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lunes, 9 de octubre de 2017

Capítulo 30 - Guerras Pírricas


Guerras Pírricas

Preparación de la campaña en Italia
La causa de la guerra fue la expansión romana. En la batalla de Sentino (295 a.C), los romanos habían derrotado a los samnitas y los etruscos, y habían comenzado a unificar Italia. Los romanos no estaban realmente interesados en el sur todavía, pero para entonces ya habían llegado a pensar en el conjunto de Italia.
Los lucanos que se encontraban en el “empeine” de la bota de Italia, estaban inquietos y amenazados por las ciudades griegas en el “suela y tacón”, y pidieron ayuda a Roma en el 285 a.C.
Mapa de las campañas de Pirro rey de Épiro en Italia y Sicilia

Los romanos, probablemente sin darse cuenta de lo que estaban haciendo, estaban dispuestos a enviar ayuda a las ciudades de Turio, Regio, y Locri. Inmediatamente, las tropas romanas fueron atacadas por los griegos de Tarento en el 282 a.C. Tarento era una antigua colonia griega llamada Taras, conocida por su riqueza, delicadeza y refinamiento.
En la primavera de ese mismo año, una escuadra romana de diez barcos violó el pacto de 303 a.C, navegó hacia el norte del cabo de Lakinia y se acercó a Tarento. Los tarentinos, alentados por los republicanos, atacaron a la escuadra, hundido cuatro de sus buques, incluidos el buque insignia y capturaron a un quinto, junto con toda su tripulación, mientras que el resto de las cinco naves, huyó. Sin embargo no se detuvieron en este éxito. Marcharon contra Turio, la capturaron y la saquearon. La guarnición romana que estaba destinada allí fue expulsada junto con los aristócratas de la ciudad que tenía una posición pro-romana.
Los romanos enviaron una embajada a Tarento con las demandas moderadas, debido a sus relaciones con las diversas naciones italianas eran aún inestables y que no deseaban abrir un nuevo frente contra los griegos. Los romanos estaban pidiendo la liberación de los prisioneros de guerra, el retorno de los exiliados de turios y su compensación, por sus fortunas habían pasado a manos de sus enemigos políticos y, finalmente, el castigo de los que les habían hecho daño. Sin embargo, cuando los enviados romanos llegaron en el Ágora de Tarento, la multitud no les permitió expresar su mensaje de libertad y los trató ofensivamente. Los embajadores regresaron furiosos y con las manos vacías, informaron a sus compañeros de sus impresiones tristes. Después de estos acontecimientos el Senado Romano votó a favor de la guerra contra la colonia griega. El cónsul Lucio Emilio Bárbula fue encargado de organizar un ejército contra los griegos.
La noticia de la declaración de guerra dividió a los ciudadanos de Tarento. Los aristócratas estaban a favor de la paz inmediata, mientras que las clases bajas estaban a favor de la guerra contra Roma. Sin embargo, incluso los partidarios de la guerra, que al final prevalecieron, estaban al tanto de las posibilidades militares de la ciudad y sabían que sin el apoyo de los aliados más fuertes, el ejército tarantino perecería contra las legiones romanas.
En 281 a.C los tarentinos, enviaron una embajada a Pirro rey de Epiro, rogándole en nombre de todos los griegos italianos que cruzara el mar Jónico para combatir contra los romanos. Sólo le pidieron un general, bajo cuyo mando prometieron que pondrían a 150.000 infantes y 20.000 jinetes, ya que todas las naciones del sur de Italia se unirían bajo su estandarte.
Esta oferta resultó demasiado tentadora para ser rehusada, pues hacía realidad uno de sus tempranos sueños: la conquista de Roma le llevaría posteriormente a la soberanía sobre Sicilia y África. Después, le sería posible regresar a Grecia con las fuerzas combinadas de estos países para derrotar a sus rivales y reinar como señor del mundo. Además, se sentía en deuda con los tarentinos, pues éstos le habían suministrado apoyo naval en la reconquista de Córcira.

Embajada tarentina frente a Pirro rey de Épiro, a su lado esta su consejero Cineas el Teesalio. Autor Angel Todaro.

Contestó enseguida, ignorando las palabras de su sabio y fiel consejero Cineas. Pero, dado que no podía confiar el éxito de tal empresa al valor y fidelidad de las tropas italianas, empezó los preparativos para llevar un poderoso ejército propio. Estos preparativos le mantuvieron ocupado el resto del año y comienzos del siguiente. Los reyes griegos hicieron todo lo que estaba en su mano para favorecer sus designios, contentos de mantener alejado a un vecino tan peligroso. Antígono II le proporcionó barcos, Antíoco dinero y Ptolomeo Cerauno tropas. Pirro dejó a su hijo Ptolomeo, con 15 años de edad, a cargo del reino.
Mientras el cónsul Lucio Emilio Varvoula decidió actuar inmediatamente, ese mismo año 281 AC, invadió el territorio tarentino con sus legiones y consiguió victorias rápidas y fáciles contra las fuerzas que le enviaron a tratar con él. Posteriormente, conquistó unos fuertes y atacó el campo. Sin embargo, el cónsul romano, mostró respeto hacia los prisioneros de guerra y liberó a los ricos sin pedir rescate. Bajo la presión debido a los fracasos militares, el gobierno democrático que estaba a favor de la guerra contra Roma fue derrocado. Los aristócratas pro-romanos tomaron el control total y comenzaron inmediatamente negociaciones con el enemigo.

Embajadores tarentinos en el campamento romano frente al cónsul Lucio Emilio Bárbula. Autor Ángel Todaro.

Pirro tuvo que actuar en contra de los movimientos de los aristócratas tarentinos si quería mantener las hostilidades entre los griegos y los romanos. Así, en la primavera del 281 a.C, envió Cineas el Tesalio, su asesor de confianza, a Tarento para preparar su llegada, acompañado por un contingente militar. Poco después, envió a Milo, uno de sus generales, con un destacamento de 3.000 epirotas que cuando llegaron se apoderaron de la Acropolis tarentina y sus murallas. Los democráticos fueron restaurados en el poder y las negociaciones se rompieron. Las legiones romanas abandonaron el territorio tarentino y se retiraron hacia Metaponte. A partir de ahí, continuaron su marcha hacia Venosa, donde tenían la intención de permanecer durante el invierno. Las hostilidades habían cesado, pero sólo temporalmente.
Después de haber completado los preparativos para la expedición, de haber consultado al oráculo de Zeus en Dodona y recibir una respuesta favorable, Pirro que contaba con 38 años, partió para Italia al final del 280 a.C. Fue acompañado por sus dos hijos menores, Eleno y Alejandro, mientras que dejó a su primogénito Ptolomeo de 15 de años como regente en el Epiro. La fuerza expedicionaria ascendió 20.000 infantes, 3.000 jinetes, 2.000 arqueros, 500 honderos y 30 elefantes, según las fuentes. Una gran cantidad de barcos se había reunido para su transporte y los romanos no se atrevieron a acosarles mientras cruzaban ya que la Armada romana, sólo poseía dos escuadrones de 20 barcos cada uno y no tenía posibilidades contra la flota griega.
Tal era su impaciencia por llegar a Tarento y comenzar las acciones militares, que levó anclas antes de que finalizara la estación de las tormentas. Apenas había embarcado cuando estalló una violenta tempestad, que dispersó la flota. Su propia vida corrió peligro, y llegó a Tarento con apenas una pequeña porción del ejército. Después de un tiempo, los dispersos navíos empezaron a hacer aparición. Tras reunir las tropas, inició los preparativos para la guerra.

Llegada de Pirro a Tarento. Autor Ángel Todaro.

Al llegar se dio cuenta que el ejército prometido no existía, así que reclutó a todos los varones locales sin excepción, el que trató de evitar el reclutamiento obligatorio fue castigado con la pena de muerte. Los reclutas recibieron el equipo macedonio y fueron entrenados por oficiales experimentados del ejército epirota. Se les sometió a una instrucción severa y se les incrustó en unidades ya creadas, no creando nuevas unidades, con el fin de evitar futuras rebeliones, dado que la movilización no les hizo mucha gracia.
Sin embargo, el rey epirota no se detuvo en estas medidas militares. Tomó decisiones relativas a los aspectos de la vida cotidiana de los ciudadanos tarentinos. Los gimnasios, los parques y el teatro fueron cerradas. Los festivales, fiestas y bailes fueron abolidos y la Asamblea Tarentina fue disuelta. La ciudad finalmente se había convertido en un campo militar y la insatisfacción era evidente entre los ciudadanos. Algunos de ellos abandonaron la ciudad, rechazando a adaptarse en las nuevas condiciones de vida difíciles. Para prevenir una ola de deserciones más amplia, Pirro colocó guarniciones de soldados epirotas en cada puerta de la ciudad. Las medidas anteriores fueron duras pero necesarias para la creación de un ejército bien entrenado.
Los aristócratas intentaron explotar el descontento debido a las duras medidas, así como el comportamiento grosero de algunos soldados epirotas hacia las familias que los alojaban, y las peleas entre soldados.

Avance de Pirro contra Roma y despliegue de los ejércitos romanos

Cuando los romanos se enteraron de la llegada de las tropas de Pirro a Tarento, formaron rápidamente cuatro ejércitos consulares.
·       El primero de ellos se situó en Venusia, para tratar de impedir que samnitas y lucanos se unieran al ejército de Pirro.
·       El segundo permaneció en las afueras de Roma, para defenderla si fuera necesario.
·       Un tercer ejército marchó a terreno etrusco, para evitar una insurrección de apoyo a Pirro.
·       Un cuarto ejército, al mando del cónsul Publio Valerio Levino se dirigió directamente a Tarento para derrotar a Pirro.
El ejército de Levino estaba sobredimensionado para los estándares del ejército consular romano. Tenía 4 legiones romanas y 4 legiones auxiliares de los. Casi el doble de un ejército consular normal.
Cada legión romana de aquella época, tenía unos 5.000 hombres, (1.500 hastatos, 1.500 principes, 800 triarios y 1.200 vélites u hostigadores provistos de jabalinas y lanzas). Las legiones auxiliares estaban estructuradas de forma similar a los romanos, aunque en un número un poco menor, unos 4.000 soldados por legión. Además, los romanos tenían el refuerzo de 2.400 infantes ligeros brutianos, procedentes de Campania, 1.200 jinetes romanos y 5.000 jinetes aliados.

Batalla de Heraclea (280 a.C)
Preparativos
Cuando Pirro supo que los romanos estaban amenazando Heraclea, decidió ir a su encuentro sin esperar a los refuerzos de sus aliados. Estaba decidido a enfrentar al enemigo sólo con los epirotas y los tarentinos que tenían tiempo para recibir una formación adecuada.
Según varias fuentes, el rey epirota intentó negociar con el cónsul Publio Valerio Levino, lo que sugiere a sí mismo como un árbitro para la solución de los conflictos romano-tarentinos. La respuesta del cónsul fue negativa: “Los romanos no eligieron a Pirro como arbitro y no le temen como un enemigo”. El conflicto armado era ya inevitable. Sin más demora, Pirro se dirigió a enfrentarse a las legiones enemigas que estaban cerca de Heraclea. Desplegó sus fuerzas al abrigo del rio Siris, ocupando los vados para que los romanos no pudieran cruzar el rio, mientras esperaba la llegada de refuerzos samnitas, estableciendo su campamento entre las ciudades de Heraclea y Pandosia.
Pirro recorrió a caballo las orillas del río Siris para observar las posiciones romanas. Observando los movimientos de las formaciones enemigas, quedó impresionado por la excelente organización del campamento y en general por el orden y la disciplina del ejército romano. Según Plutarco, el rey epirota dijo a su amigo Megacles: “La disciplina de estos bárbaros no es tan bárbara”
Batalla de Heraclea 280 a.C: Movimientos previos

Los romanos, por su parte, fueron inusualmente agresivos. No querían que samnitas y griegos unieran sus fuerzas, así que decidieron a tomar la iniciativa. Levino mandó su caballería rio  abajo, alejados de las posiciones epirotas para buscar un vado y cruzar el río.
Una vez cruzado el río, la caballería romana ataco de flanco a los hoplitas que ocupaban los vados, poniéndolos en fuga. Acto seguido, la infantería romana comenzó a cruzar el río.
Pirro reunió apresuradamente 3.000 de sus mejores jinetes macedonios y tesalianos, y marcho hacia el rio, para tratar de evitar que los romanos lo cruzasen. Cargaron contra los legionarios, pero ya era tarde, la mayoría de la infantería romana ya había cruzado el rio por los vados y comenzaba a desplegarse.
Pirro da la orden de salir del campamento para presentar batalla a los romanos.

Despliegue inicial

Ejército romano
Se componía de 39.200 infantes y 4.800 jinetes desplegados de norte a sur de la siguiente manera:
·       Ala norte: 1.200 jinetes italianos del sur de Italia,  1.200 jinetes romanos y detrás de estos  1.200 infantes ligeros apulianos.
·       Centro: 1ª legión romana, 1ª legión aliada, 2ª legión romana, 2ª legión aliada, 3ª legión romana, 3ª aliada, 4ª legión aliada, 4ª legión romana.
·       Ala sur: 3.600 jinetes aliados y detrás 1.200 infantes ligeros campanos.

El ejército de Pirro
Se  componía de 8.000 jinetes, 35.000 infantes, 30 elefantes desplegados de norte a sur:
·       Ala norte: 3.000 jinetes tesalianos y detrás 10 elefantes.
·       Centro: 3.000 hipaspistas mandados por Milón; 20.000 falangistas epirotas (molosos, tesprocios, caonios, ambraciotas incluyendo 5.000 soldados macedonios dados por Ptolomeo); 5.000 (mercenarios etolios, acamamos y atamanios de Grecia y también itálicos; 6.000 hoplitas tarentinos o “escudos blancos”.
·       Ala sur: 4.000 jinetes tesalianos y macedonios; 1.000 jinetes tarentinos; 2.000 arqueros; 500 honderos de Rodas; 20 elefantes de guerra con soldados en sus torres.
Pirro se acercó al rio y observó las formaciones de las falanges y le impresiono la evolución de sus movimientos.

Primera fase

Lo que siguió fue la primera batalla entre hoplitas y legionarios. Los legionarios lanzaron sus dos andanadas de pilum y a continuación buscaron el choque con la falange. Se produjo una serie de enfrentamientos, frustrantes para cada bando. Los legionarios se veían frustrados porque no podían romper el muro de hoplitas, los epirotas  se veían frustrados porque cada vez que derrotaban a un manipulo, otro manipulo los flanqueaba y la línea de falangistas corría grave peligro de ser traspasada.

Falange epirota vista de frente. Los romanos lanzan la segunda salva de pilum y cargan contra la falange. Autor Giuseppe Rava.

Batalla de Heraclea 280 a.C. Choque entre la falange epirota y las legiones romanas. Estas eran incapaces de romper la formación de la falange. Autor Ángel Todaro.

Por suerte para Pirro, las legiones aliadas de roma no pudieron desplegarse convenientemente, lo que hubiera permitido a los romanos flanquear a la falange desde ambos flancos.
Durante largo tiempo, el resultado de la batalla fue incierto.
En un momento dado, un escuadrón de caballería romana del sur al mando de un tal Oplacodel, atacó a Pirro y sus escoltas, consiguiendo matar a su caballo y herir levemente al mismo Pirro, que tomó la acertada decisión de quitarse su uniforme real y hacer que se lo pusiera uno de sus oficiales, Megacles. La idea fue inteligente, dado que más tarde Megacles murió en combate a manos de un tal Dexio, que le quito el casco y el manto real y se lo llevo al cónsul romano Levino.

Batalla de Heraclea 280 a.C. Oplaco ataca a Pirro con su lanza y consigue matar a su caballo y herirle levemente. Autor Ángel Todaro.

El rumor de la muerte de Pirro se propago por el ejército griego, empezó a cundir el desánimo en sus filas. Para evitar una debacle Pirro reaccionó con rapidez. Tubo que exponerse al peligro recorriendo sin su casco de combate las líneas propias para que las tropas le vieran, animando sin cesar a sus soldados y haciéndoles ver que estaba muy vivo.
Levino aprovechó la confusión para lanzar el resto de su caballería contra el flanco expuesto de la falange.

Segunda fase

Pirro vio llegado el momento decisivo e introdujo en el campo de batalla a los elefantes. Los romanos contemplaron con terror a las enormes bestias. Nunca podían haber imaginado que pudieran existir tales animales y los denominaron “bueyes lucanos”, porque a sus ojos se asemejaban a los bueyes y la batalla se estaba dando en la región de Lucania.
Los caballos romanos, asustados por los elefantes y por el fuerte olor que despedían, reaccionaron descontroladamente, huyendo del campo de batalla sin que sus jinetes fueran capaces de controlarlos.

Batalla de Heraclea 280 a.C. Los elefantes de Pirro atacan a los romanos, los caballos romanos se descontrolan por el olor de los mismos. Autor Ángel Todaro.

Seguidamente, Pirro lanzo sus elefantes contra la infantería romana, ayudado por la caballería tesaliana. La presión era enorme para la línea romana, que empezó a ceder y retirarse, aunque lo hicieron ordenadamente. La retirada romana fue atenuada por un valiente legionario que en una audaz acción, cortó con su espada la trompa de un elefante, el cual con sus alaridos de dolor sembró el nerviosismo en el resto de sus congéneres, Pirro para evitar que este acto pudiera degenerar en algo peor, decidió dar por finalizado el hostigamiento a la retirada romana.
La infantería romana huyó, permitiendo a los griegos apoderarse del campamento romano. En las batallas antiguas, el abandono del campamento por el adversario significaba una derrota total pues suponía abandonar todo: material, animales de carga, vituallas y equipaje individual. Los legionarios supervivientes huyeron a la ciudad Apulia, abandonando parte de su equipo.

Secuelas
La primera batalla entre la falange y la legión había dado la victoria a la primera, pero Pirro no se llevó a engaño. Tras la retirada romana, Pirro cabalgó entre los cadáveres del campo de batalla y observo que ningún soldado romano tenía heridas en la espalda. Ninguno había huido, ni siquiera ante los elefantes. Quedó impresionado por el coraje de los soldados enemigos y dio órdenes de que los muertos recibieran un entierro honorable.
Las pérdidas fueron enormes, 15.000 romanos y 13.000 griegos, Pablo Orosio dio las pérdidas romanas con una precisión sorprendente: 14.880 muertos y 1.310 presos por parte de los soldados de infantería, 246 jinetes muertos y 502 presos, así como 22 estandartes perdidos.
Se dice que Pirro tras la batalla exclamó: “Otra victoria como esta y estaremos acabados”, aunque otras fuentes sugieren que fue: ”Otra victoria como esta y volveré solo a Epiro”.
Pirro pago muy cara su victoria. Perdió la mayor parte de sus mejores soldados y oficiales, los huecos que dejaron serían muy difíciles de rellenar.
Pirro se dio cuenta que su victoria se había debido al efecto sorpresa causado por los elefantes, y que ese efecto sorpresa no volvería a producirse.
Celebró su victoria con ofrendas votivas de armas de enemigos capturados en el horaculo nativo de Dodona. Una modesta tableta de bronce aún sobrevive con la inscripción votiva: “El rey Pirro y los Epirotas y los Tarentinos a Zeus Naius de los romanos y sus aliados”. Envió su propia armadura y las cabezas de las bestias sacrificadas al templo de Atenea en Lindos en la isla de Rodas. Zeus de Tarento también recibió ricas ofrendas votivas y los tarentinos de igual modo enviaron ofrendas a Atenea para demostrar el significado de esta victoria sobre los bárbaros. Sobre las monedas tarentinas un pequeño elefante y una nike alada proclamaban la victoria que ellos habían ganado juntos.
El general griego propuso a los presos romanos unirse a su ejército, como se hacía en Oriente con los contingentes mercenarios, pero éstos se negaron.
Esta victoria trajo consigo notables consecuencias. Los aliados de Pirro, que hasta entonces se habían mantenido a una prudente distancia, se unieron al rey, e incluso varios súbditos de Roma abandonaron su causa. Consiguió ganarse a su bando a los brucianos, lucanos y samnitas.
Pirro envió a su consejero Cineas a Roma con propuestas de paz, mientras él reunía las fuerzas de sus aliados y marchaba lentamente hacia la Italia Central.

Cineas el Tesalio en Roma. Después de la batalla de Heraclea, Pirro envió a Cineas como embajador a Roma, y se dirigió al senado Romano. Autor Ángel Todaro.

Cineas llevó costosos regalos con él a Roma que él ofreció a las más influyentes personalidades y sus esposas y niños. Pero en la ignorancia de la tradición griega tomaron éstos como un intento de soborno y rechazaron los regalos. No obstante, una mayoría en el Senado parece haberse inclinado a aceptar las indudablemente duras condiciones del rey moloso, debido a que su propia fortaleza parecía terminada. Ya que Pirro había dejado claro que buscaba la paz, sin duda esperaban que futuras negociaciones pudieran lograr algunas concesiones. Fue solamente cuando Apio Claudio Caeco, ahora casi ciego, se pronunció en contra de las propuestas de paz que el Senado las rechazó. Desde la construcción de la Vía Apia, que había recibido su nombre de él, había tenido un interés particular en la Campania y el sur de Italia. Su discurso debió ser notablemente vívido y persuasivo, ya que el senado rechazó la negociación con Pirro.

Apio Claudio el Ciego dirigiéndose al Senado Romano, logrando convencerlos para que no aceptasen las negociaciones de Pirro

Mientras tanto Levino no se aventuró a atacar a las fuerzas del enemigo, sino que se contentaba con hostigar su marcha y retrasar su avance mediante ágiles escaramuzas. En respuesta, Pirro prosiguió el avance a una marcha más lenta pero firme sin encontrar al frente digna oposición, intentó tomar Capua y Nápoles, pero los romanos las habían dejado fuertemente guarnecidas, así es que siguió el avance hasta llegar a Preneste, que capturó. Se hallaba a sólo 35 km de Roma, mientras sus avanzadillas llegaban hasta 9 km al este de la ciudad. Una nueva marcha le habría llevado a las murallas de la ciudad, pero frenó su avance, dado que se enteró de que en la ciudad habían hecho unos intensos preparativos para la defensa.
Para colmo de males, se enteró de que los romanos habían firmado la paz con los etruscos, y de que el otro cónsul Tiberio Coruncanio, había regresado con su ejército a Roma. Se desvaneció toda esperanza de acordar la paz con los romanos, con lo que Pirro decidió retroceder lentamente a Campania. Desde ese lugar se retiró a sus cuarteles de invierno en Tarento, y ninguna otra batalla fue librada ese año.
El primer éxito militar de Pirro tuvo consecuencias de largo alcance, pues ahora no solo los lucanos, samnitas y brutios, sino también las ciudades griegas, que se habían mantenido tan apartadas, declararon abiertamente su apoyo al vencedor liderados por la ciudad de Crotona. Cuando Pirro apareció a las afueras de Locri los ciudadanos precipitadamente entregaron a la guarnición romana, pero Pirro inmediatamente dejó que 200 hombres fueran liberados sin pedir rescate. Regio, cuyos habitantes también querían unirse a Pirro, solamente pudieron mantenerse leales a Roma mediante el ejercicio de la fuerza bruta sobre la parte de las tropas campanas estacionadas allí y mediante el asesinato de los más influyentes de sus ciudadanos.
Tan pronto como los ejércitos se acuartelaron para pasar el invierno, los romanos enviaron una embajada a Pirro al frente del oficial romano Cayo Fabricio Luscino, con la intención de tantear el rescate de los prisioneros romanos o su intercambio por un número similar de prisioneros tarentinos o aliados. El embajador fué recibido por Pirro con la mayor distinción, y sus entrevistas dieron lugar a una de las más célebres historias de los anales de Roma, embellecida y relatada de distintas maneras por poetas e historiadores.
Pirro intentó comprar al oficial romano tentándole con riquezas, un puesto un su ejercito pero fracasó, finalmente Pirro viendo la honestidad de éste oficial, permitió que los prisioneros fueran a Roma a celebrar las Saturnales, estipulando que regresaran a Tarento si el Senado Romano no aceptaba los términos que les había ofrecido previamente a través de Cineas. Como el Senado permaneciera firme en su resolución, todos los prisioneros regresaron a Pirro, bajo la amenaza de ser condenados a muerte si permanecían en la ciudad.

Guerra de Pirro en Sicilia (278-276 a.C)
A la muerte de Agatocles, se había producido una guerra civil entre Tenón y Sóstrato, la ciudad se encontraba indefensa ante la invasión púnica, y ambos generales buscaban el apoyo de Pirro. Desde las ciudades sicilianas de Agrigento, Siracusa y Leontini fueron enviadas embajadas a Pirro, suplicando por su ayuda contra cartagineses y mamertinos. Para Pirro, era una oferta muy atractiva. En Italia no estaba consiguiendo su objetivo de acabar con el poder de la Republica Romana, y no quería volver al Épiro o Macedonia, que estaba siendo amenazada por una invasión de celtas desde Galacia.
Pirro, que se encontraba en Tarento, esperaba poder dominar Sicilia y crear allí un reino estable, que pondría bajo mando de su hijo Alejandro. Alejandro era nieto por vía materna del tirano Agatocles de Siracusa, lo que le convertía en un pretendiente ideal para reclamar el trono siracusano. Parece que Pirro deseaba usar Sicilia como cabeza de puente para invadir África, mientras dejaba Sicilia bajo control de su hijo.
Como era usual, Pirro envió a Cineas a Sicilia para conocer el estado de las cosas en la isla antes de llegar a ella. Esto no gusto a los habitantes de Tarento, que exigieron a Pirro que cumpliera con lo pactado con ellos, que continuara la guerra contra Roma en la península itálica o que abandonara con su ejército la seguridad que ofrecían los muros de la ciudad.
Pero Pirro no tenía la más mínima intención de abandonar Tarento o alguna otra de las polis griegas de la Magna Grecia en la que se encontraban acuarteladas parte de sus tropas.
Mientras Pirro calculaba sus posibilidades de ocupar Sicilia, el almirante cartaginés Magón ofreció enviar 120 buques para colaborar con sus aliados romanos en el control del vital estrecho de Mesina. El senado romano convocó al almirante Magón para discutir los términos del tratado que uniría a ambos, romanos y cartagineses, contra las ciudades sicilianas rebeldes y su nuevo aliado, Pirro.
Los términos del tratado (básicamente, un tratado de ayuda mutua militar) obligaban a ambos firmantes a marchar en ayuda del otro si era invadido. No importaba quien fuera el que pidiera ayuda, los cartagineses estarían obligados a aportar la flota para transportar a ambos ejércitos, si fuera necesario, aunque cada cual tendría a su cargo el mantenimiento de su propio ejército.
Además, los cartagineses ayudarían siempre a los romanos en los combates navales que se produjeran contra cualquier enemigo, mientras que los romanos no estaban obligados por los términos del tratado a realizar la misma operación. Es decir, según los términos del tratado, los cartagineses estaban obligados a ayudar a los romanos siempre, y a poner su flota a su disposición, mientras que los romanos no estaban obligados a ello. Tras firmar el tratado con el senado romano, el almirante Magón se dirigió en secreto a Tarento, en donde se encontraba Pirro acuartelado con sus tropas.
Aparentemente, Magón quería buscar un entendimiento pacifico entre Cartago y Pirro, aunque en realidad lo que estaba buscando era conocer las intenciones de Pirro con respecto a Sicilia. Y quería convencer a Pirro para que no desembarcara en Sicilia y se mantuviera en Italia combatiendo a los romanos.
Cartago se mantuvo muy activa diplomáticamente, y también firmó un tratado con los mamertinos. Enviaron a Mesina una flota tripulada por marinos cartagineses y 500 soldados romanos para tratar de disuadir a Pirro de que desembarcara en Sicilia.
Pirro retiró sus tropas del interior de Italia y las concentró en los alrededores de Tarento.

Conquista de Sicilia
A finales del verano del año 278 a.C, Pirro zarpó de Tarento hacia Sicilia. Antes de abandonar Italia, protegió su retaguardia dejando fuertes guarniciones en las ciudades de la Magna Grecia, en el sur de Italia, al general Milo lo dejó a cargo de Tarento, y a su hijo Alejandro con otra guarnición en Locri.
La flota de Pirro se dirigió en primer lugar a Locri, en donde dejó a su hijo Alejandro al mando de una fuerte guarnición. La flota de Pirro estaba compuesta de 60 trirremes, además de unos 200 de buques de transporte para trasladar su fuerza de invasión a Sicilia, fuerza de invasión compuesta de 10.000 soldados de infantería (de los cuales 5.000 serían falangitas epirotas), además de 1.200 de caballería y unos 30 elefantes.

Mapa de la campaña de Pirro en Sicilia

En el verano del 278 a.C, Pirro al mando de una fuerza compuesta por 8.000 infantes y 500 jinetes (posiblemente su agema o guardia personal), consiguió eludir el bloqueo cartaginés sobre el estrecho de Mesina y desembarcó en la costa este de la isla, en las cercanías de la ciudad de Tauromenium (actual Taormina), donde el reyezuelo local se apresuró a declarar su lealtad al rey epirota.
Desde allí la flota navegó hasta Catana (actual Catania), donde los ciudadanos le recibieron con gran entusiasmo y le pusieron una corona de oro, creyendo que Pirro había llegado para librarles de los odiados cartagineses. Allí en Catana pudo reclutar más de 3.000 hombres para su ejército, dirigiéndose a continuación hacia la asediada Siracusa, con el ejército avanzando por la costa apoyado por su flota.
El ejército cartaginés llevaba meses asediando la mayor ciudad de la isla, Siracusa, con un ejército de 50.000 hombres y un centenar de barcos de guerra. Pero el rápido avance de Pirro cogió a los cartagineses por sorpresa, y Pirro desembarcó sin oposición en la isla de Ortigia, que controlaba la entrada al puerto de Siracusa, con la ayuda de la flota siracusana, unos 140 barcos, la flota de Pirro pudo romper el bloqueo naval cartaginés.
Tras desembarcar en Siracusa, arbitró en la paz entre Tenón y Sóstrato, y recibió soldados y dinero de otros gobernadores griegos sicilianos, como Heráclides tirano de Leontino que envió a Pirro un ejército de 4.000 soldados de infantería y 500 jinetes.
Aunque seguían teniendo una gran ventaja numérica, los cartagineses sabían que tenían pocas opciones de derrotar a las tropas de Pirro. Abandonaron el asedio y empezaron a retirarse hacia el oeste de la isla.
Tras ocupar Siracusa, Pirro se dirigió a Leontini, que ocupó sin lucha. Después se dirigió a Akragas (Agrigento), donde se encontraba el tirano Sosistrato, que puso Agrigento y una treintena de villas y pueblos que controlaba a disposición de Pirro. Allí consiguió Pirro más de 8.000 infantes y 800 jinetes, que integró en su ejército. En Agrigento, Pirro recibió la buena noticia que los ciudadanos de Enna habían degollado a la totalidad de la guarnición cartaginesa y proponían aliarse con el epirota.
Con los refuerzos conseguidos, el ejército de Pirro ascendía a más de 30.000 soldados de infantería, 2.500 de caballería y 30 elefantes.
Las siguientes ciudades en caer fueron Heraclea, Selinus, y Segesta, cuando los mercenarios cartagineses huyeron sin poder hacer nada por miedo a los elefantes, estos mercenarios se encontraban en territorio hostil y eran cazados y perseguidos tanto por el ejército de Pirro, como por los sikel o partisanos locales, las bajas púnicas debieron ser muy numerosas aunque no hubiese batallas campales.
Los restos de las fuerzas púnicas huyeron a las ciudades amuralladas costeras del noroeste oeste como Lilibeo, Eryx y Panormus. Los púnicos se alarmaron de tal forma ante su éxito que le ofrecieron barcos y dinero, a condición de que formara una alianza con ellos, a pesar de que no hacía mucho que habían firmado un tratado con Roma. De forma poco inteligente, Pirro rechazó la oferta, que le habría reportado inmensas ventajas en su prosecución de la guerra contra Roma, y a instancias de los griegos sicilianos rehusó cualquier tipo de pacto con los cartagineses si no evacuaban la isla por completo.
En Eyrx, Pirro dirigió el asalto a través de una brecha y toda la guarnición cartaginesa fue pasada a cuchillo.
Asedio de Eryx. Guerra de Pirro en Sicilia. Autor Milek Jakubiec

El único bastión que les quedaba a los cartagineses era Lilibeo (Lilybeum, actual Marsala) que se estaba al final de un istmo y difícil de abordar. En lugar de correr riesgos en asaltos, Pirro se limitó a bloquear el puerto y asediar la ciudad, reunió a sus veteranos para cuidar de la única otra seria amenaza para su control de Sicilia, los Mamertinos. 

Los mamertinos
Los mamertinos eran originalmente mercenarios de Campania contratados por Agatocles en sus guerras contra Cartago durante el siglo anterior. A su muerte, emercenarios fueron pagados y se les dijo que volviesen a sus casas. Marcharon a Mesina en el 288 a.C, y decidieron quedarse allí, mataron a la población masculina de la ciudad y tomaron el nombre mamertinos (hombres del dios de la guerra Mamers). Controlaron el tráfico del estrecho de Mesiana, capturaban barcos comerciales desprevenidos en el estrecho, llevando el botín a su base. Capturaban prisioneros y exigían rescates y también formaron bandas de bandidos para extorsionar el campo local.
Los Mamertinos estaban siendo ayudados por los cartagineses que obviamente deseaba para provocar un “segundo frente” contra Pirro y “ganar tiempo” en Lilibeo. Los sicilianos llamaron a Pirro para deshacerse de esta plaga.
Reunió sus mejores tropas y se dispuso acabar con los mamertinos, y tomar fortalezas. Los mamertinos hicieron una valiente salida, tratando de presentar una batalla campal, pero fueron fácilmente derrotados y se refugiaron tras las murallas de Mesina. La ciudad fue asaltada y los mamertinos muertos o expulsados.
Finalizado el problema mamertino, Pirro fue anunciado como “rey de Sicilia”. Su hijo Alejandro, fue designado como heredero y su dinastía parecía segura.

Los sicilianos proclamando a Pirro rey de Sicilia tras derrotar a los mamertinos

Asedio de Lilibeo
Las fuerzas epirotas se reunieron de nuevo delante de Lilibeo con un tren de asedio completo y Pirro ordenó un asalto a las obras exteriores. Los ingenieros púnicos no habían estado ociosos, y habían allanado el terreno del istmo y habían construido máquinas de guerra y torres de asedio. Los infantes se lanzaron al asalto con los equipos, pero fueron rechazados por el volumen de fuego enemigo. Incluso los veteranos epirotas fueron incapaces de avanzar contra las murallas. Pirro trató de noquear a las torres con su propia artillería, pero con poco éxito. La flota cartaginesa apoyaba a la ciudad llevando suministros y acosando a los sitiadores.
Pirro comenzó a maldecir a los siracusanos respecto a las naves que estaban sin utilizar en el puerto. Los atacantes suspendieron sus ataques suicidas y volvieron a las operaciones de minado en el suelo rocoso, pero los defensores realizaron obras de contraminado y frustraron cualquier progreso.
Tras más de dos meses de operaciones sin conseguir ningún avance, y a medida que aumentaban las bajas en los soldados locales, estos eran cada vez menos entusiastas para iniciar asaltos, y exigían que los realizaran en primer lugar las fuerzas de Pirro. Finalmente el asedio fue cancelado y el aura de invencibilidad de Pirro quedó empañada.

Final de Pirro en Sicilia
Pirro gobernó la isla siciliana con carácter autoritario, ignoraba a las autoridades indígenas de las ciudades poniendo al mando gente de su confianza, quitándoles y poniéndoles nuevos a voluntad. Los habitantes de las ciudades greco-sicilianas, muy celosas de su autonomía, veían ya en Pirro, a un dictador, y esta era una cosa que no iban a soportar.
Empezaron a plantearle problemas de todo tipo a Pirro, y este muy quisquilloso respondió represaliando a los revoltosos, hecho que no gustó nada a los sicilianos, los cuales decidieron aumentar la presión de hostigamiento.
Además Pirro decidió crear una gran flota y trasladar la guerra contra Cartago a sus dominios en África, lo que suponía más gastos,  así que estaba más que harto del comportamiento hostil de los habitantes de la isla, decidió que la empresa de Sicilia ya no daba más de sí, así que aprovechando los lamentables llamamientos de auxilio de los tarentinos, en el año 276 a.C. Cuando dejó la isla exclamó “Bonito campo de batalla dejo para romanos y cartagineses”.

Batalla de Ásculum (279 a.C)
Después de la ruptura de las negociaciones con Roma, Pirro reforzó su capacidad militar y también reclutó nuevos mercenarios, la mayoría de Italia Meridional. Como es natural las ciudades griegas, en nombre de cuya libertad e independencia, después de todo, estaba siendo asumida toda la campaña, estaban ahora llamados a financiar las operaciones. Tarento tuvo que reducir el peso medio de sus estáteras de plata desde 7.9 a 6.5 gramos de manera que podía acuñar más moneda. El llamado Templo de los Archivos de Locri muestra cuán inmensas sumas de dinero consiguió obtener también Pirro en otros lugares, y revela también cuán ricas y florecientes eran esas ciudades. Con la enorme suma que consiguió podían pagarse a aproximadamente 20-24.000 mercenarios su acostumbrado dracma diario durante seis años.
En la primavera de 279 a.C, Pirro marchó lentamente hacia el norte a través de Apulia con un ejército reforzado por sus aliados tomando una serie de pequeñas ciudades en su camino.
Los romanos pusieron en marcha un nuevo ejército consular para atacar a Pirro, estaba al mando de Publio Sulpicio y Publio Decio Mus, que recibieron la orden de ir directamente contra Pirro que se encontraba en la región de Apulia, con el fin de proteger las colonias de Venusia y Luceria e impedir que el rey entrara hasta el Samnio y desde allí amenazara a la misma Roma, Ambos ejércitos se encontraron cerca de la ciudad de Asculum, a 130 km de Tarento.
Los romanos aprovecharon para elegir un terreno favorable, ocupando las alturas y bastantes boscoso para impedir el uso de la caballería. En este segundo encuentro entre las falanges macedonias y las legiones romanas, ambos ejércitos estaban en igualdad numérica. Los romanos tenían un mayor número de infantes pero menor número de jinetes y elefantes.
Después de la batalla de Heraclea, donde los elefantes de guerra griegos produjeron un gran impacto sobre los romanos, las legiones se surtieron de proyectiles y armas especiales contra los animales: 300 carros de bueyes equipados con largas picas, recipientes de cerámica ardiendo para asustarlos, además de tropas que se desplegaban para proteger al resto del ejército y lanzar jabalinas y otros proyectiles contra las bestias para que retrocedieran.

Despliegue inicial
El despliegue de los dos ejércitos enfrentados fue el siguiente.

Ejército de Pirro
Constaba de 9.000 jinetes, 40.000 infantes, 20 elefantes y desplegó:
·       Ala izquierda: 3.500 jinetes ambracios, lucanos y tarentinos, apoyados por 1.000 infantes ligeros.
·       Centro: 9.000 hoplitas samnitas; 5.000 hoplitas mercenarios (etolios, acarnanios, atamanios y alamanios), 5.000  falangistas epirotas (molosos, tesprotos y caones) 5.000 hoplitas tarentinos o “escudos blancos”, 5.000 falangistas brutios, lucanos y salentinos, 5.000 falangistas italiotas y 4.000 falangistas macedonios
·       Ala derecha: 3.500 jinetes brutios, samnitas, tesalios y macedonios apoyados por 1.000 infantes ligeros.
·       Retaguardia: a izquierda y derecha 10 elefantes protegidos por 1.000 infantes ligeros. En el centro Pirro con su Agema (guardia personal) de 2.000 jinetes.

Batalla de Ásculum 279 a.C: Despliegue inicial

Ejército romano
Constaba de 8.000 jinetes, 40.000 infantes, 300 carros. 5.000 arpinos de refuerzo desplegó:
·       Ala izquierda: 4.000 jinetes y 1.000 infantes ligeros apulianos
·       Centro:  II, IV, III y legiones romanas (20.000) y  4 legiones aliadas (16.000) intercaladas.
·       Ala derecha: 4.000 jinetes y 1.000 infantes ligeros campanos
·       Retaguardia: 300 carromatos e 1.000 infantería ligera.

Los Carromatos Dionisio de Halicarnaso: “Tenían, montados sobre vigas rectas, mástiles trasversales que podían ser girados fácilmente hacia donde uno quisiera con la velocidad del pensamiento,  en los extremos de los mástiles había tridentes, máquinas en forma de espadas para lanzar proyectiles o guadañas todas de hierro,  o bien tenían una especie de rastrillos que lanzaban desde arriba pesados garfios. Muchos mástiles tenían atados unos ganchos inflamables envueltos en estopa engrasada con mucha pez, que sobresalían por delante de los carros, y los hombres que estaban en ellos, cuando se encontraban cerca de los animales, prendían fuego a los ganchos y los golpeaban contra sus trompas y rostros. Situados en los carros, que eran de cuatro ruedas, había también muchos de la tropa ligera -arqueros, lanzadores de piedras y honderos de dardos de hierro; y abajo, al lado de los carros, había todavía muchos más”.
Había una legión de 5.000 arpinos (aliados romanos del Lacio) que no se habían incorporado a la batalla y que llegaron cuando ésta había comenzado.
La I legión se desplegó frente a las falanges de Ambracia y Macedonia; la II frente a  samnitas; la III contra tarentinos, brutios y lucanos y la IV mercenarios y  epirotas.

Primer día
Primera fase

Batalla de Asculum 279 a.C: primer día, primera fase

La batalla se desarrolló tras cruzar las tropas romanas arrollo que estaba en el medio. Primero la caballería y detrás las legiones.
Pirro mando a atacar su caballería. Su ala izquierda (jinetes ambracios, lucanos y tarentinos) era caballería ligera se acercaban al enemigo, golpeaban y se retiraban para más tarde volver hacer lo mismo. La caballería romana se encontraba incómoda peleando el enemigo de esta manera, ya que estaban acostumbrados a pelear como la caballería itálica de los pueblos de la península italiana; es decir, la caballería se acercaba al enemigo y luego desmontaban para pelear a pie (algo parecido a infantería montada).
Su caballería del ala derecha (brutios, samnitas, tesalios y macedonios) era pesada y utilizaba el choque para dar el golpe de gracia en una batalla; sus jinetes eran de primera y maniobraban con gran habilidad y técnica frente a unos romanos bastante torpes al respecto, pero no carentes de valentía.
La infantería chocó y se repitió lo mismo que en la batalla anterior, los legionarios se veían frustrados porque no podían romper el muro de hoplitas, los epirotas  se veían frustrados porque cada vez que derrotaban a un manipulo, otro manipulo los flanqueaba y la línea de falangistas corría grave peligro de ser traspasada,  tras varios ataques y contraataques, aparecieron los primeros síntomas de agrietamiento en las filas de ambos contendientes se dieron primero en las filas del flanco derecho romano, donde estaba apostada la I legión romana junto con sus aliados itálicos; los macedonios empezaron a abrir brecha en las filas romanas y estos iniciaron un lento repliegue. Pero por el contrario, en el centro epirota, empezó a suceder lo contrario, la III legión romana empezó a hacer retroceder a la falange de los brutios, lucanos y tarentinos, abriendo una grieta y la IV estaba abriendo otra entre los epirotas y mercenarios.
Batalla de Asculum 279 a.C. Pirro en la batalla. Autor Giuseppe Rava. 

Pirro vio con horror como en centro empezaba derrumbarse, si esto sucedía, podía dar por perdida la batalla. En consecuencia, había que poner en marcha la reserva táctica, sus preciados elefantes. Efectivamente, los elefantes fueron enviados para taponar la brecha que la II legión había abierto en centro del despliegue epirota.  En un principio cumplieron bien su misión; los elefantes fueron utilizados como los modernos tanques contra la infantería, estos se lanzaron contra las apretadas líneas romanas sembrado el pánico con sus colmillos, hiriendo a diestro y siniestro y aplastando con sus patas a los romanos que valientemente se les ponían por delante; esto sin contar con los soldados epirotas apostados en los lomos de los elefantes, los cuales lanzaban sin cesar flechas y lanzas contra los romanos.
Pero aquí los romanos aprovecharon para poner en marcha su arma secreta contra los elefantes, ¡sus 300 carros!. Estos avanzaron hasta los elefantes, los cuales detuvieron su marcha, asustados por las picas que salían de los enormes armatostes, las cuales amenazaban con herirles. Los romanos veían con satisfacción como su arma secreta había surtido efecto, los elefantes se habían detenido ante el despliegue  de sus carromatos.

Batalla de Asculum 279 a.C. Los carromatos de fuego romanos detienen el avance de los elefantes. Ángel Todaro.

Pirro evaluó la situación y decidió que los elefantes se acercasen a los carros romanos pero a una distancia prudente que no pusiera en peligro a los elefantes. Luego la infantería ligera que apoyaba a los elefantes empezó a lanzar de todo a las tripulaciones que manejaban los carros, para dejar inoperativas a las máquinas y se infiltraron entre los carromatos hiriendo a los bueyes que tiraban de los carros. En consecuencia, el pánico empezó a cundir entre las tripulaciones de los carros romanos y estos pronto empezaron a abandonar las máquinas para replegarse a las líneas romanas. Con esto los romanos perdían un arma que aunque torpe, en un principio había funcionado bien, pero su lentitud fue aprovechara por los epirotas para buscar su punto débil y efectivamente, lo hallaron.

Segunda fase
Pirro vio con gran horror que el frente se había vuelto a romper y que la III legión avanzaba y que la derrota era inminente. Decidió jugarse el todo por el todo poniendo toda la carne en el asador decidió emplear su guardia montada junto con parte de la caballería del flaco derecho.
Cuando estaba a punto de iniciar el movimiento, Pirro se encontró con un jinete que le comunicó un suceso que podría decirse que era , ¡el colmo de los colmos!. Los romanos estaban a su retaguardia saqueando su campamento. 
Efectivamente!, una legión romana formada por los “Arpinos”, procedentes de Apulia y compuesta por 5.000 hombres acudía tarde al campo de batalla. Cuando estos llegaron a las inmediaciones de la batalla, vieron que esta estaba en su zénit; con las unidades mezcladas no sabiendo quien es quien y una polvareda que no dejaba ver con claridad donde estaban las unidades romanas, juzgaron no meterse en medio, esperando prudente en retaguardia a que finalizara la misma.
Los arpinos se habían situado sin saberlo en las cercanías retaguardia del campamento de Pirro. Estos avistaron el campamento y optaron acercarse con cautela a una prudente distancia y capturar a unos griegos que estaban en las cercanías recogiendo leña. Les preguntaron quiénes eran y estos les informaron que pertenecían al campamento de Pirro; posiblemente también les informaron que las fuerzas en su interior no eran más que de unos destacamentos de seguridad. En consecuencia, aunque no intervendrían en la batalla, se llevarían un jugoso botín con el saqueo del campamento epirota. Los arpinos cayeron sobre del campamento epirota atacando en todas direcciones y saltando por encima de las empalizadas; los defensores tuvieron la suficiente rapidez de reflejos, para enviar un jinete para que avisara a Pirro de lo sucedido y que acudiera con refuerzos.
Batalla de Asculum 279 a.C: Primer día, segunda fase

Pirro escuchó al jinete, y estimó que el campamento estaba muy lejos, que y su llegada no habría podido impedir el saqueo, así que decidió abandonar a su suerte el campamento y continuar con el ataque  de la caballería contra la brecha producida en el centro.
La visión por parte de los romanos de que la caballería se lanzaba de frente contra ellos obligó a las unidades romanas a detener su avance y a apostarse en una loma cercana. Las legiones III y aliada se vieron de pronto de lanzarse victoriosas irrumpiendo en el centro del dispositivo enemigo a quedar cercadas en una loma por unidades de caballería e infantería ligera.
Pirro no podía desalojar a sus enemigos de la elevación; la caballería y los elefantes no podían maniobrar en esas elevaciones. La loma puede decirse que salvó de su destrucción a las unidades romanas. Pero Pirro no se mostró inactivo contra sus contrincantes; reforzó el cerco con tropas sacadas de su flanco izquierdo, en particular caballería del ala derecha e infantería samnita.
 En el resto del frente las cosas permanecían equilibradas, solo en el centro del despliegue, la acción era mucho mayor. Pirro optó por hostigar a los romanos de la loma, enviando a arqueros, jabalineros y honderos; los cuales lanzaron una lluvia de proyectiles que si bien causó muchas bajas a los defensores, no hizo que estos se rindieran, aguantando impávidamente el acoso epirota.
Los romanos sabedores del cerco de sus legiones  reunieron la caballería de ambas alas para romper el cerco enemigo, pero fue en vano. La presencia de los elefantes en el cerco imposibilitaba que estos se acercaran, ya que no estaban acostumbrados a olor de elefantes, y los caballos se encabritaron y perdieron el control.
El combate finalizó con la llegada de la noche, el resto de la tarde no varió nada, conservando los oponentes sus posiciones. Con la llegada de la noche, los epirotas retrocedieron a su campamento y los romanos bajaron de la loma retirándose a sus líneas.
Los epirotas pasaron una noche horrible; su campamento había sido saqueado a conciencia y cuando volvieron fatigados de la batalla se encontraron que no había víveres, ya que los arpianos habían arramblado con todo. Las medicinas habían desaparecido, en consecuencia, muchos heridos sucumbieron por no poder prestárseles una atención médica adecuada; sin contar con que tuvieron que acampar al raso, en una fría noche, ya que las tiendas para protegerse del frío también habían sido robadas. ¡Los arpinos habían efectuado una buena labor de saqueo!, a la par que efectuada con comodidad, ya que nadie les importunó. 

Segundo día
Amanecer del segundo, Pirro envió algunos hostigadores y la infantería ligera a ocupar la colina que habían dado a los romanos la ventaja táctica el día anterior. Esto obligó a los romanos a enfrentar al ejército epirota en las llanuras cercanas. Los dos ejércitos se repiten sus disposiciones de la jornada anterior. Este día, sin embargo, los romanos atacaron agresivamente toda la línea epirota, poniendo una enorme presión en todas las partes. Esperaban que se rompiera el frente epirota antes de que pudiese emplear sus elefantes. Sin embargo, la infantería de Pirro, tuvo una buena actuación, aguantando a las legiones romanas.

Batalla de Asculum 279 AC. Carga de los elefantes. Los elefantes de Pirro cargan contra la falange romana hundiendo las líneas romanas. Autor Richard Hook

Pirro decidió emplear sus elefantes y los romanos emplearon los carros que les quedaban. Aunque inicialmente tuvo éxito, la infantería ligera pronto los inutilizó, y los elefantes hundieron la línea romana, produciendo brechas. En ese momento, el propio Pirro llevó a su Agema o Guardia Real a la batalla, entró por la brecha y atacó el flanco romano. Es posible durante esta fase de la batalla que Pirro fuese herido por una jabalina romana. En consecuencia, el ejército romano se rompió y los romanos se retiraron ordenadamente a su campamento fortificado, poniendo fin a la batalla.
Pirro se declaró vencedor, ya que el enemigo había abandonado el campo de batalla.

Consecuencias
Pirro, no tenía motivos de felicidad, había infringido a los romanos 6.000 bajas incluyendo la vida del cónsul Publio Decio Mus, por 3.500 propias, pero nuevamente como en la anterior batalla, una buena parte de ellas se había llevado una parte de sus mejores tropas y oficiales griegos que eran muy difíciles de reponer, dado que Grecia se encontraba haciendo frente a las invasiones galas.
Sabiendo que su situación era desesperada a causa de las grandes pérdidas que había sufrido pese a la victoria, Pirro ofreció una tregua a Roma. Sin embargo, el Senado Romano se negó a aceptar cualquier acuerdo mientras Pirro mantuviese sus tropas en territorio italiano. Más tarde las ciudades griegas, a las que él decía defender, le retiraron el apoyo.
Recibió entonces dos embajadas procedentes de Siracusa. Esta empresa parecía más sencilla que aquella en la que se encontraba embarcado, y poseía la atracción de la novedad, que siempre había seducido al rey. No obstante, antes era necesario suspender las hostilidades con los romanos, que asimismo se hallaban deseosos de verse libres de un oponente tan formidable y completar la sumisión del sur de Italia sin más interrupciones.
Como ambos bandos compartían deseos comunes, no fue difícil que llegaran a un acuerdo para finalizar la guerra. Esto ocurrió a principios de 278 a.C, cuando uno de los médicos de Pirro, llamado Nicias, desertó a las filas romanas y propuso a los cónsules envenenar a su señor. Los cónsules de ese año Fabricio y Emilio enviaron al desertor de vuelta ante su rey, afirmando que aborrecían la idea de conseguir una victoria mediante la traición. Para mostrar su gratitud, Pirro envió a Cineas a Roma con todos los prisioneros romanos, entregándolos sin rescate. Parece ser que Roma devolvió a los suyos y otorgó entonces una tregua a Pirro, no así una paz formal, ya que el rey no consintió en abandonar Italia.
Pirro cuando abandonó Italia dejó parte de sus tropas que permanecieron estacionadas en varios lugares aliados suyos, como protección contra los romanos y contra el peligro de traición, aunque no pudieron impedir que los dos nuevos cónsules, C. Fabricio Luscino y Q. Emilio Papo ganaran de nuevo, en el transcurso del año, a alguno de los pueblos y ciudades que previamente se habían pasado a Pirro. En Roma en el invierno de ese mismo año, celebraron un triunfo sobre los lucanos, samnitas, tarentinos y brutios, lo que demuestra que sus éxitos deben haber sido considerables.

Batalla de Benevento, Beneventum o Maleventum (275 a.C)
Regreso de Pirro de Sicilia
Durante la ausencia de Pirro, las acciones militares romanas, se habían intensificado sobre los aliados. En el 278 a.C Entraron en funciones los cónsules Caio Fabricio Luscino y Quinto Emilio Papo. Caio Fabricio emprende una campaña en toda regla contra los tarentinos, brutios, lucanos y samnita, mientras que  Quinto Emilio, debió librar algunos combates en Etruria de menor importancia. En el 277 a.C, el cónsul Caio Junio Bubulco derrota a brutios y lucanos. Al año siguiente Quinto Fabio Máximo infligió derrotas a samnitas, lucanos y brutios.
Los griegos del sur de Italia, llamaron de nuevo a Pirro, que regresó a Italia en otoño de 276 a.C, zarpó de Siracusa con 110 barcos de guerra y numerosas naves de carga. Pero cuando navegaba hacia el norte a lo largo de la costa siciliana fue sorprendido por una flota púnica no lejos de Regio y sufrió duras pérdidas. En torno a 70 de sus barcos de guerra fueron hundidos y muchos otros muy dañados. Solamente una docena escaparon indemnes. A pesar de que los cartagineses no habían logrado su objetivo real, la destrucción del ejército entero de Pirro, pues la flota de naves de transportes fue capaz de escapar y desembarcar sin problemas en Locri.
Desde Locri, Pirro fue a Regio, pero fue incapaz de tomar la ciudad debido a la fuerte resistencia ofrecida allí por la guarnición campana, que estaba mando el mando romano y reforzada por mamertinos de Messana. Cuando se estaba retirando de la ciudad sufrió una emboscada por los mamertinos y sufrió fuertes pérdidas adicionales. Su ejército solamente escapó de esta precaria situación con la ayuda de la intervención personal del rey mismo que, en combate singular, supuestamente cortó a un oponente en dos con un único golpe de su espada. Finalmente llegó de vuelta a Locri con 20.000 hombres y 3.000 jinetes y una vez más exigió una suma particularmente alta en impuestos de la ciudad para cubrir sus pérdidas y reclutar nuevos mercenarios. No contento con esto, también confiscó los tesoros del templo de Perséfone en Locri, para gran indignación de los griegos. La mayoría de ellos los devolvió de nuevo, no obstante, cuando los barcos que llevaban el botín a Tarento se encontraron con una fuerte tormenta, que él tomó por un mal presagio.
No se sabe con certeza si Pirro volvió también ahora una vez más a Grecia, y en particular a Antígono Gonatas de Macedonia y Antíoco I de Siria, con una súplica o incluso una demanda para un futuro apoyo. Los samnitas y lucanos cansados después de tres años de duras pérdidas en su guerra contra Roma, se mostraron poco inclinados a continuar apoyando al rey sin reservas.
Pero por otra parte, los cónsules del año 275 a.C, encontraron igualmente difícil movilizar un nuevo ejército, tanto más cuanto Roma había sido afectada en 276 AC por un brote de peste que se había cobrado un alto precio de vidas. Livio informa de un descenso en el número de ciudadanos desde 287.222 en el año 280 a.C a solo 271.224 en 275 a.C.
Los fieles epirotas del ejército de Pirro, habían caído en su mayoría, y sus fuerzas consistían principalmente en mercenarios, reclutados en Italia y de cuya fidelidad sólo podía estar seguro mientras les condujera a la victoria, pagara sus sueldos y consintiera los saqueos.
En la primavera del 275 a.C, Pirro y sus aliados samnitas, decidieron ir contra los romanos, Los romanos habían creado dos ejércitos consulares uno mandado por Manio Curio Dentato, que marchó contra Lucania y otro mandado por Servio Cornelio Merenda que se dirigió contra Sammio, con el fin de mantener la fidelidad de estas regiones, ambos tenían que reunirse en Tarento.
Pirro dividió sus fuerzas en dos partes, una más pequeña al mando de Milón para bloquear al cónsul Cornelio y otra mandada por él mismo que avanzó contra Curio. Éste cuando se enteró de que Pirro se dirigía contra él, enviar un mensaje al otro cónsul y esperar en un campamento fortificado favorable para la defensa, el lugar elegido estaba a las afueras de la ciudad de Maleventum que los romanos cambiaron de nombre a Beneventum, Benevento en la actualidad. Pirro llegó a la conclusión de que era mejor atacar al cónsul Curio antes de que llegase el cónsul Cornelio.
Pirro disponía de una fuerza de 13.600 falangistas, 9.000 hoplitas, 3.000 jinetes y 20 elefantes, mientras que Curio disponía de un ejército consular de 4 legiones unos 20.000 legionarios, 4.000 infantería ligera y 2.000 jinetes.
El rey planeó atacar el campamento romano a la caída de la noche. Pero erró los cálculos en tiempo y distancia: las antorchas se consumieron, los guías se equivocaron de camino y el sol ya asomaba en el horizonte cuando alcanzaron las colinas sobre el campamento romano.
Batalla de Benevento, Beneventum o Maleventum 275 AC. Movimientos previos. Autor Theodore Ayrault Dodge

Dionisio relató la marcha “Como era de esperar, los hoplitas – con cascos, corazas y pesados escudos -, marchando hacia lugares escarpados por largos caminos ni siquiera frecuentados por gente sino por cabras, a través de la maleza y los riscos, no conservarían ninguna alineación y, antes de que sus enemigos aparecieran ante ellos, sus cuerpos estarían totalmente debilitados por la sed y la fatiga”.
No obstante, su llegada cogió a los romanos por sorpresa, mandó salir una avanzadilla de caballería mandada por Dentatus para hacer retroceder a la vanguardia de Pirro y dar tiempo para formar sus tropas, sembró la confusión entre las fuerzas de Pirro y atacó el tren de bagajes de la vanguardia y consiguió hacer algunos prisioneros e incluso algunos elefantes que habían quedado aislados.
La vanguardia de Pirro se retiró, y regresó a la llanura, mientras Pirro se dirigió a la llanura y desplegó sus fuerzas en línea.

Despliegue inicial
El ejército romano desplegó con las cuatro legiones en el centro, las aliadas en los flancos y las romanas en el centro. y 1.000 jinetes en cada ala y una reserva de 4.000 vélites o infantes ligeros dentro del campamento.
Pirro desplegó 1.500 jinetes ligeros en su ala izquierda apoyados por 1.000 infantes ligeros. En el centro 4.500 hoplitas, 13.600 falangistas y otros 4.500 hoplitas. En su ala derecha 1.500 jinetes pesados /tesalianos y macedonios) con 1.000 infantes ligeros, y como reserva los elefantes con 1.500 infantes ligeros.

Desarrollo
Batalla de Benevento, Beneventum o Malevetum 275 a.C: Desarrollo

El choque fue como en las batallas anteriores, primero se enfrentaron la caballería en las alas, que no produjo un resultado definitivo y a continuación chocó las legiones contra la falange, las tropas de Pirro estaban cansadas por la marcha nocturna y las romanas descansadas.
Los romanos progresaron por el ala derecha de Pirro, pero retrocedieron por la izquierda, así es que Pirro decidió emplear los elefantes contra el flanco derecho, apoyados por la infantería ligera.
Batalla de Benevento 275 a.C. Choque entre las legiones romanas y la falange epirota. Autor Christian Jegou.

Los romanos para pararlos emplearon la reserva del campamento, la infantería ligera que llevaban cerdos untados de pez líquida y que cuando estaban cerca de los elefantes, les prendieron fuego y les dejaron libres. Los animales, histéricos, se precipitaron hacia los elefantes que, asustados por los chillidos de los cerdos en llamas, se aterrorizaron y rompieron su formación, aplastando a amigos y enemigos. Al mismo tiempo, la infantería ligera romana, arrojaba flechas y lanzas incendiarias contra los elefantes.

Batalla de Benevento 275 a.C. Velites romanos acosando a los elefantes de Pirro. Autor Christian Jegou.

Batalla de Benevento 275 a.C: Carga de los elefantes. Autor Pavel Glodek

Batalla de Benevento 275 a.C. Cerdos asustando a elefantes. Los romanos untaron de grasa a cerdos y les prendieron fuego, sus chillidos asustaron a los elefantes.

(La técnica de los cerdos había sido empleada anteriormente con éxito por los megarenses contra Antígono, quién a partir de entonces ordenó que se criaran a los elefantes con cerdos para que se acostumbraran a verlos y no se asustaran de su presencia ni de sus chillidos.)
Plutarco relató la batalla de esta manera: “desde el amanecer percibieron los enemigos su venida desde las atalayas; de manera que desde aquel punto se pusieron en inquietud y movimiento. Hizo sacrificio Manio, y como también el tiempo se presentase oportuno, salió con sus tropas, acometió a los primeros, y, haciéndolos retirar, inspiró ya miedo a todos, habiendo muerto muchos y aun habiéndose cogido algunos elefantes. La misma victoria condujo a Manio a tener que pelear en la llanura, y trabada allí de poder a poder la batalla, por una parte desbarató a los enemigos, pero por otra fue acosado de los elefantes, y como le llevasen en retirada hasta cerca del campamento, llamó a los de la guardia, que en gran número estaban sobre las armas y se hallaban descansados. Acudiendo éstos e hiriendo desde puestos ventajosos a los elefantes los obligaron a retirarse y a huir por entre los propios, causando con ello gran turbación y desorden; lo cual no solamente dio a los Romanos aquella victoria, sino la seguridad del mando”.
La estampida de los elefantes causó tal desorden y descontrol en ambos mandos que decidieron retirarse de la batalla, los romanos a su campamento y Pirro a retaguardia.

Legionarios contra falangistas. Izquierda hastatus contra falangita, Autor Johnny Shumate. Fuente http://johnnyshumate.com/. Derecha un triario capturando a un hoplita, se observa la espada romana anterior a la gladius hispaniensis.

Los romanos perdieron 6.000 soldados y los epirotas 9.000 y 2 elefantes; los romanos capturaron 1.300 prisioneros y 8 elefantes. Los romanos también capturaron parte del tren de bagajes de Pirro, otorgándose la victoria.

Secuelas
Pirro estaba ahora en peligro de ser atrapado entre los ejércitos de los dos cónsules y se retiró a toda velocidad a Tarento tras su derrota. Desde allí pidió de nuevo ayuda a los reyes de Macedonia y Siria. Como estos ignoraron sus súplicas, no le quedó otra alternativa que abandonar Italia. Regresó a Grecia a finales del año, dejando a Milón con una guarnición en Tarento, prometiendo regresar a Italia en cuanto obtuviera nuevas fuerzas. Pirro llegó a Epiro a finales de 274 a.C, tras una ausencia de seis años. Trajo de vuelta sólo 8.000 infantes y 500 jinetes, y tan poco dinero que no podía acometer nuevas empresas militares.

Próximo Capítulo: Guerras Púnicas

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