Románico en la comarca de La Segarra
La
comarca de La Segarra se ubica en el mismo centro geográfico de
Cataluña, concretamente en el extremo occidental de la provincia de Lleida y
lindante ya con las barcelonesas tierras de L'Anoia.
A
caballo entre la fecunda campiña ilerdense y los primeros escarpes montañosos
que anuncian la proximidad de las sierras prepirenaicas, La Segarra es una
comarca de eminente carácter rural, con las únicas excepciones de las villas de
Cervera (capital comarcal) y Guissona, entre las cuales, concentran a más de la
mitad de la población.
Pese
a no ser un territorio en el que hayan llegado a nuestros días monumentos
románicos de primerísimo orden, sí que se trata de una de los áreas catalanas
con mayor densidad de construcciones románicas conservadas, la mayoría de ellas
de tipo rural y concebidas para prestar servicio a pequeñas aldeas o
agrupaciones vecinales.
Además
de por sus numerosas manifestaciones románicas de carácter religioso, las
tierras de La Segarra son igualmente fecundas en cuanto a construcciones de
tipo militar, circunstancia que encuentra su explicación por su condición de
frontera entre cristianos y musulmanes en un primer momento, y por las
tensiones entre familias y casas nobiliarias después.
Dentro
de las principales edificaciones románicas segarrences, observamos desde
testimonios de clara raigambre lombarda mucho más habitual en comarcas más
norteñas, hasta iglesias tardorrománicas de mayor refinamiento escultórico.
Cervera
Cervera,
la capital de la comarca de la Segarra, se asienta sobre un cerro, en la margen
derecha del río Ondara, desde el que se domina un paisaje formado por amplios
valles poco profundos surcados por riachuelos y torrentes que fluyen de manera
estacional. La agricultura de secano‒cebada y trigo, principalmente‒ha sido la
base económica tradicional, pero a partir de mediados del siglo XX se vio
desplazada por el desarrollo del sector industrial y de servicios. El término
municipal engloba les poblaciones de La Cardosa, Castellnou d'Oluja, Malgrat,
La Prenyanosa, y los caseríos de Queràs y Tudela. Muy bien comunicada por
carretera, Cervera está situada junto a la autovía A-2, cuya salida 520 conduce
al casco urbano.
La
zona está poblada ya desde el neolítico medio. A partir del siglo IV a. C. los
poblados se multiplicaron y se asentaron en lo alto de colinas o en puntos
próximos a las vías de comunicación. Entre los siglos VIII y XI la región
estuvo manos de los musulmanes, con el río Llobregós como frontera con los
territorios cristianos.
La
repoblación de la Segarra se inició a principios del siglo XI. La zona de
Cervera fue encargada por el conde Ramon Borrell l de Barcelona y la condesa
Ermessenda, al obispo Borrell de Vic, quien no mostró mucho interés en hacer
progresar la frontera, de forma que fueron familias ricas procedentes del
condado de Manresa las que tuvieron que hacerse cargo de la misma. La
documentación habla de una mujer de nombre Guinedella y de sus hijos, Amat, Guislabert
y Miró, y de dos matrimonios: el de Bonfill y Amaltruda ‒ella hija de los
vizcondes de Cardona ‒, y el de Bernat Guifré y Sança de la casa de Balsareny.
Parece ser que, por iniciativa propia, estas familias construyeron una torre en
el cerro de Montserè para defenderse de los ataques musulmanes, y que también
hicieron algunas aprisiones de tierras próximas que eran baldías. Así se
establecieron los límites del primitivo núcleo, que se circunscriben a la parte
meridional del alto, donde un pequeño grupo de casas rodeaban el castillo, al
tiempo que conformaban la muralla. Esta se cree que seguiría un trazado muy
parecido al que hoy tiene la calle Buidasacs, en dirección a la plaza Mayor. En
el interior del recinto había una torre o castillo, que, según algunos
investigadores podría haber sido una construcción de época musulmana. Habría
como mínimo una puerta, en la actual plaza de San Magí. Un documento de 1026,
firmado por la condesa Ermessenda, confirmaba los derechos de estas familias,
al tiempo que establecía los límites de un amplio término sobre el que
reclamaba sus derechos feudales. Pero el hecho de que los condes, a pesar de
autorizarlo, no hubieran participado en su recuperación, llevó a que los
habitantes de la zona hicieran caso omiso, construyeran pequeños castillos y
crearan áreas de influencia al margen del estamento condal.
A
mediados de siglo, las familias fundadoras del castillo de Cervera desaparecen
de la documentación, y la fortaleza aparece como una dependencia absoluta y de
libre disposición del conde. Desde ese momento, desde la plaza de Cervera, el
conde de Barcelona pasó a controlar un vasto territorio que dominaba mediante
una red de “castells termenats” que gestionaban, por delegación, unos
tenentes. Estos castillos, situados en el sur de la comarca, tenían asignadas
unas tierras concretas y ocupaban posiciones estratégicas sobre cerros
naturales. Bellmunt, Cabestany, Granyanella, la Guàrdia Lada, Llindars,
Montlleó, Montoliu, Sant Guim de Freixenet, etc. eran algunos de estos pequeños
núcleos de población que crecieron en torno a un castillo y configuraron lo que
se conoce como “vila closa”.
El
siglo XII es el de la consolidación de las estructuras que se habían ido
configurando a lo largo de los siglos anteriores. Bien pronto la influencia de
la villa de Cervera se extendió por los alrededores y experimentó tal
crecimiento que se convirtió en una de las localidades más pobladas de los
condados catalanes. Aglutinó los servicios esenciales de la época: judiciales,
económicos ‒con un mercado ya en 1136‒, y eclesiásticos. Fue sede del decanato
de Urgell, y villa representativa del obispado de Vic, al que pertenecía
eclesiásticamente. Su iglesia de Santa Maria fue la principal receptora de las
donaciones de los fieles en detrimento de las iglesias rurales. Los caballeros
de la Orden del Hospital, ya están instalados en la ciudad en 1111,
constituyeron una de las encomiendas más antiguas de Cataluña. Fundaron la
iglesia de Sant Joan de Jerusalem o Sant Joan Degollat. A esta, le siguieron
otras órdenes asistenciales, como templarios, antonianos y caballeros del Santo
Sepulcro. No se quedaron atrás los grandes monasterios, como los de Poblet,
Sant Cugat del Valles, Montserrat y Santes Creus, que se hicieron con numerosas
propiedades en Cervera y alrededores.
Todo
este dinamismo se tradujo en una transformación urbanística importante. El
núcleo originario de Montserè, con el castillo y las casas que lo rodeaban, se
mostró insuficiente para acoger los habitantes de las villas rurales que se
trasladaban atraídos por las ventajas legales y los privilegios que tenían los
centros urbanos. La nueva estructura urbana, perfectamente identificable en el
parcelario actual, se empezó a definir a finales del siglo XII (1182), gracias,
sobre todo, al privilegio otorgado por el rey Alfonso el Casto, por el cual se
permitía la creación de una cofradía y el nombramiento de cónsul es de la
ciudad, un régimen municipal embrionario que acabaría culminando con la
concesión de villa real por parte de Jaime l.
La
villa rebasó los límites de las murallas que protegían el cerro, y se creó, al
norte, un núcleo más amplio, que tenía como columna vertebral la actual calle
Major. La apertura de esta calle, con parcelas muy delimitadas, estrechas y
unitarias, demuestra que hubo una cierta planificación urbana. Algunos tramos
todavía conservan las antiguas bóvedas y los porches medievales en las plantas
bajas de las casas, un aire que se respira también en alguna de las calles,
como por ejemplo en el Cró de les Bruixes.
De
las murallas que rodeaban la Cervera del siglo XII no queda ningún elemento,
pero su recorrido ha quedado marcado en la planta de la ciudad: calles Cró de
les Bruixes ‒ que era el paso de ronda‒, Sebolleria, al este, Sabaters al
oeste, y Mare Janer y Costa de la Companyia al norte, donde se cree que se
situaba una de las puertas. Próxima a ella, en la actual calle del Teco, se
situaba el barrio judío, el primer call de la ciudad que es conocido
como call Jussà. Aunque estaba situado dentro del recinto amurallado, se
trataba de un lugar alejado del centro urbano, tal y como exigían las leyes del
momento, que ordenaban segregar los judíos de la población cristiana. Se
considera que el arco gótico que hay a la entrada de la calle marca el punto
donde seguramente estaba la puerta que permitía la entrada al barrio.
La
ciudad creció durante todo el siglo XIII siguiendo la estrecha carena que forma
el cerro. Se amplió en dirección norte, más allá de la calle Major, y rebasó la
plaza Santa Anna y dió lugar al arrabal de Cap Corral. Alrededor del castillo
crecieron los arrabales de Sant Francesc o de Framenors al este, y el de Sant Domènec
al oeste. A finales de siglo, Pedro el Grande ordenó la construcción de una
nueva muralla ante las hostilidades con Francia. De estas murallas no queda
nada, aunque seguramente parte de su trazado se integró en las que un siglo más
tarde construyó Pedro el Ceremonioso.
A
finales del siglo XII e inicios de la centuria siguiente, una incipiente
burguesía municipal empezó a participar en las acciones de gobierno de la
ciudad, si bien su papel, no se acabó de definir hasta el reinado de Jaime I.
lglesia de Sant Joan de la Comanda de l'Hospítal
La
antigua iglesia de sant Joan de la Comanda de l'Hospital, conocida también como
Sant Joan de Jerusalem, Sant Joan Baptista o Sant Joan Degollat, se encuentra
en la calle Major, y, actualmente, es un espacio que se utiliza como sala de
exposiciones anexa al Museu Duran i Sampere.
Cervera
fue una de las primeras poblaciones catalanas en acoger una encomienda de la
Orden hospitalaria, cosa que hizo a comienzos del siglo XII, concretamente en
1111. Se cree que su creación fue posible gracias a la donación de una iglesia
realizada por Guillem de Cireza. Durante la segunda mitad del siglo XII, la
Orden se convirtió en una de las principales receptoras de donaciones, junto a
la Orden del Temple, también instalada en esta zona. Entre los benefactores
conocidos relacionados con la ciudad de Cervera, merece una atención especial
Marquesa de Saguàrdia, señora de la Espluga de Francolí. Gran devota de la
Orden, fue la fundadora de la rama femenina de la institución en Cervera, y a
ella se debe la creación de su convento femenino en 1245, un monasterio que
acogía principalmente a mujeres procedentes de la nobleza catalana. Se
encontraba en las afueras de la ciudad y era un establecimiento considerado
como el más importante de los cuatro femeninos que existían en Cataluña. Pero
tuvo una vida corta, ya que entre 1250 y 1262 se trasladó a Alguaire, donde
Marquesa fue la primera priora.
La
Alta Edad Media fue una época muy beneficiosa para la institución, ya que fue
recibiendo un número importante de donaciones, muchas de ellas procedentes de
la casa condal y de la nobleza catalana, entre ellas la familia Cervera, que
fue uno los principales avaladores. Gran parte de las propiedades de los
hospitalarios de la Segarra se localizaban en la ciudad de Cervera, y estaban
formadas, principalmente, por arrendamientos urbanos. También tenía algunos
derechos en poblaciones de los alrededores, como Biosca, Bellveí, L'Ametlla, Ardèvol,
Castellfollit, El Vilar de Comalats, Cogul, Olius, Llorac, Boixadors o Biure.
Una parte importante de los ingresos procedía de los castillos, entre ellos el
de l'Ametlla, que fue una donación de 1215, el de la Guardia Lada, entregado
por Marquesa de Saguàrdia en 1239, o el de Glorieta, éste en la vecina comarca
de la Conca de Barberá. También disponía de algunas iglesias, como la de Sant
Joan de Cabestany, en Montoliu de Segarra, donada por Marquesa en 1266, y en la
que todavía se puede ver sobre la puerta una cruz que la identifica como
propiedad de los hospitalarios. Con el tiempo adquirió hornos —con los que
proveía de pan, no solamente a sus caballeros sino también a los habitantes de
las poblaciones de los alrededores—, molinos y salinas en diferentes lugares
próximos a Cervera. Todo este patrimonio, que puede parecer muy importante, no
la convirtió en una encomienda rica. De hecho, la de Cervera es considera pobre
en comparación con la otra encomienda de la comarca, la de Granyena. La
diferencia radica en la procedencia de sus ingresos. La de Cervera tenía un
carácter urbano, y dependía de las rentas derivadas de los censos patrimoniales
que obtenía de las tierras e inmuebles sobre los que no ejercía el poder.
Además, Cervera dependía directamente de la casa central de Rodas, que era la
que nombraba a maestre, una circunstancia que impedía la inferencia interesada
de les casas nobles y, por tanto, la hacía menos atractiva.
A
pesar de ello, el siglo XIII fue próspero, y así lo demuestran las cuentas de
1292 a 1319 y el registro de los censos. Pero las donaciones comenzaron a
disminuir, y el descenso en los ingresos se hizo más evidente a lo largo de los
siglos XIV y XV. Aun así, los hospitalarios continuaron teniendo un gran
prestigio social, participando y colaborando en las instituciones públicas. La Guerra
civil catalana (1462-1472), destruyó gran parte de la ciudad, que quedo casi
desierta.
En
aquel momento ya no quedaba ningún hospitalario en la casa y en la iglesia, y
el procurador de la Orden en Rodas, encomendó su mantenimiento a un religioso
del monasterio de Montserrat.
La
capilla de Sant Joan de la comanda de l'Hospital de Cervera, fue en un
principio la casa en la que se recogían los diezmos de la Orden, sin bien se
reconvirtió en iglesia con posterioridad. Actualmente, el edificio está muy
transformado. A raíz la decadencia de la Orden y la presión urbanística, acabó
convirtiéndose en una parroquia vecinal, para, en el siglo XVIII, integrarse
entre les dependencias del Real Colegio de Educandas, una institución
caritativa dependiente de la Fundación Martínez que se dedicaba a la educación
de niñas sin recursos. Cuando ésta cerró, el edificio quedó abandonado. En el
siglo XIX algunos de sus muros ya se habían venido abajo, mientras que otros
fueron alienados por las construcciones circundantes. Desposeído de sus
funciones, el espacio quedó reducido a un almacén en el que se preparaban los
pasos de la procesión del Corpus. Entre 1932 y 1935 se llevaron a cabo obras de
rehabilitación para adecuar el espacio a las necesidades del Centre Comarcal de
Cultura.
Del
edificio medieval se pueden identificar la iglesia y la bodega. Aquélla
presenta una nave rectangular, cubierta con una bóveda de cañón apuntada,
reforzada por uno arco fajón apoyado en pilastras. En los muros laterales de la
nave se abren unos arcos y arcosolios apuntados, algunos de ellos habilitados
para desempeñar una función funeraria. En su interior se conservan algunos de
los sarcófagos, escudos nobiliarios y fragmentos de elementos decorativos.
El
ábside, que ha desaparecido, se cree que sería semicircular y que sus restos
estarían bajo la calle Major. En la fachada que lo sustituyó se encuentra la
actual puerta de entrada al templo, cuya dovela central muestra la cruz que
identifica el edificio como perteneciente a los hospitalarios.
Planta de la iglesia, con indicación de los elementos más antiguos que han permanecido.
La
fachada oeste fue totalmente reformada en el siglo XIX, si bien, parte del
portal que albergaba se conservó y fue rehecho de nuevo. Estaba formada por
sillares, columnas nervadas y un dintel sobre el que había una moldura. Ambos
lados del portal había dos imágenes de ángeles. En lo que se refiere a la
bodega, estructura recientemente recuperada para la ciudad, es un espacio en el
que destacan los arcos apuntados.
Fachada oeste
Exteriormente,
parte del edificio original se puede ver desde la plaza de la calle Estudi
Vell. Se pueden contemplar parte de un muro que queda literalmente engullido
por unas casas. Está formado por sillares de diferentes medidas bien trabajados
y dispuestos en hiladas bastante regulares. Presenta diversos vanos que
corresponden a diferentes momentos de la vida del edificio, sobre todo de
cuando se cambió la orientación del templo. Dos de ellos son unas ventanas
elípticas simétricas. El muro se remata con lo que fue un campanario de
espadaña de dos ojos que fueron reconvertidos en ventanas.
Las
partes conservadas del edificio románico pueden datarse en el siglo XIII.
Iglesia de Sant Pere Gros
La
iglesia de sant Pere Gros está situada a las afueras de la ciudad de Cervera,
en un lugar que se conoce como paraje del Molino Grande, al que se accede por
la carretera L-214 en dirección sur a Granyena y, a poco más de un kilómetro
coger la pista que queda a la izquierda. Ocupa una ligera elevación del terreno
muy próxima al curso del río Ondara y el torrente Salado, junto al antiguo
camino real que comunicaba Barcelona con Lleida.
Su
entorno es un espacio que permite disfrutar de la armonía del conjunto y
percibirlo desde todos los ángulos.
Sant
Pere del Grau, Sant Pere de Ripoll de Cervera, Sant Pere de Cervera o Sant Pere
del Camp, son otros de los nombres con los que se conoce a esta iglesia. Se
construyó coincidiendo con el ambiente repoblador de mediados del siglo XI, en
una zona que ya estaba habitada con anterioridad a la época medieval. Fragmentos
de cerámica ibérica y romana encontrados al borde del camino llevan a pensar en
un poblamiento anterior. La ocupación continuó en época islámica, seguramente
de poca intensidad, y se redujo notablemente durante el siglo IX a causa de la
inseguridad que comportaba su situación en tierra de frontera. La repoblación
definitiva, una vez conquistado en territorio por las tropas cristianas, se
produjo a partir de 1050.
La
primera referencia al monasterio de Sant Pere Gros se remonta al año 1072,
cuando es mencionado en un documento de donación en el que Sínol, devota de la
comunidad cedía un campo y una viña al cenobio para la salvación de su alma. En
1081, Guillen de Cervera y su mujer Arsendis entregaron la iglesia al
monasterio de Santa María de Ripoll para que fundara un monasterio benedictino.
El documento especifica que se hacía donación de la cella de Sant Pere, lo que
supone que ya en ese momento existía una comunidad regular, a pesar de que no
debía de ser muy numerosa. Esta dependencia de Ripoll, que se mantendrá hasta
el 1835, fue confirmada por una bula de papa Urbano II en 1097.
Como
gran parte de las instituciones religiosas, durante la época medieval la
comunidad fue receptora de importantes donaciones. Desde su fundación a finales
del siglo XI, pero sobre todo a lo largo del siglo XII, Sant Pere Gros llegó a
acumular un extenso patrimonio. Gracias a un cabreo del siglo XIV, encargado
por el prior Guillem de Basch, se conocen cuáles eran las rentas y los derechos
del monasterio en dicho momento. En el mismo se mencionan las poblaciones en
las que estaban situadas las propiedades, las cuales se ubicaban tanto en la
Segarra, como en otras comarcas Penedès, el Vallès, La Noguera y el Urgell.
El
control de este dominio recaía sobre el prior, que siempre fue un monje bajo
las órdenes del monasterio de Ripoll, y que ejercía el mando de forma directa,
y podría gestionar el patrimonio comprando y vendiendo según su criterio.
Algunas de sus acciones generaron graves conflictos con otros señores feudales,
que consideraban que tenían derechos sobre propiedades que eran administradas
desde el monasterio. El más importante fue con el obispo de Vic, diócesis a la
que pertenecía Cervera, motivado por los rendimientos de las tierras, los
bienes inmuebles y las donaciones hechas a favor de Santa María.
Todo
este alboroto se inició a finales del siglo XII, momento en el que la
institución entró en una grave crisis económica. La situación, que se hizo más
evidente a mediados del siglo XIV, se intentó resolver con la redacción del
inventario encargado por Guillem de Bach. El objetivo era reclamar a los
feudatarios los pagos pendientes, para, así, redirigir la situación, pero fue
una iniciativa infructuosa. Hay constancia de que fue en este momento cuando
empezó la venta forzada de algunas propiedades y los empeños de otros bienes,
hasta el punto que el mismo prior vendió el misal y el breviario de la misa.
Desde Ripoll se insistía en enviar monjes para nutrir la comunidad, pero a
inicios del siglo XV la situación se hizo insostenible y el monasterio fue abandonándose
paulatinamente. Es en este momento cuando se dejó de hablar del gran
monasterio. A mediados del siglo XV, el patrimonio del antiguo priorato ya se
había liquidado y se reconvirtió en hospital para los enfermos de peste. A
pesar de todo, el aprecio y la devoción de los cerverinos por este templo era
tal que consiguieron que se abriera al culto puntualmente.
La
guerra de Sucesión malogró notablemente el conjunto. Por eso, años más tarde,
en 1789, se ejecutaron una serie de reformas consistentes en la sustitución del
pavimento, el revoque de los muros y el cierre de la parte inferior de las
hornacinas. En esta misma fecha se encargó un retablo de estilo neoclásico para
el ábside y una imagen de san Pedro. No se planteó ninguna otra reforma hasta
1936, pero el estallido de la Guerra Civil española paralizó el proyecto. Una
nueva intervención fue llevada a cabo en 1960, en la que se eliminó cualquier
elemento ajeno a la época románica, lo que dio como resultado el edificio
actual.
La
iglesia de Sant Pere Cros, el único vestigio conservado de lo que había sido el
cenobio benedictino, es uno de las mejores muestras de edificio de planta
centralizada de época altomedieval conservadas en Cataluña, tipología en la que
destaca, por ejemplo, Sant Sebastiá del Castell en Sallent. Se desconoce la
razón por la que se optó por este modelo, si bien algunos especialistas han
apuntado la posibilidad de que tuviera un carácter funerario, y que estuviera
inspirado en el Santo Sepulcro de Jerusalén. Para otros, seguiría el espíritu
de renovación arquitectónica impulsado por el abad Oliba, que tendría su origen
en las edificaciones cristianas de la Roma tardoantigua. En este sentido, se ha
equiparado su construcción a la de las desaparecidas iglesias de Santa Maria la
Rodona de Vic y la Trinitat de Cuixá.
Aunque
la primera mención al templo se remonta a mediados del siglo XI, es una
incógnita el momento concreto de su construcción. Se ha propuesto que, en un
principio, habría sido una simple iglesia rural en las afueras de la ciudad,
expuesta a las razias musulmanas, y que habría sido fundada con el fin de
vertebrar el territorio. Teniendo en cuenta su situación extrema en el límite
con el condado de Osona, podría ser lo que se conoce como una
iglesia-fortaleza. Otra cuestión es a quien se tiene que atribuir su
construcción. Sabiendo que la repoblación de la zona fue encabezada por
familias vizcondales, es posible que fueran estas las que impulsaron la
edificación, a la espera de la conformidad y ratificación por parte del conde,
una vez pacificada la zona, lo que abrió la puerta a la instalación de una
institución monástica.
El
edificio está formado por un cuerpo principal de planta circular, ligeramente
deformada, que hace las veces de nave, y un pequeño ábside semicircular
orientado al Sureste. La nave presenta un diámetro interior de 5 m y exterior
de 10 m, lo que la convierte en una de las iglesias de planta circular más
grandes de las conservadas en Cataluña.
El
grosor de los muros es muy considerable, y oscila entre los 2 y los 3 m. Su
potencia se pone claramente de manifiesto en el profundo corredor que se forma
en la puerta, situada en el lado norte, y compuesta por un arco ligeramente
apuntado en el que una de las jambas está realizada con un sillar de grandes
dimensiones colocado verticalmente. Recorre la base de los paramentos
exteriores un zócalo de altura variable, en función del desnivel del terreno.
Arrancan desde este zócalo, tanto en el ábside, como en la mitad norte del
edificio, las bases de lo que fueron unas lesenas, las cuales alcanzan su mayor
altura en la cabecera. En relación a estos elementos ornamentales, se ha
planteado la posibilidad de que, originalmente, podrían haberse prolongado hasta
la cornisa, donde los entrepaños que determinan estarían coronados por los
correspondientes frisos de arquillos ciegos. Sin embargo, otros especialistas,
en cambio, consideran que quedaron inacabadas a causa de una alteración del
proyecto inicial.
En
el ábside se abren las dos únicas ventanas del templo, una en el centro, y
otra, de mayores dimensiones y posiblemente añadida con posterioridad, en el
lado sur. Ambas, formadas por sendos arcos de medio punto, son de doble
derrame. Corona la techumbre una espadaña de época posterior.
El
aparejo está compuesto por sillarejo, no siempre bien labrado y escuadrado, de
dimensiones menudas y poco homogéneas, dispuesto en hiladas más o menos
regulares. Todavía se conserva algún mechinal.
En
el interior, el espacio central se cubre con una cúpula que arranca
directamente de los muros, sin que se aprecie ningún elemento de transición.
Seis estrechas y alargadas hornacinas se abren en el muro y están coronadas por
sendas bovedillas de cuarto de esfera. Su distribución es ligeramente
asimétrica, debido a la presencia de la puerta en el lado norte, levemente
desplazada respecto al eje del ábside. En la tercera de estas cavidades desde
el Sur se esconde una puerta que da acceso a una escalera que, entre los muros,
conduce a las cubiertas. Se ignora si esta abertura ya desempeñaba esta misma
función en origen o, por el contrario, permitía la comunicación con otras
dependencias del monasterio. Este tipo de estructura en forma de hornacina
también se encuentra en otras de las iglesias circulares del ámbito catalán
como Sant Sebastiá del Castell de Sallent, la Trinitat de Cuixá o Sant Jaume de
Vilanova.
El
ábside se cubre con una bóveda de cuarto de esfera y está presidido por un
altar. En 1961, al retirarse, durante una campaña de excavación, el muro de
piedra que sostenía el ara, apareció en su interior una supuesta ara. Esta
presenta, en la cara superior, unos grafitos, entre los que se identifica una
tau, así como un reconditorio en forma de T para contener reliquias. Aparte de
este altar, que se ha de considerar como el altar mayor, los inventarios
medievales aluden a un segundo altar dedicado a san Juan, y hacen constar que
los dos tenían las dotaciones necesarias de vestuario, objetos de culto y
libros para garantizar la celebración del culto.
La
transición entre el ábside y la nave se realiza mediante un corto presbiterio
que se resuelve mediante dos arcos de medio punto en degradación que se
integran en el muro a la altura de la línea de impostas. Esta doble estructura
permite salvar la diferencia de altura existente entre los dos cuerpos, pero la
solución no es buena y la unión queda algo forzada. Aunque se intenta disimular
la unión para dar la sensación de que este tramo presbiterial es un cilindre
perfecto, no se consigue el objetivo. En general, en toda la obra son evidentes
las deformaciones constructivas, que se pueden apreciar tanto en el interior
como en el exterior, pero, a pesar de ello, el conjunto se ve como un todo
armonioso.
Se
desconoce con exactitud qué tipo de estructuras formaban el conjunto, pero
algunas indicaciones presentes en los inventarios de los siglos XIV y XV, y
descripciones de siglos posteriores aportan cierta información al respecto.
Así, se sabe que, además, de la iglesia existía lo que se cita como casa o
monasterio.
En
este ambiente, una vez superada la entrada al recinto, se menciona un establo
y, a continuación, el pórtico, un ámbito que daba acceso a las escaleras que
conducían a una torre donde, como mínimo, había una cámara. Se mencionan
también una estancia, que ha sido identificada como el despacho del prior, la
cocina, una sala grande, que a partir del siglo XIV, y de manera ocasional,
hacía funciones de granero, la bodega y un molino.
El
documento de donación de Guillem de Cervera, de segunda mitad de siglo Xl,
habla también de la sagrera, espacio donde cualquiera acto de violencia
cometido era considerado un sacrilegio. Se delimita en un radio de treinta
pasos eclesiásticos a contar desde los muros de la iglesia, y es un espacio
destinado principalmente a enterramientos, aunque también acogía almacenes y
viviendas.
Hasta
el momento se han llevado a cabo dos campañas arqueológicas para identificar
todas estas estructuras. La primera, entre 1961 y 1964, se centró en la zona de
la sagrera, y se identificó la cimentación de dos muros de piedra en el sector
norte, cerca del ábside. Entre ellos aparecieron una serie de enterramientos
muy superficiales, formados por losas laterales y sin ningún tipo de
protección, o cubiertos con una simple losa plana. Uno de los cuerpos
conservaba cosidas al hábito cuatro conchas de las que llevaban los peregrinos
que hacían el Camino de Santiago. Otro punto en el que se realizaron
excavaciones fue ante la puerta de entrada, donde se localizó parte de la
cimentación de un muro que corre paralelo a ella. En el interior de la iglesia
se liberó la parte inferior de las hornacinas, y se dejó al descubierto la
puerta que da acceso a la escalera que discurre por el interior del muro.
La
segunda campaña, realizada en 2010, se centró en la entrada de la iglesia y en
la misma se recuperaron algunos de los muros detectados en la campaña anterior.
El resultado fue la delimitación de una habitación, que se ha identificado como
la bodega, donde había una pila de piedra para contener aceite También se
localizaron algunos escalones de piedra y los quicios de la puerta de entrada.
Junto a la bodega, afloró un espacio rectangular delimitado por muros y pilares
que hace pensar que, posiblemente, se trataría de los restos del claustro. Por
último, en el mismo sector, apareció una estructura circular que se cree que
podría ser una escalera de caracol.
Torà
El
término de Torà, con la agregación del antiguo municipio de Llanera en 1968, se
convirtió en el más extenso de la Segarra. Ocupa el extremo noreste de la
comarca. Conjuntamente con Biosca y Sanaüja conforma el denominado valle del
Llobregós, espacio que se constituye a partir de la línea natural del río del
mismo nombre que discurre al Sur de los tres municipios. Esta zona se
constituyó durante la Alta Edad Media como frontera con Al-Andalus. El pueblo
de Torà, que es la cabeza del municipio, presenta una morfología más propia de
la plana de la Segarra, con ligeras ondulaciones del terreno y elevaciones de
escasa altura.
En
esta localidad todavía puede contemplarse algunos vestigios de su historia,
como sus primitivas murallas, los portales y algunas calles estrechas que
discurren bajo porches y arcadas. El entramado urbano se configuró a partir del
castillo medieval del siglo XI, ubicado en la parte más alta y del cual todavía
se pueden contemplar diversos tramos de sus muros.
La
primera referencia conocida del castillo de Torà data de 1003, cuando el conde
de Barcelona, Ramon Borell, su hermano Ermengol de Urgell y sus primos, los
hermanos Bernart de Besalú y Cuifré de Cerdanya resistieron una razia
musulmana, encabezada por Abd al-Malik, el cual pretendía asaltar el castillo
de Torà. Durante los siglos XI y XII el dominio del lugar de Torà correspondió
a los linajes de los Ribelles, los Miró y los Cabrera. En el siglo XII, los
Cervera fueron los señores del dominio, y, hacia 1301, el vizconde de Cardona
compró la jurisdicción de los términos de la Aguda, Torà y Vicfred. A partir de
ese momento, Torà permaneció vinculada a la casa de los Cardona hasta el fin de
las jurisdicciones señoriales.
Iglesia de Santa María de la Aguda
La
iglesia de santa María de la Aguda está emplazada en el núcleo urbano,
conjuntamente con los restos del castillo, en la vertiente sur de la colina.
Por
el acta apócrifa de consagración de la segunda catedral de La Sen d'Urgell, en
el año 839, se sabe que la parroquia de la Aguda de Torà formaba parte del
obispado de Urgell, puesto que se incluye en la relación de las parroquias
mencionadas en dicho documento. También conocida antaño como Santa Maria del
Castell, la iglesia de la Aguda es nombrada en 1010 en una donación a Santa
Maria de Solsona por parte del vizconde Guerau Ponç II de Cabrera. Ecard Miró y
su esposa Magència, señores de Solsona, legaron en 1085 a sus hijos Bernat y
Pere el castillo y la iglesia de la Aguda, respectivamente. Su dependencia
eclesiástica de Santa Maria de Solsona quedó confirmada por la bula de 1151
otorgada por el papa Eusebio III y por la propia acta de consagración de este
mismo templo en 1163. En 1172, Arnau de Preixens, obispo de Urgell, consagró la
iglesia de Sant Gil i Sant Pere de Torà en calidad de iglesia sufragánea de la
iglesia parroquial de Santa Maria del castillo de la Aguda. Pocos años más
tarde, en 1190, este mismo obispo, con el consentimiento y presencia del señor
del lugar, Ponç de Cervera y su esposa Marquesa procedió a consagrar la iglesia
de Santa Maria de la Aguda y el altar dedicado a san Salvador.
El
templo ostentó la categoría de parroquia hasta que en 1438 Arnau Roger de
Pallars, obispo de Urgell, la traspasó a Sant Gil de Torà.
La
iglesia de Santa Maria de la Aguda, que se asienta sobre un zócalo rocoso y
alberga en su lado norte un pequeño cementerio, es una construcción que ha sido
sometida a diversas modificaciones y procesos de restauración en distintas
épocas.
Las
transformaciones consistieron básicamente en la apertura de dos capillas
laterales y en el sobrealzado del lienzo sur y del ábside. Esta última reforma
fue eliminada en la restauración acometida en el año 2000, así como la moderna
capilla de la fachada meridional que hacía las funciones de sacristía.
La
planta del templo está formada por una sola nave rectangular y dos ábsides
semicirculares, ubicados uno en la cabecera y otro en el muro norte. El
primero, de mayores dimensiones, exteriormente está decorado con dos lesenas
que descansan directamente sobre un zócalo y que configuran tres entrepaños
coronados por sendos frisos de cinco arquillos, que reposan sobre ménsulas
lisas de forma trapezoidal.
El
ábside completa su ornamentación con una moldura biselada en la cornisa. Dos
ventanas de doble derrame y arco de medio punto se abren en los paños central y
sur. Por su parte, el absidiolo norte, de factura más sencilla, está oculto
tras el muro que encierra el campo santo y sobresale unos 70 cm del lienzo
septentrional.
Conserva
las lesenas de los extremos y también una especie de zócalo. Dicho absidiolo no
forma parte de la cabecera del edificio, sino que es una capilla lateral, con
forma interior de hornacina, incorporada en el primer tramo de la nave.
El
lienzo meridional, que es liso y está levantado sobre un fuerte desnivel del
terreno, encima de un zócalo, fue rehecho en su cara exterior en época gótica.
En
el mismo se abren una ventana de doble derrame y arco de medio punto, y, en el
tramo más occidental, otro vano de un solo derrame con forma de aspillera.
En
este mismo lienzo cabe destacar la presencia de dos marcas de cantero incisas
con la forma de una cruz y un ángulo recto.
En
la parte del muro que da al ábside se observa un pequeño relieve consistente en
una cruz griega inscrita en un círculo.
La
fachada norte es lisa y está interrumpida por la adición de una capilla
rectangular con la cubierta de teja árabe de única vertiente. En el paramento
se observan hasta tres niveles que tienen diferente aparejo. El cambio más
evidente es el que se pone de manifiesto con los restos de la antigua cornisa,
los cuales quedan por debajo de la parte del muro sobrealzada en las reformas
posteriores Este cambio de aparejo, consecuencia de la elevación de la nave,
también se aprecia en el muro sur, si bien en este la hilada con la primitiva
cornisa no se ha conservado. El acceso a la iglesia se realiza por la fachada
occidental, donde se halla una puerta de época moderna, coetánea a la
construcción del campanario de planta rectangular, formada por un dintel y un arco
de medio punto.
El
aparejo utilizado está compuesto por sillares de tamaño diverso, dispuestos en
hiladas más o menos regulares. Aunque se conservan algunos mechinales en los
muros laterales, los que se encontraban en el exterior del ábside
lamentablemente fueron cegados en la restauración. En dicho proceso de
restauración se reparó la techumbre a doble vertiente y de teja árabe que cubre
la nave, y se reconstruyó en su totalidad, utilizando losas, la cubierta del
ábside.
En
el interior, la nave se cubre con una bóveda de cañón sin arcos fajones, aunque
una pilastra que se conserva en el muro septentrional podría ser un vestigio de
la existencia de los mismos El ábside, cubierto con bóveda de cuarto de esfera,
al igual, está enmarcado por un arco presbiteral de medio punto en gradación.
En
el muro del evangelio se halla una capilla cubierta con un arco apuntado y
trabajada con sillares bien tallados de dimensiones más grandes. Actualmente,
se accede a dicha estancia, que se utiliza como sacristía, mediante una puerta
de madera. En este mismo lienzo, se abre a la nave cerca del ábside, el
mencionado absidiolo de forma semicircular, que se cubre con bóveda de cuarto
de esfera.
La
fachada meridional cuenta con una hornacina de grandes dimensiones rematada por
un arco de medio punto. El suelo del presbiterio se sitúa a mayor altura que el
de la nave. Con la excepción de la bóveda de cañón, que se halla cubierta de
revestimiento, las paredes muestran la piedra vista.
La
iglesia de Santa Maria de la Aguda es un edificio que por su tipología se
mantiene fiel a las formas lombardas de la arquitectura de la Segarra del siglo
XII. Destaca el hecho de ser un templo con dos ábsides, característica que, a
pesar de su singularidad, no es única en la comarca, dado que se encuentra en
otras construcciones de la zona, como Guardiolada, o de la vecina comarca de la
Noguera, como Sant Romà de Comiols, Sant Bartomeu de la Vall d'Ariet y Sant
Joan de Orcau, si bien estas iglesias cuentan con dos absidiolos laterales.
Pila bautismal
En
el interior de la capilla septentrional se localiza una pila bautismal de época
románica, en la que se aprecian restos de encalado, así como una torpe
reconstrucción de la peana. Está labrada en piedra Sauló, piedra de tipo
arenosa típica de la comarca, monolítica en forma de copa y de 87 cm de altura.
Se divide en tres partes. vaso, pie cilíndrico y una peana cuadrangular. El
vaso, de 62 cm de diámetro externo por 28 cm de profundidad y 7,5 cm de grosor,
muestra en el nivel superior cuatro rebajes testimonio de que en su momento
contó con una tapa.
Externamente
exhibe una decoración, en la parte superior, formada por un friso de orificios
cuadrados que la rodea en su totalidad. Debajo de éste, una moldura sogueada
circunda el vaso. Este motivo es muy común en la ornamentación de esta época, y
se halla en otras pilas bautismales, como las de Sant Vicenç de Can Cerdà y
Sant Llorenç, ambas en el Penedès. La ornamentación gallonada de la parte
inferior está formada por lóbulos que presentan incisiones que les dan un
aspecto sogueado, y por piñas distribuidas entre ellos. Algún autor ha puesto
en relación esta piña con las que, colgando de hojas, aparecen en los capiteles
del Císter ya finales del siglo XII, como en Vallbona de les Monges.
El
pie, de 18 cm de altura, es de sección circular y está acabado con una moldura
redonda que conecta con el vaso. Trabajada en relieve, se muestra una cruz
latina. La peana es de sección cuadrangular y presenta como elemento decorativo
una moldura superior con incisiones lineales que surgen de los lados y
desaparecen en el inicio del pie.
La
pila bautismal, según sus características tipológicas y ornamentales, puede
datarse en la segunda mitad del siglo XII.
lglesia de Sant Miquel de Fontanet
La
iglesia de sant Miquel se encuentra junto a la aldea de Fontanet, a unos 2 km
de Torà, sobre un pequeño tozal, al abrigo del barranco de Figuerola. En Torà
se toma la carretera CLV-3005 en dirección a Hostal Nou y, a unos 1,5 km, hay
que desviarse a la derecha.
En
el siglo XI la iglesia debió de pertenecer al obispado de La Seu d'Urgell, pues
el obispo Ermengol compró o recibió en el término de Fontanet un número
considerable de propiedades.
Entre
ellas, la séptima parte de lo que poseía Emma en el castrum de Fontanet,
que le fue vendida al prelado en 1031, o, la donación realizada por Transver y
su hijo Ramon dos años más tarde, del castrum cercano a Fontanet, en el
apéndice de sancti Mikaelis archangeli, con todos sus términos y
pertenencias que había heredado de sus padres. Asimismo, la iglesia pudo desempeñar
la función de capilla del antiguo castillo de Fontanet, que se alzaba en lo que
hoy es la casa Garriga. Según Jaume Coberó, cuando se consagró la iglesia, ésta
pasó a depender de Sant Pere de Figuerola. Posteriormente, cuando obtuvo la
categoría de parroquia, tuvo como sufragáneas las capillas de San Juan de
Puig-redon y de Sant Pere de Figuerola. Finalmente, en 1314, el término de
Fontanet aparecía ya como parte integrante de las posesiones del vizcondado de
Cardona.
Sant
Miguel de Fontanet es un edificio que presenta una planta formada por una sola
nave rectangular y un ábside de sección ultrasemicircular. En el paramento
exterior de éste, ocho lesenas, apoyadas en un zócalo, determinan siete entrepaños
que están coronados por sendas parejas de arquillos ciegos. En algunos de éstos
se conservan ciertos restos de revoque con policromía roja, que podrían ser los
últimos vestigios del recubrimiento original de los paramentos. Aunque
presentan un pésimo estado de conservación, se intuye lo que podría ser una
decoración a base de estilizados motivos vegetales. En el entrepaño central, y
en los del medio de cada lado, se abren sendas ventanas de arco de medio punto
y doble derrame.
El
muro lateral meridional de la nave está reforzado por cuatro contrafuertes que
se interrumpen antes de alcanzar la cornisa, y que se sitúan dos en sus
extremos y otros dos en el centro. Entre éstos últimos se abre una puerta con
arco de medio punto, actualmente tapiada. Un arco, que por sus características
parece ser de descarga, se halla en el tramo occidental de este mismo
paramento. Sobre él, un grupo de doce sillares trapezoidales están dispuestos
concéntricamente respecto a una pieza circular, configurando, de esta manera,
una forma que podría evocar una rueda o una flor.
Ábside
Ventana del ábside
También
el muro septentrional cuenta con contrafuertes, en este caso tres, ubicados en
el tramo oriental, de los que el situado en la esquina más cercana al ábside
es, como en el caso del paramento sur, el más potente. Tanto la mencionada
interrupción de los contrafuertes, como el cambio de aparejo que se aprecia en
la parte superior de los muros laterales y en las esquinas del frontis
oriental, sobre el ábside, son claro testimonio del sobrealzado de la nave que
se realizó en época posterior.
La
actual puerta de ingreso se abre en la fachada occidental, la cual fue
profundamente transformada en el siglo XVII. Fue entonces cuando se construyó
un porche, se añadió una dependencia anexa en la esquina noroeste, en la figura
una inscripción con la fecha de 1679, y, algo más tarde, en 1700, según la
fecha inscrita en el salmer del arco, se elevó la esbelta espadaña de dos ojos.
En época moderna se adosó una sacristía en el tramo oriental del muro sur, la
cual fue derruida en una restauración acometida en 1987, y de la que se
aprecian los restos de un arco de medio punto cegado. En esta intervención se
trabajó también en el tejado, la espadaña y el ábside. Mientras que la cubierta
exterior de dos aguas de la nave, actualmente está formada por teja árabe, la
del ábside, está compuesta por losas.
También
el aspecto del interior ha sido profundamente transformado en reformas
posteriores. Prueba de ello son las cuatro capillas excavadas en los muros
laterales en época moderna, dos en cada lado. El ábside se abre a la nave
mediante un arco apuntado, que contrasta con los dos arcos fajones de medio
punto que soportan la bóveda. Estos se apoyan en pilastras que han quedado
embebidas en los muros al ampliarse la anchura de éstos. En las mencionadas
reformas, el hemiciclo absidal fue separado de la nave por medio de un retablo,
en el que una puerta facilita el acceso a su interior, y, en los pies del
templo se construyó un coro elevado.
Las
características de este edificio permiten situar su construcción entre finales
del siglo XI y principios siglo XII.
Piezas reutilizadas con decoración esculpida
La
iglesia conserva diversas piezas esculpidas de cierto interés. En la parte
frontal del primer escalón que da acceso al coro se conserva un relieve que
presenta una flor de seis pétalos, la presencia de la cual se ha relacionado
con la posible existencia de un osario en este lugar. Como es sabido, este
motivo iconográfico es bastante común en los siglos del medievo. Sus orígenes
se remontan a época prerromana, si bien fue también muy utilizado por los
hispanovisigodos, con un sentido cosmológico propio de una teología solar. Es
preciso recordar que en el arte cristiano la flor alude a los conceptos de
eternidad e inmortalidad, por lo que frecuentemente decora elementos
relacionados con la muerte, como estelas funerarias o, en este caso,
posiblemente un osario.
Procedentes
del interior de esta iglesia, se documentaron dos capiteles que conservaban un
fragmento de columna, ambos de factura muy rudimentaria, y realizados en piedra
local. Actualmente, estas piezas se hallan en paradero desconocido. El primero
de ellos presentaba un fragmento de columna cilíndrica de fuste liso y capitel
rectangular. El segundo, mejor trabajado, también incluía un fragmento de
columna cilíndrica de fuste liso, además de collarín y capitel rectangular.
Ambas piezas han sido datadas entre finales del siglo XI y principios del siglo
XII.
Del
mismo modo, en el exterior se conserva un sarcófago esculpido de perfil
rectangular y frente decorado con una cruz en bajorrelieve. Actualmente se
halla reutilizado en la parte inferior norte de la fachada oeste, aunque su
emplazamiento original debió de ser bien distinto. Cronológicamente la pieza se
puede situar entre los siglos XII y XIII.
En
uno de los escalones de acceso al cementerio y en una de las jambas de la
puerta del mismo se constatan algunos relieves escultóricos. En la jamba
izquierda se esculpió un motivo a base de ondulaciones formando círculos
entrelazados, mientras que en el frente del escalón se representó, de izquierda
a derecha. una cruz latina invertida, una flor de ocho pétalos y una cruz
inscrita en un círculo.
Estelas funerarias
También
se conservan en el exterior dos estelas funerarias discoidales procedentes del
cementerio de la iglesia. La primera presenta una decoración incisa en ambas
caras. una flor de ocho pétalos inscrita en un círculo y una cruz latina
también inscrita en una orla. La segunda estela actualmente se halla en
paradero desconocido. Presentaba decoración solamente en una de sus caras.
En
ella se documentó, inciso en la piedra, lo que parecía ser un rostro humano,
que fue interpretado como una calavera.
lglesia de Sant Pere de Figuerola
La
iglesia de sant Pere, situada en el sitio de Figuerola, al Sur del término
municipal de Torà, se levanta en lo alto del barranco de Figuerola, a pocos
metros del que debió de ser el antiguo castillo de época medieval, hoy conocido
como el Mas Figuerola. Para Desde Torà hay que tomar la carretera LV-3005 en
dirección a Hostal Nou, y a unos 1,5 km hay que desviarse a la derecha hasta
Fontanet. Desde allí se toma una pista a mano derecha que conduce hasta
Figuerola.
Las
noticias sobre este lugar se remontan a 986, cuando el castrum de
Figuerola, con todas sus tierras y posesiones, fue donado a Santa Maria de La
Seu d'Urgell por Vidal, que lo había adquirido mediante compra al conde Borrell.
El sitio pertenecía a dicha catedral aún en 1030, según consta en el documento
de confirmación de la donación firmado por Bernat, hijo de Vidal. Sin embargo,
en contraste con la abundante documentación histórica del lugar, las
referencias a la iglesia son escasas. Según algunos autores, la iglesia de Sant
Feliu, mencionada como parte integrante del término de Figuerola en un juicio
celebrado en 1025, podría corresponder a la actual de iglesia de Sant Pere, que
en algún momento no especificado pudo haber cambiado de advocación. Debido a la
proximidad respecto al castillo, podría haber actuado en origen como capilla
del mismo, dependiente, en todo caso, de la parroquia de Sant Miguel de
Fontanet.
El
templo presenta una planta compuesta por una sola nave rectangular y un ábside
semicircular. La cabecera, que se articula sobre un potente muro que salva el
desnivel del terreno, presenta un paramento en el que se aprecian tres partes
con aparejo bien diferente. El tramo norte, en el que se conservan dos lesenas
apoyadas sobre un zócalo, está compuesto por sillarejo toscamente labrado pero
dispuesto en hiladas más o menos uniformes. En el lado septentrional del tramo
central, en el que ya no se aprecia ninguna lesena y que carece de zócalo, el
aparejo se vuelve más irregular, tanto en su forma como en su disposición.
Ambas zonas están separadas por una potente grieta vertical, junto a la que se
aprecian los restos de una ventana de arco de medio punto, actualmente cegada.
La tosquedad del material descrito contrasta fuertemente con la utilización de
sillares bien labrados, escuadrados y pulidos en el lado meridional del
paramento absidal, los cuales, de un tamaño superior al del citado sillarejo,
están cuidadosamente dispuestos. En este tramo, que vuelve a estar apoyado
sobre un zócalo, se abre una peculiar ventana formada por dos arcos de medio
punto monolíticos opuestos, uno en la parte superior, y otro en la base del
vano.
Esta
irregular composición del paramento absidal es testimonio de diferentes
reformas de esta estructura, provocadas, muy posiblemente por derrumbes
parciales de la misma. También se observan diferencias palpables en el material
utilizado en los muros laterales. Mientras que el muro norte es liso y está
formado por una combinación de sillarejo y sillares de diverso tamaño,
dispuestos en hiladas no homogéneas que se interrumpen cuando cambia el
material, el lienzo meridional, en su lado oriental, está compuesto por
sillares bien trabajados, similares a los del mismo lado del ábside.
En
el tramo central, en el que se encuentra la puerta de doble arco de medio
punto, se modifica el aparejo, que pasa a ser más pequeño, pero trabajado y
colocado de forma más irregular En esta parte del muro se aprecia, a su vez, un
notable cambio de material en la parte superior, por encima de la puerta, que
es todavía más pequeño y de tamaño más dispar. Esta parte está separada de la
fachada occidental por un sector que debió de derrumbarse y que fue reparado en
una restauración posterior. Finalmente, en la lisa fachada occidental también
se utilizó aparejo diverso, claro testimonio de que la misma se vio, asimismo,
afectada por los problemas estructurales del edificio.
En
el centro del frontis se abre una pequeña ventana rectangular de derrame simple
hacia el interior Se reforzó la esquina suroeste mediante un potente
contrafuerte piramidal que arranca desde los cimientos y apenas alcanza a un
tercio de la altura del muro sur.
Lo
descrito pone de manifiesto la accidentada vida de este edificio, caracterizado
por su inestabilidad.
Muy
posiblemente, el ábside, en su inicio, contó con varias lesenas que
determinaban diferentes entrepaños, coronados con sendos frisos de arquillos
ciegos, que no se han conservado. El derrumbe de la parte meridional del templo,
que arrastraría consigo a la mitad sur del ábside, fue reparado, todavía en
época románica, utilizando un material más esmeradamente trabajado
Posteriormente, parte del muro sur se volvió a derrumbar en varias ocasiones,
al menos dos, así como la parte norte del tramo central del ábside, las cuales
fueron reparadas con desigual acierto.
La
iglesia fue restaurada en 1884, según se lee en el intradós de la puerta del
muro sur, y nuevamente en 1983, momento en el que se rehizo el tejado, a doble
vertiente en la nave, que ha quedado formado por teja árabe, que parece
colocada sobre la cubierta de losa original.
En
el intradós de las jambas de la portada se han conservado unos grafitos con
representaciones esquemáticas de dos caballeros a caballo y un cardo, emblema
de la casa de los Cardona. Este elemento, debió de incorporarse en algún
momento no determinado, cuando la iglesia pasó a formar parte de los dominios
de los Cardona En todo caso, el término de Fontanet aparece consignado entre
las posesiones del vizcondado en 1375.
En
el interior del templo, la nave se cubre con bóveda de cañón y el ábside con la
habitual bóveda de cuarto de esfera. Como resultado de la azarosa evolución del
edificio el encaje de ambos espacios de desigual anchura es algo irregular,
pues, mientras que en el lado sur ambas estructuras se unen formando una única
arista en el norte lo hacen mediante dos.
Parte
de los paramentos interiores conservan el revoque con restos de
policromía moderna En el lado norte del ábside se abre una credencia rectangular
muy posiblemente contemporánea a esta parte del lienzo. En cambio la abertura
en el muro situada debajo de la ventana es de factura moderna.
Recorre
la parte inferior de los muros salvo en la parte oriental del meridional un
banco corrido El marcado desplome que se observa en el interior de los muros
laterales, no deja lugar a dudas de los permanentes problemas estructura les
del edificio.
El
templo ha sido datado entre finales del siglo XI y principios del siglo XII.
Sin embargo, teniendo en cuenta lo descrito parece que a la primera de estas
fechas incluso algo antes cabría asignar la parte norte del ábside y el muro
lateral del mismo lado. Por su parte el sector sur del ábside y la parte
oriental del muro meridional habrían sido realizados a finales del siglo XII,
fechas que contradicen a las planteadas por algunos autores, que atribuyen esta
parte a la restauración de 1884. Las características de la labra de los
sillares de esta zona del templo son coherentes con lo que se venía realizando
a finales de la duodécima centuria, y se alejan notablemente de la forma de
acometer las restauraciones en el siglo XIX. Podría plantearse si la peculiar
ventana de doble arco podría ser fruto de la restauración sin embargo, se
encuentra algún ejemplo de este tipo de vano en alguna iglesia no muy lejana,
como Santa Maria de Tauladells, donde la misma está trabajada en una sola
pieza, a diferencia de la de Figuerola. La reparación del sector central del
lienzo sur y la parte norte del tramo central de la cabecera habrían sido
reparados en fecha indeterminada, quizá todavía en época medieval. Finalmente,
la gran brecha de la parte occidental del muro sur habría sido reparada,
posiblemente en la citada restauración del siglo XIX.
Pila bautismal
En
el exterior del templo, entre el contrafuerte y la puerta, se halla una pila
bautismal. troncocónica de paredes lisas. Se trata de una pila de considerable
tamaño (112 cm de diámetro y 65 cm de alto).
Monasterio de Sant Celdoni i Sant Ermenter de Cellers
El
monasterio de sant Celdoni i Sant Ermenter de Cellers está situado en el valle
que forma la sierra de Pinós, entre las sierras de Cellers y de Claret, y junto
a él discurre la rambla de Cellers. Para llegar desde Torà, hay que tomar el
camino que parte del sector oriental de esta población y que conduce a la aldea
de Cellers, de la que el monasterio se encuentra a aproximadamente a 1 km.
En
el lugar se veneran desde antiguo las reliquias de los santos Celedonio y
Emeterio, originarios de Calahorra, perseguidos y martirizados por el emperador
romano Diocleciano entre finales del siglo III y principios del IV, y cuyo
culto se fue extendiendo a lo largo del tiempo por la geografía hispana. En un
momento que no se ha llegado a determinar, los cuerpos de los santos debieron
de llegar a Cellers procedentes de Calahorra o del monasterio de Leyre, según
las distintas versiones. Parece que la causa que motivó el traslado fue el
deseo de proteger las reliquias ante la posible profanación por parte de los
musulmanes, que dominaron tierras riojanas desde inicios del siglo VIII hasta
bien entrado el X. Algunos autores no dudan en vincular los orígenes monásticos
de Cellers con la iglesia de Sant Serni de Llanera, cuyo germen pudo ser una
célula monástica fundada por el monje Sidoni, entre finales del siglo VIII y
principios del IX. Sidoni era un monje del monasterio de Sant Sadurní de Tavèrnoles,
seguidor de la herejía adopcionista predicada por el entonces obispo de Urgell
Félix. Tras la condena del adopcionismo en el consejo de Aquisgrán en 799,
Sidoni podría haber huido de Tavèrnoles y haberse retirado como eremita a la
zona de Llanera, con la intención de redimirse. El mismo topónimo Cellers
podría aludir a la presencia de células eremíticas anteriores al monasterio en
esta zona.
No
obstante, la primera referencia documental de la iglesia se remonta a 951,
cuando en la confirmación de los bienes de Santa Cecília de Montserrat, el rey
Luis IV de Francia hacía constar la donación anterior realizada por un tal
Longobard, que entregaba la iglesia de Sant Celdoni en Vallmanyà (Pinós) a este
monasterio. Mucho más reveladora es la noticia de 986, donde aparece nombrada
una domum Sancti Celedonii... qui est in serra de Sellerus, en la
donación hecha por Vidal del castillo de Figuerola a Santa Maria de La Seu
d'Urgell. Cabe puntualizar que el término domum podría aludir tanto a un
núcleo monacal sin una definición jurídica clara, como a un posible origen
eremítico, como ya hemos apuntado. Por otro lado, el Arxiu Capitular de La Seu
d'Urgell conserva una copia de dos documentos de sumo interés. El primero,
fechado en 1038, recoge la donación realizada por Borrell, señor de Cellers, su
esposa y sus hijos, de la iglesia de Sant Martí de Cellers al monje Guillem, a
su hermano el presbítero Galí, al monje Sunifred, y a todos los monjes que se
encontraban en la iglesia de Sant Celdoni. Todos ellos estaban obligados a
servir en la iglesia de Sant Martí los domingos, lunes y viernes. A cambio
recibían diezmos, primicias y otras rentas. En el segundo documento, del año
1071, Ramon, hijo de Guerall y nieto de los donadores de la iglesia de Sant
Martí, donaba el monasterio de Sant Celdoni i Sant Ermenter, con todas sus pertenencias,
alodios, viñas y otras posesiones, situadas en el término del castillo de
Cellers, Ardèvol, Castellfollit y Navades, al monasterio de Sant Sadurní de Tavèrnoles.
A partir de entonces el monasterio pasó a ser priorato de Tavèrnoles y a
organizarse como éste, según la regla benedictina. En 1266, Sant Celdoni i Sant
Ermenter de Cellers figuraba entre las posesiones de dicho monasterio, como lo
confirma un documento de sentencia papal de Clemente IV.
Hay
que esperar a finales del siglo XIV para encontrar más noticias reseñables del
conjunto. En 1399 se produce un hecho determinante. Joan, heredero del conde de
Cardona Hug Folc II, que más tarde se convertiría en Joan Ramon Folc l de
Cardona, se apropió de las reliquias de los santos. La historiografía sostiene
diversas versiones del hecho. Algunas apuntan a un robo, mientras que otras
hablan de un pacto entre Joan Ramon Folc l y Ramon de Pinós, que poseía en
feudo el castillo y el lugar de Cellers a través del conde de Cardona, y que
alejaba abandono y soledad del monasterio y sus reliquias. Sea como fuere, Joan
Ramon Folc l se hizo con las reliquias y las trasladó a la cripta del templo de
Sant Miquel que acababa de construir en Cardona, con motivo de lo cual se
celebró una solemne procesión, sobradamente documentada, a la que acudieron
altos dignatarios de los estamentos nobiliario y eclesiástico. Todo parece
indicar que la polémica suscitada por el traslado desembocó en una excomunión
generalizada de la población de Cardona. Esta hipótesis viene corroborada por
un documento de 1400 en el que el cardenal y obispo de Tarazona, con licencia
del papa Benedicto Xlll, facultaba al abad de Sant Vicenç de Cardona a absolver
a Joan de Cardona y a los habitantes de la villa de la excomunión. Finalmente,
y quizá a causa del revuelo que provocó el asunto, una parte de las reliquias
fueron devueltas a Cellers, donde aún se veneran.
El
monasterio de Cellers está conformado por una iglesia y un conjunto de
dependencias anejas que responden a diversas fases constructivas. Del plan
inicial del templo, que debía de haber tenido una nave rectangular, únicamente
llegó a materializarse la cabecera trilobulada. Esta tipología arquitectónica
no es ajena al románico catalán, ya que fue adoptada en otras iglesias y
monasterios de la segunda mitad del siglo XI, como el monasterio de Sant Serni
de Tavèrnoles o las iglesias de Sant Pere de Ponts, Sant Pere de Montgrony,
Sant Martí del Brull, o Sant Pere de Gallifa, por citar sólo unos pocos
ejemplos.
Los
tres ábsides están cubiertos con sendas bóvedas de cuarto de esfera, mientras que
el amplio presbiterio lo hace con una bóveda de cañón. Todas las bóvedas
arrancan desde una imposta biselada que recorre el perímetro del templo. Sobre
el crucero se alza un cimborrio, añadido en las reformas acometidas en 1898,
formado al exterior por un cuerpo cúbico y, en su interior, por una cúpula de
crucería con cuatro nervios que se apoyan en ménsulas.
Flanqueando
al presbiterio, en el paramento oriental del transepto, y a modo de absidiolos
embebidos en los muros, se abren dos esbeltas hornacinas cubiertas con pequeñas
bóvedas de cuarto de esfera. El ámbito presbiterial queda elevado unos 2 m en
relación al nivel del suelo, lo que genera un espacio bajo el cual se articula
la cripta, a la que se accede mediante una escalera central y una portada
neorrománica con arquivoltas que descansan en dos pares de columnas con sus
respectivos capiteles, todo ello producto de la restauración llevada a cabo en
el siglo XIX.
Entrada a la cripta
El
interior de la cripta se divide en seis tramos separados por cuatro columnas
cilíndricas que sostienen arcos de medio punto cruzados entre sí. Las columnas
están coronadas por capiteles esculpidos, parcial o totalmente restaurados en
el siglo XIX. Esta estructura es muy similar a las criptas de Sant Vicenç de
Cardona, Sant Esteve de Olius, la parcialmente conservada de Sant Pere de Ager
y la de la catedral de Roda de lsábena, aunque todas ellas presentan mayores
dimensiones que la de Cellers. Asimismo, en el centro de la cripta se articula
un espacio delimitado por sillares largos y planos en el que se ubica un altar
cubierto por dosel, que podría haber albergado una pila bautismal de inmersión.
En esta zona, los muros y el techo evidencian restos de pintura mural. Por
último, en el sector este se abren tres ventanas de doble derrame y arco de
medio punto, de las que la del lado sur está cegada por la sacristía que se
adosó.
En
la parte inferior del paramento exterior del ábside central se conserva el
arranque de tres lesenas que, con una cuarta que habría existido en el lado
sur, delimitarían cinco entrepaños. Estas, que se apoyan en el cuerpo inferior,
el de la cripta, que sobresale a modo de zócalo, quedaron interrumpidas al
modificarse el proyecto para continuar elevando un ábside liso. Este tipo de
decoración a base de lesenas habría sido también planificado para los ábsides
laterales, de los que en el norte se conserva el arranque de dos de ellas. Al
igual que en la cripta, en el nivel superior del ábside central se abren otras
tres ventanas, también de doble derrame y arco de medio punto. Como en el caso
de la cripta, el vano meridional es sólo visible desde el interior. El aparejo
superior del paramento del ábside central está mejor labrado y pulido que el
rudo sillarejo utilizado en el resto del lienzo, lo que indica que corresponde
a una fase posterior, quizás a una reforma.
La
cabecera del templo se cerró, sin haberse iniciado aún la construcción de la
nave, con una fachada de la que se conservan algunos vestigios y que fue
severamente reformada en una intervención del siglo XIX, en la que se
incorporaron una portada y una ventana de inspiración románica. Al norte de la
portada actual se observan un fragmento de imposta decorado con motivos
vegetales y un arranque de arco, restos, sin duda, de la puerta original. A la
fachada occidental se le adosó una rectoría a finales del siglo XVIII, según
consta en una inscripción sobre el portal de entrada ISIDRO
-GVILELLA-A-FET-FER-LO-PREZE-ANY 1797. Algo antes, en 1778, fecha que
figura en una ventana, debieron de construirse las dos dependencias adosadas a
los ábsides central y sur.
Ventana fachada
En
la zona del ábside se conserva un conjunto de relieves decorados con flores de
seis pétalos inscritas en círculos. El mismo motivo se repite en la decoración
de algunos de los diez capiteles de la cripta, los cuales, de perfil
troncocónico, presentan un registro superior de estructura cuadrada que forma
una media circunferencia en cada una de sus caras. La zona superior aparece
decorada con motivos vegetales estilizados, mientras que la parte troncocónica
alternan las mencionadas flores y círculos, con cabezas monstruosas. Según M.
Casas e I. Ollich la mayoría de los capiteles deben atribuirse a las
restauraciones del XIX, momento en el que algunos fueron rehechos y otros
parcialmente modificados.
La
historiografía se muestra unánime en calificar como románico el capitel situado
al lado del altar, la parte superior del cual está decorada con motivos
vegetales muy estilizados, mientras que la inferior presenta en cada una de sus
caras un rostro humano, una flor de ocho pétalos, una flor de círculos
concéntricos y diversos círculos concéntricos. En cualquier caso, tanto los
capiteles como los ábacos presentan una factura bastante popular, tendentes al esquematismo
y con un relieve muy plano, carente de matices y en la línea de otras
representaciones de la misma época situadas en la comarca del Solsonés.
Es
difícil determinar el lugar donde se asentaban las dependencias del antiguo
monasterio, aunque es probable que se anexara en la zona ocupada hoy por la
rectoría. Como hemos apuntado, alrededor de la iglesia se articulan varias
edificaciones, entre las que todavía pueden visualizarse algunos vestigios
románicos. La primera es una pared adosada a la rectoría, de 16 a 17 m de
largo, que cierra un espacio cultivable utilizado probablemente como huerta.
Las hiladas inferiores del muro, bien trabajadas, podrían datarse en los siglos
XII o XIII. Podría tratase del muro que cerraba el huerto. La segunda
construcción se encuentra en el sector noroeste, separada de la iglesia. En
este caso, consiste una estancia rectangular de 12 x 5 m de la que tan sólo se
conservan algunos paños de pared.
Las
características arquitectónicas descritas evidencian una cronología temprana,
en torno al último cuarto del siglo XI. A esta fase debe adscribirse la cripta,
cuya morfología mantiene concomitancias con las del siglo XI erigidas en
Cardona, Olius o Vic. El proceso constructivo quedaría estancado en la centuria
siguiente, y se reactivaría en los siglos XIII y XIV con la culminación de la
parte alta de los muros. En los siglos sucesivos se realizaron diferentes
intervenciones y se añadieron nuevos edificios, sobre todo a finales del siglo
XVIII y en 1898.
Talteüll
Es
un pueblo, cabeza de la comuna del mismo nombre, de 878 habitantes en 2013, de
la comarca del Rosselló, en la Cataluña Norte. Dentro del término
comunal está la Cauna o cueva de Aragón, donde se han encontrado restos
prehistóricos del llamado hombre de Talteüll, de 450.000 años de
antigüedad.
El
conde Bernat Tallaferro de Besalú daba en 1011 a su hijo Guillem el
castillo de Taltevul y las villas de Calentad y Vingrau,
así como las tierras del Rasès que había recibido en donación de Pere
de Carcassona, obispo de Girona. A la muerte del conde, otro documento
confirmaba las donaciones de Taltevolo,
con Alentad y Evingrad, y precisaba que estaban en el límite del
Rosselló con el Narbonès, que llegaba al Puig d'Aguilar. Consta también
que estaban dentro del territorio del obispado de Narbona, lo que indica
que inicialmente pertenecían al Perapertusès. Sin embargo, los condes de
Besalú, así como sus sucesores, conservaron estos lugares, que ya poco más
tarde aparecen ligadas al obispado de Elna, como elementos importantes de
la seguridad de la frontera a poniente de Ópol y Salses.
A
principios del siglo XIII Talteüll era infeudado en els Juncosa, que
poseían feudos en la Salanca y en el Riberal. Ponç IV de Juncosa fue condenado
por catarismo, por lo que su hijo, Ponç V de Juncosa permutó con el conde
Ponç IV de Empúries su feudo de Talteüll por el de Cadaqués, con el fin de
alejarse de él. En 1269 el conde de Empúries vendía este feudo al infante
Jaume, futuro Jaume II de Mallorca, el cual lo infeudaba poco después a
Guillem de Talteüll. Sus descendientes aún constan los años 1291 y 1295, pero
poco después volvía bajo el dominio real. En 1352 pasaba a manos de Francesc de
Perellós, y así los recientemente nombrados vizcondes de Rueda y de Perellós
dominaban Talteüll hasta 1376. Aquel año Pere el Cerimoniós lo cedía
al vizconde de Illa y de Canet, Andreu de Fenollet. En 1382
consta la señoría compartida de Talteüll entre Andreu de Fenollet, Berenguer de
Perapertusa, señor de Ortafà, y Bernat de Vilacorba, hasta que en 1387 era
atribuido en exclusividad al de Ortafà. Todavía, hacia 1418 el lugar y castillo
de Talteüll volvían a dominio real. A lo largo del siglo xv constan
varios castlans: Roger Sanespleda, señor de Les Fonts, Gaucelm de
Bellcastell, hasta que poco antes de acabar este siglo Talteüll pervino a
Francesc d'Oms, señor de Tatzó d'Avall, casado con Gallarda de
Bellcastell.
Los
de Olmos fueron señores hasta que en 1653 el rey francés Luis
XIV confiscó sus bienes en la Cataluña Norte a Emmanuel d'Oms, por su
fidelidad a Felipe III (y IV de Castilla). La confiscación fue
acompañada de la destrucción del castillo. Entonces, Talteüll puso a manos de
Alexandre del Vivièr, señor de Montfort y de Rasiqueres, hasta que en 1696
lo adquiría Antoine Hertaud de Beaufort. En 1754 su nieto, Joseph Antoine de
Beaufort, vendía Talteüll a Mauricio Lacreu, doctor en leyes de Illa, que era
acreedor suyo, y, posteriormente, todavía fue cedido a Francesc Ignasi de Bon,
marqués de Aguilar, muerto en 1792, justo antes de que fueran abolidos los
señoríos con la Revolución Francesa.
San Pedro de Talteüll (Massoteres)
Sant
Pere de Talteüll es la iglesia del pueblo de Talteüll, entidad de población
de municipio de Sanaüja, situada cerca del antiguo castillo de
Talteüll, en un cerro de 481 m de altitud a la izquierda del río Alfés.
Está incluida en el Inventario del Patrimonio Arquitectónico de
Cataluña y en octubre de 2019 fue declarada Bien Cultural de
Interés Nacional, en la categoría de Monumento Histórico.
Una
de las primeras menciones documentales de esta antigua parroquia del obispado
de Urgell data de 1065, año en que en el testamento sacramental de Ermengarda,
jurado sobre el altar de Sant Protasi d'Ivorra, se especifica que la testadora,
entre otras dejas, legó una pieza de tierra en la iglesia de Sancti
Petri Taltevolio. Diez años después, en 1075, el conde Urgellenc IV
hizo donación a la canónica de Santa Maria de Solsona de la iglesia de
Talteüll, junto con la masía de Agerall y una coromina situada cerca de los
términos de Vicfred y Sant Guim.
En
1077 la iglesia fue consagrada por el obispo Amat d'Oloron, legado pontificio;
en el acta de consagración se hizo constar que San Pedro y Santa María de
Talteüll debía satisfacer cada año siete libras de cera en Santa María de la
Sede.
La
dependencia de la iglesia de Talteüll de la canónica de Solsona a partir de la
donación del conde Deocuidad IV, es corroborada por la bula del papa Urbano II
del año 1097 y en la del papa Eugenio III del año 1151; asimismo, consta como
posesión de Santa María de Solsona en el acta de la tercera consagración de
esta iglesia en el año 1163 y en bulas papales posteriores.
A
finales del siglo XIII, la iglesia de Talteüll figura en la relación de
iglesias y parroquias que contribuyeron en los años 1279 y 1280 a la décima
papal recaudada en la diócesis de Urgell, y también en la décima de la misma
diócesis correspondiente a 1391. Ese año era rector de Talteüll Joan Vilella,
el cual también gozaba de un beneficio en la iglesia parroquial de Santa Maria
de Guissona.
Sant
Pere de Talteüll permaneció en el obispado de Urgell hasta la creación de la
diócesis de Solsona en la trastienda del siglo XVI. La parroquia había sido
provista hasta entonces por el paborde de Solsona. En la trastienda del siglo
XIX, el obispo de Solsona resolvió convertir Talteüll en sufragánea de Sant
Salvador de Sanaüja, con lo que la iglesia de Talteüll perdió su rango
parroquial.
Planta de la iglesia
formada por dos naves paralelas, donde se hace patente la singularidad del
transepto.
La
iglesia de Sant Pere de Talteüll es un edificio que, en su conjunto, se
adscribe plenamente a las formulaciones de la arquitectura lombarda, pero
resulta extremadamente singular por su estructura y tipología, que hacen de
éste un edificio totalmente excepcional en el contexto de la arquitectura
catalana de su tiempo.
Su
estructura es de dos naves paralelas, cubiertas por bóvedas de cañón de perfil
semicircular, reforzadas por un arco toral cada una; estas naves son separadas
por dos arcos formeros que arrancan de pilares rectangulares adosados a los
muros perimetrales, y de un único pilar cruciforme, situado en medio del
espacio de las dos naves de la iglesia. Las bóvedas y los arcos arrancan de
impostas biseladas, excepto el extremo de levante de los arcos formeros, donde
la imposta es de cavet, con una sencilla moldura.
Interior de la nave derecha de la iglesia,
con los arcos formeros que la comunican con la otra nave y con el brazo sur del
transepto.
Las
naves son encabezadas a levante por dos ábsides semicirculares, aunque ninguno
de ellos llega al semicírculo; el del lado norte presenta un arco sensiblemente
más pequeño y excéntrico que el del lado sur. Ambos ábsides se abren mediante
sendos arcos presbiterales, muy estrechos, y el del lado sur presenta una unión
irregular con el pilar del arco formero central, que genera una especie de
pilastra sin terminación ni continuidad superior.
Interior de la iglesia.
Inmediatamente
antes de la apertura de los arcos preabsidales se abren, en los muros norte y
sur de la nave, los brazos de un singular transepto, muy alargado, cubierto con
bóveda de cañón de perfil semicircular y directriz perpendicular a las bóvedas
de las naves. Como estas, la bóveda de la parte norte del transepto arranca de
una imposta biselada, mientras que en la parte sur de este mismo transepto, es
sustituida por una banqueta; sin embargo, las profundas alteraciones que sufre
este brazo del transepto no permiten precisar si existía la imposta, o bien si
la bóveda arrancaba ya de origen en esta banqueta y no disponía de imposta, al
contrario de los arcos, que abren los brazos del transepto. Por otra parte, en
el brazo norte, las jambas del lado de levante están integradas en el muro, y
no tiene pilar como las otras jambas de los arcos, pero, como estos, también
tiene una imposta empotrada en el muro.
En
el centro de cada ábside se abre una ventana de doble espalda; la del ábside
norte presenta las dovelas del arco interior extradosadas por una hilada de
losas planas, lo cual es una aplicación constructiva bastante común, pero
totalmente extraña en la parte interior de una ventana.
Simétricamente
en estas dos ventanas, en el muro de poniente de cada nave, se abre una ventana
de una sola espalda, enfatizada exterior e internamente por una arquivolta
recta, muy ancha en el paramento exterior del muro.
En
el testero sur del transepto se abre una ventana de doble espalda, con el arco
exterior extradosado por una hilada de losas planas, en el más puro estilo de
las formas constructivas lombardas. En la fachada de levante de este mismo
brazo sur del transepto se abre la puerta de acceso al templo, hecha con un
arco de medio punto de grandes dovelas extradosadas por una moldura, que forma
un guardapolvo. La factura de esta puerta es claramente gótica, de los siglos
XV o XVI, de la misma época del corazón que se construyó en este brazo del
transepto. Seguramente hay que relacionar la apertura de la puerta (que no
parece que sustituya la puerta primitiva) con la construcción del coro y una
operación de ninguneo de la orientación del templo, que consistió en cerrar el
arco de apertura del transepto norte, donde, en un nicho, se colocó el altar, y
a transformar los ábsides primitivos en capillas laterales, con la nave
orientada de norte a sur.
El
transepto del lado norte ha sido recuperado recientemente, en el curso de las
obras de restauración efectuadas en la iglesia. En el testero norte se
encuentra la puerta original de entrada al templo; esta portada está hecha con
un arco de medio punto, muy restaurado externamente, y situada en un nivel más
alto respecto del interior, donde aparece la roca recortada por el asentamiento
del pavimento, de forma muy irregular. El estado actual del monumento no
permite aclarar cómo se resolvía este desnivel, pero es probable que existiera
alguna estructura que formara la escalonada, quizás de materiales ligeros. Por
otro lado, este desnivel de la puerta se explica porque se sitúa exteriormente
al nivel del terreno y se orienta, claramente, de cara al castillo, con el que
debía tener una estrecha relación. Además de la puerta, este brazo del
transepto no tiene otras aberturas originales.
La
singularidad del transepto de San Pedro de Talteüll radica en la desconexión de
la estructura de la cabecera y en la presencia de la puerta principal del
templo, tanto la original, como la que fue abierta en el siglo XVI. Esta
composición irregular provoca una distribución del espacio extraordinariamente
anómala, que ha dado pie a la creencia, equivocada, que el conjunto de la
iglesia de Talteüll estaba formado por dos templos altomedievales, de procesos
constructivos diferentes, los cuales corresponderían al brazo sur del
transepto, como edificio originario, curiosamente orientado de norte a sur, que
habría sido modificado por la implantación de la iglesia de dos naves. El
descubrimiento y la dignificación del transepto norte rompen esta hipótesis, y
ponen en evidencia que el edificio de Sant Pere de Talteüll es una obra
unitaria, aunque responde a un proceso de construcción bastante complejo.
Interiormente,
no se aprecia claramente esta complejidad y, a pesar de las irregularidades
mencionadas, se mantiene una clara unidad en la concepción y ejecución del
edificio. En cambio, en el exterior las disfunciones estructurales y
ornamentales hacen evidente un proceso constructivo bastante complejo que no
afecta, sin embargo, a la unidad del proyecto inicial.
Fachada de poniente de
la iglesia, con las dos ventanas que iluminan las respectivas naves.
Así,
las fachadas son totalmente lisas y carentes de ornamentación, salvo los semicilindros
absidales, que presentan una decoración con los característicos motivos
lombardos del friso de arcuaciones bajo el alero, organizado en series entre
lesenes verticales. Aparte la irregularidad de su composición, las mutilaciones
y refacciones han alterado profundamente estos elementos decorativos, pero, con
todo, todavía se puede ver el ritmo: de norte a sur, ningún arco (quizás
desaparecidos) en el primer panel, tres arcuaciones más una desaparecida en el
panel central, y dos arcuaciones en el panel extremo del ábside norte, una
arcuación en el estrecho primer panel del ábside sur, tres arcuaciones en el
segundo, ninguna en el siguiente, que contiene la ventana, y dos arcuaciones,
más una desaparecida, en el panel extremo. Los extremos de las composiciones no
tienen la lesena final, como de hecho resulta común, y da la impresión de que
los brazos del transepto fueran construidos tardíamente y mutilaran los extremos
de las decoraciones absidales. El estado actual de las estructuras interiores
no abona esta hipótesis y reafirma la unidad constructiva de todo el edificio.
Por otro lado, esta irregularidad de los extremos de la composición también se
repite en la unión de los dos ábsides, donde también faltan las lesenes
extremas de las dos composiciones. En este mismo sentido también hay que
señalar que las arcuaciones presentan una factura diferente a los dos ábsides;
de losas delgadas y de poco relieve en el ábside norte, y de losas más gruesas
y de mayor relieve en el ábside sur.
Esta
diferencia no se manifiesta, sin embargo, en la estructura del paramento de las
fachadas, que presenta un aparato, en algunas zonas, alterado pero bastante
uniforme; está hecho de silla, casi cuadrado como adoquines, muy restaurado en
el testero norte. que se convierte en más cuidadoso y pulido hacia poniente,
donde ya casi se pueden considerar como pequeños sillares, pulidos y finamente
trabajados. Interiormente esta diferencia no está, y el aparato es bastante más
uniforme, con presencia de juntas encintadas en algunos sectores del transepto
sur; la evolución constructiva sólo se manifiesta en la tipología y la
construcción de las ventanas absidales y las de la fachada de poniente.
En
estas condiciones, y con el conocimiento que tenemos hoy del edificio, parece
claro que nos encontramos ante una obra unitaria, de concepción extremadamente
singular, y ejecutada por equipos diversos, probablemente correlativos, que no
dominaban los sistemas financiables de las formas lombardas, pero que conocían
perfectamente sus recursos constructivos.
La
evolución del edificio permite situar la construcción en un momento que
coincide con el agotamiento expresivo de las formas lombardas, en los últimos
años del siglo XI.
Biosca
El
municipio de Biosca se encuentra al norte de la comarca, en el límite con el
Solsones. La población está situada en la falda de un alto presidido por los
restos del castillo, en la confluencia de las sierras de la Aguda y la de las
Valls. Era un punto estratégico para el control de la frontera entre cristianos
y musulmanes, ya que domina la entrada natural al Solsonés y la vía de
comunicación entre la Cataluña central y el valle del Segre.
El
acceso a Biosca desde Cervera se realiza por la carretera L-311 en dirección a
Cuissona. Desde aquí, se ha de continuar por la C-75 hasta llegar a la
población También se puede optar per seguir el Eix Tranversal, la C-25, en
dirección a Sant Ramon. En, este caso se ha de tomar la salida 93 y continuar
por la LV-3003 hacía Torá, donde se enlaza con la C-1 41 2a hasta Biosca.
En
el término municipal de Biosca se encuentra el yacimiento arqueológico de Puig
Castellar, emplazamiento del siglo II a. C., que se cree fundamental para
conocer la organización del territorio en época romana antes de la fundación de
las ciudades de la Cataluña central.
La
primera mención del lugar se remonta a 1031, cuando aparece en el documento que
recoge las afrontaciones del castillo de Fontanet, fortificación del vecino
municipio de Torá. Inicialmente no era un castillo independiente, sino que
pertenecía al término del castillo de Llor. Otros textos medievales informan
que Bioscha era en 1067 propiedad de Sancha de Aragón, madre del conde
Ermengol l V de Urgell, y que estuvo en manos de la familia condal hasta
entrado el siglo XIII. Se conocen los nombres de algunos de los castellanos encargados
de la defensa y el gobierno del castillo a lo largo del siglo XII.
El
urbanismo de Biosca durante la Edad Media responde a las características
propias de un establecimiento de frontera. Contaba con un recinto amurallado en
el que la entrada se hacía a través de un puente, el pont vell, que
todavía hoy en día salva el torrente de Pasterola. Algunas de las calles
conservan gran parte de la fisonomía medieval al ser estrechos y tener tramos
cubiertos con bóvedas. En lo alto, los restos del antiguo castillo dominan el
altozano. Es una estructura de planta rectangular que en gran parte fue
edificado sobre la roca natural, de aquí que también se conozca como a castillo
roquero de Biosca. Al largo del siglo XIX, coincidiendo con la primera guerra
carlista, sufrió profundas transformaciones.
Se
reaprovechó gran parte del aparejo de sus muros para la construcción de nuevas
dependencias, lo que alteró notablemente su aspecto medieval.
Solamente
pequeños fragmentos de los muros norte y este se consideran supervivientes de
la antigua fortificación. El resto de las estructuras, como la muralla y las
torres de defensa, son difícil de datar, pero se descarta que sean de época
románica.
Iglesia de Santa Maria de Biosca
La
antigua capilla del castillo, dedicada a santa María, que llegó a ser la
iglesia parroquial hasta el siglo XVIII, se encuentra en un lamentable estado
de abandono, desempeñando las funciones de almacén. Las primeras noticias sobre
este templo se remontan a 1093, cuando Berenguer Brocard, castellano del lugar,
hizo un legado testamentario de dos onzas para el campanario. ad opera
clocharis Sancte Marie Biosca. En 1100, Pere de Brocard cedió sus derechos
sobre la iglesia y los bienes de ésta a la canónica de Santa Maria de Solsona.
La donación la confirmó poco después Ermengol V, conde de Urgell.
Dos
años más tarde, el mismo conde donó los diezmos, las primicias, las tierras y
las iglesias que pudieran estar dentro del término de Biosca. A partir de este
momento la canónica de Solsona fue la administradora de la iglesia. Este
vínculo se confirmó en la bula del papa Eugenio III, en 1151, en el acta de
consagración de Santa Maria de Solsona del 1163 y en otros documentos
posteriores.
Es
un edificio que presenta una planta compuesta por una larga nave rectangular
cubierta con una bóveda de cañón reforzada con tres arcos formeros que
delimitan cuatro tramos, y un ábside semicircular cubierto con bóveda de cuarto
de esfera. En el centro de éste se abre una alargada ventana de doble derrame y
arco de medio punto monolítico.
Corona
su paramento exterior un friso de arquillos ciegos que enmarcan sendos
timpanillos monolíticos. Por encima de ellos, el lienzo fue sobrealzado en el
siglo XIX, utilizando para ello tosca mampostería, que contrasta con los
cuidados sillares, bien tal lados y pulidos, utilizados en la parte inferior
del ábside, entre los que se conserva algún mechinal. En el muro sur se
abrieron dos capillas góticas cubiertas con bóveda de crucería, comunicadas
entre sí por medio de pequeños arcos de medio punto. En el lado norte de la
nave, una serie de arcos formeros de medio punto refuerzan el muro, que queda
oculto al exterior por hallarse totalmente enterrado. En estos paramentos
interiores se usaron sillarejos bien tallados y dispuestos en hiladas
uniformes. Se ha datado la construcción de este templo entre finales del siglo
XI y comienzos del XII.
Iglesia de Santa María del Solà o de Lloberola
Santa
maria del Solà, también denominada Santa Maria de Lloberola, se halla situada
en lo alto de una colina al noreste de Lloberola, desde donde se llega tomando
una pista hacia el Este por la que se han de recorrer unos 15 km.
Se
trata de un imponente edificio que presenta una planta compuesta por una nave
rectangular y un ábside semicircular, precedido por un corto arco presbiterial
que facilita la transición entre la diferente anchura de dichos espacios.
En
el paramento exterior absidal, cuatro pilastras que arrancan de un zócalo y que
están decoradas con bolas, determinan cinco entrepaños. En el central se abre
una alargada ventana de arco de medio punto y derrame sencillo hacia el
interior. Las pilastras están coronadas por sencillos capiteles que se unen a
la imposta biselada que marca el nivel hasta el que llegaba el lienzo antes de
ser sobreelevado en una reforma posterior.
Los
muros laterales son lisos, y en ellos también se conserva la moldura que
originalmente quedaba bajo la cornisa. En el paramento sur se abre una ventana
de similares características que la del ábside. La puerta, formada por un arco
de medio punto con grandes dovelas, se halla en la fachada occidental Sobre
ella hay una alargada y estrecha ventana. Corona el frontis una espadaña de
doble ojo.
En
el interior, la nave está cubierta con una bóveda de cañón ligeramente
apuntada, reforzada por dos arcos Sajones apoyados en pilastras, los cuales
determinan tres tramos, Por su parte, el ábside se cubre mediante una bóveda de
cuarto de esfera. Al igual que la bóveda sobre de la nave, la del ábside
arranca desde una moldura en caveto que recorre en la parte superior de los
muros. A los pies del templo, se construyó en época posterior un coro elevado.
El
aparejo utilizado está compuesto por sillares bien escuadrados y pulidos, y
cuidadosamente dispuestos en hiladas regulares. Se puede datar su construcción
a finales del siglo XII o comienzos del XlII.
Iglesia de Sant Pere de Sasserra
La
iglesia de sant Pere de Sasserra, arruinada y abandonada en medio de un hermoso
paisaje, está situada en una pequeña elevación del terreno, al noreste de Biosca,
desde donde ese llega por la carretera C-451 en dirección Solsona.
La
iglesia se encuentra al lado de la masía del Mas, entre los kilómetros 36 y 37,
muy cerca de Padollers.
La primera noticia sobre este
templo se remonta a 1050, año en el que figura como dependiente del monasterio
de Sant Llorenç de Morunys.
Presenta
una planta compuesta por una nave rectangular y una cabecera cuadrangular, la
cual, originariamente, debió de ser el cuerpo del presbiterio que precedía al
ábside desaparecido, los restos de cuyo arco de embocadura se observan en el
muro oriental. En este mismo lienzo se abren tres ventanas monolíticas sin
derrame la central alargada y estrecha, con cinco orificios circulares —dos de
ellos en los extremos del vano, otro en el centro, y otros dos flanqueándolo—,
la situada en el lado sur, muy similar, pero con solo dos orificios en los
extremos del vano, y la del lado norte, similar a una aspillera con leves
ensanchamientos en sus puntas.
Sobre
el muro oriental se elevó, en fecha moderna, una espadaña de tres ojos.
Asimismo, en el tramo este del muro norte se adosó una sacristía.
La
portada, situada en el muro meridional, es el elemento más destacado de este
edificio. Está formada por un arco de medio punto enmarcado por una arquivolta
cuya esquina presenta una moldura de grueso baquetón. Recorre el borde exterior
de ésta una chambrana biselada decorada con tres series paralelas de incisiones
en forma de triángulo. Todo ello descansa sobre dos impostas biseladas, cuya
cara inferior está ornamentada con un friso con motivos vegetales a base de
hojas de cinco lóbulos invertidas e inscritas en círculos. Bajo ellas dos
capiteles, de los que el oriental ha sido mutilado, los cuales presentan una
decoración de esquemáticos elementos vegetales. En el occidental, unas grandes
hojas en las esquinas flanquean unos tallos verticales que se abren en la parte
superior en unos pétalos.
En
el interior, la nave se cubría con una bóveda de cañón, actualmente hundida.
Dos
semicolumnas adosadas a los muros laterales están coronadas por sendos
capiteles con decoración vegetal esquemática. Entre estas y el tramo
presbiterial, se abren en los paramentos dos arcosolios con arco de medio
punto.
En
los muros laterales hay dos partes diferenciadas, la mitad inferior, en la que
se utilizó un aparejo compuesto por irregular mampostería, y la superior, en la
que emplearon sillares bien escuadrados y pulidos, dispuestos en hiladas
uniformes.
Se
ha datado la construcción de este edificio entre los siglos XII y XIII.
Sant Guim de Freixenet
El
municipio de Sant Guim de Freixenet está situado en el extremo más oriental de
la actual comarca de la Segarra. Se caracteriza por ser un territorio elevado,
lo que facilita la aparición de torrentes, entre ellos, el de Freixenet, que da
origen a dos ríos de la Segarra: el Sió y el Ondara. Su capital, que lleva el
mismo nombre que el municipio, es un pueblo de formación reciente, cuyo
nacimiento se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, cuando se construyó una
estación de ferrocarril cerca de la población de Sant Guim de la Rabassa, que
cubría la línea entre Barcelona y Lleida que pasaba por Manresa. Por eso,
durante algunos años, el conjunto de edificios se conoció con el nombre de la Estació
de Sant Guim. Se llega a esta población por la carretera B- 100 que conecta
con la autovía A-2 en La Panadella o por la LV- 1003, que lo hace con la C-25,
el Eje transversal, a la altura de Sant Ramon.
Los
orígenes de las poblaciones que configuran el actual municipio datan del siglo
XI, período en que este territorio fue ocupado por familias cristianas que
procedían del Norte y del Este. En este siglo, ya existían las parroquias de
Freixenet de Segarra, La Rabassa, Sant Domí y Sant Guim de la Rabassa, todas
ellas pertenecientes al obispado de Vic hasta el año 1957, en que pasaron a
depender de la diócesis de Solsona.
Iglesia de Santa Maria de Freixenet
La
iglesia de santa Maria se encuentra emplazada en la parte alta de la población
de Freixenet de Segarra, localizada a unos 2 km al Noroeste de la cabeza del
término municipal, desde donde se accede por la carretera LV- 1003 en dirección
a Les Oluges.
La
iglesia de Freixenet ya ostentaba la categoría de parroquia en la primera mitad
del siglo XI, como lo confirma su presencia en una lista de parroquias del
obispado de Vic que se data entre 1026 y 1050. También aparece, esta vez citada
como Frexanet, en otra lista del obispado vicense correspondiente a la
primera mitad del siglo XII, anterior a 1154. En el siglo XIII formaba parte
del decanato de Urgell. En los años 1279 y 1280 hay constancia documental sobre
su contribución a la décima papal. En el acta de la visita pastoral que en 1685
realizó el obispo de Vic, Antoni Pasqual, al templo, que en esos momentos
formaba parte del decanato de lgualada, además de facilitar información sobre
las posesiones de la aldea, se especificaba que el mismo tenía como sufragáneas
las iglesias de Sant Andreu y Sant Cuillem de Sant Guim de la Rabassa y Sant
Cristòfol de la Rabassa.
Santa
Maria de Freixenet es un edificio que a lo largo de los años se ha visto
sometido a importantes reformas que han alterado profundamente su estructura
original. De la antigua fábrica románica se conserva tan sólo la cabecera,
formada por el ábside central y el absidiolo septentrional, pues del meridional
solamente son visibles la marca de su trazado y los vestigios del arco
preabsidal.
En
el siglo XIX, la incorporación de una nave perpendicular al eje del templo,
implicó la modificación de la orientación del culto, así como la destrucción de
la nave románica, lo cual, unido a la falta de excavaciones, implica que
únicamente se puedan plantear hipótesis sobre la configuración de su planta
originaria. Cabe descartar la posibilidad de que se tratara de una planta
basilical de tres naves, ya que la forma de la cubierta a dos aguas de los
brazos del transepto no es compatible con dicho tipo de planta y los muros
laterales de los primeros tramos de las presuntas naves laterales son demasiado
gruesos, lo que indica que eran muros exteriores ya desde un inicio. Podría
tratarse de un edificio de planta de cruz griega, modelo que parece que no tuvo
demasiado éxito en los condados catalanes, y del que pueden citarse ejemplos
como Sant Cugat del Racó y Santa Maria de les Esglésies. Sin embargo, la opción
más probable es que tuviera una planta de cruz latina, similar, por ejemplo, a
la que presentan iglesias como Sant Jaume de Frontanyá, Sant Martí Sescorts,
Sant Tomás de Riudeperes, Santa Eugenia de Berga o Sant Ponç de Corbera, los
cuales, posiblemente seguían el modelo marcado por edificios tan relevantes
como la catedral de Sant Pere de Vic o Santa Maria de Serrateix.
La
cabecera del templo estaba formada por un ábside central, de mayor tamaño, y
dos laterales cubiertos todos ellos por sendas bóvedas de cuarto de esfera. En
el ábside principal seis lesenas, que han perdido numerosas piezas, determinan
cinco entrepaños. Posiblemente, cuando con posterioridad se llevaron a cabo las
obras de sobrealzado se eliminó el friso de arquillos ciegos con el que debía
de contar y del que no queda vestigio alguno.
En
el entrepaño central se halla una ventana, actualmente tapiada, con arco de
medio punto y doble derrame. De los dos absidiolos tan sólo se conserva el del
lado septentrional, que presenta las mismas características que el central, si
bien únicamente está compuesto por tres entre paños. En el del medio se
observan las trazas de una ventana cegada que probablemente tenía las mismas
características que la del ábside central.
Del
absidiolo meridional apenas se conservan los restos del arranque de sus muros y
el arco mediante el que se comunicaba con el brazo sur del transepto, en el
cual todavía son visibles las dos vertientes de su cubierta original. El
cimborrio, situado en el cruce del transepto con la nave, es de planta cuadrada
y su cubierta actualmente es de una sola vertiente.
En
la fachada sur se hallan las dos puertas de acceso al templo. La originaria de
la obra románica, en el muro meridional del brazo del transepto, está tapiada y
se componía de un arco de medio punto formado por dos grandes dovelas. En este
mismo paramento, en la parte superior del frontis, se abre una ventana con arco
de medio punto y doble derrame. La portada actual, ubicada en el sector
occidental, es obra de las reformas acometidas en siglo XIX. El brazo
septentrional del transepto cuenta con dos ventanas, una con forma de cruz
latina, de época románica, y la otra rectangular y de factura moderna. La torre
campanario que está adosada en el lienzo occidental corresponde a un periodo
posterior.
El
aparejo está formado por sillares de tamaño mediano realizados en piedra sedimentaria,
muy abundante en la comarca de la Segarra, y dispuestos en hiladas regulares y
uniformes. Todavía se pueden observar mechinales en las distintas zonas de los
paramentos.
El
interior de la nave, inicialmente debía de estar cubierto con una bóveda de
cañón, misma cubierta que puede observarse en el amplio presbiterio. El ábside
central del antiguo templo románico, que tras las reformas se convirtió en la
capilla del Santísimo, está precedido por un arco presbiteral de medio punto en
gradación. Recorre la base de las bóvedas del ábside y del presbiterio una
moldura trapezoidal biselada. Los arcos descansan sobre pilastras adosadas al
muro. El absidiolo lateral septentrional permanece tapiado al interior, al
igual que los arcos que comunican el crucero con los brazos del transepto.
A
la iglesia parroquial de Santa Maria de Freixenet puede asignársele una
datación hacia finales del siglo XI o comienzos del XII.
Ribera d'Ondara
Ribera
d'Ondara es un municipio situado al Sureste de la comarca de la Segarra, que se
formó en 1972 por la fusión de los términos de Sant Pere dels Arquells y Sant
Antolí i Vilanova. Además de Sant Antolí i Vilanova, que ejerce como la capital
del municipio, y de Sant Pere dels Arquells, el término agrupa las poblaciones
de Montpalau, Montlleó, Montfar, Pomar, Briançó, Rubinat y Gramuntell, y los
lugares de La Sisquella, Els Hostalets, Llindars y Mas Claret, además de los
despoblados Timor y Montpaó. Ocupa la cabecera del río Ondara. Su paisaje,
formado por pequeñas colinas aisladas y llanuras por donde corren los riachuelos,
configura la morfología típica de la Segarra.
Tradicionalmente,
las pequeñas poblaciones se situaron en lo alto de estas cimas aisladas, a
excepción del sector de la ribera del Ondara, ocupada por los núcleos más
poblados en la actualidad. Desde Cervera hasta Sant Antolí hay unos 8 km por la
carretera N- IIa.
Las
poblaciones de la Ribera d'Ondara se formaron cuando los condes de Urgell y de
barcelona ocuparon los territorios de frontera que formaban parte del dominio
musulmán. El castillo de Cervera, que estuvo bajo la jurisdicción de la casa
condal de barcelona, fue clave para la repoblación del lugar. Otros castillos
construidos a mediados del siglo XI, como los de Montlleó o Rubinat, también
adquirieron un papel importante en la defensa de ese sector.
Iglesia de Santa Maria de Montlleó
La
despoblada aldea de Montlleó se encuentra en el sector septentrional del
municipio, en su punto más alto, en la sierra de la Rabassa. Dista unos 4 km de
Sant Antolí i Vilanova. Para llegar al lugar hay que tomar la carretera local
hacia Briançó y desde allí seguir por un sendero debidamente indicado. Desde
ese punto se obtiene una excelente panorámica del paisaje que domina el valle
del río Ondara. La localidad, que fue abandonada a mediados del siglo XX, se
encuentra en un estado ruinoso.
Los
primeros documentos donde se menciona Montlleó hacen referencia a que el lugar
era un dominio del señor Geribert Hug y su esposa Letgarda a finales del siglo
XI. En esa época Montlleó era un enclave militar en la frontera occidental de
Vic y ya tenía una iglesia propia. Estos señores dieron los castillos de
Montlleó, Pomar y Briançó al obispado de Vic. Los sucesivos castellanos
mantuvieron fidelidad respecto al obispado. Fueron Berenguer Arnau, Bertran Gombard,
Ramon Giribert y Teobald Guillem, hasta que en 1254 el obispo cedió sus
derechos a Pere de Queralt, de una de las familias más influyentes de la
región. A finales del siglo XV Montlleó era propiedad de los señores de
Aimeric, que ejercieron como tal durante dos centurias. Montlléo era un lugar
importante y su iglesia de Santa Maria, el edificio más emblemático de la
localidad, aparece nombrada ya en documentos del obispado de Vic de los siglos
XI y XII como una de sus parroquias sufragáneas. En 1196 Ramon de Odena daba
dinero para la iglesia de Sancte Parte de Monte Leone. Aparece también en la
relación de iglesias del decanato de Urgell que pagaron el diezmo para las
cruzadas en 1279 y 1280. De ella dependían las iglesias de Briançó, Pomar y els
Hostalets, que formaban parte de la baronía de Montlleó.
Es
una iglesia de gran tamaño que sufrió importantes reformas en las épocas gótica
y neoclásica y que actualmente, se encuentra cerrada debido a su deficiente
estado de conservación, pues ya se han producido algunos pequeños
desprendimientos en la cubierta que representan un serio peligro y pronostican
un inminente derrumbe si no se toman las medidas necesarias para evitarlo.
Se
trata de un edificio de planta basilical de tres naves y cabecera triabsidal.
En su origen los tres ábsides, de los que no se ha conservado el sur, eran de
planta semicircular y estaban cubiertos por sendas bóvedas de cuarto de esfera.
Las naves laterales están cubiertas por bóvedas de cañón y la central, mucho
más ancha, por una bóveda de cañón apuntado.
La
nave meridional fue transformada en tres capillas rectangulares abiertas a la
nave central, cubiertas por bóvedas de arista y de crucería. En esta reforma se
eliminó el ábside sur. El interior del ábside central queda oculto detrás de un
tabique que hace las veces de retablo, que cuenta con tres hornacinas. Las
naves estaban separadas por pilares cruciformes sobre una base rectangular en
los que se apoyaban los arcos fajones que reforzaban las bóvedas. De estos
arcos se conserva uno en la nave central y otro en la septentrional. Estos
pilares fueron eliminados cuando se sustituyeron los arcos formeros por unos
amplios arcos que permitían aumentar el aforo del templo. En la parte
occidental se construyó un coro elevado. Posiblemente corresponde a la obra
primigenia la esbelta hornacina con sección semicircular que se abre en el
tramo oriental del muro norte.
En
el exterior, el ábside central es el mejor conservado, a pesar de haber sido
objeto de profundas transformaciones, de las que la más llamativa es la adición
de una sacristía de planta cuadrada en su frente. El paramento absidal es liso,
en su centro se abre una ventana que fue modificada en época posterior, y está
coronado por una imposta biselada que, al sobrealzarse el muro en una reforma,
quedó muy por debajo de la cornisa.
Sobre
la ventana y en el lado sur se elevan dos amenazadoras grietas que son
testimonio de los citados problemas estructurales del templo. Por su parte, el
exterior del ábside norte ha sido muy transformado, en él se abrieron dos
óculos y, al igual que el central, fue sobrealzado. El muro norte s liso y en
él se abre una puerta de arco medio punto con dovelas enmarcadas por una
chambrana.
Traspasado
su umbral, hay un fuerte desnivel respecto al nivel del suelo del exterior, que
se salva mediante una escalera. El muro lateral sur queda oculto por una
construcción que se adosó. En la fachada occidental, también muy transformada,
se encuentra la puerta principal, de arco doblado de medio punto, y sobre ella
una ventana de derrame simple hacia el interior y arco de medio punto algo
rebajado, indicio de que también fue reformada. En la esquina noroeste se elevó
hacia el siglo XVI una torre campanario, a la que se adosó una pequeña capilla.
Algunos de los problemas de estabilidad que sufre esta construcción intentaron
resolverse mediante la adición de un potente contrafuerte en el frontis
occidental.
Mientras
que en el ábside central y en la fachada occidental se utilizó un aparejo
compuesto por sillares de tamaño diverso, algunos de ellos cuadrados,
dispuestos en hiladas uniformes, en el muro y ábside norte se recurrió al
sillarejo, más irregular, con algunas piezas colocadas a tizón.
Se
ha considerado que la obra se iniciaría por el lado norte en el siglo XI, y que
finalizaría en el lado sur a finales de dicha centuria o inicios del XII.
Herrajes de la puerta
Las
hojas de la puerta occidental conservan sus herrajes medievales. En cada una de
ellas hay siete listones horizontales bastante gruesos que se rematan en los
extremos por sendas parejas de volutas. Adosadas por arriba y por debajo, se
disponen dos tiras de menor longitud y más finas, las cuales también terminan
con una espiral en los dos extremos. Su estado de conservación es bastante
bueno, aunque, por desgracia, algunas de las piezas han desaparecido,
probablemente debido a algún acto vandálico. Esta decoración es muy frecuente
en puertas románicas que abarcan una amplia cronología de final del siglo XI
hasta el siglo XIII. Otra puerta con hierros forjados muy parecida a la de
Montlleó es la de las Oluges, también en la comarca de la Segarra.
Torrefeta i Florejacs
Torrefeta
y Florejacs, que hasta 1972 eran dos términos independientes, se unieron dicho
año bajo el nombre Torrefló y, algo más tarde, en 1994, adoptaron su nombre al
actual. Casi todo el municipio está orientado hacia el Sió, menos un pequeño
sector septentrional de Florejacs, que pertenece a la vertiente de aguas del
Llobregós. Forma parte de la denominada Plana de Guissona, la cual se
caracteriza por una orografía marcada por diferentes llanuras que se alternan
con pequeñas colinas, en la cima de las cuales se originaron los pueblos
actuales. En la Plana de Guissona se localizan yacimientos arqueológicos en los
que se han hallado restos cerámicos de la Edad de Bronce y del Hierro. También
se han encontrado asentamientos de época iberorromana.
Hacia
los siglos X y XI, los condes de Urgell decidieron iniciar una gran campaña de
repoblación de esta zona, que estaba dentro de la tierra de marca que separaba
los condados catalanes de Al-Andalus. A principios del siglo XI, el obispo
Ermengol de Urgell ocupó estos territorios en la denominada campaña de la Plana
de Guissona. Es en este momento cuando surgieron las poblaciones actuales, las
cuales crecieron alrededor de su castillo, y se transformaron en villas
amuralladas, de cuya existencia todavía subsiste algún vestigio, como un portal
de época medieval en Torrefeta.
La
primera noticia que se tiene de Torrefeta se remonta a 1031, cuando el obispo
de Urgell donó a Guifré y a su esposa Bonadona un alodio situado en el término
de Guissona, que respondía al nombre de Turre Facta, y en el cual había
una torre y algunas casas. En 1040, en el acta de consagración de Santa Maria
de La Seo de Urgell, el castillo de Torrefeta se citaba como perteneciente a
dicha canónica. Entre los siglos XII y XIV se encuentran documentados algunos personajes
que llevaban el apellido Torrefeta, los cuales se supone que debían de proceder
de este pueblo. Torrefeta formó parte del obispado de Urgell hasta la abolición
de los señoríos jurisdiccionales en el siglo XIX.
Iglesia de Sant Julià del Llor
El
pueblo del Llor está emplazado en la zona oriental del término, entre las
poblaciones de Bellveí y el Far, en una
colina, en la cima de la cual se alzaba el antiguo castillo, en torno al cual
se configuró el núcleo amurallado de la aldea.
Desde
Cervera se accede a través de la carretera L-311 en dirección a Guissona hasta
llegar al cruce con la L-324 en dirección a Sant Ramon-Calaf; una vez pasada la
población de Tarroja, a unos 2 km se halla la población del Llor. La iglesia
parroquial de Sant Juliá está emplazada dentro del núcleo urbano.
Al
igual que buena parte de la comarca de la Segarra, el Llor fue conquistado por
los condes de Urgell en la primera mitad del siglo XI, durante la campaña de Guissona.
En 1024 el obispo Ermengol de Urgell ganó un juicio en el que reclamaba a Guillem
de Lavansa diferentes tierras pertenecientes al término de Guissona, aun a
pesar de las alegaciones de éste respecto a que había sido él quien había
conquistado el Llor y levantado su castillo. A partir de ese momento, el
castillo del Llor pasó a depender de la canónica de Santa Maria de La Seu dÚrgell.
Años más tarde, en 1036, consta el castrum Lauri como límite de unas
tierras donadas a dicha canónica, y en 1045 el castro Laur es cedido por
Guillem, hijo de Elomar, que lo tenía en feudo, a su esposa e hijo con todos
sus términos y pertenencias. El término de la fortaleza del Llor incluía en el
siglo XII las cuadras de Castellmeià, el Far, Sant Guim y Bellveí. En 1193 Hug
del Llor vendió la jurisdicción del castillo del Llor a Santa Maria de Solsona
por mil ochocientos sueldos barceloneses. Del castillo se conservan escasos
restos en lo alto del pueblo. Aunque con toda certeza ya debía de existir mucho
tiempo antes, la primera noticia documentada sobre la iglesia de Sant Juliá del
Llor se remonta a 1176, cuando en una escritura relacionada con la iglesia de
Sant Salvador de Tarroja firmó como testigo un tal Pere capellani dez Lor.
En documentos datados entre 1194 y 1195 consta que el pavorde de la canónica de
Solsona, de acuerdo con el obispo de Urgell, hacía la provisión del rector para
esta iglesia.
La
actual iglesia dedicada a san Julián es el resultado de una serie de
modificaciones y añadidos llevados a cabo durante el siglo XVIII sobre la
construcción románica original. La reforma consistió en la construcción de dos
capillas afrontadas a cada lado de la nave primitiva, las cuales generan un
falso transepto. Más tarde, también se le añadió a la fábrica un campanario y
una sacristía.
El
templo propiamente románico consta de una sola nave de 7,60 m de anchura por
17,50 m de largo y de una cabecera formada por un ábside semicircular cuyo
tambor se divide al exterior en tres paños verticales determinados por unas
pilastras de sección rectangular con sendas semicolumnas adosadas. Dichas
pilastras arrancan de una piedra de mayor tamaño que hace la función de basa,
puesto que carecen de podio. La columna del lado septentrional conserva el
capitel decorado con unas sencillas cabezas ubicadas en los ángulos. Coronan
los entre paños laterales y el central sendos frisos de tres y siete arquillos
ciegos de medio punto respectivamente. Los arquillos reposan en ménsulas que
originalmente presentaban una decoración que en la actualidad se ha perdido en
buena parte como consecuencia de la erosión. Tan sólo se han conservado en
algunas piezas unos rostros humanos de forma ovoide con rasgos muy esquemáticos
compuestos por una protuberancia a modo de nariz y unas incisiones para marcar
los ojos y la boca. Su factura es bastante simple y realizada de forma poco
habilidosa. No se puede descartar la posibilidad de que el resto de ménsulas
pudiera contar con otros rostros humanos o, incluso, motivos zoomórficos. En el
centro del ábside se abre una ventana de doble derrame rematada por un arco de
medio punto monolítico que exteriormente exhibe una decoración sogueada.
La
puerta de acceso al templo está ubicada en el muro meridional y responde a una
reforma llevada a cabo en el siglo XVIII. Está formada por un arco rebajado que
en la clave tiene esculpidos los emblemas del pueblo y de la familia Copons, señores
del Llor, así como la fecha de 1783. A su lado se alza el campanario de planta
cuadrada. En dicha fachada sur se adosaron en épocas posteriores una capilla
lateral y una sacristía. Ambas estancias se comunican interiormente y están
techadas independientemente al resto del templo con cubiertas a una sola
vertiente.
En
el muro septentrional se abre la otra capilla lateral, la cual tiene forma
semicircular y paramento exterior liso. Dicho lienzo septentrional está
reforzado por dos contrafuertes, uno de los cuales está adosado a la capilla,
asentados sobre un zócalo de más de m de altura. Su presencia evidencia la
existencia de ciertos problemas estructurales que ocasionaron el desplome de
los muros laterales, del que son claro testimonio dos grandes grietas,
actualmente selladas, que recorren verticalmente la fachada occidental. En esta
última se abre una ventana de doble derrame rematada por un arco de medio punto
monolítico decorado, tanto exterior como interiormente, por dos cintas curvas
sogueadas y paralelas que enmarcan una banda en la que una serie de pequeños trazos
radiales crea un interesante juego de luz y sombra. Encima de ella se halla
otro vano en forma de óculo.
Las
diferentes etapas constructivas se ponen de manifiesto en el diferente aparejo
utilizado. En las partes románicas —el ábside y los muros de la nave— se
utilizan sillares de tamaño variado, bien escuadrados y pulidos, y dispuestos
en hiladas bastante uniformes. En cambio, en las estructuras añadidas, a
excepción de los contrafuertes, el aparejo está formado por sillarejo
irregular, escasamente tallado y dispuesto en hiladas poco uniformes. En el
muro septentrional perduran algunos mechinales. En el interior, el espacio
absidal, que se cubre mediante una bóveda de cuarto de esfera, está enmarcado
por un arco presbiteral de medio punto en degradación, el cual carece de
pilastras. Dos arcos fajones doblados compartimentan la nave en tres tramos, de
los que los dos orientales, se cubren con bóveda de cañón, mientras que el
occidental lo hace con bóveda de perfil apuntado, posiblemente como
consecuencia de haber tenido que ser rehecha a causa de los mencionados.
problemas
estructurales. Los arcos se apoyan en pilastras rematadas por una imposta de
perfil biselado que se prolonga por toda la base de la bóveda y de la cuenca
absidal, y que presenta una decoración compuesta por triángulos bajo un filete
sogueado. Las capillas laterales se abren a la nave por medio de arcos de medio
punto en degradación descentrados y se cubren con bóveda de crucería. A ambos
lados del tramo central de la nave se abren sendos arcosolios. En el lado
septentrional del tramo occidental una pequeña capilla en forma de absidiolo
conserva una pila bautismal.
Una
piedra de forma cuadrangular decorada con un relieve de una flor de seis
pétalos inscrita en un círculo se encuentra en la parte inferior de la pilastra
occidental del lado del evangelio.
La
iglesia de Sant Juliá del Llor es una construcción que pone de manifiesto la
evolución en las formas del primer románico catalán acontecida durante el siglo
XII, la cual se plasma en un refinamiento de la técnica constructiva y de la
labra del material.
Estela
El
antiguo cementerio de la iglesia de Sant Juliá del Llor, convertido desde 1995
en una plaza, conserva una de las dos estelas funerarias de época medieval con
las que contaba. La que ha llegado hasta nuestros días, que presenta un buen
estado de conservación y cuyo pedúnculo tiene los lados paralelos y una anchura
inferior al diámetro del disco, se trata de una estela anepigráfica, decorada
en una sola cara con una cruz griega en relieve en una orla y con una incisión
que delimita el disco y se prolonga por el brazo vertical de la cruz. Según
algún autor, la simbología de la cruz griega evoca la muerte redentora de
Cristo y el círculo representa la eternidad de Dios o la rueda mística, también
el cosmos y la perfección.
La
estela desaparecida también era anepigráfica, tenía un perfil semicircular,
terminado con un perfil redondeado a modo de lóbulos y pedúnculo Ambas estelas
pueden datarse de finales del siglo XII o inicios del XIII.
Iglesia de Sant Pere de Pujol
La
iglesia de sant Pere de Pujol està emplazada en Mas Pujol, una de las masías que
forman el núcleo disperso de les Cases de la Serra, el cual está situado al
Norte de Sanaüja, en el extremo septentrional de la comarca de la Segarra, y
colindante con las comarcas de la Noguera y el Solsonés. Desde Sanaüja, se
accede a través del camino de Sallent, transcurridos unos 2 km hay que coger el
desvío por la carretera C- 149 en dirección a Solsona, se sigue 1 km a mano
izquierda por una variante que lleva hasta Mas Pujol. Una vez llegado a este punto,
la iglesia se halla a unos 100 m que hay que realizar a pie.
Mas
Pujol ya aparece mencionado en un documento de 1072, en el que el lugar se
ubica infra terminos kastro Sanauge. En otro escrito del siglo XIII,
copia de un documento original de los años 1040- 1075, que corresponde al
inventario de las percepciones y servicios que el obispo de Urgell recibía del
castillo de Sanaüja por uso y derecho, era citado el término de Pugol,
del cual el clérigo recibía tributos. Más tarde, en 1087, Miró Erimà legó en su
testamento a Santa Maria de La Seu d'Urgell un alodio que poseía en Pugolí,
juntamente con los de Florejacs y Alàs. En un documento de 1110, Pere Ponç y su
esposa Guilla donaron a la canónica de La Seu dÚrgell un alodio de Pujol y otro
en Florejacs. Dado que no se dispone de ninguna referencia histórica que
evidencie que la iglesia de Sant Pere de Pujol ostentara la condición de parroquia
durante la Edad Media, parece más probable que pensar que dependería de Santa
Maria de Ribelles o incluso de Santa Maria de Sanaüja.
Sobre
un pequeño montículo, la solitaria silueta de la iglesia dedicada a san Pedro
sobresale de entre la masa boscosa que la circunda. Se trata de un sencillo
templo de pequeñas dimensiones que, en época moderna, fue sometido a una amplia
reforma que alteró sensiblemente su estructura primitiva. Tiene una sola nave
rectangular, que mide 14 m de largo por 5,70 m de ancho, y su cabecera está
formada por un ábside semicircular que se levanta sobre un zócalo de unos 80 cm
y que presenta la habitual decoración que caracteriza al primer románico
catalán. Seis lesenas determinan cinco entrepaños que están coronados por
sendas parejas de arquillos ciegos de medio punto que descansan sobre unas
sencillas ménsulas de forma trapezoidal. En el centro del tambor se abre una
modesta ventana de doble derrame, ligeramente desviada hacia el Norte y
actualmente cegada al interior. Dicha abertura se caracteriza por estar
enmarcada de forma asimétrica por una de las arcuaciones, la cual tiene un
tamaño sustancialmente mayor a la que la acompaña, aspecto éste que algún autor
ha puesto en relación con la iglesia oscense de San Capracio de Santa Cruz de
la Serós, si bien ésta está mejor resuelta técnicamente. La mitad meridional
del ábside se ve alterada por la presencia de una estructura de nichos
funerarios que está adosada al muro.
La
puerta de acceso al interior del templo está emplazada en la fachada
septentrional, circunstancia infrecuente en las iglesias románicas. Es de
suponer que, a diferencia de su vecina Santa Fe de Montfred, este emplazamiento
responde a una necesidad determinada por la orografía del terreno, dado que en
el lado sur hay un fuerte desnivel.
Dicha
puerta se compone de un arco de medio punto que rodea al tímpano liso, que
reposa sobre dos ménsulas, y a las jambas que lo soportan. El aparejo utilizado
en este paramento está compuesto de sillares de tamaño variado, no muy
escuadrados y dispuestos en hiladas no siempre regulares.
Se
aprecian marcadas diferencias en la factura de la mitad oriental, cuyo aparejo
es más parecido al del ábside, y la occidental, que pueden ser testimonio de
algún tipo de reparación posterior. Longitudinalmente a este lienzo, y sobre la
zona oriental, se alza un campanario de espadaña de dos vanos realizado con
sillares de buen tamaño, bien escuadrados y pulidos, obra, sin duda, de época
posterior.
En
contraste, el muro meridional, que también es liso y que se asienta
directamente sobre el macizo rocoso, está construido con sillares de mayor
tamaño, bien labrados y pulidos, dispuestos en hiladas homogéneas. Exhibe una
ventana de forma cuadrada de factura moderna. Resulta evidente que ambos muros
laterales fueron realizados en diferentes momentos. La fachada occidental
presenta una asimetría en la cubierta, cuya cúspide se encuentra desplazada más
hacia el Norte con respecto al eje longitudinal del edificio. La parte superior
de este lienzo fue rehecha con un tipo de sillar irregular de menores
dimensiones y dispuesto de forma irregular.
La
techumbre del edificio, de dos aguas, está revestida con tejas árabes. En el
espacio que queda entre el ábside y la espadaña se conserva un cuerpo elevado,
que hubiera sido un frontis de doble vertiente si no hubiera quedado
interrumpido a la mitad. Posiblemente es el testimonio de una modificación en
el plan de obra, o el resultado de una reforma o reparación posterior.
El
interior del templo se encuentra en un cierto estado de abandono. buena parte
de sus estructuras arquitectónicas permanecen ocultas bajo una espesa capa de
revoque, como los arcos fajones apuntados, cuya existencia parece ponerse de
manifiesto por la irregularidad de la superficie del recubrimiento.
La
nave se cubre con una bóveda de cañón apuntada. El ábside está cubierto con una
bóveda de cuarto de esfera apuntada y está precedido por un presbiterio
cubierto por bóveda de cañón apuntada que alberga en sus muros laterales sendas
capillas, a modo de arcosolios, de las que la sur contiene una mesa de altar
pétrea. Toda la cabecera se encuentra a un nivel ligeramente superior al resto
de la nave y se accede a la misma por un pequeño escalón.
Sant
Pere de Pujol es una obra que responde a dos fases constructivas diferenciadas.
Por una parte, está el ábside correspondiente al siglo XI, y que se mantiene
fiel a las formas estructurales del primer románico catalán, y por el otro,
está la nave de finales del siglo XII, si bien se aprecian reformas acometidas
en épocas posteriores.
Sarcófago
En
el lado oriental exterior del muro norte hay adosado un sarcófago rectangular,
que se encuentra en un lamentable estado de conservación que hace que muchos de
sus elementos esculpidos apenas sean ya reconocibles. Se compone de una urna,
la tapa y los pies. La urna, de 125 cm de largo, 62 cm de ancho y 15 cm de
grosor, ostenta, tanto en su cara frontal como en las laterales, una serie de
círculos formados por dos filetes concéntricos que rodean una flor de doce
pétalos. En uno de los laterales el motivo floral tiene tan seis pétalos. En la
tapa, que es de sección prismática con bisel y mide 40 cm de altura 10 cm de
bisel y 45 cm de arista se reproduce el mismo motivo del círculo con una flor
de doce pétalos tres en la cara frontal y uno a cada lado de la! laterales. Los
pies exentos de decoración, están muy deteriorados y sólo son visibles unos 30
cm.
Algún historiador ha
interpretado los motivos
representados en el sarcófago con una clara connotación cristiana en la que la
flor de seis o doce pétalos simbolizaría la creencia en la inmortalidad y en la eternidad del alma. Sin embargo,
hay algún otro autor que defiende la teoría que dicha flor es la representación
del astro rey y por tanto tiene un sentido cosmológico. Por mo también hay
quien identifica los doce pétalos como una alusión al zodiaco.
Es
difícil precisar la fecha de realización de esta obra, pero con muy
probablemente se puede situar en la segunda mitad del siglo XII o principios
del siglo XIII Este motivo ornamental floral es muy habitual en los sarcófagos de
la zona y se puede contemplar en ejemplos como el sepulcro de Castellnou de
Ossó En el Urgell, concretamente en
Vallbona de les Monges este tipo de flor se representa con seis pétalos.
El
municipio de Ponts se encuentra en la comarca de La Noguera, en la demarcación
geográfica del valle medio del Segre. Dicha localidad dista 66,2 km de la ciudad
de Lleida, que se recorren por la carretera C-1 3, desde la que se toma la C-26
una vez pasada la ciudad de Balaguer. El núcleo Ponts se dispone a los pies de un
cerro en lo alto del cual se localizan todavía las ruinas de su castillo. El territorio
de Ponts fue conquistado a finales del siglo IX en el marco de la política de expansión
territorial y repoblación de Guifré l el Pilós conde de Urgell y Cerdanya, quien
poco después lo entregaría al monasterio de Ripoll, a fin de que éste pusiera en
marcha su organización y explotación. Sin embargo, el proceso de repoblación del
territorio no debió concretarse hasta fechas más tardías. Lo anterior se recoge
en el privilegio concedido por Notario al monasterio de Santa María de Ripoll, fechado
en 982, donde se confirma la donación del alodio e iglesia en el término Ponts,
esta última identificada con la cercana Santa Maria de Gualter. En el testamento
del conde Ermengol I, de 1007, los alodios y tierras de Ponts, entonces de
dominio condal, fueron cedidos al monasterio de Sant Serni de Tavérnoles. Los siglos X y XI se caracterizaron por la reorganización
político-militar y eclesiástica de la región, y por los constantes avances y retrocesos
de la frontera, hasta que Ermengol II en 1035 la fijó en el valle del
Llobregós. La repoblación del valle medio del Segre fue promovida por los condes
de Urgell y Barcelona. Al amparo de las distintas torres y castillos surgieron pequeños
núcleos de población que darían lugar, por ejemplo, a la villa de Ponts, cuyo
primer caserío se originó en la vertiente del cerro, buscando la protección del
castillo, desplazándose posteriormente hacia el llano. No en vano la
documentación de finales del siglo XIII se refiere a la Villanueva de Ponts.
Dicha centuria estuvo marcada por la inestabilidad política generada por guerras
intestinas en el condado de Urgell. El actual municipio de Ponts incluye los agregados
de el Tossal y Torreblanca, ambos al Oeste de la población, en una zona caracterizada
por los abundantes meandros del Segre.
Colegiata de Sant Pere de Ponts
La
colegiata de sant Pere se eleva sobre el pueblo de Ponts y disfruta de un amplio
control visual sobre la confluencia del río Segre con su afluente el Llobregós.
El acceso a la iglesia se efectúa por carretera C-14, pasados unos 100 m del kilómetro
119, arranca un desvío a mano derecha que conduce por una pista asfaltada hasta
el conjunto monumental.
La
primera mención documental de la iglesia de Sant Pere del castillo de Ponts,
tiene lugar en 1024, cuando el abad de Santa Cecília de Elins restituyó la
iglesia de Cortiuda y otros bienes eclesiásticos a Ermengol, obispo de Urgell,
en un juicio celebrado en el interior de este templo. Al acto asistieron los
condes Ermengol II de Urgell, Berenguer Ramon l de Barcelona y su madre la
condesa Ermesenda. En 1037 tuvo lugar otro juicio contra el abad Lanfranc de
Ager, que fue presidido por el conde Ermengol II. Dichas referencias bien podrían
aludir a una primera iglesia castral, posiblemente una construcción anterior a
la actual, de la que se desconoce su existencia dado que no se han efectuado las
correspondientes excavaciones arqueológicas. A finales del siglo XI se
instituyó en Ponts una colegiata agustiniana, al menos, así se deduce de un documento
fechado en 1098 en el que se menciona la existencia de canónigos. Dado que la mayor
parte de noticias de las que se dispone a lo largo del siglo XII corresponden a
litigios por causa de investiduras laicas, se deduce que fueron recurrentes las
prácticas simoníacas por parte de la comunidad. De acuerdo con un documento de
1169, esta serie de conflictos entre señores feudales y el obispado de Urgell concluyó
cuando Pere de Puigverd convirtió Sant Pere de Ponts y sus sufragáneas en un
establecimiento Franco a favor del obispado de Urgell La colegiata de Sant Pere
de Ponts recibió de los condes de Urgell, numerosas donaciones, como las
incluidas en 1144 en el testamento de Ermengol Vl de Urgell, por el cual el
conde legaba al cabildo de Ponts propiedades en el término vecino de Gualter. En
una fecha desconocida, posterior en todo caso al siglo XV, el cabildo se
trasladó a la iglesia de Santa Maria, aunque nunca se abandonaron totalmente los
usos parroquiales. El altar mayor estuvo consagrado desde el principio a san Pedro
mártir. Además, se tiene constancia en 1119 de la existencia de un altar dedicado
a Santiago apóstol.
En
marzo de 1839, durante el transcurso de la Primera Guerra Carlista, las tropas absolutistas
causaron estragos en el conjunto monumental, e incendiaron la iglesia y el castillo
El cimborrio octogonal y parte de la cubierta a la altura de los pies del
edificio Quedaron en ruinas, al igual que las dependencias del cabildo. A
partir de entonces el complejo monumental inició un lento proceso de abandono, a
pesar del cual, en 1931 obtuvo la declaración de Monumento Nacional. El intento
de expolio de un sarcófago del siglo XV favoreció la toma de conciencia por parte
de la sociedad civil de Ponts de la necesidad de proteger y recuperar el patrimonio
local. Los trabajos de restauración y puesta en valor de la iglesia se
iniciaron en 1975, promovidos por la Associació d'amics de Sant Pere de Ponts, quienes
siguen en la actualidad fomentando la difusión del monumento y las excavaciones
arqueológicas en su entorno inmediato. La primera fase los trabajos contempló la
limpieza del interior, así como de su entorno, entre 1976 y 1977 tuvo lugar la
reconstrucción de la puerta adovelada de la fachada oeste, mientras que entre 1978
y 1979 se volvió a levantar la bóveda de cañón. La parte más costosa del proyecto,
consistente en la reconstrucción del cimborrio y la falsa cúpula interior del transepto
se desarrolló entre 1979 y 1983. Los trabajos
finales, entre 1984 y 1986, consistieron en la restitución del enlosado de la cubierta
y la redacción de la fachada oeste. Los principales cambios operados en el interior
del templo consistieron en el desmontaje del coro del siglo XVII y la
colocación de un nuevo pavimento enlosado.
La
iglesia de San Pere de Ponts es un edificio compuesto por una sola nave, cubierta
mediante bóveda de cañón, y una cabecera trilobulada.
El
elemento más llamativo del conjunto es el elevado y potente
cimborrio-campanario, estructura de planta octogonal de tres pisos, de los que
el inferior es liso y en los dos superiores se abren ventanas bíforas unas anchas
lesenas en las aristas determinan unos entrepaños en donde se sitúan dichos
vanos, así como los frisos de cuatro arquillos ciegos que se encuentran sobre
ellos.
El
ingreso al interior del templo se realiza por dos puertas, la primera, adovelada
y sin decoración se localiza en la fachada oeste, mientras que la segunda se
abre en la fachada norte del edificio.
Dicha
puerta, en la que se observa la existencia de una doble pared, consta de una
abertura en el muro coronada por un arco de medio punto que enmarca a otro de
menor altura. Durante la restauración del templo se tapiaron en el muro sur
unas oquedades que podrían haber correspondido a los restos de un hipotético acceso
al templo desde las dependencias canonicales, acceso que con total seguridad alguna
vez existió.
Recorre
los muros perimetrales del edificio un friso compuesto por arcuaciones ciegas.
Mientras que en el muro sur se trata de un friso corrido sin la presencia de lesenas,
en la fachada norte se disponen en series de cuatro arcos —salvo en el tramo
correspondiente a la portada, que cuenta con diez arcos— separadas por lesenas,
las cuales articulan el paramento en cinco entrepaños. una de ellas queda interrumpida
por la adición de un arcosolio gótico junto a la puerta. En estos lienzos
septentrional y meridional se abren, respectivamente, dos y tres ventanas de
doble derrame y arco de medio punto. La lisa fachada oeste, que no presenta ningún
tipo de ornamentación, llegó hasta nuestros días en tan avanzado estado de
ruina que no es posible saber si contaba con un friso de arquillos bajo el
alero.
El
paramento se ve perforado por una gran ventana bífora en su parte central, bajo
la cual, y en posición ligeramente excéntrica, se abre la ya citada puerta, resuelta
mediante arco de medio punto que fue rehecha en su totalidad durante los
trabajos de restauración. Las estructuras que se adosan al muro meridional
corresponden a los restos de las dependencias de la colegiata. Actualmente,
este sector se encuentra en fase de excavación arqueológica, por lo que seguramente
en breve se podrán conocer mucho más sobre ellas, cambiando con ello la imagen que
tenemos de Sant Pere como un templo aislado, y entendiéndolo como parte de un
complejo religioso mucho más amplio. El conjunto se pudo haber desarrollado en
época altomedieval, paralelamente a la instauración de la colegiata.
La
cabecera está formada por tres ábsides dispuestos, como se ha comentado, de
forma trilobulada. En los paramentos exteriores absidiales unas lesenas determinan
seis entrepaños en los ábsides central y norte, y cinco en el sur.
Coronan
estos entrepaños sendas parejas de arquillos ciegos, bajo los cuales se abren unos
profundos nichos cuyos arcos de medio punto quedan enmarcados por los propios arquillos
del friso. El número par de entre paños en dos de los ábsides, y la necesidad de
colocar lo más centradas posible las únicas ventanas que en ellos se abren, provocaron
que éstas quedaran algo desplazadas respecto a las bandas en las que se ubican.
Por su parte, en el ábside sur, el tramo central, en el que se encuentra la
única ventana, carece de nichos bajo los arquillos. Rompiendo la pauta seguida en
los otros dos ábsides, en los que las bandas verticales laterales son lisas, en
el sur, la banda oeste cuenta con una hornacina y su correspondiente arquillo que
la enmarca.
En
el interior, la bóveda de cañón se refuerza mediante dos arcos fajones que
delimitan tres tramos en la nave y que se apoyan en pilastras carentes de
capitel o de cualquier tipo de moldura, y que descansas sobre un banco corrido que
recorre la base de los muros laterales. bajo el cimborrio, el crucero está
cubierto por una falsa cúpula octogonal apoyada en trompas y en los arcos
torales. En el paramento interior del ábside central tres arcos apoyados en
semicolumnas enmarcan sendas hornacinas, de las que en la central es en la que
se abre la única ventana del ábside.
El
ejemplo más cercano con el que puede relacionarse este edificio, tanto,
estilística como morfológicamente, es la iglesia de Santa Maria de Cervelló. En
Sant Martí del Brull también se encuentran hornacinas interiores y nichos
exteriores en el ábside, así como una planta que, en origen, presentaba una
cabecera trilobulada. Otros ejemplos de templos con nichos absidales son Santa
Maria de Palau de Rialb o Sant Esteve de Tavèrnoles. También cuenta con planta trilobulada,
por ejemplo, Sant Pere de Abrera.
Sobre
su cronología, Puig i Cadafalch la estimó hacia finales del siglo XI —sin
descartar que se tratara de una obra levantada en el XII con características
arcaizantes—. Actualmente, existe cierto acuerdo en concretar su construcción entre
1040 y 1070.
A
modo de conclusión, cabe destacar que nos encontramos ante un magnífico
exponente del que se conoce como primer románico, sin embargo, la intensa restauración
a la que fue sometido, que se abordó como un ejercicio destinado a recuperar la
forma prístina del templo, eliminando los indicios de reformas acontecidas
posteriormente, supuso la total homogeneización de los paramentos del edificio,
lo que dificulta la lectura de su proceso constructivo y de su evolución posterior.
Sarcófago de Gilabertus
En
el interior de la colegiata, en el muro oeste, junto a la puerta entrada, se
conserva un sarcófago de forma rectangular, de 1,93 m de largo por 63 cm de
ancho, en cuya orla puede leerse el siguiente antropónimo de origen germánico CILABERTUS.
La inscripción cincelada sobre la piedra se dispone sobre el lateral izquierdo y
la parte inferior de la pieza. El relieve de dicho sarcófago se caracteriza por
el trabajo mediante incisión y su factura esquemática. En la parte frontal se
observa decoración figurada articulada, en una serie de cinco medallones
circulares, dispuestos a lo largo de su superficie. En ellos se alternan
motivos florales y de bestiario. Los de los extremos y el del centro presentan
sendas flores de pétalos lanceolados, mientras que se les intercalan dos
medallones con las representaciones de un león y de un bóvido. La orla de 8 cm
de ancho presenta, desde el punto donde finaliza la inscripción, una cenefa
ondulada compuesta por motivos vegetales. En uno de los laterales se halla una cruz
griega inscrita en un medallón. Dado el contexto observado en dicho sarcófago,
el león podría aludir a la fortaleza, o al mismo Cristo, y el buey se interpretaría
como símbolo de calma, templanza y disposición para el sacrificio. Los motivos
florales, aludirían al alma del difunto, aunque también se los relaciona con
cultos solares, arraigados en un momento precristiano. De su cubierta solamente
se conservan los fragmentos correspondientes a los extremos. La pieza, fechada
en base a su paralelo más cercano, el sarcófago de la vecina iglesia de Santa
Maria de Gualter, en el siglo XII, apareció en el decurso de los trabajos
llevados a cabo en 1979. Sobre su localización, cabe decir que encuentra
desplazado de su ubicación original, fruto del reaprovechamiento del mismo para
otra inhumación, para ello fue montado sobre ménsulas y adosado al muro.
En
la zona que antaño acogiera el cementerio de la colegiata, se encuentra otro sarcófago
de características formales similares al anteriormente citado. El mismo
presenta cubierta a dos aguas, con decoración incisa en ambos lados. Una orla
de perfil acanalado enmarca el espacio en cuyo centro se dispone un rectángulo
totalmente liso, a cada lado del cual se encuentran tres círculos, con un
ribete y motivos florales y cristológicos dispuestos radialmente en su interior.
El espacio sobrante entre los círculos lo ocupan una serie de botones que imitan
los remaches de una arqueta, motivo que se repite en la otra cara, actualmente
muy erosionada. En el lateral se dispone un medallón que repite el esquema
observado en el sarcófago de Gilabertus, en el que se inscribe una cruz griega astada.
Se
conservan también, una serie de lápidas sepulcrales y estelas discoidales
procedentes de la misma necrópolis, actualmente se encuentran desplazadas de su
emplazamiento original, y pueden verse embebidas en el pavimento a los pies de
la fachada oeste. Todas ellas son anepigráficas, sin embargo muestran en sus
anversos decoración figurada. En su superficie se hallan gravados mediante
incisión motivos alusivos a temas cristológicos y redentores, así como otros
vinculados a la eternidad y la inmortalidad del alma humana. Una de las lápidas
presenta en bajorrelieve flores de siete pétalos, que simbolizan el número siete,
la integración en las jerarquías celestes. Dicho tema de raíces precristianas,
pervive durante la tardo-antigüedad, y llega a la época románica. Otro tema frecuente
en dichas estelas y lápidas, son las representaciones de herramientas de
trabajo, que se interpretan bien como la identificación del linaje del difunto
por medio de su oficio, bien como una manifestación de orgullo gremial. Se incluyen
herramientas de cantería, del trabajo de la lana y el cáñamo, una lanza con la que
se solía unir los arados y huellas de pies o zapatos. También hay motivos de tipo
heráldico, posiblemente de factura más tardía.
El
cementerio del templo se mantuvo en funcionamiento desde la institución de la colegiata
agustiniana a mediados del siglo XII, hasta finales del XV, cuando los usos
parroquiales fueron trasladados a la iglesia de Sant Pere i Santa Maria. La cronología
del conjunto de lápidas y estelas anteriormente reseñado no se ha acotado con certeza,
dado el largo periodo de utilización de la necrópolis.
No
obstante, se considera por analogía con el sarcófago de Gilabertus y con el
conservado en el exterior del templo, que algunas de ellas podrían fecharse en época
románica.
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