado tan impresionado por las
descripciones que realizaba, que decidió organizar un viaje al Peloponeso,
fruto del cual editó dos libros referentes a esta zona en 1689, bajo los
títulos de «Compañero de viaje en Grecia» y «Grecia: un compañero literario»,
realizando un interesante estudio sobre la ciudad de Mistras, situada a diez
kilómetros de Esparta. En el siglo XIX, la irrupción de investigadores ingleses
hace su aparición en las personas de Sir William Gell (1823) y del coronel W.
M. Leake (1830), aunque sus investigaciones tenían objetivos diferentes. La del
coronel Leake, incluía un minucioso informe de la topografía del Peloponeso que
perseguía un objetivo estratégico, pero aún tuvo tiempo para proporcionar
interesantes datos sobre la Acrópolis de Esparta e incluso fue capaz de identificar
la situación exacta de Amiclas. Sir William Gell, por su parte, facilitó los
primeros datos sobre el Teatro y el lugar en donde se ubicaba. La sociedad
espartana había seducido a los viajeros del siglo XIX, fruto de una mezcla de
fascinación y atracción por un estado griego diferente a los demás, por lo que
se organizaron un buen número de expediciones por parte de viajeros o
anticuarios que dejaron por escrito sus experiencias, cuanto menos interesantes
como libros de aventuras, pero carentes en la mayoría de las veces de rigor
científico. En 1828, Francia quería asegurar su presencia en Grecia y demostrar
a la opinión publica su compromiso con la libertad de aquél país. De esta
forma, envió un contingente de 14.000 hombres, entre los que se encontraba un nutrido
grupo de científicos franceses que iban a estudiar la topografía, flora,
arquitectura y arqueología del Peloponeso. Por primera vez, se llevaban a cabo
en la zona, excavaciones sistemáticas y trazado de mapas topográficos que se
complementaron con estudios estadísticos de población. El resultado de estos
estudios fue la publicación del libro «Expedition scientifi que Morea». Sin
embargo los primeros estudios que abordarán principalmente excavaciones
arqueológicas, serán llevados a cabo por los alemanes Ludwig Ross, publicando
después en 1841 los resultados de su investigación en «Reisen und Resierouten
durch Greichenland», y E. Curtius, cuya publicación «Peloponnesos: Eine
historischgeographische Beschreibung der Halbinsel», fue editado años después,
a principios de la década de los cincuenta. En 1888, Schliemann, que había
excavado en Troya, Micenas y Tirinto, fue el primer arqueólogo que decidió
iniciar excavaciones en la antigua Esparta en busca del reino de Menelao y
Helena, basándose en las escasas evidencias arqueológicas que el Meneleo
ofrecía en aquellos momentos. Sin embargo, fue Tsountas el primero que excavó
de manera sistemática en Esparta, a pesar de que se centró en los yacimientos
de Vafi o y Amiclas de la Edad del Bronce, mientras que Furtwängler finalizaba
los trabajos comenzados por el griego Tsountas. El desarrollo de las
excavaciones iniciadas por franceses y alemanes, ponían en una situación
delicada a la Escuela Británica de Arqueología, que en aquellos momentos estaba
obteniendo importantes resultados en las excavaciones realizadas en Creta, pero
que no podía permitir que alemanes y franceses se apoderasen de un territorio
virgen, como era en aquel momento la ciudad de Esparta. Los alemanes habían
tenido un éxito importante con sus trabajos en Olimpia, y los franceses en
Delfos, por lo que la Escuela Británica necesitaba un golpe de efecto para
contrarrestar estos éxitos. En este período de tiempo, que comprendía los años
finales del siglo XIX y los inicios del XX, existía un clima político muy tenso,
debido al interés de los principales países por la supremacía y el control de
Europa, con Inglaterra a la cabeza de las colonizaciones por el mundo, y
Alemania y Francia disputando su poderío en cualquier campo en donde los
británicos pudiesen ser atacados, incluyendo el científico en general y la
arqueología en particular. La Escuela Británica decidió iniciar unas campañas
de investigación en el santuario de Ártemis Ortia en Esparta bajo la dirección
de Bosanquet primero y de Dawkins después, que cubrieron el período comprendido
entre 1906-1910. Dawkins se encontraba excavando en Creta, pero la Escuela
Británica decidió enviar al santuario a uno de los mejores equipos de
investigación que disponía, formado por arqueólogos de la talla de Rose,
Dickins, Wace, Woodward, quienes junto al propio Dawkins, realizaron una de las
mejores excavaciones de la época, teniendo en cuenta la falta de medios en que tuvo
que desarrollarse. Cada uno de ellos se centró en aspectos muy concretos del
santuario como fueron la epigrafía, el estudio de las figuras en terracota, los
bronces, marfiles, etc. Después de cinco años de excavación los resultados
fueron muy importantes debido a que el número de evidencias arqueológicas
encontradas, entre las que destacaban objetos votivos realizados en oro, plata,
márfil, etc. fue mayor de lo que se esperaba. Estos hallazgos cubrían casi mil
años de actividad del santuario, y fueron publicados en una monografía muy
posterior, debido a la interrupción provocada por el estallido de la primera guerra
mundial, viendo la luz finalmente en 19297. Una segunda campaña en el santuario
fue dirigida por Woodward entre 1924-1928, que además de continuar las
excavaciones en el santuario de Ártemis Ortia, también realizó intervenciones
en alguno de los santuarios de la Acrópolis como el de Atenea Calcíeco y en el
Teatro, situado a los pies del mismo, así como diferentes estudios topográficos
de la zona, etc. Las tres primeras décadas del siglo XX, cambiaron por completo
el concepto que se tenía sobre la ciudad y la sociedad espartana, especialmente
la de sus primeros momentos en la época arcaica. A partir de entonces una
cadena de investigaciones, quizás con menos intensidad pero al menos de manera
continua, ha llevado a investigadores como Alan Wace, Helen Waterhouse y Dick
Simpson a continuar la estela trazada por las primeras campañas. El papel de
Hector Catling en las décadas de los 60 y 70, como director de la Escuela
Británica en Laconia, fue también determinante, así como la de alguno de sus
pupilos, como John Boardman, quién realizó a finales de los 60 una actualización
de las cronologías que el equipo de Dawkins había determinado a principios del
siglo XX en el santuario. Desde entonces hasta el momento actual, los nombres
de Paul Cartledge, Spawforth, Finley, Shipley, Hodkinson y Waywell, han llevado
las investigaciones en Esparta a un elevado nivel científico. El 5º Eforado de Antigüedades
Prehistóricas y Clásicas de Esparta, lleva trabajando en la zona durante los
últimos treinta y cinco años, realizando excavaciones de urgencia en zonas
residenciales privadas, para tratar de encontrar parte del trazado urbano de
época arcaica o clásica. A pesar de ello, Forrest, uno de los mejores
investigadores sobre Esparta, considera que la arqueología no ha hecho sino
«arañar» tan solo la ciudad. En Esparta se ha intervenido en algunos puntos
concretos como el santuario anteriormente citado de Ártemis Ortia, el Meneleo o
la Acrópolis, además del templo de Apolo en Amiclas o el de Zeus Mesapo al
norte de Esparta, pero aún queda mucho por realizar en cuanto a la antigua
ciudad o algún otro santuario que aún no ha sido descubierto. Las evidencias
arqueológicas ponen de manifiesto que Esparta debió ser una ciudad abierta a las
influencias e importaciones de otras ciudades, tal y como muestran algunos objetos
votivos realizados en marfil y cuya iconografía recuerda la de algunos países
del mediterráneo oriental. Después de las continuas excavaciones británicas
durante las primeras décadas del siglo XX, los resultados obtenidos en otros
lugares como Atenas, Delfos o la misma Olimpia, colocaron a la ciudad de
Esparta como objetivo secundario de las principales Escuelas de Arqueología de
Europa.
Fundación de Esparta: La
Historia de Esparta en sus orígenes, es considera por Forrest cuanto menos
complicada, debido a la existencia de fuentes literarias como La Iliada de
Homero, en donde a lo largo de la narración de la Guerra de Troya, momento en
el que el valle del Eurotas estaba unido bajo un poderoso reino, cuya capital
era Esparta, nos ofrece una interesante información sobre el estado espartano.
Sin embargo, y contrastando las evidencias arqueológicas con las fuentes literarias,
no se encuentran restos de asentamiento de época micénica en Esparta, con lo
que nos encontramos con uno más de los enigmas que rodean esta polis. El relato
mítico-legendario nos indica que el rey que gobernaba este territorio era
Menelaos, esposo de Helena y hermano de Agamenón, quién desde Micenas gobernaba
toda la zona norte del Peloponeso. A diferencia de los otros reyes que
combatieron en la guerra de Troya, Menelaos regresó sano y salvo a Esparta y su
reino pasó a su muerte a las manos de su sobrino y yerno Orestes, quedando finalmente
bajo el mando de su nieto Teisamenos. En aquel periodo se desarrolló la primera
oleada de Dorios, que provenían del norte de Grecia, cruzando el Golfo de
Corinto y extendiéndose por todo el Peloponeso, invadiendo Pilos, Micenas y
Lacedemonia. Los invasores eran un grupo de príncipes, descendientes de
Heracles, dirigidos por dos hermanos, Kresfontes y Temenos y los hijos gemelos
de un tercer hermano, Eurestenes y Procles, y la mayor parte del Peloponeso fue
dividido entre los tres hermanos. El Noreste fue a parar a manos de Temenos,
Mesenia para Kresfontes y Laconia para Eurístenes y Prokles, y de esta manera
el mapa del Peloponeso quedó establecido. Las fuentes varían en algunos
detalles, como los que consideran que el padre de los gemelos, Aristodemos,
vivía durante la invasión, pero en su conjunto coinciden todas ellas. Sin
embargo, estos relatos legendarios contrastan con lo que nos indica la
arqueología, que nos señala el siglo XIII a. C., Heládico Tardío III, como un
período de tiempo en el que Laconia fl oreció, con cuatro centros importantes en
la llanura donde hoy se situa Esparta, y que fueron Terapne, Amiclas, Pharis y
Bryseai. Alrededor del 1200 a. C. la mayoría de estos centros son destruidos y
lo más sorprendente de todo es que los invasores no dejaron evidencias
arqueológicas de su paso por el Peloponeso, por lo que la invasión doria sigue
siendo hoy en día un enigma sin resolver. Los restos cerámicos que se
encuentran en los dos centros que sobreviven con fuerza como son Amiclas y los
alrededores de la llanura espartana, pertenecen a los antiguos moradores de
Laconia y no a la nueva cultura invasora. Los investigadores coinciden al
señalar que alrededor del año 1000 a. C., se produjo una segunda oleada de invasión
doria, formada esta vez por tribus de Hileos, Dimanatas y Panfilos, cuya existencia
en Esparta será confirmada por Tirteo (fr. 19,8) y posteriormente por Heródoto
(V, 68, 2), y que conformarían el origen de la civilización espartana. Esta
segunda incursión doria, estaría compuesta por una élite guerrera, pero también
existen indicios de un nuevo grupo invasor procedente del Ática, que llegó a la
Argólide alrededor del 1050 y desde allí se expandió por el Peloponeso. Los
restos de cerámica ática proto-geométrica así lo atestiguan, pero aún hoy, es
una cuestión que permanece como una incógnita. Lo que conocemos con certeza es
que finalmente el lenguaje y la religión doria se impusieron, pero el alcance de
dichos aspectos en los inicios es algo que todavía desconocemos. Alrededor del
año 1000 se tendrían por tanto las bases de un estado dorio, cuyos reyes
epónimos fundadores de las dos casas regias serán Agis y Euripon, hijos de los
gemelos Eurístenes y Prokles, a su vez hijos de Aristodemos, conectado en
última instancia con Heracles, por lo que todos ellos se consideraban
descendientes de Heracles.
Con los
últimos estudios cronológicos el inicio de la diarquía ha quedado establecido
en la segunda mitad del siglo X a. C., entre los años 930-900 a. C. Las fechas
son muy difíciles de establecer con exactitud debido a lo exiguo de las
fuentes, pero al menos podemos concretar que el reino Lacedemonio Micénico se
desvaneció hacia el 1200 y que las bases de la Esparta Doria fueron
establecidas en algún momento de la segunda mitad del siglo X a. C., y lo que
ocurriera entre ambos períodos nos resulta muy difícil de determinar. La
fundación de Esparta, en opinión de Cartledge, debemos situarla a principios
del siglo VIII a. C. y a diferencia de la mayoría del resto de poleis griegas,
existía una jerarquización en su estructura, y no una unificación de lugares y
edificios. Casillas sitúa esta fundación también a principios de dicho siglo
aunque reconoce que el proceso de unificación de las cuatro obai (Pitana, Mesoa,
Cinosura y Limnai) podría haberse iniciado a lo largo del siglo IX a. C. Sin
embargo, la mayoría de investigadores consideran que la fundación de la ciudad
fue un periodo complejo en el que se produjo una fusión de las cuatro obai ,
quizás en una primera fase las de Mesoa y Pitana, más próximas a la Acrópolis y
cuyos yacimientos nos han revelado la cerámica más antigua encontrada en
Esparta, de donde serían originarios los reyes Agiadas, y en una segunda unificación, podrían haber
quedado unidas las obai de Limnai y Cinosura, de donde sería originaria la casa
Europóntida. Una postura distinta es la mantenida por Cartledge que considera
que las casas reales tenían sus sedes, la de los Agiadas en Pitana, la aldea
más pequeña, y la de los Europóntidas en Limnae, al menos eso es lo que en su
opinión demuestran las tumbas encontradas en cada una de las obai. La diarquía
pudo producirse cuando Pitana y Limnai se fundieron políticamente para formar
la ciudad de Esparta, la primera uniéndose a Mesoa y la última haciéndolo con
Cinosura. En lo que Cartledge coincide con el resto de investigadores es en
señalar que antes de la anexión de Amiclas, las cuatro obai se habrían unido
para dar lugar a la ciudad de Esparta. Establecida la diarquía en Esparta y con
la unión de las cuatro obai perfectamente delimitada, los reyes espartanos
intentarán la expansión de su territorio, mediante conquistas territoriales,
primero de aquellos núcleos más cercanos como fueron los de Pharis y Amiclas,
como nos indica Pausanias, «no mucho antes de la Primera Guerra Mesenia», que
como sabemos podemos situarla entre el año 750 y el 740 a. C., siendo la
primera de ellas tomada sin apenas esfuerzo, mientras que la segunda sería
conseguida después de un desesperado e intenso asedio. Amiclas tendrá un papel
determinante en el desarrollo de la ciudad de Esparta, y allí se celebrará el
festival más importante de la ciudad, las Jacintias. Por otra parte, se han
podido observar indicios de separatismo y matices locales en Amiclas y en este
sentido el desarrollo urbanístico de Esparta es totalmente atípico, debido a
que frente a la ordenación armoniosa y simbiótica del resto de ciudades del
territorio griego, Esparta había dispuesto una jerarquización de su territorio
urbano a favor de Amiclas. Después de esta serie de conquistas de núcleos
próximos comenzó la de algunos centros más alejados como eran Gerontrai, la
antigua Geraki y finalmente la gran campaña de Mesenia, que proporcionaría a
Esparta, después de dos guerras, el sometimiento de su vecina y rival y la
posibilidad de contar con un enorme territorio próximo y muy fértil. La
situación privilegiada de Esparta, hacía posible su expansión por los cuatro
puntos cardinales, llevando hacia el norte su expansión hasta las colinas de
Arcadia, hacia el oeste, atravesando los montes Parnon, hasta la misma Kinura,
en donde se toparía con su eterno enemigo dorio, Argos, con quién también
tropezaría en su expansión hacia el sur, en el golfo de Laconia. La anexión más
apetecible era la occidental con una Mesenia que gozaba de grandes extensiones
de tierras fértiles. Además, Esparta no solo necesitaba nuevas tierras, sino
mano de obra para trabajarlas y Mesenia se antojaba como un objetivo muy
apetecible para conseguir ambas cosas. Esparta, ciudad sin muros La ciudad de
Esparta no puede ser considerada com una ciudad-estado con la estructura urbana
de otras poleis griegas. Se trataba en realidad de una agrupación de obai
(Mesoa al Sur, Pitana al Norte, Limnas al este y Cinosura al Sudeste). Una
ciudad que no disponía de muros y que tan siquiera, la Acrópolis fue amurallada
como signo de protección y separación del resto de la ciudad. En época
helenística, las cuatro obai más próximas fueron amuralladas, quedando fuera de
esos límites Amiclas, ya que se encontraba a unos cinco kilómetros de distancia
al sur de Esparta. Las causas que se han considerado para explicar esta
ausencia de muros, han dado origen a un buen número de teorías. En primer
lugar, la que considera que el modo de vida y la tradición de los espartiatas
podría haber sido suficiente para considerar «afeminado» amurallar su ciudad, ya
que sus hombres eran sus muros. Contamos con varias referencias literarias que
nos confirman esta particularidad, en la que los monarcas espartanos se jactaban
de que las murallas de Esparta eran sus propios hombres (Plu. Mor. 210e; 217e)
e incluso la frase adjudicada a Licurgo proclamando que «una ciudad está bien
fortificada cuando está guarnecida por hombres y no por piedras» (Plu. Lyc. 19,
12; Mor. 228e). Todd considera que Esparta, al no amurallar su recinto, también
demostraba un desprecio a las riquezas propias de una ciudad, ya que considera
que los muros se construían por dos motivos principalmente: para ofrecer
protección a la ciudad y como muestra de ostentación del poder económico de
dicha ciudad. El mismo Platón, en su obra Leyes, menciona como ejemplo de
ciudad sin muros a Esparta, ya que en su opinión «estaría de acuerdo con
Esparta en que las murallas hay que dejarlas dormir tendidas en la tierra y no
levantarlas» (Pl. Leg. 778 D). Aristóteles, por el contrario, consideraba que
esta concepción de la ciudad sin murallas estaba muy anticuada. «Considerar
bien no rodear con murallas a las ciudades es igual que buscar un país fácil de
invadir y allanar en su entorno los lugares montañosos, y es igual también que
no rodear de muros las casas particulares, en la idea de que sus ocupantes
serán cobardes» (Arist. Pol. VII, 1330 b-1331 a). Otra teoría que ha sido
expuesta para explicar la ausencia de murallas en Esparta, sería la de la
protección que gozaba la ciudad, al situar a los periecos en los límites del
estado, como línea defensiva contra agresiones exteriores, aunque como pudo
demostrarse con la invasión tebana en el 370-369 a. C., fue del todo
insuficiente. Una tercera suposición tiene que ver con el aspecto religioso de
la ciudad, en donde podría haberse creado una serie de santuarios no muy
alejados de Esparta, entre 15 y 20 kms., que configurarían una hipotética
protección «divina» para la ciudad. Estos serían los casos de los santuarios de
Ártemis Cariátide situado a unos 20 kms. al Noreste de Esparta o el de Ártemis
Limnatis, situado aproximadamente a la misma distancia pero al Suroeste de la
ciudad. En estos santuarios situados fuera de la propia ciudad se llevarían a
cabo rituales de «separación o segregación» de las doncellas, en donde se
celebrarían una serie de ceremonias como las relatadas por Pausanias y Estrabón
respecto al santuario de Ártemis Limnatis, o las descritas por Servius en el de
Ártemis Cariátide, en donde las jóvenes permanecerían durante un período de
tiempo aisladas de la sociedad, y en donde tendrían una muerte ritual en su
etapa como doncellas y un renacer como mujeres preparadas para el matrimonio.
Fue precisamente en estos santuarios donde se sitúan los orígenes de algunos de
los conflictos entre los distintos estados griegos, como sería el de la Primera
Guerra Mesenia, cuando los mesenios, siempre según la versión de los
espartanos, violaron a las doncellas que estaban en el santuario de Ártemis
Limnatis y después mataron a su rey Teleclos. La versión de los mesenios, según
Pausanias, contradice la de los espartanos, ya que habrían sido estos últimos
los que intentaron atacar utilizando disfraces de mujer. En el santuario de
Ártemis Cariátide, el mesenio Aristómenes secuestró a algunas doncellas que
allí permanecían y al intentar ser violadas por sus soldados, tuvo que matar a
algunos de éstos, pero al final consiguió devolverlas a sus familias en Esparta
a cambio de un importante botín. Cartledge mantiene que lo más probable es que
la ausencia de muros en Esparta durante más de seis siglos, debe atribuirse al
hecho de que existían una serie de líneas protectoras alrededor de la ciudad a
diferentes distancias y de distinta índole. Por un lado, Esparta contaría con
la línea de protección perieca que acabamos de comentar y que ofrecía un margen
de seguridad a los espartiatas, ya que las poblaciones periecas se encontraban
en los límites del estado. Por otra parte, existiría una segunda línea de
protección, en este caso, de concepción religiosa, ya que en el transcurso de
los periodos de segregación de las doncellas espartanas, celebrados en los
santuarios de Ártemis Limnatis y Cariátide, además de las ceremonias celebradas
en el templo de Apolo en Geraki, si no se producía ninguna agresión contra
ellas, y volvían a la ciudad después de dicho período, era considerado como una
evidencia de que la ciudad no podría sufrir ningún tipo de agresión exterior,
debido a que algunos de sus miembros más frágiles, como eran las doncellas,
habían regresado de su período de aislamiento sin sufrir daño alguno. Según
Cartledge, existiría además un círculo de santuarios más próximos como serían
los de Zeus Mesapo a unos cuatro kilómetros al Norte de Esparta, cerca de la
ciudad de Sellasia y el templo de Apolo en Amiclas a unos cinco Kms. al sur de
la misma, que habrían conformado una segunda línea de protección, alrededor de
la ciudad, bajo la protección de Zeus y de Apolo.
Finalmente,
podría haber existido un círculo de protección más cercano, en las
inmediaciones de la misma Esparta, que estaría compuesto por el santuario de
Ártemis Issoria al Oeste y el de Ártemis Ortia al Este. Estos cuatro círculos
de seguridad, uno humano y los otros tres bajo la protección de una serie de
divinidades, podrían haber llevado a los ciudadanos espartanos a tomar la
decisión de que no necesitaban muros para defenderse24. La teoría de Cartledge,
sin descartarla del todo y considerándola, cuanto menos, interesante, no
contempla una serie de condicionantes de vital importancia, entre los que
destaca la ubicación geográfica de la propia ciudad, que como señalámos al
principio de este artículo va a marcar decisivamente el desarrollo del estado
espartano. La presencia importante de cadenas montañosas en tres de los cuatro
puntos cardinales que la rodeaban, debió haber sido un condicionante importante
a la hora de decidir la construcción de una muralla. Es cierto que ninguna de
estas estribaciones presentaba una dificultad infranqueable, debido a que la
altura principal de los montes Taygeto es de 2.400 m., mientras que la de los
montes Parnon es de tan solo 1.900 m., mientras que la cadena montañosa de los
montes Liceo de Arcadia, al norte de Esparta, no superaba ninguna de estas
cotas. Sin embargo, durante el período arcaico, solo existían dos puntos por
donde atravesar los montes Taygeto, y ambos permanecían cerrados durante el
invierno debido a las bajas temperaturas y a la acumulación de nieve. El único
acceso más asequible para una invasión del estado espartano sería por el sur,
por lo que desde los inicios de la fundación de la ciudad, se preocuparon de
asegurarlo con la toma de Amiclas primero, y posteriormente con la de un
puerto, Gytheon, que les abriese las puertas al Mediterráneo. El condicionante
geográfico, sería por tanto, de suma importancia para los espartiatas, junto a
otro factor ineludible, como sería la construcción de una muralla que
protegiese las cinco obai con las que contó la ciudad desde sus inicios. Cuando
el rey Nabis se decidió finalmente a construir la muralla a principios del siglo
II a. C., con una Esparta muy distinta a la poderosa polis de época arcaica o
clásica, tan solo construye un muro que protege las cuatro primeras obai que
configuraron la propia ciudad, debido a la dificultad que encerraba la
construcción de una muralla que además incluyese Amiclas, situada a cinco
kilómetros al sur de las otras obai. Este segundo condicionante, debió de pesar
también de manera decisiva a la hora de descartar la idea de amurallar una
ciudad que incluyese Amiclas, debido principalmente a la dificultad de defender
un territorio de varios kilómetros entre las cuatro obai fundacionales y la
propia Amiclas. Sería además un territorio deshabitado, por lo que su defensa,
en caso de un hipotético ataque, habría sido muy difícil de mantener.
Menelaion
El
Menelaion es un santuario asociado a Menelao, situada al este de Esparta, por
el río Eurotas, en la colina de Profitis Ilias. Construido en el siglo
VIII a.C se creía por los espartanos que la casa de Menelao. En 1970 la escuela
británica en Atenas comenzó las excavaciones en un intento de localizar restos
micénicos en los alrededores de Menelaion. Entre otros hallazgos, se
descubrieron los restos de dos mansiones de Micénicas y encontraron las
primeras ofrendas dedicadas a Helena y Menelao. Estas mansiones fueron
destruidas por el terremoto y el fuego, y los arqueólogos consideran el posible
Palacio de Menelao. Excavaciones realizadas desde la década de 1990 hasta el
presente sugieren que el área alrededor de Menelaion en la parte sur del valle
del Eurotas parece haber sido el centro de Laconia micénica. El asentamiento
micénico era de forma triangular, con su
vértice apuntando hacia el norte. Su área era aproximadamente igual a la de la
"nueva" Esparta, pero desgraciadamente estragos han causado mucho
daño y nada queda excepto fundaciones
arruinadas y cerámica rota.
El santuario
de Artemisa Ortia es uno de los centros religiosos más importantes de la ciudad
griega de Esparta.
El santuario
El culto de
Ortia es común en las cuatro poblaciones constitutivas de la Esparta original:
Limnai, Pitana, Kynosoura y Mesoa. Está probablemente precedido,
cronológicamente hablando, por el culto de la divinidad poliada de Esparta:
Atene, griego, Polioũkhos («protectora de la ciudad») o griego, Khalkíoikos
(«de la Calcoteca»).
El
santuario estaba situado entre Limnai y la orilla occidental del río Eurotas,
en una depresión natural. Los vestigios más antiguos, fragmentos de cerámica
del periodo geométrico, testimonian su existencia desde el siglo
IX a. C. En el origen, el culto era celebrado sobre un altar
rectangular hecho de terrones de tierra. A principios del siglo VIII, el témenos
estaba dotado de un pavimento de piedras sacadas del río y rodeado de un muro
de forma trapezoidal. Un altar de piedra y de madera se construyó a
continuación, así como un templo. Las guerras emprendidas por Esparta
permitieron financiar los trabajos.
Un segundo
templo fue construido hacia 570 a. C., bajo el reinado conjunto de León
y de Agasicles (hacia 575–560 a. C.), cuyos éxitos militares
suministraron los fondos para los trabajos. Primero, el terreno fue realzado,
sin duda, tras un desbordamiento del Eurotas. Sobre el lecho de arena del río
fue levantado un altar y un templo de piedra caliza, orientados como los
edificios precedentes. El muro del recinto fue alargado y adquirió forma
rectangular. El segundo templo fue totalmente rehecho en el siglo
II a. C., a excepción del altar, el cual fue reemplazado por los romanos
que construyeron en el siglo III un anfiteatro para acoger a los turistas de la
diamastigosis.
Representación de la diosa en un exvoto
de marfil, Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
Elementos primitivos del culto
En el
origen, el culto de Ortia fue el de una religión preantropomórfica y
preolímpica. Las inscripciones mencionan simplemente «Ortia» (u otras variantes
como Ortria) o como el poeta lírico Alcman (Partenias, I, v. 61), que la
llama Aotis («la de la aurora», v. 87).
El culto se
dirige a un xoanon (efigie grosera de madera) considerada maléfica. Pausanias
(III, 16, 9-11) cuenta que, era originario de Táurica y fue robado por Orestes
e Ifigenia. Volvía locos a los que lo encontraban, y hacía matarse a los
espartanos que ofrecían sacrificios a Artemisa. Sólo la intervención de un oráculo
permitió «domesticar» la estatua. Sangre humana fue derramada sobre el altar,
que acogía sacrificios humanos por sorteo. El legislador Licurgo los remplazó
por la flagelación ritual de los efebos, la diamastigosis. Según Plutarco
(Vida de Arístides, 17, 10), hay que ver más bien la conmemoración de un
episodio de las guerras médicas.
Artemisa
fue venerada allí bajo la epíclesis de griego, Lygodésma, literalmente
«en el lazo de mimbre», lo que sugiere una estatua «incómoda», típica de los
cultos griegos primitivos. Para Pausanias (ibid.), sin embargo, el
nombre se explica porque se habría encontrado el xoanon en un matorral
de mimbre, que mantuvo a la estatuilla orthia, es decir «derecha». Su
culto comprendía, además de la flagelación, danzas individuales de jóvenes y
danzas de coros de chicas. Para los chicos, el premio del concurso era una hoz,
lo que hace suponer que se trataba de un rito agrario.
La
presencia de exvotos atestigua la popularidad del culto: máscaras de arcilla
representaban a ancianos u hoplitas, así como figurillas de plomo de terracota,
mostrando a hombres y mujeres tocando la flauta, la lira o los címbalos, o
incluso montando a caballo.
La diamastigosis
El culto de
Ortia daba lugar a la griego, diamastigosis (diamastigô, «azotar duramente»),
la flagelación de los efebos, descrita por Plutarco, Jenofonte y Platón. Unos
quesos eran apilados sobre el altar y protegidos por adultos armados de
látigos. Los jóvenes debían apropiarse de ellos, desafiando los latigazos. Al
menos, en la época romana, la sacerdotisa podía controlar la fuerza de los
golpes: según Pausanias (III, 16, 10–11), ésta llevaba a lo largo del ritual el
xoanon de Ortia. Cuando uno de los porta-látigos detenía sus golpes, para no
desfigurar a un guapo joven o en consideración a su familia, el xoanon se
consideraba su función entorpecida. La sacerdotisa reprendía entonces al
azotador culpable.
En la época
romana, según Marco Tulio Cicerón (Tusculanas, II, 34), el ritual se había transformado
en un espectáculo sangriento, llegando a veces hasta la muerte de un joven,
bajo la mirada de los espectadores llegados de todo el Imperio. Hubo de
construirse incluso un anfiteatro, en el siglo III, para acoger a los turistas.
Libanio indica que aún en el siglo IV, el espectáculo atraía curiosos.
Exvotos del santuario, prótomes de
animales, Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
El
santuario fue sacado a la luz a principios del siglo XX por la Escuela
británica de arqueología, en el trascurso de sus excavaciones en Laconia. En
dicha época, el sitio albergaba únicamente las ruinas de un teatro romano,
ampliamente saqueadas desde la fundación de la Esparta moderna en 1834 y en
trance de ser cubiertas por el río. Rápidamente, los arqueólogos, bajo la
dirección de R. M. Dawkins, encontraron vestigios griegos. Dawkins escribió: «El
teatro romano ha podido protegerse eficazmente (…) una gran cantidad de objetos
arcaicos que, por la luz que arrojan sobre la primitiva Esparta, han dado a
exta excavación una importancia capital.»
La primera
campaña de excavaciones duró cinco estaciones, al término de las cuales Dawinks
publicó en 1910 una Histoire du sanctuaire (Historia del santuario).
Estuvo marcada por un recurso intensivo de la estratigrafía. La campaña de 1924–1928
en Esparta constó también de un episodio de limpieza en Ortia en 1928.
La
festividad religiosa de las Carneas fue una de las fiestas religiosas
más importantes de la antigua Esparta y de muchas otras ciudades dorias,
celebradas en honor de Apolo Carneo, al que se rendía culto en varias partes
del Peloponeso. Había nueve festividades principales en el calendario
espartano, de entre los cuales las más importantes eran: las Carneas, las Gimnopedias
y las Jacintias, estas últimas tenían lugar en Amiclas.
Carneo era
primitivamente un dios independiente, divinidad predórica venerada por los aqueos
y que posteriormente se asimiló a Apolo. Carneo deriva de kárnos próbaton
(ganado), en referencia quizá al que se sacrificaba en las fiestas Carneas.
Los
espartanos tenían la estricta obligación de celebrar las fiestas Carneas, que
tenían lugar entre el día 7 y el 15 del mes Carneo, que correspondía al mes
ático de Metagitnion (parte de agosto y parte de septiembre). Su
duración era de nueve días. A ellas se entregaban los espartanos con gran
entusiasmo, por encima de cualquier otra actividad, y todos los ciudadanos
varones debían ser purificados.
Estas
fiestas, según Demetrio de Escepsis eran un remedo de la disciplina militar
espartana, casi como las Boedromias de Tebas. Se montaban nueve tiendas (skíades,
literalmente sombrajos) cerca de los muros de la ciudad, y cada una de ellas
era ocupada por nueve hombres en edad militar, pertenecientes a tres fratrías y
que obedecían las órdenes recibidas de un heraldo.
Una barca
portando la estatua de Apolo Carneo, adornado con guirnaldas era llevada por
toda la ciudad, en recuerdo del barco en el que los Heráclidas pasaron de Naupacto
al Peloponeso, por el golfo de Corinto. Apolo los castigó enviándoles la peste,
que sólo cesó después de la institución de las Carneas.
Según Pausanias las Carneas buscaban aplacar la ira del dios y restaurar la comunión entre éste y el pueblo espartano, rota cuando el adivino Carno, sirviente de Apolo, fue muerto por Hípotes, uno de los Heráclidas.
Según Pausanias las Carneas buscaban aplacar la ira del dios y restaurar la comunión entre éste y el pueblo espartano, rota cuando el adivino Carno, sirviente de Apolo, fue muerto por Hípotes, uno de los Heráclidas.
El
sacerdote que llevaba a cabo los sacrificios era conocido como el Agetes,
de ahí que la fiesta también recibiera, en ocasiones, el nombre de Agetorias o
Agetoreion.
Se elegían
cinco hombres solteros, llamados karneatai, menores de 30 años, de cada
una de las tribus espartanas, para que desempeñaran la función de asistentes
del Agetes, y ocupaban el cargo durante los siguientes cuatro años, plazo
durante el cual deberían permanecer solteros. Algunos de los karneatai
recibían el nombre de staphilodrómoi (transliterado como estafilodromos
y traducido como "corredores con ramas de vid").
Las Carneas
tenían un aspecto agrario, que se traducía en el ritual de una
carrera-persecución, en la que un hombre portador de cintas debía ser alcanzado
por cinco karneatai. Si lo lograban, la siguiente cosecha sería
fructífera.
El dios Apolo, a quien era consagrada
esta fiesta
Además,
durante las fiestas tenían lugar competiciones musicales -que la tradición
remontaba a la XXVI Olimpíada (676-673 a. C.)- haciendo de Terpandro
el primer vencedor, representaciones teatrales, danzas de jóvenes, el
sacrificio de un carnero y una comida comunitaria.
El último
día de las Carneas coincidía con la luna llena, y antes de que terminasen estas
fiestas el ejército no podía abandonar el territorio espartano. Los gobernantes
tenían prohibido llevar a cabo ninguna campaña militar, declarar la guerra, y
cualquier acción diplomática; era de, hecho, una tregua sagrada. Según Heródoto,
esto se produjo en dos ocasiones durante las Guerras Médicas:
·
En 490 a. C., las
Carneas habrían impedido a los espartanos llegar a tiempo a la batalla de
Maratón y los atenienses se vieron obligados a luchar solos.
·
En 480 a. C., el
rey Leónidas I habría tenido que defender el desfiladero de las Termópilas con
un pequeño contingente de hombres por el mismo motivo.
Según Tucídides,
también se suspendió una expedición espartana en otras dos ocasiones:
·
En el verano del
419 a. C., durante la guerra entre Argos y Megara, por coincidir con
las Carneas.
·
Tras la Batalla de Mantinea,
en junio de 418, cuando el rey espartano Plistoanacte, acudió a Tegea con
fuerzas para socorrer al resto de tropas aliadas, recibió la orden de
retirarse, por estar próximo el comienzo de las Carneas.
Éste
festival también se celebró en la ciudad de Cirene, en el norte de África,
según los testimonios que nos han llegado de Píndaro, y en el Himno a
Apolo de Calímaco.
Las fuentes
disponibles sobre las Carneas son principalmente los gramáticos Hesiquio de
Alejandría y Ateneo.
Las Jacintias
eran unas festividades religiosas espartanas, organizadas en Amiclas todos los
años, en mayo-junio.
Se
celebraban en honor de Jacinto, joven amado de Apolo y muerto accidentalmente
por él durante un concurso de lanzamiento de disco. Sobre su tumba habría
florecido un jacinto. Es claramente una metáfora de la renovación de la
vegetación, como en el culto de Adonis.
Las
Jacintias duraban tres días. Su desarrollo es conocido por escoliastas como Ateneo.
El primer día está consagrado al duelo: eran ofrecidos sacrificios a los
muertos, sin peán ni acaba en un banquete; los panes sacrificiales eran muy
simples.
El segundo
día era un día de celebración. Los jóvenes tocaban la cítara y el aulos, y
cantaban a la gloria de Apolo. Otros participaban en concursos hípicos.
Numerosos coros rivalizaban en la ciudad, cantando cantos del país y bailando.
Amiclas era también el teatro de desfiles de carros decorados por las jóvenes y
las mujeres de Esparta. Eran ofrecidos sacrificios con ocasión del griego, kopís,
banquete en el que los ciudadanos invitan a sus familiares y parientes. Los Ilotas
tenían derecho a tomar parte en los festejos, incluso los extranjeros:
« se agasaja no sólo a los llegados de nuestra tierra, sino también a los
extranjeros que se hallan presentes.» La kopis se desarrollaba bajo
tiendas, rasgo característico de las fiestas campestres arcaicas.
El tercer
día no está descrito con precisión, es probable que fuera el más solemne, a
semejanza del primer día. Se sabe por otro lado que para esta fiesta, las
mujeres de Esparta tejían un quitón (griego, khitôn, «túnica») que es
ofrecido luego al dios; tradición similar al peplo ofrecido a Atenea, en Atenas,
durante las Panateneas.
Las
Jacintias eran fiestas muy importantes en Esparta. Jenofonte, en las Helénicas
(IV, 5, 11), relata que los espartanos interrumpían sus campañas militares para
poder regresar a Laconia y participar en ellas. Pausanias escribe que incluso
concluían un día de tregua. Según Tucídides, durante la paz de Nicias, Atenas,
para mostrar a Esparta su buena voluntad, prometió asistir a las Jacintias.
Gimnopedias
Las Gimnopedias eran festividades
religiosas y ejercicios de resistencia para los jóvenes espartanos.
Las Gimnopedias
(griego, Gumnopaidía, literalmente «la fiesta de los niños desnudos»)
eran festividades religiosas celebradas en Esparta, en julio-agosto, en honor
de Leto y de sus hijos, Apolo Pitio y Artemisa.
Consistían
esencialmente en bailes y ejercicios ejecutados por los jóvenes espartanos,
alrededor de estatuas que representan a los dioses en cuestión, situadas en un
lugar del ágora llamado, khorós. Coros de adolescentes, de efebos y de
jóvenes adultos que se enfrentaban en bailes que imitaban los ejercicios de la palestra,
enteramente desnudos, delante de los otros lacedemonios, los extranjeros y los hilotas.
Los solteros mayores de 30 años eran en cambio excluidos de la asistencia.
El
espartano Megilo, en Las Leyes (Platón, I, 633), las llama un «temible
endurecimiento (...), de temibles ejercicios de resistencia que hay que
soportar con la violencia de la canícula»
Paros es una pequeña isla griega
del archipiélago de las Cícladas, en aguas del mar Egeo, al sur de la isla de
Delos y al oeste de la de Naxos, de la que está separada por un canal. Es la
tercera isla mayor del archipiélago, con 207 km² de extensión y 118 km de
playas. Es una isla sin apenas vegetación, montañosa y con grandes extensiones
llanas aptas para el cultivo. Posee dos grandes golfos naturales, el de Nausa y
el de Parikia. El municipio tiene una población de 15.278 habitantes,
conocidos por el gentilicio de parios. En la Antigüedad la isla tenía una
ciudad a la que se la denominaba con su mismo nombre de Paros.
Los primeros habitantes de la isla fueron los carios que se instalaron allí en el mesolítico, sobre el 7500 - 6500
a. C. En un islote, entre Paros y Antíparos, los arqueólogos han descubierto
las más antiguas huellas de hábitat en las Cícladas (5300 - 4500 a. C.) Las
islas de Paros, Antiparos y Despótico fueron ocupadas durante todo el periodo
protocicladico (3200 a. C. -
2200 a. C./2000 a. C.): civilización «Pilou-Lakkoudon»,
civilización «Keros-Siros», civilización «Filacopí-Polis I», luego civilización
«Filacopí-Polis II».
Los
cretenses dominaron la isla durante la época minoica. Hicieron de ella un gran
puerto estratégico. La leyenda cuenta que el rey Minos estaba sacrificando a
las Gracias en Paros cuando le informaron del asesinato de su hijo Androgeo en
Atenas. Él continuó el sacrificio, pero rechazó la corona que adornaba su
cabeza y paró la música de las flautas rituales. Se explica así el carácter
particular de los sacrificios a las Gracias en Paros en la Antigüedad: sin
coronas de flores ni música. Androgeo había tenido dos hijos, Alceo y Esténelo,
a quienes Minos había establecido en Paros con sus tíos, los hijos que él había
tenido con la ninfa Paria: Nefalión, Eurimedonte, Criseo y Filolao. Es así como
la mitología explica la dominación minoica de la isla.
La leyenda
dice que fue colonizada por Paros de Parrasia, que llevó a la isla una colonia
de arcadios. Los supuestos nombres antiguos fueron Plateia (o Pactia),
Demetrias, Zacinto, Hiria, Hileessa, Minoa y Cabarnis.
Atenas envió una colonia de jonios que aportaron prosperidad y crearon
colonias en Tasos, y la de Pario en el Helesponto.
Habitada
desde la prehistoria, su historia es relevante a partir de la civilización
micénica, posteriormente, en la civilización minoica o cretense y en las
guerras médicas conoció su mayor apogeo.
Fue la
patria del poeta Arquíloco y sede del Arquiloqueo, templo dedicado al
poeta por sus compatriotas después de muerto. Era famosa en la Antigüedad por
su mármol.
Al comienzo
de las guerras médicas la isla dependía de Naxos y estaba del lado de los
persas, a quienes apoyó con una nave en la batalla de Maratón. Como castigo fue
asolada por la flota ateniense dirigida por Milcíades que pidió un tributo de
100 talentos, pero la ciudad resistió y obligó a los atenienses a retirarse
después de 26 días de asedio. Milcíades se hizo él solo una herida en el
recinto de Deméter en Paros de la que más tarde murió. Después de la batalla de
Artemisio, la isla, que continuaba siendo aliada de Persia, mantuvo la
neutralidad a la espera de los acontecimientos. Temístocles le impuso un
tributo al final de la guerra y entró en la Liga de
Delos, donde pagaba el tributo más alto de todas las islas (30 talentos).
El gobierno
fue democrático, dirigido por un senado, pero en la época de la guerra del
Peloponeso, en 410 a. C., ya gobernaba la oligarquía, cuando fue allí
el general ateniense Terámenes y restauró la democracia. En
387 a. C. entró en la Segunda Liga ateniense. En 385 a. C.,
en cooperación con Dionisio I de Siracusa, fundó una colonia en la isla llamada
Faros en Iliria.
En 357 a. C.
se separó de la Segunda Liga ateniense, pero perdió importancia política.
Después de la muerte de Alejandro Magno dependió unos años de los Ptolomeos.
En la isla
se encontró la Crónica de Paros.
La Crónica
de Paros es un documento epigráfico que contiene una relación
cronológica de diversos eventos legendarios, políticos y culturales de
importancia sucedidos en el mundo griego en sincronía con los diversos reyes y
arcontes atenienses. Abarca una cronología que va desde el año 1581 a. C.
hasta el 264/3 a. C.
La crónica
está tallada en el mismo tipo de mármol que hace honor a su nombre como mármol
de Paros. El fragmento más importante —que suele denominarse fragmento A— fue
trasladado a Inglaterra en 1627 por un emisario de Thomas Howard. La parte
superior del mismo fue destruida pero se conoce su contenido porque fue
publicado en el siglo XVII antes de su destrucción. La parte inferior se
conserva en el Museo Ashmolean de Oxford (Reino Unido). Una tercera parte —que
se denomina fragmento B— se encontró en 1897 en la isla griega de Paros y se
conserva en el Museo Arqueológico de Paros.
Se la
conoce también como:
·
Chrónicon marmóreum
·
Mármora paria
·
Mármor parium
·
Mármora arundeliana
·
Mármora oxoniensia
·
Marmorchronik
En la isla
de Paros ha sido descubierta la ciudad homónima que ha restituido restos de
muros y un templo jónico del siglo VI a. C. sobre la acrópolis ya
habitada en época micénica.
Pocas son
las piedras que permanecen en pie del recinto sagrado. Del templo sólo restan
los cimientos y algunos elementos que, aunque pertenecientes al lugar sagrado,
han aparecido como aprovechados y reutilizados en otras construcciones mucho
más tarde.
También
sobre la colina de Castro existen restos arqueológicos. Corresponden al
santuario de Apolo con un templo dórico (siglo VII-VI a. C.) y dos altares
dedicados a Artemisa, ambos pertenecientes a la época arcaica pero a periodos
sucesivos.
Fuera de la
zona habitada de Paros y junto a muchos otros epígrafes, Anastasios Orlandos
recuperó en 1961 el que se refiere al poeta Arquíloco. La inscripción está
grabada en un capitel corintio posteriormente reutilizado y encontrado en una
basílica medieval.
Probablemente
no lejos se hallaba el heroon (tumba) del poeta, que habría participado
con su padre en la colonización de Tasos.
También
podrían pertenecer al monumento algunos relieves funerarios atribuidos a la
primera mitad del siglo VI a. C.
Puerto antiguo de Paros
La isla de
Paros tuvo dos puertos marítimos durante la Antigüedad. Fundó colonias, tales
como Tasos en el siglo VIII a. C. y Faros en la costa dálmata en el
siglo IV a. C. El Eforado griego excavó los puertos de Parikia y
Nausa entre el 6 y el 11 de septiembre de 1979. En Parikia, el equipo de
arqueólogos del Eforado halló varias estructuras bajo el mar en la zona del
puerto. Primero se encontraron varios bloques de mármol y de piedra caliza
utilizados en la arquitectura, a una profundidad de entre uno y seis metros. Se
descubrieron también columnas de mármol de diferentes tamaños muy cerca de la
costa en el puerto. Por otra parte, se encontró hundida a una profundidad de
seis metros una pequeña columna de mármol de 36 cm de diámetro. Al noroeste de
esta columnita se encontraron dos columnas de mármol, de 1,30 m y 2,80 m de
diámetro, que permanecían de pie sobre la arena. También se hallaron tumbados
en el fondo dos grandes bloques rectangulares de mármol, de los que el más
grande medía 3,1 m de largo. Otra columna de mármol de una longitud de 4,35 m,
estaba tumbada en la arena al lado de otras columnas de diversos tamaños. Es posible
que estas columnas y bloques formaran el material de un edificio de mármol
erigido en el paseo del antiguo puerto cerca del mar.
Sin
embargo, también se ha sugerido que estos bloques formaran parte de un edificio
fabricado para exportar al continente, donde habría sido ensamblado (Gruben,
1972: 28-9). Los bloques de mármol son del mismo tipo que los hallados en unas
ruinas cerca de Crotona, en Italia (Pensabene, 1978: 105-118).
En la bahía de Parikia, han sido encontradas varias estructuras. Un gran edificio con varias habitaciones fue hallado muy cerca de la playa. Los muros estaban formados de piedra caliza y de gneiss. Rubensohn hizo un plano de este edificio y pensaba que se trataba de una construcción romana. Durante las excavaciones fue descubierto un gran espigón, seguramente con una función de rompeolas. La parte alta de este espigón se halla a una profundidad de dos a tres metros de la superficie. La estructura tiene forma de lengua. En sección, este malecón tiene forma de rampa con una depresión circular de dos metros de largo y un metro de profundidad.
En la bahía de Parikia, han sido encontradas varias estructuras. Un gran edificio con varias habitaciones fue hallado muy cerca de la playa. Los muros estaban formados de piedra caliza y de gneiss. Rubensohn hizo un plano de este edificio y pensaba que se trataba de una construcción romana. Durante las excavaciones fue descubierto un gran espigón, seguramente con una función de rompeolas. La parte alta de este espigón se halla a una profundidad de dos a tres metros de la superficie. La estructura tiene forma de lengua. En sección, este malecón tiene forma de rampa con una depresión circular de dos metros de largo y un metro de profundidad.
En Nausa,
al norte de la isla, fueron localizados tres malecones, así como restos de
cerámica romana del siglo I a. C., y bizantina.
Rodas
La isla
de Rodas es la isla griega más extensa del archipiélago del Dodecaneso. La
capital de la isla se llama también Rodas. Administrativamente, conforma la
unidad periférica de Rodas.
Rodas se
extiende en dirección NE-SO al sur de la costa turca, frente a la antigua
región de Caria, de la que la separa un canal de 15 km de anchura. Tiene una
longitud de 78 km, su ancho es de 39 km (entre los cabos Monolithos y Lindos) y
una extensión global de 1398 km². La distancia que la separa de Atenas es de
490 km.
Una cadena
montañosa discontinua atraviesa la isla en dirección norte-sur. El pico más
alto se sitúa en la vertiente occidental y se llama Ataviros (1215 m.). Rodas
no posee grandes corrientes de agua sino más bien torrentes que están en su
mayor parte secos durante el verano.
En Rodas se
encontraba una estatua de dimensiones extraordinarias (ver Coloso de Rodas).
Era una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo y la tradición cuenta que fue
destruida tras un terremoto.
Rodas es
conocida en latín como Rhodus. Su nombre primitivo fue Ofiusa, y después
fue conocida como Estadía, Telquinis, Asteria, Etria, Trinacria, Corimbia,
Peesa, Atabiria, Macaria y Olesa. Estos nombres se conocen principalmente
gracias a tres autores: Estrabón, Amiano Marcelino (XVII, 7) y Plinio el Viejo.
Estrabón
otorga a Rodas los primitivos nombres de Ofiusa, Estadia y Telquinis. Este
último puede hacer referencia a los primeros habitantes que poblaron la isla:
los llamados telquines, también mencionados por Diodoro Sículo.
El nombre
de 'Pellagia', recogido por Amiano Marcelino, puede estar en relación con el
mítico origen de Rodas a partir del mar. Pero es Plinio el Viejo el que más
noticias nos refiere sobre los antiguos nombres de Rodas, bien sean míticos o
reales:
vocitata
est antea Ophiusa, Asteria, Aethraea, Trinacria, Corymbia, Paeessa, Atabyria ab
rege; deinde Macaria et Oloessa.
Plinio
el Viejo, Naturalis Historia, V, 36.
La
explicación a estos nombres puede ser la siguiente:
·
Ofiusa: Por la abundancia de
serpientes que al parecer tenía la isla.
·
Olesa: Que significa
perniciosa o mortal, quizá por el mismo motivo de las serpientes.
·
Asteria: Porque brillaba como
un astro por su belleza y por el predominio del tiempo soleado la mayor parte
del año.
·
Trinacria: Porque posee tres
promontorios como Sicilia.
·
Atabiria: En referencia a su
más alta montaña (el monte Atabiris o Atabirion, actualmente Attaviros, 1.215
metros), o al nombre de su más antiguo y legendario rey.
·
Macaria: Porque según la
tradición es una isla afortunada como Chipre y Lesbos.
Pero lo más
probable es que el nombre de Rodas haga referencia a una flor, bien sea la del granado
o bien a la rosa misma. De hecho, en numerosas monedas rodias la rosa es un
elemento iconográfico de primer orden. Además, la flor del granado en griego
clásico se expresa con la palabra ροια. En cualquier caso, todas estas
explicaciones no son más que conjeturas.
Mitología y leyendas
fundacionales
Sus
primitivos habitantes, según la mitología griega, eran los legendarios
telquines, que eran hijos de Ponto o de Tálata, tenían cabeza de perro y aletas
de pez (precisamente una de las metamorfosis habituales de Proteo era la de
foca), y fueron además los primeros pobladores de Creta. Al parecer, a causa de
sus conjuros con el agua de Estigia, Zeus les envió un diluvio que los dispersó
por diferentes puntos de la Hélade y Asia Menor. Según la tradición, criaron y
educaron a Poseidón a instancias de Rea, fabricaron su tridente y la hoz de
pedernal dentado con la que se castraría a Crono. Cuando reemergió de las olas
la isla, fue ocupada por Helios, que casaría con la ninfa Rodo, que fue la que
dio nombre a la isla. Esta ninfa era hija de la unión de Poseidón con Halia,
hermana de los telquines. En la zona oriental de la isla, en aquel tiempo,
vivían los Gigantes.
Los
siguientes habitantes legendarios fueron los helíadas que eran siete y fueron
los ancestros de las siete tribus de la isla; emigraron a Lesbos, Cos, Caria, y
Egipto. Según una tradición, uno de los helíadas, Cércafo, se casó con Cídipe y
tuvieron hijos que fundaron tres ciudades a las que pusieron sus propios
nombres: Lindo, Yáliso y Cámiro, pero otros consideraban que el fundador de las
ciudades fue Tlepólemo y que les había puesto los nombres por algunas de las
hijas de Dánao.
También la
leyenda menciona el paso por la isla de Dánao y sus hijas, que establecieron un
templo de Atenea en Lindo, de fenicios dirigidos por Cadmo, que levantó un
santuario en honor de Poseidón, de Forbante y sus hijos, que procedían de
Tesalia y acabaron con las serpientes de gran tamaño que sembraban el terror en
la isla, y carios.
Posteriormente
Altémenes, que era hijo del rey de Creta Catreo, quiso evitar un oráculo que
decía que mataría a su padre y dejó su tierra para exiliarse voluntariamente en
la ciudad de Camiro de Rodas. Edificó un templo en honor a Zeus en el monte
Atabiro. Pero su padre navegó hasta Rodas con la intención de que su hijo
regresara a Creta y hubo un enfrentamiento entre los que acompañaban a Catreo y
los habitantes del lugar en el que Altémenes mató a su padre, sin saberlo.
Posteriormente Altémenes murió de pena.
Luego llegó
a la isla Tlepólemo, hijo de Heracles, que huyó de Argos con algunos compañeros
tras haber matado involuntariamente a Licimnio. Se convirtió en rey de la isla
y acaudilló el ejército rodio que luchó en la coalición de los aqueos en la
guerra de Troya. Murió en la guerra, mientras la isla quedó bajo el reinado de
su compañero Butas.
Edad del Bronce y Edad Oscura
Hacia
finales de la Edad del Bronce (1550-1100 a. C.) la influencia minoica
en Rodas es patente. En torno al 1100 a. C. se produce la llegada de
los dorios, que contribuyen al desarrollo de algunas ciudades de la isla como
Lindos y Cámiros. Aprovechando el lugar privilegiado que Rodas tiene en el mapa
como encrucijada entre Oriente y Occidente, los dorios favorecen el comercio y
desarrollan rutas comerciales que comunican los cuatro puntos cardinales,
especialmente con Egipto y con la Grecia continental.
Periodo Arcaico
Las tres
primeras ciudades eran Lindos, Ialisos y Cámiros que junto con Cos, Cnido y
Halicarnaso formaron la hexápolis dórica con santuario común en la costa de
Caria y Apolo como deidad tutelar.
Los rodios
fundaron colonias en las Baleares, en la costa gerundense, en el sur de Italia
(Parténope, Salapia, Siris y Síbaris), en Sicilia (Gela), en Cilicia (Solos), y
en Licia (Gagas y Coridala).
Época Clásica
Durante
todo el siglo V y IV a. C., Rodas juega un papel bastante indeciso
desde el punto de vista diplomático. Hacia 480 a. C. la encontramos
aliada de los persas contra los griegos para girar hacia el 478 a. C.
alrededor de la órbita de la Liga de Delos encabezada por Atenas. Las ciudades
rodias pagaron tributo a Atenas en la primera parte de la guerra del
Peloponeso. Años más tarde, después del desastre de la expedición a Sicilia, en
el 412 a. C., se pondrá del lado de Esparta. Un intento de
contrarrevolución de los populares, favorables a Atenas, fue sofocado en
411 a. C.
En
408 a. C. las tres ciudades se unieron y fundaron una nueva ciudad,
Rodas, en el extremo norte de la isla, que se convirtió en capital de un estado
unificado que abrazaba toda la isla.
En
396 a. C. Conón con una flota ateniense se presentó en la isla y la
forzó a retornar a su bando. Se estableció un gobierno democrático que no duró,
y en 390 a. C. los aristócratas enviados al exilio seis años antes
regresaron y lograron el poder con ayuda espartana. Este juego de alianzas se
refleja también en su estructura política con la alternancia de un modelo
político oligárquico de tipo espartano y uno democrático a la ateniense.
El excesivo
poder de Esparta alejó al gobierno de Rodas de esta potencia, y entonces se
acercó a Atenas, pero en 371 a. C. después de la batalla de Leuctra,
se alió con Tebas. Durante la guerra social que duró hasta el
355 a. C. estuvo contra Atenas, instigados por el dinasta de Caria.
En 357 a. C. cayó en manos del príncipe de Caria Mausolo,
conservando, sin embargo, su autonomía.
Acrópolis de Lindos.
En
342 a. C. Mentor de Rodas, un jefe militar que había luchado al
servicio de Artabazo II, sátrapa rebelde de Dascilio o Frigia Helespóntica y
más tarde al servicio de Egipto ayudando al rey de Sidón, Tabnit II, rebelado
contra Persia, obtuvo el perdón del rey (que apreció sus cualidades militares,
pues luchando en Sidón había derrotado a los sátrapas Mazeos de Cilicia y
Belisis de Siria, y sólo pudo ser derrotado por las fuerzas superiores del
ejército real persa) que le envió a Rodas, que de esta manera se convirtió en
un estado vasallo de Persia. Mentor hizo llamar a su hermano Memnón de Rodas y
a su cuñado Artabazo II, exiliados a Macedonia, y especialmente el primero se
mostró como un general muy hábil, y fue el último jefe de los persas que hizo
frente a Alejandro Magno, pero a su repentina muerte en 333 a. C.
dejó Persia a merced de Alejandro.
Periodo helenístico
En el
Período helenístico, la conquista macedonia de Persia implicó también el
sometimiento de la isla de Rodas a Macedonia y una guarnición se estableció en
la isla (332 a. C.), pero a la muerte de Alejandro Magno, en
323 a. C., Antígono, un personaje próximo a Alejandro, solicita la
ayuda de Rodas para deponer al rey de Egipto. Pero como Rodas mantiene
relaciones comerciales sustanciosas con Egipto, rechaza la petición realizada y
expulsa a la guarnición macedonia. Desde entonces tuvo una política independiente
aliada con los ptolomeos de Egipto que era de interés para su comercio. Años
después, el hijo de Antígono, Demetrio Poliorcetes, asediará la isla durante un
año (305-304 a. C.). El asedio fracasa completamente y el conflicto
se resolverá pacíficamente tras la mediación de algunas polis griegas. Los
atacantes dejaron una gran cantidad de material militar en el lugar, que los
rodios vendieron, y con el dinero recogido erigieron una estatua a Helios,
conocida como el coloso de Rodas.
En estos
años Rodas extendió su dominio a la costa de Licia y a Caria, a la llamada
Perea Rodia, y a las islas vecinas: Kasos, Kárpatos, Tilos y Jalki. Los años
posteriores serán provechosos gracias a la actividad comercial de la isla. La
ciudad de Rodas llegará a tener hasta 60.000 habitantes y se construirán en
ella numerosos teatros, estatuas y templos.
Agatágetos
tomó partido por los romanos e intentó convencer al gobierno de la isla a
aliarse con Roma, hacia el 171 a. C., pero la isla permaneció
neutral. Después de la derrota de Perseo de Macedonia (168 a. C.)
Rodas hubo de ceder muchos de sus territorios a Roma, acusada de haber dado
apoyo al rey macedonio. En 164 a. C. firmó un tratado de amistad con
Roma y la isla se convirtió en el centro de educación de muchos jóvenes de
familias nobles romanas.
El gobierno de Rodas
El poder
correspondía a una asamblea del pueblo que tenía la decisión final sobre
cualquier asunto; a esta asamblea eran sometidos los asuntos discutidos
previamente por el senado. El poder ejecutivo estaba en manos de dos
magistrados llamados πρυτάνεις, cada uno de los cuales gobernaba seis meses al
año; a su lado los almirantes eran los que les seguían en poder; había otros
cargos, pero sus funciones y derechos son inciertos.
Las fascinantes ruinas de la Acrópolis de Rodas
se erigen en el punto más elevado de la ciudad. Se encuentran en la cima de la
colina de Hagios Stéfanos y datan del siglo III a. C. Explora los templos y los
distintos espacios que la conforman a medida que aprendes más cosas sobre la historia
de las civilizaciones de la Grecia clásica.
No dejes de visitar el templo de Atenea Poliás
y Zeus Polieo, uno de los edificios más importantes de la acrópolis. Aquí es
donde se guardaban los textos de los tratados que se establecían con otros estados.
Entre las ruinas podrás contemplar piezas cilíndricas de las columnas y
fragmentos de un arquitrabe. Dirígete al templo de Apolo para admirar las
cuatro columnas que todavía siguen en pie en el amplio patio. También puedes
adentrarte en las cuevas de las ninfas, en el extremo norte de la acrópolis.
Estas construcciones subterráneas están excavadas en la roca y solían contener
estatuas de las deidades femeninas del agua, las llamadas ninfas.
Baja por la colina de la parte este de la
acrópolis para ver el estadio donde se celebraban los eventos deportivos
durante el periodo helenístico. También puedes sentarte en los escalones de
mármol del Odeón, un anfiteatro donde se celebraban eventos musicales y
recitales de poesía ante cientos de espectadores. Además, todavía hoy se
conservan algunas partes del gimnasio de la acrópolis. Este gran edificio
contenía obras de arte, algunas de las cuales se han encontrado en expediciones
arqueológicas.
Visita también las ruinas del edificio de la
estoa, una estructura monumental que posiblemente se utilizaba como mercado.
Antiguamente, la estoa era un edificio largo y abierto con un tejado que se
sostenía sobre filas paralelas de columnas.
La Acrópolis de Rodas se encuentra 1,6
kilómetros al oeste de la ciudad de Rodas. Frente a las ruinas hay una parada
de autobús y, además, en la carretera situada junto al yacimiento, se puede
aparcar de forma gratuita. Otra opción es desplazarse a pie desde la capital de
la isla.
Justo
al sur de la cima de la colina se encuentra un importante grupo de monumentos
antiguos. En una hondonada natural se halla el Estadio, obra que muy
probablemente data del siglo 2 y que ha sido reconstruida casi en su totalidad.
Tiene 200 metros de longitud y 35 metros de ancho. Es aquí donde se celebran
conciertos de importantes grupos extranjeros durante el verano.
Junto al
Estadio se encuentra un pequeño teatro cuya reconstrucción en mármol blanco se
hizo posible gracias a los pocos fragmentos de ruinas. Se ha especulado que se
utilizaba como escenario de clases dictadas por la Escuela de Retórica y no
para presentaciones teatrales.
Un poco más
arriba el área es dominada por el imponente Templo de Apolo Pitio. Fue
reconstruido a partir de los pocos restos de una esquina. Las tres
edificaciones superiores junto con el Gimnasio constituían uno de los
principales focos de la vida artística en la Rodas antigua.
El coloso
de Rodas era una gran estatua del dios griego Helios, realizada por el
escultor Cares de Lindos en la isla de Rodas en 292 a. C. y destruida
por un terremoto en 226 a. C. Es considerada una de las Siete
maravillas del mundo antiguo.
Todo lo que
se conoce sobre esta estatua se debe a las noticias que dejaron los escritores
antiguos Plinio el Viejo, Polibioy Estrabón, y a las crónicas bizantinas de Constantino
VII Porfirogéneta, Miguel el Sirio y Filón.
La estatua
(hecha con placas de bronce sobre un armazón de hierro) representaba al dios
griego del sol, Helios. Según Plinio el Viejo, medía unos 32 m:
Pero de todos el más admirado fue el Coloso del Sol,
en Rodas, hecho por Cares de Lindos, alumno del Lisipo antes mencionado. Esta
estatua medía 70 codos de altura. Después de 66 años un terremoto la postró,
pero incluso yacente es un milagro. Pocos pueden abarcar el pulgar con los brazos,
sus dedos eran más grandes que la mayoría de las estatuas que tenían marfil. El
vacío de sus miembros rotos se asemeja a grandes cavernas. En el interior se
ven magnas rocas, con cuyo peso habían estabilizado su constitución. Doce años
tardaron en terminarla y costó 300 talentos, que se consiguieron de las
máquinas de guerra abandonadas por el rey Demetrio en el asedio de Rodas.
Plinio el Viejo, Historia natural (34.18.3)
La base, de
mármol blanco, medía 40 codos (15 metros). Habría pesado unas
70 toneladas.
En el año 305 a. C.,
Rodas, que en las luchas de los diádocos se había alineado con Ptolomeo I, fue
invadida por un poderoso ejército dirigido por Demetrio Poliorcetes, hijo de Antígono
I Monóftalmos.
Para
apoderarse de la ciudad, Demetrio mandó a construir varias torres de asedio con
el fin de asaltar las murallas. La primera de estas torres fue montada en seis
barcos. Este primer intento no dio resultado porque los barcos naufragaron en
una tormenta antes de que la torre pudiera ser utilizada. Demetrio volvió a
intentarlo con otra torre aún mayor construida sobre la tierra. Este tipo de
arma de asedio era denominada helépolis. Sin embargo, los defensores rodios
repelieron el ataque inundando el terreno ante los muros para que la helépolis
no pudiera ser desplazada.
En el año 304 a. C.
una flota enviada por Ptolomeo I, aliado de Rodas, hizo huir precipitadamente a
Demetrio, quien abandonó la mayor parte de su armamento de asedio. A pesar de
su fracaso frente a los muros de Rodas, Demetrio obtuvo el sobrenombre de Poliorcetes,
"conquistador de ciudades" por sus éxitos militares. Los rodios
vendieron por 300 talentos los equipos de asedio abandonados.
Para
celebrar su victoria, los rodios decidieron que Cares de Lindos ―nativo de la
isla, y discípulo del célebre Lisipo, quien había esculpido en Tarento una
estatua de bronce de Zeus de unos 22 metros de altura― construyera una
estatua gigantesca al dios Helios, protector de la ciudad. Le preguntaron al
escultor cuánto costaría una estatua de 50 pies (15 metros) de
altura; cuando les respondió, le preguntaron cuánto costaría una estatua del
doble de altura. Él respondió que el doble, y los rodios firmaron el contrato.
Cares no tuvo presente que al doblar la altura, necesitaría ocho veces más
materiales. Esto lo llevó a la bancarrota y el suicidio.
El coloso
de Rodas fue terminado por Laques (también de la aldea rodia de Lindos) en el
292 a. C.
Sesenta y
seis años después de su construcción, en el año 226 a. C. un
terremoto derribó la colosal obra. Los habitantes de Rodas decidieron dejarla
acostada en el mismo lugar pues un oráculo aseguró que el derribo de la estatua
fue voluntad de los dioses. Y así quedaron los restos de la estatua durante
novecientos años aproximadamente, hasta que en el año 654 d. C. los
musulmanes se apoderaron del bronce como botín en una de sus incursiones. Un
judío de Edesa compró el bronce y dijo haber necesitado 900 camellos para
cargarlo.
Durante muchos años se creyó que la estatua había sido erigida con una
pierna apoyada en cada parte del muelle de Rodas como aparece en algunas
imágenes. Sin embargo, no parece que haya sido realmente así por dos razones:
si hubiera sido erigida allí, se habría hundido por su propio peso. La otra
razón es que para su construcción tendrían que haber cerrado un muelle de gran
importancia militar durante varios años, siendo vulnerables a ataques por mar.
Otra hipótesis, publicada en un artículo de la arqueóloga alemana Úrsula Vedder
(2008) sugiere que el Coloso no habría estado en el puerto, sino que era parte
de la Acrópolis de Rodas, sobre una colina ahora llamada monte Smith, con
vistas a la zona portuaria. Tradicionalmente se creía que el templo en la cima
del monte Smith estaba dedicado a Apolo, pero ―de acuerdo con Vedder― habría
sido un santuario de Helios. Según Vedder, los sobredimensionados cimientos de
piedra en el sitio del templo, cuya función no se conoce con exactitud, habrían
sido la base de soporte del Coloso.
Samos
Samos es
una isla de Grecia perteneciente al grupo de las islas Espóradas Orientales.
Está localizada en aguas del mar Egeo, muy próxima a la costa de Asia menor, al
sur de la isla de Quíos y al norte de la isla de Patmos y del archipiélago del
Dodecaneso. En 2001 contaba con una población de 33 814 habitantes.
La
superficie de la isla es de 477,39 km² y tiene una longitud de 43 km y 13 de
ancho. De considerable extensión, Samos está recorrida por ásperos relieves
montañosos (la altura máxima es el monte Kerkis 1 434 m). A lo largo de las
costas, en general escarpadas y poco seguidas, se abren llanuras. La isla de
Samos está separada de la parte continental por un estrecho de apenas 1,8 km de
la costa anatólica y del cabo Mícala. Administrativamente, conforma la unidad
periférica de Samos.
La isla
está a muy poca distancia de la costa de Asia Menor, a la cual estuvo unida en
el Pleistoceno. Les separa el estrecho de Mícala, que en su punto más estrecho
tiene tan sólo 1,6 km de ancho, más estrecho que entre cualquier isla del
Egeo y la Turquía asiática. Su estructura es calcárea, con rocas metamórficas y
esquistos, y presenta dos grupos montañosos: el Kerkis (1 437 m) y el
Ampelos(1 137 m). Cerca de la costa, los montes son más suaves, con vegetación
mediterránea.
Es una isla
de origen volcánico. Las dos montañas mencionadas son dos estratovolcanes.
También se encuentra restos de pequeños conos volcánicos y domos.
La isla
estuvo poblada desde el Neolítico y recibió, por turno, a los carios, léleges,
y desde el siglo X a. C. los jonios llegados de Epidauro. Era una de
las doce ciudades que formaban la Dodecapolis jónica junto con Quíos, Clazómenas,
Colofón, Éfeso, Eritras, Lebedos, Mileto, Miunte, Focea, Priene y Teos.
Los densos
bosques proporcionaban una madera excelente para la construcción de
embarcaciones. La isla era rica en olivares y viñedos. El vino de Samos no era,
sin embargo, en opinión del geógrafo Estrabón, de la mejor calidad.
Se atribuye
a Coleo de Samos, que habría vivido a mediados del siglo VII a. C.,
la hazaña de haber atravesado las columnas de Hércules y regresar cargado de
riquezas procedentes de Tartessos. Realizó a continuación en el templo de Hera
la ofrenda de una gran cratera de bronce que estaba sostenida por un pedestal
que representaba tres colosos de bronce arrodillados de unas dimensiones de
siete codos (más de tres metros).
De 538 a 522 a. C.,
Samos conoció una era de prosperidad económica y fueron emprendidos grandes
trabajos bajo el fastuoso reinado de su tirano Polícrates. Supo imponer su
hegemonía al archipiélago y hacer de la ciudad el más poderos Estado marítimo
del mar Egeo.
Polícrates
tomó el poder con sus dos hermanos después de una fiesta en honor de la diosa Hera.
Tras asesinar al primero, Pantagnosto, exilió al segundo, Silosonte. Se alió
con el faraón Amasis (570-526 a. C.) y con el tirano de Naxos, Ligdamis,
y saqueó las ciudades e islas jónicas, como Lesbos y Mileto. Después rompió la
alianza con Egipto e hizo un acuerdo con el rey persa Cambises II
(528-521 a. C.) Los exiliados se rebelaron y atacaron a Polícrates
pero no consiguieron desalojarlo, por lo que se dirigieron a pedir ayuda a Esparta
y a Corinto. Estos invadieron la isla y pusieron sitio a la ciudad durante 40
días, pero sin obtener la victoria, por lo que se retiraron. En tiempos de
Polícrates se realizaron grandes construcciones en Samos: un gran templo
dedicado a Hera, un palacio que fue reconstruido más tarde por el emperador
romano Calígula (37-41) y el acueducto o túnel de Eupalino. Heródoto relata el
fin de Polícrates: el sátrapa persa Oretes queriendo matar a Polícrates, le
invitó a Sardes. Polícrates acudió pese a los consejos de algunos augures e incluso
de su hija, y una vez allí fue hecho asesinar por Oretes.
Tras la
caída de la tiranía de Polícrates hacia el 522 a. C., Samos fue
gobernada por Meandrio, quien había sido secretario del tirano. Marcando un
contraste con el régimen anterior, Meandro instituyó un culto a Zeus Eleuterio
("Zeus de la Liberación"). Sin embargo, Silosonte consiguió el apoyo
de los persas para obtener el control de la isla. Meandrio huyó de Samos pero
su hermano Carilao se enfrentó a los persas. Los persas, comandado por Ótanes,
a pesar de que en un principio sufrieron importantes bajas, reaccionaron y
masacraron a los samios antes de entregar la isla a Silosonte. Luego ayudaron a
repoblar la isla.
Samos tomó
parte de la revuelta jónica contra los persas en el 499 a. C.,
llegando a aportar sesenta naves en la batalla de Lade, pero tras el fracaso de
la revuelta, la isla pasó a poder de los persas y su flota luchó al lado de
estos en las Guerras Médicas, hasta el año 480 a. C. En la parte
final, sin embargo, Samos apoyó a los griegos justo antes de la batalla de
Mícala (479 a. C.), y al finalizar la batalla se unió a la Liga de
Delos presidida por Atenas.
En
440 a. C., un conflicto enfrentó a Samos y Mileto por la posesión de Priene.
Mileto pidió ayuda a Atenas. Pericles intervino con 40 naves, impuso la
democracia en Samos y dejó allí una guarnición. Pero los oligarcas recuperaron
el poder con la ayuda del sátrapa persa de Sardes y entregaron la guarnición
ateniense a los persas. Atenas no pudo aceptar esta situación y envió más
naves. Tras ocho meses de conflicto, Samos capituló, la ciudad debió entregar
su flota, pagar una importante indemnización de guerra y la democracia fue
restablecida.
En 412-411 a. C.,
el jefe del partido democrático de Samos, Alcibíades, encabezó una rebelión
contra el gobierno oligárquico de Los Cuatrocientos instalado en Atenas. Del 412
al 402 a. C., estuvo gobernada por una democracia y combatió al lado
de Atenas hasta el final de la guerra del Peloponeso.
En el
366/5 a. C., estando Samos en posesión de los persas, los atenienses,
comandados por Timoteo, la conquistaron y establecieron en ella una cleruquía.
Los samios pasaron 43 años en el exilio y volvieron a la isla en el
322 a. C., en tiempos de Pérdicas.
Después de
la muerte de Alejandro Magno, Samos fue disputada por varios Estados: los Ptolomeos,
los seléucidas, el Reino del Ponto, etc.
La antigua Samos
La antigua
ciudad de Samos estaba situada en la parte suroriental de la isla, a diferencia
de la ciudad actual del mismo nombre, que está en la parte nororiental.
La más
importante de las llanuras de Samos es la de Kampos Choras, en la costa
meridional de la isla, que se curva formando una amplia ensenada. Las orillas
bajas y pantanosas favorecían el amarre y el anclaje.
Además de los cañaverales, en el extremo occidental de la llanura se alzaba el santuario de Hera, el Hereo de Samos, uno de los lugares más importantes y ricos de Grecia. Una Vía Sagrada de casi 7 km llevaba del Hereo a la ciudad situada en el borde opuesto de la llanura.
Además de los cañaverales, en el extremo occidental de la llanura se alzaba el santuario de Hera, el Hereo de Samos, uno de los lugares más importantes y ricos de Grecia. Una Vía Sagrada de casi 7 km llevaba del Hereo a la ciudad situada en el borde opuesto de la llanura.
Ruinas de Samos antigua.
Durante la
época arcaica, Samos fue uno de los centros económica y culturalmente más
avanzados de Grecia. La rica aristocracia samia, una clase de propietarios
terratenientes, supo sacar provecho de la ventajosa situación geográfica de la
isla, dedicándose al comercio marítimo.
Las
riquezas adquiridas y la demanda de bienes suntuarios daba trabajo a un clase
de artesanos cada vez más numerosa. Precisamente Samos fue uno de los principales
centros de la creación del estilo jonio, el lenguaje artístico internacional
del siglo VI a. C. Entre los artistas samios destacó Teodoro,
escultor y broncista.
Durante la
época helenística y romana, definitivamente disminuido el papel de Grecia, superados
ya los tiempos de la estructura económica y política de la polis, Samos no era
más que una próspera ciudad, pero de segundo orden.
El puerto (Pitagoreión)
Bajo
Polícrates, el puerto fue dotado de instalaciones apropiadas al papel que había
adquirido en la economía de la isla, basada en las relaciones comerciales y en
la piratería. La dársena fue cerrada por dos muelles unidos a las murallas que
rodeaban la ciudad. La escollera, bordeando el puerto, se levantaba en el mar,
con una profundidad que alcanzaba 35,5 metros y cuya longitud era superior a
355 metros.
El puerto
era el centro de la actividad económica y militar de Samos: abierto al sur,
había sido protegido en dicho lado por el largo malecón mencionado por
Heródoto, probablemente a iniciativa de Polícrates.
Todo esto
resultaba aún parcialmente visible en el siglo XIX, cuando Franz Humman (1862)
hizo reedificar el muelle grande sobre el mismo trazado del antiguo,
utilizando, al menos parcialmente, las ruinas.
La muralla de Samos
La muralla
de Samos, de bloques rectangulares y poligonales, encerraba a lo largo de 6,7
km la ciudad y el puerto en un mismo perímetro defensivo. La meridional tenía
370 m de largo. La muralla de Samos de la que todavía se ven buenos tramos en
lo alto del Ampelos y en Kastelli, rodeaba por motivos estratégicos las cimas
de las dos colinas. La primera fase, de época anterior a Polícrates (la muralla
existía ya en época del ataque espartano a Polícrates en 524 a. C.),
posee un alto zócalo de grandes bloques poligonales y debía tener la parte
superior de adobes. Es de suponer que la superficie encerrada por la muralla
nunca estuvo totalmente urbanizada. No obstante, en época de Augusto debía
encaramarse por las primeras pendientes de las colinas. Polícrates mandó
excavar en los puntos más expuestos de las fortificaciones un gran foso,
hallado por los arqueólogos. Se hizo una reconstrucción parcial de la muralla
con sillares a finales del siglo IV a. C.
El Hereo de Samos
El Hereo de
Samos fue un santuario dedicado a la diosa Hera en el sur de la isla de Samos.
El templo está enfrente del altar de Hera en su santuario. El templo fue
declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco junto al cercano Pitagoreión
y el Túnel de Eupalino en 1992.
El templo
de Hera de Samos o Hereo, situado a unos 6 km al suroeste de la ciudad de
Samos, era el lugar de culto más importante de la isla y de hecho existía la
tradición de que la diosa Hera había nacido allí, bajo una mimbrera. También
había una tradición que decía que el Hereo había sido fundado por los
Argonautas, que habrían traído la imagen de la diosa desde Argos. Otra
tradición narraba que la estatua de Hera había sido realizada por Esmilis, un
personaje legendario de la época de Dédalo. En cuanto al primer arquitecto
del templo, Heródoto dice que fue un samio llamado Reco aunque Vitrubio indica
que el arquitecto fue Teodoro.
En el lugar
se distinguen varias fases constructivas, la primera de las cuales data del
siglo VIII a. C. El primer templo de Hera es un estrecho templo de
planta rectangular alargada (33 metros de largo por 6,50 de ancho),
probablemente de estilo dórico. Es el primero que alcanza la longitud de cien
pies (hecatómpedon), medida que constituirá el canon de los templos
griegos posteriores. En este templo se utiliza por primera vez una columnata
central para sostener la techumbre y un peristilo de columnas de madera para
rodear el edificio. La estatua de la diosa situada en el fondo del templo
estaba descentrada para evitar su colocación detrás de las columnas y así
potenciar su visión. Las partes de madera expuestas a las inclemencias del
tiempo se cubrieron con placas de arcilla, de donde surgió un nuevo sistema de
decoración, precedente de las metopas y frontones de los templos posteriores.
En el año
540 a. C. los arquitectos Reco y Teodoro construyeron sobre el
anterior un templo díptero, es decir, con un pórtico de dos columnas de fondo,
que lo rodeaba por completo. Tenía un pronao techado, enfrente de una cella
cerrada. Cella y pronao fueron divididos en tres pasillos iguales por dos filas
de columnas que partían del pronaos y atravesaban el templo. El resultado fue
que Hera era venerada en un templo encajado dentro de un bosque estilizado de
columnas, de ocho por veintiuna. Las columnas estaban sobre bases inusuales que
estaban estriadas horizontalmente.
El Hereo de
Samos fue el primero de los gigantescos templos jónicos. Desafortunadamente
sólo estuvo de pie aproximadamente una década antes de que fuera destruido,
probablemente por un terremoto.
El tercer
templo de Hera, el llamado Templo de Polícrates, se construyó 40 metros al
oeste de los anteriores. Este templo tiene la planta de mayor extensión de
cuantas se conocen. Uno de los kuroi del Hereo sobrevive en el Museo
Arqueológico de Samos.
El Túnel de Eupalino
Una de las
obras más brillantes de los samios fue un túnel cuya construcción se atribuye a
Eupalino de Megara. El túnel tenía por objeto asegurar el aprovisionamiento de
agua, que procedía de una fuente situada en la ladera norte del monte Ampelos
(restos de los conductos que encauzaban el agua se han hallado cerca de la
fuente y en el túnel); y asimismo asegurar una salida secreta de la ciudad en
caso de necesidad.
Según una
estimación moderna las obras debieron de durar unos 15 años, por lo que es
probable que fueran comenzadas en tiempos de Éaces, el padre de Polícrates.
La obra,
que en la actualidad se encuentra hundida en algunas zonas, hay que situarla
entre los ejemplos de obras públicas promovidas por los tiranos de las ciudades
griegas, que se rodeaban de una élite de literatos, arquitectos, artistas,
etc., para dar más esplendor a sus cortes.
Próximo Capítulo: Santuarios de Grecia
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[1]
En el teatro clásico griego, cada parte en que se divide el auditorio
por los pasillos de acceso en forma de cuña. Están delimitados por escaleras
radiadas.
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