El arte
en la época de los reinos de taifas, siglos X-XI
Las taifas fueron un conjunto de
pequeños estados que fueron apareciendo entre la desintegración
del califato de Córdoba a partir de la fitna o guerra
civil que estalló en 1009 tras la muerte del último
caudillo amirí Abd al-Malik al-Muzaffar y el derrocamiento del
último califa omeya Hisham III, con la consiguiente abolición
formal del califato en 1031. Los regímenes políticos autónomos de los
reinos de taifas sucumbieron ante la instauración de gobiernos almorávides en al-Ándalus desde 1085.
Desde que el califa Hisham II es
obligado a abdicar en 1009 hasta el año de la abolición formal del
califato en 1031 se suceden en el trono de Córdoba nueve
califas, de las dinastías omeya y hamudí, en un escenario político caótico
que dio paso a la independencia paulatina de las taifas de Almería, Murcia, Alpuente, Arcos, Badajoz, Carmona, Denia, Granada, Huelva, Morón, Silves, Toledo, Tortosa, Valencia, Albarracín y Zaragoza.
Cuando el último califa Hisham III es depuesto y proclamada
en Córdoba una república, todas las coras (provincias) de
Al-Ándalus que aún no se habían segregado se autoproclaman independientes,
regidas por clanes árabes, bereberes o eslavos.
En el trasfondo se hallaban problemas muy
profundos. Por una parte, las luchas por el trono califal no hacían sino
reproducir las luchas internas que siempre habían asolado el emirato y el
califato por causas raciales: árabes, bereberes arabizados y nuevos, muladíes o
eslavos, que estaban constituidos inicialmente por esclavos libres de origen
centroeuropeo o del norte peninsular y conseguido puestos importantes en la
administración. También influían la mayor o menor presencia de población
mozárabe, el afán de autonomía de las áreas con mayores recursos económicos y
la agobiante presión fiscal necesaria para financiar el coste de los esfuerzos
bélicos.
Inicialmente se constituyeron más de veinte
pequeños estados o taifas autónomas dirigidos por caudillos locales procedentes
de una familia que se perpetuó a lo largo del siglo XI en una
dinastía reinante. Así ocupan el poder clanes de la antigua aristocracia árabe
en Valencia (amiríes (descendientes de Almanzor) y Zaragoza
(tuyibíes y hudíes). En la zona occidental se hicieron con el poder
tribus bereberes muy arabizadas, que formaban parte de la población andalusí
desde la conquista de Tariq a comienzos del siglo VIII:
los aftasíes en Badajoz, birzalíes en Carmona, ziríes en
Granada, hamudíes en Algeciras y Málaga y abadíes en Sevilla.
Con el paso de los años, las taifas de Sevilla (que había conquistado
todas las pequeñas taifas de la Andalucía occidental y Murcia en la parte de la
oriental), Badajoz, Toledo y Zaragoza, constituirían las
potencias islámicas peninsulares.
En general, las taifas más poderosas fueron
absorbiendo con el tiempo a las más pequeñas. Así, la taifa de Sevilla,
conquistó y anexó a las más pequeñas de Arcos, Algarve, Algeciras, Morón, Ronda, Carmona, Huelva, Mértola, Niebla y Silves,
estas últimas, situadas al sur del actual Portugal, ambicionadas también
por la taifa de Badajoz. Por otro lado, en la antigua Marca Superior del
califato, los hudíes de Zaragoza reunieron un conglomerado que en ocasiones se
segregaron como taifas independientes, formado por Tudela, Calatayud, Huesca, Lérida o Tortosa,
llegando hacia 1080 a ocupar el territorio peninsular de la
poderosa taifa de Denia (que consiguió conquistar las Baleares y Cerdeña y
reunió una flota de guerra de ciento veinte naves) y hacer vasalla a la rica
pero desprotegida Taifa de Valencia. Sin embargo, en esta zona, y gracias
a su hábil manejo de la diplomacia, lograron sobrevivir dinastías
independientes en la taifa de Albarracín y la taifa de Alpuente.
Durante el apogeo de los reinos de taifas
del siglo XI sus reyezuelos intentaron reproducir las estructuras del
califato omeya a una escala menor. Para ello compitieron entre sí no solo
militarmente sino también procuraron mostrar su esplendor intelectual. Para
ello, trataron de rodearse de los más prestigiosos poetas, científicos y artistas.
Paradójicamente, el periodo de taifas fue a su vez el del máximo apogeo de la
cultura andalusí, y en este siglo sus creaciones intelectuales adoptan
caracteres propios e independientes del islam oriental. Nace en este siglo una
filosofía en Al-Ándalus con una particular idiosincrasia, progresan las matemáticas y
la astronomía, florece la poesía y la arquitectura desarrolla un
estilo manierista que influirá posteriormente en el arte magrebí de almorávides y almohades.
Sin embargo, la disgregación del califato en
múltiples taifas, que podían subdividirse o concentrarse con el paso del
tiempo, hizo evidente que sólo un poder político centralizado y unificado podía
resistir el avance de los reinos cristianos del norte. Al carecer de las tropas
necesarias, las taifas contrataban mercenarios para luchar contra sus
vecinos o para oponerse a los reinos cristianos del norte. Incluso guerreros
cristianos, como el propio Cid Campeador, sirvieron a reyes musulmanes,
luchando incluso contra otros reyes cristianos. Sin embargo, esto no fue
suficiente y los reinos cristianos aprovecharían la división musulmana y la
debilidad de cada taifa individual para someterlas. Al principio el
sometimiento era únicamente económico, forzando a las taifas a pagar un tributo
anual, las parias, a los monarcas cristianos.
No obstante, la conquista de Toledo en 1085 por
parte de Alfonso VI de León y Castilla hizo palpable que la amenaza cristiana
podía acabar con los reinos musulmanes de la península. Ante tal amenaza, los
reyes de las taifas pidieron ayuda al sultán almorávide del norte
de África, Yusuf ibn Tasufin, quien pasó el estrecho de Gibraltar estableciéndose
en Algeciras y no sólo derrotó al rey leonés en la batalla de
Sagrajas (1086), sino que conquistó progresivamente todas las taifas.
En la evolución de los primeros reinos de
taifas se pueden distinguir tres periodos:
·
De 1009 a 1031. Las
distintas facciones (linajes o ta'i-fah, plural de clan —tawa'if—) se
hacen con el poder progresivamente en sus gobiernos locales, al tiempo que
apoyan a los efímeros pretendientes a califa manejándoles según sus intereses y
como aval de prestigio del poder al que aspiran. En este periodo se consolidan
unos treinta poderes locales, al frente de los cuales, los caudillos regionales
usan títulos honoríficos (laqb) usados por los califas y el chambelán Almanzor (como
Al-Mansur o Al-Mundir), pero sin proclamarse estos
reyezuelos califas personalmente. Las intrigas por la cabeza del
califato se desarrollaban fundamentalmente en Córdoba, pero desde la capital se
perdió todo control sobre el resto de las coras andalusíes, que
aprovecharon los incipientes reyezuelos taifales para gobernar con
independencia, acuñando moneda y creando una administración independiente.
·
De 1031 a 1045. Con
la desaparición formal de la figura del califa, los reyes taifas procuran
imitar los modos califales a escala local, construyendo palacios regios,
nombrando visires, rodeándose de una corte monárquica y procurando atraer
intelectuales y poetas que canten sus glorias, valiéndose del cultivo del
género literario del panegírico, tan importante para la cultura islámica. La
lucha por la supervivencia de los pequeños reinos y por la expansión de los más
pujantes, generan importantes gastos en recursos militares, que consistían fundamentalmente
en tropas mercenarias. Esto, unido a las parias o impuestos pagados a
los más guerreros ejércitos cristianos, bien para aliarse con ellos contra otro
enemigo, bien para comprar la paz, fue debilitando la pujanza del Al-Ándalus.
Las taifas mayores dominan a las satélites, y se consolidan como potencias las
taifas de Badajoz, Toledo, Zaragoza y Sevilla. En
el Mediterráneo destaca la taifa de Denia-taifa de Baleares, que
armó una importante flota bélica.
·
De 1045 a 1090. Las
guerras interinas, las importantes parias pagadas a los reyes cristianos y la
pujanza de estos decantó la balanza definitivamente en favor de los reinos
de León, Castilla y Pamplona. Así, en 1085, Alfonso
VI consigue fracturar el centro neurálgico de la cultura musulmana,
tomando la Taifa de Toledo y estrangulando la vía medular de comunicación
andalusí, que iba de Tortosa a Sevilla, pasando por Zaragoza y Toledo.
Valencia, rica y deseada, no consigue consolidar una dinastía fuerte, y su
debilidad le llevó a subordinarse a los reyes de Toledo, de Zaragoza, e incluso
al rey Alfonso VI de Castilla, y, finalmente, a ser conquistada por El Cid en 1092.
En 1085 los reyes taifas de Badajoz y Sevilla solicitan socorro a
los almorávides que, aunque acuden en defensa del islam,
acabarán con el poder de los reyes taifas hispanomusulmanes, pasando Al-Ándalus
a constituir una provincia periférica de este imperio magrebí.
Los reinos de taifas en 1080.
Destacan por ejemplo:
·
El
reino de taifa de los banu hud de Zaragoza.
·
Banu
di-inun de Toledo.
·
Abadíes
de Sevilla.
·
Ziri
de granada.
La importancia de estos reinos es distinta. La
mayoría de los que hemos nombrado están más o menos igualados. Su
transcendencia y perdurabilidad también es distinta. Hay reinos que perviven
hasta la invasión de los bereberes hacia el 1090, otros surgen y desaparecen
poco tiempo bien absorbidos por otros reinos de taifas o por los cristianos.
Tienen menos recursos materiales que en la época del califato. Su economía va a
estar muy menguada como consecuencia de las parias o tributos que se veían
obligados a pagar a los reinos cristianos como compensación para no ser
invadidos. A pesar de ello, van a tratar de mantener un alto nivel cultural y
económico, al menos en las cortes. Evidentemente, este poder cultural y
económico va a buscar ligarse con el califato, como forma de legitimizar su
poder.
Esto es lo que ha llevado a que la teoría
tradicional nos hable de ello como una transición entre el periodo califal y el
periodo de las dinastías bereberes en el que se produce una degeneración del
arte califal. Es lo que se pensaba, pero en realidad se han llevado a cabo
estudios más modernos que nos dan una visión distinta. Nos habían dicho que era
una época aislada, es falso. Los reinos de taifas van a mantener importantes
relaciones comerciales con el Mediterráneo. Además, van a ser capaces de crear
un lenguaje propio que se enriquece con tradiciones foráneas y la tradición
local de cada uno de estos ámbitos, siempre partiendo de la base califal.
Las
características generales del arte taifa son:
·
los
materiales son mucho más económicos que los de época califal. En la
arquitectura se manifiesta con el abandono del uso de la buena sillería en
piedra, que es sustituida por mampostería, ladrillo o sillería mezclada con
otros materiales.
·
desde
el punto de vista de las soluciones constructivas el referente va a ser
Córdoba. Derivan directamente de las formas califales. Pero si se detecta un
hecho. Con todo ese repertorio califal los reinos de taifas van a elegir lo más
elaborado y lo más complejo (arcos lobulados y entrecruzados). Predilección por
lo complicado. Tendencia muy evidente a la barroquizacion. Vamos a encontrar
combinaciones mucho más complejas que las que habíamos visto en época califal,
siempre partiendo de la base califal. También habrá una tendencia a lo
decorativo frente a lo constructivo. Los arcos no tienen finalidad
constructiva, solo decorativa.
·
una
de las máximas novedades va ser el arco mixtilíneo. Combina formas rectas con
formas curvas, se va a convertir en el gran protagonista del arte taifa. Es
completamente nuevo, no existía en época califal. Poro no es una creación
taifa, parece ser que procede de la zona de ifriqiya, Túnez, a través del reino
ziri de granada parece ser.
·
tendencia
dentro del mundo taifa a enlazar las secuencias de arcos. Es muy común que las
claves de los arcos se prolongan hacia arriba en forma de ramales, en la parte
superior enlazan formando otros arcos. A veces en la parte de arriba forman un
nudo de carácter decorativo, sin finalidad constructiva. Este tipo de nudo lo
hemos visto dentro de las artes suntuarias. Los medallones lobulados de los
marfiles o textiles se juntan mediante un nudo o enlace muy parecido al
utilizado en la arquitectura taifa.
·
la
columna va a ser utilizada como soporte fundamental. Vamos a ver que van a ser
mucho más estilizadas y alargadas. En ellas, en muchos casos, en las
construcciones menos ricas tienden a desaparecer los más materiales más ricos,
como los mármoles.
·
a
pesar de las dificultades económicas no van a renunciar a la ostentación. Lo
harán por medio de la decoración, utilizada con la finalidad de ocultar la
pobreza de los materiales. Uso de estuco o yeso tallado. Gran maestría y
virtuosismo técnico en el tallado que cubre absolutamente todas las superficies
que busca crear una epidermis de decoración abigarrada.
·
los
temas de decoración son los mismos que en Córdoba. La densidad y el
abigarramiento, así como el barroquismo se va a hacer mayor.
·
dentro
de la arquitectura taifa va a destacar de manera muy especial la arquitectura
civil, y dentro de esta, la realización de palacios y de fortalezas.
Aunque, se va a detectar que el tamaño de los
edificios disminuye con respecto a la época califal. Dentro de los edificios
conservados de época taifa el más importante es la Aljafería de Zaragoza, que
va a ser construida por un monarca de la dinastía de los ban Uhud que se
llamaba Aub jafar al-Muqtadir. 1047-1081. El nombre de Aljafería procede
precisamente de su nombre. En realidad el nombre de este palacio en época taifa
era Qars al-surur (Alcázar del regocijo).
En la actualidad está completamente modificada.
A partir del 1118 pasa a poder cristiano y se transforma en palacio cristiano
lo que hará que se construyan espacios nuevos en estilo gótico y mudéjar, lo
que desvirtuara la estructura taifa original del edificio. En la actualidad se
han construido numerosas adiciones. Hoy en día es la sede de las cortes de
león. Vamos a encontrar un pequeño ámbito que si se corresponde con la época
taifa, a pesar de todo.
Arquitectura
palatina: la Aljafería de Zaragoza.
Qaṣr al-Jaʿfariyah, por derivación de uno de
los nombres del rey que lo mandó construir, Abú Yaáfar al-Muqtádir)
es un palacio fortificado construido en Zaragoza en la
segunda mitad del siglo XI por iniciativa de al-Muqtadir como
residencia de los reyes hudíes de Saraqusta. Este palacio de
recreo (llamado entonces Qasr al-Surur o 'palacio de la Alegría')
refleja el esplendor alcanzado por el reino taifa en el periodo de su
máximo apogeo político y cultural.
Estado actual del palacio de la
Aljafería, hoy sede las las Cortes de Aragón. 1.-Puente. 2.-Foso. 3.-Puerta de
ingreso. 4.-Muralla musulmana. 5.-Patio de San Martín. 6.-Capilla de San
Martín. 7.-Torre del Trovador. 8.-Oratorio. 9.-Patio de Santa Isabel. 10.-
Planta baja: salas del palacio islámico; planta intermedia: salas de los Reyes
Católicos; planta superior: salas del palacio cristiano medieval. 11.-Patio de
armas. 12.-Cuarteles de Carlos III. 13._Torreones neogóticos de 1868.
14.-Hemiciclo de las actuales Cortes de Aragón. En color ocre claro, el área
monumental. En ocre más oscuro, la parte habilitada como sede de las Cortes de
Aragón.
Su importancia radica en que es el único
testimonio conservado de un gran edificio de la arquitectura
islámica hispana de la época de las taifas. De modo que, si se
conserva un magnífico ejemplo del califato de
Córdoba, su mezquita (siglo
X), y otro del canto de cisne de la cultura islámica en al-Ándalus, del siglo XIV, la Alhambra de Granada,
se debe incluir en la tríada de la arquitectura hispanomusulmana el palacio de
la Aljafería de Zaragoza (siglo XI) como muestra de las realizaciones del arte taifa, época intermedia de reinos independientes
anterior a la llegada de los almorávides.
Los «restos mudéjares del palacio de la Aljafería» fueron declarados
individualmente Patrimonio de la Humanidad por
la Unesco en 1986 como parte del
conjunto «Arquitectura mudéjar de
Aragón».
Las soluciones adoptadas en la ornamentación
del palacio de la Aljafería, como la utilización de arcos mixtilíneos y de
los salmeres en «S», la extensión del ataurique calado
en grandes superficies o la esquematización y abstracción progresiva de
las yeserías de carácter vegetal,
influyeron decisivamente en el arte almorávide y almohade tanto del Magreb como de la península
ibérica. Asimismo, la transición de la decoración hacia motivos más geométricos
está en la base del arte nazarí.
Tras la reconquista de Zaragoza en 1118
por Alfonso I el Batallador pasó a
ser residencia de los reyes cristianos de Aragón,
con lo que la Aljafería se convirtió en el principal foco difusor del mudéjar aragonés. Fue utilizada como residencia regia
por Pedro IV el Ceremonioso (1319-1387)
y posteriormente, en la planta principal, se llevó a cabo la reforma que
convirtió estas estancias en palacio de los Reyes
Católicos en 1492. En 1593 experimentó otra reforma que la
convertiría en fortaleza militar, primero según diseños renacentistas (que hoy
se pueden observar en su entorno, foso y jardines) y más tarde como
acuartelamiento de regimientos militares. Sufrió reformas continuas y grandes
desperfectos, sobre todo con los Sitios de
Zaragoza de la Guerra de la
Independencia hasta que finalmente fue restaurada en la segunda
mitad del siglo XX y actualmente acoge las Cortes
de Aragón.
En su origen la construcción se hizo extramuros
de la muralla romana, en el llano de la saría o lugar donde los musulmanes
desarrollaban los alardes militares conocido como La Almozara. Con la expansión urbana a través de los
años, el edificio ha quedado dentro de la ciudad. Se ha podido respetar a su
alrededor un pequeño entorno ajardinado.
La edificación más antigua de la Aljafería es
la llamada «torre del Trovador», que
recibió este nombre a partir del drama romántico de Antonio García Gutiérrez, El trovador, de 1836.
Este drama fue convertido en libreto para la ópera de Giuseppe Verdi Il trovatore, de 1853.
Se trata de una torre defensiva, de planta
cuadrangular y cinco pisos que data de finales del siglo IX (según Bernabé
Cabañero Subiza, de la segunda mitad del siglo X), en el periodo gobernado
por el primer Tuyibí, Muhammad Alanqar, que fue nombrado por Muhammad I, emir independiente
de Córdoba. La torre mantiene vestigios
del arranque de los gruesos muros de aparejo de sillería de alabastro en su parte inferior, y continuaba con
otros de encofrado de hormigón simple de yeso y cal, algo más delgados al ganar
en altura.
El exterior no refleja la división en cinco
pisos interna y aparece como un enorme prisma macizo apenas roto por vanos en
aspillera. El ingreso al interior se efectuaba a través de una pequeña puerta
en altura a la que solo se podría acceder mediante una escala portátil. Su
función inicial, era, por todos estos indicios, eminentemente militar.
La primera planta conserva la estructura
constructiva del siglo IX, que alberga dos naves y seis tramos separados
mediante dos pilares cruciformes de los que parten arcos de herradura rebajados. A pesar de su
sencillez, conforman una estancia equilibrada, que ritma el techo al modo de
las mezquitas califales y que pudo
ser utilizada como baños.
La segunda planta repite el mismo esquema
espacial de la anterior, y se observan restos de fábrica musulmana del siglo XI
en los lienzos de ladrillo, lo que indica que ya la segunda planta fue
reconstruida posiblemente a la vez que el palacio en época de Al-Muqtadir. En
el piso tercero, cuya estructura también sería del siglo XI, con arcos también
de herradura, aparecen pintados en el techo motivos geométricos mudéjares donde se pueden leer los nombres de
Eneas, Amor y Venus, y que datan, posiblemente, del siglo XIV.
Algo similar ocurre con el aspecto de las dos
últimas plantas, de factura mudéjar, y cuya construcción se debería a la
edificación del palacio de Pedro IV anexo,
que está comunicado con la torre del trovador gracias a un corredor, y se
configuraría así como torre del homenaje.
Los arcos de estas plantas ya reflejan su estructura cristiana, pues son arcos
ligeramente apuntados, y soportan techumbres no abovedadas, sino estructuras
planas en madera.
Su función en los siglos IX y X era la de torre
vigía y bastión defensivo. Estaba rodeada por un foso. Fue integrada después
por los Banu Hud en la construcción
del castillo-palacio de la Aljafería, constituyéndose en una de las torres del
entramado defensivo del lienzo norte exterior. A partir de la reconquista
española, siguió usándose como torre del homenaje y en 1486 se convirtió en
calabozo de la Inquisición. Como
torre-prisión se usó también en los siglos XVIII y XIX, como demuestran los
numerosos graffiti inscritos allí por los reos.
La construcción del palacio —en su mayor parte
realizada entre 1065 y 1081— fue ordenada por Abú
Ya'far Ahmad ibn Sulaymán al-Muqtadir Billah, conocido por su título
honorífico de Al-Muqtadir ('el Poderoso'), segundo monarca de la
dinastía de los Banu Hud, como símbolo del
poder alcanzado por la Taifa de Zaragoza en
la segunda mitad del siglo XI. El rey en persona llamó a su palacio Qasr
al-Surur ('Palacio de la Alegría') y a la sala del trono que él presidía
en recepciones y embajadas, Maylis al-Dahab ('Salón Dorado') como se
atestigua en los siguientes versos del propio monarca:
¡Oh Palacio de la
Alegría!, ¡Oh Salón Dorado!
Gracias a vosotros
llegué al colmo de mis deseos.
Y aunque en mi reino no
tuviera otra cosa,
para mí sois todo lo
que pudiera anhelar.
El nombre de Aljafería se documenta por primera
vez en un texto de Al-Yazzar as-Saraqusti (activo entre 1085 y 1100)
—que transmite además el nombre del arquitecto del palacio taifal, el eslavo Al-Halifa Zuhayr— y otro de Ibn Idari de 1109, como derivación del prenombre
de Al-Muqtadir, Abu Ya'far, y de «Ya'far»,
«Al-Yafariyya», que evolucionó a «Aliafaria» y de ahí a «Aljafería».
La disposición general del conjunto del palacio
adopta el arquetipo de los castillos omeyas del
desierto de Siria y Jordania de la primera mitad del siglo VIII,
(como el de Qasr al-Hayr al-Sharqi, Qusair Mushatta, Jirbat
al-Mafyar y, ya de la primera etapa abbasí,
el castillo de Ujaydir) que eran de planta
cuadrada y torreones ultrasemicirculares en los paños, con un espacio central
tripartito, que deja tres espacios rectangulares de los que el central aloja un
patio con albercas y, en los extremos
septentrional y meridional del mismo, los salones palaciegos y las dependencias
de la vida cotidiana.
En la Aljafería se rinde homenaje a este modelo
de castillo-palacio, cuya zona noble está situada en el segmento central de su
planta cuadrada, si bien el alineamiento de los lados de esa planta es
irregular. Es el rectángulo central el que acoge las dependencias palaciegas,
organizado en torno a un patio con aljibes frente
a los pórticos norte y sur al que
vierten las estancias y salones reales.
En los extremos norte y sur se sitúan los
pórticos y dependencias de habitación, y en el caso de la Aljafería, el más
importante de estos sectores es el norte, que en origen estaba dotado de una
segunda planta y poseía mayor profundidad, además de ser antecedido por un
testero de columnas abierto y profusamente decorado, que se extendía en dos
brazos mediante dos pabellones a sus flancos y que servía de pórtico teatral al
salón del trono (el salón dorado de los versos de Al-Muqtadir) situado al
fondo. Se producía con ello un juego de alturas y de diversos volúmenes cúbicos
que comenzaban por los corredores perpendiculares de los extremos, se resaltaba
con la presencia de la altura de la segunda planta y finalizaba con la torre
del trovador que ofrecía su volumen al fondo a la mirada de un espectador
situado en el patio. Todo ello, reflejado además en el aljibe, realzaba la zona
regia, lo que se corrobora por la presencia en el extremo oriental del testero
norte de una pequeña mezquita privada con mihrab.
En el centro del muro norte del interior del
Salón Dorado había un arco ciego —donde se situaba el rey— en cuya rosca se
disponía una trama geométrica muy tradicional imitando la celosía de la fachada
del mihrab de la Mezquita de Córdoba,
edificio al que se buscaba emular. De este modo, desde el patio, aparecía
semioculto por las tramas de columnas tanto de la arquería de acceso al Salón
Dorado, como de las del pórtico inmediato, que daban un aspecto de celosía, una
ilusión de profundidad, que admiraba al visitante y prestaba esplendor a la
figura del monarca.
Para recordar el aspecto del palacio a fines
del siglo XI hay que imaginarse que todos los relieves vegetales, geométricos y
epigráficos estaban policromados en tonos en los que predominaba el rojo y el
azul para los fondos y el dorado para los relieves, que, junto con los zócalos
en alabastro con decoración epigráfica y las solerías de mármol blanco, daba al
conjunto un aspecto de gran magnificencia.
Los diversos avatares sufridos por la
Aljafería, han hecho desaparecer de esta disposición del siglo XI gran parte de
los estucos que componían la decoración y, con la construcción del palacio de
los Reyes Católicos en 1492, toda la segunda planta, que rompió los remates de
los arcos taifales. En la restauración actual, se observan en color más oscuro
los atauriques originales y en
acabados blancos y lisos la reconstrucción de enlucido de la decoración los
arcos, cuya estructura, eso sí, permanece indemne.
La decoración de las paredes del Salón Dorado
ha desaparecido en su mayor parte, aunque se conservan restos de su ornato en
el Museo de Zaragoza y en el Museo Arqueológico
Nacional de Madrid. Francisco Íñiguez inició su restauración, reponiendo
las decoraciones que existían en sus lugares de origen y extrayendo vaciados
completos de las arquerías del pórtico sur.
Estas fueron las funciones y aspecto del palacio hudí del siglo XI. A continuación se detallan
las partes más importantes del edificio tal y como se encuentran en la
actualidad.
Estancias del lado norte
En el testero norte se edifica el conjunto más
importante de dependencias del palacio de época hudí, pues incluye el Salón del
Trono o Salón Dorado y la pequeña mezquita privada, situada en el costado
oriental del pórtico de acceso que sirve de antesala al oratorio. En su interior aloja un mihrab en el ángulo
suroriental, cuyo nicho, por tanto, se orienta en dirección a la Meca, como ocurre en todas las mezquitas excepto en
la de Córdoba.
Los suelos de las estancias regias eran
de mármol y las recorría un zócalo de
alabastro. Los capiteles eran de
alabastro, excepto algunos de mármol reaprovechados de época califal.
Circundaba estas salas una banda de decoración epigráfica con caracteres
cúficos que reproducían suras coránicas que aludían al significado simbólico
de la ornamentación. Las suras que corresponden a estas inscripciones han
podido ser deducidas de los fragmentos supervivientes.
En dos de estos relieves caligráficos puede encontrarse el nombre
de Al-Muqtadir, por lo que se ha datado la
construcción del palacio, al menos en una primera fase, entre 1065 y 1080. Uno
de ellos dice textualmente «Esto [la
Aljafería] lo mandó hacer Ahmed al-Muqtadir Billáh».
El Salón
Dorado
El Salón Dorado tenía en sus extremos este y
oeste dos aposentos que fueron alcobas privadas posiblemente de uso regio. Hoy
se ha perdido la alcoba del flanco occidental, que se usó como dormitorio real
y utilizaron también los reyes aragoneses hasta el siglo XIV.
Vista de la techumbre del Salón Dorado desde
la puerta de la alcoba oriental. Se aprecia el intradós del
arco decorado con yeserías.
La mayoría de las yeserías de atauriques, que tapizaban con
paneles decorativos labrados en yeso las paredes de estas estancias, así como
un zócalo de alabastro de dos metros y medio de altura y los suelos de mármol
blanco del palacio original, se han perdido. Los restos que se han conservado,
tanto en museos como los escasos que se hallan en este salón regio, permiten,
sin embargo, reconstruir el aspecto de esta decoración polícroma, que, en su
día, debió ser espléndida.
Los techos, alfarjes en madera, reproducían el
firmamento, y todo el salón era una imagen del cosmos, cuajada de símbolos del
poder que sobre el universo celeste ejercía el monarca de Zaragoza, que
aparecía así como heredero de los califas.
El acceso al Salón Dorado se efectúa a través
de un lienzo con tres vanos. Uno central muy amplio, que conforman cinco
columnas dobles de mármol con capiteles de alabastro islámicos muy estilizados
que soportan cuatro arcos entrecruzados mixtilíneos, entre los cuales, en
altura, se sitúan otros de herradura más simples.
El
pórtico de entrada al Salón Dorado
Hacia el sur, se encuentra otra dependencia de
parecido tamaño que vierte al patio por un pórtico de grandes arquerías
polilobuladas. De nuevo hay un espacio tripartito, y sus extremos este y oeste
se prolongan perpendicularmente con dos galerías laterales a las que se accede
mediante amplios arcos polilobulados y que rematan en el extremo de sus brazos
en sendos arcos apuntados también polilobulados cuyo alfiz está decorado por
complejas lacerías y relieves de atauriques.
Es de señalar que toda esta estructura busca
una apariencia de solemnidad y majestad que la escasa profundidad de estas
estancias no daría a un espectador que accediera al salón del rey. Además hay
que tener en cuenta que toda la ornamentación de yeserías del palacio estaba
policromada en tonos azules y rojos en los fondos y de oro en los atauriques.
Entre las filigranas se advierte la representación de un ave, insólita
figuración zoomorfa en el arte islámico que
podría representar una paloma, un faisán o un símbolo del rey como ser alado.
Las trazas de arcos mixtilíneos entrecruzados
son características de este palacio y se da por primera vez en La Aljafería,
desde donde se difundirán a las futuras edificaciones islámicas.
Al costado oriental del pórtico se sitúa un
espacio sagrado, la mezquita, a la que se accede a través de una portada
inspirada en el arte califal y que se describe a continuación.
La
mezquita y el oratorio
En el extremo oriental del pórtico de entrada
al Salón Dorado, se encuentra una pequeña mezquita u oratorio privado
para uso del monarca y sus cortesanos. A ella se accede a través de una portada
que acaba en un arco de herradura inspirado en la Mezquita de Córdoba pero con
salmeres en forma de S, una novedad que imitará el arte almorávide y nazarí.
Este arco se apoya en dos columnas con capiteles de hojas muy geometrizantes,
en la línea de las realizaciones arte granadino de soluciones en mocárabe. Su
alfiz está profusamente ornamentado con decoración vegetal y sobre él se
dispone un friso de arcos de medio punto entrecruzados.
Ya en el interior del oratorio hay un espacio
reducido de planta cuadrada pero con esquinas achaflanadas, que lo convierte en
una falsa planta octogonal. En el sector sureste, orientado hacia la Meca, se
sitúa el nicho del mihrab. El frontal del mihrab se conforma mediante un arco
de herradura muy tradicional, de formas cordobesas y rosca de dovelas
alternadas, unas decoradas con relieves vegetales y otras lisas (aunque en
origen estuvieron adornadas con decoración pictórica), que recuerdan la rosca
del mihrab de la Mezquita de Córdoba, si bien lo que allí fueron materiales
ricos (azulejería de mosaicos al estilo bizantino), en Zaragoza -con menos
fasto y presupuesto que la Córdoba califal- son estucos en yeso y policromía
típica del alarifazgo morisco, decoración que se ha perdido casi en
su totalidad en el Palacio. Siguiendo con el arco de la portada, un alfiz
enmarca su trasdós, en cuyas albanegas aparecen rehundidas dos rosetas
gallonadas, como también lo es la cúpula del interior del mihrab.
El resto de los muros de la mezquita están
decorados con arcos ciegos mixtilíneos enlazados y decorados en toda la
superficie con atauriques vegetales de inspiración califal. Estos arcos se
apoyan en columnas rematadas en capiteles de esbelto canastillo. Un zócalo de
losas cuadradas de mármol recubre la parte inferior de los muros de la
mezquita.
Todo ello se remata en alzado con una
espléndida teoría de arquillos polilobulados entrecruzados, que, en este caso,
no son ciegos en su totalidad, pues los de las esquinas en chaflán dejan ahora
ver los ángulos de la estructura de planta cuadrada. Esta galería es la única
que conserva restos de la decoración pictórica del siglo XI, cuyos motivos
fueron rescatados por Francisco Íñiguez Almech tras retirar el
encalado con que fueron cubiertos tras el paso de la Aljafería a capilla.
Desgraciadamente, este restaurador, loable por haber salvado de la ruina al
monumento, trabajó en una época de distintos criterios a los actuales, pues se
proponía restituir todos los elementos a su aspecto original. Para ello repintó
con pintura acrílica las huellas de restos islámicos, lo que hace a esta
actuación irreversible y, por consiguiente, nunca veremos el, aunque muy
desvaído, pigmento original.
La cúpula de la mezquita no se conservó, pues
esa es la altura en la que se construyó el palacio de los Reyes Católicos; sin
embargo, la característica planta octogonal hace pensar en que la solución
siguiera al pie de la letra las existentes en la macsura de la mezquita de
Córdoba, es decir, una cúpula de arcos de medio punto que se entrelazan
formando un octógono en el centro. La propuesta de cubrimiento de Francisco
Íñiguez es, sin embargo, en este caso, reversible, pues se trata de una cúpula
desmontable de escayola. En 2006, Bernabé Cabañero Subiza, C. Lasa Gracia y J.
L. Mateo Lázaro postularon que «los
nervios de la bóveda [...] debían de tener la sección de arcos de herradura
conformando un esquema de estrella de ocho puntas con una cúpula agallonada en
el centro, como las existentes en las dos cúpulas laterales del transepto de la
mezquita de Córdoba».
El Patio
de Santa Isabel es un espacio abierto y ajardinado en torno al cual se
reunía todo el antiguo palacio taifal de lo que hoy es el Palacio de la
Aljafería. Construido a cielo abierto y con dos albercas en sus extremos, su
estructura gira alrededor del patio rectangular.
Toma su nombre en honor a la infanta Isabel
de Aragón y Sicilia, venerada como santa por la Iglesia católica. Hija del
rey Pedro III el Grande, se convirtió en reina consorte de Portugal por
su matrimonio con Dionisio I el Labrador y fue madre de Alfonso
IV el Bravo.
Tras la conquista de Zaragoza a manos
del rey Alfonso I el Batallador, las antiguas estructuras del palacio
taifal cambiaron de acuerdo al gusto del medievo. Durante este período se
construyó la arquería oeste del patio. En el punto septentrional del patio se
hallaba el Salón del Trono.
Las restauraciones han tenido por objetivo
recobrar el esplendor del patio original. Así se construyó una estructura de
placas de mármol en los pasillos que rodeaban al jardín.
La arcada que se observa al mirar el pórtico
sur se ha restaurado también, y sus arcos originales han sido enviados al Museo
Arqueológico Nacional y al Museo de Zaragoza. Son los arcos más
innovadores del patio, y suponen un nuevo giro artístico en comparación a los
modelos califales de los arcos sitos al norte.
El estudioso alemán Christian Ewert afirma
que, mientras más se acerquen los arcos a las zonas de alta nobleza, más
respeto poseen a la tradición cordobesa.
Estancias
del lado sur
Completando el recorrido por el palacio del
siglo XI, se llega al pórtico sur, que consta de una arquería en su flanco
meridional que da acceso a un pórtico con dos estancias laterales.
Este pórtico era la antesala de un gran salón sur
que tendría la misma disposición tripartita del existente en el lado norte, y
del cual solo queda la arquería de acceso de arcos mixtilíneos de decoración
geométrica. Quizá en este sector meridional se den los mayores atrevimientos en
cuanto a las arquerías, mediante el entrecruzamiento de formas lobuladas,
mixtilíneas, e inclusión de pequeños relieves de fustes y capiteles con función
exclusivamente ornamental.
La complejidad de lacerías, atauriques y
labrados lleva a una estética barroquizante, que constituye un preludio de
la filigrana del arte de la Alhambra y que son unas de las más bellas de todo
el arte andalusí.
Arquitectura
militar: las alcazabas de Málaga y Almería.
Dentro del mundo taifa, lo más importante era
la arquitectura civil y las fortificaciones, y se conservan grandes ejemplos de
arquitectura militar, como la Alcazaba de Almería y la de Málaga (ejemplo
estrella del momento).
Alcazaba
de Málaga
La alcazaba de Málaga es
una fortificación palaciega de la época islámica,
construida sobre una anterior fortificación de origen fenicio-púnico. Se
encuentra en las faldas del monte Gibralfaro, en una posición elevada pero
contigua y unida al centro histórico de la ciudad, lo que constituía la antigua madina de
Mālaqa, y en cuya cumbre se halla el Castillo de Gibralfaro.
Ocupaba el extremo oriental del desaparecido
recinto amurallado de la ciudad, de manera que los frentes de
mediodía, poniente y norte quedaban a intramuros. Su
superficie actual de 15 000 metros cuadrados no alcanza ni siquiera la
mitad del tamaño que poseía en su época de esplendor, como demuestran los
planos históricos conservados.
Según el arquitecto restaurador, Leopoldo
Torres Balbás, la Alcazaba de Málaga es el prototipo de la arquitectura militar
del periodo taifa, siglo XI, con su doble recinto amurallado y gran
cantidad de fortificaciones, siendo su único paralelo el castillo del Crac
de los Caballeros, fortaleza levantada en Siria por los Cruzados entre
los siglos XII y XIII.
Este Palacio fortaleza cuyo nombre en árabe
significa ciudadela es uno de los monumentos históricos de la ciudad, un
espacio muy visitado por conjugar historia y belleza en un mismo recinto.
De época musulmana
está situada a los pies del monte Gibralfaro donde está el Castillo defensivo
árabe al que estaba unido por un pasillo resguardado por murallas llamado
La Coracha; junto al Teatro romano y frente al edificio de
la Aduana, es una oportunidad para ver en solo unos metros la unión de las
culturas romana, árabe y renacentista, lo que hace a este rincón un lugar muy
especial.
La Alcazaba que se puede contemplar actualmente
es el resultado de un largo proceso histórico que podría dividirse en cuatro
etapas: el periodo islámico, del siglo X al siglo XV; tras
la Reconquista hasta el siglo XVIII; el del abandono de su estructura
militar y deterioro, que abarcaría el siglo XIX hasta los comienzos del siglo
XX; y el de su recuperación como Monumento Histórico Artístico desde
la década de 1930 hasta nuestros días.
Algunos historiadores musulmanes afirman que
fue el rey de taifas bereber, Badis ben Habús, quien ordenó
construir la Alcazaba, usando para su embellecimiento mármoles, columnas y
estatuas del teatro romano adyacente, pero estudios ponen en tela de
juicio esta afirmación ya que existen indicios que plantean que en vez de una
labor de construcción, se trató de una restauración de un antiguo recinto
amurallado de origen fenicio-púnico. Asimismo, anteriormente a Badis ben
Habús, la dinastía Hammudí, últimos califas de Córdoba y reyes
de la Taifa de Málaga, que trasladaron durante la Fitna de
al-Ándalus la corte califal a Málaga, utilizaron el recinto de
la Alcazaba y sus estancias como residencia palaciega.
Los almorávides irrumpieron en ella
en 1092 y los almohades en 1146. Posteriormente, en 1279, es rendida
a Muhammad II Ben al-Ahmar y pasa a formar parte del Reino nazarí de
Granada.
Durante la Reconquista, la Alcazaba constituyó
un infranqueable bastión musulmán en la toma de Málaga por Fernando el
Católico, quien tras vencer y conquistar a El Zagal en Vélez,
sitió la ciudadela que estaba en manos del Hamet el Zegrí y
sus gómeres. El asedio comenzó el 5 de mayo de 1487 y no logró derrotar al
ejército musulmán constituido por tres mil gómeres y ocho mil hombres armados.
El 18 de agosto, Ali Dordux, tras negociar su ciudadanía como mudéjar,
rinde la Alcazaba, pero, bajo el mando de El Zegrí y Alí Derbal,
el Alcázar de Gibralfaro resistió dos días más hasta sucumbir por el
hambre y la sed. El 19 de agosto de 1487 entraron en la ciudad los Reyes
Católicos, izando la cruz y el pendón de Castilla en la torre
del Homenaje de la Alcazaba. El rey Fernando entregó a Málaga la imagen de
la Virgen de la Victoria, talla de origen alemán regalada por el
emperador Maximiliano I al monarca español, que desde ese momento se
convirtió en patrona de la ciudad.
Descripción
histórica y contemporánea
Su reforma le confiere una profunda impronta
como edificación nazarí construida sobre la roca. Conjuga las necesidades de
defensa y la belleza de un palacio árabe organizado a base de patios
rectangulares y crujías en torno con sus jardines y estanques. Sus estancias
que, en la tradición de la arquitectura granadina, buscan en los interiores la
alternancia de luces y sombras para conseguir esos juegos que tan bien
dominaron los alarifes musulmanes.
Su componente militar la hace una de las obras
más importantes musulmanas conservada en España. Con matacanas, torres
albarranas con saeteras y murallas almenadas como elementos defensivos, sin
embargo su mejor defensa estaba en su situación, dominando desde sus balcones
la ciudad y la bahía.
A su alrededor había un barrio, hoy totalmente
desaparecido, que tenía incluso su sistema para evacuar las aguas fecales, y
con letrinas en casi todas las casas, lo que acredita el alto nivel de
civilización que existía en esos momentos.
Tuvo sucesivas reconstrucciones, algunas hasta
en el siglo XX, y actualmente es visitable con importantes muestras
arqueológicas expuestas. En las primeras excavaciones para su restauración,
aparecieron restos de muros romanos de hormigón revestido de estuco rojizo y
pequeñas albercas excavadas en pizarra, destinadas a la preparación
del garum (pasta de pescado que elaboraban los romanos) y una
mazmorra donde encerraban durante la noche a las cautivas cristianas que
trabajaban de día.
La Alcazaba es una edificación construida sobre
la roca y en la que destaca la armoniosa conjunción de las necesidades
defensivas y la serena belleza de sus estancias y jardines interiores. Desde su
construcción, se trataba de una fortaleza urbana, con uso
político-administrativo como sede del gobierno y aposento para las jerarquías
de la ciudad. De los 15 000 metros cuadrados de espacio interior que se
conservan en la actualidad, 3478 son de construcciones que podríamos calificar
como civiles, 3516 de edificaciones de carácter militar y el resto es
superficie no edificada.
De su estructura original, se ha perdido
completamente el denominado Haza de la Alcazaba o Haza Baja, el
recinto inferior cerrado y meridional de la Alcazaba, que los castellanos
denominarían tristemente "el corral de los cautivos", y que Rodríguez
de Berlanga, testigo de su demolición, describía en su obra "Malaca"
como estructura de ciclópeos muros y torreones, sin duda, más importantes que
los actualmente conservados, ya que constituían la primera línea defensiva
frente al mar. Asimismo, en la antigua calle del Zagal de la
Alcazaba, se encontraba la antigua mezquita-capilla bajo la advocación
del Arcángel Gabriel que mandó construir el rey Fernando II de
Aragón en 1497, hoy también desaparecida.
Para llegar a la zona superior del palacio,
donde habitaba el cadí o el alcaide de la ciudad, y que aún
se conservaba en buen estado en 1675 según relataba Cristóbal Amate de la Borda
y donde se hospedó S.M. Felipe IV de España durante su visita a la
ciudad en 1625, era necesario atravesar desde el interior de la ciudad tres
recintos concéntricos amurallados y alargados, y ocho puertas fortificadas; dos
de ellas en recodo, que daban seguridad a sus habitantes, tanto a los reyes y
gobernadores musulmanes, que habitaron el palacio taifal y el palacio nazarita,
como a los que moraron en el arrabal a intramuros.
Las torres y los muros han sido reconstruidos
en parte, antes y después del paso de la ciudad a manos cristianas. En su
construcción se emplearon materiales de acarreo y se reutilizaron piezas del
anexo teatro romano, como columnas y capiteles.
Las construcciones en los comienzos del periodo
musulmán se realizaron de piedra caliza numulítica, de canteras
próximas al mar, alternando sillares de canto con otros de frente. Pero esta
piedra se descompone muy rápidamente con la humedad, por lo que se tuvieron que
efectuar pronto reparaciones. A finales del siglo XIII o primeros del XIV, se
reforzaron los muros y torres, adosándoles muros de mampostería al
exterior.
Zona de
ingreso al recinto superior
Toda la zona de ingreso sufrió modificaciones
recién conquistada la ciudad por los Reyes Católicos. Una vez traspasada
la puerta principal y la llamada Puerta de las Columnas, se ha de subir una
rampa con peldaños, que termina en el Arco del Cristo.
Este arco es un pasadizo en recodo abierto en
el interior de una torre, cuya parte superior fue reconstruida. El arco de
entrada, rodeado por un alfiz de ladrillos, descansa sobre pilastras
y tiene clave de piedra, que estuvo dorada, en la cual se labró en hueco
una llave. En la estancia alta había un matacán, como así atestiguan
dos ménsulas de piedra que sobresalen en el muro. La bóveda del
pasadizo es vaída y de ladrillo. En las jambas del arco interior quedan restos
de piedra numulítica, de la obra del siglo XI. La puerta fue reconstruida a
finales del siglo XIII, como demuestra la llave esculpida en la clave del arco
de ingreso.
Frente a la puerta de salida del Arco del
Cristo aparecieron restos de muros romanos de hormigón revestido de
estuco rojizo y pequeñas albercas excavadas en pizarra, destinadas a la
preparación del garum (pasta de pescado que elaboraban los romanos).
Plaza de
Armas
Se trata de uno de los elementos conservados
más interesantes, es una zona llana desde la cual se domina casi toda la
ciudad, y donde después de la conquista se instaló la artillería, por lo
que se bautizó como Plaza de Armas. Junto a esta se encuentra la Torre de la
Vela y la Puerta de La Coracha, una comunicación al paso murado que la une con
el castillo de Gibralfaro. En la Torre de la Vela se instaló una campana después
de la conquista de la ciudad.
Trabajos arqueológicos realizados por el
profesor Manuel Acién han localizado en este enclave vestigios de una
primitiva mezquita aljama del periodo emiral, siglo VIII.
Puerta de
los Arcos
El ingreso al último recinto se hace a través
de la Puerta de los Arcos y Torre del Tinel. Una vez traspasada la puerta de
los Arcos se tuerce a la izquierda para alcanzar la plataforma superior. En las
excavaciones de esta parte tan sólo se encontró un silo o mazmorra, donde
encerraban durante la noche a las cautivas cristianas que trabajaban de
día. Fernando Guerrero Strachan trazó en esta zona una serie de
jardincillos en pequeñas terrazas, donde se instalaron una pila de baño romana
de mármol, un jabalí labrado en piedra y un enorme pie humano de mármol de
época romana también.
Relieves en el palacio Nazarí.
Recinto
superior: Palacio taifal y nazarí
El recinto superior, al que solo se accede a
través de la puerta abierta en la Torre de los Cuartos de Granada,
llamada Puerta Siete Arcos, está protegido en su otro extremo por la gran
Torre del Homenaje. Está ocupado íntegramente por el Palacio, que en realidad
son dos, los restos de uno taifal y el nazarí, y el barrio de las viviendas o
barrio castrense, con ocho viviendas del siglo XI, los baños, el actual taller
de restauración y el aljibe.
Cuartos
de Granada
En la parte central del recinto superior se
encuentran los “Cuartos de Granada”,
donde vivían los reyes y gobernadores. La arquitectura aquí es de estilo nazarí,
tratando de conseguir un escenario neutro donde se alternen zonas de luz y de
sombra. En los muros de las salas y habitaciones, reconstruidas, existen
pequeñas alacenas para exhibir fragmentos de cerámica musulmana hallados en las
excavaciones.
El palacio estaba organizado a base de patios
rectangulares y crujías en torno. Hay tres patios subsistentes que
tuvieron en sus lados pórticos abiertos por tres arcos, mayor el del
centro, disposición típica de los patios islámicos andaluces. Del primero de
ellos, el más pequeño, sólo está reconstruido el pórtico sur, con tres arcos de
herradura, que descansan sobre dos columnas intermedias de mármol. Este pórtico
pertenece a la reconstrucción realizada durante los siglos XIII o XIV.
A occidente del pórtico, y en comunicación con
él, existe un pequeño pabellón también reconstruido, abierto en sus cuatro
frentes por arcos lobulados de yeso entrecruzados.
Dentro, observamos la zona residencial, que
mira al mar en el lado sur del recinto –el lugar más agradable-. En estos “Cuartos de Granada” observamos una serie
de estancias en torno a un patio alargado, lo normal desde M. Azahara. Sufrirán
una gran renovación en la época nazarí, pero la base sigue siendo del siglo XI.
Algunos detalles de arquitectura de arquerías de época taifa en este lugar son
representativos. Vemos arquerías lobuladas, con aristas matadas, además de las
prolongaciones de las claves de los arcos y los nudos en la parte superior.
Otro ejemplo es una arquería triple, muy inspirada en M. Al Zahara. Observamos
un modelo califal con tres arcos de herradura enmarcados por el alfiz.
Observamos cómo se recorta el arco en sus lados para conseguir más equilibrio,
además de la alternancia de dovelas rojas y blancas con enchapado tallado. La
decoración del interior del arco o intradós está formado por placas del estuco
tallado, con diseños de palmetas vueltas sobre sí –diseños que ya existían en
el mundo califal, pero ahora mucho más desarrollados y abigarrados-. Todo esto
demuestra una evocación al mundo califal, sobre el cual, el mundo taifa
evoluciona.
Barrio de
viviendas o castrense y Torre del Homenaje
En la parte más oriental del último recinto se
encontraron las ruinas de un barrio de pequeñas casas formado por tres manzanas
entre calles enlosadas.
Un pequeño baño y dos viviendas muy pequeñas
conformaban la manzana sudoeste y otras dos pequeñas también las de la manzana
más oriental. De mayor tamaño eran las tres viviendas encontradas en la manzana
sur. La altura máxima de los muros que se han conservado es de un metro. Las
puertas de las viviendas estaban compuestas por dos hojas de madera. La
distribución de las viviendas estaba muy bien aprovechada: todas con un
pequeño patio casi cuadrado, con aceras y crujías alrededor, en torno
al cual se distribuían las habitaciones. Algunas de las casas conservan los
primeros peldaños de las estrechas escaleras que conducían a la planta
superior. El suelo de las habitaciones consistía en una capa de mortero de cal
teñida de almagra, aunque algunas conservan losetas de barro y
piezas de mármol aprovechadas. En el interior de las casas se encontraron
zócalos pintados de rojo, con inscripciones en cúfico y dibujos
geométricos de lazo de a ocho.
En la parte septentrional del barrio había un
baño, en donde el agua subía a través de una noria desde un pozo
profundo al que llamaron Airón, en el recinto inferior.
El barrio disponía asimismo de un sistema
de atarjeas para el alejamiento de las aguas negras, y casi todas las
viviendas disponían de letrinas, lo que acredita el alto nivel de civilización que
existía.
Al final del barrio se encuentra la Torre del
Homenaje de planta casi cuadrada, obra del siglo XIV. Se construyó una vivienda
en su parte alta, con salas y patio. De la escalera de subida no quedan
huellas.
La Alcazaba,
de Almería
Es uno de los conjuntos monumentales y
arqueológicos andalusíes más importantes de la península ibérica. Sus casi
mil años de historia nos ha permitido conocer la evolución experimentada en
la arquitectura civil y militar durante la dominación árabe en Al-Ándalus,
debido a su construcción en diferentes fases y épocas, como el castillo y torres de
época bajomedieval cristiana (siglos XV-XVI), así como el origen y
evolución de la ciudad (con un perímetro en total de toda la fortificación,
según la Oficina de Turismo de Almería, de 1430 metros, contabilizando el
castillo bajomedieval, la alcazaba conservada en la actualidad y el resto de
murallas exteriores).
Situadas en un cerro aislado, la Alcazaba es
una sólida y extensa fortaleza con murallas de más de tres metros de anchura y
cinco de altura, formando un recinto cerrado sobre sí mismo, pero conectado con
los lienzos de la Muralla que configuran y dan sentido a su propio desarrollo,
dentro de una unidad más compleja, como es la fortificación de la ciudad, en el
que el barranco de la Hoya y el cerro de San Cristóbal mantiene una conexión
directa con la Alcazaba, tanto física como visual, creando un conjunto de
extraordinaria magnitud. La Alcazaba-castillo queda al sur conectada con la
ciudad, y al norte el Cerro de San Cristóbal, que termina por definir un
espacio único, de indudable interés cultural.
Es una de las ciudadelas mejor conservadas en
la actualidad, siendo la segunda alcazaba árabe más extensa de la península
ibérica en lo concerniente a su recinto de construcción de época musulmana y la
segunda de cuantas se conservan en la actualidad.
El entorno que describe a este Bien de
Interés Cultural, denominado «Conjunto Monumental de la Alcazaba de Almería y
Murallas del Cerro de San Cristóbal», comprende las parcelas, inmuebles,
elementos y espacios públicos y privados comprendidos dentro de la línea de
delimitación que figura en el plano de delimitación del entorno afectado. Dicho
entorno delimitado, en líneas generales, no se encuentra muy alterado ya que se
trata del Barranco de la Hoya, que es un amplio espacio sin ningún tipo de
edificación, que refuerza la imagen de la Alcazaba y Murallas. El resultado,
según la Oficina de Turismo de Almería, es un entorno poligonal de tendencia
cuadrangular, con una superficie de 37,652 hectáreas (hoy no conservado
completo), cuyo eje, en dirección este-oeste, queda constituido por la Hoya, y
que la convierten, según estas dimensiones, en la segunda alcazaba de mayor
extensión de las construcciones árabes en época musulmana de la península
después de Badajoz (8 hectáreas en su actual recinto y más de 50 hectáreas en
su antiguo cerco). El área del recinto de la alcazaba conservada en la
actualidad (sin las murallas exteriores) es de 2,5 hectáreas incluyendo el
recinto del siglo XV.
Fue fundada en el siglo X por el califa Abderramán
III como atalaya defensiva de la ciudad prominente en ese momento, Bayanna,
actual Pechina, (de ahí el nombre en árabe Al-Mariyya Bayāna). La
ciudad tenía un castillo fortaleza o alcazaba y una muralla que rodeaba toda la
medina y los arrabales. La Alcazaba es uno de los puntos de interés
turístico más emblemáticos de Almería, junto a la Catedral. Es visible
desde cualquier punto de la ciudad, sobre todo su imponente Torre del Homenaje,
y de visita muy agradable.
Fue en el año 955 cuando el primer califa
de Al-Ándalus, Abd al-Rahman III, mandó construir la Alcazaba sobre los restos
de una fortaleza anterior. Se utilizaría la piedra arenisca procedente
de una cantera cercana, a la postre conocida como las Canteras
Califales. El recinto cuenta con tres partes diferenciadas: dos de origen y
estilo árabe y una posterior, cristiana.
Se cree que antes de la existencia de lo que
hoy conocemos como Alcazaba, en el mismo cerro existía una rábida cuya
construcción fue fechada a mediados del siglo IX, con la intención de defender
los arrabales de los normandos entre los años 840 y 861. Se diseñó
como una edificación de defensa ubicada dentro de la ciudad de Almería,
exactamente en el norte del Casco Histórico. Una alcazaba es una ciudadela
construida en varios niveles que suele ocupar toda una elevación de terreno.
Tiene muros con torres de defensa, calles, casas y mezquita.
En el año 955 Abderramán III concede
a Almería la categoría de medina. Es en ese momento cuando se comienza a
construir la Alcazaba. Se construye también la mezquita aljama, cuyos restos
son visibles en la iglesia de San Juan, y las murallas que rodean la
ciudad. La Alcazaba fue una fortaleza militar y al mismo tiempo sede del
gobierno. Desde este lugar se domina la ciudad y el mar. Se perfeccionó todo el
conjunto y se engrandeció con Almanzor y más tarde alcanzó su máximo
esplendor con Jairán, primer rey de la Taifa de Almería, entre los
años 1012 y 1028.
Su entrada se encuentra en la calle Almanzor,
paralela a la muralla, que lleva tras unas escaleras en zig zag rodeadas de
vegetación al primer recinto del castillo, tras la Puerta de la Justicia.
Primer recinto
Es un amplio lugar que corresponde a lo que fue
campamento militar y refugio para la población en caso de asedio, que se
dividía en dos barrios, y un pequeño cementerio. Contaba con buenos aljibes,
de los cuales hoy podemos ver uno en ruinas al descubierto, y uno de los pozos
que se utilizaban para subir el agua una altura de 70 metros. La entrada
se realiza por la llamada Torre de los Espejos, que aloja la Puerta de la
Justicia. Según la tradición, en esta torre existía un sistema de espejos cuya
misión era hacer señales a los barcos que llegaban al puerto, esperando
contestación, y descubriendo así a los enemigos. En el extremo más oriental
está el Baluarte del Saliente, que hoy aloja las oficinas del monumento.
Hacia el año 1522 hubo un terremoto que
destruyó gran parte de la ciudad, resultando este recinto gravemente afectado.
Aunque se conoce el uso que se hacía de esta parcela, se desconoce por completo
su aspecto original, pues no se han encontrado documentos o imágenes que
describan la fisonomía interior del primer recinto. Es por esta razón por la
que, a la hora de restaurar la Alcazaba, se decidió realizar una serie de
jardines y ornamentos a semejanza de la Alhambra de Granada. Los
suelos empedrados, los pequeños canales que recorren los desniveles del terreno
con el transcurrir del agua, los setos, las fuentecillas y los árboles son
elementos que se desconoce si originalmente ocupaban estos terrenos, pero que
hacen más agradables las visitas.
Muro de
la Vela
El Muro de la Vela separa el primer recinto del
segundo, aunque se accede desde este último. Se llama así porque allí se
levantaba la Campana de la Vela, que anunciaba varios eventos cuando
tenían lugar: barcos que entraban en la bahía, peligro, fuego, etc. Fue mandado
construir por el rey Carlos III. La campana reunía con su toque a los
defensores de la fortaleza. En otras épocas sirvió para marcar la hora del agua
a los regantes, como toque de queda y como cierre de las puertas de las
murallas y salida de las patrullas. También se la oía en las noches de
tormenta. Está cobijada por una cruz y tiene un nombre: Santa María la
Mayor (Todas las campanas tienen un nombre propio).
Segundo recinto
Era la residencia para gobernantes, guardia y
servidores. En realidad era la ciudad palaciega con dependencias como mezquita,
casa, baños, aljibes, tiendas, etc... También existen los baños de la tropa,
que sigue el modelo de los baños romanos. Debido a los terremotos que asolaron
la provincia en la Edad Moderna apenas quedan algunos restos en pie
pero ofrece un gran yacimiento arqueológico el cual es aún hoy investigado.
Hoy, son visitables el aljibe, el Muro de la
Vela, la ermita de San Juan, antigua mezquita reconvertida por los Reyes
Católicos; y dos reproducciones de casas originales, reconstruidas de sus
ruinas durante los años 1960, y que albergan exposiciones de objetos de la
época.
Mirador
de la Odalisca
En el segundo recinto queda en pie una pared en
su cara norte, que correspondía al palacio de Almotacín, del siglo XI, y que
cuenta con dos aberturas hacia el barranco de La Hoya. Existe una leyenda
referente al lugar. Antes de que este recinto se transformara en ruinas, esta
era la residencia de Almotacín, en la que disponía de un harem. Una
noche, esperando a su concubina favorita, de nombre Galiana, el rey
quedó esperando. En realidad, ella había acudido a liberar a un preso cristiano
que cantaba todas las noches a su hermosura. Cuando él se estaba descolgando
por esta ventana con la ayuda de unos paños de seda que la odalisca
había anudado, apareció la guardia, por lo que decidió soltarse para evitar ser
apresado de nuevo, muriendo al llegar al suelo. Tras ver despeñarse a su amado,
la concubina empezó a llorar en el alféizar de la ventana, muriendo de lástima
poco después. Este es un relato que cuenta la dificultad de la convivencia de
las dos culturas que había en la ciudad.
Murallas de Jayrán
La muralla del Cerro de San Cristóbal, más
conocida como murallas de Jayrán, es lo que hoy permanece en pie de la antigua
muralla que rodeaba toda la ciudad y fueron construidas por el primer rey de
la Taifa de Almería, Jayrán. A pesar de que se han encontrado más
secciones de dicha muralla en otras zonas de Almería, como en los
cercanos refugios subterráneos de Almería, esta es la única parte que
siempre se ha encontrado al aire libre y no ha sido descubierto posteriormente
en estado de ruinas. Originalmente, su nombre era monte Laham, que en árabe
significa carne. Su nombre católico procede del corto periodo en el que
Almería estuvo bajo el dominio de Alfonso VII, en el que se erigió un
castillo dedicado a San Cristóbal, hoy en estado de ruina progresiva. Fue
erigida para proteger el antiguo barrio de La Musalla, en tiempos
de Abderramán III, entre los años 1012 y 1028. La muralla, con una
sección de tres metros de grosor y cinco metros de altura, cuenta con
un total de siete torreones: tres de planta cuadrada de origen árabe, y cuatro
de planta circular de origen cristiano, erigidas por orden de Alfonso VII en el
año 1147. También permanece en pie una puerta, conocida como Puerta de
la Almudaina, y que da acceso a la EEZA. Para la restauración de los
torreones derruidos tras la contienda del siglo XII, se reutilizaron bolaños que
se encontraban por el suelo y se han encontrado cruces de posible origen templarios
grabados en la argamasa utilizada.
La
alcazaba de Sevilla
(Reino de Sevilla, siglo X).Otro importante
reino de taifas es el de los Abadíes de Sevilla. Sevilla será otro de los más
importantes centros políticos del s. XI, en la que habrá muchos reyes
importantes, sobre los que destacará el rey Al-Mutamid. Creará una corte
lujosa, además de ser el mismo un hombre intelectual, poeta. Se creará una
corte muy intelectual.
En los actuales alcázares de Sevilla se aprecia
un espacio que podría ser el “Alcázar de
la Bendición”, de siglo XI, el cual estaría situado donde estarían hoy los
Reales Alcázares de Sevilla. El espacio más importante es el Salón de
Embajadores del Alcázar de Sevilla. Es una construcción que hizo una obra de
Pedro I (rey cristiano). Este salón, en realidad, está reaprovechando el
espacio del antiguo palacio taifa de época abadí. El Salón de Embajadores es un
espacio cuadrado cubierto por cúpula (Qubba).
Además, se han encontrado otros restos en el
Patio de Crucero, el cual tiene debajo el patio con jardín del conjunto taifa,
conocido por medio de excavaciones.
Periodo
preislámico
La parcela donde se encuadra el recinto del
Alcázar estuvo ocupada desde el siglo VIII a.C. Se han encontrado restos de
un edificio romano del siglo I, del cual no se conoce con certeza su
función. Este inmueble del siglo I se extendía desde el patio de
Banderas hasta el interior del recinto actual. Sobre sus ruinas se edificó
una iglesia paleocristiana, identificada por algunos como la basílica de San
Vicente, que fue uno de los tres templos principales de la ciudad durante la
época visigoda. De este primitivo templo se han encontrado algunos restos
en el patio de Banderas. Algunos capiteles y fustes de este antiguo templo se
aprovecharon en la construcción del palacio de Pedro I. La lápida del
obispo Honorato, que probablemente se encontraba en esta iglesia, se
encuentra en la actualidad en la catedral de Sevilla.
Etapa islámica
En el 914 el emir cordobés Abderramán
III mandó construir una alcazaba con una muralla cuadrangular adherida a
la antigua muralla romana de la urbe. La única puerta de acceso conocida a esta
alcazaba se encontraba a la altura del número 16 del patio de Banderas y de la
que se conserva la jamba norte de un arco. En el interior había algunas dependencias simples adosadas a los muros, como
almacenes, caballerizas y cuarteles.
Tras la caída del califato, la
dinastía abadí tomó el gobierno de la ciudad y realizó una prolija
actividad constructiva. A mediados del siglo XI, la alcazaba se amplió hacia el
sur, duplicando su superficie. Se creó una nueva entrada con un castillete de
control, del cual se conserva una doble puerta de herradura en la actual calle
Joaquín Romero Murube. En el interior, se construyeron una serie de pequeños
edificios y probablemente hubo un edificio principal, palaciego, donde
actualmente está el palacio Gótico. En la segunda mitad del siglo XI el
rey Al-Mutamid amplió la fortaleza hacia el oeste y se construyeron
algunos edificios palaciegos. Este fue el primitivo Alcázar de la Bendición
(Al-Mubarak). De las dos alcazabas y del Alcázar de Al-Mutamid solamente quedan
algunos vestigios en las murallas.
En el siglo XII
los almohades reformaron por completo todo este espacio. Crearon un
sistema de murallas que unía el Alcázar con otras fortificaciones hasta el
cauce del Guadalquivir. El Alcázar llegaba hasta la torre de Abd el
Aziz, situada en la actual avenida de la Constitución. En el interior se
construyeron una decena de edificios nuevos y de mayor tamaño. Las murallas
del Alcázar pasaron, además, a ser parte de unas nuevas y reformadas
fortificaciones para la defensa de la ciudad. Estas obras defensivas culminaron
a comienzos del siglo XIII con la construcción de la torre del Oro.
1-Puerta del León
2-Sala de Justicia y patio del Yeso cyan
3-Patio de la Montería rosa
4-Cuarto del Almirante y Casa de Contratación crema
5-Palacio Mudéjar o de Pedro I rojo
6-Palacio gótico azul
7-Estanque de Mercurio
8-Jardines verde
9-Apeadero amarillo
10-Patio de Banderas
Sala de
Justicia
A la sala de Justicia se accede por el patio
del León, esta formaba parte del primitivo palacio musulmán, este palacio era
el denominado mexuar, donde se reunía el consejo de visires, labor que continuó
bajo la monarquía cristiana.
Es de planta cuadrada, de estilo mudéjar y fue
construida en el reinado de Alfonso XI. Es una sala de planta cuadrada y una
bóveda de artesonado (qubba). En ella hay un escudo de la Orden de la Banda,
creada por Alfonso XI en torno a 1340. La sala habría sido realizada entre
1340 y 1350. No obstante, aunque la sala fue fechada en el reinado de Alfonso
XI gracias, entre otros detalles, a este escudo, el escudo de esa orden también
aparece en otros lugares del palacio decorados en el reinado de su hijo, Pedro
I. Guarda semejanza con la sala de Comares de la Alhambra. En los siglos XVI
y XVII era conocida como sala de los Consejos. Lo más probable es que hubiera
sido una sala almohade usada para reunir un consejo (maswar) y que fuese
reformada con arte mudéjar por los cristianos, que continuaron usándola para el
mismo fin. Probablemente, esta fuese a sala donde estaba el tribunal
presidido por Pedro I, aunque existen otras hipótesis sobre su posible
localización. En este tribunal había tres gradas de ladrillo con un trono de piedra, aunque esta estructura fue demolida antes
de la visita de Felipe II en 1570.
Artesonado de la sala de Justicia.
Esta actuación disgustó a Felipe II, que era
un gran admirador del rey don Pedro y que fue el primero en indicar que debía
llamársele "el Justiciero".
Patio del
Yeso
Desde la sala de Justicia se accede al patio
del Yeso, que fue edificado a finales del siglo XII, de época almohade, de
planta casi cuadrada, presenta una alberca en el centro y con arcos porticados
en cada uno de los lados del patio, sobre los que aparece una rica decoración.
En el lado sur hay unas columnas califales que sostienen unos arcos con
decoración (sebka) de yeso. Esta decoración cubre un soportal. En el soportal
hay una entrada de dos arcos de herradura con una columna en el centro. Sobre
dintel de esa entrada se abren dos ventanas. En la pared opuesta hay una
salida tapiada con tres arcos de herradura de estilo califal cordobés. Al
igual que en otros lugares del Alcázar, en este patio se han realizado varias
reformas a lo largo de su historia. Todo el muro donde se encontraba la
arquería de sebka se encontró tapado. Fue descubierto
por Francisco María Tubino a finales del siglo XIX. El marqués
de Vega-Inclán, entonces conservador del Alcázar, encargó en 1912 su
recuperación y restauración al arquitecto José Gómez Millán.
Palacio
de Pedro I
Forma parte del complejo monumental
del Real Alcázar de Sevilla.
Fue construido junto al palacio Gótico
de Alfonso X a iniciativa del rey Pedro I, entre 1356 y 1366, en su
construcción colaboraron artesanos de Toledo, Granada y de la
propia Sevilla, posteriormente fue transformado en época de los Reyes
Católicos y de los primeros Austrias. Según las investigaciones
arqueológicas, el palacio del rey Pedro constituyó un proyecto de nueva planta,
que se elevó en un lugar donde existían construcciones anteriores.
Este palacio nació para servir como edificio
privado del rey Pedro I, frente al carácter más protocolario que representaba
el palacio gótico, levantado en el siglo anterior por orden de Alfonso X,
sobre todo en Tordesillas y Sevilla, empleó la epigrafía árabe para ensalzar
sus virtudes. Esto se debe a que, a partir del siglo XIV, los monarcas
castellanos dejan de copiar las tendencias europeas para inspirarse en los
modelos andalusíes. Esto hizo que este palacio de Pedro I albergase diversas
escrituras en árabe ensalzando su figura. el interior se estructura en torno
a dos núcleos, uno dedicado a la vida oficial que se sitúa alrededor del patio
de las Doncellas y otro a la privada en torno al patio de las Muñecas.
Caminando a lo largo de las galerías y salas decoradas con bellos azulejos y
admirando los preciosos techos mudéjares, desde el vestíbulo se llega al patio
de las Doncellas, patio principal, una obra maestra del arte mudéjar andaluz.
Desde la entrada al patio de las doncellas nos encontramos a la derecha la
Alcoba Real, enfrente se encuentra el salón de Embajadores y a la izquierda el
salón del Techo de Carlos V. En la planta superior del palacio se encuentran
los apartamentos reales, redecorados en el siglo XVIII.
La madera empleada en los artesonados
(aljarfes), las puertas con lacerías y los marcos de las ventanas suele ser de
pino. Estas lacerías son doradas o policromadas.
Tiene una primera planta que no se extiende por
toda la planta baja, sino solo por algunas estancias.
La portada principal se encuentra en el patio
de la Montería. En la parte superior hay un gran alero de madera, sostenido
por mocárabes dorados. Abajo hay un mural de azulejos con una
inscripción en árabe que habla del año en que se concluyó el edificio. Este
mural está bordeado por una inscripción en caracteres góticos que dice: "el muy alto et muy noble et muy poderoso et
muy conqueridor don Pedro por la gracia de Dios rey de Castilla et de León,
mandó fazer estos alcázares et estos palacios et estas portadas que fue fecho
en la era de mill et quatrocientos y dos años".
La puerta de entrada es rectangular, con dintel
adovelado decorado con fino alaurique. A ambos lados hay sendos arcos lobulados
decorados con sebka y apeados en columnas de mármol. En la banda
superior hay ventanas, geminadas en sendos laterales y tripartita en espacio
central, con columnas de mármol sosteniendo sus arcos lobulados.
Patio de las Muñecas
La portada da acceso a un zaguán, del que sale
un pasillo que lleva al patio de las Muñecas. Se cree que esta zona del
palacio estaba destinada a la reina, siendo este un patio doméstico. Fue
sometido a una reforma entre 1847 y 1855. En dicha reforma se añadió una
cornisa con mocárabes y un entresuelo neomudéjar entre la planta baja y la
primera planta. Esta reforma fue dirigida por Juan Manuel Caballero y José
Gutiérrez. Las diez columnas de mármol actuales fueron realizadas por el marmolista
José Barradas en aquella reforma.
El nombre "de las Muñecas" es antiguo. En 1637 el
historiador Rodrigo Caro especuló que podría llamarse así porque ahí
era donde se criaba a los niños o porque es un patio muy pequeño. En la
actualidad se cree que puede deberse a unos rostros de niñas o muñecas que hay
al comienzo de los arcos.
Patio de
las Doncellas
Se trata de un patio rectangular de 21x15
metros circundado por cuatro galerías; dos de siete y dos de cinco arcos. En
el centro hay una alberca con grandes arriates hundidos un metro a ambos lados.
Los laterales de estos arriates están decorados con arcos de medio punto
entrelazados. Los arcos lobulados están decorados con sebka y
relieves en yeso. Entre 1580 y 1584 todo esto fue enterrado y se colocó una
solería de mármol, para la que se trajeron artesanos de Macael, Espera y Acán.
Los arriates y la alberca fueron descubiertos en unos estudios arqueológicos
en 2002.
En torno a la planta baja había algunas
estancias que eran accesibles para los invitados, mientras que en la planta
superior solamente había habitaciones privadas. La planta superior de este
patio fue reformada entre 1540 y 1572. De esta época son los arcos de medio
punto apoyados en columnas de mármol con capiteles jónicos elaboradas en Génova
por Antonio María Aprile da Carona y Bernardino da Bissone. Las columnas de
la planta baja fueron sustituidas entre 1560 y 1569 por otras labradas en la
misma ciudad italiana por Francisco y Juan Lugano y Francisco da Carona. En
2020 se restauró la carpintería de portalones y ventanas.
Salón del
Techo de Carlos V
Desde el patio de las Doncellas se accede
también al salón del Techo de Carlos V. Tiene puertas de madera con lacerías
mudéjares. En el centro de los portones hay figuras geométricas de ocho brazos
en forma de ruedas. Las dos contraventanas de este salón están decoradas con
estrellas de cuatro, seis y ocho puntas.
Se cree que pudo ser una capilla, por la
inscripción sobre el Corpus Christi que hay en la puerta. De ser así, la
alcoba Real, que se encuentra al lado, pudo haber sido un presbiterio. De
todas formas, cabe la posibilidad de que la inscripción religiosa de la puerta
fuera simplemente por deseo de Pedro I.
Recibe ese nombre por su artesonado, realizado
entre 1541 y 1543. Este artesonado cuenta con 75 casetones octogonales. Es
atribuido a Sebastián de Segovia.
Salón de
Embajadores
Las puertas de la entrada desde el patio de las
Doncellas son del siglo XIV. Son de madera con lacerías geométricas decoradas
con motivos vegetales. En las partes centrales de los portones hay figuras de
ocho y doce brazos con forma de ruedas. Tienen un trazado
de lefe en los márgenes. Indican la fecha de terminación del
palacio Mudéjar; 1364. En la parte exterior tienen inscripciones en árabe
alabando al señor del palacio y, en la parte alta del lado interior, hay
filacterias con caracteres góticos en latín con el salmo 54 y el comienzo del Evangelio
de san Juan.
El salón de Embajadores el lugar más suntuoso
del palacio. Aquí estaba el salón Al-Turayya, también referido como de las
Pléyades del Alcázar Al-Mubarak y de la Bendición de Al-Motamid. El salón
actual corresponde a la construcción de Pedro I. Tiene planta cuadrada (qubba)
y está cubierto por una cúpula semiesférica dorada. Este tipo de cúpula
responde a un modelo que es llamado "media
naranja". La cúpula fue realizada por Diego Ruiz en 1427. Debajo de
la cúpula hay un arrocabe gótico con retratos de monarcas. Este friso de madera
es medieval, pero los retratos fueron sustituidos en una reforma que tuvo lugar
entre 1599 y 1600. Son 56 tablas pintadas por Diego de Esquivel en orden
cronológico, desde Chindasvinto hasta Felipe III. Pedro I se sitúa en la
mitad sur del paramento.
Cúpula del salón de Embajadores. Existen
otras cúpulas similares en España, como la de la escalera principal de la casa
de Pilatos de Sevilla y la cúpula de los Torrijos, de finales del siglo XV,
que se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional.
En ellas, los reyes, identificados por su
nombre, aparecen en posición sedente y coronados; en la mano derecha portan una
espada y en la izquierda un globo terráqueo; en un nivel inferior está su
escudo de armas y, más abajo, su período de reinado. Por encima de la serie
se dispone un friso corrido con el escudo de armas de Castilla y León.
Los muros, al igual que en otras estancias del
palacio, están decorados con azulejos y yeserías. En la parte superior del
salón hay balcones de madera construidos a finales del siglo XVI. En dos
laterales hay entradas con dos columnas de mármol que sostienen triples arcos
de herradura.
Junto a este salón hay dos estancias, una al
norte y otra al sur, en las que hay distribuidas 26 placas de yeso recortadas
y perfiladas a buril para que las figuras representadas destaquen sobre el
fondo de ataurique. En la sala norte miden 50 centímetros aproximadamente, y
son algo más grandes en la sala sur. En ambas salas las placas de yeso
representan reyes, príncipes, caballeros, damas, torneos y animales
fantásticos. Estas escenas pueden estar inspiradas en el Libro de la montería,
escrito por Alfonso XI, y en la Crónica troyana. Esa crónica fue
encargada por Alfonso XI y realizada por el escribano y miniaturista Nicolás
González. González la terminó en diciembre de 1350, cuando Alfonso XI ya había
sido sucedido por Pedro I.
Arquitectura
civil: Bañuelo del darro.
Quedan pocos restos conservados en los
distintos reinos de taifas. Vamos a ir saltando de un a otro:
Reino
civil de granada:Existía la alcazaba cadima o antigua, situada
en el alguaicil. Granada está constituida por una colina, donde está la
alhambra, y justo en frente otra colina más pequeña llamada albaicín. En esta
zona quedan restos de esa alcazaba vieja como la puerta de los pesos o la
puerta de la monaita, que antiguamente constituían las puertas de entrada. Estaban
insertadas en torres y compuestas por un arco túmido, realizado en ladrillo.
Lo que más nos importa es la zona donde
actualmente se encuentra la alhambra de granada. En ese lugar, en el s. XI,
(colina de la sabikka) se situó la alcazaba nueva, es decir, previamente
existía una alcazaba vieja en frente de
la cual se construyó la nueva. En ese lugar estarían localizados los palacios
de los monarcas ziries que después se convertiría ese mismo lugar en la
alhambra. En ese mismo lugar sabemos que existía un palacio de un visir judío
llamado Yusuf if nagrela. Este visir tenía su palacio en la colina de la
sarikka junto a los más importantes ziriyes. Los leones que conforman
actualmente de los leones de la fuente de los leones de la alhambra no son de
época nazarí, si no que pertenecían a la residencia de este alto mandatario.
La Alcazaba
Cadima o antigua de Granada se localiza en la zona más alta del
Albaicín, donde se levantaba la ciudad ibérica de grandes dimensiones que
recibía el nombre de Eliberri, durante el periodo romano fue nombrada
como Municipium Florentinum Iliberritanum y
posteriormente Ilíberis. En este lugar los musulmanes levantaron poderosas
murallas sobre las viejas de los romanos y de los iberos, de las que quedan
interesantes restos. Las primeras reconstrucciones datan del periodo califal,
pero las verdaderamente poderosas son del periodo zirí (S. XI), cuando ya se
había establecido el Reino de Granada. Los almorávides construyeron una segunda
muralla exterior para fortalecer la que ahora era la nueva capital de
al-Ándalus, Granada.
Fuertes muros con potentes torres de durísima
argamasa y mampostería las conforman, murallas dotadas de puertas que llegaban
a ser grandiosas como la de Elvira o muy ricas como Bab al-Difaf o de los
Tableros. En esta entrada voy a tratar el periodo Zirí principalmente.
Puerta de
los Estandartes o Bab al-Bonud
Se sitúa junto al convento de las Tomasas y
recibe este nombre por ser ella el primer lugar donde ondeaban los estandartes
de cada nuevo rey de Granada. Por esta obra zirí se accedía al núcleo más
primitivo de Granada, la antigua ciudad de Elirerri ibera y más tarde romana.
De ella sólo queda una torre de las dos que
flanqueaban la puerta.
Ante el convento de las Tomasas está la
torre restante de la Puerta de los Estandartes o Bab al-Bonud,
ante ella un aljibe musulmán. Por esta obra zirí se accedía
al núcleo más primitivo de Granada, la antigua ciudad
de Elirerri ibera y más tarde romana.
Murallas de la Alcazaba Cadima, en su origen del periodo califal.
BAB
QASTAR O PUERTA DE HERNÁN ROMÁN
Más que puerta es un complejo de dos murallas y
numerosos elementos defensivos que forman un conjunto creado en sucesivas
fases, siendo la más antigua la zirí, probablemente sobre otra muy anterior.
Podría ser que en un principio la puerta y
torre estuviese cubierta de lajas de piedra arenisca de la Malá, como ocurría
con la torre Turpiana demolida, la torre de San José, la puerta de Elvira y
esta que nos ocupa, como se ve en grabados antiguos de puertas y torres ziríes;
estas lajas de piedra pudieron ser arrancados para reutilizarlos en otras
construcciones posteriores.
Plano de Luis Seco de Lucena de la
Granada musulmana,
marcando la Puerta de Castro o de Hernán Román
marcando la Puerta de Castro o de Hernán Román
Las diferentes fases constructivas nos las
mostrarían los agujeros de los mechinales de distinto tamaño y estructura según
la etapa histórica:
Durante el Reino de Granada Zirí se usaban
mechinales mayores sobre los cuales se colocaban lajas de piedra para poder
sacarlos tras terminar la obra y desmontar los andamios para ser reutilizados,
después se recubría el muro y desaparecían los agujeros.
Durante el Reino de Granada Nazarí los
mechinales eran de menor diámetro y por eso no necesitaban piedra superior para
sacarlos, sencillamente, cortaban lo que de ellos sobresalía, pues al ser más
pequeños no eran valiosos, la parte que que quedaba en el muro desaparecía tras
el enfoscarlo y decorarlo, pensemos que lo que hoy vemos es sólo el interior
descarnado de la muralla.
Los materiales de construcción también varían
según la época, los ziríes empleaban para estos muros defensivos tapial de
calicanto con pedruscos irregulares, posteriormente, los reyes nazaríes usaron
el calicostrado.
BAB CIEDA
O ARCO DE LAS PESAS
Obra zirí, almorávide o tal vez almohade si nos
atenemos a la decoración, aunque podría ser de los primeros momentos de Reino
de Granada Nazarí, los estudiosos no se ponen del todo de acuerdo. Se encuentra
enclavada en la muralla exterior, algo más moderna.
Sobre el arco enjarjado,
de herradura apuntada e inscrito en un alfiz,
se puede ver otro segundo arco de descarga, pero de ladrillo,
cuya utilidad es aligerar peso desplazándolo a los laterales del vano,
en él se ven colgadas pesas similares a las decomisadas por fraudulentas.
También podemos ver algo muy granadino, un dintel adovelado entre los dos arcos.
se puede ver otro segundo arco de descarga, pero de ladrillo,
cuya utilidad es aligerar peso desplazándolo a los laterales del vano,
en él se ven colgadas pesas similares a las decomisadas por fraudulentas.
También podemos ver algo muy granadino, un dintel adovelado entre los dos arcos.
Está formada por un poderoso muro al que se
adosan monumentales torres cuadradas y semicilíndricas, todo ello construido
con una fuerte argamasa de cal y arena.
Abandonada tras una costosa y polémica
labor de conservación.
Las plantas y malas hierbas lo invaden todo
Las plantas y malas hierbas lo invaden todo
Un lugar este donde se podía construir un paseo arqueológico, que pasaría junto a las excavaciones del foro romano y que permitiría a los granadinos y visitantes el acceso a la cultura, en lugar de estar degradándose por el abandono y el vandalismo de unos pocos.
RESTOS DE
LA MURALLA DE LOS ALCÁZARES ZIRÍES
Es la tercera muralla de la ciudad en este
amplio lugar que ocupaban los magníficos palacios de los reyes ziríes del reino
de Granada hace mil años. De ella solo se conservan restos de durísima argamasa
bajo el nazarí palacio de Dar-al-Horra.
Los ziríes fueron una familia procedente de Argelia que gobernó la Región de
Granada hace un milenio. En esta zona construyeron maravillosos palacios que
fueron el asombro de viajeros, el Palacio del Gallo de Viento, de los que nada
queda al haber sido divididos, modificados y destruidos por los mismos
musulmanes de periodos posteriores, pues para ellos sólo Alá permanece.
Restos de la tercera cerca de murallas,
la de los alcázares ziríes,
hoy bajo el palacio nazarí de Dar-al-Horra.
hoy bajo el palacio nazarí de Dar-al-Horra.
PUERTA DE
MONAITA O DE LAS ERAS, BAB AL-UNAYDAR
Obra zirí con la innovación de poseer doble
arco de entrada. La fachada de la puerta se encuentra situada entre
dos torres macizas salientes y dispuesta de forma perpendicular a la
muralla, todo ello para facilitar su defensa. Los materiales usados son lajas
de piedra de la Malá, ladrillo y mampostería.
Arco enjarjado y ligeramente apuntado
elaborado en lajas de piedra de la Malá,
está inscrito en un alfiz y encima de él se ve un dintel adovelado,
cosa muy propia de la arquitectura granadina, en esta ocasión elaborado en ladrillo de ladrillo, para descargar el peso del muro en las Jambas de la puerta.
está inscrito en un alfiz y encima de él se ve un dintel adovelado,
cosa muy propia de la arquitectura granadina, en esta ocasión elaborado en ladrillo de ladrillo, para descargar el peso del muro en las Jambas de la puerta.
PUERTA DE
ELVIRA, BAB ILBIRA
La más grandiosa de la ciudad, hoy mutilada,
pues sólo se conserva su arco exterior y parte del patio y algunos baluartes
defensivos. Y a existía en el siglo IX pero lo conservado data de la etapa zirí
(s. XI).
Tras el arco que ha resistido al tiempo estaba
la auténtica portada que comunicaba con un patio rectangular al que se abrían
dos puertas, una daba acceso a la calle Elvira y la otra llevaba al barrio a la
zona que comunicaba con la puerta de Monaita.
Vista desde el exterior, tras este gran arco existe un hueco defensivo en la parte superior, y seguidamente un nuevo muro con la auténtica puerta ricamente decorada hoy desaparecida para ensanchar la calle.
Además conservamos de época taifa un
excepcional baño árabe, lo que se conoce como Bañuelos del darro (en las proximidades de rio barro).
Adaptación del baño romano a sus propias
necesidades. En primer lugar decir que
el baño hispanomusulmán queda siempre bajo la superficie de la calle para
aislar completamente el edificio y evitar la pérdida de calor, por ello se
accede a ellos mediante unas escaleras. Nos encontramos con el primer ámbito,
que es la zona del apoditerium o vestíbulo, este está constituido por varias
salas, algunas de las cuales son letrinas y otras tienen marcado una especie de
alberca. Después se suceden tres salas que van graduando la temperatura: la
sala fría o frigidarium, la sala templada o templidarium y la sala caliente o
caldarium, igual que en el mundo romano. Las dos salas extremas son
prácticamente idénticas y la sala central o la templada es lamas amplia. La
zona posterior es la sala donde se encuentran las calderas, es una zona de
servicios. Se empleaba el sistema del hipocausto: flujo de aire caliente por
debajo del selo de todo el baño (conocido también como gloria). En el interior
el protagonismo lo tiene la bóveda esquifada con lucernas cerradas con placas
móviles de cristal o fragmentos de alabastro que podrían abrirse o cerrarse en
función de la necesidad (regulador de vapor). La construcción está realizada
completamente en ladrillo, es característico del momento. El ladrillo estaría
recubierto por una capa de estuco y después estaría pintado con los mismos
colores que en Madinat al Zahara (rojizo y azul). Tenemos arcos, pero son de
medio punto, capiteles reutilizados y esa pieza tronco piramidal que es el
cimacio. Todo el suelo está cubierto por lajas de mármol blanco.
Los baños árabes o hammam, heredados
por los musulmanes de las termas romanas, proliferaron rápidamente por todo
Al-Andalus. Eran lugares de encuentro social donde los ciudadanos -en turnos
que separaban a hombres y mujeres- acudían regularmente a lavarse, cortarse el
cabello, recibir masajes y, simplemente, relajarse. No se trataba solo de una
costumbre higiénica y placentera, sino también espiritual: para el islam, el
agua es un elemento purificador con el que se lavan los actos realizados contra
los preceptos del Corán. Situado junto al río Darro, nos da testimonio de los
21 baños que llegó a haber en la Granada musulmana el más antiguo de ellos,
conocido como El Bañuelo. Es el mejor conservado de los
cuatro hammam históricos que mantiene la ciudad, donde hoy está de moda
acudir a relajarse y tomar un té moruno en alguno de los modernos baños que, a
imitación de los antiguos, ofrecen vivir esta experiencia.
El Bañuelo fue construido en el siglo XI
en época del rey zirí Badis y costeado por su visir judío, el filósofo y poeta
Samuel Ibn Nagrela. Eso lo convierte en el edificio civil más antiguo de
Granada, y uno de los hammam mejor conservados de Al-Andalus.
Tras la conquista de Granada, comenzó la
decadencia de los baños árabes, considerados por los cristianos como lugares de
dudosa moralidad equiparables a los burdeles. Muchos fueron destruidos o
reconvertidos, lo que explica que hayan llegado tan pocos a nuestros días. El
del Bañuelo es un caso excepcional, ya que fue destinado a lavadero público,
quedando intacta su antigua estructura. En el siglo XX, el gran arquitecto y
restaurador Leopoldo Torres Balbás tramitó su expropiación, ya que para
entonces los baños formaban parte de una casa cristiana posterior, y procedió a
retirar el lavadero de la sala principal y poner suelos de mármol, entre otras
actuaciones de rehabilitación.
El recinto, de planta rectangular, se
distribuye en varias salas que forman el modelo clásico
de hammam árabe. Un vestíbulo, lugar de descanso donde se dejaba la
ropa, da acceso a una sala de refresco, donde la temperatura ambiente y
del agua siempre se correspondía con cada estación del año. Después, entramos a
la sala central o templada, la más grande del Bañuelo y la que suele salir
en todas las fotos por su espectacular cúpula surcada de tragaluces octogonales
en forma de estrella, que dejan pasar los rayos de sol para crear un ambiente
mágico. La sala está rodeada de tres galerías delimitadas por arcos de
herradura sujetados sobre columnas. Por último, nos espera la sala
caliente o sauna, donde un hueco en el muro nos indica que allí se
encontraba la caldera de agua que ayudaba a conseguir altas temperaturas. Las
canalizaciones por las que circulaba el agua bajo el suelo obligaban a llevar
unas sandalias de madera para no quemarse los pies.
Arquitectura
religiosa:
La falta de restos se debe a la destrucción
masiva que se realizó en la península tras la reconquista. A pesar de que se
arraso contigo es extraño que no se conserve ninguna mequita aljama de este
momento. Es posible que en este momento los gobernantes no prestaran
atención a la construcción de mezquitas
aljamas, ya que ya debían de existir mezquitas bastantes recientes de época
califal, por los que las necesidades ya se veían cubiertas. Además los intereses
de los gobernantes iban más en dirección a construcciones civiles para
reafirmar su poder político.
MEZQUITA
DE LAS TORNERIAS
El máximo ejemplo que tenemos es la mezquita de
las tornerías en Toledo. Se trata de una mezquita muy pequeña, de barrio, pero
la falta de ejemplos la hace muy importante. No conocemos su nombre original se
llama así porque está situada en la calle de las tornerías. El modelo de esta
mezquita va a enlazar directamente con el de la época omeya. Se trata de un
modelo importado de oriente y que se impone en toda la península. Consiste en
un edificio de planta cuadrada con cuatro soportes centrales que nos
compartimentan el espacio en nueve tramos, lo interesante es que estos tramos
están abovedados. Esta completamente realizada en ladrillo, lo que se adapta al
tipo d de construcción de este momento. Los cuatro soportes principales son de
piedra y son reutilizados. Sobre los soportes apean unos arcos típicos de
herrada realizados en ladrillo.
Esta muy restaurado, ya que actualmente esta
mezquita se ha convertido en un centro de desarrollo de la artesanía en Toledo,
se realizan exposiciones. Las paredes también presentan arcos de herradura
ciegos, para dar un poco de dinamismo al muro. Cada uno de los tramos
perimetrales se cubre con bóvedas rebajadas de ladrillo que presentan en las
claves una decoración también en ladrillo vegetal o geométrico. E el centro
tenemos la bóveda principal que es la más importante porque es la central, las
más alta y la más elaborada. En esta bóveda central vemos un tramo rectangular
que se divide en ocho subtramos a partir de dos parejas de nervios. Es la misma
estructura de la mezquita pero traducida a la bóveda. Esos nueve tramos
presentan, cada uno de ellos, diferentes bóvedas de herradura califal. El
fuerte desnivel de esta zona ha provocado que la mezquita quede dentro de un
edificio, accediéndose a ella misma mediante una escalera. El mihrab se destruyó.
En la actualidad se ha construido un acceso mucho más razonable.
Artes
suntuarias:
Existían pilas de fuentes. De esta época
destaca la pila de Játiva situada en el museo de Játiva en valencia. Es una
pila excepcional procedente de una fuente, es muy importante porque todos sus
frentes de mármol están decorados con representación de carácter figurativo.
Tipo de decoración figurativa que ya hemos visto en marfiles. Pero destaca
sobre todo porque presenta figuras humanas. Procede del palacio de los
gobernadores de Játiva. Es rectangular con las paredes bastantes bajas. Este
tipo de piezas son las que decorarían los patios y las diferentes estancias del
aplació. Vemos los característicos medallones de las artes suntuarias, músicos,
etc. Resulta complicado dar una significación global a las imágenes de esta
pila. Es un tallado bastante tosco. Hay una serie de personajes que llevan
ofrendas, lo que descuadra completamente en la iconografía islámica. Aparece
también una mujer denuda dando de mamar.
Su decorado está tratado de una manera muy
especial, con profundos grabados ondulados que marcan los cabellos y las ropas,
tal vez una reminiscencia de los apretados pliegues de ciertas esculturas
romanas. Su iconografía hace referencia a las distracciones de la vida
principesca propias de la época de los reinos de Taifas. Se pueden apreciar en
ella veintisiete figuras, entre ellas, un tañedor de laúd, una nodriza desnuda,
un personaje bebiendo en un jardín, otro acompañado de un servidor, luchadores,
leones en combate y hombres enfrentándose con lanzas. También hay escenas de
juegos o de danza; en una de ellas podemos observar hombres con bastones
acompañados de músicos. También distinguimos una procesión formada por cinco
hombres que transportan animales cuadrúpedos, aves de corral, frutas y
verduras, pavos reales con cuellos entrelazados, escenas festivas a ambos lados
de los árboles.
Las escenas de combate podrían ser sasánidas o
romanas. En cuanto a las escenas en las que intervienen animales (leones, pavos
reales), también estas denotan una influencia oriental. Encontramos otras
parecidas en otros lugares del mundo islámico. Es así como podemos relacionar
la escena de los hombres que bailan con bastones con los motivos de dos platos
con lustre metálico fatimí conservados en el Museo Islámico de El Cairo. Las
escenas que representan hombres acompañados de animales, aves de corral o
cestas de fruta y verdura también están presentes en producciones fatimíes de
madera y marfil. La escena en cuestión, a veces denominada escena de los «portadores de ofrenda», también puede
relacionarse con la iconografía romana tardía. En todo caso, se trata de
representaciones realistas propias del arte abasí, difundido en el Egipto
fatimí y luego en el Occidente musulmán. La escena de los luchadores tirándose
de la barba tiene orígenes antiguos y figura tanto en el arte español (píxide
de al-Mughira), como en el techo de la Capilla Palatina (1140) o en el arte
iraní (azulejos de cerámica lustrada, siglo XIII).
Tenemos
ejemplos excepcionales de metalistería:
Esenciero. En las artes suntuarias como en la
arquitectura va a beber de las artes suntuarias califales. El estilo es un poco
distinto, pero en cuanto a tipologías coinciden. La metalistería taifa es
minuciosa, como lo había sido la califal. Museo de Teruel. Pieza bastante
pequeña. Recipiente apara perfumes con una tipología que no habíamos visto
hasta ahora, de plata grabada y nielada (el niel consiste en ennegrecer a
través de esmalte). En algunas zonas para darle una mayor riqueza aparecen
sobre dorado. También tiene un texto que rodea la parte superior en letra cúfica
que nos dice que este objeto fue realizado por el segundo monarca independiente
de Albarracín para su esposa Zahr.
A este mismo ambiente pertenece una caja
ovalada de plata nielada, con un cuidadoso herraje que llevaría en su origen un
candado. Es una pieza curiosa porque procede de la catedral de león
(relicarios). La fórmula inscrita en la base de la tapa se expresan buenos
deseos para el propietario del objeto, sin ofrecernos una información expresa
de él (eulogías). Ello implica que probablemente esta pieza estuviera dedicada
al comercio para una clase media alta.
La gran pieza de metalistería que se asocia con
el mundo taifa es el denominado grifo de pisa. Es una pieza que llevo a pisa a
través del botín de marineros pisanos. Es una pieza muy controvertida y de las
más importantes que se conservan de época islámica por el tamaño. Plantea
muchas dudas. Para algunos historiadores pertenece a época de taifa, también se
ha planteado un origen fatimí (egipcio), incluso iraní. Es una pieza excepcional.
Es un grifo, probablemente sería una decoración de fuente. Esta completamente
esgrafiada como si se buscara un efecto textil. El grifo es un animal
imaginario de carácter apotropaico. Pieza hierática, rígida frontal, que
responde al típico modelo islámico.
Cerámica verde manganeso. Se mantiene en época de taifas. Producción de ámbito áulico, pero luego se estandariza. Es un ataifor, pieza abierta que servía para llevar los alimentos a la mesa. Esta decorado con una nave.
El modelo más característico de cerámica taifa
es lo conocido como cerámica de cuerda seca, producida a finales del califato y
sobre todo, en época taifa, cuando se va a establecer un importante taller en
Toledo. Consiste en dividir la pieza en una serie de compartimentos a través de
unas líneas realizadas con oxido de manganeso mezclado con una materia grasa.
En esos compartimentos se aplican los colorantes. Es una cerámica vidriada, por
lo que tiene dos cocciones. En la segunda cocción los colores se vitrifican,
sin mezclarse. En este caos la decoración consiste en un pavón, figura muy
característica de la decoración oriental y andalusí.
Como gran ejemplo de artes suntuarias también
se han conservado marfiles. En torno al año 1010 se desencadena la fitna o la
guerra civil, ello provoca que los artesanos no puedan trabajar, por ello se
dispersan abandonando Córdoba. Trataran de buscar acomodo en los nuevos reinos
de taifas, los cuales les acogerán con los brazos abiertos. Sabemos que una
familia importante de artesanos del marfil va a llegar al reino de Toledo,
gobernado por los vnu dil mu. Estos artesanos van a crear un importantísimo
taller: el taller de cuenca. Este taller constituye una continuación del taller
califal, a pesar de tener algunas características propias. Es un taller que va
a estar activo en 1026-1050. Lo sabemos gracias a las piezas que conservamos.
Estará regentado durante todo este tiempo pro una misma familia. La familia de
los ib zayyan. La primera pieza que vamos a ver va a estar realizado por un
artista llamado muhamad ib zayyad. La última pieza encontrada aparece firmada
por Abd al Rakham ib zayyad. Esta familia va a realizar piezas directamente
vinculadas con la monarquía de Toledo. Las piezas van a tener la misma
finalidad que las de época califal: esencieros o recipientes suntuosos.
Próximo Capítulo: Arte de los almorávides (1061 - 1163)
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