Románico en la Montaña Palentina
El llamado "Románico Norte" de
la Montaña Palentina (junto al de las colindantes comarcas cántabras
y burgalesas) supone una elevada concentración de arte románico, además de ser
posiblemente el más conocido por el gran público en España.
Principalmente gracias a la acertada labor
difusora del Centro de Estudios del Románico y la Fundación Santa María la
Real. En los últimos años incluso se ha activado un proyecto para obtener la
denominación de "Patrimonio de la Humanidad" por la UNESCO.
El territorio de la llamada Montaña Palentina
abarca todo el sector norte de la provincia de Palencia, lindante con el sur
cántabro y los territorios septentrionales burgaleses y cuyo principal núcleo
poblacional sigue siendo la villa de Aguilar de Campoo, reuniéndose en unas
pocas decenas de kilómetros a la redonda en torno a ella pequeñas subcomarcas y
vallejos cuajados de encantadoras iglesias románicas rurales.
Como hemos dedicado capítulos monográficos a
los entornos de Aguilar de Campoo y Cervera de Pisuerga, he "reducido"
artificialmente el ámbito geográfico de la "Montaña Palentina"
en este artículo al extremo nororiental de dicho territorio; es decir, el más
cercano a Cantabria y que podríamos delimitar entre los ríos Pisuerga y
Rubagón.
Por lo general, se trata de un arte
eminentemente rural que sabe aunar el encanto de la sencillez del románico
popular con los majestuosos paisajes de las estribaciones de la Cordillera
Cantábrica.
Dicho esto, me centraré en esta página del
románico en la Montaña Palentina en tres magníficas iglesias. Nos referimos a
las parroquiales de Cillamayor, Revilla de Santullán y Villanueva de la Torre,
poblaciones todas ellas apenas distanciadas unos pocos kilómetros entre sí.
Revilla de Santullán
Revilla, en las cercanías de Barruelo, se sitúa
a unos 14 km al norte de Aguilar de Campoo, en pleno valle de Santullán. La
iglesia parroquial, dedicada a san Cornelio y san Cipriano, se emplaza
aproximadamente en el centro de la población, rodeada por un murete de piedra y
separada de las casas circundantes por calles asfaltadas. El primer contacto
del visitante con el edificio no le dará la justa medida de lo que le espera:
sin duda una de las portadas más refinadas del románico del norte de Palencia,
oculta tras el pórtico moderno.
La historia de Revilla de Santullán, localidad
de la merindad de Aguilar de Campoo que recibió otrora el nombre de Santa María
de la Nava, se encuentra ligada a la del cercano monasterio premonstratense de
Santa María de Aguilar. La documentación del monasterio aquilarense, recogida y
estudiada por M.ª Estela González de Fauve, se hace eco de varias donaciones y
transacciones en las que se trata de bienes inmuebles del término de Revilla y
ello desde principios del siglo XIII. Parece que el pueblo perteneció a
demarcación realenga hasta una fecha imprecisa, pero en cualquier caso anterior
a la confirmación de la donación real hecha por Sancho IV en 1285, a petición
del abad de Aguilar Pedro García. Una ratificación de estas donaciones fue
efectuada por otro monarca, Pedro I, en 1351.
Iglesia de San Cornelio y San Cipriano
La iglesia de San Cornelio y San Cipriano fue a
todas luces edificada cuando la localidad pertenecía aún a la demarcación real,
aunque el análisis escultórico de su portada nos mostrará las evidentes deudas
que el maestro Miguel tiene respecto a las canterías aquilarense y de San
Andrés de Arroyo.
Ningún documento nos precisa la fecha exacta de
construcción del edificio. Navarro, en su Catálogo Monumental de la provincia
de Palencia, recogía una inscripción en la arquivolta que rezaba Thomas me
fecit anno LXXXIX annos, epígrafe que, si realmente alguna vez existió, ha
desaparecido. La construcción de finales del siglo XII ha llegado hasta
nuestros días con ligeras alteraciones y añadidos, principalmente el pórtico y
sacristía modernos –obra del siglo XVI– y el cuerpo de campanas y cubierta de
la nave, realizadas en el siglo XX.
Iglesia rural de reducidas dimensiones, se
compone de nave única sin separación de tramos y ábside semicircular precedido
por presbiterio rectangular, al que da paso un arco triunfal doblado que reposa
en semicolumnas coronadas por capiteles historiados.
La portada se abre en un antecuerpo del muro
meridional de la nave.
Sobre el hastial se alza una bella espadaña
románica de un piso con doble vano de medio punto flanqueado por columnas
adosadas y dos niveles de molduras. El hemiciclo se articula exteriormente en
tres calles por sendos contrafuertes prismáticos de tres cuerpos rematados en
talud que no alcanzan el nivel de la cornisa. Dos ventanas se abren en el
tambor del ábside, una fuertemente abocinada en el eje, flanqueada por finas
columnillas, y la otra, de menor envergadura, en el paño meridional del
presbiterio.
Las cubiertas conservadas consisten en bóveda
de horno en el hemiciclo y cañón apuntado en el tramo recto que lo precede. La
nave debió recibir este último sistema de abovedamiento, sustituido a fines del
siglo XIX o inicios del pasado por el actual de entramado y perfil rebajado
(con pinturas de tonos ocres imitando el despiece de sillares). A la caja de
muros románica original se adosaron en el siglo XVI la sacristía y el pórtico
que enmascaran el paramento meridional, así como el coro alto de madera de los
pies, el vano de medio punto del hastial y la caja del cuerpo de campanas, en
adobe y entramado integrado en la espadaña.
El pórtico es del segundo tercio del siglo XVI
y dispone de arco de medio punto coronado por arquitrabe y flanqueado por dos
columnas estriadas que a media altura reposan en ménsulas, recordando en su
disposición la de alguna casona aquilarense.
La obra románica se levanta en excelente
sillería arenisca de grano fino y veta amarillenta con intrusiones originales
de tonos blanquecinos y ocres. La perfecta estereotomía de los sillares permite
además un débil grosor de las juntas de argamasa. Interiormente se aprecia el
moderno abujardado. Los añadidos posteriores se levantaron en sillarejo.
La decoración escultórica de la iglesia de San
Cornelio y San Cipriano de Revilla de Santullán se localiza en los capiteles
del arco de triunfo, espadaña y ventana absidal, en la rica serie de modillones
de la cornisa y, sobre todo, en la excelente portada meridional del edificio.
Por lo que respecta a los capiteles del
triunfal, el del lado del evangelio muestra a Daniel en actitud orante en el
foso de los leones entre pitones de caulículos y cimacio de palmetas
hexapétalas inscritas en roleos. El profeta es respetado por una pareja de
leones que le lamen los pies. Frente a él, el capitel del lado de la epístola
muestra al ángel enviado por Dios para proteger a Daniel (Dan 6, 22-23), sobre
caulículos y con cimacio moldurado con sucesión de filetes.
Capitel del arco triunfal El capitel del lado de la epístola
muestra al ángel enviado por Dios para proteger a Daniel (Dan 6, 22-23), sobre
caulículos y con cimacio moldurado con sucesión de filetes.
Daniel en actitud orante en el foso de
los leones entre pitones de caulículos y cimacio de palmetas hexapétalas
inscritas en roleos. El profeta es respetado por una pareja de leones que le
lamen los pies.
Los erosionados capiteles exteriores de la
ventana abierta en el eje del ábside se decoran, el derecho, con una pareja de
aves afrontadas enredadas en gruesos tallos y el izquierdo con estilizados
leones afrontados, del tipo de los de Santa Eulalia de Brañosera. La chambrana
y el cimacio del capitel derecho reciben el friso de palmetas inscritas en
roleos ya visto en el izquierdo del arco triunfal, decorándose el cimacio del
capitel izquierdo con una banda geométrica de ondas.
Las columnas de la ventana del lado de la
epístola se coronan respectivamente con capiteles vegetales muy esquemáticos,
hojas de roble en el izquierdo y bandas horizontales el derecho. Los cuatro
capiteles que coronan las columnas adosadas de la espadaña son vegetales con
crochets.
El ábside se articula exteriormente en
tres calles por sendos contrafuertes prismáticos de tres cuerpos rematados en
talud que no alcanzan el nivel de la cornisa. Dos ventanas se abren en el
tambor del ábside, una fuertemente abocinada en el eje, flanqueada por finas
columnillas, y la otra que aquí no vemos, de menor envergadura, en el paño
meridional del presbiterio.Los erosionados capiteles exteriores de
la ventana abierta en el eje del ábside se decoran, el derecho, con una pareja
de aves afrontadas enredadas en gruesos tallos y el izquierdo con estilizados
leones afrontados, La chambrana y el cimacio del capitel derecho reciben el
friso de palmetas inscritas en roleos ya visto en el izquierdo del arco
triunfal, decorándose el cimacio del capitel izquierdo con una banda geométrica
de ondas.
El alero recibe una rica serie de cincuenta y
siete canecillos, en su mayor parte decorados, de los cuales dieciséis se
sitúan en el ábside, seis en el presbiterio, ocho en el tejaroz que corona el
antecuerpo de la portada, dos en la espadaña y el resto en la nave. Los temas
representados son los habituales en la Montaña Palentina en este tipo de
soporte: rabelistas, flautistas y arpistas, acróbatas, un portador de tonel,
personajes leyendo, guerreros tocados con yelmo, representaciones masculinas y
femeninas ataviadas con trajes de la época, exhibicionistas, máscaras de cabra
o muflón, liebres, etc. El resto recibe decoración geométrica o simplemente
presentan perfil de proa de nave. Los aleros muestran molduras decoradas con
gruesas puntas de diamante en la nave, rosetas inscritas en círculos en la
portada y simple perfil abocelado en el ábside.
Cuatro canecillos más del ábside, uno en
forma de nacela, otro con decoración en espiral y dos figurativos representando
desnudos a un hombre itifálico y una mujer.
Canecillos del ábise. Los temas son un
rabelista, un flautista, una mujer, que parece embarazada cabeza arriba y uno
con decoración geométrica.
Los otros tres capiteles del presbiterio
representan una senilla forma geométrica, una mujer en cuclillas y una liebre.
La excepcional portada meridional, protegida
por el moderno pórtico, nos traslada de las tallas más sencillas hasta ahora
descritas al más exquisito refinamiento del románico tardío palentino. En
efecto, y pese a que el análisis arquitectónico no permite afirmar una sucesión
de campañas, la diferenciación de al menos dos entidades decorativas, quizá
contemporáneas, es evidente en el edificio.
La ya señalada protección de la portada la ha
preservado de la erosión y explica el impoluto estado de conservación de los
relieves, cuya calidad justifica el entusiasmo de García Guinea al clasificarla
“entre las joyas más íntegras del románico español”. De admirables
proporciones, se organiza alrededor de un arco apuntado y consta de seis
arquivoltas que descansan en columnas acodilladas.
En ellas encontramos el estudiado geometrismo
de lo andresino con decoración, de fuera hacia dentro, de media caña y bocel en
las dos primeras (con bolas en el arranque de la segunda), dientes de sierra y
arquillos, simple baquetón, arquivolta figurada con representación de la Última
Cena y dos personajes laterales y chevrons o dientes de sierra del tipo
Arroyo-Las Huelgas en la rosca del arco.
El guardapolvo se decora con los semibezantes u
ovas típicas andresinas. Exceptuando la cuarta, el resto de las arquivoltas no
descansan directamente sobre los cimacios de los capiteles, sino que apoyan en
molduras cúbicas, algunas decoradas con ovas andresinas. La arquivolta figurada
representa, como dijimos, la Última Cena, con Cristo bendicente en la clave y
los doce apóstoles repartidos simétricamente a razón de una pareja por dovela,
uno de ellos identificado por la inscripción “BARTOLOME(us)”.
Un fondo arquitectónico sobre columnas pareadas
de fustes entorchados y diminutos capiteles andresinos individualiza a los
comensales. El tipo de arquitecturas figuradas ha de ponerse en relación con
otros ejemplos del románico palentino, quizá derivaciones del apostolado
carrionés, representados en el apostolado de Moarves, en algún capitel del
claustro de Aguilar de Campoo, en otra cesta de Cozuelos, etc.
En los extremos de la arquivolta y bajo arcos
escarzanos rebajados de mayor luz que los de los apóstoles, aparecen
representados un personaje de larga cabellera leyendo –posiblemente un profeta,
según García Guinea– a la izquierda y, en el extremo opuesto, el propio
escultor en el momento de ejecutar su trabajo. Este retrato del artífice,
además de constituir un motivo iconográfico infrecuente, presenta el interés de
añadir la firma del artista– inscripción “MICAELIS ME FECI(t)” grabada
en el arquillo– y la representación de uno de los libros de modelos que servían
de guía plástica e iconográfica a los escultores.
Los capiteles de la parte baja de la portada
recogen los relieves de mayor calidad. Su iconografía y estilo les incluyen en
un grupo relativamente bien definido de la plástica tardorrománica que abarca
el norte palentino (capiteles de la iglesia y claustro de Aguilar) y la zona
burgalesa, con rasgos característicos propios de lo andresino, visibles, como
es lógico, en lo geométrico y vegetal.
Comenzando la lectura por la parte izquierda de
la portada, el capitel exterior muestra una pareja de grifos afrontados sobre
fondo vegetal seguidos, en el capitel vecino, por Sansón desquijarando al león
y un dragón.
Parejas de animales fantásticos
afrontados, respectivamente grifos, dragones y bellísimas arpías encapuchadas,
que presentan la particularidad de no apoyar directamente sobre el astrágalo
como sus compañeros sino sobre una corona de hojas de bordes vueltos. Sobre la
jamba asistimos a la lucha que mantiene un infante, vestido con cota de malla y
armado de escudo triangular y espada, contra un león.
El capitel representa bellísimas arpías
encapuchadas, que presentan la particularidad de apoyar directamente sobre una
corona de hojas de bordes vueltos. Sobre la jamba asistimos a la lucha que
mantiene un infante, vestido con cota de malla y armado de escudo triangular y
espada, contra un león.
Capitel de atrevida composición en
espiral que representa un león atacado por una serpiente y un dragón,
Capitel
exterior del lado izquierdo de la portada que muestra una pareja de grifos
afrontados sobre fondo vegetal.
El tercer capitel presenta un centauro
sagitario barbado de larga cabellera, con carcaj en bandolera, que tensa su
arco contra el león rampante que le acosa.
Continúan la decoración tres parejas de
animales fantásticos afrontados, respectivamente grifos, dragones y bellísimas
arpías encapuchadas, que presentan la particularidad de no apoyar directamente
sobre el astrágalo como sus compañeros sino sobre una corona de hojas de bordes
vueltos, rasgo similar al visto en la portada meridional de Santa Eufemia de
Cozuelos y en Frontada. Sobre la jamba asistimos a la lucha que mantiene un
infante, vestido con cota de malla y armado de escudo triangular y espada, contra
un león.
En el lado derecho de la portada, siguiendo
siempre el orden ya señalado, vemos una representación de las tres Marías ante
el sepulcro vacío de Cristo recibidas por el ángel, tema frecuente en la
escultura del norte palentino (Aguilar, Lebanza, pilas de Colmenares y
Calahorra de Boedo, Vallespinoso, etc.). Siguen dos capiteles vegetales de tipo
andresino, otro con el tema del infante alanceando un dragón, un león atacado
por una serpiente y un dragón, capitel de atrevida composición en espiral que
recuerda a otro del lapidario de Santa Eufemia de Cozuelos y, finalmente, otro
capitel vegetal andresino de hojas carnosas rematadas por bayas.
Se observa en la jamba el tema de las
Tres Marías y dos capiteles vegetales de tipo andresino.
Las tres Marías ante el sepulcro vacío
de Cristo recibidas por el ángel, tema frecuente en la escultura del norte
palentino.
Los capiteles representan a Sansón
desquijarando al león y un dragón. El capitel de la derercha presenta un
centauro sagitario barbado de larga cabellera, con carcaj en bandolera, que
tensa su arco contra el león rampante que le acosa.
De la parte derecha son estos dos
capiteles con el tema del infante alanceando un dragón y un león atacado por
una serpiente y un dragón, capitel de atrevida composición en espiral.
Tanto la fauna fantástica como las escenas de
lucha del hombre con el dragón son recurrentes en la plástica románica tardía
castellana, como lo prueban los ejemplos de Aguilar o del claustro de Santo
Domingo de Silos.
En Revilla asistimos, sin embargo, a una
apropiación de elementos característicos del rigorismo plástico cisterciense
(Arroyo y monasterios del Duero) yuxtapuestos a la exuberancia decorativa
propia del románico final. Este fenómeno, común a gran número de edificios del
horizonte 1180-1200, se magnifica aquí gracias al alto nivel de calidad de los
relieves. Por lo que respecta a las conexiones con monumentos concretos del
ámbito inmediato, ya hemos señalado la relación directa que se establece en
cuanto a la tipología de portada con San Andrés de Arroyo (portadas del
claustro y lado norte de la iglesia) y el grupo de portadas con él relacionado
(Villavega, Santa Eufemia de Cozuelos, Santa María de Mave, Amayuelas, San
Andrés de Aguilar, Zorita del Páramo, etc.). Otros detalles decorativos como
los semibezantes y los capiteles vegetales vienen a confirmar rotundamente la
inspiración del artista en modelos andresinos.
Los capiteles, en lo animalístico y figurativo
siguen el modelo próximo, complementario además del anterior, del monasterio de
Santa María de Aguilar, pudiéndose establecer paralelos con el denominado por
García Guinea maestro de la Matanza de los Inocentes, pero igualmente con el de
los capiteles arrancados del crucero aquilarense. Las figuras de la arquivolta,
quizá obradas por una mano distinta aunque dentro del mismo taller, responden
mejor al estilo del maestro de los capiteles de Moarves, así como con ciertas
obras emparentadas con él: friso de Moarves, Santa Eufemia de Cozuelos,
Lebanza, Dehesa de Romanos, etc.
José Luis Hernando Garrido caracterizó al
escultor de Revilla entre los maestros que llevaron la plástica románica hasta
sus últimas consecuencias, dentro de márgenes cronológicos en los que la
inspiración cisterciense anunciaba ya el irreversible cambio de tendencia
operado con el nuevo siglo, cambio que relegó al marco de las fosilizaciones
rurales la estética románica anterior. Sin embargo, en Revilla de Santullán
existe aún una clara simbiosis entre lo vegetal y lo figurativo, que volverá a
reproducirse aunque con menor espectacularidad, en la portada occidental de
Zorita del Páramo y en la meridional de Santa Eufemia de Cozuelos.
Románica es también la pila bautismal, en
piedra arenisca, que presenta forma troncocónica invertida y aproximadamente 80
cm de altura × 120 cm de diámetro.
Se decora con una serie de hojas tetrapétalas
inscritas en círculos separadas por bandas verticales. Su cronología debe
rondar la primera mitad del siglo XIII.
La cuenca absidal muestra todavía hoy vestigios
de las pinturas murales que la recubrían totalmente hasta finales del siglo
pasado o inicios del presente.
Las pinturas murales de esta iglesia no
son las originales. Lo que hoy vemos en el ábside y tramo de bóveda precedente
son las repintadas sobre las improntas de las originales ya que estas fueron
expoliadas a primeros del siglo XX.
Combinando temple y fresco y con una cronología
en torno a 1475-1500 parecen poder relacionarse con el denominado “maestro
de San Felices”. Fueron retocadas en el siglo XVIII y se muestran algo
incompletas.
Navarro, que hace una descripción del conjunto,
relata el destino que padecieron tras ser arrancadas. Post informa de la
adquisición de varios paneles por parte de lady Limerick, de Hall Place,
Bexley, Kent (Inglaterra).
La distribución de las conservadas es la
siguiente: en el casquete del hemiciclo el Salvador entre ángeles y bajo él, y
en la bóveda del presbiterio, el ciclo de la Anunciación, Visitación, Epifanía,
Huida a Egipto, Matanza de los Inocentes, Presentación en el templo y
Ascensión, todo en un cierto desorden narrativo.
Entre las escenas desaparecidas, habla Navarro
de Cristo camino del Calvario, la Resurrección y en el cuerpo de la iglesia el
martirio de San Cornelio y San Cipriano.
Villanueva de la Torre
Villanueva de la Torre se asienta en un pequeño
valle dentro de la zona de Santullán al que se accede a través de cuatro
pequeños pasos naturales, perfectamente controlados desde el lugar en el que se
ubica el templo. Éste se instala en la ladera sur de la montaña que protege el
pueblo.
A los pies de la loma se aprecian varias casas
solariegas, con escudos y restos escultóricos empotrados en su fachada, sobre
éstas nace un pequeño sendero que nos conducirá hasta la iglesia. En este
atractivo valle se conserva todavía un torreón de carácter defensivo, con su
propio foso –este último perfectamente visible desde la iglesia de Santa
Marina– que podría datarse en torno al siglo XV. Hoy en día el templo sigue
haciendo las veces de iglesia parroquial.
Desde principios del siglo XI (1039) hasta
mediados del XIV (1351), varios documentos hacen referencia a Villanoua y Villa
Noua, lógicamente sin referencia al toponímico de la Torre, que es forzosamente
posterior al siglo XIV-XV, momento en el que parece haberse erigido el torreón
que da origen a su denominación. Un indicio documental que nos permite asegurar
con más fuerza que la Villa Noua de la documentación hace referencia a la
actual Villanueva de la Torre es que en 1198 dos hermanos, Gonzalo y Diego Rodríguez
–que aparecen en otros documentos como habitantes de Villanueva– venden al abad
Andrés y al monasterio de Santa María de Aguilar de Campoo tierras en varios
lugares: en Sant Illan, in Berbios, et in Villa Noua, et in Bustiello, et in
Monasterio, et in Sancta Maria de Nauas, o lo que es lo mismo los actuales
Santullán, Verbios, Bustillo, Monasterio y Santa María de Nava, lugares todos
ellos muy cercanos a Villanueva de la Torre. Considerando, pues, que se trata
de Villanueva de la Torre, podemos afirmar que el monasterio de Aguilar de
Campoo posee heredades en esta villa desde principios del siglo XI (1039),
aunque será en 1175 cuando Alfonso VIII conceda a dicho monasterio la villa en
toda su integridad. Las compras, donaciones y ventas de tierras o heredades de
este lugar hechas por particulares al monasterio aquilarense o viceversa a lo
largo del siglo XIII son abundantes, destacando la venta –efectuada en 1233–
del palacio que Gonzalo Ruiz de Barruelo y su mujer María Pérez poseen en dicha
villa. Perteneciente al alfoz de Aguilar de Campoo y al dominio del monasterio
de Santa María la Real (desde 1175 y confirmado, entre otros, por Pedro I en
1351), la catedral de Palencia también poseía rentas en el pueblo, al menos en
1213.
Pero si de la localidad podemos llegar a
rastrear datos, no ocurre lo mismo respecto al templo de Santa Marina. Tan sólo
algún que otro documento, y en el capítulo de los testigos, nos deja constancia
de la existencia de sacerdotes (1198) y clérigos (1259) que nos hablan –entre
líneas– de la existencia de la parroquia.
Iglesia de Santa Marina
La iglesia de Villanueva de la Torre, bajo la
advocación de santa Marina, responde al esquema de edificio rural de nave
única, ligeramente más ancha en la zona de los pies, rematada por un ábside
semicircular precedido por un tramo presbiterial trapezoidal. Tan sólo la
torre-campanario adosada a sus pies –al estilo de las de Matalbaniega y de las
burgalesas de Vizcaínos de la Sierra y Jaramillo de la Fuente– rompe con el
tipismo de su planta, genuinamente románica. Exteriormente es de resaltar el
armonioso escalonamiento volumétrico de las partes que forman el conjunto de
torre, nave y cabecera.
La fábrica de la nave se alza en sillería muy
irregular que tan sólo es visible exteriormente. Una capa de enlucido sobre la
fábrica de muros y bóvedas se encarga de ocultarla al interior. El templo se
divide en tres tramos más o menos similares mediante arcos fajones que
descansan sobre simples pilares, cubiertos con bóvedas de crucería simples o
cuatripartitas, resultado de reformas posteriores.
En época moderna (probablemente a finales del
XIX) se adosó al muro norte la actual sacristía de planta cuadrangular a la que
se accede interiormente por una puerta abierta en el primer tramo de la nave.
Adosado al muro sur aparece el atrio moderno con cubierta que apea sobre un pie
derecho hexagonal con zapata superior de madera. Éste sirve de cobijo a la
portada que se abre en el segundo tramo de la nave. Esta portada –que como la
nave no es la original– presenta arco de medio punto con simple arquivolta de
baquetón, muy sencilla y sin decorar, y sobre ella existe un óculo que ilumina
el interior de la nave.
La cabecera –muy restaurada– se levanta en
aparejo de sillería de tamaño regular y bien escuadrada, a excepción del tramo
sur del presbiterio. Al exterior este tramo presbiterial se divide
horizontalmente en dos niveles mediante una sencilla moldura lisa y la unión
externa con el espacio absidal se efectúa mediante semicolumna tallada.
El tambor del ábside se divide en tres paños
mediante dos columnas entregas que lo recorren en toda su longitud
(característica que también aparece en otros templos románicos del norte de
Palencia y Burgos).
Las columnas entregas descansan sobre una
especie de podium y se rematan por capiteles sobre los que apoya la cornisa,
que es sostenida por un gran número de canecillos.
Horizontalmente el hemiciclo queda dividido
–tanto interior como exteriormente– en dos cuerpos mediante una moldura a modo
de imposta sobre la que descansa el único vano que se abre en el paño central
del ábside. Éste es de medio punto, abocinado tanto interior como exteriormente
y con dos arquivoltas que descansan sobre columnas con sus correspondientes
capiteles.
Otra ventana, con abocinamiento sólo exterior y
chambrana a ras de muro, se abre en el lado sur del presbiterio.
El presbiterio se cubre con bóveda de cañón
ligeramente apuntado mientras que el ábside lo hace con bóveda de horno o
cuarto de esfera.
El tránsito interno desde la nave a la cabecera
se realiza a través de un arco triunfal apuntado que descansa sobre triples
semicolumnas. Exteriormente aparece sobre el triunfal una espadaña muy sencilla
con un solo arco de medio punto, similar a la de Vallespinoso de Aguilar.
El
presbiterio se cubre con bóveda de cañón ligeramente apuntado mientras que el
ábside lo hace con bóveda de horno o cuarto de esfera.
Ventana
del ábsideAbocinada, con dos arquivoltas que
descansan sobre columnas con sus correspondientes capiteles. Los cimacios
decorados con dientes de sierra y los capiteles, son figurativos con una
representación híbrida de una especie de equinos alados y afrontados de rostro
masculino.
El
capitel de la derecha de la ventana del eje absidial es quizás el más curioso,
que no el mejor labrado, de los capiteles que adornan las ventanas (tanto
exterior como interiormente). Vuelve a repetir el esquema de dos figuras
híbridas afrontadas a manera de equinos alados, con pecho cubierto de plumas
pero en este caso sus rostros son masculinos.
Este
es el más parecido, con su sencillo cimacio con dientes de sierra y las figuras
de dos hipogrifos afrontados
La torre-campanario aparece adosada a los pies
de la nave y es el elemento arquitectónico que dota de cierta singularidad a la
iglesia de Santa Marina.
Es de planta rectangular y acceso desde el paño
meridional. Se divide exteriormente en dos cuerpos decrecientes. En el cuerpo
inferior y en su muro oeste, se abre una sencilla ventana de medio punto, cuyo
capitel izquierdo ostenta decoración con varios niveles de caulículos, que
permiten emparentarlo con piezas similares de Santa Eufemia de Cozuelos,
Prádanos de Ojeda, la Asunción de Barrio de Santa María, Nogales de Pisuerga o
Villanueva de Río Pisuerga. El cuerpo superior, utilizado como campanario y cubierto
con bóveda de cañón, presenta abiertos sus cuatro costados con vanos geminados
de arcos doblados de medio punto y parteluz con capiteles lisos.
Del análisis de la planta del edificio se
deducen las perceptibles desviaciones entre los ejes axiales de la cabecera,
nave y torre, así como la irregularidad de los tres tramos de la nave y del
presbiterio. Mientras esta última parece deberse a los asientos diferenciales
debidos a la inclinación del terreno, las desviaciones de eje, unidas a los
cambios de aparejos y rupturas de hiladas son indicadoras de la complejidad
constructiva del edificio. Parece claro que la campaña románica de finales del
siglo XII planteó perimetralmente la estructura hoy visible, aunque, a título
de hipótesis, parece se produjo un replanteo en altura que sustituyó una
prevista espadaña sobre el arco triunfal (que explicaría la potencia muraria
alcanzada en esa zona del edificio) por la torre finalmente construida.
Más evidente resulta la reconstrucción,
posiblemente en el siglo XVI (por la tipología de las ménsulas que recogen los
nervios de las bóvedas), de los muros de la nave. En estos paramentos sólo se
reaprovechó en parte la sillería original, utilizándose el resto de los
sillares en el pórtico que rodea por el sur el templo. En un momento posterior
y difícil de precisar se produjo la elevación de la sobrecubierta, que dejó en
un nivel inferior al normal la cornisa e hilera de canes románicos que habían
sido reutilizados en la reforma del siglo XVI.
La decoración del templo es, salvo la pareja de
capiteles del arco triunfal, ciertamente repetitiva y se concentra en el
interior de la cabecera y en el exterior de los vanos.
La decoración geométrica de puntas de diamante
orna las molduras que enmarcan el resalte de la bóveda de horno y el arco
triunfal, así como la arquivolta, chambrana y cimacios del exterior de las
ventanas abiertas en el eje y muro sur del presbiterio; los dientes de sierra
incisos aparecen al interior en los cimacios de la ventana central del
hemiciclo y en la imposta inferior que recorre los paramentos internos de la
cabecera, así como en el exterior en los cimacios de la ventana abierta en el
presbiterio; con semibezantes igualmente recorriendo la cornisa del exterior de
la cabecera.
Motivos vegetales de esquemáticas hojas
nervadas y lisas, de puntas dobladas acogiendo volutas o bolas, decoran los
capiteles que recogen los arcos doblados del triunfal y los de los haces de
columnas del exterior de la cabecera, así como vegetal es el capitel izquierdo
de la ventana abierta en el muro occidental de la torre, decorado con cuatro
hileras de caulículos.
Lo figurativo hace acto de presencia en los
capiteles interiores de la ventana absidal, con esquemáticos híbridos –especie
de equinos alados de rostro masculino– afrontados de ruda labra.
En los capiteles del exterior de esta ventana
se afrontan dos parejas de hipogrifos sobre fondo vegetal, el mismo motivo que
aparece en el exterior de la ventana abierta en el muro meridional del
presbiterio (el capitel izquierdo es una reposición mimética moderna).
Mayor interés manifiestan las dos cestas que
coronan las columnas adosadas que soportan el arco de triunfo. El del lado de
la epístola figura la escena de Daniel en el foso de los leones sobre un fondo
vegetal de tallos y rizadas hojas de acanto.
Daniel, aparentemente sedente aunque quizá a
causa de una torpeza compositiva del escultor, se muestra en actitud orante,
con las manos alzadas mostrando las palmas, vestido con una túnica de pliegues
paralelos, en tubo de órgano, y anchas mangas, con hierático gesto.
El tema estrella de los capiteles de los
arcos triunfales palentinos es el de Daniel entre los leones, situado en el
lado de la epístola. En la iglesia de Villanueva la cesta de los capiteles
presentan la mejor labra de todo su conjunto decorativo.
Aparece la consabida figura de Daniel en
el foso de los leones sobre un fondo vegetal de tallos y rizadas hojas de
acanto. Daniel, aparentemente sedente, se muestra en actitud orante, con las
manos alzadas mostrando las palmas, vestido con una túnica de pliegues
paralelos, y anchas mangas, con hierático gesto. Los dos leones, de
desproporcionadas lenguas, lamen sus pies desnudos.
Los dos leones, de desproporcionadas lenguas,
lamen sus pies desnudos. Hay que reconocer, pese a los múltiples errores
compositivos, una mayor calidad en la labra de este relieve respecto a lo hasta
ahora visto. Aún mayor calidad manifiesta el capitel del lado del evangelio,
que figura a cuatro magníficos grifos afrontados dos a dos, los dos centrales
oponiéndose por sus cuellos vueltos en el frente de la cesta. Los híbridos
aparecen envueltos en una maraña de tallos enredados y hojas de acanto con puntos
de trépano y pese a que parece obra del mismo taller que el capitel frontero,
la composición y ejecución de esta cesta resultan excelentes. Es evidente que
estos dos capiteles se desligan del resto de la escultura del templo, por lo
que nos inclinamos a pensar que fueron comprados en otro taller, taller cuyos
rasgos le ligan al círculo de Vallespinoso de Aguilar, con cuyas figuras de la
portada guarda Daniel claras similitudes, así como el diseño del capitel de
grifos afrontados. Estas mismas esculturas vincularán a Santa Marina con
algunos elementos del pórtico de Rebolledo de la Torre.
El capitel del lado del evangelio
presenta una mayor calidad, que figura a cuatro magníficos grifos afrontados
dos a dos, los dos centrales oponiéndose por sus cuellos vueltos en el frente
de la cesta. Los híbridos aparecen envueltos en una maraña de tallos enredados
y hojas de acanto con puntos de trépano y pese a que parece obra del mismo
taller que el capitel frontero, la composición y ejecución de esta cesta
resultan excelentes.
La nave presenta canecillos prismáticos, en
forma de proa de nave sin decoración esculpida. En el ábside y presbiterio
aparecen temas figurados: personajes itifálicos, otros sedentes y desnudos, en
actitud pensativa o simples cabezas.
Tanto en lo decorativo como en lo
arquitectónico, la tipología de Santa Marina de Villanueva de la Torre
participa del ambiente propio del tardorrománico, pudiendo precisarse su
cronología en las dos últimas décadas del siglo XII.
Cillamayor
La localidad de Cillamayor, situada a orillas
del río Rubagón, se encuentra a escasos 100 m de la carretera que desde Aguilar
conduce hasta la localidad minera de Barruelo de Santullán a cuyo municipio
pertenece.
Según Navarro García el origen del topónimo se
halla en los “cilleros” que tanta importancia económica y política
tuvieron en la Alta Edad Media en las regiones montañosas de la Castilla
septentrional. La cilla, señala el mismo autor, era “el depósito de especies
cereales y de una cilla o panera mayor, se originó el nombre de esta aldea”. La
documentación recoge por primera vez este nombre, en la confirmación de la
donación de Santa Eugenia de Cordovilla en 1118, en el que aparece como
confirmante un tal Analso de Cillamayor. García Guinea apunta otro documento de
1285 que hace referencia a la iglesia, se trata de un privilegio concedido por
el rey Sancho IV al abad mostense de Aguilar, cediendo a este monasterio
determinados lugares y bienes, entre ellos parte de la iglesia de Cillamayor y
los vasallos del mismo lugar. Pero con anterioridad, en 1242, Elvira Fernández,
hija de Fernán Pérez, dona parte de la iglesia de Cillamayor pro anima. En
1280, Fernán Díaz y otros donan al mismo abadengo todo cuanto poseen en
Cillamayor con su iglesia y sus vasallos. Por un documento de 1274 comprobamos
que el dominio de la abadía de Santa Juliana de Santillana del Mar se extendió
hasta las tierras del norte de Palencia. En Cillamayor arrienda el abad Ferrán
y su cabildo la llamada casa de San Millán del Arco. Rodríguez de Diego
identifica la actual localidad de Cillamayor con el monasterio de Celanova,
filial de la abadía premonstratense de Santa María de Aguilar de Campoo.
Por otra parte, en el Libro Becerro de las
Behetrías, Cillamayor figuraba como lugar de abadengo que pertenecía al abad de
Aguilar y a la abadesa de San Andrés de Arroyo; y como lugar solariego
pertenecía a Diego García de Vedoya e hijos, y a Gonzalo González de Guadiana.
Iglesia de Santa María la Real
La iglesia de Santa María la Real se levanta en
el centro del núcleo urbano, a la vera de la carretera comarcal que conduce a
Matamorisca.
La planta presenta nave rectangular dividida en
cuatro tramos, ábside semicircular precedido por presbiterio rectangular y
portada abierta al sur. Toda la fábrica original se erigió con buena sillería
arenisca, de tamaño regular y bien escuadrada. También de sillería combinándola
con sillarejo es la fábrica de las construcciones adosadas.
El grueso del edificio, aunque con alguna modificación posterior, corresponde a época románica. No obstante, existe un fragmento de muro en el lienzo Norte, que no corresponde ni con la tipología románica del edificio ni con el despiece que le rodea. Desconocemos su origen, pero podemos datarlo entre un prerrománico tardío y un románico incipiente. De época propiamente románica va a datar la construcción de la cabecera del edificio. Como es habitual, siempre se comienza por esta parte de las iglesias, puesto que una vez concluida, se puede consagrar y comenzar ya a oficiar la misa en ella. Por su tipología podemos encuadrarla alrededor de mediados del siglo XII.
La separación entre la cabecera y la nave se
realiza mediante un arco triunfal de medio punto. Se apoya en semicolumnas
adosadas a pilastras con interesantes capiteles y cimacios decorados.
El ábside semicircular presenta bóveda de horno
ligeramente apuntada, en tanto que el presbiterio y la nave se cubren con
bóveda de cañón.
En su interior, dos molduras simples de nacela
lo recorren a la altura del arranque de las ventanas y el inicio de la bóveda.
La cubierta de la nave se encuentra sostenida por arcos fajones que reposan en
ménsulas.
En el exterior del ábside aparecen dos
pilastras a las que se adosan semicolumnas coronadas por capiteles, dividiendo
verticalmente el tambor en tres paños. El espacio central y el de la epístola
se encuentran abiertos por un vano de medio punto, flanqueado en el interior y
exterior por columnillas. Como es habitual, una hilera de canecillos decora el
alero que recorre el perímetro exterior del ábside, mientras que el nivel
inferior se ve subrayado por un pequeño zócalo o podium bajo. Una moldura
circunda todo el hemiciclo a la altura del arranque de las dos ventanas.
El templo tuvo en origen tres accesos de los
cuales sólo se encuentra practicable el abierto en el lado meridional,
protegido por un atrio moderno. Está formado por un arco de medio punto rodeado
de triple arquivolta que descansa en jambas.
En el verano de
2006 la portada fue desenterrada y las excavaciones en su entorno han puesto de
manifiesto una necrópolis altomedieval así como una muralla de sólida
estructura. Cinco arquivoltas con decoración de baquetón alternando con borde
liso. Y tres parejas de capiteles con sus ábacos, columnas y basas. Algunos muy
deteriorados; pero otros bien conservados.
El estilo de lo
esculpido es muy sencillo. Figuras humanas, torpemente labradas luchando con
fieras y motivos geométricos en los ábacos.
Portada meridional. El acceso abierto en
el lado meridional, está protegido por un atrio moderno. Está formado por un
arco de medio punto rodeado de triple arquivolta que descansa en jambas. Por
encima de él, se abre una ventana decorada con labra vegetal románica.
Por encima de él, se abre una ventana decorada
con labra vegetal románica. En el muro norte, se aprecian restos de arquivoltas
y un capitel de una portada románica cegada y casi cubierta por el nivel del
pavimento exterior. García Guinea atribuye a esta iglesia un posible carácter
conventual. En el sector oeste, localizamos otra portada cegada que no tiene
una cronología precisa, aunque pudiera ser medieval.
El último espacio arquitectónico destacable es
la torre, reconstruida en época postmedieval aprovechando el muro de la antigua
espadaña románica, sólo visible desde el interior del campanario donde se
aprecian columnas con capiteles de hojas lisas.
En el interior del templo la decoración
escultórica se reduce esencialmente a la existente en los capiteles del arco
triunfal. En el del evangelio, se tallaron dos águilas con las alas explayadas
de tosca labra (según García Guinea es un motivo característico de las iglesias
de la primera mitad del siglo XII del románico montañés) y cimacio en
altorrelieve, que representa una especie de conejos mordiéndose las patas entre
elementos vegetales. El águila, que es un tema habitual en el románico
santanderino (Bolmir, Castañeda, Raicedo, etc.), también aparece en tierras de
Palencia (San Vicente de Becerril del Carpio y Santa Eufemia de Cozuelos). El
de la epístola, con leones afrontados en las esquinas a tres niveles, recuerdan
a García Guinea los ya vistos en Frómista y Cozuelos. Sería posible extender
esta filiación al interior de Matalbaniega. El cimacio de decoración vegetal se
puede emparentar con una ventana absidal de Pisón de Castrejón.
En el del evangelio, se tallaron dos
águilas con las alas explayadas de tosca labra y cimacio en altorrelieve, que
representa una especie de conejos mordiéndose las patas entre elementos
vegetales.
El de la epístola, con leones afrontados
en las esquinas a tres niveles. El cimacio con decoración vegetal.
Las ventanas abiertas en el ábside están
formadas por arquivoltas de medio punto, de caveto la interna y de bocel y
caveto la más externa. Los capiteles tienen una decoración simple; uno, con
hojas de palma rematadas por una gran bola y el otro, con un arco de palmas
formado con dos vástagos que se unen en lo alto por una bola.
En el interior parece repetirse la misma
disposición. La talla podría relacionarse con algún capitel de San Vicente de
Becerril del Carpio. La ventana meridional, con doble arquivolta de medio
punto, tiene decoración vegetal con acantos carnosos que recuerda los
arquetipos de Rebolledo de la Torre y Vallespinoso. Descansa sobre una pareja
de columnillas con capiteles de pequeñas volutas en lo alto, similares a los
del ábside.
En cuanto a los canecillos, podríamos
agruparlos en diversos tipos. Los más modernos en forma de proa de nave, en los
muros norte y sur; o figurados a lo largo de la cornisa del ábside y del
presbiterio, los más viejos. De entre estos últimos destacamos un músico
sentado que parece tocar una doble flauta, un guerrero, un sodomita, uno de
tipo fálico, un arpista y varias figuras zoomórficas.
En cuanto a los canecillos, podríamos
agruparlos en diversos tipos. Los más modernos en forma de proa de nave, en los
muros norte y sur,- o figurados a lo largo de la cornisa del ábside y del
presbiterio, los más viejos. De entre estos últimos destacamos un músico
sentado que parece tocar una doble flauta, un guerrero, un sodomita, uno de
tipo fálico, un arpista y varias figuras zoomórficas.
Los
canecillos figurados a lo largo de la cornisa del ábside y del presbiterio, son
los más antiguos. De entre estos últimos destacamos un músico sentado que
parece tocar una doble flauta, un guerrero, un sodomita, uno de tipo fálico, un
arpista y varias figuras zoomórficas.
Resumiendo podemos señalar que en una primera
campaña –hacia finales del siglo XII o inicios del XIII– se alzó el grueso del
edificio tardorrománico reaprovechando una antigua cabecera de la primera mitad
del siglo XII. Años más tarde, en una campaña protogótica, se remata la zona
superior de la caja muraria rectangular y se fijan los canecillos lisos. En el
siglo XVII o XVIII se añadió la sacristía, el granero, y quizá, en un momento
posterior, el atrio. En 1964, se produce el abujardado de los paramentos.
Martín González clasifica este edificio rectangular de capilla mayor con
testero curvo, dentro del subtipo de presbiterio muy corto. Relaciona esta
iglesia de Cillamayor con San Pelayo de Perazancas, Cabria, Pozancos y Revilla
de Santullán. Sin embargo, la cabecera de Cillamayor parece mucho más próxima a
San Vicente de Becerril del Carpio.
La pila bautismal existente en el templo es
moderna sin ninguna originalidad y completamente lisa. Esta pila sustituyó a
una original románica (122 cm de diámetro × 96 cm de altura) que se encuentra
actualmente en la colección particular de los herederos de don Eugenio
Fontaneda, en el castillo de Ampudia. Según Lojendio y Rodríguez, los restos
románicos conservados en esta iglesia responden a escuelas comarcales del norte
de Palencia, no teniendo conexión estilística con esta pila. Su forma es
troncocónica, con gallones en el interior, y se alza sobre un zócalo de piedra
con fuerte chaflán que parece de factura moderna.
En cuanto a su decoración, que ocupa sólo una
parte de la pieza, está formada por curioso entrelazado a modo de laberinto en
torno a una cruz que ocupa el centro. A su lado está esculpida la figura de un
personaje ataviado con camisa y faldellín, sin rasgos que definan su rostro y
con un objeto alargado en una de sus manos. Para Lojendio y Rodríguez esta
figura es una alusión al autor, que con la mano izquierda indica cuál es su
obra. Esta autoría corresponde a Pedro de Cilla como nos lo indica el epígrafe fácilmente
legible que aparece en el otro extremo del entrelazo “PEDRO DE CILLA ME FIZO”.
Garbiñe Bilbao identifica al personaje con un diácono portador de un hisopo que
señala con su mano la construcción laberíntica, emblema de la Jerusalén
Celeste.
Tras un breve análisis de estos datos, puede
considerarse esta obra dentro del ámbito local más reducido. Su primitivismo es
más fruto de una rudeza rústica tardía que indicio de auténtica antigüedad.
Esta argumentación encuentra apoyos, en la firma de la pila en castellano y en
el estudio comparativo de la indumentaria de la figura humana. Para Lojendio y
Rodríguez, estos argumentos les inducen a fechar la pila en el siglo XII,
cronología que nos parece demasiado temprana para una pieza como ésta cuyo estilo
y tratamiento pudiera muy bien entrar dentro del gótico.
Matalbaniega
La localidad de Matalbaniega, perteneciente al
partido judicial de Cervera de Pisuerga, se encuentra a 7 km al norte de
Aguilar de Campoo. La iglesia de San Martín, a cien metros del caserío, se
asienta sobre una pequeña elevación rodeada de pastizales desde donde se
contempla un espectacular paisaje de la Montaña Palentina.
Las citas a Matalbaniega aparecen con cierta
frecuencia entre la documentación del monasterio de Santa María la Real de
Aguilar. En el año 1200 encontramos una referencia concreta al monasterio de
San Martín de Matalbaniega, que es donado en parte pro anima por Pela Martínez
y su hija Marina al monasterio de Aguilar. En 1232, Gonzalo Díaz y sus hermanos
donan una tierra que poseían en este lugar al monasterio aguilarense en
agradecimiento por el hábito dado por éste a su padre Diego Royz. En 1200,
1223, 1225 y 1280 la misma abadía compró a varios particulares determinadas
propiedades en Matalbaniega y de nuevo en 1279, Diego Díaz y Diego Royz
permutan varias tierras en este lugar con Santa María la Real. Su actividad
económica es predominantemente pastoril-ganadera en la que los premonstratenses
de Aguilar controlan importantes montes y pastizales. En el Libro Becerro de
las Behetrías, de 1351- 1352, aparece como lugar de abadengo perteneciente al
abad de Aguilar y a la abadesa de San Andrés de Arroyo, a excepción de un solar
que era de don Tello.
Iglesia de San Martín
La antigua iglesia monástica aparece hoy como
un templo de carácter eminentemente rural, de nave única, ábside semicircular
precedido por presbiterio rectangular, portada abierta en el muro norte y torre
cuadrada a los pies, todo ello realizado en sillería arenisca.
El tránsito entre la cabecera y la nave se
realiza mediante un arco triunfal apuntado y doblado que apoya sobre
semicolumnas rematadas con capiteles historiados. El hemiciclo se cubre con
bóveda de horno, en tanto que el presbiterio recibe una de cañón apuntado.
La nave es de mayor altura que la cabecera y
pese a que hoy se encuentra totalmente reformada, debió recibir en origen una
cubierta de madera a dos aguas, como se deduce de la ausencia de contrafuertes
en los muros de la nave.
El ábside, levantado sobre un zócalo, articula
exteriormente su tambor en tres calles delimitadas por contrafuertes
prismáticos que rematan en talud bajo la cornisa. Una imposta de caveto le
recorre a la altura del umbral de la ventana, la cual consta de arco y
arquivolta apuntados, se abre en el eje y es la única fuente de iluminación
actual de la cabecera, aunque en tiempos en el paño meridional del hemiciclo se
abría un vano posmedieval, hoy cegado, y en el tramo recto inmediato una
saetera. La cornisa, decorada con tres filas de abilletado en la cabecera, y
grecas y palmetas entre entrelazos en la nave, apoya sobre una riquísima serie
de canecillos decorados.
El acceso se realiza actualmente a través de la
portada abierta en el sobresaliente antecuerpo del muro norte de la nave,
habiéndose perdido el tejaroz. Posee arco de medio punto y cuatro arquivoltas,
alternando dos lisas y dos molduradas con bocel entre cavetos con bolas y
abilletados. Apoyan en jambas lisas con dos pares de columnas acodilladas
rematadas con capiteles historiados y cimacios corridos de abilletado. En el
muro meridional de la nave se abría otra portada románica, hoy cegada, que
según García Guinea daría acceso al templo desde el claustro o desde las
desaparecidas dependencias monasteriales. Hoy semienterrada, su configuración
es en todo similar a la de la portada norte, con arco de medio punto, una
arquivolta de bocelón entre medias cañas, con bolas y banda de taqueado, que
apoya sobre una pareja de columnas acodilladas, con capiteles decorados y
arquivolta lisa.
Portada meridional. Los capiteles de la
portada meridional se ilustran con pareja de aves afrontadas, en uno de los
casos, y con dos filas de hojas lisas y remate de volutas, en el otro,- sus
cimacios son idénticos al alero de la nave, con palmetas entrelazadas.
En el hastial se levanta una torre cuadrada,
reformada en época posmedieval –siglos XVII o XVIII–, a la que se accede por
una pequeña puerta abierta en el muro sur y precedida de algunos peldaños de
piedra. La original románica parece ser que tuvo esta misma forma, si bien no
llegó a concluirse o se derrumbó el coronamiento, reformándose con
posterioridad e incluyendo en la nueva obra las troneras que miran al norte.
También se encuentra modificado el muro sur y el ángulo suroeste del edificio,
adosándose al muro norte del presbiterio la sacristía, de época moderna.
Ventana del muro norte. La ventana
abierta en el muro norte se compone de dos arquivoltas, una con baquetón y la
otra lisa, con chambrana taqueada y columnas acodilladas, con capiteles
decorados con parejas de toscas aves afrontadas que picotean un fruto.
En el apartado escultórico, la portada
septentrional decora sus capiteles con representaciones de personajes sedentes
y figuras animales y mascarones, todo de difícil interpretación, dado además lo
erosionado del relieve. La ventana abierta en el muro norte se compone de dos
arquivoltas, una con baquetón y la otra lisa, con chambrana taqueada y columnas
acodilladas, con capiteles decorados con parejas de toscas aves afrontadas que
picotean un fruto.
Los capiteles de la portada meridional se
ilustran de nuevo con la misma pareja de aves afrontadas, en uno de los casos,
y con dos filas de hojas lisas y remate de volutas, en el otro; sus cimacios
son idénticos al alero de la nave, con palmetas entrelazadas.
Sobre esta portada y a lo largo de todo el muro
meridional aparecen cinco canecillos, que para García Guinea son indicio de una
techumbre, tal vez galería o claustro. Sobre esta línea de canes, hoy sin
función y en el mismo muro meridional de la nave, se abren dos ventanas
románicas abocinadas, de configuración análoga a la ventana del muro
septentrional.
El ventanal derecho está decorado con capiteles
que representan figuras humanas –imposibles de interpretar por la erosión de la
pieza– y cabeza con lazos vegetales en espiral.
El vano izquierdo presenta la particularidad de
tener columnas relivarias en sus fustes, con una pareja de personajes; el
derecho, vestido con ropas talares, representa a un clérigo –posiblemente un
abad– en actitud bendicente con su diestra y portando un báculo en la otra
mano. La figura del fuste izquierdo muestra a un orante realizando el gesto
típico de oración, con las manos sobre el pecho, enseñando las palmas
extendidas.
Otros ejemplos de fustes decorados en el
románico palentino aparecen en la portada de Santiago de Carrión de los Condes,
en la capilla interior de la iglesia de Villadiezma y en la portada de
Tablares. Los capiteles están decorados con gallináceas afrontadas y con un
motivo vegetal idéntico al capitel del otro vano (cabecita con entrelazo
vegetal), mientras que los cimacios portan bolas. El vano abierto en el ábside
está flanqueado por dos capiteles de crochets que sostienen una arquivolta
apuntada.
Destaca no obstante en el apartado escultórico
de este edificio la rica e interesante colección de canecillos que sostienen la
cornisa de la nave y de la cabecera. Se caracterizan por la cantidad –superan
los setenta– y por la variedad de motivos que representan, pudiéndolos agrupar
en diversos tipos. Algunos presentan representaciones antropomórficas con
carácter fálico, otros son personajes portando libros y objetos, tocando
instrumentos musicales (una doble flauta y un arpa salterio al igual que en Cillamayor);
otros más se decoran con temas zoomórficos: animales fantásticos, monstruos,
aves, bueyes, liebres, etc.; y por último los hay de motivos vegetales y
geométricos: rollos, bolas, espirales, tallos entrelazados... Una de las
características más peculiares de estos canes es el alargado canon aplicado a
la figuración.
Canecillos de la nave. Los que pegan a la torre presentan son de carácter figurativo: son personajes portando libros y objetos, tocando instrumentos musicales (una doble flauta y un arpa); otros más se decoran con temas zoomórficos: animales fantásticos, monstruos, aves, bueyes, liebres, etc.,- Una de las características más peculiares de estos canes es el alargado canon aplicado a la figuración.
En el interior del templo, las columnas del
arco triunfal, apuntado y doblado, se apoyan sobre capiteles superpuestos que
repiten el tema del personaje dominando leones.
La composición muestra a un tosco personajillo,
de desproporcionado canon, erguido sobre los lomos de dos parejas de leones
afrontados y contrapuestos dos a dos que vuelven sus testas hacia el personaje,
quien ase con una cuerda sus cuellos. Recuerda en su disposición algunas cestas
de Frómista, Santa Eufemia de Cozuelos o Cillamayor. Las basas, que arrancan de
un pequeño podium, se forman por toro perfecto y bolas angulares, mientras que
los cimacios están decorados con taqueado. En lo alto del coro, un vano
románico comunica con la torre, mostrando capiteles decorados con aves
afrontadas y espirales.
La decoración de San Martín de Matalbaniega
revela una interpretación de los motivos más característicos de la plástica del
románico pleno, aunque en manos de un artífice de escasos recursos técnicos y
en una época bien muy avanzada dentro del siglo XII o ya en los inicios del
XIII, como parece indicar la presencia de los dos capiteles de crochets en la
ventana absidal, inspirados en modelos evidentemente tardíos En la actualidad,
en el interior de la iglesia no se conserva ninguna imagen medieval, aunque el
autor del Catálogo Monumental nos habla de “una preciosa Virgen sedente, del
siglo XII, en un sillón de época y sobre una peana hexagonal”, refiriéndose
sin duda a la imagen gótica que todavía podemos contemplar.
Matamorisca
La pequeña población de Matamorisca se
encuentra a 8 km al noroeste de Aguilar de Campoo, siguiendo la ruta que une
esta localidad con Cervera de Pisuerga. La iglesia de San Juan se dispone al
este y alejada del núcleo, sobre un altozano, apoyándose sobre afloraciones de
roca arenisca en las que se talló la escalera de acceso.
El topónimo de esta localidad puede estar en
relación con la naturaleza de bosquecillos de roble, llamados matas, que ofrece
este territorio, según nos indica Julio González. La primera referencia escrita
de Matamorisca se encuentra en un documento de 1042, en el que Fronilde
Fernández efectúa una donación de tierras, muebles y animales al monasterio de
Santa María de Aguilar por la salvación de su alma y la de su hermana Elvira.
En 1103, Munia Fortúnez hace otra donación al monasterio. En 1173, Matamorisca
junto a otras propiedades del norte de Palencia vuelve aparecer en un
documento, en el que el cardenal Jacinto pone bajo su protección la iglesia y
heredades de Santa María de Aguilar. En 1284, Fernando García vende y dona
propiedades al monasterio. En el Libro Becerro de las Behetrías de 1351-1352,
Matamorisca se encuentra en el alfoz de Aguilar y pertenece a don Tello.
Matamorisca forma parte del municipio de
Aguilar de Campoo (Palencia). A la caída del Antiguo Régimen la localidad se
constituye en municipio constitucional para posteriormente A fines del siglo
XIX, el municipio cambió su nombre por el de Cenera de Zalima, que fue
sumergido por el Pantano de Aguilar, y el municipio cambia su denominación,
pasando a llamarse Corvio. Poco después todos ellos fueron anexionados a
Aguilar de Campoo.
Iglesia de San Juan Bautista
La iglesia de San Juan se dispone al este y
alejada del núcleo, sobre un altozano, apoyándose sobre afloraciones de roca
arenisca en las que se talló la escalera de acceso.
En la actualidad, la iglesia de San Juan
Bautista se presenta como un edificio rectangular, de dos naves separadas bien
por pilastras, bien por columnillas y pilares, ambas rematadas con testero
plano. La iglesia fue construida posiblemente en dos fases medievales contiguas
de mediados del siglo XII e inicios del XIII respectivamente, aunque varias
adiciones y reformas de los siglos XVI y XVII han alterado de forma importante
la fisonomía original del edificio.
Aunque está erigido en diferentes campañas, los
materiales y el aparejo utilizados en ellas la dotan de cierta uniformidad.
En el interior, los muros están parcialmente
revocados, sin que esto impida apreciar la sillería arenisca, utilizada también
en la totalidad de los paramentos del exterior. Sólo los capiteles con
decoración corrida que decoran la portada se trabajaron en caliza blanca.
La nave de la epístola presenta un ábside
cuadrado con saetera cegada. Ésta es una de las partes más antiguas de la
iglesia, que se comunica con el único tramo de la nave mediante un arco
apuntado de tradición románica. Ambos se cubren con bóveda de crucería simple.
El otro cuerpo, el del evangelio, tiene ábside también rectangular
comunicándose a través de un arco de medio punto posmedieval con los dos tramos
de la nave, de proporciones muy desiguales, protegido todo por bóveda de
crucería de combados y terceletes. La capilla absidal del evangelio contacta
con la cabecera de la epístola por un gran arco apuntado de traza gótica. Una
puerta adintelada es la encargada de relacionar el espacio de la sacristía,
cubierto por bóveda de crucería estrellada –siglo XVII– con el ábside del
evangelio. En el hastial de la epístola se encuentra el recinto del antiguo
baptisterio y a los pies del evangelio aparece el típico coro alto de madera.
Delimitada entre dos gruesos contrafuertes
prismáticos y resaltada sobre el muro sur, se abre la portada principal de
acceso al templo, cubierta por un tejaroz con alero de bolas.
Es de arco apuntado, de traza gótica tardía,
con chambrana lisa y cuatro arquivoltas de sencillas molduras donde alternan
boceles y cañas, descansando sobre jambillas tardogóticas de fines del siglo XV
sobre podium. En los muros oeste y norte, se aprecian restos de puertas cegadas
que conservan algunas dovelas y dos impostas, en las cuales se ha mantenido
decoración de taqueado que nos recuerda la portada del cementerio de Matabuena.
A los pies de la iglesia, en el hastial del evangelio apreciamos un gran arco
apuntado, liso y cegado, siendo difícil saber si pudo ser un acceso medieval a
la iglesia o un arco de descarga ya que las reformas posteriores han alterado
sustancialmente el sector.
Exteriormente los muros apoyan en varios
contrafuertes de diferentes épocas. Únicamente en el muro sur observamos una
marca de cantero muy deteriorada, de las cuatro que llegó a ver Navarro en la
realización de su catálogo, no precisando su localización.
El edificio posee una torre que fue antigua
espadaña, situada a los pies de la nave del evangelio, de planta rectangular,
con dos cuerpos separados por una imposta de nacela con bolas. En el muro
occidental del cuerpo inferior cegado se abre una puerta posmedieval de
pequeñas dimensiones. Ésta posibilita el acceso a una escalera de caracol
articulada en dos tramos, que nos permite llegar al remate de la torre.
El segundo cuerpo tiene cuatro troneras de arco
de medio punto, las dos que miran al este parecen las originales románicas de
la primitiva espadaña, a pesar de carecer de cualquier tipo de decoración o
moldurado. Las del oeste, objeto de transformación en época barroca al plantear
una torre, tienen impostas de listel y claves con representación en relieve de
las llaves de san Pedro. Se encuentra cubierta por una pequeña bóveda de cañón
apuntado y con vertiente exterior a dos aguas.
La cabecera en su lado sur muestra
canecillos de nacela y una ventana, que a pesar de ser de medio punto rebajado,
es de finales del gótico.
La dificultad de datación del conjunto se
acrecienta debido a la enorme cantidad de añadidos y reformas. Podemos plantear
la hipótesis –aunque con enormes dudas– de dos campañas románicas en el templo.
De confirmarse esta idea, nos inclinamos por la existencia inicial de la nave
norte (queda parte del muro septentrional con sus canecillos y una pequeña
portada), a la que pocos años después se le añade la nave sur que remata en
canecillos de nacela (se observan restos de una portada, parte del muro meridional
y ábside).
Un argumento que apoya esta idea es la
existencia de muros adosados y engatillados en ambas construcciones, en el
momento del añadido de la espadaña románica, haciéndonos pensar en dos momentos
constructivos distintos con diferencia cronológica mínima. Tanto si se tratara
de una fase románica –o fases románicas– habría que encuadrar su fábrica en
torno a los años centrales del siglo XII, correspondiendo con parte del muro
primitivo septentrional. El muro sur y la torre parecen posteriores. Los
paramentos orientales y meridionales, en la zona del ábside de la epístola
corresponderían a una reforma tardogótica. Seguramente en el siglo XVI –a
juzgar por el tipo de los arcos interiores– se operan grandes cambios en el
edificio con reestructuración de las dos naves: reparación de los paramentos,
reformas de los aleros, adición de la portada principal, apertura de una
ventana en el muro sur e inclusión de gran parte de los abovedamientos y
soportes. Sin embargo, es imposible precisar si estas reformas responden a un
planteamiento común o se realizan en diversos momentos. Existe constancia
documental de la intervención del cantero Juan de Monasterio con anterioridad a
1570.
Un derrumbe parcial de la espadaña obligó, ya
en época barroca, a acometer una reforma de la torre que incluye la
transformación de las dos troneras de poniente y la creación de la escalera de
caracol. En el siglo XVII se añade el cuerpo de la sacristía, que está en
relación con otras salas que se construyen en la comarca entre los siglos XVII
y XVIII.
La decoración escultórica del edificio refleja
la posible duplicidad de campañas tardorrománicas y los grandes cambios
operados en época gótica. De confirmarse la idea de dos períodos románicos, la
primera etapa (mediados del siglo XII) se caracteriza por la portada cegada
septentrional y los canecillos figurados situados en el mismo muro norte,
algunos de ellos decorados con representaciones humanas y, sobre todo, con
formas husiformes de aire fálico semejantes a los de Matalbaniega. En un
segundo momento, pocos años después, se añadirá la espadaña con sus canecillos
avolutados y la cornisa romboidal. Separando los dos cuerpos de la espadaña, se
encuentra una imposta de perfil nacelado con bolas. Es una prolongación de la
nave septentrional, como lo demuestra la cornisa sostenida por tres canecillos
nacelados, con remates en rollo, situados en el lateral norte. En el cuerpo
inferior, al lado del arco apuntado cegado, observamos un solitario canecillo
figurado cuya imagen es imposible de determinar dado el fuerte grado de erosión
en que se encuentra. El muro sur presenta ocho canecillos totalmente góticos.
Según Hernando, no fue extraña la itinerancia
de maestros trasmeranos por tierras de la Montaña Palentina (Aguilar de Campoo,
Colmenares, Herreruela de Castillería, Estalaya, Corvio, Quintanilla de la
Berzosa o Matamorisca) participando en la decoración escultórica de sus
portadas, ventanales o capiteles, consiguiendo una decoración seriada, de
rápida ejecución y económicamente accesible.
Fruto de la moda de dejar la piedra a la vista,
se efectuó un picado en la mayoría de los muros, venciendo el enlucido que
hasta hace pocos años conservaba el edificio. Esta labor debió efectuarse con
escasa profesionalidad, verificándose cuando gran parte de los muros habían
sufrido la limpieza que la última capa de cal ocultaba una serie de pinturas
murales de cronología tardogótica, con escenas relativas al Juicio Final, a la
Natividad y a la vida de san Julián el Hospitalario, pudiéndose salvar una serie
de paneles fruto de la actividad del denominado maestro de San Felices, activo
durante el último cuarto del siglo XV en varios templos del norte de Palencia y
sur de Cantabria (Valberzoso, Olea, Mudá, San Cebrián de Mudá o San Felices de
Castillería).
Rafael Navarro llegó a ver y describir “una
antigua Virgen gótica, dorada, sedente, con el Niño en brazos y que desde
tiempo inmemorial estaba ridículamente vestida...” y “una Virgen sedente de
la serie inmemorable de las del país. Es del siglo XII, con pomo en la mano,
coronada de florones y ropajes plegados. La efigie es mayestática”.
Actualmente, ambas imágenes han desaparecido.
La pila bautismal de Matamorisca, posiblemente
tardorrománica, está fechada en el siglo XIV por los autores del Inventario
Artístico de Palencia y su provincia. Actualmente se encuentra situada en el
ábside meridional, estando el baptisterio original en el hastial de la nave de
la epístola, bajo el coro, cerrado con reja de madera. Está configurada por dos
cuerpos, trabajados en piedra arenisca. El superior cilíndrico y el inferior
troncocónico invertido, ambos con decoración de arquillos ciegos en los que se
marca un cimacio o imposta y cuya datación nos parece de inicios del siglo
XIII.
Villavega de Aguilar
La localidad de Villavega de Aguilar, se
encuentra a 6 km al norte de Aguilar de Campoo, siguiendo la carretera a
Barruelo de Santullán. La iglesia de San Juan Bautista está situada en terreno
llano y perfectamente integrada dentro del núcleo rural.
La pertenencia de Villavega al monasterio de
Santa María la Real de Aguilar parece justificada por las referencias
encontradas entre la documentación de dicho cenobio, recogida por González de
Fauve. Se trata en la mayoría de los casos de donaciones y de ventas. Aparece
por primera vez en un documento de 1103, en el que Munia Fortúnez realiza una
donación al monasterio aquilarense. En 1141, el conde Osorio con su mujer
Teresa Fernández donan toda la heredad de Villavega con sus palacios y divisas.
Iglesia de San Juan Bautista
San Juan Bautista de Villavega es una sencilla
iglesia de una nave dividida en cuatro tramos, ábside semicircular precedido
por presbiterio rectangular, abierta en el muro sur y espadaña a los pies.
Está erigida con sillería arenisca de tamaño
regular, bien escuadrada y dispuesta, observándose que las piezas de mayor
grosor se colocan en la parte baja del edificio.
En el interior no se aprecia la talla original
debido al abujardado de las diferentes intervenciones posteriores.
Un arco triunfal apuntado y doblado se encarga
de separar la cabecera de la nave. Apoya en dos pares de columnas con
interesantes capiteles.
El hemiciclo de la cabecera presenta bóveda de
horno, en tanto que el presbiterio y la nave se cubren con bóveda de cañón
apuntado. La cubierta se encuentra sostenida por arcos fajones que reposan en
semicolumnas adosadas con sencillos capiteles y basas de sección circular. El
último tramo de la nave, justamente encima del coro de madera, tiene una
cubierta de cañizo a tres vertientes.
En el presbiterio se abren sendas puertas
románicas. Son de arco apuntado con capiteles decorados sostenidos por
columnillas. Una de ellas se encuentra cegada mientras que la otra da acceso a
la sacristía.
Al exterior, el ábside se levanta sobre un
pequeño podium y presenta una articulación de tres paños muy original a base de
columnas geminadas en un piso inferior y de un solo fuste en el piso superior.
Como ocurre en la iglesia de Gama, en el espacio central se abre un vano que es
ocultado por un contrafuerte macizo de cronología posterior. Este contrafuerte
central junto con los otros dos que se adosan a ambos lados del semicírculo
absidal sirve para reforzar la edificación. Una hilera de canecillos decora el
alero del ábside y una moldura lo recorre a la altura del arranque de las
ventanas.
Capitel perteneciente al lado izquierdo
del ábside, representa una gran cabeza de león engolando la columna.
Uno de los capiteles, bastante mal
conservado de las columnas adosadas al ábside. En él se ha esculpido una escena
de lucha ecuestre entre caballeros. La cornisa está decorada con rombos
recorrieno el perímetro exterior del ábside.
El acceso al templo se realiza desde una
portada románica, abierta en el tercer tramo del interior de la nave y
protegida por un atrio moderno. Posee arco apuntado, cuatro arquivoltas que
apoyan sobre capiteles decorados y chambrana.
En altura destaca la espadaña románica que se
eleva sobre el hastial. Está configurada en tres niveles con imposta lisa en el
cambio de cuerpo. El tramo inferior es totalmente macizo, a excepción de un
vano rectangular y estrecho. El tramo intermedio alberga las campanas en dos
aberturas de medio punto y el tramo superior posee el característico remate a
piñón.
La fisonomía original del edificio, a pesar de
las ampliaciones y modificaciones sufridas, se nos presenta bastante completa.
La fase constructiva dominante en el templo es claramente románica tardía –de
transición entre el siglo XII y el XIII– en la que se asienta la nave, ábside,
portada, ventanas y la espadaña. Esta delimitación cronológica que hacemos del
edificio no debe pasar por alto algunas reformas y añadidos posteriores: el
atrio, cuyas paredes laterales son con seguridad posteriores al cierre de éste;
sacristía construida en torno al siglo XVII-XVIII, la gran mayoría de los
contrafuertes, el cierre del campanario y el baptisterio.
La decoración escultórica es sumamente
interesante. En su interior, ésta se centra en los capiteles del arco triunfal,
en las dos arquerías del presbiterio, en el vano absidal y en los capiteles y
ménsulas que soportan los fajones.
El capitel representa una escena de
lucha y mediación. En el centro, entre los dos jinetes, aparece de pie la
figura del mediador sujetando las riendas de los caballos. Los caballeros, con
cota de malla y yelmos puntiagudos, cruzan sus armas: el de la izquierda, ha
clavado su lanza en el escudo de tipo normando que protege a su enemigo, quien
parece afectado por el golpe. Los caballos están captados en el momento del
salto. La figura mediadora en este capitel, frente a lo habitual que es una
mujer, es un ángel.
El arco triunfal descansa sobre columnas
geminadas cuyos capiteles representan dos grifos afrontados, muy similares a
los de la iglesia de Santa María de Villacantid, en Santander, con la que tiene
enormes semejanzas.
El otro capitel representa una escena de lucha
y mediación. En el centro, entre los dos jinetes, aparece de pie la figura del
mediador sujetando las riendas de los caballos. Los caballeros, con cota de
malla y yelmos puntiagudos, cruzan sus armas: el de la izquierda, ha clavado su
lanza en el escudo de tipo normando que protege a su enemigo, quien parece
afectado por el golpe. Los caballos están captados en el momento del salto.
Para García Guinea la figura mediadora es un ángel, frente al habitual carácter
femenino de este mediador, figuración del papel de la Iglesia en las
instituciones de la Paz y Tregua de Dios. El trasdós del arco orientado a la
nave está decorado con un dentado andresino semejante al de la segunda
arquivolta de la portada.
La ornamentación de las arquerías del
presbiterio se concentra en sus capiteles. La que permite el paso a la
sacristía tiene decorados sus dos capiteles con motivos vegetales, el izquierdo
provisto de cuatro niveles de caulículos. La portada cegada, al otro lado del
presbiterio, presenta en sus capiteles escenas con leones vueltos y afrontados,
con un fondo vegetal.
El único vano románico del ábside, hoy
condenado por el contrafuerte, se abría en el eje de éste. Las columnillas se
apoyan en basas de talla irregular cuya forma recuerdan las de Villanueva de
Pisuerga y Villacantid. Sus capiteles representan motivos vegetales, hojas
esquemáticas y piñas respectivamente. Dos impostas con decoración de rombos
recorren interiormente el semicírculo absidal.
El resto de la escultura que aparece en el
interior del templo se centra en los capiteles y ménsulas de los arcos fajones
de la nave. Representan motivos vegetales muy simples y un centauro sobre fondo
vegetal de cronología gótica.
El máximo interés decorativo del exterior del
templo se localiza en el ábside y en la portada. El primero, cuyo tambor se
articula en tres paños delimitados por columnas adosadas de original
disposición, puesto que hasta la altura de los cimacios de la ventana absidal
se presentan como columnas geminadas y a partir de este nivel y hasta
integrarse en la línea de canes de la cornisa continúan como columnas
sencillas.
Los capiteles inferiores que coronan las
columnas geminadas representan animales afrontados, en uno, y la cacería de un
oso o la lucha entre un hombre y un animal, en el otro. Según García Guinea es
probable que represente, como en Villacantid (Cantabria), la caza del oso.
Estas escenas de caza pudieran concebirse con sentido simbólico, de lucha
contra el pecado.
Este tema, que ya aparecía en la iconografía
tardorromana, se dará en buen número de ejemplos de época románica: Zillis,
Saulieu, Benavente o Jaramillo de la Fuente.
Los capiteles superiores representan una gran
cabeza de león engolando la columna, con vivos recuerdos del glouton del atrio
de Rebolledo de la Torre (Burgos) y una escena de lucha ecuestre entre
caballeros. Ambos enlazan con la cornisa de rombos que recorre el perímetro
exterior del ábside. Una hilera de canecillos decora la cornisa de la nave y
del ábside. En estos últimos se representa un lector y un ave con una serpiente
que se enrosca en su cuello, piezas que permiten filiar bien la escultura de Villavega
con el atrio de la citada iglesia de Rebolledo de la Torre; el resto son de
simple proa de nave.
La portada, de cronología posterior al ábside,
se organiza en torno a un arco apuntado, decorada su rosca con un bocel y
chevrons entre los que se representan figurillas humanas, animales y motivos
vegetales, alrededor del cual se disponen cuatro arquivoltas igualmente
decoradas.
La primera tiene el mismo dentado aunque la
decoración sólo aparece en dos de los dientes de sierra. El resto de
arquivoltas alternan molduración de boceles y medias cañas. Apean sobre cuatro
pares de columnas acodilladas carentes de basas y que descansan en un plinto.
Sus capiteles son muy toscos, con decoración vegetal, excepto en dos cestas que
representan una especie de aves y caballos afrontados. Estos motivos vegetales
también aparecen en los capiteles del vano románico abierto al exterior de la nave.
Tanto los prototipos vegetales como los dientes
de sierra, inspirados en modelos andresinos, han llegado a la iglesia de San
Juan Bautista de manos de un escultor poco hábil que acude a una evidente
simplificación de modelos. La tipología de la decoración de los capiteles, que
podemos considerar ya gótica, es indicadora de una cronología tardía.
En el baptisterio se conserva una pila
bautismal románica, de copa troncocónica invertida dividida en dos cuerpos, el
inferior liso y el superior decorado con bandas verticales que presentan hojas
cuatrifolias inscritas en círculos. La pieza guarda cierto parecido con las
pilas de Revilla de Santullán y San Miguel de Brañosera.
Brañosera
Brañosera está instalada en la
zona más septentrional del valle de Santullán, a los pies de las Sierras de la
Braña y de Híjar.
En el año 824 el conde Munio
Núñez y su mujer Argilo otorgaron fuero al lugar de Brañosera para que fuera
repoblado. Según el documento quedaban en el lugar restos de una “ciudad
antigua”. La primera mención a la primitiva parroquia parece clara: Et
populavimos infra ipsa longa silva Brania-Ossaria ecclesie sancti Michaelis
Archangeli et ponimus ad nostros dextros et ad nostros sinistros terras ad ipsa
eclesia pro remedio anime nostre ego Monnio Munniz et uxor mea Argilo (vid. el
texto completo en el Anexo). Por el documento de confirmación, en el que
aparecen las iglesias dependientes del monasterio de Aguilar de Campoo, dado
por Alfonso VIII en 1181, sabemos que la iglesia de San Miguel dependía ya de
la abadía aquilarense en esa fecha. Sin embargo, se desconoce el momento en que
esta iglesia pasó a depender del monasterio. Rodríguez de Diego apunta el
período comprendido entre el año de la fundación del monasterio premonstratense
de Aguilar (1169) y dicho año de la confirmación de Alfonso VIII (1180). La
pertenencia a la abadía de Aguilar queda reafirmada por la Bula laterense de
Honorio III dada el 15 de enero de 1224: ecclesiam S. Michaelis de Brannoxosa
cum omnibus pertinentiis suis. El diploma de Fernando III de 22 de octubre de
1231, otorgado en Valladolid, vuelve a confirmar las donaciones de Alfonso
VIII: facio cartam confirmationis, concessionis et stabilitatis Deo et
monasterio Sancte Marie de Aguilar... Monasterium Sancti Michaelis de
Brannossera cum omnibus pertinenciis suis. Tenemos datos que citan al alfoz de
Brañosera como dependiente de la jurisdicción de los alcaldes y del merino de
Aguilar, por orden de Alfonso X en 1255. En 1328 sabemos que las dos iglesias
de Brañosera, San Miguel y Santa Eulalia, estaban en uso, como se desprende de
un documento que refleja una contienda entre Santa María la Real de Aguilar y
los clérigos y concejo brañoserense sobre el reparto de los diezmos de ambas
iglesias. En el Libro Becerro de las Behetrías se cita como Bramisera,
especificándose que “es las dos partes solariego de don Tello e la terçia parte
abadengo del abad de Agilar e del abat de Çeruatos e del abad de Santa Cruz”.
Iglesia de Santa Eulalia
La iglesia de Santa Eulalia se
encuentra dentro del núcleo rural, semioculta entre otras edificaciones, al
oeste del caserío. El edificio sufrió serias transformaciones a raíz de su
voladura durante la revolución de octubre de 1934. Posteriormente reconstruida,
conserva aún interesantes restos románicos, sobre todo en la caja de muros y
espadaña occidental.
Tiene añadido un pórtico de
acceso y una sacristía en el lado meridional, así como una edificación
doméstica en su cabecera. Su interior, en cambio, está completamente
transformado.
La fábrica es de buena
sillería arenisca cuyo tono rojizo revela una procedencia local, de la cercana
Sierra de Híjar. Tiene nave única sin separación de tramos y testero plano.
La cabecera se cubre con
bóveda estrellada moderna y la nave con artesa de hormigón. En los muros norte
y sur se aprecian grandes arcos de descarga de medio punto.
El ingreso se efectúa a través
de un pórtico meridional moderno. La portada románica propiamente dicha, a la
derecha del acceso actual y avanzada con respecto al muro, está coronada por un
tejaroz sostenido por siete canecillos decorados (con rollo, voluta que remata
en bola, acantos y un león).
La portada
románica, actualmente cegada, avanzada con respecto al muro, está coronada por
un tejaroz sostenido por siete canecillos decorados. La cornisa con flores
cuatripétalas inscritas en círculos. La triple arquivolta combina dos
baquetones, una escocia y hojas de acanto. Una línea de cimacio vegetal se
prolonga por todo el intradós y el resalte de la portada. Es de hojas
entrelazadas y rizadas. Las columnas sobre las que se apoya la arquivolta
central llevan capiteles zoomórficos.
La portada es
coronada por un tejaroz sostenido por siete canecillos decorados (con rollo,
voluta que remata en bola, acantos y un león). La cornisa posee un motivo
ornamental formado por flores cuatripétalas inscritas en círculos.
La cornisa posee un motivo
ornamental característico entre los escultores de Rebolledo de la Torre: flores
cuatripétalas inscritas en círculos. La triple arquivolta combina dos
baquetones, una escocia y hojas de acanto. Esta última con claros paralelos en
Piasca, Arenillas de San Pelayo, Dehesa de Romanos y una ventana de Moarves.
Una línea de cimacio vegetal
se prolonga por todo el intradós y el resalte de la portada. Es de hojas
entrelazadas y rizadas. Las columnas sobre las que se apoya la arquivolta
central llevan capiteles zoomórficos: el de la izquierda con una lucha entre un
centauro que tensa su arco y un dragón que apoya su garra sobre el lomo del
anterior (semejante a otro capitel en el ventanal meridional de Zorita del
Páramo); el de la derecha con dos leones afrontados de cabezas giradas y colas
recogidas entre las patas, como en Gama.
El capitel de la
izquierda representa una lucha entre un centauro que tensa su arco y un dragón
que apoya su garra sobre el lomo del anterior
El capitel de la
derecha está adornado con dos leones afrontados de cabezas giradas y colas
recogidas entre las patas
Encima de la portada y
enmarcada por columnas acodilladas encontramos una ventana de medio punto.
Tanto la arquivolta como el guardapolvo están decorados con hojas de acanto
similares a las de la arquivolta central de la portada que apoyan sobre cimacio
corrido. El capitel de la izquierda tiene leones afrontados con las cabezas
vueltas y las colas bajo las patas, muy parecidos a los de la portada; el
capitel derecho, de tipo vegetal, muestra unas sencillas hojas estilizadas con
las puntas vueltas.
La espadaña remata a piñón y
tiene doble vano de medio punto separado por dobles columnas y columnas
angulares. La moldura de separación entre los dos cuerpos está decorada con
rombos y se prolonga por el remate del hastial. Los capiteles ostenta dragones
y temas vegetales muy erosionados. Sus vanos están decorados con chambranas
lisas.
Como anticipaba García Guinea,
la iglesia de Santa Eulalia queda dentro de la órbita de Juan de Piasca y de su
prolífica escuela, activa durante el último cuarto del siglo XII.
Navarro testimoniaba cómo la
portada –actualmente cegada– estuvo provista de una puerta con recios tablones
de roble y alguazas medievales. Igualmente publicó un cliché de una Virgen
sedente en madera policromada cuya advocación era la de Santa María la Real.
Esta imagen, de fines del siglo XII o inicios del XIII, desapareció tras las
revueltas de la década de 1930.
Sobre un sillar del muro norte
apreciamos un nudo laberíntico y en el muro oeste, un águila.
La pila bautismal, ubicada en
una pequeña exedra a los pies de la iglesia, presenta forma troncocónica
invertida. Labrada en arenisca, tiene 118 cm de diámetro por 76 cm de altura.
Está dividida en dos registros: el inferior liso y sin decorar, el superior
ligeramente resaltado con respecto a la base. En éste se localizan cruces
inscritas en el interior de círculos que alternan con motivos vegetales muy
estilizados. Todo ello distribuido en compartimentos separados por bandas
verticales. Navarro y García Guinea la catalogan como románica, sin embargo, su
escueta decoración en cierto modo arcaizante no facilita una datación demasiado
precisa.
Salcedillo
Salcedillo se sitúa en el
límite nororiental de la provincia de Palencia, a 7 km al noroeste de Barruelo
de Santullán, en el borde de la reciente carretera que conduce al valle
cántabro de Campoo de Suso a través del collado de Somahoz, siguiendo el antiguo
trazado de una vía romana. La pequeña localidad, perteneciente al término
municipal de Brañosera, es prácticamente limítrofe con la provincia de
Santander y se ubica a los pies de la Sierra de Híjar, ya en pleno ambiente
montañés. En el centro del poblado, y junto al pequeño puente sobre el río
Camesa, se erige la iglesia de San Martín Obispo, que hoy en día sigue
cumpliendo las funciones de templo parroquial.
Iglesia de San Martín Obispo
Aunque no conservada en la
actualidad, autores como Navarro y Rodríguez Muñoz recogen en sus estudios
noticias de la existencia de una inscripción en el interior del templo.
En ella figuraba la dedicación
y consagración del edificio, el 11 de febrero del año 1118, por parte del
obispo de Burgos, D. Pascual, quien ese mismo año consagraría también Santa
Eugenia de Cordovilla y San Miguel de Brañosera. Esta zona de la actual provincia
de Palencia formaba parte –en el siglo XII– de la diócesis burgalesa. Según
estos mismos autores, Salcedillo perteneció al monasterio premonstratense de
Santa María la Real de Aguilar de Campoo y al alfoz de esta misma villa, tal y
como consta en un privilegio de Alfonso X (1255) recogido por González de
Fauve.
Su actual disposición en
planta es el resultado de múltiples y profundas transformaciones, tal y como
ocurre con otras iglesias de la zona del valle de Santullán.
Posee dos naves, ábside
semicircular precedido de presbiterio, un cuerpo de acceso a la espadaña (esta
última adosada a los pies) y, por último, una sacristía cuadrangular adosada al
lado sur de la nave. Exceptuando otros materiales localizados en lugares muy
concretos (ladrillo, hormigón, mampostería y sillarejo), en la construcción de
época medieval predomina la sillería arenisca de un grano muy fino, similar a
la de Brañosera. Los distintos percances y reformas sufridas por el templo
–como la de 1931– han supuesto profundas alteraciones de su fábrica primitiva.
El hecho más importante, sin
lugar a dudas, fue su voladura con dinamita en 1934, que supuso la práctica
destrucción del edificio, como ocurrió con Santa Eulalia de Brañosera y Santo
Tomás de Barruelo. Pocos años después, en la década de los 40, distintas obras
de reconstrucción intentarían devolverle –con mayor o menor acierto– su aspecto
original.
La iglesia de San Martín
contaba, al parecer, con dos naves separadas entre sí por dos grandes arcos
formeros apuntados: una principal y otra añadida al lado sur. En esta última se
abren, además de la portada, tres vanos de medio punto y ambas se cubren con
hormigón que posteriormente se retocó con un enlucido de yeso. Al norte de la
nave principal se conserva semiderruida la que debió ser otra nave abierta
mediante un gran arco apuntado.
Al norte de la nave principal se conserva semiderruida la que debió ser otra nave abierta mediante un gran arco apuntado.
Todavía son
visibles, tanto en este muro norte de la nave como en el del lado sur, una
serie de canecillos que no hemos de catalogar como medievales, sino como
modernos.
Un arco triunfal de medio
punto, con triple arquivolta lisa y restos de policromía en sus dovelas, da
acceso a la cabecera que a su vez se compone de presbiterio recto y semicírculo
absidal, cubriéndose el primero con una simple bóveda de cañón apuntado,
mientras que el segundo lo hace con la característica bóveda de horno o de
cuarto de esfera, en este caso iluminada por un óculo que ayuda a dar un poco
más de luz al ya de por sí oscuro edificio. Al exterior sendos contrafuertes
(el del lado sur oculto por la sacristía) contrarrestan el empuje del arco
triunfal y una única ventana de medio punto abierta en el centro dinamiza el
paramento absidal, que se asienta sobre un doble zócalo o basamento.
El conjunto se completará con
la presencia de una sacristía y de la espadaña, de perfil escalonado y
relativamente moderna, con doble nivel de campanas, a la que se adosó una torre
prismática del siglo XVIII.
La portada, abierta en un
antecuerpo saliente del muro meridional, es el vestigio más íntegro del
edificio medieval y condensa la práctica totalidad de la ornamentación
escultórica.
Está formada por arco de medio
punto y tres arquivoltas protegidas por guardapolvo decorado con doble banda de
semibezantes separados por una línea. Las arquivoltas reciben decoración de
bocel abilletado la externa, bocel sogueado entre medias cañas con bolas la
media y banda de flores heptapétalas inscritas en roleos la interna. Descansan
sobre jambas y una pareja de columnas acodilladas cuyos capiteles, muy
erosionados, se decoran, el de la derecha, con dos leones rampantes afrontados
sobre hojas lisas con volutas, mientras que el de la izquierda, prácticamente
ilegible, desarrolla el mismo motivo de animales afrontados. Las basas
descansan sobre altos plintos.
El cimacio se desarrolla como
imposta por las jambas y se decora con un friso de flores cuatripétalas
inscritas en círculos que recuerdan a las de Pozancos y Rebolledo de la Torre.
Todavía son visibles, tanto en
este muro norte de la nave como en el del lado sur, una serie de canecillos que
no hemos de catalogar como medievales, sino como modernos pues presentan la
misma talla que los actualmente existentes en la iglesia de Barruelo de
Santullán y fueron obra de los mismos canteros que trabajaron en la
restauración de estos edificios en la década de 1940. Otro tanto ocurre con la
ornamentación de dientes de sierra que decora las cornisas. Tan sólo los
canecillos del exterior del ábside podemos considerarlos originales. Merece
señalarse la existencia de un pequeño relieve probablemente descontextualizado,
aparentemente un cuadrúpedo situado en el ángulo noreste de la nave principal,
por encima del tambor absidal.
Pese a la dificultad de
lectura que supone su complicada historia, la primera fase constructiva,
románica del siglo XII, dotaría al edificio de la que habría de ser su
configuración original y comprendería la nave y la cabecera, si bien García
Guinea sólo considera románico –y por tanto lo único que resta de la primitiva
iglesia consagrada por el obispo burgalés– el ábside y la portada.
En una segunda campaña, que
podríamos datar a lo largo de los siglos XVII -XVIII, se llevaría a cabo la
construcción de la torre, espadaña y sacristía. Analizando detenidamente su
planta se podría afirmar que la iglesia constaba en origen de una sola nave, en
cuyo muro sur se localizaría la portada, ahora desplazada y abierta en el muro
meridional de la nave añadida.
Navarro García nos habla de la
existencia de una Virgen románica sedente “anterior a la iglesia, que procedía
de una ermita desaparecida, más antigua que el templo que reseñamos…”, así como
de “una primorosa pila bautismal, entre las de más mérito en la copiosa serie
palentina”. Ambas piezas han desaparecido.
Valberzoso es una pequeña
población situada a 8 km al noreste de Barruelo de Santullán, muy cerca del
límite con Cantabria, en un paraje natural privilegiado al pie de la Sierra de
Híjar.
La iglesia de Santa María la
Real se encuentra en el punto más alto del núcleo urbano, en el lado norte,
junto a las últimas casas del pueblo. Fue declarada Bien de Interés Cultural
por la Junta de Castilla y León el 4 de marzo de 1993.
Iglesia de Santa María la Real
La primitiva iglesia de esta
localidad fue monasterio de Santa Eufemia, advocación relacionada quizá con
Santa Eufemia de Cozuelos. Rafael Navarro aventuraba como fundadora del
monasterio a la reina doña Sancha Alfonso, por asimilación a otras casas en territorio
de Cozuelos, aunque no se encuentra el testimonio documental que asevere tal
hecho. En la carta fundacional de la cercana Brañosera se cita el Valle
Verezoso como uno de los límites del territorio que el conde Nuño Núñez asigna
a los nuevos pobladores, aunque no podemos saber si se trata entonces todavía
de un simple pago o es ya un lugar habitado.
La localidad aparece de forma efectiva por
primera vez en un documento de 1173, en el que el cardenal Jacinto puso bajo la
protección del monasterio premonstratense de Aguilar a la iglesia y heredades
de Santa Eufemia de Valberzoso.
Años después, en 1204, el
monasterio de Aguilar compra la iglesia de Santa Eufemia de Valberzoso y otras
propiedades por 500 maravedís a Manrique Gómez e hijos. Esta iglesia junto con
heredades y collazos del pueblo son confirmados por Fernando III en octubre de
1231 y a fines del siglo XIII el dominio del monasterio de Aguilar abarca,
entre otros territorios, este lugar, que se dedica esencialmente a una
producción ganadera.
Las referencias documentales
de los siglos XIII y XIV son suficientes para justificar su pertenencia al
monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo como lo prueban las
ventas, usufructos, avenencias, conflictos y donaciones que tienen lugar. Confirmando
lo anterior, en el Libro Becerro de las Behetrías de 1351-1352, Valberzoso
sigue siendo lugar de abadengo perteneciente al abad de Aguilar, e incluso la
misma advocación del templo parece reafirmar tal vinculación.
La fisonomía original de la cabecera
quedó desvirtuada por la construcción de la sacristía, adosada al norte.
La estructura de la iglesia es
de una nave, portada abierta en el muro sur, espadaña a los pies y ábside
semicircular precedido de presbiterio rectangular, todo ello en excelente
sillería arenisca dorada. También utiliza mampostería en el atrio y sillarejo
con sillares angulares en el cuerpo de acceso a la espadaña.
En el exterior, el ábside se
levanta sobre un pequeño podium o zócalo y presenta dos contrafuertes de
sección rectangular que dividen el tambor en tres paños. El paño central y el
del lado izquierdo están perforados por sendas ventanas formadas por arco de
medio punto soportado por columnillas. Tienen chambrana decorada con rombos y
una moldura interior a modo de arquivolta con decoración de bolas que apea en
capiteles decorados.
Éstos se ornamentan con
racimos de caulículos, de traza muy popular, y palmas. Los de la ventana
central presentan cimacio decorado con entrelazos simples que se asemejan a las
molduras del interior. Una hilera de canecillos de formas geométricas decora el
alero del ábside y una moldura lo recorre a la altura del arranque de las
ventanas. La fisonomía original de la cabecera quedó desvirtuada por la
construcción de la sacristía, adosada al norte.
La ventana de la
izquierda del ábside está formada por arco de medio punto soportado por
columnillas. Tiene chambrana decorada con rombos y una moldura interior a modo
de arquivolta con decoración de bolas que apea en capiteles decorados. Éstos se
ornamentan con racimos de caulículos, de traza muy popular, y palmas.
El acceso al templo se realiza
a través de una interesante puerta de madera reforzada con herrajes medievales
similares a los de otras iglesias románicas del norte de Palencia.
La portada románica aparece
protegida por un atrio cubierto construido hacia 1671, fecha que aparece
grabada en un sillar. Se organiza en torno a un arco de medio punto, alrededor
del cual se disponen cuatro arquivoltas decoradas (con abilletado, elementos
zigzagueantes, boceles y escocias y sogueado) que recuerdan a la portada de
Salcedillo, con todo el conjunto protegido por una chambrana decorada con
rosetas. Las arquivoltas descansan a cada lado sobre parejas de columnas
coronadas por capiteles.
En la parte izquierda, el
capitel exterior está decorado con cestería regular muy deteriorada mientras
que el interior, apenas inciso, presenta una decoración vegetal de hojas
abiertas en abanico muy popular.
En el tramo derecho, el
capitel externo tiene decoración de trama romboidal con elemento floral en su
esquina mientras que el interno repite la decoración vegetal del capitel del
lado izquierdo, aunque éste se encuentra más deteriorado. El cimacio se prolonga
como línea de imposta y está decorado con trama de nido de abeja.
Sobre la portada aparece una
hilera de canes lisos sobre los que apoya la techumbre de madera del atrio. En
el hastial occidental se levanta una espadaña con un cuerpo en el que se abren
dos troneras que albergan las campanas, con remate a piñón. Su acceso es
posible desde una escalera adosada a los pies del templo. En un momento
constructivo posterior, probablemente hacia los siglos XVII-XVIII, se añadió el
muro que permite cubrir el cuerpo de campanas y plantear la larga escalera.
En el interior, presenta
bóveda de horno en el ábside, de cañón apuntado en el presbiterio y parte de la
nave y estructura de madera en el resto. La decoración escultórica en este caso
se limita a los cimacios de las pilastras que separan el segundo y tercer tramo
de la nave, que se coronan con máscaras vomitando tallos entrelazados y flores
cuatripétalas inscritas en círculos. Ambas piezas son características de los
talleres que trabajaron en templos como Pozancos y Rebolledo de la Torre (ca.
1186).
La ornamentación interior del
templo se complementa con un conjunto de pinturas murales localizadas en el
ábside, presbiterio y muro del evangelio.
En la bóveda de
cuarto de esfera las pinturas se extienden en cuatro registros o planos, de los
que aquí vemos completos tres.
El superior
representa a la Vírgen rodeada de ángeles. En el segundo de izquierda a
derecha, la Anunciación, Visitación, Nacimiento y Circuncisión y en el tercero
tres escenas, la primera no sabemos interpretarla, la segunda es la Adoración
de los Magos y la tercera la Huida a Egipto.
Se ve parte de la
cuarta, en medio la ventana, donde destaca la Misa de San Gregorio y la Matanza
de los Inocentes.
Pintura en el muro
absidial en el último registro que representa la Matanza de los Inocentes.
La temática de estas pinturas
se relaciona con escenas de la vida de Cristo, de la Virgen y representaciones
hagiográficas. Parecen ser labor del denominado maestro de San Felices, activo
a finales del siglo XV en varios templos del norte de Palencia (Matamorisca,
San Cebrián de Mudá, Vallespinoso de Cervera, Barrio de Santa María, Revilla de
Santullán y San Felices de Castillería), sur de Cantabria (Mata de Hoz, La Loma
y Las Henestrosas) y noroeste Burgos (Puentes de Amaya).
En el muro del evangelio
aparece una inscripción que las fecha en 1482. Dice así “ESTA OBRA MANDO FASER
IUA(n) G(onzal)ES PADRE DE TRYSTAN FYSOSE ANO DE MILL E CCCC E LXXX E DOS”.
Completa el tesoro artístico medieval del templo la imagen titular del mismo,
una talla de la Virgen con el Niño del siglo XIII.
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