viernes, 3 de septiembre de 2021

Capítulo 47 - Arquitectura gótica española

 

Colegio de San Gregorio
El Colegio de San Gregorio de Valladolid es la sede principal del Museo Nacional de Escultura. Es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura del periodo de los Reyes Católicos. En particular, su patio y su portada son célebres por su refinada ornamentación, las elegantes proporciones y una ostensible simbología del poder.
Igualmente interesante es su historia como institución docente. Destinado a colegio de Teología para frailes dominicos, adquirió una notable autoridad doctrinal y actuó como un semillero espiritual y político de la España renacentista y barroca.
El Colegio San Gregorio fue fundado, con Bula Papal de Inocencio VIII en 1487, por el dominico fray Alonso de Burgos, obispo de Córdoba, Cuenca y Palencia y confesor de los Reyes Católicos, como centro de estudios teológicos de la Orden dominica en un momento de profundas reformas políticas y espirituales en toda Europa, y aceptado como patronato real por Isabel la Católica en 1500, tras la muerte del fundador.
Adosado al convento de San Pablo, del que fray Alonso había sido prior, su fundación quedó condicionada a la cesión de la capilla del Crucifijo, unida al brazo de la Epístola de la iglesia dominica, para convertirla en su propia capilla funeraria, que después adquirió doble función al servir también como capilla para el colegio.
Las obras comenzaron en 1488 en un proceso desde dentro hacia fuera, siendo la fachada principal lo último en levantar. El que los escudos reales en las esquinas del Patio Grande todavía no presenten la granada hace pensar que esta parte estaría terminada antes de 1492.
Lamentablemente, se ha localizado muy poca documentación sobre su construcción, sin que se sepa fehacientemente quiénes fueron sus artífices. Parece que los primeros procederían de zona del norte de Francia, Bajo Rhin o Países Bajos y que después se fueron incorporando los más afamados canteros e imagineros que en ese momento estaban trabajando en Castilla, haciendo que el conjunto se conformara como un paradigmático ejemplo de las variadas tendencias de cantería castellana a fines del siglo XV, con Juan Guas y Juan de Talavera encargados de las trazas y construcción de la capilla funeraria de fray Alonso, Simón de Colonia contratado para la fachada de la iglesia de San Pablo, su retablo mayor, el sepulcro del fundador, después sustituido por otro encargado a Felipe Vigarny, sin que se conozcan las causas, y otras obras en el colegio, o Gil de Siloe y Diego de la Cruz como encargados del retablo de su capilla.
En 1524 el edificio se amplió con la adición de un ala hacia el oeste según trazas de Gaspar de Solórzano, el llamado Edificio de las Azoteas, que sobresalía del resto porque contaba con cuatro plantas de altura.
Desde su fundación el colegio se convirtió en foco de influencia de la Edad Moderna, en el que se formaron teólogos, hombres de letras, fundadores de universidades, obispos, asesores de reyes o juristas, como Bartolomé de las Casas, Melchor Cano, Luis de Granada o Francisco de Vitoria, y donde en 1550/51 tuvo lugar, por ejemplo, la conocida “Controversia de Valladolid”, en la que fray Bartolomé de las Casas defendió los derechos de los pueblos indígenas de América en contra de Juan Ginés de Sepúlveda, partidario del derecho el dominio de los conquistadores sobre los indígenas, a los que consideraba seres inferiores.
Pero con el siglo XVIII y la llegada de la Ilustración, la oposición de la dinastía Borbón al poder que ejercían los Colegios como elementos debilitadores del absolutismo que implantaron, San Gregorio fue perdiendo su influencia.
Llegado siglo XIX, durante la invasión francesa fue utilizado como acuartelamiento, con la supresión de las Órdenes regulares de 1820 quedó abandonado, y aunque con la Restauración absolutista de 1823 fue ocupado de nuevo, fue por un periodo muy pequeño y volvió a abandonarse por la precaria situación que presentaba para su habitación. Finalmente, las desamortizaciones y su expropiación dieron paso a su uso como presidio, dependencias de Gobierno Civil, Instituto Nacional, Escuela Normal de Maestros… experimentando muchas transformaciones que desvirtuaron el carácter original del edificio, con obras esporádicas, muchas veces de urgencia, para evitar un mayor deterioro.
En 1884 fue declarado Monumento Nacional y en los años siguientes el arquitecto Teodosio Torres se encargó de la restauración del patio central y la reconstrucción de las cresterías y la cubierta, aunque también empezaron a perderse muchas de las techumbres y desaparecieron el aula de Metafísica y el corredor adosado a la contrafachada que conducía a la capilla.
La gárgola de la izquierda contiene una cartela con dos fechas: 1493 y 1887, la última correspondiente a la restauración tras su declaración como Monumento Nacional 
En 1933, y tras un proceso de restauración y limpieza del edificio a cargo del arquitecto Emilio Moya con la colaboración de Constantino Candeira y la intervención de Sánchez Cantón, se convirtió en sede del recién creado Museo Nacional de Escultura, con origen en el Museo Provincial de Valladolid, que desde 1842 había estado en el Colegio de Santa Cruz.
Pero desde el principio las instalaciones sufrieron carencias que se fueron agravando con el crecimiento de la colección, la incorporación de obras de gran formato y las nuevas necesidades museísticas, a pesar de las abundantes intervenciones buscando solucionarlas.
La rehabilitación completa del conjunto, realizada a partir de un plan de renovación integral firmado en 1990 y culminado en 2011 de la mano de los arquitectos  Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano ha triplicado el espacio museístico al incorporar el Palacio Villena, destinado a oficinas del museo y exposiciones temporales, la Casa del Sol y la iglesia de San Benito el Viejo, donde se exponen los fondos del Museo Nacional de Reproducciones Artísticas, con antigua sede en el actual Museo del Traje en la Ciudad Universitaria de Madrid. También se recuperó la denominación de “Museo Nacional de Escultura”, que tres años antes había sido sustituida por la de “Museo Nacional Colegio San Gregorio”.
Aun contando con todas las modificaciones que ha experimentado a lo largo de los siglos, San Gregorio conserva una estructura reconocible caracterizada por tres elementos esenciales para la historia de la Arquitectura y del Arte: la fachada con su portada, el Patio de Estudios, el Patio Grande y los espacios circundantes, y la Capilla.
Planta del Colegio San Gregorio

Una sección del edificio en la actualidad, tras las rehabilitaciones. De derecha a izquierda se distingue el Patio Grande, la escalera monumental, el Patio de los Estudios, el pabellón de acogida del visitante y el jardín que da acceso a la capilla, cercado por la contrafachada. 

Su arquitectura, en la que destacan, sobre todo, la portada y el patio, se conforma como uno de los mejores ejemplos del arte desarrollado durante el reinado de los Reyes Católicos, en el que empiezan a pugnar con fuerza las nuevas ideas que dan lugar a inicio de la Edad Moderna.
La fachada, de paramento liso y rematada con una crestería, destaca, sobre todo, por su espectacular portada, que por sus características estilísticas se pone en relación con el taller de Gil de Siloe, artista de procedencia nórdica que en ese momento estaba en Burgos ocupándose de los sepulcros reales de la Cartuja de Miraflores y que se sabe que fue contratado para la realización del desaparecido retablo de la capilla, muy en relación con el que el escultor había realizado en la capilla de la Concepción o del Obispo Acuña en la catedral de Burgos y que presenta similitudes evidentes con la parte alta de la portada de San Gregorio.
Fachada del colegio 
Evocando los arcos triunfales de las arquitecturas que en ese momento se estaban desarrollando en Centroeuropa imitando cestería y madera, pero quizá también en relación con las portadas tapiz de las madrasas islámicas, que no olvidemos que eran escuelas, aunque aplicando una decoración propia del gótico final, cuenta con una compleja significación simbólica en la que se mezclan figuras contemporáneas, santos, alegorías, salvajes, abundante emblemática del poder…
Cuenta con dos cuerpos enmarcados por sendos machones a modo de contrafuertes. El inferior acoge un vano adintelado decorado con flores de lis, símbolo del fundador repetido hasta la saciedad, cubierto con arco carpanel a su vez abarcado por otro trilobulado conopial.Cuerpo inferior de la portada

Llaman la atención los “salvajes” de las jambas y los contrafuertes, un total de dieciséis. Las teorías sobre la significación de estas figuras, presentes en muchos edificios del siglo XV, son muy variadas y también habría que ponerlas en relación con el contexto en el que aparecen. Una de sus funciones sería la de simples tenantes de la heráldica. También se dice que, ataviados con escudo y maza, eran los guardianes del edificio, hombres-bestia que garantizaban la seguridad. O podrían aludir a la costumbre de disfrazar a los escuderos y lacayos en fiestas cortesanas en las que se presentaba al “salvaje” como ser inferior, en relación, por ejemplo, con las novelas de caballerías, en las que se mencionan hombres salvajes cubiertos de vello, hombres degradados, más próximos al animal que al hombre, distanciados del mundo civilizado, no cristianizados, y que aquí podrían estar en confrontación visual con los caballeros que también aparecen en la portada, con armaduras, lanzas y escudos, que se interpretarían como alegorías de la Virtud. Por el contrario, también podrían ser una alusión positiva, la imagen mítica del hombre en la naturaleza, no contaminado, símbolo de pureza que evoca el tiempo en un mundo perfecto y feliz, teniendo como prototipo a san Juan Bautista.
Salvajes de las jambas de la izquierda 

Los de la parte baja, flanqueando la portada, están completamente cubiertos de pelo, con cabello largo, portan armas y los escudos están decorados con figuras demoníacas salvo en uno, que cuenta con una cruz de Calatrava, los mismos motivos que los de los escudos de los soldados del segundo piso, la misma iconografía que ya se veía desde hacía más de un siglo.
Salvajes de las jambas de la derecha, el más hacia la izquierda es el único que en vez de tener un rostro monstruoso en el escudo, cuenta con la cruz de Calatrava

Detalle los caballeros del contrafuerte de la izquierda, con los ángeles tenantes de la heráldica del fundador a la derecha 

Sin embargo, los del piso superior son completamente distintos, una iconografía novedosa, con iguales atributos pero sin vello por el cuerpo e incluso dos hasta lampiños, con un aspecto más humano, y que hay autores que los consideran la representación más antigua en Castilla de un indio americano, reflejo de efecto de la llegada a América en el imaginario europeo.
Detalle de la parte superior del contrafuerte de la derecha con dos salvajes, el de la izquierda incluso sin barba 

El tímpano, sobre un dintel, parece representar la ofrenda del colegio por fray Alonso de Burgos a San Gregorio Magno en presencia de los santos Domingo y Pablo, patronos del vecino convento dominico, una escena algo desconcertante, desequilibrada, con desproporción entre las figuras y con un San Pablo con nimbo crucífero, un atributo exclusivo de Cristo. Da la sensación de ser una labor más temprana que la del resto, o incluso reaprovechada de otro sitio.
Detalle del tímpano

La flor de lis, emblema del fundador del Colegio. 

El cuerpo superior se divide en tres calles, con la central ocupada por un pilón hexagonal del que arranca un granado, alusión a la conquista del reino Nazarí en 1492, alrededor del que se arremolinan putti jugando y saltando. Podría ser una representación de la Fuente de la Eterna juventud, de ahí los niños, del Árbol del Conocimiento, en relación con un edificio dedicado al estudio, una alegoría del Paraíso, el lugar al que aspiran a llegar los hombres a través del conocimiento, una alegoría de la Edad Dorada en relación con el momento histórico por el que estaba pasando la monarquía castellana…
Cuerpo superior de la portada 

El granado está coronado por un enorme escudo de los Reyes Católicos con el águila de san Juan sostenido por dos leones rampantes y por debajo también aparecen sus símbolos: el haz y las flechas. Y es que el uso de la heráldica real con fines propagandísticos en este periodo alcanzó un protagonismo hasta entonces desconocido, presente no solo en los edificios directamente promocionados por los monarcas sino también en los de muchos de sus más directos colaboradores, que de esa manera mostraban su participación y aceptación en el proyecto político emprendido por Isabel y Fernando en relación con la conformación de un Estado Moderno con el que controlar y organizar todos sus territorios bajo su único poder.
Detalle del escudo de los Reyes Católicos, con el haz y las flechas en las dos ramas en las que se divide el tronco principal 

Las calles laterales del cuerpo alto cuentan con decoración heráldica del fundador y dos reyes de armas o maceros situados a la altura del escudo central.
Macero de una de las calles laterales 

Distribuidos en medio del enramado repartido por toda la portada se distinguen múltiples escenas relacionadas con los vicios que hay que superar con el estudio, en relación con la búsqueda de la verdad y el rechazo de la herejía, el triunfo de la inteligencia sobre la fuerza o la fortaleza para vencer la tentación.
Detalle del dintel de la entrada, con un niño recibiendo  la coz de un burro y, por encima, un personaje que algunos autores identifican con el autorretrato de uno de los artífices 

El colegio se organiza en torno a dos patios. El llamado Patio de los Estudios es el de acceso directo desde la portada, que a modo de atrio romano muestra planta cuadrangular con pilares se sección lobulada rematados con los escudos del fundador. En origen, este ámbito alojaba las aulas de Física y de Metafísica, esta última arruinada en el siglo XX.
Patio de estudios 

Desde él se accede, por la izquierda a la capilla de fray Alonso y por la derecha al Patio Grande.
La capilla funeraria de fray Alonso al principio tenía acceso tanto desde el colegio como desde la portada del crucero de la Epístola de San Pablo, hoy cegada. Fue iniciada en 1484 por Juan Guas y Juan de Talavera, quedando terminada en 1490 tras muchos incidentes, pues sus artífices fueron multados por considerase su fábrica defectuosa. Presenta planta rectangular de dos tramos con ábside poligonal, cubierta de crucería estrellada con nervios sobre ménsulas con ángeles tenantes con las armas del fundador y coro a los pies con una pequeña tribuna para el órgano. Contaba con una rica barandilla de balaustres de hierro que durante las obras de restauración en la década de 1880 fue sustituida por un petril neogótico.
Portada de acceso a la capilla de San Gregorio desde la iglesia de San Pablo, hoy tapiada.

Detalle de la cubierta del ábside 

En 1499 se encargó a Simón de Colonia la construcción de la sacristía a los pies y del corredor de conexión con el colegio, hoy desaparecido.
Aspecto actual de la sacristía añadida por Simón de Colonia a los pies de la capilla, con la escalera de acceso al coro a la derecha 

Durante la invasión francesa desapareció todo el amueblamiento, incluyendo el sepulcro de fray Alonso de burgos de Felipe Vigarny que ocupaba el centro y el retablo de Gil de Siloe.
El Patio Grande vertebraba las estancias más importantes del conjunto. Considerado una joya hispanoflamenca, se pone en relación con Juan Guas por sus similitudes con el palacio del Infantado de Guadalajara, aunque también se han localizado abundantes motivos que Bartolomé Solórzano, un artista activo por esa época en la zona, emplea en la cercana catedral de Palencia, sede del obispado de fray Alonso.
Patio Grande 

Es de planta cuadrada con dos pisos, el bajo con esbeltos pilares torsos, quizá una referencia salomónica en relación con un edificio como “templo de la sabiduría”, con capiteles de medias bolas y flores de lis sustentando arcos escarzanos, y el superior con una de las galerías más decorativas del periodo, con petriles calados de tracería gótica y arcos geminados plagados de guirnaldas y follaje entre los que aparecen niños jugando y en los que ya se aprecia la influencia renaciente, de medio punto y con una talla que va siendo más plana.
A continuación se sucede un friso de yugos y flechas sobre el que destacan las imaginativas gárgolas.
Cuenta con abundantes emblemas de los Reyes Católicos y de los reinos de Navarra y Granada, incorporados a la corona de Castilla en el transcurso de la erección del edificio.
Patio Grande

Arquerías del piso superior del patio.

La única escalera que comunica ambos pisos es de caja rectangular de dos tramos, zócalo gótico, paramentos decorados con almohadillado de influencia renaciente con la heráldica del fundador, una impresionante techumbre mudéjar sobre un friso con las iniciales de los Reyes Católicos y pretiles neo-góticos con igual dibujo que el zócalo añadidos en unas obras en la década de 1860 para sustituir la barandilla de madera que tenía.
Crujía suroeste del patio, con la embocadura de la escalera y una de las portadas de acceso a una estancia principal del Colegio

Techumbre mudéjar de la escalera del Patio Grande

Caja de la escalera, en la que destaca el almohadillado y la profusión heráldica 

En la planta baja de la panda sureste, la que corre a lo largo de la fachada, se ubicaban la cocina y el refectorio, y en la alta estaba la biblioteca.
Comunicación entre el refectorio y la cocina 

En la panda noroeste de este piso alto se encontraban la sala capitular. 

Capilla
La capilla del Colegio en la que se enterró Alonso de Burgos se inició en 1484, terminándose unos seis años después, según reza una inscripción. Su construcción no estuvo exenta de incidentes; se multó a sus artífices en 1488 por haberse considerado defectuosa su fábrica.
Su estructura es sencilla; consta de dos tramos rectangulares y un ábside poligonal, cubiertos con bóveda de crucería cuyos nervios se apoyan en ménsulas decoradas con esculturas de ángeles con las armas del patrono.
En 1499 se adosó a la capilla una sacristía de dos pisos, situada a los pies y comunicada con la Iglesia de San Pablo, cuya obra corrió a cargo de Simón de Colonia; también se le encargó la construcción de un corredor que conectase el Colegio con la capilla, hoy desaparecido.
Del antiguo mobiliario religioso de la capilla hoy no queda nada en su interior.
El sepulcro de fray Alonso de Burgos, ​ obra de Felipe Vigarny, que se situaba en el centro, y el retablo de Gil de Siloe, desaparecieron durante la guerra de la Independencia.
Algunos estalos de la sillería del coro, con curiosas imágenes talladas en los apoyamanos, rondan desperdigados en el Museo Diocesano de Valladolid.

Coro de la capilla

Bóveda de la capilla

Iglesia de San Pablo (Valladolid)
La iglesia conventual de San Pablo es uno de los edificios más representativos de la ciudad de Valladolid  y atracción turística. Se encuentra en la plaza de San Pablo, lugar donde se hallan también el palacio Real y el palacio de Pimentel, los llamados sitios reales en siglos pasados. Se encuentra adosada al colegio de San Gregorio y próxima al resto de sedes del Museo Nacional de Escultura. Fue construida entre 1445 y 1616 y pertenece a la orden de los dominicos.
En esta iglesia fueron bautizados los reyes Felipe IV y Felipe II y fue visitada por Napoleón.

El 21 de mayo de 1527 nació Felipe II en el Palacio Pimentel de Valladolid. La leyenda cuenta que por una de las ventanas del palacio, de la que cuelga una cadena, fue sacado el rey Felipe II al nacer para que fuera bautizado en la Iglesia de San Pablo, pues de salir por la puerta del palacio debería haber sido bautizado en la Iglesia de San Martín.

Bautizo de Felipe II en la Iglesia de San Pablo. Azulejos del zaguán del Palacio de Pimentel. 

La conocida iglesia de San Pablo, lo único que se conserva de un importante convento dominico fundado en Valladolid en el siglo XII, ha sido testigo de grandes acontecimientos áulicos a lo largo de su azarosa vida, sobre todo en época medieval y moderna, pues allí fue bautizado y jurado como príncipe de Asturias por los nobles castellanos el futuro Enrique IV y también recibieron bautizo Felipe II, Felipe IV o la infanta doña Ana Mauricia, ambos hijos de Felipe III.
Además, entre sus muros recibieron sepultura, entre otros, el infante don Alfonso, hijo de Sancho IV y María de Molina, la reina Catalina de Lancaster, trasladada a la capilla de los Reyes Nuevos de Toledo en 1419, su hijo, Juan II, antes de ser definitivamente inhumado por Isabel la Católica en la cartuja de Miraflores, el infante don Juan, hijo de Carlos V e Isabel de Portugal, y María de Portugal, esposa de Felipe II, después trasladada al monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Y allí fueron también enterrados los principales promotores de sus obras, fray Alonso de Burgos, que se construyó su propia capilla funeraria, y don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas y su esposa, doña Catalina de la Cerda, que adquirieron su patronato y renovaron completamente la iglesia cuando en 1601 la corte de la Monarquía Hispánica se trasladó a Valladolid.
El origen del convento estuvo en una donación de unos terrenos en 1276 por doña Violante de Aragón y Hungría, esposa de don Alfonso X el Sabio, en los que ya existía una capilla dedicada a Nuestra Señora del Pino que sirvió de iglesia para una nueva comunidad dominica establecida, como era costumbre en las órdenes mendicantes, extramuros de la ciudad.
Para este primer uso, junto a la capilla se edificaron unas modestas construcciones que fueron ampliándose y transformándose gracias a las donaciones que recibieron, una de las más importantes la cofradía de los pellejeros, a quienes pertenecía la ermita, que les cedieron otras casas contiguas.
Y así vivieron hasta que hacia 1290 doña María de Molina, esposa de Sancho IV, decidió financiar la construcción de un nuevo convento, seguramente de aspecto sobrio, con iglesia que se cubriría con techumbre de madera, en terrenos anejos cedidos por el Concejo, tal y como se recoge en sus disposiciones testamentarias. La reina también estableció que los restos mortales del infante don Alfonso, fallecido en 1291, recibieran allí sepultura.
A mediados del siglo XV el cardenal fray Juan de Torquemada inició una renovación completa del convento, continuada, tras su fallecimiento en 1468, por fray Alonso de Burgos, primero fraile y después prior de San Pablo, obispo de Palencia y confesor de Isabel I, que también remodeló la antigua capilla del Crucifijo, adosada al crucero de la Epístola, para convertirla en su propia capilla funeraria, construyendo a cambio otra capilla del Crucifijo en el lado del Evangelio, y fundó el anejo Colegio de San Gregorio, construido entre 1488 y 1492 como centro de estudios de Teología.
Fray Alonso contrataría a Juan Guas para lo arquitectónico, que se encargaría de la iglesia y del claustro, y a Simón de Colonia para la labor escultórica, terminando la fachada del templo, que ya estaría iniciada a la muerte de fray Juan de Torquemada, y elaborando un retablo para el altar mayor, su sepulcro funerario y la portada para la nueva capilla del Crucifijo adosada al crucero del Evangelio. En el siglo XVII el retablo fue sustituido por otro de Gregorio Fernández, perdiéndose su pista.
Hacia 1550 el cardenal fray García de Loaysa, confesor de Carlos V, financió la construcción de la sacristía, decorada con los escudos de la Orden y con santos dominicos y cubierta con bóveda estrellada. 
Como ya se ha dicho, en 1601, tras el traslado de la corte de Madrid a Valladolid, el I duque de Lerma, don Francisco de Rojas y Sandoval, valido de Felipe III, adquirió el patronato de la iglesia para convertirla en su panteón familiar, trasladó los restos del infante don Alfonso al monasterio de San Benito y encargó importantes reformas al arquitecto Diego de Praves, que adoptó un lenguaje clasicista que enmascaró la estructura gótica modificando todo el cuerpo de la nave, introduciendo el amplio coro alto a los pies y construyendo el actual nivel elevado del presbiterio para ubicar debajo su cripta funeraria, además de importantes modificaciones en la fachada y la elevación de los machones que la enmarcan.
Otra de sus intervenciones fue la construcción de una tribuna-balcón en la cabecera para asistir al culto, realizada por Juan de Nates según trazas de Francisco de Mora.
Además, también donó al convento importantes obras de arte, destacando la famosa Anunciación de Fra Angelico que hoy está en el Museo nacional del Prado.
Fra Angelico. La Anunciación, 1425-28, 194 x 194 cm, Museo Nacional del Prado 

Con la invasión francesa comenzó el declive del convento, utilizado como cuartel. Además, con los decretos de exclaustración y las desamortizaciones de la primera mitad del siglo XIX los monjes tuvieron que abandonarlo, los edificios conventuales fueron derruidos y sólo se salvó la iglesia, de ahí que cuando la comunidad fue restaurada en 1893 el espacio de vivienda para los frailes fuera muy escaso, adaptándose la antigua sacristía como vivienda conventual.
En 1931 San Pablo fue declarada Monumento Nacional Histórico y a lo largo del siglo XX hubo varias intervenciones de restauración tanto en la iglesia, que en 1968 sufrió un incendio que afectó a la capilla mayor y el crucero, como en la fachada, que en la segunda mitad de la década del 2000 ha sido de nuevo restaurada. 

Estilo
La iglesia es del tipo de las habituales en tiempos de los Reyes Católicos, siguiendo el estilo que se desarrolla en Castilla durante su reinado; el gótico isabelino. Como corresponde al gótico tardío.
Presenta planta de cruz latina de nave única de cinco tramos con capillas laterales comunicadas entre sí, cabecera poligonal como prolongación de la nave y dos pequeñas capillas absidiales. Cuenta con un amplio coro alto a los pies que abarca los tres primeros tramos de la nave y se cubre con bóvedas de tercelete con ligaduras con los nervios descansando sobre ménsulas que se corresponden con potentes contrafuertes al exterior.

Plano de San Pablo y la capilla de San Gregorio

Interior desde el sotocoro 

El coro alto desde la cabecera

Exterior del ábside 

Tanto este coro como la policromía de las bóvedas es una obra de estuco y dorado de comienzos del siglo XVII de la mano de Francisco Martínez, fueron añadidos cuando el duque de Lerma adquirió el patronato y realizó reformas en un lenguaje clasicista más del gusto de la época.
Bóveda barroca del sotocoro de acuerdo a los gustos estéticos en época del duque de Lerma, muy distintos del gusto gótico de las cubiertas de la nave

Decoración de los nervios y plementos de la bóveda gótica, añadida tras la adquisición del patronato de San Pablo por el duque de Lerma, de ahí la presencia de su heráldica en las claves 

Detalle de la decoración de los nervios de la cubierta del crucero de la Epístola, donde se aprecia una cata en la que se observa un dragón, seguramente parte de la decoración anterior a la reforma del duque de Lerma 

En el incendio de 1968, que afectó profundamente a la cabecera, se perdió la decoración de la cubierta y el retablo Gregorio Fernández de la primera mitad del siglo XVII, de ahí que en la actualidad en el ábside sólo aparezca una gran talla de Jesús Crucificado de Juan de Juni datada en 1572.
En las hornacinas laterales de la capilla mayor estuvieron las estatuas orantes de los duques de Lerma diseñados por Pompeo Leoni, en la actualidad en la capilla de San Gregorio, sustituidas por esculturas de los santos dominicos Inés de Montepulciano, Pedro de Verona, Vicente Ferrer y Catalina de Siena salvadas del retablo de Gregorio Fernández.
Cabecera, con el Crucificado y las esculturas mutiladas del desaparecido retablo de Gregorio Fernández 

Escultura orante de bronce de don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas que estaba en la hornacina del Evangelio del ábside de San Pablo y hoy se encuentra en la capilla de San Gregorio

Escultura orante de bronce doña Catalina de la Cerda que estaba en la hornacina de la Epístola 

En el muro del Evangelio de la capilla mayor se ubica la mencionada tribuna del duque de Lerma, obra de Juan de Nates según proyecto de Francisco de Mora.
También llaman la atención los grandes escudos de la casa de Lerma pintados a los lados de la capilla mayor, en los brazos del crucero y sobre los arcos de las capillas absidiales.
Escudo de la Casa de Lerma sobre el arco de la capilla absidial de la Epístola 

La capilla absidial de la Epístola está dedicada a Santo Domingo y contiene una talla del santo y un Cristo yacente, ambos de Gregorio Fernández, y una Santa Juana de Aza, madre de Santo Domingo de Guzmán.

Capilla de Santo Domingo, con la talla de del santo y el Cristo yacente, ambos de Gregorio Fernández 

La portada del crucero de la Epístola era el acceso a la capilla de San Gregorio, la capilla funeraria de fray Alonso de Burgos.
Portada de acceso a la capilla de San Gregorio, hoy tapiada y decorada con el lienzo de La vocación de los Apóstoles de Bartolomé de Cárdenas, pintor de Felipe III 

En la portada se representa a Cristo en majestad y la Entrega de la casulla a San Ildefonso, protector del obispo fray Alonso de Burgos, comitente del convento y fundador del Colegio de San Gregorio, que asiste al acontecimiento arrodillado a la derecha de la escena, lo mismo que en el cuerpo bajo de la portada de la iglesia. Se cree que en ella intervendría Juan Guas aunque hay autores que consideran las figuras más próximas a Gil de Siloe, que acababa de terminar el retablo de la capilla, desaparecido durante la invasión francesa, lo mismo que el sepulcro de fray Alonso de Burgos, obra de Felipe Vigarny.

La Entrega de la casulla a San Ildefonso 

La capilla, hoy integrada en el recorrido del Museo de Escultura, tiene una sencilla estructura, con dos tramos rectangulares, coro a los pies, ábside poligonal y cubierta de crucería con nervios que apoyan en ménsulas con ángeles tenantes de los escudos de fray Alonso. En 1499 se le adosó una sacristía situada a los pies y comunicada con la iglesia según trazas de Simón de Colonia, que también realizó un corredor que conectaba el colegio con la capilla, hoy desaparecido.
Ábside de la capilla de san Gregorio desde su sotocoro 

Detalle de las cubiertas de la capilla de San Gregorio 

Las capillas de la Epístola son la de San José, con un retablo rococó de Luis Salvador Carmona, la del Crucifijo, la de Santa Catalina, con un retablo neoclásico del siglo XIX,  y la de San Vicente Ferrer. La capilla absidial del Evangelio está dedicada a la Virgen de Fátima y en ella destaca la bóveda nervada con clave de madera policromada y una pintura de Antonio Vázquez de ha. 1530 de San Juan Evangelista en Patmos.
Antonio Vázquez. San Juan Evangelistas en Patmos, ha. 1530 

La portada en el crucero del Evangelio es la que daba acceso al claustro del convento. En ella también figuran los blasones de fray Alfonso de Burgos además de los de los Duero y presenta un estilo relacionado con la fachada y con la portada del crucero de la Epístola.
Portada del brazo del Evangelio 

Detalle de la decoración de la portada del crucero del Evangelio 

Las capillas del lado del Evangelio son la de San Pío V, con un retablo rococó, un resto de un arcosolio del siglo XVI con una imagen de la Virgen de Lourdes, la capilla del Corazón de Jesús, con un retablo barroco sobre otro Cristo Yacente de Gregorio Fernández, y  la capilla de Santo Tomás de Aquino.
Resto de un arcosolio del siglo XVI en una de las capillas del Evangelio 

Retablo barroco de la capilla del Corazón de Jesús en el lado del Evangelio

Cristo yacente de Gregorio Fernández en la capilla del Corazón de Jesús 

Fachada
Simón de Colonia se comprometió a realizar la fachada de la iglesia y su obra se concluyó hacia el año 1500. En el atrio de la fachada se colocó el crucero procedente de la iglesia de Santiago y los pilares, rematados con leones tenantes por el duque de Lerma en 1601.
La fachada, responde parcialmente al estilo gótico isabelino, ​ como se ha mencionado, se sabe que las obras dirigidas por Simón de Colonia se concluyeron hacia 1500, pero en la fachada se distinguen dos partes claramente diferenciadas:
·       La primera parte, hasta la imposta que se encuentra encima del rosetón central, en la que se distinguen varias gárgolas y limitada lateralmente por dos agujas. Sobre la puerta, resuelta con arco conopial de perfil ondulado. Entre un gran arco carpanel dispuesto a manera de colosal guardapolvo se halla un relieve con la escena de la Coronación de la Virgen, en presencia de fray Alonso de Burgos, arrodillado, y en compañía de los Santos Juanes. Sobre este relieve se encuentran unos ángeles tenantes con escudos del Duque de Lerma.
·       La segunda parte de la fachada, compartimentada en espacios rectangulares, llega desde la imposta hasta el límite inferior del frontón triangular superior. La mentalidad clasicista explica la claridad de su ordenación y para su decoración se utilizaron esculturas góticas, algunas próximas al taller de Gil de Siloé y se tallaron otras para la ocasión. El acoplamiento de estos motivos y elementos decorativos se llevó a cabo durante el patronato del duque de Lerma, junto con la construcción de las dos torres, por lo que presentan las armas y lápidas indicativas de los Sandoval y Rojas, duques de Lerma. El fondo de estrellas también se refiere al emblema de los Rojas.
Por último, la fachada se remata con un frontón triangular. Sobre un fondo de escamas hay un escudo de los Reyes Católicos, que corona toda la portada. El frontón presenta una idéntica unidad estilística con el cuerpo bajo de la misma forma, corresponde también a la obra de Simón de Colonia, pero en cambio, la decoración que le envuelve no es gótica sino renacentista.
Esquema de la portada en un panel en el interior de la iglesia 

La fachada en la actualidad 

En la actualidad cuenta con tres cuerpos. El cuerpo bajo muestra un vano de acceso en arco conopial abocinado profusamente decorado, con las jambas con tres santas y un fraile. Las dos del Evangelio se han identificado con Santa Margarita de Antioquía y, quizá, Santa Lucía; en cuanto a las de la Epístola, una sería Santa Catalina y la otra, en un determinado momento sustituida, lo lógico sería pensar que fuera Santa Bárbara. En las arquivoltas aparecen cuatro dominicas, tres de las cuales podrían ser Santa Inés de Montepulciano, la beata Juana de Orvieto y Santa Catalina de Siena.
Portada 

A ambos lados de la puerta están, sobre ménsulas y bajo doseletes, de izquierda a derecha, los santos dominicos Pedro de Verona, Domingo de Guzmán, Tomás de Aquino y Vicente Ferrer.
Los santos Pedro de Verona y Domingo de Guzmán al lado del Evangelio de la portada, y dos apóstoles en el pináculo que enmarca el conjunto

Los santos Tomás de Aquino y Vicente Ferrer al lado de la Epístola de la portada, y otros dos apóstoles en el pináculo que enmarca el conjunto 

Sobre el arco se sitúa una Coronación de la Virgen, un motivo acorde con la devoción mariana propia de la orden dominica, en presencia de fray Alonso, arrodillado y con los atributos pontificales, acompañado de San Juan Evangelista y con el Bautista al otro lado, una presencia que hace pensar a algunos autores que parte de la labra ya estaría realizada en tiempos de fray Juan de Torquemada, de ahí la presencia de sus santos patronos.
Escena de la Coronación de la Virgen 

La escena, además, está flanqueada por dos ángeles tenantes que portaban los escudos de fray Alonso y que el duque de Lerma, cuando adquirió el patronato de San Pablo a comienzos del siglo XVII, mandó limar para sustituirlos por su propia heráldica, la barra y estrellas de la casa de Lerma.
Todo ello está enmarcado por un gran arco carpanel a modo de guardapolvo con doce frailes dominicos nimbados sobre el que se sitúa una imposta que inicia un segundo cuerpo, organizado mediante arcos polilobulados que cobijan a los Evangelistas y con un Dios Padre central flanqueado por los santos Pedro y Pablo, este último a la derecha del Padre, en una posición que normalmente ocupa el anterior en deferencia a la advocación del convento. Por encima se ubica un rosetón central rodeado de crestería flamígera y flanqueado por dos ángeles tenantes a los que el duque de Lerma también cambió los escudos.
La estatuaria se complementa con un rico repertorio ornamental tardogótico compuesto por tracerías y retículas geométricas, arcos lobulados y conopiales, rosetas, escamas, orlas vegetales, doseletes, cresterías…
A su vez, este cuerpo está abarcado por sendos pináculos con esculturas de apóstoles, padres y doctores de la Iglesia, profetas, santas y virtudes.
El tercer cuerpo fue añadido por Lerma en el siglo XVII. Se divide a su vez en tres cuerpos con cinco calles con un fondo unitario tapizado de estrellas, resaltadas y rehundidas alternativamente, y que aluden al emblema familiar del Duque de Lerma. 
En los dos primeros cuerpos de la central se ubican, de arriba abajo y de izquierda a derecha, seis escenas del ciclo de la Resurrección: Las tres mujeres ante el sepulcro vacío, Resurrección, los Discípulos de Emáus, Aparición a los discípulos, San Pedro y San Juan ante el sepulcro vacío y la Duda de Santo Tomás. Se cree que los relieves podrían haber estado en el claustro del convento.
Las siguientes calles de los dos primeros cuerpos alojan a cuatro personajes del Antiguo Testamento: Isaías y David a la izquierda y Jonás y Ezequiel a la derecha.
En los extremos, de nuevo nos encontramos con los cuatro Evangelistas.
Cuerpo de la portada añadido por el duque de Lerma 

Y en la banda más alta aparece una Virgen con Niño flanqueada por los santos Pedro de Verona y Tomás de Aquino, dos grandes escudos de Lerma y las esculturas de los santos Domingo de Guzmán y Raimundo de Peñafort.
Detalle de las escenas de Las tres mujeres ante el sepulcro vacío, la Resurrección y los Discípulos de Emaus sobre un tapizado de estrellas que alude a la casa ducal de Lerma 

Finalmente, en el frontón de remate, que pertenecía a la fachada original financiada por fray Alonso, sobre fondo de decoración de escamas se encuentra el escudo de los Reyes Católicos sostenido por dos leones.

Monasterio de San Juan de los Reyes
El convento de San Juan de los Reyes es un cenobio de la ciudad española de Toledo perteneciente a la Orden Franciscana, que fue construido bajo el patrocinio de la reina Isabel I de Castilla con la intención de convertirlo en mausoleo real, en conmemoración de la batalla de Toro y del nacimiento del príncipe Juan. Se trata de una de las más valiosas muestras del estilo gótico isabelino y el edificio más importante erigido por los Reyes Católicos. El convento es, además, un monumento conmemorativo de los logros de los Reyes Católicos y de su programa político. ​

Historia
El monasterio de San Juan de los Reyes, considerado como el edificio más representativo del gótico toledano, fue mandado construir por los Reyes Católicos bajo el patrocinio directo de la reina, hasta el punto de ser citado varias veces en la documentación como «monasterio de San Juan de la Reina». Dedicado a San Juan para memoria del rey don Juan su padre, ​ fue levantado para conmemorar, también, la victoria de Toro (1476) y el nacimiento del príncipe don Juan (1478), así como para crear una iglesia colegial de canónigos que sirviera como panteón real, según cuenta fray Pedro de Salazar, ​ cronista de la orden franciscana.
La creación de un estado moderno por parte de los Reyes Católicos se tradujo en la fundación de capillas y hospitales, así como la finalización de obras anteriores como las catedrales de Burgos y Toledo. Es por ello que se combinan las formas del gótico flamígero traído por arquitectos como Enrique Egas o Juan de Colonia con elementos propios de la arquitectura árabe del sur de España.
Por tanto, en San Juan de los Reyes se muestra la gloria de los monarcas que habían unido los distintos reinos cristianos y estaban luchando para conquistar la última plaza musulmana de la península ibérica, el Reino de Granada. Así mismo, la guardia y custodia del monasterio le fue encomendada a los Franciscanos de la Observancia. La elección de esta orden en favor de otras se debe a que los franciscanos de la observancia querían volver a un estilo de vida más puro y alejado de todos los excesos y lujos que se habían dado en la Edad Media, idea que también compartían los monarcas católicos. Con esta política se les daba el espaldarazo definitivo a los Franciscanos Conventuales, la otra rama de los franciscanos. Mediante esta táctica política, Isabel y Fernando pretendían controlar al clero aristocrático y a los cabildos. ​
Por esta diversidad funcional, el monasterio debe entenderse desde una perspectiva tipológica, como acrópolis político-religiosa, según la catalogación del especialista Fernando Chueca Goitia. De esta forma se incluye en una tradición arquitectónica que se inicia con el Palacio de Diocleciano en Spalato y culmina en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. ​
En 1926 fue declarado Monumento Histórico-Artístico de interés nacional.
Actualmente se sabe que el arquitecto de San Juan de los Reyes fue Juan Guas. No obstante, su nombre no aparece citado hasta 1853, tras el hallazgo de una inscripción situada en la capilla de la iglesia de San Justo y Pastor de Toledo. Hasta entonces será considerada de autoría anónima y así nos lo muestran los escritos de autores como Antonio Ponz o Magán, que no harán mención alguna al autor de dicha obra. ​

Ruinas del claustro a mediados del siglo XIX por Francisco Javier Parcerisa en Recuerdos y bellezas de España 

Diversos estudios llevados a cabo por José María Azcárate Ristori en los años 1956 y 1958, demuestran que desde 1494 Juan Guas estuvo al frente de las obras, y su nombre aparece ligado al maestre Egas Cueman, siendo los dos maestros mayores entre 1479 y 1485. ​ 

Descripción artística
La iglesia, del «tipo Reyes Católicos», es de una sola nave, con capillas entre los contrafuertes, coro alto en los pies sobre la bóveda que sirve de vestíbulo, y altar elevado sobre gradas. Aunque entronca con el modelo de iglesia de predicación configurado por las órdenes franciscana y dominica ya en el siglo XIII, destaca sobre éste por la solución de las capillas hornacinas en la nave y, sobre todo, por el cimborrio en la cabecera, estructura, esta última, destinada hasta entonces a construcciones de tres naves, como catedrales o grandes monasterios.
Nave 

Tiene dos portadas, la del oeste y la del norte porque es un sitio principal, es una zona elevada, se crea la gran plazoleta para romper el hacinamiento urbanístico medieval. La puerta lateral tiene importancia. Son los primeros preceptos urbanísticos del Quattrocento.

Portada norte 

Destaca el crucero, si lo dividimos en cuatro cuadrados se ve que la cabecera tiene dos cuadrados, a las naves dos prolongados. Siguiendo este modelo se hace todo el edificio. El crucero es excesivamente grande. El espacio está perfectamente jerarquizado, zona dedicada a la corona (con verja) separada del pueblo.
En el espacio para la muerte se da el discurso dialéctico necesario, pasamos del cuadrado (tierra) al octógono (círculos, celeste). Los templos circulares están dedicados a las vírgenes, el fuego, héroes, agua y a la muerte en el mundo clásico. Concepto de eternitas, serpiente que se muerde la cola, ni principio ni fin. Rotonda martirium que es igual al concepto de eternitas.
Destacan dos cosas en el alzado:
1.     El presbiterio se eleva (precepto jerónimo pese a entregarse a los franciscanos) mediante una gran escalinata.
2.     Tiene un amplio coro a los pies que se eleva sobre un arco carpanel creando un sotocoro con capillas.
Existe una jerarquización propia del espacio religioso. Los reyes cuando participaban lo hacen desde el coro estando a la misma altura que la Sagrada Forma, se iguala el poder temporal o terrenal de los reyes y espiritual, emana el poder temporal directamente de Dios.
El cimborrio es la metáfora arquitectónica de la corona, es sostenido por impresionantes trompas que marcan el sentido octogonal del cimborrio. Profusa decoración de tracerías, la nervadura cae sobre ménsulas decoradas con angelitos (típico de flamenco). Lo novedoso es que utilizan un repertorio decorativo a la italiana, enlazando con la tradición humanista. Destaca la decoración de fileteras (esculturas en madera o piedra que se ponían sobre las claves de la bóveda). Siguen una tradición italiana, retoma la jeroglífica. Aparece el emblema de los Reyes Católicos (águila de San Juan) con la I y la F además representados por el yugo y las flechas y el lema "tanto monta".
La luz aún tiene ecos del mundo gótico. Se retira ese concepto de Jerusalén celestial. Módulo arquitectónico estrecho y alto. Especie de tribuna recorre el edificio. Frente la austeridad decorativa del gótico vemos excelentes tracerías muy naturalistas, con figuras zoomorfas y antropomorfas. Proliferación de imágenes sobre peanas y doseletes. Impresionante vidriera sobre cada capilla retomando el sentido albertiano de la luz. El cristal es translucido, luz natural, emanada directamente. 
Aún estructura gótica (pilar con baquetones y decoración de tracería). Según ascendemos encontramos elementos clásicos (decoración de gotas) y un pesado entablamento recorre el edificio con una epigrafía que exalta el poder monárquico. Para elevar esas bóvedas se doblan los pilares donde descansan los terceletes, decoración mocárabe y de cabeceras, muy flamenca que luego vemos en Enrique Egás. Decoración que raya el horror vacui en el transepto.
Coro 

El primer cuerpo tiene un arco carpanel que une con el claustro, glabete de arco mixtilíneo con profusa decoración que alberga el escudo franciscano. Arcos ciegos doblados con tracerías y miniaturas, otro cuerpo con santos sobre peanas y el emblema de los Reyes Católicos multiplicado hasta el infinito. A los pies del emblema aparecen los leones, símbolo de la monarquía y de Dios, y el verdadero jeroglífico (yugo y flechas junto al lema "tanto monta".
Al exterior los contrafuertes separan las capillas. Los pináculos aún son goticistas. Existe una crestería. Decoración con las denominadas bolas isabelinas en el exterior. La portada lateral es la principal. Marcado el transepto al exterior aunque no sobresale en planta. Aparece el escudo de los Reyes Católicos en los ábsides y contrafuertes de la portada. Hay cadenas que penden del crucero, sentido emblemático, representando las cadenas de los cristianos cautivos que fueron liberados cuando Fernando el Católico reconquistó Málaga y Baeza.
Portada de acceso al claustro gótico desde la iglesia

La portada del claustro tiene un arco carpanel de tres centros, rica decoración vegetal mezclada con decoración naturalista antropomorfa y zoomorfa. Exaltación bajo el arco mixtilíneo de la religión. El claustro tiene el mismo modelo que la iglesia (cuadrado del crucero). Equivalencia espacial, espacio exterior e interior. El claustro es el paraíso recobrado, precepto del ora et labora, dividido en cuatro partes que desemboca en un pozo símbolo de la vida. Tiene dos cuerpos y cuatro bandas.
El primer cuerpo tiene un arco apuntado con decoración de tradición de burbuja propia de finales del gótico. Pilares decorados con pináculos. El segundo cuerpo es más ligero con arco mixtilíneo que soporta la crestería gótica del edificio. La barandilla superior ya es pseudobalaustre renacentista pero de tipo gótico. Decoración calada representación hagiográfica sobre peanas y decoración zoomorfa y antropomorfa. Bóvedas nervadas se rompe el tercelete más complicado pero sigue siendo gótico. El segundo cuerpo utiliza la tradición mudéjar. Cubierta de madera a par y nudillo, decoración con estrellas de ocho picos. Arcos carpaneles con la leyenda de tanto monta y el león sustentan la bóveda.
Este despliegue tanto arquitectónico como decorativo es debido a que la Iglesia no era solo concebida como lugar para el enterramiento regio, sino que además estaba destinado a albergar el ceremonial funerario de los Reyes Católicos, en un momento en que el que los monarcas debían reafirmar su poder, sobre los nuevos reinos cristianos y sobre las personalidades que asistieran al evento. ​
Cimborrio sobre trompas angreladas

Decoración de los testeros del crucero 

La iglesia
El templo, que se terminó en 1495, corresponde plenamente al tipo isabelino, de una sola nave con capillas-hornacinas entre los contrafuertes y con coro elevado a los pies. Se construyó en varias etapas por los que el proyecto inicial fue modificado en varias ocasiones. En un primer momento la nave central estaba coronada por una austera bóveda cuyo último pilar, que corresponde al crucero, fortalecía el punto de apoyo del cimborrio formando un grueso contrafuerte. Pero en 1484 el proyecto primitivo fue remodelado por la mano de Guas que trasformó la cabecera en una capilla funeraria revestida por un cimborrio, pensada para los enterramientos de los Reyes Católicos. Esto no se llegó a realizar y es por lo que el espacio de la cabecera da una sensación de vacío. La solución llegó en una segunda fase, ya muerto Juan Guas, en la que el proyecto se simplificó. La profusa ornamentación del templo muestra los símbolos de los Reyes Católicos, así como el águila de San Juan y decoración heráldica. El perímetro interior de la iglesia está recorrido por una franja con un texto conmemorativo, lo que puede considerarse una adaptación de la epigrafía árabe a la arquitectura cristiana. El escultor Egas Cueman colaboró decisivamente en la decoración del conjunto.
El retablo de la iglesia fue realizado por Francisco de Comontes para el Hospital de Santa Cruz, de ahí que muestre las armas del cardenal Mendoza, fundador del Hospital. En el retablo encontramos las siguientes escenas:
·       Jesús camino del Calvario,
·       El Descendimiento,
·       Santa Elena con los milagros de la Cruz. 



Por el lado del claustro se ubica la llamada “Puerta de la Verónica”, con un tímpano en el que se desarrolla ese asunto.
Preciosismo decorativo de la “Puerta de la Verónica 

En este ángulo noreste del claustro se encuentra el acceso a la caja de la escalera y, desde ahí, a la sacristía, con otra llamativa portada de arco carpanel con rica decoración escultórica y con una Crucifixión de alabastro en la clave en la que se representa a la Isabel la Católica orante ataviada con el hábito franciscano junto a sus tres hijas y rodeada de franciscanos. 

El claustro
El claustro, construido tras la muerte de Guas, está formado por bóvedas de crucería sin clave central y un arco conopial mixtilíneo en la galería del segundo piso. En los arcos de entibo aparecen como decoración figuras en los ángulos, y en los tímpanos de las puertas está representada la Verónica. Pero lo más destacado desde el punto de vista iconográfico es el muro, decorado con cenefas vegetales a modo de alfiz, dejando espacio para pinturas y esculturas. Otra de las puertas del claustro muestra un arco tribulado más abierto relacionado ya con modelos de Enrique Egas de época posterior.
Claustro 

La construcción del claustro al igual que la de la iglesia se concluyó en 1476 mientras que el resto del convento tardó algunos años más en ser finalizado. Sin embargo, el arquitecto Juan Guas tuvo que modificar su proyecto inicial por órdenes de Isabel la Católica la cual estaba decepcionada con el resultado y quería que el edificio reflejase la magnificencia de su voto. Sería pues en torno a 1484 cuando encontraríamos una segunda fase constructiva que afectaría tanto al claustro (el cual Guas nunca vería terminado) como a la transformación del crucero y parte de la cabecera de la iglesia. Es importante tener en cuenta que aunque al final no fue así, Isabel la Católica quería que San Juan de los Reyes fuese su lugar de enterramiento y por ello fuese especialmente exigente con Juan Guas. Del mismo modo es indudable que una vez que se vio que esto no iba a ser así y quedando el monasterio únicamente como residencia de la orden franciscana, sumado al hecho de la muerte de Juan Guas, los planes constructivos del conjunto debieron cambiar una vez más.

Arco gótico 

Tras la muerte de Juan de Guas y ya en tiempos de Carlos I, nieto de los Reyes Católicos, existe documentación de que para 1517 un segundo claustro había sido finalizado. En el ya estaban involucrados los maestros Enrique y Antón Egas. Se entiende que para que el claustro estuviese terminado en esas fechas su construcción debió de comenzar muy pronto y apunta que incluso una vez que Isabel la Católica falleciese las obras en San Juan siguieron su curso gracias al patronazgo tanto de su marido Fernando como su hija Juana, aunque bien es cierto que el nuevo impulso constructivo se considera que empieza con la implicación de Carlos I en el proyecto. ​

Aspecto del claustro. 

Es importante destacar también las reformas que se hicieron en 1496 después del fallecimiento de Juan Guas, por Enrique y Antón Egas, que hicieron la reforma exigida que había que hacerle a las ventanas. La sacristía también fue realizada por ellos alrededor del 1500. En una cédula real del 2 de junio de 1494, consta que Juan Guas es el que tiene a su cargo la iglesia, la capilla, el claustro y el sobreclaustro. También indica que sus obras las tenía que terminar en un plazo de cuatro años y además aparecen los pagos correspondientes. Antes de que muriera Juan Guas, los reyes encargaron a Simón de Colonia la tasación de lo realizado en el claustro, incluyendo la reforma aún no realizada por los hermanos Egas. Es decir, que la tasación fue realizada mientras vivía Juan Guas pensando que terminaría él la obra. ​






Techo mudejar


 

Deterioro durante el siglo XIX y restauración de Arturo Mélida
La Guerra de Independencia Española (1808-1814) trajo consigo dos ocupaciones sucesivas de Toledo por parte de las tropas napoleónicas a lo largo del año 1808. Es la segunda de ellas, en diciembre de ese año, la más destructiva. Junto a los daños sobre las esculturas del claustro y de la propia iglesia, se unió la destrucción completa del segundo claustro existente en San Juan de los Reyes. El motivo de tal destrucción fue un incendio ocurrido el 19 de diciembre de 1808.
Teresa Pérez Higuera nos cuenta en su artículo que hubo un incendio muy grave en 1808, donde el convento quedó muy afectado. Sufrió grandes deterioros debido a que la galería sur del claustro principal fue destruida por completo. También fue destruido el claustro del rey, otro de los claustros que tenía el monasterio, y solo se conserva el más antiguo pero restaurado. La iglesia se comunica con el claustro por el lado sur a través de dos puertas situadas en el crucero y en la nave.
El incendio pudo tener como causa probable una explosión encaminada a volar por los aires la enfermería situada en el segundo claustro, hoy desaparecido. Una orden firmada ese mismo día por parte de un mando francés hacia el mariscal Víctor, al mando de Toledo, obligaba a replegar las tropas a Madrid. El carácter táctico del repliegue incluía dejar al enemigo sin infraestructuras básicas como pudiera ser una enfermería. ​ La destrucción total del segundo claustro mediante explosivos habría provocado a su vez un gran incendio. Según los testimonios de algunos testigos oculares, entre ellos el guardián del convento, el padre Gómez Barrilero, ​ las llamas se prolongaron durante días, arrasando por el camino no solo el segundo claustro, sino también la biblioteca, el ala oeste del claustro principal y la planta alta del mismo, y parte de la iglesia de San Juan de los Reyes.
Entre diciembre de 1808 y 1814 el estado semirruinoso del conjunto arquitectónico se aceleró sin remedio, y no fue hasta mediados de la década de 1810, cuando se pudo iniciar varias tareas de consolidación del edificio, con el padre Gómez Barrilero a la cabeza de las obras. Sin atender a criterios estéticos, pero con la intención de acotar la ruina se tapiaron paredes, se techaron algunas estancias, se levantó un muro de cierre para la panda oeste del claustro principal y se llevó a cabo un desescombro general. En ese momento se detuvo la ruina creciente del conjunto, que ya por entonces estaba aquejado de graves problemas estructurales.
Unos desperfectos que se incrementarían tras la publicación del Real Decreto de Desamortización de Bienes Eclesiásticos promovida por el Ministro Juan Álvarez Mendizábal en 1836. De facto, se exclaustraba a la comunidad religiosa y se ponía a la venta la propiedad del conjunto arquitectónico. Después de cambiar de manos, las dependencias anejas a la iglesia y el claustro pasarían con el tiempo al Ayuntamiento de la ciudad, y el templo al Arzobispado de Toledo. La iglesia sería habilitada al culto de nuevo, pero el claustro quedó a partir de entonces en un estado de abandono permanente. Aunque existía una intención para restaurar el edificio por parte de la Comisión Provincial de Monumentos de Toledo, el verdadero proyecto de restauración llegaría de manos de Arturo Mélida y Alinari en 1881.
Tras la entrega del proyecto, hecho a la antigua con planos trazados sobre pergamino, se aprueba una Real Orden con un doble objetivo: crear una Escuela de Industrias Artísticas en el solar que ocupaba el segundo claustro del convento y restaurar el Monasterio de San Juan de los Reyes. Arturo Mélida será el arquitecto encargado de las obras de restauración y a su vez será el coordinador de la Escuela citada, que permitía al mismo tiempo, estudiar y restaurar el conjunto arquitectónico. ​
Arturo Mélida se definirá a sí mismo en sus escritos como un maestro continuista del proyecto del convento, trazado por Juan Guas a finales del siglo XV. Recién licenciado por la Escuela de Arquitectura de Madrid, entrará en contacto con las ideas del arquitecto francés Eugène Viollet-Le-Duc. Le interesaron sus ideas acerca de la restauración de monumentos histórico-artísticos, convirtiéndose por el camino en un seguidor de sus postulados. ​
Esto incluía la búsqueda de una unidad estilística dentro de todo el conjunto arquitectónico, desechando adiciones de siglos posteriores a la época medieval; una continuación de las trazas originales del maestro de la fábrica; y la aplicación de soluciones nuevas, creativas, ante los vacíos estructurales de los cuales no hayan sobrevivido pruebas documentales. Sobre esto último, el arquitecto debe entonces plantearse qué hubiera querido hacer el tracista original, basándose en el estudio del resto de la obra arquitectónica y de otros edificios atribuidos al mismo.
Por todo ello, Arturo Mélida fue el encargado de 1881 a 1888 de todos los trabajos de restauración, consolidación y armonización del convento de San Juan de los Reyes, en Toledo. A través de sus dibujos se puede extraer que las pandas del claustro que todavía seguían en pie, fueron desmontadas piedra a piedra y remontadas posteriormente, y que además se levantaron cinco tramos nuevos de bóvedas en el ala oeste del claustro y otros tres más de la panda norte.
En este proceso, tal y como apunta el investigador Daniel Ortiz Pradas, Arturo Mélida pudo rediseñar la estructura para dotarla de una coherencia estilística, que quizás no guarde una rígida correspondencia con el estado anterior del edificio. En esa línea, cabe apuntar que la crestería neogótica​ que remata la parte alta del claustro, numerosas esculturas exentas y gárgolas son parte de la invención del arquitecto.
De su ingenio también proviene el diseño de las armaduras neomudéjares, ​ que cubren la planta alta del claustro, y la armonización de la fachada externa del convento, al continuar la línea de la cabecera del templo y enlazar así con la fachada de la Escuela de Artes y Oficios de Toledo. Todos estos diseños mantienen una unidad estilística pensada y trazada por Arturo Mélida. Un arquitecto que tomó buena nota de otras obras construidas entre finales del siglo XV y principios del XVI, pero que utilizó su invención y su propio ingenio para complementar la obra que inició Juan Guas.
La restauración se inició en 1835, pero no terminaron las obras hasta 1954. Se desarrollaron de manera muy lenta por culpa de detenciones en las obras y de vueltas a empezar, ya que al principio querían reutilizar los fragmentos antiguos encontrados entre los escombros del incendio, pero no pudieron hacerlo. Recibieron un gran impulso a partir de 1883 hasta 1936, donde tuvieron que volver a parar las obras a causa de la guerra. Cuando se terminó en 1954, el claustro también pasó a formar parte de la orden franciscana como el resto del monasterio. ​
El que se conserva se trata de un claustro de dos pisos y de planta cuadrada. De las puertas situadas en claustro bajo destacan la que comunica con la iglesia a la altura del crucero y las de acceso a la escalera y a la sacristía. La primera es de Juan Guas. 

El cuarto real
Los reyes católicos dentro de sus costumbres tomaran una que luego se repetiría sucesivamente hasta Felipe II, la corte itinerante optaba por conventos como residencia real, y Toledo era una de estas ciudades, para ello la reina Isabel lo ideó como retiro espiritual.
La desamortización y la invasión francesa destruyeron una gran parte del complejo religioso-palaciego, conservándose solamente de la primera construcción la iglesia y el claustro, pero los documentos nos indican que este aposento existió y sabemos dónde estaría ubicado. Por ejemplo un documento que certifica una cédula expedida por la reina desde Alcalá de Henares por la que se libran 630.000 maravedís para el monasterio donde además especifica que una parte es para el “Aposentamiento que se a de faser encima de la dicha sacristya”.
Pero otro documento del Archivo General de Simancas, dan información sobre situación y dimensiones del aposento regio. En dicho documento se dice de “faser un corredor junto al aposentamiento real de su alteza sobre la sacristya”, ​ y no sabemos dónde estaría.
Según el plano del edificio pues puede deducirse que las dimensiones del aposento real serían iguales a las de la sacristía 23,5 x 7, al norte lindaba con el hueco de la escalera que comunicaba con el claustro alto y bajo. Del interior nada se sabe, pero seguramente estaría condicionado por la austeridad que se impondría durante los retiros espirituales de los reyes, tratándose de lutos, y constaría solamente de una sala y pequeñas habitaciones cubiertas con un artesonado parecido al del segundo piso del patio.
Si bien la existencia de Alcázar y de palacios reales en la misma ciudad hace más factible que en verdad los aposentos reales de esta iglesia se usaron solo en ocasiones luctuosas, así como lo eran en Madrid los aposentos de San Gerónimo el Real para retiro y recogimiento durante los funerales regios.
La reina no vio terminada su obra y se procedió a un sucesivo abandono hasta Carlos I, que en 1517, el guardián del monasterio le escribió informándole de la situación, y el rey ordenó al cardenal Cisneros que se ocupase de tasar los daños para proceder en su restauración. ​ La prueba documental definitiva de la existencia de este aposento regio es el plano dibujado en 1594 por Nicolás Vergara, donde se lee “encima de la sacristía quarto Real”. 

Capilla Real de Granada
La Capilla Real de Granada es un templo de culto católico en estilo gótico, ubicado en el centro de la ciudad de Granada, España.
Actualmente forma un anexo a la Catedral de dicha ciudad, siendo ambos templos una de sus grandes atracciones turísticas. Fue fundada como capilla funeraria por los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, y asimismo alberga las sepulturas de su hija y heredera Juana I de Castilla y el esposo de esta, Felipe el Hermoso. 

Historia
Los Reyes Católicos escogieron como lugar de enterramiento la ciudad de Granada, creando, mediante Real Cédula fechada el 13 de septiembre de 1504, la Capilla Real. Fue construida entre 1505 y 1517 y dedicada a los Santos Juanes, San Juan Bautista y San Juan Evangelista.
El conjunto de edificios, conformado por la iglesia, la sacristía y una lonja de acceso, comenzó a construirse en el año 1505 por Enrique Egas en estilo gótico. Intervinieron en su construcción, además, Juan Gil de Hontañón, Juan de Badajoz el Viejo y Lorenzo Vázquez de Segovia. La capilla fue concebida como un anexo a la nueva sede catedralicia que se habría de construir en Granada después de la conquista y capitulación del Reino Nazarí en el año 1492. Sin embargo, ambos edificios se muestran independientes hoy en día, y sus estilos son diferentes, pues mientras la Capilla Real presenta formas del gótico final, la catedral se construyó según la nueva estética renacentista.
El Museo fue creado en el año 1913. Con el desarrollo del turismo en España en la segunda mitad del siglo XX se convirtió en uno de los centros de atracción turística de la ciudad de Granada.

Capilla Real de Granada

Puerta norte

Escudos en la fachada

La Lonja

El primer espacio con el que se encuentran los turistas es la Lonja. Aunque Granada se encuentre alejada del mar, recibe este nombre porque fue una dependencia que se construyó para asentar una banca y comercio en la ciudad. Construida a partir de 1518, en pleno reinado de Carlos V, los escudos heráldicos de los Reyes Católicos siguen siendo motivo de decoración de su fachada, de clara tendencia gótica, estando armonizada con la Capilla Real, anexa a la misma.
Hoy en día la Lonja sirve de taquilla para adquirir allí las entradas a la capilla y de antesala para el inicio de la visita como tal. Sus techos artesonados de madera son realmente increíbles, destacando también como parte de la decoración los retratos de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, así como una réplica del famoso cuadro de Francisco Pradilla de La rendición de Granada. Al fondo, una puerta cuadrada y bajando unas escaleras los visitantes se trasladan a un ambiente regio y medieval. 

El templo
Una inmensa bóveda de crucería sostiene los pilares de la Capilla Real, recordando al Monasterio de San Juan de los Reyes (Toledo). Las dimensiones del templo, dedicado a San Juan Bautista y San Juan Evangelista, no son especialmente grandes, aunque sobrecogen por la decoración interior y por el cargado simbolismo que presenta. El escudo real de los Reyes Católicos se encuentra en cada rincón, así como sus iniciales, por lo que la Capilla Real no es solo un legado vivo de su reinado, sino que con esta institución se pretende dar a entender que siguen presentes y que lo seguirán a perpetuidad.

Una bóveda de crucería sostiene los pilares de la Capilla Real

El coro se encuentra suspendido en la parte trasera, estando el altar mayar y la zona del mausoleo protegidos por una importante verja de estilo plateresco, la primera de esta variante artística que se realizó en España. A los lados, varias capillas terminan de dar forma a este imponente monumento, cuya decoración es propia del Renacimiento, aunque también hay muestras del Barroco, fruto del interés venidero de los reyes españoles en mantener vivo este santuario de la historia del país.
·       Capilla de la Santa Cruz. En el lado derecho de la nave se encuentra la Capilla de la Santa Cruz, cuyo retablo barroco es el principal elemento que se puede contemplar en ella. Sin embargo, la mirada de los visitantes también se dirige a los lados, pudiendo contemplar en cada extremo del conjunto dos esculturas religiosas de la escuela barroca granadina que representan a la Virgen Dolorosa y el Ecce Homo.
·       Capilla de San Ildefonso. En el lado izquierdo se encuentra esta capilla dedicada a San Ildefonso, donde sobresale el retablo renacentista dedicado a la Cruz y la Creación de Eva, así como un busto del Ecce Homo de Bernardo José de Mora. Un poco más adelante de esta capilla se encuentra el acceso directo a la catedral, cuya puerta permanece cerrada.
·       Retablo Mayor. Felipe Bigarny dio forma al espectacular y portentoso retablo mayor de la Capilla Real de Granada entre 1520 y 1522. Se trata de uno de los tesoros por excelencia del arte plateresco español, en el que los detalles y la minuciosidad son sus sellas de identidad. En él se aprecia la unidad religiosa gracias a las escenas de la vida de Cristo, la unidad territorial con la representación de los Reyes Católicos y la conquista de la ciudad y la unidad política a través de las figuras de los Santo Patronos de la capilla, es decir, San Juan Evangelista y San Juan Bautista.
Por otros documentos coetáneos sabemos que se terminó a principios de 1522, cuando todas las piezas quedaron perfectamente ensambladas, procediéndose a su estofado y policromado. El resultado fue en verdad excepcional, e hizo honor a la fama de un artista que ya se había consagrado en numerosas obras maestras repartidas por las catedrales de Burgos, Palencia y Toledo, además de otros sitios como Salamanca y Alcalá de Henares. En esa trayectoria, se advierte una importante evolución estilística. Sus primeros trabajos se inspiran en la plástica tradicional borgoñona, todavía sujeta a un sistema de proporciones y a un lenguaje esencialmente góticos. Posteriormente, sobre todo a raíz de un acuerdo de colaboración suscrito con Alonso Berruguete en 1519, Bigarny incorporó el refinamiento y la monumentalidad característicos de la estética renacentista. En el retablo de la Capilla Real, son elementos distintivos del nuevo estilo la organiza­ción clásica de la arquitectura, la exquisita dulzura con que están realizadas determinadas figuras, la introducción de desnudos que permiten el estudio de la anatomía humana, el empleo del bajorre­lieve en algunas escenas, la inclusión de triglifos, metopas, veneras y cabezas de querubines en los frisos, y el tratamiento de los grutescos de acuerdo a la moda plateres­ca.
Un retablo se divide en pisos o cuerpos dispuestos horizontalmente, y calles y entrecalles dispuestas verticalmente. La base de toda la estructura se denomina predela o banco, que puede estar a su vez apoyado en un sotabanco, mientras que el remate, que culmina lo más alto de la composición, se llama ático. El conjunto puede estar perfilado en los extremos laterales por polseras, unos elementos que se destacan en resalte y que pueden ser por ejemplo una columna o una pilastra. En el retablo de la Capilla Real de Granada, la estructura se compone de sotabanco, banco, dos cuerpos con cinco calles y un ático que presenta tres frontispicios de vuelta redonda y está rematado en el centro por frontón triangular con una cruz. El conjunto se articula con gran regularidad por medio de columnas abalaustradas con capiteles corintios, y cornisamentos decorados con elementos clásicos y grutescos dorados sobre fondo blanco. A ambos lados de la estructura se abaten dos piezas perfecta­mente ensambladas que funcionan como pedestales para las estatuas orantes de los Reyes Católicos. Estas estatuas refuerzan el significado piadoso y funerario de toda la capilla, pero también producen un efecto de gran valor escenográfico.
En cuanto a la iconografía, debe analizarse primero cada una de las escenas para después proceder a una interpretación global del retablo. Los relieves del sotabanco representan aconteci­mientos históricos de la toma de Granada: la llegada de los ejércitos cristia­nos al mando de los Reyes Católicos y del Cardenal Mendoza, Boabdil rindiendo las llaves de la ciudad, el bautismo de los hombres moros y el bautismo de las mujeres moras. En la zona central del banco se muestran tres escenas: primero el Bautismo de Cristo, en el medio la Adoración de los Reyes Magos, y a la derecha San Juan Evangelista acompañado del águila que lo identifica. Sobre ellas se dispone el primer cuerpo del retablo, en el que se encuentran las escenas más importantes desde el punto de vista iconográfico, lo que se nota por su situación centralizada y por el tamaño monumental de las figuras. Emparejados en el centro están San Juan Bautista y San Juan Evangelista, los santos patronos de los Reyes Católicos y los titulares de la advocación de la capilla. A los lados, el martirio de cada uno de ellos: a la izquierda la Degollación del Bautista, y a la derecha la cocción en aceite hirviendo del Evangelista. En el segundo cuerpo destaca la Crucifixión de Cristo, que sobresale por encima del cornisamento superior, y que aparece secundada por la Virgen María y San Juan Evangelista, siguiendo una tipología iconográfica que se denomina «calvario». A la izquierda se representa precisamente a Cristo con la Cruz a cuestas, camino del Monte Calvario, y a la derecha la Piedad o Lamentación ante Cristo muerto, quizás la escena más retardataria desde el punto de vista estilístico. En las calles de los extremos están representados, cada uno independiente en una celda, San Pedro, San Pablo, los cuatro evangelistas y los cuatro Padres de la iglesia Católica, que son San Gregorio Magno, San Jerónimo, San Ambrosio y San Agustín. En el ático aparecen las figuras de la Virgen María y del ángel San Gabriel, una a cada extremo, figurando el episodio de la Anunciación. Finalmente, la paloma del Espíritu Santo y la figura de Dios Padre se asoman desde el tímpano superior, representando junto con Jesucristo crucificado el misterio de la Trinidad.
En definitiva, el retablo propone varias lecturas. La más evidente de todas es la que unifica las diferentes escenas de contenido cristológico, que se disponen siguiendo los ejes de la Crucifixión, y que van desde la Anunciación en el ático hasta la Adoración de los Reyes Magos en el banco, pasando por los episodios de la Pasión en el cuerpo superior, que ejemplifican la acción salvadora de Jesús en el mundo. Apoyando el sentido doctrinal de este mensaje se incluye a los Evange­listas y a los Santos Padres de la Iglesia Católica; los primeros como reveladores del mensaje cristiano, los segundos como exégetas y por ello depositarios y continua­dores de la Buena Nueva extendida por toda la tierra. Su situación en las torres, actuando a modo columnas o fundamen­tos de la Iglesia, resulta muy significa­tiva. Una segunda lectura iconográfica es de carácter devocional y está dedicada a los Santos Juanes, patronos de los Reyes Católicos y titulares de la capilla. La presencia de ambos expresa además la continuidad de la misión de Cristo, pues los dos son testigos directos de la misma y hacen confluir el Antiguo y el Nuevo Testamento. Las figuras orantes de los reyes y los bajorrelieves del sotabanco conectan esa misión salvífica con el momento histórico en que se construyó el propio retablo, porque aluden a la definitiva cristianización de España, lograda gracias a la reconquista de Granada. Política, teología y devoción espiritual aparecen así perfectamente interconectadas entre sí.

Las rejas de la Capilla Real
«se limita el tiempo, el espacio, el mar, la luna, las distancias… hay necesidad de limitar, de domesticar los términos inmensos».
En el rico panorama de la rejería española de finales del gótico y del Renacimiento, la Capilla Real de Granada nos ofrece varios ejemplares para valorar su triple función: práctica, estética, iconográfica. Las rejas de la Capilla Real son celosías protectoras o pórticos de entrada; acotan espacios en ese deseo tan consustancial a la sensibilidad española de evitar perspectivas profundas. 

La reja mayor
Esta reja, «muy cumplida y perfecta», es una de las más bellas del XVI español. Su autor, el maestro Bartolomé.
Concebida a modo de retablo se estructura, como ellos, en pisos y calles. Consta de tres pisos más el ático en sentido horizontal; cinco calles —la central de doble
anchura— en sentido vertical separadas por pilares. En el conjunto se equilibran gótico y plateresco. Desde abajo y hacia arriba la apoteosis decorativa va in crescendo para terminar fundiendo visualmente para el visitante hierro y piedra.
En el primer piso, de gran sobriedad, la decoración predominante es el grutesco desarrollada en los pilares —obra de Cubillana— y en el friso adornado a la italiana combinando elementos vegetales, medallones con bustos y figurillas desnudas.
En la calle central el segundo piso destaca, por su expresividad y simbolismo, el escudo de los Reyes Católicos. Ritmos circulares, conjunción de dorados y policromías, para dirigir nuestra atención hacia las tumbas reales. Se complementa la decoración escultórica de este cuerpo con seis apóstoles bajo dosel gótico que se repiten en el tercer piso a menor tamaño. Entre este piso y el siguiente otro bello friso de grutescos dorados donde predominan los ritmos en forma de ese.
En el ático, la reja se convierte en un retablo con un programa iconográfico relacionado con el retablo mayor: Exaltación de la Pasión de Cristo y de los Santos Juanes.
Las escenas representan, de izquierda a derecha: Bautismo de Jesús, Decapitación del Bautista, Oración del huerto, Prendimiento, Coronación de espinas, Flagelación, Descendimiento, Entierro, Resurrección y Martirio de Juan Evangelista. Sobresaliendo por encima del festón plateresco la escena cumbre, tanto desde el punto de vista formal como iconográfico, Cristo en la Cruz, acompañado por la Virgen y San Juan. La composición se impone con fuerza en el espacio como símbolo triunfal. Sus dos metros y medio de altura materializan la filosofía cristiana sobre la muerte, no como término de la vida, sino como paso para renacer a otra vida; en definitiva, la esperanza cristiana de los nuevos cielos y la nueva tierra.
Las otras dos rejas de la Capilla Real
Las capillas de la Santa Cruz y San Ildefonso están cerradas por dos rejas renacentistas posteriores a la Reja Mayor. 


Descripción artística
El exterior de la capilla sigue el mismo modelo que el Monasterio de San Juan de los Reyes de Toledo. Tiene capillas laterales, una nave en bóveda gótica y nervada. Se ve el coro a los pies con arco carpanel y sotocoro.
En el camino al presbiterio se crea un efecto lumínico preconcebido como idea para simbolizar el sol y la luz con la justicia (sentido albertiano-neoplatónico). Existe una jerarquización del transepto dedicado a mausoleo separada por una monumental verja decorada forjada por Maestro Bartolomé.
En el centro del crucero se encuentran los sepulcros de Isabel y Fernando, obra del artista italiano Domenico Fancelli, y los de Juana y Felipe, del escultor español Bartolomé Ordóñez. 

Los mausoleos reales y la cripta
Tras el fallecimiento de la Reina el 26 de noviembre de 1504, se procedió a trasladar inmediatamente su cadáver desde Medina del Campo (Valladolid) a Granada, siendo depositado provisionalmente, tal como estaba previsto en su testamento, en el Convento de San Francisco de la Alhambra.
Cuando el 23 de enero de 1516 fallece el Rey Fernando en Madrigalejo (Cáceres), aún no estaba concluida la Capilla Real y sus restos fueron también llevados al convento franciscano.
El traslado de los cuerpos de los monarcas a la cripta de la Capilla Real se llevó a cabo con toda solemnidad el 10 de noviembre de 1521 a instancias del emperador Carlos I. 

El Mausoleo de los Reyes Católicos
Obra del escultor florentino Domenico Fancelli concluída en 1517. De tipo exento según la tradición española, el sepulcro adopta la forma troncopiramidal. La figura yacente del Rey se singulariza por su militarización iconográfica; luce armadura completa medio cubierta por un manto; las manos descansan sobre su espada. La cabeza del monarca es magnífica, presentando un rostro mórbidamente modelado.
La figura yacente de la Reina está ataviada con sencillez recogiendo suavemente sus manos superpuestas sobre el cuerpo. Las claves de su iconografía fúnebre parecen haber sido la humildad y la honestidad, virtud ésta muy encomiada por sus contemporáneos.
A los pies de los reyes dos pequeños leones echados, símbolos de la realeza y de la vigilancia. Centran los lados de la cama sepulcral cuatro tondos de impecable factura: El bautismo de Cristo, La Resurrección, San Jorge y el dragón y Santiago. Flanquean los tondos una sucesión de hornacinas con imágenes sedentes de los doce apóstoles. Sobre la cornisa que divide ambos cuerpos del mausoleo figuran en las esquinas estatuas sedentes de cuatro doctores de la Iglesia latina: San Gregorio, San Ambrosio, San Jerónimo y San Agustín.
Angelotes desnudos, rollizos y con dulce expresión, sostienen las armas de los reyes en la cabecera; a los pies en una cartela el epitafio nos recuerda que «[…] Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, marido y esposa unánimes, llamados los Católicos, están encerrados en este túmulo de mármol
El programa iconográfico del mausoleo real presenta un marcado carácter eclesial dado el importante protagonismo que asume el apostolado y los cuatro doctores. Los tondos de los lados mayores tienen un claro significado pascual: el bautismo como participación en la muerte de Cristo se presenta como camino hacia el don de la resurrección.
El friso se divide en dos zonas, la superior decorada con motivos heráldicos, divisas reales y trofeos militares. En la inferior, enmarcados por festones de guirnaldas, se representan temas de procedencia dispar extraídos de la Biblia, del bestiario mítico y de la experiencia de la vanidad.


El Mausoleo de Dña Juana y de Felipe I
Tres escultores intervinieron en este mausoleo: Domenico Fancelli, el burgalés Bartolomé Ordóñez y Pietro de Carona. No siguió el burgalés el trazado original del florentino. Lo innovó significativamente con la restitución de la cama sepulcral, la sustitución de los grifos angulares por impresionantes estatuas de sátiros y la colocación de las estatuas yacentes sobre un sarcófago.
Doña Juana presenta un bello rostro idealizado, serena elegía, que constituye una de las más inspiradas creaciones del burgalés. Elegantemente ataviada a la moda borgoñona, la reina sostiene con ambas manos un cetro y ostenta un rico collar sobre su pecho.
Luce Don Felipe, el rey archiduque, armadura, dalmática bordada con los blasones de Austria, Borgoña, Flandes y de los reinos hispánicos, y un manto con ancho cuello de armiño sobre el que destaca el collar del Toisón de Oro; con ambas manos empuña la espada.
Un león y una leona descansan a los pies de los soberanos. La inclusión del sarcófago sobre el que reposan los yacentes logra que el túmulo de los Reyes Católicos quede en un plano inferior.
El remate angular de las esquinas del sepulcro son estatuas de sátiros y satiresas que ayudados por angelotes portan divisas e insignias reales: el vellocino de oro, el pedernal y cruz de San Andrés, el haz de flechas, el yugo y las coyundas y la granada heráldica.
En los relieves de los tondos se recogen hechos evangélicos: La Natividad, la Epifanía, la Oración del huerto y el Descendimiento. Alegorías de las artes liberales y de las virtudes teologales y cardinales ocupan la mayoría de las hornacinas. La filosofía y la aritmética en la cabecera; la gramática y la lógica en los pies. En el lado del rey, la fortaleza, la caridad, la fe y la esperanza; en el lado de la reina, la prudencia efigiada bifacialmente, la justicia y la templanza y una cuarta que quizá represente la paciencia.
La traducción del epitafio es: «Privados de vida, supervivientes de la fama, cubre este sepulcro a Felipe Rey de las Españas, el primero tanto en el nombre como en la dinastía austríaca, a quien la muerte, armada con su guadaña, al haberlo encontrado maduro en virtudes, segó joven por creerlo un anciano (murió el año del Señor 1506 a los 28 años de edad), y a Juana, su esposa, a la que todas las reales estirpes de Castilla, León y Aragón dieron esplendor (murió el año 1555 a los 75 años de edad).
¿Para qué más? De la unión de ambos brilló para el mundo el Serenísimo Emperador Carlos V, el cual erigió a sus padres este monumento.»
En los ángulos figuran cuatro estatuas de santos patrones de los soberanos: San Andrés y San Miguel en el lado del Rey y San Juan Bautista y San Juan Evangelista en el de la reina. 


La Cripta
Bajo las tumbas hay una pequeña cripta de impresionante austeridad; en ella están depositados los féretros reales, de plomo, identificados por la inicial de cada nombre sobre la cubierta; en el centro, los de los Reyes Católicos sobre una plataforma de cantería; a los lados, sobre el poyo corrido que circunda el interior, los féretros de Dª Juana y D. Felipe y el pequeño ataúd del príncipe de Asturias, D. Miguel. En la pared frontal un pequeño crucifijo de madera de estilo gótico preside la cripta. También estuvieron depositados aquí, antes de su traslado al Escorial en 1754, los cadáveres de la emperatriz, Dª Isabel de Portugal, de la princesa Dª María y de los infantes D. Fernando y D. Juan, hijos del emperador.

Sacristía
La antigua sacristía se ha habilitado como museo que recoge diversas piezas que los reyes fundadores legaron para el embellecimiento de estos espacios destinados a su sepultura. Destaca la galería de pinturas con obras de las escuelas flamenca, italiana y española, incluyendo cuadros de autores como Pedro Berruguete, Bartolomé Bermejo, Rogier van der Weyden, Dierick Bouts (Tríptico de la Deposición, La Virgen y el Niño con cuatro ángeles) o Hans Memling, de quien se expone la obra maestra Díptico del descendimiento. Otra de las grandes obras pictóricas es un rarísimo ejemplo de Sandro Botticelli La Oración del Huerto, único cuadro de su autor de temática religiosa que existe en España. Completa el museo una excelente colección de orfebrería, con ejemplos como la corona y el cetro de los Reyes Católicos; y tejidos y libros de la reina Isabel.
En el ángulo que forma la Capilla Real con la iglesia del Sagrario se construyó, en el año 1518, la lonja, dedicada en origen a la banca y al comercio. Hoy funciona como entrada de acceso al conjunto y puede visitarse, tanto por su interés arquitectónico (la fachada, los artesonados) como por los objetos que expone en su interior (pinturas, mobiliario). 

Maestros de Capilla
Desde su fundación y durante siglos, la Real Capilla contó con maestros que estaban al cargo de la composición de música para las funciones litúrgicas, así como de la dirección de todo lo relativo a su interpretación. Entre las funciones de estos músicos se encontraba, además, la educación de las voces de los infantillos (o seises) y el cuidado del archivo. Para acceder al cargo, los aspirantes debían someterse a concurso público con duras pruebas de composición y conocimientos musicales, cuyo resultado solo podía ser la concesión de la plaza a auténticos artistas. De entre los legajos que componen el catálogo de música de esta institución destacan, por su número y su extraordinaria prolongación cronológica, los correspondientes a la obra de Antonio Cavallero, que fue nombrado para el cargo en 1757, substituyendo a Pedro Furió, y lo deja oficialmente al morir hacia 1822, cerrando una interesante relación de maestros titulares. 

Retablos y esculturas
Gótico, Renacimiento, Barroco. La presencia más significativa del Barroco en la Capilla Real está representada por los dos retablos-armario relicarios y por el retablo y esculturas barrocas de la Capilla de la Santa Cruz. Por Real Cédula de Felipe IV (1630) se dispuso construir los actuales altares-relicarios en el crucero e instalar en ellos la importante colección de reliquias donadas por los Reyes que las habían recibido de los Papas. 

Los retablos armarios relicarios
Al contemplar estos dos retablos, —obra del granadino Alonso de Mena (1587-1646)— nos acercamos a sus formas y riquezas, a sus discursos iconográficos, sin olvidar la dimensión espectacular, cuando al abrir sus puertas, descubren la abundancia del tema y la riqueza de formas y materiales.
Abajo, en sus bancos, sobre puertas practicables, los retratos en relieve de los monarcas: Fernando e Isabel, Felipe y Juana, Carlos e Isabel, Felipe IV e Isabel de Borbón, como testigos y orantes.
Sobre las grandes puertas, en cuatro espacios rectangulares aparecen en relieve, en el retablo de la derecha, San Miguel y Santiago, San José itinerante y, posiblemente, San Felipe, patrón de monarca reinante.
En el retablo de la izquierda, la Inmaculada Concepción, San Juan Bautista, San Pedro, San Pablo. En los centros de ambos retablos y sobre la unión de los cerramientos de sus dos puertas principales, dos grandes escudos de España que, junto al yugo y las flechas, subrayan el rango real del conjunto.





La Capilla de Santa Cruz
El retablo barroco, dividido tres calles y alzado en dos pisos, ocupa totalmente el fondo de la capilla hasta el arranque de las bóvedas góticas. En el centro y aprovechando la ventana abierta en el muro exterior, se presenta en efectista contraluz, como triunfante símbolo, la Santa Cruz enmarcada así de apoteosis y riqueza.
La incorporación de la luz eléctrica a estas escenografías transforma estos espacios en espectáculos visuales; en ellos se materializa una de las más importantes páginas para comprender los contenidos didácticos y emocionales de nuestro barroco, aunque también en la tenue iluminación natural se encuentre la ambientación adecuada a este tipo de espacios y de obras.
Para acentuar la atracción sobre el fiel o sobre el mero espectador, están colocadas, a ambos lados, dos excelentes medias figuras del Ecce Homo y de la Dolorosa, talladas en madera y policromadas; su expresión íntima y contenida invita a la meditación piadosa o a la contemplación detenida, en contraste con la riqueza del fondo del retablo.
Son dos obras en todo características de la mejor época de la escultura barroca granadina, derivadas ambas de tipos y modelos de José de Mora (1642-1724), sobre los que Risueño, a quien se les atribuye, supo añadir mayor blandura de modelado y mayor cercanía a lo pictórico. 

Otras esculturas significativas
En el acceso a la Catedral se contempla la Santa Parentela, valioso conjunto renacentista de Bernabé de Gaviria y frente a ella San Juan de Capistrano, obra barroca de Bernardo José de Mora.
En la Capilla de San Ildefonso figuran dos relieves renacentistas de la Santa Cruz y Creación de Eva, junto con un valioso busto de El Ecce Homo de Bernardo José Mora.

Fernando el Católico, por Felipe Vigarny

Hans Memling: Descendimiento de la Cruz, h. 1475

Atribuido a Juan de Flandes: Nacimiento de Cristo, copia de una de las tablas laterales del Tríptico de Miraflores de Rogier van der Weyden

Sandro Botticelli: Oración del Huerto

Rogier van der Weyden


Isabel I de Castilla, Felipe Bigarny.

 

 

 

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