jueves, 18 de septiembre de 2025

Capítulo 113, San Martín de Frómista (Continuación)

San Martín de Frómista (Continuación)

El interior
Como ya se ha dicho al describir la planta, el templo consta de tres naves longitudinales y otra transversal de la misma anchura que la central, por lo que el crucero es un cuadrado perfecto. Las tres naves longitudinales, de las que la central es más ancha y de mayor altura, se rematan en su extremo oriental con sendos ábsides en hemiciclo, estando el principal precedido de un tramo recto que configura el presbiterio.
La longitud del transepto equivale a la anchura total de las tres naves longitudinales, por lo que no sobresale ni se manifiesta en planta al exterior. Todas las naves incluido el transepto se cubren con bóvedas de cañón soportadas por arcos fajones que descargan en los muros de cerramiento, reforzados por contrafuertes en algunos casos, y en dos alineaciones de pilares con semicolumnas adosadas que forman la separación de las naves mediante arquerías de formeros.
Todos los arcos -formeros, fajones y torales- son doblados, descansando la rosca exterior sobre los muros o los pilares y la interior sobre columnas entregadas coronadas por capiteles.
En el interior, las limitadas dimensiones de las naves permitieron su cubrición con bóvedas de cañón de eje normal al templo con arcos fajones, adoptándose de horno en los tres ábsides escalonados. Los laterales carecen de tramo recto.
En el crucero cúpula semiesférica sobre trompas en las que se introdujeron esculturas con los cuatro evangelistas. Ésta, junto a la torre y la articulación absidal, ha sido una de las mayores aportaciones arquitectónicas de Frómista dada su indiscutible perfección, que viene avalada por su presencia en innumerables templos románicos castellano-leoneses. La sustentación se posibilita a través de seis pilares que apoyan directamente sobre el suelo, singularidad que se ha argumentado para sostener la antigüedad del templo; los torales, más amplios, presentan sección cruciforme y se unen, al igual que las arcadas de los intercolumnios, mediante arcos doblados. El resto son sección cuadrangular. Todos ellos incluyen medias columnas adosadas y capiteles en cada una de sus caras. Las basas con escocias lisas apoyan sobre zócalos ortogonales. En la nave central una imposta taqueada une los capiteles a la altura de los ábacos. Las siete ventanas que iluminan la cabecera, al igual que las seis de las naves, son ligeramente abocinadas y con un derrame inferior, se articulan al interior mediante una sencilla dobladura y prescinden de columnas y arquivoltas. El perímetro mural es recorrido por dos impostas taqueadas; una por debajo de la línea de ventanas y otra en el arranque de los cañones. Los accesos a las torres de fachada presentaban sendos crismones en sus tímpanos –de los que sólo queda el de la torre norte–, muy frecuentes en el marco pirenaico con el que tradicionalmente ha sido relacionado este edificio.

El presbiterio se cubre con bóveda de cañón y el ábside mayor con bóveda de horno. Se ilumina a través de tres ventanas interiormente lisas y dobladas, sin ornamentación y con fuerte derrame inferior. Todos los paramentos de la capilla están recorridos por una doble imposta de tacos jaqueses, una a la altura de los cimacios de los capiteles torales y la otra en la base de los huecos de las ventanas.

Sobre el crucero se alza un cimborrio que interiormente culmina en una cúpula semiesférica apoyada en una linterna octogonal que a su vez se sustenta sobre los arcos torales y cuatro trompas. Los lados que se corresponden con los arcos torales, es decir, los que poseen orientación cardinal están perforados por sendas ventanas que como todas las de la iglesia son lisas y dobladas por el interior. Cada trompa aloja a modo de hornacina una figura que representa a cada uno de los cuatro evangelistas. Son estas:

Trompa del ángulo SE: representa a Mateo en forma humana con alas y una filacteria vertical.
Trompa del ángulo SO: simboliza a Marcos representado por un león sedente y alado.
Trompa del ángulo NO: simboliza a Lucas representado por un toro sedente con alas. Tiene la cabeza un tanto deteriorada.
Trompa del ángulo NE: simboliza a Juan a quien se suele representar por medio de un águila.
En la clave de la cúpula que cierra el crucero se dejó constancia de la fecha de terminación de la obra principal (1901) acreditándose la autoría arquitectónica y el monarca reinante: «1901 REYNANDO S.M. DON ALFONSO XIII / RECOSTRUYDO POR EL SOR ARQUITECTO DON MANUEL ANIBAL
Los dos ábsides laterales se cubren con bóveda de horno como el central, si bien difieren de éste en que la imposta superior no es taqueada sino lisa. La iluminación corre a cargo de dos ventanas por cada ábside de la misma hechura que todas las demás.
Sobre el altar, que fue diseñado por el propio M. Aníbal Álvarez, dice éste en la memoria del proyecto de 1901 que «consiste únicamente en una gran losa de piedra sostenida por cinco apoyos aislados de sección poligonal rematado por capitelitos de los cuales subsisten dos». En la galería de imágenes inserta a continuación se presentan los cinco capiteles sin que sea posible discernir con exactitud cuáles de ellos son los dos originales a que se refiere el arquitecto.

Capiteles interiores
En el interior de san Martín se exhibe una magnífica colección de cincuenta capiteles como base de apoyo de los arcos fajones y formeros de sus naves o los torales del crucero. Casi todos son originales y muchos de ellos historiados.
Todos muestran tres caras labradas pues las columnas que coronan van siempre entregadas en el muro o en las pilastras, no habiendo exentas ni acodilladas. La referencia numérica con que se identifican aquí corresponde al orden marcado en este esquema numerado de planta.

Capitel 1
Cesta cuajada de roleos de mucho relieve rematados en palmetas, con dos caulículos que nacen del centro de la cara frontal desarrollándose hacia los vértices. Cimacio también a base de roleos de talla menos profunda que los de la cesta.

Capitel 2 
En el centro de la cara frontal aparece arriba una cabecita de animal y en los vértices sendas máscaras de cuyas bocas salen -o muerden con ellas- tallos vegetales sogueados que terminan en piñas. La escena de la cara derecha muestra a dos personajes, uno de los cuales parece someter al otro asiéndole por el pelo y sujetándole con un pie puesto sobre la pierna del subyugado que hinca una rodilla en tierra. Se ha especulado sobre su simbolismo queriendo ver algunos a Caín y Abel, otros a Abraham e Isaac, y algunos un pasaje de la vida de san Martín de Tours. En la cara izquierda se ve un caballero sobre el que también se han vertido diversas y subjetivas interpretaciones. El cimacio se adorna con roleos y palmetas dentro de ellos. 

Cara izquierda
Cara derecha
 

Capitel 3 
La decoración del tambor de este capitel se asemeja a la del nº 1 estando constituida por volutas de tallos estriados y caulículos en la parte superior. El cimacio que muestra la R de repuesto exhibe veneras con palmetas en su interior. Se renovó este cimacio por lo deteriorado que estaba, al menos en su cara derecha.

Capitel 4 
Tanto la cesta del capitel como el cimacio muestran en la cara izquierda la R indicativa de que han sido repuestos. Este capitel estaba destrozado y cubierto de yeso apoyando sobre un modillón que había sustituido al fuste de la columna. Lo que queda del primitivo capitel se encuentra en el Museo Arqueológico de Palencia. La composición la forman seis pelícanos, dos por cada cara, que vuelven sus cuellos hacia atrás y que no posan sus patas sobre el astrágalo, como suele ser lo normal, sino sobre un podio de estrías verticales. Se completa la decoración con caulículos lisos en las caras laterales y adornados con botones los de la cara frontal. El cimacio es de roleos con palmetas.


Capitel 5 
Este capitel se encontraba antes de la restauración cubierto de una capa de yeso sobre la que se habían realizado algunas pinturas modernas, si bien el capitel no había sufrido daño alguno. Fue desmontado para la reposición del fuste de la columna que faltaba y se almacenó en la propia obra a la espera de ser montado de nuevo. Entre tanto, algún bárbaro moralista escandalizado por la desnudez de las figuras centrales lo destrozó a martillazos. El capitel original así desfigurado y maltrecho se encuentra en el Museo Arqueológico de Palencia. Su indudable corte clásico queda explicado si se admite que el artista que lo talló conoció el sarcófago romano del siglo II d. de C. que se encontraba en la colegiata de la vecina localidad de Husillos hasta que en 1870 fue trasladado al Museo Arqueológico Nacional. En dicho sarcófago se representan escenas de la Orestiada, razón por la que a este capitel se le suele denominar como «el de la Orestiada». En las dos figuras desnudas -femenina la una y masculina la otra- de la cara frontal hay quien ve a Adán y Eva sin faltar quien afirma que debería tratarse de Caín y Abel, si bien en la restauración se le habría dotado erróneamente a Abel de un órgano genital femenino. Tanto en la cara izquierda como en la cara derecha una serie de Furias con serpientes recuerdan la leyenda de Orestes. El cimacio se adorna con roleos y palmetas. 


Cara izquierda
Cara derecha
 

Capitel 6 
Este capitel, totalmente renovado como da a entender la R sobre el cimacio y la cesta, corresponde a la columna del arco toral de la derecha que fue sin duda una de las que más acusó las insoportables sobrecargas trasmitidas por el recrecido del cimborrio que como ya se ha comentado antes causaron la rotura de la cesta y la fragmentación del cimacio en varios trozos. El capitel original se encuentra en el Museo Arqueológico de Palencia en el estado en que puede verse en la imagen nº1, es decir, completamente mutilado, faltándole las patas de los leones y otros elementos que se conservaban intactos antes de ser desmontado. Desconozco en qué momento y circunstancias se produjo el destrozo que no puede achacarse a razones seudomoralistas como en el caso del capitel nº 5.
En la cara frontal se sitúan dos leones que vuelven sus cabezas hacia atrás montados por sendos jóvenes. En el centro una pequeña cabeza de animal que parece morder los extremos del ropaje de los jinetes. Se completa la decoración de la cesta con caulículos profusamente adornados por hojas vegetales y otros caulículos más pequeños. Se muestran a continuación la cara izquierda y la cara derecha de este capitel. El cimacio se adorna con roleos y palmetas inscritas en ellos. 
Imagen nº1
 
Capitel 7
Grandes hojas lisas con un nervio central de cuyo extremo superior pende un fruto esférico. Dos sencillos caulículos completan la cesta. Este capitel, aunque no presenta la R que lo identificaría como repuesto, no sólo ha sido renovado sino que es distinto al que ocupaba su lugar antes de la restauración. El cimacio se adorna con veneras y palmetas internas, pudiendo ser el original.

Capitel 8 
La cesta renovada de este capitel presenta ornamentación vegetal a base de tallos terminados en volutas, hojas con bolas en su extremo y caulículos. El cimacio, que sí es original, se adorna con veneras y palmetas.

Capitel 9 
Como caso excepcional (excepción que comparte con el capitel nº 18), este capitel es de doble cesta en correspondencia con el doble fuste de la columna. También se diferencia de todos los demás por su menor altura. Se compone de hojas estriadas que en vez de bolas soportan piñas en sus extremos. Por encima de ellas se dejan ver los típicos caulículos. El cimacio se adorna con veneras y palmetas.

Capitel 10 
Hojas de palma estriadas de cuyos extremos penden frutos en forma de bola. En la parte alta, los consabidos caulículos. El cimacio se adorna con roleos, palmetas en el interior de los mismos y hojas lanceoladas en los vértices.

Capitel 11 
Capitel muy parecido al anterior con la salvedad de que los frutos colgantes son ahora piñas. El cimacio muestra también veneras, palmetas y hojas lanceoladas.

Capitel 12 
Se escenifica en este capitel el pasaje bíblico referente a Adán y Eva en el paraíso. Eva recibe el fruto prohibido que le ofrece la serpiente enroscada al tronco del árbol del bien y del mal; Adán se lleva una mano a la garganta consciente de su acción mientras con la otra se tapa púdicamente, lo mismo que hace Eva. En la cara izquierda una figura humana con cabeza de animal, el demonio, acerca su mano a la boca susurrando algo a Eva. Tras él, un personaje de pie con báculo. En la cara derecha otro personaje con similar indumentaria y pose, y una cabeza de animal en el ángulo que está devorando a un ser humano. Como siempre varios caulículos llenan el resto de la cesta. El cimacio presenta veneras con palmetas inscritas. 

Cara izquierda
Cara derecha
 

Capitel 13
Grandes hojas prácticamente lisas y caulículos en la parte superior de la cesta. El cimacio, que ha sido repuesto, se adorna con veneras y palmetas inscritas, así como con hojas lanceoladas en los vértices.

Capitel 14
Este capitel vuelve a tratar el pasaje bíblico de Adán y Eva que se acaba de ver en el capitel nº 12 enfrentado a éste. Aquí el árbol de la fruta prohibida se encuentra en el centro dividiendo la escena en dos: a la derecha, Adán cubriendo su desnudez con las manos y detrás Eva. Al otro lado, una figura nimbada que representa a Dios. En la cara izquierda aparecen dos ángeles alados, uno con una cruz y el otro con un libro. En la cara derecha se ve a Eva con el mismo gesto púdico que Adán a cuyo oído le habla la serpiente tentadora. Entre Adán y Eva, en el vértice de la cesta, una cabeza de animal representando al demonio. El cimacio se adorna con veneras y palmetas algo más elaboradas y complejas que las habituales enlazadas o anilladas entre sí.

Cara izquierda
Cara derecha
 

Capitel 15
Seis pelícanos en diversas posturas constituyen la base de la ornamentación de este capitel. En la parte baja, sobre fondo de roleos y palmetas, otras tres aves se posan en el astrágalo. En la parte superior se extienden dos caulículos por cada cara adornados con pequeñas volutas vegetales. El cimacio exhibe veneras con palmetas inscritas y, en las aristas, hojas lanceoladas.

Capitel 16
Capitel muy parecido al nº 11 que cubre la superficie de la cesta con hojas de palma estriadas de cuyos extremos cuelgan piñas. En la parte alta se ven los típicos caulículos y, como detalle diferenciador de este capitel, una cabecita humana en el centro de cada cara. El cimacio muestra veneras, palmetas inscritas y hojas lanceoladas.

Capitel 17
La cara central de este capitel la ocupan dos leones que oponen en el centro sus cuartos traseros; sobre sus lomos se encaraman sendos leones más pequeños. En cada una de las caras laterales aparece otro león de tamaño más reducido que los dos primeros y por encima un personaje en posición arrodillada que abraza el cuello del león principal de su lado. No faltan en la parte superior del tambor los habituales caulículos. El cimacio se adorna con veneras enlazadas entre sí y palmetas inscritas en ellas. 

Cara lateral 


Capitel 18
Este capitel, aunque no idéntico, es muy parecido al nº 9 con el que comparte caracteres tales como la singularidad de poseer doble cesta sobre una pareja de fustes, presentar en su ornamentación un orden inferior de hojas de palma y piñas, y por encima una serie de caulículos. También el cimacio es de veneras y palmetas inscritas.

Capitel 19
Capitel del mismo estilo que los nº 7 y 10 a base de hojas de palma con bolas en sus extremos, si bien aquí las hojas, casi planas, no poseen un nervio central ni estrías sino una mera arista poco marcada. En la parte alta se ven los característicos caulículos. El cimacio exhibe veneras con palmetas inscritas y hojas lanceoladas.

Capitel 20
Se adorna con tallos vegetales que ondulan para definir espacios ovoideos en los que se inscriben palmetas. Roleos estriados en la parte alta de la cesta completan la decoración. En el cimacio, veneras con palmetas internas y hojas lanceoladas.

Capitel 21
Disposición ornamental parecida a la del capitel anterior: un haz de tallos vegetales parte del centro del deteriorado collarino y se ramifica por toda la cesta dejando espacios en los que se insertan palmetas y hojas lanceoladas. En la zona alta se desarrollan los habituales caulículos que en este caso presentan varias estrías. El cimacio, cuya cara izquierda está sin tallar, muestra veneras con palmetas interiores y hojas lanceoladas.

Capitel 22
En este capitel de composición simétrica se representa en cada mitad un león alzado sobre las patas traseras que apoya las delanteras sobre otro león que vuelve la cabeza hacia atrás. En el centro de la cara frontal aparece una cabeza humana y en los vértices de la cesta se enrollan los acostumbrados caulículos. En el cimacio se muestran veneras con palmetas inscritas y hojas lanceoladas.

Capitel 23
Capitel muy parecido al nº 10 con ornamentación de hojas de palma estriadas de cuyas puntas vueltas penden bolas, por encima de todo lo cual aparecen caulículos también estriados. El cimacio se adorna con veneras y palmetas inscritas, presentando en los vértices sendas bolas similares a las de la cesta.

Capitel 24
Composición simétrica de la cesta que plasma un grupo de cuatro águilas que atrapan con sus picos sendas serpientes. En el centro de la cara frontal aparece una cabeza humana y arriba una máscara entre dos caulículos. El cimacio es un tanto original pues se adorna con frutos esféricos y dos cabezas de animal en los vértices, de las que la de la izquierda pertenece a un cerdo.

Capitel 25
Sobre la iconografía de este capitel se han hecho interpretaciones tan dispares como querer ver en él el pasaje evangélico del prendimiento de Jesús o el conflicto de los burgueses tratado en el Concilio de Burgos de 1117. Lo que se ve en la cara frontal es un personaje central que asoma su brazo derecho bajo la túnica para sumarse al encuentro de las manos de los dos personajes que lo flanquean que las unen sobre su pecho. El situado a su izquierda aparece desnudo y tapándose los órganos genitales con la mano mientras el personaje central pone la suya sobre su ingle. En las aristas se colocan dos clérigos -obispos o abades- con báculo y en actitud de bendecir. En la cara izquierda se aprecia una pareja en actitud de lucha, con las piernas cruzadas, uno asiendo por el cuello al contrario mientras este sujeta a su oponente por el pecho y la cabeza. En la cara derecha, por el contrario, los dos personajes presentes en ella se disponen a abrazarse afectuosamente. 

Cara izquierda
Cara derecha
 
Capitel 26
La cesta de este capitel es casi idéntica a la del nº 19. Hojas de palma lisas con una simple arista central y frutos esféricos colgando de sus puntas. Por encima, caulículos estriados. El cimacio se adorna con veneras y palmetas inscritas.

Capitel 27
La composición de este capitel se asemeja a la del nº 6. Dos leones que oponen sus cuartos traseros y vuelven sus cabezas hacia atrás son cabalgados por sendos personajes que se aferran a ellos por el cuello. En el centro de la cara frontal se ve una cabeza de animal y por encima de la escena dos caulículos adornados con espirales. En la cara izquierda se contorsiona un individuo desnudo que parece atrapado por un tallo vegetal. En la cara derecha Un personaje vestido que apoya su mano izquierda sobre el pecho del león y una máscara animalesca de la que emergen dos caulículos estriados. El cimacio lleva como ornamento una serie de veneras con palmetas inscritas y hojas lanceoladas. 

Cara izquierda
Cara derecha
 

Capitel 28 
Muestra este capitel un motivo ornamental ampliamente repetido: hojas de palma casi lisas en las que sólo se marca una arista central y de cuyos extremos cuelgan frutos esféricos. Por encima, sencillos caulículos. El cimacio se adorna con veneras y palmetas inscritas.

Capitel 29
Grandes hojas de palma en cuyo interior de marcan los nervios centrales y otras hojas más pequeñas que arrancan de ellos. En la parte alta, los consabidos caulículos y una cabeza humana en el centro de la cara frontal y de animales en las caras laterales. En el cimacio se han tallado veneras con palmetas interiores y hojas lanceoladas.

Capitel 30
Dos órdenes de hojas de palma con estrías verticales con frutos esféricos colgando de las puntas vueltas hacia adelante. En el escaso espacio que queda por encima se ven los típicos caulículos y en el centro de cada cara una cabeza que es humana en la frontal y en la derecha y de un cerdo en la cara izquierda. La ornamentación del cimacio es verdaderamente original: animales de aspecto canino muerden a otros animales cuyas cabezas se representan en los ángulos; ambas mantienen las fauces abiertas pero la de la derecha muestra en su interior otra cabecita de un animal.

Capitel 31
Este capitel figurativo narra en la cara frontal la conocida fábula de Esopo de la zorra y el cuervo, quien alagado por la zorra que encomia su bonita voz suelta el bocado que llevaba en el pico para exhibir su canto. El cuervo se encuentra encaramado en un árbol y la zorra espera debajo para atrapar la comida que el cuervo deja caer. En la arista y cara izquierda un simio erguido se tira de la lengua mientras se apoya sobre un lienzo mural en el que se aprecia el característico aparejo de los sillares de piedra. En la arista y cara derecha se sitúa un animal con las fauces abiertas y la lengua fuera y otro simio de pie semejante al del lado contrario. Por encima de toda la escena asoman los habituales caulículos. El cimacio está tan deteriorado que apenas puede intuirse la primitiva decoración a base de veneras y palmetas inscritas. 

Cara izquierda
Cara derecha

Capitel 32
La parte inferior de la escena la forman dos parejas de leones que comparten cabeza en las aristas de la cesta. Tienen la melena caracoleada y la cola sogueada. En un plano superior se sitúa en el centro de la cara frontal una figura femenina de marcados pechos y abultado vientre que da imagen de fertilidad. Lleva un báculo en la mano derecha y apoya la otra sobre uno de los leones en actitud dominante. En las aristas aparecen sendas cabezas humanas. En la cara lateral izquierda se ve al fondo un personaje levantando la mano izquierda abierta y cruzando sobre el pecho el otro brazo. En la cara lateral derecha aparece otro personaje que apoya la mano izquierda sobre un cayado y pone la diestra sobre su torso. Se completa la ornamentación con caulículos estriados. El cimacio se adorna con círculos enlazados en cuyo interior se inscriben rosetas abiertas hexapétalas. 

Cara izquierda
Cara
  derecha 

Capitel 33
Una repetición más de la ornamentación a base de hojas de palma lisas con arista central de cuyos extremos cuelgan frutos esféricos. Como siempre los caulículos asoman por encima de ellas. En el cimacio se han tallado veneras con palmetas inscritas y hojas lanceoladas.

Capitel 34
En este capitel se representa el pasaje evangélico de la adoración de los Reyes Magos. María mantiene en su regazo a Jesús dotado de nimbo crucífero; junto a ellos otra figura femenina sin identificar. En la parte alta, entre los dos grandes caulículos de dispar ornamentación, una inscripción pregona que: «TRES MAGI VENERUNT AB ORIENTE JHE[ROSOLIMAM]». En la cara izquierda aparecen dos de los tres Reyes Magos oferentes coronados con casquetes poligonales y en la cara derecha se ve el tercero de los Magos en similar actitud y atuendo y, por otra parte, un personaje con una mano alzada en señal de bendición y la otra sobre un cayado que representa a san José a tenor de lo que expresa la inscripción que se muestra sobre él: «IOSEP». El cimacio se adorna con círculos enlazados en cuyo interior se inscriben rosetas hexapétalas. 

Cara izquierda
Cara derecha

Capitel 35
Otro capitel más cuya cesta se adorna con hojas de palma lisas de marcado nervio central y piñas colgantes de sus extremos vueltos hacia adelante. Grandes caulículos estriados en la parte superior y una cabeza humana en el centro entre ellos. El cimacio se ornamenta con veneras enlazadas y palmetas.

Capitel 36
Tambor liso en su parte inferior rematado por esquemáticas hojas de palma y frutos esféricos. Por encima sobresalen sencillos caulículos y hojas de acanto. El cimacio tiene por toda ornamentación pequeños filetes horizontales escalonados.

Capitel 37
Varios hombres armados protagonizan una dramática lucha en la cara frontal del capitel. El situado a la izquierda hiere con su lanza al que se encuentra en la arista derecha a quien ha penetrado por el costado atravesándole el pecho. Éste intenta en vano extraer un puñal de su funda para defenderse mientras el personaje central trata de contener la envestida sujetando la lanza con su mano izquierda a la vez que con la otra clava una daga en el cuello del que empuña la lanza. En la cara izquierda se sitúan dos soldados con escudo y espada corta. En la cara derecha una mujer se aflige por la tragedia y posa su mano sobre el hombro del personaje alanceado. En la parte superior de la cesta se pueden contemplar los habituales caulículos, muy sencillos en este caso, y una cabeza de animal en el centro. El cimacio ostenta la R de repuesto y se adorna con roleos en cuyo interior se alojan palmetas; en el exterior, haces de hojas de punta lanceolada. 

Cara izquierda
Cara derecha
 

Capitel 38
Ornamentación vegetal en toda la cesta con hojas y frutos esféricos, además de los caulículos de rigor. El cimacio muestra por toda decoración una serie de estrechos filetes horizontales escalonados.

Capitel 39
Dos órdenes de hojas de palma estriadas ocupan la mayor parte de la cesta; el inferior incorpora piñas en los extremos de las hojas y el superior frutos esféricos. El espacio restante lo llenan caulículos estriados, una cabeza humana en el centro de la cara frontal y sendas cabezas de animal en las caras laterales. En el cimacio se exhiben tallos vegetales con los extremos en espiral formando veneras y palmetas.

Capitel 40
Este capitel, en el que aún se conservan restos de policromía, está en consonancia temática con el izquierdo de la portada norte pues representa dos de los pecados más escenificados en la iconografía románica: la avaricia y la lujuria. En efecto, en la cara frontal se nos muestra al avaro aferrado con las dos manos a la bolsa en la que atesora su peculio. Dos diablos alados, uno a cada lado ocupando las aristas de la cesta, lo atenazan por la cabeza mientras que una feroz máscara situada sobre ella parece que va a devorarlo. En la cara izquierda se simboliza la lujuria en forma de mujer desnuda (a la que le falta la cabeza) que trata de sujetar con la mano izquierda una serpiente que la acecha y levanta la derecha por el lado en que otra serpiente se descuelga del espacio que deja el caulículo. En la cara derecha se repite la escena con la representación más clásica de la mujer desnuda a la que dos serpientes muerden los pechos. Un desciende desde el árbol del que cuelgan las piñas y la otra desde el caulículo; a ambas las sujeta con sus manos. El cimacio se decora con tacos jaqueses.

Capitel 41
La fotografía que se muestra al margen fue tomada en el año 2007. La cesta del capitel estaba reducida a una masa informe de piedra en la que todavía se atisbaba un vestigio de su primitiva talla sobre motivos vegetales.

Capitel 42
Cuatro parejas de leones afrontados que unen sus cabezas en las aristas de la cesta y que se superponen en dos niveles. En otro nivel superior se muestran los consabidos caulículos y en el centro de las caras un fruto esférico colgado del extremo de una hoja de palma. El cimacio es de veneras enlazadas con palmetas interiores y hojas lanceoladas.

Capitel 43
Labor de cestería mediante tallos vegetales estriados que se entrelazan para derivar en la parte alta en caulículos o abrirse en hojas lanceoladas. Cimacio adornado con roleos y palmetas inscritas.

Capitel 44
Una figura hierática pero no nimbada ocupa el centro de la cara frontal del capitel. En el nivel inferior se sitúan dos parejas de personajes agachados cuyas espaldas se cubren con hojas vegetales y sentada sobre ellos otra doble pareja de individuos de los que los frontales ponen una de sus manos en el hombro del personaje central y levantan la otra con la palma abierta. Al fondo de cada cara lateral aparece otra figura de pie no tan majestuosa como la principal. En los vértices se desarrollan sendos caulículos. El cimacio se adorna con círculos tangentes anillados en los que se inscriben florones de ocho hojas. 

Cara lateral
 

Capitel 45
Grandes hojas de palma por detrás de las cuales se elevan los habituales caulículos. En el espacio superior central de cada cara se ha tallado una cabeza humana o de simio. El cimacio muestra veneras con palmetas interiores y un haz de hojas lanceoladas en cada arista. Tanto la cesta del capitel como el cimacio lucen la R indicativa de que se trata de piezas repuestas.

Capitel 46
Hojas esquemáticas de cuyos extremos vueltos penden frutos esféricos. Sencillos caulículos asoman por encima. El cimacio se adorna con tacos. Todo el conjunto es un tanto tosco y primitivo.

Capitel 47
La cesta de este capitel sigue la línea ornamental del anterior con hojas escasamente insinuadas de las que sólo se destaca el extremo superior vuelto hacia adelante del que cuelgan frutos esféricos. Por encima se dejan ver caulículos bastante simples. El cimacio ha sido repuesto y se adorna con roleos.

Capitel 48
Ocupan la cara frontal de este capitel dos porteadores que llevan a hombros por medio de una vara un cubo aparentemente pesado en el que podría haber uva o vino ya elaborado, en el caso de una escena de vendimia, o más probablemente mortero o argamasa destinado a la construcción. Sobre la vara va posado un pequeño león. En el centro, en la parte superior, se sitúa una cabeza de animal de orejas felinas en cuyas fauces introduce una mano uno de los porteadores. En la cara lateral derecha puede verse un cantero tallando un sillar, lo que refuerza la idea de que se están describiendo los trabajos de construcción de un edificio. Este personaje de extraña cabeza maneja la herramienta con la mano izquierda mientras pone la otra sobre el primero de los porteadores. En la cara lateral izquierda se hallan dos individuos inmersos hasta casi la cintura en una gran artesa en la que parecen batir o amasar su contenido con sendos palos. El cimacio se adorna con simples bandas horizontales y, aunque no se indique de ninguna forma, es otro de los repuestos. 

Cara izquierda
Cara derecha
 

Capitel 49
Capitel muy similar al nº 43 a base de tallos estriados que se entrelazan y rematan en hojas lanceoladas. Aquí el collarino está formado por una doble superficie tórica. El cimacio muestra roleos con palmetas interiores.

Capitel 50
Hojas de palma muy elaboradas que soportan piñas en sus extremos vueltos. Por encima de ellas emergen caulículos estriados. El cimacio lleva por adorno una sucesión de veneras que alternan su posición en cuanto que están abiertas por arriba o por abajo. En la arista derecha hay una bola cuya correspondiente de la otra arista se ha perdido.
Ya se ha señalado la imposibilidad de realizar una lectura arqueológica de la iglesia de Frómista, dado lo drástico de su restauración. Sin embargo, la homogeneidad de líneas arquitectónicas posibilita hablar de una campaña continuada. Como se ha visto, sólo la zona inferior del muro norte y, en el interior, los pilares del lado del evangelio, fueron excluidos de su desmonte y sustitución. Aquél mantiene su configuración original hasta la línea de imposta –apreciándose en el interior los restos de un zócalo no respetado por el actual pavimento– y en el exterior es perceptible un quiebro vertical en su sillería. Esta posible ruptura coincide justamente con el primer tramo de la nave, lugar en el que se constata una particularidad estructural basada en el uso de columnas dobles por columnas simples. Sin embargo, nada determinante puede resolverse de tan sesgada información. Conviene señalar que esta puntual presencia de columnas dobles se constata en la cabecera de otros edificios igualmente plenorrománicos como la de la catedral de Jaca, la del templo de San Pedro de Arlanza (1080) o, al otro lado del Pirineo, la de la basílica de Saint-Sernin de Toulouse (ca.1080).
Tradicionalmente se ha hablado de su apariencia poitevina a partir de las torres cilíndricas de la fachada y el acusado aspecto basilical (Focillon, Whitehill, Conant). Respecto a las torres, ya Simón y Nieto las puso en relación con las que tendría la iglesia del priorato cluniacense palentino de San Isidro de Dueñas o a la noroeste de la de San Zoilo de Carrión. Por otro lado, si bien se han apuntado recuerdos otonianos (Saint-Michel de Hildesheim) y pirenaicos (iglesias del valle del Bohí), se han precisado parentescos más próximos, concretamente con la iglesia del priorato cluniacense de Saint-Pé de Génerès, también conocido como de Bigorre (Hautes-Pyrénées), cuya iglesia fue objeto de una consagración en 1096. Es posible que esta semejanza pudiera ir más allá, ya que no es descartable que, en origen, la iglesia de Frómista hubiera contado con un cuerpo occidental. Así se pudiera desprender de la segunda memoria de Aníbal Álvarez: “... no se encuentran vestigios ni señales en otra parte del edificio más que en esta fachada que puedan indicar enlace de la Iglesia con el convento, de donde deducimos que la citada fachada debía estar oculta a los extraños por construcciones del convento”. De este modo estaríamos ante una iglesia que seguiría la tradición postcarolingia de estructuras de fachada adoptada por los cluniacenses con la denominación de galilea, cobrando además mayor lógica las torres angulares. La proximidad con el monasterio de San Zoilo que al parecer contaba con una estructura de este tipo se presenta como una imprescindible referencia.
Aunque las dependencias claustrales no se han conservado, gracias a la ubicación de las puertas podemos intuir la primitiva topografía del establecimiento. Siguiendo el plan monástico tipo, la zona de clausura se localizaba en el flanco meridional, a la que se accedería desde la puerta del transepto y desde la ubicada en la nave de la epístola. Si bien nada resta de esas dependencias regulares, debemos considerar su existencia, ya que es muy posible que debido a la debilidad de los materiales de construcción empleados y al corto período de ocupación por una comunidad, desaparecieran pronto. Seguramente las denuncias de los visitadores de Cluny en 1276 debían referirse a estas edificaciones. Por el contrario, la zona de acceso de fieles se encontraba en el lado opuesto. Según los informes del arquitecto restaurador, la puerta occidental debía ser secundaria. El flanco norte sería el de acceso principal de los fieles y no debe ser casual que, como ha sido puesto de relieve, los iconogramas moralizantes (soberbia, avaricia, lujuria) se encuentran junto a esta portada septentrional, que además insiste en el advertimiento de estas mismas infracciones.
En lo referente a las intervenciones sobre el templo desde su construcción, avanzado el siglo XII se llevó a cabo la portada del brazo meridional del transepto, quizá sustituyendo a otra más simple. Ya en época gótica, y como hemos visto al tratar de la restauración, se procedió a una ampliación del edificio consistente en la sobreelevación del cimborrio, dotándolo de campanas y posibilitando su acceso mediante una torre poligonal con husillo y un pasadizo volado de madera. Adosada al hastial del transepto norte se realizó una capilla de planta cuadrangular, que comunicaba con la iglesia a través de una puerta de la que hoy aún queda la traza; asimismo daba acceso desde su ángulo sudeste al husillo de la torre. Como ya hemos visto, estas construcciones desaparecieron tras la intervención restauradora.
Eliminada la interpretación de paramentos, las aproximaciones cronológicas al conjunto han sido dirigidas siempre por un criterio puramente plástico, con los riesgos que ello lleva consigo. Conviene sin embargo apuntar que la intervención de Manuel Aníbal Álvarez no fue menos desafortunada en lo ornamental. Aunque en el proyecto se contemplaba la colocación “de piedra vieja sin ornamentar” en sustitución de las piezas esculpidas perdidas “para que nunca exista confusión entre lo antiguo y lo moderno”, lo cierto es que una vez más esta premisa se incumplió. De este modo fueron esculpidos nuevos capiteles, cimacios y canecillos; Gómez Moreno señalaba en 1935 que se sustituyeron ochenta y seis modillones, once capiteles, doce ábacos y cuarenta y seis basas. Tal información contrasta con lo señalado por el propio Álvarez en su primera memoria: “Los canes de los ábsides y naves se encuentran, en general, en buen estado, faltando algunos que forman un número relativamente escaso”. Por otro lado las piezas del exterior y alguno de los capiteles del interior carecen de la reglamentada “R” de reproducción por lo que, especialmente en aquéllas, existe un completo confusionismo que dificulta en algunos casos discernir entre lo inventado y lo real. Un análisis de muchas de esas piezas, junto a la confrontación con fotografías antiguas, pone de relieve su contemporaneidad.
Pero si bien algunos de los originales –al menos tres capiteles– se encuentran depositados en el Museo Arqueológico de Palencia, el paradero de los restantes así como de algunos modillones es hoy por hoy desconocido. Puede decirse que un gran número de las cestas de los capiteles del interior fueron sustituidas a las que hay que añadir una cantidad semejante de cimacios. También se permutaron una buena parte de los capiteles del exterior de las ventanas. Pero el confusionismo en torno a la escultura de Frómista fue más allá. Al igual que en otros muchos edificios, de algunos capiteles y modillones se realizaron vaciados en yeso cuyas fotografías fueron más tarde publicadas, llegando con el tiempo a ser tomados como piezas originales.

Definida por Bertaux como un véritable musée de sculpture romane, la iglesia de Frómista destaca por una enorme riqueza escultórica, inusitada en un edificio medieval anterior en cronología, y que, tras siglos de olvido, fue dada a conocer a raíz de la restauración. A lo prolijo se une su extraordinaria versatilidad, que queda patente no solamente en sus capiteles; también en la autonomía con que son dotados los ábacos independizados de las impostas taqueadas. Fue Serrano Fatigati, primer estudioso que analizó el conjunto, quien en 1901 apuntó “un indicio de procedencia” de esta ornamentación respecto a algunas realizaciones del Midi francés como Saint-Sernin de Toulouse o Moissac. Sin embargo, la variedad de esculturas le llevó a especular con la posibilidad –hoy evidentemente descartable– de que ciertos capiteles pertenecieran en realidad a una restauración, que él situaba en el siglo XIII. Sólo unos años después el propio Bertaux insinuaba que dos talleres trabajaron simultáneamente en una iglesia que consideraba obra de la primera mitad del siglo XII; uno de carácter local y otro más imbuido en el arte del Mediodía francés que se inspiraría además en sarcófagos antiguos. Este último aliento clásico cristalizó en uno de los capiteles figurados que se ubicaban en el pilar toral sudeste, correspondiente a la cabecera, no teniendo continuidad alguna en el resto de la obra salvo en ciertos modillones del propio ábside. En 1973 el presagio de Bertaux fue determinado por Serafín Moralejo al encontrar la fuente de inspiración directa en el sepulcro tardorromano (siglo II d. de C.) localizado en la colegiata de Santa María de Husillos, población próxima a Frómista (25 km), y hoy en el Museo Arqueológico Nacional, en el que se recreaba el tema de la Orestíada. Aunque el escultor no captó la temática representada, llevó a cabo una recreación libre y equilibrada. Lamentablemente la morbidez de los dos desnudos centrales se hizo triste merecedora de la barbarie y, tras el depósito del capitel durante la restauración del templo en espera de ser recolocado, ambas figuras fueron salvajemente destruidas. Trasladado al museo de la capital, una copia más o menos afortunada lo sustituye desde entonces.

Este mismo museo conserva una segunda pieza del mismo taller, fragmentada en dos partes a causa del empuje que ejerció el pilar toral durante el abandono del siglo XIX. También sustituida por una copia, el original perdió buena parte de su zona inferior en manipulaciones posteriores a su desmonte. Presenta una composición centrífuga hacia los ángulos, a base de dos cuadrúpedos contrapuestos con personajes aferrados a sus cuellos. En el lateral derecho el capitel alcanza su máxima expresión con una figura desnuda y vuelta hacia la esquina; en el izquierdo, más torpe, se incluyen un personaje vestido y una cabeza de animal. Esta obra, fue copiada con las caras laterales invertidas por uno de los escultores que trabajaron en la nave y resulta una de las composiciones más significadas tanto en la catedral de Jaca como en la iglesia del castillo de Loarre (Huesca).

La historiografía del arte ha puesto en relación a este “maestro clasicista” con el escultor más destacado de la catedral de Jaca, del que derivaría (Gómez Moreno, Gaillard, Gudiol/Gaya, García Romo). A partir de la conexión con Husillos, Serafín Moralejo planteó la inversión de la teoría. Las esculturas de San Martín, más sujetas al modelo, se anticiparían a las jaquesas en las cuales el autor expresó una mayor independencia y el enriquecimiento de otros referentes clásicos hoy desconocidos. Esta opinión chocaba con la aparente lógica del sentido de avance del románico desde Francia. Según Moralejo un artista formado en Tierra de Campos se trasladaría a Jaca, dejando una estela en otros talleres como el que realizó la desaparecida puerta norte de la catedral de Compostela, el que decoró la iglesia del castillo de Loarre, e incluso en el que llevó a cabo puntuales aportaciones en la basílica de Saint-Sernin de Toulouse.
Sin embargo, algunos autores, a cuya cabeza se encuentra Marcel Durliat, mantienen la teoría tradicional de dar prioridad a la catedral aragonesa, que habría sido el foco en el que se definiría esta singular dirección escultórica, expandiéndose a continuación hacia el oeste por el camino jacobeo. Además, las personalidades de los artistas de Jaca y Frómista serían diferentes, si bien entre ellos mediarían contactos muy estrechos en cuanto a formación.

Al margen de éstas, destacan otras singulares piezas también situadas en la cabecera, fundamentalmente las ornamentadas con roleos, una de las cuales es copia del original conservado también en Palencia. Sobresalen asimismo algúnas otras –capiteles de las ventanas y modillones– en el exterior de los ábsides. El resto de capiteles, los situados en las naves pertenecen a diferentes manos y, experimentan en general un evidente y progresivo proceso de degeneracion según avanzamos hacia el hastial occidental. Desde una óptica iconográfica sobresalen algunas obras significativas, como es el caso del capitel de la zorra y el cuervo –la conocida fábula de Esopo–, la Adoración de los Magos, la expulsión del Paraíso o la representación del pecado original. Según una propuesta de Thomas Lyman, este último podría haber tenido su modelo en un ejemplar de la colegiata pirenaica francesa de Saint-Gaudens. Otros como la iconografía del trabajo representado por porteadores encuentra paralelo en uno de la iglesia prioral de San Pedro de Valdecal (ca.1118) –hoy en el Museo Arqueológico Nacional– o en otro de la colegiata de Santillana del Mar (Cantabria). Aunque con una variante temática, también existe cierta conexión con uno de los capiteles de la portada occidental de San Zoilo de Carrión de los Condes.
Sin embargo, los capiteles más numerosos, tanto en el interior como en el exterior del templo, son los vegetales compuestos por hojas rematadas en bolas, elemento éste básico en el léxico de Frómista y común a otros focos del plenorrománico castellano-leonés. Es asimismo muy frecuente la variante que remata en piñas. Los pitones de ángulo, recurso compositivo constante en Jaca, y presente en Compostela, San Isidoro de León, San Zoilo de Carrión o San Salvador de Nogal, salvo casos contados aparecen de modo muy marginal. El exterior de las naves denota, en general, este mismo descenso de calidad. Lamentablemente se encuentran muy deteriorados los capiteles de la portada septentrional uno de los cuales –el izquierdo– presenta una evidente similitud en composición y temática –la avaricia y la lujuria, también representadas en el interior– con otro de la portada occidental del templo monástico de San Isidro de Dueñas.

Finalmente existe un elevado número de modillones originales mezclados con otros muchos realizados durante la restauración. En determinadas zonas como los aleros de las portadas occidental y meridional o el mismo alero del hastial, todos son nuevos. Entre los primitivos la calidad es muy variada destacando una vez más los ubicados en la cabecera. Lo mismo ocurre con la temática, sobresaliendo los zoomorfos y los de contenido profano, algunos de éstos han sido estudiados en fechas recientes (H. Bredekamp).

Respecto a la cronología del edificio, la mayor parte de los estudiosos del románico han tendido a asociar la referencia documental de 1066, en la que se aludía a la construcción del monasterio, por iniciativa de doña Mayor, con el actual edificio (Porter, Gómez Moreno, Camps Cazorla, Whitehill, Gudiol/Gaya, García Guinea). Para todos ellos esta fecha encontraría una neta correspondencia con las dataciones más precoces de otros edificios, afines además desde una óptica ornamental, como San Salvador de Nogal de las Huertas, Santa María de Iguácel o la catedral de Jaca, ejemplo este último en el que a lo escultórico se sumaba la propia traza arquitectónica. En 1908 Lampérez ya dudó de esta precoz datación, lo que fue compartido años más tarde por otros especialistas que llevaron los inicios del edificio a la tercera década del XII a raíz de su donación a San Zoilo de Carrión (Bertaux, King, Gaillard). Para ellos, y como ya refutó el propio Lampérez, el diploma no aludiría a la iglesia sino al engrandecimiento del cenobio, o bien el templo al que se haría referencia –de léxico prerrománico– iba a ser sustituido décadas más tarde por el que hoy contemplamos.
En tiempos más recientes y una vez que las cronologías de los edificios que condicionaban a Frómista –los referidos Nogal, Iguácel y la catedral de Jaca– fueron revisadas, se formó una corriente de opinión alternativa. Para ello fue fundamental el caso de esta última, para la que se adelantó el inicio de su construcción en más de una década a partir de la propuesta de Antonio Ubieto en torno a la falsedad del documento por el que se conformaba la sede episcopal en 1063. A partir de entonces se encontró un mejor acomodo de estas realizaciones en las dos últimas décadas del siglo en el curso de un substrato cultural enormemente dinámico durante el cual se fraguaron las primeras realizaciones románicas en los reinos occidentales de la Península. Asimismo, en sintonía con algunas otras del marco ultrapirenaico meridional cuyas dataciones eran seguras. En este nuevo espacio cronológico fue ubicada la iglesia de Frómista (Yarza, Moralejo, Williams).
Sin embargo algunos autores han mantenido las dos posturas tradicionales; la que pudiéramos denominar temprana (García Romo, García Guinea, Lojendio/Rodríguez, Bango) y la retardataria (Durliat). Sea cual fuere la realidad cronológica, el incuestionable resultado es este monumento de contrastada difusión en el contexto general de la arquitectura medieval castellano-leonesa y capital para la comprensión de nuestro arte románico.






 

 

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