lunes, 15 de septiembre de 2025

Capítulo 111, Románico en el Bajo Carrión y Ucieza2,

 Románico en el Bajo Carrión y Ucieza
Manquillos
La pequeña localidad de Manquillos se encuentra situada en la vega del Carrión, entre San Cebrián de Campos y Villoldo, a 31 km al norte de Palencia. La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción está ubicada en el extremo sureste del casco urbano, limitando al norte con un descampado, por el sur con el cementerio, por el este con un pequeño camino de tierra y por el oeste con el río.
Pocas noticias han llegado hasta nosotros sobre la historia de Manquillos. Por su situación es posible que sus orígenes se remonten al siglo X momento en que se lleva a cabo la repoblación de la zona de Campos y Monzón. Según el Libro Becerro de las Behetrías, a mediados del siglo XIV era lugar solariego de don Nunno, de Pedro Ruiz de Villegas y de la Orden de San Juan de Jerusalén. Pascual Madoz recogía una tradición según la cual la iglesia de La Asunción había sido “convento de Templarios”, aspecto que hasta el momento carece de apoyo documental. Es posible que esta noticia venga motivada por la dependencia administrativa de la villa respecto a la orden sanjuanista, a menudo confundida con la del Temple. El mismo autor señala la existencia de una ermita bajo la advocación de san Clemente ubicada junto a la parroquia.

Iglesia Nuestra Señora de la Asunción
La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción es uno de los escasos templos románicos de nave dúplice que se conservan en la provincia de Palencia.
Se trata de una construcción levantada en sillares de piedra caliza cortados regularmente.
En planta se presenta como un edificio de dos naves de diferente anchura, de tres tramos cada una, separados por arcos apuntados que descansan sobre pilares cruciformes.

La cabecera está formada por dos ábsides semicirculares precedidos de tramo presbiterial muy desarrollado.
La nave principal se cubre con bóvedas de arista revocadas de yeso y la capilla mayor con bóveda de horno en el testero –oculta tras el retablo– y cañón apuntado en el presbiterio. El arco triunfal está soportado por dos medias columnas con capiteles lisos y basas con lengüetas colocadas sobre un pequeño zócalo que debía recorrer probablemente la parte inferior de los muros de la cabecera. Hoy sólo queda a la vista una pequeña parte, pues el resto permanece oculto bajo las gradas de acceso al presbiterio y la tarima.
La nave menor experimentó una serie de reformas en época posmedieval que dieron lugar a la compartimentación que presenta en la actualidad. De esta manera, el espacio correspondiente al ábside quedó convertido en la sacristía que comunicaba con la capilla mayor a través de un arco apuntado que luego fue en parte cegado. El primer tramo de la nave pasó a desempeñar la función de capilla baptisterio, mientras que el segundo se transformó en vestíbulo de entrada y el tercero en un cuarto trastero donde se aloja también la escalera de acceso al coro alto. Estas estancias reciben bóvedas de arista salvo la sacristía que adopta una solución idéntica a la de la capilla mayor.

En el exterior, la cabecera dúplice se articula verticalmente mediante cinco columnas adosadas elevadas sobre alto podio y coronadas por capiteles lisos que llegan hasta la cornisa. Abrazando todo el perímetro absidal se extiende una gruesa imposta decorada en la parte inferior con una banda en forma de zigzag. En el eje de ambos ábsides se abren sendas ventanas de medio punto flanqueadas por columnillas con capiteles y cimacios esculpidos que responden a un estilo bastante tosco y popular, prueba evidente del trabajo de un taller de canteros locales más preocupados por el sentido ornamental que por cuestiones de carácter estético.
El capitel izquierdo de la ventana del ábside mayor se decora con un motivo de entrelazo perlado que alberga botones, semejante al que aparece en algunas cestas de San Salvador de Cantamuda, Tablares y Paredes de Monte, mientras que el derecho figura una sirena de doble cola que separa con ambas manos. Las cestas del ábside menor muestran sencillos crochets y cimacios lisos. 

Capitel ventana
Capitel ventana
 

En el muro sur hay otros dos vanos, uno en el muro del presbiterio y otro en el de la nave. Se componen de arquivolta de fino baquetón y chambrana abiselada, excepto el ventanal de la nave que es simplemente abocinado. Los capiteles se decoran con crochets y con aves afrontadas y superpuestas que picotean frutos colocados en el ángulo. Los cimacios en este caso presentan bandas en zigzag de idéntica factura a los de la imposta que recorre los ábsides.
Los muros se rematan con una cornisa sostenida por una colección de canecillos muy simples en su mayor parte de nacela, proa de nave y rectángulos superpuestos.
Se accede al interior por una portada abierta en el lado septentrional, ligeramente adelantada respecto a la línea general del muro. Consta de dos arcos de medio punto concéntricos separados por una fina moldura de bocel y apoyados sobre cimacios decorados con billetes sobre los que se dispone una estrecha hilera de puntas de clavo y un crochet en el extremo.
En el costado meridional se conserva una portada cegada y medio soterrada que debía ser el primitivo acceso al templo. Se halla en un antecuerpo saliente protegido en otro tiempo por un pequeño tejaroz. Consta (de dentro afuera) de arco de ingreso liso, moldura de billetes, arquivolta de baquetón protegido por puntas de clavo, arquivolta lisa con estrecha moldura de billetes y guardapolvo moldurado. La arquivolta central descansa sobre una pareja de columnas con capiteles tan deteriorados que es imposible precisar el tipo de figuración que presentaban. Los cimacios son idénticos a los de la portada septentrional.
La edificación del templo parece claro que se llevó a cabo al menos en tres campañas constructivas diferentes fácil - mente detectables en su fábrica. La primera se corresponde con la cabecera que se levantaría a finales del siglo XII y la segunda con las naves, obra ya del siglo XIII, cuyos ejes no están alineados con los de los ábsides. En una tercera fase, posiblemente en el siglo XVI o XVII, se hicieron las bóvedas de arista de la nave principal, se acometió la compartimentación de la nave septentrional y la construcción de la torre.
En opinión de Martín González este tipo de iglesias dúplices indicarían bien la ocupación por una comunidad masculina y femenina, o bien la consagración del culto a dos santos. Varios templos románicos de Castilla y León como los de Villaute en la provincia de Burgos o Cerbón en Soria siguen este mismo plan. Esta modalidad también se registra en algunos eremitorios rupestres de la Montaña Palentina como la ermita de San Martín de Villarén de Valdivia o la iglesia de los Santos Justo y Pastor de Olleros de Pisuerga. 


Amayuelas de Abajo
Como su vecina de Arriba, Amayuelas de Abajo es una modesta población situada en pleno corazón de la Tierra de Campos palentina, a 6 km al noroeste de Amusco.
Cabe suponer que éste sería lugar repoblado en el siglo X, cuando el rey don Alfonso III el Magno acometió la labor de repoblar y fortificar toda la zona de Cerrato y de Campos. En 916 se preparó un documento atribuido a Ordoño II marcando los límites de la diócesis leonesa y que incluía, entre otras localidades, Monzón, Palencia y Carrión, zonas próximas a Amayuelas de Abajo. Fue señorío de la familia Manrique y así, en 1352, sabemos que era solar de Garci Fernández Manrique. En lo eclesiástico dependía del arciprestazgo de Población y del arcedianato de Carrión. Navarro García decía que en el término de Amayuelas se encuentran los cimientos de una antigua ciudad no determinada.

Iglesia de San Vicente
La iglesia de San Vicente, situada al sur del casco urbano, es un edificio modesto con paramentos levantados con sillares de piedra caliza, por lo general regulares. Las fases constructivas del templo se perfilan desde el románico de los últimos años del XII, cuando se construye el núcleo del edificio, hasta la ampliación de la iglesia a fines del siglo XVI o inicios del XVII, con los añadidos de las naves laterales, sacristía, torre y pórtico meridional.
La iglesia románica ocupaba exclusivamente la nave central y de ella sólo se conserva el testero curvo, el hastial occidental con la ventana abocinada y el paño meridional donde se abre la portada. El resto es fruto de las ampliaciones posteriores. 

El elemento más interesante del edificio es la portada románica del lado sur, protegida por un pórtico columnado del XVI. Consta de cinco arquivoltas decoradas con dientes de sierra, baquetones cruzados y boceles entre medias cañas. Se apoyan en una imposta lisa y bajo ella hay ocho columnas entre jambas elevadas sobre un podium.
Las columnas tienen fustes monolíticos con capiteles muy estilizados decorados, de izquierda a derecha, con: hojas de acanto con marcadas pencas dispuestas en dos filas, las superiores con las puntas estiradas y las inferiores acogiendo bolas; dos grandes roleos en espiral ocupando toda la cesta; dos capiteles con grandes hojas que se vuelven en las esquinas del capitel cobijando bolas en las puntas; grandes hojas con las pencas talladas y bolas; hojas de cinco pétalos de pequeño tamaño en la parte superior de la cesta y el resto del capitel ocupado con los tallos de las hojas; simples acantos muy pegados a la cesta con dos palmetas más pequeñas, y dos arpías afrontadas tocadas con capirotes.


Esta portada repite un esquema decorativo muy parecido al de las puertas norte y sur de la iglesia del monasterio de San Andrés de Arroyo. Por su parte, García Guinea opina que los capiteles de la portada de Amayuelas de Abajo son directos descendientes, aunque más tardíos, de las cestas de que aparecen en Zorita del Páramo, Revilla de Santullán, Cabria y Cozuelos. La actividad de estos talleres podría encajar en los primeros años del siglo XIII.
A decir verdad, y a pesar de la irreprochable familiaridad de la portada de Amayuelas respecto a sus precursores andresinos, advertimos aquí una mayor rudeza y una menor capacidad en el tratamiento de lo zoomórfico, que contrastaría con el taller activo en la portada occidental de Zorita del Páramo. Por otra parte, el tratamiento de los dientes de sierra y las inconfundibles cestas andresinas, se nos presentan aquí como una de las constantes del tardorrománico palentino. 


Amayuelas de Arriba
Pequeña localidad situada en la zona centro de la Tierra de Campos palentina, a medio camino entre San Cebrián y Amusco.
Muy escasas son las referencias documentales sobre este lugar que no hemos encontrado citado hasta el siglo XIV. En el Libro Becerro de las Behetrías de 1352 queda patente su pertenencia al obispado de Palencia y su vinculación a la Orden del Santo Sepulcro de Toro. El arcediano del Alcor cita en su Silva Palentina a las Amayuelas (la de Arriba y la de Abajo) como señorío de don Bernardino Manrique.

Iglesia de Santa Columba
La iglesia de Santa Columba se sitúa al noroeste del caserío, sobre una leve ondulación del terreno salvada mediante unas escaleras de piedra que formaban parte del cerramiento del antiguo cementerio que se extendía por los lados sur y poniente.


Se trata de una construcción de origen tardorrománico levantada con sillares de caliza dispuestos en aparejo bastante regular. Consta actualmente de un ábside semicircular precedido de tramo recto y dos naves, con portada abierta al mediodía.
El primitivo edificio era una construcción más sencilla dotada de nave única que se remataba en un ábside semicircular con su correspondiente tramo recto presbiterial. Al sur se disponía el acceso, formado por una portada de tres arquivoltas apuntadas lisas apoyadas sobre jambas esquinadas. Las necesidades de la comunidad o el deterioro del edificio motivaron una serie de reformas en época más moderna. En el siglo XVIII se debió de reformar el cuerpo de la nave, rompiéndose el muro sur y añadiendo la nave de la epístola en la cual se colocó la portada original.
En ese momento se harían también las bóvedas de ladrillo cubiertas de yeserías. Más tarde, a finales del siglo XIX, hubo otra profunda intervención pues señala Rafael Navarro que la iglesia se rehizo por completo en 1899.Así l
as cosas, las partes más antiguas conservadas son precisamente la cabecera y la portada, ambas muy sencillas lo que evidencia una gran sobriedad decorativa que seguramente caracterizaba por igual a todo el edificio.

El interior de la iglesia se encuentra profundamente transformado como consecuencia de esas remodelaciones ya descritas. Sólo la capilla mayor conserva su estructura primitiva, con un arco triunfal que apoya en columnas elevadas sobre alto podium y provistas de capiteles decorados con relieves vegetales muy planos formados por grupos de tres tallos que se enroscan en las puntas superiores. Se cubre este espacio con bóveda de horno ligeramente apuntado y con bóveda de cañón del mismo tipo.
En un par de pilares exentos se apean los arcos que separan las naves: el primero se asienta sobre un zócalo circular y su sección es bastante irregular, pues se fueron adosando a él pilastras de acuerdo a las necesidades de los apoyos de las bóvedas. El segundo pilar es de distinta sección, pero también irregular y está camuflado por falsas paredes. Los soportes adosados son simples pilastras que sobresalen de la línea de muro de tal modo que los arcos de medio punto que sujetan crean una serie de espacios que se han destinado a capillas laterales.
Para concluir podemos decir que tanto la estructura constructiva del ábside, como la decoración de los capiteles del triunfal y la propia portada parecen remitir a una cronología tardía para la fase más antigua, no anterior a las primeras décadas del siglo XIII.


Amusco
La localidad de Amusco, a unos 20 km al norte de la capital palentina, se sitúa en una ancha llanura a orillas del río Ucieza desde la que se divisan los páramos que forman el límite oriental de la Tierra de Campos.
Las tierras del Bajo Ucieza fueron repobladas tempranamente (siglo X) desde bases más septentrionales que, como Astudillo, ya estaban consolidadas. Perteneció a las llamadas Nueve Villas de Campos junto con Alba, Amayuelas de Abajo, Amayuelas de Arriba, Herrumbrada, Piña de Campos, San Esteban, Támara y Veronilla; una coalición, con ordenanzas propias y asambleas representativas, en la que Amusco jugaría el papel de baluarte murado con funciones defensivas. En el sumario de un litigio territorial de 1801 se conservan las transcripciones –los originales han desaparecido, aunque fueron peritados para el juicio– de los privilegios reales que desde el siglo XII al XIV confirmaron los Fueros de las Nueve Villas.
En 1352 Amusco era lugar solariego de los Manrique de Lara (en esta fecha compartido con Ruy González de Castañeda), formando parte, con Aguilar y Paredes, de un eje desde el que este linaje ejerció su influencia política en la Meseta Norte durante la Baja Edad Media.

Ermita de Nuestra Señora de las Fuentes
Se encuentra a las afueras del pueblo, en un descampado cercano al cementerio, sobre una ligera elevación del terreno. Se accede por un camino asfaltado a través de la pradera que rodea el edificio.L
a ermita de Nuestra Señora de las Fuentes es una construcción muy tardía –fechable en la segunda mitad del siglo XIII– con elementos que recuerdan las formas románicas, tratándose de un claro ejemplo de inercia. Fue declarada Monumento Histórico-Artístico en 1963 y parcialmente restaurada a comienzos de la década de los setenta.
Es un edificio construido en blanca caliza de los páramos cercanos, aparejada en perfectas hiladas de sillería.
La planta, litúrgicamente orientada, es rectangular de tres naves con transepto –sólo marcado en alzado– y cabecera tripartita: el ábside central semicircular, precedido por amplio presbiterio y los laterales planos.

Al exterior, cuatro columnas entregas de esbelto fuste y capiteles decorados que llegan hasta el alero, dividen el tambor del ábside central en tres paños. Cada uno de ellos está rasgado por un vano –el central mayor y más alto que los laterales– con un arco de medio punto sobre columnas.

Ventana capilla lateral
Ábside. Ventana
Ábside. Ventana 
Ábside. Ventana
Canecillos del ábside




Los aleros descansan en una cornisa lisa que presenta decoración de taqueado en el ábside principal. Está sostenida por una variada colección de canecillos: de nácela, máscaras o caras humanas muy expresivas, cabezas de animales y formas geométricas.

Las capillas laterales se iluminan por ventanas de arcos tímidamente apuntados, compuesta la de la nave de la epístola por tres arcos que voltean sobre pares de columnas de corto fuste y capitel trabajado con motivos vegetales.
Los aleros descansan en una cornisa lisa que presenta decoración de taqueado en el ábside principal. Está sostenida por una variada colección de canecillos: de nacela, máscaras o caras humanas muy expresivas, cabezas de animales y formas geométricas.
Capilla lateral
 

El hastial occidental se prolonga en altura con una sencilla espadaña rectangular rematada a dos aguas y calada por un arco de medio punto para la campana.
En esta misma fachada se abre una portada entre contrafuertes que va sobremontada de una cornisa con seis canecillos que debió sujetar un tejaroz, hoy desaparecido. Es abocinada, con arco de ingreso y cinco arquivoltas apuntadas y molduradas que apoyan sobre jambas esquinadas e imposta lisa. En la parte superior hay un vano geminado protegido por tres arcos apuntados en derrame.

Portada oeste
 

En el segundo tramo del muro meridional y ligeramente sobresaliente, está la portada principal, muy restaurada. Como la anterior, se compone de arco de ingreso y de cinco arquivoltas decoradas con boceles entre escocias. Apoyan en columnas acodilladas colocadas sobre alto zócalo abocinado. Constan de plinto, basa de doble toro y capiteles de tipo andresino.
Están decorados con hojas de acanto muy carnosas que se repliegan en sí mismas esbozando pequeños frutos esféricos. Sólo dos de las columnas externas son diferentes y muestran reducidas hojas de parra con las nervaduras en relieve u hojas grandes de redondeada silueta. El intradós de las jambas que sustentan el arco de ingreso lleva igualmente ornamentación de carácter vegetal. A la izquierda por anchas palmetas, con una baya en su interior sobre fondo de hojas menores, y a la derecha con dos series superpuestas de hojas pentapétalas. Se conserva el tejaroz, aunque, como los fustes, basas y jambas arriba mencionados, no pertenece a la obra original sino que fue añadido en el transcurso de las obras de restauración. Antes de la intervención esta portada se encontraba desplazada unos metros hacia el crucero y protegida por un extraño pórtico con tejado a dos aguas.
Portada sur
Capiteles portada sur
Ventana en brazo sur del crucero 

Todo el perímetro exterior de la ermita está fajado por contrafuertes coincidentes con los responsiones interiores. De gran potencia son los que estriban los brazos del crucero, levantados también durante la última restauración, entre los que se abre un interesante ventanal geminado, sólo visible en el muro meridional.
Completan el conjunto tres capillas góticas adosadas al muro del evangelio, añadidas en los siglos XIII-XIV.
En el interior, presenta pilares de tipo hispano-languedociano formados por un basamento circular sobre el que apoya el núcleo cruciforme con semicolumnas adosadas en los frentes y otras más pequeñas en los codillos que reciben el peso de los nervios de la cubierta. Soportan bóvedas de crucería, simple en las naves laterales y octopartita en la central. Los ábsides laterales se cubren con bóvedas de crucería, mientras que la capilla mayor lo hace con bóveda de horno en el testero y cañón apuntado en el presbiterio.

Todos los capiteles de los soportes van decorados con motivos vegetales, humanos o geométricos de simplificada concepción y esquemática factura, rematados en sus aristas por minúsculas cabecitas humanas o esferas.
Formando parte del mobiliario litúrgico se conserva una mesa de altar asentada sobre cuatro pares de columnas con capiteles vegetales que fueron parcialmente retocados para su nueva ubicación durante la restauración. Proceden de un ventanal románico situado en el muro sur de la iglesia parroquial de San Pedro en la misma localidad.

 
Iglesia de San Pedro
La iglesia parroquial de San Pedro se encuentra en el centro de la población, rodeada de un caserío de uno o dos pisos, construido en adobe y ladrillo, con algunas fachadas blasonadas. La tradición popular sitúa muy cerca la sinagoga de la judería medieval, hoy convertida en establecimiento hostelero.
La parroquial de Amusco es un edificio de enormes dimensiones –que le han valido el sobrenombre de El Pajarón de Campos– visible desde varios kilómetros a la redonda. Está construido en su totalidad con buena sillería, regularmente aparejada, de piedra caliza procedente de la zona de Astudillo.
Las fases constructivas de esta iglesia se prolongan hasta el siglo XVIII, si bien, del primitivo templo tardorrománico tan sólo se conservan los muros sur (los tramos finales) y oeste, con sus respectivas portadas. Del primitivo templo, datable en el tránsito de los siglos XII al XIII, no sabemos con certeza su forma original, pero el ensamblaje de los paramentos antiguos y modernos en el hastial occidental, atestiguan que era de anchura similar a la actual, capaz de contener tres naves.
La ubicación de la portada meridional hace pensar que la iglesia se prolongaría, al menos otro tramo, hacia el este, rematando en una cabecera de la que no hay indicios. Los refuerzos exteriores, con estribos simples y arbotantes (del siglo XIII), indican la posibilidad de un cubrimiento abovedado. Aprovechando el resalte de los arbotantes y el espacio entre ellos, en el siglo XV se construyó un baptisterio en la esquina noroeste. Pero la mayor remodelación se produjo entre fines del siglo XVI e inicios del XVII, levantándose un edificio de nueva planta, según las formas que ahora presenta, con reaprovechamiento de los restos románicos señalados.
En el siglo XVIII se completó la obra con un pórtico que protegía la portada meridional y una sacristía adosada a éste.

La decoración escultórica se concentra en las dos portadas del templo. La meridional es la más antigua (de fines del siglo XII o inicios del XIII) y está protegida por un pórtico entre los arbotantes, abierto al frente con un arco apuntado de amplia luz. Consta de un arco de ingreso, cinco arquivoltas y guardapolvo.El arco está 
moldurado por un bocel, el guardapolvo labrado con flores de ocho pétalos y las arquivoltas desarrollan variados motivos (del exterior al interior): bocel, perfil recto, palmetas incisas con una labor que recuerda a las portadas de Valle de Cerrato y Monzón de Campos y otra más figurada. Sin duda, la arquivolta más interesante es la cuarta, compuesta por diecinueve dovelas de temas muy variados: escenas de combate entre guerreros, Sansón desquijarando al león, un centauro, una sirena, dragones, una pareja abrazada, trabajos agrícolas y un avaro.
La arquivolta interna, que es la más estrecha, presenta una cadeneta entrelazada cuyos extremos aparecen mordidos por un perro y una máscara humana. En los arranques de las arquivoltas apreciamos tacos semicirculares parecidos a los de Revilla de Santullán, característicos del estilo de los canteros formados en San Andrés de Arroyo.
Las arquivoltas voltean sobre columnas acodilladas y jambas esquinadas con capiteles y cimacios decorados. Los cimacios del lado derecho poseen múltiples motivos: estrellas de ocho puntas rehundidas, billetes y entrelazos de bayas. Las cestas presentan acantos planos, entrelazos perlados, aves afrontadas y una máscara barbada con peinado a cerquillo.
Portada sur




En el lado izquierdo, son originales los dos cimacios exteriores decorados con un trenzado sobre medios círculos tangentes y cuatripétalas en aspa, otro fragmento vegetal del interior y una cesta que, como su correspondiente de la derecha, lleva una máscara masculina. El resto de los capiteles muestra de talla reciente.

La portada del hastial occidental es más moderna, correspondiendo quizá a una fecha cercana a mediados del siglo XIII, y como la anterior, también queda protegida por un pórtico entre arbotantes del XVII. Consta de arquivoltio apuntado (que a partir de la tercera arquivolta se convierte en medio punto) sobre columnas acodilladas por intermediación de una imposta rematada en bocel. El guardapolvo es de baquetón entre escocias. Las arquivoltas presentan una decoración similar, de tetrapétalas adheridas a un perfil de baquetón entre escocias, las dos exteriores tienen dientes de sierra y ángeles distribuidos axialmente, al modo gótico. La arquivolta interior porta hojas carnosas con interesante labor de trépano.
Las seis columnas de cada lado de la portada tienen capiteles labrados. En el izquierdo predomina la decoración vegetal (hojas, polipétalas, frutas, etc.), salvo en el sexto capitel y la prolongación del intradós del arco de ingreso, que están decorados con dos dragones afrontados y una posible recreación del tema de Sansón. A la derecha la variedad es mayor: algunas figuras muy deterioradas de difícil identificación; tres personajes bajo arquillos; hojas trilobuladas de remate lanceolado y escaso relieve; dos centauros; cinco figuras de pie ante un féretro custodiado por dos guerreros sentados, quizá la representación del tema de las Marías ante el sepulcro vacío; tres hojas replegadas de excepcional talla que rematan en racimos de bayas esféricas andresinas y grandes hojas nervadas en el intradós entre las que asoman cabecitas humanas.
Portada oeste
Portada oeste. Detalle
Portada oeste. Detalle
Portada oeste. Detalle 

Flanqueando el arquivoltio hay dos esculturas en bulto redondo bajo dosel que representan a San Pedro y San Pablo. Forman parte de una estética eminentemente gótica, dentro ya de la primera mitad del siglo XIV.
Sobre el pórtico se abre una ventana que daría luz a la primitiva iglesia románica. Es de vano geminado, con óculo sobre los arcos menores, y está protegido por dos arcos en derrame, también apuntados. Todas las aristas están aboceladas, descansando en cinco columnas cuyos capiteles, decorados con motivos vegetales, siguen las pautas de los modelos de San Andrés de Arroyo aunque simplificadas.

En el muro sur, iluminando la subida al coro, se abría un ventanal románico –hoy cegado– decorado con ocho columnillas con sus correspondientes capiteles de tipo vegetal que fueron reaprovechados como soportes de la mesa de altar de la ermita de Nuestra Señora de las Fuentes en la misma localidad.
Pila bautismal

 

Valdespina
La localidad de Valdespina se enclava en plena Tierra de Campos palentina, a 19 km al noreste de Palencia. El pueblo se asienta en el fondo de un vallejo situado al sur del Páramo de Valdejuán. La iglesia parroquial, dedicada a san Esteban, se encuentra integrada en el caserío, rodeada de viviendas y en suave ladera, salvada por una escalinata de piedra frente a la puerta de los pies.
Son más bien escasas las noticias históricas que nos han llegado de esta localidad a través de la documentación. Una estimación de rentas del cabildo palentino de principios del siglo XIII realizada por el abad Gómez de Matallana y el maestro Lanfranco, canónigo de Palencia, incluye entre otros lugares a Valdespina. En el Libro Becerro de las Behetrías aparece como lugar otorgado por el rey en juro de heredad a Sancho Sánchez de Rojas.

Iglesia de San Esteban
La iglesia parroquial de Valdespina presenta nave única dividida en cinco tramos, cabecera cuadrada a la que se adosó la sacristía y torre en el lado norte. Todo el conjunto está erigido con sillares de piedra caliza de tamaño regular, a excepción de las reformas realizadas en ladrillo en el primer tramo de la nave.


La fábrica medieval fue totalmente transformada en época moderna (siglos XVI y XVII), localizándose los vestigios más antiguos en la cabecera y en la portada meridional. Una inscripción en el contrafuerte noroccidental del hastial proporciona la fecha de 1681, indicativa de las reformas producidas en el tramo occidental, que entre otras cosas dotaron al templo de su actual acceso.

Será al exterior donde podamos observar la estructura de la primitiva capilla absidal, compuesta por dos niveles delimitados a media altura por una imposta abocelada.
El interés principal se concentra en la decoración del piso superior del paramento oriental del ábside, consistente en una arquería ciega de cuatro arcos de medio punto cuyas roscas se decoran con puntas de diamante similares a las que aparecen en la portada. En este nivel superior y directamente sobre la imposta se abre una saetera románica hoy cegada. Las arcuaciones ciegas decorando paramentos, si bien constituyen parte fundamental del vocabulario decorativo del primer románico meridional, no creemos que justifiquen la filiación lombarda que algunos autores (Gudiol y Gaya, Pérez Carmona, Rodríguez Muñoz, Enríquez de Salamanca) han avanzado para la cabecera de Valdespina, emparentándola así con la ermita de Perazancas. Es más, la amplia luz que poseen estos arcos –mayor que la frecuente en las arcuaciones llamadas lombardas, sí presentes en el ábside de San Pelayo de Perazancas–, y la decoración de puntas de diamante de roscas y ménsulas parecen obligarnos a matizar en gran medida esa posible progenie lombarda.

La decoración escultórica del edificio queda reducida a la portada meridional inutilizada y oculta al interior por un retablo barroco. Se organiza en torno a un arco apuntado sobre el que se dispone un bocel y cuatro arquivoltas decoradas con motivos geométricos y vegetales a base de bandas y cintas perladas, botones, boceles entre medias cañas y puntas de diamante. Reposan las arquivoltas en jambas con cuatro columnas acodilladas a cada lado, de cortos fustes y basas muy desgastadas que apoyan en un basamento corrido. Sus capiteles, como el conjunto de la portada, se encuentran muy erosionados, siendo sólo reconocible una pareja de aves de cuellos entrelazados en una cesta del lado izquierdo.
El apuntamiento de los arcos y la decoración de las arquivoltas permite, pese al mal estado de los relieves, avanzar una cronología tardía para esta portada, desbordando claramente las primeras décadas del siglo XIII.
Junto al tramo que precede a la cabecera se dispone el baptisterio donde se custodia una pila bautismal de forma semiesférica, gallonada en su interior y con decoración de arcos en el exterior. Su diámetro es de 165 cm y su altura de 78 cm. Su cronología, aunque medieval, parece sobrepasar la decimotercera centuria.



Ermita de Nuestra Señora del Olmo
La ermita de Nuestra Señora del Olmo se encuentra en el extremo noreste del pueblo, junto a un pequeño riachuelo. Se trata de una construcción de nave única rematada en ábside rectangular, portada abierta en el lado meridional y espadaña sobre el hastial occidental formada por arco apuntado sustentado por una pareja de columnillas con capiteles vegetales. La caja muraria se levantó con sillería caliza, procedente de los páramos de la zona, dispuesta en hiladas irregulares, excepto el antecuerpo en el que se dispone la portada, de más cuidado aparejo.
La mayoría de los canecillos de la cornisa –veintisiete en total– presentan perfil de proa de nave, completados con algunos de rollos y uno figurado con un busto masculino. 

Delimitada entre dos contrafuertes y avanzada sobre el muro meridional, se abre la portada de acceso a la ermita. La portada está compuesta por arco y cuatro arquivoltas lisas de arista biselada, protegidas por chambrana decorada con puntas de diamante. Apean las arquivoltas sobre jambas en las que se acodillan cuatro columnillas a cada lado que apoyan sobre un basamento corrido. Se componen las columnas de corto fuste y capiteles decorados con estilizadas hojas lisas con crochets sobre los que corre una imposta con perfil de nacela. Coronan las jambas del arco de ingreso dos sillares decorados con reticulado romboidal.

En el interior, la nave se cubre con bóveda de lunetos moderna, encalada y reforzada por arcos fajones. La cabecera, por su parte, recibe bóveda de cañón apuntado, del tipo de la que podemos suponer, por la presencia de numerosos contrafuertes, cerraba originalmente la nave. Da paso a la cabecera un arco de triunfo apuntado sobre pilastras. Tras la primitiva cabecera se adosó una construcción moderna con función de sacristía.
Dispersos en el interior del edificio y repartidos entre la sacristía, el interior de la portada y bajo el coro, aparecen los restos de los soportes de lo que pudo ser una mesa de altar, consistentes en cinco basas, cinco capiteles y tambores de fustes. Las basas, del mismo tipo que las de las columnas de la espadaña, presentan perfil troncocónico con lengüetas sobre plinto, rematándose en un estrecho bocel. Los esquemáticos capiteles son meros cilindros con bolas en los ángulos del listel que los corona.
El análisis de los elementos arquitectónicos y escultóricos del edificio revela cierta unidad en la campaña románica, datable a inicios del siglo XIII. Las transformaciones posteriores se traducen en la reforma de las cubiertas de la nave y en la construcción de la sacristía adosada a la cabecera.


Támara
Pueblo situado en el tercio central de la provincia de Palencia, a 7 km al sur de Frómista. Es una pequeña población de enorme interés histórico-artístico que todavía conserva reminiscencias medievales. Se asienta sobre la falda de unos cerros y se cobija entre los restos de una muralla del siglo XIII, de la que aún queda en pie una puerta de arco apuntado.
Las primeras noticias documentales datan del año 976, momento en que el conde Garci Fernández dona la iglesia de San Miguel de Támara a la abadía benedictina de San Pedro de Cardeña, estando sometida a este monasterio hasta los tiempos de la desamortización.
La batalla de Tamarón se produjo el 4 de septiembre de 1037, en la cual murió el rey leonés Vermudo III a manos de su cuñado Fernando I de Castilla, uniéndose ambos reinos. Algunos estudiosos centran el episodio en los alrededores de la actual Támara mientras que otros apuestan por una zona próxima a Castrojeriz. En 1130, un pergamino de Alfonso VII confirma los fueros de la localidad de Támara. En un documento de 1162 se cita la iglesia de San Hipólito, la cual debió ser atendida por la Corona como advierte un privilegio de Alfonso X de 1294, confirmando los otorgados por Sancho III y Fernando III. Esta iglesia que se cita en los documentos es anterior a la actual que fue edificada en estilo gótico a partir de 1334 bajo el patrocinio de Alfonso XI.
Según Manuel Revuelta González, a fines del siglo XII o principios del XIII Támara se encomendó por iniciativa propia al dominio señorial de la Orden de San Juan de Jerusalén que tenía como cabeza de una de sus bailías a la cercana localidad de Población de Campos. Este hecho consta por la alusión referida en un pleito entablado por el Consejo de Támara contra el prior sanjuanista de 1513 a 1522.

Iglesia del Castillo
La iglesia románica del castillo, empequeñecida por la impresionante silueta del templo parroquial, se encuentra ubicada sobre un pequeño promontorio y su acceso es posible a través de una larga escalinata. Según la tradición debió formar parte de una fortaleza de la Orden del Temple dependiente de la encomienda de Villasirga, aspecto que no ha podido ser certificado documentalmente. Posteriormente el edificio, junto con el señorío del pueblo, pasó, como ya hemos indicado, a la Orden de San Juan.

La iglesia se levanta a base de sillares cuidadosamente trabajados, algunos reaprovechados de una antigua construcción en ruinas que había próxima y otros nuevos tallados durante la restauración llevada a cabo en la década de los sesenta. El edificio ofrece algunas complejidades en su estructura motivadas tal vez por las restauraciones y reconstrucciones de las que ha sido objeto con el paso del tiempo. Presenta nave única en la que sorprende su actual disposición oeste-este, contraria a la orientación litúrgica tradicional, que posiblemente se deba a la dependencia del templo actual de un conjunto de mayores dimensiones como pudo ser el castillo que la tradición ubica en ese mismo lugar. De esta manera, se explicaría también la extraña colocación del gran arco a modo de portada abierto en el lado oriental, posiblemente el primitivo arco triunfal.

La nave presenta actualmente una cubierta de factura moderna soportada por arcos apuntados que en origen sustentaron una techumbre de madera.
El acceso se realiza a través de dos portadas abiertas en los lados norte y sur del edificio.
La puerta del muro sur, de arco apuntado y sin decoración, comunica con unas dependencias modernas que en otro tiempo sirvieron como hospital de peregrinos, funcionalidad que ya aparece en un documento de 1152 y que se entiende por la cercanía de Támara respecto al trazado principal del Camino de Santiago.
La portada septentrional, ligeramente adelantada respecto a la línea general del muro, consta de arco de ingreso de medio punto, arquivolta de baquetón entre medias cañas decoradas con semiesferas y estrellas, fino baquetón con billetes y chambrana adornada con botones o flores. Todo el arquivoltio descansa sobre jambas con cimacios lisos.

Puerta románica por la que se accede a la estancia dedicada a museo etnográfico.
Detalle
Portada de la iglesia
 

En el muro este, bajo la espadaña postmedieval, se abre un arco de medio punto que apoya sobre dos semicolumnas rematadas en capiteles muy deteriorados. El del lado izquierdo conserva todavía restos de motivos vegetales, posiblemente palmetas. En mejor estado se encuentran los cimacios, decorados con mascarones de animales que vomitan tallos con hojas.
El de la izquierda expulsa haces de flores pentafoliadas y el de la derecha tallos ondulantes en forma de ocho que se prolongan por el muro a modo de imposta y por el guardapolvo del arco. La ubicación de este arco no tiene mucho sentido y puede responder o a un traslado desde otro lugar en el momento en que se hizo la espadaña o bien que fuese el acceso a una estancia desaparecida, tal vez el primitivo ábside.
Sirviendo de basa a una de las pilastras que soportan uno de los arcos de la nave se encuentra un trozo de cornisa decorado con billetes, reaprovechado de alguna parte de la construcción desaparecid
a.La iluminación del interior la proporcionan estrechos vanos, casi aspilleras, formados por un arco de medio punto doblado con fuerte derrame hacia el interior.García Guinea relaciona la portada y un ventanal de Támara con una de las ventanas de la iglesia de Dehesa de Espinosilla, y fecha la construcción del templo a mediados del siglo XII, opinión que también comparte Javier Castán.

 

Santoyo
Localidad situada a 8 km al sureste de Frómista, muy cerca de la villa de Astudillo.
De Andrés y Mediavilla sitúan en Santoyo el poblado romano de Tela Augusta que reutilizarían los visigodos de ser ciertos los vestigios de esa época que aparecieron en la fortificación que rodeaba el casco urbano, aseveración que no parece confirmarse en posteriores estudios sobre los visigodos en Palencia. Cerca de Santoyo sí se encontraron restos romanos en un lugar llamado “Las Quintanas”. Despoblada tras la llegada de los árabes a la Península, volvió a poblarse con toda certeza antes de 950 con el nombre de Sanctus Jo(annes), cuando Fernand Mentales llevó a cabo la orden de repoblación del territorio formulada por García Fernández, a la sazón conde de Castilla, según consta en un documento que se guarda en el archivo parroquial de Santoyo. Aquí tenía heredades Asur Fernández, primer conde de Monzón, que las donó al monasterio de Santa Eufemia de Cozuelos. En el siglo XIV Santoyo pertenecía en lo eclesiástico a la diócesis de Palencia, arcedianato de Carrión y arciprestazgo de Población, mientras que en lo civil el Libro Becerro de las Behetrías nos informa que era lugar y behetría del obispo de Palencia y eran señores don Nuño, don Pedro, Juan Rodríguez de Sandoval, Ruy González de Castañeda y los Girones. En esta centuria Santoyo era plaza fortificada, de esta época son los restos de la muralla que se conservan y que a fin del siglo XIX aún tenía muros almenados con torres y garitas y tres arcos en lugar de puertas. En el siglo XVI, por su proximidad al Camino de Santiago, se constataban en Santoyo ocho hospitales para peregrinos.

Iglesia de San Juan Bautista
La iglesia de San Juan Bautista, declarada Monumento Nacional el 25 de agosto de 1978, se encuentra en el centro del casco urbano, precedida de un espacioso atrio ceñido por un pretil que en el lado meridional se abre con una escalinata monumental. Su construcción se llevó a cabo a lo largo de los siglos XV y XVI aprovechando parte de la vieja estructura románica.
Consta de tres naves y crucero cubiertos con bóvedas de crucería con terceletes y una gran cabecera de planta poligonal con bóveda de crucería estrellada.
Del primitivo templo, de la segunda mitad del siglo XII, sólo se conservan los muros meridional y septentrional de las naves así como los soportes interiores de esa zona del templo. En la segunda mitad del siglo XV se inició la gran reforma que cambió por completo la fisonomía de la iglesia, se construyó la torre y el coro que debió realizarse entre 1480 y 1490.

Poco tiempo después se construyó el ábside cuyas trazas parecen inspiradas en la capilla del Condestable de Burgos que Simón de Colonia había terminado en 1495. Gómez Moreno y Azcárate apuntan la autoría de la gran cabecera a Martín Ruiz de Solórzano, que entre 1504 y 1506 era maestro de obras de la catedral de Palencia. En 1526 ya estaba terminado el pórtico meridional y entre 1543 y 1550 se completa la nave del crucero y la sacristía. En el siglo XVIII se construyó la entrada septentrional, se reformó el coro (que debía estar acabado en 1749) para instalar el órgano, el cuerpo octogonal que cobija la escalera al coro y la habitación en la esquina suroeste que ocupa el archivo.
De la antigua construcción románica se conservan los cuatro pilares correspondientes a los dos últimos tramos de las naves, aunque sólo uno de ellos mantiene su aspecto original consistente en un zócalo circular sobre el que se eleva un soporte de sección cruciforme con una semicolumna adosada en cada frente. De la misma época son también los soportes adosados a los muros del evangelio y de la epístola compuestos por pilastras con semicolumnas coronadas por capiteles. En altura destaca la torre situada en el hastial y de cronología gótica. Se trata de una maciza torre cuadrada con tres cuerpos perforados por troneras apuntadas y un remate almenado posterior.

En el exterior, en un tramo del muro septentrional delimitado por dos contrafuertes y sobre una imposta decorada con dientes de sierra, se abre una ventana románica formada por guardapolvo decorado con puntas de diamante y una arquivolta de medio punto con moldura de bocel que apoya sobre una pareja de columnas. La del lado derecho presenta fuste helicoidal y capitel figurado de tosca factura que representa a dos animales unidos por los cuartos traseros. El cimacio correspondiente muestra motivos vegetales en forma de arquillos. La otra columna y capitel presentan un lamentable estado de conservación que impide precisar el tipo de decoración. En el interior este vano repite un esquema similar, con la columnilla derecha recorrida por una banda en zigzag y el capitel correspondiente decorado con labores de cestería, mientras que en el cimacio lo hace a base de motivos vegetales y una figura humana recostada. En el capitel izquierdo se representa una máscara y en el cimacio un personaje atacado por dos animales que le muerden los brazos.
En el muro del mediodía se abre otra ventana de idénticas características pero en peor estado de conservación. Sólo el capitel izquierdo del exterior y su correspondiente del interior se conservan en un estado aceptable. El primero de ellos está decorado con una máscara en la esquina de la cesta de la que cuelgan tallos y el del interior con grandes hojas de talla muy tosca.

Alguno de los canecillos que sujetaban la cornisa románica fueron reaprovechados en las bóvedas –éstos fueron depositados en el interior del templo– y están decorados con una cabeza de bóvido, figuras de hombres, un pájaro y un modillón.

En los soportes interiores románicos se encuentran algunos capiteles e impostas decorados: un capitel tiene dos animales simiescos tallados que muerden la cabeza de un hombre y en el otro lado una gran cabeza común a dos cuerpos.
capiteles se decoran con diversas clases de hojas de acantos muy esquemática y bolas rematando acantos ramificados. El talante de estas tallas es denodadamente rural, propia de canteros locales y con una datación tardía.

 

Monzón de Campos
Monzón de Campos se encuentra situada a unos 10 km al norte de la capital palentina. El caserío se asienta en las primeras estribaciones de un páramo calizo y se extiende, hacia el oeste, por la fértil llanura de la vega del río Carrión.
Monzón de Campos fue cabeza de un condado creado por el rey leonés Ramiro II, en una fecha incierta del siglo X (posiblemente antes de 939) para preservar las tierras entre el Carrión y el Pisuerga hasta La Ojeda, apetecidas por los condes de Saldaña y de Castilla. Sobre una elevación del terreno se construyó el castillo. Al pie de sus muros protectores debió formarse una población que hacia el siglo XII, una vez pacificado definitivamente el territorio, se desplazó hasta la llanura, en la que ha sido su ubicación hasta la actualidad a orillas del río Carrión.
El primer conde de Monzón fue Asur Fernández a quien heredó su hijo Fernando Ansúrez antes de mediar el siglo X. Bajo el mandato de éste el condado jugó un importante papel político, certificado por la omnipresencia de embajadores de Monzón en todas las misiones diplomáticas enviadas a Córdoba durante esta época. El último Banu Ansúrez murió sin descendencia directa por lo que el condado pasó al rey Ramiro III. La muerte del monarca, en 985, dejó desamparado a Monzón ante sus vecinos, los condes de Castilla y de Saldaña-Carrión. En los años siguientes fue incorporado definitivamente a los territorios del Condado de Castilla.
En el Libro Becerro de las Behetrías (1352) aparece como lugar del rey que lo dió a don Sancho Sánchez de Rojas, en manos de cuyo linaje continuó en el siglo siguiente.

Iglesia de El Salvador
La iglesia de el Salvador está edificada en su totalidad con piedra caliza cortada en sillares regulares.
Tiene planta de cruz latina con una sola nave, testero plano de capilla única y transepto sobresaliente. Hay una desproporción evidente entre el cuerpo de nave y la cabecera, que se explica por la existencia de dos fases constructivas claramente diferenciadas. La nave, de un estilo románico tardío, ya mezclado con recursos del gótico, es obra del siglo XII. En el siglo XV, el ábside del primitivo templo debió ser derruido para construir en su solar la cabecera actual y un crucero de mayores dimensiones. La explicación a tales desajustes en las proporciones está en la paralización que sufrieron las obras en el siglo XVI que, de haberse continuado, hubieran prolongado el templo hacia los pies con tres naves. De estas intenciones son prueba los tres grandes arcos apuntados aún visibles (aunque cegados) en los tramos laterales y central de la fachada oeste del transepto.
La nave va cubierta por bóveda de cañón con lunetos construida en piedra y revocada de yeserías. Cuatro perpiaños apuntados de amplia luz y buen trazado la refuerzan y marcan la división de la nave en cinco tramos de desigual tamaño, progresivamente más grandes hacia los pies. Voltean sobre semicolumnas adosadas a pilastras rectangulares, con las que comparten un plinto cruciforme. Las semicolumnas tienen basa moldurada, fuste de varias piezas y capitel troncocónico, a veces liso y en otras ocasiones decorado a base de dos grandes hojas cóncavas, con bola en su centro, separadas por un esquemático tallo bulboso.
La capilla mayor y el tramo central del crucero se cubren con bóvedas estrelladas de combados y múltiples claves decoradas con escudos de los Rojas y los Enríquez. Los brazos del transepto presentan bóvedas de crucería sexpartita.
Al exterior, todo el perímetro de la nave está reforzado por un zócalo pétreo de un metro de altura y en la fachada sur, tres contrafuertes alivian al muro del empuje de los fajones más orientales. Sobre el hastial occidental se eleva una esbelta espadaña de tres cuerpos, con arcos de medio punto, rematada por una torrecilla cuadrada con vanos en todos sus frentes.

Las portadas se abren en los muros sur y norte del primer tramo de la nave. La meridional es un sencillo arco de medio punto sin decoración, en la actualidad tapiado, mientras que la septentrional, protegida por un pórtico del siglo XVII y precedida de un atrio delimitado por un murete, es la de uso habitual. Esta portada ofrece un programa decorativo más abundante. Está compuesta por un arco de ingreso y tres arquivoltas apuntadas protegidas por un doble guardapolvo.
La primera y tercera están decoradas con un grueso bocel, mientras que la segunda lo hace con un motivo vegetal que se repite seriadamente en cada dovela. La cuarta arquivolta presenta a la derecha hojas nervadas terminadas en bolas y a la izquierda cintas perladas entrelazadas de perfil abiselado. El guardapolvo, más estrecho, tiene decoración de puntas de diamante. Las arquivoltas apoyan sobre tres columnas acodilladas a cada lado, asentadas sobre alto zócalo. Tienen basa moldurada convexa –doble en la central–, un fuste muy corto y capitel decorado con cinco hojas replegadas en sí mismas y rematadas por frutos esféricos y piñas. Sobre el guardapolvo se conserva un fragmento del primitivo tejaroz, con decoración geométrica incisa en el frente de su cornisa y varios canecillos decorados con motivos vegetales de entrelazo perlado.

El alero está sostenido por una serie de canecillos lisos, salvo uno que lleva esculpida una cara de ojos saltones y nariz prominente. Hay también un capitel con acantos sencillos en una ventana geminada datable en el siglo XIII.
Las notorias diferencias estilísticas existentes entre los capiteles interiores y la portada, hacen pensar en la participación de, al menos, dos talleres escultóricos diferentes. Los capiteles presentan hojas de simplísima concepción, toscamente tallados, resultantes de un somero desbastamiento del bloque troncocónico. En la portada, por el contrario, se advierte un conjunto más elaborado, con formas esquemáticas tendentes a la geometrización que, a pesar de su planitud, tienen un cierto volumen, conseguido por el tratamiento de sus facetas con trépano, incisiones y a bisel. Algunos motivos evocan, por su similitud temática y técnica, la decoración de palmetas vista en las arquivoltas de la portada meridional de la parroquial de Amusco y de la ermita de San Pedro de Fuentes de Valdepero.


Fuentes de Valdepero
Fuentes de Valdepero se encuentra situado a escasos kilómetros al norte de la capital palentina, junto a la carretera N-611. La ermita de San Pedro se halla a unos 500 m al sureste del casco urbano, accediéndose hasta allí por un camino de tierra que parte del propio pueblo. Ocupa la culminación de un solar alomado, en un despoblado delimitado por la carretera que conduce a Valdeolmillos.
El núcleo habitado de Fuentes de Valdepero debió comenzar a formarse en el siglo X al amparo de una fortaleza coetánea, erigida en el lugar para salvaguardar las tierras entre el Carrión y el Pisuerga. Navarro García afirmaba que ya aparecía citado en el inédito Cantar de Rodrigo como Val de Perro o Val de Petro, haciendo alusión al nombre del fundador que para algunos habría sido el conde don Pero de Palencia, hijo de Fernán González. La tenencia recayó después y sucesivamente en los Ansúrez, los Castro, los Sandoval y los Sarmiento.

Ermita de San Pedro
San Pedro de Fuentes de Valdepero pertenecía a Santa María de Husillos, al menos desde 1183 cuando el obispo palentino Raimundo II fija la canónica de la abadía. Por otra parte, Teófilo Calzada apuntaba la existencia de un primitivo poblado asentado en las inmediaciones de la ermita, donde existía una fuente llamada de San Pedro cuyo caudal alimentaba un arroyo que discurría por el pequeño valle. De esta manera el nombre de la fuente y la advocación del santo habrían dado lugar al topónimo actual de Fuentes de Valdepero. Según el citado autor, las inundaciones sufridas en el valle en 1268 arrasaron el pequeño poblado y sus habitantes emprendieron la construcción de un nuevo asentamiento en el lugar que ocupa actualmente el pueblo. De esta manera, la antigua iglesia de San Pedro, que pertenecía a la colegiata de Husillos, quedó convertida en ermita bajo la advocación de la Virgen del Consuelo.
Por su ubicación respecto al pueblo y al campo santo, coincide exactamente con la que Madoz citaba como “pequeña y miserable ermita dedicada a Nuestra Señora del Consuelo”. La diferente advocación atribuida es explicable, bien por un error del autor, bien por la existencia de otro templo en las proximidades (del que, en la actualidad, no quedan vestigios), o por una dedicación compartida con San Pedro que es la que ha perdurado hasta nuestros días.
Tampoco considero acertado el calificativo de “miserable” pues se trata, por el contrario, de una construcción ciertamente popular, pero con elementos tan nobles que permiten su entronque con la arquitectura tardorrománica del siglo XIII, reformada y ampliada en época posterior.
La ermita está edificada en su totalidad con piedra caliza de la comarca, cortada en sillares de variado tamaño agrupados, sin embargo, en hiladas uniformes. El estudio de la planta original revela una enorme claridad estructural, conseguida por la yuxtaposición de sus partes, concebidas como perfectos paralelogramos.
El cuerpo de iglesia es un gran cuadrado al que se unen, prolongando su eje de simetría, el ábside cuadrangular hacia el este y la estructura rectangular de la torre-campanario, por el oeste. Lo que hemos llamado cuerpo de iglesia es un espacio diáfano, dividido en tres naves por dos pilares cuadrados. No parecen coetáneos de la fábrica medieval sino colocados en alguna restauración, como la armadura de madera que soportan. Secunda esta hipótesis la variedad de los aleros: en unas zonas de madera, en otras de piedra moldurada, e incluso algunos canes románicos de nacela y proa de barco, además de dos decorados con sendas cabezas de animales. Refuerzan la estructura dos contrafuertes esquinados y otro a modo de arbotante sobre la saetera meridional.

En el muro de la epístola se abre la única portada, cobijada por un tejado volado sustentando por pilares poligonales. Ligeramente adelantada respecto a la línea general del muro, es apuntada, con arco de ingreso y tres arquivoltas, que apean en una imposta corrida sobre jambas.

El arco de acceso y la segunda arquivolta están decorados con un grueso bocel y la tercera con una mediacaña, formas similares a las de la portada meridional del templo parroquial del pueblo, con el que también coincide en el molduraje del guardapolvo. Bien diferente es la primera arquivolta, donde cada dovela lleva tallada en bajorrelieve una estilizada palmeta de hojas simétricas que arrancan de un tallo rematado en un fruto, motivo decorativo que se puede apreciar en otras iglesias de la zona como Husillos, Monzón y Amusco.

En el interior, el ábside se cubre con una bóveda simple de crucería cuyos nervios apoyan en cuatro columnas esquinadas de fuste corto y capitel liso. El espacio resulta oscuro pues el vano de medio punto que perfora el muro oriental está tapado por el retablo, y sólo entra luz por una ventana lateral con derrame interno que, al exterior, se troca en aspillera. La bóveda y los muros de esta capilla conservan restos de pinturas murales a base de motivos geométricos, escudos heráldicos y líneas rojas que simulaban un despiece de sillería.
En el lado del evangelio hay un absidiolo, también cuadrangular pero de menor profundidad, que se debió construir con posterioridad. Al fondo de la nave un estrecho vano, rematado en arco trilobulado, permite el acceso al cuerpo bajo del campanario donde se halla una habitación pequeña cubierta con bóveda de cañón apuntado donde se guarda una gran pila bautismal (aproximadamente 125 cm de diámetro) de cuba lisa que evidencia la antigua función parroquial del edificio. Desde esta sala se pasa, bajo un arco apuntado, a la escalera de caracol que conduce al piso superior donde están las dos troneras para las campanas. Es una estructura más estrecha que el hastial de poniente, por lo que forma con éste un rincón aprovechado en su día para el acodamiento de la casa del santero, demolida durante las obras de consolidación y adecentamiento de la ermita y su entorno llevadas a cabo en 1994.
En mayo de ese mismo año, mientras se eliminaba el encalado de los muros, aparecieron dos tallas de madera de la Virgen y San Juan ocultas entre el relleno de un antiguo arcosolio. Dichas imágenes, datables en torno a 1300 y restauradas por la Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico, se guardan actualmente en la iglesia parroquial del pueblo formando grupo con el Cristo del Varlozado, del mismo estilo y época.

 

 

 

 

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