TORRE DE SAN
MARTIN. TERUEL.
Modelo de composición
decorativa, supera a todos los
campaniles aragoneses en temas y combinaciones. Junto a los motivos
arcaicos vistos en torres primitivas, ostenta lacerías, composiciones de rombos lobulados y arcos mixtilíneos que se enlazan; temas nuevos en decoración
mudéjar aragonesa, interpretados,
además, con toda maestría. La
obra tiene la
gallardía de apoyarse sobre una bóveda de cañón
apuntado que deja paso
a una calle,
e inmediatamente comienza la decoración del cuerpo inferior, más rica que en el segundo, destinado a las
campanas. Entre dos líneas de esquinillas con
nudos de cerámica hay una arquería
ciega de arcos mixtilíneos
enlazados, que, a juzgar
por los restos,
debieron apoyarse en columnas
de barro vidriado, y en el fondo
cerámica de platos y azulejos en tablero de damas;
un pequeño fondo liso y nueva
línea de esquinillas cortando la
composición superior, formada por
una faja ancha de dos líneas de
lazos de cuatro, octogonales, vestidos
los fondos con azulejos de damas y estrellas
a dos colores, otra faja de cosquinillas y arquería
ciega lobulada que se enlaza y repite
en forma de rombos, con profusión de cerámica en fondos y entre las
columnas del mismo material, que tuvo,
como la arquería baja. Sobre ella, d0s
huecos de medio punto formados cada uno
por cuatro arcos en
retirada, el externo vestido
con menuda cerámica
cóncava, y a los lados decoración de esquinillas en fajas y fondos, más una línea de meandros.
La parte alta del cuerpo inferior tiene
por decoración una faja estrecha con
tres nudos y cerámica de estrellas, bordeada de
azulejo blanco, encima otra
de esquinillas sencillas cortadas por pequeño hueco, y sobre ella faja de arquería ciega mixtilínea sin cruzar,
y el fondo con cerámica de
todas las variedades. Remata el cuerpo con saledizo de canecillos que
contactan en la parte
alta. El cuerpo de campanas
pierde decoración: cuatro arcos
ojivas pareados, con columnas
y capiteles de piedra, y sobre
los dos grupos otros huecos formados por
cuatro arquitos de medio
punto, también con capiteles
y columnas de piedra¡ encima, faja de cuadrados rehundidos llenos de columnitas de cerámica,
línea de esquinillas, vuelo
de mensulitas y remate
de muro almenado en los muros,
cerámica gruesa y fina
de igual coloración y forma que
la restante del monumento.
La torre de San Martín se levanta en la Plaza de Pérez Prado, enfrente
de la Calle de los Amantes. Al igual que las torres de la Catedral, San Pedro y
El Salvador se trata de una torre puerta que atraviesa la cuesta de la
Andaquilla que nos lleva en nuestro recorrido por el Teruel medieval a la
puerta de las murallas del mismo nombre. Actualmente son totalmente visibles
tres de sus lados, quedando adosada por el cuarto a la iglesia de su mismo
nombre construida en época barroca al igual que la del Salvador. La iglesia ha
sido sometida a una profunda restauración que la ha dignificado y ha sacado a
la luz restos de su antigua fábrica románica.
La
torre presenta planta cuadrada, aunque con una ligera deformación romboidal con
el paso de la calle en dirección aproximada norte-sur en su parte inferior. En
el lado oeste se puede ver un refuerzo de cantería de labra basta en forma de
talud que oculta todo el lateral hasta sobrepasar la altura del primer friso de
arquillos. Forma parte de las obras que en el siglo XVI, concretamente entre
1549 y 1551, acometió en la torre el maestro de obras francés Quinto Pierres
Vedel. Consistieron estas obras en el derribo de varias casas adosadas que se
compraron al monasterio de la Santísima Trinidad, quedando de esta manera una
plaza frente a la torre. Además se levantó el refuerzo citado para frenar el
deterioro que presentaba la parte baja, muy erosionada seguramente a causa de
la humedad. Se reforzaron especialmente las esquinas dándoles forma de
contrafuerte en talud aumentando el saliente y la base de apoyo. En el siglo
pasado estas obras fueron duramente criticadas, especialmente desde el punto de
vista estético y en cuanto a su ejecución técnica, sobre todo por Ricardo
García Guereta quien publicó en 1926 un estudio sobre las torres de Teruel.
Como dato final, decir que las obras costaron la cantidad de dieciséis mil
sesenta sueldos y siete dineros.
El paso inferior sigue la misma estructura que los de las torres de La
Catedral y San Pedro, con forma de bóveda apuntada y arcos de refuerzo en los
extremos y en el centro. Tiene la particularidad de que las impostas, además de
situarse a escasa altura, también son variables en la misma de un lado a otro
por efecto de la pendiente de la calle. Tanto los arcos como las pilastras de
las que arrancan son de ladrillo, a excepción de un pequeño zócalo de piedra
sillar que levanta un par de hiladas.
Hasta la altura de la
clave del arco, incluidas las albanegas, la torre está exenta de ornamentación.
A partir de aquí comienza la decoración de ladrillo resaltado y cerámica
vidriada que se extiende a lo largo de los cerca de cuarenta metros que
levantan los dos cuerpos de la torre.
En primer lugar se
dispone una banda de esquinillas que en el lado de la plaza se presentan
alternando con pequeños tubos de cerámica vidriada de 20 cm de altura, mientras
que en lado contrario aparecen las esquinillas dispuestas en dientes de sierra
sin complemento cerámico.
A continuación, un
primer paño se rellena con arquillos mixtilíneos entrecruzados que, en número
de once, apean en columnillas de cerámica verde entre los que se intercalan
cuatro anillos blancos. Los arcos alternan una rama curva con otra de ángulo
recto prolongándose hasta iniciar una trama de sebqa que queda interrumpida
casi de inmediato dado lo corto de la altura del paño (2,24 m.). En el arquillo
central abre una estrecha y alargada ventana.
El interior de los
rombos se decora con un plato o disco cerámico de color verde, mientras que en
los arcos se disponen en vertical los siguientes elementos cerámicos: en la
parte baja un cuadrado en damero formado por dieciséis pequeños cuadrados de
color blanco y verde, a continuación tres discos verdes entre los que se
intercalan dos pequeñas composiciones a cartabón a base de cuatro pequeños
azulejos como los vistos en la parte baja dispuestos los verdes en la
horizontal y los blancos en la vertical.
Encima de este paño una
nueva banda de esquinillas en dientes de sierra enmarcada por una cenefa de
azulejos en espiga que alternan los colores blanco y verde.
A partir de esa segunda
banda de esquinillas ya es visible la decoración en ladrillo resaltado y
cerámica en los tres lados exentos de la torre, puesto que hasta aquí llega la
parte superior del contrafuerte antes citado del lado de la plaza. Personalmente
creo que son estos segundos cuerpos de las torres turolenses, entre los pasos
inferiores y la imposta de separación con el cuerpo de campanas los que mayor
belleza plástica ofrecen sin desmerecer por supuesto a los cuerpos superiores.
Como continuación de lo
visto en la página anterior, una nueva cenefa a base de azulejos en punta de
flecha o espiga enmarca un alargado paño rectangular de cerámica
componiendo un motivo de lacería de cuatro octogonal con azulejos blancos en
forma de estrellas de ocho puntas y verdes cruciformes de extremos apuntados.
El siguiente paño en
altura, también está enmarcado por la misma cenefa de espiga, e igualmente
incluye un motivo de lazo de cuatro octogonal, esta vez realizado en ladrillo
resaltado.
Las estrellas alternan
en su centro una composición a cartabón en forma de damero con pequeños
azulejos blancos y verdes, con una estrella blanca de ocho puntas enmarcada en
verde. En el interior de la estrella central de la fila inferior abre una
segunda ventana, también de pequeño tamaño.
Una nueva banda de
esquinillas simples sirve de separación entre este paño y el superior, también
con el mismo marco de espiga, que presenta un nuevo friso de nueve arquillos,
esta vez lobulados, que se entrecruzan y prolongan formando una sebqa. Los
arquillos se sustentan en pequeños fustes cerámicos verdes con motivos
cilíndricos de color blanco. La trama se forma con ramas de doble lóbulo, uno
pequeño y cerrado y otro grande y abierto en el que se produce el
entrecruzamiento. También aquí el arquillo central está ocupado por una
alargada ventana que cierra por aproximación de hiladas.
La decoración cerámica
de este paño es exuberante ya que cubre todos los espacios. En el interior de
los arcos dos motivos de damero en forma octogonal con una estrella blanca de
ocho puntas orlada en verde y tres pequeños discos del mismo color en la parte
superior de cada uno de los lóbulos del arco.
De las tres filas que
componen la sebqa, el interior de los espacios de la primera se rellena con una
estrella de ocho puntas como las ya descritas y un pequeño disco cerámico en el
espacio apuntado superior. La segunda con el motivo de damero octogonal visto
en los arquillos y dos pequeños discos en los lóbulos laterales y otro mayor en
el superior central. Finalmente, el último espacio se completa con un tema de
damero a cartabón compuesto por cinco pequeños azulejos verdes formando una
cruz griega y cuatro blancos completando las esquinas.
En la parte superior de
este primer cuerpo de la torre de San Martín abren dos ventanas en cada lado
con decoración en laterales y centro a base de esquinillas, fustes de cerámica
y motivos en zig-zag. La clásica cenefa en punta de fecha o espiga tiene aquí
una curiosa disposición, ya que recorre el exterior de los vanos prolongándose
alrededor de los tres rehundidos que en laterales y centro albergan fustes
cerámicos.
Las ventanas abren en
arco de medio punto con tres arquivoltas. Al exterior están bordeadas por una
sucesión de pequeños platos cerámicos y la citada cenefa en espiga.
Los espacios laterales
y central llevan la siguiente composición: en la parte baja una pequeña banda
de esquinillas; a continuación un rehundido rectangular en el que se alojan
cuatro pequeños fustes verdes en los que se intercalan tres motivos circulares
blancos; una nueva faja de esquinillas deja paso a un segundo rehundido que se
rellena con un motivo en zig-zag a base de dos hiladas de ladrillos a sardinel.
Encima de las ventanas,
un estrecho paño en cuyo interior se desarrolla un motivo en ladrillo resaltado
formando tres lazos circulares, enmarcados por una orla de azulejos blancos
dispuestos a cartabón, con los espacios exteriores cubiertos por otros de color
verde. Los espacios rectangulares se rellenan con un motivo de lazo de cuatro
octogonal a base de azulejos mientras que los nudos lo hacen con un disco o
plato cerámico verde.
A continuación, una
ventanilla central que cierra por aproximación de hiladas está flanqueada por
dos frisos de esquinillas rodeados por la ya tan vista cenefa. Los nueve
rehundidos que se forman en cada uno de ellos se cubren con fustes vidriados
como los descritos anteriormente.
El último motivo
decorativo de este primer cuerpo es un paño formado por nueve arquillos
mixtilíneos bordeado por la cenefa en espiga. Apean los arquillos en fustes
cerámicos verdes y blancos como los ya vistos.
El interior de cada uno
de los arcos se rellena con un motivo en damero octogonal en la parte baja, una
estrella blanca de ocho puntas orlada de verde y un nuevo damero octogonal
ocupando la parte central del arco, con un pequeño disco cerámico verde en cada
lateral y otros dos cubriendo el espacio superior del arco. Los espacios que
quedan entre los arcos y la parte superior se completan con pequeños rombos
ajedrezados.
Una última banda de
esquinillas da paso a la cornisa a base de ménsulas en voladizo que sirve de
separación entre este cuerpo y el de campanas.
El cuerpo de campanas
de esta torre de San Martín se dispone a base de cuatro machones esquineros y
otros tantos centrales que delimitan los espacios rectangulares donde se abren
dos series de vanos superpuestos en cada lado.
La decoración comienza
con una cenefa a base de azulejos blancos dispuestos a cartabón combinando con
otros exteriores verdes que encierra en su interior nueve estrellas blancas con
orla verde.
Dos series de vanos
superpuestos abren en cada uno de los lados, ambos orlados con decoración
cerámica al igual que el espacio entre ellos.
En la parte baja abren
dos vanos dobles en arco apuntado. Tanto las basas como los fustes octogonales
y capiteles de los parteluces son de piedra. Los arcos están bordeados por una
línea continua de pequeños discos o platos verdes. Una estrella de ocho blanca
orlada en verde ocupa el espacio central entre ambos. La parte superior del
rehundido donde se abren los vanos se cubre con una banda de azulejos verdes
dispuestos a cartabón con otros blancos que completan los laterales inferior y
superior.
Separando estos vanos
de los superiores se dispuso un doble friso de cerámica formado por tres filas
de once azulejos en forma de estrellas blancas de ocho entre los que se
intercalan otros en forma de cruz con extremos apuntados de color verde.
A continuación abren
dos series de cuatro huecos inscritos en sendos rehundidos. Cierran en arcos de
medio punto con basas, fustes y capiteles en piedra al igual que los
inferiores. También aquí el trasdós se ribetea con una línea de pequeños discos
verdes y la parte superior se completa con una banda de azulejos verdes
dispuestos a cartabón con blancos rellenando los huecos.
Ya en la parte superior
solamente un nuevo y estrecho motivo decorativo separa este cuerpo de campanas
del remate almenado. Una banda de azulejos blancos a cartabón blancos con
laterales verdes enmarca un espacio rectangular en el que alternan seis
estrellas de ocho con cinco rehundidos con fustes cerámicos. Las estrellas de
ocho son las que se repiten en toda la torre en blanco con orla verde, mientras
que en cada rehundido se disponen seis fustes formados por dos piezas cerámicas
cilíndricas superpuestas apreciándose perfectamente su unión en el centro.
Tanto en segundo cuerpo
como en este de campanas los paños laterales entre la decoración o vanos y
esquinas también se cubre con motivos cerámicos que repiten una secuencia a
base de platos verdes y estrellas de ocho blancas y verdes, excepto a la altura
del enmarcado final de fustes, donde también en los laterales se dispone un
rehundido con fustes verdes en su interior.
El machón central del
tercer cuerpo se decora también con motivos cerámicos dispuestos en once filas:
comenzando por la parte inferior, la primera la forman dos platos cerámicos
verdes en los laterales, la segunda una estrella de ocho central, dos nuevos
platos verdes dejan paso a una cuarta línea en que se dispone la estrella
central pero esta vez con un pequeño motivo de damero romboidal a cada lado; en
la siguiente línea, también aparece este mismo tema entre los dos discos
verdes, continuando alternando estas dos últimas composiciones hasta la parte
superior.
La cornisa que remata
este cuerpo es similar a la de separación con el primero, a base de ménsulas en
voladizo y más sobresaliente por el vuelo de las tejas dispuestas encima. El
remate lo forma un paramento con pequeñas almenas ligeramente más altas las
esquineras y terminadas en formas troncopiramidales de piedra blanca.
La construcción de la
torre se fecha a principios del siglo XIV, ya que hay constancia de que se
realizan las obras en la Relación de los años 1315 y 1316, siendo juez don Juan
de Valacroche. La siguiente noticia documental de que se dispone ya corresponde
con la comentada reparación del siglo XVI. Lo que hay que descartar es la
opinión que recogen Ricardo García Guereta y Ricardo del Arco de que esta torre
es obra de artistas andaluces. Parece ser que para ello se basan en la
intervención en el muro de la parroquieta de la Seo zaragozana de los
azulejeros sevillanos Garcí y Lop Sánchez entre los años 1378 y 1379. A la vista
de las fechas vistas al principio, es indudable que la torre de San Martín es
obra anterior en varias décadas a la del citado muro.
Esta torre ha sufrido
dos restauraciones durante el siglo XX y una tercera hace escaso tiempo, en el
presente siglo. La primera realizada en 1926 por el arquitecto Ricardo García
Guereta, que estudió los problemas de resistencia de materiales y desigual
distribución de las cargas. La segunda se efectuó tras la Guerra Civil,
interviniendo Manuel Lorente Junquera, restituyéndose entonces abundantes
piezas de cerámica en tono más claro que el original para poder distinguir lo
primitivo de lo repuesto. En la última, que duró cinco años, desde el 2002
hasta el día de San Jorge del 2007, se acometió una restauración integral, interviniendo
en el interior, y terminando al exterior de reponer la totalidad de la
decoración cerámica. Además se recuperó la entrada primitiva situada bajo la
torre.
No quiero terminar esta
descripción sin incluir la leyenda sobre la construcción de las torres de San
Martín y El Salvador que tradicionalmente se conoce como “Dos torres por Zoraida”.
Viene a decir que “Omar y
Abdalá, alarifes mudéjares, fueron elegidos a principios del siglo XIV para
construir, respectivamente, las torres de San Martín y del Salvador. Un día,
cuando caminaban juntos por Teruel, puesto que eran amigos, divisaron en una
ventana a una hermosísima joven, de la que ambos quedaron prendados. La amistad
se convirtió en odio debido a la rivalidad por Zoraida (así se llamaba la muchacha),
y tanto Omar como Abdalá fueron, por separado, a hablar con Mohamed, padre de
la destinataria de su amor. Ante el dilema y la indecisión de la joven, el
progenitor decidió que otorgaría la mano de su hija a aquel que acabara antes
su torre, siempre que reflejara a la perfección la belleza del proyecto. Omar
comenzó las obras de la torre de San Martín y Abdalá las del Salvador, tapando
ambos sus trabajos con andamiajes que ocultaran su evolución. Se establecieron
relevos, incluso a las horas de comer, y organizaron turnos de noche, burlando
la vigilancia policial. El amor por Zoraida empujaba a los dos a realizar todo
lo posible para acabar antes que su respectivo contrincante. Un día, Omar
anunció el término de sus obras. La población turolense se concentró a los pies
de los andamios que cubrían la nueva torre de San Martín. El alarife ganador,
con aire triunfal, ordenó que se destapara su trabajo. Poco a poco, las gentes
iban contemplando embelesadas los bellos azulejos y ajedreces que decoraban la
construcción. Sin embargo, cuando la torre estuvo descubierta por completo,
Omar lanzó un grito de angustia: en lugar de erguirse recto, el edificio estaba
ligeramente inclinado. El orgullo del que se veía ya junto a Zoraida se tornó
en desesperación, y frente a toda la ciudad, el alarife ascendió a la torre y
se lanzó al vacío, prefiriendo la muerte a una vida sin amor y sin honor. Pocos
días después, Abdalá terminó su obra y ganó la mano de Zoraida, poniendo fin de
este modo a la historia de las torres de San Martín y el Salvador de Teruel,
que nos enseña que las prisas no son buenas consejeras”.
TORRE DEL SALVADOR. TERUEL
Muy semejante
a la de San
Martín, a primera vista
parecen hermanas por sus
proporciones y motivos ornamentales¡ pero, en
realidad, en ésta
no preside el acierto
que en la
otra tuvieron sus
constructores para distribuir
armónicamente la decoración.
Como aquélla,
se apoya en dos muros
paralelos de una
calle unidos por un abovedado de crucería. De dos cuerpos, el bajo está, como en la de San Martín, cuajado de ornamentación en la que figuran idénticos motivos: arquerías ciegas, losanges,
lazos y cerámica, repartidos en proporciones
diferentes restándole belleza, pues reducidos
los huecos y aumentada la
decoración por repetición del tema, resulta
abrumadora. El cuerpo alto
apenas se diferencia del otro.
Cuestión
batallona para los críticos ha sido
fijar la fecha de construcción de las torres de San Martín y el Salvador, de Teruel, obstinándose algunos en creerlas
edificadas al comenzar el siglo XIII, tomando como base de sus
razonamientos el marcado carácter
ojival de la parte constructiva y la
calidad de la cerámica, desconocida de nuestros ceramistas de aquella fecha.
Ni
uno ni otro argumento creemos sean
suficientes para admitir como
buena la fecha dada.
La falta de pruebas documentales
permite hacer, ciertamente, toda clase de
conjeturas, pero el buen sentido reconoce como posible que en Aragón, antes y después del siglo XIII, hubiera industrias cerámicas capaces
de fabricar la sencillísima loza vidriada en
forma de tubos, bolas y
azulejos sin grandes
complicaciones de formas
y color, y
ello excluye calificarla
de obra importada, y por otra
parte, los elementos
arquitectónicos ojivales que
contiene, aunque creados por
aquella fecha, no deben
valorarse como primitivos,
porque pudieron hacerse
tiempos después, bien
aprovechándolos de otras obras o para imitarlas,
Mayor valor
cronológico tiene la
presencia de arcos mixtilíneos a semejanza de los de
la Aljafería, y más
que esto los
lazos, detalles ambos que
obligan a comparar las dos obras
con otra similar de fecha conocida, como es el muro
de la capilla de San
Miguel en la Seo, de Zaragoza, de fines del siglo XIV.
Mas, si no se quiere aceptar el
parentesco entre ellas por razón
de la sencillez de los lazos de las torres, podría adelantarse en unos cuantos años la fecha de su construcción, sin
rebasar, probablemente, la segunda mitad
del siglo.
Se levanta la Torre de
El Salvador, anexa a la iglesia del mismo nombre en el centro de la calle Nueva
que transcurre por su paso inferior. La fábrica de la iglesia a la derecha y
edificios de viviendas a la izquierda cubren buena parte de los dos laterales,
mientras que la estrechez de la vía la encajonan de tal manera que hacen
complicado el conseguir una buena toma general de la misma así como su vista de
conjunto.
Su interior acoge el
Centro de Interpretación del Mudéjar y se encuentro acondicionado para la
visita, que resulta de lo más interesante y aconsejable, ya que se trata de una
de las escasas oportunidades que tenemos de contemplar la estructura interior de
las torres mudéjares aragonesas. La entrada se realiza a través de una pequeña
puerta situada a la derecha subiendo desde el Paseo del Ovalo, justo antes de
llegar al paso inferior. Este acceso que no es el original, ya que el mismo se
abre desde la iglesia, se acondicionó precisamente para hacerla accesible al
público completando la visita la proyección de audiovisuales sobre el mudéjar
de la ciudad, un espacio expositivo y diversos paneles explicativos que ayudan
a conocer y entender este tipo de construcciones que tanto se prodigaron en el
territorio aragonés a partir del siglo XIV y hasta bien entrado el XVII.
Como
la torre de San Martín, presenta estructura de alminar hispano-musulmán a base
de una torre cuadrada a la que envuelve otra del mismo tipo. En el espacio que
queda entre ambas discurre la caja de escaleras que se cubre con bovedillas por
aproximación de hiladas o enjarje, dispuestas de forma escalonada en los tramos
de subida mientras que en los tramos rectos crean una especie de artesa invertida.
Ya en el exterior, la
parte inferior de la torre la ocupa el paso abierto por donde transcurre la
calle, al igual que las otras torres turolenses.
Abren en los extremos
dos gruesos arcos apuntados con las jambas resaltadas y pequeños
baquetones en los ángulos que dejan en el centro un espacio rectangular un poco
más ancho que las jambas de los arcos. A diferencia de las otras torres que
cubren con cañón apuntado, el interior de este paso inferior del Salvador lo
hace con bóveda de crucería sencilla con nervios de triple baquetón.
En los laterales del
interior, arcos también abaquetonados se adosan en los muros laterales; en el
de la derecha abre un alargado vano en arco apuntado con arquivolta del mismo
tipo. Aunque toda la obra se realizó en origen a base de ladrillo, algunas
zonas de esta parte baja están revestidas de piedra sillar a causa de
reparaciones posteriores.
Al igual que en la de
San Martín aquí también las enjutas se presentan exentas de elementos
decorativos, comenzando el repertorio ornamental a partir de la clave de los
arcos. Aunque los motivos decorativos se repiten en los cuatro lados, varía su
anchura ya que la torre presentan planta ligeramente rectangular con una
diferencia de más de un metro entre sus caras este (8,94 metros) y norte (7,85
metros), lo que hace que en esta cara y la sur los temas se dispongan con un
número menor de elementos.
El primer motivo que
encontramos es una estrecha banda de esquinillas entre las que se intercalan
pequeñas y alargadas formas de cerámica vidriada verde a base de tres esferas
superpuestas, alternándose dos tipos de diferente tamaño y grosor.
Es a partir de aquí y
hasta la cornisa de separación con el cuerpo de campanas, donde se concentra la
ornamentación en ladrillo resaltado y cerámica vidriada que cubre prácticamente
la totalidad del espacio, consiguiendo de esta forma la tan buscada por los
artistas musulmanes y mudéjares desmaterialización del espacio.
Hay que decir que es
sobre todo en los paños de arcos y de lazos donde se puede ver que la obra es
posterior a la de la torre de San Martín, puesto que aquí se ha conseguido un
mayor desarrollo de los paños que, en el caso de San Martín enseguida quedan
cortados en altura, mientras que en esta de El Salvador se prolongan formando amplias
sebqas, sobre todo en el primero.
Este paño ocupa toda la
anchura de los lados y tiene una altura de 3,75 metros. Está formado por nueve
arquillos mixtilíneos entrecruzados y prolongados en sebqa. En el central se
abre una alargada ventana que se aboveda por aproximación de hiladas. Bordea el
paño, aunque casi no es visible, una cenefa formada por alternancia de azulejos
blancos y verdes en forma de punta de flecha o espiga.
Los arquillos apean en
columnillas de cerámica vidriada que alternan tres pequeños fustes verdes con
cuatro piezas circulares blancas, sirviendo las de los extremos, en forma de
copa, de basa y fuste de las columnas. La decoración del interior recuerda
mucho a la de San Martín. Dos formas octogonales con pequeños azulejos blancos
y verdes dispuestos en damero y en cartabón, se alternan con una estrella de
ocho blanca con orla verde en el centro. El espacio interior del arco lo ocupa
un plato o disco cerámico verde.
A continuación se
desarrolla la trama de sebqa, a base de ramas formadas por tramos curvos muy
abiertos y tramos en ángulo recto. Los huecos se rellenan con discos de
cerámica vidriada verde, a los que se añaden en la última fila, cubriendo el
alargado y estrecho espacio superior del rombo, una composición rectangular
formada por pequeños azulejos triangulares blancos y verdes que crean cuatro
triángulos blancos superpuestos con los espacios laterales cubiertos por
azulejos verdes. En los huecos superiores también se emplea otro motivo, a base
de ajedrezado romboidal alternando los colores blanco y verde.
Encima del gran paño de
arcos entrecruzados una cenefa en espiga enmarca una pequeña ventana que cierra
por aproximación de hiladas flanqueada por una banda de esquinillas en la parte
inferior y dos paños de azulejos formando un motivo de lazo de cuatro
octogonal, dentro a su vez de una cenefa del mismo tipo. Se remata el conjunto
con una nueva banda de esquinillas.
A continuación un paño
que también desarrolla un motivo de lazo de cuatro octogonal, esta vez en
ladrillo resaltado. El interior de las estrellas de ocho puntas se rellena con
dos motivos alternos de cerámica. El primero en forma cuadrada con las esquinas
redondeadas copia simplificado el mismo motivo de lacería, mientras que el
segundo es el ya visto de damero verde y blanco dispuesto a cartabón.
En la parte superior, y
siguiendo el esquema de la torre de San Martín, abren dos vanos con decoración
central y lateral a base de rehundidos con fustes cerámicos y motivos en
zig-zag junto con paños y discos de cerámica.
Tanto en los laterales
como en el centro se repiten los temas. En la parte superior un rehundido
desarrolla en su interior un motivo en ladrillo resaltado formando dos bandas
en zig-zag. Los cinco espacios superiores que dejan los cuatro vértices de la
banda superior se ornamentan con pequeños discos de color verde.
En la parte baja dos
estrellas blancas de ocho orladas de verde flanquean un rehundido rectangular
que aloja cuatro columnillas compuestas por dos fustes verdes entre los que se
intercalan tres piezas circulares blancas. Extremos superior e inferior son
también de color verde en forma de copa.
Los dos vanos abren en
arco de medio punto con doble arquivolta que apea en columnillas a base de tres
piezas verdes entre las que se intercalan cuatro circulares blancas, mayores y
en forma de copa las de los extremos.
Completan el conjunto
en su parte superior dos pequeños paños rectangulares en cerámica verde y
blanca dispuesta a cartabón formando damero. Encima de los rehundidos central y
laterales tres platos verdes se intercalan con dos pequeños motivos de damero
dispuestos romboidalmente.
A continuación un
estrecho friso de esquinillas con columnillas de cerámica verde cubriendo los
espacios entre ellas enmarcado por la característica cinta en forma de espiga,
deja paso al segundo gran paño de arcos entrecruzados.
Estas columnillas,
aunque más altas, recuerdan en su forma a las vistas en la primera banda encima
del arco de paso inferior. Están compuestas por dos piezas, cada una de ellas a
base de tres formas circulares superpuestas.
El último tema
decorativo de este primer cuerpo está formado por otro gran paño, de 2,70
metros de altura, compuesto por diez arcos lobulados que también se prolongan
creando sebqa, e igualmente orlado por una cinta blanca y verde de flecha.
Los arquillos apean en
columnillas cerámicas con la disposición ya vista de tres pequeños fustes
verdes entre los que se intercalan cuatro piezas circulares blancas, superior e
inferior en forma de copa. En el interior, el también ya visto tema octogonal
en damero verde y blanco. Encima un disco verde con una estrella de ocho blanca
orlada de verde a continuación, para terminar en la parte alta del arco con
otro plato o disco verde.
Los huecos de las tres
filas de sebqa que se forman presentan una decoración distinta en cada una de
ellas. Así, los espacios de la primera fila se cubren con estrellas blancas de
ocho orladas de verde. Los de la segunda con un disco verde central y otros
tres más pequeños en la parte superior. Los huecos superiores se rellenan con
pequeños motivos romboidales de damero.
Una banda de
esquinillas da paso a la cornisa de separación de cuerpos a base de ménsulas en
vuelo rematadas por una doble hilada continua.
El segundo cuerpo, o de
campanas, ofrece una gran semejanza con el de la torre de San Martín, tanto en
cuanto a su composición como a la cerámica que se utiliza para su
ornamentación. Está formado por cuatro machones esquineros y otros tantos
centrales que delimitan los espacios rectangulares donde se abren las dos
series de vanos superpuestos.
Comienza la decoración
con una banda de cerámica blanca y verde que desarrolla el ya muy repetido
motivo de lazo de cuatro octogonal, enmarcada por una orla a base de azulejos
de los mismos colores dispuestos a cartabón.
A continuación abren
dos vanos dobles en arco apuntado dentro de un pequeño rehundido. Destaca en
esta torre un mayor apuntamiento en estos arcos en relación con los de San
Martín. Tanto las basas como los fustes octogonales y capiteles de los
parteluces son de piedra.
Los arcos están
bordeados por una línea continua de pequeños discos o platos verdes. Una
estrella de ocho blanca ribeteada en verde ocupa el espacio central entre
ambos. La parte superior del rehundido donde se abren los vanos la ocupa una
banda de azulejos blancos y verdes dispuestos a cartabón.
Siguiendo la
disposición de la torre de San Martín en la parte superior se abren dos series
de vanos en sendos rehundidos. Separan estos vanos de los inferiores un doble
friso de cerámica desarrollando el repetido motivo de lazo de cuatro octogonal.
Estas series están
formadas por cuatro huecos que cierran en arcos de medio punto, con basas,
fustes y capiteles en piedra al igual que los inferiores. También aquí el
exterior se bordea con una línea de pequeños discos verdes y la parte superior
se completa con una banda de azulejos blancos y verdes dispuestos a cartabón.
El machón central entre
los vanos se decora igualmente con motivos cerámicos dispuestos en diez filas:
la primera por la parte baja la forman dos platos cerámicos verdes en los
laterales, la segunda una estrella de ocho central, dos nuevos platos verdes
dejan paso a una cuarta línea en que se dispone la estrella central pero esta
vez con un pequeño motivo de damero romboidal a cada lado; en la siguiente
línea, también aparece este mismo tema entre los dos discos verdes, continuando
alternando estas dos últimas composiciones hasta la parte superior, de forma
idéntica a la tan comentada torre de San Martín.
El último elemento
decorativo está enmarcado por una cenefa a base de azulejos blancos y verdes
dispuestos a cartabón. En el interior seis rehundidos que se rellenan con seis
fustes de cerámica vidriada en color verde cada uno entre los que se intercalan
siete estrellas de ocho orladas de verde.
Una banda de esquinilla
deja paso a la cornisa, semejante a la de separación entre este cuerpo y el
inferior, o sea, a base de ménsulas, esta vez con mayor vuelo debido al saliente
del tejado.
Se cubre la torre con
tejado a cuatro vertientes al que rodea un almenado ornamental con el peto
perforado por arquillos de medio punto de igual anchura que las almenas.
En cuanto a la fecha de
su construcción, por su similitud con la torre de San Martín cuyos elementos
decorativos desarrolla y enfatiza hay que situarla en la primera mitad del
siglo XIV, desde luego con posterioridad a 1315-1316, años en los que se ha
fechado la primera. Todo ello al margen de la noticia recogida por Alberto
López Polo de que el 11 de abril de 1277 el obispo de Zaragoza, Don Pedro
Garcés, autorizaba a mosén Jaime Navarrete, racionero de El Salvador, para
iniciar las obras de la iglesia y campanar de San Salvador. La iglesia
propiamente dicha fue sustituida en el siglo XVII por la actual de estilo
barroco al haberse hundido la primitiva el 26 de mayo de 1677 quedando
únicamente de la primera fábrica la torre. Para la mayor parte de los
estudiosos del tema las torres de San Martín y esta del Salvador fueron realizadas
por el mismo maestro de obras.
No quiero terminar esta
descripción sin incluir la leyenda sobre la construcción de las torres de San
Martín y El Salvador que tradicionalmente se conoce como “Dos torres por Zoraida”.
Viene a decir que “Omar
y Abdalá, alarifes mudéjares, fueron elegidos a principios del siglo XIV para
construir, respectivamente, las torres de San Martín y del Salvador. Un día,
cuando caminaban juntos por Teruel, puesto que eran amigos, divisaron en una
ventana a una hermosísima joven, de la que ambos quedaron prendados. La amistad
se convirtió en odio debido a la rivalidad por Zoraida (así se llamaba la
muchacha), y tanto Omar como Abdalá fueron, por separado, a hablar con Mohamed,
padre de la destinataria de su amor. Ante el dilema y la indecisión de la
joven, el progenitor decidió que otorgaría la mano de su hija a aquel que
acabara antes su torre, siempre que reflejara a la perfección la belleza del
proyecto. Omar comenzó las obras de la torre de San Martín y Abdalá las del
Salvador, tapando ambos sus trabajos con andamiajes que ocultaran su evolución.
Se establecieron relevos, incluso a las horas de comer, y organizaron turnos de
noche, burlando la vigilancia policial. El amor por Zoraida empujaba a los dos
a realizar todo lo posible para acabar antes que su respectivo contrincante. Un
día, Omar anunció el término de sus obras. La población turolense se concentró
a los pies de los andamios que cubrían la nueva torre de San Martín. El alarife
ganador, con aire triunfal, ordenó que se destapara su trabajo. Poco a poco,
las gentes iban contemplando embelesadas los bellos azulejos y ajedreces que
decoraban la construcción. Sin embargo, cuando la torre estuvo descubierta por
completo, Omar lanzó un grito de angustia: en lugar de erguirse recto, el
edificio estaba ligeramente inclinado. El orgullo del que se veía ya junto a
Zoraida se tornó en desesperación, y frente a toda la ciudad, el alarife
ascendió a la torre y se lanzó al vacío, prefiriendo la muerte a una vida sin
amor y sin honor. Pocos días después, Abdalá terminó su obra y ganó la mano de
Zoraida, poniendo fin de este modo a la historia de las torres de San Martín y
el Salvador de Teruel, que nos enseña que las prisas no son buenas consejeras”.
TORRE DE SAN GIL. ZARAGOZA.- Su planta es un paralelogramo rectángulo, no un cuadrado. Tres cuerpos de iguales alturas, el bajo, decorado con tres
bandas de labores gruesas
hechas a la vez que el muro, una en zig-zag sobre esquinillas, otra de cruces
rehundidas y la tercera de rombos
de líneas gruesas con cerámica en los fondos, el cuerpo central, sobre vuelo
de ménsulas separándolo del bajo, comienza con
friso de arquillos
mixtilíneos que se cruzan, y encima otro
de arcos de líneas curvas
multiplicadas sus cabezas formando losange, ambos entre
dos fajas de esquinillas, y el cuerpo tercero tiene arcos apuntados con
recuadro y rehundidos, viéndose
en el fondo dos
arcos gemelos ojivas
y el muro cubierto de losange.
Este cuerpo termina con tres
pequeños huecos en los lados
mayores, tabicados los
laterales y deformando el central para colocar
en él una campana, como
final, vuelo de ménsulas.
Llama la atención,
además de la forma insólita
de esta torre, que en el muro de
Mediodía, entre el cuerpo bajo y el
central, se corte la decoración)'
aparezca un hueco de gran altura de arco apuntado muy agudo, de aplicación
o servicio difícil de explicar.
Al
exterior la torre se divide, como se ha dicho, en tres cuerpos. La estrechez de
las calles Estébanes y Cinegio hace que solamente se pueda contemplar en su
totalidad con cierta comodidad desde la calle D. Jaime I y dentro de un espacio
reducido, ya que entre la propia fábrica de la iglesia y los edificios anexos
queda muy enmascarada, una verdadera lástima. El cuerpo inferior es de planta
cuadrada y llega hasta la altura del arranque de las tribunas.
La decoración de este cuerpo
comprende cuatro bandas que se realizaron a la vez que el muro. La primera es
una sencilla de esquinillas simples.
Aproximadamente a media altura se
desarrolla la segunda compuesta por una línea en zig-zag a base de una triple
hilada de ladrillos dispuestos a sardinel con abundante argamasa entre ellos.
Se completa con una banda de esquinillas simples en su parte inferior.
A continuación, y orlada
horizontalmente por dos fajas de esquinillas, a tresbolillo la inferior y
simple la superior, una banda de cruces rehundidas.
Por último, en la parte alta
corre una banda de rombos con discos de cerámica de color melado en su
interior. La mayoría de estos discos fueron colocados en la restauración de la
torre. Hay que recordar que la parte de esta banda que queda oculta por la
tribuna se puede ver desde el interior de la misma.
La separación con el cuerpo
superior se realiza a través de una cornisa sobre ménsulas en saledizo con una
banda de esquinillas simples debajo.
De lo más interesante
resulta el segundo cuerpo, tanto en lo estructural como en lo decorativo. En
este cuerpo la torre cambia de planta cuadrada a rectangular prolongándose la
torre en dirección norte-sur para socalzar mediante un arco apuntado visible
desde la calle D. Jaime I la diferencia de planta sobre el contrafuerte y el
muro de la iglesia. Para Gonzalo Borrás es una solución ingeniosa que respetando
la deambulación de las tribunas proporciona en altura, sobre todo al tercer
piso, una superficie decorativa mayor en sus lados este y oeste y por tanto
proporciones más nobles.
La decoración consta de
dos paños de arcos mixtilíneos ribeteados horizontalmente por bandas de
esquinillas simples. El inferior se compone de una serie de arcos mixtilíneos
entrecruzados.
El paño superior se
cubre con una serie de arcos lobulados entrecruzados formando rombos en lo que
se denomina “paños de sebka” de raigambre almohade, y a los que Galiay llama
“losange”.
Al igual que en el
cuerpo inferior, una banda de esquinillas bajo una cornisa a base de ménsulas
en saledizo sirve de separación con el cuerpo superior.
El tercer cuerpo, que
hace las funciones de cuerpo de campanas, se divide en dos pisos. En el
inferior abren los grandes vanos geminados que servían para cobijar las
campanas, dos en cada uno de los lados mayores y uno en los menores.
Estos vanos recuadrados
por alfiz con anudamiento en la clave abren en arco apuntado que cobija dos
gemelos túmidos que apean en un capitel sobre columna a modo de mainel o
parteluz central, ambos de alabastro blanco y colocados en la
restauración.
La parte superior hasta
la banda de esquinillas que lo separa del piso superior se rellena con un paño
de ladrillos taqueados formando rombos, que se extiende también a los laterales
y pilastra central entre vanos. Cada uno de ellos se compone de un arco del que
arrancan los rombos y una fila de tres en altura, con una pequeña cruz de
ladrillo resaltado en el centro de cada uno de los dos superiores.
En el segundo piso de
este último cuerpo abren arcos túmidos en número de cuatro en los lados mayores
y dos en los menores. Al igual que en piso inferior, pequeños ladrillos
taqueados generan un paño de rombos de tamaño más pequeño que los inferiores,
rombos que también se extienden a los espacios entre arcadas.
La torre termina en
terraza rodeada de un pequeño muro almenado con pequeños vanos en arco de medio
punto en la parte inferior. En el centro se levanta el chapitel octogonal
terminado en una veleta de hierro fundido en forma de cruz.
TORRE
DE QUINTO.-
Probablemente, será una de las de mayor riqueza ornamental. Lisa en la
parte inferior, comienza
la decoración sobre un vuelo de ménsulas
que marcan el
cuerpo segundo, ciego, con las caras
de Mediodía y Poniente libres y
la de Saliente cortada por el muro de la
iglesia que envuelve
las capillas laterales
de su nave. Su decoración es a base
de lazos de ocho, cuyos
fondos estuvieron, quizá, vestidos
de cerámica o enlucidos con
estuco, y cubre totalmente los lados
libres, mientras el de
Saliente tiene rombos y, dentro de ellos, cruces.
El cuerpo de campanas
lo forman un hueco de arco
apuntado por lado, con recuadro y
nudo encima, orlados con marco de
lazos de cuatro, octogonales, en cuyos
fondos hubo, tal vez, cerámica. Fina la torre con otro
cuerpo de menor altura, complemento del inmediato, con dos huecos por
frente con arco
de medio punto
y bandas de rombos a los
costados.
Si esta iglesia,
como se dice, fué construída en tiempos del arzobispo
O. García Fernández
de Heredia, a la vez que
otras más que autorizó él
mismo, habría que
fecharla en los
comienzos del siglo XV;
pero pudiera darse
el caso de encontrarse
levantada la torre con anterioridad,
porque así lo hace sospechar la manera de estar
enlazada con la iglesia,
cuyo ándito se pega a ella
cortando la decoración del lado de Saliente,
que, además, ha sido
alterada. En este supuesto, habría
que adelantar la fecha
de construcción de la torre hasta
el último tercio del siglo XIV o más allá.
En la
fachada sur, pegada al cuerpo inferior de la torre, se abre la que parece ser
Adosada a la fachada meridional o de la Epístola del segundo tramo de la nave
se levanta la torre campanario, que en la iglesia primitiva quedaba a los pies
del templo. De planta cuadrada se divide en altura en cuatro cuerpos de los
cuales los tres primeros corresponden a la construcción del siglo XV mientras
que el último es producto de un recrecimiento del siglo XVI, sería la portada
de la primitiva iglesia del siglo XV.
Sobre
un basamento de piedra sillar al que sigue un pequeño tramo en ladrillo
terminado en una pequeña imposta abocelada, se levanta el primer cuerpo que
llega hasta las ménsulas que sustentaban el matacán sobre la portada. Liso en
toda su altura, un único vano aspillerado que se abre en el centro de su parte
superior rompe la monotonía del muro. En la parte alta una banda de esquinillas
corre bajo la imposta de ménsulas en voladizo que sirve de separación con el
cuerpo superior.
Los
lados sur y oeste del segundo cuerpo se cubren con un paño con un gran paso de
sebqa, mientras que en el lado oriental es un paño de rombos que parece ser
obra posterior. A continuación, el cuerpo de campanas con grandes vanos en cada
uno de los muros. Separan ambos cuerpos frisos de esquinillas simples debajo de
impostas a base de ménsulas en saledizo.
El paño de sebqa que
cubre los lados meridional y occidental del segundo cuerpo de la torre
desarrolla un motivo a base de lazos de ocho, que en numero de veinte se
distribuyen en cinco filas de cuatro. Este motivo se relaciona con el que cubre
el testero de la capilla absidial cuadrada de la Seo de Zaragoza, visible en
parte, construida dentro de las obras llevadas a cabo bajo el mecenazgo de
Benedicto XIII. Banda de esquinillas en forma de dientes de sierra y cornisa de
ménsulas en voladizo como las ya vistas marcan el paso al cuerpo superior. El
lado este, que queda en parte oculto por el muro que envuelve las capillas
laterales, se ornamenta con otro motivo distinto consistente en rombos
taqueados con pequeñas cruces en su centro, y parece posterior al anterior. Su
similitud con el que decora el cuerpo añadido en el XVI hace pensar en que es
obra de esa época. El lado norte queda totalmente oculto por la fábrica de la
iglesia.
En el tercer cuerpo,
que se corresponde con el de campanas, abre en lada lateral un vano doblado en
arco apuntado con un arco geminado en su interior terminado también en
arquillos apuntados. El arco exterior está recuadrado por alfiz anudado en el
centro.
Alrededor de los ventanales
se dispone, a modo de cenefa, un motivo de lazo de cuatro octogonal que forma
en los lados superior e inferior tres estrellas octogonales, dos en los
extremos y una en el centro, entre las que se intercalan dos alargadas del
mismo tipo. En los laterales se repite el mismo esquema, pero cambiando el tipo
de estrella: tres alargadas entre las que se colocan las dos cuadradas. Este
motivo lo podemos ver también, entre otras, en las torres de Terrer, Torralba
de Ribota, San Miguel de los Navarros de Zaragoza y Longares.
Una sencilla cornisa
separa este cuerpo del levantado en el siglo XVI. En cada uno de sus lados abre
un doble vano en arco de medio punto. Los laterales se rellenan con ladrillos
taqueados que forman rombos con uno en el centro de su interior. Se remata la
torre con terraza que cierra con un paramento almenado sobre cornisa de
ménsulas en forma de pirámide invertida.
TORRE DE
LONGARES. A los pies de la iglesia, entre las dos portadas y coincidiendo con el
tramo de los pies de la nave central aunque ligeramente desplazada hacia la
izquierda, se levanta la torre. Hasta el momento resulta problemático el
determinar una cronología exacta para su construcción, ya que las referencias
documentales sobre la misma son bastante imprecisas. Mario de la Sala Valdés
recoge la noticia de que entre 1330 y 1470 los fieles dejaban limosnas
para concluir su fábrica. En principio este espacio de tiempo parece excesivo
para levantar una torre, siendo más probable que dichas limosnas estuviesen destinadas
a la conservación y reparación de una obra ya existente. La segunda noticia la
proporciona Francisco Iñiguez Almech, quien aporta el dato de que en 1424 la
torre ya existía de viejo, dato procedente según este autor, de un informe con
referencia al protocolo del notario Mozota de esas fechas que se conservaba en
el Archivo de la Comisión de Monumentos de Zaragoza. Un tercer dato lo aporta
Ángel Canellas en su obra “Longares, de los orígenes a 1478.
Notas históricas y Colección diplomática”
cuando cita el testamento de Esteban Gil de fecha 9 de febrero de 1425, en el
que lega dos florines para la obra de la torre de la iglesia de Santa María. Al
igual que la primera referencia de las limosnas, ésta también habría que
entenderla en el ámbito de la conservación y reparaciones de la torre
existente.
Dos cuerpos separados
por vuelos de ladrillo aplantillado entre líneas de azulejo en forma de espiga.
El bajo, liso, sin huecos ni decoración.
El superior tiene en cada cara un recuadro grande de lazos de
cuatro, octogonales, con fondos y
filetes de cerámica blanca
que encierra dos arcos
ojivas pareados y ciegos; tal decoración aparece hoy cortada en la parte alta por
otros huecos abiertos con posterioridad para colocar
en ellos las
campanas.
Remata la torre con una
plataforma con parapeto torreado y salida por un cuerpo octógono colocado en el
centro, sin acceso por escalera directa. Esta torre es una de las de mayor carácter de alminar, tanto por la forma como
por su menguada decoración, que se aprovechó para el templo
cristiano colocándole
campanas, cuyos huecos, si
bien destrozaron la decoración, no perjudicaron la fábrica. La
posición de la torre, al pie de la iglesia, sin guardar simetría y casi aislada.
El
primer cuerpo se presenta liso en su totalidad, exento de decoración, tanto de
ladrillo como cerámica. Partiendo de un basamento en talud, una imposta
abocelada formada por ladrillo aplantillado da paso al cuerpo de la torre. Dos
únicos vanos dispuestos verticalmente en la cara oeste rompen la monotonía del
cuerpo hasta su parte superior. Ambos vanos o ventanas no corresponden a la
fábrica original.
El segundo cuerpo
también se levanta liso, y al igual que el inferior, solamente pequeños vanos
aspillerados rompen su monotonía.
Una imposta doble
abocelada con una cornisa central en forma de pico de cuervo, sirve de
separación entre el primer y segundo cuerpo. Del mismo estilo, salvo por la
central que es en voladizo, es la de separación entre el segundo y tercer
cuerpo.
La escasa decoración de
la torre se concentra en este tercer cuerpo. Tal y como hoy lo contemplamos es
obra de la última restauración a que fue sometida la torre, ya que en la misma
se procedió a abrir alguno de los dobles vanos apuntados que se encontraban
cegados, y a tapiar a su vez los que en época indeterminada se abrieron encima
de aquéllos para colocar las campanas.
Estos últimos abrían a
la sexta planta interior, aunque no coincidiendo totalmente con la misma, en
número de uno por lado, excepto en el oeste que había dos y eran de mayor
tamaño que los inferiores. Su parte baja invadía la cenefa de lazos de cuatro
octogonal y las cintas cerámicas. Todavía son apreciables, ya que se distingue
perfectamente su contorno y luz al haberse tapiado con ladrillo ligeramente más
claro que el del resto de la torre.)
Estos vanos superiores
podrían haber sido abiertos en determinado momento para colocar campanas más
grandes, tal y como ha ocurrido en otras muchas torres, aunque aquí en Longares
es posible que no fuese el caso. Siguiendo a Agustín Sanmiguel, si se observa
con detenimiento, y así se aprecia en la fotografía inferior tomada antes de la
restauración por el mismo autor, los vanos altos interrumpen, pero no rompen,
los lazos del recuadro, algo que no parece deberse a una cuidadosa actuación
restauradora de la época. Además, hay que tener en cuenta que según la sección
de la torre publicada por Borrás, los vanos gemelos nunca pudieron estar
abiertos al exterior, ya que están a la altura de la quinta bóveda. Sin
embargo, los vanos superiores sí parecen corresponderse con la sexta cámara. La
incógnita surge al ver como quedaría el conjunto de esta manera, con un
recuadro decorativo con ventanas simuladas interrumpido en su parte alta
por las verdaderas ventanas, algo que parece un mal diseño ya que estas últimas
desfiguran totalmente la decoración, a no ser que todo ello obedezca a un
propósito desconocido.
Recuperado lo que a
juicio del restaurador debió de ser el aspecto original de este cuerpo, podemos
ver como su decoración está compuesta por el ya citado doble vano en arco
apuntado que abre en cada lado rehundido en un rectángulo a modo de alfiz con
moldura interior a base de ladrillo aplantillado abocelado.
Este recuadro está
enmarcado a su vez por un motivo a base de lazos de cuatro octogonales que
generan catorce estrellas octogonales entre las que se intercalan otras tantas
alargadas del mismo tipo. La misma decoración la encontramos, entre otras en las
torres de Terrer, Torralba de Ribota o Quinto.
Ribetean este motivo
dos cintas del tipo ya visto, en forma de punta de flecha formando espiga, que
aquí intercalan el color blanco con el azul. Las estrellas que generan los
lazos de cuatro octogonales se decoran en su interior con platos o discos de
cerámica vidriada de color verde, la mayoría de ellos repuestos en la
restauración. Estos platos se distribuyen en número de uno en cada estrella y
de tres, los dos laterales más pequeños, en las alargadas.
Tanto ribeteando las
impostas de separación de cuerpos, como alrededor del recuadro del tercer
cuerpo se disponen cintas de cerámica a base de azulejos en punta de fecha
formando una composición de espiga.
Atendiendo a su
coloración, se distinguen tres tipos de cinta: el primero, alterna los colores
verde y melado; el segundo el blanco y azul; y el tercero el blanco y melado.
La separación entre la
torre y el remate almenado se realiza mediante una imposta abocelada en la
parte inferior y ligeramente volada en la superior a base de ladrillo
aplantillado en forma de “pico de cuervo”
En el centro de la
terraza, rodeada por un paramento almenado, se levanta un torreoncillo
octogonal con un pequeño vano cegado en arco de medio punto en la parte
superior de cada una de sus caras. Se remata con tejado octogonal a base de
cerámica vidriada de color verde colocada en “escama de pez”.
TORRE DE SAN
JUAN Y SAN PEDRO. ZARAGOZA.- Muy alta
con relación a las dimensiones
de la planta,
como para destacar
sobre las construcciones que la
cercaran.
Muro liso cortado por líneas de esquinillas en la parte
baja; labor formada por cuatro
líneas de ladrillo en disposición quebrada entre dos fajas
de dientes simulando
ajedrezado dentro de un rehundido
cerrándolas; vuelo de ménsulas formadas por siete hiladas de ladrillo para limitar el cuerpo inferior.
El segundo cuerpo tiene
dos fondos entre fajas
de esquinillas, uno de rombos verticales y otro de arquillos
de lados rectos con pilastras; sobre
ellos, alfiz conteniendo un arco
apuntado, decorativo, con nudo
sobre la clave, y dentro de él
dos gemelos, de medio punto, de fondo rebajado; encima, dos huecos de arcos
gemelos apuntados, y en los muros
laterales, labores de rombos.
Finalmente, vuelo de
ménsulas o canecillos. La decoración final' aparece cortada en una de las caras por apertura de
hueco para campana, el
cual se nota
ha sido practicado intencionadamente para este fin mucho
después.
Como de otras, cabe suponer que
esta torre fué
antes alminar, porque,
aparte su rica decoración, el tamaño
de los huecos en que remataba, hoy tabicados, sería insuficiente para contener
campanas por pequeñas que fueran.
TORRE DE SAN MIGUEL. ZARAGOZA.-Tres
vuelos de mén sulas señalan
los tres cuerpos de la
torre, e
indican cómo fué antes de su reforma, hecha en el siglo XVI, en cuyo momento debieron su primirse el parapeto
de merlones y el
cuerpo de salida a la plata forma
de coronamiento, añadiéndole la faja de óculos que hoy
tiene para recibir el chapitel.
Desde el suelo hasta
el primer vuelo, el muro aparece
con escaso ornato. El segundo cuerpo, limitado por aniba por otra línea de ménsulas que se unen
con las del alero de la nave de
la iglesia, está vestido con dos clases de ornamentación: la baja de
arcos mixtilíneos, cruzados dos veces, y
la alta por masa
de rombos verticales y una
cruz en sus centros.
El cuerpo superior,
hoy de campanas, tiene igualmente por deco ración dos tipos
de dibujo: uno, formado por
lazos de cuatro, octo gonales, en faja
que bordea los dos lados,
y cabecera de un alfiz en
marcando arco ojivo con nudo
en la clave; y el
otro, arcos mixti líneos simplemente cruzados, y sobre
ellos rombos menudos. Esta
segunda labor y el vuelo
de mensulitas con que terminaba la
torre están cortados por los huecos
que se abrieron para las campanas.
Si la historia de la iglesia de San Miguel no apuntara la posibilidad
de haberse levantado
a raíz de
la reconquista de
Zaragoza como nuevo templo
de la cristiandad, habría motivos
sobrados para calificar este monumento como aprovechado, ya que la disposición de sus cuerpos, huecos y ornamentación son más
propios de almi nar que de torre
cristiana. El templo del
siglo XII, levantado tras la reconquista de la ciudad, pudo estar
en otro punto más adecuado,
dentro del recinto murado, y tiempos
después trasladar la advoca
ción al actual, antes mezquita.
De complicado acceso al interior desde su restauración, ha sufrido
importantes reformas, aunque en principio es de suponer por las fecha de su
construcción, que presentase estructura de alminar con machón central y caja de
escaleras cubierta con bóvedas por aproximación de hiladas entre ambas torres.
El primer cuerpo aparece totalmente desornamentado, mientras el segundo que
alcanza hasta el tejado, lo cubren dos paños de sebqa.
En la parte
baja uno de seis arcos mixtilíneos cruzados dos veces. En la superior, cruces
de múltiples brazos formando una malla de rombos con pequeñas cruces en
ladrillo resaltado en el centro, motivo idéntico al de la parte superior del
ábside. Una banda de esquinillas simples deja paso a la imposta de separación
de cuerpos que apoya en ménsulas en voladizo al estilo de la época.
El segundo cuerpo se
levanta por encima del tejado del templo, y está dividido en dos pisos, ambos
con vanos en sus laterales.
El primero se
correspondería con el primitivo cuerpo de campanas. En el centro de cada lado
abre un vano en arco apuntado que cobija un doble arco gemelo. El arco exterior
está enmarcado por un alfiz que se anuda con la clave.
Estos vanos están
recuadrados por lazos de cuatro octogonales que generan arriba y abajo tres
estrellas octogonales, dos en los extremos y una en el centro, entre las que se
intercalan dos alargadas del mismo tipo. En los laterales son tres alargadas
con tres estrellas de ocho las que completan la ornamentación.
El segundo piso
cumple desde la reforma renacentista las funciones de cuerpo de campanas. En
esta reforma se abrieron en cada lado un doble vano en arco apuntado que rompió
la decoración en ladrillo resaltado, consistente en su parte baja en una banda
de arcos mixtilíneos simples cruzados.
La parte superior se
cubre con paño de cruces formando pequeños rombos con cruces resaltadas en sus
centros, al igual que en el primer cuerpo y el ábside. Banda de esquinillas
simples e imposta volada sobre ménsulas en forma de pirámide invertida ponen
fin a la parte primitiva de la torre mudéjar propiamente dicha.
Junto con la apertura
de los vanos de campanas, en el siglo XVI se sustituyó el remate original por
el actual. Es de suponer que la torre se coronase con paramento almenado al
igual que otras de la época. En su lugar se levantó un pequeño cuerpo con doble
óculo ciego en cada lateral. Este cuerpo sirve de base al chapitel que remata
el conjunto, y que fue colocado en el siglo XIX. Se trata de una notable obra
en hierro forjado del que acompaño unas imágenes, ya que creo que merece la
pena detenerse a contemplar sus detalles.
TORRALBA
DE RIBOTA.-
Como una torre más entre las varias con que
rematan los contrafuertes, se alza la
de campanas en
uno de los ángulos de la
construcción, en simetría con otra
más pequeña situada en el ángulo
opuesto de la fachada.
El cuerpo bajo resalta
de los muros dibujando su
forma; liso en la parte inferior,
tiene en la alta una labor encuadrada en
un rectángulo horizontal y la
forman medios cuadrados cortados por
los límites del paralelogramo e interferidos por cuadrados enteros, labor que se repite
a la misma altura por el muro
de fachada principal, en forma
de faja.
La decoración del
cuerpo segundo, de lazos de cuatro
octogonales, orla materialmente en cada lado
a un arco apuntado con hueco para las campanas, entre
dos vuelos de ménsulas.
Flanqueando el hastial
de los pies se levantan sendas torres, de mayor altura la del lado del Evangelio.
Ambas tienen planta cuadrada y se dividen al exterior en dos cuerpos con la
decoración concentrada en la parte alta. Una primera banda de esquinillas
corre por los laterales y se prolonga por la fachada del hastial.
En la parte superior de
este primer cuerpo se desarrolla un motivo en ladrillo resaltado poco usual en
esta época, formado por grandes paños a base de mallas de cuadrados que se
entrecruzan, generando el cruce de sus ángulos cuadrados más pequeños y cruces
de brazos iguales en los centros.
Este tema tiene
precedentes en Córdoba y en la Aljafería zaragozana, volviendo a aparecer en el
siglo XVII en las yeserías que cubren las bóvedas de la Iglesia de las Fecetas en Zaragoza y en la parroquial
de Acered. El motivo se desarrolla también en
el muro del hastial, a ambos lados del gran óculo central. Se remata este
primer cuerpo de las torres con una imposta a base de ménsulas en forma de
pirámide invertida, imposta que en la fachada sirve de alero al tejado del
templo.
El segundo cuerpo se
corresponde con el de campanas. En cada lateral abre un vano en arco apuntado,
habiéndose colocado en la parte baja del correspondiente al lado oeste un reloj
en época moderna.
Cada uno de los vanos
esta recuadrado por lazos de cuatro octogonales que generan arriba y abajo tres
estrellas octogonales, dos en los extremos y una central, entre las que se
intercalan dos alargadas del mismo tipo. En los laterales son tres alargadas
con dos estrellas de ocho las que completan la ornamentación.
Este motivo es bastante
frecuente en la ornamentación de torres mudéjares coetáneas como San Miguel de
los Navarros en Zaragoza, Quinto de Ebro, Longares o Terrer.
Una nueva imposta de
ménsulas del tipo ya descrito da paso al tejado en forma de terraza con cuatro
muros bajos en los que corren dos bandas de esquinillas. En el centro se
levanta el remate piramidal de base octogonal.
La misma estructura se
repite en la torre menor del lado suroeste. La única variación, además de su
altura, reside en el tejado que aquí es a cuatro aguas.
Las cuatro
torres-contrafuerte siguen la estructura propia de este tipo de
iglesias-fortaleza. De planta cuadrada, se levantan separando los tramos de la
nave y sirviendo de acceso a las tribunas superiores y de comunicación entre
ellas.
Aquí en Torralba se
dividen al exterior en dos cuerpos. El primero se subdivide a su vez en dos
pisos mediante una fina imposta, siendo el inferior completamente liso. En el
segundo piso la decoración se reduce a cuatro bandas de esquinillas, las dos
superiores juntas bajo la imposta a base de ménsulas en forma de pirámide
invertida que sirve de separación con el cuerpo superior.
El cuerpo alto es de
planta notablemente más pequeña que el inferior, quedando retranqueado al
centro de su parte superior. En cada uno de los laterales abre un vano en arco
apuntado. Una línea de esquinillas da paso al alero sobre el que descansa el
tejado a cuatro aguas. Parece ser que este segundo cuerpo tiene carácter
únicamente ornamental. Son visibles en la parte superior huecos que, en número
de tres en cada lateral de los arcos, se rellenarían con discos cerámicos
actualmente desaparecidos.
Al interior las dos
torres principales presentan la misma distribución a base de una escalera de
caracol que se desarrolla en una caja cilíndrica con machón central también
cilíndrico y las escaleras con forma helicoidal, todo ello a base de ladrillo.
Este cuerpo de escaleras es un cilindro embutido dentro del prisma cuadrangular
de la torre, rellenándose completamente el espacio entre ambos también con
ladrillo. Las bóvedas siguen el mismo sistema de los peldaños a base de hiladas
que ascienden helicoidalmente en torno al machón central.
Este modelo es muy raro
en lo mudéjar, ya que se corresponde más con las torres medievales construidas
en piedra sillar. La misma disposición interior la encontramos actualmente únicamente
en la torre de Quinto de Ebro. También está documentado que la tenía la iglesia
de San Pedro Mártir de Calatayud edificada por Mahoma Rami entre 1412 y 1414,
lo que hace pensar que se quiso generalizar su uso en el siglo XV, aunque tuvo
poca repercusión.
TORRE DE
TERRER.- Pudo estar
aislada; el cuerpo de iglesia, actualmente pegado a ella,
corta la ornamentación
de una de sus
caras.
Tiene dos
cuerpos: el inferior, con adornos
desde su parte media superior, y el segundo sin decoración, con un
rebajo en cada
cara y en su
fondo arco apuntado cortado
por dos medios
arcos de igual tipo, sirviendo de parieluz o mainel el apoyo de
éstos. Dichos arcos se encuentran
macizados, y sobre ellos hay dos huecos
pequeños por lado para campanas
pequeñas.
La decoración del
cuerpo inferior consiste en tres fajas separadas con desigualdad, la más
baja de arcos
mixtilíneos muy correctos, que se enlazan; la intermedia,
constituída por losanges que tienen en el centro una crucecita, con los lados
de líneas quebradas por
estar hechos con doble
ladrillo; y la tercera y superior, de lazos de cuatro octogonales,
con los fondos de las es trellas
enriquecidos por cerámica. Cada faja tiene encima y debajo
otra estrecha de
esquinillas. Vuelo de ménsulas
marca la terminación. Esta parte
de obra está ejecutada
correctamente, con tal cuidado que pocas la superarán.
De los dos cuerpos de
la torre es indudablemente el inferior el que despierta mayor interés, puesto
que en él se concentra toda la decoración. La estructura se levanta sobre una
pequeña base de sillería de arenisca blanca sobre la que apoya la obra de
ladrillo. Aproximadamente la mitad inferior se presenta lisa y sin decorar.
Es en la parte superior
donde se concentra la decoración en ladrillo resaltado, distribuida en tres
paños superpuestos de la misma anchura pero de distinta altura que van
ribeteados horizontalmente por sendas bandas de esquinillas.
El primer paño, a mitad
de altura de este cuerpo, está formado por arcos mixtilíneos, que en número de
diez se entrecruzan una vez.
El segundo paño, de
mayor altura que el anterior, presenta una malla de rombos con pequeñas cruces
en el centro. El conjunto lo forman tres rombos en altura y ocho a lo largo.
En algunos de estos
rombos se sustituyó la cruz central por platos cerámicos, concretamente uno en
el lado sur, otro en el oeste y dos en el norte. (de ellos y del porqué
actualmente solamente podemos ver los huecos donde se asentaban trataré a
continuación)
El tercer paño es el
más estrecho de los tres y el de mayor interés. En él se desarrollan lazos de
cuatro octogonal que generan en cada lado tres estrellas octogonales, dos en
los extremos y una en el centro, entre las que se intercalan dos alargadas del
mismo tipo.
El interior de las
estrellas estaba decorado con discos o platos de cerámica de color verde y
morado, procedentes de vajilla doméstica. Este elemento ornamental, que era el
que mayor interés proporcionaba a la torre, fue retirado en la última
restauración, pudiendo observar en la actualidad únicamente los huecos donde se
alojaban los discos.
Una referencia a los
mismos nos la proporciona Agustín Sanmiguel: “Salvo algunos completamente
blancos, el restos estaban minuciosamente decorados en verde y morado, o sea, a
base de barnices de cobre y manganesos. Esta decoración ocupaba en la mayoría
de las piezas solamente el ala del plato, quedando de blanco de estaño el
centro”. Por su similitud con los producidos desde el siglo XIII en Teruel, no
descarta que fuesen realizados en esta ciudad. En base a los motivos que
presentan los data, al igual que Gonzalo Borrás, en el siglo XIV.
La decoración a base de
platos estaba formada por cinco platos dentro de cada estrella normal y siete
dentro de cada estrella alargada, a los que hay que añadir dos más en cada lado
del paño, junto a las esquinas. Esta distribución es fácilmente identificable
por los huecos que han quedado.
Se remata este cuerpo
con una cornisa a base de ménsulas en forma de pirámide invertida
El cuerpo superior es
más estrecho en planta que el inferior retranqueándose unos 30 cm. En su
aspecto actual, fruto de dos etapas constructivas, carece de decoración.
El interior, al que se
accede a través de un último tramo de la caja de escaleras con bóveda apuntada
de ladrillo, es hueco en toda su altura.
En cada uno de los
lados abre un amplio vano geminado formado por un arco apuntado con parteluz
del que surgen semiarcos que se entrecruzan con el central, todo ello rehundido
en un rectángulo a modo de alfiz con ladrillos aplantillados en su parte
superior.
Este arco solamente se
ejecuta en el lado oeste haciendo primero el arco central y después desde el
parteluz los dos semiarcos. En los lados norte y sur el semiarco izquierdo que
sale del parteluz monta sobre el arco central.
Probablemente en época
barroca, cuando se reforma y cambia la orientación litúrgica de la iglesia, es
cuando se derribó la primitiva parte superior de la torre para sobreelervarla,
se cegaron los ventanales geminados y se abrieron dos amplios vanos en arco de
medio punto con gran rosca de ladrillo en cada lado para colocar más altas las
campanas. Es de suponer que en origen la torre terminase en una serie de
pequeños vanos sobre la ventana grande.
Sustituyendo la
primitiva cubierta se colocó el actual chapitel metálico de base octogonal.
Imitando el modelo tan en boga en los recrecimientos octogonales de las torres
cuadradas se dispusieron en las esquinas cuatro minúsculos torreoncillos
cuadrados.
En cuanto a su
cronología, parece que no está claro si se construyó paralelamente a la
iglesia mudéjar o si ya existía en ese momento. Gonzalo Borrás la fecha
alrededor de 1400, durante el pontificado de Benedicto XIII, quien podría haber
promovido su construcción; para ello tiene en cuenta, entre otras
consideraciones, el tipo de cerámica de color verde y manganeso que la
decoraba, datable en el siglo XIV. Agustín Sanmiguel sostiene una cronología
anterior con un posible antecedente de alminar de época islámica reutilizado
como torre-campanario cuando se edifica la iglesia sobre la antigua mezquita.
En este supuesto, los discos cerámicos habrían sido añadidos con posterioridad,
lo que explicaría el porqué en el paño de rombos se sustituyeron algunas de las
pequeñas cruces centrales por estos discos. Aunque ambos planteamientos pueden
considerarse válidos, ya que hasta el momento no se ha podido exhumar ningún
documento que pueda darnos una cronología exacta para esta torre, parece más
probable que sea anterior a la construcción de la iglesia mudéjar tal y como
apunta Sanmiguel.
Sería deseable el que
se volviesen a colocar los discos cerámicos que decoraban el interior de las
estrellas del tercer paño, ya que contribuiría en gran manera a devolver todo
su esplendor a esta magnífica torre.
TORRE DE
HERRERA.- Varios vuelos
de canecillos dividen
la torre en sectores desiguales mejor que
en cuerpos; uno de los temas
ornamentales se repite,
y, sin duda,
por eso hubo
necesidad de separarlos con saledizos. Sin
embargo, teniendo en cuenta
la semejanza de los
elementos decoralivos, puede considerarse compuesta de tres cuerpos: uno inferior, pobre
en decoración; otro intermedio,
ciego, y el de campanas.
El primero o bajo tiene
gran trozo de
muro liso y
una faja de zig-zag entre otras de esquinillas, que estuvo limitado por
vuelo de canecillos hoy destruídos. El segundo cuerpo se
decora con fondo de arquería mixtilínea, ciega y cruzada, entre dos
fajitas de dientes, más
otro encima también
de arcos cruzándose
dos veces, éstos dentro de recuadro rehundido entre fajas de esquinillas, y sobre
ellos un tercero de una línea de
rombos entre dos fajas de triple línea de dientes. Todos los fondos se separan mediante
vuelos de ménsulas, como si fuera
cada uno un verdadeto cuerpo.
El de campanas no forma
unidad decorativa con los
demás. La obra primitiva,
tal vez alminar,
terminaba aquí, y se le
añadió el cuerpo destinado a
campanas. Su decoración es más pobre.y
burda, y desentona de la otra.
La parte constructiva
tiene dos huecos pareados por cara, de ojiva en
retirada, donde están
las campanas, y la decoración es
a base de rombos, muy incorrectos, a los lados, y una
faja de rombos horizontales, de
doble fondo, encima de los
huecos. Corónala un cuerpo octogonal.
En
la esquina sur-oeste del templo se levanta la torre-campanario que hace, a su
vez, la función de torre contrafuerte en este ángulo. De planta ligeramente
rectangular es de tipología de alminar almohade, con machón central al que
envuelve una segunda torre al exterior. Esta estructura afecta a los tres
primeros cuerpo, cuya cronología parece corresponder con la de la primera
iglesia mudéjar, a mediados del siglo XIV. El cuarto y quinto cuerpos son obra
de la segunda mitad del siglo XVI y vendrían a sustituir al antiguo de campanas
que se levantaría en la parte superior de la primitiva torre.
El
primer cuerpo se presenta liso excepto en la zona superior donde se desarrolla
una pequeña decoración.
Esta
decoración la compone un friso de doble hilo de ladrillo formando zig-zag,
franqueado horizontalmente por sendas bandas de esquinillas simples.
A
continuación, una tercera banda de esquinillas deja paso a la imposta de
separación con el cuerpo superior a base de ménsulas de ladrillo en voladizo.
La
parte baja del segundo cuerpo se presenta lisa, comenzando la decoración a una
tercera parte aproximadamente de su altura. Esta ornamentación consiste en un
paño por lado compuesto de arcos mixtilíneos entrecruzados ribeteado
horizontalmente por sendas bandas de esquinillas dispuestas al tresbolillo.
Encima otra banda de esquinillas simples deja paso a la cornisa de separación
de cuerpos, de estructura similar a la inferior con ménsulas de ladrillo en
voladizo.
También
en el tercer cuerpo de la torre, el tercio inferior es liso. Aquí el paño está
compuesto por una serie de arcos lobulados entrecruzados a dos alturas con
alternancia de lóbulos mayores para los entrecruzamientos, ribeteado
horizontalmente por bandas de esquinillas simples. La cornisa de separación con
el cuerpo superior repite la estructura de las dos inferiores.
A
partir de aquí, los dos cuerpos altos son, como ya se ha dicho, un
recrecimiento del siglo XVI, algo que se aprecia inmediatamente por el cambio
drástico de motivos ornamentales.
El
primero presenta una simple franja de cruces de múltiples brazos formando
rombos entre dos bandas de esquinillas al tresbolillo. La separación con el
cuerpo de campanas es en forma de imposta volada con pequeños ladrillos en
forma de dentellones a modo de ménsulas.
El
último cuerpo se corresponde con el de campanas y acoge la ornamentación más
abigarrada de los cinco que forman la torre, toda ella muy monótona a base
rombos y esquinillas, tal y como corresponde a la época en que se construyó.
Así,
en cada lateral abre un doble vano en arco de medio punto doblado. Laterales y
pilar central se decoran con rombos a base de ladrillo abocelado, elemento que
se empieza a utilizar ya avanzado el siglo XVI y que encontramos sobre todo en
las torres mudéjares de Huesca como las de Alcubierre, Torralba de Aragón, y la
más tardía de Alcalá de Gurrea.
En
la parte superior corre una franja de cruces de múltiples brazos formando
rombos dobles, es decir en el rehundido que forma el primero se inscribe un
segundo con lo que se logra una mayor sensación de profundidad.
Termina
el cuerpo con una sencilla imposta corrida, una banda de esquinillas al
tresbolillo y una cornisa volada sobre la que reposa el remate almenado con una
serie de arquillos de medio punto en cada lateral, que sustituyo en la última
restauración al original octogonal y que cita José Galiay Sarañana. Se completa
con un chapitel piramidal metálico en el centro de la terraza.
TORRE DE PEÑAFLOR.-Extraño es el aspecto
de esta torre, de cuatro cuerpos, dos bajos
torreados y otros dos
con huecos para campanas.
Los primeros, con más ornamentación, pudieron ser la verdadera
torre primitiva, y en ellos la
decoración está dispuesta
de la siguiente
manera: Comenzando desde el pie, faja de rombos horizontales; otra del mismo tipo, pero
de doble fondo, entre dos de esquinas, y sobre
ellas arcos mixtilíneos sin cruzar, muy toscos, fabricados con el
muro, que tienen
encima una línea de dobles rombos o de doble rebajo,
rombos y arquitos dentro de recuadro. El cuerpo termina con vuelo
de ménsulas para soportar
medias torres cuadradas.
El segundo cuerpo
tiene un hueco por cara
con arco de
medio punto y labores de rombos a los lados, encima y debajo,
sencillos y de doble fondo, separadas por fajitas de esquinillas y
dientes, finando con pequeño vuelo
de moldura y almenado sencillo.
Lo descrito
presenta uniformidad constructiva; no así los cuerpos tercero y
cuarto, desiguales en proporciones y sin
armonizar con los otros. Ambos
tienen huecos apareados y
poca decoración en los muros.
El cuerpo bajo de la torre
fue profundamente remodelado en la reforma neomudéjar realizada en el siglo XX
que afectó también al hastial, añadiendo nuevos elementos decorativos
totalmente fuera de contexto que, tal y como he comentado en la página
anterior, la desvirtuaron por completo.
En el muro sur se abre
un vano doblado en arco de medio punto que sirve de ventilación e iluminación a
la capilla de la parte baja de la torre.
La decoración en
ladrillo resaltado comienza con una primera banda de esquinillas simples que
deja paso a una franja de cruces de múltiples brazos formando una doble hilada
de rombos y a una segunda banda de esquinillas al tresbolillo.
Otras dos bandas de
esquinillas del mismo tipo ya visto, encierran en el centro otra franja de
rombos de doble fondo, ya que en el rehundido que generan se ha excavado una
segunda cruz de múltiples brazos.
A continuación una
nueva banda de esquinillas simple y una segunda al tresbolillo dan paso al
añadido decorativo neomudéjar. Dentro del paño se dispuso una curiosa composición
compuesta por cinco arcos mixtilíneos con una franja de cruces formando otros
tantos rombos de doble fondo en la parte superior que apean en las claves de
los arcos.
Una línea de ménsulas
en forma de pirámide invertida sustentan una volada imposta sobre la que se
levantan pequeñas almenas con bandas de esquinillas en sus frentes.
El segundo cuerpo
también presenta una abundante decoración, decoración que comienza con una
primera banda de esquinillas que pasa casi inadvertida ya que se encuentra en
la parte baja, semioculta por las almenas.
Encima una segunda
banda de esquinillas al tresbolillo da paso a una franja de cruces de múltiples
brazos formando cuatro rombos y dos comienzos en los laterales.
A continuación un
alargado vano en arco de medio punto doblado se abre en el centro de cada lado.
En los laterales franjas de rombos en vertical con bandas de esquinillas
simples en la parte baja y al tresbolillo en la alta.
Tres bandas de
esquinillas más se disponen en este segundo cuerpo, la primera al tresbolillo.
Encima un paño de rombos dispuestos en dos hiladas, todos con una segunda cruz
abierta en su interior, lo que confiere una sensación de mayor profundidad.
Una segunda imposta
volada, esta sin ménsulas inferiores, da paso al tercer cuerpo. También se
dispone su remate en forma almenada pero con los huecos entre almenas cerrados
por una línea de ladrillo a dos tercios de su altura, creando de esta manera
una serie de estrechos vanos rectangulares cegados.
En el tercer cuerpo se
abren dos vanos simples en arco de medio punto en cada lateral con cajeados
laterales que se rellenan con bandas verticales de rombos dobles con cruz en su
interior en los inferiores y superiores.
Una banda de esquinillas
al tresbolillo corre debajo del remate almenado, que aquí no forma imposta
volada sino que se levantan pequeñas y anchas almenas en línea con las paredes
de la torre. Da la impresión de que aquí terminase la torre primitiva.
El último cuerpo se
considera un recrecimiento posterior al resto de la construcción, aunque se
desconoce la fecha en que se realizó. Por los motivos decorativos que mantiene
tal vez no fuese en época no muy lejana a la del cuerpo inferior probablemente
a comienzos del XVII.
En su parte baja una
banda de esquinillas da paso a un paño de rombos. Después de un amplio espacio
liso se abren dos vanos en arco de medio punto. Una segunda banda de
esquinillas al tresbolillo corre debajo de la cornisa del tejado a cuatro aguas
que sustenta una línea de ménsulas formadas por tres ladrillos en forma de
pirámide invertida.
Dentro de las torres
que se datan en el siglo XVI esta de Peñaflor es quizás la que presenta una
decoración más abigarrada conjugando de modo quizás en algunos espacios demasiado
repetitivo los dos motivos decorativos de la época: rombos y esquinillas. En
ambos casos se les busca todo el juego, intercalando en un caso las simples y
las dispuesta al tresbolillo en bandas alternativas, y en otro los rombos
sencillos con los de doble rebaje que confieren una mayor sensación de
profundidad.
TORRE DE LA MAGDALENA. TARAZONA.-La iglesia de la
Magdalena conserva cabecera románica con
ábside y crucero,
desfigurados en el interior por
decoración del siglo XVI. La
nave central, corta cuando románica, se prolongó al añadirle las dos laterales que hoy tiene, y en lo sumado su eje cambia
ligeramente de dirección, es decir, como
cuerpo, no fabricado exprofeso, que se aprovecha de otra construcción. A los pies de la iglesia, y
dentro de la parte añadida, se encuentra
la torre, con más
carácter de alminar
que de torre cristiana
si se prescinde
de las modificaciones que
la alteran.
Se sospecha que la iglesia de la Magdalena,
dentro del recinto de la ciudad, existía antes de la
invasión musulmana, transformándose después
en mezquita; pero es
más verosímil que
ésta fuera el edificio del cual forma parte la torre,
incorporado luego templo cristiano.
Dicha torre
tiene en la actualidad dos cuerpos bien diferenciados, tanto por la división que los marca como por el tipo
de estructura. El bajo está sin decorar en más de dos tercios,
siendo la ornamentación raquítica
y de carácter arcaico,
formada por faja de zig-zag entre dos de
esquinillas, fondo de una línea de rombos verticales, también entre
esquinillas, y junto al remate
otra semejante bajo el vuelo de ménsulas final. Entre las dos
fajas de rombos, dos espacios
libres que separa una línea de
esquinillas, y entre ellos
un arco de
medio punto albergando dos
ojivas que enrasan
con el fondo, más un grupo de
tres encima, éstos
deformados por la apertura de
nuevos huecos para campanas.
El segundo cuerpo, pequeño, no
guarda uniformidad con el otro, nótase en seguida,
por los elementos
decorativos que ostenta ser
obra muy posterior, probablemente del siglo
XVI al hacer la retorma de la iglesia.
Uno
de los elementos más interesantes de la iglesia de la Magdalena es su esbelta y
airosa torre mudéjar que se levanta, dominando imponente toda la Ciudad,
adosada al tramo de los pies del lado derecho o de la Epístola.
En
lo referente a su cronología, Sanz Artibucilla cita el año de 1503 en que
estaba realizando obras en la torre el maestro Mahoma Rubio. Esta fecha parece
muy tardía para los dos primeros cuerpos que más parecen obra del siglo XV o
incluso, a juicio de algunos estudiosos, de finales del XIV-principios del XV.
Gonzalo Borrás la incluye dentro de las restauraciones realizadas en la Ciudad
a partir de 1362, tras la guerra de los Dos Pedros que tanto afecto a sus
edificios. Tampoco la fecha de 1503 se correspondería con el tercer cuerpo que,
como veremos en su momento, por sus elementos ornamentales, debe de situarse,
según el mismo autor y otros estudiosos del tema, en la década de 1540-1550. De
esta manera parece ser que los trabajos realizados a principios del siglo XVI
por Mahoma Rubio debieron de consistir, en su caso, en obras de reparación o de
consolidación.
Las
noticias documentales aportadas por Jesús Criado y Mª Teresa Ainaga, que sitúan
la construcción de la nave a principios del siglo XV, situarían la obra de la
torre en la segunda o tercera década de este siglo. Por supuesto que también
hay quien aporta la hipótesis de que, hasta el cuerpo de campanas, se trate del
reaprovechamiento para campanario del alminar de la mezquita mayor islámica,
aunque habría que explicar donde se sitúa cronológicamente el primer cuerpo de
piedra sillar que todo parece indicar corresponda a la torre del primitivo
templo románico.
De
planta cuadrada, consta de cuatro cuerpos: los tres superiores de ladrillo y el
primero de piedra sillar de la fábrica románica, que llega hasta el nivel de
las capillas y queda oculto al exterior. Este primer cuerpo, al que se accede
desde el tramo de los pies de la iglesia, encierra en el interior una escalera
de caracol.
el
cuerpo bajo es el de mayor altura y se presenta sin decorar hasta su parte
superior, donde se dispone en primer lugar una faja de zig-zag entre dos frisos
de esquinillas simples. A continuación un paño de rombos y un nuevo friso de
esquinillas. Remata el cuerpo en una pequeña cornisa sobre ménsulas en
voladizo.
El
segundo cuerpo, que sería el primitivo d campanas, se articula a base de arcos
apuntados, frisos decorativos y pequeños elementos cerámicos en forma de discos
o platos.
En
la mitad inferior abre en cada lado un doble vano apuntado cobijado por uno más
amplio en medio punto. En el espacio central entre arcos se incrusta un pequeño
disco cerámico de color verde.
En
los laterales de dos de los lados, cerca de las esquinas, un poco por encima
del arranque de los arcos, aparecen otros dos platos de cerámica turolense
decorados en su parte exterior con motivos vegetales y geométricos en color
verde sobre fondo blanco, detalle curioso y que pasa desapercibido si no nos
fijamos bien, dada la altura y el pequeño tamaño de los discos.
Una
sencilla banda de esquinillas simple deja paso, en la mitad superior, a tres
vanos en arco apuntado por lado. A continuación, entre dos bandas de
esquinillas, un paño de rombos con un pequeño ladrillo en el centro de cada
uno. Se remata el cuerpo igual que el inferior, con cornisa sobre ménsulas en
voladizo.
El
tercer cuerpo es un recrecimiento de mediados del siglo XVI que vino a
sustituir al inferior en su función de cuerpo de campanas. Ligeramente más
estrecho que los inferiores, se retranquea hacia el interior con un pequeño
basamento liso sobre el que apoya una imposta que deja paso a un friso que
recorre todo el perímetro y que presenta tres cajeados por lado. Uno debajo de
cada pilastra y un tercero debajo de los vanos. Todos se cubren con rombos
realizados con ladrillo resaltado.
A
continuación se abre un vano en arco de medio punto doblado por lado. Las
pilastras presentan decoración a base de un doble vano en arco de medio punto
cegado en la parte baja y un cajeado con un rombo encima.
A
la altura del arranque de los arcos una imposta con pequeños recuadros. Las
enjutas de los arcos se rellenan con dos bandas de esquinillas dispuestas al
tresbolillo, la superior cortada en su centro por un pequeño óculo ciego en
cuyo interior hay un motivo cerámico a base de azulejos de cartabón blancos y
verdes, típicos del siglo XVI. Se completa el cuerpo con un friso de
rectángulos debajo de una doble cornisa.
El
remate de la torre tiene planta cuadrada y forma de cúpula de color blanco con
un pequeño óculo abierto en cada lateral.
TORRE DE LA PARROQUIA DE BELCHITE.- Despegada de la
iglesia actual, tiene
tres cuerpos de iguales
proporciones: el bajo, liso, los
otros dos, decorados, y por
terminación una pirámide de ocho
lados hecha con ladrillo.
El cuerpo central aparece
vestido con una faja de zig-zag hecha con dos líneas de ladrillo, más
otras dos de puntas o
dientes encerradas en
un recuadro. Encima, con alguna
separación, fajita de dientes, y
más arriba fondo de rombos verticales de
lados quebrados entre dos
fajas de esquinillas. Sobre él,
faja rehundida con labor
de nudos, y vuelo de
ménsulas como terminación del cuerpo.
El de campanas
tiene por frente arco apuntado y alfiz encerrando dos arquitos gemelos de medio punto, y criándolo fondo de rombos y
medios rombos iguales a los del cuerpo
inferior. Remata con vuelo de ménsulas y
un trozo de muro liso sobre ellas.
TORRE DE SAN
MIGUEL. DAROCA.- Pequeña de
proporciones y muy
sencilla. En el cuerpo final hay dos
huecos pareados por frente, de arcos
apuntados y archivoltas de ladrillo aplantillado. Encima y debajo de ellos, fajas estrechas de labor de
dientes, y como separación del
cuerpo, fajas de ménsulas
de siete hilos de ladrillo. El conjunto es de gran pobreza decorativa.
SANTA MARIA DE MALUENDA. -
Caracteriza a esta
torre la originalidad de
algunos motivos de
su ornamentación, y tanto como
esto estar dispuestas las labores en bandas estrechas. Como elementos constructivos figuran tres
arcos de medio punto, adosados y ciegos, en la parte más alta¡ debajo uno
por lado, de igual forma, en retirada, destinados a
campanas; y en la
parte baja de la torre dos apareados, de
medio punto, en retirada y ciegos los fondos.
Decorándola hay fajas
estrechas unas y anchas otras; vuelos sencillos de una o dos líneas de ladrillo
y molduras aplantilladas; faltan los vuelos de ménsulas o modillones. Los temas: hexágonos pequeñitos, rombos
diminutos, hexágonos combinados con cuadrados menudos, dientes en fondo y
líneas de esquinillas; todo minucioso y fino.
TORRE
DE AGUILON.- Es una de las
decoradas con mayor pobreza y parquedad de temas. Desde el
suelo hasta cerca de la terminación, el muro liso se ve cortado a distintas alturas por líneas
de esquinillas, y junto al vuelo final, fondo de dos líneas de
cuadrados en posición normal a
sus diagonales, con dos fajas, una encima y otra debajo, de esquinillas en dos
líneas alternadas. Debajo de este
fondo se abren dos huecos
para campanas, de arco de medio
punto, sin de coración alguna,
practicados con posterioridad para este
fin, porque se ve rompen una de
las líneas de esquinillas. Como remate, pequeño cuerpo octogonal.
TORRE DE LA
IGLESIA DE ENCINACORBA.- Muy deformáda
por cierre de huecos
y apertura de otros, no tiene más
decoración que unas líneas
de esquinillas y una banda estrecha con labor en zig-zag.
La parte baja está
hecha con ladrillo y mampostería, sin verdugadas, y en ella se
ven tabicados dos huecos no simétricos que tal vez sirvieron de
comunicación entre la
torre y un
castillo-palacio que allí hubo.
Sobre una de las bandas de
esguinillas aparecen cerrados dos
huecos de ojiva
túmida, apareados, dos por cada
frente, los cuales cortan
con sus cabezas las bandas en zig-zag. En la parte alta están
los huecos de campanas
abiertos rompiendo el muro, sin
arco alguno que les dé forma.
La torre estuvo
aislada, y en la actualidad contacta con la iglesia por uno de los lados. El templo
es uno de los varios que se atribuyen levantado o autorizada su construcción
por el arzobispo Fernández de Heredia a comienzos del siglo XV.
TORRE
DE ANIÑON.-
Pegada a un costado de la iglesia, jumo a la puerta de entrada. Toda la decoración es en fajas
anchas, sepa radas por líneas
de esquinillas, y salvo
una de arcos
mixtilíneos, las restantes
parecen estar hechas
al fraguar los muros. La más
baja es de rombos verticales en dos
líneas, a doble hilada de
ladrillo; la se gunda la llenan
dos líneas en zig-zag de dos ladrillos¡ la tercera tiene labor
en losange menudo, cuyos fondos simulan cruces¡ la inmediata superior, de
dobles arquillos mixtilíneos
que se enlazan,
y la final, otra
en zig-zag hecha con
seis líneas de ladrillo. El conjunto es un tanto tosco.
TORRE DE LECIÑENA.- Cuerpo bajo de la actual
torre. Recuerda, por su sencillez
decorativa, a la de Aguilón.
Fajas o líneas de esquinillas y
dientes cortando los muros a distintas alturas, dos arcos apuntados,
gemelos, en cada lado libre y
vuelo de ménsulas
como final del cuerpo, sigue otro
de poca altura con faja de
rombos degenerados y arquería ciega de tipo renacentista aragonés. Sobre ellos, y con
planta de dimensiones menores, se alza el cuerpo moderno.
Las iglesias de
Nueno y Tardienta, con otras
más de la provincia de Huesca, y
las de Villanueva de Gállego y El
Pozuelo, en la de Zaragoza, tienen torres cuadradas de ladrillo,
diminutas y pobres de
ornamentación, hechas mediante rombos
sencillos no muy correctos, con poco arte.
La torre e iglesia de El Pozuelo
fueron construídas por Charles
de Medibe, en 1545, por encargo
del Abad de Veruela, señor del
pueblo.
Poco monumentales, decoradas con
sencillez y a veces pobreza, están las de algunos pueblecitos de los alrededores de Daroca y macizo de Montalbán, que no merece la pena describir.
TORRE
DE LA IGLESIA DE SANTO DOMINGO. DAROCA. De intento se
ha dejado para
final del grupo
de campanarios de planta cuadrada la curiosísima torre de la iglesia de Santo
Domingo, de Daroca, ciudad aragonesa
que conserva el carácter medioeval, y bastantes monumentos
y obras de arte. La torre
de Santo Domingo ofrece la particularidad de estar construída sobre el
primer cuerpo de otra románica,
levantada a la vez que el templo, que no
debió terminarse o se demolió en parte al hacer la actual. La parte baja
es, por tanto, románica, con dos columnas por
frente dividiendo el todo en
tres partes iguales. La obra
mudéjar sigue el
mismo orden: convertidas las columnas en pilares de igual dimensión
o anchura que ellas, re corren
de abajo a arriba el frente, y en
la calle que forman se sitúan
huecos bajos de
iluminación y otros en la
parte alta para
las campanas, sin
ornamentación alguna en
los muros; las
aristas de la torre son
de piedra. Remata
con dos vuelos,
uno de arquitos de medio punto
sobre modillones, y
encima el otro
de ménsulas y moldura
corrida, vistiendo los fondos
de uno
y otro sendos
apliques de cerámica en
forma de plato.
Las ventanas de
iluminación se alojan
en un rebajo
adintelado, formando éste y los demás elementos decorativos de ellas
tres planos en retirada. El más superficial
o externo es el que
encuadra todos los elementos; en segundo término, el que
forman dos pilares laterales y uno central, éste
indicado nada más, para soportar
dos arquitos trilobulados, y el
más profundo, dibujado por los
límites del vano, que consisten en dos pilares y un mainel apoyos de la cabecera,
que cierra con dos
arquitos en pabellón, repetidos
encima como labor. Sobre
cada hueco, dos
fajitas, una de dientes y otra
en zig-zag.
Los huecos
de campanas están
muy deformados, siendo difícil suponer su primitiva forma.
Como se
observa, tanto la estructura
como la decoración
de este campanario se separan de
lo corriente. Desde luego, es de notar que el constructor tendió a que su obra fuese
un elemento más en la defensa de la
ciudad. Y en la parte
decorativa tuvo presentes los
detalles que caracterizan la arquitectura de los monumentos religio sos de Daroca, y para
no romper la unidad
puso como remate
una cornisa de arcos
sobre canecillos, coronada
asimismo con otra de
canecillos.
Completan el grupo de
torres cuadradas unos cuantos
ejemplares que discrepan de
las reseñadas hasta
aquí por la
presencia de elementos
constructivos con misión
puramente decorativa, consistentes
en huecos apareados de arcos de
medio punto en retirada
y fondos ciegos. Imitan las arquerías
de tipo románico vistas en algunas
torres arcaicas, pero
en disposición gemelar y con
carácter francamente renacentista,
pudiendo asignárseles fecha de construcción entre los siglos XVI y XVII, si no a todas, a la mayor
parte de ellas.
Los vanos de la
estancia inferior, uno en cada paño de la torre, abren en la calle central
dentro de un doble recuadro que cierra en su parte superior a base de ladrillos
dispuestos a sardinel. Encima de este conjunto hay una fina y corta banda de
esquinillas en dientes de sierra.
La parte superior del
rebaje está formada por dos arcos gemelos trilobulados que se cierran con un
primer recuadro. El cierre de los lóbulos se consigue mediante la colocación de
sendos ladrillos más largos que el resto, al igual que sucede en las pilastras.
Debajo se abre un vano
geminado con parteluz a base de columna con capitel del que arrancan arcos
mixtilíneos que se entrecruzan formando en la parte superior un pequeño paño de
rombos.
En la parte superior de
la torre se abren dos vanos geminados superpuestos, y al igual que los
anteriores situados en la calle central de los paños.
Así como los vanos de
la estancia inferior presentan elementos islámicos, éstos de la superior
podrían considerarse puramente románicos.
El inferior alargado,
cierra en arco de medio punto con una fina columna de piedra que sustenta un
sencillo capitel a modo de parteluz.
El superior, mucho más
sencillo y que recuerda el estilo románico, es pequeño y con parteluz a base de
pilastra en ladrillo.
La torre se remata con
un doble alero. El bajo formado por una serie de arquillos ciegos que apean en
modillones de rollo y en las pilastras que dividen las calles (tres en cada
lateral y cuatro en la central).
El alero superior
presenta mayor vuelo y se conforma a base de modillones de rollo en piedra
sillar sobre los que apea la cornisa.
Ambos aleros van
decorados, el bajo en el interior de los arquillos y el superior entre los
modillones, por platos o discos de cerámica a modo de metopas. Son discos de
colores verde y melado, la mayoría de ellos repuestos en la restauración,
aunque todavía se observan algunos originales.
Al igual que la iglesia
de San Juan de la Cuesta puede fecharse su construcción a mediados del siglo
XIII.
En conjunto, se puede
decir que esta torre responde a un planteamiento estrictamente cristiano como
es el estilo románico, que por circunstancias que de momento desconocemos tiene
que ser continuado por alarifes moros, y aunque en lo esencial se respeta el
planteamiento original, se introducen de manera discreta algunos elementos de
la arquitectura islámica, como el abovedamiento de las escalera de ladrillo en
lo estructural, y los arquillos de los vanos inferiores y la cerámica vidriada
en lo ornamental.
Para Gonzalo Borrás la
disposición de los vanos en la calle central de cada paño de la torre es
idéntica a la que presentaba la desaparecida torre de la iglesia de Santiago
también en Daroca, con la peculiaridad de que esta última decoraba las calles
laterales con paños de sebqa formando rombos, al igual que la Giralda de
Sevilla, por lo que se puede hablar de una cierta similitud en su construcción,
tal vez debido a la coincidencia de la llegada de la influencia andaluza a la
zona tras la reconquista de la ciudad en 1248, fecha que coincidiría con la
construcción de la torre de Santo Domingo. Igualmente recoge una cierta
influencia cisterciense en los modillones de rollo que decoran el alero y en
las bóvedas de crucería sencilla de arcos diagonales de medio punto que cubren
las estancias superpuestas, y que son similares a las de la ermita del Santo de
Tosos y a los de la parroquial de Zuera.
TORRE DE BUBIERCA.- Quizá sea la más
bella e interesante de todas. Monta
sobre el muro de la iglesia
en uno
de los ángulos, en el muro que corresponde
a las capillas del lado
derecho, donde está la
puerta de entrada al
templo; muro decorado por
pequeña faja de labor
volada, faja de esquinillas, más otra
ancha de hexágonos, y remata con
faja de esquinillas y vuelo
de ménsulas o
modillones.
La torre tiene dos
cuerpos. El bajo, que
aquí es central,
si se cuenta el muro de la iglesia
donde se apoya, presenta dos arcos
gemelos por lado, muy graciosos por
lo esbeltos, con impostas en
el arranque de los arcos
y en la parte baja
marcando un antepecho donde aparecen unos
clípeos con figuras; los
fondos llevan labores hechas con cuadrados en posición diagonal, y los pilares, grupitos superpuestos de
rehundidos; encima, ancha faja con menuda
labor de hexágonos, y como remate, vuelo
de moldura aplantillada. El
cuerpo tercero, destinado a campanas, lo forman también
dos huecos por lado, de iguales proporciones y disposición que los bajos. La obra, en conjunto, es muy bella, a
pesar de la simplicísima decoración.
TORRE DE TIERGA.- Llaman la atención
las copiosas labores que la
cubren. Asienta en un cuerpo de piedra que remata con vuelo de ladrillo en
moldura. Dos cuerpos, más el bajo, con dos huecos ciegos en cada lado,
con impostas y decoración de
rombos verticales en fondos y pilares sobre banda
formada por cuatro líneas de
hexágonos, cercando todo el cuerpo,
y en
la parte alta,
otra de rombos verticales. Sepáralo del cuerpo superior, donde están las
campanas, vuelo de moldura aplantillada; los huecos son
idénticos a los otros, salvo estar
abiertos, y presenta cada
uno un clípeo
en el centro del antepecho; la decoración, igual. La torre tuvo un cuerpo más, demolido no hace mucho por su estado ruinoso.
TORRE DEL RELOJ, DE ATECA.- Se
apoya en un gran cuerpo de mampostería
que limita vuelo
muy acusado de
ladrillo. Dos cuerpos cuadrados
y uno octogonal de poca
altura para recibir
la cubierta. De los cuadrados,
el bajo
es igual a los del grupo: arcos gemelos de medio punto, en retirada, con impostas,
clípeos y labor de rehundidos, para
finar con vuelo de dentellones. El segundo tie ne estructura
distinta dentro del mismo
orden, con un hueco
por lado y decoración del estilo.
Poco numeroso
el grupo
de torres
de iglesia de este tipo,
aun incluídas las dos variedades: octogonal
pura y de
contrafuertes.
Al hacer su estudio, surgen, como para casi todo
lo mudéjar aragonés, las mismas dudas
sobre fechas de construcción. Concretamente no se conoce
otra
que la de la torre-reloj de
Zaragoza, llamada vulgarmente
Torre Nueva, hoy derruída, que se levantó
a expensas del Municipio
entre 1504 y 1505. El Archivo
municipal
de Tauste guarda, según se dice, un
escrito
del
siglo XII,
relacionado con acuerdo del Concejo destinando fondos para ayuda de la construcción de la torre de su iglesia; dato
de cuya
veracidad no hay por qué
dudar, pero
que,
por
lo
poco
concreto de sus términos, tampoco puede relacionarse eón la torre
actual. La de la Colegiata
de Santa María, de Calatayud, créese de fecha
posterior a la del
reloj de Zaragoza, hecha, además, a imitación suya.
Tan exiguos datos poco
valor tienen para guía en la descripción cronológica de estos monumentos, y, por tanto, hay
que servirse de los que proporcionan las obras mismas,
teniendo en cuenta la
presencia de ciertos motivos decorativos y la falta de
otros considera dos más modernos que aquéllos.
TORRE DEL MONASTERIO DE RUEDA.-No es por
entero mudéjar. Se apoya en planta cuadrada de
sillería sobre la cabecera de la nave derecha de la iglesia, donde se situó el
primitivo campanario al edificar
el templo en los comienzos del siglo
XIII; torre que probablemente no llegó a terminarse entonces, sino después
de al gún tiempo
y con normas
distintas a las del estilo
arquitectónico que predomina
en el
Monasterio.
Consta de tres cuerpos separados por raquíticos
vuelos que di ferencian
mejor los elementos constructivos
y decorativos de cada uno,
los cuales señalan
tres épocas de
construcción distintas. El cuerpo
de mayor interés es el bajo, liso hasta dominar las construcciones próximas,
y el resto, decorado con temas
muy sencillos, que consisten en una banda de medios
rombos verticales sobre otra
de dos líneas en zig-zag, limitado el conjunto por dos
bandas de esquinillas.
El cuerpo segundo,
hoy deformadísimo, estuvo calado
por gran des huecos repartidos en dos alturas,
de arcos ojivas
y columnitas centrales los bajos
y de medio punto los altos, cerrados probable mente al construirse el cuerpo final de líneas seudo-clásicas.
TORRE DE LA
IGLESIA DE SAN PABLO, DE ZARAGOZA.-·
Como todas las octogonales, sin contrafuertes; la
parte baja está desprovista de
ornamentación, y la central y alta,
vestidas con riqueza. El cuerpo inferior,
liso, aparece dividido en tres por
dos bandas de esquinillas entre dos hilos de
vuelo que recorren sin interrupción todo su perímetro,
rematando con otras, una por
lado, bajo un saledizo,
ya destruído, que indicaba el comienzo
del segundo cuerpo. La decoración de
éste consiste en
una faja de pequeños
arcos de medio punto, enlazados, circundándolo, y sobre ellos un gran hueco por lado de arco apuntado protegiendo otros dos gemelos
de igual tipo; encima, fondo de hexágonos entre dos líneas de
esquinillas, y vuelo de
canecillos como terminación. El cuerpo alto, sólo en parte es
el primitivo; debió sufrir
una mutilación, más tarde reparada
con el añadido hoy
visible; lo antiguo
es un fondo
de rombos que aparece
bruscamente cortado, sobre el
cual está la arquería moderna y el
pequeño cuerpo con que
remata la torre.
El elemento más
interesante de la iglesia de San Pablo es, sin duda, su torre-campanario. Se
levanta a los pies de la primitiva iglesia envuelta actualmente por la
ampliación del claustro del siglo XIV. De planta octogonal se le relaciona
íntimamente con las torres de Santa María de Tauste y San Pedro de Alagón, con
las que comparte elementos tanto estructurales como decorativos hasta el punto
de que Francisco Iñiguez aventuró un mismo maestro de obras para las de Tauste
y San Pablo, quien construiría primero aquélla y a continuación la zaragozana.
Gonzalo Borrás establece su cronología a finales del siglo XIII junto con la iglesia
primitiva.
No falta quien es de la
opinión que, dada su similitud con las dos torres antedichas, y puesto que es
casi seguro que, al menos la de Tauste, sea el alminar reaprovechado de la
mezquita mayor de esa localidad en época musulmana, la de San Pablo pudiera ser
también una torre levantado con anterioridad a la conquista cristiana de
Zaragoza. Su función, al encontrarse fuera de la ciudad amurallada, no está
clara, tal vez una torre vigía o un alminar construido a semejanza al de la
mezquita-aljama principal.
Es en los tres cuerpos
superiores donde se concentra la decoración de esta torre de San Pablo, tanto
en ladrillo resaltado como cerámica.
Solamente el primero de
estos cuerpos corresponde a la primitiva torre, ya que los dos más altos son un
recrecimiento del siglo XVI. Tal y como sucede con las torres de Tauste y
Alagón, en esa de San Pablo se optó por concentrar la ornamentación en la parte
alta que es la visible desde la distancia, mientras que los cuerpos bajos al
quedar ocultos por las edificaciones de las calles adyacentes se dejaron lisos
excepto, como hemos visto, la parte inferior que debió de ser visible a pie de
calle.
La parte baja del
cuerpo de campanas la ocupa una franja de arcos de medio punto entrecruzados
que generan en su interior otros más estrechos apuntados, similares a los
vistos desde el claustro en el segundo cuerpo.
En la parte central
abre en cada lado un vano apuntado que cobija dos vanos gemelos túmidos con un
pilar cuadrado de ladrillo a modo de parteluz o mainel.
Se completa este cuerpo
en su parte alta con paños de rombos con cruces rehundidas en sus
intersecciones, ribeteados horizontalmente por bandas de esquinillas simples.
En el siglo XVI se
recreció la torre con dos nuevos cuerpos, el primero de ellos con motivos
decorativos similares al de campanas, mientras que en el último se incluirá la
cerámica como elemento ornamental.
El primero de estos
cuerpos, que se corresponde con el séptimo de la torre, se divide en dos zonas
mediante una sencilla imposta a base de ladrillos dispuestos a sardinel.
En la parte inferior
una banda de esquinilla debajo de un paño en cada lado del octógono donde se
repite el motivo de rombos con cruces rehundidas en su interior. Cosa curiosa
es que estos rombos solamente ocupan la mitad superior del paño, quedando lisa
la inferior. En la parte alta del cuerpo abre una serie de tres vanos
ligeramente apuntados en cada lado.
El octavo y último
cuerpo también se divide en dos zonas decorativas. En la parte inferior presenta
decoración cerámica de cartabón en colores blanco y verde formando rombos. Se
dispone en forma de banda rehundida en rectángulo con otras dos intermedias que
dividen el espacio interior en tres.
En la parte alta abren
dos vanos doblados en arco de medio punto en cada uno de los lados. Las enjutas
entre arcos se decoran también con cerámica del tipo ya visto colocadas en
forma de una especie de “T”.
Remata el conjunto un
chapitel diseñado en 1849 por el arquitecto José de Yarza y Miñana.
TORRE DE LA IGLESIA DE ALAGON.-Pegada al ángulo
derecho del pie, parece indicar
estuvo aislada. De tres cuerpos, marca dos por
los vuelos que
los separan, el bajo
no tiene decoración, salvo, como en sus similares,
las pequeñas bandas de esquinillas; el
segundo cuerpo, cuajado de motivos, tiene
una faja de arcos
mixtilíneos enlazados, otra de
rombos verticales y una tercera
de medios rombos, separadas por
otras de esquinillas;
el tercero, destinado a campanas,
presenta en cada cara
dos arquitos gemelos, apuntados, unidos en sus claves por un sector
de arco y encerrados ambos por otro
ojivo; sobre ellos, en cada frente, fondo de zig-zag doble sobre fajita de esquinillas, y encima
dos huecos apareados de arco túmido apuntado, y como terminación, muro bajo sobre canecillos.
La
torre se levanta adosada al ángulo suroccidental de la fábrica primitiva de la
iglesia. Según Borrás, quedaría exenta hasta la construcción del tercer tramo.
De planta octogonal, está íntimamente relacionada con las de Santa María de
Tauste y San Pablo de Zaragoza. Como ya se ha comentado al principio, Gonzalo
Borrás la data a principios del siglo XIV junto al presbítero y dos primeros
tramos de la nave, mientras que Javier Peña opina que se trata del alminar de
la mezquita musulmana reaprovechado como torre campanario, fechable en este
caso en el siglo XI, cronología esta última mayormente asumida en la
actualidad. Al igual que en San Pablo de Zaragoza y en Santa María de Tauste,
al exterior la torre carece de contrafuertes. En altura, se divide en tres
cuerpos separados por impostas.
El segundo cuerpo es
también ciego como el inferior, salvo pequeños vanos con derrame al interior
que abren frente a las estancias de la torre interior. Al ser totalmente
visible desde todas direcciones, está concebido como un gran tapiz decorativo,
ornamentado por todos los lados con los mismos motivos.
La decoración se
distribuye en tres grandes paños superpuestos de tamaño decreciente en altura,
dispuestos de esta manera para lograr mejores efectos ópticos con la distancia.
Separan los paños frisos de esquinillas simples.
En el primer paño se
dispone una serie de cuatro arcos mixtilíneos entrecruzados.
En la zona intermedia,
un paño de rombos, también en número de cuatro por lado.
Por último, el paño
superior alberga una serie de medios rombos o almenas triangulares, en número
de tres completos y dos medios en los laterales que, a su vez, forman cuatro
invertidos en la zona superior.
El tercer y último
cuerpo, se divide a su vez en dos pisos de ventanas.
En cada uno de los
lados de la parte baja un gran arco apuntado cobija una ventana geminada de
arcos apuntados con mainel central de sección octogonal.
El espacio de muro que
queda entre las dos series de vanos se rellena con un paño con motivos de
zig-zag entre sendas bandas de esquinillas.
En la parte alta abren
en cada uno de los lados dos vanos de arcos túmidos de tamaño
significativamente más reducido que los inferiores.
Termina este cuerpo en
imposta de ménsulas en saledizo, sobre la que se levanta el remate en terraza
que cierra con antepechos calados y una espadaña añadida, como se ha comentado
anteriormente, en el siglo XVI. Estos antepechos los forman tres pequeños arcos
de medio punto en cada cara. Durante la restauración se hallaron un arco
completo y la mitad de otro junto a la espadaña, lo que llevó al restaurador a
disponer esta terminación.
TORRE DE LA IGLESIA DE TAUSTE.- Supera
a todas
las del grupo en armonía y riqueza
decorativa. El cuerpo bajo se
muestra desnudo hasta
rebasar el cerro de la
cubierta de la iglesia, y como final tiene una
faja de arquería
mixtilínea, cruzada y muy
abierta, entre dos líneas de esquinillas menudas
o dientes de sierra, espacio liso y
nueva faja de ornamentación, consistente
en lazos de cuatro, octogonales, con bandas de
esquinillas debajo y encima; otro espacio sin
decorar; otro con labores,
al parecer confusas, y
tercer espacio liso: tal es el segundo
cuerpo. El de campanas, con huecos
de igual forma y disposición que
las otras, fina
con grandes fondos
de rombos de lados mixtilíneos
entre fajitas de
dientes de sierra
bajo saledizo de canecillos,
sobre los cuales hay, como remate,
una banda de arcos de medio punto enlazados.
Ninguna de las torres
octógonas descritas iguala
en belleza a la de Tauste, en la que las masas decorativas se han distribuído con
tal habilidad, destacándose por sí solas.
Además, contiene temas no vistos
en las otras, como son los
lazos y la labor
alta del segundo cuerpo, formada
por paralelogramos rectángulos de
lados muy des iguales colocados
vertical y horizontalmente, enlazándose
unos con otros; labor
vista únicamente en uno de
los artesonados de la Sala Capitular del
Monasterio de Sigena,
construída en el siglo
XIV. También los saledizos de separación de cuerpos, como en todas,
de canecillos, están aquí
dispuestos sus vuelos de tal modo que simulan cornisas de arcos
de medio punto.
La torre se divide en
tres cuerpos mediante impostas. El primer cuerpo está exento de decoración
hasta su parte alta ya sobrepasado el nivel del tejado de la iglesia.
La decoración de la
parte superior consta de un paño con cinco arcos mixtilíneos entrecruzados
ribeteado horizontalmente por sendas bandas de esquinillas dispuestas en forma
de dientes de sierra. La imposta de separación con el cuerpo superior se
sustenta en ménsulas en saledizo.
En el segundo cuerpo
podemos ver dos motivos ornamentales ribeteados por bandas de esquinillas en
dientes de sierra. Al igual que en el cuerpo inferior la imposta de separación
de cuerpos se apoya en una línea de ménsulas en saledizo.
Las bandas de la parte inferior desarrollan un
motivo de lazo de cuatro octogonal que genera cinco estrellas octogonales en
cada lado.
El motivo de la parte
superior es complejo y todavía no se ha conseguido identificar claramente que
es lo que intenta representar. Por el entrecruzamiento de cintas que desarrolla
tiene toda la apariencia de un motivo de lazo, y así lo considera Borrás quien
lo despacha diciendo que se trata de un “motivo de lazo mal resuelto”, algo realmente extraño
ya que se repite idéntico en los ocho lados. Para otros autores como Ramírez
Martínez y Usón Villalba podría esconder una profesión de fe islámica oculta en
caligrafía árabe realizada en ladrillo resaltado. Personalmente creo que su
trazado es el querido por su artífice y que todavía no hemos sido capaces de
identificar.
El tercer cuerpo se
corresponde con el de campanas y es hueco al interior como ya se ha visto al
interior. Su primitiva estructura está ligeramente modificada por la
modificación de algunos de sus vanos.
En la parte inferior se
abre en cada paño un gran arco apuntado en el que se cobijan dos arcos gemelos
túmidos que apean en pilastras laterales y pilar central. Dos de estos vanos
fueron modificados, suprimiendo el vano geminado interior que fue sustituido
por uno más amplio en medio punto, con el fin de colocar las campanas.
La parte superior se
completa con grandes paños a base de rombos que van ribeteados como suele ser
ya habitual en la decoración de la torre con sendas bandas horizontales de
esquinillas en dientes de sierra. En una de las caras hay un doble vano
apuntado que actualmente cobija pequeñas campanas y sobre cuando fueron
abiertos hay serias dudas. En principio y por el aparejo que se observa
alrededor de los mismos parecen posteriores a los paños de rombos, aunque su
cierre apuntado apunta a un tiempo no muy lejano al resto de la torre. También
es notable como, si se abrieron con posterioridad, se elminó cualquier resto
del posible paño de rombos al que sustituyeron, algo no muy frecuente en este
tipo de reformas.
Se remata la torre con un
paramento almenado sobre un estrecho cuerpo entre dos impostas con ménsulas en
saledizo. Sobre un muro bajo se sitúan las almenas en número de una por lado
más otra en cada esquina que rodean la terraza en cuyo centro se levanta un
pequeño torreoncillo octogonal
En cada paño se dispone una
estrecha franja como la vista en la parte superior del ábside, a base de arcos
de medio punto entrecruzados que generan otros interiores apuntados. Encima una
banda de esquinillas en dientes de sierra.
Un último elemento del exterior
son las dos torrecillas que se levantan a los pies flanqueando a la torre
principal. De planta también octogonal cumplen la función de contrafuertes. En
cuanto a la ornamentación, únicamente una banda de esquinillas se dispone en
cada paño debajo de una escalonada cornisa que da paso a un segundo y
corto cuerpo de remate
TORRE
DE SANTA MARIA, DE CALATAYUD.-No
es, como se dice, una imitación de la Torre del Reloj, de Zaragoza: tiene detalles
de todos los órdenes que la
separan, pues ni la forma de los contrafuertes y arcos
ni la disposición de las labores prueban ser copia
de aquélla. La parte baja, a pesar
de la ornamentación, dege nerada,
de ladrillo, presenta más carácter mudéjar que la
alta, en la que los
elementos del Renacimiento dominan. No obstante, es un
magnífico ejemplar de su tipo.
La
torre se sitúa entre el claustro y el ábside, al que queda adosada. De planta
octogonal con contrafuertes en las esquinas, se puede considerar como la más
monumental de la comarca de Calatayud y quizás, la mayor de las torres
mudéjares aragonesas. Al exterior se divide en cinco cuerpos mediantes otras
tantas impostas, aunque decorativamente hablando se distinguen dos etapas
constructivas, la primera correspondiente a los dos primeros cuerpos y la
segunda a los tres siguientes. A ellos hay que sumar el grandioso capitel
dieciochesco que la corona.
La
torre está completamente decorada desde su base hasta el chapitel que la
remata. Como he comentado en la página anterior, la parte baja comparte motivos
decorativos con el ábside al que se adosa. Este ábside, semioculto por la
sacristía nueva, pasa prácticamente desapercibido al lado de la imponente torre
que se levanta a su lado.
El
ábside consta de dos cuerpos superpuestos que enseguida se aprecia corresponden
a otras tantas etapas constructivas. El inferior y más interesante tiene planta
poligonal, seguramente de siete lados, que no se puede determinar con exactitud
al estar embutido entre la torre y la sacristía. Carece de contrafuertes y
presenta la peculiaridad de que el ángulo que forman sus lados entre sí no es
exactamente el mismo.
Su
decoración, al igual que la del primer cuerpo de la torre, es sencilla pero
sumamente interesante en algunos de sus elementos. En primer lugar abre una
ventana cegada en cada lado que parece ser tienen una función meramente
decorativa. Cierran en arco muy levemente apuntado que más parece responder al
arco apuntado islámico oriental que al gótico. El intradós está formado por un
complicado perfil a base de ladrillos aplantillados. A la misma altura abre
también en cada uno de los paños visibles de la torre una ventana en arco
apuntado a base de ladrillo aplantillado. De las cuatro, solamente una está abierta
para proporcionar luz a la capilla del Santo Cristo que ocupa la estancia bajo
la cúpula semiesférica.
A continuación, tanto
en el ábside como en la torre, se disponen una banda de esquinillas simples en
dientes de sierra y otra de ladrillos formando un ajedrezado.
Las dos bandas que
siguen constituyen lo más interesante de esta decoración en ladrillo resaltado.
En primer lugar, solamente en el ábside, hay una banda de esquinillas que
presentan la particularidad de que en el ángulo entrante se ha colocado en
medio un ladrillo formando una pequeña esquinilla saliente. Este pequeño
detalle es la única discrepancia con la decoración del cuerpo inferior de la
torre.
Sigue una banda con un
extraño motivo que no se ve en ninguna otra obra mudéjar. Aunque en principio
parece una cenefa de lazos de cuatro octogonales formando estrellas de ocho,
como suele ser habitual a principio del siglo XV, se trata en realidad de aspas
que unen sus extremos, tal y como se puede apreciar en las fotografías que se
acompañan. Esta banda es común a torre y ábside.
El ábside es de suponer
que remataría en una cornisa a base de ménsulas en voladizo que sería eliminada
para levantar el cuerpo superior que veremos con detalle en la página
siguiente.
El segundo cuerpo se
divide a su vez en tres pisos crecientes en altura mediante dos impostas. El
primero se decora con dos motivos idénticos a los vistos encima de las ventanas
del cuerpo inferior, esquinillas simples y ladrillos en ajedrezado.
Estos mismos motivos
aparecen en la parte alta del siguiente piso.
En el centro del mismo
vemos un motivo de lazos de ocho enmarcados, idéntico al de las torres de Romanos y Quinto,
y que también se utiliza en el muro de la parroquieta de la Seo zaragozana.
Sumamente interesante
resulta el motivo que a esta misma altura hay en el frente de los
contrafuertes. Se trata de estrechos recuadros con el motivo que Pavón llama “la cadeneta” y que en Aragón
solamente aparece esgrafiado en la iglesia de la
Virgen de Tobed. También se veía en la desaparecida techumbre de
la sala capitular del monasterio de Sigena.
En el último piso de
este segundo cuerpo abre una ventana en arco apuntado, similar a las del cuerpo
inferior, en cada uno de sus lados.
Se remata este cuerpo
con una sencilla banda de aspas enlazadas horizontalmente.
Estos dos cuerpos
conforman lo que sería la primera etapa constructiva de la torre, a la que
resulta difícil atribuir una cronología fiable. Tal vez podría hablarse de la
segunda mitad del siglo XIV, donde encajaría perfectamente el motivo de lazo de
ocho enmarcado que hemos visto comparte con otras torres de esta época. No
obstante, hay que dejar abierta, muy abierta, la puerta a una datación
anterior, tal vez a la época islámica.
Puesto que en altura
prácticamente coincide con la terminación de esta parte de la torre, veremos a
continuación el segundo cuerpo del ábside. Si en el cuerpo bajo hablábamos de
una posible planta de siete lados, este recrecimiento presenta solamente cinco,
tres de ellos visibles. En la parte baja abre una amplia ventana cegada en arco
de medio punto y con doble rosca. Los laterales se ornamentan con tres pequeñas
bandas, las dos primeras de esquinillas simples y tacos ajedrezados, idénticas
a las del primer piso del segundo cuerpo de la torre, y la tercera a base de
esquinillas al tresbolillo.
Encima de las ventanas
corre una banda de rombos interrumpida únicamente por las aristas. La parte
superior la ocupa una galería de arcos cegados en arco de medio punto y
doblados en número de tres por lado. Se remata el conjunto con una cornisa de
ménsulas en forma de pirámide invertida.
Este segundo cuerpo del
ábside es claramente, por sus arcos doblados, obra del siglo XVI, quizás
coetánea de la magnífica portada renacentista fechada epigráficamente en 1528.
Al igual que sucede con los cuerpos inferiores de la torre, resulta complicado
aventurar una cronología relativamente fiable para la parte baja del ábside.
Parece acertado el planteamiento que hace Agustín Sanmiguel, para quien esta
parte del ábside sería lo que queda de la primitiva colegiata del siglo XIII,
que se respetó en las obras de los siglos XIV y XV, y a la que se adosó la
torre en esas fechas por su lado norte y la sacristía por el sur en el XVIII.
A partir del inicio del
tercer cuerpo comienza la segunda etapa constructiva de la torre que comprende
los tres últimos cuerpos. El cambio en la ornamentación es evidente, tanto en
cuanto a los motivos como en la ocupación por éstos de la totalidad del
espacio.
Este tercer cuerpo lo
ocupan cinco bandas horizontales de rombos, aspas y cruces rehundidas, todas
diferentes y separadas por bandas de esquinillas simples, motivos que también
cubren los contrafuertes. El cuerpo no presenta vanos en toda su altura.
La primera
presenta grandes rombos con cruces en su interior.
La segunda, más
estrecha, la conforman otros tres rombos que también tienen cruces en el
interior.
En tercer lugar, un
motivo a base de dos rombos inscritos uno en el interior del otro con un
pequeño ladrillo taqueado en el centro del más pequeño.
Sigue una banda más
estrecha a base de cruces rehundidas.
Por último dos bandas,
una de medias cruces rehundidas y la otra de cruces resaltadas rematan el
cuerpo.
El cuarto cuerpo se
corresponde con el de campanas. Aunque el exterior muestra una continuidad en
los motivos decorativos a base de rombos y cruces con el cuerpo inferior, la
estructura interna cambia sensiblemente tal y como hemos detallado en la página
ocho. En el límite entre estos dos cuerpos terminan las bóvedas enjarjadas o
por aproximación de hiladas, continuando la escalera alrededor del machón
central con dos tramos de bovedillas de cañón y otras seis cubiertas con madera
y yeso hasta llegar al cuerpo de campanas. También hay una variación en el
formato del ladrillo. En los tres primeros cuerpos sus medidas son de 32x16x4,
mientras que a partir del cuarto son 34x17x3,5. Además, al exterior, y desde el
este y oeste se aprecia una inflexión en este nivel. Aparentemente la zona
inferior está ligeramente inclinada hacia el sur, mientras que la superior está
perfectamente vertical.
En cuanto a los motivos
decorativos, la parte baja o basamento del cuerpo, lo ocupan dos anchas bandas
de aspas y cruces.
La primera la conforman
alargados hexágonos con un grupo de ladrillos taqueados en la parte superior
del interior. La segunda banda presenta rombos con cruces a base de cuatro
pequeños tacos en el interior y rehundidas en los lados.
A continuación se
levanta el cuerpo de campanas propiamente dicho. Los contrafuertes a lo largo
de todo el cuerpo son cajeados con columnillas a base de ladrillo aplantillado
dispuestas en vertical.
El antepecho lo ocupa
una ancha banda con grandes rombos y cruces en su interior. Los amplios
ventanales cierran en arco de medio punto con rosco a base de ladrillo aplantillado.
La parte superior del rehundido en el que se inscribe el vano se rellena con
filas de tacos.
Termina este cuerpo con
un rehundido que se rellena con cruces y líneas de tacos.
El quinto y último
cuerpo de la torre viene a ser un segundo de campanas. Su decoración en
ladrillo resaltado, aún cuando sigue ocupando la totalidad del espacio, es
mucho más simple que las de los cuerpos inferiores y, aunque no desentona con
el resto, prácticamente ha perdido su carácter mudéjar. Los contrafuertes son
cajeados y lisos al interior.
El basamento presenta
un rectángulo con una crucecita en su interior a cada lado del contrafuerte
central cajeado.
En cada paño abren
sendas ventanas a cada lado de un contrafuerte central continuación del visto
en el basamento.
En el antepecho hay
pequeñas cruces en el centro de rectángulos. Los vanos cierran en arco de medio
punto con una pequeña línea de ladrillos a sardinel alrededor a modo de
guardapolvo.
Termina el cuerpo con
una volada cornisa a base de ladrillo aplantillado sobre la que se levanta el
chapitel de remate.
Este chapitel es la
única parte de la torre que está documentada en cuanto a su cronología. Sabemos
que fue costeado por el canónigo José Mateo, fallecido en 1775, o sea que es
obra del último tercio del siglo XVIII. De 24 metros de altura, se asienta
sobre una base octogonal de ladrillo de tres metros de altura, con un óculo de
ventilación en cada lado. El chapitel tiene armadura de madera cubierta de
pizarra.
En cuanto a la
cronología del resto de la torre, ya he comentado en páginas anteriores que
parece responder al menos a tres etapas constructivas. Un dato documental
exhumado por Javier García Marco, habla de un pago de quinientos sueldos hecho
en 1498 al alarife Mahoma de Duenyas por obras en la torre. Un segundo dato que
proporciona Gonzalo Borrás hace referencia a la compra de 60.000 ladrillos
hecha por Omar el Rubio en 1486, que debería recibir en el cementerio de la
iglesia de Santa María. Aunque no se habla explícitamente de la torre, Borrás
lo relaciona con la misma. Esta cronología del último tercio del siglo XV
parece convenir al tercer y cuarto cuerpos donde predominan en la decoración
los motivos de rombos, que comienzas a prodigarse en las torres mudéjares de
esta época y del siglo XVI.
Una última etapa
constructiva podría situarse a comienzos del siglo XVII, junto con las de la
iglesia, y corresponderían al último cuerpo donde se simplifican enormemente
los motivos ornamentales.
La parte más complicada
de datar es la correspondiente a los dos primeros cuerpos que parecen bastante
más antiguos que el resto. La similitud de motivos decorativos con el ábside
contiguo que parece obra del siglo XIII podría indicar una construcción
conjunta, si bien el motivo de lazo de ocho enmarcado del segundo cuerpo hace
pensar en comienzos del siglo XV, cuando aparece en la torre de Quinto, aunque
como también está en el muro de la parroquieta de la Seo de Zaragoza, al que
podría atribuirse una cronología islámica, hay que dejar abierta la posibilidad
de una construcción anterior. Por último, si se tomó como ejemplo la más
antigua de la cercana iglesia de San Andrés, solamente se hizo en lo
estructural, ya que en lo decorativo presentan importantes diferencias.
TORRE DE
SAN ANDRES, DE CALATAYUD.- Tres cuerpos
bien diferenciados por fajas
de distinto tipo cortando los
contrafuertes. El inferior
comienza sobre un zócalo
del que nacen, tapando las
aristas, delgados pilares con
columna adosada a modo de contrafuertes; las caras se decoran con fajas estrechas, horizontales, de motivos
corrientes, y esquinillas,
dientes, cadenas y arquitos de
formados. Cierra el cuerpo faja
saliente de rehundidos.
El segundo cuerpo
deja destacar más los
contrafuertes por retirada de
los muros, en
los que aparece
un hueco de arco
apuntado por cara,
enmarcado por labor de rombos de
líneas cuadradas con fondos en cruz¡ encima,
media labor del mismo
tipo, una aspi llera
pequeña y dos fondos de
labores en cruces, distintas en
ambos, y entre ellas un óculo de ladrillo
aplantillado que cierra celosía de yeso con lazo recto
de cinco en mezcla con otro curvo.
En el
último, de campanas, aparecen grandes
huecos de arco apuntado, liso, con labores en la parte
baja y en los ángulos del
alfiz que lo encierra, sobre el
arco, fondo de hexágonos, dos arquitos gemelos por
lado, faja de moldura cercándolo y pequeño cuerpo de óculos como
final. En este
cuerpo de campanas, los
contrafuertes son cuadrados, con los
frentes acanalados.
La torre campanario se
levanta integrada, más que adosada, en el lado suroeste del tramo de los pies.
Durante las obras de restauración, al demoler un contrafuerte moderno que
oculta la conexión entre la torre y el muro suroeste del templo correspondiente
a la construcción primitiva, se pudo apreciar como la torre se une, al parecer,
como parte de la misma obra al muro de la iglesia que sirve de base a la torre.
A la vista de lo anterior, todo parece indicar que, al menos el cuerpo inferior
de la torre, sea construcción simultánea a la primitiva iglesia o mezquita.
Al exterior, la torre
consta de tres cuerpos de planta octogonal. A simple vista se observan dos
etapas constructivas, la primera comprendería los dos cuerpos inferiores y la
segunda el tercer cuerpo. Además de por los vanos que abren en sus muros,
apuntados en los primeros y de medio punto en el otro, y por los motivos
decorativos, la inflexión entre el segundo y tercer cuerpo claramente
apreciable desde el norte y sur y el cambio de materiales así lo hace pensar.
Los tres cuerpos ornamentan sus aristas con finos contrafuertes, baquetonados
en triple bocel en los cuerpos inferiores y rectangulares en el tercero.
Al
exterior, el primer cuerpo comienza con cinco ventanas que abren en arco
apuntado, una por lado visible. Estas ventanas estaban cegadas hasta que en la
restauración de 1993 se abrió una y se pudo comprobar que en origen servían
para dar luz a la capilla de la base de la torre.
Encima de las ventanas
comienza la decoración en ladrillo resaltado con una banda de tacos o
ajedrezado entre otras dos de esquinillas simples.
A continuación una
banda más ancha de esquinillas dispuestas al tresbolillo que presentan la
peculiaridad de combinar hiladas simples y dobles, con tres de las primeras en
el centro y dos dobles arriba y abajo. Finalmente aparece otra nueva banda de
esquinillas simples.
La última banda
desarrolla un motivo único en el mudéjar hispánico y que, a decir de Agustín
Sanmiguel que lo ha estudiado a fondo, solamente se encuentra algo parecido en
Egipto y Yemen. Se trata de rectángulos rehundidos de aproximadamente 1 x 0,25
m., en los que hay ancladas con un clavo siete piezas de barro cocido. Ahora
bien, aunque la torre tiene ocho lados, esta decoración solamente se presenta
en tres que también son los que mejor se ven desde la plaza: el este, el
sureste y el sur. El rectángulo vacío también está en los lados noreste,
suroeste y oeste y en el lado norte donde solamente desarrolla la mitad de su
longitud. En el lado noroeste el tejado de la iglesia oculta su ubicación. Es
difícil explicar la ausencia de piezas en estos últimos lados, ya que en los
tres que sí hay se conservan en su totalidad, lo que demuestra su robusta
fijación y hace difícil aducir que se perdieron por desprendimiento.
Las piezas, en número
de veintiuna, son de color blanco y su forma deriva de un triángulo isósceles,
casi equilátero, con el lado mayor horizontal. Tanto la base como la altura
miden 25 cm aproximadamente y sobre el vértice superior se forma un pequeño
círculo y en la parte inferior de los lados concavidades circulares de diámetro
algo mayor que el del círculo del vértice. El centro está rehundido con un
orificio para colocar el clavo de sujeción. El hueco que dejan entre ellas
tiene el mismo perfil invertido de tal manera que muy bien podrían acoplarse
unas piezas con el vértice hacia arriba con otras con el vértice hacia abajo.
Su significado no está
claro. Podría tratarse incluso de una decoración seudoepigráfica por el vago
parecido que muestran con la letra ain que aparece normalmente en las alafias.
Decoración similar hay en casas y alminares yemeníes y en algún mausoleo
mameluco de El Cairo.
Da paso al cuerpo
superior una imposta con un motivo decorativo también único en el mudéjar. Se
trata de cinco hiladas de ladrillos donde las tres hiladas centrales van
dejando huecos cada 10 centímetros aproximadamente.
El segundo cuerpo es ligeramente
más estrecho que el inferior. Si en el primer cuerpo los contrafuertes
decorativos solamente cubrían las cuatro aristas visibles, ahora al sobrepasar
la altura del tejado de la iglesia, aparecen en las ocho en forma de
estilizadas columnas ya que en la parte inferior de cada una se dispone una
basa y en la alta un capitel, ambos en ladrillo al igual que el resto de la
obra.
En la parte baja de este cuerpo
abre una alargada ventana en arco apuntado en cada uno de sus ocho lados para
iluminación de la caja de escaleras. Otra vez encontramos en esta torre de San
Andrés un motivo único en el mudéjar. Se trata de las celosías que cierran los
huecos de estos vanos en forma de cilindros formados por ladrillos circulares
que dejan huecos entre ellos y que se distribuyen en siete bandas que van
alternando tres y dos cilindros.
Estos vanos están recuadrados por
un marco rectangular de cruces rehundidas.
Una fina imposta separa lo
descrito de la mitad superior del cuerpo donde se dispone un óculo con un
medallón de yeso entre dos anchos frisos con motivos de ladrillo resaltado.
Dada la singularidad de los medallones que cubren los óculos se tratan con
detalle en la página siguiente.
Encima de la imposta citada hay
una pequeña banda con un motivo en forma de pequeñas cruces tau debajo de una
aspillera con curiosa forma cruciforme.
A continuación el primer friso
desarrolla un motivo a base de cruces rehundidas y resaltadas igual al visto en
el recuadro de las ventanas.
Complicado de describir es el
motivo del segundo friso que alterna formas cruciformes resaltadas y hundidas
con tacos de ladrillo resaltado.
Ya en la parte alta, a la altura
de los capiteles hay una pequeña banda con pequeños ladrillos taqueados. A
continuación una línea de ménsulas en forma de pirámide invertidas y encima
nuevamente un motivo novedoso y extraño. Se trata de una línea de lo que
parecen una especie de “cuatros al revés ” estilizados en la que sorprende su
falta de simetría vertical. Según Ángel Ramírez y Carlos Usón, esta falta de
simetría vertical en bandas o cenefas crea una tensión horizontal que obligaría
a una especie de lectura de un lado a otro y que podría ser un recuerdo o
forma de simbolizar una decoración epigráfica, frecuente sobre todo en el
oriente musulmán.
El conjunto de
medallones que cubren los óculos citados en la página anterior son otra de las
singularidades de esta torre de San Andrés. De los ocho que había en origen,
uno por cada óculo, se conservan cinco. Cada uno de ellos desarrolla un motivo
distinto sin paralelismo conocido en el mudéjar aragonés ni hispano. El estudio
más detallado de los mismos lo realizó Germán López Sampedro quien los analizó
matemáticamente llegando a la conclusión de que fueron realizados por un
alarife con conocimientos de Matemáticas y Astronomía que reflejo en ellos un
complejo programa místico.
Salvo uno de ellos, el
restos son difíciles de describir dada la complejidad de sus diseños por lo que
nada mejor que ver las fotografías que aquí se acompañan. De los cinco
solamente pude fotografiar cuatro por lo que queda pendiente para un futuro la
inclusión del quinto.
Para su descripción
nada mejor que seguir al citado López Sampedro. El primero de los medallones es
el más conocido y difundido. Se trata de un pentagrama estrellado inscrito en
una circunferencia y lobulado que presenta la peculiaridad de ser esférico y no
plano con un círculo inscrito en el triángulo isósceles inferior de la estrella
y arcos circulares en los cuatro restantes que se cortan en los vértices del
pentágono regular, convexo interior y que los lóbulos son dobles con los
exteriores de mayor radio. Se decoran los espacios interlobulares y el central
con motivos vegetales muy deteriorados. Para Germán López, es imposible dibujar
este medallón en un plano ya que cualquier proyección deformaría las líneas,
los ángulos o ambas cosas a la par.
Un segundo medallón
presenta un trazado de de origen almohade, en forma de doble red de rombos
donde uno de la mayor encierra cuatro de la menor y las molduras que los
delimitan son asimismo mayores en la primera. Ambas redes se han trazado
partiendo de un hexágono regular con dos lados horizontales inscrito en el
círculo del óculo y trazando paralelas a los lados oblicuos hasta alcanzar la
circunferencia circunscrita. En los rombos menores se calaron perlas o gotas en
forma de lágrimas que perforadas convierten en óculo en celosía dejando pasar
la luz para iluminar la caja de escaleras. Su realización es un tanto chapucera
ya que el número de rombos que se obtienen no es exacto y la mayoría de los
externos están cortados.
El motivo del tercer
medallón lo forman curvas entrelazadas a manera de ochos que se unen por rectas
según las direcciones de los lados de un octógono regular. Hay además ocho
segmentos rectilíneos bífidos que se orientan según los radios del polígono
base de la construcción. Todo ello en un casquete esférico.
El cuarto medallón es
una derivación del hexágono con formas trapezoidales, casi cuadrangulares, que
se orientan hacia el centro del círculo inscrito a lo largo de seis radios y
según sus diagonales mayores. El centro es una estrella hexagonal decorada con
un motivo floral. En los huecos exteriores hay otras tantas formas que López
Sampedro identifica con pajarillos con las alas extendidas deteriorados por el
paso del tiempo, que vendrían a simbolizar el paraíso puesto que los musulmanes
vinculan el trino de los pájaros con el Edén.
El tercer cuerpo o de
campanas es de construcción más tardía que los vistos hasta el momento. El
único dato documental que se conoce de esta torre de San Andrés hace referencia
a que con fecha 2 de febrero de 1508 los vecinos de San Andrés deciden
construir un campanar, autorizándose un primer gasto de mil quinientos sueldos
para su fábrica el 27 de mayo de 1509, ambos actos certificados por Pedro Díaz,
notario de Calatayud. Es indudable que por sus características formales, esta
datación de principios del XVI convendría para el cuerpo de campanas.
El pase del cuerpo
inferior a este de campanas presenta nuevamente una zona de difícil
interpretación. Se trata de una serie de pináculos adosados en forma de
merlones o almenas escalonadas lo que indicaría que en algún momento la torre
terminaba aquí con una terraza.
Sobre esta línea de
almenas se eleva el cuerpo con sus correspondientes contrafuertes en las
esquinas que aquí pasan a ser rectangulares. Dividido en dos pisos por una fina
imposta, la parte inferior del primero la ocupa un ancho friso que alterna los
motivos vistos en los del cuerpo inferior: cruces rehundidas y resaltadas con
otro a base de formas cruciformes resaltadas y hundidas con tacos de ladrillo
resaltado.
En cada uno de los
lados abre un amplio vano en arco de medio punto con las albanegas decoradas a
base de ladrillos taqueados.
En el segundo piso hay
una doble ventana también en arco de medio punto,
En la parte baja una
banda de hexágonos con tacos en el interior completa el cuerpo.
El chapitel que corona
la torre fue colocado en el siglo XVIII sustituyendo al original que
seguramente tendría forma de pirámide y estaría cubierto con teja vidriada de
lágrima como suele ser habitual en las torres octogonales del XVI.
El actual es de pizarra
y madera y se sustenta sobre una base octogonal con un óculo en cada lado
rodeado de esquinillas al tresbolillo.
Resulta complicado el
establecer una cronología para esta iglesia y torre de San Andrés. Según lo
visto en estas páginas (orientación, elementos estructurales y el canete
califal), todo parece indicar que en origen el templo abarcaría los tres tramos
de los pies y sería una mezquita del siglo XI consagrada al culto cristiano
nada más producirse la conquista de la ciudad por el rey Batallador. En el
siglo XIV se ampliaría con el cuarto tramo abovedado con crucería simple y se
construía la pequeña capilla que abre en el tercer tramo del Evangelio. Sería
en el siglo siguiente cuando se completaría el abovedamiento del resto de
tramos sustituyendo a la primitiva techumbre de madera, a la vez que se
colocaban las claves de piedra. Posteriormente en el siglo XVI se acometió la
ampliación de la cabecera. Una segunda teoría más academicista nos habla de una
primitiva iglesia mudéjar del siglo XIII con reformas y abovedamientos en los
los siglos siguientes y la correspondiente ampliación renacentista.
En cuanto a la torre,
por lo visto durante las obras de restauración Javier Peña aventura la
hipótesis de que los dos primeros cuerpos fueran el alminar de la mezquita dado
que la torre parece estar trabada con la iglesia lo que llevaría a una misma
cronología para ambos elementos. A falta de datos documentales que lo avalen,
lo única datación fiable parece ser la del cuerpo de campanas a principios del
siglo XVI. Desde luego que los elementos decorativos de los dos primeros
cuerpos de la torre, únicos en el mudéjar hispano y claramente de inspiración
islámica, como las piezas de yeso del primero o los medallones de los óculos
del segundo, hablan de una cronología anterior a esta fecha, tal vez del XIV o
XV, según la prudente opinión de Agustín Sanmiguel, sin descartar la hipótesis
del alminar que cada día gana más adeptos.
Próximo Capítulo: Capítulo 5 - Arte Mudejar en Aragón
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