Románico en la comarca de la Sierra de
la Demanda de Burgos
La escuela artística y arquitectónica de la
Sierra de la Demanda discurre desde el siglo X hasta el XII con un estilo muy
particular. Se trata de una interpretación local de las formas románicas que
convierten en especial el románico serrano de esta comarca burgalesa, donde la
naturaleza y el arte se fusionan hasta complementarse.
Para empezar, las torres de las iglesias
tuvieron un origen defensivo en el medievo. Con el paso del tiempo, pasan a ser
campanarios. Este elemento constructivo aporta solidez y rompe la
horizontalidad de los templos. La escuela silense, sucesora de la escuela de la
Sierra, responde a esta construcción.
Estas torres pueden verse en localidades como
Vizcaínos, Riocavado, Jaramillo Quemado y Tolbaños, donde los visitantes podrán
apreciar su planta cuadrada y los ventanales.
Otro ejemplo de esplendor del románico serrano
son las galerías porticadas de los templos, que permitían resguardarse de las
inclemencias climatológicas en una zona semi-montañosa.
El románico serrano es muy sencillo y sigue
siendo identificable a pesar de las posteriores restauraciones. El objetivo de
estas esculturas era claramente didáctico y los símbolos reflejaban
trascendencia de la tierra al Cielo.
Ejemplos de este prototipo podrían ser el
templo de Vizcaínos de la Sierra, Jaramillo de la
Fuente y Pineda de la Sierra.
También pertenece a esta corriente la magnífica
torre de Jaramillo Quemado.
Pineda de la Sierra
La villa de Pineda, se halla situada en plena
sierra burgalesa, en las estribaciones de la Demanda y al pie del imponente
monte San Millán pero mirando al Mencilla, apartada de las grandes vías de
comunicación de la provincia y dentro del partido judicial de Burgos. Se accede
a la misma por una carretera local que parte desde la carretera nacional del
Camino de Santiago, tomada a la altura de Ibeas de Juarros.
El origen de esta población lo debemos situar
en el proceso de reorganización de la tierra llevada a cabo por los condes
castellanos a partir de finales del siglo IX. Nuestra tierra será un lugar muy
cotizado por los grandes monasterios y los señores laicos como lugar de pastos
de sus grandes rebaños. Ésta será la faceta que distinga y engrandezca a
nuestra villa, que siempre será de patrimonio real, aunque dé participación en
los pastos a monasterios y nobles.
La villa de Pineda estuvo ubicada dentro del
alfoz de Oca. La primera referencia documental la encontramos en el año 932 (23
de mayo) al especificar los límites de San Miguel del Monte, citándose la vía
discurrente de Pineta usque ad caput de valle Congosto. Luego la
documentación monacal hace silencio al respecto y tampoco en la episcopal
encontramos referencia alguna. Pero en el año 1136 el rey Alfonso VII confirma
los fueros y términos, a tenor de los concedidos en tiempo del conde don
Sancho, quien según el documento “pobló la villa y le dio términos”. Es
una prueba evidente de que a finales del siglo X o principios del XI, era una
villa condal y como tal seguirá siendo luego ya de patrimonio real.
La importancia del lugar crece a medida que se
desarrolla la ganadería trashumante y el interés de los grandes señoríos
–laicos y eclesiásticos–, así vemos que hay un conjunto de documentos en el
siglo XIII y siguientes, referentes a los ganados, bien de la villa,
concediéndoles paso franco y exención de tributos, o referidos a los de los
nobles o monasterios. Ya en el siglo XIV, la villa es de behetría con los
diviseros don Alvar Díaz de Haro y Alfonso Téllez, entre otros. La importancia
de la villa no decrece y así durante los siglos XV, XVI y siguientes se puede
seguir su historia a través de sentencias y conflictos entre los naturales del
lugar y las diferentes autoridades por el problema de los pastos.
En todo este importante aporte documental, no
vemos citada en ningún lugar la parroquia de San Esteban Protomártir, pero los
restos arquitectónicos y escultóricos de la misma, nos confirman que existía ya
en la primera mitad del siglo XII.
Iglesia de San Esteban Protomártir
El templo parroquial, está situado en el centro
del casco urbano, en una zona que tiene un acentuado desnivel, por lo que el
maestro de la obra tuvo que salvar una evidente dificultad, técnicamente muy
bien resuelta. Es de una sola nave, de planta basilical, el ábside claramente
articulado ópticamente en dos partes, presbiterio y capilla absidal
semicircular separados por un codillo, que se manifiesta tanto en el interior
como en el exterior. Adosada al muro norte del ábside y al primer tramo de la
nave está la torre. Al muro sur está adosada una elegante galería porticada que
sirve de crujía a la portada abierta en el mismo muro, situada entre los tramos
segundo y tercero del templo, tomando como referencia la articulación interior
del espacio realizada al elevar la altura primera y cubrir la nave con bóveda
de crucería.
El material constructivo es la piedra realizada
en forma de sillares bien escuadrados que dan lugar a un aparejo isódomo. En la
construcción de la nave se aprecian claramente tres momentos. De una parte la
primitiva iglesia tenía el ábside y los dos primeros tramos del templo actual.
En el siglo XVI se añadió un tercero en el hastial, que queda de manifiesto por
su entronque con el resto y el correspondiente codillo, se elevó la altura de
la iglesia, dejando los canecillos primitivos a medio muro y se cubrió el
templo con bóveda de crucería –terceletes y nervios combados– que descarga
sobre pilastras y ménsulas de formas y conceptos claramente renacentistas.
El ábside se cubre con bóveda de medio cañón y
de horno en la capilla absidal, pero en ambos casos están ligeramente
apuntados. Se accede al mismo por medio de un arco triunfal doblado, que
descarga sobre pilastras y las cubiertas se apean en una cornisa que recorre
todo el conjunto. Se aprecia que en la realización de los arcos y la bóveda hay
un defecto constructivo, pues están ligeramente descentrados y existe una leve
inclinación hacia el muro sur, expresión clara de que ha habido problemas
estructurales que han exigido diferentes intervenciones. En la parte exterior
vemos cómo la capilla absidal se divide en cinco paños, separados por medio de
cuatro columnas entregas; en los centrales hay vanos, tres en total de tipo
portada con luz de aspillera y ninguno en los próximos al presbiterio. La
cuarta columna entrega ha desaparecido en la zona meridional colocando en su
lugar un contrafuerte. Todo el edificio descansa sobre un poyo, que la recorre,
y se manifiesta de manera mucho más ostensible en el ábside y muro sur para
salvar el gran desnivel del terreno, que lo ha resuelto con una gran elegancia.
Adosada al muro, entre los tramos segundo y
tercero en que se articula en la actualidad la nave, está la portada, a la que
se accede desde el exterior por medio de una empinada escalinata de siete
peldaños. Destaca mucho del muro y está cobijada en una galería porticada, que
cubre todo el lienzo sur de la iglesia, que consta de seis vanos en la parte
derecha, cinco en la izquierda y una portada. Ésta se encuentra bastante
descentrada respecto a la portada de acceso al templo, indicio de que esta
galería responde a un plan de obras posterior y diferente del resto del templo,
parece que se corresponde con una ampliación del primer templo a finales del
siglo XII. Según los datos arqueológicos que nos aportan el muro, los arcos y
la estructura de esta galería, parece que la misma fue realizada en dos
momentos y que posiblemente se completara, lo mismo que vimos en Lara de los
Infantes, con una galería adosada al muro occidental. Posiblemente las seis
arcadas, las más occidentales, debieron sufrir alguna modificación al alargar
la longitud de la nave un tramo hacia los pies y eliminar la parte occidental
de esta galería.
Se aprecian pues claramente tres momentos
constructivos: en el primero se ejecuta el ábside, los dos primeros tramos de
la nave y la portada, con posterioridad se levanta la galería porticada que
parece cubría también el hastial occidental. En el siglo XVI se añade un tramo
a los pies del templo románico anterior, se eleva la altura primera y se cubre
con la actual cubierta de bóvedas de crucería de trazas y formas tardogóticas.
Todos los datos arqueológicos y estilísticos nos indican que las cubiertas se
llevan a cabo en pleno siglo XVI como sucede en los cercanos templos de
Arlanzón, Villasur de Herreros y tantos otros.
Hemos podido ver cómo las portadas de acceso al
templo y de la galería están descentradas, la línea de canecillos de la nave
corre a medio muro. Por otra parte el primer tramo de la iglesia tiene un
codillo muy marcado, lo mismo que sucede con la línea de canecillos, lo que
revela que hay distintas etapas de construcción de la parte románica del
templo.
En el tramo correspondiente al segundo tramo
actual del templo, a media altura, vemos un conjunto de canecillos de tipo
caveto que debieron corresponder a la altura del templo románico. El tramo más
occidental carece de ellos, prueba evidente de que estamos ante el tramo
añadido a los pies de la nave románica. Otro dato arqueológico murario nos lo
brinda el grueso contrafuerte, que se corresponde con el del mediodía cobijado
en la galería porticada. Ambos muros presentan un tipo de sillar y morfología muraria
que difieren de la existente en el resto de esta iglesia.
El ábside
Por lo que respecta al ábside, éste se levanta
sobre un acusado banco, presentando dos partes bien diferenciadas, separadas
ópticamente por medio de un codillo, que son el presbiterio y la capilla
absidal semicircular dividida en cinco paños por medio de cuatro columnas
entregas. En los tramos centrales se practican tres vanos, de tipo portada, que
tienen luz de aspillera. El tejado se apea en una cornisa con moldura de cuarto
de caña y listel, del mismo tipo que la de la primitiva altura de la iglesia,
que descarga sobre un conjunto de canecillos y columnas entregas. Los primeros
se decoran con diversos elementos vegetales, rollos superpuestos, barriles,
cabezas y bustos antropomorfos (a veces en grotescas actitudes), un personaje
itifálico y varios animales (jabalí, león, bustos de oso y de buey, etc.).
Por lo que respecta a los capiteles de las
columnas entregas, tres de ellos presentan motivos vegetales muy similares, con
el tambor cubierto por una hoja de acanto, completamente plana que a media
altura se ramifica en cinco de las que cuelgan bolas y flores. Es un relieve
bajo, a veces casi medio, de una realización poco detallista, bien acomodado al
espacio y de pocas calidades plásticas. El cuarto capitel se adorna con cuatro
leones pareados, afrontados en los ángulos que vuelven luego el cuello y cabeza
hacia el lado opuesto. Colocan las garras sobre el collarino, elevan
armoniosamente el cuerpo, adelantan ligeramente las patas indicando movimiento,
colocan el rabo entre las patas traseras y lo elevan hacia la parte superior describiendo
una airosa ondulación de grandes calidades ornamentales, parecen querer
mordérselo, pues tienen la boca abierta y la colocan sobre su propio rabo.
Están colocados de perfil, trabajados en bajorrelieve, con los cuerpos bien
modelados creando perfectamente el volumen. La realización de la cabellera está
meramente sugerida por medio de unas leves incisiones paralelas y de pocas
calidades de tallado. Ojos almendrados, saltones y bien enmarcados en las
órbitas. Composición cuidada, armónica y llena de elegancia y belleza plástica.
Los canecillos que decoran el muro sur de la
nave presentan igualmente variados motivos que pasamos a describir: hojas de
acanto que a veces acogen pomas (similares a las que realizan los diferentes
talleres serranos como vimos en Canales, Barbadillo de Herreros, San Millán de
Lara y en el cercano templo de Arlanzón), bustos zoomorfos (buey, carnero),
cavetos superpuestos, cabeza de león, una liebre, un simio, bustos
antropomorfos, una mujer desnuda, un barril, etc.
La decoración escultórica del templo continua
por las tres ventanas que se abren en el ábside, formadas cada una de ellas por
una aspillera cobijada bajo un arco de medio punto soportado por una pareja de
columnas. Los capiteles carecen de cimacio y sobre el tambor descarga
directamente el arco, pero los resalta con una almohadilla, con cinco dados muy
prominentes.
En la ventana de la derecha uno de los
capiteles se decora con dos aves pareadas y afrontadas. Apoyan las garras sobre
el collarino, elevan los cuerpos y terminan adosando la cabeza en la parte
superior donde están picando un fruto. Llevan las alas plegadas, tienen una
larga cola que llega casi hasta el collarino. Las plumas están trabajadas a
base de leves incisiones paralelas, pero sin un estudio naturalista y minucioso
de las mismas. Del collarino y en el ángulo nacen varios tallos, se elevan,
entrelazan y terminan en la parte superior sosteniendo un grueso fruto del que
están picando las aves. Como fondo de toda la composición vemos cuatro hojas de
acanto muy estilizadas que se elevan y terminan en caulículos. Es un relieve
bajo, de una realización de pocas calidades, los cuerpos modelados y el volumen
logrado con airosidad. Composición simétrica, colocada de perfil y de pocas
calidades plásticas.
El otro capitel tiene temática historiada. En
cada una de las caras vemos un ángel colocado en semiperfil, que dirige sus
pasos hacia el ángulo y extienden las alas para acompasar mejor el movimiento.
Viste túnica larga que llega hasta los pies, la ciñe a la cintura y realiza un
pobre estudio de pliegues a base de incisiones poco profundas verticales y
paralelas. Parece que extiende los brazos y los dirige hacia el ángulo en
actitud de saludo. En el ángulo, en posición frontal, está colocada una tercera
persona, cruza las piernas, viste larga túnica y parece estar recibiendo el
saludo de los dos seres celestiales. Podríamos estar ante una escenificación de
la Anunciación. Como fondo de la escena vemos cuatro hojas de acanto muy
estilizadas, se elevan y terminan en lo alto formando unos toscos caulículos.
Es un relieve bajo, de una realización tosca, de poca calidad, los cuerpos bien
definidos por medio de un tosco modelado, pero perfectamente marcados los
volúmenes. El mal estado de conservación, no nos permite analizar el tipo de
labra y su calidad. Es una composición realizada de perfil, con respeto a la
ley de la simetría, pero mal acomodada al espacio y de pocas calidades
plásticas.
En la ventana central aparecen dos aves
afrontadas en mal estado de conservación. Como fondo vemos unas hojas de acanto
muy estilizadas, que terminan en la parte alta formando unos toscos caulículos.
Es un relieve bajo, con los cuerpos modelados y bien logrado el volumen.
Realización tosca, de labra dura, a bisel y de poca minuciosidad. Están
colocadas de perfil, con un respeto total a la simetría. El otro capitel
muestra dos dragones afrontados con las garras sobre el collarino. Es un
relieve bajo, con los cuerpos modelados y resaltando el volumen, tallados de
perfil, de una realización poco detallista y bien acomodados al espacio
escultórico pero de pocas calidades plásticas y ornamentales.
Como fondo de toda la escena vemos unas hojas
de acanto, muy estilizadas, que se elevan y terminan formando unos caulículos
de formas duras y tallados a bisel.
Los capiteles de la ventana izquierda son de
carácter vegetal. Del collarino de uno de ellos nace un haz de hojas muy
estilizadas y antinaturalistas, se elevan hacia la parte superior y terminan
colgando de ellas unas hojas alargadas, con los pétalos marcados, abiertas y de
una realización dura y angulosa. Es un relieve bajo, realizado a bisel, de
formas antinaturalistas y estilizadas, realizado a base de un tallado a bisel
de formas duras y angulosas y de pocas calidades ornamentales. El tambor del
otro lo ocupa una hoja de acanto, ligeramente modelada que tiene unas partes
cóncavas y otras levantadas indicando tallos y nervios de la misma. Se eleva y
en la parte superior acaba ramificada en siete hojas, con un estudio de su
entramado de nervios y con los perfiles bien definidos por medio de una labra a
bisel. Relieve bajo, de una realización tosca, poco detallista, bien acomodado
al espacio escultórico, sin que ello implique una composición cuidada y
elegante.
Por lo que se refiere a la temática, vemos una
marcada tendencia a realizar los bustos humanos con una gran uniformidad en la
forma de labrarlos y componerlos. Siempre los ejecuta de frente, bien en
posición frontal o dirigiendo la mirada hacia el suelo, limitándose a marcar
los rasgos de la cara, modelando los pómulos, resaltando los ojos y el resto
tallado a base de someras incisiones. En todos ellos emplea el altorrelieve,
pero son muy rígidos en la composición, con cierto aire de solemnidad, marcadamente
antinaturalistas y a veces con expresiones grotescas, como si se tratara de
representar vicios y elementos del mal. La boca casi siempre está abierta de
una forma un tanto forzada, sacan la lengua, muestran la dentadura y a veces
agarran los labios inferiores con sus propias manos para abrirlos. También
vemos al hombre o a la mujer realizados de cuerpo entero, bien vestidos o
completamente desnudos y mostrando de manera ostentosa los genitales; en todos
los casos el estudio de anatomías o del tallado de los pliegues de las túnicas
es de poca calidad, las proporciones y la realización del cuerpo son de
características marcadamente antinaturalistas. Se atreve con la temática
historiada, como vemos en el capitel de la ventana derecha del ábside, en donde
parece representar la Anunciación. Aquí realiza dos ángeles en semiperfil y
dirigen su caminar y saludo hacia la persona que está colocada en posición
frontal en el ángulo. El trabajo es poco cuidado y de características
marcadamente antinaturalistas.
Los motivos animales en los canecillos quedan
reducidos a la ejecución de algunos bastos de leones, de simios, un jabalí, una
liebre y un oso. También los labra de cuerpo entero, de características
bastante realistas. Los bustos están siempre presentados de frente, hace un
estudio somero de las facciones marcando los rasgos más característicos y que
definen a cada animal y realiza un cuidado modelado y excavado para crear
volumen. También labra los animales de cuerpo entero, como el león, el jabalí y
la liebre. La realización de los mismos es muy detallista, de características
naturalistas, bien acomodados al espacio, con aceptable modelado de los
cuerpos, que, por otra parte se mueven con libertad en el espacio, perdiendo
las formas rígidas y solemnes que imprime en los demás casos.
De otra parte en el capitel de la columna
entrega vemos cuatro leones pareados, afrontados y luego vuelven la cabeza y
cuello al lado opuesto. Están colocados de perfil, realizados en bajorrelieve,
con los cuerpos perfectamente modelados para crear volumen logrando una
composición elegante y airosa.
También tenemos aves pareadas y afrontadas en
dos capiteles de las ventanas, en ambos casos las águilas están colocadas de
perfil, tienen las alas plegadas al cuerpo y adosan las cabezas y pican un
objeto en el ángulo superior. Es un tema que no aparece luego en canecillo
alguno. En la ventana central, vemos sendos dragones, pareados, afrontados y
presentados como guardianes del árbol de la vida y de sus frutos, igualmente
los coloca de perfil y domina adecuadamente la composición.
La temática vegetal está ausente en los
canecillos del ábside, a no ser las diferentes virutas que se doblan, sólo la
vemos en cuanto tal en los capiteles de las columnas entregas, en las ventanas
y en los canecillos de la nave sur. El motivo más frecuente es el de la hoja de
acanto realizada de diferentes formas.
De un lado tenemos el caso de los capiteles de
las columnas entregas, donde todo el tambor es ocupado por una hoja de acanto
que se eleva y en lo alto se ramifica en varias, para terminar en los ángulos
sosteniendo pomos y flores completamente abiertas o sencillamente en un capullo
muy estilizado. En todos los casos marca muy bien los bordes, como si los
recorriera un tallo, que es del que cuelga el fruto que sustentan. En los
capiteles de las ventanas vemos unas hojas de acanto muy estilizadas, que se elevan
y terminan en los ángulos y esquinas formando unos toscos caulículos. Además en
la ventana número tres, los dos capiteles son vegetales, de un haz de tallos
uno y de una hoja el otro, pero ambos terminan en la parte superior sustentando
hojas abiertas u otras muy estilizadas. Su realización es dura, labra a bisel y
de pocas calidades plásticas.
En varios canecillos del muro sur de la nave
este taller ha realizado una hoja de acanto completamente lisa, con dos partes
bien definidas, que nace de la base de la ménsula, se eleva y termina doblada y
sosteniendo un grueso pomo a manera de caperuza. Otra manera de labrar la hoja
de acanto es a base de un haz de nervios que nacen en la parte inferior, que se
elevan y ramifican formando una hoja muy tupida, con un estudio minucioso de
nervios y de unas grandes calidades plásticas y ornamentales.
Además de toda esta temática expuesta, este
taller nos presenta el clásico modillón de rollos superpuestos, completamente
cilíndricos, bien modelados y con los volúmenes perfectamente definidos. En
unas ocasiones están aislados y en otras cobijados en una viruta. Otro de los
temas singulares es el de las gruesas virutas, con los perfiles bien definidos,
que terminan ligeramente dobladas en los extremos y que cobijan un barril, o
sencillamente nos la presenta solas. Son de una gran calidad plástica, de un tallado
cuidado y perfectamente acomodadas al espacio. También vemos la quilla
compuesta por dos hojas, ligeramente modeladas, individualizadas y que terminan
en un ángulo muy destacado en el punto de confluencia. Tampoco olvida este
taller el sencillo caveto, o varios superpuestos, con los perfiles bien
definidos y buscando crear la idea de fuga y espacio claroscurista.
En general este taller utiliza el altorrelieve,
a veces medio y en las menos bajo, buscando resaltar los volúmenes, tanto que a
veces los temas parecen estar adosados a la ménsula, al mismo tiempo que el
canecillo queda perfectamente definido en su estructura de caveto. Sólo cuando
realiza el relieve en los capiteles es un relieve bajo o a veces casi medio,
pero también busca definir los volúmenes por medio del modelado. Excava los
perfiles creando el volumen al mismo tiempo que modela los cuerpos de acabado
duro y anguloso. El acabado es poco cuidado y minucioso, pero a pesar de ello
sabe crear con una gran economía de medios la idea de realidad y verismo en la
mayoría de las ocasiones. Tanto en los temas humanos, como en los animales
siempre resalta sobremanera los rasgos de la cara, insistiendo en los ojos,
boca, labios, orejas y pómulos. Vemos que la realización de los detalles la
hace por medio de un cincelado a bisel, de poca profundidad y en ocasiones
también emplea el trepanado.
Composición frontal, de formas rígidas,
solemnes y carente de elegancia y dinamismo. A pesar de ello domina bien el
espacio escultórico, pero es de pocas calidades plásticas la escenificación.
Respeta el sentido simétrico, el equilibrio y la idea de estabilidad en todos
los casos, aunque a veces no lo consigue. Este taller se acomoda mucho mejor al
espacio que le brinda el canecillo que al de los capiteles, puesto que en este
segundo caso es cuando las realizaciones son más pobres y toscas. A pesar de que
lo común es que la composición sea frontal, también la vemos realizada en
perfil o semiperfil, hay animales pareados, afrontados y a veces, como en el
capitel de la cuarta columna entrega, vuelven la cabeza y el cuello al lado
opuesto en un alarde de dominio de los volúmenes y de su posición en el
espacio. En la ménsula número treinta y tres, destaca el sentido de dinamismo y
elegancia compositiva de que hace alarde al volver el cuello y cabeza el león,
en una postura inverosímil y perfectamente lograda, que se escapa a lo que nos
tiene acostumbrados este maestro.
El trabajo de las facciones de la cara en
general es de un cuidado modelado y huye de las formas angulosas y duras. Los
ojos son almendrados, bastante prominentes y en ellos destaca el modelado de
los párpados para resaltar aún más el globo. La boca adopta posturas
diferentes, pero lo más frecuente es que esté abierta o entreabierta, a veces
con posturas muy forzadas y sacando ostensiblemente la lengua en actitudes
claramente burlescas. La nariz es rectilínea, de perfil muy nítido y de cuidada
ejecución. La frente amplia, bien modelada, o cubierta de pelo, pero con los
arcos superciliares muy marcados. Frecuentemente labra el pelo, a base de
mechones sueltos, largos, completamente liso y describiendo leves ondulaciones.
Su tallado es poco detallista y se reduce a marcar los mechones y poco más. En
algunos casos las barbas y la cabellera terminan describiendo un bucle bastante
trepanado, pero no es lo común.
Las ropas se reducen a túnicas, que van ceñidas
en la cintura, pero el estudio de su plegado son unas incisiones paralelas,
verticales, poco profundas y muy poco naturalistas. Los vestidos no son
voluminosos y están muy pegados al cuerpo.
El estudio del desnudo humano se reduce a
marcar los diferentes rasgos del cuerpo, con especial acento en la cara, en los
órganos genitales y el resto no tiene un tallado cuidado y naturalista.
De más calidad plástica y características más
naturalistas y proporcionadas son los temas animales ejecutados de cuerpo
entero, tanto en los casos del león y del jabalí como en el de la liebre. La
labra de los mismos no es minuciosa, pero mediante un cuidado modelado, acabado
a bisel de los rasgos más importantes y la misma postura logra una composición
de características marcadamente naturalistas y realistas. De mayor estilización
y formas antinaturalistas son los leones del capitel de la cuarta columna entrega
y las aves de los capiteles de varias ventanas del ábside.
Cuando ejecuta los bustos de animales en las
ménsulas, vemos una mayor rigidez, la composición y su acabado es más dura, e
insiste en la ejecución cuidada de los rasgos de la frente, ojos, morro y nariz
a base de un cincelado a bisel. El trabajo de plumas se reduce a marcar el
perfil por medio de un cincelado ejecutado a bisel y a veces ejecuta también un
tosco entramado de nervios de las mismas. Es de pocas calidades y marcadamente
antinaturalista y de pocas calidades plásticas.
La temática vegetal se reduce al trabajo de la
hoja de acanto, pero la interpretación de la misma ofrece variantes. Una de
ellas es la que nace del collarino, se eleva, es estilizada y termina en lo
alto formando un caulículo. Su tallado se reduce a unas leves incisiones,
marcar los perfiles y son claramente antinaturalistas. Otras veces se trata de
una gruesa penca, partida en dos láminas, bien modelada, que termina doblada
por su peso y el del pomo que sostiene a manera de caperuza, pero de un tallado
modelado, bien acomodado al espacio y de grandes calidades plásticas. Una
tercera es la hoja que cubre todo el tambor, es de relieve bajo y termina en la
parte superior partida en cinco hojas, que sostienen algún fruto. En este caso
la realización es tosca y muy estilizada. Finalmente vemos una hoja de acanto,
con un estudio minucioso de su entramado de nervios, con varias hojas partidas,
que se eleva y termina elegantemente doblada por su peso. Ésta es la que se
aproxima más a las formas clásicas de realización de la temática del acanto.
En conjunto, por el tipo de relieve, la manera
de realizarlo, la composición y las calidades plásticas del mismo, se puede
pensar que es de un mismo taller y que todo está realizado bajo la dirección de
un mismo maestro de la obra. A pesar de ello se ven diferentes manos: una es la
que talla los capiteles de las columnas entregas y los de las ventanas del
ábside, otra la que ejecuta los canecillos del ábside y una tercera la que
realiza el resto. A pesar de esas pequeñas diferencias, en que unas veces insiste
más en el modelado, otras en las formas duras y ejecutadas a bisel, a veces la
composición está mejor lograda que en otras, se puede decir que hay una única
mano directriz de todo lo descrito hasta ahora. Aún debemos hacer alguna
puntualización, y se refiere a los capiteles de las ventanas del ábside. Éstos
tienen un tipo de abra de formas duras, angulosas, ejecutadas a bisel y con un
sentido lineal muy marcado; además el acabado es muy poco detallista y la
composición denota tosquedad y falta de sentido del espacio. Todo ello parece a
primera vista como si se tratara de un taller diferente del resto, sin embargo
quien realiza este relieve está muy cercano al que talla el resto; sólo difiere
en la temática, pero no en la forma de interpretarla. Este artista está en la
línea del que realiza los capiteles de las columnas entregas del ábside. Es
precisamente en estos dos casos, capiteles y canecillos, donde las diferencias
son más acentuadas tanto por la manera de componer, el tipo de tallado y la
calidad compositiva y plástica.
La galería porticada
Está adosada al muro sur del templo y sirve de
pórtico a una elegante y airosa portada que da acceso al interior de la
iglesia. Cubre prácticamente tanto la parte del primer templo como la añadida
hacia el hastial. Parece que inicialmente se prolongó en la fachada occidental.
Su cubierta es de madera, ha sido alterada y transformada. El primitivo alero
sobre el que descargaba el tejado y los canecillos respectivos han
desaparecido. Únicamente conservamos diez de ellos, los de la zona este que en
la actualidad no tienen ninguna función constructiva, pero que son el oportuno
testigo de la alteración y de que ha sido elevada la cubierta en altura. El
tramo occidental no conserva ninguno, está colocado a un nivel diferente que el
precedente e inicialmente parece que el muro tuvo vanos, recolocados en las
sucesivas restauraciones y alteraciones habidas a lo largo del tiempo.
Se levanta sobre un banco corrido, bastante
significado, que salva el acusado desnivel del terreno, al que sigue un poyo de
mayor grosor y altura. Tiene un total de once arcadas, que se reparten cinco en
la zona derecha –corresponden a una primera etapa de obras– y seis en la
izquierda –parecen el fruto de la reforma introducida en esta galería en época
románica y cuando se suprime la zona que cubría el muro occidental de la nave–,
además de la portada. Son de arco de medio punto, van recorridas en el interior
y exterior por una arquivolta, completamente lisa y que hace las veces de
guardapolvo. Se apean en capitel de doble tambor, fuste de la misma naturaleza,
cilíndrico y monolítico, y basa que consta de dos toros, una escocia y un
marcado plinto.
La portada está descentrada y consta de una
sencilla arquivolta, decorada con dos baquetoncillos, guardapolvo de similares
características y todo ello descarga sobre una línea de imposta corrida y doble
columna. La estructura sobresale ligeramente del resto del muro de la galería y
viene marcada por un leve codillo.
Está muy descentrada respecto a la portada de
acceso al templo, a la que sirve de marco, lo que parece un claro indicio de
una edificación separada en el tiempo de ambas. Presenta un vano en el muro
oriental habiendo desaparecido el del muro opuesto. Nos parece que existe no
pocas concomitancias entre esta galería y la de la iglesia parroquial de
Jaramillo de la Fuente. Este trabajo es obra ya de un maestro conocedor de la
galería silense y de las formas constructivas expandidas desde ese significado
monasterio.
Como ya hemos señalado, quedan un total de diez
canecillos, todos ellos situados en la parte derecha de la crujía, mientras que
en el resto, caso de que existieran, han desaparecido. Es posible que algunos
pudieran ser los que vemos colocados en el tramo occidental –del mediodía– del
templo. Entre los motivos representados destacan un busto de león, un hombre
barbado y varias hojas de acanto, a veces sosteniendo pomos.
La temática dominante en los capiteles de esta
galería, es casi exclusivamente la de las hojas de acanto completamente lisas,
o con una somera realización de los nervios y en varias ocasiones un tallo
vertical la atraviesa y se decora a base de un elegante perlado. Es una
realización monótona, pero a pesar de ello este artista gusta de sorprendernos con
alguna variante. Unas veces están individualizadas, son muy carnosas, las
divide en dos láminas y terminan dobladas por el peso de los frutos que
sustentan. En otra ocasión vemos un doble cuerpo de hojas, en otras es
sencillamente una hoja que nace del collarino y que luego se ramifica en seis o
más, que acaban en los ángulos sosteniendo un fruto, bien pomo o sencillamente
una flor. En una ocasión ejecuta la palmenta, con un estudio de nervios cuidado
de la misma, hojas individualizadas en los bordes y un entramado del conjunto
de poca calidad, como lo podemos ver en el capitel número cuatro. A veces se
reduce a marcar los bordes con un festoneado, o unos vástagos modelados o
tallados a bisel que acaban en los ángulos y centro de cada cara sosteniendo un
fruto. De otro lado vemos también el mismo tema que en los canecillos de la
nave sur: una hoja de acanto completamente lisa se eleva y termina doblada por
el peso del pomo. Eso nos lo presenta en varios canecillos que quedan de los
que tuvo en un principio esta galería.
Realiza en varias ocasiones la figura humana,
en dos capiteles y en un canecillo. En los primeros la vemos colocada de
frente, de pie o sentada, en actitud solemne, hierática, vestida con largos
manto y túnica, bastante pegados al cuerpo y que llegan hasta los pies. Uno de
los canecillos presenta un busto colocado en posición frontal, con un
tratamiento de las facciones de la cara de tan poca calidad como las de las
figuras realizadas en los capiteles.
La temática animal está presente en tres
canecillos. Siempre es un busto, se coloca de frente o perfil, y realiza un
estudio muy cuidado de la boca, facciones de la cara y de los ojos. En todos
los casos el animal labrado es el león.
De otro lado también vemos la realización de la
quilla, que tiene unas características similares a la de los canecillos de la
nave sur. En tres cimacios labra los bezantes, son medio círculo, que arranca
de la parte inferior o superior y se distribuyen partiendo de un eje que
recorre el ábaco.
Es por lo general un relieve bajo, a veces
parece casi medio, en el que marca bien los perfiles por medio de una labra a
bisel, crea bien el volumen utilizando los efectos de claroscuro. La
realización es de poca calidad de acabado, presenta un modelado cuidado en
muchos casos que imprime un gran sentido de realidad al conjunto. Composición
bien acomodada al espacio, con un respeto total a la simetría. La distribución
de los volúmenes en el espacio es armónica, equilibrada y llena de plasticidad.
Buen dominio de la superficie del capitel, sigue siempre un esquema similar de
labra ejecutándolo no sin alguna maestría a pesar de lo tosco y pobre del
acabado. Sin embargo no aporta apenas nada personal sino que más bien se ajusta
a un sistema aprendido que creado.
Las vestiduras están bastante pegadas al
cuerpo, hace un estudio de pliegues bastante somero, a base de sencillas
incisiones verticales, paralelas y poco profundas. En una ocasión emplea
también los pliegues en forma de zigzag y es para marcar los bordes del manto.
En general no es una realización cuidada y le preocupan muy poco las calidades
ornamentales.
Las cabelleras se reducen a marcar el volumen,
pero sin un estudio individualizado y detallista de los pelos. Ojos saltones,
almendrados y bien enmarcados por medio de los párpados y los arcos
superciliares. El resto de las facciones del rostro apenas aparecen estudiadas,
son de formas duras, angulosas y poco naturalistas.
Los pomos están suavemente modelados, y cuelgan
de un tallo que nace en la parte superior de la hoja de acanto que les cobija.
Son bastante realistas, y su ejecución es casi en medio relieve. Las piñas
tienen una ejecución de formas duras, poco realista y de pocas calidades
plásticas.
Este taller se nos muestra con un gran dominio
en la realización de las hojas de acanto. Las define con un modelado cuidado de
su superficie, marca los perfiles por medio de un tallado a bisel, nacen de la
base del capitel o canecillo y terminan dobladas por su peso y el del fruto que
sostienen. En ocasiones marca claramente dos láminas, bien por medio de una
hendidura vertical o por medio de un nervio, de formas planas, tallado a bisel
y decorado con un perlado. Es sin lugar a dudas el tema dominante y el que
ejecuta con mayor dominio y maestría.
En general se puede decir que el conjunto de
capiteles de esta galería son de un mismo taller y tal vez de una misma mano,
pues las formas son muy uniformes y la realización de las mismas también. Los
canecillos parecen de una mano diferente y están en la línea de los de la nave
sur y del ábside, pues seguramente se han reutilizado. Hay notables afinidades
con alguno de los escultores que trabajan en las torres de Vizcaínos, Jaramillo
de la Fuente, Jaramillo Quemado y parte del claustro alto de Silos.
La Portada
La portada que da acceso a la iglesia se halla
adosada al muro sur de la misma, entre los tramos segundo y tercero de la
actual división de la nave. Ha desaparecido el tejaroz en que suponemos se
remataba al alterar la cubierta primitiva y la propia galería porticada, por lo
que no se puede ver ningún canecillo en la actualidad. Es probable que su
alzado fuera como el de la del muro sur de San Millán de Lara y careciera de
ménsulas y el habitual remate, pues ambas han sufrido importantes reformas en
tiempos modernos.
Utiliza el arco de medio punto, con enjutas muy
significadas ornamentadas con dos relieves de figuras humanas.
En la izquierda vemos a un personaje colocado
de pie, flanqueado por dos animales, uno de los cuales es un león que se
levanta sobre sus cuartos traseros, coloca las patas delanteras sobre los
muslos del hombre o mujer. Tiene cuello muy alargado y lo vuelve con la cabeza
para mirar elegantemente al frente. El otro no se puede identificar, su estado
de conservación es bastante lamentable, pero se observa que coloca el cuerpo en
la base de la lámina, tiene cola de reptil que enrosca y eleva elegantemente hasta
la altura de los hombros.
El hombre o mujer adopta una posición frontal,
solemne, mayestática y cargada de rigidez. Toca la cabeza con un gorro plano,
las facciones del rostro están bien modelados, ojos almendrados, saltones y
bien enmarcados por los párpados. Pómulos de formas suaves y boca que describe
un gesto muy naturalista. Extiende los brazos y el derecho lo cruza a la altura
de la cintura para llegar a sostener un objeto con la mano. La otra la vemos
colocada sobre el pecho, completamente extendida y medio cubierta por el manto.
El último lo abrocha al cuello, cae hacia la espalda y hombros y deja ver casi
toda la figura. La realización de los vestidos es poco voluminosa, están
pegados al cuerpo y tienen pliegues verticales, paralelos con una leve
incisión. Dejan ver los pies, que están descalzos y pisando al reptil que hace
de peana.
En la enjuta derecha hay otro personaje de
parecidas características compositivas y escultóricas a las del precedente.
Está presentado de frente, de pie, viste túnica y manto muy largos que llegan a
tapar casi los pies. Adopta una actitud solemne, mayestática y cargada al mismo
tiempo de dignidad y elegancia compositiva. La cabellera cae hacia la nuca y la
ejecuta partiendo de una raya central, a base de mechones sueltos, desordenados
y ligeramente ondulados. Ojos saltones, almendrados y bien definidos por los
párpados, pómulos de formas poco cuidadas y una expresión de la boca bastante
realista. El manto lo abrocha sobre el cuello y cae elegantemente hacia la
espalda dejando ver el cuerpo casi entero. Realiza un estudio de los pliegues
de los bordes muy cuidado y detallista. Extiende los brazos y el derecho lo
dobla a la altura del pecho, mientras que el otro llega a la altura de la
cintura. Con ambas manos sostiene y desenrolla una filactería que muestra al
espectador, sin que haya nada escrito. La túnica la ciñe en la cintura y
describe unos pliegues paralelos, verticales, semicirculares y en forma de
zigzag los de los bordes, que además son bastante voluminosos.
Es un relieve medio, con los cuerpos bien
definidos, tanto que parecen adosados al muro, de una realización cuidada y
detallista, sin llegar a una gran minuciosidad. Composición frontal, elegante,
airosa y bien acomodada al espacio de que dispone. A pesar del aire solemne,
ceremonial y con cierta rigidez, tiene características realistas y las figuras
están muy bien proporcionadas.
Hay un total de cuatro arquivoltas y el arco de
ingreso, todas ellas decoradas a base de baquetoncillos y molduras de medio o
cuarto de caña. En la tercera, observamos cómo el extradós de las cuatro
primeras dovelas se decora con abilletado de tres filas bien modeladas.
Todo descarga sobre una línea de imposta que
recorre toda la portada, muy bien ornamentada, y cinco columnas que van
intercalando entre ellas otra de menor volumen. Las jambas son muy similares a
las del cercano templo de Arlanzón.
Empezando por el lado izquierdo encontramos
primeramente un capitel historiado que tiene tres caras decoradas y mayor
tamaño que el resto. En la cara izquierda vemos dos personajes femeninos,
colocados de pie y de frente, se sitúan detrás de una mesa cubierta con un
elegante mantel del que hace un minucioso estudio de pliegues bastante
profundos, verticales, paralelos, semicirculares y de zigzag. Ambas mujeres
muestran únicamente de la cintura hacia arriba de su cuerpo. Tocan la cabeza
con un paño y el brial que sujetan bajo la barbilla y define muy bien las
facciones del rostro, al mismo tiempo que cae elegantemente sobre los hombros.
Ambas colocan las manos sobre la mesa. Ojos saltones, almendrados, bien
enmarcados por los párpados, nariz rectilínea y bien proporcionada. Pómulos de
formas suaves y bien modelados, boca con labios carnosos que describe un gesto
bastante naturalista y un buen trepanado de las comisuras de los labios. En el
ángulo vemos una mesa cubierta con un paño de airosos y elegantes pliegues,
sobre la que se coloca el cadáver de un personaje que viste túnica. La cabeza
la toca con un gorrillo y las facciones de la cara están labradas, no de una
forma cuidada pero sí bastante realista. El sarcófago se remata con una cenefa de
puntas de diamante, de cuatro láminas y labradas a bisel. Contiguo al sepulcro,
ya en la otra mitad de la cara central, vemos a una dignidad eclesiástica con
sus ornamentos e insignias distintivas colocado en posición frontal. Viste alba
y casulla, toca la cabeza con mitra, lleva báculo en la mano izquierda, anillo
y pectoral, al mismo tiempo que está impartiendo la bendición.
Tiene todas las características de ser un
obispo o abad. En el ángulo, en posición frontal, vemos a un personaje sentado.
Viste larga túnica y manto muy pegados al cuerpo. Extiende los brazos y los
dobla a la altura de la cintura, mientras que con la mano derecha está
bendiciendo con la izquierda sostiene un objeto a la altura del pecho. La
túnica va definida por una cenefa en el cuello y en sus bordes, pero aquí tiene
un elegante perlado. Realiza un estudio de pliegues de la misma a base de
incisiones paralelas, semicirculares y los bordes con voluminosos y elegantes
plegados en forma de zigzag. Larga cabellera que cae en forma de mechones
sueltos hacia la frente en forma de flequillo.
Ojos saltones, almendrados, párpados definidos
por un leve modelado, pómulos modelados, nariz rectilínea y bocas con labios
carnosos y una expresión cuidada. En la esquina contigua y acompañando al
anterior personaje, hay otro que está de pie, en semiperfil y dirige sus pasos
hacia el precedente. Viste larga túnica que llega hasta los pies, la ciñe en la
cintura y describe un elegante estudio de pliegues y marca los bordes con una
airosa cenefa decorada con perlado. Tiene los brazos doblados y mientras que con
la mano izquierda sostiene un objeto a la altura de la cintura, la derecha la
eleva y muestra la palma al espectador. Tiene una larga cabellera que cae hacia
la nuca y la ejecuta a base de gruesos mechones, ojos saltones y almendrados,
pómulos y facciones bastante duras.
El conjunto del capitel nos narra el pasaje de
la vida de algún santo relacionado con las tradiciones locales o ligado a la
devoción del comitente. Podríamos estar ante una escenificación de la vida de
San Nicolás. Es una escena bien compuesta, aunque de una gran torpeza
narrativa, pero perfectamente acomodada al espacio y de una gran plasticidad.
Realiza un excelente estudio de los pliegues de las ropas a base de incisiones
verticales, paralelas, otras veces son semicirculares y también emplea el zigzag
para los bordes y los adorna con unas cenefas, unas veces decoradas con perlado
y otras con unas simples incisiones. Son de una gran calidad interpretativa.
Las figuras humanas son de un canon bajo y bastante desproporcionado, pero se
puede decir que tienen características realistas. Bien modelados los cuerpos,
tanto que parecen casi adosados al tambor y lo podemos considerar casi como un
medio relieve.
El cimacio lo decora a base de un haz de tres
tallos ondulantes, bastante planos y realizados a bisel. Es un relieve bajo, de
formas duras, bien acomodado al espacio y de una gran calidad plástica y
ornamental. El mismo tema de los zarcillos se repite en toda la línea de
imposta de esta jamba.
El siguiente capitel muestra grifos pareados,
afrontados y luego opuestos. Apoyan sus garras de león sobre el collarino,
dirigen su caminar hacia el ángulo, adosan sus cuerpos a la altura del pecho y
elevan una de sus patas delanteras hasta sostener con sus garras uno de los
dados de la almohadilla. Al mismo tiempo vuelven el cuello y cabeza hacia el
lado opuesto y parecen querer picarse sus cuartos traseros. El rabo lo elevan
elegantemente en los ángulos hacia la parte superior. Tienen las alas plegadas
al cuerpo y éste lo cubre de una tupida capa de pelo, tallado a base de
mechones sueltos y desordenados.
Es un relieve medio, con los cuerpos bien
definidos, modelados y excavados, tanto que parecen realizados en altorrelieve.
Es de una labra cuidada, bien ejecutada, aunque no sea muy detallista y
minuciosa la realización. Es una escena en la que destaca la calidad
compositiva, en donde juega con el perfil, el equilibrio de los volúmenes
repartidos en el espacio, y al mismo tiempo imprime al conjunto un aire de
grandiosidad, solemnidad y perfecto acomodo al espacio escultórico. Es un
escultor que domina bien el espacio y los volúmenes.
A continuación, en otra cesta, aparecen dos
sirenas afrontadas y colocadas en semiperfil. Ambas apoyan sus garras de águila
sobre el collarino, elevan los cuerpos hacia la parte superior y los adosan a
una hoja de acanto en el ángulo y al mismo tiempo vuelven el cuello y cabeza
para mirar al espectador. Tienen cabeza humana, de frente despejada, cabellera
realizada partiendo de una raya central, ojos almendrados y saltones,
enmarcados por los párpados muy resaltados. Las facciones son de formas duras,
lo mismo que los labios y la barbilla. Tienen cuerpo de ave cubierto de plumas
colocadas en forma imbricada, las alas desplegadas y elevadas hacia lo alto
describiendo una elegante ondulación. Cola de reptil, que la enroscan sobre sí
misma, la adosan al collarino y termina en una hoja de acanto, con varios
pétalos completamente abiertos. Apoyan una de sus garras sobre el collarino y
la otra la elevan para terminar colocándola sobre la cabeza de un animal
monstruoso, en la parte superior. Éste tiene una cara grotesca, con los ojos
almendrados, muy prominentes, la boca abierta y la lengua completamente fuera
sobre la que colocan sus garras las arpías. Se prolonga en un cuerpo de reptil,
ondulado que acaba en el ángulo superior. Todo ello va enmarcado en una hoja de
acanto completamente lisa que termina en lo alto doblada sobre sí misma y
describe un elegante y airoso caulículo, que cobija una flor de tres pétalos
bastante gruesos. Es un relieve medio, en el que destaca el modelado de los
cuerpos, resaltando el volumen y la idea de corporeidad. El acabado es poco
detallista, pero ejecutado con gran dominio de las técnicas del modelado y del
bisel. Composición de perfil, bien acomodada al espacio y llena de elegancia y
armonía. Hay un respeto total por la simetría, pero que no se resuelve en unas
formas rígidas y carentes de elegancia y armonía, sino que más bien ocurre lo
contrario, pues predominan los formas dinámicas, expresivas y de gran calidad y
belleza plástica.
Sigue después un capitel cuyo tambor está
ocupado por una hoja de acanto, completamente lisa que se eleva y termina
partida en tres. Cada una de esas tres pencas acaba en el ángulo y esquinas
doblada sobre sí misma por el peso propio y el del fruto que sustenta. Éste es
una flor que tiene los pétalos cerrados, formando un capullo, con los perfiles
realizados a bisel y una realización de su entramado bastante cuidada. Es un
relieve bajo, bien modelado y los frutos, mucho más voluminosos, llegan casi al
medio relieve. La realización es poco detallista, pero de formas cuidadas y
ejecutadas con una gran economía de medios. Composición cuidada, bien acomodada
al espacio y perfecto dominio del mismo.
En la cara del trasdós, vemos una sirena
colocada en posición completamente frontal. El animal fantástico tiene la cola
de pez partida en dos mitades, y luego de describir una airosa ondulación la
eleva hacia lo alto al mismo tiempo que la está sujetando con ambas manos.
Extiende los brazos a media altura hacia las esquinas y con las manos sostiene
las dos partes de la cola. Lleva larga cabellera que realiza partiendo de una
raya central, con largos cabellos individualizados que extiende hacia las esquinas
hasta llegar a colocarlos sobre las aletas de la cola de pez. Ojos almendrados,
saltones, bien enmarcados por medio de los párpados, frente despejada y de
cuidado modelado y el resto de las facciones de la cara de formas duras y poco
realistas. Realiza un relieve medio, con el cuerpo modelado, cubre el cuerpo de
escamas de pez, pero realizadas de forma poco cuidada y antinaturalista. Se
nota una tendencia a la estilización.
En la otra cara aparece un centauro sagitario
que dirige su caminar hacia el ángulo. Apoya sus pezuñas de caballo sobre el
collarino, tiene el cuerpo en tensión, las patas ligeramente dobladas y hace
ademán de caminar. Extiende los brazos y con el derecho sujeta el arco mientras
que con el izquierdo lo tensa y sostiene la flecha que va a disparar. Sujeto al
cuello, colocado en bandolera y moviéndose, lleva un carcaj cargado de flechas.
Vuelve ligeramente el cuello y cabeza para mirar al frente mientras que el
resto del cuerpo lo coloca de perfil. El animal lo podemos definir como el
sagitario que dispara su flecha contra la sirena contigua. Las facciones de la
cara las cuida, ojos almendrados y saltones, frente despejada, larga cabellera
que cae hacia la nuca y se talla partiendo de una raya central sin un estudio
minucioso de los pelos de la misma.
Es un relieve medio, casi alto, tanto que a
veces parece como si estuviera adosado al tambor. Cuerpos bien modelados, con
el perfil y volumen perfectamente definidos y logrados. Composición de formas
duras, mal dominado el espacio y de una tosca interpretación la misma, al
tiempo que busca una realización de frente y otra de perfil, pero mal
compuestas y acomodadas al espacio escultórico.
El siguiente es un capitel historiado que
escenifica la Adoración de los Reyes Magos, Epifanía, siguiendo la tradición de
los Apócrifos. En un ángulo está la Virgen sedente, colocada de frente, aunque
ligeramente enmarcada por las exigencias de la superficie del tambor, tanto que
parece como si estuviera de pie y ligeramente apoyada sobre un respaldo. Toca
la cabeza con una diadema real y enmarca el rostro con el clásico brial y un
paño que enmarcan el rostro. Ojos almendrados, saltones y bien enmarcados por
los párpados, facciones modeladas y de formas blandas y cuidadas. Viste larga
túnica que llega hasta los pies y realiza un pobre estudio de sus pliegues, a
base de incisiones poco profundas, paralelas, verticales o en posición
horizontal. María extiende los brazos y con las manos sujeta por la cintura al
Niño. Éste está colocado de pie, toca la cabeza con diadema real, facciones de
la cara de formas blandas, pero en mal estado de conservación. Viste larga
túnica que llega hasta los pies y calza pequeños borceguíes. Extiende los
brazos y la mano izquierda la coloca sobre las de su madre en la cintura,
mientras que la otra la dirige hacia el Mago próximo para recibir el regalo.
Cristo está presentado ligeramente de perfil, pues vuelve la cabeza hacia el personaje
que le obsequia con el regalo, pero el resto del cuerpo lo tiene de frente. Su
túnica tiene un estudio de pliegues similar a la de su madre.
En la cara contigua vemos a San José, en
posición frontal, de pie y con la mirada ausente y pensativa. Viste túnica que
llega hasta los pies, la ciñe por la cintura y ejecuta un cuidado estudio de
pliegues de la misma, a base de interpretaciones paralelas, verticales, en
forma de zigzag y otras veces semicirculares. La cabeza la toca con un gorro
frigio que deja ver la cabellera que cae hacia la nuca. Tiene ojos almendrados,
saltones, bien definidos por los párpados, labios carnosos, así como una poblada
barba y bigote. Extiende su brazo derecho hacia el ángulo y tiene la mano con
los dedos extendidos mostrando la palma y llegando a tocar el hombro de María.
Con la otra sostiene un cayado sobre el que se apoya. Parece asistir a la
escena como mero espectador, meditabundo y alejado de lo que está sucediendo,
como si no fuera con él.
En la cara del intradós vemos a los Magos que
caminan a realizar la ofrenda al Niño Dios. El primero viste larga túnica y
manto que llegan hasta los pies y abrocha en el cuello. Dobla la rodilla
derecha y la coloca en tierra y con la mano del mismo lado ofrece su regalo a
Jesús, de quien recibe la bendición. Toca la cabeza con diadema real, tiene una
larga cabellera que cae hacia la nuca, con mechones sueltos, largos y una
realización de los mismos de forma minuciosa y detallista. Ojos saltones,
almendrados, modelados y perfectamente definidos por los párpados. Facciones
modeladas, boca carnosa y poblada barba y bigote. Está colocado de perfil. El
segundo del desfile, está de pie, ejecutado de perfil como el precedente, viste
túnica y manto que llegan hasta los pies ejecutados con elegancia y armonía.
Coloca la mano derecha sobre el pecho y la izquierda la eleva al mismo tiempo
que sostiene el obsequio y lo muestra al espectador. Vuelve la cabeza para
dirigirla hacia el frente. Éste toca la cabeza con diadema real, tiene larga
cabellera que cae hacia la nuca, ejecutada a base de mechones largos,
individualizados y completamente lisos. Ojos saltones, almendrados y bien
enmarcados por los párpados, pómulos de formas suaves y redondeadas y los
labios bien definidos, carnosos y describen un gesto de características
naturalistas. El tercero adopta igualmente una actitud de caminar, está tallado
de pie, de perfil y viste túnica y manto que caen hasta tapar casi por completo
los pies. Extiende los brazos, el derecho lo dobla y coloca la mano derecha
completamente extendida a la altura del pecho, al tiempo que levanta la otra y
sujeta con la misma un objeto que lleva como regalo mostrándolo al espectador.
Toca la cabeza con el mismo tipo de diadema real que hemos visto en los casos
precedentes, larga cabellera que cae hacia la nuca, ojos saltones, almendrados
y bien definidos por los párpados, nariz rectilínea, poblada barba y bigote
realizados con minuciosidad y detallismo.
Es una escena en la que vemos un medio y a
veces casi altorrelieve, marcando bien los volúmenes y resaltando los perfiles
y el conjunto. Es una escena en la que destaca la composición, el buen acomodo
al espacio escultórico, que sin ser de una gran calidad, ha logrado una
perfecta narración. Ha jugado bien con las figuras de frente, perfil y
semiperfil. Las proporciones de los personajes no son muy esbeltas, pues son
bastante rechonchos, carentes de esbeltez y de una gran calidad interpretativa.
Ojos almendrados, saltones y bien definidos por los párpados, pómulos de formas
suaves, bien modelados, labios carnosos y describen un gesto de características
naturalistas. Tanto las cabelleras como las barbas y bigotes, los talla a base
de mechones sueltos, lisos, paralelos y a base de un leve tallado a bisel que
individualiza los pelos. Las vestiduras están pegadas al cuerpo, y realiza un
estudio de pliegues a base de una incisión leve, vertical y paralela, en otras
ocasiones son semicirculares y los bordes de zigzag. Remata los bordes de
mantos y túnicas con una cenefa ornamentada con perlado o sencillamente varias
incisiones.
El cimacio, lo mismo que la línea de imposta
que recorre esta jamba derecha, se ornamenta con un haz de hojas muy
estilizadas, que se adosan a un tallo central de elegante perlado y terminan
describiendo una airosa ondulación y se despliegan en la parte superior. Este
tallo central a veces termina en un fruto, cuando forma parte de la composición
y en torno al mismo se desarrolla la composición y carece del mismo cuando
sirve únicamente de elemento de separación de temas. Es un relieve bajo,
labrado a bisel, cincelado, de formas duras y de una gran calidad ornamental,
compositiva y plástica.
Viene a continuación un capitel decorado con
una hoja de acanto que ocupa todo el tambor, se eleva y en la parte superior se
parte en tres, cada una de las cuales termina en el ángulo y esquinas doblada
sobre sí misma, en varios pétalos cerrados en forma de capullo y decorados con
un elegante perlado. La del ángulo acaba en un tallo que se transforma en tres
pétalos completamente abiertos y desplegados, muy estilizados, marcados con un
nervio central y que nacen del capullo. Como fondo de todo el conjunto, vemos
los bordes de un recipiente, que parece ser el que cobija toda la
ornamentación.
Es un relieve bajo, bien modelado, de una
realización poco detallista, perfectamente acomodada al espacio y de unas
grandes calidades plásticas y ornamentales. Demuestra un gran dominio en la
ejecución de este tema, sin que haga alardes de labra.
Parecida temática ostenta otro capitel de cuya
base nace una gruesa hoja de acanto, lisa y abierta. Se eleva y termina en el
ángulo superior sustentando un grueso y voluminoso fruto que cuelga de un
tallo. Sirve de sostén a cinco hojas que nacen de un nervio central, se elevan,
están cubiertas por una gran cantidad de pequeñas hojas muy estilizadas y
talladas a bisel. Toda la superficie se ve cubierta con esta decoración, y se
distribuyen a la manera de las escamas de un pez. Todas se rematan en la parte
superior formando una pequeña caperuza que sirve de base al grueso fruto que
cuelga del ángulo superior. Entre este capitel y el precedente, como remate de
la columna de fuste de menor grosor, vemos otra hoja de características
similares, pero de menor tamaño, que llena el espacio que quedaba vacío entre
ambos capiteles.
Es un relieve bajo, bien modelado,
perfectamente acomodado al espacio escultórico y de unas grandes calidades
plásticas y ornamentales. Es una interpretación del acanto común a muchos de
los templos del mundo serrano.
El capitel que sigue a continuación exhibe una
elegante y airosa hoja de acanto con los nervios muy marcados. Éstos se elevan
y a diferentes niveles se transforman en pequeñas hojas bastante
antinaturalistas, estilizadas y labradas a bisel. Los nervios los marca por
medio de un suave modelado, excepto el central decorado con un elegante
perlado. Todo termina en la parte superior en un capullo entreabierto,
compuesto por cinco hojas, individualizadas, con un elegante trepanado y de una
gran calidad ornamental.
Es un relieve bajo, a veces medio, como en el
caso del fruto, labra de pocas calidades de acabado, pero bien definido el
conjunto a base de una realización marcadamente dibujística. Composición
perfectamente acomodada al espacio, de unas grandes calidades plásticas y
ornamentales y de un excelente trepanado, que da al conjunto una gran calidad y
demuestra el perfecto dominio del claroscuro y lo admirablemente que juega con
la luz. Esta hoja se ve flanqueada por otras dos de similar factura en la
confluencia de este capitel con el precedente y siguiente. Son de menor tamaño
pero por lo demás completamente iguales a la descrita.
En el último capitel aparecen tres motivos
diferentes en cada una de las caras, sin que tengan relación alguna entre sí.
En la lateral izquierda vemos dos personajes, que colocan sus pies descalzos
sobre el collarino, el del ángulo completamente de frente y el otro de
semiperfil. El primero sostiene con la mano derecha una llave de grande
dimensiones, mientras que la otra la sitúa sobre la rodilla. Viste túnica y
manto que llegan hasta los pies, dobla las piernas y parece como si estuviera
sentado. Ojos saltones, almendrados y bien enmarcados por los párpados. Barba
poco voluminosa, pero bien realizada, pómulos de formas suaves y bien
modelados. El otro está de pie, viste túnica y manto, apoya su mano derecha
sobre el muslo y con la izquierda sostiene un objeto, posiblemente una espada o
bastón, al mismo tiempo que parece caminar y acompañar al vecino. La cabeza la
toca con un gorro frigio el del ángulo y éste tiene una larga cabellera que cae
hacia los hombros y nuca y la ejecuta a base de leves incisiones y un estudio
detallista de los pelos, que son largos y completamente lisos. Los dos tienen
barba, con una realización muy detallista y cuidada de guedejas, ojos
almendrados, saltones y bien definidos por los párpados y arcos superciliares.
Pómulos de formas suaves, bien modelados, de características realistas, lo
mismo que los labios que describen un gesto naturalista. Los vestidos están
pegados al cuerpo, son poco voluminosos, con pliegues verticales y paralelos,
semicirculares y de zigzag los bordes, que además van decorados con una cenefa
ornamentada con un perlado o sencillas incisiones. Creemos estar ante una
escenificación de San Pedro y San Pablo.
En la cara central, vemos cómo del collarino
nace una hoja de acanto, que son un conjunto de tallos bien modelados, cada uno
de los cuales acaba transformado en una hoja, completamente estilizada, con un
buen estudio de nervios. A media altura se dobla sobre sí misma, realiza un
buen estudio de nervios, un excelente trepanado y de una gran calidad de
claroscuro. Detrás de ellas nace otra hoja de similares características, que se
eleva y termina en la parte superior doblada, con el mismo tipo de trepanado y acaba
por llenar todo el espacio escultórico. El nervio central que surca a ambas
hojas está decorado con el clásico perlado. El conjunto es de un relieve bajo,
bien acomodado al espacio y de una gran plasticidad.
En el ángulo vemos a un hombre colocado de
frente, vestido con túnica corta que llega hasta media pierna, ceñida a la cintura
mediante un cinturón y dejando ver los muslos con pantalones ceñidos. Extiende
ambos brazos, los dobla ligeramente, con la mano derecha sostiene y blande una
espada o cuchillo largo en actitud amenazadora y con la izquierda sujeta a un
león por la boca y cuello al que parece va a clavar la espada, entablando con
él una lucha ceremonial y exenta de violencia, al menos no hay expresión de
ella. El cuadrúpedo está colocado de perfil, camina hacia la esquina y vuelve
el cuello y cabeza para luchar con Sansón, al mismo tiempo que se ve dominado
por el juez bíblico. Realiza un estudio modelado de los cuerpos, los excava,
resalta el volumen y los acomoda bien al espacio escultórico, jugando con la
postura de frente y de perfil, aunque la composición no sea de excesivas
calidades plásticas.
El conjunto es un relieve medio, bien acomodado
al espacio escultórico, de una realización poco detallista, pero en la que
destaca el cuidado modelado para marcar el volumen, en otras ocasiones es el
tallado a bisel el predominante, en las hojas de acanto, donde juega con el
estudio de claroscuro, marca los perfiles por medio de un tallado duro y de esa
manera crea el volumen. El conjunto es una composición bien acomodada al
espacio, no de grandes calidades plásticas, pero de una ejecución armónica, simétrica,
equilibrada y cargada de plasticidad y elegancia.
Respecto a la temática utilizada en esta
portada, hay que señalar que es la común a todo el románico, de la que hace
distintas y acertadas interpretaciones. En primer lugar es de destacar la
importancia que tiene el relato y narración de motivos historiados. Lo más
destacable es la Adoración de los Magos, de gran elegancia compositiva, bien
acomodada al espacio escultórico, perfecta definición de los volúmenes por
medio del excavado, modelado y juego con las posturas de frente, perfil y
semiperfil de los personajes. De otro lado logra dominar perfectamente el
espacio del capitel, tanto que parece el más idóneo para tal escena. La
composición tiene un aire de solemnidad, elegancia, majestuosidad y al mismo
tiempo un intimismo de características bastante simples. Sabe interpretar con
calidad la figura humana, pero se ajusta al arquetipo usual y además en la
escena se ajusta al relato evangélico, siguiendo la manera de interpretar la
Epifanía en el arte románico y bizantino.
En el primer capitel hay otro tema historiado,
seguramente una escenificación de diferentes pasajes de la vida de un santo, al
que no podemos identificar. De un lado tenemos las mujeres que lloran la
muerte, luego el santo es enterrado y con posterioridad un obispo o abad y
varios sacerdotes que celebran las honras fúnebres. Hay en general un sentido
de frontalidad en la composición, mal dominio del espacio, buen estudio de los
pliegues de los vestidos y de los paños que cubren la mesa y el sarcófago. En
todo el conjunto vemos un claro predominio de la frontalidad, de un aire
solemne y majestuoso en la composición y una cierta estilización y
antinaturalismo en la figura humana.
El mismo sentido narrativo lo vemos en el
capitel donde se representa la lucha de Sansón con el león de un lado y de otro
a San Pedro con las llaves acompañado de otro personaje, posiblemente San
Pablo. En ambos casos la realización de la figura humana está en la línea de
los capiteles precedentes. En todos los casos se aprecia que ejecuta la figura
humana con proporciones poco esbeltas, cabeza gruesa, cuerpo muy ancho y
voluminoso, de una realización poco detallista, pero con un especial cuidado de
la cara y del estudio de pliegues de los vestidos.
Por lo que hace referencia a la temática
animal, se ve que hay un claro predominio de los seres fantásticos, también
escenifica otros. Así vemos a los grifos pareados, afrontados y que luego
vuelven el cuello y la cabeza al lado opuesto. Su realización está cargada de
solemnidad, elegancia y calidad interpretativa. Llevan las alas plegadas al
cuerpo, adelantan ligeramente las patas, adosan elegantemente los cuartos
delanteros en la esquina del capitel y terminan picándose a sí mismos en las
alas, pero con un aire de parsimonia y una total ausencia de dramatismo y
movimiento. Vuelve al tema de animales pareados, en las sirenas, que adosan sus
cuerpos al ángulo y terminan mirando al frente. Elevan el cuello, despliegan
las alas y describen una elegante ornamentación del conjunto, que imprime al
mismo una gran prestancia y airosidad. Ambos animales fantásticos están mirando
al dragón colocado en el ángulo, que sitúa su cabeza sobre el collarino y eleva
el cuello hacia lo alto, al mismo tiempo que sobre su cabeza las arpías colocan
sus garras.
En el capitel izquierdo del arco de entrada
vemos a una sirena colocada en posición frontal, con la cola de pez partida en
dos que eleva hacia lo alto y termina agarrándolas con las manos. En la cara
próxima encontramos un centauro, presentado de perfil que camina al encuentro
de la sirena, tensa el arco y sostiene una flecha con la mano izquierda y con
la derecha la sostiene pareciendo disparar contra la peligrosa compañera. Es
una escena no muy lograda, de una torpe narración, pero en la que ha dado una interpretación
realista a los animales fantásticos, que se ajustan al arquetipo románico que
hemos visto representado en otras ocasiones.
También realiza el león colocado de perfil, que
camina tranquilamente hacia la esquina del capitel, vuelve el cuello y cabeza
hacia el lado opuesto, al mismo tiempo que entabla la lucha con el juez bíblico
Sansón, quien le está desquijarando y abriendo violentamente la boca. Insiste
en el excavado y modelado del cuerpo, del lomo, de los cuartos traseros y
delanteros, en las facciones de la cara, pero no es detallista y minuciosa la
ejecución, a pesar de lo cual imprime al mismo un aire realista.
De otro lado la temática vegetal, se reduce a
las hojas de acanto, unos vástagos que se ondulan y ramifican en un haz de
hojas muy estilizadas. En el primer caso encontramos que la realización está
presentada básicamente de tres formas: una de ellas es una gran penca,
completamente lisa, bien modelada, se ramifica en tres hojas y termina en la
parte superior doblada sobre sí misma por su peso y el del fruto que sostiene,
bien un pomo, o una flor en forma de capullo con los pétalos voluminosos y bien
marcados; así la realiza en los capiteles cuatro y siete. El número ocho
presenta el mismo tipo de hoja, una gran penca que cubre todo el tambor que
cobija al conjunto de hojas, cinco, que presentan una cuidada labra de nervios
y de su entramado a base de unas incisiones realizadas a bisel, todo ello
termina en la parte superior en un fruto que cuelga de un nervio cubierto con
una caperuza formada por las hojas que sirve de cáliz a la flor o forma un
grueso capullo. La tercera manera de realizar la hoja de acanto se aproxima
mucho a las formas clásicas. De la base del capitel nace un haz de nervios, se
elevan a diferentes alturas y se transforman en hojas muy estilizadas,
antinaturalistas, individualizadas que forman una pequeña maraña vegetal. El
nervio central se significa con un elegante perlado y termina en la parte
superior sustentando un capullo o flor, bien cerrado y con un estudio de sus
pétalos muy detallista. Hay un trepanado de características marcadamente
claroscuristas. Toda esta decoración va enmarcada en una gran penca lisa que es
el elemento de sustentación. Así lo vemos en el capitel número nueve, mientras
que en el diez, hay dos cuerpos con la misma decoración y carece de la penca de
fondo y se acomoda al espacio de forma mucho más tosca que en la otra ocasión.
Es de una gran calidad plástica, ornamental y está perfectamente acomodada al
espacio, además de que realiza una cuidada labra.
De otra parte, en la imposta izquierda aparece
un haz de tres tallos que forman un vástago que se ondula, crea espacios
semiovales, se ramifica en hojas de pétalos muy estilizados que llenan todo el
espacio. En alguna ocasión es un único tallo formando el clásico zarcillo. Es
de un relieve bajo, ejecutado a bisel, bien acomodado al espacio y de unas
grandes calidades plásticas y ornamentales. En la jamba derecha, la línea de
imposta se decora a base de hojas muy estilizadas, se adosan a un haz de nervios,
se doblan sobre sí mismas y terminan en la parte superior desplegadas. Es de
una labra a bisel, relieve bajo bien acomodado al espacio, marcadamente
antinaturalistas y de unas grandes calidades plásticas y ornamentales.
Aún en la tercera arquivolta aparece una
ornamentación geométrica, el clásico abilletado, compuesto por tres billetes,
bien modelados y que únicamente lo vemos en las tres primeras dovelas de la
parte izquierda.
El conjunto es un relieve medio, a veces bajo,
sobre todo en los motivos vegetales. Sin embargo en las realizaciones de temas
historiados o sencillamente de los animales tiende a resaltar los volúmenes por
medio de un suave modelado y excavado que los individualiza y a veces parecen
realizados en altorrelieve. De otro lado juega admirablemente con el
claroscuro, a base de un trepanado muy acentuado en el caso de las hojas de
acanto, o por medio del modelado, que dan al conjunto una mayor idea de relieve
y rotundidad. Es una realización cuidada, detallista, sin que ello quiera decir
que sea muy minuciosa. Observamos que básicamente la técnica más empleada es el
modelado en la realización de los cuerpos y para definir los contornos y
volumen. De otra parte emplea el tallado a bisel para ejecutar los detalles de
los pelos, nervios, plumas y ojos, dando al tema un aspecto marcadamente lineal
y dibujístico. De otra parte vemos un elegante trepanado en las hojas de
acanto, en los ojos y para realizar las comisuras de los labios y crear efectos
expresivos en el rostro.
En conjunto es un taller que sabe dominar bien
el espacio escultórico al que acomoda los temas con soltura. En los motivos
animales los coloca pareados, afrontados, en una ocasión vuelven el cuello y
cabeza hacia el lado opuesto colocándolos de perfil o semiperfil y jugando en
la composición con los volúmenes y su situación en el espacio. Hay un respeto
total a la ley de la simetría, armonía y equilibrio de volúmenes en el tambor
del capitel. En otras ocasiones prefiere la realización de frente, a la que imprime
aires de solemnidad, majestuosidad y a veces cierta rigidez, presente sobre
todo en los temas historiados. Aquí a veces parece que supera el espacio al
artista y se nos muestra un tanto torpe en la realización, pero se puede decir
que la domina con cierta calidad y perfección, sin que sea de la calidad
compositiva de los temas pareados o de los motivos vegetales, que están
impregnados de unas grandes calidades plásticas, elegantes, airosas y
perfectamente acomodadas al espacio escultórico.
Este maestro se nos muestra como un gran
conocedor de la composición y labra de los temas vegetales, ante todo de la
hoja de acanto que tiene toda la realización de nervios y es una verdadera
maraña donde hace gala de sus grandes dotes de escultor, mostrando toda la
sabiduría de este taller en un tema que no impone las convenciones e
imposiciones sociales y en el que trabaja con mucha mayor independencia
mostrando sus grandes dotes compositivas. El conjunto del relieve de esta
portada parece pertenecer a un mismo taller, desde los relieves de las figuras
humanas de las enjutas pasando por los capiteles y cimacios e incluyendo el
relieve de la tercera arquivolta. Realmente se observa en el conjunto una mano
directriz, pero luego hay calidades distintas en algunos temas, tanto por la
composición como por su trabajo, lo que nos hace pensar en varias manos, o tal
vez una que muestra mucha mayor habilidad para unos motivos que para otros.
Los vestidos de los personajes en general son
el manto y la túnica, abrochado el primero al cuello y la segunda marcada
perfectamente en los bordes. Por lo general están pegadas al cuerpo, aunque sin
transparentar las anatomías. Los pliegues son sencillas incisiones verticales,
paralelas y a veces levemente modelados. También los semicirculares empleados
en los laterales y los de zigzag para los bordes de los vestidos, que además
son bastante más resaltados y voluminosos. Los bordes de los vestidos los marca
con una cenefa que decora en unas ocasiones con el clásico perlado, o se limita a marcar
varias incisiones. De mayor calidad interpretativa que los pliegues de las
vestiduras de la Virgen María, San José, de los Magos y de los personajes de la
primera escena, son los de la mesa del capitel número uno, pues aquí hace un
alarde de estudio del paño, son pliegues profundos, voluminosos, hay una gran
variedad y su interpretación es de una mayor calidad que en el resto.
El cabello, tanto de barbas como de melenas, lo
ejecuta partiendo de mechones sueltos, con un estudio individualizado de los
pelos completamente lisos. Es un relieve bajo, ejecutado a bisel y de gran
calidad plástica. Las cabelleras las trabaja partiendo de una raya central,
caen hacia la nuca, tapan las orejas, hace un estudio individualizado de pelos
y terminan en un elegante trepanado. Las barbas son poco voluminosas, se
acomodan bien a la barbilla y facciones del rostro, son completamente lisas y
el estudio de las mismas, al igual que los bigotes, tiene características muy
naturalistas. Sólo la cabellera del juez Sansón es enmarañada, los mechones
tienen unos bucles profundos y realiza en los mismos un trepanado de
características muy claroscuristas y de gran calidad expresiva. Las cabezas
aparecen bien con el pelo suelto o tocadas con una diadema, la mitra, un gorro
frigio y con el clásico brial y paño que enmarca el rostro. Las facciones de la
cara en general son de formas suaves, bien modeladas y muy naturalistas. Ojos
almendrados, saltones y bien definidos por el tallado de los párpados. Nariz
rectilínea y labios carnosos que describen un gesto de características serenas
y bastante realistas, con un trepanado cuidado en las comisuras. En la
realización de las manos, hace un estudio individualizado de los dedos, marca
bien los perfiles y ejecuta con cuidado los nudillos, nervios y uñas.
Las plumas las realiza de manera somera, se
reduce a marcar los perfiles por medio de un cincelado a bisel y el nervio
central bastante grueso, pero sin un estudio de todo el entramado de las
mismas. A pesar de ello son muy realistas y de calidad plástica.
Las garras de león de las arpías, grifos y del
mismo león, tienen un estudio cuidado de las uñas y nervios dando a las mismas
una gran fuerza expresiva. Además realiza una labra de los nervios de las patas
que enlazan con este sentido naturalista de las garras.
Los cuerpos humanos son de proporciones
bastante rechonchas, cabeza voluminosa, hombros anchos y cuerpo relativamente
pequeño. A pesar de ello son de características realistas y los perfiles están
bien marcados. Por lo común tienen un aire solemne por su posición frontal. Los
de los animales están siempre colocados de perfil, o semiperfil, excepto el de
la sirena que nos los presenta de frente. Tiende a marcar bien los volúmenes y
son bastante naturalistas, se ajusta en todo caso a la manera de labrarlos común
a los talleres serranos.
El tema más común es la hoja de acanto,
completamente lisa, se ramifica en varias, la excava y modela con los perfiles
definidos por medio de una labra a bisel y acaba doblada por su peso y el del
fruto que sustenta. De mayor calidad de trabajo es la penca que sostiene un haz
de hojas que presenta un cuidado entramado de nervios y de las formas del
acanto clásico. En estos dos casos últimos, la labra es a bisel, juega bien con
el claroscuro y son de una mayor plasticidad y calidad ornamental. Seguramente
este maestro se nos muestra así más dominador del relieve y de la composición.
A modo de conclusión
El primer hecho que salta a la vista después de
la descripción y estudio de este templo es que en su arquitectura se observan
varios momentos constructivos. El primero es el del ábside, la torre, la
portada y los dos primeros tramos de la iglesia (los de la actual articulación
de la nave y el segundo que corresponde con la galería porticada realizada en
dos momentos). A una primera etapa corresponden las arcadas de levante y a otro
momento las restantes que se completaban con un lienzo en la fachada occidental
en la actualidad desaparecido y recompuesto según lo contemplamos en la
actualidad. La iglesia románica es ampliada con un tramo hacia los pies, se
eleva su altura inicial, se añade la actual sacristía y se cubre con las
bóvedas de crucería (estrelladas y de combados). Las formas que presentan nos
recuerdan el mundo tardogótico pero algunos datos arqueológicos y escultóricos
–ménsulas– nos hacen suponer que la obra se realizó en pleno siglo XVI.
Los datos arqueológicos que presenta el
edificio románico nos permiten conocer que al principio se levantó un templo
con una nave menor que la actual, cubierta probablemente con armazón de madera,
con portada –la actual– abierta al mediodía, torre adosada al muro norte y
ábside que ya correspondía a las trazas y formas del románico pleno. En una
segunda campaña, ya de la segunda mitad del siglo XII, se adosa la galería
porticada, realizada en dos etapas que se prolongaba también hasta cubrir la
fachada occidental. Todos los datos disponibles indican que la primera etapa de
obras se debe atribuir a un taller del mundo serrano mientras que el trabajo
final muy bien pudo realizarlo un maestro conocedor y muy cercano a los
planteamientos silenses, como sucedió en el cercano templo de Arlanzón. Las
reformas del siglo XVI suponen elevar casi tres metros la altura de la nave
primera para cubrirla con bóveda de crucería, añadir un tramo a los pies
obligando a modificar la galería, levantar la sacristía adosada al ábside norte
y realizar una profunda reforma de la galería porticada. Ésta ha sufrido
distintas intervenciones a lo largo del tiempo que la han alterado, suprimiendo
una parte considerable, reformando profundamente el tramo occidental, tapiando
el vano de levante y recomponiendo el alero y los vanos.
Si atendemos al tipo de relieve y labra del
mismo enseguida se aprecian varios talleres: el primero el que realiza todo el
conjunto de capiteles, canecillos y ventanas del ábside y los canecillos de la
nave sur; el segundo el que ejecuta la portada de acceso al templo y la tercera
labra el conjunto de capiteles de la galería porticada.
El tipo de labra, composición, las calidades
del mismo y el sentido marcadamente antinaturalista del conjunto, hacen pensar
en una misma mano para la primera parte citada. En la galería porticada
apreciamos un modelado diferente, el relieve es más bajo, carece de ese sentido
de frontalidad y rigidez de que hace gala el primer taller y además su temática
es casi exclusivamente vegetal y la concepción del espacio y el tipo de capitel
difiere en ambos casos.
El segundo insiste en una ejecución de los
temas de forma más cuidada, detallista y sabe jugar mejor con los volúmenes, al
mismo tiempo que domina mejor el espacio escultórico. También es el que tiene
una mayor unidad en el tipo de relieve, de labra y de calidad de su acabado.
El primero por la temática, la manera de
ejecutarla, su composición y acabado, está en la línea del taller de la sierra,
muy próximo a San Miguel de Neila, Barbadillo de Herreros, parte de Vizcaínos y
parece estar realizado en las décadas finales del siglo XI o primeras XII. El
relieve de la portada, aunque de mayor calidad de labra, composición y acabado,
está en la línea de los talleres serranos, pero más cercano a los de las
portadas de San Millán de Lara (la del sur), Arlanzón y de Canales de la Sierra,
pues, por la tipología arquitectónica, los temas, la forma de los capiteles y
su realización parecen salidas de una misma mano, seguramente acabadas hacia
mediados del siglo XII. El de la galería ya responde a unos esquemas diferentes
por trabajo y composición, que lo alejan de los talleres serranos, por temática
y realización. Su trabajo se aproxima a las formas que vemos en las torres de
Vizcaínos, los Jaramillos y el claustro alto de Silos. Las formas de la
galería, al menos lo que ha llegado hasta nosotros, nos hacen pensar en un
maestro cercano a Silos. Todo ello nos lleva a situar este trabajo en las
décadas finales del siglo XII.
Vizcaínos de la Sierra
Vizcaínos se levanta a orillas del río Pedroso,
en un hermoso valle al pie de la Sierra de la Demanda y a la sombra del
Mencilla. Está alejada de las rutas importantes de comunicación y se accede a
ella por una carretera local que partiendo desde Barbadillo del Mercado acaba
en nuestro pueblo.
El origen del actual núcleo urbano, lo debemos
situar dentro del proceso de reorganización de la tierra de Lara que los condes
castellanos llevan a cabo desde que a comienzos del reinado de Alfonso III se
llega al valle del Arlanza. El conde Gonzalo Fernández domina las plazas
fuertes de Lara y Carazo, iniciando a continuación el control, la defensa y la
organización del territorio por medio de un conjunto de fortalezas y
monasterios que irán poco a poco introduciendo una fuerte señorialización.
Nuestra tierra estuvo inicialmente vinculada al alfoz de Barbadillo para más
tarde integrarse en el de Lara.
Los primeros datos documentados referentes a
nuestro pueblo, los encontramos en el Cartulario del Infantado de Covarrubias,
pues el monasterio de San Cosme y San Damián recibe el año 974 una donación de
Juan y Nuño en Beskafinos. Más adelante ya en el año 1044 Laín González da en
nuestra tierra posesiones al monasterio de San Pedro de Arlanza, lo mismo que
realiza el año 1062 María Fortúniz. El año 1082 en el Cartulario del cenobio de
Arlanza volvemos a ver citada nuestra villa en un documento, pero a partir de
ese momento hay un silencio total, y sólo se vuelve a documentar el año 1432,
cuando el abad de Silos vende el señorío a Pedro Fernández de Velasco
–continuará apareciendo así en los censos del siglo XVI y siguientes–, sin que
sepamos cómo y cuándo pasó a tener jurisdicción sobre él el monasterio de
Silos.
Los únicos datos que podemos ver en este lapso
de tiempo, los tenemos en el templo de San Martín, ya que su arquitectura y la
escultura, los debemos situar entre las últimas décadas del siglo XI o primeras
del XII, la parte románica más antigua y ya en la segunda mitad de esta
centuria los añadidos de los maestros ligados al mundo silense.
Iglesia de San Martín de Tours
La fábrica del templo presenta tres etapas y
formas de construir claramente diferenciadas: la nave, el ábside y la torre y
la galería. Una intervención reciente en su fábrica permitió ver que los muros
de la nave presentan una factura ligada a la tradición tardoantigua y que su
fábrica se puede atribuir a un lugar de culto posiblemente levantado a finales
del siglo IX, como pone de manifiesto la celosía de la ventana encontrada. El
mampuesto de la nave, de “cal y canto”, la cohesión del muro y las proporciones
que presenta la nave responden con toda claridad a una edificación prerrománica
que se puede datar en la fecha indicada o con anterioridad. Parece que la
portada primera debía estar a los pies, con un muro de cierre de similar
factura que los norte y sur como indica su arranque. La primera intervención
románica consiste en sustituir la primitiva cabecera por el ábside actual, ya
de formas y trazas asimilables al románico pleno, recorrer los muros con el
correspondiente alero apeados sobre canecillos y posiblemente remodelar la
portada abierta en el hastial occidental. La fábrica románica se completa ya en
la segunda mitad del siglo XII con la portada abierta al mediodía, la galería
porticada –la actual es fruto de una profunda reforma llevada a cabo en la
segunda mitad del siglo XVIII– y la torre adosada a los pies.
En esta ocasión el maestro de la obra reutiliza
la nave alterando completamente la cabecera que responde ya plenamente a los
planteamientos del románico pleno tanto por su planta como por la presencia de
la escultura monumental. El tipo de muro responde a lo que es habitual en el
románico con la existencia de muros de aparejo de sillares casi isódomo en las
caras exteriores y un relleno de mal “cal y canto” entre ambas. La
imagen de calidad formal, la cuidada estereotomía y tratamiento de la
superficie de los sillares se completa con una calculada articulación óptica
del muro con columnas entregas, vanos, cenefas y codillos que producen una
sensación de orden y equilibrio buscado y conseguido con la relación existente
entre los elementos citados. Asistimos al desarrollo de un lenguaje
constructivo en el que los diferentes componentes son aparentemente
constructivos pero que en realidad tiene un valor básicamente estético. El
taller desarrolla al mismo tiempo una cuidada tarea de labra de motivos
geométricos, vegetales, animales e historiados que llenan los canecillos,
capiteles, cenefas y tímpanos de las ventanas.
Los planteamientos constructivos y
ornamentales, la enorme importancia estética de la escultura monumental y el
juego óptico de los elementos supuestamente constructivos pero que indican
direcciones y rompen con el sentido de masa ponen de manifiesto que este taller
ha asumido con todas las consecuencias el mundo y las formas del románico
pleno.
Los escultores –se observa la presencia de
varias manos–, esculpen y escenifican una iconografía y temas habituales tanto
en cuanto a la temática como en las técnicas de labra y esquemas compositivos
que vemos en otros templos de la zona. El trabajo de este momento se reduce al
ábside, a los aleros y canecillos respetando en lo fundamental el aula
precedente. Nos parece que la portada debió seguir ubicada a los pies abriendo
con posterioridad el vano que ocupa en la actualidad.
En el hastial se sitúa la torre, que se adosa
abriendo un tramo de los pies de la iglesia, a la que se abre mediante un gran
arco apuntado. La nueva fábrica se articula y refuerza interiormente mediante
una bóveda colocada a la altura del primer cuerpo, corresponde más menos con el
nivel de los muros del templo, ello da a la fábrica una mayor cohesión,
reforzándola, lo que permite levantar una obra en la que se superponen varios
cubos que van disminuyendo de superficie a medida que ascendemos y prescindir
del alzado trapezoidal. La nueva obra así levantada presenta unas formas mucho
más esbeltas y airosas al perder volumen por los espacios que abren los huecos
de las troneras de los dos cuerpos de vanos superiores. Tiene un primer cuerpo
de planta rectangular que abre a la nave del templo mediante un elegante y
airoso arco apuntado que lo convierte especialmente en el inicio del aula de la
iglesia, hecho que hace de esta obra un trabajo claramente diferenciado de los
restantes. Este cuerpo está recorrido por una bóveda de medio cañón que se
coloca perpendicular a los muros norte-sur lo que permite individualizar la
fábrica del templo precedente al que únicamente se adosa y a la que se elimina
el muro occidental para permitir una diáfana comunicación entre ambos. Estamos
ante un ensayo arriesgado, bien resuelto técnica y estéticamente, lo que nos
está indicando que esta - mos ante uno de los grandes maestros de obra de la
zona que muy probablemente se formó o participó en la etapa final de las obras
románicas del monasterio de Silos. Es muy probable que el modelo pudiera ser la
propia torre de Silos, reformada en la segunda mitad del siglo XII, dando lugar
a una estancia inferior que sirvió de sacristía de la “iglesia baja”.
Esta hipótesis se ve ampliamente confirmada cuando analizamos la escultura
monumental de los capiteles de la torre, sobre todo los del segundo cuerpo y
los de la ventana inferior del hastial occidental y comprobamos que aquí
trabajan las mismas manos que lo hacen en el claustro inferior y superior
silense. La imagen exterior de esta torre la convierte en la más esbelta y
elegante de todas las que realizan los maestros de esta última etapa en la
zona.
Ábside
Se accede al ábside mediante un arco triunfal
doblado, dividiéndose aquél en dos partes bien diferenciadas median - te un
codillo, de un lado la sección recta y de otro la semicircular con cubiertas de
bóveda de medio cañón y de horno respectivamente. En el exterior la capilla
absidal se divide en tres paños por medio de doble columna entrega y sólo el
central tiene un vano de tipo portada y con luz de aspillera. En el presbiterio
hay igualmente un vano en cada parte, pero están alterados en la luz. El tejado
descarga sobre canecillos. A la altura de la base de las ventanas vemos una
cenefa que recorre todo el ábside y lo divide en dos cuerpos y se decora a base
del clásico ajedrezado, abocelado y de doble dado. Todo el templo aparece
recorrido por un banco bastante resaltado sobre el que carga toda la estructura
del edificio y que se hace mucho más patente en el ábside. La altura del ábside
se ha elevado en dos hiladas de sillares, lo que ha provocado algunos problemas
estructurales en el arco triunfal y su propia irregularidad.
Portada
Adosada al muro sur de la iglesia vamos la
portada; carece del habitual tejaroz, se remata en un guardapolvo y tiene tres
arquivoltas decoradas a base de un baquetoncillo. Todo descarga sobre una
imposta corrida, totalmente decorada con una flor de cinco pétalos, abiertos y
enmarcados por dos hojas estilizadas y que describen un espacio casi circular.
Las jambas tienen cuatro columnas y pilares. El arco es de medio punto, de unas
excelentes proporciones, lo mismo que el de las arquivoltas. Parece que esta portada
ha sido totalmente remozada conservando únicamente de época románica las jambas
y la escultura monumental mientras que el resto es una obra restaurada en el
siglo XVIII. Se ve cobijada por una galería porticada de doble vano y portada,
que está descentrada respecto a la que da acceso directamente al templo. La
cubierta es de madera y el tejado descarga sobre una cornisa y canecillos. Los
vanos son de arco de medio punto y se apean en doble columna y grandes pilares.
Las formas y relieve de esta galería son el resultado de una reforma muy
importante llevada a cabo en la segunda mitad del siglo XVIII. Lo único que
queda de la galería son los capiteles recolocados y dos exentos y dobles
aparecidos bajo el retablo mayor de la capilla absidal. Parece de todas las
maneras que la primera galería es una obra llevada a cabo al mismo tiempo que
la torre. A la misma se añadió con posterioridad la sacristía, eliminada en la
última reforma llevada a cabo en los años 1991-1994.
Los canecillos que recorren toda la iglesia,
sirven de elemento sustentante de la cornisa y los encontramos en todas las
partes del templo. Los de la torre, a pesar de que aparezcan juntos, son de una
etapa posterior al resto. Parte de la fachada norte ha desaparecido al edificar
una pequeña capilla en el siglo XVIII. Una parte de la misma es de piedra
sillería –la que corresponde a la fábrica de la torre que está adosada a la
nave del templo y el resto de mampostería– esta parte corresponde a la fábrica
del templo prerrománico reutilizada cuando se levanta la fábrica románica del
ábside.
El tejado descarga sobre una cornisa compuesta
de listel y sección biselada, en un tramo completamente liso, el que se
corresponde con la torre y el resto con unos pequeños pomos. Esta decoración la
veremos en el resto del templo, en el muro sur, en el tramo de la torre que se
corresponde con el del norte.
En los canes se representaron los temas
siguientes: animal fabuloso, cornudo y de cuerpo de reptil alado visto de
perfil que coloca las garras en la base del canecillo, eleva el cuerpo y
termina volviendo la cabeza y el cuello al lado opuesto que dirige el cuerpo;
un busto humano barbado colocado de frente con larga cabellera que cae hacia la
nuca y a ambos lados de la cabeza tapando las orejas; un jabalí colocado en
posición de perfil; un prótomo de animal de morro alargado y puntiagudo, cabeza
cubierta de una tupida melena cuyos cabellos caen hacia la frente, ojos
almendrados, saltones y bien enmarcados por los párpados, boca longitudinal y
entreabierta; una figura masculina que apoya los pies en la base del canecillo,
adelanta ligeramente la pierna izquierda y dobla la derecha, extiende el brazo
izquierdo hasta colocarlo en el ángulo superior y el otro lo tiene doblado y
sitúa la mano a la altura de los hombros, con el que parece sostener una bola;
una liebre colocada de frente. En el primer canecillo que ya se corresponde con
la iglesia vemos un triple caveto superpuesto, ornándose los cinco siguientes
con cuatro cavetos superpuestos y a partir de aquí empezamos a describir el
trabajo del primer taller serrano que trabaja en este templo. En el primero, de
los cuatro ángulos del canecillo nacen otras tantas hojas que terminan en la
parte central describiendo elegantes y airosos caulículos que cobijan un fruto
que aparece entre ellas; sigue un busto de buey colocado de frente, en medio
relieve.
En el ábside, en el primer canecillo nace un grueso
tallo, que termina transformado en un conjunto de pétalos que forman un racimo
de flores, todo ello va enmarcado en tres cavetos superpuestos; siguen varios
cavetos superpuestos que terminan cobijando una punta de diamante; un modillón
de rollos superpuestos y colocados en posición horizontal; de la base del
canecillo nace una hoja de acanto, se eleva y en la parte superior acaba
doblada sobre sí misma a manera de una viruta, tornando grueso rollo; de la
parte superior nace un grueso tallo del que cuelga una piña voluminosa que
llena todo el espacio de la ménsula. El trabajo del entramado del fruto lo
realiza a base de varios cuerpos de laminillas, que terminan colocadas a la
manera de las escamas de un pez.
Vemos ahora el primero de los capiteles de las
columnas entregas del ábside, ornado con hojas de acanto completamente lisas y
rematadas en caulículos, de entre ellas nace un tallo en los ángulos del que
cuelga un florón de numerosos pétalos muy estilizados y de grandes calidades
plásticas. En la parte superior de la cara central, vemos una cabeza humana
labrada en bajorrelieve y colocada en posición frontal, con cabellera. En el
can siguiente vemos un busto de macho cabrío colocado de frente y en el que sigue
un busto humano colocado de frente y en actitud solemne, un busto de ciervo
ejecutado en posición frontal. El segundo capitel de las columnas entregas del
ábside se decora con cuatro hojas de acanto completamente planas, que en nada
se diferencian del tambor a no ser en los ángulos, donde terminan formando unos
caulículos; en la cara central vemos a un hombre, en posición frontal, vestido
con túnica hasta media pierna y calzando borceguíes que extiende los brazos
hacia los ángulos y con las manos sujeta fuertemente un cordel con el que
atrapa por el cuello a los dos monos de las caras laterales. En el canecillo
siguiente se representó un busto de carnero, tras él otro con una piña y en el
que sigue un tonel. En el primer canecillo del presbiterio sur hay un león
colocado de frente y en una postura bastante inverosímil pero admirablemente
resuelta, similar a otro del ábside de Pineda; continúa la serie con dos
exhibicionistas, masculino y femenino y un cuadrúpedo.
En los canecillos del muro sur vemos un busto
de buey, acantos rematados por caulículos, unos cuantos con simple perfil de
quilla, un simio sentado con las patas ligeramente encogidas y haciendo una
mueca, un hombre sentado con las piernas ligeramente dobladas, el cuerpo
inclinado hacia el suelo, extiende los brazos y termina colocando las manos en
el regazo y con ellas sostiene un objeto. Siguen una figura masculina sentada
sobre un pequeño taburete, coloca la pierna izquierda sobre la derecha y al mismo
tiempo con ambas manos está sosteniendo el pie y parece como si estuviera
buscando y sacándose algo de la planta del mismo; un mono, una cabeza de león,
un hombre sentado con la cabeza cubierta, las rodillas ligeramente dobladas,
extiende ambas manos y las coloca sobre las piernas, y con ellas sostiene un
objeto que atrae su atención; tres cavetos superpuestos, el último de los
cuales cobija una figura que parece que está enroscada sobre sí misma y que
presenta todas las características de un reptil; otros tres cavetos
superpuestos; un animal fabuloso, especie de dragón, labrado de perfil; un
hombre que sostiene un arco en actitud de coger una flecha que tiene en el
carcaj y junto a él, en el siguiente, tenemos un capitelillo bajo el que se
coloca un busto humano.
En el ábside hay un total de tres ventanas,
pero dos de ellas han llegado hasta nosotros ligeramente alteradas. Una está
situada en el paño central y las otras dos en el presbiterio, pero están
alteradas en parte. Todas ellas tienen arco de medio punto de una sola pieza y
el extradós va recorrido por una cenefa decorada con motivos vegetales
completamente planos, zarcillos.
En la del paño central de la capilla absidal,
que es la única que se conserva en el estado primitivo, podemos ver que tiene
una luz de tipo aspillera, tímpano decorado con un relieve y que todo el
conjunto se apea en doble columna. Aquí se repite la tipología que vimos en la
ermita de los Mártires de Barbadillo de Herreros y en San Miguel de Neila. A la
altura de la base de las ventanas vemos una cornisa que recorre todo el ábside.
Los capiteles se decoran con secos motivos vegetales y un mascarón humano.
Galería porticada
La galería porticada tiene cubierta de madera y
tejado que descarga sobre una cornisa y canecillos. Como indicábamos con
anterioridad la actual fábrica es fruto de una profunda remodelación que supuso
de hecho una obra nueva. Según los capiteles encontrados en las excavaciones
realizadas recientemente, parece que tuvo capiteles dobles exentos apeados
sobre doble columna. Las características de su relieve hacen pensar en algunos
de los escultores que trabajaron en el claustro superior de Silos. La reconstrucción
ha dado lugar a una obra con muros de piedra sillería, de aparejo isódomo,
colocados a casi a hueso. Tiene tres vanos que descargan sobre gruesos pilares
y columnas dobles los de las esquinas y el del centro sólo sobre el pilar.
Emplea el arco de medio punto y va recorrido por un pequeño guardapolvo en el
interior y se apea en una línea de imposta corrida.
Hay en ella un total de veinte canecillos,
todos ellos, excepto uno, iguales y decorados a base de una viruta poco
señalada, que se eleva y termina doblada sobre sí misma formando un pequeño
rollo. El único diferente está situado en el centro de la galería y se trata
del busto de un león colocado en posición frontal. Los recolocados capiteles se
decoran con parejas de grifos, leones, arpías o dragones afrontados por parejas
y a esta serie hay que añadir dos encontrados en las últimas excavaciones –las
llevadas a cabo entre los años 1991 y 1994– igualmente de doble cesta que se
llena con flores de arum de diferentes tamaños, de muy bajo relieve, que en los
ángulos acaban formando los correspondientes caulículos. Entre cada una de
ellas hay un tallo que acaba en un cuidado fruto en forma de piña. Es un tema
que se repite en las cuatro caras llenando completamente los tambores. El
segundo presenta unas formas, factura y temática muy similar al precedente,
tanta es la similitud que parecen obra del mismo autor. En esta ocasión en los
ángulos, en lugar de los caulículos, hay unas grandes piñas que cuelgan casi
hasta el arranque del collarino. Ambos capiteles tanto por la temática como el
tipo de labra y esquemas compositivos recuerdan algunos del claustro alto de
Silos al igual que los recolocados en el siglo XVIII en la actual galería
porticada.
La actual portada se adosa al muro meridional y
está descentrada respecto a la galería. Nos parece que su ubicación actual no
se corresponde con la primitiva que debió colocarse a los pies del templo,
abierta al espacio que ahora ocupa la torre. Carece del habitual tejaroz, se
remata en un guardapolvo que consta de tres arquivoltas decoradas a base de un
baquetoncillo. Todo descarga sobre una imposta corrida, decorada con una flor
de cinco pétalos, abiertos y enmarcados por dos hojas estilizadas y que describen
un espacio casi circular. Las jambas tienen cuatro columnas y pilares. El arco
es de medio punto, de unas excelentes proporciones, lo mismo que el de las
arquivoltas. Parece que esta portada ha sido totalmente remozada conservando
únicamente de época románica las jambas y la escultura monumental mientras que
el resto parece fruto de la recomposición llevada a cabo en la segunda mitad
del siglo XVIII. La línea de impostas, cimacio, se decora a base de una flor de
cinco pétalos completamente abiertos, estilizados, realizados a bisel y que van
enmarcados por dos hojas que son el cáliz de la flor, de características
particularmente estilizadas y muy antinaturalistas. En sus capiteles vemos aves
fantásticas, pareadas, opuestas y luego afrontadas, sirenas pareadas, un ciervo
que camina hacia la esquina y en la otra cara un águila que está clavando sus
garras sobre su presa y en el último un hombre yacente devorado por dos
felinos.
La torre se adosa al muro occidental abriendo
un gran arco apuntado –ojival– en la parte este de cuerpo inferior que acaba
convirtiéndose en una parte más –espacialmente hablando– de la nave. Estamos
ante el primer tramo. Las recientes excavaciones han descubierto, con toda
claridad, el arranque del muro que cerraba por el oeste el primitivo templo y
han puesto de manifiesto que su tipología es la propia de una obra levantada de
acuerdo con las técnicas y pautas del mundo tardoantiguo o hispanovisigodo. Es
muy posible que la portada estuviera inicialmente aquí, pues no tiene mucha
lógica la ubicación de la actual ya que no guarda la relación habitual con el
resto del muro meridional. El primer cuerpo de esta torre tiene planta rectangular,
va recorrido en sentido norte-sur por una bóveda de medio cañón que articula
con bastante acierto toda la estructura y abre dos vanos muy diferentes en los
muros sur y oeste. El arco que comunica y enlaza con la nave es una obra de
notable calidad formal que pone de manifiesto que quien lo ejecuta es un
consumado artesano y maestro en el arte de construir. El segundo cuerpo va
flanqueado por cuatro ventanas ajimezadas, a la altura de cuyos cimacios parte
una cornisa que lo recorre todo, tienen un único capitel que descarga sobre
fuste que se adosa a un pilar y se rematan en una elegante arquivolta.
El cuerpo superior también practica en cada
cara un vano geminado, que se compone de un arco de descarga que lo enmarca
todo dentro del que se inscribe la doble arcada con ajimez central. Todo se
remata en una cornisa que descarga sobre canecillos, un total de treinta y
cinco repartidos así: siete en el lado norte, nueve en el este, siete en el sur
y ocho en el oeste, todos ellos de tipo quilla de factura similar a los que
vimos en el muro sur de la nave. En los ángulos son hojas de acanto que nacen
de la base, se elevan y terminan dobladas por el peso del pomo que sostienen.
El muro es de piedra sillería, de aparejo isódomo, colocada casi a hueso. Su
fábrica responde a los usos del mundo románico con las dos caras de sillares
bien aparejadas y el relleno central. Esta torre nos brinda una de las obras
más esbeltas, airosas y proporcionadas de todo el románico a pesar de los
inconvenientes que plantea el primer cuerpo. Nos parece que es una de las obras
realizadas por uno de los maestros de la obra silense, explicable por las
relaciones que el monasterio tiene con Vizcaínos, por ello no sería de extrañar
que estas obras de ampliación y reforma del templo anterior, realizadas en las
décadas finales del siglo XII, pudiera dirigirlas alguno de los artistas que dejan
su obra en las crujías superiores del claustro silense. En los capiteles vemos
estilizados acantos, hojas lisas con pomos, bustos humanos, arpías de alas
explayadas, leoncillos afrontados, una Anunciación, una probable escena en la
que San José recibe el aviso para marchar a Egipto y el tema de la Huida a
Egipto. Éstos nos parece que los ha trabajado el maestro de la obra o un
artesano muy cercano al mundo y sensibilidad artística del “expresivo culto” de
Silos.
Interior
Ya en el interior, en los capiteles de la
ventana meridional de la torre vemos un busto humano colocado de frente, que
llena todo el tambor, mientras que el frontero está perdido. El ábside es la
única parte del templo cuya estructura se corresponde, en sentido estricto, con
el plan de obra llevado a cabo por el primer taller románico que trabaja en
este templo. Se ha conservado casi en su totalidad, excepción hecha de alguna
alteración de las ventanas del presbiterio, el añadido de la sacristía en el
lienzo sur, lamentablemente eliminada en la última restauración. En la capilla
absidal hubo un retablo de trazas renacentistas –ahora está recolocado en el
muro sur–, que ocultaba la estructura de la capilla absidal y también la
ventana central, pero la reforma ha supuesto volver esta cabecera a la
diafanidad primera. El muro es de piedra sillería, de aparejo isódomo y de gran
calidad constructiva. El arco triunfal está ligeramente deformado debido a las
reformas, malas cargas del tejado y problemas por los que ha atravesado la
fábrica a lo largo del tiempo.
En el capitel del lado del evangelio del arco
triunfal, en su cara central vemos a la Virgen sentada que lleva su Hijo entre
las manos y lo coloca sobre el regazo profusamente envuelto en ropajes,
mostrando únicamente la cabeza. La Virgen está colocada en posición frontal, va
vestida con manto y túnica que llega hasta los pies. Toca la cabeza con un paño
y el clásico brial que resalta sobremanera las facciones de la cara. Tiene ojos
almendrados, saltones y bien definidos por los párpados y arcos superciliares,
la nariz rectilínea, bien definida y proporcionada, pómulos redondeados y de un
modelado cuidado, lo mismo que la barbilla.
De otra parte los labios son ligeramente
carnosos, de labra poco cuidada, las comisuras describen una ondulación, tienen
un aceptable trepanado que les imprime alguna expresión. En los ángulos y caras
laterales vemos otras cuatro figuras, de pie, en posición frontal, que no
llegan a colocar sus pies sobre el collarino y que asisten expectantes a la
escena principal. Todas ellas visten túnica y manto que llegan hasta los pies,
la cabeza la tocan con el brial que enmarca la cara y resalta sus facciones, extienden
los brazos y terminan cruzando las manos a la altura del pecho.
Detrás del trono de la Virgen nacen dos hojas
de acanto muy estilizadas, que se elevan y terminan en una flor de tres pétalos
muy estilizados y de labra dura. El tema parece el del Nacimiento de Cristo, a
quien presenta su madre colocándolo sobre el regazo y al que está acunando. La
Virgen es de mucho mayor tamaño que los otros cuatro personajes, a quienes no
podemos identificar, pues to que no parecen formar una escena y parecen meros
acompañantes, o se trata de una interpretación local del Nacimiento. El cimacio
se decora a base de unos lazos completamente planos, que marcan los bordes con
unos leves trazos y decoran el interior con tosco perlado.
En el capitel del lado de la epístola del
triunfal se representa una escena de lucha de caballeros, en el que en cada una
de las caras laterales y en el ángulo respectivo vemos a dos jinetes que van
cabalgando y dirigen sus pasos al encuentro de los oponentes situados en la
otra, todos van armados con escudo ovalado que les cubre gran parte del cuerpo
y espadas que blanden en actitud amenazadora; unos tocan la cabeza con casco y
otros muestran una tupida cabellera y visten túnica larga que llega a tapar casi
por completo los pies, pero sin que realicen un estudio minucioso y detallista
de los pliegues. El cimacio se decora a base de un vástago que se ondula, va
describiendo espacios semiovales y se ramifica en flores de tres pétalos muy
estilizados y realizados a bisel.
En los capiteles de la ventana norte del
presbiterio vemos acantos rematados en caulículos y frutos y, sobre hojas, unos
círculos que cobijan cada uno a un animal, un grifo y un lobo. En la última
restauración del templo se ha eliminado el retablo de trazas renacentistas
dejando al descubierto la ventana y los capiteles, con dos basiliscos
afrontados y opuestos de colas de reptil rematadas en cabecitas de serpiente y
leones afrontados y siameses.
La cornisa que recorre el ábside a la altura de
la base de la bóveda, se decora con puntas de diamante, de cuatro pétalos, de
formas duras y angulosas y de una gran plasticidad. La otra imposta, que
recorre todo el espacio a la altura de la base de las ventanas, se decora con
ajedrezado de tres dados y modelado a base de un cuarto o casi medio bocel.
La iglesia parroquial de San Martín nos aporta
una de las secuencias constructivas más reseñables de todo el románico serrano.
A través de ella podemos seguir con bastante seguridad el proceso seguido en
muchos otros templos de la zona a lo largo del tiempo. Los datos arqueológicos
que aportan los muros de la nave, la ventana encontrada en las últimas
excavaciones y la información obtenida en los cimientos del muro occidental –el
que desapareció al hacer la torre actual– nos permiten afirmar que los maestros
de la fábrica románica reutilizaron el aula del templo anterior añadiendo las
cornisas y nuevos canecillos y sobre todo levantando el ábside actual ya dentro
de las pautas del románico pleno. Este maestro piensa un templo sin torre, con
una portada abierta en el muro occidental y sin la galería porticada. En la
segunda mitad del siglo XII se procede a una importante modificación que supone
abrir la portada al sur, adosar la galería porticada –no la que vemos en la
actualidad– y adosar la torre actual al hastial occidental comunicando su
cuerpo inferior con el resto del templo ampliando ese tramo a los pies que
vemos en la actualidad. La torre expresa bien a las claras el dominio de la
tarea constructiva, por la utilización de la bóveda de medio cañón perpendicular
a los muros norte y sur y logrando dos cuerpos superiores particularmente
esbeltos. Nos parece que esta reforma se debe colocar en el haber de maestros
ligados al monasterio silense, posiblemente quienes completan las galerías
superiores del claustro y hacen la galería porticada silense y modifican la
torre precedente. Tenemos una secuencia constructiva que va desde finales del
siglo X hasta las últimas décadas del XII.
El panorama que presenta la escultura
monumental se ajusta con bastante exactitud a esta evolución de la fábrica.
Junto a los muros de la nave, cuya técnica muy bien pudiera ser tardoantigua,
encontramos una cuidada ventana ajimezada del templo precedente que se puede
datar en el siglo X. El relieve de los canecillos de la nave y ábside hablan ya
un lenguaje propio del románico pleno muy cercano al que hemos visto en otros
templos de la zona serrana como Jaramillo de la Fuente, Riocavado, San Miguel
de Neila, Lara de los Infantes, San Millán de Lara y tantos otros. Nos parece
que esta parte se puede datar en las últimas décadas del siglo XI o en las
primeras del XII. Por contra el relieve de los canecillos de la torre, los
diferentes capiteles de las columnas de la misma, los de la portada y los de la
galería porticada hablan ya un lenguaje tanto temático, compositivo como
técnico cercano al mundo que vemos desarrollarse en las crujías superiores del
claustro de Silos. Por el contrario, los capiteles exteriores de la ventana
exterior del primer cuerpo de la torre presentan una técnica y conceptos
plásticos más cercanos a los del “expresivo culto”, siendo probablemente
obra del maestro que dirige los cambios y hace los proyectos que completan la
trayectoria constructiva y ornamental románica de este templo. Esta última
parte se corresponde ya con las décadas finales del siglo XII.
No deberemos olvidar que el paso del tiempo ha
dejado sus huellas en la fábrica románica que culminan maestros muy cercanos al
mundo silense. En una intervención del siglo XVI se abrió un vano en el muro
meridional, contiguo a la portada, para dar acceso a la sacristía que se
levantó prolongando la galería porticada hacia el este llegando a abarcar y
cerrar parte del ábside. Este añadido ha desaparecido y se ha tapiado el vano
en la última reforma. En la segunda mitad del siglo XVIII se añadió la capilla
del Cristo con el correspondiente retablo barroco, rompiendo con ello el muro
norte en el espacio inmediato al arco triunfal. En una fecha indeterminada se
eleva la altura del ábside en dos hiladas de sillares provocando importantes
problemas estructurales que llevaron a colocar un contrafuerte en la zona sur
de la capilla absidal buscando solventar los problemas que presentaba el ábside
en la zona central. Hasta fechas recientes la capilla absidal estaba en parte
oculta por un retablo de trazas renacentistas, dedicado a San Martín de Tours,
que en la actualidad está adosado al muro meridional. Nos parece que la galería
sufrió una notable reforma en el siglo XVIII que es de la época que data la que
vemos en la actualidad.
Conserva a los pies el templo un bello ejemplar
de pila bautismal de copa que se remata en el habitual zarcillo bajo el que se
repiten los gallones. La basa se decora con entrelazos circulares y arquillos
de medio punto. Sus dimensiones son 88 cm de diámetro × 79 cm de altura.
A escasos trescientos metros de la población de
Vizcaínos, ubicada en un pequeño otero cerca de la carretera que conduce hacia
Jaramillo de la Fuente, se localiza la ermita de San Jorge. Esta pequeña
construcción ha sufrido no pocas reformas, muy importante y definitiva la
llevada a cabo el siglo XVIII, pero a pesar de todo se ha respetado la fábrica
románica del ábside. Como sucede en muchos otros lugares la ausencia de
escultura monumental y la pobreza de las trazas y formas nos impide ubicar esta
obra dentro de cualquiera de los talleres y escuelas de la zona. En todo caso
en esta ocasión el remate en cabecera semicircular con capilla absidal y
presbiterio bien definidos nos habla de una obra bastante evolucionada sin que
podamos dar más datos.
Jaramillo de la Fuente
Accedemos hasta Jaramillo desde Campolara y San
Millán de Lara, distando 13,5 km de la primera. También podemos llegar desde la
N-234 por Barbadillo del Mercado, Pinilla de los Moros y Vizcaínos, atravesando
hermosos parajes poblados de robledal.
La localidad aparece citada como Savarello en
982, cuando el presbítero Diego, que profesaba en San Pedro de Arlanza,
entregaba sus bienes a la misma abadía benedictina; Exaramello en 1037, cuando
Rodrigo Téllez donaba sus posesiones al mismo monasterio; Saramel de Fonte en
1119, fecha en que la reina Urraca reconocía a Arlanza la posesión de la villa
de Jaramillo a trueque de la de Gutmar y Xaramillo de la Fuent en 1217. La
propiedad de la villa por el cenobio arlantino aparece refrendada a mediados del
siglo XIV por el Libro Becerro de las Behetrías, donde se dice que Xaramiel de
la Fuente es lugar “del monesterio de Sant Pedro de Arlança”.
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción
El templo litúrgicamente orientado y construido
con excelente sillería local, de atractivo tono rojizo y certero trabajo de
estereotomía, se encuentra situado hacia el costado occidental de la población,
junto al cauce del arroyo aledaño.
Se trata de un edificio de nave única y
distribución característica, con cabecera rematada por ábside semicircular,
torre-campanario a los pies y galería porticada meridional.
Ábside
El ábside posee un zócalo abocelado inferior y
una triple imposta baquetonada que corre a lo largo de todo el tercio inferior
del tambor, prolongándose hacia el presbiterio rectangular.
El hemiciclo
presenta tres paños pautados por dos semicolumnas coronadas por ingenuos
capiteles de acantos y piñas –lado de evangelio– y un personajillo sometiendo a
una pareja de cuadrúpedos que retiene con sogas, en el lado de la epístola. Las
semicolumnas arrancan de alto podium y portan basas áticas de profundas escotaduras
y lengüetas angulares. En el nivel terrero del ábside alcanzamos a ver la
cimentación, reforzada mediante sillares no desbastados. El paño central
aparece perforado mediante un ventanal de medio punto cuya pieza superior,
tallada sobre un único bloque, porta ornamentación de roleo inciso y baquetón
interior, como en la recolocada de Hoyuelos. Reserva una caricaturesca rapaz y
una suerte de lobezno para las enjutas. El vano se complementa con finas
impostas de listel y dos excelentes capiteles zoomórficos, efigiando arpías de
testas femeninas y grifos alados entre roleos de inconfundible horma silense.
Son piezas de labra muy cuidada obradas sobre piedra arenisca por un escultor
sobresaliente, tal vez de encargo y esculpidas en un taller alejado de Jaramillo
pues distan mucho del oficio desarrollado por el resto de escultores activos en
el tambor absidal, datable en su conjunto hacia los últimos años del siglo XII.
La disonancia entre el material pétreo local y el par de capiteles del ventanal
oriental –seguramente traídos de fuera– recuerda otros casos apreciables en la
cuenca del Pisuerga, caso de la ventana absidal de Santa Eulalia de Barrio de
Santa María o la sala capitular de Santa Cruz de Ribas y en La Liébana
(Piasca).
El interior del hemiciclo absidal está cubierto
con bóveda de horno y el tramo del presbiterio con medio cañón. El arco
triunfal, doblado y de medio punto, apoya sobre rudos capiteles de gruesos
collarinos y tacos en el ábaco que van ornados con máscaras angulares y burdas
pencas (evangelio) y lo que presumimos como un clérigo portando un cáliz
asistido por acólitos en una cesta provista de secas piñas angulares
(epístola). Son piezas que se corresponden con el mismo estilo rural del
exterior absidal. La imposta superior taqueada se prolonga hacia el presbiterio
y hemiciclo.
El alero absidal baquetonado está sostenido por
una excelente serie de canecillos de tosca factura aunque no exentos de eterno
encanto. Entre las piezas se aprecia un osezno, un personajillo antropomorfo,
un rudo acanto, una máscara gastrocefálica, otra orejuda de fauces abiertas, un
personaje itifálico y un bóvido. Los canecillos se alojan también en el alero
del tramo presbiterial; hacia el norte vemos un barrilillo sujeto por cinchas
sogueadas, bayas, la testa de un cáprido, rollos, un exhibicionista y un
extraño barrilillo ovoidal provisto de embocadura –quizá un instrumento
musical– que encuentra parangón en otros casos burgaleses y palentinos (vid.
José Luis Hernando Garrido, “¿Bebedores o músicos del demonio?: La
portada románica de San Juan Bautista en Moarves de Ojeda (Palencia)”,
Sautuola/VI. Estudios en homenaje al profesor Dr. Miguel Ángel García Guinea,
1999, pp. 573-587), hacia mediodía surge una fémina exhibiendo su sexo, un
monje lector, una testa de cáprido, un oso, un jabato, más lo que parece ser
una pareja de eclesiásticos.
El muro sur del presbiterio cuenta con un
moderno ventanal cuadrangular sobre el que se dispuso un sillar abocetado que
no llegó a labrarse y donde había sido trazada una ventana de medio punto con
un disco en su enjuta izquierda. Hacia el sector septentrional del presbiterio
se añadió una sacristía bajomedieval de planta cuadrangular con canecillos de
nacela hacia oriente y occidente.
Portada
La portada de acceso al templo es de medio
punto y se abre en el muro meridional, protegida por una bella galería
porticada. Se trata de una portada avanzada sobre el muro que remata en
maltrecho tejaroz con alero nacelado y media docena de canes, con un acróbata
trazando un arco, una penca, rollos, un personaje diablesco, un bebedor
amorrado a un barrilillo del que intenta en vano ingerir el vino boca abajo y
un exhibicionista. La portada presenta restos antiguos de policromía –en las
dovelas interiores se advierten motivos en rojo y blanco remedando nudos
salomónicos– y capas de enjalbegados más recientes, cuenta con chambrana ornada
de hojas cuatripétalas y cinco arquivoltas con billetes, perfil baquetonado,
tacos, triple bocel y puntas de clavo que apoyan sobre cimacio de rudas
palmetas y cuatro capiteles con tacos en los ábacos. A la derecha se talló un
tosco Sansón desquijarando al león (surge una rapaz hacia su izquierda) y
dragones afrontados entre burdas palmetas, a la izquierda una sirena de doble cola,
menos vistosa que la del ventanal presbiterial de Santibáñez de Esgueva, y un
personaje devorado por una pareja de leones. Las semicolumnas apoyan sobre
basas áticas provistas de machacadas máscaras angulares y altas escocias que
parten de un zócalo baquetonado que sigue el perfil quebrado de las
semicolumnas acodilladas hacia el lado derecho mientras traza banda diagonal en
el izquierdo.
Galería porticada
Lo más llamativo del vistoso templo de La
Asunción es sin duda la galería porticada alzada hacia mediodía, tipología
constructiva de especial predicamento en las comarcas serranas y que alcanza
aquí su manifestación más brillante.
Accedemos a la misma desde una portadilla
central, de medio punto y abocelada, que cuenta con cimacios de palmetas
nervadas coronando semicolumnas acodilladas dotadas de cestas con trepanados
crochets y águilas afrontadas de meticuloso plumaje y excelente labra. Las
semicolumnas apoyan, como en las arcadas, sobre finas basas áticas. Hacia el
lado izquierdo se alojan dos arquerías de medio punto y cuidadoso despiece, con
chambranas naceladas, enmarcadas por fino bocel y con abundantes marcas de
cantero en el dovelaje. Apoyan sobre columnillas geminadas y presentan
capiteles con dragones de cuerpos con precisas incisiones en zigzag y luengos
pescuezos lanzados hacia abajo devorando pequeñas presas, arpías afrontadas
entre roleos y máscaras, una masculina y otra zoomórfica de talante infernal,
con cabellos rizados, orejas picudas y afilados colmillos, ambas magníficamente
talladas. Hacia el lado derecho de la portada aparecen otras cuatro arcadas con
goticistas capiteles de acantos lanceolados y trepanados, acantos de hojas
escotadas que recuerdan facturas onienses, grifos, un dragón de cuello lanzado
hacia abajo y dos curiosas féminas con tocas cabalgando un camello, una pareja
de máscaras masculinas de cabellos rizados y saltones ojos globulares cuyas
bocas aparecen selladas mediante cordones y otro par de máscaras coronadas
(masculina barbada y femenina tocada con barboquejo) de pose real. Los cimacios
alternan palmetas y baquetones en tanto que las arquerías arrancan de un alto
zócalo baquetonado en su base interior y exteriormente. El alero nacelado del
atrio está sostenido mediante una quincena de canes de acantos y máscaras, una
de ellas con cabellos llameantes, una fémina con toca y otras zoomórficas entre
las que distinguimos un bóvido, un cáprido y otro ser de orejas puntiagudas. Al
mismo atrio podemos acceder desde sendos vanos de medio punto abiertos desde el
costado oriental y el occidental. Todos los capiteles del mismo están tallados
sobre piedra blanquecina foránea, quizá indicativo –como en las cestas del
ventanal absidal– de la participación de profesionales ajenos al entorno
geográfico más inmediato y que pudieron recibir un encargo que materializaron
en su taller de origen hacia las primeras décadas del siglo XIII.
Interior
El interior del templo fue reformado hacia el
siglo XVI, cuando se trazaron bóvedas estrelladas reforzadas mediante la
adición de cuatro grandes contrafuertes prismáticos hacia el exterior del muro
norte y otros cuatro hacia el meridional. A los pies se alza una señera
torre-campanario románica de planta cuadrangular; posee tres niveles remarcados
por impostas naceladas y alero de canecillos con idéntico perfil en el cuerpo
más elevado. En el arranque de la torre –hacia el lado occidental– aparece un
alto zócalo amenizado con una moldura de bolas muy erosionadas. Los dos cuerpos
superiores cuentan con ventanas bíforas de medio punto abiertas a los cuatro
vientos, provistas de columnillas geminadas coronadas por cestas de someros
acantos.
El interior del templo fue reformado hacia el
siglo XVI, cuando se trazaron bóvedas estrelladas reforzadas mediante la
adición de cuatro grandes contrafuertes prismáticos hacia el exterior del muro
norte y otros cuatro hacia el meridional. A los pies se alza una señera
torre-campanario románica de planta cuadrangular; posee tres niveles remarcados
por impostas naceladas y alero de canecillos con idéntico perfil en el cuerpo
más elevado. En el arranque de la torre –hacia el lado occidental– aparece un
alto zócalo amenizado con una moldura de bolas muy erosionadas. Los dos cuerpos
superiores cuentan con ventanas bíforas de medio punto abiertas a los cuatro
vientos, provistas de columnillas geminadas coronadas por cestas de someros
acantos.
En un nicho del muro del evangelio se custodia
una pila bautismal de 113 cm de diámetro × 69 cm de altura, la copa
troncocónica está decorada con una arquería de medio punto que apoya sobre
columnillas pareadas, por encima corre una guirnalda vegetal ondulante de hojas
lanceoladas.
San Millán de Lara
A 45 km de Burgos y unos 11 km de Mambrillas,
entre la tierra de Lara y las primeras estribaciones de la Sierra de la Demanda
–la Sierra de Mencilla– encontramos la población de San Millán, regada por el arroyo
del mismo nombre.
Los orígenes medievales del lugar se encuentran
envueltos en lo legendario, suponiéndose que el propio San Millán de la Cogolla
habitó el eremitorio junto al que el conde Fernán González mandó construir una
iglesia a él dedicada. Pese a tan atractivo relato, apoyado por una advocación
que haría sospechar una antigua dependencia del monasterio riojano, un deseo de
emulación de aquél o, más probablemente, simple devoción, los primeros datos
documentales fiables los encontramos ya en la segunda mitad del siglo XI. En
noviembre de 1059 los abades de San Pedro de Cardeña y Silos permutan ciertas
propiedades, entre ellas uno solare cum sua ferrayne in aditu de Uurgos, in
barrio quem uocitant Scapiella, inter ipsos domos de Sancti Petri Asilanza et
Sancti Miliani de Lara. El 7 de diciembre de 1072, el abad Sisebuto de San
Pedro de Cardeña, con la aprobación de Alfonso VI de León, dio a San Millán de
la Cogolla un herrén en la ciudad de Burgos colindante con propiedades de San
Pedro de Arlanza, San Millán de Lara (de alia parte monasterium Sancti
Emiliani de Lara) y Cardeña, a cambio de otro en Quintanilla de Vesga.
En 1157 el rey Sancho III donó al obispo don
Pedro y su cabildo el monasterio quod vocatur Sanctus Emilianus de
Lara, et est situm in eodem territorio de Lara, ut habeatis et possideatis eum
vos et omnes posteriori vestri iure hereditario deinceps in perpetuum.
Añade al propio monasterio suis ecclesiis eidem monasterio pertinentibus, et
cum villis populatis en populandis y el resto de su patrimonio, que
desgraciadamente no precisa, aunque suponemos abultado. En la bula de Alejandro
III de 1163 por la que ratifica los límites diocesanos de Burgos y las iglesias
propias del cabildo se cita ya entre ellas la ecclesiam Sancto Emiliani de
Lara cum omnibus earum pertinentiis. Pese a ser citada como ecclesia, tras
la integración en el patrimonio de la mitra mantuvo San Millán el título de
abadía, recayendo por lo general en un canónigo del cabildo catedralicio
burgalés.
Tanto en el Cartulario de Silos como en el
Archivo de la Catedral de Burgos se conservan copias de la sentencia de enero
de 1222 sobre el pleito que enfrentó al cabildo de Santa María con el
monasterio benedictino super monasteriis Sancti Emiliani de Lara et de
Perros et ecclesiis Sancti Petri et Sancti Pelagii predicti burgi, en
relación a los derechos eclesiásticos, fallando los jueces a favor de los
intereses de la mitra. Esta reclamación ha hecho suponer que su propiedad
estuvo en manos de Santo Domingo de Silos, aunque ello no conste
documentalmente de forma expresa. Diez años después se documenta la donación
por Fernando III a la abadía de San Millán de Lara (quam Burgensis ecclesia
possedit et possidet perpetuo et irreuocabiliter ualituram) de la casa de
San Cristóbal de Collar –según Serrano en tierras de Pineda–, don confirmado
por Alfonso X en 1261 y por Alfonso XI en 1340. En 1354 el obispo desposeyó de
sus beneficios por absentismo al canónigo y abad de San Millán Hugo de
Mirabello, pasando a ocupar la dignidad Juan Fernández de Aguilera.
El Libro Becerro de las Behetrías dice de San
Millán que “este logar es de la eglesia de Santa Maria de Burgos e es
abadengo porque sienpre fue sennor el abad del dicho logar”.
Aún a mediados del siglo XIX Pascual Madoz
reflejaba en el pueblo “un edificio de antigua construcción que ha sido
convento de Benedictinos”, haciéndose eco de la leyenda por la que su
iglesia “con el título de colegial (San Millan): el conde Fernan Gonzalez la
erigió en abadía, y posteriormente, en el año de 1068, el rey D. Sancho la
agregó a la catedral de Oca (hoy de Burgos) y está aneja á la dignidad doctoral
de la misma, sirviendo la cura de almas 3 canónigos: es matriz, y á ella tienen
precision de asistir á oir misa los vecinos del barrio de la Iglesia-Pinta, las
5 festividades principales del año, y tambien á bautizar, sin embargo de tener
su parroquia”.
El abandono que en el pasado siglo estuvo a
punto de hacer peligrar la propia existencia de la iglesia fue felizmente
resuelto, pudiendo hoy contemplar restaurado uno de los más interesantes
ejemplos de arquitectura de la segunda mitad del siglo XII del sur de la
provincia
Iglesia de San Millán Obispo
Es la imponente iglesia de San Millán, de los
conservados, quizá el más ambicioso edificio románico de esta zona serrana, y
sólo quizá hubiera sido superado en amplitud por el transformado de Lara de los
Infantes. Su trayectoria histórica encuentra además traslación constructiva,
pues el altomedieval origen del lugar de culto, seguramente algo más
desarrollado que lo hoy en pie, fue integrado literalmente por la fábrica
románica, accediéndose desde el cuerpo bajo de la torre. No es por supuesto el
único caso de asociación física entre un lugar de culto altomedieval y una
iglesia románica (recuérdense los ejemplos de San Millán de la Cogolla o el
palentino de Olleros de Pisuerga), aunque San Millán de Lara sí es a todas
luces de los menos conocidos. Tal marginación, a la que no es ajena la propia
historiografía, parece marcada por su modesto exterior, que en ningún caso da
la medida de la ambición constructiva del edificio, sólo apreciable
interiormente.
El afloramiento calizo sobre el que se asienta
el costado septentrional del edificio condiciona su espacio interior, sobre
todo en la zona occidental. Sobre la roca y la entrada a la llamada “gruta
de San Millán” o “cueva de la Magdalena” se alza la torre, de planta
cuadrada, con un piso bajo en el que se abre un moderno vano adintelado y dos
superiores separados por impostas con el cuerpo de campanas, todo notablemente
reformado en alzado. Su eje es notoriamente convergente con el de la iglesia,
la cual debe adaptarse tanto a la roca como a la entrada de la gruta, motivando
así la falta de ortogonalidad de la nave del evangelio.
La gruta, cerrada con sillería, es un angosto
espacio de planta semielíptica excavado en la caliza, a la que da servicio
desde el interior del cuerpo bajo de la torre un angosto vano de arco de
notoria herradura, rodeado por chambraba de baquetón y listel, sobre impostas
de entrelazo de cestería hacia el norte y listel y chaflán al sur. El aspecto
altomedieval de este arco no oculta su reforma en época románica. Una ladeada
inscripción en la base de la torre, descubierta por Dom Marius Férotin,
proporciona el siguiente texto:
BENEDICTU[S] MICAEL ET MARTINUS HAN[C]
OP[ER]A[M] F[ECERUNT] ERA M CC III
Es decir, “Benedicto, Miguel y Martín
hicieron esta obra en la Era de 1203 (año 1165)”, proporcionando así un
precioso jalón cronológico a la hora de datar el conjunto, aunque –como señala
Pérez Carmona–, los epígrafes parecen referirse a la obra de la torre. El tramo
occidental de la colateral norte aparece ocupado por la escalinata que asciende
a la entrada de la torre, resuelta como un arco levemente apuntado sobre el que
se abre un sorprendente arco heptalobulado de arista baquetonada que apea en
una pareja de columnas acodilladas de tardías basas de perfil ático de toro
inferior achaflanado y con lengüetas.
El exotismo de este arco vincula a sus
artífices con el grupo de templos riojanos, mirandeses y burebanos en los que
encontramos el mismo recurso ornamental, así en las ventanas absidales de la
ermita de San Facundo de Los Barrios de Bureba, de La Asunción de Navas de
Bureba, de la arruinada iglesia de Encío y en las iglesias riojanas de Treviana
y Valgañón. No será el único indicio de una tal procedencia de los artistas de
San Millán que encontramos en el edificio. Los capiteles de las columnas se
ornan con motivos vegetales de buena factura: dos niveles de tallos
entrelazados formando clípeos en los que se acomodan tetrapétalas en el
oriental y alargadas hojas cóncavas de carnosos bordes resueltas en caulículos
en el otro. Sobre ellos corre una imposta de listel y nacela que se continúa
sólo hacia el oeste, siendo notoria hacia el este la ruptura de hiladas en el
aparejo de la nave del evangelio, signo de una duplicidad de campañas o al
menos de una intervención posterior.
La iglesia de San Millán representa, a nuestro
juicio, el más importante proyecto arquitectónico de esta zona del Arlanza
después, evidentemente, de los grandes monasterios como Silos o San Pedro de
Arlanza. Se planteó como una gran iglesia de tres naves organizadas en cuatro
tramos, más del doble de ancha la central, separadas por pilares cruciformes
con robustas columnas entregas en sus frentes y formeros doblados de leve
apuntamiento. Los pilares, como en las grandes iglesias monásticas, parten de
altos basamentos cilíndricos. El condicionamiento topográfico y la presencia de
la gruta motiva las irregularidades de la planta, siendo más estrecha la
colateral norte que la sur y no encontrando apenas ángulos rectos en el trazado
de los tramos y muros. Ello, unido a los asientos diferenciales debidos al
desnivel norte-sur y este-oeste, ayudaron sin duda al desplome de sus cubiertas
y las patologías que arrastró la fábrica, pese a estar correctamente aparejada
con sillería arenisca.
Corona el cuerpo del templo, que carece de
transepto, una cabecera en origen compuesta de tres ábsides –destacado el
central– precedidos por tramos rectos, habiendo desaparecido el de la epístola,
cuyo lugar ocupa una moderna sacristía. Exteriormente los dos restantes
muestran su tambor liso, coronado por una imposta con perfil de nacela sobre
simples canes de nacela con tableros. En el del evangelio se abre un mero vano
rasgado con derrame al interior (bajo cuyo alféizar vemos un sillar saliente
con abilletado), mientras que en el mayor rodea a la aspillera un arco
abocelado con chambrana de tableros sobre sendas columnas acodilladas de
capiteles de hojas lisas y puntas avolutadas, manifestándose al interior con
alguna mayor pretensión decorativa, de sospechosa antigüedad.
Cúbrense los presbiterios con bóveda de cañón y
los hemiciclos con cuarto de esfera, mostrando ambas torales doblados de leve
apuntamiento.
Las techumbres de las naves son fruto de la
restauración (en el siglo XVIII recibió bóvedas de ladrillo), evidenciando los
soportes y la ausencia de responsiones y estribos que fueron concebidas para
recibir cubiertas lígneas, a algo mayor altura que las actuales. La nave
central destacaba también en altura respecto a las colaterales, aunque hoy
aparecen unificadas las sobrecubiertas con una doble vertiente, quedando los
canecillos románicos del muro norte de la central englobados bajo la cubierta a
un agua moderna.
Esta unitaria campaña –con la salvedad del
tramo inmediato a la torre– es fundamentalmente buena arquitectura, relegando
la decoración a un casi obligado ornato de los capiteles, sencillos y toscos,
pobladas sus cestas de hojas lisas de bordes carnosos rematadas en caulículos,
a veces con helechos o bayas arracimadas, tallos entrecruzados con algún tosco
mascarón humano, hojas lisas con cogollos en sus puntas que recuerdan modelos
rigoristas; sólo escapan a este carácter reiterativo lo que parece una ruda representación
de Daniel en el foso de los leones, en el pilar que separa el tercer del cuarto
tramo y recibe el formero por el oeste, y otra cesta con dos serpientes dando
tormento a sendos personajes, a los que muerden los brazos y el sexo.
Portadas
La portada meridional, abierta en un prominente
antecuerpo del segundo tramo de la colateral –aunque descentrada respecto al
mismo–, notablemente abocinada y en lamentable estado, posee cierto carácter
monumental, con su arco de medio punto rodeado de cuatro arquivoltas molduradas
con baquetones y haces de boceles entre mediascañas, aunque repite en los
capiteles que coronan los cuatro pares de columnas acodilladas en las jambas
esquemas vegetales y animalísticos algo reiterativos: en el lado occidental vemos
cuadrúpedos afrontados, probablemente leones sobre fondo vegetal, muy clásicos
acantos de espinoso tratamiento y fuertes escotaduras, con recurso a los puntos
de trépano, rígidas arpías afrontadas, lo que parece una escena de combate en
la que se ven implicados cuatro infantes armados con lanzas, espadas y escudos.
Los capiteles del lado derecho del espectador se ornan con grandes hojas de
acanto de nervios perlados y fuertes escotaduras, hojas lisas y nervadas con
cogollos o pomas en las puntas, bajo impostas de secas palmetas o ajedrezadas,
mientras que toscos paneles abilletados encapitelan las jambas del arco. Tanto
el toro superior de las basas como los collarinos de los capiteles exceden sus
soportes y se continúan corridos por las aristas de las jambas, al igual que
ocurre en las basas de los pilares interiores.
Muy distinto planteamiento manifiesta el
modificado hastial occidental, donde en un cuerpo saliente se abre una esbelta
portada de arco resueltamente apuntado donde las mochetas que sobresalen de las
jambas sostienen hoy sólo un dintel ornado con una cruz de Malta inscrita en un
clípeo, aunque debió proyectarse un tímpano. Rodean al arco cuatro arquivoltas
ornadas con gruesos baquetones que apoyan en otras tantas columnas acodilladas
en las jambas, sobre basas áticas de toro inferior muy desarrollado y aplastado
y basamento escalonado, cuya molduración se continúa en los frentes de este
antecuerpo. Vemos aquí dos parejas de desiguales pilastras ante las que irían
columnas adosadas, a tenor del regruesamiento del zócalo y las basas que aún
subsisten. Quizá se proyectase una estructura porticada ante el hastial o, más
improbablemente un claustro, cuya ubicación occidental respecto al templo
resultaría del todo anómala, máxime cuando en las fechas en las que nos movemos
–finales del siglo XII o principios del XIII– la abadía estaba ya en manos de
la mitra burgalesa desde hacía medio siglo y quizá ni siquiera era preciso tal
espacio. Lo que sí es cierto es la evidente progenie silense de los capiteles
que coronan las columnas, sobre todo los de su parte septentrional, de los que
Elizabeth Valdez opina que pudieron incluso haber sido realizados por un
artista procedente del taller que finaliza el claustro bajo de Santo Domingo de
Silos, opinión matizada por Boto Varela. Estos tres capiteles historiados,
destrozados y probablemente recolocados –entre los que se intercala otro con un
mascarón humano del tipo visto en la galería de Jaramillo de la Fuente–,
exponen un ciclo de la pasión de San Juan Bautista. En el hoy dispuesto al
interior asistimos a la degollación del Precursor, arrodillado y sujetado por
un acólito de Herodes que señala con su diestra hacia su izquierda mientras
otro esbirro le secciona el cuello; en la cesta inmediata –labrada en la misma
pieza– otro sirviente porta la bandeja con la testa del Bautista en actitud de
ofrecérsela a otra figura –probablemente Salomé–, tras la que se dispone un feo
demonio de cuerpo lanudo y cabello erizado que vuelve su cabeza hacia el
capitel anterior, extendiendo su mano hacia el antes referido verdugo. En la
cesta exterior, arbitrariamente reubicada y que debería iniciar la secuencia de
interior a exterior, vemos tres figuras, una asiendo con su mano izquierda u
ofreciendo algo a un infante que parece dirigirse en dirección contraria ante
otra figura; sin poder asegurarlo, podría responder a los momentos previos a la
degollación del Bautista (Mt 14, 1-10 y Mc 6, 17-25). En los capiteles del lado
derecho del espectador vemos otro mascarón humano, éste barbado, seguido de la
muy silense composición con dos arpías pareadas a ambos lados de un árbol cuyas
ramas enlazan sus cuellos, una cesta con entrelazo de cestería y, en el
destrozado capitel extremo un personaje ante un cuadrúpedo, quizá una escena de
caza. Tanto sobre éstos como sobre los del otro lado corre un voluminoso zarcillo,
mientras que en la única mocheta que soporta el dintel vemos un mascarón
monstruoso de afilados colmillos sacando la lengua.
A la vista del carácter de esta portada y del
tipo de decoración que la anima, y con las precauciones a las que obligan las
reformas y amputaciones sufridas por este cuerpo occidental, parece que en la
fase final del edificio intervino un taller de marcada impronta silense, cuya
actividad se redujo (al menos por lo conservado) a ennoblecer su culminación.
A nuestro juicio, encontramos ilógico el
proceso crono constructivo que plantea Félix Palomero, que definitivamente
naufraga al extrapolar sin argumentos la datacion de la torre referida líneas
arriba, en 1165, a los capiteles de la portada occidental, cuya evidente
progenie silense obliga a retrasar su cronología a las dos últimas décadas del
siglo XII, coincidiendo nosotros con las más atinadas apreciaciones avanzadas
por Gerardo Boto.
Sigue esperando este templo una profunda y
seria monografía que atienda de un modo específico al análisis murario y de su
arquitectura, ambición que excede al objetivo de estas líneas.
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