Románico en Aguilar de Campoo y sus
alrededores2
Barrio de Santa María
La localidad de Barrio de Santa María se sitúa
a unos 14 km al oeste de Aguilar de Campoo al borde de la carretera local que
bordea la margen izquierda el embalse. En ella se encuentran dos edificios
románicos, la parroquial de La Asunción, y la ermita de Santa Eulalia o Santa
Olalla.
Junto con Barrio de San Pedro, Barrio de Santa
Olalla, constituían el valle de Ordejón y aparecen citados casi
indisolublemente, como en 1352, en el Libro Becerro de las Behetrías, en que se
sitúan en el alfoz de Aguilar, como solariegos de don Tello. Quizá ese Ordejón
sea el mismo Orzeion de Caderamo, con la entidad de alfoz, que marca uno de los
límites de la villa de Aguilar, según el privilegio concedido en 1255 por
Alfonso X. Rafael Navarro dice que en el siglo XI se llamó La Serna de Santa
María, denominación que “consta en documentos de 1092 y otros anteriores”.
Ermita de Santa Eulalia
El pequeño edificio –que no cumple funciones
litúrgicas en la actualidad– se ubica en la vertiente norte de un pequeño
cerro, rodeado de prados y tierras de cultivo, y muy cerca –apenas unos 200 m–
de la población de Barrio de Santa María, en el lugar conocido como Ordejón.
Fue la parroquia de la desaparecida aldea de Barrio de Santa Olalla, citada así
en el Libro Becerro de las Behetrías. Hoy la tradición oral señala en este
lugar la existencia de un despoblado, al pie de la iglesia, del que todavía se
conservan restos constructivos traducidos en piedras sueltas y tejas. Navarro
afirmaba en 1939, y tras él otros muchos autores, que éste fue erigido bajo los
auspicios de doña Sancha Alfonso y como dependiente de Santa Eufemia de
Cozuelos; sin embargo no se conserva ningún testimonio documental al respecto.
La iglesia de Santa Eulalia de Barrio de Santa
María –declarada Monumento Histórico-Artístico el 20 de enero de 1966– se
asienta en una empinada ladera, emplazamiento que afectará a la estabilidad de
los muros, que presentan grandes grietas, sobre todo en el paramento absidal.
Presenta una planta sencilla, de pequeño tamaño
y muy equilibrada en su concepción espacial: nave única –recorrida en su parte
inferior por un banco de piedra– articulada en cuatro tramos y ábside
semicircular precedido de presbiterio. Sobre el hastial occidental de la nave,
se alza una pequeña espadaña –rematada por un frontón curvo flanqueado por
bolas y coronado por una cruz– de cronología barroca. El hecho de que se
mantenga sin aditamento alguno hace de este edificio uno de los ejemplos mejor
conservados de la provincia y modelo de aquellas iglesias populares palentinas
de una sola nave.
Casi todo el conjunto se levantó utilizando
sillares de piedra arenisca, incluyendo los elementos decorativos de las
ventanas absidales en piedra caliza blanca. Uno de los contrafuertes del muro
sur fue probablemente rehecho en mampostería debido a algún desmantelamiento o
desplome posterior.
La nave se cubre con bóveda de cañón apuntado,
aunque a simple vista da la impresión de ser una simple bóveda de cañón un
tanto elevada. El despiece de la misma se realiza en perfecta sillería,
dividida por tres arcos fajones que apoyan en semicolumnas con capiteles
decorados y basas de toro plano. La unión de la bóveda con los muros
–recorridos en su parte inferior por un pequeño rebanco sobre el que descansan
las columnas– aparece remarcada por una línea impostada con simple bocel. Tan
sólo una pequeña ventana saetera abocinada que se abre en el hastial ilumina su
interior que, a juzgar por los canecillos en forma de proa (concretamente seis
en cada uno de sus muros norte y sur) y por los mechinales conservados, tuvo en
su momento una especie de coro superior que llegó a ocupar tres de los cuatro
tramos.
En la actualidad el templo está totalmente
exento y libre de añadidos, aunque en el muro oeste todavía es visible una
profunda roza que nos indica la posible existencia anterior de un tejadillo o
habitáculo adosado. Señalar por último que dos estrechos contrafuertes
escalonados refuerzan ambos ángulos del grueso hastial.
En general el interior de la nave de Santa
Eulalia es muy similar al de otros edificios de las mismas características,
como puede ser San Vicente de Becerril del Carpio Villanueva de Pisuerga,
Cillamayor o Santa Cecilia en Vallespinoso de Aguilar. El arco triunfal
apuntado y de triple rosca que separa la nave del presbiterio descansa sobre
soportes idénticos a los de la nave, aunque de mayor grosor, si bien las basas
presentan un toro más grueso, fuerte y abombado. El presbiterio, de menor
anchura que la nave, se cubre de nuevo con bóveda de cañón apuntado –en este
caso es algo más pronunciado– y posee también un zócalo adosado a sus muros.
Una línea de imposta nacelada y totalmente lisa nos vuelve a señalar la unión
de bóveda y muro.
El espacio absidal es semicircular, se cubre
con bóveda de cuarto de esfera, y tres impostas de perfil nacelado y decoradas
recorren interiormente todo su perímetro. Hasta no hace muchos años (1939) este
espacio estaba oculto por un retablo. Exteriormente el paramento se refuerza
por la presencia de dos columnas entregas rematadas por sendos capiteles
decorados que poseen basa con collarino y toro aplanado, descansan sobre un
plinto de gran altura y de sección prismática. Dichas columnas dividen verticalmente
el lienzo absidal en tres paños; en cada uno de ellos se abre una ventana
saetera abocinada con derrame interior. Se decoran con arquivolta de medio
punto, compuesta por baquetón entre medias cañas, guardapolvo y dos pequeñas
columnas con sus correspondientes capiteles y cimacios. Horizontalmente el
tambor absidal también se articula en tres espacios gracias a las dos líneas de
imposta, una como prolongación de los cimacios de los capiteles de las ventanas
y la otra bajo estas mismas ventanas, que lo recorren abrazando, inclusive, los
fustes de las columnas. Como viene siendo norma, el ábside se remata con un
alero con canecillos en forma de proa de nave.
El edificio presenta en su conjunto una gran
unidad formal. A tenor de lo expuesto podemos afirmar que la iglesia románica
se construyó durante los últimos años del siglo XII y principios del XIII.
Posteriormente se llevaron a cabo algunas reformas en su caja muraria, tal y
como se desprende del hecho de que algunos sillares de los muros norte y sur de
la nave presenten una disposición irregular que rompe con la unidad del
conjunto. Estas reformas pudieron deberse a la inestabilidad del edificio,
motivada por su ubicación en una pronunciada ladera de tierras arcillosas. La
espadaña, ubicada sobre el hastial, es de estilo barroco.
La portada, abierta en su muro norte recoge
buena parte de la ornamentación esculpida de Santa Eulalia. Se compone de
cuatro arquivoltas apuntadas formadas por simples baquetones lisos y listel
interior tallado con motivos de ovas andresinas muy esquemáticas. Los cimacios
tienen decoración de hojas carnosas trepanadas, apalmetadas y entrelazadas que
nacen de máscaras. Las arquivoltas descansan sobre dos semicolumnillas y dos
columnas exentas a cada lado, con sus correspondientes capiteles vegetales de gran
esbeltez, decorados a base de estrechas palmetas cruzadas del mismo tipo que
las de Rebolledo de la Torre y Vallespinoso. En el frente del cuerpo de la
portada, a uno y otro lado del arco, bajo la línea de imposta, se abren una
serie de arquillos.
Hay que señalar también que la puerta conserva
parte de los herrajes medievales, con grandes alguazas rematadas en curvas que
insinúan motivos vegetales y espacios rellenos con hierros en forma de V.
La decoración escultórica más interesante se
concentra en el exterior de las tres ventanas absidales. La del lado norte
posee dos capiteles decorados, uno con la representación bíblica del Pecado
Original, situadas las figuras de Adán y Eva una a cada lado del frondoso árbol
del Bien y del Mal en cuyo tronco se enrosca la serpiente, mientras que el
cimacio se ornamenta con anillos entrelazados.
El otro lleva un motivo vegetal de hojas muy
angulosas rematado en acantos, presentando unas formas coronando la cesta del
capitel que muy bien pudieran tratarse de cabezas muy deterioradas; sus
cimacios presentan relieves de tallos serpenteantes y flores estrelladas o
cuatripétalas con rosetón central. Esta representación de Adán y Eva es muy
común dentro de la iconografía románica palentina y aparece en otros edificios,
como por ejemplo en Pozancos, Cabria o Villanueva de Pisuerga. En la ventana
abierta en el tramo central, la única que lleva decoración también al interior,
la chambrana o guardapolvo aparece decorada con semiesferas cuarteadas y las
restantes molduras con simples boceles. Sus capiteles, muy esquemáticos,
presentan la cesta casi lisa, tan sólo decorada con remates en formas
ligeramente apiñadas entre líneas de puntos y estrechas volutas en lo alto.
En cambio los cimacios se ornamentan de forma
más prolija a base de hojas carnosas en el interior de círculos enlazados o
bien hojas curvas vomitadas por una máscara desde la esquina. Posee, además, un
tímpano contorneado por diminutas puntas de diamante y un extradós polilobulado
en el que se representa un ángel barbado bendiciendo, con las alas extendidas.
En el interior presenta dos capiteles con cesta
lisa y decoración vegetal, mientras que los cimacios muestran ovas afrontadas.
Por último, la ventana abierta en el lado sur tiene sus capiteles figurados con
representaciones de arpías afrontadas tocadas con gorros frigios y un grifo
atacando a un león, ambas piezas con fondo de entrelazos y cimacios decorados a
base de tallos ondulantes y perlados que surgen de máscaras. El estilo recuerda
indudablemente a los escultores de Rebolledo de la Torre (Burgos) que informan
toda una escuela activa en Cabria, Pozancos o Barrio de Santa María de Becerril
del Carpio.
Ventana abierta en el tramo central, la única que lleva decoración también al interior. Presenta dos capiteles con cesta lisa y decoración vegetal, mientras que los cimacios muestran ovas afrontadas.
Pero además de capiteles y cimacios las
impostas molduradas que articulan el tambor absidal, tanto interior
exteriormente, también aparecen decoradas: las primeras a base de motivos
geométricos (celdillas romboidales, semicírculos afrontados y ajedrezado),
mientras que en las segundas se alterna la ornamentación de carácter vegetal y
geométrico. En el exterior, las impostas que rodean las semicolumnas presentan
una reducida y curiosa escena con un combate entre dos dragones. Por su parte
las columnas entregas enlazan con el alero mediante unos anchos capiteles que
se decoran a base de esquemáticos acantos.
En cuanto a la nave, su interior presenta una
humilde decoración escultórica. Todos los capiteles, tanto los del arco toral
como los de los fajones, tienen cestas lisas aunque decoradas con motivos
vegetales a base de hojas en espiral, pomas, piñas, etc., sus cimacios enlazan
con la línea de imposta de la nave. También aparecerán decoradas algunas basas
de las columnas del muro sur a base de dientes triangulares.
Exteriormente los muros de la nave se coronan
por un alero con simples canecillos de proa de nave, idénticos a los del
ábside.
Para García Guinea los capiteles exteriores de
las ventanas de ábside siguen en la línea de los realizados por el maestro de
la portada de Moarves, mientras que los del interior de la nave y arco toral
presentan unos cimacios y capiteles muy similares a los de Santa María de Mave,
“ambas iglesias probablemente del mismo momento”, algunos de ellos
realizados bajo la influencia del maestro de Piasca o de su escuela y en su
conjunto, “artistas que trabajaron en Villanueva de Pisuerga, labraron
muchos motivos de la iglesia de Santa Eulalia”. Y si para Enríquez de
Salamanca los capiteles de la portada son de tipo andresino, Hernando Garrido
relaciona las máscaras de la portada con las existentes en otros edificios
palentinos y ve en la decoración de sus capiteles la huella del maestro de Rebolledo
de la Torre (Burgos), visible en San Cebrián de Mudá y Vergaño entre otros.
El espacio absidal es semicircular, se
cubre con bóveda de cuarto de esfera, y tres impostas de perfil nacelado y
decoradas recorren interiormente todo su perímetro.
Como se observa su cabecera consta de
pinturas murales que parece se realizaron en torno al 1300. Los frescos, sobre
una fina capa de cal sin enlucido, han perdido consistencia, y, quizás, parte
de su cromía, por lo que hoy apenas se aprecian planos y líneas en rojo,
blanco, negro y un azul escaso. Es una pintura representativa del tránsito del
románico al gótico.
Santa Eulalia de Barrio de Santa María conserva
en su interior un interesante conjunto pictórico decorando los muros del ábside
y parte del paramento sur de la nave. Representan una serie de escenas que
aparecen encuadradas en varias cartelas, separadas por bandas decoradas con
distintos motivos geométricos: cruces, dientes de sierra, ajedrezados, etc.
Según Mingorance i Ricart, el programa iconográfico haría referencia al Juicio
Final y a los castigos infernales.
En la bóveda restos de la pintura mural
de un Pantocrátor con Mandorla, con símbolos de los evangelistas. Se aprecian
rostro, manos (bendiciendo y con la esfera del muno), trono, pies y mandorla en
dibujo de línea, flanqueada por el Tetramorfos anamalesco, Marcos y Lucas abajo
y, casi perdidos, Mateo y Juan.
En el lado sur del presbiterio se
representan los castigos infernales. arriba un gran diablo sujeta un alma que
se abrasa con su bolsa al cuello (avaricia) y otros cargan a sus espaldas
espíritus adulos que conducen a una gran caldera. Debajo otros demonios
fustigan almas que se asan boca abajo mientras otras son empujadas a las fauces
del Leviatán.
En la columna del arco triunfal aparece
un joven santo (¿Juan?), junto a una figura femenina con una rueda, atributo
martirial de San Catalina.
Al norte dos registros superpuestos:
entrada en el Paraíso en el que los ángeles portan las almas de los difuntos
representados como niños desnudos, y debajo, piscostasis o pesaje de las almas
con el esquema de San Miguel apartando al demonio y, por fin entrada de los
justos en el seno e Abraham, figura nimbada a la izquierda.
En la columna del arco triunfal se pintó
en este lado a san pedro con las llaves.
En general, la gama cromática utilizada fue muy
reducida, predominando los colores ocres, rojo, azul, negro y blanco. En cuanto
a su cronología hay diversas opiniones: mientras que García Guinea las cree
contemporáneas a la edificación de la iglesia (primeros años del siglo XIII),
Sureda las retrasa a la segunda mitad del siglo XIII. Por su parte Mingorance
las considera góticas –en torno al 1300– realizadas “por un maestro de
segunda fila que aún no ha asimilado plenamente las formas nuevas” y
caracterizadas por un notable carácter lineal y fuerte capacidad narrativa, a
pesar de ser una obra de marcado acento popular. Sea como fuere las pinturas de
Santa Eulalia de Barrio de Santa María hemos de considerarlas como uno de los
conjuntos pictóricos medieval más interesantes y mejor conservados de la
provincia de Palencia. La simbiosis de su arquitectura, pintura y escultura
convierten al edificio, para Lojendio y Rodríguez, en “uno de los monumentos
más bellos y más perfectamente concebidos de la región de Palencia”.
Rafael Navarro llegó a ver una Virgen sedente
con el Niño “de gran valor arqueológico” pero nada nos dice al respecto;
sin embargo distintos testimonios nos hacen pensar que pudiera tratarse de una
pieza de cronología románica o gótica. Actualmente se supone en la Colección
Fontaneda. El mismo autor señala también la existencia de un Cristo “románico-gótico”
del siglo XIII, que tampoco se conserva.
La pila bautismal es muy simple, de forma
troncocónica invertida y sencilla moldura en el borde, y apoya directamente en
el suelo; aunque carece de decoración, el tipo de talla utilizado nos indica
que pudiera tratarse de una pieza perteneciente al mobiliario litúrgico
original, de época románica. Se encuentra en el cuarto tramo de la nave.
Podemos dividir las intervenciones
restauradoras tipo realizadas en Santa Eulalia en dos tipos: arquitectónicas y
pictóricas. En las primeras, realizadas en la década de los 80 del presente
siglo, las actuaciones se limitaron a sustituir el pavimento original. Se
procedió igualmente a la realización de una zanja perimetral de drenaje, que
desgraciadamente rompió todos los posibles niveles arqueológicos que
relacionasen el edificio con su entorno. Esta misma intervención introdujo
algunos sillares deteriorados en el interior, limpió gran parte de los muros
interiores y tapió una hornacina que se había abierto en el muro epistolar del
presbiterio. También se llevó a cabo la restauración de la primitiva puerta,
añadiéndose en ferralla algunas de las piezas en forma de V; de momento estas
nuevas piezas aún se pueden distinguir de las originales, pero la oxidación
avanza de tal modo que en muy pocos años será muy difícil distinguir las
primitivas de las modernas.
La restauración de las pinturas murales fue
realizada por el equipo de restauración de pintura mural del Centro de Estudios
del Románico, de Aguilar de Campoo, dado el lamentable estado de conservación
en el que se encontraban. El deterioro de las pinturas (evidente ya en 1939),
según el informe técnico elaborado por Barbero Encinas y Martínez Valverde,
surgió por el cúmulo de varios factores: una enorme falta de estabilidad
estructural (motivada por la ubicación topográfica del edificio), las malas condiciones
climatológicas de la zona (un grado de humedad muy elevado) y el estado de
abandono prolongado en el que se sumió el edificio. La restauración de la
iglesia efectuada en los años 80 tampoco mejoró las condiciones de conservación
de la pintura mural que fue concebida sin ninguna capa de enlucido en la
preparación de los muros. El resultado final de la restauración iniciada a
finales de 1989 permitió fijar y desenmascarar una serie de frescos que se
encontraban en un lamentable estado.
Vallespinoso de Aguilar
Vallespinoso se sitúa a unos 10 km al suroeste
de Aguilar de Campoo siguiendo la sinuosa carretera que bordea por el sur el
embalse de Aguilar y conduce hasta las suaves ondulaciones de la Ojeda. La
ermita de Santa Cecilia se alza sobre una alta peña que domina por el sureste
el angosto valle en el que se enclava la población de Vallespinoso de Aguilar,
constituyendo uno de los emplazamientos más sugestivos y hermosos de cuantas
iglesias románicas se conservan en la provincia. El peñasco sobre el que se asienta
el edificio cae verticalmente sobre el costado sur, quedando rodeada la ladera
norte por tierras de labor. Al propio interés estético del conjunto debemos
sumar su estratégica ubicación como enclave defensivo: apenas a doscientos
metros hacia el oeste del edificio un estrecho paso, que aprovecha una
hendidura practicada en la roca, permite el acceso hasta un collado que pone en
comunicación el valle de la Ojeda con la comarca de Aguilar.
No tenemos constancia documental anterior al
siglo XIV que hable de la localidad de Vallespinoso. El primer testimonio nos
lo proporciona el Libro Becerro de las Behetrías, que habla de Valdespinoso
como lugar solariego de don Tello y perteneciente al alfoz de Aguilar. La
primera referencia al edificio aparece en la Estadística de la Diócesis de
Palencia de 1345, publicada por san Martín Payo, que cita en Valde Spinoso
la eglesia de santa zecilla.
El templo, en estado ruinoso y convertido en
ermita tras la construcción de la parroquial, fue declarado Monumento
Histórico-Artístico en 1951 y restaurado por la Dirección General de Bellas
Artes en 1958. Actualmente se encuentra cerrado al culto siendo la turística su
única función.
Ermita de Santa Cecilia
La iglesia se construyó en sillería de talla
regular bien dispuesta que va reduciendo su tamaño en altura. Las cubiertas, el
muro septentrional y el hastial occidental fueron restaurados en 1958 a raíz de
su estado de ruina, reutilizándose en lo posible la sillería original. El
remate de la torre adosada al muro sur fue también restaurado implantando una
sorprendente falsa cúpula de ladrillo revocada simulando sillería.
La planta consta de nave única rematada por
cabecera compuesta de presbiterio rectangular y ábside semicircular.
El acceso se efectúa a través de una portada
abierta en el muro sur y protegida por una especie de patio delimitado por un
muro prolongación del hastial y la estructura de la torre. Esta última aparece
adosada entre la portada y el hemiciclo absidal, y presenta planta cuadrangular
en su base y circular desde una altura de cuatro metros y medio hasta su
remate.
Su carácter no está muy bien definido, pues al
mismo tiempo que alberga la escalera de caracol que comunicaba con la espadaña
–que se erguía sobre el triunfal– parece sugerir una función defensiva. Viene a
apoyar esta interpretación el hecho de que el acceso a la escalera de caracol
se realice desde el interior del edificio y a una cierta altura, lo que hacía
imprescindible la utilización de una escalera de mano. Un pasillo abovedado da
paso al exterior del ábside, el cual articula su tambor en tres calles delimitadas
por sendas columnas entregas cuyos capiteles alcanzan la cornisa, integrándose
en la línea de modillones decorados que la soporta. En cada paño del ábside se
abre una ventana, bajo cuyo alféizar corre una imposta que lo divide así en dos
cuerpos. Las ventanas son de medio punto, abocinadas con derrame interno y
externo, con chambrana decorada. Presentan así mismo una sencilla moldura
esculpida en el intradós del arco.
En el interior, el arco triunfal, apuntado y
doblado, aparece decorado con una hilera de dientes de sierra. Descansa sobre
una pareja de columnas adosadas con capiteles historiados, cimacios esculpidos
y basas de perfil ático con lengüetas y garras. Estas columnas apoyan en un
alto zócalo que se prolonga a modo de banco corrido por todo el perímetro del
presbiterio. La importante diferencia de alturas entre la nave y el presbiterio
se salva mediante seis escalones.
La nave, cubierta con bóveda de medio cañón
fruto de la restauración, descarga su primer arco fajón sobre columnas adosadas
que presentan también capiteles y cimacios esculpidos sobre alto pedestal. Los
dos restantes arcos fajones de la nave descansan sobre ménsulas simplemente
molduradas. El ábside se cubre con bóveda de cuarto de esfera, y el presbiterio
con cañón apuntado. Interiormente el hemiciclo aparece recorrido por dos
sencillas molduras esculpidas, una bajo el cuerpo de ventanas y la otra a la
altura del arranque de la bóveda. El perímetro interior del presbiterio aparece
articulado por dos arquerías ciegas trilobuladas, de dovelaje cuidadosamente
engatillado, que apoyan en columnas, dobles las centrales y simples las de los
lados. Este tipo de arcadas sigue el esquema de las vistas en Barrio de Santa
María, Zorita del Páramo, La Asunción de Perazancas, Villanueva del Río o en la
cántabra iglesia de Santa María de Piasca.
La iglesia presenta, como es habitual, una
portada abierta en el muro sur de la nave, protegida así de los fríos vientos
del norte. Se abre en un antecuerpo saliente y se compone de seis arquivoltas
molduradas con baquetones entre medias cañas, excepto la tercera que muestra
una decoración a base de grandes hojas de palma vueltas y con puntas rematadas
en molinillos, en gran parte restauradas. Las jambas y columnas que recogen las
arquivoltas apoyan sobre un alto pedestal, necesario debido al desnivel que presenta
el terreno sobre el que se asienta la iglesia.
La decoración de los capiteles, al igual que
ocurre con los cimacios –en gran parte restaurados y con decoración vegetal de
entrelazos– forma una banda continua que desborda el marco de las cestas para
extenderse a modo de friso a ambos lados de la puerta.
De izquierda a derecha aparecen representadas
las siguientes escenas: en el friso de la parte izquierda y sobre fondo vegetal
vemos un dragón de larga cola enroscada mordiendo el escudo de un infante
ataviado con cota de malla, el cual le asesta un golpe con su espada.
En los dos primeros capiteles se desarrolla el
combate de dos centauros afrontados entre follaje, similares a los
representados en Rebolledo de la Torre y Barrio de Santa María de Becerril del
Carpio; sigue un capitel vegetal finamente calado y otro, muy deteriorado, con
dos serpientes aladas. A continuación, una representación del avaro con la
bolsa de monedas al cuello, acompañado por un diablo de cabellos llameantes.
El último capitel muestra un difunto sobre el
lecho mortuorio tras el cual un sacerdote levanta un libro en la mano derecha y
señala al yacente con la izquierda. A su lado, un ángel sujeta un caballo. Como
señala García Guinea pudiera tratarse de una representación de la
extremaunción. Sobre la jamba, se desarrolla el tema de la psicostasis: San
Miguel junto con otro ángel pesa en una balanza un alma mientras que el diablo
se aferra a uno de los platillos. La iconografía de estos tres últimos relieves
trae a la memoria la del capitel del avaro de la galería porticada de Rebolledo
de la Torre (Burgos).
En el lado derecho de la portada encontramos la
representación de las Tres Marías bajo arquillos (prácticamente perdidos por
erosión del relieve) ante el sepulcro vacío de Cristo, siguiendo la fórmula
tradicional que muestra a las mujeres portando los óleos en sus manos veladas y
al ángel que, situado en la cabecera del sarcófago, anuncia la resurrección de
Cristo.
El esquema de la representación lo encontramos
repetido y asociado como aquí a la psicostasis en la portada de Villanueva de
la Peña, relación entre decoraciones tratada más en extenso en Hernando
Garrido, 1994b. Tras la Visitatio Sepulchri aparecen dos enigmáticas figuras:
una, masculina y vestida con túnica que le cae hasta los pies, parece dirigirse
con su diestra al ángel vecino y porta un bastón o cetro con la otra; le
acompaña una mujer que se lleva las manos al pecho.
Ya sobre el primer capitel de este lado
izquierdo vemos a dos personajes vestidos con ropas talares portando un libro y
simétricamente dispuestos a ambos lados de una estilizada hoja de borde
lobulado, iconografía que también encuentra su paralelo en la portada de
Villanueva de la Peña.
Sigue una cesta vegetal con alargadas hojas
lobuladas que acogen brotes en sus puntas y ramillete central y, en el
siguiente, una pareja de arpías afrontadas de colas enroscadas, relieve éste
bastante deteriorado. Completan la decoración de los capiteles dos vegetales de
palmas muy ramificadas y entre ellos uno figurado con dos personajes barbados
realizando con sus manos alzadas mostrado las palmas un gesto de respeto y
sosteniendo grandes manojos de llaves. Sobre el friso de la parte derecha de la
portada vemos un grupo de nueve personajes en actitudes diversas cuya
identificación resulta sumamente compleja, tanto por lo complicado de la
composición como por lo desgastado del relieve. En algunos parece clara la
referencia a actividades agrícolas, como en el caso del primero de ellos, que
porta una especie de mayal.
El siguiente sujeta un calderillo o cestillo y
un objeto cortante, posible referencia a labores de vendimia, mientras su
compañero maneja un objeto oblongo que pudiéramos interpretar como un personaje
vertiendo el vino de un odre al barrilillo, como en la portada de Beleña de
Sorbe (Guadalajara). Mayor dificultad ofrecen los dos siguientes personajes, el
primero removiendo en una especie de escudilla y el segundo sosteniendo un
objeto alargado envuelto en un paño. El personaje de su derecha, acompañado de
otra figura de reducidas dimensiones y muy perdida, aparece ante una mesa
repleta de manjares realizando un gesto de bendición con su diestra (índice y
corazón extendido). Concluyen la escena dos figuras, separadas por una especie
de columna, la extrema tocada con capirote y en actitud de calentarse. El
conjunto de personajes, salvo el de menor tamaño junto al comensal, forman un
grupo coherente, todos vestidos con túnica a excepción del rústico tocado con
capucha, quien porta un sayón. El canon de las figuras es algo achaparrado y se
presentan bien descalzos bien con puntiagudos calzados. Si las atribuciones
avanzadas se confirmasen estaríamos aquí ante un fragmentario calendario, del
tipo del citado en Beleña de Sorbe.
Los canecillos que soportan las cornisas
presentan perfil de proa de barco salvo en el presbiterio y ábside, donde
aparecen profusamente decorados con motivos geométricos (perfil de nacela y
nacela con dos rollos), vegetales (acantos de puntas rematadas por molinillos),
animalísticos (ave de pescuezo vuelto con una serpiente enroscada, tipo que
vemos igualmente en Piasca, águila y león) y representaciones humanas (una
priápica y otra de un músico tocando la viola con arco).
Las ventanas absidales reciben igualmente
decoración. Las laterales, que carecen de columnas, presentan chambrana ornada
con friso de hojas caladas vomitadas por un dragón y un basilisco.
La central se decora con mayor profusión y
observamos así en los cimacios hojarasca del tipo de la vista en los de la
portada. El arco, por su parte, recibe un friso de acantos con profundas
acanaladuras y rematados en molinillos y la pareja de capiteles que lo reciben
se decoran respectivamente, el izquierdo con una pareja de grifones afrontados
y enlazados por una banda de contario, y el derecho con dos arpías masculinas
también afrontadas y tocadas con gorro frigio. En ambos capiteles son evidentes
los paralelos con motivos vistos en Santa Eulalia de Barrio de Santa María, El
Salvador de Pozancos, La Asunción de Perazancas y Rebolledo de la Torre. Los
capiteles que coronan las columnas entregas del ábside son vegetales, decorados
con dos niveles de acantos uno y con hojas lobuladas y de puntas entrecruzadas
el otro, ambos encuentran sus equivalentes en la galería porticada de Rebolledo
de la Torre.
Ya en el interior, la imposta que recorre todo
el perímetro del ábside por encima del nivel de las ventanas presenta un motivo
ornamental de entrelazo vegetal. Esta imposta se extiende por los muros del
coro con el mismo motivo ornamental.
La arquería que orna los muros laterales del
presbiterio presenta dos series de tres capiteles. El capitel central del lado
del evangelio se decora con tres figuras bajo complicadas arquerías
trilobuladas con decoración vegetal tipo ataurique.
La figura central, muy deteriorada en su parte
inferior, parece portar una bolsa al cuello y aparece encadenado por una gruesa
argolla sujeta a una cadena y una cuerda de las que tiran dos seres
antropomorfos de rasgos grotescos y garras de ave, ambos muy deteriorados.
García Guinea veía aquí una posible representación del alma encadenada por el
pecado mortal, en este caso la avaricia, estableciéndose pues una conexión con
la iconografía de los capiteles de la portada. Sea como fuere, el esquema
compositivo recuerda al habitual en las representaciones del Señor de los
Animales o personaje dominando bestias. En las caras laterales de la cesta
aparecen, también bajo arquillos, dos aves rapaces.
El capitel central del lado del
evangelio se decora con tres figuras bajo complicadas arquerías trilobuladas
con decoración vegetal tipo ataurique. La figura central, muy deteriorada en su
parte inferior, parece portar una bolsa al cuello y aparece encadenado por una
gruesa argolla sujeta a una cadena y una cuerda de las que tiran dos seres
antropomorfos de rasgos grotescos y garras de ave, ambos muy deteriorados.
El capitel sencillo del lado derecho presenta
una pareja de personajes ataviados con túnicas dominando leones, en una
disposición que recuerda fuertemente la de otro de la ventana central del
ábside de Piasca. Cada personaje se dispone en una de las caras visibles de la
cesta, aparentemente sentados, e introduciendo sus manos en las fauces de tres
leones, en Vallespinoso el central casi perdido. Tema de difícil
interpretación, presenta paralelos con otro de San Zoilo de Carrión de los
Condes, que pudieron actuar como modelos de éste y de otro similar de la
portada de Pozancos.
El
capitel sencillo del lado derecho de la nave del evangelio presenta una pareja
de personajes ataviados con túnicas dominando leones.Cada personaje se dispone en una de las
caras visibles de la cesta, aparentemente sentados, e introduciendo sus manos
en las fauces de los leones
El capitel del lado izquierdo presenta el
motivo del jinete vestido con larga túnica en actitud de partir que sujeta las
bridas de su montura y se retorna hacia atrás, cubriéndose el resto de la
superficie con tres hileras de hojas de acanto y volutas en los ángulos. Tanto
la figura del jinete como la del caballo se encuentran bastante deterioradas.
El mismo motivo aparece en un capitel de la iglesia del monasterio de Santa
María de Aguilar (hoy en el MAN), donde el caballero porta corona y realiza un
gesto de saludo o despedida, así como en la portada occidental de Piasca, en la
de Pomar de Valdivia, en la Catedral Vieja de Salamanca, etc. Su interpretación
no aparece del todo clara, aunque pudiera relacionarse tanto con el ciclo
davídico como con la iconografía del caballero victorioso.
Capitel
del lado izquierdo del lado del evangelio presenta el motivo del jinete vestido
con larga túnica en actitud de partir que sujeta las bridas de su montura y se
retorna hacia atrás, cubriéndose el resto de la superficie con tres hileras de
hojas de acanto y volutas en los ángulos. Tanto la figura del jinete como la
del caballo se encuentran bastante deterioradas.
En cuanto a los capiteles de la arquería del
muro sur del presbiterio, el doble central, extraordinariamente fino y bien
conservado, se decora con dos rodetes de hojas de acanto con puntos de trépano
y dispuestas en espiral que parten de un tallo único anudado en su base y
acogen en el centro del molinillo sendas flores octopétalas. La composición,
con el cuidado contrapeso de las hojitas anudadas en la parte baja de la cesta,
la calidad de la labra y el cuidado efecto de los calados nos pone ante una de
las realizaciones más refinadas de la escultura de fines del siglo XII.
Formando
parte de los capiteles de la arquería del muro sur del presbiterio, el doble
central, extraordinariamente fino y bien conservado, se decora con dos rodetes
de hojas de acanto con puntos de trépano y dispuestas en espiral que parten de
un tallo único anudado en su base y acogen en el centro del molinillo sendas
flores octopétalas. La composición, con el cuidado contrapeso de las hojitas
anudadas en la parte baja de la cesta, la calidad de la labra y el cuidado
efecto de los calados nos pone ante una de las realizaciones más refinadas de
la escultura de fines del siglo XII.
Este doble capitel se sitúa en la
arquería del muro sur del presbiterio, en concreto es central,
extraordinariamente fino y bien conservado, se decora con dos rodetes de hojas
de acanto con puntos de trépano y dispuestas en espiral que parten de un tallo
único anudado en su base y acogen en el centro del molinillo sendas flores
octopétalas. La composición, con el cuidado contrapeso de las hojitas anudadas
en la parte baja de la cesta, la calidad de la labra y el cuidado efecto de los
calados nos pone ante una de las realizaciones más refinadas de la escultura de
fines del siglo XII.
El modelo compositivo directo pudo venir del
claustro aquilarense (capitel hoy en el MAN), aunque a éste la impronta
estilística borgoñona le confiera un aspecto menos geometrizado que al de
Vallespinoso. El motivo gozó de un indudable éxito y aparece así repetido en
idéntica ubicación y con sorprendente similitud en la arquería interna de Santa
María de Piasca y algo más distorsionado en las de Villanueva del Río Pisuerga,
Zorita del Páramo y en un capitel de la espadaña de Barrio de Santa María de
Becerril del Carpio. El capitel del lado izquierdo se decora con dos filas de
palmetas de puntas vueltas recibiendo los dados del ábaco pentapétalas tipo
lises inscritas en cuadrados. Nuevamente encontramos un paralelo en el interior
de la iglesia cántabra de Piasca. En el capitel del lado derecho, similar a
otro del interior de Pozancos, se afrontan dos grifos en posición rampante
enredados en tallos.
Las ventanas del ábside reciben al interior
decoración similar a la externa: banda de entrelazo vegetal las laterales y
chambrana decorada con dos filas de ovas entre bandas de contario que apoyan en
una pareja de capiteles, vegetal de dos niveles de hojas lobuladas dispuestas
en sentidos contrapuestos y cimacio con aves entre tallos por lo que respecta
al izquierdo y el combate entre un dragón y una especie de león enredados entre
follaje el derecho, similar éste en todo a otro del ventanal izquierdo del ábside
de Santa Eulalia de Barrio de Santa María.
El arco de triunfo reposa sobre una pareja de
capiteles cuidadosamente esculpidos. El correspondiente al lado del evangelio
presenta la tan repetida iconografía de Sansón desquijarando al león, siguiendo
el modelo visto en la iglesia de Santa María de Aguilar de Campoo (maestro de
los capiteles de Moarves) y repetido en la galería porticada de Rebolledo de la
Torre, Santa María de Henestrosa de las Quintanillas (Cantabria), Prádanos de
Ojeda, Dehesa de Romanos, etc.
Vemos en el frente del capitel al héroe
bíblico, vestido con túnica corta y con cabellera recogida por un lazo (como en
Aguilar y Rebolledo) cabalgando y apartando las fauces del animal. Tras él, en
la cara que mira al altar, aparece un enigmático personaje, posiblemente
femenino, que sostiene con ambas manos la cola del felino, como en Aguilar y
Rebolledo, aunque en ocasiones aparezca cortando la cola del león (así en
Prádanos y Cezura). Su presencia, frecuente en la zona palentina y en general
en el románico, no encuentra justificación en el texto del Libro de los Jueces.
Lo mismo ocurre con la figura del guerrero vestido con cota de malla y armado
con un escudo oblongo, mordido como en el relieve de la parte izquierda de la
portada por la serpiente alada con la que lucha. En este caso es más manifiesta
la falta de conexión entre la figura del infante y la escena de Sansón que en
otros ejemplos como Moarves, Cozuelos, Prádanos o Dehesa de Romanos en los que
uno o varios personajes atacan frontalmente a la bestia. El estilo y ciertos
detalles decorativos, como las palmetas en los ángulos y el friso de arquillos
que decora la parte alta de cesta y ábaco ponen en íntima relación este relieve
con el de los capiteles de Aguilar, Rebolledo y Las Henestrosas.
El capitel frontero se decora con cuatro
estilizados grifos afrontados y rampantes dos a dos, enredados entre cintas con
decoración de contario y volutas en los ángulos. Guarda cierta similitud con
uno de los capiteles de la ermita del Cristo de Torre Marte en Astudillo,
relacionándose más íntimamente con uno del triunfal de Henestrosa e igualmente
con otros de Dehesa de Romanos y Villanueva de la Torre. Los cimacios reciben
un friso de geometrizados acantos de profundas acanaladuras.
El análisis de las relaciones estilísticas de
la escultura permite pues asignar un marco cronológico relativamente preciso
para la construcción de la iglesia, entre mediados de los años 70 y finales de
los 80 del siglo XII, basándose en las dataciones más o menos seguras de Santa
María de Piasca, iglesia y claustro de Aguilar y pórtico de Rebolledo. Santa
Cecilia de Vallespinoso representa pues, por su riqueza decorativa y la
multitud de referencias que pueden de ella establecerse, un hito esencial para
el conocimiento del románico del norte palentino dada su directa dependencia
respecto de los modelos señeros como Santiago de Carrión, claustro de Aguilar,
Santa María Piasca y Rebolledo de la Torre, que parecen interrelacionarse en el
taller escultórico que aquí trabaja. Por ello, Vallespinoso se nos muestra como
cabeza del grupo de edificios decorativamente dependientes de dichos grandes
monumentos, grupo formado por las ya citadas iglesias de Santa Eulalia de
Barrio de Santa María, Villanueva de la Peña, Pozancos, Villanueva del Río,
Zorita del Páramo, La Asunción de Perazancas, etc
Lomilla de Aguilar
Lomilla de Aguilar se sitúa a escasos 6 km al
suroeste de Aguilar de Campoo y apenas a 1 kilómetro de la carretera N-611. La
localidad confina con los términos de Valoria de Aguilar y Villaescusa de Ecla.
La iglesia de San Esteban se encuentra al noroeste del caserío, instalada en lo
alto de una loma que la hace perfectamente visible desde cualquier punto del
valle.
Las referencias encontradas entre la
documentación publicada sobre la localidad de Lomilla de Aguilar son
suficientes para justificar su pertenencia a los monasterios de Santa María la
Real de Aguilar de Campoo –desde al menos el período en que Andrés fue abad de
dicho monasterio (1173-1206)– y Las Huelgas de Burgos, durante el marco
cronológico en que fue abadesa doña Sancha (1229), como lo prueban las
donaciones, permutas y ventas que se realizan. En 1231 Fernando III confirma
heredades y collazos en Lomilla, que son propiedades del abadengo de Aguilar.
Según Mansilla Reollo, al monasterio de Oña fueron incorporados otros cenobios
e iglesias en los siglos XI al XIII, entre las que aparece San Esteban de
Lomilla (cf. Demetrio Mansilla Reoyo, "Obispados y Monasterios",
en Historia de Burgos, t. II, Edad Media, vol. I, Burgos, 1985, p. 329). Esta
información no se encuentra apoyada concretamente por ningún documento. En el
Libro Becerro de las Behetrías, Lomilla figuraba como lugar solariego
perteneciente a partes iguales al abad de Aguilar y a la abadesa de Las Huelgas
de Burgos.
Iglesia de San Esteban
La iglesia de San Esteban es un templo rural de
pequeñas dimensiones que encaja perfectamente en la tipología de templos
tardorrománicos del noroeste de la provincia que García Guinea clasifica como “iglesias
de concejo”. Consta, como en general este grupo de edificios, de una sola
nave y ábside semicircular con tramo recto.
La fábrica del templo se levanta con sillería
de tamaño regular, bien escuadrada y dispuesta. En el interior no se aprecia la
talla original de los sillares debido al abrasivo abujardado de las diferentes
intervenciones posteriores y al enlucido que presentan algunas de sus partes.
El templo presenta una sola nave dividida en diferentes tramos articulados por
los soportes adosados al muro, un ábside semicircular con presbiterio
claramente diferenciado y portada en el lado sur de la nave. El tránsito entre
la cabecera y la nave se realiza mediante un arco triunfal sobre columnas de
capiteles lisos, cimacio simple, basas con collarino y toro de sección circular
repetido en otras iglesias como Santa Eulalia en Barrio de Santa María.
El semicírculo absidal presenta bóveda de
cuarto de esfera ligeramente apuntada, en tanto que el presbiterio y la nave se
cubren con bóveda de cañón apuntado. La cubierta de la nave se articula en
cinco tramos por medio de cuatro arcos fajones que reposan en ménsulas
sencillas, algunas de ellas similares a las de Vallespinoso de Aguilar.
Exteriormente el ábside presenta dos
contrafuertes de sección rectangular que dividen el tambor absidal en tres
calles, abriéndose en la central un vano de medio punto, abocinado en el
interior y exterior, sin ninguna ornamentación escultórica. Posteriormente se
abrió en el lado de la epístola una ventana de forma rectangular también
abocinada y sin decoración.
El ábside cuyos canecillos aún
conservan buena parte del ideario simbólico medieval, entre cuyos componentes
podemos observar otro motivo -como el de Sansón desquijando al león- recurrente
a numerosos templos de la región. Me refiero a esa, en teoría, personificación
del pecado, representada por una mujer de cuyos pechos parecen mamar dos
serpientes.
Otros motivos, más o
menos afortunados, en cuanto a calidad artística se refiere, están constituidos
por animales, entre los que destacan la liebre y otra bestia, que bien podría
ser un perro o un lobo -éste último caso, sería significativo- y que probablemente,
en un sentido más amplio, simbolicen la naturaleza sagrada subyecente en un
tema como es el de la caza.
Seguramente más
interesantes y complejos que los anteriores, y símbolo ancestral, cuando no
universal e indiscutible, la espiral aparece varias veces representada, lo que
puede sugerir un deseo expreso del cantero de transmitir conceptos lejanos a
las concepciones católicas del momento, cuando no una forma de firma personal o
gremial, similar, en comparación, a aquella otra que se localiza en el interior
del ábside de la colegiata cántabra de San Martín de Elines.
Recurrente, así mismo,
es la temática del ave rapaz con una presa entre sus garras; e incluso aquél
otro canecillo que, semejante a las capas escalonadas de los ziggurats
mesopotámicos, pudiera representar otro símbolo similar en connotaciones
mistéricas ancestrales a la espiral: el laberinto.
Los canecillos de esta iglesia muestran
un variado muestrario tipoloógico: presentan en general perfil de proa de nave,
aunque también apreciamos otros decorados con espirales, figuras
antropomórficas, hombrecillos sentados y representaciones zoomórficas.
Los numerosos canecillos de variadas
formas que se conservan en el exterior del hemiciclo absidal y aleros de los
muros de la nave presentan en general perfil de proa de nave, aunque también
apreciamos otros decorados con espirales, figuras antropomórficas, como un
hombre tocando un instrumento de viento, hombrecillos sentados y
representaciones zoomórficas (liebre, perro y ave).
Canecillos del ábside que representan un
hombre sentado y una figura tal vez humana (contorsionista).
En altura destaca la espadaña que se alza en el
muro sur sobre la portada. A ésta se accede desde una escalera que arranca en
la zona oriental del atrio. Su estructura es la habitual de las iglesias de la
zona, con dos troneras de medio punto que albergan las campanas y campanil en
el remate a piñón.
La portada románica se compone de cinco
arquivoltas de medio punto que apean en dos capiteles y dos jambas a cada lado.
Los capiteles, casi totalmente lisos, portan una piña en su esquina y descansan
sobre fustes que poseen muy toscas basas. La decoración escultórica de la
iglesia de San Esteban se reduce básicamente al cimacio-friso de la portada,
por encima de los capiteles, que muestra hojas cuatripétalas con punto central
inscritas dentro de círculos tangentes, similares a las del alero absidal de Santa
María de Mave y otras de Pozancos y Rebolledo de la Torre, y a los numerosos
canecillos de variadas formas que se conservan en el exterior del hemiciclo
absidal y aleros de los muros de la nave. Éstos presentan en general perfil de
proa de nave, aunque también apreciamos otros decorados con espirales, figuras
antropomórficas, como un hombre tocando un instrumento de viento –muy similar a
otros de Santa María de Mave y de la portada de Moarves–, hombrecillos sentados
y representaciones zoomórficas (liebre, perro y ave).
En el interior de la
nave, los capiteles anexos a la zona del ábside y el altar, están lisos,
seguramente modificados en alguna reforma y de cuyos originales, si los
hubiere, nada sé. Destaca, en primer término, localizándose en los sillares
absidiales frontales, un calvario gótico -siglo XIV-, así como la figura de uno
de esos santos, misteriosos y populares que, descubriendo su muslo y señalando
una terrible herida sangrante, implica no sólo una señal de reconocimiento,
sinto también, de iniciación: San Roque.
Situado en uno de los
retablos laterales, va ataviado con los atributos característicos del
peregrino; a saber: sombrero, viera, zurrón y el báculo o cayado, típico no
sólo del peregrino, sino también de la figura del Maestro. Le acompañan el niño
y el perro.
La fase constructiva dominante en el templo es
claramente románica tardía, pudiéndose distinguir una primera etapa a finales
del XII correspondiente a la portada; una segunda hacia inicios del siglo XIII
en que se asienta la nave y el ábside, y, una tercera posterior a la
construcción inicial en la cual tiene lugar la culminación de la espadaña. Esta
delimitación cronológica que hacemos del edificio no debe pasar por alto las
reformas y añadidos posteriores –la sacristía se construye hacia los siglos XVI-XVII,
y el atrio o el cementerio son zonas levantadas durante el siglo XX– que han
sufrido modificaciones (1954) deformando de manera considerable e irreversible
la fisonomía original de la misma.
Olleros de Pisuerga
A unos 9 km al sur de Aguilar de Campoo y en la
ribera del Pisuerga, nos encontramos el pueblo de Olleros, cercano al
asentamiento de la antigua ciudad de Oliva. García Guinea infiere en las
conclusiones de las excavaciones arqueológicas realizadas en Monte Cildá que
durante la Alta Edad Media y desde los primeros siglos de la Reconquista debió
mantenerse aquí un poblado, tal vez la Olovasio de la que hablan las fuentes
medievales.
Las referencias a la localidad de Olleros de
Pisuerga resultan muy contadas. El nombre de Olleros aparece en la diócesis de
Burgos desde mediados del siglo X, y el topónimo sin duda hace referencia a una
actividad alfarera de momento no atestiguada arqueológicamente. En 1229,
aparecen testigos de Olleros en dos documentos procedentes del monasterio de
Las Huelgas de Burgos. En 1230 se produce una avenencia entre el concejo de
Olleros y el abad Marcos del monasterio de Santa María de Aguilar de Campoo. En
el Libro Becerro de 1351-1352, Olleros figuraba como lugar de solariego
perteneciente al monasterio de San Andrés de Arroyo.
Iglesia de los Santos Justo y Pastor
A orillas del Pisuerga, la iglesia de los
Santos Justo y san Pastor se encuentra excavada en un promontorio de naturaleza
arenisca orientado su lado vertical a poniente. Alrededor del templo y en la
misma dirección sureste se extiende una necrópolis medieval que aún hoy en día
se encuentra por excavar. Al final de dicha necrópolis se localiza el pueblo.
En el mismo corte rocoso en que se excava la iglesia aparecen sepulturas
antropomórficas, de bañera, trapezoidales y ovaladas, correspondiendo en su mayor
parte a adultos aunque no faltan las infantiles.
Se trata de uno de tantos edículos rupestres
como hay en la comarca, un tipo de edificación que constituye una sorpresa para
el público en general y un fuerte problema para los investigadores. Estos
testimonios tienen en el norte de la provincia de Palencia un amplio muestrario
(Villarén de Valdivia, Cervera de Pisuerga, Cezura o Villacibio), así como en
los alrededores de las vecinas Burgos y Cantabria.
En planta el edificio presenta algunas
irregularidades debidas a las exigencias de la excavación en el suelo rocoso,
aunque sigue la tipología habitual de iglesia con cabecera de ábsides
semicirculares y dos naves, separadas en este caso por cuatro soportes de los
cuales, el que se encuentra a los pies de la iglesia, es un pilar cruciforme,
siendo las otras tres columnas; la primera aparece desviada respecto al eje
central que siguen las demás en dirección a la epístola. Hay que reseñar que la
segunda y tercera columnas son añadidos posteriores, de tipo toscano, que se
colocaron hacia el siglo XVIII, sustituyendo a los soportes originales, aunque
todos tienen el protagonismo de aparentar sustentar un falso abovedamiento. La
orientación también es atípica (sur-norte) forzada por las exigencias de la
topografía.
Los artífices de la iglesia intentaron imitar
al máximo el volumen interno de una iglesia exenta dando a la bóveda forma de
cañón apuntado. A cada una de las naves le corresponde un ábside en la
cabecera, ligeramente desviados respecto al eje longitudinal del templo, ambos
son de planta semicircular y culminados con un símil de cuarto de esfera
irregular.
En el costado de la epístola se abre, a la
derecha de uno de los ábsides principales, una sala cuadrangular separada en
dos tramos por un tabique moderno, ligeramente irregular y abovedada en cañón
que arranca desde el suelo, con dirección norte-sur, cumpliendo actualmente la
función de sacristía.
Ésta tuvo puerta con arco peraltado, hoy
colgada y macizada para convertirla en el actual vano rectilíneo, dato que
parece otorgarle antigüedad.
En el costado opuesto se abre una pequeña
capilla de planta cuadrangular y cabecera semicircular, con un falso arco
triunfal que articula el espacio interior. Adosado al muro izquierdo de la nave
vemos un enterramiento antropomórfico bajo rudo arcosolio, siendo su datación
imposible de confirmar sin un estudio completo de todo el conjunto. Por el
suelo del recinto cuadrangular del lado de la epístola discurre un canal
labrado en la roca que pudo recoger las filtraciones de agua y que al exterior
parece haberse convertido en fuente, aunque no hay elementos de juicio como
para pensar en un canal de desagüe de un baptisterio; recuerda idéntico sistema
observado en las iglesias rupestres yuxtapuestas del altiplano de Acre en
Sicilia. Por último en el mismo muro del evangelio, en el tercer tramo de la
nave, se abre un habitáculo posmedieval de planta cuadrangular destinado a
albergar la pila bautismal.
La parca decoración escultórica de la ermita se
centra en los capiteles dobles, toscos, de indudable factura tardorrománica
labrados in situ que se encuentran en el tramo del coro actual. La portada de
acceso está datada epigráficamente en 1753.
Desde el exterior se otea, pegada al pequeño
altozano en que se encuentra excavado el templo, una pequeña espadaña moderna
de una sola abertura de medio punto sin ningún tipo de decoración.
Las fases constructivas de la ermita son
difíciles de determinar sin un estudio exhaustivo. El único elemento que puede
servirnos de guía es el enterramiento antropomórfico que encontramos en el
interior de la capilla del evangelio. Según Monreal Jimeno las tumbas
antropomórficas parecen orientarnos hacia los siglos IX-X pero no fechan el
templo, que podría ser anterior. A pesar del aspecto que ofrece actualmente el
edificio, varias reformas han desvirtuado el carácter prerrománico de la obra
hasta el punto que podemos dudar sobre el carácter de su estructura inicial.
Monreal expone argumentos a favor y en contra de la posible orientación que
tuvo en época prerrománica, señalando una dirección probable (oeste-este);
frente a la puerta actual debiera encontrarse el presbiterio, por lo tanto
apuesta por un cambio de orientación de la iglesia como ocurrió en Santa María
de Valverde, buscándose unos espacios más desahogados y luminosos para la
cabecera. Partiendo de este dato y dando como cierto que los enterramientos de
este tipo dejaron de realizarse en los siglos XI-XII podemos entrever que la
fábrica de la iglesia fue anterior. Podemos suponer en consecuencia que el
templo fue excavado en época altomedieval –no sabemos si con la misma
orientación–, en un espacio de tiempo indeterminado que puede llegar a
comprender desde el siglo IX hasta el XII, siendo a fines de este siglo o
inicios del XIII cuando tiene lugar la ampliación del eremitorio rupestre que
se aprecia en los dos tramos finales de las naves, donde se advierte bien la
mímesis de soportes con dobles columnas claramente tardorrománicos.
Santa María de Mave
Santa María de Mave se encuentra en el extremo
nororiental de la provincia de Palencia, muy próxima del límite con la de
Burgos, a unos 10 km al sudeste de Aguilar de Campoo y en la ribera del
Pisuerga.
El templo se encuentra a la izquierda de la
carretera, dentro del conjunto del antiguo monasterio benedictino, actualmente
muy transformado y convertido en hostal. Santa María de Mave viene a ser hoy un
barrio de Mave, con unas pocas viviendas y la estación de ferrocarril. La
iglesia se mantiene prácticamente intacta y en buen estado de conservación.
Bajo el reinado de Alfonso VIII el abad de Oña
Don Pedro II concede en préstamo a doña Sancha Jiménez el monasterio de Santa
María de Mave, Montenegro y el convento de Santa Eufemia (documento de 1 de
junio de 1192). La condesa Sancha Jiménez, tras haber dotado todo su patrimonio
a Oña quiso hacerse hermana y devota. El abad de San Salvador le dio en
agradecimiento el patrimonio antes señalado, que esta Sancha –sobre la que un
documento de 1219 del cartulario de Las Huelgas de Burgos nos informa que ya había
muerto habiendo dejado una heredad a Mave en Isar así como ciertas deudas–
restauró y dotó en 1206, reintegrándolo al abad don Rodrigo de Oña una vez
construida la iglesia, en 1208. Este documento de 1208 constituye un precioso
testimonio, complementario de la inscripción del interior de la iglesia, para
situar con precisión su construcción entre los años 1200 y 1206-1208. Mave
siguió activo y como priorato dependiente de Oña hasta la Desamortización de
1835. Uno de sus monjes quedó a cargo de la ya parroquia. Hoy día la iglesia es
propiedad privada y las dependencias monásticas han sido transformadas en
hostal.
En la década de los setenta se practicó una
excavación arqueológica al pie del ábside de la iglesia de Santa María de Mave,
hallándose una serie de sepulturas medievales de lajas. Posiblemente existía en
niveles inferiores testimonio de otras de cronología visigoda que no llegaron a
excavarse. A pocos metros hacia el muro norte del templo llegó a sondearse una
villa o poblado romano que ofreció sigillatas de los siglos I-III, restos de
muros y algunas monedas.
Monasterio de Santa María
La iglesia del antiguo Monasterio de Santa
María de Mave se conserva en su estado primitivo salvo la apertura de un acceso
meridional, la adición de una sacristía adosada al brazo sur del transepto y la
pérdida de parte de sus cubiertas.
Presenta planta basilical de tres naves
articuladas en tres tramos, el doble de ancha la central, transepto no
destacado en planta y cabecera triple de ábsides semicirculares –el central
mayor y destacado respecto a los laterales– precedidos por un tramo recto. El
conjunto está levantado en sillería de arenisca blanda (weald local) y tono
rojizo, siendo visibles las reparaciones posteriores en sillarejo y
mampostería. Los fajones de las capillas presentan alternancia bicroma de tonos
rojizos y amarillentos, en su dovelaje.
Al exterior los tambores de los ábsides se
refuerzan con contrafuertes, una pareja en el caso del central, que llegan
hasta la altura de las ventanas, rematándose en talud y dejando paso a unas
finas pilastras que alcanzan la cornisa, donde se coronan por sendas parejas de
modillones decorados con acantos. Los contrafuertes de los ábsides laterales
alcanzan aproximadamente dos tercios de la altura del tambor. El esquema
general de la cabecera y ciertos detalles como la maciza linterna sobre el
crucero recuerdan la iglesia de Santa Eufemia de Cozuelos, relación entre
fábricas justificada por un mismo patronazgo en ambas. Quizá sería presumible
adoptar una cronología algo más antigua para la cabecera y transepto que para
el resto de las naves.
Delimitan estas tres parejas de pilares
cruciformes con semicolumnas adosadas en cada frente (salvo para los formeros
de las colaterales), que reciben los fajones y formeros, éstos apuntados y
doblados, que delimitan los tres tramos longitudinales de las naves y los
brazos del transepto. La portada se sitúa en el hastial, algo elevada respecto
a las naves, por lo que se dispusieron escaleras hacia éstas. Ante ella y al
exterior se delimita una especie de atrio, cerrado por una puerta del siglo
XVI. Sobre el hastial se alza la espadaña, de dos cuerpos decrecientes, el
inferior liso y el superior superpuesto al anterior mediante un talud,
albergando dos vanos para campanas rematados por arcos doblados de medio punto
que adornan su intradós con un bocel.
Uno de los rasgos más característicos de la
arquitectura de la iglesia de Santa María de Mave es el sistema de cubrición de
sus naves.
La central recibe tres tramos de bóveda de
cañón apuntado separados por fajones igualmente apuntados y doblados. Lo más
llamativo es la presencia de bóvedas de cañón de eje normal al del templo en
los dos tramos occidentales de las colaterales, sólo conservados en la de la
epístola (la nave norte, así como el tramo occidental de la sur han perdido sus
bóvedas, sustituidas por cubiertas de madera a un agua). El tipo de bóvedas de
eje normal al de la nave, estudiado por Torres Balbás, no es frecuente en España,
limitándose el inventario a los templos de San Miguel de Almazán (Soria), Santa
María de Villanueva (Asturias) y Santa María de Oya (Pontevedra). El esquema
fue importado de Francia, donde esta fórmula se constata en Saint-Philibert de
Tournus, Saint-Remi de Reims, la abadía de la Ronceray de Angers y sobre todo
en el grupo de abadías cistercienses de la zona central y centro-oriental:
Fontenay, Silvanés, Bonneval, Trois-Fontaines, Saint-Paths, etc. Las
coincidencias más sorprendentes se producen entre nuestra iglesia y la nave de
la borgoñona de Saint-Georges de Néris-les-Bains (Allier). Estas semejanzas, ya
señaladas por Torres Balbás, se extienden a los capiteles vegetales de las
naves. Podemos pues conjeturar que, cuando a inicios del siglo XIII Sancha
Jiménez decide reconstruir la iglesia, el proyecto será concebido por un equipo
de origen francés, posiblemente borgoñón, que trasplanta al norte palentino
modelos desarrollados por la arquitectura cisterciense borgoñona. Esta
procedencia foránea de los canteros explica la fórmula de datación –no hispana–
recogida en la inscripción que se desarrolla sobre dos de los sillares del
paramento interno del hastial (nave del evangelio): “ANNIS MILLENIS
CONPLETIS ATQVE DVCENTIS”. El tipo de abovedamiento impide la iluminación
directa de la nave central, aunque dota al conjunto de cubiertas de una
extraordinaria estabilidad.
Las
columnas adosadas a los pilares están formadas por capiteles muy sencilllos
formados en su mayor parte por anchas hojas de agua.
Por su parte, los brazos del transepto se
cubren con cañón apuntado, al igual que los tramos rectos que preceden a los
ábsides, los cuales se cierran con las tradicionales bóvedas de horno. Sobre el
crucero se alza una linterna octogonal, cubierta por cúpula semiesférica, de
perfecto despiece de sillares, sobre trompas con trompillones lisos, cimborrio
que se manifiesta al exterior como torre cuadrada, en cuyos paños se abren
saeteras del mismo tipo que las de las colaterales. La cúpula sobre el crucero
es fórmula conocida en la región, así en San Martín de Frómista, Zorita del
Páramo, Nogales de Pisuerga y Olmos de Santa Eufemia.
Las columnas adosadas a los pilares presentan
perfiles diversos pero todas se componen de un toro superior atrofiado, escocia
en algunos casos muy estrecha y prominente toro inferior decorado con garras o
lengüetas. Como variantes aparecen en algunos toros inferiores muy aplastados y
el plinto sobre el que se alzan presenta un bisel. A destacar el sorprendente
cambio, a un metro escaso de la imposta, de la morfología de los pilares que
soportan los fajones de la nave central, pasando a semicolumnas adosadas.
Las dependencias del antiguo monasterio
–claustro neoclásico y edificaciones conventuales– son esencialmente modernas,
abundando las inscripciones que datan trabajos en el último cuarto del siglo
XVIII.
La escultura del templo se reduce a los
capiteles vegetales de la portada y los que rematan los pilares de las naves,
estos últimos muy sencillos y formados por anchas hojas de agua, algunas de
bordes vueltos y otras con pomos en sus puntas, que albergan bayas y ramilletes
en el frente del capitel.
Tres molduras animan el interior del ábside
central, la primera a ras de suelo, la segunda bajo las ventanas (sucesión de
cavetos y boceles) y la última (bisel) sobre éstas. Las cornisas exteriores se
decoran con taqueado, retícula, hojas inscritas en círculos, palmetas, rosetas,
cuadripétalas en clípeos vegetales (que recuerdan a otras molduras de Piasca,
Rebolledo de la Torre y Pozancos), etc. Sostienen el alero una hilera de canes,
bastante perdidos en los ábsides laterales, la mayoría vegetales (piñas, acantos)
o lisos aunque vemos también uno compuesto por un rollo, otro de doble rollo,
un cuadrúpedo, dos contorsionistas, un personaje tocando un extraño instrumento
de viento, idéntico al que tañe otro en un canecillo del ábside de Lomilla o al
que aparece en la portada de Moarves, etc.
Los ábsides, los cuales se cierran con
las tradicionales bóvedas de horno.Tres molduras animan el interior del
ábside central, la primera a ras de suelo, la segunda bajo las ventanas
(sucesión de cavetos y boceles) y la última (bisel) sobre éstas.
Bajo el altar actual se recoge un enorme
capitel compuesto de dos filas de hojas de bordes vueltos, con apomados y
caulículos en los ángulos. Procede, como algunos de los capiteles que hoy
conserva el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, del cercano y arruinado
monasterio de San Pedro de Valdecal, cerca de Villela, desde donde se trasladó
en la década de 1960. De la misma procedencia son algunas molduras con
taqueados que sirven de peana a varias tallas exentas en el muro interior del
ábside semicircular central y posiblemente –aunque éstos pudieran provenir de
dependencias de éste monasterio de Santa María– los dos tambores de fuste, las
dos molduras con tres filas de tacos y el capitel vegetal de hojas carnosas de
puntas vueltas y cabecitas monstruosas engullendo tallos en los cuernos del
ábaco que aparecen empotrados en el muro de la dependencia aneja cercana a la
entrada de la actual hospedería.
La portada se abre en el hastial, en un
antecuerpo ligeramente saliente flanqueado por dos contrafuertes que alcanzan
el primer cuerpo de la espadaña. El vano presenta un arco apuntado al exterior
(escarzano hacia la nave) rodeado por cuatro arquivoltas molduradas, igualmente
apuntadas. La arquivolta interna presenta una línea de dientes de sierra y
bocel, la segunda dos pequeños boceles entre medias cañas, la tercera repite el
esquema de la primera y por último la externa se orna con un grueso baquetón.
Apoyan las arquivoltas en capiteles vegetales (ocho por lateral) de talla muy
plana y clara inspiración andresina, finamente decorados con acantos y hojas
rematadas en cogollos y cálices florales. Sus astrágalos aparecen unidos. Los
capiteles de la portada de Santa María de Mave han sido relacionados por José
Luis Hernando con los modelos andresinos tipo IV-VIII. A la fuerte atracción
ejercida por los diseños vegetales de Arroyo en gran número de monumentos
románicos tardíos palentinos –dentro de los cuales se ha considerado siempre
nuestra portada– se suma en Santa María de Mave una aportación del taller que
trabajó en la sala capitular de San Salvador de Oña. La relación ha sido
establecida por José Luis Senra quien ve en Mave un punto de encuentro entre las
canterías directamente ligadas a Arroyo y la irradiación de los modelos del
cenobio burgalés.
Destacar por último en lo referente a esta
portada la ausencia de las tradicionales jambas en derrame, sustituidas por
muros lisos en derrame en los que las columnas se disponen por pares y oblicuas
al eje de simetría de la portada, salvo las dos parejas internas, que se adosan
a las jambas del arco. La decoración de dientes de sierra de la primera
arquivolta aparece sintomáticamente en los monumentos de la región relacionados
con San Andrés de Arroyo: Santa Eufemia de Cozuelos, Villavega de Aguilar, portada
de San Andrés de Aguilar, Cenera de Zalima, Revilla de Santullán y la misma
portada del claustro de Arroyo.
Reaprovechados entre los muros orientales del
recinto claustral moderno aparecen restos muy rasurados de tres inscripciones
medievales. Probablemente se trata de epitafios (al menos una de ellas con la
data legible del 1112 referida al óbito de una tal Elvira) que presentan
caracteres muy arcaicos recordando la escritura visigótico-mozárabe.
Los ábsides laterales presentan interiormente
revestimientos pictóricos tardomedievales (siglos XV-XVI) en tonos cobalto,
rojos y blancos con decoración de entrelazos, aves, flores acorazonadas,
flordelisados, blasones (de Castilla y otros eclesiásticos con llaves cruzadas)
y angelotes. En el casquete del ábside del evangelio se distinguen restos de un
Calvario. La iconografía del correspondiente del lado de la epístola no se
distingue debido al estado de conservación de los restos.
Actualmente el templo se encuentra
prácticamente desprovisto de prácticamente todo su mobiliario litúrgico. No obstante,
en el Museo de la Catedral de Burgos se conserva un frente de altar
tardorrománico en iconografía y composición, aunque de factura gótica,
construido en madera de nogal policromada y publicado por Walter Cook y José
Gudiol. Fue trasladado a la capital burgalesa a inicios de los años veinte con
motivo de una exposición retrospectiva sobre arte religioso y permaneció en el
claustro catedralicio –expuesto a los rigores del clima y de las humedades–
hasta medio siglo después. Consta de dos cuerpos, el inferior o antipendio
rectangular y dividido en dos registros, con un apostolado bajo arcos levemente
apuntados con remate almenado y en el centro una mandorla con Cristo Juez
rodeado por el Tetramorfos (figuras ya desaparecidas en 1939). El cuerpo
superior, dedicado a la Virgen, se divide en dos pisos. En el centro, bajo arco
trilobulado aparecía una talla de la Virgen que según Navarro “habían llevado,
sin razón suficiente, a la sacristía”. En los registros laterales se
desarrollaban, bajo arcos igualmente trilobulados escenas marianas del ciclo de
la Natividad. Entre ellas distinguió Navarro los temas de Zacarías,
Anunciación, Natividad, Virgen con el Niño y Epifanía. Remataba el altar un
frontón con un Calvario con ángeles turiferarios a los lados. Este frente de
altar, datable estilísticamente a mediados del siglo XIII, presenta semejanzas
iconográficas con otro de procedencia desconocida conservado en el MAN y
reproducido por Cook y Gudiol (Op. cit., fig. 477). En la capilla mayor se
conserva una pequeña talla de la Virgen con el Niño sobre sus rodillas que
podemos datar en el siglo XIV. La Virgen portaba en su mano una manzana y el
Niño, en actitud bendicente, un cetro. Estilísticamente y por dimensiones,
podría corresponder con la imagen del retablo que Navarro afirmaba había sido
trasladada a la sacristía. También Navarro García recogía en Mave una cruz
procesional “de cobre, esmaltada, de las de Limoges […] conserva los
medallones de Dimas y Gestas y el Adán redimido a los pies”. Afirma que el
Cristo original fue sustituido por uno renacentista. Por la escueta descripción
del autor podemos imaginar una cruz del tipo frecuente en Burgos y Palencia, de
cuatro brazos flordelisados, como las conservadas en Rebolledo de la Torre, Traspeña,
Corvio, Castrecías, etc.
La pila bautismal, ubicada en la capilla del
evangelio presenta forma troncocónica sencilla. Es monolítica y su borde
aparece ornado con dos acanaladuras entre las cuales se disponen
representaciones muy esquemáticas de peces y de semicírculos. Data del siglo
XV, según Navarro García. Las improntas del instrumento de labra acotan bien
una datación en torno a los siglos XV-XVI aunque sus esquemáticas decoraciones
sugieren una cronología anterior.
Becerril del Carpio
Becerril del Carpio es un núcleo articulado en
tres barrios cuyos nombres responden a la titularidad de sus respectivas
iglesias: Santa María, San Pedro y San Vicente, aunque hoy el culto de todos
ellos queda centralizado en la ermita de San Roque, equidistante de los tres.
Durante la Edad Media llegó a ser cabeza de alfoz, dependiente de la merindad
de Aguilar, y en 1352 aparece como solariego del monasterio de San Andrés de
Arroyo, pasando a depender de los Velasco en el siglo XVI.
La Puebla de San Vicente - San Vicente
La Puebla de San Vicente, llamada también
Ventas de Becerril, se asienta a la vera del antiguo camino de Palencia a
Santander. En la actualidad se halla dividida por la carretera nacional, a unos
11 km al sur de Aguilar de Campoo. El caserío se dispone sobre una suave ladera
abierta hacia la fértil vega del Pisuerga, que discurre a un kilómetro escaso.
La iglesia de San Vicente se eleva en el extremo más occidental del núcleo,
junto al camino que conduce a los otros dos barrios.
Los datos históricos sobre esta puebla son poco
precisos y desconocemos sus orígenes aunque pudo nacer durante la repoblación
altomedieval. Aparece alguna noticia en la colección diplomática de San
Salvador de Oña y Navarro y Rodríguez Muñoz señalaban que en 1103 Alfonso VI y
su mujer cedieron a los benedictinos de Oña su monasterio de San Vicente, cerca
de Becerril. El padre Serrano infiere que con anterioridad, el 1 de mayo de
1092, estando el rey en Oña, ampliaba el patrimonio de este cenobio con el “antiguo
convento de San Vicente de Becerril, en el alfoz de río Pisuerga”,
existente ya en el siglo X. Para García Guinea se trata de esta misma localidad
palentina, y asevera que al ser documentos casi contemporáneos (1092 y 1103) no
es extraño que la entrega de este monasterio por parte de Alfonso VI constara
en dos versiones. Las datas de estos documentos podrían marcar el inicio de las
obras del ábside. Lojendio y Rodríguez dudan de una fecha tan temprana para el
ábside hoy visible; suponen más lógico que avanzado ya el siglo XII, los
benedictinos hubiesen reformado otro anterior, elevando algunas partes que han
perdurado hasta nuestros días.
Iglesia San Vicente en el Barrio de la Puebla
de San Vicente de Becerril del Carpio (Palencia, Castile and León) Declarada
como Bien de Interés Cultural el 05 de noviembre de 1992. Se trata de una
Iglesia románica, con planta semicircular, edificada a principios del siglo XI,
y restaurada en el siglo XII. Fue iglesia de un monasterio benedictino que
pertenecía a Isabel, esposa de Alfonso VI que lo cedió a los cluniacenses de
Oña en 1103. En 1103 en el documento que recoge la cesión del Monasterio de San
Vicente a los benedictinos de Oña, aparece Becerril como un núcleo con entidad
propia. En 1187 Alfonso VIII dio heredades en Becerril al Monasterio de Oña
obteniendo a cambio la cesión de todo el derecho y pertenencias de la villa de
San Felices, en la provincia de Burgos. En el libro Becerro de 1351-52,
Becerril aparece como lugar solariego perteneciente al Monasterio de Santa
María y San Andrés. En planta se nos presenta cono una única nave rectangular
orientada de Este a Oeste, con ábside semicircular y portada de acceso en el
hastial -García Guinea considera que la posición de la portada es una variante
de las iglesias de nave rectangular-. Adosado al muro sur está el cuerpo
rectangular de la sacristía y junto a él, en el ángulo que forma el
presbiterio, la escalera de caracol truncada.
La de San Vicente es una iglesia de notables
dimensiones, levantada en sillería arenisca, que en el interior aparece con un
rejuntado de hormigón moderno.
Se aprecia aparejo de mampostería en uno de los
basamentos de los contrafuertes del ábside, sacristía e hiladas superiores del
muro norte, aquí dispuesta en opus spicatum. Algunos sillares de caliza blanca
aparecen dispersos por todos los muros y ocasionalmente en el alero, columnas y
capiteles de las ventanas del ábside y portada occidental, así como en algunos
otros elementos decorativos.
La planta tiene una única nave rectangular
litúrgicamente orientada, con ábside semicircular y puerta de acceso en el
hastial. Adosado al muro sur está el cuerpo rectangular de la sacristía y junto
a él, en el ángulo que forma con el presbiterio, la escalera de caracol
truncada.
Semicolumnas adosadas a pilastras y un sistema
de contrafuertes al exterior (los tres del muro norte cobijan dos arcosolios de
medio punto) refuerzan las bóvedas de cañón apuntado en el presbiterio y la
nave. El ábside semicircular se cubre con bóveda de horno.
En altura destaca una pequeña espadaña sobre el
hastial occidental. Es obra posterior a la románica, construida en piedra de
toba y rematada por una cruz calada. Carece de acceso directo, no teniendo
conexión con la escalera de caracol truncada. García Guinea señalaba que pudo
rematar en un campanario, de un tipo similar al de Santillana del Mar, o bien
servir para alcanzar una hipotética espadaña alzada sobre el hastial este.
La fase constructiva más antigua –de la primera
mitad del siglo XII– se localiza en el ábside, al estilo de Santa Eufemia de
Cozuelos y las zonas bajas de los muros exteriores, con evidentes influencias
que apuntan hacia Frómista, evidentes en la utilización abundante de taqueados
para las impostas y roleos para los cimacios.
La segunda fase se aprecia en el resto de la
nave y su cubierta, de mediados del siglo XIII.
Los capiteles son muy sencillos, de acantos
lisos que culminan en bolas husiformes o esféricas, similares a los de Mave y
datables alrededor de 1200.
De cualquier modo el edificio sufrió ciertas
reformas, en las que los paramentos del segundo cuerpo de la nave se
transforman, desapareciendo la imposta ajedrezada, en una restauración
patrocinada por el obispo Almaraz y “mejor intencionada que inteligentemente
llevada a cabo” según comentaba Navarro. Más recientemente, junto al muro
norte aparecieron varias tumbas de lajas como consecuencia del rebaje de las
tierras circundantes para proceder al pavimentado de las calles.
El acceso al templo se realiza desde la portada
que se halla en el hastial. De medio punto, está formada por dos arquivoltas de
grueso bocel y escocias de bolas. La rosca interna descansa sobre capiteles y
columnas de fuste monolítico, aquéllos representan dos leones afrontados y un
águila con las alas explayadas. Como afirmaba García Guinea siguen claramente
el estilo de Cervatos (1129), Santa Eufemia de Cozuelos –en el ábside– y San
Juan de Raicedo (Cantabria).
En el muro sur se abrió otra portada que
actualmente da paso a la sacristía. Es de medio punto con tres arquivoltas
lisas y restos de cimacio vegetal. Se puede plantear la relación de esta puerta
con el antiguo posible carácter conventual del templo.
El ábside presenta tres paños articulados por
medio de dos contrafuertes. Horizontalmente dos impostas ajedrezadas dividen el
tambor en tres niveles, una bajo las ventanas y otra como prolongación de los
cimacios de las mismas. La impostación continúa por los muros laterales y el
hastial. Cada contrafuerte absidal tiene perfil prismático a dos niveles, alto
zócalo y está coronado por semicolumna sobre basa que remata en un sencillo
capitel en el alero, éste tiene cesta lisa coronada por dos bolas.
Cada contrafuerte absidal tiene perfil
prismático a dos niveles, alto zócalo y está coronado por semicolumna sobre
basa que remata en un sencillo capitel en el alero, éste tiene cesta lisa
coronada por dos bolas.
El alero está sostenido por treinta y ocho
canecillos que tienen forma de nácela y proa de barco, estos últimos más
frecuentes en la nave.
García Guinea señalaba que el coronamiento del
ábside parece más moderno, tanto por el aspecto de los canecillos como por el
de los capiteles cuya decoración resulta más acorde con los del interior de la
nave. En cada tramo del ábside, se abre una ventana románica con luz de saetera
y enmarcamiento exterior con doble arquivolta de baquetones y escocias con
bolas, además de chambrana ajedrezada.
Los capiteles portan carnosos acantos y una de
las cestas incluye un simio idéntico a otro de una ventana absidal en San
Martín de Frómista. Los cimacios poseen someros roleos entre entrelazo y flores
multipétalas. En la ventana del paño central, el murete existente entre la
saetera y el arco de enmarque se decora con un complicado entrelazo vegetal.
El alero está sostenido por treinta y ocho
canecillos que tienen forma de nacela y proa de barco, estos últimos más
frecuentes en la nave.
Visto desde el interior, el tambor del ábside
está recorrido por dos impostas, la inferior, ajedrezada –como en Santa Eufemia
de Cozuelos–, continúa por los fustes, mientras que la superior está decorada
con piezas esféricas y sencillos elementos vegetales en el tramo presbiterial.
Quadrado señala la existencia de un retablo
gótico, que quizá sea el mismo que Navarro llamaba “altar románico” y
compara con el de Mave. Debió desaparecer en los años treinta. El mismo Navarro
comenta cómo por aquellos años una durísima restauración del templo hizo que,
entre otras cosas, desaparecieran “las pinturas murales que cubrían las piedras
en el interior de la capilla mayor. Las impresiones que quedaban sobre los
sillares eran pinturas románicas de los siglos XII al XIII, entre las que se
veían restos de nimbos y de vestiduras. Era un apostolado, al parecer magnífico
y la incomprensión dio al traste con sus reliquias. Sobre ellas García Guinea
señalaba como más lógica una datación gótica, muy común en las iglesias del
norte de Palencia y sur de Cantabria (San Felices de Castillería, Revilla de
Santullán, Valberzoso, Olea). Navarro confesaba a renglón seguido, y con cierta
amargura, que “en toda la región de Cervera y Aguilar, las iglesias tenían
pinturas murales al temple y se conservan muchas, unas veces al descubierto y
otras bajo espesas capas de cal, gracias a las cuales podrán salvarse en días
más ilustrados que los que corren”.
Barrio de Santa María - Santa María
Una carretera local que parte de la Puebla de
San Vicente conduce hasta las otras dos pueblas de Becerril. La carretera se
bifurca aproximadamente a 1,5 km de su inicio: el tramo de la derecha conduce
hasta Barrio de San Pedro, mientras que el de la izquierda nos acerca a Barrio
de Santa María.
La iglesia se alza en una ladera desde donde se
domina el disperso caserío. Se accede por una larga escalinata de piedra que
salva el desnivel natural.
Las fuentes documentales guardan un silencio
absoluto respecto a la fábrica original aunque Enríquez de Salamanca la
identifique como monasterio de Santa María de Domo David, priorato que fue de
Mave.
Diversas modificaciones enmascaran de tal modo
su traza original que nos es muy difícil discernir la planimetría de su fábrica
primitiva entre la combinación de volúmenes, aunque hacia el exterior destaca
la poderosa imagen de la espadaña románica.
Posee una nave rectangular dividida en tres
tramos y cabecera rectangular que se abre a la nave por medio de un arco
apuntado y doblado que descansa sobre pilastras rematadas en cimacio de nacela.
A ambos lados del testero se abren sendas estancias, mientras que adosada al
mismo muro oriental de la cabecera aparece la espadaña. Junto al muro norte de
la nave, donde se abre la portada, aparece un atrio cubierto. En el hastial
occidental se abre una puerta de medio punto adovelada y cuatro estrechos ventanales.
La nave, cubierta con bóveda de cañón apuntado
se refuerza con fajones doblados que descansan sobre pilastras, unas con
semicolumnas adosadas y otras entregas. La portada septentrional aparece
avanzada respecto al muro norte y está rematada por un tejaroz, quedando
protegida por un pórtico moderno abierto al exterior mediante tres. Los
canecillos del tejaroz fueron sustituidos por ménsulas de madera sobre las que
apoya la cubierta del pórtico.
Las arquivoltas de la portada norte son
apuntadas y están compuestas por simples baquetones y escocias lisas, apoyan
sobre columnas con cimacios de doble moldura. Los cuatro capiteles tienen
sencillos motivos vegetales y geométricos que recuerdan piezas de la granja de
Tablares y San Salvador de Cantamuda (hojas de acanto, trenzados o entrelazos,
etc.), las basas áticas se componen de dos toros, escocia y toscas lengüetas.
Adosada al lado oriental –y parcialmente al
muro norte de la nave– aparece una capilla del siglo XVII de planta rectangular
y de considerable altura. Se cubre con bóveda de crucería estrellada de
terceletes y combados cuyos nervios descansan sobre pequeñas ménsulas
angulares. Pudo ser patronazgo de los Villalobos, familia de un Rodrigo Gil que
aparece entre los personajes procedentes de Aguilar de Campoo que figuran en el
repartimiento de Sevilla.
En todo el edificio se repite la misma fórmula
constructiva: mampuesto para los muros y sillería reforzando las esquinas.
Adosada parcialmente al muro sur de la nave se dispone una sacristía moderna de
planta rectangular.
La existencia de la cabecera apenas es
perceptible desde el exterior dada la presencia de la espadaña, la sacristía y
la capilla septentrional.
En sus muros se abren varios ventanales, todos
ellos de traza gótica. En el muro sur del presbiterio, se conserva una bella
arquería ciega formada por cuatro arcos de medio punto –uno de ellos
semidestruido al abrir la puerta de la sacristía moderna– que descansan sobre
capiteles historiados y columnas exentas con fustes monolíticos. Las basas son
típicamente románicas, con toro decorado con sencillas lengüetas, apoyan sobre
un pequeño zócalo. Es posible que existiera otra arquería idéntica en el muro norte
que desapareció al levantarse la capilla del siglo XVII. El exterior aparece
rematado por una cornisa moldurada sustentada por una hilera de canecillos
decorados con simple nacela.
Capitel de la parte interior del primer
cuerpo de la espadaña, representa molinillos de vástagos helicoidales.
Sobre el triunfal se construyó una pequeña
espadaña con un arco ligeramente apuntado y rematada por una cruz pétrea. No
obstante, la espadaña principal, más monumental e instalada sobre una torre
prismática, aparece adosada al ángulo sureste del ábside. Es la zona más
antigua del edificio y para García Guinea “una excelente muestra de la
prolongación hacia el sur de la escuela de Aguilar”, aunque hacia el lado
meridional se transformó parcialmente en torre cuadrangular en época gótica. Se
compone de dos cuerpos perforados por dos arcos de medio punto cada uno y un
coronamiento macizo a piñón, mostrando las dovelas del cuerpo superior
alternancia bicromática como en el triunfal de Santa María de Mave, mientras
que los cuatro ventanales tienen exterior e interiormente una doble columna
coronada por capitel.
Los capiteles y cimacios de los dos arcos
abiertos en el primer cuerpo de la espadaña, recordaban a García Guinea algunos
capiteles interiores de Villanueva de Pisuerga y Vallespinoso de Aguilar.
Representan elementos vegetales (acantos lisos, helechos entrecruzados,
molinillos de vástagos helicoidales, hojas cuadripétalas inscritas en el
interior de círculos perlados, zarcillos y hojas de palma con trepanaciones) y
animales fantásticos (combates entre centauros y leones afrontados y máscaras
vomitando tallos) cuyos referentes están en los capiteles del cercano atrio de
Rebolledo de la Torre (Burgos). En suma, la mejor representación escultórica en
una espadaña palentina donde intervienen los mismos talleres activos en
Vallespinoso de Aguilar, Pozancos, Santa Eulalia de Barrio de Santa María y
Rebolledo de la Torre durante el último cuarto del siglo XII (ca. 1186).
Detalle de uno
de los dos capiteles exteriores de la espadaña que representa un combate entre
centauros. En el lado una máscara vomitando tallos.
Exteriormente
los capiteles de la espadaña representan y animales fantásticos (combates entre
centauros y leones afrontados y máscaras vomitando tallos).
Los capiteles de la arquería ciega en el muro
interior meridional son figurados. Representan atlantes angulares barbados y
acantos muy simples. Las cestas sobre las que apoyan los fajones de la nave
tienen simples bolas con caperuza y personajes toscos y esquemáticos en su
centro, alguno de éstos con cimacio ornado de dientes de sierra. El arco
triunfal, doblado, presenta ornamentación de pequeñas figurillas policromadas
que lo recorren en toda su longitud adaptándose a la rosca.
Las cestas sobre las que apoyan los
fajones de la nave tienen simples bolas con caperuza y personajes toscos y
esquemáticos en su centro, alguno de éstos con cimacio ornado de dientes de
sierra.
La simplicidad vegetal en los capiteles de la
portada permiten adivinar un claro goticismo rústico que contrasta con las
cuidadas cestas de la espadaña, cuya cronología es sensiblemente más antigua y
en palabras de García Guinea “bastante característicos de algunos maestros y
discípulos de los talleres aquilarenses”.
En el muro norte, junto a la pilastra que
separa el segundo del tercer tramo de la nave, aparece una pequeña pila
aguabenditera datable a inicios del siglo XIII. Es una pieza troncocónica que
apoya sobre fuste liso y una basa compuesta por toro decorado con lengüetas
angulares y varias escocias sobre plinto.
Pozancos
Pozancos se sitúa prácticamente en la misma
línea divisoria entre las actuales provincias de Palencia y Burgos, a menos de
5 km al este de Santa María de Mave y regado por el modesto Monegro, afluente
del Pisuerga. La iglesia de El Salvador se eleva dentro de la población, y está
rodeada de edificaciones modernas, exceptuando su lado meridional, abierto a
una pequeña plaza. Fue declarada Bien de Interés Cultural por la Junta de
Castilla y León el 4 de marzo de 1993.
García Guinea recoge referencias que aluden al
origen de la villa hacia el 999. Al menos desde 1186 el monasterio de Santa
María la Real de Aguilar poseía fincas u otros bienes en Pozancos. Varios
documentos papales y reales de 1224 y 1351 hacen alusión a la existencia de un
monasterio bajo la advocación de San Martín, si bien pudiera tratarse de otra
casa en el actual territorio de Cantabria. Pozancos se encontraba dentro de los
límites del alfoz de Aguilar, aunque a mediados del siglo XIV, según el Libro Becerro
de las Behetrías, estaba yermo, allí moraba sólo un labrador “que no pecha
al monasterio”.
Iglesia de El Salvador
La irregular planta basilical del edificio
viene determinada por varios espacios. Está formada por dos naves separadas por
un gran arco de medio punto abierto durante el último cuarto del siglo XVII,
según consta en su clave (1678).
La nave del evangelio está dividida en dos
tramos –el de los pies de menor tamaño– y rematada por un espacio absidal
trapezoidal, mientras que la de la epístola posee traza similar, su ábside
románico es semicircular y está precedido por un tramo presbiterial recto.
Adosada al muro sur de esta última nave aparece
la sacristía de planta rectangular, a la que accedemos interiormente por medio
de una puerta abierta con arco rebajado. Dispuesta también en este mismo muro
aparece la portada románica, precedida de un espacio cubierto sobre el que se
sitúa un granero que apoya sobre tres columnas con zapatas de madera, decoradas
con motivos barrocos. La viguería de este granero destruye parcialmente la
arquivolta superior de la portada románica y su construcción obligó a desmontar
el tejaroz, de forma que oculta en su interior el primitivo alero románico de
la nave meridional. La estructura arquitectónica de la iglesia se completa con
una torre de planta rectangular a la que se accede por una escalera de caracol
alojada en un husillo hexagonal, iluminado por tres pequeños vanos
rectangulares.
Aunque el material de construcción preferente
sea la sillería, con predominio de la arenisca sobre la caliza, también
encontramos mampostería en el basamento de la torre y sacristía, y sillarejo en
el muro norte de la nave del evangelio. Materiales como el ladrillo o un
entramado de toba se utilizarán en la construcción de zonas secundarias de
ejecución moderna.
Los dos tramos de la nave del evangelio se
cubren con bóveda estrellada de nervaduras de acentuado molduraje que descansan
sobre simples ménsulas. El ábside, de planta trapezoidal y testero recto
presenta una saetera actualmente cegada y se cubre con cañón apuntado.
Exteriormente presenta dos gruesos
contrafuertes adosados a su muro norte y una ventana de factura posmedieval
rectangular. En el hastial occidental una puerta de arco apuntado con imposta y
chambrana lisa aparece hoy cegada.
La nave de la epístola –de menor altura e
iluminada por una ventana occidental de traza románica abocinada– está cubierta
por dos tramos de crucería de factura muy tardía. En la clave de la bóveda del
primer tramo de la nave aparece la siguiente leyenda pintada: AÑO 1696.
El presbiterio de esta nave se cubre con bóveda
de cañón ligeramente apuntada y el ábside con cuarto de esfera (aunque aparece
oculto por el retablo). El arco triunfal original ha desaparecido. El interior
de las naves aparece totalmente revocado, si bien se aprecian restos de
policromía postmedievales entre las nervaduras y en el muro sur.
Dos semicolumnas –la única visible con basa de
resaltado toro sobre alto podium prismático y capitel figurado sobre el que
descansa la cornisa– dividen exteriormente el paramento absidal en tres paños
verticales, mientras que dos impostas con taqueado, bajo y sobre las ventanas,
lo compartimentan en tres pisos. La columna adosada al norte se encuentra
totalmente cubierta por el ábside trapezoidal de la nave del evangelio. En el
paño central aparece una ventana de medio punto en forma de saetera y actualmente
cegada, flanqueada por dos columnillas. Otra con arco de medio punto y tímpano,
enmarcada por dos arquivoltas, se abre en el muro sur del presbiterio.
Situada a los pies de la nave de la epístola
aparece la torre, cuya parte inferior reaprovecha parte de la espadaña
original. En todos sus lados –excepto en el este– se abren dos vanos de medio
punto.
La torre de planta rectangular a la que
se accede por una escalera de caracol alojada en un husillo hexagonal,
iluminado por tres pequeños vanos rectangulares. Encima de la portada
meridional excelente colección de canecillos.
Zona exterior del presbiterio y del
ábside. El ábside, de planta trapezoidal y testero recto presenta una saetera
actualmente cegada y se cubre con cañón apuntado. Dos semicolumnas -la única
visible con basa de resaltado toro sobre alto podium prismático y capitel
figurado sobre el que descansa la cornisa— dividen exteriormente el paramento
absidal en tres paños verticales, mientras que dos impostas con taqueado, bajo
y sobre las ventanas, lo compartimentan en tres pisos. La columna adosada al
norte se encuentra totalmente cubierta por el ábside trapezoidal de la nave del
evangelio.
Dos
semicolumnas -la única visible con basa de resaltado toro sobre alto podium
prismático y capitel figurado sobre el que descansa la cornisa— dividen
exteriormente el paramento absidal en tres paños verticales, mientras que dos
impostas con taqueado, bajo y sobre las ventanas, lo compartimentan en tres
pisos. La ventana del muro sur del presbiterio es de dos arquivoltas a base de
baquetones y medias cañas rodeadaspor una moldura ajedrezada.
Una
de las dos columnas que separan entres paños el ábside presenta un excepcional capitel
historiado que representa un torneo o lucha entre dos caballeros con cota de
malla.
El
mejor representado parece representar al Buen Pastor o a un personaje que lleva
sobre sus hombos un animal.
La
ventana del muro sur del presbiterio es de dos arquivoltas a base de baquetones
y medias cañas rodeadaspor una moldura ajedrezada. En el tímpano aparece una
escena de lucha entre infantes, uno armado con lanza y otro con espada, tosoco
pero muy expresivo. Los capiteles que lo flanquean muestran en el lado
izquierdo una mujer (descabezada) entre dos liebres frente a la cual hay un
caballero con su halcón en la izquierda y a su derecha una dama que se estira
de los cabellos con la derecha mientras le araña el rostro con la diestra.
Es posible fijar el primer momento constructivo
dentro del último cuarto del siglo XII en el que se eleva un templo de una sola
nave (la actual de la epístola) que debió cubrirse con cañón, completándose con
presbiterio recto, semicírculo absidal y espadaña.
En un segundo momento –que podemos datar a lo
largo del siglo XIII– se añade al norte la nave del evangelio, de la que
perviven su cabecera trapezoidal y una puerta abierta en el hastial. Un tercer
momento, hacia el siglo XVII, supone la renovación del edificio construyendo
nuevas bóvedas y levantando la torre. En la última fase –hacia el XVIII– se
llevó a cabo la construcción de la sacristía, atrio, granero y husillo de
acceso a la torre.
Al haber desaparecido el arco triunfal y
cualquier tipo de soporte, no se conserva ningún elemento esculpido medieval en
el interior, excepción hecha de la escalera de acceso al coro que posee una
barandilla y un pretil con tracería gótica que vuelve a repetirse en el púlpito
de yeso de la nave de la epístola. No obstante, un atento análisis del pilar
que sirve de arranque a la escalera del coro alto, permite apreciar el
reaprovechamiento de una pieza románica con decoración de flores cuatripétalas
inscritas en círculos perlados que pudo formar parte de una jamba o de un
altar. Su esquema ornamental entronca directamente con algunos aleros
reaprovechados en la zona occidental del atrio, claramente emparentados con los
escultores de Rebolledo de la Torre (Burgos). Se reutilizaron además algunos
fragmentos con decoración vegetal y un canecillo con arpías y entrelazos en la
torre.
La portada románica meridional, modernamente
adintelada (en una desgraciada reforma que supuso la eliminación del arco de
ingreso) y muy abocinada, aparece avanzada respecto al muro.
Consta de cuatro arquivoltas que se
corresponden con cuatro columnas acodilladas a cada lado. Las arquivoltas se
decoran con elementos vegetales o sencillas molduras aboceladas, mientras que
los capiteles presentan caulículos con triples hojas y los temas de Adán y Eva
junto al árbol del Bien y del Mal (la misma escena recuerda otros capiteles de
Cabria, Mudá y Santa Eulalia de Barrio de Santa María o incluso la enjuta del
ventanal occidental en el atrio de Rebolledo de la Torre), personajes
masculinos sedentes entre leones –como en el interior del hemiciclo absidal de
Vallespinoso de Aguilar, interior de Santa María de Piasca (Cantabria) o en la
ventana meridional de Villabermudo–, arpías, leones afrontados y
representaciones antropomórficas. Los cimacios se decoran también con elementos
vegetales. Las basas de toro con lengüetas y plinto de escasa altura, aparecen
muy deterioradas, pudiéndose apreciar en alguna de ellas decoración de
triángulos excisos.
Capiteles de la izquierda. Los capiteles
presentan caulículos con triples hojas y los temas de Adán y Eva junto al árbol
del Bien y del Mal personajes masculinos sedentes entre leones, arpías, leones
afrontados y representaciones antropomórficas. Los cimacios se decoran también
con elementos vegetales.
Capiteles de la derecha. Formados por
arpías, grifos, leones afrontados y representaciones antropomórficas. Los
cimacios se decoran también con elementos vegetales.
Ventana en el hastial, el intradós de la
arquivolta se decora con hojas planas y caulículos. Las correspondientes
columnillas tienen una fuste salomónico y la otra estriado, los capiteles se
decoran con grifos afrontados, uno, y hojas de palma el otro.
García Guinea señala que los mismos escultores
trabajaron en otros edificios como Villavega, Santa Eulalia de Barrio de Santa
María, Brañosera y Cabria. Si bien, los puntos de comparación más claros
debemos buscarlos en la soberbia galería porticada de Rebolledo de la Torre, en
la portada de Cabria, en el hemiciclo absidal de Vallespinoso de Aguilar o en
los capiteles de la espadaña de Santa María de Becerril del Carpio, cuyos
capiteles reproducen idénticos temas.
Similar repertorio ornamental se aplica sobre
cimacios, aleros, capiteles del ventanal occidental y canecillos. Así, son
corrientes las hojas de acantos trepanadas con canaladuras, las hojas de
helecho de acusado relieve, las cestas de crochets, las ovas, las cintas
perladas, los taqueados y sogueados, así como los grifos afrontados y las
arpías.
En el tímpano de la ventana abierta en el muro
sur del presbiterio aparece una escena de lucha entre infantes, otra escena de
combate ecuestre aparece en uno de los capiteles absidales, éstos son temas muy
repetidos en el románico hispano y fueron ya analizados por Margarita Ruiz
Maldonado. La escena citada aparece además en Zorita del Páramo, Gama, Cabria,
Resoba o Villavega de Aguilar. Ciertos aspectos ornamentales como los fustes de
la ventana del hastial, con estrías verticales o helicoidales, son poco usuales
en templos rurales y rompen con la sensación de tosquedad que emana de éstos.
En mi opinión, los fustes zigzagueantes de chevrons, helicoidales o
estrigilados que aparecen en ciertos edificios (Santiago de Carrión, Rebolledo
de la Torre y la cántabra de Las Henestrosas) durante el último cuarto del
siglo XII, pueden indicar determinadas conexiones con la escultura borgoñona de
mediados del mismo siglo, estudiadas por Senra Gabriel y Galán para los casos
de los monasterios burgaleses de San Salvador de Oña y San Pedro de Cardeña.
Quizá estemos ante los restos de un edificio de mayor entidad como pudo ser el
primitivo monasterio de San Martín.
Los inéditos canecillos –ocultos por el
granero– situados en el alero del muro meridional son un excelente ejemplo de
maestría y excelente conservación. Tres de ellos reproducen temas vegetales con
palmas, volutas y entrelazos vomitados por máscaras, dos se decoran con leones
y otro figurado representa a un avariento de cuyo cuello pende una bolsa y
permanece acosado por un diablo velludo, desgraciadamente fracturado. El atrio
de Rebolledo de la Torre vuelve a ser –como ya inferían García Guinea y Pérez
Carmona– el referente directo de estas tallas.
Los
inéditos canecillos situados en el alero del muro meridional son un excelente
ejemplo de maestría y excelente conservación.
Tres
canecillo, uno bastante destruido representa a un cuadúpedo,otro a un personaje
masculino que lleva un enorme pico y el tercero de carácter vegetal entrelazado
de gran belleza.
La pila bautismal se encuentra bastante
deteriorada, con grandes grietas recogidas con hormigón moderno. Tiene forma
troncocónica invertida y apoya directamente en el suelo sin ningún tipo de
soporte. Posee decoración esculpida –de un relieve muy plano– en la que se
representa el enfrentamiento entre un león y un dragón, además de varios
círculos con cruces inscritas y distintos motivos de carácter geométrico. Su
tosquedad en la talla nos impide precisar su cronología, si bien la podemos
considerar plenamente medieval (hacia el siglo XIII).
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