Románico en la Comarca de La Valdivia
La comarca de La Valdivia ocupa el extremo
nororiental de la provincia de Palencia, en plena cuenca de un aún joven río
Pisuerga y en una estratégica posición junto a la vía de comunicación natural
entre la Meseta Castellana y las tierras de Cantabria.
Dentro de un territorio que ha venido
englobándose últimamente bajo la marca turística de "País Románico"
y que se extiende a lo largo del norte de Palencia, el norte de Burgos y el sur
de Cantabria; delimitaremos este artículo al conjunto de localidades palentinas
situadas al este de la villa de Aguilar de Campo y de la autovía A-67; un
amplio valle vertebrado por la carretera N-627 y surcado de minúsculas aldeas
que, en la mayoría de casos, han sabido conservar más o menos modificados su
primitivos templos románicos.
Cabria
La pequeña localidad de Cabria se sitúa en la
comarca de Aguilar de Campoo, apenas a 4 km al norte de la misma y junto a la
N-611, sobre un pequeño altozano desde el que podemos contemplar el Bernorio,
así como los valles del Pisuerga y del Camesa hasta la confluencia de ambos. El
casco urbano dispone su trazado en ligera pendiente, a excepción de su zona más
alta, totalmente plana, en la que se encuentra el templo parroquial de San
Andrés.
Algunas noticias, sin mucho fundamento,
remontan los orígenes de Cabria a la época romana, a aquella Camarica, de que
hablan las fuentes. A lo largo de los siglos XII y XIII, recibe indistintamente
el nombre de Cambria o Cabria y perteneció al dominio monástico de Santa María
la Real de Aguilar de Campoo. Ya en el siglo XIV (1352) el Libro Becerro de las
Behetrías, señala su pertenencia a la merindad de la villa aquilarense y la
califica como abadengo (de los abades de Aguilar, San Salvador de Oña y del obispo
de Burgos) y lugar yermo en el que moran sólo hidalgos y en el que no hay
pecheros. Pocos años después, en 1369, volvemos a encontrar noticias de esta
villa en una permuta de posesiones (un cambio de infurciones y de tercias que
eran de la obra de la catedral burguense) entre Juan (1366-1387), abad de
Aguilar, y el obispo de Burgos. No muy lejos de la iglesia existen testimonios
murarios que parecen justificar la presencia de una estructura fortificada
medieval, ahora prácticamente absorbida por varias naves agrícolas.
Iglesia de San Andrés
La iglesia de San Andrés de Cabria es uno de
los pocos edificios palentinos que todavía conserva la inscripción que
conmemora su consagración, y por tanto la fecha aproximada de su terminación.
En las dovelas del arco apuntado de la portada, abierta en el muro sur de la
nave de la epístola, aparece el siguiente epígrafe, desarrolladas todas sus
abreviaturas: “SUB ERA MCCLX FUIT CONSECRATA ECCLESIA ISTA A MAURICIO
BURGUENSI EPISCOPO IIII KALENDAS MAII” (“En la era 1260 fue consagrada
esta iglesia por el obispo de Burgos, Mauricio, a cuatro días de las calendas
de mayo”, es decir, el viernes, 28 de abril de 1222). No podemos considerar
extraño el hecho de que su consagración corra a cargo del obispo de Burgos,
puesto que la villa de Cabria pertenecía, desde 1177 y por cesión de López Díaz
y de su mujer Sancha de Frías, al obispado burgalés. Además, uno de sus
predecesores en la silla, el obispo Pascual, llevó a cabo a principios del
siglo XII la consagración de otros edificios palentinos encuadrados en el
obispado burgalés: Salcedillo, Brañosera y Cordovilla de Aguilar.
El edificio fue construido en toda su
integridad a base de piedra arenisca despiezada en sillares bien escuadrados, a
excepción de la sacristía (con las esquinas reforzadas con sillares) y parte de
la torre, levantadas con mampostería, aunque ambas son estructuras
posmedievales.
Consta de dos naves: la norte, articulada en
tres tramos desiguales, se remata con un ábside o tambor semicircular. Este
tambor absidal presenta al interior dos hornacinas o credencias, mientras que
exteriormente aparece dividido verticalmente en tres paños mediante dos
contrafuertes de sección cuadrangular que no llegan hasta la cornisa.
Precediendo a este espacio, aparece un
presbiterio muy corto y arco triunfal apuntado. Por su parte, la nave sur o de
la epístola, comunicada con la anterior mediante un gran arco apuntado, posee
un único tramo y un ábside de testero plano. Un coro alto, bajo el que se
encuentra una pila bautismal gallonada del siglo XVI, ocupa los pies de ambas
naves. A esta disposición primitiva y original se añadieron una serie de
estancias que enmascaran un tanto su configuración: el pórtico cuadrado adosado
al muro sur de la nave de la epístola, la torre sobre el hastial occidental de
la nave, la sacristía adosada al ábside de la nave del evangelio, el campo
santo en el lado norte de las naves y la casa parroquial junto a la nave de la
epístola.
El ábside de la nave del evangelio
presenta la típica bóveda de cuarto de esfera ligeramente apuntada en el
semicírculo absidal y el cañón apuntado en el presbiterio.
El arco triunfal del ábside del
evangelio, apuntado y doblado, descansa, como es habitual, en semicolumnas
adosadas.
En el lienzo central de este ábside y
enmarcado por los contrafuertes aparece un vano de medio punto doblado,
abocinado y de doble derrame, sin columnas, decorado con un pequeño baquetón y
aristas vivas.
El interior de San Andrés presenta gran
diversidad en cuanto a tipos de cubierta y soportes utilizados, adoptando
distintas soluciones y elementos. Mientras que el primer tramo de la nave norte
aparece cubierto con una simple bóveda de cañón, el segundo y el tercero lo
hacen con bóveda de arista. La nave sur recurre hoy a la simple cubierta de
techo raso de cañizo cubierto con yeso. El ábside de la nave del evangelio
presenta la típica bóveda de cuarto de esfera ligeramente apuntada en el
semicírculo absidal y el cañón apuntado en el presbiterio. Los muros norte y
sur de este último han sido destruidos parcialmente para dar acceso a la
sacristía y al ábside de la epístola.
En la cabecera de la epístola, de planta
cuadrada, se emplea la bóveda de crucería estrellada y en la sacristía
septentrional la bóveda de cañón. En cuanto a los soportes interiores, el único
exento lo encontramos en la confluencia de las dos naves y los dos ábsides, y
lo forma una amalgama de columnas adosadas, pilares y restos de primitivos
muros de cierre.
Sobre este soporte compuesto descansa el arco
que comunica ambas naves. El resto de los soportes se reducen a simples
ménsulas sobre las que descansan las nervaduras de las bóvedas. El arco
triunfal del ábside del evangelio, apuntado y doblado, descansa, como es
habitual, en semicolumnas adosadas.
En el lienzo central de este ábside y enmarcado
por los contrafuertes aparece un vano de medio punto doblado, abocinado y de
doble derrame, sin columnas, decorado con un pequeño baquetón y aristas vivas.
Navarro García hacía alusión a un capitel que representaba la lucha de Sansón
con el león, habitual en la escultura románica palentina septentrional, y que
se encontraba en uno de los capiteles del ventanal en el hastial de la nave del
evangelio. Este ventanal románico ha desaparecido completamente.
Vista frontal del capitel de la epístola
donde aparecen seis aves afrontadas alimentando a sus crías. El cimacio es de
panel de abeja.
El capitel del evangelio está decorado
con la lucha de caballeros. El hermoso cimacio está formado por flores
cuatripétalas inscritas en círculos.
En el interior la única decoración escultórica
conservada se reduce a los capiteles del arco triunfal: el del evangelio está
decorado con la lucha de caballeros, armados con lanza y auxiliados por peones,
en el de la epístola aparecen seis aves afrontadas alimentando a sus crías. La
lucha ecuestre es una de las escenas más frecuentes en la escultura
tardorrománica castellana, aparece en otros templos palentinos como Gama,
Zorita del Páramo, Resoba o Villavega de Aguilar.
Dos impostas recorren discontinuamente el
interior del presbiterio: la superior –que separa la bóveda del muro– coincide
con los cimacios de los capiteles del arco triunfal, y está decorado con trama
de celdillas romboidales y hojas cuatrifolias inscritas en círculos; sólo
presenta decoración vegetal en el presbiterio. La imposta inferior es lisa, de
simple perfil nacelado y aparece en el arranque de la ventana.
Bajo los aleros de la naves y ábside del
evangelio aparecen varios canecillos.
Los canecillos del ábside del evangelio
que soportan un alero moldurado con sogueado,- estos canes tienen formas
variadas: de nácela, de modillón, una cabeza animal, y el avaro con la bolsa
colgada al cuello (figura de la izquierda).
Mayor variedad presentan los canecillos
del ábside del evangelio que soportan un alero moldurado con sogueado,- estos
canes tienen formas variadas: un cuadrúpedo, una igura antropomórfica cn una
laga cola y el típico personaje que lleva un objeo, tal vez una maza o una
espada.
Estos canes tienen formas variadas:
aunque predominan los de tipo figurativo, antropomórfico y animalístico.
Bajo los aleros de la naves y ábside del
evangelio aparecen varios canecillos. Los de las naves son en su mayoría muy
simples, casi todos en forma de proa de nave a excepción de algunos con
elementos vegetales y animalísticos en muy mal estado de conservación.
Los de las naves son en su mayoría muy simples,
casi todos en forma de proa de nave a excepción de algunos con elementos
vegetales y animalísticos en muy mal estado de conservación. Mayor variedad
presentan los canecillos del ábside del evangelio que soportan un alero
moldurado con sogueado; estos canes tienen formas variadas: de nacela, de
modillón, una serpiente enrollándose en el cuello de un ave, un cuadrúpedo,
alguna figura sedente y el avaro con la bolsa colgada al cuello. La filiación
temática y estilística se establece fácilmente con Pozancos, Rebolledo de la
Torre o Villavega.
La portada presenta un arco apuntado de ingreso
y seis arquivoltas protegidas por chambrana, que descansan sobre jambas y
columnas acodilladas alternativamente, estas últimas con sus correspondientes
capiteles y cimacios. Las arquivoltas poseen decoración a base de motivos
vegetales, geométricos y de sogueado, y la chambrana con la típica estructura
de panal de abeja o celdillas romboidales. Los capiteles combinan la
ornamentación historiada inspirada en el Antiguo Testamento (la escena del
Pecado Original, presente también en la portada de San Martín de Mudá, Pozancos
y en el ábside de Santa Eulalia de Barrio de Santa María) con representaciones
de animales fantásticos (grifos afrontados, dragones y un león) y cestas
vegetales de hojas de acanto. La ornamentación de inspiración vegetal la
veremos también en los cimacios de entrelazos. En opinión de García Guinea, el
sentido escultórico de algunos capiteles de esta portada guarda semejanzas con
los de Revilla de Santullán, Santa Eulalia de Barrio de Santa María, Pozancos y
Villavega de Aguilar.
Los capiteles
combinan la ornamentación historiada inspirada en el Antiguo Testamento (la
escena del Pecado Original con representaciones de animales fantásticos (grifos
afrontados, dragones y un león) y cestas vegetales de hojas de acanto. La
ornamentación de inspiración vegetal la veremos también en los cimacios de
entrelazos.
A
la izquierda de la portada, el capitel central representa la lucha de un león
en lucha con un grifo.
El
primer capitel a la izquierda del vano de entrada representa la escena del
Pecado Original, presente también en la portada de San Martín de Muda, Pozancos
y en el ábside de Santa Eulalia de Barrio de Santa María).
Desde mi punto de vista, las correspondencias
entre Cabria, Pozancos, Vallespinoso de Aguilar, Santa María de Becerril del
Carpio y Rebolledo de la Torre (Burgos), son tan evidentes que habría razones
para pensar en la participación de un mismo taller cuyos ecos llegan hasta el
ábside de la ermita de Santa Eulalia en Barrio de Santa María. La fecha de 1222
que leemos en el arco de Cabria, aparecería entonces como un elemento disonante
(Piasca y Rebolledo de la Torre aportan las fechas de 1172 y 1186 respectivamente).
Si bien el epígrafe pudiera haberse realizado con posterioridad a la talla de
la portada, su coetaneidad daría pie para calificar la obra como claro fenómeno
de inercia.
En principio lo más factible es que el edificio
se proyectara con una sola nave y un solo ábside, correspondiéndose con la nave
y cabecera del evangelio actuales. Sin embargo, la presencia de la portada en
el muro sur de la nave de la epístola parece indicarnos que esta nave fue
construida posteriormente y hasta allí se trasladó la portada. En época
plenamente posmedieval (siglos XVI-XVII) se construye el ábside de la epístola
reaprovechando piezas de sillería románica. Muy probablemente sea en este momento
cuando se levante la torre cuadrada que aparece adosada a los pies de la
iglesia. En 1731, según consta en una inscripción conservada en el paramento
interior del atrio, se construye éste. Distintas obras realizadas en la segunda
mitad del siglo XX –construcción del cobertizo que aparece adosado a la torre y
cierre del atrio con vidrio y metal– terminan de configurar el aspecto que hoy
en día presenta el edificio.
Cezura
La localidad de Cezura se emplaza en uno de los
islotes palentinos en Cantabria, situado a unos 7 km al noreste de Aguilar de
Campoo. La iglesia parroquial, dedicada al apóstol Santiago, se localiza junto
a la carretera, en el extremo oriental del exiguo caserío.
Prueba de la antigüedad de los establecimientos
monásticos en la zona es el conjunto rupestre que se sitúa a unos 300 m al sur
del pueblo, posiblemente cenobítico, constituido por una gran cavidad
artificial conocida como El Cuevatón y una serie de cuevas y abrigos excavados
alrededor, que han proporcionado restos cerámicos altomedievales datados en los
siglos VIII-IX. Documentalmente consta que en el siglo X (año 981) un
presbítero de nombre Froila donaba al monasterio de Santa María de Piasca tres
tierras y un pomar en términos de Cezura.
El Libro Becerro de las Behetrías nos informa
por su parte que el lugar de Sesura era abadengo del monasterio de
Villamediana. Actualmente la localidad se encuentra en trance de abandono.
Iglesia de Santiago Apóstol
El templo de Santiago Apóstol de Cezura es el
resultado de al menos tres campañas constructivas, de las cuales dos entran en
el período medieval, mostrándose muy alterada la estructura original de la
iglesia tardorrománica.
En la actualidad cerrado al culto, se presenta
como un edificio de dos naves de igual longitud, torre a los pies y pórtico
adosado al sur. De la primitiva construcción románica subsiste el ábside
rectangular, cubierto con bóveda de cañón apuntado y construido en excelente
sillería arenisca.
Esta cabecera remataría una nave única, a la
cual se añadió una colateral al norte en época imprecisa, sin duda dentro del
período medieval y muy probablemente dentro de parámetros románicos.
Esta segunda nave repite la estructura y
aparejo de la románica, con una cabecera similar a la otra, el mismo tipo de
cubierta –bóveda de cañón apuntado que parte de una moldura biselada con un
fajón sobre responsiones prismáticos– y nave algo más ancha que la primera.
Posteriormente se cerró el tramo oriental de
esta colateral dándole función de sacristía y acceso desde el ábside,
utilizándose hasta hace poco esta nave añadida como gran trastero. Atestiguan
la cronología medieval de esta colateral los canes con perfil de proa de nave
del muro septentrional y la bóveda de cañón de la cabecera. La distinción de
campañas medievales se evidencia en la ruptura de hiladas entre los testeros de
los ábsides y en la reutilización de canes y sillares románicos en el muro
norte del septentrional.
En la segunda mitad del siglo XVI, una tercera
campaña constructiva alteró la cubierta de la nave primitiva cerrándola con una
bóveda posiblemente de ladrillo como cabe pensar por las bien patentes rozas, y
añadiendo al sur un amplio pórtico rectangular cubierto a un agua y abierto a
la nave, estructura que supuso la eliminación de la portada románica,
presumiblemente abierta en este sector y de la que no queda resto alguno.
El acceso a este pórtico se realiza a través de
una bella portada renacentista compuesta de arco de medio punto, tres
arquivoltas, la externa decorada con casetones con flores y angelotes, y
enmarcada por entablamento y dos columnas toscanas de fuste estriado. Repite un
esquema similar al visto en las portadas del palacio del marqués de Villatorre
de Aguilar, portada de La Asunción de Barrio de Santa María, etc. A esta misma
campaña podemos adjudicar la erección de la irregular torre rectangular con acceso
exterior que se alza a los pies de la nave románica aprovechando en su lienzo
oriental una espadaña anterior, así como el nicho de la parte occidental del
pórtico –que albergaba la pila bautismal–, el retablo de fábrica que corona
esta misma estructura y la columna toscana adyacente.
La cabecera tardorrománica es, como dijimos, el
vestigio arquitectónico que menos alteraciones ha sufrido, si exceptuamos la
capilla adosada al norte a la que hicimos anteriormente referencia.
Exteriormente la cornisa es soportada por una
serie de modillones románicos esculpidos.
En el eje del testero se abría una ventana hoy
cegada, compuesta por arco de medio punto y chambrana que apoyan sobre cimacios
y columnas de capiteles figurados.
La serie de canecillos que soportan la cornisa
se compone de diecinueve piezas, nueve en el muro meridional, que representan a
un arpista similar al que aparece en un capitel de la portada de Moarves de
Ojeda, una bella danzarina-contorsionista de idéntica progenie, un león
rampante, un personaje femenino con una serpiente, otro masculino acuclillado y
levantando impúdicamente su vestimenta, un varón vestido con túnica, una pareja
de peces, un arquero y un ave.
La cornisa se decora con dos hileras de
billetes, excepto el tramo más oriental, posiblemente desplazado, que recibe un
reticulado. En el muro septentrional de la capilla adosada a la cabecera se
reutilizan los otros nueve canecillos correspondientes al muro norte de la
cabecera. Dos presentan perfil de nacela, otro recibe dos rollos y el resto son
figurados: uno con una cabeza barbada, otro con una esfinge masculina de cuerpo
y crines de león y cabeza barbada. Les siguen una mujer vestida con túnica con
ceñidor de pliegues horizontales paralelos y brazos en jarras sobre fondo de
hojas, un personaje alado muy deteriorado, otro can irreconocible por su
lamentable estado y otro con motivos geométricos y una flor tetrapétala
inscrita en un círculo.
Canecillos
del muro meridionalLos tres primeros canecillos representan
a un arpista, una bella danzarina-contorsionista, un león rampante.
El análisis estilístico de los relieves
citados evidencia el trabajo de al menos dos escultores. El primero y mejor
dotado es el responsable de los dos canecillos más occidentales del muro
meridional de la cabecera, representaciones de un músico y una danzarina.
Estos
dos canecillos de factura más simple que el resto están decorados con una
pareja de peces y un arquero.
Los
canecillos representan un personaje femenino con una serpiente, otro masculino
acuclillado y levantando impúdicamente su vestimenta, un varón vestido con
túnica, una pareja de peces.
En el muro septentrional de la capilla adosada
a la cabecera se reutilizan nueve canecillos correspondientes al muro norte de
la cabecera. Dos presentan perfil de nácela, otro recibe dos rollos y el resto
son figurados: uno con una cabeza barbada, otro con una esfinge masculina de
cuerpo y crines de león y cabeza barbada. Les siguen una mujer vestida con
túnica con ceñidor de pliegues horizontales paralelos y brazos en jarras sobre
fondo de hojas, un personaje alado muy deteriorado, otro can irreconocible por
su lamentable estado y otro con motivos geométricos y una flor tetrapétala
inscrita en un círculo.
El de la izquierda es un personaje alado
muy deteriorado y el can de la derecha es casi irreconocible por su lamentable
estado.
El
canecillo representa una mujer vestida con túnica con ceñidor de pliegues
horizontales paralelos y brazos en jarras sobre fondo de hojas.
Al interior, totalmente encalado, la bóveda de
cañón apuntado arranca de una imposta con perfil de nacela, aunque el elemento
más interesante lo constituye el arco triunfal, apuntado y doblado, que reposa
sobre una pareja de dobles columnas de capiteles historiados. La solución de
dobles columnas en el triunfal sigue el modelo establecido en la iglesia del
monasterio de Aguilar, modelo repetido igualmente en el triunfal de la
parroquial de Revilla de Collazos. Aquí las columnas se yerguen sobre zócalos y
plintos y presentan basas de perfil ático degenerado, con prominente toro
inferior con bolas. Los fustes son monolíticos y coronan los capiteles cimacios
igualmente decorados. La adición de la colateral al norte supuso el traslado de
los canes del muro norte de la cabecera, reutilizados en la nueva estructura.
En el muro meridional de la capilla se abre una saetera románica.
La escultura monumental del edificio se
concentra en la cabecera. Exteriormente podemos observar la ventana absidal,
compuesta de un arco de perfil biselado compuesto por cinco dovelas, decoradas,
cada una de ellas, con motivos muy deteriorados salvo uno, que representa un
tosco batracio.
La chambrana recibe un friso de rosetas y los
cimacios respectivamente decoración vegetal de hojitas inscritas en un tallo
serpenteante y friso de palmetas. Los capiteles de ventana, muy erosionados, se
decoran, el izquierdo con una pareja de grifos entre follaje y el otro con dos
leones lamiendo los pies de un muy perdido personajillo central, posible
representación del tema de Daniel en la fosa de los leones.
Entre los fustes se advierte la rosca del arco,
desplazada y decorado su borde con una fina banda perlada.
Por lo que respecta a la decoración de las
dobles columnas que soportan el triunfal, en las basas del lado de la epístola
se afrontan dos toscos leones de cuellos vueltos que muerden el toro superior,
mientras que entre los toros superiores de las otras se esculpió una cabecita.
En la pareja de capiteles se concentra el mayor
interés iconográfico de la iglesia.
En el capitel del lado del evangelio se
desarrolla el combate de dos jinetes cuyo enfrentamiento es detenido por una
dama mediadora central, ricamente vestida con túnica, manto y tocado, que
sujeta las riendas de las monturas. Los caballeros visten cota de malla con
capucha, asiendo las riendas con la mano interna mientras desenvainan sus
espadas con la otra, el conjunto de la escena desarrollándose sobre un fondo
vegetal de palmetas y caulículos en los cuernos del ábaco. Esta escena de
mediación se interpreta como reflejo de las instituciones medievales de la Paz
y la Tregua de Dios y ejemplificaría así el papel mediador de la Iglesia en los
asuntos terrenales. El tema, presente en otros edificios de la región norte de
Palencia y Burgos como Gama, Revilla de Collazos o Boada de Villadiego,
encuentra el paralelo más directo, incluso estilísticamente, en un capitel del
arco triunfal de Villavega de Aguilar. El prominente cimacio se decora con
hojas y tallos entre los que vemos una escena de caza en la que un hombrecillo,
situado en la esquina izquierda, blande su lanza contra un jabalí.
El capitel frontero muestra una de las escenas
recurrentes en el románico palentino: el personaje –tradicionalmente
interpretado como Sansón– que cabalga y desquijara a un león. Luce Sansón barba
corta, larga melena suelta y manto ondeante. Como en otros casos palentinos, a
esta escena central acompañan en las caras cortas de la cesta enigmáticos
personajes de rasgos idénticos al citado. El de la cara que mira a la nave
sujeta con su diestra la cola del animal mientras que con la otra hace gesto de
cortarla con la ayuda de un cuchillo curvo o pequeña hoz. En la cara que mira
al altar aparece Sansón con una especie de quijada o tranca. La disposición de
las escenas y actitudes de los personajes emparenta iconográficamente este
capitel con los ejemplares de Prádanos de Ojeda, Santa Eufemia de Cozuelos,
Monasterio de Aguilar (hoy en el MAN), Rebolledo de la Torre, Dehesa de Romanos
o Vallespinoso de Aguilar. El cimacio se decora con un friso de tallos
entrelazados acogiendo hojas carnosas, un león rampante y una mujer mesándose
su larga melena partida contra la que dispara un arquero, esquema decorativo
éste similar al visto en cimacios de Santiago de Carrión o Santa María de
Piasca.
El análisis estilístico de los relieves citados
evidencia el trabajo de al menos dos escultores. El primero y mejor dotado es
el responsable de los dos canecillos más occidentales del muro meridional de la
cabecera, representaciones de un músico y una danzarina. El estilo y la
disposición de los personajes es cuidado y, pese a la erosión, se adivina un
cincel muy cercano al del maestro que labró la portada de San Juan de Moarves
de Ojeda. El arpista del can de Cezura y la danzarina-contorsionista manifiestan
un refinamiento, un gusto por el detalle (notable en el caso de los pliegues
paralelos de la vestimenta y los puntos de trépano del ceñidor de la danzarina)
y una adaptación al marco de los que carecen el resto de los canecillos. Son
éstos más toscos en su ejecución, evidenciando desproporciones de canon y abuso
de estereotipos similares a los que volvemos a encontrar en los capiteles del
interior. En éstos, el artista –cercano como señalamos al de los capiteles de
Villavega de Aguilar– siguió modelos, iconográficos y compositivos, ya
establecidos en edificios mayores como el monasterio de Aguilar (caso del
Sansón), Cozuelos y Rebolledo de la Torre ya comunes al ambiente de los
talleres que trabajan en los años finales del siglo XII y primeros del XIII, marco
cronológico en el que se inscriben las obras que nos ocupan.
En el fondo de la colateral norte se ubica la
pila bautismal, anteriormente colocada en un nicho del pórtico renacentista. Su
copa tiene forma troncocónica invertida, de 133 cm de diámetro por 69 cm de
altura. No presenta decoración alguna, salvo un bocel en el borde. Se alza
sobre un pie circular de arista achaflanada de 20 cm de altura. Las marcas de
labra a hacha en la arenisca de la copa y el basamento evidencian su carácter
románico.
El estado de este notable monumento, pese a su
declaración como Bien de Interés Cultural, es preocupante. A la deficiente
conservación de las cubiertas, mal endémico del patrimonio de Castilla y León,
se unen los problemas de cimentación, que amenazan con convertir el templo en
una ruina más. Tanto la integridad del edificio como la conservación de las
pinturas murales tardogóticas de la cabecera, con motivos geométricos de tonos
cobalto y ocre, reclaman una urgente intervención.
Pomar de Valdivia
La localidad se enclava en plena comarca de la
Valdivia –a 7 km al este de Aguilar de Campoo–, en la margen derecha del arroyo
Covalagua y enclavada en una hondonada entre las estribaciones de Monte
Bernorio y el páramo de la Lora. La iglesia de la Santa Cruz se encuentra
próxima a la calle Real en el centro del núcleo rural. Está situada en una
suave pendiente de acceso directo por medio de unas escaleras abiertas frente a
la portada del edificio.
Mínimas son las referencias encontradas en la
documentación sobre la localidad de Pomar de Valdivia. La más antigua es de
1200, momento en que Pela Martínez hace una donación al monasterio de Santa
María la Real de Aguilar citándose entre los confirmantes a Dominicus
Archipresbiter de Pumar. Según el Libro Becerro de las Behetrías a mediados del
siglo XIV formaba parte del alfoz de Aguilar y sus habitantes vasallos de don
Tello.
Iglesia de la Santa Cruz
El edificio posee dos naves de tres tramos que
culminan en un ábside rectangular y en otro semicircular (poligonal en el
interior). La portada se abre en el muro sur correspondiendo con el tramo
central de la nave de la epístola. Completa el conjunto arquitectónico la torre
barroca levantada a la altura del último tramo de la nave del evangelio.
Del análisis del edificio se desprende una neta
diferencia entre los elementos románicos y las adiciones posteriores. Dentro de
la fábrica actual sólo podemos considerar románicos la portada y el alero sur,
junto con algunos sillares con marcas de cantero conservados en la nave norte y
a todas luces reaprovechados dentro de la actual fábrica tardogótica con
reformas renacentistas y barrocas (torre).
El máximo interés artístico del edificio se
centra en la portada y en los aleros de los muros norte y sur. La portada se
organiza en torno a un arco de medio punto alrededor del cual se disponen dos
arquivoltas de bocel, una de las cuales descansa sobre una pareja de
columnillas coronadas por capiteles historiados.
La portada se organiza en torno a un arco de
medio punto alrededor del cual se disponen dos arquivoltas de bocel, una de las
cuales descansa sobre una pareja de columnillas coronadas por capiteles
historiados. Los fustes, que apoyan sobre toscas basas muy deterioradas,
utilizan como técnica decorativa incisiones de relieve muy plano a base de
motivos geométricos circulares o cadenetas, y cenefas con orificios de trépano.
Se trata de una técnica ornamental inhabitual, única en su género dentro del
contexto provincial.
Los fustes, que apoyan sobre toscas basas muy
deterioradas, utilizan como técnica decorativa incisiones de relieve muy plano
a base de motivos geométricos circulares o cadenetas, y cenefas con orificios
de trépano que pudieron rellenarse originalmente con metal o aplicaciones
cerámicas. Se trata de una técnica ornamental inhabitual, única en su género
dentro del contexto provincial.
Una arquivolta
descansa en una columna a cada lado de la portada, junto a los capiteles lo mas
llamativo, por ser un caso único en la provincia, es la decoración del fuste
que utiliza como técnica decorativa incisiones de relieve muy plano a base de
motivos geométricos circulares o cadenetas, y cenefas con orificios de trépano.
El capitel de la derecha representa la escena
de la Huida a Egipto, con san José portando el hatillo y la Virgen con el Niño
cabalgando sobre el jumento.
En el capitel de la izquierda aparece
claramente representado un caballero victorioso que enlazaría desde el punto de
vista iconográfico con los de Vallespinoso de Aguilar y Aguilar de Campoo
(Museo Arqueológico Nacional).
A pesar de la erosión de su piedra blanquecina,
podemos advertir cómo el caballero porta en su mano izquierda un curioso podón
y se dispone sobre un fondo de sencillos acantos con un característico
molinillo helicoidal que ratifica su filiación aquilarense. Los cimacios poseen
también singulares cenefas incisas. Estilística y compositivamente, ambas
piezas presentan una relación muy directa con los talleres que trabajaron en el
monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo hacia la década de 1160.
Los numerosos canecillos de los muros norte y
sur se decoran con formas simples (nacelas, bolas y proa de nave) y motivos
figurados (cabezas humanas masculinas y femeninas y representaciones
zoomórficas). Los canecillos del muro sur son quizá los de mejor traza aunque
están bastante deteriorados.
Románico en las proximidades de Cervera
de Pisuerga (Comarca de Cervera, Palencia)
Cervera de Pisuerga es junto a Aguilar la
capital de la Montaña Palentina. A pesar de situarse en un paraje montañoso, en
las estribaciones de la Cordillera cantábrica, su situación en el lugar de paso
de Castilla a Cantabria siempre le dotó de bonanza económica.
Actualmente se ha convertido en un importante
centro de turismo alternativo basado en sus alicientes paisajísticos,
gastronómicos y monumentales. En el primer aspecto no debemos olvidar la
proximidad del Parque Natural de Fuentes Carrionas.
En lo monumental, Cervera de Pisuerga es un
privilegiado centro de operaciones por el románico del norte de Palencia y si
optamos por hacer algunos kilómetros más, visitar la histórica comarca cántabra
de la Liébana o el románico rural de las comarcas de Campoo y Saja-Besaya,
también en Cantabria
Iglesias románicas entre Cervera de
Pisuerga y Guardo
La carretera CL-626 que une Cervera de Pisuerga
y guardo es clave en el románico de esta comarca puesto que las principales
muestras de románico las encontramos en las poblaciones situadas en esta
carretera o en sus alrededores. Nos referimos concretamente a las iglesias de
Loma de Castrejón, Pisón de Castrejón, Villanueva de la Peña, etc.
Loma de Castrejón
Localidad situada a escasos kilómetros al
sudeste de Castrejón de la Peña. Su iglesia dedicada a San Juan Bautista se
encuentra emplazada sobre un suave altozano al noroeste de la localidad y
rodeada de tierras de cultivo conocidas como los Sanjuanes. En la actualidad
aparece aislada respecto al núcleo rural, si bien todavía son perceptibles
trazas de un primitivo camino empedrado de acceso que comunicaba el templo y la
población.
En opinión de Julio González, el topónimo
Castrejón alude de forma clara a las ruinas defensivas que los nuevos
repobladores encontraban en lugares yermos. No obstante, a mediados del siglo
XIV –Libro Becerro de las Behetrías– el lugar era conocido como Lema çerca de
Roscales y al parecer era solariego de Juan Rodríguez de Cisneros, Fernán
García Duque y de los hijos de Juan Díaz de Lantadilla.
Iglesia de San Juan Bautista
La iglesia se encuentra emplazada sobre un
suave altozano al noroeste de la localidad y rodeada de tierras de cultivo
conocidas como los Sanjuanes. En la actualidad aparece aislada respecto al
núcleo rural.
El edificio destaca por su sencillez. Está
elevado en mampostería reforzada por la disposición de sillares románicos en
los ángulos, reaprovechados de una edificación anterior.
Desde el punto de vista constructivo el
edificio destaca por su sencillez tanto en planta como en alzado. Está elevado
en mampostería reforzada por la disposición de sillares románicos en los
ángulos, reaprovechados de una edificación anterior.
Presenta una única nave rectangular con su
correspondiente cabecera de testero recto, sobreelevada respecto a la nave.
Interiormente la nave se articula en tres tramos desiguales mediante dos arcos
fajones de perfil rectangular que sostienen una bóveda apuntada.
Estos arcos apoyan sobre ménsulas prismáticas,
mientras que el arco triunfal descansa sobre pilastras de sección rectangular
con semicolumnas adosadas.
En el siglo XVI se efectuaron reformas y
añadidos en el edificio que afectaron, entre otras cosas, a la capilla mayor.
Desde el punto de vista arquitectónico es obra que podemos catalogar de
plenamente gótica, realizada en una fecha bastante avanzada que puede rebasar
perfectamente la cronología asignada tradicionalmente al románico. En este
sentido, las semejanzas constructivas con las cercanas iglesias de Pisón de
Castrejón y Traspeña de la Peña, permiten hablar de una tradición comarcal
común, tal vez de una cierta comunidad de cuadrillas.
En cuanto a la decoración escultórica, ésta se
concentra en los capiteles y ménsulas del interior del templo y en la portada.
Los primeros poseen cimacio con tacos cúbicos –que se prolonga a lo largo de la
nave en una simple moldura de nacela– y collarino sogueado.
Las cestas presentan discos helicoidales y
máscaras rostradas. Para García Guinea estos capiteles recuerdan otros de la
cercana iglesia de Pisón de Castrejón, con la que se encuentra muy emparentada.
En cuanto a las ménsulas habría que destacar las del primer tramo, de forma
pentagonal sobre las que se talló someramente un variado repertorio de motivos
vegetales (racimos, hojas de lis, de roble, pámpanos de vid, etc.). Las claves
y nervios de las bóvedas aparecen salpicadas de flores y emblemas heráldicos de
cronología moderna (cruces de Calatrava, castillos y lises).
La portada, ligeramente avanzada sobre el
paramento meridional, está formada por un arco apuntado seguido de tres
arquivoltas en las que alternan baquetones y escocias. La chambrana presenta
cinta perlada siguiendo una trama romboidal que se decora con figuras
animalísticas (leones, ofidios y lagarto), flores cuatripétalas, hojas de
roble, piñas y estrellas de cinco puntas. Las arquivoltas descansan sobre tres
pares de columnas acodilladas, presentando las jambas interiores –continuación
de los capiteles– hojas de roble y dragones de cuellos entrelazados. Los
capiteles, con collarino sogueado, aparecen decorados en el lado derecho con
pámpanos de vid, una escena de juglaría con un rabelista junto a dos hombres
abrazados y el combate de un león y un cuadrúpedo entre una flor de lis y hojas
de roble. En el lado izquierdo las cestas representan una lucha entre un bóvido
y un león, un guerrero protegido con el escudo que ataca con su espada a una
sirena y una máscara coronada vomitando tallos y pámpanos. Este último capitel
tiene claros paralelos en la portada de Traspeña.
Esta portada, en virtud del tipo de labra
empleada por el escultor y el uso hecho del trinchante –a diferencia de la
característica hacha románica–, se delata como obra claramente gótica, al igual
que el resto del edificio. Además los motivos decorativos utilizados (el
mascarón con pámpanos de vid, los ofidios entrelazados y los dragones)
responden igualmente a un léxico totalmente gótico copiado de los formularios
existentes en la cercana iglesia de Traspeña, ejemplo singular del románico de
inercia y que como Loma, parece ostentar una cronología claramente
bajomedieval.
Pisón de Castrejón
La localidad de Pisón de Castrejón se sitúa al
borde de la ruta entre Cervera de Pisuerga y Guardo, aproximadamente
equidistante de ambas capitales de comarca. El templo de Nuestra Señora de la
Asunción se encuentra junto a la carretera, aislado, rodeado de prados y
separado unos 200 m del núcleo rural.
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción
Se trata de una iglesia de nave única dividida
en cinco tramos y cabecera compuesta de ábside semicircular precedido por un
amplio tramo recto. La Asunción de Pisón de Castrejón es el fruto de sucesivas
campañas constructivas y decorativas. Constituye por otro lado, un buen ejemplo
de iglesia rural en la que la superposición de estilos respeta una cierta
armonía general, armonía a la que no es ajena la bella sillería caliza en la
que se levanta el conjunto.
Una primera campaña –en torno al 1200– es la
responsable de la cabecera y estructura muraria de la nave. Destaca en ella la
sencillez de sus líneas y la sobriedad en lo decorativo.
Es una iglesia de origen románico cuyo
mayor interés es, sin embargo, el friso gótico que corona la portada.
La cabecera sigue la tradición románica en su
disposición, abovedándose el hemiciclo con bóveda de cuarto de esfera y el
presbiterio con cañón apuntado.
En el eje del ábside se abre una ventana
abocinada a la altura de cuyos cimacios corre, por el exterior del tambor, una
moldura con decoración vegetal. Un segundo vano, de estructura similar, se abre
en el muro meridional del presbiterio, quedando así condenado por el añadido de
una sacristía gótica.
El interior del ábside aparece recorrido por
otra imposta moldurada en nacela a la altura del arranque de la bóveda. Da paso
a la cabecera un arco de triunfo apuntado que reposa en una pareja de columnas
adosadas rematadas por capiteles figurados a los que más adelante nos
referiremos.
La nave se organiza en cinco tramos abovedados
a mayor altura que la cabecera. La bóveda de cañón apuntado se refuerza con
fajones de perfil liso que reposan ya en pilastras con semicolumnas adosadas ya
en columnas truncadas a modo de ménsulas.
La portada se abre al sur, en un antecuerpo
saliente del tercer tramo de la nave.
Sobre el muro del hastial se alza una bella
espadaña con acceso desde el atrio a través de escalera en acodo. Se compone de
dos pisos, el inferior enmarcado por molduras y con doble vano ligeramente
apuntado y el superior con campanil y remate a piñón. Por la tipología de los
capiteles, jambajes y chambranas de la espadaña, plenamente góticos, ésta debió
levantarse ya en el siglo XIII o XIV.
Durante el siglo XV se constatan toda una serie
de intervenciones en el edificio. Citemos en primer lugar la apertura en el
muro septentrional del tercer tramo de la nave de un nicho cuadrado ligeramente
saliente en planta y de escasa altura cuya función es la de albergar la pila
bautismal.
En el arranque de la bóveda de cañón sobre el
baptisterio se grabó la siguiente inscripción: “ESTA OBRA FUE ACABADA/ EN LA
ERA DE MILE CCCC E XXXX/ E VIII ALEONSO : ERS : EPO GARCIA/ CLERIGOS E LOS
BUENOS ONBRES/ DESTE CONCEIO FEZIEROMES”, lo cual nos da una datación
segura de 1448 para esta estructura.
Entre mediados y finales de dicha centuria se
añadió la sacristía cuadrada adosada al muro meridional del presbiterio. Quizá
lo que hoy podemos contemplar sólo sea parte de un proyecto más ambicioso. Tal
suposición se basa en la presencia de una nervatura apuntada embutida en el
paramento occidental de la sacristía, en la disposición de los contrafuertes
que ciñen la bóveda de crucería que la cubre –los dos orientales angulares y el
occidental perpendicular al muro sur– y en la misma riqueza decorativa de la
estructura. Ello hace pensar en un proyecto de capilla con dos tramos, el
segundo de los cuales, no realizado, avanzaría hasta el antecuerpo de la
portada. En cualquier caso, la construcción de la actual sacristía es
contemporánea de la remodelación de la portada, con el añadido del friso que
corona el antecuerpo, y posiblemente también de la erección del atrio,
soportado por dos pilares exentos de sección poligonal.
Una ventanita apuntada y ajimezada con
tracerías caladas se abre en el muro meridional de la sacristía, que
reaprovecha en la cornisa del lado este el alero y varios modillones románicos.
En un momento indeterminado del siglo XVIII se
añadió la caja adosada al paramento oriental de la espadaña, que combina la
cantería con la fábrica de adobe y entramado. Igualmente se añadieron las bolas
que decoran el remate en piñón de la espadaña. Por último, una inscripción
grabada en la viga data la cubierta del atrio en 1834. Modernos son también el
coro alto que ocupa el primer tramo de la nave así como varios vanos
adintelados abiertos en el hastial y ábside.
Como en lo constructivo, dos son las campañas
decorativas principales presentes en la iglesia.
La primera, de inicios del siglo XIII, responde
fielmente al modelo de románico rural cronológicamente retardatario y
ampliamente representado en el norte de Castilla.
Los capiteles de la nave muestran bien esa
vacilación entre lo románico aún latente y lo gótico todavía no establecido en
ámbitos marginales, componiéndose su repertorio de tacos, piñas, sogueados,
esquemáticos acantos, flores de lis y hexapétalas, vástagos y un tosco
crucificado. Los capiteles del arco de triunfo presentan astrágalo sogueado y
decoran sus cestas con máscaras humanas bajo los caulículos, entre una hilera
de hojas lisas con rosetas inscritas el del lado de la epístola y representando
los brazos el del evangelio. Sus ábacos son lisos.
Los capiteles del arco de triunfo presentan
astrágalo sogueado y decoran sus cestas con máscaras humanas bajo los
caulículos, y representando los brazos el del evangelio. Sus abacos son lisos.
Las ventanas de la cabecera muestran similar
estructura: saetera abocinada, arco decorado sobre columnas acodilladas y
chambrana moldurada. La abierta en el eje decora sus capiteles con secos y
esquemáticos acantos que acogen pomos en sus puntas, el arco se orna con una
fina hilera de tetrapétalas y la chambrana con seis filas de billetes. A la
altura de los cimacios corre por todo el exterior del tambor absidal una
moldura decorada con friso vegetal de hojas entre tallos ondulantes. En la
ventana del tramo sur del presbiterio el arco recibe un friso de geometrizados
acantos y la chambrana un sencillo baquetón.
En el interior del edificio se conservan dos
piezas del mobiliario litúrgico contemporáneas a la fundación de la iglesia: la
mesa de altar protogótica decorada con una greca de animales fantásticos entre
follaje que brota de máscaras humanas coronadas y la pila bautismal conservada
en la capilla abierta a tal efecto en la nave. Troncocónica invertida, sus
dimensiones alcanzan aproximadamente un metro de altura y 1,10 m de diámetro.
Su única decoración consiste en una cenefa entrelazada con temas de contario
enmarcando una serie de sencillos motivos florales.
La portada meridional presenta arco apuntado
liso y cuatro arquivoltas molduradas con sucesión de medias cañas y boceles. La
chambrana recibe decoración de retícula romboidal, la misma que al interior
decora el arco de triunfo. Reposan las arquivoltas en cuatro parejas de
columnas acodilladas con sumarios capiteles vegetales de hojas lisas de bordes
vueltos y baya central. Los modelos vegetales de San Andrés de Arroyo, a la
jurisdicción de cuya abadesa pertenecía la villa de Pisón, encuentran aquí un
tosco reflejo.
Portada románica de la iglesia de la
Asunción (siglo XIII) fue coronada con un friso gótico a finales del siglo XV.
En la rica serie de canecillos de la cornisa se
combinan los románicos, principalmente en el ábside, presbiterio y muro norte
de la nave. Algunos son figurados, con aves o leones devorando pequeños
cuadrúpedos, prótomo de león, acróbata, músico tocando el salterio,
personajillos portando libros o en actitud de reflexión, etc.; otros vegetales
(piñas, acantos) y otros simplemente geométricos (rollos, casetones) o lisos
(nacela, proa de nave). En la sacristía gótica se aprovechan siete de los canes
románicos, seis en el muro oriental y otro sobre el contrafuerte occidental.
Fruto de la campaña decorativa tardogótica son
los relieves del apostolado que corona el antecuerpo de la portada. Vemos aquí
a los doce, particularizados por sus atributos, sobre peanas con figuras de
profetas y bajo doseles. Centra la composición un Pantocrátor con el
Tetramorfos cuya peana acoge una pareja de ángeles volanderos sosteniendo un
escudo con la tiara papal. El origen iconográfico y compositivo del friso se
encuentra en la fachada de Santiago de Carrión de los Condes, donde se elabora
una fórmula original, adoptada y repetida con escasas variantes en las portadas
románicas tardías de Moarves de Ojeda (Palencia), Zorita del Páramo (Palencia),
Santibáñez-Zarzaguda (Burgos) o Mimizan (Landes, Francia), así como en
conjuntos ya claramente góticos como Villalcázar de Sirga, Traspeña o Pisón de
Castrejón.
Del mismo taller que labró el friso son las dos
representaciones de obispos sobre peanas con ángeles músicos que se sitúan en
las enjutas de la portada, así como el relieve de la misa de san Gregorio de la
sacristía. Según Julia Ara, ambos conjuntos son atribuibles al taller palentino
de Alonso de Portillo, escultor activo en el último tercio del siglo XV y
primeros años del XVI, y al que se le adjudican entre otras obras varios
sepulcros (Covarrubias, catedral de Palencia, San Miguel de Aguilar de Campoo, Barrio
de San Pedro, Villadiezma), cruces (Espinosa de Villagonzalo, Traspeña) y
portadas (Traspeña y Pisón).
El retablo pétreo de la sacristía de Pisón
representa el tema de la misa de san Gregorio. La composición se enmarca entre
pináculos y bajo arco conopial decorado con cardina y en ella vemos a Gregorio,
santo y papa, arrodillado ante la aparición de Cristo, sobrevenida mientras se
encontraba celebrando la misa.
La parte superior del relieve muestra los
instrumentos de la Pasión, desde el beso de Judas, columna y látigos de la
flagelación, gallo de la negación de Pedro, túnica, dados, corona de espinas,
clavos, martillo, escalera y lanza. En la parte inferior y describiendo una
diagonal asistimos a la plegaria del cortejo de cardenales y orantes (bajo los
cuales se grabó la inscripción “San MARTIN”) que acompañan a san
Gregorio, postrado éste ante la imagen de Cristo saliendo del sepulcro. Una
imagen de san Miguel alanceando el dragón corona el conjunto, flanqueado por
otras dos con los obispos Munio y Nicolás, identificados por sendas
inscripciones en sus peanas. Estas se decoran con los escudos de armas de los
Mendoza (con las diez panelas que les corresponden por su señorío de
Castrojeriz) y los Velasco. Siempre según Julia Ara, el retablo fue encargado
por el señor de Castrejón, Pedro Fernández de Velasco y por su esposa Mencía de
Mendoza, cuya familia contribuyó a la reedificación de la iglesia de la Santa Cruz
de Roma, marco del milagro de San Gregorio. Bajo el relieve corre una larga
inscripción, parcialmente recogida por Navarro, en la que se relata el hecho
representado y se informa de las indulgencias confirmadas por el papa Clemente
VI, que se conceden a quien de rodillas orase ante él.
Al exterior, sobre la ventana del muro
meridional de la sacristía e inserta en una hornacina apuntada, aparece una
fina Virgen con el Niño bastante deteriorada.
En 1939 Rafael Navarro recogía la presencia en
la iglesia de una cruz procesional gótica, cruz que, como el resto de los
objetos de valor que poseía el edificio, no escapó a la codicia de los
ladrones. Realizada en cobre y con placas esmaltadas, era del tipo de brazos
flordelisados frecuente en la zona burgalesa y del norte palentino durante los
siglos finales de la Edad Media (Corvio, Traspeña, Rebolledo de la Torre,
etc.). La iconografía descrita por Navarro es la frecuente en este tipo de
piezas: Calvario (Cristo, Dimas y Gestas) con las figuras de la Virgen y San
Juan, ángel turiferario en la parte alta y resurrección de Adán en la baja.
Iglesias románicas al norte de la
comarca, en las proximidades de Cantabria
San Salvador de Cantamuda
La localidad de San Salvador de Cantamuda se
encuentra ubicada al norte de la provincia, en la comarca conocida como La
Pernía, una de las zonas geográficamente más accidentadas y atractivas de
Palencia, muy cercana ya a las tierras cántabras del valle de Liébana. La
iglesia se encuentra en un sector relativamente aislado respecto al núcleo
urbano y frente al desvío de la carretera que asciende hasta la abadía de
Lebanza. Fue declarada Bien de Interés Cultural por la Junta de Castilla y León
el 12 de marzo de 1993.
La zona del valle de La Pernía, cuyo centro más
importante y cabeza de municipio es precisamente San Salvador, perteneció
–según señala Pérez Mier– al antiguo señorío episcopal palentino desde 1123,
año en el que Alfonso VII concedió al obispo de Palencia el señorío
eclesiástico de Polentinos y la iglesia de San Salvador. Desde ese momento, la
dignidad episcopal palentina se intituló conde de este territorio. La comarca
formó parte de la primitiva línea divisoria fronteriza entre el condado de
Castilla y el reino de León. García Guinea considera –en base a documentación
que hace alusión directa a núcleos de esta zona muy cercanos a Cantamuda– que
esta cuenca alta del Pisuerga fue una de las primeras adquisiciones de la
Reconquista, repoblada durante el reinado de los primeros reyes de Asturias, a
principios del siglo IX. Hasta 1123 la iglesia fue de patronato real, ésta
había sido fundada por la condesa castellana doña María Elvira, mujer del conde
Rodrigo Guntis y sobrina de Fernando I que allí eligió sepultura. En el último
cuarto del siglo XII (1181), el monarca Alfonso VIII ratificó la donación al
obispado de Palencia –cuyos designios regía por aquellos momentos el obispo don
Raimundo, tío quizás del mismo rey– del entonces monasterio de San Salvador.
En una bula de Inocencio IV (1245), se autoriza
al infante D. Enrique a poseer de forma simultánea varios beneficios y le
autoriza a recibir –entre otros– “la iglesia de Cantamuga”.
Que Cantamuda (hasta el siglo XVI denominada
Campo de Muga) era un núcleo de cierta relevancia a finales del siglo XV, lo
confirma el hecho de que los canónigos palentinos decidieran erigir allí (hacía
1478) la colegiata de Pernía. En 1185, Alfonso VIII confirma a Alferico, por
entonces obispo de Palencia, la posesión del monasterio. Otras confirmaciones
aparecen en 1186, 1256 y 1344. En el siglo XV el papa Sixto III (1478) decretó
la dignidad abacial.
Iglesia de San Salvador
La iglesia de San Salvador es uno de los
templos románicos palentinos con mayor unidad arquitectónica y, al parecer, no
sufrió a lo largo de los siglos ningún añadido que modificase su estructura
inicial a no ser la restauración del ábside de la epístola, que se realizó
durante los últimos años y la construcción de un pórtico en el muro meridional
hacia la segunda mitad del siglo XVI, que, por otra parte, no afectaron al
edificio románico.
La planta es de cruz latina, una sola nave,
crucero y tres ábsides, el central más alto y ancho. Se utilizan en sus muros
sillares de diversos tamaños y en algunos casos mampostería, como en la
torrecilla cilíndrica occidental. El ábside mayor, al exterior, es de traza
semicircular y algo peraltado en planta. Tiene dos cuerpos separados por
imposta simple, el inferior lleva dos contrafuertes prismáticos sobre los que
apoyan basas para fustes geminados que recorren todo el segundo cuerpo y
sostienen capiteles en línea con los canecillos de la cornisa. En cada una de
las calles que configuran estos altos fustes pareados se abre una ventana que
se manifiesta al exterior con una simple aspillera con arco de medio punto.
Los ábsides laterales se colocan apoyándose en
el ábside mayor y en los muros orientales de los brazos del crucero. Carecen de
contrafuertes y sólo llevan una aspillera para dar luz al interior. Tienen
también canecillos sencillos en su cornisa.
Los brazos del crucero, a la misma altura que
el ábside mayor, apoyan sobre los muros más salientes de una aparente linterna
que carece de vanos, y resulta la manifestación externa de los componentes que
sostienen y estructuran la bóveda de transepto. Tanto los brazos del crucero
como los muros exteriores de este transepto se coronan con cornisa sostenida
por canecillos de variada composición, zoomórfica y humana aunque predominan
los de simple caveto.
Los hastiales norte y sur del crucero llevan
ventanas. La del lado sur es de organización típicamente románica, con
guardapolvos de puntas de diamante y una arquivolta abocelada que apoya sobre
cimacios de cordón o sogueado y capiteles de entrelazos gruesos con perlado, el
izquierdo, y gran cabeza cortada entre hojas estilizadas, el derecho. La
ventana del brazo norte ha sido modificada en época moderna.
Al oeste de la iglesia, y sobre el muro del
hastial, se alza una elevada espadaña de tres cuerpos, sin escalonamiento y
ático en frontón triangular. El primer cuerpo, que ocupa la mitad prácticamente
de toda la altura, lleva un gran arco rehundido, muy alto y apuntado, a modo de
arcosolio, que enmarca una pequeña puerta, también apuntada y con guardapolvos
moldurado. En lo alto aparece otra ventana muy semejante a ésta. El segundo
cuerpo de la espadaña lo ocupan los dos vanos inferiores de campanas, con sus
guardapolvos moldurados, sencillos, y arco de medio punto que apoya sobre
capiteles de entrelazos y hojas estilizadas. Un fuste del ventanal derecho
esculpe una cabeza cortada masculina. El tercer cuerpo repite otros dos vanos
campaniles, semejantes a los del segundo y colocados inmediatamente por encima
de éstos. Sus guardapolvos y arcos invaden gran parte del frontón con el que
acaba la espadaña.
Interesante es la torrecilla, ya citada, que en
forma cilíndrica asciende –adherida a la espadaña– hasta el nivel del tercer
cuerpo. No sabemos si es restauración de otra anterior románica, pero más nos
inclinamos a creer que sea pieza arquitectónica añadida a la fábrica de la
iglesia en el siglo XVII ya que documentalmente nos consta que en 1607 se
pagaron a Juan de Perdillo “veintiocho reales por hacer la escalera del
campanario”.
El muro meridional de la nave, hasta el
crucero, está hoy ocupado por un pórtico con arcaduras de medio punto que
también –como ya dijimos– es obra del XVI. En este muro meridional se abre otra
puerta, sencilla, de arco apuntado, guardapolvos y arquivolta de bolas en
escocia y baquetón.
La arquitectura interior es reflejo directo de
la exterior. La nave, de dos tramos, se cubre con bóveda de cañón apuntado, con
fajones que apoyan sobre capiteles-ménsulas en el más occidental y sobre
capiteles que apoyan en semicolumnas en aquel que da paso al transepto. Éste se
cubre con bóveda de crucería de plementería muy marcada, haciéndolo los brazos
del crucero, como la nave, con cañones apuntados, tal como son, también, los
arcos torales que cargan sus capiteles sencillos en semicolumna.
La cabecera está formada por los dos ábsides
laterales que se abren a los brazos correspondientes del crucero por medio de
arcos apuntados y doblados que apoyan en columnas pareadas.
La capilla mayor tiene un presbiterio profundo
(con bóveda apuntada) y un ábside semicircular dividido en tres calles por
cuatro columnas de medios fustes y capiteles decorados. De éstos parten cuatro
nervios prismáticos, muy resaltados, que refuerzan la bóveda de horno formando
un sistema de gallones. Aunque no es frecuente en lo románico, se ve en algunas
iglesias como Bujedo de Juarros, San Juan de Ortega y Villaconancio; para
García Guinea “esta utilización de gallones absidales es de procedencia
cisterciense, generalización de la ojiva, pues en San Andrés de Arroyo vuelve a
repetirse esta organización con esbeltez y riqueza pre-gótica”.
Las ventanas, tanto del ábside mayor como de
los laterales, que al exterior aparecían como simples aspilleras, se muestran
en el interior, cerrando el abocinamiento, con enmarques de columnas sobre las
que cargan capiteles decorados y arcos con arquivoltas de baquetones y medias
cañas. El alféizar del abocinado (en las del ábside principal) se dispone en
escalones que van disminuyendo de tamaño conforme se acercan a la aspillera
exterior.
Disposición interesante en el alzado de la
iglesia es un pasillo que comunica el presbiterio de la capilla mayor con los
ábsides laterales y que ya se aprecia en edificios románicos de vieja
cronología, como San Pedro de Arlanza, además de la Catedral Vieja de Salamanca
o el monasterio de Retuerta (Valladolid).
La planta de San Salvador parece repetir, con
variaciones, el sistema visto en Santa Eufemia de Cozuelos y San Andrés de
Arroyo, destacando sobre todo la clara separación que existe en San Salvador
entre los elementos sustentantes y los sustentados, es decir, entre muros y
bóvedas, perfectamente separados e individualizados por medio de una imposta
corrida que recorre toda la línea de paramentos de la iglesia. El tipo de
abovedamiento del ábside mayor no está lejos del que tiene la colegiata leonesa
de Arbas, o del que aparece en las sorianas de San Juan de Rabanera o Perdices.
En general, las manifestaciones escultóricas
que decoran los elementos arquitectónicos de San Salvador son muy sencillas,
relativamente toscas y casi todas vegetales. Si bien existen algunos capiteles
y canecillos animalísticos o con representaciones humanas, no que se puede
hablar de composiciones iconográficas. Aunque la abundancia de elementos
florales nos aproxima al gótico, aún permanece en cuanto a formas, volúmenes y
sentido, un espíritu tradicional románico.
Donde más abunda la talla de elementos
decorativos es en la capilla mayor, en uno de sus capiteles aparece la
representación de una pareja de bueyes sobre fondo de vástagos vegetales que
recuerda mucho a otro capitel semejante de la iglesia de Bareyo (Cantabria), si
bien la elegancia de los animales es mucho mayor en el ejemplar montañés. Otro
capitel lleva, igualmente enfrentados, a dos caballos separados por arquillos y
formas serpentiformes. Los de las tres ventanas del ábside se esculpen con
entrelazos, aves afrontadas, roleos con frutas, esquemáticos acantos en
espiral, tréboles, panales, etc., todos ellos los mejor tallados y perfectos de
la iglesia. En los ábsides laterales destacan los capiteles dobles de las
columnas geminadas, trabajados con piñas, hojas variadas entre vástagos, rudos
acantos, espirales, etc.
El resto de los capiteles de la iglesia son de
vegetales estilizados, de decidido aspecto gótico, algunos con hojas en la
parte alta de la cesta y otros con grandes flores a modo de tréboles en su
centro.
En
el coro nos encontramos este sencillo capitel que representa dos parejas de
animales (¿leones?) afrontados.
Capitel
de la capilla mayor que lleva, igualmente enfrentados, a dos caballos separados
por arquillos y formas serpentiformes.
Un buen conjunto decorativo lo forman las mesas
de sus altares que están soportadas por columnas con capiteles semejantes a los
del resto del templo, si bien los fustes aparecen completamente cubiertos con
diversos tipos de hojarascas, tramas geométricas y flores. Estos altares son un
elemento enormemente original de la iglesia, aunque desconocemos si son todos
originales pues en el Libro de Cuentas de la iglesia de 1607 consta el pago a
un tal Pedro de Agüera porque “asientó las aras en los altares de San Miguel
y Nuestra Señora”. Decoración de flores rehundidas tienen también las
dovelas de los nervios que cubren el transepto. Destacando también la clave de
ellos con una gran rosácea de doce pétalos.
Como resultado de unas obras de cimentación
realizadas en la iglesia hacia 1970, apareció en el presbiterio una lauda
sepulcral de piedra caliza (de 1 × 0,50 × 0,20 m), con su correspondiente
inscripción y una tosca decoración con arcos de herradura y grecas. Enríquez de
Salamanca atribuye la pieza al maestro de Lebanza (sic.), si bien se trata de
una lauda de carácter aislado, con tipos escriturarios claramente mozárabes y
similar a otra depositada en el lapidario de Santa Eufemia de Cozuelos y
cronología altomedieval. Hasta el momento no existe un estudio detallado de la
misma. Aparece ubicada en la actualidad junto a la pila bautismal de los pies.
Lauda
sepulcral de piedra caliza
San Cebrián de Mudá
La localidad de San Cebrián de Mudá se sitúa a
unos 13 km al noreste de Cervera de Pisuerga, a 1.040 m de altitud. La iglesia
de San Cornelio y San Cipriano se encuentra al sureste de la Plaza Mayor, sobre
una pequeña elevación desde el lado noroeste por una larga escalinata. Está
litúrgicamente orientada y rodeada por una necrópolis oculta, a excepción de
algunas tumbas de lajas puestas al descubierto, fruto de las remodelaciones que
ha sufrido el entorno del templo.
Apenas se conocen referencias históricas sobre
el lugar en el que se asienta hoy el pueblo. En 1228, aparece reflejada en la
documentación la primera compra realizada por el monasterio de Aguilar de una
propiedad de San Cebrián de Mudá. En 1250, 1251, 1281, 1283 son asiduas las
compras de propiedades de particulares realizadas por la casa aquilarense. En
el Libro Becerro de las Behetrías (1352), San Cebrián aparece en su mitad como
lugar de abadengo, perteneciente al monasterio de Santa María la Real y la otra
mitad como lugar de solariego, perteneciente a Pedro Royz, a Pero Royz y a
Iohan Ferrández.
Iglesia de San Cornelio y San Cipriano
La iglesia de San Cornelio y San Cipriano es un
edificio de una nave rectangular, portada abierta en el muro sur, espadaña a
los pies y cabecera cuadrangular de mayor altura que la nave, construida en el
siglo XV.
La fábrica del templo se levanta casi en su
totalidad con piedra de sillería arenisca rojiza, probablemente extraída de una
cantera próxima. También se empleó arenisca blanca en el ventanal del muro del
hastial, parte superior del pórtico y algunos canecillos.
La entrada a la iglesia se efectúa mediante una
portada románica engastada en el muro meridional de la nave. Se encuentra
protegida por un pórtico con cuatro arcadas, dos de ellas cegadas. Se compone
de arco apuntado rodeado de tres arquivoltas molduradas con medias cañas que
descansan sobre cimacios lisos cuyas esquinas se decoran con pequeñas
cabecitas. A la derecha del pórtico, se abre una saetera entre los dos
contrafuertes que soportan el empuje de los arcos fajones del interior.
En el muro del hastial occidental se levanta
una bella espadaña románica configurada en tres niveles con dos impostas que
señalan el cambio de cuerpo. En el tramo inferior, se abre un vano de medio
punto con arquivoltas decoradas con puntas de diamante y billetes. El tramo
intermedio alberga las campanas en dos troneras y el tramo superior tiene el
característico remate a piñón, en el cual se abre el campanil. Su acceso es
posible desde una escalera adosada en el muro norte.
El edificio sufrió como otras muchas iglesias,
reformas y añadidos que han alterado sensiblemente su aspecto originario. Las
primeras modificaciones se centran en la capilla mayor, en su origen
posiblemente cubierta por una sencilla bóveda de crucería, semejante a la de
San Pedro ad Vinculam de San Felices de Castillería. La reforma sustituyó la
cubierta original por una complicada bóveda de crucería estrellada gótica. La
fecha de inicio de esta reforma se desconoce, aunque puede ser más o menos
coetánea de las pinturas murales que decoran la iglesia. Por los mismos años es
posible que se adosara al muro norte la sacristía. En una fecha bastante
posterior –hacia el siglo XVIII– se construyó el pórtico.
Por su parte, la nave se cubre con una bóveda
de cañón apuntado soportada por varios arcos fajones que apoyan a su vez sobre
columnas adosadas a los muros.
La decoración escultórica del edificio refleja
tanto la campaña románica como las modificaciones operadas en época gótica. En
el interior del templo la decoración románica se centra en los diez capiteles
de la nave, siendo sólo ocho visibles, ya que los restantes se encuentra
ocultos por los retablos laterales barrocos.
Tres de estos capiteles representan motivos
figurados. El primero, situado en el lado del evangelio, presenta un personaje
bajo arquillo (algún autor ha hablado aquí del tema de la Resurrección de
Lázaro). El segundo y el tercero, situados en el lado de la epístola,
representan uno a un guerrero alanceando leones y los otros dos personajillos
vestidos con ropas talares, en actitud de bendecir el central y una hoja lisa
con bola en su punta. Por lo que se refiere a los restantes capiteles,
presentan motivos vegetales de hojas polilobuladas y lanceoladas, ramos de
hojas partidas, hexapétalas, representaciones fálicas, etc.
La decoración gótica –mediados del siglo XV– se
desarrolla en los capiteles del arco triunfal y las ménsulas de la capilla
absidal, aunque la iconografía de estas últimas ostenta clarísimas
reminiscencias románicas: águila con las alas explayadas, figura humana y
serpiente, figura humana con los brazos alzados en actitud de oración y águila
mordiendo la cabeza de una liebre.
En cuanto al exterior, el máximo interés
artístico se localiza en la portada y canecillos.
La portada se organiza en torno a un arco
apuntado, alrededor del cual se disponen tres arquivoltas decoradas con puntas
de diamante y medias cañas. Las arquivoltas descansan sobre tres parejas de
columnas acodilladas, la central en realidad una semicolumna tallada en la
arista de la jamba. Los capiteles, todos muy similares, muestran decoración
vegetal de esquemáticas palmetas cruzadas, casi rudos helechos compuestos de
alargadas hojas lobuladas de acusado nervio central con sencillos caulículos
superiores, del tipo visto en San Cebrián de Mudá, Barrio de Santa María, Rueda
o Vergaño, haciéndonos pensar en la existencia de un taller local que trabajó
ampliamente en la región, influenciado por la herencia del magnífico atrio de
Rebolledo de la Torre (Burgos).
A lo largo de la cornisa de la nave y capilla
absidal, nos encontramos con canecillos lisos y otros decorados con motivos
geométricos, vegetales y figurativos (un hombre y una mujer vestidos con larga
túnica y cogidos de la mano, dos personajes de perfil, un águila, un león, un
cánido, un cerdo, un cáprido, etc.).
Las pinturas de San Cebrián de Mudá, realizadas
al temple, poseen un carácter eminentemente popular y están en la órbita del
denominado maestro de San Felices, activo en varias iglesias del norte de
Palencia y sur de Cantabria. Se sitúan en el muro del evangelio, en el muro de
la epístola y en el muro absidal y datan de finales del siglo XV.
En el muro del evangelio, en la zona más
cercana a la capilla mayor han conseguido rescatarse recientemente esta escena
(junto a un San Cristóbal) que representa en dos registros superpuestos la Misa
de San Gregorio y debajo tres santos: Santa Catalina de Siena, San Sebastián y
San Agustín.
Pinturas lado del evangelio
Las pinturas de este muro están igualmente
concebidas a modo de un gran retablo, separadas por una tracería fingida en
grisalla como la del muro absidal. muro absidal. Son cinco escenas distribuidas
en tres cuerpos superior, tres en el medio y una en el inferior. Es de notar
que todas ellas nos casos de manera muy burda, en el siglo XVIII, no obstante
el repinte si bien afecta a las figuras en gran medida, no afectó a los temas
de las escenas originales.
La Oración en el Huerto de Getsemaní es la
escena que ocupa todo el primer cuerpo, tiene un enmarque apuntado, adaptándose
así a la forma del muro.
La primera escena del cuerpo medio es compleja
de definir en el tema que representa, sus personajes están totalmente
repintados y es probable que el tema original que debía representar a Cristo
ante Pilatos se transmutara en el que creemos es, Judas recibiendo la
recompensa por la traición.
La Flagelación ocupa el lugar central del
cuerpo medio.
Cristo camino del Calvario es la última escena
de este cuerpo.
La Santa Cena ocupa todo el cuerpo bajo a modo
de friso. Con respecto a los alimentos y el menaje que aparecen sobre la mesa
en una perspectiva abatida, muy descriptiva.
Más abajo del blanco mantel que configura la
mesa, se extiende un amplio friso de losanjes góticos en grisalla, de un metro
y medio de altura, similar al que se utiliza para la tracería de enmarque de
las escenas.
Desde donde acaba la decoración de losanjes y
hasta el suelo, a lo largo de todo el muro, corre un zócalo decorado con
motivos geométricos, a modo de sillares facetados en tres colores diferentes,
colocados a tizón en planos escalonados. Este tipo de decoración geométrica, de
gran efectismo óptico por su volumetría, responde a una clara tradición
románica.
El retablo mayor, ya renacentista incluye en el
centro dos esculturas de los patronos de la iglesia, en el centro una pintura
de San Cipriano y en las calles diversas pinturas, pensamos que ya barrocas
sobre la vida de la Virgen, que también aparece en escultura en el centro del
retablo. Arriba el calvario.
En esta fotografía se puede ver a la derecha de
la misma, en la nave de la epístola, las dos pinturas que no veíamos en la foto
anterior: Miguel pesando las almas luchando con el demonio y encima la
Visitación.
Pinturas de la bóveda
La reforma sustituyó la cubierta original por
una complicada bóveda de crucería estrellada gótica. La fecha de inicio de esta
reforma se desconoce, aunque puede ser más o menos coetánea de las pinturas
murales que decoran la iglesia, es decir a fines del XV.
Las pinturas de San Cebrián de Muda, realizadas
al temple, poseen un carácter eminentemente popular y están en la órbita del
denominado maestro de San Felices, activo en varias iglesias.
La gran bóveda de terceletes que cubre todo el
espacio de la cabecera fue desencalada en campaña de restauración en 1993, y
las pinturas afloraron por toda la superficie de la misma, incluidos los
nervios.
Estos nervios diagonales, terceletes y
ligaduras, dividen el casco de la bóveda en dieciséis espacios en forma de
triángulos escalenos, resultando cuatro plementos en cada sector de la
crucería. Todos ellos están decorados según el siguiente esquema: una grisalla
de dientes de sierra contrapeados bordea el triángulo y forma un círculo
tangente a ellos; de los tres espacios resultantes, el central circular se
decora con un busto, y los otros dos, triangulares, con motivos de tracería
flamígera en color ocre para contrastar con la grisalla.
Los nervios están igualmente decorados con
dragones afrontados. Los arranques de cada nervio en sus dos extremos tienen
una decoración de escamas que terminan con unas fauces abiertas y enfrentadas.
Sin duda lo más interesante de la bóveda son
los dieciocho bustos que representan figuras proféticas. Todos menos uno son
varones y están individualizados por el color de sus ropas, sayas y jubones, y
por sus tocados, bonetes, gorras. Alguno aparece descubierto y todos, excepto
dos ancianos, uno de ellos barbado, son jóvenes con melenas propias de la moda
de finales del siglo XV e imberbes. Unos portan un libro, abierto o cerrado, o
bien una filacteria en las que no aparece inscripción alguna, salvo una excepción.
Su actitud afianza la idea de que se trata de
profetas. Entre estas figuras está la de la única mujer representada
posiblemente la sibila Eritrea.
Pinturas del lado de la epístola
Se organiza como los anteriores a modo de gran
retablo, aunque la apertura del gran óculo, descentrado con respecto al del
muro, le resta espacio decorativo. Las escenas se disponen también en tres
cuerpos, si bien los encuadramientos no son tan regulares y simétricos como en
los otros muros debido al descentramiento del gran óculo, y también a la
presencia de figuras de santos que no constituyen propiamente una escena y
necesitan un menor espacio.
Las tres únicas escenas representadas son
complementarias del ciclo de la Infancia del muro absidal, y dos de ellas se
disponen como continuación de la última del cuerpo bajo de ese muro, esto es,
de la Matanza de los Inocentes. La otra escena, en el cuerpo medio, queda
coherentemente por el tema, la Visitación, dispuesta más cerca de la primera
escena del ciclo, que es la Anunciación. Como en los otros muros una pintura de
grisalla con motivos de dientes de sierra contrapeados, bordea los enmarques de
las escenas y el perfil del óculo como una tracería.
En el cuerpo superior se disponen cinco
registros, los dos de los extremos tienen forma de luneto y en su interior
están decorados en grisalla con una tracería flamígera, igual que los dos
lunetos vistos en el muro absidal.
Entre ellos se disponen los otros tres
registros con imágenes de tres santas mártires de gran devoción popular en la
época gótica, en especial en el siglo XV: Santa Apolonia, Santa Catalina de
Alejandría y Santa Bárbara. En esta foto no vemos la Visitación ni San Miguel
con la balanza en la mano, y luchando con el demonio, al cual tiene bajo sus
pies, tapados por el retablo adelantado, pero si a Santa Lucía y Santa Águeda
constituyen el tema del último registro del cuerpo medio. Aparecen en pie,
afrontadas y en actitud de diálogo. Ambas portan la palma del martirio y sus
símbolos parlantes, los ojos y los pechos sobre una bandeja, alusivos a sus
respectivos martirios.
En los últimos registros del cuerpo bajo se
representan separadamente dos secuencias del tema de la Huida a Egipto'. En la
primera, situada bajo el gran óculo y casi totalmente perdida, puede adivinarse
la figura de un segador con la hoz en una mano y un haz de espigas en la otra
mano, al fondo, unas casas de la ciudad.
En el siguiente registro aparece José llevando
del ronzal a la borriquilla, sobre la que María lleva en brazos al Niño fajado,
a través de un campo desértico.
Durante los trabajos de restauración
emprendidos por el Centro de Estudios del Románico de Aguilar de Campoo en 1992
apareció un fragmento de inscripción con la leyenda “...ERA MIL CCC LX
VII...”, perteneciente quizá a una sepultura y reaprovechada como losa de
escalera. Se localizaron además dos pequeños fragmentos de la cabeza de un
yacente.
Bajo un arcosolio en el lado norte de la nave
aparece una sencilla pila bautismal de cronología medieval (hacia el siglo
XIII). Está realizada en piedra arenisca gris, tiene forma semiesférica
invertida y está decorada con lengüetas en las esquinas de su basa
cuadrangular.
Son ciertamente interesantes también las
alguazas que adornan las puertas y que parecen datar de época gótica.
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