miércoles, 20 de mayo de 2020

Capítulo 6 - Arte Mudejar en Aragón


Absides

En las iglesias gótico-mudéjares de Aragón,  el  ábside   es uno  de los miembros  de  mayor  carácter, donde, por  lo  general,  los  constructores, al decorados, vertieron todas   las bellezas  del estilo.
De forma  poligonal,  la  semicircunferencia que  ocupan  como  cabecera  de la nave se transforma en tres,  cinco  o siete  planos,  correspondientes a otros tantos lados  de un polígono  inscrito en ella, donde,  además   de  las  labores que  los  visten,  se  abren,  de  ordinario, huecos   de  iluminación   en  todos ellos,  o bien  alternativamente,   sin que esto  constituya regla, ya que  también  hay ábsides  ciegos.
Libres  de aditamentos al  construirse, la decoración se  armoniza con las  proporciones del cuerpo y número  de ventanales, formando fajas por  debajo  y encima  de ellos si en la parte constructiva no figuran contrafuertes, vuelos  y algún otro  motivo  que  obliga a disponer la en otra  forma.
Su estudio no  puede  llevarse  a cabo  siguiendo fechas  de  construcción, que se ignoran  casi siempre, ni tampoco por  sus  tipos,  muy variados¡ la ornamentación es, acaso, la que  puede  guiar,  validos  del arcaísmo que  presentan sus motivos.

ABSIDE  DE   LA IGLESIA  DE   SAN  PEDRO,  DE  TERUEL.­ Poligonal, de  siete lados   o frentes, es muy bajo,  porque envuelve  la cabecera  como   continuación de  las  capillas  laterales  y  apoyo   del ándito.
que corre  sobre ellas. La decoración la componen una faja de  arcos mixtilíneos  sobre pilares, cruzados aquéllos  por  repetición de la  cabecera  y encerrado el conjunto dentro de  un recuadro. La  arquería es de traza  clásica: debajo  y encima  del fondo, dos  líneas  de  esquinillas; después, muro liso con  decoración de azulejos  de  estrellas  en tres  líneas horizontales encuadradas por fajita de azulejería  en forma de espiga, a dos  colores, finando  el muro con banda  de esquinillas. El vuelo de cubierta, hecho  con  dentellones entre  dos  líneas que  salen, se apoya  sobre modillones unidos   por  su parte  alta,  dejando entre ellos  espacios   triangulares.
Sobresaliendo del cuerpo y dominando al de la nave asoman  por encima del tejado  unos pináculos o  torrecitas  octogonales, remates de los contrafuertes ocultos por  el ándito, decorados con  cerámica, al igual de la otra,  de estrellas  y espigas.
Unos  huecos  cuadrados que  se abren  en el centro de cada  frente desde la decoración de arcos  mixtilíneos  hasta  cortar la línea de modillones  del alero, respetando la parte  decorada con  cerámica,  parecen indicar,  por este  último  detalle,  fueron  hechos  en sustitución de otros que hubiera   más en armonía  con el estilo,  sin más objeto que aumentar  el  paso  de  luz,  logrado a  expensas   de  la  belleza  de  la obra.
El ábside que se emparenta tipológicamente con la iglesia de Santiago de Montalbán construida cuando la villa dependía jurisdiccionalmente de la Orden de Santiago.
En el centro de la parte superior de cada uno de los paños abre un vano en arco apuntado con doble arquillo interior separado por un mainel de ladrillo. En el tímpano abre un pequeño óculo que sirve para iluminar la tribuna o andito que corre por encima de las capillas. A la altura de los arcos se dispone en cada uno de los lados  sendos recuadros a base de estrellas de ocho puntas de color blanco y cruces con extremos apuntados de color verde. Enmarcan estos rectángulos líneas de azulejos verdes y blancos dispuestos en espiga.
La parte baja se ornamenta con paños de arcos mixtilíneos que se prolongan y entrecruzan formando una sebka. Ribetean horizontalmente estos paños dos bandas de esquinillas simples en dientes de sierra.
En la parte superior los contrafuertes embutidos entre las capillas se prolongan en forma de torreoncillos de planta octogonal, seis en total más otro en el centro coincidiendo con el vértice de la cumbrera sobre la clave de la bóveda del ábside.
Mientras que la mitad inferior aparece lisa, la superior se decora con cerámica de color blanco y verde en forma de estrellas de ocho puntas, cruces de extremos apuntados y punta de flecha o espiga del mismo tipo que la vista en los paños del ábside, más las estrellas de ocho blancas ribeteadas por azulejos de color verde. En esta parte alta están huecos con pequeños vanos que cierran por aproximación de hiladas. Se rematan con tejadillos piramidales terminados en veletas. Como he comentado anteriormente, tanto estructuralmente como decorativamente este ábside de San Pedro de Teruel presenta una gran similitud con la iglesia de Santiago de Montalbán, incluida la tribuna o andito que corre por encima de las capillas.
El lado izquierdo de la estrecha calle que discurre por el lateral de la iglesia lo ocupa la fachada norte, donde se pueden observar los contrafuertes que separan la cabecera y los tramos de la nave, así como las capillas entre los mismos. En la parte alta de la del primer tramo hay un óculo con amplio derrame hacia el exterior, decorado con un sencillo motivo cuadrilobulado en el centro. A continuación se sitúan las dos puertas de acceso al interior del templo: en el segundo tramo la original del siglo XIV y a continuación la abierta en época barroca.
De las dos portadas que abren en esta fachada norte, la más interesante es la primitiva, construida al igual que la iglesia en el siglo XIV. Actualmente cegada, abre en amplio arco apuntado con un friso en la parte superior que presenta en el centro un motivo lobulado en el interior de un círculo que a su vez se inscribe en el centro de un triángulo. 
El intradós del arco se decora con ocho pequeñas hornacinas en forma de templete gótico con terminación apuntada y dos pequeños cuadrilóbulos en su parte inferior.  
En el interior de cada una de ellas se disponía una figura tallada de las que se conservan cinco. Se trata de personajes que sujetan en sus manos una filacteria. Todavía se observa parte de la policromía que los cubría y su deterioro parece ser que no permite su identificación. 

La actual portada principal abre en el tramo contiguo de los pies. Construida en el siglo XVIII se cobija en un atrio en forma de arco de medio punto sobre el que se dispuso un tejadoz de madera.

Merece la pena observar los canes de este alero decorados con motivos tallados en sus papos de temática vegetal y floral. 


Por encima de las capillas laterales corre una tribuna o andito, elemento característico de las iglesias-fortaleza mudéjares y que aquí en San Pedro solamente lo hace por las correspondientes al ábside de la cabecera, interrumpiéndose al llegar a la nave aunque se puede recorrer su perímetro por encima de los tejados de las capillas ya que los contrafuertes están rasgados por vanos a esta altura.  
La comunicación entre los distintos tramos se realiza a través de vanos que cierran por aproximación de hiladas de ladrillos practicados en los contrafuertes. Se cubren estos tramos, al igual que las capillas, con bóvedas de crucería sencilla con nervios de ladrillo que apoyan en sencillas ménsulas esquineras.  
Abren estos tramos tanto al exterior como al interior de la nave mediantes vanos apuntados, ya vistos los primeros al describir el ábside de la cabecera. Los que lo hacen al interior de la nave son también geminados con motivos lobulados decorando arcos y tímpanos. Se cubren con vidrieras diseñadas por Salvador Gisbert colocadas en la reforma de principios del siglo XX.

Este sistema de tribunas característico de las iglesias-fortaleza mudéjares construidas en el siglo XIV tienen un carácter eminentemente militar. Su inclusión en esta iglesia de San Pedro de Teruel plantea dos incógnitas. En primer lugar ¿porqué solamente se desarrollaron sobre las capillas de la cabecera y no se continuo en las de la nave como es habitual?. La opinión más extendida hace referencia a motivos económicos. Una vez terminada la cabecera que es la parte de la iglesia que primero se construye se vio la necesidad de reducir gastos por lo que se prescindió de esta parte en el resto del templo. En segundo lugar ¿porqué se construyen estas tribunas en una iglesia ubicada en el centro de una población que además está separada de las casas inmediatas por estrechas callejuelas?. Hasta el momento no se ha encontrado explicación lógica a esta incógnita, únicamente la proximidad de la judería daría un cierto sentido a estas tribunas. Una segunda opción es que se concibiesen como espacios de almacenaje o de alojamiento eventual que a la vez servían para tamizar la luz que llegaba al interior del templo.  

Ya he citado en la primera página la mención conocida de la primitiva iglesia de San Pedro en 1196, que sin duda se trataba de una fábrica románica al igual que la Catedral de Santa María de Mediavilla, aunque en este caso no han quedado restos de esta primera construcción. Gracias a la labor investigadora de Alberto López Polo sabemos que hacia el año 1319 se estaba construyendo la fábrica mudéjar y que en 1383 Francisco Sánchez Muñoz se obligaba a construir el claustro con derecho de paso por el mismo desde su casa a la iglesia. En el año 1392 se consagra la iglesia lo que permite suponer la conclusión de las obras.

Al interior la iglesia de San Pedro es de nave única de tres tramos con cabecera poligonal de siete lados y capillas laterales entre los contrafuertes, tanto de la nave como del ábside. Está concebida como un gran espacio unitario, amplio y sin interrupciones visuales. Incluso se prescinde del crucero para evitar diferencias espaciales. 
La cabecera poligonal tiene la misma amplitud y altura que los tramos de la nave de tal manera que se integra perfectamente con ésta en un todo. Únicamente las gradas que elevan el presbiterio permiten diferenciar un espacio del otro. A los pies se dispone un coro elevado a través del que se accede al interior de la torre.
La cabecera se cubre con bóveda de crucería sencilla formada por ocho nervios más otro que enlaza la clave con la del primer arco fajón de la nave. Los tramos de la nave tienen planta rectangular, y se cubre también con bóvedas apuntadas de crucería sencilla.

Los paramentos de los muros quedan enmarcados por sencillas columnas semicirculares adosadas sobre una pilastra que debieron terminar originalmente en capiteles de los que arrancarían los nervios.
En el paño limitado por estas columnas y la bóveda se dispone el arco de entrada a la capilla correspondiente y sobre éste la ventana que comunica con el correspondiente tramo de la tribuna en el caso de las capillas de la cabecera.  
Encima de este ventanal, junto al vértice de la bóveda, se abre un rosetón que aporta luz directamente desde el exterior.
Las capillas abren en número de siete al presbiterio  y cuatro a los dos primeros tramos de la nave.   
Son de planta rectangular y se cubren con bóvedas de crucería sencilla. En los laterales del último tramo abren los dos accesos actuales a la iglesia. 
El retablo más importante del templo es el dedicado a los Santos Cosme y Damián, del que Gabriel Joli se declara autor en 1537 y que está ubicado en la conocida como Capilla de los Amantes porque en ella se hallaron en 1555 las supuestas momias de Isabel de Segura y Diego de Marcilla.
De las capillas del presbítero la central queda oculta por el retablo mayor al igual que parte de las contiguas.  
Su estructura y disposición es similar a las de la nave con la salvedad de que las centrales están intercomunicadas entre sí mediante vanos abiertos en los contrafuertes
El aspecto actual que presenta el interior de la iglesia es producto de la reforma llevada a cabo entre los años 1896 y 1910 como consecuencia del grave incendio que sufrió por causa de la caída de un rayo en el año 1873 que debió de dejarla en un lamentable estado. Según cita Santiago Sebastián anteriormente había sufrido otra reforma en 1741. 
La reforma fue impulsada por el obispo don Juan Cosmes y Vidal y su dirección se encomendó al ingeniero de obras públicas don Emilio Monterde. La decoración pictórica corrió a cargo del pintor y decorador turolense Salvador Gisbert quién la realizó entre 1904 y 1910 siendo autor también de las vidrieras que cierran los ventanales y óculos. Intervino también en las obras el arquitecto municipal Pablo Monguió. Matías Abad forja la reja del coro en 1909.

Resulta curiosa la inscripción en caracteres góticos que ocupa la rosca del arco fajón de separación entre la bóveda del ábside y la del primer tramo, que hace alusión a la paralización de las obras para celebrar la festividad de la Inmaculada Concepción “Aquí llegaba la decoración en Diciembre del año 1904 suspendida para celebrar las fiestas jubilares de la Inmaculada”.
Esta decoración de carácter neo-gótico con toques bizantinos modificó totalmente lo que sería la ornamentación de estilo mudéjar que a buen seguro cubriría los muros y bóvedas, aunque desconocemos hasta que punto resulto dañada en el incendio citado. Si bien es cierto que ha sido muy criticada y que los motivos elegidos no parecen ser los más acertados ya que no se corresponden con los utilizados por los maestros mudéjares, también lo es que se acerca bastante al planteamiento que de los interiores hacían estos artesanos, como es el tamizamiento de la luz que llega desde el exterior o la decoración pictórica de muros y bóvedas, algo que de alguna manera resulta más acertado que el dejar los muros descarnados como ha sucedido en otras restauraciones.
Un elemento interesante dentro de la decoración interior del templo lo constituyen las claves situadas en el centro de las bóvedas, tanto de la nave como de las capillas laterales. En ellas se conjugan motivos que parecen corresponder a la primitiva fábrica, aunque repintados más tarde y otros totalmente nuevos. En la clave del presbiterio aparece representado un Pantocrator con la figura central de Cristo en majestad y el tetramorfos en las esquinas. Escenas que parecen bíblicas se representan en otras dos claves, ambas en color dorado sobre fondo rojo.  
El triunfo de Cristo sobre el demonio en forma de león coronado portando la cruz sobre un porcino vencido se representa en otra clave. Hay también representaciones de animales fantásticos como dragones.  
Otro tema hace referencia a los motivos florales. Por último, el más repetido es el del anagrama del nombre de Jesucristo que se puede ver tallado o dibujado.  

En la parte alta del muro de los pies se ubica un gran rosetón decorado con yeserías caladas de tipo gótico cerradas con vidrieras modernas colocadas en la reforma de principios del siglo XX.
Del mismo estilo son las que cierran los óculos situados encima de los grandes ventanales en cada uno de los paños de la cabecera y del ábside, a base de formas foliadas y lobuladas. 

También góticas son las yeserías que cierran el pretil del coro alto de los pies en forma de cuadrifolios insertos en rombos.
En las enjutas de los arcos de acceso a las dos capillas laterales del ábside se representaron cuatro motivos heráldicos que hacen referencia a los atributos papales y al obispado turolense. 

Para decorar las bóvedas de la nave y del ábside de la cabecera Salvador Gisbert optó por un fondo azul verdoso muy oscuro salpicado de estrellas blancas de ocho punto y diferente tamaño como alegoría a la bóveda celestial.
Los motivos con que ornamentaron muros y nervios son de lo más colorista, y tanto aquí como en la siguiente página ofrezco una selección de los mismos. Únicamente en uno de ellos se utiliza un motivo claramente mudéjar como es el lazo de cuatro octogonal.  

Fundamentalmente se utilizó temática de malla a base de rombos o círculos que encierran motivos vegetales, florales o geométricos. 

En los muros de las capillas se simula el despiece de ladrillo a soga y tizón, como revival de los agramilados mudéjares que seguramente los cubrían antes del incendio. Siguiendo la misma tradición mudéjar los tizones se cubren con motivos decorativos en los que predomina la heráldica turolense y los temas litúrgicos.  


En el muro de los pies, a ambos lados del coro, abren dos pequeñas puertas en arco de medio punto con la rosca pintada con motivos vegetales y una gran cruz patada de bendición roja en la clave.

Esta Iglesia de San Pedro es la única turolense dotada de claustro, que a su vez es uno de los cuatro que se conservan en Aragón de estilo mudéjar. El porqué de su construcción es un tanto peculiar, ya que se hizo para facilitar el paso a la iglesia de una de las familias más acomodadas de Teruel. Es en 1383 cuando Francisco Sánchez Muñoz se obliga a dotar de retablo a la iglesia y a construir el claustro, a cambio de tener acceso directo desde su casa al templo, que se levantaba en el solar que ahora ocupa el jardín, a través del mismo y el derecho de enterramiento durante cinco generaciones. Nunca hubo en sus pandas monjes disfrutando de la lectura ni de la meditación.
Lo primero que hay que reseñar es que el claustro sufrió unas importantes reformas entre 1900 y 1904, bajo proyecto de Pablo Monguió, con intervención de los arquitectos Carlos Calvo Ortíz y Telmo Sánchez. Estas obras consistieron en renovar todo el conjunto con enlucido de cemento imitando sillería y dotar a los arcos de la galería de tracerías neogóticas de un estilo totalmente desconocido en la zona. También se realizaron una serie de ménsulas, todo ello mediante vaciado de cemento portland. Se rehízo todo el muro sur que da hacia el jardín, debido a su mal estado, y parte del oriental. Toda esta obra ha sufrido un rápido deterioro, sin duda debido al empleo de cemento portland agregado a fábricas de ladrillo y yeso. El mal estado del claustro obligo en fecha indeterminada a desmontar las tracerías neogóticas de los ventanales y gran parte de los capiteles. No fue hasta los primeros años de este siglo cuando se acometió su definitiva restauración, que finalizó en el año 2008. 

El claustro es de pequeñas dimensiones, de planta cuadrada con tres vanos por lado que abren al espacio central descubierto. La primitiva construcción mudéjar tenía pilastras cuadradas de ladrillo, excepto en los ángulos que eran parcialmente de cantería, todo ello recuperado en la restauración de 2008, al igual que el lado visto del ábside que se ha dejado frente al acceso desde el jardín.
Los amplios vanos hacia el patio interior cierran en arco apuntado con un pequeño bocel en la arista. Los arcos apeaban en capiteles hoy desaparecidos. Una línea de ménsulas en voladizo, típicas del mudéjar del XIV, sirven de apoyo al alero del tejado.

Los tramos son de planta cuadrada y se cubren con bóvedas de crucería sencilla, con claves modernas. Los nervios de triple bocel apean en ménsulas de cemento portland colocadas en la reforma de principios del siglo XX.
Quedan visibles restos de la decoración mudéjar simulando despiece de ladrillo en los plementos de la bóveda cercana al muro visible del ábside de la iglesia.
Dado que los elementos incorporados en las obras del siglo pasado no estaban exentos de interés, se ha tratado de respetar algunos de ellos integrándolos con los primitivos recuperados o rehechos, completando un conjunto que armoniza todos ellos sin grandes contrastes. 
Uno de estos elementos son las tracerías neogóticas de los ventanales del corredor próximo al jardín. Solamente se conservaba una de las quince que había en total, que se ha completado rehaciendo las otras dos y cerrando con alabastro los huecos.
También se ha restaurado el sarcófago situado tras la capilla de San Cosme y San Damián de la iglesia.
En el ángulo sureste abre una pequeña capilla que cubre con cúpula sobre pechinas decorada con motivos barrocos de yeso. En el templete de madera que hay en su interior estuvieron ubicados, entre 1854 y 1902, los restos de Isabel y Juan Diego, los Amantes de Teruel, antes de su traslado a la capilla del Sagrado Corazón en este último año.
Si algo llama la atención del visitante cuando deambula por las pandas de este claustro, son sin duda las ménsulas que sirven de apoyo a los nervios de las bóvedas. Excepto tres que se colocaron en la restauración de 2008, el resto son obra de las reformas de principios del siglo XX. Realizadas mediante vaciado de cemento portland presentan una variada temática figurativa y vegetal que, a pesar de que no tengan un excesivo valor histórico, no me resisto a incluir en estas páginas.  
Me ha parecido oportuno agruparlas por temas, comenzando por las únicas cuatro verticales que hay, correspondientes a los ángulos interiores del claustro. Dos de ellas presentan figuras semi humanas con alargadas narices; la tercera es un hombre sujetando el peso sobre sus hombros; y la cuarta otro, éste con vestimentas antiguas, que lo hace con un hombro y una mano. 


Tres de las que hay en los ángulos exteriores son alusivas a San Pedro como titular de la iglesia: la tiara papal, las llaves de San Pedro y la barca del pescador. 


En cuanto a las representaciones de animales, fuera de un jabalí en una rama de encina con hojas y bellotas y un raro grupo de tres ranas, el resto son de tipo fantástico: dos seres alados y distintas formas de dragones. 







Dos de las ménsulas representan cabezas humanas, la segunda de ellas parece ser de un monje amanuense, ya que aparece tonsurado con una capucha y pergamino y pluma a su lado. 



Los dos personajes de las fotografías inferiores son a cual más curioso: el primero, que, a pesar de su postura, en principio parece normal, tiene los pies de cabra y las manos de caballo; el segundo parece un homenaje al “maestro Yoda” de la Guerra de las Galaxias. 

Dos rostros, o algo parecido, al menos en el segundo, donde se aprecian ojos, nariz y boca en ese conglomerado donde también se distinguen unas hojas. 

Por último, en el tema figurativo, un ángel y dos calaveras afrontadas. 

Hay cinco ménsulas con cartelas: dos con inscripciones “Ave María” en la primera, y “1383-2008” en la segunda en recuerdo al año de inicio de su construcción y al del final de la restauración; tres con escudos heráldicos de las familias: Sánchez Muñoz, Marcilla y Segura. Las correspondientes a las fechas y a los escudos de los Sánchez Muñoz y Marcilla se colocaron en la restauración de 2008 en sustitución de las tres que habían desaparecido.

En el grupo de representaciones vegetales destacan un caracol en una esquina de una de las ménsulas y unas grandes hojas de vid con racimos de uvas. 






No parecería lógico terminar una descripción de la Iglesia de San Pedro de Teruel sin aludir y reseñar el Mausoleo de los Amantes, verdadero icono sentimental y turístico de la ciudad y que actualmente está instalado en la que fuere Capilla del Sagrado Corazón, ampliación barroca del siglo XVIII.

Arquitectónicamente destaca en esta capilla su cúpula con linterna sobre pechinas decorada con esgrafiados de tipo vegetal en color blanco sobre fondo negro. Desde el año 2005 rodea la capilla el museo de los Amantes de Teruel, edifico de nueva construcción realizado por el arquitecto turolense Alejandro Cañada, donde se expone un variado contenido relacionado con la historia de Isabel y Diego. 
Tanto las esculturas yacentes como los sepulcros donde reposan las momias de los Amantes fueron esculpidos en alabastro por Juan de Ávalos en 1956. Además de los cuerpos de Diego e Isabel, el escultor dispuso una serie de símbolos íntimamente ligados a su historia de amor.
A los pies de la escultura de Diego aparecen dos leones tallados en bronce que simbolizan valentía, fuerza y gallardía, y por esa misma razón su mano izquierda reposa sobre el pecho. A los pies de la escultura de Isabel se pueden ver dos ángeles, también en bronce, símbolos de su fidelidad, obediencia y pureza y por ello mismo su mano derecha reposa en el vientre.
En el conjunto se representa la muerte de Isabel junto al cuerpo de Diego, por eso él tiene los pies tapados con la mortaja que le cubre, la cual retira ella para darle el beso que le negó en vida. Isabel aparece con los pies descalzos, ya que todavía no ha dado tiempo a amortajarla. Las cabezas ladeadas sin llegar a mirarse y las manos que se tienden una hacia la otra sin llegar a tocarse simbolizan el amor imposible.
Nada mejor para concluir este recorrido por el conjunto monumental de San Pedro que el soneto ganador del Certamen Nacional de Poesía de 1999 “AMANTES DE TERUEL” obra de Mariano Marco Yagüe.
Alabastro que ensalzas los amores
a golpe de martillo cincelados,
guardarás el sentir de enamorados
añorando en tu frío, sus ardores.
Las ansias del querer se confirmaron
con mazos de deseos en tu roca.
Yacen en paz. Sin besos en su boca
porque, unidos a ti, los cincelaron
en lecho con valor de eternidades.
Subsistes por la unción y las pasiones
de una sangre tejida de humedades
que, siglo a siglo, en lentas filtraciones
bordaron tus entrañas con edades
de vivir, y este amor, con ilusiones
.

ABSIDE DE  LA MAGDALENA, DE ZARAGOZA.- Tiene  siete frentes  o lados  con  dos  fajas de ornamentación de  ladrillo  sin  cerámica, y entre  ellas hubo  sendos ventanales  de arcos apuntados y finas archivoltas, tres  de ellos transformados en simples  ventanas  cuadradas al convertir la cabecera  de la iglesia en punto de entrada, allá por el siglo XVIII.
La decoración se reparte en dos  fajas: la baja está  hecha  con  arquitos mixtilíneos  dobles  que  cruzan  y apoyan  en pilares  entre   dos de esquinillas; encima, los huecos  de iluminación, uno en cada frente, de los cuales se conservan los cuatro de los extremos, muy  esbeltos por lo agudo  de la ojiva. Forman la decoración alta: una faja de esquinillas, otra  que  es  un  recuadro de  trazo   grueso  con  dos  nudos, y sobre   ésta,  fondo de rombos verticales  de líneas  quebradas  hechas con dos  hilos de ladrillo,  finando  con fajita  de esquinillas.
Como   remate, línea  de  modillones  triangulares  para  apoyo  del vuelo  de cubierta. Todas las fajas terminan  antes  de tocar  las aristas.
Hoy  aparece   el ábside   deformado por  la  puerta abierta   en  el frente central  y las tres  ventanas hechas  en la reforma.
Según José María Lacarra, la iglesia aparece ya mencionada en 1126, pocos años después de la conquista de Zaragoza por el rey Alfonso I el Batallador, y en 1145 según Ignacio de Asso, lo que la convierte en una de las más antiguas de la ciudad. Unos años después hay, según Ángel Canellas en su “Historia de Zaragoza”, otra referencia en 1197 sobre el testamento de un clérigo de esta iglesia en el que ofrece piedras para construir un portal cercano a su torre campanario, reseña interesante ya que habla de la existencia de una torre anterior a la construcción mudéjar del siglo XIV. Como suele ser habitual, no disponemos de datos documentales que permitan establecer su cronología, si bien por la similitud de su fábrica con la de San Miguel de los Navarros, y en menor medida con la de San Gil, se puede establecer, siguiendo a Gonzalo Borrás, en la primera mitad del siglo XIV.
Aunque se ha venido afirmando que con anterioridad al actual templo se levantó otro románico que fue demolido y ampliado, las excavaciones arqueológicas que se han realizado estos años en su interior vienen a descartar esta teoría, ya que, además de numerosos restos óseos, los más antiguos datados en el siglo XIV, se han encontrado restos de una calzada romana y de la mezquita que durante la ocupación musulmana de la ciudad se levantaba en el mismo solar, pero ni rastro de esa posible construcción románica. Esto nos llevaría a considerar que, como en tantos otros casos, y en la cercana Catedral de San Salvador tenemos el ejemplo más relevante, tras la ocupación cristiana de la ciudad se consagrase al culto católico esa mezquita aprovechando para campanar su alminar, que con toda probabilidad se corresponda, al menos, con los dos primeros cuerpos y la parte inferior del tercero de la torre actual.
Al igual que San Miguel y San Gil, la Magdalena también se vio afectada por amplias reformas barrocas, en este caso entre 1727 y 1730 de la mano de Juan Yarza y Romero y su hijo José Yarza y Garín, las más importantes el cambio de orientación litúrgica con el añadido de un nuevo presbiterio y la apertura de una portada en alabastro negro en el paño central del ábside.
La iglesia sigue en planta la tipología mudéjar de nave única de tres tramos con capillas poco profundas entre los contrafuertes. Al igual que en San Gil, sobre las capillas laterales iban tribunas al estilo de las iglesias fortaleza de las que únicamente se conservan las que corren por encima del tercer tramo original, primero de la actual, de la fachada meridional recayente a la calle Mayor, encima de la portada. Complicado de visualizar y fotografiar por el tejadoz de madera que se ha colocado sobre la portada, abre al exterior con cinco arcos apuntados.
En ese mismo tramo del lado norte se ha recuperado la que sería entrada principal a la iglesia, y que más adelante se comentará en detalle. A su derecha se aprecia una torre contrafuerte que contrarresta al campanario del lado contrario. Ya dentro del nuevo presbiterio sobresale el volumen de la actual sacristía.
Por último, tanto en la nave central como en las capillas laterales, el alero de los tejados se sustenta sobre una línea de ménsulas en voladizo. Toda la construcción se realizó en ladrillo.
Como suele ser habitual en las iglesias mudéjares de la época la parte más vistosa en cuanto a decoración en ladrillo resaltado se localiza en el ábside de la cabecera. En la Magdalena tiene siete paños y, tal y como mandan los cánones mudéjares de la época, carece de contrafuertes en las esquinas. En el paño central abre la portada barroca en alabastro negro rematada en frontón partido con una talla de la titular en el centro.
En cada uno de los paños abre un alargado vano en arco apuntado de doble derrame que alterna arquivoltas aboceladas y de arista viva.
La decoración en ladrillo resaltado se concentra en dos bandas ribeteando horizontalmente los ventanales. En la parte inferior se disponen paños de arcos mixtilíneos entrecruzados entre bandas de esquinillas simples. Este motivo se extiende al estrecho lateral de la primera capilla del lado sur.
En la parte superior, también ribeteados horizontalmente por bandas de esquinillas, van paños de rombos con un pequeño motivo central sobre una labor de nudos formada por una doble cinta que se anuda en dos círculos, Este motivo se remonta, según Gonzalo Borrás a la época de los Banu Hud zaragozanos. Sobre la banda de esquinillas superior corre el alero que sustenta una faja de ménsulas en voladizo.
La primitiva iglesia mudéjar de la Magdalena contaba en origen con dos portadas de ladrillo que abrían a ambos lados del último tramo de la nave. Conocida era la de la fachada sur recayente a la C/ Mayor, mientras que la septentrional, con acceso desde la C/ Martín Carrillo, quedó oculta por la reforma barroca y edificaciones anexas posteriores. El derribo de estos anexos ha permitido sacar a la luz esta portada, que por su estructura y decoración debió de ser la principal de acceso al templo. Un tejaroz de madera y una valla metálica alrededor la protegen, tanto de los elementos atmosféricos como de los vandálicos, bastante frecuentes en la zona.  
La portada abre en arco carpanel de perfil deprimido rectilíneo resalado con tres arquivoltas de arista viva. Sobre este arco, cerrando el espacio del tímpano, hay otro apuntado con doble bocel entre nacelas. En el tímpano se aprecian dos rehundidos que albergarían algún tipo de motivo decorativo, al igual que en los laterales del amplio alfiz que enmarca la portada.
Este alfiz es, hasta el momento, el más interesante de los que conocemos en las iglesias mudéjares aragonesas, tanto por su extensión como por sus motivos decorativos que, a base de ladrillo aplantillado, se disponen en tres registros superpuestos.
El registro inferior la conforma un paño de arcos mixtilíneos sin cruzar, que quedan interrumpidos en su parte inferior por el arco apuntado de la portada. Sobre el mismo corre un friso de esquinillas simples.

El registro superior es el que singulariza esta portada. Se trata de un paño, mucho más ancho que el anterior, que se rellena con una malla de rombos que llevan en su interior cruces flordelisadas, un motivo interesantísimo que solamente encontramos en Aragón en otras tres iglesias (San Miguel en la misma ciudad, La Piedad de Azuara y San Juan Bautista de Herrera de los Navarros), e incluso en estas iglesias las cruces aparecen exentas en ábside, fachada y portada. Queda la incógnita de que es lo que representan, ya que hasta el momento no se ha encontrado una significación válida para ellas.
La segunda portada abre a la C/ Mayor, y es mucho más sencilla. Lo hace en arco apuntado con arquivoltas aboceladas entre nacelas sobre fustes de ladrillo.

ABSIDE DEL CONVENTO  DE  DOMINICOS DE MAGALLON.- Abandonado y en ruinas  el edificio que  ocupó  la Comunidad,  quedaron en pie trozos de muro  de la iglesia y el ábside, éste de gran sencillez y belleza.
De siete lados no muy anchos,  resalta  del cuerpo de la nave, cortada  por los contrafuertes que  marcan  el  comienzo   de  la  cabecera. Muy semejante  en proporciones y decoración al de la Magdalena,  de Zaragoza,  tiene  la  ornamentación  de  ladrillo   distribuída  en   dos grandes  bandas, y entre  ellas los grandes  huecos  de iluminación.
La faja inferior  es de arcos  lobulados apoyados en pilarcitos, repitiéndose las  cabeceras tres  veces,  cortado el  fondo por  arriba  y abajo  por dos bandas  de esquinillas, y lateralmente por las aristas  sin ornato alguno.  Montan  encima los ventanales, uno  por  cara, de  aguda ojiva y archivoltas aplantilladas de rico perfil, que   estuvieron  cerrados   por yesería de lóbulos apoyada  en un mainel,  visibles  todavía sus restos  en algunas. La decoración alta es un fondo de labor  en losange en líneas quebradas, que, como la de la parte  baja, limitan  ban­ das de esquinillas. Remata  el ábside  con  vuelo  de modillones.
Caracterizan a la obra  lo correcto de sus labores  y la armonía  de conjunto, reveladoras de buena  época.
La primitiva iglesia, que se puede datar en el siglo XIV, se encuadraría en la tipología mudéjar y se levantaba adosada al castillo medieval, por lo que incluye en su construcción la piedra sillar junto con el ladrillo.
En el siglo XVI se levantó sobre este primitivo templo una nueva iglesia con planta de salón o “Hallenkinche” y de grandes proporciones, conservando únicamente el ábside de la anterior construcción, que pasó a funciones de coro bajo al reorientarse litúrgicamente. Se conoce documentalmente que fue bendecida en el año de 1609.
Si en la fachada este encontramos el ábside del XIV, el grueso de volúmenes se localiza adosados al norte, donde se ubica la torre campanario, la capilla del Santo Cristo y la capilla subterránea del Crucificado, de la que se aprecia al exterior la cúpula. La cabecera actual muestra su ábside poligonal con la sacristía adosada en su lado sur, obra moderna del siglo XIX.
Tiene planta poligonal de cinco lados con contrafuertes en las esquinas que rematan a la altura de las claves de los vanos que abren en cada uno de sus lados. Combina la piedra sillar, seguramente aprovechada del castillo con el ladrillo en algo menos de la mitad de la parte superior. Como corresponde a su tipología y época constructiva, los vanos son alargados y apuntados, y abren en la zona de ladrillo, justo a partir de la separación entre ambos materiales constructivos.
Al igual que las fachadas septentrional y occidental, la meridional utiliza en su construcción el ladrillo salvo en el zócalo sobre el que se asienta que es de piedra sillar en un número variable de hiladas. Sobre la uniforme mitad inferior, se levanta el resto de la fachada retrotraído hacia el interior dejando a la vista la parte superior de los contrafuertes que se levanta entre las capillas laterales.

ABSIDE DE LA SEO,  DE  ZARAGOZA.- Los únicos  restos   de arquitectura románica  que existen  en  Zaragoza   son los  ábsides   que tuvo   la  iglesia  cristiana   que  se  supone levantada, a  raíz  de la  reconquista de  la ciudad, en  la  mezquita   mayor  de  los  musulmanes, sobre  uno de cuyos  ábsides  mandó  construir el  Papa Luna la actual obra mudéjar,  en armonía  con la de la linterna  del crucero de la  Catedral, hecha  igualmente   a sus expensas  en los comienzos del  siglo XV, y en contacto, el ábside, con el muro de la capilla de San Miguel, también   obra  mudéjar  levantada  en el último  tercio  del siglo XIV.
La forma  hubo  de supeditarse a la de la  planta   que  le servía  de base,  aprovechando los  contrafuertes, que  sirvieron  en lo  mudéjar para hacer el cambio  de la forma  circular  a la poligonal.
Comienza  la obra  mudéjar   con arcos  de descarga que apoyan   en los contrafuertes y transforman en  plana  la  superficie  curva   de  los muros.  Desde  aquí se visten  los contrafuertes con labor  de rombos, cortando al muro  faja de esquinillas. Sigue gran vuelo  de  modillones unidos  que  recorre caras  y contrafuertes y marca la  terminación de la parte  románica  haciendo resaltar, a la vez, el cuerpo mudéjar.
De los cinco frentes de éste, los extremos se ocultan  en parte   por el avance de las construcciones sobre  las que  se eleva, y las tres  centrales,  libres, tiene  cada  una  grandioso  ventanal   ojiva   de  tres  maineles y columnitas adosadas  al vano, que   soportan cuatro  arquitos pequeños bajo  dos  mayores  y tres  rosas  de lóbulos, la mayor  con  la tiara  de  Benedicto  XIII. Enjutas y  contrafuertes están  embellecidos con labores  de rombos, más dos líneas de esquinillas  que corren  sobre y bajo los ventanales. El cuerpo fina cortado por  vuelo  de  modillones, sobre el que  descansan  varios  pináculos que  se pegan a la construcción, terminando ésta  con  un segundo cuerpo poco  airoso. Ayu­ dan a lo decorativo varias  formas  de cerámica:  fondos de  plato,  columnitas de nudos, azulejos   de doble   estrella   y  lile  espiga,  colocada en fondos de labores,  cuerpos de los  pináculos y  como   fajas  en distintos  puntos.

En La Seo zaragozana, después de las acometidas por el arzobispo Don Lope en la Capilla de San Miguel o Parroquieta, se llevo a cabo con el mecenazgo de Benedicto XIII, el Papa Luna y con la intervención del maestro de obras moro Mahoma Ramí. Estas obras consistieron en la construcción del cimborrio, que sería sustituido por el actual entre 1505 y 1521, de una capilla adosada al mediodía del ábside lateral de la epístola y abierta al crucero, actualmente oculta al exterior, al igual que este ábside, por la sacristía mayor edificada durante el mandato del arzobispo Crespo de Agüero (1727-1742), y el recrecimiento de los tres ábsides románicos. De toda esta obra quedan visibles al exterior los ábsides central y del Evangelio, así como el nuevo cimborrio.
El recrecimiento en estilo mudéjar de ambos respetó la obra románica en piedra sillar. De planta semicircular, el central se articula mediante dos contrafuertes con ventanales que abren en cada paño en arco de medio punto con arquivoltas decoradas con taqueado jaqués que apean en capiteles decorados con escenas de caza y animales fantásticos.  


La planta semicircular de la fábrica románica pasa a poligonal de siete lados en la obra mudéjar de ladrillo, que queda dividida en tres cuerpos en altura, rematados los dos superiores con sendas líneas de almenas.
El primer cuerpo del ábside central incluye la fábrica románica y su unión con la obra de ladrillo, a la par que la planta pasa de semicircular a poligonal de siete lados revistiendo la parte alta de los contrafuertes pétreos de ladrillo y continuando en este material en los cuerpos altos. Esta labor de ladrillo se decora con paños de rombos con un pequeño taco en su centro entre sendas bandas de esquinillas simples. En cada uno de los paños se articula un arco apuntado de descarga por encima de los sillares románicos. Todo el conjunto se remata con una línea de ménsulas en saledizo debajo de la imposta que da paso al cuerpo siguiente.
El segundo cuerpo intermedio es el más espectacular y vistoso de todo el conjunto, a lo que contribuye sus grandes ventanales y la combinación de ladrillo resaltado y cerámica en la decoración.
En cada uno de los paños abre un gran ventanal de cuatro pequeños arcos apuntados sobre los que van tres rosetones decorados con yeserías caladas de tipo gótico que incluyen en el centro del superior el escudo papal de la triple tiara. A través de estos ventanales se aprecia como un pasillo o andito interior los separa de otros que son los que abren al interior del ábside, actualmente cegados. Esta parte interior de los ventanales se decora con una rica y colorista variedad de motivos propios de las iglesias mudéjares, tal y como corresponde a Mahoma Ramí, su autor; tampoco es visible la parte interior del ábside románico que conserva un importante repertorio iconográfico en sus muros y capiteles.
El pequeño lienzo de muro que queda debajo de los ventanales se rellena con una fina línea de esquinillas y una banda de cerámica blanca y cobalto en forma de espiga o punta de flecha, que se extiende a la parte baja de los merlones que ocupan la parte inferior de esta parte de los contrafuertes, y que veremos con detalle en la página siguiente.
Las albanegas de los ventanales en los paños y la parte correspondiente de los contrafuertes se cubren con paños de rombos en cuyo centro se dispone un disco o plato cerámico de color cobalto. Una línea en espiga idéntica a la de la parte inferior y una de esquinillas simples en la parte alta debajo de una línea de ménsulas en saledizo dan paso a la de almenas o merlones en que se remata este cuerpo.
El tercer y último cuerpo del ábside central, de escasa altura. se levanta retraído hacia el interior, con un gran arco rebajado, ribeteado al exterior por una fila de pequeños discos cerámicos, que abre en cada uno de los paños entre contrafuertes de escaso desarrollo hacia el exterior. Los muros se salpican con estrellas de ocho blancas ribeteadas en cobalto junto con discos del mismo color, además de un motivo de espiga recorriendo toda la parte superior debajo de la línea de ménsulas que sustenta la de merlones en que termina el cuerpo; pequeños discos se colocan también en los huecos entre ménsulas.

Las almenas o merlones de esta parte alta del cimborrio son de planta cuadrada rematados en forma piramidal recubierta de yeso. La decoración incluye bandas de esquinillas simples en la parte inferior y cerámica en colores blanco y cobalto, que incluye estrellas de ocho puntas, discos o platos, motivos de espiga y grupos de tres pequeños fustes.
Mucho más sencillo resulta el absidiolo lateral del Evangelio, tanto en cuanto a la obra románica como a la mudéjar. De la primera únicamente un vano en arco de medio punto doblado de esquinas achaflanadas rompe la monotonía de la piedra sillar.

El paso de la planta semicircular románica a la poligonal mudéjar se realiza superponiendo simplemente está última sobre aquélla. De sus tres paños visibles, en el central y lateral colindante con la Parroquieta, abre un ventanal de ladrillo de amplio derrame hacia el interior y arquivoltas abaquetonadas con una fina línea de hexágonos de alargados lados laterales ribeteando el exterior de lados y parte superior que se amplía debajo en forma de lazo de cuatro octogonal.
El paño recayente al ábside central es ciego y se cubre con decoración en ladrillo resaltado que incluye el mismo motivo visto en los otros paños enmarcando arquerías ciegas y motivos lobulados. En la parte inferior izquierda conserva decoración cerámica a base de azulejos en forma de rombo que alternan colores blanco, verde y cobalto.
Una línea de ménsulas en voladizo deja paso al cuerpo superior donde se desarrollan dos interesantes motivos de lazo. El primero es un lazo de ocho y el superior un lazo de cuatro octogonal con cerámica rellenando sus huecos. Las estrellas de ocho puntas lo hacen con escudos de armas de los Martínez de Luna, la mayoría producto de la restauración. Este último motivo lo vemos en el último cuerpo, retraído hacia el interior como en el ábside central.
Por encima de todo ello, el teleobjetivo permite captar unos merlones cuadrados sobre una línea de hexágonos de alargados brazos laterales con un motivo de cerámica en forma de espiga. Decoración en ladrillo resaltado y cerámica se aplicó también al frente de estos merlones. La primera en forma de lazo de cuatro octogonal con una gran estrella de ocho puntas central en la que se inscribe el blasón de los Martínez de Luna en uno, y el Papal de las llaves de San Pedro en el otro.
Cronológicamente estas obras de los ábsides de La Seo se sitúa entre 1403 y 1408. Documentalmente se conoce que el 24 de febrero de 1403 tiene lugar una consulta de maestros de obras convocada por Benedicto XIII para determinar la forma en que deberían de realizarse las obras de la cabecera de la Catedral. En el mismo documento se da a entender que para la construcción del nuevo cimborrio que sustituiría al anterior edificado por Don Lope Fernández de Luna, se considera necesario acometer primero la obra mudéjar de los tres ábsides, por encima de la fábrica románica, o sea, que el recrecimiento de los ábsides no sería nada más que un requisito necesario para la obra principal que era el nuevo cimborrio.
En cuanto a la participación de Mahoma Ramí en la obra, en la documentación real de Martín I se le cita en octubre de 1404 como maestro mor que está trabajando en las obras de La Seo por orden del Papa Luna.
En lo referente a la fecha de conclusión de las obras de los ábsides, en un documento de 27 de octubre de 1408 se especifica que unas obras de enlucido y pintado deben hacerse según modelo de las bóvedas recientemente sufragadas por el Pontífice, algo que sin duda alude a la bóveda del ábside central que se conserva encima de la actual del presbiterio, y que se decora con motivos pintados simulando óculos lobulados y vegetales de cardinas.

Cronológicamente, el último de los elementos mudéjares de la Catedral de San Salvador de Zaragoza apreciable desde el exterior corresponde al cimborrio que cubre el crucero. El actual vino a sustituir a principios del siglo XVI al levantado por Benedicto XIII en los inicios del XV, que a su vez reemplazó al edificado por Don Lope Fernández de Luna.
Parece ser que ya en 1417 el cimborrio anterior amenazaba peligro, por lo que se consultó a maestros expertos quienes aconsejaron reforzar la cimentación y el alzado de los dos pilares de la parte del coro. No se debieron de tomar estas medidas, ya que en la ampliación a cinco naves llevada a cabo por el arzobispo Don Alonso de Aragón se hundió uno de estos pilares el 7 de febrero de 1498, tras lo que se requirió una nueva consulta a expertos que determinaron su derribo y la construcción de un nuevo cimborrio.

Las obras se llevaron a cabo entre 1505 y 1520 con intervención de un amplio equipo de maestros que reunió a lo más granado de la época, participando por parte cristiana Juan Botero, Antón de Sariñena, maestre Gil y maestre Gombau, y por parte mudéjar Juce de Gali, Xamar, Braym Monferriz y mestre Arramí.
Al interior, el pase de la planta rectangular a la octogonal se resolvió por medio de trompas, y a partir del octógono se voltearon cuatro parejas de nervios, paralelas dos a dos, que se cruzan dejando en el centro un nuevo espacio octogonal y formando una estrella de ocho puntas; sobre el octógono central se levanta la linterna. Este sistema se repetiría en Aragón en las catedrales de Teruel y Tarazona, los dos únicos que se conservan además de éste de La Seo.
Al exterior, este cimborrio es el más austero de los tres. En cada uno de los paños del cimborrio abre una ventana en arco apuntado. Los contrafuertes presentan como única decoración bandas de esquinillas al tresbolillo y arcos ciegos en su parte inferior. Se completa la ornamentación con un paño de cuatro rombos en la parte superior.
La linterna queda rodeada por una galería que abre al exterior en amplios vanos en arco conopial. Bandas de esquinillas en la parte alta son el único motivo decorativo en ladrillo resaltado. Corona el cimborrio una pequeña espadaña moderna.  
De la misma manera que tras la conquista cristiana de Zaragoza en 1118 por el rey Alfonso I, la Aljafería se convierte en palacio real, la mezquita mayor de Saraqusta, que a su vez había sido edificada sobre el foro romano, se consagra al culto cristiano como catedral bajo la advocación de San Salvador en su Epifanía, al existir ya un templo mozárabe no muy alejado dedicado a Santa María (actual basílica del Pilar).
No sería mucho después cuando se acometen las primeras obras en la mezquita en estilo románico, que a partir del siglo XIV se ampliarían y modificarían en estilos gótico y mudéjar, configurando primero una iglesia de tres naves, igual a la románica, a la que se añadirían en 1490 dos más en los laterales y otras dos transversales a los pies hacia 1549. A la vez se levantaba un primer cimborrio entre 1370 y 1412, se construía una nueva capilla mayor en 1447, y se rehacía aquél por haberse hundido hacia 1520. A este conjunto se fueron abriendo en el renacimiento y barroco capillas en la cabecera, laterales y a los pies; también se sustituyó la torre octogonal mudéjar por otra barroca en 1685. Finalmente, en 1764, Julián Yarza realiza la actual fachada principal supuesta en un plano más avanzado a la primitiva gótica.
A todo lo anteriormente expuesto hay que añadir la que quizás en su obra mudéjar más relevante: la capilla de San Miguel Arcángel, vulgarmente conocida como la Parroquieta. De esta manera el conjunto de estilo mudéjar que ha llegado hasta nosotros se puede concretar en la fábrica medieval, el cimborrio, recrecimiento de los ábsides románicos, torre que quedó envuelta por la barroca y la citada capilla; en el interior encontramos un magnífico facistol conocido como “del Papa Luna” por figurar en él las llaves papales y el blasón de los Luna; dos puertas laterales del coro con labores de ocho, además de pervivencias mudéjares en las cúpulas barrocas de las capillas de Santo Dominguito de Val y San Valero, sin olvidar las soleras y arrimaderos de cerámica de Muel que lucen varias de las capillas.
De todo lo anteriormente expuesto solamente vas a poder ver en las páginas siguientes un exhaustivo y detallado reportaje de la Parroquieta por depender de la Delegación de Patrimonio del Arzobispado, ya que del resto únicamente puedo disponer de fotografías del exterior. Parece ser que el Cabildo Metropolitano de Zaragoza no es partidario de que el patrimonio del que es custodio se divulgue por Internet (no entiendo ni me dieron razón lógica de porqué cuando me denegaron el permiso para poder fotografiar el interior del templo), Sí que es cierto que después de todos estos años ha sido la única negativa que he recibido al respecto, y eso que nuestro patrimonio mudéjar se reparte en un amplio abanico de titulares: diócesis, órdenes religiosas, organismos estatales, autonómicos, municipales y particulares. Muestra de que los miembros del Cabildo no son excesivamente amigos de las nuevas tecnologías es que, dentro de las grandes Catedrales europeas, las de La Seo y El Pilar sean práticamente las únicas que no tienen su propia página web donde se promocionen y se facilite información sobre las mismas.
La Capilla de San Miguel, o Parroquieta se levanta alienada con la cabecera del templo en el lado izquierdo de la misma y paralela al crucero. Tiene entrada propia desde el exterior a la izquierda de la principal de la Catedral. La Capilla fue encargada por don Lope Fernández de Luna, arzobispo de Zaragoza entre 1352 y 1382, quien también sería el impulsor de la construcción del primer cimborrio y de la puerta mayor. Las obras parece ser que comenzaron en torno al 1374 quedando finalizadas hacia 1381. Tal y como se podrá apreciar a lo largo de estas páginas todo parece indicar que se aprovecharon determinados elementos que todavía quedaban en pie de las dependencias de la mezquita mayor, especialmente el muro exterior en cuanto a la parte de ladrillo. Este muro y la techumbre que cubre el presbiterio son dos de las más destacadas obras del mudéjar aragonés, a las que hay que añadir el magnífico sepulcro de don Lope, la recientemente descubierto cripta y la propia fábrica de su nave.
En cuanto al muro exterior, aunque se viene situando su construcción junto al resto de la Capilla en las fechas señaladas, no hay que descartar que ya estuviese en pie cuando se acometen las obras, y que en ese momento únicamente se sustituyese la decoración cerámica por la que actualmente podemos ver.
María Isabel Álvaro Zamora que lo ha estudiado a fondo, establece la hipótesis de que el muro estuviese terminado entre comienzos y mediados de 1378, tanto en cuanto a la decoración en ladrillo como a la cerámica de piezas monocromas que no sería la actual sino de otra más sencilla realizada, según la autora, por maestros de obras mudéjares aragoneses. Esta decoración no agradaría a Don Lope, quien manda llamar en 1378 a dos azulejeros sevillanos que ya estaban trabajando en la ciudad a mediados de ese mismo año. Dos albaranes del año 1379, publicados por Manuel Serrano y Sanz, nos dan razón de sus nombres y procedencia. De los mismos se desprende que Garcí Sánchez y Lop trabajarían en el muro al menos desde agosto de 1378 a mayo de 1379. La inclusión de cerámica propia de lo andaluz en este muro constituyen un ejemplo único en lo aragonés, ya que no tendrá repercusión en la evolución de la decoración cerámica aragonesa aplicada a la arquitectura.
La decoración en ladrillo resaltado y cerámica se extiende por toda la superficie del muro entre el menor de los ábsides de la cabecera hasta la primitiva portada gótica por la que se accedía a la Capilla, ya en la fachada principal, y de la que queda visible el arranque junto a la esquina.
El muro consta de 25 bandas decorativas horizontales, integradas a su vez en tres grandes paños delimitados por bandas de esquinillas simples. Cuatro ventanales sirven para iluminar el interior: dos en la zona del presbiterio y otras dos en la nave.
Comenzando la descripción de los motivos decorativos del muro por el paño inferior, encontramos en primer lugar una estrecha banda de azulejos que alternan blanco y verde dispuestos en espiga o punta de flecha, motivo muy utilizado en la decoración cerámica de torres mudéjares aragonesas. Esta banda, que volveremos a ver en el tercer paño, se sitúa debajo de la primera de esquinillas que delimita por la parte inferior este primer paño.
Encima de las esquinillas se disponen dos bandas con motivos de cadeneta en colores blanco, verde y vinoso, y entre ambas otra más ancha de rectángulos enmarcados en verde, que alternativamente se rellenan de rombos y de rombos y octógonos a base de pequeñas piezas de colores melado, blanco, verde y morado-negruzco, motivo claramente sevillano.  


Estas tres bandas se extienden por todo el perímetro enmarcando el paño, con la variante de que en las verticales, los rectángulos de la central se sustituyen por una serie de rectángulos con las esquinas redondeadas que se van superponiendo; de color verde sobre fondo blanco, se acompañan de pequeñas piezas de color vinoso en los laterales.  

Este primer paño del muro se completa con dos bandas de arcos mixtilíneos entrelazados y profusamente rellenos de azulejería policromada.
El centro de cada arcada de la primera banda se rellena con dos estrellas de ocho en color blanco ribeteadas de verde la inferior y de azul la superior; se completa la decoración con siete pequeños discos verdes en los laterales y parte alta, y una pieza romboidal con las armas de Don Lope en el centro. En cada uno de los arcos hay una estrella blanca ribeteada en verde y seis discos del mismo color, mientras que en los medios arcos de la parte alta se dispone una estrella ribeteada en azul y un disco verde. Se completa la decoración cerámica con pequeñas piezas del mismo color verde en los anudamientos superiores.
Encima, y cortada por los dos ventanales del presbiterio, hay otra banda de mixtilíneos con los mismos elementos cerámicos en forma de estrellas de ocho blancas ribeteadas en verde y azul y discos de los mismos colores rellenando su interior.
Ribetean esta banda dos estrechas que alternan piezas romboidales de color verde y vinoso sobre fondo blanco. Este motivo lo volveremos a ver en los otros dos paños.
El segundo paño se divide en dos grandes zonas perfectamente delimitadas por tres bandas de manera similar al paño inferior.
La parte baja consta de una banda a base de estrellas blancas entre medias crucetas verdes, todo ribeteado horizontalmente por dos de espiga o punta de flecha alternando blanco y verde, ya vista en el paño anterior.  

En la parte alta y laterales estas dos bandas son a base de rombos verdes y vinosos sobre fondo blanco, ribeteando una más ancha, como en el paño inferior, a base de rectángulos que se rellenan con pequeñas piezas formando rombos y rombos y octógonos.
De los dos grandes espacios cuadrados en que se divide esta zona, el de la izquierda, que se corresponde con la zona del presbiterio, se cubre con un motivo de lazo de seis que parte de una estrella de seis puntas cuyos lados se prolongan generando espacios triangulares y hexagonales que se rellenan totalmente con pequeñas piezas cerámicas triangulares y romboidales de colores blanco, verde y morado.
El cuadrado de la derecha del muro, que se corresponde al interior con los dos tramos de la nave y que queda cortado asimétricamente por los dos ventanales que abren a los mismos, se rellena con un lazo de ocho que partiendo de una estrella de ocho puntas prolonga sus lados vertical, horizontal y diagonalmente generando espacios hexagonales y en punta de flecha que se rellenan también completamente con piezas cerámicas de los mismos colores que el anterior, pero de forma más compleja para adaptarse a la forma de los huecos: rombos, puntas de flecha y diamantes.
Las dos bandas de esquinillas que delimitan el tercer paño se completan con dos pequeños fustes de color verde en cada uno de sus huecos, al igual que en el que separa el primero del segundo donde solamente se dispone un fuste por espacio. Sigue una estrecha banda con el ya visto motivo en forma de línea de rombos.  

A continuación un doble friso de zig-zag con los huecos rellenos de piezas cerámicas romboidales alternando blanco, verde y vinoso.
A continuación un motivo también repetido en los paños inferiores, en forma de espiga o punta de flecha alternando blanco y verde.
Por último, debajo de la banda superior de esquinillas, encontramos otra a base de almenas dentadas o escalonadas que se completan con cerámica de los mismos colores, esta vez en forma triangular.

Al igual que veremos en el interior, la diferencia de materiales entre el presbiterio y la nave se manifiesta al exterior en los ventanales. En el caso de los del presbiterio se aprecia que son de piedra y con amplio derrame hacia el interior, mientras que los de la nave son de ladrillo y simples. Los primeros se enmarcan con los mismos motivos que los paños, en forma de banda de rectángulos con otra más estrecha de rombos sobre fondo blanco al exterior.
Las que abren a la nave presentan la variante de que en la parte superior los rectángulos se sustituyeron por piezas en forma de rombo.
En la delimitación entre el muro y el ábside, en la clave de los dos ventanales del presbiterio y en el primer friso de arcos mixtilíneos del paño inferior se colocaron motivos heráldicos con las armas del arzobispo D. Lope Fernández de Luna.
Los dos primeros conservan casi completa su policromía, mientras que en los colocados en los mixtilíneos se pinto el escudo de armas en azul cobalto sobre un azulejo cuadrado blanco que luego se dispuso en forma de rombo.
En la zona inferior izquierda del muro había una inscripción en color azul en el interior de cinco azulejos rectangulares blancos de la que González Martí pudo leer y transcribir tres de ellos, aunque cuando se llevo a cabo la restauración del muro solamente se conservaba uno y fragmentos de otro. Esto ha permitido rehacer la leyenda original que se colocó en cuatro azulejos, y que dice: “TA:BENE:FUNDATA:EST:SUPRA:FIRMAM:PETRAM” (edificada y bien fundada está sobre piedra firme).
En este muro hay una segunda inscripción, muy poco conocida, que parece indicar que el muro podría ser anterior, tal y como he comentado en la primera página, a la adecuación de este espacio para capilla funeraria del arzobispo. Grabada en caracteres cúficos en el yeso del interior del arco más próximo a la fachada principal del segundo friso de mixtilíneos del paño inferior, fue descubierta por el arquitecto Javier Peña Gonzalvo en el transcurso de una visita que realizó al muro en 1992, invitado por el arquitecto director de la restauración que se estaba llevando a cabo en esos momentos.

Según Peña la inscripción dice “ºamal … Salama bin Galb”, que se traduciría como “la obra es de Salama bin Galb” o “lo hizo Salama bin Galb”. Según el mismo autor, teniendo en cuenta que la escritura cúfica dejó de utilizarse en el siglo XII, la construcción del muro tendría que ser anterior a esta fecha, o sea, que formaría parte de la mezquita mayor musulmana, reaprovechado por el arzobispo Don Lope, quien únicamente se limitó a contratar a los dos azulejeros sevillanos para completar o modificar su decoración cerámica. Una hipótesis, que unida a otros aspectos de la Capilla que denotan que no se trata de una construcción unitaria, no deberíamos de descartar.

Además del muro lateral, la decoración en ladrillo resaltado y cerámica de la Parroquieta de La Seo se extiende a la fachada principal, oculta en buena parte por la actual que se sobrepuso a la primitiva en el siglo XVIII. La parte que podemos contemplar se reduce a una estrecha franja a la izquierda de la citada fachada.
Un friso de esquinillas simples enmarcan el paño por la parte inferior, que continúa por el lateral y arriba en forma de tres bandas, más ancha la central, delimitadas por líneas de ladrillo.
Estas bandas se rellenan con azulejería de colores blanco, verde y vinoso con formas romboidales y rectangulares que forman una cadena de rombos. Los laterales se cubren con filas de rombos alternando verde y vinoso sobre fondo blanco.
Dentro de este encuadre hay, como en el muro lateral, dos bandas de arcos mixtilíneos. De los dos arcos que se pueden ver, el primero se rellena completamente con pequeñas piezas cerámicas formando un damero blanco y vinoso con el escudo del arzobispo Don Lope en el centro, todo enmarcado en verde. A su derecha se observa parte de un segundo arco y un pequeño trazo de la portada gótica original. El interior de este segundo arco presenta decoración cerámica idéntica a la vista en el friso de mixtilíneos del muro, o sea, estrellas de ocho blancas ribeteadas en verde y azul junto a discos cerámicos.
 
La banda superior de mixtilíneos no conserva restos de su, casi segura, decoración cerámica, que sí se pueden ver, aunque muy diminutos, en el paño que hay encima y que también repite motivo del muro lateral en forma de lazo de ocho.
Para terminar con la descripción del exterior de esta Capilla de San Miguel, una pequeña referencia a la figura tallada en la parte achaflanada de la esquina, que parece representar a un hombre barbado sujetando en sus manos una filacteria.  


A pesar del indudable interés que ofrece todo lo anteriormente expuesto del interior de esta Capilla, su obra más relevante la encontramos en la magnífica techumbre que cubre el presbiterio. Se trata de una armadura de madera de limas moamares con una base cuadrada que pasa a octogonal mediante cuatro cuadrantes situados en las esquinas.

La parte inferior cuadrada se divide horizontalmente en cuatro bandas que se cubren con motivos de mocárabes y lazos de ocho.

La banda inferior presenta en sus lados norte, este y oeste una banda de arcos de mocárabes con conchas o veneras en su interior, mientras que en el sur, recayente a la cabecera, se colocó una seudo-inscripción entre seis escudos de armas de Don Lope, además de contar con otra larguísima y muy estrecha en la parte alta de la banda. Todas las inscripciones de la techumbres las veremos más adelante, después de la descripción de su decoración.  



La banda intermedia de la zona cuadrada de la techumbre se rellena con una serie de motivos de lazo de ocho en número de tres por cada lado, que partiendo de estrellas de ocho puntas generan por la prolongación de sus lados diversas y complejas composiciones cuya descripción resultaría en extremo farragosa, por lo que nada mejor que verlas pormenorizadas en fotografía. Las dos laterales del lado oriental generan octógonos que se rellenan con pequeñas cupulitas agallonadas. 



La tercera y última banda se cubre con una nueva serie de arcos de mocárabes, que en este caso se rellenan con inscripciones.
Separa esta tercera banda de la superior y última que presenta una serie de doce inscripciones, una fina línea de merlones o almenas escalonadas sobre fondo rojo.

En la cuarta y última banda apoyan los cuadrantes esquineros que permiten el paso del cuadrado al octógono, de tal manera que dividen cada uno de los lados en tres registros.
Con estos cuadrantes se genera en cada esquina un espacio triangular que se cubre con un motivo de lazo de ocho que genera un amplio espacio octogonal en el centro que se rellena con mocárabes de forma que parecen una reproducción en simple de la techumbre octogonal de la parte superior.  
Cada uno de los cuadrantes apoya en sendas ménsulas con figuras talladas y laterales, papo y un pequeño espacio rectangular en los laterales se decoran con motivos vegetales en color dorado sobre fondo azul.
De estas figuras, las cuatro situadas en los dos ángulos más próximos a la cabecera representan, al igual que en las ménsulas pétreas que sustentan los nervios de las bóvedas de la nave, los símbolos de los cuatro Evangelistas sujetando una filacteria con su nombre en letra gótica: el águila de San Juan, el toro alado de San Lucas, el león alado de San Marcos y el ángel de San Mateo.  



Las figuras de los otros dos cuadrantes representan temas alegóricos sacados de los bestiarios medievales y de la tradición religiosa cristiana. En la esquina recayente al sepulcro del arzobispo podemos ver un pelícano alimentando a sus polluelos con su propia carne, y en el lado contrario la figura de un dragón alado.  

En la esquina del lado contrario, un águila picoteando la cabeza de una liebre y una sirena con un espejo en su mano izquierda.

La parte octogonal de la techumbre está formada por planos verticales que doblan en ángulo recto formando un techillo que cierra de nuevo el espacio.

La banda inferior presenta un motivo de lazo de ocho con pequeñas cupulitas gallonadas rellenando los espacios.

El pequeño techo que separa esta banda de la superior se rellena con una serie de octógonos con lados que se prolongan creando espacios en forma de punta de flecha.  
Termina esta primera banda de la parte octogonal con un colgante de mocárabes y decoración pintada de motivos vegetales. 

La parte intermedia de este espacio octogonal es la que propiamente tiene una estructura de limas moamares.
Recorren el perímetro tres bandas de lazos de ocho que alternan estrellas de ocho puntas con cruces aspadas en la central, y estrellas de ocho y una pareja de hexágonos entrecruzados en la inferior y superior. En el interior de cada estrella se dispone una pieza octogonal sobre la que se ha colocado una pequeña cupulita gallonada. 

Estas bandas enmarcan dos series de espacios rectangulares, cinco en la inferior y tres en la superior en cada uno de los paños, que se cubren con plafones decorados con cupulines gallonados en relieve e inscripciones de tipo ornamental, acompañados de motivos de ataurique. Mismo motivo de cupulines se colocó en las tabicas de las limas.
Una sucesión de líneas de mocárabes cubren la cúpula superior que va cerrando hasta convertirse en un espacio circular que cierra con un cupulín gallonado.  
Sin menoscabar el indudable interés de la estructura y motivos decorativos de esta techumbre de la Parroquieta de La Seo, quizás su elemento más sobresaliente sean las inscripciones que la jalonan en su parte inferior cuadrada. El estudio más detallado realizado hasta el momento de las mismas lo llevaron a cabo Bernabé Caballero Subiza y Carmelo Lasa Gracia, que publicaron sus conclusiones en un amplio artículo en el número 19 de la revista Artigrama del año 2004, y al que me he remitido para los textos de sus traducciones y descripciones. Igualmente incluyo croquis de las bandas epigráficas y seudo-epigráficas del friso superior y sigo su numeración en las descripciones, igual que hacen los autores, como mejor solución para localizar cada una de ellas.
Las inscripciones se reparten en la parte inferior y superior del lado este, recayente al altar, el interior de los arcos de mocárabes de la tercera banda, y a lo largo de toda la cuarta, en número de doce separadas por las ocho ménsulas que sustentan los cuadrantes de las esquinas, quedando ocho dentro de los mismos. De todas ellas solamente un número limitado contienen verdaderamente inscripciones, siendo la mayoría seudo-inscripciones de tipo decorativo, tal y como se podrá ir viendo en las fotografías detalladas que incluyo en las páginas siguientes.

Excepto en las correspondientes a la parte superior del lado este y a la arquería de mocárabes, en el resto se intercalan escudos de armas en negro del arzobispo Don Lope Fernández de Luna. Tal y como se irá apreciando en las fotografías estos escudos no están superpuestos ni interrumpen en ningún momento las inscripciones ni los motivos decorativos, lo que hace pensar en que su colocación es simultánea a la construcción de la techumbre, o sustituyeron a otras piezas de idéntico tamaño y forma que ocupaban los mismos espacios.

La primera banda que aparece en la techumbre se sitúa en la parte inferior del lado oriental, recayente al altar. En el interior de la arquería de mocárabes se disponen motivos seudo-epigráficos donde predominan los anudamientos entre ocho escudos de armas del arzobispo Don Lope.

En este mismo lado este, entre el friso de mocárabes y el de motivos de lazo de ocho, corre una estrecha banda seudo-epigráfica que no tiene traducción posible, ya que en la base de la caja de escritura no se llegó a tallar ni una sola palabra en árabe. La banda es obra de los mismos artistas que labraron las bandas seudo-epigráficas del friso superior, por lo que presentan los mismos tipos de lazos en los astiles, pequeños nudos circulares debajo de los ápices, trazos horizontales paralelos a la parte superior de la caja de escritura que describen un ángulo recto con un lazo en forma de cuadrado, etc.
Entre las peculiaridades de esta banda cabe destacar dos. La primera es que debido a que los astiles están muy próximos entre sí, puesto que al ser una banda seudo-epigráfica no existen letras bajas que exijan su distanciamiento, tan apenas existe un fondo vegetal. La segunda es que la base de la caja de escritura no es una línea horizontal completamente recta, ya que tiene pequeñas escotaduras rectangulares que amplían la superficie de la banda con el fin de que, dado que el friso tiene una altura de pocos centímetros, se pueda en estos ensanchamientos disponer lazos en forma de cadeneta que aumentan la belleza de la composición.  

Debajo del friso superior epigráfico y seudo-epigráfico que ocupa los cuatro lados de la techumbre, y que veremos a continuación, hay otras inscripciones doradas sobre fondo azul cobijadas en pequeños arcos de mocárabes. Estas inscripciones repiten alternativamente el siguiente texto “al-mulk llahi al-mulk Lah”, que en castellano sería “el poder de Dios, el poder a El”. Los astiles de las letras que ocupan todo el campo epigráfico y que llevan un anudamiento en la parte superior, terminan con un ápice triangular. En la base de la letra ka:f de la palabra al-mulk aparece también otro anudamiento. La letra ha: de llahi para poder acomodarse a la ornamentación no sube su terminación hasta el extremo del campo epigráfico sino que se adapta al fondo ornamental. Los intersticios entre las letras se rellenan con motivos vegetales. En estas inscripciones se produce una reducción del nombre de Allah que pasa en primer lugar a llahi y después a Lahu.
De las doce inscripciones del friso superior, únicamente tres contienen inscripciones epigráficas: las número 4, 8 y parte derecha de la 7.1. Seudo-epigráficas son todas las de las esquinas excepto la anterior, además de las numero 2 y 6.

De las bandas epigráficas las número 4 y 8 presentan inscripciones de tipo cúfico florido (al-kufic al-mukhamal) con caracteres muy esbeltos. En ambas, los elementos verticales de las letras se prolongan hasta alcanzar la parte superior de la caja de escritura, terminando en ápices triangulares a izquierda y derecha para mantener un ritmo compositivo simétrico. Los ápices llevan en el interior decoración digitada, consiguiendo así el efecto de un elemento vegetal. Los astiles presentan un pequeño nudo antes de la terminación triangular.
Los espacios que quedan libres entre las grafías se rellenan con un denso fondo de decoración vegetal en forma de pequeños tallos de los que surgen a partir de un anillo central palmetas digitadas bifurcadas o simples, generalmente asimétricas. Entre estos motivos vegetales hay también piñas, granadas y otros simples. Los tallos de esta decoración vegetal, que a veces llevan pequeños anudamientos, discurren tanto por debajo como por encima de las letras, y nacen una veces de la base de la caja de escritura y otras de las letras bajas de la inscripción.
Para Caballero y Lasa, estas inscripciones fueron hechas por mudéjares aragoneses, tanto en cuanto a los textos como a los fondos vegetales en los que se utilizan motivos del vocabulario artísticos del taller de la Aljafería del siglo XI, y que recuerdan mucho a las decoraciones mudéjares del siglo XIV del Palacio Real, en concreto a la ventana de la estancia situada al oeste del Salón del Trono de los Reyes Católicos, y a las cenefas que enmarcan la puerta de la conocida como “alcoba de Santa Isabel”.
La banda nº 4 está dividida en dos secciones por el escudo del arzobispo Don Lope. En la sección situada a la derecha según se mira se lee “[al]-hafiz Allahi al-hafiz Ilahi” , sin el alif y la:m del artículo del primer al-hafiz, que en castellano sería: “[La] protección es Dios, la protección de Dios”.
En la sección de la izquierda se lee: “al-hafiz Ilahi al-hafiz, “La protección de Dios, la protección”.
En el lado derecho de la banda nº 7.1, recayente a la nave se lee “al-hafiz Ilahi” o “La protección de Dios”.
La raíz hafiz aparece en numerosas ocasiones en el Corán con diferentes acepciones, en concreto en 44 aleyas pertenecientes a 22 suras. Sobre todo hacer referencia a la comprensión, custodia, observancia, guardia y protección, estando relacionada con la palabra Hafiz, uno de los 99 nombres de Dios. Esta palabra aparece escrita de la misma manera que en esta inscripción de la techumbre de la Parroquieta en la aleya 4 de la sura 86: “toda alma tiene un guardián junto asi”. 

En la banda epigráfica nº 8 se encuentra la tercera y última inscripción de este friso con las mismas características paleográficas y decorativas de las anteriores, también de tipo al-kufic al-mukhamal, con idéntica decoración de ataurique. Dividida en dos secciones por el escudo de Don Lope, al igual que el resto, contiene una eulogía muy común en la cultura islámica, con la inscripción “al-mulk llahi” repetida cuatro veces, aunque en la parte derecha, según se mira, falta el primer alif del primer al-mulk llahi, y en el izquierdo falta al final la segunda la:m y la ha: del llahi final. En castellano vendría a decir “el poder de Dios”.
La raíz de esta inscripción mlk se cita más de 130 veces en el Corán en sus diversas aceptaciones: soberano, monarca, rey, poder, dueño, reino, señorío, dominio, etc., estando a su vez relacionada con al-Mulk, uno de los 99 nombres de Dios, el Soberano. El mismo texto aparece en el cimacio de uno de los capiteles y en una dovela de la Sala Capitular y en una inscripción en el muro del claustro del Monasterio del Santo Sepulcro y en la tercera planta del Torreón del Trovador del Palacio de la Aljafería, ambos en Zaragoza.
Todas estas inscripciones de la parte superior de la techumbre hacen referencia a Dios y su reino, así como a la protección que brinda a los creyentes, a los que premia en la otra vida. al-Hafiz, el Protector, el Conservador, el Preservador, rodea todas las cosas con su omnipresencia para preservar su existencia. al-Mulk, el Rey, mantiene su soberanía sobre los cielos y la tierra en cuanto que Dueño (Malik) y Señor (Rabb) de todas las cosas.
Las bandas seudo-epigráficas son aquellas que están integradas por letras árabes inconexas que no llegan a formar ninguna palabra, y por lo tanto carecen de traducción. En este friso de la techumbre de la Parroquieta son de este tipo las: 1.1, 1.2, 2, 3.1, 3.2, 5.1, 5.2, 6, parte izquierda de la 7.1, y la 7.2. Los elementos que contienen están formados en su mayoría por astiles que se entrelazan generando una serie de motivos muy complejos inspirados en las inscripciones nazaríes.
Banda nº 1.1
Banda nº 1.1 -derecha-
Banda nº 1.1 -izquierda-
Los elementos decorativos de las bandas seudo-epigráficas de esta techumbre de la Capilla de San Miguel están trazados en el estilo al-kufic al-muzfar (cúfico trenzado), y son combinación de las siguientes letras: alif iniciales y finales, la:m mediales y un nexo que las une a modo de adorno recordando a las letras ha: finales, y que así cierra la composición en imagen espectacular creando unas líneas compositivas que ordenan toda la banda. El empleo de estas letras confiere a la banda una repartición regular de la acción gráfica, a la vez que introduce un movimiento rítmico.
En este estilo, las letras empiezan a entrelazarse primero en la zona de base de la escritura, principalmente en las letras ha: y nu:n, alcanzando pronto los astiles, en los que aparecen lazos y nudos, casi siempre en las letras ka:f y nu:n, así como en el nexo alif-la:m.
Banda nº1.2
Banda nº 1.2 -izquierda-
Banda nº 1.2 -derecha-
Banda nº 2
Banda nº 2 -izquierda-
Banda nº 2 -derecha-
Banda nº 3.1
Banda nº 3.1 -izquierda-
Banda nº 3.1 -derecha-
En las inscripciones trazadas en el estilo al-kufic al-muzfar, las combinaciones de letras comienzan generalmente por un alif inicial y continúan con una la:m media y un alif final; este grupo se puede repetir varias veces cerrando la composición un alif inicial en imagen especular con el alif que inicia el grupo, o una la:m final, formando grupos de letras separados por los escudos del arzobispo. Los ápices de las letras alif inicial y la:m final terminan en elementos vegetales digitados.
El primer alif no suele tener ningún nudo ni trenzado en el astil, sino que es abrazado por un lazo recto o curvo o por una anilla de la la:m siguiente, sucediendo lo mismo al alif o la la:m de cierre. El grupo la:m- alif, se anuda o se trenza con el alif inicial o con la la:m inicial del siguiente grupo en formas de diferente complejidad, empezando por los simples anudamientos en un mismo astil. Si el astil tiene forma curva generará una forma acorazonada, y si es de forma recta una solución romboidal. A continuación pasarán a combinarse dos astiles formando un doble nudo con dos formas acorazonadas afrontadas, y una combinación de dos a cuatro rombos con extremos rectos o curvos.
De la combinación de estas formas surgen otras más complejas hasta formar verdaderos trenzados en los que intervienen, no sólo los astiles de dos letras, sino que unidos a ellas o a la línea de unión de la la:m con el alif, que se eleva y trenza, se le entretejen uno o más astiles de doble final que están formando parte de la composición
Banda nº 3.2
Banda nº 3.2 -derecha-
Banda nº 3.2 -izquierda-
Banda nº 5.1
Banda nº 5.1 -derecha-
Banda nº 5.1 -izquierda-
Banda nº 5.2
Banda nº 5.2 -derecha-
Banda nº 5.2 -izquierda-
Entre los nudos que aparecen en estas bandas seudo-epigráficas de la techumbre de la Parroquieta, hay que distinguir dos tipos fundamentales: los situados en los ángulos rectos descritos por los astiles y los dispuestos en la zona medial de éstos. Las soluciones con lazos cuadrados en las esquinas formadas por los astiles existentes de esta techumbre (zona derecha de la banda 1.2, parte izquierda de la 3.1, derecha de la 6, e izquierda de la 7.2), son, según los autores de este estudio, prácticamente idénticas a las de las inscripciones epigráficas del Salón de Comares de la Alhambra de Granada.
También de clara inspiración nazarí son dos modelos de lazos que hay en la zona inferior o medial de los astiles. En primer lugar aquél que tiene la forma de una cadeneta (parte izquierda de la banda 1.1, derecha de la 1.2, derecha de la 6, izquierda de la 7.1 e izquierda de la 7.2). En segundo lugar aquél otro en el que los astiles al entrecruzarse forman un lazo con cuatro rombos dispuestos en damero (derecha de la banda 3.2). El primero de estos nudos en forma de cadeneta se encuentra en muchos lugares de la Alhambra, y el segundo, entre otros sitios, en las bandas epigráficas inscritas en cartuchos a mitad de altura de las paredes interiores del Torreón de Comares. De este segundo nudo hay tres variantes en la Parroquieta, también bastante similares a los de la Alhambra granadina, son los tipos de lazos dispuestos generalmente en la base del astil que están formados por tres rombos colocados en damero en vez de cuatro (izquierda de la banda 1.1, derecha de la 1.2 y derecha de la 6), dos rombos dispuestos vertical y horizontalmente (izquierda de la 1.2 e izquierda de la 2) o solo un rombos (derecha de la 1.1, izquierda y derecha de la 1.2, izquierda de la 5.2, izquierda de la 6 e izquierda de la 7.2). Estas tres últimas soluciones se encuentran, entre otros lugares, en las paredes del Salón de Comares.
Los lazos tallados en la zona izquierda de la banda 2 recuerdan mucho a las soluciones de las inscripciones en estilo al-kufic al-muzfar que hay encima de las tacas y en la base del intradós del arco de mocárabes situado en el ingreso al Salón de Comares. Entre estos lazos destacan dos peculiaridades: la creación de verdaderas retículas romboidales creadas por el entrecruzamiento de astiles por un lado, y la conjunción en un mismo nudo de esquinas semicirculares con otras en forma de ángulo recto por otro.
Todas estas soluciones epigráficas que están presentes tanto en la Alhambra de Granada como en la Capilla de San Miguel de La Seo de Zaragoza, se completan con otras que son derivaciones de las que hemos visto, que adquieren en la Parroquieta a veces una gran complejidad distanciándose de las de la Alhambra, y por lo tanto presentando una cierta personalidad propia.
Banda nº 6
Banda nº 6 -izquierda-
Banda nº 6 -derecha-
Banda nº 7.2
Banda nº 7.2 -izquierda-
Banda nº 7.2 -derecha-

Para Bernabé Caballero y Carmelo Lasa, aunque no cabe duda de que estas inscripciones seudo-epigráficas de la Parroquieta son obra de artistas andaluces, o al menos fueron artistas conocedores de las inscripciones nazaríes los que dieron las pautas para su labra, existen en ellas dos elementos de tradición local.
El primero y más claro es la utilización de fondos vegetales de motivos propios del arte mudéjar aragonés contemporáneo, algo que es especialmente evidente en la zona derecha de la banda 7.2 donde aparecen palmetas bifurcadas asimétricas y digitadas superpuestas sobre granadas y elementos con base y parte superior formados por dos perlas y una hoja digitada unilateral respectivamente, lo que hace suponer a estos autores que estos fondos vegetales son obra, al menos en su mayor parte, de carpinteros mudéjares aragoneses.
El segundo elemento de tradición local es la existencia de un rasgo que tiene el aspecto de un pentágono abierto en su base, que recuerda a las seudo-inscripciones de la techumbre de la catedral de Santa María de Mediavilla de Teruel, donde aparece un rasgo parecido en el comienzo de la letra ka:f. Del mismo modo, cuando este rasgo presenta su ángulo hacia la parte inferior de la caja de escritura y está abierto por su parte superior recuerda lejanamente el nexo que precede a la letra ha: y que normalmente llega hasta la base de la caja de escritura. Conclusión de esto sería que aunque estos rasgos presentes en la techumbre de la Parroquieta ya no tienen traducción ni forman siquiera parte de letras completas, son coherentes en su proceso de atrofia con el estadio y formad e degeneración epigráfica que se documenta en monumentos aragoneses anteriores, como la techumbre de la Catedral turolense, obra de las últimas décadas del siglo XIII.


ABSIDE DE  LA PARROQUIA   DE  BELMONTE.- De gran   altura, obligada por la situación  del templo, cuya cabecera  se levanta en un  desnivel  bastante acusado del terreno, se asemeja  a esos grandes ábsides  románicos  construídos en  iguales  condiciones y  que  albergan en  su  parte  baja  la cripta  de la iglesia.
Sin duda  a causa  de las proporciones, hubo  de ornamentarse de manera insólita  cubriendo de labores toda  la parte  alta,  que  de  haberse  hecho  en fondos separados, como de ordinario, hubiera  resultado  mezquina.
A los efectos de describir lo decorativo, puede  considerársele dividido en tres  partes:  una inferior,  sin más labor  que  una fajita  de esquinillas  que  indica  la  terminación  del  cuerpo; la  central,   constituída por  dos fondos, uno  de rombos de  líneas  a  dos  ladrillos   y otro  de cruces  griegas  dibujadas  por  el  rehundido de  la  labor, separados  por  faja de esquinillas,   y  encima  faja  desnuda, sin  resalte, final de cuerpo; el  tercero y más alto  se decora   mediante dos  fondos de rombos semejantes a los de la parte  media, entre  fajas de esquinillas.  Un gran vuelo  de ladrillo  aplantillado en  forma   de  moldura  recibe  el tejado.
Los siete  frentes  tienen !a  misma ornamentación, quedando cortada de manera  que  deja libres  las aristas.  En caras  alternas, a partir de la central,  se abren  huecos  de ojiva  acusada,  muy alargados y sin decoración alguna. 
La fabrica de la iglesia en su estado actual es fruto de tres etapas constructivas. La primera, en ladrillo y estilo mudéjar, de la que solamente se conserva la parte inferior del ábside poligonal de la cabecera. La siguiente, en mampostería y piedra sillar, se llevó a cabo en la segunda mitad del siglo XVI y supuso la sustitución de la antigua nave de la iglesia por la actual. Finalmente, en la primera mitad del siglo XVII se reformo parte del interior como veremos más adelante.
El ábside de la cabecera, es poligonal de siete lados sin contrafuertes en las esquinas.
Si se observa con atención, enseguida se advierten sus dos etapas constructivas. La primera y más antigua es la que abarca los dos tercios inferiores y corresponde a la primitiva fábrica mudéjar del siglo XIV.
La altura del ábside, y por consiguiente, de la iglesia mudéjar, llegaba hasta la imposta a base de ménsulas en saledizo que lo cerraba en altura. Aunque la imposta se eliminó para sobreelevarlo, quedaron visibles las partes empotradas en el muro de los ladrillos colocados a tizón de sus ménsulas.
De los tres ventanales en arco apuntado que abrían alternando paños, quedan visibles dos de ellos, el del central y el del lado norte. La decoración en ladrillo resaltado ocupa la mitad superior, reduciéndose en la parte baja a una fina banda de esquinillas simples. La parte correspondiente a la luz de los vanos se rellena con paños de cruces de múltiples brazos formando rombos. La zona de los arcos lo hace con paños de cruces rehundidas.
Esta decoración cambia en el lado recto de la fachada norte y en la mitad del paño siguiente. El paño de la parte superior no es de cruces rehundidas sino que tiene tres líneas de zig-zag. El mismo motivo se emplea en la mitad derecha del siguiente paño. Tres bandas de esquinillas simples separan los paños en cada uno de los lados.
En la remodelación del siglo XVI se elevó la altura de la iglesia y por consiguiente la del ábside, suprimiendo la imposta volada para el tejado. Aquí abren dos vanos en arco de medio punto en los paños rectos.
Se decoró esta parte con el mismo motivo de la parte inferior del ábside del XIV, a base de paños de cruces de múltiples brazos formando rombos.

Próximo Capítulo: Capítulo 7 - Arte Mudejar en Aragón

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