Románico en Campoo y Valderredible
Geográficamente
la comarca de Campoo ocupa el extremo meridional
de Cantabria limitando al norte de las provincias de Palencia y
Burgos. A su vez se divide en municipios como Campoo Cabuérniga, Campo de
Enmedio, Valdeolea, Valdeprado del Río, Valderredible, etc.
Esta
extensa comarca es una de las zonas de mayor concentración de románico del
norte peninsular.
Si
bien hay que decir su distribución es muy heterogénea, ya que la mayoría de los
edificios de esta época se concentran en el centro (Campoo de Enmedio) así como
en Valderredible y Valdeolea, siendo muy escasos en el resto de la comarca.
Características
del románico en las comarcas de Reinosa, Campoo de Enmedio, Hermandad de Campoo
de Suso y Valderredible.
Desde
el punto de vista estilístico, el románico del Campoo comparte bastantes
características con el del norte de las provincias de Palencia y Burgos.
Junto
con templos rurales en paisajes de incomparable belleza también existen
iglesias románicas de noble factura.
Esta
región de Cantabria es altamente recomendada para los amantes del románico y de
quienes disfrutan de su visión en un ambiente paisajístico rural.
Trataremos
aquí una pequeña pero significativa representación del románico de esta zona de
Cantabria:
De
los Municipios de Reinosa, Campoo de Enmedio, Campoo de Suso y Valdeprado del
Río nos ocuparemos de las iglesias de San Pedro de
Cervatos (Colegiata), Santa María de Retortillo, Bolmir, Villacantid,
Fombellida, el
Barruelo de Carabeos y Aldea de Ebro.
Cervatos
Cervatos
se sitúa en el Sur del municipio de Campoo de Enmedio y de Reinosa; a 899 m de
altitud, junto al río Marlantes y a dos kilómetros y medio de Matamorosa, la
capital. Se accede a Cervatos por la N-611, Santander-Palencia. Hayas y robles,
cagigas y rebollos son, junto con los avellanos y matorrales, algunas de las
especies arbóreas de los bosques que cubren su terreno montañoso, surcado
también por varios arroyos que riegan sus praderías. La iglesia parroquial de
San Pedro se halla en lo alto del caserío de Cervatos; fue declarada Monumento
Histórico-Artístico Nacional, en 1895.
Monasterio Colegiata de San Pedro de Cervatos
El
lugar en donde este monasterio fue levantado, posiblemente en los años finales
del siglo VIII o en los primeros del IX –cuando la política de los reyes
asturianos Alfonso I y Alfonso II está orientada, sobre todo, a afianzar la
repoblación de intramontes pero también a iniciar la salida hacia los
abandonados campos de la meseta– seguramente fue conscientemente elegido por
ser un punto estratégico en la geografía que le rodea. No sabemos el valor que
pudo tener, antes de los romanos, el paso natural de la sierra del Hijar que
desciende en altura en su ramal SE más de mil metros en relación con las
cumbres. Este suave puerto de Pozazal (987 m) conocemos con certeza que fue
elegido por los romanos para dar paso a la calzada que desde Pisoraca (Herrera
de Pisuerga) entraba directamente a la cuenca del Besaya para alcanzar la costa
cantábrica en Portus Blendium (Suances) o en Portus Victoriae Juliobrigensis, y
poder así mantener su comercio con las Galias y servirse de los pescados del
mar. Después, durante la Alta Edad Media, siguió utilizándose la vía, y este
puerto de Pozazal, ante las posibles incursiones árabes, tuvo que tener mucha
importancia, dado que cerraba o abría un camino indispensable tanto para la
defensa como para la expansión. Los romanos tuvieron como indudable vigía y
controlador de este paso natural a su ciudad de Julióbriga, desde donde, en el
actual Retortillo, podía contemplarse de una sola mirada el terreno que,
prácticamente desde Pozazal hasta la entrada al Besaya, precisaba mayor atención.
No
es pues extraño que, cuando los principios de la organización nueva del
territorio –basada sobre todo en el establecimiento de monasterios– va creando
núcleos de consolidación de gentes a base de agrupaciones con soporte
religioso, fuese aquí, en Cervatos, donde se crease una abadía. En un supuesto
viaje desde la Meseta a la costa, o desde la costa a la Meseta, la llegada al
puerto, o la salida de él, precisaba una imprescindible detención, tanto de los
viajeros a pie o a caballo, como de las carreterías. Por eso Cervatos fue
siempre un lugar de parada para el cambio de caballerías, y un obligado punto
de detenimiento de viajeros o peregrinos, que verían con verdadero gozo la
presencia de un núcleo poblado y un monasterio que, sin duda, les acogería como
hermanos. Y por eso, tampoco es extraño que la venta de Pozazal perteneciese a
los canónigos de Cervatos.
Y
no sólo para los viajeros, sino para todo el valle de Campoo de entonces, la
existencia del monasterio tuvo que ser muy beneficiosa, pues en el confiaron
los condes de Castilla, primero, y a partir del siglo XI, sus reyes que, en
principio, siempre fueron sus propietarios, y los que le dieron un fuero –que
continuamente confirmaron– para contribuir tanto a la organización del valle
como al aumento y defensa de su población.
Las
vicisitudes por las que el monasterio de San Pedro de Cervatos pudo pasar, en
los siglos anteriores al edificio que de él se nos ha conservado, las
desconocemos totalmente. Las primeras noticias documentales que tenemos son,
precisamente, las que nos da ese fuero citado que le conceden, en el año 999,
es decir, acabándose el siglo X, el conde castellano Sancho García (995-1017) y
su mujer Urraca. Creemos que este conde no le funda, sino que le protege y
considera, para que sirviese de panteón condal pues en dicho fuero se dice
textualmente que entierren en la iglesia a su hijo Fernando: quem
tumulavimus in Aula Sanctorum Apostolorum Petri et Pauli. M. de Assas (1857)
nos dice que también fue enterrado el infante Alfonso, hijo del rey de León
Bermudo III, que estaba casado con Jimena, hija del conde Sancho García, lo que
puede explicar, primero, que Jimena quisiera enterrar a su hijo Alfonso, muerto
a muy corta edad, donde habían enterrado a su hermano mayor Fernando, muerto
también en años infantiles, y en segundo lugar, que la conocida lápida, ya del
siglo XVII al menos, que estuvo en el Palacio de Comillas y hoy forma parte de
los fondos del Museo de Prehistoria y Arqueología de Santander, que existía en
el monasterio de Cervatos y que hacía constar que allí “yacía el infante don
Alfonso, hijo del conde Sancho”, seguramente se confunde porque en el siglo
XVII la tradición conservaba más el recuerdo del hijo del rey Bermudo y también
del conde Sancho, y unieron los nombres confundiéndoles el parentesco. Pérez de
Urbel (1945) no duda que Fernando fuese hijo de Sancho García, en cambio
Martínez Díez (1976) sí lo duda, pero no sé con qué razones, aunque su supuesta
no existencia le sirve para añadir uno más a los anacronismos en los que cae el
fuero y así considerarle “absolutamente apócrifo”. Pérez de Urbel, más
suavemente, lo cree “corrompido y adulterado”, pero con validez
para aprovechar muchas de sus noticias en relación con el dominio del
monasterio en los siglos XII-XIV.
El
original del citado Cartulario de Cervatos, que contenía los fueros concedidos
por el conde Sancho, no sabemos donde debió de ir a parar. Don Ángel de los
Ríos lo tuvo, al parecer, en sus manos, y de él transcribió los fueros, que
publicó en su “Noticias históricas de las behetrías, primitivas libertades
castellanas” (1876). En la propia iglesia de Cervatos, en 1975, nosotros
pudimos ver una copia realizada en 1778 por el notario del rey y del Colegio de
la corte, Don Fernando Fernández de Andrade, que contenía el traslado puntual
del Cartulario original, que el citado escribano define así: era un cobdice
o imbentario de papeles y documentos tocantes a la iglesia colegial de San
Pedro de Cervatos… cuyo original se halla encuadernado en tablas cubiertas de
vadana negra renobada y escrito en pergamino de afolio mayor, que por haber
estado mal conservado y custodiado se halla en varias partes consumida su
letra. Concuerda en todo –sigue diciendo el citado escribano–con dicho
cobdice antiguo, que ha exhibido por parte de dicha iglesia Colegial, a la que
se la devolví.
La
copia de Andrade consta de 120 folios encuadernados en cuero, y en ella se
recogen privilegios reales desde Fernando IV a Juan II, confirmando los fueros.
Una donación de Alfonso VII, de 1135, concediendo a San Pedro de Cervatos la
iglesia de San Cristóbal de Villaescusa y el monasterio de San Martín en el
alfoz de Amaya. Antes, la reina Urraca había hecho en 1111, una donación al
monasterio de Cervatos de su villa de Quintana, cerca de Villaescusa, y concede
al abad Nuño de Cervatos una inmunidad en la citada villa, prohibiendo la
entrada del sayón. En los folios 38 y 39, se transcribe una donación a la
abadía campurriana del infanzón Pedro Rodriz y su mujer María, de un solar,
palacios y hórreos en el lugar de Cornenes (seguramente el Coroneles de Valdelomar),
realizada posiblemente en época de Alfonso VII.
En
todo el resto del volumen se recoge una relación de bienes, tierras, prados,
viñas y heredades que la abadía de Cervatos tenía en pueblos de Campoo, la
Montaña Baja, Palencia, etc., sobre todo en los siglos XV y XVI. Y poco más
sabemos de todas las circunstancias vitales que, por tantos siglos de obligado
silencio, no han podido llegar a nosotros. Gracias a diversas incursiones en
variados textos documentales, podemos dar, al menos, una incompletísima
relación de los nombres de abades, que desde el 999 a finales del siglo XV,
ejercieron en el monasterio-colegiata de San Pedro de Cervatos.
Son
muy pocos, pues, los abades cuyo nombre nos ha llegado, y prácticamente de
ninguno sabemos más que eso: su nombre. Del primer abad, Juan, si el documento
dice la verdad, tan sólo conocemos su próxima relación con el conde Sancho
García y su mujer Urraca Pérez y su posible participación en los sepelios de
Fernando, el primogénito de los condes, y de Alfonso el hijo de Bermudo III,
ambos muertos de niños y enterrados en San Pedro de Cervatos. Del abad Martín o
Martinus, podemos asegurar que regía la abadía por lo menos de 1199 a 1205, y
que en su tiempo debió de alzarse la torre que vemos, quizás sustituyendo a
otra más antigua, y que fue partícipe de la dedicación de la iglesia por el
obispo de Burgos Marinus o Martín en tiempos del abad Martín (1199), tal como
nos dice la inscripción más larga existente en el muro meridional a la derecha
de la puerta.
Otra
inscripción, más corta y más borrada, que existe en una pilastra entre las
columnas del lateral derecho de la puerta, más antigua y muy difícil de
interpretar, como veremos, (si las siglas NS pueden referirse al nombre Nunnus
–Nuño– como se ha supuesto), nos indicaría, tal vez, que el abad Nuño que rige
la abadía en 1111 tenía algo que ver con la construcción de la iglesia (1129)
si se trata de inscripción conmemorativa, o, si fuese funeraria, de la muerte
de este abad. No es raro, como sabemos, que al fallecimiento de abades, reyes o
simplemente personas relacionadas con la iglesia o monasterio solían grabarse
nombre y fecha de su óbito. Pero esta posibilidad de implicar de una manera o
de otra al abad Nuño en la construcción de la iglesia, es una simple
suposición, al ver que su abadiato se corresponde con la muy posible
edificación de la iglesia. Consta de abad en 1111, como anotamos en líneas
precedentes, y ya en 1135 hay otro abad, Pedro. Aún suponiendo que Nuño toma
posesión en 1111, son diez y ocho años de ejercicio, precisamente el margen en
que también se hace la iglesia de Bustasur, fechada en 1112, y por los mismos
canteros, creemos, que levantan la de Cervatos. ¿No pudo ser esa fecha de 1129
la de la muerte de Nuño? A veces la epigrafía mueve demasiado a la imaginación.
Sin
duda, son esas dos fechas, 1129 y 1199, que indican las inscripciones –y
añadiendo la primera mitad del siglo XIII– las que marcan el apogeo del
monasterio de Cervatos, tanto por lo que nos dice su construcción en 1129, como
la dedicación en 1199, con la elevación de su torre, y porque es, dentro de
este margen de tiempo, cuando en 1186 el rey Alfonso VIII conmuta San Pedro de
Cervatos, que era de patrimonio real, por el monasterio de Santa Eufemia de
Cozuelos, que pertenecía a la sede burgalesa, con el fin de donar este último
cenobio palentino a la Orden de Santiago, que desde entonces le ocupó. Desde la
segunda mitad del siglo XIII debió de iniciarse la decadencia y el
debilitamiento del monasterio, tal como ocurrió en general a todos los
abadengos, por las razones que muy resumidas expone González de Fauve (1992, t.
I, pp. 143-144): despoblación, vasallos de abadengo que se pasan a solariegos,
repoblación de Andalucía, factores climáticos muy negativos (heladas, hambres,
pestes, cosechas catastróficas, exigencias de los reyes, disminución de ayudas
y donaciones, debilitamiento moral del clero, etc. Todas estas vicisitudes, o
parte de ellas, tuvo que sufrir, sin duda, nuestro cenobio, pues si acudimos a
algo que nos pueda decir el Libro de las Behetrías, en 1352, sobre la situación
del pueblo de Cervatos en la Merindad de Aguilar de Campoo, la manifestación es
decepcionante: Este logar es yermo e que non mora y sinon dos omes
fiiosdalgo e dos mugeres biudas que son pobres e que es de la eglesia de Çervatos,
e que quando el dicho logar era poblado que tenia en cabeça de martiniga LX
maravedís cada anno, e que los llevava el rey...
De
todas formas, a pesar de la despoblación que se detecta en estos mediados años
del siglo XIV, el monasterio sigue funcionando, aprovechando las heredades y
rentas que recibe de sus vasallos de pueblos no tan decadentes, y sigue
recibiendo el monasterio ayudas y confirmación de sus fueros, pues Juan I
(1379-1390) en una de ellas, seguramente a petición del abad de Cervatos, afirma
lo hace porque se pueblen los solares e lugares de la dicha Eglesia que están
despoblados especialmente en dicho lugar de Cervatos (folio 13 del Cartulario).
Esta
conciencia de revitalización –muy de acuerdo con la política de Juan I (SUÁREZ
FERNÁNDEZ, L., Madrid, 1955) es la que parece apercibirse durante todo el siglo
XV pues se recogen en el Cartulario numerosos documentos de esta época, y se
mencionan seis abades en el gobierno del monasterio, contra dos solamente en el
siglo XIV.
Tampoco
sabemos desde cuándo el monasterio se transforma en colegiata, pero es muy
posible que ello suceda cuando el monasterio, que era propiedad real, pasa con
Alfonso VIII, y por deseo del mismo rey, a depender de la diócesis burgalesa,
es decir en 1186, como ya dijimos, en el trueque que hace con el monasterio de
Santa Eufemia de Cozuelos.
Pero
si consideramos que la concesión del fuero de Sancho García dice textualmente: At
etiam concedimus dictae Ecclesiae et tibi Johanni Abati et succesoribus tuis,
ac Canonicis... habría que estimar que desde su fundación, o por lo menos,
desde el 999, ya se estableció la canónica. Cierto es que el documento de
Alfonso VII antes citado, de 1135, vuelve en este caso a citar a los canónigos:
et vobis abbati Donno Petro et canonicis... Sin embargo, en dos documentos
anteriores, la donación de la reina Urraca, y otro de semejante fecha (1111),
se dice en el primero: in presencia Abba Domnus Nuño et omne clericorum ipsius
Ecclesiae, y en el segundo: ad ipsos venerabiles sanctos Dei, vela cultoribus
Ecclesiae qui ibidem sunt commorati omitiéndose en ambos el término canonicis.
Así,
admitiendo como apócrifa, la redacción del fuero del 999, que podría juzgarse
como introducción falsaria, hay sin embargo otras dos versiones del fuero que
redactan el párrafo, sin mentar a los canónigos, de esta manera, muy parecida a
la del documento de 1111, esto es: et tibi Johanni Abati et sucesoribus tuis
et atcultores... y et tibi Johanni Abati, et ad regulantes vel cultoribus
Ecclesiae.
Queda
así la duda –vistos los documentos, pero teniendo en cuenta su carácter de
apócrifos– entre dos fechas que podemos utilizar como posibles para el cambio
de monasterio a colegiata: la de 1135, que cita por primera vez la existencia
de canónigos, testimonio muy importante por ser documental, y la de 1186 que,
aunque nada dice de este cambio, el hecho importante de perder su carácter de
patrimonio real y pasar a depender de la sede burgalesa, nos hace suponer que
pudo ser un momento muy oportuno para cambiar la organización del monasterio.
Además esta fecha de 1186, aunque ello no parezca suficiente razón, coincide
bastante con otra, la de 1175, que en documento de Santillana, nombra por
primera vez el Capitulum de canonicis. Ya comentamos que, a pesar de esta fecha
testificada, Escagedo Salmón siempre creyó que la transformación de monasterio
en colegiata se “verificó paulatinamente, durante los siglos XI-XII”, en
la abadía de las Asturias de Santillana.
Lo
que sí es seguro, en San Pedro de Cervatos, es que, en el siglo XIV, existía ya
cabildo de canónigos como se corrobora en todas las posesiones que se citan en
esa fecha, en donde se habla siempre de iglesia colegial, abad y cabildo, así
como en la primera confirmación del Fuero de Cervatos por Fernando IV
(1295-1310) que se redacta a petición del abat et cabillo de dicha Eglesia de
Cervatos.
El dominio del monasterio
A
pesar del carácter apócrifo que pueda tener el Fuero de 999, éste nos da una
situación patrimonial verdadera en ciertos momentos y nos permite señalar, al
menos, la extensión de su dominio, que se concretó fundamentalmente a un
espacio bastante cerrado en pocos kilómetros alrededor de la Colegiata,
prácticamente teniendo como centro geográfico la propia abadía, con un escape
hacia el norte siguiendo el cauce natural del Besaya y la calzada romana de
Pisoraca (Herrera de Pisuerga) a Portus Blendium (Suances), que antes de llegar
a Julióbriga pasaría por el solar, o por sus proximidades, donde en el siglo
XII se levantó el monasterio de Cervatos, calzada que, sin duda, fue
aprovechada durante la Edad Media y a lo largo de la cual –demostrando la
importancia de ser vieja comunicación de la Meseta para alcanzar la costa– se
fueron jalonando iglesias o monasterios románicos que todavía perduran: Cañeda,
Aldueso, Rioseco, Pujayo, Bárcena de Pie de Concha, Quevedo, Silió, etc.
Algunos, como Pujayo y San Juan de Raicedo, donde se ven las manos de los
canteros que trabajaron en Cervatos. El núcleo de este dominio, donde tenía
Cervatos bienes, iglesias, heredades y vasallos, correspondía a Campoo de Suso,
sierras de Brañosera y proximidades, Valdeolea, Campoo de Enmedio, Valdelomar y
algún punto de Valderredible, en cuyo valle entraban otros señoríos, sobre todo
el abadengo de San Martín de Elines. De todas formas, el señorío de San Pedro
de Cervatos se extendía, si bien de manera dispersa, a puntos que por el norte
llegaban casi a la costa: Las Caldas de Besaya, Periedo, Asejo, incluso con
algún punto excepcional en Liébana, en Armaño. Por el Sur, podía llegar su
dominio a pueblos de las provincias de Palencia y Burgos, hasta alcanzar
plenamente tierras meseteñas, como Revilla Vallegera, más abajo de la línea del
camino de peregrinación, pues también tenía pertenencias en Boadilla del
Camino, por ejemplo. Y sobre todo sus vasallos, como vemos en el Becerro de las
Behetrías en 1352, casi siempre convivían en cada pueblo con los de otros
señoríos, tanto de abadengo o realengo como de behetría o naturales. Así, en
Salcedillo sólo una tercera parte de los vasallos del pueblo, en 1352,
pertenecía al abad de Cervatos. Sin embargo, en Fombellida todos eran vasallos
del abad de Cervatos. Y en Celada Marlantes, la mitad eran de behetría y la
otra mitad de abadengo y estos se los repartían el prior de San Juan de
Jerusalén, el abad de Santa María de Montesclaros y el de San Pedro de
Cervatos.
El monumento
De
todo lo que pudo ser el monasterio de San Pedro de Cervatos, en su parte
románica, sólo nos queda la iglesia y la torre, y esto muy modificado, sobre
todo en las bóvedas que, salvo las de la capilla absidal, todas fueron
transformadas, posiblemente en el siglo XIV, con cubiertas de nervios en los
tres tramos de la única nave que posee la iglesia. Bóvedas, las tres, de
diagonales, ligaduras y terceletes y doce plementos; en la capilla del Cristo,
que se abre en el muro norte y en el primer tramo, la bóveda es mucho más
complicada, posiblemente de los siglos XV-XVI, con numerosos combados. A esta
Capilla del Cristo –construida fuera del muro norte, pero apoyados los suyos en
él– la envuelve por fuera otra construcción rectangular de muros más estrechos
que los románicos, a la que se entra por una puerta situada en el segundo tramo
de la iglesia. Esa construcción exterior, que ocupa de hecho toda la longitud
del muro norte de la iglesia, desde que empieza el tramo tercero o del coro,
hasta el primer contrafuerte de la pared norte del ábside (ver plano), deben
ser los restos, quizás, de una parte del monasterio, o una construcción
posterior que pudo ser dedicada a lo que es hoy actual sacristía (se entra en
ella por puerta abierta en el primer arco de la izquierda, de los diez ciegos
que tiene la curva absidal), o que aprovecha un espacio que pudo ser
cementerial, con cinco tramos cubiertos por distintos tipos de techumbres, o
capilla para la pila bautismal.
Planta
Exterior de la iglesia
Desde
luego lo más interesante, desde el punto de vista artístico, está en el
exterior de la iglesia, que se nos ofrece totalmente románico y donde no parece
ha habido ninguna variación desde que la fábrica fue levantada en el primer
tercio del siglo XII. Y ello sin despreciar el interior, que aunque tan sólo
conserva de románico el ábside, éste no mengua en belleza ni en interés a todo
lo que puede verse fuera.
Colegiata
de San Pedro de Cervatos (España)
La iglesia vista desde el sureste
Realmente,
la iglesia no tiene la aparatosidad monumental de un San Isidoro de León, ni de
una colegiata de Santillana o de Castañeda, pero aunque se nos presenta de
tamaño más humilde, y su interior muy depreciado por sus bóvedas góticas que
rompen la unidad de estilo del románico, no deja de ser San Pedro de Cervatos
un ejemplar muy destacado entre las iglesias románicas de un solo ábside, que,
con seguridad si hubiese conservado la cubierta primitiva, fuese de madera o de
cañón con fajones, nada tendría que envidiar a los más alabados ejemplares del
románico español.
Si
empezamos su descripción por el muro meridional, el aspecto que este ofrece es
de unidad completa dentro, al mismo tiempo, de su elegante sencillez, realzada
por un paramento de bien armada sillería. Se corona por una cornisa sencilla,
de borde de simple baquetón y listel, soportada por veinticuatro canecillos que
no han debido de ser nunca removidos.
Las
restauraciones que en el siglo XX se hicieron (décadas del 60-70), jamás
afectaron a esta secuencia, pues tuvieron como finalidad primordial retejar la
cubierta y saneamiento. Si tenemos delante el dibujo que M. de Assas publicó en
el Semanario Pintoresco Español, el 22 de febrero de 1857, titulado “Colegiata
de Cervatos”, vemos que nada ha cambiado exteriormente: la torre sigue
idéntica y los canecillos de este muro sur son los mismos veinticuatro, que, de
izquierda a derecha son los siguientes: 1.- Cabeza de fiera con fauces abiertas
que muestran su amenazadora dentadura; el cuello se cubre de entrelazos. 2.-
Figura de hombre, sedente que apoya sus manos sobre las rodillas y su cabello
se eriza y trepa sobre el alto del canecillo. 3.- Figura humana, también
sentada, con traje talar, que con sus manos y barbilla sujeta un instrumento de
música que se lleva a la boca. 4.- Bola con caperuza. 5.- Hombre sentado que
carga sobre sus espaldas un tonel reforzado con aros de hierro y cuyo gollete
cuadrado cae sobre la cabeza; tiene las manos apoyadas en las rodillas. 6.-
Bola con caperuza, casi igual al nº 4. 7.- Cabeza de cabra o de corzo de
aspecto muy naturalista. 8.- Parece una continuación de la composición del
canecillo nº 5, pero en este, el hombre está sentado, de espaldas, sostiene el
bidón o tonel con las manos y bebe aplicando la boca al gollete. 9.- Tocador de
vihuela o rabel. 10.- Hombre sentado itifálico con un pan o pandereta en sus
manos. 11.- Figura humana, itifálica, y de espaldas, cuya cabeza es engullida
por animal de feroz expresión. 12.- Tres rollos o bidones cilíndricos, que
parece sostener con los dientes un animal al pie del canecillo. 13.- Figura de
hombre sentado e itifálico, con cabeza de mono. 14.- Bola con caperuza y
ramificaciones vegetales. 15.- Figura de hombre sentado e itifálico, con la
mano en la barbilla en postura de pensador. 16.- Liebre. 17.- Personaje
sentado, comiendo algo o tocando quizá un instrumento de viento. 18.- Parece
monje sosteniendo un libro o una piedra rectangular. 19.- Figura de mujer en el
acto del parto. 20.- Tres rollos o bidones pesando sobre una cabeza. 21.-
Simple caveto. 22.- Saltimbanqui con las piernas al aire y cinturón de hebilla
redonda. 23.- Tocador de arpa. 24.- De caveto, con medio rollo en lo alto.
Canecillos 1,2, y 3
Canecillos 3,4,5,6 y 7
Canecillos
6,7,8 y 9
Canecillos
Canecillos
Canecillos
Canecillos
Canecillos
Canecillos
En
esta fachada sur se abren tres vanos: una ventana pequeña, a la izquierda
(según visión del espectador), muy próxima a la cornisa, de arco de medio
punto, cuyas dovelas casi tocan la hilada de canecillos. De arco doblado, posee
una arquivolta de grueso baquetón que apoya sobre cimacios decorados por
trenzado de palmetas de hojillas cóncavas, adorno que se repite hasta la
saciedad en toda la decoración de la iglesia. Dichos cimacios cargan sobre
pequeños capiteles que, combinados, recogen, con demasiado descaro y
expresividad, una preparación al coito. Las columnas, de cortos fustes de una
sola pieza, llevan collarino fino y basas de tipo ático, con lengüeta.
La
ventana de la derecha, es más grande y alta, pero algo más baja en la línea
general del muro. Posee chambrana de medio punto decorada con parecido tipo de
palmetas entrelazadas e igual al que lleva la chambrana de la puerta, y
arquivolta de baquetón, cimacios decorados con palmetas y capiteles con
animales afrontados sobre cuyas cabezas aparecen volutas. Los fustes son de dos
tambores y las basas iguales a las de la ventana izquierda.
Puerta
La
puerta, que sobresale de la línea del muro, y lleva tejadillo propio, es pieza
de verdadero interés tanto por la abundante decoración que tiene como por la
originalidad de su dintel y tímpano.
La
cornisa de su tejado, del mismo tipo que la que posee el muro sur, se sostiene
por trece canecillos esculpidos con los siguientes temas: 1.- Figura de
saltimbanqui con las piernas hacia arriba o de mujer en postura obscena. 2.-
Arpista. 3.- Figura con las manos a la cabeza de debió de ser fálica (muy
destrozada). 4.- Personaje sentado con cabeza monstruosa, abiertas las fauces.
5.- Escena de coito. 6.- Cabeza de cabra. 7.- Cuerpo humano con cabeza de
animal que aprieta en lo alto un rollo con sus manos. 8.- Cabeza de monstruo
que está engullendo a una persona. 9.- Hombre sentado con cabeza de mono. 10.-
Figura humana que parece morder su mano derecha, sostiene a otra figura que
tiene entre sus piernas y de cuya boca sale una especie de cuerno o trompeta.
11.- Personaje sentado, fálico, que se tapa los ojos con las manos. 12.-
Entrelazo de figuras en postura impúdica. 13.- Mezcla de animales unos encima
de otros.
Entre
cada canecillo existe una metopa esculpida, que, de izquierda a derecha, son
las siguientes: 1.- ¿Lucha de animales?. 2- Animales afrontados de espalda. 3.-
Dos figuras sentadas, una de perfil y otra de frente. 4.- Otros animales
afrontados. 5.- Tres figuras humanas de pie. 6.- Dos águilas afrontadas de
espalda. 7.- Animal con sus patas delanteras en movimiento. 8.- Dos animales
afrontados. 9.- Figura humana con serpientes que muerden sus pechos, mientras
ella levanta los brazos. 10.- Animales copulando y dos cabezas humanas al
fondo. 11.- Parecen dos cojos con muletas que cruzan las piernas.
Desgraciadamente muchas figuras de estas metopas se encuentran muy desgastadas
y hacen difícil su apreciación y posible interpretación.
La
puerta, con numerosas arquivoltas, siete, todas ellas de baquetón simple, sin
ninguna talla u ornamentación, tiene una chambrana de palmetas en vertical
envueltas en tallos circulares que se cruzan en los laterales. Este guardapolvo
apoya sobre los pilastrones laterales de la puerta; y las arquivoltas, sobre
cimacio seguido que recorre todo el abocinado del muro, se apoyan tanto en los
capiteles de las tres columnas, que a cada lado adornan el hueco, como en las
pilastrillas intercolumnarias. Este largo cimacio, convertido casi en imposta,
decorada con las muy vistas palmetas entre tallos entrelazados, carga sobre
capiteles exclusivamente animalísticos que llevan parejas de leones en posturas
opuestas que mantienen sus patas sobre el collarino. El estado de desgaste y
destrucción de estos capiteles apenas permite saber si son también aves las que
se han tallado.
Lo
que verdaderamente llama la atención en esta puerta, son los dos dinteles
monolíticos y el tímpano que sostienen, éste trabajado como ataurique en tres
grandes tableros verticales. El dintel inferior, con una especie de horror al
vacío, se cubre totalmente, no sólo en la cara exterior, sino también en su
intradós –llamémoslo así, y que viene a recordar las pilastras visigodas de
Mérida– por dos franjas horizontales de las ya típicas palmetas entrelazadas
con tallos. Encima de este dintel, reposa directamente otro de aproximada
altura con bajo relieve de tres parejas de leones (se ven perfectamente
indicadas las melenas) unidos por las ancas y por las cabezas; todo ello,
incluido el tímpano que vuelve a llenarse totalmente de palmetas, con un
marcado aroma musulmán. Los fustes de las columnas de la puerta son
monolíticos, aunque alguno pudiera haber sido incorporado en alguna
restauración, y sus basas son de corte ático con bajo plinto decorado con bola,
todo apoyado sobre un banco poco elevado.
Puerta. Columnas y capiteles del lateral
derecho
Puerta. Capiteles del lateral izquierdo
Puerta. Detalle del tímpano y arquitrabe
La
parte esculpida de la puerta no termina aquí. Hay más piezas o piedras
cinceladas en sus enjutas. En la izquierda, sobre la imposta que viene de la
puerta, se han tallado las imágenes de Adán y Eva, de pie, a uno y otro lado
del árbol del bien y del mal, en cuyo tronco aún está enroscada la serpiente.
Sobre este relieve, en otra piedra, se esculpe la Virgen sedente con el Niño
sobre las rodillas, llevando algo en su mano derecha. Más arriba, y en esta
misma enjuta, lo que parece ser la figura de San Miguel con escudo y alanceando
al demonio. En la enjuta derecha, también de abajo a arriba, la escena de
Daniel entre los leones, de pie, con los brazos en alto, mientras dos leones
rampantes le lamen los costados, tema muy querido del románico entre la iconografía
del Antiguo Testamento. Otra piedra, sobre esta de Daniel, presenta un
sacerdote rígido, con vestiduras amplias que parece mantener sus manos abiertas
sobre el pecho. Más arriba, formando pandant con San Miguel, un relieve muy
popular con la imagen de San Pedro, con el báculo en su mano derecha y la llave
en la izquierda. Todas estas figuras de las enjutas están más deterioradas,
aún, que las metopas, y en contra de lo que dicen Rodríguez y Lojendio (1966,
pp. 119-124) nosotros creemos que son del taller de los canteros que esculpen
el resto de la iglesia, incluido el tímpano.
Enjuta izquierda de la puerta y
canecillos, y relieves: San Miguel, la Virgen con el Niño y Adán y Eva
Enjuta derecha de la puerta
El ábside
La
terminación del muro sur y su conexión con el presbiterio y ábside, se hace
visible con la colocación de un contrafuerte prismático que sube directamente a
la cornisa, la cual carece de canecillos. A este contrafuerte parece hacérsele
ya partícipe de la organización absidal, pues la imposta que en el exterior del
presbiterio y ábside viene circundando la curva absidal, como prolongación de
la chambrana de las ventanas, alcanza también a este estribo, en el que,
además, se ha incrustado, en medio mismo de su parte alta, una piedra
rectangular perfectamente escuadrada y ahuecada, para ejecutar el relieve de un
personaje, sin duda religioso, por sus vestimentas, que bendice con la mano
derecha y sostiene un libro con la izquierda.
El
plegado de sus ropas, el tipo exciso de la talla, llama la atención por su
excesiva tosquedad y rudeza que, lo mismo que el San Pedro de las enjutas de la
puerta, están muy por debajo de la manera de hacer del taller que, aunque se ve
que su obrar está cargado de rusticidad, de ingenuidad y de cierta torpeza de
estilo, sobre todo cuando se trata de iconografías, se maneja, sin embargo, con
estilo limpio y transparente, cuando esculpe decoraciones geométrico-vegetales.
El
ábside es una pieza de indudable aprecio y parece no haber sido nunca retocado.
Contemplado desde el fin de la calle que llega a la iglesia, se yergue alto y
firme, manifestando una prestancia más arquitectónica que artística y
demostrándonos, una vez más, que los operarios que trabajan son herederos de
una buena escuela de cantería pero no tanto de un cuidadoso hacer artístico.
Pasado
el contrafuerte antes descrito, con un remetido bastante notable hacia el
norte, comienza el muro del presbiterio sur; presbiterio corto, que si bien es
fácil de distinguir al exterior, no podría serlo al interior, como veremos. Su
muro es recto y termina en donde empieza el primer estribo columnado del
semicírculo del ábside, y lleva una corta cornisa, con cuatro canecillos: 1.-
Hombre sentado que sostiene en sus espaldas un pesado bidón (ya repetido en la
cornisa del muro sur). 2.- Arpista sentado con cabeza bellamente tallada y
cabello rizoso. 3.- Hombre en cuclillas que bebe de un bidón (visto también en
la cornisa del muro sur). 4.- Figura al parecer hombre que muerde las piernas
de otro personaje. Difícil de averiguar la escena.
Terminado
el muro del presbiterio sur, comienza el semicírculo del ábside. Éste, está
dividido en tres cuerpos horizontales y tres calles verticales. El piso primero
bajo de los horizontales es una especie de basamento que resalta un poco y
donde empiezan los cuatro contrafuertes columnados que separan las calles.
Acabado este resalte, los contrafuertes se estrechan, y de esta forma suben
todo el segundo cuerpo horizontal, donde están las tres ventanas, hasta llegar
a una imposta de billetes que es la prolongación de la chambrana que voltea
sobre los ventanales, y que en líneas anteriores ya tuvimos ocasión de
reconocerla en el estribo en el que finaliza el muro sur de la iglesia. Al
llegar a esta imposta, los contrafuertes del ábside se convierten en cuatro
basas formadas por un plinto rectangular y un poco piramidado sobre el que
descansan las basas de tipo ático de los fustes monolíticos que ocupan el
tercer cuerpo horizontal alto y que terminan en capitel que, unido a los
canecillos del ábside, sujetarán la cornisa que sigue siendo de igual
composición que la del muro sur, es decir, listel y bocel, sin ningún tipo de
decoración.
En
cada una de las tres calles curvas del ábside se centra una ventana. Los
canecillos del ábside, vistos ya los del presbiterio sur, y de izquierda a
derecha, son los siguientes: 1.- Capitel de columna con animales superpuestos y
afrontados; volutas en lo alto. 2.- Lechuza muy erosionada. 3.- Animal que
parece cazado en una red de entrelazos vegetales. 4.- Cabeza de fiera, de cuyas
fauces parece salir una figura humana cabeza abajo, que tiene su mano derecha
en la mejilla y la izquierda en el pecho. Otro personaje cabalga el animal
embridando su boca con las manos. 5.- Hombre sentado que se cubre, quizás, con
una máscara de boca abierta y orejas o cuernos, que sujeta con las manos. 6.-
Saltimbanqui o equilibrista con los pies al aire y cinturón con hebilla redonda
(ya repetido en el muro sur). 7.- Hombre sentado con las piernas cruzadas que
sujeta con la mano izquierda un objeto olifante a la altura de los hombros. 8.-
Peonza o bola con caperuza (bastante repetido). 9.- Capitel de columna con
animales afrontados que parecen luchar y figurillas humanas, de pie, en el
extremo. 10.- Escena de coito. 11.- Escena de parto. 12.- Cabeza de cabra. 13.-
Figura con una bola en lo alto de su mano derecha. 14.- Cabeza y medio cuerpo
de cabra. 15.- Mujer impúdica que levanta sus piernas con las manos. 16.-
Hombre desnudo, sentado e itifálico. 17.- Oso, seguramente, o mono
equilibrista, colgado con sus patas anteriores de un rollo. 18.- Mezcla de dos
figuras desnudas. 19.- Animal monstruoso con las fauces abiertas. 20.- Capitel
de columna con entrelazos de palmas. 21.- Tres rollos apretando la cabeza de un
hombre. 22.- Cabeza y cuerpo de cáprido (repetido). 23.- Dos figuras, una de
las cuales, portadora de bastón o maza en la mano derecha, parece vencer a otra
caída. 24.- Liebre. 25. Hombre que sostiene máscara de animal entre sus
piernas. 26.- Otra vez cabeza y cuello de cabra. 27.- Idem. 28.- Hombre con
cabeza de animal de grandes orejas que sostiene otra cabeza humana sobre sus
rodillas. 29.- Capitel de columna con animales afrontados. 30.- Cabeza de
animal que parece engullir medio cuerpo de hombre desnudo, de rodillas, entre
cuyas piernas sostiene la cabeza de otro. 31.- Bola con caperuza. 32.-
Contorsionista. 33.- Homínido sentado. 34.- Contorsionistas o figuras entremezcladas.
Estos cinco últimos pertenecen a la cornisa del presbiterio del norte.
Las
tres ventanas del ábside tienen prácticamente la misma organización, variando
sólo los capiteles.
La
ventana izquierda, que nos puede servir de modelo, es de arco doblado,
chambrana de billetes en dos filas, y dos arquivoltas; la más exterior, de
tacos de una sola fila sobre moldura rehundida, para resaltar el contraste de
luz y sombra; la más interior, de baquetón o bocel adornado en su grupa con
cinco perlillas. Los cimacios sobre los que apoyan estas arquivoltas son de
palmeta entre vástagos, como en el tímpano.
El
capitel de la izquierda, presenta a la mujer desvergonzada que levanta sus
piernas desnudas en actitud provocativa. El capitel de la derecha, con el mismo
tono sexual, presenta al hombre, itifálico, en parecida actitud.
Detrás
de estas dos figuras, y encima de ellas, volutas angulares y hojas verticales
muy ahuecadas. Los fustes, monolíticos, y las basas áticas con bolas en el
plinto. El tema de este capitel es muy semejante al de la ventana alta y
pequeña del muro sur.
La
ventana central es casi copia de la anterior, salvo en los capiteles. El
izquierdo se decora con cinco filas de hojas verticales, muy excavadas, y
volutas en las esquinas. El derecho con las consabidas palmetas envueltas en
tallos y volutas en el ángulo. Fustes y basas, igual que en la ventana
izquierda.
La
ventana derecha, la del NE, es igual que las descritas, salvo las siguientes
diferencias: desaparece la arquivolta exterior de tacos sobre rehundido;
cimacios enormemente erosionados apenas dejan ver la misma decoración de
palmetas.
El
capitel izquierdo presenta animales afrontados y volutas, y el derecho se cubre
de bolas en dos hiladas, sobre acantos.
Ventana de la primera calle (izquierda)
del semicírculo absidal
Ventana de la calle central del
semicírculo absidal
Ventana derecha de la tercera calle del
semicírculo absidal
El
muro norte de la iglesia mantiene el mismo número de canecillos que tenía el
del sur, es decir, veinticuatro, que son, como siempre de izquierda a derecha:
1.- Lechuza o águila. 2.- Liso, en caveto, con línea resaltada y vertical en el
centro. 3.- Contorsionista (bastante repetido). 4.- En caveto liso. 5.- Cabeza
de rumiante (repetido). 6.- En caveto. 7.- Molduras curvadas. 8.- En caveto.
9.- Al parecer, figura de liebre boca abajo y con lechuza hacia el muro. 10.-
Lechuza o águila (como el nº 1). 11.- En caveto. 12.- Personaje o mono sentado
que se cuelga con sus manos de un rollo o trapecio. 13.- Cerdo o perro, pueden
ser, que coloca sus patas delanteras sobre el vientre muy hinchado, a modo de
embarazo; entre sus patas traseras parece apercibirse cabeza humana muy
desgastada. 14.- En caveto. 15.- Cabeza de carnero con cuernos retorcidos. 16.-
Moldura gruesa, como gran voluta, que tiene en su lomo un resalte algo
decorado. 17.- Volutas. 18.- Desaparecido. 19.- Mezcla de figuras, aunque sólo
se aperciben las manos de una que abraza su cuerpo; en lo bajo, cabeza humana.
20.- Cabeza y cuello de carnero con cuernos retorcidos (ya visto). 21.- En
caveto. 22.- Figura de mono que levanta los brazos. 23.- Moldura curva muy
parecida a la nº 16. 24.- Tres rollos sobre caveto.
Todo
este muro, desde su parte media, se cubre por la construcción que interiormente
ocupa la sacristía y las habitaciones que pudieran ser baptisterio y zona
cementerial.
El
hastial de occidente tiene su mitad norte adosada la torre y en el medio muro
hacia el sur, deja ver una pequeña ventana de arco de medio punto doblado,
chambrana de listel liso, y arquivolta sencilla también lisa. Los cimacios, de
tan gastados, no llega a saberse como van decorados, aunque el de la izquierda
parece repetir las palmetas con entrelazo. El capitel de la derecha presenta
leones afrontados; en lo alto, volutas, y el de la izquierda, águilas con alas
explayadas, temas los dos muy queridos por estos maestros de Cervatos.
La torre
Es
prismática, del tipo de la Santa Cecilia de Aguilar, aunque de mayor fortaleza,
y, con un superficial análisis, se ve que se separa mucho del estilo de los
maestros de la iglesia, pues sus características arquitectónicas y decorativas
nos llevan a fechas posteriores a la iglesia. En primer lugar, sus arcaduras
son en algún caso apuntadas, y la escultura de sus capiteles tiende a la
corriente iconográfica de maestros que trabajan en el norte palentino en los
finales del siglo XII, por lo que nos inclinamos a creerla obra de estos años;
posiblemente se ha podido levantar en esa fecha de la dedicación de la iglesia
–1199– por el obispo Marín.
Consta
de tres cuerpos, el inferior, es el de más altura y más macizo, pues sólo lleva
una pequeña ventana en lo alto del muro oriental, sencilla y sin capiteles. El
segundo cuerpo, está separado del inferior por una imposta de billetes y tiene
arcaduras ciegas, de dos arcos en el muro oeste y de tres en los restantes. Las
arquerías del muro norte apoyan en cuatro columnas y capiteles enormemente
erosionados, en los que puede apercibirse, de izquierda a derecha: vegetal,
caballero cuyo caballo es afrontado. Los cimacios son de billetes, dos de ellos
muy destrozados.
Las
basas como las de los anteriores. En el muro occidental de este segundo cuerpo,
hay sólo ventanas independientes con capiteles vegetales y arquivolta de caveto
con bolas. El tercer cuerpo de la torre se separa del segundo por imposta de
rombos tangentes y lleva dos ventanales a cada lado, perforados. Los del muro
norte están separados por pilastra donde apoyan las tres arquivoltas: la
interior de baquetón; medios prismas resaltados la exterior y rombos tangentes
en la chambrana. Los del oeste parecen haber sido modificados. Carecen también
de columnas y su única arquivolta apoya sobre ménsula. Los ventanales del muro
sur, llevan cuatro columnas, una a cada lado, y dobles columnas o fustes
pareados y separados, con capitel también doble de una sola pieza, dos cestas,
con tres filas de volutas o ramaje, de difícil apreciación. Los arcos
exteriores son de medio punto, con dos arquivoltas de dos gruesos baquetones;
en cambio, los arcos interiores, los de luz, son apuntados.
Los
ventanales del muro este del tercer piso, se ve que han sido reformados en el
siglo XVII, quizá, y son ahora dos sencillas troneras. Interesantes son también
las columnas angulares de la torre, en estos dos últimos pisos, con fustes de
tambores. Son complementos que se colocan en muchas torres románicas o
linternas, como de Santa Cecilia de Aguilar, Santillana, Castañeda, etc.
Interior de la iglesia
De
románico en el interior de la iglesia de San Pedro de Cervatos no queda más que
su cabecera, es decir, el ábside, el presbiterio y el arco triunfal. La única
nave conserva los muros, pero el abovedamiento, con sus soportes, ya dijimos
que es posterior, posiblemente del siglo XV. Está por averiguar como fue su
cubierta en el siglo XII. La no existencia al exterior de estribos, para
contrarrestar las tensiones de los fajones, nos hace inclinarnos por creer que
su techumbre fue de madera con armadura sencilla de par, tirante y solera, como
parece debieron de cubrirse muchas de las pequeñas iglesias del románico
montañés, e incluso las no tan pequeñas, como San Martín de Elines.
La
cabecera de Cervatos se conserva tal como fue construida en el siglo XII,
siguiendo las innovaciones que trajo el románico dinástico en la segunda mitad
del siglo XI: Frómista, Jaca, San Isidoro, etc., con ábsides de buen tamaño y
organización muy parecida, esto es: base semicircular, presbiterio recto, tres
ventanales en el segundo cuerpo, bóveda de horno para el semicírculo, y de
cañón para el presbiterio, y arco de medio punto en el triunfal.
Así
está concebido y hecho el ábside único de Cervatos, según modelos posiblemente
cluniacienses, que entonces se estaban imponiendo. La bóveda de horno se separa
del muro del ábside por medio de una imposta seguida de billetes, bajo la cual
está el cuerpo de ventanas. Estas tienen otra chambrana también de billetes,
que corre después por todo el ábside y presbiterio. Cortando esta última
chambrana, y entre la bóveda de horno y la de cañón del presbiterio, colocan
los arquitectos de Cervatos, y en exaltación de la escultura, una original
ménsula que no recordamos haber visto en otras iglesias románicas, formada por
un gran cubo, sobre él una columna “enana”, con basa ática y fuste
reducidísimo, que acaba en gran capitel cuyo cimacio llega a la imposta alta de
billetes, cortándola, pero sustituyendo los cortados billetes por una
decoración de las muy repetidas palmetas “cervatinas”. El capitel de la
ménsula izquierda (mirando de frene al ábside) lleva dos águilas explayadas
cuyas patas apoyan o agarran sobre animales a los que parecen hacer presa; en
lo alto, juego de manojo de volutas sobrepuestas y filas de ellas hacia los
lados.
Cimacio
decorado como acabamos de indicar. El dado de piedra que hace de ménsula para
sostener fuste y capitel, se talla muy bellamente, con verdadera maestría, con
palmetas que, en este caso, no llevan entrelazo y que invaden también la cara
inferior del dado. El capitel de la ménsula derecha se cuaja prácticamente de
escultura a base de dos filas de animales afrontados, unos sobre otros. En lo
alto, juego de volutas. Cimacio de palmetas y entrelazos. El cubo o verdadera
ménsula lleva esculpida la figura del ángel San Miguel, con escudo, que alancea
un dragón, que ocupa la cara inferior del dado. Estas dos ménsulas soportan un
arco fajón que separa las bóvedas de horno y de cañón. El arco triunfal, de
medio punto y doblado, apoya en buenos capiteles iconográficos de los propios
maestros. El de la izquierda, esculpe diez animales unos sobre otros, en dos y
tres filas, enfrentándose en parejas y abrazándose con cierta expresión humana,
y en los huecos, arriba y abajo, cabecitas humanas y volutas angulares. El capitel
derecho vuelve a repetir águilas explayadas y sobre ellas ramos de palma y
volutas. Los cimacios de ambos capiteles, de palmetas. Las basas áticas, con
lengüetas de cabecitas.
En
el interior tiene nuestro ábside, en el cuerpo bajo, una preciosa arquería
ciega, con diez arcos de medio punto. No deja de ser frecuente en el arte
románico este tipo de arcaduras. De procedencia seguramente oriental, ya las
habíamos visto en nuestro prerrománico (San Tomás de las Ollas, León, por
ejemplo), pero, ya en tiempos románicos, vuelven a aparecer sobre todo en
Castilla. Sólo en la provincia de Burgos podemos señalar las que existen en los
ábsides de San Pedro de Arlanza (1068), Los Barrios de Bureba, San Miguel de
Cornezuelo, San Quirce, Monasterio de Rodilla, Tejada, y varias más (Pérez
Carmona: Arquitectura y Escultura románicas en la provincia de Burgos, Madrid
1974, pp. 75-79).
En
Cantabria llegó esta modalidad posiblemente procedente del románico
navarro-aragonés, pues ya Loarre y San Juan de la Peña las tenían –por el mismo
camino que había llegado a Burgos, y las vemos tanto en el Ebro (San Martín de
Elines) como casi en la costa (Castañeda, Santa María de Cayón, Bareyo) y en
las tierras del Besaya (Silió)–. Aquí, en Cervatos, los arcos se extienden
tanto en el semicírculo, como en los muros rectos del presbiterio.
Son
de medio punto con fuerte arquivolta de baquetón grueso, y cargan sobre
capiteles iconográficos y vegetales de gran interés que, empezando por la
izquierda, son: 1.- Leones enfrentados de cabeza siamesa, en la esquina.
Parecen sostener con sus patas delanteras una cabeza humana cortada. Cimacio de
palmetas pentapétalas entre vástago serpentiforme. 2.- Aves afrontadas, en el
centro por los vientres, y en los laterales por sus cabezas. Sobre ellas,
manojo de volutas cruzadas y “achuradas”, y otras que se juntan en las
esquinas. Cimacio de palmetas tetrapétalas, con vástago en S, y alternates
arriba y abajo. (En esta primera arcada se abre la puerta de la sacristía,
perforada muy posteriormente al románico, sobre la que se inició, sin duda, una
inscripción, precedida de cruz patada, en la que puede leerse NOMINIB... 3.-
Capitel de cinco filas de volutas entrelazadas y “achurradas”, tanto en
el frente de la cesta como en los laterales. Sobre las dos filas últimas de la
cara frontal, parece, picada, la huella de una posible cabeza de animal que se
seccionó por alguna razón. Cimacio como el anterior, pero roto en su ángulo
izquierdo. 4.- Lateral izquierdo: figura femenina que intenta defenderse de dos
serpientes que muerden sus pechos (el tema conocido de la lujuria). Falta la
cabeza de esta figura. Centro: tres cabecitas cortadas superpuestas y a su
derecha representación del patrono de la iglesia, San Pedro, con báculo en la
mano derecha y llave en la izquierda. Sobre esto, y en lo alto, surtidor de
cinco pequeñas volutas y otras grandes esquinadas. Cimacio muy destrozado de
palmas tetrapétalas de zarcillo. 5.- Entrelazo de cintas “achurradas” de
cuatro cabos. Cimacio de tetrapétalas en zarcillo. 6.- Leones afrontados y
sobre ellos, en el centro, tres cabezas humanas; sobre la cabeza central,
surtidor de volutas. En los laterales, dos cabecitas y en los ángulos, volutas
más grandes. Cimacio igual a los anteriores. 7.- Juego de volutas muy semejante
al número 3. Cimacio igual a los anteriores. 8.- Capitel lleno de ramajes
verticales, en cuatro filas, con hojas triangulares. Cimacio igual a los
anteriores. 9.- Animonolíticos y las basas muy parecidas a las que tenían al
exterior, pero sin lengüeta ni bola.
Sobre
la pila bautismal, que se conserva en las estancias abiertas en el muro norte,
es difícil señalar autoría y cronología, por su extraña forma cilíndrica.
Alguien ha supuesto que pueda proceder de un tambor de columna rota hallado en
las ruinas de Julióbriga, y, aunque es opinión muy aceptable, no hay constancia
de tal origen, por lo que creemos más prudente mantener, hasta que pueda tal
cosa afirmarse, su insegura atribución.
Retortillo
La
iglesia de Santa María de Retortillo, sita en el municipio de Campoo de Enmedio
y sobre una larga loma situada al sureste de la villa de Reinosa, y a tres
kilómetros de Matamorosa, la capital, precisamente en el punto más occidental
del pantano del Ebro es, con las de Cervatos y Bolmir, uno de los ejemplares
más destacados del románico campurriano. El lugar donde se alza, en la actual
aldea de Retortillo, a unos 912 metros de altitud, es uno de los más idóneos
para contemplar en su conjunto las altas cumbres de las sierras de Hijar, Tres
Mares, Peña Rubia, etc., que cercan todo el valle de Campoo de Suso, creando
uno de los conjuntos paisajísticos más definidos de la geología de la Cantabria
meridional. Paisaje que se acompaña, además, con un importante sedimento
histórico, pues esta loma de Retortillo encierra los restos románicos de la
única ciudad cántabro-romana que mereció ser citada: Julióbriga, sobre cuyas
ruinas, exhumadas en parte en excavaciones realizadas en el pasado siglo XX –y
que aún continúan– se instaló en la Alta Edad Media una necrópolis de lajas,
encima de la cual se construyó la iglesia románica de Santa María de
Retortillo.
El
lugar es pues un verdadero “tell”, que testimonia la superposición de
civilizaciones, y que hoy puede visitarse con provecho, pues él evocará
recuerdos de las guerras cántabro-romanas, los siglos de la Repoblación
medieval y la cultura románica con una iglesia que sigue aún vigente, conectando
con nuestra época y las humildes casas labriegas de la aldea.
Se
accede al pueblo de Retortillo por la CA-732 que se toma, en dirección al
Pantano del Ebro, de la N-611, Santander-Palencia, o bien por la Autovía de la
Meseta. El conjunto de ruinas de la ciudad romana de Julióbriga fue declarado
Bien de Interés Cultural en 1985. La iglesia parroquial de Santa María, que
Madoz (1845-1850) cita con el título de Nuestra Señora de los Auxilios, obtuvo
la declaración de Bien de Interés Cultural, con la categoría de Monumento, en
1993.
De
noticias históricas del lugar, muy pocas, salvo las que pueda darnos la
arqueología, pues la documentación más antigua que haga referencia a población
organizada en estos terrenos y campos no la tenemos hasta un documento de 1057,
que sirve también para asegurarnos que por esa época ya debían de existir
pueblos establecidos en estos valles de Campoo con el mismo nombre, o parecido,
que el que hoy tienen, pues en el documento citado (JUSUÉ, E., 1912, doc,
LXXXV) al propio tiempo que se conoce la propiedad privada de algunos nobles
magnates, llamados en este caso Nuño Álvarez y su esposa doña Teresa, se cita
también el pueblo vecino a Retortillo, Botmiri (hoy Bolmir). Este Nuño Albariz,
que debió de ser un vástago de una familia que parece tuvo heredades y palacios
hasta Somo in Asturias, tuvo relaciones, posiblemente, con el monasterio de
Santillana, pues a su abad Pedro, abbati nostro, los citados esposos hacen
testamento y a él y a la regla de la abadía de Santa Juliana, entregan nostras
divisas, cum solares et prestationibus suis in villas prenominatas in Rio
Tortillo (Retortillo) ...para que peccatis nostris ante Deum remissionem.
En
el Becerro de las Behetrías (1352), se registra en la Merindad de Aguilar de
Campoo como Retortiello. Era lugar de behetría y sus moradores vasallos de
Gonzalo Gutiérrez de Horna; al rey le pagaban sus derechos en moneda y
servicios; asimismo consta que a don Tello le correspondía la martiniega.
No
sabemos tampoco de quien pudo depender esta iglesia cuando se levantó. El
Cartulario de Santillana, constata, como hemos visto, que sí recibe heredades
la abadía en Retortillo y Bolmir, pero no se hace mención de que ambas iglesias
pudieran incluirse en el dominio religioso de la abadía de Planes. Por su
situación, muy próximas a la colegiata de Cervatos, podríamos pensar que fuesen
las dos sufragáneas de la misma Colegiata, pero en la copia del Libro de
Cervatos, que hemos consultado, no aparece ninguna propiedad ni iglesia de este
monasterio en Retortillo. Y si vaciamos los Cartularios castellanos, tampoco en
ellos se hace mención ni de Retortillo ni de Bolmir. Hay total ausencia de
estos nombres geográficos, en los de San Pedro de Cardeña, Covarrubias u Oña.
De manera que hemos de recurrir a citas ya del Becerro de las Behetrías, en
1352, para volvernos a encontrar con nominaciones de estos dos pueblos de
Campoo de En medio.
Iglesia de Santa María
La
actual iglesia de Santa María de Retortillo es un edificio totalmente románico,
aunque creemos encierra algunas variantes cronológicas y estilísticas. Posee
una sola nave cerrada al Este por un ábside semicircular, un presbiterio con
doble arquería en los dos lados, arco triunfal apuntado y doblado y nave de
traza gótica de nervios, que es lo único que se aparta de su época y que,
posiblemente, en su día debió de cubrirse con bóveda de cañón apuntado. Tiene
la iglesia dos puertas, una al mediodía, por la que actualmente se entra, y
otra en el muro occidental que en tiempo inmemorial se cubrió por otro que,
pegado a la espadaña, sirvió para crear un suelo frente a las troneras y de
apoyo a la escalera de piedra que a ellas subía.
Planta
La puerta
Comenzando
por el exterior –y haciendo una circulación del medio día, Este, Norte y Oeste–
hallamos en el muro sur la puerta de este lado.
Hasta
hace pocos años estaba defendida por un pórtico del siglo XVIII, posiblemente,
que la protegía a ella y al tímpano incrustado sobre ella, que en ese lugar fue
colocado cuando hubo modificaciones de la iglesia en tiempos románicos más avanzados.
Restauraciones relativamente recientes, han derribado el pórtico y hoy la
puerta y el tímpano han quedado a la intemperie. Se trata de una puerta de
medio punto, de arco doblado, sin decoración, que apoya sobre cimacios en nido
de abeja.
La
decoración del tímpano, colocado hoy fuera de contexto, nos lleva a creerle
anterior a la fábrica actual, es decir, a suponerle obra de una primera fase de
construcción de la iglesia, problema que luego detallaremos. Se trata de un
tímpano de medio punto, donde aparecen, en destacado relieve, las figuras en él
representadas: en bajo, dos monstruos alados que, de perfil, parecen saludarse
con una de sus patas delanteras. De la otra pata anterior sale de cada una, una
cruz latina. El cuerpo de los animales parece de león, pero, siendo muy
similares, el izquierdo se ve muy bien que tiene pico de ave, barbilla y cresta
señaladas, garras muy exageradas, lo que da la sensación de haber querido
representar a un grifo. El derecho, tiene el hocico de carnívoro, las garras de
las patas mucho más pequeñas. Aunque los cuerpos son muy parecidos, pues tienen
una similar ideación de la piel, y llevan las colas cruzadas sobre el vientre,
como hemos visto muchas veces leones representados por los artistas medievales;
la verdad es que no han querido esculpir dos animales de la misma especie,
aunque despistan unas alas que a ambos les salen del lomo. Estos seres
fantásticos, aparte de saludarse con sus patas delanteras, enfrentan sus
cabezas con una expresión ciertamente poco amistosa, bajo las cuales parecen
sostener una cruz de brazos iguales inscrita en un círculo. Sobre estas dos
cabezas, y como fondo, aparece un par de ángeles de frente, con alas bien
patentes, que sostienen con sus manos, como presentándola, una cruz latina, de
tipo asturiano, agarrándola ambos por el brazo horizontal, aunque el vertical
–que está, como los ángeles, en el segundo nivel del fondo del relieve– sale de
la altura donde se juntan las dos cabezas de las fieras.
El
muro sur de esta parte sólo ha conservado los canecillos de la cornisa en su
sección del presbiterio. Dicha cornisa se forma de sillería en caveto, con
pequeñas esferillas talladas. Los canecillos, enormemente erosionados, son
siete: 1.- Cruces inscritas en círculos; 2.- Decoraciones vegetales; 3.- Tres
secciones de pirámides truncadas, curvas, adaptadas al caveto; 4.- Semejante;
5.- Igual; 6.- Figura al parecer humana, muy erosionada; 7.- Liebre o animal,
también muy desgastado.
La
descripción de todos ellos resulta engañosa debido a su pésimo estado.
Este
muro del presbiterio sur, acaba en un destacado contrafuerte que se escalona al
llegar a la cornisa.
Ábside
El
ábside semicircular se inicia a continuación, formado por tres calles
verticales que generan dos contrafuertes menos potentes que el del presbiterio,
también prismáticos, que al llegar un poco más arriba de la imposta que divide
los dos cuerpos horizontales del ábside, se escalona y acaba en un plinto,
sobre el que se coloca la basa para el apoyo de dobles columnas pareadas y
entregas, que llegarán hasta la cornisa por medio de un capitel, que hará de
ménsula, formando así parte de la secuencia de canecillos que sostienen
aquella.
Cada
una de las tres ventanas, que en el segundo cuerpo del ábside ocupan sus
calles, son abocinadas. La izquierda y la derecha tienen arcos doblados sin
columnas, con una simple chambrana cuya escocia se llena de una hilada de
flores cuatripétalas, inscritas en círculos tangentes, tema decorativo muy
utilizado en el románico. La central, voluntariamente resaltada, lleva, además
de la chambrana indicada, una arquivolta más interna, con resaltado baquetón
que apoya en cimacios lisos, biselados y éstos en dos capiteles: el izquierdo
llena su cesta con dos animales, en postura rampante que acercan sus cabezas en
el esquinal.
El
fuste es monolítico y carga sobre base ática de toro fino, escocia bastante
vertical, y toro bajo muy aplastado. El capitel derecho lleva dos gallináceas
enfrentadas, uniendo sus picos y posando sus patas en el collarino. Fuste y
basa son copia de la columna anterior. Otra arcadura más remetida lleva arco de
medio punto con las aristas matadas por un bocel, que baja por las jambas que
inician el abocinado. Las tres ventanas arrancan de la imposta que,
horizontalmente, recorre todo el ábside, separando los dos cuerpos horizontales
mismos, y que lleva una decoración de cuatripétalas ya vistas en las
chambranas. Éstas, se unen todas, formando en realidad otra imposta continua
que abarca incluso a los contrafuertes columnados.
La cornisa del ábside se sostiene, como dijimos, por doce canecillos y dos capiteles en que terminan los fustes dobles y entregos –formados por ocho tambores– de las columnas que se superponen a los contrafuertes divisorios de las calles del paramento absidal. Las basas de estas columnas son de tipo ático.
La
serie de canecillos del ábside y los capiteles de las dos columnas llevan la
siguiente disposición decorativa, de izquierda a derecha: 1.- Bola en caveto;
2.- Pájaro, al parecer, enormemente erosionado; 3.- Aspa sobre caveto; 4.-
Totalmente erosionado, no permite interpretación; 5.- Capitel de la primera
columna, con dos animales enfrentados que sostienen una cabeza o escudo, en los
vértices bolas con caperuza; 6 y 7.- canecillos imposibles de descifrar por su
acusada erosión; 8.- Cabeza humana muy destrozada; 9.- Algo sobre caveto, sin
posibilidad de aclarar qué quisieron esculpir; 10.- Águila sin cabeza; 11.-
Capitel de columna con decoración que parece vegetal; 12.- Animal de pie, en
caveto, tal vez ciervo; 13.- En caveto con algo irreconocible; 14.- Animal
curvado, o moldura arqueada, imposible de determinar. La cornisa es de caveto
con esferillas, también muy deteriorada.
En
el muro del presbiterio norte, vemos la permanencia aún de seis canecillos, en
malas condiciones, desde luego: 1 y 2.- Parecen grandes cabezas humanas
desdibujadas por el tiempo y la erosión; 3.- Bola con caperuza; 4.- Ave con su
cría; 5.- Superposición de cavetos; 6.- Lo mismo.
El
muro norte de la nave, aunque parece modificado, conserva la cornisa,
simplemente prismática y sin decoración, sostenida por ocho canecillos de proa
de nave. Refuerzan el muro dos contrafuertes potentes que se corresponden con
las responsiones interiores de la nave.
Entre
ambos contrafuertes hay tapiada una ventana alargada que no parece románica.
Interior de la iglesia
Nada
más cruzar la puerta meridional y penetrar en la nave se apercibe lo que, desde
un principio sería el plano, que, de hecho, poco sufrió con las variaciones
ocurridas a lo largo de los siglos. La iglesia de Santa María de Retortillo fue
siempre de una sola nave, ábside semicircular, presbiterio y tres tramos,
aunque en el primero de éstos se abriese muy posteriormente una pequeña
sacristía rectangular.
Las
cubiertas de la iglesia, tal como se ven actualmente, son las siguientes:
semicírculo absidal, con bóveda de horno; presbiterio, con bóveda apuntada; la
nave ha sido sin duda rehecha en su abovedamiento y muros. Hoy se cubre con
bóveda de nervios, pero aún conserva dos responsiones muy modificadas, con
medias columnas entregas –resto de la antigua fábrica románica– que llevan
basas de gran toro con lengüetas, muy relacionadas con las de las credencias.
Causa extrañeza lo que Fernández Casanova dice en su trabajo de 1905 (FERNÁNDEZ
CASANOVA, 1905, p. 192) muy tajantemente: “La nave cubierta de bóveda
cilíndrica se divide en tres tramos”.
La
bóveda de cascarón del ábside, apoya sobre imposta corrida de flores
cuatripétalas inscritas en círculos. Esta misma imposta recorre el alto del
presbiterio y forma después los cimacios de los capiteles del arco triunfal.
Las tres ventanas del exterior del ábside tienen sus réplicas en su interior,
con un vano abocinado bordeado con un simple bocel en las laterales. La central
ha dejado ver, una vez que fue quitado el retablo, unas bellas columnas con
capiteles: el izquierdo de hojas muy geométricas, como de fresno, dentro de
óvalos, y el derecho con un árbol de piñas, nueve, cuyo tronco nace en el
collarino. Los cimacios de estas dos columnas están limpios de decoración y son
biselados. Las basas son áticas muy perfectas con toro alto, filete fino, escocia,
nuevo filete y toro bajo de líneas muy perfectas. La única arquivolta de esta
ventana es de baquetón.
El
presbiterio se destaca muy agradablemente, por existir en sus muros arquerías o
credencias a cada lado, de dobles arcos ciegos y su correspondiente armadura de
arquivoltas, capiteles y columnas, cosa que no es nueva en nuestro románico
montañés, aunque es más frecuente la utilización de arcaduras en todo el medio
círculo absidal. La credencia izquierda, –que describiremos con todo detalle en
su configuración, pues prácticamente, salvo diferencias, es idéntica a la
derecha– lleva sobre ella, encuadrándola en el muro, la imposta de cuadrifolios
que venía desde el ábside.
Los
dos arcos tienen chambrana ancha de billetes, en tres filas, que se unen en el
centro de la arcadura, en donde se han colocado, posadas en la chambrana, dos
palomas o perdices en disposición opuesta. Los dos arcos de la credencia son de
medio punto y, a más de la chambrana, tienen una arquivolta de destacado
baquetón que descargará sobre los tres capiteles de la arcadura: el izquierdo,
con cimacio decorado con dos serpientes afrontadas angularmente.
La
cesta de este capitel esculpe un juego de volutas planas completamente y en dos
pisos, oponiéndose unas a otras. El capitel central, lleva en su cimacio un
entrelazo simple de dos cabos, y la cesta, iconográfica, se decora con una
figura humana, quizás femenina, que aparece de frente y en el centro del
capitel, de pie, de medio cuerpo, vestida con un faldellín de pliegues
verticales y que coloca sus dos manos abiertas sobre el vientre. Las esquinas o
laterales del capitel están ocupadas por dos leones, pueden ser, cuyas cabezas
salen de los ángulos y cada uno pone una de sus patas delanteras sobre uno de
los pechos de la mujer.
En
los laterales, sobre el cuerpo de estos animales surge una cabeza de monstruo y
una voluta angular. El capitel de la derecha lleva cimacio de vástago en
meandro, ocupando los vacíos hojas de limbo multiondulado. La decoración es
animalística, con dos grifos alados, afrontados por sus cabezas y en lo alto
volutas planas. Las columnas de estas credencias son monolíticas y apoyan en
basas áticas con lengüetas. Las dos credencias se alzan sobre banquillo corrido
con esquina matada por baquetón.
La
credencia derecha tiene como variaciones las siguientes: en la unión de los dos
arcos en vez de palomas o perdices se colocan dos leones opuestos por sus lomos
que retuercen sus cabezas para afrontarlas justamente debajo de la imposta
cuadrifolia. Los capiteles también difieren, tanto en cimacios como en cestas.
El izquierdo, con cimacio casi totalmente destrozado, mantiene en su cesta
otros dos grifos afrontados y sobre ellos bolas con caperuza. El capitel
central es una pieza extraña en su temática. El cimacio es de encadenado plano,
y la cesta esculpe animales muy raros; los de las esquinas, que son dos, y se
abrazan mutuamente, tienen una sola cabeza que parece de felino, aunque
bastante humanizada. Cada uno de los laterales aparecen en postura rampante.
Las colas, muy puntiagudas, como de ave, pero muy geometrizadas. Los ojos están
extrañamente rasgados. El tercer capitel, el derecho, tiene cimacio de bocel
central, entre escocias, y cesta de dos filas de grandes bolas con caperuza,
las altas muy destrozadas. El resto de fuste, basas, etc., de esta credencia
son similares a su oponente, que ya hemos descrito.
El
arco triunfal, apoyado y doblado, que abre paso al primer tramo de la nave,
carga sobre capiteles iconográficos que, artísticamente, son lo mejor de lo
escultórico de la iglesia. Los dos llevan cimacio de series de cuatripétalas
inscritas en círculos, que, como apuntamos en líneas precedentes, son la
continuación de la imposta alta del presbiterio.
El
capitel de la izquierda quiere representar una lucha o torneo de dos caballeros
armados, ambos protegidos con sus escudos que sujetan con la mano izquierda. En
tanto que el caballero de la izquierda del capitel se arma de lanza, que ya
toca con su punta al escudo de su contrincante, éste empuña en alto una espada.
El lancero se defiende con casco cónico bien adornado y se toca con tupida cota
de mallas; en cambio, el espadatario, ni lleva casco ni se cubre con toca, sino
simplemente con túnica que le llega a los pies; su escudo es redondo con umbo
circular y reborde decorado. Su opuesto tiene, sin embargo, escudo piriforme,
también de reborde metálico. Los caballos que montan, con un inicial
encabritamiento, alzan sus cabezas que casi se tocan en el centro del capitel.
Van los dos con sus bridas, pectorales, espuelas, etc., de excelente atelaje.
De fondo de la escena se abren bellos acantos en abanico que se pliegan en
hojas en el centro y esquinas. Por encima de todo esto acaba el capitel en una
estrecha banda que se curva bajo el cimacio, adornada con una línea de círculos
planos.
El
capitel de la derecha, indudablemente del mismo maestro, vuelve a repetir, pero
con variaciones, otra parecida lucha ecuestre. Esta vez los dos caballeros
llevan la misma arma, la espada, y escudos piriformes. Visten ambos cota de
malla que cubre todo el cuerpo, y, muy en bajo, deja ver los pliegues de la
túnica. Los caballos aparecen en postura muy similar a la que tienen en el
capitel izquierdo, las patas delanteras levantadas y cruzándose en el mismo
centro del capitel. Aunque la postura de los dos combatientes es muy parecida,
alzadas en su mano derecha las espadas, en actitud de descargarlas, surge ahora
en el centro del capitel la figura de frente de una mujer mediadora de largos y
tupidos cabellos, y con manto embrazado en la derecha, que asiendo las dos
bridas con sus manos parece querer evitar que la feroz descarga tenga lugar.
También de fondo aparecen acantos y volutas.
Los
fustes de estas medias columnas del arco triunfal son entregos y de diversos
tambores, y sus basas son áticas con grueso toro inferior que en ambas columnas
lleva, en el lugar de las lengüetas y cargando sobre plinto de poca altura: en
la izquierda una especie de bola relivaria en doble voluta y una máscara
humana, y en la derecha dos grandes bolas. En ambas columnas el plinto reposa
sobre un alto banco, que corre después hacia los muros del presbiterio,
apoyándose en él las credencias ya descritas.
Todavía
en las responsiones que separan los cuerpos uno y dos de la nave, muy
modificados, aún se conservan basas de gran toro y lengüetas, muy sencillas,
que se unen al plinto, con bastante relación con las basas de las credencias
del presbiterio.
Queda,
para terminar, la puerta más solemne en el muro occidental que, permanece
invisible desde fuera, por estar cubierta por la ampliación que en tiempo
inmemorial se hizo, tanto para alargar un espacio más a la iglesia y utilizarlo
como baptisterio, como para aprovechar, como vimos al principio, un suelo para,
por medio de la escalera de piedra exterior, poder llegar a la altura de las
troneras de la espadaña.
Esta
puerta se abre en el muro de la espadaña que cerraría por occidente la planta
románica. El nuevo local añadido, se cubrió con bóveda de crucería que nos
indica su posterioridad a la puerta que, como es natural, antes de construirle,
se abría al exterior; de tal manera que la visión del frontal occidental de la
iglesia de Retortillo hubo de tener antes de la ampliación del baptisterio y de
la escalera exterior, un aspecto mucho más atractivo y más románico que el que
ahora contemplamos al eliminar la puerta más trabajada y hoy oculta.
Tiene
ésta, una embocadura abocinada con arco apuntado y tres arquivoltas cada una de
ellas formada por dos medias cañas que abrazan a un baquetón; una de ellas
carga sobre un capitel a cada lado de manera que hay tres columnas en la
derecha y en la izquierda, lo que le daría entonces, evidentemente, un
indudable empaque. En los tres capiteles de la izquierda (mirando de frente a
la puerta) se esculpen, formando casi un relieve continuo, escenas de animales
afrontados, arpía y leones alados, al parecer, colocados sobre un cuerpo
inferior de acantos al modo de la organización de los capiteles del arco
triunfal. En el conjunto de capiteles de la derecha existe más variación: en el
primer capitel (el más interior) puede apreciarse, con dificultad, la lucha de
un guerrero a pie, con escudo, contra el que se lanza, mordiéndolo, un
carnicero. El segundo capitel debe de recoger oposición, en dos pisos, de
arpías y animales. En el tercero, dos monstruos alados se enfrentan entre sí y
surgen de una fila inferior de acantos. Toda la portada, que no tiene más
decoración escultórica que la de los canecillos, está terriblemente erosionada
y desfigurada, de modo que las interpretaciones que damos no pueden ser muy
seguras.
Opinión sobre la iglesia
No
deja de ser Santa María de Retortillo una iglesia de interés. A pesar de su
carácter popular, que sin duda es lo que en ella predomina, no consigue una
unidad artística lo que nos permite –aunque en este mundo de relaciones y
juicios románicos, siempre tan inseguros, las hipótesis nunca dejan de serlo–
establecer unas conjeturas que pudieran servirnos para explicar esta falta de
unidad artística que apreciamos.
Así,
a mi parecer, y después de comparaciones y análisis de las formas y modos que
la escultura románica va ofreciéndonos a lo largo de su evolución, pienso que
en Santa María de Retortillo están amalgamadas dos corrientes con distinto
tratamiento, tanto técnico como cronológico. Una muy apegada al gusto de ese
primer románico, que tuvo como motor las corrientes europeas consecuencia de la
puesta en marcha oficial del Camino de Santiago en las primeras décadas del
siglo XI, y que nosotros, en lo castellano, venimos llamando “románico
dinástico”, por haber sido promovido e impulsado por Sancho III el Mayor de
Navarra y sus descendientes, tanto en Castilla como en Navarra y Aragón, y que
hicieron llegar a estos reinos la fuerza vital, artística y religiosa que en
esos momentos cristaliza en una nueva manera de construir, que implantó la gran
“potencia” cluniaciense.
De
esta situación unificadora se benefician todas las iglesias y monasterios
construidos en los reinos cristianos de España, tanto los que aprovecharon
economías reales o aristocráticas (incluyendo, naturalmente, en estas a los
fuertes poderes religiosos, obispos, abades, etc.) que podían edificar
excelentes monumentos, sirviéndose de reconocidos arquitectos y escultores,
como los pequeños pueblos, parroquias humildes o concejos reducidos que, mucho
menos poderosos, pero seguidores de la moda, operaban con artistas o artesanos
más o menos locales que llenaron campos y montañas de iglesias modestísimas,
tanto en sus alzados como en la expresión rural e ingenua, muchas veces, de sus
escultores y pintores, pero que introdujeron y crearon un modo de interpretar
el románico rural, que, por cantidad, predominó como una manera especial, y que
supo, dentro de su humildad, expresar los mismos sentimientos y alcances que
podían ofrecer las amplias catedrales o los ricos monasterios.
Pues
bien, en Santa María de Retortillo, apreciamos que existen elementos que pueden
hacernos pensar que, antes de terminar la primera mitad del siglo XII, ya se
había construido una iglesia por canteros motivados por las corrientes del
románico dinástico, pero pertenecientes a un ambiente popular, y que otros
reformadores de la iglesia, cincuenta o sesenta años después, a finales del XII
o principios del XIII, quisieron conservar en el nuevo edificio. Es decir, que
los que levantaron la fábrica que ahora vemos, finalizándose la duodécima
centuria, conservaron elementos significativos de la construcción anterior,
concretamente el tímpano de los ángeles y la cruz, la puerta del mediodía y
algo de las credencias o arquerías del presbiterio, en tanto planificaron un
nuevo templo con el ábside, arco triunfal con sus dos espléndidos capiteles de
lucha de caballeros, y la puerta occidental.
O
bien, podemos considerar a nuestra iglesia como un edificio singular –realizado
todo al mismo tiempo, finales del XII– en el que por razones personales que
desde luego se nos escapan, se hubiese hecho participar en él a canteros
populares de inercia, porque lo que es evidente es que los artesanos que
realizan todo el ábside, arco triunfal y puerta occidental, tienen una enorme
relación de estilo con los talleres que en los años finales del XII trabajan en
los monasterios de Aguilar de Campoo, sobre todo los capiteles del arco
triunfal, que incluso hemos llegado a pensar que fuesen trabajados en las
propias canteras palentinas y, ya concluidos, se transportasen en carros hasta
Retortillo. De todas formas, esta dualidad de maneras escultóricas de Retortillo,
tal vez pudiera explicarse por la intervención de distintos ejecutores a lo
largo del tiempo.
Además
de todo esto, hay en Retortillo una pila románica bautismal. Es troncocónica
pero casi cilíndrica, de piedra arenisca y mide 105 cm de diámetro y 71 de
altura.
Asienta
sobre basa grande, también cilíndrica, de unos 30 cm de alto.
Bolmir
Bolmir
se sitúa a 848 m de altitud, en el centro del municipio de Campoo de Enmedio, a
dos kilómetros al Nordeste de Matamorosa, la capital, y muy próximo a Reinosa.
La iglesia de San Cipriano de Bolmir, se levanta en esta pequeña aldea,
formando parte del núcleo de su caserío, muy cerca de las primeras aguas del
Ebro, después de que éste se haya visto alimentado por las corrientes de su
primer afluente, el Hijar.
La
iglesia ha sido rodeada por una pared protectora, con verja enrejada,
aislándola así de posibles intervenciones que pudieran dañarla.
Pocas
noticias históricas pueden aparecer en los cartularios, pues el apócrifo de
Cervatos, de 999, en la enumeración de las heredades de este monasterio de
Campoo no incluye el nombre de Bolmir, a pesar de que la proximidad de estos
dos pueblos es de pocos kilómetros. Tampoco aparece en otro documento cien años
casi más antiguo, el de la donación, en 853, del monasterio de Yermo, por los
obispos Severiano y Ariulfo, al de Oviedo. Así que, aunque pensamos que ya
tenía que existir un poblado en las tierras y campos regados por el Ebro
naciente, al menos en el 999, tenemos que remontarnos hasta el año 1057, y al
Cartulario de Santillana (JUSUÉ, 1912, doc. LXXXV) donde aparece que el noble
Nuño Álvarez y su mujer Teresa cedían al monasterio de Santillana divisas tanto
en Bolmir (Botmiri) como en Retortillo (Río Tortillo), ambos pueblos situados
hoy en Campoo de Enmedio. Este Nuño Álvarez parece fue hermano de Diego
Álvarez, quien en 1029 había cedido al obispo Sancho, abad de San Millán de la
Cogolla, sus palacios y collazos en Somo in Asturias, in litore maris,
documento que fue confirmado por su hermano Nuño Álvarez, quien, como vimos,
tenía heredades en Bolmir (L. Serrano, 1930, doc. 99). En un documento del
Cartulario del Monasterio de Santa María de Aguilar de Campoo, fechado en 1220,
consta que Gonzalo Gocitos de Villa Fria y don Juan, presbiter de Volmir,
venden a fray Diego del citado monasterio y a Juan Martinez una tierra en
Pozancos (GONZÁLEZ DE FAUVE, 1992).
En
el Becerro de las Behetrías (1352), se registra Bolmir en la Merindad de
Aguilar de Campoo. Este logar es las tres partes abadengo del monasterio de
Sant Andres de Arroyo e la quarta parte behetría e que son naturales de la
behetria fiios de Gonzalo Gutierrez de Horna e Iohan Diaz de Cabedo e fiios de
Iohan Rodriguez de Proano.
Iglesia de San Cipriano
No
existe documento alguno que la mencione, ni constancia epigráfica que nos
pudiera indicar cuándo y por quién fue construida. Afinando un poco sus
posibles relaciones con otras fábricas románicas más o menos próximas,
podríamos aventurar hacia que años se levantó, con la ayuda tan sólo de
criterios estilísticos. Bolmir tiene rasgos escultóricos muy semejantes a
alguno de los maestros de Cervatos, que, por inscripción, debió de levantarse
hacia 1129. Pero también los tiene con los capiteles de la iglesia de Bustasur,
que tiene clara datación en la era de MCL (año de 1112), y con los de Pujayo
(1132), San Juan de Raicedo y cabecera de Santa Eufemia de Cozuelos, por lo
que, tanto Bolmir como las restantes iglesias citadas, habría que colocarlas a
lo largo de las tres o cuatro primeras décadas del siglo XII.
La
iglesia de Bolmir fue una de las primeras románicas que fueron estudiadas por
Fernández Casanova (1905) que, junto a las de Retortillo y Cervatos, las
publicó en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, cuando todavía
muchas de las iglesias de este estilo, sin duda las más importantes, en
Cantabria, no habían sido casi comentadas, lo que nos certifica la importancia
que estas sociedades de excursionistas, de finales del XIX y principios del XX,
tuvieron para el conocimiento de monumentos que, siendo sin duda de gran
importancia, fueron salvados de un anonimato que no merecían.
La
iglesia de San Cipriano de Bolmir, como es natural, sufrió, a lo largo de los
siglos vividos, varias transformaciones: dos capillas gótico-renacentistas en
los lados de la epístola –levantada ésta, por Bartolomé G. de Rebolledo y su
mujer Inés de Barreda– y del evangelio, en el siglo XVI-XVII, que tuvieron que
romper los muros del presbiterio y que, por tanto, separaron la cabecera de la
iglesia de su nave; cubrieron con bóvedas, estrelladas a terceletes tanto las
citadas capillas como la nave, esta última originariamente de madera; y,
finalmente, abrieron en el propio ábside una puerta para adaptar a sus muros
una sacristía rectangular posiblemente en el XVII.
Y
sin embargo, aun con estos añadidos posteriores, que en el exterior casi
enmascaran la iglesia primitiva, la conservación de ésta es bastante buena como
para permitirnos considerarla como una unidad de estilo y de época. Hubo –que
nosotros recordemos– una restauración en 1969, en el interior de la nave,
dejando esta más manifiesta en su “romanicidad”, pues hasta se
descubrieron dos ventanas que habían permanecido tapiadas, desde tiempo
inmemorial. Igualmente la limpieza del muro sur, incluida la puerta principal,
ha dejado mucho más destacada la belleza de esta humilde iglesia.
Tiene
ésta unas proporciones reducidas, en relación, sin duda, con el pequeño y
humilde poblado (19 m de largo por 4,25 de ancho). Todo el alzado es de
sillería, incluido el de la espadaña que, muy anormalmente, se construye
adosándola al hastial occidental, en dirección sur. Muy posteriormente, tal vez
en el siglo XIX-XX, se aprovechó este saliente de la espadaña y el saliente
opuesto del muro de la capilla meridional, para construir un pórtico cubierto
que ha sido eliminado en otra restauración más moderna propiciada por la
Fundación de Santa María la Real de Aguilar de Campoo, para dejar visible la
puerta románica primitiva y los canecillos del muro sur. Si bien este pórtico
protegía el paramento románico y sus elementos esculpidos, parece acertado el haberlo
demolido y recuperar así una fachada que siempre estuvo al aire.
La
colocación de la espadaña, vertical al muro sur, que no es normal, como
apuntamos, nos hace pensar, posiblemente, que la traza primitiva de la iglesia
tuviese la espadaña sobre el muro del hastial, como es frecuente, y que aquí
por ruina o por temor a ella, se añadiese, en época un poco posterior, la
espadaña que hoy conserva.
Planta
La puerta meridional con sus ocho
canecillos y sus capiteles
Exterior
Iniciando
la descripción del exterior de la iglesia por su muro meridional, donde está la
portada, vemos que ésta destaca un poco de la línea del muro, tal como es muy
corriente en el románico, coronándose con un tejadillo particular que carga
sobre cornisa baquetonada sostenida a su vez por canecillos, que son los
siguientes de izquierda a derecha: 1.- cuarto de bocel con cruz excisa; 2.-
cuarto de bocel, liso; 3.- cabeza animal con cuernos vueltos; 4.- tonel
horizontal que pesa sobre cabecita humana que parece sufrirlo, tal vez
intentando expresar los nocivos efectos de la bebida; 5.- arpista sentado que
toca las cuerdas de este instrumento musical con las dos manos; 6.- gimnasta,
tal vez femenino; 7.- confuso en su interpretación, pues parece un conejo con
cabeza humana o tal vez otro titiritero; 8.- el último canecillo –bastante
tosco como los anteriores– representa a un hombre sentado, con la pierna
izquierda colocada sobre la rodilla derecha y haciendo sonar un cuerno u
olifante con la mano derecha.
A
uno y otro lado de la puerta se abre una ventana. La de la izquierda ha sido
destrozada por la escalera que sube hacia el campanario que por ella pasa.
La
ventana derecha lleva capiteles historiados: el izquierdo de animales
superpuestos; el derecho con águila de alas explayadas y cimacio de palmetas de
cuatro hojas envueltas por un vástago serpentiforme, idéntico al que vemos
también en algunos capiteles de la arquería del ábside de Cervatos, y que
creemos es un motivo repetitivo de los canteros que trabajaron en esta
colegiata y en otras iglesias que llevan esta firma. La arquivolta de esta
ventana –en arco de medio punto como todos los que existen en la iglesia– es de
baquetón y escocia, y está adornada con esferillas. Las basas, de toro alto
estrecho, escocia de la misma anchura y toro bajo normal, con bolas pequeñas en
los ángulos que apoyan sobre plintos de poca altura.
La
organización de la puerta es como sigue: chambrana de hojas de palma de cuatro
o cinco pétalos a las que envuelve, a cada una, un vástago ovalado que, en su
parte baja, enrolla sus puntas a modo de voluta. Cada vástago se enlaza a uno y
otro lado con otros del mismo tipo y decoración, formando una especie de cadena
que separa sus eslabones dejando un hueco ovalado bastante marcado.
Sucesivamente
vienen tres arquivoltas: la más exterior de baquetón; la segunda prismática y
la tercera otra vez de baquetón. Esta, que es la más interna, apoya en
capiteles historiados.
El
de la izquierda tiene cimacio de las consabidas palmas, y el grueso del capitel
se decora con águila de alas explayadas que apoya sus patas en el collarino.
El
de la derecha, con cimacio idéntico al anterior y cesta de cuadrúpedos, uno en
cada lado, afrontados con cabezas soldadas y rabo entre las piernas, otro
motivo que, por su factura, viene también a añadirse como característica de
esta escuela o taller cervatino.
Detrás
de los animales, hojas verticales y volutas esquinadas. Las basas de estas
columnas de la puerta, son áticas, de parecido desarrollo a las de la ventana
derecha.
La
cornisa de este muro meridional ha sufrido mucho como consecuencia de la
instalación de la cubierta del pórtico desaparecido, pero aún se conservan
bastantes canecillos que, de izquierda a derecha son: 1.- Hombre con libro en
la mano, mutilado; 2 y 3.- No tallados; 4.- Bóvido también mutilado; 5.-
Arpista; 6.- Animal sin cabeza, sentado, que se cuelga de un trapecio; 7.-
Hombre sentado que vuelve la cabeza para apoyarla en un laúd; 8.- Oso que
parece tocar un instrumento; 9. - Animal acostado sobre el caveto; 10.- Rollos
curvados; 11.- Osezno colgado de un trapecio; 12.- Titiritero con cinturón de
fuerza; 13.- Equilibrista en caveto; 14.- Liso en caveto; 15.- Cabra; 16.- Gran
bola con caperuza; 17.- Moldura semicircular; 18.- Dos rollos.
En
lo que pudiéramos considerar la albanega derecha de la puerta de entrada se
halla incrustado un relieve horizontal con la representación muy desgastada de
dos ¿leones? que parecen montar uno sobre otro en actitud de cópula,
repitiendo, en cierta manera, esa disposición de colocar relieves
suplementarios en el área de la puerta, tal como sucede también en Cervatos.
Superando
el tejado de la capilla sur de este lado del presbiterio, se puede apercibir
todavía un grupo de canecillos de este último. El 1.- debió de llevar una
figura humana; el 2 y 3.- son de cuarto de bocel; el 4.- está roto e
indescifrable; 5 y 6.- Ídem.
Carnero
Pasando
por alto los muros de la capilla meridional alcanzamos el ábside semicircular
románico, que es de tipo macizo, con una sola ventana en aspillera, como se ven
en algunas otras iglesias, como la de los santos Cosme y Damián de Bárcena de
Pie de Concha, con dovela de medio punto.
Sosteniendo
una cornisa de piedras de sillería sin ninguna decoración, existen en el muro
del ábside una serie de canecillos que parecen intocados.
Son
los siguientes, de izquierda a derecha: 7.- Personaje masculino en postura
obscena; 8.- Personaje sentado, itifálico; 9.- Rollo o bidón con decoración en
sus lados de espirales y cubierto con cuatro estrías que bajan desde lo alto
del canecillo; 10.- Dos rollos unidos por cintas, como si fuese un rollo de
pergamino abierto; 11.- Zorro que sujeta con sus patas traseras, dobladas, un
rollo; 12.- Canecillo confuso en el que parece distinguirse un acoplamiento de
figuras; 13.- Saltimbanqui con las piernas al aire; 14.- Cabeza posiblemente de
cabra; 15.- Bocel con dos líneas horizontales grabadas; 16.- Cabeza de animal,
con la boca abierta que parece mantener una bola dentro de ella; 17.- Cabeza de
lobo o cabra; 18.- Canecillo en S; 19.- Ídem.
Los
muros del presbiterio, salvo los canecillos que se conservaban sobre el tejado
de la capilla meridional, y que ya hemos descrito, no han dejado visibles
ningún otro canecillo, que muy seguramente tuvieron, y que quizá aún existan
ocultos por las bóvedas de las capillas posteriores.
El
muro norte de la nave se conserva en buen estado, tanto en el paramento como en
la cornisa y mantiene un excelente conjunto de canecillos que parecen del mismo
taller de cantería, pero que han sufrido, incluso más que los del sur, los
efectos de las intemperies y heladas. Soportan una cornisa que en algunos
sillares esboza un baquetón, y son dieciséis, con las siguientes decoraciones a
veces de difícil interpretación: 1,2 y 3.- Lisos en caveto; 4.- Bola con
caperuza; 5.- De caveto; 6.- Figura en postura obscena; 7.- Figura masculina
itifálica; 8 y 9.- En caveto; 10.- Figura humana que parece apoyar las manos en
el vientre, pero difícil de interpretar; 11 y 12.- Lisos en caveto; 13.-
Figuras humanas sin poder aclarar sus posturas; 14.- Liso en caveto; 15.-
¿personaje con los brazos en alto?.- 16.- Iconográfico pero de imposible
interpretación, tal vez itifálico.
Postura obscena
El
muro norte, a unos 4,50 m del ángulo noroeste, conserva una ventana de medio
punto, con chambrana muy desgastada, adornada con las típicas palmetas que
tanto se repiten en lo románico tipo Cervatos. Bajo esta sencilla chambrana,
quedan las dovelas del arco, en número de ocho, y hacia adentro otro arco
doblado y con borde de bocel, que carga sobre dos pequeñas columnas, con
cimacios que fueron decorados, y capiteles. El izquierdo, con un águila
explayada, tan utilizada en Bolmir, y el derecho igualmente con otra águila
semejante, tema preferido por esta escuela escultórica popular. Los fustes son
monolíticos y las basas al clásico modelo ático, pero torpemente ejecutado.
Esta ventana y la que a continuación analizamos, la del hastial de occidente,
tienen la misma factura y organización de elementos que las ventanas de la
colegiata de Cervatos, lo que vuelve a aproximarlas como obras de los mismos
canteros. La citada ventana del muro Oeste carece de chambrana, tiene arco
doblado, pero el interior posee un grueso bocel, como la del muro norte, pero
que el desgaste y los restos de raíces de hiedra casi han velado. En la del
hastial, los cimacios de las columnas, sobre todo el izquierdo, muestra
claramente el tipo de las palmetas entre vástago serpentiforme. Los capiteles
son los dos de cuadrúpedos afrontados con cabezas fundidas, el de la izquierda
y vueltas el de la derecha. Los fustes, monolíticos y basas áticas de toros
abultados.
La
espadaña pertenece al tipo a) que clasificamos en nuestro “El Románico en
Santander” (García Guinea 1979ª t. I, p. 247), es decir, espadaña
rectangular o recta, con la misma anchura arriba y abajo. En este caso de
Bolmir tiene tres impostas que la dividen en cuatro cuerpos. El primero o más
bajo ocupa desde la base hasta la mitad de la torre, donde se abren dos
troneras de arco apuntado y chambrana. El segundo cuerpo acaba con otra imposta
a la altura de apoyo de los arcos de las troneras. Acabados estos se abre un
tercer cuerpo estrecho, que da paso al cuarto, formado por el frontón a dos
aguas en el que acaba la espadaña y que en el centro se perfora por una tercera
y última tronera muy pequeña, también apuntada. Creemos que esta espadaña, como
antes indicamos, pudo ser levantada algunos años después de haber sido
concluida la iglesia. En sus muros laterales, y a la altura del arranque del
piñón, apoya éste en tres canecillos de caveto.
Interior
El
interior de San Cipriano de Bolmir sufrió una restauración en 1969, de la que
fuimos testigos, que afectó sobre todo a la nave, en la que fueron destapiadas
una ventana del muro norte y otra en el sur; esta última, la más próxima a la
capilla del mediodía, lleva arquivolta de bocel que apoya sobre capiteles
historiados: el izquierdo de águila explayada y el derecho de animales
afrontados, ya repetidos en este monumento. Ambos capiteles están muy
estropeados. Se apercibe en el primero algo de lo que debió ser el cimacio de
palmas y lazos, muy parecido a otros ya descritos. Las basas son normales, del
tipo ático, dos toros y una escocia, apoyadas en pequeño plinto.
La
ventana del muro norte conserva los dos fustes, el izquierdo casi no se ve,
tapado por los nervios de las bóvedas góticas posteriores. Los dos capiteles
están enormemente destrozados, y parecen de animales afrontados, que apoyan sus
patas sobre el collarino. La basa es muy parecida a las de la ventana del muro
sur. También permanece la parte interior de la ventana del muro occidental que
ya describimos. La bóveda posterior de la nave ocultó casi totalmente su
arcadura, pero aún se ven los capiteles: el izquierdo con animales, afrontados,
y el derecho con águila explayada; bastante destrozados.
El
ábside, interiormente, pese a sus añadidos y reformas, se mantiene bastante
firme, aunque los muros del presbiterio hayan desaparecido. Tiene bóveda de
horno apoyada sobre imposta de billetes y el arco triunfal, de medio punto,
carga sobre grandes capiteles, de un tratamiento muy parecido a los de
Cervatos.
Ambos
tienen cimacios de dados o billetes de tres filas y de muy profunda talla. La
cesta del izquierdo tiene apoyando en el cimacio, y en lo alto, unas pequeñas
volutas angulares que posan sobre un gran lazo que, en forma de florón, se abre
hacia los lados y se posa sobre las cabezas y lomos de dos pares de leones con
una sola cabeza, que aprietan al collarino con sus garras. El capitel derecho
tiene una cesta que explota, hacia arriba, en dos filas de acantos cubiertos
con multitud de espirales o volutas “achurradas”, formando en conjunto
un verdadero surtidor vegetal y destacan, como pitones, las cabezas vueltas de
los acantos. Todo muy en consonancia con el gusto decorativo de Cervatos. Las
basas de los fustes son áticas y se asientan sobre alto plinto.
La
pila bautismal, es semiesférica en forma de copa, sin ninguna decoración, que
asienta en una basa de tipo románica, con dos toros y una escocia. El toro
bajo, más grueso que el alto, lleva cuatro bolas que saliendo de él apoyan
sobre un delgado plinto. Todo ello de un aspecto indudablemente románico.
Medidas de la pila: 82 cm de diámetro por 102 de altura. Piedra arenisca.
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