jueves, 10 de enero de 2019

Capítulo 26 - Pintura japonesa (Primera Parte)



Sumi-e
La tinta china se denomina en japonés sumi o boku, por lo que, sumi-e significa “pintura de tinta china”. Suiboku-ga, literalmente “dibujo de agua y tinta china”, es un término equivalente. Las obras de sumi-e están ejecutadas exclusiva o fundamentalmente con tinta china. El color no debe estar presente más que en ligeros toques, en caso contrario se estaría ante una obra no incluible en puridad dentro de esa categoría. 
La pintura con tinta china se conoció también en Occidente con el nombre de aguada, porque la tinta, que no siempre era negra, se disolvía con ese líquido en concentraciones variables según la densidad que se deseaba otorgar al trazo.
Un aspecto a tener en cuenta es que en los países asiáticos el pincel y la tinta china se empleaban también para escribir textos, es decir, para la caligrafía. Otra cuestión que debe conocer el aficionado es que tanto la tinta china como los pinceles eran y son diferentes en Asia y Europa.
En primer lugar, la tinta china oriental se crea en el momento de pintar, frotando una barrita sobre una piedra ligeramente rugosa y con una pequeña depresión donde se vierte el agua.
En el método europeo, la tinta se prepara con antelación o se adquiere en cantidades suficientes y de una determinada densidad para que, en el momento de usarla, el autor la diluya a su gusto. En Japón, el hecho de frotar la barra de tinta sobre la piedra se ha entendido siempre como un momento de concentración y preparación mental previo al acto creador.
Pero todavía existe otra diferencia muy notable. La morbidez, y finura de los pinceles japoneses no tienen punto de comparación con las de los utilizados para la pintura al óleo, aguada, acuarela o temple en Europa.
Simplificando mucho, el empleo del pincel japonés por un artista del periodo Muromachi exigía un dominio superior al que podía tener con el suyo un artista renacentista. La enorme precisión y sutileza en su manejo que alcanzaron los artistas japoneses, les permitió crear una escala casi infinita de gradaciones entre el negro más profundo y blanco del papel, por cierto casi nunca absolutamente blanco, así como una enorme variedad en la anchura o finura del
trazo, y esto último sin necesidad de cambiar de pincel en la mayoría de los casos.

Características del sumi-e
La introducción en Japón de la tinta china representó un hito indiscutible en la historia de su pintura, independientemente de las influencias estilísticas de las escuelas chinas. El seguimiento de modelos continentales no resultaba nada nuevo para los japoneses, pues ese tipo de aprendizaje era una tradición que se remontaba a la época Asuka (538-710) o incluso más allá.
Poco a poco, el empleo de la tinta china provocó el abandono de los vivos colores de la pintura yamato-e en beneficio de las austeras gradaciones monocromáticas de la nueva suiboku-ga. Si bien la aparición de las primeras obras japonesas de tinta china debe situarse en el periodo Kamakura (1185-1333), la era dorada de esa especialidad se vivió en el Muromachi.
Una de las características de las pinturas sumi-e niponas era el abandono de los temas religiosos o históricos por otros en los que la naturaleza se convertía en protagonista de la obra. En general, el desarrollo de su difícil y delicada técnica se debió al conocimiento que los monjes zen adquirieron del arte chino y, sobre todo, a su dominio de la caligrafía, una práctica muy apreciada por los bonzos de esa orden.
La suiboku-ga se convertía así en el perfecto ejemplo de una forma pictórica que permitía obtener el máximo resultado empleando los mínimos recursos, una de las máximas del zen.
Por otro lado, su técnica conllevaba la imposibilidad de retocar el trazo ya ejecutado, algo que ejemplificaba perfectamente el devenir de la vida misma. No existía en ella la vuelta atrás en lo ya realizado.
En el siglo XV, la mayoría de los monjes practicaba la pintura de acuerdo con su talento y especialidad. Sin embargo, hay que tener presente que sus obras no siempre tenían pretensión artística o religiosa, pues su práctica era considerada como una forma más de apoyo a la meditación y un medio para alcanzar o aproximarse a la iluminación. Como individuos concernidos con la más sencilla cotidianeidad de los actos humanos, el pintar era una disciplina más, una labor que ayudaba a alcanzar la “verdad” tal y como el autor la entendía e intentaba plasmar en su obra.

Tipos de sumi-e
Las pinturas creadas por los bonzos zen pueden dividirse en varios grupos. La tradicional transmisión de conocimientos de maestro a discípulo hacía que, con los años, su relación personal fuera realmente importante. Cuando los avances del acólito eran reconocidos por su mentor, era costumbre que aquél recibiera un retrato de su preceptor. Ese tipo de pinturas se conoce como chinsō y en ellas el monje era representado sentado en una silla de estilo chino y sosteniendo con la mano algún objeto zen. Otras obras reflejaban escenas de la vida de Buda. En el tercer grupo se englobaban los retratos de personajes famosos, fueran históricos o míticos. Finalmente, había las pinturas paisajísticas, un género no directamente relacionado con el mundo del zen, aunque en muchos casos podían interpretarse como parábolas budistas.
Gakuō Zōkyū: Paisaje, c. 1500, 81x35 cm. Freer Gallery. Foto en Gabriele Fahr-Becker (ed.): Arte asiático, Könemann, 2000.

Tenshō Shūbun, murió hacia 1444-50) fue un monje budista zen japonés y pintor del período Muromachi.
Shūbun nació a fines del siglo XIV en la provincia de Ōmi y se convirtió en pintor profesional alrededor de 1403. Se instaló en Kioto, entonces la ciudad capital. Se convirtió en director de la oficina de pintura de la corte, establecida por Ashikaga shoguns, que consistía en influyentes patrocinadores del arte. Fue elegido por los miembros de la misión diplomática a Joseon en 1423. 
Shūbun es considerado el fundador del estilo chino de pintura de tinta suiboku en Japón. Fue influenciado por los pintores de paisajes chinos Xia Gui y Ma Yuan
A lo largo de su vida, Shūbun estuvo asociado con el templo budista Zen, Shōkoku-ji. Al principio de su carrera, estudió pintura allí bajo Josetsu, un inmigrante chino que se convirtió en el padre de la nueva tradición de la pintura japonesa con tinta. Bajo la influencia de Josetsu, Shūbun comenzó a estudiar la pintura de la dinastía Song china por maestros como Xia Gui y Ma Yuan; en consecuencia, el estilo de Shūbun fue un paso intermedio entre los primeros artistas japoneses que imitaban muy de cerca modelos chinos, y artistas posteriores, que desarrollaron un estilo nacional. Más tarde en la vida, Shūbun se convirtió en supervisor de edificios y terrenos en Shōkoku-ji. 
En la década de 1440, enseñó al joven Sesshū Tōyō, que se convirtió en su mejor alumno y el artista japonés más respetado de su tiempo. Otro alumno importante pudo haber sido Kanō Masanobu, quien sucedió a Shūbun como el principal pintor del shogunato Ashikaga, y también fundó la escuela de pintura Kanō
La pintura más conocida de Shūbun, designada Tesoro Nacional en Japón, es Reading in a Bamboo Grove, que actualmente se conserva en el Museo Nacional de Tokio. El mismo museo alberga algunas otras obras atribuidas a Shūbun, entre ellas un par de pantallas plegables (byōbu) tituladas Paisaje de las Cuatro Estaciones (Shiki sansui zu byōbu). El Museo de Arte Seikadō Bunko tiene dos pares más de pantallas plegables que representan los paisajes de las cuatro estaciones. Al igual que con muchos artistas japoneses y chinos de este y períodos anteriores, muchas obras sobreviven que se atribuyen a Shūbun, pero solo para unos pocos es segura esta atribución. Los relatos contemporáneos describen Shūbun como un artista muy versátil, sin embargo, las únicas obras existentes con el problema de la autoría resuelto son los paisajes. 
Paisaje de las Cuatro Estaciones en la colección del Museo Nacional de Tokio, atribuido a Shūbun

Lectura en un bosquecillo de bambú (1446)

Paisaje de las Cuatro Estaciones en la colección del Museo Nacional de Tokio, atribuido a Shūbun

Sesshū Tōyō (Oda Tōyō desde 1431, también conocido como Tōyō, Unkoku, o Bikeisai; 1420 - 26 de agosto de 1506) fue el maestro japonés más destacado de la pintura de tinta y lavado del período medio de Muromachi. Nació en la familia samurai Oda, luego se crió y se educó para convertirse en un sacerdote budista Rinzai Zen. Sin embargo, a temprana edad mostró un talento para las artes visuales, y con el tiempo se convirtió en uno de los mejores artistas japoneses de su tiempo, ampliamente venerado en Japón y China. 
Sesshū estudió bajo Tenshō Shūbun y fue influenciado por la pintura del paisaje de la dinastía Song china. En 1468-69, emprendió un viaje a Ming China, donde también fue rápidamente reconocido como un destacado pintor. Al regresar a Japón, Sesshū construyó un estudio y estableció un gran número de seguidores, pintores que ahora se conocen como la escuela Unkoku-rin o "Escuela de Sesshū". Aunque muchas pinturas sobreviven que llevan la firma o el sello de Sesshū, solo unas pocas se le pueden atribuir de manera segura. Su trabajo más conocido es el llamado "Rollo de paisaje largo" (San, Sansui chōkan). 
Sesshū nació en Akahama, un asentamiento en la provincia de Bitchū, que ahora forma parte de la prefectura occidental de Okayama. Su apellido era Oda, pero su nombre original es desconocido. Recibió el nombre Tōyō en 1431, cuando se inscribió en Hōfuku-ji, un templo Zen en Sōja. La Historia de la pintura japonesa de Kanō Einō (Honchogashi), una fuente del siglo XVII, contiene una anécdota muy conocida sobre el joven Sesshū: aparentemente el futuro pintor no estudió Zen con suficiente dedicación, prefiriendo pasar su tiempo dibujando. Una vez, fue castigado por desobediencia y atado a un pilar en el salón del templo. Después de un rato, un sacerdote fue a verlo y se levantó de un salto con sorpresa: había un ratón muy cerca del pie de Sesshū. Sin embargo, en realidad era una imagen que Sesshū había pintado con sus lágrimas. Aunque la historia es famosa, su autenticidad es cuestionable. En cualquier caso, durante sus primeros estudios, Sesshū habría recibido instrucción no solo en religión, sino también en caligrafía y pintura.
Alrededor de 1440 Sesshū dejó Bitchū para Kyoto, una ciudad grande que era entonces la capital de Japón. Vivió como monje en Shōkoku-ji, un famoso templo Zen. Allí, Sesshū estudió Zen bajo Shunrin Suto, un famoso maestro Zen, y pintando bajo Tenshō Shūbun, el pintor japonés más respetado de la época. El estilo de Shūbun, como el de la mayoría de los pintores Zen japoneses, fue inspirado por pintores de la dinastía Song chinos como Ma Yuan, Xia Gui, Guo Xi y otros. No hay obras sobrevivientes de Sesshū de este período, pero incluso su último trabajo muestra influencias similares. Sesshū pasó unos 20 años en Kioto, y luego se fue a la prefectura de Yamaguchi para convertirse en el sacerdote principal del templo de Unkoku. Fue en esta época que comenzó a llamarse Sesshū ("barco de nieve"). 
Yamaguchi fue donde comenzaron muchas expediciones japonesas a China, y tal vez la elección de Sesshū de la ciudad fue dictada por el deseo de visitar ese país. Obtuvo una invitación del clan Ōuchi, los señores de Yamaguchi y una de las familias más poderosas de Japón, y se unió a un viaje comercial; en 1468 aterrizó en el sur de China. Sus deberes eran comprar obras de arte chinas para adinerados patrones japoneses, y visitar y estudiar en los templos zen chinos. Aunque el propio artista estaba decepcionado con el arte de la dinastía Ming, que se desvió muy lejos de los modelos Song, estaba muy entusiasmado con la naturaleza y los templos chinos. Rápidamente fue reconocido como un pintor importante, y una fuente contemporánea indica que puede haber recibido una comisión del Palacio Imperial de Pekín. Si esto es cierto, o si él aceptó es desconocido; las mejores obras supervivientes de la época son cuatro pergaminos de paisajes que se encuentran actualmente en la colección del Museo Nacional de Tokio. 
Sesshū permaneció en China hasta 1469. Debido a la guerra de Ōnin, no pudo quedarse en Yamaguchi y se estableció en la prefectura de Ōita en Kyūshū, donde construyó un estudio, Tenkai Zuga-rō. Se ocupó de la pintura y la enseñanza, y con frecuencia hizo viajes a diversas áreas de Japón. En uno de esos viajes, en 1478, Sesshu fue a Masuda, Shimane, invitado por Kanetaka Masuda, el señor de la provincia de Iwami. El pintor ingresó al Sūkan-ji, hizo dos jardines zen allí, y pintó el retrato de Masuda Kanetaka, y Los pájaros y las flores de las cuatro estaciones. 
En 1486 Sesshū regresó a Yamaguchi. Muchas de sus obras existentes datan de los últimos años de su vida, incluyendo Long Landscape Scroll (Sansui Chōkan, 1486), Splash-ink Landscape (Haboku sansui) (1495) y otros. Uno de esos trabajos, Vista de Ama-no-Hashidate (hacia 1501-05), es una vista de pájaro de un famoso banco de arena en la provincia de Tango. Para pintarlo, el artista, que ya tenía más de ochenta años, tuvo que escalar una montaña alta, por lo que evidentemente aún gozaba de buena salud. En 1506, murió, a la edad de 87 años. Un solo autorretrato de Sesshū se conoce a través de una copia posterior hecha por un seguidor. 

Aunque numerosas obras del período llevan la firma, el nombre o el sello de Sesshū, solo unos pocos pueden atribuirse de forma segura a él. Muchos son copias o trabajos de los alumnos del artista; y varios pintores, incluido Hasegawa Tōhaku, incluso usaron el nombre de Sesshū por razones artísticas. Los artistas más influidos por el enfoque de Sesshū a la pintura se conocen como pertenecientes a la "Escuela de Sesshū" (escuela de Unkoku-rin). 
Tal vez el trabajo más importante que ha sobrevivido del maestro es el llamado Rollo largo de paisajes (Sansui Chokan): un rollo de 50 pies (15 metros) que representa las cuatro estaciones en la secuencia primavera-verano-otoño-invierno. Como es habitual en el período y el trabajo del maestro de Sesshū, Tenshō Shūbun, el estilo y la técnica están fuertemente influenciados por las pinturas chinas de la dinastía Song, en particular las obras de Xia Gui. Sin embargo, Sesshū altera el modelo chino al introducir un contraste más pronunciado entre la luz y la sombra, líneas más gruesas y pesadas, y un efecto más plano del espacio. Hay otros dos grandes rollos de paisaje atribuidos a Sesshū. El pergamino más pequeño "Four Seasons" (Short Scroll of Landscapes) exhibe cualidades similares a las de Sansui Chokan, que solo presentan un poco más de técnica libre. La vista de Ama-no-Hashidate, pintada poco antes de la muerte del artista, es un alejamiento radical de la tradición china: la pintura preside una visión de pájaro realista de un paisaje particular. 
Otras obras famosas de Sesshū incluyen la imagen budista Huike Offering His Arm to Bodhidharma, pintado en 1496 y designado como National Treasure of Japan en 2004, y un par de pantallas decorativas que representan flores y pájaros. 
Vista de Ama-no-Hashidate (1502-1505), Museo Nacional de Kioto 

Paisaje de tinta salpicada (Hab Haboku sansui), 1495

Paisaje de Sesshū (NT), colección privada; tinta y color claro sobre papel; 118.0 centímetros (46.5 pulgadas) por 35.5 centímetros (14.0 pulgadas)

Huike ofreciendo su brazo a Bodhidharma (1496)

(Hanshan y Shide / Kanzan y Jittoku)
 Sammlung Viktor y Marianne Langen, Hombroich

Ōgata Kōrin Kioto, circa 1657 - Kioto, 2 de junio de 1716) fue un pintor y lacador japonés conocido por su estilo decorativo en biombos, originario de la escuela Rinpa de pintura japonesa. 
Nació con el nombre de Ogata Koretomi u Ogata Ichinojo y su familia era descendiente de un clan samurai vasallo al shogunato Ashikaga. Fue hijo Ogata Soken, un comerciante rico que vendía textiles para kimonos en Kioto y aficionado a las artes, el reconocido pintor Hon'ami Kōetsu le había enseñado caligrafía. Adicionalmente su abuelo, Ogata Sohaku, también fue artista y se instaló en la colonia artística de Kōetsu en Kioto. Es así que durante su juventud, Kōrin recibe de su padre de manera elemental la pintura; no obstante, no le importaba el arte y prefirió vivir lujosamente y malgastar el dinero recibido por su familia. Su hermano Ōgata Kenzan fue también pintor y ceramista. 
Al arruinarse económicamente decide tomar seriamente la pintura, siendo pupilo de Yamamoto Soken, un miembro oficial de la escuela Kanō y que a su vez era reconocido por su manejo de la tinta china y de la pintura tradicional en la escuela Tosa. Soken decidió transmitir todos sus conocimientos a Kōrin. También fue influenciado grandemente por sus predecesores Hon'ami Kōetsu, Kanō Yasunobu, Gukei Sumiyoshi y Tawaraya Sōtatsu, quienes eran los pintores más importantes del país en la época. Durante esta etapa como pupilo, sus obras no poseían su personalidad, ya que estaban fuertemente influenciados con la pintura tradicional. 
Al llegar a su madurez artística en 1697, se convierte en un profesional y decide alejarse de la pintura tradicional y desarrolla un estilo muy original y bastante distintivo, tanto en la pintura como en la decoración con laca. En 1701 ya era considerado uno de los mejores pintores profesionales y acreditado por el gremio de pintores. 
La evolución artística de Kōrin se pudo desarrollar en tres etapas:
- El primer período que abarca desde su comienzo como artista profesional en 1697 hasta su traslado a Edo (actual Tokio) en 1704. Entre las obras más importantes está el Biombo del lirio (1701), que representa unas flores de lirio con una decoración bastante detallada y con una ligera abstracción, resaltando la naturaleza de la pintura. 
- El segundo período abarca su estadía en Edo desde 1704 hasta 1711, y se resaltan obras dedicadas a ricos comerciantes y varios daimyō. Entre estos se destaca un biombo de flores que representan las cuatro estaciones del año.
- El tercer período abarca su regreso a Kioto en 1711 y su muerte en 1716. En este punto regresa a los trabajos de Sotatsu, y dos de sus mejores obras son reinterpretaciones de pinturas de Sotatsu. También se destacan el biombo de las olas de Matsushima, y el más conocido artísticamente: Dios del Trueno, Dios del Viento; que representa a dos dioses puestos en dos esquinas del biombo y el resto era vacío, mostrando el comienzo de la batalla entre ambos seres.

La característica de los trabajos de Kōrin es impresionista, y expresa en pocas y muy simples formas idealizadas, con un descuido absoluto del realismo y de las convenciones normales, tendiendo hacia la abstracción y fijándose en los colores y en la naturaleza de la pintura. En el lacado, Kōrin el uso de los colores blanco metálico y madreperla es notable, trayendo rasgos de la pintura de Kōetsu; adicionalmente trabajaba en diseños para cerámica y textiles, ya que dispuso ayudar al negocio de su hermano Ogata Kenzan. 
Con la muerte de Kōrin, a los cincuenta y nueve años, dejó su estilo a través de sus pupilos Kagei Tatebayashi y Shiko Watanabe, pero el conocimiento presente y la apreciación del trabajo de Kōrin fueron realizados por Sakai Hōitsu, quien pudo revivir dicho estilo en el siglo XIX.
Dios del Viento, Dios del Trueno, de Ogata Kōrin. En esta pintura se muestra a los dioses del trueno (izquierda) y del viento (derecha), al inicio de un combate celestial.




La escuela Tosa
La escuela Tosa estaba formada por miembros de esa familia que trabajaron como pintores al servicio de la corte imperial de Kioto. Su actividad se inició a principios del siglo XIV, cuando comenzaron a realizar retratos de diferentes shōgun. El más importante artista de esa estirpe fue Tosa Mitsunobu (1469?-1525?) quien se hizo muy famoso como retratista de aristócratas y militares. Su obra abarcó desde pequeños formatos como abanicos o pinturas en rollos hasta biombos y fusuma.
Como ya he dicho, el arte de los Tosa mantenía los presupuestos de la yamato-e: temas basados en asuntos históricos o literarios japoneses y una técnica apoyada en un perfilado muy preciso de las figuras y objetos que encerraba manchas planas de color.
Tosa Mitsunobu: fragmento del primer rollo de Kiyomizu-dera engi emaki, c.1520, tinta y color sobre papel, 40x804 cm, Museo Nacional de Tokio.

La fotografía anterior muestra un detalle del primero de los tres rollos de Mitsunobu que relatan la leyenda sobre los orígenes del templo de Kiyomizu-dera. La obra completa consta de un total de 33 escenas y varias caligrafías de notable extensión que describen la fundación de ese famosísimo monasterio de Kioto. En todos los rollos, los fragmentos pintados se alternan con su correspondiente texto, algo muy frecuente en los primeros emakimono del periodo Kamakura como vimos en su día, pero que posteriormente se fue abandonando en aras de una mayor continuidad narrativa. La ilustración siguiente es un detalle de la zona derecha de la anterior.
Tosa Mitsunobu: detalle del primer rollo de Kiyomizu-dera engi emaki, c.1520, tinta y color sobre papel, 40x804 cm, Museo Nacional de Tokio.

En esta obra se aprecia el importante papel que desempeña el color, otro de los rasgos de la pintura de estilo yamato-e que los primeros integrantes de la escuela Tosa mantuvieron en su producción.


La escuela Kanō
Al mismo tiempo que la escuela Tosa, a mediados del periodo Muromachi, surgió otra estirpe de pintores alrededor de Kanō Masanobu (c. 1434-1530) y su hijo Kanō Motonobu (1476-1559) que dio origen a la denominada escuela Kanō, una institución que se mantuvo en primera línea hasta finales del siglo XIX.
En sus comienzos, Masanobu y Motonobu, igual que sus predecesores Shūbun y Sesshū, no dudaron en inspirarse en modelos continentales, por lo que inicialmente se les incluyó en la denominada pintura de estilo chino, o en japonés kara-e, calificativo que se aplicaba a las obras monocromáticas de Shūbun y Sesshū. Sin embargo, como veremos enseguida, sus sucesores se distanciaron muy pronto de esos presupuestos, por lo que se acuñó el vocablo kanga para distinguir su producción de la de aquellos maestros.
Kanō Masanobu y su hijo Kanō Motonobu fueron los artífices de un taller pictórico cuyas obras, si bien se calificaban como de pintura de estilo chino, se convirtieron en paradigmas de lo japonés. Los fusuma y biombos creados por artistas de esa estirpe inundaron los templos, residencias y castillos de todo Japón.
De varios de los representantes más reconocidos de la escuela Kanō iré hablando a lo largo de los siguientes artículos, pero ahora haré simplemente algunos comentarios de sus inicios.
La escuela Kanō explotó creativamente gracias a los encargos de señores feudales que recurrían a sus talleres para decorar los interiores de sus villas o castillos. Para satisfacer el gusto de esa clase social, muy poderosa pero de nivel cultural muy por debajo de la educada aristocracia, los Kanō utilizaron un estilo de brillantes colores, figuras gigantescas y fondos dorados que parecía satisfacer los deseos de notoriedad de sus clientes y aunaba una contundencia heredera del robusto trazo de Sesshū y el color de la tradición yamato-e, precisamente la que seguía la escuela Tosa.

Sin embargo, lo que de verdad diferenciaba a los Kanō de los creadores como Shūbun, Sesshū y sus correligionarios era su profesionalidad y, sobre todo, su especialización en la pintura, único arte que practicaban. Hasta entonces, casi todos los pintores eran sacerdotes budistas, como los dos mencionados, que se comportaban como aficionados, pues tanto pintaban unos fusuma o biombos como creaban un jardín o escribían un poema, por los que no precisaban cobrar ningún estipendio para subsistir.
En vez de centrarse exclusivamente en un sentimiento poético como en el caso de Shūbun o de una visión introspectiva como en el de Sesshū, los Kanō eligieron incorporar lo sensorial a las concepciones de sus predecesores. De esa forma lograron fusionar aquellos planteamientos con el suyo para crear pictóricamente un entorno más real.
Una de las características más evidentes en la producción de los Kanō era su interés en los objetos más que en el espacio, en la corporeidad más que en la atmósfera, algo que los diferenciaba de otros artistas que mantuvieron la tradición del trazo ligero, fresco y casi transparente nacido con la monocromática pintura de tinta china o sumi-e.
La escuela Kanō se ha etiquetado como ecléctica por sus brillantes colores, sus meticulosos detalles y su realismo, características que la convirtieron en idónea como ornamento de interiores. Sin embargo, yo creo que su arte va mucho más allá de ese calificativo, casi siempre utilizado como demérito.

Kanō Masanobu (1434-1530)
Kanō Masanobu fue el patriarca de la estirpe Kanō y fundador de la escuela que lleva su nombre. Decoró varios palacios de Ashikaga Yoshimasa y en concreto, en 1485, el famoso Togudō en el jardín del Pabellón de Plata en Kioto.
Tras haber estudiado con Shūbun, las primeras obras de Masanobu recordaban las pinturas chinas en las que se representaba a ermitaños entre paisajes idílicos. Una de monocromas las pocas que han llegado hasta nuestros días se reproduce en la fotografía siguiente.

La composición de Masanobu, inspirada claramente en modelos chinos de la dinastía Song (960-1279), nos sitúa en un paraje al borde del meandro de un río
sobre el que un gran sauce extiende sus ramas mecidas por el viento. Cerca de la orilla, un bote con dos personas se aleja entre flores de lotos. Hay consenso en que el individuo de la izquierda es Shu Moshuku (1017-1073), un erudito neoconfucionista chino muy conocido entre intelectuales y monjes zen japoneses del periodo Muromachi.

Kanō Masanobu: Zhou Maoshu contemplando lotos, s. XV, tinta y color sobre papel, 85x33 cm.

Kanō Motonobu (1476-1559)
En 1530, Kanō Motonobu heredó de su padre el cargo de maestro jefe del taller
de pintura donde trabajaban su familia y un buen número de asistentes. Su obra,
principalmente monocroma o con discretos toques de color, fue muy apreciada en su época y sentó las bases de lo que sería el característico estilo de la escuela Kanō.
Uno de los primeros trabajos de Motonobu lo realizó en la residencia del superior de Daisen-in en Kioto, con motivo de la fundación de ese templo en 1513. La obra la ejecutó sobre los ocho paneles de cuatro puertas correderas de dos hojas y reflejaba en cada una de ellas una época del año a partir del recurrente tema de Flores y pájaros de las cuatro estaciones, un título con el que nos encontraremos muchas veces al hablar de pintura japonesa.
En el siglo XX, con el fin de garantizar su conservación, esas pinturas se remontaron una a una en formato enrollable y se repartieron entre los museos nacionales de Kioto y Tokio; de ahí que en las reproducciones no aparezcan los tiradores rehundidos de las puertas originales.
Kanō Motonobu: Flores y pájaros de las cuatro estaciones, 1513, cuatro paneles de los fusuma, 139x170 cm. Daisen-in, Daitoku-ji, Kioto.

La obra de Motonobu en Daisen-in marcó un punto de inflexión en la manera de tratar el paisaje en la pintura japonesa. En primer lugar, su composición desplazaba el protagonismo que hasta entonces se otorgaba a las vistas lejanas de montañas, bosques y ríos, para concentrarlo en árboles y flores situados en primer plano, como si estuvieran al alcance de la mano del observador. Por otro lado, esos elementos podían ser de un tamaño enorme, hasta el punto de que los árboles apenas cabían en el encuadre. Su exagerada pero imponente presencia se convertía en una parábola de la personalidad que se deseaba imprimir a la obra y por ende a la estancia donde se situaba.
A partir de Motonobu, los enormes troncos de pinos y cipreses, a veces incluso más gruesos que el modelo original, se utilizaron como centro o eje, nunca simétrico, sobre el que pivotaba la composición, algo que Sesshū ya había empleado en el biombo que comenté hace dos semanas, una obra con el mismo título de Flores y pájaros de las cuatro estaciones. Motonobu dibujó las piedras situadas en la zona inferior de las puertas correderas de Daisen-in con pinceladas en diagonal y cortantes aristas que recordaban las maneras de Sesshū, aunque la profusión de elementos y el detalle en la representación general alejaban definitivamente sus planteamientos de los de aquel, tal y como se aprecia en la ilustración siguiente que reproduce la hoja izquierda de la anterior fotografía.
Kanō Motonobu: Flores y pájaros de las cuatro estaciones, 1513, detalle de la hoja izquierda, 139x170 cm. Daisen-in, Daitoku-ji, Kioto.

En la pintura de estilo chino, las flores y plantas se consideraban elementos secundarios. Sin embargo, con Motonobu aparecieron por primera vez en el arte nipón árboles y animales de gran tamaño que, imbuidos de una presencia y protagonismo notables, se convirtieron en uno de los rasgos identitarios de la escuela Kanō. Los árboles de enormes troncos, las plantas y flores de color y las sólidas rocas casi siempre otorgaban "peso" o materialidad al tema al mismo tiempo que se aproximaban hacia el observador reduciendo la profundidad de la composición. A los Kanō apenas parecía interesarles lo que acontecía en la lejanía.
Con esos planteamientos, los marcos de las puertas correderas se transformaron en verdaderas ventanas que encuadraban una naturaleza cercana que parecía penetrar en la estancia. El fenómeno de la disolución de la frontera entre el interior de un edificio y el exterior del jardín, tan presente en la arquitectura y jardinería japonesas, se reproducía de nuevo, esta vez gracias a la pintura de los Kanō. Volvían a desaparecer los límites, aunque estábamos en una habitación las flores y plantas parecían encontrarse al alcance de la mano.
A finales del periodo Muromachi, Motonobu había logrado crear una nueva forma de pintura sobre puertas correderas o biombos. Gracias a dos sucesores suyos, Kanō Eitoku y Kanō Sanraku, de sus talleres saldrán algunas de las más representativas obras de todo el arte japonés del siglo XVI. De esos artistas hablaré en los artículos siguientes.

Kanō Eitoku (1543-1590)
Kanō Eitoku, nieto de Motonobu, fue uno de los artistas más célebres y requeridos de su época. Su fama hizo que se le encargara la decoración de las paredes y puertas de suntuosos castillos como el de Azuchi, construido por Oda Nobunaga (1534-1582), y el de Osaka, levantado por orden de Toyotomi Hideyoshi (1537-1598).
El virtuoso estilo de Eitoku se convirtió en el paradigma del espíritu del periodo Momoyama (1573-1603). Trazos contundentes, colores vivos, fondos dorados, composiciones asimétricas, elementos gigantescos; todo se pensaba para lograr el efecto más suntuoso e impresionante posible, algo muy acorde con el gusto y preferencias de clientes como los mencionados Nobunaga y Hideyoshi.
La obra de Eitoku encarnaba los ideales de los dos grandes señores de la guerra, y su manera de hacer la mantuvieron sus sucesores a lo largo de todos los gobiernos de los shōgun Tokugawa, hasta casi finales del siglo XIX; aunque, eso sí, perdiendo poco a poco fuerza e inspiración frente a otras corrientes artísticas.
Una de las aportaciones que se atribuyen a Eitoku fue la utilización de láminas de oro como fondo de sus pinturas, un elemento que sin duda debió colmar las ansias de notoriedad de sus clientes. Con ese recurso, sus puertas correderas y biombos se poblaron de nubes doradas que ocultaban zonas del paisaje y enmarcaban diferentes escenas a modo de viñetas.
La etérea nieblilla gris de las pinturas de tinta china se veía sustituida por unas resplandecientes nubes de oro. Con las obras de Eitoku, la penumbra en los interiores de los palacios y mansiones de la época se desvanecía tenuemente con la trémula luz de las candelas vibrando sobre la áurea superficie de biombos o puertas.
Se creaba así un ambiente sofisticado y distante que satisfacía los deseos de superioridad de los grandes señores. En tal escenario, sus egregias figuras envueltas en vistosos atuendos se convertían en verdaderos símbolos de autoridad, inaccesible e inapelable; aunque, permítaseme desmitificar un poco mis excesos interpretativos, de poco sirvió toda esa parafernalia a Nobunaga y Hideyoshi, porque sus fortalezas, así como todas sus extravagancias y lujos, quedaron muy pronto reducidos a cenizas por sus enemigos: sic transit gloria mundi, un aforismo católico que bien podría ser budista.
Mucho se ha hablado de que el motivo de recurrir al empleo de grandes superficies de oro en las pinturas del periodo Momoyama, no era otro que el aumentar la ténue iluminación de las estancias en los castillos y palacios de la época, precisamente gracias a su efecto especular sobre la escasa luz que producían las lámparas y candelas.
Sin embargo, en mi opinión, eso no fue más que un resultado no directamente buscado por los Kanō, aunque no puedo negar que con esa solución se creaba un ambiente muy sugerente. En general, los artistas no suelen considerar prioritario a la hora de plantear sus obras el satisfacer necesidades meramente funcionales, como puede ser la iluminación de una sala. Más bien, lo que tienen en mente es encontrar soluciones que aporten algo nuevo, que sean realmente innovadoras.

Las pinturas en Jūko-in
Siendo todavía muy joven, poco más de veinte años, Eitoku colaboró con su padre Shōei (1519-1592) en la decoración de las puertas correderas de la vivienda del prior de Jūko-in, un templo perteneciente al gran complejo monástico de Daitoku-ji en Kioto.
Para cada una de las tres habitaciones del lado sur de dicho edificio, los Kanō eligieron un tema diferente. En la sala este se representaron las conocidas como Ocho vistas de los ríos Hsiao y Hsiang, atribuidas al padre de Eitoku, Shōei, y realizadas solo con tinta china. A pesar de su título, esas vistas eran en realidad un paisaje imaginario de origen chino que los artistas japoneses interpretaron innumerables veces a lo largo de los siglos. Las otras dos estancias fueron trabajo de Eitoku; en la oeste, el tema elegido fue el de Los cuatro talentos, y en la central, el de Flores y pájaros de las cuatro estaciones.
Para mi comentario, me voy a centrar en los fusuma de la sala central y para que se pueda tener una idea del conjunto de los tres paramentos de correderas en los que Eitoku realizó su obra, voy a insertar ilustraciones en las aparecen todas ellas. Esas fotografías se han obtenido de la plataforma StudyBlue de la Universidad de Wisconsin-Madison en Estados Unidos.
Kanō Eitoku: Flores y pájaros de las cuatro estaciones, lado norte, c. 1566, tinta y oro sobre papel, 176x142 y 176x74 cm cada hoja. Jukō-in, Daitoku-ji, Kioto.

La fotografía anterior muestra los ocho paneles del lado norte de la estancia central. Tras ellos se ubican un altar e imágenes budistas, dado que esa sala se destinaba a ceremonias y rituales. Cuando se celebraba algún rito religioso, se abrían las cuatro hojas centrales, más estrechas que las laterales, para descubrir el mencionado altar. Esa toma fotográfica se realizó dando la espalda al jardín, situado en el sur.
Con esa primera ilustración ya nos podemos dar una idea del enorme despliegue pictórico que se desarrolla en los tres paramentos en los que se distribuyen dieciséis fusuma que suman una longitud que supera los dieciocho metros. En esta obra, la pincelada del joven Eitoku todavía debe mucho a Sesshū, aunque el tamaño de los elementos de su composición y el tenue dorado del fondo producen un resultado que empieza a distanciarse claramente de su modelo.
Veamos ahora los paramentos laterales. La fotografía siguiente muestra a la izquierda tres de las cuatro hojas de las puertas del lado oeste y a la derecha, las del lado norte ya vistas en la anterior ilustración.
Kanō Eitoku: Flores y pájaros de las cuatro estaciones, lados oeste y norte, c. 1566, tinta y oro sobre papel, 176x142 y 176x74 cm cada hoja. Jukō-in, Daitoku-ji, Kioto.

Veamos con un poco más de detalle esta obra de Eitoku en la sala central de la residencia del prior de Jūko-in, como ya he dicho, un templo perteneciente al gran complejo budista de Daitoku-ji en Kioto, un lugar donde se custodian innumerables tesoros artísticos.
Como indica el título dado al conjunto de pinturas de esta estancia, en ellas se pretende reflejar el paso de las estaciones, un tema recurrente en el arte japonés. El ciclo estacional lo comenzó Eitoku, en las puertas del lado este, con una escena primaveral que gira alrededor de un enorme ciruelo que extiende sus ramas por las cuatro hojas correderas. El torrente que aparece en los dos paneles de la izquierda recorre toda la composición, atravesando la cara norte hasta llegar a las últimas hojas del lado oeste. La fotografía siguiente muestra las cuatro puertas del lado este.
Las cuatro hojas del lado este de la sala central de Jukō-in, tinta y oro sobre papel, 176x142 cm cada hoja.

En los fusuma de la foto anterior observamos la característica forma del retorcido y gigantesco ciruelo (árbol que florece muy a principios de primavera) cuyas raíces parecen reventar el suelo para echarse a andar. Esa energía vital recorre sus ramas y las hace extenderse por todos los paneles de este lado.
Veamos ahora lo que sucede en el paramento norte. Aquí Eitoku representa una escena veraniega que enlaza con las dos laterales gracias al mencionado torrente que nace a los pies del ciruelo. La ilustración siguiente muestra una de las parejas de correderas más estrechas, las situadas en la zona central, entre los dos pilares de madera.
Dos hojas del lado norte de la sala central de Jukō-in, tinta y oro sobre papel,
176x74 cm cada hoja.

Observamos aquí una grulla que parece conversar con una rama del pino representado en las dos hojas de la izquierda (verlo en la primera ilustración) y que había desaparecido por la parte alta de la puerta tras una nube dorada. Una vez más, una rama atraviesa todos los paneles equilibrando el peso del grueso tronco de su árbol. La fragilidad y esbeltez de la grulla contrastan con la robustez y corpulencia del pino, parábolas de dignidad y solidez.
En el rincón entre las puertas del lado norte y oeste nacen sendos pinos de raíces como garras y de los que no se acaba de ver su copa, su escala lo impide. Con ellos se crea la transición del verano al otoño, la estación reflejada en el paramento oeste. La siguiente ilustración muestra los dos paneles de la derecha del conjunto de cuatro de ese lado.
Dos hojas del lado oeste de la sala central de Jukō-in, tinta y oro sobre papel, 176x142 cm cada hoja.

En la puerta de la ilustración anterior, una grulla picotea el suelo bajo un retorcido pino; cada uno de ellos se encuentra en una hoja. El grueso tronco del árbol se inclina como si quisiera proteger al ave. Ambos son símbolos de longevidad. La composición del panel derecho apenas deja espacio libre. Las raíces del pino surgen del suelo con trazos semejantes a los de las montañas lejanas. Una rama atraviesa horizontalmente la composición, desapareciendo por momentos por la parte alta y acabando en la siguiente hoja (no aparece en esta foto, pero sí más arriba, en la segunda de este artículo).
En las dos puertas situadas a la izquierda de la anterior, en la esquina oeste-sur de la sala (de la que no ofrezco ilustración), la composición es más ligera. En primer plano crecen unos hibiscos otoñales. El fondo suavemente dorado crea un melancólico ambiente. Solo hay unas pocas ramas y unos pájaros. Un pato entre cañas al borde de un arroyo gira su cabeza mientras otro con el pico abierto parece saludar a un tercero que se aproxima volando. En las ramas que se inclinan sobre las aguas pía una minúscula ave.
Con esta magistral obra Eitoku demostró su enorme capacidad creadora. Las pinturas sobre fusuma ya nunca más fueron como antes. Se habían abierto las puertas que descubrían el deslumbrante arte de la era Momoyama, al que el mismo Eitoku aportará obras paradigmáticas.

La madurez de Kanō Eitoku
Una de las obras más conocidas de Eitoku es el gigantesco biombo titulado Ciprés japonés. De esta pintura hay que remarcar que inicialmente se ejecutó sobre cuatro puertas correderas, de ahí proviene su gran dimensión, más de cuatro metros y medio frente a los tres y medio que tramos de la rama horizontal que cruza los paneles centrales no es un defecto de la ilustración siguiente, sino consecuencia precisamente de ese trasvase de formato.
Kanō Eitoku: Ciprés japonés, c. 1580, tinta, color y oro sobre papel, 170x462 cm.
Museo Nacional de Tokio.

Sin lugar a dudas, el gran protagonista de esta obra, como se aprecia en la fotografía anterior, es el enorme árbol que le da título. Por cierto, hay que hacer notar que el ciprés en Japón no se parece en nada al europeo. Su nombre en japonés es hinoki y su madera es muy utilizada en la construcción de edificios representativos, como templos y escenarios de teatro nō, por ser muy resistente a la humedad y apenas tener vetas y nudos.
Pero volvamos al biombo de Eitoku. El gigantesco tamaño de su ciprés que aparenta ser aún mucho mayor debido a que solo podemos ver parcialmente su tronco y ramas, el flamante fondo de oro que oculta gran parte del paisaje y el contrapunto del azul de un arroyo apenas visible son elementos de la composición puestos al servicio de una concepción grandiosa y refulgente que es la plasmación perfecta del brillante espíritu de la época Momoyama (1573-1603).
Estamos ante otro hito de la pintura japonesa. Gran parte de las características de todo el arte nipón se concentran en este majestuoso biombo. El fondo de láminas de oro con aspecto de nubes que solo dejan ver parte del paisaje, el árbol que no se muestra en su totalidad, las ramas horizontales con quiebros inverosímiles, el protagonista de la composición que pugna por salir del encuadre, la horizontalidad de muchos elementos. Aunque solo hubiera creado esta obra, Eitoku ya habría pasado a la historia del arte japonés.

Leones chinos
El león es un animal mitológico, muy representado en el arte chino, que simboliza el valor y la fuerza. En Japón nunca existieron felinos y por ese motivo los pintores solo los conocían a través de referencias.
El biombo de Eitoku, que muestro en la siguiente ilustración, es una obra de plena madurez de unas dimensiones majestuosas. Los biombos de seis paneles suelen tener una longitud de unos 3,50 metros, pero casi nunca alcanzan los 4,50 como en este caso. No hay duda de que Eitoku tomó una decisión muy meditada para plasmar un tema con el que deseaba crear un gran efecto. El león, como el tigre, expresa poder y coraje y aunque en la pintura japonesa es mucho más frecuente representar tigres entre bambúes, aquí Eitoku se decantó por plasmar únicamente dos leones sobre un fondo dorado.
Kanō Eitoku: Leones chinos, c. 1580, tinta, color y oro sobre papel, 222x452 cm.
Colección de la Casa Imperial.

Eitoku empleó en los felinos los colores blanco, ocre y un sorprendente verde que destacan sobre un esplendoroso fondo dorado. Los dos leones se miran mientras caminan atravesando casi todos los paneles del biombo. La pata delantera derecha de uno de ellos se levanta dejando que la pezuña se relaje, tal y como ocurre en la realidad, un detalle que muestra la capacidad de observación y meticulosidad de Eitoku.
El poder de los dos animales queda resaltado gracias al uniforme fondo dorado a modo de una enorme nube, tras la cual solo aparecen unos peñascos delineados con pinceladas diagonales y marcadas aristas. Una minúscula rama surge inesperadamente por el extremo izquierdo de la composición.
Es muy posible que esta impresionante obra formase parte de una pareja de biombos en la que este ocuparía el lado derecho, algo que parece sugerir la fina rama que he comentado y se aprecia en la esquina superior izquierda. Si fuese así, los dos leones se dirigirían hacia la mampara izquierda, donde solo se puede especular qué habría dibujado Eitoku.
Dado que en la obra actual no aparece ninguna planta que permita tener una referencia estacional, es muy posible que en el biombo perdido hubiese algún árbol y también peonías, plantas tradicionalmente asociadas con los leones. Las peonías siempre tuvieron en China y también en Japón gran predicamento como símbolo de abundancia y riqueza, por lo que frecuentemente se representaban junto con leones, dado que la fuerza de estos los convertía en defensores perfectos de lugares estratégicos y de gran valor. En el entorno de los samuráis las peonías eran un reflejo de su forma de vida, efímera pero hermosa.

Rakuchū rakugai-zu
Voy a comentar ahora un tipo de obra pictórica que a los occidentales primero suele sorprender; luego, desconcertar, y finalmente, desesperar. Estos efectos a menudo provocan un claro desinterés incluso entre los especialistas y, como consecuencia, el que se dejen de lado en la mayoría de estudios sobre pintura japonesa. Me refiero a los biombos titulados genéricamente Rakuchū rakugai-zu, que traducido es algo así como Vistas de dentro y fuera de la capital. Raku era el nombre literario por el que se solía aludir a Kioto en el siglo XVII, cuando era la capital de Japón.
Ese tipo de pinturas se ejecutaron desde el periodo Muromachi (s. XIV) hasta el Edo (s. XIX) y no puedo negar que la primera vez que contemplé una de ellas en un museo tampoco me despertó mucho interés, un efecto que difícilmente puede revertirse a través de los libros, y me explicaré por qué.
Si existe algún tipo de pintura japonesa difícil de interpretar a través de una reproducción en una publicación, es el de los biombos titulados Vistas de dentro y fuera de la capital. Incluso observarlos al natural, expuestos en las enormes vitrinas de los museos nipones, resulta también problemático. El apreciar a simple vista las docenas de escenas en que se dividen sus más de diez metros cuadrados de superficie con sus ondulantes nubes doradas es como mínimo difícil, a menos que se tenga a mano unos binoculares de bolsillo, algo que yo siempre recomiendo a todo amante del arte que viaje.
Kanō Eitoku: Vistas de dentro y fuera de la capital, c. 1570, tinta, color y oro sobre papel, biombo izquierdo 160x365 cm. Museo Uesugi, Yonezaka.

  
Creo que viendo las dos fotografías anteriores se entenderá dónde radica el problema. Nos enfrentamos ante dos enormes biombos que abarcan siete metros de ancho y en los que parece haberse realizado un collage con docenas de pequeñas pinturas en las que se representan escenas diferentes que tienen lugar en distintos lugares de la ciudad. Rápidamente constamos que esa enorme cantidad de información concentrada en una obra resulta, al menos, apabullante.
A pesar de ello, voy a intentar sortear ese problema incluyendo en la ilustración siguiente un detalle donde se aprecian algunos de esos momentos o actividades que se llevaban a cabo en Kioto y que en este tipo de obras se diferenciaban separándolas mediante nubes doradas como si fueran viñetas de un cómic.

En el detalle del biombo izquierdo que se muestra en la ilustración anterior vemos a la derecha de los edificios con tejados negros, una procesión con un palanquino. En la parte alta, el edificio de tejas de color ocre entre los árboles es la mansión de los Hosokawa, uno de los grandes clanes de la época. Como podemos ver, este tipo de pinturas son verdaderos cuadros costumbristas que han servido a historiadores y sociólogos para investigar muchos aspectos de la vida en la antigua capital japonesa.
En casi todos los casos, las Vistas de dentro y fuera de la capital eran biombos en los que se representaba de forma muy fidedigna edificios y diferentes barrios de Kioto en donde se celebraban tanto fiestas populares como las cotidianas actividades de los artesanos, comerciantes y pueblo llano. Del centenar de obras de este tipo que se han conservado, la gran mayoría surgieron de los talleres de los Kanō. La primera referencia que se tiene de una pintura con ese título es de un biombo de Kanō Mitsunobu (1476-1559). En general, las Vistas de dentro y fuera de la capital son pinturas de un gran valor histórico por la precisión con que se reflejaron en ellas no solo las calles y edificios de la capital, sino los utensilios empleados por artesanos y las costumbres de la gente. Una particularidad de este tipo de obras es que siempre eran panorámicas a vista de pájaro que se subdividían en múltiples escenas mediante las sempiternas nubes doradas.

El biombo Uesugi de Kanō Eitoku
Pues bien, todas esas características concurren en la pareja de biombos que se muestra en las dos ilustraciones siguientes y que voy a comentar. La obra, como todas las de este tipo, se titula Vistas de dentro y fuera de la capital y fue un encargo que hizo Oda Nobunaga a Kanō Eitoku para regalarlo a un señor feudal aliado. Fue tal el éxito del artista que, pocos años más tarde, Nobunaga no dudó en encargarle la decoración de su castillo de Azuchi.
Las reproducciones que muestro a continuación son las mismas que inserté en el artículo de la semana pasada, pero ahora he añadido unos rótulos para situar algunas de sus escenas. La ilustración alineada a la derecha corresponde al biombo derecho y la situada a la izquierda, al izquierdo. Es casi seguro que vistos así no resulten muy atrayentes, pero espero que el lector me concederá un minuto para explicar algunas de sus virtudes.
Los rótulos señalan lugares de Kioto que incluso una gran mayoría de los extranjeros que visitan la ciudad conocen.


Los biombos de Eitoku mantienen el mismo convencionalismo que otros anteriores en lo que se refiere al panorama general de la ciudad. Es decir, la mampara derecha muestra vistas de Kioto desde el Palacio Imperial hasta Tōji (un templo situado en el sur de la población) con el fondo de la cadena montañosa de Higashiyama, mientras que la izquierda se ocupa de la zona norte y oeste de la capital con Arashiyama como telón de fondo.
Un aspecto que diferencia la obra de Eitoku de la de otros artistas es que renuncia a utilizar cartuchos para indicar los lugares o locales célebres y simplemente rotula sus nombres sobre la pintura, sin marco alguno. En total, entre los dos biombos se han contabilizado 232 inscripciones, un número que supera con mucho el de obras precedentes y que no solo se refieren a templos, calles o edificios, sino también a personas importantes de la época.
Como es habitual en todas las pinturas japonesas ejecutadas en una pareja de biombos, el discurrir de las estaciones se manifiesta claramente en su composición. En este caso, la mampara derecha muestra escenas que se desarrollan desde principios de la primavera hasta pleno verano, mientras que la izquierda lo hace desde el otoño hasta el invierno.
En estos casos, la forma de indicar la estación del año no es necesariamente representar cerezos en flor o rojizos arces en un paisaje natural, sino que Eitoku nos enseña cómo se manifiesta el paso de las estaciones en una ciudad a través de las actividades y fiestas populares que se celebran en determinadas fechas. Eso precisamente es lo que vemos en la escena que aparece en la siguiente ilustración.
El festival de Gion, biombo derecho.

La fotografía anterior es un detalle de unas de las “viñetas” del biombo derecho en la que Eitoku representó las carrozas (mikoshi en japonés) que durante el festival veraniego de Gion recorren las calles de ese barrio de la ciudad, una tradición que se mantiene todavía hoy día.
Pelea de gallos, biombo derecho.

En este otro detalle que aparece en la ilustración anterior, como en la previa, se comprueba que Eitoku prefirió centrar su atención en lo que acontecía en las calles antes que en lo que sucedía en los interiores de talleres o residencias, esto último algo usual en obras semejantes de otros artistas. Aquí nos muestra una pelea de gallos en plena calle frente a una residencia.
Obsérvese la precisión con que se han representado los dos caballos que aparecen en esta escena.
La mansión de los Hosokawa, biombo izquierdo.

Para poder mostrar lo que ocurría en el interior de los edificios, los artistas japoneses recurrían al convencionalismo de “retirar” los tejados. Pues bien, ese recurso es algo que Eitoku prefiere no utilizar, por lo cual solo muestra a la gente en sus viviendas si tienen las puertas correderas abiertas o bien si se encuentran
en los porches o galerías. Eso es lo que se aprecia en el detalle de la ilustración anterior.
No hay duda que cuando Eitoku creó esta obra tuvo que recurrir a todos los medios a su alcance para representar con minuciosa exactitud, casi documental cómo era y cómo se vivía en Kioto en la década de los sesenta del siglo XVI. En sus mamparas, el artista japonés reflejó tanto los edificios y lugares más famosos de la capital como sus festivales anuales, las procesiones al palacio Imperial, las multitudinarias excursiones para contemplar los arces en otoño o incluso las labores de sus comerciantes y artesanos. Estos biombos nos muestran un verdadero retazo de la vida en Kioto durante el periodo Momoyama.

Kanō Sanraku, cuyo verdadero nombre era Kanō Mitsuyori, y era apodado Heizō o Shuri, fue un pintor japonés de la Escuela Kano​ que pintó bajo el nombre artístico de Sanraku. Nació en Omi en 1559 y falleció el 30 de septiembre de 1635.
Hijo del pintor Kimara Nagamitsu, fue adoptado por su maestro, Kanō Eitoku (1543-1590), del cual fue el discípulo favorito. A la muerte de Mitsunobu, hijo mayor de Eitoku, en 1608, está junto a Kanō Sadanobu (1597-1623) al frente del taller familiar y es, sin duda, el artista que mejor ilustra la segunda parte de la época Momoyama, en Kyōto.
Hijo de guerrero, sirve de page al Shogun Hideyoshi quien, dándose cuenta de su talento, lo pone en aprendizaje con Eitoku. Sanraku continuará beneficiándose del amparo de Hideyoshi, sobre todo después de la muerte Eitoku, y en 1592 se le encarga la decoración del castillo de Momoyama.
Cuando la familia Kanō se instala en Edo, nuevo centro del poder, Sankaru permanece en Kyōto y sus descendientes aseguran después de él la continuidad de su taller bajo el nombre de Kyō- Kanō, familia Kanō de Kyōto. Nos han llegado numerosas obras de Sanraku, desde tintas en estilo cursivo a grandes composiciones decorativas en colores, de paisajes delicados a escenas históricas chinas, mostrando toda la extensión de su talento y la seguridad de su técnica.
Hacia 1620 trabaja en las exquisitas pinturas murales de dos edificios del monasterio Daitoku-ji de Kyōto, donde nos encontramos con los paisajes y los pinos con halcones monocromos, inscritos en la tradición Kanō, inaugurada por Motonobu (1476-1559). Su tendencia a la estilización del trazo llega al extremo en las composiciones del santuario Tenkyû-in, en el templo zen Myōshin-ji de Kyōto, ejecutadas por Sanraku y su hijo adoptivo Sansetsu (1590-1651) entre 1631 y 1635, justo antes del fallecimiento del pintor.
Los colores han guardado toda su frescura, ya sea en las pinturas de los tigres de las salas centrales, en las enredaderas floridas de la clausura de bambú de la sala Este o los ciruelos y los pájaros de la sala Oeste. Gran parte del conjunto se debe a Sansetsu; sin embargo, la delicada sensibilidad de Sanraku se deja ver en el sabio cálculo del ritmo, el aspecto casi geométrico de las rocas y del árbol torcido, cercano a una belleza estática, incluso abstracta. Da rienda suelta a su talento diseñador en un biombo del antiguo palacio de Kujô, actualmente conservado en el Museo nacional de Tōkyō.
Tigres y dragones.

Los tigres y dragones son animales míticos y signos del zodíaco chino. Los rasgos que se asocian al tigre en China resultan lógicos para nosotros los occidentales: valor, astucia, fuerza. Sin embargo, los que se atribuyen al dragón, pueden sernos algo más extraños: sosiego, benevolencia, calma.
En Japón, el dragón suele representarse como un híbrido de varios animales con garras de ave, cuernos en la cabeza y cuerpo de serpiente. Es un ser indulgente y noble que otorga prosperidad y protege a los hombres de los demonios. Puede volar y vive en el cielo, ríos, lagos o mares.
Es decir, tigres y dragones son dos animales que representan temperamentos opuestos o, mejor dicho, complementarios: el dinamismo frente a la tranquilidad. Por otro lado, el bambú simboliza resistencia y longevidad, por cuanto es el único árbol (en Japón puede ser tan alto como un árbol) que puede resistir el paso de un tifón.
Pues bien, tigres, bambúes y dragones aparecen frecuentemente en el arte japonés y también en la obra de Sanraku.
Se trata de dos biombos donde ambos animales aparecen mirándose, pero sin entrar ninguno de ellos en el territorio del otro, su propia mampara. En el panel izquierdo, los cuerpos de los felinos se recortan nítidamente sobre el fondo dorado. Casi fuera del encuadre, el viento mueve las hojas que cuelgan de unos gruesos bambúes.
En la zona central del conjunto, cabalgando entre los dos biombos, aparecen unas pocas plantas y unas rocas. Son los elementos que dejan claro la continuidad de la composición. Del otro extremo inferior de la mampara derecha surgen parte de un tronco envejecido y una escuálida rama de un ciruelo. Curiosamente, esta parece emular al largo bigote del dragón que vuela por encima de ella.
El tigre y el leopardo adoptan posturas diferentes. El primero parece huir del dragón que asoma en el cielo entre remolinos. De nuevo el vacuo fondo dorado domina la composición, muy dinámica del lado de los felinos, como corresponde a su carácter, y más calmada, aunque con no menos energía, del lado del dragón.
Peonía sobre biombo.

En otra sala del mismo edificio, Sanraku decoró las puertas de tres de sus lados con un despliegue de enormes peonías que generan un refrescante ambiente primaveral.
Como es usual en estos casos, la composición global de la obra no se deja interrumpir por los finos marcos lacados en negro de cada hoja. Ni siquiera los pilares, de unos veinte centímetros, pueden evitar que las ramas y flores los atraviesen para indicar claramente que el desarrollo pictórico fluye por todas las “paredes-puertas” sin solución de continuidad.
En la ilustración siguiente se ofrece una vista parcial de esa sala. En ella puede apreciarse la "discontinuidad" que producen los marcos de las puertas correderas y los pilares de madera.
Obsérvese que las hojas del lado izquierdo son más anchas que las del derecho, ello es debido a la mayor separación de los pilares.
Kanō Sanraku: Ciruelo, 1620, tinta, color y oro sobre papel, 184x99 cm cada hoja.
Daikaku-ji, en depósito en Museo Nacional de Kioto.

Peonía sobre biombo.

Kanō Sanraku: Ciruelo, 1620, tinta, color y oro sobre papel, 184x99 cm cada hoja.
Daikaku-ji, Kioto.

La asimétrica composición sitúa los arranques de ambos árboles en las hojas de la izquierda, haciendo que uno de ellos desaparezca inmediatamente de su marco para continuar más allá del pilar que lo separa de las puertas vecinas. Pero el ciruelo protagonista de esta zona tampoco es visible totalmente, sino que su curvado tronco y su copa desaparece muy pronto entre nubes doradas. Solo vemos dos pájaros: uno sobre una rama en el panel derecho, y otro sobre una roca en la hoja izquierda.
Las ramas de los dos árboles, puntuadas por los primeros capullos rojizos, se dirigen horizontalmente hacia la derecha, un recurso compositivo empleado para equilibrar el conjunto, pero que a mí siempre me produce la impresión de que desean escapar del encuadre al que les ha sometido en pintor, quizás en busca de algo situado más allá.
Como suele ser usual en la pintura japonesa de estos años, los elementos en primer plano se sitúan en la zona baja, mientras que la superior queda cubierta totalmente por doradas nubes que crean un fondo uniforme sobre el que destacan ramas, flores y aves.

Durante los años del periodo Momoyama y bajo la influencia de la escuela Kano, las artes florecieron con nuevos estilos y formas en la pintura, el mobiliario, la arquitectura, el vestido y la medicina. Los textiles, la moda y la cerámica resurgieron con nuevos materiales y elementos decorativos.

Hasegawa Tōhaku (1539-1610)
Es considerado uno de los grandes pintores del período Azuchi-Momoyama (1573-1603), y es mejor conocido por sus pantallas plegables byōbu, como pinos y pinos y plantas con flores (ambos Tesoros Nacionales registrados), o el pinturas en paredes y puertas deslizantes en Chishaku-in, atribuidas a él y su hijo (también Tesoros Nacionales).
Hasegawa Tōhaku se sintió desde joven muy interesado por el estilo del gran Sesshū, de quien aprendió la técnica de la tinta china antes de trasladarse a Kioto para entrar a trabajar en los talleres de los Kanō. Después de unos años, Hasegawa decidió abandonar la famosa escuela y seguir estudiando la obra de Sesshū y de pintores chinos de la dinastía Song (960-1276).
Hasegawa conoció en Kioto al maestro de té Sen no Rikyū, monje zen del prestigioso Daitokuji, un enorme centro budista en donde pudo acceder a la gran colección de pinturas chinas y japonesas que se custodiaban en muchos de los templos situados en su recinto monacal. Eso permitió a Hasegawa estudiarlas en profundidad, algo que sin duda influyó en su estilo, como se intuye en su biombo conocido como Pájaros y flores que se reproduce en la ilustración siguiente.
Hasegawa Tōhaku: Pájaros y flores, c. 1570, tinta y color sobre papel, 150x359 cm.
Myōkaku-ji, Mitsu, prefectura de Okayama.

En esta pintura de juventud pueden rastrearse algunas de las primeras influencias en la obra de Hasegawa.
Simplificando mucho, por un lado, la composición de este biombo resulta más atrevida que la de Eitoku. El árbol de Hasegawa es casi inverosímil con su tortuoso tronco del que nace una rama que se retuerce intentando huir hacia los paneles de la derecha. Por otro lado, los trazos de las hojas y de los minúsculos capullos blancos resultan menos compactos, más disgregados que los de Sesshū.
Sobre el casi hiriente quiebro del tronco y una de sus ramas descansan dos parejas de pajaritos. Mientras, uno más está a punto de saltar y a lo lejos, en el panel derecho, otro se dirige hacia ellos volando.
El árbol parece apartarse de unas cañas de bambú suavemente onduladas que crean una discretísima nota de color verde en el panel izquierdo, que se equilibra con el punteado de unas hojas de nenúfares en el lado derecho.
Toda la obra no hace más que estimular nuestra imaginación gracias a la sutil indefinición, o mejor diría, a la fascinante sugerencia que nos obliga a detenernos para descubrir el paisaje, una escena de la naturaleza que Tōhaku permite que hagamos nuestra gracias a su discreto poder evocador, el cual se transmuta en una tenue voz que nos explica lo que no vemos para que lo disfrutemos con la mente. Ese es el poder del verdadero arte.

Un biombo de tinta china
Voy ahora a presentar una de las obras más impresionantes de la pintura japonesa, y sé que me arriesgo mucho al decir esto, pero al contemplarla nunca puedo evitar el experimentar las más honda impresión, una sensación que incluso cuando observo una reproducción reaparece como un eco.
Me estoy refiriendo al par de biombos conocidos como Pinos en la niebla, catalogados como Tesoro Nacional, la más alta distinción que puede otorgarse en Japón a una pintura, y que no dudo en calificar como el más paradigmático biombo monocromático de toda la historia de la pintura japonesa.
Hasegawa Tōhaku: Pinos en la niebla, final s. XVI, tinta sobre papel, biombo izquierdo, 156x346 cm. Museo Nacional de Tokio.

Hasegawa Tōhaku: Pinos en la niebla, final s. XVI, tinta sobre papel, biombo derecho, 156x346 cm. Museo Nacional de Tokio.

Como se observa en las fotografías anteriores, se trata de una pareja de biombos de seis paneles en los que una delicuescente bruma cubre toda su superficie dejando apenas entrever unas esbeltas coníferas. Hasegawa no empleó ni un solo toque de color, las infinitas gradaciones de la tinta china le resultaron más que suficientes para sugerir un vasto paisaje y hacernos sentir la húmeda presencia de una envolvente nieblilla.
Nunca antes se había insinuado la profundidad espacial de manera tan poética y refinada; bueno, quizás me he “pasado” y haya alguna excepción, por ejemplo el Paisaje haboku de Sesshū ya comentado en este blog. Los arranques de casi todos los árboles quedan ocultos, únicamente son visibles unos pocos y solo un par de ellos no quedan difuminados por la nieblilla. A lo lejos, en el centro de la composición global, en la parte alta del panel derecho de la mampara izquierda, apenas se vislumbra una cumbre lejana. Ese es el método tradicionalmente empleado en los biombos para representar el paisaje distante: situándolo en la zona superior mientras se relega los elementos próximos a la inferior.
En esta obra pueden estudiarse todas las posibilidades expresivas que ofrece un medio tan humilde como la tinta china. El trazo de Hasegawa es de una precisión extrema y de una sutileza casi inimaginable. Su dominio de la técnica le permite emplear todos los recursos y conseguir todos los efectos deseados. Su trazo puede ser amplio y de un solo movimiento, puede ejecutarlo de arriba abajo o al revés, puede detenerlo sin separar el pincel del papel o levantarlo lentamente, puede moverlo nerviosamente como un remolino o deslizarlo plácidamente como una caricia.
Pero no se acaba ahí su maestría, sino que los innumerables gradientes y veladuras conseguidos mediante los diferentes grados de disolución de la tinta, los diversos niveles de humedad de las cerdas o las variadas inclinaciones del pincel muestran el total dominio técnico de Hasegawa, pero sobre todo su capacidad comunicativa.
Y todo eso aplicado a un formato enorme de casi siete metros de largo, en el que no se emplea ni una sola gota de color. Con esta obra, Hasegawa demostró que la tinta china no solo era un medio idóneo para los pequeños formatos, sino que también resultaba muy adecuada para los enormes biombos que hasta entonces únicamente parecían ser el soporte de enormes árboles, flores y pájaros sobre fondos dorados.

Las pinturas de Chishaku-ji
Como contraste respecto a los biombos, Hasegawa Tōhaku y su hijo Kyūzō (1568-1593) decoraron un conjunto de puertas correderas en las que adoptaron un enfoque, muy diferente al de aquellos, que se corresponde perfectamente con el espíritu más representativo del arte del periodo Momoyama. Me estoy refiriendo a los paneles conservados en el templo de Chishaku-in en Kioto, en mi opinión, otro de los más espléndidos ejemplos de la pintura de esa época creada tras la muerte de Eitoku.
Si bien Hasegawa y Kanō Eitoku fueron los artistas mejor considerados de la segunda mitad del siglo XVI, la temprana muerte de este último en 1590 convirtió a Hasegawa en el maestro indiscutible del final de esa centuria. A partir de esa fecha, su taller comenzó a recibir numerosos encargos y uno de ellos fue el de esos fusuma en Chishaku-ji que comento a continuación.
La historia de la obra encargada a Hasegawa fue muy azarosa. El templo para el cual se destinó, Shōun-ji, sufrió un incendio en 1682 del que sobrevivieron la mayoría de las pinturas. Tras ese incidente, se trasladaron a unos biombos cambiándose de formato. En 1727, se volvieron a desmontar para instalarlas en un nuevo edificio. En 1892 desaparecieron algunos se sus paneles y, finalmente, en 1947 se perdieron varios de ellos bajo las llamas.
Se trata en realidad de tres conjuntos de puertas correderas conocidos por el árbol protagonista de sus respectivas composiciones: Arce y plantas de otoño, Pino y flores y Cerezo en flor. Los dos primeros se atribuyen a Tōhaku y en el último parece ser que colaboró con su hijo Kyuzō, aunque muchos estudiosos atribuyen todos a ambos.
Las pinturas se muestran hoy montadas sobre paneles en un salón convenientemente acondicionado del templo de Chishaku-ji.
Hasegawa Tōhaku: Arce y plantas de otoño, c. 1593, tinta, color y oro sobre papel,
174x139 cm cada panel. Chishaku-ji, Kioto.

Empecemos por comentar los cuatro paneles titulados Arce y plantas de otoño. Por una vez, Hasegawa sitúa el foco principal de la composición, el robusto arce, en el centro y no en un extremo. Con su enorme tronco de casi 80 centímetros de grueso, este árbol compite en tamaño con los pinos de los Kanō. Como ocurría en el biombo Ciprés japonés de Eitoku, Hasegawa tampoco permite que se vea la copa de su arce, ni su pie. Y de igual forma, también sus ramas, aunque no tan retorcidas, se extienden horizontalmente como queriendo salir de su encuadre.
Junto a él, una explosión de flores de innumerables colores salpica toda la obra: crisantemos, crestas de gallo, tréboles. Las hojas de arce todavía no muestran su verdadero color otoñal, unas son rojas; otras, aún verdes, y algunas empiezan a secarse y amarillear. Esto no hace más que poner de manifiesto, una vez más, que los japoneses aprecian perfectamente varias fases en las estaciones del año, cada una con un ambiente o espíritu diferente.
En el panel derecho, unos crisantemos anuncian también que estamos en otoño. También aquí, del vecino riachuelo solo se aprecian unos pequeños meandros casi ocultos por las ramas.
Los trazos de Tōhaku son en esta pintura menos densa que los de Eitoku, y sus colores, más variados. Por otro lado, la forma del arce no es tan inverosímil como la del pino de su colega.
No obstante, el fondo dorado se utiliza como siempre, ocultando parte de un paisaje que nos vemos obligados a imaginar. El resultado es una obra de atmósfera más fresca y perfumada que la de los Kanō, muy proclives a crear composiciones de mayor densidad y majestuosidad.
Frente a la, a veces, distante magnificencia de los temas de Eitoku, tan representativa del periodo Momoyama, Hasegawa creaba obras en un estilo semejante pero de una fragancia mucho más cercana, y sin necesidad de renunciar a la brillantez que le exigían sus clientes.
Veamos ahora otro grupo de pinturas que se exponen en el templo, el titulado Cerezo en flor.
Aunque también consta de cuatro paneles, en la fotografía siguiente solo se reproducen los dos de la izquierda, los que precisamente se sitúan a la derecha de los cuatro comentados anteriormente.
Hasegawa Tōhaku y Hasegawa Kyuzō: Cerezo en flor, c. 1593, tinta, color y oro sobre papel, 174x139 cm cada panel, solo los dos paneles de la izquierda. Chishaku-ji, Kioto.

Si nos fijamos bien, las flores blancas parecen tener un discreto sombreado. Pues bien, ese efecto no se produce porque Hasegawa haya utilizado el claroscuro, sino como consecuencia de haber creado un ligero relieve con una pasta obtenida aglutinando, con cola animal, el polvo extraído al triturar y calentar conchas marinas, algo que ya comenté en el artículo sobre Kanō Sanraku. Con ese medio, se modelaron los pétalos para que destacasen aún más sobre el fondo dorado y, sobre todo, para que parecieran vibrar cuando nos movemos frente a los paneles.
Aunque esa técnica ya se había empleado en las puertas de madera del Byōdō-in en el siglo XI, fue durante el periodo Momoyama cuando, para sugerir cierto volumen, se extendió su práctica a los impresionantes biombos dorados. En los grabados del periodo Edo, de los que hablaré dentro de unos meses, también se utilizó ese material de múltiples maneras para crear texturas y efectos concretos.

Ukiyo-e
Es un género de arte japonés que floreció del siglo XVII al XIX. Sus artistas produjeron grabados en madera y pinturas de temas tales como bellezas femeninas; actores kabuki y luchadores de sumo; escenas de la historia y cuentos populares; paisajes y paisajes de viaje; flora y fauna; y erótica. El término ukiyo-e  se traduce como "imagen [s] del mundo flotante".
Edo (Tokio moderno) se convirtió en la sede del gobierno de la dictadura militar a principios del siglo XVII. La clase mercantil en la parte inferior del orden social se benefició más del rápido crecimiento económico de la ciudad. Muchos se entregaron a los entretenimientos del teatro kabuki, cortesanas y geisha de los distritos de placer. El término ukiyo ("mundo flotante") vino a describir este estilo de vida hedonista. Las imágenes ukiyo-e impresas o pintadas de este entorno surgieron a fines del siglo XVII y fueron populares entre la clase mercantil, que se había hecho lo suficientemente rica como para permitirse decorar sus hogares con ellas.
El primer éxito fue en la década de 1670 con las pinturas de Moronobu y las impresiones monocromáticas de mujeres hermosas. El color en las impresiones llegó gradualmente, al principio se agregó a mano para las comisiones especiales. En la década de 1740, artistas como Masanobu utilizaron múltiples bloques de madera para imprimir áreas de color. Desde la década de 1760, el éxito de las "impresiones de brocado" de Harunobu hizo que la producción a todo color se convirtiera en estándar, y cada impresión se hiciera con numerosos bloques. Los especialistas han valorado los retratos de bellezas y actores por maestros como Kiyonaga, Utamaro y Sharaku que surgieron a fines del siglo XVIII. En el siglo XIX siguieron un par de maestros mejor recordados por sus paisajes: el audaz Hokusai formalista, cuya Gran Ola de Kanagawa es una de las obras más conocidas del arte japonés; y el sereno y atmosférico Hiroshige, más conocido por su serie Las Cincuenta y tres Estaciones del Tōkaidō. Tras la muerte de estos dos maestros, y en contra de la modernización tecnológica y social que siguió a la Restauración Meiji de 1868, la producción de ukiyo-e entró en un declive pronunciado.

Algunos artistas de ukiyo-e se especializaron en hacer pinturas, pero la mayoría de las obras fueron impresiones. Los artistas rara vez tallaban sus propios bloques de madera para imprimir; más bien, la producción se dividió entre el artista, que diseñó las impresiones; el tallador, que cortó los bloques de madera; la impresora, que entintó y presionó los bloques de madera en papel hecho a mano ; y el editor, que financió, promovió y distribuyó las obras. Como la impresión se hizo a mano, las impresoras lograron efectos poco prácticos con las máquinas, como la combinación o la gradación de colores en el bloque de impresión.
Ukiyo-e fue fundamental para formar la percepción occidental del arte japonés a fines del siglo XIX, especialmente los paisajes de Hokusai e Hiroshige. Desde la década de 1870 el japonismo se convirtió en una tendencia prominente y tuvo una gran influencia en los primeros impresionistas como Degas, Manet y Monet, así como en los postimpresionistas como Van Gogh y artistas de Art Nouveau como Toulouse-Lautrec. El siglo XX vio un resurgimiento en el grabado japonés: el género shin-hanga ("nuevas impresiones") capitalizó el interés occidental en las impresiones de escenas japonesas tradicionales, y el movimiento sōsaku-hanga ("impresiones creativas") promovió las obras individualistas diseñadas, talladas e impreso por un solo artista. Las impresiones desde finales del siglo XX han continuado en una línea individualista, a menudo hecha con técnicas importadas de Occidente.

El arte japonés desde el período Heian (794-1185) había seguido dos caminos principales: la tradición nativista Yamato-e, centrada en temas japoneses, mejor conocidos por las obras de la escuela Tosa; kara-e de inspiración china en una variedad de estilos, como la pintura de lavado de tinta monocromática de Sesshū Tōyō y sus discípulos. La escuela de pintura Kanō incorporó características de ambos.
Desde la antigüedad, el arte japonés había encontrado patrocinadores en la aristocracia, los gobiernos militares y las autoridades religiosas. Hasta el siglo 16, las vidas de la gente común no habían sido un tema principal de la pintura, e incluso cuando se incluyeron, las obras eran artículos de lujo hechos para los samuráis gobernantes y las clases ricas de mercaderes. Obras posteriores aparecidas por y para la gente del pueblo, incluyendo pinturas monocromáticas baratas de bellezas femeninas y escenas de los distritos de teatro y placer. La naturaleza producida a mano de estos shikomi-e  limitó la escala de su producción, un límite que pronto fue superado por géneros que se convirtieron en la impresión en bloque de madera producida en serie.
Maple Viewing en Takao (mediados del siglo XVI) por Kanō Hideyori es una de las primeras pinturas japonesas que presenta la vida de la gente común.

Durante un prolongado período de guerra civil en el siglo XVI, se desarrolló una clase de mercaderes políticamente poderosos. Estos machishū se aliaron con la corte y tuvieron poder sobre las comunidades locales; su mecenazgo de las artes alentó un renacimiento en las artes clásicas a fines del siglo XVI y principios del XVII. A principios del siglo XVII Tokugawa Ieyasu (1543-1616) unificó el país y fue nombrado shōgun con poder supremo sobre Japón. Consolidó su gobierno en el pueblo de Edo (Tokio moderno), y requirió que los señores territoriales se reunieran allí en años alternos con sus séquitos. Las demandas del creciente capital atrajeron a muchos trabajadores masculinos del país, de modo que los hombres llegaron a constituir casi el setenta por ciento de la población. El pueblo creció durante el período Edo (1603-1867) de una población de 1800 a más de un millón en el siglo XIX.
El shogunato centralizado puso fin al poder de los machishū y dividió a la población en cuatro clases sociales, con la clase gobernante samurai en la parte superior y la clase mercantil en la parte inferior. Privados de su influencia política, los de la clase mercantil se beneficiaron más de la economía en rápida expansión del período Edo, y su lote mejorado permitió el ocio que muchos buscaban en los distritos de placer, en particular Yoshiwara en Edo. -y coleccionar obras de arte para decorar sus casas, que en tiempos anteriores habían estado muy por encima de sus medios financieros. La experiencia de los cuartos de placer estaba abierta a aquellos con suficiente riqueza, modales y educación.
La impresión de Woodblock en Japón se remonta a Hyakumantō Darani en 770 CE. Hasta el siglo XVII, tal impresión estaba reservada para sellos e imágenes budistas. El tipo movible apareció alrededor de 1600, pero como el sistema de escritura japonés requería unas 100.000 piezas de tipo, el texto de tallado a mano en bloques de madera era más eficiente. En Saga Domain, el calígrafo Honami Kōetsu y la editorial Suminokura Soan combinaron texto impreso e imágenes en una adaptación de The Tales of Ise (1608) y otras obras literarias. Durante la era Kan'ei (1624-1643), libros ilustrados de cuentos populares llamados tanrokubon, o "libros de color verde anaranjado", fueron los primeros libros producidos en masa utilizando la impresión en bloque de madera. Las imágenes de Woodblock continuaron evolucionando como ilustraciones del género kanazōshi de cuentos de la vida urbana hedonista en la nueva capital. La reconstrucción de Edo después del Gran Incendio de Meireki en 1657 ocasionó una modernización de la ciudad, y la publicación de libros impresos ilustrados floreció en el entorno de rápida urbanización.
El término "ukiyo", que puede traducirse como "mundo flotante", era homófono con un antiguo término budista que significaba "este mundo de tristeza y aflicción". El término más nuevo a veces se usaba para significar "erótico" o "elegante", entre otros significados, y llegó a describir el espíritu hedonista del tiempo para las clases más bajas. Asai Ryōi celebró este espíritu en la novela Ukiyo Monogatari (" Cuentos del mundo flotante", hacia 1661):
"viviendo solo por el momento, saboreando la luna, la nieve, los cerezos en flor y las hojas de arce, cantando canciones, bebiendo sake y divirtiéndose solo en flotar, despreocupado por la perspectiva de la pobreza inminente, optimista y despreocupado, como un calabaza llevada junto con la corriente del río: esto es lo que llamamos ukiyo ".

Aparición de ukiyo-e (finales del siglo XVII - principios del siglo XVIII)
Los primeros artistas de ukiyo-e provenían del mundo de la pintura japonesa. La pintura Yamato-e del siglo XVII había desarrollado un estilo de formas delineadas que permitía gotear tintas sobre una superficie húmeda y extenderlas hacia los contornos; este trazado de formas se convertiría en el estilo dominante de ukiyo-e.
La pantalla Hikone puede ser el trabajo ukiyo-e sobreviviente más antiguo, que data de c. 1624-44.

Alrededor de 1661, los pergaminos colgantes pintados conocidos como Retratos de las bellezas de Kanbun ganaron popularidad. Las pinturas de la era de Kanbun (1661-73), la mayoría de las cuales son anónimas, marcaron los comienzos de ukiyo-e como una escuela independiente. Las pinturas de Iwasa Matabei (1578-1650) tienen una gran afinidad con las pinturas ukiyo-e. Los eruditos no están de acuerdo si el trabajo de Matabei es ukiyo-e; las afirmaciones de que él era el fundador del género son especialmente comunes entre los investigadores japoneses. A veces Matabei ha sido acreditado como el artista de la pantalla de Hikone sin firmar, una pantalla plegable byōbu que puede ser una de las primeras obras de ukiyo-e supervivientes. La pantalla está en un refinado estilo Kanō y representa la vida contemporánea, en lugar de los temas prescritos de las escuelas pictóricas.
En respuesta a la creciente demanda de trabajos de ukiyo-e, Hishikawa Moronobu (1618-1694) produjo los primeros grabados en madera de ukiyo-e. En 1672, el éxito de Moronobu fue tal que comenzó a firmar su obra, el primero de los ilustradores de libros en hacerlo. Fue un ilustrador prolífico que trabajó en una amplia variedad de géneros, y desarrolló un influyente estilo de retratar bellezas femeninas. Lo más significativo es que comenzó a producir ilustraciones, no solo para libros, sino como imágenes de una sola hoja, que podían ser independientes o usarse como parte de una serie. La escuela Hishikawa atrajo a un gran número de seguidores, así como a imitadores como Sugimura Jihei, y señaló el comienzo de la popularización de una nueva forma de arte.
Torii Kiyonobu I y Kaigetsudō Ando se convirtieron en prominentes emuladores del estilo de Moronobu después de la muerte del maestro, aunque ninguno de los dos era miembro de la escuela Hishikawa. Ambos descartaron detalles de fondo a favor de centrarse en la figura humana: actores kabuki en el yakusha-e de Kiyonobu y la escuela Torii que lo siguió, y cortesanas en el bijin-ga de Ando y su escuela Kaigetsudō. Ando y sus seguidores produjeron una imagen femenina estereotipada cuyo diseño y postura se prestaban a la producción en masa efectiva, y su popularidad creó una demanda de pinturas que otros artistas y escuelas aprovecharon. La escuela Kaigetsudō y su popular "belleza Kaigetsudō" terminaron después del exilio de Ando por su papel en el escándalo Ejima-Ikushima de 1714.
Nacido en Kyoto, Nishikawa Sukenobu (1671-1750) pintó imágenes técnicamente refinadas de cortesanas. Considerado un maestro de los retratos eróticos, fue objeto de una prohibición gubernamental en 1722, aunque se cree que continuó creando obras que circulaban bajo diferentes nombres. Sukenobu pasó la mayor parte de su carrera en Edo, y su influencia fue considerable en las regiones de Kantō y Kansai. Las pinturas de Miyagawa Chōshun (1683-1752) retrataron la vida de principios del siglo XVIII en colores delicados. Chōshun no hizo copias. La escuela Miyagawa que fundó a principios del siglo XVIII se especializó en pinturas románticas en un estilo más refinado en línea y color que la escuela Kaigetsudō. Chōshun permitió una mayor libertad expresiva en sus seguidores, un grupo que más tarde incluyó a Hokusai.

Maestros de ukiyo-e tempranos
Kaigetsudō Ando (hacia 1671-1743), también conocido como Ando Yasunori, fue un pintor japonés y el fundador de la escuela Kaigetsudō de ukiyo-e art. Aunque influyente y prolífico, es probable que muchas de las obras atribuidas a él fueron pintadas por sus discípulos. Es una rareza entre los principales artistas de ukiyo-e, ya que solo hizo pinturas y nunca grabados en madera.
Ando vivía en el distrito Suwa-chō de Asakusa en Edo (Tokio moderno) cerca del templo Sensō-ji, y en una carretera principal que conducía al Yoshiwara al norte de la ciudad. Principalmente activos desde 1700-1714, algunos eruditos han conjeturado que su entrenamiento temprano pudo haber sido en ema, tabletas votivas de madera vendidas en santuarios sintoístas. Un elemento distintivo de su estilo es la sensación de vacío alrededor de sus figuras, un elemento que encaja bien con el medio de la ema; esta teoría está respaldada por la idea de su ubicación en la carretera principal, donde un gran número de peregrinos y viajeros habrían pasado a diario.
Algunos estudiosos desestiman esta teoría, pero es evidente que Ando estaba estrechamente relacionado con las tendencias de la cultura popular, el arte y la literatura de la época. Su estilo muestra influencias del padre de la pintura de ukiyo-e, Hishikawa Moronobu y sus discípulos, así como influencias de ilustradores de libros como Yoshida Hanbei.
El foco particular de Ando estaba en la bijinga (imágenes de mujeres hermosas), y en su época, él y su estudio casi monopolizaron la producción de imágenes de las cortesanas de Yoshiwara, el distrito de placer de Edo. Su estilo se distingue especialmente por los patrones elaborados, y a menudo brillantemente coloridos, en el kimono de la cortesana. Estas eran realmente imágenes de las últimas modas, o quizás de las ideas de moda del artista, tanto como lo eran las imágenes de las mujeres. También se ha dicho que sus mujeres tenían una austeridad y una actitud distante que las colocaba por encima de las representaciones puras de la sexualidad, el período Edo equivalente a "pin-ups".
Como fundador de una escuela, no debería sorprender que su estilo fuera novedoso, nuevo e innovador, y bastante distintivo. Este estilo sería continuado por sus discípulos directos (algunos de los cuales eran sus hijos u otras relaciones directas), a menudo tan cerca que las pinturas hechas por ellos han llegado a ser mal atribuidas a Ando.
La carrera de Kaigetsudō Ando llegó a su fin en 1714, con el llamado "asunto Ejima-Ikushima". No está del todo claro cómo estuvo involucrado en este escándalo que giraba en torno a una dama de la corte de alto rango y un actor kabuki (que tenía un estatus muy bajo en la sociedad, junto con todos los actores y artistas). Todos los involucrados fueron desterrados de Edo.
Una pintura bijin-ga de una cortesana, por Kaigetsudō Ando.

Retrato de pie de una cortesana
Pintura de tinta y color sobre seda, Kaigetsudō Ando, c. 1705-10

Torii Kiyonobu I (1664 - 22 de agosto de 1729) fue un pintor y grabador japonés del estilo ukiyo-e, famoso por su trabajo sobre letreros kabuki y materiales relacionados. Junto con su padre Torii Kiyomoto, se dice que fue uno de los fundadores de la escuela de pintura Torii.
Conocido en la infancia como Shōbei, el joven Kiyonobu era el segundo hijo del actor y pintor de kabuki de Osaka, Torii Kiyomoto. Se mudó con su padre a Edo (Tokio moderno) cuando tenía veinticuatro años, y surgió allí como un gran artista con un estilo único. Se considera que el trabajo de Kiyonobu está muy influenciado por Hishikawa Moronobu († 1694), el padre de ukiyo-e; Kiyonobu también habría sido muy versado, como la mayoría de los artistas más importantes en ese momento, en los estilos de las escuelas Kanō y Tosa.
Kiyonobu se centró casi exclusivamente en la producción de vallas publicitarias y otro material promocional para los teatros kabuki de Edo; la relación entre los teatros y la escuela Torii fue muy fuerte e importante, y continúa hoy. Guiado por la necesidad de atraer la atención, el estilo de Kiyonobu tendía hacia la exuberancia audaz y colorida. Además de un uso distintivo de color, detalles y otros elementos estéticos, el estilo Torii se distingue especialmente por el uso de líneas gruesas y audaces.
En 1700, Kiyonobu era un artista plenamente establecido y consumado. Sus trabajos fueron elogiados por escritores contemporáneos, y con frecuencia fueron colocados en santuarios de Shintō como ofrendas votivas, un hecho que indica algo de la calidad artística o el impacto emocional de sus representaciones de actores de Kabuki. En el momento de su muerte en 1729, Kiyonobu no solo había pintado una gran cantidad de letreros y cosas por el estilo, sino que también había producido ilustraciones para libros impresos con bloques de madera, representando dramas kabuki, y había publicado también copias individuales.
Como es el caso con la mayoría de los artistas de la escuela Torii, las fechas de Kiyonobu no se conocen con certeza, y las relaciones entre los diversos artistas de Torii son igualmente inciertas. Los estilos de los discípulos y familiares de Kiyonobu son muy similares, y la mayoría de los eruditos consideran que Kiyonobu II o Kiyomasu I eran el mismo hombre que el sujeto de este artículo, Kiyonobu I, o como el otro. Muy pocas, si las hay, pinturas creadas por la escuela Torii son definitivamente conocidas por haber sido pintadas por cualquier artista en particular.
Belleza en un kimono negro de Torii Kiyonobu, c. 1710-20, Japón, período Edo, rollo colgante; tinta, colores y oro en papel

Retrato de actores Impresión coloreada a mano Kiyonobu, 1714

Nishikawa Sukenobu (1671 - 20 de agosto de 1750), a menudo llamado simplemente "Sukenobu", era un grabador japonés de Kioto. Era inusual para un artista de ukiyo-e, ya que tenía su base en la capital imperial de Kioto. Hizo copias de actores, pero ganó notoriedad por sus trabajos sobre las mujeres. Su Hyakunin joro shinasadame (Apreciando a 100 mujeres), en dos volúmenes publicados en 1723, mostraba mujeres de todas las clases, desde la emperatriz hasta las prostitutas, y recibió resultados favorables.
Nishikawa Sukenobu nació en Kyoto en 1671 y estudió pintura allí bajo Kanō Einō de la escuela de pintura Kanō; él también puede haber estudiado en Tosa Mitsusuke de la escuela Tosa. Las primeras obras conocidas de Sukenobu son ilustraciones de libros que datan de 1699; el más antiguo firmado en su nombre es el Shin Kanninki en siete volúmenes ("Nueva historia de paciencia"). Mientras que la mayoría de los artistas de ukiyo-e estaban basados ​​en Edo (Tokio moderno), Sukenobu pasó su carrera en Kyoto.
Sukenobu se especializó en representaciones de bellezas femeninas de diferentes clases en su vida diaria. También produjo libros de patrones de kimono, retratos Musha-e de guerreros, ilustraciones de literatura clásica y pinturas.
Sukenobu murió en Kyoto el 20 de agosto de 1750. También era conocido con los nombres de Uemon, Jitokusō, Jitokusai, Bunkado, Ukyō, Saiō. La influencia de su estilo de representar mujeres se ve en las obras de artistas como Suzuki Harunobu y Kitao Shigemasa.
Rollo colgante de Nishikawa Sukenobu, ca. 1700s.

Mujer con un kimono de bobina y reloj de pared de pesas.

Miyagawa Chōshun (1683 - 18 de diciembre de 1753) era un pintor japonés en el estilo ukiyo-e. Fundador de la escuela Miyagawa, él y sus alumnos se encuentran entre los pocos artistas de ukiyo-e que nunca han creado grabados en madera. Nació en Miyagawa, en la provincia de Owari, pero vivió gran parte de su vida posterior en Edo, donde murió.
Chōshun se entrenó con artistas de las escuelas Tosa y Kanō, así como bajo el maestro de los primeros ukiyo-e, Hishikawa Moronobu. Estas influencias son evidentes en sus obras, junto con las de la escuela Kaigetsudō, pero finalmente Chōshun, como fundador de una nueva escuela de pintura, tiene un estilo único. Sus figuras tienen una feminidad suave y cálida, y Richard Lane considera su coloración entre las mejores de todo el arte ukiyo-e. Sus obras son casi exclusivamente de cortesanas, y en sus obras estas figuras son más voluminosas y voluptuosas que las de muchos otros artistas, en particular las del artista Harunobu, un poco más tarde. Aunque muchas de sus piezas son cortesanas de cortesanas, Chōshun y sus alumnos también produjeron una gran cantidad de obras de shunga (pinturas eróticas).
Miyagawa Chōshun tenía varios alumnos, incluidos su hijo Shunsui, Chōki (que también podría haber sido su hijo) e Isshō.
En 1751, unos años antes de su muerte, Chōshun fue comisionado por un artista de la escuela Kanō para realizar algunos trabajos de restauración en el Nikkō Tōshō-gū. Cuando a Chōshun no se le pagó por su trabajo, estalló un altercado que terminó con la muerte del artista Kanō a manos del hijo de Chōshun. Como resultado, Chōshun fue desterrado de Edo por un año.
Ryukyuan Dancer y músicos, Pintura de tinta y color sobre seda, Chōshun, c. 1718

Impresiones en color (mediados del siglo XVIII)
Incluso en las impresiones y libros monocromáticos más antiguos, el color se agregaba a mano para las comisiones especiales. La demanda de color a principios del siglo XVIII se encontró con impresiones de tana teñidas a mano con naranja y, a veces, verde o amarillo. Estos fueron seguidos en la década de 1720 con una moda de beni-e  teñido de rosa y más tarde la tinta similar a la laca del urushi-e. En 1744, los benizuri-e fueron los primeros éxitos en la impresión en color, utilizando múltiples bloques de madera, uno para cada color, el primer beni rosa y verde vegetal.
Un gran auto promotor, Okumura Masanobu (1686-1764) jugó un papel importante durante el período de rápido desarrollo técnico en la impresión desde finales del siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII. Estableció una tienda en 1707 y combinó elementos de las principales escuelas contemporáneas en una amplia gama de géneros, aunque el propio Masanobu no pertenecía a la escuela. Entre las innovaciones en sus imágenes románticas y líricas se encuentran la introducción de la perspectiva geométrica en el género uki-e en la década de 1740; las impresiones de hashira-e largas y angostas; y la combinación de gráficos y literatura en grabados que incluían poesía de haiku autocrítica.
Ukiyo-e alcanzó su punto máximo a fines del siglo XVIII con el advenimiento de las impresiones a todo color, desarrolladas después de que Edo regresó a la prosperidad bajo Tanuma Okitsugu después de una larga depresión. Estas populares impresiones en color llegaron a llamarse nishiki-e, o "imágenes de brocado", ya que sus colores brillantes parecían semejarse a los brocados chinos importados de Shuchiang, conocidos en japonés como Shokkō nishiki. Los primeros en aparecer fueron impresiones de calendario caras, impresas con múltiples bloques en papel muy fino con tintas pesadas y opacas. Estas impresiones tenían el número de días de cada mes ocultos en el diseño y se enviaron en el Año Nuevo como saludos personalizados, con el nombre del usuario en lugar del artista. Los bloques para estas impresiones fueron luego reutilizados para la producción comercial, borrando el nombre del usuario y reemplazándolo con el del artista.
Las impresiones delicadas y románticas de Suzuki Harunobu (1725-1770) fueron de las primeras en realizar diseños de color expresivos y complejos, impresos con hasta una docena de bloques separados para manejar los diferentes colores  y medios tonos. Sus estampados sobrios y elegantes invocaban el clasicismo de la poesía waka y la pintura Yamato-e. El prolífico Harunobu fue el artista ukiyo-e dominante de su tiempo. El éxito del colorido nishiki-e de Harunobu desde 1765 dio lugar a una fuerte disminución de la demanda de las paletas limitadas de benizuri-e y urushi-e, así como impresiones a mano.
Una tendencia contra el idealismo de las huellas de Harunobu y la escuela Torii creció después de la muerte de Harunobu en 1770. Katsukawa Shunshō (1726-1793) y su escuela produjeron retratos de actores kabuki con mayor fidelidad a las características reales de los actores de lo que había sido tendencia. En algún momento, los colaboradores Koryūsai (1735 - c. 1790) y Kitao Shigemasa (1739-1820) fueron personajes prominentes de mujeres que también alejaron a ukiyo-e del dominio del idealismo de Harunobu centrándose en las modas urbanas contemporáneas y celebró cortesanas del mundo y geisha. Koryūsai fue quizás el artista de ukiyo-e más prolífico del siglo XVII, y produjo un número mayor de pinturas y series impresas que cualquier otro predecesor. La escuela Kitao que Shigemasa fundó fue una de las escuelas dominantes de las últimas décadas del siglo XVIII.
En la década de 1770, Utagawa Toyoharu produjo una serie de impresiones en perspectiva uki-e que demostraban un dominio de las técnicas de perspectiva occidental que habían eludido a sus predecesores en el género. Las obras de Toyoharu ayudaron a promover el paisaje como un tema ukiyo-e, más que meramente un fondo para figuras humanas En el siglo XIX, las técnicas de perspectiva de estilo occidental fueron absorbidas por la cultura artística japonesa y desplegadas en los paisajes refinados de artistas como Hokusai e Hiroshige, este último un miembro de la escuela Utagawa que Toyoharu fundó. Esta escuela se convertiría en una de las obras más influyentes y producidas en una variedad mucho mayor de géneros que cualquier otra escuela.

Okumura Masanobu (1686 - 13 de marzo de 1764) fue un diseñador de impresión japonés, editor de libros y pintor. También ilustró novelas y en sus primeros años escribió algunas obras de ficción. Al principio, su trabajo se adhirió a la escuela Torii, pero luego se desvió más allá de eso. Él es una figura en la era formativa de ukiyo-e haciendo trabajos tempranos sobre actores y bijin-ga ("fotos de mujeres hermosas").
Mientras que la vida temprana de Masanobu es en gran parte indocumentada, se cree que nació alrededor de 1686, posiblemente en Edo (Tokio moderno). Edo era un pequeño pueblo de pescadores cuando Tokugawa Ieyasu lo eligió como su capital administrativa del shogunato Tokugawa, y para principios del siglo XVII la ciudad había prosperado y su población había crecido a medio millón.
Masanobu parece haber sido autodidacta; no se sabe que haya pertenecido a ninguna escuela artística. Sus primeros trabajos muestran la influencia de la escuela Torii de pintura ukiyo-e, particularmente Torii Kiyonobu I, y probablemente aprendió de los ejemplos de Torii Kiyomasa y el artista ukiyo-e temprano Hishikawa Moronobu. Un álbum impreso publicado por Kurihara Chémon en 1701 que muestra cortesanas en el distrito de placer de Yoshiwara es el trabajo firmado más antiguo de Masanobu, seguido de un trabajo similar diez meses después. Moronobu proporcionó las ilustraciones, y algunas veces texto, de al menos veintidós novelas ukiyo-zōshi para teatro de marionetas entre 1703 y 1711. Estas incluían una versión ilustrada modernizada del Cuento de Genji del siglo XI en dieciocho volúmenes, cuya traducción fue por Masanobu.
Después de 1711, la producción de ilustraciones de libros de Masanobu se redujo y centró su atención en los álbumes de impresiones, por lo general alrededor de una docena por serie, en una variedad de temas, entre los que sobresalieron los álbumes de historietas. Estos grabados, influenciados quizás por Toba-e del siglo XII y las pinturas de caricaturas de Hanabusa Itchō (1652-1724), representaban escenas humorísticas de, o parodias de, Noh, kabuki y la mitología japonesa. Este período también vio a Masanobu producir grandes retratos en tamaño de kakemono  de cortesanas, cuyos diseños tenían una calidez y una humanidad en gran parte ausentes de las tempranas bellezas de Torii y Kaigetsudō. Las restricciones financieras de las reformas de Kyōhō iniciadas en 1717 pusieron fin al lujo de estas grandes impresiones, reemplazadas por pequeñas impresiones de tamaño, que a menudo se vendían como trípticos, que cuando se juntaban eran un poco más pequeñas que el kakemono impresiones de tamaño. Al menos desde 1718, los de Masanobu fueron algunos de los primeros estampados urushi-e, impresos con polvo de latón espolvoreado sobre la tinta, lo que creó un efecto de laca.
Alrededor de 1721 Masanobu abandonó a los editores de sus obras anteriores y abrió su propio mayorista, Okumura-ya, en Tōri Shio-chō en Edo. Su marca era un letrero en forma de calabaza, una marca que luego estampaba en las obras que imprimía.
Es probable que Masanobu muriera a los 78 en 1764; 1769 también se ha dado como su fecha de muerte.
Se dice que Okumura Masanobu es el maestro del estilo urushi-e. Urushi-e generalmente se realiza en bloques de madera y tiene gruesas líneas negras. Los estilos de urushi-e se pueden encontrar en muchas obras de Masanobu. Los ejemplos más famosos son la Gran Perspectiva del Interior de Echigo-ya en Suruga-chô, Carpetas de Actor, Actor Wtani Hiroji y Sodesaki Iseno, y León, Peonías y Rock. Todos estos trabajos tienen líneas gruesas y oscuras y están hechos con bloques de madera. Sus obras son famosas por sus líneas gentiles y fluidas a lo largo de sus dibujos.
Él tiene un patrón recurrente que consiste en fondos bronceados y coloración neutra. Sus piezas capturan cosas o personas en movimiento. Sus objetos en los dibujos están siempre en medio de caminar o hacer algo. Masanobu fue famoso por capturar la belleza de la naturaleza. Pintó y dibujó pájaros, mujeres, hombres, actores y guerreros. Las mujeres japonesas que dibuja tienen el mismo estilo y estructura 'sin espinas'. Las caras muestran; sin embargo, los cuerpos están cubiertos por vestidos largos y fluidos. Este estilo se conoce como tan-e: dibujar a las mujeres como corpulentos y redondos. El estilo tan-e aporta una sensación de gentileza y gracia a las bellezas.
El arte de Okumura Masanobu consiste en las ideas de tiendas y teatros. Estas piezas son a gran escala y se conocen como uki-e. Uki-e es un estilo utilizado por los artistas japoneses que significa "imagen que se avecina". Era muy bueno capturando el lujo y el ocio de sus pinturas en el teatro. Jugó y experimentó con todo tipo de estilos en woodprints y siempre estuvo dispuesto a aprender más. Al experimentar, creó y se dice que fue el primer artista en hacer impresiones de pilares. También se dice que Okumura es el creador de las impresiones verticales grandes y anchas denominadas habahiro hashira-e. Muchos de sus guiones son ejemplos de este estilo de impresión.
Masanobu era conocido por mantenerse fiel a su tiempo y por lo que era bueno. Creó muchos estilos nuevos que se usan hoy en día; sin él, el arte no sería lo mismo.
El ukiyo-e de Masanobu se produjo principalmente en la era Kyōhō. Muestran el sentido de la línea, el color y la composición del grabador. Los sujetos suelen ser graciosos y se ejecutan de manera animada con figuras vestidas con ropa de colores vivos.
Morita-za

Tomando la noche fresca por el puente Ryōgoku, 1745

Shibai Uki-e, c. 1741-44

Suzuki Harunobu (1725 - 15 de julio de 1770) fue un diseñador japonés de grabado en madera con el estilo Ukiyo-e. Fue un innovador, el primero en producir impresiones a todo color (nishiki-e) en 1765, volviendo obsoletos los modos anteriores de impresiones de dos y tres colores. Harunobu usó muchas técnicas especiales, y representó una amplia variedad de temas, desde poemas clásicos hasta bellezas contemporáneas. Al igual que muchos artistas de su época, Harunobu también produjo varias shunga o imágenes eróticas. Durante su vida y poco después, muchos artistas imitaron su estilo. Algunos, como Harushige, incluso se jactaron de su capacidad de forjar el trabajo del gran maestro. Gran parte de la vida de Harunobu es desconocida.
Aunque algunos estudiosos afirman que Harunobu era originario de Kioto, señalando las posibles influencias de Nishikawa Sukenobu, gran parte de su trabajo, en particular su trabajo inicial, está en el estilo Edo. Su trabajo muestra evidencia de influencias de muchos artistas, incluyendo Torii Kiyomitsu, Ishikawa Toyonobu, la escuela Kawamata y la escuela Kanō. Sin embargo, la influencia más fuerte sobre Harunobu fue el pintor y grabador Nishikawa Sukenobu, quien pudo haber sido el maestro directo de Harunobu.
Poco se sabe de la vida temprana de Harunobu; su lugar de nacimiento y fecha de nacimiento son desconocidos, pero se cree que creció en Kioto. Se dice que tenía cuarenta y seis años en su muerte en 1770. A diferencia de la mayoría de los artistas de ukiyo-e, Harunobu usó su nombre real en lugar de un nombre de artista. Él era de una familia de samuráis, y tenía un antepasado que era retenedor de Tokugawa Ieyasu en la provincia de Mikawa; este Suzuki acompañó a Ieyasu a Edo cuando este último tenía su capital construida allí. El abuelo de Harunobu, Shigemitsu y el padre Shigekazu fueron despojados de su estado de hatamoto cuando se descubrió que estaban involucrados en la financiación de juegos de azar y otras actividades; fueron exiliados de Edo y trasladados a Kioto. En algún momento, Harunobu se convirtió en un estudiante del maestro ukiyo-e Nishikawa Sukenobu.
Harunobu comenzó su carrera al estilo de la escuela Torii, creando muchas obras que, si bien fueron hábiles, no fueron innovadoras y no se destacaron. Fue solo a través de su participación con un grupo de literatos samurai que Harunobu abordó nuevos formatos y estilos.
En 1764, como resultado de sus conexiones sociales, fue elegido para ayudar a estos samuráis en sus esfuerzos de aficionados para crear e-goyomi. Las impresiones de este tipo de calendarios anteriores a ese año no son desconocidas, pero son bastante raras, y se sabe que Harunobu era conocido o amigo de muchos de los artistas y eruditos prominentes de la época, así como de varios amigos del shogun. . Los calendarios de Harunobu, que incorporaban los cálculos del calendario lunar en sus imágenes, se intercambiarían en las reuniones y fiestas de Edo.
Estas impresiones de calendario, serían las primeras nishiki-e (impresiones de brocado). Como resultado de la riqueza y el conocimiento de sus patrones de samurai, Harunobu creó estos grabados usando solo los mejores materiales que pudo. Harunobu experimentó con maderas mejores para los bloques de madera, utilizando madera de cerezo en lugar de catalpa, y utilizó no solo colores más caros, sino también una aplicación más gruesa de los colores, para lograr un efecto más opaco. La innovación más importante en la creación de nishiki-e fue la capacidad de Harunobu, nuevamente debido a la riqueza de sus clientes, de utilizar tantos bloques separados como deseara para una sola imagen; Solo 20 años antes, la invención de benizuri-e había hecho posible imprimir en tres o cuatro colores; Harunobu aplicó esta nueva técnica a las impresiones de ukiyo-e usando hasta diez colores diferentes en una sola hoja de papel. La nueva técnica dependía del uso de muescas y cuñas para mantener el papel en su lugar y mantener registradas las sucesivas impresiones en color. Harunobu fue el primer artista de ukiyo-e en utilizar consistentemente más de tres colores en cada impresión. Nishiki-e, a diferencia de sus predecesores, eran imágenes a todo color. Como la técnica se usó por primera vez en un calendario, el año de su origen se puede rastrear con precisión hasta 1765.
A fines de la década de 1760, Harunobu se convirtió en uno de los principales productores de imágenes de bijinga (imágenes de mujeres hermosas) y actores kabuki de Edo, y de temas similares y relacionados para el mercado de conocedores de la impresión Edo. En algunos casos especiales, notablemente su famoso conjunto de ocho copias titulado Zashiki hakkei (Ocho Vistas Parlamentarias), el nombre del usuario aparece en la impresión junto con, o en lugar de, el de Harunobu. La presencia del nombre o sello de un usuario, y especialmente la omisión de la del artista, fue otro desarrollo novedoso en ukiyo-e de esta época.
Entre 1765 y 1770, Harunobu creó más de veinte libros ilustrados y más de mil impresiones en color, junto con varias pinturas. Llegó a ser considerado como el maestro del ukiyo-e durante estos últimos años de su vida, y fue ampliamente imitado hasta que, varios años después de su muerte, su estilo fue eclipsado por el de los nuevos artistas, incluidos Katsukawa Shunshō y Torii Kiyonaga.
Además de las innovaciones revolucionarias que surgieron con la introducción de nishiki-e , el estilo personal de Harunobu fue único en muchos otros aspectos. Sus figuras son todas muy finas y livianas; algunos críticos dicen que todas sus figuras parecen niños. Sin embargo, son estas mismas jóvenes las que personifican el estilo personal de Harunobu. Richard Lane describe esto como "la provincia especial de Harunobu, una en la que superó a todos los demás artistas japoneses: la infancia eterna en entornos inusuales y poéticos". Aunque se puede decir que sus composiciones, como la mayoría de las impresiones de ukiyo-e, son bastante simples en general, es la composición general lo que concierne a Harunobu. A diferencia de muchos de sus predecesores, no buscó que el kimono de las chicas dominara la atención del espectador.
Harunobu también es aclamado como uno de los mejores artistas de este período en la representación de la vida urbana común en Edo. Sus temas no están restringidos a cortesanas, actores kabuki y luchadores de sumo, sino que incluyen vendedores ambulantes, muchachos de recados y otros que ayudan a llenar los vacíos en la descripción de la cultura de esta época. Su trabajo es rico en alusiones literarias, y él a menudo cita poesía clásica japonesa, pero las ilustraciones que acompañan a menudo se burlan suavemente del tema.
Muchas de sus impresiones tienen un fondo sólido de un solo color, creado por una técnica llamada tsubushi. Aunque muchos otros artistas utilizaron la misma técnica, generalmente se considera que Harunobu la utilizó con el mayor efecto. El fondo de color establece un estado de ánimo y tono para toda la imagen.
Dos chicas, c. 1750

Pareja bajo paraguas en la nieve

Joven tocando la flauta

Mala conducta sexual, del libro Fashionable, Lusty Mane'emon, 1770, Museo de Arte de Honolulu

Mujer que visita el santuario en la noche

Kanzan y Jittoku, el conocido monje budista chino

Mujer admirando flores de ciruela en la noche

La luna se levanta en Shinagawa

Árboles en macetas en la nieve (Hachi no ki)

(Volviendo las velas del toallero (" Ocho vistas de la sala ")

Chica joven en la nieve. 

Una cortesana después de estar ausente de una reunión alegre, en la que vemos a una geisha jugando shamisen que se avecina en silueta en el shoji detrás de ella.


Katsukawa Shunshō (1726 - 19 de enero de 1793) fue un pintor y grabador japonés en el estilo ukiyo-e, y el artista principal de la escuela Katsukawa. Shunshō estudió con Miyagawa Shunsui, hijo y alumno de Miyagawa Chōshun, artistas ukiyo-e igualmente famosos y talentosos. Shunshō es más conocido por presentar una nueva forma de yakusha-e, impresiones que representan actores de Kabuki. Sin embargo, sus estudios bijin-ga (imágenes de bellas mujeres), aunque menos famosos, son por algunos estudiosos "el mejor en la segunda mitad del [siglo XVIII]".
Shunshō primero fue a Edo para estudiar haiku y pintura. Se convirtió en un notable grabador de actores con sus primeras obras que datan de 1760. Aunque originalmente era miembro de la escuela Torii, pronto se separó y comenzó su propio estilo, que más tarde sería bautizado como la escuela de Katsukawa. Entre sus estudiantes se encontraban los famosos artistas de ukiyo-e Shunchō, Shun'ei y Hokusai. 
La mayoría de las copias de actores de Shunshō están en el formato hoso-e (33 × 15 centímetros (13.0 × 5.9 in)) común en ese momento, pero creó una gran cantidad de obras en trípticos o pentaptych. Sin embargo, la descripción de grandes cabezas estilo retrato y el interior de los vestidores de los actores es lo que realmente diferenció su trabajo de los artistas anteriores. También fue uno de los primeros en crear representaciones realistas de actores; en las copias de Shunshō, a diferencia de las obras de la escuela Torii, fue posible por primera vez distinguir no solo el papel teatral, sino también el actor que retrata ese papel. Shunshō también hizo uso a menudo del formato hashira-e largo y estrecho. 
Aunque pintó muchas pinturas veneradas de bijin, produjo muy pocos grabados que representaran lo mismo. Seirō Bijin Awase Sugata Kagami, "Un espejo que refleja las formas de las mujeres hermosas de las casas verdes", un libro impreso en el que colaboró ​​con Kitao Shigemasa, es uno de los únicos impresos trabajos que contienen bijin-ga por Shunshō. Sus pinturas no solo representan mujeres y modas elegantemente pintadas, sino que también se presta gran atención a los elementos del paisaje y la arquitectura de los fondos. Aunque sus grabados desmienten una gran fascinación con el mundo del teatro, sus pinturas sugieren todo lo contrario. 
Arashi Otohachi como Ippon Saemon Shunshō, 1768

Díptico de dos actores, sin firmar y atribuido a Katsukawa Shunsho

Actores II de Kinsaku Yamashita Manko Gozen como Ichikawa Danjûrô V como Kudô Suketsune. Katsukawa Shunsho

Kitao Shigemasa (1739 - 8 de marzo de 1820) fue un artista ukiyo-e japonés de Edo. Fue uno de los principales grabadores de su época, pero sus trabajos han sido un poco oscuros. Él es conocido por las imágenes de mujeres hermosas (bijinga). Fue instruido por Shigenaga y se lo conoce como "un camaleón" que adoptó estilos cambiantes. Fue menos activo después del ascenso de Torii Kiyonaga y produjo relativamente pocos trabajos considerando la duración de su carrera. También se destaca por su haikai (poesía) y shodō (caligrafía japonesa). En sus últimos años usó el nombre de estudio Kosuisai.
Shigemasa nació el hijo mayor del librero Suharaya Mohei en 1739 en el área de Nihonbashi Edo (Tokio moderno). Su apellido era Kitabatake y su nombre de infancia era Tarōkichi. A lo largo de su vida también usó los nombres personales Kyūgorō y Sasuke. Su trabajo también apareció bajo los nombres artísticos Hokuhō, Kōsuisai, Kōsuiken, Suihō Itsujin y otros, y utilizó el nombre de poesía Karan. 
Shigemasa se enseñó a sí mismo el arte antes de convertirse en un estudiante de Nishimura Shigenaga. Sus primeros trabajos son imágenes bijin-ga de mujeres hermosas al estilo de Suzuki Harunobu. A partir de 1765 comenzó a ilustrar libros, lo que se convirtió en enfoque principal; más de 250 son conocidos. Su trabajo fue publicado por más de veinte editores, incluido Tsutaya Jūzaburō. 
Varias de las obras más conocidas de Shigemasa fueron colaboraciones con Katsukawa Shunshō: la serie impresa Silkworm Cultivation (Kaiko yashinai gusa) que comenzó alrededor de 1772 y el libro ilustrado Mirror of Competing Beauties of the Green Houses (Seirō bijin awase sugata kagami ) de alrededor de 1776. 
Shigemasa fundó el linaje de artistas Kitao. Entre sus alumnos se encontraban Kubo Shunman y Santō Kyōden. Shigemasa murió a los 82 años en el día 24 del primer mes de 1820. 

Aves e Iris

Conejos comiendo uvas 


Geisha y un sirviente cargando su koto Shigemasa, 1777

Utagawa Toyoharu (hacia 1735 - 1814) fue un artista japonés del género ukiyo-e, conocido como el fundador de la escuela Utagawa y por sus imágenes uki-e que incorporaron la perspectiva geométrica de estilo occidental para crear un sentido de profundidad.
Nacido en Toyooka en la provincia de Tajima, Toyoharu estudió arte por primera vez en Kyoto, luego en Edo (Tokio moderno), donde desde 1768 comenzó a producir diseños para grabados en madera de ukiyo-e. Pronto se hizo conocido por sus "imágenes flotantes" uki-e de paisajes y sitios famosos, así como copias de impresiones en perspectiva de China y Occidente. Aunque no fueron las primeras impresiones de perspectiva en ukiyo-e, fueron las primeras en aparecer como nishiki-e a todo color, y demuestra un dominio mucho mayor de las técnicas de perspectiva que las obras de sus predecesores. Toyoharu fue el primero en hacer del paisaje un tema de arte ukiyo-e, en lugar de un simple trasfondo de figuras y eventos. En la década de 1780 se había dedicado principalmente a la pintura. La escuela de arte de Utagawa llegó a dominar el ukiyo-e en el siglo XIX con artistas como Utamaro, Hiroshige y Kuniyoshi.
Utagawa Toyoharu nació c. 1735 en Toyooka en la provincia de Tajima. Estudió en Kyoto bajo Tsuruzawa Tangei  de la escuela de pintura Kanō. Puede haber sido alrededor de 1763 que se mudó a Edo (Tokio moderno), donde estudió con Toriyama Sekien. Se dice que el Toyo en el nombre artístico Toyoharu proviene del nombre personal de Sekien, Toyofusa. Algunas fuentes sostienen que también estudió con Ishikawa Toyonobu y Nishimura Shigenaga. Otros nombres artísticos a los que tocó Toyoharu incluyen Ichiryūsai, Senryūsai y Shōjirō. La tradición sostiene que el nombre Utagawa proviene de Udagawa-chō, donde Toyoharu vivía en el distrito de Shiba en Edo. Su nombre común era Tajimaya Shōjirō, y también usó los nombres personales Masaki y Shin'emon. 
El trabajo de Toyoharu comenzó a aparecer alrededor de 1768. Su trabajo más antiguo incluye grabados en madera en un estilo refinado y delicado de bellezas y actores. Pronto comenzó a producir impresiones en perspectiva de "imagen flotante" de uki-e, un género en el que Toyoharu aplicaba una perspectiva de un punto de estilo occidental para crear una sensación realista de profundidad. La mayoría eran de sitios famosos, incluidos teatros, templos y casas de té. Toyoharu no fue el primer uki-e - Okumura Masanobu hizo tales trabajos desde principios de la década de 1740, y reclamó el origen del género para él. Toyoharu fue el primer uki-e en el género nishiki-e a todo color que se había desarrollado en la década de 1760. Varias de sus copias se basaron en impresiones importadas de Occidente o China. 
Desde la década de 1780, Toyoharu parece haberse dedicado a la pintura, y también produjo programas de kabuki y vallas publicitarias. Dirigió a los pintores involucrados en la restauración de Nikkō Tōshō-gū en 1796. Murió en 1814 y fue enterrado en el templo Honkyōji en Ikebukuro bajo el nombre póstumo budista Utagawa-en Toyoharu Nichiyō Shinji.
Las obras de Toyoharu tienen un toque suave, tranquilo y sin pretensiones, y muestran la influencia de maestros de ukiyo-e como Ishikawa Toyonobu y Suzuki Harunobu. Harunobu fue pionera en la impresión de nishiki-e a todo color y fue particularmente popular e influyente en la década de 1760, cuando Toyoharu comenzó su carrera por primera vez. 
Toyoharu produjo varios retratos bijin-ga elegantes y esbeltos de bellezas en pilares de hashira-e. Solo se conocen unos quince ejemplos de su bijin-ga, casi todos de su período más antiguo. Uno de los ejemplos más conocidos del trabajo de Toyoharu en este estilo es un conjunto de cuatro láminas que representa el ideal chino de las Cuatro Artes. Toyoharu produjo un pequeño número de impresiones de actores de yakusha-e que, en contraste con las obras de la escuela líder de Katsukawa, se ejecutan en el estilo aprendido de un Ippitsusai Bunchō. 
Si bien Toyoharu se entrenó en Kioto, pudo haber estado expuesto a las obras de Maruyama Ōkyo, cuyo popular megane-e eran imágenes en perspectiva de un punto que debían verse en un recuadro especial a la manera del vue d'optique francés. Toyoharu también pudo haber visto las impresiones vue d'optique chinas hechas en la década de 1750 que inspiraron el trabajo de Ōkyo. 
Al principio de su carrera, Toyoharu comenzó a producir el uki-e por el cual es mejor recordado. Los libros sobre la perspectiva geométrica traducidos de fuentes holandesas y chinas aparecieron en la década de 1730, y poco después, las impresiones de ukiyo-e que mostraban estas técnicas aparecieron primero en los trabajos de Torii Kiyotada y luego de Okumura Masanobu. Estos primeros ejemplos fueron inconsistentes en su aplicación de técnicas de perspectiva, y los resultados pueden ser poco convincentes; Los de Toyoharu eran mucho más diestros, aunque no estrictos: lo manipulaba para permitir la representación de figuras y objetos que de otro modo habrían sido oscurecidos. Las obras de Toyoharu ayudaron a promover el paisaje como un sujeto ukiyo-e, en lugar de simplemente un fondo para figuras humanas o eventos, como en las obras de Masanobu. Los primeros uki-e de Toyoharu no pueden fecharse con fiabilidad, pero se supone que aparecieron antes de 1772: a principios de ese año el Gran Fuego Meiwa en Edo destruyó la puerta de Ni-mon en Ueno, el tema de Vistas famosas de Toyoharu de Edo: Niō-mon en Ueno. 
Varias de las impresiones de Toyoharu eran imitaciones de impresiones importadas de ubicaciones europeas famosas, algunas de las cuales eran imitaciones occidentales y otras imitaciones chinas de grabados occidentales. Los títulos eran a menudo ficticios: La Campana que resuena para diez mil leguas en el puerto holandés de Frankai es una imitación de una impresión del Gran Canal de Venecia de 1742 de Antonio Visentini, basada en una pintura de Canaletto. Toyoharu tituló otra Una vista en perspectiva de las iglesias francesas en Holanda, aunque la basó en un grabado del Foro Romano. Toyoharu tomó licencia con otros detalles de tierras extranjeras, como hacer que los holandeses naden en sus canales. La mitología japonesa y china también fueron temas frecuentes en las impresiones uki-e de Toyoharu, la técnica de la perspectiva extranjera que otorga a estas impresiones una sensación exótica. 
En sus pinturas nikuhitsu-ga la influencia de Toyonobu puede parecer fuerte, pero en sus sellos en estas pinturas, Toyoharu se proclama discípulo de Sekien. Sus esfuerzos contribuyeron al desarrollo de la escuela Rinpa. Sus pinturas se han unido a las colecciones de museos extranjeros como el Museo Británico, el Museo de Bellas Artes de Boston y la Galería de Arte Freer. Sus pinturas incluyen pantallas plegables byōbu, un género en el que se dice que ukiyo-e tiene sus orígenes, pero fue raro en ukiyo-e después del desarrollo de las impresiones nishiki-e. Un ejemplo de seis paneles de una escena de primavera en Yoshiwara  reside en Francia en una colección privada. 
Fotos en perspectiva de lugares en Japón: Sanjūsangen-dō en Kyoto, que representa una competencia de tiro con arco, c. 1772-1781

Vistas famosas de Edo: Niō-mon en Ueno, c. 1770-71

Mujeres jóvenes usando un dispositivo megane-e Harunobu, c. 1760s

Del séptimo acto de Kanadehon Chūshingura, c. 1770s

Vista en perspectiva de los teatros en Sakai-chō y Fukiya-chō en Opening Night, c. 1770s

Momotarō y sus Animal Friends Conquer the Demons, c. 1770s

La popularidad del trabajo de Toyoharu alcanzó su punto máximo en la década de 1770. En el siglo XIX, las técnicas de perspectiva de estilo occidental habían dejado de ser una novedad y habían sido absorbidas por la cultura artística japonesa, desplegadas por artistas como Hokusai e Hiroshige, dos artistas mejor recordados por sus paisajes, un género Toyoharu fue pionero. 
La escuela de Utagawa que Toyoharu fundó se convertiría en una de las obras más influyentes y producidas en una variedad de géneros mucho mayor que cualquier otra escuela. Sus estudiantes incluyeron Toyokuni y Toyohiro; Toyohiro trabajó en el estilo de su maestro, mientras que Toyokuni, quien dirigió la escuela desde 1814, se convirtió en un productor prominente y prolífico de impresiones de yakusha-e de actores kabuki. Otros miembros conocidos de la escuela fueron Utamaro, Hiroshige, Kuniyoshi y Kunisada. Aunque las escuelas de arte japonesas, como el Katsukawa in ukiyo-e y el Kanō en pintura, enfatizaron una uniformidad de estilo, un estilo general en la escuela Utagawa no es fácil de reconocer aparte de una preocupación por el realismo y la expresividad facial. La escuela dominó la producción de ukiyo-e a mediados del siglo XIX, y la mayoría de los artistas -como Kobayashi Kiyochika- que documentaron la modernización de Japón durante el período Meiji durante el declive de ukiyo-e pertenecían a la escuela Utagawa. 
La escuela Torii duró más tiempo, pero la escuela Utagawa tuvo más adeptos. Fomentó relaciones de maestro-alumno más cercanas y una capacitación más sistematizada que en otras escuelas. Exceptuando algunos ejemplos prominentes, como Hiroshige o Kuniyoshi, las generaciones posteriores de artistas tendieron a carecer de diversidad estilística, y su trabajo se ha convertido en un emblema del declive de ukiyo-e en el siglo XIX. 
Toyoharu también enseñó pintura. Su estudiante más destacado fue Sakai Hōitsu. 
A partir de 2014, los estudios sobre el trabajo de Toyoharu no se han llevado a cabo en profundidad. La catalogación y el análisis de su obra y sus sellos y los de sus editores todavía estaban en pañales.
Ichikawa Komazo II, Toyokuni, c. 1797

Mujer limpiando el sudor, Utamaro, c. 1790s

Una fiesta de invierno, color sobre seda, Toyoharu, c. finales del siglo XVIII - principios del siglo XIX 

Cortesanas de la Casa Tamaya Toyoharu, pintura de pantalla byōbu, c. 1770s-80s

Pastos de verano y otoño. Sakai Hōitsu, pintura de pantalla byōbu, del siglo XIX

Kunisada-Nakamura Fukusuke como Hayano Kampei, Kunisada, 1860

Próximo Capítulo: Pintura japonesa - Segunda Parte

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