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viernes, 2 de mayo de 2025

Capítulo 58-1, Románico en Campoo y Valderredible

Románico en Campoo y Valderredible
Geográficamente la comarca de Campoo ocupa el extremo meridional de Cantabria limitando al norte de las provincias de Palencia y Burgos. A su vez se divide en municipios como Campoo Cabuérniga, Campo de Enmedio, Valdeolea, Valdeprado del Río, Valderredible, etc.
Esta extensa comarca es una de las zonas de mayor concentración de románico del norte peninsular.
Si bien hay que decir su distribución es muy heterogénea, ya que la mayoría de los edificios de esta época se concentran en el centro (Campoo de Enmedio) así como en Valderredible y Valdeolea, siendo muy escasos en el resto de la comarca.
Características del románico en las comarcas de Reinosa, Campoo de Enmedio, Hermandad de Campoo de Suso y Valderredible.
Desde el punto de vista estilístico, el románico del Campoo comparte bastantes características con el del norte de las provincias de Palencia y Burgos.
Junto con templos rurales en paisajes de incomparable belleza también existen iglesias románicas de noble factura.
Esta región de Cantabria es altamente recomendada para los amantes del románico y de quienes disfrutan de su visión en un ambiente paisajístico rural.
Trataremos aquí una pequeña pero significativa representación del románico de esta zona de Cantabria:
De los Municipios de Reinosa, Campoo de Enmedio, Campoo de Suso y Valdeprado del Río nos ocuparemos de las iglesias de San Pedro de Cervatos (Colegiata), Santa María de Retortillo, Bolmir,  Villacantid,  Fombellida, el Barruelo de Carabeos y Aldea de Ebro.

Cervatos
Cervatos se sitúa en el Sur del municipio de Campoo de Enmedio y de Reinosa; a 899 m de altitud, junto al río Marlantes y a dos kilómetros y medio de Matamorosa, la capital. Se accede a Cervatos por la N-611, Santander-Palencia. Hayas y robles, cagigas y rebollos son, junto con los avellanos y matorrales, algunas de las especies arbóreas de los bosques que cubren su terreno montañoso, surcado también por varios arroyos que riegan sus praderías. La iglesia parroquial de San Pedro se halla en lo alto del caserío de Cervatos; fue declarada Monumento Histórico-Artístico Nacional, en 1895.

Monasterio Colegiata de San Pedro de Cervatos
El lugar en donde este monasterio fue levantado, posiblemente en los años finales del siglo VIII o en los primeros del IX –cuando la política de los reyes asturianos Alfonso I y Alfonso II está orientada, sobre todo, a afianzar la repoblación de intramontes pero también a iniciar la salida hacia los abandonados campos de la meseta– seguramente fue conscientemente elegido por ser un punto estratégico en la geografía que le rodea. No sabemos el valor que pudo tener, antes de los romanos, el paso natural de la sierra del Hijar que desciende en altura en su ramal SE más de mil metros en relación con las cumbres. Este suave puerto de Pozazal (987 m) conocemos con certeza que fue elegido por los romanos para dar paso a la calzada que desde Pisoraca (Herrera de Pisuerga) entraba directamente a la cuenca del Besaya para alcanzar la costa cantábrica en Portus Blendium (Suances) o en Portus Victoriae Juliobrigensis, y poder así mantener su comercio con las Galias y servirse de los pescados del mar. Después, durante la Alta Edad Media, siguió utilizándose la vía, y este puerto de Pozazal, ante las posibles incursiones árabes, tuvo que tener mucha importancia, dado que cerraba o abría un camino indispensable tanto para la defensa como para la expansión. Los romanos tuvieron como indudable vigía y controlador de este paso natural a su ciudad de Julióbriga, desde donde, en el actual Retortillo, podía contemplarse de una sola mirada el terreno que, prácticamente desde Pozazal hasta la entrada al Besaya, precisaba mayor atención.
No es pues extraño que, cuando los principios de la organización nueva del territorio –basada sobre todo en el establecimiento de monasterios– va creando núcleos de consolidación de gentes a base de agrupaciones con soporte religioso, fuese aquí, en Cervatos, donde se crease una abadía. En un supuesto viaje desde la Meseta a la costa, o desde la costa a la Meseta, la llegada al puerto, o la salida de él, precisaba una imprescindible detención, tanto de los viajeros a pie o a caballo, como de las carreterías. Por eso Cervatos fue siempre un lugar de parada para el cambio de caballerías, y un obligado punto de detenimiento de viajeros o peregrinos, que verían con verdadero gozo la presencia de un núcleo poblado y un monasterio que, sin duda, les acogería como hermanos. Y por eso, tampoco es extraño que la venta de Pozazal perteneciese a los canónigos de Cervatos.
Y no sólo para los viajeros, sino para todo el valle de Campoo de entonces, la existencia del monasterio tuvo que ser muy beneficiosa, pues en el confiaron los condes de Castilla, primero, y a partir del siglo XI, sus reyes que, en principio, siempre fueron sus propietarios, y los que le dieron un fuero –que continuamente confirmaron– para contribuir tanto a la organización del valle como al aumento y defensa de su población.
Las vicisitudes por las que el monasterio de San Pedro de Cervatos pudo pasar, en los siglos anteriores al edificio que de él se nos ha conservado, las desconocemos totalmente. Las primeras noticias documentales que tenemos son, precisamente, las que nos da ese fuero citado que le conceden, en el año 999, es decir, acabándose el siglo X, el conde castellano Sancho García (995-1017) y su mujer Urraca. Creemos que este conde no le funda, sino que le protege y considera, para que sirviese de panteón condal pues en dicho fuero se dice textualmente que entierren en la iglesia a su hijo Fernando: quem tumulavimus in Aula Sanctorum Apostolorum Petri et Pauli. M. de Assas (1857) nos dice que también fue enterrado el infante Alfonso, hijo del rey de León Bermudo III, que estaba casado con Jimena, hija del conde Sancho García, lo que puede explicar, primero, que Jimena quisiera enterrar a su hijo Alfonso, muerto a muy corta edad, donde habían enterrado a su hermano mayor Fernando, muerto también en años infantiles, y en segundo lugar, que la conocida lápida, ya del siglo XVII al menos, que estuvo en el Palacio de Comillas y hoy forma parte de los fondos del Museo de Prehistoria y Arqueología de Santander, que existía en el monasterio de Cervatos y que hacía constar que allí “yacía el infante don Alfonso, hijo del conde Sancho”, seguramente se confunde porque en el siglo XVII la tradición conservaba más el recuerdo del hijo del rey Bermudo y también del conde Sancho, y unieron los nombres confundiéndoles el parentesco. Pérez de Urbel (1945) no duda que Fernando fuese hijo de Sancho García, en cambio Martínez Díez (1976) sí lo duda, pero no sé con qué razones, aunque su supuesta no existencia le sirve para añadir uno más a los anacronismos en los que cae el fuero y así considerarle “absolutamente apócrifo”. Pérez de Urbel, más suavemente, lo cree “corrompido y adulterado”, pero con validez para aprovechar muchas de sus noticias en relación con el dominio del monasterio en los siglos XII-XIV.
El original del citado Cartulario de Cervatos, que contenía los fueros concedidos por el conde Sancho, no sabemos donde debió de ir a parar. Don Ángel de los Ríos lo tuvo, al parecer, en sus manos, y de él transcribió los fueros, que publicó en su “Noticias históricas de las behetrías, primitivas libertades castellanas” (1876). En la propia iglesia de Cervatos, en 1975, nosotros pudimos ver una copia realizada en 1778 por el notario del rey y del Colegio de la corte, Don Fernando Fernández de Andrade, que contenía el traslado puntual del Cartulario original, que el citado escribano define así: era un cobdice o imbentario de papeles y documentos tocantes a la iglesia colegial de San Pedro de Cervatos… cuyo original se halla encuadernado en tablas cubiertas de vadana negra renobada y escrito en pergamino de afolio mayor, que por haber estado mal conservado y custodiado se halla en varias partes consumida su letra. Concuerda en todo –sigue diciendo el citado escribano–con dicho cobdice antiguo, que ha exhibido por parte de dicha iglesia Colegial, a la que se la devolví.
La copia de Andrade consta de 120 folios encuadernados en cuero, y en ella se recogen privilegios reales desde Fernando IV a Juan II, confirmando los fueros. Una donación de Alfonso VII, de 1135, concediendo a San Pedro de Cervatos la iglesia de San Cristóbal de Villaescusa y el monasterio de San Martín en el alfoz de Amaya. Antes, la reina Urraca había hecho en 1111, una donación al monasterio de Cervatos de su villa de Quintana, cerca de Villaescusa, y concede al abad Nuño de Cervatos una inmunidad en la citada villa, prohibiendo la entrada del sayón. En los folios 38 y 39, se transcribe una donación a la abadía campurriana del infanzón Pedro Rodriz y su mujer María, de un solar, palacios y hórreos en el lugar de Cornenes (seguramente el Coroneles de Valdelomar), realizada posiblemente en época de Alfonso VII.
En todo el resto del volumen se recoge una relación de bienes, tierras, prados, viñas y heredades que la abadía de Cervatos tenía en pueblos de Campoo, la Montaña Baja, Palencia, etc., sobre todo en los siglos XV y XVI. Y poco más sabemos de todas las circunstancias vitales que, por tantos siglos de obligado silencio, no han podido llegar a nosotros. Gracias a diversas incursiones en variados textos documentales, podemos dar, al menos, una incompletísima relación de los nombres de abades, que desde el 999 a finales del siglo XV, ejercieron en el monasterio-colegiata de San Pedro de Cervatos.
Son muy pocos, pues, los abades cuyo nombre nos ha llegado, y prácticamente de ninguno sabemos más que eso: su nombre. Del primer abad, Juan, si el documento dice la verdad, tan sólo conocemos su próxima relación con el conde Sancho García y su mujer Urraca Pérez y su posible participación en los sepelios de Fernando, el primogénito de los condes, y de Alfonso el hijo de Bermudo III, ambos muertos de niños y enterrados en San Pedro de Cervatos. Del abad Martín o Martinus, podemos asegurar que regía la abadía por lo menos de 1199 a 1205, y que en su tiempo debió de alzarse la torre que vemos, quizás sustituyendo a otra más antigua, y que fue partícipe de la dedicación de la iglesia por el obispo de Burgos Marinus o Martín en tiempos del abad Martín (1199), tal como nos dice la inscripción más larga existente en el muro meridional a la derecha de la puerta.
Otra inscripción, más corta y más borrada, que existe en una pilastra entre las columnas del lateral derecho de la puerta, más antigua y muy difícil de interpretar, como veremos, (si las siglas NS pueden referirse al nombre Nunnus –Nuño– como se ha supuesto), nos indicaría, tal vez, que el abad Nuño que rige la abadía en 1111 tenía algo que ver con la construcción de la iglesia (1129) si se trata de inscripción conmemorativa, o, si fuese funeraria, de la muerte de este abad. No es raro, como sabemos, que al fallecimiento de abades, reyes o simplemente personas relacionadas con la iglesia o monasterio solían grabarse nombre y fecha de su óbito. Pero esta posibilidad de implicar de una manera o de otra al abad Nuño en la construcción de la iglesia, es una simple suposición, al ver que su abadiato se corresponde con la muy posible edificación de la iglesia. Consta de abad en 1111, como anotamos en líneas precedentes, y ya en 1135 hay otro abad, Pedro. Aún suponiendo que Nuño toma posesión en 1111, son diez y ocho años de ejercicio, precisamente el margen en que también se hace la iglesia de Bustasur, fechada en 1112, y por los mismos canteros, creemos, que levantan la de Cervatos. ¿No pudo ser esa fecha de 1129 la de la muerte de Nuño? A veces la epigrafía mueve demasiado a la imaginación.
Sin duda, son esas dos fechas, 1129 y 1199, que indican las inscripciones –y añadiendo la primera mitad del siglo XIII– las que marcan el apogeo del monasterio de Cervatos, tanto por lo que nos dice su construcción en 1129, como la dedicación en 1199, con la elevación de su torre, y porque es, dentro de este margen de tiempo, cuando en 1186 el rey Alfonso VIII conmuta San Pedro de Cervatos, que era de patrimonio real, por el monasterio de Santa Eufemia de Cozuelos, que pertenecía a la sede burgalesa, con el fin de donar este último cenobio palentino a la Orden de Santiago, que desde entonces le ocupó. Desde la segunda mitad del siglo XIII debió de iniciarse la decadencia y el debilitamiento del monasterio, tal como ocurrió en general a todos los abadengos, por las razones que muy resumidas expone González de Fauve (1992, t. I, pp. 143-144): despoblación, vasallos de abadengo que se pasan a solariegos, repoblación de Andalucía, factores climáticos muy negativos (heladas, hambres, pestes, cosechas catastróficas, exigencias de los reyes, disminución de ayudas y donaciones, debilitamiento moral del clero, etc. Todas estas vicisitudes, o parte de ellas, tuvo que sufrir, sin duda, nuestro cenobio, pues si acudimos a algo que nos pueda decir el Libro de las Behetrías, en 1352, sobre la situación del pueblo de Cervatos en la Merindad de Aguilar de Campoo, la manifestación es decepcionante: Este logar es yermo e que non mora y sinon dos omes fiiosdalgo e dos mugeres biudas que son pobres e que es de la eglesia de Çervatos, e que quando el dicho logar era poblado que tenia en cabeça de martiniga LX maravedís cada anno, e que los llevava el rey...
De todas formas, a pesar de la despoblación que se detecta en estos mediados años del siglo XIV, el monasterio sigue funcionando, aprovechando las heredades y rentas que recibe de sus vasallos de pueblos no tan decadentes, y sigue recibiendo el monasterio ayudas y confirmación de sus fueros, pues Juan I (1379-1390) en una de ellas, seguramente a petición del abad de Cervatos, afirma lo hace porque se pueblen los solares e lugares de la dicha Eglesia que están despoblados especialmente en dicho lugar de Cervatos (folio 13 del Cartulario).
Esta conciencia de revitalización –muy de acuerdo con la política de Juan I (SUÁREZ FERNÁNDEZ, L., Madrid, 1955) es la que parece apercibirse durante todo el siglo XV pues se recogen en el Cartulario numerosos documentos de esta época, y se mencionan seis abades en el gobierno del monasterio, contra dos solamente en el siglo XIV.
Tampoco sabemos desde cuándo el monasterio se transforma en colegiata, pero es muy posible que ello suceda cuando el monasterio, que era propiedad real, pasa con Alfonso VIII, y por deseo del mismo rey, a depender de la diócesis burgalesa, es decir en 1186, como ya dijimos, en el trueque que hace con el monasterio de Santa Eufemia de Cozuelos.
Pero si consideramos que la concesión del fuero de Sancho García dice textualmente: At etiam concedimus dictae Ecclesiae et tibi Johanni Abati et succesoribus tuis, ac Canonicis... habría que estimar que desde su fundación, o por lo menos, desde el 999, ya se estableció la canónica. Cierto es que el documento de Alfonso VII antes citado, de 1135, vuelve en este caso a citar a los canónigos: et vobis abbati Donno Petro et canonicis... Sin embargo, en dos documentos anteriores, la donación de la reina Urraca, y otro de semejante fecha (1111), se dice en el primero: in presencia Abba Domnus Nuño et omne clericorum ipsius Ecclesiae, y en el segundo: ad ipsos venerabiles sanctos Dei, vela cultoribus Ecclesiae qui ibidem sunt commorati omitiéndose en ambos el término canonicis.
Así, admitiendo como apócrifa, la redacción del fuero del 999, que podría juzgarse como introducción falsaria, hay sin embargo otras dos versiones del fuero que redactan el párrafo, sin mentar a los canónigos, de esta manera, muy parecida a la del documento de 1111, esto es: et tibi Johanni Abati et sucesoribus tuis et atcultores... y et tibi Johanni Abati, et ad regulantes vel cultoribus Ecclesiae.
Queda así la duda –vistos los documentos, pero teniendo en cuenta su carácter de apócrifos– entre dos fechas que podemos utilizar como posibles para el cambio de monasterio a colegiata: la de 1135, que cita por primera vez la existencia de canónigos, testimonio muy importante por ser documental, y la de 1186 que, aunque nada dice de este cambio, el hecho importante de perder su carácter de patrimonio real y pasar a depender de la sede burgalesa, nos hace suponer que pudo ser un momento muy oportuno para cambiar la organización del monasterio. Además esta fecha de 1186, aunque ello no parezca suficiente razón, coincide bastante con otra, la de 1175, que en documento de Santillana, nombra por primera vez el Capitulum de canonicis. Ya comentamos que, a pesar de esta fecha testificada, Escagedo Salmón siempre creyó que la transformación de monasterio en colegiata se “verificó paulatinamente, durante los siglos XI-XII”, en la abadía de las Asturias de Santillana.
Lo que sí es seguro, en San Pedro de Cervatos, es que, en el siglo XIV, existía ya cabildo de canónigos como se corrobora en todas las posesiones que se citan en esa fecha, en donde se habla siempre de iglesia colegial, abad y cabildo, así como en la primera confirmación del Fuero de Cervatos por Fernando IV (1295-1310) que se redacta a petición del abat et cabillo de dicha Eglesia de Cervatos.

El dominio del monasterio
A pesar del carácter apócrifo que pueda tener el Fuero de 999, éste nos da una situación patrimonial verdadera en ciertos momentos y nos permite señalar, al menos, la extensión de su dominio, que se concretó fundamentalmente a un espacio bastante cerrado en pocos kilómetros alrededor de la Colegiata, prácticamente teniendo como centro geográfico la propia abadía, con un escape hacia el norte siguiendo el cauce natural del Besaya y la calzada romana de Pisoraca (Herrera de Pisuerga) a Portus Blendium (Suances), que antes de llegar a Julióbriga pasaría por el solar, o por sus proximidades, donde en el siglo XII se levantó el monasterio de Cervatos, calzada que, sin duda, fue aprovechada durante la Edad Media y a lo largo de la cual –demostrando la importancia de ser vieja comunicación de la Meseta para alcanzar la costa– se fueron jalonando iglesias o monasterios románicos que todavía perduran: Cañeda, Aldueso, Rioseco, Pujayo, Bárcena de Pie de Concha, Quevedo, Silió, etc. Algunos, como Pujayo y San Juan de Raicedo, donde se ven las manos de los canteros que trabajaron en Cervatos. El núcleo de este dominio, donde tenía Cervatos bienes, iglesias, heredades y vasallos, correspondía a Campoo de Suso, sierras de Brañosera y proximidades, Valdeolea, Campoo de Enmedio, Valdelomar y algún punto de Valderredible, en cuyo valle entraban otros señoríos, sobre todo el abadengo de San Martín de Elines. De todas formas, el señorío de San Pedro de Cervatos se extendía, si bien de manera dispersa, a puntos que por el norte llegaban casi a la costa: Las Caldas de Besaya, Periedo, Asejo, incluso con algún punto excepcional en Liébana, en Armaño. Por el Sur, podía llegar su dominio a pueblos de las provincias de Palencia y Burgos, hasta alcanzar plenamente tierras meseteñas, como Revilla Vallegera, más abajo de la línea del camino de peregrinación, pues también tenía pertenencias en Boadilla del Camino, por ejemplo. Y sobre todo sus vasallos, como vemos en el Becerro de las Behetrías en 1352, casi siempre convivían en cada pueblo con los de otros señoríos, tanto de abadengo o realengo como de behetría o naturales. Así, en Salcedillo sólo una tercera parte de los vasallos del pueblo, en 1352, pertenecía al abad de Cervatos. Sin embargo, en Fombellida todos eran vasallos del abad de Cervatos. Y en Celada Marlantes, la mitad eran de behetría y la otra mitad de abadengo y estos se los repartían el prior de San Juan de Jerusalén, el abad de Santa María de Montesclaros y el de San Pedro de Cervatos.

El monumento
De todo lo que pudo ser el monasterio de San Pedro de Cervatos, en su parte románica, sólo nos queda la iglesia y la torre, y esto muy modificado, sobre todo en las bóvedas que, salvo las de la capilla absidal, todas fueron transformadas, posiblemente en el siglo XIV, con cubiertas de nervios en los tres tramos de la única nave que posee la iglesia. Bóvedas, las tres, de diagonales, ligaduras y terceletes y doce plementos; en la capilla del Cristo, que se abre en el muro norte y en el primer tramo, la bóveda es mucho más complicada, posiblemente de los siglos XV-XVI, con numerosos combados. A esta Capilla del Cristo –construida fuera del muro norte, pero apoyados los suyos en él– la envuelve por fuera otra construcción rectangular de muros más estrechos que los románicos, a la que se entra por una puerta situada en el segundo tramo de la iglesia. Esa construcción exterior, que ocupa de hecho toda la longitud del muro norte de la iglesia, desde que empieza el tramo tercero o del coro, hasta el primer contrafuerte de la pared norte del ábside (ver plano), deben ser los restos, quizás, de una parte del monasterio, o una construcción posterior que pudo ser dedicada a lo que es hoy actual sacristía (se entra en ella por puerta abierta en el primer arco de la izquierda, de los diez ciegos que tiene la curva absidal), o que aprovecha un espacio que pudo ser cementerial, con cinco tramos cubiertos por distintos tipos de techumbres, o capilla para la pila bautismal.
Planta
 
Exterior de la iglesia
Desde luego lo más interesante, desde el punto de vista artístico, está en el exterior de la iglesia, que se nos ofrece totalmente románico y donde no parece ha habido ninguna variación desde que la fábrica fue levantada en el primer tercio del siglo XII. Y ello sin despreciar el interior, que aunque tan sólo conserva de románico el ábside, éste no mengua en belleza ni en interés a todo lo que puede verse fuera.
Colegiata de San Pedro de Cervatos (España)
La iglesia vista desde el sureste 

Realmente, la iglesia no tiene la aparatosidad monumental de un San Isidoro de León, ni de una colegiata de Santillana o de Castañeda, pero aunque se nos presenta de tamaño más humilde, y su interior muy depreciado por sus bóvedas góticas que rompen la unidad de estilo del románico, no deja de ser San Pedro de Cervatos un ejemplar muy destacado entre las iglesias románicas de un solo ábside, que, con seguridad si hubiese conservado la cubierta primitiva, fuese de madera o de cañón con fajones, nada tendría que envidiar a los más alabados ejemplares del románico español.
Si empezamos su descripción por el muro meridional, el aspecto que este ofrece es de unidad completa dentro, al mismo tiempo, de su elegante sencillez, realzada por un paramento de bien armada sillería. Se corona por una cornisa sencilla, de borde de simple baquetón y listel, soportada por veinticuatro canecillos que no han debido de ser nunca removidos.
Las restauraciones que en el siglo XX se hicieron (décadas del 60-70), jamás afectaron a esta secuencia, pues tuvieron como finalidad primordial retejar la cubierta y saneamiento. Si tenemos delante el dibujo que M. de Assas publicó en el Semanario Pintoresco Español, el 22 de febrero de 1857, titulado “Colegiata de Cervatos”, vemos que nada ha cambiado exteriormente: la torre sigue idéntica y los canecillos de este muro sur son los mismos veinticuatro, que, de izquierda a derecha son los siguientes: 1.- Cabeza de fiera con fauces abiertas que muestran su amenazadora dentadura; el cuello se cubre de entrelazos. 2.- Figura de hombre, sedente que apoya sus manos sobre las rodillas y su cabello se eriza y trepa sobre el alto del canecillo. 3.- Figura humana, también sentada, con traje talar, que con sus manos y barbilla sujeta un instrumento de música que se lleva a la boca. 4.- Bola con caperuza. 5.- Hombre sentado que carga sobre sus espaldas un tonel reforzado con aros de hierro y cuyo gollete cuadrado cae sobre la cabeza; tiene las manos apoyadas en las rodillas. 6.- Bola con caperuza, casi igual al nº 4. 7.- Cabeza de cabra o de corzo de aspecto muy naturalista. 8.- Parece una continuación de la composición del canecillo nº 5, pero en este, el hombre está sentado, de espaldas, sostiene el bidón o tonel con las manos y bebe aplicando la boca al gollete. 9.- Tocador de vihuela o rabel. 10.- Hombre sentado itifálico con un pan o pandereta en sus manos. 11.- Figura humana, itifálica, y de espaldas, cuya cabeza es engullida por animal de feroz expresión. 12.- Tres rollos o bidones cilíndricos, que parece sostener con los dientes un animal al pie del canecillo. 13.- Figura de hombre sentado e itifálico, con cabeza de mono. 14.- Bola con caperuza y ramificaciones vegetales. 15.- Figura de hombre sentado e itifálico, con la mano en la barbilla en postura de pensador. 16.- Liebre. 17.- Personaje sentado, comiendo algo o tocando quizá un instrumento de viento. 18.- Parece monje sosteniendo un libro o una piedra rectangular. 19.- Figura de mujer en el acto del parto. 20.- Tres rollos o bidones pesando sobre una cabeza. 21.- Simple caveto. 22.- Saltimbanqui con las piernas al aire y cinturón de hebilla redonda. 23.- Tocador de arpa. 24.- De caveto, con medio rollo en lo alto.

Canecillos 1,2, y 3
Canecillos 3,4,5,6 y 7
Canecillos 6,7,8 y 9
Canecillos
Canecillos
Canecillos
Canecillos
Canecillos
Canecillos 

En esta fachada sur se abren tres vanos: una ventana pequeña, a la izquierda (según visión del espectador), muy próxima a la cornisa, de arco de medio punto, cuyas dovelas casi tocan la hilada de canecillos. De arco doblado, posee una arquivolta de grueso baquetón que apoya sobre cimacios decorados por trenzado de palmetas de hojillas cóncavas, adorno que se repite hasta la saciedad en toda la decoración de la iglesia. Dichos cimacios cargan sobre pequeños capiteles que, combinados, recogen, con demasiado descaro y expresividad, una preparación al coito. Las columnas, de cortos fustes de una sola pieza, llevan collarino fino y basas de tipo ático, con lengüeta.
La ventana de la derecha, es más grande y alta, pero algo más baja en la línea general del muro. Posee chambrana de medio punto decorada con parecido tipo de palmetas entrelazadas e igual al que lleva la chambrana de la puerta, y arquivolta de baquetón, cimacios decorados con palmetas y capiteles con animales afrontados sobre cuyas cabezas aparecen volutas. Los fustes son de dos tambores y las basas iguales a las de la ventana izquierda. 

Puerta
La puerta, que sobresale de la línea del muro, y lleva tejadillo propio, es pieza de verdadero interés tanto por la abundante decoración que tiene como por la originalidad de su dintel y tímpano.
La cornisa de su tejado, del mismo tipo que la que posee el muro sur, se sostiene por trece canecillos esculpidos con los siguientes temas: 1.- Figura de saltimbanqui con las piernas hacia arriba o de mujer en postura obscena. 2.- Arpista. 3.- Figura con las manos a la cabeza de debió de ser fálica (muy destrozada). 4.- Personaje sentado con cabeza monstruosa, abiertas las fauces. 5.- Escena de coito. 6.- Cabeza de cabra. 7.- Cuerpo humano con cabeza de animal que aprieta en lo alto un rollo con sus manos. 8.- Cabeza de monstruo que está engullendo a una persona. 9.- Hombre sentado con cabeza de mono. 10.- Figura humana que parece morder su mano derecha, sostiene a otra figura que tiene entre sus piernas y de cuya boca sale una especie de cuerno o trompeta. 11.- Personaje sentado, fálico, que se tapa los ojos con las manos. 12.- Entrelazo de figuras en postura impúdica. 13.- Mezcla de animales unos encima de otros.







Entre cada canecillo existe una metopa esculpida, que, de izquierda a derecha, son las siguientes: 1.- ¿Lucha de animales?. 2- Animales afrontados de espalda. 3.- Dos figuras sentadas, una de perfil y otra de frente. 4.- Otros animales afrontados. 5.- Tres figuras humanas de pie. 6.- Dos águilas afrontadas de espalda. 7.- Animal con sus patas delanteras en movimiento. 8.- Dos animales afrontados. 9.- Figura humana con serpientes que muerden sus pechos, mientras ella levanta los brazos. 10.- Animales copulando y dos cabezas humanas al fondo. 11.- Parecen dos cojos con muletas que cruzan las piernas. Desgraciadamente muchas figuras de estas metopas se encuentran muy desgastadas y hacen difícil su apreciación y posible interpretación.

La puerta, con numerosas arquivoltas, siete, todas ellas de baquetón simple, sin ninguna talla u ornamentación, tiene una chambrana de palmetas en vertical envueltas en tallos circulares que se cruzan en los laterales. Este guardapolvo apoya sobre los pilastrones laterales de la puerta; y las arquivoltas, sobre cimacio seguido que recorre todo el abocinado del muro, se apoyan tanto en los capiteles de las tres columnas, que a cada lado adornan el hueco, como en las pilastrillas intercolumnarias. Este largo cimacio, convertido casi en imposta, decorada con las muy vistas palmetas entre tallos entrelazados, carga sobre capiteles exclusivamente animalísticos que llevan parejas de leones en posturas opuestas que mantienen sus patas sobre el collarino. El estado de desgaste y destrucción de estos capiteles apenas permite saber si son también aves las que se han tallado.
Lo que verdaderamente llama la atención en esta puerta, son los dos dinteles monolíticos y el tímpano que sostienen, éste trabajado como ataurique en tres grandes tableros verticales. El dintel inferior, con una especie de horror al vacío, se cubre totalmente, no sólo en la cara exterior, sino también en su intradós –llamémoslo así, y que viene a recordar las pilastras visigodas de Mérida– por dos franjas horizontales de las ya típicas palmetas entrelazadas con tallos. Encima de este dintel, reposa directamente otro de aproximada altura con bajo relieve de tres parejas de leones (se ven perfectamente indicadas las melenas) unidos por las ancas y por las cabezas; todo ello, incluido el tímpano que vuelve a llenarse totalmente de palmetas, con un marcado aroma musulmán. Los fustes de las columnas de la puerta son monolíticos, aunque alguno pudiera haber sido incorporado en alguna restauración, y sus basas son de corte ático con bajo plinto decorado con bola, todo apoyado sobre un banco poco elevado.

Puerta. Columnas y capiteles del lateral derecho
Puerta. Capiteles del lateral izquierdo
Puerta. Detalle del tímpano y arquitrabe 

La parte esculpida de la puerta no termina aquí. Hay más piezas o piedras cinceladas en sus enjutas. En la izquierda, sobre la imposta que viene de la puerta, se han tallado las imágenes de Adán y Eva, de pie, a uno y otro lado del árbol del bien y del mal, en cuyo tronco aún está enroscada la serpiente. Sobre este relieve, en otra piedra, se esculpe la Virgen sedente con el Niño sobre las rodillas, llevando algo en su mano derecha. Más arriba, y en esta misma enjuta, lo que parece ser la figura de San Miguel con escudo y alanceando al demonio. En la enjuta derecha, también de abajo a arriba, la escena de Daniel entre los leones, de pie, con los brazos en alto, mientras dos leones rampantes le lamen los costados, tema muy querido del románico entre la iconografía del Antiguo Testamento. Otra piedra, sobre esta de Daniel, presenta un sacerdote rígido, con vestiduras amplias que parece mantener sus manos abiertas sobre el pecho. Más arriba, formando pandant con San Miguel, un relieve muy popular con la imagen de San Pedro, con el báculo en su mano derecha y la llave en la izquierda. Todas estas figuras de las enjutas están más deterioradas, aún, que las metopas, y en contra de lo que dicen Rodríguez y Lojendio (1966, pp. 119-124) nosotros creemos que son del taller de los canteros que esculpen el resto de la iglesia, incluido el tímpano.
Enjuta izquierda de la puerta y canecillos, y relieves: San Miguel, la Virgen con el Niño y Adán y Eva
Enjuta derecha de la puerta 

El ábside
La terminación del muro sur y su conexión con el presbiterio y ábside, se hace visible con la colocación de un contrafuerte prismático que sube directamente a la cornisa, la cual carece de canecillos. A este contrafuerte parece hacérsele ya partícipe de la organización absidal, pues la imposta que en el exterior del presbiterio y ábside viene circundando la curva absidal, como prolongación de la chambrana de las ventanas, alcanza también a este estribo, en el que, además, se ha incrustado, en medio mismo de su parte alta, una piedra rectangular perfectamente escuadrada y ahuecada, para ejecutar el relieve de un personaje, sin duda religioso, por sus vestimentas, que bendice con la mano derecha y sostiene un libro con la izquierda.
El plegado de sus ropas, el tipo exciso de la talla, llama la atención por su excesiva tosquedad y rudeza que, lo mismo que el San Pedro de las enjutas de la puerta, están muy por debajo de la manera de hacer del taller que, aunque se ve que su obrar está cargado de rusticidad, de ingenuidad y de cierta torpeza de estilo, sobre todo cuando se trata de iconografías, se maneja, sin embargo, con estilo limpio y transparente, cuando esculpe decoraciones geométrico-vegetales.
El ábside es una pieza de indudable aprecio y parece no haber sido nunca retocado. Contemplado desde el fin de la calle que llega a la iglesia, se yergue alto y firme, manifestando una prestancia más arquitectónica que artística y demostrándonos, una vez más, que los operarios que trabajan son herederos de una buena escuela de cantería pero no tanto de un cuidadoso hacer artístico.
Pasado el contrafuerte antes descrito, con un remetido bastante notable hacia el norte, comienza el muro del presbiterio sur; presbiterio corto, que si bien es fácil de distinguir al exterior, no podría serlo al interior, como veremos. Su muro es recto y termina en donde empieza el primer estribo columnado del semicírculo del ábside, y lleva una corta cornisa, con cuatro canecillos: 1.- Hombre sentado que sostiene en sus espaldas un pesado bidón (ya repetido en la cornisa del muro sur). 2.- Arpista sentado con cabeza bellamente tallada y cabello rizoso. 3.- Hombre en cuclillas que bebe de un bidón (visto también en la cornisa del muro sur). 4.- Figura al parecer hombre que muerde las piernas de otro personaje. Difícil de averiguar la escena.
Terminado el muro del presbiterio sur, comienza el semicírculo del ábside. Éste, está dividido en tres cuerpos horizontales y tres calles verticales. El piso primero bajo de los horizontales es una especie de basamento que resalta un poco y donde empiezan los cuatro contrafuertes columnados que separan las calles. Acabado este resalte, los contrafuertes se estrechan, y de esta forma suben todo el segundo cuerpo horizontal, donde están las tres ventanas, hasta llegar a una imposta de billetes que es la prolongación de la chambrana que voltea sobre los ventanales, y que en líneas anteriores ya tuvimos ocasión de reconocerla en el estribo en el que finaliza el muro sur de la iglesia. Al llegar a esta imposta, los contrafuertes del ábside se convierten en cuatro basas formadas por un plinto rectangular y un poco piramidado sobre el que descansan las basas de tipo ático de los fustes monolíticos que ocupan el tercer cuerpo horizontal alto y que terminan en capitel que, unido a los canecillos del ábside, sujetarán la cornisa que sigue siendo de igual composición que la del muro sur, es decir, listel y bocel, sin ningún tipo de decoración.
En cada una de las tres calles curvas del ábside se centra una ventana. Los canecillos del ábside, vistos ya los del presbiterio sur, y de izquierda a derecha, son los siguientes: 1.- Capitel de columna con animales superpuestos y afrontados; volutas en lo alto. 2.- Lechuza muy erosionada. 3.- Animal que parece cazado en una red de entrelazos vegetales. 4.- Cabeza de fiera, de cuyas fauces parece salir una figura humana cabeza abajo, que tiene su mano derecha en la mejilla y la izquierda en el pecho. Otro personaje cabalga el animal embridando su boca con las manos. 5.- Hombre sentado que se cubre, quizás, con una máscara de boca abierta y orejas o cuernos, que sujeta con las manos. 6.- Saltimbanqui o equilibrista con los pies al aire y cinturón con hebilla redonda (ya repetido en el muro sur). 7.- Hombre sentado con las piernas cruzadas que sujeta con la mano izquierda un objeto olifante a la altura de los hombros. 8.- Peonza o bola con caperuza (bastante repetido). 9.- Capitel de columna con animales afrontados que parecen luchar y figurillas humanas, de pie, en el extremo. 10.- Escena de coito. 11.- Escena de parto. 12.- Cabeza de cabra. 13.- Figura con una bola en lo alto de su mano derecha. 14.- Cabeza y medio cuerpo de cabra. 15.- Mujer impúdica que levanta sus piernas con las manos. 16.- Hombre desnudo, sentado e itifálico. 17.- Oso, seguramente, o mono equilibrista, colgado con sus patas anteriores de un rollo. 18.- Mezcla de dos figuras desnudas. 19.- Animal monstruoso con las fauces abiertas. 20.- Capitel de columna con entrelazos de palmas. 21.- Tres rollos apretando la cabeza de un hombre. 22.- Cabeza y cuerpo de cáprido (repetido). 23.- Dos figuras, una de las cuales, portadora de bastón o maza en la mano derecha, parece vencer a otra caída. 24.- Liebre. 25. Hombre que sostiene máscara de animal entre sus piernas. 26.- Otra vez cabeza y cuello de cabra. 27.- Idem. 28.- Hombre con cabeza de animal de grandes orejas que sostiene otra cabeza humana sobre sus rodillas. 29.- Capitel de columna con animales afrontados. 30.- Cabeza de animal que parece engullir medio cuerpo de hombre desnudo, de rodillas, entre cuyas piernas sostiene la cabeza de otro. 31.- Bola con caperuza. 32.- Contorsionista. 33.- Homínido sentado. 34.- Contorsionistas o figuras entremezcladas. Estos cinco últimos pertenecen a la cornisa del presbiterio del norte.



Las tres ventanas del ábside tienen prácticamente la misma organización, variando sólo los capiteles.
La ventana izquierda, que nos puede servir de modelo, es de arco doblado, chambrana de billetes en dos filas, y dos arquivoltas; la más exterior, de tacos de una sola fila sobre moldura rehundida, para resaltar el contraste de luz y sombra; la más interior, de baquetón o bocel adornado en su grupa con cinco perlillas. Los cimacios sobre los que apoyan estas arquivoltas son de palmeta entre vástagos, como en el tímpano.
El capitel de la izquierda, presenta a la mujer desvergonzada que levanta sus piernas desnudas en actitud provocativa. El capitel de la derecha, con el mismo tono sexual, presenta al hombre, itifálico, en parecida actitud.
Detrás de estas dos figuras, y encima de ellas, volutas angulares y hojas verticales muy ahuecadas. Los fustes, monolíticos, y las basas áticas con bolas en el plinto. El tema de este capitel es muy semejante al de la ventana alta y pequeña del muro sur.
La ventana central es casi copia de la anterior, salvo en los capiteles. El izquierdo se decora con cinco filas de hojas verticales, muy excavadas, y volutas en las esquinas. El derecho con las consabidas palmetas envueltas en tallos y volutas en el ángulo. Fustes y basas, igual que en la ventana izquierda.
La ventana derecha, la del NE, es igual que las descritas, salvo las siguientes diferencias: desaparece la arquivolta exterior de tacos sobre rehundido; cimacios enormemente erosionados apenas dejan ver la misma decoración de palmetas.
El capitel izquierdo presenta animales afrontados y volutas, y el derecho se cubre de bolas en dos hiladas, sobre acantos.
Ventana de la primera calle (izquierda) del semicírculo absidal
Ventana de la calle central del semicírculo absidal
Ventana derecha de la tercera calle del semicírculo absidal 

El muro norte de la iglesia mantiene el mismo número de canecillos que tenía el del sur, es decir, veinticuatro, que son, como siempre de izquierda a derecha: 1.- Lechuza o águila. 2.- Liso, en caveto, con línea resaltada y vertical en el centro. 3.- Contorsionista (bastante repetido). 4.- En caveto liso. 5.- Cabeza de rumiante (repetido). 6.- En caveto. 7.- Molduras curvadas. 8.- En caveto. 9.- Al parecer, figura de liebre boca abajo y con lechuza hacia el muro. 10.- Lechuza o águila (como el nº 1). 11.- En caveto. 12.- Personaje o mono sentado que se cuelga con sus manos de un rollo o trapecio. 13.- Cerdo o perro, pueden ser, que coloca sus patas delanteras sobre el vientre muy hinchado, a modo de embarazo; entre sus patas traseras parece apercibirse cabeza humana muy desgastada. 14.- En caveto. 15.- Cabeza de carnero con cuernos retorcidos. 16.- Moldura gruesa, como gran voluta, que tiene en su lomo un resalte algo decorado. 17.- Volutas. 18.- Desaparecido. 19.- Mezcla de figuras, aunque sólo se aperciben las manos de una que abraza su cuerpo; en lo bajo, cabeza humana. 20.- Cabeza y cuello de carnero con cuernos retorcidos (ya visto). 21.- En caveto. 22.- Figura de mono que levanta los brazos. 23.- Moldura curva muy parecida a la nº 16. 24.- Tres rollos sobre caveto.
Todo este muro, desde su parte media, se cubre por la construcción que interiormente ocupa la sacristía y las habitaciones que pudieran ser baptisterio y zona cementerial.
El hastial de occidente tiene su mitad norte adosada la torre y en el medio muro hacia el sur, deja ver una pequeña ventana de arco de medio punto doblado, chambrana de listel liso, y arquivolta sencilla también lisa. Los cimacios, de tan gastados, no llega a saberse como van decorados, aunque el de la izquierda parece repetir las palmetas con entrelazo. El capitel de la derecha presenta leones afrontados; en lo alto, volutas, y el de la izquierda, águilas con alas explayadas, temas los dos muy queridos por estos maestros de Cervatos. 

La torre
Es prismática, del tipo de la Santa Cecilia de Aguilar, aunque de mayor fortaleza, y, con un superficial análisis, se ve que se separa mucho del estilo de los maestros de la iglesia, pues sus características arquitectónicas y decorativas nos llevan a fechas posteriores a la iglesia. En primer lugar, sus arcaduras son en algún caso apuntadas, y la escultura de sus capiteles tiende a la corriente iconográfica de maestros que trabajan en el norte palentino en los finales del siglo XII, por lo que nos inclinamos a creerla obra de estos años; posiblemente se ha podido levantar en esa fecha de la dedicación de la iglesia –1199– por el obispo Marín.
Consta de tres cuerpos, el inferior, es el de más altura y más macizo, pues sólo lleva una pequeña ventana en lo alto del muro oriental, sencilla y sin capiteles. El segundo cuerpo, está separado del inferior por una imposta de billetes y tiene arcaduras ciegas, de dos arcos en el muro oeste y de tres en los restantes. Las arquerías del muro norte apoyan en cuatro columnas y capiteles enormemente erosionados, en los que puede apercibirse, de izquierda a derecha: vegetal, caballero cuyo caballo es afrontado. Los cimacios son de billetes, dos de ellos muy destrozados.
Las basas como las de los anteriores. En el muro occidental de este segundo cuerpo, hay sólo ventanas independientes con capiteles vegetales y arquivolta de caveto con bolas. El tercer cuerpo de la torre se separa del segundo por imposta de rombos tangentes y lleva dos ventanales a cada lado, perforados. Los del muro norte están separados por pilastra donde apoyan las tres arquivoltas: la interior de baquetón; medios prismas resaltados la exterior y rombos tangentes en la chambrana. Los del oeste parecen haber sido modificados. Carecen también de columnas y su única arquivolta apoya sobre ménsula. Los ventanales del muro sur, llevan cuatro columnas, una a cada lado, y dobles columnas o fustes pareados y separados, con capitel también doble de una sola pieza, dos cestas, con tres filas de volutas o ramaje, de difícil apreciación. Los arcos exteriores son de medio punto, con dos arquivoltas de dos gruesos baquetones; en cambio, los arcos interiores, los de luz, son apuntados.
Los ventanales del muro este del tercer piso, se ve que han sido reformados en el siglo XVII, quizá, y son ahora dos sencillas troneras. Interesantes son también las columnas angulares de la torre, en estos dos últimos pisos, con fustes de tambores. Son complementos que se colocan en muchas torres románicas o linternas, como de Santa Cecilia de Aguilar, Santillana, Castañeda, etc. 

Interior de la iglesia
De románico en el interior de la iglesia de San Pedro de Cervatos no queda más que su cabecera, es decir, el ábside, el presbiterio y el arco triunfal. La única nave conserva los muros, pero el abovedamiento, con sus soportes, ya dijimos que es posterior, posiblemente del siglo XV. Está por averiguar como fue su cubierta en el siglo XII. La no existencia al exterior de estribos, para contrarrestar las tensiones de los fajones, nos hace inclinarnos por creer que su techumbre fue de madera con armadura sencilla de par, tirante y solera, como parece debieron de cubrirse muchas de las pequeñas iglesias del románico montañés, e incluso las no tan pequeñas, como San Martín de Elines.
La cabecera de Cervatos se conserva tal como fue construida en el siglo XII, siguiendo las innovaciones que trajo el románico dinástico en la segunda mitad del siglo XI: Frómista, Jaca, San Isidoro, etc., con ábsides de buen tamaño y organización muy parecida, esto es: base semicircular, presbiterio recto, tres ventanales en el segundo cuerpo, bóveda de horno para el semicírculo, y de cañón para el presbiterio, y arco de medio punto en el triunfal.
Así está concebido y hecho el ábside único de Cervatos, según modelos posiblemente cluniacienses, que entonces se estaban imponiendo. La bóveda de horno se separa del muro del ábside por medio de una imposta seguida de billetes, bajo la cual está el cuerpo de ventanas. Estas tienen otra chambrana también de billetes, que corre después por todo el ábside y presbiterio. Cortando esta última chambrana, y entre la bóveda de horno y la de cañón del presbiterio, colocan los arquitectos de Cervatos, y en exaltación de la escultura, una original ménsula que no recordamos haber visto en otras iglesias románicas, formada por un gran cubo, sobre él una columna “enana”, con basa ática y fuste reducidísimo, que acaba en gran capitel cuyo cimacio llega a la imposta alta de billetes, cortándola, pero sustituyendo los cortados billetes por una decoración de las muy repetidas palmetas “cervatinas”. El capitel de la ménsula izquierda (mirando de frene al ábside) lleva dos águilas explayadas cuyas patas apoyan o agarran sobre animales a los que parecen hacer presa; en lo alto, juego de manojo de volutas sobrepuestas y filas de ellas hacia los lados.
Cimacio decorado como acabamos de indicar. El dado de piedra que hace de ménsula para sostener fuste y capitel, se talla muy bellamente, con verdadera maestría, con palmetas que, en este caso, no llevan entrelazo y que invaden también la cara inferior del dado. El capitel de la ménsula derecha se cuaja prácticamente de escultura a base de dos filas de animales afrontados, unos sobre otros. En lo alto, juego de volutas. Cimacio de palmetas y entrelazos. El cubo o verdadera ménsula lleva esculpida la figura del ángel San Miguel, con escudo, que alancea un dragón, que ocupa la cara inferior del dado. Estas dos ménsulas soportan un arco fajón que separa las bóvedas de horno y de cañón. El arco triunfal, de medio punto y doblado, apoya en buenos capiteles iconográficos de los propios maestros. El de la izquierda, esculpe diez animales unos sobre otros, en dos y tres filas, enfrentándose en parejas y abrazándose con cierta expresión humana, y en los huecos, arriba y abajo, cabecitas humanas y volutas angulares. El capitel derecho vuelve a repetir águilas explayadas y sobre ellas ramos de palma y volutas. Los cimacios de ambos capiteles, de palmetas. Las basas áticas, con lengüetas de cabecitas.
En el interior tiene nuestro ábside, en el cuerpo bajo, una preciosa arquería ciega, con diez arcos de medio punto. No deja de ser frecuente en el arte románico este tipo de arcaduras. De procedencia seguramente oriental, ya las habíamos visto en nuestro prerrománico (San Tomás de las Ollas, León, por ejemplo), pero, ya en tiempos románicos, vuelven a aparecer sobre todo en Castilla. Sólo en la provincia de Burgos podemos señalar las que existen en los ábsides de San Pedro de Arlanza (1068), Los Barrios de Bureba, San Miguel de Cornezuelo, San Quirce, Monasterio de Rodilla, Tejada, y varias más (Pérez Carmona: Arquitectura y Escultura románicas en la provincia de Burgos, Madrid 1974, pp. 75-79).
En Cantabria llegó esta modalidad posiblemente procedente del románico navarro-aragonés, pues ya Loarre y San Juan de la Peña las tenían –por el mismo camino que había llegado a Burgos, y las vemos tanto en el Ebro (San Martín de Elines) como casi en la costa (Castañeda, Santa María de Cayón, Bareyo) y en las tierras del Besaya (Silió)–. Aquí, en Cervatos, los arcos se extienden tanto en el semicírculo, como en los muros rectos del presbiterio.
Son de medio punto con fuerte arquivolta de baquetón grueso, y cargan sobre capiteles iconográficos y vegetales de gran interés que, empezando por la izquierda, son: 1.- Leones enfrentados de cabeza siamesa, en la esquina. Parecen sostener con sus patas delanteras una cabeza humana cortada. Cimacio de palmetas pentapétalas entre vástago serpentiforme. 2.- Aves afrontadas, en el centro por los vientres, y en los laterales por sus cabezas. Sobre ellas, manojo de volutas cruzadas y “achuradas”, y otras que se juntan en las esquinas. Cimacio de palmetas tetrapétalas, con vástago en S, y alternates arriba y abajo. (En esta primera arcada se abre la puerta de la sacristía, perforada muy posteriormente al románico, sobre la que se inició, sin duda, una inscripción, precedida de cruz patada, en la que puede leerse NOMINIB... 3.- Capitel de cinco filas de volutas entrelazadas y “achurradas”, tanto en el frente de la cesta como en los laterales. Sobre las dos filas últimas de la cara frontal, parece, picada, la huella de una posible cabeza de animal que se seccionó por alguna razón. Cimacio como el anterior, pero roto en su ángulo izquierdo. 4.- Lateral izquierdo: figura femenina que intenta defenderse de dos serpientes que muerden sus pechos (el tema conocido de la lujuria). Falta la cabeza de esta figura. Centro: tres cabecitas cortadas superpuestas y a su derecha representación del patrono de la iglesia, San Pedro, con báculo en la mano derecha y llave en la izquierda. Sobre esto, y en lo alto, surtidor de cinco pequeñas volutas y otras grandes esquinadas. Cimacio muy destrozado de palmas tetrapétalas de zarcillo. 5.- Entrelazo de cintas “achurradas” de cuatro cabos. Cimacio de tetrapétalas en zarcillo. 6.- Leones afrontados y sobre ellos, en el centro, tres cabezas humanas; sobre la cabeza central, surtidor de volutas. En los laterales, dos cabecitas y en los ángulos, volutas más grandes. Cimacio igual a los anteriores. 7.- Juego de volutas muy semejante al número 3. Cimacio igual a los anteriores. 8.- Capitel lleno de ramajes verticales, en cuatro filas, con hojas triangulares. Cimacio igual a los anteriores. 9.- Animonolíticos y las basas muy parecidas a las que tenían al exterior, pero sin lengüeta ni bola.









Sobre la pila bautismal, que se conserva en las estancias abiertas en el muro norte, es difícil señalar autoría y cronología, por su extraña forma cilíndrica. Alguien ha supuesto que pueda proceder de un tambor de columna rota hallado en las ruinas de Julióbriga, y, aunque es opinión muy aceptable, no hay constancia de tal origen, por lo que creemos más prudente mantener, hasta que pueda tal cosa afirmarse, su insegura atribución.


Retortillo
La iglesia de Santa María de Retortillo, sita en el municipio de Campoo de Enmedio y sobre una larga loma situada al sureste de la villa de Reinosa, y a tres kilómetros de Matamorosa, la capital, precisamente en el punto más occidental del pantano del Ebro es, con las de Cervatos y Bolmir, uno de los ejemplares más destacados del románico campurriano. El lugar donde se alza, en la actual aldea de Retortillo, a unos 912 metros de altitud, es uno de los más idóneos para contemplar en su conjunto las altas cumbres de las sierras de Hijar, Tres Mares, Peña Rubia, etc., que cercan todo el valle de Campoo de Suso, creando uno de los conjuntos paisajísticos más definidos de la geología de la Cantabria meridional. Paisaje que se acompaña, además, con un importante sedimento histórico, pues esta loma de Retortillo encierra los restos románicos de la única ciudad cántabro-romana que mereció ser citada: Julióbriga, sobre cuyas ruinas, exhumadas en parte en excavaciones realizadas en el pasado siglo XX –y que aún continúan– se instaló en la Alta Edad Media una necrópolis de lajas, encima de la cual se construyó la iglesia románica de Santa María de Retortillo.
El lugar es pues un verdadero “tell”, que testimonia la superposición de civilizaciones, y que hoy puede visitarse con provecho, pues él evocará recuerdos de las guerras cántabro-romanas, los siglos de la Repoblación medieval y la cultura románica con una iglesia que sigue aún vigente, conectando con nuestra época y las humildes casas labriegas de la aldea.
Se accede al pueblo de Retortillo por la CA-732 que se toma, en dirección al Pantano del Ebro, de la N-611, Santander-Palencia, o bien por la Autovía de la Meseta. El conjunto de ruinas de la ciudad romana de Julióbriga fue declarado Bien de Interés Cultural en 1985. La iglesia parroquial de Santa María, que Madoz (1845-1850) cita con el título de Nuestra Señora de los Auxilios, obtuvo la declaración de Bien de Interés Cultural, con la categoría de Monumento, en 1993.
De noticias históricas del lugar, muy pocas, salvo las que pueda darnos la arqueología, pues la documentación más antigua que haga referencia a población organizada en estos terrenos y campos no la tenemos hasta un documento de 1057, que sirve también para asegurarnos que por esa época ya debían de existir pueblos establecidos en estos valles de Campoo con el mismo nombre, o parecido, que el que hoy tienen, pues en el documento citado (JUSUÉ, E., 1912, doc, LXXXV) al propio tiempo que se conoce la propiedad privada de algunos nobles magnates, llamados en este caso Nuño Álvarez y su esposa doña Teresa, se cita también el pueblo vecino a Retortillo, Botmiri (hoy Bolmir). Este Nuño Albariz, que debió de ser un vástago de una familia que parece tuvo heredades y palacios hasta Somo in Asturias, tuvo relaciones, posiblemente, con el monasterio de Santillana, pues a su abad Pedro, abbati nostro, los citados esposos hacen testamento y a él y a la regla de la abadía de Santa Juliana, entregan nostras divisas, cum solares et prestationibus suis in villas prenominatas in Rio Tortillo (Retortillo) ...para que peccatis nostris ante Deum remissionem.
En el Becerro de las Behetrías (1352), se registra en la Merindad de Aguilar de Campoo como Retortiello. Era lugar de behetría y sus moradores vasallos de Gonzalo Gutiérrez de Horna; al rey le pagaban sus derechos en moneda y servicios; asimismo consta que a don Tello le correspondía la martiniega.
No sabemos tampoco de quien pudo depender esta iglesia cuando se levantó. El Cartulario de Santillana, constata, como hemos visto, que sí recibe heredades la abadía en Retortillo y Bolmir, pero no se hace mención de que ambas iglesias pudieran incluirse en el dominio religioso de la abadía de Planes. Por su situación, muy próximas a la colegiata de Cervatos, podríamos pensar que fuesen las dos sufragáneas de la misma Colegiata, pero en la copia del Libro de Cervatos, que hemos consultado, no aparece ninguna propiedad ni iglesia de este monasterio en Retortillo. Y si vaciamos los Cartularios castellanos, tampoco en ellos se hace mención ni de Retortillo ni de Bolmir. Hay total ausencia de estos nombres geográficos, en los de San Pedro de Cardeña, Covarrubias u Oña. De manera que hemos de recurrir a citas ya del Becerro de las Behetrías, en 1352, para volvernos a encontrar con nominaciones de estos dos pueblos de Campoo de En medio.

Iglesia de Santa María
La actual iglesia de Santa María de Retortillo es un edificio totalmente románico, aunque creemos encierra algunas variantes cronológicas y estilísticas. Posee una sola nave cerrada al Este por un ábside semicircular, un presbiterio con doble arquería en los dos lados, arco triunfal apuntado y doblado y nave de traza gótica de nervios, que es lo único que se aparta de su época y que, posiblemente, en su día debió de cubrirse con bóveda de cañón apuntado. Tiene la iglesia dos puertas, una al mediodía, por la que actualmente se entra, y otra en el muro occidental que en tiempo inmemorial se cubrió por otro que, pegado a la espadaña, sirvió para crear un suelo frente a las troneras y de apoyo a la escalera de piedra que a ellas subía.
Planta 

La puerta
Comenzando por el exterior –y haciendo una circulación del medio día, Este, Norte y Oeste– hallamos en el muro sur la puerta de este lado.
Hasta hace pocos años estaba defendida por un pórtico del siglo XVIII, posiblemente, que la protegía a ella y al tímpano incrustado sobre ella, que en ese lugar fue colocado cuando hubo modificaciones de la iglesia en tiempos románicos más avanzados. Restauraciones relativamente recientes, han derribado el pórtico y hoy la puerta y el tímpano han quedado a la intemperie. Se trata de una puerta de medio punto, de arco doblado, sin decoración, que apoya sobre cimacios en nido de abeja.
La decoración del tímpano, colocado hoy fuera de contexto, nos lleva a creerle anterior a la fábrica actual, es decir, a suponerle obra de una primera fase de construcción de la iglesia, problema que luego detallaremos. Se trata de un tímpano de medio punto, donde aparecen, en destacado relieve, las figuras en él representadas: en bajo, dos monstruos alados que, de perfil, parecen saludarse con una de sus patas delanteras. De la otra pata anterior sale de cada una, una cruz latina. El cuerpo de los animales parece de león, pero, siendo muy similares, el izquierdo se ve muy bien que tiene pico de ave, barbilla y cresta señaladas, garras muy exageradas, lo que da la sensación de haber querido representar a un grifo. El derecho, tiene el hocico de carnívoro, las garras de las patas mucho más pequeñas. Aunque los cuerpos son muy parecidos, pues tienen una similar ideación de la piel, y llevan las colas cruzadas sobre el vientre, como hemos visto muchas veces leones representados por los artistas medievales; la verdad es que no han querido esculpir dos animales de la misma especie, aunque despistan unas alas que a ambos les salen del lomo. Estos seres fantásticos, aparte de saludarse con sus patas delanteras, enfrentan sus cabezas con una expresión ciertamente poco amistosa, bajo las cuales parecen sostener una cruz de brazos iguales inscrita en un círculo. Sobre estas dos cabezas, y como fondo, aparece un par de ángeles de frente, con alas bien patentes, que sostienen con sus manos, como presentándola, una cruz latina, de tipo asturiano, agarrándola ambos por el brazo horizontal, aunque el vertical –que está, como los ángeles, en el segundo nivel del fondo del relieve– sale de la altura donde se juntan las dos cabezas de las fieras.



El muro sur de esta parte sólo ha conservado los canecillos de la cornisa en su sección del presbiterio. Dicha cornisa se forma de sillería en caveto, con pequeñas esferillas talladas. Los canecillos, enormemente erosionados, son siete: 1.- Cruces inscritas en círculos; 2.- Decoraciones vegetales; 3.- Tres secciones de pirámides truncadas, curvas, adaptadas al caveto; 4.- Semejante; 5.- Igual; 6.- Figura al parecer humana, muy erosionada; 7.- Liebre o animal, también muy desgastado.
La descripción de todos ellos resulta engañosa debido a su pésimo estado.
Este muro del presbiterio sur, acaba en un destacado contrafuerte que se escalona al llegar a la cornisa.

Ábside

El ábside semicircular se inicia a continuación, formado por tres calles verticales que generan dos contrafuertes menos potentes que el del presbiterio, también prismáticos, que al llegar un poco más arriba de la imposta que divide los dos cuerpos horizontales del ábside, se escalona y acaba en un plinto, sobre el que se coloca la basa para el apoyo de dobles columnas pareadas y entregas, que llegarán hasta la cornisa por medio de un capitel, que hará de ménsula, formando así parte de la secuencia de canecillos que sostienen aquella.
Cada una de las tres ventanas, que en el segundo cuerpo del ábside ocupan sus calles, son abocinadas. La izquierda y la derecha tienen arcos doblados sin columnas, con una simple chambrana cuya escocia se llena de una hilada de flores cuatripétalas, inscritas en círculos tangentes, tema decorativo muy utilizado en el románico. La central, voluntariamente resaltada, lleva, además de la chambrana indicada, una arquivolta más interna, con resaltado baquetón que apoya en cimacios lisos, biselados y éstos en dos capiteles: el izquierdo llena su cesta con dos animales, en postura rampante que acercan sus cabezas en el esquinal.
El fuste es monolítico y carga sobre base ática de toro fino, escocia bastante vertical, y toro bajo muy aplastado. El capitel derecho lleva dos gallináceas enfrentadas, uniendo sus picos y posando sus patas en el collarino. Fuste y basa son copia de la columna anterior. Otra arcadura más remetida lleva arco de medio punto con las aristas matadas por un bocel, que baja por las jambas que inician el abocinado. Las tres ventanas arrancan de la imposta que, horizontalmente, recorre todo el ábside, separando los dos cuerpos horizontales mismos, y que lleva una decoración de cuatripétalas ya vistas en las chambranas. Éstas, se unen todas, formando en realidad otra imposta continua que abarca incluso a los contrafuertes columnados.



La cornisa del ábside se sostiene, como dijimos, por doce canecillos y dos capiteles en que terminan los fustes dobles y entregos –formados por ocho tambores– de las columnas que se superponen a los contrafuertes divisorios de las calles del paramento absidal. Las basas de estas columnas son de tipo ático.
La serie de canecillos del ábside y los capiteles de las dos columnas llevan la siguiente disposición decorativa, de izquierda a derecha: 1.- Bola en caveto; 2.- Pájaro, al parecer, enormemente erosionado; 3.- Aspa sobre caveto; 4.- Totalmente erosionado, no permite interpretación; 5.- Capitel de la primera columna, con dos animales enfrentados que sostienen una cabeza o escudo, en los vértices bolas con caperuza; 6 y 7.- canecillos imposibles de descifrar por su acusada erosión; 8.- Cabeza humana muy destrozada; 9.- Algo sobre caveto, sin posibilidad de aclarar qué quisieron esculpir; 10.- Águila sin cabeza; 11.- Capitel de columna con decoración que parece vegetal; 12.- Animal de pie, en caveto, tal vez ciervo; 13.- En caveto con algo irreconocible; 14.- Animal curvado, o moldura arqueada, imposible de determinar. La cornisa es de caveto con esferillas, también muy deteriorada.
En el muro del presbiterio norte, vemos la permanencia aún de seis canecillos, en malas condiciones, desde luego: 1 y 2.- Parecen grandes cabezas humanas desdibujadas por el tiempo y la erosión; 3.- Bola con caperuza; 4.- Ave con su cría; 5.- Superposición de cavetos; 6.- Lo mismo.
El muro norte de la nave, aunque parece modificado, conserva la cornisa, simplemente prismática y sin decoración, sostenida por ocho canecillos de proa de nave. Refuerzan el muro dos contrafuertes potentes que se corresponden con las responsiones interiores de la nave.
Entre ambos contrafuertes hay tapiada una ventana alargada que no parece románica.

Interior de la iglesia
Nada más cruzar la puerta meridional y penetrar en la nave se apercibe lo que, desde un principio sería el plano, que, de hecho, poco sufrió con las variaciones ocurridas a lo largo de los siglos. La iglesia de Santa María de Retortillo fue siempre de una sola nave, ábside semicircular, presbiterio y tres tramos, aunque en el primero de éstos se abriese muy posteriormente una pequeña sacristía rectangular.
Las cubiertas de la iglesia, tal como se ven actualmente, son las siguientes: semicírculo absidal, con bóveda de horno; presbiterio, con bóveda apuntada; la nave ha sido sin duda rehecha en su abovedamiento y muros. Hoy se cubre con bóveda de nervios, pero aún conserva dos responsiones muy modificadas, con medias columnas entregas –resto de la antigua fábrica románica– que llevan basas de gran toro con lengüetas, muy relacionadas con las de las credencias. Causa extrañeza lo que Fernández Casanova dice en su trabajo de 1905 (FERNÁNDEZ CASANOVA, 1905, p. 192) muy tajantemente: “La nave cubierta de bóveda cilíndrica se divide en tres tramos”.
La bóveda de cascarón del ábside, apoya sobre imposta corrida de flores cuatripétalas inscritas en círculos. Esta misma imposta recorre el alto del presbiterio y forma después los cimacios de los capiteles del arco triunfal. Las tres ventanas del exterior del ábside tienen sus réplicas en su interior, con un vano abocinado bordeado con un simple bocel en las laterales. La central ha dejado ver, una vez que fue quitado el retablo, unas bellas columnas con capiteles: el izquierdo de hojas muy geométricas, como de fresno, dentro de óvalos, y el derecho con un árbol de piñas, nueve, cuyo tronco nace en el collarino. Los cimacios de estas dos columnas están limpios de decoración y son biselados. Las basas son áticas muy perfectas con toro alto, filete fino, escocia, nuevo filete y toro bajo de líneas muy perfectas. La única arquivolta de esta ventana es de baquetón.
El presbiterio se destaca muy agradablemente, por existir en sus muros arquerías o credencias a cada lado, de dobles arcos ciegos y su correspondiente armadura de arquivoltas, capiteles y columnas, cosa que no es nueva en nuestro románico montañés, aunque es más frecuente la utilización de arcaduras en todo el medio círculo absidal. La credencia izquierda, –que describiremos con todo detalle en su configuración, pues prácticamente, salvo diferencias, es idéntica a la derecha– lleva sobre ella, encuadrándola en el muro, la imposta de cuadrifolios que venía desde el ábside.
Los dos arcos tienen chambrana ancha de billetes, en tres filas, que se unen en el centro de la arcadura, en donde se han colocado, posadas en la chambrana, dos palomas o perdices en disposición opuesta. Los dos arcos de la credencia son de medio punto y, a más de la chambrana, tienen una arquivolta de destacado baquetón que descargará sobre los tres capiteles de la arcadura: el izquierdo, con cimacio decorado con dos serpientes afrontadas angularmente.
La cesta de este capitel esculpe un juego de volutas planas completamente y en dos pisos, oponiéndose unas a otras. El capitel central, lleva en su cimacio un entrelazo simple de dos cabos, y la cesta, iconográfica, se decora con una figura humana, quizás femenina, que aparece de frente y en el centro del capitel, de pie, de medio cuerpo, vestida con un faldellín de pliegues verticales y que coloca sus dos manos abiertas sobre el vientre. Las esquinas o laterales del capitel están ocupadas por dos leones, pueden ser, cuyas cabezas salen de los ángulos y cada uno pone una de sus patas delanteras sobre uno de los pechos de la mujer.
En los laterales, sobre el cuerpo de estos animales surge una cabeza de monstruo y una voluta angular. El capitel de la derecha lleva cimacio de vástago en meandro, ocupando los vacíos hojas de limbo multiondulado. La decoración es animalística, con dos grifos alados, afrontados por sus cabezas y en lo alto volutas planas. Las columnas de estas credencias son monolíticas y apoyan en basas áticas con lengüetas. Las dos credencias se alzan sobre banquillo corrido con esquina matada por baquetón.

La credencia derecha tiene como variaciones las siguientes: en la unión de los dos arcos en vez de palomas o perdices se colocan dos leones opuestos por sus lomos que retuercen sus cabezas para afrontarlas justamente debajo de la imposta cuadrifolia. Los capiteles también difieren, tanto en cimacios como en cestas. El izquierdo, con cimacio casi totalmente destrozado, mantiene en su cesta otros dos grifos afrontados y sobre ellos bolas con caperuza. El capitel central es una pieza extraña en su temática. El cimacio es de encadenado plano, y la cesta esculpe animales muy raros; los de las esquinas, que son dos, y se abrazan mutuamente, tienen una sola cabeza que parece de felino, aunque bastante humanizada. Cada uno de los laterales aparecen en postura rampante. Las colas, muy puntiagudas, como de ave, pero muy geometrizadas. Los ojos están extrañamente rasgados. El tercer capitel, el derecho, tiene cimacio de bocel central, entre escocias, y cesta de dos filas de grandes bolas con caperuza, las altas muy destrozadas. El resto de fuste, basas, etc., de esta credencia son similares a su oponente, que ya hemos descrito.
El arco triunfal, apoyado y doblado, que abre paso al primer tramo de la nave, carga sobre capiteles iconográficos que, artísticamente, son lo mejor de lo escultórico de la iglesia. Los dos llevan cimacio de series de cuatripétalas inscritas en círculos, que, como apuntamos en líneas precedentes, son la continuación de la imposta alta del presbiterio.

El capitel de la izquierda quiere representar una lucha o torneo de dos caballeros armados, ambos protegidos con sus escudos que sujetan con la mano izquierda. En tanto que el caballero de la izquierda del capitel se arma de lanza, que ya toca con su punta al escudo de su contrincante, éste empuña en alto una espada. El lancero se defiende con casco cónico bien adornado y se toca con tupida cota de mallas; en cambio, el espadatario, ni lleva casco ni se cubre con toca, sino simplemente con túnica que le llega a los pies; su escudo es redondo con umbo circular y reborde decorado. Su opuesto tiene, sin embargo, escudo piriforme, también de reborde metálico. Los caballos que montan, con un inicial encabritamiento, alzan sus cabezas que casi se tocan en el centro del capitel. Van los dos con sus bridas, pectorales, espuelas, etc., de excelente atelaje. De fondo de la escena se abren bellos acantos en abanico que se pliegan en hojas en el centro y esquinas. Por encima de todo esto acaba el capitel en una estrecha banda que se curva bajo el cimacio, adornada con una línea de círculos planos.

El capitel de la derecha, indudablemente del mismo maestro, vuelve a repetir, pero con variaciones, otra parecida lucha ecuestre. Esta vez los dos caballeros llevan la misma arma, la espada, y escudos piriformes. Visten ambos cota de malla que cubre todo el cuerpo, y, muy en bajo, deja ver los pliegues de la túnica. Los caballos aparecen en postura muy similar a la que tienen en el capitel izquierdo, las patas delanteras levantadas y cruzándose en el mismo centro del capitel. Aunque la postura de los dos combatientes es muy parecida, alzadas en su mano derecha las espadas, en actitud de descargarlas, surge ahora en el centro del capitel la figura de frente de una mujer mediadora de largos y tupidos cabellos, y con manto embrazado en la derecha, que asiendo las dos bridas con sus manos parece querer evitar que la feroz descarga tenga lugar. También de fondo aparecen acantos y volutas.
Los fustes de estas medias columnas del arco triunfal son entregos y de diversos tambores, y sus basas son áticas con grueso toro inferior que en ambas columnas lleva, en el lugar de las lengüetas y cargando sobre plinto de poca altura: en la izquierda una especie de bola relivaria en doble voluta y una máscara humana, y en la derecha dos grandes bolas. En ambas columnas el plinto reposa sobre un alto banco, que corre después hacia los muros del presbiterio, apoyándose en él las credencias ya descritas.
Todavía en las responsiones que separan los cuerpos uno y dos de la nave, muy modificados, aún se conservan basas de gran toro y lengüetas, muy sencillas, que se unen al plinto, con bastante relación con las basas de las credencias del presbiterio.

Queda, para terminar, la puerta más solemne en el muro occidental que, permanece invisible desde fuera, por estar cubierta por la ampliación que en tiempo inmemorial se hizo, tanto para alargar un espacio más a la iglesia y utilizarlo como baptisterio, como para aprovechar, como vimos al principio, un suelo para, por medio de la escalera de piedra exterior, poder llegar a la altura de las troneras de la espadaña.
Esta puerta se abre en el muro de la espadaña que cerraría por occidente la planta románica. El nuevo local añadido, se cubrió con bóveda de crucería que nos indica su posterioridad a la puerta que, como es natural, antes de construirle, se abría al exterior; de tal manera que la visión del frontal occidental de la iglesia de Retortillo hubo de tener antes de la ampliación del baptisterio y de la escalera exterior, un aspecto mucho más atractivo y más románico que el que ahora contemplamos al eliminar la puerta más trabajada y hoy oculta.
Tiene ésta, una embocadura abocinada con arco apuntado y tres arquivoltas cada una de ellas formada por dos medias cañas que abrazan a un baquetón; una de ellas carga sobre un capitel a cada lado de manera que hay tres columnas en la derecha y en la izquierda, lo que le daría entonces, evidentemente, un indudable empaque. En los tres capiteles de la izquierda (mirando de frente a la puerta) se esculpen, formando casi un relieve continuo, escenas de animales afrontados, arpía y leones alados, al parecer, colocados sobre un cuerpo inferior de acantos al modo de la organización de los capiteles del arco triunfal. En el conjunto de capiteles de la derecha existe más variación: en el primer capitel (el más interior) puede apreciarse, con dificultad, la lucha de un guerrero a pie, con escudo, contra el que se lanza, mordiéndolo, un carnicero. El segundo capitel debe de recoger oposición, en dos pisos, de arpías y animales. En el tercero, dos monstruos alados se enfrentan entre sí y surgen de una fila inferior de acantos. Toda la portada, que no tiene más decoración escultórica que la de los canecillos, está terriblemente erosionada y desfigurada, de modo que las interpretaciones que damos no pueden ser muy seguras.

Opinión sobre la iglesia
No deja de ser Santa María de Retortillo una iglesia de interés. A pesar de su carácter popular, que sin duda es lo que en ella predomina, no consigue una unidad artística lo que nos permite –aunque en este mundo de relaciones y juicios románicos, siempre tan inseguros, las hipótesis nunca dejan de serlo– establecer unas conjeturas que pudieran servirnos para explicar esta falta de unidad artística que apreciamos.
Así, a mi parecer, y después de comparaciones y análisis de las formas y modos que la escultura románica va ofreciéndonos a lo largo de su evolución, pienso que en Santa María de Retortillo están amalgamadas dos corrientes con distinto tratamiento, tanto técnico como cronológico. Una muy apegada al gusto de ese primer románico, que tuvo como motor las corrientes europeas consecuencia de la puesta en marcha oficial del Camino de Santiago en las primeras décadas del siglo XI, y que nosotros, en lo castellano, venimos llamando “románico dinástico”, por haber sido promovido e impulsado por Sancho III el Mayor de Navarra y sus descendientes, tanto en Castilla como en Navarra y Aragón, y que hicieron llegar a estos reinos la fuerza vital, artística y religiosa que en esos momentos cristaliza en una nueva manera de construir, que implantó la gran “potencia” cluniaciense.
De esta situación unificadora se benefician todas las iglesias y monasterios construidos en los reinos cristianos de España, tanto los que aprovecharon economías reales o aristocráticas (incluyendo, naturalmente, en estas a los fuertes poderes religiosos, obispos, abades, etc.) que podían edificar excelentes monumentos, sirviéndose de reconocidos arquitectos y escultores, como los pequeños pueblos, parroquias humildes o concejos reducidos que, mucho menos poderosos, pero seguidores de la moda, operaban con artistas o artesanos más o menos locales que llenaron campos y montañas de iglesias modestísimas, tanto en sus alzados como en la expresión rural e ingenua, muchas veces, de sus escultores y pintores, pero que introdujeron y crearon un modo de interpretar el románico rural, que, por cantidad, predominó como una manera especial, y que supo, dentro de su humildad, expresar los mismos sentimientos y alcances que podían ofrecer las amplias catedrales o los ricos monasterios.
Pues bien, en Santa María de Retortillo, apreciamos que existen elementos que pueden hacernos pensar que, antes de terminar la primera mitad del siglo XII, ya se había construido una iglesia por canteros motivados por las corrientes del románico dinástico, pero pertenecientes a un ambiente popular, y que otros reformadores de la iglesia, cincuenta o sesenta años después, a finales del XII o principios del XIII, quisieron conservar en el nuevo edificio. Es decir, que los que levantaron la fábrica que ahora vemos, finalizándose la duodécima centuria, conservaron elementos significativos de la construcción anterior, concretamente el tímpano de los ángeles y la cruz, la puerta del mediodía y algo de las credencias o arquerías del presbiterio, en tanto planificaron un nuevo templo con el ábside, arco triunfal con sus dos espléndidos capiteles de lucha de caballeros, y la puerta occidental.
O bien, podemos considerar a nuestra iglesia como un edificio singular –realizado todo al mismo tiempo, finales del XII– en el que por razones personales que desde luego se nos escapan, se hubiese hecho participar en él a canteros populares de inercia, porque lo que es evidente es que los artesanos que realizan todo el ábside, arco triunfal y puerta occidental, tienen una enorme relación de estilo con los talleres que en los años finales del XII trabajan en los monasterios de Aguilar de Campoo, sobre todo los capiteles del arco triunfal, que incluso hemos llegado a pensar que fuesen trabajados en las propias canteras palentinas y, ya concluidos, se transportasen en carros hasta Retortillo. De todas formas, esta dualidad de maneras escultóricas de Retortillo, tal vez pudiera explicarse por la intervención de distintos ejecutores a lo largo del tiempo.
Además de todo esto, hay en Retortillo una pila románica bautismal. Es troncocónica pero casi cilíndrica, de piedra arenisca y mide 105 cm de diámetro y 71 de altura.
Asienta sobre basa grande, también cilíndrica, de unos 30 cm de alto.
 

Bolmir
Bolmir se sitúa a 848 m de altitud, en el centro del municipio de Campoo de Enmedio, a dos kilómetros al Nordeste de Matamorosa, la capital, y muy próximo a Reinosa. La iglesia de San Cipriano de Bolmir, se levanta en esta pequeña aldea, formando parte del núcleo de su caserío, muy cerca de las primeras aguas del Ebro, después de que éste se haya visto alimentado por las corrientes de su primer afluente, el Hijar.
La iglesia ha sido rodeada por una pared protectora, con verja enrejada, aislándola así de posibles intervenciones que pudieran dañarla.
Pocas noticias históricas pueden aparecer en los cartularios, pues el apócrifo de Cervatos, de 999, en la enumeración de las heredades de este monasterio de Campoo no incluye el nombre de Bolmir, a pesar de que la proximidad de estos dos pueblos es de pocos kilómetros. Tampoco aparece en otro documento cien años casi más antiguo, el de la donación, en 853, del monasterio de Yermo, por los obispos Severiano y Ariulfo, al de Oviedo. Así que, aunque pensamos que ya tenía que existir un poblado en las tierras y campos regados por el Ebro naciente, al menos en el 999, tenemos que remontarnos hasta el año 1057, y al Cartulario de Santillana (JUSUÉ, 1912, doc. LXXXV) donde aparece que el noble Nuño Álvarez y su mujer Teresa cedían al monasterio de Santillana divisas tanto en Bolmir (Botmiri) como en Retortillo (Río Tortillo), ambos pueblos situados hoy en Campoo de Enmedio. Este Nuño Álvarez parece fue hermano de Diego Álvarez, quien en 1029 había cedido al obispo Sancho, abad de San Millán de la Cogolla, sus palacios y collazos en Somo in Asturias, in litore maris, documento que fue confirmado por su hermano Nuño Álvarez, quien, como vimos, tenía heredades en Bolmir (L. Serrano, 1930, doc. 99). En un documento del Cartulario del Monasterio de Santa María de Aguilar de Campoo, fechado en 1220, consta que Gonzalo Gocitos de Villa Fria y don Juan, presbiter de Volmir, venden a fray Diego del citado monasterio y a Juan Martinez una tierra en Pozancos (GONZÁLEZ DE FAUVE, 1992).
En el Becerro de las Behetrías (1352), se registra Bolmir en la Merindad de Aguilar de Campoo. Este logar es las tres partes abadengo del monasterio de Sant Andres de Arroyo e la quarta parte behetría e que son naturales de la behetria fiios de Gonzalo Gutierrez de Horna e Iohan Diaz de Cabedo e fiios de Iohan Rodriguez de Proano.

Iglesia de San Cipriano
No existe documento alguno que la mencione, ni constancia epigráfica que nos pudiera indicar cuándo y por quién fue construida. Afinando un poco sus posibles relaciones con otras fábricas románicas más o menos próximas, podríamos aventurar hacia que años se levantó, con la ayuda tan sólo de criterios estilísticos. Bolmir tiene rasgos escultóricos muy semejantes a alguno de los maestros de Cervatos, que, por inscripción, debió de levantarse hacia 1129. Pero también los tiene con los capiteles de la iglesia de Bustasur, que tiene clara datación en la era de MCL (año de 1112), y con los de Pujayo (1132), San Juan de Raicedo y cabecera de Santa Eufemia de Cozuelos, por lo que, tanto Bolmir como las restantes iglesias citadas, habría que colocarlas a lo largo de las tres o cuatro primeras décadas del siglo XII.
La iglesia de Bolmir fue una de las primeras románicas que fueron estudiadas por Fernández Casanova (1905) que, junto a las de Retortillo y Cervatos, las publicó en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, cuando todavía muchas de las iglesias de este estilo, sin duda las más importantes, en Cantabria, no habían sido casi comentadas, lo que nos certifica la importancia que estas sociedades de excursionistas, de finales del XIX y principios del XX, tuvieron para el conocimiento de monumentos que, siendo sin duda de gran importancia, fueron salvados de un anonimato que no merecían.
La iglesia de San Cipriano de Bolmir, como es natural, sufrió, a lo largo de los siglos vividos, varias transformaciones: dos capillas gótico-renacentistas en los lados de la epístola –levantada ésta, por Bartolomé G. de Rebolledo y su mujer Inés de Barreda– y del evangelio, en el siglo XVI-XVII, que tuvieron que romper los muros del presbiterio y que, por tanto, separaron la cabecera de la iglesia de su nave; cubrieron con bóvedas, estrelladas a terceletes tanto las citadas capillas como la nave, esta última originariamente de madera; y, finalmente, abrieron en el propio ábside una puerta para adaptar a sus muros una sacristía rectangular posiblemente en el XVII.

Y sin embargo, aun con estos añadidos posteriores, que en el exterior casi enmascaran la iglesia primitiva, la conservación de ésta es bastante buena como para permitirnos considerarla como una unidad de estilo y de época. Hubo –que nosotros recordemos– una restauración en 1969, en el interior de la nave, dejando esta más manifiesta en su “romanicidad”, pues hasta se descubrieron dos ventanas que habían permanecido tapiadas, desde tiempo inmemorial. Igualmente la limpieza del muro sur, incluida la puerta principal, ha dejado mucho más destacada la belleza de esta humilde iglesia.
Tiene ésta unas proporciones reducidas, en relación, sin duda, con el pequeño y humilde poblado (19 m de largo por 4,25 de ancho). Todo el alzado es de sillería, incluido el de la espadaña que, muy anormalmente, se construye adosándola al hastial occidental, en dirección sur. Muy posteriormente, tal vez en el siglo XIX-XX, se aprovechó este saliente de la espadaña y el saliente opuesto del muro de la capilla meridional, para construir un pórtico cubierto que ha sido eliminado en otra restauración más moderna propiciada por la Fundación de Santa María la Real de Aguilar de Campoo, para dejar visible la puerta románica primitiva y los canecillos del muro sur. Si bien este pórtico protegía el paramento románico y sus elementos esculpidos, parece acertado el haberlo demolido y recuperar así una fachada que siempre estuvo al aire.
La colocación de la espadaña, vertical al muro sur, que no es normal, como apuntamos, nos hace pensar, posiblemente, que la traza primitiva de la iglesia tuviese la espadaña sobre el muro del hastial, como es frecuente, y que aquí por ruina o por temor a ella, se añadiese, en época un poco posterior, la espadaña que hoy conserva.
Planta


La puerta meridional con sus ocho canecillos y sus capiteles 

Exterior
Iniciando la descripción del exterior de la iglesia por su muro meridional, donde está la portada, vemos que ésta destaca un poco de la línea del muro, tal como es muy corriente en el románico, coronándose con un tejadillo particular que carga sobre cornisa baquetonada sostenida a su vez por canecillos, que son los siguientes de izquierda a derecha: 1.- cuarto de bocel con cruz excisa; 2.- cuarto de bocel, liso; 3.- cabeza animal con cuernos vueltos; 4.- tonel horizontal que pesa sobre cabecita humana que parece sufrirlo, tal vez intentando expresar los nocivos efectos de la bebida; 5.- arpista sentado que toca las cuerdas de este instrumento musical con las dos manos; 6.- gimnasta, tal vez femenino; 7.- confuso en su interpretación, pues parece un conejo con cabeza humana o tal vez otro titiritero; 8.- el último canecillo –bastante tosco como los anteriores– representa a un hombre sentado, con la pierna izquierda colocada sobre la rodilla derecha y haciendo sonar un cuerno u olifante con la mano derecha.
A uno y otro lado de la puerta se abre una ventana. La de la izquierda ha sido destrozada por la escalera que sube hacia el campanario que por ella pasa.

La ventana derecha lleva capiteles historiados: el izquierdo de animales superpuestos; el derecho con águila de alas explayadas y cimacio de palmetas de cuatro hojas envueltas por un vástago serpentiforme, idéntico al que vemos también en algunos capiteles de la arquería del ábside de Cervatos, y que creemos es un motivo repetitivo de los canteros que trabajaron en esta colegiata y en otras iglesias que llevan esta firma. La arquivolta de esta ventana –en arco de medio punto como todos los que existen en la iglesia– es de baquetón y escocia, y está adornada con esferillas. Las basas, de toro alto estrecho, escocia de la misma anchura y toro bajo normal, con bolas pequeñas en los ángulos que apoyan sobre plintos de poca altura.
La organización de la puerta es como sigue: chambrana de hojas de palma de cuatro o cinco pétalos a las que envuelve, a cada una, un vástago ovalado que, en su parte baja, enrolla sus puntas a modo de voluta. Cada vástago se enlaza a uno y otro lado con otros del mismo tipo y decoración, formando una especie de cadena que separa sus eslabones dejando un hueco ovalado bastante marcado.
Sucesivamente vienen tres arquivoltas: la más exterior de baquetón; la segunda prismática y la tercera otra vez de baquetón. Esta, que es la más interna, apoya en capiteles historiados.
El de la izquierda tiene cimacio de las consabidas palmas, y el grueso del capitel se decora con águila de alas explayadas que apoya sus patas en el collarino.
El de la derecha, con cimacio idéntico al anterior y cesta de cuadrúpedos, uno en cada lado, afrontados con cabezas soldadas y rabo entre las piernas, otro motivo que, por su factura, viene también a añadirse como característica de esta escuela o taller cervatino.
Detrás de los animales, hojas verticales y volutas esquinadas. Las basas de estas columnas de la puerta, son áticas, de parecido desarrollo a las de la ventana derecha.
La cornisa de este muro meridional ha sufrido mucho como consecuencia de la instalación de la cubierta del pórtico desaparecido, pero aún se conservan bastantes canecillos que, de izquierda a derecha son: 1.- Hombre con libro en la mano, mutilado; 2 y 3.- No tallados; 4.- Bóvido también mutilado; 5.- Arpista; 6.- Animal sin cabeza, sentado, que se cuelga de un trapecio; 7.- Hombre sentado que vuelve la cabeza para apoyarla en un laúd; 8.- Oso que parece tocar un instrumento; 9. - Animal acostado sobre el caveto; 10.- Rollos curvados; 11.- Osezno colgado de un trapecio; 12.- Titiritero con cinturón de fuerza; 13.- Equilibrista en caveto; 14.- Liso en caveto; 15.- Cabra; 16.- Gran bola con caperuza; 17.- Moldura semicircular; 18.- Dos rollos.
En lo que pudiéramos considerar la albanega derecha de la puerta de entrada se halla incrustado un relieve horizontal con la representación muy desgastada de dos ¿leones? que parecen montar uno sobre otro en actitud de cópula, repitiendo, en cierta manera, esa disposición de colocar relieves suplementarios en el área de la puerta, tal como sucede también en Cervatos.
Superando el tejado de la capilla sur de este lado del presbiterio, se puede apercibir todavía un grupo de canecillos de este último. El 1.- debió de llevar una figura humana; el 2 y 3.- son de cuarto de bocel; el 4.- está roto e indescifrable; 5 y 6.- Ídem.

Carnero
Hombre con tonel
Músico
Postura obscena
Liebre
Oso

Pasando por alto los muros de la capilla meridional alcanzamos el ábside semicircular románico, que es de tipo macizo, con una sola ventana en aspillera, como se ven en algunas otras iglesias, como la de los santos Cosme y Damián de Bárcena de Pie de Concha, con dovela de medio punto.
Sosteniendo una cornisa de piedras de sillería sin ninguna decoración, existen en el muro del ábside una serie de canecillos que parecen intocados.

Son los siguientes, de izquierda a derecha: 7.- Personaje masculino en postura obscena; 8.- Personaje sentado, itifálico; 9.- Rollo o bidón con decoración en sus lados de espirales y cubierto con cuatro estrías que bajan desde lo alto del canecillo; 10.- Dos rollos unidos por cintas, como si fuese un rollo de pergamino abierto; 11.- Zorro que sujeta con sus patas traseras, dobladas, un rollo; 12.- Canecillo confuso en el que parece distinguirse un acoplamiento de figuras; 13.- Saltimbanqui con las piernas al aire; 14.- Cabeza posiblemente de cabra; 15.- Bocel con dos líneas horizontales grabadas; 16.- Cabeza de animal, con la boca abierta que parece mantener una bola dentro de ella; 17.- Cabeza de lobo o cabra; 18.- Canecillo en S; 19.- Ídem.

Los muros del presbiterio, salvo los canecillos que se conservaban sobre el tejado de la capilla meridional, y que ya hemos descrito, no han dejado visibles ningún otro canecillo, que muy seguramente tuvieron, y que quizá aún existan ocultos por las bóvedas de las capillas posteriores.

El muro norte de la nave se conserva en buen estado, tanto en el paramento como en la cornisa y mantiene un excelente conjunto de canecillos que parecen del mismo taller de cantería, pero que han sufrido, incluso más que los del sur, los efectos de las intemperies y heladas. Soportan una cornisa que en algunos sillares esboza un baquetón, y son dieciséis, con las siguientes decoraciones a veces de difícil interpretación: 1,2 y 3.- Lisos en caveto; 4.- Bola con caperuza; 5.- De caveto; 6.- Figura en postura obscena; 7.- Figura masculina itifálica; 8 y 9.- En caveto; 10.- Figura humana que parece apoyar las manos en el vientre, pero difícil de interpretar; 11 y 12.- Lisos en caveto; 13.- Figuras humanas sin poder aclarar sus posturas; 14.- Liso en caveto; 15.- ¿personaje con los brazos en alto?.- 16.- Iconográfico pero de imposible interpretación, tal vez itifálico.

Postura obscena
Escenas obscenas
Escenas obscenas


El muro norte, a unos 4,50 m del ángulo noroeste, conserva una ventana de medio punto, con chambrana muy desgastada, adornada con las típicas palmetas que tanto se repiten en lo románico tipo Cervatos. Bajo esta sencilla chambrana, quedan las dovelas del arco, en número de ocho, y hacia adentro otro arco doblado y con borde de bocel, que carga sobre dos pequeñas columnas, con cimacios que fueron decorados, y capiteles. El izquierdo, con un águila explayada, tan utilizada en Bolmir, y el derecho igualmente con otra águila semejante, tema preferido por esta escuela escultórica popular. Los fustes son monolíticos y las basas al clásico modelo ático, pero torpemente ejecutado. Esta ventana y la que a continuación analizamos, la del hastial de occidente, tienen la misma factura y organización de elementos que las ventanas de la colegiata de Cervatos, lo que vuelve a aproximarlas como obras de los mismos canteros. La citada ventana del muro Oeste carece de chambrana, tiene arco doblado, pero el interior posee un grueso bocel, como la del muro norte, pero que el desgaste y los restos de raíces de hiedra casi han velado. En la del hastial, los cimacios de las columnas, sobre todo el izquierdo, muestra claramente el tipo de las palmetas entre vástago serpentiforme. Los capiteles son los dos de cuadrúpedos afrontados con cabezas fundidas, el de la izquierda y vueltas el de la derecha. Los fustes, monolíticos y basas áticas de toros abultados.

La espadaña pertenece al tipo a) que clasificamos en nuestro “El Románico en Santander” (García Guinea 1979ª t. I, p. 247), es decir, espadaña rectangular o recta, con la misma anchura arriba y abajo. En este caso de Bolmir tiene tres impostas que la dividen en cuatro cuerpos. El primero o más bajo ocupa desde la base hasta la mitad de la torre, donde se abren dos troneras de arco apuntado y chambrana. El segundo cuerpo acaba con otra imposta a la altura de apoyo de los arcos de las troneras. Acabados estos se abre un tercer cuerpo estrecho, que da paso al cuarto, formado por el frontón a dos aguas en el que acaba la espadaña y que en el centro se perfora por una tercera y última tronera muy pequeña, también apuntada. Creemos que esta espadaña, como antes indicamos, pudo ser levantada algunos años después de haber sido concluida la iglesia. En sus muros laterales, y a la altura del arranque del piñón, apoya éste en tres canecillos de caveto. 

Interior
El interior de San Cipriano de Bolmir sufrió una restauración en 1969, de la que fuimos testigos, que afectó sobre todo a la nave, en la que fueron destapiadas una ventana del muro norte y otra en el sur; esta última, la más próxima a la capilla del mediodía, lleva arquivolta de bocel que apoya sobre capiteles historiados: el izquierdo de águila explayada y el derecho de animales afrontados, ya repetidos en este monumento. Ambos capiteles están muy estropeados. Se apercibe en el primero algo de lo que debió ser el cimacio de palmas y lazos, muy parecido a otros ya descritos. Las basas son normales, del tipo ático, dos toros y una escocia, apoyadas en pequeño plinto.
La ventana del muro norte conserva los dos fustes, el izquierdo casi no se ve, tapado por los nervios de las bóvedas góticas posteriores. Los dos capiteles están enormemente destrozados, y parecen de animales afrontados, que apoyan sus patas sobre el collarino. La basa es muy parecida a las de la ventana del muro sur. También permanece la parte interior de la ventana del muro occidental que ya describimos. La bóveda posterior de la nave ocultó casi totalmente su arcadura, pero aún se ven los capiteles: el izquierdo con animales, afrontados, y el derecho con águila explayada; bastante destrozados.
El ábside, interiormente, pese a sus añadidos y reformas, se mantiene bastante firme, aunque los muros del presbiterio hayan desaparecido. Tiene bóveda de horno apoyada sobre imposta de billetes y el arco triunfal, de medio punto, carga sobre grandes capiteles, de un tratamiento muy parecido a los de Cervatos.
Ambos tienen cimacios de dados o billetes de tres filas y de muy profunda talla. La cesta del izquierdo tiene apoyando en el cimacio, y en lo alto, unas pequeñas volutas angulares que posan sobre un gran lazo que, en forma de florón, se abre hacia los lados y se posa sobre las cabezas y lomos de dos pares de leones con una sola cabeza, que aprietan al collarino con sus garras. El capitel derecho tiene una cesta que explota, hacia arriba, en dos filas de acantos cubiertos con multitud de espirales o volutas “achurradas”, formando en conjunto un verdadero surtidor vegetal y destacan, como pitones, las cabezas vueltas de los acantos. Todo muy en consonancia con el gusto decorativo de Cervatos. Las basas de los fustes son áticas y se asientan sobre alto plinto.
Capitel
Capitel

La pila bautismal, es semiesférica en forma de copa, sin ninguna decoración, que asienta en una basa de tipo románica, con dos toros y una escocia. El toro bajo, más grueso que el alto, lleva cuatro bolas que saliendo de él apoyan sobre un delgado plinto. Todo ello de un aspecto indudablemente románico. Medidas de la pila: 82 cm de diámetro por 102 de altura. Piedra arenisca.




 

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