Iglesia de San Esteban
La iglesia de San Esteban está situada dentro
de lo que fue el segundo recinto amurallado de la ciudad, entre las pueblas
surgidas alrededor de Santiago del Burgo, San Torcuato y San Antolín. Al
parecer formó parte de un antiguo monasterio que aparece documentado en 1186
cuando fue cedido con todos sus bienes por el obispo don Guillermo a fray
García con la condición de que éste no vendiese nada y permaneciese allí toda
su vida. Es posible que luego, aunque no sabemos cuándo, quedase convertida en
una parroquia más de la ciudad. En 1253 Fernando Guillélmiz, maestrescuela de
León, concedió al cabildo de Zamora dos partes de la tercia pontifical que
recibía de la iglesia de San Esteban. Sin embargo, en 1373 se menciona a un tal
fray Toribio perteneciente a la "Orden del monasterio de San
Esteban".
En el siglo XVIII se reformó parte de ella
-especialmente el interior y el hastial occidental- y poco tiempo después pasó
a depender de la parroquia de San Antolín. Según José Ángel Rivera de las
Heras, su mobiliario litúrgico -retablos principalmente- se repartió entre la
capilla del cementerio, la iglesia de San Torcuato y el convento de las
Marinas. En 1905 fue entregada a los padres claretianos que la mantuvieron
abierta al culto hasta 1986. En 1997 se cedió al Excelentísimo Ayuntamiento de
Zamora que instaló en ella el museo del escultor Baltasar Lobo.
Desde el punto de vista arquitectónico guarda
gran afinidad con la vecina iglesia de Santiago del Burgo que debe ser
contemporánea de ella o ligeramente anterior. Se trata de una sólida
construcción realizada en sillería de arenisca local con escasos elementos
decorativos. Consta de una sola nave de gran amplitud rematada por una cabecera
formada por tres capillas de testeros planos, más ancha y avanzada la central,
como ocurre en las iglesias de San Cipriano, Santo Tomé, San Juan de Puerta
Nueva y en la ya mencionada de Santiago del Burgo.
Los muros norte y sur de la nave se articulan
en cuatro paños separados por potentes contrafuertes prismáticos que ocupan
toda su altura. En cada paño se abre una estrecha aspillera enmarcada por un
arco de medio punto, salvo en el tramo más próximo a la cabecera donde se
disponen dos ventanas superpuestas. Coronando los muros corre una cornisa de
escocia y bocel soportada por canecillos de gola.
La portada meridional está formada por un arco
de ingreso de medio punto, decorado con boceles y medias cañas, y tres
arquivoltas con idéntica ornamentación que descansan sobre parejas de columnas
con capiteles de tipo vegetal. Por encima de esta portada y a lo largo de toda
la fachada sobresalen varios canzorros que sostuvieron la techumbre de un
antiguo pórtico, o tal vez del primitivo claustro que se extendería en el
espacio que ocupa hoy la plaza.
La portada septentrional ofrece un esquema
compositivo similar, en este caso con arquivoltas lisas y capiteles de hojas
planas rematadas en volutas.
Ventana del ábside central
Los paramentos de la cabecera se articulan en
dos cuerpos por medio de una imposta de tipo zamorano que marca el arranque de
los vanos. En el testero de la capilla mayor se abre un ventanal de dos
arquivoltas que apoyan sobre cuatro columnillas con capiteles de volutas
correctamente tallados. En las capillas laterales se abren dos ventanas -una en
cada muro- formadas por un arco de medio punto doblado con abocinamiento
exterior e interior. Se rematan los muros con una cornisa soportada por una
colección de canecillos en los que se combinan alternativamente boceles y
mediascañas según una fórmula utilizada en otros templos zamoranos (Santiago
del Burgo, Nuestra Señora de los Remedios y Espíritu Santo) y de Salamanca (San
Marcos). Sobre los ángulos que generan las cornisas de los testeros van
colocadas acróteras en forma de gancho cerrado u hoja vuelta, idénticas a las
de Santiago del Burgo, San Isidoro y el Espíritu Santo, y que recuerdan
bastante a las piezas que decoran la cubierta de la Torre del Gallo de la
Catedral Vieja de Salamanca. Por encima de la cabecera, coincidiendo con el
arco triunfal, se levantó en 1905 una espadaña de ladrillo.
En el muro sur de la capilla de la epístola
quedan restos de dos inscripciones epigráficas prácticamente ilegibles que
parecen corresponder a los epitafios de dos damas. Su transcripción según la
lectura de Gómez-Moreno es la siguiente:
"üBIIT FAMUlA D(e)I D(on)NA TARASIA
UXOR Q(u)ONDA(m) DO(mi)NI HELIEI( ... ] [ ... ] ccc.
OBIIT FAMULA D(e)I DO(n) NA STEPHANIA
UXOR Q(u)ONDA(m) DO(mi)NI LUPI VIII [ .... ] E(ra) M ce".
El interior se encuentra totalmente
transformado como consecuencia de la reforma barroca y del reciente
acondicionamiento como museo. La nave está compartimentada en cuatro tramos
delimitados por arcos fajones apuntados que apoyan sobre pilastras. Actualmente
se cubre con bóvedas de lunetos que fueron construidas en 1768 según el
proyecto del arquitecto Francisco Castellote. Para Guadalupe Ramos de Castro la
iglesia tuvo originalmente tres naves, hipótesis poco probable por cuanto ello
obligaría a la existencia de un desnivel entre las naves, como en Santiago del
Burgo, para así poder abrir vanos que iluminaran la principal. La disposición
que presentan actualmente las ventanas en la parte superior de los muros no
parece que permita tal solución por lo que de haber tenido tres naves el
interior hubiera resultado demasiado oscuro.
La capilla mayor se cubre con bóveda de cañón
con lunetos y se abre a la nave a través de un arco triunfal de medio punto.
Está comunicada mediante arcos con las capillas laterales, cubiertas éstas con
bóvedas de cañón apuntado.
Iglesia de San VicenteSe ubica
la parroquia de San Vicente, una de
las incluidas en el primer ensanche medieval de Zamora, en las inmediaciones de
la Puerta Nueva, próxima a la Plaza Mayor y al Teatro Principal, con su
estructura rodeada y prácticamente solapada por las edificaciones circundantes,
resultando casi imposible obtener una imagen precisa de su exterior. Su
necrópolis fue recientemente localizada durante las excavaciones realizadas en
un solar inmediato a la Casa de los Momos.
Las profundas reformas y añadidos que afectaron
al templo románico nos permiten, no obstante, tener una meridiana imagen de su
aspecto original. Ello es fundamentalmente posible gracias a las actuaciones de
los años 70 del siglo XX, que sacaron a la luz los paramentos interiores de las
colaterales. Era San Vicente un templo de tres naves, articuladas en tres
tramos y separadas por pilares, con portadas al norte y sur del segundo tramo y
en el hastial occidental, levantado en sillería utilizando el conglomerado de arenisca
local. Por las rozas apreciables en los muros interiores hemos de suponer una
cubierta de bóvedas de arista en las colaterales, al estilo de Santiago del
Burgo, templo con el que las concomitancias son más que evidentes.
Como en la citada iglesia, en cada tramo de las
naves laterales, salvo el de las portadas, se abre una sencilla ventana rasgada
de arco de medio punto doblado, sólo animado con una imposta moldurada con el
típico perfil zamorano de listel, nacela y junquillo (presente en la catedral,
Santiago del Burgo, San Esteban, etc.).
En el paramento interior del hastial occidental
se mantienen los responsiones con semicolumnas que recibían los formeros de
este tramo, lo que nos hace sospechar una estructura de pilares similar a la de
la antes referida iglesia de Santiago. Remataba el cuerpo del templo una
cabecera triple de ábsides rectangulares, de los que nos restan los muros
laterales y parte de los testeros de las capillas laterales, de inferior altura
que los muros de la nave. A los pies de la nave del evangelio se erigió una airosa
torre de seis cuerpos, los tres superiores con apuntados vanos para campanas, a
la que se accede desde el primer tramo de la primitiva colateral norte por una
escalera de caracol comunicada con la nave mediante un estrecho vano adintelado
con dos mochetas ornadas con un rollo. Tras un confesionario próximo se abre
otra puerta del mismo tipo que da acceso a la cámara abovedada del primer piso
de la torre, antiguamente utilizada como baptisterio.
En el siglo XVI se abrió al tercer tramo de la
nave meridional una capilla cuadrada con contrafuertes esquinados y cubierta
con bóveda de terceletes. Será, sin embargo, a finales del siglo XVII cuando la
primitiva planta tripartita se transforme en la actual de nave única,
estructurada en cuatro tramos cubiertos con bóvedas de lunetas con yeserías
(realizadas en 1695), separados por perpiaños apuntados que recaen en
responsiones que aprovechan parcialmente los primitivos románicos, aunque
forrándolos.
Estas mismas obras convirtieron la primitiva
cabecera en una prolongación de la nave. En este momento -entre 1680 y 1698- se
erigió la capilla de Nuestra Madre de las Angustias, adosada al costado
septentrional del templo, y compuesta de tres tramos de bóvedas de lunetas con
yeserías y capilla cupulada. Su construcción significó la supresión de la
portada norte del templo románico, parcialmente solapada por la nueva fábrica y
de las que los recientes acondicionamientos han dejado visibles los muy rasurados
capiteles de pencas del lado derecho, además de un epitafio en la jamba. Entre
1779 y 1781 se procedió a la edificación de la actual cabecera, bajo la
dirección del arquitecto Pedro Castellote. La capilla mayor de la iglesia,
rectangular y cubierta con cúpula sobre pechinas, supuso la eliminación de la
primitiva cabecera, que sería considerada angosta. Una inscripción en el
exterior del testero nos da la fecha de erección de la actual en el año 1780.
Del edificio románico prácticamente sólo la
torre y el hastial occidental son visibles al exterior. Este último, en el que
se continúan las líneas de imposta que marcan los pisos de la torre, fue
modificado en su remate con la apertura de un vano, probablemente contemporáneo
de las nuevas cubiertas de la nave.
Entre el cuerpo de la torre y uno de los
contrafuertes se abre una bella portada románica, lamentablemente muy
erosionada. Se compone de arco de medio punto, rodeado por tres arquivoltas y
chambrana, que apean en jambas escalonadas con tres parejas de columnas en los
codillos.
La decoración del arco y arquivoltas es
vegetal: palmetas inscritas en casetones, una por marco en el centro del arco y
por parejas en los laterales, hojas lobuladas y carnosas de puntas anilladas
por lazo perlado en la primera arquivolta, palmetas de similar tratamiento y
anilladas en su tallo en la central y friso de acantos carnosos en el muy
deteriorado arco exterior. El relieve de la chambrana, si lo tuvo, ha
desaparecido totalmente. Los capiteles son casi todos vegetales, con coronas de
acantos de nervio central perlado y cogollos en las puntas, salvo el interior
del lado izquierdo, figurado.
Esta cesta muestra un piso inferior de palmetas
y hojas entrecruzadas sobre las que se disponen dos arpías tocadas con
caperuza, de cuerpo serpentiforme y largos cuellos entrecruzados, así como un
león rampante de rugientes fauces y acaracolada melena frente a un trasgo de
cuerpo de reptil alado y cabeza felina de puntiagudas orejas. Las jambas del
arco se encapitelan con decoración vegetal de hojas nervadas entrecruzadas y
dos niveles de acantos, mientras que los cimacios se decoran con palmetas. La
seca decoración de esta portada recuerda estrechamente la de la meridional de
Santa María Magdalena.
Poco podemos decir de las portadas meridional y
septentrional. La primera fue cegada y transformada en capilla-hornacina. Tenía
arco de medio punto y al menos dos arquivoltas, que apoyaban en jambas
escalonadas con columnas acodilladas cuyos capiteles, bárbaramente rasurados,
eran vegetales. De la portada norte se aprovechó el vano para dar acceso a la
capilla de las Angustias, emparedando la estructura románica. Su parcial
liberación en fecha reciente ha dejado ver la pareja de capiteles del lado
derecho, ornado uno con dos pisos de hojas picudas y remate superior de
caulículos, al estilo de los interiores de Santiago del Burgo, y el otro con
incurvadas hojas lobuladas.
Los muros laterales de los ábsides norte y sur
se integraron a modo de cuarto tramo del cuerpo de nave barroco, lo cual hizo
pensar a Gómez-Moreno, Ramos de Castro y otros que esta zona correspondía a un
cuarto tramo de la nave románica. Un detenido examen y el desencalado reciente
(años 70 del siglo XX) despejan las dudas al respecto, máxime cuando aparecen
dotados de ventanas abiertas a menor altura y distintas a las de los tramos de
la nave, con columnillas acodilladas rematadas por capiteles vegetales de
curiosa ornamentación a base de amplias hojas nervadas, espigas en los ángulos
y caulículos superiores. Exteriormente hoy es visible el ángulo y parte del
testero plano del ábside del evangelio.
Destaca de entre el agresivo entorno la airosa
figura de su torre, la más esbelta y mejor conservada del románico zamorano
después de la catedralicia. Su planta es aproximadamente cuadrada y se divide
en seis pisos -separados por impostas de bocel, nacela y listel-, los tres
inferiores lisos, salvo la ventana rasgada con alféizar en talud que daba luz a
la sala abovedada antes referida. Los tres pisos superiores acogen los vanos,
todos apuntados. En el cuarto piso se abre un amplio vano de arco abocelado y rodeado
por chambrana de aspecto restaurado; en el quinto piso se abren dos ventanas de
profundos arcos doblados con bocel en la arista y, en el sexto y último, tres
vanos aún más estrechos, de arcos alancetados sobre impostas del típico perfil
zamorano. Tanto la cornisa de la torre como los canes triangulares que la
sustentan son fruto de la restauración, siendo el chapitel obra de mediados del
XV, reformada en 1815.
Es pues, el de San Vicente, un templo típico
del segundo impulso románico en la capital, cuyas claras afinidades
arquitectónicas y decorativas con los de Santiago del Burgo o San Esteban, y
sólo ornamentales con La Magdalena, nos permiten datar su construcción en las
últimas dos décadas del siglo XII y los años iniciales del XIII.
En las jambas de la portada se grabaron varios
epitafios en letra gótica, de la segunda mitad del siglo Xlll:
En la jamba izquierda, dividiéndose el texto
entre las dos caras del sillar, se lee:
OBIIT: FAM(ULUS)/ : D(E)I : DON(P)N(US)
/ IOH(AN)N(ES) : PR(E)SB(m)R/ SUB E(RA): M(ILLESIMA): ce (DUCENTESIMA) : /XC
(NONAGESIMA) : II (SECUNDA),
es decir,
Murió el siervo de Dios, el presbítero
don Juan en el año de la era de 1292 (año 1254)
Sobre ésta, en la cara interior:
Hl(e): IACET: FRA(N)/co YUANES /ET
GERMANE /El: MARIA : J/vANES,
O sea:
Aquí yace Francisco Juanes y su hermana
María Juanes.
En la jamba derecha corre el siguiente
epitafio:
H(IC): IACET: PE/TR(US): SACCll: / (E)T
FILIA El(US) O( ... ) PET(RI),
es decir,
"Aquí yace Pedro Sancho y su hija O.
Petri".
Iglesia de San Juan de Puerta Nueva
La iglesia de San Juan Bautista, más conocida
como San Juan de Puerta Nueva por hallarse originalmente junto al acceso más
oriental del primer recinto amurallado, se encuentra en la actual Plaza Mayor.
Tradicionalmente fue, y lo sigue siendo, una de las principales parroquias de
la ciudad.
Se levantó intramuros y aunque en 1157 hay una
mención al barrio de Sancti Ioanis de Cortinal, la primera referencia
concreta de que disponemos es del año 1172, cuando aparece como confirmante en
uno de los documentos de la catedral don Tomé de Sancti Iohanis. Poco
después, en 1176, es uno de sus monaguillos quien figura como testigo en otra
carta, Petrus monazino de portanooa. Rápidamente fue quedando -hasta hoy
mismo- en el mismo corazón de la ciudad, a medida que fue creciendo el casco
urbano, de modo que fue uno de los edificios de referencia en la vida pública
local e incluso de los territorios del entorno. Aparece de este modo
frecuentemente en la documentación bajomedieval de la catedral zamorana por ser
la iglesia ante la que se ubicaba la Audiencia pública, en una pequeña plaza
que se abría ante su fachada meridional, un espacio en el que se hallaban
también numerosos puestos de mercaderes. Aquí era donde se vendían alimentos
como la caza y el sitio exclusivo donde se podía ofrecer el pescado, salvo los
días de feria. También el gremio de los zapateros tenía en esta iglesia la sede
de su Cofradía de San Crispín y San Crispiniano, e incluso la relación del
templo con la actividad artesana y mercantil se pone de manifiesto en el hecho
de que el reloj que ya desde la Edad Media se hallaba en su torre, marcaba
durante todo el año el horario de apertura y cierre de las tiendas de la
ciudad.
El edificio medieval quizá no es muy bien
conocido en cuanto a su evolución constructiva, pero traspasada la Edad Media
las reformas fueron numerosas y mucho mejor conocidas, dando lugar al complejo
templo actual, un verdadero compendio de historia de la construcción y de la
restauración, lo que en cierto modo genera incontables problemas a la hora de
estudiar la etapa artística que nos interesa.
Fachada meridional de la Iglesia de
San Juan Bautista
La primitiva fábrica románica sufrió las
primeras reformas en época gótica pero ya desde comienzos del siglo XVI la
torre principalmente, aunque también el resto del edificio, comenzaron a dar
problemas pues en el año 1502 se pagan algunos reparos en "la atalaya",
nombre sintomático de la funcionalidad de la pieza. Años después, en 1531 se
llama a Rodrigo Gil de Hontañón para consolidar la torre y el templo,
desarrollando su labor entre 1531 y 1533, que según el contrato consistió, en
palabras de Vasallo Toranzo, quien ha estudiado esta intervención, en "reafirmar
la torre y el pilar del lado de la epístola situado en la cabecera, para desde
él lanzar el arco formero hasta los pies de la iglesia, y los arcos torales que
sostendrían las bóvedas de la capilla mayor-torre y de la capilla de la
epístola". La obra comportó también la construcción de una bóveda de
terceletes en la capilla mayor, para soportar la torre, pero el resultado no
debió ser todo lo satisfactorio que cabía esperar ya que el 13 de diciembre de
1559 la torre se vino abajo y arrastró con ella buena parte del lado del
evangelio. La reconstrucción comenzó de inmediato-en 1564, según una
inscripción conservada en el interior- y en el contrato de uno de los maestros,
Diego Camarón, existe el compromiso de levantar "el arco grande [del
evangelio] conforme está el otro que está hecho y quedó en pie ... con los
elegimientos que están hechos y con los mesmos moldes que tiene el otro arco",
e igualmente es ahora cuando se reconstruyen las bóvedas de la cabecera. A
partir de entonces, según acuerdo suscrito ese mismo año, la torre pasó a
propiedad del Ayuntamiento, en cuyo poder estuvo hasta 1899. Durante esas
obras, se reconstruyó el artesonado de par y nudillo que se hizo a consecuencia
de la intervención de Gil de Hontañón y tras ellas la torre siguió dando
algunos problemas, con distintas intervenciones a lo largo de los años finales
de ese siglo y del siguiente, hasta que en las obras llevadas a cabo por el
arquitecto Pedro Vida!, entre 1898 y 1908 se eliminó definitivamente el
chapitel. En 1642, en una de las reformas de ese chapitel de la torre, se
colocó sobre él, a modo de veleta, un antiguo arnés conformando la figura de un
guerrero, conocido popularmente como Pero Mato, conservado hoy en el Museo de
Zamora y sustituido por una reproducción. En el siglo XVIII se transforma el
interior, cubriéndose el artesonado con una serie de bóvedas de yeso,
eliminadas también hacia 1980.
En 1759 se reconstruyó la fachada occidental,
añadiéndose una portada, obra de José de Churriguera, que fue desmantelada
durante las restauraciones que se acometieron en el edificio a lo largo del
siglo XX. A finales del siglo XIX hubo un proyecto municipal para ampliar la
plaza, que comportaba el derribo de la iglesia, lo que afortunadamente no se
llegó a consumar, aunque no ocurrió lo mismo con el claustro que tenía adosado
a la fachada septentrional que, tras expropiación forzosa, fue destruido en el
año 1907. Durante todo el siglo XX, especialmente en la década de 1980, ha sido
objeto igualmente de numerosas restauraciones, que fundamentalmente han
eliminado elementos añadidos, algunas casas pero también dependencias o
estructuras de la propia iglesia, que hoy queda totalmente exenta, uniéndose la
antigua plaza de San Juan de Puerta Nueva a la Mayor.
A título anecdótico cabe recordar que en esta
iglesia fue bautizado Leopoldo Alas Clarín el 27 de abril de 1852.
El edificio actual está levantado en sillería
arenisca local, un material que se ha empleado a lo largo de todas las etapas
constructivas. Consta de triple cabecera de ábsides cuadrangulares y con tres
naves separadas por los dos grandes arcos que se realizaron a partir de la
reforma de Gil de Hontañón.
La torre se levanta sobre la capilla mayor y a
ella se accede a través de una escalera cuadrangular adosada a la nave de la
epístola, separada de aquélla y comunicada a través de un tramo exterior de
escalera. Las portadas son tres, una en el muro norte -cegada actualmente-,
otra, la principal, en el sur, y la tercera a los pies.
No cabe duda de que la iglesia románica fue de
unas dimensiones idénticas a las actuales, aunque quizás algo más baja.
Constaba básicamente del mismo formato de triple cabecera cuadrangular, la
central más desarrollada, con tres naves de tres tramos, con soportes de
pilares con semicolumnas adosadas.
Desconocemos el tipo de cubierta, aunque parece
lógico pensar en abovedamientos similares a los de Santiago del Burgo, con la
que guarda estrecho parentesco; tampoco sabemos cómo era la estructura de la
torre, aunque dadas las reiteradas reformas acometidas en ella y las
reconstrucciones miméticas llevadas a cabo en la parte de la cabecera, cabe
suponer que ya desde el principio tuviera la misma ubicación actual y un
formato similar, más aún dada la proximidad de la muralla en ese lado.
Las incontables intervenciones en la fábrica
han acabado eliminando mucho de la estructura original y así, desde nuestro
punto de vista y resumiendo una argumentación que sería demasiado extensa para
exponer aquí, del templo románico quedan fundamentalmente las fachadas norte y
sur.
En la meridional se conserva prácticamente
completo el absidiolo correspondiente, la escalera de caracol cuadrangular y el
resto del paramento hasta el ángulo suroeste, incluyendo la torrecilla
poligonal.
En el muro norte se conservaría la portada y el
paramento exterior del tercer tramo, aunque los contrafuertes son de recientes
restauraciones, mientras que en el interior los muros románicos están muy
destruidos por distintas reformas del siglo XVI y por la del siglo XVIII.
De la cabecera creo que original sólo queda el
citado absidiolo sur, siendo el mayor-incluida la torre- y el septentrional
reconstrucciones completas llevadas a cabo en la obra de 1564, aunque con la
misma intención imitadora de lo anterior que también se asumió respecto a la
intervención de Gil de Hontañón.
Documentado está que en esas fechas se realiza
el formero del lado del evangelio, a imagen del de la epístola, realizado
algunas décadas antes por aquel arquitecto, aunque entre estas modificaciones
sobrevive parte de lo que fue el primitivo arco triunfal de la capilla mayor
románica y los lados vecinos de las menores.
Finalmente el hastial original ha desaparecido
por completo, tanto en el interior como en el exterior, primero por la
construcción de la portada gótica, con el gran ventanal sobre ella y después
por las modificaciones barrocas en los hastiales de las naves laterales. Aún
así exteriormente los volúmenes son muy similares a los que tuvo el templo
románico original. Sabido esto nos centraremos en el análisis de los restos supervivientes.
Comenzando por lo que queda del arco triunfal
mayor, se aprecian las semicolumnas adosadas a pilares cuadrangulares, un
esquema que seguían también los triunfales de los absidiolos, aunque en el de
la epístola sólo queda el cuerpo del pilar norte y en el del evangelio el pilar
y la semicolumna meridionales.
El absidiolo de la epístola conserva
prácticamente toda su estructura románica, a excepción de la cubierta, que fue
elevada y renovada. Exteriormente presenta someros contrafuertes en los
extremos de los muros y en el testero se aprecia la primitiva altura con
vertiente a un agua y un ventanal compuesto por saetera abocinada enmarcada por
arco de grueso bocel entre mediascañas y chambrana de nacela, con dos
columnillas que sostienen capiteles de acantos de fina y profusa labra, con
cimacios también de acantos que se prolongan en imposta por el testero. La fina
talla de estos elementos, muy superior a la que se puede ver en el resto del
edificio nos recuerda al delicado trabajo escultórico de San Vicente y tal
diferencia hizo dudar a Álvaro Ávila de la Torre de la autenticidad del
ventanal, dado que además no aparecía en los planos de restauración de 1979.
Sin embargo y a pesar de que parte de la ventana sí está reconstruida, los
elementos decorados creemos que son auténticos -e incluso los cimacios están parcialmente
rotos-, pues precisamente si algo no sorprende en la construcción románica es
la presencia en un mismo edificio de escultores de muy distinta pericia y
formación.
La fachada sur de este absidiolo muestra la
piedra muy renovada ya que aquí hubo adosada una estancia de la que se conserva
una esquina y una puerta cegada y que tuvo más o menos unas dimensiones
similares al semisótano que hoy alberga la calefacción. La imposta que recorría
el paramento fue mutilada y todo el pretendido alero románico es completamente
nuevo, salvo el canecillo más occidental, muy mutilado pero que parece ser
igual a las copias modernas, de forma troncopiramidal invertida, de lados curvados
y con cuatro hojitas lanceoladas planas.
En cuanto a la ventana, aunque muy restaurada,
es también románica, con saetera (nueva por completo) y doble arco cuyas
dovelas están recorridas por el mismo motivo de molduras en zigzag, formadas
por nacela rellena de botones flanqueada por medios boceles, decoración que se
repite tanto en el frente como en el intradós.
La chambrana ha desaparecido y los dos
capiteles derechos, muy erosionados, son de acantos, con fustes y basas nuevas,
al igual que todo el conjunto de soportes del otro lado. Creemos que muy
acertadamente Á. Ávila pone en relación la decoración de las dovelas con una
jamba del castillo conservada en el Museo de Zamora, o con la que aparece en los
ábsides de la benaventana Santa María del Azogue, aunque en realidad la
conexión deriva aún más hacia el norte, hasta la colegiata leonesa de Arbas del
Puerto y de aquí a algunos templos asturianos como el de Santa Eulalia de Ujo.
En el interior este absidiolo está bastante más
alterado, cubierto por bóveda de terceletes que probablemente sustituya a otra
anterior de cañón de la que sólo quedan leves testimonios en el muro sur de una
imposta que le serviría de base. Los paramentos e incluso la ventana de
mediodía están también muy renovados.
El paso de la cabecera a la nave se hace en
esta fachada meridional mediando un cuerpo cuadrangular en cuyo interior se
dispone una escalera de caracol -de bastante menor tamaño- y la chimenea de la
calefacción, trazada rompiendo el muro. No está muy clara su función, sí tenía
utilidad en sí misma o si simplemente era una subida a la torre, como ocurre
ahora, aunque en todo caso parece desmochada y el remate se hace con piedra
nueva. Es muy maciza, con una pequeña saetera y con una imposta rompiendo la verticalidad,
situada a la altura del alero y moldurada con listel, nacela y bocel. Conserva
dos canzorros situados a la misma altura de los que aparecen en toda la fachada
meridional, los que sin duda soportaban un pórtico de difícil precisión
cronológica; en el lado sur tiene además un arcosolio funerario, de medio
punto, muy restaurado, pero probablemente también contemporáneo de la
construcción.
La fachada meridional del cuerpo de naves es lo
mejor conservado del templo románico. En el interior aparece perfectamente
dividida en tres tramos por semicolumnas adosadas a pilastras y dispuestas a un
lado y otro de la portada, con basas sobre podium y plinto y con capiteles
decorados con doble hilera de crochets bajo cimacios moldurados con listel,
caveto y bocel -verdaderamente típico de las iglesias románicas de la capital
prolongándose en impostas que recorren todo el muro. Sobre estos capiteles cabe
decir que tienen un formato ancho y bajo, algo que será característico de estas
piezas en época gótica, lo que quizá sea un dato a tener en cuenta.
En el primer tramo de la nave aparece una
ventana, abocinada hacia el interior, donde está enmarcada por un arco de
dovelas lisas sobre columnillas con capiteles vegetales, de hojas lisas y
carnosas que se enrollan en la parte superior y con cimacios que enlazan con la
imposta descrita. Exteriormente el enmarcamiento de la saetera se hace con arco
doble y chambrana, de profusa molduración a base de boceles y mediascañas, con
cuatro columnillas cuyos capiteles muestran hojas lanceoladas dispuestas en dos
alturas, cuyos extremos se enrollan o simplemente vuelven, mostrando alguno de
ellos labor de trépano, unas piezas que ya Á. Ávila relaciona con Santiago del
Burgo o con San Esteban. Por su parte los cimacios, derramados hacia el
exterior, son de la moldura habitual.
Toda esta fachada conserva el alero románico,
con cornisa como las impostas descritas y con un conjunto de canecillos muy
erosionados entre los que dominan inequívocamente los de cuatro hojitas lisas
lanceoladas, junto a alguno de forma similar, aunque rematados en dos bolas,
unos y otros repetidos hasta la saciedad en las iglesias de la capital. Por
encima de esta cornisa hay dos hileras de sillares que nos parecen originales y
que formarían un parapeto defensivo, una especie de adarve que uniría la escalera
de caracol cuadrangular situada hacia el este, con la otra, de planta
poligonal, situada en el extremo oeste y que seguramente confirieron a esta
iglesia, ya desde su fundación, un carácter defensivo, más aún si tenemos en
cuenta su proximidad a una de las puertas de la muralla y la mención de la
"atalaya" en la documentación de comienzos del siglo XVI.
Portada sur (ss. XII-XIII). Principal
portada de la iglesia con arquivoltas bellamente decoradas. El rosetón situado
en la parte superior, de tipología rueda de carro, añade elegancia a esta
fachada románica.
La portada se halla en el centro del muro, en
un grueso cuerpo que se corresponde con el segundo tramo de la nave y que
avanza sobre el primero y el tercero. Está flanqueada por dos semicolumnas, con
podium de arquillos ciegos -o triglifos- como los que aparecen en San Ildefonso
o en la catedralicia Puerta del Obispo. Los capiteles están muy erosionados,
especialmente el occidental, donde parecen reconocerse algunas formas
ondulantes. El oriental tiene una especie de dos bandas cruzadas rematada en
bolas.
La portada consta de tres arcos de medio punto,
el interior decorado en el frente con casetones cuadrangulares rellenos de
hojas dentadas en disposición perimetral, con roseta central, mientras que el
paso hacia la segunda arquivolta se hace mediante un estrecho filete que
recorre el ángulo y se decora con pequeñas cuatripétalas lanceoladas. Los dos
potentes arcos exteriores se decoran a base de casetones cuadrangulares
rellenos de una especie de flor de cardo, con ocho hojas y roseta central, un
motivo casi más propio de época barroca que de la románica y que se dispone
tanto en el frente como en el intradós.
La chambrana es de listel y nacela y en cuanto
a los apoyos, salvo el arco de ingreso, que lo hace sobre jambas simples, con
basamento de arquillos o triglifos y capitel cuadrangular de pencas, con ábaco
de tacos, los demás lo hacen sobre grupos de tres columnillas con el mismo tipo
de podium e igualmente con capiteles de pencas y tacos, aunque los fustes
ocasionalmente están recorridos por molduras helicoidales o por otras en zigzag
horizontal, e incluso con algún pequeño detalle vegetal. Los cimacios repiten
de nuevo el mismo esquema de listel, caveto y bocel y en el más occidental
aparece una inscripción en dos renglones, hecha con letra carolina cuya
cronología creemos que es del siglo XIII. Su lectura es la que sigue:
HIC EST MARINA FERNA(n)DI FILIA
FERNA(n)DI CAPITIS ET ... DESEI(us) PAT(er) ET
MAT(er) ET VIR EI(us)
Que se interpreta como: "Aquí está
Marina Fernández, hija de Fernando Cabeza y ... La anhelan su padre, su madre y
su esposo". No llegamos a leer el nombre de la madre, que figuraría
sin el apellido, a juzgar por el espacio. En todo caso por algunos trazos
pudiera ser el de María. Otra duda distinta se refiere al nombre del padre,
sobre el que cabe preguntarse si no fuera quizás el Fernando Fernández que
aparece como tenente en Zamora en el año 1205, el mismo que, titulado conde,
junto con su esposa, llamada precisamente María, y con la condesa Estefanía,
hacia 1201-1203, hacen una serie de donaciones al monasterio de Moreruela para
la construcción de su iglesia. Tal hipótesis se fundamenta en la posibilidad de
que el apellido Capitis pudiera ser más bien el atributo de un rango principal.
Capiteles de la portada románica
Capiteles de la portada románica
Sobre la portada se halla un rosetón -casi un
cilindro, dado el espesor del muro-, idéntico en el interior y en el exterior,
con tracería de ocho arquillos de medio punto dispuestos radialmente, con
aristas perladas y columnillas rematadas en capiteles vegetales de variada
composición: hojas lanceoladas, hojas enrolladas, vueltas y alguno de ellos con
pencas similares a las de la portada. El centro lo ocupa una cruz patada
decorada con hojas planas y nervadas.
El tercer tramo de la nave es macizo, con los
paramentos muy renovados y con una sencilla saetera, también muy restaurada
pero de traza original. En el interior de la iglesia aparecen dos arcosolios
funerarios creo que igualmente originales.
Esta fachada remata en su extremo occidental en
un cuerpo poligonal en cuyo interior se aloja una escalera de caracol que sale
al adarve que recorre toda la fachada. A partir de esta altura la torre
continúa en alzado, aunque es ya más estrecha, con las últimas hiladas
reconstruidas en las restauraciones últimas. El problema que plantea es su
funcionalidad, aunque creemos que sin duda está relacionada con la función de
fortaleza del templo que antes apuntaba. Su forma y el enlace con la otra
torrecilla así parecen confirmarlo y su cronología románica nos parece fuera de
duda, aunque hemos de reconocer que la imposta central es una reforma gótica,
momento en que se deben alterar los paramentos inferiores, construyéndose quizá
también entonces el arcosolio que se abre en su lado oeste.
El hastial fue muy transformado ya a finales
del siglo XIII o incluso en el XIV, cuando se abrió -o sustituyó- la puerta
occidental. Si algo original quedó de época románica desapareció al modificarse
este sector en época barroca y más recientemente con las últimas restauraciones
que eliminaron los añadidos del siglo XVIII.
El muro norte, como ya dije, conserva menos
restos, que corresponden al machón noreste interior, el entorno de la portada y
el paramento exterior del tercer tramo. En el primer tramo, salvo el citado
machón, el interior fue destruido para abrir en 1597 la capilla de Nuestra
Señora de la Soledad -ya desaparecida- y el exterior es un forro hecho durante
las restauraciones, añadiéndose entonces también los tres primeros
contrafuertes. En el segundo tramo se halla otra portada románica, alterada en
el interior para abrir en 1585 la capilla de la Consolación, también
desaparecida, con un cerramiento moderno. También en el interior esta portada
aparece flanqueada por pilastras con semicolumnas, aunque la oriental ha sido
mutilada, conservando la occidental el capitel decorado a base de hojas lisas,
planas y estrechas, que se entrecruzan y acogen bolas en su parte superior.
En el exterior este segundo tramo avanza muy
ligeramente sobre el paramento y la portada es mucho más simple que la
principal, con arco de medio punto, doblado, decorado con molduras de boceles y
mediascañas y trasdosado con chambrana de nacela. Los cuatro capiteles que
decoran las columnas acodilladas son de cestas lisas rematadas en tacos, aunque
uno de ellos es nuevo. En el centro se ha colocado una clave de bóveda con la
representación de un Agnus Dei y junto a la jamba oriental se llegan a ver restos
de una inscripción que presumimos funeraria, con parte de dos borrosas líneas,
en la inferior de las cuales creemos leer algunas letras: ... [F]AMV[LVS]
[D]EI, aunque también pudiera estar en femenino.
Otro óculo da luz al interior desde este lado,
también sobre la portada, con círculo central a partir del que se forma una
especie de estrella de seis brazos hexagonales. El círculo aparece decorado con
hojitas y los brazos con rosetillas de tres gajos, dando lugar todo a un tipo
prácticamente idéntico al que lucen las dos fachadas de Santiago del Burgo y
muy especialmente al que porta el testero de la nave de Sancti Spiritus.
En cuanto al tercer tramo el paramento interior
cuenta con una hornacina o arcosolio que creemos abierto en el siglo XVI y el
resto corresponde a reformas barrocas y restauraciones. Al exterior se conserva
en buena parte el paramento románico, incluyendo un arcosolio y el contrafuerte
del extremo oeste, cuya existencia hace pensar en que los otros tres, aunque
reconstrucciones modernas, ya existieran en época románica, como sucede en
Santiago del Burgo. Finalmente se conserva también buena parte del alero antiguo,
con canecillos generalmente de cuatro hojas lanceoladas, aunque también hay una
cabecita monstruosa leonina.
En las distintas reformas llevadas a cabo en
este templo han aparecido algunos elementos arquitectónicos o escultóricos
medievales entre los que destaca una pieza con dos capitelillos con cestas casi
lisas, con caulículos. Seguramente corresponda a un arcosolio funerario
románico.
Otras dos inscripciones se conservan en el
templo, ambas de época gótica, una fragmentada y descontextualizada,
seguramente del siglo XIV, y otra funeraria, empotrada en el muro de la
epístola y perteneciente a una doña Estefanía, fallecida en 1262 (era Mece).
En conclusión podemos decir que, a pesar de lo
mutilada que se conserva la iglesia románica de San Juan de Puerta Nueva, es un
interesante y particular ejemplo del románico de la capital, respondiendo a un
tipo de planta muy reproducida en Zamora y con numerosos parentescos con otros
edificios capitalinos, manifestados a través de los típicos canecillos de hojas
lanceoladas, las molduras de listel, nacela y bocel de las impostas y cimacios,
o las de bocel entre medias cañas que aparecen en el dovelaje de la portada
norte, además de por los rosetones o por los capiteles de pencas. Sin ser
prolijos ni reiterativos recordaremos que veíamos conexiones con San Vicente en
el ventanal del testero del absidiolo sur, con el castillo en la decoración del
ventanal sur del mismo ábsidiolo, pero también con la Puerta del Obispo de la
catedral o con San lldefonso en los capiteles de pencas o en los basamentos de
la portada norte, una portada que si tiene algo auténticamente personal es su
dovelaje. Pero sin duda la conexión más estrecha es con Sancti Spiritus, con
San Esteban y sobre todo con Santiago del Burgo, tanto en lo que se refiere a
planta como a alzados como a decoraciones, compartiendo a veces incluso un
mismo modelo de óculo. Son todos éstos unos edificios levantados en los años
finales del siglo XII, rozando o traspasando incluso la fecha de 1200, dentro
de la euforia constructiva que inunda la capital. La particularidad de San Juan
de Puerta Nueva es que en estos mismos momentos se le dota de unas cualidades
de fortificación -quizá por su proximidad a la muralla- que en el resto de los
templos no existe o al menos no es tan evidente.
Iglesia de San Isidoro
Está situada en torno al parque del castillo,
muy cerca de la catedral y del Postigo Viejo o Portillo de la Traición.
Su existencia está documentada desde la segunda
mitad del siglo Xll, figurando su nombre como locativo de algunos personajes de
la época. En 1178 aparece como confirmante de una carta de vasallaje un tal
Petrus Franco de sancti Isidori y algunos años después, en 1200, un testigo se
hace llamar Marcus Sancti Ysidori.
Fernández Duro, sin citar la fuente, y otros
eruditos que le siguieron después, afirmaron que esta iglesia había sido
fundada por doña Sancha, hermana de Alfonso VII. La tradición dice que tal
hecho había tenido lugar a raíz del traslado de las reliquias del santo
sevillano a León y de su paso por la ciudad de Zamora. Esta creencia popular
estaba tan arraigada que incluso se pensaba que el sepulcro románico custodiado
en su interior, y del que luego trataremos, correspondía a tal dama.
El templo que hoy podemos contemplar es una
construcción de sillería arenisca que consta de cabecera cuadrada y una nave
rectangular de tres tramos con espadaña a los pies.
En cada lado de la cabecera se abren dos
ventanas abocinadas con arcos de medio punto sustentados por columnillas de
fuste liso y capiteles decorados con hojas rematadas en volutas y bolas. Las
dos que se abrían en el testero se cegaron en 1791 cuando Martín de Barda
construyó el templete para el camarín de la Virgen del Carmen. Se remata el
muro con una cornisa soportada por canecillos lisos de nacela y de proa de
barco. El alero fue recrecido en 1620 cuando se h izo la bóveda de la capilla
mayor.
Cabecera
Los muros de la nave se articulan en tres paños
separados por contrafuertes prismáticos que llegan hasta la cornisa. En cada
uno de estos sectores se abre una ventana formada por un arco de medio punto
soportado por una pareja de columnillas con capiteles vegetales que adoptan
distintas formas (hojas planas que se vuelven en el tercio superior, hojas
acogiendo bolas, tallos entrelazados, etc.).
En el centro de la fachada meridional se abre
la portada principal, formada por cuatro arquivoltas apuntadas con boceles y
mediascañas que apoyan sobre una línea de imposta lisa. Por encima de la puerta
y a lo largo de todo el muro se distribuyen los canzorros que soportaron la
techumbre de un primitivo pórtico ya desaparecido que debió quedar inutilizado
cuando se construyeron las dependencias que se adosaron después en este lado y
que fueron desmontadas hace algunas décadas. Bajo uno de esos canzorros asoma
el busto de un personaje que guarda cierta semejanza tipológica con el que
aparece en la Portada del Obispo de la seo zamorana y con algunos ejemplares
gallegos (transepto de la catedral de Orense) y portugueses (fachada occidental
de la iglesia de San Salvador de Paco de Sousa en Penafiel-Porto).
La cornisa en este lado está soportada por
canecillos de nacela y otros troncopiramidales con hojas lanceoladas, de
esquema típicamente zamorano (catedral, San Ildefonso, Santa María de la Harta,
San Juan de Puerta Nueva, Santo Sepulcro, San Leonardo, etc.) y que vemos
también en algunos monumentos sorianos, como San Juan de Duero y la ermita de
la Virgen de Olmacedo en Valdenebro.
A ambos extremos de esta fachada meridional se
abren dos parejas de arcosolios funerarios sin inscripción, salvo uno del lado
más occidental en el que sólo acertamos a leer:
HIC IACET [.....MCCXXX [ ... ).
La fachada septentrional ofrece un aspecto más
sólido con sus muros perforados únicamente por estrechas saeteras. En el centro
se abre también una portada, en este caso con un arco de ingreso de medio punto
y dos arquivoltas de boceles entre mediascañas. A su izquierda hay otro
arcosolio apuntado sin ninguna decoración. En el remate del muro se observa una
clara diferencia respecto a la fachada sur que hace pensar en una dualidad de
campañas constructivas o en la intervención de dos talleres con recursos estilísticos
muy distintos. En efecto, coronando este muro se dispone una cornisa de tacos
soportada por canecillos decorados con rollos, bolas, motivos geométricos,
zoomorfos y algunos personajes en diferentes posturas (en cuclillas y con los
brazos levantados, haciendo muecas, en actitud obscena, etc.) que nada tienen
que ver con los descritos anteriormente. Éstos denotan un estilo más arcaico
que recuerda los modelos de mediados del siglo XII, al igual que el trazado de
la propia portada.
Sin embargo, las soluciones empleadas en el
lado sur parecen más propias de un taller más vanguardista que aprovecha los
esquemas que se están llevando a cabo en las iglesias construidas en la ciudad
a finales del siglo XII y principios del XIII.
El hastial de poniente está flanqueado por dos
contrafuertes en las esquinas. Está perforado por un sencillo óculo y sobre él
se eleva una espadaña construida en 1801 por el arquitecto Manuel Sipos.
El interior del templo fue objeto de una
profunda reforma llevada a cabo en los siglos XVII y XVIII. A la cabecera se
accede por un arco triunfal, apuntado y doblado, que apoya sobre columnas con
capiteles almenados del mismo tipo que los de la catedral. Se cubre este
espacio con una bóveda de yeserías realizada en 1620 por Diego Hermosilla. La
nave también experimentó un cambio al construirse en 1775 las bóvedas de
lunetas que la cubren.
En el presbiterio se descubrió hace algunos
años una lápida sepulcral (50 X 35 cm) fechada en 1368 con la siguiente
inscripción:
AQ(v)I: IAS(e: FERNA(n) : GOM EZ: (
e)SCVDERO: FIJO: DE: GOMEZ: FERNANDEZ: CAVALLERO: Q(ue) : DIOS PE(r)DONE: E:
MORAVA: A: SAN: YS[)RO: E : FINO : IVEVES: 11: DIAS: DEL: MES: DE: MAR<;:O:
E(ra): DE: MIL: E: cccc : E: VI: ANOS.
En el mismo presbiterio, pero en el lado del
evangelio, hay un sepulcro formado por un dintel decorado con cuatro arcos
tetralobulados bajo los que se disponen toscos relieves en los que se
representa a dos ángeles turiferarios -de evidente significación funeraria-,
dos aves afrontadas y dos leones en similar actitud. El dintel descansa sobre
dos bloques prismáticos jalonados cada uno por cinco columnillas con capiteles
vegetales de hojas muy esquemáticas y geometrizadas, de indudable sabor
goticista.
El recuerdo del sepulcro de la Magdalena es
evidente, sobre todo en la decoración del dintel, donde se repiten algunos de
los motivos que aparecen en el dosel de aquél. A pesar de esta relación, hay
que señalar que el lucillo de San Isidoro es obra de un taller más popular y
con escasos recursos técnicos, cuyo estilo revela una cronología tardía que
puede rondar el segundo cuarto del siglo Xlll.
La tradición ha asignado este monumento
funerario a doña Sancha a la que como ya hemos indicado se relaciona también
con la fundación del templo. Sin embargo, hoy sabemos que los restos de la
infanta reposan en el panteón de San Isidoro de León, por lo que tal atribución
carece de sentido.
Iglesia de Santa María Magdalena
La iglesia de Santa maría Magdalena de Zamora
se sitúa al pie del "carral mayor", actual rúa de los Francos,
la principal arteria del primer recinto murado de Zamora que enlazaba el núcleo
del castillo y la catedral con la Puerta Nueva, a cuya vera se alzan también
los templos de San Pedro y San Ildefonso y San Juan de Puerta Nueva.
En el documento de donación de 1157 otorgado
por doña Sancha, hermana de Alfonso VII, a la catedral de Zamora, aparece
citada una corte in Sancta Maria Magdalena entre las heredades de la
iglesia de San Miguel de Mercadillo, que era el objeto de la cesión al cabildo
zamorano. También se la cita en el fuero y en un testamento de 1217, que toma
como referencia al templo (propre ecclesia Sancta Maria Magdalena). El
origen de Santa María Magdalena está envuelto en un fastidioso vacío
documental, al que posiblemente no sea ajena la desgraciada suerte de los
archivos hospitalarios de Santa María de la Horta y Consuegra. No contamos con
testimonio cierto hasta bien entrado el siglo XIII, en el testamento de Gira!
Fuchel (ca. 1204-1218), quien destina una de sus mandas a la obra de santa
Maria Magdalena, y las referencias no son explícitas sobre su pertenencia al
Hospital hasta 1248, cuando en un documento de donación a la Orden de San Juan
firmado en Benavente, aparece como presente un "don Diego, comendador
de Sancta Maria Magddalena" (C. de Ayala Martínez (comp.), 1995, doc.
304). En 1263, es Pelayo Rodríguez, rector de la iglesia de Santa María
Magdalena de Zamora, de la Orden del Hospital, quien ratifica con su firma
sendas copias de 121 O y 1211 en las que Alfonso IX dona al obispo zamorano
Martín la iglesia de Santa María y el castillo de Belver de los Montes. Frey
Ruy Fernández aparece como comendador de Santa María Magdalena en otro
documento de 1272. En 1282, el prior del Hospital en Castilla y León, fray Juan
Yanes, acuerda con el obispo Suero sobre la provisión de rector para Santa
María de la Harta, iglesia también sanjuanista, de un sacristán de misa y de un
monaguillo. Fue presentado fray Juan Fernández para cura de almas de la misma,
aceptado por el obispo e instituido por Pedro Anáez, arcediano de Zamora.
Establecen la dotación de dicha iglesia, la congrua y la administración de sus
propiedades. El documento fue expedido en Zamora a petición de Pedro Fernández,
comendador de la bailía "de la Puente" y teniente del prior de
la orden y en él se atestigua un uso parroquial para la iglesia de la Harta,
uso del que parece careció La Magdalena. Unos años después, en 1293, el
caballero Alfonso Móniz donó al deán Alfonso Pérez y al cabildo cuatro pares de
casas en Santa Lucía, sitas en la calleja de Fernán Martínez, lindando con
otras de la iglesia de Santa Lucía, y recibió a cambio tres pares de casas y un
corral en Santa María Magdalena, sitas en la calleja de los caldereros,
lindando con casas del caballero. En 1400, el Cabildo dio a censo a Esteban
Rodríguez de Aspariegos unas casas en la colación de Santa María Magdalena, en
la calle de Aruosa, cerca de la iglesia de San Pedro, lindantes con casas de
las partes, por tres vidas con el cargo de 13 O maravedís. Ya en 1508, Bernardo
Rodríguez, canónigo y racionero, denuncia ante el cabildo a Juan Fernández,
capellán del número y abad de la Cofradía de los Ciento, por su comportamiento
soberbio y prepotente acaecido el sábado día 4 de marzo en la iglesia de La
Magdalena cuando celebraba un aniversario y no permitió concelebrar con él a
Alonso de la Carrera y Juan de Rozas, racioneros y miembros de dicha cofradía.
Pese a lo tangencial de estos datos, todo
parece indicar una pertenencia de este templo, posiblemente desde su
construcción, a la Orden de San Juan de Jerusalén, quizá con un eventual
carácter de iglesia concejil, como señala Armando Represa. Aparece citada la
iglesia en el texto del Fuero de Zamora, donde se dice que al hombre que
hubiese sido herido por otro "le venga fazer derecho al tercer día a la
hora de la tercia a Sancta María Magdalena, al portal de la carrera".
En cualquier caso, bajo tutela de los sanjuanistas continuó hasta finales del
siglo XIX, incluso tras la desamortización de 18 35, como prueban las dos
inscripciones de las recolocadas campanas. Una de ellas, datada en 1815,
muestra la leyenda: HIZOSE SIENDO PRIOR FREI D(o)N JAZ(in)TO DE COLSA y A
ESPENSAS DE su SAGRADA RELIG(ió)N DE s(a)N JUAN. La otra, dedicada a san
Juan y datada en 1872, reza PRADANOS ME HIZO SIENDO PRIOR DON SERAPIO
HERRERO. Tras la desamortización, los feligreses de La Magdalena se
incorporaron a las parroquias próximas de San Cipriano y San Ildefonso,
quedando cerrado el templo, que fue solicitado para diversos usos, tales como
lugar de reunión de la Milicia Nacional o Museo Provincial de Antigüedades
cristianas. Finalmente, con la supresión de los prioratos de jurisdicción de
las órdenes militares, en 1874, los fieles y parroquias de éstos en Zamora
pasaron bajo dependencia episcopal.
Ya en el siglo XX se produjo la instalación de
la comunidad de Siervas de María que actualmente ocupa las dependencias anejas
al templo y se encarga de su mantenimiento.
La iglesia de Santa María Magdalena es un
soberbio edificio de planta basilical, de nave única dividida en tres tramos de
igual longitud y coronada por cabecera compuesta de tramo recto presbiterial y
ábside semicircular levemente prolongado al interior, con torre adosada hacia
el ángulo noroeste del hastial occidental. Posee tres portadas, una en el
citado hastial occidental y otras dos, de mayor desarrollo, abiertas en los
muros meridional y septentrional del tramo central de la nave.
El conjunto se levantó en sillería con la
característica arenisca local de la capital zamorana (impropiamente denominada
pudinga zamorana), reservándose la piedra de mejor calidad para la cabecera, en
la que son bien visibles las marcas de hacha de la labra, los signos lapidarios
y las marcas de colocación, como inmediatamente veremos.
En un primer análisis, la arquitectura de este
edificio sorprende tanto por la originalidad de algunos de sus recursos
decorativos como por los riesgos que asume su traza, que llevaron a
Gómez-Moreno a tildarla de torpe al compararla con la de Santa María de la
Horta, iglesia con la que la parangona. El autor del Catálogo Monumental
diferencia, no obstante, la "elegancia, sobriedad y buenas proporciones"
de la cabecera, a la que considera obra de un maestro más arcaizante, de la
concepción harto osada de la nave, fundamentalmente en cuanto a sus
proporciones. Del análisis murario se desprende, no obstante, que el templo fue
levantado en una sola campaña constructiva, posiblemente a caballo entre los
siglos XII y XIII.
Cabecera de la románica Iglesia de
Santa María Magdalena de finales de XII y principios del XIII. Destaca su
altura e influencia del románico francés.
El esbelto ábside se eleva sobre un zócalo
moldurado con un fino bocel, profundamente restaurado a juzgar por el grabado
de Parcerisa y fotografías antiguas. El tambor aparece dividido verticalmente
en tres paños por cuatro semicolumnas adosadas, sobre zócalos y finos plintos,
cuyos capiteles alcanzan la cornisa.
Otras finas columnillas se acodan en la unión
del ábside con el presbiterio. Las basas de estas columnas presentan perfil
ático de toro inferior aplastado y lengüetas, de fina ejecución aunque
seguramente fruto de una moderna restauración. Horizontalmente, dos impostas
molduradas con bocelillos y mediascañas dividen en tres pisos el tambor
absidal. La primera corre bajo el cuerpo de ventanas, invadiendo las
semicolumnas, mientras la superior, que prolonga los cimacios de aquéllas, se
interrumpe en las semicolumnas, disposición que se repite en el interior del
hemiciclo.
En cada lienzo del ábside se dispusieron
ventanas de arco de medio punto sobre columnas acodilladas, siendo ciegas y
ornamentales las laterales y sólo albergando una saetera la del eje. Los
capiteles de estas ventanas son vegetales, con dos pisos de hojas lisas de
puntas vueltas, algunas de nervio central perlado y hojas superiores rematadas
en volutas y crochets. El capitel del lado izquierdo de la ventana central se
decora con dos niveles de hojas de acanto de bordes y puntas rizadas, muy
similares a los interiores de la portada septentrional.
La cornisa del hemiciclo absidal, con perfil de
bocelillo y nacela, es sustentada por la serie de canes, decorados con dos y
cuatro rollos, motivos vegetales de crochets, entrelazas y prótomos de felinos.
Los canes del sector septentrional del hemiciclo son de simple nacela.
Igualmente soportan la cornisa los cuatro capiteles de las semicolumnas, todos
vegetales con hojas y crochets.
La articulación del paramento interno del
ábside repite el esquema exterior, con los dos niveles de imposta, las
semicolumnas que determinan tres calles y las ventanas, decorativas y ciegas
las laterales y con vano rasgado la central, fuertemente abocinada hacia el
interior. Sin embargo, el piso inferior, sobre el banco corrido moldurado con
un grueso bocel, se articula con tres series de dos hornacinas cóncavas que
aligeran el potente muro del hemiciclo, dando lugar a un paramento
polilobulado. Estas exedras adinteladas constituyen otra de las peculiaridades
del templo, copiada en la iglesia portuguesa de Sao Pedro de Ferreira y quizá
relacionables con las de los ábsides de Santa María de Arbas del Puerto (León)
o San Juan de Amandi, en Asturias.
Como pudo atestiguarse durante una reciente
restauración, la cubierta externa del ábside fue originalmente de lajas de
piedra, sustituida en época imprecisa por la actual de teja curva. El hemiciclo
se cubre con una bóveda de horno reforzada por cuatro gruesos nervios que
confluyen en una interesante clave, situada junto al arco toral y decorada con
un florón. La corona vegetal de hojas nervadas y carnosas de puntas vueltas y
saliente botón central de esta clave es relacionada por Henri Pradalier con las
de las colaterales de la catedral de Salamanca, dando el autor francés
anterioridad a la obra zamorana. Otra de las peculiaridades del ábside de La
Magdalena radica en la planta interior del hemiciclo, de semicírculo levemente
prolongado que en altura da la sensación de ultrapasada que en cierta manera
impone la disposición de los nervios del cascarón absidal. La escultura de los
capiteles de las semicolumnas interiores y las ventanas del ábside repite los
esquemas vegetales visto en el exterior.
El arco triunfal que da paso a la capilla, de
trazado también levemente ultrasemicircular, está doblado hacia la nave por
otro moldurado con un bocel entre mediascañas que recae en dos
capiteles-ménsula lisos. El arco en sí reposa en un responsión fasciculado con
seis finos fustes y sendas columnas acodilladas que recogen los nervios
laterales del cascarón absidal, con capiteles de hojas lisas con volutas en las
puntas y finas hojas nervadas entrecruzadas. Una inscripción en caracteres
góticos, hoy desaparecida, recorría la rosca de este arco triunfal, flanqueada
por las armas de los Acuña, con un escudo cuartelado con leones y castillos y
otro con una banda cruzada. Fue recogida por Quadrado (J.M! Quadrado y F. J.
Parcerisa, 1861 (1990), p. 68), quien la transcribe como: "Esta capilla
es del noble cavallero don Juan de Acuña que Dios aya e de la señora doña
Marina Enriques su muger e los que dellos descendieren, la qua! dotó dicha
señora e despues del señor morió último dia de marzo de mil CCCCLXXX".
También la recoge Francisco Antón, quien además publica una fotografía en la
que es aún visible (F. Antón y Casaseca, 1910).
El tramo recto presbiterial se cubre con bóveda
de cañón apuntado, a notable mayor altura que el ábside, lo que permitió abrir
en el testero de aquél un óculo que da luz a la nave. Dos ventanas de arco de
medio punto doblado se abren en los muros norte y sur del presbiterio,
invadiendo parcialmente los riñones de la bóveda.
Da paso al presbiterio un robusto arco apuntado
y doblado que reposa en potentes semicolumnas sobre basamento, cuyas basas
presentan perfil ático de toro inferior achaflanado y con lengüetas, sobre fino
plinto. Sus capiteles son vegetales, decorados con hojas lisas de puntas
vueltas rematadas en volutas y nervio central perlado.
En los paramentos meridional y septentrional
del presbiterio se abren, en el extraordinario grosor del muro, dos estancias
cerradas con bóvedas de cañón de eje paralelo al del templo, de las que sólo la
meridional se conserva intacta. Se accede a ellas por angostos vanos cerrados
con dinteles soportados por mochetas con perfil de nacela. Sus reducidas
dimensiones (1,70 X 1,50 m la meridional y 1,70 X 1,07 la septentrional) y la
presencia de piedras en saledizo como soporte de algún armario de madera nos
hacen pensar en su función como archivo o tesoro. La cámara septentrional
aparece desfigurada al habilitarse como acceso a la sacristía, moderna y
cubierta con cúpula sobre pechinas, que se adosó al norte del presbiterio.
El análisis de la nave nos evidencia los
riesgos que asumió el arquitecto al realizar la traza. Su idea de plantear un
edificio escalonado en altura le llevó a concebir un desmesurado desarrollo
para la nave, sin duda fundamentado en el extraordinario grosor de los muros
(2,20 m) y en los numerosos y potentes contrafuertes escalonados que los ciñen.
Aun así, su planteamiento de cubrirla con una altísima bóveda -supongo que de
cañón apuntado- reforzada por fajones que apean en semicolumnas adosadas,
determinando así tres tramos, no resistió el exceso de altura, lo que motivó su
ruina y su sustitución por una cubierta de madera a dos aguas, la actual de
época reciente.
El empuje de la primitiva estructura y su
desplome dejaron sus huellas en el edificio en forma de muros desalineados y
evidencias de remonte de las partes altas, bajo la línea de la cornisa.
Plausiblemente, en este momento se sustituyó la tipología de las ventanas
originales, conservadas sólo en el muro norte, por la visible en los dos vanos
que flanquean el rosetón en la fachada meridional. Estas dos ventanas son
geminadas, de arcos apuntados con parteluz poligonal con molduraciones góticas
y pequeños óculos circular y triangular, el conjunto rodeado por un arco de
medio punto ornado con un grueso bocel.
Hacia el interior estas ventanas manifiestan el
profundo abocinamiento en su umbral en talud.
El resto de las ventanas presentan una
tipología típicamente románica, con saeteras rodeadas de arcos doblados de
medio punto y columnas acodilladas interior y exteriormente, salvo la del tramo
más oriental de la nave, que carece de ellas. Sus capiteles presentan hojas
lisas lanceoladas rematadas en brotes lobulados y hojas de acusado nervio
central perlado con cogollos. Recorre interiormente los dos primeros tramos del
muro norte una imposta con perfil de nacela que prolonga los cimacios de la
ventana más occidental, interrumpiéndose en el tramo más próximo a la cabecera
y no apareciendo en el interior del hastial y muro sur.
En la actualidad rodean al edificio por el
costado norte las dependencias del convento de las siervas de María, aunque en
lo fundamental podemos observar en esta fachada que, salvo las bien visibles
reparaciones, su aspecto se presenta menos alterado que el muro meridional. La
portada de este lado, que daba al antiguo paseo de San Martín, estuvo
antiguamente tapiada, tal como señala Quadrado y se comprueba en la obra de
Antón, apareciendo ya abierta a principios del siglo XX.
El análisis de su ornamentación nos la pone en
relación con la escultura de la cabecera y baldaquinos.
Se sitúa enfrentada a la meridional alzándose
sobre un basamento corrido, y consta de arco de medio punto y tres arquivoltas,
todas molduradas con bocel entre mediascañas y chambrana de nacela y junquillo.
Apean en tres parejas de columnas acodilladas
en jambas escalonadas de basas restauradas, fustes monolíticos y cimacios
moldurados con el típico perfil zamorano de listel, mediacaña y bocel. Sus
capiteles vegetales, simétricamente colocados, reciben pencas, alargadas y
carnosas hojas de acanto de nervio perlado, puntas vueltas y rizadas que acogen
cogollos, hojas lanceoladas acogolladas y otras con volutas. Su factura
relaciona estas cestas vegetales, sobre todo las interiores, con las de las
ventanas del ábside, y recuerda ejemplos zamoranos tales los visibles en la
portada norte de la colegiata de Toro, portada meridional de San Juan del
Mercado de Benavente, portada sur de la catedral de Ciudad Rodrigo o algunos
fondos vegetales de los capiteles del claustro de la catedral de Salamanca. La
referencia del modelo, a mi juicio, hay que buscarla en la plástica gallega del
último tercio del siglo XII y así, encontramos el esquema en algunos capiteles
de la cripta, tramo más occidental y Pórtico de Santiago de Compostela, y en
sus derivaciones en la portada occidental de San Esteban de Ribas de Miño, la
septentrional de San Juan de Portomarín, etc. Sobre la portada se abre una
ventana de vano rasgado con arco de medio punto con dos boceles entre
mediascañas y chambrana de nacela sobre columnas acodilladas de capiteles
vegetales de hojas acogiendo bolas. En la cornisa de esta fachada observamos
los típicos canes troncopiramidales con hojitas, junto a otros con cabecitas,
motivos geométricos, dos boceles entre mediacaña, entrelazos, etc.
En el hastial occidental, y notablemente
descentrados debido a la presencia de la torre que ocupa la mitad de dicho
frente, se abrió una portada y sobre ella un rosetón de ocho arcos que al
interior se manifiesta como un gran arco de medio punto de alféizar con
pronunciado talud, quizá rehecho. La portada, la más sencilla de las tres que
posee el templo, se abre entre el cuerpo de la torre y el contrafuerte del
ángulo suroccidental, y consta de arco de medio punto ornado con bocel y
arquivolta de dos finos bocelillos entre mediascañas, rodeado con chambrana de
perfil de nacela y listel.
Apean los arcos en jambas lisas con dos
columnas acodilladas de basas restauradas, fustes monolíticos y capiteles
vegetales decorados, el derecho con dos filas de hojas lanceoladas de puntas
vueltas y marcado nervio central perlado, y lisas lanceoladas el derecho, ambos
coronados con volutas. Sus cimacios presentan perfil de filete, mediacaña y
bocel.
La fachada meridional, principal por dar al
carral maior, presenta síntomas de refección en época gótica, principalmente el
alzado, y mantiene los canzorros de un primitivo pórtico de madera hoy
desaparecido. En el tramo central de la nave y enmarcada ente dos contrafuertes
se abre la portada, que horada el potente muro, sobre ella una imposta ornada
con un tallo ondulante del que brotan hojitas lobuladas, vomitado por dos
cabecitas de felino en los extremos, y un rosetón circular exornado por puntas
de clavo y tracería tetralobulada de intradoses decorados con puntas de
diamante.
La portada presenta arco levemente apuntado y
polilobulado con perlas en la arista y rosca decorada con florones, hojas y
tallos entrecruzados, remedo quizás del arco de la portada norte de la
colegiata de Toro -éste, de neto sabor compostelano y orensano- o la norte de
Ciudad Rodrigo, aunque a un similar diseño se corresponde aquí un más seco
tratamiento.
Rodean el arco cuatro arquivoltas y
guardapolvos, apoyando el conjunto en jambas escalonadas con cuatro parejas de
columnas acodilladas sobre altos plintos y basamento, éstos rehechos. La
primera arquivolta se orna con hojas de bordes lobulados y vueltos y grueso
nervio central perlado, salvo la clave, que muestra un sonriente rostro sobre
fondo vegetal y una dovela cercana, figurada con una representación de un abad
u obispo con casulla y mitra, empuñando el báculo en su mano izquierda,
colocado en el sentido longitudinal del arco. En el resto de arquivoltas se
suceden tallos anillados por banda perlada de los que brotan hojas avolutadas
-de idéntico diseño a otros de la primitiva portada exterior del Pórtico de la
Gloria de Santiago, hoy en el Museo de la catedral compostelana-, un friso de
secos acantos de nervio central perlado y un mascarón monstruoso de rasgos
felinos que vomita los tallos trenzados y entrecruzados acogiendo hojitas
lobuladas que ocupan toda la arquivolta externa. Rodea el conjunto una chambrana
ornada con una serie de cabecitas sonrientes entre tallo de ondas del que
brotan hojitas y pámpanos. La inspiración en la última fase románica de
Santiago de Compostela que manifiesta esta portada, creemos que meridiana, se
encuentra pues tamizada por la distancia geográfica, las etapas intermedias y
la parquedad de recursos del estilo de nuestro escultor.
El arco recae en jambas coronadas por relieves
en los que dos parejas de dragones se afrontan comiendo el fruto de una hoja de
palma, a la derecha, y dos dragones opuestos que se enfrentan a las cabezas
monstruosas que rematan las enredadas colas de su oponente.
En los capiteles de las columnas acodilladas
que recogen las arquivoltas se suceden los dragones afrontados, las arpías con
capirote, las masculinas barbadas de cola rematada en brote vegetal o las de
larga cola terminada en cabecita monstruosa sobre fondo de hojas lisas con
crochets, junto a los vegetales de tallos perlados entrelazados y anillados y
los acantos de seca talla, con cogollos anillados en sus puntas y nervios
decorados con zigzag, éstos en todo similares a los de la ventana norte del
tramo occidental de la nave.
El tratamiento de los relieves de esta portada
meridional es, pese a la profusión decorativa que manifiesta, el más rudo y
seco del templo, con una factura casi gotizante que nos hace pensar en un
equipo de tallistas distinto al que ejecuta las esculturas de la cabecera, creo
que en una fecha algo más tardía, por lo que no podemos compartir la pretendida
anterioridad que creía ver aquí Gómez-Moreno (op. cit., pp. 166-167). Los
cimacios, por último, se decoran con friso de hojitas lobuladas y palmetas
entre ellas.
Más tardías aún, plenamente góticas, son las
dos ventanas que dan luz a la nave en su muro meridional, ambas de arco de
medio punto remontado, de vano geminado con dos arcos apuntados y parteluz de
sección poligonal coronado por capitel de hojas rematadas en volutas, sobre el
que se calan dos oculillos.
En el tramo occidental de la nave se abrieron
tres lucillos sepulcrales de arcosolios apuntados y abocetados, aparentemente
contemporáneos de la construcción a tenor de las marcas de cantero, aunque sin
inscripciones identificativas.
En el hastial occidental, al norte, se adosó
una torre de planta rectangular, a cuyo cuerpo alto da acceso, mediante una
puerta abierta en el ángulo noroeste de la nave, una escalera de caracol. La
estructura está actualmente desmochada, siendo su remate fruto de una reciente
restauración que habilitó una espadaña en la que se aprovecharon varias dovelas
de las primitivas troneras, decoradas con un grueso bocel y banda inferior de
zigzag. Mayor interés revisten las dos estancias abovedadas que se suceden en
el cuerpo bajo y medio de la torre, los únicos conservados. A la primera se
accede por un vano adintelado sobre dos mochetas con crochets y a la segunda
desde el coro alto por una puerta de arco de medio punto doblado (ésta recibe
luz de una saetera abocinada al interior). Ambas se abovedan con medio cañón de
eje paralelo al del templo, mostrando abundantes marcas de cantero. Son
similares a las de la torre de Santa María de la Horta.
Otra interesante peculiaridad de Santa María
Magdalena de Zamora radica en la presencia de dos baldaquinos de remate
adintelado en el tramo de nave inmediato a la cabecera. Están parcialmente
embutidos en el muro de la nave, al que adelgazan, dando lugar a las erróneas
lecturas de la planta que interpretan este rebaje como un falso transepto no
manifestado al exterior (Antón, Ramos de Castro, etc.).
La mera contemplación del alzado de la nave
despeja cualquier duda al respecto.
Se cubren los baldaquinos con breves bóvedas de
cañón ceñidas por robustos arcos de medio punto; los interiores, lisos, recaen
en capiteles pinjantes encastrados en el muro y los que se abren a la nave,
moldurados con una mediacaña entre dos boceles, reposan en un capitel pinjante
y una gruesa columna sobre alto basamento. Hacia el oeste, los laterales
presentan remate adintelado, siendo los empujes de la bóveda contrarrestados
mediante aparatosos machones de perfil decreciente en talud y embutidos en el
muro, solución sin duda más efectiva que estética. Son bien perceptibles las
rozas dejadas en el muro por las mesas de altar que se adosaron al mismo en
origen y que interrumpen el banco corrido moldurado que recorre todo el
edificio interiormente.
Los capiteles pinjantes son en ambas
estructuras bastante someros, bien lisos, bien decorados con sencillos crochets
y con un florón en la base de la cesta. Mayor riqueza manifiestan las columnas
exentas, alzadas sobre altos basamentos prismáticos. Presentan basas de fino
toro superior, escocia y toro inferior aplastado con lengüetas, sobre plinto
moldurado con una mediacaña ornada con bolas; los fustes son torsos, el del
lado de la epístola en zigzag y los coronan bellos capiteles vegetales, ambos
de estrechas hojas lanceoladas de nervio central, dobladas las de los ángulos y
rematadas por voluminosos caulículos en el baldaquino norte y por un tallo
ondulante con brotes de hojitas rizadas en el meridional. Los cimacios reciben
pal metas inscritas en clípeos anillados y un friso de acantos entre hojitas
lanceoladas.
No son infrecuentes estos altares laterales
bajo ciborio o baldaquino en el románico soriano, burgalés y catalán, con
ejemplos tan próximos al nuestro como los de Nuestra Señora del Valle de
Monasterio de Rodilla (Burgos), la ermita de los Mártires de Carray, la de San
Mamés de Montenegro de Cameros, Ólvega o San Juan de Duero, en Soria, etc. Su
función, creemos, está ligada a la multiplicación de altares impuesta por los
usos litúrgicos, la misma que explica los altares laterales de los absidiolos
de San Martín de Castañeda. Junto al baldaquino del lado de la epístola
encontramos, además, un pozo abovedado abierto a la nave mediante un arco de
medio punto, contemporáneo a la construcción del templo.
Sobre un regruesamiento del zócalo del muro
norte de la nave, aparentemente contemporáneo de su construcción, se alza un
magnífico monumento funerario, el más notable de Castilla y León junto al
cenotafio de San Vicente de Ávila. Mide 2,21 m de longitud por 0,8 m de anchura
y 1,74 de altura desde el banco corrido. Se compone de una lauda sepulcral de
1,81X0,53 m a doble vertiente, ornada con un fino bocel en el borde y una gran
cruz de tipo procesional, patada y perlada, en el centro.
Posiblemente el elemento artístico más
valioso del interior de la iglesia, destacado en el arte funerario románico
europeo (s. XIII). El esquema compositivo, la perfección de la talla, simbolismo,
empleo del baldaquino, etc. constituyen una joya del románico. Unos ángeles
elevan el alma de una importante ¿dama?. Sobre el personaje, se atribuye a la
iniciativa de Alfonso IX de León de sepultar en Zamora a su
madre, Urraca de Portugal de la Orden de San Juan de Jerusalén.
En torno y sobre el sepulcro se construyó un
soberbio baldaquino arquitrabado sobre cinco columnas, en el fondo del cual se
encastraron tres placas esculpidas en altorrelieve que, junto al capitel que
recoge el arquitrabe, componen una escenificación del tránsito del alma de la
difunta. Ésta aparece representada en el lecho mortuorio, cama de madera de la
que penden las sábanas, apoyando la cabeza en dos cojines y sus pies en otro y
cubriéndose con un cobertor de gruesos pliegues acostados. Viste la dama toca
con barboquejo, calzado puntiagudo, brial de mangas fruncidas y sobreveste,
mostrándose con los brazos extendidos y las palmas hacia abajo.
Flanquean a la figura yacente dos ángeles
turiferarios de acaracolada cabellera, descalzos, ataviados con túnicas y
nimbados, que utilizan sus incensarios mientras señalan con sus índices
extendidos a la representación de la ascensión del alma que se figura,
desbordándolo, en el capitel-ménsula que recoge el dintel central del
baldaquino. Vemos aquí el alma de la difunta en forma de personajillo desnudo,
mostrando las palmas pegadas ante su pecho, que es elevado en un lienzo por dos
ángeles nimbados que surgen de un fondo de ondas en la parte alta del relieve,
al estilo de las composiciones del tímpano de San Vicente y un capitel de la
girola de la seo de Ávila o la Coronación de María del claustro burgalés de
Silos. Aquí ambos alzan sus brazos interiores, reafirmando el sentido
ascensional de la escena.
Por lo que respecta a la estructura
arquitectónica del ciborio, éste se compone de un arquitrabe y crestería con
representaciones arquitectónicas que apoyan en la zona media en un dintel, a su
vez encastrado en el muro y apeado por el capitel-ménsula y la columna central
del frente exterior. También recoge dicho dintel los dos plafones que cierran
interiormente el baldaquino, ornados con casetones gallonados de botón central,
el izquierdo con una alcachofa y el otro con una grana. Los referentes inmediatos
de esta decoración de gallones se encuentran en la Puerta del Obispo de la
catedral y en el coro pétreo de Santiago de Compostela, como luego veremos.
Sobre el arquitrabe, el coronamiento del monumento se compone de cuatro placas
esculpidas, dos en los laterales y dos en el frente, ornadas con arquitecturas
figuradas del tipo de las visibles en el citado coro mateano, en el sepulcro de
San Vicente de Ávila o, con variantes, en los frisos palentinos de Carrión de
los Condes y Moarves de Ojeda, etc., amén de numerosos referentes miniados y
del primer gótico de Ile-de-France, modelo también toscamente copiado en el
sepulcro, ya gótico, de San Isidoro de Zamora.
Se trata de formas acastilladas de remate
escamoso, con ventanitas rasgadas de medio punto, que cobijan arcos
trilobulados de arista con mediacaña y bolas, cuyos timpanillos se decoran con
motivos del Bestiario. Vemos así, en el que mira a los pies del templo, dos
dragones de rasgos caninos, alas replegadas y cola de remate vegetal,
afrontados entrelazando sus cuellos y mordiéndose mutuamente las patas, sobre
un fondo vegetal. En los plafones del frente se figuran, respectivamente, dos
dragones afrontados de largos cuellos entrelazados, que alzan sus patas en una
espléndida y muy lineal composición; sus cabezas son felinas y rugientes, y
vomitan tallos y hojarasca, que igualmente remata sus colas.
En el otro relieve son dos arpías con extraños
capirotes ribeteados con puntos de trépano y colas de gallinácea las que se
afrontan y entrelazan sus cuellos. En el tímpano que mira al altar encontramos
sin duda la más lograda composición, con dos leones pasantes de rizada melena,
afrontados en torno a un tallo vegetal con hojas incurvadas, cuyo aire
orientalizante ha sido frecuentemente referido.
Los relieves arriba descritos apoyan en cinco
columnas, tres exentas en el frente y dos adosadas y acodilladas al interior.
Las primeras se alzan sobre plintos y presentan basas respectivamente de
sección cuadrada, octogonal y circular, variando también la decoración de sus
fustes: estriado y torso con hojitas lobuladas y acorazonadas de nervio central
perlado el izquierdo, acanalado de sección octogonal el central y torso el
derecho.
Las columnas adosadas animan sus fustes con
entorchado y acanalado en zigzag. Sus magníficos capiteles se decoran con
animales fantásticos (de interior a exterior y de izquierda a derecha): dos
aves que picotean los caulículos que rematan las dos coronas de pencas del
fondo; dos arpías encapuchadas de alas explayadas, opuestas y con su cola de
reptil anudada, una masculina con barba de puntas rizadas y la otra femenina,
sobre fondo de hojas lisas y puntas avolutadas y anilladas; cuatro arpías-aves
de alas recogidas y enredadas en un tallo del que brotan hojitas sobre un fondo
de hojas lisas rematadas en caulículos; el excelente relieve del capitel
derecho del frente presenta dos filas de hojas lisas de puntas incurvadas hacia
el sepulcro y dos trasgos afrontados que entrelazan sus largos cuellos y sus
colas, cuyos cuerpos son de ave, con garras de rapaz que asen el astrágalo y
alas replegadas, y sus cabezas de felino, con puntiagudas orejas, abultados
ojos y fauces rugientes, conservando aún esta cesta vestigios de policromía, de
tonos ocres y azules. Finalmente, el capitel acodillado hacia el este se decora
con dos híbridos afrontados compartiendo el pecho, con cuerpo de ave de alas
alternativamente recogidas y explayadas, pezuñas de cabra, larga cola escamosa
de reptil y largos cuellos anillados por una banda perlada rematados por
cabezas felinas de orejas puntiagudas que muerden el ala extendida. Los
cimacios presentan variedad de motivos vegetales de cuidado tratamiento, desde
las simples palmetas, tallos ondulados con brotes, acantos de nervio central
perlado, hojas lanceoladas y otras perladas, de puntas vueltas y lobuladas.
Capitel exterior central del sepulcro
románico de la Iglesia de Santa María Magdalena, Zamora. Arpías
entrelazadas por las colas.
Estilísticamente muy cuidados en acabado y
composición, ciertos rasgos como la caracterización fisionómica de las figuras,
de rostros mofletudos, ojos globulosos y cabellos acaracolados, el detallismo
en la resolución de los híbridos, recurren temen te pareados y enredados y la
profusión decorativa nos ponen en relación esta pieza con la mejor plástica de
finales del siglo XII. Principalmente, las fuentes de inspiración del artista
parecen proceden de Galicia, teniendo como punto de referencia el magnífico coro
pétreo atribuido al maestro Mateo de la catedral de Santiago de Compostela,
disgregado a principios del siglo XVII y ejemplarmente reconstruido en fechas
recientes (R. Yzquierdo Perrín, 1999). Las referencias compostelanas de ésta y
otras creaciones zamoranas ya fueron señaladas por Filgueira Valverde y Ramón
Fernández, y desarrolladas por Pita Andrade, quien con buen criterio
consideraba la catedral románica de Orense como un jalón intermedio de su
expansión hacia León y Castilla. Pradalier veía una "casi total
identidad" entre las figuras humanas del sepulcro zamorano y ciertas
claves de bóveda de la nave decoradas con ángeles y dos capiteles de la zona
occidental de la catedral de Salamanca, que no duda en atribuir al mismo
escultor (H. Pradalier, 1978, I, pp. 225-226). Margarita Ruiz, aun reconociendo
la innegable proximidad estilística, se muestra más cauta a la hora de
establecer una misma identidad para ambos escultores (M. Ruiz Maldonado, 1988,
p. 45).
La identidad de la yacente sigue siendo una
incógnita, pues no existe inscripción ni signo alguno sobre el monumento, pese
a la intuición de ilegibles restos epigráficos en uno de los cojines de la dama
que creyó ver Guadalupe Ramos, y que Margarita Ruiz considera al menos dudosos.
Descartadas las peregrinas interpretaciones de Francisco Antón o Tomás María
Garnacha, y dado el carácter de los constructores del templo, hay que pensar
que nuestra dama sería una noble benefactora de la orden y muy probablemente de
la propia obra de Santa María Magdalena, pues la construcción de la tumba
parece contemporánea de la erección de la nave. La ausencia de testimonios
documentales nos deja así nuevamente en el terreno de las hipótesis. Entre las
últimas formuladas destaca la de Ávila de la Torre, quien cree que la enterrada
es la reina Urraca, hija del portugués Alfonso Enriques y primera esposa de
Fernando II de León. De ella consta tanto su vinculación a Zamora como que tras
su separación, en 117 5, ingresó como freira de la Orden de San Juan. En
cualquier caso, esta excepcional pieza del arte funerario del románico hispano,
considerada por Pradalier, no sin razón, como "un jalón esencial entre
Santiago de Compostela y Salamanca", añade a su innegable valor
estético, en lo estilístico, el hecho de recoger de modo cercano las maneras
del famoso Coro del taller de Mateo para la seo compostelana.
En resumen, la iglesia de La Magdalena, por sus
peculiaridades arquitectónicas y riqueza decorativa, resulta uno de los
ejemplares más interesantes del románico zamorano, aceptablemente conservado y
en el que se entrecruzan los aires atlánticos -sobre todo galaicos- con las
conexiones con las grandes fábricas catedralicias de Zamora, Ciudad Rodrigo y
Salamanca. La cronología tardía de esta iglesia se desprende tanto del análisis
estilístico de sus soluciones arquitectónicas como de las evidentes relaciones con
obras gallegas, zamoranas y salmantinas, pudiendo fijarse un arco temporal
aproximado para su edificación entre 1190 y 1215.
Iglesia de Santa María de la Horta
Santa María de la Horta se sitúa en la Puebla
del Valle, prolongación de la trama urbana hacia el este siguiendo la línea del
Duero, documentada a fines del siglo XI y arrabal de la ciudad al menos desde
la centuria anterior. Su desarrollo se producirá en la segunda mitad del siglo
XII, cuando a los contingentes hispanos que la poblaban se sumen otros de
origen franco, así como los numerosos comerciantes y artesanos atraídos por el
mercado y las tiendas instaladas en torno a la calle Balborraz.
Los orígenes de Santa María de la Horta se
encuentran envueltos en una nebulosa, aunque lo que parece claro es que su
construcción responde a la consolidación del entramado urbano de la Puebla a
fines del siglo XII en torno, en este caso, a un templo erigido por la Orden de
San Juan del Hospital, quien hizo de ella su casa matriz. Descartada por muy
dudosa y nulamente documentada la pertenencia inicial al Temple del edificio
(Quadrado, Antón, etc.), debemos pensar que su construcción fue obra de la firmemente
asentada en territorio zamorano Orden de San Juan, que poseía en la ciudad,
además de la Horta, los templos de La Magdalena y San Gil. El propio Quadrado
copió un epitafio de la desaparecida sala capitular que rezaba: HIC IACET
DOMINICUS PETRI ALUMPNUS HOSPITALIS PRESBITER ... ERA MCCLXXXllll,
certificando el carácter sanjuanista de la encomienda. Aunque sea probable que
su presencia date de 1163 (Barquero Goñi, 1997, p. 4 79), ésta se constata de
modo más fiable en 1212, cuando Sanctio Femandi, comendatore de Sancta Maria
de Camora confirma el fuero concedido por la Orden a la villa de
Portomarín. En 1232, en el documento de acuerdo de límites entre el concejo de
Toro y la orden de San Juan aparece como representante de esta última "García
Rodríguez, comendador de Santa María de la Orta". Tal dignidad la
ocupaba, en 1248, Pedro Pérez; los traslados de 1263 de sendas donaciones de
Alfonso IX al obispo Martín, realizadas en 1210 y 1211, los firma
autorizándolos un "fray Fernando, rector de la iglesia de Santa María
de la Harta"; en 1277 encontramos a "frey Alfonso Perez Orisco";
en enero de 1282 fray Juan Yanes, prior del Hospital en Castilla y León, acordó
con el obispo Suero sobre la provisión del rector de Santa María de la Harta,
iglesia de la orden; fray Pedro Arias figura como "comendador de la
bailía de Santa Maria de la Orta" en 1286. En 1300, varios vecinos
"que moran en la puebla de Santa Maria de la Orta" actúan como
testigos en un acta de donación a los sanjuanistas de un heredamiento en San
Pedro del Arroyo (Ávila). Los caballeros hospitalarios se mantuvieron en la
encomienda hasta el traslado a ella, en 1535, de las monjas de la orden
procedentes del convento de Fuentelapeña, permaneciendo las dueñas hasta su exclaustración
en 1837. En su torre se custodió el archivo del priorato de Castilla y León
hasta su lamentable disgregación -con pérdidas incluidas- y traslado al Archivo
de Alcalá y luego al Histórico Nacional a finales del siglo XIX.
Rodean la iglesia de Santa María, por el sur la
plaza de la Harta, por el oeste la calle del mismo nombre y por el norte la de
San Juan de las Monjas, tras la cual se alza San Leonardo. Su silueta aparece
ya asociada en el perfil urbano de Zamora a la inmediata chimenea de ladrillo
que la dobla en altura, vestigio último de la licorera que acogió el inmueble
hasta fechas recientes. Apenas quedan restos de la encomienda sanjuanista
adosada al templo, junto a la que hoy se ha construido un moderno hotel. Quadrado,
que alcanzó a ver su claustro y sala capitular, describe el primero como "sombrío(...),
cuyos gruesos arcos oprimen cortas columnas pareadas en línea transversal, y
penetran en una estancia contigua rodeada de tumbas, destinada sin duda á sala
de capítulo". Los actuales vestigios corresponden al siglo XVI, con
las armas del duque de Alba campeando en su portada.
El templo original constaba de nave única
dividida en tres tramos iguales, con portadas abiertas al norte -a la
encomienda-, sur y oeste, donde se remató con una torre cuadrada, levantada ya
en el siglo XIII. El conjunto se construyó en el conglomerado de arenisca local
de mediana calidad impropiamente denominado pudinga zamorana, materia prima de
prácticamente todo el románico de la capital.
La cabecera se compone de ábside semicircular,
elevado sobre un breve zócalo y cubierto con bóveda de horno generada por un
arco doblado levemente apuntado, encima del cual se abrió, en el hastial del
presbiterio, un óculo polilobulado.
Este arco apea en semicolumnas que no alcanzan
el suelo, rematándose bajo la imposta del piso bajo en sendos cul-de-lampe,
cuya molduración nos hace dudar de su carácter originario. El capitel del lado
de la epístola es vegetal, decorado con acantos, y el del lado del evangelio
recibe una pareja de arpías afrontadas y un dragón atacando a una arpía. Al
tramo recto que antecede al hemiciclo, cerrado con una bóveda de medio cañón
peraltada, le da paso desde la nave un arco triunfal de medio punto doblado,
netamente peraltado y deformado, que apea en gruesas semicolumnas también
mutiladas -bajo la imposta inferior- en época moderna y rematadas en capiteles
vegetales de grandes y carnosas hojas de acanto con piñas y bayas en sus
puntas. Ambas bóvedas de la cabecera parten de sendas impostas molduradas con
bocel y nacela.
Exteriormente, el ábside aparece dividido en
cinco tramos por cuatro semicolumnas adosadas que parten del zócalo, cuyos
capiteles vegetales -ornados con palmetas, acantos y hojas lisas con pomas- se
integran e interrumpen la cornisa. El tambor absidal presenta tres niveles,
delimitados por sendas impostas: de bocel entre cavetos bajo el cuerpo de
ventanas (ésta se continúa por el presbiterio), y de caveto, bocel y listel
continuando al nivel del arranque de los arcos de éstas. Curiosamente, el muro
se adelgaza a partir de esta última imposta, retranqueándose el paramento
exterior. En cada una de las calles centrales se abren vanos rasgados que dan
luz a la capilla, rodeados por ventanas aboceladas de exagerado abocinamiento
exterior e interior, similares a las absidales de San Juan del Mercado de
Benavente.
El tramo recto aparece iluminado por dos
ventanas compuestas por estrechas saeteras de perfil abocelado y arcos de medio
punto ornados con bocel, chambranas con perfil de nacela y cimacios "zamoranos",
todo sobre una pareja de columnas acodilladas rematadas por capiteles vegetales
de hojas lisas y picudas en la meridional y acantos y una tosca representación
de Daniel en el foso de los leones en la norte, ventana ésta que, al exterior,
muestra un arco de medio punto peraltado ornado con un grueso bocel que apea en
semicolumnas con capiteles vegetales. Interiormente, a la altura de los
capiteles, ambas ventanas invaden los riñones de la bóveda.
La nave se articula en tres tramos iguales
-delimitados por anchos responsiones prismáticos con semicolumnas adosadas para
recoger los fajones levemente apuntados-, cubiertos con bóvedas de crucería
sencilla, de nervios moldurados con haces de tres boceles.
Interior de la iglesia de Santa María de
la Horta
Los capiteles de estas semicolumnas son
vegetales, de grandes hojas apalmetadas rematadas en volutas, acantos
acogollados, tallos entrelazados con brotes, hojas anilladas y avolutadas,
etc., y las basas de perfil ático con fino toro superior. Cuatro columnas se
acodillaban en los ángulos interiores de la caja de muros de la nave para
recoger los nervios cruceros de los tramos extremos, de las cuales las dos más
occidentales fueron eliminadas. Se iluminaba esta nave con ventanas de arcos
doblados de medio punto en cada tramo salvo el oriental, siendo los vanos
estrechas saeteras abocinadas al interior. Sobre la portada del hastial
occidental se abrió una ventana de notable desarrollo, con dos arcos abocetados
de medio punto sobre dos parejas de altas columnillas.
Capiteles de la portada meridional interior. Capiteles de la portada meridional
interior. Portada
occidental interior.
Frente a la puerta sur, hoy descentrada, hay un
gran arco que acoge un bello retablo, aunque hacia el oeste aún se observa el
arco cegado de la primitiva portada septentrional, que al exterior conserva un
epitafio ilegible. En fecha imprecisa se abrió en el muro norte una portada de
arco apuntado, hoy cegada y usada como hornacina para la imagen de la "Virgen
de la Salud", de la que aún se advierten las quicialeras. En el muro
norte del tramo occidental de la nave se abre un acceso -vano adintelado con
dos mochetas triangulares de sumaria decoración de hojitas- a una escalera de
caracol que hoy sube al tejado y probablemente en origen comunicase con la
inmediata encomienda. El paramento externo del muro norte de la nave muestra
las numerosas cicatrices provocadas por el uso industrial del edificio. Se
refuerza con contrafuertes prismáticos y aparece coronado por una cornisa de
arquillos trilobulados sobre canes piramidales.
La portada meridional, hoy protegida por la
colateral adosada a principios del siglo XIII, consta de arco apuntado y liso,
rodeado por dos arquivoltas y chambrana de nacela. La arquivolta interior se
decora con cheorons, mientras que la exterior recibe lóbulos y oculillos
calados, especie de tosco remedo de la Puerta del Obispo de la catedral. Apean
los arcos en una imposta de listel, bocel y nacela y jambas escalonadas en las
que se acodillan dos pares de columnas. Sus capiteles interiores presentan
hojas lisas con cogollos y los extremos se ornan con sendas parejas de grifos
atacando a híbridos de cabeza humana, cuerpo serpentiforme y patas de cabra,
motivo luego remedado en la portada exterior de la colateral y que encontramos
en un capitel de ventana de San Juan de Benavente.
Como ya intuyó Gómez-Moreno, la torre-pórtico
corresponde a un momento posterior, aunque dentro de la primera mitad del siglo
XIII, y frente al influjo foráneo que veía el autor granadino en la iglesia,
considera a los autores de esta estructura plenamente inmersos en la tradición
constructiva zamorana, como demuestran las ventanas de la cara occidental y la
típica molduración zamorana de sus impostas. en similar sillería a la de la
nave, su planta es cuadrada, de ángulos ceñidos por contrafuertes, y le da servicio
una escalera de caracol con acceso desde el atrio cerrado del piso inferior.
A este pórtico se accede a través de una
sencilla portada de arco doblado de medio punto sobre jambas lisas y chambrana.
En la cara meridional de este piso inferior -donde se adosó una estancia
actualmente eliminada- se abrió un arcosolio de medio punto. Sobre este piso y
separado por una imposta del recurrente perfil, se alza otro liso con una
sencilla ventana de arco de medio punto sin columnas, en cuya sala abovedada se
albergaba el Archivo General de la Lengua de Castilla de la orden hospitalaria.
Los contrafuertes que refuerzan los ángulos de la torre se rematan en talud a
la altura de la cornisa de la nave y aproximadamente dos tercios de este nivel.
Una nueva imposta de perfil zamorano le separa del piso siguiente, más breve,
en cuyos lienzos este y oeste se abren sendas ventanas de arcos abocelados,
apuntados y doblados, con columnas en los codillos y erosionados capiteles.
Remata la estructura el arruinado cuerpo de campanas, sobre cornisa sustentada
por los típicos canecillos piramidales, con dos vanos por cara que han perdido
sus arcos, coronándose con un al menos curioso remate con chapitel fruto de una
reciente restauración.
La portada del hastial occidental, cobijada
bajo el cuerpo de la torre, es un trasunto de la meridional de la nave, y
consta de arco de medio punto liso que, como las jambas, mata su arista con una
mediacaña ornada de botones vegetales. Se rodea de dos arquivoltas -la interior
decorada con cheorons y la exterior lisa- y chambrana con puntas de clavo, que
apean en columnas acodilladas sobre zócalo escalonado, de basas áticas con
desarrollado y aplastado toro inferior. Los capiteles manifiestan su carácter
tardío, destacando entre los vegetales de hojas lisas con caulículos y dos
niveles de pencas el interior del lado derecho, con un híbrido de cuerpo
serpentiforme, patas de cabra y rostro humano, similar a otra cesta de la
portada de la colateral.
También de la primera mitad del siglo XIII y de
similar progenie que la torre parece datar la colateral añadida al costado
meridional de la nave, hoy muy compartimentada al transformarse sus tramos en
capillas. La cabecera de esta colateral, situada al sur del presbiterio,
presenta testero plano y manifiesta unas características constructivas y
decorativas que entroncan con el resto del románico inercial zamorano de las
dos primeras décadas del siglo XIII.
Sus muros se rematan con una cornisa de bocel,
nacela y listel, sobre canes piramidales decorados con hojitas. En el testero y
muro meridional se abrieron sendas ventanas de arco de medio punto liso, sobre
impostas de perfil zamorano y capiteles decorados con secos acantos con nervio
central perlado y cogollos, de espinoso tratamiento y otros de hojas lisas con
volutas.
La portada meridional de esta nave, hoy con
función de pórtico, consta de arco de medio punto ornado con bocel entre
mediascañas y tres arquivoltas de similar molduración, el conjunto rodeado por
chambrana de nacela. Apean estos arcos en jambas escalonadas con tres parejas
de columnas acodilladas y sobre ellas cimacio corrido con perfil de bocel,
mediacaña y listel. Los capiteles del lado izquierdo se decoran, los extremos
con sendas parejas de híbridos -cuadrúpedos de cuerpo serpentiforme, que
muerden la cabeza de personajes masculinos con peinado a cerquillo- y la cesta
central es vegetal, con dos coronas de acantos de tratamiento espinoso. En los
del lado derecho, el interior presenta dos niveles de hojas nervadas y
lobuladas, el medio tallos entrelazados con brotes y el extremo una extraña
arpía de largo y retorcido cuello enredada en tallo vegetal, que nos recuerda a
otra del exterior del ábside del evangelio de San Juan de Benavente. En el
interior de la jamba izquierda de la portada se grabó un epitafio, hoy
prácticamente ilegible, del que apenas discernimos: HIC IACET /DEI FAMULO
...
Hacia el oeste de esta portada, en el muro
exterior de la capilla de Juan de Vega, se abrieron tres arcosolios levemente
apuntados y ornados con boceles, de aspecto reformado. En el intradós del arco
del más oriental se grabó la inscripción: HIC IACET (famu)LV ... / (D)EI o
...
Capiteles
en la portada meridional exterior.Capiteles
en la portada meridional exterior.
La referida capilla, adosada al mediodía y
ocupando el ancho del primer tramo de la nave del templo, recibió una bóveda de
crucería estrellada a finales del siglo XV, cuando se transformó en capilla por
el patronazgo de Juan de la Vega. En los lucillos que contiene se lee el
epitafio: "(aquí yace) el onrado juan de Vega, criado del rey don
femando y de la reyna doña ysabel y su mac;;ero mayor, e su muger ... los
quales edificaron esta capilla a servicio de dios e de nra. señora la virgen
maria en el año de mili e cccc e xc e v años" (1495). Procedentes de
Santo Tomé, hoy se custodian en esta capilla las reliquias de san Cucufate.
Por último, señalar que en el ábside de Santa
María de la Harta se conserva uno de los escasos ejemplares de mesa de altar
románica, bloque paralelepípedo de fábrica de 1,75 m de longitud, 0,85 m de
altura y 0,79 m de profundidad. De bella factura, decora su frente y laterales
con una arquería ciega de arcos de medio punto o levísimamente apuntados
-cuatro en el frente y dos en cada lateral- ornados con bocel y dientes de
sierra. Apean los arcos en capiteles de hojas lisas con crochets, uno con dos
aves afrontadas y enredadas en follaje picoteando una hojita, otro vegetal, de
idéntico diseño a uno de la nave, con palmetas colgantes, de helechos, etc.
Restos de un altar similar se conservan en la iglesia de Santiago del Burgo.
Para Gómez-Moreno, en este edificio "se
alía la tradición románica de la Catedral con un gótico primitivo que acaso
recibió su inspiración en Ávila [ ... ] donde es de notar lo gótico forastero
precediendo en su construcción a las influencias locales, que apenas atañen
sino a los cuerpos accesorios" (op. cit., pp. 162-163). Ciertamente,
el estilo de la decoración escultórica de esta iglesia se desmarca de la
corriente general de la capital, excepto en los añadidos -torre y nave sur- más
tardíos, donde volvemos a encontrar los ecos de los talleres más arcaizantes de
inicios del siglo XIII. Arquitectónicamente, la primera campaña constructiva de
Santa María de la Harta responde a preceptos similares a los aplicados en la
cabecera de otra iglesia sanjuanista, la de San Juan del Mercado de Benavente,
obra con la que comparte algunas soluciones decorativas como la cornisa de
arquillos-nicho trilobulados, los cheorons, similares diseños de motivos
vegetales y animalísticos en sus capiteles, etc., hasta el punto de poderlas
considerar, al menos, obras hermanas en concepciones constructivas y estéticas.
En función de la datación comúnmente aceptada para la cabecera benaventana -ca.
1188-, podemos precisar la construcción de nuestro templo dentro de las dos
últimas décadas del siglo XII.
Iglesia del Santo Sepulcro
Está situada en la margen izquierda del río
Duero, cerca del llamado Puente Nuevo y del actual cementerio de San Atilano.
Es el único resto que queda de un convento fundado en el siglo XII bajo la
advocación del Santo Sepulcro, en torno al cual se formó poco tiempo después la
puebla del mismo nombre.
Según Gonzalo Martínez Díez era una de las tres
iglesias de la diócesis zamorana que se incorporaron, antes de 1128, al
patrimonio de la Orden del Santo Sepulcro. Sin embargo, la primera referencia
documental que hemos encontrado data del 29 de abril de 1167, fecha en la que
el obispo don Estaban autorizó a Pedro Díaz y a otros mercaderes de la ciudad
edificar una iglesia dedicada a San Julián en una alberguería de pobres
construida cerca del Puente Nuevo, con la condición de que no perjudicase las
rentas de otras iglesias ni interfiriera en la jurisdicción de la del Santo
Sepulcro.
En las primeras décadas del siglo xm se
procedió a la renovación del edificio. Manuel Gómez-Moreno afirmaba que se
hacían obras allí en 1215 y Guadalupe Ramos de Castro corroboraba en parte esta
teoría apoyándose en el testamento de don Gira! Fruchel, fechado antes de 1238,
que dejó una manda para dicha obra. En base a ello es fácil deducir que existió
una primitiva construcción levantada en la primera mitad del siglo XII que fue
totalmente reformada a lo largo de la primera mitad de la centuria siguiente, momento
al que debe corresponder la mayor parte del edificio conservado.
En 1489, al suprimirse la Orden del Santo
Sepulcro, pasó a depender de la de San Juan de Jerusalén, a cuya Sacra Asamblea
pertenecieron sus priores hasta 1894, en que fue agregada a la parroquia de San
Frontis, condición que se mantiene hoy día.
La iglesia se encuentra en la parte alta de una
ligera pendiente, adosada por su costado occidental a algunas casas del barrio
y rodeada en el lado sur por las tapias de un corral particular. Consta de una
nave rectangular, con capilla mayor de testero recto y torre a los pies. Está
construida por entero en arenisca local aparejada en sillares más o menos
regulares, muy desgastados por la erosión y con algunas marcas de cantero.
En el exterior destaca la cabecera, con una
ventana abierta en el muro oriental formada por un arco de medio punto de
arista nacelada que cobija una estrecha aspillera sobre la que aparece grabada
y pintada una cruz de doble travesaño, en clara referencia a los antiguos
propietarios del templo. Otras ventanas más sencillas se disponen en los
costados norte y sur. Sus muros, al igual que los de la nave, se coronan por
medio de una cornisa soportada por canecillos troncopiramidales decorados con
hojas lanceoladas, similares a los de otras iglesias zamoranas. En época más
moderna se recreció el alero, disminuyendo de esta manera el pronunciado
desnivel que originalmente existía entre el ábside y la nave.
En el muro septentrional de la nave se abre la
portada de acceso, formada por un arco de medio punto doblado que descansa
sobre una línea de imposta cortada a bisel. La puerta de madera conserva los
clavos decorados con cruces de doble travesaño incisas a buril, que algunos han
interpretado como restos del antiguo herraje medieval.
A lo largo de toda esta fachada se conservan varios canzorros que soportaron la techumbre de un espacio cubierto que abarcaba hasta el testero de la capilla mayor. Al parecer se trataba de un viejo pórtico que fue utilizado también como lugar de enterramiento y osario. Cuando en 1999 se procedió al derribo de algunas dependencias allí adosadas, se descubrieron los restos de unas pinturas murales del siglo XIV que decoraron las paredes del propio pórtico o de alguna capilla construida en esos momentos.
En el lado sur se halla la sacristía y una
portada, hoy cegada, que comunicaba con las antiguas dependencias claustrales,
de las que hay constancia todavía en la primera mitad del siglo XVII. Según
José Ángel Rivera de las Heras, en la visita pastoral de 1639 se hacía
referencia al mal estado en que se encontraban "las paredes del
claustro de la dicha yglesia", que al parecer nunca se llegaron a
reparar, pues poco tiempo después se ordenó cegar la puerta que comunicaba con
el interior del templo.
A los pies de la nave se levanta una torre de
planta rectangular compuesta por dos cuerpos separados por una imposta lisa. El
primer cuerpo tiene un arco de medio punto cegado en el lado sur, mientras que
el segundo sólo conserva una espadaña con dos huecos para las campanas en la
cara norte. Para Guadalupe Ramos de Castro esta torre correspondería a la fase
más antigua del templo, erigida probablemente en la primera mitad del siglo
XII. Es evidente que su construcción obedece a una campaña diferente a la del
resto del edificio, pero creemos que no hay elementos suficientes para
argumentar una mayor antigüedad.
En el interior, la cabecera se cubre con una
bóveda de cañón apuntado que debió ser reformada en época más moderna, lo que
obligó al recrecimiento de los muros como hemos visto en el exterior. Se abre a
la nave a través de un arco triunfal apuntado y doblado que descansa sobre
impostas de bisel. En el muro sur de la capilla se abre un arco de medio punto
que comunica con una antigua dependencia -hoy sacristía- iluminada por una
saetera dispuesta en su muro oriental. A través de este cuarto se accedía directamente
al claustro por medio de una portada dispuesta en su lado oeste, actualmente
tapiada.
La nave se techa con una armadura del siglo XV
muy reformada, de la que se conservan el arrocabe, los canes y los dobles
tirantes originales. A los pies se dispone otro arco, de traza muy parecida al
triunfal, que da paso a un tramo cubierto de cielo raso sobre el que se eleva
la torre.
En la restauración de 1969 se descubrieron bajo
el solado de la capilla dos estelas discoideas decoradas con cruces patadas y
una piedra cuadrangular con un hueco en el centro que parece corresponder a una
antigua mesa de altar.
Iglesia de San Frontis
Preside esta iglesia de san frontis la plaza y
arrabal de su nombre, situado extra pontem, en las inmediaciones del
Puente Viejo y sobre la margen izquierda del Duero.
El templo fue fundado, en los años primeros del
siglo XIII, por un canónigo de origen franco, Aldovino de Périgord, cuyo
epitafio se conserva en el muro de la actual nave meridional y cuya
transcripción, según Cutiérrez Álvarez, es la siguiente: P(ER) Q(U)E(M)
FUNDAT(US) LOC(US) E(ST) / IACET HIC TVMVLAT(vs) PE/T(RO)GORIS NAT(vs) Cabecera
ALDOVIN(VS)Q(UE) / VOCAT(VS), MORIB(vs) ORNAT(vs) FAIMA VITAQ(VE) P(RO)BAT(vs)
Q(V)l OBIIT / VLTIMA DIE lUNll E(RA) M ce / L m, es decir, "Aquí
yace enterrado quien fundó este lugar, nacido en el Périgord y llamado
Aldovino, alabado por sus cualidades, apreciado por su buena fama y por su
vida, que murió en el último día del mes de junio del año de la era de 1253
(año 1215)". La procedencia aquitana del fundador explica la
advocación a san Frontis, patrono de Périgueux, y refrenda la importancia del
contingente del sudoeste de Francia en la repoblación de Zamora, como señala
Represa. Aldovino aparece en la documentación de la catedral de Zamora desde
1182 y parece que junto al templo mandó construir una alberguería, pues en un
documento de 1242 se hace alusión a ella.
Exteriormente la imagen del templo, muy
alterada por reformas y añadidos modernos, deja ver parcialmente su ábside
poligonal levantado en sillería de piedra local y reforzado con contrafuertes
en los ángulos que alcanzan hasta media altura, rematándose en pronunciado
talud. En el paño central se abre una ventana rasgada con doble derrame y en el
meridional otra saetera, a diferente altura y menos desarrollada. Soporta la
recrecida cornisa de nacela una hilera de canes del mismo perfil, junto a otros
lisos, de proa de nave y decorados. Entre estos últimos destacan dos con sendos
falos, y otros con máscaras humanas y prótomos de animales, de somera y poco
cuidada talla.
Interiormente, el templo consta hoy día de dos
naves, siendo la principal la meridional, levantada en mampostería, de nave
cerrada con bóveda de cañón rebajado y rematada por una cabecera cuadrada
cupulada. Esta nave, a la que se añadieron por el sur diversas estancias, es
obra de principios del siglo XVII y recupera la portada primitiva, de arco
apuntado.
A la obra tardorrománica corresponde
exclusivamente la cabecera de planta poligonal, con presbiterio y ábside
semihexagonal, en cuyos ángulos se adosaron cuatro semicolumnas de capiteles
lisos que recogerían los nervios de la primitiva bóveda, de traza gótica como
todo el conjunto, aunque la actual es obra del siglo XIX. Las basas de estas
columnas se molduran con dos toros, sin escocia, que apoyan en un breve plinto
poligonal. El amplio tramo recto de esta capilla se marca con una semicolumna
adosada al muro norte, cuyo capitel presenta somera decoración de reticulado y
cimacio de nacela y filete. Da paso a la cabecera un arco apuntado y doblado de
aristas achaflanadas y aspecto netamente gótico, como gótica es la pila
bautismal de copa decorada con gallones tumbados y florones en la embocadura,
sobre basa de toro con lengüetas. La nave norte, cubierta con un cielo raso
moderno, parece obra rehecha en mampostería, de cronología imprecisa y
notablemente descentrada respecto a la cabecera.
Aunque no puedo compartir la opinión de Gómez-Moreno,
quien consideraba la nave de la epístola como la parte más antigua, "con
capilla y nave sencillísimas" y agregada la norte, resultaría más
propio considerar las estructuras conservadas como obra de un gótico temprano,
que sólo mantiene una cierta tradición anterior en la decoración de los
canecillos.
Por su interés, reproduzco a continuación, y
aunque excede el marco cronológico de este trabajo, el texto de una lápida que
se situó en el interior del templo de San Frontis, junto al epitafio del
fundador:
EN lA NOCHE DEL 29 AL 30 DE DICIEMBRE DE
1860 CRECIÓ / EL DUERO HASTA EL PUNTO QUE SEÑALA ESTA LÁPIDA. JAMÁS/ SE HABÍA
CONOCIDO IGUAL AVENIDA; ESCEDIÓ VARA Y MEDIA/ EN ALTURA A lAS QUE HABÍA MEMORIA
EN 1592, Y 1739. /QUEDÓ INUNDADA TODA lA PARTE BAJA DE ZAMORA Y/ LOS ARRABALES.
EL PRIMERO DE ENERO DE 1861 SE CON/TABAN 704 CASAS ARRUINADAS: EN OLIVARES 115,
EN sTº. /TOMÁS 150: EN SN LEONARDO Y LA ORTA 170: EN STA LUCÍA/ 121 : EN LOS
CAVAÑALES 65 : EN PINILlA 21 : EN sN FRONTIS/ 32: ACEÑAS Y HUERTAS 30. QUEDÓ
IGUALMENTE INUN/DADO EL CONVENTO DE lAS DUEÑAS, ARRUINADAS lAS /CERCAS, Y LAS
RELIGIOSAS SE VIERON OBLIGADAS A/ SALIR A ESTE ARRABAL. PERO ENTRE TANTA/
DESOLACIÓN, A DIOS GRACIAS, NO OCURRIÓ NINGUNA/ DESGRACIA PERSONAL. sN FRONTIS
20 DE ENERO/ DE 1861.
Próximo Capítulo: Románico en el Valle de Tera la Sanabria, Románico en Benavente y Tierra de Campos
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