Catedral
de Toledo
La catedral de Santa María, llamada
también Catedral Primada de España, es un templo católico de arquitectura
gótica en Toledo, considerado por algunos como el opus magnum
de este estilo en España. Su construcción comenzó en 1226 bajo el reinado
de Fernando III el Santo y las últimas aportaciones góticas se dieron en
siglo xv cuando en 1493 se cerraron las bóvedas de los pies de la
nave central, en tiempos de los Reyes Católicos. Está construida con
piedra blanca de Olihuelas (en el término de Olías del Rey).
Se la conoce popularmente como Dives
Toletana (con el sentido de la rica toledana). Es sede de la Archidiócesis
de Toledo.
Orígenes
Durante muchos años, la tradición popular no
escrita ha venido contando que hubo en este mismo lugar donde se encuentra la
actual catedral un primer templo de la época del primer obispo Eugenio.
Este templo fue consagrado por segunda vez el año 587, después de haber sufrido
algunas alteraciones, como lo atestigua la inscripción aparecida en el siglo XVI que
se conserva en el claustro y dice:
En el
nombre del Señor fue consagrada la Iglesia de Santa María en católico, el día
primero de los idus de abril, en el año felizmente primero del reinado de
nuestro gloriosísimo rey Flavio Recaredo, Era 625 [13 de abril de 587].
La ciudad había sido sede obispal de
la Hispania visigoda. Los numerosos Concilios de
Toledo atestiguan su importante pasado eclesiástico. También la
abjuración del arrianismo por parte de Recaredo había tenido en ella
su lugar y tiempo. La invasión musulmana no eliminó de inmediato la impronta
cristiana y el obispado se trasladó y quedó establecido en la iglesia de
Santa María de Alfizén.
Se cree que el edificio obispal visigodo fue
transformado nuevamente para convertirse en la mezquita mayor de la ciudad de
Toledo. Algunos investigadores apuntan que la sala de oración de la mezquita se
corresponde con el cuerpo de las cinco naves de la actual catedral:
el sahn (o patio) coincidiría con una parte del actual claustro y de
la capilla de San Pedro y el alminar con la torre de campanas. Entre
los datos arqueológicos actuales es posible observar algunos vestigios de la
construcción musulmana: una columna islámica empotrada dentro de la capilla de
Santa Lucía; los fustes marmóreos que guarnecen el exterior del coro son un
aprovechamiento de una antigua construcción musulmana; los arcos entrecruzados
de estilo califal en el triforio de la capilla mayor y en el de la girola,
coinciden con la tradición constructora musulmana de Córdoba, si bien evidentemente
su estructura es de traza cristiana.
La
catedral de Alfonso VI
La ciudad de Toledo fue conquistada por Alfonso
VI, rey de León y Castilla en 1085. Uno de los puntos de
las capitulaciones que hicieron posible la entrega de la ciudad sin
derramamiento de sangre fue la promesa de este rey de conservar y respetar los
edificios de culto, las costumbres y la religión tanto de musulmanes como de la
gran población cristiano-mozárabe; naturalmente, la mezquita mayor se hallaba
comprendida en ese compromiso. Poco después, el rey tuvo que ausentarse por
cuestiones de Estado, quedando al frente de la ciudad su esposa Constanza y el
abad del monasterio de Sahagún Bernard de Sedirac (o Bernardo de
Cluny), que había sido elevado al rango de arzobispo de Toledo. Estos dos
personajes, de mutuo acuerdo y aprovechando la ausencia del rey, protagonizaron
un hecho desafortunado que, según cuenta el padre Mariana en
su Historia General de España, a punto estuvo de provocar una rebelión y
un levantamiento no deseado y la ruina de la ciudad recién conquistada.
El asunto fue que el día 25 de octubre de 1087,
el arzobispo (de acuerdo con la reina Constanza) envió gente armada para que se
adueñara por la fuerza del recinto de la mezquita. Después de este lance,
instalaron un altar provisional y colocaron una campana en el alminar,
siguiendo la costumbre cristiana para «arrojar
las suciedades de la ley de Mahoma». Cuenta el padre Mariana que el rey
Alfonso VI se enfadó tanto cuando se enteró de lo acontecido que ni el arzobispo
ni la reina consiguieron aplacarle y que dictó sentencia de muerte para casi
todos los implicados. La leyenda narra que fueron los musulmanes los
verdaderos intermediarios para conseguir la paz, con la figura del negociador
y alfaquí Abu Walid quien llevó al rey un mensaje de tolerancia en el
que se decía que aceptaban como legítima la usurpación. En recuerdo y
gratitud de este gesto, el Cabildo catedralicio del siglo XV le
dedicó un homenaje y encargó su efigie para colocarla en uno de los pilares de
la capilla mayor, perpetuando de esta manera su recuerdo. Este hecho no está
documentado y muchos historiadores de arte ven en la efigie un sacerdote de
aspecto musulmán. Como consecuencia de aquel suceso, la mezquita toledana quedó
consagrada y convertida en catedral cristiana, sin hacer apenas cambios en su
estructura.
No se conservan los planos de lo que fue la
mezquita ni se sabe cómo era esta construcción, pero teniendo en cuenta los
vestigios conservados en otras ciudades (Sevilla, Jaén, Granada, Málaga y la
propia Mezquita de Córdoba) puede suponerse que sería un edificio
columnario, con arquería de herradura sobre columnas tal vez
aprovechadas de otras construcciones romanas y visigodas. Es posible que se
pareciese bastante a la iglesia de El Salvador de Toledo, antigua
mezquita.
El rey Alfonso VI hizo importantes donaciones
al nuevo templo. El 18 de diciembre de 1086 fue puesta la catedral bajo la
advocación de María y se le concedieron villas, aldeas, molinos y un tercio de
los ingresos de todas las demás iglesias de la ciudad. El primer privilegio
real que se conserva reza en latín en su inicio:
Ego,
disponente Deo, Adefonsus Esperie imperator condeco sedi metropolitane scilicet
Sancte Marie urbis Toletane honorem integrum, ut decent abere pontificalem
sedem, secundum quod preteritis fuit constitutum a sanctis patribus...
Yo, por
la disposición de Dios, Alfonso Emperador de España doy a la silla
metropolitana de Santa María de la ciudad de Toledo entera honra como conviene
la tenga la silla pontifical, según que en los tiempos pasados fue ordenado por
los santos padres.
Se hicieron las obras necesarias para
establecer el culto cristiano romano, entre otras el cambio de orientación
del presbiterio y capilla mayor. Urbano II le reconoció
en 1088 su condición de catedral primada sobre las demás del reino. La
mezquita-catedral se mantuvo casi intacta hasta el siglo XIII, año de 1222, en
que una bula del papa Honorio III autorizó a emprender las obras de
la nueva fábrica que se iniciaron en 1224 (o 1225) y cuya ceremonia oficial de
colocación de la primera piedra tuvo lugar en 1226 (otras fuentes dicen 1227),
con la presencia del rey Fernando III el Santo. A lo largo del siglo XIII se
aumentaron las rentas catedralicias al integrarse en su patrimonio Alcalá
de Henares.
La
catedral del arzobispo Ximénez de Rada
El edificio de la catedral tal y como hoy se
contempla es obra del siglo xiii, época del arzobispo de
Toledo Rodrigo Ximénez de Rada y del rey Fernando III el Santo. La
ceremonia oficial de la puesta de la primera piedra se retrasó con respecto al
comienzo de las obras, en espera a que el rey pudiera hacer acto de presencia
(1227). Ximénez de Rada había sido elegido arzobispo de Toledo en 1209 y
desde el principio de su mandato defendió ante el papa la primacía de
la sede toledana. En su mente estaba la construcción de una gran catedral digna
de esta ciudad que él gobernaba. Por entonces, la mezquita-catedral se mostraba
bastante vieja y ruinosa; incluso algunas secciones habían sido demolidas por
su antecesor. La mezquita-catedral disponía de un amplio espacio, pero era de
poca altura y le faltaba la esbeltez de otros templos de similar importancia.
Ximénez de Rada fue el entusiasta promotor de la nueva catedral que se
edificaría al gusto de la época, en estilo gótico. Tan entusiasta fue con el
proyecto y tanto se involucró en él, que se llegó a decir que fue el
autor-arquitecto de las trazas de la nueva catedral; afirmación totalmente
fuera de lugar según los historiadores y arquitectos. El arzobispo pasó unos
años manteniendo y reforzando el antiguo templo a la espera de que su sueño
fuera realizado.
El edificio de la
catedral actual
La estructura del edificio tiene gran
influencia del mejor gótico francés del siglo XIII pero adaptado al gusto
español. Mide 120 m de longitud por 59 m de ancho. Consta de cinco naves
más crucero y doble girola. Las naves externas presentan una
anomalía extraña al ser algo más anchas que las otras dos. La parte más antigua
del templo es la cabecera que mantiene en su arquitectura
los triforios originales que se extendían a lo largo de las naves de
donde fueron suprimidos en una de tantas reformas y evoluciones que sufrió la
catedral. Todavía en época del gótico, estos triforios fueron sustituidos por
los grandes ventanales-vidrieras. Los que se conservan de la cabecera son de
influencia mudéjar. El más bajo está compuesto de arcos apuntados y el
alto presenta una bóveda de crucería. No se sabe si estos temas mudéjares
existían en la anterior mezquita y fueron copiados como recuerdo o bien se
añadieron en una de las mejoras y enriquecimiento de la fábrica, como algo
original y de buen gusto.
En la cabecera se encuentra la girola que es
doble como corresponde a una planta de cinco naves. Esta doble girola es de
proporciones grandiosas y está enriquecida por elementos arquitectónicos y por
un original abovedamiento.
Los tramos de la girola correspondientes a las
distintas capillas se solucionaron con plantas alternativas de rectángulos y
triángulos, lo que hizo que cada capilla fuera de distinto tamaño, más grandes
las rectangulares y más pequeñas las triangulares. Esta manera de distribuir la
cabecera puede verse en las catedrales francesas de Notre Dame en
París, Bourges y Le Mans, siendo esta última la más parecida
aunque las tres son más esbeltas en conjunto que la española. Las distintas
reformas que se hicieron a través del tiempo alteraron la disposición de
algunas de las capillas; en algún caso se reconstruyó una sola capilla en un
espacio de tres (véase capilla de Santiago nº 24 en el plano
y capilla de San Ildefonso nº 23 en el plano).
Las bóvedas de las naves son cuatripartitas
excepto en el crucero y capilla mayor en que se refuerzan con terceletes.
Durante siglos se tuvo la total seguridad de
que el primer maestro arquitecto de la catedral de Toledo fue Petrus
Petri (Pedro Pérez). Tal certeza se basaba en el único testimonio
existente sobre la autoría, testimonio grabado sobre una lápida, bien a la
vista donde se puede ver esta leyenda escrita en un latín no muy culto:
«Petrus
Petri, fallecido en 1291, maestro de la iglesia de Santa María de Toledo, cuya
fama cundió por sus buenos ejemplos y costumbres, el cual construyó este templo
y aquí descansa, pues quien tan admirable edificio hizo, no sentirá la cólera
de Dios»
A mediados del siglo XX, el obispo
de Ciudad Real investigó a fondo en este tema y sacó a la luz una
serie de documentos que vinieron a demostrar la existencia de un primer maestro
anterior a Petrus Petri llamado maestro Martín, casado con María Gómez,
seguramente de origen francés, mandado llamar por Ximénez de Rada. Uno de los
documentos está fechado en 1227 y nombra a «un maestro Martín de la obra de Santa María de Toledo». En otro
documento donde se da la lista de rentas percibidas por la catedral en 1234
figura de nuevo el nombre de «Maestro
Martín de la obra», de quien se dice ser además inquilino de una casa
perteneciente a la catedral. En escrituras de años posteriores aparecen los
nombres de Martín (albañil) y Juan Martín (maestro de albañiles), que se cree
serían parientes suyos. No han aparecido nuevos documentos, de manera que por
el presente se tiene a este maestro Martín como primer arquitecto. A estos
argumentos hay que añadir que la fecha del comienzo de la construcción cuadraba
mal con la edad de Petrus Petri que por aquellos años debía ser demasiado joven
para ser arquitecto.
Los estudios realizados después de este
hallazgo indican que el maestro Martín sería el autor de las capillas de las
girolas y que al desaparecer por muerte o por ausencia tomó el peso de la
dirección de las obras el maestro Petrus que terminó las girolas y construyó
los triforios al estilo toledano. A finales del siglo XIII estaba
concluida la cabecera y dos tramos de las naves del lado sur.
A finales del siglo XIV aparece documentada
la figura del maestro Rodrigo Alfonso, que puso la primera piedra del claustro
en 1389, bajo el patronazgo del arzobispo Pedro Tenorio que murió
diez años después. Este arzobispo se ocupó de bastantes obras de la catedral,
como la capilla de San Blas en el claustro que es famosa por la riqueza
artística de sus frescos de la escuela de Siena.
El siguiente maestro de quien se tiene noticia
fue Alvar Martínez (otras veces González), que fue aparejador de las canteras
de Olihuelas en el término de Olías del Rey. Es el autor de la
fachada de poniente que se comenzó a construir en 1418. Las reformas hechas en
1787 hacen que esta fachada no se pueda contemplar como era realmente en su
origen. También fue el autor de la única torre de la catedral, en tiempos del
arzobispo Juan Martínez de Contreras, cuyos escudos figuran en el friso
que corona el primer cuerpo. La coronación de la torre fue hecha por otro
gran maestro: Hannequin de Bruselas, que plasmó las armas del siguiente
arzobispo Juan de Cerezuela. Con Hannequin llegó un grupo de maestros
ilustres: Egas Cueman, Enrique Egas, Juan Guas, que trabajaron
en portadas, capillas y obras suntuarias dando fin con su labor a la obra
gótica. Las bóvedas de los pies de la nave central se cerraron en 1493, bajo la
dirección de Juan Guas y Enrique Egas, con el mecenazgo y supervisión del
cardenal Pedro González de Mendoza.
Grandes
mecenas del siglo XVI. Obras y artistas
Durante los siglos XVI, XVII y XVIII se
van sucediendo distintas obras en la catedral, de acuerdo con los nuevos
estilos, obras arquitectónicas (puertas, capillas, altares) y obras suntuarias
de escultura y pintura. El siglo XVI es el siglo de oro para Toledo que es
llamada la Ciudad Imperial. Los mejores y más activos mecenas viven
durante este siglo. Son los arzobispos-gobernadores, que en ausencia de los
reyes cuidan de la ciudad y su magnificencia. En 1493, a final del siglo XV,
el cardenal Mendoza supervisó las obras de cerramiento de las últimas bóvedas
de la catedral y expresó en su testamento su deseo de ser enterrado en el
presbiterio. En la primera década del siglo XV se construyó el sepulcro en
estilo renacentista.
Después ocupó la plaza el cardenal
Cisneros; bajo su influencia y patrocinio se hicieron importantes obras (quizás
la más importante fue la capilla Mozárabe), realizadas por maestros de la talla
de Juan Francés (reja de la capilla mozárabe), Enrique Egas, Juan de
Borgoña (pinturas de la capilla mozárabe) y su maestro mayor Pedro de Gumiel.
Cisneros mandó construir además el magnífico retablo mayor obra de Diego Copín
de Holanda y el claustro alto para la comunidad canónica, más la librería
(biblioteca). Le sucedió Guillermo de Croy, flamenco, que no residió
nunca en Toledo. Alfonso de Fonseca y Acevedo (que había sido arzobispo
de Santiago de Compostela) fue el impulsor de la capilla de los Reyes Nuevos,
obra del arquitecto Covarrubias con pinturas
de Maella (siglo XVIII).
Con el arzobispo Juan Tavera el
renacimiento toledano se encuentra en su gran esplendor. Bajo su gobierno se
construyó el magnífico coro de Alonso Berruguete y Felipe Vigarny,
las fachadas interiores del crucero, la capilla de San Juan o del Tesoro y
otras portadas y adornos. Con Juan Martínez Siliceo la catedral se
vio adornada con la espléndida reja de la capilla mayor, obra de Francisco de
Villalpando.
El cardenal Gaspar de Quiroga fue el
responsable del complejo arquitectónico de la capilla del Sagrario, Relicario,
sacristía]] y patio y casa del tesorero. Las trazas y planos fueron del maestro
mayor Nicolás de Vergara el Mozo. Para construir este complejo se destruyó
el Hospital del Rey que se volvió a levantar frontero y cuyas obras se llevaron
a cabo por el gran cardenal Bernardo de Sandoval y Rojas y el
arquitecto Nicolás de Vergara, entrado ya el siglo XVII.
Exterior
de la catedral
Fachada
principal y grandes puertas
Da la cara a una plaza irregular donde se
encuentra el Ayuntamiento y el Palacio Arzobispal. A la izquierda del
espectador se encuentra la torre campanario que está rematada por una flecha;
tiene dos cuerpos: el inferior, de planta cuadrada, fue diseñado por Alvar
Martínez; el superior, octogonal, corresponde a Hannequin de Bruselas. A la
derecha puede verse el cuerpo saliente de la capilla mozárabe que ocupa el
lugar donde se iba a levantar la segunda torre. Fue mandada edificar por el
cardenal Cisneros.
La cúpula que se ve a la derecha
pertenece a la capilla mozárabe mandada edificar por el cardenal
Cisneros. La fachada principal tiene tres portadas, Puerta del Perdón en el
centro, Puerta del Juicio Final a la derecha y Puerta del Infierno a la
izquierda. La puerta del Perdón es del siglo XV: se comenzó, bajo la dirección
de Alvar Martínez, en 1418. Se llama así porque hubo un tiempo en que se
concedían indulgencias a los penitentes que entraban por ella. Esta puerta en
la actualidad está siempre cerrada y se abre en las grandes ocasiones y cuando
el nuevo arzobispo toma posesión de la catedral primada. Tiene un gran arco con
seis arquivoltas góticas. Sigue la iconografía clásica del gótico,
con la figura del Salvador en el mainel y un apostolado en
las jambas, y en el tímpano aparece la Virgen imponiendo
la casulla a San Ildefonso, tema muy especial de esta catedral
que se repetirá en el interior en capillas y pinturas. Las hojas de la puerta
miden más de 5 m de altura y están chapadas en bronce y muy trabajadas; son del
siglo XIV. La del Juicio Final es la más antigua, y representa, como su nombre
indica, la escena del Juicio Final.
La Puerta del Infierno, en cambio, no presenta
motivos iconográficos reseñables, sino solo decoración de tipo vegetal. Se la
conoce también como puerta de la Torre o de las Palmas porque antiguamente se
reservaba para la entrada de la procesión de las palmas en el Domingo de
Ramos.
La fachada fue modificada en 1787 por el
arquitecto Eugenio Durango bajo el mandato del cardenal Lorenzana. El
escultor fue Mariano Salvatierra. Las obras fueron necesarias por
deterioro de la piedra que no era de muy buena calidad. Es posible que las
puertas avanzaran entre contrafuertes en lugar de la disposición actual pero no
se sabe con certeza.
Alzado oeste. Constituye la fachada
principal del edificio, levantada a los pies de éste. Comenzó su construcción
en el S. XV, concluyéndose en el S. XVI. Posee tres puertas de arcos apuntados
con arquivoltas y gablete datadas en el S. XV. Posteriormente en el S. XVIII la
fachada sufrió una profunda reforma neoclásica realizada en 1.787 por el
arquitecto Eugenio López Durango.
Fachada principal situada a los pies del
templo (oeste). Imagen cedida por el Archivo Municipal de Toledo. Fecha
1859-1879. Datos de edición: (Madrid): Calcografía de la Imprenta Nacional,
(ca. 1859-1879).
Tímpano de la Puerta del Infierno, de la
Torre o de las Palmas. Su interior aparece decorado con motivos vegetales.
Tímpano de la Puerta del Juicio Final
(ca. 1300), también llamada de los Escribanos. La escena del fondo está
compuesta por figuras en altorrelieve divididas en tres franjas superpuestas.
En la parte inferior se representa el infierno con figuras del bestiario y
zooantropomorfas. En la parte intermedia, el mundo terrenal con la resurrección
de los muertos. En la parte superior, el mundo celestial con la figura del Juez
Dios Padre, en posición sedente, flanqueado de hombres y ángeles.
Tímpano de la Puerta del Perdón. Recoge
la escena de La Imposición por parte de la Virgen de la casulla a San
Ildefonso.
Altorrelieve representando La Última
Cena (S. XVIII), obra del escultor Manuel Salvatierra Serrano. Puerta del
Perdón.
Puerta
del Reloj
Es la más antigua de comienzos del siglo XIV y
se encuentra en la fachada del lado norte. Recibe además los siguientes
nombres:
·
de la
Feria porque daba salida a la calle donde antaño se celebraba la feria.
·
de la
Chapinería por ser frontera a la calle que lleva ese nombre, lugar donde
se fabricaban y vendían los chapines.
·
de las
Ollas, porque en su decoración pueden verse algunos de estos utensilios.
El tímpano está dividido en cuatro fajas
horizontales, en las que se muestran escenas de la vida de Cristo: la
Anunciación, la Natividad, la Adoración de los Reyes Magos, la Degollación de
los Inocentes, la Huida a Egipto, la Circuncisión, Jesús entre los doctores, la
Presentación de Jesús en el Templo, el Bautismo y las Bodas de Caná. En la
parte superior del tímpano se representa el Tránsito de la Virgen. El parteluz
o mainel está decorado con la imagen de la Virgen y el Niño. En las
jambas hay imágenes de reyes y santas, todo ello obra del escultor Juan
Alemán que trabajó también en la portada de los Leones.
Por encima de esta portada se aprecia la obra
posterior de Durango, en estilo neoclásico del siglo XVIII, igual que en la
fachada principal. Es obra de consolidación por el mal estado en que se
encontraba la piedra. El intercolumnio central está ocupado por la esfera del
reloj que da nombre a esta puerta. Las figurillas del carrillón son de Diego
Copín. La puerta y su entorno forman un espacio muy agradable con un pequeño
compás cerrado por una reja gótica, obra de Juan Francés, con barrotes muy
simples, un pequeño friso de separación en el centro, labrado, y una crestería
muy sencilla y armoniosa.
Interior
de la puerta del Reloj
Pueden verse diversos medallones; los mejores
son los de la Virgen de la Anunciación de Nicolás de Vergara el
Mozo y del Arcángel san Gabriel de Juan Bautista Vázquez. Se adorna
también con cuadros y escudos. Arriba está el rosetón del siglo XIII que
contiene las vidrieras más antiguas de la catedral. Los batientes interiores de
la puerta son del siglo XVIII, obra de Raimundo Chapuz, mientras que los
batientes exteriores, en bronce, son obra de dos escultores: Zureño (el de la
izquierda) y Antonio Domínguez (el de la derecha).
Puerta de
los Leones
De los siglos XV y XVI. Es la más moderna de
las grandes puertas. Se llama así por los leones que coronan las columnas de la
reja que cierra el pequeño compás. Tiene además otros dos nombres:
·
Puerta
Nueva, al ser la última que se construyó.
·
Puerta
de la Alegría, en alusión a la celebración de la Asunción de la
Virgen que está representada en el testero del fondo, tras las
arquivoltas.
Se construyó entre los años 1460-1466, bajo el
mandato del arzobispo Alonso Carrillo de Acuña; con trazas de Hannequin de
Bruselas y Egas Cueman en colaboración con los escultores flamencos Pedro y
Juan Guas y Juan Alemán, autor del Apostolado. Estos artistas estaban al frente
de un gran taller que contaba con prestigiosos canteros y entalladores.
La estatuaria de la puerta es uno de los
mejores conjuntos hispano flamencos del siglo xv, sobre todo la Virgen del
parteluz y las estatuas de las jambas. Los querubines y ángeles
músicos que acompañan la subida de María a los cielos son obras de arte ejecutadas
con gran delicadeza. La fachada fue alterada por Durango y Salvatierra en el
siglo XVIII, igual que en las otras puertas, para consolidar el edificio. Los
once medallones situados por encima de la última arquivolta representan a
profetas y patriarcas; el del centro representa a la Virgen María. Remata la
puerta una gran estatua de San Agustín orante.
Los batientes de bronce de las puertas son una
obra maestra de Francisco de Villalpando, que hizo una gran labor en los 35
tableros o planchas. Están ocultas a la vista, protegidas con paneles de
madera. Por encima puede verse el gran rosetón de vidrieras
policromadas.
Interior
de la puerta de los Leones
El interior de la puerta corresponde al gran
frontis del crucero en su lado meridional sobre el que descansa el balconcillo
con balaustrada renacentista que soporta la tribuna donde está el órgano del
Emperador, el más antiguo de la catedral, de mediados del siglo XVI, con la
caja ejecutada en piedra. Es tradicional que suene este órgano en la festividad
del Corpus Christi al regreso de la procesión. También se utiliza en
otras ocasiones solemnes o en conciertos.
Más arriba se ve el gran rosetón,
enmarcado en un cuadrado cuyas enjutas están labradas con rosáceas. En la parte
baja del gran frontis está la puerta dividida por parteluz. Sobre la puerta se
ve el tímpano esculpido con temas de la genealogía de la Virgen (árbol de
Jesé), cuyos autores fueron los mismos que trabajaron en el exterior de esta
puerta. Por encima del tímpano puede verse la obra plateresca en cuyo centro
hay un gran medallón de la Coronación de la Virgen, obra de Gregorio
Pardo (hijo mayor de Felipe Vigarny). A ambos lados se ven las estatuas de
David y Salomón, atribuidas a Esteban Jamete.
A derecha e izquierda de este frontis, abajo,
se hallan dos sepulcros. El de la derecha estuvo vacío hasta el 10 de diciembre
de 1993 en que fueron trasladadas desde Roma las cenizas del arzobispo
fray Bartolomé de Carranza, por expreso deseo del cardenal Marcelo
González Martín; el de la izquierda guarda los restos del canónigo Alfonso de
Rojas, representado en una estatua orante.
La reja
exterior de la puerta de los Leones
Se ejecutó esta obra un siglo después de las
grandes rejas de la capilla mayor y del coro, en un estilo completamente
distinto del de aquellas, que daba paso a la solidez y utilidad más que al
gusto por la ornamentación demostrado en el siglo anterior. Su autor
fue Juan Álvarez de Molina, natural de Úbeda (Jaén), que realizó
la reja en la ciudad de Toledo en 1647. Los documentos conservados al respecto
dicen que el rejero recibió 8.504 reales y 12 maravedíes, más los 27.000 que le
habían sido dados con anterioridad. El documento da cuenta del coste del hierro
empleado por el rejero que ascendía a prácticamente la cantidad recibida por el
trabajo.
Otras
puertas y portadas de la catedral
Puerta
Llana
De estilo neoclásico, año 1800, es obra
de Ignacio Haan. Se trata de la única puerta de entrada a la catedral a
ras de suelo, sin escalones, de ahí su nombre. Está formada por un edículo con
frontón triangular, pilastras laterales y dos columnas con fuste liso y
capiteles jónicos a modo de entrada in antis. Por esta puerta acostumbran
a salir las procesiones. En la actualidad es el acceso de visitantes.
Portada
de Santa Catalina
Es una de las dos puertas que se abren al
claustro. De estilo gótico tardío. Sus arquivoltas están labradas con motivos
vegetales de hojarasca y follaje. El pilar que hace de mainel está muy
trabajado en sus caras laterales, con castillos y leones. En su interior
presenta dos secciones. La más alta está ornamentada con una serie de estatuas
con doseletes. En el tímpano sobre el arco gótico hay una pintura de Luis
de Velasco representando la Anunciación.
Puerta de
la Presentación
De tiempos del cardenal Tavera; de rica talla y
miniaturas de imaginería en estilo plateresco elaboradas en buena piedra muy
blanca. Es la otra puerta que conduce al claustro. El medallón es obra de Pedro
Martínez Castañeda (1568) y representa la Presentación de Nuestra Señora.
Torre
En origen, el proyecto fue levantar dos torres,
una a cada lado de la fachada occidental, pero solo llegó a elevarse una, la de
la esquina noroeste, mientras que de la opuesta solo se levantaron los primeros
tramos, siendo este el lugar donde más tarde se construiría la capilla
mozárabe.
La torre fue diseñada y construida por Alvar
Martínez, cuyo trabajo llegó hasta la culminación del 4º cuerpo en 1422; no
dejó trazas ni dibujos para continuar la coronación.
Es gótica, con alguna influencia mudéjar. Tras
una elevada base de planta cuadrada (en cuyo interior se aloja la capilla del
Tesoro) se superponen cuatro cuerpos y por encima un quinto cuerpo de menor
altura. En el segundo cuerpo tenía su vivienda el campanero y el tercero sirvió
de prisión eclesiástica. Entre el primer cuerpo y el segundo se desarrolla
horizontalmente un friso de mármol negro donde se ven realzados en mármol
blanco los escudos del arzobispo Juan Martínez de Contreras, cuyo mandato
fue desde 1422 hasta 1438. La altura total alcanza los 92 m.
El remate de la torre con el cuerpo octogonal
fue obra del arquitecto Hanequin de Bruselas que llegó para trabajar
en esta catedral junto con un grupo de grandes figuras: Egas Cueman, Enrique
Egas y Juan Guas entre otros. El cuerpo octogonal está acompañado de pináculos
y arbotantes y se remata con una flecha que soporta tres coronas
imitando una tiara.
Catedral de planta de salón, con cinco naves,
crucero que no sobresale en planta, girola, capillas laterales y claustro.
Tiene unas dimensiones de 120 metros de largo por 59 de ancho y una altura de
44,50 metros en la nave central. Un total de 88 columnas sostienen la techumbre
formada por 72 bóvedas. El primitivo suelo era de piedra y el actual de
baldosas de mármol se instaló en 1710. Dispone de más de 750 vidrieras de los
siglos XIV, XV y XVI principalmente.
Las naves son de distinta amplitud y diferente
altura. Las dos de los extremos son más anchas y en cambio son de menor altura
que las intermedias. Se trata de una anomalía gótica, que se explica por la
intención de cubrir todo el espacio que ocupaba la antigua mezquita musulmana.
En principio la catedral se diseñó como un templo de tres naves, la central más
ancha y alta que las laterales, pero más tarde se replanteó el diseño para que
el espacio de la Catedral ocupara todo el espacio de la mezquita, por lo que se
decidió la construcción de dos naves mas (las de los extremos) haciéndolas mas
anchas y de menor altura que las intermedias. (Fernando Chueca Goitia)
Girola.
Es de proporciones monumentales destacando su original abovedamiento. Combina
bóvedas triangulares con rectangulares. Tiene dos triforios, el inferior
compuesto por arcos lobulados y el superior por arcos mudéjares entrecruzados.
Interior de la Puerta de Los Leones.
Está formado por unas hornacinas laterales en la parte inferior, con los
sepulcros de Alonso de Rojas Sandoval y Bartolomé de Carranza. En el centro
aparece una doble puerta de nogal, obra de Miguel Copín con su parteluz. En la
parte superior se sitúa el tímpano de la puerta, seguido de un medallón, la
balaustrada (baranda) y el órgano llamado del Emperador fechado en 1.543. En la
parte superior de la imagen aparece un rosetón del S. XV.
Interior de la Puerta de Los Leones
formado por grupos escultóricos góticos y platerescos, obra de Alonso de
Covarrubias (S. XVI). En el parteluz de la puerta aparece el Cristo Resucitado;
en su tímpano las esculturas en altorrelieve policromado con la escena del
Árbol de Jesé y en el medallón central la Coronación de la Virgen entre las estatuas
de David y Salomón.
Crucero del templo visto desde el
transepto norte (interior de la Puerta del Reloj), con la Capilla Mayor a la
izquierda, la Puerta de Los Leones al fondo y el Coro a la derecha.
Las capillas mayores y menores concebidas en
el proyecto de Rodrigo Ximénez de Rada rodeaban en sus orígenes la
cabecera de la catedral. De ellas, algunas desaparecieron y otras se ampliaron
o reordenaron. De las menores solo permanecen las capillas de Santa Ana y San
Gil. De las mayores, se conservan con elementos de la primera época las de San
Juan Bautista y Santa Leocadia de Toledo. Alteradas solo en su ornamentación
permanecen la capilla de Reyes Viejos y la de Santa Lucía.
Modificadas o desaparecidas quedaron el resto,
aunque en algunas se puede reconocer la embocadura: seis capillas pequeñas de
la girola dieron paso en los siglos XIV y XV a las capillas funerarias de San
Ildefonso y Santiago; la del Cristo de la Columna (también llamada de San
Bartolomé) se transformó a principios del siglo XVII para dar paso a la del
Cristo de los Estudiantes (o Cristo de las Tapaderas); la de Santa Bárbara, la
de San Nicolás, la de Santa Isabel y la de la Santísima Trinidad se integraron
en otras estructuras aunque algunos detalles permiten reconocer su anterior
existencia.
Después de las distintas modificaciones se
encuentran las mencionadas Capilla de los Reyes Viejos, San Juan Bautista,
Santa Leocadia y Santa Lucía, además de la de San Eugenio, la de San Blas
-incorporada al claustro-, la de San Pedro y la de los Reyes Nuevos.
En las sucesivas remodelaciones y obras, casi
siempre se siguió el criterio de avanzar desde la cabecera de la catedral hacia
el muro, y eso explica bien el trazado actual, a veces caótico, con respecto a
los primeros diseños. De la capilla de los Reyes Viejos se desconoce su primera
denominación. La actual tiene su origen en 1498 cuando el cardenal Cisneros
quiso trasladar desde la capilla mayor los enterramientos reales, cosa que
finalmente no se hizo. En el siglo XIII sirvió como funeraria para
albergar los restos mortales del arzobispo Gonzalo Díaz Palomeque. La capilla
de Santa Lucía constituye uno de los pocos espacios donde se pueden apreciar
restos de la antigua mezquita y en concreto, una columna y su capitel.
La capilla de San Eugenio (llamada también de
San Pedro el Viejo o del Corpus Christi), se encuentra en el costado sur, y
mantiene todo el estilo arquitectónico del siglo XIII a diferencia del
resto. La de San Pedro (situada en el muro norte y pegada a la panda este del
claustro) es la más grande y cumple las funciones de capilla parroquial. Es de
cabecera heptagonal, con dos líneas con bóvedas de terceletes y su destino, al
ser construida al inicio del siglo XV, fue servir de capilla funeraria al
arzobispo Sancho de Rojas.
Capilla Mayor
La capilla mayor de la catedral acumula una
gran riqueza en obras de arte, empezando por la propia arquitectura del
recinto. En su origen estaba separada en dos partes con dos bóvedas
independientes. La bóveda poligonal pertenecía a la capilla de los Reyes Viejos
que quedaba algo separada. Con esta división, el presbiterio resultaba algo
estrecho y no muy propio de semejante catedral. El cardenal Cisneros tuvo muy
claro reconstruir esta parte de la catedral y tras algunas situaciones de
enfrentamiento con el Cabildo, consiguió el consentimiento para demoler la
dicha capilla de los Reyes Viejos, hacer el presbiterio más amplio y dar
espacio suficiente para el gran retablo gótico que él mismo había encargado.
También en su origen, la capilla estaba cerrada
lateralmente por dos magníficas "rejas" de piedra, que eran como
enormes cancelas. La parte correspondiente al Evangelio fue destruida al hacer
el mausoleo del cardenal Mendoza. Queda la parte correspondiente a la Epístola
y por ella puede deducirse que se trataba de un gran trabajo. Algunos críticos
de arte aseguran que esta reja pétrea es de lo más bello de la catedral. Es
posible que se terminara de hacer en tiempos del arzobispo Pedro de
Luna cuyas armas y blasones policromados de Castilla y León figuran en
esta obra. Está copiosamente decorada de estatuaria y rematada por un coro de
ángeles que parecen ir volando. En armonía con esta obra de piedra calada se
construyeron los dos pilares que dan paso al interior de la capilla. En el
pilar de la izquierda puede verse la estatua de una figura con barba y cayado
de pastor, el famoso pastor llamado Martín Alhaja que (según la
leyenda) dio información en la batalla de Las Navas de Tolosa; el pilar
contrario se llama del Alfaquí por la estatua de este personaje Abu
Walid quien llevó al rey Alfonso VI un mensaje de tolerancia (véase la sección
La catedral de Alfonso VI).
Todo el presbiterio está labrado y cincelado
con figuras de todos los tamaños y figuras mitológicas. En la parte poligonal,
en el lado del Evangelio se encuentran los sepulcros bien decorados y con
estatuas yacentes de Alfonso VII de León y Pedro de Aguilar, hijo
ilegítimo de Alfonso XI el Justiciero. En el lado de la Epístola están los
enterramientos de Sancho IV de León y Castilla y del rey Sancho III de
Castilla. Las imágenes de los reyes están ejecutadas en madera labrada por Copín
de Holanda y policromada por Francisco de Amberes. Se cierra con la
magnífica reja de Francisco de Villalpando, firmada humildemente en un
rincón con las palabras Labor ubicumque (trabajo en todas partes).
Capilla del Sepulcro dentro de la capilla mayor
Debajo del altar
mayor está la capilla del Sepulcro a manera de cripta. Se accede a ella por
fuera del presbiterio y a través de una puerta enrejada que conduce a las
escaleras de bajada. Es una capilla abovedada que contiene tres altares. El del
centro está dedicado al Santo Entierro y tiene un hermoso grupo escultórico de
Copín de Holanda. El de la derecha tiene importantes pinturas de Luis
Medina y Francisco Rizi. El altar de la izquierda está dedicado a san
Julián y presenta una talla de este arzobispo más dos tablas italianas con el
tema de san Pedro y san Pablo.
Retablo
de la capilla mayor
Es un retablo gótico florido, una de las
últimas manifestaciones de este arte que desaparecía para dar paso al
Renacimiento. Fue encargado por el cardenal Cisneros; la obra se inició
en 1497 y terminó en 1504. Entre los arquitectos, pintores y
escultores que intervinieron en esta obra maestra colectiva,
estuvieron: Enrique Egas y Pedro Gumiel (diseño); Francisco
de Amberes y Juan de Borgoña (estofado y policromía); Rodrigo
Alemán, Felipe Vigarny, Diego Copín de Holanda y Sebastián
de Almonacid (imaginería); y Petit Juan o Peti
Joan (entallado y filigranas).
El retablo cuenta con una importante estatuaria
y con una magnífica y delicada filigrana de pilarcillos, agujas, doseletes,
chambranas, todo obra de Petit Juan Consta de sotobanco y predela; cinco
calles, la del centro más ancha, más otras dos estrechas en los lados y cinco
pisos cuya línea de separación no es horizontal sino escalonada. Los temas de
la calle central de abajo arriba son figura sedente de la Virgen con el Niño
chapada en plata (en la predela). Sobre ella está el sagrario, una custodia
gótica tallada en madera. Encima el tema de la Natividad y más arriba la
Ascensión. Culmina con un monumental Calvario. En las otras calles se
distribuyen los temas de la vida y pasión de Jesús.
Sepulcro del cardenal
Mendoza
El sepulcro del Cardenal Mendoza se
ubicó en la Catedral como él mismo había manifestado en 1493, si bien el
Cabildo se opuso en un primer momento a que fuera en el presbiterio, pues ese
espacio debía conservarse para la posición privilegiada de los monarcas. Sin
embargo, al final hubo de cambiarse la estructura del coro y mover
enterramientos reales para acomodar el sepulcro según último dictamen del
Cabildo, reforzado por la intervención personal en favor
del cardenal de los Reyes Católicos y el inestimable hacer de los que
Isabel la Católica llamaba los tres bellos pecados del cardenal (sus
hijos). Su propia muerte, el 11 de enero de 1495 en Guadalajara, estuvo
rodeada de un halo de santidad por asegurar los presentes haber visto una cruz
blanca destellar al tiempo del óbito.
Fue el primer sepulcro castellano renacentista.
Consiste en una estructura de arco abierto, central, y dos más pequeños,
labrado en dos frentes y en el que se puede ver el enterramiento tanto desde
dentro como desde fuera, siguiendo un modelo de arco de triunfo tipo
romano que escandalizó en su época a los que asistieron a su construcción,
tanto por su espectacular forma como por abandonar el estilo gótico que hasta
ese momento se consideraba adecuado. La autoría de la obra no está clara,
atribuyéndose al florentino Andrea Sansovino que más tarde trabajó en
la corte portuguesa con estilo similar.
El impacto sobre otras obras posteriores fue
enorme: los sepulcros de Fadrique de Portugal, Pedro López de Ayala o Fernando
de Arce —Comendador de Montijo— entre otros, fueron imitación parcial de este
nuevo modelo.
Capilla
Mozárabe
La Capilla Mozárabe está ubicada en el ángulo
suroeste de la fachada sur, alojada en el interior del arranque de una torre
que nunca se construyó. El nombre original de la misma, dado por el cardenal
Cisneros, fue Capilla del Corpus Christi en el año 1500 y su destino
desde los inicios era el mantenimiento del rito hispano mozárabe. Se han
dado numerosas explicaciones a la voluntad de Cisneros de que se recuperase una
tradición en decadencia ya en aquellos momentos. La más plausible es el deseo
del cardenal de conciliar en la catedral distintos sentimientos religiosos que
aún se mantenían y por los que él sentía especial aprecio. Había que tener en
cuenta que, ya el 20 de marzo de 1101, Alfonso VI había dado a los mozárabes de
Toledo un privilegio en los tributos y en 1371, Enrique II de Castilla lo
confirmó. Ello explica el interés de Cisneros en que se recuperasen los códices, breviarios y misales,
se restaurasen en la medida que ello fuera posible y se volviesen a publicar en
nuevas ediciones. Refuerza la tesis la elevada suma que debió pagar al
Cabildo catedralicio para unir la antigua Sala Capitular y otra capilla menor y
realizar la obra (3800 florines de oro). Sea como fuere, la capilla celebró
misa bajo el rito recuperado desde sus inicios y el número y frecuencia de los
asistentes fue muy amplio.
Al terminarse, la capilla mozárabe quedó como
una planta cuadrada bajo una cúpula octogonal, posiblemente con un artesonado
de estilo mudéjar que se perdió en el tiempo (bien por un incendio hacia 1620,
bien por alguna de las muchas remodelaciones que sufrió después). La actual
cúpula es del siglo XVII, obra del hijo de El Greco, Jorge Manuel
Theotocópuli que la diseñó con ocho paños más linterna. Cisneros dispuso
que Juan de Borgoña, a imitación de las pinturas sobre las conquistas de los
Reyes Católicos, recogiera en su interior pinturas que destacasen la conquista
de Orán.
La reja gótica que da paso al interior de la
capilla es de Juan Francés (1524); tiene entre otros elementos de
ornamentación los escudos de Cisneros. El altar está
realizado en bronce y mármol de varios colores, obra de Juan Manzano del siglo XVIII.
En el centro puede verse una imagen de la Virgen con el Niño, de mosaico del
siglo XVIII. Se cuenta que fue traída desde Roma y que el buque naufragó
quedando la imagen durante algún tiempo en el fondo del mar. Por encima del
retablo hay un crucifijo hecho de una pieza, tallado en raíz de hinojo
mexicano, traído por el dominico fray Gabriel de San José en 1590. Otra reja
gótica, obra del toledano Julio Pascual separa el coro del resto de
la estancia. La bóveda de la capilla es extraordinariamente bella.
La misa en rito hispano mozárabe había
tenido su origen en los primeros cristianos de la península y era llamada en
sus inicios como rito hispanorromano, también durante la etapa visigoda.
La unificación de los distintos ritos por el papa Gregorio VII no
evitó que en Toledo se mantuviera un rito propio, (a la postre llamado hispano
mozárabe) que tomaba su razón de ser en el viejo hispanorromano. De hecho, la
desaparición del rito en su zona más extensa, Andalucía, dejó a Toledo como
casi único lugar donde se practicaba el culto, reducido a seis parroquias,
aunque de hecho solo cuatro lo mantuvieran. También se mantiene en la capilla
de Talavera de la catedral vieja de Salamanca.
Capilla
de los Reyes Nuevos
(Ver nº
1 en el plano). La capilla original fue fundada por Enrique II de Castilla en
1374 tomando el nombre de Capilla Real. Se encontraba situada a los pies
de la nave norte, apropiándose el último tramo, por lo que cortaba e impedía el
paso por el final de esta nave. El Cabildo quiso cambiar en 1534 el lugar de
esta capilla para despejar la nave y el arzobispo Alonso de Fonseca y
Ulloa pidió al emperador el permiso correspondiente para trasladar los
restos allí enterrados. Pero lo difícil era buscar un sitio idóneo, lo cual por
fin se solucionó gracias al ingenio y habilidad de su arquitecto.
La actual capilla está situada entre el lado
norte de la de Santiago y la de Santa Leocadia, en la cabecera. Tiene un acceso
raro y difícil solucionado por el gran arquitecto Alonso de Covarrubias.
Se llama así en referencia al nuevo linaje de la casa de Trastámara. Es una
capilla sin culto; anteriormente el culto era mantenido por el capítulo
llamado Capellanes de Reyes.
Distribución
del espacio
Más que una capilla puede considerarse como una
pequeña iglesia, de una nave con dos tramos y un ábside poligonal, más una
sacristía y un vestíbulo de entrada, solución original de Covarrubias. Se
construyó entre 1531 y 1534. Es la primera gran obra de Covarrubias en Toledo.
Los dos tramos de la nave tienen bóveda de
crucería gótica pero toda la ornamentación y labra de los sepulcros son
renacentistas. Están separados por la reja de Domingo de Céspedes. El
primer tramo forma el cuerpo de la pequeña iglesia con algunos altares y en el
segundo tramo es donde se encuentran los enterramientos reales trasladados y
metidos en arcosolios renacentistas, obra de Covarrubias.
Tras el arco que da acceso al presbiterio se
encuentran dos altares pequeños, obra neoclásica diseñada por Ventura
Rodríguez. El altar mayor es de Mateo Medina; tiene una pintura
de Maella con el tema de la Descensión (es el tema que representa a
la Virgen que desciende para agradecer a San Ildefonso su devoción), enmarcada
por dos columnas corintias.
Como recuerdo histórico se conserva en esta
capilla colocado en un maniquí, el arnés del alférez Duarte de Almeida que
luchó en la batalla de Toro (donde perdió los dos brazos siendo hecho
prisionero por las tropas de los Reyes Católicos en 1476).
Se encuentran en esta capilla los
enterramientos de gran parte de la dinastía Trastámara, con las excepciones de
Isabel la Católica (enterrada en Granada), Juan II de Castilla (enterrado en
la Cartuja de Miraflores de Burgos) y Enrique IV de Castilla
(enterrado en el monasterio de Guadalupe de Cáceres).
A la derecha están los sarcófagos de Enrique II
de Castilla y su esposa Juana Manuel de Villena. Cerca está la estatua
orante de Juan II, obra de Juan de Borgoña (sin enterramiento). A la izquierda están
los de Enrique III el Doliente y Catalina de Lancáster. En el presbiterio, a la
izquierda y junto al retablo se encuentra el sarcófago de Juan I de Castilla y
a la derecha el de su esposa Leonor de Aragón y de Sicilia.
Capillas
del muro sur
Se hace la relación empezando por los pies de
la nave lateral sur. La primera de todas sería la capilla Mozárabe que tiene su
espacio de descripción en otra sección. A continuación de esta capilla y
siempre en el mismo muro sur se encuentran dos sepulcros, obra de Alonso
de Covarrubias. Pertenecen a Tello de Buendía, obispo de Córdoba y arcediano de
Toledo (a la derecha) y a Francisco Fernández de Cuenca, arcediano de Calatrava
(a la izquierda).
Capilla
de la Epifanía
Se encuentra a continuación de la capilla
Mozárabe. La pintura del retablo, atribuida a Juan de Borgoña, sobre el tema de
la Adoración de los Reyes Magos da el nombre a esta capilla. Fue fundada por
Pedro Fernández de Burgos y su esposa María Fernández que están enterrados en
el muro del lado de la Epístola. Más tarde fue restaurada por Luis Daza (muerto
en 1504) que fue capellán mayor de Enrique IV y está enterrado junto al muro
del Evangelio. La cierra una buena reja del estilo empleado por el
rejero Juan Francés. Puede verse como figura del donante el
retrato del capellán, en la predela del retablo. En un lateral de esta capilla
se encuentra su sepulcro, en arcosolio gótico.
Se accede por una reja de bastante valor
artístico, que lleva incorporado el escudo de la familia Salcedo, pues la
capilla fue fundada en 1502 por Juan de Salcedo, protonotario apostólico y
canónigo toledano, cuya tumba se halla en el muro del Evangelio. En su retablo
gótico se ven pinturas de Francisco de Amberes y en el lateral izquierdo el
sepulcro del fundador.
También se cierra con una gran reja, firmada
por Juan Francés con la siguiente leyenda:
«Juan
Francés, maestro mayor de las rejas»
Tiene un buen retablo donde se cree que
trabajaron los maestros Juan de Borgoña y Francisco de Amberes. Está dividido
en tres calles y cinco tramos. La tabla central representa al titular Martín de
Tours, obispo de Tours y se cree que trabajó en ella Andrés Florentino. En los
laterales se encuentran los sepulcros con bultos yacentes bajo arcosolios de
los canónigos Tomás González de Villanueva y Juan López de León.
Capilla
de San Eugenio
Anteriormente se llamó capilla o parroquia de
San Pedro. Se cambió el nombre en tiempos del arzobispo Sancho de Rojas.
Tiene la particularidad de conservar la
arquitectura originaria del siglo XIII. Se cierra con una reja muy parecida a
las otras firmadas por Juan Francés. En el retablo está la imagen del santo
titular, arzobispo de Toledo, obra de Copín de Holanda. Esta capilla guarda
una pieza singular por su fecha y por su arte: Es el sepulcro del
caballero Fernando Díaz Gudiel, alcalde mayor de Toledo y señor de la
Torre de Esteban Hambrán, muerto en 1278. Se trata de una obra mudéjar, sin
arquitectura ni escultura, simplemente con decoración de yesería
mudéjar en que predominan las alharacas (o temas geométricos). El
arcosolio está delimitado por dos columnas dobles que sobresalen del friso
superior o cornisa adornada con mocárabes. Limitando esta cornisa hay una
inscripción en lengua y caracteres árabes que dice de manera repetitiva:
«A la
madre de Dios. A la Virgen María»
El otro enterramiento es del canónigo y obispo
Fernando del Castillo, muerto en 1521, obra singular de Alonso de Covarrubias.
En el espacio comprendido entre esta capilla y
la puerta de los Leones se encuentra la monumental pintura de San
Cristobalón realizada en 1638 por el pintor Gabriel de Rueda.
Capillas
de la Girola
Las capillas originales eran pequeñas y estaban
dispuestas alternando el tamaño, según era marcado por las bóvedas. Con el
tiempo se hicieron reformas que cambiaron por completo la colocación y medida
de algunas de ellas. Se hace la descripción empezando por el lado de la
Epístola (a la derecha).
Capilla de Santa Lucía
También llamada de san José, es una de las más
antiguas de la catedral. Fue fundada por Jiménez de Rada. Se conserva su
arquitectura primitiva del siglo XIII. Se guardan algunos cuadros y epitafios.
Capilla
de los Reyes Viejos
Se llamaba este espacio capilla del
Espíritu Santo y fue fundada por el arzobispo Gonzalo Díaz Palomeque.
La anterior capilla con la denominación de Reyes Viejos fue fundada
por Sancho IV y se encontraba en la parte alta del presbiterio de la capilla
mayor, donde continúan respetados los sepulcros de los reyes. El cardenal
Cisneros la desmontó y la mandó llevar al lugar que ocupa ahora. Se cierra con una
buena reja de Domingo de Céspedes mientras que la del coro es de Julio Pascual.
La capilla consta de tres interesantes retablos platerescos de Francisco
Comontes; el del medio tiene once buenas tablas hispanoflamencas y una
reliquia de la Santa Faz (o Santo Rostro), regalo del papa Inocencio X,
que el rey Felipe IV mandó colocar aquí.
Capilla
de Santa Ana
Fundada en su origen por Jiménez de Rada
restaurada por Juan de Mariana que tiene aquí su enterramiento. Con buena verja
plateresca. Es de las más pequeñas.
Capilla
de San Juan Bautista
Cerrada por una reja gótica. Su fundador fue el
arcediano de Niebla y canónigo de Toledo Fernando Díaz de Toledo cuyo sepulcro
sufrió destrozos en 1790, salvándose solamente la figura del yacente que se
colocó en un lateral de la capilla. En el recinto se conserva un relicario
con un valioso cristo de marfil. La capilla tiene sacristía, cuyo espacio
correspondía a lo que fue capilla de San Brito o San Bricio.
Capilla
de San Gil
Considerada como una pequeña joya. Es muy
pequeña. Fue restaurada en el siglo XVI por Miguel Díaz, canónigo y
notario apostólico, un hombre de gustos refinados en cuanto a arte se refiere y
que mandó pintar todo el interior con decoración al estilo pompeyano, la moda
que por entonces se estilaba en el Monasterio de El Escorial; está enterrado en
esta capilla. La reja es también un ejemplar de buen gusto. Tiene en su
interior un pequeño retablo de distintos mármoles cuyas figuras se atribuyen
a Berruguete.
Espacios
de la Sala Capitular
A continuación vienen tres espacios
pertenecientes a la Sala Capitular (ver
nº 3 del plano). El primero (una antigua y pequeña capilla) es una
especie de vestíbulo por el que se accede al segundo que es la Antesala
Capitular, con un artesonado mudéjar de lacería realizado
por Francisco de Lara que lleva como remate un friso plateresco. La puerta de
acceso a la Sala Capitular es también mezcla de mudéjar y plateresco, obra
de Bernardino Bonifacio de Tovar, realizada en 1510. Este vestíbulo está
amueblado con buenos roperos realizados el de la izquierda por Gregorio Pardo
(siglo XVI) y el de la derecha por Gregorio López (siglo XVIII).
Desde la pieza que hace las veces de antesala
se accede a través de una puerta bellísima con decoración mudéjar en el llamado
estilo Cisneros. La sala capitular fue mandada construir adherida al ábside por
su lado sur, por el cardenal Cisneros, sobre el año 1504. Las trazas le fueron
encomendadas al arquitecto Enrique Egas.
Es una habitación rectangular con muros planos,
cuya techumbre se cubre con un buen artesonado mudéjar-plateresco, obra de
Diego López y Francisco de Lara que realizaron entre 1508 y 1510. El friso que
está debajo del artesonado y recorre las cuatro paredes (llamado
también alicer) lleva ornamentación plateresca muy rica. Toda la sala está
recorrida por un banco de madera que hace la función de sitiales para los
prelados, salvo la silla arzobispal que se encuentra al fondo en el centro del
muro; fue labrada por Copín de Holanda y terminada en 1514. Sobre los sitiales,
en dos filas y a lo largo de los muros se hallan todos los retratos de los
arzobispos desde San Eugenio hasta el último. El autor de los retratos desde
San Eugenio hasta Cisneros fue Juan de Borgoña. De Francisco Comontes los
de Tavera y Silíceo; el de Bartolomé de Carranza de Luis de
Carvajal. El de Quiroga, de Luis de Velasco. El de Sandoval y Rojas es obra de
Tristán; el de Moscoso, de Rizi; el de Iguanzo, de Vicente López.
Puerta que comunica la Antesala con la
Sala Capitular, de estilo plateresco con decoración en estuco a la manera
morisca, obra de Blandino Bonifacio.
Entre la galería de retratos y el friso del
artesonado los muros se muestran con pinturas al fresco. Constituyen uno de los
grandes conjuntos de la pintura mural española. Las columnas pintadas dividen
los paneles donde se representan escenas de la vida de la Virgen y de la Pasión
de Cristo. Es obra excepcional de Juan de Borgoña.
A continuación de la Sala Capitular y antes de
llegar a la gran capilla de San Ildefonso hay dos pequeñas capillas: San
Nicolás, fundada por el arzobispo Gudiel en el siglo XIII y la
de la Trinidad, restaurada por el canónigo Rafael Gutiérrez Díaz en el siglo
XIV.
Silla arzobispal de madera que preside
la sala, obra de Diego Copín de Holanda, realizada en 1.509 en estilo
plateresco. En la parte inferior de la sala aparecen los retratos de los
prelados toledanos, muchos de ellos obra de Juan de Borgoña.
Capilla
de San Ildefonso
(Ver nº 8 en el plano). Se encuentra situada en
el eje de la girola y es frontera al Transparente. Está consagrada bajo la
advocación de san Ildefonso. Su construcción data de finales del siglo XIV en
que se hizo su sepulcro que se muestra exento en el centro de esta capilla.
La capilla ocupó el espacio de tres capillas
antiguas, una central de tamaño grande y dos colaterales de las pequeñas. Es de
planta octogonal, siendo de las primeras en que se impone el modelo de ochavo
para capillas funerarias. El historiador de arte y arquitecto
español Fernando Chueca Goitia opina que la antigua capilla central
estuvo desde antiguo dedicada a san Ildefonso, al estar en el mismo centro de
la girola.
Sobre la clave del arco central de la entrada
se encuentra una pintura con el retrato de Esteban Illán, personaje
histórico que según la leyenda proclamó a Alfonso VIII como rey de
Castilla y lo hizo desde lo alto de la torre de la iglesia de San Román.
La capilla cuenta con tres estilos de distintas épocas: gótico en los arcos,
bóvedas y algún sepulcro; plateresco en el sepulcro del obispo de Ávila;
neoclásico en el retablo central. Este retablo se llevó a cabo en el siglo XVIII,
en tiempos del cardenal Lorenzana, y está realizado en mármol, jaspe y
bronce. Fue diseñado por Ventura Rodríguez; el gran relieve del centro
con el tema de la imposición de la casulla a San Ildefonso, realizado en
mármol, es obra de Manuel Francisco Álvarez.
El sepulcro del cardenal Gil Carrillo de
Albornoz se encuentra exento en el centro de la capilla, con decoración gótica
de arquillos y figuras de plorantes en los cuatro frontales. A la derecha del
retablo se encuentra el sepulcro del obispo de Ávila Alonso Carrillo de
Albornoz fallecido en 1514. Es obra de Vasco de la Zarza, escultor
renacentista castellano. Se considera la mejor obra de la capilla. Los
restantes sepulcros son también enterramientos de la familia Albornoz.
Capilla
de Santiago
(Ver nº
7 en el plano). Llamada también capilla de Álvaro de Luna por ser
este personaje histórico quien la mandó construir y quien la fundó como lugar
de enterramiento para él y su familia. Es de las más grandes de la girola pues
ocupa el espacio de tres de las antiguas, una grande y dos pequeñas; es de
planta ochavada y estilo flamígero muy depurado y selecto, de los
mejores ejemplos que se dan en España. Este estilo se ve reflejado en los arcos
de entrada con sus tracerías caladas y en la claraboya de los arcos ciegos del
interior, más los gabletes, cairelados (festón calado y colgante) y
nervios que desde el suelo cruzan la bóveda formando una estrella. Sin embargo
en el exterior los rasgos son austeros, totalmente hispánicos. Frente a la
piedra blanca y agradable del interior, aquí se utiliza el granito y la cúpula
se remata como un castillo almenado y con garitones.
Historia
de la capilla de Santiago
En 1435 el condestable Álvaro de Luna estaba
en pleno apogeo de poder político. Quiso tener en la catedral primada su propia
capilla funeraria para su enterramiento y el de su familia y a tal efecto
compró la anterior capilla de Santo Tomás Canturiense (o de
Canterbury) que había sido mandada edificar en el siglo XII por la
reina Leonor Plantagenet, siendo esta la primera dedicada a este santo
fuera de Inglaterra. Se sabe que Álvaro de Luna mandó realizar su sepulcro en
vida para lo cual fue elaborado un bulto redondo de su persona que consistió en
un artilugio algo extraño pues el bronce se levantaba y se ponía de rodillas
mediante un mecanismo especial en el momento en que empezaba la misa. Cuando
murió, la capilla estaba todavía en obras así que su terminación corrió a cargo
de su esposa Juana de Pimentel y más tarde de su hija María de Luna
que fue quien mandó esculpir los sarcófagos de sus padres en 1498, probable
fecha de la terminación de la capilla. La construcción la llevó a cabo el gran
equipo de Hanequin de Bruselas.
Retablo
de la capilla de Santiago
Madera policromada. Es gótico, obra de Pedro de
Gumiel con 14 tablas pintadas por Sancho de Zamora y Juan
Rodríguez de Segovia, a quien se suele identificar como el maestro de los Luna.
El retablo fue contratado por María de Luna, hija del condestable Álvaro de
Luna, el 21 de diciembre de 1488 en el castillo de Manzanares el Real, con
Sancho de Zamora, quien actuó en su nombre y en representación de Juan
Rodríguez de Segovia, vecino de Guadalajara, y de Pedro de Gumiel, vecino de
Alcalá de Henares. En el centro se encuentra la estatua de Santiago y en la
predela está pintada la escena del Llanto ante Cristo muerto y a sus
lados los retratos del Condestable y su esposa como donantes acompañados por
San Francisco y San Antonio.
Enterramientos
de la capilla de Santiago
Los dos sepulcros exentos que están en el
centro de la capilla corresponden al Condestable Álvaro de Luna y a su esposa
Juana de Pimentel. Los bultos yacentes son esculturas hispanoflamencas
de Pablo Ortiz y Sebastián de Almonacid. Las figuras orantes de
las esquinas son de mucha calidad; en la del Condestable son caballeros de
Santiago y en la de su esposa son frailes franciscanos.
En los arcosolios de las paredes están los
enterramientos de Juan de Luna (hijo del Condestable), Álvaro de Luna (padre
del Condestable), el arzobispo Juan de Cerezuela (hermano del Condestable) y
arzobispo Pedro de Luna (tío del Condestable). En época presente este mausoleo
pertenece a los duques del Infantado que tienen debajo de la capilla su propia
cripta funeraria.
Capilla
de Santa Leocadia
Muestra una celosía de piedra flamígera. Sirve
como capilla funeraria para el canónigo Juan Ruiz Ribera que mandó restaurarla
en 1536. Sus restos están en una urna cineraria ubicada dentro de una
hornacina. En la pared frontera está enterrado su tío Juan Ruiz el Viejo. En el
retablo está la imagen titular de Santa Leocadia, lienzo del siglo XVIII pintado
por Ramón Seyro (discípulo de Mariano Salvador Maella, enmarcado en
mármoles blancos y negros.
Capilla
del Cristo de la Columna
Es un espacio muy reducido. Lo más
significativo es el retablo atribuido a Copín de Holanda, donde se muestran
buenas tallas de Cristo atado a la columna entre San Pedro y San Juan, en actitud
de orar.
Capillas
del muro norte
Capilla
de San Pedro
Está situada entre la puerta del Reloj y la de
Santa Catalina (que conduce al claustro). Su fundador fue Sancho de
Rojas que tiene en este lugar su enterramiento (encargado al arquitecto
Alvar Martínez). Más que una capilla es una pequeña iglesia que hace las
veces de parroquia, cuyo recinto se alarga hacia el norte, adosado al muro este
del claustro. Se accede por una reja limitada por una portada gótica con
arquivoltas decoradas con temas vegetales y heráldicos en que se repite el
escudo de los Rojas que lleva 5 estrellas; esta entrada está sobre una pared
con pinturas al fresco atribuidas a Pedro Berruguete o a Íñigo
Comontes. Sobre el vértice de la última arquivolta está el busto del arzobispo
fundador y a derecha e izquierda, los bultos pequeñitos de las 14 dignidades
mitradas del cabildo. En el centro y sobre la estatuilla del arzobispo hay otra
imagen gótica de mayor tamaño, de San Pedro en Cátedra, bajo doselete gótico.
Capilla
de la Piedad
Fundada por el canónigo tesorero Alfonso
Martínez para su enterramiento. El altar está dedicado a Santa Teresa cuya
imagen se atribuye a Pedro de Mena o a su taller.
Capilla
de la pila bautismal
Lo más notable es la reja de acceso, de Domingo
de Céspedes. La pila de bautismo es una buena pieza hecha en bronce, muy
decorada con elementos gótico-renacentistas.
Tiene una buena reja de acceso. Está consagrada
a la Virgen de la Antigua cuya imagen se ha venido venerando desde siempre con
la creencia de que era anterior a la llegada de los árabes. Delante de la
imagen se bendecían las banderas y estandartes de los ejércitos que iban a
entrar en combate.
También conocida como del Cristo de las
Cucharas en referencia a los cucharones del blasón de la familia López de
Padilla. Fundada por Teresa de Haro, mujer del mariscal Diego López de
Padilla.
Se trata del conjunto arquitectónico
comprendido por los espacios de la Sacristía (más vestuario y otras
dependencias), patio y casa del Tesorero, capilla del Sagrario y capilla del
Ochavo o Relicario, situado en el lado norte de la catedral.
(Ver nº 4 en el plano). La sacristía es
un espacio de grandes proporciones que cuenta además con otras piezas
contiguas: antesacristía, vestuario y colección de indumentaria. La
antesacristía tiene planta rectangular. Es una estancia decorada con grandes
pinturas de los artistas italianizantes Vicente Carducho y Eugenio
Caxés, más Francisco Rizi y Lucas Jordán.
Las trazas de la sacristía fueron de Francisco
Vergara el Mayor y Juan Bautista Monegro, en estilo herreriano. La bóveda
de cañón con lunetos está fastuosamente decorada con las pinturas del
napolitano Lucas Jordán. El tema principal es la Imposición de la Casulla
a San Ildefonso, tema que se encuentra repetido en toda la catedral tanto en
pinturas como en escultura. En las paredes están expuestos una gran variedad de
lienzos enmarcados con todo lujo, que forman una auténtica pinacoteca de gran
valor. Los más apreciados son los 15 de El Greco (con un apostolado
completo), sobre todo El Expolio que está como retablo del altar del
fondo, enmarcado en mármoles y dos columnas corintias. Los demás cuadros
pertenecen a los artistas Luis de Morales, Pedro de Orrente, Juan
Pantoja de la Cruz, Juan de Borgoña, Luis Tristán, Anton van Dyck, Goya, Bassano
el Mozo y alguno más. Además de las pinturas se encuentran en la sacristía
una serie de objetos valiosos encabezados por la Biblia Rica de San
Luis rey de Francia que data de 1250, con 750 miniaturas a toda plana y
5.000 repartidas en las páginas manuscritas de los tres tomos. Fue una
adquisición de Alfonso X.
En el cuarto siguiente se encuentra el
vestuario (ver nº 2 en el plano) cuyo techo está pintado por Claudio
Coello y José Donoso. En este espacio se guardan unas buenas
pinturas, réplicas de Tiziano (El papa Paulo III'),
Velázquez (El cardenal Gaspar de Borja) y Giovanni Bellini (El
entierro de Cristo). Hay otra serie de lienzos de grandes artistas cuyo
conjunto llega a constituir un auténtico museo.
En otro espacio se encuentra la colección de
indumentaria que cuenta con un buen número de piezas valiosas. Hay un total de
70 ternos; capas pluviales de los siglos XVI y XVII, algunas bordadas por el
padre de Alonso de Covarrubias que tenía este oficio. Es especial la
capa del arzobispo Sancho de Aragón, hijo de Jaime I de Aragón, bordada
con emblemas heráldicos. Otro buen ejemplar es la capa del cardenal Gil de
Albornoz con bordado gótico de escenas de la Biblia y santos,
principalmente ingleses. Se conserva el capillo y una banda bordada de la gran
capa que llevó Carlos I de España en su coronación en Aquisgrán.
Hay expuesto un estandarte árabe ganado en
la batalla del Salado. La colección de tapices pasa de los 70 ejemplares.
Muchos son cartones de Rubens, regalo que hizo el arzobispo Fernández
Portocarrero, que los encargó ex profeso para la catedral. Algunos están
expuestos en los muros de la catedral durante los días de la festividad
del Corpus Christi.
Capilla
de la Virgen del Sagrario
(Ver nº 6 del plano). Junto con la capilla
siguiente llamada del Ochavo (situada hacia el fondo), constituyen el mejor
ejemplo de edificaciones herrerianas de esta catedral. La grandeza de su nueva
estructura y ornamentación de severo estilo herreriano del siglo XVI (finales)
se debe al cardenal Bernardo de Sandoval y Rojas. Las obras fueron iniciadas
por Nicolás de Vergara el Mozo y se terminaron hacia 1616. Participaron Juan
Bautista Monegro y Jorge Manuel Theotocópuli (hijo del pintor,
que fue arquitecto de muchas obras en Toledo).
La capilla está bajo la advocación de la Virgen
del Sagrario (patrona de la ciudad), una talla románica que fue recubierta de
plata en el siglo XIII y vestida después con un manto cuajado de perlas. Esta
imagen era conocida desde siempre con el nombre de Santa María. Tenía en su
haber una tradicional leyenda en la que se cuenta que perteneció a los
Apóstoles y que fue traída a Toledo por San Eugenio. También entra dentro
de la leyenda el hecho de que fuera escondida en época de los musulmanes y
restituida después por el rey Alfonso VI. La imagen se asienta sobre un trono
del siglo XVIII, obra del orfebre italiano Virgilio Fanelli, realizada en plata
sobredorada.
Los muros están revestidos de mármoles y su
gran cúpula se apoya sobre pechinas. En el muro norte está el altar con la
imagen de la Virgen y en uno de los laterales, el sepulcro del cardenal
Sandoval y Rojas.
Esta capilla ha servido de enterramiento a un
número considerable de arzobispos de Toledo entre los que se encuentran Isidro
Gomá (1940), Plá y Deniel (1968), Alameda (1872), Monescillo (1897) y Portocarrero,
cuyo epitafio se hizo famoso: Hic iacet pulvis, cinis et nihil (Aquí
yace polvo, ceniza y nada).
(Ver nº
5 del plano). Desde la capilla del Sagrario se accede a esta otra por dos
puertas que flanquean el altar. Se llama también capilla del Relicario por las
muchas reliquias que en ella se guardan. La planta es ochavada. La
capilla está rematada por una cúpula con linterna que descansa sobre un tambor,
obra de Jorge Manuel Theotocópuli. Las paredes están decoradas con mármoles y
la cúpula con pinturas en las que trabajaron Francisco Rizi y Juan
Carreño. En los retablos adosados a los muros se guardan los relicarios,
algunos muy interesantes desde el punto de vista artístico e histórico. Son 126
obras de orfebrería que comprenden desde el siglo XIII al XVIII. Se guarda como
tradicional reliquia un trozo del velo de Santa Leocadia (la virgen toledana
hispanorromana) que según la leyenda fue cortado por san Ildefonso a la Santa
cuando esta se apareció en el año 666. También es parte de la tradición y la
leyenda que Recesvinto prestó su cuchillo al santo para realizar esta
partición. El cuchillo también se conserva como reliquia.
Capilla
del Ochavo. Es una sobria construcción de planta octogonal con mármoles negros,
rojos y jaspes, que corresponden a un orden apilastrado y coríntio en el cuerpo
bajo, en cuya decoración participaron los arquitectos Zumbigo y Lázaro Goiti.
Es la capilla relicario más importante de España (guarda los restos, entre
otros, de Santa Leocadia, San Eugenio, San Mauricio, San Sebastián y el de
Santa Lucía).
El coro
El Coro está situado en la nave
central de la catedral, frente al presbiterio y separado de éste
por la nave del crucero. Longitudinalmente abarca el espacio de
dos tramos.
Lo más importante dentro de este espacio son
sus sillerías, la alta y la baja. La sillería alta tiene más mérito
artístico y fue elaborada por dos grandes escultores: Felipe de
Borgoña (llamado también Felipe Vigarny) y Alonso Berruguete.
Coro bajo
En la sillería del coro bajo se
sentaban los prebendos (los que tenían rentas por ser canónigos) y los racioneros (prebendo
que tenía ración en una iglesia catedral).
El coro bajo conserva su fábrica original, obra
correspondiente al último gótico entre 1495 y 1498 cuyo autor fue Rodrigo
Alemán, autor genial de otros coros, como los de Ciudad Rodrigo en Salamanca y
de Plasencia. En esta sillería el autor plasmó con gran arte escenas de la
conquista de Granada por los Reyes Católicos. Los mejores tableros son los que
presentan la campaña de los Reyes Católicos y la toma de las distintas
ciudades. Puede verse además toda clase de gentes de armas, castillos, lanzas,
caballos, etc. Las misericordias están ilustradas con los mismos
temas igual que los respaldos. Sin duda esta obra fue muy valorada en todos los
tiempos por lo que nunca hubo una propuesta de cambio como ocurrió con el coro
alto.
Coro alto
En el coro alto se situaba el Cabildo (que
era muy numeroso) más los beneficiados además de los caballeros
de las órdenes y las autoridades invitadas, hasta llenar en las grandes
solemnidades un total de 140 sitiales. Así era la liturgia de aquellos tiempos.
La primera sillería era mezquina por lo que
el cardenal Tavera promovió en 1533 un concurso para presentar las
trazas correspondientes de acuerdo con un modelo que facilitó la propia
catedral. En 1539 ya está decidido dar la obra a los dos grandes artistas
Vigarny y Berruguete que se comprometen a terminarla en tres años, como así
fue. Para comenzar este trabajo se trajeron materiales de boj, nogal,
mármol de Espeja en la provincia de Soria y alabastro de Cogolludo en
la provincia de Guadalajara y de Aleas perteneciente a la villa de
Veleña.
Los sitiales están ubicados en una construcción
arquitectónica verdaderamente original y artística. Su disposición está formada
por dos cuerpos de arquitectura que presentan 71 arcos apoyados en 72 columnas
de mármol rojo, en cuyos espacios se empotran las sillas que a su vez están
limitadas entre sí por columnas de jaspe, entre respaldo y respaldo. En las
hornacinas se ven esculturas de alabastro cuyo tema es el mismo de los tableros
de madera de las sillas. Esta arquería renacentista debe su traza y proyecto al
arquitecto Alonso de Covarrubias, maestro mayor de la catedral. En los
extremos del coro y mirando a la reja pueden verse dos inscripciones latinas
que dicen: Celebrando la terminación de la sillería en
1543 y Tallaron estas labores, así las de mármoles como las de
madera, en este lado Felipe de Borgoña y en el opuesto el español
Berruguete. Se refería al lado del Evangelio (Vigarny) y
el lado de la Epístola (Berruguete).
El
trabajo de Vigarny
En 1538 el Cabildo encargó a este
escultor la composición de una silla acorde con un modelo que le fue enviado.
Se cree que esa primera silla fue la de Santa Catalina que muestra la
firma Philippi opus.
La obra de Vigarny refleja un sabio
conocimiento del nuevo estilo del Renacimiento. Es una obra muy clásica y de
gran belleza. Según va avanzando la labor del escultor se va apreciando poco a
poco en sus relieves la influencia de lo mejor que el arte español presentaba
en aquel siglo y la influencia de Berruguete. El modelado llega a tener un
especial movimiento y una gran expresividad.
Vigarny trabajó en este coro con la ayuda de su
hijo mayor, el gran tallista Gregorio Pardo y de Esteban Jamete
Uno de los mejores relieves que hizo Vigarny fue el retrato de perfil del Cardenal
Cisneros que actualmente se encuentra en la Universidad de Madrid. Se
hicieron varias copias una de las cuales está en el museo Lázaro Galdiano.
El cuerpo superior compuesto por las figuras de
alabastro y correspondiente al lado del Evangelio fue también realizado por
este escultor.
El
trabajo de Berruguete
Berruguete se encargó de labrar toda la
sillería situada en el lado de la Epístola más la silla episcopal que en un
principio le fue encargada a Vigarny pero que le alcanzó la muerte antes de
empezar a trabajarla. También fue el autor del cuerpo superior con figuras en
alabastro, figuras de profetas y otros personajes metidos en nichos de veneras,
entre columnas, que apenas sobresalen. En este trabajo le ayudaron los
artistas Francisco Giralte, Inocencio Berro y Pedro de
Frías entre otros. También tuvo como ayudante general de toda la obra en
diversos aspectos al canónigo erudito Diego López de Ayala, traductor de las
obras de Bocaccio y Jacopo Sannazaro, admirador de Berruguete, a
quien animó y brindó una gran amistad.
Las tablas para la sillería fueron trabajadas
en madera de nogal; en este trabajo le ayudaron los grandes escultores Giralte
y Villoldo; su participación fue realmente importante, sobre todo en la parte
decorativa. Los críticos de artehablan de esta obra como la más bella del
escultor castellano, donde el genio del artista puede haber alcanzado la
perfección. Se advierte un virtuosismo especial en los plegados de los paños
con dobleces sinuosos. En los rostros de los personajes hay una expresión
psicológica de los sentimientos de cada uno a modo de simbolismo. Esto hace que
se les reconozca al instante. La figura de Eva es quizás la más
representativa, carnal y bella, plenamente renacentista. En el trabajo de las
tallas Berruguete tiene la gran habilidad de saber jugar con el claroscuro,
valiéndose de esta técnica para realizar bellos efectos que aportan aún más
calidad al conjunto. Todo él demuestra un arte religioso que no desdeña la
antigüedad clásica ni los conceptos renacentistas.
Grupo de
la Transfiguración
Es una gran obra de Berruguete trabajada en
alabastro y terminada en 1548 y que se encuentra encima de la silla arzobispal.
En su estilo se adelanta en más de un siglo a las formas barrocas con las que
triunfaría Bernini en Roma.
El grupo escultórico con la escena de la Transfiguración
de Jesucristo está concebido con profundidad, algo muy novedoso para la
época y con una disposición escenográfica propia del barroco venidero. Lo mejor
del conjunto son los tres apóstoles que recuerdan el buen hacer de los escultores
helenísticos. Se considera obra maestra del conjunto la figura del Padre
Eterno incluido en un medallón con un fondo dorado cuya cabeza parece
estar en movimiento; está acompañada en los ángulos por pequeñas figuras de los
evangelistas con poco relieve. Los animales representados se muestran con
atrevido expresionismo. Las figuras principales están esculpidas en bulto
redondo de manera que la luz puede deslizarse entre ellas dando así un
resultado efectista poco conocido hasta el momento. A los lados del grupo están
los escudos del cardenal Silíceo. Nicolás de Vergara añadió a los lados dos
imágenes en hornacinas clásicas que representan la Inocencia y el Pecado.
Hasta hace relativamente poco tiempo se creía
que este grupo escultórico estaba hecho de una sola pieza, tal es su
perfección. Con las técnicas modernas se ha podido ver que no es así aunque
está construido con el menor número de piezas posible.
El 19 de febrero de 1543, el cardenal Tavera y
Berruguete firmaron en Madrid un asiento de contratación cuyo comienzo es:
«…. yo
gomez de madrid notario publico. doy fee como en la villa de Madrid a diez y
nueve días del mes de hebrero de mjll y quinientos y quarenta y tres años por
mandado del Ill.m° y R.m° s.or don Juan tauera car.l y arçobpõ de toledo y mi
señor se tomo asiento con Alonso Berruguete vezino de la villa de Valljd para
hazer el Remate de la obra de la silla arçobispal del coro de la Santa ygliã de
toledo con las condiciones y en la forma y manera siguiente » [...]
Llamaron a valorar la obra a Jerónimo
Quijano, escultor y arquitecto renacentista que trabajó en la catedral de
Murcia entre otras y que se desplazó desde Murcia y a Juan
de Juni que llegó desde Valladolid. Quijano la tasó en 2.231 ducados
y Juni en 4.640 ducados. En vista de la diferencia de criterios echaron mano de
una práctica establecida para casos semejantes que era acudir a un tercero
en discordia que en este caso fue Pedro Machuca, pintor y arquitecto
que trabajó en el Palacio de Carlos V de Granada y que
acudió desde esta ciudad. Machuca tasó el trabajo en 3.980 ducados, cifra que
estaba más cerca del valor dado por Juni, aunque en ella no incluyó los gastos
de viajes como había hecho aquel. Fue la cifra que finalmente aprobó el Cabildo.
Atriles y
facistol
Los dos atriles son importantes obras de arte.
Fabricados en bronce y en estilo dórico fueron cincelados por Nicolás de
Vergara el Viejo ayudado por su hijo Nicolás de Vergara el Mozo.
Están sostenidos por tres columnas dóricas (cada uno). Los relieves repujados
representan pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento. La obra se terminó en 1570.
Ambos artistas tuvieron problemas económicos con el Cabildo que al parecer
pretendía pagar menos de lo estipulado; se conservan los legajos de este
contencioso que terminó favorablemente para los escultores.
El facistol del centro está formado
por un soporte de arquitectura gótica de finales del siglo XV, que sostiene un
águila de bronce con las alas extendidas, que fue fundida en 1664
por Vicente Salinas.
Altar de
prima
Llamado así porque en él se decían las
llamadas misas de prima; dicha misa era la primera que se celebraba
después de esta hora canónica (primera hora después de salir el sol,
aproximadamente las 6 de la mañana). Sobre este altar se encuentra la imagen de
una Virgen, en mármol blanco, francesa, conocida como Virgen Blanca. El
altar está rodeado por una balaustrada de hierro y bronce, obra de Villalpando.
Órganos
Dos monumentales órganos están ubicados sobre
la tribuna del coro. El más antiguo es el del lado de la Epístola llamado
también órgano del Coro del Arzobispo. Tiene una caja de estilo
churrigueresco cuyo autor es el escultor Germán López. Se terminó de
construir en 1758 en tiempos del cardenal Conde de Teba. El ingenio musical es
del famoso organero eibarrés afincado en Madrid, Pedro de Liborna Echevarria.
El otro órgano más moderno, neoclásico con
escultura de Mariano Salvatierra está colocado frontero al anterior.
Es conocido como órgano del Coro del Deán. Se terminó de construir en
1794. Tiene como complemento musical dos carrillones o ruedas de
campanillas de forja gótica del siglo XV.
Órgano del Emperador o de Las
Procesiones (1.543-1.549), obra del maestro Gonzalo Hernández de Córdoba y
terminado por Juan Gaytán. Posee una caja ejecutada en piedra y balaustrada
renacentista. Puerta de Los Leones.
Otros
altares
En los paños laterales del coro, en el interior
hay cuatro altares jónicos de mármol con imágenes de Mariano Salvatierra,
terminados en 1792 en el lado de la Epístola están los santos
titulares María Magdalena y Santa Isabel de Hungría y en el
lado del Evangelio, San Miguel Arcángel y San Esteban.
Exterior
del recinto del coro
El coro se cierra exteriormente con una
arquitectura gótica trabajada por Juan Guas y Martín Sánchez
Bonifacio (siglo XV). De los demás artistas que trabajaron en el origen de
esta obra de exteriores se sabe poco. Se comenzó en tiempos del
arzobispo Pedro Tenorio, entre 1376 y 1399.
La arquitectura de estos frentes se articula
sobre una arquería gótica de arcos polilobulados que se apoyan en columnas de
mármol. Sobre estas columnas descansan unos pilares góticos que separan los
pequeños tramos en que está dividido todo el entramado arquitectónico. En el
segundo piso se representan escenas de historia sagrada rematadas
con doseletes. En el tercer piso el friso está decorado con rosáceas.
Sobre este friso había en origen unos pináculos góticos que servían de remate.
Actualmente quedan algunos pero el resto está completado por una barandilla de
hierro forjado que sirve como tribuna del coro.
En el trascoro y sus laterales se incrustaron
tres capillas, en el centro la de la Virgen de la Estrella, a la derecha Santa
Catalina y a la izquierda la del Cristo Tendido.
Trascoro. Dispone de un medallón en la
parte superior y de tres capillas, con las imágenes de la Virgen de la Estrella
(S. XIV) en la central, Santa Catalina en la derecha y el Descendimiento de
Cristo en la capilla de la izquierda.
Medallón representando a Dios Padre,
situado en su parte superior del Trascoro. A los lados dos figuras alegóricas
de la Culpa y la Inocencia, obras de Nicolás Vergara el Joven, realizadas en
1.580.
Friso que adorna las paredes exteriores
de Coro (2ª mitad del S. XIV), con escenas del Génesis y el Éxodo.
Vidrieras
Los vitrales o vidrieras de la Catedral de
Toledo constituyen una obra de arte muy hermosa e importante. Esta catedral es
uno de los edificios castellanos que más vidrieras medievales ha conservado. Su
realización va desde el siglo XIV al XVII, más las restauraciones del XVIII,
con una evolución propia del transcurrir de los años y los cambios de estilo.
Las vidrieras más antiguas y también las más
apreciadas por su belleza son las del rosetón del crucero (sobre la puerta del
Reloj) y algunas de la girola, aunque estas tienen un colorido más apagado.
Después están las de la capilla mayor y las del brazo norte del crucero por el
lado este que presentan unas enormes figuras de santos y apóstoles.
Muchas de las vidrieras del siglo XV aparecen
documentadas. Se sabe que en las de la capilla mayor y algunas del crucero
trabajó el vidriero Jacobo Dolfin y su criado Luis y en las del
crucero meridional y algunos ventanales de la nave mayor por el lado de la
epístola, los maestros Pedro Bonifacio, Cristóbal, y el monje alemán
Pedro. Más tarde aparece la participación local del toledano maestro Enrique.
Las vidrieras pertenecientes al siglo XVI están
confeccionadas con dibujos renacentistas. En ellas trabajan maestros
reconocidos como Vasco de Troya (en 1502), Juan de
Cuesta (en 1506) y Alejo Ximénez (en 1509-1513) que fabrica las
de las naves laterales y las de la fachada oeste. Las vidrieras del rosetón y
puerta de los Leones son obra de Nicolás de Vergara el Mozo.
A comienzos del siglo XVIII se siguen haciendo
vidrieras para restaurar las que se habían estropeado. El
artista Francisco Sánchez Martínez (uno de los últimos vidrieros de
la catedral) fue uno de los buenos restauradores, aunque ya no se producen
innovaciones y los modelos se repiten. Durante los años de Guerra Civil
Española las vidrieras sufrieron mucho deterioro pero en los últimos años
del siglo XX se hizo una gran labor de restauración y recuperación dando
al conjunto la brillantez de otros tiempos.
El
transparente.
Se llama transparente en la catedral
de Toledo a una obra escultórica realizada entre 1729 y 1732 por el gran
escultor del barroco Narciso Tomé (ayudado por sus hijos), nombrado
arquitecto suplente en 1721 en esta catedral. Se encuentra en el muro absidal,
en el trasaltar mayor. La obra es de estilo barroco y churrigueresco.
Se realizó en tiempos del arzobispo Diego de Astorga y Céspedes que
tuvo su mandato entre los años 1720-1734 y cuya tumba se halla a los pies del
altar de este transparente. En el ángulo inferior
de la derecha puede verse una inscripción grabada en latín donde se da a
conocer al autor. Traducido al castellano es como sigue:
«Narciso
Tomé, Arquitecto Mayor de esta Santa Catedral Primada, delineó, esculpió y a la
vez pintó por sí mismo toda esta obra compuesta y fabricada de mármoles, jaspe
y bronce».
Transparente, obra del escultor y pintor
Narciso Tomé (1.690-1.742). Para su realización se perforó un plemento de la
bóveda de la girola decorándola con pinturas y esculturas y que es considerada
como obra cumbre del barroco-churrigueresco español.
Se la considera obra maestra de este
arquitecto-escultor. Todo el grupo escultórico es estimado como composición
arquitectónica más que escultórica. Desde su fabricación fue considerada una
obra de opiniones en que se dio una exaltación llevada a la exageración y más
tarde se la combatió hasta el aborrecimiento. En la actualidad está contemplada
con mucho respeto e interés internacional. Está hecho en mármoles traídos de
Génova, jaspe y bronce. La idea de hacer este transparente rompiendo el muro
absidal surgió con el fin de dar luz al sagrario que se encuentra justo a su
espalda. Se abrió un óculo a través del hueco despejado en el muro. A su vez
este óculo recibe la luz de los tragaluces hechos en la parte superior del ábside,
de manera que el transparente queda iluminado al mismo tiempo que reparte la
luz a través del óculo hacia el sagrario. Dicho óculo puede recordar al que
talló Bernini sobre el altar de la Cátedra de San Pedro en Roma. Fue una
técnica impuesta en el arte barroco.
La estructura está concebida a manera de
retablo con dos cuerpos en altura unidos o separados por el óculo que es el
símbolo del Sol con sus rayos acompañados de un séquito de angelitos dispuestos
en múltiples posturas. A su alrededor se encuentran los cuatro arcángeles,
más pasajes de Gedeón y profetas que llevan en sus manos las
filacterias con el texto de sus adivinaciones.
El eje de todo el grupo está compuesto de abajo
arriba en primer lugar por la mesa de altar sobre la que se realza la estatua
de la Virgen de la Buena Leche, trabajada en mármol blanco de Carrara y
enmarcada por columnas decoradas ampliamente con ornamentación rococó. A
continuación el óculo transparente que consiste en una vidriera adornada por un
sol de bronce.
Detalle del Transparente de estilo
churrigueresco. Este estilo barroco está caracterizado por su complejidad de
formas en el que prima lo ornamental sobre lo constructivo, combinando
curvaturas con movimientos lineales y dando como resultado un aspecto agobiante
del conjunto.
Se ven bellos relieves en bronce: a la
izquierda Abigaíl ofrece al rey David pan y vino para
aplacarle en su enfado con Naval; a la derecha Ajimelec entrega a
David la espada de Goliat más el pan consagrado. El cuerpo superior
está ocupado por la Última Cena, de tamaño ligeramente mayor que el
natural, cuyo tema tiene un significado eucarístico. Más arriba pueden verse
las esculturas de la Fe, Esperanza y Caridad.
En los laterales del grupo están las imágenes
de san Eugenio y santa Leocadia a la izquierda; san Ildefonso y santa Casilda a
la derecha. La obra entera presenta movimientos de líneas como corresponde a lo
más espectacular del barroco español. Como culminación está la gran oquedad
de la bóveda por donde entra la luz. Es una bóveda decorada con pinturas al
fresco de temas bíblicos. Tiene también gran ornamentación de figuritas
esculpidas en mármol y alabastro.
Altar del Transparente de estilo
churrigueresco, situado en la girola, a espaldas de la Capilla Mayor. Se trata
de un retablo formado por distintas esculturas marmóreas, bronces dorados y
jaspes que representa la Apoteosis del Sacramento de la Eucaristía. Es obra del
escultor Narciso Tomé realizada entre el 1.721 y 1.725.
Detalle del retablo del Altar del
Transparente con la imagen de la Virgen sedente con el Niño. A ambos lados de
la imagen aparecen los relieves dorados de David y Abimelec y el encuentro de
Abigail con David.
Parte superior del Altar del
Transparente con la representación de un conjunto de ángeles que forman una
Gloria Celestial.
El
Claustro
Sobre el
antiguo al-caná o alcaná (barrio comercial hebreo), en el
costado norte de la catedral, el arzobispo Pedro Tenorio planeó el claustro y
una capilla que le serviría de sepultura.
Claustro Bajo construido entre 1.389 y
1.425, es de estilo gótico, con bóvedas de crucería y 52 mts. de lado. Está
edificado en el lugar donde se asentaba el mercado de la Judería.
Frescos. Claustro Bajo. Las actuales
pinturas se realizaron por encargo del cardenal Lorenzana en 1.776 a los
pintores Mariano Salvador Maella Pérez y Fco. Bayeu Subías. Representan
diversas escenas de santos toledanos, realizándose los trabajos entre 1.776 y
1.787.
Claustro Alto construido a principios
del S. XVI por iniciativa del Cardenal Cisneros. Es de menores proporciones que
el claustro bajo y de sencilla estructura. Tiene techumbre con vigas de madera
unidas con bovedillas, prominentes zapatas y columnas de piedra con basas y
capiteles profusamente labrados.
Las obras del claustro se iniciaron el 14 de
agosto de 1389, con la colocación de la primera piedra, y terminaron en 1425.
En ellas trabajaron los maestros Rodrigo Alfonso y Alvar Martínez en una
construcción de cuatro crujías con bóvedas cuatripartitas. La construcción
del claustro no estuvo exenta de historia y leyenda. Al encontrarse la feria en
el lugar donde Pedro Tenorio planeó su construcción, los propietarios de los
puestos y tiendas fueron reacios desde el primer momento. Eugenio Narbona
cuenta el interés del arzobispo por ocupar cuanto antes «las alcaycerías, que es el lugar donde las mercadurías se venden».
Durante el tiempo en el que el arzobispo y los propietarios discutían sobre la
compra y los precios, el infortunio llegó en forma de incendio que destruyó
todo el mercado. Aprovechó entonces Pedro Tenorio para su compra y, aquí la
leyenda, se acusó al mismo de haber provocado el desastre para poder adquirir
los terrenos.
Dado el relieve de la zona, se construyó metro
y medio por encima del nivel de la planta de la catedral y de modo que pudiera
soportar dos alturas, lo que ocurrió con la llegada del cardenal Cisneros.
Tenorio no escatimó esfuerzos en conseguir que la grandeza y majestuosidad del
claustro fuera merecedor del gótico catedralicio. En las galerías de la planta
baja hay una serie de pinturas al fresco con escenas de santos (Eugenio,
Casilda, Eladio). Once de estas pinturas son de Bayeu y dos
de Maella.
Es de notar que, no existiendo en la catedral
orden monástica, el destino del claustro y el resto de las piezas que en su
contorno se construyeron tuvieron funciones muy distintas en el tiempo: desde
almacén a aula; como lugar de transacciones mercantiles (recuperando el sentido
de la antigua alcaná o de oración). Llegó a ser lugar de reunión del municipio
y una de sus salas fue capilla mozárabe.
La
Capilla de San Blas en el claustro
La capilla de San Blas es
una capilla en honor al santo Blas de Sebaste que se
encuentra en la planta baja de la catedral de Toledo y su bóveda en ochavo
sobre planta cuadrada llama la atención sobre su final destino funerario. La
percepción que de la misma se ofrecía la hizo parecer disociada
del claustro, aunque los elementos arquitectónicos y su estructura interna
la convierten en parte inseparable de éste, como lo demuestra que carece de
acceso exterior directo.
Su construcción no está datada con claridad. De
los libros de cuentas se sabe a ciencia cierta que en otoño de 1398 se
trabajaba sobre la bóveda y a finales del mismo año se construía la armadura.
El cerramiento de los muros debió concluir poco antes de la muerte
del arzobispo Pedro Tenorio. Otros documentos, sin embargo, fijan una
fecha, por aproximación, de finales de 1397, cuando Pedro Tenorio había
otorgado la escritura de fundación. La tercera hipótesis apunta a que la
construcción se inició al tiempo del claustro, en 1389. La finalización sí que
está datada con precisión: el 10 de mayo de 1399, sólo diez días antes de ser
enterrado el fundador.
Se accede por una portada gótica, adornada
de follajes, crestería y rematada por un jarrón sobre la clave del arco. Sobre
el mismo hay una escena escultórica de la Anunciación, cuyas figuras
tienen un tamaño casi idéntico al natural con el Padre Eterno y
el Espíritu Santo, este último representado en pintura. El portón es de
madera de nogal desde donde se baja a la capilla sobria, situada
siete metros por debajo de la línea de la calle. En el interior se aprecia la
bóveda octogonal de once metros de alto con capiteles profusamente
ornamentados de cabezas. La razón por la cual está situada en una cota tan por
debajo de la línea de calle fue la pesadez de la estructura que se apreciaba al
ir rematando la obra. El arzobispo Pedro Tenorio, —cuya vida duró tan sólo unos
meses después de acabada la obra—, ordenó que se bajara el nivel del pavimento
para evitar esa imagen estética que no le gustaba, consiguiendo así una mayor
altura de la capilla.
Que la
dicha capilla que era baxa en ala e que congenia más afondarse porque commo
deuía a respondiese el alta con el anchura por ende el dicho arçobispo mandó
que fiziese afondar la dicha capilla tanto quanto el suelo por ende.
La utilidad de la capilla y al santo que debía
ir consagrada se fijó en la fundación escriturada de 9 de
noviembre de 1397, Statutum Cappelle Santi Blasii y en
el testamento del arzobispo Tenorio otorgado poco antes de morir en
1399 en Alcalá de Henares. Básicamente determinó las rentas que se
aportaban para el sostenimiento de la capilla, la obligación de que el Cabildo
catedralicio se hiciera cargo de la gestión nombrando a
seis capellanes para el cumplimiento de las misas y memorias y, por
supuesto, el entierro del arzobispo.
En el centro de la sala se encuentran dos
sepulturas de mármol blanco con figuras yacentes, la del arzobispo Pedro
Tenorio, y a su lado el sepulcro de Vicente Arias Balboa obispo
de Plasencia, su secretario y sobrino, ambas atribuidas al escultor
Fernando González y fechadas cerca de 1399. Los sarcófagos están
colocados sobre figuras de leones y alrededor, en los lados laterales se
encuentran grabados bajo arcos lobulados personajes de santos, una diferencia
que se observa entre ambos, es que la sepultura correspondiente a Pedro Tenorio
se encuentra a una altura del suelo algo superior que la de su sobrino.
Iconografía
de la Capilla de San Blas
La autoría de las pinturas de la Capilla de San
Blas es discutida. La primera referencia al autor o autores la
realizó Eugenio Narbona en 1624, atribuyéndolas al
maestro italiano «Ioto Griego».
Consta la presencia bastante cierta de
autores florentinos como Gherardo Starnina y Nicolás
de Antonio. En el caso de Starnina se sabe de su presencia en Toledo y
en Valencia, así como las coincidencias con otras obras en homenaje a San
Blas en Florencia. Antonio Veneciano es reconocible en
la Crucifixión por su destacado colorismo, pero también está presente
la mano de Starnina que se parece a la documentada obra del mismo autor en
Valencia, en el retablo de Bonifacio Ferrer. En cualquier caso,
la presencia de al menos tres maestros florentinos es plenamente aceptada.
Frente a la entrada de la capilla se encuentra
la Crucifixión, basada muy probablemente en la obra de Antonio Veneciano
que se conserva en el Museo Nazionale di San Mateo de Pisa,
en Italia. Con esta representación comienza un ciclo sobre
el Credo en catorce escenas que ocupan la parte superior de las
paredes desde la cornisa y que puede seguirse en el sentido de las agujas del
reloj comenzando por el lado oeste con las imágenes de San
Juan y San Lucas leyendo y escribiendo (los Evangelios).
Así, se puede leer en esta escena «In
Principio Erat Verbum». Continúa la Anunciación que preside la
imagen de Dios omnipotente y padre, la Virgen María en sus
aposentos y el Arcángel San Gabriel. La escena destaca por la profundidad
y la atención preciosista al detalle. Continuando con el recorrido visual, a
ambos lados de la mencionada Crucifixión en la cara norte se encuentra
la Adoración y Jesús ante Caifás en el lado
izquierdo, y escenas del Santo Entierro y el Descenso en el derecho.
En la cara este sólo es parcialmente apreciable la Ascensión, aunque la
escena completa incluía a los otros dos evangelistas, San
Marcos y San Mateo. Termina el recorrido en el muro sur con Jesús
sentado a la derecha de Dios Padre, escenas del Juicio Final,
el Pentecostés y la Resurrección de los muertos. Al final se termina
donde se empezó, en la cara oeste, con la Transfiguración en el Monte Tabor.
Desde la cornisa hasta el suelo se encuentra
una historia del Juicio Final en el lado oeste, historias de santos
en el lado norte (sólo se conserva una de San Antonio Abad bastante
completa y alguna imagen de San Blas), en la cara sur escenas de San
Pedro curando enfermos y otra ocupando lo que podría ser el trono Papal,
la conversión de San Pablo y la representación del martirio de ambos
santos: la decapitación de San Pablo y la crucifixión de San
Pedro.
La situación de la capilla —siete metros bajo
el nivel de la calle— ha favorecido que a lo largo de los años la humedad la
haya ido estropeando. La primera restauración por este motivo, se realizó el
año 1403, según los archivos de la catedral, procediéndose a empedrar un corral
situado al lado de la capilla y canalizar las aguas a través del claustro hasta
llegar a la calle.
Entre los siglos XV y XVI consta el repintado
llevado a cabo por varios artistas, incluso se realizaron tres retablos a
finales del siglo XVI para colocar en la pared oriental a fin de ocultar las
pérdidas de las pinturas murales en esa sección. Todo ello, unido a la falta de
recursos económicos hizo que el 3 de septiembre de 1685 se cerrara y se
suspendieran las actividades en esta capilla. La apertura se volvió a realizar
por mandato del cardenal Luis Manuel Fernández Portocarrero. Otra
restauración importante se realizó en 1720, cuando se blanquearon y se repicó
completamente los muros hasta la cornisa y se repintaron las pinturas de la
parte superior. Este trabajo se encargó al pintor Francisco Rodríguez de
Toledo.
En una limpieza realizada en 1924 se quitó los
encalados inferiores, apareciendo restos de las antiguas pinturas murales, a
pesar de las sucesivas intervenciones de repintado y clausura de la capilla
durante años, solo se logró que muchas de sus pinturas desaparecieran.
La conservación de las obras pictóricas era muy
deficiente. Las que se encontraban en la parte superior de la cornisa mantenían
todavía la frescura de su época aunque deterioradas parcialmente por los dos
grandes problemas que había tenido la capilla: la humedad, endémica desde sus
inicios, y las deficientes restauraciones. La parte inferior se encontraba en
peor estado, y muchas escenas habían desaparecido. A comienzos del siglo XXI se
realizó una profunda restauración de esta capilla que consolidó las pinturas y
volvió todo su colorido y esplendor original, a excepción de algunos fragmentos
que estaban todos borrados, y por tanto, no se pudieron recuperar.
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