ARTE MUDÉJAR EN HUESCA
Si las ciudades de Zaragoza y
Teruel son sobradamente conocidas por las construcciones mudéjares que
conservan, no ocurre lo mismo con la tercera capital aragonesa, Huesca, que sin
embargo atesora algunos de los elementos más interesantes de este estilo. Los
alfarjes del Salón del “Tanto Monta”
anexo a la Catedral (actualmente en proceso de restauración), y el del Palacio
de Villahermosa, considerado como uno de los más significativos de los
conservados, solamente superado en su iconografía por la techumbre de la
Catedral de Teruel, así como la techumbre que cubre la iglesia de San Miguel,
popularmente conocida como "Las
Miguelas", ya merecen por sí solos una visita a la ciudad oscense.
Además, en el Museo Diocesano se
expone uno de los pocos púlpitos mudéjares que quedan en Aragón, el de la
antigua Sala de las Limosnas. No podía faltar alguna manifestación del trabajo
de yeserías con motivos de lazo de tradición mudéjar que tanto se prodigó
durante la época barroca en la Comunidad, y que en Huesca dejó su impronta en
la Catedral y en la Iglesia de San Pedro el Viejo. En definitiva, una de las
visitas que todo amante del mudéjar debe de tener presente en su agenda.
ALFARJE DE LOS AZLOR - PALACIO DE VILLAHERMOSA- (HUESCA)
El palacio de Villahermosa se ubica
en pleno centro histórico de la ciudad de Huesca, concretamente en el número 4
de la calle Duquesa de Villahermosa, junto al Coso oscense, y precedido de una
amplia plaza que cierra con una artística verja del siglo XIX.
En este solar, situado en el
interior del recinto amurallado, junto a una de sus puertas, tuvo en época
medieval su residencia la familia Azlor. La estructura del edificio que ha
llegado a nuestros días corresponde en su mayor parte a las amplias reformas y ampliaciones
acometidas a lo largo de los siglos, especialmente en el XVII y XVIII,
coincidiendo con las épocas en las que los Azlor reciben el título de Condes de
Guara, 1678, y el ducado de Villahermosa en la centuria siguiente.
La fachada principal, que se data
en la segunda mitad del siglo XVI, presenta las características propias de los
palacios renacentistas aragoneses. Obrada en ladrillo sobre un alto basamento
de piedra sillar, consta de tres plantas, con una sencilla portada en arco de
medio punto en el centro de la primera. Se completa esta planta calle con tres
pequeños vanos en cada lateral. En la segunda planta, o planta noble, abren
siete vanos adintelados de mayor amplitud que los inferiores, dispuestos en
línea con aquéllos y con la portada. Por último, el tercer piso lo ocupa la
característica galería corrida aragonesa a base de vanos doblados en arco de
medio punto con antepechos lisos. Según el arquitecto Eduardo Cuello, director
de la rehabilitación del edificio, tras esta fachada se encontraban los restos
de edificaciones más antiguas, entre ellas la estancia con el alfarje, con unas
características constructivas claramente diferenciadas del resto. Una segunda
zona correspondería a ampliaciones de finales del siglo XVII o principios del XVIII.
A comienzos del siglo XX, Ricardo
del Arco, en su obra “Antiguas casas
solariegas de la ciudad de Huesca” todavía describe restos de techumbres
con decoración heráldica: “Este
palacio en su interior tiene buena escalera y algunos techos con vigas o artesonados
de interesante labor, con armas de familias”. En 1926 la duquesa Mª
Pilar Azlor de Aragón y Guillamas cedió el edificio a la Congregación de
Hermanos de San Viator para establecer en él una escuela de niños. En 1985
cierra el centro docente y el edificio queda abandonado y en estado de ruina
progresiva, hasta que en 1999 es adquirido por Ibercaja que pocos años después
inicia las obras de restauración y rehabilitación para convertirlo en la sede
de su Centro Cultural en la capital oscense.
Después de la restauración, el
interior ha quedado dividido en tres plantas, articulado el espacio en torno a
un patio cerrado que se cubre con una espléndida techumbre mudéjar tipo
alfarje, que es el motivo de estas páginas. La adecuación del nuevo espacio
consistió en la demolición del palacio, excepto la fachada principal, según
proyecto del citado arquitecto Eduardo Cuello. El mismo Cuello explica que el
alfarje fue hallado “bajo un
falso techo, durante los trabajos de demolición y en uno de los espacios de la
fachada principal de la planta primera de la parte original del siglo XVI. Su
disposición, formato y defectos de colocación manifestaban claramente su
reubicación en la sala donde se encontró, trasladado seguramente de otra zona
del edificio”.
Según la memoria de restauración,
incluida en la obra “El
Palacio de Villahermosa” editada por Ibercaja en 2010, y a la cual
también pertenece el texto anterior del arquitecto restaurador, “el alfarje constaba en origen de cinco
calles, uno de ellas totalmente falsa, sin ningún tipo de motivo decorativo.”
Una vez eliminada esa calle adicional, se decidió su ubicación cerrando el
patio en torno al que discurren las escaleras que comunican las plantas calle y
primera.
El alfarje tiene una anchura de
6,83 m y 3,86 m de largo. Su estructura la componen 3 vigas maestras o jácenas
que descansan sobre 6 canes, 68 jaldetas distribuidas en sus cuatro calles y
128 tabicas cerrando los huecos entre jaldetas en su unión con las jácenas. Si
esta estructura no presenta especiales elementos de interés, al ser la propia
de las techumbres mudéjares de este tipo, no ocurre lo mismo con la decoración
pintada que cubre la mayor parte de sus superficies, y que la hace única dentro
del mudéjar aragonés, solo comparable con la que cubre la nave central de la Catedral
de Teruel y la que soporta el coro de la ermita de San Román en la Puebla de
Castro. En cuanto a la decoración tallada, esta se limita a los canes.
La pintura está realizada al
temple, con predominio de los colores, rojo, azul y amarillo, junto al blanco,
el negro y tonalidades intermedias. En la ejecución de los motivos se
distingue, especialmente en las tabicas, que al menos fueron dos sus artífices,
ya que algunos de ellos muestran una factura mucho más simple y tosca que el
resto. Por último, la temática es muy variada, incluyendo motivos heráldicos,
figurativos, animalescos, geométricos y vegetales, y se trata con detalle desde
la página 19 a la 33.
En cuanto a la cronología, hasta
fechas recientes se venía aceptando la aportada en una primera aproximación por
Gonzalo Borrás que la situaba en el siglo XIV, como eslabón entre la techumbre
de la Catedral turolense, datada a finales del XIII, y la de ermita de Castro
que Mª Isabel Álvaro Zamora fechó en 1400. Un profundo estudio de los motivos
heráldicos del alfarje realizado por el historiador oscense Carlos Garcés Manau
y publicado en el último número de la revista Argensola bajo el título “EL ALFARJE MUDÉJAR DE LOS AZLOR
(HUESCA): UNA OBRA REALIZADA HACIA 1280, CONTEMPORÁNEA DE LA TECHUMBRE DE LA
CATEDRAL DE TERUEL”, identifica correctamente la heráldica y la
encuadra en un período histórico concreto que permite determinar que el alfarje
es obra del siglo XIII. Este apartado se verá con más detalle en la página
dedicada a la heráldica de la techumbre.
Se trata de una techumbre de
madera, concretamente un alfarje, el tipo más común dentro del arte mudéjar,
cuyas jácenas apoyan en canes. Lo más destacado de la techumbre es la abundante
decoración pictórica, que recubre por completo la superficie de la misma,
encontrando únicamente decoración tallada en los canes, donde se representan
pequeñas cabezas humanas.
Como hemos dicho, la decoración
pictórica es lo más destacado de todo el conjunto por la variedad y vistosidad
de los motivos utilizados, pudiendo establecer una clara diferenciación dentro
de los mismos:
La decoración animal, humana y
heráldica es la más destacada, mientras que la geométrica y vegetal tiene un
carácter más secundario ya que aunque la podamos ver como motivo decorativo en
las jácenas o en los canes, su principal finalidad en la techumbre es enmarcar
las representaciones animales, humanas y heráldicas, que son las verdaderas
protagonistas del alfarje.
Los motivos animales son el
componente decorativo más destacado del conjunto por su cantidad, calidad y
vistosidad. A su vez, en este bestiario representado se puede diferenciar entre
los animales reales y los fantásticos, como la cabra, gallo o gacela entre los
reales, y el dragón y la sirena de dos colas entre los fantásticos. La
decoración animal se extiende por diferentes zonas de la techumbre, la
tablazón, jácenas y los canes. La representación de personajes es otro de los
componentes decorativos de la techumbre, representando en ellas escenas típicas
de la vida de la época, como una escena de danza o un caballero dispuesto para
la lucha. Son menos abundantes que los motivos animales, seguramente porque
entrañan más dificultades a la hora de su factura. La decoración geométrica
sería más secundaria en cuanto al valor estético y decorativo, pero su
importancia es grande puesto que nos podría dar información sobre el posible
origen musulmán de los artistas. La decoración geométrica se centra en paneles
decorativos en las jácenas y enmarques de escenas y escudos. Como enmarque de
los escudos, encontramos unas lacerías que con- figuran un medallón de cuatro
puntas en ángulo recto y cuatro lóbulos, motivo decorativo que los mudéjares
emplearon en celosías, yeserías y azulejerías, lo que nos podría indicar ese
origen mudéjar de sus autores. Encontramos tam- bién otro tipo de detalles como
un panel de cadeneta formada por tres ramales, o un panel de sinusoides
opuestas que crea un efecto de escamas. La decoración vegetal se distribuye a
lo largo de los canes, rodeando escenas o escudos, y como motivo (rosetas) que
se incluye en las secuencias de escudos, separando unas de otras. En algunos de
los canes, se desarrolla una decoración a base de atauriques, no todos iguales,
sino que unos son más complejos que otros. Por último, la decoración
epigráfica, muy escasa y repitiendo el mismo motivo, pero importante por
tratarse de una inscripción en árabe, lo que podría apoyar de nuevo la
posibilidad de ser obra de artífices mudéjares.
ESTILO
En la decoración de la techumbre se
pueden diferenciar, al menos, dos talleres diferentes, una más refinada y
creativa, y otra también cuidada, aun- que más gruesa.
- La primera se caracteriza por un
trazo delicado, muy fino y detallado. Es un trazo seguro que describe formas
bien definidas, pero a su vez le confiere una sensación de ligereza. Esta mano
es la de más calidad, y quizá también podríamos considerarla como la que tiene
mayor capacidad creativa, más propia de un artista que de un artesano. Estas
características se pueden ver en la representación animal sobre todo, pero
también se puede ver en las decoraciones vegetales.
- La segunda mano, tiene un trazo
grueso, seguro, perfilado de un trazo blanco para incidir en detalles. Es
también una mano de gran calidad, aunque diferente a la anteriormente citada.
Esta mano parece tener similitudes con la pintura románica.
En cuanto a la existencia de un
programa iconográfico, desconocemos por el momento si cuando se ideó la
creación de esta techumbre, se pensó en un programa y significado concreto, ya
que como obra de carácter popular, es posible que se intentara crear un techo
atractivo, según parece demostrar esa abundancia y riqueza de imágenes, que
suma la intención añadida de subrayar la importancia de los encargantes a
través de la representación de los escudos de su casa y linaje, que aparecen de
manera continua a lo largo de toda la techumbre.
HERÁLDICA
La representación heráldica es aquí
particularmente importante, como sucede en otras techumbres mudéjares
aragonesas pues se trata de los escudos que pertenecen o se vinculan al linaje
de la Casa de Villahermosa: Señal Real de Aragón, los palos de gules sobre
campo de oro, armas de D. Alfonso de Aragón, I Duque de Villahermosa. Señal
Condal de Ribagorza, El águila de sable, título privativo de esta casa hasta
que pasó en 1598 a ser incorporado este condado a la Corona. Armas del linaje
de Azlor, se representan en las cajas de las jácenas con una podadera de gules
sobre campo de plata, acompañada de tres armiños, más bordura de gules con ocho
escudetes de oro cargados con banda de sable. Armas de D. Juan Pablo de Azlor y
Zapata de Calatayud.
En cuanto a los papos, se
representan las tres podaderas de plata dis- puestas en triángulo acompañadas
de siete armiños, en vez de los siete clavos de plata que han sido mostrados
como armas tradicionalmente de este linaje. Es precisamente en estos elementos
constructivos donde insertos en unas lacerías que configuran un medallón de
cuatro puntas en ángulo recto y cuatro lóbulos, se unen los escudos de la
podadera de gules sobre campo de plata acompañada de tres armiños, con otra
igual que se acompaña de bordura cargada de ocho escudos de plata con banda,
teniendo a ambos el Señal Real de Aragón y el señal condal de Ribagorza, unas
piezas que muestran claramente la unión de las dos ramas de los Azlor de Huesca
y de Calatayud, además del cambio que se origina cuando se instituye que a
partir de D. José Claudio de Aragón, X duque de Villahermosa, todos los
primogénitos de la Casa de Villahermosa se apellidarán Aragón-Azlor y los demás
Azlor de Aragón, algo ya consustancial a partir de este momento de los
Villahermosa. Para mejor comprensión acompañamos la genealogía de la Casa de
Villahermosa y sus entronques, si bien consideramos será necesario un estudio
más amplio de los distintos componentes de este alfarje.
Comenzando la descripción de la techumbre
por sus piezas principales, las tres jácenas, hay que decir que la parte
visible de las mismas no corresponde a las vigas propiamente dichas sino a
plafones que cubren sus laterales y papos. Estos plafones van decorados por el
barrado de color rojo sobre fondo amarillo del Senyal Real de Aragón, tal y
como es habitual en los alfarjes. En ambos laterales y en el centro se disponen
bandas en “U” que encierran de modo alternativo los cuatro escudos heráldicos
que se repiten en la techumbre, todos sobre fondo negro salpicado de pequeños
grupos de tres puntos amarillos, y enmarcados por una doble cinta blanca
entrelazada.
Toda la estructura se cierra con
una tablazón producto de la rehabilitación, ya que en su día no se pudo
recuperar el cierre original, en el supuesto que lo hubiese, ni restos del
mismo que pudieran haber indicado su estilo y forma. Para darle continuidad y
unificar la decoración del conjunto se optó por utilizar el mismo motivo
barrado en rojo y amarillo de las jácenas, incluyendo sus motivos heráldicos
sobre el mismo fondo negro salpicado de grupos de tres puntos amarillos, aunque
en este caso la doble cinta entrelazada que los enmarca forma un octógono
inscrito en un cuadrado.
Cada uno de los seis canes sobre
los que se sustentan las jácenas tiene forma rectangular y un grosor
inusualmente corto para lo que suele ser habitual en este tipo de techumbres.
La decoración tallada se concentra en la mitad exterior termina en forma de
quilla, también característica de los alfarjes mudéjares. En cuanto a la
decoración pintada, ocupa toda la superficie, tanto en los estrechos laterales
como en el papo, que se divide en dos espacios claramente diferenciados: un
amplio rectángulo interior y un espacio tronco piramidal entre el anterior y la
quilla que tiene forma de cabeza humana, y como tal se decora, sin olvidar las
terminaciones en forma de punta de lanza, perdidas en algunos casos.
Comenzando por el can izquierdo de
la primera jácena, la más alejada de la pared, en el espacio interior se representa
la figura de un guerrero a caballo en posición de ataque. El caballero, que no
porta armadura ni casco, lleva una espada en alto en la mano derecha mientras
con la izquierda sujeta las riendas del caballo por detrás de una rodela que,
al igual que la gualdrapa, se decora con un motivo de cintas. Como va a ser
habitual en la mayoría de motivos de la techumbre, el fondo negro va salpicado
de grupos de tres pequeños puntos blancos. Se enmarca con una serie de perlas
rojas sobre fondo amarillo. Los laterales llevan un estilizado motivo de tallos
y flores formando roleos, en color blanco sobre fondo negro.
El espacio exterior tronco piramidal
se rellena con un motivo vegetal simétrico, compuesto por un fuste o largo
tallo vertical central que termina en forma de flor de lis y del que salen a
ambos lados tallos curvados que terminan en forma de ataurique. Salpican el
fondo estilizadas estrellas de ocho puntas en color blanco, que también se
verán en otras superficies del alfarje.
La forma y policromía de la cabeza
que forma la quilla en que se remata el can es común, salvo pequeños matices, a
los seis canes. Sobre fondo blanco, y en llamativos colores rojo y negro, se
pintan unos grandes ojos almendrados, nariz perfilada en negro y boca en forma
de ocho sin cerrar en el centro. Dos grandes rosetones en las mejillas y barba
o perilla de diferentes formas completan el rostro, en este caso perilla debajo
del labio inferior. Se completa la decoración en los laterales con líneas y
pequeños motivos vegetales en blanco, amarillo y rojo.
En la parte interior del can
derecho de la misma jácena aparece la figura de un ave, que parece un híbrido
con cabeza de gallo y cuerpo de pavo real. De su pico emana una estilizada
línea blanca a modo de tallo. Sobre el fondo azul, esas estrellas blancas ya
comentadas y los grupos de tres puntos, esta vez amarillos y de mayor tamaño y
encerrados en círculos de color rojo. La cenefa que enmarca el conjunto se
encuentra muy perdida, aunque todavía se distingue la doble cinta entrelazada
de color amarillo ribeteada en rojo que la recorre.
La parte central, que aquí tiene
forma de “T” invertida, la ocupa la figura de un ciervo de potente cornamenta
sobre fondo rojo. Este animal aparece representado en varias ocasiones más en
las tabicas y en la tablazón del tercer casetón.
La cabeza aquillada en que termina
el can sigue la forma ya descrita, con la particularidad de que se le han
agregado mechones de pelo en los laterales y debajo de la boca se le ha añadido
una forma alargada que parece la lengua.
Los dos canes de la jácena central
tienen la particularidad de ser más cortos que los de las laterales, incluso el
derecho es sensiblemente más alargado que el izquierdo, lo que hace que la
parte interior tenga forma de rectángulo horizontal en lugar de vertical como
en los restantes.
En el primero de ellos se presenta
la figura de un cuadrúpedo pasante, que por su color y moteado parece ser un
leopardo. Se enmarca por el trenzado amarillo sobre fondo rojo ya visto
anteriormente.
En la zona tronco piramidal podemos
ver una de las escenas más interesantes de esta techumbre. Se trata de un
músico de pie tocando la vihuela junto a una bailarina que se dobla por la
cintura en una posición casi imposible, hasta casi tocar el suelo con el pelo y
la punta de los dedos. Este tema es típico del románico, sobre todo en la zona
oscense, donde aparece en capiteles de varias iglesias, todos ellos atribuidos
al llamado “maestro de Agüero” del
que constituye su tema favorito, y que ha servido en muchos casos para
atribuirle determinados trabajos. También aparece pintado en la techumbre de la
Catedral de Teruel, decorando el papo de la doble quilla de uno de los
canes-zapata, aunque aquí se representan separados, rellenando el músico uno y
la bailarina el contiguo.
En la quilla, como novedad respecto
al resto se aprecia un abundante bigote que, junto a la perilla, enmarcan todo
el contorno de la boca.
La parte interior del otro can de
esta jácena central lo ocupa la figura de un ave muy parecida a la vista en el
mismo can de la primera. Aquí igual podría tratarse de un gallo que de un pavo,
aunque el plumaje y la extensión de la cola son menos exagerados que en el
anterior. La cabeza luce una vistosa cresta de color rojo y un doble papo del
mismo color. Al igual que el otro, del pico surge un delgado tallo blanco con
motivos florales. A pesar del deterioro que presenta se aprecia el trenzado que
lo enmarca.
Si la parte central del can
contiguo representa un ciervo, en éste es una cabra la que ocupa dicha zona. Se
presenta en una posición forzada, pasante y con el cuello y la cabeza
exageradamente erguidos.
Tanto en la cabeza aquillada como
en el tallado de los laterales, la terminación de este can sigue la tónica ya
descrita para los anteriores.
Ya en la tercera jácena, la más
próxima a la pared exterior del hueco de la escalera, la zona interior la ocupa
la figura de una sirena de doble cola con un pescado en cada mano. Se completa
con pequeños grupos de tres puntos blancos salpicando el azul del fondo.
Herencia, como la bailarina y el músico, del románico, solamente se repite en
las techumbres aragonesas en la que cubre la ermita de la Virgen de la Fuente
en Peñarroya de Tastavins, en la comarca del Matarraña, aunque aquí la sirena
sujeta ambos extremos de la doble cola con sus manos.
El motivo de la zona central sigue
la misma composición de clara influencia islámica que el visto en el primer
can, o sea a partir de un eje de simetría terminado en flor de lis, se
desarrollan sendos tallos a ambos lados que se curvan formando roleos para
terminar en forma de ataurique.
El rostro de la terminación del can
sigue la pauta de los anteriores: grandes ojos almendrados, nariz que se une a
las cejas, boca en forma de ocho sin cerrar en el centro y una especie de
perilla debajo de la misma.
En el último can de esta techumbre,
el espacio interior lo ocupa un ave de largas patas y cola larga de abundante
plumaje, que podría querer representar a un ibis o una cigüeña. Atrapada con el
pico sujeta la parte central de una gruesa serpiente que se enrosca en su
cuerpo, con la cabeza hacia abajo y anudada en la parte trasera. Sobre el
azulado fondo los tan repetidos grupos de tres puntos blancos. Se enmarca con
una línea de perlas rojas sobre fondo amarillo bastante deteriorada.
La parte tronco piramidal central se
cubre con un motivo de clara raigambre islámica. En el interior de una palmeta
aparece otro motivo vegetal de ataurique simétrico en torno a un eje central.
Nada nuevo de lo ya visto nos
ofrece la cabeza aquillada en que termina este can.
Siguiendo con la estructura del
alfarje, y una vez vistas las jácenas con sus canes y la tablazón de cierre
lateral, hay que continuar con el interior de los cuatro espacios rectangulares
cajeados que se forman entre aquéllas y los muros. Entre las jácenas y entre
éstas y los muros se disponen unas vigas de menores dimensiones, o jaldetas, en
número de 17 por hueco. También van decoradas con bandas de gules sobre fondo dorado.
Una singularidad de este alfarje la
encontramos en que la unión de las jaldetas con las jácenas no queda a la
vista, sino oculta por una tablazón sobre la que se colocan las tabicas,
tablazón que se extiende a los laterales recayentes a los muros largos, y que
en este caso se cierra con otra tabla, formando una falsa viga, y cerrando un
nuevo espacio rectangular en el interior de los anteriores donde se concentra
la decoración heráldica de la techumbre, aparte de jácenas y tablas de cierre,
acompañada de motivos de lazo y, en el último cajeado de un interesante
conjunto de temas figurativos.
Entre cada par de jaldetas se
colocan pequeños listones o cintas, que crean pequeños cuadrados alrededor de
los cuales van los saetinos sobre los que reposan los pequeños plafones
cuadrados que forman la tablazón. El papo de las cintas va pintado con un trenzado
de doble cinta roja, una ribeteada en rojo y la otra en amarillo. Los saetinos
llevan una línea de dobles círculos concéntricos blancos sobre fondo negro.
Dentro del amplio repertorio
decorativo de este alfarje cobra especial interés el apartado heráldico, que
incluye cuatro escudos de armas, que al igual que en otras techumbres y
construcciones medievales han servido para datar su construcción. Hasta la
aparición del amplio y documentado estudio heráldico que Carlos Garcés hace en
el último número de la revista Argensola, dos de ellos se atribuían erróneamente a
titulares que no se correspondían con los mismos.
Fue un artículo aparecido en la
revista Emblemata (el único estudio sobre el alfarje publicado hasta el de
Garcés) en el año 2004 bajo el título de “El
alfarje mudéjar del palacio de Villahermosa de Huesca” firmado por
Bizén d’o Río y María Luisa Grau, en el que se identificaban los escudos del
alfarje, que entonces se databa en el siglo XIV, con personajes de los siglos
XV y XVIII. En primer lugar, se atribuía el motivo formado por cuatro palos de
gules sobre campo de oro como el Senyal Real de Aragón. Las tres podaderas de
gules sobre fondo de plata dispuesta en triángulo acompañadas de siete armiños
que viene a sustituir a siete clavos de plata, se identificó con el linaje de
los Azlor.
El error estaba en los dos
restantes. El águila de sable sobre fondo de plata se atribuyó como Señal
Condal de Ribagorza. Por último, y lo más extraño, los ocho escudetes de oro
cargados con banda de sable con escudo central de oro, se identifica con el
linaje de los Zapata de Calatayud, que se unieron con la casa de Villahermosa
en el siglo XVIII, lo que me llevó a la conclusión de que la inclusión de este
motivo heráldico tenía que ser necesariamente fruto de un repinte posterior.
Todos estos aspectos quedan
aclarados y corregidos en el citado trabajo de Carlos Garcés, al que me remito
para la descripción de los cuatro blasones heráldicos. En primer lugar, hay que
decir que los cuatro escudos corresponden a dos matrimonios: el formado por los
reyes Pedro II de Aragón (1276-1285) y Constanza de Sicilia, y el de los dueños
del palacio, Blasco Pérez de Azlor, que murió en 1286, y su mujer Sancha Tovía.
El escudo del linaje Azlor lleva
tres hoces o podaderas de gules dispuestas en triángulo sobre campo de planta,
o blanco, acompañadas de siete objetos que han recibido distintas
interpretaciones. En principio parecen armiños que sustituyan a los siete
clavos de plata que figuran en el escudo original del linaje; también se citan
como puntas de flecha, hierros de lanza, mangos de hoz o aguijones.
El escudo de su esposa Sancha Tovía
consta de ocho escudetes de oro cargados con banda de sable con escudo central
de oro sobre fondo de gules. En algunos se incluye pequeños círculos o perlas
amarillas en el campo de oro del central y de los escudetes.
De los dos escudos reales, el
primero corresponde al Senyal Real de Aragón, identificativo de los Reyes de la
Corona de Aragón, en este caso de Pedro III, y está formado por cuatro palos de
gules sobre campo de oro.
En cuanto al compuesto por un
águila de sable sobre fondo de plata, relacionado en el artículo de Emblemata
como la Señal Condal de Ribagorza, corresponde en realidad a doña Constanza de
Sicilia, que lo heredó de su padre, el rey Manfredo, y que casó en 1262 con el
entonces infante Pedro de Aragón, hijo y heredero del rey Jaime I el
Conquistador. (Una descripción muy detallada de los cuatro motivos heráldicos,
así como la relación de la pareja real con la ciudad de Huesca, se puede ver en
el citado artículo de Carlos Garcés).
Como se puede ver por las fechas en
que vivieron las personas identificadas con estos motivos heráldicos, la
construcción del alfarje debe de situarse en el siglo XIII, y no en el XIV que
era la fecha que hasta este momento se manejaba. Siguiendo a Garcés, sería en
el período 1264-1285, y más concretamente hacia 1280, cuando debió de
realizarse la techumbre.
Esta datación la situaría incluso
anterior a la techumbre de la Catedral de Teruel, que se data en torno a 1285,
sino coetánea, con lo que ya no sería un enlace entre aquélla y la de la Puebla
de Castro, sino un posible punto de influencia en algunos aspectos decorativos
para la techumbre turolense, al igual que lo fueron los de la Sala Capitular
del Monasterio de Sigena, algo que queda para un detallado estudio de los
motivos decorativos de ambos conjuntos, especialmente en los referentes a
temática animal, fantástica y realista, y vegetal.
En cuanto a la distribución y formas en
que se presentan los cuatro escudos heráldicos en el alfarje, ya he comentado
como en las jácenas y tablas de cierre laterales lo hacen sobre fondo negro
rodeados de una cenefa en forma de trenzado de doble cinta. Pequeños grupos de
tres puntos amarillos salpican el citado fondo negro.
En el primer cajeado aparecen en el
interior de espacios cuadrados de fondo blancos separados por finas líneas
negras, repitiendo la misma secuencia: las armas de los Azlor y los Tovía
seguidas por las de los reyes Constanza de Sicilia y Pedro III de Aragón.
En el segundo cajeado, o casetón, los
motivos heráldicos se inscriben en el interior del espacio estrellado octogonal
que, junto a medias cruces apuntadas, genera el desarrollo del lazo de cuatro
octogonal que lo decora, y que se verá con más detenimiento, al igual que el
resto, en páginas siguientes. Aquí no siguen un criterio unificado como en el
caso anterior, sino que priman más unos motivos sobre otros, en este caso, el
cuadribarrado real y el de la reina Constanza se repiten en mayor número que el
del matrimonio Azlor-Tovía. Se disponen a lo largo de todo el contorno en
secuencias de tres escudos y una roseta.
En el tercer cajeado se utiliza el mismo
motivo de lazo de cuatro octogonal, con la salvedad de que las estrellas de
ocho puntas alargan de forma considerable sus lados superior e inferior, que se
rellenan con motivos decorativos entre los que se intercalan estrellas de ocho
normales donde se disponen los escudos heráldicos.
Por último, en el casetón más próximo al
muro exterior se encuentra la decoración más elaborada de este grupo. En este
caso una cinta va bordeando todo el contorno y anudándose para generar dobles
espacios octogonales seguidos de uno alargado rectangular. La secuencia
decorativa, salvo en un par de casos en que se modifica para adaptarse al
espacio, consta de doble motivo heráldico en los dos octógonos, un motivo
figurativo en el espacio rectangular, dos nuevos escudos heráldicos en los
octógonos siguientes, y finalmente las barras aragonesas en el segundo
rectángulo. Una novedad respecto a lo visto hasta el momento es que aparecen
escudos en los que se unen las armas de los Azlor con las de los Tovía. En tres
casos incluyendo las podaderas de los Azlor en el interior del escudo central
del blasón de los Tovía, y en uno cuartelado con las armas de los primeros en
1º y 4º y las de la esposa en 2º y 3º.
Como se ha podido ver en la página
anterior, la decoración que cubre los papos de la tablazón de cada uno de los
cuatro cajeados en que se divide el alfarje, adquiere más complejidad y riqueza
conforme nos acercamos al actualmente situado junto al muro de la escalera.
En el caso del primero de ellos,
poco se puede añadir a lo ya dicho al tratar sobre la disposición de la
heráldica en el mismo. Todo el contorno sigue esa secuencia de los cuatro
motivos heráldicos inscritos en cuadrados blancos. En cuanto al estrecho borde
superior, en todos los casos se rellena con unos pequeños motivos en forma de V
entre dobles líneas en vertical, todo en blanco sobre fondo negro. El estrecho
espacio de unión con la jácena lleva una línea de perlas blancas sobre fondo
negro.
Un aspecto curioso en este cajeado
lo encontramos en la decoración de las últimas cintas, ya junto a las tabicas,
de cada uno de los dieciocho espacios que quedan entre jaldetas. Si en los
otros tres casetones el motivo es el mismo en ambos lados, en este caso llevan
temas diferentes. El correspondiente a la tablazón que cubre la pared es de
tipo geométrico en forma de rectángulos que alternan el rojo y el azul,
dispuestos en forma de V invertida sobre fondo negro, lo que les da sensación
de profundidad. En el lado contrario, correspondiente a la primera jácena, el
motivo es de tipo vegetal en forma de estilizados tallos que se enrollan
formando roleos y terminados en flores, todo en vistosos colores amarillo, rojo
y blanco
En el segundo espacio rectangular,
entre la primera jácena y la central, ya hemos visto como la heráldica va
acompañada de una más vistosa decoración pintada, aunque también monótona y
repetitiva, ya que se trata de un lazo de cuatro octogonal que genera espacios
estrellados de ocho puntas y otros cruciformes apuntados, que aquí, por razones
de espacio, quedan reducidos a formas de “T”. La cinta que forma el lazo es de
color amarillo, y el fondo de las estrellas octogonales de rojo.
También hemos visto como la
secuencia con que se rellena su interior es de tres motivos heráldicos y una roseta
de ocho pétalos blancos con un punto rojo en sus extremos, inscrita en un
círculo negro. De forma alternativa enmarcan escudos o rosetas una línea de
perlas blancas en círculo. Las medias cruces llevan también series de perlas
blancas sobre fondos alternos en color verde y azul.
Por último, las cintas más próximas
a las tabicas llevan un motivo de clara influencia islámica, ya visto en los
canes de las jácenas, en forma de serie de palmetas separadas por anudamientos,
en las que se inscriben flores de ataurique.
También hemos visto como en el
tercer cajeado, entre la viga central y la más próxima a la pared de la
escalera, el motivo de lazo de cuatro octogonal se complica y se completa con
otros más complejos y vistosos.
Las estrellas octogonales que se
rellenan con los motivos heráldicos alternan los colores rojo y azul en su
fondo con una serie de perlas blancas contorneando el escudo. Las medias cruces
apuntadas siguen la tónica de las vistas en el cajeado anterior, con líneas de
perlas blancas sobre fondos verde y azul.
Entre estas estrellas de ocho se
intercalan otras con los lados superior e inferior muy alargados. El interior
se divide en tres espacios, dos pequeños en los extremos con la forma
estrechada de los laterales y uno central rectangular. Los primeros se cubren
con ataurique de flores sobre fondo rojo ribeteado por una fina línea blanca y
salpicado de grupos de tres puntos también blancos.
Los espacios rectangulares alternan
dos motivos. El primero de entrelazo formando un cesteado a base del
entrecruzamiento de dos cintas, una roja y la otra blanca con una fina línea
roja central. El segundo motivo tiene un desarrollo complejo a base de líneas
que se van curvando e interseccionando entre sí, creando espacios cóncavos y convexos
que se rellenan con vistosos colores rojo, azul y negro. Este segundo motivo lo
encontramos también presente en el estribo del muro norte del cuarto tramo de
la techumbre que cubre la ermita de San Miguel de Barluenga, y tal y como
sucede con la sirena de doble cola y con el juglar y la bailarina, solamente se
repite en estos dos casos, con la salvedad de la proximidad que existe esta vez
entre ambas techumbres.
En cuanto al tema de las cintas, es
un motivo de tipo vegetal, con gruesos tallos terminados en flores, todo en
vistosos colores sobre fondo azulado.
También hemos visto anteriormente
como en el cuarto espacio rectangular, que se corresponde con el más próximo a
la pared de la caja de escaleras, la decoración de la tablazón que lo rodea se
hace más compleja y elaborada, incluyendo, además de la temática heráldica,
diversas escenas con animales reales y fantásticos.
Según se desprende de la visión
global del conjunto, al igual que en el resto de cajeados, la decoración se
hizo sobre la marcha, sin planificación previa del espacio a cubrir, lo que se
traduce en que no siga una secuencia uniforme, debido probablemente a la
necesidad de ajustarse al mismo.
Así se puede ver como parece ser
que la planificación inicial parte de un grupo de cuatro espacios que se forman
por una cinta que va bordeando el conjunto y anudándose para general un doble
espacio octogonal, que se rellena con sendos escudos heráldicos, o en algunos
casos combinaciones de los dos pertenecientes al matrimonio Azlor-Tovía. A
continuación, un espacio rectangular que se cubre con una escena figurativa, y
de nuevo dos octógonos con motivos heráldicos. Entre cada dos de estos
conjuntos se dispone un nuevo espacio rectangular con el barrado
aragonés. De los nueve conjuntos decorativos que cubren estas
superficies, esta secuencia se repite en seis de ellos. De los otros tres, uno
solo lo forma el doble motivo heráldico y la escena animal, mientras que los
dos restantes incluyen dos escenas figurativas entre tres grupos de dos octógonos,
sin motivo real intermedio.
Comenzando por el lado derecho,
observando el conjunto desde el rellano intermedio de la escalera con la
espalda hacia la pared, el primer grupo consta de la figura de un dragón
engullendo una serpiente y herido por tres flechas, una en la cola, otra en el
cuerpo, y la tercera en el cuello, atravesando a su vez el cuerpo de la
serpiente. A la derecha los escudos de Pedro III y los Azlor, y a la izquierda,
los del matrimonio real.
Continuando la descripción por la tabla
que cierra el alfarje con el muro, en la escena central se presenta la figura
de un alargado ciervo de gran cornamenta. A la derecha la heráldica de Pedro
III y Constanza de Sicilia, y a la izquierda la de los Azlor y nuevamente la
Senyal Real.
En el siguiente grupo se intercalan
en los extremos los escudos de los dos matrimonios. A la derecha los de los
varones, Pedro III y Blasco Pérez de Alzor, y a la izquierda los de sus
cónyuges, Sancha Tovía y Constanza de Sicilia. En el centro la figura de un
cuadrúpedo que bien podría ser un león.
Le sigue uno de los tres conjuntos
que no guardan el patrón general, en este caso porque queda reducido a solo dos
motivos heráldicos colocados a la derecha, el Real y el de los Azlor. La escena
figurativa incluye las figuras de un jabalí y una cabra de largos cuernos,
separadas por una palmera. Mientras que el jabalí mira hacia el suelo, la cabra
lo hace hacia lo alto.
El último grupo de esta tabla que
cierra la techumbre por el lado de la pared, se compone de la figura de un
dragón alado con cabeza humana de tocador de cuerno, y de los escudos reales de
ambos matrimonios en los laterales. A la derecha, los Azlor-Tovía, y a la
izquierda los de la pareja real.
Todo el lado corto a la izquierda
de la escena anterior, está ocupado por motivos heráldicos y escenas
figurativas, exceptuando los dos pequeños espacios esquineros donde aparece el
motivo cuadribarrado. Los tres grupos heráldicos corresponden a Pedro III y
Blasco Pérez de Azlor el de la izquierda, Pedro III y Constanza de Sicilia el
central, y a los Azlor y a una composición entre el matrimonio Azlor-Tovía, en
el grupo de la derecha.
En una de las escenas se representa
una figura híbrida formada por el cuerpo de un animal de cuatro patas de la que
salen dos alargados cuellos que terminan en cabeza humana el de la derecha, y
de dragón el del lado contrario. Ambas cabezas están afrontadas y unidas por
una serpiente que es devorada por la parte trasera por el dragón, mientras que
muerde el cuello de la figura humana de la derecha.
La segunda figura corresponde
también a un dragón, esta vez dibujado en una forzada posición del cuello para
llegar a morderse una de sus patas. Destaca la cola compuesta por un tallo que
se enrolla en forma de roleo para terminar en una vistosa flor central.
Girando ahora hacia la tabla de la
jácena, podemos ver en primer lugar la figura de un dragón de alargado y
afilado pico dentado con el que se está mordiendo el cuello. A la derecha la
heráldica de los Azlor-Tovía, y a la izquierda la Real y una nueva composición
del matrimonio anterior.
En el centro del segundo grupo
decorativo de esta última tabla, se representa nuevamente la figura de un
dragón, en este caso en posición pasante. En cuanto a los grupos heráldicos,
vuelven a disponerse en los dos los escudos de ambos matrimonios, a la
izquierda el Real y a la derecha el de los propietarios del palacio.
Por último, podemos ver el tercero
de los conjuntos que rompen la tónica general del conjunto, en este caso el
segundo de los que incluyen dos escenas figurativas entre tres parejas de
escudos. La heráldica lateral la forman, los escudos del matrimonio real a la
izquierda y los de Pedro III y Blasco Pérez de Azlor a la derecha. El central,
es el más curioso de toda la techumbre, ya que incluye dos composiciones con la
heráldica del matrimonio Azlor-Tovía. El de la izquierda ya lo hemos visto
anteriormente, mientras que el de la derecha es único en la techumbre,
cuartelado con las armas de los Azlor y de los Tovía.
En la primera escena se representa
lo que parece la lucha entre un toro y un perro, mientras que en la segunda
aparece una cabra de alargados cuernos, similar a la vista en una escena
anterior, junto a un árbol de entrelazadas ramas terminadas en una especie de
frutos.
Las cintas más próximas a las
tabicas se decoran en este caso con gruesos tallos que se enroscan para
terminar en flores de ataurique.
Por último, queda ver el apartado
de las tabicas. Se trata de uno de los elementos característicos de las
techumbres tipo alfarje, que se colocan para cubrir los huecos que quedan entre
cada par de jaldetas en su unión con las jácenas y muros de cierre. Tienen
forma rectangular y se suelen disponer con una ligera inclinación hacia el
exterior de su parte superior, a fin de que desde el suelo pueda contemplarse
mejor lo que representan. En este alfarje del Palacio oscense de Villahermosa
son un total de 128 que se reparten en grupos de dieciséis tabicas en cada uno
de los laterales de sus tres vigas principales y en los dos cierres de la
techumbre en los lados cortos.
Junto con la heráldica, los canes y
los motivos de las tablas interiores que rodean cada uno de los cuatro
cajeados, son uno de los elementos destacados de esta techumbre. En su amplio
repertorio decorativo se incluye temática figurativa, animal, vegetal y
geométrica, que incluye algunos elementos que no se repiten en ninguna otra
techumbre de las conservadas en Aragón, como son las representaciones de peces.
Ya comenté en páginas anteriores que en su ejecución se observa al menos la
intervención de dos artífices, algo que se ve claramente cuando se comparan
motivos que se repiten, como el jabalí, en este caso en las fotografías 4 y 9
de esta página.
Las tabicas alternan fondos rojos y
azules, y van enmarcadas con un trenzado de dos cintas que también alternan
estos colores en contraposición a los fondos. Únicamente dos tabicas rompen
esta secuencia, al estar rodeadas por una ancha banda de color rojo con un fino
y casi imperceptible motivo de zig-zag en dorado y puntos blancos salpicando la
superficie.
Para su presentación he optado por
dos opciones. En la primera que comienza en esta página presento una vista
panorámica de cada uno de los grupos de 16 tabicas y dos ampliadas en sendos
grupos de 8. Clicando con el ratón sobre cada una de estas últimas se pueden
ver ampliadas. En una segunda exposición, a partir de la página 19, incluyo las
128 tabicas por grupos temáticos.
La primera secuencia de 16 tabicas
son las que se alojan en el cierre de la techumbre situado en el lado de la
pared exterior de la escalera.
La segunda serie de tabicas
corresponden al lateral de la tercera jácena vista desde el interior de la
escalera.
El tercer grupo de tabicas están
situadas en el lateral que mira hacia el interior de la escalera de la jácena
central.
A continuación, el lateral de la
primera jácena vista desde el mismo lugar.
Las siguientes cuatro secuencias de
tabicas hay que verlas desde el rellano intermedio de la escalera. La primera
corresponde con el cierre del alfarje en el muro del hueco.
A continuación, las dieciséis
tabicas de este lateral colocadas en la primera viga (la más próxima al hueco
de la escalera)
El penúltimo grupo de tabicas se
ubica en el lateral que mira al muro exterior de la jácena central
Por último, las tabicas de la
tercera viga que miran al citado muro exterior. Como se puede observar en las
fotografías, aparecen incompletas, ya que, dado el poco espacio entre las
mismas y la pared, y la distancia desde el suelo, se hace imposible obtener
fotografías completas desde esa posición.
Dentro de una clasificación
temática de las 128 tabicas del alfarje, hay que decir en primer lugar que la
mayoría de las figuras tienen una simbología específica similar a la de las
representaciones que, sobre todo talladas en capiteles y portadas, podemos ver
en el románico. Su estudio y adscripción a las mismas queda para un futuro
trabajo, limitándome en estas páginas a su presentación visual acompañada de
breves comentarios.
Comenzaremos con un grupo en el que
se representan figuras humanas, bien de forma completa o de forma híbrida con
cuerpos de animales reales o fantásticos.
Dos de las figuras representan a
guerreros. La primera en forma de rostro mirando al frente con la cabeza
cubierta con un verdugo de mallas. En la segunda aparece el busto de un
guerrero con cota de malla y visto de perfil. En una tercera tabica se ve una
cabeza masculina de perfil.
A continuación, un nuevo busto de
perfil, esta vez ataviado con un gorro picudo, y sosteniendo con una mano una
copa. La forma de cabeza y gorro es idéntica a la que vimos en los dragones con
cabeza humana de la tablazón del cuarto cajeado. Dos nuevas figuras, una de
perfil y otra de frente, rellenan sendas tabicas. En otra, también de perfil un
personaje que parece sujetar en su mano una especie de varita.
En dos de las tabicas aparecen dos
figuras afrontadas. En la primera son dos varones, uno de ellos con la corona
real, y en la segunda dos mujeres. Una posible interpretación de quienes
podrían ser estos personajes, correspondería al rey Pedro III y a Blasco Pérez
de Azlor en la primera, y a Constanza de Sicilia y Sancha Tovía en la segunda.
En la siguiente tabica vemos un
híbrido en forma de dos serpientes terminadas en cabezas humanas afrontadas.
Continuando con las tabicas en las
que aparecen personas, en tres de ellas lo hacen en forma de bustos de perfil
de tocadores de cuerno. Como en la mayoría de los casos, las cabezas van
cubiertas por gorros picudos.
En la figura de esta tabica destaca
la expresión burlona del rostro, así como su posición.
Las dos figuras siguientes están
dispuestas en posiciones casi imposibles. Parecen carecer de tronco, y
únicamente se ven la cabeza y las extremidades superiores e inferiores.
En las siguientes representaciones
aparecen figuras híbridas de animales terminadas en cabezas humanas.
Para terminar con las figuras que
combinan cuerpos de animales con cabezas humanas, encontramos una tabica en la
que únicamente aparece un rostro barbado desproporcionado en cuanto a sus
extremidades inferiores, y con sendas alas en lugar de brazos. En otra, de
perfil, la figura de lo que parece un dragón también con cabeza barbada.
La última corresponde nuevamente a
un dragón de perfil con el rostro masculino girado hacia el frente. Sobre la
cabeza una corona. En la segunda imagen una figura de complicada
interpretación. Se trata de una gran cara de la que salen dos tentáculos
laterales.
Un grupo importante de tabicas
corresponde a las que se rellenan con figuras de animales reales. De ellas
algunas se repiten en varias ocasiones y otras solamente aparecen una vez.
Dentro de estas últimas encontramos la figura del león coronado representado de
perfil.
Una sola vez aparen también las
figuras de un toro, un elefante, que como en el caso del de la ermita de San
Román en la Puebla de Castro, es una libre interpretación del autor, una liebre
y una serpiente.
En las representaciones repetitivas
de animales en varias tabicas del alfarje, llama la atención especialmente el
contraste entre ellas en cuanto a su ejecución, mucho más elaborada y cuidada
en unas que en otras, que a veces llegan a parecer simples esbozos.
En cinco tabicas encontramos la
figura del ciervo, siempre de perfil y con la cabeza a la izquierda del
espectador. Las dos primeras tabicas tienen una mayor calidad que el resto,
sobre todo comparándolas con la última. La segunda es similar a la vista en la
tablazón interior del cuarto cajeado.
Idéntico número de veces aparece la
figura del jabalí, también con la cabeza a la izquierda, e igualmente con
diferentes calidades de ejecución. Como en el caso del ciervo, la tabica de la
primera fotografía recuerda al jabalí de la tablazón inferior del cuarto
cajeado, que allí se acompaña de una cabra con una palmera entre ambos
animales.
Dentro de este grupo de animales
representados en varias tabicas, el más numeroso corresponde a la figura de un
pez, algo inusual, ya que no aparece en ninguna otra de las techumbres
aragonesas conservadas. Son siete las tabicas en que se repite, todas con la
cabeza a la izquierda del espectador. Al igual que en los casos anteriores, su
ejecución difiere de unas a otras.
En cinco de las tabicas aparece
doblado en forma de V invertida, como ejecutando el salto fuera del agua para
volver a ella. En una lo hace en posición contraria, en V, y en la última
imagen lo podemos ver totalmente recto y con terminación, en una cabeza que no corresponde a esta especie.
Muy repetitiva en la techumbre es
también la figura de un animal canino, que aparece en seis tabicas, unas veces
claramente identificado como la figura de un perro, y en otras como un animal
de difícil adscripción, como el caso de la primera fotografía, en que se
representa en color blanco cubierto con una especie de escamas.
En una de las tabicas más curiosas
del alfarje, podemos ver esta figura canina junto a otra, también cuadrúpeda,
ambos en posición de sentados y encarados, en aparente situación de estar
manteniendo “una conversación”.
Tampoco falta en el conjunto la
figura del oso, aunque solamente se reproduce en una ocasión.
Quince veces aparece reproducida en el
conjunto de tabicas la cabeza de perfil de un animal que, en principio,
parecería corresponder a un perro, aunque, tal y como sucede en las figuras de
cuerpo completo del mismo vistas en la página anterior, las formas de orejas y
morro en algunas de ellas no lo dejan tan claro. De todas ellas, solamente una
está con la cabeza girada hacia la derecha del espectador.
En esta página muestro las ocho
tabicas restantes en las que aparecen cabezas de tipo canino. Resaltar, en
cuanto a calidad de ejecución, y en cuanto a curiosa y única, la
última, que se acompaña de lo que parece el cuello del animal cubierto de pelo.
Una figura también muy repetida es
la que representa la cabeza de un ave, que se puede ver en diez tabicas. Al
igual que lo que sucede con las anteriores, en algunas de ellas no está claro
si se trata de este animal o de otro de tipo fantástico, como un dragón.
Igualmente, todas están de perfil mirando hacia la izquierda del espectador,
excepto una que lo hace en sentido contrario. Como en el resto de tabicas, la
calidad varía de unas a otras, evidenciando el trabajo de al menos dos
pintores.
Dentro del apartado de animales
fantásticos, adquiere especial relevancia dentro de la iconografía de la
techumbre la figura del dragón en sus diversas representaciones. En total son
dieciséis las tabicas en las que aparece este animal de una forma más o menos
concreta.
En esta página se pueden ver
figuras de dragones alados y del tipo serpiente, en la mayoría de los casos
cubiertos de escamas. Hay que seguir resaltando la diferencia de calidad entre
unos y otros.
En esta página he recogido las seis
representaciones de dragones más curiosas que aparecen en las tabicas del
alfarje. Las cuatro primeras parecen corresponder, en un principio, a dragones
tipo serpiente, el primero con terminación en cola bífida. Más complicado
resulta definir los dos restantes, aunque el nº 5 podría corresponder a un
dragón alado y el siguiente incluso podría tratarse de Cerbero, el perro del
infierno.
El último grupo temático de motivos
en las tabicas de este alfarje del palacio oscense de Villahermosa corresponde
a los de tipo floral y vegetal. Las primeras tres tabicas son de las más
elaboradas de este grupo, sobre todo las dos primeras, y de tipo claramente
islámico, ya que sus formas circulares y de roleos se complementan con otras de
ataurique.
El motivo más repetido dentro de
este grupo lo componen un motivo central, que parece un alargado capullo
cerrado, y dos hojas terminadas en la mayoría de los casos, en forma de
ataurique, que salen a ambos lados. Una variante de lo anterior la vemos en la
última tabica de esta página donde solamente se representa la doble hoja en
forma de V.
Próximo Capítulo: Capítulo 14 - Arte Mudejar en Huesca
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