miércoles, 20 de mayo de 2020

Capítulo 15 - Arte Mudejar en Huesca


ALFARGES DEL AYUNTAMIENTO
Al poco conocido elenco de obras mudéjares de la ciudad de Huesca hay que añadir un nuevo elemento, erróneamente datado cronológicamente hasta hace pocos años en que el historiador oscense Carlos Garcés Manau exhumó del archivo municipal de la Casa Consistorial la documentación correspondiente a las obras de la Casa de la Corte, antecedente del edificio actual, construida entre 1451 y 1456 como sede del Concejo, y que hasta ahora se venían fechando en el siglo XVI. En esta documentación aparece el mudéjar zaragozano Zalema Xemar, desconocido hasta la fecha, como maestro de obras. Todo ello, y el resto de las vicisitudes y etapas constructivas lo recoge Carlos Garcés en su obra “El Ayuntamiento de Huesca: historia, arte y poder”. 
Tras las importantes reformas y ampliaciones del siglo XVI, prácticamente el único vestigio que resta de esa Casa de la Corte, corresponde a las dos magníficas techumbres tipo alfarje que cubren los actuales patios de entrada y Salón del Justicia. Con esta nueva aportación se enriquece, tanto el catálogo de techumbres mudéjares de la capital oscense, del que conocemos hasta el momento las que cubren el antiguo Palacio de Villahermosa –actual sede del Centro Cultural de Ibercaja-, el Salón del Tanto Monta del Palacio Episcopal y la Iglesia de San Miguel –Las Miguelas-, sin olvidarnos del tejaroz que protege la portada de la Catedral, como el de elementos mudéjares de la Comunidad de Aragón.
Antes de entrar en la descripción detallada de estas dos techumbres, parece necesario hacer una pequeña referencia a la fachada principal que mira a la plaza de la Catedral, magnífico ejemplo de la arquitectura civil aragonesa renacentista.  El edificio tiene planta rectangular con tres pisos de altura flanqueados por dos torreones. En el centro de la primera planta abre la entrada principal; a continuación se levanta la planta noble con cinco sencillos balcones adintelados. La parte más interesante la encontramos en la tercera planta donde se dispone una galería adintelada con siete columnas dóricas sobre plintos que quedan unidos por los pretiles, decorados con óculos en el centro, que cierran la parte inferior de los vanos.
Según apunta Carlos Garcés en su obra, tanto esta galería como el alero que la cierra corresponden a las obras que Miguel Altue realizó en el edificio entre 1569 y 1571. El alero es una espléndida obra de talla dentro del más puro estilo renacentista que incluye ménsulas con temática vegetal, rosetones, dentellones, ovas y dardos, etc. 
En cuanto a las torres, son lisas hasta su parte alta donde abre una galería de tres arcos de medio punto doblados por fachada. Sobre la izquierda se levanta una sencilla espadaña.
Las dos techumbres mudéjares que nos interesan son del tipo alfarje con decoración tallada en los canes que sustentan las jácenas. Si en algún momento hubo policromía nada queda, salvo esas pequeñas líneas en rojo en jácenas, jaldetas y canes. Lo más probable es que, al igual que en el Salón de los Obispos del Palacio Episcopal del Tarazona y en el antiguo de Barbastro, actual sede del Museo Diocesano, con los que guardan importantes similitudes, nunca estuviesen pintados.
En ambos alfarjes el tramo más próximo a la fachada principal es más estrecho que el resto y tiene forma trapezoidal probablemente debido a que, con la construcción de la nueva fachada a comienzos del XVII, se desmontaron y volvieron a montar quedando tal y como los vemos hoy en día.
Las dos techumbres cubren estancias rectangulares de similares dimensiones, constan de nueve vigas mayores, o jácenas, empotradas en los muros las dos de los extremos, que delimitan ocho espacios entre ellas y los muros largos.
En estos espacios se disponen transversalmente diecinueve vigas más estrechas y cortas, o jaldetas, entre las que se colocan dos pequeños listeles y los saetinos o listones de cierre sobre los que descansan las tablas de cierre formando tres casetones por calle que alternan las formas cuadradas y rectangulares. 
Laterales y papo de las jácenas se decoran con casetones muy poco profundos que también alternan estas formas y que se perfilan con policromía de color rojo, al igual que las dos finas líneas incisas en los papos de las jaldetas.
Cada jácena está soportada por dos potentes canes decorados en los frentes con motivos vegetales y otros representando figuras con rasgos humanos y animales. Al igual que las jácenas, la parte no tallada se ornamenta en laterales y papo con casetones poco profundos perfilados en color rojo, perfilado que también se extiende a la parte tallada.
La decoración de los canes de esta techumbre del patio del Ayuntamiento oscense repite temática en cada pareja de canes que sustentan las nueve jácenas. Así, alternan motivos vegetales en cinco de ellos, incluidos los dos de los extremos empotrados en los muros, con otros figurativos en los cuatro restantes. Las tallas vegetales incluyen abultadas y grandes hojas y vástagos de vid, acompañados en ocasiones de racimos de uvas. 
Comenzando su descripción por la jácena empotrada en el muro interior, cada uno de sus canes presenta un vástago con hojas de vid. 
En la siguiente jácena podemos ver dos cabezas con rasgos humanos envueltas en grandes hojas que se extienden desde un vástago central que sale de las bocas abiertas. Ambas figuras tienen los ojos saltones y muy abiertos con un motivo circular encima de la nariz, entre las abultadas cejas; las dos llevan el pelo, que se asemeja a una melena, hacia atrás. 

En la tercera jácena son grandes hojas de vid entre las que se intercalan racimos de uvas, las que decoran los canes.
Al igual que en la segunda, también en la cuarta jácena las dos figuras que se representan en los canes guardan ciertas similitudes entre ellas: cuerpo peludo de animal, sentado sobre los cuartos traseros con las patas traseras terminadas en garras y las delanteras en manos con las que sustentan escudos de armas lisos. Sus caras presentan rasgos grotescos con grandes narices, abultados ojos, extraña forma de las orejas y una especie de racimo de uvas o piña en la cabeza el de la izquierda del espectador. 


En la jácena siguiente volvemos a ver unas abultadas hojas.
En la sexta viga se representan dos animales caninos con cuerpo similar al visto en las figuras de la cuarta: peludo, en posición de sentados sobre los cuartos traseros, patas traseras terminadas en garras y delanteras en manos sustentando escudos de armas también lisos. También destaca lo abultado de sus rasgos y el moñete que llevan en la cabeza con forma de piña o racimo de uvas. (la figura del can contrario se ve al comienzo de la página siguiente)
Grandes y abultadas hojas se repiten en los dos canes de la séptima jácena.
Las dos últimas representaciones figurativas de esta techumbre las encontramos en la penúltima viga, ya cercana a la puerta de entrada desde la calle. A diferencia de las vistas hasta ahora, aquí son dos figuras diferentes. A la izquierda vemos un híbrido con cuerpo animal y cabeza humana. Cuerpo peludo y sentado sobre sus cuartos traseros como los anteriores sujeta con las manos un escudo liso; a diferencia de aquéllos, las patas traseras no terminan en garras sino en pezuñas. Cubre la cabeza con una especie de capucha.
En el lado contrario, la figura de un dragón que sujeta el escudo de armas con la punta de la cola que asoma entre las patas traseras y con la mandíbula inferior.
Por último en la jácena empotrada en el muro recayente al exterior volvemos a encontrar talladas grandes y abultadas hojas.

La segunda de las techumbres medievales del Ayuntamiento de Huesca cubre el llamado “Salón del Justicia” por ser el lugar donde éste impartía justicia desde el sitial que todavía se conserva en su frente. 
Estructuralmente el alfarje es idéntico al visto en el patio de la planta calle. Al igual que aquél consta de nueve grandes vigas o jácenas, empotradas las de los extremos en los muros cortos de la estancia, y el tramo cercano al exterior más corto y con forma trapezoidal como consecuencia probablemente de la construcción de la nueva fachada en el XVI.
Las nueve jácenas crean ocho espacios rectangulares en los que se disponen transversalmente diecinueve vigas menores, o jaldetas, entre las que se colocan dos pequeños listeles y los listones de cierre sobre los que van las tablas de cierre formando tres casetones que alternan formas rectangulares y cuadradas.
También aquí, laterales y papo de las jácenas se decoran con casetones muy poco profundos que también alternan estas formas y que se perfilan con policromía de color rojo, al igual que las dos finas líneas incisas en los papos de las jaldetas.
Cada jácena está soportada por dos potentes canes decorados en los frentes con motivos vegetales y otros representando figuras fantásticas con rasgos humanos y animales. Al igual que las jácenas, la parte no tallada se ornamenta en laterales y papo con casetones poco profundos perfilados en color rojo, perfilado que también se extiende a la parte tallada.
Si en el alfarje anterior predominaban los motivos figurativos sobre los vegetales, en éste están igualados ambas representaciones. Si las segundas repiten temática en forma de grandes y abultadas hojas y vástagos de vid entre las que se intercalan racimos de uvas, no ocurre lo mismo con la figurativa, que incluye una curiosa combinación entre cabezas de animales y motivos vegetales.
Comenzando por la cabecera, los canes de la jácena empotrada en su muro y los de las dos siguientes se decoran con temática vegetal de grandes hojas acompañadas de racimos de uvas en los de la segunda. 

Al igual también que en la techumbre de la planta inferior, aquí también se repite motivo en los canes de cada jácena. En la cuarta encontramos la primera combinación entre temática figurativa y vegetal, que recuerda a los canes de la segunda jácena del alfarje inferior. Cabezas de animales de cuya boca abierta salen dos vástagos con grandes hojas que se extienden por los laterales y parte delantera cubriendo lo que sería el cuerpo. De abultados rasgos, ambos llevan en el centro de la cabeza un moñete en forma de piña o racimo de uvas. El de la izquierda tiene, además, una especie de esfera entre los ojos, encima de la nariz, algo que ya vimos en la figura de la segunda jácena del citado alfarje del patio inferior. 


En las dos siguientes vigas, quinta y sexta, volvemos a encontrar motivos vegetales en forma de grandes y abultadas hojas.
Dos figuras similares a las de la cuarta jácena podemos ver en la séptima. Al igual que allí se trata de dos cabezas de animales de cuya boca salen sendos vástagos cuyas hojas se extienden por laterales y frente cubriendo o formando lo que sería el cuerpo. El pelo hacia atrás de la izquierda y la esfera entre las cejas de la derecha recuerdan a las figuras de la segunda jácena del alfarje inferior. 



Nuevamente hojas de vid y racimos de uva cubren los canes de la octava jácena.
Por último, en los canes de la viga empotrada en el muro exterior se representan dos figuras de dragones con la cola en forma de vástago vegetal con hojas.
En este Salón del Justicia se expone el famoso cuadro de “La campana de Huesca” que el pintor José Casado del Alisal pintó en 1880, propiedad del Museo del Prado cedido en depósito al Ayuntamiento oscense.
Representa la leyenda conocida con este nombre, según la cual el recién nombrado rey Ramiro II el Monje, hermano de Alfonso I el Batallador, preocupado por la desobediencia de sus nobles mandó un mensajero a su antiguo maestro, el abad de San Ponce de Tomeras, pidiéndole consejo. El abad llevó al mensajero al huerto y cortó las coles que sobresalían sobre las demás, indicándole que repitiese este gesto al rey. Ramiro II entendió el mensaje y convocó Cortes en Huesca haciendo venir a todos los nobles del reino para ver una campana que se oiría en todo el reino. A los díscolos los hizo entrar de uno en uno en la sala y fue decapitándolos según entraban. Una vez muertos, colocó las cabezas en círculo y la del obispo de Huesca, el más rebelde, en el centro como badajo. A continuación hizo entrar a los demás para que vieran como trataba a los insurrectos.


CATEDRAL DE JESÚS NAZARENO (HUESCA)
La Catedral de Huesca, bajo la advocación de Jesús Nazareno, se sitúa en la parte alta de la población, poblada desde antiguo, ya que se han hallado vestigios de época romana, probablemente correspondientes al foro de la antigua Osca. En el solar que actualmente ocupa el templo y el antiguo Palacio Episcopal se levantaba durante la dominación musulmana la mezquita mayor de Wasqa, nombre con el que era conocida la población. Aún se conserva en la zona de claustros un arco de herradura que probablemente formara parte del alminar. 
Tras la conquista cristiana de la ciudad en 1096 por Pedro I, la mezquita se consagró al culto cristiano, permaneciendo así durando dos siglos. En este período de tiempo, que abarca los siglos XI, XII y principios del XIII, se adosaron algunas pequeñas construcciones, entre ellas una pequeña iglesia románica dedicada a “Santa María de los Gozos” y un pequeño claustro. 
Es en 1273, siendo obispo Jaime Sarroca, sobrino del rey Jaime I, cuando, gracias al impulso de ambos, se acomete la construcción de una nueva catedral. Derruida la fábrica islámica entre 1294 y 1308, se levantaron los cinco ábsides poligonales que conforman la cabecera, parte del transepto, las capillas entre los contrafuertes y la sacristía vieja, todo ello en estilo gótico. Entre 1327 y 1348 se abovedan las naves laterales con crucería simple y se cubre la central y el transepto con armaduras de madera entre la segunda mitad del siglo XIV y primera del XV se levanta la torre a la vez que, por impulso del Papa Benedicto XIII (el Papa Luna) se inicia la construcción de un claustro gótico que vendría a sustituir al primitivo románico, no llegándose a realizar nada más que la crujía meridional (actual sala de Arte Medieval del Museo Diocesano). A finales del siglo XV, el obispo Juan de Aragón y Navarra encarga a Juan de Olotzaga el recrecimiento de los muros del transepto, ábsides y nave central, cubriendo todo con bóvedas de crucería estrellada, finalizando las obras a comienzos del siglo siguiente, concretamente en 1511. Como nota anecdótica hay que señalar que es el único templo de estilo gótico de Aragón en el que se puede ver arbotantes en la parte superior de los laterales de la nave central, elemento tan característico de este estilo arquitectónico.

De las cuatro portadas con que cuenta la Catedral, nos interesa la principal que abre en el tramo de los pies de la nave central. Es uno de los mejores exponentes de la escultura monumental del gótico aragonés. La portada está dividida en dos partes por una galería de ladrillo con cuatro arcos de medio punto rematada por un rafe. La parte inferior es obra de Guillem Ingles y presenta forma de arco apuntado con cuatro arquivoltas decoradas, respectivamente, con figuras de mártires, vírgenes, ángeles y profetas. Se remata con un gablete que cobija un rosetón que lleva en su interior una estrella de seis puntas con una forma trilobulada inscrita en un círculo central. 
En el tímpano sobre la puerta de acceso al interior una talla de la Virgen con el Niño en brazos ocupa el centro flanqueada por dos ángeles turiferarios a la altura del dosel que la corona en la parte superior en los laterales los Reyes Magos a la derecha y una representación del “Noli me tangare”, o aparición de Jesús a María Magdalena después de su Resurrección, a la izquierda. En el dintel, los escudos de Aragón y del obispo Martín López de Arloz, bajo cuyo episcopado se realizó la obra. En las jambas se representan once de los apóstoles (falta Judas) junto con San Juan Bautista, San Vicente y San Lorenzo, estos dos últimos patronos de Huesca. 
El segundo cuerpo de la fachada se levantó más tarde, concretamente en 1513, y es obra de Juan de Olotzaga, el mismo que completó el recrecimiento y abovedó el interior. De estilo gótico tardío, o flamígero, consta de tres calles separadas por alargadas y estilizadas columnas. 
La parte que nos interesa de esta monumental portada es la que divide las dos góticas, o sea, la galería de arquillos en ladrillo y, sobre todo el rafe que la corona. La situación actual de este tejaroz no es la original, ya que en inicio se colocó más abajo, ocultando la parte superior del gablete que corona la portada. Fue en la restauración que se realizó en el templo en los años 195 cuando se elevó por encima de la punta del gablete y de la galería de arquillos. Ricardo del Arco establece el año de 1574 como el de su construcción, y dice que en origen la citada galería contaba con quince ventanas en arco de medio punto que quedaron reducidas a cuatro tras la elevación del alero.
Una de las peculiaridades de este tejaroz es el amplio vuelo que despliega en su parte frontal, reducido drásticamente en los laterales. Antes de entrar en su descripción detallada, tengo que decir que el historiador oscense Carlos Garcés quien, en mi visita a la ciudad para ver y fotografiar los alfarjes del Ayuntamiento, me ilustró sobre el interés de este elemento, sobre todo en cuanto a las figuras en que terminan lo ocho canes que lo sustentan, y que debido a la altura a que se encuentran son difícilmente apreciables, algo que hoy en día suple el tele fotográfico.

Estructuralmente esta formado por vigas de madera dispuestas transversalmente y perpendicularmente a la fachada. Lo mas destacado corresponde a las ocho grandes vigas o ménsulas que sustentan la estructura, y que en su parte exterior reposan sobre una gran viga transversal. 
Por encima de esta viga transversal y en los laterales, vuela un pequeño alero con ménsulas con terminación en nacela, sobre la que reposa el del tejado que cubre todo el conjunto.
Entre cada par de ménsulas se genera un espacio que, a su vez, se divide en cinco calles mediante cuatro vigas más pequeñas a modo de jaldetas, aunque éstas están dispuestas en la misma dirección que las grandes. En cada calle se colocaron pequeños listeles que dividen el espacio en nueve cuadrados que se cubrieron con sus correspondientes plafones, cerrando de esta manera la techumbre. Se observa perfectamente como el espacio central es sensiblemente más ancho que el resto, ya que el desarrollo del gablete en la posición inicial del tejaroz así lo demandaba.
Cada una de las ocho ménsulas están formadas por tres cuerpos superpuestos, y de diferente longitud. El superior, es el más largo y va adosado directamente al tejaroz. Tiene forma rectangular y se decora en los laterales con tres espacios rectangulares, de mayores dimensiones el central, separados por sendas molduras. Este cuerpo remata el frente en unas pequeñas zapatas sobre las que apea la viga transversal.
El segundo cuerpo está compuesto por dos piezas. La interior, de mayor longitud, es del mismo tipo que la anterior, con la única diferencia de que aquí el espacio central es menor que los laterales y en la parte inferior, la menor longitud del cuerpo inferior permite el desarrollo de otro espacio rectangular moldurado. La segunda pieza corresponde a los canes tallados con diversas figuras humanas, animales y fantásticas, que veremos con detalle en las páginas siguientes, y que constituyen el elemento más singular de este rafe.
Por último, un tercer cuerpo más corto, aproximadamente la mitad de largo que el rafe, también decorado a base de espacios rectangulares moldurados, tanto en los laterales como en la parte inferior. Aquí el espacio central es mayor que los laterales en ambos casos. Va tallado en su parte final en forma de nacela con una especie de volutas.

Su estado de conservación, debido sobre todo a estar a la intemperie, es en algunos casos deficiente, faltando partes de las figuras. También resulta complicado determinar si en algún momento estuvieron policromadas, ya que el único resto que todavía se aprecia en un par de canes intermedios es el de un bandado vertical negro que alternaría con otro blanco en el frente superior, encima de las figuras. A pesar de esa cronología citada que da Ricardo del Arco, es posible que, aunque la galería de arquillos sí que se realizase en el siglo XVI, el tejaroz ya existiera. Quizás, por la relación que las figuras talladas guardan con las que decoran los canes zapata del Salón del Tanto Monta del Palacio Episcopal, se pudiera adelantar al siglo XV su construcción. 
Comenzando por el lado izquierdo del espectador, en el primer lugar aparece la figura de un hombre sentado vestido con túnica y manto y cubierta la cabeza con un tocado. Los pies van descalzos y en las manos sujeta al frente un pergamino desplegado. 
A continuación, en el segundo can aparece una figura antropomorfa, con cuerpo de animal y cabeza simiesca. Se representa completamente desnudo en una curiosa posición ya que, con sus patas delanteras, terminadas en forma de manos, se agarra a unas larguísimas orejas que le cuelgan lateralmente.  


El tercer can es el que mayor deterioro presenta de todo el conjunto. Parece representar un ave o un dragón con las alas plegadas. Tiene la boca abierta y entre las patas traseras asoma una larga cola. La garra izquierda la apoya sobre la rodilla; falta la derecha, aunque por la posición de lo que resta podría estar en posición de llevársela a la boca, como el león del siguiente can. 
Este león que decora el cuarto can aparece en la misma posición que el anterior. Con larga melena, adopta una postura casi humana, apoyando la garra izquierda sobre la rodilla mientras que la derecha, a la que falta una parte, se la lleva a la boca. También, como el anterior, entre las piernas abiertas asoma una larga cola.  


En el quinto can podemos observar una figura antropomorfa con cuerpo humano y cabeza con rasgos simiescos. Detrás de la cabeza se aprecia una capucha recogida probablemente como parte de una túnica que sujeta en la cintura con un amplio y abultado cinturón. Con ambas manos sujeta al frente un recipiente ovalado de cuello corto y con pequeñas asas laterales, de las que falta la del lado izquierdo. 
En sexto lugar se representa un animal difícil de definir. Mamífero, parece de tipo canino. Aparece en una postura extraña, con la boca exageradamente abierta y sujetándose con las garras, terminadas en forma de manos, sujetándose la mandíbula inferior, como queriendo forzar aún más esa apertura bucal. Entre las patas traseras se aprecia una cola de gran tamaño.  


En penúltimo lugar encontramos la segunda de las figuras humanas que decoran el conjunto. Al igual que el primero, viste túnica y manto y va tocado con un sombrero que parece de peregrino. Descalzo, apoya su mano izquierda, que asoma por debajo de la capa, en la rodilla, mientras que la derecha la tiene apoyada en el mentón, una posición similar a la de las dos figuras vistas anteriormente. 
Por último, en el extremo derecho del espectador, una nueva figura fantástica de tipo animal, a la que le falta el antebrazo y la mano izquierda. Destacan sus grandes orejas y su garra derecha con forma de brazo y mano humanos. Con esta última sujeta un recipiente en forma de botella del que está bebiendo. En el lado derecho, a la altura del cuello, aparece una pieza en forma curvada que tal vez enlazaría con la garra desaparecida. 
Ya en el interior de la Catedral, podemos contemplar algunos elementos de tradición mudéjar que se introdujeron durante las ampliaciones realizadas a partir del siglo XVI en las capillas. Indudablemente, adentrarse en el templo para ver estos escasos ejemplos debe de ser solamente una excusa para disfrutar sosegadamente, tanto de sus elementos estructurales como de su imaginería y espléndido Retablo Mayor sin olvidar, por supuesto, una detallada visita al contiguo Museo Diocesano habilitado en el claustro y dependencias anexas, y dentro del que destaca la magnífica y recientemente restaurada techumbre del conocido como “Salón del Tanto Monta”.

El primer punto de interés en cuanto a lo mudéjar o sus pervivencias, lo encontramos en la Capilla del Santo Cristo de los Milagros. Su primitiva advocación fue a Santa Catalina hasta su remodelación en el siglo XVII, concretamente entre 1622 y 1625 por Pedro de Ruesca, cuando se le dotó de su aspecto actual en estilo de transición entre renacimiento tardío y barroco. La capilla abre en arco de medio punto con pilastras laterales ornamentadas y verja en toda su altura que termina en ático cerrando el hueco del arco, donde campea el escudo del obispo Juan Moriz de Salazar, promotor de la reforma. 
Al interior puede dividirse en dos zonas, la central que cubre con cúpula sobre pechinas y la interior que alberga el retablo en cuyo centro se ubica una talla de Cristo crucificado conocido en la ciudad como “Cristo de los Milagros”, obra de los siglos XIV o XV y que tiene una particular y arraigada devoción en la ciudad. 
Esta especie de “capilla mayor” se cubre con bóveda de medio cañón con lunetos decorada con yeserías que reproducen motivos de clara tradición mudéjar. por su reducido tamaño la bóveda en sí consta de una estrecha franja central, ocupando los lunetos los laterales. 
Dos son los motivos de lazo que se han utilizado en esta decoración. El primero en la estrecha bóveda central, que se divide en tres espacios cuadrados iguales, ocupando el central una representación del Calvario. En las laterales se desarrolla un motivo de lazo de ocho, aunque aquí las cintas no se entrecruzan, por lo que no puede hablarse de lazo propiamente dicho sino de una labor de ocho que genera una estrecha de ocho puntas cuyos lados se prolongan al exterior formando figuras hexagonales y triangulares.
Los lunetos se cubren con un motivo de entrecruzamiento de cintas curvas cuyo ritmo repetitivo hasta el infinito, y su forma de entrelazarse lo enmarcan claramente dentro de la tradición decorativa islámica. 
Accediendo al templo por la puerta que abre al brazo del lado del Evangelio del crucero, encontramos a la izquierda la capilla de “Todos los Santos”, a la que se accede por amplia portada en arco de medio punto con reja hasta la altura del arranque de los arcos. Conserva su primitiva estructura medieval con una pequeña sacristía adosada. El retablo mayor está ocupado en el centro por un lienzo atribuido a Jusepe Martínez que representa a Todos los Santos Oscenses bajo una Coronación de la Virgen.
Las jambas que sustentan el arco se decoran con yeserías de tradición mudéjar. Al frente presentan un motivo muy común dentro de este estilo en forma de dos series paralelas de círculos tangentes entrecruzados, en cuyo interior se ha colocado una flor abierta. El intradós de las jambas se cubre con un motivo muy arcaico, ya que su utilización hay que remontarla a los siglos XIV y XV, sobre todo en la decoración agramilada y pintada del interior de iglesias mudéjares. Se trata de una red de arcos mixtilíneos entrecruzados.

El último elemento de decoración con motivos de tradición mudéjar lo encontramos en una zona no habilitada para las visitas al público. Se trata de una pequeña estancia situada a la altura de la parte superior del Retablo Mayor, concretamente del óculo. Cierra con una magnífica puerta de madera decorada con un motivo de lazo de ocho tallado que forma tres grandes estrellas de ocho puntas dispuestas en vertical en el centro. Los huecos se rellenan con motivos renacentistas en forma de flores y “a candelieri”, tal y como corresponde al momento de su construcción. 
El pequeño espacio interior de la que se conoce como “Capilla del Sacramento” se cubre con bóveda de crucería estrellada con las claves de madera sobredorada. Tanto los muros como los espacios de la bóveda entre nervios, combados y terceletes se rellenan con decoración en yeso de temática renacentista.  





IGLESIA DE SAN MIGUEL "LAS MIGUELAS" (HUESCA)
Al norte de la ciudad de Huesca, en la orilla del río Isuela, junto al puente de San Miguel, se levanta la iglesia de San Miguel. Es conocida popularmente por los oscenses como “Las Miguelas” por estar establecida en el Convento anexo, desde el siglo XVII, una comunidad religiosa de la Orden de las Carmelitas Calzadas. El templo fue fundación del rey Alfonso I en 1110. 
Ya al exterior la potente y llamativa fábrica nos muestras sus dos fases constructivas. De la románica del siglo XII se conserva la estructura de la nave y la torre. Gótica del siglo XIV es su espléndida cabecera poligonal de cinco lados con potentes contrafuertes en las esquinas y grandes ventanales en los tres paños centrales. 
El acceso actual se realiza por una pequeña portada que abre en el muro sur de la nave, y que queda semioculta por el contiguo edificio conventual. Se la conoce como “del Concejo” ya que por ella entraban a la iglesia los miembros del Concejo Ciudadano que hasta finales del siglo XV se reunía allí para tratar de la gobernanza de la ciudad. Muy sencilla, abre en arco de medio punto sobre el que hay un crismón trinitario circular de seis brazos inscrito en una gruesa cinta que se entrecruza en el centro de los cuatro lados formando lazos. 
Al interior, lo primero que llama la atención es la estrechez de la nave en comparación con su longitud y altura. Más armoniosa y proporcionada resulta la cabecera gótica que se cubre con bóveda pétrea de crucería simple. A los pies de la nave tuvo coro para la clausura que fue eliminado en la última restauración, quedando su delimitación marcada por una reja. El órgano situado en el centro de este muro de los pies oculta la primita portada de entrada. 



La nave se cubre con techumbre de madera sobre arcos diafragma apuntados de piedra sillar bien escuadrada al igual que los muros. También su recuperación es fruto de la restauración, ya que durante mucho tiempo estuvo oculta por un falso techo de escayola y cañizos.  
En las tablas de cierre laterales de dos de sus tramos se conservan sendas inscripciones pintadas sobre madera con letra carolingia de color blanco sobre fondo rojo. Ambas hacen referencia a obras realizadas en el templo, además de indicar el nombre de sus artífices.

La primera la encontramos en la tabla de cierre del lado norte, o del Evangelio, del primer tramo más próximo a la cabecera. Lamentablemente una parte se ha perdido, aunque en las fotografías en alta resolución y con los debidos contrastes se pueden recuperar algunos de los caracteres que no son visibles a simple vista. Así lo ha hecho mi buen amigo Mariano Marco que ha conseguido completar una parte de lo que Federico Balaguer incluye en su trabajo sobre “La fundación de la iglesia de San Miguel de Huesca”. Lo legible hasta el momento dice: 
Ecclesia ista fuit; / cooperta in / mense madii / fuit confecta a / dominico et nollo (novo) /………. miato (niato) (mato) / res.” 
Que vendría a traducirse en “Esta iglesia fue cubierta en el mes de mayo: fue concebida (ideada) por Domingo y nollo (o novo)……”. La última parte incompleta podría traducirse por administradores, aunque con muchas reservas por no poderse ver el resto de caracteres. En cuanto a la palabra “nollo” o “novo” podría hacer referencia al apellido o nombre de un segundo artífice que terminaría en la línea siguiente no visible. En todo caso, parece casi seguro que la inscripción hace referencia a la obra de la techumbre. 
La segunda inscripción, que se lee completamente, se encuentra en la tabla de cierre del lado sur, o de la Epístola, de la techumbre del tramo de los pies, y según Balaguer en la obra citada y Mariano Marco, sus seis líneas se transcriben en: 
Era M. CCC. XX.II. / Ego Egidius / de Castillon / et Petrus de O / sieto explic / iunt ista opera” 
-Era 1322 Yo Sancho de Castillón y Pedro de Osieto dieron fin (terminaron, acabaron) a esta obra.

El mismo autor ubica a ambos artífices en la ciudad en 1284 que cita la inscripción, ya que figuran en el censo del monedaje de dicho año. No figura en dicho censo que tipo de oficio desempeñaban, por lo que no se puede determinar qué obras realizaron en la iglesia, aunque si tenemos en cuenta que la primera inscripción habla del cubrimiento de la nave, es bastante probable que fueran las correspondientes al coro. 
En cuanto a la estructura de la techumbre, los ocho arcos diafragma y el muro de los pies conforman otros tantos espacios rectangulares de diferentes anchuras que se cubren con armaduras de madera a dos aguas, la más común que encontramos en Aragón. Se trata de una falsa parhilera, ya que en realidad son dos alfarjes colocados en plano inclinado y que quedan unidos en la cumbrera con una curiosa viga de perfil circular a modo de “hilera”. 
En cada uno de los tramos se disponen dos grandes jácenas por paño, una en la parte superior y otra en el centro del plano inclinado. Entre estas vigas mayores van otras menores o jaldetas a modo de pares que crean alargados espacios rectangulares en los que se colocan transversalmente unos pequeños listones o saetinos que los dividen en pequeños huecos cuadrados sobre los que va la tablazón que cierra la techumbre.
Dado que los tramos de la nave no tienen una largura uniforme, el número de jaldetas y la longitud de las jácenas son variables. Así en el primer tramo son tres las jaldetas entre jácenas; seis en los tramos segundo, tercero, cuarto y quinto; ocho en el séptimo y nueve en el de los pies.
La techumbre lleva decoración policromada únicamente en las jácenas con sus canes, en los saetinos, tabicas y en las tablas de cierre de muros y arcos. Se trata de una decoración muy simple y repetitiva que no desarrolla motivos figurativos ni heráldicos; prácticamente se reduce a bandados verticales que alterna el blanco con el rojo y negro. Las jácenas se cubren en el papo y los laterales con este bandado en rojo y un segundo color que se ha perdido, y que probablemente, si lo había, fuese amarillo, como el barrado del Señal Real de Aragón, tan común en las techumbres de esta Comunidad. 

Las jácenas se sustentan en canes que, al igual que ellas, van empotrados en los arcos. De igual anchura que aquéllas, por su estrechez más parecen elementos decorativos que estructurales. La parte rectangular se cubren con un bandado negro y blanco, mientras que la terminación con perfil de nacela lo hace con líneas en zig-zag o bandas de rombos en color blanco sobre fondos rojos; la pequeña pieza que separa ambas partes y el medio rollo de la parte final también llevan líneas en zig-zag o en espiral blancas, esta vez sobre fondo negro. 

La parte más interesante y curiosa de esta techumbre la encontramos en la cumbrera, ya que es única en Aragón, y posiblemente en el resto de la península. Como resultado de la inclinación de los dos alfarjes que forman los faldones, las jácenas superiores quedan también inclinadas, por lo que no llegan a cubrir totalmente este espacio. Para rellenarlo el o los fusteros recurrieron a una viga, a modo de “hilera”, de perfil circular que empotrada entre ambas jácenas rellena el hueco. Tallada en forma sogeada se cubre con una alternancia de tonos blancos, negros, amarillos y rojos, que hacen de esta pieza la parte más vistosa de la armadura.

También los saetinos sobre los que reposan las tablas cuadradas que cierran la techumbre se ornamentan en sus laterales con las consabidas líneas de perlas blancas sobre fondo negro tan comunes en las techumbres aragonesas. 


El papo va pintado en rojo excepto en los más cercanos a las tabicas que cierran los huecos a ambos lados de una de las jácenas del tramo de los pies que llevan una sucesión de anchas cintas rojas perfiladas en blanco con forma de Z sobre fondo negro.
Los huecos entre jaldetas en su unión con las jácenas y con la tablazón de cierre de los muros laterales se rellenan con tablas rectangulares o tabicas colocadas ligeramente inclinadas hacia el exterior, de manera que sean visibles desde el suelo. Siguiendo con la tónica del resto de espacios, su decoración alterna bandas verticales blancas con otras rojas o negras. 
Mismo bandado vertical en rojo y posiblemente amarillo visto en las jácenas, se repite en las tablas que cierran la techumbre en los muros, y que en la parte de cierre de los arcos se completa con otra en damero negro y blanco que viene a ser una continuación de la línea de tabicas de las jácenas y el muro.




IGLESIA DE SAN PEDRO EL VIEJO (HUESCA)
La iglesia de San Pedro el Viejo se ubica en el casco antiguo de Huesca. Su solar estuvo ocupado por un templo romano sobre el que se edificó uno visigodo, posteriormente otro mozárabe y finalmente el actual en estilo románico, obra del siglo XII. Concretamente fue en 1117 cuando se decide derribar la antigua iglesia y levantar un monasterio que, exceptuando reformas y deterioros, es básicamente la obra que ha llegado hasta nuestros días. 
Rodeado de edificaciones adosadas, prácticamente solamente es visible la fachada principal que abre a la Plaza de San Pedro donde se encuentra el acceso principal al interior. A la derecha de la portada puede verse la voluminosa capilla de los Santos Justos y Pastor que es la que aquí nos interesa y en cuya portada nos centraremos a continuación. 
La entrada al templo se realiza a través de pórtico ligeramente adelantado de la línea de fachada que abre en arco de medio punto con tres arquivoltas decoradas con bezante, palmetas y ajedrezado jaqués. En el tímpano dos ángeles sostienen un crismón en cuyo centro aparece representado el Agnus Dei.  

Al interior consta de planta basilical de tres naves con cabecera en ábsides de tambor. Las naves, más alta la central que las laterales, se cubren con bóvedas de medio cañón entre las que se asientan pilares cruciformes que sustentan arcos fajones y formeros. En el ábside central se ubica el retablo mayor, obra realizada en 1602 por Juan de Berrueta y Juan de Alli con la figura del titular en el centro.
Reseñar el claustro situado en el lado sur de la iglesia donde se abre la capilla de San Bartolomé único vestigio del anterior templo mozárabe y actualmente cumpliendo funciones de Panteón Real en el que se encuentran los restos de Alfonso I el Batallador y de Ramiro II el Monje, este último enterrado en un magnífico sepulcro romano reutilizado. Destacar los capiteles del claustro con una abundante iconografía, atribuidos al Maestro de San Juan de la Peña o de Agüero. 
Ya abordando el tema que nos interesa, en el tramo de los pies del lado del Evangelio, frente a la entrada al Claustro, se abre la Capilla de los Santos Justo y Pastor. Construida en el siglo XVIII presenta una monumental portada de estilo barroco que da acceso al interior en cuya cabecera se sitúa el retablo con un gran cuadro central pintado en 1676 por Bartolomé Vicente, donde se representa el martirio de los dos niños santos. La portada cierra en arco de medio punto con verja que llega hasta el arranque del arco. 

Es en el intradós de este arco donde se puede ver una decoración en yeso a base de motivos de tradición mudéjar. Concretamente, el tema que aquí se aplicó es uno de los más sencillos y más utilizados dentro del repertorio de temática mudéjar aplicado sobre todo en bóvedas e intradoses de arcos que se generalizó en los siglos XVII y XVIII en muchas iglesias aragonesas. Se trata de un lazo de cuatro octogonal que da lugar a una serie de estrellas de ocho puntas y espacios cruciformes que aquí, por la estrechez del espacio, se reducen a medias cruces en los laterales.
Pequeña muestra que, al igual que sucede en otras muchas iglesias aragonesas, da idea del arraigo que los motivos decorativos de lazo islámicos, más tarde desarrollados por los mudéjares, tuvieron en nuestra Comunidad. 
No parece propio terminar esta visita sin hacer una breve reseña sobre la vida de estos niños mártires de profunda y antigua veneración en Huesca. Martirizados a comienzos del siglo IV, cuenta la tradición que, habiendo decretado Diocleciano la persecución de los cristianos y enterados los niños de ello, tiraron sus tablillas de escritura y abandonando la escuela se presentaron ante el Emperador para declararse cristianos. Fueron degollados en las afueras de Compluto, la actual Alcalá de Henares, el 6 de agosto del 305, fecha reconocida por la Iglesia, en un lugar conocido como “Campo Laudable”, conservándose en Alcalá la piedra sobre la que fueron degollados. Fueron enterrados en el mismo lugar de su martirio de donde fueron trasladados en 760 por San Urbéz hasta la actual ermita de Santa María de Nocito, donde permanecieron hasta su traslado a San Pedro el Viejo de Huesca. Parte de sus reliquias se trasladaron a Narbona y a Lisboa, volviendo durante el reinado de Felipe II a Alcalá de Henares.
Sus restos están depositados en dos arquetas que se guardan protegidas por rejas en la galería que corre en lo alto de la capilla debajo de la cúpula, de donde son sacadas en muy contadas ocasiones, la última en 2005 con ocasión del XVII centenario de su martirio cuando fueron expuestas en la iglesia. Las llaves las custodian, una el Ayuntamiento de la Ciudad y otra el Obispado de Huesca.

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