Moarves de Ojeda
Moarves de Ojeda se sitúa en el centro de la
comarca de la Ojeda, en la ruta que une las localidades de Herrera de Pisuerga
y Cervera.
La iglesia de San Juan Bautista fue declarada
Monumento Histórico-Artístico el 3 de junio de 1931. En la bibliografía suele
aparecer bajo la advocación de san Pedro, errata derivada quizá de la
existencia de otra población que responde al topónimo de san Pedro de Moarves.
Se encuentra en el centro del pequeño núcleo rural. Su ábside resulta frontero
a la carretera y en su zona meridional aparece un recinto rodeado por un murete
moderno que de antiguo acogió un campo santo. En la actualidad su pavimento se
cubre con un empedrado de canto rodado. Navarro García citaba (1939) que el
edificio había sido víctima de un derrumbamiento reciente y Rodríguez Muñoz
(1955) señalaba que el templo fue desnaturalizado por varios derribos. Todavía
se conservan elementos románicos –quizá de un zócalo interior– con bocel
reaprovechados a modo de escalones de acceso al recinto del primitivo campo
santo.
Las referencias a la localidad de Moarves de
Ojeda resultan muy escasas entre la documentación publicada. Sabemos que la
comarca de la Ojeda se repobló tempranamente –desde el siglo X– y que por sus
tierras pasaban las rutas que comunicaban el Pisuerga con La Liébana. La propia
etimología del topónimo Moarves parece estar vinculado a una repoblación –como
Zalima o Cordovilla en la zona aquilarense– con contingentes de origen
mozárabe. En 1064, un tal Salvador González donaba sus propiedades de Moarves al
monasterio de Santa Eufemia de Cozuelos; otra donación la realizó el freire
Gonzalo Gómez al mismo cenobio en 1270, convertido ya en casa santiaguista.
García Guinea aventura una vinculación territorial –que correría pareja con la
artística– de la localidad respecto del monasterio de San Andrés de Arroyo. En
el Libro Becerro de las Behetrías, de 1351-1352, Moarves figuraba como lugar de
behetría perteneciente a don Tello.
Iglesia de San Juan Bautista
Se trata de un edificio de modestas
dimensiones, elevado en excelente aparejo de sillería arenisca local. Varios
sillares tardorrománicos se reaprovechan perfectamente en la obra tardogótica
como se observa en la cabecera y en el nivel superior de la caja muraria.
En planta se nos presenta como simple
construcción rectangular constituida por dos tramos: un ábside de testero
plano, tramo central propiamente dicho y cuerpo occidental que sirvió para
instalar un coro alto. La separación entre la cabecera y el cuerpo central se
realiza mediante un amplio arco diafragmático con luz apuntada y doblado que en
el arranque del apuntamiento engasta varias molduras románicas de entrelazos
vegetales muy semejantes a las visibles en las ventanas meridionales.
Semicolumnas adosadas –que en el triunfal quedan flanqueadas por otras dos– y
contrafuertes exteriores de sección rectangular (tres en el muro del hastial
oeste reforzando la espadaña, dos angulares en la cabecera y otros dos en
coincidencia con las semicolumnas del triunfal) permiten el soporte de las
cubiertas. Éstas son de simple estructura de madera a doble vertiente en el
cuerpo central y tramo occidental, reservando una bóveda estrellada para la
cabecera. La bóveda estrellada –que arranca desde la segunda nervatura de las
dovelas– sustituyó a la primitiva crucería. Resulta llamativa una moldura con
bocel y escocia que recorre horizontalmente todo el hemiciclo absidal.
La crucería posee diez y siete claves y se
trabaja con los correspondientes terceletes y combados. Desconocemos cómo fue
la cubierta de la primitiva iglesia románica, aunque lo más lógico sería
imaginar una simple bóveda de cañón.
En altura destaca la espadaña de cronología
gótica, que arranca en el hastial occidental, constituyendo un ejemplar
característico del norte de la provincia: con remate a piñón y vanos para
alojar las campanas. Posee doble vano apuntado en el cuerpo base y otro más en
el vértice que se ornamentan con molduras de nacela y se corona con una cruz
calada inscrita en un círculo. Un grafito en caracteres góticos cursivos
–completamente ilegibles debido a la erosión– aparece en el contrafuerte
suroccidental que soporta la espadaña (hay un laberinto en otro sillar del
contrafuerte sur). El acceso hasta el cuerpo superior se efectúa por medio de
una escalera de caracol alojada en un cubo cuadrangular septentrional de
cronología románica.
En la cabecera –lado de la epístola– se
conserva un nicho relicario de 86 × 57 cm ejecutado a fines del siglo XV o
inicios del XVI. Se decora con conopia invertida y elementos esféricos
perforados. La mesa moderna del altar está sostenida por dos capiteles góticos
de hojarascas (siglos XIII-XIV).
Las fases constructivas del templo quedan bien
delimitadas, desde el románico final (la caja de muros más o menos rectangular
conteniendo las series escultóricas) al gótico (espadaña y hastial oeste,
contrafuertes y arranque de la cabecera) que perdura hasta fechas muy tardías
como evidencia la bóveda que cubre la cabecera, datable en torno a fines del
siglo XV (cf. también el lienzo del muro sureste y el remate exterior de la
cabecera). De cualquier modo, debemos advertir que el edificio sufrió numerosas
reformas modernas a consecuencia de reposiciones parciales que no llegaron a
afectar al conjunto.
Entre fines de 1989 e inicios de 1990, y como
complemento a las obras de restauración de cubiertas, pavimentación de la zona
septentrional y drenaje del mismo muro, se efectuó un rebaje del nivel terrero
a la altura de la portada norte (interior y exteriormente), localizando algunas
tumbas modernas. Con la intervención se liberaron las basas de la portada,
antes totalmente cubiertas, planteando dos pequeñas escaleras laterales
(interior y exteriormente).
El acceso principal se realiza desde la portada
románica meridional que se corona mediante un sobresaliente friso escultórico
protegido por un alero volado cuya cronología parece algo posterior.
La portada, de medio punto, está formada por
cinco arquivoltas decoradas con motivos vegetales y geométricos de (desde el
exterior al interior): billetes, baquetón liso, billetes, baquetón con
elementos esféricos y hojas de acanto, éstas apoyan sobre imposta de palmetas
dobladas y entrelazadas coincidiendo con capiteles y jambas acodilladas. A
grandes rasgos, los excelentes capiteles corridos del lado izquierdo refieren
escenas de juglaría: bailarinas que se arquean en una forzada voltereta,
tañedores de rabel, salterio y de una extraña tuba en forma de barrilillo con
embocadura vertical (aparece idéntico instrumento en sendos canecillos de
Lomilla y Santa María de Mave), personaje sedente masculino, danzantes
masculinos y la escena de Sansón desquijarando al león mientras que otro
personaje lo alancea e introduce su brazo por las fauces.
En el lado derecho aparecen piezas con acantos
de sabor característicamente borgoñón, personajes afrontados con escudos y
espadas y máscaras sobresaliendo en un nivel superior, combate entre un león y
dos personajes masculinos y dos lectores que atienden al mismo volumen. Un
programa sintético que parece directamente emparentado con otras portadas como
la de Santiago de Carrión de los Condes, Arenillas de San Pelayo y la Asunción
de Perazancas de Ojeda. Ya advertía García Guinea que la iconografía de estos capiteles
entroncaría con lo psicomáquico y la plasmación de los vicios réprobos, a modo
de explicitación de lo pecaminoso en el seno de una comunidad rural, alejada de
las principales rutas. Y muy probablemente, el propio escultor desconocía la
complejidad conceptual del programa. Identifica a Herodes con el personaje
sedente y a Salomé con la bailarina, tal y como aparece en Agüero (Huesca). Los
cimacios, arquivoltas y cestas vegetales –que aún conservan restos de
policromía debidos a repintes posteriores– presentan paralelos con piezas
obradas por varios talleres septentrionales: Vega de Bur, Quintanatello de
Ojeda y Santa Eufemia de Cozuelos.
Por otro lado, la presencia del capitel con
Sansón resulta otra constante de las mismas canterías y su aparición en la
iglesia del monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo,
Vallespinoso de Aguilar, Rebolledo de la Torre (Burgos), Dehesa de Romanos,
Villacantid (Cantabria), Santa Eufemia de Cozuelos, Las Henestrosas
(Cantabria), Villaherreros, etc., habla de su clara proliferación. El estilo
escultórico destaca por la delicadeza en el trabajo de los rostros (cf.
cabellos y barbas), los plisados (algunos helicoidales, siguiendo el modelos
carrionés aunque sintetizado, como se aprecia en Arenillas de San Pelayo) y el
uso y abuso del trépano que emplea triples perforaciones al modo borgoñón (como
en Carrión, Charlieu y Donzy).
El friso escultórico superior se ilustró con un
Apostolado que flanquea la figura de Cristo sedente rodeado por el Tetramorfos.
Los apóstoles portan libros o filacterias
identificativas. Está soportado mediante dos ménsulas figuradas situadas en sus
extremos (al este un guerrero alanceando a un monstruo fantástico y al oeste
una máscara indeterminada con rasgos negroides de ecos navarros).
El origen de la tipología del Apostolado
debemos buscarla en la iglesia de Santiago de Carrión de los Condes, si bien el
debate sobre su fuente de inspiración, generó una desaforada polémica entre A.
K. Porter y A. Mayer durante la década de 1920. Mayer opinaba que el friso de
Moarves era una obra hispana provinciana que traslucía rasgos derivados de la
portada norte de la catedral de Lugo.
Desde otro punto de vista, Porter consideraba
que el Apostolado carrionés había sido el punto de partida de una importante
serie que se extendió por las actuales provincias de Burgos y Palencia:
Moarves, Quintanadueñas, Zorita del Páramo o Santibáñez-Zarzaguda. Para Porter
éstos influyen además en otro tipo de composiciones con personajes bajo
arquillos como el capitel con las Marías ante el sepulcro de Santa Eufemia de
Cozuelos o la arquivolta de Revilla de Santullán (aunque a nuestro juicio aquí
interviene la herencia de los talleres de Santa María la Real de Aguilar de
Campoo). García Guinea opta por datar el friso en torno a 1185, en función de
los clarísimos paralelos estilísticos con los capiteles de la abadía de Lebanza
y determinadas cestas característicamente andresinas. La relación se
estrecharía si ponemos sobre el tapete los capiteles del triunfal de Montoto de
Ojeda, con los temas de Sansón en el pozo de los leones y Epifanía.
El mismo autor considera los capiteles de la
portada de Moarves como producción ejecutada por un escultor diferente al que
trabajó en el friso y más cercano a la escultura de Saint-Pons (Hérault) o
Saint-Étienne de Toulouse, que participó además en Santa Eufemia de Cozuelos
(capiteles del crucero con una cesta dedicada al tema de Sansón desquijarando
al león y otra concebida según varios niveles de volutas sobre las que asoman
rostros de eclesiásticos como en uno de los capiteles del lado derecho de la portada
de Moarves), la iglesia del monasterio de Aguilar (capitel del toral con Sansón
desquijarando al león custodiado en el MAN) y ventanal de la parroquial de
Barrio de Santa María. No establece juicio alguno sobre la cronología a asignar
al escultor que trabajó en los capiteles de la portada, si bien, parecen
tallados con anterioridad al friso. No obstante, a la hora de hablar del
monasterio de Aguilar encajará una datación de 1180-1185 para el maestro de los
capiteles de Moarves. Simon (1984) toma la labor del maestro de San Pedro de
Moarves que había bautizado García Guinea como punto de referencia a la hora de
catalogar varios capiteles palentinos –cuya procedencia exacta nos es
desconocida– que se expatriaron al Metropolitan Museum de Nueva York en 1921.
Otra portadita cegada septentrional –que
permaneció durante los últimos años completamente obstruida por el amontamiento
de tierras– presenta triple arquivolta apuntada en coincidencia con un capitel
y dos jambas acodilladas a cada lado. Las cestas mantienen una fisonomía
perfectamente andresina.
En las dos ventanas románicas del muro sur
aparecen capiteles con hojas de acanto, acantos en espiral (como en el claustro
de Aguilar), grifos afrontados y arquivoltas con hojas de acantos, chevrons
insinuados y calados entrelazados protegidos por chambrana lisa con elementos
esféricos y lazos vegetales.
Los capiteles del triunfal se instalaron para
tallarse in situ pero no llegaron a rematarse, en los capiteles que coronan las
semicolumnas laterales se distinguen bien los cubos angulares superiores,
preparados para labrar los prótomos superiores de las cestas al modo andresino
(planteamiento similar al de los capiteles de la nave de Vallespinoso de
Aguilar). García Guinea consideraba una tipología cercana a San Felices de
Castillería, si bien en este último caso, la forma de las cestas parece
asimilarse mejor con la idea de simplificación ornamental.
En definitiva, la colección escultórica que
alberga el templo de San Juan Bautista de Moarves de Ojeda, resulta una de las
claves más importantes para la interpretación de los talleres que trabajaron en
el norte de la provincia hacia las últimas dos décadas del siglo XII. Aquí se
rastrean algunos de los mejores cinceles activos en el foco de Aguilar de
Campoo y ejemplifica la continuidad de estereotipos cuya máxima expresión es
perceptible en San Andrés de Arroyo.
La pila bautismal tiene forma troncocónica
invertida (120 cm de diámetro × 66 cm de altura). Se instala sobre tres
escalones circulares en el lado del evangelio de la cabecera, aunque
originalmente estuvo colocada a los pies, en un sector muy alterado por una
fuerte humedad. Aparece figurada con Cristo sedente que porta libro y bendice
con la diestra entre un Apostolado bajo arquerías.
Una orla sogueada recorre perimetralmente la
pila en su zona inferior, por la superior corre otra orla de entrelazo
serpenteante. Su talla somera y rudimentaria dificulta precisar una cronología,
sin embargo –como ya puntualizaba García Guinea– la tipología del Apostolado
permite poner la pila bautismal en relación con el friso exterior (cf.
arquerías y fustes con sogueado) y aproximar una fecha tardía, como la pila de
Cillamayor, labrada tal vez por un escultor muy popular a inicios del siglo
XIII. Desde 1989 y hasta 1995 han venido realizándose sobre esta pila diversos
trabajos de conservación (desalinización, paralización progresiva de las
capilaridades, retirada de una cinta de acero claveteada en su borde superior y
reposición de las figuras perdidas). El traslado de la pieza desde los pies a
la cabecera provocó un brusco cambio de las condiciones higrométricas que
incidió en un resquebrajamiento inmediato de gran parte de las figuras.
Santibáñez de Ecla
Monasterio de San Andrés Arroyo
El conjunto de edificaciones del monasterio
bernardo de San Andrés de Arroyo está perfectamente instalado en la orilla
derecha del arroyo de San Andrés y en el fondo de un ameno y angosto vallejo de
la Ojeda, distante unos 8 km al oeste de Alar del Rey. El monasterio se adapta
perfectamente a las disposiciones fundacionales cistercienses, que recomendaban
construir sus casas en parajes desiertos, alejados de concentraciones mundanas
y cercanas a los cursos acuíferos. Es sorprendente el hecho de no poder contemplar
el convento hasta no estar a su vera. En la actualidad desarrolla todavía vida
monacal activa y la comunidad pertenece desde 1956 a la Federación de
Monasterios de Monjas Cistercienses de España.
Bosquejo Histórico
Durante muchas décadas, el excepcional
monasterio palentino fue ignorado por los críticos de nuestra arquitectura
medieval, hasta tal punto que la única monografía rigurosa y completa
(Gutiérrez Pajares) ha tenido que esperar a 1993 para ver la luz. Con anterioridad
sólo los meritorios trabajos de Lampérez, Torres Balbás y García Guinea
aliviaban la escasa información publicada sobre este monasterio cisterciense
femenino, dado a conocer por el obispo palentino Almaraz en 1900. Las
aportaciones de Romualdo Moro, Vicente Vignau, Julio González y Alejandro
Masoliver permiten aclarar los condicionantes históricos.
San Andrés de Arroyo ya estaba fundado en 1189,
así se desprende por la convocatoria del capítulo general cisterciense en Las
Huelgas de Burgos, donde acudió la abadesa doña Mencía. Pero los primeros
documentos sobre Arroyo datan de 1181, cuando recibía una donación de María
Antolínez en el mismo lugar de San Andrés y de Alfonso VIII de la iglesia de
San Millán, entre Grijalba y Villasandino. Doña Mencía, la primera abadesa, fue
nieta de Rodrigo González de Lara, casado con doña Sancha, hija a su vez de Alfonso
VI. La insigne abadesa actuó como testamentaria de Alfonso VIII siendo una
persona de su entera confianza, así lo demuestran los numerosos privilegios
concedidos por el monarca y el tratamiento de familiaridad con el que figura en
los diplomas.
Alfonso VIII donó a Arroyo una heredad en
Dehesa de Romanos (1189) y la villa de Caviedes, muy cerca de San Vicente de la
Barquera, con la iglesia de San Justo y los lugares de Trasvilla y Castañar
(1189) y otorgó además 100 almudes anuales de sal en el pozo de Rosío (1190).
Durante el dilatado reinado de Alfonso VIII se fraguó la consolidación del
dominio de las monjas de Arroyo. El rey confirmó el cambio del monasterio de
San Millán de Prádanos –donación de Oña– por otras heredades en 1214 y dio a
Arroyo las villas de San Pelayo de Perazancas (1199) y de La Vid (1215),
eximiéndole del portazgo en todo el reino (1210).
A doña Mencía le sucede su hermana doña María
(1227), que defendió sus derechos patrimoniales frente a los templarios en
Quintanilla, La Vid y Dehesa de Romanos, obteniendo nuevas prebendas. En 1255
recibe de Alfonso X la villa de Becerril del Carpio y un año después el derecho
a percibir 300 maravedíes anuales. En 1263 y 1266 se fechan otras donaciones de
Pedro Guzmán, adelantado mayor de Castilla y de Fernando García y su mujer doña
Sancha.
Entre 1266 y 1282 doña Mayor Alfonso ostentó el
báculo abacial y adquirió la mitad del monasterio de Matalbaniega (1281),
completamente transferido al año siguiente por la abadesa Elvira Gómez (†1294).
A lo largo de los primeros años del siglo XIV, la nómina de sus propiedades
siguió aumentando en Villaescusa de Ecla (1303), La Vid (1316) y San Pedro de
Moarves (1339). Demostración del poder territorial que el cenobio acumuló en la
comarca de la Ojeda fue la prohibición ejercida sobre la venta de rentas y propiedades
en Dehesa a cuantos caballeros e hidalgos que pudieran hacer frente al abadengo
(1344).
En 1410 Juan II confirmaba las posesiones y
vasallos de Arroyo en Becerril del Carpio, Quintanilla, La Vid, San Pedro de
Moarves, San Jorde, Villavega, Pisón, Amayuelas, Henestar, Villaescusa,
Prádanos, Nogales, Villabermudo, Micieces, Payo, Revilla y Oteros. A lo largo
del siglo XV, el convento se hizo con tierras en Cuevas (1482), cerca de
Villadiego y Añoza (1485), en las proximidades de Carrión, ostentando otros
títulos en la montaña santanderina (Cuena) y en tierras burgalesas (Huérmeces).
Al contrario que los más influyentes monasterios cercanos (Santa Eufemia de
Cozuelos o Santa María la Real de Aguilar), durante los siglos XV y XVI, Arroyo
siguió mimando y engrosando sus propiedades. Fue defendido por Felipe II y
salió victorioso en sus pleitos (con Santibáñez de Ecla en 1621). Las obras
ejecutadas en el cenobio durante el siglo XVIII confirman esta tendencia hasta
que la desamortización terminó con el abadengo.
La Iglesia
Litúrgicamente orientada, presenta planta de
cruz latina con nave única, crucero marcado en planta y cabecera de triple
ábside, el mayor heptagonal, siendo cuadrangulares los laterales. La capilla
mayor, ligeramente sobreelevada, se cubre con bóveda de ocho nervios perfilados
de tres baquetones y dos escocias que enlazan en la clave vegetal calada y
apean sobre semicolumnas angulares. El tramo presbiterial, de mayor altura, se
cubre con bóveda de crucería cuatripartita cuyos nervios apoyan sobre semicolumnas
acodilladas. Las nervaduras del tramo presbiterial tienen idéntica sección que
las de la cabecera. Siete ventanales de medio punto rasgados (los laterales
cegados) ofrecen luz al ábside principal, éstos poseen arquivoltas de
baquetones y escocias que apoyan sobre dos capiteles y dos semicolumnas a cada
lado.
Exteriormente el ábside mayor queda reforzado
con contrafuertes de sección cuadrangular que llegan hasta el nivel de las
cornisas, sólo amenizados por una imposta horizontal que divide el ábside en
dos niveles coincidiendo con las impostas de los ventanales. Sus capiteles son
de cuatro tipos esenciales, aunque mantienen la estructura del crochet, quedan
tipificados en la monografía de Gutiérrez Pajares (presentan básicamente
acantos ramificados o helicoidales). El altar mayor es de cronología pareja al templo
y apoya sobre dos columnillas y un pilar central con capiteles vegetales de
esquema muy sencillo.
Las capillas de la epístola y del evangelio son
de planta cuadrangular y se cubren con crucerías cuyas nervaduras apean en
columnas angulares. Quedan iluminadas por sendas ventanas rasgadas de medio
punto de similar estructura que las de la capilla mayor. Los tres ábsides
poseen unas curiosas credencias con doble arquillo de medio punto y columnilla
central en la zona inferior de sus muros laterales, los capiteles de aquéllas,
en perfecto estado de conservación, son elegantes piezas de crochets. La presencia
de estas hornacinas, comunes a varios monasterios cistercienses, se aprecia
también en las cabeceras de Santa Cruz de Ribas y en Palazuelos (Valladolid).
Gutiérrez Pajares subrayaba bien la
contundencia de los soportes del tramo presbiterial y del crucero. Vemos aquí
las gruesas columnas geminadas y las columnillas acodilladas que Torres Balbás
catalogó como características de lo hispano-languedociano, categoría en curso
de redefinición si bien sigue siendo válida a efectos doctrinales. Este tipo de
soportes, en efecto, son abundantes en todo el territorio palentino (monasterio
de Aguilar, Ribas, Villasirga o Villamuriel de Cerrato) y se dan en varios edificios
vallisoletanos de transición (Matallana, Valbuena, Retuerta o Palazuelos). Las
basas de los pilares descansan sobre altos zócalos y poseen toro abombado con
semicírculos incisos y anillo superior, los toros se completan con garras
vegetales angulares. En los diferentes fustes que componen las semicolumnas de
los pilares aún se mantienen numerosísimas marcas de colocación. Por su parte,
los capiteles, con cimacios lisos y de bezantes (en las capillas laterales), se
pueblan de acantos carnosos lisos o con flores y hojitas lobuladas adheridas,
abundando los acantos ramificados con bayas angulares y los crochets más
avanzados. Constituyen un sorprendente repertorio de piezas vegetales caladas
cuyos collarinos presentan exquisitas perforaciones.
Ventanal de la iglesia del Monasterio cisterciense de San Andrés del Arroyo, Santibáñez de Ecla (Palencia)
La nave del crucero se articula en tres tramos
cuadrangulares. Sólo se conserva la bóveda original en el brazo de la epístola.
Sus nervaduras apoyan sobre una columna acodillada, dos ménsulas-capitel
primorosamente caladas y la imposta del pilar que separa este tramo del de la
propia capilla mayor. Los otros dos tramos están cubiertos con bóveda de
aristas y de cañón con lunetos, aunque parecen datar de época posmedieval,
fueron reconstruidos hacia la década de 1940 durante la restauración dirigida
por Gamazo y Arenillas. En el brazo sur del crucero existe un sarcófago liso
con cubierta a doble vertiente que reposa sobre leones y un arcosolio apuntado.
Este receptáculo funerario está avanzado sobre el muro rematándose a piñón y se
decora con chambrana de entrelazo y capiteles vegetales que aplican máscaras.
En el tramo norte, se abre la puerta de acceso al vestíbulo de fieles.
La nave está ocupada por el coro de la
comunidad, separado del crucero por medio de un murete ornado con tres arcos
apuntados y tres rejas, que recientemente fueron sustituidas por cristales.
Esta estructura, aunque presenta capiteles, molduras y arquivoltas góticas, fue
muy reformada en 1956. Sus bóvedas primitivas se arruinaron en el siglo XVIII y
fueron sustituidas por cinco tramos de medio cañón con lunetos entre los
fajones. En el extremo occidental de la nave se eleva un airoso hastial
coronado en piñón, similar al alzado sobre el lado de la cabecera, el
occidental queda perforado por un ventanal rasgado que tiene arquivoltas
apuntadas apoyadas sobre dos columnillas a cada lado y una aspillera superior
abocinada. Sobre la zona sureste del crucero aparece una espadaña.
La nave del templo tiene acceso desde un
pequeño vano en el vestíbulo septentrional y otros tres desde el claustro (el
más cercano a la cabecera como acceso directo hasta el coro, otro con función
procesional y funeraria y un tercero para conversas). Los dos vanos más
orientales conforman en la panda septentrional del claustro sendas portadas de
brillante ornamentación.
La portada para acceder directamente hasta el
coro, lamentablemente dañada por el mal de la piedra, posee una llamativa
arquivolta con dientes de sierra. Tal ornato se repite en la portada
septentrional de la iglesia. Todas las arquivoltas apuntadas, que combinan
baquetones, baquetones cruzados y escocias, arrancan de perfiles semicirculares
y descansan sobre cimacios lisos (excepto los del intradós, dotados de hojas
multipétalas) cuatro columnas a cada lado que apoyan sobre basas con toros
abombados, anillos superiores y plintos con garras vegetales angulares.
Los capiteles, de abarrocados crochets,
aparecen provistos de hojas tripétalas, hexapétalas y cogollos frutales.
Vinculados a lo sículonormando y al románico atlántico, los chevrons o dientes
de sierra, fueron muy frecuentes en el románico tardío palentino (Villavega de
Aguilar, Villanueva del Río, Cenera de Zalima, San Andrés de Aguilar, Amayuelas
de Abajo...), aunque su difusión afectó a puntos tan distantes como Gradefes,
Sandoval o Vilar de Donas, en la región que nos ocupa su origen pudiera derivar
del monasterio de Aguilar y Las Huelgas.
La portada central de la crujía claustral
septentrional, con tres arquivoltas apuntadas de baquetones y escocias, posee
tres columnas a cada lado. Sus arquivoltas arrancan de una pieza lisa, apoyando
sobre capiteles y jambas esquinadas, algunas de las cuales presentan las
aristas achaflanadas. La chambrana queda rematada por una suerte de ménsula
semiesférica en sus extremos. Alguna de las cestas, los collarinos y el
intradós quedaron sin terminar, demostrando cómo la talla se efectuó in situ,
con posterioridad a la colocación de los volúmenes pétreos requeridos.
Puerta de la iglesia del Monasterio
cisterciense de San Andrés del Arroyo, Santibáñez de Ecla (Palencia) 
La puerta de conversas, en la actualidad cegada
y muy erosionada, es de traza más simple, con las mismas arquivoltas apuntadas
y una columna a cada lado. Bajo ésta, se conservan dos capiteles, un fragmento
de moldura, una estela y una basa fuera de contexto.
El vestíbulo de fieles, adosado al lado del
evangelio, presenta tres tramos cubiertos con bóveda de arista y separados por
fajones que apoyan sobre ménsulas de yesería con claves barrocas. La portada
septentrional, que permite acceder al templo, está avanzada sobre el muro y
mantiene un pésimo estado de conservación. Aquí repite el tema de los dientes
de sierra y las arquivoltas apuntadas con perfiles de baquetones, baquetones
cruzados y escocias, así como las basas características y los capiteles vegetales
de acantos ramificados y hojas pentapétalas. En su clave se distingue un
exquisito ornamento floral. Los capiteles son corridos en el intradós y frente
de la portada (como en Santa María de Mave y Santa Eufemia de Cozuelos). Sobre
la portada contemplamos una cornisa con canecillos decorados que alternan
delicados temas geométricos y vegetales, que para Gutiérrez Pajares es posible
fueran piezas románicas reaprovechadas en la obra gótica. Nosotros creemos
advertir ciertas similitudes con los canes que rematan el señero friso de
Moarves, si bien parecen tallados ex profeso. Sí parecen reaprovechados los del
muro noroeste del anexo al vestíbulo de fieles. En el interior del vestíbulo se
han conservado dos sarcófagos lisos con cubierta a doble vertiente que apoyan
sobre leones y otros cuatro antropomorfos muy fragmentados cuyas cubiertas han
desaparecido.
Para Gutiérrez Pajares sería posible admitir la
fecha de 1222 como la de consagración de la iglesia. Ésta, anotada por Navarro,
aparecía en la ilegible inscripción conservada junto a la descrita portada del
vestíbulo de fieles. Supondría ello el inicio de los trabajos hacia los
primeros años del siglo XIII tal y como concluyeron Torres Balbás, Antón y
Julia Ara. Otros autores adelantan algo esta cronología, suponiendo el comienzo
de las obras hacia las dos últimas décadas del XII (García Guinea). En cualquier
caso, la inscripción está muy maltrecha y son indudables las similitudes con el
monasterio de Palazuelos, consagrado en 1226.
La zona más occidental del vestíbulo de fieles
presenta cuatro tramos pautados por gruesos contrafuertes que arrancan de alto
zócalo y llegan hasta el alero. Entre éstos se abren ventanales góticos
apuntados. Esta zona se construyó en una fecha más tardía, tal vez hacia el
siglo XIV, aunque respetando el espíritu anterior, pudo servir como salón de
visitas. En la actualidad se cubre con cielo raso, sin embargo, en el paramento
meridional se aprecian canes para sostener una tenada y dos rozas de bovedilla.
La escultura de este cuerpo occidental sigue con los típicos temas de ovas y
los capiteles próximos al propio claustro de Arroyo o la portada occidental de
Santa María de Mave. Sin embargo, hay pequeños detalles figurados tallados
sobre el molduraje y las jambas de los ventanales –San Miguel combatiendo al
dragón, un pollino, una rapaz con sus garras aprisiona una liebre, máscaras
entre follajes, varios monstruos, dragones y un bóvido amamantando a un
ternero– y castillos en el remate de los contrafuertes, entre los canecillos de
la cornisa. Este tipo de licencias permite hablar de una cierta relajación del
rigorismo cisterciense, sin llegar a despegarse de los formularios andresinos.
Para Julia Ara, las inscripciones del vestíbulo de fieles, una de ellas alusiva
a la toma de Algeciras por Alfonso XI, permiten una datación aproximada.
El claustro
Situado al sur del templo, consta de cuatro
galerías muy restauradas que configuran una planta irregular. Excepto la
galería oriental, que se reformó completamente en su arquería y se dimensionó
con la adición de un piso superior de factura plateresca, las otras tres
galerías se alzaron paralelamente a la construcción de la iglesia.
Fue muy restaurado a lo largo de la década de
1940 y a pesar de los cambios en la colocación de los capiteles, mantiene más o
menos su aspecto primitivo. En las pandas medievales, todas las arquerías están
definidas por idénticos elementos de soporte: dobles columnillas y otras de
grueso diámetro con acanaladuras verticales o zigzagueadas provistas de rosetas
en los ángulos (están ausentes las de los ángulos nororiental y noroccidental
que se trasladaron a la sala capitular durante las obras del siglo XVI), todas
ellas apean sobre podium corrido, sólo interrumpido en el ala occidental para
dar paso al jardín monástico.
Las arcadas apuntadas presentan baquetón,
escocias y chambrana lisa que apoyan sobre un cuerpo rectangular, cimacios con
ovas y capiteles dobles, las basas resultan, como en la iglesia, las
características del conjunto monástico de Arroyo.
En las pandas norte y sur existen dieciséis
arcadas, en la occidental diecinueve. Establecer una tipología de cestas
resultaría una tarea larga y repetitiva y la labor, por otra parte, se realizó
perfectamente en la monografía de Gutiérrez Pajares. A grandes rasgos todos los
capiteles son anicónicos, están tallados sobre finísima arenisca dorada local y
reproducen motivos vegetales de acantos carnosos con remates superiores ornados
de granadas, bayas, sintéticos acantos helicoidales o bolas, de acantos ramificados
con hojas superiores que en sus dobleces combinan cintas y bayas, de acantos
con hojas tripétalas y fitomorfos. Las cubiertas son de madera a una sola
vertiente con sencillo artesonado, aunque en la panda septentrional se
ensayaron bóvedas como lo aseguran las profundas rozas en el muro.
Durante el siglo XVI se reforma completamente
el ala este. Hoy podemos contemplar cinco tramos en dos plantas que
exteriormente quedan perfilados por contrafuertes escalonados de sección
cuadrangular. La galería se abre al patio por medio de grandes arcos apuntados
flanqueados por columnillas sin función estructural. En el segundo nivel
aparecen vanos adintelados en los laterales y vanos compuestos de arcos
mixtilíneos en los tramos centrales, éstos están separados por columnas
bulbosas y fustes vegetales con acanaladuras sobre pilastrillas. Sobre el nivel
superior la cornisa presenta gárgolas y candelabros sobre los contrafuertes. La
galería estuvo abovedada, así lo ratifican los restos de nervaduras y ménsulas
con motivos heráldicos. También de época plateresca es la puerta de acceso a la
sacristía, de medio punto y doble arquivolta con cuatripétalas, está abierta
bajo un arco medieval y una ménsula decorada con escudo heráldico portado por
dos tenantes. También existen semicolumnas platerescas en el interior de la
galería, muy semejantes a las del nivel superior.
En el ángulo noroeste se conserva una fuente
con placa frontal de celosía pétrea calada y orla de flores hexapétalas,
capiteles vegetales en el remate superior y venera moderna.
Algunas fotografías de archivo demuestran que
hacia el exterior, las galerías oeste y sur se reforzaron con contrafuertes,
encima de los que se esculpieron grandes gárgolas con leones rematadas por
castillos de cinco torres.
La documentación registra el interés de un tal
Diego de Leguña (1934) por tales piezas, si bien los contrafuertes no fueron
demolidos hasta la década de 1940.
La Sala Capitular
El espacio más sobresaliente del monasterio
cisterciense de Arroyo es su sala del capítulo, situada junto a la crujía
oriental del claustro, al sur de la sacristía. Su elevada altura viene
condicionada por la inexistencia de un dormitorio superior, al contrario de lo
que ocurre en los cenobios masculinos de la orden. Pero en Arroyo, la cubierta
de la sala capitular es única, sin tramos ni columnas intermedias, lo cual dota
al recinto de un poderoso sentido ascensional y de una osadía técnica digna de
todo elogio, excepcional entre las casas cistercienses hispanas.
Entrada a la Sala Capitular. Interesante
y bello conjunto de columnas con capiteles con decoración vegetal. Seis
columnillas y una central distinta.
Entrada a la Sala Capitular. Interesante
y bello conjunto de columnas con capiteles con decoración vegetal. Seis
columnillas y una central distinta.
La entrada se efectúa desde el claustro, por
medio de una puerta ligeramente apuntada formada por tres arquivoltas de
baquetones y escocias, apoyan sobre cimacios con ovas y columnillas coronadas
por excelentes capiteles de acantos ramificados y cogollos florales. Los
collarinos presentan series de perlados. El propio intradós está recorrido por
cinco delicadas rosetas esculpidas. La puerta está flanqueada por cuatro vanos
con idéntica estructura y sistema de soportes. La totalidad de las columnillas
apoyan sobre un alto podium que da paso a los plintos de ovas incisas y las
basas de toros aplastados, anillos superiores y lengüetas angulares vegetales o
frutales.
Hacia el interior de la sala, un gran arco
rebajado apenas visible, se yergue por encima de los vanos de acceso,
neutralizando las descargas de todo el paramento. Cada serie de soportes (seis
en total) constituye un bloque compuesto de ocho columnillas más una central de
grosor superior en los laterales de la puerta, aquí con desconcertantes anillos
provistos de rosetas hexapétalas. En los extremos del vano múltiple, las
columnillas suman cinco, más otra de gran diámetro hacia el interior, para
soportar las nervaduras angulares de la enorme bóveda.
La bóveda posee ocho gruesos nervios cuya
sección presenta triple bocel. Los nervios arrancan de las semicolumnas
angulares y de las ménsulas-capitel dispuestas a cierta altura en los puntos
medios de los muros. Éstos originan ocho plementos que traban un aparejo de
excelente dovelaje y coinciden en una clave central decorada con asuntos
vegetales de audaz calado pétreo.
Para aligerar la estructura, los cuatro gajos
angulares quedan perforados por óculos. El arranque de la nervadura central más
occidental queda trabado sobre la puerta de acceso por medio de una
ménsula-capitel (Gutiérrez Pajares recuerda el crucero de Sigüenza o la sala
capitular de Las Huelgas). Desde nuestro punto de vista en la sala del capítulo
de Arroyo podemos diferenciar dos fases constructivas: el nivel bajo con las
semicolumnas angulares y la cubierta propiamente dicha, que parte de las
ménsulas-capitel y las semicolumnillas flanqueando las nervaturas. En este
nivel superior, la decoración escultórica evidencia una progresión
completamente gótica, en afinidad con la cabecera de Las Huelgas.
Quizá la mayor tosquedad de los capiteles y
ménsulas de la sala del capítulo que anotaba Gutiérrez Pajares esté en función
de la constatación de una campaña más moderna y no sea debido a la intervención
de un equipo de canteros de peor calidad que el activo en el claustro. La misma
autora consideraba aquí la participación de otro maestro diferente del que
trabajó en el claustro e iglesia y que había seguido la dirección
hispano-languedociana (quizá en relación con el maestro Ricardo que trabajó en
Las Huelgas y mantuvo vínculos con Aguilar). Data la sala capitular en torno a
una fecha avanzada del siglo XIII, como último espacio elevado en el interior
de la clausura, a pesar de estar previamente delimitado.
En el muro oriental aparecen dos ventanales
rasgados y apuntados que contribuyen a iluminar el espacio. Quedan flanqueados
por dos columnillas que recogen las arquivoltas superiores de baquetones y
escocias entre las que aparecen jambas esquinadas con decoración de rosetas y
puntas de clavo (similar planteamiento ornamental se da en la iglesia de Las
Huelgas). El perímetro de la sala está sobreelevado por medio de un banco
corrido sobre el que encaja una sillería moderna. En el centro de la sala se
conservan los sepulcros de doña Mencía y doña María, diferentes losas numeradas
con otros enterramientos abaciales y la excelente escultura exenta de San
Andrés portando su cruz distintiva. Aparece sedente y bajo doselete, viste
túnica y capa ceñida por cordón, conservando restos de policromía en barba,
túnica y columnillas, así como en el celaje del doselete.
Otras dependencias
Al sur de la sala capitular se localiza una
dependencia que pudo utilizarse como cárcel. Coincide con el espacio destinado
a la subida hacia el dormitorio sin que podamos descartar su utilidad como
locutorio. A este espacio se accede desde un pequeño vano adintelado abierto al
claustro. Otro vano contiguo, en la galería oriental, permite el acceso hasta
el claustrillo oriental, quizá como comunicación con el dormitorio o salida
hacia las huertas. Éste es de cronología medieval, con cestas vegetales que se
prolongan por el intradós.
Un análisis del resto de las dependencias
confirma evidentes reformas posmedievales. En el siglo XVII se rehizo el
calefactorio, situado junto al refectorio, en la esquina sureste del claustro.
La vieja cocina se derribó durante la restauración de Arenillas (1951) y del
refectorio original nada se ha conservado, a excepción de su entrada desde el
claustro mediante una excelente portadita con arquivolta de chevrons y
capiteles vegetales de acantos lisos.
El ala de conversas situada al occidente del
claustro y las hospederías se ampliaron entre fines del siglo XVII e inicios
del XVIII reutilizando materiales medievales. Merecen destacarse las dobles
columnas con cestas vegetales en el acceso a la hospedería y la portada del
interior. Sobre las dobles columnas aparecen capiteles similares a los de la
iglesia y leones reaprovechados que debieron servir de peanas para sarcófagos.
Epigráficamente constan las fechas de 1693 y 1786.
En la plazuela frontera con el hastial de la
iglesia, una vez superado el arco de fines del siglo XVII que permite la
entrada al recinto, se alza el rollo jurisdiccional del siglo XVIII. A su
izquierda una edificación de fines del siglo XIII o inicios del XIV, que pudo
emplearse como capilla, se corona con una buena espadaña a piñón. Pero el
monasterio constituyó el eje puntal de un agrupamiento rural. Varias viviendas
de colonos y edificaciones agrarias se construyeron alineadas hacia el sector
septentrional del templo, formando una especie de plaza rectangular.
San Andrés de Arroyo y la escultura de
inicios del siglo XIII
La escultura creada en el monasterio de Arroyo
posee varios elementos inconfundibles: las cestas vegetales, las molduras con
bezantes u ovas, las basas áticas con doble toro y las lengüetas, hojas o
frutos angulares. En las portadas el arranque de las arquivoltas se perfila con
repisas semicirculares, en los guardapolvos se recurre a los dientes de sierra,
los capiteles ostentan los refinados calados vegetales arracimados, de vástagos
anudados o frutales y de bayas centrales que asoman entre los turgentes acantos.
Abundan los fustes zigzagueantes ornados de rosetas y las filigranas florales o
los sorprendentes efectos ópticos en la alineación de los pares de columnas de
las galerías. Es el vocabulario distintivo de una escultura que partiendo de
principios tardorrománicos, adquiere una calidad abarrocada y se prolonga hasta
bien entrado el siglo XIII.
Sin lugar a dudas, la presencia de un personaje
del peso de doña Mencía de Lara tuvo que ver en una actividad constructiva y
ornamental de semejante calidad, si bien partía de postulados arcaizantes en
contradicción con los nuevos aires del gótico francés. A nivel técnico, algunos
capiteles en la capilla del evangelio de la iglesia permiten intuir que las
piezas se trabajaron in situ. El detalle vuelve a repetirse en el interior de
la iglesia de Moarves.
La maestría de la escultura ejecutada para San
Andrés de Arroyo resulta un fenómeno circunscrito al norte palentino, aunque
presenta clara proyección en otros puntos del sur de Cantabria (Retortillo o
San Cristóbal del Monte). En Santa Eufemia de Cozuelos, Santa María de Aguilar
de Campoo, Santa Cecilia de Aguilar, Santa Cruz de Ribas, Revilla de Santullán
y Zorita del Páramo, se localizan los ejemplos más depurados de la herencia de
los canteros de San Andrés de Arroyo. Pero las pequeñas iglesias parroquiales
en las que detectamos influjos andresinos son incontables: Cembrero, Valdegama,
Cenera de Zalima, Sotobañado y Priorato, Pisón de Castrejón, Pisón de Ojeda,
Vallespinoso de Aguilar, Collazos de Boedo, Dehesa de Romanos, etc.
Debemos trasladarnos hasta un punto tan alejado
como el monasterio benedictino de San Salvador de Oña para encontrar elementos
escultóricos susceptibles de comparación. José Luis Senra demostró cómo las
cestas de su maltrecha sala capitular se replicaron en Santa María de Mave
–priorato palentino dependiente del poderoso monasterio burgalés– entre las que
se perciben signos cotejables con lo andresino. Sólo en Irache y en el
premonstratense Bujedo de Candepajares existen otras facturas similares. Su origen
y su difusión sigue siendo una incógnita.
Podría resultar atrevido incluir el monasterio
de San Andrés de Arroyo en este volumen. Su tardía cronología desdice un
planteamiento propio del románico en Castilla. No obstante, muchos de los
templos que todavía aplicaron principios espaciales y estructurales
decididamente románicos, aprovecharon las soluciones ornamentales concebidas en
Arroyo para rematar sus fábricas.
Durante la década de 1970 se procedió a la
apertura del sepulcro de doña Mencía de Lara, localizado en la sala capitular,
en su interior se localizó una caja de madera pintada y un sudario
hispanomusulmán. Etelvina González procedió al exhaustivo estudio de la pieza
textil y de la caja funeraria. En el sarcófago de doña Mencía, se emplea una
profusa decoración con los blasones de los Lara, si bien en el frente de su
cubierta se tallaron ingenuas escenas de una Crucifixión con turiferarios, una
Anunciación y una Epifanía.
Epigrafía
La inscripción de consagración del templo a la
que antes aludimos, recogida por Navarro y donde leía la data de 1222, podría
reconocerse al exterior derecho de la portada septentrional del templo.
Nosotros creemos distinguir ERA DE MIL E CCLI.... Gutiérrez Pajares
aventuraba ERA DE MIL E CCLX...DE...PO......A.....
En el muro meridional del vestíbulo de fieles
puede leerse con claridad el epígrafe: XXIIII DIAS DE MARÇO VIGILIA/ DE
SANTA M(ari)A EL REI DON ALFON/ SO DE CASTILLA TOMO ALGEZIRA ER/ A MIL
CCCLXXXII A(n)OS [1344].
Bajo éste otra larga inscripción detalla: EN
LA ERA DE MIL CCCLXXVIII ANOS LUNES DIA DE/ TODOS SA(n)TOS EL REI ALMOCACE(n)
PASO SOBRE/ MAR SOBRE TARIFA CO(n) LXXX MIL CAVALEROS/ DE MOROS LAS TIENDAS FUE
ARMAR CAVALEROS/ DE CASTIELA BIEN Q(u)E LA SOPIERAN AMPARAR EL REI/ DON ALFONSO
DE CASTIELA REI BUENO E ONRADO LU/ EGO A POCOS DIAS DE CERCAR?O LA MUI PIUACO
MATO/ MV(c)HOS MOROS E COGIO EL CA(m)PO DE LORA DE PIMAF ATAPAS/ DO EL DIA
FIRIE(n)DO IV MIL XIANOS MATANDO EN LA MORINA TAN/ TOS DELLUS FUERA(n) MVERTOS
E(n)..?...NO PONE CO(n)TRA LOS...?....
Ya en el salón occidental, sobre un sillar del
muro sur que en su zona inferior está completamente abujardado: ERA DE MIL E
CCCLVII ANOS [1319]/ FINARON LOS INFANTES DON I...?.../ DON P(edr)O ?E TOMARO
AT?SCAR E ALCAN/ DI LEAL HAU RABEL MEZARUE....
En la ventana más occidental del cuerpo adosado
al vestíbulo de fieles, leemos el monograma IHS invertido.
Sobre las dobles columnas de la entrada a la
hospedería se lee: ESTA OBRA SE HIZO EL AÑO DE 1786.
Nogales de Pisuerga
Nogales se sitúa en la parte oriental de la
provincia de Palencia, a orillas del río Pisuerga y a 17 km al sur de Aguilar
de Campoo. La iglesia parroquial, dedicada a San Juan Bautista, se encuentra
instalada en un alto, a unos 100 m al sureste del caserío, dominando éste y
toda la amplia vega.
Poco puede aportarse en relación con el pasado
más remoto de esta aldea. Sabemos que al norte, en la actual llanura cultivada,
existen restos de un asentamiento romano, posiblemente una villa. En los
comienzos del siglo XIII, justamente en 1212, hay constancia de la existencia
de un tal Dominicus de Nogales que aparece como testigo en una escritura de
compra de tierras recogida entre la documentación del monasterio de San
Salvador de Oña. Al finalizar el mismo siglo, en 1291, y en la misma
documentación, hay otra testificación de un clérigo y dos personas de Nogales.
Ya en el XIV, en el Libro Becerro de las Behetrías (1351-1352) figuraba Nogales
como lugar de behetría (dos partes) y solariego (una parte). Las de solariego
se repartían entre los señoríos de los monasterios de San Andrés de Arroyo y de
Santa Eufemia de Cozuelos. Los de behetría tenían como señores naturales al
señor de Vizcaya, Pero Ruiz Calderón, Gonzalo Ruiz, Juan González de Nogales y
sus hijos, Pero García y Gómez Gutierres de Grijalva. Navarro García en su
Catálogo Monumental infiere que fue señorío del padre del dramaturgo Pedro
Calderón de la Barca durante el siglo XVI, pero que mucho antes había sido
cabecera de condado cuyos poseedores “venían de la sangre real de León y
terminaron en Fernán Roiz, duque de Valduerna, enterrado en Santa María de
Aguilar y cuya hija casó con Alvaro Calderón”.
Iglesia de San Juan Bautista
La iglesia de San Juan Bautista es un edificio
puede incluirse dentro del grupo de iglesias románicas con linterna, pero sin
crucero. Los muros románicos se construyen en sillería rojiza, amarillenta y
gris, colorido que se percibe bien en el exterior.
La fábrica primitiva –de un románico avanzado,
ya de fines del siglo XII o principios del XIII– está compuesta de ábside
semicircular, presbiterio, linterna prismática y poco alzada al exterior,
reforzada por una especie de cubos cilíndricos que apoyan sobre contrafuertes
poligonales y que sujetaban los ángulos entre la linterna y la nave. Sólo se ha
conservado el orientado al norte, pues su gemelo del sur desapareció al
construirse en época gótica avanzada, como veremos, una segunda nave que rompió
gran parte del lienzo románico de este lado. Un atrio construido en época
moderna (quizá en el siglo XVIII), con muros de mampuesto y una sacristía,
también moderna, se apoyan en el lienzo románico del norte.
La espadaña se abre en el hastial de poniente,
siendo su cuerpo bajo de época románica en tanto que la parte superior se
realiza ya muy avanzado el siglo XIII o quizá en el XIV. La parte románica de
esta espadaña lleva ventana sencilla con arco de medio punto. La nave gótica,
añadida al sur, tiene cornisa moldurada y contrafuertes angulares, en tanto que
el muro románico del norte los lleva rectangulares.
El ábside, al exterior, en parte tapado por el
añadido gótico tardío, es semicircular y posee ventanas-saeteras de medio punto
en el centro que interiormente oculta el retablo mayor. Todo el ábside y muro
norte mantienen una cornisa apoyada en canecillos románicos.
En el interior se percibe con mayor claridad
aún lo que debió ser la planta y alzado de la iglesia románica: una nave de
tres tramos con bóveda de cañón apuntado sobre fajones apoyados en ménsulas con
columnillas dobles con o sin capiteles, otro tramo ocupado por la cúpula y
finalmente presbiterio y ábside semicircular. La cúpula es quizá, lo más
atractivo y original de la iglesia.
Pequeña, en comparación con sus hermanas de
Frómista, Santa Eufemia de Cozuelos, Zorita del Páramo o Monasterio de Rodilla
(Burgos), todas sobre trompas, la de Nogales convierte la planta cuadrangular
en octogonal, con arquillos dobles en los muros laterales que apoyan en
capiteles centrales decorados. El presbiterio se cubre con bóveda de cañón
apuntada, siendo la del ábside de horno.
En época gótica (probablemente sobre el siglo
XVI), habiendo quedado pequeña la iglesia, se agrandó derribando parte del muro
sur de la fábrica románica, tanto en el tramo de la linterna como en algunos de
la nave, construyendo otra nueva que se abovedó con crucerías estrelladas de
bien trabajadas claves.
La decoración escultórica, que seguía un
programa iconográfico preconcebido, se centra tanto en el exterior (modillones)
como en el interior (ménsulas, capiteles y arcaduras). En el arco toral que da
a la nave se trabajó el guardapolvo con imposta de billetes y una figurilla de
Cristo bajo arquillo en su lateral izquierdo. En el muro de este lado aparece
otra imposta con flores cuatripétalas inscritas en el interior de círculos y
palmetas entrelazadas, ambas decoraciones de tema más viejo. El triunfal es un
arco de rosca abilletada con piezas de diferentes facturas, quizás retales
sobrantes de un taller que trabajaba en serie.
Canecillos
Los capiteles de la linterna, que soportan los
arquillos de los torales norte y sur, llevan tallas figurativas y vegetales.
Los del sur muestran respectivamente la siguiente decoración: vegetal con
acantos; filas superpuestas de caulículos (del tipo de los vistos en Frómista,
Cillamayor, Moarves o Cozuelos); el tema de Daniel en el foso de los leones;
Adán y Eva flanqueando el árbol de la vida con la serpiente enroscada
(recordando a los capiteles de Santa Eulalia de Barrio de Santa María, Pozancos
y Cabria, así como a la ventana de Rebolledo de la Torre) y por último,
cuadrúpedos híbridos afrontados. Al lado norte, el esquema se repite, aunque el
punto central de apoyo de los dos arcos consiste en una doble columna con
capitel de crochets (hojas de acanto y bayas) y máscara superior, asomando
entre unas volutas. Las basas son considerablemente altas y se decoran con
bolas. En las trompas de la linterna se tallan los símbolos de los evangelistas
(como en Zorita del Páramo) aunque falta el toro que representa a San Lucas.
En
el arco toral que da a la nave se trabajó el guardapolvo con imposta de
billetes y una figurilla de Cristo bajo arquillo en su lateral izquierdo.
Arquillo
decorado con bolas que aparece en el tramo anterior al cimborrio, en alto y en
el lateral izquierdo.
Aunque Lojendio y Rodríguez opten por
considerar la escultura de Nogales de Pisuerga como ruda, arcaizante y
expresiva, pensamos que el juicio resulta inexacto, pues si analizamos la
técnica y expresividad de los capiteles citados comprobaremos una indudable
finura en la primera y un bien estudiado tratamiento de formas y volúmenes que
testimonian las manos de escultores activos en el crucero de Santa Eufemia de
Cozuelos y en la portada de Moarves de Ojeda, obra del escultor que García
Guinea denominó maestro de los capiteles de Moarves.
Los canecillos exteriores del ábside,
presbiterio, muro norte y linterna, se encuentran en mal estado de conservación
y con numerosas fracturas. Los hay de simple caveto y figurativos (sodomita,
león, cuadrúpedo, ave, lector, toro, crochets...), predominando sobre todo, en
la cornisa septentrional, los más sencillos.
La decoración escultórica del templo se
completa con el arquillo decorado con bolas que aparece en el tramo anterior al
cimborrio –en alto y en el lateral izquierdo– así como las claves de bóveda
góticas tardías, caladas y con diferentes motivos (ángeles con las alas
explayadas, estrellas en emblemas heráldicos, flores, etc.) que unen los
nervios de la cubierta de la nave meridional.
Interesante pila bautismal, gótica, tallada con
arquillos y motivos florales, figurativos y escudos, datable en los comienzos
del siglo XVI.
En el interior se conserva un Calvario completo
datable a fines del siglo XIII o inicios del XIV. Según Ara Gil estos calvarios
debían constituir prácticamente la única imaginería de los templos. Destaca
este de Nogales de Pisuerga, muy similar a los de Corvio y Montoto de Ojeda. Se
encuentra instalado bajo una hornacina en el lado de la epístola con las
imágenes de bulto redondo de la Virgen, Cristo Crucificado y San Juan,
realizadas en madera policromada de buena calidad.
Zorita del Páramo
Zorita del Páramo se encuentra en el término
municipal de Páramo de Boedo, a unos 2 km al noroeste de la villa de Herrera de
Pisuerga y muy cerca de Villabermudo, en una zona con abundantes testimonios de
poblamiento romano y medieval suficientemente conocidos. La iglesia parroquial
de San Lorenzo está instalada en el centro de la localidad, ligeramente
desplazada hacia el noreste, en un sector cercano a la fuente y a las
desintegradas eras. La ausencia de edificaciones en su perímetro permite una
completa y detallada observación del señero conjunto.
Zorita del Páramo fue territorio dominado por
la influyente familia de los Lara desde el siglo XI y continuó con esta
dependencia hasta inicios del XIII, durante el reinado de Alfonso VIII,
protector de Fernando de Lara, conde de Herrera en 1173. Según Simón y Nieto,
al que cita Torres Balbás, la localidad fue poblada en la primera mitad del
siglo XI por Fernán Mentález de Melgar, vasallo del hijo de Fernán González,
Garci Fernández. En 1224 Mari Petrez, mujer del cantero Martín Gardín, vendía
al abad Miguel del monasterio premonstratense de Santa María de Aguilar un
majuelo en Zorita pro anima. Se documentan otras donaciones y compraventas a
favor del monasterio de Aguilar en los años 1253 y 1261. La iglesia de Zorita
perteneció al arciprestazgo de Herrera de Pisuerga en 1345. En 1351, según el
Libro Becerro de las Behetrías, Çorita de la Foieda era behetría de Nuño
González de Herrera, heredero también de los Lara. Consta que, desde 1371,
tenía posesiones en la localidad Pedro Fernández de Velasco. El edificio fue
declarado Monumento Histórico-Artístico en 1966.
Este de Zorita es uno de los escasos edificios
palentinos estudiados desde inicios de este siglo, en un trabajo pionero de
Leopoldo Torres Balbás. De sólida construcción románica, el análisis de sus
diferentes fases constructivas revela aditamentos modernos que definen su
peculiar estampa. Debemos destacar que Zorita del Páramo, al igual que Revilla
de Santullán, resulta un conjunto fundamental para la comprensión del románico
del norte de la provincia, debido a sus claras conexiones con los cercanos monasterios
de San Andrés de Arroyo y de Santa Eufemia de Cozuelos.
Iglesia de San Lorenzo
El grueso de la iglesia de San Lorenzo se alza
en buena sillería arenisca con piezas de tamaño regular. En sus fases
posmedievales el tono de la piedra adquiere una tonalidad más oscura que lo
diferencia claramente de la dorada arenisca románica. Esta última presenta una
deficiente conservación, más evidente en la zona superior del ábside, donde ha
adquirido una textura pudingosa, de tono rojizo, aunque combinada con sillares
de arenisca gris de mejor compactación. En la portada occidental se utilizó la
característica arenisca local procedente de canteras cercanas (Santibáñez de
Ecla, Becerril del Carpio y Villaescusa de Ecla), de la misma composición que
la utilizada como materia prima por los canteros de San Andrés de Arroyo. La
torre-campanario, la zona occidental del pórtico y la caja extradosada del
baptisterio se levantaron con mampostería y sillares angulares de refuerzo.
El templo tiene planta de cruz latina con
cimborrio sobre el crucero y transepto no sobresaliente en altura. Sus brazos
se rematan a piñón. La nave longitudinal es de cuatro tramos y cuenta con un
presbiterio rectangular. La portada principal se abre en el lado meridional.
Los empujes verticales se solucionan con pilares de semicolumnas adosadas en el
crucero, correspondiéndose con contrafuertes exteriores perfectamente visibles
en el lado norte. Las bóvedas estrelladas del pórtico apean sobre pilares de perfil
tardogótico.
El ábside se cubre con bóveda de horno y el
tramo presbiterial con cañón apuntado, utilizado también en la nave, reforzada
mediante arcos perpiaños. El arco triunfal es apuntado y doblado. El crucero se
cierra con una cúpula semiesférica sobre trompas angulares, modalidad que se
utilizó en San Martín de Frómista y con posterioridad se hizo en Santa Eufemia
de Cozuelos y Nogales de Pisuerga. Con estos mismos edificios podemos fijar los
parámetros de comparación más certeros, tanto a nivel estructural como en los
proporcionados volúmenes externos. La cúpula no constituye un cuadrángulo
regular sino un rectángulo cuyos lados cortos apoyan en una cornisa sostenida
por canes.
El ábside románico es semicircular, presenta
tres vanos de medio punto y se encuentra dividido horizontalmente en dos
niveles mediante imposta. El tambor arranca de un basamento inferior
constituido por una hilada doble de sillares sobresalientes. La torre de planta
cuadrangular occidental y el coronamiento meridional del gran arco de medio
punto abierto al pórtico, corresponden ya al siglo XVII (Navarro proporciona la
data de 1642). Durante las obras de restauración llevadas a cabo recientemente
se desmontó la sacristía ubicada bajo el coro lo que permitió descubrir el
acceso a la primitiva torre o espadaña a través de una escalera de caracol
románica.
Entre el brazo meridional del crucero y el
tramo de acceso a la portada se alzó una capilla cubierta con crucería cuya
datación se corresponde con la propia portada, hacia inicios del XVI. A fin de
cuentas, estas reformas no modificaron en nada substancial el primitivo templo
románico, que iniciado en torno a las dos décadas finales del siglo XII, no
debió terminarse hasta bien entrado el siglo XIII, como demuestra su portada
occidental y la factura de su desmantelado Apostolado. La constatación de la cabecera
y crucero descentrados en relación a la nave ratifica la existencia de dos
fases constructivas bien diferenciadas durante la época medieval.
El acceso se efectúa desde la portada
meridional. Es de cronología plateresca y se decora con temas de candelieri,
grutescos y tondi que encierran retratos de perfil, en el tímpano se
representa la escena de la Deposición de Cristo. Toda la portada fue
groseramente repintada en 1833. A la derecha de esta portada aparecen dos
plafones cuadrangulares divididos en otros cuatro cuadrángulos con toscos
motivos florales.
En las claves de la bóveda que cubre el atrio
se tallaron las parrillas, atributo de san Lorenzo y las llaves del apóstol
Pedro. Esta portada sustituyó a una primitiva tardorrománica rematada por un
friso con Apostolado, del mismo tipo que los conservados en Santiago de Carrión
y Moarves de Ojeda. Todavía se mantiene en buen estado de conservación la
totalidad del Apostolado, reaprovechado en las hornacinas renacentistas. Los
enmarcamientos, sus peanas y doseletes en forma de venera y los coronamientos son
platerescos, si bien no se despreciaron los fustes románicos que separaban a
los apóstoles y que se superpusieron a pilastrillas modernas. El estilo de las
esculturas románicas dista mucho de la brillantez carrionesa, recordando a los
dos apóstoles conservados en el Museo Marès procedentes de Espinosa de
Villagonzalo.
La otra portada, abierta a poniente, refiere
evidentes tipologías andresinas que permiten datarla en torno a las primeras
décadas del siglo XIII. Es de una calidad muy considerable y está formada por
guardapolvo y siete arquivoltas que combinan baquetones, escocias y una moldura
interior zigzagueante. Las arquivoltas apoyan sobre impostas de ovas, capiteles
vegetales y jambas acodilladas, dos en el lado derecho presentan arpías con
capirotes y grifos afrontados perfectamente emparentables con la portada de Revilla
de Santullán. Es interesante constatar cómo todas sus dovelas presentan marcas
de colocación, puntualización técnica que evoca las habilidades de las
cuadrillas de can - teros activos en la iglesia de San Andrés de Arroyo.
Como en las portadas de Santa Eufemia de
Cozuelos o Revilla de Santullán, ilustra un estilo donde el bestiario
tardorrománico se funde con las geométricas arquivoltas de dientes de sierra y
los delicados capiteles de crochets, contradiciendo el supuesto aniconismo de
los escultores al servicio de la comunidad de San Andrés. Estaba protegida por
un pequeño pórtico del que aún se aprecian varios canecillos lisos y algunos
mechinales para acoplar la techumbre.
En las cestas de la ventana absidal central se
aprecia la huella de los acantos helicoidales tan comunes a los del monasterio
de Aguilar de Campoo, su guardapolvos aparece decorado con sogueado, de esquema
idéntico al del exterior de la ventana del lado del evangelio. Posee doble
arquivolta con baquetones y escocias y un recortado tímpano interior que
respeta el abocinamiento, decorado con motivos vegetales de gran tosquedad. Por
su parte, la ventana del lado de la epístola posee moldura de bolas en los cimacios
y capiteles más sencillos que los de los vanos contiguos con chambrana dentada.
El capitel del triunfal del lado de la epístola
se decora con carnosas hojas de acanto de ángulos vueltos sobre sí mismos, el
del evangelio con doble nivel de acantos y bolas angulares. Las basas de sus
semicolumnas son de toros muy abombados y frutos esféricos angulares. Los
capiteles de los torales del interior portan rústicas series de acantos, el
habitual tema de Daniel en el pozo de los leones y un combate entre un guerrero
y un grifo, el jinete a caballo va armado con escudo de montar reforzado, casco,
cota de mallas y lanza. Recuerdan similares motivos de la galería porticada de
Rebolledo de la Torre (Burgos) y en Vallespinoso de Aguilar, Villavega de
Aguilar y Gama.
Sus capiteles vegetales, dos dobles en
el centro de los paños y cuatro angulares, se ornan con motivos de acantos
trepanados, acantos helicoidales, bayas angulares, entrelazos y cintas
serpenteantes perladas,
Capitel del arco triunfal. El capitel representa un combate
entre un guerrero y un grifo, el jinete a caballo va armado con escudo de
montar reforzado, casco, cota de mallas y lanza.
Pero uno de los elementos escultóricos más
interesantes de la iglesia de San Lorenzo se aprecia en la arquería ciega que
ocupa los lienzos norte y sur del tramo presbiterial y que está formada por dos
arcos trilobulados en cada paramento. La arquería se alza sobre un zócalo que
la sirve de basamento. Por encima de las arcadas corre una moldura de
cuatripétalas inscritas en el interior de círculos que se prolonga por todo el
hemiciclo absidal. Una chambrana con decoración de entrelazo perfila los arcos,
en las enjutas aparecen máscaras. Sus capiteles vegetales, dos dobles en el
centro de los paños y cuatro angulares, se ornan con motivos de acantos
trepanados, acantos helicoidales, bayas angulares, entrelazos y cintas
serpenteantes perladas, así como leones alados afrontados por sus pechos que
ostentan rostros caninos y quedan enredados por un cordón. Esta disposición
mantiene clara relación con las arquerías ciegas trilobuladas de Vallespinoso
de Aguilar, La Asunción de Perazancas, Villabermudo, Villanueva del Río y Santa
María de Piasca (Cantabria).
Sobre un dosel con coronamiento almenado que se
instaló en el muro oriental del brazo norte del crucero y a una altura
considerable, aparece una escultura en bulto redondo con la Virgen sedente y el
Niño –portador de un libro– sobre su rodilla izquierda. Se trata de una pieza
labrada en piedra policromada de inicios del siglo XIII. Los pliegues del manto
permiten aproximar la pieza al Apostolado del exterior, por otra parte el
dosel, bajo el que se aprecian tres gajos, nos sitúa sobre la pista del taller
que talló la excelente figura de San Andrés conservado en el monasterio de San
Andrés de Arroyo. En las trompas del cimborrio se aprecian bajorrelieves
policromados con los símbolos de los evangelistas. En los ángulos del octógono
interior de la linterna distinguimos una hoja lisa con una piña, dos máscaras
con leones, un prótomo con cáprido, dos máscaras humanas con tocados y rasgos
grotescos y un personajillo con el capirote propio de las arpías.
Una ventana cegada de medio punto se aprecia en
el interior del lado norte (segundo tramo de la nave), es de traza
polilobulada, acoge motivos vegetales entre cada arquillo, y aparece enmarcada
por una chambrana abilletada. Sus capiteles (Sansón desquijarando al león y
doble nivel de acantos con acanaladuras) sugieren la intervención de un taller
local conocedor del estilo de los escultores de Rebolledo de la Torre. Modernas
capas de cal perjudican la contemplación de sus cestas. Otra interesante ventana
de medio punto se abre en el lado meridional, ésta queda protegida por el atrio
renaciente y se corresponde con un abocinamiento interior provisto de chambrana
con hojarasca (similar a la del interior de la ventana absidal central). Está
formada por guardapolvos de entrelazo y arquivolta con hojas de acanto, sus
capiteles presentan un centauro luchando contra un basilisco y aves afrontadas
picoteando bayas, los molinillos en espiral se aprecian en el cimacio derecho.
Rebolledo de la Torre vuelve a ser el referente directo de la talla.
La serie de canecillos del exterior ponen en
evidencia algunas de las corrientes escultóricas más destacadas de fines del
siglo XII. Se aprecian dieciséis piezas en el hemiciclo absidal, entre los más
interesantes destacan algunos canecillos figurados con sodomitas y un guerrero
con escudo circular calado luchando contra un descabezado dragón. En los lados
meridional y septentrional apreciamos quince canes de nacela (cuatro de ellos
sin función estructural debido a que las obras en la torre alteraron las cornisas
primitivas). En el muro septentrional aparecen otras veintidós piezas más
combinando asuntos figurados y motivos vegetales (de acantos esquemáticos y
recortados entrelazos), la cornisa tiene en este sector dos pequeñas cabezas
como en una arquivolta de Arenillas de San Pelayo. Algunos canes demuestran la
participación de los escultores que trabajaron en el claustro de Santa María la
Real de Aguilar de Campoo (cfr. la inconfundible anatomía de la arpía y del
grifo), por otro lado, alguna pieza con crochets y con entrelazos refleja la
intervención de otro taller que dejó su impronta en Santa Eufemia de Cozuelos y
en Vallespinoso de Aguilar. El resto de los canes son mucho más toscos, entre
ellos distinguimos un personaje tañendo un instrumento de viento, una liebre,
un acróbata, un bóvido, un monstruo engullendo unas extremidades inferiores y
un personaje sedente.
Personaje itifálico.
Canecillos. En el muro septentrional aparecen otras
veintidós piezas más combinando asuntos figurados y motivos vegetales
En el exterior, engastado en el ángulo
suroeste, entre el crucero y el presbiterio, aparece un fragmento de epitafio
de 20 × 23 cm. Se sitúa a unos 225 cm del nivel del suelo y presenta la
inscripción “OBIT ERA MC...” encerrada en una cartela delimitada por una
orla de entrelazo vegetal. Se trata del único epitafio románico con
ornamentación escultórica conservado en la provincia.
La pila bautismal, instalada en una capilla
cuadrangular del lado septentrional que se cubre con una bovedilla rebajada, es
tardorrománica, de 130 cm de diámetro × 92 cm de altura. Tiene forma
semiesférica invertida y posee un refinado registro superior con delicados
entrelazos entre vástagos serpenteantes de sabor islamizante.
En la estancia adosada al sudoeste del atrio
aparecen algunos restos escultóricos modernos pertenecientes a una balaustrada
del siglo XVII y de una pila aguabenditera avenerada del siglo XVI. También se
aprecian fragmentos de canecillos de nacela y una moldura con decoración de
entrelazos similar a la cornisa existente en el brazo septentrional del
crucero.
El cascarón del ábside se decora con unas
pinturas murales cuya datación se puede fijar a fines del siglo XV. Están
realizadas al temple y representan al Pantocrátor rodeado del Tetramorfos.
La práctica totalidad de los muros aparecen
revestidos de recientes capas pictóricas que ocultan otras más antiguas,
también de finales del siglo XV, descubiertas parcialmente en 1995 cuando se
llevaban a cabo labores de restauración en el edificio. En la cúpula son
perceptibles las figuras de dragones entre largas filacterias con inscripciones
en letra gótica caligráfica. Torres Balbás y Navarro señalaron la existencia de
una tabla pintada con el martirio de san Sebastián quizá perteneciente al
desaparecido retablo de cronología incierta. Recientemente Pilar Silva ha
sugerido la hipótesis de que perteneciera al documentado retablo encargado al
pintor Bernaldino, instalado en Santa Gadea del Cid (Burgos) hacia 1487.
Dehesa de Romanos
Dehesa de Romanos se sitúa a escasos 6 km al
suroeste de La Vid de Ojeda, entre los arroyos de Revenga y Cañamares. La
iglesia de Santa Eugenia se encuentra aislada, en lo alto de una loma a la
derecha de la carretera, a medio camino entre el Barrio Bajo –hoy prácticamente
deshabitado– y el actual núcleo rural o Barrio Alto. Rodeada de prados yermos y
un vertedero de escombros el templo permanece cerrado prácticamente todo el año
y sólo acoge culto las festividades de San Roque y Santa Eugenia.
El topónimo de Romanos alude sin duda a un
establecimiento romano en el lugar, posiblemente tras el reparto de tierras
entre godos e hispanorromanos efectuado en el siglo V, fenómeno estudiado por
Ramón Menéndez Pidal. La escasa documentación medieval relativa a Dehesa de
Romanos guarda relación con las posesiones –principalmente fruto de compras y
donaciones– que en la localidad tenía el monasterio de Santa María de Aguilar
de Campoo y ello desde los inicios del siglo XIII, heredades confirmadas por el
monarca Pedro I en 1351. En términos de Dehesa se ubicaba una heredad cedida
por Alfonso VIII a la abadesa de San Andrés de Arroyo doña Mencía, según
documento de 1189 recogido por Julio González. En otro documento, fechado en
1200 y recogido por M.ª Estela González de Fauve, se hace alusión al lugar de
Defesa de Romanis. Miguel Ángel García Guinea por su parte alude a varios
documentos por él consultados en la casa parroquial en los que se señalan obras
en la iglesia en 1625, citando además los nombres de los artífices. Una
inscripción en la capilla de la nave, parcialmente recogida por Navarro,
presenta caracteres acordes a la fecha señalada por García Guinea, momento al
cual parecen corresponder la mayor parte de los añadidos al edificio medieval.
Iglesia de Santa Eugenia
Es la iglesia de Santa Eugenia un templo rural
de nave única rectangular sin división de tramos y cabecera compuesta de tramo
recto abovedado y ábside rectangular. La portada se abre como es costumbre al
sur, protegida por un moderno pórtico. Al norte de la estructura se adosaron
respectivamente una sacristía rectangular y un campo santo hoy en desuso.
La fábrica de la primitiva iglesia
tardorrománica sufrió importantes transformaciones, principalmente en época
moderna, que aunque parecen haber respetado el perímetro murario original,
supusieron notables alteraciones y añadidos. Las partes claramente medievales
son la portada meridional, el presbiterio y parte de la estructura absidal
(éstos cubiertos con cañón apuntado), levantadas en sillería arenisca de grano
fino y tonos amarillentos.
El ábside fue objeto de reformas que supusieron
la transformación del testero, que en origen pudo ser semicircular, por el
actual recto con contrafuertes angulares. Está iluminado por un vano adintelado
abierto sur. En el presbiterio se conservaron los pilares del arco triunfal con
sus columnas adosadas, abriéndose la puerta con arco de medio punto que da paso
a la sacristía adosada al norte.
La nave sufrió transformaciones durante el
siglo XVII, aunque éstas respetaron el antecuerpo y su portada románica. Se
cubre con cielo raso y doble vertiente al exterior.
La espadaña –en sillería– rematada por frontón
con bolas y dos troneras para campanas sobre el muro del hastial, un coro alto
de madera a los pies, la galería abierta que protege la portada y la pequeña
capilla funeraria abovedada abierta en el muro septentrional son obras
acometidas probablemente desde el primer tercio del siglo XVII. En esta capilla
se conservan dos inscripciones contemporáneas a su erección en las que se
informa del fin funerario de la misma y de las fundaciones realizadas por el
difunto Pedro Ruiz, párroco de Dehesa.
Los vestigios de un arcosolio en el paramento
norte de la capilla pudieran corresponder al “enterramiento de primera
calidad” citado por Navarro y no conservado, del mismo modo que con él se
podría relacionar la credencia decorada con arco conopial, lis y una pareja de
aves, incrustada en el muro occidental de la capilla. En estas intervenciones
modernas se utiliza mampostería con refuerzo de sillares en las esquinas.
La portada meridional está formada por arco
liso de medio punto y cuatro arquivoltas decoradas con motivos vegetales y
geométricos que de interior a exterior muestran estilizados acantos de nervio
central perlado y cogollos en sus puntas, baquetón ornado con seis hileras de
tacos y baquetón con decoración de retícula entre mediascañas con bolas y toro
liso.
Portada con incrustaciones de herrajes
románicos (alguazas). Se trata de los pocos herrajes originales, aunque
bastante deteriorados, de la época, de los que quedan muy poco
Los arcos descansan en cimacios decorados con
friso de palmetas y dos parejas de columnas y jambas acodilladas. Los capiteles
interiores de cada lado decoran sus cestas con el tipo de acanto esquematizado
ya visto en la primera arquivolta, el exterior del lado izquierdo, bastante
deteriorado, muestra un rabelista y un acróbata o danzarina y el exterior
derecho una pareja de pequeños y toscos leones afrontados sobre fondo vegetal
de esquemáticos acantos con canaladuras. El antecuerpo de la portada se corona con
una serie de ocho canecillos ornados con piñas, acantos, exhibicionista,
personaje leyendo, ave devorando una liebre, nacela, etc.
Destaca su arco triunfal con el capitel
de Sansón desquijarando al león, tema que se repite una y otra vez en el arte
románico. Este capitel es de bastante buena calidad y el cantero pudo
inspirarse en el existente en Santa Eufemia de Cozuelos (Palencia).
Canecillos. Otra toma de los canecillos
del antecuerpo de la portada aquí se ve una exhibicionista, acantos y ave
devorando una liebre.
Capitel exterior del lado izquierdo de
la portada. Está bastante deteriorado y muestra a un rabelista y un acróbata o
danzarina.
Los capiteles de la derecha decoran sus
cestas el más ionterior con hohas de acanto esquematizado y el otro con una
pareja de pequeños y toscos leones afrontados sobre fondo vegetal esquematizado
de hojas de acanto con acanaladuras.
La disposición general de la portada, así como
ciertos detalles decorativos, la incluyen dentro del grupo palentino de obras
de cronología tardía que siguen modelos establecidos a fines del siglo XII,
principalmente en la fachada de San Juan de Moarves de Ojeda. Este fenómeno
definido como inercial por José Luis Hernando, consiste en la repetición con
escasas variaciones tipológicas de modelos fijos como los acantos geometrizados
rematados por bolas y los billetes de las arquivoltas (San Tirso de Vega de Bur,
obra posiblemente del mismo equipo que trabajó en Dehesa, Becerril de Campos,
etc.) o las palmetas inscritas en entrelazo perlado (Vega de Bur, Quintanatello
de Ojeda, San Cebrián de Mudá, etc.). Lo mismo sucede en lo figurativo y así,
el motivo del rapaz devorando un pequeño cuadrúpedo, lo encontramos repetido en
un capitel reaprovechado como tenante de altar en Quintanatello de Ojeda, en
sendas ménsulas de San Cebrián de Mudá y Barrio de San Pedro o en un canecillo
de San Tirso de Vega de Bur; la pareja músico-danzarina de la portada de Dehesa
de Romanos encuentra su origen –señalado ya por García Guinea– en un capitel de
Moarves, etc. Esta esclerotización de modelos está asociada a una pérdida de
calidad, en la cual son recurrentes la geometrización y esquematización. El
resultado dependerá de los recursos técnicos, en general limitados, de cada
artífice, que en nuestro caso nos permiten establecer una identidad de manos
con la portada de San Tirso de Vega de Bur, actualmente en el recinto del camposanto
de dicha localidad.
El ábside fue objeto de reformas que
supusieron la transformación del testero, que en origen pudo ser semicircular,
por el actual recto. En el presbiterio se conservaron los pilares del arco
triunfal con sus columnas adosadas, abriéndose la puerta con arco de medio
punto.
Destaca su arco triunfal con el capitel
de Sansón desquijarando al león, tema que se repite una y otra vez en el arte
románico. Este capitel es de bastante buena calidad y el cantero pudo
inspirarse en el existente en Santa Eufemia de Cozuelos (Palencia).
Capitel
del lado de la epístola. Grifos rampantes muy estilizados -dos afrontados en el
frente del capitel y dos en cada lado corto- entre entrelazos vegetales.
Los capiteles del arco de triunfo se decoran,
el del lado de la epístola con una serie de grifos rampantes muy estilizados
–dos afrontados en el frente del capitel y dos en cada lado corto– entre
entrelazos vegetales y, el del lado del evangelio, con escenas relacionadas con
el ciclo de Sansón. Vemos así en su frente a Sansón a horcajadas sobre el león
y desgarrando sus fauces (Jue 14, 6); en la cara oeste del capitel aparece de
nuevo Sansón identificado por su larga cabellera y barba de bucles acaracolados,
esta vez arrodillado y alzando con su diestra una espada y con su otra mano un
objeto de difícil identificación (quizá haciendo relación a Jue 15, 15-17). En
la cara que mira al altar un personaje portando una lanza recoge un pliegue de
su túnica, sin que los textos bíblicos nos permitan establecer una clara
conexión con la figura de Sansón. La separación de escenas se realiza gracias a
los voluminosos caulículos de los ángulos, sobre los cuales caen sendas
palmetas de puntas rizadas y con puntos de trépano. Pese a que el episodio de
Sansón desquijarando al león es uno de los temas más extendidos en la plástica
románica, ciertos detalles compositivos, decorativos e iconográficos permiten
adscribir este capitel a un grupo bastante bien definido de representaciones en
el ámbito palentino relacionadas en mayor o menor medida con un grupo
septentrional. Citemos así los ejemplos de los capiteles del triunfal de Santa
M.ª de las Henestrosas de las Quintanillas (Cantabria) y Vallespinoso de
Aguilar, galería porticada de Rebolledo, iglesia del monasterio de Aguilar (hoy
en el MAN), portada de Moarves, toral del crucero de Cozuelos, etc.
El análisis estilístico del capitel de Dehesa
de Romanos ayuda a precisar tal relación y sitúa a su artífice, como señalaba
García Guinea, en la línea del maestro de los capiteles de Lebanza, hoy en el
Fogg Art Museum de la Universidad de Harvard (EE.UU.) y del apostolado de
Moarves. Encontramos en ellos un mismo rictus de la boca, con labios de
comisuras caídas, una ligera exoftalmía, la barba de bucles acaracolados, etc.
La presencia, como en Cozuelos y Moarves, de un personaje armado junto a
Sansón, y la estrecha similitud entre los grifos del capitel del lado de la
epístola de Dehesa y los de la ventana del muro meridional de Moarves, vienen a
precisar aún más la relación avanzada. De este modo, un marco cronológico en
torno a 1185-1195 parece convenir a los relieves de Dehesa de Romanos
atendiendo a las fechas de los capiteles con ellos relacionados de Lebanza
(1185) y Gama (1190).
Los cimacios de ambos capiteles se decoran con
hojas trilobuladas entre tallos perlados de tratamiento menos espinoso que las
de la portada. En el muro sur de la cabecera aparecen aleros decorados con
bolas y estrellas, varios canecillos de nacela, y dos de crochets. Los aleros
se repiten también en el lado septentrional de la misma cabecera.
En el fondo de la nave, protegida por una verja
de madera, se sitúa una sencilla pila bautismal de forma troncocónica
invertida, lisa y sobre pedestal moldurado, que bien pudiera ser contemporánea
a la erección de la iglesia. Medievales son también las alguazas de la puerta
de acceso.
Pila
bautismal
Sotillo de Boedo
Sotillo de Boedo se sitúa a unos 7 Km al oeste
de Herrera de Pisuerga, en la confluencia de los arroyos de Revenga y
Cañamares.
Iglesia de San Nicolás de Bari
La iglesia parroquial de San Nicolás se emplaza
a la entrada de la localidad, en el extremo sur del caserío. La iglesia aparece
rodeada de casas a cierta distancia por el oeste y este y por una plazuela sin
asfaltar ante el pórtico.
La actual iglesia de San Nicolás, templo rural
de modestas proporciones, es fruto de diversas campañas constructivas y de
reacondicionamiento, lo cual explica el caótico aspecto de su estructura y la
mezcla de aparejos diversos. Lo esencial de las obras parece corresponder a
finales del siglo XV o principios del XVI reaprovechando elementos
tardorrománicos, utilizándose para la construcción sillarejo de tonos rojizos y
mediana calidad con refuerzo de sillería caliza en contrafuertes, esquinas y
muro meridional. Intrusiones posteriores de mampostería y fábrica de ladrillo
son visibles en diversas zonas del edificio, principalmente la portada y
espadaña.
El templo presenta nave única dividida en dos
tramos con cubierta de madera a dos aguas, portada abierta en el muro
meridional protegida por un pórtico moderno y espadaña a los pies. La cabecera,
cuadrada con contrafuertes angulares y cubierta con bóveda de crucería
octopartita a mayor altura que la nave, fue sin duda añadida a lo largo del
siglo XVII, al igual que la sacristía adosada a su muro meridional y
probablemente el pórtico. La cubierta a una vertiente de este último prolonga
la de la nave y descansa en columnas que reposan sobre un murete bajo de
mampostería.
La espadaña que se alza sobre el hastial fue
construida combinando la mampostería de su basamento con la sillería caliza del
cuerpo de campanas –provisto de dos troneras– en cuya base corren dos molduras
decoradas con una línea de billetes. Una intervención moderna aprovechó la
estructura de la espadaña –suprimiendo el remate– para la construcción de la
torre, que presenta las bandas decorativas de ladrillo neomudéjares
características del siglo XIX (arquillos, friso en esquinilla). A este momento
correspondería también la sorprendente inclusión de una vivienda de dos pisos,
hoy abandonada, adosada al ángulo suroeste del edificio continuando la línea
del pórtico, parcialmente solapado por ella. Este poco afortunado postizo viene
a añadir aún mayor confusión a la ya de por sí poco lógica sucesión de añadidos
y reformas sufridas por la iglesia. Igualmente moderna es la reparación del
muro norte del primer tramo de la nave, en ladrillo y revoco de cemento.
En total acorde con la modestia arquitectónica
del edificio, la decoración escultórica del mismo refleja toda una serie de
elementos románicos reaprovechados y de rasgos retardatarios. Se trata de una
clara pervivencia del vocabulario de la escultura románica en época
bajomedieval que, en ámbitos rurales, produjo obras de tesitura románica.
La decoración de la portada meridional y la
ventana sur de la parroquial de Sotillo de Boedo se inscribe, desde esta
perspectiva, en el grupo de obras palentinas en las que la copia de modelos
tardorrománicos alcanza fechas avanzadas. Junto a Sotillo citemos los casos
próximos de la parroquial de Vega de Bur y de Quintanatello de Ojeda.
La portada de Sotillo se abre en un antecuerpo
liso y, como ya señalaba García Guinea, a las molduraciones tardogóticas de su
arco de medio punto, jambas y finas columnillas se superponen tres arquivoltas
de molduraciones tipológicamente románicas: cuatro filas de billetes en la
primera y boceles entre medias cañas decoradas con bolas las exteriores. La
cronología bajomedieval de estas últimas se confirma, como señala Hernando
Garrido al analizar las trazas del cincel dentado, especie de gradina, visibles
en la talla de la piedra, tipo de talla practicado a finales del gótico, que se
aleja de la tradicional labra a hacha románica.
La ventana meridional muestra, por su parte, la
adaptación de un elemento románico de inicios del siglo XIII en la obra gótica.
Está formado por un vano abocinado de medio punto con aristas molduradas con
bocel –sogueado sobre el arco–, rodeado por un arco moldurado con retícula
entre medias cañas con bolas que descansa en una pareja de columnas
acodilladas. Los cimacios, que rebasan el marco, se decoran con entrelazos
vegetales. Los capiteles reciben esquemáticos y secos acantos de tratamiento
espinoso que acogen cogollos en sus puntas y los fustes se decoran con filas
helicoidales de billetes tallados en reserva. Las basas muestran perfil ático
degenerado, con toro inferior prominente y garras.
El resto de la escultura se distribuye en los
canecillos de la cornisa de la nave. Los del muro meridional, contemporáneos de
la ventana antes descrita, muestran un personaje sentado, otro tocando un
salterio, otro femenino danzarina-contorsionista que recuerda el modelo análogo
de la portada de Moarves, un monje encapuchado lector y otras dos figuras muy
deterioradas. Los del muro norte de la nave, sin duda posteriores, son en su
mayoría lisos con perfil de nacela o proa de nave, aunque se aprecia uno de rollos
y otro, reaprovechado, con un esquemático acanto provisto de acanaladuras. El
interior no conserva ningún vestigio decorativo y la pila bautismal, de sección
troncocónica invertida sobre pedestal circular es lisa, probablemente de
cronología bajomedieval.
Villabermudo
El pueblo está enclavado sobre una zona llana a
orillas del río Burejo, a 4 km de Herrera de Pisuerga. Actualmente la iglesia
de La Asunción aparece formando parte del entramado urbano, rodeada –a
excepción de su lado norte– por un muro bajo de sillería cuyo perímetro engloba
un amplio espacio.
Noticias documentales de finales del siglo XII
–más concretamente en 1185– nos indican la existencia de esta villa y su
probable vinculación con el monasterio de San Andrés de Arroyo. Su denominación
nos puede hacer pensar en un núcleo surgido a finales del siglo X bajo los
auspicios del monarca leonés Vermudo II (985-999), e indudablemente “a
pobladores que dejaron su nombre germánico”, como indica Julio González. En un
documento de 1022, Elvira donaba esta villa de Vermudo al monasterio de San
Román de Entrepeñas. No obstante el origen del núcleo, hemos de retrotraerlo al
menos al siglo II de nuestra era, como lo demuestran las intervenciones
arqueológicas en las que se sacaron a la luz restos de una villa romana y de
una necrópolis.
Iglesia de La Asunción
Si analizamos la tipología planimétrica actual
del edificio –dado a conocer por José María Quadrado en el siglo XIX–, nos
damos cuenta de que ésta responde a un esquema que podríamos considerar atípico
dentro del románico rural palentino: dos naves, la principal rematada por
ábside semicircular precedido de presbiterio, una estancia añadida a la nave
lateral norte, capilla adosada al sur de la nave, atrio lateral (reformado en
1818), y torre adosada a la fachada oeste, a los pies de la iglesia.
Originariamente la estructura presentaba una
sola nave, pero en tiempos “todavía románicos”, según García Guinea, se
le añadió una segunda al norte, respondiendo así a una tipología que –como
indica Martín González– también encontramos en las iglesias palentinas de
Quintanahernando y Manquillos. Tan solo a modo de hipótesis, podríamos estar ante
un sencillo edificio de carácter monástico –con un gran número de accesos a
casi todas sus dependencias o espacios que lo configuran– que por posteriores
necesidades (tal vez aumento de la comunidad laica) hubo de ampliarse,
añadiendo esta segunda nave allá por los siglos XIII-XIV.
Por tanto no participa de la problemática que
entrañan los templos erigidos desde sus comienzos con dos naves, como ocurre en
edificios levantados ya en los inicios de nuestra Edad Media.
Toda la fábrica original, así como la mayor
parte de las construcciones añadidas, se erigió con aparejo de sillería de
tamaño regular y bien escuadrado –con intrusiones de mampostería en los
añadidos al muro norte de la nave lateral– que actualmente se conserva en
bastante mal estado en alguna de sus partes, como es el caso del exterior de la
cabecera. También de sillería, aunque más irregular y peor dispuesta, es la
fábrica de la torre. Tan sólo la pequeña espadaña levantada sobre el arco toral
rompe con esta uniformidad de materiales, ya que se construyó de ladrillo.
Las dos naves presentan interiormente distintas
realidades. La primitiva es diáfana, sin compartimentar, con cubierta plana que
sustituye a la original probablemente abovedada. A sus pies presenta una
escalera de acceso a un coro moderno superior. Bajo este coro alto un arco
actualmente cegado debía de comunicar la torre con la nave.
La nave románica se abre a la septentrional
mediante dos arcos, uno de medio punto y otro carpanel y tan sólo dos pequeños
vanos abocinados abiertos en el muro sur iluminan su interior. Uno de ellos –el
que se sitúa sobre la portada que sustituye sin duda a la románica– pertenece a
la primitiva construcción. Esta ventana de medio punto presenta al exterior una
arquivolta y guardapolvo con capiteles soportados por columnas y cimacios
esculpidos.
La nave lateral adosada en su costado norte se
cubre con una bóveda de cañón apuntado articulada en cinco tramos desiguales
mediante cuatro arcos diafragma que reposan sobre pilares adosados. Ésta no
aparece rematada al oriente por un ábside sino por un tramo recto tanto al
interior como al exterior, aspecto remarcado por la menor anchura de este tramo
y por su ingreso mediante un arco doblado apuntado. En ese lado se abre un
pequeño ventanal y una puerta adintelada, ambos cegados hoy en día. Pero no es
ésta la única puerta de acceso, ya que en el muro oeste y a los pies de esta
estancia, se observa exteriormente un arco apuntado con chambrana y arquivolta
sostenida por sus respectivos capiteles decorados y columnas sobre podium.
Justamente encima de este arco y ligeramente descentrada a la izquierda se
observa una ventana rectangular sencilla, sin abocinamiento.
Al norte de esta nave lateral adosada se añadió
otra estancia rectangular –con el mismo nivel de cubierta– dividida
interiormente en dos espacios por medio de un estrecho muro. El tramo más
pequeño comunica con la nave lateral mientras que al otro –de mayor tamaño–
sólo se puede acceder desde el exterior. Todavía son visibles en su interior
algunos de los pequeños, pero robustos, contrafuertes prismáticos que adosados
al muro norte de la nave lateral servían para contrarrestar el empuje de la
bóveda interna que la cubre. Originariamente serían visibles al exterior, pero
al construirse esta nueva dependencia quedaron englobados en su interior.
Presenta muchas reformas, destacando las cuatro ventanas cuadradas de
estructura sencilla abiertas este siglo en el muro norte y la puerta
–actualmente cegada– de arco de medio punto sin abocinamiento ni decoración
escultórica que se abre en el muro este. También en el muro norte son visibles
las huellas de una puerta de acceso, hoy cegada, de arco apuntado que posteriormente
se rebajó mediante la imposición de una viga y rellenado de adobe en el espacio
creado entre ella y el arco. Una línea de canecillos, que en un principio
pudieron haberse ubicado en el muro norte de la nave lateral añadida y que en
la actualidad se encuentra cubierta por esta nueva construcción, recorren
exteriormente esta dependencia eclesial.
Tal y como ya he señalado, la iglesia posee un
único ábside de planta semicircular que interiormente se cubre con bóveda de
horno, y un presbiterio cubierto con bóveda de cañón. Un arco triunfal doblado
sustentado por una pareja de columnas da paso a la nave del templo.
Exteriormente descarga sus fuerzas en dos
semicolumnas –rematadas por canecillos y no por capiteles– que apoyan sobre
sendos pedestales en forma de pilar cuadrado de considerable altura. Para Pérez
Carmona (Arquitectura y escultura románicas en la provincia de Burgos, Burgos,
1974) este hecho es indicio de modernidad en edificios románicos burgaleses
como Quintanarruz y Villacomparada de Rueda. Estas semicolumnas sirven como
elemento articulador del paramento y también como contrafuertes, dividiendo verticalmente
el tambor en tres paños. En cada intercolumnio se abre una ventana,
probablemente de medio punto, que –como es el caso de la abierta en el lado
sur– aparece cegada y reformada. En general, el muro y las columnas se
conservan en un estado de degradación muy alarmante provocado por la
construcción de distintas estancias que se adosaron al ábside (como el caso de
la sacristía todavía existente cuando García Guinea redacta su estudio sobre el
románico palentino). Unas obras de restauración adecentaron su aspecto en 1992.
Como viene siendo normal, una hilera de canecillos decora el alero que recorre
el perímetro exterior del ábside, mientras que el inferior se ve subrayado por
un pequeño zócalo. En la actualidad no se conserva el muro del presbiterio, que
fue derribado, en el caso del lado sur para abrir la capilla moderna y en el
caso del lado norte para comunicar la nave con la lateral añadida.
Varios aspectos nos permiten valorar la nave
lateral posterior a la construcción románica: sobre el arco de medio punto
abierto en el tramo presbiterial norte todavía son visibles los canecillos que
en su momento aparecían en el exterior del muro de la nave primitiva, además el
pilar sobre el que se apoya la columna del arco triunfal de ese mismo lado fue
mutilado para poder abrir el arco que lo comunica con la nave lateral.
La torre se ubica a los pies de la nave, no
obstante si nos atenemos a las huellas todavía visibles en el muro este, es más
que probable que ocupe el sitio que originalmente estaba destinado a la
espadaña que presentaba dos arcos de medio punto y probablemente otro en un
nivel superior.
La actual torre tiene planta cuadrangular con
dos accesos sencillos e idénticos –de arco de medio punto desde el exterior–
uno en su lado sur y otro en el norte, cegado. Exteriormente se articula en
tres niveles horizontales distintos mediante dos sencillas molduras. El primero
–en cuyo lado oeste se abren dos pequeños ventanales a modo de saeteras– se
levanta justamente hasta el nivel alcanzado por la línea de canecillos de la
nave y es el de mayor alzada de los tres.
El segundo se corresponde, en su muro este, con
el tramo de la espadaña y presenta –en sus lados este y sur– una pequeña
ventana cuadrada abocinada sin ningún tipo de decoración. Por último en el
tercero, el de menor tamaño, se abren una serie de arcos de medio punto sin
ningún tipo de decoración: dos en sus lados oeste y este y uno en el sur y en
el norte. Culmina con la cubierta a cuatro aguas rematada por ocho pináculos
macizos coronados por esferas.
Sobre este arco triunfal se eleva una pequeña
espadaña, con una única abertura de medio punto, que probablemente sustituiría
a una anterior pues todavía se puede observar el nacimiento de la misma en
sillería.
En una primera campaña constructiva –hacia
mediados del siglo XII– se alzó la nave principal, el ábside y quizás la
espadaña, hoy en día integrada en el muro este de la torre. Hacia el siglo
XIII, se realizaría la primera ampliación consistente en levantar la nave
lateral y la torre-campanario, esta última rehecha en alguna de sus partes
superiores.
En un tercer momento, datable entre los siglos
XIV-XV, la iglesia sufriría otra nueva ampliación, levantándose el cuerpo que
se encuentra adosado al muro norte de la nave lateral. Además será cuando se
comuniquen las dos naves (la presencia de un arco carpanel así lo hace
suponer).
Por último, en una cuarta etapa (siglos
XVII-XVIII) se añaden, probablemente, la capilla del hastial sur de la nave en
la que se encuentra la inscripción citada, el pórtico y la sacristía, hoy
desaparecida, que se encontraba tras el ábside y que provocó el deterioro de
los muros exteriores del mismo.
Dado que a la iglesia se le añade una nave
lateral en el transcurso de los siglos XIV-XV, podemos pensar casi con total
seguridad que la fábrica principal de la misma fue concluida tiempo atrás lo
que nos lleva a datar el conjunto después de mediados del siglo XII o en fechas
ligeramente posteriores. Otro problema es determinar el uso de las dependencias
añadidas, como por ejemplo la nave lateral que en un principio no se comunicaba
con la nave principal, sino que tan sólo tenía acceso desde el exterior. Ya que
la iglesia se encuentra completamente rodeada por el entramado urbano, se hace
de todo punto imposible una apreciación correcta de los restos arqueológicos
que pudieran existir en su entorno. La Asunción de Villabermudo es un ejemplo
típico de aquellos edificios en los que el paso del tiempo y la amalgama de
estilos deja una huella arquitectónica tan compleja y variada que nos es muy
difícil constatar su configuración original.
En el interior del templo la decoración
escultórica es muy escasa y se reduce fundamentalmente a la existente en los
capiteles del arco triunfal, que presentan cimacio sin decorar. Uno de ellos
–el del lado del evangelio– representa el tema de Daniel en el foso de los
leones y el otro una figura de animal, probablemente un león, con las fauces
abiertas y dos piñas, de talla tosca pero muy expresiva. Destacar también un
relieve que se encuentra sobre el arco triunfal de la nave lateral añadida en
el que se representa a Cristo en Majestad –sentado y en actitud de bendecir–
dentro de una mandorla y rodeado por el Tetramorfos. El hieratismo de la figura
de Cristo, la adecuación de los símbolos de los evangelistas al espacio en el
que aparecen representados y la simplicidad en el tratamiento de los pliegues
de las vestiduras hacen que consideremos esta pieza como original de época
gótica (fines del siglo XIII) y procedente quizá del frente de un sarcófago.
Una pieza de similares características se reaprovechó en el muro septentrional
de Arenillas de San Pelayo.
En cuanto al exterior, la escultura se localiza
en tres lugares muy concretos: la ventana que actualmente se encuentra sobre el
pórtico adosado al muro sur, en las líneas de canecillos del muro sur de la
nave principal, muro norte de la dependencia añadida a la nave lateral y
ábside, y en la portada abierta en el muro oeste de la nave lateral añadida.
La ventana meridional presenta arquivoltas
sencillas –con amplio bocel y media caña– sostenidas por un cimacio que se
prolonga por el muro. Está decorada con un motivo de abilletado muy resaltado.
Los capiteles presentan figuras antropomorfas de difícil interpretación (en el
izquierdo aparece un personaje itifálico masculino entre dos leones y máscaras
laterales superiores y en el derecho otro femenino que introduce sus manos
entre las fauces de una máscara leonina similar a un capitel de Arenillas de San
Pelayo). El estilo de estos recuerda muy certeramente a García Guinea los
existentes en la iglesia palentina de San Vicente de Becerril del Carpio.
En cuanto a los canecillos, verdadero
muestrario de la cultura laica, podríamos agruparlos en distintos tipos: en
forma de proa de nave y nacela sin esculpir, figuras humanas en posiciones
obscenas, representaciones zoomórficas y por último un grupo de canecillos
decorados con sencillas hojas de acanto que cobijan esferas a modo de crochets.
Por último hemos de hablar de la pequeña puerta
que se abre a los pies de la nave lateral, de época ya muy tardía, de traza
plenamente gótica aunque realizada por un maestro que, o bien posee un marcado
carácter popular, o bien no ha sabido desligarse de la manera de hacer de los
escultores de transición.
De arco apuntado, presenta una arquivolta que
descansa sobre columnas con capiteles pobremente esculpidos –el de la izquierda
con hojas de acanto culminadas con pequeños crochets y el de la derecha con una
curiosa forma vegetal consistente en hojas formadas con puntas de diamante
invertidas en diferentes franjas verticales y cimacio con motivo ornamental de
billetes en forma de friso recorre toda la jamba por su parte superior–, desde
el extradós de la chambrana hasta el intradós del arco de la puerta. Las basas
son sencillas y están sobre pedestal.
En conjunto las esculturas de Villabermudo
siguen recordando a García Guinea “el foco románico que desde mediados del
siglo XI penetró en Palencia” y que está vinculado a San Pedro de Cervatos
(Cantabria), San Vicente de Becerril del Carpio y San Juan de Raicedo
(Cantabria), aunque la datación podría acercarse más a mediados de siglo XII.
Enríquez de Salamanca alude a la probable existencia –recogiendo a su vez
noticias ofrecidas por Navarro– de una arcada románica existente detrás del
retablo y de un sepulcro tras otro retablo del lado norte. Una detenida
observación in situ permite confirmar en efecto la existencia de una triple
arquería ciega recorriendo el hemiciclo absidal, que sigue la tipología de
Vallespinoso de Aguilar, Zorita del Páramo, Villanueva del Río o Santa María de
Becerril del Carpio. De ésta sólo podemos apreciar un capitel totalmente
irreconocible y deformado en el lado de la epístola. La pieza permanece
completamente oculta por gruesas capas de pintura moderna imitando marmolino.
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