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lunes, 29 de septiembre de 2025

Capítulo 120, Románico en la Montaña Palentina

 

Románico en la Montaña Palentina
El llamado "Románico Norte" de la Montaña Palentina (junto al de las colindantes comarcas cántabras y burgalesas) supone una elevada concentración de arte románico, además de ser posiblemente el más conocido por el gran público en España.
Principalmente gracias a la acertada labor difusora del Centro de Estudios del Románico y la Fundación Santa María la Real. En los últimos años incluso se ha activado un proyecto para obtener la denominación de "Patrimonio de la Humanidad" por la UNESCO.
El territorio de la llamada Montaña Palentina abarca todo el sector norte de la provincia de Palencia, lindante con el sur cántabro y los territorios septentrionales burgaleses y cuyo principal núcleo poblacional sigue siendo la villa de Aguilar de Campoo, reuniéndose en unas pocas decenas de kilómetros a la redonda en torno a ella pequeñas subcomarcas y vallejos cuajados de encantadoras iglesias románicas rurales.
Como hemos dedicado capítulos monográficos a los entornos de Aguilar de Campoo y Cervera de Pisuerga, he "reducido" artificialmente el ámbito geográfico de la "Montaña Palentina" en este artículo al extremo nororiental de dicho territorio; es decir, el más cercano a Cantabria y que podríamos delimitar entre los ríos Pisuerga y Rubagón.
Por lo general, se trata de un arte eminentemente rural que sabe aunar el encanto de la sencillez del románico popular con los majestuosos paisajes de las estribaciones de la Cordillera Cantábrica.
Dicho esto, me centraré en esta página del románico en la Montaña Palentina en tres magníficas iglesias. Nos referimos a las parroquiales de Cillamayor, Revilla de Santullán y Villanueva de la Torre, poblaciones todas ellas apenas distanciadas unos pocos kilómetros entre sí. 


Revilla de Santullán
Revilla, en las cercanías de Barruelo, se sitúa a unos 14 km al norte de Aguilar de Campoo, en pleno valle de Santullán. La iglesia parroquial, dedicada a san Cornelio y san Cipriano, se emplaza aproximadamente en el centro de la población, rodeada por un murete de piedra y separada de las casas circundantes por calles asfaltadas. El primer contacto del visitante con el edificio no le dará la justa medida de lo que le espera: sin duda una de las portadas más refinadas del románico del norte de Palencia, oculta tras el pórtico moderno.
La historia de Revilla de Santullán, localidad de la merindad de Aguilar de Campoo que recibió otrora el nombre de Santa María de la Nava, se encuentra ligada a la del cercano monasterio premonstratense de Santa María de Aguilar. La documentación del monasterio aquilarense, recogida y estudiada por M.ª Estela González de Fauve, se hace eco de varias donaciones y transacciones en las que se trata de bienes inmuebles del término de Revilla y ello desde principios del siglo XIII. Parece que el pueblo perteneció a demarcación realenga hasta una fecha imprecisa, pero en cualquier caso anterior a la confirmación de la donación real hecha por Sancho IV en 1285, a petición del abad de Aguilar Pedro García. Una ratificación de estas donaciones fue efectuada por otro monarca, Pedro I, en 1351.

Iglesia de San Cornelio y San Cipriano
La iglesia de San Cornelio y San Cipriano fue a todas luces edificada cuando la localidad pertenecía aún a la demarcación real, aunque el análisis escultórico de su portada nos mostrará las evidentes deudas que el maestro Miguel tiene respecto a las canterías aquilarense y de San Andrés de Arroyo.
Ningún documento nos precisa la fecha exacta de construcción del edificio. Navarro, en su Catálogo Monumental de la provincia de Palencia, recogía una inscripción en la arquivolta que rezaba Thomas me fecit anno LXXXIX annos, epígrafe que, si realmente alguna vez existió, ha desaparecido. La construcción de finales del siglo XII ha llegado hasta nuestros días con ligeras alteraciones y añadidos, principalmente el pórtico y sacristía modernos –obra del siglo XVI– y el cuerpo de campanas y cubierta de la nave, realizadas en el siglo XX.
Iglesia rural de reducidas dimensiones, se compone de nave única sin separación de tramos y ábside semicircular precedido por presbiterio rectangular, al que da paso un arco triunfal doblado que reposa en semicolumnas coronadas por capiteles historiados.

La portada se abre en un antecuerpo del muro meridional de la nave.
Sobre el hastial se alza una bella espadaña románica de un piso con doble vano de medio punto flanqueado por columnas adosadas y dos niveles de molduras. El hemiciclo se articula exteriormente en tres calles por sendos contrafuertes prismáticos de tres cuerpos rematados en talud que no alcanzan el nivel de la cornisa. Dos ventanas se abren en el tambor del ábside, una fuertemente abocinada en el eje, flanqueada por finas columnillas, y la otra, de menor envergadura, en el paño meridional del presbiterio.
Las cubiertas conservadas consisten en bóveda de horno en el hemiciclo y cañón apuntado en el tramo recto que lo precede. La nave debió recibir este último sistema de abovedamiento, sustituido a fines del siglo XIX o inicios del pasado por el actual de entramado y perfil rebajado (con pinturas de tonos ocres imitando el despiece de sillares). A la caja de muros románica original se adosaron en el siglo XVI la sacristía y el pórtico que enmascaran el paramento meridional, así como el coro alto de madera de los pies, el vano de medio punto del hastial y la caja del cuerpo de campanas, en adobe y entramado integrado en la espadaña.
El pórtico es del segundo tercio del siglo XVI y dispone de arco de medio punto coronado por arquitrabe y flanqueado por dos columnas estriadas que a media altura reposan en ménsulas, recordando en su disposición la de alguna casona aquilarense.

La obra románica se levanta en excelente sillería arenisca de grano fino y veta amarillenta con intrusiones originales de tonos blanquecinos y ocres. La perfecta estereotomía de los sillares permite además un débil grosor de las juntas de argamasa. Interiormente se aprecia el moderno abujardado. Los añadidos posteriores se levantaron en sillarejo.
La decoración escultórica de la iglesia de San Cornelio y San Cipriano de Revilla de Santullán se localiza en los capiteles del arco de triunfo, espadaña y ventana absidal, en la rica serie de modillones de la cornisa y, sobre todo, en la excelente portada meridional del edificio.
Por lo que respecta a los capiteles del triunfal, el del lado del evangelio muestra a Daniel en actitud orante en el foso de los leones entre pitones de caulículos y cimacio de palmetas hexapétalas inscritas en roleos. El profeta es respetado por una pareja de leones que le lamen los pies. Frente a él, el capitel del lado de la epístola muestra al ángel enviado por Dios para proteger a Daniel (Dan 6, 22-23), sobre caulículos y con cimacio moldurado con sucesión de filetes.
Capitel del arco triunfal 
El capitel del lado de la epístola muestra al ángel enviado por Dios para proteger a Daniel (Dan 6, 22-23), sobre caulículos y con cimacio moldurado con sucesión de filetes.
Daniel en actitud orante en el foso de los leones entre pitones de caulículos y cimacio de palmetas hexapétalas inscritas en roleos. El profeta es respetado por una pareja de leones que le lamen los pies.
 

Los erosionados capiteles exteriores de la ventana abierta en el eje del ábside se decoran, el derecho, con una pareja de aves afrontadas enredadas en gruesos tallos y el izquierdo con estilizados leones afrontados, del tipo de los de Santa Eulalia de Brañosera. La chambrana y el cimacio del capitel derecho reciben el friso de palmetas inscritas en roleos ya visto en el izquierdo del arco triunfal, decorándose el cimacio del capitel izquierdo con una banda geométrica de ondas.
Las columnas de la ventana del lado de la epístola se coronan respectivamente con capiteles vegetales muy esquemáticos, hojas de roble en el izquierdo y bandas horizontales el derecho. Los cuatro capiteles que coronan las columnas adosadas de la espadaña son vegetales con crochets.
El ábside se articula exteriormente en tres calles por sendos contrafuertes prismáticos de tres cuerpos rematados en talud que no alcanzan el nivel de la cornisa. Dos ventanas se abren en el tambor del ábside, una fuertemente abocinada en el eje, flanqueada por finas columnillas, y la otra que aquí no vemos, de menor envergadura, en el paño meridional del presbiterio.
Los erosionados capiteles exteriores de la ventana abierta en el eje del ábside se decoran, el derecho, con una pareja de aves afrontadas enredadas en gruesos tallos y el izquierdo con estilizados leones afrontados, La chambrana y el cimacio del capitel derecho reciben el friso de palmetas inscritas en roleos ya visto en el izquierdo del arco triunfal, decorándose el cimacio del capitel izquierdo con una banda geométrica de ondas. 

El alero recibe una rica serie de cincuenta y siete canecillos, en su mayor parte decorados, de los cuales dieciséis se sitúan en el ábside, seis en el presbiterio, ocho en el tejaroz que corona el antecuerpo de la portada, dos en la espadaña y el resto en la nave. Los temas representados son los habituales en la Montaña Palentina en este tipo de soporte: rabelistas, flautistas y arpistas, acróbatas, un portador de tonel, personajes leyendo, guerreros tocados con yelmo, representaciones masculinas y femeninas ataviadas con trajes de la época, exhibicionistas, máscaras de cabra o muflón, liebres, etc. El resto recibe decoración geométrica o simplemente presentan perfil de proa de nave. Los aleros muestran molduras decoradas con gruesas puntas de diamante en la nave, rosetas inscritas en círculos en la portada y simple perfil abocelado en el ábside.





Canecillos del ábside
Cuatro canecillos más del ábside, uno en forma de nacela, otro con decoración en espiral y dos figurativos representando desnudos a un hombre itifálico y una mujer.
Canecillos del ábise. En este caso dos con temas geométricos, una figura masculina, un muflón.
Canecillos del ábise. Los temas son un rabelista, un flautista, una mujer, que parece embarazada cabeza arriba y uno con decoración geométrica.
Canecillos del presbiterio
Los otros tres capiteles del presbiterio representan una senilla forma geométrica, una mujer en cuclillas y una liebre. 

La excepcional portada meridional, protegida por el moderno pórtico, nos traslada de las tallas más sencillas hasta ahora descritas al más exquisito refinamiento del románico tardío palentino. En efecto, y pese a que el análisis arquitectónico no permite afirmar una sucesión de campañas, la diferenciación de al menos dos entidades decorativas, quizá contemporáneas, es evidente en el edificio.
La ya señalada protección de la portada la ha preservado de la erosión y explica el impoluto estado de conservación de los relieves, cuya calidad justifica el entusiasmo de García Guinea al clasificarla “entre las joyas más íntegras del románico español”. De admirables proporciones, se organiza alrededor de un arco apuntado y consta de seis arquivoltas que descansan en columnas acodilladas.
En ellas encontramos el estudiado geometrismo de lo andresino con decoración, de fuera hacia dentro, de media caña y bocel en las dos primeras (con bolas en el arranque de la segunda), dientes de sierra y arquillos, simple baquetón, arquivolta figurada con representación de la Última Cena y dos personajes laterales y chevrons o dientes de sierra del tipo Arroyo-Las Huelgas en la rosca del arco.
El guardapolvo se decora con los semibezantes u ovas típicas andresinas. Exceptuando la cuarta, el resto de las arquivoltas no descansan directamente sobre los cimacios de los capiteles, sino que apoyan en molduras cúbicas, algunas decoradas con ovas andresinas. La arquivolta figurada representa, como dijimos, la Última Cena, con Cristo bendicente en la clave y los doce apóstoles repartidos simétricamente a razón de una pareja por dovela, uno de ellos identificado por la inscripción “BARTOLOME(us)”.
Un fondo arquitectónico sobre columnas pareadas de fustes entorchados y diminutos capiteles andresinos individualiza a los comensales. El tipo de arquitecturas figuradas ha de ponerse en relación con otros ejemplos del románico palentino, quizá derivaciones del apostolado carrionés, representados en el apostolado de Moarves, en algún capitel del claustro de Aguilar de Campoo, en otra cesta de Cozuelos, etc.
En los extremos de la arquivolta y bajo arcos escarzanos rebajados de mayor luz que los de los apóstoles, aparecen representados un personaje de larga cabellera leyendo –posiblemente un profeta, según García Guinea– a la izquierda y, en el extremo opuesto, el propio escultor en el momento de ejecutar su trabajo. Este retrato del artífice, además de constituir un motivo iconográfico infrecuente, presenta el interés de añadir la firma del artista– inscripción “MICAELIS ME FECI(t)” grabada en el arquillo– y la representación de uno de los libros de modelos que servían de guía plástica e iconográfica a los escultores.

Detalle de la portada de la Iglesia Románica de Revilla de Santullán (Palencia): «Micaelis me fecit» (Miguel me hizo).
 

Los capiteles de la parte baja de la portada recogen los relieves de mayor calidad. Su iconografía y estilo les incluyen en un grupo relativamente bien definido de la plástica tardorrománica que abarca el norte palentino (capiteles de la iglesia y claustro de Aguilar) y la zona burgalesa, con rasgos característicos propios de lo andresino, visibles, como es lógico, en lo geométrico y vegetal.
Comenzando la lectura por la parte izquierda de la portada, el capitel exterior muestra una pareja de grifos afrontados sobre fondo vegetal seguidos, en el capitel vecino, por Sansón desquijarando al león y un dragón.

Capiteles y jamba izquierda
Parejas de animales fantásticos afrontados, respectivamente grifos, dragones y bellísimas arpías encapuchadas, que presentan la particularidad de no apoyar directamente sobre el astrágalo como sus compañeros sino sobre una corona de hojas de bordes vueltos. Sobre la jamba asistimos a la lucha que mantiene un infante, vestido con cota de malla y armado de escudo triangular y espada, contra un león. 
Capitel y jamba de la izquierda de la potada
El capitel representa bellísimas arpías encapuchadas, que presentan la particularidad de apoyar directamente sobre una corona de hojas de bordes vueltos. Sobre la jamba asistimos a la lucha que mantiene un infante, vestido con cota de malla y armado de escudo triangular y espada, contra un león.
Capitel de atrevida composición en espiral que representa un león atacado por una serpiente y un dragón,
Capitel exterior del lado izquierdo de la portada que muestra una pareja de grifos afrontados sobre fondo vegetal. 

El tercer capitel presenta un centauro sagitario barbado de larga cabellera, con carcaj en bandolera, que tensa su arco contra el león rampante que le acosa.
Continúan la decoración tres parejas de animales fantásticos afrontados, respectivamente grifos, dragones y bellísimas arpías encapuchadas, que presentan la particularidad de no apoyar directamente sobre el astrágalo como sus compañeros sino sobre una corona de hojas de bordes vueltos, rasgo similar al visto en la portada meridional de Santa Eufemia de Cozuelos y en Frontada. Sobre la jamba asistimos a la lucha que mantiene un infante, vestido con cota de malla y armado de escudo triangular y espada, contra un león.
En el lado derecho de la portada, siguiendo siempre el orden ya señalado, vemos una representación de las tres Marías ante el sepulcro vacío de Cristo recibidas por el ángel, tema frecuente en la escultura del norte palentino (Aguilar, Lebanza, pilas de Colmenares y Calahorra de Boedo, Vallespinoso, etc.). Siguen dos capiteles vegetales de tipo andresino, otro con el tema del infante alanceando un dragón, un león atacado por una serpiente y un dragón, capitel de atrevida composición en espiral que recuerda a otro del lapidario de Santa Eufemia de Cozuelos y, finalmente, otro capitel vegetal andresino de hojas carnosas rematadas por bayas.

Capiteles y jamba de la derecha de la portada
Se observa en la jamba el tema de las Tres Marías y dos capiteles vegetales de tipo andresino.
Las tres Marías ante el sepulcro vacío de Cristo recibidas por el ángel, tema frecuente en la escultura del norte palentino.
Capitel de la parte derecha que representa el tema de un caballero alanceando un dragón.
El familiar tema de sansón desquijarando al león, en este caso acompañaos de un dragón.
Los capiteles representan a Sansón desquijarando al león y un dragón. El capitel de la derercha presenta un centauro sagitario barbado de larga cabellera, con carcaj en bandolera, que tensa su arco contra el león rampante que le acosa.
De la parte derecha son estos dos capiteles con el tema del infante alanceando un dragón y un león atacado por una serpiente y un dragón, capitel de atrevida composición en espiral. 

Tanto la fauna fantástica como las escenas de lucha del hombre con el dragón son recurrentes en la plástica románica tardía castellana, como lo prueban los ejemplos de Aguilar o del claustro de Santo Domingo de Silos.
En Revilla asistimos, sin embargo, a una apropiación de elementos característicos del rigorismo plástico cisterciense (Arroyo y monasterios del Duero) yuxtapuestos a la exuberancia decorativa propia del románico final. Este fenómeno, común a gran número de edificios del horizonte 1180-1200, se magnifica aquí gracias al alto nivel de calidad de los relieves. Por lo que respecta a las conexiones con monumentos concretos del ámbito inmediato, ya hemos señalado la relación directa que se establece en cuanto a la tipología de portada con San Andrés de Arroyo (portadas del claustro y lado norte de la iglesia) y el grupo de portadas con él relacionado (Villavega, Santa Eufemia de Cozuelos, Santa María de Mave, Amayuelas, San Andrés de Aguilar, Zorita del Páramo, etc.). Otros detalles decorativos como los semibezantes y los capiteles vegetales vienen a confirmar rotundamente la inspiración del artista en modelos andresinos.
Los capiteles, en lo animalístico y figurativo siguen el modelo próximo, complementario además del anterior, del monasterio de Santa María de Aguilar, pudiéndose establecer paralelos con el denominado por García Guinea maestro de la Matanza de los Inocentes, pero igualmente con el de los capiteles arrancados del crucero aquilarense. Las figuras de la arquivolta, quizá obradas por una mano distinta aunque dentro del mismo taller, responden mejor al estilo del maestro de los capiteles de Moarves, así como con ciertas obras emparentadas con él: friso de Moarves, Santa Eufemia de Cozuelos, Lebanza, Dehesa de Romanos, etc.
José Luis Hernando Garrido caracterizó al escultor de Revilla entre los maestros que llevaron la plástica románica hasta sus últimas consecuencias, dentro de márgenes cronológicos en los que la inspiración cisterciense anunciaba ya el irreversible cambio de tendencia operado con el nuevo siglo, cambio que relegó al marco de las fosilizaciones rurales la estética románica anterior. Sin embargo, en Revilla de Santullán existe aún una clara simbiosis entre lo vegetal y lo figurativo, que volverá a reproducirse aunque con menor espectacularidad, en la portada occidental de Zorita del Páramo y en la meridional de Santa Eufemia de Cozuelos.
Románica es también la pila bautismal, en piedra arenisca, que presenta forma troncocónica invertida y aproximadamente 80 cm de altura × 120 cm de diámetro.
Se decora con una serie de hojas tetrapétalas inscritas en círculos separadas por bandas verticales. Su cronología debe rondar la primera mitad del siglo XIII.
La cuenca absidal muestra todavía hoy vestigios de las pinturas murales que la recubrían totalmente hasta finales del siglo pasado o inicios del presente.
Las pinturas murales de esta iglesia no son las originales. Lo que hoy vemos en el ábside y tramo de bóveda precedente son las repintadas sobre las improntas de las originales ya que estas fueron expoliadas a primeros del siglo XX.

Combinando temple y fresco y con una cronología en torno a 1475-1500 parecen poder relacionarse con el denominado “maestro de San Felices”. Fueron retocadas en el siglo XVIII y se muestran algo incompletas.
Navarro, que hace una descripción del conjunto, relata el destino que padecieron tras ser arrancadas. Post informa de la adquisición de varios paneles por parte de lady Limerick, de Hall Place, Bexley, Kent (Inglaterra).
La distribución de las conservadas es la siguiente: en el casquete del hemiciclo el Salvador entre ángeles y bajo él, y en la bóveda del presbiterio, el ciclo de la Anunciación, Visitación, Epifanía, Huida a Egipto, Matanza de los Inocentes, Presentación en el templo y Ascensión, todo en un cierto desorden narrativo.
Entre las escenas desaparecidas, habla Navarro de Cristo camino del Calvario, la Resurrección y en el cuerpo de la iglesia el martirio de San Cornelio y San Cipriano.


Villanueva de la Torre
Villanueva de la Torre se asienta en un pequeño valle dentro de la zona de Santullán al que se accede a través de cuatro pequeños pasos naturales, perfectamente controlados desde el lugar en el que se ubica el templo. Éste se instala en la ladera sur de la montaña que protege el pueblo.
A los pies de la loma se aprecian varias casas solariegas, con escudos y restos escultóricos empotrados en su fachada, sobre éstas nace un pequeño sendero que nos conducirá hasta la iglesia. En este atractivo valle se conserva todavía un torreón de carácter defensivo, con su propio foso –este último perfectamente visible desde la iglesia de Santa Marina– que podría datarse en torno al siglo XV. Hoy en día el templo sigue haciendo las veces de iglesia parroquial.
Desde principios del siglo XI (1039) hasta mediados del XIV (1351), varios documentos hacen referencia a Villanoua y Villa Noua, lógicamente sin referencia al toponímico de la Torre, que es forzosamente posterior al siglo XIV-XV, momento en el que parece haberse erigido el torreón que da origen a su denominación. Un indicio documental que nos permite asegurar con más fuerza que la Villa Noua de la documentación hace referencia a la actual Villanueva de la Torre es que en 1198 dos hermanos, Gonzalo y Diego Rodríguez –que aparecen en otros documentos como habitantes de Villanueva– venden al abad Andrés y al monasterio de Santa María de Aguilar de Campoo tierras en varios lugares: en Sant Illan, in Berbios, et in Villa Noua, et in Bustiello, et in Monasterio, et in Sancta Maria de Nauas, o lo que es lo mismo los actuales Santullán, Verbios, Bustillo, Monasterio y Santa María de Nava, lugares todos ellos muy cercanos a Villanueva de la Torre. Considerando, pues, que se trata de Villanueva de la Torre, podemos afirmar que el monasterio de Aguilar de Campoo posee heredades en esta villa desde principios del siglo XI (1039), aunque será en 1175 cuando Alfonso VIII conceda a dicho monasterio la villa en toda su integridad. Las compras, donaciones y ventas de tierras o heredades de este lugar hechas por particulares al monasterio aquilarense o viceversa a lo largo del siglo XIII son abundantes, destacando la venta –efectuada en 1233– del palacio que Gonzalo Ruiz de Barruelo y su mujer María Pérez poseen en dicha villa. Perteneciente al alfoz de Aguilar de Campoo y al dominio del monasterio de Santa María la Real (desde 1175 y confirmado, entre otros, por Pedro I en 1351), la catedral de Palencia también poseía rentas en el pueblo, al menos en 1213.
Pero si de la localidad podemos llegar a rastrear datos, no ocurre lo mismo respecto al templo de Santa Marina. Tan sólo algún que otro documento, y en el capítulo de los testigos, nos deja constancia de la existencia de sacerdotes (1198) y clérigos (1259) que nos hablan –entre líneas– de la existencia de la parroquia.

Iglesia de Santa Marina
La iglesia de Villanueva de la Torre, bajo la advocación de santa Marina, responde al esquema de edificio rural de nave única, ligeramente más ancha en la zona de los pies, rematada por un ábside semicircular precedido por un tramo presbiterial trapezoidal. Tan sólo la torre-campanario adosada a sus pies –al estilo de las de Matalbaniega y de las burgalesas de Vizcaínos de la Sierra y Jaramillo de la Fuente– rompe con el tipismo de su planta, genuinamente románica. Exteriormente es de resaltar el armonioso escalonamiento volumétrico de las partes que forman el conjunto de torre, nave y cabecera.

La fábrica de la nave se alza en sillería muy irregular que tan sólo es visible exteriormente. Una capa de enlucido sobre la fábrica de muros y bóvedas se encarga de ocultarla al interior. El templo se divide en tres tramos más o menos similares mediante arcos fajones que descansan sobre simples pilares, cubiertos con bóvedas de crucería simples o cuatripartitas, resultado de reformas posteriores.
En época moderna (probablemente a finales del XIX) se adosó al muro norte la actual sacristía de planta cuadrangular a la que se accede interiormente por una puerta abierta en el primer tramo de la nave. Adosado al muro sur aparece el atrio moderno con cubierta que apea sobre un pie derecho hexagonal con zapata superior de madera. Éste sirve de cobijo a la portada que se abre en el segundo tramo de la nave. Esta portada –que como la nave no es la original– presenta arco de medio punto con simple arquivolta de baquetón, muy sencilla y sin decorar, y sobre ella existe un óculo que ilumina el interior de la nave.
Cabecera
Cabecera
 
Cabecera
 

La cabecera –muy restaurada– se levanta en aparejo de sillería de tamaño regular y bien escuadrada, a excepción del tramo sur del presbiterio. Al exterior este tramo presbiterial se divide horizontalmente en dos niveles mediante una sencilla moldura lisa y la unión externa con el espacio absidal se efectúa mediante semicolumna tallada.
El tambor del ábside se divide en tres paños mediante dos columnas entregas que lo recorren en toda su longitud (característica que también aparece en otros templos románicos del norte de Palencia y Burgos).
Las columnas entregas descansan sobre una especie de podium y se rematan por capiteles sobre los que apoya la cornisa, que es sostenida por un gran número de canecillos.
Horizontalmente el hemiciclo queda dividido –tanto interior como exteriormente– en dos cuerpos mediante una moldura a modo de imposta sobre la que descansa el único vano que se abre en el paño central del ábside. Éste es de medio punto, abocinado tanto interior como exteriormente y con dos arquivoltas que descansan sobre columnas con sus correspondientes capiteles.
Otra ventana, con abocinamiento sólo exterior y chambrana a ras de muro, se abre en el lado sur del presbiterio.
Ventana del ábside
Ventana del presbiterio
 

El presbiterio se cubre con bóveda de cañón ligeramente apuntado mientras que el ábside lo hace con bóveda de horno o cuarto de esfera.
El tránsito interno desde la nave a la cabecera se realiza a través de un arco triunfal apuntado que descansa sobre triples semicolumnas. Exteriormente aparece sobre el triunfal una espadaña muy sencilla con un solo arco de medio punto, similar a la de Vallespinoso de Aguilar.
El presbiterio se cubre con bóveda de cañón ligeramente apuntado mientras que el ábside lo hace con bóveda de horno o cuarto de esfera.
Ventana del ábside
Abocinada, con dos arquivoltas que descansan sobre columnas con sus correspondientes capiteles. Los cimacios decorados con dientes de sierra y los capiteles, son figurativos con una representación híbrida de una especie de equinos alados y afrontados de rostro masculino. 
El capitel de la derecha de la ventana del eje absidial es quizás el más curioso, que no el mejor labrado, de los capiteles que adornan las ventanas (tanto exterior como interiormente). Vuelve a repetir el esquema de dos figuras híbridas afrontadas a manera de equinos alados, con pecho cubierto de plumas pero en este caso sus rostros son masculinos.
Este es el más parecido, con su sencillo cimacio con dientes de sierra y las figuras de dos hipogrifos afrontados
 

La torre-campanario aparece adosada a los pies de la nave y es el elemento arquitectónico que dota de cierta singularidad a la iglesia de Santa Marina.
Es de planta rectangular y acceso desde el paño meridional. Se divide exteriormente en dos cuerpos decrecientes. En el cuerpo inferior y en su muro oeste, se abre una sencilla ventana de medio punto, cuyo capitel izquierdo ostenta decoración con varios niveles de caulículos, que permiten emparentarlo con piezas similares de Santa Eufemia de Cozuelos, Prádanos de Ojeda, la Asunción de Barrio de Santa María, Nogales de Pisuerga o Villanueva de Río Pisuerga. El cuerpo superior, utilizado como campanario y cubierto con bóveda de cañón, presenta abiertos sus cuatro costados con vanos geminados de arcos doblados de medio punto y parteluz con capiteles lisos.
Del análisis de la planta del edificio se deducen las perceptibles desviaciones entre los ejes axiales de la cabecera, nave y torre, así como la irregularidad de los tres tramos de la nave y del presbiterio. Mientras esta última parece deberse a los asientos diferenciales debidos a la inclinación del terreno, las desviaciones de eje, unidas a los cambios de aparejos y rupturas de hiladas son indicadoras de la complejidad constructiva del edificio. Parece claro que la campaña románica de finales del siglo XII planteó perimetralmente la estructura hoy visible, aunque, a título de hipótesis, parece se produjo un replanteo en altura que sustituyó una prevista espadaña sobre el arco triunfal (que explicaría la potencia muraria alcanzada en esa zona del edificio) por la torre finalmente construida.
Más evidente resulta la reconstrucción, posiblemente en el siglo XVI (por la tipología de las ménsulas que recogen los nervios de las bóvedas), de los muros de la nave. En estos paramentos sólo se reaprovechó en parte la sillería original, utilizándose el resto de los sillares en el pórtico que rodea por el sur el templo. En un momento posterior y difícil de precisar se produjo la elevación de la sobrecubierta, que dejó en un nivel inferior al normal la cornisa e hilera de canes románicos que habían sido reutilizados en la reforma del siglo XVI.

La decoración del templo es, salvo la pareja de capiteles del arco triunfal, ciertamente repetitiva y se concentra en el interior de la cabecera y en el exterior de los vanos.
La decoración geométrica de puntas de diamante orna las molduras que enmarcan el resalte de la bóveda de horno y el arco triunfal, así como la arquivolta, chambrana y cimacios del exterior de las ventanas abiertas en el eje y muro sur del presbiterio; los dientes de sierra incisos aparecen al interior en los cimacios de la ventana central del hemiciclo y en la imposta inferior que recorre los paramentos internos de la cabecera, así como en el exterior en los cimacios de la ventana abierta en el presbiterio; con semibezantes igualmente recorriendo la cornisa del exterior de la cabecera.
Motivos vegetales de esquemáticas hojas nervadas y lisas, de puntas dobladas acogiendo volutas o bolas, decoran los capiteles que recogen los arcos doblados del triunfal y los de los haces de columnas del exterior de la cabecera, así como vegetal es el capitel izquierdo de la ventana abierta en el muro occidental de la torre, decorado con cuatro hileras de caulículos.
Lo figurativo hace acto de presencia en los capiteles interiores de la ventana absidal, con esquemáticos híbridos –especie de equinos alados de rostro masculino– afrontados de ruda labra.
En los capiteles del exterior de esta ventana se afrontan dos parejas de hipogrifos sobre fondo vegetal, el mismo motivo que aparece en el exterior de la ventana abierta en el muro meridional del presbiterio (el capitel izquierdo es una reposición mimética moderna).
Mayor interés manifiestan las dos cestas que coronan las columnas adosadas que soportan el arco de triunfo. El del lado de la epístola figura la escena de Daniel en el foso de los leones sobre un fondo vegetal de tallos y rizadas hojas de acanto.
Daniel, aparentemente sedente aunque quizá a causa de una torpeza compositiva del escultor, se muestra en actitud orante, con las manos alzadas mostrando las palmas, vestido con una túnica de pliegues paralelos, en tubo de órgano, y anchas mangas, con hierático gesto.
Capitel del arco triunfal 
El tema estrella de los capiteles de los arcos triunfales palentinos es el de Daniel entre los leones, situado en el lado de la epístola. En la iglesia de Villanueva la cesta de los capiteles presentan la mejor labra de todo su conjunto decorativo.
Aparece la consabida figura de Daniel en el foso de los leones sobre un fondo vegetal de tallos y rizadas hojas de acanto. Daniel, aparentemente sedente, se muestra en actitud orante, con las manos alzadas mostrando las palmas, vestido con una túnica de pliegues paralelos, y anchas mangas, con hierático gesto. Los dos leones, de desproporcionadas lenguas, lamen sus pies desnudos. 

Los dos leones, de desproporcionadas lenguas, lamen sus pies desnudos. Hay que reconocer, pese a los múltiples errores compositivos, una mayor calidad en la labra de este relieve respecto a lo hasta ahora visto. Aún mayor calidad manifiesta el capitel del lado del evangelio, que figura a cuatro magníficos grifos afrontados dos a dos, los dos centrales oponiéndose por sus cuellos vueltos en el frente de la cesta. Los híbridos aparecen envueltos en una maraña de tallos enredados y hojas de acanto con puntos de trépano y pese a que parece obra del mismo taller que el capitel frontero, la composición y ejecución de esta cesta resultan excelentes. Es evidente que estos dos capiteles se desligan del resto de la escultura del templo, por lo que nos inclinamos a pensar que fueron comprados en otro taller, taller cuyos rasgos le ligan al círculo de Vallespinoso de Aguilar, con cuyas figuras de la portada guarda Daniel claras similitudes, así como el diseño del capitel de grifos afrontados. Estas mismas esculturas vincularán a Santa Marina con algunos elementos del pórtico de Rebolledo de la Torre.
Capitel del arco triunfal
El capitel del lado del evangelio presenta una mayor calidad, que figura a cuatro magníficos grifos afrontados dos a dos, los dos centrales oponiéndose por sus cuellos vueltos en el frente de la cesta. Los híbridos aparecen envueltos en una maraña de tallos enredados y hojas de acanto con puntos de trépano y pese a que parece obra del mismo taller que el capitel frontero, la composición y ejecución de esta cesta resultan excelentes. 

La nave presenta canecillos prismáticos, en forma de proa de nave sin decoración esculpida. En el ábside y presbiterio aparecen temas figurados: personajes itifálicos, otros sedentes y desnudos, en actitud pensativa o simples cabezas.
Canecillos

Canecillos
Canecillo decorado con un personaje itifálico.
Canecillos
 

Tanto en lo decorativo como en lo arquitectónico, la tipología de Santa Marina de Villanueva de la Torre participa del ambiente propio del tardorrománico, pudiendo precisarse su cronología en las dos últimas décadas del siglo XII.

 

Cillamayor
La localidad de Cillamayor, situada a orillas del río Rubagón, se encuentra a escasos 100 m de la carretera que desde Aguilar conduce hasta la localidad minera de Barruelo de Santullán a cuyo municipio pertenece.
Según Navarro García el origen del topónimo se halla en los “cilleros” que tanta importancia económica y política tuvieron en la Alta Edad Media en las regiones montañosas de la Castilla septentrional. La cilla, señala el mismo autor, era “el depósito de especies cereales y de una cilla o panera mayor, se originó el nombre de esta aldea”. La documentación recoge por primera vez este nombre, en la confirmación de la donación de Santa Eugenia de Cordovilla en 1118, en el que aparece como confirmante un tal Analso de Cillamayor. García Guinea apunta otro documento de 1285 que hace referencia a la iglesia, se trata de un privilegio concedido por el rey Sancho IV al abad mostense de Aguilar, cediendo a este monasterio determinados lugares y bienes, entre ellos parte de la iglesia de Cillamayor y los vasallos del mismo lugar. Pero con anterioridad, en 1242, Elvira Fernández, hija de Fernán Pérez, dona parte de la iglesia de Cillamayor pro anima. En 1280, Fernán Díaz y otros donan al mismo abadengo todo cuanto poseen en Cillamayor con su iglesia y sus vasallos. Por un documento de 1274 comprobamos que el dominio de la abadía de Santa Juliana de Santillana del Mar se extendió hasta las tierras del norte de Palencia. En Cillamayor arrienda el abad Ferrán y su cabildo la llamada casa de San Millán del Arco. Rodríguez de Diego identifica la actual localidad de Cillamayor con el monasterio de Celanova, filial de la abadía premonstratense de Santa María de Aguilar de Campoo.
Por otra parte, en el Libro Becerro de las Behetrías, Cillamayor figuraba como lugar de abadengo que pertenecía al abad de Aguilar y a la abadesa de San Andrés de Arroyo; y como lugar solariego pertenecía a Diego García de Vedoya e hijos, y a Gonzalo González de Guadiana.

Iglesia de Santa María la Real
La iglesia de Santa María la Real se levanta en el centro del núcleo urbano, a la vera de la carretera comarcal que conduce a Matamorisca.
La planta presenta nave rectangular dividida en cuatro tramos, ábside semicircular precedido por presbiterio rectangular y portada abierta al sur. Toda la fábrica original se erigió con buena sillería arenisca, de tamaño regular y bien escuadrada. También de sillería combinándola con sillarejo es la fábrica de las construcciones adosadas.


El grueso del edificio, aunque con alguna modificación posterior, corresponde a época románica. No obstante, existe un fragmento de muro en el lienzo Norte, que no corresponde ni con la tipología románica del edificio ni con el despiece que le rodea. Desconocemos su origen, pero podemos datarlo entre un prerrománico tardío y un románico incipiente. De época propiamente románica va a datar la construcción de la cabecera del edificio. Como es habitual, siempre se comienza por esta parte de las iglesias, puesto que una vez concluida, se puede consagrar y comenzar ya a oficiar la misa en ella. Por su tipología podemos encuadrarla alrededor de mediados del siglo XII.


Ventana en eje absidal
Ventana del muro sur de la nave
 

La separación entre la cabecera y la nave se realiza mediante un arco triunfal de medio punto. Se apoya en semicolumnas adosadas a pilastras con interesantes capiteles y cimacios decorados.
El ábside semicircular presenta bóveda de horno ligeramente apuntada, en tanto que el presbiterio y la nave se cubren con bóveda de cañón.

En su interior, dos molduras simples de nacela lo recorren a la altura del arranque de las ventanas y el inicio de la bóveda. La cubierta de la nave se encuentra sostenida por arcos fajones que reposan en ménsulas.
En el exterior del ábside aparecen dos pilastras a las que se adosan semicolumnas coronadas por capiteles, dividiendo verticalmente el tambor en tres paños. El espacio central y el de la epístola se encuentran abiertos por un vano de medio punto, flanqueado en el interior y exterior por columnillas. Como es habitual, una hilera de canecillos decora el alero que recorre el perímetro exterior del ábside, mientras que el nivel inferior se ve subrayado por un pequeño zócalo o podium bajo. Una moldura circunda todo el hemiciclo a la altura del arranque de las dos ventanas.
El templo tuvo en origen tres accesos de los cuales sólo se encuentra practicable el abierto en el lado meridional, protegido por un atrio moderno. Está formado por un arco de medio punto rodeado de triple arquivolta que descansa en jambas.
Portada norte
Portada septentrional. Capiteles de la izquierda
En el verano de 2006 la portada fue desenterrada y las excavaciones en su entorno han puesto de manifiesto una necrópolis altomedieval así como una muralla de sólida estructura. Cinco arquivoltas con decoración de baquetón alternando con borde liso. Y tres parejas de capiteles con sus ábacos, columnas y basas. Algunos muy deteriorados; pero otros bien conservados.
El estilo de lo esculpido es muy sencillo. Figuras humanas, torpemente labradas luchando con fieras y motivos geométricos en los ábacos.
Columnas y capiteles de la portada descubierta en el muro norte
Portada norte. Capitel
Portada norte. Capitel
Portada norte. Capitel
Portada septentrional. Capitel
Portada septentrional. Capitel
 
Portada septentrional. Capitel
 
Portada meridional. El acceso abierto en el lado meridional, está protegido por un atrio moderno. Está formado por un arco de medio punto rodeado de triple arquivolta que descansa en jambas. Por encima de él, se abre una ventana decorada con labra vegetal románica.
Portada sur
 

Por encima de él, se abre una ventana decorada con labra vegetal románica. En el muro norte, se aprecian restos de arquivoltas y un capitel de una portada románica cegada y casi cubierta por el nivel del pavimento exterior. García Guinea atribuye a esta iglesia un posible carácter conventual. En el sector oeste, localizamos otra portada cegada que no tiene una cronología precisa, aunque pudiera ser medieval.
El último espacio arquitectónico destacable es la torre, reconstruida en época postmedieval aprovechando el muro de la antigua espadaña románica, sólo visible desde el interior del campanario donde se aprecian columnas con capiteles de hojas lisas.

En el interior del templo la decoración escultórica se reduce esencialmente a la existente en los capiteles del arco triunfal. En el del evangelio, se tallaron dos águilas con las alas explayadas de tosca labra (según García Guinea es un motivo característico de las iglesias de la primera mitad del siglo XII del románico montañés) y cimacio en altorrelieve, que representa una especie de conejos mordiéndose las patas entre elementos vegetales. El águila, que es un tema habitual en el románico santanderino (Bolmir, Castañeda, Raicedo, etc.), también aparece en tierras de Palencia (San Vicente de Becerril del Carpio y Santa Eufemia de Cozuelos). El de la epístola, con leones afrontados en las esquinas a tres niveles, recuerdan a García Guinea los ya vistos en Frómista y Cozuelos. Sería posible extender esta filiación al interior de Matalbaniega. El cimacio de decoración vegetal se puede emparentar con una ventana absidal de Pisón de Castrejón.
Capitel del arco triunfal
En el del evangelio, se tallaron dos águilas con las alas explayadas de tosca labra y cimacio en altorrelieve, que representa una especie de conejos mordiéndose las patas entre elementos vegetales.
Capitel del arco toral
El de la epístola, con leones afrontados en las esquinas a tres niveles. El cimacio con decoración vegetal. 

Las ventanas abiertas en el ábside están formadas por arquivoltas de medio punto, de caveto la interna y de bocel y caveto la más externa. Los capiteles tienen una decoración simple; uno, con hojas de palma rematadas por una gran bola y el otro, con un arco de palmas formado con dos vástagos que se unen en lo alto por una bola.
Ventana del ábside
 

En el interior parece repetirse la misma disposición. La talla podría relacionarse con algún capitel de San Vicente de Becerril del Carpio. La ventana meridional, con doble arquivolta de medio punto, tiene decoración vegetal con acantos carnosos que recuerda los arquetipos de Rebolledo de la Torre y Vallespinoso. Descansa sobre una pareja de columnillas con capiteles de pequeñas volutas en lo alto, similares a los del ábside.
En cuanto a los canecillos, podríamos agruparlos en diversos tipos. Los más modernos en forma de proa de nave, en los muros norte y sur; o figurados a lo largo de la cornisa del ábside y del presbiterio, los más viejos. De entre estos últimos destacamos un músico sentado que parece tocar una doble flauta, un guerrero, un sodomita, uno de tipo fálico, un arpista y varias figuras zoomórficas.
Canecillos en muro sur del tramo recto absidal
Canecillos
 
Canecillos
 
Canecillos
En cuanto a los canecillos, podríamos agruparlos en diversos tipos. Los más modernos en forma de proa de nave, en los muros norte y sur,- o figurados a lo largo de la cornisa del ábside y del presbiterio, los más viejos. De entre estos últimos destacamos un músico sentado que parece tocar una doble flauta, un guerrero, un sodomita, uno de tipo fálico, un arpista y varias figuras zoomórficas.
Canecillos
Canecillos
 
C
anecillos
Canecillos
 
Canecillos
Los canecillos figurados a lo largo de la cornisa del ábside y del presbiterio, son los más antiguos. De entre estos últimos destacamos un músico sentado que parece tocar una doble flauta, un guerrero, un sodomita, uno de tipo fálico, un arpista y varias figuras zoomórficas.
 

Resumiendo podemos señalar que en una primera campaña –hacia finales del siglo XII o inicios del XIII– se alzó el grueso del edificio tardorrománico reaprovechando una antigua cabecera de la primera mitad del siglo XII. Años más tarde, en una campaña protogótica, se remata la zona superior de la caja muraria rectangular y se fijan los canecillos lisos. En el siglo XVII o XVIII se añadió la sacristía, el granero, y quizá, en un momento posterior, el atrio. En 1964, se produce el abujardado de los paramentos. Martín González clasifica este edificio rectangular de capilla mayor con testero curvo, dentro del subtipo de presbiterio muy corto. Relaciona esta iglesia de Cillamayor con San Pelayo de Perazancas, Cabria, Pozancos y Revilla de Santullán. Sin embargo, la cabecera de Cillamayor parece mucho más próxima a San Vicente de Becerril del Carpio.

La pila bautismal existente en el templo es moderna sin ninguna originalidad y completamente lisa. Esta pila sustituyó a una original románica (122 cm de diámetro × 96 cm de altura) que se encuentra actualmente en la colección particular de los herederos de don Eugenio Fontaneda, en el castillo de Ampudia. Según Lojendio y Rodríguez, los restos románicos conservados en esta iglesia responden a escuelas comarcales del norte de Palencia, no teniendo conexión estilística con esta pila. Su forma es troncocónica, con gallones en el interior, y se alza sobre un zócalo de piedra con fuerte chaflán que parece de factura moderna.
En cuanto a su decoración, que ocupa sólo una parte de la pieza, está formada por curioso entrelazado a modo de laberinto en torno a una cruz que ocupa el centro. A su lado está esculpida la figura de un personaje ataviado con camisa y faldellín, sin rasgos que definan su rostro y con un objeto alargado en una de sus manos. Para Lojendio y Rodríguez esta figura es una alusión al autor, que con la mano izquierda indica cuál es su obra. Esta autoría corresponde a Pedro de Cilla como nos lo indica el epígrafe fácilmente legible que aparece en el otro extremo del entrelazo “PEDRO DE CILLA ME FIZO”. Garbiñe Bilbao identifica al personaje con un diácono portador de un hisopo que señala con su mano la construcción laberíntica, emblema de la Jerusalén Celeste.
Tras un breve análisis de estos datos, puede considerarse esta obra dentro del ámbito local más reducido. Su primitivismo es más fruto de una rudeza rústica tardía que indicio de auténtica antigüedad. Esta argumentación encuentra apoyos, en la firma de la pila en castellano y en el estudio comparativo de la indumentaria de la figura humana. Para Lojendio y Rodríguez, estos argumentos les inducen a fechar la pila en el siglo XII, cronología que nos parece demasiado temprana para una pieza como ésta cuyo estilo y tratamiento pudiera muy bien entrar dentro del gótico.


Matalbaniega
La localidad de Matalbaniega, perteneciente al partido judicial de Cervera de Pisuerga, se encuentra a 7 km al norte de Aguilar de Campoo. La iglesia de San Martín, a cien metros del caserío, se asienta sobre una pequeña elevación rodeada de pastizales desde donde se contempla un espectacular paisaje de la Montaña Palentina.
Las citas a Matalbaniega aparecen con cierta frecuencia entre la documentación del monasterio de Santa María la Real de Aguilar. En el año 1200 encontramos una referencia concreta al monasterio de San Martín de Matalbaniega, que es donado en parte pro anima por Pela Martínez y su hija Marina al monasterio de Aguilar. En 1232, Gonzalo Díaz y sus hermanos donan una tierra que poseían en este lugar al monasterio aguilarense en agradecimiento por el hábito dado por éste a su padre Diego Royz. En 1200, 1223, 1225 y 1280 la misma abadía compró a varios particulares determinadas propiedades en Matalbaniega y de nuevo en 1279, Diego Díaz y Diego Royz permutan varias tierras en este lugar con Santa María la Real. Su actividad económica es predominantemente pastoril-ganadera en la que los premonstratenses de Aguilar controlan importantes montes y pastizales. En el Libro Becerro de las Behetrías, de 1351- 1352, aparece como lugar de abadengo perteneciente al abad de Aguilar y a la abadesa de San Andrés de Arroyo, a excepción de un solar que era de don Tello.

Iglesia de San Martín
La antigua iglesia monástica aparece hoy como un templo de carácter eminentemente rural, de nave única, ábside semicircular precedido por presbiterio rectangular, portada abierta en el muro norte y torre cuadrada a los pies, todo ello realizado en sillería arenisca.





El tránsito entre la cabecera y la nave se realiza mediante un arco triunfal apuntado y doblado que apoya sobre semicolumnas rematadas con capiteles historiados. El hemiciclo se cubre con bóveda de horno, en tanto que el presbiterio recibe una de cañón apuntado.
Interior
Cabecera
 

La nave es de mayor altura que la cabecera y pese a que hoy se encuentra totalmente reformada, debió recibir en origen una cubierta de madera a dos aguas, como se deduce de la ausencia de contrafuertes en los muros de la nave.
El ábside, levantado sobre un zócalo, articula exteriormente su tambor en tres calles delimitadas por contrafuertes prismáticos que rematan en talud bajo la cornisa. Una imposta de caveto le recorre a la altura del umbral de la ventana, la cual consta de arco y arquivolta apuntados, se abre en el eje y es la única fuente de iluminación actual de la cabecera, aunque en tiempos en el paño meridional del hemiciclo se abría un vano posmedieval, hoy cegado, y en el tramo recto inmediato una saetera. La cornisa, decorada con tres filas de abilletado en la cabecera, y grecas y palmetas entre entrelazos en la nave, apoya sobre una riquísima serie de canecillos decorados.

El acceso se realiza actualmente a través de la portada abierta en el sobresaliente antecuerpo del muro norte de la nave, habiéndose perdido el tejaroz. Posee arco de medio punto y cuatro arquivoltas, alternando dos lisas y dos molduradas con bocel entre cavetos con bolas y abilletados. Apoyan en jambas lisas con dos pares de columnas acodilladas rematadas con capiteles historiados y cimacios corridos de abilletado. En el muro meridional de la nave se abría otra portada románica, hoy cegada, que según García Guinea daría acceso al templo desde el claustro o desde las desaparecidas dependencias monasteriales. Hoy semienterrada, su configuración es en todo similar a la de la portada norte, con arco de medio punto, una arquivolta de bocelón entre medias cañas, con bolas y banda de taqueado, que apoya sobre una pareja de columnas acodilladas, con capiteles decorados y arquivolta lisa.
Portada meridional. Los capiteles de la portada meridional se ilustran con pareja de aves afrontadas, en uno de los casos, y con dos filas de hojas lisas y remate de volutas, en el otro,- sus cimacios son idénticos al alero de la nave, con palmetas entrelazadas.
Portada septentrional
 


En el hastial se levanta una torre cuadrada, reformada en época posmedieval –siglos XVII o XVIII–, a la que se accede por una pequeña puerta abierta en el muro sur y precedida de algunos peldaños de piedra. La original románica parece ser que tuvo esta misma forma, si bien no llegó a concluirse o se derrumbó el coronamiento, reformándose con posterioridad e incluyendo en la nueva obra las troneras que miran al norte. También se encuentra modificado el muro sur y el ángulo suroeste del edificio, adosándose al muro norte del presbiterio la sacristía, de época moderna.
Muro meridional. Ventana de la izquierda
Ventana del muro norte. La ventana abierta en el muro norte se compone de dos arquivoltas, una con baquetón y la otra lisa, con chambrana taqueada y columnas acodilladas, con capiteles decorados con parejas de toscas aves afrontadas que picotean un fruto.
 

En el apartado escultórico, la portada septentrional decora sus capiteles con representaciones de personajes sedentes y figuras animales y mascarones, todo de difícil interpretación, dado además lo erosionado del relieve. La ventana abierta en el muro norte se compone de dos arquivoltas, una con baquetón y la otra lisa, con chambrana taqueada y columnas acodilladas, con capiteles decorados con parejas de toscas aves afrontadas que picotean un fruto.
Los capiteles de la portada meridional se ilustran de nuevo con la misma pareja de aves afrontadas, en uno de los casos, y con dos filas de hojas lisas y remate de volutas, en el otro; sus cimacios son idénticos al alero de la nave, con palmetas entrelazadas.
Sobre esta portada y a lo largo de todo el muro meridional aparecen cinco canecillos, que para García Guinea son indicio de una techumbre, tal vez galería o claustro. Sobre esta línea de canes, hoy sin función y en el mismo muro meridional de la nave, se abren dos ventanas románicas abocinadas, de configuración análoga a la ventana del muro septentrional.
El ventanal derecho está decorado con capiteles que representan figuras humanas –imposibles de interpretar por la erosión de la pieza– y cabeza con lazos vegetales en espiral.
El vano izquierdo presenta la particularidad de tener columnas relivarias en sus fustes, con una pareja de personajes; el derecho, vestido con ropas talares, representa a un clérigo –posiblemente un abad– en actitud bendicente con su diestra y portando un báculo en la otra mano. La figura del fuste izquierdo muestra a un orante realizando el gesto típico de oración, con las manos sobre el pecho, enseñando las palmas extendidas.
Otros ejemplos de fustes decorados en el románico palentino aparecen en la portada de Santiago de Carrión de los Condes, en la capilla interior de la iglesia de Villadiezma y en la portada de Tablares. Los capiteles están decorados con gallináceas afrontadas y con un motivo vegetal idéntico al capitel del otro vano (cabecita con entrelazo vegetal), mientras que los cimacios portan bolas. El vano abierto en el ábside está flanqueado por dos capiteles de crochets que sostienen una arquivolta apuntada.
Destaca no obstante en el apartado escultórico de este edificio la rica e interesante colección de canecillos que sostienen la cornisa de la nave y de la cabecera. Se caracterizan por la cantidad –superan los setenta– y por la variedad de motivos que representan, pudiéndolos agrupar en diversos tipos. Algunos presentan representaciones antropomórficas con carácter fálico, otros son personajes portando libros y objetos, tocando instrumentos musicales (una doble flauta y un arpa salterio al igual que en Cillamayor); otros más se decoran con temas zoomórficos: animales fantásticos, monstruos, aves, bueyes, liebres, etc.; y por último los hay de motivos vegetales y geométricos: rollos, bolas, espirales, tallos entrelazados... Una de las características más peculiares de estos canes es el alargado canon aplicado a la figuración.
Detalle canecillos del ábside, que ofrece interesante carga ornamental.


Canecillos de la nave. Los que pegan a la torre presentan son de carácter figurativo: son personajes portando libros y objetos, tocando instrumentos musicales (una doble flauta y un arpa); otros más se decoran con temas zoomórficos: animales fantásticos, monstruos, aves, bueyes, liebres, etc.,- Una de las características más peculiares de estos canes es el alargado canon aplicado a la figuración.




En el interior del templo, las columnas del arco triunfal, apuntado y doblado, se apoyan sobre capiteles superpuestos que repiten el tema del personaje dominando leones.
Capitel del arco triunfal
 

La composición muestra a un tosco personajillo, de desproporcionado canon, erguido sobre los lomos de dos parejas de leones afrontados y contrapuestos dos a dos que vuelven sus testas hacia el personaje, quien ase con una cuerda sus cuellos. Recuerda en su disposición algunas cestas de Frómista, Santa Eufemia de Cozuelos o Cillamayor. Las basas, que arrancan de un pequeño podium, se forman por toro perfecto y bolas angulares, mientras que los cimacios están decorados con taqueado. En lo alto del coro, un vano románico comunica con la torre, mostrando capiteles decorados con aves afrontadas y espirales.
Capitel de la ventana del coro
 

La decoración de San Martín de Matalbaniega revela una interpretación de los motivos más característicos de la plástica del románico pleno, aunque en manos de un artífice de escasos recursos técnicos y en una época bien muy avanzada dentro del siglo XII o ya en los inicios del XIII, como parece indicar la presencia de los dos capiteles de crochets en la ventana absidal, inspirados en modelos evidentemente tardíos En la actualidad, en el interior de la iglesia no se conserva ninguna imagen medieval, aunque el autor del Catálogo Monumental nos habla de “una preciosa Virgen sedente, del siglo XII, en un sillón de época y sobre una peana hexagonal”, refiriéndose sin duda a la imagen gótica que todavía podemos contemplar.


Matamorisca
La pequeña población de Matamorisca se encuentra a 8 km al noroeste de Aguilar de Campoo, siguiendo la ruta que une esta localidad con Cervera de Pisuerga. La iglesia de San Juan se dispone al este y alejada del núcleo, sobre un altozano, apoyándose sobre afloraciones de roca arenisca en las que se talló la escalera de acceso.
El topónimo de esta localidad puede estar en relación con la naturaleza de bosquecillos de roble, llamados matas, que ofrece este territorio, según nos indica Julio González. La primera referencia escrita de Matamorisca se encuentra en un documento de 1042, en el que Fronilde Fernández efectúa una donación de tierras, muebles y animales al monasterio de Santa María de Aguilar por la salvación de su alma y la de su hermana Elvira. En 1103, Munia Fortúnez hace otra donación al monasterio. En 1173, Matamorisca junto a otras propiedades del norte de Palencia vuelve aparecer en un documento, en el que el cardenal Jacinto pone bajo su protección la iglesia y heredades de Santa María de Aguilar. En 1284, Fernando García vende y dona propiedades al monasterio. En el Libro Becerro de las Behetrías de 1351-1352, Matamorisca se encuentra en el alfoz de Aguilar y pertenece a don Tello.
Matamorisca forma parte del municipio de Aguilar de Campoo (Palencia). A la caída del Antiguo Régimen la localidad se constituye en municipio constitucional para posteriormente A fines del siglo XIX, el municipio cambió su nombre por el de Cenera de Zalima, que fue sumergido por el Pantano de Aguilar, y el municipio cambia su denominación, pasando a llamarse Corvio. Poco después todos ellos fueron anexionados a Aguilar de Campoo.

Iglesia de San Juan Bautista
La iglesia de San Juan se dispone al este y alejada del núcleo, sobre un altozano, apoyándose sobre afloraciones de roca arenisca en las que se talló la escalera de acceso.
En la actualidad, la iglesia de San Juan Bautista se presenta como un edificio rectangular, de dos naves separadas bien por pilastras, bien por columnillas y pilares, ambas rematadas con testero plano. La iglesia fue construida posiblemente en dos fases medievales contiguas de mediados del siglo XII e inicios del XIII respectivamente, aunque varias adiciones y reformas de los siglos XVI y XVII han alterado de forma importante la fisonomía original del edificio.
Aunque está erigido en diferentes campañas, los materiales y el aparejo utilizados en ellas la dotan de cierta uniformidad.


En el interior, los muros están parcialmente revocados, sin que esto impida apreciar la sillería arenisca, utilizada también en la totalidad de los paramentos del exterior. Sólo los capiteles con decoración corrida que decoran la portada se trabajaron en caliza blanca.

La nave de la epístola presenta un ábside cuadrado con saetera cegada. Ésta es una de las partes más antiguas de la iglesia, que se comunica con el único tramo de la nave mediante un arco apuntado de tradición románica. Ambos se cubren con bóveda de crucería simple. El otro cuerpo, el del evangelio, tiene ábside también rectangular comunicándose a través de un arco de medio punto posmedieval con los dos tramos de la nave, de proporciones muy desiguales, protegido todo por bóveda de crucería de combados y terceletes. La capilla absidal del evangelio contacta con la cabecera de la epístola por un gran arco apuntado de traza gótica. Una puerta adintelada es la encargada de relacionar el espacio de la sacristía, cubierto por bóveda de crucería estrellada –siglo XVII– con el ábside del evangelio. En el hastial de la epístola se encuentra el recinto del antiguo baptisterio y a los pies del evangelio aparece el típico coro alto de madera.
Delimitada entre dos gruesos contrafuertes prismáticos y resaltada sobre el muro sur, se abre la portada principal de acceso al templo, cubierta por un tejaroz con alero de bolas.


Es de arco apuntado, de traza gótica tardía, con chambrana lisa y cuatro arquivoltas de sencillas molduras donde alternan boceles y cañas, descansando sobre jambillas tardogóticas de fines del siglo XV sobre podium. En los muros oeste y norte, se aprecian restos de puertas cegadas que conservan algunas dovelas y dos impostas, en las cuales se ha mantenido decoración de taqueado que nos recuerda la portada del cementerio de Matabuena. A los pies de la iglesia, en el hastial del evangelio apreciamos un gran arco apuntado, liso y cegado, siendo difícil saber si pudo ser un acceso medieval a la iglesia o un arco de descarga ya que las reformas posteriores han alterado sustancialmente el sector.
Exteriormente los muros apoyan en varios contrafuertes de diferentes épocas. Únicamente en el muro sur observamos una marca de cantero muy deteriorada, de las cuatro que llegó a ver Navarro en la realización de su catálogo, no precisando su localización.

El edificio posee una torre que fue antigua espadaña, situada a los pies de la nave del evangelio, de planta rectangular, con dos cuerpos separados por una imposta de nacela con bolas. En el muro occidental del cuerpo inferior cegado se abre una puerta posmedieval de pequeñas dimensiones. Ésta posibilita el acceso a una escalera de caracol articulada en dos tramos, que nos permite llegar al remate de la torre.
El segundo cuerpo tiene cuatro troneras de arco de medio punto, las dos que miran al este parecen las originales románicas de la primitiva espadaña, a pesar de carecer de cualquier tipo de decoración o moldurado. Las del oeste, objeto de transformación en época barroca al plantear una torre, tienen impostas de listel y claves con representación en relieve de las llaves de san Pedro. Se encuentra cubierta por una pequeña bóveda de cañón apuntado y con vertiente exterior a dos aguas.
Canecillos y ventana del muro sur
La cabecera en su lado sur muestra canecillos de nacela y una ventana, que a pesar de ser de medio punto rebajado, es de finales del gótico. 
Ventana meridional
 

La dificultad de datación del conjunto se acrecienta debido a la enorme cantidad de añadidos y reformas. Podemos plantear la hipótesis –aunque con enormes dudas– de dos campañas románicas en el templo. De confirmarse esta idea, nos inclinamos por la existencia inicial de la nave norte (queda parte del muro septentrional con sus canecillos y una pequeña portada), a la que pocos años después se le añade la nave sur que remata en canecillos de nacela (se observan restos de una portada, parte del muro meridional y ábside).
Un argumento que apoya esta idea es la existencia de muros adosados y engatillados en ambas construcciones, en el momento del añadido de la espadaña románica, haciéndonos pensar en dos momentos constructivos distintos con diferencia cronológica mínima. Tanto si se tratara de una fase románica –o fases románicas– habría que encuadrar su fábrica en torno a los años centrales del siglo XII, correspondiendo con parte del muro primitivo septentrional. El muro sur y la torre parecen posteriores. Los paramentos orientales y meridionales, en la zona del ábside de la epístola corresponderían a una reforma tardogótica. Seguramente en el siglo XVI –a juzgar por el tipo de los arcos interiores– se operan grandes cambios en el edificio con reestructuración de las dos naves: reparación de los paramentos, reformas de los aleros, adición de la portada principal, apertura de una ventana en el muro sur e inclusión de gran parte de los abovedamientos y soportes. Sin embargo, es imposible precisar si estas reformas responden a un planteamiento común o se realizan en diversos momentos. Existe constancia documental de la intervención del cantero Juan de Monasterio con anterioridad a 1570.
Un derrumbe parcial de la espadaña obligó, ya en época barroca, a acometer una reforma de la torre que incluye la transformación de las dos troneras de poniente y la creación de la escalera de caracol. En el siglo XVII se añade el cuerpo de la sacristía, que está en relación con otras salas que se construyen en la comarca entre los siglos XVII y XVIII.
La decoración escultórica del edificio refleja la posible duplicidad de campañas tardorrománicas y los grandes cambios operados en época gótica. De confirmarse la idea de dos períodos románicos, la primera etapa (mediados del siglo XII) se caracteriza por la portada cegada septentrional y los canecillos figurados situados en el mismo muro norte, algunos de ellos decorados con representaciones humanas y, sobre todo, con formas husiformes de aire fálico semejantes a los de Matalbaniega. En un segundo momento, pocos años después, se añadirá la espadaña con sus canecillos avolutados y la cornisa romboidal. Separando los dos cuerpos de la espadaña, se encuentra una imposta de perfil nacelado con bolas. Es una prolongación de la nave septentrional, como lo demuestra la cornisa sostenida por tres canecillos nacelados, con remates en rollo, situados en el lateral norte. En el cuerpo inferior, al lado del arco apuntado cegado, observamos un solitario canecillo figurado cuya imagen es imposible de determinar dado el fuerte grado de erosión en que se encuentra. El muro sur presenta ocho canecillos totalmente góticos.




Según Hernando, no fue extraña la itinerancia de maestros trasmeranos por tierras de la Montaña Palentina (Aguilar de Campoo, Colmenares, Herreruela de Castillería, Estalaya, Corvio, Quintanilla de la Berzosa o Matamorisca) participando en la decoración escultórica de sus portadas, ventanales o capiteles, consiguiendo una decoración seriada, de rápida ejecución y económicamente accesible.
Fruto de la moda de dejar la piedra a la vista, se efectuó un picado en la mayoría de los muros, venciendo el enlucido que hasta hace pocos años conservaba el edificio. Esta labor debió efectuarse con escasa profesionalidad, verificándose cuando gran parte de los muros habían sufrido la limpieza que la última capa de cal ocultaba una serie de pinturas murales de cronología tardogótica, con escenas relativas al Juicio Final, a la Natividad y a la vida de san Julián el Hospitalario, pudiéndose salvar una serie de paneles fruto de la actividad del denominado maestro de San Felices, activo durante el último cuarto del siglo XV en varios templos del norte de Palencia y sur de Cantabria (Valberzoso, Olea, Mudá, San Cebrián de Mudá o San Felices de Castillería).



Rafael Navarro llegó a ver y describir “una antigua Virgen gótica, dorada, sedente, con el Niño en brazos y que desde tiempo inmemorial estaba ridículamente vestida...” y “una Virgen sedente de la serie inmemorable de las del país. Es del siglo XII, con pomo en la mano, coronada de florones y ropajes plegados. La efigie es mayestática”. Actualmente, ambas imágenes han desaparecido.

La pila bautismal de Matamorisca, posiblemente tardorrománica, está fechada en el siglo XIV por los autores del Inventario Artístico de Palencia y su provincia. Actualmente se encuentra situada en el ábside meridional, estando el baptisterio original en el hastial de la nave de la epístola, bajo el coro, cerrado con reja de madera. Está configurada por dos cuerpos, trabajados en piedra arenisca. El superior cilíndrico y el inferior troncocónico invertido, ambos con decoración de arquillos ciegos en los que se marca un cimacio o imposta y cuya datación nos parece de inicios del siglo XIII.


Villavega de Aguilar
La localidad de Villavega de Aguilar, se encuentra a 6 km al norte de Aguilar de Campoo, siguiendo la carretera a Barruelo de Santullán. La iglesia de San Juan Bautista está situada en terreno llano y perfectamente integrada dentro del núcleo rural.
La pertenencia de Villavega al monasterio de Santa María la Real de Aguilar parece justificada por las referencias encontradas entre la documentación de dicho cenobio, recogida por González de Fauve. Se trata en la mayoría de los casos de donaciones y de ventas. Aparece por primera vez en un documento de 1103, en el que Munia Fortúnez realiza una donación al monasterio aquilarense. En 1141, el conde Osorio con su mujer Teresa Fernández donan toda la heredad de Villavega con sus palacios y divisas.

Iglesia de San Juan Bautista
San Juan Bautista de Villavega es una sencilla iglesia de una nave dividida en cuatro tramos, ábside semicircular precedido por presbiterio rectangular, abierta en el muro sur y espadaña a los pies.
Está erigida con sillería arenisca de tamaño regular, bien escuadrada y dispuesta, observándose que las piezas de mayor grosor se colocan en la parte baja del edificio.


En el interior no se aprecia la talla original debido al abujardado de las diferentes intervenciones posteriores.
Un arco triunfal apuntado y doblado se encarga de separar la cabecera de la nave. Apoya en dos pares de columnas con interesantes capiteles.
Boveda de piedra cubre toda la nave.
Ventana del ábside
 

El hemiciclo de la cabecera presenta bóveda de horno, en tanto que el presbiterio y la nave se cubren con bóveda de cañón apuntado. La cubierta se encuentra sostenida por arcos fajones que reposan en semicolumnas adosadas con sencillos capiteles y basas de sección circular. El último tramo de la nave, justamente encima del coro de madera, tiene una cubierta de cañizo a tres vertientes.
En el presbiterio se abren sendas puertas románicas. Son de arco apuntado con capiteles decorados sostenidos por columnillas. Una de ellas se encuentra cegada mientras que la otra da acceso a la sacristía.
Presbiterio. Entrada a la sacristía
 

Al exterior, el ábside se levanta sobre un pequeño podium y presenta una articulación de tres paños muy original a base de columnas geminadas en un piso inferior y de un solo fuste en el piso superior. Como ocurre en la iglesia de Gama, en el espacio central se abre un vano que es ocultado por un contrafuerte macizo de cronología posterior. Este contrafuerte central junto con los otros dos que se adosan a ambos lados del semicírculo absidal sirve para reforzar la edificación. Una hilera de canecillos decora el alero del ábside y una moldura lo recorre a la altura del arranque de las ventanas.
Ábside

Capitel del ábside
Capitel perteneciente al lado izquierdo del ábside, representa una gran cabeza de león engolando la columna.
Capitel del ábside
Uno de los capiteles, bastante mal conservado de las columnas adosadas al ábside. En él se ha esculpido una escena de lucha ecuestre entre caballeros. La cornisa está decorada con rombos recorrieno el perímetro exterior del ábside.

El acceso al templo se realiza desde una portada románica, abierta en el tercer tramo del interior de la nave y protegida por un atrio moderno. Posee arco apuntado, cuatro arquivoltas que apoyan sobre capiteles decorados y chambrana.
Portada
Portada. Detalle
Portada. Capiteles
Portada. Capiteles
 

En altura destaca la espadaña románica que se eleva sobre el hastial. Está configurada en tres niveles con imposta lisa en el cambio de cuerpo. El tramo inferior es totalmente macizo, a excepción de un vano rectangular y estrecho. El tramo intermedio alberga las campanas en dos aberturas de medio punto y el tramo superior posee el característico remate a piñón.
La fisonomía original del edificio, a pesar de las ampliaciones y modificaciones sufridas, se nos presenta bastante completa. La fase constructiva dominante en el templo es claramente románica tardía –de transición entre el siglo XII y el XIII– en la que se asienta la nave, ábside, portada, ventanas y la espadaña. Esta delimitación cronológica que hacemos del edificio no debe pasar por alto algunas reformas y añadidos posteriores: el atrio, cuyas paredes laterales son con seguridad posteriores al cierre de éste; sacristía construida en torno al siglo XVII-XVIII, la gran mayoría de los contrafuertes, el cierre del campanario y el baptisterio.
La decoración escultórica es sumamente interesante. En su interior, ésta se centra en los capiteles del arco triunfal, en las dos arquerías del presbiterio, en el vano absidal y en los capiteles y ménsulas que soportan los fajones.
Capitel del arco triunfal
Capitel del arco triunfal
El capitel representa una escena de lucha y mediación. En el centro, entre los dos jinetes, aparece de pie la figura del mediador sujetando las riendas de los caballos. Los caballeros, con cota de malla y yelmos puntiagudos, cruzan sus armas: el de la izquierda, ha clavado su lanza en el escudo de tipo normando que protege a su enemigo, quien parece afectado por el golpe. Los caballos están captados en el momento del salto. La figura mediadora en este capitel, frente a lo habitual que es una mujer, es un ángel.
 
El arco triunfal descansa sobre columnas geminadas cuyos capiteles representan dos grifos afrontados, muy similares a los de la iglesia de Santa María de Villacantid, en Santander, con la que tiene enormes semejanzas.
El otro capitel representa una escena de lucha y mediación. En el centro, entre los dos jinetes, aparece de pie la figura del mediador sujetando las riendas de los caballos. Los caballeros, con cota de malla y yelmos puntiagudos, cruzan sus armas: el de la izquierda, ha clavado su lanza en el escudo de tipo normando que protege a su enemigo, quien parece afectado por el golpe. Los caballos están captados en el momento del salto. Para García Guinea la figura mediadora es un ángel, frente al habitual carácter femenino de este mediador, figuración del papel de la Iglesia en las instituciones de la Paz y Tregua de Dios. El trasdós del arco orientado a la nave está decorado con un dentado andresino semejante al de la segunda arquivolta de la portada.
La ornamentación de las arquerías del presbiterio se concentra en sus capiteles. La que permite el paso a la sacristía tiene decorados sus dos capiteles con motivos vegetales, el izquierdo provisto de cuatro niveles de caulículos. La portada cegada, al otro lado del presbiterio, presenta en sus capiteles escenas con leones vueltos y afrontados, con un fondo vegetal.
Capitel del arco toral
 

El único vano románico del ábside, hoy condenado por el contrafuerte, se abría en el eje de éste. Las columnillas se apoyan en basas de talla irregular cuya forma recuerdan las de Villanueva de Pisuerga y Villacantid. Sus capiteles representan motivos vegetales, hojas esquemáticas y piñas respectivamente. Dos impostas con decoración de rombos recorren interiormente el semicírculo absidal.
El resto de la escultura que aparece en el interior del templo se centra en los capiteles y ménsulas de los arcos fajones de la nave. Representan motivos vegetales muy simples y un centauro sobre fondo vegetal de cronología gótica.
El máximo interés decorativo del exterior del templo se localiza en el ábside y en la portada. El primero, cuyo tambor se articula en tres paños delimitados por columnas adosadas de original disposición, puesto que hasta la altura de los cimacios de la ventana absidal se presentan como columnas geminadas y a partir de este nivel y hasta integrarse en la línea de canes de la cornisa continúan como columnas sencillas.
Los capiteles inferiores que coronan las columnas geminadas representan animales afrontados, en uno, y la cacería de un oso o la lucha entre un hombre y un animal, en el otro. Según García Guinea es probable que represente, como en Villacantid (Cantabria), la caza del oso. Estas escenas de caza pudieran concebirse con sentido simbólico, de lucha contra el pecado.
Este tema, que ya aparecía en la iconografía tardorromana, se dará en buen número de ejemplos de época románica: Zillis, Saulieu, Benavente o Jaramillo de la Fuente.
Los capiteles superiores representan una gran cabeza de león engolando la columna, con vivos recuerdos del glouton del atrio de Rebolledo de la Torre (Burgos) y una escena de lucha ecuestre entre caballeros. Ambos enlazan con la cornisa de rombos que recorre el perímetro exterior del ábside. Una hilera de canecillos decora la cornisa de la nave y del ábside. En estos últimos se representa un lector y un ave con una serpiente que se enrosca en su cuello, piezas que permiten filiar bien la escultura de Villavega con el atrio de la citada iglesia de Rebolledo de la Torre; el resto son de simple proa de nave.

La portada, de cronología posterior al ábside, se organiza en torno a un arco apuntado, decorada su rosca con un bocel y chevrons entre los que se representan figurillas humanas, animales y motivos vegetales, alrededor del cual se disponen cuatro arquivoltas igualmente decoradas.
Portada. Detalle de las arquivoltas
Portada. Detalle de las arquivoltas
Portada. Detalle de las arquivoltas
 

La primera tiene el mismo dentado aunque la decoración sólo aparece en dos de los dientes de sierra. El resto de arquivoltas alternan molduración de boceles y medias cañas. Apean sobre cuatro pares de columnas acodilladas carentes de basas y que descansan en un plinto. Sus capiteles son muy toscos, con decoración vegetal, excepto en dos cestas que representan una especie de aves y caballos afrontados. Estos motivos vegetales también aparecen en los capiteles del vano románico abierto al exterior de la nave.
Tanto los prototipos vegetales como los dientes de sierra, inspirados en modelos andresinos, han llegado a la iglesia de San Juan Bautista de manos de un escultor poco hábil que acude a una evidente simplificación de modelos. La tipología de la decoración de los capiteles, que podemos considerar ya gótica, es indicadora de una cronología tardía.
En el baptisterio se conserva una pila bautismal románica, de copa troncocónica invertida dividida en dos cuerpos, el inferior liso y el superior decorado con bandas verticales que presentan hojas cuatrifolias inscritas en círculos. La pieza guarda cierto parecido con las pilas de Revilla de Santullán y San Miguel de Brañosera.
Baptisterio.

 

Brañosera
Brañosera está instalada en la zona más septentrional del valle de Santullán, a los pies de las Sierras de la Braña y de Híjar.
En el año 824 el conde Munio Núñez y su mujer Argilo otorgaron fuero al lugar de Brañosera para que fuera repoblado. Según el documento quedaban en el lugar restos de una “ciudad antigua”. La primera mención a la primitiva parroquia parece clara: Et populavimos infra ipsa longa silva Brania-Ossaria ecclesie sancti Michaelis Archangeli et ponimus ad nostros dextros et ad nostros sinistros terras ad ipsa eclesia pro remedio anime nostre ego Monnio Munniz et uxor mea Argilo (vid. el texto completo en el Anexo). Por el documento de confirmación, en el que aparecen las iglesias dependientes del monasterio de Aguilar de Campoo, dado por Alfonso VIII en 1181, sabemos que la iglesia de San Miguel dependía ya de la abadía aquilarense en esa fecha. Sin embargo, se desconoce el momento en que esta iglesia pasó a depender del monasterio. Rodríguez de Diego apunta el período comprendido entre el año de la fundación del monasterio premonstratense de Aguilar (1169) y dicho año de la confirmación de Alfonso VIII (1180). La pertenencia a la abadía de Aguilar queda reafirmada por la Bula laterense de Honorio III dada el 15 de enero de 1224: ecclesiam S. Michaelis de Brannoxosa cum omnibus pertinentiis suis. El diploma de Fernando III de 22 de octubre de 1231, otorgado en Valladolid, vuelve a confirmar las donaciones de Alfonso VIII: facio cartam confirmationis, concessionis et stabilitatis Deo et monasterio Sancte Marie de Aguilar... Monasterium Sancti Michaelis de Brannossera cum omnibus pertinenciis suis. Tenemos datos que citan al alfoz de Brañosera como dependiente de la jurisdicción de los alcaldes y del merino de Aguilar, por orden de Alfonso X en 1255. En 1328 sabemos que las dos iglesias de Brañosera, San Miguel y Santa Eulalia, estaban en uso, como se desprende de un documento que refleja una contienda entre Santa María la Real de Aguilar y los clérigos y concejo brañoserense sobre el reparto de los diezmos de ambas iglesias. En el Libro Becerro de las Behetrías se cita como Bramisera, especificándose que “es las dos partes solariego de don Tello e la terçia parte abadengo del abad de Agilar e del abat de Çeruatos e del abad de Santa Cruz”.

Iglesia de Santa Eulalia
La iglesia de Santa Eulalia se encuentra dentro del núcleo rural, semioculta entre otras edificaciones, al oeste del caserío. El edificio sufrió serias transformaciones a raíz de su voladura durante la revolución de octubre de 1934. Posteriormente reconstruida, conserva aún interesantes restos románicos, sobre todo en la caja de muros y espadaña occidental.
Tiene añadido un pórtico de acceso y una sacristía en el lado meridional, así como una edificación doméstica en su cabecera. Su interior, en cambio, está completamente transformado.
La fábrica es de buena sillería arenisca cuyo tono rojizo revela una procedencia local, de la cercana Sierra de Híjar. Tiene nave única sin separación de tramos y testero plano.
La cabecera se cubre con bóveda estrellada moderna y la nave con artesa de hormigón. En los muros norte y sur se aprecian grandes arcos de descarga de medio punto.


El ingreso se efectúa a través de un pórtico meridional moderno. La portada románica propiamente dicha, a la derecha del acceso actual y avanzada con respecto al muro, está coronada por un tejaroz sostenido por siete canecillos decorados (con rollo, voluta que remata en bola, acantos y un león).
La portada románica, actualmente cegada, avanzada con respecto al muro, está coronada por un tejaroz sostenido por siete canecillos decorados. La cornisa con flores cuatripétalas inscritas en círculos. La triple arquivolta combina dos baquetones, una escocia y hojas de acanto. Una línea de cimacio vegetal se prolonga por todo el intradós y el resalte de la portada. Es de hojas entrelazadas y rizadas. Las columnas sobre las que se apoya la arquivolta central llevan capiteles zoomórficos.
La portada es coronada por un tejaroz sostenido por siete canecillos decorados (con rollo, voluta que remata en bola, acantos y un león). La cornisa posee un motivo ornamental formado por flores cuatripétalas inscritas en círculos. 

La cornisa posee un motivo ornamental característico entre los escultores de Rebolledo de la Torre: flores cuatripétalas inscritas en círculos. La triple arquivolta combina dos baquetones, una escocia y hojas de acanto. Esta última con claros paralelos en Piasca, Arenillas de San Pelayo, Dehesa de Romanos y una ventana de Moarves.
Una línea de cimacio vegetal se prolonga por todo el intradós y el resalte de la portada. Es de hojas entrelazadas y rizadas. Las columnas sobre las que se apoya la arquivolta central llevan capiteles zoomórficos: el de la izquierda con una lucha entre un centauro que tensa su arco y un dragón que apoya su garra sobre el lomo del anterior (semejante a otro capitel en el ventanal meridional de Zorita del Páramo); el de la derecha con dos leones afrontados de cabezas giradas y colas recogidas entre las patas, como en Gama.
El capitel de la izquierda representa una lucha entre un centauro que tensa su arco y un dragón que apoya su garra sobre el lomo del anterior
Capitel de la portada
El capitel de la derecha está adornado con dos leones afrontados de cabezas giradas y colas recogidas entre las patas 

Encima de la portada y enmarcada por columnas acodilladas encontramos una ventana de medio punto. Tanto la arquivolta como el guardapolvo están decorados con hojas de acanto similares a las de la arquivolta central de la portada que apoyan sobre cimacio corrido. El capitel de la izquierda tiene leones afrontados con las cabezas vueltas y las colas bajo las patas, muy parecidos a los de la portada; el capitel derecho, de tipo vegetal, muestra unas sencillas hojas estilizadas con las puntas vueltas.
Ventana encima de la portada 

La espadaña remata a piñón y tiene doble vano de medio punto separado por dobles columnas y columnas angulares. La moldura de separación entre los dos cuerpos está decorada con rombos y se prolonga por el remate del hastial. Los capiteles ostenta dragones y temas vegetales muy erosionados. Sus vanos están decorados con chambranas lisas. 
Como anticipaba García Guinea, la iglesia de Santa Eulalia queda dentro de la órbita de Juan de Piasca y de su prolífica escuela, activa durante el último cuarto del siglo XII.
Navarro testimoniaba cómo la portada –actualmente cegada– estuvo provista de una puerta con recios tablones de roble y alguazas medievales. Igualmente publicó un cliché de una Virgen sedente en madera policromada cuya advocación era la de Santa María la Real. Esta imagen, de fines del siglo XII o inicios del XIII, desapareció tras las revueltas de la década de 1930.
Sobre un sillar del muro norte apreciamos un nudo laberíntico y en el muro oeste, un águila.
La pila bautismal, ubicada en una pequeña exedra a los pies de la iglesia, presenta forma troncocónica invertida. Labrada en arenisca, tiene 118 cm de diámetro por 76 cm de altura. Está dividida en dos registros: el inferior liso y sin decorar, el superior ligeramente resaltado con respecto a la base. En éste se localizan cruces inscritas en el interior de círculos que alternan con motivos vegetales muy estilizados. Todo ello distribuido en compartimentos separados por bandas verticales. Navarro y García Guinea la catalogan como románica, sin embargo, su escueta decoración en cierto modo arcaizante no facilita una datación demasiado precisa.

 

Salcedillo
Salcedillo se sitúa en el límite nororiental de la provincia de Palencia, a 7 km al noroeste de Barruelo de Santullán, en el borde de la reciente carretera que conduce al valle cántabro de Campoo de Suso a través del collado de Somahoz, siguiendo el antiguo trazado de una vía romana. La pequeña localidad, perteneciente al término municipal de Brañosera, es prácticamente limítrofe con la provincia de Santander y se ubica a los pies de la Sierra de Híjar, ya en pleno ambiente montañés. En el centro del poblado, y junto al pequeño puente sobre el río Camesa, se erige la iglesia de San Martín Obispo, que hoy en día sigue cumpliendo las funciones de templo parroquial.

Iglesia de San Martín Obispo
Aunque no conservada en la actualidad, autores como Navarro y Rodríguez Muñoz recogen en sus estudios noticias de la existencia de una inscripción en el interior del templo.
En ella figuraba la dedicación y consagración del edificio, el 11 de febrero del año 1118, por parte del obispo de Burgos, D. Pascual, quien ese mismo año consagraría también Santa Eugenia de Cordovilla y San Miguel de Brañosera. Esta zona de la actual provincia de Palencia formaba parte –en el siglo XII– de la diócesis burgalesa. Según estos mismos autores, Salcedillo perteneció al monasterio premonstratense de Santa María la Real de Aguilar de Campoo y al alfoz de esta misma villa, tal y como consta en un privilegio de Alfonso X (1255) recogido por González de Fauve.
Su actual disposición en planta es el resultado de múltiples y profundas transformaciones, tal y como ocurre con otras iglesias de la zona del valle de Santullán.
Posee dos naves, ábside semicircular precedido de presbiterio, un cuerpo de acceso a la espadaña (esta última adosada a los pies) y, por último, una sacristía cuadrangular adosada al lado sur de la nave. Exceptuando otros materiales localizados en lugares muy concretos (ladrillo, hormigón, mampostería y sillarejo), en la construcción de época medieval predomina la sillería arenisca de un grano muy fino, similar a la de Brañosera. Los distintos percances y reformas sufridas por el templo –como la de 1931– han supuesto profundas alteraciones de su fábrica primitiva.
El hecho más importante, sin lugar a dudas, fue su voladura con dinamita en 1934, que supuso la práctica destrucción del edificio, como ocurrió con Santa Eulalia de Brañosera y Santo Tomás de Barruelo. Pocos años después, en la década de los 40, distintas obras de reconstrucción intentarían devolverle –con mayor o menor acierto– su aspecto original.
La iglesia de San Martín contaba, al parecer, con dos naves separadas entre sí por dos grandes arcos formeros apuntados: una principal y otra añadida al lado sur. En esta última se abren, además de la portada, tres vanos de medio punto y ambas se cubren con hormigón que posteriormente se retocó con un enlucido de yeso. Al norte de la nave principal se conserva semiderruida la que debió ser otra nave abierta mediante un gran arco apuntado.



Al norte de la nave principal se conserva semiderruida la que debió ser otra nave abierta mediante un gran arco apuntado.
Todavía son visibles, tanto en este muro norte de la nave como en el del lado sur, una serie de canecillos que no hemos de catalogar como medievales, sino como modernos. 

Un arco triunfal de medio punto, con triple arquivolta lisa y restos de policromía en sus dovelas, da acceso a la cabecera que a su vez se compone de presbiterio recto y semicírculo absidal, cubriéndose el primero con una simple bóveda de cañón apuntado, mientras que el segundo lo hace con la característica bóveda de horno o de cuarto de esfera, en este caso iluminada por un óculo que ayuda a dar un poco más de luz al ya de por sí oscuro edificio. Al exterior sendos contrafuertes (el del lado sur oculto por la sacristía) contrarrestan el empuje del arco triunfal y una única ventana de medio punto abierta en el centro dinamiza el paramento absidal, que se asienta sobre un doble zócalo o basamento.
El conjunto se completará con la presencia de una sacristía y de la espadaña, de perfil escalonado y relativamente moderna, con doble nivel de campanas, a la que se adosó una torre prismática del siglo XVIII.

La portada, abierta en un antecuerpo saliente del muro meridional, es el vestigio más íntegro del edificio medieval y condensa la práctica totalidad de la ornamentación escultórica.
En el lado sur, además de la portada, vemos tres vanos de medio punto. 

Está formada por arco de medio punto y tres arquivoltas protegidas por guardapolvo decorado con doble banda de semibezantes separados por una línea. Las arquivoltas reciben decoración de bocel abilletado la externa, bocel sogueado entre medias cañas con bolas la media y banda de flores heptapétalas inscritas en roleos la interna. Descansan sobre jambas y una pareja de columnas acodilladas cuyos capiteles, muy erosionados, se decoran, el de la derecha, con dos leones rampantes afrontados sobre hojas lisas con volutas, mientras que el de la izquierda, prácticamente ilegible, desarrolla el mismo motivo de animales afrontados. Las basas descansan sobre altos plintos.

El cimacio se desarrolla como imposta por las jambas y se decora con un friso de flores cuatripétalas inscritas en círculos que recuerdan a las de Pozancos y Rebolledo de la Torre.
Todavía son visibles, tanto en este muro norte de la nave como en el del lado sur, una serie de canecillos que no hemos de catalogar como medievales, sino como modernos pues presentan la misma talla que los actualmente existentes en la iglesia de Barruelo de Santullán y fueron obra de los mismos canteros que trabajaron en la restauración de estos edificios en la década de 1940. Otro tanto ocurre con la ornamentación de dientes de sierra que decora las cornisas. Tan sólo los canecillos del exterior del ábside podemos considerarlos originales. Merece señalarse la existencia de un pequeño relieve probablemente descontextualizado, aparentemente un cuadrúpedo situado en el ángulo noreste de la nave principal, por encima del tambor absidal.
Pese a la dificultad de lectura que supone su complicada historia, la primera fase constructiva, románica del siglo XII, dotaría al edificio de la que habría de ser su configuración original y comprendería la nave y la cabecera, si bien García Guinea sólo considera románico –y por tanto lo único que resta de la primitiva iglesia consagrada por el obispo burgalés– el ábside y la portada.
En una segunda campaña, que podríamos datar a lo largo de los siglos XVII -XVIII, se llevaría a cabo la construcción de la torre, espadaña y sacristía. Analizando detenidamente su planta se podría afirmar que la iglesia constaba en origen de una sola nave, en cuyo muro sur se localizaría la portada, ahora desplazada y abierta en el muro meridional de la nave añadida.
Navarro García nos habla de la existencia de una Virgen románica sedente “anterior a la iglesia, que procedía de una ermita desaparecida, más antigua que el templo que reseñamos…”, así como de “una primorosa pila bautismal, entre las de más mérito en la copiosa serie palentina”. Ambas piezas han desaparecido.


Valberzoso
Valberzoso es una pequeña población situada a 8 km al noreste de Barruelo de Santullán, muy cerca del límite con Cantabria, en un paraje natural privilegiado al pie de la Sierra de Híjar.
La iglesia de Santa María la Real se encuentra en el punto más alto del núcleo urbano, en el lado norte, junto a las últimas casas del pueblo. Fue declarada Bien de Interés Cultural por la Junta de Castilla y León el 4 de marzo de 1993.

Iglesia de Santa María la Real
La primitiva iglesia de esta localidad fue monasterio de Santa Eufemia, advocación relacionada quizá con Santa Eufemia de Cozuelos. Rafael Navarro aventuraba como fundadora del monasterio a la reina doña Sancha Alfonso, por asimilación a otras casas en territorio de Cozuelos, aunque no se encuentra el testimonio documental que asevere tal hecho. En la carta fundacional de la cercana Brañosera se cita el Valle Verezoso como uno de los límites del territorio que el conde Nuño Núñez asigna a los nuevos pobladores, aunque no podemos saber si se trata entonces todavía de un simple pago o es ya un lugar habitado.

 La localidad aparece de forma efectiva por primera vez en un documento de 1173, en el que el cardenal Jacinto puso bajo la protección del monasterio premonstratense de Aguilar a la iglesia y heredades de Santa Eufemia de Valberzoso.
Años después, en 1204, el monasterio de Aguilar compra la iglesia de Santa Eufemia de Valberzoso y otras propiedades por 500 maravedís a Manrique Gómez e hijos. Esta iglesia junto con heredades y collazos del pueblo son confirmados por Fernando III en octubre de 1231 y a fines del siglo XIII el dominio del monasterio de Aguilar abarca, entre otros territorios, este lugar, que se dedica esencialmente a una producción ganadera.
Las referencias documentales de los siglos XIII y XIV son suficientes para justificar su pertenencia al monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo como lo prueban las ventas, usufructos, avenencias, conflictos y donaciones que tienen lugar. Confirmando lo anterior, en el Libro Becerro de las Behetrías de 1351-1352, Valberzoso sigue siendo lugar de abadengo perteneciente al abad de Aguilar, e incluso la misma advocación del templo parece reafirmar tal vinculación.
La fisonomía original de la cabecera quedó desvirtuada por la construcción de la sacristía, adosada al norte. 

La estructura de la iglesia es de una nave, portada abierta en el muro sur, espadaña a los pies y ábside semicircular precedido de presbiterio rectangular, todo ello en excelente sillería arenisca dorada. También utiliza mampostería en el atrio y sillarejo con sillares angulares en el cuerpo de acceso a la espadaña.
En el exterior, el ábside se levanta sobre un pequeño podium o zócalo y presenta dos contrafuertes de sección rectangular que dividen el tambor en tres paños. El paño central y el del lado izquierdo están perforados por sendas ventanas formadas por arco de medio punto soportado por columnillas. Tienen chambrana decorada con rombos y una moldura interior a modo de arquivolta con decoración de bolas que apea en capiteles decorados.
Éstos se ornamentan con racimos de caulículos, de traza muy popular, y palmas. Los de la ventana central presentan cimacio decorado con entrelazos simples que se asemejan a las molduras del interior. Una hilera de canecillos de formas geométricas decora el alero del ábside y una moldura lo recorre a la altura del arranque de las ventanas. La fisonomía original de la cabecera quedó desvirtuada por la construcción de la sacristía, adosada al norte.
Espadaña
Ábside
Ventana y canecillos del ábside
La ventana de la izquierda del ábside está formada por arco de medio punto soportado por columnillas. Tiene chambrana decorada con rombos y una moldura interior a modo de arquivolta con decoración de bolas que apea en capiteles decorados. Éstos se ornamentan con racimos de caulículos, de traza muy popular, y palmas. 

El acceso al templo se realiza a través de una interesante puerta de madera reforzada con herrajes medievales similares a los de otras iglesias románicas del norte de Palencia.
Puerta de entrada 

La portada románica aparece protegida por un atrio cubierto construido hacia 1671, fecha que aparece grabada en un sillar. Se organiza en torno a un arco de medio punto, alrededor del cual se disponen cuatro arquivoltas decoradas (con abilletado, elementos zigzagueantes, boceles y escocias y sogueado) que recuerdan a la portada de Salcedillo, con todo el conjunto protegido por una chambrana decorada con rosetas. Las arquivoltas descansan a cada lado sobre parejas de columnas coronadas por capiteles.
Portada
Portada capiteles de la izquierda
Portada. Capiteles de la derecha
 

En la parte izquierda, el capitel exterior está decorado con cestería regular muy deteriorada mientras que el interior, apenas inciso, presenta una decoración vegetal de hojas abiertas en abanico muy popular.
En el tramo derecho, el capitel externo tiene decoración de trama romboidal con elemento floral en su esquina mientras que el interno repite la decoración vegetal del capitel del lado izquierdo, aunque éste se encuentra más deteriorado. El cimacio se prolonga como línea de imposta y está decorado con trama de nido de abeja.
Sobre la portada aparece una hilera de canes lisos sobre los que apoya la techumbre de madera del atrio. En el hastial occidental se levanta una espadaña con un cuerpo en el que se abren dos troneras que albergan las campanas, con remate a piñón. Su acceso es posible desde una escalera adosada a los pies del templo. En un momento constructivo posterior, probablemente hacia los siglos XVII-XVIII, se añadió el muro que permite cubrir el cuerpo de campanas y plantear la larga escalera.

En el interior, presenta bóveda de horno en el ábside, de cañón apuntado en el presbiterio y parte de la nave y estructura de madera en el resto. La decoración escultórica en este caso se limita a los cimacios de las pilastras que separan el segundo y tercer tramo de la nave, que se coronan con máscaras vomitando tallos entrelazados y flores cuatripétalas inscritas en círculos. Ambas piezas son características de los talleres que trabajaron en templos como Pozancos y Rebolledo de la Torre (ca. 1186).
La ornamentación interior del templo se complementa con un conjunto de pinturas murales localizadas en el ábside, presbiterio y muro del evangelio.
En la bóveda de cuarto de esfera las pinturas se extienden en cuatro registros o planos, de los que aquí vemos completos tres.
El superior representa a la Vírgen rodeada de ángeles. En el segundo de izquierda a derecha, la Anunciación, Visitación, Nacimiento y Circuncisión y en el tercero tres escenas, la primera no sabemos interpretarla, la segunda es la Adoración de los Magos y la tercera la Huida a Egipto.
Se ve parte de la cuarta, en medio la ventana, donde destaca la Misa de San Gregorio y la Matanza de los Inocentes.

Última Cena
Matanza de los Inocentes

Pintura en el muro absidial en el último registro que representa la Matanza de los Inocentes. 
La temática de estas pinturas se relaciona con escenas de la vida de Cristo, de la Virgen y representaciones hagiográficas. Parecen ser labor del denominado maestro de San Felices, activo a finales del siglo XV en varios templos del norte de Palencia (Matamorisca, San Cebrián de Mudá, Vallespinoso de Cervera, Barrio de Santa María, Revilla de Santullán y San Felices de Castillería), sur de Cantabria (Mata de Hoz, La Loma y Las Henestrosas) y noroeste Burgos (Puentes de Amaya).
En el muro del evangelio aparece una inscripción que las fecha en 1482. Dice así “ESTA OBRA MANDO FASER IUA(n) G(onzal)ES PADRE DE TRYSTAN FYSOSE ANO DE MILL E CCCC E LXXX E DOS”. Completa el tesoro artístico medieval del templo la imagen titular del mismo, una talla de la Virgen con el Niño del siglo XIII.



 

 

 

 

 

 

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