viernes, 4 de diciembre de 2020

Capítulo 9 - Arquitectura barroca española

 

España
En la España, la afirmación del Barroco se encontró con las dificultades debidas a la decadencia económica del reinado de Felipe III. En la segunda mitad del siglo XVI, Felipe II había mandado construir el importante complejo del Monasterio de El Escorial, construido en su mayor parte según el proyecto de Juan de Herrera (1530-1597). A Herrera se debe también el proyecto de la Catedral de Valladolid, en el que se refuerza el concepto del eje central y que sirvió de modelo para la Catedral de México.
Progresivamente, la arquitectura española del siglo XVII fue evolucionando hacia el estilo barroco, aunque no dejó grandes ejemplos significativos. La mayor parte de las influencias barrocas fueron recogidas de forma exclusivamente decorativa, especialmente en las iglesias. Este lenguaje, que resultaba rápidamente comprensible incluso para el segmento de la población menos instruido, fue exportado con éxito a las colonias americanas.
Entre los edificios religiosos más importantes del siglo XVII en España puede destacarse la Colegiata de San Isidro en Madrid, iniciada en 1629, la iglesia de Santa María Magdalena de Granada (iniciada en 1677 con planta longitudinal derivada de los edificios con esta disposición de la Antigua Roma) y la Basílica de la Virgen de los Desamparados en Valencia, de planta elíptica. 

Etapas y evolución de la arquitectura española
I.- Periodo purista o postherreriano (abarca los dos primeros tercios del siglo XVII).
La penetración del barroco -en sus formas arquitectónicas italianas (plantas complicadas, movimiento de fachadas, decoración abundante y creadora de contrastes de luz)- va a ser lenta. La presencia de la ideología religiosa de la Contrarreforma y el prestigio de la monarquía de Felipe II pesan sobre el arte de la época: se prefiere la sobriedad, la sencillez y la uniformidad. Hay una evidente pobreza de materiales –ladrillo, tapial y yeso- junto a una depuración de líneas -al estilo del Escorial-. Así como un escaso desarrollo del movimiento en plantas y alzados; se prefiere la línea recta a la curva; hay un predominio de la Iglesia de nave única con capillas entre contrafuertes -tipo de la iglesia del Gesù de los Jesuitas. Las fachadas expresan la misma sencillez de planos: "De un espíritu abstracto, los palacios, las Iglesias y conventos son con fachadas de paramentos lisos a base de grandes rectángulos ligeramente resaltados e interiores de diáfana blancura en la que solamente se recortan de manera neta las decoraciones de cuadrados y triángulos geométricos de las bóvedas, resultando conjuntos graves y apaciguados para aquellos que los contemplan al exterior o penetran al interior".
Ejemplos de este tipo de arquitectura lo tenemos en la Colegiata de San Isidro de Madrid (construida por un jesuita: es de planta de cruz latina similar a la del Gesù, o a San Andrés de Mantua de Alberti); la iglesia de la Encarnación (Madrid); la Cárcel de Madrid (hoy ministerio de Asuntos Exteriores), la Casa de la Villa de Madrid, la Plaza Mayor de Madrid, la ciudad de Lerma (Burgos); el palacio del Buen Retiro. Estos cinco últimos edificios siguen la línea llamada "estilo escurialense, caracterizado por la sobriedad de líneas, los volúmenes compactos y torres cuadrangulares en las esquinas, techumbres apiramidadas, agujas en los vértices torres, tejas de pizarra negra. En esta época destacan unas especiales concepciones urbanísticas españolas: las plazas mayores, organizaciones casi cerradas, centro de los espectáculos religioso-políticos (procesiones, autos de fe de la Inquisición, predicaciones, recepciones de reyes), formados por distintos bloques de edificios que se unen dejando, bajo ciertas arcadas, paso a las calles periféricas. La más famosa es la Plaza Mayor de Madrid. 

JUAN GÓMEZ DE MORA (Cuenca, 1586-Madrid, 1648)
Arquitecto español del círculo de alarifes del Concejo de Madrid, sobrino de Francisco de Mora.
Hijo del pintor conquense Juan Gómez, que en 1593, un año después de establecerse en Madrid, fue nombrado pintor de cámara del rey Felipe II.
Tras la muerte de su tío en 1610, y a la edad de 24 años, fue nombrado maestro mayor de las obras del Alcázar de Madrid, así como arquitecto de Felipe III. Entre sus obras más destacadas se encuentran la plaza Mayor que realiza de una forma rectangular y porticada, la Cárcel de Corte de Madrid y la Casa de la Villa, una de las sedes del Ayuntamiento de Madrid. Realiza además el retablo mayor de la basílica del monasterio de Guadalupe en Cáceres.
En Salamanca construye La Clerecía destinada a la Orden de los Jesuitas. Por otro lado, en Zamora es autor del Hospital de la Encarnación, actual sede principal de la Diputación Provincial.
El Convento de la Encarnación, que se atribuía habitualmente a este arquitecto, se ha documentado que es obra de fray Alberto de la Madre de Dios, arquitecto del Carmen descalzo y de los duques de Lerma, que dirigió las obras reales hasta que Juan Gómez de Mora alcanzó la suficiente experiencia. 

El Palacio de Santa Cruz, también denominado Cárcel de Corte, hoy es la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España. Se encuentra en la ciudad de Madrid, capital de España. Se sitúa muy cerca de la Plaza Mayor, en la plaza de la Provincia, presidida junto con el palacio por la reconstruida fuente de Orfeo. El edificio fue empleado como cárcel hasta el reinado de Felipe V, que lo convirtió en palacio.  ​ Asimismo era la sede del tribunal de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte. ​Se trata de una de las construcciones palaciegas más importantes de cuantas se conservan en la capital española y es considerado uno de los edificios más emblemáticos del Madrid de los Austrias.
Sobre el lugar donde se encontraba la primera Cárcel de la Villa de Madrid, construida en 1543 y derribada en 1621. ​El rey Felipe IV ordenó en 1629 la construcción para albergar las dependencias de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte y de la Cárcel de Corte, fue construido entre 1629 y terminado a comienzos de la década de 1640, ​ la primera piedra se colocó el 14 de septiembre de 1629 en una ceremonia a la cual asistió, según algunas fuentes, Felipe IV, más los cinco alcaldes que formaban la Sala y sus colegas del Consejo de Castilla, y otros invitados​ y según otras fuentes, la ceremonia fue presidida por el cardenal obispo de Málaga, Gabriel Trejo Paniagua, presidente del Consejo de Castilla. ​
Las trazas del edificio parece que fueron obra de Juan Gómez de Mora, siendo aparejador Alonso Carbonel entre 1629 y 1636, junto con otros arquitectos que concluyeron las obras, como José de Villarreal, Bartolomé Hurtado García y José del Olmo.
En el año 1767 mudó su función para pasar a albergar solamente la Sala de Alcaldes de Casa y Corte, denominándose desde entonces Palacio de Santa Cruz, por su cercanía con la antigua parroquia de la Santa Cruz (derribada en 1869). La cárcel fue trasladada a un edificio contiguo. Tras el incendio de 1791 que destruye la planta superior, y con ello su archivo histórico y judicial, Juan de Villanueva, arquitecto mayor del Reino, se encarga de la reconstrucción del edificio, y sobre todo su fachada. Un vez reconstruido, en 1793, es convertido en el Palacio de Justicia, oficialmente, el «Palacio de la Audiencia», donde se ubican la Audiencia y los Juzgados de Madrid. ​De 1885 a 1898, el edificio lo ocupa el Ministerio de Ultramar y, entre otras reformas, los dos patios pasan a llamarse «de Colon» y «de Elcano».​En 1930, fue renovado por el arquitecto Pedro Muguruza quien, tras los destrozos causados por la guerra civil, lo volverá a restaurar en 1941. Desde 1939, ​ se le conoce como el Palacio de Santa Cruz y es la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación español. Más adelante, en 1950, se inaugura una ampliación del edificio realizada por el mismo arquitecto. ​
Está declarado Bien de Interés Cultural desde 1996.
Entre los castizos madrileños había una expresión, dormir bajo el ángel, como sinónimo de ir a la cárcel; ésta se debe al antiguo uso de este edificio, en alusión a la estatua del arcángel Miguel que corona su fachada.

Arquitectos
A falta de la documentación correspondiente, existían dudas acerca de su arquitecto principal, aunque durante mucho tiempo se atribuyó a Juan Bautista Crescenci. ​ Sin embargo, las investigaciones llevadas a cabo por la catedrática de Historia del Arte, Virginia Tovar, apuntan a Juan Gómez de Mora. ​ Asimismo, se menciona a otros arquitectos que pudieron haber intervenido en las obras, como José de Villarreal, ​ Bartolomé Hurtado García y José del Olmo. ​ Otras fuentes señalan a Cristóbal de Aguilera, ​ Bartolomé Díaz Arias​ y Juan del Río. ​ 

Descripción
De planta rectangular, con torres angulares en las esquinas, se estructura interiormente en dos patios simétricos, inspirados en el Hospital Tavera, de Toledo, ​ que organizan el espacio, permitiendo la ventilación y la entrada de la luz natural. Estos eran conocidos como «de la Audiencia» y «de los Calabozos»,​ desde uno de los cuales se accedía a la estancia más importante del edificio, la Audiencia, donde se reunía la Sala de Alcaldes a oír los casos presentados.
Es muy característica la combinación de ladrillo visto y granito, que se reserva para esquinazos, portadas, dinteles y alféizares, y los chapiteles que coronan las torres. Este modelo tendría mucho éxito en la arquitectura de la Corte, y sería imitado en otros edificios. En la fachada principal, un cuerpo a modo de retablo pétreo, muy severo y coronado por un frontón con "aletones", centra la atención. La estética del edificio recuerda intensamente la formación herreriana de Gómez de Mora y muestra la pervivencia del Renacimiento tardío en la arquitectura cortesana del siglo XVII. Un grabado de 1675 muestra las esculturas originales para la portada, donde el arcángel Miguel aparece sobre el frontón principal. ​ 

La Casa de la Panadería es un edificio de cuatro alturas, con la planta baja porticada, estando rematado el último piso en forma de ático, y los laterales coronados por torres angulares. Está situada en el centro del lado norte de la Plaza Mayor de Madrid.
La Casa de la Panadería fue levantada durante la construcción de la Plaza Mayor, siendo Juan Gómez de Mora el encargado de su construcción, que terminó en 1619. Tras el segundo incendio de la plaza en 1672, el edificio fue reconstruido en diecisiete meses por un equipo liderado por Tomás Román, ​ encargándose los pintores Claudio Coello y José Jiménez Donoso de la decoración interior y los frescos de la fachada. Tras el tercer incendio de la plaza en 1790, del que se libró la Casa de la Panadería, sirvió de referencia a Juan de Villanueva para la reconstrucción del caserío de la plaza.
Ha sufrido distintas remodelaciones desde entonces, entre las que destaca la llevada a cabo por Joaquín María de la Vega en 1880.
En un principio, sus bajos albergaban la tahona principal de la Villa, estando desde 1732 los despachos del Peso Real y del Fiel Contraste. Entre 1745 y 1774 tuvo allí su sede la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y de 1774 a 1871 la Real Academia de la Historia. A finales del siglo XIX se hace cargo de la Casa de la Panadería el Ayuntamiento de Madrid, convirtiéndola en la segunda Casa Consistorial de la Villa. Más tarde pasó a ser la sede de la Biblioteca Municipal y del Archivo Municipal. Posteriormente, seguirá albergando algunas dependencias municipales, además de instituciones como el Centro Cultural Mesonero Romanos. Actualmente sus dependencias están ocupadas por la Dirección de Turismo de la empresa municipal Madrid Destino, encontrándose en su planta inferior (intercolumnio) el Centro de Turismo de Madrid.
En la parte superior centrada de la Casa de la Panadería se encuentra el escudo de armas del rey Carlos II, compuesto por las armas de Castilla y de León, en el primer cuadrante; las armas de Aragón y Sicilia, en el segundo; las armas de Austria y de la primera casa de los duques de Borgoña en el tercero; las de la segunda casa de Borgoña (Valois) y Brabante, en el cuarto, las de Flandes y las de Tirol en el escusón de abajo y el símbolo de Granada en el entado del escudo. 

La Casa de la Villa es una edificación ubicada en la plaza de la Villa, adyacente a la Calle Mayor en el barrio de Palacio (distrito Centro) de Madrid que se inauguró en el año 1692. Fue la sede del Concejo y luego del Ayuntamiento de Madrid desde el siglo xvii hasta el 4 de noviembre de 2007, ya que un día después la alcaldía se trasladó al Palacio de Cibeles. ​ Sin embargo, continuó siendo el lugar de celebración de los Plenos y el último que albergó fue el del 25 de octubre de 2011. ​ En la actualidad el uso de la Casa de la Villa se limita a eventos oficiales y recepciones. De esta forma, tienen lugar plenos solemnes, como la entrega de las llaves de la ciudad o los títulos de hijo predilecto o adoptivo de Madrid.
El edificio actual se levanta sobre el solar del antiguo palacio de Juan de Acuña, I marqués de Vallecerrato e hijo natural del VI conde de Buendía. Personaje influyente en la corte de Felipe III, fue presidente de los consejos de Hacienda, Indias y de Castilla y, en Madrid, fue nombrado administrador del Hospital de Antón Martín.
Al encontrarse en una ubicación estratégica, el todavía príncipe Felipe, futuro Felipe IV, asistió desde este palacio a la entrada de su futura mujer Isabel de Borbón y Médicis el 29 de noviembre de 1615. Justo un mes después, fallecería el marqués que sería enterrado en el convento de San Agustín de Dueñas, que se encontraba bajo su patronazgo.
Tras su fallecimiento, el concejo madrileño, que se reunía desde antiguo en la frontera iglesia de San Salvador (hoy desaparecida), adquirió el inmueble para sus reuniones, aunque su acondicionamiento y reforma se retrasará y no será inaugurada hasta 1692. Así, el 19 de agosto de 1619, el concejo celebró su primera sesión en la casa propiedad de Juan de Acuña, presidente del Consejo de Castilla y, en 1629, Felipe IV decide conceder una licencia al Ayuntamiento para construir la que sería su sede sobre dicha casa.
Su construcción sigue el proyecto de Gómez de Mora (1644): edificación sobria, con gran zócalo de granito y muros de ladrillo, rematada por torres chapiteles apizarradas en las esquinas y sin apenas decoración en su origen, salvo la ornamentación con frontones triangulares de piedra en los balcones del piso principal. Tras su muerte en 1648, es sucedido por José de Villarreal, quien realizó en 1653 las trazas definitivas, donde el patio interior es el protagonista. Las intervenciones del ala izquierda fueron responsabilidad del arquitecto Bartolomé Hurtado.
Sufrió una reforma que lideró el arquitecto municipal Juan de Villanueva en 1789 añadiendo la galería de columnas que da a la calle Mayor, esta reforma permitiría a los reyes ver la procesión de Corpus Christi. En 1914, finalizaron las obras de construcción de un pasadizo elevado diseñado por el arquitecto Luis Bellido para unir el edificio de la Casa de la Villa con la Casa de Cisneros, que el Consistorio había comprado en el año 1909 con el objeto de ampliar sus instalaciones. En 1966 se llega a sustituir la cubierta de teja plana por pizarra y se quitan los revocos y la fachada vuelve a su aspecto anterior de ladrillo visto (ladrillo de Talavera). 

Real Monasterio de Santa María de Guadalupe es un monasterio situado en la localidad española de Guadalupe, en la provincia de Cáceres. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1993. En su interior se aprecia el estilo gótico, mudéjar, renacentista, barroco y neoclásico.
Antes de la ampliación monástica, el santuario se mantuvo como priorato secular durante cuarenta y ocho años en los reinados de Alfonso XI de Castilla y Enrique II de Castilla, bajo patronato real y señorío civil. En 1389 pasó a ser monasterio, según una real provisión expedida por Juan I de Castilla. Sus nuevos moradores fueron los monjes de la Orden Jerónima, una comunidad de 32 miembros procedentes de San Bartolomé de Lupiana. En 1835 tuvo lugar la exclaustración, quedando la iglesia para uso de parroquia dependiente de Toledo. Años después se declaró al conjunto Monumento Nacional (1879). Alfonso XIII consignó una Real Orden para la entrega del santuario a los frailes franciscanos, con lo que comenzó una nueva etapa. Pío XII, en 1955, encumbró el santuario a la condición de basílica.
En su interior se custodia la imagen de la Virgen de Guadalupe (Extremadura, España), Patrona de Extremadura y Reina de la Hispanidad.
Después de la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, la hegemonía de los almohades llegó a su fin y tuvieron que replegarse al norte de África. En la península quedó como reino fuerte el reino de Granada. Pero en África los almohades se encontraron con otro enemigo, los benimerines, que una vez conquistados Marruecos, Argelia y Túnez, pusieron los ojos en la península declarando la guerra santa a los reinos cristianos y ocupando las ciudades de Rota, Algeciras y Gibraltar. La oposición les llegó años más tarde, cuando en 1340 se dio la batalla del Salado: Benimerines contra la coalición cristiana castellano-portuguesa al mando de los reyes Alfonso XI de Castilla y Alfonso IV de Portugal. La victoria fue para la coalición cristiana y los benimerines tuvieron que retirarse al norte de África.
La tradición cuenta que Alfonso XI se había encomendado a la imagen de la Virgen de Guadalupe, muy venerada, y que había sido encontrada tiempo atrás en las inmediaciones del río Guadalupe. El rey no tuvo ninguna duda sobre la intercesión de la Virgen en la victoria de la batalla del Salado y en agradecimiento mandó construir una iglesia en el lugar donde ya había una modesta ermita. Así se convirtió en el protector del primer santuario dedicado a esta virgen. ​ A partir de ese momento se fue formando alrededor del santuario una puebla reconocida por Alfonso XI como lugar de realengo.
Los orígenes de la iglesia del monasterio como santuario dedicado a la Virgen de Guadalupe tiene una estrecha relación con el reinado de Alfonso XI.
Hubo un monje llamado Diego de Écija​ que escribió una crónica del monasterio entre los años 1467-1534 con el título de Libro de la invención de esta Santa Imagen de Guadalupe y de la erección y fundación de este monasterio; y de algunas cosas particulares y vida de algunos religiosos de él. Según fray Diego, el origen fue una capilla o eremitorio que se levantó a raíz de la aparición de la imagen a un pastor de nombre desconocido, en los albores del siglo XIV.
Siglos después, en 1743, el monje llamado Francisco de San José puso nombre al pastor de la leyenda identificándolo con Gil Cordero de Santa María, uno de los primeros pobladores del lugar. Siguiendo la narración del cronista, sobre el sitio del humilde eremitorio se levantó una iglesia pequeña en los primeros años del siglo XIV; fue el edificio que conoció el rey Alfonso XI en 1330 y que por entonces ya estaba ruinoso. El rey mandó agrandarlo y ampliarlo para que se trasformara en un templo digno de la devoción de la Virgen de Guadalupe, con el añadido de hospitales para los numerosos peregrinos que allí acudían. En seis años se hicieron las ampliaciones y arreglos oportunos bajo la supervisión de Toribio Fernández que era el procurador del cardenal Pedro Gómez Barroso. Para su reconstrucción se aplicó el estilo mudéjar toledano.
A raíz de la victoria obtenida en la batalla del Salado, el rey Alfonso XI visitó de nuevo el lugar para ofrecer a la Virgen de Guadalupe su agradecimiento. Esta segunda visita tuvo una importante repercusión en el devenir del santuario. El rey hizo donación de varios trofeos obtenidos en la batalla y además dictó un real privilegio en 25 de diciembre de 1340 en el que se exponían dos peticiones a la autoridad eclesiástica: la creación de un priorato secular y la declaración de patronato real. La respuesta no se hizo esperar y el 6 de enero de 1341, el obispo de Toledo Gil Álvarez de Albornoz redactó un documento por el que se instituía el priorato secular de Santa María de Guadalupe y se reconocía el patronazgo en la figura del rey y de sus sucesores.
A continuación el rey propuso como primer prior al cardenal de Curia y Corte Pedro Gómez Barroso, que fue también obispo de Cartagena en 1326. ​ Este cardenal fue el principal custodio del santuario. Por su intervención, Alfonso XI mandó que se establecieran los límites, en una carta escrita en Illescas en 1337. ​ El siguiente paso fue el amojonamiento de la puebla y el santuario tras lo cual quedó Guadalupe independiente y emancipada de Talavera de la Reina.
Pedro Gómez Barroso murió en Aviñón en 1345 y el rey presentó a su sucesor Toribio Fernández de Mena; con este motivo hubo una confirmación de las concesiones de priorato y patronazgo expedida en el mes de agosto, firmada en el monasterio del Paular. En octubre el arzobispo Gil Álvarez de Albornoz ratificó la confirmación. En ese mismo año hubo otro acuerdo: Alfonso XI cambió sobre la puebla la condición de realengo por la de señorío civil, de manera que pasó a ser propiedad de la autoridad eclesiástica, es decir del prior secular.
El prior Toribio murió en 1367 y fue enterrado en la iglesia de Guadalupe. Le sucedió Diego Fernández cuyo mandato coincidió con el reinado de Enrique II y de Juan I. A Diego Fernández le sucedió Juan Serrano en 1383, que fue el último de los priores seculares. A los seis años de su priorato, en 1389, hizo entrega del santuario a la orden jerónima y marchó a ocupar su nuevo puesto como obispo de Segovia. Durante estos 48 años de priorato secular, el santuario creció en importancia, especialmente por la devoción a la Virgen de Guadalupe muy extendida por todo el reino. A ella acudían peregrinos de distintas procedencias. Para facilitar el acceso a los viajeros que llegaban desde el norte, el arzobispo de Toledo Pedro Tenorio mandó construir en 1383 un puente sobre el río Tajo. En su entorno se fue formando una villa, «El Puente del Arzobispo».​ 

De santuario a monasterio
Claustro mudéjar del monasterio.
 

Juan I había heredado el patronazgo sobre el santuario tal y como estaba establecido desde los tiempos de Alfonso XI. Estando todavía en posesión de sus derechos como patrono, dictó el 15 de agosto de 1389 en Sotosalbos una real provisión por la que ordenaba que el santuario se ampliase y se elevase en monasterio regido por monjes reglares en sustitución de los canónigos seculares. De acuerdo con esta disposición real, Juan Serrano —último prior de Guadalupe — entregó el santuario a fray Fernando Yáñez de Figueroa que por entonces era prior del convento jerónimo de San Bartolomé de Lupiana situado a 20 km de Guadalajara. De esta forma pasó la iglesia de Guadalupe a formar parte de un extenso complejo monástico. A continuación el rey renunció a su derecho de patronazgo entregándolo a fray Fernando y a sus sucesores. Todo esto se hizo con los trámites respectivos y requeridos para el cambio:
·       El rey entregó también todas las propiedades vinculadas al santuario y que él mismo había recibido de sus antecesores.
·       Entregó y detalló los términos y el señorío de «mero y mixto imperio» que gobernaba sobre la Puebla reciente de Guadalupe.
·       Por su parte el arzobispo de Toledo Pedro Tenorio, que tenía jurisdicción sobre el territorio donde se hallaba el santuario, otorgó su consentimiento por medio de una carta escrita en Alcalá de Henares. Según el documento, otorgaba al prior Juan Serrano poder para que a su vez entregara el santuario a la orden jerónima.
·       A continuación el rey convocó al concejo de la Puebla para comunicar los hechos.
·       Llegados los monjes jerónimos desde Lupiana tomaron posesión del monasterio en octubre de 1389. Al día siguiente celebraron el primer capítulo donde fue elegido como prior fray Fernando Yáñez que se hizo cargo del priorato y de la jurisdicción eclesiástica más el señorío sobre la Puebla de Guadalupe.
·       En ese mismo mes de octubre se dio notificación a la Puebla y sus autoridades de todos estos cambios.
Finalizó la toma de posesión el 30 de octubre aceptando públicamente el inventario de los bienes. Cinco años más tarde, en 1394, Benedicto XIII entregó la bula «his quae pro utilitate» confirmando la transformación del santuario de Guadalupe en monasterio. ​
La Puebla de Guadalupe no admitió de buen grado el sometimiento civil al prior del monasterio. Hubo protestas y pleitos sobre todo a lo largo de los tres primeros siglos del mandato; pero el pueblo no consiguió nunca un concejo propio e independiente. Los monjes jerónimos fueron durante 463 años los gobernantes absolutos. A lo largo de los siglos el conjunto monástico fue creciendo y haciéndose grandioso, con una extensión de alrededor de 22 000 m² cuadrados. Muchas y muy importantes fueron las obras y mejoras hechas por los jerónimos durante este tiempo. Creció también en espiritualidad y devoción a la Virgen de Guadalupe, devoción que se extendió por toda la península e islas Canarias y que fue extensible a Hispanoamérica a partir del Descubrimiento. ​ 

Colón y los Reyes Católicos
Es histórica y conocida la relación que tuvo este monasterio con los Reyes Católicos y Cristóbal Colón. Los reyes recibieron aquí a Colón en 1486 y 1489; en 1492 tras la conquista de Granada vinieron a este lugar en busca de paz y descanso. En el mes de junio los monarcas firmaron dos sobrecartas​ que enviaron a Juan de Peñalosa: una era para Moguer y otros lugares; otra para Palos. El texto requería el cumplimiento de las reales provisiones de 30 de abril de 1492:
Real Provisión de los Reyes Católicos DIRIGIDA A CIERTOS VECINOS DE PALOS PARA QUE ENTREGUEN A CRISTÓBAL COLÓN DOS CARABELAS
Granada, 30 de Abril de 1492.
Vien sabedes como por algunas cosas fechas e cometidas por vosotros en desserbicio nuestro, por los del nuestro Consejo fuistes condenados a que fuésedes obligados a nos serbir dos meses con dos carabelas armadas a vuestras propias costas e espensas cada e quando e doquier que por nos vos fuese mandado so ciertas penas, segund que todo más largamente en la dicha sentencia que contra vosotros fue dada se contiene. E agora, por quanto nos avemos mandado a Christoval Colón que vaya con tres carabelas de armada, como nuestro capitán de las dichas tres carabelas, para ciertas partes de la mar océana sobre algunas cosas que cunplen a nuestro servicio e nos queremos que llebe consigo las dichas dos carabelas con que asy nos aveis de servir...
Archivo General de Indias. Signatura: PATRONATO, 295, N.3. ​
Claustro de estilo mudejar
 

En 1493 volvió Colón a Guadalupe en cumplimiento de la promesa escrita en su diario de a bordo para dar las gracias por el descubrimiento de América. El 29 de julio de 1496 tuvo lugar el bautizo de los indígenas americanos trasladados al viejo continente en concepto de criados. ​ 

Desamortización y resurgimiento
El 18 de septiembre de 1835, siendo prior fray Cenón de Garbayuela, el monasterio dejó de pertenecer a la orden jerónima para convertir su iglesia en parroquia secular dependiente de la archidiócesis de Toledo. Su primer párroco fue el ex prior fray Cenón que se mantuvo desde 1835-1856. Los años que siguieron a la exclaustración hasta 1908 las dependencias monacales sufrieron abandono, pillaje y ruina. En estos años se alzaron voces de denuncia y campañas para la restauración lideradas por escritores, intelectuales y ciudadanos de la Puebla. Los sucesos más importantes para el resurgimiento fueron la peregrinación regional del 12 de octubre de 1906 y la declaración del Patronato de Nuestra Señora de Guadalupe a favor de Extremadura, otorgada por Pío X el 20 de marzo de 1907. Como consecuencia de estos actos se encomendó la custodia y dirección del santuario-parroquia a la orden franciscana. En noviembre de 1908 se recibió la Real Orden de Alfonso XIII escrita el 20 de mayo de ese año más un rescripto del Papa ejecutado por el ministro general el 8 de agosto junto con el cardenal arzobispo de Toledo con fecha de 3 de noviembre. Así comenzó una nueva etapa, con los frailes franciscanos al frente. ​
Nave central y altar mayor de la basílica del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe
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Los franciscanos iniciaron la reconstrucción y habilitación arquitectónica, artística y espiritual recuperando parte de lo desamortizado, consiguiendo un complejo monástico de grandes dimensiones. Pío XII lo declaró basílica en 1955 y Juan Pablo II lo visitó el 4 de noviembre de 1982. A partir de la autonomía de Extremadura como Comunidad el monasterio recibió más ayudas, reformas, actividades culturales y honores. El 24 de julio de 1992, con motivo de las celebraciones del V Centenario recibió la Medalla de Extremadura en la persona de fray Serafín Chamorro, guardián franciscano del monasterio. Otro honor que recibió el conjunto monástico y su entorno fue el pertenecer al Patrimonio de la Humanidad. 

La Clerecía es el nombre que recibe el edificio del antiguo Real Colegio del Espíritu Santo (o Santo Espíritu) de la Compañía de Jesús, construido en Salamanca entre los s. XVII y s. XVIII. Es de estilo barroco. Se diferencia el colegio, con un interesante claustro, y la iglesia, con una impresionante fachada de tres cuerpos. El nombre de Clerecía se debe a una denominación abreviada de su pertenencia a la Real Clerecía de San Marcos tras la expulsión de los jesuitas de España.
Las obras comenzaron en 1617 bajo la protección de Margarita de Austria, ​ esposa de Felipe III, al parecer como acto de desagravio a la orden por la prisión sufrida por su fundador, Ignacio de Loyola, por la Inquisición en la torre mocha de la catedral de Salamanca. Finalizándose en 1754. 

La planta general del edificio es obra de Juan Gómez de Mora.
Tras la expulsión de los Jesuitas de España, decretada por Carlos III mediante la Pragmática Sanción de 1767, se entregó el edificio a la Real Clerecía de San Marcos, con sede en la iglesia de San Marcos. Ésta, posteriormente cedió el edificio (salvo el templo) a la Diócesis de Salamanca, la cual instaló en él el Seminario de San Carlos.
En 1940, se crea la Universidad Pontificia de Salamanca, instituida por el papa Pío XII, y la Diócesis le entrega el edificio como sede. Pese a que en esa entrega no se incluía el templo del Espíritu Santo, la Universidad Pontificia suprimió el culto en él desde septiembre de 2012 para poder ser explotado turísticamente. Solo se permiten celebrar bodas de antiguos alumnos y personas vinculadas con la Universidad Pontificia. 

La iglesia
Nave central y cabecera.
 

Presenta fachada monumental con tres cuerpos.
El primer cuerpo presenta grandes semicolumnas corintias custodiando las tres puertas de entrada. Sobre las dos laterales aparecen escudos de España y sobre la central una hornacina con la imagen de San Ignacio de Loyola, tras la expulsión de los jesuitas se colocó un león de piedra a los pies de la imagen, que pasó a representar así a San Marcos. El segundo cuerpo muestra dos óvalos con decoración barroca en las calles laterales y un gran ventanal en la central cuya luz tuvo que ser reducida debido al peso de los cuerpos superiores. El diseño de ambos cuerpos se debe al Padre Mato, arquitecto jesuita.
El tercer cuerpo es obra de Andrés García de Quiñones, que construyó las torres siguiendo el modelo proyectado inicialmente para el edificio del Ayuntamiento en la Plaza Mayor y espadaña central con un relieve de la Venida del Espíritu Santo, y esculturas de la Virgen y los reyes fundadores.
El interior de la iglesia es de una sola nave con capillas entre contrafuertes, siguiendo el esquema jesuítico de la romana iglesia de Il Gesú, con cuatro tramos y nave transversal ancha pero que no llega a sobresalir. La construcción está dominada por pilastras de orden toscano con reminiscencias escurialienses. Sobre las capillas laterales se abren balcones para uso de la Compañía. La gran cúpula que ilumina el interior es también obra del arquitecto jesuita Mato, teniendo la misma altura que la nave de la iglesia, 50 m, y reforzada en varias ocasiones debido a su magnitud.
Las naves se cubren con bóvedas de lunetos con decoración de estuco. 

El Retablo Mayor
El retablo de la capilla mayor es obra de Juan Fernández en 1673 con esculturas de Juan Rodríguez.
Presenta tres calles, separadas por cuatro columnas salomónicas de orden gigante adornadas con racimos de uvas, y tres cuerpos. En los dos primeros aparecen los Padres de la Iglesia en las calles laterales, San Gregorio, San Ambrosio, San Agustín y San Jerónimo. En la calle central un gran expositor inspirado en la cúpula de la iglesia y un relieve con el pasaje de Pentecostés. En el último cuerpo se sitúa un relieve de San Ignacio redactando los Ejercicios Espirituales inspirado por la Virgen en presencia de la Trinidad, flanqueado por los escudos de los reyes Felipe III y Margarita de Austria, y los cuatro evangelistas.
Las labores de dorado se finalizaron en 1760. 

La Sacristía
Se sitúa tras el altar mayor, siendo una sala rectangular con una longitud equivalente al ancho de la nave principal. Se cubre con bóveda de cañón con lunetos, de cinco tramos decorados con pinturas.
En el testero de la sacristía un retablo hornacina recubierto por recuadros de espejo organizado a modo de arco triunfal en cuyos lados unos ángeles sobre rocallas muestran los atributos de la Pasión. Sobre el entablamento hay un crucifijo de marfil flanqueado por ángeles y coronado por escudo oval con el anagrama JHS timbrado con corona real. Este retablo tenía por objeto resguardar la imagen de Jesús Flagelado, que situada sobre un sagrario pedestal, mostraba las heridas de la espalda a través del juego de espejos, en el momento en que Cristo recoge sus ropas tras la flagelación, pensada expresamente para la sacristía al ser el lugar donde el sacerdote se revestía para las ceremonias litúrgicas. La escultura es obra de Luis Salvador Carmona.
Al convertirse la sacristía en Aula Minor de la Universidad Pontificia la imagen se trasladó a una de las capillas laterales de la iglesia.
 
El Patio de los Estudios
Obra también de Andrés García de Quiñones presenta un espacio más cercano al patio de un palacio real que al claustro de un edificio religioso. Los dos primeros cuerpos se dividen por semicolumnas de orden compuesto, con galería de arcos en la planta baja y balcones coronados por óculos en la primera, a la que se accede desde la calle y la iglesia. En el tercer piso balcones entre pilastras planas.
La planta principal del claustro está decorada con 28 lienzos, narrando la vida de San Ignacio desde la batalla de Pamplona hasta su muerte, encargados por la Compañía de Jesús al napolitano Sebastiano Conca. ​

Portada del Real Colegio del Espíritu Santo, actual sede de la Universidad Pontificia de Salamanca.
 

Real Monasterio de Santa Isabel en Madrid (España), en una manzana próxima a la calle de Atocha, en la calle llamada asimismo de Santa Isabel. El monasterio dio nombre a la antigua Fábrica de Tapices de Santa Isabel, representada por Velázquez en Las hilanderas, que se localizaba en sus proximidades.
El monasterio de Santa Isabel agrupa dos fundaciones, un colegio de niñas, llamado Casa del Recogimiento de Santa Isabel, fundado en Alcalá de Henares por Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, en 1595, y un convento de clausura de monjas agustinas recoletas fundado en 1589 por el santo agustino fray Alonso de Orozco, reformador de la orden, con monjas procedentes del convento de Nuestra Señora de Gracia de Ávila.
El convento tuvo su primer alojamiento en la calle del Príncipe, en las propiedades de una viuda rica, Prudencia Grillo, verdadera impulsora de la fundación tras un legendario lance amoroso que la llevó ante el tribunal de la Inquisición.
Su alojamiento definitivo en la calle de Atocha, lejos de la incomodidad que ocasionaba la vecindad con el corral de Comedias del Príncipe, se debe a la intervención de la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, quien creó el Patronato Real en 1610, entregando a las monjas la llamada Casilla, finca y palacio de campo del secretario de Felipe II Antonio Pérez, edificio en parte subsistente en la actual clausura.
El intento de la reina de someter a las monjas a la reforma emprendida por la Madre Mariana de San José, elegida por ella para dirigir la nueva fundación del Monasterio de la Encarnación, provisionalmente alojada en Santa Isabel, provocó algunos roces entre las monjas y sus patronos. Roces que quedaron resueltos en el reinado siguiente de Felipe IV, con el que se inicia la construcción de la iglesia. Felipe IV, además, atendiendo a la petición de las monjas, las liberó en 1649 de la carga del colegio, encomendándoselo primero a un grupo de mujeres laicas y luego a las asuncionistas, orden que todavía hoy lo regenta.
Las trazas arquitectónicas de la iglesia se deben a Gómez de Mora, iniciándose su construcción en 1640 por Jerónimo Lázaro Goiti y terminándose en 1665. En 1732 se realizaron obras de remodelación, incorporando suntuosas tribunas. Las directrices de José I ordenando la supresión de comunidades con un número inferior a diez personas, obligó a las monjas a abandonar el convento en 1810. Saqueado por las tropas francesas, las religiosas no retornaron a él hasta 1816. No se vio afectado, en cambio, por las leyes desamortizadoras del siglo XIX, pero en 1870 estuvo de nuevo amenazado de destrucción por las ordenanzas municipales.
Tras las elecciones del Frente Popular, ante la ordenanza del ministerio de Instrucción Pública de incautación de bienes, las monjas hubieron de abandonar de nuevo el convento, estableciéndose en un piso de la calle del Ángel. Al estallar la guerra civil, en 1936, el convento fue incendiado y destruidas las obras de arte que contenía, reconstruyéndose en 1946 con la venta de algunas obras artísticas salvadas por las monjas antes del conflicto y con la ayuda de los servicios de Regiones Devastadas.
El Real Decreto 602/1995, de 7 de abril, declaró el Monasterio de Santa Isabel Bien de interés cultural con categoría de monumento. El monasterio está englobado en los bienes propiedad de Patrimonio Nacional.
La iglesia es un edificio de planta singular, con nave de dos tramos muy reducidos y un gran crucero, que casi dobla en extensión las dimensiones de la nave, rematado con un presbiterio cuadrado. En alzado presenta órdenes de pilastras de orden toscano arquitrabadas y frisos de modillones doblados. La cúpula semiesférica que cubre el crucero se sustenta sobre cuatro pilares achaflanados muy amplios, de modo que las pechinas que descargan sobre ellos tiene forma de trapecios. En el tambor se abren ocho vanos con ornamentación barroca que iluminan fuertemente el crucero, reforzando el aspecto centralizado de la planta.
Poco antes de terminar la construcción del templo, en 1664, Sebastián de Benavente recibió el encargo de ejecutar el retablo mayor y los colaterales situados en los cuatro machones, encargándose el dorado a Toribio Gómez. La estructura del retablo mayor seguía los modelos de Pedro de la Torre y Sebastián Herrera Barnuevo, estando flanqueado por grandes columnas estriadas de orden corintio y conteniendo un tabernáculo de rica decoración barroca. El cuerpo principal lo ocupaba un lienzo de considerables dimensiones de la Inmaculada, obra de José de Ribera, encargado por el Virrey de Nápoles, Juan José de Austria. Las monjas, según se cuenta, hicieron más tarde repintar la cabeza de la Virgen a Claudio Coello, por entender que era un retrato de la hija de Ribera, con la que se decía que el Virrey había mantenido relaciones ilícitas. En el ático figuraba un cuadro de la Visitación de Nuestra Señora, primera advocación del convento, obra de Mateo Cerezo, y en el tabernáculo tres lienzos de Antonio Palomino.
Los altares situados en las cuatro pilastras contenían también interesantes pinturas de Mateo Cerezo (Santo Tomás de Villanueva y San Nicolás de Tolentino socorriendo las almas del Purgatorio con la correa de los agustinos), Claudio Coello (San Felipe) y Benito Manuel Agüero (La imposición de la casulla a San Ildefonso). Completando la decoración del presbiterio figuraban dos lienzos, copias antiguas de La túnica de José de Velázquez y La Adoración de los Pastores de Ribera, según los originales del Real Monasterio de El Escorial. Todo ello ardió en 1936, junto con los frescos del siglo XVIII de Zacarías González Velázquez, incendiado por exaltados afines a la II República Española.
Antonio Ponz en 1793 llegó a ver también en el templo un Apostolado de medio cuerpo de José de Ribera, adquirido al parecer por Carlos IV de España y conservado actualmente en el Museo Nacional del Prado, así como un San Juan en el desierto (conservado en clausura, copia de Ribera) y una Piedad (desaparecida) asignados ambos al Españoleto.
En la actualidad se han vuelto a colocar en el primer tramo de la iglesia, bajo el coro, dos cuadros del pintor madrileño Antonio Arias en los que están representados San Pablo Ermitaño con San Antonio Abad y San Agustín con su madre Santa Mónica, retornando así al mismo lugar en que los viera Ponz, quien erróneamente los había atribuido a Gaspar Becerra el primero y a Alonso Cano el segundo, únicas piezas subsistentes de la primitiva decoración. El actual retablo mayor, en madera tallada y policromada del siglo XVII, procede de la Catedral de Pamplona, instalado en este lugar tras la última restauración. Decorando el crucero se han dispuesto otras pinturas en retablos, destacando un Arcángel san Jeudiel de Vicente Carducho y una Inmaculada de Mariano Salvador Maella, procedentes de los fondos primitivamente conservados en clausura. En ella se encuentran todavía algunas otras obras de relativo interés, primordialmente de escuela madrileña de la segunda mitad del siglo XVII, y entre ellas varias obras de Antonio Pereda y de José Antolínez 

El palacio de los Consejos, palacio del duque de Uceda o palacio de Uceda
Es un edificio palaciego español del siglo xvii situado en Madrid, en la calle Mayor esquina con la calle Bailén, en pleno Madrid de los Austrias. Caserón de traza barroca, es un edificio muy representativo de la arquitectura palaciega madrileña del siglo XVII.
Construido por encargo de Cristóbal Gómez de Sandoval-Rojas, primer duque de Uceda, valido de Felipe III, fue diseñado por Francisco de Mora, aunque las obras las dirigiera Juan Gómez de Mora y las ejecutara el capitán Alonso Turrillo de 1613 a 1625. Justo enfrente del palacio estuvo situada la antigua iglesia de Santa María de la Almudena.
En el momento de su construcción, con las armas de la familia Sandoval flanqueadas por leones rampantes, fue considerado muy ostentoso. Durante el reinado de Felipe IV, fue residencia de Luis de Haro y Guzmán, favorito del monarca tras el conde-duque de Olivares. Posteriormente se realizaron obras dirigidas por el nuevo aparejador de las obras reales Bartolomé Hurtado García para Mariana de Austria siendo su residencia donde albergó los últimos días hasta su fallecimiento en 1696. ​
En 1717, fue adquirido por Felipe V como nueva sede de las oficinas del Real Alcázar de Madrid, conociéndose desde entonces como Palacio de los Consejos. ​ Sin embargo, el Consejo de Estado se mantuvo en la Sala del Rubí del Real Alcázar.
Posteriormente, en 1834 fueron suprimidos todos los Consejos excepto el de Estado. Hacia 1858, dicho órgano quedó instalado definitivamente en el palacio. ​

FRAY ALBERTO de la MADRE  de DIOS  (Santander, 1575 - Pastrana, 1635)
Fue un arquitecto español, hijo del hidalgo Jerónimo de la Puebla e Isabel de Cos. Formó parte de la Orden del Carmen Descalzo.
Hasta hace pocos años era considerado como un simple aparejador; en la actualidad, gracias a los constantes descubrimientos documentales, está reconocido como uno de los arquitectos españoles más importantes del siglo XVII y el introductor de las primeras formas barrocas en Castilla.
Nacido en Santander en 1575, era hijo del hidalgo don Jerónimo de la Puebla y doña Isabel de Cos. Ingresó en la orden del Carmen descalzo muy joven, donde sus trabajos iniciales estuvieron ligados a la cocina, lo que sabemos por la ocasión en la que preparó una comida para reponer al mismísimo San Juan de la Cruz. Pronto debió abandonar estos menesteres para aprender arquitectura de la mano de fray Francisco de Jesús, fray Jerónimo de la Madre de Dios y fray Tomás de Jesús, arquitectos de su orden.
Su primera participación arquitectónica está documentada en Barcelona en 1603, a donde acude por orden del general Josep Dalmau para proyectar el desaparecido convento de San José de las Ramblas. En la documentación, se hace referencia al arquitecto como “hermano Alberto frare llec gran trassador”, lo que nos hace pensar en un consistente rodaje profesional del artista en fechas muy tempranas.
En 1606 figura ya como tracista oficial de la orden carmelita en la obra del convento de Medina de Rioseco, cuando contaba con tan sólo 31 años, lo que fue el inicio de su brillante carrera. Este cargo le obligaba a llevar muchas obras a la vez, lo que no le permitía permanecer demasiado tiempo en cada una, salvo el necesario para trazar o acomodar la traza, moderar, supervisar, aconsejar o tasar obras, siempre encargadas a otros maestros profesionales no religiosos. Por eso no todas las obras fueron terminadas con la misma calidad, lo que dependía de la habilidad de sus directores y de la bonanza económica de los clientes.
A partir de 1610, el prestigio de fray Alberto creció considerablemente, cuando los generales de su orden le encargaron un edificio Real, el Monasterio de la Encarnación de Madrid, fundado por la reina Margarita de Austria en 1610. Su fachada, calificada por Bonet Correa como “el tipo más castizo de fachada de iglesia española, el correlato de los que para Italia y Europa es la fachada del Gesu de Roma, por el Vignola”. Con la máxima sencillez arquitectónica fray Alberto logró crear una fachada realmente bella que sirvió de modelo durante décadas. Sin dejar a un lado la elegancia, consiguió escenificar los preceptos de pobreza señalados por Santa Teresa de Jesús, la fundadora de su orden: los carmelitas descalzos.
Fachada principal del Monasterio de la Encarnación, Madrid.
 

En esos momentos fray Alberto estaba considerado como el arquitecto más importante del momento, y una vez muerto Francisco de Mora, el carmelita quedó al frente del resto de obras reales, hasta que en 1616 Juan Gómez de Mora tomó la iniciativa. En esos años su actividad es portentosa, trazando obras en  Salamanca,  Madrid,  Uceda,  Lerma,   Burgos,  Alcalá  de  Henares,  Huete, Cuenca,  Caravaca,  Toro,  Viso del Marqués,  Valdemoro,  Ocaña, Villaconejos, Guadalajara y otros lugares.
Capilla del Sagrario de la catedral de Cuenca
 

El carmelita debió ser un artista apasionado en la defensa de los proyectos, famosas fueron las discusiones acaloradas que mantuvo con Jorge Manuel Theotocópuli sobre la cúpula exterior de la capilla Mozárabe de la catedral de Toledo.
Según el profesor Chueca Goitia, fray Alberto es "el iniciador de las nuevas formas barrocas en Castilla".​
Convento de San Blas en Lerma
 

Hasta la fecha se creía que la arquitectura de fray Alberto siguió casi hasta el final de su vida el mismo modelo carmelitano, sin embargo, comenzó a innovar mucho antes. La iglesia de Gascueña y la capilla del Sagrario en Cuenca constituyen obras que pertenecen al primer Barroco, en la que se experimenta con los órdenes arquitectónicos y los elementos decorativos invaden las superficies.
La preeminencia y consideración profesional que poseía el arquitecto queda palpable en los informes que proporciona para resolver diversas cuestiones y problemas que le plantean los clientes y otros maestros. En alguno de ellos, fray Alberto demuestra su conocimiento de los tratadistas, especialmente de Vitruvio, con el que debía sentirse identificado. En ese sentido, fray Alberto representaba mejor que nadie la imagen del arquitecto perfecto descrita en el tratado. La propia denominación de “tracista”, procedente del tratado vitruviano, es retomada por el artista, haciendo honor a la concepción de la arquitectura como un arte que consta de significado y significante, que se corresponden con el proyecto y la demostración.
La preeminencia y consideración profesional que poseía el arquitecto queda palpable en los informes que proporciona para resolver diversas cuestiones y problemas que le plantean los clientes y otros maestros. En alguno de ellos, fray Alberto demuestra su conocimiento de los tratadistas, especialmente de Vitruvio, con el que debía sentirse identificado. En ese sentido, fray Alberto representaba mejor que nadie la imagen del arquitecto perfecto descrita en el tratado. La propia denominación de “tracista”, procedente del tratado vitruviano, es retomada por el artista, haciendo honor a la concepción de la arquitectura como un arte que consta de significado y significante, que se corresponden con el proyecto y la demostración. 

El monasterio de la Madre de Dios o convento de Santo Domingo 
Es un edificio religioso actualmente desacralizado, situado en la localidad burgalesa de Lerma.
Construido por el duque de Lerma para albergar la Orden de los Dominicos, data de principios del siglo XVII. Es obra de fray Alberto de la Madre de Dios. El retablo mayor fue proyectado por Juan Gómez de Mora.
Fue visitado por el rey de España Felipe III el día 16 de octubre de 1617.
Tras el incendio sufrido en el siglo XX, se dedicó a Instituto de Enseñanza Secundaria y Bachillerato. Actualmente se utiliza como edificio de usos múltiples por parte del Ayuntamiento de Lerma. 

Real Monasterio de la Encarnación 
Es un convento de monjas agustinas recoletas ubicado en Madrid (España). La institución, a la que pertenecieron damas de la alta nobleza, fue fundada por la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, a comienzos del siglo XVII. Debido a las colecciones artísticas que alberga es, junto con las Descalzas Reales, uno de los templos más destacados de la ciudad. Fue construido entre 1611 y 1616, aunque reformado varias veces posteriormente.
El arquitecto del edificio fue fray Alberto de la Madre de Dios, que dirigió las obras personalmente junto al arquitecto Alonso Carbonel y Pedro de Lizargarate. ​ En palabras de Checa Goitia, fray Alberto fue el arquitecto que introdujo las primeras formas barrocas en una buena parte de Castilla.  Después de la muerte de Francisco de Mora, entre 1610 y 1614 dirigió las obras reales. A pesar de que se ha intentado minimizar su papel, los nuevos descubrimientos documentales sacan a la luz un arquitecto con grandes capacidades creativas y una fuerte personalidad. El apogeo de la Orden del Carmen descalzo en la primera mitad del siglo XVII lo consagró como una de las figuras más relevantes de la arquitectura del momento, llamado por los mecenas más poderosos del momento como la Corona, los duques de Lerma y Uceda o el obispo de Cuenca.
La fachada, que responde a un modelo de inspiración de estilo herreriano, de gran austeridad, creó escuela y fue imitada por otros templos españoles. En la iglesia se conservan varios relicarios y de uno de ellos se dice que contiene la sangre de san Pantaleón; y (según la tradición) se licúa todos los años el día del santo, el 27 de julio. En la clausura antigua está organizado un museo que depende del Patrimonio Nacional y que se puede visitar.
La gran impulsora de la creación del monasterio fue la reina Margarita, razón por la cual el monasterio era conocido entre la gente de la ciudad como las Margaritas. La historia cuenta que el motivo de la construcción fue perpetuar el recuerdo y la conmemoración de un hecho histórico: la ordenanza hecha por el rey Felipe III, su esposo, de la expulsión de los moriscos que aún quedaban en Madrid.
La reina conservaba buenas relaciones con las religiosas descalzas de San Agustín de la ciudad de Valladolid, donde había vivido cerca de seis años, y desde allí hizo venir a la que sería la primera priora del monasterio, la madre Mariana de San José, en compañía de Francisca de San Ambrosio (hermana de la marquesa de Pozas), Catalina de la Encarnación e Isabel de la Cruz. Estas monjas habitaron en un principio en el Real Monasterio de Santa Isabel a la espera de la construcción de la nueva casa. Poco tiempo después entró en la comunidad la primera novicia, Aldonza de Zúñiga, hija de los condes de Miranda y ahijada de los reyes, quienes para celebrar este acontecimiento hicieron donación a la priora de un gran vaso de ágata con adornos de rubíes y oro que sería empleado para el Santísimo Sacramento.
El edificio se construyó en el lugar que ocuparon las casas de los marqueses de Pozas, a quienes el rey se las compró, debido a su cercanía al Real Alcázar, ya que así los reyes podían entrar directamente a la iglesia mediante un pasadizo existente. ​ Este pasadizo fue construido por deseo de la reina para no causar molestias, ya que visitaba frecuentemente el monasterio. En su interior tenía varias salas con cuadros. El rey en persona colocó la primera piedra del edificio, acto que se hizo con gran solemnidad y bajo la bendición del cardenal arzobispo de Toledo Bernardo de Sandoval y Rojas. Meses más tarde, el 3 de octubre de 1611, murió la reina sin haber visto terminada esta obra en la que tuvo tanto empeño.
El 2 de julio de 1616, día de la Visitación, fue inaugurado el monasterio y su iglesia, con gran magnificencia y con fiesta durante toda la jornada. Todo el trayecto real, desde la desaparecida casa del Tesoro (junto al Alcázar, hoy calle de Bailén y parte de la plaza de Oriente) hasta el nuevo monasterio, se adornó con ricas tapicerías. El rey entró en la casa del Tesoro a las seis de la tarde, acompañado de la familia real y de la corte. En la procesión se agregaron los clérigos y religiosos. El Patriarcado de las Indias Occidentales, Diego de Guzmán, más los obispos y arzobispos acompañaron al Santísimo Sacramento. Por la noche hubo gran festejo con fuegos y luminarias. Al día siguiente los reyes fueron a comer al convento. La fiesta continuó hasta el día 6, en que se celebraron las exequias de la reina Margarita.
Antes de que le llegara la muerte, la reina Margarita se había encargado de escribir cartas con peticiones para el convento, y así fue como llegaron de diversos puntos de España y del extranjero grandes y suntuosos regalos y donativos. La reina había hecho donación de un regalo insólito, cuyo significado aún no aciertan a descubrir los historiadores: la cama donde había nacido su hijo, el futuro rey Felipe IV.
Las monjas de este convento fueron favorecidas con los derechos sobre unas minas de plata descubiertas por entonces. Pero el dinero obtenido debían emplearlo en mandar hacer una arqueta para guardar el Santísimo Sacramento el día de Jueves Santo.
Durante los siglos XVIII y XIX continúa la historia del monasterio, llena de anécdotas. Así por ejemplo, se sabe que Manuel Godoy, valido de Carlos IV, acudía todos los días a la misa de la iglesia del monasterio dando un paseo desde su residencia, el Palacio del Marqués de Grimaldi (antiguo Ministerio de Marina). Cuando José Bonaparte residió en Madrid en calidad de rey, apareció un día en la verja del monasterio un gato ahorcado con un escrito: «Si no lías pronto el hato, / te verás como este gato».
En el siglo XIX el religioso y compositor madrileño Lorenzo Román Nielfa fue profesor de música en el convento, dejando a su muerte como legado para la Encarnación su biblioteca musical, que contiene obras de maestros de los siglos XVI y XVII.
El monasterio fue abierto al público en 1965. En la década de 1960 se instaló en la plaza exterior de la iglesia una estatua de Lope de Vega, obra de Mateo Inurria. 

El edificio
El autor de la iglesia y de la parte conventual fue el arquitecto de la corte fray Alberto de la Madre de Dios. Destaca la fachada principal, de severas líneas herrerianas. La documentación notarial recopilada por Agustín Bustamante en su artículo de 1975 deja bien clara la autoría del proyecto. En 1611 se dice que «el padre fray Alberto de la Madre de Dios, religioso carmelita descalzo que por mandado de la Reina nuestra señora ha trazado la dicha obra».​
Interior de la iglesia

En otra escritura del mismo año se comenta que:
Gerónimo Fernández, maestro vecino de esta villa de Madrid, digo que yo me he concertado con el padre fray Alberto de la Madre de Dios, religioso profeso de los carmelitas descalzos a cuyo cargo esta la traza y disposicion de la fabrica del monasterio real que por mandado de la reina nuestra señora que santa gloria haya se començo y a de acabar en el sitio del Campillo de esta villa de Madrid de hacen en el toda la carpintería que fuere necesaria… Ytem toda esta obra… ha de ser… a contento y satisfacion del dicho padre fray Alberto de la Madre de Dios o de Pedro de Liçargarate o de la persona que cuidare della y todas las dudas que ansi en este concierto como en el modo de obrar ubiere an de ser resueltas por el padre fray Alberto de la Madre de Dios. ​
En una escritura de 1613 se indica: «En la villa de Madrid a diez y seis días del mes de agosto de mil y seiscientos e treze años… parecio presente el padre fray Alberto de la Madre de Dios, relixioso profeso de la orden de los carmelitas descalzos que por mandado de la rreina nuestra señora que santa gloria aya tiene la superintendencia de la obra rreal del monasterio que se fabrica en el sitio del campillo desta villa de Madrid, por la traza que para ello a dado dicho fray Alberto de la Madre de Dios…​».
Finalmente, en otra escritura de 1613 se indica que los escudos y el relieve de la fachada deben realizarse a satisfacción de fray Alberto:
… nos obligamos yo el dicho Alonso de Carbonel hacer los dos escudos de armas que se an de poner en la fachada del convento nuevo los quales an de ser del tamaño que esta en la montea y conforme a la traça y por mayor para ello se me diere y de mármol el qual en la cantidad necesaria se me a de dar y entregar en mi casa por quenta de los gastos de la dicha obra y después de acabados los dichos escudos … Demas de lo que yo el dicho Alonso de Carbonell tengo que hacer la imagen de Nuestra señora con su ystorica en el frontispicio de un Espiritu santo y angel que se eche de ver ser la ymajen de la Encarnacion, la qual también a de ser de mármol … y antes de hacer dicha ymajen tengo de hacer modelo della a satisfacion del padre fray Alberto de la Madre de Dios por cuya traça se fabrica dicho monasterio…​
La portada que diseña fray Alberto es una de las obras que más ha influido en la arquitectura española, precedida por el compás, o patio exterior, muestra los escudos de la reina Margarita y un relieve de La Anunciación en mármol, obra del escultor catalán Antonio de Riera. La iglesia tiene planta de cruz latina. También es muy interesante la anteplaza que precede a la portada de la iglesia, muy común en todas las obras de este arquitecto religioso.
En el siglo XVIII fue reformado el interior de la iglesia por Ventura Rodríguez, quien se encargó de su decoración, junto con otros pintores y escultores neoclásicos, con nuevos retablos y varios lienzos importantes. La parte arquitectónica está labrada en jaspes, mármoles y bronces dorados. A lo largo de toda la nave pueden verse una serie de lienzos con el tema de la vida de san Agustín, que se complementan con los frescos de la bóveda de la capilla mayor, obra de Francisco Bayeu.
En el centro del retablo mayor puede verse el cuadro de La Anunciación de Vicente Carducho, enmarcado por sendos pares de columnas corintias, y a ambos lados las imágenes de San Agustín y su madre Santa Mónica, del estilo de Gregorio Fernández.
El tabernáculo es una obra maestra de Ventura Rodríguez. Las pequeñas estatuas de los Santos Doctores que lo adornan son obra de Isidro Carnicero, lo mismo que el relieve del Salvador que tiene la puertecita.
El monasterio posee una importante colección de pintura y escultura destacando las obras de Lucas Jordán, Juan van der Hamen, Pedro de Mena, José de Mora (Dolorosa), y Gregorio Fernández (Cristo Yacente y Cristo atado a la columna).
Altar Mayor
 

Cúpula de la iglesia. 


Real Basílica-Santuario de la Vera Cruz​
Es una basílica católica situada en la ciudad de Caravaca de la Cruz (Región de Murcia, España).
Se comenzó a construir en 1617, con diseños del importante arquitecto cortesano fray Alberto de la Madre de Dios, en el interior del castillo, en lo alto de una colina, en el estilo que imperaba en el primer Barroco, sobre una antigua capilla medieval que albergaba un Lignum Crucis, es decir, un fragmento de la verdadera cruz en la que Jesucristo fue crucificado. Se terminó en 1703.
Desde abril de 1939, recién acabada la Guerra Civil, fue utilizado durante un tiempo como campo de concentración de prisioneros republicanos por el régimen de Franco. ​
Antiguo Santuario, en donde se venera la famosa Cruz de Caravaca, ya desde el siglo XIII tuvieron lugar las primeras peregrinaciones que continuarían a lo largo de los siglos. Se convirtió en Basílica Menor el 2 de febrero de 2008, según decreto del papa Benedicto XVI de 3 de diciembre de 2007.
Asimismo, desde 2003 y repitiéndose cada siete años, tiene el privilegio de celebrar perpetuamente un Año Jubilar, concedido por el papa Juan Pablo II en enero de 1998. Este Jubileo perpetuo solo se da en otros cuatro lugares en el mundo: Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela y Santo Toribio de Liébana.
Tiene planta de cruz latina y la fachada principal, realizada con mármoles de la zona, es uno de los mejores ejemplares barrocos de la región. Está declarada Monumento Histórico-Artístico Nacional desde 1944.
El interior del templo se divide en tres naves, de estilo post-herreriano, caracterizado por la robustez y severidad de los paramentos, creando una sensación de rigidez en contraposición con la fachada. A la sacristía se accede por el lado del Evangelio, mientras que en la Epístola se encuentra la capilla de la Vera Cruz de Caravaca. El cuerpo superior se organiza a modo de deambulatorio que permite contemplar el resto de la iglesia. Posee un órgano en el coro alto, construido en 1776 por el maestro José Folch y seriamente dañado durante la Guerra Civil. Su restauración se llevó a cabo en 2003 y acompaña a los actos religiosos de mayor importancia.
La fachada de la Basílica se realizó en el siglo XVIII con mármoles de la zona, predominando el mármol jaspe, superpuestos al plano de sillería. En ella observamos elementos florales, juegos volumétricos de cornisas e impostas (propios de la teatralidad del Barroco), el uso de los estípites en los conjuntos columnarios, un escudo Real sobre el acceso y otros elementos como la concha de la Orden de Santiago, en alusión a su inequívoca relación con Caravaca. En la hornacina que preside la fachada se encuentra una talla de la Patrona de la ciudad, la Vera Cruz. Como remate superior se curva la cornisa y se organizan siete pináculos. En la parte inferior, a cada lado, quedan talladas dos bestias entre composiciones florales, conocidas por el pueblo de Caravaca como los Dragones Rojos (debido al color del mármol empleado).
Interior de la Basílica de la Vera Cruz de Caravaca
 
PEDRO SÁNCHEZ (1569-1633)
Arquitecto español de los siglos XVI y XVII. Hermano jesuita, tracista y maestro de obras, fue el introductor en España (según Virginia Tovar) de las novedades estructurales del incipiente Barroco romano, y el creador del modelo de arquitectura jesuítica más extendido en la España del siglo XVII, de nave única, capillas laterales con tribuna sobre ellas y cúpula sobre el crucero.
Pedro Sánchez fue autor de la iglesia de los santos Justo y Pastor de Granada, de 1614, en cuya cúpula se revela la influencia escurialense enmascarada bajo la decoración de yesería al modo andaluz. Suyas son también las iglesias de planta centralizada del Colegio de san Hermenegildo de Sevilla (1614), y del Colegio de San Sebastián de Málaga (1626-1630). La primera presenta planta elipsoidal inserta en un rectángulo, sobre un modelo clasicista derivado de Diego de Siloé en lo decorativo y de Vignola (iglesia de santa Ana de los Palafreneros, Roma), en lo que a la planta se refiere, si bien trasladando a la bóveda la forma ovalada con un dinamismo del que carece el modelo, jugando en los muros con arcos y hornacinas. En Málaga prefiere en cambio una planta circular con capillas en torno a la nave inscribiéndose el conjunto en un cuadrado.
En 1619 viajó a Madrid, donde aparece definitivamente asentado en 1623, dando paso con su formación andaluza a la creación de un modelo arquitectónico alternativo al clasicismo escurialense de Juan Gómez de Mora, dominante en la capital. A él se deben las plantas de la iglesia del Noviciado de Madrid (1619), destruida al transformarse en el siglo XIX en paraninfo de la Universidad Central, y del Colegio Imperial, actual Colegiata de San Isidro, proyectada hacia 1622 y ejecutada por el hermano Bautista. También en Madrid, dio la traza de la iglesia de San Antonio de los Portugueses (1624), de planta oval, siguiendo la fórmula que él mismo había experimentado en el colegio sevillano de San Hermenegildo, tomando como modelo a Serlio y realzando el valor arquitectónico de la cúpula y el dinamismo de la planta, a la vez que los elementos decorativos alcanzan un valor esencial. Sánchez conjuga aquí la planta centralizada con el modelo longitudinal localizando la entrada y el presbiterio en los extremos del eje mayor, creando de este modo una amplia planta congregacional. Las adiciones de elementos decorativos en yeso y pinturas y la neta diferenciación entre el exterior y el interior son características también del hacer arquitectónico de Pedro Sánchez, ensayadas de modo semejante en San Hermenegildo de Sevilla.
Un modelo de planta semejante y anterior al de la iglesia del Colegio Imperial sigue la iglesia de San Ildefonso de Toledo, actualmente de San Juan Bautista, posiblemente proyectada en 1619 pero cuyas obras no se iniciaron hasta 1629, concluyéndola el hermano Bautista, responsable de su fachada. Su gusto por las plantas centralizadas se manifiesta aquí en las dos sacristías ovales que se disponen a los lados del presbiterio.
 
Iglesia del Santísimo Cristo de la Salud 
Es una iglesia del culto  católico  situada en la ciudad andaluza de Málaga,  España. Este edificio data de los siglos XVI y XVII y fue construido por la Compañía de Jesús.
Se encuentra en la confluencia entre la Calle Compañía y la Plaza de la Constitución del centro histórico, y se sitúa entre la Escuela de San Telmo, sede del Ateneo de Málaga; y el Anexo del Palacio de Villalón, que forma parte del Museo de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza.
En esta iglesia se encuentra la sede canónica de la Cofradía de los Estudiantes, que sale en la Semana Santa de Málaga, la Hermandad de la Esclavitud Dolorosa y la Asociación del Cristo de la Salud, patrón y protector de Málaga y su Ayuntamiento.
Los jesuitas se establecieron en esta zona de la ciudad junto a una ermita dedicada a San Sebastián, cuyas pequeñas dimensiones hicieron necesaria la construcción de un templo. ​La iglesia es obra de Pedro Sánchez, que diseñó este edificio barroco de planta octogonal sobre un solar donado por el obispo Blanco Salcedo en 1572. Fue inaugurada el 28 de noviembre de 1630. Los jesuítas Ángel Cortés y Díaz de Ribero diseñan el retablo mayor y el tabernáculo. La portada principal data de los años 1659 y 1660 y los retablos de San Ignacio y de San Francisco Javier son de 1672 y 1678. Al siglo siguiente, José Martín de Aldehuela abre una pequeña capilla en medio del retablo dedicado a San Pedro. ​
Tras la desamortización y la expulsión de los jesuitas en la 1767, la iglesia fue transferida al Montepío de Socorro, que regentaba la parcela vecina de la Casa del Consulado y la Escuela de San Telmo. En 1790 pasaron a manos de la Sociedad Económica de Amigos del País.
A mediados del siglo XIX se creó el Patronato del Santo Cristo de la Salud. En 1849 la imagen titular fue situada en el hueco que antes ocupaba la imagen de San Pedro. Ésta consiste en una talla obra de José Micael y Alfaro de 1633 y consiste en la imagen de Jesús atada a la columna. A esta talla se le atribuye la curación milagrosa que se dio en la ciudad en el año 1649 cuando apareció durante una epidemia.
En esta iglesia se encontraba la sepultura de Pedro de Mena, actualmente en la abadía cisterciense de Santa Ana. ​
Tras muchos años sin ser intervenida, el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico desarrolla un Proyecto de Conservación​ que conserva, actualiza y musealiza la iglesia y sus bienes muebles asociados. Las obras se ejecutan de junio del año 2013 a noviembre del año 2014. La iglesia vuelve al culto en enero de 2016. ​
En el año 2015 es declarada Bien de Interés Cultural con la tipología de Monumento, junto con los demás edificios que constituyen el Antiguo Colegio Jesuita de San Sebastián. ​ 

Iglesia de San Antonio de los Alemanes
Fundada como iglesia de San Antonio de los Portugueses, es una iglesia situada en el distrito Centro de Madrid (España), en la conjunción de la calle de la Puebla con la corredera Baja de San Pablo. Ejemplo claro del barroco madrileño, se emplearon en su construcción materiales de bajo coste como el ladrillo y el yeso, con una fachada sobria y chapitel. La principal novedad de esta iglesia es su planta elíptica, una de las pocas que hay en España, así como el hecho de que está enteramente pintada al fresco, tanto la cúpula como las paredes. Su fachada principal, coronada por una estatua del titular, es de un sobrio estilo post-herreriano.
Todos los domingos y fiestas de precepto hay una misa enteramente en alemán y otra enteramente en portugués.
La construcción de la iglesia de san Antonio de los Alemanes se inició en 1624, prolongándose las obras hasta 1633. Se edificó como complemento del Hospital de San Antonio de los Portugueses, creado en 1606 por el rey Felipe III.
Una de sus curiosidades, similar a otras iglesias madrileñas, es que presenta un chapitel en forma octogonal al exterior. Estos chapiteles, son en verdad cúpulas, las llamadas cúpulas encamonadas, elaboradas con materiales ligeros como madera o yeso. Normalmente no se trasdosan al exterior, sino que se cubren con chapiteles del tipo que comentamos. Cuestiones económicas motivaron la aparición de esta peculiar forma arquitectónica, ya que las dificultades que atravesó España durante el siglo XVII no permitían gastos excesivos. Sin embargo, la fórmula no renunciaba a la vistosidad puesto que el interior podía ir decorado, a veces de modo fastuoso como sucede en este templo.
Inicialmente fue fundado como hospital para portugueses, cuando Portugal era parte de los reinos hispánicos bajo los Austrias. La reina Mariana de Austria, segunda mujer de Felipe IV, cuando ya Portugal dejó de formar parte del Imperio español, lo cedió en el año 1668 a la comunidad de católicos alemanes, numerosa en la Corte desde la llegada de la reina consorte Mariana de Neoburgo, cambiando el nombre del hospital y de la iglesia. Aun así conservó la advocación de San Antonio de Padua, santo portugués. ​
La iglesia y el hospital pasaron a pertenecer desde el 1701 a la Hermandad del Refugio. Esta institución tenía el compromiso de prestar ayuda a los necesitados de Madrid. Un sacerdote y dos seglares de la hermandad, salían a las calles para buscar mendigos a los que ofrecer agua, pan blanco y un huevo duro. Se conserva todavía la plantilla de madera cuyo agujero servía para desestimar el huevo si por allí entraba, pronunciando la famosa frase: Si pasa, no pasa, lo que indicaba que el huevo era demasiado pequeño para el prestigio de la Hermandad a la que han pertenecido los reyes de España desde siempre, incluidos los actuales.
El interior de la iglesia es un perfecto ejemplo de ilusionismo barroco, en el que la pintura al fresco se une a la arquitectura y las esculturas de los retablos para crear un efecto de lujo, movimiento y colorido.
Los frescos son sin duda el elemento más llamativo, y cubren todas las paredes desde el techo hasta el suelo. Las pinturas del centro de la cúpula narran la Apoteosis de San Antonio, con el santo portugués ascendiendo al cielo rodeado de ángeles. Esta parte de la obra fue realizada por Juan Carreño de Miranda y se sitúa encima de una rica arquitectura fingida a modo de basamento o tambor, obra de Francisco Rizi, con columnas salomónicas y frontones acaracolados. Rizi también pintó los santos portugueses localizados en el primer anillo de la cúpula.
Los muros curvos de la iglesia fueron decorados por Luca Giordano, que pintó al fresco varios milagros del Santo, como El milagro de la mula o San Antonio curando la pierna que un joven había perdido al dar una patada a su madre, y una serie de santos reyes entre los que se encuentran el emperador Enrique II de Alemania, Luis IX de Francia y San Esteban de Hungría. Los seis altares, situados en arcos-hornacina de medio punto, fueron realizados por varios artistas como el propio Giordano, autor del situado a la derecha del principal, dedicado al Calvario; Eugenio Cajés pintó el de Santa Engracia. El vizcaíno Nicolás de la Cuadra pintó en 1702 los retratos de los reyes, desde Felipe III a Felipe V más las reinas María Ana de Neoburgo y María Luisa Gabriela de Saboya, situados sobre las hornacinas de los altares en barrocos marcos ovales, retratos anteriormente atribuidos a Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia, quien pudiera ser autor del retrato de la reina Mariana de Austria. ​
El retablo mayor sustituye a uno barroco, eliminado durante el Neoclasicismo. En él se encuentra la excelente escultura de San Antonio con el Niño, obra maestra de Manuel Pereira, y una gloria de ángeles, obra de Francisco Gutiérrez.
En la cripta de la iglesia de San Antonio de los Alemanes descansan los restos de dos infantas de Castilla. Los restos de las dos infantas fueron trasladados a la iglesia de San Antonio en 1869, procedentes del convento de Santo Domingo el Real de Madrid, que había sido demolido ese mismo año. Las dos infantas cuyos restos mortales yacen en la cripta son: ​·       Berenguela de Castilla (1253-1300), hija de Alfonso X el Sabio y de Violante de Aragón. ​
·       Constanza de Castilla (1308-1310), hija de Fernando IV de Castilla y de Constanza de Portugal.
En la cripta también se encuentra colocada desde 2006 una estatua de bronce que representa a San Pedro Poveda, obra del escultor Pedro Requejo Novoa.
La iglesia de San Ildefonso es una iglesia de estilo barroco localizada en el centro del casco histórico de la ciudad de Toledo, España. También es conocida como la iglesia de los jesuitas y se encuentra consagrada a san Ildefonso de Toledo, patrón de la ciudad y Padre de la Iglesia.
Apoteosis de san Antonio, pinturas de la bóveda por Juan Carreño de Miranda y Francisco Rizi.
 

Su construcción, que se prolongaría durante más de cien años, comenzó en el año 1629, sobre unos terrenos adquiridos por los jesuitas de Toledo en 1569 donde se encontraban las casas de Juan Hurtado de Mendoza Rojas y Guzmán, conde de Orgaz, ​ y que había sido asimismo el lugar natal de san Ildefonso. Pedro y Estefanía Manrique, miembros de la alta nobleza castellana, fueron los impulsores de la erección del templo, como quedó escrito en los documentos fundacionales:
Por cuanto se tiene por tradición que el glorioso san Ildefonso, arzobispo y patrono de la ciudad, nació en estas casa donde ahora hacemos esta fundación, y por la mucha devoción que nos, don Pedro y doña Estefanía Manrique, tenemos a este glorioso santo, queremos y es nuestra voluntad que la advocación de la dicha iglesia, que así se ha de labrar, sea de este glorioso santo y que su imagen se ponga en el retablo del altar mayor en el lugar más principal.
Documento fundacional. ​ 
Con un diseño que seguía el modelo de planta de las iglesias jesuitas de Palencia y de Alcalá de Henares y también el de la iglesia del Gesù, que se encuentra en la ciudad de Roma y es la principal iglesia de la Compañía de Jesús. Dicha traza ha sido atribuida a Juan Bautista Monegro, por aquel entonces maestro mayor de la catedral. Sin embargo, no fue él quien se encargaría de la construcción del templo, sino Pedro Sánchez, un hermano jesuita, por lo que los diseños originales fueron modificados, lo que conllevó cambios en la fachada y en la cabecera. El arquitecto jesuita Pedro Sánchez murió pocos años después, en el año 1633, y fue sustituido por otro compañero de su orden, Francisco Bautista, a quien se debe la fachada retablo de estilo también barroco, que domina la ciudad desde su elevada posición. Pasados varios lustros, en el año 1669, Bautista dejaría su lugar a Bartolomé Zumbigo, arquitecto natural de Toledo, quien terminó las torres y la fachada. Ya entrado el siglo XVIII, en 1718 se consagró la todavía incompleta obra, a la que le faltaban aún por terminar la sacristía, la capilla mayor y el ochavo, que contiene el relicario. Casi medio siglo después, en 1765, por fin se pudo concluir la construcción del templo, que en su tramo final había sido dirigida por José Hernández Sierra, arquitecto de Salamanca. ​ Desgraciadamente para la orden de los jesuitas, tan sólo dos años después fueron expulsados de España por orden del rey Carlos III bajo la acusación de haber sido los instigadores del Motín de Esquilache, que había tenido lugar en 1766. ​ La Compañía de Jesús no recuperó la iglesia hasta el siglo XX. ​

Descripción
Enclavada entre la calle de San Román y la calle Alfonso XII, la iglesia presenta una orientación noroeste-suroeste, de tal modo que su fachada frontal queda dirigida hacia la catedral de Toledo. El interior de la iglesia, con su nave principal con forma de planta de cruz latina, es de grandes dimensiones y de color blanco. En dicha nave destaca la elevada cúpula sobre el crucero. En el transepto se encuentran dos grandes retablos barrocos. De ellos, originarios de la iglesia de san Juan Bautista, hoy desaparecida, uno es San José obrero con el Niño, obra de Germán López Mejía; y el otro es El Bautismo de Cristo, del artista Alonso de Arco y fechado en 1702. A ambos lados de la nave principal se encuentran comunicadas entre sí sendas hileras de cuatro capillas menores cada una, decoradas profusamente en estilos barroco y rococó. ​ Las capillas del lado noreste del edificio, en orden desde el transepto, están dedicadas a la Virgen de Fátima, a san Francisco Javier, al Santísimo Cristo Crucificado y a san Francisco de Borja. Del lado suroeste se encuentran las dedicadas a la Inmaculada, a la Dolorosa, a san Ignacio de Loyola y al Cristo de los Mártires. En una esquina del templo se encuentra la capilla ochavada en la que se guardan y veneran las reliquias de la iglesia. De paredes oscuras y rojas y coronadas por su propia pequeña cúpula, esta capilla alberga además la figura de la Virgen del Socorro, que también es obra de Germán López Mejía. Gobernando la nave tras el altar mayor, la iglesia de San Ildefonso cuenta con un retablo que es una pintura al fresco —realizada por Alejandro y Luis González Velázquez—​ que presenta trampantojos y que relata la descensión de la Virgen sobre san Ildefonso para la imposición de la casulla. Bajo el retablo de ilusionismo arquitectónico y tras el altar está situado un tabernáculo de madera dorada que presenta una talla de la crucifixión. A lo largo de toda la nave se hallan distribuidas catorce estatuas dedicadas principalmente a los apóstoles y que fueron esculpidas, como uno de los retablos y la Virgen del Socorro, por Germán López Mejía. ​
La parte exterior de la cúpula, debido a sus dimensiones y a la localización de la iglesia, es uno de los puntos más altos de Toledo, junto a la catedral de Santa María y al alcázar, hacia los que tiene vistas notables, igual que las torres, que son visitables. En una de las torres se pueden ver tres campanas de bronce. ​ En la fachada se pueden observar varios adornos destacables. Sobre la puerta principal original, que aún se conserva, se encuentra un bajorrelieve que representa, igual que el retablo mayor, la descensión de la Virgen sobre san Ildefonso, obra de Diego Rodríguez de Luna. ​ Por encima de él está situada la vidriera, y alrededor de ellos hay cinco estatuas, realizadas por Mattia Carmannini y Félix Bambi, ​ cuyas hornacinas se encuentran flanqueadas por cuatro altas columnas corintias. En la fachada está, en homenaje a los hermanos Pedro y Estefanía Manrique, el escudo de la familia Manrique de Castilla.

Colegiata de san Isidro
También llamada Colegiata de san Isidro el Real, es un templo de culto católico situado en el casco histórico de la ciudad española de Madrid, en el número 37 de la calle de Toledo. Fue la catedral provisional de la ciudad hasta 1993, año en el que se consagró la Catedral de la Almudena.
El edificio fue construido en el siglo XVII como iglesia del antiguo Colegio Imperial de la Compañía de Jesús, que se encuentra anexo al edificio. En ella se custodian los restos mortales de san Isidro, patrón de Madrid, y de su esposa, santa María de la Cabeza.
El templo se debe a un diseño del año 1620, obra del arquitecto Pedro Sánchez. Las obras, que comenzaron dos años después, fueron dirigidas por este maestro hasta 1633 y continuadas posteriormente por Francisco Bautista y Melchor de Bueras, quienes finalizaron la construcción en 1664. ​
La iglesia sustituyó a la parroquia de san Pedro y san Pablo, del siglo XVI, que fue demolida, junto al primitivo Colegio Imperial, siguiendo las instrucciones dejadas en su testamento por María de Austria (1528-1603), hija del emperador y rey de España Carlos I. La Emperatriz legó su fortuna a la Compañía de Jesús con el propósito de que se construyera un edificio de nueva planta sobre el solar de la iglesia derribada.
El templo fue consagrado el 23 de septiembre de 1651, trece años antes de su conclusión, quedando adscrito a la citada orden religiosa e inicialmente dedicado a san Francisco Javier. En 1767, con la expulsión de los jesuitas, se transformó en colegiata.
Dos años después, por orden del rey Carlos III quedó bajo la advocación de san Isidro, coincidiendo con el traslado del cuerpo incorrupto del santo desde la iglesia de san Andrés, donde se custodiaba desde el siglo XVI en la capilla del Obispo. También fueron trasladadas desde el Oratorio de la Casa de la Villa las reliquias de su esposa, santa María de la Cabeza. Ambos sagrados restos están custodiados por la Real, Muy Ilustre y Primitiva Congregación de San Isidro de Naturales de Madrid.
Su interior fue reformado en ocasión a la nueva advocación por el arquitecto neoclásico Ventura Rodríguez, que proyectó un nuevo presbiterio y el retablo del altar mayor, además de una rica decoración. ​
En 1885, con la constitución de la diócesis de Madrid, pasó a ser la catedral provisional de esta ciudad, rango que ostentó durante más de un siglo, hasta 1993, cuando se concluyó la actual catedral de santa María de la Almudena y san Isidro recuperó la condición de colegiata. Precisamente en las escaleras del templo cayó abatido a tiros el primer obispo de la diócesis, Narciso Martínez Izquierdo el 18 de abril de 1886, asesinado por el sacerdote Cayetano Galeote. ​
Estatuas de san Isidro y santa María de la Cabeza en la fachada
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En 1936, el edificio fue incendiado nada más comenzar la Guerra Civil Española. El fuego destruyó numerosas obras de arte, entre ellas el retablo mayor, así como lienzos de Francisco Ricci o Luca Giordano. El incendio también provocó el hundimiento de la cúpula, la primera encamonada de la arquitectura española (estructura de madera –a base de camones– y casquete de yeso colgado). Las crónicas posteriores, en su afán literario por engrandecer la tragedia, hablan de manera errónea de la destrucción de toda la cubierta. Esto se demostró falso a raíz de una investigación llevada a cabo por alumnos de la Escuela de Arquitectura de Madrid: solo se hundió el casquete y la linterna de la cúpula, el resto de cubiertas son originales. ​ Sin embargo, la destrucción de numerosas imágenes, retablos (incluyendo el mayor), pinturas y los daños en la propia estructura del templo fueron muy grandes.
Tras la contienda, todo el templo fue restaurado. El proceso se desarrolló lentamente a lo largo de dos décadas, intentando recuperar en lo posible los elementos originales, hasta culminar en la década de 1960 con la elevación de un tramo nuevo en las torres de la fachada principal, según proyecto del arquitecto Javier Barroso, quien dirigió todo el proceso. Asimismo se hizo una réplica fiel del retablo mayor de Ventura Rodríguez, por la casa Granda.
El templo albergó, hasta la finalización de las obras de la catedral de la Almudena, las imágenes de la Virgen de la Almudena, patrona de Madrid, así como el Cristo de la Buena Muerte, obra magistral de Juan de Mesa. Ambas imágenes fueron trasladadas a la nueva catedral tras su consagración.
Desde 1978 el templo es sede canónica de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de la Esperanza Macarena, que recoge el testigo de estas dos devociones sevillanas y efectúa su salida procesional de Semana Santa en la tarde del Jueves Santo.
Interior del templo hacia la cabecera.
 

Descripción
La colegiata de san Isidro es uno de los edificios más representativos de la arquitectura religiosa madrileña del siglo XVII. Fue levantado en estilo barroco por arquitectos jesuitas, que siguieron el modelo definido en la iglesia del Gesù, de Roma. Su planta de cruz latina de una sola nave, con capillas laterales, crucero y cúpula, denota esta influencia.
La fachada principal, que da a la calle de Toledo, destaca por su aire monumental con reminiscencias palaciales. Realizada en granito, integra un cuerpo central de cuatro columnas corintias, presidido por un grupo escultórico con las efigies de san Isidro y su esposa santa María de la Cabeza. Los capiteles que coronan las columnas son los característicos de Francisco Bautista, quien utilizó en los mismos elementos decorativos personales, como la doble hilera de hojas de acanto con molduras de ovas. A ambos lados de este cuerpo central se alzan dos pares de pilastras, igualmente corintias, que configuran la vertical de las torres. Estas son de planta cuadrada y presentan balaustrada intermedia. Están rematadas por chapiteles octogonales, que terminan en aguja, añadidos durante la reforma del siglo XX.
Sobre el crucero se levanta la cúpula, igualmente diseñada por Bautista. Es el primer ejemplo de cúpula encamonada, un tipo de falsa cúpula trazada sobre un armazón de madera recubierto de yeso, que, dada su ligereza, facilita su apoyo sobre muros de escaso grosor. La fórmula, ideada por Bautista como medida de abaratamiento de costes, se extendió rápidamente a otras construcciones madrileñas del siglo XVII.
Cúpula de la capilla de Jesús del Gran Poder.
 

El interior del templo, rico en obras de arte, perdió gran parte de las mismas en el incendio de 1936. Se salvaron, no obstante, el sarcófago con las reliquias de san Isidro y algunas pinturas y esculturas; así, un excelente retablo presidido por La Sagrada Familia, también llamado Las dos Trinidades, lienzo de Sebastián Herrera Barnuevo, considerada la obra maestra de este artista, en la capilla del Pilar; o varios cuadros del maestro barroco Francisco Ricci, entre ellos el que representa La conversión de san Francisco de Borja, en el retablo del brazo izquierdo del crucero. ​ Destaca también la decoración y retablo de la capilla del Jesús del Gran Poder, de exuberancia típicamente barroca y en la que intervinieron Claudio Coello y Francisco Ricci. La capilla de la Dormición muestra, por su parte, un valioso retablo pictórico del siglo XVI y como banco del mismo, un movido relieve escultórico de la Dormición de María, excelente conjunto del barroco madrileño del siglo XVII. En la nave mayor, frente al presbiterio, sobresale el púlpito, realizado en una combinación de mármoles polícromos.
El grandioso retablo mayor, que había sido trazado por Ventura Rodríguez, y que contenía esculturas y pinturas de Manuel Pereira, Juan Pascual de Mena y Anton Raphaël Mengs, entre otros, fue pasto de las llamas. No obstante, fue reproducido fielmente en sus formas en el actual retablo por los artistas José Lapayesse y Félix Granda tras la Guerra Civil. En sendas urnas mortuorias dentro del mismo, descansan los restos del santo patrono de Madrid y de su mujer, salvados del fuego.  ​
Retablo de la capilla del Pilar, con el cuadro de Herrera Barnuevo representando La Sagrada Familia (siglo XXVII).

Francisco Rizi: San Francisco de Borja, 1658. 

FRANCISCO BAUTISTA (Murcia, 1594-Madrid, 20 de diciembre de 1679)
Fue un hermano jesuita y arquitecto barroco español.
Con un estilo monumental y un empleo barroquizante de los órdenes clásicos, que revela una concepción de la arquitectura próxima a lo romano, el hermano Bautista trabajó principalmente, aunque no exclusivamente, para su orden. ​ Su actividad artística conocida comienza en Alcalá de Henares en torno a 1622, trabajando como escultor y carpintero en la Iglesia del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús, donde le corresponde el gran retablo mayor. Poco posterior, en la iglesia de las Bernardas, de planta oval, introdujo en España el tipo de retablo exento o baldaquino, por adaptarse mejor al tipo de planta. ​
En 1633, a la muerte del también jesuita Pedro Sánchez, se hizo cargo de la construcción de la iglesia del Colegio Imperial de Madrid en la que según fray Lorenzo de San Nicolás empleó por primera vez en España una cúpula encamonada para cubrir el crucero. ​ Aunque iniciada la obra conforme a las trazas dadas por el padre Sánchez, a su muerte apenas se había pasado de los cimientos correspondiendo al hermano Bautista el alzado completo, la fachada, con sus medias columnas de orden gigante al modo de Miguel Ángel, y su decoración original, en la que también empleó por primera vez el orden dórico con capitel toscano alargado y filas de hojas corintias, ​ lo que se conocerá como orden del hermano Bautista o sexto orden. También suya es la anexa capilla del Buen Consejo, construida entre 1660 y 1665, cubierta con un evolucionado chapitel piramidal. 
Con Pedro de la Torre, que se encargó de su ejecución, proporcionó en 1645 las trazas para el retablo del santuario de la Virgen de la Fuencisla en Segovia, en el que innovaban una nueva tipología de retablo-camarín con un gran nicho para acoger la imagen de la Virgen, ​ un tipo de retablo con el que llegará su influencia, a través de Pedro de la Torre, al retablo del apóstol Santiago en la catedral compostelana. ​
Un chapitel agudo con buhardillas cubre también la capilla del Cristo de los Dolores de la Venerable Orden Tercera de San Francisco, pequeño templo de una nave y capilla mayor cuadrada junto a la iglesia de San Francisco el Grande, construido entre 1662 y 1665. La más personal de sus creaciones según Elías Tormo y enfatizando los elementos geométricos, todo en su planta y alzado parece concebido según Antonio Bonet Correa para alojar el abstracto y esquemático retablo-baldaquino con la imagen del Cristo de los Dolores, copia libre del Cristo de Serradilla. ​
La iglesia de San Ildefonso o de los jesuitas de Toledo, comenzada en 1629 con trazas de Pedro Sánchez, será otra de las obras de cuya continuación se encargue a su muerte (1633) el hermano Bautista, pero en este caso quedó inacabada cuando a su vez él murió en 1679 y siguió trabajándose en ella hasta bien entrado el siglo XVIII. Con el hermano Bautista ha de relacionarse también la desaparecida iglesia del Noviciado de Madrid, luego —totalmente transformada— paraninfo de la Universidad Central. Posterior al plano de Teixeira (1656), en el que únicamente estaban construidos los cimientos, la iglesia, conocido su aspecto exterior por algún grabado, era de las más amplias de Madrid, de planta de cruz latina y cúpula de buenas proporciones, de la que Antonio Ponz hablaba con cierto desdén por el uso licencioso de los órdenes clásicos en su interior. 

Iglesia de Santa María o de Santa María la Mayor 
Es la denominación que han tenido a lo largo de la historia dos edificios en la ciudad de Alcalá de Henares.
De la antigua iglesia de Santa María, localizada al sur de la Plaza de Cervantes, frente al Ayuntamiento, únicamente queda el diseño de su planta marcado en el suelo y dos partes que han sido restauradas: la torre y una capilla. Ésta, denominada Capilla del Oidor, de decoración mudéjar, contiene una pila bautismal especialmente celebrada por ser en la que se bautizó Miguel de Cervantes; actualmente se destina a exposiciones temporales y al centro de interpretación "Universos de Cervantes".​
La capilla se construyó a comienzos del siglo XV por mandato de Pedro Díaz de Toledo, "relator u oidor" del rey Juan II de Castilla, en lo que por entonces era una ermita bajo la advocación de San Juan de los Caballeros o de Letrán, y que en 1454 el obispo Carrillo convirtió en iglesia bajo la advocación de Santa María.
Durante siglos, las torres de Santa María y de los Santos Niños representaron la dualidad institucional de Ayuntamiento y Universidad; la primera como iglesia parroquial y la segunda como "Magistral".
Ese edificio, iniciado en 1567, interrumpió su construcción hasta 1602-1620, cuando gracias a donaciones de la familia Mendoza se dio por terminado, a falta de la fachada. Su estilo es el convencional de las iglesias jesuíticas de influencia italiana. Los arquitectos que trabajaron en las obras fueron primero Bartolomé de Bustamante y posteriormente Francisco de Mora.
En la fachada destacan cuatro estatuas de Manuel Pereira: San Pedro, San Pablo, San Ignacio y San Francisco Javier. La vinculación a los Mendoza se atestigua con la presencia de su escudo heráldico. El retablo mayor, barroco, es obra del jesuita Francisco Bautista; sus pinturas fueron destruidas en la guerra civil y se sustituyeron por unas nuevas, del párroco​ Manuel Palero.
Anexa a la iglesia se encuentra la Capilla de las Santas Formas, del siglo XVII, decorada en 1699 por Juan Vicente Ribera, y a la que se añadió una sacristía a comienzos del siglo XVIII. 

FRAY LORENZO de San NICOLAS MARTÍN    (Madrid, 1593–id., 1679)
Fue un fraile de la Orden de Agustinos Recoletos y conocido arquitecto de la corte española durante el siglo xvii, autor de tratados de arquitectura.
Nació en Madrid en 1593, siendo bautizado ese mismo año en la parroquia de San Ginés. Era hijo de María Gerbao y de Juan Martín, también arquitecto y más tarde agustino recoleto (donde profesó con el nombre de fray Juan de Nuestra Señora de la O). Tuvo tres hermanos, los cuales murieron siendo niños. Su madre también murió en Sevilla, donde la familia se había trasladado para embarcar hacia las Indias. Después de varios traslados, Juan Martín ingresó en el convento de los agustinos descalzos de Jarandilla de la Vera, y poco después, envió al pequeño Lorenzo a Madrid a estudiar arquitectura con un maestro de obras, regresando luego junto a su padre, fray Juan de Nuestra Señora de O, que también era maestro de obras de la orden. ​
En 1609, a la edad de 16 años, ingresó en la orden agustina conforme a los deseos de su padre, sin dejar de lado su formación como arquitecto. En 1635 fue ordenado sacerdote. Fue en esta época, y hasta 1656 cuando realizó la mayoría de sus obras. Sin embargo, su mayor contribución a la arquitectura del siglo xvii fue su tratado de arquitectura, Arte y Vso de Architectvra, publicado en dos partes, la primera en 1639 y la segunda en 1665. Esta obra gozó de gran prestigio entre los arquitectos de obras eclesiásticas de distintas congregaciones, como fue el caso del arquitecto capuchino Fray Domingo de Petrés, quien la pidió a España (el único ejemplar que tenía su congregación) para poder consultarla en Colombia, donde desarrolló la mayor parte de su obra arquitectónica. ​
Sus tratados y las obras importantes que realizó le sirvieron para ser considerado un arquitecto prestigioso en España. Se le concedieron diversos títulos de honor, tales como maestro mayor de la Alhambra y de la catedral de Granada, ninguno de los cuales aceptó, aunque sí formó parte de la junta asesora de las obras de la Villa de Madrid y del Patronato Real.
Murió a la edad de 86 años, apenas cuatro años después de proyectar su última obra.
Fray Lorenzo siempre estuvo interesado en la formación de los arquitectos. Ello, unido a la falta de un manual práctico sobre el tema en español le movió a escribir un tratado, Arte y Vso de Architectvura, publicado en dos partes, la primera en 1639 y la segunda en 1665.
El tratado tiene una clara intención docente, abarcando no solo las cuestiones teóricas de la arquitectura, sino las prácticas como los presupuestos, uso de materiales o las responsabilidades de un maestro de obras. Para ello, incluyó como ejemplo algunas de las obras que había llevado a cabo en las que se muestran algunas innovaciones que introdujo en la arquitectura del siglo XVII.
La obra, criticada en ciertos sectores por su lenguaje sencillo, le valió en cambio gran popularidad en la época, y años después, en 1665 publicaría una versión ampliada y corregida. 

El convento de San Plácido 
Es un edificio religioso de la orden benedictina  en la calle del Pez, entre las calles de san Roque y Madera, en el barrio de Universidad de la ciudad de Madrid (España). Tiene entrada por San Roque, nº 9. Tuvo entre sus tesoros artísticos el Cristo de Velázquez. El convento, envuelto en sus primeros años en un proceso inquisitorial, ha sido objeto de leyendas.
El convento fue fundado por Teresa Valle de la Cerda en 1623, anejo a la parroquia de San Martín. Su iglesia, construida bajo la dirección de fray Lorenzo de San Nicolás, agustino recoleto y tratadista en arquitectura, fue labrada en estilo Barroco.
Destaca su decoración interior. El cuadro de la Anunciación del altar mayor es obra de Claudio Coello y las pinturas al fresco que adornan la cúpula, las pechinas y el crucero de la iglesia fueron realizadas por Francisco Rizi y Juan Martín Cabezalero. Otras obras de arte estimables son las cuatro estatuas en los machones de la cúpula, obras de Manuel Pereira y el Cristo Yacente en el sepulcro de Gregorio Fernández que se encuentra en la capilla a los pies de la iglesia.
Entre 1628 y 1808 estuvo en la sacristía el Cristo de Velázquez, pintado para esta iglesia. Luego pasó a la colección privada de Manuel Godoy. Tras pasar por muchos propietarios fue legado al Museo del Prado. Una copia de excelente factura se halla en el coro bajo de la iglesia.
Dos sucesos relacionados pero de distinta naturaleza han convertido a San Plácido en uno de los conventos más famosos del Madrid de los Austrias. El primero de ellos está relacionado con el proceso inquisitorial por la supuesta posesión diabólica de veinticinco monjas del convento en 1628, entre las que se encontraba la fundadora, Teresa Valle de la Cerda, cuyos demonios profetizaban la reforma de la Iglesia. Procesadas por el tribunal de la Inquisición junto con el prior del convento y confesor de las monjas, fray Francisco García Calderón, como principal inculpado, el protonotario de Aragón Jerónimo de Villanueva, patrón del convento cuya fundación amparó tras haber estado prometido con Teresa Valle, fray Juan de Barahona, colaborador de fray Francisco García, y fray Alonso de León, monje del convento de San Martín, que tras colaborar también con fray Francisco delató a los implicados ante la Inquisición. ​ Tras ser juzgados por el tribunal de Toledo, el Consejo de la Suprema dictó el 19 de marzo de 1630 sentencia definitiva contra fray Francisco García por la que se le condenaba a abjurar de vehementi y reclusión perpetua en el convento que se le señalase, con privación del ejercicio del sacerdocio y otras penitencias, al considerarse probados los delitos de herejía alumbradista y solicitaciones. ​ Teresa Valle, que se encontraba recluida en el convento de Santo Domingo el Real de Toledo, con las restantes monjas, fue condenada el mismo día a abjurar de levi y a permanecer cuatro años reclusa en el convento toledano, privada de voto activo y pasivo y sin posibilidad de volver a la Corte. ​
En 1638 fray Gabriel Bustamante, procurador general de la Orden de San Benito, solicitó en nombre de la Orden la revisión de la causa en el caso de las monjas para que reconocida su inocencia fuesen restituidas en su honor, en atención al escrito de apelación firmado por Teresa Valle un año antes. Este escrito, en el que se ha reconocido una elevada calidad literaria, podría haber sido redactado por Francisco de Rioja, secretario del conde-duque de Olivares con quien Teresa Valle se había carteado antes de su procesamiento. ​ Finalmente, el 2 de octubre de 1638 el Consejo dictó auto absolutorio a favor de las monjas, ​ aunque tras la caída en desgracia del conde-duque, en 1643, se reabrió el proceso, centrado ahora en la figura del protonotario cuya causa había quedado suspensa en el primer proceso. ​
El otro episodio escandaloso, pero en este caso de carácter legendario, está relacionado con el reloj del convento, cuyas campanadas imitan al toque de difuntos. Según el relato de los cronistas, ​ el reloj fue un regalo de Felipe IV como penitencia y desagravio por haber asediado a una joven y bella monja, llamada Margarita, que se habría salvado «in extremis» gracias a la astucia de la priora haciéndola fingirse cadáver, montaje que logró espantar al rey y sus rijosos acompañantes. ​ La leyenda se encuentra en un manuscrito anónimo de finales del siglo XVII conservado en la Biblioteca Nacional de España con el título Relación de todo lo suzedido en el casso del Convento de la Encarnación Benita. Su autor, que sin duda no fue contemporáneo a los hechos, creó una «ficción galante, procaz, usando probablemente lejanos ecos de los escándalos del convento, pero dándoles una forma original, atrevida, espectacular, las condiciones todas para que tuviera una larga vida».​ Según este relato, el rey habría conseguido su propósito en un segundo intento, favorecido por Villanueva. Aprovechando y desfigurando los hechos ciertos, el relato anónimo explicaba que enterado el inquisidor general, Antonio de Sotomayor, reprendió al rey y al conde-duque y envió a Villanueva a las cárceles inquisitoriales de Toledo. El conde-duque forzó entonces la salida de la corte del inquisidor e intrigó para que la causa fuese reclamada desde Roma. Finalmente el nuevo inquisidor general, Diego de Arce y Reinoso, habría puesto en libertad a Villanueva, sin leerle sentencia pero con la condición de que ayunase los viernes durante un año y repartiese mil ducados en limosnas, obligado además a guardar silencio sobre los sucesos por orden del rey. ​
Demolido en 1903, en 1912 se inició la construcción de un nuevo convento y se restauró la antigua iglesia según proyecto del arquitecto Rafael Martínez Zapatero. En 1943 fue declarado Monumento Nacional. 

Iglesia de las Calatravas 
Es un templo católico de la ciudad española de Madrid. Se trata de la única parte subsistente del antiguo convento de la Concepción Real, de las monjas comendadoras de la Orden de Calatrava, situado al comienzo de una de las vías más importantes de Madrid, la calle Alcalá, a escasa distancia de la Puerta del Sol.
Esta privilegiada ubicación, unida al patrocinio de la realeza e importantes personalidades, convirtieron al convento en uno de los más importantes de la capital, a raíz de su establecimiento en la misma en el siglo XVII, razón por la cual la iglesia actual conserva un rico patrimonio artístico.
La historia del convento está inseparablemente unida a la de la Orden Militar de Calatrava, fundada en el siglo xii para defender las posesiones cristianas del sur de la península de los ataques musulmanes, en el marco de la Reconquista.
Las órdenes militares, pese a su carácter guerrero y masculino, tuvieron pronto equivalentes femeninos, de carácter monacal, con el fin de acoger en los monasterios a las esposas e hijas de quienes partían a la guerra, y la vocación de ayudar mediante la oración y la penitencia a la misión de los caballeros cristianos. Surgieron de este modo las religiosas Comendadoras de Calatrava, como rama femenina de la Orden del mismo nombre. Por su propia naturaleza, los conventos de Comendadoras acabaron convirtiéndose en prestigiosos centros educativos para las hijas de la nobleza, y favorecidos de este modo por potentados de todo género.
Las religiosas de Calatrava de Madrid habían ocupado primeramente un convento en Almonacid de Zorita (Guadalajara), localidad muy ligada a la historia de la Orden, pero en 1623, buscando cercanía de la Corte, trasladaron la casa a la capital por mandato de Felipe IV. Los edificios del convento y la iglesia se construyeron en esa época, convirtiéndose pronto en uno de los centros religiosos más populares y concurridos de Madrid. Como narra el periodista Ricardo Sepúlveda:
El convento de las Calatravas (que así le llaman las gentes), fue muy pronto un palacio de la Corte, por no decir un albergue suntuoso de la grandeza, donde se discutían, en capítulos de Caballeros, los asuntos de la Orden y se resolvían algunas cuestiones laicas, que tenían más que ver con las intrigas de las gentes que con las necesidades de la religión. El locutorio llegó a ser el primer salón de la Corte, y las Calatravas las primeras señoras que supieron recibir con modales finos a sus amigos. El trato era honesto y aristocrático. Olía a incienso y a ropa limpia, sin perder el dejo de los perfumes de las viviendas nobles.
Ricardo Sepúlveda en La Ilustración Española y Americana en 1888​
La fachada, modificada en estilo neorrenacentista en el siglo xix por orden del rey consorte Francisco de Asís.
 

Todo ese esplendor duró apenas dos siglos. Durante el Sexenio Democrático (1868-1874), se propuso derribar convento e iglesia, toda vez que desde la desamortización de Mendizábal (1836) la mayor parte de casas religiosas habían quedado vacías. Finalmente, aunque el edificio del convento fue destruido, se optó por conservar la iglesia, parece que gracias a la intervención de Manuel Silvela, aunque hay noticias confusas sobre este episodio, ya que no falta quien atribuye la acción a la duquesa de Prim​ o incluso a un militar caballero de la Orden, que mandó paralizar el derribo. ​ A pesar del contenido romántico de las otras versiones, solamente existe constancia fehaciente de la sesión de Cortes de fecha 9 de marzo de 1870 en la que, tras un agrio debate, Manuel Silvela consiguió obtener del Gobierno la resolución de respetar la iglesia.
Lo cierto es que de esta manera, se consiguió salvar una de las iglesias barrocas más destacadas del Madrid del siglo XVII, si bien, tras la desaparición del convento adyacente, el edificio quedó embutido en un cúmulo de edificaciones posteriores que rompen la armonía estética del exterior.
Convertida ya la iglesia conventual en parroquia, la suerte quiso que no sufriera demasiado los avatares de la Guerra Civil, conservando su interior casi intacto. Sin embargo, la falta de mantenimiento y el olvido institucional llevaron al monumento a un estado de grave deterioro durante las últimas décadas del siglo xx. Finalmente, recién iniciado el siglo xxi, se acometió un ambicioso programa que contemplaba la intervención tanto en la parte externa del edificio (remodelación de cubiertas, limpieza de fachadas y recuperación del revoco original) como en el interior, que fue totalmente restaurado.
Actualmente, la iglesia es visitable fuera del horario de celebraciones litúrgicas. 

El edificio
La iglesia responde a la tipología conventual del barroco español, caracterizada por la simplicidad volumétrica y decorativa. Parece que las trazas fueron obra de fray Lorenzo de San Nicolás, uno de los arquitectos más destacados del barroco cortesano del siglo xvii. El edificio fue concebido como parte de un conjunto de edificaciones, destacándose del mismo los volúmenes de la cúpula y el crucero, éste muy poco saliente. La destrucción de las estancias contiguas nos ha privado de una lectura comprensible del edificio, y de este modo la iglesia aparece hoy empequeñecida y casi anulada por el entorno, muy lejos de la concepción original en la que se preveía que la cúpula destacase poderosamente en la perspectiva de la calle Alcalá, como muestran algunas fotografías antiguas.
En planta, el edificio presenta una solución intermedia entre la solución basilical y el plan central. Esto se debe a que el transepto está enormemente desarrollado en anchura (aunque apenas se trasdose al exterior) y en altura (por la prominente presencia de la cúpula), dominando de este modo el espacio interior, que se organiza según el esquema de nave con crucero y capillas. Es llamativa la preferencia de las órdenes militares por los espacios centralizados, quizá como demanda o necesidad de ciertos ritos o ceremonias de los que se tiene constancia, como la investidura de nuevos caballeros. 

Exterior
Es patente la influencia de los modelos escurialenses en la sobriedad general del edificio; la severidad original del exterior, sólo rota por sencillas molduras y decoración de placado, se transformó radicalmente en el siglo XIX, cuando el rey consorte Francisco de Asís mandó decorar todo el exterior de la iglesia a la moda romántica, según diseños del arquitecto Juan de Madrazo y Kuntz. ​ De este modo, la fachada principal, recayente a la calle Alcalá, presenta hoy un recargado aspecto, con pilastras agrutescadas, veneras, almohadillado, esgrafiados, y un curioso cornisamento con grifos tenantes, todo ello de estilo neoplateresco que contrasta de modo chocante con la arquitectura. Muy llamativo es también el enfoscado de color carmesí que recubre las paredes, repuesto tras la última restauración. Omnipresente tanto al exterior como en el interior de la iglesia aparece la Cruz de Calatrava, muy visible en el rosetón que corona el ingreso, formado éste por un arco de medio punto flanqueado por pilastras muy planas con grutestos, rematando el conjunto una hornacina con una estatua de la Virgen. 

Interior
El interior de la iglesia se caracteriza por su luminosidad y exuberancia decorativa. La nave se cubre con bóveda de cañón con lunetos.
Preside el espacio la cúpula, que si bien presenta tambor octogonal al exterior, es circular en el interior, sostenida por pechinas pintadas al fresco, y coronada por una media naranja con nervaduras. El coro se sitúa a los pies, en alto. La nave se estructura en tramos separados por elegantes pilastras que recuerdan al orden corintio; corona la misma una cornisa muy saliente sostenida por ménsulas pareadas. Es singular el espacio del crucero opuesto a la entrada principal, con una portada formada por vano y moldura quebrada, rematada por un magnífico escudo real sobremontado a la cruz de Calatrava y sostenido por dos ángeles mancebos, con dos leones a sus pies portando orbes, todo ello rodeado de guirnaldas de flores y el collar del Toisón de Oro. Se trata de una alegoría de la monarquía en su calidad de protectora del convento a la vez que administradora de la Orden.
El espacio de la capilla mayor es quizá la parte más destacada del templo. Ocupa el testero de la misma un espectacular retablo de madera dorada y policromada, que hace pendant con dos más pequeños situados en los machones del crucero, siendo todos ellos obra de José de Churriguera, realizados en la segunda década del siglo xviii, y sin duda una de las obras más señaladas de este gran arquitecto. El retablo mayor constituye por sí solo una de las cumbres del Barroco español, al ser un perfecto ejemplo de la corriente denominada Barroco exaltado o churrigueresco.
La arquitectura de retablo presenta una gran simplificación, desechando la tradicional división en calles y cuerpos o incluso cualquier ordenación geométrica estricta. En su lugar, el arquitecto dispone una monumental estructura en arco de triunfo, totalmente recubierta por una recargada decoración. En la zona inferior, destaca el tabernáculo, con forma de templete, flanqueado por dos ménsulas muy características del estilo de Churriguera. En el centro de la pieza, cobran protagonismo dos pares de columnas, enmarcando una especie de doselete con la imagen de san Raimundo de Fitero, fundador de la Orden de Calatrava, rodeada de banderolas y trofeos en alusión al carácter militar de ésta. Culmina este espacio una escultura de la Inmaculada Concepción, patrona del convento, en una gloria de ángeles con la paloma del Espíritu Santo. Rematando el retablo, una imagen de Cristo con el orbe, acompañado de ángeles volanderos, querubines, ráfagas y guirnaldas. La inspiración de Churriguera en la arquitectura efímera, tan habitual en las fiestas de la Corte, se aprecia en el empleo de paños simulando telones, en el buscado contraste de volúmenes y en la confusión visual que genera la ausencia de límites espaciales. De esta manera aumenta el impacto estético, envolviendo al espectador en un juego perceptivo muy típico del Barroco que puede definirse con el adjetivo de teatral. 

Convento de la Encarnación de las Madres Bernardas 
Es una iglesia y convento situado en la ciudad española de Talavera de la Reina, en la provincia de Toledo (comunidad autónoma de Castilla-La Mancha). Fue declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de monumento el 11 de mayo de 1993.
Se fundó en 1610 con las propiedades de María de Albornoz y se finalizó hacia 1625. El conjunto de iglesia y convento pertenecen al estilo barroco-mudéjar, ocupando un solar bastante amplio entre las calles de San Agustín, la plaza de San Pedro y el callejón de San Bernardo. La fachada de su iglesia con su única y principal puerta da a la plaza de San Pedro y presenta una rica decoración de barroco en ladrillo. La construcción de este conjunto estuvo dirigida por uno de sus arquitectos más importantes del siglo XVII, Fray Lorenzo de San Nicolás y fue fundado por Teresa de Saavedra. ​
El interior de la iglesia consta de una sola nave cubierta por bóveda de medio cañón con lunetos entre formeros que continúan en pilastras. En el centro existe una cúpula de media naranja rebajada sobre pechinas. A los pies se encuentra el coro y bajo éste el acceso al templo. El coro está situado sobre una bóveda similar a la de la nave. A la derecha de la cabecera de la iglesia está el acceso al capítulo. Se conserva a este mismo lado del templo el sepulcro del cardenal Gil de Albornoz, director de la obra —desde Roma— de este convento. El túmulo se compone de una piedra empotrada en fábrica con ménsulas de soporte rematado por venera. En el lado opuesto, hay un púlpito sobre columnas de fundición. ​
La fachada de la iglesia es de un solo cuerpo rectangular, correspondiendo a la planta de salón, y está rematada por un frontón triangular de triple moldura, al igual que el cornisamento. Un óculo oval se abre en él y sirve de centro a las líneas de rehundido que le ornan. ​
El eje central del cuerpo de fachada está ocupado por una portada con entablamento y hornacina superior, realizado todo ello, a excepción de las columnas de la puerta, en ladrillo aplantillado. En los laterales aparecen los rehundidos típicos de la arquitectura de Fray Lorenzo de San Nicolás. ​
El claustro del convento está cegado y conserva empotrados en los muros parte de los pies derechos de piedra de orden jónico. Esta parte debió reformarse posteriormente o ampliarse el piso alto del mismo, resolviéndose con columnas de estilizado fuste en hierro fundido. El resto del edificio está muy modificado, y por lo que se refiere al anterior, carece de interés arquitectónico, salvo el exclusivamente tipológico perfectamente conservado. ​ 

Convento de las Agustinas Calzadas, Toledo 
Se estructura en torno a un pequeño patio que actúa como elemento distribuidor; consta de una serie de dependencias, funcionalmente concebidas para la vida de sus moradoras, yuxtapuestas unas a otras. Corresponde, básicamente, a adaptaciones hechas hacia mediados del siglo XVIII, contando con algunas instalaciones anteriores, y costeadas por el cardenal Luis Fernández de Córdoba, conde de Teba y arzobispo de Toledo entre 1755 y 1771.
La iglesia conventual se encarga construir en 1646, al maestro de obras Diego Benavides, según las trazas y condiciones del arquitecto fray Lorenzo de San Nicolás. Diez años después, en 1656, y con un notorio retraso de las obras, se opta por la simplificación del proyecto original, actuando ahora como tracista Benavides y encargándose de realizar los trabajos el maestro toledano Juan de Herrera. Se prescinde de las capillas laterales, de la cúpula y del pórtico de acceso a la iglesia, que había diseñado fray Lorenzo de San Nicolás.
El templo consta de una nave rectangular y dividida en cuatro tramos, y presbiterio que, con su base mayor hacia el cuerpo de la iglesia, marca en planta un trapecio. Tiene coro en alto a los pies, que se prolonga lateralmente en sendas galerías. El presbiterio tiene, del lado de la epístola, una pequeña sacristía cuadrangular, en tanto que, del lado del evangelio, se sitúa el coro bajo de las monjas. El jaharrado de todas las paredes y bóvedas presta amplitud visual e iluminación a un interior que carece de ambas. La articulación de los alzados se realiza mediante pilastras toscanas, sobre las que corre el correspondiente entablamento, cuyo friso presenta triglifos y metopas con decoración de rosetas. La nave tiene una bóveda de medio cañón, fajado con lunetos, toda cubierta de yeserías decorativas que, a partir de unos escudos, dibujan una red mixtilínea con una gran libertad de diseño. La capilla mayor queda cubierta, en el cuarto de esfera de su bóveda, con una gran venera de estuco, espléndido colofón de toda la labor de yeserías del templo.
El paso de la nave a la capilla mayor se efectúa sin solución de continuidad, lo que potencia el valor plástico de la venera comentada y del lienzo de Francisco Rizi, que actúa como retablo principal.
Exteriormente es una construcción bastante alta, con varios edificios adosados, ajenos al convento. Los paramentos son de ladrillo visto y rafas de mampostería, todo ello dispuesto sobre un zócalo de sillares de piedra. Presenta una portada en piedra, adintelada, de extrema sencillez. 

ALONSO CARBONEL Albacete, ca. 1583-Madrid, 1660)
Fue un escultor, ensamblador y arquitecto español. Hijo de un carpintero de Albacete, en 1603 se le documenta en Madrid como aprendiz en el taller del escultor Antón de Morales. En 1611 contrató el retablo mayor de la iglesia de la Magdalena de Getafe, finalizado en 1618. Su labor en él debió de ser la de tracista, contando con la colaboración como escultores de su antiguo maestro y de Antonio de Herrera, a quien estaba unido por lazos familiares, lo que no iba a impedir que, a la larga, acabaran siendo rivales. Dirigió un importante taller dedicado a la contratación de retablos, en el que colaboraría su hermano Ginés, pintor y dorador. Poco a poco, sin embargo, irá abandonando esta actividad tras ingresar en 1619 al servicio de la Corona en calidad de aparejador. Con todo, en 1625 figuraba aún en el censo del donativo al rey en compañía de escultores y tracistas, aportando una cantidad importante.
En 1627 fue nombrado aparejador de las obras reales y tres años más tarde aparejador mayor. En este cometido se encargará con Cristóbal de Aguilera de las trazas y construcción de la Cárcel de Corte, actual Ministerio de Asuntos Exteriores. Favorecido por el Conde-Duque de Olivares, en 1632 fue designado maestro mayor de las obras del nuevo Palacio del Buen Retiro, desplazando a Juan Gómez de Mora. A la muerte de Juan Bautista Crescenzi, en 1635, asumió ya sin cortapisas las labores de arquitecto de la obra del palacio y de sus ermitas. En 1637, tras el destierro de Gómez de Mora de la corte, también se hará cargo del Palacio de la Zarzuela, proyectado por aquel, y de la dirección arquitectónica de la Torre de la Parada, iniciada ese mismo año, además de supervisar las obras del Panteón Real en el Monasterio de El Escorial. También en 1635 dio las trazas para el convento de monjas de la Concepción Recoleta de Loeches, patrocinado por Olivares y levantado junto a su palacio, ocupándose de las obras nuevamente Cristóbal de Aguilera. La iglesia sigue en su fachada directamente el modelo del monasterio de la Encarnación de Madrid. La caída en desgracia de su protector no pondrá fin a su carrera, pues en 1648 será nombrado maestro mayor de las obras reales, al quedar la plaza vacante por muerte de Gómez de Mora.

El Palacio de la Zarzuela​
Recinto palaciego situado a las afueras de Madrid, en medio de un espacio natural conocido como Monte del Pardo.
A pesar de que la residencia oficial del rey de España es el Palacio Real de Madrid, el actual rey Felipe VI reside en el Palacio de la Zarzuela y también es la sede de la Casa de Su Majestad el Rey. En el edificio principal tienen su residencia los padres del monarca actual, los reyes Juan Carlos y Sofía y en él se encuentra el despacho del rey Felipe VI, que también tiene su residencia en el recinto de la Zarzuela, en un edificio con anexos construido en 2002 por Patrimonio Nacional. ​
El nombre posiblemente alude a la abundancia de zarzas. Algunos apuntan a que fue allí donde se celebraron los primeros recitales con música, como el trasunto o correlato de lo que luego sería divulgado y elaborado desde Italia como ópera. La pequeña ópera española, opereta, vino a llamarse zarzuela por ser la Zarzuela el lugar donde tuvieron lugar las primeras representaciones del citado género. ​ El Hipódromo de la Zarzuela, construido en el siglo XX, debería su nombre a la proximidad al palacio. En 1856 se inauguraría el Teatro de la Zarzuela, que debe su nombre a la representación de este género musical.
En 1627 el rey Felipe IV ordenó la construcción de un pabellón de caza a modo de pequeño palacete en el Valle de la Zarzuela, ​ cerca de Madrid. El palacio se terminó ocho años más tarde. ​
Fachada principal del palacio de la Zarzuela por Juan Gómez de Mora. (1634)
 
La obra le fue encargada al arquitecto Juan Gómez de Mora​ que trazó el edificio con una sobria forma rectangular propia del barroco madrileño, inspirándose en las villas de Andrea Palladio.  ​ Los jardines fueron diseñados por Gaspar Bandal. ​Alonso Carbonell remató la obra con tejados de pizarra, galerías porticadas y un jardín italiano con fuentes escalonadas en tres terrazas, un vivero de árboles y una huerta. ​ Las pinturas colocadas en el palacio fueron obra de Simón López y las esculturas de Bartolomé Zumbigo.
Constaba de un edificio rectangular con techo de pizarra con dos pasillos laterales. Su interior llegó a estar ricamente decorando con pinturas de los mejores artistas de su tiempo, que posteriormente fueron trasladadas a otros palacios reales, según Antonio Ponz a finales del siglo XVIII. En este mismo momento se recoge que en el interior se guardan pinturas de Paul de Vos, algunas pinturas de la escuela de Rubens y de El Bosco así como otras obras pictóricas con temas florales y de bodegones. ​
Carlos IV modificó el edificio para adaptarlo al gusto del siglo XVIII, y lo adornó con tapicerías y porcelanas, así como mobiliario neoclásico y una magnífica colección de relojes. En esa época servía como residencia estacional o temporal durante las jornadas de caza que se realizaban en el monte circundante.
El edificio fue usado por Alfonso XIII como pabellón de caza. Por ello, su hijo Juan de Borbón, conde de Barcelona, visitó el palacio con frecuencia durante su infancia. ​
Sufrió graves daños durante la Guerra Civil. Fue reconstruido entre el 25 de marzo y el 12 de octubre de 1958 por el arquitecto Diego Méndez. Rehabilitó el palacio existente conservando su caja primitiva y el muro porticado, recreando además los jardines diseñados en el siglo XVII, ​ y le fue añadido un piso superior. ​ La rehabilitación costó 40 millones de pesetas. ​
La residencia particular estaba en el primer piso. En 1975 le fueron añadidas al palacio un ala izquierda y un ala derecha. El ala izquierda fue realizada como la nueva residencia particular, más amplia. El ala derecha son oficinas.
Una rica fauna rodea los alrededores de palacio, enclavado en el Monte del Pardo, con abundancia de ciervos, jabalíes y gamos.
El Palacio de la Zarzuela dispone de tres plantas. La primera está ocupada por una zona de desvanes, un semisótano donde se encuentran los servicios de cocina y «office» y un sótano. La segunda planta alberga el despacho del Rey y de sus ayudantes, la biblioteca, la sala de visitas y el comedor. La tercera alberga los dormitorios, habitaciones de invitados y cuartos de estudio. En una de las dos alas construidas en los años 90 se instalaron las habitaciones privadas de la Familia Real y en la otra, las oficinas y los departamentos de seguridad. El palacio posee además una pequeña ermita, una zona deportiva y un helipuerto. ​
El despacho del Rey estuvo presidido por un retrato de Carlos III en su edad adulta, ​ y aunque fue sustituido por un retrato del infante Felipe de Parma de niño realizado por Jean Ranc, desde que Felipe VI reina vuelve a estar presidido por el de Carlos III. ​ El resto de la decoración mezcla obras de arte de Patrimonio Nacional con objetos personales. Su asiento es un sillón de cuero marrón y patas con ruedas.
Al entrar en el despacho se observa también el cuadro titulado El Atleta Cósmico, de Salvador Dalí. Las paredes están forradas de madera clara. En la mesa y estanterías hay varios marcos con fotografías familiares, una de ellas firmada por Juan Carlos.
La jura de los ministros, del presidente del Gobierno y de los magistrados del Tribunal Constitucional se realiza en la Sala de Audiencias del palacio, decorada con cuadros y tapices y también con las paredes forradas en madera de tonos claros. La ceremonia se realiza ante una mesa con un crucifijo dorado, un ejemplar de la Constitución Española editado por las Cortes en 1980 y una Biblia de 1791 dedicada a Carlos IV abierta por el capítulo XXX sobre el voto y juramento del Libro de los Números. ​ La Sala de Audiencias también sirve para recibir ante la prensa a invitados de España o del extranjero, aunque a veces esta recepción ante la prensa se realiza en una sala en torno a una mesilla redonda​ o en la propia puerta del palacio.
En el año 1999 comenzó la construcción del «Pabellón del Príncipe» a varios centenares de metros de la residencia principal. El responsable del proyecto fue Manuel del Río, director del Departamento de Arquitectura e Inmuebles de Patrimonio Nacional, y la decoración del interior la realizaron los decoradores Francisco Muñoz la segunda planta, Patricia Sanchís la primera y ambos con la ayuda de la firma Gastón y Daniela. El chalet posee chimenea francesa, grandes ventanales, muros entelados y estucados en liso, mármol travertino y madera de teka para los cuartos de baño y acero inoxidable para la cocina. Para su construcción, a diferencia de lo habitual en las residencias reales españolas, se ha usado teja en lugar de pizarra. ​ El 26 de junio de 2002 el entonces príncipe Felipe inauguró su casa, en la que se invirtieron 4,23 millones de euros y que cuenta con una superficie de 3 150 m².​ 

Cripta Real del Monasterio de El Escorial
Conocida también como el Panteón de Reyes, fue construida por Juan Gómez de Mora según planos de Juan Bautista Crescenzi.
Consta de veintiséis sepulcros de mármol donde reposan los restos de los reyes y reinas de España de las dinastías de Austria y Borbón, exceptuando a los reyes Felipe V y Fernando VI, que eligieron el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso y el Convento de las Salesas Reales de Madrid, respectivamente, como lugar de sepultura.
Faltan también, por tanto, los restos de los reyes Amadeo I, de la casa de Saboya, y José I, de la de Bonaparte, enterrados en la Basílica de Superga de Turín y en Los Inválidos de París, respectivamente.
En la cripta reposan los restos de las reinas consortes que fueron madres de reyes (exceptuando a Isabel de Borbón, que murió sin dejar sucesor, pero que fue enterrada en la Cripta ya que mostró mucho interés en la construcción de la misma), ​ así como el único rey consorte que ha habido en España desde que existe el monasterio de El Escorial, Francisco de Asís de Borbón, esposo de Isabel II.
Los últimos restos depositados en el panteón han sido los del rey Alfonso XIII y su esposa, la reina Victoria Eugenia. Su hijo Juan de Borbón, y la esposa de este, María de las Mercedes de Borbón, condes de Barcelona y padres del rey Juan Carlos I, permanecen aún en una estancia previa llamada pudridero.
A continuación se muestra una lista que enumera los reyes y reinas de España y sus cónyuges que están enterrados en la cripta:
Sepulturas de las reinas.

Ubicación de las urnas


Ubicación de las urnas
Carlos I, rey de España, emperador del Sacro Imperio (Gante, 24 de febrero de 1500 – Monasterio de Yuste, 21 de septiembre de 1558)
1.     Isabel de Portugal, reina de España, emperatriz del Sacro Imperio (4/10/1503 - 1/5/1539) – (Esposa del rey Carlos I)
2.     Felipe II, rey de España (21/5/1527 - 13/9/1598)
3.     Ana de Austria, reina de España (2/11/1549 - 26/10/1580) – (Cuarta esposa del rey Felipe II)
4.     Felipe III, rey de España (14/4/1578 - 31/1/1621)
5.     Margarita de Austria, reina de España (25/12/1584 - 3/10/1611) – (Esposa del rey Felipe III)
6.     Felipe IV, rey de España (8/4/1605 - 17/9/1665)
7.     Isabel de Francia, reina de España (22/1/1602 - 6/10/1644) – (Primera esposa del rey Felipe IV). Está enterrada en el Panteón Real a pesar de que no fue madre de rey.
8.     Mariana de Austria, reina de España (24/12/1635 - 16/5/1696) – (Segunda esposa de Felipe IV)
9.     Carlos II, rey de España (6/11/1661 - 1/11/1700)
10. María Luisa Gabriela de Saboya, reina de España (1688 - 1714) – (Primera esposa del rey Felipe V)
11. Luis I, rey de España (25/8/1707 - 31/8/1724)
12. Carlos III, rey de España (20/1/1716 - 14/12/1788)
13. María Amalia de Sajonia, reina de España (24/11/1724 - 27/9/1760) – (Esposa del rey Carlos III)
14. Carlos IV, rey de España (12/11/1748 - 19/1/1819)
15. María Luisa de Parma, reina de España (9/12/1751 - 2/1/1819) – (Esposa del rey Carlos IV)
16. Fernando VII, rey de España (14/10/1784 - 29/9/1833)
17. María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, reina de España (27/4/1806 - 22/8/1878) – (Cuarta esposa del rey Fernando VII)
18. Isabel II, reina de España (10/10/1830 - 9/4/1904)
19. Francisco de Asís de Borbón, rey consorte de España (13/5/1822 - 16/4/1902) – (Marido de la reina Isabel II)
20. Alfonso XII, rey de España (28/11/1857 - 25/11/1885)
21. María Cristina de Habsburgo-Lorena, reina de España (21/7/1858 - 6/2/1929) – (Segunda esposa del rey Alfonso XII)
22. Alfonso XIII, rey de España (17/5/1886 - 28/2/1941)
23. Victoria Eugenia de Battenberg, reina de España (24/10/1887 - 15/4/1969) – (Esposa del rey Alfonso XIII). Está enterrada en el Panteón Real a pesar de que estrictamente no fue madre de rey.
24. Juan de Borbón, conde de Barcelona (20/6/1913 - 1/4/1993) – (Padre del rey Juan Carlos I). No llegó a reinar de forma efectiva, aunque sí retuvo los derechos dinásticos durante la dictadura del general Franco, hasta su propia renuncia en 1977.
25. María de las Mercedes de Borbón-Dos Sicilias, condesa de Barcelona (23/12/1910 - 2/1/2000) – (Madre del rey Juan Carlos I)
Las veintiséis personas reales están dispuestas en los siete intercolumnios a los lados del altar, bajo un orden cronológico de arriba hacia abajo. A la derecha del altar los reyes o reinas por derecho (1-3) y a la izquierda los reyes o reinas consortes (4-6):
1.     Carlos I (1500-1558), Felipe II (1527-1598), Felipe III (1578-1621) y Felipe IV (1605-1665).
2.     Carlos II (1661-1700), Luis I (1707-1724), Carlos III (1716-1788) y Carlos IV (1748-1819).
3.     Fernando VII (1784-1833), Isabel II (1830-1904), Alfonso XII (1857-1885) y Alfonso XIII, (1886-1941).
4.     Isabel de Portugal (1503-1539), Ana de Austria (1549-1580), Margarita de Austria (1584-1611) e Isabel de Francia (1602-1644)
5.     Mariana de Austria (1635-1696), María Luisa Gabriela de Saboya (1688-1714), María Amalia de Sajonia (1724-1760) y María Luisa de Parma (1751-1819)
6.     María Cristina de Borbón-Dos Sicilias (1784-1833), Francisco de Asís de Borbón (1822–1902), María Cristina de Habsburgo-Lorena (1858–1929) y Victoria Eugenia de Battenberg (1887–1969)
En el mismo nivel se encuentra el Panteón de Infantes, destinado a príncipes, infantes y reinas que no han sido madres de reyes.
Sólo los frailes agustinos entran en el pudridero real. Cubiertos de cal, los restos mortales de la Familia Real permanecen allí durante aproximadamente 25 años. En las mismas escaleras que llevan al Panteón Real, en el primer descanso a la derecha, un pasadizo cerrado por una puerta de madera conduce a este pequeño recinto. Las paredes son de piedra, el suelo de granito y el techo abovedado; 16 metros cuadrados componen la estancia en total.
Sólo los miembros de la comunidad agustina (que custodia el Monasterio de El Escorial desde 1885) pueden acceder a este habitáculo. La Familia Real les entrega los restos de sus fallecidos en una ceremonia que se repite desde hace siglos:
Padre prior y padres diputados, reconozcan vuestras paternidades el cuerpo de (...) que conforme al estilo y la orden de su majestad que os ha sido dada voy a entregar para que lo tengáis en vuestra guarda y custodia.
Una vez cerrado de nuevo el féretro y levantada un acta de entrega, los agustinos se hacen cargo de la llave del ataúd y el cuerpo pasa al pudridero real. Poco se conoce de esta estancia, así como del contiguo pudridero de infantes. Ambos permanecen cerrados para los 700.000 visitantes que cada año acuden al Escorial. En el pudridero real, los reyes de España y las madres de reyes permanecen entre 20 y 30 años. Es el tiempo que se estima necesario para que culmine el proceso biológico de su reducción natural.
No existe ningún documento que recoja la fecha de su creación, aunque debió de ser muy próxima a la del Panteón Real, inaugurado en 1654, bajo el reinado de Felipe IV. Los padres Santos y Ximénez, los principales estudiosos del panteón en el siglo XVII, no hablan del pudridero, pero el primer testimonio sobre él, de 1854, es muy revelador.
Detalle de 4 de los 26 sarcófagos del Panteón de Reyes (de arriba abajo, sepulcros de Carlos II, Luis I, Carlos III y Carlos IV).

En Historia del Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial, fray José de Quevedo, bibliotecario del monasterio, cuenta: «Las puertas que están en el segundo descanso de la escalera conducen a los pudrideros, cuyo uso explicaré para desvanecer las muchas patrañas que sobre ellos se cuentan. Son tres cuartos a manera de alcobas, sin luz ni ventilación ninguna. Luego que se concluyen los Oficios y formalidades de entrega del Real cadáver que ha de quedar en uno de los panteones, el prior, acompañado de algunos monjes ancianos, baja al panteón donde ha quedado el cadáver llevando consigo los albañiles y algunos otros criados. Estos sacan de la de tisú o terciopelo que la cubre, la caja de plomo sellada que contiene el cadáver, y la conducen junto al pudridero. Mientras los albañiles derriban el tabique, los otros abren cuatro o más agujeros en la caja de plomo, la colocan dentro del cuarto o alcoba sobre cuatro cuñas de madera que la sostienen como dos o tres pulgadas levantadas del suelo, y en el momento los albañiles vuelven a formar el tabique doble que derribaron. Allí permanecen los cadáveres 30 o 40 o más años hasta que, consumida la humedad y cuando ya no despiden mal olor, son trasladados al respectivo panteón. Las cajas exteriores de las personas Reales que han de pasar al de Infantes permanecen en la sacristía del dicho panteón, hasta que vuelve a colocarse en ellas la de plomo con el cadáver según vinieron. Las de los Reyes se deshacen y aprovechan para ornamentos, porque ya no han de tener uso, pues sus restos se colocan en las urnas de mármol».
No menciona fray José de Quevedo que, dentro de los nichos, se colocan promontorios de cal viva, y fuera, una lápida de mármol negro con el nombre de a quién pertenecen los restos.
La función del pudridero real es reducir los cuerpos para que se adapten a los minúsculos cofres de plomo —de apenas un metro de largo y 40 centímetros de ancho— que, una vez sellados, se introducen en uno de los veintiséis sarcófagos del Panteón de Reyes. «Eran reyes tan grandes en el mundo que para enterrarse querían un sitio pequeño», decía a mediados del siglo XVII el padre Santos, lector de Escrituras Sagradas de El Escorial.
Hoy, en esa estancia enclavada en el subsuelo de la Basílica, son dos los cadáveres que esperan su sepulcro definitivo: el de don Juan, Conde de Barcelona, que descansa en el Monasterio desde el 3 de abril de 1993; y el de la Condesa de Barcelona, entregado a los agustinos el 4 de enero de 2000.
La reina Victoria Eugenia, abuela de don Juan Carlos, que falleció en 1969 en Lausana, pero que hasta 1985 no fue trasladada a El Escorial, descansa desde octubre de 2011 en el Panteón de Reyes.
Alfonso XIII, abuelo del Rey, nunca llegó a pasar por el pudridero. Había fallecido en Roma en 1941 y fue trasladado a España, en 1980, ocupó directamente el lugar reservado para él en el panteón real. Su padre, Alfonso XII, tan sólo estuvo trece años en este recinto transitorio, desde 1885 hasta 1898.
En cuanto al pudridero de infantes, los últimos restos depositados en él han sido los de don Jaime (hermano del Conde de Barcelona), doña Isabel Alfonsa (sobrina de Alfonso XIII), don Alfonso (hermano de don Juan Carlos), doña Eulalia (hija de Isabel II) y don Carlos de Borbón-Dos Sicilias (primo del rey Juan Carlos). El 10 de enero de 2000 los restos de los dos últimos debían haber sido trasladados a uno de los 36 nichos vacíos del Panteón de los Infantes, pero el repentino fallecimiento de la Condesa de Barcelona atrasó la ceremonia, que se celebró el siguiente mes de febrero.
El traslado de restos al Panteón también se celebra en la intimidad. Sólo asisten a la ceremonia un miembro de la comunidad agustiniana, otro de Patrimonio Nacional, un arquitecto (encargado de dirigir el desmontaje del murete del Panteón Real) y dos operarios. También está presente un médico, que se limita a testimoniar que el proceso de descomposición ha finalizado. Ya depositada la urna en su respectivo sarcófago, los restos reales descansan en la que será su solemne y última morada.

Falta de espacio
Con el futuro traslado de los restos mortales de los condes de Barcelona al Panteón de Reyes, este quedará completo. Esto es debido a que en estos dos casos se harán excepciones sobre la tradición, además de dos precedentes que se dieron en el pasado. La primera y segunda excepciones lo serán en parte, ya que los condes de Barcelona, don Juan y doña María de las Mercedes, no han reinado, si bien se les considera reyes de iure y además son padres de rey. Las excepciones se hacen asimismo evidentes en los casos de Victoria Eugenia de Battenberg, consorte de rey, y de Isabel de Francia, primera esposa de Felipe IV, que, sin ser madres de reyes, están sepultadas en el Panteón de Reyes. Con ellos se ocuparán todos los sepulcros del Panteón Real. ¿Dónde serán enterrados don Juan Carlos, doña Sofía, don Felipe y doña Letizia?
Juan Rafael de la Cuadra Blanco afirma que «Carlos V dejó claro en su testamento que quería estar medio cuerpo debajo del altar y medio debajo de los pies del sacerdote. Y su hijo, Felipe II, cumplió su deseo». Hasta 1654 estaban, junto con su familia, debajo del altar, encima del actual Panteón. Pero fue Felipe IV quien trasladó a todos sus antepasados. Lo correcto sería devolver a Felipe II, a Carlos V y a sus esposas, las reinas Ana de Austria e Isabel de Portugal, a su primitivo enterramiento. De esta manera se corregiría un error histórico, quedarían cuatro tumbas libres y se podría enterrar a dos generaciones más. ​ Ese lugar original donde Felipe II quiso enterrar a sus padres, a sus tías, a tres de sus mujeres y a su hijo Don Carlos fue una pequeña bóveda bajo el altar y bajo las estatuas orantes del presbiterio, y ligeramente encima del Panteón de Reyes (marcado en el dibujo con una B).
Aunque algunos han propuesto hacer una nueva cripta y comunicarla con la antigua, lo cierto es que el panteón está rodeado de cámaras y pasadizos de gran interés histórico y arqueológico que harían difícil esta solución. Otros han sugerido que los actuales reyes de España pudieran ser enterrados en la Capilla del Palacio Real de Madrid o en la Catedral de la Almudena. Sin embargo, la Casa Real no se ha pronunciado al respecto. No obstante, sí se espera una nueva ampliación de la cripta a través del jardín. ​

Sección del Panteón en época fundacional según lo dejaron terminados Felipe II y Juan de Herrera. Un metro por debajo, la sección actual, con los accesos al Coro y el Sotacoro cerrados tras los ataúdes. La cruz indica la posición del ataúd de Carlos V finalmente elegida por Felipe II, justamente bajo el Altar de la Basílica y orientado al Este. En siglo XVII se llevó a la izquierda del Altar del Panteón, marcado con una C en la parte inferior de la planta, muy lejos de su posición original bajo el Altar, donde quedó orientado al Norte, perdiéndose la orientación original al Este.
Según la descripción del Sumario del propio Juan de Herrera las partes de la sección original del edificio eran:
A. Altar de la Basílica
B. Lugar de entierro de los cuerpos reales (sacristía baja, s. XVII; trasteros o «infiernos» en el s. XX)
C. Capilla funeraria (Panteón de Reyes, s. XVII)
D. Coro de la capilla (Panteón de Infantes, s. XVII)
E. Sotacoro para los monjes (Pudridero, s. XVII)
F. Sagrario
G. Habitación de verano de Felipe II
 
La Casa de la Villa
Es una edificación ubicada en la plaza de la Villa, adyacente a la Calle Mayor en el barrio de Palacio (distrito Centro) de Madrid que se inauguró en el año 1692. Fue la sede del Concejo y luego del Ayuntamiento de Madrid desde el siglo xvii hasta el 4 de noviembre de 2007, ya que un día después la alcaldía se trasladó al Palacio de Cibeles. Sin embargo, continuó siendo el lugar de celebración de los Plenos y el último que albergó fue el del 25 de octubre de 2011. ​ En la actualidad el uso de la Casa de la Villa se limita a eventos oficiales y recepciones. De esta forma, tienen lugar plenos solemnes, como la entrega de las llaves de la ciudad o los títulos de hijo predilecto o adoptivo de Madrid.
El edificio actual se levanta sobre el solar del antiguo palacio de Juan de Acuña, I marqués de Vallecerrato e hijo natural del VI conde de Buendía. Personaje influyente en la corte de Felipe III, fue presidente de los consejos de Hacienda, Indias y de Castilla y, en Madrid, fue nombrado administrador del Hospital de Antón Martín.
Al encontrarse en una ubicación estratégica, el todavía príncipe Felipe, futuro Felipe IV, asistió desde este palacio a la entrada de su futura mujer Isabel de Borbón y Médicis el 29 de noviembre de 1615. Justo un mes después, fallecería el marqués que sería enterrado en el convento de San Agustín de Dueñas, que se encontraba bajo su patronazgo.
Tras su fallecimiento, el concejo madrileño, que se reunía desde antiguo en la frontera iglesia de San Salvador (hoy desaparecida), adquirió el inmueble para sus reuniones, aunque su acondicionamiento y reforma se retrasará y no será inaugurada hasta 1692. Así, el 19 de agosto de 1619, el concejo celebró su primera sesión en la casa propiedad de Juan de Acuña, presidente del Consejo de Castilla y, en 1629, Felipe IV decide conceder una licencia al Ayuntamiento para construir la que sería su sede sobre dicha casa.
Su construcción sigue el proyecto de Gómez de Mora (1644): edificación sobria, con gran zócalo de granito y muros de ladrillo, rematada por torres chapiteles apizarradas en las esquinas y sin apenas decoración en su origen, salvo la ornamentación con frontones triangulares de piedra en los balcones del piso principal. Tras su muerte en 1648, es sucedido por José de Villarreal, quien realizó en 1653 las trazas definitivas, donde el patio interior es el protagonista. Las intervenciones del ala izquierda fueron responsabilidad del arquitecto Bartolomé Hurtado.
Sufrió una reforma que lideró el arquitecto municipal Juan de Villanueva en 1789 añadiendo la galería de columnas que da a la calle Mayor, esta reforma permitiría a los reyes ver la procesión de Corpus Christi. En 1914, finalizaron las obras de construcción de un pasadizo elevado diseñado por el arquitecto Luis Bellido para unir el edificio de la Casa de la Villa con la Casa de Cisneros, que el Consistorio había comprado en el año 1909 con el objeto de ampliar sus instalaciones. En 1966 se llega a sustituir la cubierta de teja plana por pizarra y se quitan los revocos y la fachada vuelve a su aspecto anterior de ladrillo visto (ladrillo de Talavera).

Plaza Mayor de Madrid
Se trata de una plaza porticada de planta rectangular, de 129 metros de largo por 94 metros de ancho,​ que está completamente cerrada por edificios de viviendas de tres plantas, con 237 balcones en total que dan a la plaza.
Dispone de diez accesos, seis de ellos a través de grandes arcos que se abren a las calles 7 de Julio y Felipe III al norte; Sal y Gerona al este; Toledo al sur; y Ciudad Rodrigo al oeste. Existe un séptimo arco, situado a la izquierda de la fachada de la Casa de la Carnicería, que no coincide con salida alguna de la plaza, y un octavo arco a la izquierda de la fachada occidental, de menores dimensiones, que tampoco coincide con salida alguna. Tres accesos no coinciden con arco alguno: Arco de Triunfo al norte; Zaragoza al este; y Botoneras al sur. El décimo acceso, tal vez el más conocido, es el Arco de Cuchilleros, en la esquina suroeste, que se abre sobre la calle de la Escalerilla de Piedra, pero este arco no es visible desde la plaza, ya que lo ocultan los soportales de esta. 

La estatua ecuestre de Felipe III 
Es una estatua monumental que se encuentra en el centro de la plaza Mayor de Madrid (España). Fue comenzada por el escultor italiano Juan de Bolonia (Giambologna) y terminada por su discípulo Pietro Tacca en 1616. ​ Fue un regalo del entonces Gran Duque de Florencia para el rey de España. Inicialmente se ubicó en la Casa de Campo, pero en 1848 la reina Isabel II ordenó su traslado desde su emplazamiento anterior a la plaza Mayor.
El monumento ecuestre de Felipe III es una de las piezas más importantes de la estatuaria monumental manierista, de las pocas que subsisten en Europa, y la más antigua de las conservadas fuera de Italia. La estatua fue realizada mediante el vaciado en bronce. Para su realización, los maestros contaron como modelo un retrato del rey realizado por Pantoja de la Cruz. La obra finalizada tenía un peso superior a las cinco toneladas y media y se transportó no sin ciertas dificultades hasta Madrid. Actualmente, en el pedestal de la estatua, figura esta inscripción:
La reina doña Isabel II, a solicitud del Ayuntamiento de Madrid, mandó colocar en este sitio la estatua del señor rey don Felipe III, hijo de esta villa, que restituyó a ella la corte en 1606, y en 1619 hizo construir esta plaza Mayor. Año de 1848.
La escultura representa al Rey Felipe III con la cabeza descubierta, vestido con media armadura (sólo con una coraza decorada). En el pecho cuelga el collar con la Orden del Toisón de Oro y lleva en la mano derecha el bastón de mando o bengala de General, que descansa sobre la cintura, y con la izquierda sujeta las riendas del caballo simbolizando que de la misma forma sujeta las riendas del estado. El caballo presenta la pata delantera izquierda levantada, dando así movilidad a la figura. ​ En la cincha aparece la firma del escultor:
"PETRVS TACCA F. FLORENTIAE 1614". 

La estatua de Felipe III fue realizada en Florencia por las manos de Juan de Bolonia que hizo el vaciado en bronce y por Pietro Tacca que realizó los remates por encargo del gran Duque de Florencia, Cosme de Médicis, que la ofreció como regalo al rey español.
Fue entregada a Gómez de Mora, como arquitecto mayor de Palacio, y en un primer momento se la depositó en el jardín del Alcázar hasta enero de 1617, cuando se instaló delante del Palacio de los Vargas de la Casa de Campo, en los jardines de El Reservado y allí permaneció para el disfrute de los monarcas sucesivos algunos siglos hasta el 22 de marzo de 1848 cuando, a propuesta de Ramón Mesonero Romanos (por aquel entonces concejal de la Villa), Isabel II mandó trasladarla al centro de la emblemática Plaza Mayor de Madrid, pues esta plaza había perdido los usos que se le dieron anteriormente como plaza de toros o lugar para la realización de Autos de fe y se le quiso dar otro aspecto colocando la estatua de Felipe III y ajardinando sus alrededores. ​
Tras la Revolución de 1868 fue retirada a los almacenes de la Villa y durante la Primera República española se propuso su sustitución por una alegoría de los mártires del 7 de julio de 1822, que no se materializó. En 1875, con la Restauración borbónica, volvió al centro de la plaza. En abril de 1931 sufrió un atentado con explosivos que introdujeron por la boca del caballo. La escultura acabó en el suelo, con el caballo y el jinete decapitados. Ello desveló un curioso hallazgo: la explosión desperdigó por el lugar numerosos huesecillos, y se supo que eran restos de los múltiples pájaros como gorriones o golondrinas, que, a lo largo de los siglos, se habían quedado atrapados dentro del caballo tras colarse por su boca.
Los daños del atentado fueron subsanados y se selló la boca del caballo. La estatua ha permanecido desde entonces en la Plaza Mayor, salvo en un periodo breve hacia 1970, cuando fue temporalmente retirada por la construcción de un aparcamiento subterráneo.
En 2017, coincidiendo con el 400 aniversario de la Plaza Mayor, el gobierno de la Comunidad de Madrid decidió proteger la estatua declarándola Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento para preservar su ubicación de manera definitiva. La Dirección General de Patrimonio Cultural explicó que se dio este paso "para clarificar su situación legal y a la vez señalar su importancia histórica y artística". Se hace una protección específica al margen del entorno. El monumento ecuestre del rey Felipe III está compuesto por la escultura de bronce y su pedestal, que "se encuadra en la tipología de los monumentos ecuestres conmemorativos creados en la Antigüedad clásica y retomada en los ambientes artísticos florentinos del Renacimiento".

El palacio del Buen Retiro  Madrid 
Fue un conjunto arquitectónico de grandes dimensiones diseñado por el arquitecto Alonso Carbonel (h. 1590-1660) y construido por orden de Felipe IV como segunda residencia y lugar de recreo (de ahí su nombre).
Se edificó en lo que entonces era el límite oriental de la ciudad de Madrid.
El palacio sirvió como residencia de recreo de Felipe IV y Carlos II; los dos primeros soberanos Borbón, Felipe V y Fernando VI, lo usaron como residencia oficial, sin embargo bajo los reinados de Carlos III y Carlos IV fue perdiendo importancia. Seriamente dañado durante la guerra de Independencia, parte del complejo palaciego fue demolido en tiempos de Fernando VII, el resto (a excepción de Casón y del Salón de Reinos) fue derribado en 1868 por orden del Gobierno provisional. ​
Paradójicamente, en la actualidad, los vestigios más conocidos del real sitio son sus antiguos jardines, que, muy transformados, hoy conforman el parque del Retiro.
Felipe IV tenía costumbre de hospedarse en ocasiones en unos aposentos anexos al convento de San Jerónimo «el Real» (cerca del actual Museo del Prado) que recibían el nombre de Cuarto Real. La razón de este hecho se puede encontrarla en que el llamado Rey Planeta encontraba especialmente placentero dar paseos por la finca anexa, propiedad de su valido, el Conde-Duque de Olivares.
Olivares, con intención de agradar al monarca, proyecta en 1629 y comienza en 1630 la construcción de una serie de gabinetes y pabellones como extensión del Cuarto Real, que acabarán conformando el Palacio del Buen Retiro. La edificación del palacio no fue algo proyectado desde un inicio, sino que se extendió a lo largo de siete años, hasta 1640, en los que se fueron añadiendo anexos de manera sucesiva. Una vez estuvo terminado, el palacio constaba de más de 20 edificaciones y dos grandes plazas abiertas que se empleaban para festejos y actos de diversa índole. El conjunto palaciego estaba rodeado de una gran extensión de jardines y estanques, dado el carácter lúdico del mismo. Entre las construcciones se encontraba una de las primeras meridiana solar construida en España. ​
El rey solía pasar solo algunos días al año, generalmente en verano en esta su segunda residencia, pero aun así se hizo una importante campaña para dotar a este palacio de un nivel artístico y ornamental a la altura del propio Alcázar, la residencia habitual. La escasez de pinturas antiguas en el mercado llevó a encargar extensas series a pintores de Roma y Nápoles, lo que requirió gestiones de embajadores y demás funcionarios al servicio de Felipe IV. Parte de dichos cuadros subsisten en el Museo del Prado; destacan varios paisajes de Claudio de Lorena, Nicolas Poussin y Gaspard Dughet, escenas bíblicas y mitológicas de Massimo Stanzione y numerosos cuadros de la antigua Roma de Giovanni Lanfranco, entre otros autores.
Para el Salón de Reinos (hasta 2009 sede del Museo del Ejército), se encargó una serie conmemorativa de triunfos militares españoles, a la cual aportó Velázquez su famoso cuadro Las lanzas. Otros cuadros de la serie se deben a Zurbarán, Antonio de Pereda, Juan Bautista Maíno y Vicente Carducho. 

Siglo XVIII
El nuevo rey de la Casa de Borbón, Felipe V, llegó a Madrid en 1701 y se instaló en el antiguo y solemne Real Alcázar. Sin embargo, pronto prefirió habitar el Palacio del Buen Retiro, que con su aspecto menos medieval y su cercanía a los jardines seguramente le recordaba a los palacios de Versalles y Marly, donde había pasado su infancia. 

Los proyectos de Robert de Cotte
No obstante, el palacio distaba mucho de tener la arquitectura barroca francesa de corte clasicista que gustaba al rey. Se decidió entonces pedir consejo al afamado Robert de Cotte, arquitecto jefe de Versalles tras la muerte de Mansart. De Cotte proyectó revestir el viejo palacio con unas nuevas fachadas francesas, Felipe V, por su parte, consideró que sería mejor construir un edificio ex novo.
·       primer proyecto: De Cotte planteó un nuevo edificio que seguía el típico esquema de château francés, es decir, con forma de U, una cour d'honneur cerrada por una verja y los amplios jardines a la francesa con parterres en la parte posterior (sur) del nuevo palacio. El proyecto retomaba las soluciones que el arquitecto había pensado para los palacios del elector de Baviera en Schlessheim o para el elector de Colonia en Bonn, asimismo se inspiraba en la rigurosidad clásica con la que François d'Orbay había concebido la fachada sur del Louvre. ​ El saliente central ovalado de la fachada posterior al jardín, elemento típicamente francés, sería retomado más tarde en la edificación de la Residenz del príncipe-obispo de Wurzburgo.
Vista global de primer proyecto.

Primera planta del nuevo palacio.

Elevación de la "cour d'honneur" 


·        segundo proyecto: en este caso, De Cotte imaginó un edificio con una planta cuadrada centralizada y cerrada, con una gran sala cupulada en el centro que daba acceso a cuatro aposentos distintos, cuatro patios interiores daban luz a las salas centrales. De Cotte siguió en este diseño las varias referencias a plantas centralizadas que había en la arquitectura francesa, dichas plantas ya aparecían en los tratados de Du Cerceau y también habían inspirado en Pavillon Royal de Marly, no obstante la planta de De Cotte seguramente tomara como referencia el proyecto que Nicodemus Tessin había concebido para el Louvre. ​ El castillo de Poppelsdorf, obra contemporánea de De Cotte, seguiría, en una versión simplificada, este segundo proyecto para al nuevo palacio del Buen Retiro.
Planta del primer piso del segundo proyecto.

Sección de segundo proyecto.

 

Ninguno de estos proyectos se llegó a realizar jamás, en parte por el pobre estado de las finanzas reales después de la Guerra de Sucesión Española y en parte porque la llegada de la nueva esposa del soberano, la italiana Isabel de Farnesio, eclipsó la influencia francesa en la corte real. 

Residencia oficial
Felipe V y su esposa se contentaron con realizar transformaciones y redecoraciones interiores al edificio. La única vista interior del edificio conservada hasta la fecha, la pintura El bautizo de la infanta Isabel de Antonio González Ruiz, nos permite imaginar como habría estado decorado el palacio durante el reinado del primer soberano Borbón. ​
Bautizo de la Infanta Isabel en el Palacio del Buen Retiro. Pintura de Antonio González Ruiz
 

En vista de las obras de redecoración que también se estaban realizando en el viejo alcázar de los Austrias, parte de la colección fue trasladada al Buen Retiro, cosa que permitió que muchas obras de arte se salvaran del funesto incendio que consumió el Real Alcázar la Nochebuena de 1734.
A partir de entonces, el palacio del Buen Retiro se convirtió en la residencia oficial de los soberanos españoles en la capital. Varias reformas importantes tuvieron lugar entonces.
En 1739, Santiago Bonavia substituyó el antiguo Coliseo de los Austrias por un nuevo teatro "vitruviano" apto para la representación de óperas. ​
En 1742, se encargó al arquitecto italiano Vigilio Rabaglio (que luego edificaría el Riofrío) la edificación de un nuevo "cuarto" para el infante cardenal Luis Antonio. El nuevo edificio anexo al viejo palacio y orientado hacia el Prado de San Jerónimo se abría a un jardín particular con parterres conocido como "Jardín de Francia". Su fachada barroca y blanqueada contrastaba abiertamente con la rigurosa fachada de ladrillo rojizo que caracterizaba todo el palacio. Dicho contraste puede apreciarse en el cuadro "Vista de la calle de Alcalá" (circa 1750) de Antonio Joli.
Fachada del "Cuarto del Infante".

La fachada del Buen Retiro en el cuadro de Antonio Joli. 


Apenas terminadas la obras en el "Cuarto del Infante Luis Antonio", Felipe V e Isabel de Farnesio decidieron reformar de arriba abajo sus aposentos (el antiguo "cuarto de la Reina"), cosa que obligó a trasladar a los reyes al cuarto del infante, previo desalojo de este. El nuevo proyecto de Bonavia para los aposentos de los reyes preveía, como era tradición en los palacios españoles, una doble hilera de estancias: las orientadas hacia el sur, destinadas a los meses de invierno, y las orientadas al norte, para los meses de verano. Su decoración se inspiraba en el gusto rococó, con una profusión de espejos, consolas y, quizás, boiseries.​ Del mismo modo, su distribución a base de antecámaras, inmensos dormitorios (cámaras) y gabinetes privados bebía claramente del concepto de appartement francés.
Sección y planta del nuevo "Cuarto de Sus Majestades".
 

Felipe V no vio, sin embargo, estos nuevos aposentos terminados, pues falleció el 9 de julio de 1746 en el citado "cuarto del Infante", cabe suponer que Fernando VI terminaría las obras de los nuevos aposentos regios y habitaría en ellos hasta su muerte en 1759. 

Declive
La llegada al trono de Carlos III supuso el inicio del fin de Buen Retiro como residencia real. El soberano habitó el palacio desde su entrada a Madrid en 1759 hasta su traslado al Palacio Real Nuevo en 1764. No parece, sin embargo, que al monarca le gustara demasiado el Buen Retiro: en cinco años, Carlos III apenas residió en el palacio poco más de dos meses, prefiriendo habitar los distintos reales sitios situados alrededor de Madrid.
El Buen Retiro se fue vaciando entonces paulatinamente de sus funciones cortesanas y, en 1766, a raíz del Motín de Esquilache pasó a funcionar como cuartel de los regimientos de Aragón y de los Suizos de Reding, las tropas no abandonarían el palacio hasta 1787.
En 1767, los jardines del Buen Retiro se abrieron por primera vez a los ciudadanos, convirtiéndose en uno de los lugares de esparcimiento favorito de los madrileños pero, también, en un importante foco de prostitución. ​
Tras la partida de las tropas en 1787, el arquitecto Juan de Villanueva realizó labores de mantenimiento y consolidación en diversas zonas del palacio. En esa época, el palacio se había convertido en el gran depósito de las obras de arte de la colección real; del Buen Retiro partían (o llegaban) distintos cuadros que eran instalados en otros reales sitios en función de los gustos del soberano y de la familia real. En 1789, en el inventario realizado tras la muerte de Carlos III, se contabilizaron un total de 1383 obras. ​
Paralelamente al declive el viejo palacio, sin embargo, importantes transformaciones habían tenido lugar en sus alrededores con la creación del llamado "Salón del Prado" y la fundación de varias instituciones científicas como el Real Jardín Botánico (1781), el Real Gabinete de Historia Natural (1785, actual Museo del Prado) o el Real Observatorio (1790). El mismo palacio había empezado a acoger, de hecho, el Real Gabinete de Máquinas en 1792 o el Cuerpo de Ingenieros Cosmógrafos en 1796. ​
El parque del Retiro con paseantes (1779), de José del Castillo.
 

Siglo XIX
A principios del siglo XIX, el palacio del Buen Retiro (como muchas otras residencias reales europeas desocupadas) podía ser visitado previo pago, la visita solía hacerla el propio personal del edificio. Varios viajeros pudieron visitar el Buen Retiro en las postrimerías del Antiguo Régimen. En 1803, Lady Elizabeth Holland escribió:
"el palacio carece de magnificencia tanto por fuera como por dentro; las estancias reales no están amuebladas. Tan sólo quedan unas pocas y excelentes pinturas"​
Dos años después, los profesores Moulignier y Ligier recibieron el permiso del rey para visitar el palacio y dibujar y tomar notas que luego se incluyeron en el Voyage pittoresque et historique de l'Espagne (1806-1820) de Alexandre de Laborde. 

Guerra de Independencia
Cuando las tropas napoleónicas entraron en Madrid en marzo de 1808, Fernando VII tomó disposiciones para que el Buen Retiro se convirtiera en cuartel general francés y en la residencia del general Murat, este, sin embargo, prefirió la comodidad de la antigua residencia de Manuel de Godoy.
No obstante, las tropas si que se instalaron en el Buen Retiro y, por insistencia de Napoléon, el general Savary (sustituto de Murat al frente de la tropas) y luego José I empezaron a fortificar el lugar.
El Buen Retiro ofrecía varias ventajas, estaba separado el núcleo de población y se encontraba en una posición elevada. Se construyeron tres recintos concéntricos amurallados y con fosos: el primero lo delimitaba el palacio, el Gabinete de Historia Natural y la tapia del jardín; el segundo tenía forma de cuña y se situaba detrás del palacio y el último, un fortín en forma de estrella rodeaba la Fábrica de Porcelana en la cima de la colina. ​
Después de su derrota en la batalla de los Arapiles, las tropas napoleónicas empezaron a abandonar la capital, aunque un importante contingente permaneció acantonado en el Buen Retiro. El 12 de agosto de 1812, el general Pakenham entró en la ciudad y ordenó bombardear el Retiro. A pesar de las fortificaciones, los franceses ofrecieron poca resistencia y los ingleses tomaron el lugar apresando a 2000 soldados. Acto seguido, el lugar sufrió saqueos y destrozos por parte de los propios madrileños. ​
En 1812, el Buen Retiro estaba muy deteriorado pero no arrasado: gran parte de los árboles del parque y los jardines ornamentales habían desaparecido, los huertos habían proliferado en todas partes y las fuentes estaban desbaratadas; el palacio presentaba áreas con agujeros y con goteras en los techos, faltaban puertas y la mayoría de las ventanas carecían de cristales, los interiores estaban repletos de suciedad, un molino harinero se había instalado en el interior del Casón y el Salón de Reinos servía de almacén de tinajas de aceite o aguardiente. ​
La destrucción definitiva del lugar llegó cuando, antes de abandonar Madrid, el general Hill, siguiendo las órdenes de Wellington, dinamitó la fábrica de porcelana y su fortín e incendió los almacenes de víveres situados en el palacio, a pesar de las repetidas exhortaciones del ayuntamiento de Madrid para adquirir dichos alimentos para la población. ​
A la llegada de Fernando VII a Madrid en 1814, el arquitecto Isidro González Velázquez emitió un informe recomendando conservar el gran patio cuadrado (o "Plaza Grande") del palacio (incluidos el Casón y el Salón de Reinos) y demoler el resto. ​

·        Planos de las fortificaciones francesas en el Buen Retiro.



 

Demolición
Siguiendo las recomendaciones de Isidro González Velázquez, en 1816 se procedió a demoler las partes más afectadas del palacio del Buen Retiro, sin embargo, al estar el Patrimonio de la Corona falto de dinero, no se pudo acometer la restauración de aquellas que se había decidido conservar.
Las demoliciones se alargaron hasta 1819, no obstante, las construcciones sobrevivientes del patio cuadrado o "Plaza Grande" continuaron deteriorándose hasta que, en 1865, la reina Isabel II decidió vender la parcela del antiguo palacio al Estado. Cuatro años más tarde, el Gobierno provisional empezó a demoler los edificios de la "Plaza Grande" conservándose solo el Casón y el Salón de Reino, ​que recibieron unas nuevas fachadas historicistas.
En el lugar del antiguo Palacio del Buen Retiro se erigió el barrio de los Jerónimos, así llamado por la Iglesia de san Jerónimo el Real, antiguo origen del palacio, que también sobrevivió a la demolición. 

II.- Finales del siglo XVII.
Se comienza a complicar la arquitectura; primero penetran las formas decorativas del barroco italiano (columnas de orden gigante y salomónicas, movilidad de planos en las fachadas, etc.), y luego las formas espaciales (plantas ovaladas, o cóncavo-convexas, llenas de movimiento).Destacan: fachada de la Catedral de Granada -de Alonso Cano-, dispuesta a manera de arco de triunfo de tres calles, cubiertas de arcos de medio punto; el Pilar de Zaragoza; la torre de las campanas y la del Reloj (Domingo de Andrade) de Santiago de Compostela. Durante el siglo XVII son escasas las construcciones; ya a finales de siglo se construyen: el presbiterio de la Catedral de Valencia. Las obras más barrocas son la fachada de la Catedral- claro ejemplo de los movimientos de fachadas al estilo de Borromini- : entre el escaso espacio que quedaba entre capilla del santo cáliz y Miguelete, se despliega una fachada a modo de biombo con tres calles plegadas en movimientos sinuosos cóncavo convexo, recargada de decoración en relieve y esculturas. La capilla de la Virgen de los desamparados: de planta ovalada, con espacios de entrada o capillas; destacando el camarín de la Virgen. Otros ejemplos son el museo de Bellas Artes, San Pío V y la torre de Santa Catalina, Palacio del Marqués de Dos Aguas. 

ALONSO CANO Almansa (Granada, 19 de febrero de 1601-ibídem, 3 de septiembre de 1667)
Fue un pintor, escultor y arquitecto español. Por su contribución en las tres disciplinas y la influencia de su obra en los lugares donde trabajó, se le considera uno de los más importantes artistas del barroco en España, siendo además el iniciador de la Escuela granadina de pintura y escultura. Importantes discípulos suyos fueron los pintores Juan de Sevilla, Pedro Atanasio Bocanegra y José Risueño, también escultor, y los escultores Pedro de Mena y José de Mora entre otros.
Su padre, Miguel Cano, era un prestigioso ensamblador de retablos de origen manchego, su madre, María Almansa (natural de Villarrobledo), quien también podría haber practicado el dibujo. Establecidos en Granada, al poco tiempo nació Alonso, siendo bautizado en la parroquia de San Ildefonso, donde se conserva un retablo con las trazas de su padre. Alonso aprendió sus primeras nociones de dibujo arquitectónico y de imaginería, llegando a colaborar tempranamente en los encargos granadinos de su padre, pues muy pronto sus progenitores comenzaron a descubrir su talento. Se dice que, en una visita a Granada del pintor Juan del Castillo en 1614, éste advirtió las grandes dotes del muchacho y aconsejó a su padre que lo llevase a Sevilla, donde había un ambiente artístico más acorde con su talento.
En 1651 regresa a Granada con el propósito de ordenarse sacerdote y obtener un puesto de canónigo en la catedral. En espera del puesto (que obtuvo en 1652), trabajó en numerosos proyectos para la catedral, así como para otras iglesias, monasterios y conventos de la ciudad, especialmente los pertenecientes tanto a la rama masculina como la femenina de la orden franciscana. En 1660, luego de una estancia en Madrid y en Salamanca durante la cual recibió los hábitos de sacerdote, se reintegró a la catedral de Granada como canónigo y terminó su serie sobre la vida de la Virgen para esa iglesia. Pocos meses antes de su muerte recibió el título de maestro mayor de la catedral y diseñó su fachada, que se construyó póstumamente. Fue enterrado en la cripta de la catedral de Granada.
Tuvo un carácter pendenciero e intervino en duelos. Pese a ganar grandes cantidades de dinero, mantuvo muchas deudas a lo largo de su vida, llegando a pisar la cárcel, aunque su amigo Juan del Castillo pagó sus deudas.
La obra de Alonso Cano ha sufrido, quizá más que la de ninguno de sus contemporáneos, pérdidas irreparables a lo largo del tiempo. Incendios, guerras, robos, saqueos, nos han privado de una parte importante de su legado. En la actualidad se halla dispersa y, en ocasiones, oculta o mal conservada; pocas de las obras se encuentran aún en su ubicación original. Sigue siendo, sin embargo, un legado inmenso que abarca, además de pintura y escultura, obras arquitectónicas de relevancia. Mención aparte merecen sus dibujos, de los que se conserva gran número y que permiten seguir el desarrollo de la carrera de este artista y su gran influencia en los ámbitos en los que ejerció su labor (Sevilla, Madrid, Granada).
Sus obras fueron, al comienzo de su carrera, una mezcla entre el manierismo italiano y el Barroco. Al igual que Velázquez, evolucionó del tenebrismo predominante en Sevilla a un estilo más colorista, aunque con carácter propio, puede decirse que, junto con Velázquez, su obra supone un punto de inflexión en la pintura española de su época hacía una tendencia más idealista.
                                              Catedral de la Encarnación de Granada

Torre de las Campanas vista desde el claustro.

Torre da Berenguela o del Reloj, torre de la catedral de Santiago de Compostela. 


Catedral de Valencia.
De la etapa barroca destaca que en 1703 el alemán Konrad Rudolf proyectó e inició la puerta principal de la catedral, conocida como de los Hierros por la reja que la rodea. A causa de la Guerra de Sucesión no la pudo acabar, y fueron principalmente los escultores Francisco Vergara e Ignacio Vergara los que lo hicieron. Al ser su planta curva, el paramento cóncavo que origina creaba un singular y estudiado efecto de perspectiva, desvirtuado durante el siglo XX a causa del derribo de los edificios adyacentes (antigua calle de Zaragoza) para ampliar la Plaza de la Reina.
Justo al lado del Micalet se encuentra la puerta principal, llamada de los Hierros (o dels Ferros en valenciano) por la reja de hierro que circunda el atrio de entrada. Es la más moderna, sustituye a una previa del siglo XV, fue financiada por una donación de doña Mariana Pont de Aguilar en 1621 e iniciada en 1703 por el escultor y arquitecto alemán Konrad Rudolf, que llegó a Valencia con el archiduque Carlos de Austria, pero al finalizar la guerra de Sucesión se fue con él, ya que era su escultor de cámara, y dejó paralizadas las obras en 1707, que fueran acabadas en 1713 por sus discípulos Francisco Vergara "el Viejo" y Francisco Stolz. Otros escultores que intervinieron fueron Andrés Robles e Ignacio Vergara y los picapedreros, José Mines y Domingo Laviesa.
Esta puerta es de notable interés por su planteamiento acertado y atrevido dentro del contexto hispánico de la época. Se trata de uno de los pocos ejemplos de la aplicación del barroco arquitectónico italiano, de planta ondulante y en movimiento, al estilo de Bernini o Borromini, a diferencia de los edificios barrocos españoles de la época, de tipo churrigueresco, con planta tradicional y gran profusión decorativa.
La Puerta de los Hierros, que se parece a un retablo de forma cóncava, mide más de 36 metros de altura. Cuando se construyó pretendía crear la ilusión óptica de una mayor sensación de espacio en un lugar realmente muy pequeño -a la manera de Bernini o Borromini- ya que fue concebida para ser vista desde la estrecha calleja (de Zaragoza) que acababa en la misma puerta. Hoy esta calle ha desaparecido al ensancharse la Plaza de la Reina y quedando la puerta en una esquina de dicha plaza, de ahí la respuesta a la incomprensión de la gente al no entender la posición de la misma. ​
La puerta de los Hierros, que está precedida por un atrio que limita una reja de hierro, también barroca, se desarrolla en tres cuerpos superpuestos:
En el primero, hay tres columnas a cada lado de la puerta, con fuste decorado y capiteles corintios, realizados por Konrad Rudolf entre los que se abren sendas hornacinas con las estatuas de Santo Tomás de Villanueva y San Pedro Pascual, obra de Francisco Stolz. Sobre el arco de entrada destaca un bajo relieve, atribuido a Ignacio Vergara que representa el anagrama de la Virgen, con gloria de ángeles y otros adornos, y enmarcado sobre una venera de estilo rococó.
El segundo cuerpo, más reducido, tiene cuatro columnas del mismo orden, en el intercolumnio del centro, un rosetón oval, y en los laterales, las estatuas de San Lorenzo de Francisco Stolz y de San Vicente Mártir, obra de Konrad Rudolf, y medallones con los bustos de los papas valencianos, Calixto III y Alejandro VI, con figuras alegóricas: a los pies del primero la caridad y la justicia, y a los del segundo la esperanza y la fortaleza; ambas son obras de Francisco Vergara.
En el tercer cuerpo, de menores dimensiones, se representa la asunción de la Virgen en un alto relieve atribuido a Ignacio Vergara y, en ático, el símbolo del Espíritu Santo en relieve bajo un frontón partido, y en sus extremos, las esculturas de san Luis Bertrán y san Vicente Ferrer, obra de Stolz.
Remata el conjunto una cruz de hierro sobre una esfera de bronce entre dos ángeles de piedra. La piedra de esta puerta procede de las canteras de Benigánim, Moncada y Ribarroja de Turia.
Nada más entrar dentro de la catedral por la puerta de los Hierros, en el muro izquierdo y sobre la pila bautismal, se encuentra el célebre cuadro de Vicente Macip llamado Bautismo de Cristo en el río Jordán por Juan el Bautista (1535). Dentro del cuadro, asisten al acto de bautizo cuatro doctores de la iglesia y el donante del cuadro, el venerable Agnesi, mientras desde el cielo, Dios envía el espíritu santo sobre el hijo. 

Palacio del Marqués de Dos Aguas 
Se encuentra en el centro histórico de Valencia, (España), entre las calles Poeta Querol (antigua plaza Villarrasa y María de Molina), calle de la Cultura (calle de la abadía de San Martín) y calle de San Andrés.
El espacio en el que se ubica se cree que probablemente fuese en origen el terreno destinado a una necrópolis romana de los siglos I al III d.C., debido a los hallazgos en uno de sus patios el 9 de septiembre de 1743.
El edificio que hoy se puede visitar se encuentra destinado a albergar el museo Nacional de Cerámica y de las Artes Suntuarias González Martí resultado de una radical reforma llevada a cabo sobre la antigua casa solariega de estilo gótico propiedad de los Rabassa de Perellós, quienes adquirieron el título de marquesado de Dos Aguas en 1699 otorgado a la familia por Carlos II.
Hacia 1740 Giner Rabassa de Perellós y Lanuza inicia la reforma en el palacio ofreciendo cierto grado de renovación en comparación con las anteriores realizadas, ya que incluye elementos ornamentales frente al carácter severo de la antigua casa solariega. ​Para esta modificación cuenta con la colaboración del pintor Hipólito Rovira, el escultor Ignacio Vergara y el adornista Luis Domingo, destacando especialmente la portada alabastrina, la vuelta de la escalera noble y la carroza de las Ninfas.
Detalle de una ventana.
 

De planta cuadrangular irregular, organizado en torno a un patio y con torres en las esquinas, sus fachadas se alzan en dos alturas sobre el zócalo correspondiente al subsuelo y la planta baja; mientras que en un lateral se abre la puerta principal, realizada en alabastro procedente de las canteras de Niñerola en Picassent (provincia de Valencia) -del entonces señorío de los Dos Aguas- por Ignacio Vergara sobre el diseño de Hipólito Rovira. Está presidida por la imagen de la Virgen del Rosario, obra de Francisco Molinelli, incrustada en un nicho que permite su apertura con una puerta corredera convexa desde donde descienden dos caudales de agua en alusión al título de los marqueses, con dos atlantes a los lados que simbolizan sendos ríos, todo con un resultado decorativo de desbordante voluptuosidad. Los aspectos relacionados con la iconología e iconografía de esta portada monumental han sido muy discutidos y diversos, sobre los que se recomienda los artículos de Salvador Aldana y Santiago Sebastián.
En esa época toda la fachada estaba decorada con frescos de Rovira, pero entre 1853 y 1867, cuando poseía el título Vicente Dasí Lluesma, el palacio sufrió una nueva remodelación, en la que desaparecieron las pinturas, que a la sazón estaban en mal estado debido a la humedad, siendo sustituidas por estucos en tonos grises y rosas imitando mármoles. Además, se realizaron también los balcones de sabor francés, con barandillas ondulantes sustituyendo a los anteriores en hierro. Con todo, la máxima remodelación se puede apreciar en la planta noble, donde se reorganizaron las estancias en torno a los patios internos y convergiendo en la escalera principal del edificio.
Entrada al edificio, portada de Ignacio Vergara.

Salón de baile


Iglesia
En 1644, por ruina de la antigua capilla dedicada a San Jorge, se había decidido la construcción de una nueva iglesia según planos de Pedro Sánchez Falconete. Las obras quedaron paralizadas por motivos económicos y porque la Hermandad no era la propietaria de todos los terrenos. Miguel Mañara, que había sido nombrado hermano mayor en 1663, se convirtió en el principal impulsor del proyecto y agilizó las obras del templo. Los planos fueron reformados por iniciativa de propio Mañara y la fachada fue rematada por Leonardo de Figueroa. La iglesia quedó terminada en 1670 y se inauguró el 16 de julio de 1674. Tras esto dio comienzo el proceso de ornamentación, que sería culminado en 1685, después del fallecimiento de Mañara. ​
En 1721 finalizó la construcción de los patios del hospital y de la torre de la iglesia, realizada por Leonardo de Figueroa.
 
Fachada de la iglesia
La fachada de la iglesia, obra representativa del barroco sevillano, se encuentra estructurada en tres cuerpos de altura y presenta un esquema de gran simplicidad constructiva. Los dos tramos superiores se encuentran decorados con azulejos que representan a sus patronos San Jorge y Santiago y a las tres virtudes teologales, Fe, Esperanza y Caridad. Más abajo, a los dos lados de la puerta se contemplan esculturas de dos reyes santos: San Fernando, rey de Castilla y San Luis, rey de Francia, reflejando el carácter nobiliario que por entonces detentaba la Hermandad. La fachada aparece rematada por un ático precedido por una baranda de hierro y flanqueado por dos pináculos de ladrillo.



Próximo Capítulo: Capítulo 10 - Arquitectura barroca española - Segunda parte

 

 

Bibliografía
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