jueves, 4 de septiembre de 2025

Capítulo 106, Románico en Zamora, Iglesia de San Esteban, Iglesia de San Vicente, Iglesia de San Juan de Puerta Nueva,

 

Iglesia de San Esteban
La iglesia de San Esteban está situada dentro de lo que fue el segundo recinto amurallado de la ciudad, entre las pueblas surgidas alrededor de Santiago del Burgo, San Torcuato y San Antolín. Al parecer formó parte de un antiguo monasterio que aparece documentado en 1186 cuando fue cedido con todos sus bienes por el obispo don Guillermo a fray García con la condición de que éste no vendiese nada y permaneciese allí toda su vida. Es posible que luego, aunque no sabemos cuándo, quedase convertida en una parroquia más de la ciudad. En 1253 Fernando Guillélmiz, maestrescuela de León, concedió al cabildo de Zamora dos partes de la tercia pontifical que recibía de la iglesia de San Esteban. Sin embargo, en 1373 se menciona a un tal fray Toribio perteneciente a la "Orden del monasterio de San Esteban".
En el siglo XVIII se reformó parte de ella -especialmente el interior y el hastial occidental- y poco tiempo después pasó a depender de la parroquia de San Antolín. Según José Ángel Rivera de las Heras, su mobiliario litúrgico -retablos principalmente- se repartió entre la capilla del cementerio, la iglesia de San Torcuato y el convento de las Marinas. En 1905 fue entregada a los padres claretianos que la mantuvieron abierta al culto hasta 1986. En 1997 se cedió al Excelentísimo Ayuntamiento de Zamora que instaló en ella el museo del escultor Baltasar Lobo.
Desde el punto de vista arquitectónico guarda gran afinidad con la vecina iglesia de Santiago del Burgo que debe ser contemporánea de ella o ligeramente anterior. Se trata de una sólida construcción realizada en sillería de arenisca local con escasos elementos decorativos. Consta de una sola nave de gran amplitud rematada por una cabecera formada por tres capillas de testeros planos, más ancha y avanzada la central, como ocurre en las iglesias de San Cipriano, Santo Tomé, San Juan de Puerta Nueva y en la ya mencionada de Santiago del Burgo.
Los muros norte y sur de la nave se articulan en cuatro paños separados por potentes contrafuertes prismáticos que ocupan toda su altura. En cada paño se abre una estrecha aspillera enmarcada por un arco de medio punto, salvo en el tramo más próximo a la cabecera donde se disponen dos ventanas superpuestas. Coronando los muros corre una cornisa de escocia y bocel soportada por canecillos de gola.

La portada meridional está formada por un arco de ingreso de medio punto, decorado con boceles y medias cañas, y tres arquivoltas con idéntica ornamentación que descansan sobre parejas de columnas con capiteles de tipo vegetal. Por encima de esta portada y a lo largo de toda la fachada sobresalen varios canzorros que sostuvieron la techumbre de un antiguo pórtico, o tal vez del primitivo claustro que se extendería en el espacio que ocupa hoy la plaza.

La portada septentrional ofrece un esquema compositivo similar, en este caso con arquivoltas lisas y capiteles de hojas planas rematadas en volutas.


Ventana del ábside central
 

Los paramentos de la cabecera se articulan en dos cuerpos por medio de una imposta de tipo zamorano que marca el arranque de los vanos. En el testero de la capilla mayor se abre un ventanal de dos arquivoltas que apoyan sobre cuatro columnillas con capiteles de volutas correctamente tallados. En las capillas laterales se abren dos ventanas -una en cada muro- formadas por un arco de medio punto doblado con abocinamiento exterior e interior. Se rematan los muros con una cornisa soportada por una colección de canecillos en los que se combinan alternativamente boceles y mediascañas según una fórmula utilizada en otros templos zamoranos (Santiago del Burgo, Nuestra Señora de los Remedios y Espíritu Santo) y de Salamanca (San Marcos). Sobre los ángulos que generan las cornisas de los testeros van colocadas acróteras en forma de gancho cerrado u hoja vuelta, idénticas a las de Santiago del Burgo, San Isidoro y el Espíritu Santo, y que recuerdan bastante a las piezas que decoran la cubierta de la Torre del Gallo de la Catedral Vieja de Salamanca. Por encima de la cabecera, coincidiendo con el arco triunfal, se levantó en 1905 una espadaña de ladrillo.
Capilla de la epístola

En el muro sur de la capilla de la epístola quedan restos de dos inscripciones epigráficas prácticamente ilegibles que parecen corresponder a los epitafios de dos damas. Su transcripción según la lectura de Gómez-Moreno es la siguiente:
"üBIIT FAMUlA D(e)I D(on)NA TARASIA UXOR Q(u)ONDA(m) DO(mi)NI HELIEI( ... ] [ ... ] ccc.
OBIIT FAMULA D(e)I DO(n) NA STEPHANIA UXOR Q(u)ONDA(m) DO(mi)NI LUPI VIII [ .... ] E(ra) M ce".

El interior se encuentra totalmente transformado como consecuencia de la reforma barroca y del reciente acondicionamiento como museo. La nave está compartimentada en cuatro tramos delimitados por arcos fajones apuntados que apoyan sobre pilastras. Actualmente se cubre con bóvedas de lunetos que fueron construidas en 1768 según el proyecto del arquitecto Francisco Castellote. Para Guadalupe Ramos de Castro la iglesia tuvo originalmente tres naves, hipótesis poco probable por cuanto ello obligaría a la existencia de un desnivel entre las naves, como en Santiago del Burgo, para así poder abrir vanos que iluminaran la principal. La disposición que presentan actualmente las ventanas en la parte superior de los muros no parece que permita tal solución por lo que de haber tenido tres naves el interior hubiera resultado demasiado oscuro.
La capilla mayor se cubre con bóveda de cañón con lunetos y se abre a la nave a través de un arco triunfal de medio punto. Está comunicada mediante arcos con las capillas laterales, cubiertas éstas con bóvedas de cañón apuntado. 

Iglesia de San VicenteSe ubica
 la parroquia de San Vicente, una de las incluidas en el primer ensanche medieval de Zamora, en las inmediaciones de la Puerta Nueva, próxima a la Plaza Mayor y al Teatro Principal, con su estructura rodeada y prácticamente solapada por las edificaciones circundantes, resultando casi imposible obtener una imagen precisa de su exterior. Su necrópolis fue recientemente localizada durante las excavaciones realizadas en un solar inmediato a la Casa de los Momos.
Las profundas reformas y añadidos que afectaron al templo románico nos permiten, no obstante, tener una meridiana imagen de su aspecto original. Ello es fundamentalmente posible gracias a las actuaciones de los años 70 del siglo XX, que sacaron a la luz los paramentos interiores de las colaterales. Era San Vicente un templo de tres naves, articuladas en tres tramos y separadas por pilares, con portadas al norte y sur del segundo tramo y en el hastial occidental, levantado en sillería utilizando el conglomerado de arenisca local. Por las rozas apreciables en los muros interiores hemos de suponer una cubierta de bóvedas de arista en las colaterales, al estilo de Santiago del Burgo, templo con el que las concomitancias son más que evidentes.
Como en la citada iglesia, en cada tramo de las naves laterales, salvo el de las portadas, se abre una sencilla ventana rasgada de arco de medio punto doblado, sólo animado con una imposta moldurada con el típico perfil zamorano de listel, nacela y junquillo (presente en la catedral, Santiago del Burgo, San Esteban, etc.).

En el paramento interior del hastial occidental se mantienen los responsiones con semicolumnas que recibían los formeros de este tramo, lo que nos hace sospechar una estructura de pilares similar a la de la antes referida iglesia de Santiago. Remataba el cuerpo del templo una cabecera triple de ábsides rectangulares, de los que nos restan los muros laterales y parte de los testeros de las capillas laterales, de inferior altura que los muros de la nave. A los pies de la nave del evangelio se erigió una airosa torre de seis cuerpos, los tres superiores con apuntados vanos para campanas, a la que se accede desde el primer tramo de la primitiva colateral norte por una escalera de caracol comunicada con la nave mediante un estrecho vano adintelado con dos mochetas ornadas con un rollo. Tras un confesionario próximo se abre otra puerta del mismo tipo que da acceso a la cámara abovedada del primer piso de la torre, antiguamente utilizada como baptisterio.
En el siglo XVI se abrió al tercer tramo de la nave meridional una capilla cuadrada con contrafuertes esquinados y cubierta con bóveda de terceletes. Será, sin embargo, a finales del siglo XVII cuando la primitiva planta tripartita se transforme en la actual de nave única, estructurada en cuatro tramos cubiertos con bóvedas de lunetas con yeserías (realizadas en 1695), separados por perpiaños apuntados que recaen en responsiones que aprovechan parcialmente los primitivos románicos, aunque forrándolos.
Estas mismas obras convirtieron la primitiva cabecera en una prolongación de la nave. En este momento -entre 1680 y 1698- se erigió la capilla de Nuestra Madre de las Angustias, adosada al costado septentrional del templo, y compuesta de tres tramos de bóvedas de lunetas con yeserías y capilla cupulada. Su construcción significó la supresión de la portada norte del templo románico, parcialmente solapada por la nueva fábrica y de las que los recientes acondicionamientos han dejado visibles los muy rasurados capiteles de pencas del lado derecho, además de un epitafio en la jamba. Entre 1779 y 1781 se procedió a la edificación de la actual cabecera, bajo la dirección del arquitecto Pedro Castellote. La capilla mayor de la iglesia, rectangular y cubierta con cúpula sobre pechinas, supuso la eliminación de la primitiva cabecera, que sería considerada angosta. Una inscripción en el exterior del testero nos da la fecha de erección de la actual en el año 1780.

Del edificio románico prácticamente sólo la torre y el hastial occidental son visibles al exterior. Este último, en el que se continúan las líneas de imposta que marcan los pisos de la torre, fue modificado en su remate con la apertura de un vano, probablemente contemporáneo de las nuevas cubiertas de la nave.
Entre el cuerpo de la torre y uno de los contrafuertes se abre una bella portada románica, lamentablemente muy erosionada. Se compone de arco de medio punto, rodeado por tres arquivoltas y chambrana, que apean en jambas escalonadas con tres parejas de columnas en los codillos.
La decoración del arco y arquivoltas es vegetal: palmetas inscritas en casetones, una por marco en el centro del arco y por parejas en los laterales, hojas lobuladas y carnosas de puntas anilladas por lazo perlado en la primera arquivolta, palmetas de similar tratamiento y anilladas en su tallo en la central y friso de acantos carnosos en el muy deteriorado arco exterior. El relieve de la chambrana, si lo tuvo, ha desaparecido totalmente. Los capiteles son casi todos vegetales, con coronas de acantos de nervio central perlado y cogollos en las puntas, salvo el interior del lado izquierdo, figurado.
Esta cesta muestra un piso inferior de palmetas y hojas entrecruzadas sobre las que se disponen dos arpías tocadas con caperuza, de cuerpo serpentiforme y largos cuellos entrecruzados, así como un león rampante de rugientes fauces y acaracolada melena frente a un trasgo de cuerpo de reptil alado y cabeza felina de puntiagudas orejas. Las jambas del arco se encapitelan con decoración vegetal de hojas nervadas entrecruzadas y dos niveles de acantos, mientras que los cimacios se decoran con palmetas. La seca decoración de esta portada recuerda estrechamente la de la meridional de Santa María Magdalena.
Poco podemos decir de las portadas meridional y septentrional. La primera fue cegada y transformada en capilla-hornacina. Tenía arco de medio punto y al menos dos arquivoltas, que apoyaban en jambas escalonadas con columnas acodilladas cuyos capiteles, bárbaramente rasurados, eran vegetales. De la portada norte se aprovechó el vano para dar acceso a la capilla de las Angustias, emparedando la estructura románica. Su parcial liberación en fecha reciente ha dejado ver la pareja de capiteles del lado derecho, ornado uno con dos pisos de hojas picudas y remate superior de caulículos, al estilo de los interiores de Santiago del Burgo, y el otro con incurvadas hojas lobuladas.
Los muros laterales de los ábsides norte y sur se integraron a modo de cuarto tramo del cuerpo de nave barroco, lo cual hizo pensar a Gómez-Moreno, Ramos de Castro y otros que esta zona correspondía a un cuarto tramo de la nave románica. Un detenido examen y el desencalado reciente (años 70 del siglo XX) despejan las dudas al respecto, máxime cuando aparecen dotados de ventanas abiertas a menor altura y distintas a las de los tramos de la nave, con columnillas acodilladas rematadas por capiteles vegetales de curiosa ornamentación a base de amplias hojas nervadas, espigas en los ángulos y caulículos superiores. Exteriormente hoy es visible el ángulo y parte del testero plano del ábside del evangelio.
Destaca de entre el agresivo entorno la airosa figura de su torre, la más esbelta y mejor conservada del románico zamorano después de la catedralicia. Su planta es aproximadamente cuadrada y se divide en seis pisos -separados por impostas de bocel, nacela y listel-, los tres inferiores lisos, salvo la ventana rasgada con alféizar en talud que daba luz a la sala abovedada antes referida. Los tres pisos superiores acogen los vanos, todos apuntados. En el cuarto piso se abre un amplio vano de arco abocelado y rodeado por chambrana de aspecto restaurado; en el quinto piso se abren dos ventanas de profundos arcos doblados con bocel en la arista y, en el sexto y último, tres vanos aún más estrechos, de arcos alancetados sobre impostas del típico perfil zamorano. Tanto la cornisa de la torre como los canes triangulares que la sustentan son fruto de la restauración, siendo el chapitel obra de mediados del XV, reformada en 1815.

Es pues, el de San Vicente, un templo típico del segundo impulso románico en la capital, cuyas claras afinidades arquitectónicas y decorativas con los de Santiago del Burgo o San Esteban, y sólo ornamentales con La Magdalena, nos permiten datar su construcción en las últimas dos décadas del siglo XII y los años iniciales del XIII.
En las jambas de la portada se grabaron varios epitafios en letra gótica, de la segunda mitad del siglo Xlll:
En la jamba izquierda, dividiéndose el texto entre las dos caras del sillar, se lee:
OBIIT: FAM(ULUS)/ : D(E)I : DON(P)N(US) / IOH(AN)N(ES) : PR(E)SB(m)R/ SUB E(RA): M(ILLESIMA): ce (DUCENTESIMA) : /XC (NONAGESIMA) : II (SECUNDA),
es decir,
Murió el siervo de Dios, el presbítero don Juan en el año de la era de 1292 (año 1254)
Sobre ésta, en la cara interior:
Hl(e): IACET: FRA(N)/co YUANES /ET GERMANE /El: MARIA : J/vANES,
O sea:
Aquí yace Francisco Juanes y su hermana María Juanes.
En la jamba derecha corre el siguiente epitafio:
H(IC): IACET: PE/TR(US): SACCll: / (E)T FILIA El(US) O( ... ) PET(RI),
es decir,
"Aquí yace Pedro Sancho y su hija O. Petri".

 

Iglesia de San Juan de Puerta Nueva
La iglesia de San Juan Bautista, más conocida como San Juan de Puerta Nueva por hallarse originalmente junto al acceso más oriental del primer recinto amurallado, se encuentra en la actual Plaza Mayor. Tradicionalmente fue, y lo sigue siendo, una de las principales parroquias de la ciudad.
Se levantó intramuros y aunque en 1157 hay una mención al barrio de Sancti Ioanis de Cortinal, la primera referencia concreta de que disponemos es del año 1172, cuando aparece como confirmante en uno de los documentos de la catedral don Tomé de Sancti Iohanis. Poco después, en 1176, es uno de sus monaguillos quien figura como testigo en otra carta, Petrus monazino de portanooa. Rápidamente fue quedando -hasta hoy mismo- en el mismo corazón de la ciudad, a medida que fue creciendo el casco urbano, de modo que fue uno de los edificios de referencia en la vida pública local e incluso de los territorios del entorno. Aparece de este modo frecuentemente en la documentación bajomedieval de la catedral zamorana por ser la iglesia ante la que se ubicaba la Audiencia pública, en una pequeña plaza que se abría ante su fachada meridional, un espacio en el que se hallaban también numerosos puestos de mercaderes. Aquí era donde se vendían alimentos como la caza y el sitio exclusivo donde se podía ofrecer el pescado, salvo los días de feria. También el gremio de los zapateros tenía en esta iglesia la sede de su Cofradía de San Crispín y San Crispiniano, e incluso la relación del templo con la actividad artesana y mercantil se pone de manifiesto en el hecho de que el reloj que ya desde la Edad Media se hallaba en su torre, marcaba durante todo el año el horario de apertura y cierre de las tiendas de la ciudad.
El edificio medieval quizá no es muy bien conocido en cuanto a su evolución constructiva, pero traspasada la Edad Media las reformas fueron numerosas y mucho mejor conocidas, dando lugar al complejo templo actual, un verdadero compendio de historia de la construcción y de la restauración, lo que en cierto modo genera incontables problemas a la hora de estudiar la etapa artística que nos interesa.
Fachada meridional de la Iglesia de San Juan Bautista
 

La primitiva fábrica románica sufrió las primeras reformas en época gótica pero ya desde comienzos del siglo XVI la torre principalmente, aunque también el resto del edificio, comenzaron a dar problemas pues en el año 1502 se pagan algunos reparos en "la atalaya", nombre sintomático de la funcionalidad de la pieza. Años después, en 1531 se llama a Rodrigo Gil de Hontañón para consolidar la torre y el templo, desarrollando su labor entre 1531 y 1533, que según el contrato consistió, en palabras de Vasallo Toranzo, quien ha estudiado esta intervención, en "reafirmar la torre y el pilar del lado de la epístola situado en la cabecera, para desde él lanzar el arco formero hasta los pies de la iglesia, y los arcos torales que sostendrían las bóvedas de la capilla mayor-torre y de la capilla de la epístola". La obra comportó también la construcción de una bóveda de terceletes en la capilla mayor, para soportar la torre, pero el resultado no debió ser todo lo satisfactorio que cabía esperar ya que el 13 de diciembre de 1559 la torre se vino abajo y arrastró con ella buena parte del lado del evangelio. La reconstrucción comenzó de inmediato-en 1564, según una inscripción conservada en el interior- y en el contrato de uno de los maestros, Diego Camarón, existe el compromiso de levantar "el arco grande [del evangelio] conforme está el otro que está hecho y quedó en pie ... con los elegimientos que están hechos y con los mesmos moldes que tiene el otro arco", e igualmente es ahora cuando se reconstruyen las bóvedas de la cabecera. A partir de entonces, según acuerdo suscrito ese mismo año, la torre pasó a propiedad del Ayuntamiento, en cuyo poder estuvo hasta 1899. Durante esas obras, se reconstruyó el artesonado de par y nudillo que se hizo a consecuencia de la intervención de Gil de Hontañón y tras ellas la torre siguió dando algunos problemas, con distintas intervenciones a lo largo de los años finales de ese siglo y del siguiente, hasta que en las obras llevadas a cabo por el arquitecto Pedro Vida!, entre 1898 y 1908 se eliminó definitivamente el chapitel. En 1642, en una de las reformas de ese chapitel de la torre, se colocó sobre él, a modo de veleta, un antiguo arnés conformando la figura de un guerrero, conocido popularmente como Pero Mato, conservado hoy en el Museo de Zamora y sustituido por una reproducción. En el siglo XVIII se transforma el interior, cubriéndose el artesonado con una serie de bóvedas de yeso, eliminadas también hacia 1980.
En 1759 se reconstruyó la fachada occidental, añadiéndose una portada, obra de José de Churriguera, que fue desmantelada durante las restauraciones que se acometieron en el edificio a lo largo del siglo XX. A finales del siglo XIX hubo un proyecto municipal para ampliar la plaza, que comportaba el derribo de la iglesia, lo que afortunadamente no se llegó a consumar, aunque no ocurrió lo mismo con el claustro que tenía adosado a la fachada septentrional que, tras expropiación forzosa, fue destruido en el año 1907. Durante todo el siglo XX, especialmente en la década de 1980, ha sido objeto igualmente de numerosas restauraciones, que fundamentalmente han eliminado elementos añadidos, algunas casas pero también dependencias o estructuras de la propia iglesia, que hoy queda totalmente exenta, uniéndose la antigua plaza de San Juan de Puerta Nueva a la Mayor.
A título anecdótico cabe recordar que en esta iglesia fue bautizado Leopoldo Alas Clarín el 27 de abril de 1852.

El edificio actual está levantado en sillería arenisca local, un material que se ha empleado a lo largo de todas las etapas constructivas. Consta de triple cabecera de ábsides cuadrangulares y con tres naves separadas por los dos grandes arcos que se realizaron a partir de la reforma de Gil de Hontañón.

La torre se levanta sobre la capilla mayor y a ella se accede a través de una escalera cuadrangular adosada a la nave de la epístola, separada de aquélla y comunicada a través de un tramo exterior de escalera. Las portadas son tres, una en el muro norte -cegada actualmente-, otra, la principal, en el sur, y la tercera a los pies.
No cabe duda de que la iglesia románica fue de unas dimensiones idénticas a las actuales, aunque quizás algo más baja. Constaba básicamente del mismo formato de triple cabecera cuadrangular, la central más desarrollada, con tres naves de tres tramos, con soportes de pilares con semicolumnas adosadas.
Desconocemos el tipo de cubierta, aunque parece lógico pensar en abovedamientos similares a los de Santiago del Burgo, con la que guarda estrecho parentesco; tampoco sabemos cómo era la estructura de la torre, aunque dadas las reiteradas reformas acometidas en ella y las reconstrucciones miméticas llevadas a cabo en la parte de la cabecera, cabe suponer que ya desde el principio tuviera la misma ubicación actual y un formato similar, más aún dada la proximidad de la muralla en ese lado.

Las incontables intervenciones en la fábrica han acabado eliminando mucho de la estructura original y así, desde nuestro punto de vista y resumiendo una argumentación que sería demasiado extensa para exponer aquí, del templo románico quedan fundamentalmente las fachadas norte y sur.
En la meridional se conserva prácticamente completo el absidiolo correspondiente, la escalera de caracol cuadrangular y el resto del paramento hasta el ángulo suroeste, incluyendo la torrecilla poligonal.
En el muro norte se conservaría la portada y el paramento exterior del tercer tramo, aunque los contrafuertes son de recientes restauraciones, mientras que en el interior los muros románicos están muy destruidos por distintas reformas del siglo XVI y por la del siglo XVIII.

De la cabecera creo que original sólo queda el citado absidiolo sur, siendo el mayor-incluida la torre- y el septentrional reconstrucciones completas llevadas a cabo en la obra de 1564, aunque con la misma intención imitadora de lo anterior que también se asumió respecto a la intervención de Gil de Hontañón.
Documentado está que en esas fechas se realiza el formero del lado del evangelio, a imagen del de la epístola, realizado algunas décadas antes por aquel arquitecto, aunque entre estas modificaciones sobrevive parte de lo que fue el primitivo arco triunfal de la capilla mayor románica y los lados vecinos de las menores.
Finalmente el hastial original ha desaparecido por completo, tanto en el interior como en el exterior, primero por la construcción de la portada gótica, con el gran ventanal sobre ella y después por las modificaciones barrocas en los hastiales de las naves laterales. Aún así exteriormente los volúmenes son muy similares a los que tuvo el templo románico original. Sabido esto nos centraremos en el análisis de los restos supervivientes.
Comenzando por lo que queda del arco triunfal mayor, se aprecian las semicolumnas adosadas a pilares cuadrangulares, un esquema que seguían también los triunfales de los absidiolos, aunque en el de la epístola sólo queda el cuerpo del pilar norte y en el del evangelio el pilar y la semicolumna meridionales.
El absidiolo de la epístola conserva prácticamente toda su estructura románica, a excepción de la cubierta, que fue elevada y renovada. Exteriormente presenta someros contrafuertes en los extremos de los muros y en el testero se aprecia la primitiva altura con vertiente a un agua y un ventanal compuesto por saetera abocinada enmarcada por arco de grueso bocel entre mediascañas y chambrana de nacela, con dos columnillas que sostienen capiteles de acantos de fina y profusa labra, con cimacios también de acantos que se prolongan en imposta por el testero. La fina talla de estos elementos, muy superior a la que se puede ver en el resto del edificio nos recuerda al delicado trabajo escultórico de San Vicente y tal diferencia hizo dudar a Álvaro Ávila de la Torre de la autenticidad del ventanal, dado que además no aparecía en los planos de restauración de 1979. Sin embargo y a pesar de que parte de la ventana sí está reconstruida, los elementos decorados creemos que son auténticos -e incluso los cimacios están parcialmente rotos-, pues precisamente si algo no sorprende en la construcción románica es la presencia en un mismo edificio de escultores de muy distinta pericia y formación.
La fachada sur de este absidiolo muestra la piedra muy renovada ya que aquí hubo adosada una estancia de la que se conserva una esquina y una puerta cegada y que tuvo más o menos unas dimensiones similares al semisótano que hoy alberga la calefacción. La imposta que recorría el paramento fue mutilada y todo el pretendido alero románico es completamente nuevo, salvo el canecillo más occidental, muy mutilado pero que parece ser igual a las copias modernas, de forma troncopiramidal invertida, de lados curvados y con cuatro hojitas lanceoladas planas.
En cuanto a la ventana, aunque muy restaurada, es también románica, con saetera (nueva por completo) y doble arco cuyas dovelas están recorridas por el mismo motivo de molduras en zigzag, formadas por nacela rellena de botones flanqueada por medios boceles, decoración que se repite tanto en el frente como en el intradós.
La chambrana ha desaparecido y los dos capiteles derechos, muy erosionados, son de acantos, con fustes y basas nuevas, al igual que todo el conjunto de soportes del otro lado. Creemos que muy acertadamente Á. Ávila pone en relación la decoración de las dovelas con una jamba del castillo conservada en el Museo de Zamora, o con la que aparece en los ábsides de la benaventana Santa María del Azogue, aunque en realidad la conexión deriva aún más hacia el norte, hasta la colegiata leonesa de Arbas del Puerto y de aquí a algunos templos asturianos como el de Santa Eulalia de Ujo.

En el interior este absidiolo está bastante más alterado, cubierto por bóveda de terceletes que probablemente sustituya a otra anterior de cañón de la que sólo quedan leves testimonios en el muro sur de una imposta que le serviría de base. Los paramentos e incluso la ventana de mediodía están también muy renovados.
El paso de la cabecera a la nave se hace en esta fachada meridional mediando un cuerpo cuadrangular en cuyo interior se dispone una escalera de caracol -de bastante menor tamaño- y la chimenea de la calefacción, trazada rompiendo el muro. No está muy clara su función, sí tenía utilidad en sí misma o si simplemente era una subida a la torre, como ocurre ahora, aunque en todo caso parece desmochada y el remate se hace con piedra nueva. Es muy maciza, con una pequeña saetera y con una imposta rompiendo la verticalidad, situada a la altura del alero y moldurada con listel, nacela y bocel. Conserva dos canzorros situados a la misma altura de los que aparecen en toda la fachada meridional, los que sin duda soportaban un pórtico de difícil precisión cronológica; en el lado sur tiene además un arcosolio funerario, de medio punto, muy restaurado, pero probablemente también contemporáneo de la construcción.

La fachada meridional del cuerpo de naves es lo mejor conservado del templo románico. En el interior aparece perfectamente dividida en tres tramos por semicolumnas adosadas a pilastras y dispuestas a un lado y otro de la portada, con basas sobre podium y plinto y con capiteles decorados con doble hilera de crochets bajo cimacios moldurados con listel, caveto y bocel -verdaderamente típico de las iglesias románicas de la capital prolongándose en impostas que recorren todo el muro. Sobre estos capiteles cabe decir que tienen un formato ancho y bajo, algo que será característico de estas piezas en época gótica, lo que quizá sea un dato a tener en cuenta.
En el primer tramo de la nave aparece una ventana, abocinada hacia el interior, donde está enmarcada por un arco de dovelas lisas sobre columnillas con capiteles vegetales, de hojas lisas y carnosas que se enrollan en la parte superior y con cimacios que enlazan con la imposta descrita. Exteriormente el enmarcamiento de la saetera se hace con arco doble y chambrana, de profusa molduración a base de boceles y mediascañas, con cuatro columnillas cuyos capiteles muestran hojas lanceoladas dispuestas en dos alturas, cuyos extremos se enrollan o simplemente vuelven, mostrando alguno de ellos labor de trépano, unas piezas que ya Á. Ávila relaciona con Santiago del Burgo o con San Esteban. Por su parte los cimacios, derramados hacia el exterior, son de la moldura habitual.
Toda esta fachada conserva el alero románico, con cornisa como las impostas descritas y con un conjunto de canecillos muy erosionados entre los que dominan inequívocamente los de cuatro hojitas lisas lanceoladas, junto a alguno de forma similar, aunque rematados en dos bolas, unos y otros repetidos hasta la saciedad en las iglesias de la capital. Por encima de esta cornisa hay dos hileras de sillares que nos parecen originales y que formarían un parapeto defensivo, una especie de adarve que uniría la escalera de caracol cuadrangular situada hacia el este, con la otra, de planta poligonal, situada en el extremo oeste y que seguramente confirieron a esta iglesia, ya desde su fundación, un carácter defensivo, más aún si tenemos en cuenta su proximidad a una de las puertas de la muralla y la mención de la "atalaya" en la documentación de comienzos del siglo XVI.
Portada sur (ss. XII-XIII). Principal portada de la iglesia con arquivoltas bellamente decoradas. El rosetón situado en la parte superior, de tipología rueda de carro, añade elegancia a esta fachada románica.
 

La portada se halla en el centro del muro, en un grueso cuerpo que se corresponde con el segundo tramo de la nave y que avanza sobre el primero y el tercero. Está flanqueada por dos semicolumnas, con podium de arquillos ciegos -o triglifos- como los que aparecen en San Ildefonso o en la catedralicia Puerta del Obispo. Los capiteles están muy erosionados, especialmente el occidental, donde parecen reconocerse algunas formas ondulantes. El oriental tiene una especie de dos bandas cruzadas rematada en bolas.
La portada consta de tres arcos de medio punto, el interior decorado en el frente con casetones cuadrangulares rellenos de hojas dentadas en disposición perimetral, con roseta central, mientras que el paso hacia la segunda arquivolta se hace mediante un estrecho filete que recorre el ángulo y se decora con pequeñas cuatripétalas lanceoladas. Los dos potentes arcos exteriores se decoran a base de casetones cuadrangulares rellenos de una especie de flor de cardo, con ocho hojas y roseta central, un motivo casi más propio de época barroca que de la románica y que se dispone tanto en el frente como en el intradós.
La chambrana es de listel y nacela y en cuanto a los apoyos, salvo el arco de ingreso, que lo hace sobre jambas simples, con basamento de arquillos o triglifos y capitel cuadrangular de pencas, con ábaco de tacos, los demás lo hacen sobre grupos de tres columnillas con el mismo tipo de podium e igualmente con capiteles de pencas y tacos, aunque los fustes ocasionalmente están recorridos por molduras helicoidales o por otras en zigzag horizontal, e incluso con algún pequeño detalle vegetal. Los cimacios repiten de nuevo el mismo esquema de listel, caveto y bocel y en el más occidental aparece una inscripción en dos renglones, hecha con letra carolina cuya cronología creemos que es del siglo XIII. Su lectura es la que sigue:
HIC EST MARINA FERNA(n)DI FILIA FERNA(n)DI CAPITIS ET ... DESEI(us) PAT(er) ET MAT(er) ET VIR EI(us)
Que se interpreta como: "Aquí está Marina Fernández, hija de Fernando Cabeza y ... La anhelan su padre, su madre y su esposo". No llegamos a leer el nombre de la madre, que figuraría sin el apellido, a juzgar por el espacio. En todo caso por algunos trazos pudiera ser el de María. Otra duda distinta se refiere al nombre del padre, sobre el que cabe preguntarse si no fuera quizás el Fernando Fernández que aparece como tenente en Zamora en el año 1205, el mismo que, titulado conde, junto con su esposa, llamada precisamente María, y con la condesa Estefanía, hacia 1201-1203, hacen una serie de donaciones al monasterio de Moreruela para la construcción de su iglesia. Tal hipótesis se fundamenta en la posibilidad de que el apellido Capitis pudiera ser más bien el atributo de un rango principal.
Rosetón
 
Capiteles de la portada románica
Capiteles de la portada románica
 

Sobre la portada se halla un rosetón -casi un cilindro, dado el espesor del muro-, idéntico en el interior y en el exterior, con tracería de ocho arquillos de medio punto dispuestos radialmente, con aristas perladas y columnillas rematadas en capiteles vegetales de variada composición: hojas lanceoladas, hojas enrolladas, vueltas y alguno de ellos con pencas similares a las de la portada. El centro lo ocupa una cruz patada decorada con hojas planas y nervadas.

El tercer tramo de la nave es macizo, con los paramentos muy renovados y con una sencilla saetera, también muy restaurada pero de traza original. En el interior de la iglesia aparecen dos arcosolios funerarios creo que igualmente originales.
Esta fachada remata en su extremo occidental en un cuerpo poligonal en cuyo interior se aloja una escalera de caracol que sale al adarve que recorre toda la fachada. A partir de esta altura la torre continúa en alzado, aunque es ya más estrecha, con las últimas hiladas reconstruidas en las restauraciones últimas. El problema que plantea es su funcionalidad, aunque creemos que sin duda está relacionada con la función de fortaleza del templo que antes apuntaba. Su forma y el enlace con la otra torrecilla así parecen confirmarlo y su cronología románica nos parece fuera de duda, aunque hemos de reconocer que la imposta central es una reforma gótica, momento en que se deben alterar los paramentos inferiores, construyéndose quizá también entonces el arcosolio que se abre en su lado oeste.

El hastial fue muy transformado ya a finales del siglo XIII o incluso en el XIV, cuando se abrió -o sustituyó- la puerta occidental. Si algo original quedó de época románica desapareció al modificarse este sector en época barroca y más recientemente con las últimas restauraciones que eliminaron los añadidos del siglo XVIII.

El muro norte, como ya dije, conserva menos restos, que corresponden al machón noreste interior, el entorno de la portada y el paramento exterior del tercer tramo. En el primer tramo, salvo el citado machón, el interior fue destruido para abrir en 1597 la capilla de Nuestra Señora de la Soledad -ya desaparecida- y el exterior es un forro hecho durante las restauraciones, añadiéndose entonces también los tres primeros contrafuertes. En el segundo tramo se halla otra portada románica, alterada en el interior para abrir en 1585 la capilla de la Consolación, también desaparecida, con un cerramiento moderno. También en el interior esta portada aparece flanqueada por pilastras con semicolumnas, aunque la oriental ha sido mutilada, conservando la occidental el capitel decorado a base de hojas lisas, planas y estrechas, que se entrecruzan y acogen bolas en su parte superior.
En el exterior este segundo tramo avanza muy ligeramente sobre el paramento y la portada es mucho más simple que la principal, con arco de medio punto, doblado, decorado con molduras de boceles y mediascañas y trasdosado con chambrana de nacela. Los cuatro capiteles que decoran las columnas acodilladas son de cestas lisas rematadas en tacos, aunque uno de ellos es nuevo. En el centro se ha colocado una clave de bóveda con la representación de un Agnus Dei y junto a la jamba oriental se llegan a ver restos de una inscripción que presumimos funeraria, con parte de dos borrosas líneas, en la inferior de las cuales creemos leer algunas letras: ... [F]AMV[LVS] [D]EI, aunque también pudiera estar en femenino.
Otro óculo da luz al interior desde este lado, también sobre la portada, con círculo central a partir del que se forma una especie de estrella de seis brazos hexagonales. El círculo aparece decorado con hojitas y los brazos con rosetillas de tres gajos, dando lugar todo a un tipo prácticamente idéntico al que lucen las dos fachadas de Santiago del Burgo y muy especialmente al que porta el testero de la nave de Sancti Spiritus.

Portada norte
 

En cuanto al tercer tramo el paramento interior cuenta con una hornacina o arcosolio que creemos abierto en el siglo XVI y el resto corresponde a reformas barrocas y restauraciones. Al exterior se conserva en buena parte el paramento románico, incluyendo un arcosolio y el contrafuerte del extremo oeste, cuya existencia hace pensar en que los otros tres, aunque reconstrucciones modernas, ya existieran en época románica, como sucede en Santiago del Burgo. Finalmente se conserva también buena parte del alero antiguo, con canecillos generalmente de cuatro hojas lanceoladas, aunque también hay una cabecita monstruosa leonina.
En las distintas reformas llevadas a cabo en este templo han aparecido algunos elementos arquitectónicos o escultóricos medievales entre los que destaca una pieza con dos capitelillos con cestas casi lisas, con caulículos. Seguramente corresponda a un arcosolio funerario románico.
Otras dos inscripciones se conservan en el templo, ambas de época gótica, una fragmentada y descontextualizada, seguramente del siglo XIV, y otra funeraria, empotrada en el muro de la epístola y perteneciente a una doña Estefanía, fallecida en 1262 (era Mece).
En conclusión podemos decir que, a pesar de lo mutilada que se conserva la iglesia románica de San Juan de Puerta Nueva, es un interesante y particular ejemplo del románico de la capital, respondiendo a un tipo de planta muy reproducida en Zamora y con numerosos parentescos con otros edificios capitalinos, manifestados a través de los típicos canecillos de hojas lanceoladas, las molduras de listel, nacela y bocel de las impostas y cimacios, o las de bocel entre medias cañas que aparecen en el dovelaje de la portada norte, además de por los rosetones o por los capiteles de pencas. Sin ser prolijos ni reiterativos recordaremos que veíamos conexiones con San Vicente en el ventanal del testero del absidiolo sur, con el castillo en la decoración del ventanal sur del mismo ábsidiolo, pero también con la Puerta del Obispo de la catedral o con San lldefonso en los capiteles de pencas o en los basamentos de la portada norte, una portada que si tiene algo auténticamente personal es su dovelaje. Pero sin duda la conexión más estrecha es con Sancti Spiritus, con San Esteban y sobre todo con Santiago del Burgo, tanto en lo que se refiere a planta como a alzados como a decoraciones, compartiendo a veces incluso un mismo modelo de óculo. Son todos éstos unos edificios levantados en los años finales del siglo XII, rozando o traspasando incluso la fecha de 1200, dentro de la euforia constructiva que inunda la capital. La particularidad de San Juan de Puerta Nueva es que en estos mismos momentos se le dota de unas cualidades de fortificación -quizá por su proximidad a la muralla- que en el resto de los templos no existe o al menos no es tan evidente.

 
Iglesia de San Isidoro
Está situada en torno al parque del castillo, muy cerca de la catedral y del Postigo Viejo o Portillo de la Traición.
Su existencia está documentada desde la segunda mitad del siglo Xll, figurando su nombre como locativo de algunos personajes de la época. En 1178 aparece como confirmante de una carta de vasallaje un tal Petrus Franco de sancti Isidori y algunos años después, en 1200, un testigo se hace llamar Marcus Sancti Ysidori.
Fernández Duro, sin citar la fuente, y otros eruditos que le siguieron después, afirmaron que esta iglesia había sido fundada por doña Sancha, hermana de Alfonso VII. La tradición dice que tal hecho había tenido lugar a raíz del traslado de las reliquias del santo sevillano a León y de su paso por la ciudad de Zamora. Esta creencia popular estaba tan arraigada que incluso se pensaba que el sepulcro románico custodiado en su interior, y del que luego trataremos, correspondía a tal dama.
El templo que hoy podemos contemplar es una construcción de sillería arenisca que consta de cabecera cuadrada y una nave rectangular de tres tramos con espadaña a los pies.

En cada lado de la cabecera se abren dos ventanas abocinadas con arcos de medio punto sustentados por columnillas de fuste liso y capiteles decorados con hojas rematadas en volutas y bolas. Las dos que se abrían en el testero se cegaron en 1791 cuando Martín de Barda construyó el templete para el camarín de la Virgen del Carmen. Se remata el muro con una cornisa soportada por canecillos lisos de nacela y de proa de barco. El alero fue recrecido en 1620 cuando se h izo la bóveda de la capilla mayor.
Fachada sur
 
Cabecera


Los muros de la nave se articulan en tres paños separados por contrafuertes prismáticos que llegan hasta la cornisa. En cada uno de estos sectores se abre una ventana formada por un arco de medio punto soportado por una pareja de columnillas con capiteles vegetales que adoptan distintas formas (hojas planas que se vuelven en el tercio superior, hojas acogiendo bolas, tallos entrelazados, etc.).


En el centro de la fachada meridional se abre la portada principal, formada por cuatro arquivoltas apuntadas con boceles y mediascañas que apoyan sobre una línea de imposta lisa. Por encima de la puerta y a lo largo de todo el muro se distribuyen los canzorros que soportaron la techumbre de un primitivo pórtico ya desaparecido que debió quedar inutilizado cuando se construyeron las dependencias que se adosaron después en este lado y que fueron desmontadas hace algunas décadas. Bajo uno de esos canzorros asoma el busto de un personaje que guarda cierta semejanza tipológica con el que aparece en la Portada del Obispo de la seo zamorana y con algunos ejemplares gallegos (transepto de la catedral de Orense) y portugueses (fachada occidental de la iglesia de San Salvador de Paco de Sousa en Penafiel-Porto).
La cornisa en este lado está soportada por canecillos de nacela y otros troncopiramidales con hojas lanceoladas, de esquema típicamente zamorano (catedral, San Ildefonso, Santa María de la Harta, San Juan de Puerta Nueva, Santo Sepulcro, San Leonardo, etc.) y que vemos también en algunos monumentos sorianos, como San Juan de Duero y la ermita de la Virgen de Olmacedo en Valdenebro.
A ambos extremos de esta fachada meridional se abren dos parejas de arcosolios funerarios sin inscripción, salvo uno del lado más occidental en el que sólo acertamos a leer:
HIC IACET [.....MCCXXX [ ... ).
Fachada septentrional
 

La fachada septentrional ofrece un aspecto más sólido con sus muros perforados únicamente por estrechas saeteras. En el centro se abre también una portada, en este caso con un arco de ingreso de medio punto y dos arquivoltas de boceles entre mediascañas. A su izquierda hay otro arcosolio apuntado sin ninguna decoración. En el remate del muro se observa una clara diferencia respecto a la fachada sur que hace pensar en una dualidad de campañas constructivas o en la intervención de dos talleres con recursos estilísticos muy distintos. En efecto, coronando este muro se dispone una cornisa de tacos soportada por canecillos decorados con rollos, bolas, motivos geométricos, zoomorfos y algunos personajes en diferentes posturas (en cuclillas y con los brazos levantados, haciendo muecas, en actitud obscena, etc.) que nada tienen que ver con los descritos anteriormente. Éstos denotan un estilo más arcaico que recuerda los modelos de mediados del siglo XII, al igual que el trazado de la propia portada.

Portal norte
 

Sin embargo, las soluciones empleadas en el lado sur parecen más propias de un taller más vanguardista que aprovecha los esquemas que se están llevando a cabo en las iglesias construidas en la ciudad a finales del siglo XII y principios del XIII.

El hastial de poniente está flanqueado por dos contrafuertes en las esquinas. Está perforado por un sencillo óculo y sobre él se eleva una espadaña construida en 1801 por el arquitecto Manuel Sipos.
El interior del templo fue objeto de una profunda reforma llevada a cabo en los siglos XVII y XVIII. A la cabecera se accede por un arco triunfal, apuntado y doblado, que apoya sobre columnas con capiteles almenados del mismo tipo que los de la catedral. Se cubre este espacio con una bóveda de yeserías realizada en 1620 por Diego Hermosilla. La nave también experimentó un cambio al construirse en 1775 las bóvedas de lunetas que la cubren.
En el presbiterio se descubrió hace algunos años una lápida sepulcral (50 X 35 cm) fechada en 1368 con la siguiente inscripción:
AQ(v)I: IAS(e: FERNA(n) : GOM EZ: ( e)SCVDERO: FIJO: DE: GOMEZ: FERNANDEZ: CAVALLERO: Q(ue) : DIOS PE(r)DONE: E: MORAVA: A: SAN: YS[)RO: E : FINO : IVEVES: 11: DIAS: DEL: MES: DE: MAR<;:O: E(ra): DE: MIL: E: cccc : E: VI: ANOS.
Lápida de Fernán Gómez
 

En el mismo presbiterio, pero en el lado del evangelio, hay un sepulcro formado por un dintel decorado con cuatro arcos tetralobulados bajo los que se disponen toscos relieves en los que se representa a dos ángeles turiferarios -de evidente significación funeraria-, dos aves afrontadas y dos leones en similar actitud. El dintel descansa sobre dos bloques prismáticos jalonados cada uno por cinco columnillas con capiteles vegetales de hojas muy esquemáticas y geometrizadas, de indudable sabor goticista.
El recuerdo del sepulcro de la Magdalena es evidente, sobre todo en la decoración del dintel, donde se repiten algunos de los motivos que aparecen en el dosel de aquél. A pesar de esta relación, hay que señalar que el lucillo de San Isidoro es obra de un taller más popular y con escasos recursos técnicos, cuyo estilo revela una cronología tardía que puede rondar el segundo cuarto del siglo Xlll.
La tradición ha asignado este monumento funerario a doña Sancha a la que como ya hemos indicado se relaciona también con la fundación del templo. Sin embargo, hoy sabemos que los restos de la infanta reposan en el panteón de San Isidoro de León, por lo que tal atribución carece de sentido. 


Iglesia de Santa María Magdalena
La iglesia de Santa maría Magdalena de Zamora se sitúa al pie del "carral mayor", actual rúa de los Francos, la principal arteria del primer recinto murado de Zamora que enlazaba el núcleo del castillo y la catedral con la Puerta Nueva, a cuya vera se alzan también los templos de San Pedro y San Ildefonso y San Juan de Puerta Nueva.
En el documento de donación de 1157 otorgado por doña Sancha, hermana de Alfonso VII, a la catedral de Zamora, aparece citada una corte in Sancta Maria Magdalena entre las heredades de la iglesia de San Miguel de Mercadillo, que era el objeto de la cesión al cabildo zamorano. También se la cita en el fuero y en un testamento de 1217, que toma como referencia al templo (propre ecclesia Sancta Maria Magdalena). El origen de Santa María Magdalena está envuelto en un fastidioso vacío documental, al que posiblemente no sea ajena la desgraciada suerte de los archivos hospitalarios de Santa María de la Horta y Consuegra. No contamos con testimonio cierto hasta bien entrado el siglo XIII, en el testamento de Gira! Fuchel (ca. 1204-1218), quien destina una de sus mandas a la obra de santa Maria Magdalena, y las referencias no son explícitas sobre su pertenencia al Hospital hasta 1248, cuando en un documento de donación a la Orden de San Juan firmado en Benavente, aparece como presente un "don Diego, comendador de Sancta Maria Magddalena" (C. de Ayala Martínez (comp.), 1995, doc. 304). En 1263, es Pelayo Rodríguez, rector de la iglesia de Santa María Magdalena de Zamora, de la Orden del Hospital, quien ratifica con su firma sendas copias de 121 O y 1211 en las que Alfonso IX dona al obispo zamorano Martín la iglesia de Santa María y el castillo de Belver de los Montes. Frey Ruy Fernández aparece como comendador de Santa María Magdalena en otro documento de 1272. En 1282, el prior del Hospital en Castilla y León, fray Juan Yanes, acuerda con el obispo Suero sobre la provisión de rector para Santa María de la Harta, iglesia también sanjuanista, de un sacristán de misa y de un monaguillo. Fue presentado fray Juan Fernández para cura de almas de la misma, aceptado por el obispo e instituido por Pedro Anáez, arcediano de Zamora. Establecen la dotación de dicha iglesia, la congrua y la administración de sus propiedades. El documento fue expedido en Zamora a petición de Pedro Fernández, comendador de la bailía "de la Puente" y teniente del prior de la orden y en él se atestigua un uso parroquial para la iglesia de la Harta, uso del que parece careció La Magdalena. Unos años después, en 1293, el caballero Alfonso Móniz donó al deán Alfonso Pérez y al cabildo cuatro pares de casas en Santa Lucía, sitas en la calleja de Fernán Martínez, lindando con otras de la iglesia de Santa Lucía, y recibió a cambio tres pares de casas y un corral en Santa María Magdalena, sitas en la calleja de los caldereros, lindando con casas del caballero. En 1400, el Cabildo dio a censo a Esteban Rodríguez de Aspariegos unas casas en la colación de Santa María Magdalena, en la calle de Aruosa, cerca de la iglesia de San Pedro, lindantes con casas de las partes, por tres vidas con el cargo de 13 O maravedís. Ya en 1508, Bernardo Rodríguez, canónigo y racionero, denuncia ante el cabildo a Juan Fernández, capellán del número y abad de la Cofradía de los Ciento, por su comportamiento soberbio y prepotente acaecido el sábado día 4 de marzo en la iglesia de La Magdalena cuando celebraba un aniversario y no permitió concelebrar con él a Alonso de la Carrera y Juan de Rozas, racioneros y miembros de dicha cofradía.
Pese a lo tangencial de estos datos, todo parece indicar una pertenencia de este templo, posiblemente desde su construcción, a la Orden de San Juan de Jerusalén, quizá con un eventual carácter de iglesia concejil, como señala Armando Represa. Aparece citada la iglesia en el texto del Fuero de Zamora, donde se dice que al hombre que hubiese sido herido por otro "le venga fazer derecho al tercer día a la hora de la tercia a Sancta María Magdalena, al portal de la carrera". En cualquier caso, bajo tutela de los sanjuanistas continuó hasta finales del siglo XIX, incluso tras la desamortización de 18 35, como prueban las dos inscripciones de las recolocadas campanas. Una de ellas, datada en 1815, muestra la leyenda: HIZOSE SIENDO PRIOR FREI D(o)N JAZ(in)TO DE COLSA y A ESPENSAS DE su SAGRADA RELIG(ió)N DE s(a)N JUAN. La otra, dedicada a san Juan y datada en 1872, reza PRADANOS ME HIZO SIENDO PRIOR DON SERAPIO HERRERO. Tras la desamortización, los feligreses de La Magdalena se incorporaron a las parroquias próximas de San Cipriano y San Ildefonso, quedando cerrado el templo, que fue solicitado para diversos usos, tales como lugar de reunión de la Milicia Nacional o Museo Provincial de Antigüedades cristianas. Finalmente, con la supresión de los prioratos de jurisdicción de las órdenes militares, en 1874, los fieles y parroquias de éstos en Zamora pasaron bajo dependencia episcopal.
Ya en el siglo XX se produjo la instalación de la comunidad de Siervas de María que actualmente ocupa las dependencias anejas al templo y se encarga de su mantenimiento.

La iglesia de Santa María Magdalena es un soberbio edificio de planta basilical, de nave única dividida en tres tramos de igual longitud y coronada por cabecera compuesta de tramo recto presbiterial y ábside semicircular levemente prolongado al interior, con torre adosada hacia el ángulo noroeste del hastial occidental. Posee tres portadas, una en el citado hastial occidental y otras dos, de mayor desarrollo, abiertas en los muros meridional y septentrional del tramo central de la nave.
El conjunto se levantó en sillería con la característica arenisca local de la capital zamorana (impropiamente denominada pudinga zamorana), reservándose la piedra de mejor calidad para la cabecera, en la que son bien visibles las marcas de hacha de la labra, los signos lapidarios y las marcas de colocación, como inmediatamente veremos.
En un primer análisis, la arquitectura de este edificio sorprende tanto por la originalidad de algunos de sus recursos decorativos como por los riesgos que asume su traza, que llevaron a Gómez-Moreno a tildarla de torpe al compararla con la de Santa María de la Horta, iglesia con la que la parangona. El autor del Catálogo Monumental diferencia, no obstante, la "elegancia, sobriedad y buenas proporciones" de la cabecera, a la que considera obra de un maestro más arcaizante, de la concepción harto osada de la nave, fundamentalmente en cuanto a sus proporciones. Del análisis murario se desprende, no obstante, que el templo fue levantado en una sola campaña constructiva, posiblemente a caballo entre los siglos XII y XIII.
Cabecera de la románica Iglesia de Santa María Magdalena de finales de XII y principios del XIII. Destaca su altura e influencia del románico francés.
 

El esbelto ábside se eleva sobre un zócalo moldurado con un fino bocel, profundamente restaurado a juzgar por el grabado de Parcerisa y fotografías antiguas. El tambor aparece dividido verticalmente en tres paños por cuatro semicolumnas adosadas, sobre zócalos y finos plintos, cuyos capiteles alcanzan la cornisa.
Otras finas columnillas se acodan en la unión del ábside con el presbiterio. Las basas de estas columnas presentan perfil ático de toro inferior aplastado y lengüetas, de fina ejecución aunque seguramente fruto de una moderna restauración. Horizontalmente, dos impostas molduradas con bocelillos y mediascañas dividen en tres pisos el tambor absidal. La primera corre bajo el cuerpo de ventanas, invadiendo las semicolumnas, mientras la superior, que prolonga los cimacios de aquéllas, se interrumpe en las semicolumnas, disposición que se repite en el interior del hemiciclo.
En cada lienzo del ábside se dispusieron ventanas de arco de medio punto sobre columnas acodilladas, siendo ciegas y ornamentales las laterales y sólo albergando una saetera la del eje. Los capiteles de estas ventanas son vegetales, con dos pisos de hojas lisas de puntas vueltas, algunas de nervio central perlado y hojas superiores rematadas en volutas y crochets. El capitel del lado izquierdo de la ventana central se decora con dos niveles de hojas de acanto de bordes y puntas rizadas, muy similares a los interiores de la portada septentrional.
La cornisa del hemiciclo absidal, con perfil de bocelillo y nacela, es sustentada por la serie de canes, decorados con dos y cuatro rollos, motivos vegetales de crochets, entrelazas y prótomos de felinos. Los canes del sector septentrional del hemiciclo son de simple nacela. Igualmente soportan la cornisa los cuatro capiteles de las semicolumnas, todos vegetales con hojas y crochets.
La articulación del paramento interno del ábside repite el esquema exterior, con los dos niveles de imposta, las semicolumnas que determinan tres calles y las ventanas, decorativas y ciegas las laterales y con vano rasgado la central, fuertemente abocinada hacia el interior. Sin embargo, el piso inferior, sobre el banco corrido moldurado con un grueso bocel, se articula con tres series de dos hornacinas cóncavas que aligeran el potente muro del hemiciclo, dando lugar a un paramento polilobulado. Estas exedras adinteladas constituyen otra de las peculiaridades del templo, copiada en la iglesia portuguesa de Sao Pedro de Ferreira y quizá relacionables con las de los ábsides de Santa María de Arbas del Puerto (León) o San Juan de Amandi, en Asturias.

Como pudo atestiguarse durante una reciente restauración, la cubierta externa del ábside fue originalmente de lajas de piedra, sustituida en época imprecisa por la actual de teja curva. El hemiciclo se cubre con una bóveda de horno reforzada por cuatro gruesos nervios que confluyen en una interesante clave, situada junto al arco toral y decorada con un florón. La corona vegetal de hojas nervadas y carnosas de puntas vueltas y saliente botón central de esta clave es relacionada por Henri Pradalier con las de las colaterales de la catedral de Salamanca, dando el autor francés anterioridad a la obra zamorana. Otra de las peculiaridades del ábside de La Magdalena radica en la planta interior del hemiciclo, de semicírculo levemente prolongado que en altura da la sensación de ultrapasada que en cierta manera impone la disposición de los nervios del cascarón absidal. La escultura de los capiteles de las semicolumnas interiores y las ventanas del ábside repite los esquemas vegetales visto en el exterior.

El arco triunfal que da paso a la capilla, de trazado también levemente ultrasemicircular, está doblado hacia la nave por otro moldurado con un bocel entre mediascañas que recae en dos capiteles-ménsula lisos. El arco en sí reposa en un responsión fasciculado con seis finos fustes y sendas columnas acodilladas que recogen los nervios laterales del cascarón absidal, con capiteles de hojas lisas con volutas en las puntas y finas hojas nervadas entrecruzadas. Una inscripción en caracteres góticos, hoy desaparecida, recorría la rosca de este arco triunfal, flanqueada por las armas de los Acuña, con un escudo cuartelado con leones y castillos y otro con una banda cruzada. Fue recogida por Quadrado (J.M! Quadrado y F. J. Parcerisa, 1861 (1990), p. 68), quien la transcribe como: "Esta capilla es del noble cavallero don Juan de Acuña que Dios aya e de la señora doña Marina Enriques su muger e los que dellos descendieren, la qua! dotó dicha señora e despues del señor morió último dia de marzo de mil CCCCLXXX". También la recoge Francisco Antón, quien además publica una fotografía en la que es aún visible (F. Antón y Casaseca, 1910).
El tramo recto presbiterial se cubre con bóveda de cañón apuntado, a notable mayor altura que el ábside, lo que permitió abrir en el testero de aquél un óculo que da luz a la nave. Dos ventanas de arco de medio punto doblado se abren en los muros norte y sur del presbiterio, invadiendo parcialmente los riñones de la bóveda.
Da paso al presbiterio un robusto arco apuntado y doblado que reposa en potentes semicolumnas sobre basamento, cuyas basas presentan perfil ático de toro inferior achaflanado y con lengüetas, sobre fino plinto. Sus capiteles son vegetales, decorados con hojas lisas de puntas vueltas rematadas en volutas y nervio central perlado.
En los paramentos meridional y septentrional del presbiterio se abren, en el extraordinario grosor del muro, dos estancias cerradas con bóvedas de cañón de eje paralelo al del templo, de las que sólo la meridional se conserva intacta. Se accede a ellas por angostos vanos cerrados con dinteles soportados por mochetas con perfil de nacela. Sus reducidas dimensiones (1,70 X 1,50 m la meridional y 1,70 X 1,07 la septentrional) y la presencia de piedras en saledizo como soporte de algún armario de madera nos hacen pensar en su función como archivo o tesoro. La cámara septentrional aparece desfigurada al habilitarse como acceso a la sacristía, moderna y cubierta con cúpula sobre pechinas, que se adosó al norte del presbiterio.
El análisis de la nave nos evidencia los riesgos que asumió el arquitecto al realizar la traza. Su idea de plantear un edificio escalonado en altura le llevó a concebir un desmesurado desarrollo para la nave, sin duda fundamentado en el extraordinario grosor de los muros (2,20 m) y en los numerosos y potentes contrafuertes escalonados que los ciñen. Aun así, su planteamiento de cubrirla con una altísima bóveda -supongo que de cañón apuntado- reforzada por fajones que apean en semicolumnas adosadas, determinando así tres tramos, no resistió el exceso de altura, lo que motivó su ruina y su sustitución por una cubierta de madera a dos aguas, la actual de época reciente.
El empuje de la primitiva estructura y su desplome dejaron sus huellas en el edificio en forma de muros desalineados y evidencias de remonte de las partes altas, bajo la línea de la cornisa. Plausiblemente, en este momento se sustituyó la tipología de las ventanas originales, conservadas sólo en el muro norte, por la visible en los dos vanos que flanquean el rosetón en la fachada meridional. Estas dos ventanas son geminadas, de arcos apuntados con parteluz poligonal con molduraciones góticas y pequeños óculos circular y triangular, el conjunto rodeado por un arco de medio punto ornado con un grueso bocel.
Hacia el interior estas ventanas manifiestan el profundo abocinamiento en su umbral en talud.
El resto de las ventanas presentan una tipología típicamente románica, con saeteras rodeadas de arcos doblados de medio punto y columnas acodilladas interior y exteriormente, salvo la del tramo más oriental de la nave, que carece de ellas. Sus capiteles presentan hojas lisas lanceoladas rematadas en brotes lobulados y hojas de acusado nervio central perlado con cogollos. Recorre interiormente los dos primeros tramos del muro norte una imposta con perfil de nacela que prolonga los cimacios de la ventana más occidental, interrumpiéndose en el tramo más próximo a la cabecera y no apareciendo en el interior del hastial y muro sur.

En la actualidad rodean al edificio por el costado norte las dependencias del convento de las siervas de María, aunque en lo fundamental podemos observar en esta fachada que, salvo las bien visibles reparaciones, su aspecto se presenta menos alterado que el muro meridional. La portada de este lado, que daba al antiguo paseo de San Martín, estuvo antiguamente tapiada, tal como señala Quadrado y se comprueba en la obra de Antón, apareciendo ya abierta a principios del siglo XX.
El análisis de su ornamentación nos la pone en relación con la escultura de la cabecera y baldaquinos.
Se sitúa enfrentada a la meridional alzándose sobre un basamento corrido, y consta de arco de medio punto y tres arquivoltas, todas molduradas con bocel entre mediascañas y chambrana de nacela y junquillo.
Apean en tres parejas de columnas acodilladas en jambas escalonadas de basas restauradas, fustes monolíticos y cimacios moldurados con el típico perfil zamorano de listel, mediacaña y bocel. Sus capiteles vegetales, simétricamente colocados, reciben pencas, alargadas y carnosas hojas de acanto de nervio perlado, puntas vueltas y rizadas que acogen cogollos, hojas lanceoladas acogolladas y otras con volutas. Su factura relaciona estas cestas vegetales, sobre todo las interiores, con las de las ventanas del ábside, y recuerda ejemplos zamoranos tales los visibles en la portada norte de la colegiata de Toro, portada meridional de San Juan del Mercado de Benavente, portada sur de la catedral de Ciudad Rodrigo o algunos fondos vegetales de los capiteles del claustro de la catedral de Salamanca. La referencia del modelo, a mi juicio, hay que buscarla en la plástica gallega del último tercio del siglo XII y así, encontramos el esquema en algunos capiteles de la cripta, tramo más occidental y Pórtico de Santiago de Compostela, y en sus derivaciones en la portada occidental de San Esteban de Ribas de Miño, la septentrional de San Juan de Portomarín, etc. Sobre la portada se abre una ventana de vano rasgado con arco de medio punto con dos boceles entre mediascañas y chambrana de nacela sobre columnas acodilladas de capiteles vegetales de hojas acogiendo bolas. En la cornisa de esta fachada observamos los típicos canes troncopiramidales con hojitas, junto a otros con cabecitas, motivos geométricos, dos boceles entre mediacaña, entrelazos, etc.

En el hastial occidental, y notablemente descentrados debido a la presencia de la torre que ocupa la mitad de dicho frente, se abrió una portada y sobre ella un rosetón de ocho arcos que al interior se manifiesta como un gran arco de medio punto de alféizar con pronunciado talud, quizá rehecho. La portada, la más sencilla de las tres que posee el templo, se abre entre el cuerpo de la torre y el contrafuerte del ángulo suroccidental, y consta de arco de medio punto ornado con bocel y arquivolta de dos finos bocelillos entre mediascañas, rodeado con chambrana de perfil de nacela y listel.
Apean los arcos en jambas lisas con dos columnas acodilladas de basas restauradas, fustes monolíticos y capiteles vegetales decorados, el derecho con dos filas de hojas lanceoladas de puntas vueltas y marcado nervio central perlado, y lisas lanceoladas el derecho, ambos coronados con volutas. Sus cimacios presentan perfil de filete, mediacaña y bocel.

La fachada meridional, principal por dar al carral maior, presenta síntomas de refección en época gótica, principalmente el alzado, y mantiene los canzorros de un primitivo pórtico de madera hoy desaparecido. En el tramo central de la nave y enmarcada ente dos contrafuertes se abre la portada, que horada el potente muro, sobre ella una imposta ornada con un tallo ondulante del que brotan hojitas lobuladas, vomitado por dos cabecitas de felino en los extremos, y un rosetón circular exornado por puntas de clavo y tracería tetralobulada de intradoses decorados con puntas de diamante.
La portada presenta arco levemente apuntado y polilobulado con perlas en la arista y rosca decorada con florones, hojas y tallos entrecruzados, remedo quizás del arco de la portada norte de la colegiata de Toro -éste, de neto sabor compostelano y orensano- o la norte de Ciudad Rodrigo, aunque a un similar diseño se corresponde aquí un más seco tratamiento.
Rodean el arco cuatro arquivoltas y guardapolvos, apoyando el conjunto en jambas escalonadas con cuatro parejas de columnas acodilladas sobre altos plintos y basamento, éstos rehechos. La primera arquivolta se orna con hojas de bordes lobulados y vueltos y grueso nervio central perlado, salvo la clave, que muestra un sonriente rostro sobre fondo vegetal y una dovela cercana, figurada con una representación de un abad u obispo con casulla y mitra, empuñando el báculo en su mano izquierda, colocado en el sentido longitudinal del arco. En el resto de arquivoltas se suceden tallos anillados por banda perlada de los que brotan hojas avolutadas -de idéntico diseño a otros de la primitiva portada exterior del Pórtico de la Gloria de Santiago, hoy en el Museo de la catedral compostelana-, un friso de secos acantos de nervio central perlado y un mascarón monstruoso de rasgos felinos que vomita los tallos trenzados y entrecruzados acogiendo hojitas lobuladas que ocupan toda la arquivolta externa. Rodea el conjunto una chambrana ornada con una serie de cabecitas sonrientes entre tallo de ondas del que brotan hojitas y pámpanos. La inspiración en la última fase románica de Santiago de Compostela que manifiesta esta portada, creemos que meridiana, se encuentra pues tamizada por la distancia geográfica, las etapas intermedias y la parquedad de recursos del estilo de nuestro escultor.

El arco recae en jambas coronadas por relieves en los que dos parejas de dragones se afrontan comiendo el fruto de una hoja de palma, a la derecha, y dos dragones opuestos que se enfrentan a las cabezas monstruosas que rematan las enredadas colas de su oponente.

En los capiteles de las columnas acodilladas que recogen las arquivoltas se suceden los dragones afrontados, las arpías con capirote, las masculinas barbadas de cola rematada en brote vegetal o las de larga cola terminada en cabecita monstruosa sobre fondo de hojas lisas con crochets, junto a los vegetales de tallos perlados entrelazados y anillados y los acantos de seca talla, con cogollos anillados en sus puntas y nervios decorados con zigzag, éstos en todo similares a los de la ventana norte del tramo occidental de la nave.

Detalle
 

Detalle 

El tratamiento de los relieves de esta portada meridional es, pese a la profusión decorativa que manifiesta, el más rudo y seco del templo, con una factura casi gotizante que nos hace pensar en un equipo de tallistas distinto al que ejecuta las esculturas de la cabecera, creo que en una fecha algo más tardía, por lo que no podemos compartir la pretendida anterioridad que creía ver aquí Gómez-Moreno (op. cit., pp. 166-167). Los cimacios, por último, se decoran con friso de hojitas lobuladas y palmetas entre ellas.
Más tardías aún, plenamente góticas, son las dos ventanas que dan luz a la nave en su muro meridional, ambas de arco de medio punto remontado, de vano geminado con dos arcos apuntados y parteluz de sección poligonal coronado por capitel de hojas rematadas en volutas, sobre el que se calan dos oculillos.
En el tramo occidental de la nave se abrieron tres lucillos sepulcrales de arcosolios apuntados y abocetados, aparentemente contemporáneos de la construcción a tenor de las marcas de cantero, aunque sin inscripciones identificativas.

En el hastial occidental, al norte, se adosó una torre de planta rectangular, a cuyo cuerpo alto da acceso, mediante una puerta abierta en el ángulo noroeste de la nave, una escalera de caracol. La estructura está actualmente desmochada, siendo su remate fruto de una reciente restauración que habilitó una espadaña en la que se aprovecharon varias dovelas de las primitivas troneras, decoradas con un grueso bocel y banda inferior de zigzag. Mayor interés revisten las dos estancias abovedadas que se suceden en el cuerpo bajo y medio de la torre, los únicos conservados. A la primera se accede por un vano adintelado sobre dos mochetas con crochets y a la segunda desde el coro alto por una puerta de arco de medio punto doblado (ésta recibe luz de una saetera abocinada al interior). Ambas se abovedan con medio cañón de eje paralelo al del templo, mostrando abundantes marcas de cantero. Son similares a las de la torre de Santa María de la Horta.

Otra interesante peculiaridad de Santa María Magdalena de Zamora radica en la presencia de dos baldaquinos de remate adintelado en el tramo de nave inmediato a la cabecera. Están parcialmente embutidos en el muro de la nave, al que adelgazan, dando lugar a las erróneas lecturas de la planta que interpretan este rebaje como un falso transepto no manifestado al exterior (Antón, Ramos de Castro, etc.).
La mera contemplación del alzado de la nave despeja cualquier duda al respecto.
Se cubren los baldaquinos con breves bóvedas de cañón ceñidas por robustos arcos de medio punto; los interiores, lisos, recaen en capiteles pinjantes encastrados en el muro y los que se abren a la nave, moldurados con una mediacaña entre dos boceles, reposan en un capitel pinjante y una gruesa columna sobre alto basamento. Hacia el oeste, los laterales presentan remate adintelado, siendo los empujes de la bóveda contrarrestados mediante aparatosos machones de perfil decreciente en talud y embutidos en el muro, solución sin duda más efectiva que estética. Son bien perceptibles las rozas dejadas en el muro por las mesas de altar que se adosaron al mismo en origen y que interrumpen el banco corrido moldurado que recorre todo el edificio interiormente.
Los capiteles pinjantes son en ambas estructuras bastante someros, bien lisos, bien decorados con sencillos crochets y con un florón en la base de la cesta. Mayor riqueza manifiestan las columnas exentas, alzadas sobre altos basamentos prismáticos. Presentan basas de fino toro superior, escocia y toro inferior aplastado con lengüetas, sobre plinto moldurado con una mediacaña ornada con bolas; los fustes son torsos, el del lado de la epístola en zigzag y los coronan bellos capiteles vegetales, ambos de estrechas hojas lanceoladas de nervio central, dobladas las de los ángulos y rematadas por voluminosos caulículos en el baldaquino norte y por un tallo ondulante con brotes de hojitas rizadas en el meridional. Los cimacios reciben pal metas inscritas en clípeos anillados y un friso de acantos entre hojitas lanceoladas.
No son infrecuentes estos altares laterales bajo ciborio o baldaquino en el románico soriano, burgalés y catalán, con ejemplos tan próximos al nuestro como los de Nuestra Señora del Valle de Monasterio de Rodilla (Burgos), la ermita de los Mártires de Carray, la de San Mamés de Montenegro de Cameros, Ólvega o San Juan de Duero, en Soria, etc. Su función, creemos, está ligada a la multiplicación de altares impuesta por los usos litúrgicos, la misma que explica los altares laterales de los absidiolos de San Martín de Castañeda. Junto al baldaquino del lado de la epístola encontramos, además, un pozo abovedado abierto a la nave mediante un arco de medio punto, contemporáneo a la construcción del templo.
Sobre un regruesamiento del zócalo del muro norte de la nave, aparentemente contemporáneo de su construcción, se alza un magnífico monumento funerario, el más notable de Castilla y León junto al cenotafio de San Vicente de Ávila. Mide 2,21 m de longitud por 0,8 m de anchura y 1,74 de altura desde el banco corrido. Se compone de una lauda sepulcral de 1,81X0,53 m a doble vertiente, ornada con un fino bocel en el borde y una gran cruz de tipo procesional, patada y perlada, en el centro.
Posiblemente el elemento artístico más valioso del interior de la iglesia, destacado en el arte funerario románico europeo (s. XIII). El esquema compositivo, la perfección de la talla, simbolismo, empleo del baldaquino, etc. constituyen una joya del románico. Unos ángeles elevan el alma de una importante ¿dama?. Sobre el personaje, se atribuye a la iniciativa de Alfonso IX de León de sepultar en Zamora a su madre, Urraca de Portugal de la Orden de San Juan de Jerusalén.
 

En torno y sobre el sepulcro se construyó un soberbio baldaquino arquitrabado sobre cinco columnas, en el fondo del cual se encastraron tres placas esculpidas en altorrelieve que, junto al capitel que recoge el arquitrabe, componen una escenificación del tránsito del alma de la difunta. Ésta aparece representada en el lecho mortuorio, cama de madera de la que penden las sábanas, apoyando la cabeza en dos cojines y sus pies en otro y cubriéndose con un cobertor de gruesos pliegues acostados. Viste la dama toca con barboquejo, calzado puntiagudo, brial de mangas fruncidas y sobreveste, mostrándose con los brazos extendidos y las palmas hacia abajo.
Flanquean a la figura yacente dos ángeles turiferarios de acaracolada cabellera, descalzos, ataviados con túnicas y nimbados, que utilizan sus incensarios mientras señalan con sus índices extendidos a la representación de la ascensión del alma que se figura, desbordándolo, en el capitel-ménsula que recoge el dintel central del baldaquino. Vemos aquí el alma de la difunta en forma de personajillo desnudo, mostrando las palmas pegadas ante su pecho, que es elevado en un lienzo por dos ángeles nimbados que surgen de un fondo de ondas en la parte alta del relieve, al estilo de las composiciones del tímpano de San Vicente y un capitel de la girola de la seo de Ávila o la Coronación de María del claustro burgalés de Silos. Aquí ambos alzan sus brazos interiores, reafirmando el sentido ascensional de la escena.

Por lo que respecta a la estructura arquitectónica del ciborio, éste se compone de un arquitrabe y crestería con representaciones arquitectónicas que apoyan en la zona media en un dintel, a su vez encastrado en el muro y apeado por el capitel-ménsula y la columna central del frente exterior. También recoge dicho dintel los dos plafones que cierran interiormente el baldaquino, ornados con casetones gallonados de botón central, el izquierdo con una alcachofa y el otro con una grana. Los referentes inmediatos de esta decoración de gallones se encuentran en la Puerta del Obispo de la catedral y en el coro pétreo de Santiago de Compostela, como luego veremos. Sobre el arquitrabe, el coronamiento del monumento se compone de cuatro placas esculpidas, dos en los laterales y dos en el frente, ornadas con arquitecturas figuradas del tipo de las visibles en el citado coro mateano, en el sepulcro de San Vicente de Ávila o, con variantes, en los frisos palentinos de Carrión de los Condes y Moarves de Ojeda, etc., amén de numerosos referentes miniados y del primer gótico de Ile-de-France, modelo también toscamente copiado en el sepulcro, ya gótico, de San Isidoro de Zamora.
Se trata de formas acastilladas de remate escamoso, con ventanitas rasgadas de medio punto, que cobijan arcos trilobulados de arista con mediacaña y bolas, cuyos timpanillos se decoran con motivos del Bestiario. Vemos así, en el que mira a los pies del templo, dos dragones de rasgos caninos, alas replegadas y cola de remate vegetal, afrontados entrelazando sus cuellos y mordiéndose mutuamente las patas, sobre un fondo vegetal. En los plafones del frente se figuran, respectivamente, dos dragones afrontados de largos cuellos entrelazados, que alzan sus patas en una espléndida y muy lineal composición; sus cabezas son felinas y rugientes, y vomitan tallos y hojarasca, que igualmente remata sus colas.
En el otro relieve son dos arpías con extraños capirotes ribeteados con puntos de trépano y colas de gallinácea las que se afrontan y entrelazan sus cuellos. En el tímpano que mira al altar encontramos sin duda la más lograda composición, con dos leones pasantes de rizada melena, afrontados en torno a un tallo vegetal con hojas incurvadas, cuyo aire orientalizante ha sido frecuentemente referido.
Los relieves arriba descritos apoyan en cinco columnas, tres exentas en el frente y dos adosadas y acodilladas al interior. Las primeras se alzan sobre plintos y presentan basas respectivamente de sección cuadrada, octogonal y circular, variando también la decoración de sus fustes: estriado y torso con hojitas lobuladas y acorazonadas de nervio central perlado el izquierdo, acanalado de sección octogonal el central y torso el derecho.
Las columnas adosadas animan sus fustes con entorchado y acanalado en zigzag. Sus magníficos capiteles se decoran con animales fantásticos (de interior a exterior y de izquierda a derecha): dos aves que picotean los caulículos que rematan las dos coronas de pencas del fondo; dos arpías encapuchadas de alas explayadas, opuestas y con su cola de reptil anudada, una masculina con barba de puntas rizadas y la otra femenina, sobre fondo de hojas lisas y puntas avolutadas y anilladas; cuatro arpías-aves de alas recogidas y enredadas en un tallo del que brotan hojitas sobre un fondo de hojas lisas rematadas en caulículos; el excelente relieve del capitel derecho del frente presenta dos filas de hojas lisas de puntas incurvadas hacia el sepulcro y dos trasgos afrontados que entrelazan sus largos cuellos y sus colas, cuyos cuerpos son de ave, con garras de rapaz que asen el astrágalo y alas replegadas, y sus cabezas de felino, con puntiagudas orejas, abultados ojos y fauces rugientes, conservando aún esta cesta vestigios de policromía, de tonos ocres y azules. Finalmente, el capitel acodillado hacia el este se decora con dos híbridos afrontados compartiendo el pecho, con cuerpo de ave de alas alternativamente recogidas y explayadas, pezuñas de cabra, larga cola escamosa de reptil y largos cuellos anillados por una banda perlada rematados por cabezas felinas de orejas puntiagudas que muerden el ala extendida. Los cimacios presentan variedad de motivos vegetales de cuidado tratamiento, desde las simples palmetas, tallos ondulados con brotes, acantos de nervio central perlado, hojas lanceoladas y otras perladas, de puntas vueltas y lobuladas.
Capitel exterior central del sepulcro románico de la Iglesia de Santa María Magdalena, Zamora. Arpías entrelazadas por las colas.
 

Estilísticamente muy cuidados en acabado y composición, ciertos rasgos como la caracterización fisionómica de las figuras, de rostros mofletudos, ojos globulosos y cabellos acaracolados, el detallismo en la resolución de los híbridos, recurren temen te pareados y enredados y la profusión decorativa nos ponen en relación esta pieza con la mejor plástica de finales del siglo XII. Principalmente, las fuentes de inspiración del artista parecen proceden de Galicia, teniendo como punto de referencia el magnífico coro pétreo atribuido al maestro Mateo de la catedral de Santiago de Compostela, disgregado a principios del siglo XVII y ejemplarmente reconstruido en fechas recientes (R. Yzquierdo Perrín, 1999). Las referencias compostelanas de ésta y otras creaciones zamoranas ya fueron señaladas por Filgueira Valverde y Ramón Fernández, y desarrolladas por Pita Andrade, quien con buen criterio consideraba la catedral románica de Orense como un jalón intermedio de su expansión hacia León y Castilla. Pradalier veía una "casi total identidad" entre las figuras humanas del sepulcro zamorano y ciertas claves de bóveda de la nave decoradas con ángeles y dos capiteles de la zona occidental de la catedral de Salamanca, que no duda en atribuir al mismo escultor (H. Pradalier, 1978, I, pp. 225-226). Margarita Ruiz, aun reconociendo la innegable proximidad estilística, se muestra más cauta a la hora de establecer una misma identidad para ambos escultores (M. Ruiz Maldonado, 1988, p. 45).

La identidad de la yacente sigue siendo una incógnita, pues no existe inscripción ni signo alguno sobre el monumento, pese a la intuición de ilegibles restos epigráficos en uno de los cojines de la dama que creyó ver Guadalupe Ramos, y que Margarita Ruiz considera al menos dudosos. Descartadas las peregrinas interpretaciones de Francisco Antón o Tomás María Garnacha, y dado el carácter de los constructores del templo, hay que pensar que nuestra dama sería una noble benefactora de la orden y muy probablemente de la propia obra de Santa María Magdalena, pues la construcción de la tumba parece contemporánea de la erección de la nave. La ausencia de testimonios documentales nos deja así nuevamente en el terreno de las hipótesis. Entre las últimas formuladas destaca la de Ávila de la Torre, quien cree que la enterrada es la reina Urraca, hija del portugués Alfonso Enriques y primera esposa de Fernando II de León. De ella consta tanto su vinculación a Zamora como que tras su separación, en 117 5, ingresó como freira de la Orden de San Juan. En cualquier caso, esta excepcional pieza del arte funerario del románico hispano, considerada por Pradalier, no sin razón, como "un jalón esencial entre Santiago de Compostela y Salamanca", añade a su innegable valor estético, en lo estilístico, el hecho de recoger de modo cercano las maneras del famoso Coro del taller de Mateo para la seo compostelana.

En resumen, la iglesia de La Magdalena, por sus peculiaridades arquitectónicas y riqueza decorativa, resulta uno de los ejemplares más interesantes del románico zamorano, aceptablemente conservado y en el que se entrecruzan los aires atlánticos -sobre todo galaicos- con las conexiones con las grandes fábricas catedralicias de Zamora, Ciudad Rodrigo y Salamanca. La cronología tardía de esta iglesia se desprende tanto del análisis estilístico de sus soluciones arquitectónicas como de las evidentes relaciones con obras gallegas, zamoranas y salmantinas, pudiendo fijarse un arco temporal aproximado para su edificación entre 1190 y 1215.

Iglesia de Santa María de la Horta
Santa María de la Horta se sitúa en la Puebla del Valle, prolongación de la trama urbana hacia el este siguiendo la línea del Duero, documentada a fines del siglo XI y arrabal de la ciudad al menos desde la centuria anterior. Su desarrollo se producirá en la segunda mitad del siglo XII, cuando a los contingentes hispanos que la poblaban se sumen otros de origen franco, así como los numerosos comerciantes y artesanos atraídos por el mercado y las tiendas instaladas en torno a la calle Balborraz.
Los orígenes de Santa María de la Horta se encuentran envueltos en una nebulosa, aunque lo que parece claro es que su construcción responde a la consolidación del entramado urbano de la Puebla a fines del siglo XII en torno, en este caso, a un templo erigido por la Orden de San Juan del Hospital, quien hizo de ella su casa matriz. Descartada por muy dudosa y nulamente documentada la pertenencia inicial al Temple del edificio (Quadrado, Antón, etc.), debemos pensar que su construcción fue obra de la firmemente asentada en territorio zamorano Orden de San Juan, que poseía en la ciudad, además de la Horta, los templos de La Magdalena y San Gil. El propio Quadrado copió un epitafio de la desaparecida sala capitular que rezaba: HIC IACET DOMINICUS PETRI ALUMPNUS HOSPITALIS PRESBITER ... ERA MCCLXXXllll, certificando el carácter sanjuanista de la encomienda. Aunque sea probable que su presencia date de 1163 (Barquero Goñi, 1997, p. 4 79), ésta se constata de modo más fiable en 1212, cuando Sanctio Femandi, comendatore de Sancta Maria de Camora confirma el fuero concedido por la Orden a la villa de Portomarín. En 1232, en el documento de acuerdo de límites entre el concejo de Toro y la orden de San Juan aparece como representante de esta última "García Rodríguez, comendador de Santa María de la Orta". Tal dignidad la ocupaba, en 1248, Pedro Pérez; los traslados de 1263 de sendas donaciones de Alfonso IX al obispo Martín, realizadas en 1210 y 1211, los firma autorizándolos un "fray Fernando, rector de la iglesia de Santa María de la Harta"; en 1277 encontramos a "frey Alfonso Perez Orisco"; en enero de 1282 fray Juan Yanes, prior del Hospital en Castilla y León, acordó con el obispo Suero sobre la provisión del rector de Santa María de la Harta, iglesia de la orden; fray Pedro Arias figura como "comendador de la bailía de Santa Maria de la Orta" en 1286. En 1300, varios vecinos "que moran en la puebla de Santa Maria de la Orta" actúan como testigos en un acta de donación a los sanjuanistas de un heredamiento en San Pedro del Arroyo (Ávila). Los caballeros hospitalarios se mantuvieron en la encomienda hasta el traslado a ella, en 1535, de las monjas de la orden procedentes del convento de Fuentelapeña, permaneciendo las dueñas hasta su exclaustración en 1837. En su torre se custodió el archivo del priorato de Castilla y León hasta su lamentable disgregación -con pérdidas incluidas- y traslado al Archivo de Alcalá y luego al Histórico Nacional a finales del siglo XIX.
Rodean la iglesia de Santa María, por el sur la plaza de la Harta, por el oeste la calle del mismo nombre y por el norte la de San Juan de las Monjas, tras la cual se alza San Leonardo. Su silueta aparece ya asociada en el perfil urbano de Zamora a la inmediata chimenea de ladrillo que la dobla en altura, vestigio último de la licorera que acogió el inmueble hasta fechas recientes. Apenas quedan restos de la encomienda sanjuanista adosada al templo, junto a la que hoy se ha construido un moderno hotel. Quadrado, que alcanzó a ver su claustro y sala capitular, describe el primero como "sombrío(...), cuyos gruesos arcos oprimen cortas columnas pareadas en línea transversal, y penetran en una estancia contigua rodeada de tumbas, destinada sin duda á sala de capítulo". Los actuales vestigios corresponden al siglo XVI, con las armas del duque de Alba campeando en su portada.
El templo original constaba de nave única dividida en tres tramos iguales, con portadas abiertas al norte -a la encomienda-, sur y oeste, donde se remató con una torre cuadrada, levantada ya en el siglo XIII. El conjunto se construyó en el conglomerado de arenisca local de mediana calidad impropiamente denominado pudinga zamorana, materia prima de prácticamente todo el románico de la capital.
La cabecera se compone de ábside semicircular, elevado sobre un breve zócalo y cubierto con bóveda de horno generada por un arco doblado levemente apuntado, encima del cual se abrió, en el hastial del presbiterio, un óculo polilobulado.

Este arco apea en semicolumnas que no alcanzan el suelo, rematándose bajo la imposta del piso bajo en sendos cul-de-lampe, cuya molduración nos hace dudar de su carácter originario. El capitel del lado de la epístola es vegetal, decorado con acantos, y el del lado del evangelio recibe una pareja de arpías afrontadas y un dragón atacando a una arpía. Al tramo recto que antecede al hemiciclo, cerrado con una bóveda de medio cañón peraltada, le da paso desde la nave un arco triunfal de medio punto doblado, netamente peraltado y deformado, que apea en gruesas semicolumnas también mutiladas -bajo la imposta inferior- en época moderna y rematadas en capiteles vegetales de grandes y carnosas hojas de acanto con piñas y bayas en sus puntas. Ambas bóvedas de la cabecera parten de sendas impostas molduradas con bocel y nacela.
Exteriormente, el ábside aparece dividido en cinco tramos por cuatro semicolumnas adosadas que parten del zócalo, cuyos capiteles vegetales -ornados con palmetas, acantos y hojas lisas con pomas- se integran e interrumpen la cornisa. El tambor absidal presenta tres niveles, delimitados por sendas impostas: de bocel entre cavetos bajo el cuerpo de ventanas (ésta se continúa por el presbiterio), y de caveto, bocel y listel continuando al nivel del arranque de los arcos de éstas. Curiosamente, el muro se adelgaza a partir de esta última imposta, retranqueándose el paramento exterior. En cada una de las calles centrales se abren vanos rasgados que dan luz a la capilla, rodeados por ventanas aboceladas de exagerado abocinamiento exterior e interior, similares a las absidales de San Juan del Mercado de Benavente.
El tramo recto aparece iluminado por dos ventanas compuestas por estrechas saeteras de perfil abocelado y arcos de medio punto ornados con bocel, chambranas con perfil de nacela y cimacios "zamoranos", todo sobre una pareja de columnas acodilladas rematadas por capiteles vegetales de hojas lisas y picudas en la meridional y acantos y una tosca representación de Daniel en el foso de los leones en la norte, ventana ésta que, al exterior, muestra un arco de medio punto peraltado ornado con un grueso bocel que apea en semicolumnas con capiteles vegetales. Interiormente, a la altura de los capiteles, ambas ventanas invaden los riñones de la bóveda.
La nave se articula en tres tramos iguales -delimitados por anchos responsiones prismáticos con semicolumnas adosadas para recoger los fajones levemente apuntados-, cubiertos con bóvedas de crucería sencilla, de nervios moldurados con haces de tres boceles.
Interior de la iglesia de Santa María de la Horta
 

Los capiteles de estas semicolumnas son vegetales, de grandes hojas apalmetadas rematadas en volutas, acantos acogollados, tallos entrelazados con brotes, hojas anilladas y avolutadas, etc., y las basas de perfil ático con fino toro superior. Cuatro columnas se acodillaban en los ángulos interiores de la caja de muros de la nave para recoger los nervios cruceros de los tramos extremos, de las cuales las dos más occidentales fueron eliminadas. Se iluminaba esta nave con ventanas de arcos doblados de medio punto en cada tramo salvo el oriental, siendo los vanos estrechas saeteras abocinadas al interior. Sobre la portada del hastial occidental se abrió una ventana de notable desarrollo, con dos arcos abocetados de medio punto sobre dos parejas de altas columnillas.
Capiteles de la portada meridional interior.
Capiteles de la portada meridional interior.
Portada occidental interior.
 

Frente a la puerta sur, hoy descentrada, hay un gran arco que acoge un bello retablo, aunque hacia el oeste aún se observa el arco cegado de la primitiva portada septentrional, que al exterior conserva un epitafio ilegible. En fecha imprecisa se abrió en el muro norte una portada de arco apuntado, hoy cegada y usada como hornacina para la imagen de la "Virgen de la Salud", de la que aún se advierten las quicialeras. En el muro norte del tramo occidental de la nave se abre un acceso -vano adintelado con dos mochetas triangulares de sumaria decoración de hojitas- a una escalera de caracol que hoy sube al tejado y probablemente en origen comunicase con la inmediata encomienda. El paramento externo del muro norte de la nave muestra las numerosas cicatrices provocadas por el uso industrial del edificio. Se refuerza con contrafuertes prismáticos y aparece coronado por una cornisa de arquillos trilobulados sobre canes piramidales.

La portada meridional, hoy protegida por la colateral adosada a principios del siglo XIII, consta de arco apuntado y liso, rodeado por dos arquivoltas y chambrana de nacela. La arquivolta interior se decora con cheorons, mientras que la exterior recibe lóbulos y oculillos calados, especie de tosco remedo de la Puerta del Obispo de la catedral. Apean los arcos en una imposta de listel, bocel y nacela y jambas escalonadas en las que se acodillan dos pares de columnas. Sus capiteles interiores presentan hojas lisas con cogollos y los extremos se ornan con sendas parejas de grifos atacando a híbridos de cabeza humana, cuerpo serpentiforme y patas de cabra, motivo luego remedado en la portada exterior de la colateral y que encontramos en un capitel de ventana de San Juan de Benavente.
Como ya intuyó Gómez-Moreno, la torre-pórtico corresponde a un momento posterior, aunque dentro de la primera mitad del siglo XIII, y frente al influjo foráneo que veía el autor granadino en la iglesia, considera a los autores de esta estructura plenamente inmersos en la tradición constructiva zamorana, como demuestran las ventanas de la cara occidental y la típica molduración zamorana de sus impostas. en similar sillería a la de la nave, su planta es cuadrada, de ángulos ceñidos por contrafuertes, y le da servicio una escalera de caracol con acceso desde el atrio cerrado del piso inferior.
A este pórtico se accede a través de una sencilla portada de arco doblado de medio punto sobre jambas lisas y chambrana. En la cara meridional de este piso inferior -donde se adosó una estancia actualmente eliminada- se abrió un arcosolio de medio punto. Sobre este piso y separado por una imposta del recurrente perfil, se alza otro liso con una sencilla ventana de arco de medio punto sin columnas, en cuya sala abovedada se albergaba el Archivo General de la Lengua de Castilla de la orden hospitalaria. Los contrafuertes que refuerzan los ángulos de la torre se rematan en talud a la altura de la cornisa de la nave y aproximadamente dos tercios de este nivel. Una nueva imposta de perfil zamorano le separa del piso siguiente, más breve, en cuyos lienzos este y oeste se abren sendas ventanas de arcos abocelados, apuntados y doblados, con columnas en los codillos y erosionados capiteles. Remata la estructura el arruinado cuerpo de campanas, sobre cornisa sustentada por los típicos canecillos piramidales, con dos vanos por cara que han perdido sus arcos, coronándose con un al menos curioso remate con chapitel fruto de una reciente restauración.
La portada del hastial occidental, cobijada bajo el cuerpo de la torre, es un trasunto de la meridional de la nave, y consta de arco de medio punto liso que, como las jambas, mata su arista con una mediacaña ornada de botones vegetales. Se rodea de dos arquivoltas -la interior decorada con cheorons y la exterior lisa- y chambrana con puntas de clavo, que apean en columnas acodilladas sobre zócalo escalonado, de basas áticas con desarrollado y aplastado toro inferior. Los capiteles manifiestan su carácter tardío, destacando entre los vegetales de hojas lisas con caulículos y dos niveles de pencas el interior del lado derecho, con un híbrido de cuerpo serpentiforme, patas de cabra y rostro humano, similar a otra cesta de la portada de la colateral.
También de la primera mitad del siglo XIII y de similar progenie que la torre parece datar la colateral añadida al costado meridional de la nave, hoy muy compartimentada al transformarse sus tramos en capillas. La cabecera de esta colateral, situada al sur del presbiterio, presenta testero plano y manifiesta unas características constructivas y decorativas que entroncan con el resto del románico inercial zamorano de las dos primeras décadas del siglo XIII.
Sus muros se rematan con una cornisa de bocel, nacela y listel, sobre canes piramidales decorados con hojitas. En el testero y muro meridional se abrieron sendas ventanas de arco de medio punto liso, sobre impostas de perfil zamorano y capiteles decorados con secos acantos con nervio central perlado y cogollos, de espinoso tratamiento y otros de hojas lisas con volutas.
La portada meridional de esta nave, hoy con función de pórtico, consta de arco de medio punto ornado con bocel entre mediascañas y tres arquivoltas de similar molduración, el conjunto rodeado por chambrana de nacela. Apean estos arcos en jambas escalonadas con tres parejas de columnas acodilladas y sobre ellas cimacio corrido con perfil de bocel, mediacaña y listel. Los capiteles del lado izquierdo se decoran, los extremos con sendas parejas de híbridos -cuadrúpedos de cuerpo serpentiforme, que muerden la cabeza de personajes masculinos con peinado a cerquillo- y la cesta central es vegetal, con dos coronas de acantos de tratamiento espinoso. En los del lado derecho, el interior presenta dos niveles de hojas nervadas y lobuladas, el medio tallos entrelazados con brotes y el extremo una extraña arpía de largo y retorcido cuello enredada en tallo vegetal, que nos recuerda a otra del exterior del ábside del evangelio de San Juan de Benavente. En el interior de la jamba izquierda de la portada se grabó un epitafio, hoy prácticamente ilegible, del que apenas discernimos: HIC IACET /DEI FAMULO ...
Hacia el oeste de esta portada, en el muro exterior de la capilla de Juan de Vega, se abrieron tres arcosolios levemente apuntados y ornados con boceles, de aspecto reformado. En el intradós del arco del más oriental se grabó la inscripción: HIC IACET (famu)LV ... / (D)EI o ...

Capiteles en la portada meridional exterior.
Capiteles en la portada meridional exterior.
 

La referida capilla, adosada al mediodía y ocupando el ancho del primer tramo de la nave del templo, recibió una bóveda de crucería estrellada a finales del siglo XV, cuando se transformó en capilla por el patronazgo de Juan de la Vega. En los lucillos que contiene se lee el epitafio: "(aquí yace) el onrado juan de Vega, criado del rey don femando y de la reyna doña ysabel y su mac;;ero mayor, e su muger ... los quales edificaron esta capilla a servicio de dios e de nra. señora la virgen maria en el año de mili e cccc e xc e v años" (1495). Procedentes de Santo Tomé, hoy se custodian en esta capilla las reliquias de san Cucufate.
Por último, señalar que en el ábside de Santa María de la Harta se conserva uno de los escasos ejemplares de mesa de altar románica, bloque paralelepípedo de fábrica de 1,75 m de longitud, 0,85 m de altura y 0,79 m de profundidad. De bella factura, decora su frente y laterales con una arquería ciega de arcos de medio punto o levísimamente apuntados -cuatro en el frente y dos en cada lateral- ornados con bocel y dientes de sierra. Apean los arcos en capiteles de hojas lisas con crochets, uno con dos aves afrontadas y enredadas en follaje picoteando una hojita, otro vegetal, de idéntico diseño a uno de la nave, con palmetas colgantes, de helechos, etc. Restos de un altar similar se conservan en la iglesia de Santiago del Burgo.
Para Gómez-Moreno, en este edificio "se alía la tradición románica de la Catedral con un gótico primitivo que acaso recibió su inspiración en Ávila [ ... ] donde es de notar lo gótico forastero precediendo en su construcción a las influencias locales, que apenas atañen sino a los cuerpos accesorios" (op. cit., pp. 162-163). Ciertamente, el estilo de la decoración escultórica de esta iglesia se desmarca de la corriente general de la capital, excepto en los añadidos -torre y nave sur- más tardíos, donde volvemos a encontrar los ecos de los talleres más arcaizantes de inicios del siglo XIII. Arquitectónicamente, la primera campaña constructiva de Santa María de la Harta responde a preceptos similares a los aplicados en la cabecera de otra iglesia sanjuanista, la de San Juan del Mercado de Benavente, obra con la que comparte algunas soluciones decorativas como la cornisa de arquillos-nicho trilobulados, los cheorons, similares diseños de motivos vegetales y animalísticos en sus capiteles, etc., hasta el punto de poderlas considerar, al menos, obras hermanas en concepciones constructivas y estéticas. En función de la datación comúnmente aceptada para la cabecera benaventana -ca. 1188-, podemos precisar la construcción de nuestro templo dentro de las dos últimas décadas del siglo XII.


Iglesia del Santo Sepulcro
Está situada en la margen izquierda del río Duero, cerca del llamado Puente Nuevo y del actual cementerio de San Atilano. Es el único resto que queda de un convento fundado en el siglo XII bajo la advocación del Santo Sepulcro, en torno al cual se formó poco tiempo después la puebla del mismo nombre.
Según Gonzalo Martínez Díez era una de las tres iglesias de la diócesis zamorana que se incorporaron, antes de 1128, al patrimonio de la Orden del Santo Sepulcro. Sin embargo, la primera referencia documental que hemos encontrado data del 29 de abril de 1167, fecha en la que el obispo don Estaban autorizó a Pedro Díaz y a otros mercaderes de la ciudad edificar una iglesia dedicada a San Julián en una alberguería de pobres construida cerca del Puente Nuevo, con la condición de que no perjudicase las rentas de otras iglesias ni interfiriera en la jurisdicción de la del Santo Sepulcro.
En las primeras décadas del siglo xm se procedió a la renovación del edificio. Manuel Gómez-Moreno afirmaba que se hacían obras allí en 1215 y Guadalupe Ramos de Castro corroboraba en parte esta teoría apoyándose en el testamento de don Gira! Fruchel, fechado antes de 1238, que dejó una manda para dicha obra. En base a ello es fácil deducir que existió una primitiva construcción levantada en la primera mitad del siglo XII que fue totalmente reformada a lo largo de la primera mitad de la centuria siguiente, momento al que debe corresponder la mayor parte del edificio conservado.
En 1489, al suprimirse la Orden del Santo Sepulcro, pasó a depender de la de San Juan de Jerusalén, a cuya Sacra Asamblea pertenecieron sus priores hasta 1894, en que fue agregada a la parroquia de San Frontis, condición que se mantiene hoy día.

La iglesia se encuentra en la parte alta de una ligera pendiente, adosada por su costado occidental a algunas casas del barrio y rodeada en el lado sur por las tapias de un corral particular. Consta de una nave rectangular, con capilla mayor de testero recto y torre a los pies. Está construida por entero en arenisca local aparejada en sillares más o menos regulares, muy desgastados por la erosión y con algunas marcas de cantero.
En el exterior destaca la cabecera, con una ventana abierta en el muro oriental formada por un arco de medio punto de arista nacelada que cobija una estrecha aspillera sobre la que aparece grabada y pintada una cruz de doble travesaño, en clara referencia a los antiguos propietarios del templo. Otras ventanas más sencillas se disponen en los costados norte y sur. Sus muros, al igual que los de la nave, se coronan por medio de una cornisa soportada por canecillos troncopiramidales decorados con hojas lanceoladas, similares a los de otras iglesias zamoranas. En época más moderna se recreció el alero, disminuyendo de esta manera el pronunciado desnivel que originalmente existía entre el ábside y la nave.
En el muro septentrional de la nave se abre la portada de acceso, formada por un arco de medio punto doblado que descansa sobre una línea de imposta cortada a bisel. La puerta de madera conserva los clavos decorados con cruces de doble travesaño incisas a buril, que algunos han interpretado como restos del antiguo herraje medieval.
A lo largo de toda esta fachada se conservan varios canzorros que soportaron la techumbre de un espacio cubierto que abarcaba hasta el testero de la capilla mayor. Al parecer se trataba de un viejo pórtico que fue utilizado también como lugar de enterramiento y osario. Cuando en 1999 se procedió al derribo de algunas dependencias allí adosadas, se descubrieron los restos de unas pinturas murales del siglo XIV que decoraron las paredes del propio pórtico o de alguna capilla construida en esos momentos.


En el lado sur se halla la sacristía y una portada, hoy cegada, que comunicaba con las antiguas dependencias claustrales, de las que hay constancia todavía en la primera mitad del siglo XVII. Según José Ángel Rivera de las Heras, en la visita pastoral de 1639 se hacía referencia al mal estado en que se encontraban "las paredes del claustro de la dicha yglesia", que al parecer nunca se llegaron a reparar, pues poco tiempo después se ordenó cegar la puerta que comunicaba con el interior del templo.
A los pies de la nave se levanta una torre de planta rectangular compuesta por dos cuerpos separados por una imposta lisa. El primer cuerpo tiene un arco de medio punto cegado en el lado sur, mientras que el segundo sólo conserva una espadaña con dos huecos para las campanas en la cara norte. Para Guadalupe Ramos de Castro esta torre correspondería a la fase más antigua del templo, erigida probablemente en la primera mitad del siglo XII. Es evidente que su construcción obedece a una campaña diferente a la del resto del edificio, pero creemos que no hay elementos suficientes para argumentar una mayor antigüedad.

En el interior, la cabecera se cubre con una bóveda de cañón apuntado que debió ser reformada en época más moderna, lo que obligó al recrecimiento de los muros como hemos visto en el exterior. Se abre a la nave a través de un arco triunfal apuntado y doblado que descansa sobre impostas de bisel. En el muro sur de la capilla se abre un arco de medio punto que comunica con una antigua dependencia -hoy sacristía- iluminada por una saetera dispuesta en su muro oriental. A través de este cuarto se accedía directamente al claustro por medio de una portada dispuesta en su lado oeste, actualmente tapiada.
La nave se techa con una armadura del siglo XV muy reformada, de la que se conservan el arrocabe, los canes y los dobles tirantes originales. A los pies se dispone otro arco, de traza muy parecida al triunfal, que da paso a un tramo cubierto de cielo raso sobre el que se eleva la torre.
En la restauración de 1969 se descubrieron bajo el solado de la capilla dos estelas discoideas decoradas con cruces patadas y una piedra cuadrangular con un hueco en el centro que parece corresponder a una antigua mesa de altar.

 
Iglesia de San Frontis
Preside esta iglesia de san frontis la plaza y arrabal de su nombre, situado extra pontem, en las inmediaciones del Puente Viejo y sobre la margen izquierda del Duero.
El templo fue fundado, en los años primeros del siglo XIII, por un canónigo de origen franco, Aldovino de Périgord, cuyo epitafio se conserva en el muro de la actual nave meridional y cuya transcripción, según Cutiérrez Álvarez, es la siguiente: P(ER) Q(U)E(M) FUNDAT(US) LOC(US) E(ST) / IACET HIC TVMVLAT(vs) PE/T(RO)GORIS NAT(vs) Cabecera ALDOVIN(VS)Q(UE) / VOCAT(VS), MORIB(vs) ORNAT(vs) FAIMA VITAQ(VE) P(RO)BAT(vs) Q(V)l OBIIT / VLTIMA DIE lUNll E(RA) M ce / L m, es decir, "Aquí yace enterrado quien fundó este lugar, nacido en el Périgord y llamado Aldovino, alabado por sus cualidades, apreciado por su buena fama y por su vida, que murió en el último día del mes de junio del año de la era de 1253 (año 1215)". La procedencia aquitana del fundador explica la advocación a san Frontis, patrono de Périgueux, y refrenda la importancia del contingente del sudoeste de Francia en la repoblación de Zamora, como señala Represa. Aldovino aparece en la documentación de la catedral de Zamora desde 1182 y parece que junto al templo mandó construir una alberguería, pues en un documento de 1242 se hace alusión a ella.
Exteriormente la imagen del templo, muy alterada por reformas y añadidos modernos, deja ver parcialmente su ábside poligonal levantado en sillería de piedra local y reforzado con contrafuertes en los ángulos que alcanzan hasta media altura, rematándose en pronunciado talud. En el paño central se abre una ventana rasgada con doble derrame y en el meridional otra saetera, a diferente altura y menos desarrollada. Soporta la recrecida cornisa de nacela una hilera de canes del mismo perfil, junto a otros lisos, de proa de nave y decorados. Entre estos últimos destacan dos con sendos falos, y otros con máscaras humanas y prótomos de animales, de somera y poco cuidada talla.

Interiormente, el templo consta hoy día de dos naves, siendo la principal la meridional, levantada en mampostería, de nave cerrada con bóveda de cañón rebajado y rematada por una cabecera cuadrada cupulada. Esta nave, a la que se añadieron por el sur diversas estancias, es obra de principios del siglo XVII y recupera la portada primitiva, de arco apuntado.
A la obra tardorrománica corresponde exclusivamente la cabecera de planta poligonal, con presbiterio y ábside semihexagonal, en cuyos ángulos se adosaron cuatro semicolumnas de capiteles lisos que recogerían los nervios de la primitiva bóveda, de traza gótica como todo el conjunto, aunque la actual es obra del siglo XIX. Las basas de estas columnas se molduran con dos toros, sin escocia, que apoyan en un breve plinto poligonal. El amplio tramo recto de esta capilla se marca con una semicolumna adosada al muro norte, cuyo capitel presenta somera decoración de reticulado y cimacio de nacela y filete. Da paso a la cabecera un arco apuntado y doblado de aristas achaflanadas y aspecto netamente gótico, como gótica es la pila bautismal de copa decorada con gallones tumbados y florones en la embocadura, sobre basa de toro con lengüetas. La nave norte, cubierta con un cielo raso moderno, parece obra rehecha en mampostería, de cronología imprecisa y notablemente descentrada respecto a la cabecera.
Aunque no puedo compartir la opinión de Gómez-Moreno, quien consideraba la nave de la epístola como la parte más antigua, "con capilla y nave sencillísimas" y agregada la norte, resultaría más propio considerar las estructuras conservadas como obra de un gótico temprano, que sólo mantiene una cierta tradición anterior en la decoración de los canecillos.
Por su interés, reproduzco a continuación, y aunque excede el marco cronológico de este trabajo, el texto de una lápida que se situó en el interior del templo de San Frontis, junto al epitafio del fundador:
EN lA NOCHE DEL 29 AL 30 DE DICIEMBRE DE 1860 CRECIÓ / EL DUERO HASTA EL PUNTO QUE SEÑALA ESTA LÁPIDA. JAMÁS/ SE HABÍA CONOCIDO IGUAL AVENIDA; ESCEDIÓ VARA Y MEDIA/ EN ALTURA A lAS QUE HABÍA MEMORIA EN 1592, Y 1739. /QUEDÓ INUNDADA TODA lA PARTE BAJA DE ZAMORA Y/ LOS ARRABALES. EL PRIMERO DE ENERO DE 1861 SE CON/TABAN 704 CASAS ARRUINADAS: EN OLIVARES 115, EN sTº. /TOMÁS 150: EN SN LEONARDO Y LA ORTA 170: EN STA LUCÍA/ 121 : EN LOS CAVAÑALES 65 : EN PINILlA 21 : EN sN FRONTIS/ 32: ACEÑAS Y HUERTAS 30. QUEDÓ IGUALMENTE INUN/DADO EL CONVENTO DE lAS DUEÑAS, ARRUINADAS lAS /CERCAS, Y LAS RELIGIOSAS SE VIERON OBLIGADAS A/ SALIR A ESTE ARRABAL. PERO ENTRE TANTA/ DESOLACIÓN, A DIOS GRACIAS, NO OCURRIÓ NINGUNA/ DESGRACIA PERSONAL. sN FRONTIS 20 DE ENERO/ DE 1861.

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