domingo, 5 de septiembre de 2021

Capítulo 45 - Catedral de Palencia

 

Catedral de San Antolín de Palencia
La Santa Iglesia Catedral de San Antolín es un templo de culto católico, sede episcopal de la diócesis de Palencia, en la ciudad del mismo nombre, comunidad autónoma de Castilla y León, España. Está dedicada a san Antolín mártir, patrono de Palencia, parte de cuyas reliquias conserva. Es la tercera catedral más grande de España en cuanto a extensión, y la segunda en cuanto a largura de la nave.
Es una construcción de grandes proporciones: 130 metros de longitud, con una anchura de 50 metros en el crucero, más otros tantos del claustro y sala capitular; el ábside roza los 42 metros de altura. ​ Se trata de un edificio de estilo predominantemente gótico, aunque conserva elementos anteriores, de época visigoda y románica, y elementos decorativos renacentistas, barrocos y neoclásicos. La construcción comenzó en el siglo XIV, siendo la única gran catedral castellana iniciada en esa centuria. ​
El exterior carece de una fachada principal propiamente dicha y se presenta austero y macizo, situación que no refleja la grandeza de su interior, donde pueden verse más de veinte capillas de gran interés artístico e histórico y multitud de obras de arte de todos los estilos.
Aunque la construcción de la catedral gótica duró desde el siglo XIV hasta el XVI, en realidad lo que hoy día se observa ha tardado casi catorce siglos en ser levantado, pues la parte más antigua de la Cripta de San Antolín data del siglo VII y hubo importantes obras y reformas en el siglo XX.
El elemento más reconocible al exterior es la torre de 55 m de altura, elevada y sobria, algo tosca teniendo en cuenta su pertenencia al estilo Gótico. Estudios recientes y excavaciones demuestran que fue torre de carácter militar en el pasado y tras cumplir esa función se le añadieron pináculos y espadaña como única decoración. La planta de la catedral es de cruz latina y tiene la peculiaridad de contar con un crucero doble, por lo que también dispone de cinco puertas, formando así una planta en forma de cruz patriarcal; esto es debido a que a mitad de la construcción se decidió sustituir el primitivo crucero por un segundo, más monumental. Ambos cruceros solo se marcan en alzado y no sobresalen en planta.
La catedral es llamada popularmente La bella desconocida. Sin embargo, recientemente desde el Ayuntamiento de Palencia, el cabildo y la Junta de Castilla y León se está promoviendo el proyecto cultural "La Bella Reconocida" para dar a conocer la belleza de esta catedral "desconocida". Fue el primer monumento del municipio de Palencia en ser declarado como Monumento Nacional, distinción que obtuvo el 3 de noviembre de 1929. ​ 

Orígenes del edificio
La cripta de San Antolín, situada bajo la actual catedral, es el único resto de la primitiva catedral visigótica construida en la segunda mitad del siglo VII, añadiéndose posteriormente elementos románicos. La cripta está dedicada a San Antolín, mártir, patrón de Palencia. Sus restos se conservan en este lugar al que ha dado nombre. 

Origen
En el solar donde se hallan ahora la cripta y la Catedral de Palencia, existió en la antigüedad un templo de culto pagano al que, según los historiadores Juan Agapito y Revilla, Francisco Simón Nieto y otros, habría sucedido uno paleocristiano de época romana, hecho que parece concordar con las huellas romanas existentes en el exterior, al mismo nivel. Frente al templo prerrománico se encuentra la antigua capilla visigótica de mediados del siglo VII, construida durante el reinado de Wamba para conservar los restos del mártir San Antolín (Antonin de Pamiers), noble galo-visigodo traído de Narbona a Hispania en 672 o 673 por el propio Wamba. Estos son los únicos restos de la catedral visigoda de Palencia. ​ Así pues, el vestigio más antiguo de culto que se conserva en la actualidad es el fondo de la cripta, edificación que data de mediados del siglo VII. Los restos de Antolín, noble galo-visigodo, santo y mártir, habrían llegado en el cortejo del rey Wamba desde Narbona en el año 673. ¿El mismo Wamba mandaría construir el enterramiento?, algunos historiadores investigan para contestar esta pregunta.

Restos visigodos (8) de la Cripta. 

Un arco descentrado conecta el espacio soterraño visigótico con la ampliación románica, con salida al centro del ábside. Para algunos autores, como Helmut Schlunk, la Cripta es el martyrium (voz latina que significa martirio y también sepultura del mártir). ​ Por tanto se cree que es el lugar que guarda las reliquias de San Antolín, pero otros historiadores lo dudan.

Iglesia prerrománica

Primera restauración
Perdida la diócesis palentina tras la ocupación musulmana, no se restauró hasta que el propio rey Sancho III el Mayor encomendó al obispo de Palencia Poncio la organización de la misma. Según la leyenda, el rey se encontró con las ruinas mientras cazaba un jabalí y recibió la revelación de restaurar la pequeña iglesia.
Recién descubiertas las ruinas visigóticas que abrigaban los restos del mártir, habría sido elegido el lugar como enclave de la sede episcopal. Tras la restauración y ampliación del lugar del martirio, se consagra el nuevo edificio con presencia del Rey y de varios obispos en el año 1035. La investigación arqueológica ha demostrado que la cripta original tenía, además de los restos que pueden verse hoy, otras dependencias adosadas. 

Incorporación a la catedral
Ya en el siglo XII, se edificó un templo románico, que respetó la parte soterraña de la cripta, añadiéndose posteriormente otras construcciones, tanto románicas como góticas y platerescas, lo que representa la configuración actual de la Catedral de Palencia. 

Descripción
Según Pablo López de Osaba, la cripta se levantó sobre una antigua edificación romana. Lo más antiguo visible de la cripta es la obra visigótica de la segunda mitad del siglo VII. Esta primitiva iglesia se ve ampliada en el siglo XI, en la época del románico temprano y es ejemplo del primer románico castellano.
La Cripta se encuadra en la "tipología de soterraño".​ La planta es rectangular, irregular y alargada, de 3x11 m, con cubierta plana. Se levanta sobre varios arcos de herradura transversales, que parten del basamento lateral, como es habitual en los edificios soterraños. El muro este-la cabecera- es el más moderno. Se decora por delante con tres vanos de arcos de herradura visigodos muy pequeños, que descargan en dos columnas con capiteles corintios muy desgastados y basamentos antiguos. Los muros norte y sur tienen puertas con arcos visigodos. 

Planta

Zona Prerrománica, s XI
1.     Escalera de acceso al templo, s XVI.
2.     Pozo.
3.     Nave.
4.     Presbiterio.
5.     Altar y Ábside.
6.     Capilla de San Antolín.
7.     Puerta de acceso original,
clausurada en el s XVI.
8.     Zona visigótica, s VII 

El templo presenta la orientación litúrgica habitual.
Se pueden diferenciar dos áreas:
·       La visigótica del s VII, la más oriental, cubierta con bóveda de cañón de medio punto, rematada por un ábside con columnas.
·       La prerrománica del s XI, de planta rectangular de nave única, 17 metros de largo por 7 de ancho, de cuatro tramos, cubierta con bóveda de cañón, sostenida por arcos fajones apoyados en gruesos sillares que hacen de pilastras en los muros laterales, rematada por el tramo recto del Presbiterio y el Ábside.
Constituye un ejemplo del prerrománico castellano.
En su construcción se empleó sillería de buena calidad de tamaño variado, bien aparejada.

Capilla y estatua de San Antolín. 

Ábside
Zona visigótica (8) del s VII.
Es la parte más oriental de la cripta. Está formada por un corto tramo recto con cubierta en arco de medio punto, rematada por tres vanos con arcos de herradura apoyados en dos columnas reutilizadas de capiteles muy deteriorados, cimacios con decoración geométrica y vegetal y basas antiguas.
Un arco doble conecta la zona visigótica con la prerrománica. 

Zona prerrománica (4-6) del s XI.
Espacio poligonal con dos arcos fajones y dos ventanas laterales.
El tramo recto del Presbiterio (4), se une a la nave en el primer arco fajón que hace de arco triunfal.
En el muro noreste se encuentra una estatua de S. Antolín. 

Nave
La nave (2) única, de estilo prerrománico (s XI), consta de cuatro tramos con cubierta de bóveda de cañón soportada por arcos fajones de dovelas irregulares apoyados en pilastras sobre plinto corrido.
Entre los arcos laterales de cada tramo, se sitúan ventanas de medio punto aspilladas y fuertemente abocinadas al interior.
En el tramo del pie de la cripta, frente a la escalera de acceso a la cripta, se conserva un pozo (2) con brocal.
El acceso a la cripta en época medieval se realizaba por una puerta (7) lateral inutilizada en el siglo XVI cuando se construyeron la escalera (1) actual que baja desde el transcoro de la Catedral y el arco de medio punto apoyado en impostas decoradas y jambas lisas.
La decoración de la escalera muestra bajorrelieves del martirio de san Antolín y la leyenda del rey Sancho III el Mayor.
Exenta de todo tipo de decoración, constituye un ejemplo del prerrománico castellano. 

Modificaciones
Se han realizado diversas modificaciones a la planta original:
·       La ampliación prerrománica del siglo XI.
Hacia 1034, se realizan la reconstrucción y ampliación románicas. La nueva planta rectangular se cubre con una bóveda de cañón, sostenida por cuatro arcos fajones de fina sillería.
·       En el s XVI se modificó el acceso.
El acceso exterior de época medieval se realizaba por una puerta lateral, inutilizada en el siglo XVI, cuando se abre la actual entrada por la parte posterior de la catedral y se construye la escalera que baja del trascoro, importante obra de estilo plateresco.
·       En 1930 se restauró el suelo de la cripta.
Se elevó su nivel para evitar las filtraciones de agua que la inundaban. Después de estas obras, el nivel del suelo quedó elevado en tres peldaños. 

Tradición y leyenda
Contexto histórico
Según San Julián de Toledo, en su Historia excellentissimi regis Wambae y en la Insultatio, el rey Wamba, ungido a la muerte de Recesvinto el 1 de septiembre de 672, tuvo que afrontar en la primavera siguiente una gran rebelión en la Galia Narbonense o Septimania, ​ cuando el duque Paulo le traicionó, haciéndose ungir y coronar rey en Narbona, con gran apoyo del clero.
Wamba reconquistaría finalmente la provincia rebelde, dejando ver sus cualidades de gran estratega y la propia eficacia de la marina visigoda. El 1 de septiembre de 673, la conquista de Nimes, último reducto de los disidentes, estaba decidida y al día siguiente le sería entregada la ciudad.
Wamba perdonó la vida de Paulo y los demás condenados, pero -como era costumbre- les hizo sufrir un proceso público de humillación, de manera que entraron de manera oprobiosa en la ciudad de Toledo: a lomos de camellos, cubiertos de harapos y desnudos los pies, con las cabezas decalvadas y las barbas rapadas, llevando Paulo una raspa de pescado a modo de diadema, lo que evidenciaba su traición y ridiculizaba su pretendida corona.
La tradición local palentina adelanta y confunde la rebelión de Paulo con la coronación de Wamba y la propia llegada de las reliquias del Santo, fundiendo todos estos hechos en torno a los días 1 y 2 de septiembre del año 672. Wamba se habría traído desde Narbona parte de las reliquias del mártir Antolín, príncipe visigodo ejecutado en Toulouse a fines del siglo V. Desde entonces, el día 2 de septiembre se celebra la fiesta del Santo.
Las reliquias serían depositadas, en presencia del obispo Ascarico, en un lugar sagrado de Palencia capital, aunque con el paso de los años y la invasión musulmana se olvidaron por completo, perdiéndose el culto hasta la restauración de la sede.
Su sucesor, Concordio, tomó posesión de su cargo c. 670. Nada sabemos de los años intermedios, entre 653 y 670. Ningún obispo o delegado suyo representó a Palencia en los concilios celebrados entre los años séptimo y decimoctavo del reinado de Recesvinto.
En ese ínterin se celebraron dos concilios nacionales: el IX Concilio de Toledo (655) y el X Concilio de Toledo (656). Si bien la sede palentina pudo estar un tiempo vacante, el hecho de que la tradición local ubique a Ascarico en este tardío momento al lado de Wamba y que esta presencia sea factible, nos invita a suponer que Ascarico era aún obispo de Palencia en el 673 o 674, falleciendo poco después.
En cuanto al por qué Wamba tiene interés en llevar las reliquias de San Antolín hasta Palencia, teniendo en cuenta el carácter itinerante de la corte, hemos de suponer que por esos años la corte visigoda se alojaba allí. La misma respuesta sería válida para la cuestión de la fecha de celebración del Santo, pues el 2 de septiembre, en realidad, se conmemoraba el triunfo de Wamba en Septimania.
Palencia sería en este momento "capital" del reino visigodo, de ahí la exaltación militar de Wamba en la capital palentina. Lo que no supone abandono de Toledo: en 674, según la Crónica Mozárabe (siglo VIII), Wamba remozó Toledo, levantando unas torrecillas coronadas por estatuas de santos protectores del Reino, como remate de las puertas del recinto amurallado y colocando una lápida con una oración a los santos. 

Caída de Wamba
Las crónicas medievales de la Reconquista cuentan que Wamba fue despojado del poder real el 14 de octubre de 680, víctima de una conjura en la que participaron los obispos hispanos y el propio san Julián de Toledo. El rey, como fue pronto del dominio público, había recibido una pócima con esparteína y creyéndole los magnates en trance de muerte, se le sometió al ceremonial previsto en el Ordo Poenitentiae del Liber Ordinum: se le tonsuró, se le impuso un cilicio, se le trazó una cruz de ceniza sobre el cuerpo y se le inhabilitó para continuar en el trono. Al día siguiente, el conde Ervigio, quien habría urdido la conjura, ocupó el trono y el día 21 era ungido rey.
Las causas de la participación del clero en la conjura asoman en el XII Concilio de Toledo (681). Los obispos estaban resentidos contra el Rey, quien había creado nuevos obispados, en contra de la tradición existente, intromisión que se les hizo intolerable, pues atacaba el fuero eclesiástico. Entre ellos, Wamba había dispuesto la creación de un obispado castrense en el mismo Toledo, lo que habría molestado particularmente a San Julián, obispo primado de Toledo. Pero la creación de tales obispados ha de vincularse con otros sucesos y disposiciones. Los historiadores coinciden en que la ley IX.2.8 de 1 de noviembre de 673 está en el origen de tales hechos.
La "lex" denunciaba que ni clérigos ni nobles ni pueblo acudían a presentarse al ejército, ni siquiera cuando había ataques en pueblos vecinos. Existían graves penas para castigar la deserción y el incumplimiento militar y, aun así, se faltaba a esta obligación. Wamba dispone que todo individuo que viviera a menos de cien millas del lugar atacado acuda a su defensa, en caso de necesidad, bajo pena de confiscación de bienes. Amenaza al alto clero con el destierro y al bajo clero y a los laicos con la "infamia" (pérdida del derecho a testificar), la servidumbre e incluso la muerte. Hasta los enfermos debían colaborar. Las penas contra los nobles que eludían salir en defensa de su rey en las revueltas internas también eran muy elevadas. La situación era tan grave que la aplicación de esta ley procuró la pérdida de la honra a "casi la mitad" del pueblo visigodo.
Así pues, en este contexto de victoria y exaltación monumental, de reafirmación de poder soberano y obras pías, de rencor contra una parte del episcopado que le traicionara, contra la población que incumplía insensatamente sus obligaciones militares y contra los nobles que fallaban a su soberano, el rey invadió las competencias exclusivamente religiosas del Aula Regia.
La gravedad de los sucesos políticos y religiosos explicaría en gran parte el silencio relativo que rodea la llegada de los restos de San Antolín a Palencia. ​ Esta coyuntura y la condición galorromana (cuasi-extranjera) del Santo contribuyen a relegar y silenciar este momento álgido de la historia palentina y, quizás, esté en el origen de la relegación y olvido de su magnífica catedral palentina. En todo caso, no podemos olvidar que San Antolín no figurará en el santoral español. 

Recuperación de la cripta
Según la leyenda, recogida en el cantar de gesta las Mocedades de Rodrigo, estando de caza el rey Sancho III el Mayor le persiguió un jabalí y el monarca se refugió en una hoya situada en el lugar que hoy ocupa la cripta de San Antolín. La fiera lo alcanzó en ella y, cuando el rey se dispuso a alancear al animal, su brazo quedó paralizado, lo que le hizo comprender que estaba en lugar sagrado.​
Descubre entonces el Rey la tumba del Santo, cuyo cuerpo incorrupto reposaba en un sarcófago y sobre él, en una hornacina, se encontraba una imagen de la Virgen. Imagen que, con el tiempo, tomaría el nombre de Virgen de San Antolín o Nuestra Señora de San Antolín. Tras este suceso, el rey decidió dedicar al mártir una catedral, que se edificó sobre la cripta, donde también había un pozo, que se conserva hasta la actualidad. 

En la actualidad
En la actualidad, cada 2 de septiembre, día de san Antolín, se abre la cripta para ofrecer el agua de su pozo a los asistentes piadosos, tradición muy arraigada entre los palentinos, recogiendo los fieles en pequeños recipientes el agua considerada milagrosa, mientras transcurre la ceremonia de la Eucaristía. Tras finalizar la misa, se organiza alrededor del templo una procesión del Santo. 

La catedral gótica (1321-1516)
La catedral románica tuvo un siglo de existencia. Al cabo de esos cien años el obispo Don Gómez, de acuerdo con el cabildo, propuso levantar en el mismo lugar un nuevo edificio, al estilo del momento, el Gótico. Se supone que se tomó esta decisión por el mal estado del edificio románico y por la necesidad de que Palencia tuviera una sede digna del prestigio que había tomado la diócesis.
El 1 de junio de 1321 se colocó la primera piedra ante la presencia del legado pontificio, cardenal Guillaume Pierre Godin, (obispo de Santa Sabina, Italia) y de varios obispos españoles. Ese año era obispo Juan II (1321-1325).
Se desconoce el nombre del autor de las trazas, aunque por su obra se supone que era un maestro-arquitecto español que se inspiró en las catedrales de Burgos y León. Está documentado el primer canónigo obrero o fabriquero, Juan Pérez de Acebes, que era prior de la abadía de Husillos y comendador.
Desde 1321 a 1516 se distinguen tres etapas constructivas:
·       La primera se extiende desde 1321 a 1426, en que se comienza la cabecera, con siete capillas absidales y girola. Las obras continuaron lentas a lo largo del siglo XIV.
·       La segunda comprende desde 1426 a 1486, cuando se construyen tres tramos de las naves, más la nueva capilla mayor y parte de la torre. Quedaron cerradas las bóvedas de la girola y se construyeron los dobles arbotantes y el triforio. A finales de este siglo se cambiaron los planes que se tenían desde el principio con respecto a la longitud del templo, con el proyecto de ampliarla un tramo más. Estos cambios se efectuarán en el siglo siguiente. Existe una bula de Inocencio VIII a fecha de 1486 que expresa que en esta fecha se hallaba todavía a la mitad de su construcción y descubierta casi toda, lo que puede llevar a pensar que la catedral románica no desapareció de una vez, sino que se fue derribando según avanzaban las obras. ​
·       La tercera etapa va desde 1486 a 1516, bajo el mandato de los obispos fray Alonso de Burgos, fray Diego de Deza y Juan Rodríguez de Fonseca, con los arquitectos Bartolomé y Martín Solórzano, Juan de Ruesga, Juan Gil de Hontañón y Pascual de Jaén, que puso la última piedra cerrando las bóvedas de los pies. Fue la etapa más activa: se realizaron los cinco restantes tramos de las naves más el crucero, el claustro y la sala capitular. ​ 

Maestros constructores, obispos y mecenas
Entre 1397 y 1415 las obras de la catedral recibieron un gran impulso bajo el obispado de Sancho de Rojas. Es cuando se termina la capilla mayor cerrando sus bóvedas y se procede a su decoración, sufragada por este obispo. A este le sucedieron en el episcopado Gutierre Álvarez de Toledo, desde 1426 a 1439 y Pedro de Castilla Eril desde 1440 a 1461. Durante el mandato de estos dos obispos tiene lugar la segunda etapa de construcción de que se ha tratado en la sección anterior.
Con Gutierre Álvarez, dirige las obras como maestro mayor Isambart (llamado también Ysambert o Isabrante). ​ Este obispo se ocupó de que las obras no decayeran y a tal efecto aprobó la creación de la Cofradía de san Antolín en 1432, de la que se recibirían donaciones importantes.
Su sucesor, Pedro de Castilla, consiguió que se acelerase el ritmo de las obras. Bajo la dirección del maestro mayor Gómez Díaz se construyó la parte que comprendía desde la capilla mayor ya terminada hasta el crucero. Con esta ampliación se hizo realidad el proyecto de agrandar el espacio, cuyas proporciones iban a ser menores en un principio. De esta manera quedó la catedral diseñada con dos cruceros, el auténtico y más ancho que se sitúa entre la actual capilla mayor y el coro, y el falso crucero, más estrecho, que se extiende a continuación de lo que fue capilla mayor (hoy capilla del Sagrario).
Entre 1461 y 1469 tiene lugar el obispado de Gutierre de la Cueva. El maestro de obras sigue siendo Gómez Díaz que vuelve a edificar y termina la torre. A su muerte es contratado Bartolomé Solórzano, que será maestro mayor hasta comienzos del siglo XVI (1504) haciendo los planos y dirigiendo numerosas obras de ampliación durante los obispados de Diego Hurtado de Mendoza (1473-1485), fray Alonso de Burgos (1486-1499) y fray Diego de Deza Tavera (1500-1505). Estos dos últimos obispos dominicos fueron grandes impulsores y entusiastas y consiguieron un gran avance en la edificación de la catedral.
Con fray Alonso de Burgos comienza la tercera y última etapa del gótico. Era un hombre inquieto, con grandes recursos para aportar soluciones y buscar medios para conseguir la culminación de las obras. Su mejor gestión fue conseguir del Papa el permiso para que el Cabildo de la catedral de Palencia pudiera destinar durante 35 años unas determinadas rentas con destino a las obras de la fábrica. Además legó millones de maravedíes para la catedral en general y para el comienzo de la construcción del claustro. Bajo su mandato se terminó el crucero (1497) y se dio un gran avance al siguiente tramo, avance que llegó casi hasta los pies del templo.
El otro gran obispo dominico, Diego de Deza, contrató al maestro Martín Ruiz de Solórzano para la culminación del edificio; pero en 1505 el obispo es trasladado a Sevilla y el maestro Martín muere.
Otro gran adelanto tuvo lugar gracias a Inés de Osorio, noble dama palentina que murió viuda y sin descendencia y dejó en su testamento una importante suma con la que se pudo finalizar las bóvedas del crucero y avanzar en otros espacios. Esta señora está enterrada en el lateral de la actual capilla del Sagrario, en un notable sepulcro, obra de Alonso de Portillo.
El siguiente obispo fue Juan Rodríguez de Fonseca, cuyo mandato duró casi 10 años, de 1505 a 1514. Fue un gran mecenas. Contrató al maestro constructor Juan de Ruesga, que se ocupó de las obras pendientes, y al maestro Juan Gil de Hontañón para la culminación del claustro. Antes de que los trabajos se terminaran, el Obispo fue trasladado a Burgos, así que el final de estos trabajos tuvo lugar bajo el episcopado de Juan Fernández de Velasco, desde 1514 a 1520, con el cierre de las bóvedas del claustro, sala capitular y otras del templo que aún quedaban, cuya última piedra fue colocada en 1516 por el maestro Juan de Jaén. Con esto se da por terminada la catedral gótica. Fonseca sufragó, además, el trascoro, la remodelación de la escalera de acceso a la cripta, y regaló una rica serie de tapices. 

Exterior de la catedral
El exterior de la catedral se caracteriza por su sobriedad y desnudez, solo rota por la riqueza de algunas de las portadas y el dinámico juego volumétrico del ábside. Las cinco puertas se distribuyen en las tres fachadas, y en el lado sur se alza la torre, de aspecto militar, entre dos de estas puertas. Desde el ingreso del crucero hasta los pies del edificio, la presencia del claustro ofrece al exterior una alta pared lisa con un solo vano como decoración externa. 

Fachada occidental
Orientada hacia la orilla del río Carrión, en la Plaza de san Antolín, tiene anexa la Capilla del monumento (siglo XVIII) que sobresale notablemente de la fachada. Presenta planta octagonal con vanos de medio punto y cubierta de chapitel en forma de cúpula.

Dibujo de la fachada occidental cuando todavía no tenía la portada añadida por Chueca Goitia. 

La parte alta de la fachada occidental se cierra con un frontón en cuyo centro se abre un clásico rosetón gótico. Este frontón equilátero está decorado con pináculos y crestería y remata su vértice una cruz con el anagrama JHS. Dos gruesos contrafuertes recorren los laterales de la pared; entre ellos se abre una vidriera de colores azulados que representa la Anunciación. A pesar de su modernidad (data del año 2005) no rompe el estilo gótico de la catedral; este ventanal fue colocado para sustituir a una vieja vidriera en mal estado.
El acceso es una puerta sencilla, en forma de edículo de estilo clasicista, obra moderna de Fernando Chueca Goitia; recibe el nombre de puerta de San Antolín o de los Descalzos. Anexas a un lado de la fachada se encuentran la antesala y sala capitular (que guardan el tesoro del Museo catedralicio); sus muros exteriores están surcados de ventanales y contrafuertes que terminan en pináculos. Otro espacio colindante alberga la biblioteca de la catedral.
La última reconstrucción de los remates en esta fachada, según las trazas primigenias, ha recuperado las pendientes originales de las cubiertas laterales, de modo que vuelven a verter las aguas de lluvia hacia sus lados, resolviendo el problema de la humedad.

Fachada septentrional
Está orientada hacia la Plaza de Cervantes. La fachada es casi lisa, interrumpida solo por dos puertas, correspondientes al crucero y falso crucero. A lo largo de este muro se encuentran trasdosadas las sacristías que corresponden a las sucesivas capillas de la nave del Evangelio, lo que proporciona a la catedral tres alturas en este lado.
A la izquierda, junto a la cabecera, se encuentra la Puerta de los canónigos. Hubo un tiempo en que se la llamó Puerta nueva por ser la última en construirse, sin contar con la anteriormente descrita de los pies del templo. En las actas capitulares se dice que fue construida en 1762. Consiste en un sencillo arco rebajado y sin ornamentación que da entrada al falso crucero. Frente a esta puerta se halla el Hospital de San Antolín y San Bernabé, cuya administración depende del Cabildo desde el siglo XII.
Hacia la derecha se encuentra el crucero principal, y en su parte baja la Puerta de los Reyes o de San Juan, muy decorada en estilo flamígero, aunque en parte degradada por la erosión al estar expuesta al lado norte del edificio. Encima de esta gran portada, tres imágenes de santos (en el centro el patrón de Palencia, san Antolín, y en los laterales sus compañeros de martirio, Juan y Almaquio). En el mainel y sobre una pilastra está la estatua de san Juan Bautista, deteriorada, que da su segundo nombre a la puerta. Es la única puerta de Palencia que posee un parteluz. Hoy en día esta puerta ha quedado cerrada al colocarse un altar en el interior de la catedral que se utiliza en las grandes ceremonias como las misas del Domingo de Ramos o del Corpus Christi.


Puerta de los Reyes o de san Juan

Cabecera
La parte más antigua de la catedral es la cabecera, que sigue los patrones del estilo Gótico clásico. La forma un ábside poligonal con absidiolos rasgados por grandes ventanales, que recuerda al de la catedral de León, aunque con una concepción aún más monumental si cabe. El juego de volúmenes y luces se enriquece con una minuciosa decoración de molduras, frisos de escamas, pináculos y tracerías. Entre los pináculos surgen extrañas gárgolas; se basan, como fuera costumbre en el gótico, en temas relacionados con la muerte, el infierno y seres fantasmagóricos. Llama la atención la Gárgola del fotógrafo, un añadido moderno del arquitecto Jerónimo Arroyo; se trata de una curiosa imagen anacrónica muy popular entre los palentinos, representando a un conocido del arquitecto portando una moderna cámara fotográfica.

Ábside de la catedral.

Fachada meridional
Se aprecia aquí una evolución de estilos decorativos, desde el gótico clásico de la girola pasando por el flamígero de las puertas y el renacentista del centro de la nave hasta el neoclásico del oeste, aunque guardando gran unidad todo el conjunto. Este lado se abre a la extensa Plaza de la Inmaculada, y el edificio muestra dos portadas, la torre y el muro correspondiente al claustro.
Desde el ábside, la primera portada que aparece es la llamada del Salvador, o más usualmente, de los Novios, con decoración sencilla, gótica, realizada en tiempos de los obispos Hurtado de Mendoza y Burgos, cuyos escudos pueden verse en el friso que está bajo la cornisa. El escudo del medio es el del cabildo. La puerta se compone de tres arquivoltas apuntadas, adornadas con elementos vegetales y follaje. Llama la atención el tímpano que, desprovisto de toda ornamentación, flanquea el portón.

Torre catedralicia y puerta de los Novios. 

A continuación se levanta la torre catedralicia, una construcción militar prismática, muy sobria, con un hueco para la esfera del reloj y sencillos ventanales de medio punto en el cuerpo superior, culminando con dos arcos que se conforman como espadaña, uno grande y de medio punto sobre el que se asienta otro con arquitrabe, todo coronado con grandes pináculos. El primer cuerpo se cierra con bóveda de cañón apuntada, remodelada en el siglo XV.
A la izquierda, se encuentra la puerta más grande y decorada del templo: la del Obispo o de Santa María (siglos XV-XVI), en la actualidad bastante deteriorada por la erosión. Se comenzó en tiempos del obispo Hurtado de Mendoza; su decoración es algo más tardía, en tiempos del obispo fray Antonio de Burgos, y se terminó con Rodríguez de Fonseca. Consiste en un arco de medio punto rebajado, con cinco arquivoltas en forma de arco apuntado, y un guardapolvo muy decorado; las arquivoltas aparecen adornadas con motivos vegetales e historiados, y se apoyan en columnas, coronadas por apóstoles esculpidos en el siglo XVII; en el centro de la portada encontramos una bella imagen de la Virgen María, gótica, rodeada por dos vidrieras en forma de flor; el tímpano se enriquece con un conjunto de finos relieves con formas agrutescadas de sabor renacentista.


Detalle del tímpano y las arquivoltas de la puerta del Obispo. 

Por último y más a la izquierda se encuentra la pared exterior del claustro, animada por contrafuertes coronados por pináculos. El claustro posee una única puerta al exterior, cerrada con una verja de hierro. Sobre el claustro se aprecia el exterior de la unión de las naves con el crucero, con sus típicos arbotantes y vidrieras.
La entrada diaria a la Catedral es la que abre al falso crucero, conocida como Portada de los Novios o del Salvador, obra del siglo XV con una sencilla decoración vegetal gótica en tres arquivoltas apuntadas abarcadas por un arco conopial, tímpano ausente de decoración y los escudos de los obispos dominicos de la diócesis fray Diego de Deza y fray Alonso de Burgos flanqueando el del cabildo en el friso bajo el alero.

Puerta de los novios 

Interior de la catedral
Si el exterior de la catedral se caracteriza por la sobriedad de sus formas, el interior desprende la imagen contraria. El estilo gótico se repite en todo el templo con variantes flamígeras, así como decoraciones renacentistas, platerescas y barrocas, estas últimas patentes en la gran cantidad de retablos, cuadros y tallas que encierran los muros de la seo.

Planta de la catedral de Palencia. 

La planta está dividida en tres naves de nueve tramos, sin contar el que corresponde al falso crucero, que es más estrecho y une el resto de los tramos con la girola. Las naves están separadas por pilares fasciculados sobre los que descansan los arcos apuntados y las bóvedas de crucería, características del gótico. La estructura de estas bóvedas se va complicando desde la cabecera hacia los pies, testimonio de cómo iba avanzando las obras de construcción; así, los sencillos diseños de las bóvedas de los absidiolos y zonas adyacentes, que fue lo primero en ser construido, se van convirtiendo en bóvedas de crucería sexpartita y combadas a partir del crucero. El crucero mayor está situado en el sexto tramo, entre el coro y la capilla mayor, que se encuentra en la nave central ocupando los siguientes dos tramos. La catedral dispone de un auténtico triforio practicable, aunque ciego al exterior. Recorre la nave central, el crucero y la cabecera, y se cierra con magníficas tracerías caladas.
La Cripta de san Antolín es un espacio muy importante dentro del edificio, tanto por el valor histórico como por su arquitectura que representa la época visigoda y protorrománica. Se encuentra en un nivel inferior en la nave central y se accede a él por una escalinata situada a los pies de las gradas del trascoro.

Nave central 

Las bóvedas que cierran el espacio están muy decoradas y se elevan hasta más de 30 metros de altura.

Bóvedas de crucería 

De las vidrieras góticas y renacentistas que cerraban los ventanales son pocas las que han llegado a nuestros días. La mayoría de las existentes son de los siglos XIX y XX, como las que decoran las capillas del ábside, debidas a la Casa Rigalt y Cía., de estilo neogótico. No obstante, se sabe que trabajaron en la catedral de Palencia los mejores maestros vidrieros del momento de construcción del templo, como Arnao de Flandes o Juan de Valdivieso, los cuales se habían comprometido en el año 1503 a confeccionar las vidrieras del crucero. Tales obras se creían del todo perdidas, hasta que en el año 1997 se descubrió, bajo los vanos cegados con yeso de un ventanal de la nave, una vidriera completa original, en relativo buen estado. Una vez restaurada, se atribuyó su autoría a Arnao de Flandes, en estilo renacentista con algunos recuerdos gotizantes. La vidriera completa muestra a varios apóstoles y patriarcas bíblicos como prefiguración de Cristo, que aparece en el alveolo superior en una bellísima imagen. Este vitral se conserva y exhibe ahora, fragmentado, en el claustro. 

Nave del evangelio
En el primer tramo del muro exterior del lado del Evangelio de la capilla mayor de la catedral se encuentra el sepulcro del deán Rodrigo Enríquez, que falleció en 1465​ y era hijo del almirante de Castilla Alfonso Enríquez de Castilla y bisnieto del rey Alfonso XI de Castilla. ​ Y el otro arco cobija un pequeño retablo dorado y policromado, con figuras en grisalla sobre oro, enmarcando una pintura sobre tabla representando La Aparición de Jesús Resucitado a su Madre, atribuida por unos a Alonso Berruguete y por otros a Juan de Villoldo. A su lado, una escultura en piedra policromada del siglo XVI representa a san Juan Evangelista.
En el segundo paño destaca el sepulcro del Abad de Husillos Francisco Núñez, obra del escultor Alejo de Vahía​ y realizado en 1501. El arco contiguo enmarca el retablo de Santa Apolonia, obra de Manuel Álvarez, de 1556. La escultura de la santa titular es una talla de piedra policromada del siglo XV, atribuida al escultor Alonso de Portillo. A su lado hay una escultura de san Juan Bautista, en piedra policromada del siglo XVI.

Paños exteriores del altar mayor lado del evangelio 

Las paredes exteriores del coro se corresponden con sus tramos cuarto y quinto y fueron construidas a costa del obispo Juan Rodríguez de Fonseca.
Dos pequeñas puertas de entrada al coro y al corredor alto, talladas en madera de nogal, se sitúan a ambos lados del altar del Cristo. Fueron hechas por Pedro de Guadalupe entre los años 1513 y 1519 y muestran los escudos del cabildo y de Fonseca y las cabezas de los apóstoles Pedro y Pablo en bajorrelieve. En el retablo pétreo de este tramo se encuentra el Cristo de las Batallas, imagen muy venerada en la ciudad, ante la que se encomendaban los soldados al partir a la guerra. Es una talla gótica de gran calidad e impactante patetismo, acentuado por la policromía.

Sepulcro del Abad de Husillos. 

El segundo tramo, de líneas y decoración plateresca, lleva en el centro un pequeño altar dedicado al Salvador, en arco de medio punto, cobijando en él la excelente figura del titular. Esta escultura, tallada en madera de nogal, dorada y policromada, fue realizada por Felipe Bigarny para ser colocada en al altar mayor. La posterior decisión del Cabildo, situando en el centro del retablo mayor la imagen de san Antolín, hizo que se ubicara definitivamente aquí.
La traza o diseño de este paño se atribuye a Diego de Siloé y se decora además con ocho esculturas en piedra policromada, representando a santos, reyes y fundadores, realizadas en torno al año 1500.
Nave de la epístola
Frente a la sacristía, en la pared de la capilla mayor, se encuentra el sepulcro de Diego de Guevara, Arcediano de Campos, realizado en 1509 por Alejo de Vahía.
El espacio contiguo al trascoro está formado por un gran altar plateresco fechado en 1534, con trazas atribuidas a Diego de Siloé y nueve imágenes de piedra realizadas por Juan de Ruesga. Lleva columnas altas, con pilastras e impostas que delimitan las divisiones, y en el centro un arco rebajado y trilobulado. Preside la parte superior la imagen de San José sedente con el Niño, estando ocupadas el resto de las hornacinas por imágenes de diversas santas. La parte baja se encuentra ocupada por un pequeño retablo en madera dorada y policromada, llevando en su centro las esculturas, en piedra policromada, de San Pedro y San Pablo, de resabios gotizantes. En el remate del mismo, dos grupos escultóricos de pequeño tamaño, la Anunciación y el Nacimiento, obra rococó de Juan Manuel Becerril, fechada en 1769.

Retablo pétreo de estilo plateresco, atribuido a Diego de Siloé, en la nave de la epístola.

El espacio contiguo al crucero está formado por un arco gótico, análogo al situado en la nave del Evangelio, con los escudos de Fonseca y decorado con doseletes, cresterías y pinturas murales. Dentro del arco, en el centro, se sitúa el Altar de la Visitación, retablo de finales del siglo XV, con tablas pintadas al óleo, donado por el prior Juan Ayllón. Es una de las mejores piezas pictóricas de la catedral, destacando el excelente estudio de la perspectiva, y el realismo de raigambre hispanoflamenca de las figuras. Es obra de un autor anónimo, conocido por el nombre de "Maestro de la Visitación de Palencia".​ 

Capillas
Las capillas la catedral se hallan ubicadas en la girola y en la nave norte. La nave sur carece de ellas porque da cobijo al espacio del claustro, al que se accede por dos puertas. En el centro y frontera al coro está la capilla mayor. La mayoría de las capillas guardan en su interior obras de arte de gran importancia y algunas están cerradas por rejas de gran calidad artística. La arquitectura de todas ellas es gótica, con bóvedas muy bellas.
Una vez terminadas las grandes y necesarias obras, el Cabildo ideó un plan de mantenimiento que resultó bastante provechoso. En cada capilla fundó un patronato cuyos miembros estaban obligados a unos ciertos y variados cumplimientos a cambio de determinados derechos. ​
Las capillas tuvieron muchos capellanes a su servicio. Algunas eran privilegiadas al ser propietarias de fincas rústicas y urbanas que les permitían mantenerse enriquecidas y lujosas. Se conserva documentación de muchos de estos espacios pero no hay constancia de la mayoría de los artistas que trabajaron en su ornamentación porque la elección de los mismos estaba a cargo de los patronos o mecenas y el Cabildo solo apuntaba en sus legajos lo concerniente a la parte económica y a las obras a realizar.
Las capillas en general disponen de bóvedas de gran altura; al construir la catedral se siguió un patrón que sacrificaba metros de claristorio (es por esto que las vidrieras de la seo no son muy grandes) pero que permitían elevar las naves secundarias para dar lugar a capillas y galerías laterales mucho más amplias que las de otras catedrales como la de León. 

Capillas centrales
Al contrario que la mayoría de catedrales que solo disponen de una, la catedral de Palencia tiene, por decirlo de este modo, dos capillas mayores: La primera, situada en la cabecera es la antigua hoy llamada del Sagrario, justo enfrente se encuentra la pared que encierra la segunda capilla: la capilla mayor actual. 

Capilla del Sagrario
La Capilla del Sagrario, se encuentra en la parte central del ábside de este edificio, rodeada por la girola, tal y como correspondería a una capilla mayor. Esto se debe a que en origen y durante casi un siglo esta zona estuvo ocupada por la primitiva capilla mayor de la catedral. Toma también los nombres de Capilla de los Curas y Capilla de la Parroquia. Consta de siete paredes que dan a la girola. La bóveda, de arcos cairelados, es de gran interés artístico.

Capilla del Sagrario 

En 1403 llegó a la sede palentina Sancho de Rojas, hombre de confianza de Fernando de Antequera (que por entonces era regente en nombre de su sobrino Juan II de Castilla, junto a su cuñada Catalina de Lancáster), y Canciller Mayor de Castilla. Fue el verdadero impulsor de las obras de la capilla que iba destinada a ser capilla mayor. Bajo su mandato y antes de ser trasladado a la sede de Toledo se terminaron las obras, cerrando sus bóvedas. Toda la decoración fue sufragada por este obispo cuando ya era arzobispo de Toledo, con la intención de que la capilla sirviera como lugar de su enterramiento, aunque no lo consiguió. En 1519 se trasladó la capilla mayor a su actual emplazamiento quedando este lugar como capilla del Sagrario.

Detalle de la cubierta de la Capilla del Sagrario 

La capilla tiene acceso directo al falso crucero mediante un arco triunfal cuyo intradós está muy decorado con arcos polilobulados con caireles de tradición árabe. En las enjutas destacan dos esculturas junto a los escudos del obispo Rojas. La de la derecha representa al promotor de la obra y la de la izquierda al canónigo Pedro Estébanez de Alcántara.
El arco está cerrado casi hasta la mitad por una gran reja de dos cuerpos, adornada con flores de lis, símbolo del obispo fray Alonso de Burgos y rematada por un crucifijo y el escudo de dicho obispo. Sobre el arco se extiende un frontal con arquería y estatuas bajo doseletes: en el centro la Virgen con el Niño y a los lados san Pedro, san Pablo, san Antolín y dos diáconos. Todas estas esculturas, de estilo Gótico, se atribuyen a un maestro francés de principios del siglo XV. 

Retablo
A finales del siglo XV, la dama Inés de Osorio había costeado un retablo de plata para esta capilla, que hacía las funciones de capilla mayor. El obispo Diego de Deza encargó un nuevo retablo para sustituir al de plata, pero no llegó nunca a colocarse ya que se instaló directamente en la nueva capilla mayor. En 1529 se pensó en sustituir el retablo de plata por el actual, cuyo coste se realizó con el valor de la plata del antiguo. Se terminó en 1534 en que lo policromaron Andrés de Espinosa y Cristóbal de Herrera.

Retablo de la Capilla del Sagrario 

El retablo está situado en el centro de la capilla. Es obra de Juan Ortiz el Viejo I y de artistas pertenecientes al grupo de Felipe Vigarny y Juan de Balmaseda, fechado entre 1529 y 1534. Muestra la influencia que tuvo la escultura burgalesa en Palencia durante el siglo XVI. Estudios recientes han detectado un influjo de Alonso Berruguete y las colaboraciones de Francisco Giralte y Manuel Álvarez. ​
La estructura del retablo consta de banco y tres cuerpos más el ático, dividido verticalmente en dos calles y dos entrecalles. El banco presenta decoración renacentista con medallones y elementos vegetales. ​
El primer cuerpo figura de izquierda a derecha:
·       La Última Cena (escuela burgalesa); figuras de canon corto por la dificultad de distribuir tantos personajes en un espacio pequeño.
·       San Juan Evangelista (en la entrecalle); figura exenta en hornacina con venera.
·       Tabernáculo barroco, fruto de una reforma del retablo en el siglo XVII, por Santiago Carnicero.
·       Santiago Apóstol
·       La Oración en el Huerto. Al fondo de la escena se divisan unas montañas y un castillo gótico en representación de la ciudad de Jerusalén, más un ángel con un cáliz y unos árboles.

El segundo cuerpo está compuesto por:
·       La Natividad, cuya composición simétrica presenta a los principales personajes de la escena sobre los que revolotean dos ángeles.
·       San Pedro y San Pablo, en hornacinas de venera.
·       Tránsito de la Virgen en la calle central, con figuras abigarradas en el fondo, que hacen dividir la escena en dos planos.
·       Epifanía.

En el tercer cuerpo puede verse:
·       La Anunciación.
·       Juan Bautista y San Antolín en las entrecalles.
·       La Coronación de la Virgen, escultura de bulto redondo, gótica del siglo XV, que pertenecía al antiguo retablo de esta capilla y que fue costeada por Inés de Osorio. Es una pieza de influencia burgalesa, por la posición de la mano izquierda de la Virgen sobre el hombro del Niño. Es éste un gesto muy frecuente en los artistas palentinos durante la segunda mitad del siglo XIII y principios del XIV. Otra señal característica es el broche en forma de uve con que se sujetan los mantos de ambos personajes, costumbre que puede verse en las esculturas de Navarra, La Rioja, y País Vasco, que se conocen con el nombre de Andra Mari. ​
Ático: como es costumbre en la mayoría de retablos, está ocupado por un Calvario.

Calle central con la Dormición de la Virgen y la Coronación flanqueadas por los santos Pedro, Pablo, Juan Bautista y Antolín

En el ático aparece el habitual Calvario 

La capilla posee dos rejas, una situada en el lado norte de la estancia y otra que da al falso crucero. La del lado norte que da a la girola es románica. Está compuesta por dos puertas de 2,45 por 0,90 m. La hoja de la derecha está a su vez dividida horizontalmente por un travesaño de madera donde se acopla la cerradura. Los barrotes son verticales y cuadrillados, unidos con grapas por las clásicas volutas o espirales de las rejas románicas.
La otra reja que da al falso crucero es la entrada principal de la capilla. Es un trabajo atribuido al rejero salmantino Luis de Paredes. En su crestería se ven los escudos del cabildo y del mecenas fray Alonso de Burgos. Está compuesta por dos cuerpos y tres calles separadas por pilares poligonales. 

Mesa de altar antigua
Era la mesa de altar de la antigua capilla mayor cuando estuvo ubicada en este espacio. Se encontraba oculta bajo materiales de relleno hasta que fue descubierta el año 1971 cuando se hizo una pequeña reforma en la capilla con el fin de adecuarla a las normas litúrgicas vigentes a partir del Concilio Vaticano II. Se trata de una mesa de altar románica del siglo XII. Consta de una lápida de piedra de 3,33 m por 1,60 por 0,18 de altura que se apoya sobre dos columnas románicas con basa, fuste y capiteles decorados con sencillos motivos vegetales. Su ara es de ágata. 

Enterramientos
Uno de los elementos más destacados de la capilla es el sepulcro de la reina Urraca de Pamplona, que fue hija ilegítima de Alfonso VII el Emperador, rey de León. 

El sepulcro de Urraca la Asturiana es la sepultura de dicha reina consorte y noble.
Urraca de Asturias nació en Aller, Asturias, en 1133 y falleció en Palencia en 1189, y fue reina consorte de Pamplona por su matrimonio con el rey García Ramírez de Pamplona y más tarde gobernadora de Asturias con título de reina junto con su segundo marido Álvaro Rodríguez de Castro.
Se desconoce la fecha exacta de su defunción. Algunos cronistas sitúan su fallecimiento el 26 de octubre de 1164, lo cual es imposible ya que aparece en el Monasterio de Santa María de Sandoval el 25 de febrero de 1178 haciendo una donación a dicho monasterio de unas granjas en diversos sitios. Otros argumentan que la reina Urraca no murió hasta el año 1189, ​ a pesar de que los Anales Toledanos situaron su defunción en el año 1179. 
Sepultura
Recibió sepultura en la capilla de Santa María Magdalena de la Catedral de Palencia, a pesar de que, en un documento fechado el día 24 de febrero de 1161, había dispuesto que su cadáver recibiera sepultura en la Catedral de Oviedo, templo al que había efectuado diversas donaciones, junto a los reyes de Asturias allí sepultados, disponiendo además que en caso de que su cadáver recibiera sepultura en otro lugar, se celebrase en su memoria un aniversario solemne en la Catedral de Oviedo. ​
No obstante, su voluntad no fue respetada y sus restos mortales fueron sepultados en la Catedral de Palencia. En unos estatutos concedidos al Cabildo palentino por el obispo Gutierre Gómez de Luna el día 25 de mayo de 1388 se menciona que el capellán de Santa María Magdalena tenía obligación de rogar por el alma de la reina Urraca y por otros individuos sepultados en la misma capilla, recomendación que se repite en una concordia entre el Cabildo palentino y los capellanes de Santa María Magdalena, alrededor del año 1420.
Alonso Fernández de Madrid, canónigo de la Catedral de Palencia en el siglo XVI, dejó constancia en un manuscrito del descubrimiento, en el año 1532, de los restos embalsamados de la reina Urraca, que aparecieron cuando se renovó la capilla de Santa María Magdalena:
Fue sepultada en Sant Antolin, en la capilla que entonces era la mayor, y agora es la de la parrochia, donde está el Santo Sacramento; y después, en el año de MDXXXIIº, renovándose la dicha capilla, fue hallado entero su cuerpo embalsamado, en una muy buena sepultura, y se puso en lo alto de la pared, en una tumba de madera pintada y dorada, como agora parece, con su letrero.
En 1535, tres años después del hallazgo de los restos de la reina Urraca, se dispuso, mediante acuerdo capitular, que en la Capilla del Sagrario de la catedral de Palencia no se colocasen escudos de armas o epitafios de persona alguna, debido a la suntuosidad de la propia capilla, y a...estar allí sepultada aquella señora Doña Urraca, reyna de Navarra. En la primera mitad del siglo XVI, después del descubrimiento de los restos de la Reina, se colocó un epitafio en la urna de madera en la que se depositaron sus restos, que fue colocada suspendida en lo alto de una de las paredes de la capilla. En el epitafio colocado en la urna se usaba una cronología desfasada, lo que ha llevado a sospechar que dicho epitafio, aunque colocado en el siglo XVI, es una mera repetición de uno anterior. Al mismo tiempo se colocó un epitafio en la pared que sostiene el arca que contiene los restos de la reina, que únicamente difiere del grabado en el arca en que este último se rige por la era de César. El epitafio colocado en el arca que contiene los restos de la reina reza la siguiente inscripción:
HIC REQUIESCIT DOPNA URRACA REGINA NAVARRE UXOR DOPNI GARSIE RAMIRI REGIS NAVARRE, QUE FUIT FILIA SERENISSIMI DOPNI ALFONSI IMPERATORIS HISPANIAE QUI ALMERIAM OBTINUIT, QUE OBIIT IIIIº YDUS OCTOBRIS ERA MªCCªXXªVIIª.

Que traducido al castellano viene a decir:
Aquí yace Doña Urraca, reina de Navarra, esposa de Don García Ramírez, rey de Navarra, que fue hija del serenísimo Don Alfonso, emperador de España que conquistó Almería, que falleció el cuarto día de los idus de octubre de la era mil doscientos veintisiete.
Desde el siglo XVI, los restos de la reina, momificados, yacen en el interior de una caja de madera, con tapa de cristal, introducida a su vez en un arca de madera en la que fueron colocados después de su descubrimiento, siendo esta última de madera, pintada y dorada, y adornada con los escudos cuartelados de Castilla y León, sostenidos por ángeles tenantes, se encuentra colocado en alto, en el lado del Evangelio, sobre una plataforma de piedra que le sirve de sustento.
En 1896 fueron examinados los restos mortales de la Reina, constatándose entonces que seguían conservándose en buen estado desde que había sido examinada durante el reinado de Isabel II. La momia de la reina medía un metro y seiscientos veintidós milímetros y tenía los brazos cruzados sobre la cintura, apreciándose además durante el examen que padeció obesidad, siendo sus manos pequeñas y las piernas rectas y fuertes, y que debió fallecer, a juicio de quienes la examinaron, cuando contaba entre cuarenta y cinco y cincuenta años de edad. ​

Exterior de la Capilla del Sagrario. 

Capilla mayor
La capilla mayor ocupa los tramos séptimo y octavo de la nave central (nº 12 en el plano). La edificación de este tramo se llevó a cabo durante la segunda etapa (1426-1486) de las tres constructivas señaladas anteriormente. El espacio en un principio se había utilizado para coro conventual. En 1519 se trasladó la primitiva capilla mayor (que estaba en lo que ahora es capilla del Sagrario) a este lugar.
Los dos tramos fueron rematados y cubiertos a finales del siglo XV. Unos años después, en 1526 y 1527, los hermanos Corral, artistas yeseros muy apreciados, decoraron los nervios de la bóveda, llevando la dirección de la obra el maestro yesero Jerónimo del Corral. Quedaron las claves ricamente decoradas; en las dos centrales se muestran los escudos de los obispos Pedro Gómez Sarmiento (1525-1534) y Pedro de Castilla Eril (1440-1461). El triforio fue realizado por Martín de Solórzano a finales del siglo XV. ​
Se accede a la capilla a través de dos rejas de hierro forjado realizadas por Cristóbal de Andino, considerado en su época como el más ilustre de los rejeros españoles, que tenía su taller de trabajo en Burgos. La más grande de las dos da al crucero; fue hecha en 1520 bajo el patronazgo del obispo Antonio de Rojas y del deán Zapata. Consta de dos cuerpos, más crestería y un crucifijo en lo alto. Tiene como ornamentación florones y los escudos de los mecenas. La segunda reja es más pequeña y da a la nave sur, frente a la puerta de la sacristía. Está colocada en una puerta en esviaje o sesgada. Fue dorada por los hermanos Andrés y Alonso de Espinosa y colocada en 1531. Consta de dos cuerpos más crestería y está ricamente adornada con los bustos de san Antolín, san Pedro y san Pablo.

A la izquierda en verde pueden verse los espacios correspondientes a las sacristías de las capillas. En el centro está configurada una perfecta cruz griega. Y si se observan los dos cruceros se aprecia la cruz patriarcal. 

En la capilla se encuentran dos púlpitos que anteriormente estaban colocados en el zócalo de la reja del coro​ y que se trasladaron a este nuevo emplazamiento en 1607. Son de hierro forjado, realizados por Gaspar Rodríguez en 1563. Las esculturas de los tornavoces son de Gregorio Fernández y representan a las Virtudes. En las paredes laterales cuelgan magníficos tapices, cuatro en cada lado. Son de los talleres de Bruselas, de principios del siglo XVI, donación del obispo Juan Rodríguez de Fonseca.
La obra maestra de esta capilla es el retablo mayor, cuyas trazas fueron ejecutadas por Pedro de Guadalupe en 1504.
El tamaño de la capilla mayor queda reducido por la construcción anterior de la capilla del Sagrario. Es por esto por lo que, recientemente, en la parte izquierda del crucero se ha colocado un altar elevado sobre una tarima, que dejó inutilizada la puerta de los Reyes pero que permite disponer de espacio suficiente para grandes celebraciones. Sus bancos móviles se disponen hacia este altar o hacia la capilla mayor según convenga. 

Retablo mayor
El retablo mayor de la catedral de Palencia es una de las obras culminantes del Renacimiento castellano.
Fue encargado por el obispo Diego de Deza para colocarlo en la primitiva capilla mayor del templo, que con los años dejó de serlo para convertirse en capilla del Sagrario. El obispo contrató al ensamblador Pedro de Guadalupe para que hiciera las trazas, entre 1504 y 1506, dando como resultado un monumental mueble de estilo plateresco, incipiente en aquellos años. El retablo no llegó a instalarse en el espacio para el que fue pensado, sino que se acomodó en la nueva capilla mayor, ubicada en la nave central. Las obras de terminación y adaptación duraron hasta los primeros años del siglo XVII, en que se terminó el tabernáculo. Las esculturas se deben a Felipe Vigarny, con dos de las tallas de Alejo de Vahía y el remate de Juan de Valmaseda. Las pinturas son obra de Juan de Flandes.
El obispo Diego de Deza conocía el retablo encargado por el Cardenal Mendoza para la pequeña capilla del Colegio de Santa Cruz de Valladolid. Había quedado gratamente impresionado con la obra y decidió costear uno parecido al mismo autor para sustituir el que ya había en la catedral palentina, un retablo de plata que había sido donación de Inés de Osorio. ​
En el contrato se dice que el retablo debía tener unas medidas especiales para poder adaptarlo al espacio de la capilla mayor (la antigua), que no era muy grande. Se especifica también que debía ser trabajado “a lo romano” ​ siguiendo el modelo del retablo que este artista había hecho para el Colegio de Santa Cruz de Valladolid. Se hizo el pedido al entallador y ensamblador Pedro de Guadalupe el 22 de enero de 1504 y en 1505 el Cabildo encargó al imaginero Alejo de Vahía una escultura de San Juan y otra de la Magdalena. Ese mismo año se contrató a Felipe Vigarny para que se ocupara de toda la imaginería del retablo, dejando bien claro que aunque se hiciera el trabajo en su taller, el artista se comprometía a esculpir todos los rostros y manos. El 12 de diciembre de 1506, Vigarny entregó 17 esculturas (entre las que iba un San Antolín ya policromado) y el 19 de octubre de 1509 entregó las 9 restantes. Todo el material se guardó en el Hospital de San Antolín de Palencia sin montar ni policromar. Se conserva un diseño hecho por Vigarny en aquel momento. 

Descripción
El gran retablo tal y como se muestra en la actualidad tiene una altura total (incluyendo el zócalo) de 20,50 m y una anchura de 10,60 m el ensamblaje; la escultura y la pintura están hechos en maderas de pino, nogal y tilo.
Fue el primer gran retablo español construido y concebido a la manera lombarda, tallando hornacinas con remate en forma de venera y grutescos en las pilastras que separan cada calle. Su estructura es en tríptico, con alas oblicuas, como si su destino hubiera sido una cabecera ochavada. En el conjunto de la obra domina la articulación horizontal. Los diferentes pisos se ven separados por frisos a manera de pequeñas cornisas. En su base hay una predela muy alta. ​ El ático es gigantesco; fue añadido para dar más dimensión al retablo de acuerdo con la nueva capilla.
En la calle central, en la parte de abajo, se halla el sagrario, que ocupa bastante altura desde la predela al segundo piso y fue incorporado en el siglo XVII. Por encima está la hornacina con la figura de San Antolín, obra barroca de Gregorio Fernández. Más arriba, una talla de la Asunción rodeada y custodiada por seis ángeles cuyo manto está hecho con tela encolada. A ambos lados, ocupando el último piso se colocaron seis bustos femeninos y dos masculinos en pequeñas hornacinas con veneras. San Antolín, la Asunción y el Salvador son los tres patronos de la catedral y los tres tuvieron en el retablo sus representaciones. Falta en la actualidad la del Salvador. Por encima de estas imágenes está el ático, con el tema del Calvario, obra de Valmaseda, común a casi todos los retablos y como remate final, un Padre Eterno, entre dos ángeles con símbolos de la Pasión.

La crucifixión, de Juan de Flandes, tabla que estuvo situada en la calle central del retablo. Hoy día se encuentra en el Museo del Prado donde se la considera como una de las obras maestras de la pinacoteca, lo que da una idea del valor artístico del retablo 

Al agrandar el retablo con dos calles más para la nueva ubicación, el espacio se ocupó con tablas pintadas, contratadas a Juan de Flandes, diez en total porque dos que están colocadas arriba fueron hechas por su discípulo Juan Tejerina (Visitación y Epifanía). Estas pinturas siguen un programa coherente con el tema de la vida de Jesús desde la Anunciación hasta la cena de Emaús. El conjunto de tablas es de gran valía y calidad dentro de la pintura española de principios del siglo XVI. Algunas tablas de las que entregó Juan de Flandes no llegaron a ser colocadas o se suprimieron después, como La crucifixión, de formato apaisado, que estaba en el centro del primer piso, formando tríptico con la de su derecha e izquierda. Entre las no colocadas estaban un Descendimiento y una Piedad. En la tabla apaisada del primer piso (escena del Sepulcro) el autor, Juan de Flandes, se autorretrata en la figura de un hombre vestido de negro en el centro de la escena, bajo una ventana. Felipe Vigarny entregó también un Cristo en Majestad rodeado de los evangelistas que iba destinado a la hornacina alta de la calle central; desechado del retablo, se colocó finalmente en el exterior del coro.
El imaginero Alejo de Vahía había entregado por encargo dos esculturas; la de San Juan Bautista se rechazó y se envió al convento de Santa Clara y la de María Magdalena, que se colocó en el retablo. 

Evolución y cronología
Muchos estudiosos e investigadores del tema han aportado documentación que permite ver la evolución y distintas obras que se llevaron a cabo en el retablo desde 1504 hasta 1609. ​
Después de los encargos previos y de haberse realizado las obras de arte requeridas, los elementos del futuro retablo pasaron a la espera de ser montados y colocados en la antigua capilla mayor pero no hubo lugar porque en 1509 el obispo Juan Rodríguez de Fonseca decidió trasladar esta capilla al emplazamiento donde se encuentra ahora, espacio que estaba ocupado por el coro conventual. La nueva capilla mayor suponía un habitáculo mucho mayor, por lo que hubo que replantearse el tamaño y posición de los elementos del retablo. La solución fue encargar el 19 de diciembre de 1509 al pintor Juan de Flandes una serie de pinturas en tabla que agrandarían en un cuerpo más en altura y dos calles en anchura. El trabajo de Juan de Flandes no se entregó hasta 1519.

El Calvario, grupo escultórico que corona el retablo, por Juan de Valmaseda. 

Ese mismo año, en el mes de enero, el escultor Juan de Valmaseda ​firma un contrato para la ejecución de un Calvario de grandes proporciones que sería integrado en el ático del retablo. De este nuevo espacio se ocupó el palentino Pedro Manso, maestro de talla, firmando un contrato en 1522. Se requiere que tenga forma semicircular y que esté cerrado por una gran cornisa. En 1525 este proyecto sufre cambios y avatares, entre los que se encuentra la retirada de cuatro escudos y el añadido en lo alto de un friso con las cabezas o bustos descrita anteriormente. En este año se contrata nuevamente todo el dorado y estofado del retablo. ​En las cláusulas del contrato se enumeran una gran cantidad de detalles a seguir para que el resultado final sea el de una magnífica obra de arte de gran calidad. ​
Desde mayo hasta septiembre de 1520 Alonso de Solórzano y Gonzalo de la Maza se ocuparon de una serie de reformas y del encajamiento para el Calvario. En 1559 y siguiendo las recomendaciones del Concilio de Trento, el Cabildo decide colocar en el centro del retablo una imagen de su patrono san Antolín. Se sustituye así una tabla de Juan de Flandes con el tema de la Crucifixión por la escultura de bulto redondo de este santo.​
Entrado el siglo XVII se realizan una serie de reformas en toda la calle central y el primitivo san Antolín es sustituido por una talla de Gregorio Fernández de factura y rasgos muy al gusto de la época. Es de tamaño casi natural, con el cuello ligeramente curvado. Se remodela también la parte del tabernáculo, empezando por separar la mesa de altar para evitar que las velas ahumen las pinturas del primer cuerpo. En 1607 los escultores palentinos Juan Sanz de Torrecilla, Pablo de Torres y Alonso Núñez se encargan de los trabajos del nuevo tabernáculo. Dos años más tarde los pintores palentinos Francisco de Molledo y Pedro de Roda se comprometen a dorar la imagen de San Antolín de Gregorio Fernández y la parte donde va instalado el tabernáculo con la custodia y el sagrario. ​
A finales del siglo XVIII y bajo el mandato del obispo Mollinedo se renueva el pavimento de toda la fábrica y se cubren los azulejos de la predela con paneles que imitan al mármol y al jaspe, todo decorado al estilo neoclásico propio del momento.

Capillas radiales de la girola
Este espacio se divide en 5 tramos con 4 capilla hexagonales y una, la central, en octógono irregular. Se proyectaron además dos tramos irregulares a derecha e izquierda, que unen la girola con el falso crucero. ​ De izquierda a derecha se encuentran situadas:

Capilla de San Miguel
Llamada también de san Isidro, por las dos imágenes de este santo que guarda. Preside la capilla (nº 6 en el plano) un retablo renacentista de buena factura, con relieves en stiacciato de dos santos flanqueando la imagen titular, que pese al nombre de la capilla, es san Jerónimo penitente ante el crucifijo. Corona el retablo una pintura de la Asunción. Destacan asimismo en esta capilla un pequeño retablo plateresco dedicado a san Roque, de escuela palentina, mediados del siglo XVI, y un sepulcro pétreo, en arcosolio de arco apuntado, con bulto yacente vestido con ropajes eclesiásticos.

Capilla de Nuestra Señora la Blanca
Destaca en esta capilla (nº 5 en el plano) la imagen de la titular, destacado trabajo gótico del siglo XIV, realizada en alabastro, gemela de la que se conserva en la catedral de Toledo. Descuellan en esta escultura la finura de la ejecución, el suave movimiento de los pliegues y las sonrisas que muestran María y el Niño Jesús, que acaricia a su madre, alejando esta obra de los cánones románicos y protogóticos. La Virgen preside un retablo muy posterior, neoclásico.

Capilla del Monumento
La capilla del Monumento actual (nº 4 en el plano) es la capilla central de la girola, de mayores dimensiones que las demás. En este espacio se reunía el Concejo de la ciudad. Se la conoció con los nombres de Corpus Christi, san Nicolás, del baptisterio y de santa Teresa, recibiendo el nombre actual cuando se trasladó el altar de plata que se usa como monumento en Semana Santa.
Presenta planta octogonal. La bóveda posee nervadura radial; del centro de la sala parten los nervios hacia los extremos de las paredes. En la clave de la bóveda está esculpida la imagen del Salvador.
Dispone de tres grandes vidrieras de tonos azulados; datan del siglo XIX. Debajo de estos ventanales la pared está forrada de terciopelo rojo. Pero lo que más destaca es el monumento, chapado de plata en parte sobredorada con tres partes bien diferenciadas: el frontal, que se adorna con el escudo del cabildo y dos jarrones de azucenas a los lados, el basamento, y una gradería sobre la que se alza el expositor eucarístico. Es una buena obra de orfebrería barroca, del siglo XVIII, obra del platero Andrés de Espetillo. ​
La capilla se cierra con una fina verja de hierro forjado. Esta es obra del taller de Juan Pascual e hijos, sito en El Burgo de Osma (Soria), como se puede observar en la inscripción de la cerradura. 

Capilla de San José
Contrasta en esta capilla (nº 3 en el plano) la pureza de las líneas góticas de su arquitectura, con lo moderno de la decoración. Está presidida por un cuadro de San José, obra del pintor Jacinto Gómez (s. XVIII), enmarcado en un altar de la misma época realizado en mármoles y jaspes de colores, todo ello de un severo Neoclasicismo.

Capilla de los Reyes o de San Pedro
La capilla de san Pedro (nº 2 en el plano) es conocida familiarmente como capilla de los Reyes, por los tres relieves en yeso que la adornan con el tema de los Reyes Magos. Fue construida en el siglo XIV por artistas anónimos y reformada en el XVI por los hermanos Juan y Jerónimo Corral de Villalpando. Se encuentra situada en la girola, ocupando el primer lugar después del edículo, en el lado de la epístola. Es de planta hexagonal y se cubre con bóveda estrellada.
Decoración de yeserías de la capilla de los Reyes, obra de los hermanos Corral de Villalpando.
 
En el año 1548, Gaspar Fuentes de la Torre, arcediano de Campos y abad perpetuo de Lebanza, contrató la obra de decoración de la capilla con Juan del Corral, por un valor de 1600 ducados. Don Gaspar murió en 1550, antes de que el Cabildo hubiera dado el permiso de patronazgo y el permiso de obras. Sus testamentarios, Gabriel de Salcedo (arcediano de Carrión de los Condes) y Francisco Carvajal (abad de Husillos) consiguieron dichos permisos el 3 de diciembre de 1550. En la yesería y en la tribuna de esta capilla constan las fechas de 1551 y 1552. Años más tarde se hizo cargo del patronazgo Jerónimo de Fuentes, terminándose la obra en 1569. En la cesión del patronazgo de 1550 el cabildo hace una serie de advertencias, entre las que destaca la obligación de mantener la advocación de san Pedro en la capilla.
Bóveda de la capilla de los Reyes
 

Detalle del profeta David en la bóveda

Detalle de los reyes Gaspar y Baltasar 

Los supradichos añadidos renacentistas han llevado a esta capilla a ser una de las más ricas del templo. Lo más destacado es el trabajo de yesería policromada de los hermanos Corral que cubre tanto la bóveda como las paredes, sin dejar apenas espacio libre (horror vacui). En la cúpula y dentro de medallones pueden verse a los profetas Isaías, Balaam y David, acompañados de angelotes, escudos y grutescos. Los tres Reyes Magos ocupan un lugar destacado, dentro de marcos individuales limitados por columnas y en actitud de marcha. Los colores predominantes en estas yeserías son los azules, blancos y ocres. El zócalo es de azulejos de Talavera, detalle que se encuentra en otras capillas de la catedral.
El retablo de esta capilla es un trabajo renacentista, con la figura del san Pedro en la hornacina principal. Es obra de entalladores locales, siguiendo el estilo de Felipe Bigarny, aunque la Virgen del cuerpo superior ha sido atribuida a Juan de Balmaseda.
La humedad procedente de las cubiertas y el solado y un escaso mantenimiento comprometieron durante un tiempo la conservación de esta capilla. Tras un exhaustivo proceso de restauración, fue reabierta a principios del año 2008. 
Altar de la capilla de los Reyes ​
 

Edículos
Capilla del baptisterio
Ocupa esta capilla (nº 7 en el plano) el estrecho espacio que permite la unión de la cabecera con el falso crucero, presentando una peculiar forma estrecha y alargada, con escasa iluminación. En el centro de la capilla se encuentra la pila bautismal, obra plateresca de sencilla decoración de querubines. En el testero de la capilla, un pequeño retablo con figuras de santos, obra renacentista de carácter popular, de seguidores de Alonso Berruguete.
 

Arco de San Martín
Es este el espacio (nº 1 en el plano) gemelo del Baptisterio en la nave opuesta, y en este caso se encuentra tapiada su salida hacia la nave al hacer las funciones de sacristía. El espacio visible se configura como un pequeño altar-hornacina, con un relieve alusivo a San Martín (de ahí su nombre) en el remate, y un cuadro, buena copia del de Tiziano conservado en el Museo del Prado, que representa el Entierro de Cristo. 

Coro
El coro (nº 14 en el plano) se sitúa enfrente de la capilla mayor, a la que está unido por un espacio cerrado denominado Vía Sacra (nº 13 en el plano). Cierra el coro una formidable reja, del siglo XVI, obra de Gaspar Rodríguez, con abundante decoración de raigambre plateresca, parcialmente dorada y policromada. Los pretiles de piedra que la sustentan muestran inscripciones alusivas a la visita del emperador Carlos V y el papa Adriano VI a la catedral en el transcurso del mismo año. El interior del coro aparece casi totalmente ocupado por la sillería capitular, de madera vista y estilo gótico. Los asientos y respaldos de la misma se enriquecen con tracerías gotizantes, de diferentes diseños, según un esquema muy sencillo. Destaca en el centro el asiento del obispo, flanqueado de doseletes y pináculos.
Coro
 

Coro

Órgano
A la derecha según se entra al coro, elevado sobre la sillería, se encuentra el órgano catedralicio. El órgano original fue obra de los organeros fray José de Echevarría y fray Domingo Aguirre, entre 1688 y 1691, con una gran reparación por el segundo de ellos durante los años 1712-1716. De este primer órgano se conservan hoy la caja (una espléndida obra barroca del arquitecto Santiago Carnicero, con multitud de cabezas de ángeles y otra serie de menudas figurillas) y los tubos de fachada; sin embargo, el órgano en sí fue reemplazado en 1925 por otro nuevo de estética postromántica, electroneumático, de Amezúa y Cía. ​ 

Trascoro
Situado a los pies del templo (nº 22 en el plano), el trascoro se levanta sobre cinco escaleras y es una excelente obra del Renacimiento español, de carácter tardogótico y plateresco, constituyendo una de las obras maestras de la catedral. Fue financiado por el obispo Fonseca y se sabe que en él trabajó Juan de Ruesga hacia el año 1513.
Cuajado de doseletes, encajes de piedra y hornacinas con figuras de santos, el trascoro se organiza a modo de suntuoso retablo pétreo, destacando en él los relieves del Martirio de San Ignacio de Antioquía y la Lactación de San Bernardo, añadidos posteriormente y ambos obra del escultor barroco Francisco del Rincón. Remata el conjunto el escudo de los Reyes Católicos, una crestería de piedra y la estatua de San Antolín; dos puertas, talladas en madera con minuciosos relieves, permiten el acceso al coro catedralicio.
En el centro del trascoro se halla el políptico de los Siete Dolores de la Virgen, obra del maestro flamenco Jan Joest, quien retrata al comitente, Juan Rodríguez de Fonseca, en la tabla central junto a la Virgen y San Juan, con fondo de un delicado paisaje. Las demás tablas muestran escenas de los Siete dolores de María, de quien el obispo Fonseca era gran devoto, con un refinado realismo y excelente sentido del color. Este políptico es uno de los conjuntos pictóricos más destacados de la pintura flamenca en España.

Enfrente del trascoro, se encuentra la escalera que da acceso a la cripta de San Antolín, y, cercano a la misma, el excelente púlpito, de madera sin policromar, obra de algunos de los más destacados discípulos de Alonso Berruguete, señalándose la intervención de Juan de Cambray y Francisco Giralte. Los relieves que lo decoran presentan fuertes concomitancias con los de Berruguete en la sillería de la catedral de Toledo.
 

Capillas de la nave norte
Capilla de San Sebastián
El elemento más destacable de la misma (nº 9 en el plano) es el monumental retablo, de traza escurialense y presidido por la imagen del titular, obra de gran calidad, probablemente debida a la gubia de Gregorio Fernández, cuyo estilo se hace presente en los pliegues duros y angulosos del paño que cubre al santo, en su teatral pose y en el veraz tratamiento anatómico.
 

Capilla de San Jerónimo
Presidida (nº 10 en el plano) por un grandioso retablo de madera dorada, de esbeltas columnas que recuerdan a las de los retablos de Alonso Cano, obra de mediados del siglo XVII, destaca en el mismo un relieve con el tema de Pentecostés, a modo de portezuela, que guarda en su interior una imagen de san Antolín con varias de sus reliquias. A su lado, la sepultura de fundador de la capilla, el canónigo Jerónimo de Reinoso, enmarcada por un hermoso retablo pétreo de estilo escurialense, de finales del siglo XVI. Lo decoran las figuras orantes del fundador y el canónigo Martín Alfonso de Salinas.

Capilla de la Inmaculada
Dedicada anteriormente a la Santa Cruz, conserva un interesante mural pictórico representando el Triunfo de la Cruz, motivo de su anterior advocación. Cubierta durante siglos por un enlucido y un retablo traído de la capilla de las reliquias, esta decoración fue recuperada en una restauración que terminó en el año 2017.
 Se trata de una pintura mural del siglo XVI simulando arquitecturas renacentistas en el zócalo, y un amplio paisaje con celajes entre los que emergen ángeles con los símbolos de la Pasión, en torno a la cruz desnuda que preside la composición.
En la pared a mano izquierda de la entrada, un gran retablo de traza churrigueresca, de principios del siglo XVIII, con pinturas sobre lienzo del pintor Diego Díaz Ferreras, y presidiendo el conjunto, una hermosa Inmaculada realizada por Mateo Sedano, discípulo de Gregorio Fernández. (nº 15 en el plano).

Capilla de San Fernando
Retablo de la misma época que el de la capilla anterior, y pinturas asimismo de Díaz Ferreras, representando historias de la vida del rey santo. Es destacable su imagen titular, por la curiosa iconografía, pues aparece el rey con los atributos de la monarquía, orbe y corona, y vestido de armadura con la espada en alto. Enfrente del retablo, sepulcro renacentista de don Álvaro de Salazar (nº 16 en el plano).

Capilla de San Ildefonso
La capilla de San Ildefonso (nº 18 del plano) fue dotada por Alonso Fernández de Madrid, el Arcediano del Alcor, fallecido en 1559 y aquí enterrado. La capilla tiene forma rectangular, ventanal ojival, bóveda decorada y reja de hierro forjado, todo ello obra del siglo XVI.
Retablo plateresco de la Capilla de San Ildefonso.
 

El retablo mayor, dedicado a San Ildefonso, es de estilo plateresco, obra de Juan de Balmaseda, realizada entre 1525 y 1549 en madera dorada y policromada, y en la que también pudo intervenir Diego de Siloé. Se compone de sotabanco, banco, cuerpo y ático, con tres calles verticales separadas por balaustres. En el centro del sotabanco destaca la figura de Cristo. En el banco se representan el Martirio de San Lorenzo, la Adoración de los Magos y el Martirio de San Jerónimo. El cuerpo presenta las escenas del Bautismo de Cristo bajo un tondo representando a San Pedro, la Imposición de la casulla a San Ildefonso en la parte central y el Martirio de San Juan Evangelista ante Portam latinam bajo otro medallón con la imagen de San Pablo. Sorprende la cantidad de detalles en los relieves, así como su refinada ejecución. El conjunto se remata por un medallón con la Piedad bello y patético, y por un Calvario.
Son destacables también otros elementos artísticos de la capilla, como la puerta tallada de la sacristía, junto con el frontón triangular que la corona, representando al Padre Eterno. 

Capilla de San Gregorio
Es esta capilla (nº 19 en el plano) una de las principales de la catedral desde el punto de vista artístico. El conjunto de retablos, sepulcro, azulejería de Talavera, e incluso la ventana, con una de las pocas vidrieras originales que se conservan, es un excelente muestrario de arte plateresco, llegado íntegro a nuestros días, a diferencia de otras capillas, que sufrieron cambios y reformas a lo largo del tiempo. En este caso, prácticamente todo data de mediados del siglo XVI. El retablo principal es una apreciable obra de la escuela palentina renacentista, profusamente dorado y policromado. Se compone de banco, dos cuerpos y ático, separados por pilastras planas con decoración agrutescada, de esquema muy similar al de otros ejemplares de la misma escuela; el relieve central presenta la Misa de San Gregorio, y los de las calles laterales, diversas historias sagradas, cobijadas por veneras.
Existe un segundo retablo, de menor tamaño, dedicado a los santos doctores Cosme y Damián, curioso por la violenta forma de describir uno de sus milagros. Es también obra plateresca, de calidad más discreta, destacable sin embargo por la figura de San Matías, que se sitúa en la pilastra principal. Se trata de una bella imagen, muy superior al resto, quizá procedente de otro retablo desmontado, y cuyo autoría se atribuye a Alonso Berruguete, que compone la figura con todas las características de su estilo, siendo una de las tallas más valiosas de la catedral.
Enfrente del retablo principal, un suntuoso retablo-sepulcro, del mismo estilo que el resto de la capilla, del canónigo Juan de Arce, cuya familia ostentó el patronazgo, y a cuya munificiencia se debe este espacio. 

Capilla de Santa Lucía
La capilla de santa Lucía (nº 20 en el plano) se sitúa a los pies de la nave del Evangelio de la catedral, y fue realizada en el siglo XVI. En el centro se sitúa el retablo de santa Lucía, de madera policromada y dorada, realizado en 1550 por seguidores de Manuel Álvarez, e instalado en esta capilla en 1582. Está compuesto de tres cuerpos, con numerosos relieves y esculturas. En la hornacina central del retablo se encuentra la imagen de la titular, y en la parte central del primer cuerpo, un delicado relieve representando La Piedad. El retablo se eleva sobre un pedestal y banco posteriores, de estilo barroco.
Esta capilla alberga además varias lápidas de enterramiento y dos sepulcros. En la pared oeste, el sepulcro del canónigo Blas de la Rúa Bustamante, con una escultura de la Asunción de María, del siglo XVII. En el muro norte se ubica el sepulcro del obispo Buenaventura Moyano, con un interesante lienzo de Las lágrimas de san Pedro, del siglo XVII. Las paredes conservan en buen estado el zócalo de azulejería de Talavera con diversos motivos decorativos.
Por último, una reja renacentista de hierro forjado y policromado, realizada en 1579 por Juan de Vitoria cierra la capilla.

Capilla de las reliquias
Se trata de un espacio (nº 21 del plano) de forma octogonal, añadido en el siglo XVIII al cuerpo de naves, y que se trasdosa al exterior en forma casi exenta. Tuvo las funciones de relicario y capilla para albergar el monumento del Jueves Santo. Debido a la importancia que tenían en el pasado las reliquias de los santos, y a la gran cantidad que poseía la catedral, se pensó varias veces en crear un espacio que las recogiera y expusiera de forma ordenada. Esta capilla vino a cumplir esa necesidad, aunque con el tiempo fueron mudando las costumbres y el retablo de la misma se trasladó a la capilla de la Inmaculada.
La situación de la propia capilla, casi fuera de la planta de la catedral, su impacto visual al exterior, y sobre todo, los problemas de humedades que sufrió al verter sobre ella la escorrentía de los tejados, que la degradaron de manera notable, hicieron que se plantease incluso su derribo en la década de 1950. Tras décadas cerrada al culto y a las visitas, una profunda restauración culminó en el año 2011 la recuperación de este espacio. ​
El interior es una de las muestras más sobresalientes de estilo Rococó en la ciudad. El espacio está iluminado por dos grandes ventanas de medio punto. Se accede por un arco abierto a los pies del templo. Corona la capilla una cúpula octogonal con abigarrada decoración de yeserías polícromas y doradas; la misma decoración se extiende a lo largo de las paredes, que exhiben los anaqueles donde se guardaban las reliquias y una serie de pinturas con episodios de vidas de santos, todo ello enmarcado por guirnaldas y molduras de intrincado diseño. Remata la capilla un retablo-relicario de inicios del siglo XVIII, momento en el que se remató todo este conjunto. 

Claustro y Sala capitular
Se accede al claustro (nº 25 en el plano), que ocupa prácticamente toda la pared lindante con la nave de la Epístola, a través de dos portadas. Una es un diseño tardogótico, siglo XV, con arco apuntado de arquivoltas decoradas por menuda hojarasca. En el tímpano aparece una Virgen en majestad, más antigua que la propia portada, del siglo XIII. La otra portada presenta una inusual forma en esviaje, en estilo renacentista, con decoración de grutescos. Las hojas del portón están talladas con escenas de la vida de san Antolín, por discípulos de Alonso Berruguete, señalándose el nombre de Manuel Álvarez como posible artífice.
Portada de acceso al claustro desde la nave de la Epístola
Portada de acceso al claustro desde el lado de la Epístola
Galería Norte del claustro
 

Las obras del claustro se iniciaron hacia 1439, a expensas de los obispos fray Alonso de Burgos y Juan Rodríguez de Fonseca. En 1503-1505 dirigía las obras del claustro Juan Gil de Hontañón, quien lo remató hacia el año 1516.
Se trata de un espacio cuadrado, con cuatro crujías techadas por bóvedas de crucería de nervios combados, de sencillo esquema tardogótico. Los nervios apean en pilares fasciculados ligeramente resaltados del muro. Hacia el interior del patio se abren arcos apuntados que debieron llevar, como es usual en estos casos, tracerías y maineles que dejaban pasar la luz. Tales arcos fueron inexplicablemente tapiados en el siglo XVII, cerrando las galerías.
En una intervención reciente (años 1999-2000) se han vuelto a abrir los arcos ojivales dotándolos de tracerías de diseño moderno con resabios gotizantes. En varios de estos cierres se muestran las vidrieras originales del siglo XVI, obra del maestro vidriero Arnao de Flandes, que decoraron un ventanal de la nave central, una vez recuperadas y restauradas. ​
Cubierta del claustro
 

Sala Capitular
Adosada al claustro y de la misma época que éste, la Sala capitular (nº 17 en el plano) es un espacio de dos tramos de altas bóvedas de crucería combadas, iluminada por tres ventanales. Consta que trabajó también aquí Juan Gil de Hontañón en la primera década del siglo XVI.
Portada de la sala capitular
Sala Capitular
 

Tapicería de la catedral de Palencia
La tapicería de la catedral de Palencia es un conjunto de tres series de tapices bien diferenciadas que siguen ciclos narrativos distintos, cuyo donante fue el obispo Juan Rodríguez de Fonseca, adquiridos en los Talleres de Bruselas y en los de Marc-Crétif —que era el tapicero de Francisco I de Francia—, y que tanto su historia como la temática que desarrolla están documentadas y perfectamente descritas. 

Tapicería de los Talleres de Bruselas
Es una serie de cuatro tapices con temas bíblicos, aunque el nº cuatro hay que considerarlo como perteneciente a otro ciclo que se titula Vicios y Virtudes. Fueron realizados entre los años 1505 y 1515, con un tejido combinado de lana y seda y con una urdimbre compuesta de siete hilos por centímetro. Sus dimensiones son de 8,50 × 4,25 m². Pertenecen a la catedral desde 1527. Hay noticia de estos tapices en distintos folios del libro de Actas Capitulares desde 1521 a 1530 y en los inventarios de 1623. En el folio 234 de las Actas se dice que el 25 de enero de 1527 el Cabildo dio un poder al arcediano de Carrión Alonso de Fonseca y al canónigo Gregorio del Castillo para una entrevista con Antonio de Fonseca, Comendador Mayor de Santiago y Contador Mayor de Castilla, para que dicho señor entregue
quatro paños o tapices que mandó a la dicha iglesia el Señor D. Juan Rodríguez de Fonseca
En el folio 241 se habla del poder dado al canónigo Hipólito Delgadillo para recibir del Comendador Mayor de Castilla los referidos tapices. En el folio 245, en abril de 1527 el Deán y el Cabildo de la catedral dan cuenta de haberlos recibido:
... conocieron aver recibido del Señor Ypolito Delgadillo canónigo de la dicha yglesia quatro tapices que mando a la dicha iglesia el señor don Juan de Fonseca, de buena memoria, obispo que fue de Burgos y primero de Palencia, porque el señor Antonio de Fonseca Comendador Mayor de Castilla de Orden de Santiago et Contador Mayor de Castilla y hermano de dicho Señor Obispo los dio al Señor Ypolito Delgadillo y él agora los a traydo y ya están puestos al momento de la dicha yglesia y en poder de la sacristía de la dicha yglesia y tenía cada uno tres escudos [...].
En los libros de los inventarios se describen los cuatro tapices pertenecientes al grupo del Antiguo Testamento donados por Juan de Fonseca, de los cuales sólo se conservan tres pues el cuarto tapiz (que es de la misma dimensión y del mismo taller) pertenece a otra serie titulada Vicios y Virtudes. 
Temas y personajes
Las representaciones parecen imitar las escenas teatrales de las obras que se venían representando en la época en los jardines o salones de los palacios. Los temas sirven como enseñanza de la doctrina cristiana con la ayuda de personajes alegóricos. Su lectura puede hacerse complicada si se desconoce la técnica de la narración que en ningún caso es lineal. Casi siempre empieza el ciclo en el espacio superior de la izquierda para seguir después en zigzag o saltando de un extremo al otro, o de arriba abajo y después dando un cambio. La escena principal suele estar en el centro y con un tamaño mayor que el resto.
Los personajes reales se mezclan con los simbólicos, situados todos ellos entre hojarascas y representaciones arquitectónicas. En muchos de los casos llevan escrito su nombre sobre la vestimenta, facilitando así la comprensión y la situación. En las esquinas inferiores se ven las figuras de profetas o evangelistas portando filacterias cuyas leyendas están escritas en letra gótica y en latín y que dan título al tapiz correspondiente además de hacer las veces de un resumen de la historia contada. 
Bordura
La bordura está ricamente adornada con ramos de flores de color rojo y rosa fuerte, con margaritas y flores blancas anudadas con cintas rosas. Entre la verdura del follaje pueden verse algunos pajarillos. En esta serie bíblica se ve el escudo del Juan Rodríguez de Fonseca superpuesto en la bordura de la parte de arriba, repetido tres veces, dos en los extremos y una en el centro. No están entremezclados con el tejido por lo que se cree que estos tapices estaban ya confeccionados en los talleres de Bruselas y el obispo no hizo sino adquirirlos. Los escudos no tienen el capelo catedralicio. 
Materiales empleados y técnica
Los tapices fueron urdidos con lana y seda, ejecutados con una técnica perfeccionada y siguiendo fielmente los dibujos de los cartones. Los colores están distribuidos de manera muy harmoniosa entremezclándose los rojos, azules, verdes, ocres y blancos. Se conservan en buen estado; se aprecian algunos retupidos hechos en siglos posteriores (sobre todo en el xviii) por manos expertas que no alteraron la obra original. ​ 

Descripción de los tapices
Ex Aegypto vocavi filivm mevm
«De Egipto llamé a mi hijo». Mat. 2, 15.
«
Desde Egipto llamé a mi hijo» 

El tapiz es un resumen de la infancia de Jesús. ​ El personaje que está sentado abajo en el extremo de la derecha presenta esta leyenda del título en su filacteria. El personaje frontero porta una filacteria sin leyenda. Desde su posición está señalando la escena principal con la mano derecha enguantada sobre la que se ven escritas dos letras: 'XV'. Por encima de este personaje hay un grupo de sibilas y sabios que también señalan la escena principal. Se continúa la lectura hacia la derecha, con la escena de la Visitación. Las dos mujeres, María y su prima Isabel se encuentran y se saludan mientras que sus hijos (que todavía no han nacido) forman parte también del encuentro; están representados simbólicamente por las figuras de dos jóvenes, siendo éste un recurso bastante común en el arte. Todos estos personajes llevan escrito su nombre. Los dos jóvenes están sobre un puente que representa otra alegoría en referencia al paso del Antiguo con el Nuevo Testamento. ​
Desde aquí pasa la lectura a la izquierda del tapiz en la parte alta de la esquina donde se narra la Circuncisión de Jesús; después y en el centro (por ser la principal) está la escena de la Epifanía cuyos personajes se ven encuadrados en una construcción arquitectónica. La Virgen tiene al Niño en brazos mientras los tres Reyes Magos se presentan en actitud de adoración y representando las tres edades del hombre: Melchor, la ancianidad; Gaspar, la madurez; Baltasar, la juventud. En esta época todavía no era costumbre que los Magos representaran las tres razas. Alrededor de los personajes principales aparecen las tres Virtudes (que llevan su nombre escrito) más la Humildad y la Castidad (que también lo llevan). Por encima de la escena principal a derecha e izquierda se ven dos templetes. En uno está narrada la Presentación de Jesús en el Templo y en el otro los Magos ante Herodes. La última escena de este ciclo se sitúa en la esquina superior derecha. Se trata del Niño perdido y hallado en el Templo o Jesús entre los doctores. Mientras todos mantienen una conversación, José y María se van acercando a ellos en actitud doliente. ​ 

Accingere gladio tvo super femur tvvm, potentissime
«Ciñe tu espada sobre el muslo, ¡Oh héroe!» Ps 44.
«
Ciñe tu espada sobre el muslo, ¡Oh héroe!» 

Este título dado al tapiz es exactamente la leyenda de la filacteria del personaje que está sentado a la derecha, ​frase que corresponde al salmo 44 atribuido tradicionalmente a David. La temática de este tapiz sigue dicho salmo manifestando la vida de Juan el Bautista y algo de la vida de Jesús. La estructura de la narración consta de nueve escenas divididas a su vez en tres espacios verticales a manera de tríptico.​
La primera escena narra el Bautismo de Jesús llevado a cabo por su primo Juan. El personaje de la esquina que está sentado y tiene una filacteria sin leyenda gira su cabeza hacia dicha escena como presentándosela al espectador. Algunos pequeños detalles ayudan a la comprensión del relato: la paloma (Espíritu Santo) sobre la cabeza de Jesús, el Padre Eterno, que aparece bendiciendo arriba entre nubes, el ángel arrodillado, que presencia el acto del bautismo, y los lirios simbólicos en el agua del río. Pueden apreciarse unos signos sobre la piedra que emerge del río que han sido interpretados como un nombre escrito en hebreo. ​
La segunda escena se encuentra en el espacio superior a la primera y narra la decapitación de Juan el Bautista con gran precisión y realismo, con los chorros de sangre que salen del cuerpo tendido en el suelo mientras Salomé recibe la cabeza en una bandeja dorada de manos del verdugo que está representado de espaldas, con la espada de la ejecución en la mano y ataviado con unas calzas ceñidas y una blusa blanca. Detrás de Salomé pueden verse otros dos personajes y en el fondo de la escena, un palacio con una ventana geminada donde se asoman otras dos personas que contemplan el episodio. ​ 

Pvtasne, mortvvs homo rvrsum vivat? Juxta est dies perdicionis
«¿No crees que muerto el hombre volverá a vivir?» XIV, Job; «Cerca está el día de la perdición» Moyses XLV
«
¿No crees que muerto el hombre volverá a vivir? Cerca está el día de la perdición» 
Se refiere a las quejas que hace Job sobre la muerte. La segunda frase corresponde al Deuteronomio XXXII, 35, aunque en la propia cartela se indica Moyses XLV. Job capítulo XIV. Es el tercer tapiz del tema del Antiguo y Nuevo Testamento. Su lectura comienza en la parte superior izquierda donde se encuentran tres escenas diferenciadas pero muy juntas: el pacto con Jacob, Jesús elige a Pedro, y el pacto del Señor con su Iglesia; esta tercera escena está cobijada por una estructura arquitectónica sujetada por unas columnas que se rematan en piñas que es el símbolo de la unidad de todos los creyentes, dentro del cristianismo. Además de las dos figuras principales (el Señor y la Iglesia que puesta de rodillas recibe un libro envuelto en un rico paño según era costumbre en la época); están también la Humildad y la Caridad (con su nombre escrito sobre el pecho) ambas con corona de oro, más otro grupo de personas. Toda la escena es una alegoría de la alianza mística o desposorios de Cristo con su Iglesia: La Iglesia debe actuar siempre con humildad y caridad. ​
La lectura continúa desplazándose hacia la derecha donde se encuentra la escena principal colocada casi en medio del tapiz. Su disposición dibuja casi un triángulo. Se trata de la Ascensión del Señor cuya figura protagonista tiene a sus pies a los Apóstoles y a la Virgen, todos en actitud de sorpresa y oración. Desde el punto de vista artístico, la figura de la Virgen destaca por su perfección y riqueza de detalles bordados, con su manto azul ribeteado de una rica cenefa con dibujo de flores, bordada en hilos de oro. Junto a Jesús ascendiendo hay un grupo de personas entremezcladas con los ángeles, que representan las almas de los justos. La figura de Jesús lleva corona imperial y está ricamente ataviada con un manto rojo ribeteado de una cenefa con perlas y sujeto con un broche de oro. Se puede observar el detalle de las huellas de los pies sobre la piedra, como constancia de que en ese momento está ascendiendo. Por encima de su cabeza hay dos figuras, el Padre y el Espíritu Santo, representados aquí con corona real; están rodeados de una multitud de ángeles músicos que llevan sus instrumentos en la mano: flauta, órgano de mesa, viola y laúd. Sobre la orla o bordura puede leerse:
la entrada en los cielos
La lectura sigue hacia la derecha hacia el espacio superior restante del tapiz. En la orla o bordura y sobre la misma escena, se lee:
ha preparado el paraíso para el hombre
Es en efecto la representación del paraíso o seno de Abraham con el trono donde están sentados el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en majestad y con corona real, cetro y globo terráqueo, acompañados a derecha e izquierda por la Justicia y la Misericordia (ambas llevan su nombre escrito). La Caridad también está presente, de pie, con un rico tocado y un espléndido manto rojo en la mano, a la espera de colocárselo al hombre que arrodillado ante ella ha sido favorecido por la gracia de Dios representada a su vez por una mujer que tiene bordado en su pecho un gran sol. En la parte de arriba y como remate aparece Abraham con las almas que esperan la liberación prometida de Cristo. ​
La siguiente y última escena está separada de la anterior por el dibujo de unas nubes. Se sitúa en el ángulo inferior derecho donde San Miguel envía al infierno a todos los vicios. Más abajo están los Infiernos con figuras identificadas por sus nombres correspondientes, acompañados por diversos demonios y todo tipo de animales fantásticos y monstruosos. El tema está apoyado por la leyenda de la pequeña cartela de la bordura que dice: ​
el infierno resuena con alaridos.


 

Bibliografía
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