Catedral
de Segovia
La Santa Iglesia Catedral de Nuestra
Señora de la Asunción y de San Frutos de Segovia, conocida
como la Dama de las Catedrales por sus dimensiones y su elegancia, es
una catedral construida entre los siglos XVI y XVIII, de estilo gótico con
algunos rasgos renacentistas. La catedral de Segovia es una de las
catedrales góticas más tardías de España y de Europa, erigida en pleno siglo
XVI (1525-1577), cuando en la mayor parte de Europa se difundía la arquitectura
renacentista.
Aunque la tradición habla de san Geroteo,
discípulo de san Pablo, como primer obispo de Segovia, lo cierto es que los
primeros datos fiables son ya de época visigoda, cuando en el año 527 el
arzobispo Montano de Toledo nombra obispo en Segovia a partir de su segregación
de la sede de Palencia. El templo catedralicio en este primer periodo se piensa
que estaría a orillas del Eresma, en lo que hoy se conoce como alameda del
Parral.
Durante el dominio de Al-Andalus se cree que el
obispado quedaría vacante hasta que a fines del siglo XI, cuando tras la
conquista de la ciudad por Alfonso VI de Castilla, que la entrega al conde don
Raimundo de Borgoña para que organice la repoblación, Segovia obtiene estatus
jurídico, primero conformada como ampliación de la diócesis toledana a cargo de
un arcediano y poco después logrando diócesis independiente mediante el
nombramiento del obispo don Pedro Agen, confirmado por bula del papa Calixto II
en 1123.
Planta hipotética del Alcázar y de la
catedral vieja a fines del siglo XV
La erección de su correspondiente catedral,
construida según directrices cluniacenses y bajo la advocación de Santa María,
data de esta época, después de que el Concejo donara al Cabildo la ladera de la
colina que se extendía desde la iglesia de san Andrés hasta el Alcázar,
conformando el llamado barrio de “la
Claustra o Canonjía”, aislado del resto de la ciudad mediante tres puertas
que se cerraban al anochecer y de las que todavía se conserva una. De esta
época data también la construcción de muchos de los templos románicos de la
ciudad, como San Martín, San Miguel, San Andrés, San Esteban o San Quirce.
Dibujo de Miguel Sobrino (según
comentario del mismo) que recrea el aspecto que presentarían el Alcázar y la
catedral vieja a comienzos del siglo XVI
En el siglo XV, una época de gran esplendor de
la ciudad, elegida como asiento de la Corte castellana durante largas
temporadas, Enrique IV ya propuso la erección de una nueva catedral en un
emplazamiento alejado del Alcázar por considerar que era un peligro que las
sedes de los poderes civil y religioso estuvieran tan cercanos, pero el Concejo
de la ciudad no estuvo de acuerdo, teniéndose que conformar con embellecerla
para adecuarla a los nuevos gustos y logrando, gracias al empeño del obispo don
Juan Arias Dávila, la erección de un nuevo claustro gótico cuyas trazas fueron
encargadas a Juan Guas, prolífico arquitecto al que después se le
encargaron el nuevo palacio episcopal, la cabecera de la iglesia del
monasterio jerónimo del Parral, la reedificación del convento de Santa
Cruz la Real o intervenciones en la Cartuja de El Paular.
Y allí estuvo hasta que en 1521, tras la Guerra
de las Comunidades, cuando los comuneros se atrincheraron en la catedral para
luchar contra las tropas imperiales de Carlos V, que se hallaban en el Alcázar,
quedó arruinada.
Terminada la contienda, el emperador ordenó la
erección de un nuevo templo retomando la idea de Enrique IV de alejar la
catedral del Alcázar y eligiendo idéntico emplazamiento que su antepasado, la
zona más alta, en el centro de la población, el entorno de plaza de San Miguel
y el arruinado convento de Santa Clara, cuya comunidad de monjas había sido
trasladada, por orden de Isabel la Católica, a San Antonio el Real,
cenobio extramuros de la ciudad.
La catedral nueva vista desde el
emplazamiento aproximado que tuvo la románica
Las obras para la nueva catedral, puesta bajo
la advocación de la Asunción y de san Frutos, siguieron trazas dadas
por Juan Gil de Hontañón, nombrado maestro y en ese momento también
dirigiendo las obras de la catedral de Salamanca, y comenzaron en 1525 por los
pies, pudiéndose distinguir tres etapas fundamentales.
La primera llega hasta 1557, cuando se cubren
las naves y capillas hasta el crucero, con Rodrigo Gil de
Hontañón sucediendo a su padre a la muerte de éste en 1526, aunque con
intervalos de ausencias, el aparejador García de Cubillas a pie de obra y la
supervisión del canónigo Juan Rodríguez de Noreña en su condición de
fabriquero del Cabildo, con una intervención esencial para el progreso de la
misma y sucesivas consultas a los arquitectos más afamados de la época, como
Juan de Ávila, Alonso de Covarrubias, Felipe Vigany, Enrique
Egas o Francisco de Colonia, que nos dejan ver su progreso y la fidelidad
a las trazas originales con la que se actuó.
Entre 1558 y 1606 se realizó la cabecera, con
Rodrigo Gil de Hontañón y Rodrigo del Solar, sucesivamente, al frente de
la obra. En 1562 Rodrigo también proyectó el sagrario o sacristía, que
discurre a partir del último tramo de la nave de la Epístola salvando el fuerte
desnivel que existía por este lado del templo, en paralelo a la panda oriental
del claustro y separada de ésta por una lonja escalonada que conduce a la
portada de San Geroteo, abierta al crucero de la Epístola.
Finalmente, entre 1607 y 1699, a manos de Pedro de Brizuela y Francisco de
Viadero, se cerró la cúpula del crucero y se remataron las obras hasta su
completa finalización.
Cabecera y transepto norte
La imagen de la catedral de Segovia,
presidiendo la ciudad, en la zona más alta, es la de una potente mole que
domina todo el caserío, destacando por un escalonamiento provocado por la
diferencia de altura entre las capillas, las naves laterales y la nave central,
con todo el conjunto coronado por una cúpula de líneas clásicas diseñada por
Pedro de Brizuela y culminada en 1630, y por la imponente torre campanario, que
se ve a kilómetros de distancia de la ciudad.
La catedral desde las afueras de la
ciudad, destacando su imponente cabecera y su torre
Además, dada su concepción renacentista, se
encuentra exenta desde su origen, evitándose edificios adosados a la misma
porque se pensaba que afearían su imagen, algo que la diferencia del resto de
catedrales góticas, que si hoy lucen desprovistas de añadidos es porque el
urbanismo del siglo XIX despejó sus entornos mediante intervenciones hoy muy
cuestionadas por los historiadores porque tergiversaron la concepción gótica
con la que contaban.
El único añadido con el que contó, adosado a la
zona absidial y de cara a la Plaza Mayor, fue La Haceduría, una galería
construida a comienzos del siglo XVII siguiendo trazas de Pedro de
Brizuela para presenciar los lances de toros que se levantó por empeño de
los canónigos y a pesar de la oposición de algunos obispos y del Ayuntamiento,
reacios durante años a su construcción alegando que restaría belleza a la
catedral, y que a comienzos del siglo XIX fue demolida, recuperándose el
concepto primitivo de templo exento.
En la fachada
occidental, la principal, se abren las tres tradicionales portadas a cada
una de las naves, todas de arco trebolado y la central, la Puerta del
Perdón, con parteluz. Adosada al lado de la Epístola se levanta una
impresionante torre de planta cuadrada con arquerías ciegas en los
cuerpos superiores y contrafuertes que culminan en pináculos. El chapitel de
piedra, diseñado por Pedro de Brizuela, data de la década de 1610, erigido tras
un incendio provocado por un rayo que había destruido la flecha gótica de
madera y plomo cuya estructura piramidal era la de mayor altura de la
península.
Alzado de la fachada occidental
Fachada Oeste
Fachada Oeste
El gran espacio que se desarrolla ante esta
fachada, primera actuación de la ciudad a gran escala en cuanto a la ordenación
de la red viaria y apertura de espacios públicos, fue acondicionado en el
barroco, delimitado mediante un muro con leones tenantes de las armas de la
ciudad, del Cabildo y del rey y con pirámides. Se conoce como “El Enlosado” porque a fines del siglo
XVIII fue pavimentado con las laudes de granito de los canónigos que habían
sido sepultados en las naves, retiradas cuando se decidió pavimentar de nuevo
el templo.
La fachada
norte, paralela a la antigua calle de la Almuzara, la más comercial del
recinto amurallado durante el Antiguo Régimen, y que desembocaba en el Alcázar,
cuenta con la Puerta de san Frutos, abierta al brazo del crucero del
Evangelio, una composición clasicista realizada según trazas de Brizuela a
comienzos del siglo XVII, con cuerpo tetrástilo de orden toscano, con dos
nichos para las estatuas de los santos Valentín y Engracia que nunca llegaron a
colocarse y sobre el que se ubica un segundo cuerpo corintio con frontón que
cobija la imagen del santo titular que da nombre a la puerta, obra de Felipe de
Aragón en 1611. Cuenta con atrio pavimentado y cercado por pedestales de
granito también diseñado por Brizuela.
Alzado de la fachada norte
Transepto norte. Puerta de San Frutos
En el crucero de la Epístola se ubica
la Puerta de san Geroteo, dedicada al mítico primer obispo de Segovia, que
no se terminó hasta entrado el siglo XVII.
Puerta de san Geroteo
La catedral de Segovia muestra concepción
espacial renacentista pero decoración gótica, conformándose como una de las
catedrales góticas más tardías de Europa, con planta de cruz latina de tres
naves de seis tramos separadas por pilares palmeriformes que soportan bóvedas
de crucería de combados, capillas laterales entre los contrafuertes, crucero
que no sobresale en planta con cúpula central entre los tramos quinto y sexto y
ábside poligonal con girola a la que se abren siete capillas radiales.
Sección a la altura del crucero, con la
capilla del Sacramento a la derecha.
Sección longitudinal.
Detalle de las cubiertas y la cúpula del
crucero de la catedral de Segovia
Crucero
Nave central desde los pies del templo
Nave del Evangelio desde los pies
Planta de la catedral, la mitad con la
señalización del pavimento y la otra mitad con la de las cubiertas, y del
claustro.
Nervaduras del techo de la Girola Las capillas de la girola fueron
terminadas en el siglo XVII y decoradas a comienzos del XVIII. Comenzando por
el lado del Evangelio, la primera es la capilla de san José. A
continuación está la capilla de Nª Sª del Rosario, con pinturas murales
de Ramón Bayeu. Después está la capilla de san Antonio de Padua, con
un altar barroco. La central es la capilla de san Frutos, con tres
retablos barrocos dedicados al santo titular y a sus hermanos, los también
santos Engracia y Valentín.
De izquierda a derecha, capilla de san
Antón, en el último tramo, ya traspasando el crucero del Evangelio, y a
continuación, las capillas radiales de san José y de Nª Sª del Rosario
Bóveda de la capilla de san José
Capilla de San José
Capilla de Nuestra señora del Rosario
Detalle de la decoración mural de la
capilla de Nª Sª del Rosario
A continuación se encuentran la capilla de
san Geroteo, con un retablo y una escultura policromada del santo titular de
finales del siglo XVI, obra de Pedro de Bolduque, la capilla de san Ildefonso y
la capilla de san Pedro.
Capilla de San Geroteo
Capilla de San Ildefonso
Capilla de San Pedro
El ábside es de planta cuadrada con
remate semicircular y cuenta con un retablo mayor neoclásico en
mármoles de distintos colores y bronces dedicado a la Virgen de la Paz y
realizado según trazas de Francisco Sabatini. Fue mandado construir por
Carlos III en la segunda mitad del siglo XVIII y cobija una escultura sedente
de Virgen del siglo XII, donación de Enrique IV a la antigua catedral, que se
recubrió de plata en 1775, flanqueada por los santos segovianos Frutos,
Geroteo, esculturas en mármol realizadas por Adeba Pacheco, con las esculturas
sedentes también en mármol, de los santos Valentín y Engracia, hermanos de
Frutos, en la cornisa, que cuenta con una cruz central.
La reja del altar mayor es obra barroca
de Antonio de Elorza
Altar Mayor
Altar Mayor
El púlpito, adosado al pilar del Evangelio
en la vía sacra, es de mármol, con relieves de la Inmaculada Concepción y los
Evangelistas y con la heráldica de los duques de Alburquerque en el pedestal,
pues la pieza perteneció al desaparecido convento de san Francisco de Cuéllar,
sede del ducado.
El coro ocupa los tramos tercero y
cuarto de la nave central, frente al altar mayor, cerrado con otra reja de
Elorza y con la sillería gótica de la antigua catedral, mandada construir por
el obispo don Juan Arias Dávila, de estilo gótico flamígero de fines del siglo
XV. Cuenta con asientos reservados a los reyes, los más cercanos a la reja, rematados
por dos pequeñas cúpulas góticas, y sobre la silla episcopal luce el escudo del
promotor. Los dos órganos son barrocos del siglo XVIII.
Coro y Facistol
Detalle del coro
Los laterales del coro están
estucados y cuentan con los cuatro Evangelistas, dos a dos, Marcos y Juan y
Lucas y Mateo, y en el trascoro se ubica un retablo diseñado por
Hubert Dumandre que estuvo en la capilla del abandonado palacio de Riofrío,
trasladado a la catedral por orden de Carlos III, de ahí la presencia de las
esculturas de los santos Felipe e Isabel, en honor a sus padres. También aloja
las reliquias de san Frutos, santa Engracia y san Valentín, mártires
segovianos.
Trascoro
Capillas
del lado norte
De las capillas laterales, empezando por
los pies del Evangelio, junto a la Puerta del Perdón, la primera es
la capilla de la Concepción. Situada
a los pies de la catedral y junto a la denominada puerta del Perdón, fue
construida en 1531. Contiene bóveda de crucería de terceletes, decorada
por Juan del Río en 1622 con símbolos de la Inmaculada
Concepción. El cabildo catedralicio la cedió en patronato en 1645 al
capitán Pedro Fernández de Miñano y Contreras, gobernador de Cádiz, caballero
de la Orden de Santiago, capitán de la flota de la Plata al servicio
de Felipe IV de España, para destinarla a panteón familiar.
Destaca en ella una colección de obras del
pintor flamenco y afincado en Sevilla Ignacio de Ries realizada
en 1653, compuesta por el Árbol de la Vida, la Adoración de los
Pastores, la Conversión de San Pablo, el Bautismo de Cristo,
la Coronación de la Virgen y El rey David, que constituyen su
mejor obra. Además, preside la capilla un retablo de madera policromada, que
alberga en su espacio centrar una imagen de María Santísima de la Limpia
Concepción, encargada por el cabildo a Antonio de Herrera Barnuevo,
escultor de Felipe IV, en 1621.
La verja que cierra la capilla fue realizada
en Jerez de la Frontera en madera de caoba procedente de América por
Francisco Jiménez, a finales de la primera mitad del siglo XVII.
Capilla de la Concepción
La siguiente es la capilla de san Gregorio, con un retablo barroco de Juan de Ferraras
con un lienzo con la Misa de san Gregorio. A continuación se encuentra la capilla de los santos Cosme y Damián,
con retablo de Domingo Fernández de 1629 con esculturas de los santos
titulares, apóstoles, escenas de su martirio, una Virgen de la
Concepción atribuida a Gregorio Fernández y un Descendimiento. Le
sigue la capilla de san Andrés,
fundada por don Andrés de Madrigal, tesorero y canónigo de la catedral. El
retablo siguió trazas de Pedro de Brizuela de 1621 y también cuenta con un
tríptico flamenco del siglo XVI del Descendimiento, obra de Ambrosius
Benson.
Capilla de San Gregorio
Capilla de San Cosme y San Damián
Tríptico del siglo XVI
del Descendimiento de Ambrosius Benson en la capilla de san Andrés
La capilla
de la Piedad o del Santo Entierro está justo antes del crucero del
Evangelio. Fue fundada por don Juan Rodríguez de Noreña, canónigo fabriquero de
la catedral, que encargó el retablo a Juan de Juni, una obra similar
al Entierro de Cristo que el escultor realizó a mediados del siglo
XVI en Valladolid y que hoy se conserva en el Museo Nacional de Escultura.
La reja perteneció a la capilla mayor de la primitiva catedral, realizada por
Francisco de Salamanca en 1515.
Detalle del retablo de Juan de Juni en
la capilla de la Piedad o del Santo Entierro
Ya en el último tramo, traspasando el crucero
del Evangelio, está la capilla de
San Antón, concedida a don Antonio Idiáquez Manrique, obispo de Segovia,
como panteón familiar. Cuenta con un retablo barroco atribuido a José Vallejo
Vivanco dedicado al santo titular, con una imagen del mismo de Pedro Valle, que
también inició el sepulcro del prelado, dejándolo inacabado a la muerte de
éste, con orante acompañado de un paje terminado por José Galván.
Capilla de San Antón
Capillas
del lado sur
En cuanto a las capillas del lado de la
Epístola, de nuevo empezando por los pies, la primera es la capilla de san Blas, que también da
acceso a la torre. Tiene un retablo barroco con una imagen del santo titular y
se cierra con una reja plateresca.
Capilla de San Blas
A continuación está la capilla del Sepulcro de Cristo, donde
habitualmente se expone un famoso Cristo yacente de Gregorio
Fernández que procesiona el Viernes Santo y que en mi visita en septiembre de
2013 no estaba. El retablo cuenta con dos pinturas de Cristo
Crucificado y el Descendimiento de Francisco Camilo.
Retablo de la capilla del Sepulcro de
Cristo La siguiente es la capilla de santa Bárbara, con un retablo neoclásico y una pila
bautismal de fines del siglo XV atribuida al taller de Juan Guas, decorada con
las armas de Enrique IV y procedente de la antigua catedral románica.
Capilla de Santa Bárbara
La capilla
de Santiago fue la primera entregada a un civil, don Francisco
Gutiérrez de Cuellar, contador mayor de Felipe II y comendador de la Orden de
Santiago, en 1577. La reja es de 1594 de Juan de Salamanca. Tiene un retablo
barroco dedicado al santo titular obra de Pedro de Bolduque de 1595, con
estructura clásica y decoración influida por Gaspar Becerra. Cuenta con cripta,
la única pieza excavada en el subsuelo de la catedral.
Capilla de Santiago
La capilla
del Consuelo es la última antes del crucero de la Epístola, con un
Cristo crucificado y dos sepulcros con yacentes de los obispos de Segovia don
Raimundo de Losana y don Diego de Covarrubias. También es el acceso al
claustro, con una portada de la que hablaré más adelante.
Capilla de Cristo del Consuelo
Después del crucero, en el último tramo, no hay
una capilla en sí sino el acceso a lo que hoy se conoce como capilla del Sagrario, que era
la antigua sacristía, desarrollada en paralelo a la panda oriental del
claustro y separada de ésta por la lonja escalonada que conduce a la portada de
san Geroteo, abierta al crucero de la Epístola.
Sección de capilla del Sagrario, con la
capilla de los Ayala a la derecha.
Comenzó a levantarse en la segunda mitad del
siglo XVI según trazas de Rodrigo Gil de Hontañón y para su erección hubo que
salvar el fuerte desnivel que existía por este lado del templo.
Antigua sacristía, hoy capilla del
Cristo de la Agonía, con la capilla de los Ayala al fondo
Aunque Hontañón también ideó un remate mediante
un trasagrario de planta cuadrada y cubierta copulada, el desnivel del terreno
y lo elevado del presupuesto dejaron la obra inacabada hasta que a fines del
siglo XVII don Antonio de Ayala y Berganza, arcediano de Segovia, canónigo de
la catedral y miembro de la Inquisición, solicitó su concesión, dado que ya
estaba en desuso, para convertirla en oratorio, relicario, sagrario y panteón,
y como el Cabildo sólo le concedió el espacio inacabado del fondo como panteón
familiar, acometió la culminación del ámbito mediante una capilla cerrada que
no fue terminada hasta después de su muerte.
Así, en la actualidad, pueden distinguirse dos
espacios. El conocido como capilla del Santísimo Cristo de la Agonía es
un ámbito rectangular con bóvedas de crucería y un Crucificado del
siglo XVII de Manuel Pereira en un retablo cerámico de Daniel Zuloaga.
En cuanto a la capilla de los Ayala, es un
espacio cuadrado cubierto con cúpula con linterna sobre pechinas y tambor
diseñada por José de Churriguera, dividida en ocho paños decorados con motivos
geométricos, vegetales y angelotes y cabezas de ángeles y trasdosada con tejado
de pizarra al exterior.
Sección de la capilla de los Ayala, con
los arcosolios de enterramiento, el óculo,
la cúpula y el cupulín de remate.
Detalle de la cúpula de la capilla de
los Ayala
Retablo-relicario
de José de Churriguera en la capilla de los Ayala
En los muros laterales se ubican cuatro
arcosolios, obra de Andrés de Monasterio, y cuenta con un
impresionante retablo relicario barroco acoplado perfectamente al
marco, también proyectado por Churriguera, organizado mediante columnas
salomónicas recubiertas de pámpanos, alusión a la Eucaristía, y está presidido
por un tabernáculo y la imagen de San Fernando. La decoración de rocalla en las
puertas que cierran las hornacinas fue añadida en 1762. Rodríguez G. de
Ceballos también señala que fue en esta obra donde Churriguera utilizó por
primera vez el estípite como soporte, después también usado en el retablo mayor
de la iglesia del convento de san Esteban de Salamanca.
El templo cuenta con grandes ventanas
y vidrieras de gran calidad, un conjunto de sesenta y cinco piezas
pertenecientes a tres épocas distintas. La primera es del siglo XVI y conforma
un importante conjunto manierista del taller de los Pierres, Nicolás de
Vergara, Nicolás de Holanda y Gualter de Ronch. La segunda es del siglo XVII de
la mano de Francisco Herranz, treinta y tres piezas con una iconografía sacada
del manuscrito Orden de las Ystorias que se han de poner en las vidrieras
de la Yglesia Mayor de Segovia conservado en el Archivo Catedralicio de
Segovia. La tercera es de 1916, siete vitrales para la capilla mayor realizados
por la Casa Maumejean de Madrid. Además, desde 2010, todas se encuentran en un
intenso proceso de restauración a cargo del vidriero Carlos Muñoz de Pablos.
Vitral dedicado a la Virgen
María en la Catedral de Segovia, obra de Francisco Herranz en
el siglo XVII.
Claustro
Adosado a los cinco primeros tramos de la nave
de la Epístola, el claustro tiene planta cuadrada con cinco tramos de
bóveda de crucería simple salvo en los ángulos y en la panda sur, con bóvedas
más complejas. Es de estilo gótico flamígero. Fue trasladado piedra a piedra
desde la antigua catedral de Santa María, destruida durante la Guerra de las
Comunidades, y constituye la única parte del antiguo templo que ha llegado a
nuestros días.
Acceso al
claustro desde la Capilla del Consuelo
A diferencia del resto de catedrales, es la
parte más antigua del conjunto, fechado en 1474, el que Juan
Guas edificó en la antigua catedral románica y que en 1524, antes incluso
de iniciarse las obras de la catedral nueva, empezó a ser trasladado al nuevo
emplazamiento, piedra a piedra, por el cantero Juan Campero, quedando terminado
en 1529.
Como ya he dicho, se accede a él a través de
la capilla del Cristo del Consuelo, la quinta de este lado, con portada
policromada construida en 1483 según trazas de Juan Guas y obra
escultórica de Sebastián de Almonacid, también trasladada desde las ruinas de
la antigua catedral. Cuenta con un tímpano con una Piedad y está coronada con
el escudo de los Reyes Católicos. Por el lado del claustro la portada es
muy similar pero no está policromada, con escenas de la Vida de Jesús.
Claustro Las ventanas al jardín se organizan mediante
vanos apuntados divididos en siete maineles sobre los que se alzan arcos de
medio punto y conopiales y elaborada tracería calada con diversas combinaciones
geométricas.
Sección del claustro dejando ver la sala
capitular y la panda norte.
Jardín del claustro de la catedral de
Segovia
La panda oeste abre al ámbito bajo la torre, sala del tesoro, y a la sala capitular, sobre la que se ubica
la librería del Cabildo. La sala capitular, con un artesonado de fines del
siglo XVI decorado en blanco y oro, hoy está acondicionada como sala del Museo
Catedralicio y expone una destacada colección de ocho tapices flamencos del
siglo XVII que relatan la Historia de la reina Cenobia de Palmira.
Sala Capitular
Sala Capitular
La
Catedral Vieja de Salamanca
Poco se sabe sobre la génesis del cabildo
salmantino. Se cree que la organización diocesana se inició en 1102 cuando el
señor de esas tierras, que se hizo con ellas en la repoblación, el conde don
Raimundo de Borgoña, y su esposa, la infanta doña Urraca, hija de Alfonso VI de
León, le concedieron al obispo don Jerónimo de Perigord las iglesias y clérigos
de Salamanca y Zamora, estableciendo un poder feudal con tierras y vasallos y
lugares propios con sus respectivas rentas como marco institucional desde el
que comenzar la organización de un territorio muy poco poblado todavía.
Una vez constituida la diócesis, sería ese
primer obispo don Jerónimo el que decidiría levantar una catedral, quizá sobre
un antiguo templo visigodo, en la Peña Celestina, al sur del recinto
fortificado, dominando el Tormes, una zona repoblada por francos, una
construcción que se convierte en motor del desarrollo económico y demográfico
de la ciudad.
Durante todo el siglo XII las obras, que habían
comenzado por el ábside mayor de la mano de un taller de origen francés, fueron
a muy buen ritmo gracias a las numerosas donaciones de los reyes Alfonso VII,
Fernando II y Alfonso X de León, especialmente interesados en mantener un
señorío episcopal que cubriera las necesidades constructivas y culturales en el
territorio conquistado a Al-Ándalus.
A partir de 1156 las donaciones más importantes
procederán de la iniciativa privada, incluyendo ornamentos litúrgicos y
materiales suntuarios. Así, en 1161 se pudo iniciar el claustro, que en 1178 ya
estaba casi terminado.
Dado el carácter fronterizo de Salamanca en la
época, la fábrica se proyectó fortificada, popularmente conocida
como fortis salmantina, aunque ahora esos rasgos ya no sean tan visibles,
habiendo desaparecido las almenas de la Torre Mocha o la terraza transitable
desde la que poder disparar en caso de ataque, hoy de teja árabe.
Pero a partir del siglo XIII las donaciones
menguaron considerablemente y las obras se vieron muy ralentizadas, con
campañas constructivas intercaladas entre periodos de paralización casi
completa, sin que el templo quedara concluido hasta fines del siglo XIV, ya en
tiempos del obispo don Alfonso de Berasaque, que tuvo que fundar una cofradía
para atraer limosnas con las que finalizar las obras.
Lo dilatado de la construcción hace que se
iniciara en románico y se culminara ya en gótico, sin que los pilares,
concebidos para sustentar una bóveda de cañón, estuvieran preparados para
recoger los arranques de las bóvedas de crucería sencilla, de transición al
gótico.
De las fachadas apenas queda nada. Se sabe que
la del oeste, tapada por otra del siglo XVIII, tenía portada flanqueada por dos
torres de planta cuadrada, aunque la del sur no llegó a terminarse, de ahí que
se conozca como Torre mocha.
En cuanto a la torre norte, quedó incorporada a
la Catedral Nueva como Torre de las Campanas mediante la adición de tercer
cuerpo edificado por Rodrigo Gil cubierto de decoración plateresca. Tras un
incendio en 1705 debió ser reformada y se le añadió un ochavo, media naranja y
linterna. Además, el terremoto de Lisboa de 1755 causó importantes deterioros y
tuvo que ser muy remodelada para evitar su demolición.
Campanario de la Catedral Nueva,
levantado sobre la torre norte de la Catedral Vieja
En la actualidad, después de que en 1957 se
cegarse la primitiva entrada situada en el brazo norte del crucero, se accede a
la Catedral Vieja a través de la última capilla de la Epístola de la Nueva, la
capilla de San Pedro, mediante una escalera con rellano central y dos tramos
simétricos que salvan el desnivel entre ambos templos y va a parar a los pies
de la nave del Evangelio.
Presenta planta de cruz latina y contaba con
crucero marcado, tres naves y tres ábsides semicirculares con vanos de medio
punto, aunque el más al norte está empotrado entre los muros de la Catedral
Nueva y los otros dos, al exterior, aparecen medio enterrados por un terraplén
formado para nivelar el atrio conocido como Patio Chico con el
pavimento de dicha catedral.
Planta de la Catedral Vieja de Salamanca
Cabecera o Ábside exterior
De nuevo en el interior, a los pies, bajo la
mencionada torre norte sobre la que se edificó la Torre de las Campanas de la
Catedral Nueva, está la Capilla de San Martín o del aceite, última denominación
que le viene porque en ella se guardaban las tinajas con el aceite que se
utilizaba para las lámparas de la catedral.
Por encima de la entrada se ha descubierto
recientemente una gran pintura mural con San Martín compartiendo su capa,
quizá complemento de un desaparecido retablo.
San Martín cortando su capa
La capilla, de origen funerario, aloja los
sepulcros del fundador, don Pedro Pérez, fallecido en 1262, y del obispo don
Rodrigo Díaz, de 1339, en forma de arcosolio, con sarcófago con una escena de
un entierro en relieve, sobre el que reposa el yacente con ropas talares, y
una Epifanía pintada en el tímpano.
Sepulcro del obispo don Rodrigo Díaz
Pero lo que más llama la atención son las
pinturas murales. En el testero este, alrededor del vano, distinguimos, entre
otras, las representaciones de Jeremías, Isaías y Daniel y de San Joaquín y
Santa Ana y los escudos de Castilla y León, unas pinturas firmadas en 1262 por
Antón Sánchez de Segovia, aunque hay autores que ponen en duda una fecha tan
temprana para las mismas.
Pinturas de la capilla de San Martín
En el testero norte, junto al sepulcro del
obispo don Rodrigo Díaz, aparece un Juicio Final, con Jesucristo en
mandorla mostrando los signos de la Pasión acompañado de la Virgen y del
Colegio Apostólico, la Etimasía o Trono vacío para Cristo y los ángeles con
trompetas despertando a los muertos para que vuelvan a la Tierra para ser
juzgados, con los salvados a la derecha de Cristo, y los condenados a la
izquierda.
El Juicio Final en el testero
norte
Nave
Central
la nave central, ésta muestra un alzado de
pilares cruciformes con columnas en los frentes y en los codos, arcos doblados
y apuntados, cuerpo de ventanas y cubierta con fuerte crucería protogótica,
citándose el año 1180 como la fecha en la que quedó concluida. Los vanos del
lado del Evangelio están parcialmente tapiados por el muro sur de la Catedral
Nueva.
La nave central mide 52 metros de larga, 9, 20
m. de ancha y 16, 70 m. de alta; y las naves laterales 50 x 5,50 x 11,20 metros
respectivamente. A ellas corresponden, en lógica proporción, los tres ábsides
de la Capilla Mayor y capillas laterales.
Alzado de la nave central
Cubierta de crucería de la nave central,
apreciándose cómo la luz penetra por las ventanas del lado de la Epístola, con
las del Evangelio cegadas por el muro sur de la Catedral Nueva
Como los gruesos nervios de crucería no
coinciden con las columnas de los pilares, trazados para soportar una cubierta
de cañón típicamente románica, se optó por una solución colocando una especie
de cimacios de remate con cabezas talladas.
Encuentro entre los pilares y los
nervios de las bóvedas
Hasta la primera mitad del siglo XIX la nave
central contó con coro que ocupaba el primer tramo antes del crucero,
desmontado en tiempos del obispo Varela.
Nave central, que desde mediados del
siglo XIX aparece despejada hasta el altar mayor después de haberse desmontado
el coro
Las naves laterales también cuentan con
cubierta de crucería pero la del Evangelio es más estrecha y le falta el brazo
del crucero de ese lado, ocupado por la Catedral Nueva.
Y es que cuando empezó a levantarse el nuevo
templo, hacia 1520, estaba previsto que la antigua construcción fuera demolida,
pero como las obras se prolongaron hasta avanzado el siglo XVIII, periodo en el
que ésta siguió siendo necesaria para el culto, finalmente se decidió
conservarla, dando lugar a esa curiosa conformación catedralicia de dos templos
juntos.
Nave del Evangelio más estrecha porque
fue invadida por la construcción de la Catedral Nueva
En el muro de la nave del Evangelio se
encuentra el altar de Santa María la Blanca, con una imagen del siglo XIV que
fue colocada aquí después de que su iglesia fuera destruida en una riada en
1626. Está rodeada de dieciocho escenas que narran los milagros atribuidos al
Cristo de las Batallas.
Detalle del altar de Santa María la
Blanca
El crucero se cubre con un destacado cimborrio
fechado a mediados del siglo XII. Al interior se conforma mediante cúpula
semiesférica de 16 nervios que se cruzan, apoyada sobre tambor aligerado por
ventanas y recorrido por columnas y cuatro impresionantes pechinas en cuyos
arranques se sitúan cuatro esculturas de santos de bulto de similar factura a
otras repartidas en el crucero. Algunas tienen a sus pies dragones, furias u
otros animales fantásticos. Junto con la labra de los capiteles, componen la
labor escultórica del templo.
Cimborrio de la Catedral Vieja de
Salamanca Arranque del
cimborrio, con las esculturas en las pechinas Detalle de las esculturas en el arranque
de los nervios de la cubierta del transepto sur, de similar factura a las de
las pechinas del cimborrio Labor escultórica de uno de los capiteles
de la nave central
Al exterior, el cimborrio está dividido en tres
cuerpos, los dos primeros cilíndricos, que se corresponden con el tambor
interior, organizados mediante alargados vanos de medio punto, agrupados de
tres en tres, con el central adelantado formando una especie de pabellón
rematado con gablete, y cuatro torrecillas cilíndricas cubiertas con
chapiteles cónicos escamados rematados en bola; el cimborrio culmina con un
último cuerpo también cónico dividido en ocho paños cubiertos de gruesas
escamas y rematado con una veleta que, por su forma, ha hecho que se conozca
popularmente como la “Torre del gallo”.
Torre del Gallo recortada sobre el
cimborrio de la Catedral Nueva
El modelo está tomado del de la catedral de
Zamora, la primera del grupo conocido como “cimborrios
del Duero”, junto con las de Plasencia y Toro, las cuatro con una
estructura similar de dos cúpulas distintas al exterior y al interior, con un
relleno entre ambas de grava y tierra y contrarrestando las fuerzas entre una y
otra, además de la curiosa decoración exterior escamada que se piensa que es
influencia de Santa María de Poitiers o del románico de la región francesa
Poitou-Charentes en general.
El altar mayor está presidido por un
espectacular retablo de la primera mitad del siglo XV realizado por los
hermanos italianos Dello, Sansón y Nicolás Delli, el último más conocido como
Nicolás Florentino, que fue también el que realizó el Juicio Final, la
pintura mural que cubre el casquete semiesférico del ábside.
Retablo Mayor
La obra más conocida de la Catedral Vieja de
Salamanca es el impresionante retablo mayor, realizado entre 1430 y 1450.
Aunque tradicionalmente se ha venido atribuyendo a Nicolás Florentino,
investigaciones contemporáneas reconocen, por lo menos, tres autores trabajando
en las tablas que lo componen. Así, se cree que el encargo se realizaría al
pintor italiano Daniel o Dello Delli, que vendría a Salamanca con sus
hermanos Sansón y Nicolás Delli, este último conocido como Nicolás Florentino,
que fue quien después contrató con el cabildo la realización del fresco
del Juicio Final que culmina el retablo. En una obra de semejante
envergadura, el taller venido de Italia forzosamente tuvo que contratar
artistas locales, de ahí que también se aprecien otras manos.
Retablo mayor de la Catedral Vieja de
Salamanca Retablo mayor de la Catedral Vieja de
Salamanca
El retablo se organiza mediante un estrecho
bancal con efigies de profetas sobre el que se superponen once calles y cinco
cuerpos que acogen cincuenta y tres tablas de pintura y una imagen del siglo
XII de la Virgen de la Vega, patrona de la ciudad, procedente del desaparecido
monasterio de Santa María de la Vega, según modelo bizantino, con figura
inmóvil que muestra al Niño al fiel, y cubierta con bronce sobredorado con
incrustaciones de esmaltes y piedras preciosas, una labor de talleres
salmantinos que denota influencia de la Escuela de Limoges.
Templete con la Virgen de la Vega
En cuanto a las cincuenta y tres tablas,
enmarcadas por molduras de talla dorada formando arcos de medio punto
angrelados que en el cuerpo superior aparecen, a su vez, enmarcados por
frontón, desarrollan uno de los ciclos iconográficos de la Salvación más
completos del arte europeo, que empieza con la Vida de la Virgen, desde su
nacimiento, continúa con la Infancia de Cristo y su Vida pública, y culmina con
la Pasión y Glorificación de Cristo y la Virgen, con escenas ordenadas de abajo
a arriba y de izquierda a derecha que van narrando todos los episodios con
detalle.
Tablas superiores del retablo
Las pinturas son avanzadas para el momento
artístico de la Corona de Castilla, con escenas tratadas de forma naturalista,
contando los hechos con espontaneidad narrativa y riqueza descriptiva, alejadas
del carácter dogmático y simbólico de los ciclos de Salvación de etapas
anteriores. Muchas de ellas se desarrollan dentro de encuadres arquitectónicos
con aire renaciente que proporcionan perspectiva y que no tienen nada que ver
con las construcciones góticas que todavía se estaban desarrollando en la
península, una obra que marca el final del Gótico Internacional en la Península
y anticipa ciertos elementos del protorrenacimiento toscano del primer cuarto
del siglo XV, que los hermanos Delli habrían asimilado en Florencia justo antes
de su llegada a Salamanca.
De izquierda a derecha y de abajo a
arriba, figuran: el Lavatorio de pies, la Oración en el Huerto de los
Olivos, el Prendimiento y la Flagelación; y las Tres Marías
ante el sepulcro vacío, Noli me tangere, el Encuentro camino de
Emaus, la Incredulidad de Santo Tomás, la Ascensión
María, personaje fundamental del Catolicismo,
paradójicamente, sólo tiene cinco apariciones en los textos canónicos: la
Anunciación y la Visitación, mencionados en el Evangelio según San Lucas,
cuando Jesús niño se pierde en el templo, en las Bodas de Caná y a los pies del
Calvario, mencionados en el Evangelio según Juan.
Pero ya desde muy temprano las leyendas sobre su vida empezaron a circular a
través de textos apócrifos, sobre todo el Protoevangelio de Santiago,
el Evangelio del Pseudo Mateo o el Libro Armenio de la Infancia,
después recogidos en el siglo XIII por Jacobo de la Vorágine para elaborar
su Leyenda Dorada, la fuente de la que se toman las referencias para este
ciclo iconográfico, que sería rigurosamente planificado por el cabildo
catedralicio. En este sentido, se sabe que Nicolás Florentino tuvo
que presentar unos dibujos sobre pergamino del Juicio Final y lo
mismo cabe suponer que se haría con las escenas que iban a componer el retablo.
Dicha representación del Juicio
Final cubre el casquete semiesférico del ábside y utiliza una iconografía
que en vez de estar basada en los textos del Apocalipsis de San Juan,
un Cristo Juez Todopoderoso, muestra el modelo introducido a fines del siglo
XII, más propio de la sensibilidad gótica, inspirado en el Evangelio según
San Mateo, más humano y paternal.
El Juicio
Final
El Cristo del Apocalipsis es Cristo
Dios, mientras que éste es Cristo Hombre, el denominado Varón de Dolores,
que viene a juzgar a la humanidad porque ha muerto por ella, de ahí que
aparezca semi vestido, en este caso con paño de pureza, y señalándose las
llagas de la Pasión.
Cristo Varón de Dolores, señalándose la
herida del costado
Así, camina con la mano derecha haciendo un
gesto entre la bendición y la amenaza y con la izquierda llama la atención
sobre su herida del costado. Está rodeado de seis ángeles que portan los
atributos de la Pasión, con la cruz, los clavos, el látigo, la columna…
A ambos lados aparecen, arrodillados y con las
manos juntas en señal de súplica, la Virgen y San Juan Bautista en su papel de
intercesores ante Cristo, una reminiscencia de la Déesis bizantina, pues
lo lógico en occidente es que en estas escenas aparezcan la Virgen y San Juan
Evangelista, tomados de la estructura del Calvario. Aun así, ninguno de estos
personajes son mencionados en el Juicio Final de los textos canónicos
del Apocalipsis o San Mateo, añadidos con posterioridad.
Cristo rodeado de los ángeles con los
instrumentos de la pasión y con la Virgen y San Juan Bautista
La escena se completa con la Resurrección de
los muertos, que según el Apocalipsis, salen desnudos de sus tumbas para
ser juzgados al escuchar a dos ángeles con trompetas que anuncian el Juicio
Final. Cristo los va separando entre elegidos, hacia su derecha, vestidos de
blanco, señalando que han recuperado su dignidad, y condenados, hacia su
izquierda, que siguen desnudos y entre ellos se distingue algún un obispo y un
papa, aludiendo a que nadie se libra del Juicio de Dios. Todos caminan
amontonados hacia el Infierno, representado mediante un horripilante monstruo
con la boca abierta en el que a su vez hay otros monstruos que enganchan con
una especie de garfios a los pecadores para arrastrarlos hacia la condena.
Los condenados camino del Infierno
En este ámbito del ábside central se encuentran
varios sepulcros, casi todos en arcosolio, de importantes personajes de la
historia de la ciudad, como los de los obispos don Gonzalo Vivero y don Sancho
de Castilla, prelados con un importante papel en la historia de la ciudad, el
del arcediano de Toro don Diego Arias Maldonado o el de don Fernando Alonso,
hijo de Alfonso IV, deán de Santiago y arcediano de Salamanca, fallecido en
1272, con tímpano con relieves góticos y plañideras que flanquean el túmulo en
el que aparece el alma del difunto transportada al cielo por ángeles.
El crucero de la Epístola, único que se
conserva, se ilumina mediante rosetón y cuenta con dos tramos en los que destaca
la cubierta del más al sur, con curiosos nervios en zigzag que arrancan de
estatuas, también presentes en el tramo anterior, similares a las mencionadas
en las pechinas de la cúpula.
Testero del crucero de la Epístola, con
arcosolios, pintura mural y rosetón
Detalle en el que se aprecia la
diferencia de los nervios de los dos tramos del crucero de la Epístola
En este brazo se ubica
un conjunto excepcional de sepulcros, todos fechados en el siglo XIII salvo
uno. Comenzando por el de la capilla absidial o capilla de San Nicolás,
nos encontramos con el del obispo de Salamanca don Pedro Dominicano, fallecido
en 1315, de tosca factura, con yacente con vestiduras pontificales.
Sepulcros del transepto de la Epístola
Ya en propio brazo del crucero, se encuentra el
del arcediano de Ledesma don Diego García López, el único del siglo XIV, con
yacente con vestiduras sacerdotales y libro cerrado entre las manos como
símbolo de la ciencia y su graduación en letras sagradas, relieve con
una Epifanía en el tímpano del arcosolio y sarcófago en el que se
representa a las plañideras rodeando el enterramiento.
Sepulcros del arcediano de Ledesma don
Diego García López y de doña Elena de Castro
A continuación se encuentra el sepulcro de doña
Elena de Castro, con un original interior de plementos gallonados también
decorados con una Epifanía, esta vez pintada, y urna que repite la escena
del enterramiento y las plañideras.
Detalle del yacente y los gallones del
sepulcro de doña Elena de Castro
En el testero sur, de acceso al claustro, se
ubican otros dos arcosolios. El del chantre don Aparicio Guillén repite ropas
sacerdotales y libro cerrado en la mano y cuenta con una Coronación de la
Virgen en el tímpano del arcosolio y repite las plañideras en el sarcófago.
Finalmente, el del deán de Ávila don Alonso
Vidal, repite vestimenta y libro pero destaca por su rica decoración, con
arquivolta con ángeles alados, especie de alfiz con decoración
mudéjar de mocárabes, tímpano con un relieve con una Crucifixión y
sarcófago con la Una Epifanía y una Presentación en el Templo.
Sarcófago de don Alonso Vidal
Catedral
Nueva de Salamanca
La Catedral de la Asunción de la Virgen,
llamada popularmente Catedral Nueva es, junto a la Catedral
Vieja, una de las dos catedrales de la ciudad de Salamanca. Es la sede de
la diócesis de Salamanca. Fue construida entre los
siglos XVI y XVIII mezclando los estilos gótico
tardío, renacentista y barroco. Es la segunda mayor catedral de
España en dimensiones y su campanario, con 93 metros de altura, también es de
los más altos de España.
La catedral nueva se construyó
entre 1513 y 1733 conservando la vieja. En un
principio pensaron derruir ésta, aunque se impuso el criterio de mantenerla
abierta al culto mientras se realizaba la construcción de la nueva. Al terminar
las obras en el siglo XVIII, reconsideraron la idea de destruirla y por
esa razón se conserva actualmente. No obstante, el muro sur de la Catedral
Nueva se apoya sobre el muro norte de la vieja, que hubo de ser reforzado hacia
el interior del antiguo templo, cuya nave lateral quedó parcialmente reducida
con la nueva construcción. La torre de la nueva catedral se construyó sobre la
torre de las campanas de la Catedral Vieja.
Fachada Norte. Puerta de Ramos
La idea de construir una catedral nueva surge
en el siglo XV debido al aumento demográfico de la ciudad,
especialmente por la fuerte atracción de la Universidad. Por tanto, la Catedral
Vieja parecía en aquellos momentos «pequeña,
oscura y baja». Contaban con el apoyo de Fernando el Católico, quien
en 1509 ordenó a los arquitectos que habían trabajado en Toledo y
Sevilla, Antón Egas y Alonso Rodríguez, que fueran a Salamanca
para tomar traza del nuevo templo.
La catedral, tras diversas discusiones, se
proyectó paralela a la vieja, realizada con piedra
franca de Villamayor y en estilo gótico. Tiene planta
rectangular, con tres naves y dos más de capillas hornacinas. En principio la
cabecera había de terminar en girola y ábsides poligonales, pero finalmente se
cambiaría el proyecto al actual, que remata el templo con una cabecera
rectangular que hace un plante de salón. La primera piedra se puso en 1512, siendo
obispo de Salamanca Francisco de Bobadilla.
Durante casi todo el siglo XVII las
obras estuvieron paradas y se retomaron de nuevo en el XVIII, hasta su
finalización en 1733. La catedral sufrió los devastadores efectos
del terremoto de Lisboa, que se produjo el 1 de
noviembre de 1755, quedando todavía signos visibles en las grietas y
vidrieras rotas. Después del terremoto hubo que rehacer la cúpula
(por Juan de Sagarvinaga) y reforzar el campanario, que era más esbelto,
muy semejante al de la catedral de Segovia. El campanario sufrió graves
desperfectos durante el terremoto, llegando a inclinarse e incluso amenazar
ruina. Tras consultar a varios arquitectos que recomendaron su demolición fue,
finalmente, Baltasar Dreveton quien propuso zuncharla con 8 cadenas
tensadas y forrarla con piedra en forma de talud llegando hasta el cuerpo de
campanas (unos 40 metros desde el suelo). De la dirección de esta obra se
encarga Jerónimo García de Quiñones con Manuel de los Ríos. Así
puede contemplarse actualmente, forrada de piedras e inclinada hacia uno de sus
lados por efecto del terremoto de Lisboa. Actualmente esta catástrofe se
recuerda con la tradición del «Mariquelo»
el 31 de octubre.
Hacia 1812 el ejército de ocupación francés
derribó la manzana de casas situada al norte de la catedral, creando la actual
plaza de Anaya y poniendo de relieve la fachada norte, no preparada para la
exhibición y poco agraciada. Este hecho ha provocado que las fotos más
conocidas de la catedral sean tomadas desde este lado, haciendo olvidar la
fachada principal, mucho más interesante pero situada en una calle estrecha y
sin suficiente amplitud para obtener buenas fotografías.
Características
La catedral es, junto a la de Segovia, una
de las dos últimas catedrales de estilo gótico que se construyen en España. La
nueva catedral se construyó, continuando con el gótico tardío de sus
orígenes, entre los siglos XVI y XVIII, aunque a finales del XVI
se cambiara la cabecera, pensada con una girola gótica, por una plana
y durante el XVIII se añadieran dos elementos que rompían de forma llamativa
con el estilo predominante del templo: una cúpula barroca sobre el crucero y los cuerpos
superiores de la torre campanario. Esta torre campanario mide 93 metros de
altura.
La planta y alzado del edificio mantienen una
uniformidad gótica y la presencia exterior de arbotantes y contrafuertes, así
como el alzado interior de las naves lo atestiguan.
El interior de la catedral es muy semejante al
de la catedral de Sevilla. Sin embargo, a pesar de que las naves laterales
no están a la misma altura que la central, siguiendo el esquema «ad triangulum» típico del gótico, la
iglesia da impresión de gran amplitud y luminosidad por la compensación en
altura y la consecución del espacio interior. El triforio, típico de las
construcciones desde el tardorrománico, se sustituye por dos tribunas corridas
en todo el perímetro de la catedral y a dos alturas, lo que permite elevar aún
más las naves laterales. Los pilares recogen el peso de las bóvedas donde cada
uno de los nervios de las mismas descienden hasta el suelo por el pilar en una
delgada columnilla que le ayuda a descargar el peso. Las bóvedas tienen todo
tipo de combinaciones de nervios, combados y terceletes, que las hacen muy
atractivas por su variedad y complejidad de obra.
La Catedral Nueva tiene una planta con tres
naves y dos más de capillas-hornacina, que se terminaron
en 1520 por Juan Gil de Hontañón las de la izquierda
y Juan de Álava las de la derecha. En 1538 Rodrigo Gil de
Hontañón se convierte en el maestro de obras de la catedral, tras la
muerte de su padre Juan Gil de Hontañón. En principio se proyectó una girola
para la cabecera y ábsides poligonales, pero el retraso en la obra hizo cambiar
el criterio por el de una cabecera plana, decisión tomada en el
año 1584 por el entonces maestro mayor Juan Ribero de Rada,
siguiendo el modelo de cabecera diseñado por Juan de Herrera en la
Catedral de Valladolid. En 1588 se llama al maestro
cántabro Juan de Nates para la continuación de las obras.
El cimborrio original fue levantado
por Joaquín Churriguera cuando se retomaron las obras, tras estar
paradas durante casi todo el siglo XVII, por falta de presupuesto. Se terminó
en el año 1725 y parece que era semejante al de la catedral de Burgos,
con nervaduras y decoración barroca. El terremoto de Lisboa del
año 1755 cuarteó la cúpula central siendo sustituida por otra
neoclásica realizada por el arquitecto Juan de Sagarvinaga, que es la que
puede contemplarse actualmente.
Planta de la
catedral nueva de Salamanca (las referencias que faltan se indican en cada
apartado del artículo):17 Puerta de las sacristías
19 Puerta sur
25 Torre, construida sobre el campanario de la catedral vieja.
26 Puerta derecha
27 Portada del nacimiento
28 Puerta izquierda
30 Sacristía
31 Sacristía
32 Catedral vieja
Capilla
mayor
La Capilla Mayor (1 en la planta) presenta
planta rectangular, cubierta por bóveda estrellada con idéntico dibujo que el
resto de las de la nave central pero con la peculiaridad de que está angrelada
y policromada.
La Capilla carece de retablo, al desmontarse en
1743 el realizado por Alberto Churriguera, concluido solo 11 años antes.
Se proyectó sustituirlo por un tabernáculo en mármol proyectado
por Ventura Rodríguez que iría situado en el crucero bajo la cúpula.
El proyecto no pudo realizarse por su elevado coste. El Museo Catedralicio
conserva la maqueta del mismo. Sobre el muro de sillería hay un dosel y caída
de terciopelo carmesí sobre el que aparece una imagen de la Virgen de la
Asunción de Esteban de Rueda de 1624, policromada por Antonio
González. Los ángeles que la acompañan son obra de Francisco Sánchez.
Sobre el entablamento que corona los muros del
presbiterio aparecen la imagen de la Religión, ángeles y Padres de la Iglesia
procedentes del desaparecido retablo.
Destaca el tabernáculo de mármol y jaspes
de Simón Gavilán (1750) y las urnas de plata con los restos
de San Juan de Sahagún y Santo Tomás de Villanueva.
Bóveda de la Capilla Mayor
Coro
Fue construido entre 1730 y 1740
por Joaquín Churriguera. La sillería, en dos cuerpos, alto y bajo, es obra
de varios artistas. La reja que cierra el coro y la que cierra la Capilla
Mayor, son obra de Duperier.
Sillería del Coro
Capillas
y altares laterales
Se proyectaron con un modelo único,
correspondiendo el testero a la parte reservada para el altar o retablo,
abriéndose en los demás muros arcosolios destinados originalmente a
enterramientos. Están cubiertas con distintas bóvedas estrelladas. Las rejas que
las cierran son de distintos estilos y calidades, dependiendo del momento de su
construcción. También destacan los frontales de azulejos que decoran algunos
altares.
Las capillas son las siguientes:
Capilla
de San Clemente (3)
El retablo presenta pinturas de la Virgen del
Socorro y San Clemente. Desde esta capilla se accedía a la terraza exterior
sobre la portada principal.
Capilla
de Diego de Neyla (4)No es una capilla cerrada como tal, ya que está
situada en el tramo que exteriormente ocupa la Puerta de Ramos. Destaca el
sepulcro del canónigo Diego de Neyla, fallecido en 1577, obra renacentista que
incorpora una tabla con la Virgen, el Niño y San Juanito, rodeada de ángeles y
Dios Padre. Sobre el arcosolio gótico aparece un bello fresco renacentista con
la Anunciación. A la derecha, la tumba del arcediano Roque de Vergas.
Capilla
de Santiago y Santa Teresa o de Almansa (5)El retablo está dedicado a los dos copatronos
de España, obra de Antonio González Ramiro en 1628 con esculturas
de Antonio de Paz. La capilla también contiene los sepulcros de dos de los
obispos más influyentes de la ciudad en los últimos tiempos: el de Tomás
de Cámara y Castro, muerto en 1904, y el de Francisco Frutos Valiente,
fallecido en 1933.
Capilla
de Ntra. Sra. de la Verdad (6)
Fundada por el obispo Antonio Corrionero,
destacan los sepulcros obra de Antonio de Paz. Toma su nombre de un
litigio entre un cristiano y un judío en el que atestiguó la imagen de la
Virgen, del s. XII retallada y policromada en el barroco, con un ligero
movimiento de cabeza.
Capilla
de San Antonio (7)Presenta retablo e imagen titular obra de
artistas locales en el s. XVIII, con un lienzo de la Magdalena copia del
original de Alessandro Allori, situado en el ático. Destaca un lienzo del
martirio del Bautista firmado en 1621 por Santiago Jerónimo Espinosa.
Altar del
Cristo de la Agonía Redentora (8)
Está situado en el brazo norte del crucero. La
imagen es una de las más espectaculares y bellas de toda la Catedral Nueva. Se
trata de una obra anónima del siglo XV, es un Cristo Crucificado con tres
clavos. Su policromía revela un gran realismo en el tratamiento del cuerpo y
los detalles de las venas que se aprecian en él. Se encuentra muerto, con los ojos
abiertos y la boca entreabierta. Tiene pelo natural, lo cual añade verismo a la
figura. Desfila en la Semana Santa salmantina con la Real
Cofradía Penitencial del Stmo. Cristo Yacente de la Misericordia y de la Agonía
Redentora el Jueves Santo a partir de las doce de la noche. A los pies de
la Cruz aparecen huesos y un cráneo que, según la tradición, representa
a Adán.
Frente a este altar está
enterrado Francisco de Bobadilla, obispo que puso la primera piedra de la
catedral.
Capilla
de la Virgen de la Cabeza (9)Destaca una Virgen gótica sedente con el Niño
en brazos. También custodia el grupo de "la Borriquila", que desfila el Domingo de Ramos con
la Hermandad de Jesús Amigo de los Niños.
Capilla
de la Virgen de Lourdes o de San Tirso (10)
Contiene imágenes de Padres de la Iglesia
provenientes del antiguo tabernáculo del altar mayor y una imagen de la titular
de la capilla.
Capilla
de la Virgen del Pilar (11)
Alberga un cuadro dieciochesco representando la
Venida de la Virgen a Zaragoza y una escultura gótica de la Virgen del Pilar.
Capilla
de Nª Sª de la Soledad (12)Un retablo barroco, obra de Joaquín
Churriguera, alberga la talla de Ntra. Sra. de la Soledad. Se trata de una
imagen de vestir, debida a Mariano Benlliure (1941), titular de
la Hermandad de Ntra. Sra. de la Soledad y que procesiona por las
calles durante la Semana Santa salmantina.
Capilla
del Cristo de las Batallas (13)Esta capilla alberga la imagen románica
del Cristo de las Batallas, de color negro y con cuatro clavos, que debe
fecharse en la primera mitad del siglo XII. Según la tradición la imagen
la llevaba el Obispo Jerónimo, primer obispo salmantino tras la
repoblación de la ciudad, cuando acompañaba a El Cid en sus batallas
contra los musulmanes. El retablo que acoge el Cristo es una obra de la primera
mitad del siglo XVIII realizado por Alberto de
Churriguera y donado por el obispo José Sancho
Granado en 1734. También se encuentran en la capilla una urna con los
restos del Obispo Jerónimo y una imagen de la Virgen del Carmen obra
de Antonio de Paz.
Capilla
de San José (14)
Presenta un retablo barroco de rocalla que
recuerda el estilo portugués, con una buena imagen de San José con el Niño y
pinturas de San Juan, la Magdalena y Santiago Matamoros.
Capilla
de los Dolores o del Santísimo (15)Está situada bajo el arranque de una de las
torres proyectadas para la cabecera, accediendo desde el deambulatorio a través
de la Capilla de San José. El retablo, de estilo neoclásico y proyectado
por Juan de Sagarvinaga, está coronado por una imagen del Dios Padre y
angelotes que podrían ser de Carmona.
En la hornacina recibe culto una imagen de la
Piedad de Luis Salvador Carmona de 1760, imagen de finales del
Barroco. Su policromía y la serenidad del rostro de la Virgen anuncia la
llegada del Neoclasicismo, mientras que la anatomía del Cristo desnudo es
heredera del Barroco. Desfila en Semana Santa con la Hermandad
Dominicana del Stmo. Cristo de la Buena Muerte.
Capilla
de San Nicolás de Bari (16)Presenta dos retablos: uno barroco dedicado a
San Nicolás de Bari, coronado por una pintura de la Virgen con el Niño dormido,
y otro neoclásico con una talla de la Inmaculada, atribuida a Alejandro
Carnicero.
Capilla
de Jesús Nazareno (18)
Muestra varias pinturas italianas. En el retablo
destaca el lienzo de Cristo y la Verónica, obra de Carlo Maratta, y la
pintura ovalada de la Magdalena penitente, de Romanelli. En los arcosolios
del fondo hay dos cuadros napolitanos con la Matanza de los inocentes y la
Expulsión de los mercaderes del Templo atribuidos a Micco Spadaro.
Capilla
de la Virgen del Desagravio (20)Conserva el primer retablo en el que se
emplearon columnas salomónicas en España. Se ensambló en 1664 como acto de
desagravio para albergar un lienzo de la Inmaculada que había sido ultrajado
ese mismo año al ser el rostro de la Virgen rajado con un puñal por un opositor
al Dogma de la Inmaculada Concepción de María.
Capilla
de la Virgen de Morales o de San Bartolomé (21)Anteriormente era esta capilla la que
comunicaba las dos Catedrales.
En el ático del retablo se muestra una pintura
de la Virgen con el Niño y San Juanito de Luis de Morales, al parecer
procedente de la iglesia de San Felices de los Gallegos. Al mismo autor se le
atribuye una pintura del Ecce Homo que se encuentra en la capilla. Inicialmente
el retablo estaba dedicado a San Juan Bautista, posteriormente se sustituyó su
imagen por otra de San Bartolomé. Las imágenes de San Gregorio Ostiense y San
Agustín son obra de Antonio de Paz.
También se custodia en esta capilla la imagen
del Cristo Yacente de la Misericordia, obra de Enrique Orejudo en
1991, que desfila en Semana Santa con la Real Cofradía
Penitencial del Stmo. Cristo Yacente de la Misericordia y de la Agonía
Redentora.
Capilla
del Presidente (22)Tiene ese nombre al haber sido dotada en 1577
por don Francisco Fernández de Liébana, Presidente de la Real Chancillería
de Valladolid. En el retablo destacan una copia del Entierro de Cristo
de Tiziano, cuyo original se encuentra en el Museo del Prado, y la Aparición
de Cristo Resucitado a su Madre, pareciendo ambas ser obra de Fernández
Navarrete, el Mudo. También se encuentran en la capilla la Virgen de Belén,
atribuida a "La Roldana", y
un busto de Ecce Homo obra de Pedro Hernández del s. XVII, procedente
de la desaparecida iglesia de San Adrián.
La
Capilla Dorada o de Todos los Santos (23)Se mandó construir en el año 1515 por
el arcediano de Alba de Tormes, Francisco Sánchez de Palenzuela. La
arquitectura de la misma corresponde a Juan de Álava. Cuenta con varias
arquerías que albergan diferentes sepulcros, entre ellos los del fundador de la
capilla. Todos los muros están decorados con unas 110 estatuas donde destaca su
color dorado, de ahí el nombre de la capilla. Existen esculturas de personajes
del Antiguo y del Nuevo Testamento, incluyendo Apóstoles, Santos, sibilas,
profetas, etc. Las esculturas se apoyan en diferentes repisas policromadas y
doradas. Bastante curiosas son las imágenes de Adán y Eva, que coinciden con
las imágenes de Apolo y Venus que aparecen en la Fachada de la Universidad
de Salamanca. La imagen de la muerte aparece de forma tétrica metida en un
nicho y con un sapo entre sus piernas. El sapo, representación del pecado de
lujuria, también aparecía decorando la fachada de la Universidad Salmantina. Un
magnífico Calvario preside el retablo de la Capilla, colocado sobre un fondo
pictórico obra de Adiosdado de Olivares. Bajo el mismo, se encuentra un
altar decorado con azulejería de Talavera.
Capilla
de San Lorenzo (24)Fue fundada por Lorenzo Sánchez de Acebes y
presenta un retablo con relieve del martirio del santo, atribuido
a Antonio de Paz. Desde esta capilla se accede actualmente a
la Catedral Vieja.
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