Archivo del blog

jueves, 25 de septiembre de 2025

Capítulo 118, Romámico en Aguilar de Campoo y sus alrededores2

Románico en Aguilar de Campoo y sus alrededores2

Barrio de Santa María
La localidad de Barrio de Santa María se sitúa a unos 14 km al oeste de Aguilar de Campoo al borde de la carretera local que bordea la margen izquierda el embalse. En ella se encuentran dos edificios románicos, la parroquial de La Asunción, y la ermita de Santa Eulalia o Santa Olalla.
Junto con Barrio de San Pedro, Barrio de Santa Olalla, constituían el valle de Ordejón y aparecen citados casi indisolublemente, como en 1352, en el Libro Becerro de las Behetrías, en que se sitúan en el alfoz de Aguilar, como solariegos de don Tello. Quizá ese Ordejón sea el mismo Orzeion de Caderamo, con la entidad de alfoz, que marca uno de los límites de la villa de Aguilar, según el privilegio concedido en 1255 por Alfonso X. Rafael Navarro dice que en el siglo XI se llamó La Serna de Santa María, denominación que “consta en documentos de 1092 y otros anteriores”.

Ermita de Santa Eulalia
El pequeño edificio –que no cumple funciones litúrgicas en la actualidad– se ubica en la vertiente norte de un pequeño cerro, rodeado de prados y tierras de cultivo, y muy cerca –apenas unos 200 m– de la población de Barrio de Santa María, en el lugar conocido como Ordejón. Fue la parroquia de la desaparecida aldea de Barrio de Santa Olalla, citada así en el Libro Becerro de las Behetrías. Hoy la tradición oral señala en este lugar la existencia de un despoblado, al pie de la iglesia, del que todavía se conservan restos constructivos traducidos en piedras sueltas y tejas. Navarro afirmaba en 1939, y tras él otros muchos autores, que éste fue erigido bajo los auspicios de doña Sancha Alfonso y como dependiente de Santa Eufemia de Cozuelos; sin embargo no se conserva ningún testimonio documental al respecto.
La iglesia de Santa Eulalia de Barrio de Santa María –declarada Monumento Histórico-Artístico el 20 de enero de 1966– se asienta en una empinada ladera, emplazamiento que afectará a la estabilidad de los muros, que presentan grandes grietas, sobre todo en el paramento absidal. 

Su conjunto, armónico y reducido, conforma y define el románico montañés del norte palentino.
 

Presenta una planta sencilla, de pequeño tamaño y muy equilibrada en su concepción espacial: nave única –recorrida en su parte inferior por un banco de piedra– articulada en cuatro tramos y ábside semicircular precedido de presbiterio. Sobre el hastial occidental de la nave, se alza una pequeña espadaña –rematada por un frontón curvo flanqueado por bolas y coronado por una cruz– de cronología barroca. El hecho de que se mantenga sin aditamento alguno hace de este edificio uno de los ejemplos mejor conservados de la provincia y modelo de aquellas iglesias populares palentinas de una sola nave.
Casi todo el conjunto se levantó utilizando sillares de piedra arenisca, incluyendo los elementos decorativos de las ventanas absidales en piedra caliza blanca. Uno de los contrafuertes del muro sur fue probablemente rehecho en mampostería debido a algún desmantelamiento o desplome posterior.
La nave se cubre con bóveda de cañón apuntado, aunque a simple vista da la impresión de ser una simple bóveda de cañón un tanto elevada. El despiece de la misma se realiza en perfecta sillería, dividida por tres arcos fajones que apoyan en semicolumnas con capiteles decorados y basas de toro plano. La unión de la bóveda con los muros –recorridos en su parte inferior por un pequeño rebanco sobre el que descansan las columnas– aparece remarcada por una línea impostada con simple bocel. Tan sólo una pequeña ventana saetera abocinada que se abre en el hastial ilumina su interior que, a juzgar por los canecillos en forma de proa (concretamente seis en cada uno de sus muros norte y sur) y por los mechinales conservados, tuvo en su momento una especie de coro superior que llegó a ocupar tres de los cuatro tramos. 
En la actualidad el templo está totalmente exento y libre de añadidos, aunque en el muro oeste todavía es visible una profunda roza que nos indica la posible existencia anterior de un tejadillo o habitáculo adosado. Señalar por último que dos estrechos contrafuertes escalonados refuerzan ambos ángulos del grueso hastial.
En general el interior de la nave de Santa Eulalia es muy similar al de otros edificios de las mismas características, como puede ser San Vicente de Becerril del Carpio Villanueva de Pisuerga, Cillamayor o Santa Cecilia en Vallespinoso de Aguilar. El arco triunfal apuntado y de triple rosca que separa la nave del presbiterio descansa sobre soportes idénticos a los de la nave, aunque de mayor grosor, si bien las basas presentan un toro más grueso, fuerte y abombado. El presbiterio, de menor anchura que la nave, se cubre de nuevo con bóveda de cañón apuntado –en este caso es algo más pronunciado– y posee también un zócalo adosado a sus muros. Una línea de imposta nacelada y totalmente lisa nos vuelve a señalar la unión de bóveda y muro.
El espacio absidal es semicircular, se cubre con bóveda de cuarto de esfera, y tres impostas de perfil nacelado y decoradas recorren interiormente todo su perímetro. Hasta no hace muchos años (1939) este espacio estaba oculto por un retablo. Exteriormente el paramento se refuerza por la presencia de dos columnas entregas rematadas por sendos capiteles decorados que poseen basa con collarino y toro aplanado, descansan sobre un plinto de gran altura y de sección prismática. Dichas columnas dividen verticalmente el lienzo absidal en tres paños; en cada uno de ellos se abre una ventana saetera abocinada con derrame interior. Se decoran con arquivolta de medio punto, compuesta por baquetón entre medias cañas, guardapolvo y dos pequeñas columnas con sus correspondientes capiteles y cimacios. Horizontalmente el tambor absidal también se articula en tres espacios gracias a las dos líneas de imposta, una como prolongación de los cimacios de los capiteles de las ventanas y la otra bajo estas mismas ventanas, que lo recorren abrazando, inclusive, los fustes de las columnas. Como viene siendo norma, el ábside se remata con un alero con canecillos en forma de proa de nave.
El edificio presenta en su conjunto una gran unidad formal. A tenor de lo expuesto podemos afirmar que la iglesia románica se construyó durante los últimos años del siglo XII y principios del XIII. Posteriormente se llevaron a cabo algunas reformas en su caja muraria, tal y como se desprende del hecho de que algunos sillares de los muros norte y sur de la nave presenten una disposición irregular que rompe con la unidad del conjunto. Estas reformas pudieron deberse a la inestabilidad del edificio, motivada por su ubicación en una pronunciada ladera de tierras arcillosas. La espadaña, ubicada sobre el hastial, es de estilo barroco.
Portada
La portada, abierta en su muro norte recoge buena parte de la ornamentación esculpida de Santa Eulalia. Se compone de cuatro arquivoltas apuntadas formadas por simples baquetones lisos y listel interior tallado con motivos de ovas andresinas muy esquemáticas. Los cimacios tienen decoración de hojas carnosas trepanadas, apalmetadas y entrelazadas que nacen de máscaras. Las arquivoltas descansan sobre dos semicolumnillas y dos columnas exentas a cada lado, con sus correspondientes capiteles vegetales de gran esbeltez, decorados a base de estrechas palmetas cruzadas del mismo tipo que las de Rebolledo de la Torre y Vallespinoso. En el frente del cuerpo de la portada, a uno y otro lado del arco, bajo la línea de imposta, se abren una serie de arquillos.
Hay que señalar también que la puerta conserva parte de los herrajes medievales, con grandes alguazas rematadas en curvas que insinúan motivos vegetales y espacios rellenos con hierros en forma de V.


La decoración escultórica más interesante se concentra en el exterior de las tres ventanas absidales. La del lado norte posee dos capiteles decorados, uno con la representación bíblica del Pecado Original, situadas las figuras de Adán y Eva una a cada lado del frondoso árbol del Bien y del Mal en cuyo tronco se enrosca la serpiente, mientras que el cimacio se ornamenta con anillos entrelazados.
Ventana norte 
Pecado original 

El otro lleva un motivo vegetal de hojas muy angulosas rematado en acantos, presentando unas formas coronando la cesta del capitel que muy bien pudieran tratarse de cabezas muy deterioradas; sus cimacios presentan relieves de tallos serpenteantes y flores estrelladas o cuatripétalas con rosetón central. Esta representación de Adán y Eva es muy común dentro de la iconografía románica palentina y aparece en otros edificios, como por ejemplo en Pozancos, Cabria o Villanueva de Pisuerga. En la ventana abierta en el tramo central, la única que lleva decoración también al interior, la chambrana o guardapolvo aparece decorada con semiesferas cuarteadas y las restantes molduras con simples boceles. Sus capiteles, muy esquemáticos, presentan la cesta casi lisa, tan sólo decorada con remates en formas ligeramente apiñadas entre líneas de puntos y estrechas volutas en lo alto.
Ventana central del ábside 
Ventana sur del ábside. Arpías y glifos
Ventana sur del ábside. Glifo
Ventana sur del ábside. Arpías 

En cambio los cimacios se ornamentan de forma más prolija a base de hojas carnosas en el interior de círculos enlazados o bien hojas curvas vomitadas por una máscara desde la esquina. Posee, además, un tímpano contorneado por diminutas puntas de diamante y un extradós polilobulado en el que se representa un ángel barbado bendiciendo, con las alas extendidas.

En el interior presenta dos capiteles con cesta lisa y decoración vegetal, mientras que los cimacios muestran ovas afrontadas. Por último, la ventana abierta en el lado sur tiene sus capiteles figurados con representaciones de arpías afrontadas tocadas con gorros frigios y un grifo atacando a un león, ambas piezas con fondo de entrelazos y cimacios decorados a base de tallos ondulantes y perlados que surgen de máscaras. El estilo recuerda indudablemente a los escultores de Rebolledo de la Torre (Burgos) que informan toda una escuela activa en Cabria, Pozancos o Barrio de Santa María de Becerril del Carpio.

Ventana abierta en el tramo central, la única que lleva decoración también al interior. Presenta dos capiteles con cesta lisa y decoración vegetal, mientras que los cimacios muestran ovas afrontadas.
 

Pero además de capiteles y cimacios las impostas molduradas que articulan el tambor absidal, tanto interior exteriormente, también aparecen decoradas: las primeras a base de motivos geométricos (celdillas romboidales, semicírculos afrontados y ajedrezado), mientras que en las segundas se alterna la ornamentación de carácter vegetal y geométrico. En el exterior, las impostas que rodean las semicolumnas presentan una reducida y curiosa escena con un combate entre dos dragones. Por su parte las columnas entregas enlazan con el alero mediante unos anchos capiteles que se decoran a base de esquemáticos acantos.

En cuanto a la nave, su interior presenta una humilde decoración escultórica. Todos los capiteles, tanto los del arco toral como los de los fajones, tienen cestas lisas aunque decoradas con motivos vegetales a base de hojas en espiral, pomas, piñas, etc., sus cimacios enlazan con la línea de imposta de la nave. También aparecerán decoradas algunas basas de las columnas del muro sur a base de dientes triangulares.

Exteriormente los muros de la nave se coronan por un alero con simples canecillos de proa de nave, idénticos a los del ábside.
Para García Guinea los capiteles exteriores de las ventanas de ábside siguen en la línea de los realizados por el maestro de la portada de Moarves, mientras que los del interior de la nave y arco toral presentan unos cimacios y capiteles muy similares a los de Santa María de Mave, “ambas iglesias probablemente del mismo momento”, algunos de ellos realizados bajo la influencia del maestro de Piasca o de su escuela y en su conjunto, “artistas que trabajaron en Villanueva de Pisuerga, labraron muchos motivos de la iglesia de Santa Eulalia”. Y si para Enríquez de Salamanca los capiteles de la portada son de tipo andresino, Hernando Garrido relaciona las máscaras de la portada con las existentes en otros edificios palentinos y ve en la decoración de sus capiteles la huella del maestro de Rebolledo de la Torre (Burgos), visible en San Cebrián de Mudá y Vergaño entre otros.
El espacio absidal es semicircular, se cubre con bóveda de cuarto de esfera, y tres impostas de perfil nacelado y decoradas recorren interiormente todo su perímetro.
Como se observa su cabecera consta de pinturas murales que parece se realizaron en torno al 1300. Los frescos, sobre una fina capa de cal sin enlucido, han perdido consistencia, y, quizás, parte de su cromía, por lo que hoy apenas se aprecian planos y líneas en rojo, blanco, negro y un azul escaso. Es una pintura representativa del tránsito del románico al gótico. 

Santa Eulalia de Barrio de Santa María conserva en su interior un interesante conjunto pictórico decorando los muros del ábside y parte del paramento sur de la nave. Representan una serie de escenas que aparecen encuadradas en varias cartelas, separadas por bandas decoradas con distintos motivos geométricos: cruces, dientes de sierra, ajedrezados, etc. Según Mingorance i Ricart, el programa iconográfico haría referencia al Juicio Final y a los castigos infernales.
En la bóveda restos de la pintura mural de un Pantocrátor con Mandorla, con símbolos de los evangelistas. Se aprecian rostro, manos (bendiciendo y con la esfera del muno), trono, pies y mandorla en dibujo de línea, flanqueada por el Tetramorfos anamalesco, Marcos y Lucas abajo y, casi perdidos, Mateo y Juan.
En el lado sur del presbiterio se representan los castigos infernales. arriba un gran diablo sujeta un alma que se abrasa con su bolsa al cuello (avaricia) y otros cargan a sus espaldas espíritus adulos que conducen a una gran caldera. Debajo otros demonios fustigan almas que se asan boca abajo mientras otras son empujadas a las fauces del Leviatán.
En la columna del arco triunfal aparece un joven santo (¿Juan?), junto a una figura femenina con una rueda, atributo martirial de San Catalina.
Al norte dos registros superpuestos: entrada en el Paraíso en el que los ángeles portan las almas de los difuntos representados como niños desnudos, y debajo, piscostasis o pesaje de las almas con el esquema de San Miguel apartando al demonio y, por fin entrada de los justos en el seno e Abraham, figura nimbada a la izquierda.
En la columna del arco triunfal se pintó en este lado a san pedro con las llaves. 

En general, la gama cromática utilizada fue muy reducida, predominando los colores ocres, rojo, azul, negro y blanco. En cuanto a su cronología hay diversas opiniones: mientras que García Guinea las cree contemporáneas a la edificación de la iglesia (primeros años del siglo XIII), Sureda las retrasa a la segunda mitad del siglo XIII. Por su parte Mingorance las considera góticas –en torno al 1300– realizadas “por un maestro de segunda fila que aún no ha asimilado plenamente las formas nuevas” y caracterizadas por un notable carácter lineal y fuerte capacidad narrativa, a pesar de ser una obra de marcado acento popular. Sea como fuere las pinturas de Santa Eulalia de Barrio de Santa María hemos de considerarlas como uno de los conjuntos pictóricos medieval más interesantes y mejor conservados de la provincia de Palencia. La simbiosis de su arquitectura, pintura y escultura convierten al edificio, para Lojendio y Rodríguez, en “uno de los monumentos más bellos y más perfectamente concebidos de la región de Palencia”.
Rafael Navarro llegó a ver una Virgen sedente con el Niño “de gran valor arqueológico” pero nada nos dice al respecto; sin embargo distintos testimonios nos hacen pensar que pudiera tratarse de una pieza de cronología románica o gótica. Actualmente se supone en la Colección Fontaneda. El mismo autor señala también la existencia de un Cristo “románico-gótico” del siglo XIII, que tampoco se conserva.
La pila bautismal es muy simple, de forma troncocónica invertida y sencilla moldura en el borde, y apoya directamente en el suelo; aunque carece de decoración, el tipo de talla utilizado nos indica que pudiera tratarse de una pieza perteneciente al mobiliario litúrgico original, de época románica. Se encuentra en el cuarto tramo de la nave.

Restauraciones
Podemos dividir las intervenciones restauradoras tipo realizadas en Santa Eulalia en dos tipos: arquitectónicas y pictóricas. En las primeras, realizadas en la década de los 80 del presente siglo, las actuaciones se limitaron a sustituir el pavimento original. Se procedió igualmente a la realización de una zanja perimetral de drenaje, que desgraciadamente rompió todos los posibles niveles arqueológicos que relacionasen el edificio con su entorno. Esta misma intervención introdujo algunos sillares deteriorados en el interior, limpió gran parte de los muros interiores y tapió una hornacina que se había abierto en el muro epistolar del presbiterio. También se llevó a cabo la restauración de la primitiva puerta, añadiéndose en ferralla algunas de las piezas en forma de V; de momento estas nuevas piezas aún se pueden distinguir de las originales, pero la oxidación avanza de tal modo que en muy pocos años será muy difícil distinguir las primitivas de las modernas.
La restauración de las pinturas murales fue realizada por el equipo de restauración de pintura mural del Centro de Estudios del Románico, de Aguilar de Campoo, dado el lamentable estado de conservación en el que se encontraban. El deterioro de las pinturas (evidente ya en 1939), según el informe técnico elaborado por Barbero Encinas y Martínez Valverde, surgió por el cúmulo de varios factores: una enorme falta de estabilidad estructural (motivada por la ubicación topográfica del edificio), las malas condiciones climatológicas de la zona (un grado de humedad muy elevado) y el estado de abandono prolongado en el que se sumió el edificio. La restauración de la iglesia efectuada en los años 80 tampoco mejoró las condiciones de conservación de la pintura mural que fue concebida sin ninguna capa de enlucido en la preparación de los muros. El resultado final de la restauración iniciada a finales de 1989 permitió fijar y desenmascarar una serie de frescos que se encontraban en un lamentable estado.

Vallespinoso de Aguilar
Vallespinoso se sitúa a unos 10 km al suroeste de Aguilar de Campoo siguiendo la sinuosa carretera que bordea por el sur el embalse de Aguilar y conduce hasta las suaves ondulaciones de la Ojeda. La ermita de Santa Cecilia se alza sobre una alta peña que domina por el sureste el angosto valle en el que se enclava la población de Vallespinoso de Aguilar, constituyendo uno de los emplazamientos más sugestivos y hermosos de cuantas iglesias románicas se conservan en la provincia. El peñasco sobre el que se asienta el edificio cae verticalmente sobre el costado sur, quedando rodeada la ladera norte por tierras de labor. Al propio interés estético del conjunto debemos sumar su estratégica ubicación como enclave defensivo: apenas a doscientos metros hacia el oeste del edificio un estrecho paso, que aprovecha una hendidura practicada en la roca, permite el acceso hasta un collado que pone en comunicación el valle de la Ojeda con la comarca de Aguilar.
No tenemos constancia documental anterior al siglo XIV que hable de la localidad de Vallespinoso. El primer testimonio nos lo proporciona el Libro Becerro de las Behetrías, que habla de Valdespinoso como lugar solariego de don Tello y perteneciente al alfoz de Aguilar. La primera referencia al edificio aparece en la Estadística de la Diócesis de Palencia de 1345, publicada por san Martín Payo, que cita en Valde Spinoso la eglesia de santa zecilla.
El templo, en estado ruinoso y convertido en ermita tras la construcción de la parroquial, fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1951 y restaurado por la Dirección General de Bellas Artes en 1958. Actualmente se encuentra cerrado al culto siendo la turística su única función.

Ermita de Santa Cecilia
La iglesia se construyó en sillería de talla regular bien dispuesta que va reduciendo su tamaño en altura. Las cubiertas, el muro septentrional y el hastial occidental fueron restaurados en 1958 a raíz de su estado de ruina, reutilizándose en lo posible la sillería original. El remate de la torre adosada al muro sur fue también restaurado implantando una sorprendente falsa cúpula de ladrillo revocada simulando sillería.

La planta consta de nave única rematada por cabecera compuesta de presbiterio rectangular y ábside semicircular. 

El acceso se efectúa a través de una portada abierta en el muro sur y protegida por una especie de patio delimitado por un muro prolongación del hastial y la estructura de la torre. Esta última aparece adosada entre la portada y el hemiciclo absidal, y presenta planta cuadrangular en su base y circular desde una altura de cuatro metros y medio hasta su remate.
Su carácter no está muy bien definido, pues al mismo tiempo que alberga la escalera de caracol que comunicaba con la espadaña –que se erguía sobre el triunfal– parece sugerir una función defensiva. Viene a apoyar esta interpretación el hecho de que el acceso a la escalera de caracol se realice desde el interior del edificio y a una cierta altura, lo que hacía imprescindible la utilización de una escalera de mano. Un pasillo abovedado da paso al exterior del ábside, el cual articula su tambor en tres calles delimitadas por sendas columnas entregas cuyos capiteles alcanzan la cornisa, integrándose en la línea de modillones decorados que la soporta. En cada paño del ábside se abre una ventana, bajo cuyo alféizar corre una imposta que lo divide así en dos cuerpos. Las ventanas son de medio punto, abocinadas con derrame interno y externo, con chambrana decorada. Presentan así mismo una sencilla moldura esculpida en el intradós del arco.

En el interior, el arco triunfal, apuntado y doblado, aparece decorado con una hilera de dientes de sierra. Descansa sobre una pareja de columnas adosadas con capiteles historiados, cimacios esculpidos y basas de perfil ático con lengüetas y garras. Estas columnas apoyan en un alto zócalo que se prolonga a modo de banco corrido por todo el perímetro del presbiterio. La importante diferencia de alturas entre la nave y el presbiterio se salva mediante seis escalones.
La nave, cubierta con bóveda de medio cañón fruto de la restauración, descarga su primer arco fajón sobre columnas adosadas que presentan también capiteles y cimacios esculpidos sobre alto pedestal. Los dos restantes arcos fajones de la nave descansan sobre ménsulas simplemente molduradas. El ábside se cubre con bóveda de cuarto de esfera, y el presbiterio con cañón apuntado. Interiormente el hemiciclo aparece recorrido por dos sencillas molduras esculpidas, una bajo el cuerpo de ventanas y la otra a la altura del arranque de la bóveda. El perímetro interior del presbiterio aparece articulado por dos arquerías ciegas trilobuladas, de dovelaje cuidadosamente engatillado, que apoyan en columnas, dobles las centrales y simples las de los lados. Este tipo de arcadas sigue el esquema de las vistas en Barrio de Santa María, Zorita del Páramo, La Asunción de Perazancas, Villanueva del Río o en la cántabra iglesia de Santa María de Piasca.
La iglesia presenta, como es habitual, una portada abierta en el muro sur de la nave, protegida así de los fríos vientos del norte. Se abre en un antecuerpo saliente y se compone de seis arquivoltas molduradas con baquetones entre medias cañas, excepto la tercera que muestra una decoración a base de grandes hojas de palma vueltas y con puntas rematadas en molinillos, en gran parte restauradas. Las jambas y columnas que recogen las arquivoltas apoyan sobre un alto pedestal, necesario debido al desnivel que presenta el terreno sobre el que se asienta la iglesia.
La decoración de los capiteles, al igual que ocurre con los cimacios –en gran parte restaurados y con decoración vegetal de entrelazos– forma una banda continua que desborda el marco de las cestas para extenderse a modo de friso a ambos lados de la puerta.
De izquierda a derecha aparecen representadas las siguientes escenas: en el friso de la parte izquierda y sobre fondo vegetal vemos un dragón de larga cola enroscada mordiendo el escudo de un infante ataviado con cota de malla, el cual le asesta un golpe con su espada.

En los dos primeros capiteles se desarrolla el combate de dos centauros afrontados entre follaje, similares a los representados en Rebolledo de la Torre y Barrio de Santa María de Becerril del Carpio; sigue un capitel vegetal finamente calado y otro, muy deteriorado, con dos serpientes aladas. A continuación, una representación del avaro con la bolsa de monedas al cuello, acompañado por un diablo de cabellos llameantes.
Capiteles y friso izquierdo
Friso y capiteles de la izquierda 

El último capitel muestra un difunto sobre el lecho mortuorio tras el cual un sacerdote levanta un libro en la mano derecha y señala al yacente con la izquierda. A su lado, un ángel sujeta un caballo. Como señala García Guinea pudiera tratarse de una representación de la extremaunción. Sobre la jamba, se desarrolla el tema de la psicostasis: San Miguel junto con otro ángel pesa en una balanza un alma mientras que el diablo se aferra a uno de los platillos. La iconografía de estos tres últimos relieves trae a la memoria la del capitel del avaro de la galería porticada de Rebolledo de la Torre (Burgos).
En el lado derecho de la portada encontramos la representación de las Tres Marías bajo arquillos (prácticamente perdidos por erosión del relieve) ante el sepulcro vacío de Cristo, siguiendo la fórmula tradicional que muestra a las mujeres portando los óleos en sus manos veladas y al ángel que, situado en la cabecera del sarcófago, anuncia la resurrección de Cristo.
Capiteles lado derecho
El esquema de la representación lo encontramos repetido y asociado como aquí a la psicostasis en la portada de Villanueva de la Peña, relación entre decoraciones tratada más en extenso en Hernando Garrido, 1994b. Tras la Visitatio Sepulchri aparecen dos enigmáticas figuras: una, masculina y vestida con túnica que le cae hasta los pies, parece dirigirse con su diestra al ángel vecino y porta un bastón o cetro con la otra; le acompaña una mujer que se lleva las manos al pecho.
Ya sobre el primer capitel de este lado izquierdo vemos a dos personajes vestidos con ropas talares portando un libro y simétricamente dispuestos a ambos lados de una estilizada hoja de borde lobulado, iconografía que también encuentra su paralelo en la portada de Villanueva de la Peña.
Sigue una cesta vegetal con alargadas hojas lobuladas que acogen brotes en sus puntas y ramillete central y, en el siguiente, una pareja de arpías afrontadas de colas enroscadas, relieve éste bastante deteriorado. Completan la decoración de los capiteles dos vegetales de palmas muy ramificadas y entre ellos uno figurado con dos personajes barbados realizando con sus manos alzadas mostrado las palmas un gesto de respeto y sosteniendo grandes manojos de llaves. Sobre el friso de la parte derecha de la portada vemos un grupo de nueve personajes en actitudes diversas cuya identificación resulta sumamente compleja, tanto por lo complicado de la composición como por lo desgastado del relieve. En algunos parece clara la referencia a actividades agrícolas, como en el caso del primero de ellos, que porta una especie de mayal.
Jamba derecha de la portada
Friso derecho de la portada 

El siguiente sujeta un calderillo o cestillo y un objeto cortante, posible referencia a labores de vendimia, mientras su compañero maneja un objeto oblongo que pudiéramos interpretar como un personaje vertiendo el vino de un odre al barrilillo, como en la portada de Beleña de Sorbe (Guadalajara). Mayor dificultad ofrecen los dos siguientes personajes, el primero removiendo en una especie de escudilla y el segundo sosteniendo un objeto alargado envuelto en un paño. El personaje de su derecha, acompañado de otra figura de reducidas dimensiones y muy perdida, aparece ante una mesa repleta de manjares realizando un gesto de bendición con su diestra (índice y corazón extendido). Concluyen la escena dos figuras, separadas por una especie de columna, la extrema tocada con capirote y en actitud de calentarse. El conjunto de personajes, salvo el de menor tamaño junto al comensal, forman un grupo coherente, todos vestidos con túnica a excepción del rústico tocado con capucha, quien porta un sayón. El canon de las figuras es algo achaparrado y se presentan bien descalzos bien con puntiagudos calzados. Si las atribuciones avanzadas se confirmasen estaríamos aquí ante un fragmentario calendario, del tipo del citado en Beleña de Sorbe.
Canecillos del ábside
 

Los canecillos que soportan las cornisas presentan perfil de proa de barco salvo en el presbiterio y ábside, donde aparecen profusamente decorados con motivos geométricos (perfil de nacela y nacela con dos rollos), vegetales (acantos de puntas rematadas por molinillos), animalísticos (ave de pescuezo vuelto con una serpiente enroscada, tipo que vemos igualmente en Piasca, águila y león) y representaciones humanas (una priápica y otra de un músico tocando la viola con arco).
Canecillos
Canecillos 

Las ventanas absidales reciben igualmente decoración. Las laterales, que carecen de columnas, presentan chambrana ornada con friso de hojas caladas vomitadas por un dragón y un basilisco.
La central se decora con mayor profusión y observamos así en los cimacios hojarasca del tipo de la vista en los de la portada. El arco, por su parte, recibe un friso de acantos con profundas acanaladuras y rematados en molinillos y la pareja de capiteles que lo reciben se decoran respectivamente, el izquierdo con una pareja de grifones afrontados y enlazados por una banda de contario, y el derecho con dos arpías masculinas también afrontadas y tocadas con gorro frigio. En ambos capiteles son evidentes los paralelos con motivos vistos en Santa Eulalia de Barrio de Santa María, El Salvador de Pozancos, La Asunción de Perazancas y Rebolledo de la Torre. Los capiteles que coronan las columnas entregas del ábside son vegetales, decorados con dos niveles de acantos uno y con hojas lobuladas y de puntas entrecruzadas el otro, ambos encuentran sus equivalentes en la galería porticada de Rebolledo de la Torre.
Ventana norte del ábside
Ventana sur del ábside 

Ya en el interior, la imposta que recorre todo el perímetro del ábside por encima del nivel de las ventanas presenta un motivo ornamental de entrelazo vegetal. Esta imposta se extiende por los muros del coro con el mismo motivo ornamental.
La arquería que orna los muros laterales del presbiterio presenta dos series de tres capiteles. El capitel central del lado del evangelio se decora con tres figuras bajo complicadas arquerías trilobuladas con decoración vegetal tipo ataurique.
La figura central, muy deteriorada en su parte inferior, parece portar una bolsa al cuello y aparece encadenado por una gruesa argolla sujeta a una cadena y una cuerda de las que tiran dos seres antropomorfos de rasgos grotescos y garras de ave, ambos muy deteriorados. García Guinea veía aquí una posible representación del alma encadenada por el pecado mortal, en este caso la avaricia, estableciéndose pues una conexión con la iconografía de los capiteles de la portada. Sea como fuere, el esquema compositivo recuerda al habitual en las representaciones del Señor de los Animales o personaje dominando bestias. En las caras laterales de la cesta aparecen, también bajo arquillos, dos aves rapaces.
El capitel central del lado del evangelio se decora con tres figuras bajo complicadas arquerías trilobuladas con decoración vegetal tipo ataurique. La figura central, muy deteriorada en su parte inferior, parece portar una bolsa al cuello y aparece encadenado por una gruesa argolla sujeta a una cadena y una cuerda de las que tiran dos seres antropomorfos de rasgos grotescos y garras de ave, ambos muy deteriorados.
 

El capitel sencillo del lado derecho presenta una pareja de personajes ataviados con túnicas dominando leones, en una disposición que recuerda fuertemente la de otro de la ventana central del ábside de Piasca. Cada personaje se dispone en una de las caras visibles de la cesta, aparentemente sentados, e introduciendo sus manos en las fauces de tres leones, en Vallespinoso el central casi perdido. Tema de difícil interpretación, presenta paralelos con otro de San Zoilo de Carrión de los Condes, que pudieron actuar como modelos de éste y de otro similar de la portada de Pozancos.
El capitel sencillo del lado derecho de la nave del evangelio presenta una pareja de personajes ataviados con túnicas dominando leones.
Cada personaje se dispone en una de las caras visibles de la cesta, aparentemente sentados, e introduciendo sus manos en las fauces de los leones 

El capitel del lado izquierdo presenta el motivo del jinete vestido con larga túnica en actitud de partir que sujeta las bridas de su montura y se retorna hacia atrás, cubriéndose el resto de la superficie con tres hileras de hojas de acanto y volutas en los ángulos. Tanto la figura del jinete como la del caballo se encuentran bastante deterioradas. El mismo motivo aparece en un capitel de la iglesia del monasterio de Santa María de Aguilar (hoy en el MAN), donde el caballero porta corona y realiza un gesto de saludo o despedida, así como en la portada occidental de Piasca, en la de Pomar de Valdivia, en la Catedral Vieja de Salamanca, etc. Su interpretación no aparece del todo clara, aunque pudiera relacionarse tanto con el ciclo davídico como con la iconografía del caballero victorioso.
Capitel del lado izquierdo del lado del evangelio presenta el motivo del jinete vestido con larga túnica en actitud de partir que sujeta las bridas de su montura y se retorna hacia atrás, cubriéndose el resto de la superficie con tres hileras de hojas de acanto y volutas en los ángulos. Tanto la figura del jinete como la del caballo se encuentran bastante deterioradas.
En cuanto a los capiteles de la arquería del muro sur del presbiterio, el doble central, extraordinariamente fino y bien conservado, se decora con dos rodetes de hojas de acanto con puntos de trépano y dispuestas en espiral que parten de un tallo único anudado en su base y acogen en el centro del molinillo sendas flores octopétalas. La composición, con el cuidado contrapeso de las hojitas anudadas en la parte baja de la cesta, la calidad de la labra y el cuidado efecto de los calados nos pone ante una de las realizaciones más refinadas de la escultura de fines del siglo XII.
Formando parte de los capiteles de la arquería del muro sur del presbiterio, el doble central, extraordinariamente fino y bien conservado, se decora con dos rodetes de hojas de acanto con puntos de trépano y dispuestas en espiral que parten de un tallo único anudado en su base y acogen en el centro del molinillo sendas flores octopétalas. La composición, con el cuidado contrapeso de las hojitas anudadas en la parte baja de la cesta, la calidad de la labra y el cuidado efecto de los calados nos pone ante una de las realizaciones más refinadas de la escultura de fines del siglo XII.
Este doble capitel se sitúa en la arquería del muro sur del presbiterio, en concreto es central, extraordinariamente fino y bien conservado, se decora con dos rodetes de hojas de acanto con puntos de trépano y dispuestas en espiral que parten de un tallo único anudado en su base y acogen en el centro del molinillo sendas flores octopétalas. La composición, con el cuidado contrapeso de las hojitas anudadas en la parte baja de la cesta, la calidad de la labra y el cuidado efecto de los calados nos pone ante una de las realizaciones más refinadas de la escultura de fines del siglo XII.
 

El modelo compositivo directo pudo venir del claustro aquilarense (capitel hoy en el MAN), aunque a éste la impronta estilística borgoñona le confiera un aspecto menos geometrizado que al de Vallespinoso. El motivo gozó de un indudable éxito y aparece así repetido en idéntica ubicación y con sorprendente similitud en la arquería interna de Santa María de Piasca y algo más distorsionado en las de Villanueva del Río Pisuerga, Zorita del Páramo y en un capitel de la espadaña de Barrio de Santa María de Becerril del Carpio. El capitel del lado izquierdo se decora con dos filas de palmetas de puntas vueltas recibiendo los dados del ábaco pentapétalas tipo lises inscritas en cuadrados. Nuevamente encontramos un paralelo en el interior de la iglesia cántabra de Piasca. En el capitel del lado derecho, similar a otro del interior de Pozancos, se afrontan dos grifos en posición rampante enredados en tallos.

Las ventanas del ábside reciben al interior decoración similar a la externa: banda de entrelazo vegetal las laterales y chambrana decorada con dos filas de ovas entre bandas de contario que apoyan en una pareja de capiteles, vegetal de dos niveles de hojas lobuladas dispuestas en sentidos contrapuestos y cimacio con aves entre tallos por lo que respecta al izquierdo y el combate entre un dragón y una especie de león enredados entre follaje el derecho, similar éste en todo a otro del ventanal izquierdo del ábside de Santa Eulalia de Barrio de Santa María.
El arco de triunfo reposa sobre una pareja de capiteles cuidadosamente esculpidos. El correspondiente al lado del evangelio presenta la tan repetida iconografía de Sansón desquijarando al león, siguiendo el modelo visto en la iglesia de Santa María de Aguilar de Campoo (maestro de los capiteles de Moarves) y repetido en la galería porticada de Rebolledo de la Torre, Santa María de Henestrosa de las Quintanillas (Cantabria), Prádanos de Ojeda, Dehesa de Romanos, etc.
Capitel del arco triunfal
Capitel del arco triunfal 

Vemos en el frente del capitel al héroe bíblico, vestido con túnica corta y con cabellera recogida por un lazo (como en Aguilar y Rebolledo) cabalgando y apartando las fauces del animal. Tras él, en la cara que mira al altar, aparece un enigmático personaje, posiblemente femenino, que sostiene con ambas manos la cola del felino, como en Aguilar y Rebolledo, aunque en ocasiones aparezca cortando la cola del león (así en Prádanos y Cezura). Su presencia, frecuente en la zona palentina y en general en el románico, no encuentra justificación en el texto del Libro de los Jueces. Lo mismo ocurre con la figura del guerrero vestido con cota de malla y armado con un escudo oblongo, mordido como en el relieve de la parte izquierda de la portada por la serpiente alada con la que lucha. En este caso es más manifiesta la falta de conexión entre la figura del infante y la escena de Sansón que en otros ejemplos como Moarves, Cozuelos, Prádanos o Dehesa de Romanos en los que uno o varios personajes atacan frontalmente a la bestia. El estilo y ciertos detalles decorativos, como las palmetas en los ángulos y el friso de arquillos que decora la parte alta de cesta y ábaco ponen en íntima relación este relieve con el de los capiteles de Aguilar, Rebolledo y Las Henestrosas.
Capitel del arco triunfal
 

El capitel frontero se decora con cuatro estilizados grifos afrontados y rampantes dos a dos, enredados entre cintas con decoración de contario y volutas en los ángulos. Guarda cierta similitud con uno de los capiteles de la ermita del Cristo de Torre Marte en Astudillo, relacionándose más íntimamente con uno del triunfal de Henestrosa e igualmente con otros de Dehesa de Romanos y Villanueva de la Torre. Los cimacios reciben un friso de geometrizados acantos de profundas acanaladuras.
El análisis de las relaciones estilísticas de la escultura permite pues asignar un marco cronológico relativamente preciso para la construcción de la iglesia, entre mediados de los años 70 y finales de los 80 del siglo XII, basándose en las dataciones más o menos seguras de Santa María de Piasca, iglesia y claustro de Aguilar y pórtico de Rebolledo. Santa Cecilia de Vallespinoso representa pues, por su riqueza decorativa y la multitud de referencias que pueden de ella establecerse, un hito esencial para el conocimiento del románico del norte palentino dada su directa dependencia respecto de los modelos señeros como Santiago de Carrión, claustro de Aguilar, Santa María Piasca y Rebolledo de la Torre, que parecen interrelacionarse en el taller escultórico que aquí trabaja. Por ello, Vallespinoso se nos muestra como cabeza del grupo de edificios decorativamente dependientes de dichos grandes monumentos, grupo formado por las ya citadas iglesias de Santa Eulalia de Barrio de Santa María, Villanueva de la Peña, Pozancos, Villanueva del Río, Zorita del Páramo, La Asunción de Perazancas, etc

 

Lomilla de Aguilar
Lomilla de Aguilar se sitúa a escasos 6 km al suroeste de Aguilar de Campoo y apenas a 1 kilómetro de la carretera N-611. La localidad confina con los términos de Valoria de Aguilar y Villaescusa de Ecla. La iglesia de San Esteban se encuentra al noroeste del caserío, instalada en lo alto de una loma que la hace perfectamente visible desde cualquier punto del valle.
Las referencias encontradas entre la documentación publicada sobre la localidad de Lomilla de Aguilar son suficientes para justificar su pertenencia a los monasterios de Santa María la Real de Aguilar de Campoo –desde al menos el período en que Andrés fue abad de dicho monasterio (1173-1206)– y Las Huelgas de Burgos, durante el marco cronológico en que fue abadesa doña Sancha (1229), como lo prueban las donaciones, permutas y ventas que se realizan. En 1231 Fernando III confirma heredades y collazos en Lomilla, que son propiedades del abadengo de Aguilar. Según Mansilla Reollo, al monasterio de Oña fueron incorporados otros cenobios e iglesias en los siglos XI al XIII, entre las que aparece San Esteban de Lomilla (cf. Demetrio Mansilla Reoyo, "Obispados y Monasterios", en Historia de Burgos, t. II, Edad Media, vol. I, Burgos, 1985, p. 329). Esta información no se encuentra apoyada concretamente por ningún documento. En el Libro Becerro de las Behetrías, Lomilla figuraba como lugar solariego perteneciente a partes iguales al abad de Aguilar y a la abadesa de Las Huelgas de Burgos.

Iglesia de San Esteban
La iglesia de San Esteban es un templo rural de pequeñas dimensiones que encaja perfectamente en la tipología de templos tardorrománicos del noroeste de la provincia que García Guinea clasifica como “iglesias de concejo”. Consta, como en general este grupo de edificios, de una sola nave y ábside semicircular con tramo recto.
La fábrica del templo se levanta con sillería de tamaño regular, bien escuadrada y dispuesta. En el interior no se aprecia la talla original de los sillares debido al abrasivo abujardado de las diferentes intervenciones posteriores y al enlucido que presentan algunas de sus partes. El templo presenta una sola nave dividida en diferentes tramos articulados por los soportes adosados al muro, un ábside semicircular con presbiterio claramente diferenciado y portada en el lado sur de la nave. El tránsito entre la cabecera y la nave se realiza mediante un arco triunfal sobre columnas de capiteles lisos, cimacio simple, basas con collarino y toro de sección circular repetido en otras iglesias como Santa Eulalia en Barrio de Santa María.
El semicírculo absidal presenta bóveda de cuarto de esfera ligeramente apuntada, en tanto que el presbiterio y la nave se cubren con bóveda de cañón apuntado. La cubierta de la nave se articula en cinco tramos por medio de cuatro arcos fajones que reposan en ménsulas sencillas, algunas de ellas similares a las de Vallespinoso de Aguilar.
Exteriormente el ábside presenta dos contrafuertes de sección rectangular que dividen el tambor absidal en tres calles, abriéndose en la central un vano de medio punto, abocinado en el interior y exterior, sin ninguna ornamentación escultórica. Posteriormente se abrió en el lado de la epístola una ventana de forma rectangular también abocinada y sin decoración.
El ábside cuyos canecillos aún conservan buena parte del ideario simbólico medieval, entre cuyos componentes podemos observar otro motivo -como el de Sansón desquijando al león- recurrente a numerosos templos de la región. Me refiero a esa, en teoría, personificación del pecado, representada por una mujer de cuyos pechos parecen mamar dos serpientes.
Otros motivos, más o menos afortunados, en cuanto a calidad artística se refiere, están constituidos por animales, entre los que destacan la liebre y otra bestia, que bien podría ser un perro o un lobo -éste último caso, sería significativo- y que probablemente, en un sentido más amplio, simbolicen la naturaleza sagrada subyecente en un tema como es el de la caza.
Seguramente más interesantes y complejos que los anteriores, y símbolo ancestral, cuando no universal e indiscutible, la espiral aparece varias veces representada, lo que puede sugerir un deseo expreso del cantero de transmitir conceptos lejanos a las concepciones católicas del momento, cuando no una forma de firma personal o gremial, similar, en comparación, a aquella otra que se localiza en el interior del ábside de la colegiata cántabra de San Martín de Elines.
Recurrente, así mismo, es la temática del ave rapaz con una presa entre sus garras; e incluso aquél otro canecillo que, semejante a las capas escalonadas de los ziggurats mesopotámicos, pudiera representar otro símbolo similar en connotaciones mistéricas ancestrales a la espiral: el laberinto.
Canecillos del ábside
Los canecillos de esta iglesia muestran un variado muestrario tipoloógico: presentan en general perfil de proa de nave, aunque también apreciamos otros decorados con espirales, figuras antropomórficas, hombrecillos sentados y representaciones zoomórficas.
Los numerosos canecillos de variadas formas que se conservan en el exterior del hemiciclo absidal y aleros de los muros de la nave presentan en general perfil de proa de nave, aunque también apreciamos otros decorados con espirales, figuras antropomórficas, como un hombre tocando un instrumento de viento, hombrecillos sentados y representaciones zoomórficas (liebre, perro y ave).
Canecillos del ábside que representan un hombre sentado y una figura tal vez humana (contorsionista).
Figura femenina de carácter 'exhibicionista'.
Sumaria representación de una liebre.
Otro canecillo de forma zoomórfica.
En este caso el canecillo representa un ave con la cabeza vuelta y una presa en sus garras.
Unos de los canecillos del ábside que representa un cánido. 

En altura destaca la espadaña que se alza en el muro sur sobre la portada. A ésta se accede desde una escalera que arranca en la zona oriental del atrio. Su estructura es la habitual de las iglesias de la zona, con dos troneras de medio punto que albergan las campanas y campanil en el remate a piñón.

La portada románica se compone de cinco arquivoltas de medio punto que apean en dos capiteles y dos jambas a cada lado. Los capiteles, casi totalmente lisos, portan una piña en su esquina y descansan sobre fustes que poseen muy toscas basas. La decoración escultórica de la iglesia de San Esteban se reduce básicamente al cimacio-friso de la portada, por encima de los capiteles, que muestra hojas cuatripétalas con punto central inscritas dentro de círculos tangentes, similares a las del alero absidal de Santa María de Mave y otras de Pozancos y Rebolledo de la Torre, y a los numerosos canecillos de variadas formas que se conservan en el exterior del hemiciclo absidal y aleros de los muros de la nave. Éstos presentan en general perfil de proa de nave, aunque también apreciamos otros decorados con espirales, figuras antropomórficas, como un hombre tocando un instrumento de viento –muy similar a otros de Santa María de Mave y de la portada de Moarves–, hombrecillos sentados y representaciones zoomórficas (liebre, perro y ave).
Portada 
Columnas de la portada 

En el interior de la nave, los capiteles anexos a la zona del ábside y el altar, están lisos, seguramente modificados en alguna reforma y de cuyos originales, si los hubiere, nada sé. Destaca, en primer término, localizándose en los sillares absidiales frontales, un calvario gótico -siglo XIV-, así como la figura de uno de esos santos, misteriosos y populares que, descubriendo su muslo y señalando una terrible herida sangrante, implica no sólo una señal de reconocimiento, sinto también, de iniciación: San Roque.
Situado en uno de los retablos laterales, va ataviado con los atributos característicos del peregrino; a saber: sombrero, viera, zurrón y el báculo o cayado, típico no sólo del peregrino, sino también de la figura del Maestro. Le acompañan el niño y el perro.
La fase constructiva dominante en el templo es claramente románica tardía, pudiéndose distinguir una primera etapa a finales del XII correspondiente a la portada; una segunda hacia inicios del siglo XIII en que se asienta la nave y el ábside, y, una tercera posterior a la construcción inicial en la cual tiene lugar la culminación de la espadaña. Esta delimitación cronológica que hacemos del edificio no debe pasar por alto las reformas y añadidos posteriores –la sacristía se construye hacia los siglos XVI-XVII, y el atrio o el cementerio son zonas levantadas durante el siglo XX– que han sufrido modificaciones (1954) deformando de manera considerable e irreversible la fisonomía original de la misma.


Olleros de Pisuerga
A unos 9 km al sur de Aguilar de Campoo y en la ribera del Pisuerga, nos encontramos el pueblo de Olleros, cercano al asentamiento de la antigua ciudad de Oliva. García Guinea infiere en las conclusiones de las excavaciones arqueológicas realizadas en Monte Cildá que durante la Alta Edad Media y desde los primeros siglos de la Reconquista debió mantenerse aquí un poblado, tal vez la Olovasio de la que hablan las fuentes medievales.
Las referencias a la localidad de Olleros de Pisuerga resultan muy contadas. El nombre de Olleros aparece en la diócesis de Burgos desde mediados del siglo X, y el topónimo sin duda hace referencia a una actividad alfarera de momento no atestiguada arqueológicamente. En 1229, aparecen testigos de Olleros en dos documentos procedentes del monasterio de Las Huelgas de Burgos. En 1230 se produce una avenencia entre el concejo de Olleros y el abad Marcos del monasterio de Santa María de Aguilar de Campoo. En el Libro Becerro de 1351-1352, Olleros figuraba como lugar de solariego perteneciente al monasterio de San Andrés de Arroyo.

Iglesia de los Santos Justo y Pastor
A orillas del Pisuerga, la iglesia de los Santos Justo y san Pastor se encuentra excavada en un promontorio de naturaleza arenisca orientado su lado vertical a poniente. Alrededor del templo y en la misma dirección sureste se extiende una necrópolis medieval que aún hoy en día se encuentra por excavar. Al final de dicha necrópolis se localiza el pueblo. En el mismo corte rocoso en que se excava la iglesia aparecen sepulturas antropomórficas, de bañera, trapezoidales y ovaladas, correspondiendo en su mayor parte a adultos aunque no faltan las infantiles.
Se trata de uno de tantos edículos rupestres como hay en la comarca, un tipo de edificación que constituye una sorpresa para el público en general y un fuerte problema para los investigadores. Estos testimonios tienen en el norte de la provincia de Palencia un amplio muestrario (Villarén de Valdivia, Cervera de Pisuerga, Cezura o Villacibio), así como en los alrededores de las vecinas Burgos y Cantabria.
En planta el edificio presenta algunas irregularidades debidas a las exigencias de la excavación en el suelo rocoso, aunque sigue la tipología habitual de iglesia con cabecera de ábsides semicirculares y dos naves, separadas en este caso por cuatro soportes de los cuales, el que se encuentra a los pies de la iglesia, es un pilar cruciforme, siendo las otras tres columnas; la primera aparece desviada respecto al eje central que siguen las demás en dirección a la epístola. Hay que reseñar que la segunda y tercera columnas son añadidos posteriores, de tipo toscano, que se colocaron hacia el siglo XVIII, sustituyendo a los soportes originales, aunque todos tienen el protagonismo de aparentar sustentar un falso abovedamiento. La orientación también es atípica (sur-norte) forzada por las exigencias de la topografía.

Portada de la iglesia de los Santos Justo y Pastor, Olleros de Pisuerga
 

Los artífices de la iglesia intentaron imitar al máximo el volumen interno de una iglesia exenta dando a la bóveda forma de cañón apuntado. A cada una de las naves le corresponde un ábside en la cabecera, ligeramente desviados respecto al eje longitudinal del templo, ambos son de planta semicircular y culminados con un símil de cuarto de esfera irregular.

En el costado de la epístola se abre, a la derecha de uno de los ábsides principales, una sala cuadrangular separada en dos tramos por un tabique moderno, ligeramente irregular y abovedada en cañón que arranca desde el suelo, con dirección norte-sur, cumpliendo actualmente la función de sacristía.
Ésta tuvo puerta con arco peraltado, hoy colgada y macizada para convertirla en el actual vano rectilíneo, dato que parece otorgarle antigüedad.

En el costado opuesto se abre una pequeña capilla de planta cuadrangular y cabecera semicircular, con un falso arco triunfal que articula el espacio interior. Adosado al muro izquierdo de la nave vemos un enterramiento antropomórfico bajo rudo arcosolio, siendo su datación imposible de confirmar sin un estudio completo de todo el conjunto. Por el suelo del recinto cuadrangular del lado de la epístola discurre un canal labrado en la roca que pudo recoger las filtraciones de agua y que al exterior parece haberse convertido en fuente, aunque no hay elementos de juicio como para pensar en un canal de desagüe de un baptisterio; recuerda idéntico sistema observado en las iglesias rupestres yuxtapuestas del altiplano de Acre en Sicilia. Por último en el mismo muro del evangelio, en el tercer tramo de la nave, se abre un habitáculo posmedieval de planta cuadrangular destinado a albergar la pila bautismal.
Interior
 
Interior de la ermita un retablo simple pero con mucha historia 

La parca decoración escultórica de la ermita se centra en los capiteles dobles, toscos, de indudable factura tardorrománica labrados in situ que se encuentran en el tramo del coro actual. La portada de acceso está datada epigráficamente en 1753.

Desde el exterior se otea, pegada al pequeño altozano en que se encuentra excavado el templo, una pequeña espadaña moderna de una sola abertura de medio punto sin ningún tipo de decoración.
Las fases constructivas de la ermita son difíciles de determinar sin un estudio exhaustivo. El único elemento que puede servirnos de guía es el enterramiento antropomórfico que encontramos en el interior de la capilla del evangelio. Según Monreal Jimeno las tumbas antropomórficas parecen orientarnos hacia los siglos IX-X pero no fechan el templo, que podría ser anterior. A pesar del aspecto que ofrece actualmente el edificio, varias reformas han desvirtuado el carácter prerrománico de la obra hasta el punto que podemos dudar sobre el carácter de su estructura inicial. Monreal expone argumentos a favor y en contra de la posible orientación que tuvo en época prerrománica, señalando una dirección probable (oeste-este); frente a la puerta actual debiera encontrarse el presbiterio, por lo tanto apuesta por un cambio de orientación de la iglesia como ocurrió en Santa María de Valverde, buscándose unos espacios más desahogados y luminosos para la cabecera. Partiendo de este dato y dando como cierto que los enterramientos de este tipo dejaron de realizarse en los siglos XI-XII podemos entrever que la fábrica de la iglesia fue anterior. Podemos suponer en consecuencia que el templo fue excavado en época altomedieval –no sabemos si con la misma orientación–, en un espacio de tiempo indeterminado que puede llegar a comprender desde el siglo IX hasta el XII, siendo a fines de este siglo o inicios del XIII cuando tiene lugar la ampliación del eremitorio rupestre que se aprecia en los dos tramos finales de las naves, donde se advierte bien la mímesis de soportes con dobles columnas claramente tardorrománicos.

 

Santa María de Mave
Santa María de Mave se encuentra en el extremo nororiental de la provincia de Palencia, muy próxima del límite con la de Burgos, a unos 10 km al sudeste de Aguilar de Campoo y en la ribera del Pisuerga.
El templo se encuentra a la izquierda de la carretera, dentro del conjunto del antiguo monasterio benedictino, actualmente muy transformado y convertido en hostal. Santa María de Mave viene a ser hoy un barrio de Mave, con unas pocas viviendas y la estación de ferrocarril. La iglesia se mantiene prácticamente intacta y en buen estado de conservación.
Bajo el reinado de Alfonso VIII el abad de Oña Don Pedro II concede en préstamo a doña Sancha Jiménez el monasterio de Santa María de Mave, Montenegro y el convento de Santa Eufemia (documento de 1 de junio de 1192). La condesa Sancha Jiménez, tras haber dotado todo su patrimonio a Oña quiso hacerse hermana y devota. El abad de San Salvador le dio en agradecimiento el patrimonio antes señalado, que esta Sancha –sobre la que un documento de 1219 del cartulario de Las Huelgas de Burgos nos informa que ya había muerto habiendo dejado una heredad a Mave en Isar así como ciertas deudas– restauró y dotó en 1206, reintegrándolo al abad don Rodrigo de Oña una vez construida la iglesia, en 1208. Este documento de 1208 constituye un precioso testimonio, complementario de la inscripción del interior de la iglesia, para situar con precisión su construcción entre los años 1200 y 1206-1208. Mave siguió activo y como priorato dependiente de Oña hasta la Desamortización de 1835. Uno de sus monjes quedó a cargo de la ya parroquia. Hoy día la iglesia es propiedad privada y las dependencias monásticas han sido transformadas en hostal.
En la década de los setenta se practicó una excavación arqueológica al pie del ábside de la iglesia de Santa María de Mave, hallándose una serie de sepulturas medievales de lajas. Posiblemente existía en niveles inferiores testimonio de otras de cronología visigoda que no llegaron a excavarse. A pocos metros hacia el muro norte del templo llegó a sondearse una villa o poblado romano que ofreció sigillatas de los siglos I-III, restos de muros y algunas monedas.

Monasterio de Santa María
La iglesia del antiguo Monasterio de Santa María de Mave se conserva en su estado primitivo salvo la apertura de un acceso meridional, la adición de una sacristía adosada al brazo sur del transepto y la pérdida de parte de sus cubiertas.
Presenta planta basilical de tres naves articuladas en tres tramos, el doble de ancha la central, transepto no destacado en planta y cabecera triple de ábsides semicirculares –el central mayor y destacado respecto a los laterales– precedidos por un tramo recto. El conjunto está levantado en sillería de arenisca blanda (weald local) y tono rojizo, siendo visibles las reparaciones posteriores en sillarejo y mampostería. Los fajones de las capillas presentan alternancia bicroma de tonos rojizos y amarillentos, en su dovelaje.
Al exterior los tambores de los ábsides se refuerzan con contrafuertes, una pareja en el caso del central, que llegan hasta la altura de las ventanas, rematándose en talud y dejando paso a unas finas pilastras que alcanzan la cornisa, donde se coronan por sendas parejas de modillones decorados con acantos. Los contrafuertes de los ábsides laterales alcanzan aproximadamente dos tercios de la altura del tambor. El esquema general de la cabecera y ciertos detalles como la maciza linterna sobre el crucero recuerdan la iglesia de Santa Eufemia de Cozuelos, relación entre fábricas justificada por un mismo patronazgo en ambas. Quizá sería presumible adoptar una cronología algo más antigua para la cabecera y transepto que para el resto de las naves.



Canecillos
Canecillos
Cornisa 
Detalle de la cornisa del ábside 

Delimitan estas tres parejas de pilares cruciformes con semicolumnas adosadas en cada frente (salvo para los formeros de las colaterales), que reciben los fajones y formeros, éstos apuntados y doblados, que delimitan los tres tramos longitudinales de las naves y los brazos del transepto. La portada se sitúa en el hastial, algo elevada respecto a las naves, por lo que se dispusieron escaleras hacia éstas. Ante ella y al exterior se delimita una especie de atrio, cerrado por una puerta del siglo XVI. Sobre el hastial se alza la espadaña, de dos cuerpos decrecientes, el inferior liso y el superior superpuesto al anterior mediante un talud, albergando dos vanos para campanas rematados por arcos doblados de medio punto que adornan su intradós con un bocel.
Uno de los rasgos más característicos de la arquitectura de la iglesia de Santa María de Mave es el sistema de cubrición de sus naves.
La central recibe tres tramos de bóveda de cañón apuntado separados por fajones igualmente apuntados y doblados. Lo más llamativo es la presencia de bóvedas de cañón de eje normal al del templo en los dos tramos occidentales de las colaterales, sólo conservados en la de la epístola (la nave norte, así como el tramo occidental de la sur han perdido sus bóvedas, sustituidas por cubiertas de madera a un agua). El tipo de bóvedas de eje normal al de la nave, estudiado por Torres Balbás, no es frecuente en España, limitándose el inventario a los templos de San Miguel de Almazán (Soria), Santa María de Villanueva (Asturias) y Santa María de Oya (Pontevedra). El esquema fue importado de Francia, donde esta fórmula se constata en Saint-Philibert de Tournus, Saint-Remi de Reims, la abadía de la Ronceray de Angers y sobre todo en el grupo de abadías cistercienses de la zona central y centro-oriental: Fontenay, Silvanés, Bonneval, Trois-Fontaines, Saint-Paths, etc. Las coincidencias más sorprendentes se producen entre nuestra iglesia y la nave de la borgoñona de Saint-Georges de Néris-les-Bains (Allier). Estas semejanzas, ya señaladas por Torres Balbás, se extienden a los capiteles vegetales de las naves. Podemos pues conjeturar que, cuando a inicios del siglo XIII Sancha Jiménez decide reconstruir la iglesia, el proyecto será concebido por un equipo de origen francés, posiblemente borgoñón, que trasplanta al norte palentino modelos desarrollados por la arquitectura cisterciense borgoñona. Esta procedencia foránea de los canteros explica la fórmula de datación –no hispana– recogida en la inscripción que se desarrolla sobre dos de los sillares del paramento interno del hastial (nave del evangelio): “ANNIS MILLENIS CONPLETIS ATQVE DVCENTIS”. El tipo de abovedamiento impide la iluminación directa de la nave central, aunque dota al conjunto de cubiertas de una extraordinaria estabilidad.
Interior desde el altar
Las columnas adosadas a los pilares están formadas por capiteles muy sencilllos formados en su mayor parte por anchas hojas de agua. 

Por su parte, los brazos del transepto se cubren con cañón apuntado, al igual que los tramos rectos que preceden a los ábsides, los cuales se cierran con las tradicionales bóvedas de horno. Sobre el crucero se alza una linterna octogonal, cubierta por cúpula semiesférica, de perfecto despiece de sillares, sobre trompas con trompillones lisos, cimborrio que se manifiesta al exterior como torre cuadrada, en cuyos paños se abren saeteras del mismo tipo que las de las colaterales. La cúpula sobre el crucero es fórmula conocida en la región, así en San Martín de Frómista, Zorita del Páramo, Nogales de Pisuerga y Olmos de Santa Eufemia. 
Las columnas adosadas a los pilares presentan perfiles diversos pero todas se componen de un toro superior atrofiado, escocia en algunos casos muy estrecha y prominente toro inferior decorado con garras o lengüetas. Como variantes aparecen en algunos toros inferiores muy aplastados y el plinto sobre el que se alzan presenta un bisel. A destacar el sorprendente cambio, a un metro escaso de la imposta, de la morfología de los pilares que soportan los fajones de la nave central, pasando a semicolumnas adosadas.
Las dependencias del antiguo monasterio –claustro neoclásico y edificaciones conventuales– son esencialmente modernas, abundando las inscripciones que datan trabajos en el último cuarto del siglo XVIII.
La escultura del templo se reduce a los capiteles vegetales de la portada y los que rematan los pilares de las naves, estos últimos muy sencillos y formados por anchas hojas de agua, algunas de bordes vueltos y otras con pomos en sus puntas, que albergan bayas y ramilletes en el frente del capitel.
Tres molduras animan el interior del ábside central, la primera a ras de suelo, la segunda bajo las ventanas (sucesión de cavetos y boceles) y la última (bisel) sobre éstas. Las cornisas exteriores se decoran con taqueado, retícula, hojas inscritas en círculos, palmetas, rosetas, cuadripétalas en clípeos vegetales (que recuerdan a otras molduras de Piasca, Rebolledo de la Torre y Pozancos), etc. Sostienen el alero una hilera de canes, bastante perdidos en los ábsides laterales, la mayoría vegetales (piñas, acantos) o lisos aunque vemos también uno compuesto por un rollo, otro de doble rollo, un cuadrúpedo, dos contorsionistas, un personaje tocando un extraño instrumento de viento, idéntico al que tañe otro en un canecillo del ábside de Lomilla o al que aparece en la portada de Moarves, etc.
Los ábsides, los cuales se cierran con las tradicionales bóvedas de horno.
Tres molduras animan el interior del ábside central, la primera a ras de suelo, la segunda bajo las ventanas (sucesión de cavetos y boceles) y la última (bisel) sobre éstas.

Bajo el altar actual se recoge un enorme capitel compuesto de dos filas de hojas de bordes vueltos, con apomados y caulículos en los ángulos. Procede, como algunos de los capiteles que hoy conserva el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, del cercano y arruinado monasterio de San Pedro de Valdecal, cerca de Villela, desde donde se trasladó en la década de 1960. De la misma procedencia son algunas molduras con taqueados que sirven de peana a varias tallas exentas en el muro interior del ábside semicircular central y posiblemente –aunque éstos pudieran provenir de dependencias de éste monasterio de Santa María– los dos tambores de fuste, las dos molduras con tres filas de tacos y el capitel vegetal de hojas carnosas de puntas vueltas y cabecitas monstruosas engullendo tallos en los cuernos del ábaco que aparecen empotrados en el muro de la dependencia aneja cercana a la entrada de la actual hospedería.
La portada se abre en el hastial, en un antecuerpo ligeramente saliente flanqueado por dos contrafuertes que alcanzan el primer cuerpo de la espadaña. El vano presenta un arco apuntado al exterior (escarzano hacia la nave) rodeado por cuatro arquivoltas molduradas, igualmente apuntadas. La arquivolta interna presenta una línea de dientes de sierra y bocel, la segunda dos pequeños boceles entre medias cañas, la tercera repite el esquema de la primera y por último la externa se orna con un grueso baquetón. Apoyan las arquivoltas en capiteles vegetales (ocho por lateral) de talla muy plana y clara inspiración andresina, finamente decorados con acantos y hojas rematadas en cogollos y cálices florales. Sus astrágalos aparecen unidos. Los capiteles de la portada de Santa María de Mave han sido relacionados por José Luis Hernando con los modelos andresinos tipo IV-VIII. A la fuerte atracción ejercida por los diseños vegetales de Arroyo en gran número de monumentos románicos tardíos palentinos –dentro de los cuales se ha considerado siempre nuestra portada– se suma en Santa María de Mave una aportación del taller que trabajó en la sala capitular de San Salvador de Oña. La relación ha sido establecida por José Luis Senra quien ve en Mave un punto de encuentro entre las canterías directamente ligadas a Arroyo y la irradiación de los modelos del cenobio burgalés. 



Destacar por último en lo referente a esta portada la ausencia de las tradicionales jambas en derrame, sustituidas por muros lisos en derrame en los que las columnas se disponen por pares y oblicuas al eje de simetría de la portada, salvo las dos parejas internas, que se adosan a las jambas del arco. La decoración de dientes de sierra de la primera arquivolta aparece sintomáticamente en los monumentos de la región relacionados con San Andrés de Arroyo: Santa Eufemia de Cozuelos, Villavega de Aguilar, portada de San Andrés de Aguilar, Cenera de Zalima, Revilla de Santullán y la misma portada del claustro de Arroyo.
Reaprovechados entre los muros orientales del recinto claustral moderno aparecen restos muy rasurados de tres inscripciones medievales. Probablemente se trata de epitafios (al menos una de ellas con la data legible del 1112 referida al óbito de una tal Elvira) que presentan caracteres muy arcaicos recordando la escritura visigótico-mozárabe.
Los ábsides laterales presentan interiormente revestimientos pictóricos tardomedievales (siglos XV-XVI) en tonos cobalto, rojos y blancos con decoración de entrelazos, aves, flores acorazonadas, flordelisados, blasones (de Castilla y otros eclesiásticos con llaves cruzadas) y angelotes. En el casquete del ábside del evangelio se distinguen restos de un Calvario. La iconografía del correspondiente del lado de la epístola no se distingue debido al estado de conservación de los restos.
Actualmente el templo se encuentra prácticamente desprovisto de prácticamente todo su mobiliario litúrgico. No obstante, en el Museo de la Catedral de Burgos se conserva un frente de altar tardorrománico en iconografía y composición, aunque de factura gótica, construido en madera de nogal policromada y publicado por Walter Cook y José Gudiol. Fue trasladado a la capital burgalesa a inicios de los años veinte con motivo de una exposición retrospectiva sobre arte religioso y permaneció en el claustro catedralicio –expuesto a los rigores del clima y de las humedades– hasta medio siglo después. Consta de dos cuerpos, el inferior o antipendio rectangular y dividido en dos registros, con un apostolado bajo arcos levemente apuntados con remate almenado y en el centro una mandorla con Cristo Juez rodeado por el Tetramorfos (figuras ya desaparecidas en 1939). El cuerpo superior, dedicado a la Virgen, se divide en dos pisos. En el centro, bajo arco trilobulado aparecía una talla de la Virgen que según Navarro “habían llevado, sin razón suficiente, a la sacristía”. En los registros laterales se desarrollaban, bajo arcos igualmente trilobulados escenas marianas del ciclo de la Natividad. Entre ellas distinguió Navarro los temas de Zacarías, Anunciación, Natividad, Virgen con el Niño y Epifanía. Remataba el altar un frontón con un Calvario con ángeles turiferarios a los lados. Este frente de altar, datable estilísticamente a mediados del siglo XIII, presenta semejanzas iconográficas con otro de procedencia desconocida conservado en el MAN y reproducido por Cook y Gudiol (Op. cit., fig. 477). En la capilla mayor se conserva una pequeña talla de la Virgen con el Niño sobre sus rodillas que podemos datar en el siglo XIV. La Virgen portaba en su mano una manzana y el Niño, en actitud bendicente, un cetro. Estilísticamente y por dimensiones, podría corresponder con la imagen del retablo que Navarro afirmaba había sido trasladada a la sacristía. También Navarro García recogía en Mave una cruz procesional “de cobre, esmaltada, de las de Limoges […] conserva los medallones de Dimas y Gestas y el Adán redimido a los pies”. Afirma que el Cristo original fue sustituido por uno renacentista. Por la escueta descripción del autor podemos imaginar una cruz del tipo frecuente en Burgos y Palencia, de cuatro brazos flordelisados, como las conservadas en Rebolledo de la Torre, Traspeña, Corvio, Castrecías, etc.

La pila bautismal, ubicada en la capilla del evangelio presenta forma troncocónica sencilla. Es monolítica y su borde aparece ornado con dos acanaladuras entre las cuales se disponen representaciones muy esquemáticas de peces y de semicírculos. Data del siglo XV, según Navarro García. Las improntas del instrumento de labra acotan bien una datación en torno a los siglos XV-XVI aunque sus esquemáticas decoraciones sugieren una cronología anterior.

 

Becerril del Carpio
Becerril del Carpio es un núcleo articulado en tres barrios cuyos nombres responden a la titularidad de sus respectivas iglesias: Santa María, San Pedro y San Vicente, aunque hoy el culto de todos ellos queda centralizado en la ermita de San Roque, equidistante de los tres. Durante la Edad Media llegó a ser cabeza de alfoz, dependiente de la merindad de Aguilar, y en 1352 aparece como solariego del monasterio de San Andrés de Arroyo, pasando a depender de los Velasco en el siglo XVI.

La Puebla de San Vicente - San Vicente
La Puebla de San Vicente, llamada también Ventas de Becerril, se asienta a la vera del antiguo camino de Palencia a Santander. En la actualidad se halla dividida por la carretera nacional, a unos 11 km al sur de Aguilar de Campoo. El caserío se dispone sobre una suave ladera abierta hacia la fértil vega del Pisuerga, que discurre a un kilómetro escaso. La iglesia de San Vicente se eleva en el extremo más occidental del núcleo, junto al camino que conduce a los otros dos barrios.
Los datos históricos sobre esta puebla son poco precisos y desconocemos sus orígenes aunque pudo nacer durante la repoblación altomedieval. Aparece alguna noticia en la colección diplomática de San Salvador de Oña y Navarro y Rodríguez Muñoz señalaban que en 1103 Alfonso VI y su mujer cedieron a los benedictinos de Oña su monasterio de San Vicente, cerca de Becerril. El padre Serrano infiere que con anterioridad, el 1 de mayo de 1092, estando el rey en Oña, ampliaba el patrimonio de este cenobio con el “antiguo convento de San Vicente de Becerril, en el alfoz de río Pisuerga”, existente ya en el siglo X. Para García Guinea se trata de esta misma localidad palentina, y asevera que al ser documentos casi contemporáneos (1092 y 1103) no es extraño que la entrega de este monasterio por parte de Alfonso VI constara en dos versiones. Las datas de estos documentos podrían marcar el inicio de las obras del ábside. Lojendio y Rodríguez dudan de una fecha tan temprana para el ábside hoy visible; suponen más lógico que avanzado ya el siglo XII, los benedictinos hubiesen reformado otro anterior, elevando algunas partes que han perdurado hasta nuestros días.
Iglesia San Vicente en el Barrio de la Puebla de San Vicente de Becerril del Carpio (Palencia, Castile and León) Declarada como Bien de Interés Cultural el 05 de noviembre de 1992. Se trata de una Iglesia románica, con planta semicircular, edificada a principios del siglo XI, y restaurada en el siglo XII. Fue iglesia de un monasterio benedictino que pertenecía a Isabel, esposa de Alfonso VI que lo cedió a los cluniacenses de Oña en 1103. En 1103 en el documento que recoge la cesión del Monasterio de San Vicente a los benedictinos de Oña, aparece Becerril como un núcleo con entidad propia. En 1187 Alfonso VIII dio heredades en Becerril al Monasterio de Oña obteniendo a cambio la cesión de todo el derecho y pertenencias de la villa de San Felices, en la provincia de Burgos. En el libro Becerro de 1351-52, Becerril aparece como lugar solariego perteneciente al Monasterio de Santa María y San Andrés. En planta se nos presenta cono una única nave rectangular orientada de Este a Oeste, con ábside semicircular y portada de acceso en el hastial -García Guinea considera que la posición de la portada es una variante de las iglesias de nave rectangular-. Adosado al muro sur está el cuerpo rectangular de la sacristía y junto a él, en el ángulo que forma el presbiterio, la escalera de caracol truncada.
La de San Vicente es una iglesia de notables dimensiones, levantada en sillería arenisca, que en el interior aparece con un rejuntado de hormigón moderno.
Se aprecia aparejo de mampostería en uno de los basamentos de los contrafuertes del ábside, sacristía e hiladas superiores del muro norte, aquí dispuesta en opus spicatum. Algunos sillares de caliza blanca aparecen dispersos por todos los muros y ocasionalmente en el alero, columnas y capiteles de las ventanas del ábside y portada occidental, así como en algunos otros elementos decorativos.

La planta tiene una única nave rectangular litúrgicamente orientada, con ábside semicircular y puerta de acceso en el hastial. Adosado al muro sur está el cuerpo rectangular de la sacristía y junto a él, en el ángulo que forma con el presbiterio, la escalera de caracol truncada.
Semicolumnas adosadas a pilastras y un sistema de contrafuertes al exterior (los tres del muro norte cobijan dos arcosolios de medio punto) refuerzan las bóvedas de cañón apuntado en el presbiterio y la nave. El ábside semicircular se cubre con bóveda de horno.
En altura destaca una pequeña espadaña sobre el hastial occidental. Es obra posterior a la románica, construida en piedra de toba y rematada por una cruz calada. Carece de acceso directo, no teniendo conexión con la escalera de caracol truncada. García Guinea señalaba que pudo rematar en un campanario, de un tipo similar al de Santillana del Mar, o bien servir para alcanzar una hipotética espadaña alzada sobre el hastial este.
La fase constructiva más antigua –de la primera mitad del siglo XII– se localiza en el ábside, al estilo de Santa Eufemia de Cozuelos y las zonas bajas de los muros exteriores, con evidentes influencias que apuntan hacia Frómista, evidentes en la utilización abundante de taqueados para las impostas y roleos para los cimacios.
La segunda fase se aprecia en el resto de la nave y su cubierta, de mediados del siglo XIII.
Los capiteles son muy sencillos, de acantos lisos que culminan en bolas husiformes o esféricas, similares a los de Mave y datables alrededor de 1200.
De cualquier modo el edificio sufrió ciertas reformas, en las que los paramentos del segundo cuerpo de la nave se transforman, desapareciendo la imposta ajedrezada, en una restauración patrocinada por el obispo Almaraz y “mejor intencionada que inteligentemente llevada a cabo” según comentaba Navarro. Más recientemente, junto al muro norte aparecieron varias tumbas de lajas como consecuencia del rebaje de las tierras circundantes para proceder al pavimentado de las calles.
El acceso al templo se realiza desde la portada que se halla en el hastial. De medio punto, está formada por dos arquivoltas de grueso bocel y escocias de bolas. La rosca interna descansa sobre capiteles y columnas de fuste monolítico, aquéllos representan dos leones afrontados y un águila con las alas explayadas. Como afirmaba García Guinea siguen claramente el estilo de Cervatos (1129), Santa Eufemia de Cozuelos –en el ábside– y San Juan de Raicedo (Cantabria).
En el muro sur se abrió otra portada que actualmente da paso a la sacristía. Es de medio punto con tres arquivoltas lisas y restos de cimacio vegetal. Se puede plantear la relación de esta puerta con el antiguo posible carácter conventual del templo.


El ábside presenta tres paños articulados por medio de dos contrafuertes. Horizontalmente dos impostas ajedrezadas dividen el tambor en tres niveles, una bajo las ventanas y otra como prolongación de los cimacios de las mismas. La impostación continúa por los muros laterales y el hastial. Cada contrafuerte absidal tiene perfil prismático a dos niveles, alto zócalo y está coronado por semicolumna sobre basa que remata en un sencillo capitel en el alero, éste tiene cesta lisa coronada por dos bolas.
Cada contrafuerte absidal tiene perfil prismático a dos niveles, alto zócalo y está coronado por semicolumna sobre basa que remata en un sencillo capitel en el alero, éste tiene cesta lisa coronada por dos bolas.
El alero está sostenido por treinta y ocho canecillos que tienen forma de nácela y proa de barco, estos últimos más frecuentes en la nave.


García Guinea señalaba que el coronamiento del ábside parece más moderno, tanto por el aspecto de los canecillos como por el de los capiteles cuya decoración resulta más acorde con los del interior de la nave. En cada tramo del ábside, se abre una ventana románica con luz de saetera y enmarcamiento exterior con doble arquivolta de baquetones y escocias con bolas, además de chambrana ajedrezada.
Los capiteles portan carnosos acantos y una de las cestas incluye un simio idéntico a otro de una ventana absidal en San Martín de Frómista. Los cimacios poseen someros roleos entre entrelazo y flores multipétalas. En la ventana del paño central, el murete existente entre la saetera y el arco de enmarque se decora con un complicado entrelazo vegetal.
El alero está sostenido por treinta y ocho canecillos que tienen forma de nacela y proa de barco, estos últimos más frecuentes en la nave.
Visto desde el interior, el tambor del ábside está recorrido por dos impostas, la inferior, ajedrezada –como en Santa Eufemia de Cozuelos–, continúa por los fustes, mientras que la superior está decorada con piezas esféricas y sencillos elementos vegetales en el tramo presbiterial.
Quadrado señala la existencia de un retablo gótico, que quizá sea el mismo que Navarro llamaba “altar románico” y compara con el de Mave. Debió desaparecer en los años treinta. El mismo Navarro comenta cómo por aquellos años una durísima restauración del templo hizo que, entre otras cosas, desaparecieran “las pinturas murales que cubrían las piedras en el interior de la capilla mayor. Las impresiones que quedaban sobre los sillares eran pinturas románicas de los siglos XII al XIII, entre las que se veían restos de nimbos y de vestiduras. Era un apostolado, al parecer magnífico y la incomprensión dio al traste con sus reliquias. Sobre ellas García Guinea señalaba como más lógica una datación gótica, muy común en las iglesias del norte de Palencia y sur de Cantabria (San Felices de Castillería, Revilla de Santullán, Valberzoso, Olea). Navarro confesaba a renglón seguido, y con cierta amargura, que “en toda la región de Cervera y Aguilar, las iglesias tenían pinturas murales al temple y se conservan muchas, unas veces al descubierto y otras bajo espesas capas de cal, gracias a las cuales podrán salvarse en días más ilustrados que los que corren”.



Barrio de Santa María - Santa María
Una carretera local que parte de la Puebla de San Vicente conduce hasta las otras dos pueblas de Becerril. La carretera se bifurca aproximadamente a 1,5 km de su inicio: el tramo de la derecha conduce hasta Barrio de San Pedro, mientras que el de la izquierda nos acerca a Barrio de Santa María.
La iglesia se alza en una ladera desde donde se domina el disperso caserío. Se accede por una larga escalinata de piedra que salva el desnivel natural.
Las fuentes documentales guardan un silencio absoluto respecto a la fábrica original aunque Enríquez de Salamanca la identifique como monasterio de Santa María de Domo David, priorato que fue de Mave.
Diversas modificaciones enmascaran de tal modo su traza original que nos es muy difícil discernir la planimetría de su fábrica primitiva entre la combinación de volúmenes, aunque hacia el exterior destaca la poderosa imagen de la espadaña románica.
Iglesia de Santa María en el Barrio de Santa María, Becerril del Carpio
 

Posee una nave rectangular dividida en tres tramos y cabecera rectangular que se abre a la nave por medio de un arco apuntado y doblado que descansa sobre pilastras rematadas en cimacio de nacela. A ambos lados del testero se abren sendas estancias, mientras que adosada al mismo muro oriental de la cabecera aparece la espadaña. Junto al muro norte de la nave, donde se abre la portada, aparece un atrio cubierto. En el hastial occidental se abre una puerta de medio punto adovelada y cuatro estrechos ventanales.
La nave, cubierta con bóveda de cañón apuntado se refuerza con fajones doblados que descansan sobre pilastras, unas con semicolumnas adosadas y otras entregas. La portada septentrional aparece avanzada respecto al muro norte y está rematada por un tejaroz, quedando protegida por un pórtico moderno abierto al exterior mediante tres. Los canecillos del tejaroz fueron sustituidos por ménsulas de madera sobre las que apoya la cubierta del pórtico.
Portada norte
Los capiteles de la derecha están formados por motivos geométricos de entrelazos.
Los capiteles de la izquierda de la portada tienen sencillos motivos vegetales. 

Las arquivoltas de la portada norte son apuntadas y están compuestas por simples baquetones y escocias lisas, apoyan sobre columnas con cimacios de doble moldura. Los cuatro capiteles tienen sencillos motivos vegetales y geométricos que recuerdan piezas de la granja de Tablares y San Salvador de Cantamuda (hojas de acanto, trenzados o entrelazos, etc.), las basas áticas se componen de dos toros, escocia y toscas lengüetas.
Adosada al lado oriental –y parcialmente al muro norte de la nave– aparece una capilla del siglo XVII de planta rectangular y de considerable altura. Se cubre con bóveda de crucería estrellada de terceletes y combados cuyos nervios descansan sobre pequeñas ménsulas angulares. Pudo ser patronazgo de los Villalobos, familia de un Rodrigo Gil que aparece entre los personajes procedentes de Aguilar de Campoo que figuran en el repartimiento de Sevilla.
En todo el edificio se repite la misma fórmula constructiva: mampuesto para los muros y sillería reforzando las esquinas. Adosada parcialmente al muro sur de la nave se dispone una sacristía moderna de planta rectangular.
La existencia de la cabecera apenas es perceptible desde el exterior dada la presencia de la espadaña, la sacristía y la capilla septentrional.
En sus muros se abren varios ventanales, todos ellos de traza gótica. En el muro sur del presbiterio, se conserva una bella arquería ciega formada por cuatro arcos de medio punto –uno de ellos semidestruido al abrir la puerta de la sacristía moderna– que descansan sobre capiteles historiados y columnas exentas con fustes monolíticos. Las basas son típicamente románicas, con toro decorado con sencillas lengüetas, apoyan sobre un pequeño zócalo. Es posible que existiera otra arquería idéntica en el muro norte que desapareció al levantarse la capilla del siglo XVII. El exterior aparece rematado por una cornisa moldurada sustentada por una hilera de canecillos decorados con simple nacela.


Capitel de la espadaña
Capitel de la parte interior del primer cuerpo de la espadaña, representa molinillos de vástagos helicoidales. 

Sobre el triunfal se construyó una pequeña espadaña con un arco ligeramente apuntado y rematada por una cruz pétrea. No obstante, la espadaña principal, más monumental e instalada sobre una torre prismática, aparece adosada al ángulo sureste del ábside. Es la zona más antigua del edificio y para García Guinea “una excelente muestra de la prolongación hacia el sur de la escuela de Aguilar”, aunque hacia el lado meridional se transformó parcialmente en torre cuadrangular en época gótica. Se compone de dos cuerpos perforados por dos arcos de medio punto cada uno y un coronamiento macizo a piñón, mostrando las dovelas del cuerpo superior alternancia bicromática como en el triunfal de Santa María de Mave, mientras que los cuatro ventanales tienen exterior e interiormente una doble columna coronada por capitel.
Los capiteles y cimacios de los dos arcos abiertos en el primer cuerpo de la espadaña, recordaban a García Guinea algunos capiteles interiores de Villanueva de Pisuerga y Vallespinoso de Aguilar. Representan elementos vegetales (acantos lisos, helechos entrecruzados, molinillos de vástagos helicoidales, hojas cuadripétalas inscritas en el interior de círculos perlados, zarcillos y hojas de palma con trepanaciones) y animales fantásticos (combates entre centauros y leones afrontados y máscaras vomitando tallos) cuyos referentes están en los capiteles del cercano atrio de Rebolledo de la Torre (Burgos). En suma, la mejor representación escultórica en una espadaña palentina donde intervienen los mismos talleres activos en Vallespinoso de Aguilar, Pozancos, Santa Eulalia de Barrio de Santa María y Rebolledo de la Torre durante el último cuarto del siglo XII (ca. 1186).
Capitel de la espadaña
Detalle de uno de los dos capiteles exteriores de la espadaña que representa un combate entre centauros. En el lado una máscara vomitando tallos.
El lado de este capitel exterior de la espadaña representa una máscara vomitando tallos. 
Exteriormente los capiteles de la espadaña representan y animales fantásticos (combates entre centauros y leones afrontados y máscaras vomitando tallos).
Animales fantásticos, en este caso dos magníficos leones afrontados. 

Los capiteles de la arquería ciega en el muro interior meridional son figurados. Representan atlantes angulares barbados y acantos muy simples. Las cestas sobre las que apoyan los fajones de la nave tienen simples bolas con caperuza y personajes toscos y esquemáticos en su centro, alguno de éstos con cimacio ornado de dientes de sierra. El arco triunfal, doblado, presenta ornamentación de pequeñas figurillas policromadas que lo recorren en toda su longitud adaptándose a la rosca.
Arquería del presbiterio
Las cestas sobre las que apoyan los fajones de la nave tienen simples bolas con caperuza y personajes toscos y esquemáticos en su centro, alguno de éstos con cimacio ornado de dientes de sierra. 

La simplicidad vegetal en los capiteles de la portada permiten adivinar un claro goticismo rústico que contrasta con las cuidadas cestas de la espadaña, cuya cronología es sensiblemente más antigua y en palabras de García Guinea “bastante característicos de algunos maestros y discípulos de los talleres aquilarenses”.
En el muro norte, junto a la pilastra que separa el segundo del tercer tramo de la nave, aparece una pequeña pila aguabenditera datable a inicios del siglo XIII. Es una pieza troncocónica que apoya sobre fuste liso y una basa compuesta por toro decorado con lengüetas angulares y varias escocias sobre plinto.
Posiblemente de época renacentista.

 

Pozancos
Pozancos se sitúa prácticamente en la misma línea divisoria entre las actuales provincias de Palencia y Burgos, a menos de 5 km al este de Santa María de Mave y regado por el modesto Monegro, afluente del Pisuerga. La iglesia de El Salvador se eleva dentro de la población, y está rodeada de edificaciones modernas, exceptuando su lado meridional, abierto a una pequeña plaza. Fue declarada Bien de Interés Cultural por la Junta de Castilla y León el 4 de marzo de 1993.
García Guinea recoge referencias que aluden al origen de la villa hacia el 999. Al menos desde 1186 el monasterio de Santa María la Real de Aguilar poseía fincas u otros bienes en Pozancos. Varios documentos papales y reales de 1224 y 1351 hacen alusión a la existencia de un monasterio bajo la advocación de San Martín, si bien pudiera tratarse de otra casa en el actual territorio de Cantabria. Pozancos se encontraba dentro de los límites del alfoz de Aguilar, aunque a mediados del siglo XIV, según el Libro Becerro de las Behetrías, estaba yermo, allí moraba sólo un labrador “que no pecha al monasterio”.

Iglesia de El Salvador
La irregular planta basilical del edificio viene determinada por varios espacios. Está formada por dos naves separadas por un gran arco de medio punto abierto durante el último cuarto del siglo XVII, según consta en su clave (1678).
La nave del evangelio está dividida en dos tramos –el de los pies de menor tamaño– y rematada por un espacio absidal trapezoidal, mientras que la de la epístola posee traza similar, su ábside románico es semicircular y está precedido por un tramo presbiterial recto.
Adosada al muro sur de esta última nave aparece la sacristía de planta rectangular, a la que accedemos interiormente por medio de una puerta abierta con arco rebajado. Dispuesta también en este mismo muro aparece la portada románica, precedida de un espacio cubierto sobre el que se sitúa un granero que apoya sobre tres columnas con zapatas de madera, decoradas con motivos barrocos. La viguería de este granero destruye parcialmente la arquivolta superior de la portada románica y su construcción obligó a desmontar el tejaroz, de forma que oculta en su interior el primitivo alero románico de la nave meridional. La estructura arquitectónica de la iglesia se completa con una torre de planta rectangular a la que se accede por una escalera de caracol alojada en un husillo hexagonal, iluminado por tres pequeños vanos rectangulares.
Aunque el material de construcción preferente sea la sillería, con predominio de la arenisca sobre la caliza, también encontramos mampostería en el basamento de la torre y sacristía, y sillarejo en el muro norte de la nave del evangelio. Materiales como el ladrillo o un entramado de toba se utilizarán en la construcción de zonas secundarias de ejecución moderna.

Los dos tramos de la nave del evangelio se cubren con bóveda estrellada de nervaduras de acentuado molduraje que descansan sobre simples ménsulas. El ábside, de planta trapezoidal y testero recto presenta una saetera actualmente cegada y se cubre con cañón apuntado.
Interior con dos naves y dos retablos.
 

Exteriormente presenta dos gruesos contrafuertes adosados a su muro norte y una ventana de factura posmedieval rectangular. En el hastial occidental una puerta de arco apuntado con imposta y chambrana lisa aparece hoy cegada.
La nave de la epístola –de menor altura e iluminada por una ventana occidental de traza románica abocinada– está cubierta por dos tramos de crucería de factura muy tardía. En la clave de la bóveda del primer tramo de la nave aparece la siguiente leyenda pintada: AÑO 1696.
El presbiterio de esta nave se cubre con bóveda de cañón ligeramente apuntada y el ábside con cuarto de esfera (aunque aparece oculto por el retablo). El arco triunfal original ha desaparecido. El interior de las naves aparece totalmente revocado, si bien se aprecian restos de policromía postmedievales entre las nervaduras y en el muro sur.
Dos semicolumnas –la única visible con basa de resaltado toro sobre alto podium prismático y capitel figurado sobre el que descansa la cornisa– dividen exteriormente el paramento absidal en tres paños verticales, mientras que dos impostas con taqueado, bajo y sobre las ventanas, lo compartimentan en tres pisos. La columna adosada al norte se encuentra totalmente cubierta por el ábside trapezoidal de la nave del evangelio. En el paño central aparece una ventana de medio punto en forma de saetera y actualmente cegada, flanqueada por dos columnillas. Otra con arco de medio punto y tímpano, enmarcada por dos arquivoltas, se abre en el muro sur del presbiterio.
Situada a los pies de la nave de la epístola aparece la torre, cuya parte inferior reaprovecha parte de la espadaña original. En todos sus lados –excepto en el este– se abren dos vanos de medio punto.
La torre de planta rectangular a la que se accede por una escalera de caracol alojada en un husillo hexagonal, iluminado por tres pequeños vanos rectangulares. Encima de la portada meridional excelente colección de canecillos.
Zona exterior del presbiterio y del ábside. El ábside, de planta trapezoidal y testero recto presenta una saetera actualmente cegada y se cubre con cañón apuntado. Dos semicolumnas -la única visible con basa de resaltado toro sobre alto podium prismático y capitel figurado sobre el que descansa la cornisa— dividen exteriormente el paramento absidal en tres paños verticales, mientras que dos impostas con taqueado, bajo y sobre las ventanas, lo compartimentan en tres pisos. La columna adosada al norte se encuentra totalmente cubierta por el ábside trapezoidal de la nave del evangelio.
Dos semicolumnas -la única visible con basa de resaltado toro sobre alto podium prismático y capitel figurado sobre el que descansa la cornisa— dividen exteriormente el paramento absidal en tres paños verticales, mientras que dos impostas con taqueado, bajo y sobre las ventanas, lo compartimentan en tres pisos. La ventana del muro sur del presbiterio es de dos arquivoltas a base de baquetones y medias cañas rodeadaspor una moldura ajedrezada.
Todo el ábside es rematado por una serie variada de canecillos de temas historiados.
Una de las dos columnas que separan entres paños el ábside presenta un excepcional capitel historiado que representa un torneo o lucha entre dos caballeros con cota de malla.
Canecillos en la zona de inicio del ábside.
El mejor representado parece representar al Buen Pastor o a un personaje que lleva sobre sus hombos un animal.
La ventana del muro sur del presbiterio es de dos arquivoltas a base de baquetones y medias cañas rodeadaspor una moldura ajedrezada. En el tímpano aparece una escena de lucha entre infantes, uno armado con lanza y otro con espada, tosoco pero muy expresivo. Los capiteles que lo flanquean muestran en el lado izquierdo una mujer (descabezada) entre dos liebres frente a la cual hay un caballero con su halcón en la izquierda y a su derecha una dama que se estira de los cabellos con la derecha mientras le araña el rostro con la diestra.
 

Es posible fijar el primer momento constructivo dentro del último cuarto del siglo XII en el que se eleva un templo de una sola nave (la actual de la epístola) que debió cubrirse con cañón, completándose con presbiterio recto, semicírculo absidal y espadaña.
En un segundo momento –que podemos datar a lo largo del siglo XIII– se añade al norte la nave del evangelio, de la que perviven su cabecera trapezoidal y una puerta abierta en el hastial. Un tercer momento, hacia el siglo XVII, supone la renovación del edificio construyendo nuevas bóvedas y levantando la torre. En la última fase –hacia el XVIII– se llevó a cabo la construcción de la sacristía, atrio, granero y husillo de acceso a la torre.
Al haber desaparecido el arco triunfal y cualquier tipo de soporte, no se conserva ningún elemento esculpido medieval en el interior, excepción hecha de la escalera de acceso al coro que posee una barandilla y un pretil con tracería gótica que vuelve a repetirse en el púlpito de yeso de la nave de la epístola. No obstante, un atento análisis del pilar que sirve de arranque a la escalera del coro alto, permite apreciar el reaprovechamiento de una pieza románica con decoración de flores cuatripétalas inscritas en círculos perlados que pudo formar parte de una jamba o de un altar. Su esquema ornamental entronca directamente con algunos aleros reaprovechados en la zona occidental del atrio, claramente emparentados con los escultores de Rebolledo de la Torre (Burgos). Se reutilizaron además algunos fragmentos con decoración vegetal y un canecillo con arpías y entrelazos en la torre.

La portada románica meridional, modernamente adintelada (en una desgraciada reforma que supuso la eliminación del arco de ingreso) y muy abocinada, aparece avanzada respecto al muro.
Consta de cuatro arquivoltas que se corresponden con cuatro columnas acodilladas a cada lado. Las arquivoltas se decoran con elementos vegetales o sencillas molduras aboceladas, mientras que los capiteles presentan caulículos con triples hojas y los temas de Adán y Eva junto al árbol del Bien y del Mal (la misma escena recuerda otros capiteles de Cabria, Mudá y Santa Eulalia de Barrio de Santa María o incluso la enjuta del ventanal occidental en el atrio de Rebolledo de la Torre), personajes masculinos sedentes entre leones –como en el interior del hemiciclo absidal de Vallespinoso de Aguilar, interior de Santa María de Piasca (Cantabria) o en la ventana meridional de Villabermudo–, arpías, leones afrontados y representaciones antropomórficas. Los cimacios se decoran también con elementos vegetales. Las basas de toro con lengüetas y plinto de escasa altura, aparecen muy deterioradas, pudiéndose apreciar en alguna de ellas decoración de triángulos excisos.
Capiteles de la izquierda. Los capiteles presentan caulículos con triples hojas y los temas de Adán y Eva junto al árbol del Bien y del Mal personajes masculinos sedentes entre leones, arpías, leones afrontados y representaciones antropomórficas. Los cimacios se decoran también con elementos vegetales.
Capiteles de la derecha. Formados por arpías, grifos, leones afrontados y representaciones antropomórficas. Los cimacios se decoran también con elementos vegetales.
Ventana en el hastial, el intradós de la arquivolta se decora con hojas planas y caulículos. Las correspondientes columnillas tienen una fuste salomónico y la otra estriado, los capiteles se decoran con grifos afrontados, uno, y hojas de palma el otro. 

García Guinea señala que los mismos escultores trabajaron en otros edificios como Villavega, Santa Eulalia de Barrio de Santa María, Brañosera y Cabria. Si bien, los puntos de comparación más claros debemos buscarlos en la soberbia galería porticada de Rebolledo de la Torre, en la portada de Cabria, en el hemiciclo absidal de Vallespinoso de Aguilar o en los capiteles de la espadaña de Santa María de Becerril del Carpio, cuyos capiteles reproducen idénticos temas.
Similar repertorio ornamental se aplica sobre cimacios, aleros, capiteles del ventanal occidental y canecillos. Así, son corrientes las hojas de acantos trepanadas con canaladuras, las hojas de helecho de acusado relieve, las cestas de crochets, las ovas, las cintas perladas, los taqueados y sogueados, así como los grifos afrontados y las arpías.
En el tímpano de la ventana abierta en el muro sur del presbiterio aparece una escena de lucha entre infantes, otra escena de combate ecuestre aparece en uno de los capiteles absidales, éstos son temas muy repetidos en el románico hispano y fueron ya analizados por Margarita Ruiz Maldonado. La escena citada aparece además en Zorita del Páramo, Gama, Cabria, Resoba o Villavega de Aguilar. Ciertos aspectos ornamentales como los fustes de la ventana del hastial, con estrías verticales o helicoidales, son poco usuales en templos rurales y rompen con la sensación de tosquedad que emana de éstos. En mi opinión, los fustes zigzagueantes de chevrons, helicoidales o estrigilados que aparecen en ciertos edificios (Santiago de Carrión, Rebolledo de la Torre y la cántabra de Las Henestrosas) durante el último cuarto del siglo XII, pueden indicar determinadas conexiones con la escultura borgoñona de mediados del mismo siglo, estudiadas por Senra Gabriel y Galán para los casos de los monasterios burgaleses de San Salvador de Oña y San Pedro de Cardeña. Quizá estemos ante los restos de un edificio de mayor entidad como pudo ser el primitivo monasterio de San Martín.
Los inéditos canecillos –ocultos por el granero– situados en el alero del muro meridional son un excelente ejemplo de maestría y excelente conservación. Tres de ellos reproducen temas vegetales con palmas, volutas y entrelazos vomitados por máscaras, dos se decoran con leones y otro figurado representa a un avariento de cuyo cuello pende una bolsa y permanece acosado por un diablo velludo, desgraciadamente fracturado. El atrio de Rebolledo de la Torre vuelve a ser –como ya inferían García Guinea y Pérez Carmona– el referente directo de estas tallas.
Los inéditos canecillos situados en el alero del muro meridional son un excelente ejemplo de maestría y excelente conservación.
Tres canecillo, uno bastante destruido representa a un cuadúpedo,otro a un personaje masculino que lleva un enorme pico y el tercero de carácter vegetal entrelazado de gran belleza. 

La pila bautismal se encuentra bastante deteriorada, con grandes grietas recogidas con hormigón moderno. Tiene forma troncocónica invertida y apoya directamente en el suelo sin ningún tipo de soporte. Posee decoración esculpida –de un relieve muy plano– en la que se representa el enfrentamiento entre un león y un dragón, además de varios círculos con cruces inscritas y distintos motivos de carácter geométrico. Su tosquedad en la talla nos impide precisar su cronología, si bien la podemos considerar plenamente medieval (hacia el siglo XIII).



 

 

 

 

Bibliografía
ÁLAMO, Mateo del: “Carrión. San Zoilo de Carrión de los Condes”, en AA.VV., Dictionnaire d’histoire et de geographie Ecclésiastiques, París, 1949, t. XI, pp. 1137-1138.
ÁLAMO, Juan del: Colección diplomática de San Salvador de Oña (822-1284), 2 tomos, Madrid, 1950.
ALCALDE CRESPO, Gonzalo: Boedo-Ojeda, Aguilar y Barruelo, Palencia, 2000.
ALCALDE CRESPO, Gonzalo: Por la provincia de Palencia, Burgos, 2000.
ALONSO ORTEGA, José Luis: El románico en el norte de Castilla y León, Salamanca, 1990.
ARNÁIZ, Benito y RODRIGO, María del Carmen: El Románico en torno al Camino de Santiago en Castilla y León, Ávila, 1991.
BANGO TORVISO, Isidro Gonzalo: El arte románico en Castilla y León, Madrid, 1997.
BARBERO ENCINAS, Juan Carlos y MARTÍNEZ VALVERDE, Lucía: “Trabajos de restauración realizados en la ermita de Santa Eulalia en Barrio de Santa María, Palencia”, CAqv, 4, 1991, pp. 173-181.
BARBERO ENCINAS, Juan Carlos y MARTÍNEZ VALVERDE, Lucía: “Informe técnico de la intervención en las pinturas murales de la iglesia de Santa Eulalia de Barrio de Santa María (Palencia)”, en AIICCM, Madrid, 1992, pp. 281-283.
BARRÓN GARCÍA, Aurelio A.: La pintura mural en Valdeolea y su entorno, Santander, 1998.
BLEYE JIMÉNEZ, Valentín: Guía turística de Palencia y su provincia, Palencia, 1953 (1977).
CASTIÑEIRAS GONZÁLEZ, Manuel Antonio: El calendario medieval hispano: textos e imágenes (siglos XI-XIV), Salamanca, 1996.
COOK, Walter William Spencer y GUDIOL RICART, José: Pintura e imaginería románicas, (Col. “Ars Hispaniae”, VI), Madrid, 1950 (1980).
ENRÍQUEZ DE SALAMANCA, Cayetano: Palencia, León, 1972.
ENRÍQUEZ DE SALAMANCA, Cayetano: Rutas del románico en la provincia de Palencia, Las Rozas de Madrid, 1991.
GARCÍA GUINEA, Miguel Ángel: El Arte Románico en Palencia, Palencia, 1961 (1990).
GARCÍA GUINEA, Miguel Ángel: “El arte románico en Palencia”, Historia de Palencia, tom. I. Edades Antigua y Media, Palencia, 1984, pp. 216-243.
GARCÍA GUINEA, Miguel Ángel: “El Románico palentino en la génesis y ocaso del Románico castellano”, en AIICHP, t. V, Palencia, 1990, pp. 39-48.
GARCÍA GUINEA, Miguel Ángel: Moarves. Iglesia de San Juan. Olmos de Ojeda. Santa Eufemia de Cozuelos, Palencia, 1991.
GARCÍA GUINEA, Miguel Ángel: “El arte románico en Palencia”, Historia de Palencia, tom. I. Edades Antigua y Media, Palencia, 1984, pp. 216-243.
GARCÍA GUINEA, Miguel Ángel: Monasterio de San Andrés de Arroyo, Becerril del Carpio: Iglesia de San Vicente, iglesia de Santa María. Vallespinoso de Aguilar: iglesia de Santa Cecilia, Palencia, 1992.
GONZÁLEZ DE FAUVE, M.ª Estela: La Orden Premonstratense en España. El monasterio de Santa María de Aguilar de Campoo (Siglos XI-XV), 2 tomos, Aguilar de Campoo, 1992.
GUDIOL RICART, José: "Las pinturas románicas de San Pelayo de Perazancas", PITTM, 17, 1958, pp. 13-15.
HERBOSA, Vicente: El románico en Palencia, León, 2000.
HERNANDO GARRIDO, José Luis: "Sobre escultura románica de inercia en el norte de Palencia", CAqv, 4, 1991, pp. 137-163.
HERNANDO GARRIDO, José Luis: "Testimonios de escultura monástica procesional: dos relieves tardorrománicos inéditos en el monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo (Palencia)", BMICA, LVIII, 1994, pp. 21-47.
HERNANDO GARRIDO, José Luis: "La representación del diablo en la escultura románica palentina”, en El Diablo en el monasterio, CAqv, XI, 1996, pp. 175-214.
HERRERO MARCOS, Jesús: Arquitectura y simbolismo del románico palentino, Palencia, 1994.
HUIDOBRO Y SERNA, Luciano: "Retablo-altar de Santa María de Mave", BSCE, IV, 76, 1909, pp. 98-100.
ÍÑIGUEZ ALMECH, Francisco: "Algunos problemas de las viejas iglesias españolas", Cuadernos de Trabajos de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma, VII, 1955, pp. 9-180.
LIZOAIN GARRIDO, José Manuel: Documentación del Monasterio de Las Huelgas de Burgos (1116-1230), Burgos, 1985.
LOJENDIO, Luis María de y RODRÍGUEZ, Abundio: Castilla/2. Soria, Segovia, Ávila y Valladolid, (Col. "La España Románica”, 3), Madrid, 1966 (1979).
LOJENDIO, Luis María de y RODRÍGUEZ, Abundio: Castilla/1. Burgos, Logroño, Palencia y Santander, (Col. "La España Románica”, 1), Madrid, 1966 (1978).
LOJENDIO, Luis María de, RODRÍGUEZ, Abundio y VIÑAYO, Antonio, Rutas románicas en Castilla y León/3 (provincias de León, Zamora, Palencia y Valladolid), Madrid, 1996.
MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José (dir.): Inventario artístico de Palencia y su provincia, t. II, Antiguos partidos judiciales de Carrión de los Condes, Saldaña y Aguilar de Campoo, Madrid, 1980.
MARTÍNEZ DÍEZ, Gonzalo: Libro Becerro de las Behetrías. Estudio y texto crítico, 3 tomos, León, 1981.
MINGORANCE I RICART, Francesc Xavier: "Juicio final y castigos infernales. Las pinturas murales de la iglesia de Santa Eulalia de Barrio de Santa María (Palencia)", en AIICCM, Aguilar de Campoo, 1992, pp. 271-293.
MOMPLET MÍNGUEZ, Antonio E.: La arquitectura románica, Salamanca, 1995.
NAVARRO GARCÍA, Rafael: Catálogo Monumental de la Provincia de Palencia. Fascículo Tercero. Partidos de Cervera de Río Pisuerga y Saldaña, Palencia, 1939.
PÉREZ CARMONA, José: Arquitectura y escultura románicas en la provincia de Burgos, Burgos, 1959 (1974).
PRIETO SARRO, Marta; SÁNCHEZ, Miguel y LOZANO, Puri: Montaña y Piedra en el norte palentino, León, 1997.
PRIETO SARRO, Marta; SÁNCHEZ, Miguel y LOZANO, Puri: Montaña y Piedra en el norte palentino, León, 1997.
QUADRADO, José María: España. Sus Monumentos y su Arte. Su naturaleza y su Historia. Provincias de Valladolid, Palencia y Zamora, Barcelona, 1885.
REVILLA VIELVA, Ramón y TORRES MARTÍN, Arcadio: "Arte románico palentino. Estudio histórico crítico descriptivo", PITTM, 11, 1954, pp. 45-60.
RIVERA, Javier (coord.): Catálogo Monumental de Castilla y León. Bienes inmuebles declarados, vol. 1, Ávila, Burgos, León, Palencia, Salamanca, 1995.
RODRÍGUEZ DE DIEGO, José Luis: "Monasterios o iglesias filiales de la abadía premonstratense de Aguilar de Campoo", en AICHP, Palencia, 1987, t. II, pp. 439-449.
RODRÍGUEZ MUÑOZ, Pedro: "Iglesias Románicas Palentinas", PITTM, 13, 1955, pp. 26-126.
RUIZ MALDONADO, Margarita: El caballero en la escultura románica de Castilla y León, Salamanca, 1986.
SÁINZ SÁIZ, Javier: El Románico rural en Castilla y León, León, 1991.
SÁINZ SÁIZ, Javier: Comarcas del norte palentino, León, 1993.
SANCHO CAMPO, Ángel: El Arte Sacro en Palencia, I, Introducción y presentación de la colección o serie, Palencia, 1971.
SANCHO CAMPO, Ángel: El Arte Sacro en Palencia, III, La Pasión y Resurrección del Señor en el arte palentino, Palencia, 1972
SAN MARTÍN PAYO, Jesús: "La más antigua Estadística de la Diócesis Palentina (a. 1345)", PITTM, 7, 1951, pp. 1-120.
SENRA GABRIEL Y GALÁN, José Luis: "La irrupción borgoñona en la escultura castellana de mediados del siglo XII", Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, IV, 1992, pp. 35-51.
SERRANO, Luciano: El obispado de Burgos y Castilla primitiva desde el siglo V al XIII, 3 tomos, Madrid, 1935.
SOLER DEL CAMPO, Álvaro: La evolución del armamento medieval en el reino castellano-leonés y Al-Andalus (siglos XIIXIV), Madrid, 1993.
SUREDA I PONS, Joan: "Arquitectura románica", en Historia de la Arquitectura Española. Arquitectura prerromana y romana, prerrománica y románica, t. I, Zaragoza, 1985, pp. 193-407.
SUREDA I PONS, Joan: La pintura románica en España (Aragón, Navarra, Castilla-León y Galicia), (Col. "Alianza Forma”, 47), Madrid, 1985.
VILLANUEVA LÁZARO, José María: La Cantabria leonesa. La Liébana, Cervera de Pisuerga, Riaño, León, 1990.

No hay comentarios:

Publicar un comentario