Románico en el Bajo Carrión y Ucieza
Manquillos
La pequeña localidad de Manquillos se encuentra
situada en la vega del Carrión, entre San Cebrián de Campos y Villoldo, a 31 km
al norte de Palencia. La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción está ubicada
en el extremo sureste del casco urbano, limitando al norte con un descampado,
por el sur con el cementerio, por el este con un pequeño camino de tierra y por
el oeste con el río.
Pocas noticias han llegado hasta nosotros sobre
la historia de Manquillos. Por su situación es posible que sus orígenes se
remonten al siglo X momento en que se lleva a cabo la repoblación de la zona de
Campos y Monzón. Según el Libro Becerro de las Behetrías, a mediados del siglo
XIV era lugar solariego de don Nunno, de Pedro Ruiz de Villegas y de la Orden
de San Juan de Jerusalén. Pascual Madoz recogía una tradición según la cual la
iglesia de La Asunción había sido “convento de Templarios”, aspecto que
hasta el momento carece de apoyo documental. Es posible que esta noticia venga
motivada por la dependencia administrativa de la villa respecto a la orden
sanjuanista, a menudo confundida con la del Temple. El mismo autor señala la
existencia de una ermita bajo la advocación de san Clemente ubicada junto a la
parroquia.
Iglesia Nuestra Señora de la Asunción
La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción es
uno de los escasos templos románicos de nave dúplice que se conservan en la
provincia de Palencia.
Se trata de una construcción levantada en
sillares de piedra caliza cortados regularmente.
En planta se presenta como un edificio de dos
naves de diferente anchura, de tres tramos cada una, separados por arcos
apuntados que descansan sobre pilares cruciformes.
La cabecera está formada por dos ábsides
semicirculares precedidos de tramo presbiterial muy desarrollado.
La nave principal se cubre con bóvedas de
arista revocadas de yeso y la capilla mayor con bóveda de horno en el testero
–oculta tras el retablo– y cañón apuntado en el presbiterio. El arco triunfal
está soportado por dos medias columnas con capiteles lisos y basas con
lengüetas colocadas sobre un pequeño zócalo que debía recorrer probablemente la
parte inferior de los muros de la cabecera. Hoy sólo queda a la vista una
pequeña parte, pues el resto permanece oculto bajo las gradas de acceso al
presbiterio y la tarima.
La nave menor experimentó una serie de reformas
en época posmedieval que dieron lugar a la compartimentación que presenta en la
actualidad. De esta manera, el espacio correspondiente al ábside quedó
convertido en la sacristía que comunicaba con la capilla mayor a través de un
arco apuntado que luego fue en parte cegado. El primer tramo de la nave pasó a
desempeñar la función de capilla baptisterio, mientras que el segundo se
transformó en vestíbulo de entrada y el tercero en un cuarto trastero donde se
aloja también la escalera de acceso al coro alto. Estas estancias reciben
bóvedas de arista salvo la sacristía que adopta una solución idéntica a la de
la capilla mayor.
En el exterior, la cabecera dúplice se articula
verticalmente mediante cinco columnas adosadas elevadas sobre alto podio y
coronadas por capiteles lisos que llegan hasta la cornisa. Abrazando todo el
perímetro absidal se extiende una gruesa imposta decorada en la parte inferior
con una banda en forma de zigzag. En el eje de ambos ábsides se abren sendas
ventanas de medio punto flanqueadas por columnillas con capiteles y cimacios
esculpidos que responden a un estilo bastante tosco y popular, prueba evidente del
trabajo de un taller de canteros locales más preocupados por el sentido
ornamental que por cuestiones de carácter estético.
El capitel izquierdo de la ventana del ábside
mayor se decora con un motivo de entrelazo perlado que alberga botones,
semejante al que aparece en algunas cestas de San Salvador de Cantamuda,
Tablares y Paredes de Monte, mientras que el derecho figura una sirena de doble
cola que separa con ambas manos. Las cestas del ábside menor muestran sencillos
crochets y cimacios lisos.
En el muro sur hay otros dos vanos, uno en el
muro del presbiterio y otro en el de la nave. Se componen de arquivolta de fino
baquetón y chambrana abiselada, excepto el ventanal de la nave que es
simplemente abocinado. Los capiteles se decoran con crochets y con aves
afrontadas y superpuestas que picotean frutos colocados en el ángulo. Los
cimacios en este caso presentan bandas en zigzag de idéntica factura a los de
la imposta que recorre los ábsides.
Los muros se rematan con una cornisa sostenida
por una colección de canecillos muy simples en su mayor parte de nacela, proa
de nave y rectángulos superpuestos.
Se accede al interior por una portada abierta
en el lado septentrional, ligeramente adelantada respecto a la línea general
del muro. Consta de dos arcos de medio punto concéntricos separados por una
fina moldura de bocel y apoyados sobre cimacios decorados con billetes sobre
los que se dispone una estrecha hilera de puntas de clavo y un crochet en el
extremo.
En el costado meridional se conserva una
portada cegada y medio soterrada que debía ser el primitivo acceso al templo.
Se halla en un antecuerpo saliente protegido en otro tiempo por un pequeño
tejaroz. Consta (de dentro afuera) de arco de ingreso liso, moldura de
billetes, arquivolta de baquetón protegido por puntas de clavo, arquivolta lisa
con estrecha moldura de billetes y guardapolvo moldurado. La arquivolta central
descansa sobre una pareja de columnas con capiteles tan deteriorados que es
imposible precisar el tipo de figuración que presentaban. Los cimacios son
idénticos a los de la portada septentrional.
La edificación del templo parece claro que se
llevó a cabo al menos en tres campañas constructivas diferentes fácil - mente
detectables en su fábrica. La primera se corresponde con la cabecera que se
levantaría a finales del siglo XII y la segunda con las naves, obra ya del
siglo XIII, cuyos ejes no están alineados con los de los ábsides. En una
tercera fase, posiblemente en el siglo XVI o XVII, se hicieron las bóvedas de
arista de la nave principal, se acometió la compartimentación de la nave
septentrional y la construcción de la torre.
En opinión de Martín González este tipo de
iglesias dúplices indicarían bien la ocupación por una comunidad masculina y
femenina, o bien la consagración del culto a dos santos. Varios templos
románicos de Castilla y León como los de Villaute en la provincia de Burgos o
Cerbón en Soria siguen este mismo plan. Esta modalidad también se registra en
algunos eremitorios rupestres de la Montaña Palentina como la ermita de San
Martín de Villarén de Valdivia o la iglesia de los Santos Justo y Pastor de
Olleros de Pisuerga.
Amayuelas de Abajo
Como su vecina de Arriba, Amayuelas de Abajo es
una modesta población situada en pleno corazón de la Tierra de Campos
palentina, a 6 km al noroeste de Amusco.
Cabe suponer que éste sería lugar repoblado en
el siglo X, cuando el rey don Alfonso III el Magno acometió la labor de
repoblar y fortificar toda la zona de Cerrato y de Campos. En 916 se preparó un
documento atribuido a Ordoño II marcando los límites de la diócesis leonesa y
que incluía, entre otras localidades, Monzón, Palencia y Carrión, zonas
próximas a Amayuelas de Abajo. Fue señorío de la familia Manrique y así, en
1352, sabemos que era solar de Garci Fernández Manrique. En lo eclesiástico
dependía del arciprestazgo de Población y del arcedianato de Carrión. Navarro
García decía que en el término de Amayuelas se encuentran los cimientos de una
antigua ciudad no determinada.
Iglesia de San Vicente
La iglesia de San Vicente, situada al sur del
casco urbano, es un edificio modesto con paramentos levantados con sillares de
piedra caliza, por lo general regulares. Las fases constructivas del templo se
perfilan desde el románico de los últimos años del XII, cuando se construye el
núcleo del edificio, hasta la ampliación de la iglesia a fines del siglo XVI o
inicios del XVII, con los añadidos de las naves laterales, sacristía, torre y
pórtico meridional.
La iglesia románica ocupaba exclusivamente la
nave central y de ella sólo se conserva el testero curvo, el hastial occidental
con la ventana abocinada y el paño meridional donde se abre la portada. El
resto es fruto de las ampliaciones posteriores.
El elemento más interesante del edificio es la
portada románica del lado sur, protegida por un pórtico columnado del XVI.
Consta de cinco arquivoltas decoradas con dientes de sierra, baquetones
cruzados y boceles entre medias cañas. Se apoyan en una imposta lisa y bajo
ella hay ocho columnas entre jambas elevadas sobre un podium.
Las columnas tienen fustes monolíticos con
capiteles muy estilizados decorados, de izquierda a derecha, con: hojas de
acanto con marcadas pencas dispuestas en dos filas, las superiores con las
puntas estiradas y las inferiores acogiendo bolas; dos grandes roleos en
espiral ocupando toda la cesta; dos capiteles con grandes hojas que se vuelven
en las esquinas del capitel cobijando bolas en las puntas; grandes hojas con
las pencas talladas y bolas; hojas de cinco pétalos de pequeño tamaño en la
parte superior de la cesta y el resto del capitel ocupado con los tallos de las
hojas; simples acantos muy pegados a la cesta con dos palmetas más pequeñas, y
dos arpías afrontadas tocadas con capirotes.
Esta portada repite un esquema decorativo muy
parecido al de las puertas norte y sur de la iglesia del monasterio de San
Andrés de Arroyo. Por su parte, García Guinea opina que los capiteles de la
portada de Amayuelas de Abajo son directos descendientes, aunque más tardíos,
de las cestas de que aparecen en Zorita del Páramo, Revilla de Santullán,
Cabria y Cozuelos. La actividad de estos talleres podría encajar en los
primeros años del siglo XIII.
A decir verdad, y a pesar de la irreprochable
familiaridad de la portada de Amayuelas respecto a sus precursores andresinos,
advertimos aquí una mayor rudeza y una menor capacidad en el tratamiento de lo
zoomórfico, que contrastaría con el taller activo en la portada occidental de
Zorita del Páramo. Por otra parte, el tratamiento de los dientes de sierra y
las inconfundibles cestas andresinas, se nos presentan aquí como una de las
constantes del tardorrománico palentino.
Amayuelas de Arriba
Pequeña localidad situada en la zona centro de
la Tierra de Campos palentina, a medio camino entre San Cebrián y Amusco.
Muy escasas son las referencias documentales
sobre este lugar que no hemos encontrado citado hasta el siglo XIV. En el Libro
Becerro de las Behetrías de 1352 queda patente su pertenencia al obispado de
Palencia y su vinculación a la Orden del Santo Sepulcro de Toro. El arcediano
del Alcor cita en su Silva Palentina a las Amayuelas (la de Arriba y la de
Abajo) como señorío de don Bernardino Manrique.
Iglesia de Santa Columba
La iglesia de Santa Columba se sitúa al
noroeste del caserío, sobre una leve ondulación del terreno salvada mediante
unas escaleras de piedra que formaban parte del cerramiento del antiguo
cementerio que se extendía por los lados sur y poniente.
Se trata de una construcción de origen
tardorrománico levantada con sillares de caliza dispuestos en aparejo bastante
regular. Consta actualmente de un ábside semicircular precedido de tramo recto
y dos naves, con portada abierta al mediodía.
El primitivo edificio era una construcción más
sencilla dotada de nave única que se remataba en un ábside semicircular con su
correspondiente tramo recto presbiterial. Al sur se disponía el acceso, formado
por una portada de tres arquivoltas apuntadas lisas apoyadas sobre jambas
esquinadas. Las necesidades de la comunidad o el deterioro del edificio
motivaron una serie de reformas en época más moderna. En el siglo XVIII se
debió de reformar el cuerpo de la nave, rompiéndose el muro sur y añadiendo la
nave de la epístola en la cual se colocó la portada original.
En ese momento se harían también las bóvedas de
ladrillo cubiertas de yeserías. Más tarde, a finales del siglo XIX, hubo otra
profunda intervención pues señala Rafael Navarro que la iglesia se rehizo por
completo en 1899.Así l
as cosas, las partes más antiguas
conservadas son precisamente la cabecera y la portada, ambas muy sencillas lo
que evidencia una gran sobriedad decorativa que seguramente caracterizaba por
igual a todo el edificio.
El interior de la iglesia se encuentra
profundamente transformado como consecuencia de esas remodelaciones ya
descritas. Sólo la capilla mayor conserva su estructura primitiva, con un arco
triunfal que apoya en columnas elevadas sobre alto podium y provistas de
capiteles decorados con relieves vegetales muy planos formados por grupos de
tres tallos que se enroscan en las puntas superiores. Se cubre este espacio con
bóveda de horno ligeramente apuntado y con bóveda de cañón del mismo tipo.
En un par de pilares exentos se apean los arcos
que separan las naves: el primero se asienta sobre un zócalo circular y su
sección es bastante irregular, pues se fueron adosando a él pilastras de
acuerdo a las necesidades de los apoyos de las bóvedas. El segundo pilar es de
distinta sección, pero también irregular y está camuflado por falsas paredes.
Los soportes adosados son simples pilastras que sobresalen de la línea de muro
de tal modo que los arcos de medio punto que sujetan crean una serie de espacios
que se han destinado a capillas laterales.
Para concluir podemos decir que tanto la
estructura constructiva del ábside, como la decoración de los capiteles del
triunfal y la propia portada parecen remitir a una cronología tardía para la
fase más antigua, no anterior a las primeras décadas del siglo XIII.
Amusco
La localidad de Amusco, a unos 20 km al norte
de la capital palentina, se sitúa en una ancha llanura a orillas del río Ucieza
desde la que se divisan los páramos que forman el límite oriental de la Tierra
de Campos.
Las tierras del Bajo Ucieza fueron repobladas
tempranamente (siglo X) desde bases más septentrionales que, como Astudillo, ya
estaban consolidadas. Perteneció a las llamadas Nueve Villas de Campos junto
con Alba, Amayuelas de Abajo, Amayuelas de Arriba, Herrumbrada, Piña de Campos,
San Esteban, Támara y Veronilla; una coalición, con ordenanzas propias y
asambleas representativas, en la que Amusco jugaría el papel de baluarte murado
con funciones defensivas. En el sumario de un litigio territorial de 1801 se
conservan las transcripciones –los originales han desaparecido, aunque fueron
peritados para el juicio– de los privilegios reales que desde el siglo XII al
XIV confirmaron los Fueros de las Nueve Villas.
En 1352 Amusco era lugar solariego de los
Manrique de Lara (en esta fecha compartido con Ruy González de Castañeda),
formando parte, con Aguilar y Paredes, de un eje desde el que este linaje
ejerció su influencia política en la Meseta Norte durante la Baja Edad Media.
Ermita de Nuestra Señora de las Fuentes
Se encuentra a las afueras del pueblo, en un
descampado cercano al cementerio, sobre una ligera elevación del terreno. Se
accede por un camino asfaltado a través de la pradera que rodea el edificio.L
a ermita de Nuestra Señora de las Fuentes es
una construcción muy tardía –fechable en la segunda mitad del siglo XIII– con
elementos que recuerdan las formas románicas, tratándose de un claro ejemplo de
inercia. Fue declarada Monumento Histórico-Artístico en 1963 y parcialmente
restaurada a comienzos de la década de los setenta.
Es un edificio construido en blanca caliza de
los páramos cercanos, aparejada en perfectas hiladas de sillería.
La planta, litúrgicamente orientada, es
rectangular de tres naves con transepto –sólo marcado en alzado– y cabecera
tripartita: el ábside central semicircular, precedido por amplio presbiterio y
los laterales planos.
Al exterior, cuatro columnas entregas de
esbelto fuste y capiteles decorados que llegan hasta el alero, dividen el
tambor del ábside central en tres paños. Cada uno de ellos está rasgado por un
vano –el central mayor y más alto que los laterales– con un arco de medio punto
sobre columnas.
Los aleros descansan en una cornisa lisa que
presenta decoración de taqueado en el ábside principal. Está sostenida por una
variada colección de canecillos: de nácela, máscaras o caras humanas muy
expresivas, cabezas de animales y formas geométricas.
Las capillas laterales se iluminan por ventanas
de arcos tímidamente apuntados, compuesta la de la nave de la epístola por tres
arcos que voltean sobre pares de columnas de corto fuste y capitel trabajado
con motivos vegetales.
Los aleros descansan en una cornisa lisa que
presenta decoración de taqueado en el ábside principal. Está sostenida por una
variada colección de canecillos: de nacela, máscaras o caras humanas muy
expresivas, cabezas de animales y formas geométricas.
El hastial occidental se prolonga en altura con
una sencilla espadaña rectangular rematada a dos aguas y calada por un arco de
medio punto para la campana.
En esta misma fachada se abre una portada entre
contrafuertes que va sobremontada de una cornisa con seis canecillos que debió
sujetar un tejaroz, hoy desaparecido. Es abocinada, con arco de ingreso y cinco
arquivoltas apuntadas y molduradas que apoyan sobre jambas esquinadas e imposta
lisa. En la parte superior hay un vano geminado protegido por tres arcos
apuntados en derrame.
En el segundo tramo del muro meridional y
ligeramente sobresaliente, está la portada principal, muy restaurada. Como la
anterior, se compone de arco de ingreso y de cinco arquivoltas decoradas con
boceles entre escocias. Apoyan en columnas acodilladas colocadas sobre alto
zócalo abocinado. Constan de plinto, basa de doble toro y capiteles de tipo
andresino.
Están decorados con hojas de acanto muy
carnosas que se repliegan en sí mismas esbozando pequeños frutos esféricos.
Sólo dos de las columnas externas son diferentes y muestran reducidas hojas de
parra con las nervaduras en relieve u hojas grandes de redondeada silueta. El
intradós de las jambas que sustentan el arco de ingreso lleva igualmente
ornamentación de carácter vegetal. A la izquierda por anchas palmetas, con una
baya en su interior sobre fondo de hojas menores, y a la derecha con dos series
superpuestas de hojas pentapétalas. Se conserva el tejaroz, aunque, como los
fustes, basas y jambas arriba mencionados, no pertenece a la obra original sino
que fue añadido en el transcurso de las obras de restauración. Antes de la
intervención esta portada se encontraba desplazada unos metros hacia el crucero
y protegida por un extraño pórtico con tejado a dos aguas.
Todo el perímetro exterior de la ermita está
fajado por contrafuertes coincidentes con los responsiones interiores. De gran
potencia son los que estriban los brazos del crucero, levantados también
durante la última restauración, entre los que se abre un interesante ventanal
geminado, sólo visible en el muro meridional.
Completan el conjunto tres capillas góticas
adosadas al muro del evangelio, añadidas en los siglos XIII-XIV.
En el interior, presenta pilares de tipo
hispano-languedociano formados por un basamento circular sobre el que apoya el
núcleo cruciforme con semicolumnas adosadas en los frentes y otras más pequeñas
en los codillos que reciben el peso de los nervios de la cubierta. Soportan
bóvedas de crucería, simple en las naves laterales y octopartita en la central.
Los ábsides laterales se cubren con bóvedas de crucería, mientras que la
capilla mayor lo hace con bóveda de horno en el testero y cañón apuntado en el presbiterio.
Todos los capiteles de los soportes van
decorados con motivos vegetales, humanos o geométricos de simplificada
concepción y esquemática factura, rematados en sus aristas por minúsculas
cabecitas humanas o esferas.
Formando parte del mobiliario litúrgico se
conserva una mesa de altar asentada sobre cuatro pares de columnas con
capiteles vegetales que fueron parcialmente retocados para su nueva ubicación
durante la restauración. Proceden de un ventanal románico situado en el muro
sur de la iglesia parroquial de San Pedro en la misma localidad.
Iglesia de San Pedro
La iglesia parroquial de San Pedro se encuentra
en el centro de la población, rodeada de un caserío de uno o dos pisos,
construido en adobe y ladrillo, con algunas fachadas blasonadas. La tradición
popular sitúa muy cerca la sinagoga de la judería medieval, hoy convertida en
establecimiento hostelero.
La parroquial de Amusco es un edificio de
enormes dimensiones –que le han valido el sobrenombre de El Pajarón de Campos–
visible desde varios kilómetros a la redonda. Está construido en su totalidad
con buena sillería, regularmente aparejada, de piedra caliza procedente de la
zona de Astudillo.
Las fases constructivas de esta iglesia se
prolongan hasta el siglo XVIII, si bien, del primitivo templo tardorrománico
tan sólo se conservan los muros sur (los tramos finales) y oeste, con sus
respectivas portadas. Del primitivo templo, datable en el tránsito de los
siglos XII al XIII, no sabemos con certeza su forma original, pero el
ensamblaje de los paramentos antiguos y modernos en el hastial occidental,
atestiguan que era de anchura similar a la actual, capaz de contener tres
naves.
La ubicación de la portada meridional hace
pensar que la iglesia se prolongaría, al menos otro tramo, hacia el este,
rematando en una cabecera de la que no hay indicios. Los refuerzos exteriores,
con estribos simples y arbotantes (del siglo XIII), indican la posibilidad de
un cubrimiento abovedado. Aprovechando el resalte de los arbotantes y el
espacio entre ellos, en el siglo XV se construyó un baptisterio en la esquina
noroeste. Pero la mayor remodelación se produjo entre fines del siglo XVI e
inicios del XVII, levantándose un edificio de nueva planta, según las formas
que ahora presenta, con reaprovechamiento de los restos románicos señalados.
En el siglo XVIII se completó la obra con un
pórtico que protegía la portada meridional y una sacristía adosada a éste.
La decoración escultórica se concentra en las
dos portadas del templo. La meridional es la más antigua (de fines del siglo
XII o inicios del XIII) y está protegida por un pórtico entre los arbotantes,
abierto al frente con un arco apuntado de amplia luz. Consta de un arco de
ingreso, cinco arquivoltas y guardapolvo.El arco está
moldurado por un bocel, el
guardapolvo labrado con flores de ocho pétalos y las arquivoltas desarrollan
variados motivos (del exterior al interior): bocel, perfil recto, palmetas
incisas con una labor que recuerda a las portadas de Valle de Cerrato y Monzón
de Campos y otra más figurada. Sin duda, la arquivolta más interesante es la
cuarta, compuesta por diecinueve dovelas de temas muy variados: escenas de
combate entre guerreros, Sansón desquijarando al león, un centauro, una sirena,
dragones, una pareja abrazada, trabajos agrícolas y un avaro.
La arquivolta interna, que es la más estrecha,
presenta una cadeneta entrelazada cuyos extremos aparecen mordidos por un perro
y una máscara humana. En los arranques de las arquivoltas apreciamos tacos
semicirculares parecidos a los de Revilla de Santullán, característicos del
estilo de los canteros formados en San Andrés de Arroyo.
Las arquivoltas voltean sobre columnas
acodilladas y jambas esquinadas con capiteles y cimacios decorados. Los
cimacios del lado derecho poseen múltiples motivos: estrellas de ocho puntas
rehundidas, billetes y entrelazos de bayas. Las cestas presentan acantos
planos, entrelazos perlados, aves afrontadas y una máscara barbada con peinado
a cerquillo.
En el lado izquierdo, son originales los dos
cimacios exteriores decorados con un trenzado sobre medios círculos tangentes y
cuatripétalas en aspa, otro fragmento vegetal del interior y una cesta que,
como su correspondiente de la derecha, lleva una máscara masculina. El resto de
los capiteles muestra de talla reciente.
La portada del hastial occidental es más
moderna, correspondiendo quizá a una fecha cercana a mediados del siglo XIII, y
como la anterior, también queda protegida por un pórtico entre arbotantes del
XVII. Consta de arquivoltio apuntado (que a partir de la tercera arquivolta se
convierte en medio punto) sobre columnas acodilladas por intermediación de una
imposta rematada en bocel. El guardapolvo es de baquetón entre escocias. Las
arquivoltas presentan una decoración similar, de tetrapétalas adheridas a un perfil
de baquetón entre escocias, las dos exteriores tienen dientes de sierra y
ángeles distribuidos axialmente, al modo gótico. La arquivolta interior porta
hojas carnosas con interesante labor de trépano.
Las seis columnas de cada lado de la portada
tienen capiteles labrados. En el izquierdo predomina la decoración vegetal
(hojas, polipétalas, frutas, etc.), salvo en el sexto capitel y la prolongación
del intradós del arco de ingreso, que están decorados con dos dragones
afrontados y una posible recreación del tema de Sansón. A la derecha la
variedad es mayor: algunas figuras muy deterioradas de difícil identificación;
tres personajes bajo arquillos; hojas trilobuladas de remate lanceolado y
escaso relieve; dos centauros; cinco figuras de pie ante un féretro custodiado
por dos guerreros sentados, quizá la representación del tema de las Marías ante
el sepulcro vacío; tres hojas replegadas de excepcional talla que rematan en
racimos de bayas esféricas andresinas y grandes hojas nervadas en el intradós
entre las que asoman cabecitas humanas.
Flanqueando el arquivoltio hay dos esculturas
en bulto redondo bajo dosel que representan a San Pedro y San Pablo. Forman
parte de una estética eminentemente gótica, dentro ya de la primera mitad del
siglo XIV.
Sobre el pórtico se abre una ventana que daría
luz a la primitiva iglesia románica. Es de vano geminado, con óculo sobre los
arcos menores, y está protegido por dos arcos en derrame, también apuntados.
Todas las aristas están aboceladas, descansando en cinco columnas cuyos
capiteles, decorados con motivos vegetales, siguen las pautas de los modelos de
San Andrés de Arroyo aunque simplificadas.
En el muro sur, iluminando la subida al coro,
se abría un ventanal románico –hoy cegado– decorado con ocho columnillas con
sus correspondientes capiteles de tipo vegetal que fueron reaprovechados como
soportes de la mesa de altar de la ermita de Nuestra Señora de las Fuentes en
la misma localidad.
Pila bautismal
Valdespina
La localidad de Valdespina se enclava en plena
Tierra de Campos palentina, a 19 km al noreste de Palencia. El pueblo se
asienta en el fondo de un vallejo situado al sur del Páramo de Valdejuán. La
iglesia parroquial, dedicada a san Esteban, se encuentra integrada en el
caserío, rodeada de viviendas y en suave ladera, salvada por una escalinata de
piedra frente a la puerta de los pies.
Son más bien escasas las noticias históricas
que nos han llegado de esta localidad a través de la documentación. Una
estimación de rentas del cabildo palentino de principios del siglo XIII
realizada por el abad Gómez de Matallana y el maestro Lanfranco, canónigo de
Palencia, incluye entre otros lugares a Valdespina. En el Libro Becerro de las
Behetrías aparece como lugar otorgado por el rey en juro de heredad a Sancho
Sánchez de Rojas.
Iglesia de San Esteban
La iglesia parroquial de Valdespina presenta
nave única dividida en cinco tramos, cabecera cuadrada a la que se adosó la
sacristía y torre en el lado norte. Todo el conjunto está erigido con sillares
de piedra caliza de tamaño regular, a excepción de las reformas realizadas en
ladrillo en el primer tramo de la nave.
La fábrica medieval fue totalmente transformada
en época moderna (siglos XVI y XVII), localizándose los vestigios más antiguos
en la cabecera y en la portada meridional. Una inscripción en el contrafuerte
noroccidental del hastial proporciona la fecha de 1681, indicativa de las
reformas producidas en el tramo occidental, que entre otras cosas dotaron al
templo de su actual acceso.
Será al exterior donde podamos observar la
estructura de la primitiva capilla absidal, compuesta por dos niveles
delimitados a media altura por una imposta abocelada.
El interés principal se concentra en la
decoración del piso superior del paramento oriental del ábside, consistente en
una arquería ciega de cuatro arcos de medio punto cuyas roscas se decoran con
puntas de diamante similares a las que aparecen en la portada. En este nivel
superior y directamente sobre la imposta se abre una saetera románica hoy
cegada. Las arcuaciones ciegas decorando paramentos, si bien constituyen parte
fundamental del vocabulario decorativo del primer románico meridional, no
creemos que justifiquen la filiación lombarda que algunos autores (Gudiol y
Gaya, Pérez Carmona, Rodríguez Muñoz, Enríquez de Salamanca) han avanzado para
la cabecera de Valdespina, emparentándola así con la ermita de Perazancas. Es
más, la amplia luz que poseen estos arcos –mayor que la frecuente en las
arcuaciones llamadas lombardas, sí presentes en el ábside de San Pelayo de
Perazancas–, y la decoración de puntas de diamante de roscas y ménsulas parecen
obligarnos a matizar en gran medida esa posible progenie lombarda.
La decoración escultórica del edificio queda
reducida a la portada meridional inutilizada y oculta al interior por un
retablo barroco. Se organiza en torno a un arco apuntado sobre el que se
dispone un bocel y cuatro arquivoltas decoradas con motivos geométricos y
vegetales a base de bandas y cintas perladas, botones, boceles entre medias
cañas y puntas de diamante. Reposan las arquivoltas en jambas con cuatro
columnas acodilladas a cada lado, de cortos fustes y basas muy desgastadas que
apoyan en un basamento corrido. Sus capiteles, como el conjunto de la portada,
se encuentran muy erosionados, siendo sólo reconocible una pareja de aves de
cuellos entrelazados en una cesta del lado izquierdo.
El apuntamiento de los arcos y la decoración de
las arquivoltas permite, pese al mal estado de los relieves, avanzar una
cronología tardía para esta portada, desbordando claramente las primeras
décadas del siglo XIII.
Junto al tramo que precede a la cabecera se
dispone el baptisterio donde se custodia una pila bautismal de forma
semiesférica, gallonada en su interior y con decoración de arcos en el
exterior. Su diámetro es de 165 cm y su altura de 78 cm. Su cronología, aunque
medieval, parece sobrepasar la decimotercera centuria.
Ermita de Nuestra Señora del Olmo
La ermita de Nuestra Señora del Olmo se
encuentra en el extremo noreste del pueblo, junto a un pequeño riachuelo. Se
trata de una construcción de nave única rematada en ábside rectangular, portada
abierta en el lado meridional y espadaña sobre el hastial occidental formada
por arco apuntado sustentado por una pareja de columnillas con capiteles
vegetales. La caja muraria se levantó con sillería caliza, procedente de los
páramos de la zona, dispuesta en hiladas irregulares, excepto el antecuerpo en
el que se dispone la portada, de más cuidado aparejo.
La mayoría de los canecillos de la cornisa
–veintisiete en total– presentan perfil de proa de nave, completados con
algunos de rollos y uno figurado con un busto masculino.
Delimitada entre dos contrafuertes y avanzada
sobre el muro meridional, se abre la portada de acceso a la ermita. La portada
está compuesta por arco y cuatro arquivoltas lisas de arista biselada,
protegidas por chambrana decorada con puntas de diamante. Apean las arquivoltas
sobre jambas en las que se acodillan cuatro columnillas a cada lado que apoyan
sobre un basamento corrido. Se componen las columnas de corto fuste y capiteles
decorados con estilizadas hojas lisas con crochets sobre los que corre una imposta
con perfil de nacela. Coronan las jambas del arco de ingreso dos sillares
decorados con reticulado romboidal.
En el interior, la nave se cubre con bóveda de
lunetos moderna, encalada y reforzada por arcos fajones. La cabecera, por su
parte, recibe bóveda de cañón apuntado, del tipo de la que podemos suponer, por
la presencia de numerosos contrafuertes, cerraba originalmente la nave. Da paso
a la cabecera un arco de triunfo apuntado sobre pilastras. Tras la primitiva
cabecera se adosó una construcción moderna con función de sacristía.
Dispersos en el interior del edificio y
repartidos entre la sacristía, el interior de la portada y bajo el coro,
aparecen los restos de los soportes de lo que pudo ser una mesa de altar,
consistentes en cinco basas, cinco capiteles y tambores de fustes. Las basas,
del mismo tipo que las de las columnas de la espadaña, presentan perfil
troncocónico con lengüetas sobre plinto, rematándose en un estrecho bocel. Los
esquemáticos capiteles son meros cilindros con bolas en los ángulos del listel
que los corona.
El análisis de los elementos arquitectónicos y
escultóricos del edificio revela cierta unidad en la campaña románica, datable
a inicios del siglo XIII. Las transformaciones posteriores se traducen en la
reforma de las cubiertas de la nave y en la construcción de la sacristía
adosada a la cabecera.
Támara
Pueblo situado en el tercio central de la
provincia de Palencia, a 7 km al sur de Frómista. Es una pequeña población de
enorme interés histórico-artístico que todavía conserva reminiscencias
medievales. Se asienta sobre la falda de unos cerros y se cobija entre los
restos de una muralla del siglo XIII, de la que aún queda en pie una puerta de
arco apuntado.
Las primeras noticias documentales datan del
año 976, momento en que el conde Garci Fernández dona la iglesia de San Miguel
de Támara a la abadía benedictina de San Pedro de Cardeña, estando sometida a
este monasterio hasta los tiempos de la desamortización.
La batalla de Tamarón se produjo el 4 de
septiembre de 1037, en la cual murió el rey leonés Vermudo III a manos de su
cuñado Fernando I de Castilla, uniéndose ambos reinos. Algunos estudiosos
centran el episodio en los alrededores de la actual Támara mientras que otros
apuestan por una zona próxima a Castrojeriz. En 1130, un pergamino de Alfonso
VII confirma los fueros de la localidad de Támara. En un documento de 1162 se
cita la iglesia de San Hipólito, la cual debió ser atendida por la Corona como
advierte un privilegio de Alfonso X de 1294, confirmando los otorgados por
Sancho III y Fernando III. Esta iglesia que se cita en los documentos es
anterior a la actual que fue edificada en estilo gótico a partir de 1334 bajo
el patrocinio de Alfonso XI.
Según Manuel Revuelta González, a fines del
siglo XII o principios del XIII Támara se encomendó por iniciativa propia al
dominio señorial de la Orden de San Juan de Jerusalén que tenía como cabeza de
una de sus bailías a la cercana localidad de Población de Campos. Este hecho
consta por la alusión referida en un pleito entablado por el Consejo de Támara
contra el prior sanjuanista de 1513 a 1522.
Iglesia del Castillo
La iglesia románica del castillo, empequeñecida
por la impresionante silueta del templo parroquial, se encuentra ubicada sobre
un pequeño promontorio y su acceso es posible a través de una larga escalinata.
Según la tradición debió formar parte de una fortaleza de la Orden del Temple
dependiente de la encomienda de Villasirga, aspecto que no ha podido ser
certificado documentalmente. Posteriormente el edificio, junto con el señorío
del pueblo, pasó, como ya hemos indicado, a la Orden de San Juan.
La iglesia se levanta a base de sillares
cuidadosamente trabajados, algunos reaprovechados de una antigua construcción
en ruinas que había próxima y otros nuevos tallados durante la restauración
llevada a cabo en la década de los sesenta. El edificio ofrece algunas
complejidades en su estructura motivadas tal vez por las restauraciones y
reconstrucciones de las que ha sido objeto con el paso del tiempo. Presenta
nave única en la que sorprende su actual disposición oeste-este, contraria a la
orientación litúrgica tradicional, que posiblemente se deba a la dependencia
del templo actual de un conjunto de mayores dimensiones como pudo ser el
castillo que la tradición ubica en ese mismo lugar. De esta manera, se
explicaría también la extraña colocación del gran arco a modo de portada
abierto en el lado oriental, posiblemente el primitivo arco triunfal.
La nave presenta actualmente una cubierta de
factura moderna soportada por arcos apuntados que en origen sustentaron una
techumbre de madera.
El acceso se realiza a través de dos portadas
abiertas en los lados norte y sur del edificio.
La puerta del muro sur, de arco apuntado y sin
decoración, comunica con unas dependencias modernas que en otro tiempo
sirvieron como hospital de peregrinos, funcionalidad que ya aparece en un
documento de 1152 y que se entiende por la cercanía de Támara respecto al
trazado principal del Camino de Santiago.
La portada septentrional, ligeramente
adelantada respecto a la línea general del muro, consta de arco de ingreso de
medio punto, arquivolta de baquetón entre medias cañas decoradas con
semiesferas y estrellas, fino baquetón con billetes y chambrana adornada con
botones o flores. Todo el arquivoltio descansa sobre jambas con cimacios lisos.
En el muro este, bajo la espadaña postmedieval,
se abre un arco de medio punto que apoya sobre dos semicolumnas rematadas en
capiteles muy deteriorados. El del lado izquierdo conserva todavía restos de
motivos vegetales, posiblemente palmetas. En mejor estado se encuentran los
cimacios, decorados con mascarones de animales que vomitan tallos con hojas.
El de la izquierda expulsa haces de flores
pentafoliadas y el de la derecha tallos ondulantes en forma de ocho que se
prolongan por el muro a modo de imposta y por el guardapolvo del arco. La
ubicación de este arco no tiene mucho sentido y puede responder o a un traslado
desde otro lugar en el momento en que se hizo la espadaña o bien que fuese el
acceso a una estancia desaparecida, tal vez el primitivo ábside.
Sirviendo de basa a una de las pilastras que
soportan uno de los arcos de la nave se encuentra un trozo de cornisa decorado
con billetes, reaprovechado de alguna parte de la construcción desaparecid
a.La iluminación del interior la proporcionan
estrechos vanos, casi aspilleras, formados por un arco de medio punto doblado
con fuerte derrame hacia el interior.García Guinea relaciona la portada y un
ventanal de Támara con una de las ventanas de la iglesia de Dehesa de
Espinosilla, y fecha la construcción del templo a mediados del siglo XII,
opinión que también comparte Javier Castán.
Santoyo
Localidad situada a 8 km al sureste de
Frómista, muy cerca de la villa de Astudillo.
De Andrés y Mediavilla sitúan en Santoyo el
poblado romano de Tela Augusta que reutilizarían los visigodos de ser ciertos
los vestigios de esa época que aparecieron en la fortificación que rodeaba el
casco urbano, aseveración que no parece confirmarse en posteriores estudios
sobre los visigodos en Palencia. Cerca de Santoyo sí se encontraron restos
romanos en un lugar llamado “Las Quintanas”. Despoblada tras la llegada de los
árabes a la Península, volvió a poblarse con toda certeza antes de 950 con el nombre
de Sanctus Jo(annes), cuando Fernand Mentales llevó a cabo la orden de
repoblación del territorio formulada por García Fernández, a la sazón conde de
Castilla, según consta en un documento que se guarda en el archivo parroquial
de Santoyo. Aquí tenía heredades Asur Fernández, primer conde de Monzón, que
las donó al monasterio de Santa Eufemia de Cozuelos. En el siglo XIV Santoyo
pertenecía en lo eclesiástico a la diócesis de Palencia, arcedianato de Carrión
y arciprestazgo de Población, mientras que en lo civil el Libro Becerro de las
Behetrías nos informa que era lugar y behetría del obispo de Palencia y eran
señores don Nuño, don Pedro, Juan Rodríguez de Sandoval, Ruy González de
Castañeda y los Girones. En esta centuria Santoyo era plaza fortificada, de
esta época son los restos de la muralla que se conservan y que a fin del siglo
XIX aún tenía muros almenados con torres y garitas y tres arcos en lugar de
puertas. En el siglo XVI, por su proximidad al Camino de Santiago, se
constataban en Santoyo ocho hospitales para peregrinos.
Iglesia de San Juan Bautista
La iglesia de San Juan Bautista, declarada
Monumento Nacional el 25 de agosto de 1978, se encuentra en el centro del casco
urbano, precedida de un espacioso atrio ceñido por un pretil que en el lado
meridional se abre con una escalinata monumental. Su construcción se llevó a
cabo a lo largo de los siglos XV y XVI aprovechando parte de la vieja
estructura románica.
Consta de tres naves y crucero cubiertos con
bóvedas de crucería con terceletes y una gran cabecera de planta poligonal con
bóveda de crucería estrellada.
Del primitivo templo, de la segunda mitad del
siglo XII, sólo se conservan los muros meridional y septentrional de las naves
así como los soportes interiores de esa zona del templo. En la segunda mitad
del siglo XV se inició la gran reforma que cambió por completo la fisonomía de
la iglesia, se construyó la torre y el coro que debió realizarse entre 1480 y
1490.
Poco tiempo después se construyó el ábside
cuyas trazas parecen inspiradas en la capilla del Condestable de Burgos que
Simón de Colonia había terminado en 1495. Gómez Moreno y Azcárate apuntan la
autoría de la gran cabecera a Martín Ruiz de Solórzano, que entre 1504 y 1506
era maestro de obras de la catedral de Palencia. En 1526 ya estaba terminado el
pórtico meridional y entre 1543 y 1550 se completa la nave del crucero y la
sacristía. En el siglo XVIII se construyó la entrada septentrional, se reformó
el coro (que debía estar acabado en 1749) para instalar el órgano, el cuerpo
octogonal que cobija la escalera al coro y la habitación en la esquina suroeste
que ocupa el archivo.
De la antigua construcción románica se
conservan los cuatro pilares correspondientes a los dos últimos tramos de las
naves, aunque sólo uno de ellos mantiene su aspecto original consistente en un
zócalo circular sobre el que se eleva un soporte de sección cruciforme con una
semicolumna adosada en cada frente. De la misma época son también los soportes
adosados a los muros del evangelio y de la epístola compuestos por pilastras
con semicolumnas coronadas por capiteles. En altura destaca la torre situada en
el hastial y de cronología gótica. Se trata de una maciza torre cuadrada con
tres cuerpos perforados por troneras apuntadas y un remate almenado posterior.
En el exterior, en un tramo del muro
septentrional delimitado por dos contrafuertes y sobre una imposta decorada con
dientes de sierra, se abre una ventana románica formada por guardapolvo
decorado con puntas de diamante y una arquivolta de medio punto con moldura de
bocel que apoya sobre una pareja de columnas. La del lado derecho presenta
fuste helicoidal y capitel figurado de tosca factura que representa a dos
animales unidos por los cuartos traseros. El cimacio correspondiente muestra
motivos vegetales en forma de arquillos. La otra columna y capitel presentan un
lamentable estado de conservación que impide precisar el tipo de decoración. En
el interior este vano repite un esquema similar, con la columnilla derecha
recorrida por una banda en zigzag y el capitel correspondiente decorado con
labores de cestería, mientras que en el cimacio lo hace a base de motivos
vegetales y una figura humana recostada. En el capitel izquierdo se representa
una máscara y en el cimacio un personaje atacado por dos animales que le
muerden los brazos.
En el muro del mediodía se abre otra ventana de
idénticas características pero en peor estado de conservación. Sólo el capitel
izquierdo del exterior y su correspondiente del interior se conservan en un
estado aceptable. El primero de ellos está decorado con una máscara en la
esquina de la cesta de la que cuelgan tallos y el del interior con grandes
hojas de talla muy tosca.
Alguno de los canecillos que sujetaban la
cornisa románica fueron reaprovechados en las bóvedas –éstos fueron depositados
en el interior del templo– y están decorados con una cabeza de bóvido, figuras
de hombres, un pájaro y un modillón.
En los soportes interiores románicos se
encuentran algunos capiteles e impostas decorados: un capitel tiene dos
animales simiescos tallados que muerden la cabeza de un hombre y en el otro
lado una gran cabeza común a dos cuerpos.
capiteles se decoran con diversas clases
de hojas de acantos muy esquemática y bolas rematando acantos ramificados. El
talante de estas tallas es denodadamente rural, propia de canteros locales y
con una datación tardía.
Monzón de Campos
Monzón de Campos se encuentra situada a unos 10
km al norte de la capital palentina. El caserío se asienta en las primeras
estribaciones de un páramo calizo y se extiende, hacia el oeste, por la fértil
llanura de la vega del río Carrión.
Monzón de Campos fue cabeza de un condado
creado por el rey leonés Ramiro II, en una fecha incierta del siglo X
(posiblemente antes de 939) para preservar las tierras entre el Carrión y el
Pisuerga hasta La Ojeda, apetecidas por los condes de Saldaña y de Castilla.
Sobre una elevación del terreno se construyó el castillo. Al pie de sus muros
protectores debió formarse una población que hacia el siglo XII, una vez
pacificado definitivamente el territorio, se desplazó hasta la llanura, en la
que ha sido su ubicación hasta la actualidad a orillas del río Carrión.
El primer conde de Monzón fue Asur Fernández a
quien heredó su hijo Fernando Ansúrez antes de mediar el siglo X. Bajo el
mandato de éste el condado jugó un importante papel político, certificado por
la omnipresencia de embajadores de Monzón en todas las misiones diplomáticas
enviadas a Córdoba durante esta época. El último Banu Ansúrez murió sin
descendencia directa por lo que el condado pasó al rey Ramiro III. La muerte
del monarca, en 985, dejó desamparado a Monzón ante sus vecinos, los condes de
Castilla y de Saldaña-Carrión. En los años siguientes fue incorporado
definitivamente a los territorios del Condado de Castilla.
En el Libro Becerro de las Behetrías (1352)
aparece como lugar del rey que lo dió a don Sancho Sánchez de Rojas, en manos
de cuyo linaje continuó en el siglo siguiente.
Iglesia de El Salvador
La iglesia de el Salvador está edificada en su
totalidad con piedra caliza cortada en sillares regulares.
Tiene planta de cruz latina con una sola nave,
testero plano de capilla única y transepto sobresaliente. Hay una desproporción
evidente entre el cuerpo de nave y la cabecera, que se explica por la
existencia de dos fases constructivas claramente diferenciadas. La nave, de un
estilo románico tardío, ya mezclado con recursos del gótico, es obra del siglo
XII. En el siglo XV, el ábside del primitivo templo debió ser derruido para
construir en su solar la cabecera actual y un crucero de mayores dimensiones.
La explicación a tales desajustes en las proporciones está en la paralización
que sufrieron las obras en el siglo XVI que, de haberse continuado, hubieran
prolongado el templo hacia los pies con tres naves. De estas intenciones son
prueba los tres grandes arcos apuntados aún visibles (aunque cegados) en los
tramos laterales y central de la fachada oeste del transepto.
La nave va cubierta por bóveda de cañón con
lunetos construida en piedra y revocada de yeserías. Cuatro perpiaños apuntados
de amplia luz y buen trazado la refuerzan y marcan la división de la nave en
cinco tramos de desigual tamaño, progresivamente más grandes hacia los pies.
Voltean sobre semicolumnas adosadas a pilastras rectangulares, con las que
comparten un plinto cruciforme. Las semicolumnas tienen basa moldurada, fuste
de varias piezas y capitel troncocónico, a veces liso y en otras ocasiones decorado
a base de dos grandes hojas cóncavas, con bola en su centro, separadas por un
esquemático tallo bulboso.
La capilla mayor y el tramo central del crucero
se cubren con bóvedas estrelladas de combados y múltiples claves decoradas con
escudos de los Rojas y los Enríquez. Los brazos del transepto presentan bóvedas
de crucería sexpartita.
Al exterior, todo el perímetro de la nave está
reforzado por un zócalo pétreo de un metro de altura y en la fachada sur, tres
contrafuertes alivian al muro del empuje de los fajones más orientales. Sobre
el hastial occidental se eleva una esbelta espadaña de tres cuerpos, con arcos
de medio punto, rematada por una torrecilla cuadrada con vanos en todos sus
frentes.
Las portadas se abren en los muros sur y norte
del primer tramo de la nave. La meridional es un sencillo arco de medio punto
sin decoración, en la actualidad tapiado, mientras que la septentrional,
protegida por un pórtico del siglo XVII y precedida de un atrio delimitado por
un murete, es la de uso habitual. Esta portada ofrece un programa decorativo
más abundante. Está compuesta por un arco de ingreso y tres arquivoltas
apuntadas protegidas por un doble guardapolvo.
La primera y tercera están decoradas con un
grueso bocel, mientras que la segunda lo hace con un motivo vegetal que se
repite seriadamente en cada dovela. La cuarta arquivolta presenta a la derecha
hojas nervadas terminadas en bolas y a la izquierda cintas perladas
entrelazadas de perfil abiselado. El guardapolvo, más estrecho, tiene
decoración de puntas de diamante. Las arquivoltas apoyan sobre tres columnas
acodilladas a cada lado, asentadas sobre alto zócalo. Tienen basa moldurada
convexa –doble en la central–, un fuste muy corto y capitel decorado con cinco
hojas replegadas en sí mismas y rematadas por frutos esféricos y piñas. Sobre
el guardapolvo se conserva un fragmento del primitivo tejaroz, con decoración
geométrica incisa en el frente de su cornisa y varios canecillos decorados con
motivos vegetales de entrelazo perlado.
El alero está sostenido por una serie de
canecillos lisos, salvo uno que lleva esculpida una cara de ojos saltones y
nariz prominente. Hay también un capitel con acantos sencillos en una ventana
geminada datable en el siglo XIII.
Las notorias diferencias estilísticas
existentes entre los capiteles interiores y la portada, hacen pensar en la
participación de, al menos, dos talleres escultóricos diferentes. Los capiteles
presentan hojas de simplísima concepción, toscamente tallados, resultantes de
un somero desbastamiento del bloque troncocónico. En la portada, por el
contrario, se advierte un conjunto más elaborado, con formas esquemáticas
tendentes a la geometrización que, a pesar de su planitud, tienen un cierto
volumen, conseguido por el tratamiento de sus facetas con trépano, incisiones y
a bisel. Algunos motivos evocan, por su similitud temática y técnica, la
decoración de palmetas vista en las arquivoltas de la portada meridional de la
parroquial de Amusco y de la ermita de San Pedro de Fuentes de Valdepero.
Fuentes de Valdepero
Fuentes de Valdepero se encuentra situado a
escasos kilómetros al norte de la capital palentina, junto a la carretera
N-611. La ermita de San Pedro se halla a unos 500 m al sureste del casco
urbano, accediéndose hasta allí por un camino de tierra que parte del propio
pueblo. Ocupa la culminación de un solar alomado, en un despoblado delimitado
por la carretera que conduce a Valdeolmillos.
El núcleo habitado de Fuentes de Valdepero
debió comenzar a formarse en el siglo X al amparo de una fortaleza coetánea,
erigida en el lugar para salvaguardar las tierras entre el Carrión y el
Pisuerga. Navarro García afirmaba que ya aparecía citado en el inédito Cantar
de Rodrigo como Val de Perro o Val de Petro, haciendo alusión al nombre del
fundador que para algunos habría sido el conde don Pero de Palencia, hijo de
Fernán González. La tenencia recayó después y sucesivamente en los Ansúrez, los
Castro, los Sandoval y los Sarmiento.
Ermita de San Pedro
San Pedro de Fuentes de Valdepero pertenecía a
Santa María de Husillos, al menos desde 1183 cuando el obispo palentino
Raimundo II fija la canónica de la abadía. Por otra parte, Teófilo Calzada
apuntaba la existencia de un primitivo poblado asentado en las inmediaciones de
la ermita, donde existía una fuente llamada de San Pedro cuyo caudal alimentaba
un arroyo que discurría por el pequeño valle. De esta manera el nombre de la
fuente y la advocación del santo habrían dado lugar al topónimo actual de Fuentes
de Valdepero. Según el citado autor, las inundaciones sufridas en el valle en
1268 arrasaron el pequeño poblado y sus habitantes emprendieron la construcción
de un nuevo asentamiento en el lugar que ocupa actualmente el pueblo. De esta
manera, la antigua iglesia de San Pedro, que pertenecía a la colegiata de
Husillos, quedó convertida en ermita bajo la advocación de la Virgen del
Consuelo.
Por su ubicación respecto al pueblo y al campo
santo, coincide exactamente con la que Madoz citaba como “pequeña y
miserable ermita dedicada a Nuestra Señora del Consuelo”. La diferente
advocación atribuida es explicable, bien por un error del autor, bien por la
existencia de otro templo en las proximidades (del que, en la actualidad, no
quedan vestigios), o por una dedicación compartida con San Pedro que es la que
ha perdurado hasta nuestros días.
Tampoco considero acertado el calificativo de “miserable”
pues se trata, por el contrario, de una construcción ciertamente popular, pero
con elementos tan nobles que permiten su entronque con la arquitectura
tardorrománica del siglo XIII, reformada y ampliada en época posterior.
La ermita está edificada en su totalidad con
piedra caliza de la comarca, cortada en sillares de variado tamaño agrupados,
sin embargo, en hiladas uniformes. El estudio de la planta original revela una
enorme claridad estructural, conseguida por la yuxtaposición de sus partes,
concebidas como perfectos paralelogramos.
El cuerpo de iglesia es un gran cuadrado al que
se unen, prolongando su eje de simetría, el ábside cuadrangular hacia el este y
la estructura rectangular de la torre-campanario, por el oeste. Lo que hemos
llamado cuerpo de iglesia es un espacio diáfano, dividido en tres naves por dos
pilares cuadrados. No parecen coetáneos de la fábrica medieval sino colocados
en alguna restauración, como la armadura de madera que soportan. Secunda esta
hipótesis la variedad de los aleros: en unas zonas de madera, en otras de
piedra moldurada, e incluso algunos canes románicos de nacela y proa de barco,
además de dos decorados con sendas cabezas de animales. Refuerzan la estructura
dos contrafuertes esquinados y otro a modo de arbotante sobre la saetera
meridional.
En el muro de la epístola se abre la única
portada, cobijada por un tejado volado sustentando por pilares poligonales.
Ligeramente adelantada respecto a la línea general del muro, es apuntada, con
arco de ingreso y tres arquivoltas, que apean en una imposta corrida sobre
jambas.
El arco de acceso y la segunda arquivolta están
decorados con un grueso bocel y la tercera con una mediacaña, formas similares
a las de la portada meridional del templo parroquial del pueblo, con el que
también coincide en el molduraje del guardapolvo. Bien diferente es la primera
arquivolta, donde cada dovela lleva tallada en bajorrelieve una estilizada
palmeta de hojas simétricas que arrancan de un tallo rematado en un fruto,
motivo decorativo que se puede apreciar en otras iglesias de la zona como Husillos,
Monzón y Amusco.
En el interior, el ábside se cubre con una
bóveda simple de crucería cuyos nervios apoyan en cuatro columnas esquinadas de
fuste corto y capitel liso. El espacio resulta oscuro pues el vano de medio
punto que perfora el muro oriental está tapado por el retablo, y sólo entra luz
por una ventana lateral con derrame interno que, al exterior, se troca en
aspillera. La bóveda y los muros de esta capilla conservan restos de pinturas
murales a base de motivos geométricos, escudos heráldicos y líneas rojas que simulaban
un despiece de sillería.
En el lado del evangelio hay un absidiolo,
también cuadrangular pero de menor profundidad, que se debió construir con
posterioridad. Al fondo de la nave un estrecho vano, rematado en arco
trilobulado, permite el acceso al cuerpo bajo del campanario donde se halla una
habitación pequeña cubierta con bóveda de cañón apuntado donde se guarda una
gran pila bautismal (aproximadamente 125 cm de diámetro) de cuba lisa que
evidencia la antigua función parroquial del edificio. Desde esta sala se pasa,
bajo un arco apuntado, a la escalera de caracol que conduce al piso superior
donde están las dos troneras para las campanas. Es una estructura más estrecha
que el hastial de poniente, por lo que forma con éste un rincón aprovechado en
su día para el acodamiento de la casa del santero, demolida durante las obras
de consolidación y adecentamiento de la ermita y su entorno llevadas a cabo en
1994.
En mayo de ese mismo año, mientras se eliminaba
el encalado de los muros, aparecieron dos tallas de madera de la Virgen y San
Juan ocultas entre el relleno de un antiguo arcosolio. Dichas imágenes,
datables en torno a 1300 y restauradas por la Fundación Santa María la
Real-Centro de Estudios del Románico, se guardan actualmente en la iglesia
parroquial del pueblo formando grupo con el Cristo del Varlozado, del mismo
estilo y época.
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