Picasso y
el erotismo
Separar a Pablo Picasso del erotismo equivale a
alejarlo de los pinceles. Pintura y erotismo son los elementos fundamentales de
su creación.
En 1897 viajó a Madrid con el propósito de
continuar su educación artística. En la capital española frecuentó cafés y
burdeles, y fue un apasionado de la vida nocturna. Dos años después, de nuevo
en Barcelona, siguió con las mismas aficiones. Sus dibujos y acuarelas de la
época muestran prostitutas y tríos.
Los críticos de arte señalan que al acoger el
prostíbulo como escenario, Picasso invita al espectador a tomar su lugar. A ser
testigo, como lo fue él, de las escenas que pinta. Que sea, a su lado, un
voyeur.
En 1900 se instaló en París, donde se dedicó a
las juergas y al sexo en mayor proporción que a la pintura. Luego, entre 1902 y
1904, estuvo en Barcelona. Allí creó varias escenas en las que aparece la
figura de la Celestina, alcahueta de las relaciones entre una joven y un hombre
mayor. En algunos dibujos, como El beso, los ojos del caballero adoptan la
forma de vaginas.
Entre 1906 y 1907 realizó una serie de estudios
para Les Demoiselles (la obra con la que luego iniciará el cubismo), donde
invierte la situación: las prostitutas analizan, escrutan a los clientes. Es
una transgresión no sólo artística sino también social.
En los años 20 Picasso muestra la imagen sexual
de la mujer como una fuerza monstruosa, brutal. Las cabezas tienen
connotaciones sexuales y las analogías están patentes: la abertura de la boca
está plagada de dientecitos, que evocan la figura freudiana de la vagina
dentada. Este tipo de metáforas no era excepcional en los surrealistas de las
décadas de los 20 y los 30.
La
celestina 1902, Pablo Picasso
El
Beso 1899, Pablo Picasso
El
beso 1904, Pablo Picasso
Las estampas eróticas
japonesas del siglo XIX tuvieron influencia en la obra de temática sexual de
Picasso. Es interesante la colección privada que tenía el pintor malagueño de
estas estampas que en la actualidad se encuentran en manos de sus herederos.
Esta influencia se
puede apreciar en el primer período donde realiza apuntes y dibujos más
próximos a las estampas japonesas que a la iconografía occidental.
Uno de los ejemplos más
claros e interesantes es el dibujo erótico 'Mujer y pulpo', realizado en Barcelona
en 1903, que sigue la iconografía erótica que partía de la obra de Katsushika
Hokusai 'Buceadora y pulpo', en la que el cetáceo hacía un 'cunnilingus' a una
mujer mientras la poseía con sus tentáculos.
Respecto a este tema
cabe destacar la exposición que se realizó en el 2009 en el Museo Picasso de
Barcelona. La muestra estaba formada por más de un centenar de piezas, de las
cuales destacan, como núcleo central, las diecinueve estampas japonesas de los
siglos XVII, XVIII y XIX que formaban parte de la colección de Picasso.
Mujer y pulpo 100
Mujer y pulpo 1902, Pablo Picasso
Mujer y pulpo 1902, Pablo Picasso
Prostíbulo 1901, Pablo Picasso
Prostíbulo 1901, Pablo Picasso
Prostíbulo 1901,
Pablo Picasso
Prostíbulo 1902, Pablo Picasso
Desnudo
reclinado y Picasso sentado 1902, Pablo Picasso
Ángel Fernández
de Soto con mujer 1903, Pablo Picasso
Prostíbulo 1903,
Pablo Picasso
Prostíbulo 1904, Pablo Picasso
Hombre Desnudo sentado y mujer de pie desnuda, 1904
El erotismo se plasma tanto en el tema una y otra ver repetido de "El pintor y su modelo" como en la plasmación más o menos directa de la sexualidad a través de prostitutas -como las famosas "Señoritas de Avignon"-, o las escenas de iniciación sexual como "Los hermanos Mateu y Ángel Fernández de Soto con Anita". Asimismo, los retratos de sus diferentes mujeres, desde Olga a Marie-Thérèse, reflejan su interés por el cuerpo femenino, objeto de su deseo.
Los hermanos Mateu y Ángel
Fernández de Soto con Anita, 1905, Pablo Picasso
El harén 1906, Pablo Picasso
Bañista
y Bañistas, 1921, Pablo Picasso
Bañistas 1927, Pablo Picasso
Figuras en la playa 1931, Pablo Picasso
El rescate 1932, Pablo Picasso
A pesar de que mostramos reiteradamente obras
de Picasso erótico de los años treinta y posterior, es menester decir que la
exploración del cuerpo femenino por parte del artista malagueño comenzó desde
su etapa de juventud, como bien hemos podido observar en algunos pocos
ejemplos.
Aquí tenemos la obra del Aseo (también conocida
como La toilette) de 1906, momento que coincidió la estancia del artista
en Gósol donde, poco a poco, iba abandonando la estética del periodo
rosa. En este cuadro vislumbramos una figura femenina desnuda que se observa y
se arregla delante de un espejo que lo sujeta otra mujer vestida y en posición
lateral. La apreciación del reflejo de la propia fémina desnuda tiene, sin
duda, un cierto carácter narcisista donde dicha mujer distingue la belleza
de su cuerpo desnudo, en contraposición con la figura vestida que ayuda a la primera
a observar su propia imagen.
La toilette
1906, Pablo Picasso
En pocas palabras, tenemos a una Venus del espejo de
principios del siglo XX, una figura femenina que se mira al espejo como también
ocurre en el aclamado cuadro de Velázquez. La diferencia con éste último
artista, además de la técnica y de la composición, es que Picasso reemplaza la
figura del puttis y pone en su lugar a otra mujer que ayuda a sostener el
espejo, por la cual la mujer-diosa se aprecia mediante su propio reflejo
Picasso desvincula el cuadro de todo contenido y temática mitológica, pero es
indudable el tipo de homenaje que le hace al pintor sevillano, debido a esta
reinterpretación de su obra más erótica, la aclamada Venus del espejo.
Re lecturas modernas que toman de la tradición algo nuevo, y es lo que
seguramente Picasso quería aportar con este bello lienzo.
El cuerpo desnudo de la mujer tiene un puesto
evidentemente central en toda la obra de Picasso, desde su adolescencia
a la madurez definitiva. El artista se percibe a sí mismo, durante toda su
vida, como un contemplador no siempre abnegado de la belleza femenina y como un
«sátiro» corriendo tras incontables «ninfas» en el bosque apenas umbrío de sus
años finales. A juicio de las comisarias de esta exposición, 1932 fue una
suerte de «año de gracia»: el Picasso de la primera madurez (hacia los 50 años)
abre las puertas a otros Picassos no menos juveniles.
La «desinhibición» de los años 20 y 30
culminará con algunas obras muy íntimas, como el Minotauro que
«come» la intimidad más íntima de Dora Maar, abiertamente complacida. Los sueños
picassianos de 1932, en las postrimerías del cubismo y un nuevo descubrimiento
del Mediterráneo (tras su viaje a Roma y su vuelta muy provisional a una
Barcelona «noucentista»), abren las puertas de los campos roturados por el
Picasso instalando en la Costa Azul, años más tarde.
El año que marcó la carrera del pintor y escultor español, Pablo Picasso,
fue 1932. En aquel entonces, se posicionó como el mejor artista vivo de la época y llevó al erotismo a un
punto supremo pues, con sus obras, en su mayoría retratos de su
amante y series de bañistas, hizo que lo erótico se convirtiera en un motivo
creativo en el mundo del arte. Es por eso que, hasta el 11 de febrero del 2018, el Museo Picasso de París
presentará la exposición “Picasso 1932. Año erótico”.
Según el museo parisino, Picasso, uno de los máximos representantes del
cubismo, introdujo en sus imágenes sutiles composiciones escondidas,
pero identificables, que resaltan
la sensualidad y la presión erótica bajo las que el artista trabajó
y que, sin duda, hacen que los asistentes dejen volar la imaginación, el más Kinky de los
sentidos.
En la obra El Sueño, es claramente
identificable la figura de un pene completando la cara de una mujer cuyo seno
está descubierto.
Virginie Perdrisot, conservadora del Museo
Picasso, declaró que las obras que el pintor malagueño realizó en 1932 se
convirtieron en un “motor de su pintura y creación” por la carga erótica que
contienen. Además, en ese año “existió una fusión en el acto de pintar y el
acto sexual”, por eso es que los órganos sexuales se convirtieron en uno de los principales
motivos del trabajo de Picasso.
Toro y mujer 1933
Cabaret 1934, Pablo Picasso
Mujer
desnuda en un jardín 1934, Pablo Picasso
Marie Thérése es una vez más la modelo de esta
obra, en la cual es representada como una mujer que duerme, una ninfa
acurrucada entre la verde y densa vegetación o una odalisca adormilada. Marie
Thérése Walter es, para Picasso, la mujer inconformista, la mujer que cambia de
vida y de ideas obedeciendo a su instinto, la mujer vital y exuberante. Era lo
contrario que Olga y su mundo lo que había atraído a Picasso. Un mundo
convencional, hecho de aburridas banalidades y que ahogaba al pintor, el cual
buscaba refugio cada vez más a menudo en los lugares de veraneo. Un carácter
como el de MarieThérése se adapta, pues, perfectamente a la composición, en la
cual es representada con absoluta libertad: la mujer, indiferente al hecho de
estar en un jardín, está tendida desnuda entre la alta hierba, al lado de una
fuente. Un precioso cojín oriental le ofrece una superficie cómoda; los dedos
largos y ahusados parecen las alas estilizadas de un pájaro. Picasso opta por
representar a la amada en una postura en la que muestra su cuerpo sin pudor. El
cuadro resulta cargado de sensualidad y erotismo, atemperados por la
tranquilidad que caracterizaba los desnudos y las bañistas de Ingres.
Composición minotauro y mujer 1936, Pablo Picasso
Mujeres jugando en la playa 1937, Pablo Picasso
En estos años, Picasso trabaja con el yeso;
nacen esculturas de blancura deslumbradora, volúmenes redondeados que recuerdan
el cuerpo lozano y de carnación clara de MarieThérése. La pintura y la
escultura estuvieron siempre en continuo contacto y constante diálogo, y a
menudo las técnicas de una se integran en las de la otra. Las dos jóvenes
bañistas parecen esculpidas en piedra pómez. Los cuerpos, compuestos por piezas
de piedra y hueso ensambladas, muestran, como otros tantos elementos autónomos,
las distintas partes de su anatomía. Los volúmenes redondeados que definen las
figuras, como los de la barquita con la que juegan, están cortados por ángulos
bruscos que recuerdan la escultura cubista. Unas cabezas pequeñas sobre cuellos
largos aparecen entre los brazos poliédricos y afilados. La inestabilidad de la
estructura compositiva, a pesar de la aparente solidez del material, hace las
figuras paradójicamente inseguras; a ellas se suma otra que se asoma por el
fondo. Todas están dotadas de una gracia y una ternura semejantes a las que
Picasso expresa en los retratos de sus propios hijos.
Las tres edades del Hombre, 1942, Pablo Picasso
Este
lienzo fue pintado por Picasso en noviembre de 1942, dos años después de la
entrada de las tropas alemanas en la capital francesa. Durante la ocupación
nazi, los asuntos preferidos del artista son desnudos femeninos, naturalezas
muertas y retratos. El tema del desnudo, tratado en un pequeño gouache de enero
de 1941 que anticipaba tanto Las tres edades del hombre como Aubade y el
Desnudo tendido de 1942, sirvió al artista para expresar en las diversas
ocasiones una amplia gama de emociones. Durante los años de la guerra, Picasso
pintó sobre todo en un estilo plano y anguloso, iniciado por los lienzos
cubistas varios años antes. Los desnudos masculinos son un caso raro, una
especie de regreso a los temas y personajes de estilo más clásico pintados
entre los años veinte y treinta. Se muestra aquí a tres hombres de edades
distintas en el estudio del artista. En el fondo, un joven está sentado en el
alféizar de la ventana tocando una especie de flauta (que recuerda el lienzo La
flauta de Pan, de 1923). Un poco más delante, un hombre con barba tiene en la
mano una máscara de fauno (como en algunos dibujos ejecutados en torno a 1936).
En primer plano, un hombre de mediana edad duerme tumbado.
En los años cincuenta y sesenta, Picasso
produce, en varios estilos y técnicas, numerosas obras sobre los temas del
beso, al abrazo, el acoplamiento amoroso, la bestialidad, la exhibición de las
relaciones sexuales o las bacanales. Finalmente, a los 80 años intensifica su
actividad de grabador y reaparece la temática del burdel, el tema del voyeur, y
la combinación de humor y distanciamiento en las diferentes series de grabados
de esta época: "Rafael y la Fornarina", "La Maison
Tellier", las "Celestinas"... Picasso se concentra entonces,
especialmente en sus grabados y en sus dibujos, en la carga erótica latente en
la relación entre el pintor y su modelo.
Desnudo 1954, Pablo Picasso
Susana y los viejos, 1955, Pablo Picasso
Bacanal II, 1955, Pablo Picasso
Las
mujeres de Argel 1955, Pablo Picasso
Aquí, las mujeres ofrecen sus cuerpos desnudos al espectador, mostrando los senos procaces y las caderas redondas. La figura de primer plano, alta y poderosa, tiene un rostro de contorno clásico y grandes ojos negros, en contraste con el cuerpo de formas totémicas. A su lado, una mujer tendida de costado cruza con desenvoltura las piernas. No hay diálogo entre las dos mujeres y la figura de la izquierda, representada de manera más realista, parece poseer una autoridad superior a la de sus compañeras. El interior, de paredes descoyuntadas y sin aberturas al exterior, representa un lugar secreto donde las mujeres viven apartadas. Se dejan ver en esta obra dos estilos diametralmente opuestos, que Picasso nunca había empleado juntos: el del rostro de la mujer de la izquierda y el de su compañera tumbada, geométricamente rígido. Ambos se complementan en vez de molestarse, ofreciendo dos versiones distintas de la realidad y el erotismo femeninos.
Mujer desnuda sentada 1959
El pintor y la modelo 1962, Pablo Picasso
Desnudos 1967, Pablo Picasso
Mosquetero de la corte y la mujer
desnuda, 1968, Pablo Picasso
Coito 1969, Pablo Picasso
El beso 1969, Pablo Picasso
Conversación 1970, Pablo Picasso
Mujer
desnuda delante del jardín 1956, Pablo Picasso
Especialmente
dos lienzos, uno de los cuales es éste, además de tener en común las grandes
dimensiones, son similares en la construcción geométrica y en facetas del
cuerpo que contrasta en algunos puntos con las formas redondeadas e hinchadas
de los gigantescos pies y del balcón. Las proporciones de la mujer, con toda
probabilidad Jacqueline, son monumentales; con la monocromía azul se dota a la
figura de una solidez y una pesadez desproporcionadas con respecto a la delgada
y ligera hamaca en la que se mece delante de la ventana. El realismo de esta
figura es tan marcado en la descripción de algunos detalles, como el vello del
pubis y las axilas, que casi resulta molesto. Según Roland Penrose "da la
impresión de que hasta se siente el olor de la carne". La composición está
llena de luz; detrás del gran cuerpo tendido se vislumbra el lozano y verde
jardín. Un balcón de hierro forjado, cuyas barras onduladas son mórbidas como si
fuesen de mantequilla, pierde sus características de barrera firme y rígida.
Las dos persianas exteriores semicerradas hacen pensar en un cálido día estival
en el cual la mujer buscara un poco de fresco tumbándose delante de la ventana.
En
los años 50 y 60 Picasso produjo numerosas obras sobre temas como el beso, el
abrazo, el coito y la bestialidad. Se aproximó a ellas de diferentes maneras,
pero con una característica: pasó de ser testigo a ser partícipe en las
escenas. A él se dirigen las miradas y los actos. Es un voyeur abierto, que no
se esconde. Es el director de escena. Ese papel se ve claramente en los
grabados que produce. Como dato curioso vale anotar que la secuencia de 25
grabados que remató los Trescientos Cuarenta y Siete grabados de Picasso se
expusieron en una sala privada en 1968, cerrada con llave por miedo a represalias
de la policía.
En 1971 el artista pintó La
Masion Tellier, denominada Degas en la casa de las chicas, donde se hace
patente la angustia de la vejez. No fue la única vez que Picasso introdujo a
Edgar Degas en su arte: apareció en 28 grabados, en el papel de voyeur
imperturbable. Se le veía en un rincón, en un espejo, en un marco o en un
busto. Es imposible sacárselo de encima, dijo alguna vez Picasso al respecto.
Esos grabados regresan a los burdeles de su
juventud. Ha pasado tiempo, ha experimentado mucho en su arte y vuelve la
mirada al principio de su vida sexual y artística. Cierra el ciclo donde lo
empezó. En el trayecto plasmó su genialidad.
Hombre desnudo 1971, Pablo Picasso
Hombre y mujer 1971, Pablo Picasso
Tres mosqueteros y desnudo, 1972, Pablo Picasso
Desnudo1972, Pablo Picasso
Grabados:
Bibliografía:
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Juan March, 1996
LECALDANO, Paolo, Picasso azul y rosa,
Barcelona, Noguer, 1980.
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de la carne, Pablo
Picasso y Marie-Thérèse Walter, Santiago de Chile, Ril, 2005.
VÁZQUEZ DE PARGA, Ana, «Introducción», en Picasso Suite Vollard y Minotauromaquia,
cat. exp., [Madrid], Sociedad Estatal para las Exposiciones Internacionales,
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PI, Jaques Jessica, Picasso en Gosol, 1906: un verano para la modernidad,
Madrid, Antonio Machado Libros, 2007.
PICASSO, Pablo, «Antología de textos», en Centenario Picasso, Madrid, 1983,
pp. 29‑30, (número monográfico de El
Socialista).