Catedral de San Antolín de Palencia
La Santa Iglesia
Catedral de San Antolín es un templo de culto católico,
sede episcopal de la diócesis de Palencia, en la ciudad del
mismo nombre, comunidad autónoma de Castilla y León, España.
Está dedicada a san Antolín mártir, patrono de Palencia, parte de
cuyas reliquias conserva. Es la tercera catedral más grande de España
en cuanto a extensión, y la segunda en cuanto a largura de la nave.
Es una construcción
de grandes proporciones: 130 metros de longitud, con una anchura de 50 metros
en el crucero, más otros tantos del claustro y sala capitular;
el ábside roza los 42 metros de altura. Se trata de un edificio de
estilo predominantemente gótico, aunque conserva elementos anteriores, de
época visigoda y románica, y elementos decorativos renacentistas, barrocos y neoclásicos.
La construcción comenzó en el siglo XIV, siendo la única gran catedral
castellana iniciada en esa centuria.
El exterior carece de
una fachada principal propiamente dicha y se presenta austero y macizo,
situación que no refleja la grandeza de su interior, donde pueden verse más de
veinte capillas de gran interés artístico e histórico y multitud de obras de
arte de todos los estilos.
Aunque la
construcción de la catedral gótica duró desde el siglo XIV hasta el XVI, en
realidad lo que hoy día se observa ha tardado casi catorce siglos en ser
levantado, pues la parte más antigua de la Cripta de San Antolín data
del siglo VII y hubo importantes obras y reformas en el siglo XX.
El elemento más reconocible
al exterior es la torre de 55 m de altura, elevada y sobria, algo tosca
teniendo en cuenta su pertenencia al estilo Gótico. Estudios recientes y
excavaciones demuestran que fue torre de carácter militar en el pasado y tras
cumplir esa función se le añadieron pináculos y espadaña como
única decoración. La planta de la catedral es de cruz latina y tiene la
peculiaridad de contar con un crucero doble, por lo que también dispone de
cinco puertas, formando así una planta en forma de cruz patriarcal; esto
es debido a que a mitad de la construcción se decidió sustituir el primitivo
crucero por un segundo, más monumental. Ambos cruceros solo se marcan en alzado
y no sobresalen en planta.
La catedral es
llamada popularmente La bella desconocida. Sin embargo, recientemente
desde el Ayuntamiento de Palencia, el cabildo y la Junta de Castilla y León se está
promoviendo el proyecto cultural "La
Bella Reconocida" para dar a conocer la belleza de esta catedral
"desconocida". Fue el primer monumento del municipio de Palencia en
ser declarado como Monumento Nacional, distinción que obtuvo el 3 de
noviembre de 1929.
Orígenes
del edificio
La cripta de San Antolín, situada
bajo la actual catedral, es el único resto de la primitiva catedral visigótica construida
en la segunda mitad del siglo VII, añadiéndose posteriormente
elementos románicos. La cripta está dedicada a San Antolín, mártir,
patrón de Palencia. Sus restos se conservan en este lugar al que ha dado
nombre.
Origen
En el solar donde se hallan ahora la cripta y
la Catedral de Palencia, existió en la antigüedad un templo de
culto pagano al que, según los historiadores Juan Agapito y Revilla, Francisco
Simón Nieto y otros, habría sucedido uno paleocristiano de época
romana, hecho que parece concordar con las huellas romanas existentes en el
exterior, al mismo nivel. Frente al templo prerrománico se encuentra
la antigua capilla visigótica de mediados del siglo VII, construida
durante el reinado de Wamba para conservar los restos del mártir San
Antolín (Antonin de Pamiers), noble galo-visigodo traído de Narbona a Hispania en
672 o 673 por el propio Wamba. Estos son los únicos restos de la catedral
visigoda de Palencia. Así pues, el vestigio más antiguo de culto que se
conserva en la actualidad es el fondo de la cripta, edificación que data de
mediados del siglo VII. Los restos de Antolín, noble galo-visigodo, santo y mártir,
habrían llegado en el cortejo del rey Wamba desde Narbona en el
año 673. ¿El mismo Wamba mandaría construir el enterramiento?, algunos
historiadores investigan para contestar esta pregunta.
Restos visigodos (8) de la Cripta.
Un arco descentrado conecta el espacio
soterraño visigótico con la ampliación románica, con salida al centro del
ábside. Para algunos autores, como Helmut Schlunk, la Cripta es
el martyrium (voz latina que significa martirio y también sepultura del
mártir). Por tanto se cree que es el lugar que guarda las reliquias de San
Antolín, pero otros historiadores lo dudan.
Primera
restauración
Perdida la diócesis palentina tras la
ocupación musulmana, no se restauró hasta que el propio rey Sancho
III el Mayor encomendó al obispo de Palencia Poncio la
organización de la misma. Según la leyenda, el rey se encontró con las ruinas
mientras cazaba un jabalí y recibió la revelación de restaurar la pequeña
iglesia.
Recién descubiertas las ruinas visigóticas que
abrigaban los restos del mártir, habría sido elegido el lugar como enclave de
la sede episcopal. Tras la restauración y ampliación del lugar del martirio,
se consagra el nuevo edificio con presencia del Rey y de varios obispos en el
año 1035. La investigación arqueológica ha demostrado que la
cripta original tenía, además de los restos que pueden verse hoy, otras
dependencias adosadas.
Incorporación
a la catedral
Ya en el siglo XII, se edificó un
templo románico, que respetó la parte soterraña de la cripta, añadiéndose
posteriormente otras construcciones, tanto románicas como góticas y platerescas,
lo que representa la configuración actual de la Catedral de Palencia.
Descripción
Según Pablo López de Osaba, la cripta se
levantó sobre una antigua edificación romana. Lo más antiguo visible de la
cripta es la obra visigótica de la segunda mitad del siglo VII. Esta
primitiva iglesia se ve ampliada en el siglo XI, en la época del románico
temprano y es ejemplo del primer románico castellano.
La Cripta se encuadra en la "tipología de soterraño". La planta
es rectangular, irregular y alargada, de 3x11 m, con cubierta plana. Se levanta
sobre varios arcos de herradura transversales, que parten del basamento
lateral, como es habitual en los edificios soterraños. El muro este-la
cabecera- es el más moderno. Se decora por delante con tres vanos de arcos
de herradura visigodos muy pequeños, que descargan en dos columnas con
capiteles corintios muy desgastados y basamentos antiguos. Los muros norte y sur tienen
puertas con arcos visigodos.
Planta
1. Escalera de acceso al templo, s XVI.
2. Pozo.
3. Nave.
4. Presbiterio.
5. Altar y Ábside.
6. Capilla de San Antolín.
7. Puerta de acceso original,
clausurada en el s XVI.
8.
Zona visigótica, s VII
El templo presenta la orientación litúrgica
habitual.
Se pueden diferenciar dos áreas:
·
La visigótica del
s VII, la más oriental, cubierta con bóveda de cañón de medio
punto, rematada por un ábside con columnas.
·
La prerrománica del
s XI, de planta rectangular de nave única, 17 metros de largo
por 7 de ancho, de cuatro tramos, cubierta con bóveda de cañón,
sostenida por arcos fajones apoyados en gruesos sillares que hacen de pilastras en
los muros laterales, rematada por el tramo recto del Presbiterio y el Ábside.
Constituye un ejemplo del prerrománico
castellano.
En su construcción se empleó sillería de
buena calidad de tamaño variado, bien aparejada.
Capilla y estatua de San Antolín.
Ábside
Zona
visigótica (8) del s VII.
Es la parte más oriental de la cripta.
Está formada por un corto tramo recto con cubierta en arco de medio
punto, rematada por tres vanos con arcos de herradura apoyados en dos columnas
reutilizadas de capiteles muy deteriorados, cimacios con decoración
geométrica y vegetal y basas antiguas.
Un arco doble conecta la zona visigótica con la prerrománica.
Zona
prerrománica (4-6) del s XI.
Espacio poligonal con dos arcos fajones y dos
ventanas laterales.
El tramo recto del Presbiterio (4), se une a la nave en el primer arco fajón
que hace de arco triunfal.
En el muro noreste se encuentra una estatua de
S. Antolín.
Nave
La nave (2) única, de estilo
prerrománico (s XI), consta de cuatro tramos con cubierta de bóveda
de cañón soportada por arcos fajones de dovelas irregulares
apoyados en pilastras sobre plinto corrido.
Entre los arcos laterales de cada tramo, se sitúan ventanas de medio
punto aspilladas y fuertemente abocinadas al interior.
En el tramo del pie de la cripta, frente a la
escalera de acceso a la cripta, se conserva un pozo (2) con brocal.
El acceso a la cripta en época
medieval se realizaba por una puerta (7) lateral inutilizada en el
siglo XVI cuando se construyeron la escalera (1) actual que baja
desde el transcoro de la Catedral y el arco de medio punto apoyado en impostas
decoradas y jambas lisas.
La decoración de la escalera muestra
bajorrelieves del martirio de san Antolín y la leyenda del rey Sancho III
el Mayor.
Exenta de todo tipo de decoración, constituye
un ejemplo del prerrománico castellano.
Modificaciones
Se han realizado diversas modificaciones a la
planta original:
·
La
ampliación prerrománica del siglo XI.
Hacia 1034, se
realizan la reconstrucción y ampliación románicas. La nueva planta rectangular
se cubre con una bóveda de cañón, sostenida por cuatro arcos fajones de
fina sillería.
·
En
el s XVI se modificó el acceso.
El acceso exterior de
época medieval se realizaba por una puerta lateral, inutilizada en el siglo
XVI, cuando se abre la actual entrada por la parte posterior de la catedral y
se construye la escalera que baja del trascoro, importante obra de
estilo plateresco.
·
En 1930 se
restauró el suelo de la cripta.
Se elevó su nivel para
evitar las filtraciones de agua que la inundaban. Después de estas obras, el
nivel del suelo quedó elevado en tres peldaños.
Tradición
y leyenda
Contexto
histórico
Según San Julián de Toledo, en su Historia
excellentissimi regis Wambae y en la Insultatio, el rey Wamba,
ungido a la muerte de Recesvinto el 1 de septiembre de 672,
tuvo que afrontar en la primavera siguiente una gran rebelión en la Galia
Narbonense o Septimania, cuando el duque Paulo le traicionó, haciéndose ungir
y coronar rey en Narbona, con gran apoyo del clero.
Wamba reconquistaría finalmente la provincia
rebelde, dejando ver sus cualidades de gran estratega y la propia eficacia de
la marina visigoda. El 1 de septiembre de 673, la conquista
de Nimes, último reducto de los disidentes, estaba decidida y al día
siguiente le sería entregada la ciudad.
Wamba perdonó la vida de Paulo y los demás
condenados, pero -como era costumbre- les hizo sufrir un proceso público de
humillación, de manera que entraron de manera oprobiosa en la ciudad de Toledo:
a lomos de camellos, cubiertos de harapos y desnudos los pies, con las cabezas
decalvadas y las barbas rapadas, llevando Paulo una raspa de pescado a modo de
diadema, lo que evidenciaba su traición y ridiculizaba su pretendida corona.
La tradición local palentina adelanta y
confunde la rebelión de Paulo con la coronación de Wamba y la propia llegada de
las reliquias del Santo, fundiendo todos estos hechos en torno a los días 1 y 2
de septiembre del año 672. Wamba se habría traído desde Narbona parte
de las reliquias del mártir Antolín, príncipe visigodo ejecutado
en Toulouse a fines del siglo V. Desde entonces, el día 2
de septiembre se celebra la fiesta del Santo.
Las reliquias serían depositadas, en presencia
del obispo Ascarico, en un lugar sagrado de Palencia capital, aunque con
el paso de los años y la invasión musulmana se olvidaron por completo,
perdiéndose el culto hasta la restauración de la sede.
Su sucesor, Concordio, tomó posesión de su
cargo c. 670. Nada sabemos de los años intermedios, entre 653 y 670.
Ningún obispo o delegado suyo representó a Palencia en los concilios celebrados
entre los años séptimo y decimoctavo del reinado de Recesvinto.
En ese ínterin se celebraron dos concilios
nacionales: el IX Concilio de Toledo (655) y el X Concilio de
Toledo (656). Si bien la sede palentina pudo estar un tiempo vacante, el
hecho de que la tradición local ubique a Ascarico en este tardío momento al
lado de Wamba y que esta presencia sea factible, nos invita a suponer que
Ascarico era aún obispo de Palencia en el 673 o 674, falleciendo
poco después.
En cuanto al por qué Wamba tiene interés en
llevar las reliquias de San Antolín hasta Palencia, teniendo en cuenta el
carácter itinerante de la corte, hemos de suponer que por esos años la corte
visigoda se alojaba allí. La misma respuesta sería válida para la cuestión de
la fecha de celebración del Santo, pues el 2 de septiembre, en realidad,
se conmemoraba el triunfo de Wamba en Septimania.
Palencia sería en este momento "capital" del reino visigodo, de ahí
la exaltación militar de Wamba en la capital palentina. Lo que no supone
abandono de Toledo: en 674, según la Crónica Mozárabe (siglo
VIII), Wamba remozó Toledo, levantando unas torrecillas coronadas por estatuas
de santos protectores del Reino, como remate de las puertas del recinto amurallado
y colocando una lápida con una oración a los santos.
Caída de
Wamba
Las crónicas medievales de la Reconquista
cuentan que Wamba fue despojado del poder real el 14 de octubre de 680,
víctima de una conjura en la que participaron los obispos hispanos y el propio
san Julián de Toledo. El rey, como fue pronto del dominio público, había
recibido una pócima con esparteína y creyéndole los magnates en trance de
muerte, se le sometió al ceremonial previsto en el Ordo
Poenitentiae del Liber Ordinum: se le tonsuró, se le impuso un
cilicio, se le trazó una cruz de ceniza sobre el cuerpo y se le inhabilitó para
continuar en el trono. Al día siguiente, el conde Ervigio, quien habría
urdido la conjura, ocupó el trono y el día 21 era ungido rey.
Las causas de la participación del clero en la
conjura asoman en el XII Concilio de Toledo (681). Los obispos
estaban resentidos contra el Rey, quien había creado nuevos obispados, en
contra de la tradición existente, intromisión que se les hizo intolerable, pues
atacaba el fuero eclesiástico. Entre ellos, Wamba había dispuesto la creación
de un obispado castrense en el mismo Toledo, lo que habría molestado
particularmente a San Julián, obispo primado de Toledo. Pero la creación de
tales obispados ha de vincularse con otros sucesos y disposiciones. Los
historiadores coinciden en que la ley IX.2.8 de 1 de noviembre de
673 está en el origen de tales hechos.
La "lex"
denunciaba que ni clérigos ni nobles ni pueblo acudían a presentarse al
ejército, ni siquiera cuando había ataques en pueblos vecinos. Existían graves
penas para castigar la deserción y el incumplimiento militar y, aun así, se
faltaba a esta obligación. Wamba dispone que todo individuo que viviera a menos
de cien millas del lugar atacado acuda a su defensa, en caso de necesidad, bajo
pena de confiscación de bienes. Amenaza al alto clero con el destierro y al
bajo clero y a los laicos con la "infamia"
(pérdida del derecho a testificar), la servidumbre e incluso la muerte. Hasta
los enfermos debían colaborar. Las penas contra los nobles que eludían salir en
defensa de su rey en las revueltas internas también eran muy elevadas. La
situación era tan grave que la aplicación de esta ley procuró la pérdida de la
honra a "casi la mitad" del
pueblo visigodo.
Así pues, en este contexto de victoria y
exaltación monumental, de reafirmación de poder soberano y obras pías, de
rencor contra una parte del episcopado que le traicionara, contra la población
que incumplía insensatamente sus obligaciones militares y contra los nobles que
fallaban a su soberano, el rey invadió las competencias exclusivamente
religiosas del Aula Regia.
La gravedad de los sucesos políticos y
religiosos explicaría en gran parte el silencio relativo que rodea la llegada
de los restos de San Antolín a Palencia. Esta coyuntura y la condición
galorromana (cuasi-extranjera) del Santo contribuyen a relegar y silenciar este
momento álgido de la historia palentina y, quizás, esté en el origen de la
relegación y olvido de su magnífica catedral palentina. En todo caso, no podemos
olvidar que San Antolín no figurará en el santoral español.
Recuperación
de la cripta
Según la leyenda, recogida en el cantar de
gesta las Mocedades de Rodrigo, estando de caza el rey Sancho
III el Mayor le persiguió un jabalí y el monarca se refugió en una hoya
situada en el lugar que hoy ocupa la cripta de San Antolín. La fiera
lo alcanzó en ella y, cuando el rey se dispuso a alancear al animal, su brazo
quedó paralizado, lo que le hizo comprender que estaba en lugar sagrado.
Descubre entonces el Rey la tumba del Santo,
cuyo cuerpo incorrupto reposaba en un sarcófago y sobre él, en una hornacina,
se encontraba una imagen de la Virgen. Imagen que, con el tiempo, tomaría el
nombre de Virgen de San Antolín o Nuestra Señora de San Antolín.
Tras este suceso, el rey decidió dedicar al mártir una catedral, que se edificó
sobre la cripta, donde también había un pozo, que se conserva hasta la
actualidad.
En la
actualidad
En la actualidad, cada 2 de septiembre,
día de san Antolín, se abre la cripta para ofrecer el agua de su pozo a
los asistentes piadosos, tradición muy arraigada entre los palentinos,
recogiendo los fieles en pequeños recipientes el agua considerada milagrosa,
mientras transcurre la ceremonia de la Eucaristía. Tras finalizar la misa, se organiza
alrededor del templo una procesión del Santo.
La
catedral gótica (1321-1516)
La catedral románica tuvo un siglo de
existencia. Al cabo de esos cien años el obispo Don Gómez, de acuerdo con el
cabildo, propuso levantar en el mismo lugar un nuevo edificio, al estilo del
momento, el Gótico. Se supone que se tomó esta decisión por el mal estado del
edificio románico y por la necesidad de que Palencia tuviera una sede digna del
prestigio que había tomado la diócesis.
El 1 de junio de 1321 se
colocó la primera piedra ante la presencia del legado pontificio,
cardenal Guillaume Pierre Godin, (obispo de Santa
Sabina, Italia) y de varios obispos españoles. Ese año era obispo Juan II
(1321-1325).
Se desconoce el nombre del autor de las trazas,
aunque por su obra se supone que era un maestro-arquitecto español que se
inspiró en las catedrales de Burgos y León. Está documentado el
primer canónigo obrero o fabriquero, Juan Pérez de Acebes, que era prior de la
abadía de Husillos y comendador.
Desde 1321 a 1516 se
distinguen tres etapas constructivas:
·
La
primera se extiende desde 1321 a 1426, en que se comienza la
cabecera, con siete capillas absidales y girola. Las obras continuaron
lentas a lo largo del siglo XIV.
·
La
segunda comprende desde 1426 a 1486, cuando se construyen tres
tramos de las naves, más la nueva capilla mayor y parte de la torre. Quedaron
cerradas las bóvedas de la girola y se construyeron los
dobles arbotantes y el triforio. A finales de este siglo se
cambiaron los planes que se tenían desde el principio con respecto a la
longitud del templo, con el proyecto de ampliarla un tramo más. Estos cambios
se efectuarán en el siglo siguiente. Existe una bula de Inocencio
VIII a fecha de 1486 que expresa que en esta fecha se hallaba todavía
a la mitad de su construcción y descubierta casi toda, lo que puede llevar a
pensar que la catedral románica no desapareció de una vez, sino que se fue
derribando según avanzaban las obras.
·
La
tercera etapa va desde 1486 a 1516, bajo el mandato de los
obispos fray Alonso de Burgos, fray Diego de Deza y Juan
Rodríguez de Fonseca, con los arquitectos Bartolomé y Martín
Solórzano, Juan de Ruesga, Juan Gil de Hontañón y Pascual
de Jaén, que puso la última piedra cerrando las bóvedas de los pies. Fue la
etapa más activa: se realizaron los cinco restantes tramos de las naves más el
crucero, el claustro y la sala capitular.
Maestros
constructores, obispos y mecenas
Entre 1397 y 1415 las obras
de la catedral recibieron un gran impulso bajo el obispado de Sancho de
Rojas. Es cuando se termina la capilla mayor cerrando sus bóvedas y se procede
a su decoración, sufragada por este obispo. A este le sucedieron en el
episcopado Gutierre Álvarez de Toledo,
desde 1426 a 1439 y Pedro de Castilla Eril desde
1440 a 1461. Durante el mandato de estos dos obispos tiene lugar la segunda
etapa de construcción de que se ha tratado en la sección anterior.
Con Gutierre Álvarez, dirige las obras como
maestro mayor Isambart (llamado también Ysambert o Isabrante). Este
obispo se ocupó de que las obras no decayeran y a tal efecto aprobó la creación
de la Cofradía de san Antolín en 1432, de la que se recibirían donaciones
importantes.
Su sucesor, Pedro de Castilla, consiguió que se
acelerase el ritmo de las obras. Bajo la dirección del maestro mayor Gómez Díaz
se construyó la parte que comprendía desde la capilla mayor ya terminada hasta
el crucero. Con esta ampliación se hizo realidad el proyecto de agrandar el
espacio, cuyas proporciones iban a ser menores en un principio. De esta manera
quedó la catedral diseñada con dos cruceros, el auténtico y más ancho que se
sitúa entre la actual capilla mayor y el coro, y el falso crucero, más
estrecho, que se extiende a continuación de lo que fue capilla mayor (hoy
capilla del Sagrario).
Entre 1461 y 1469 tiene
lugar el obispado de Gutierre de la Cueva. El maestro de obras sigue
siendo Gómez Díaz que vuelve a edificar y termina la torre. A su muerte es
contratado Bartolomé Solórzano, que será maestro mayor hasta comienzos
del siglo XVI (1504) haciendo los planos y dirigiendo numerosas obras
de ampliación durante los obispados de Diego Hurtado de
Mendoza (1473-1485), fray Alonso de Burgos (1486-1499) y fray Diego
de Deza Tavera (1500-1505). Estos dos últimos
obispos dominicos fueron grandes impulsores y entusiastas y
consiguieron un gran avance en la edificación de la catedral.
Con fray Alonso de Burgos comienza la
tercera y última etapa del gótico. Era un hombre inquieto, con grandes recursos
para aportar soluciones y buscar medios para conseguir la culminación de las
obras. Su mejor gestión fue conseguir del Papa el permiso para que el Cabildo
de la catedral de Palencia pudiera destinar durante 35 años unas determinadas
rentas con destino a las obras de la fábrica. Además legó millones
de maravedíes para la catedral en general y para el comienzo de la
construcción del claustro. Bajo su mandato se terminó el crucero (1497) y se
dio un gran avance al siguiente tramo, avance que llegó casi hasta los pies del
templo.
El otro gran obispo dominico, Diego de
Deza, contrató al maestro Martín Ruiz de Solórzano para la
culminación del edificio; pero en 1505 el obispo es trasladado a
Sevilla y el maestro Martín muere.
Otro gran adelanto tuvo lugar gracias a Inés de
Osorio, noble dama palentina que murió viuda y sin descendencia y dejó en su
testamento una importante suma con la que se pudo finalizar las bóvedas del
crucero y avanzar en otros espacios. Esta señora está enterrada en el lateral
de la actual capilla del Sagrario, en un notable sepulcro, obra de Alonso
de Portillo.
El siguiente obispo fue Juan Rodríguez de
Fonseca, cuyo mandato duró casi 10 años, de 1505 a 1514. Fue un
gran mecenas. Contrató al maestro constructor Juan de Ruesga, que se ocupó
de las obras pendientes, y al maestro Juan Gil de Hontañón para la
culminación del claustro. Antes de que los trabajos se terminaran, el Obispo
fue trasladado a Burgos, así que el final de estos trabajos tuvo lugar bajo el
episcopado de Juan Fernández de Velasco, desde 1514 a 1520,
con el cierre de las bóvedas del claustro, sala capitular y otras del templo
que aún quedaban, cuya última piedra fue colocada en 1516 por el
maestro Juan de Jaén. Con esto se da por terminada la catedral gótica.
Fonseca sufragó, además, el trascoro, la remodelación de la escalera de acceso
a la cripta, y regaló una rica serie de tapices.
Exterior
de la catedral
El exterior de la catedral se caracteriza por
su sobriedad y desnudez, solo rota por la riqueza de algunas de las portadas y
el dinámico juego volumétrico del ábside. Las cinco puertas se distribuyen en
las tres fachadas, y en el lado sur se alza la torre, de aspecto militar, entre
dos de estas puertas. Desde el ingreso del crucero hasta los pies del edificio,
la presencia del claustro ofrece al exterior una alta pared lisa con un solo vano
como decoración externa.
Fachada
occidental
Orientada hacia la orilla del río Carrión,
en la Plaza de san Antolín, tiene anexa la Capilla del monumento (siglo XVIII)
que sobresale notablemente de la fachada. Presenta planta octagonal con vanos
de medio punto y cubierta de chapitel en forma de cúpula.
Dibujo de la fachada occidental cuando
todavía no tenía la portada añadida por Chueca Goitia.
La parte alta de la fachada occidental se
cierra con un frontón en cuyo centro se abre un clásico rosetón gótico.
Este frontón equilátero está decorado con pináculos y crestería y
remata su vértice una cruz con el anagrama JHS. Dos
gruesos contrafuertes recorren los laterales de la pared; entre ellos
se abre una vidriera de colores azulados que representa
la Anunciación. A pesar de su modernidad (data del año 2005) no rompe
el estilo gótico de la catedral; este ventanal fue colocado para sustituir a
una vieja vidriera en mal estado.
El acceso es una puerta sencilla, en forma de
edículo de estilo clasicista, obra moderna de Fernando Chueca Goitia;
recibe el nombre de puerta de San Antolín o de los Descalzos.
Anexas a un lado de la fachada se encuentran la antesala y sala capitular (que
guardan el tesoro del Museo catedralicio); sus muros exteriores están surcados
de ventanales y contrafuertes que terminan en pináculos. Otro espacio
colindante alberga la biblioteca de la catedral.
La última reconstrucción de los remates en esta
fachada, según las trazas primigenias, ha recuperado las pendientes originales
de las cubiertas laterales, de modo que vuelven a verter las aguas de lluvia
hacia sus lados, resolviendo el problema de la humedad.
Fachada
septentrional
Está orientada hacia la Plaza de Cervantes. La
fachada es casi lisa, interrumpida solo por dos puertas, correspondientes al
crucero y falso crucero. A lo largo de este muro se encuentran trasdosadas las
sacristías que corresponden a las sucesivas capillas de la nave del Evangelio,
lo que proporciona a la catedral tres alturas en este lado.
A la izquierda, junto a la cabecera, se
encuentra la Puerta de los canónigos. Hubo un tiempo en que se la
llamó Puerta nueva por ser la última en construirse, sin contar con
la anteriormente descrita de los pies del templo. En las actas capitulares se
dice que fue construida en 1762. Consiste en un sencillo arco
rebajado y sin ornamentación que da entrada al falso crucero. Frente a
esta puerta se halla el Hospital de San Antolín y San Bernabé, cuya
administración depende del Cabildo desde el siglo XII.
Hacia la derecha se encuentra el crucero
principal, y en su parte baja la Puerta de los Reyes o de San
Juan, muy decorada en estilo flamígero, aunque en parte degradada por la
erosión al estar expuesta al lado norte del edificio. Encima de esta gran
portada, tres imágenes de santos (en el centro el patrón de Palencia, san
Antolín, y en los laterales sus compañeros de martirio, Juan y Almaquio). En
el mainel y sobre una pilastra está la estatua de san Juan Bautista,
deteriorada, que da su segundo nombre a la puerta. Es la única puerta de
Palencia que posee un parteluz. Hoy en día esta puerta ha quedado cerrada
al colocarse un altar en el interior de la catedral que se utiliza en las
grandes ceremonias como las misas del Domingo de Ramos o del Corpus
Christi.
Puerta de los Reyes o de san Juan
Cabecera
La parte más antigua de la catedral es la
cabecera, que sigue los patrones del estilo Gótico clásico. La forma un ábside
poligonal con absidiolos rasgados por grandes ventanales, que
recuerda al de la catedral de León, aunque con una concepción aún más
monumental si cabe. El juego de volúmenes y luces se enriquece con una
minuciosa decoración de molduras, frisos de escamas, pináculos y tracerías.
Entre los pináculos surgen extrañas gárgolas; se basan, como fuera costumbre en
el gótico, en temas relacionados con la muerte, el infierno y seres
fantasmagóricos. Llama la atención la Gárgola del fotógrafo, un añadido
moderno del arquitecto Jerónimo Arroyo; se trata de una curiosa imagen
anacrónica muy popular entre los palentinos, representando a un conocido del
arquitecto portando una moderna cámara fotográfica.
Ábside de la catedral.
Fachada
meridional
Se aprecia aquí una evolución de estilos
decorativos, desde el gótico clásico de la girola pasando por el
flamígero de las puertas y el renacentista del centro de
la nave hasta el neoclásico del oeste, aunque guardando gran unidad
todo el conjunto. Este lado se abre a la extensa Plaza de la Inmaculada, y el
edificio muestra dos portadas, la torre y el muro correspondiente al claustro. Desde el ábside, la primera portada que aparece
es la llamada del Salvador, o más usualmente, de los Novios, con
decoración sencilla, gótica, realizada en tiempos de los obispos Hurtado de
Mendoza y Burgos, cuyos escudos pueden verse en el friso que está
bajo la cornisa. El escudo del medio es el del cabildo. La puerta se compone de
tres arquivoltas apuntadas, adornadas con elementos vegetales y
follaje. Llama la atención el tímpano que, desprovisto de toda ornamentación,
flanquea el portón.
Torre catedralicia y puerta de los
Novios.
A continuación se levanta la torre
catedralicia, una construcción militar prismática, muy sobria, con un hueco
para la esfera del reloj y sencillos ventanales de medio punto en el cuerpo
superior, culminando con dos arcos que se conforman
como espadaña, uno grande y de medio punto sobre el que se asienta otro
con arquitrabe, todo coronado con grandes pináculos. El primer cuerpo se
cierra con bóveda de cañón apuntada, remodelada en el siglo XV.
A la izquierda, se encuentra la puerta más
grande y decorada del templo: la del Obispo o de Santa María (siglos
XV-XVI), en la actualidad bastante deteriorada por la erosión. Se comenzó en
tiempos del obispo Hurtado de Mendoza; su decoración es algo más tardía, en
tiempos del obispo fray Antonio de Burgos, y se terminó con Rodríguez de
Fonseca. Consiste en un arco de medio punto rebajado, con cinco arquivoltas en
forma de arco apuntado, y un guardapolvo muy decorado; las
arquivoltas aparecen adornadas con motivos vegetales e historiados, y se apoyan
en columnas, coronadas por apóstoles esculpidos en el siglo XVII; en el centro
de la portada encontramos una bella imagen de la Virgen María, gótica, rodeada
por dos vidrieras en forma de flor; el tímpano se enriquece con un
conjunto de finos relieves con formas agrutescadas de sabor
renacentista.
Detalle del tímpano y
las arquivoltas de la puerta del Obispo.
Por último y más a la izquierda se encuentra la
pared exterior del claustro, animada por contrafuertes coronados por pináculos.
El claustro posee una única puerta al exterior, cerrada con una verja de
hierro. Sobre el claustro se aprecia el exterior de la unión de las naves con
el crucero, con sus típicos arbotantes y vidrieras.
La entrada diaria a la Catedral es la que abre
al falso crucero, conocida como Portada de los Novios o del Salvador, obra
del siglo XV con una sencilla decoración vegetal gótica en tres arquivoltas
apuntadas abarcadas por un arco conopial, tímpano ausente de decoración y los
escudos de los obispos dominicos de la diócesis fray Diego de Deza y fray
Alonso de Burgos flanqueando el del cabildo en el friso bajo el alero.
Puerta de los novios
Interior
de la catedral
Si el exterior de la catedral se caracteriza
por la sobriedad de sus formas, el interior desprende la imagen contraria. El
estilo gótico se repite en todo el templo con variantes flamígeras, así como
decoraciones renacentistas, platerescas y barrocas, estas últimas patentes en
la gran cantidad de retablos, cuadros y tallas que encierran los muros de la
seo.
Planta de la catedral de Palencia.
La planta está dividida en tres naves de nueve
tramos, sin contar el que corresponde al falso crucero, que es más estrecho y
une el resto de los tramos con la girola. Las naves están separadas por pilares
fasciculados sobre los que descansan los arcos apuntados y las bóvedas de
crucería, características del gótico. La estructura de estas bóvedas se va
complicando desde la cabecera hacia los pies, testimonio de cómo iba avanzando
las obras de construcción; así, los sencillos diseños de las bóvedas de
los absidiolos y zonas adyacentes, que fue lo primero en ser construido,
se van convirtiendo en bóvedas de crucería sexpartita y combadas a partir del
crucero. El crucero mayor está situado en el sexto tramo, entre el coro y la
capilla mayor, que se encuentra en la nave central ocupando los siguientes dos
tramos. La catedral dispone de un auténtico triforio practicable,
aunque ciego al exterior. Recorre la nave central, el crucero y la cabecera, y
se cierra con magníficas tracerías caladas.
La Cripta de san Antolín es un espacio muy
importante dentro del edificio, tanto por el valor histórico como por su
arquitectura que representa la época visigoda y protorrománica. Se encuentra en
un nivel inferior en la nave central y se accede a él por una escalinata
situada a los pies de las gradas del trascoro.
Nave central
Las bóvedas que cierran el espacio están muy
decoradas y se elevan hasta más de 30 metros de altura.
Bóvedas de crucería
De las vidrieras góticas y
renacentistas que cerraban los ventanales son pocas las que han llegado a
nuestros días. La mayoría de las existentes son de los siglos XIX y XX, como
las que decoran las capillas del ábside, debidas a la Casa Rigalt y Cía.,
de estilo neogótico. No obstante, se sabe que trabajaron en la catedral de
Palencia los mejores maestros vidrieros del momento de construcción del templo,
como Arnao de Flandes o Juan de Valdivieso, los cuales se habían
comprometido en el año 1503 a confeccionar las vidrieras del crucero.
Tales obras se creían del todo perdidas, hasta que en el año 1997 se
descubrió, bajo los vanos cegados con yeso de un ventanal de la nave, una
vidriera completa original, en relativo buen estado. Una vez restaurada, se
atribuyó su autoría a Arnao de Flandes, en estilo renacentista con algunos
recuerdos gotizantes. La vidriera completa muestra a varios apóstoles y patriarcas
bíblicos como prefiguración de Cristo, que aparece en el alveolo superior en
una bellísima imagen. Este vitral se conserva y exhibe ahora, fragmentado, en
el claustro.
Nave del
evangelio
En el primer tramo del muro exterior del lado
del Evangelio de la capilla mayor de la catedral se encuentra el sepulcro del deán Rodrigo
Enríquez, que falleció en 1465 y era hijo del almirante de Castilla Alfonso
Enríquez de Castilla y bisnieto del rey Alfonso XI de Castilla. Y
el otro arco cobija un pequeño retablo dorado y policromado, con figuras
en grisalla sobre oro, enmarcando una pintura sobre tabla
representando La Aparición de Jesús Resucitado a su Madre, atribuida por
unos a Alonso Berruguete y por otros a Juan de Villoldo. A su
lado, una escultura en piedra policromada del siglo XVI representa a san Juan
Evangelista.
En el segundo paño destaca el sepulcro del
Abad de Husillos Francisco Núñez, obra del escultor Alejo de Vahía y
realizado en 1501. El arco contiguo enmarca el retablo de Santa
Apolonia, obra de Manuel Álvarez, de 1556. La escultura de la santa
titular es una talla de piedra policromada del siglo XV, atribuida al escultor
Alonso de Portillo. A su lado hay una escultura de san Juan Bautista, en piedra
policromada del siglo XVI.
Paños exteriores del altar mayor lado
del evangelio
Las paredes exteriores del coro se corresponden
con sus tramos cuarto y quinto y fueron construidas a costa del obispo Juan
Rodríguez de Fonseca.
Dos pequeñas puertas de entrada al coro y al
corredor alto, talladas en madera de nogal, se sitúan a ambos lados del
altar del Cristo. Fueron hechas por Pedro de Guadalupe entre los
años 1513 y 1519 y muestran los escudos del cabildo y de
Fonseca y las cabezas de los apóstoles Pedro y Pablo en bajorrelieve. En el
retablo pétreo de este tramo se encuentra el Cristo de las Batallas,
imagen muy venerada en la ciudad, ante la que se encomendaban los soldados al
partir a la guerra. Es una talla gótica de gran calidad e impactante patetismo,
acentuado por la policromía.
Sepulcro del Abad de Husillos.
El segundo tramo, de líneas y decoración
plateresca, lleva en el centro un pequeño altar dedicado al Salvador, en arco
de medio punto, cobijando en él la excelente figura del titular. Esta
escultura, tallada en madera de nogal, dorada y policromada, fue realizada
por Felipe Bigarny para ser colocada en al altar mayor. La posterior
decisión del Cabildo, situando en el centro del retablo mayor la imagen de san
Antolín, hizo que se ubicara definitivamente aquí.
La traza o diseño de este paño se atribuye
a Diego de Siloé y se decora además con ocho esculturas en piedra
policromada, representando a santos, reyes y fundadores, realizadas en torno al
año 1500.
Nave de
la epístola
Frente a la sacristía, en la pared de la
capilla mayor, se encuentra el sepulcro de Diego de Guevara, Arcediano de
Campos, realizado en 1509 por Alejo de Vahía.
El espacio contiguo al trascoro está formado
por un gran altar plateresco fechado en 1534, con trazas atribuidas a
Diego de Siloé y nueve imágenes de piedra realizadas por Juan de Ruesga.
Lleva columnas altas, con pilastras e impostas que delimitan las divisiones, y
en el centro un arco rebajado y trilobulado. Preside la parte superior la
imagen de San José sedente con el Niño, estando ocupadas el resto de las
hornacinas por imágenes de diversas santas. La parte baja se encuentra ocupada
por un pequeño retablo en madera dorada y policromada, llevando en su centro
las esculturas, en piedra policromada, de San Pedro y San Pablo, de
resabios gotizantes. En el remate del mismo, dos grupos escultóricos de pequeño
tamaño, la Anunciación y el Nacimiento, obra rococó de Juan
Manuel Becerril, fechada en 1769.
Retablo pétreo de estilo plateresco,
atribuido a Diego de Siloé, en la nave de la epístola.
El espacio contiguo al crucero está formado por
un arco gótico, análogo al situado en la nave del Evangelio, con los escudos de
Fonseca y decorado con doseletes, cresterías y pinturas murales. Dentro
del arco, en el centro, se sitúa el Altar de la Visitación, retablo de
finales del siglo XV, con tablas pintadas al óleo, donado por el
prior Juan Ayllón. Es una de las mejores piezas pictóricas de la catedral,
destacando el excelente estudio de la perspectiva, y el realismo de raigambre
hispanoflamenca de las figuras. Es obra de un autor anónimo, conocido por el
nombre de "Maestro de la Visitación
de Palencia".
Capillas
Las capillas la catedral se hallan ubicadas en
la girola y en la nave norte. La nave sur carece de ellas porque da cobijo al
espacio del claustro, al que se accede por dos puertas. En el centro y frontera
al coro está la capilla mayor. La mayoría de las capillas guardan en su
interior obras de arte de gran importancia y algunas están cerradas por rejas
de gran calidad artística. La arquitectura de todas ellas es gótica, con
bóvedas muy bellas.
Una vez terminadas las grandes y necesarias
obras, el Cabildo ideó un plan de mantenimiento que resultó bastante
provechoso. En cada capilla fundó un patronato cuyos miembros estaban obligados
a unos ciertos y variados cumplimientos a cambio de determinados derechos.
Las capillas tuvieron muchos capellanes a su
servicio. Algunas eran privilegiadas al ser propietarias de fincas rústicas y
urbanas que les permitían mantenerse enriquecidas y lujosas. Se conserva
documentación de muchos de estos espacios pero no hay constancia de la mayoría
de los artistas que trabajaron en su ornamentación porque la elección de los
mismos estaba a cargo de los patronos o mecenas y el Cabildo solo apuntaba en
sus legajos lo concerniente a la parte económica y a las obras a realizar.
Las capillas en general disponen de bóvedas de
gran altura; al construir la catedral se siguió un patrón que sacrificaba
metros de claristorio (es por esto que las vidrieras de la seo no son
muy grandes) pero que permitían elevar las naves secundarias para dar lugar a
capillas y galerías laterales mucho más amplias que las de otras catedrales
como la de León.
Capillas
centrales
Al contrario que la mayoría de catedrales que
solo disponen de una, la catedral de Palencia tiene, por decirlo de este modo,
dos capillas mayores: La primera, situada en la cabecera es la antigua hoy
llamada del Sagrario, justo enfrente se encuentra la pared que encierra la
segunda capilla: la capilla mayor actual.
Capilla
del Sagrario
La Capilla del Sagrario, se encuentra en
la parte central del ábside de este edificio, rodeada por
la girola, tal y como correspondería a una capilla mayor. Esto se debe a
que en origen y durante casi un siglo esta zona estuvo ocupada por la primitiva
capilla mayor de la catedral. Toma también los nombres de Capilla de los
Curas y Capilla de la Parroquia. Consta de siete paredes que dan a la
girola. La bóveda, de arcos cairelados, es de gran interés artístico.
Capilla del Sagrario
En 1403 llegó a la sede palentina Sancho
de Rojas, hombre de confianza de Fernando de Antequera (que por
entonces era regente en nombre de su sobrino Juan II de Castilla, junto a
su cuñada Catalina de Lancáster), y Canciller Mayor de Castilla. Fue
el verdadero impulsor de las obras de la capilla que iba destinada a ser
capilla mayor. Bajo su mandato y antes de ser trasladado a la sede de Toledo se
terminaron las obras, cerrando sus bóvedas. Toda la decoración fue sufragada
por este obispo cuando ya era arzobispo de Toledo, con la intención de que la
capilla sirviera como lugar de su enterramiento, aunque no lo consiguió. En
1519 se trasladó la capilla mayor a su actual emplazamiento quedando este lugar
como capilla del Sagrario.
Detalle de la cubierta de la Capilla del
Sagrario
La capilla tiene acceso directo al falso
crucero mediante un arco triunfal cuyo intradós está muy decorado con arcos
polilobulados con caireles de tradición árabe. En
las enjutas destacan dos esculturas junto a los escudos del obispo
Rojas. La de la derecha representa al promotor de la obra y la de la izquierda
al canónigo Pedro Estébanez de Alcántara.
El arco está cerrado casi hasta la mitad por
una gran reja de dos cuerpos, adornada con flores de lis, símbolo del
obispo fray Alonso de Burgos y rematada por un crucifijo y el escudo
de dicho obispo. Sobre el arco se extiende un frontal con arquería y estatuas
bajo doseletes: en el centro la Virgen con el Niño y a los
lados san Pedro, san Pablo, san Antolín y
dos diáconos. Todas estas esculturas, de estilo Gótico, se atribuyen a un
maestro francés de principios del siglo XV.
Retablo
A finales del siglo XV, la dama Inés de Osorio
había costeado un retablo de plata para esta capilla, que hacía las funciones
de capilla mayor. El obispo Diego de Deza encargó un nuevo retablo
para sustituir al de plata, pero no llegó nunca a colocarse ya que se instaló
directamente en la nueva capilla mayor. En 1529 se pensó en sustituir el
retablo de plata por el actual, cuyo coste se realizó con el valor de la plata
del antiguo. Se terminó en 1534 en que lo policromaron Andrés de Espinosa y
Cristóbal de Herrera.
Retablo de la Capilla del Sagrario
El retablo está situado en el centro de la
capilla. Es obra de Juan Ortiz el Viejo I y de artistas
pertenecientes al grupo de Felipe Vigarny y Juan de Balmaseda,
fechado entre 1529 y 1534. Muestra la influencia que tuvo la escultura
burgalesa en Palencia durante el siglo XVI. Estudios recientes han detectado un
influjo de Alonso Berruguete y las colaboraciones de Francisco
Giralte y Manuel Álvarez.
La estructura del retablo consta de banco y
tres cuerpos más el ático, dividido verticalmente en dos calles y dos
entrecalles. El banco presenta decoración renacentista con medallones y
elementos vegetales.
El primer cuerpo figura de izquierda a derecha:
·
La
Última Cena (escuela burgalesa); figuras de canon corto por la dificultad
de distribuir tantos personajes en un espacio pequeño.
·
San
Juan Evangelista (en la entrecalle); figura exenta en hornacina con
venera.
·
Tabernáculo
barroco, fruto de una reforma del retablo en el siglo XVII, por Santiago
Carnicero.
·
Santiago
Apóstol
·
La
Oración en el Huerto. Al fondo de la escena se divisan unas montañas y un
castillo gótico en representación de la ciudad de Jerusalén, más un ángel con
un cáliz y unos árboles.
El segundo cuerpo está compuesto por:
·
La Natividad,
cuya composición simétrica presenta a los principales personajes de la escena
sobre los que revolotean dos ángeles.
·
San
Pedro y San Pablo, en hornacinas de venera.
·
Tránsito
de la Virgen en la calle central, con figuras abigarradas en el fondo, que
hacen dividir la escena en dos planos.
·
Epifanía.
En el tercer cuerpo puede verse:
·
La Anunciación.
·
Juan
Bautista y San Antolín en las entrecalles.
·
La Coronación
de la Virgen, escultura de bulto redondo, gótica del siglo XV, que pertenecía
al antiguo retablo de esta capilla y que fue costeada por Inés de Osorio. Es
una pieza de influencia burgalesa, por la posición de la mano izquierda de la
Virgen sobre el hombro del Niño. Es éste un gesto muy frecuente en los artistas
palentinos durante la segunda mitad del siglo XIII y principios del XIV. Otra
señal característica es el broche en forma de uve con que se sujetan los mantos
de ambos personajes, costumbre que puede verse en las esculturas de Navarra, La
Rioja, y País Vasco, que se conocen con el nombre de Andra Mari.
Ático: como es costumbre en
la mayoría de retablos, está ocupado por un Calvario.
Calle central con la Dormición de
la Virgen y la Coronación flanqueadas por los santos Pedro,
Pablo, Juan Bautista y Antolín
En el ático aparece el
habitual Calvario
La capilla posee dos rejas, una situada en el
lado norte de la estancia y otra que da al falso crucero. La del lado norte que
da a la girola es románica. Está compuesta por dos puertas de 2,45 por 0,90 m.
La hoja de la derecha está a su vez dividida horizontalmente por un travesaño
de madera donde se acopla la cerradura. Los barrotes son verticales y
cuadrillados, unidos con grapas por las clásicas volutas o espirales de las
rejas románicas.
La otra reja que da al falso crucero es la
entrada principal de la capilla. Es un trabajo atribuido al rejero
salmantino Luis de Paredes. En su crestería se ven los escudos
del cabildo y del mecenas fray Alonso de Burgos. Está compuesta por
dos cuerpos y tres calles separadas por pilares poligonales.
Mesa de
altar antigua
Era la mesa de altar de la antigua capilla
mayor cuando estuvo ubicada en este espacio. Se encontraba oculta bajo
materiales de relleno hasta que fue descubierta el año 1971 cuando se hizo una
pequeña reforma en la capilla con el fin de adecuarla a las normas litúrgicas
vigentes a partir del Concilio Vaticano II. Se trata de una mesa de altar
románica del siglo XII. Consta de una lápida de piedra de 3,33 m por 1,60 por
0,18 de altura que se apoya sobre dos columnas románicas con basa, fuste y
capiteles decorados con sencillos motivos vegetales. Su ara es de ágata.
Enterramientos
Uno de los elementos más destacados de la
capilla es el sepulcro de la reina Urraca de Pamplona, que fue hija
ilegítima de Alfonso VII el Emperador, rey de León.
El sepulcro
de Urraca la Asturiana es la sepultura de dicha reina consorte y
noble.
Urraca de Asturias nació
en Aller, Asturias, en 1133 y falleció
en Palencia en 1189, y fue reina consorte
de Pamplona por su matrimonio con el rey García Ramírez de
Pamplona y más tarde gobernadora de Asturias con título de reina junto con
su segundo marido Álvaro Rodríguez de Castro.
Se desconoce la fecha exacta de su defunción.
Algunos cronistas sitúan su fallecimiento el 26 de octubre de 1164, lo cual es
imposible ya que aparece en el Monasterio de Santa María de
Sandoval el 25 de febrero de 1178 haciendo una donación a dicho monasterio
de unas granjas en diversos sitios. Otros argumentan que la reina Urraca no murió
hasta el año 1189, a pesar de que los Anales Toledanos situaron su
defunción en el año 1179.
Sepultura
Recibió sepultura en la capilla de Santa María
Magdalena de la Catedral de Palencia, a pesar de que, en un documento
fechado el día 24 de febrero de 1161, había dispuesto que su cadáver recibiera
sepultura en la Catedral de Oviedo, templo al que había efectuado diversas
donaciones, junto a los reyes de Asturias allí sepultados, disponiendo además
que en caso de que su cadáver recibiera sepultura en otro lugar, se celebrase
en su memoria un aniversario solemne en la Catedral de Oviedo.
No obstante, su voluntad no fue respetada y sus
restos mortales fueron sepultados en la Catedral de Palencia. En unos estatutos
concedidos al Cabildo palentino por el obispo Gutierre Gómez de
Luna el día 25 de mayo de 1388 se menciona que el capellán de Santa María
Magdalena tenía obligación de rogar por el alma de la reina Urraca y por otros
individuos sepultados en la misma capilla, recomendación que se repite en una
concordia entre el Cabildo palentino y los capellanes de Santa María Magdalena,
alrededor del año 1420.
Alonso Fernández de Madrid, canónigo de la
Catedral de Palencia en el siglo XVI, dejó constancia en un manuscrito del
descubrimiento, en el año 1532, de los restos embalsamados de la reina Urraca,
que aparecieron cuando se renovó la capilla de Santa María Magdalena:
Fue
sepultada en Sant Antolin, en la capilla que entonces era la mayor, y agora es
la de la parrochia, donde está el Santo Sacramento; y después, en el año
de MDXXXIIº, renovándose la dicha capilla, fue hallado entero su cuerpo
embalsamado, en una muy buena sepultura, y se puso en lo alto de la pared,
en una tumba de madera pintada y dorada, como agora parece, con su letrero.
En 1535, tres años después del hallazgo de los
restos de la reina Urraca, se dispuso, mediante acuerdo capitular, que en
la Capilla del Sagrario de la catedral de Palencia no se colocasen
escudos de armas o epitafios de persona alguna, debido a la suntuosidad de la
propia capilla, y a...estar allí sepultada aquella señora Doña Urraca, reyna de
Navarra. En la primera mitad del siglo XVI, después del descubrimiento de
los restos de la Reina, se colocó un epitafio en la urna de madera en la que se
depositaron sus restos, que fue colocada suspendida en lo alto de una de las
paredes de la capilla. En el epitafio colocado en la urna se usaba una
cronología desfasada, lo que ha llevado a sospechar que dicho epitafio, aunque
colocado en el siglo XVI, es una mera repetición de uno anterior. Al mismo
tiempo se colocó un epitafio en la pared que sostiene el arca que contiene los
restos de la reina, que únicamente difiere del grabado en el arca en que este
último se rige por la era de César. El epitafio colocado en el arca que
contiene los restos de la reina reza la siguiente inscripción:
HIC
REQUIESCIT DOPNA URRACA REGINA NAVARRE UXOR DOPNI GARSIE RAMIRI REGIS NAVARRE,
QUE FUIT FILIA SERENISSIMI DOPNI ALFONSI IMPERATORIS HISPANIAE QUI
ALMERIAM OBTINUIT, QUE OBIIT IIIIº YDUS OCTOBRIS ERA MªCCªXXªVIIª.
Que traducido al castellano viene a decir:
Aquí yace
Doña Urraca, reina de Navarra, esposa de Don García Ramírez, rey de Navarra,
que fue hija del serenísimo Don Alfonso, emperador de España que conquistó
Almería, que falleció el cuarto día de los idus de octubre de la era mil
doscientos veintisiete.
Desde el siglo XVI, los restos de la
reina, momificados, yacen en el interior de una caja de madera, con tapa de
cristal, introducida a su vez en un arca de madera en la que fueron colocados
después de su descubrimiento, siendo esta última de madera, pintada y dorada, y
adornada con los escudos cuartelados de Castilla y León, sostenidos por ángeles
tenantes, se encuentra colocado en alto, en el lado del Evangelio, sobre una
plataforma de piedra que le sirve de sustento.
En 1896 fueron examinados los restos mortales
de la Reina, constatándose entonces que seguían conservándose en buen estado
desde que había sido examinada durante el reinado de Isabel II. La momia
de la reina medía un metro y seiscientos veintidós milímetros y tenía los
brazos cruzados sobre la cintura, apreciándose además durante el examen que
padeció obesidad, siendo sus manos pequeñas y las piernas rectas y fuertes, y
que debió fallecer, a juicio de quienes la examinaron, cuando contaba entre
cuarenta y cinco y cincuenta años de edad.
Exterior de la Capilla del Sagrario.
Capilla
mayor
La capilla mayor ocupa los tramos séptimo y
octavo de la nave central (nº 12 en el plano). La edificación de este
tramo se llevó a cabo durante la segunda etapa (1426-1486) de las tres
constructivas señaladas anteriormente. El espacio en un principio se había
utilizado para coro conventual. En 1519 se trasladó la primitiva capilla mayor
(que estaba en lo que ahora es capilla del Sagrario) a este lugar.
Los dos tramos fueron rematados y cubiertos a
finales del siglo XV. Unos años después, en 1526 y 1527, los hermanos
Corral, artistas yeseros muy apreciados, decoraron los nervios de la bóveda,
llevando la dirección de la obra el maestro yesero Jerónimo del Corral.
Quedaron las claves ricamente decoradas; en las dos centrales se muestran los
escudos de los obispos Pedro Gómez Sarmiento (1525-1534) y Pedro
de Castilla Eril (1440-1461). El triforio fue realizado por Martín de
Solórzano a finales del siglo XV.
Se accede a la capilla a través de dos rejas de
hierro forjado realizadas por Cristóbal de Andino, considerado en su época
como el más ilustre de los rejeros españoles, que tenía su taller de trabajo en
Burgos. La más grande de las dos da al crucero; fue hecha en 1520 bajo el
patronazgo del obispo Antonio de Rojas y del deán Zapata. Consta de dos
cuerpos, más crestería y un crucifijo en lo alto. Tiene como ornamentación
florones y los escudos de los mecenas. La segunda reja es más pequeña y da a la
nave sur, frente a la puerta de la sacristía. Está colocada en una puerta en
esviaje o sesgada. Fue dorada por los hermanos Andrés y Alonso de Espinosa y
colocada en 1531. Consta de dos cuerpos más crestería y está ricamente
adornada con los bustos de san Antolín, san Pedro y san Pablo.
A la izquierda en verde pueden verse los
espacios correspondientes a las sacristías de las capillas. En el centro está
configurada una perfecta cruz griega. Y si se observan los dos cruceros se
aprecia la cruz patriarcal.
En la capilla se encuentran
dos púlpitos que anteriormente estaban colocados en el zócalo de la
reja del coro y que se trasladaron a este nuevo emplazamiento en 1607.
Son de hierro forjado, realizados por Gaspar Rodríguez en 1563. Las
esculturas de los tornavoces son de Gregorio Fernández y representan
a las Virtudes. En las paredes laterales cuelgan magníficos tapices,
cuatro en cada lado. Son de los talleres de Bruselas, de principios del
siglo XVI, donación del obispo Juan Rodríguez de Fonseca.
La obra maestra de esta capilla es el retablo
mayor, cuyas trazas fueron ejecutadas por Pedro de
Guadalupe en 1504.
El tamaño de la capilla mayor queda reducido
por la construcción anterior de la capilla del Sagrario. Es por esto por lo
que, recientemente, en la parte izquierda del crucero se ha colocado un altar
elevado sobre una tarima, que dejó inutilizada la puerta de los Reyes pero que
permite disponer de espacio suficiente para grandes celebraciones. Sus bancos
móviles se disponen hacia este altar o hacia la capilla mayor según convenga.
Retablo mayor
El retablo mayor de la catedral de
Palencia es una de las obras culminantes
del Renacimiento castellano.
Fue encargado por el obispo Diego de
Deza para colocarlo en la primitiva capilla mayor del templo, que con los
años dejó de serlo para convertirse en capilla del Sagrario. El obispo
contrató al ensamblador Pedro de Guadalupe para que hiciera las
trazas, entre 1504 y 1506, dando como resultado un monumental mueble de
estilo plateresco, incipiente en aquellos años. El retablo no llegó a
instalarse en el espacio para el que fue pensado, sino que se acomodó en la
nueva capilla mayor, ubicada en la nave central. Las obras de terminación y
adaptación duraron hasta los primeros años del siglo XVII, en que se terminó el
tabernáculo. Las esculturas se deben a Felipe Vigarny, con dos de las
tallas de Alejo de Vahía y el remate de Juan de Valmaseda. Las
pinturas son obra de Juan de Flandes.
El obispo Diego de Deza conocía el retablo
encargado por el Cardenal Mendoza para la pequeña capilla del Colegio
de Santa Cruz de Valladolid. Había quedado gratamente impresionado
con la obra y decidió costear uno parecido al mismo autor para sustituir el que
ya había en la catedral palentina, un retablo de plata que había sido donación
de Inés de Osorio.
En el contrato se dice que el retablo debía
tener unas medidas especiales para poder adaptarlo al espacio de la capilla
mayor (la antigua), que no era muy grande. Se especifica también que debía ser
trabajado “a lo romano” siguiendo
el modelo del retablo que este artista había hecho para el Colegio de Santa
Cruz de Valladolid. Se hizo el pedido al entallador y ensamblador Pedro de
Guadalupe el 22 de enero de 1504 y en 1505 el Cabildo encargó al
imaginero Alejo de Vahía una escultura de San Juan y otra de la Magdalena. Ese
mismo año se contrató a Felipe Vigarny para que se ocupara de toda la
imaginería del retablo, dejando bien claro que aunque se hiciera el trabajo en
su taller, el artista se comprometía a esculpir todos los rostros y manos. El
12 de diciembre de 1506, Vigarny entregó 17 esculturas (entre las que iba
un San Antolín ya policromado) y el 19 de octubre de 1509 entregó las
9 restantes. Todo el material se guardó en el Hospital de San Antolín de
Palencia sin montar ni policromar. Se conserva un diseño hecho por Vigarny en
aquel momento.
Descripción
El gran retablo tal y como se muestra en la
actualidad tiene una altura total (incluyendo el zócalo) de 20,50 m y una
anchura de 10,60 m el ensamblaje; la escultura y la pintura están hechos en
maderas de pino, nogal y tilo.
Fue el primer gran retablo español construido y
concebido a la manera lombarda, tallando hornacinas con remate en forma de
venera y grutescos en las pilastras que separan cada calle. Su estructura es
en tríptico, con alas oblicuas, como si su destino hubiera sido una
cabecera ochavada. En el conjunto de la obra domina la articulación horizontal.
Los diferentes pisos se ven separados por frisos a manera de pequeñas cornisas.
En su base hay una predela muy alta. El ático es gigantesco; fue
añadido para dar más dimensión al retablo de acuerdo con la nueva capilla.
En la calle central, en la parte de abajo, se
halla el sagrario, que ocupa bastante altura desde la predela al segundo piso y
fue incorporado en el siglo XVII. Por encima está la hornacina con la figura de San
Antolín, obra barroca de Gregorio Fernández. Más arriba, una talla de
la Asunción rodeada y custodiada por seis ángeles cuyo manto está
hecho con tela encolada. A ambos lados, ocupando el último piso se colocaron
seis bustos femeninos y dos masculinos en pequeñas hornacinas con
veneras. San Antolín, la Asunción y el Salvador son los tres patronos de
la catedral y los tres tuvieron en el retablo sus representaciones. Falta en la
actualidad la del Salvador. Por encima de estas imágenes está el ático, con el
tema del Calvario, obra de Valmaseda, común a casi todos los retablos y como
remate final, un Padre Eterno, entre dos ángeles con símbolos de la
Pasión.
La crucifixión, de Juan de Flandes,
tabla que estuvo situada en la calle central del retablo. Hoy día se encuentra
en el Museo del Prado donde se la considera como una de las obras
maestras de la pinacoteca, lo que da una idea del valor artístico del retablo
Al agrandar el retablo con dos calles más para
la nueva ubicación, el espacio se ocupó con tablas pintadas, contratadas
a Juan de Flandes, diez en total porque dos que están colocadas arriba
fueron hechas por su discípulo Juan Tejerina (Visitación y Epifanía).
Estas pinturas siguen un programa coherente con el tema de la vida de Jesús
desde la Anunciación hasta la cena de Emaús. El conjunto de
tablas es de gran valía y calidad dentro de la pintura española de principios
del siglo XVI. Algunas tablas de las que entregó Juan de Flandes no llegaron a
ser colocadas o se suprimieron después, como La crucifixión, de formato
apaisado, que estaba en el centro del primer piso, formando tríptico con la de
su derecha e izquierda. Entre las no colocadas estaban un Descendimiento y
una Piedad. En la tabla apaisada del primer piso (escena
del Sepulcro) el autor, Juan de Flandes, se autorretrata en la figura de
un hombre vestido de negro en el centro de la escena, bajo una ventana. Felipe
Vigarny entregó también un Cristo en Majestad rodeado de los
evangelistas que iba destinado a la hornacina alta de la calle central;
desechado del retablo, se colocó finalmente en el exterior del coro.
El imaginero Alejo de Vahía había entregado por
encargo dos esculturas; la de San Juan Bautista se rechazó y se envió
al convento de Santa Clara y la de María Magdalena, que se colocó en el
retablo.
Evolución
y cronología
Muchos estudiosos e investigadores del tema han
aportado documentación que permite ver la evolución y distintas obras que se
llevaron a cabo en el retablo desde 1504 hasta 1609.
Después de los encargos previos y de haberse
realizado las obras de arte requeridas, los elementos del futuro retablo
pasaron a la espera de ser montados y colocados en la antigua capilla mayor
pero no hubo lugar porque en 1509 el obispo Juan Rodríguez de Fonseca decidió
trasladar esta capilla al emplazamiento donde se encuentra ahora, espacio que
estaba ocupado por el coro conventual. La nueva capilla mayor suponía un
habitáculo mucho mayor, por lo que hubo que replantearse el tamaño y posición
de los elementos del retablo. La solución fue encargar el 19 de diciembre de
1509 al pintor Juan de Flandes una serie de pinturas en tabla que agrandarían
en un cuerpo más en altura y dos calles en anchura. El trabajo de Juan de
Flandes no se entregó hasta 1519.
El Calvario, grupo escultórico que corona
el retablo, por Juan de Valmaseda.
Ese mismo año, en el mes de enero, el
escultor Juan de Valmaseda firma un contrato para la ejecución de
un Calvario de grandes proporciones que sería integrado en el ático
del retablo. De este nuevo espacio se ocupó el palentino Pedro Manso, maestro
de talla, firmando un contrato en 1522. Se requiere que tenga forma
semicircular y que esté cerrado por una gran cornisa. En 1525 este proyecto
sufre cambios y avatares, entre los que se encuentra la retirada de cuatro
escudos y el añadido en lo alto de un friso con las cabezas o bustos descrita
anteriormente. En este año se contrata nuevamente todo el dorado y estofado del
retablo. En las cláusulas del contrato se enumeran una gran cantidad de
detalles a seguir para que el resultado final sea el de una magnífica obra de
arte de gran calidad.
Desde mayo hasta septiembre de 1520 Alonso
de Solórzano y Gonzalo de la Maza se ocuparon de una serie de
reformas y del encajamiento para el Calvario. En 1559 y siguiendo las
recomendaciones del Concilio de Trento, el Cabildo decide colocar en el
centro del retablo una imagen de su patrono san Antolín. Se sustituye así una
tabla de Juan de Flandes con el tema de la Crucifixión por la
escultura de bulto redondo de este santo.
Entrado el siglo XVII se realizan una serie de
reformas en toda la calle central y el primitivo san Antolín es
sustituido por una talla de Gregorio Fernández de factura y rasgos muy al gusto
de la época. Es de tamaño casi natural, con el cuello ligeramente curvado. Se
remodela también la parte del tabernáculo, empezando por separar la mesa de
altar para evitar que las velas ahumen las pinturas del primer cuerpo. En 1607
los escultores palentinos Juan Sanz de Torrecilla, Pablo de Torres y Alonso
Núñez se encargan de los trabajos del nuevo tabernáculo. Dos años más
tarde los pintores palentinos Francisco de Molledo y Pedro de
Roda se comprometen a dorar la imagen de San Antolín de Gregorio
Fernández y la parte donde va instalado el tabernáculo con la custodia y
el sagrario.
A finales del siglo XVIII y bajo el mandato del
obispo Mollinedo se renueva el pavimento de toda la fábrica y se
cubren los azulejos de la predela con paneles que imitan al mármol y al jaspe,
todo decorado al estilo neoclásico propio del momento.
Capillas
radiales de la girola
Este espacio se divide en 5 tramos con 4
capilla hexagonales y una, la central, en octógono irregular. Se proyectaron además
dos tramos irregulares a derecha e izquierda, que unen la girola con el falso
crucero. De izquierda a derecha se encuentran situadas:
Capilla de San Miguel
Llamada también de
san Isidro, por las dos imágenes de este santo que guarda. Preside la capilla (nº
6 en el plano) un retablo renacentista de buena factura, con relieves
en stiacciato de dos santos flanqueando la imagen titular, que pese
al nombre de la capilla, es san Jerónimo penitente ante el crucifijo.
Corona el retablo una pintura de la Asunción. Destacan asimismo en esta
capilla un pequeño retablo plateresco dedicado a san Roque, de escuela
palentina, mediados del siglo XVI, y un sepulcro pétreo, en arcosolio de arco
apuntado, con bulto yacente vestido con ropajes eclesiásticos.
Capilla
de Nuestra Señora la Blanca
Destaca en esta capilla (nº 5 en el
plano) la imagen de la titular, destacado trabajo gótico del siglo XIV,
realizada en alabastro, gemela de la que se conserva en la catedral
de Toledo. Descuellan en esta escultura la finura de la ejecución, el suave
movimiento de los pliegues y las sonrisas que muestran María y el Niño Jesús,
que acaricia a su madre, alejando esta obra de los cánones románicos y
protogóticos. La Virgen preside un retablo muy posterior, neoclásico.
Capilla del
Monumento
La capilla del Monumento actual (nº 4 en
el plano) es la capilla central de la girola, de mayores dimensiones
que las demás. En este espacio se reunía el Concejo de la ciudad. Se la conoció
con los nombres de Corpus Christi, san Nicolás, del baptisterio y de santa
Teresa, recibiendo el nombre actual cuando se trasladó el altar de plata que se
usa como monumento en Semana Santa.
Presenta planta octogonal. La bóveda posee
nervadura radial; del centro de la sala parten los nervios hacia los extremos
de las paredes. En la clave de la bóveda está esculpida la imagen del Salvador.
Dispone de tres grandes vidrieras de
tonos azulados; datan del siglo XIX. Debajo de estos ventanales la pared está
forrada de terciopelo rojo. Pero lo que más destaca es el monumento, chapado de
plata en parte sobredorada con tres partes bien diferenciadas: el frontal, que
se adorna con el escudo del cabildo y dos jarrones de azucenas a los lados, el
basamento, y una gradería sobre la que se alza el expositor eucarístico. Es una
buena obra de orfebrería barroca, del siglo XVIII, obra del platero Andrés de
Espetillo. La capilla se cierra con una fina verja de
hierro forjado. Esta es obra del taller de Juan Pascual e hijos, sito
en El Burgo de Osma (Soria), como se puede observar en la inscripción
de la cerradura.
Capilla
de San José
Contrasta en esta capilla (nº 3 en el
plano) la pureza de las líneas góticas de su arquitectura, con lo moderno
de la decoración. Está presidida por un cuadro de San José, obra del pintor
Jacinto Gómez (s. XVIII), enmarcado en un altar de la misma época realizado en
mármoles y jaspes de colores, todo ello de un severo Neoclasicismo.
Capilla
de los Reyes o de San Pedro
La capilla de san Pedro (nº 2 en el
plano) es conocida familiarmente como capilla de los Reyes, por los tres
relieves en yeso que la adornan con el tema de los Reyes Magos. Fue
construida en el siglo XIV por artistas anónimos y reformada en el
XVI por los hermanos Juan y Jerónimo Corral de Villalpando. Se encuentra
situada en la girola, ocupando el primer lugar después del edículo, en el lado
de la epístola. Es de planta hexagonal y se cubre con bóveda estrellada.
Decoración de yeserías de la capilla de
los Reyes, obra de los hermanos Corral de Villalpando.
En el año 1548, Gaspar Fuentes de la
Torre, arcediano de Campos y abad perpetuo de Lebanza, contrató la obra de
decoración de la capilla con Juan del Corral, por un valor de 1600 ducados. Don
Gaspar murió en 1550, antes de que el Cabildo hubiera dado el permiso de
patronazgo y el permiso de obras. Sus testamentarios, Gabriel de Salcedo
(arcediano de Carrión de los Condes) y Francisco Carvajal (abad
de Husillos) consiguieron dichos permisos el 3 de
diciembre de 1550. En la yesería y en la tribuna de esta capilla
constan las fechas de 1551 y 1552. Años más tarde se hizo cargo
del patronazgo Jerónimo de Fuentes, terminándose la obra en 1569. En la
cesión del patronazgo de 1550 el cabildo hace una serie de
advertencias, entre las que destaca la obligación de mantener la advocación de
san Pedro en la capilla.
Bóveda de la capilla de los Reyes
Detalle del profeta David en la bóveda
Detalle de los reyes Gaspar y Baltasar
Los supradichos añadidos renacentistas han
llevado a esta capilla a ser una de las más ricas del templo. Lo más destacado
es el trabajo de yesería policromada de los hermanos Corral que cubre tanto la
bóveda como las paredes, sin dejar apenas espacio libre (horror vacui). En la
cúpula y dentro de medallones pueden verse a los profetas Isaías, Balaam y
David, acompañados de angelotes, escudos y grutescos. Los tres Reyes Magos
ocupan un lugar destacado, dentro de marcos individuales limitados por columnas
y en actitud de marcha. Los colores predominantes en estas yeserías son los
azules, blancos y ocres. El zócalo es de azulejos de Talavera, detalle que
se encuentra en otras capillas de la catedral.
El retablo de esta capilla es un trabajo
renacentista, con la figura del san Pedro en la hornacina principal. Es obra de
entalladores locales, siguiendo el estilo de Felipe Bigarny, aunque la Virgen
del cuerpo superior ha sido atribuida a Juan de Balmaseda.
La humedad procedente de las cubiertas y el
solado y un escaso mantenimiento comprometieron durante un tiempo la
conservación de esta capilla. Tras un exhaustivo proceso de restauración, fue
reabierta a principios del año 2008.
Altar de la capilla de los Reyes
Edículos
Capilla del baptisterio
Ocupa esta capilla (nº 7 en el
plano) el estrecho espacio que permite la unión de la cabecera con el
falso crucero, presentando una peculiar forma estrecha y alargada, con escasa
iluminación. En el centro de la capilla se encuentra la pila bautismal, obra plateresca
de sencilla decoración de querubines. En el testero de la capilla, un pequeño
retablo con figuras de santos, obra renacentista de carácter popular, de
seguidores de Alonso Berruguete.
Arco de
San Martín
Es este el espacio (nº 1 en el
plano) gemelo del Baptisterio en la nave opuesta, y en este caso se
encuentra tapiada su salida hacia la nave al hacer las funciones de sacristía.
El espacio visible se configura como un pequeño altar-hornacina, con un relieve
alusivo a San Martín (de ahí su nombre) en el remate, y un cuadro, buena copia
del de Tiziano conservado en el Museo del Prado, que representa
el Entierro de Cristo.
Coro
El coro (nº 14 en el plano) se sitúa
enfrente de la capilla mayor, a la que está unido por un espacio cerrado
denominado Vía Sacra (nº 13 en el plano). Cierra el coro una formidable
reja, del siglo XVI, obra de Gaspar Rodríguez, con abundante decoración de
raigambre plateresca, parcialmente dorada y policromada. Los pretiles de piedra
que la sustentan muestran inscripciones alusivas a la visita del
emperador Carlos V y el papa Adriano VI a la catedral en el
transcurso del mismo año. El interior del coro aparece casi totalmente ocupado
por la sillería capitular, de madera vista y estilo gótico. Los asientos y
respaldos de la misma se enriquecen con tracerías gotizantes, de diferentes
diseños, según un esquema muy sencillo. Destaca en el centro el asiento del
obispo, flanqueado de doseletes y pináculos.
Coro
Órgano
A la derecha según se entra al coro, elevado
sobre la sillería, se encuentra el órgano catedralicio. El órgano
original fue obra de los organeros fray José de Echevarría y
fray Domingo Aguirre, entre 1688 y 1691, con una gran reparación por el segundo
de ellos durante los años 1712-1716. De este primer órgano se conservan hoy la
caja (una espléndida obra barroca del arquitecto Santiago Carnicero, con
multitud de cabezas de ángeles y otra serie de menudas figurillas) y los tubos
de fachada; sin embargo, el órgano en sí fue reemplazado en 1925 por otro nuevo
de estética postromántica, electroneumático, de Amezúa y Cía.
Trascoro
Situado a los pies del templo (nº 22 en el
plano), el trascoro se levanta sobre cinco escaleras y es una excelente obra
del Renacimiento español, de carácter tardogótico y plateresco, constituyendo
una de las obras maestras de la catedral. Fue financiado por el obispo Fonseca
y se sabe que en él trabajó Juan de Ruesga hacia el año 1513.
Cuajado de doseletes, encajes de piedra y
hornacinas con figuras de santos, el trascoro se organiza a modo de suntuoso
retablo pétreo, destacando en él los relieves del Martirio de San
Ignacio de Antioquía y la Lactación de San Bernardo, añadidos
posteriormente y ambos obra del escultor barroco Francisco del Rincón.
Remata el conjunto el escudo de los Reyes Católicos, una crestería de
piedra y la estatua de San Antolín; dos puertas, talladas en madera con
minuciosos relieves, permiten el acceso al coro catedralicio.
En el centro del trascoro se halla el políptico de
los Siete Dolores de la Virgen, obra del maestro flamenco Jan Joest, quien
retrata al comitente, Juan Rodríguez de Fonseca, en la tabla central junto a la
Virgen y San Juan, con fondo de un delicado paisaje. Las demás tablas muestran
escenas de los Siete dolores de María, de quien el obispo Fonseca era gran
devoto, con un refinado realismo y excelente sentido del color. Este políptico
es uno de los conjuntos pictóricos más destacados de la pintura flamenca en
España.
Enfrente del trascoro, se encuentra la escalera
que da acceso a la cripta de San Antolín, y, cercano a la misma, el excelente
púlpito, de madera sin policromar, obra de algunos de los más destacados
discípulos de Alonso Berruguete, señalándose la intervención de Juan de
Cambray y Francisco Giralte. Los relieves que lo decoran presentan
fuertes concomitancias con los de Berruguete en la sillería de la catedral de
Toledo.
Capillas
de la nave norte
Capilla
de San Sebastián
El elemento más destacable de la misma (nº
9 en el plano) es el monumental retablo, de traza escurialense y presidido
por la imagen del titular, obra de gran calidad, probablemente debida a la
gubia de Gregorio Fernández, cuyo estilo se hace presente en los pliegues duros
y angulosos del paño que cubre al santo, en su teatral pose y en el veraz
tratamiento anatómico.
Capilla
de San Jerónimo
Presidida (nº 10 en el plano) por un
grandioso retablo de madera dorada, de esbeltas columnas que recuerdan a las de
los retablos de Alonso Cano, obra de mediados del siglo XVII, destaca en
el mismo un relieve con el tema de Pentecostés, a modo de portezuela, que
guarda en su interior una imagen de san Antolín con varias de sus reliquias. A
su lado, la sepultura de fundador de la capilla, el canónigo Jerónimo de
Reinoso, enmarcada por un hermoso retablo pétreo de estilo escurialense, de
finales del siglo XVI. Lo decoran las figuras orantes del fundador y el
canónigo Martín Alfonso de Salinas.
Capilla
de la Inmaculada
Dedicada anteriormente a la Santa Cruz,
conserva un interesante mural pictórico representando el Triunfo de la
Cruz, motivo de su anterior advocación. Cubierta durante siglos por un enlucido
y un retablo traído de la capilla de las reliquias, esta decoración fue
recuperada en una restauración que terminó en el año 2017.
Se trata
de una pintura mural del siglo XVI simulando arquitecturas renacentistas en el
zócalo, y un amplio paisaje con celajes entre los que emergen ángeles con los
símbolos de la Pasión, en torno a la cruz desnuda que preside la composición.
En la pared a mano izquierda de la entrada, un
gran retablo de traza churrigueresca, de principios del siglo XVIII, con
pinturas sobre lienzo del pintor Diego Díaz Ferreras, y presidiendo el
conjunto, una hermosa Inmaculada realizada por Mateo Sedano,
discípulo de Gregorio Fernández. (nº 15 en el plano).
Capilla
de San Fernando
Retablo de la misma época que el de la capilla
anterior, y pinturas asimismo de Díaz Ferreras, representando historias de la
vida del rey santo. Es destacable su imagen titular, por la curiosa
iconografía, pues aparece el rey con los atributos de la monarquía, orbe y
corona, y vestido de armadura con la espada en alto. Enfrente del retablo,
sepulcro renacentista de don Álvaro de Salazar (nº 16 en el plano).
Capilla
de San Ildefonso
La capilla de San Ildefonso (nº 18 del
plano) fue dotada por Alonso Fernández de Madrid, el Arcediano del
Alcor, fallecido en 1559 y aquí enterrado. La capilla tiene forma
rectangular, ventanal ojival, bóveda decorada y reja de hierro forjado, todo
ello obra del siglo XVI.
Retablo plateresco de la Capilla de San
Ildefonso.
El retablo mayor, dedicado a San
Ildefonso, es de estilo plateresco, obra de Juan de Balmaseda,
realizada entre 1525 y 1549 en madera dorada y policromada,
y en la que también pudo intervenir Diego de Siloé. Se compone de
sotabanco, banco, cuerpo y ático, con tres calles verticales separadas
por balaustres. En el centro del sotabanco destaca la figura de Cristo. En
el banco se representan el Martirio de San Lorenzo, la Adoración de los
Magos y el Martirio de San Jerónimo. El cuerpo presenta las escenas del Bautismo
de Cristo bajo un tondo representando a San Pedro, la Imposición de la casulla
a San Ildefonso en la parte central y el Martirio de San Juan
Evangelista ante Portam latinam bajo otro medallón con la imagen de San
Pablo. Sorprende la cantidad de detalles en los relieves, así como su refinada
ejecución. El conjunto se remata por un medallón con la Piedad bello y
patético, y por un Calvario.
Son destacables también otros elementos
artísticos de la capilla, como la puerta tallada de la sacristía, junto con el
frontón triangular que la corona, representando al Padre Eterno.
Capilla
de San Gregorio
Es esta capilla (nº 19 en el
plano) una de las principales de la catedral desde el punto de vista
artístico. El conjunto de retablos, sepulcro, azulejería de Talavera, e
incluso la ventana, con una de las pocas vidrieras originales que se conservan,
es un excelente muestrario de arte plateresco, llegado íntegro a nuestros
días, a diferencia de otras capillas, que sufrieron cambios y reformas a lo
largo del tiempo. En este caso, prácticamente todo data de mediados del siglo
XVI. El retablo principal es una apreciable obra de la escuela palentina
renacentista, profusamente dorado y policromado. Se compone de banco, dos
cuerpos y ático, separados por pilastras planas con decoración agrutescada, de
esquema muy similar al de otros ejemplares de la misma escuela; el relieve
central presenta la Misa de San Gregorio, y los de las calles laterales,
diversas historias sagradas, cobijadas por veneras. Existe un segundo retablo, de menor tamaño,
dedicado a los santos doctores Cosme y Damián, curioso por la violenta
forma de describir uno de sus milagros. Es también obra plateresca, de calidad
más discreta, destacable sin embargo por la figura de San Matías, que se
sitúa en la pilastra principal. Se trata de una bella imagen, muy superior al
resto, quizá procedente de otro retablo desmontado, y cuyo autoría se atribuye
a Alonso Berruguete, que compone la figura con todas las características
de su estilo, siendo una de las tallas más valiosas de la catedral.
Enfrente del retablo principal, un suntuoso
retablo-sepulcro, del mismo estilo que el resto de la capilla, del canónigo
Juan de Arce, cuya familia ostentó el patronazgo, y a cuya munificiencia se
debe este espacio.
Capilla
de Santa Lucía
La capilla de santa Lucía (nº 20 en el
plano) se sitúa a los pies de la nave del Evangelio de la catedral, y fue
realizada en el siglo XVI. En el centro se sitúa el retablo de santa
Lucía, de madera policromada y dorada, realizado en 1550 por seguidores
de Manuel Álvarez, e instalado en esta capilla en 1582. Está compuesto
de tres cuerpos, con numerosos relieves y esculturas. En la hornacina central
del retablo se encuentra la imagen de la titular, y en la parte central del
primer cuerpo, un delicado relieve representando La Piedad. El retablo se
eleva sobre un pedestal y banco posteriores, de estilo barroco.
Esta capilla alberga además varias lápidas de
enterramiento y dos sepulcros. En la pared oeste, el sepulcro del canónigo Blas
de la Rúa Bustamante, con una escultura de la Asunción de María, del siglo
XVII. En el muro norte se ubica el sepulcro del obispo Buenaventura Moyano, con
un interesante lienzo de Las lágrimas de san Pedro, del siglo XVII.
Las paredes conservan en buen estado el zócalo de azulejería de
Talavera con diversos motivos decorativos.
Por último, una reja renacentista de hierro
forjado y policromado, realizada en 1579 por Juan de Vitoria cierra
la capilla.
Capilla
de las reliquias
Se trata de un espacio (nº 21 del
plano) de forma octogonal, añadido en el siglo XVIII al cuerpo
de naves, y que se trasdosa al exterior en forma casi exenta. Tuvo las
funciones de relicario y capilla para albergar el monumento del Jueves
Santo. Debido a la importancia que tenían en el pasado las reliquias de los
santos, y a la gran cantidad que poseía la catedral, se pensó varias veces en
crear un espacio que las recogiera y expusiera de forma ordenada. Esta capilla
vino a cumplir esa necesidad, aunque con el tiempo fueron mudando las
costumbres y el retablo de la misma se trasladó a la capilla de la Inmaculada.
La situación de la propia capilla, casi fuera
de la planta de la catedral, su impacto visual al exterior, y sobre todo, los
problemas de humedades que sufrió al verter sobre ella la escorrentía de los
tejados, que la degradaron de manera notable, hicieron que se plantease incluso
su derribo en la década de 1950. Tras décadas cerrada al culto y a las visitas,
una profunda restauración culminó en el año 2011 la recuperación de este
espacio. El interior es una de las muestras más
sobresalientes de estilo Rococó en la ciudad. El espacio está
iluminado por dos grandes ventanas de medio punto. Se accede por un arco
abierto a los pies del templo. Corona la capilla una cúpula octogonal con
abigarrada decoración de yeserías polícromas y doradas; la misma
decoración se extiende a lo largo de las paredes, que exhiben
los anaqueles donde se guardaban las reliquias y una serie de
pinturas con episodios de vidas de santos, todo ello enmarcado por guirnaldas y
molduras de intrincado diseño. Remata la capilla un retablo-relicario de
inicios del siglo XVIII, momento en el que se remató todo este conjunto.
Claustro
y Sala capitular
Se accede al claustro (nº 25 en el plano),
que ocupa prácticamente toda la pared lindante con la nave de la Epístola, a
través de dos portadas. Una es un diseño tardogótico, siglo XV, con arco
apuntado de arquivoltas decoradas por menuda hojarasca. En el tímpano aparece
una Virgen en majestad, más antigua que la propia portada, del siglo XIII. La
otra portada presenta una inusual forma en esviaje, en estilo
renacentista, con decoración de grutescos. Las hojas del portón están talladas
con escenas de la vida de san Antolín, por discípulos de Alonso Berruguete,
señalándose el nombre de Manuel Álvarez como posible artífice.
Portada de acceso al claustro desde la
nave de la Epístola
Portada de acceso al claustro desde el
lado de la Epístola
Galería Norte del claustro
Las obras del claustro se iniciaron hacia 1439,
a expensas de los obispos fray Alonso de Burgos y Juan Rodríguez de Fonseca. En
1503-1505 dirigía las obras del claustro Juan Gil de Hontañón, quien lo
remató hacia el año 1516.
Se trata de un espacio cuadrado, con
cuatro crujías techadas por bóvedas de crucería de nervios combados,
de sencillo esquema tardogótico. Los nervios apean en pilares fasciculados
ligeramente resaltados del muro. Hacia el interior del patio se abren arcos
apuntados que debieron llevar, como es usual en estos casos, tracerías y maineles que
dejaban pasar la luz. Tales arcos fueron inexplicablemente tapiados en el siglo
XVII, cerrando las galerías.
En una intervención reciente (años 1999-2000)
se han vuelto a abrir los arcos ojivales dotándolos de tracerías de diseño
moderno con resabios gotizantes. En varios de estos cierres se muestran las
vidrieras originales del siglo XVI, obra del maestro vidriero Arnao de
Flandes, que decoraron un ventanal de la nave central, una vez recuperadas y
restauradas.
Sala
Capitular
Adosada al claustro y de la misma época que
éste, la Sala capitular (nº 17 en el plano) es un espacio de dos
tramos de altas bóvedas de crucería combadas, iluminada por tres ventanales.
Consta que trabajó también aquí Juan Gil de Hontañón en la primera década del
siglo XVI.
Portada
de la sala capitular
Tapicería
de la catedral de Palencia
La tapicería de la catedral de
Palencia es un conjunto de tres series de tapices bien diferenciadas que
siguen ciclos narrativos distintos, cuyo donante fue el obispo Juan
Rodríguez de Fonseca, adquiridos en los Talleres de Bruselas y en los
de Marc-Crétif —que era el tapicero de Francisco I de Francia—,
y que tanto su historia como la temática que desarrolla están documentadas y
perfectamente descritas.
Tapicería
de los Talleres de Bruselas
Es una serie de cuatro tapices con temas
bíblicos, aunque el nº cuatro hay que considerarlo como perteneciente a otro
ciclo que se titula Vicios y Virtudes. Fueron realizados entre los años
1505 y 1515, con un tejido combinado de lana y seda y con
una urdimbre compuesta de siete hilos por centímetro. Sus dimensiones
son de 8,50 × 4,25 m². Pertenecen a la catedral desde 1527. Hay noticia de
estos tapices en distintos folios del libro de Actas
Capitulares desde 1521 a 1530 y en los inventarios de 1623. En el folio
234 de las Actas se dice que el 25 de enero de 1527 el Cabildo dio un poder al
arcediano de Carrión Alonso de Fonseca y al canónigo Gregorio del Castillo para
una entrevista con Antonio de Fonseca, Comendador Mayor de Santiago y Contador
Mayor de Castilla, para que dicho señor entregue
quatro
paños o tapices que mandó a la dicha iglesia el Señor D. Juan Rodríguez de
Fonseca
En el folio 241 se habla del poder dado
al canónigo Hipólito Delgadillo para recibir del Comendador Mayor de
Castilla los referidos tapices. En el folio 245, en abril de 1527 el Deán y el
Cabildo de la catedral dan cuenta de haberlos recibido:
...
conocieron aver recibido del Señor Ypolito Delgadillo canónigo de la dicha
yglesia quatro tapices que mando a la dicha iglesia el señor don Juan de
Fonseca, de buena memoria, obispo que fue de Burgos y primero de Palencia,
porque el señor Antonio de Fonseca Comendador Mayor de Castilla de Orden de
Santiago et Contador Mayor de Castilla y hermano de dicho Señor Obispo los dio
al Señor Ypolito Delgadillo y él agora los a traydo y ya están puestos al
momento de la dicha yglesia y en poder de la sacristía de la dicha yglesia y
tenía cada uno tres escudos [...].
En los libros de los inventarios se describen
los cuatro tapices pertenecientes al grupo del Antiguo Testamento donados
por Juan de Fonseca, de los cuales sólo se conservan tres pues el cuarto tapiz
(que es de la misma dimensión y del mismo taller) pertenece a otra serie
titulada Vicios y Virtudes.
Temas y
personajes
Las representaciones parecen imitar las escenas
teatrales de las obras que se venían representando en la época en los jardines
o salones de los palacios. Los temas sirven como enseñanza de la doctrina
cristiana con la ayuda de personajes alegóricos. Su lectura puede hacerse
complicada si se desconoce la técnica de la narración que en ningún caso es
lineal. Casi siempre empieza el ciclo en el espacio superior de la izquierda
para seguir después en zigzag o saltando de un extremo al otro, o de arriba
abajo y después dando un cambio. La escena principal suele estar en el centro y
con un tamaño mayor que el resto.
Los personajes reales se mezclan con los
simbólicos, situados todos ellos entre hojarascas y representaciones
arquitectónicas. En muchos de los casos llevan escrito su nombre sobre la
vestimenta, facilitando así la comprensión y la situación. En las esquinas
inferiores se ven las figuras de profetas o evangelistas portando filacterias cuyas
leyendas están escritas en letra gótica y en latín y que dan título
al tapiz correspondiente además de hacer las veces de un resumen de la historia
contada.
Bordura
La bordura está ricamente adornada con ramos de
flores de color rojo y rosa fuerte, con margaritas y flores blancas anudadas
con cintas rosas. Entre la verdura del follaje pueden verse algunos pajarillos.
En esta serie bíblica se ve el escudo del Juan Rodríguez de Fonseca superpuesto
en la bordura de la parte de arriba, repetido tres veces, dos en los extremos y
una en el centro. No están entremezclados con el tejido por lo que se cree que
estos tapices estaban ya confeccionados en los talleres de Bruselas y el obispo
no hizo sino adquirirlos. Los escudos no tienen el capelo catedralicio.
Materiales
empleados y técnica
Los tapices fueron urdidos con lana y
seda, ejecutados con una técnica perfeccionada y siguiendo fielmente los
dibujos de los cartones. Los colores están distribuidos de manera muy
harmoniosa entremezclándose los rojos, azules, verdes, ocres y blancos. Se
conservan en buen estado; se aprecian algunos retupidos hechos en siglos
posteriores (sobre todo en el xviii) por manos expertas que no alteraron
la obra original.
Descripción
de los tapices
Ex
Aegypto vocavi filivm mevm
«De Egipto llamé a mi hijo». Mat. 2, 15.
«Desde
Egipto llamé a mi hijo»
El tapiz es un resumen de la infancia de Jesús.
El personaje que está sentado abajo en el extremo de la derecha presenta esta
leyenda del título en su filacteria. El personaje frontero porta una filacteria
sin leyenda. Desde su posición está señalando la escena principal con la mano
derecha enguantada sobre la que se ven escritas dos letras: 'XV'. Por encima de este personaje hay un
grupo de sibilas y sabios que también señalan la escena principal. Se
continúa la lectura hacia la derecha, con la escena de la Visitación. Las
dos mujeres, María y su prima Isabel se encuentran y se saludan mientras que
sus hijos (que todavía no han nacido) forman parte también del encuentro; están
representados simbólicamente por las figuras de dos jóvenes, siendo éste un
recurso bastante común en el arte. Todos estos personajes llevan escrito su
nombre. Los dos jóvenes están sobre un puente que representa
otra alegoría en referencia al paso del Antiguo con el Nuevo
Testamento.
Desde aquí pasa la lectura a la izquierda del
tapiz en la parte alta de la esquina donde se narra la Circuncisión de
Jesús; después y en el centro (por ser la principal) está la escena de
la Epifanía cuyos personajes se ven encuadrados en una construcción
arquitectónica. La Virgen tiene al Niño en brazos mientras los tres Reyes Magos
se presentan en actitud de adoración y representando las tres edades del
hombre: Melchor, la ancianidad; Gaspar, la madurez; Baltasar, la
juventud. En esta época todavía no era costumbre que los Magos representaran
las tres razas. Alrededor de los personajes principales aparecen las
tres Virtudes (que llevan su nombre escrito) más la Humildad y la
Castidad (que también lo llevan). Por encima de la escena principal a derecha e
izquierda se ven dos templetes. En uno está narrada la Presentación de
Jesús en el Templo y en el otro los Magos ante Herodes. La última
escena de este ciclo se sitúa en la esquina superior derecha. Se trata del Niño
perdido y hallado en el Templo o Jesús entre los doctores. Mientras
todos mantienen una conversación, José y María se van acercando a ellos en
actitud doliente.
Accingere gladio tvo super femur tvvm, potentissime
«Ciñe tu espada sobre el muslo, ¡Oh héroe!»
Ps 44.
«Ciñe
tu espada sobre el muslo, ¡Oh héroe!»
Este título dado al tapiz es exactamente la
leyenda de la filacteria del personaje que está sentado a la derecha, frase
que corresponde al salmo 44 atribuido tradicionalmente a David. La
temática de este tapiz sigue dicho salmo manifestando la vida de Juan el
Bautista y algo de la vida de Jesús. La estructura de la narración consta
de nueve escenas divididas a su vez en tres espacios verticales a manera de
tríptico.
La primera escena narra el Bautismo de Jesús llevado
a cabo por su primo Juan. El personaje de la esquina que está sentado y tiene
una filacteria sin leyenda gira su cabeza hacia dicha escena como
presentándosela al espectador. Algunos pequeños detalles ayudan a la
comprensión del relato: la paloma (Espíritu Santo) sobre la cabeza de Jesús,
el Padre Eterno, que aparece bendiciendo arriba entre nubes, el ángel
arrodillado, que presencia el acto del bautismo, y los lirios simbólicos en el
agua del río. Pueden apreciarse unos signos sobre la piedra que emerge del río
que han sido interpretados como un nombre escrito en hebreo.
La segunda escena se encuentra en el espacio
superior a la primera y narra la decapitación de Juan el Bautista con gran
precisión y realismo, con los chorros de sangre que salen del cuerpo tendido en
el suelo mientras Salomé recibe la cabeza en una bandeja dorada de
manos del verdugo que está representado de espaldas, con la espada de la
ejecución en la mano y ataviado con unas calzas ceñidas y una blusa
blanca. Detrás de Salomé pueden verse otros dos personajes y en el fondo de la
escena, un palacio con una ventana geminada donde se asoman otras dos personas
que contemplan el episodio.
Pvtasne, mortvvs homo
rvrsum vivat? Juxta est dies perdicionis
«¿No crees que muerto el hombre volverá a vivir?» XIV, Job; «Cerca
está el día de la perdición» Moyses XLV
«¿No
crees que muerto el hombre volverá a vivir? Cerca está el día de la perdición»
Se refiere a las quejas que hace Job sobre la
muerte. La segunda frase corresponde al Deuteronomio XXXII, 35,
aunque en la propia cartela se indica Moyses XLV. Job capítulo XIV. Es el
tercer tapiz del tema del Antiguo y Nuevo Testamento. Su lectura comienza en la
parte superior izquierda donde se encuentran tres escenas diferenciadas pero
muy juntas: el pacto con Jacob, Jesús elige a Pedro, y el pacto del Señor con
su Iglesia; esta tercera escena está cobijada por una estructura arquitectónica
sujetada por unas columnas que se rematan en piñas que es el símbolo de la
unidad de todos los creyentes, dentro del cristianismo. Además de las dos
figuras principales (el Señor y la Iglesia que puesta de rodillas recibe un
libro envuelto en un rico paño según era costumbre en la época); están también
la Humildad y la Caridad (con su nombre escrito sobre el
pecho) ambas con corona de oro, más otro grupo de personas. Toda la escena es
una alegoría de la alianza mística o desposorios de Cristo con su Iglesia: La
Iglesia debe actuar siempre con humildad y caridad.
La lectura continúa desplazándose hacia la
derecha donde se encuentra la escena principal colocada casi en medio del
tapiz. Su disposición dibuja casi un triángulo. Se trata de
la Ascensión del Señor cuya figura protagonista tiene a sus pies a
los Apóstoles y a la Virgen, todos en actitud de sorpresa y oración. Desde el
punto de vista artístico, la figura de la Virgen destaca por su perfección y
riqueza de detalles bordados, con su manto azul ribeteado de una rica cenefa
con dibujo de flores, bordada en hilos de oro. Junto a Jesús ascendiendo hay un
grupo de personas entremezcladas con los ángeles, que representan las almas de
los justos. La figura de Jesús lleva corona imperial y está ricamente ataviada
con un manto rojo ribeteado de una cenefa con perlas y sujeto con un broche de
oro. Se puede observar el detalle de las huellas de los pies sobre la piedra,
como constancia de que en ese momento está ascendiendo. Por encima de su cabeza
hay dos figuras, el Padre y el Espíritu Santo, representados
aquí con corona real; están rodeados de una multitud de ángeles músicos que
llevan sus instrumentos en la mano: flauta, órgano de
mesa, viola y laúd. Sobre la orla o bordura puede leerse:
la entrada en los
cielos
La lectura sigue hacia la derecha hacia el
espacio superior restante del tapiz. En la orla o bordura y sobre la misma
escena, se lee:
ha
preparado el paraíso para el hombre
Es en efecto la representación
del paraíso o seno de Abraham con el trono donde están
sentados el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en majestad y con corona real,
cetro y globo terráqueo, acompañados a derecha e izquierda por
la Justicia y la Misericordia (ambas llevan su nombre
escrito). La Caridad también está presente, de pie, con un rico tocado y un
espléndido manto rojo en la mano, a la espera de colocárselo al hombre que
arrodillado ante ella ha sido favorecido por la gracia de Dios representada a
su vez por una mujer que tiene bordado en su pecho un gran sol. En la parte de
arriba y como remate aparece Abraham con las almas que esperan la
liberación prometida de Cristo.
La siguiente y última escena está separada de
la anterior por el dibujo de unas nubes. Se sitúa en el ángulo inferior derecho
donde San Miguel envía al infierno a todos los vicios. Más abajo
están los Infiernos con figuras identificadas por sus nombres correspondientes,
acompañados por diversos demonios y todo tipo de animales fantásticos y
monstruosos. El tema está apoyado por la leyenda de la
pequeña cartela de la bordura que dice:
el
infierno resuena con alaridos.
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