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jueves, 9 de octubre de 2025

Capítulo 127, Románico en la Comarca de Ourense, Románico en la comarca de Allariz-Maceda

 

Románico en la Comarca de Ourense
Son numerosísimas las aldeas cercanas a Ourense que conservan iglesias románicas. Hay que imaginárselas en los siglos XII y XIII como templos rurales ubicados en pueblos rodeados de campo. SIn embargo, en la actualidad, la ciudad de Ourense y su red de carreteras ha reurbanizado considerablemente la comarca.
No obstante, esta circunstancia no resta belleza a muchas de sus construcciones entre las que he elegido por su singularidad los templos parroquiales de Cudeiro, Figueiredero y Gustei, aunque hay otras muchas potenciales visitas interesantes a lugares como San Eusebio de Peroxa, Santa Marta de Moreiras o Santa María de Feá. 


Beiro
Situada a unos 10 km de la capital provincial, es una de las diecinueve parroquias que se integran en el municipio de Ourense. Está ubicada en el borde meridional de los “Chaos de Amoeiro”, que constituyen una terraza amplia y llana que se asoma al valle del Miño.

Iglesia de Santa Baia
La iglesia se levanta a un lado de la carretera de A Caveanca-Castro, con la que limita hacia el Este. Al Norte se levanta la Casa Rectoral y, tanto al Oeste como al Sur, las casas del pueblo rodean su atrio.
Pertenecía al antiguo arcedianato de Búbal. La primera mención documental del topónimo de Beiro aparece en un diploma de Alfonso VII otorgado en Valladolid en 1155. En él, el emperador confirma al monasterio de Santa Comba de Naves una serie de posesiones en diversos lugares que ya habían pertenecido a su abuelo, Alfonso VI. También Alfonso VII, junto a su madre la reina doña Urraca, hacen donación de la iglesia de Beiro a los caballeros Oduario Ordéñez y Ares Fernández por los servicios que estos les habían prestado. De ellos, o bien de sus descendientes, pasó por donación al cercano monasterio de monjas de San Miguel de Bóveda (Bóveda de Amoeiro). Por otro lado, se ha conservado una relación, aunque incompleta, de los párrocos que atendieron esta iglesia. El primero del que se tiene constancia es Fernando Fernández, prelatus ecclesie de Beiro, que suscribe como testigo en un documento de 1271.
Esta iglesia, de nave única y ábside semicircular precedido por un tramo recto, constituye un espléndido ejemplo del románico rural gallego. Ha llegado hasta nosotros en buen estado de conservación, si bien sufrió una serie de reformas, en gran medida atribuibles a don Juan Antonio de Heredia, abad de Beiro entre 1728 y 1781. A él se debe la construcción de varios elementos, como son el pórtico que antecede a la portada occidental, la espadaña realizada en 1735, la capilla del Carmen en 1776, adosada al muro sur de la nave, y la sacristía pegada al tramo meridional del ábside, ocultando la ventana románica correspondiente de este lado, aunque se conserva en el interior de aquella.

La fachada principal se encuentra, como se ha mencionado, precedida por un pórtico de construcción contemporánea, aunque se mantienen sus elementos originales. En su centro se abre la portada occidental, flanqueada por dos arcos ciegos de medio punto. Unos arcos similares los encontramos en la catedral de Ourense, siendo estos de sección prismática sin molduración, empleándose en el presbiterio de la capilla mayor, en los muros del transepto y en el cuerpo longitudinal de la cruz, para enlazar contrafuertes. Esta fórmula se inspira en los arcos de la catedral de Santiago, presentes desde el brazo del crucero, y se utiliza preferentemente en las fachadas laterales, si bien podemos encontrar también ejemplos como el de Beiro, en el que estos nichos ciegos flanquean la portada principal. Así se emplea esta solución en las iglesias de Santa María Salomé de Santiago de Compostela, Santa María de Herbón (Padrón, A Coruña), la monasterial de San Lourenzo de Carboeiro (Silleda, Pontevedra), Santo Estevo de Ribas de Miño y San Paio de Diomondi (ambos en O Saviñao, Lugo) y otras iglesias de los municipios de Silleda, Lalín y A Estrada. No obstante, resulta inusual en iglesias ourensanas.



La portada principal consta de dos arquivoltas de medio punto cobijadas por una chambrana, que apean sobre dos parejas de columnas acodilladas. La chambrana se moldura en un listel seguido de una larga nacela.
La arquivolta exterior está formada por un grueso bocel, cuya parte superior se halla cubierta por unas grandes hojas de col, de nervios incisos y bordes muy recortados. Bajo el bocel asoma la parte inferior del anverso de las hojas, estriada por unos nervios fuertemente marcados, estilizándose este elemento vegetal hasta el punto de convertirse en unos paralelepípedos de aristas redondeadas.
La arquivolta interior se configura en un grueso baquetón formado por varios segmentos, cada uno de ellos adornado, a cada lado, por una pareja de estilizadas hojas avolutadas, que surgen del centro de la moldura y que se extienden, la situada en la parte superior hacia el exterior de la rosca, y la dispuesta en la parte inferior, hacia el interior. En cada sección que integra el bocel las hojas vuelven su ápice hacia afuera, de manera que el anverso de las parejas delimita la zona interior de cada una de estas piezas que forman la arquivolta, quedando su reverso expuesto a la hoja inmediata del siguiente segmento, produciendo un motivo ornamental cuya progresiva estilización tendrá como resultado una sucesión de aparentes ovas y flechas, y que no son sino el último estadio evolutivo de una decoración inspirada en las hojas propias del taller del Maestro Mateo.


Mocheta y capiteles en la portada occidental.
Capiteles y mochetas en la portada occidental.
 

Chambrana y arquivoltas apean sobre una imposta moldurada en un listel flanqueado por dos baquetillas, seguido por una nacela adornada con bolas y, sosteniéndola, se encuentran los capiteles vegetales. El exterior del lado septentrional muestra un solo orden de hojas de bordes lobulados.
Tanto los bordes como los nervios se presentan en relieve, mostrándose perlado el eje central. El capitel interior se forma con dos órdenes de carnosas hojas que se rematan con bolas, tema de clara filiación compostelana. Los capiteles del lado sur repiten el tipo del exterior ya comentado, con grandes hojas de bordes muy rizados y recortados, que vuelven sus ápices sobre sí y cuyos nervios muestran un diminuto perlado.
El tímpano original no se conserva en su sitio, pues fue sustituido por uno liso al que se le ha añadido un barroco dintel moldurado. No obstante, sí se conservan las mochetas que rematan las jambas de los arcos. Se trata de unas robustas cabezas de animales monstruosos, que recuerdan a las que se pueden encontrar en el mateano Pórtico de la Gloria, aunque su referente más inmediato serían los canecillos que sustentan el alero del muro septentrional de la capilla mayor de la Catedral de Ourense.
Con respecto al tímpano perdido, tanto Ramón y Fernández Oxea y Duro Peña como Sastre Vázquez consideran que se corresponde con el que actualmente se conserva en el patio de una casa particular de un pueblo a tan solo un par de kilómetros de Beiro, Turei (en la misma parroquia de Santa Baia de Beiro), perteneciente a la serie de “Sansón y el león”. Vázquez-Monxardín afirma, sin embargo, que este último procedería de la portada sur de la iglesia del monasterio de San Miguel de Bóveda, en el municipio de Amoeiro.
A pesar de los referentes compostelanos, la fuente más clara de inspiración de la portada de Beiro es la que da acceso en la catedral ourensana a la llamada Claustra Nova, situada en el tercer tramo meridional de la nave. Así, las ornamentaciones de las chambranas, arquivoltas y cimacios coinciden en ambos casos, con la salvedad de que en Beiro la parte inferior de las hojas que rodean el baquetón se encuentran estilizadas, en una sucesión de rectángulos con proyección volumétrica, pero con las aristas redondeadas, mientras que en la catedral de Ourense estas partes inferiores reciben un tratamiento más naturalista.
Sobre la portada se dispone un tornalluvias que comprende la longitud total de la fachada. Este se moldura en un listel hendido por una línea incisa, seguido por una nacela adornada con una serie de hojitas con una bola en su ápice. Se sustenta sobre una serie de diez canecillos entre los que destacan los figurados.
Así, tenemos tres figuras humanas: una de ellas muestra a un hombre representado de cuerpo entero, sentado, y que apoya las manos sobre sus rodillas, sosteniendo sobre su regazo un libro; en otro, un hombre bebe ávidamente de un tonel. También se puede apreciar una cabeza monstruosa.
Por encima de este tornalluvias se encuentra una saetera y, coronando el hastial, una espadaña barroca. En 1735 se le añadió a este campanario una balconada de piedra.
La fachada meridional no resulta visible en gran parte, debido a la construcción de la mencionada capilla del Carmen, con lo que solo se conserva un pequeño tramo del paño, coronado por una cornisa moldurada en listel, separado por una línea incisa de la nacela. Solamente queda un canecillo sustentando este segmento de cornisa, mostrando una temática geométrica: una doble nacela unida en arista, en cuyas partes superior e inferior se forman triángulos.
En el hastial oriental de la nave, que se proyecta superando en altura la techumbre a dos aguas de aquella, destaca, en su ápice, el Agnus Dei, en este caso representado por un carnero de largos y curvados cuernos que avanzan hacia la cara, que porta sobre su lomo una cruz cuya parte central está formada por un círculo en el que se han vaciado cuatro lóbulos. Del círculo sobresalen los cortos brazos, ligeramente ensanchados. Por su parte, una larga moldura anima el paramento, sirviendo de base a la saetera que se abre en este.
El ábside, de tipo semicircular precedido por un tramo recto, se divide en cinco paños (tres componen el hemiciclo, mientras que los otros dos, uno en cada fachada lateral, conforman el mencionado tramo recto) por medio de cuatro columnas entregas. Los elementos corridos, impostas y cornisas, marcan el desarrollo horizontal, mientras que las columnas entregas, formadas por once tambores, recorren perpendicularmente el ábside enlazando con los aleros, siguiendo un esquema difundido desde Jaca a través de toda la ruta jacobea. En cada uno de los tres segmentos curvos se abre una ventana completa.
El ábside semicircular se divide en tres tramos por medio de semicolumnas. En cada uno de estos tramos se abre un vano con arco de medio punto apoyado sobre pares de columnillas decoradas con capiteles. En el muro testero de la nave, se sitúa una ventana saetera en el centro
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El tramo que precede a la curva descrita por el ábside, en el lado meridional, se halla parcialmente oculto por la moderna sacristía, aunque se puede apreciar el único canecillo que sustenta la cornisa, moldurada en un listel seguido de un bisel (al igual que los demás segmentos pertenecientes al ábside), y que muestra una figura humana desnuda, probablemente masculina, que se presenta a cuatro patas, precisamente para soportar el peso de la cornisa. A este tramo le sigue el que inicia el semicírculo, situado en el Sureste, y delimitado por dos columnas entregas. La ventana que se abre en él no se encuentra a la vista, al haberse adosado la sacristía a esta parte del muro, aunque se conserva en el interior de esta. Al igual que las otras dos ventanas, está formada por un arco de medio punto protegido por una chambrana moldurada en un listel seguido por un bisel adornado con cuatro filas de tacos.

La arquivolta se moldura en un listel y una nacela en la que se acomoda un bocel liso. Tanto la chambrana como la arquivolta apean sobre una imposta que comprende la anchura del paño comprendido entre las columnas y que se moldura en un listel cuyo tercio inferior se marca mediante una línea incisa, seguido de un bisel que repite el motivo del taqueado de cuatro filas. Bajo la imposta, y sosteniendo la arquivolta, se dispone una pareja de columnas. Una de ellas presenta un capitel figurado, en el que dos cuadrúpedos, probablemente leones, comparten una misma cabeza; el otro capitel muestra motivos vegetales a base de grandes hojas dispuestas en un solo orden, en las que se destacan unos gruesos nervios centrales, y cuyos ápices se enrollan formando unas abultadas volutas.

La estructura de la sacristía enmascara parte de los fustes y las basas de las dos columnas entregas que delimitan este segmento absidal, si bien se conservan a la vista ambos capiteles. El meridional muestra un ave de largas patas picoteando la bola en la que se ha plegado una hoja, mientras que el oriental presenta el tema de Daniel entre los leones. Este, vestido con un faldellín liso, ajustado con una cuerda atada a la cintura, apoya reposadamente, en un gesto de calma, las manos sobre las cabezas de los animales que, situados en los laterales del capitel, llevan sus testas hacia los ángulos. Entre ambas columnas se disponen dos canecillos: uno presenta la cabeza de un animal, un equino o quizá un cánido; el otro está formado por un corto cilindro envuelto en una lengüeta.
El segmento oriental del ábside muestra una ventana que se conforma de igual manera que la comentada, si bien con capiteles con distinta temática. En el meridional se representan dos animales híbridos afrontados, de cabeza, cuello y alas de ave y cuerpo de cuadrúpedo, componiendo la figura de unos grifos, motivo que se repite en el capitel septentrional del arco triunfal. El septentrional muestra unas grandes hojas de bordes lisos bajo cuyo ápice se cobijan unas bolas. Por su parte, de las columnas entregas que delimitan este paño, la situada en el lado meridional es la ya comentada de Daniel y los leones, mientras que la septentrional presenta una decoración vegetal a base de grandes hojas de bordes y nervios aristados, que se curvan en su parte superior, enrollándose en gruesas volutas.
Ventanal central del ábside.
 

Sus basas se acomodan entre los dos rebancos superiores de los tres que refuerzan la parte inferior del ábside. De tipo ático, el toro superior se moldura en un bocelillo que se imposta siguiendo el borde del retallo superior; en lugar de la habitual escocia se forma una tenia lisa y el toro inferior muestra un escaso desarrollo horizontal. La basa se yergue sobre un estrecho plinto, comprendiendo ambos elementos la altura del rebanco superior, mientras que el podio sobre el que apean lo hace del que ocupa la posición intermedia. Por su parte, la cornisa de este tramo oriental del ábside se sustenta sobre cuatro canecillos que, de Sur a Norte, muestran: un motivo vegetal a base de lo que parece una piña que surge de un largo tallo al que unas incisiones oblicuas le dan el aspecto de una cuerda; dos rollos; una gran cabeza de animal, quizá un felino, bajo la que extiende sus patas delanteras; un mono representado de cuerpo entero, que tapa sus orejas con las manos, apretando los antebrazos contra su cara.
El tramo septentrional del hemiciclo absidal se abre en una ventana, igual a las otras, si bien su capitel oriental muestra tres grandes y carnosas hojas de bordes lisos, cuyos ápices se pliegan ligeramente hacia abajo; la que ocupa el ángulo posee un ancho nervio central surcado por líneas incisas oblicuas. El capitel opuesto presenta lo que parecen tres aves, de mayor tamaño la central, de cuerpo robusto y alas plegadas. La cornisa en este tramo es sustentada por dos columnas y dos canecillos. La columna oriental ya ha sido comentada. La septentrional muestra en la cara de su capitel un extraño cuadrúpedo de larga lengua bífida, cuya cabeza y ancas son picoteadas por dos estilizadas aves zancudas, situadas una en cada lateral. Por su parte, los canecillos exhiben: una cabeza de animal; un cánido o quizá un cerdo; un grueso cilindro situado en la parte superior, de laterales adornados con formas florales y ceñido por una estrecha lengüeta.
Ventanal orientado al norte del ábside.
 
Capitel en el alero orientado al norte del ábside.

En el tramo recto correspondiente al lado norte se abre una ventana barroca que rompe la línea de imposta que, prolongando los cimacios, recorre toda la fachada absidal. Al igual que en el lado sur, un único canecillo sustenta la cornisa en este tramo, adornado en esta ocasión con una cartela que se enrolla en la parte superior, mostrando en su anverso un eje formado por un bocelillo.
El paramento de la fachada septentrional de la nave es dividido en tres paños por cuatro contrafuertes. En el central se abre una portada de arco de medio punto, formado por una arquivolta moldurada en una media caña, con un bocel matando la arista.

Portada septentrional.

El arco es protegido por una chambrana que muestra una decoración de hojas picudas cuyo ápice se curva rodeando una bola. Chambrana y arquivolta apean sobre el cimacio impostado que se sustenta, a su vez, sobre columnas acodilladas. Esta imposta se adorna, en el lado oriental, con una sinuosa serpiente mordiendo a un cuadrúpedo en una pata. El cuerpo de la serpiente comprende la longitud total de la parte frontal del cimacio, prolongándose su cabeza hacia la zona interna del mismo. En el segmento interior, pues, se encuentra la cabeza del ofidio, que muerde la parte superior de una de sus patas posteriores. La representación de una serpiente como ornamentación, de forma individual, la encontramos ya en una iglesia datada en 1127. Se halla en San Lorenzo de Pedraza (Monterroso, Lugo), en el ábaco derecho de la ventana que se abre en su testero, pudiendo tratarse, como apunta Yzquierdo Perrín, del primer templo románico en el que se manifiesta dicho motivo decorativo. Este es de uso poco común en el románico gallego, pudiendo encontrarlo, junto con otros elementos y de forma muy poco frecuente, en plintos. Sería el caso de Santa Eulalia de Aguada (Carballedo, Lugo), donde en la parte frontal del plinto septentrional del arco triunfal se dispone la imagen del ofidio, mientras que en la zona oriental hallamos un pez. Es más frecuente encontrar escenas similares en la decoración de capiteles, basas y canecillos. Así, tenemos el ejemplo del alero meridional de la nave de la iglesia de Santa María de Nogueira (Chantada, Lugo).
En la provincia de Ourense contamos con los ejemplos de la cobija de la fachada meridional de la nave de San Mamede de Moldes (Boborás), el cimacio del soporte interior sur de la portada principal de Santo Tomé de Serantes (Leiro), o bien con el ábaco también meridional de la parte interior de la ventana absidal de Santo Eusebio da Peroxa (Coles). Por su parte, el segmento occidental del cimacio se adorna con una serie de hojas lisas de forma pentagonal. Bajo esta imposta, dos columnas acodilladas se coronan con capiteles de hojas con bolas (en el lado oriental) y dos órdenes de hojas de borde liso y ápice en forma triangular (en el occidental).
El tímpano muestra lo que parece una representación de un lobo en actitud de marcha. Este se apoya sobre una pareja de mochetas molduradas en dos medias cañas consecutivas, dispuestas transversalmente. Las jambas sobre las que estas descansan presentan una arista achaflanada.
Pegada a esta puerta se construyó la escalera para subir a la tribuna y al campanario.
Tanto en el tramo oriental como en el central, a media altura, se dispone un canecillo en forma de proa, que probablemente sirviesen de apoyo a una estructura de madera de un pórtico. El tramo occidental también presentaría uno, aunque se eliminó al abrir la puerta que da acceso a la tribuna. El mismo factor explica que en los dos tramos señalados se abra una saetera, perdido en el caso del paño occidental.
Rematando esta fachada septentrional de la nave, una cornisa moldurada en un listel separado por una línea incisa de una nacela es sustentada por cuatro canecillos en cada tramo del paramento comprendido entre los contrafuertes. Todos ellos, mostrando una superposición de planos, presentan en el último de ellos una serie de motivos geométricos entre los que abundan las cartelas que enrollan sus extremos, cilindros u otras formas poliédricas.

En cuanto al interior de la iglesia, esta conserva las saeteras de amplio derrame.
El arco triunfal, doblado y algo peraltado, es de roscas lisas y aristas vivas. La exterior apea sobre una imposta moldurada en un bisel abilletado, que continuaba en la capilla mayor, pero que fue repicada. La rosca interior lo hace sobre los capiteles de las columnas, destacando el del evangelio, que presenta cuatro grifos, uno en cada lateral, y dos afrontados en el centro, que combinan la cabeza y el largo cuello de un ave, el cuerpo de un gran cuadrúpedo y alas, repitiendo lo mostrado en el capitel de la ventana absidal.

Capiteles del arco  triunfal
 

Como apunta Sastre Vázquez, este capitel puede suponer la cabeza de una serie que muestra el mismo tema, y que se encuentran ubicados en la zona de Chantada (Lugo). Se trata de los que se hallan en las iglesias de San Salvador de Brigos (en la portada oeste), San Paio de Muradelle (también en la portada principal) y San Cristovo de Fornas (tanto en el ábside como en el arco triunfal). El propio capitel de la ventana absidal de Beiro supone una variación, indudablemente de menor calidad, de este del arco triunfal, puesto que la torsión del pescuezo del primero presenta un recorrido más corto y las patas apenas resultan visibles. El origen de este motivo en el arte gallego se puede encontrar en un capitel de la capilla del Salvador de la catedral de Santiago, que se vincula claramente con el románico de Auvernia. Moralejo relaciona este capitel con un taller de San Vicente de Ávila (encontrándose su referencia primera en Aquitania). En la catedral santiaguesa encontramos otro ejemplo de este tema en un capitel situado en los últimos tramos de su brazo mayor. Volviendo al caso de Santa Baia de Beiro, Sastre Vázquez contempla dos posibilidades que explican la notoria diferencia de calidad entre el capitel del arco triunfal y el que se halla en la ventana del ábside, teniendo en cuenta que habitualmente las obras de construcción de las iglesias románicas se inician por esta última parte y que, por lo tanto, esta tendría que ser anterior: que los capiteles fueran realizados por dos artistas diferentes a partir de un modelo común, o bien que el capitel del interior fuese esculpido con anterioridad por un artista más cualificado y luego copiado por el cantero responsable del ábside. En cuanto al capitel de la epístola, presenta unas grandes y carnosas hojas. Las basas son áticas con garras.
Las basas son áticas con garras. Tras el arco triunfal, una bóveda de cañón cubre el presbiterio, mientras una bóveda de horno hace lo propio con el hemiciclo, aunque esta se halla oculta debido a la colocación de un retablo barroco.
Como elemento destacable podemos mencionar el artesonado que cubre el interior de la nave, que, como señalan Ramón y Fernández Oxea y Duro Peña, es muy similar al de la cercana iglesia de San Pedro de Trasalba (situada en el cercano municipio de Amoeiro). Como apunta Barriocanal López, se trata de una armadura de raigambre mudéjar, del primer o segundo tercio del siglo XVI.
Por su parte, ubicada a los pies de la iglesia, se encuentra una pila benditera gótica.
Esta iglesia de Beiro, a pesar de las modificaciones, mantiene su aspecto original y supone un buen ejemplo del románico rural, constituyendo su ábside y portada principal obras de primer orden. Es clara la diferencia entre el trabajo de labra de esta portada y otros elementos de la iglesia, lo que lleva a pensar en que su realización se debió a distintos artistas. Teniendo en cuenta su gran calidad, es muy posible que la portada occidental se debiera a las mismas manos que intervinieron en la portada de la Claustra Nova de la catedral de Ourense, o bien a su mismo taller. Así, la notable influencia ejercida por esta, realizada en la segunda etapa constructiva de la catedral auriense durante el mandato del obispo Don Alfonso (1174-1213), concretamente en torno al 1200, nos lleva a estimar para la portada occidental de Beiro una cronología hacia principios del siglo XIII.

 

Figueiredo
San Pedro de Figueiredo es una de las diez parroquias que componen el municipio de Paderne de Allariz, que ocupa, al sureste de la capital provincial, el curso superior del río Barbaña y la parte oriental del valle de A Rabeda.
Para llegar desde la capital provincial, de la que dista 13 km, se toma la carretera OU-101 (que une Ourense y Maceda), para girar más tarde en dirección a Siabal. A unos 800 m más al sur se encuentra Figueiredo.

Iglesia de San Pedro
Se erige en el centro del núcleo poblacional, sobre una pequeña elevación, por lo que para acceder a su atrio hay que salvar unas escaleras.
Se trata de una iglesia de una sola nave y ábside semicircular precedido por un tramo recto. Está construida en aparejo pseudoisódomo, formado por sillares graníticos bien escuadrados que respetan el orden de las hiladas. A la estructura original se le añadieron en época barroca el remate de la fachada occidental con la espadaña y la sacristía adosada al flanco norte de su ábside.
Un fuerte sentido de la horizontalidad predomina en la fachada occidental, donde se abre una portada formada por dos arquivoltas de medio punto protegidas por una chambrana de la misma directriz.
Esta se moldura en un listel separado por una línea excavada de un junquillo, bajo el que se dispone una nacela que alberga una ornamentación a base de tres filas de billetes. La arquivolta exterior presenta un ancho filete separado mediante un junquillo del bocel que conforma la arista, repitiéndose la misma molduración en la arquivolta interior. El intradós de ambas también se moldura de la misma manera, en una media caña entre dos filetes. Chambrana y arquivoltas apean sobre un cimacio impostado resuelto mediante un listel cuyo tercio inferior es marcado por una línea excavada, seguido de una nacela adornada con una serie de bolas. El cimacio se sustenta, a su vez, sobre dos pares de columnas acodilladas, presentando en sus capiteles temas vegetales y un grueso astrágalo.
Portada occidental.
 
Capiteles y mocheta de la portada
 

El capitel exterior del lado izquierdo, bastante desgastado, se organiza en dos órdenes de hojas, concentrando en su parte superior la ornamentación, puesto que las que ocupan el primer registro presentan su mitad inferior fusionada con la cesta. Los bordes laterales de los ápices se pliegan, alcanzando cierto desarrollo volumétrico. Solo la hoja que ocupa el ángulo central está completa, ya que las que ocupan los laterales solo presentan una mitad, siguiendo su eje longitudinal. Aunque mucho más sencillas, estas hojas parecen seguir el modelo de las de la catedral de Ourense y que, a su vez, reflejan la influencia ejercida por el taller del Maestro Mateo. El segundo orden está formado por hojas lanceoladas de cuyos ápices cuelgan unas bolas. El capitel interior de este mismo lado se organiza en dos cuerpos de grandes y gruesas hojas lisas, y resaltados nervios centrales, sobresaliendo en altura las que ocupan los ángulos del registro superior.
Mocheta y capiteles de la portada
 

El capitel exterior del lado derecho no ofrece una lectura fácil, aunque se organiza en dos cuerpos, distinguiéndose un eje perlado, motivo característico del arte de Mateo y de sus discípulos. El interior, sobre un astrágalo sogueado, también se consta de dos registros. El inferior está formado por unas hojas que proyectan sus ápices trebolados en los que los lóbulos laterales se vuelven sobre sí, mientras que los centrales quedan pinjantes. Aunque sus anversos se hallan pegados a la cesta, exhiben también nervios perlados. El cuerpo superior muestra unas anchas hojas de cuyos ápices penden unas formas ovales.
Las columnas, de esbelto fuste cilíndrico y monolítico, se apoyan sobre unas basas de estrecho toro superior formado por dos baquetillas separadas por una línea incisa, seguido de una escueta aunque marcada escocia, y un toro inferior poco desarrollado con garras de hojitas, la exterior septentrional con una flor de lis. Las basas se apoyan sobre plintos cuadrangulares.
Detalle de la mocheta de la portada occidental.
Detalle de la mocheta de la portada occidental.

El tímpano, liso y realizado en un solo bloque, se sustenta sobre dos mochetas en nacela adornadas con prótomos de animales, la izquierda representa a un bóvido de pequeñas patas delanteras flexionadas bajo la enorme cabeza de ojos abultados y grueso hocico, y la derecha un felino de grandes ojos almendrados, seguramente un león.
La fachada meridional, sobria y desornamentada, refuerza los ángulos de la nave mediante el estribo occidental, formado al prolongarse hacia los lados la fachada principal, y el oriental, que no alcanza la cornisa, uniéndose su extremo superior al paramento a través de un ángulo agudo. Ambos contrafuertes presentan una forma prismática, de sección rectangular. El masivo paramento que se alza entre ellos solo se ve horadado por la puerta meridional y una rectangular ventana con derrame de época barroca, que probablemente amplía una saetera preexistente.
La portada se resuelve mediante un arco de descarga de medio punto, formado por siete dovelas, bajo el que se cobija un tímpano compuesto por dos sillares, que apean sobre dos mochetas en caveto, de planos superpuestos, en los que la cara frontal presenta dos nacelas que determinan en su parte superior un triángulo de lados curvos. Ambas mochetas se sustentan, a su vez, sobre unas jambas en arista viva.
El remate del paramento lo compone una cornisa barroca que sustituye, al igual que en la fachada septentrional de la nave, la románica, perdida junto a la colección de canecillos sobre los que apeaba.
El grueso contrafuerte oriental que marca el fin de la nave da paso a un segmento de paramento, definido por aquel y por un segundo estribo, que conforma el tramo recto del ábside que precede al hemiciclo. Este primer tramo se remata por una cornisa, presente en todos los lienzos que componen el ábside, que se moldura en un listel con una línea incisa en su parte inferior, seguido de una nacela ornamentada con bolas.
Por su parte, el hemiciclo se organiza en tres paños determinados por dos columnas. Una ventana barroca con derrame rompe la desnudez del primero de ellos, orientado hacia el sur. En su parte superior cuenta con tres canecillos en nacela, dos de ellos con motivos vegetales: uno consiste en una hoja que envuelve sus partes superior e inferior como si fuera una cartela, aunque muestra un nervio central en resalte; el otro muestra una hoja picuda, también de nervio resaltado, bajo cuyo ápice vuelto hacia abajo se cobija una bola. Entre ambos, ocupando la posición central, el tercer canecillo presenta una cara humana de ojos almendrados, pómulos altos y ancha nariz, rasgos que se disponen en una cabeza ovalada de largo y estrecho mentón. Si bien la molduración de la cornisa es idéntica a la que se halla en el tramo recto del ábside, esta del hemiciclo destaca por hallarse bastante volada.
Una columna entrega separa el paño meridional del axial, orientado, como corresponde, al Este. Su capitel, de tema vegetal, muestra unas anchas hojas tan pegadas a la cesta que ellas mismas parecen generarla, volviendo en los ángulos sus ápices trebolados. En ellos, los lóbulos laterales se curvan hacia arriba, mientras que los centrales, más desarrollados, quedan pinjantes. En el centro de la cara frontal, donde dos de estas hojas se yuxtaponen, surge en segundo plano el ápice de otra hoja. La basa sobre la que se asienta esta columna presenta un toro superior formado por un aplastado bocelillo separado de un listel por una línea incisa, seguido por una corta escocia, y un toro inferior de escaso desarrollo horizontal con una garra de bola, todo ello sobre un plinto cuadrangular. Este, a su vez, se apoya en un estrecho zócalo que recorre perimetralmente el ábside, destinado a reforzar el muro.
En el paño central del ábside, se abre una ventana con arco de medio punto apoyada sobre capiteles.
El paño central del ábside, que se define por la columna mencionada y otra con idénticas características, ostenta una ventana completa. Esta se compone de un arco semicircular enrasado en el paramento, formado por cuatro dovelas cuya arista se moldura en un bocel separado de rosca e intradós por listeles excavados. Este arco apea sobre un cimacio impostado moldurado en un listel adornado con una línea incisa en su tercio inferior, seguido de una nacela. Bajo él, dos capiteles presentan dos órdenes de decoración vegetal. En el meridional, de la parte superior del primer orden emergen, desde una cesta completamente lisa, unos caulículos que se vuelven sobre sí, avolutándose, mientras que en el segundo, unas gruesas hojas de bordes lisos albergan en sus ápices unos frutos bulbosos. En el capitel septentrional, el registro inferior está compuesto por unas anchas hojas pegadas a la cesta, cuyos ápices, picudos y vueltos hacia abajo formando lóbulos, cobijan unas pequeñas bolas; el superior está formado también por unas hojas, siendo la central mayor que las que la flanquean, y cuyos ápices presentan una forma redondeada de cuyo anverso cuelgan unas bolas. Bajo los capiteles, unos cortos fustes dan paso a las basas, iguales a las ya comentadas, aunque sin garras. Cobijada por el cuerpo de la ventana se abre una larga saetera de parte superior semicircular, hoy cegada.
Este tramo central del ábside se remata con tres canecillos y la mencionada cornisa. Dos de ellos son geométricos, mostrando uno un grueso tonel de extremos circulares rehundidos y otro baquetillas situadas a los lados de la nacela, entre las que se acomodan ocho rectángulos dispuestos transversalmente; el tercer canecillo consiste en una combinación de los temas vegetal y geométrico, al albergar una hoja picuda una doble nacela de partes superior e inferior triangulares.
Canecillos en la cornisa del ábside.
Capitel y canecillos en la cornisa del ábside.
Capitel y canecillos en la cornisa del ábside.
 

El tramo septentrional del hemiciclo absidal presenta, al igual que los otros, tres canecillos, dos con temas geométricos, uno con tres cilindros incrustados en la nacela y el otro con una cartela que engrosa sus extremos, enrollándolos ligeramente, y el tercero con un motivo vegetal, en el que una estilizada hoja trebolada enrosca sus lóbulos laterales, colgando el central hasta la base de la nacela, mientras que, a cada lado de esta, unos caulículos siguen la curva por ella descrita.
El flanco norte de la nave se configura como un desnudo lienzo en el que destaca su fuerte sentido horizontal, donde solo una saetera rectangular abre un vano en el paramento, limitado al oeste por el estribo en que se prolonga la fachada principal.
Bajo una techumbre de madera a dos aguas, el interior de la nave no muestra más aditamentos que el zócalo moldurado que recorre sus muros, y que se extiende hacia el ábside. Se accede a este a través del arco triunfal, de medio punto peraltado y una sola rosca lisa, en arista viva. Probablemente fue remodelado en el siglo XVIII, coincidiendo con la instalación del retablo, y apea sobre el muro a través de una imposta que se moldura en un listel con una línea incisa en su tercio inferior, seguido por una nacela que se adornaba con una serie de bolas, de las que solo se conservan dos en el lado meridional del paramento que cierra la nave. En este último se destacan varias marcas de cantero. Sobre el arco de triunfo se abre la saetera del hastial de la nave, configurándose como un rectángulo en arista viva con un fuerte derrame.
El tramo recto del presbiterio, que precede al hemiciclo, se halla ligeramente más alto que la nave, accediéndose a él salvando un abocelado escalón pétreo. Se cubre con una bóveda de cañón de igual directriz que el arco triunfal, arrancando de una imposta ligeramente más alta que sobre la que apea este último, moldurada de igual manera, y mostrando en este caso íntegra la decoración a base de bolas de su nacela.
A su vez, y a ambos lados, la imposta es sustentada por dos arquitos semicirculares ciegos, de rosca lisa y arista abocelada flanqueada por líneas incisas, careciendo el intradós de molduración. Estos arquitos apean, a cada lado, en los salientes murales que delimitan este tramo recto del presbiterio. Uno de ellos es el que conforma el testero de la nave, en el que descarga el arco triunfal, siendo el otro el que marca el inicio del tambor absidal. Estas responsiones son reforzadas en el exterior por los estribos de la nave y los contrafuertes del ábside. Además de contar con estos apoyos laterales, ambos arquitos confluyen sobre una ménsula-capitel. La del lado del evangelio muestra unas anchas hojas pegadas a la cesta, dispuestas en los ángulos y rematadas en tres lóbulos, avolutando los laterales y quedando pinjante el central; la de la epístola cuenta con dos órdenes de hojas superpuestas: el inferior está formado por unas hojas anchas y picudas que se hallan fusionadas en su mitad inferior, despegándose unas de otras, liberando su ápice levemente resaltado de la cesta, a través de unos pequeños espacios interfoliares. Adornan su anverso con un nervio central perlado, lo que constituye un eco del arte del maestro Mateo y de sus discípulos. Estos influyeron notablemente en la catedral de Ourense, que actuó, a su vez, como centro difusor de diversas soluciones que fueron recogidas por las iglesias rurales de la provincia. El segundo orden está compuesto también por unas hojas anchas, en esta ocasión situadas en los ángulos, que muestran un nervio central aristado, y cuyos ápices se pliegan formando unas palmetas aveneradas. El espacio interfoliar de la cara del capitel de este registro superior se adorna con otra pequeña hoja de bordes lisos y ápice apuntado. La labra de estos apeos nunca se supeditó a la necesidad de integrarse en una columna. Por ello, y ya que su parte inferior resulta visible, esta recibió también un tratamiento plástico. Así, la ménsula-capitel septentrional la resuelve mediante un estrecho bocel, adornando su base con una gruesa bola, mientras que la meridional muestra, en lo que en un capitel equivaldría al astrágalo, una serie de líneas incisas componiendo un sogueado.
Una organización similar a la de este tramo del presbiterio de Figueiredo la encontramos en San Xurxo de Codeseda (A Estrada, Pontevedra). En esta iglesia, los muros del presbiterio son recorridos por un par de arcos ciegos de medio punto cuyos extremos apean sobre las responsiones del triunfal y fajón y, al medio, se apoyan en una sencilla ménsula similar a un canecillo. A su vez, esta disposición se puede poner en relación con la que se ve en la capilla mayor del monasterio de Santa María de Aciveiro (Forcarei, Pontevedra), no muy distante y con algunas otras similitudes formales con este ábside de Codeseda y, en menor medida, con la misma capilla de Santa María de Sar (Santiago de Compostela, A Coruña), en la que tanto su tramo recto como el tambor poligonal aparecen animados mediante unas arcadas dispuestas en dos órdenes separados por una cornisa. En el orden inferior, la pareja de arcos laterales se apoyan en el centro en dos ménsulas. A pesar de que Aciveiro y Sar cuentan con una doble arquería, sus elementos permiten hablar de cierta similitud con Codeseda y Figueiredo. Fuera de Galicia existen numerosos ejemplos de cabeceras recorridas por unas arquerías ciegas sobre un zócalo, como ocurre en Asturias en San Salvador de Fuentes, San Andrés de Valdebárcena (ambas en Villaviciosa) o en San Julián de Viñón (Cabranes). También con esta decoración encontramos numerosos casos en Cantabria, aunque quizá el modelo halla que buscarlo en la burgalesa iglesia de Santa María de Siones (en la población de las Merindades, en el Valle de Mena).
Por su parte, el arco toral de sección prismática que refuerza la bóveda que cubre el presbiterio se sustenta sobre el codillo en el que, a su vez, apean, en su parte oriental, los arquitos ciegos del tramo recto. A continuación de este se desarrolla el tambor del ábside, que se cubre con una bóveda de horno, permaneciendo ambos ocultos por la máquina del retablo.
En cuanto a la cronología, la decoración vegetal de los capiteles, en los que la parte inferior de las hojas se fusiona integrando la propia cesta, remitiendo a modelos cistercienses, especialmente en la abacial de Oseira (San Cristovo de Cea), la utilización preponderante de elementos vegetales y geométricos, en detrimento de los figurados, y el uso de las bolas como elemento ornamental, empleado con profusión en la segunda campaña constructiva de la catedral ourensana, nos llevarían a pensar en la construcción de esta iglesia en la segunda década del siglo XIII. 


Gustei
Para llegar desde la capital provincial, distante unos 10 km, se toma la N-525 en dirección a Santiago, abandonándola en la señal de Gustei.
Junto con su iglesia perteneció a la sede orensana desde mediados del siglo XII, según se desprende de la donación que hizo Alfonso VII, en 1157, al obispo de Orense, Pedro Seguín.

Iglesia de Santiago
Iglesia de una sola nave y ábside rectangular, conserva su aspecto original, incluyéndose en ello, de forma muy poco usual, su espadaña. Se le ha adosado, sin embargo, una moderna sacristía en el flanco norte de su ábside. También se han añadido en el interior de la nave, en época moderna, dos arcos fajones apuntados, sustentados sobre pilastras, aunque no se hacen auténticamente necesarios, puesto que la cubierta es de madera a dos aguas.


La portada occidental se abre en un cuerpo ligeramente adelantado con respecto al resto del paramento, en un arco de medio punto formado por tres arquivoltas y chambrana. Esta se moldura en un listel unido, mediante un corto caveto, a un bocel matando la arista.
La arquivolta exterior se moldura en una nacela, adornándose esta con una serie de carnosas hojas tetralobuladas que se presentan unidas dos a dos (puesto que se hallan en los extremos de cada dovela), mostrando su parte posterior surcada de nervios. Cada dovela muestra, entre estas hojas, otros motivos vegetales, algunos de los cuales se encuentran tan erosionados que apenas se distinguen, pero entre los que se hallan hojitas o hexapétalas.
La arquivolta central moldura su perfil mediante un listel y una nacela, en la que también se dispone una decoración vegetal, más densa, destacándose la que se encuentra en los salmeres, cubiertos con unas grandes y rizadas hojas de col de gran plasticidad, en la que los nervios en resalte generan un juego de luces y sombras con las partes excavadas. El resto de las dovelas de esta arquivolta central se decoran, bien con hojas que vuelven sus nervados ápices sobre sí, mostrando en su parte anterior un nervio central perlado, bien con unas hojas que surgen de unos vástagos. La clave de este arco se decora con una es trecha y única hoja, cuya parte inferior muestra tres gruesos nervios de sección cilíndrica, mientras que la superior se dobla mostrando un abultado reverso trilobulado. Por su parte, la arquivolta interior, moldurada también en listel y nacela, combina una decoración vegetal con una figurada.
Los dos salmeres muestran una continuidad semántica, al formar parte de la misma escena: a la izquierda, en la parte septentrional, una figura de pie, alada y de rostro redondo, sostiene con la mano izquierda, sobre su pecho, un libro, mientras que con la derecha lo señala; en el otro salmer, en la parte meridional, una figura femenina sedente, vestida con túnica y manto, bendice con la mano derecha, mientras que con la izquierda, apoyada sobre su rodilla, sostiene un motivo vegetal estilizado. La escena, pues, representaría una Anunciación, siendo un lirio lo que sostiene la Virgen. Las dovelas situadas inmediatamente sobre el ángel y la Virgen presentan, también, una escena, en la que dos figuras, afrontadas y sedentes, inclinan sus cabezas para leer de un mismo libro, llevando sus manos hacia este para seguir las líneas. Por último, una figura solitaria, flanqueada por dos órdenes de hojas, de los que el inferior aprieta su ápice vuelto sobre sí hasta generar el volumen de una bola, cruza su pierna izquierda sobre la derecha, ayudándose de su mano izquierda, mostrando la planta del pie, mientras que con la mano diestra sostiene una aguzada espina, tratándose, por tanto, del clásico tema del Espinario que, reelaborado y mostrando la espina ya extraída, constituiría una alegoría de la Redención, al entenderse aquella como el pecado incrustado en el alma. Por su parte, las dos dovelas que forman la clave de este arco menor muestran dos hojas, muy anchas y de anverso estriado, que vuelven sus ápices trebolados curvando sus lóbulos laterales generando gruesas volutas, mientras que las partes centrales se pliegan hacia abajo.
Chambrana y arquivoltas apean sobre un cimacio impostado y tres columnas acodilladas por lado que sustentan capiteles de temática vegetal, salvo uno que se decora con una cabeza monstruosa.
Capiteles en la portada occidental.
Capiteles en la portada occidental. 

En cuanto al tímpano, no existió como tal, sino que presentaba un arco con cuatro lóbulos, los cuales estaban formados, a su vez, por una serie de pequeños entrantes y salientes en forma de arquitos, siguiendo un patrón en el cual el saliente en que se resolvía la confluencia de dos de estos arquitos quedaba pinjante constituyendo el eje. Esta disposición sigue, sin duda, la que presenta la catedral ourensana en su portada meridional, para la que se propone como fecha de realización un horizonte próximo al 1200 y que está fuertemente influida, a su vez, por las obras compostelanas del maestro Mateo. Su parte adintelada se sustentaba sobre mochetas de perfil en nacela, hoy perdidas al presentarse este arco cegado, aunque aún son perceptibles tanto su forma como la de los lóbulos de los arcos. Las mochetas se apoyarían directamente sobre las jambas, de arista abocelada e intradós moldurado en una media caña adornada con una serie de tetrapétalas.
El cuerpo avanzado en que se abre la portada abocinada se corona con una imposta moldurada en listel y bisel, separados por una estrecha franja excavada, y que adorna su sofito con una serie de puntas de diamante. Sobre esta imposta, mediante una hilada y en eje con la portada, se abre una saetera de ápice semicircular horadado en un solo sillar y, sobre ella y culminando la fachada, se dispone la espadaña con dos vanos semicirculares para las campanas, protegidos por un tornalluvias moldurado en un listel, separado por una línea incisa del bocel en que remata la arista. Los arcos apean sobre una imposta moldurada en listel y nacela. Sobre el ápice de la espadaña, una figura sedente, barbada y con un báculo en su mano derecha no puede sino representar al santo bajo cuya advocación se halla esta iglesia, Santiago.
Por su parte, en la fachada sur se abre la portada, cobijada por un pórtico apoyado sobre columnas de fuste monolítico y capiteles vegetales de factura contemporánea, imitando la labor románica, y que no sería muy distinto del que originalmente presentaría este flanco, dada la existencia de cuatro modillones convexos, encargados de sujetar la estructura de madera que apearía sobre los pies derechos. La portada presenta una arquivolta de medio punto protegida por una chambrana moldurada en listel y nacela que se adorna con puntas de diamante cuya forma piramidal aparece desvirtuada al fusionarse con el motivo vegetal del cuadrifolio.
El arco muestra una rosca lisa, en arista viva, disponiéndose bajo ella, en un plano más interior y en la zona del intradós, un grueso bocel. Chambrana y arquivolta apean sobre un cimacio impostado moldurado en listel y bisel, adornado este último con el mismo motivo de puntas de diamante semejantes a cuadrifolios que presenta la propia chambrana. A través del cimacio impostado, la chambrana apea sobre unas finas columnillas que no son sino codillos abocelados con un remate ligeramente más ancho a modo de capitel, que muestra una decoración vegetal de hojas, mientras que la arquivolta se apoya sobre columnas de fuste monolítico, coronadas por capiteles de temática también vegetal, de los cuales sobresale el occidental, en cuyo tratamiento se siguen recetas originarias de la catedral de Ourense.
Por su parte, bajo el arco de la portada se cobija un tímpano que muestra, en relieve, un escudo con cinco flores de lis. Adornan la zona central de su dintel una serie de puntas de diamante iguales a las ya comentadas, que se prolongan hacia las mochetas que lo sustentan, siguiendo la curva de su nacela, extendiéndose además a lo largo de las jambas, cuya arista ha sido excavada para albergarlas.


La mocheta occidental presenta una cabeza masculina de barbado rostro alargado, en el que se destacan los gruesos nariz y labios. Sobre la estrecha frente se disponen dos largos mechones ondulados que se prolongan, a cada lado, hasta la mitad inferior del larguísimo cuello. La mocheta oriental se adorna con una hoja palmiforme de nervios excavados que se conforma a partir de un peciolo bilobulado. En esta portada, en la que se recogen elementos gotizantes en sintonía con el tratamiento dado a la principal, se ejemplifica la transición entre un estilo y otro a través del continuismo de la tradición románica y su combinación con nuevas aportaciones.
Sobre la hilada en que se disponen los cuatro modillones en los que se apoyaba el pórtico original, y separados de estos por otra hilada, se abren dos saeteras, estrechísimas y largas (comprendiendo una altura de cuatro hiladas), de ápice semicircular horadado en un solo sillar. Coronando el paramento, una cornisa moldurada en listel y nacela, separados ambos por una línea excavada, se apoya sobre una colección de diecisiete canecillos en los que también se aprecia la influencia del estilo gótico, ofreciendo un aspecto achaparrado con respecto al canon románico al haberse incrementado su anchura. Predomina en ellos la temática vegetal, muy estilizada, aunque también hay varios ejemplos de figuración a través de la representación de cabezas humanas, dos de ellas emergiendo de entre unas hojas, y de temática geométrica, como es el caso de un grueso cilindro dispuesto transversalmente en la parte superior del canecillo, o bien el de una doble nacela unida en arista, conformando triángulos en sus partes superior e inferior.
En cuanto al muro de cierre de la nave, cuyo piñón sobrepasa ligeramente la altura de esta, conserva la saetera que ilumina longitudinalmente el interior. Coronando el hastial se halla, además, un Agnus Dei en forma de carnero de grandes cuernos que avanzan hacia su cara, que porta sobre su lomo una cruz antefija cuyos brazos se unen a través de tres cilindros separados por dos concavidades. 




El ábside, más bajo y estrecho que la nave, muestra su fachada meridional dividida en dos paños por una columna entrega de capitel vegetal de grandes hojas pegadas a la cesta, de nervio central excavado y bajo cuyos ápices se conforman unas bolas de escaso desarrollo volumétrico, y cuyo fuste está formado por diez tambores de altura igual a la de las hiladas del muro en el que se embebe. La basa se halla oculta, como resultado del incremento de altura del suelo. A cada lado de la columna, dos canecillos sustentan una cornisa moldurada en listel y nacela. Estos, más estrechos que los de la nave, responden a las proporciones propias del románico, siendo, por tanto, más antiguos. La construcción de la iglesia, pues, debió empezarse por el ábside, como viene siendo habitual.
Los canecillos más próximos a la columna muestran el mismo tema geométrico, en forma de proa, mientras que los otros dos presentan, el más occidental, un tema vegetal a base de una cuadrifolia de pétalos en aspa con rehundido central y prominente botón, mientras que el oriental una cabeza monstruosa, similar a la de un felino, de orejas triangulares, grandes ojos globulares y morro corto, entre cuyas fauces abiertas parece asomar la lengua.
El testero del ábside se prolonga ligeramente a cada lado, con lo que el paño más oriental de esta fachada meridional se encuentra limitado por la columna entrega y por el saliente que aquel conforma. Además, su piñón, al igual que el testero de la nave, sobrepasa en altura a la del ábside, disponiéndose sobre él una segunda cruz antefija, griega y de brazos flordelisados, que se combina con otra de entrelazo.
En cuanto a la fachada septentrional del ábside, a pesar de quedar oculta en gran parte por la sacristía de construcción moderna, aún muestra la misma disposición de elementos que la meridional, también con una columna de capitel vegetal y dos canecillos a cada lado de temática geométrica. 
En el paramento norte de la nave se abre, como en el sur, dos estrechísimas y largas saeteras. Cuatro modillones colocados a tizón y labrados en su cara inferior mostrando un perfil convexo sustentarían otro pórtico de madera, del cual no quedan más restos. La cornisa, igual a la de la fachada meridional, apea en esta ocasión sobre una serie de quince canecillos, también de canon corto, presentando casi todos una temática geométrica.
Con respecto al interior, el paramento de la nave se halla alterado por la adición de dos arcos fajones apuntados sustentados sobre pilastras, todo ello fruto de actuaciones de época barroca. Sí presenta su aspecto original el arco triunfal, doblado y apuntado, en el que la dobladura, a paño con el muro, se une a la rosca interior por medio de un chaflán recto.
Aunque hoy apea directamente sobre el muro, es muy probable que lo hiciera sobre este a través del cimacio impostado de las columnas que sustentan el arco interior, imposta que se extendería sobre el muro de cierre de la nave, habiendo sido, quizá, repicada, sin quedar rastro de ella.
La arquivolta interior, lisa y de sección rectangular, apea sobre columnas entregas a través de un cimacio impostado moldurado en un listel en cuya parte inferior se dispone un junquillo, separándose ambos elementos mediante una línea incisa, continuándose en una nacela que también es rematada en su zona inferior por un junquillo. Esta imposta recorre los muros laterales del ábside y corona las columnas entregas en las que apea un segundo arco fajón de la misma directriz y sección rectangular que el triunfal, reforzando la bóveda de cañón apuntado que cubre esta zona absidal.
Los cuatro capiteles de estas columnas (triunfal y fajón) presentan una temática vegetal a base de hojas pegadas a la cesta, estrechas y largas, de nervio central inciso y bola en su remate. Los fustes están formados por seis tambores, permaneciendo las basas ocultas por el suelo de madera que se ha colocado sobre el original.
Por su parte, el retablo barroco que ocupa la parte interior del testero del ábside, muestra una imagen del Apóstol Santiago sedente, labrado en piedra policromada, repintada, de rostro frontal, cuya melena y barba se resuelven en apretados bucles. En su mano derecha sostiene un bastón rematado por la concha de una vieira, en lugar de la tradicional forma en tau, mientras que con la izquierda muestra un libro abierto en el que se lee Sancti Jacobe. Ora pro nobis, epígrafe fruto del último repinte de la figura. Confluyen en esta figura de Santiago el modelo iconográfico del apóstol, puesto que presenta la túnica larga y el manto, el rollo abierto (sustituido en este caso por el libro) y los pies descalzos, pero también el de peregrino, mostrando el bordón y la escarcela con venera. La imagen, además, es muy similar a la que hoy se encuentra en el parteluz del Pórtico del Paraíso de la catedral auriense. Como apunta Yzquierdo Perrín, respondería a un modelo que se difundió por Galicia a lo largo del siglo xiii a partir de las imágenes del santo del Pórtico de la Gloria y del altar mayor compostelano, y que podría datarse en el segundo cuarto de ese siglo.
Cuenta esta iglesia, asimismo, con una pila bautismal labrada en un solo bloque granítico, decorada con dos bocelillos. Uno se dispone delimitando el borde superior, conformado como una estrecha banda lisa cuyo remate se corta en bisel. De este superior pende, en la zona frontal de la pila, una venera. El segundo bocelillo decora la base.
Esta iglesia, aunque construida siguiendo una concepción románica, presenta ya unos elementos en los que es notoria una tendencia gotizante, como queda de manifiesto en las figuras de la arquivolta interior y los capiteles de la portada occidental (en los que se puede apreciar también su deuda con la catedral auriense), así como en las finas columnillas de la portada meridional y los canecillos de la nave. Se mueve, pues, como señala Yzquierdo Perrín, entre la influencia de la catedral ourensana y formas ya netamente góticas, en un momento en el que se da una disolución de las tradiciones mateanas y la yuxtaposición de estas con elementos del nuevo estilo. Además, como observa Valle Pérez, la imagen sedente de Santiago, que recoge el impacto del ourensano Pórtico del Paraíso, hace que se puedan adscribir tanto la iglesia como esta escultura a la misma cronología, que nos llevaría a mediados del siglo XIII.


Románico en la comarca de Allariz-Maceda

Allariz
La villa de Allariz, asentada sobre un meandro del río Arnoia, que la limita al Norte y al Oeste, se ubica en torno a una colina (el monte Castelo), en el valle del mismo río. El municipio al que pertenece se encuentra limitado al Norte por las sierras de Santa Mariña y Boamadre (688 m); al Este por la progresiva elevación del terreno en los montes y ondulaciones de Meire, y por la sierra de San Marcos; al Sur por la sierra de Penamá (927 m); al Suroeste por los pliegues suaves que culminan en el castro de San Martiño y al Noroeste por la penillanura de Queiroás y Urrós.
Dista 20 km de Ourense, desde donde se accede directamente a través de de la A-52.
Las primeras referencias sobre su pasado medieval se remontan a la primera mitad del siglo xii. Durante las guerras de Portugal Alfonso Enríquez le arrebata la villa a Fernán Joanes, que la vuelve a recuperar poco tiempo después. Durante algún tiempo fue posesión de la corona y plaza fuerte en la época de Doña Urraca.
En 1154 Alfonso VII concedió a Allariz el fuero de Sahagún y del mismo derivarían después los de Ribadavia y Padrón.
A lo largo de la segunda mitad del siglo xii la villa recibió en varias ocasiones la visita real. En 1161 Fernando II firmó aquí un privilegio a la diócesis compostelana y en 1194 se confirman en Allariz las donaciones que el mismo rey había hecho a la diócesis de Ourense. En 1197 Alfonso IX sentenció que el obispo de Ourense no estaba obligado a reparar los muros de su castillo. Por sus calles pasearon después Fernando III y Alfonso X.
Su casco urbano conserva rincones medievales en la zona de O Portelo y Vilanova, así como restos de su fortaleza medieval, que en su día tuvo cuatro torres y dos puertas, y cuyos orígenes se remontan al siglo xii. También se mantienen algunos fragmentos de la antigua y extensa cerca que rodeaba la villa, en la que se abrían cinco puertas y un portelo (postigo). Los mejores restos se conservan en la Rúa Nova y Entrecercas. En el siglo XV Juan II donó la fortaleza al Conde de Benavente, perdiendo el peso real.
Respecto a sus templos románicos hay que indicar que el de Santiago ya existía en 1136, cuando Alfonso VII se lo donó al obispo de Ourense D. Martín. El Santo Estevo existía en 1157 y pertenecía al obispado de Ourense. Ese año lo recibió para su protección el rey Alfonso VII.
Allariz tuvo una importante judería de la que no se conservan restos. Pero los judíos de la villa destacaron por sus actividades comerciales y profesionales. El historiador Amador de los Ríos halló en el archivo municipal la Carta de Avenençia entre Per Eanez vecino de Allariz e mais homes-buenos é Isaac Isamel xudeo maor desta vila. Está datada el 20 de mayo de 1289 y da noticia sobre la vida de judíos y cristianos en Allariz. La judería estaba en la zona denominada Socastelo.
También poseía en la Edad Media un hospital de peregrinos que iban a Santiago y una leprosería. Ya en el siglo XV, concretamente en 1446, la villa pasó a depender de los condes de Benavente.

Iglesia de Santiago
En su cuidado casco histórico, Allariz alberga varias iglesias románicas, entre las que destaca la de Santiago, donada en 1136 por Alfonso VII al obispo de Ourense, Don Martín. La mencionada donación se realizó por los servicios que el obispo le prestó al rey como capellán: ecclesie episcopo domno Martino eiusque successoribus in perpetuum illam ecclesiam Sancti Iacobi de Allariz cum omnibus pertinentiis suis. En 1157 este mismo rey confirmaría las posesiones a la iglesia de Ourense, entre las que figuraba aecclesia sancti Iabobi de Alariz. Los documentos que recogen ambas noticias han sido considerados como falsos por algunos investigadores.
En las confirmaciones de los bienes de la sede auriense realizadas por los papas Alejandro III y Lucio III en 1172 y 1185 se cita de nuevo a esta iglesia.
En otros documentos que informan sobre las disputas que varias parroquias de Allariz tenían por los diezmos se especifican los lindes de la de Santiago de esta manera: et terminus Sancti Iacobi per dictum torrentem quo modo uadit ad fontem de Pumadelo, deinde ad cruces supradictas quomodo vadit ad caminum et alia parte per uia que uadit de Porta Sancti Petri ad rego traueso... Además tenía derechos sobre la iglesia de la Magdalena: Ecclessia sancti Iacobi debet habere ius Sancte Marie Magdalene sicut tenet modo.
Ubicada en la confluencia de la Praza Maior y la Praza de Abaixo de la villa, en la zona noroeste del casco antiguo, esta iglesia, de nave única y ábside semicircular precedido de un tramo recto, ha sufrido varias reformas a lo largo de su historia, aunque conserva gran parte de su aspecto original. Así, esos cambios se concentran en la nave, que ha perdido su portada norte y el claustro, quedando además ocultas las ventanas de la fachada septentrional al construirse una serie de capillas en los siglos XV y XVI.
De este último siglo data la torre adosada a su ángulo noroccidental, aunque se vio igualmente afectada en fechas más recientes, cuando se sustituyó su techumbre por una bóveda fingida de medio cañón de barrote y pajabarro en 1911. A pesar de haber sido retirada en 1971, aún permanecen tanto los arcos transversales que la sostenían como las ménsulas en que estos, a su vez, apean.
También sufrió reformas la bóveda de cascarón que cubría la capilla mayor, dándosele unas hiladas de peralte, lo que provocó, por su parte, otros cambios en la fisonomía de la iglesia. Así, se le añadió un tambor de albañilería al ábside para albergar este recrecimiento, si bien se ha podido eliminar al haberse reajustado en las obras de 1971, a pesar de lo cual aún se nota una ligera diferencia entre la altura de la cornisa del ábside y la del presbiterio.
El arco triunfal sufrió un estrechamiento mediante la aproximación de las jambas, transformándose en apuntado al habérsele suprimido algunas dovelas, aunque conserva tanto el resto de ellas como las columnas que lo sustentan; por último y al haber sido modificados los empujes del arco, también fueron necesarios cambios en sus contrarrestos en el lado sur del presbiterio, donde se añadieron contrafuertes que desfiguran su aspecto original. Estos arreglos no fueron necesarios en el lado norte al contar ya con el contrarresto ejercido por las capillas. De las obras realizadas entre 1910 y 1911 data el revestimiento de madera del pavimento, que ocultó las inscripciones de las losas, y que aún hoy se mantiene.

En cuanto a la fachada occidental, se perciben en ella abundantes marcas de cantero. La portada principal está formada por dos arquivoltas semicirculares, molduradas en una media caña entre boceles (uno de ellos matando la arista), cuyos intradoses reciben la misma molduración.
Ambos arcos son protegidos por una chambrana a paño con el paramento, cuya parte externa se adorna con una serie de dientes de sierra invertidos, mientras que la interna lo hace con unos cilindros; el cuerpo de estos se desarrolla en el intradós, mientras que sus caras quedan expuestas hacia afuera, mostrando en ellas una variada decoración en la que se distinguen motivos vegetales, como trifolias, tetrapétalas dispuestas en cruz o bien en aspa, y cuyo cuerpo se destaca en relieve o, por el contrario, se halla rehundido y cuyas hojas presentan formas redondeadas o bien ovaladas, pentafolias e incluso hexapétalas con botón central. También se representan temas geométricos relacionadas con motivos protohistóricos, como espirales o ruedas solares formadas por radios curvos, círculos concéntricos e incluso cruces patadas inscritas en aros. Los rollos en los que se inscribe esta decoración recuerdan a los que se ven en los grandes modillones de San Miguel de Celanova, aunque parecen remitir en última instancia a motivos de origen islámico. Ejemplos próximos a este de Santiago los hallamos en la fachada principal de Santa Mariña de Augas Santas (en la alaricana parroquia del mismo nombre), en la parte tanto exterior como interior de su rosetón; en Santa María la Real de Xunqueira de Ambía, también en un rosetón, en el hastial este, y en el interior de los arquitos del alero que corre sobre su puerta principal; en la propia catedral ourensana, en el pinjante central de la arquivolta menor de su puerta meridional. Fuera de las fronteras gallegas, encontramos el mismo motivo en zonas de mutua influencia, como Zamora, en la portada sur de su catedral, en Salamanca, en la portada norte de San Martín o en los extremos de la arquivolta menor de la portada norte de la catedral de Ciudad Rodrigo, e incluso en Portugal, en la portada occidental de San Pedro de Paços de Ferreira. Mucho más tardíamente, a finales del siglo XIII, volvemos a encontrar el tema en la portada septentrional de la iglesia de Santa María de Gracia de Monterrei (en el municipio de este último nombre).
Torre y portada exterior Iglesia de Santiago Plaza de Abajo Praza de Abaixo Allariz
Portada
 

La chambrana apea sobre el muro y las arquivoltas sobre sus respectivas columnas, haciéndolo en ambos casos a través del cimacio impostado de estas últimas, moldurado en listel y bisel. Las columnas, de fustes cortos, cilíndricos y monolíticos, poseen unas basas de tipo ático cuyo toro inferior, que se adorna con garras, alcanza un escaso desarrollo horizontal, disponiéndose sobre un plinto rectangular. Los capiteles que las coronan presentan escenas figuradas y estilizaciones vegetales. El capitel exterior septentrional muestra sendos dragones de gruesa y larga cola que atenazan con sus fauces la cabeza de un hombre. El interior del mismo lado muestra igualmente una cabeza humana en el ángulo, disponiéndose un ave de gruesas patas a su derecha y una lechuza junto a una hoja estilizada, de punta redondeada y grueso nervio central, hacia su izquierda.
El capitel exterior meridional repite el esquema del frontero, en esta ocasión con dos aves que rematan sus cuerpos con una larguísima cola, por lo que quizá la representación corresponde a sendos basiliscos. El único capitel de temática vegetal, el interior del lado meridional, presenta unas estilizadas hojas de resaltado nervio central y bolas en su parte superior.
Sobre la portada, sendos modillones sostenían un pórtico de madera que la protegía, hoy desaparecido, mientras que en el hastial se abre un rosetón cuyo óculo se moldura, en su parte exterior, en listel y bisel, adornándose este último con una serie de puntas de diamante en forma de cuadrifolias, mientas que la rosca interior presenta una sucesión de escocias y boceles. Los vanos del rosetón se organizan en torno a un óculo central, formando una cruz de extremos ensanchados, entre cuyos brazos se disponen, en aspa, otros cuatro que, desde su base estrecha y recta, van ensanchándose hasta estrecharse nuevamente, culminando en un ápice apuntado.
Entre los remates de los brazos en cruz y las aspas se abren ocho pequeños vanos semicirculares, cuya parte curvada apunta hacia el óculo central. Remata el hastial una cornisa triangular moldurada en una media caña flanqueada por dos listeles, situándose sobre ella, en la confluencia de ambas vertientes, un Agnus Dei muy deteriorado, en el que destacan el esbelto cuello y los prominentes cuernos.

Por su parte, en la fachada sur, limitada al Este por un contrafuerte en que se prolonga el testero, organizada en dos tramos horizontales marcados por un ligero retranqueamiento de la mitad superior, y dividida verticalmente por un grueso contrafuerte en su parte oriental, se abre una portada muy similar a la principal, aunque más sencilla. Consta de un solo arco semicircular, moldurado en una media caña entre boceles, y que apea a través de un cimacio impostado, moldurado en un ancho listel con una hendidura intermedia y bisel, en sendas columnas acodilladas. Protegiendo la arquivolta se dispone una chambrana que repite la decoración de la de la portada occidental y que, al igual que ella, apea sobre el muro a través del cimacio impostado. Por su parte, las columnas presentan sendos capiteles de grueso astrágalo.

El occidental reitera el tema de la cabeza humana en el ángulo, esta vez de menor tamaño y situada en la zona superior, sobrepasando ligeramente la altura de la cesta. A su derecha, una estilizada lechuza de cara ovalada se aferra a una forma ahusada que se dispone verticalmente bajo la cabeza del ángulo, constituyendo una suerte de abstracción corporal. Tanto la parte más exterior del capitel, a la derecha de la lechuza, como la interior se adornan con unas hojas en las que sus nervios están tan marcados que semejan vástagos, constituyendo sus partes superiores una variante del tema de las hojas picudas de ápice vuelto bajo los que se desarrollan bolas.
El capitel oriental vuelve a mostrar estas mismas hojas así como una cabeza humana en el ángulo, aunque mucho más pequeña y estando esta sobre la cesta, decorando el ábaco moldurado en un estrecho bocel. Bajo ella, la hoja situada en el eje presenta en su ápice, en lugar de la bola, una trifolia de hojas ovaladas y nervio central inciso.
En estos capiteles ya se aprecia un claro espíritu gótico. En cuanto a los fustes de las columnas, los originales parecen haber sido sustituidos por otros, monolíticos y lisos, aunque ochavados. Ambas basas presentan un esquema ático en el que el toro superior se sustituyó por una cinta con una línea incisa hacia su mitad, mientras que el inferior muestra un escaso desarrollo horizontal, decorándose con garras. Al igual que la portada principal, esta ha perdido tanto el tímpano como las mochetas que lo sustentaban.
Cercana a la portada, en la mitad oriental de la fachada, un contrafuerte ocupa verticalmente todo el paramento, abriéndose en su parte inferior un vano ligeramente apuntado, empleado como capilla exterior.
Inmediatamente sobre la portada, tres modillones convexos, más otros dos embutidos a la misma altura en el grueso contrafuerte, sostendrían un perdido pórtico de madera.
Dos ventanas se abren en esta fachada, una a cada lado del contrafuerte, y a distintas alturas, siendo esto resultado de las reformas que ha sufrido la iglesia.
La occidental, más alta, presenta un arco enrasado en el paramento, semicircular aunque rebajado, formado por tres grandes dovelas cuyo intradós está adornado con dos filas de billetes. Apea sobre un cimacio impostado, moldurado en listel y bisel, adornado con bolas espaciadas, más grandes las del tramo occidental.
Bajo este, sendas columnas de fustes monolíticos, cilíndricos y lisos, y basas de tipo ático con garras, muestran unos capiteles figurados: el occidental presenta de nuevo el tema de la cabeza humana en el ángulo, de corto pelo ensortijado y gruesa nariz, cuyas orejas son mordidas por sendos leones; el oriental exhibe también una cabeza humana en el ángulo superior de la cesta, flanqueado por unos funículos formando una cadeneta, mientras que la parte inferior es ocupada por tres hojas trilobuladas de nervios incisos. El vano de la ventana, siguiendo la curva del arco bajo el que se abre, presenta un acusado derrame.
Por su parte, la ventana oriental ha sufrido varias alteraciones, aunque aún se conservan parte de los capiteles, que muestran motivos vegetales, y las basas, del mismo tipo que las de la ventana occidental. También estos capiteles fueron realizados dentro del estilo gótico.
Próximo a la cornisa, anexo al contrafuerte oriental en que remata la nave, se encuentra un sillar en cuyo centro se ha grabado una cruz de brazos iguales ensanchados hacia los extremos, rematando estos en tres picos, y que se inscribe en un círculo perfilado por un motivo en zigzag. Otros dos elementos ornamentales se disponen, uno a cada lado de la cruz, en el sillar: cuatro brazos en aspa, y cuatro círculos en cruz, ambos trabajados en hueco. Otros motivos intermedios los separan de la cruz central, también formados por rebajes, mientras que cuatro círculos, uno en cada esquina, cierran la composición. Yzquierdo Perrín fecha la pieza en torno al siglo X, por lo que se trata de un elemento reaprovechado.

Por su parte, la fachada meridional se remata con una cornisa que apoya sobre veintitrés canecillos decorados con cabezas antropomorfas y zoomorfas, un pez, un tonel y algunos motivos geométricos muy sencillos.


En cuanto al presbiterio, el tramo recto que precede al semicírculo, en este lado meridional, se ha reformado, añadiéndosele contrafuertes al haberse modificado las cargas del arco triunfal. No obstante, quedan elementos originales, como parte de la cornisa que apea en unos arquitos de medio punto que se sustentan, a su vez, sobre canecillos. Bajo los arquitos, pegados al intradós, se cobijan unas bolas, mientras que los espacios mediantes entre los canecillos se decoran con metopas. Esta disposición del alero, muy frecuente en la provincia de Ourense, deriva de la que presenta el crucero de la catedral auriense y que, como señala Valle Pérez, se reintroduce en Galicia a través de San Vicente de Ávila, que recoge, a su vez, influencias borgoñonas y poitevinas de forma sintética.
En este tramo recto uno de los canecillos presenta la cabeza de un joven barbado, mientras que los otros dos sendos animales fantásticos similares a aves. Las dos metopas conservadas presentan otras dos aves afrontadas por el pecho, que vuelven la cabeza hacia sus respectivos lados, y un cuadrifolio de hojas carnosas.
El hemiciclo absidal se organiza en tres segmentos delimitados por tres columnas entregas (habiéndose perdido una cuarta que ocuparía la posición más meridional, siendo sustituida por un contrafuerte). En cada uno de ellos se abre una ventana ricamente ornamentada, que arranca de una moldura que comprende la longitud del segmento, al igual que los cimacios impostados de sus columnas. Además, y gracias a unas excavaciones realizadas en el entorno de la iglesia, se dejó al descubierto el retallo de tres escalones biselados en los que se apoyan las columnas. Así, los elementos corridos, impostas y cornisas, marcan el desarrollo horizontal, mientras que las columnas entregas, formadas por doce tambores, recorren perpendicularmente el ábside enlazando con los aleros, siguiendo un esquema difundido desde Jaca a través de toda la ruta de peregrinación.
El tramo meridional se delimita por uno de los contrafuertes del presbiterio y una columna en cuyo capitel se representa una cabeza humana atacada por dos serpientes. Sobre ella se desarrolla la cornisa, sustentada sobre cinco arquitos de medio punto fuertemente peraltados, con la bola en su intradós, y que se apoyan sobre cuatro canecillos, todos ellos de temática animal. En este segmento se abre una ventana completa con una destacada ornamentación.
Presenta un arco semicircular de una sola rosca, cuya parte exterior se adorna con una banda de casetones rectangulares apenas excavados, mientras que la interior, comprendiendo la arista, se compone de cuatro ovas formadas por sendos troncos de cono que contraponen sus bases. Rodeándolas y separándolas, se encuentran unas flechas formadas por una parte vertical que comprende la altura de la zona interna de la rosca, y por dos brazos en forma de media luna. Este motivo, que no representa sino la evolución y progresiva estilización del de las grandes hojas mateanas envolviendo un bocel, lo encontramos también en la puerta sur de la iglesia de Santa María de Vilanova y en otras zonas próximas, como en el arco de descarga de la portada occidental de Santa Mariña de Augas Santas, en la tapiada ventana absidal de Santa María de Xunqueira de Espadanedo, en el tornalluvias de la puerta norte de San Pedro de A Mezquita (A Merca) e incluso en la catedral ourensana, en la portada de la Claustra Nova, o, ya más lejos, en la chambrana de la compostelana San Fiz de Solovio. El intradós, por su parte, se moldura en una media caña dividida por listeles verticales en tres casetones, albergando cada uno una bola. El arco apea en sendas columnas a través del cimacio impostado, que se moldura en listel y bisel, adornándose este con un doble orden de hojas redondeadas coincidiendo los ápices de las inferiores con la intersección de las superiores, alojándose unas pequeñas bolas en los espacios interfoliares. El capitel occidental muestra una escena en la que un hombre, de cabeza desproporcionadamente grande con respecto a su torso desnudo, cruza su brazo derecho sobre el pecho para agarrar el largo cuello de un ave situada a su izquierda. Bajo su codo, lo que parece una serpiente se adelanta hacia la cabeza del ave, que lleva su pico curvo sobre el grueso astrágalo. Flanqueando al hombre, encontramos sendos elementos vegetales, el más interior mostrando una hoja que envuelve su ápice apretadamente. Por su parte, el capitel oriental desarrolla, sobre un grueso astrágalo, un motivo vegetal a base de dos órdenes de hojas lanceoladas que vuelven sobre sí su remate picudo hasta formar una apretada espiral.
De cada espacio interfoliar emerge un segundo tipo de hoja, también lanceolada, pero que mantiene liso su ápice. Entre el cimacio impostado y el capitel media un estrecho ábaco adornado con unos semicírculos ligeramente rehundidos. En cuanto a los fustes de ambas columnas, ambos presentan el tema de las ovas y las flechas, si bien el occidental desarrolla exactamente el mismo tema que la parte interior de la rosca del arco, también formado por cuatro ovas, mientras que el oriental sustituye los ágrafes tripartitos por un anillado continuo en el que cada sección se une a la siguiente mediante una línea ligeramente prominente. Según Yzquierdo Perrín, el empleo de este motivo ornamental en unos elementos verticales como son los fustes constituye un caso único, puesto que esta decoración se reserva a chambranas o bien arcos. Por su parte, las basas, de tipo ático, también reciben una especial atención. La occidental muestra un estrecho toro superior, sustituyendo una cinta a la escocia, mientras que el toro inferior, de escaso desarrollo horizontal, se adorna con una garra que se desliza hacia el plinto, con lo que este, resaltada su superficie con unos listeles, se curva para así evitarla, eliminando de esta forma su ángulo. La oriental cuenta con un toro superior dividido por una línea incisa, una corta escocia y un toro inferior escasamente desarrollado que se yergue sobre un estrecho podio adornado con casetones rectangulares. Sobre su arista achaflanada se encuentra una bola de escaso relieve a modo de garra. En cuanto al vano de la ventana, se constituye en una larga saetera de ápice semicircular cuya altura abarca desde la moldura que también sirve de arranque a las columnas, hasta el cimacio impostado en el que estas culminan.
En el tramo central el segmento se delimita por la columna ya comentada y otra cuyo capitel presenta unas estilizadas hojas con bolas en sus ápices y, entre ellas, unas pequeñas cabezas de bóvidos de largos cuernos. Sobre ellas corre la cornisa, en esta ocasión con conos truncados labrados en el sillar bajo los arquitos, en lugar de las bolas del anterior tramo, y con cuatro canecillos, dos geométricos, uno con un cilindro dispuesto transversalmente y otro con sendas baquetillas cruzadas en aspa, y otros dos figurados, mostrando una cabeza humana y otra de bovino.
Por su parte, la ventana, de arco de una sola rosca, semicircular, presenta un grueso bocel ceñido por arquitos de herradura con pinzas intermedias, de manera muy similar a lo que podemos ver en la mencionada iglesia de Santa María de Vilanova en su portada meridional, en el óculo de su rosetón y en la ventana norte, aunque también en la portada sur de la catedral ourensana y, yendo un poco más lejos, en la portada principal de la también mencionada iglesia compostelana de San Fiz de Solovio. Parece que este motivo gozó de cierta difusión, pudiéndolo encontrar, fuera de Ourense, en las iglesias de San Xoan de Portomarín (Portomarín, Lugo), en su puerta norte, en la occidental de Santa María de Herbón (Padrón, A Coruña), en la septentrional de San Salvador de Camanzo (Vila de Cruces, Pontevedra), o en la principal de San Xoan de Santeles (A Estrada, Pontevedra). Lo que parece innegable es la vinculación de este motivo con el Maestro Mateo y en particular con el desaparecido arco exterior del Pórtico de la Gloria. El arco apea sobre las columnas a través de sus cimacios impostados. El meridional se divide en tres tramos con distinta decoración: sobre el capitel presenta pequeñas molduras lisas y paralelas entre sí; el central muestra una serie de zarcillos ondulantes en cuyos senos se cobijan unas hojitas; el exterior, moldurado en listel y bisel, exhibe en este último tres bolas. Por su parte, el cimacio septentrional se decora con cuadrifolios inscritos en círculos anillados entre sí. Hacia arriba y hacia abajo de cada anilla se dispone una hojita. Cada tres cuadrifolios aparece una roseta formada por cinco pequeñas bolas, con una sexta central. Para Yzquierdo Perrín, este de los cuadrifolios no es un motivo habitual en los cimacios, encontrándolo únicamente en la arquivolta mayor de la ya mencionada San Fiz de Solovio.
En cuanto a los capiteles, el meridional muestra una cabeza humana en la esquina y bajo ella, y a los lados, aves de largos y entrelazados cuellos que picotean un objeto intermedio. El septentrional presenta el busto de un hombre que cruza el brazo y su mano sobre el pecho, y que es flanqueado por motivos vegetales. Los fustes de las columnas presentan un fuste estriado helicoidal que, en el caso de la meridional, incorpora unas bolas de escasísimo volumen. Ejemplos del uso de esta clase de fustes los encontramos en la compostelana Portada de Platerías, en la arquivolta intermedia de la portada occidental de San Pedro de A Mezquita o bien en Santa María de Xunqueira de Ambía.

El tramo septentrional del hemiciclo absidal es delimitado al Norte por una columna cuyo capitel presenta una temática vegetal con estilizadas hojas picudas o bien de ápices redondeados, y cuyos extremos son ocupados por unos vástagos de los que surgen unas yemas redondas. La cornisa, sobre cinco arquitos, apea sobre cuatro canecillos que muestran lo que parecen dos cánidos y dos motivos geométricos, uno formado por seis estrechos cilindros dispuestos transversalmente entre otros dos que describen la curva de la nacela y otro similar que incluye en su parte superior una gruesa bola envuelta por dos estrechas cintas que convergen sobre ella.
La ventana muestra menos decoración que las otras, consistiendo en una rosca que perfila su parte exterior con una serie de hojitas, abocelando su arista. El cimacio impostado se moldura en un listel seguido de una nacela rematada en su parte inferior por un bocelillo. Bajo él, sendos capiteles exhiben una temática vegetal a base de hojas que avolutan sus ápices y cuyos nervios son perlados o bien lisos flanqueados por formas en zigzag. Los fustes son cilíndricos y lisos, y han perdido las basas originales, así como la moldura en la que estas se apoyaban.
El tramo recto septentrional del presbiterio muestra un alero con una hilada más alto que el del hemiciclo absidal y con distinta moldura, presentando una decoración de bolas. Un contrafuerte que se corresponde al interior con la columna que sustenta el arco presbiterial divide el paramento en dos segmentos, cada uno de los cuales cuenta con cuatro arquitos bajo la cornisa, en este caso apuntados, sustentados por tres canecillos de temática vegetal estilizada. Además, las metopas reciben decoración, abundando las cuadrifolias, aunque también hay sendos leones y una curiosa composición en la que dos serpientes muerden mutuamente sus colas.Por su parte, el flanco septentrional de la nave, cuya parte inferior se halla oculta por la construcción de 
una serie de capillas, presenta una cornisa moldurada de igual manera que la correspondiente al lado sur, sustentada en este caso por una colección de diecisiete canecillos y un modillón convexo. Al igual que el flanco meridional, el testero de la nave se prolonga por este lado en un contrafuerte, coronado por la cornisa y por tres canecillos, mostrando otras tantas cabezas: de una vaca, de un hombre y de un monstruo sonriente de grandes ojos redondos. El resto de los canecillos muestra en varias ocasiones rostros humanos con diferentes tratamientos: alargados, redondos, ovalados e incluso se representan dos cabezas juntas. Abundan también las cabezas de animales, y también la de algún monstruo de gran sonrisa.



En cuanto al interior de la iglesia, varias son las transformaciones que ha sufrido, como la ya comentada adición de los arcos transversales en los que se apoya la techumbre o la construcción de sepulcros a ambos lados, añadiéndose, además, un ala gótica en el flanco norte. No obstante, siguen quedando elementos reseñables, como son las ventanas que, al igual que al exterior, muestran un arco cuyo interior se perfila por dos filas de billetes. Los capiteles presentan decoraciones de animales fantásticos y vegetales, aunque el más destacable es el occidental de la ventana norte, en el que aún se ven tres veneras en su parte superior, a pesar de haber perdido el resto. Estos capiteles revelan una cronología avanzada que apunta ya a un horizonte claramente gótico.
Por su parte, en el testero de la nave se perciben las huellas de las múltiples modificaciones y reformas que fue experimentando la iglesia, y en él se abre el arco triunfal, doblado y apuntado, moldurándose la dobladura en una sucesión de boceles y medias cañas, estando perfilada por un ajedrezado de dos filas, mientras la rosca interior permanece lisa, en arista.
Esta descarga sobre sendas columnas entregas, de capiteles vegetales en los que unas hojas muy pegadas a la cesta vuelven su ápice sobre sí, formando volutas en los ángulos. Los fustes, lisos, rematan en unas basas de tipo ático en las que el toro superior se encuentra poco desarrollado, y el plinto se adorna con una serie de arquitos, frecuentes en iglesias gallegas construidas en torno al siglo xiii, como en San Fiz de Solovio (aunque también se pueden encontrar fuera de Galicia, como en la catedral de Zamora, en la misma provincia, en las benaventanas iglesias de San Juan del Mercado o Santa María del Azogue). Estas columnas se elevan sobre un alto zócalo.

Una vez traspasado el arco triunfal, la bóveda de cañón que cubre el presbiterio es sustentada por un arco de sección rectangular sobre columnas adosadas. Sus cimacios se prolongan a lo largo del perímetro interior de la cabecera, mostrando una molduración de baquetillas con media caña intermedia, señalando el arranque tanto de la bóveda de cañón como de la de cascarón que cubre el ábside. Ambos capiteles presentan una temática vegetal a base de grandes y anchas hojas. Sus fustes, de trece tambores, apean sobre basas de tipo ático sin decoración sobre plintos cuadrangulares, montados, a su vez, sobre un alto zócalo que recorre el interior del ábside.
Entre la zona del presbiterio y del hemiciclo absidal se produce un ligero estrechamiento que genera dos codillos moldurados en bocel.
Bajo la imposta moldurada que sirve de arranque a la bóveda de horno se abren las tres ventanas que arrancan, a su vez, de otra imposta moldurada en listel y nacela, adornada esta última con una serie de pequeñas bolas. Los arcos de medio punto, moldurados en bocel y cuya rosca apea sobre sendas columnas, cobijan unos vanos de fuerte derrame. Los capiteles presentan todos ellos temática vegetal, organizados en un doble orden de hojas en los que los ápices se enrollan formando volutas, o bien permanecen lisos, muy pegados a la cesta o, por el contrario, despegándose de ella. El cimacio que comparten las ventanas norte y este se decora con dientes de sierra con círculos inscritos excavados, mientras que el que une los capiteles de las ventanas este y sur presenta dos órdenes de hojas de ápices redondeados. Los cimacios de las columnas de los extremos se repicaron para acomodar un retablo renacentista, obra castellana de mediados del siglo XVI, situado hoy en la iglesia de San Benito de Allariz, y que fue retirado durante la restauración de 1970. En cuanto a las basas de las columnas, de tipo ático, apean sobre plintos sin decoración o bien adornados con motivos geométricos, como una línea en zigzag u ondulante. 
Es necesario destacar también la presencia de un altar pétreo en cuyo frontal se ha labrado una serie de siete arquitos de medio punto sobre estilizadas columnillas de fustes lisos, cuyos capiteles y basas se hallan someramente trabajados. Las enjutas de los arcos, en el eje de las columnillas, se adornan con unos botoncillos. Recuerda a otros altares de iglesias relativamente próximas, como el de Santa María de Xunqueira de Espadanedo o el de San Xurxo de A Touza (Taboadela), y a los de las más lejanas iglesias del monasterio de Santa María de Aciveiro (Forcarei, Pontevedra), Santa María de Melide o Santa María de Sar (las dos en A Coruña), incluyendo algunas zamoranas, como las de San Juan del Mercado o Santa María del Azogue, ambas vinculadas estrechamente con el arte de Mateo. Yzquierdo Perrín apunta que el posible origen de este esquema se encuentra en la parte inferior de la fachada exterior del coro de la catedral de Santiago, realizado por el maestro Mateo y su escuela.
Esta iglesia, pues, muestra una serie de influencias ejercidas por la obra mateana, bien recibidas directamente, bien a través de la catedral de Ourense o de la iglesia de Santa María de Vilanova, dependientes estilísticamente de la catedral compostelana. Por otro lado, Yzquierdo Perrín fecha la realización del ábside en torno al 1205-1210, sugiriendo fechas más tardías para la construcción de la nave, en cuyas ventanas y portadas se vislumbra un horizonte ya gótico.

Iglesia de Santo EstevoLa iglesia 
mencionada en las confirmaciones de los bienes de la diócesis de Ourense que hacen Alfonso VII y los papas Alejandro III y Lucio III en 1126, 1172 y 1185, respectivamente. También se menciona en la delimitación de las parroquias que se hizo en 1174 por el conflicto suscitado por el cobro de los diezmos: in primo ponitur quod ecclesia sancti Stephani habeat decimas ultra torrentem que uenit de Pumadelo quomodo uadit ad fontem de Pumadelo, deinde ad outeyro quod stat contra caminum per cruces ibi factas et transuerso deinde ad caminum de Pinariam. Et de termino isto excipitur hereditas de furno tegulario que est de Iohanino cum omni directura sicut stat modo.
Dedicada a San Esteban, esta iglesia de nave única sufrió varias reformas, alguna de las cuales ocasionaron la pérdida de su ábside, originalmente de tipo rectangular. Se conservan, no obstante, algunos elementos románicos, como la portada principal (aunque mutilada) y la nave, en cuyas fachadas, especialmente en la meridional, permanecen tanto la cornisa como los notables canecillos sobre la que esta se sustenta. Hacia 1581, fecha inscrita en la capilla que se adosó a su costado sur, en el tramo que ocupaba el perdido ábside, se construyó también la torre que ocupa el ángulo noroeste, realizada reaprovechando sillares de la muralla procedentes del Campo dos Brancos, lugar donde tradicionalmente se celebraban las ferias, al pie de la fachada este del castillo, acusándose así la relación entre el declive de las fortificaciones y las reconstrucciones de iglesias románicas.
La fachada occidental presenta la típica forma pentagonal, realizada en sillares graníticos organizados en hiladas regulares. En ella se abre la portada principal, formada por una sola arquivolta semicircular moldurada en un listel separado por una línea incisa de una media caña, que es flanqueada por sendas baquetillas.
Un bocel mata la arista.
El intradós se moldura en una media caña poco excavada flanqueada, como la de la rosca, por baquetillas. Este arco apea sobre un cimacio impostado, aunque hoy solo alcanza la longitud de los capiteles sobre los que se sustenta, puesto que el del lado septentrional fue cortado al adosarse la mencionada torre y el del meridional fue repicado. Este cimacio se moldura en un listel bajo el que se dispone una baquetilla flanqueada por sendas líneas incisas, más marcada y ancha la inferior, a la que le sigue una baquetilla más gruesa. Bajo ella se inicia una corta nacela, cuyo remate inferior viene marcado por otra baquetilla.


Arquivolta y cimacios apean sobre una columna acodillada a cada lado, cuyos capiteles muestran unos motivos vegetales organizados en dos órdenes de anchas hojas lisas, muy pegadas a la cesta y cuyas partes inferiores se hallan fusionadas, mientras que las superiores, que muestran un ápice trebolado, se vuelven sobre el anverso. Los fustes, monolíticos y lisos, se apoyan sobre unas basas de tipo ático. La del lado meridional presenta un estrecho toro superior que adorna su parte central con una cinta en ligero relieve, mientras que la escocia marca su parte inferior con un listel bajo el cual se desarrolla un toro de escaso desarrollo horizontal, adornado con garras. La basa septentrional es muy similar, si bien el toro superior no presenta adorno alguno y la escocia es sustituida por una tenia. Ambas basas apean sobre un estrecho plinto rectangular. Por su parte, el tímpano original se perdió, así como las mochetas sobre las que se sustentaba.
Sobre la portada, ligeramente descentrada hacia el lado sur, se abre una ventana rectangular que amplía el vano de la saetera preexistente, pero cuyo perfil original, de ápice semicircular, aún se puede apreciar desde el interior. Rematando el conjunto de la fachada encontramos una cornisa moldurada en un listel separado por una línea incisa de un junquillo que da paso a una nacela. La diferencia de altura entre esta y el tejado actual marca el recrecimiento que experimentaron tanto esta fachada occidental como los muros de la nave, siendo esto perceptible también desde el interior.
El aspecto de esta portada se ha visto afectado, como se ha comentado, por la construcción de la torre, realizada, aunque en época moderna, con sillares provenientes de la muralla románica y que se adosó a la fachada de tal modo que el tercio septentrional de esta permanece oculto. En su mitad superior se encuentran encajados varios canecillos (uno de ellos muestra un bien trabajado rostro humano de rasgos naturalistas) que probablemente proceden del ábside original perdido en la ampliación de la iglesia. El vano bajo el que se cobijan las campanas presenta un arco de medio punto formado por cinco dovelas. La torre se remata con un chapitel en el que se aprecia la manera de hacer del siglo XVI.

En la fachada meridional destacan tres lucillos bajo arcos de descarga muy levemente apuntados que cobijan unas laudas que, aunque no presentan inscripción alguna, están ornamentadas con cruces de Santiago en relieve.
Según Cid Rumbao, este flanco sur recibió un ala de capillas, formando la portada y los tres sepulcros el fondo interior de las mismas. Por ello la portada fue repicada, aunque más tarde se eliminaron estas capillas para hacer un atrio elevado, con lo que la puerta volvió a recobrar su situación exterior. Hoy únicamente presenta ocho dovelas que describen un arco semicircular, alguna de ellas con marca de cantero, y unas jambas cuya arista muestra una moldura abocelada. En esta fachada sur, a pesar de haber sido remodelada, quedan tanto la cornisa, moldurada en un listel separado por una línea incisa de una nacela, como la colección de dieciséis canecillos que la sustentan. Predominan los de carácter geométrico, siendo ocho.
Cuatro de ellos presentan variaciones del motivo de la doble nacela unida por una arista, formando un triángulo tanto en la parte superior como en la inferior del canecillo. Uno consiste en una nacela simple y otro muestra dos cilindros que se disponen transversalmente en el caveto. También se encuentran temas figurativos, entre los que destacan los que presentan cabezas humanas: las de tres hombres, dos barbados y uno lampiño, y la de una mujer de rostro ovalado, que cubre su cabeza y el cuello con una toca. Esta última es muy similar a la que se halla en un canecillo de la fachada norte de la nave de la cercana iglesia de San Breixo de Queiroás, en el propio municipio de Allariz. Dos son las representaciones de animales: un gato de grandes orejas, de cuerpo entero y sedente, y la cabeza de un oso de fauces entreabiertas. Dos son, también, las cabezas monstruosas, con un aspecto felino.
Como se ha comentado, en esta fachada meridional, en la zona que correspondería al ábside románico, se construyó en el siglo XVI una capilla.






En cuanto a la fachada septentrional de la nave, únicamente permanecen visibles la cornisa, idéntica a la del lado sur, y ocho canecillos. Siete de ellos presentan temas geométricos, o bien en forma de proa o bien describiendo una doble nacela. Solo uno muestra una figura de animal, aunque es difícil distinguir de cuál se trata.


En 1581, coincidiendo con las mencionadas obras de la capilla adosada a la fachada meridional, y con la construcción de la torre, se realiza la reforma del interior de la iglesia. El paramento de la nave se recreció dos hiladas, evidenciándose la línea que originariamente seguía la techumbre. Este recrecimiento se percibe también en el paramento interior de la fachada occidental, donde se puede percibir la línea marcada por la cubierta, a la misma altura en la que, en la parte exterior, se encuentran los restos de la cornisa que quedan por debajo del tejado actual. Pero las obras que más cambiaron la fisonomía de la iglesia fueron las que afectaron a la capilla mayor, convertida en un tramo más de la nave, añadiéndose a continuación un nuevo ábside. Ello supuso la pérdida del arco triunfal y la completa transformación de la capilla mayor románica.
En cuanto a la pervivencia de otros elementos románicos, en el ángulo noroeste existe una pila bautismal, formada por una gran copa granítica decorada con gallones verticales excavados que se disponen bajo la banda lisa que forma el labio.
Otros elementos de interés que se conservan en esta iglesia son los retablos barrocos, realizados por el taller de Castro Canseco a finales del siglo XVII.
Esta iglesia, aunque muy modificada, aún cuenta con algunos elementos que muestran su pasado románico, tales como la portada principal y la cornisa y los canecillos que aún perviven tanto en la fachada meridional como en la septentrional, y cuya cronología sería de principios del siglo XII.

Iglesia de Santa María de Vilanova
Está ubicada a los pies de la colina sobre la que se erigió el castillo (en el llamado Monte do Castelo), en dirección noroeste y aledaña al río Arnoia y al puente que lo salva. Fue construida por la Orden Militar de San Juan de Jerusalén en torno al 1200, fecha arrojada por sus filiaciones artísticas que la ponen en relación con otras iglesias de Allariz, pero, sobre todo, con la catedral auriense, en concreto con la portada sur del crucero, de raigambre mateana y datada alrededor de esa fecha. Se trata de una iglesia de nave única y ábside rectangular, estructura habitual en el románico rural gallego, que sufrió múltiples reformas, incluyendo una reconstrucción total en 1913.
Su portada principal original se perdió al ser removido todo el aparejo que la componía en las reformas efectuadas en el siglo XVI. En el siglo XVII se adosó, en su ángulo suroeste, la capilla de San Antonio (como fundación testamentaria de Juan Gómez de Frieira en 1605), aunque esta se derribó en 1807. La nave perdió tanto la cornisa como la colección de canecillos que la sustentaba y el ábside también sufrió cambios, habiendo sido reconstruido y ampliado hacia el Este, por lo que perdió su ventana. A su fachada norte, además, se le adosó una sacristía. Por su parte, el prior don Juan Antonio Cuquejo se ocupó, a partir de 1850, de realizar mejoras en la iglesia, afectada por destrozos durante la ocupación francesa. A pesar de todo ello, Santa María de Vilanova conserva notables elementos románicos.
En época moderna, como se ha comentado, se reconstruyó la fachada principal, aprovechando los sillares originales, pero se perdió tanto la portada como el rosetón que probablemente presentaba sobre ella. En su lugar se abrió una puerta de arco de medio punto formado por siete grandes dovelas y una clave con una cruz de Malta en relieve, inscrita en un círculo. Sobre la portada, flanqueándola, hay dos estrechas ventanas rectangulares con derrame al interior y entre ellas, dos hiladas más arriba, se encuentra otra ventana más grande, también rectangular, enmarcada por una moldura lisa. El conjunto se corona por una alta espadaña mandada construir en 1852 por el citado prior, que cobija dos campanas. Parece que la fachada románica carecía de este remate, puesto que había un pequeño campanil sobre la muralla contigua a la iglesia, que pertenecía al recinto militar de los Hospitalarios.
En la parte interior de esta fachada occidental, a la altura del coro, se hallan encajados algunos restos ornamentales que con toda seguridad pertenecieron a la portada románica. Uno de ellos se moldura componiendo un motivo en el que un bocel se dispone en ángulos formando un zigzag. Esta decoración es igual a la que presenta el rosetón que se halla en el testero oriental de la nave, así como a la que muestra la arquivolta menor de la ventana norte, tanto en su parte exterior como en la interior. El otro fragmento pétreo exhibe unos dientes de sierra y unos cilindros dispuestos de manera que sus bases circulares quedan expuestas, recibiendo una decoración a base de rosetas. Este motivo ornamental de rollos lo encontramos también en la iglesia de Santiago de esta misma villa, tanto en su portada occidental como en la meridional.


La fachada meridional está dividida en dos paños por un contrafuerte prismático. En el occidental se halla una portada de arco de medio punto formado por dos arquivoltas protegidas por una chambrana, todas ellas ricamente decoradas.

Las arquivoltas apean sobre dos columnas a cada lado, mientras que la chambrana lo hace sobre el cimacio levemente impostado. Esta última se moldura en un listel seguido de un estrecho bocelillo que da paso a una arista abocelada, en la que se desarrolla una ornamentación que resulta similar al tema de las ovas y flechas, pero que se trata, no obstante, de la fase final de la evolución de un tema decorativo en el que se suceden grandes hojas y cuadrifolios, y que aparece en las obras del maestro Mateo y de sus colaboradores y seguidores. El modelo habría que buscarlo en el desaparecido arco exterior del Pórtico de la Gloria, en sus arquivoltas intermedia y menor, difundiéndose el esquema a la vez que tanto los cuadrifolios como las hojas transversales van evolucionando hacia formas más simples y esquemáticas.
Ejemplos de un tratamiento detallado y virtuoso de este motivo, en el que los elementos vegetales que lo integran resultan reconocibles, los encontramos en la puerta sur de San Lorenzo de Carboeiro (Silleda, Pontevedra), en la principal de San Xoán de Portomarín (Lugo) o, incluso fuera de Galicia, en la puerta norte de San Juan del Mercado (Benavente, Zamora). Se pasa luego a una mayor estilización, como ocurre en la puerta norte del crucero de Carboeiro, en la también septentrional de Santiago de A Coruña, en las portadas norte y sur de Portomarín, en la occidental de Santo Estevo de Ribas de Miño (O Saviñao, Lugo), o en la sur de Santa María de Pesqueiras (Chantada, Lugo). Entre los ejemplos orensanos en los que el motivo se presenta de forma naturalista, encontramos el de la arquivolta menor de la puerta que sirve de acceso a la Claustra Nova de la catedral orensana, que sin duda sirvió de modelo a la también arquivolta menor de la portada occidental de Santa Baia de Beiro (Ourense). Muy similar a la de estas resulta la decoración del arco de descarga situado sobre la portada occidental de Santa Mariña de Augas Santas (Allariz).
Alcanzando ya un alto grado de esquematismo, muy parecido al mostrado en esta chambrana de Santa María de Vilanova, encontramos el ejemplo, también alaricano, de la ventana meridional del ábside de la iglesia de Santiago, en la que no solo el arco presenta esta decoración, sino también los fustes de las columnas sobre las que apea. A pesar de no hallarse demasiado próxima, la iglesia de San Cristovo de Armariz (Nogueira de Ramuín) muestra también esta ornamentación, con idéntico grado de esquematismo, en su arco triunfal, al igual que la arquivolta exterior de la portada principal de San Martiño de Cornoces (Amoeiro). Fuera del núcleo alaricano e incluso de la provincia, la iglesia de San Fiz de Solovio, en Santiago de Compostela, exhibe en la chambrana de su portada principal el mismo tema decorativo.
Por su parte, la arquivolta exterior, formada por un grueso bocel abrazado por arquitos de herradura separados por unos círculos entre ellos, remite a la arquivolta mayor de la portada sur y a la menor de la occidental de la catedral de Orense. Como indica Yzquierdo Perrín, es una composición claramente mateana y que conoció una cierta difusión, por lo que podemos encontrarla en la también alaricana iglesia de Santiago, en la ventana central de su ábside, en la arquivolta mayor de la portada occidental de San Pedro de A Mezquita (A Merca), en la ya mencionada iglesia de San Fiz de Solovio, en la portada principal de Santa María de Herbón (Padrón, A Coruña), en la norte de San Xoán de Portomarín, en la también septentrional de San Salvador de Camanzo (Vila de Cruces, Pontevedra) o en la principal de San Xoán de Santeles (A Estrada, Pontevedra). Fuera de Galicia, la hallamos en las portadas norte de San Juan del Mercado y de Santa María del Azogue (Benavente, Zamora). En la propia Santa María de Vilanova encontramos reiterado este motivo tanto en la parte interior del rosetón del testero oriental de la nave como en la ventana septentrional.
La arquivolta interior presenta una molduración a base de una media caña entre dos junquillos y un bocel rematando la arista.
Las arquivoltas apean sobre los cimacios de las columnas acodilladas, ornamentados con tallos sinuosos de los que brotan unas hojitas, en el lado occidental, y con unas estilizadas hojas picudas y nervadas que curvan su parte superior, en el oriental. Bajo ellos, los capiteles vegetales coronan unas columnas de fuste monolítico y basa ática. Como observa Yzquierdo Perrín, en los casos en los que la decoración de las arquivoltas consiste en arquitos y pinzas, los cimacios suelen presentar una ornamentación a base de tallos ondulantes con hojas alternadas, como acabamos de ver que ocurre en Vilanova.
Encontramos esto en la catedral de Ourense, en San Xoán de Portomarín, Santa María de Herbón, San Salvador de Camanzo y San Xoán de Santeles. En el caso de San Fiz de Solovio el tallo y las hojitas son sustituidos por un zigzag perlado.
Los capiteles de las columnas cuentan con una estilizada decoración vegetal organizada en dos órdenes, en el caso de las interiores, y en uno solo en el de las exteriores.
El tímpano, liso y formado por varios sillares, se apoya sobre dos mochetas bien trabajadas. La occidental muestra las cabezas de un hombre y una mujer jóvenes. La fémina, que ocupa la posición exterior, adorna su cuello con varios collares, mientras que bajo el mentón de la cabeza masculina parece surgir una poblada perilla. La mocheta oriental muestra la cabeza de un solo hombre, más erosionada y con un tratamiento menos detallado. Los laterales de las mochetas presentan una moldura que se prolonga por las jambas sobre las que apean e incluso por el dintel. Como observa Yzquierdo Perrín, no es habitual encontrar unas mochetas a las que se haya dispensado un tratamiento tan rico y detallado, aunque sí es más frecuente hacerlo en obras pertenecientes al círculo mateano, tal como ocurre en San Xoán de Portomarín, San Lorenzo de Carboeiro o Santo Estevo de Ribas de Miño.

En la hilada que se halla inmediatamente sobre la puerta, tres modillones de cuarto de bocel que se distribuyen por el paño occidental de la nave testimonian la existencia de una perdida estructura de madera que conformaba un pórtico.
En el tramo oriental de la nave, delimitado por el mencionado contrafuerte y el testero, se abre una ventana de arco de medio punto en el que la chambrana está formada por una serie de paralelepípedos de aristas redondeadas y el arco al que cobija se adorna con unos dientes de sierra que delimitan unos vanos triangulares en su parte interior. Uno de los capiteles es de factura moderna –de cemento– mientras que el otro se decora con esquemáticos motivos vegetales.
En el hastial oriental de la nave, sobre una imposta moldurada en un bisel seguido por un listel, se abre un rosetón formado por dos roscas. La exterior se moldura en un bocel flanqueado por sendos listeles, matando la arista una nacela. La rosca interior presenta un bocel flanqueado por unos cortos segmentos de boceles dispuestos en zigzag, componiendo un motivo de dientes de sierra cuyo ángulo apunta hacia el interior. Los vanos del rosetón forman una celosía integrada por siete pequeños vanos circulares, todos del mismo tamaño, que se ordenan, dos a dos, en torno a otro central, que se inscribe en una serie de circunferencias concéntricas definidas por tres líneas incisas.
En el piñón del testero se destaca una cruz ensanchada sostenida por un Agnus Dei del que solo se aprecia la cabeza.
Más bajo y estrecho que la nave, encontramos el ábside, del que se conservan los elementos más occidentales, hasta la columna entrega, a partir de la cual la factura es moderna. En la fachada meridional encontramos una serie de cinco canecillos, cuatro de ellos en forma de proa y uno mostrando una hoja estilizada que vuelve sobre sí su ápice, que sustentan una cornisa moldurada en un listel seguido por un corte en bisel.
La columna tiene un capitel con una decoración vegetal a base de estilizadas hojas de ápice redondeado, algunas de las cuales marcan su nervio central en relieve.
En la fachada septentrional del ábside se repite lo comentado para la sur, mostrando idéntica cornisa sustentada por cinco canecillos de temas geométricos y con una columna cuyo capitel, también con decoración vegetal, exhibe unas hojas muy pegadas a la cesta que en esta ocasión vuelven su ápice sobre sí para cobijar unas bolas.
La fachada norte de la nave se configura de la misma manera que la meridional, por lo que también se halla dividida en dos paños por un contrafuerte. En el paño oriental, de nuevo como en el lado sur, se abre una ventana formada por una arquivolta de medio punto que protege dos roscas que se hallan a paño con el paramento en el que se abre la saetera.
La arquivolta repite la decoración del arco mayor de la puerta sur, mostrando unos arcos de herradura sobre un bocel.
La rosca mayor imita la decoración del rosetón, con unos boceles dispuestos en zigzag, flanqueando a otro que recorre la curva de la rosca. La rosca más interior, en cuya parte inferior se abre el semicírculo del ápice de la saetera, se moldura en un listel seguido de una estrecha media caña, que da paso a una decoración en la que sendos listeles flanquean a otras cintas dispuestas formando triángulos alternos, en cuyo interior se encuentran unas pequeñas bolas.
La arquivolta apea sobre el cimacio impostado, moldurado en un ancho listel rematado en su parte inferior por una baquetilla, seguido por una nacela. El segmento occidental permanece liso, mientras que el listel oriental se adorna con tres líneas incisas que se quiebran en zigzag. Las columnas, en esta ocasión, no cumplen una función portante, puesto que únicamente reciben el apeo de los cimacios. Sus capiteles presentan ornamentaciones a base de estilizados temas vegetales, organizados en dos órdenes el occidental y solo uno el occidental. Las basas son de tipo ático y al menos el plinto del lado oriental recibe también decoración de tipo vegetal.
A excepción de esta ventana, la fachada septentrional de la nave corresponde a una reconstrucción realizada en el siglo XIX (en torno al año 1850).

En cuanto al interior, los contrafuertes que la nave presenta al exterior se corresponden con responsiones que alcanzan unos dos tercios de la altura total, sobre los que arranca un amplio arco moderno.
Por su parte, la ventana meridional repite los motivos ya comentados del exterior, aunque sus elementos fueron también restituidos. La ventana del lado norte presenta una decoración muy similar a la de su parte exterior, aunque con alguna diferencia. La arquivolta muestra de nuevo el tema del bocel entre los arquitos, si bien en este caso se enfatizan las pinzas de estos, fusionándose su arco con el trasdós, que se adorna con una serie de círculos excavados. Solo cuenta, además, con una rosca, con el motivo de los boceles en zigzag. Ambos segmentos de los cimacios impostados muestran decoración: a base de una cadeneta en forma de ocho el occidental, y con dos líneas incisas componiendo un nuevo zigzag el oriental. Las columnas muestran unos capiteles con estilizaciones vegetales. Las basas, de tipo ático, cuentan con un toro superior muy desarrollado, hendido por una línea incisa, siendo sustituida la escocia por una tenia. Los plintos sobre los que apean están decorados con motivos geométricos.El arco
triunfal es de medio punto, doblado y con chambrana adornada con cuatro filas de tacos. La arquivolta exterior está moldurada en sendas nacelas separadas por una baquetilla y una arista abocelada, mientras que la interior es lisa, con la arista viva. Tanto la chambrana como la arquivolta mayor apean a través del cimacio impostado, moldurado en un listel seguido de una nacela, sobre el muro, mientras que la menor lo hace sobre los capiteles de las columnas entregas.
Ambas cuentan con un fuste liso formado por cinco tambores de la misma altura que la hilada en la que se insertan. El capitel meridional muestra un tema vegetal a base de grandes hojas cuyo anverso está surcado por un haz de nervios en relieve, mientras que su ápice se vuelve sobre sí, formando una voluta. El capitel septentrional presenta un motivo de entrelazo. Las basas de ambas columnas se molduran de la misma manera. El toro superior está formado por un bocelillo separado por una línea incisa de una baquetilla. Le sigue una cortísima nacela en lugar de escocia y el toro inferior tiene un escaso desarrollo horizontal. En ambos casos se presentan garras, las dos de hojitas en el caso meridional y de una bola y otra hojita en el lado norte. El plinto de este último permanece liso, mientras que en el sur recibe una decoración a base de cuatro rosetas dispuestas en aspa y cuyos pétalos se excavaron en bisel, generando unas aristas vivas.
El roetón, situado sobre el arco triunfal, cambia el tema del zigzag que presenta en el exterior por el del bocel entre arquitos de herradura, motivo utilizado varias veces en esta iglesia, y que resulta frecuente en el repertorio mateano, aunque no acostumbra a aparecer en los rosetones.
El cimacio de las columnas que sustentan el arco triunfal se imposta por el interior del presbiterio para señalar el arranque de la bóveda de cañón. En su parte media, dos columnas entregas sustentan un arco de sección circular que la refuerza, coincidiendo con las otras columnas situadas en el exterior del ábside. Las dos del interior presentan capiteles vegetales, fustes formados por cinco tambores y basas de tipo ático. Ambas muestran labrada en el segundo tambor empezando por arriba una cruz de Malta.
Nos encontramos, pues, ante una iglesia que, aunque fue reformada, conserva interesantes elementos, destacando la portada meridional, en la que se aprecia una estrecha relación con la portada sur de la catedral de Ourense y, a través de ella, con el núcleo mateano, pudiéndose poner en relación con otras obras como la compostelana iglesia de San Fiz de Solovio, hasta tal punto que es posible que respondan a un mismo autor. Por ello, la iglesia de Santa María de Vilanova se puede fechar en torno al 1200.

 

 





 

 

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