viernes, 8 de agosto de 2025

Capítulo 94, El Románico de Tierras de Pedraza

 

El Románico de Tierras de Pedraza
Alrededor de la maravillosa villa se concentran una serie de templos y ermitas que tienen como denominador común la sencillez y austeridad, empleando el calicanto como material principal de construcción aunque también existen casos de gran calidad plástica.
Las iglesias más importantes de la comarca de Pedraza son las ruinas del Monasterio cisterciense de Santa María de la Sierra de Collado Hermoso, muy cerca de Sotosalbos, la ermita de Nuestra Señora de las Vegas de Requijada y San Juan en El Arenal.
Son precisamente estos dos templos: Virgen de las Vegas y El Arenal las que mejor repertorio escultórico ofrecen en los capiteles de puertas y galerías, e incluso -como ocurre en Requijada- en las enjutas.

Pedraza
La villa de Pedraza se halla situada en una prominencia del terreno excavada por la erosión de los arroyos del Vadillo y San Miguel. Esta orografía propicia una defensa natural del asenta miento que se completa con la construcción de una muralla que la convierte en una localidad prácticamente inexpugnable. La proximidad del agua de los ríos, la diferencia de cotas de altura dentro de la ciudad, sus límites quebrados e irregulares junto a las vicisitudes históricas por las que atravesó la villa en época medieval y moderna marcan el devenir urbanístico de este núcleo de la Extremadura castellana.
Del pasado prehistórico de la zona en la que se asienta la moderna Pedraza da fe la existencia de la “Cueva de la Griega” con sus pinturas rupestres o la necrópolis de la “Cueva de los Huesos”. La época de dominación romana dejó en los alrededores alguna que otra villa rural y la pervivencia de una leyenda: la de que el emperador Trajano fue natural de esta villa y no de Itálica. La creencia arranca de la Crónica General de España, mandada compilar por Alfonso X, y en la que puede leerse que el emperador fue “natural de una villa de Estremadura que ha nombre Pedraza”. Como ya reseñó el historiador Timoteo de Antonio esas palabras tuvieron una larga fortuna historiográfica entre nuestros estudiosos de la Edad Moderna, pero pocas posibilidades de ser ciertas.
No será hasta el siglo X (año 983) cuando la villa de Pedraza aparezca nombrada en el voto de San Millán como una de las localidades que tributaban al convento de dicho nombre. Probablemente fuera una de las plazas reconquistadas a los árabes a mediados del siglo VIII por Alfonso I y su hermano, pero de ser así tendría poca trascendencia en cuanto a la fijación de forma organizada de población en la villa. Pero no existen fuentes escritas que puedan atestiguar que se trataba de un lugar deslindado de Sepúlveda hasta 1123 cuando en una bula del papa Calixto III figure como tal.
Es con la conquista de Toledo en 1085 y el traslado definitivo de la frontera del Duero al Tajo cuando se inicien los mayores esfuerzos repobladores y es a partir de este momento cuan do debemos situar su nacimiento como concejo, articulándose con la fórmula de Comunidades de Villa y Tierra. Contaba así la villa con un extenso territorio sobre el que dominaba jurisdiccionalmente y que delimitaba al norte y este con el alfoz de Sepúlveda; por el oeste con la Tierra de Segovia y con las villas episcopales de Sotosalbos, Pelayos y Muñoveros y por el sur con tierras del sexmo de Val de Lozoya, de la Tierra de Segovia y con la Tierra de Buitrago. Los límites, marcados por accidentes geográficos o por mojones, debían ser conocidos por autoridades y vecinos para no dar lugar a conflictos, algo que no siempre se consiguió durante la Edad Media y Moderna.
Igualmente se le concedieron privilegios para favorecer la repoblación, como el de Sancho IV de 1294, en el que se exoneraba del pago de tributos a todos los que ya morasen en la villa de Pedraza y sus arrabales y a los que vinieran a establecerse de nuevo.
Los esfuerzos repobladores daban su fruto y la villa se convertía en el centro económico y fiscal de un amplio territorio que se organizaba alrededor de colaciones o parroquias. Documentadas como tales existían sólo cuatro: la de Santa María que abarcaba una gran superficie, la de San Juan altamente poblada, la de Santo Domingo y fuera ya de los muros quedaba San Miguel. Pero éstas no eran las únicas construcciones dedicadas al culto divino: extramuros estaban la ermita de Nuestra Señora del Carrascal y la de San Martín e intramuros la de San Pedro.
Pero Pedraza no fue sólo un polo de atracción para los cristianos, también un importante número de judíos la eligieron como destino, como lo prueba que a finales del siglo XIII la judería de Pedraza aparezca contribuyendo al Obispado de Segovia con una significativa cantidad. Establecidos en la antigua colación de Santo Domingo, donde estuvo su sinagoga, la vitalidad de este grupo ha dejado numerosos rastros en la documentación notarial del primer tercio del siglo XV analizada por Municio Gómez.
En 1369 se producía un hecho fundamental en la historia de Pedraza que pasaba de ser villa de realengo a tener un señor, don Fernando Gómez de Albornoz, por un privilegio de Enrique II. Avatares dinásticos harían que a finales del siglo XV la villa recalara en el Condestable de Castilla y primer Duque de Frías, quedando así ligada su propia historia a la de una de las familias más poderosas de Castilla durante toda la Edad Moderna. Así se explica que fuera el castillo de Pedraza el lugar elegido por Carlos V para custodiar a los hijos del rey de Francia, Francisco I, que por el tratado de Madrid en 1526 habían pasado a ser rehenes del Emperador.
La presencia de la nobleza junto al evidente y próspero negocio ganadero transformaron sin duda su fisionomía medieval convirtiéndose en una elegante villa poblada de grandes casonas blasonadas y con iglesias reedificadas o refundadas donde antes se levantaban los edificios de antiguos repobladores.

Iglesia de San Juan
La iglesia de San Juan, con su esbelta torre románica y su situación formando parte de uno de los laterales de la plaza mayor, constituye una de las imágenes más repetidas de la villa de Pedraza. En 1247 esta parroquia contribuía a las rentas de los canónigos de la catedral de Segovia con quince maravedíes menos tres sueldos y medio siendo la primera de las de Pedraza en este sentido, aunque en los siglos posteriores perdió importancia res pecto a la de Santa María, al convertirse ésta última en la parroquia del castillo.
En la actualidad la iglesia de San Juan es un edificio de tres naves, ábside semicircular, y torre adosada al norte, todo ello rodeado de numerosos añadidos que impiden ver los volúmenes originales del templo. En el lado septentrional, además de la citada torre, se ubica una pequeña estancia conocida como capilla de San José que, por otra parte, es utilizada como baptisterio albergando la pila bautismal románica; se añadió también la portada de acceso al templo rescatada de la arruinada iglesia de Santo Domingo cuando ésta se cerró al culto en el primer tercio del siglo XIX. En el lado meridional el templo presenta los aditamentos de la sacristía a la altura de la cabecera y la capilla del Carmen, que ocupa prácticamente la totalidad de la longitud de la nave. Finalmente, en la fachada occidental encontramos adosado un pequeño atrio cuyo muro está La iglesia vista desde el suroeste La iglesia vista desde el suroeste adornado con grandes bolas de piedra de recuerdo herreriano.
Del pasado medieval del templo solamente han llegado hasta nuestros días el ábside semicircular muy modificado, la torre campanario y la pila bautismal. El ábside, construido muy probablemente con mampostería, permanece totalmente enfoscado y en su muro se han abierto tres grandes ventanales que nada tienen que ver con la tipología románica pero que, por su disposición, es posible que sustituyan a los vanos primitivos. Sostienen la cornisa una colección de canecillos, todos ellos muy sencillos de perfil de nacela, algunos muy deteriorados. La torre, como ya hemos dicho ubicada en el ángulo noreste del edificio y formada por un piso bajo, oculto al exterior por otras construcciones, y cuatro pisos, los dos inferiores de mampostería enfoscada y los dos superiores construidos con sillería. Exteriormente los dos primeros pisos de la torre son totalmente cerrados sin vanos, a excepción de una estrecha y alargada ventana de sillería abierta en la cara oriental del segundo piso, formada por un arco de medio punto con cimacios de cuarto bocel. En el lado norte bajo la torre con vistas a la plaza encontramos el llamado “Balcón Verde” que fue construido por Antonio Pérez de la Torre y Zúñiga, caballero de la orden de Santiago. Este balcón a pesar de estar adosado a la torre y a la iglesia no comunica directamente con ninguna de las dos y solamente se utilizaba para presenciar los festejos de la plaza.
Los dos pisos superiores presentan un esquema muy parecido, construidos en sillería con las esquinas matadas por baquetones y con vanos abiertos en sus cuatro costados. El tercer piso tiene dos troneras abiertas en cada lado con forma de arco de medio punto y dos arquivoltas, la interior que apoya en columnas con capiteles muy sencillos con hojas vegetales lisas partidas algunos de ellos con bolas en las esquinas y la arquivolta externa es recibida por jambas prismáticas y decorada por una chambrana con perfil de nacela. Una línea de imposta con forma de cuarto bocel recorre los cuatro lados de este piso a la altura de los cimacios. En el último piso de la torre encontramos de nuevo dos troneras en cada uno de los lados constituidas por un arco de medio punto doblado con la rosca externa recogida por pequeñas columnas y capiteles con pequeñas hojas con las puntas dobladas. Al igual que en el piso inferior los cimacios se prolongan por los cuatro lados de la torre en una línea de imposta con perfil de nacela y listel. La cornisa que culmina todo el conjunto parece haber sido reconstruida quizás en el mismo momento en el que se lleva a cabo una fuerte reforma del templo, en el siglo XVII.
Troneras románicas
 

El interior del templo se divide en tres naves separadas por pilares rectangulares cruciformes y cubiertas por bóvedas barrocas decoradas con yeserías. Según señala Timoteo de Antonio es posible que la iglesia tuviese un atrio de estilo románico adosado al norte que existió al menos hasta 1799 pero que desapareció en el siglo XIX cerrándose la pared con ladrillo y colocando en la fachada la portada de la iglesia de Santo Domingo como ya hemos señalado anteriormente. La cabecera de la iglesia conserva su forma románica con un ábside semicircular aunque también fue reformada quizás en el siglo XVII (existe una losa en el ábside con la inscripción “1629”).
Tiene adosado por su lado norte la torre de la iglesia con un cuerpo inferior muy modificado actualmente por la abundante decoración de época barroca. También ubicada en el lado norte se encuentra una estancia que alberga la pila bautismal, que originalmente era una capilla privada de la familia Perex y que hoy se conoce como capilla de San José. La pila bautismal que aquí se encuentra es un magnífico ejemplar de 138 cm de diámetro, 109 cm de altura total con 46 cm de pie.
La copa semiesférica está decorada con 32 gallones de dos tamaños diferentes intercalados. Sobre ellos una cene fa en la que se representa una cardina recorre toda la circunferencia y enredados entre ella se tallan dos parejas de aves, y unas figuras humanas, quizás niños, muy difíciles de reconocer. El pie que sostiene la copa también está decorado con hojas de palmera muy voluminosas cuyas puntas se unen formando una sucesión de pequeños arquitos; la parte inferior de este friso de hojas está tapada por una estrecha franja de cemento. Esta pila bautismal encuentra sus paralelismos con otras piezas existentes en otros templos de la provincia como por ejemplo en la cercana iglesia de Valle de San Pedro, en la parroquial de Caballar o en la iglesia de Santiago en Turégano.

En el exterior de la iglesia, en el atrio ubicado en junto a la fachada de poniente se halla otra pila bautismal de traza románica, de 119 cm de diámetro, 87 cm de altura, con copa de forma troncocónica y embocadura abocelada. Algunos autores explican la presencia de esta pila en la iglesia de San Juan como procedente de la arruinada iglesia de Santo Domingo, trasladándose aquí durante el siglo XIX.


Collado Hermoso
Situado al pie de la sierra segoviana, para acceder a esta localidad solamente es necesario seguir la carretera Nacional 110 que partiendo de Segovia atraviesa Collado Hermoso tras recorrer 21 km.
La primera mención documental que se conoce de la población es la que aparece en la bula del papa Calixto II de 9 de abril de 1123, por la que se reconoce el reconstituido obispado de Segovia y sus límites antiguos, incluida la hereditatem de Pirone usque ad semitam de Collad Fermoso. El 18 de marzo de 1139 una nueva bula de Inocencio II ratifica todos los términos del obispado, entre los que se cita a Collado Hermoso. La reina doña Urraca, esposa de Alfonso I de Aragón confirma en 1123 la “heredad que le dio el Concejo de Segovia, que se llama Collado Hermoso y tiene término desde el Pirón hasta la senda que va de Turégano a Buitrago y desde la carrera de Sepúlveda a la Sierra”. El 28 de abril de 1139 el obispo de Segovia cede a un tal Munio Vela el término de Collado Hermoso con el fin que poblase esas tierras que se ubicaban en la falda occidental de la sierra, en las cercanías en donde más tarde se ubicó el convento cisterciense de Santa María de la Sierra. Se conoce la existencia de un palacio perteneciente al obispado, puesto que el 10 de junio de 1221 el arzobispo de Tole do don Rodrigo, en calidad de gobernador, acuerda con los pueblos de Tenzuela, Sotosalbos, Santo Domingo de Pirón, La Cuesta, Pelayos y Torreiglesias, la forma de regar los linares y huertas del palacio que el obispo tenía en Collado Hermoso, acuerdo que sería luego confirmado por Fernando III.

Monasterio de Santa María de la Sierra o de Sotosalbos
El monasterio de Santa María de la Sierra se alza en la vertiente septentrional de la Sierra de Guadarrama, a unos 2,2 km al sur de la localidad segoviana de Collado Hermoso (km 171 de la N-110 Segovia-Soria). Dista unos 22 km de la capital.
Un camino carretero en buen estado, que arranca desde la misma localidad y va discurriendo entre un monte poblado de robles, jaras y manchas pinariegas, permite el acceso hasta las mismas ruinas del cenobio, que está asentado en las lomas del Cerro de la Picota, desde donde se dominan las enormes planicies que se extienden al sur de Turégano y Caballar. Antaño lugar de reunión de los pastores de aguas y poblaciones del entorno, cada sanjuanada, se acercaban hasta la criazón de la fuente del Mojón, que desagua al Picón y al Polendos abasteciendo a sus vecindarios, para mondar sus caceras enfangadas.
Para Pérez-Embid el monasterio de Santa María y Santiago de la Sierra resultaba un caso atípico dentro del Císter castellano. Fue fundado en 1133 por el obispo de Segovia Pedro de Agen destinando para ello la tercera parte de una heredad en Sotosalbos –hacia el río Pirón donada en 1123 por el concejo de la ciudad de Segovia a la catedral, siendo ocupado entonces por monjes benedictinos, que dispusieron un templo advocado a la Virgen y el apóstol Santiago. El 28 de abril de 1139 el mismo obispo otorgaba a Munio Vela la heredad yerma de Collado Hermoso situada bajo el monasterio.
Vista general de las ruinas desde el este
 

El origen cluniacense del obispo galo facilitó el asentamiento de una pequeña comunidad de los mismos monjes, aunque Abad y Senra sospecharon que la vieja comunidad pudo tener su origen en el pactualismo monástico altomedieval, manteniendo un absoluto sometimiento a la sede diocesana. Resultó favorecido con dos molinos y unas casas en Viveros (junto al río Jarama, entre Madrid y Alcalá de Henares) por Alfonso VII en 1146 y 1152, renovando Gonzalo II su pacto diocesano en 1201.
Fachada occidental
 
Ventanas
 
Interior de la nave
 

Como afiliación pasó a la orden cisterciense en 1212 (aunque existan otros argumentos en favor de la fecha de 1216), siendo ocupado por monjes procedentes de Carra cedo. Se trata de una de las afiliaciones más tardías realizadas directamente por Cîteaux en tierras castellanas.
En 1219 obtenía una heredad en Santa Elena, en tierras de Coca y una confirmación de sus términos por parte de Fernando III, citándose entre otras, la iglesia de Santa María del Carrascal, el término de la villa de Pedraza, la granja de Viveros, posesiones en Quadrón, Muñoveros y en Las Cuevas –con su iglesia– así como unas casas en la ciudad de Segovia.
En 1221 llegaba a un acuerdo con las poblaciones cercanas (Sotosalbos, Pelayos, Eglesuela, Guendul, Losana, Santo Domingo y Torreiglesias) respecto al uso de las aguas del Pirón y del Pironcillo, cuyos manantiales nacen en lo alto del monte, en el Mojón a poca distancia del monasterio. La lógica de la ganadería trashumante, convirtió a Santa María de la Sierra en un punto de paso obligado que salvando el puerto de Malagosto –con alberguería propia y donde ambientó el arcipreste de Hita el salaz pasaje de su encuentro con la moza selvática y montaraz encargada del cobro del portazgo– conectaba ambas mesetas.
Nunca debió disfrutar de holgada situación económica pues en 1240 el arzobispo de Toledo apuntaba ya síntomas de pobreza. En similares términos se pronunciaba Fernando IV en 1298: “es tan pobre e tan menguado que si lo pechar oviese agora nuevamente que se non podria mantener, e que se derraigaria de lo que an e lo non podran complir”; así las cosas, el monarca hacía exención de yantares, acémilas, pedidos y tributos. Pese a su men guado patrimonio, la mayor parte de su fábrica debió alzarse durante las primeras décadas del siglo XIII, rematándose hacia el final de la misma centuria. A fines del siglo XIV aún sería regularmente visitado por los reyes Juan I y Enrique III.
Abad y Senra, autores de la más reciente revisión, recogían otros testimonios referentes a la estrechez económica del monasterio, pues en 1422, acuciado por las deudas, la ruindad de sus inmuebles y la falta de excedentes agrarios se veía obligado a vender su heredad del Quadrón al canónigo segoviano Juan González. Por esas fechas contaba sólo con seis monjes y el abad Pedro Bravo, escasísima comunidad que en 1487 se redujo tan sólo a cuatro. Bravo exponía ante el Capítulo General el atraso de la casa, arruinada, sin vestuario para los monjes y cuyos decrépitos edificios “se llovían todos”.
Tras su adhesión a la Congregación General de Castilla antes de 1467, y con sólo dos miembros –prior y “compañero”– se convirtió en priorato de Sacramenia en 1498, poseía entonces la ermita de Nuestra Señora del Carrascal en Pedraza, modestas haciendas en Cantimpalos, Las Cuevas, Santa Elena –a orillas del Voltoya–, La Mata, Muño veros, Collado y la capellanía de Aldea del Saz, varias de las cuales fueron enajenadas por el abad de Sacramenia.
En 1504 Santa María de la Sierra fue entregado vitaliciamente a fray Francisco de Valladolid, quien se encargó del servicio religioso y de la intendencia doméstica. Frecuentaba la casa un solo monje, acompañado esporádica mente por algún criado, mientras las dependencias mona cales se habían abandonado por completo. En el inventario redactado el mismo año se señala la existencia de numerosas reliquias y una Virgen de bulto del siglo XIII presidiendo el altar mayor, que hoy se conserva en la parroquial de Collado Hermoso. El documento indicaba también la advocación de las otras dos capillas: San Pedro y San Bernardo, así como la existencia de una reja de madera que separaba la iglesia “de cabo a cabo”, una sacristía y otras dependencias como dormitorio, refectorio, bodega, torre y granero.
A fines del siglo XVIII la mitad de la iglesia estaba completamente arruinada, al igual que el claustro y las dependencias monacales, manteniendo una pobre vivienda para uso del prior y sus asistentes. El copista del Tumbo de Sacramenia afirmaba en 1757: “hoy la iglesia se ha caído la mitad de ella y la otra mitad se aseguró con un paredón. En medio del coro, abajo, había una cueva que le cogía todo él y el presbiterio hasta el altar mayor de bóveda que llamaban de San Bartolomé, que está derrotada al presen te...”. Enajenado tras la desamortización de 1835, fue declarado Monumento Histórico-Artístico el 4 de noviembre de 1931.
En la actualidad mantiene las inquietantes ruinas de su iglesia, plagadas de arbustos y maleza, con sus portadas hacia occidente y hacia el claustro, así como las ménsulas troncopiramidales y los arranques de las crucerías de la panda oriental del perdido claustro.

Hacia occidente siguen en patético equilibrio los desventrados muros del edificio que estuvo destinado a vivienda y usos pecuarios, en origen cilla del convento.
Parece evidente que durante décadas el conjunto ha sido aprovechado como cantera, despojándose paramentos murarios y muchos tambores de las semicolumnas. Tam bién el tercer tramo de la nave central fue habilitado como residencia, quedando tapiado por muros de mampostería entre los que todavía se distinguen numerosos mechinales. Al tiempo, se incluyeron dos reaprovechados ventanales apuntados y rasgados que perforan sus costados oriental y occidental. Ambos acogen ventanas bíforas con vano superior lanceolado.

Sección transversal
 

El templo, de mayor antigüedad que el resto de las dependencias, tiene planta de tres naves, más ancha la central (resulta también más ancha la nave meridional que la septentrional), carece de crucero y, parece, remató en un desaparecida cabecera tradicionalmente descrita como de tres ábsides semicirculares. La separación entre las naves se efectúa mediante arcos apuntados y doblados que apoyan sobre pilares cruciformes y zócalos circulares: los torales sobre gruesas semicolumnas y los fajones sobre ménsulas naceladas (hacia las naves laterales quedan truncadas casi al nivel del pavimento).
Las ménsulas del tramo más oriental de la nave central, donde arrancan las semicolumnas, están cortadas a vuelapluma, presentan toscas cabecitas muy erosionadas (sólo se conserva la meridional), el resto de las ménsulas ostenta decoración vegetal. Las naves tienen cinco tramos cubiertos con bóvedas de cañón apuntadas reforzadas mediante fajones doblados. Los tramos aún en pie, seriamente dañados, están heridos por orondos orificios que hacen peligrar la estabilidad de los fajones supervivientes.
Es pues un edificio de clara raíz románica cuya tipo logía recuerda la iglesia de San Millán de Segovia, la del castillo de Turégano o la de Nuestra Señora de las Nieves en Rebollo, si bien su fábrica debe datarse con posterioridad a la afiliación del monasterio a la orden cisterciense, prolongándose los trabajos hasta bien entrado el siglo XIV.
Utiliza aparejo de sillería –blanca arenisca– de óptima estereotomía en las arquerías de separación entre las naves, soportes y vanos, recurriendo a una buena mampostería y al sillarejo en los muros.
Desde el punto de vista escultórico, los capiteles evidencian una clara evolución estilística a medida que avanzamos hacia occidente, desde los vegetales a los zoomórficos, los simples acantos rematados por pomas y finalmente el característico crochet gótico, verificable desde el segundo tramo de la nave de la epístola y el tercero de la del evangelio. Las basas son áticas, provistas de gruesos toros y garras angulares de lengüeta, que se tornan lisas hacia los tramos occidentales.
Para Abad y Senra, los trabajos debieron comenzar por la cabecera en torno al 1220. Desconocemos cómo fueron las cubiertas de los ábsides, aunque los citados autores señalaron la lógica presencia de bóvedas de horno y cañones apuntados en los presbiterios rectos, caracterizándose por el empleo de mampostería de irregular apare jo y una total ausencia de ornamentación escultórica. Otra posibilidad sería considerar una triple cabecera plana cubierta con crucerías. Paralelamente se alzó el derruido paramento meridional hasta la altura de una imposta, donde se abren ventanales de medio punto con doble arquivolta lisa, y el desaparecido sector oriental.
Una segunda fase permitió la construcción de las tres naves y sus soportes, con capiteles más antiguos para la nave central, donde aparecen aves, algunas de cuellos entrelazados, rapaces apresando liebres, trasgos y cuadrúpedos afrontados de cuellos anudados, así como otras ces tas vegetales de acantos lisos o rematadas en pomas y piñas.

Los capiteles más antiguos ornados con aves eran emparentados por Abad y Senra con piezas de San Miguel de Fuentidueña, Fuentesoto, Duratón, Castillejo de Mesleón o Moradillo de Sedano (Burgos), para los cuadrúpedos encontraban mejor correspondencia con Perorrubio, Caballar y la iglesia del castillo de Turégano. Las cestas vegetales plantean lejanos paralelos respecto al priorato benedictino de Santa María de Mave (Palencia) que se nos antojan muy genéricos. A fin de cuentas, las diversas fac turas escultóricas revelan la intervención de muy diversos operarios, manifestando quizás la convivencia entre los artífices locales varados en la tradición románica y los formados en las modernas canterías góticas.
El testero occidental, que debió rematar a piñón, es revelador de la estructura interna del templo, mostrando dos grandes contrafuertes con talud a media altura y coronamiento a dos aguas. Las naves laterales están perforadas por dos óculos tetralobulados, internamente abocinados y con triple perfil nacelado.
La gran portada occidental debió alzarse hacia 1250, presenta chambrana ornada con puntas de clavo y triple arquivolta apuntada de escocias, boceles y chrevrons que apoya sobre una imposta con perfil de doble bocel, dos escocias y jambas acodilladas con aristados boceles. Está flanqueada por dos pináculos bocelados que rematan en afilados tejadillos a dos aguas. El óculo superior, doble mente baquetonado que corona el testero occidental se inscribe en el interior de un gran arco de medio punto y debió perforarse con posterioridad al 1300, siguiendo el modelo visto en Sacramenia, desde donde debieron pro ceder los canteros activos en Santa María de la Sierra.
Hacia fines del siglo XIII se remataron los soportes de las naves laterales y los tres ventanales septentrionales de rotunda estereotomía y triple arquivolta de rasuradas aristas (convertidos modernamente en balcones hacia el exterior). Son de crochets los capiteles de la nave del evangelio, recordando modelos de Las Huelgas.
Ignoramos el número de tramos que tuvieron las galerías claustrales si bien todo parece indicar que fueron cubiertos con crucerías. En la panda del mandatum aún se conservan las ménsulas y los arranques de las nervaduras. En el lado occidental se mantiene, aunque muy transfor mada la cilla, así como el ángulo suroccidental del claustro (perforado por una pequeña puerta apuntada, casi enterrada). En lo que debió ser el tramo más occidental de la panda septentrional existe otra puerta. Tiene chambrana bocelada y triple arquivolta abocinada de medio punto decorada con flores que apoya sobre imposta lisa y jambas baquetonadas. Senra y Abad eran partidarios de considerar un claustro de planta rectangular cuya cronología correspondería ya al siglo XIV.
Adyacente con el capítulo de la panda oriental estaría la sala de monjes y la salida hacia la huerta, así como la cocina y el calefactorio en la meridional. Pero son dependencias que han desaparecido, acaso por lo perecedero de sus materiales, agravado por la incuria y el abandono.
En la actualidad la densa vegetación y los escombros complican el acceso. De la torre, sólo se mantienen unos pocos sillares adosados al muro occidental de la iglesia, tuvo planta cuadrada y husillo, con acceso desde el interior de la cilla.
Desde la cilla también existió acceso hasta el templo, utilizando una moderna puerta apuntada abierta en el ángulo occidental. En el interior del templo se conserva un enorme fragmento de lo que debió ser la pila del lavatorio claustral.

 
Requijada
Históricamente formaba parte del municipio de Las Vegas pero tras la desaparición de éste, en 1847 pasó a considerarse a Requijada como un barrio más de Santiuste de Pedraza, junto a Chavida y La Mata. Sin embargo, y si tenemos en cuenta la historia, debemos considerar esta localidad como una entidad independiente.
Su nombre parece ser que proviene del latín y significa “lugar apartado o retirado”. Y real mente el topónimo está en lo cierto puesto que el pueblo se asienta en lo alto de una pequeña loma apartado unos 2 km de la vía de comunicación principal como es la carretera que conduce a Sepúlveda.

Ermita de Nuestra Señora de las Vegas
Enclavada en plena tierra de Pedraza, a unos 35 km de Segovia, en plena vega del río Cega (de ahí su apellido) la iglesia de Nuestra Señora de las Vegas constituye una de los ejemplos más representativos del arte románico en la provincia segoviana. Fue declarada Monumento Histórico-Artístico el 19 de agosto de 1969. Para llegar a ella desde la capital es necesario tomar la carretera nacional 101 en dirección a Soria y nada más atravesar la localidad de La Salceda desviarnos en el cruce que nos encontramos en dirección a Pedraza. Encontramos la iglesia unos 8 km después emplazada al borde la carretera que atraviesa todo el valle, contribuyendo esta ubicación a resaltar aún más los valores arquitectónicos del edificio.
Ya a mediados del siglo XIII, en 1247, aparece citado este lugar como Sancta Maria de las Vegas en un plan de distribución del cabildo catedralicio en el que rentaba diez maravedís menos dieciocho dineros. Es posible, por tanto, que en el entorno de la iglesia se ubicase un antiguo poblado, que junto con los desaparecidos asentamientos de Oteruelo y Cega y el actual de Requijada, pudieron con formar el concejo de Las Vegas citado en el mencionado documento. Dicho concejo ya debía ser bastante reducido a mediados del siglo XV como se deduce de una visita pas toral de 1446 en la que se señala que el cura solamente aparecía por allí una vez por semana diciendo misa “con hostias que avían mal sabor por ser de tan luengo tiempo fechas que olían”. En la actualidad, la iglesia se encuentra totalmente aislada teniendo como núcleo de población más cercano a unos 2 km el pueblo de Requijada. Madoz en 1849 considera este templo como una de las dos ermitas del pueblo que se encontraba “a 1/8 leg. de él, en el camino de Pedraza para Segovia que sirvió en lo anterior de parroquia y en ella se celebra el día 8 de setiembre función y romería”. En 1812 la iglesia se convirtió en un anejo de la parroquia de Arahuetes y civilmente Requijada pasó a formar parte del Ayuntamiento de Santiuste de Pedraza en 1847. Destacar también el cariño y la importancia que esta iglesia tiene para los habitantes de la zona ya que albergaba la imagen románica de la patrona de la tierra de Pedraza, la Virgen de las Vegas, actualmente custodiada en el templo parroquial de Requijada.
Exteriormente nos encontramos ante un edificio de dimensiones considerables con tres naves con sus correspondientes ábsides, aunque los dos laterales presentan un testero recto y sobre uno de ellos, concretamente el septentrional, se alza la torre campanario de la iglesia. La iglesia cuenta también con un pórtico adosado al costado de la nave meridional.
El material constructivo empleado permanece oculto en su mayor parte bajo una capa de enfoscado de color blanquecino aunque es posible presuponer que el cuerpo de la iglesia incluida la cabecera está realizada en mampostería reforzada por sillares en esquinas, ventanas y cornisa; no así el pórtico, erigido con posterioridad a la iglesia que se encuentra construido íntegramente con sillería. La cabecera de la iglesia presenta un esquema muy sencillo en cuanto a la decoración se refiere, solamente alterada por la presencia de las ventanas que iluminan el interior; el ábside principal es ligeramente más elevado que su adosado ábside sur y su tambor liso y oculto bajo capas de cal, únicamente está animado por tres pequeñas ventanas saeteras con un ligero abocinamiento interior construidas con sillería y ubicadas en cada uno de los laterales y en la parte central. La cornisa que sustenta el tejado tiene un perfil biselado y canecillos todos ellos de tipo caveto. El ábside sur, igualmente liso y enfoscado, tiene en centro una pequeña ventana de tipo saetera abocinada al interior, configurada mediante un pequeño arco de medio punto y dos pequeñas arquivoltas, la interna sobre minúsculos capiteles sin decoración y la externa recogida por jambas prismáticas y cimacios de nacela. La ventana queda protegida por una chambrana configurada sucesivamente por un fino bocel, una moldura de media caña y un listel. La cornisa y canecillos que rodean el perímetro de este ábside no presentan ninguna diferencia con los del ábside principal. Finalmente, el ábside más septentrional se encuentra enfoscado como los dos anteriores aunque aquí se pueden percibir en las esquinas unas líneas blancas que imitan un despiece de sillería. La ventana de la parte central, saetera con abocinamiento interno, está for mada por un arquito de medio punto con intradós abocelado que descansa en estilizadas columnas de fustes mono líticos que llevan pequeños capiteles con hojas que vuelven sus puntas en espiral formando diminutos crochets; entre las hojas se tallan en cada cesta pequeñas cabecitas humanas.



El arco se rodea por una arquivolta conformada por tres filas de boceles partidos o en zigzag decoración que, aunque aquí se utilice en una ventana, podemos verla en portadas y pórticos de iglesias de la provincia como San Pedro de Gaíllos, Castroserna de Arriba, El Arenal de Orejana, Cascajares, Muñoveros, Sotosalbos, o la ermita de la Virgen de las Nieves de Rebollo por citar sólo algunos ejemplos. Hemos apuntado con anterioridad cómo la torre de la iglesia se encuentra construida sobre el ábside norte de la misma, hecho éste que se repite en otras iglesias de la tierra de Pedraza, casos de Aldealengua de Pedraza o Arcones, pero también en iglesias de la capital como San Quirce o San Andrés; en el caso de Las Vegas el acceso original al primer piso de la torre se encuentra en la cara sur constituido por una pequeña puerta con forma de arco de medio punto que todavía se conserva a la cual se accedía por una escalera colocada en el espacio existente entre el ábside principal y el ábside norte. La existencia de este espacio entre las capillas viene motivado por el esviaje del ábside septentrional respecto a la línea recta que marca el muro de la nave norte. Es decir, creemos que en el momento de erección de la capilla norte los constructores románicos eligen desviar el ábside respecto al eje de la nave para poder colocar una escalera a la cual se tiene acceso desde el interior de la iglesia. Actualmente, esta escalera ha desaparecido colocándose en su lugar una escalera de metal, pero todavía es posible ver en el lateral sur de la torre los riñones de la bóveda de piedra que cubría la primitiva escalera de subida a la torre. En cuanto al último cuerpo de la torre que alberga las troneras, dos en cada lado, se tiene documentada su fecha de reedificación realizada entre 1756 y 1758.

Continuando el recorrido por el exterior del templo, nos encontramos en el último tramo del muro norte con una pequeña puerta románica de sillería con un arco de medio punto conformado por dovelas lisas y sin decoración que apoya en jambas prismáticas con las esquinas matadas por un bocel, cimacios de nacela y una chambrana que rodea al arco con tres filas de billetes. Junto a ella se descubrió en las obras de restauración de la iglesia un arco de ladrillo también con forma de medio punto; el tamaño y forma de estos ladrillos junto con la existencia de otros restos romanos en el entorno cercano de la iglesia nos hacen elucubrar sobre la presencia de este arco en la iglesia románica como una pervivencia de una anterior construcción, probablemente una villa romana o una basílica paleocristiana. Y es que en las excavaciones arqueológicas efectuadas en el edificio en los años setenta del siglo pasado apareció bajo la iglesia no sólo una interesante necrópolis medieval con restos datables entre los siglos IX al XIV sino que también se comprobó la existencia de construcciones tardoromanas, concretamente una piscina bautismal de inmersión, hoy visible en la esquina suroccidental de la nave sur de la iglesia, y un mausoleo con res tos de mosaico en el pórtico justo debajo de la entrada principal. Almagro Gorbea y Caballero Zoreda concluyen que estas dos construcciones de carácter religioso funerario formarían parte de una villa latifundista perteneciente al Bajo Imperio datable aproximadamente en el siglo V d. C. Estos dos historiadores observaron también durante las excavaciones restos de cimentación que les llevan a pensar en la existencia de una basílica presidien do todo el conjunto. Es necesario, por tanto, apuntar aquí como la sacralización del solar en el que se asienta la ermita de Nuestra Señora de las Vegas se ha mantenido al menos desde época romana.
Al contrario de lo que ocurre en otras iglesias segovianas en las que el espacio del pórtico se extiende por los costados meridional y occidental del edificio, en el caso de Las Vegas, el pórtico solamente se encuentra adosado al lateral sur incluyendo, eso sí, en su longitud total la nave y el ábside; está formado por siete arcos de medio punto recogidos por columnas pareadas que apoyan en un banco corrido con las esquinas matadas por un fino bocel. El tejado del pórtico está sujetado por varios canecillos entre los que se conservan algunos figurados con la representación de rostros humanos, cabezas de felinos, aves, serpientes, etc…
Dos son las entradas que se conservan ubicadas en los laterales sur y este, caracterizadas fundamentalmente por su sencillez: la principal está conformada por un arco de medio punto doblado recogido por jamas prismáticas lisas y trasdosado por una chambrana con perfil de media caña y listel. En los cimacios se conserva una decoración a base de estrellas de cuatro puntas inscritas en un doble círculo formado por un entrelazo vegetal.
La entrada ubicada en el lado este del pórtico, bastante deteriorada, tiene también un arco de medio punto de doble rosca completado por chambrana y cimacio de nacela.

Como ya hemos apuntado, son siete los arcos que conforman esta estancia todos ellos de formato muy similar apoyados en dobles columnas coronadas por interesantes capiteles. Comenzando la descripción de este a oeste, nos encontramos primero con una escena mitológica tallándose en las caras estrechas de la cesta dos nereidas o sirenas de doble cola con las escamas talladas muy toscamente mientras que las caras anchas las ocupan dos centauros con los arcos preparados y apuntando para abatir a las sirenas.



La siguiente cesta se conserva muy estropeada y tan sólo es posible distinguir un personaje descabezado a lomos de un dromedario, ataviado con capa y con las manos extendidas sobre la joroba del animal.
En otra cara se conservan los restos de dos figuras humanas sin cabeza, vestidas con largas túnicas que llegan hasta los tobillos anudadas a la cintura median te un cinturón. Algunos autores han considerado que puedo tratarse de la representación de una Epifanía, con la imagen de la Virgen con el Niño tallada en la parte del capitel ahora desaparecida; la profesora Ruiz Montejo no ofrece ninguna explicación iconográfica de la escena aun que apunta que “la nota insólita del dromedario podría indicar la actuación de artesanos mudéjares”. En nuestra opinión, el lamentable estado de conservación de la cesta hace imposible conocer su significado original y tan sólo podemos apuntar la existencia de representaciones de dromedarios o camellos en otras iglesias segovianas como en Duratón, Sotillo o San Cristóbal de Segovia, en ninguna de ellas formando parte de una Epifanía.
La siguiente cesta es la que peor se conserva de todo el pórtico, de hecho tan sólo es posible visionar la mitad del capitel en el que una pareja de aves zancudas de rico plumaje agachan y giran sus cuellos para llegar a picotear sus patas traseras. Presumiblemente estarían unidas por el cuello con la pareja de aves tallada en la otra cara de la cesta. Aunque algunos autores han querido ver en la ausencia de la mitad de este capitel un expolio en toda regla, incluso alguno apuntó a una radial como instrumento de corte, lo cierto es que esta cesta se encuentra así desde el descubrimiento del pórtico, que se encontraba cegado, durante la década de los años setenta del siglo pasado siendo su estado más bien fruto de la impericia de alguno de los trabajadores que actuaron en las obras de restauración del edificio. De hecho las columnas que sostienen esta cesta presentan un fuste totalmente renovado en su parte superior. Los cimacios colocados sobre las cestas de la parte oriental del claustro tienen todos el mismo perfil achaflanado simple y liso sin decoración escultórica.
La parte más occidental del pórtico tiene tres arcos igualmente con columnas pareadas con capiteles decorados el primero de ellos con seis arpías colocadas por parejas en las caras anchas de la cesta y solitarias en las caras estrechas, algunas de ellas mal conservadas; tienen un rostro femenino inexpresivo con una larga melena partida en dos finos mechones que caen sobre las alas desplegadas. Esta forma de presentar la figura de la arpía debía ser habitual y estar bastante extendida ya que entre las iglesias segovianas las encontramos muy similares en puntos tan dispares como Fuentidueña (iglesia de San Miguel), Sepúlveda (Virgen de la Peña) o Armuña (ermita del Tormejón).
La otra cesta que completa la decoración escultórica del pórtico, lleva una decoración vegetal con grandes hojas de acantos partidas por un grueso nervio central, entre las que se intercalan cabecitas humanas talladas muy esquemática mente de las que sólo se conservan tres: las de las caras estrechas con peinado corto y barboquejo mientras que en la conservada en la cara ancha aprovechan la forma de la hoja de acanto y simulan una larga melena.
Las columnas de la parte occidental llevan el mismo tipo de cimacio con perfil de nacela mientras que las basas en las que se apoyan también son muy similares de perfil ático y alzándose sobre un pequeño plinto. En el lateral occidental del pórtico se conservan hoy día dos sepulcros de finales del siglo XVI pertenecientes a la familia de los Chavida. En cuanto a la cronología establecida para este espacio, la tesis más habitual es fechar esta construcción a finales del siglo XI, considerándolo junto con la nave sur la parte más antigua del edificio.
Desde nuestro punto de vista esa cronología habría que adelantarla al menos hasta la segunda mitad del siglo XII, siendo posterior en todo caso a la edificación de las naves de la iglesia realizadas todas ellas en un mismo momento constructivo.
La portada principal de acceso al interior de la iglesia se encuentra ubicada en la nave sur de la iglesia, aproximadamente a mitad de la longitud de la nave. Es una interesante portada que conserva una policromía donde predominan los tonos rojos, blancos y negros fechable en torno al siglo XVI y que concuerda con las pinturas del interior. La portada, ligeramente adelantada respecto al muro de la nave, está formada por un arco de medio punto y tres arquivoltas, protegidas todas ellas por una chambrana de tres pequeñas filas de billetes; el arco de ingreso apoya en jambas prismáticas con la esquina decorada por un bocel mientras que cada una de las dovelas que lo conforman está decorada por una cinta vegetal enrollada en forma de espiral.
Desde el interior al exterior las arquivoltas, que des cansan sobre un podium abocinado, están decoradas la primera con un grueso bocel, la siguiente con tres filas de billetes y la más exterior con florones de ocho pétalos y grueso botón central. Mientras que las arquivoltas más exteriores son recogidas por jambas prismáticas con la arista matada por un bocel, la más interna descansa sobre columnas acodilladas y basas de perfil ático adornadas con lengüetas en las esquinas, fustes monolíticos y capiteles en los que se representan dos cuadrúpedos enfrentados con las fauces abiertas y sobre ellos, una especie de máscara con cuernos mientras que en la otra cesta dos arpías flanquean una figura humana, parece un varón, con el pelo largo que le cae sobre los hombros y una serpiente que rodea su cuerpo a la altura de la cintura. Tanto en el arco de entrada como en la primera arquivolta los cimacios llevan tallada una decoración a base de un grueso tallo vegetal que se entrelaza continuamente mientras que en las dos arquivoltas restantes los cimacios tienen estilizadas y puntiagudas hojas encerradas dentro de clípeos, extendiéndo se este motivo por el resto de la portada.
A destacar también la existencia en las enjutas de esta portada de dos figuras en relieve que representan la escena de la Anunciación. A la izquierda la imagen del arcángel San Gabriel se representa con un rostro aniñado de suaves líneas y espesa melena rizada que llega a la altura de los hombros, vestido con una larga túnica que le cubre los pies anudada bajo los brazos. Ha perdido los brazos por lo que la imagen al encontrarse incompleta da una sensación general de hieratismo, siendo el contacto visual el único modo de establecer una relación con el relieve opuesto.
Al otro lado la Virgen María lleva un vestido largo que oculta casi la totalidad de los pies tallado en pliegues circulares en torno al pecho y con pliegues en forma de tubo la parte inferior; sobre el vestido lleva una capa de la que sólo asoman las manos, extendidas con las palmas hacia fuera, quizás queriendo representar el efecto sorpresivo producido por la inesperada aparición del ángel. En la cabeza solamente es visible el rostro de la Virgen, de factura similar al de San Gabriel, ya que sus cabellos permanecen ocultos bajo un velo que cae sobre los hombros. No hemos encontrado en Segovia ninguna iglesia que cuente entre sus muros con relieves similares ni en la temática ni en el estilo aunque autores como el Marqués de Lozoya han dicho de estas figuras que “el modelado, sencillo y vigoroso, recuerda a la imaginería que decora el santuario sepulvedano de la Virgen de la Peña”. Para otros como Carlos Lafora la imagen de la Virgen podría tratarse más bien de la representación de una donante, teoría esta última que nos parece improbable. En cuanto a la cronología los relie ves pueden datarse en el siglo XII, fecha que concuerda con lo realizado en la portada y ligeramente posterior a la erección de la iglesia.
El interior del templo está estructurado en tres naves, la central casi el doble de ancha que las laterales, cubiertas con sencillas armaduras de madera y separadas entre sí por una doble arquería de medio punto doblados que apean en pilares rectangulares a los cuales se adosan columnas que recogen el peso de los arcos. Estas columnas elevadas sobre plinto llevan una basa con un grueso toro inferior, amplia escocia y un pequeño listel rectangular en la parte superior. Los fustes están coronados por capiteles sencillos lisos (algunos han sido picados) y sobre ellos cimacios de perfil de caveto con lo que la decoración escultórica existente en las naves es prácticamente nula.
En cuanto a la iluminación de este espacio central, de todos los vanos que tuvo la fábrica románica primigenia tan sólo queda útil la ventana del hastial oriental sobre el arco triunfal, conservada sin duda por la diferencia de altura entre la capilla mayor y la nave central. El resto de ventanas que se ubicaban a ambos lados de la nave central fueron cegadas y partidas sobre los arcos, por lo que originalmente la altura de la nave central tuvo que ser superior a la de las naves late rales, permitiendo esa diferencia abrir cuatro vanos sobre los arcos, dos en cada lateral, que proporcionaban luz directa al interior de la iglesia. Sin embargo en algún momento se consideró innecesario la presencia de esos vanos y se optó por reducir la altura de la nave central y aumentar la altura de las colaterales igualando de ese modo la altura de los aleros, con diferencias mínimas entre ellos como se puede apreciar claramente en el alzado occidental. La nave central también recibe luz de la ventana ubi cada en el hastial occidental, en la cual no habíamos reparado hasta ahora ya que se trata de un vano realizado en época más moderna en torno a 1762, quizás en el mismo lugar en el que se ubicaba una ventana románica hoy des aparecida. En el suelo de la nave central, situadas relativa mente cerca de la cabecera se conservan ocho laudas sepulcrales todas ellas fechadas en el último tercio del siglo XVI (1570).

En cuanto a la cabecera, las tres naves culminan en tres capillas, las dos laterales de menor tamaño, que se encuentran abovedadas siguiendo un esquema característico del arte románico, utilizando una bóveda de cañón para cubrir el tramo correspondiente al presbiterio y una bóveda de horno para el hemiciclo absidal. Como ya hemos visto, al exterior los ábsides laterales presentan un perfil plano con una estructura interna similar a pesar de haber sido construidos en épocas diferentes; por un lado el ábside sur se comunica con la nave mediante un arco de medio punto doblado con la rosca externa recogida por jambas prismáticas y la interna por columnas adosadas, todo ello apoyado sobre un pequeño banco con la arista abocelada.
Entrada al ábside sur
 

Las columnas se rematan en capiteles de decoración vegetal utilizando hojas de pequeño tamaño dispuestas perpendicularmente a un marcado nervio central, que acaban formando parte de una hoja de mayor tamaño que remata en pequeños cogollos. En el interior de la capilla los muros del tramo presbiterial se articulan mediante dos arcos de medio punto ciegos sobre pequeñas columnas con capite les sin decoración y cimacios de nacela. Sobre ellos una imposta también de nacela recorre el presbiterio y el ábside como único elemento decorativo escultórico, mientras que la ventana ubicada en la parte central presenta interiormente un sencillo esquema de arquillo de medio punto con derrame interno. La capilla meridional se comunica con la capilla mayor a través de una estrecha puerta ubica da a la altura del presbiterio construida con posterioridad a la época románica y conformada por un arco de medio punto con dovelas de gran tamaño.
La capilla mayor se comunica con la nave central mediante un gran arco triunfal de medio punto doblado trasdosado por un guardapolvos de perfil abocelado. La rosca externa apea sobre columnas adosadas al machón coronadas por capiteles muy estropeados ya que fueron picados: la cesta situada en el lado septentrional tiene una decoración vegetal muy esquemática de toscas hojas talla das a bisel que parecen volver sus puntas para acoger un fruto hoy desaparecido y en la cesta del lateral meridional se conservan los restos de lo que fueron cuatro aves zancudas de largos y delgados cuellos y afilados picos. Sobre ambos capiteles se coloca un cimacio ornado con tres filas de billetes y un listel. La rosca externa del arco triunfal apea en delgadas columnas acodilladas que terminan en cestas lisas y sin decoración y cimacios con decoración floral: cuatripétalas dentro de clípeos para la columna situada más al norte y de tres pétalos para la pieza situada a mediodía. En el tramo presbiterial de esta capilla se colo ca una doble arquería ciega de medio punto apoyado sobre un podium con la esquina abocelada; estos arcos se ador nan con un grueso baquetón en el intradós y apean en columnas de fustes monolíticos con capiteles en los que se tallan, en la arquería septentrional, una pareja de cuadrúpedos, aves con las cabezas enfrentadas y un capitel picado sin decoración y en la arquería meridional, capite les con sirenas de doble cola y capiteles sin ornamentar aunque uno de ellos pudo tener decoración vegetal. La existencia de una doble arquería en el tramo recto de la capilla mayor se repite en otras iglesias segovianas como en Tenzuela, Santo Domingo de Pirón, Fuentesoto y Aldealengua de Pedraza. El hemiciclo absidal acoge tres estrechas y sencillas ventanas ya vistas al exterior con forma de arco de medio punto y amplio derrame interno, que estuvieron ocultas desde la colocación del retablo barroco a finales del siglo XVII hasta las últimas obras de restauración en las que se quitó dicho retablo.

En cuanto al ábside septentrional, se cree que se trata de una estancia construida con posterioridad a la primitiva fábrica aunque todavía en estilo románico. Como ya hemos señalado, este ábside constituye el cuerpo bajo de la torre encontrándose en claro esviaje respecto a la línea recta marcada por el muro norte de la iglesia, creándose un espacio que se aprovechó para construir la escale ra de subida a la torre. La puerta de entrada a esta escalera la encontramos en el interior situada entre la capilla mayor y el ábside norte. Éste se comunica con su nave respectiva a través de un arco de medio punto doblado elevado ligeramente respecto al suelo de la nave. La rosca del arco más exterior apea en columnas acodilladas de fustes monolíticos y capiteles lisos mientras que la rosca interior es recogida por columnas adosadas al muro, con basas sobre pequeño plinto, grueso toro inferior, escocia y toro superior tallado a bisel, siendo coronadas estas columnas por capiteles en los que se representa: en el capitel situado más al norte una pareja de cuadrúpedos probablemente leones separados por un grueso tallo entrelazado del que surgen pequeñas hojas vegetales lobuladas y en el capitel más meridional cuatro arpías con la cabeza cubierta por un extraño gorro y que destacan por la extraordinaria longitud de sus extremidades, aproximadamente la mitad de la longitud total de la figura. Un cordón vegetal se intercala entre las arpías envolviendo el cuello y las patas de los animales. Ambos capiteles llevan sobre ellos una pieza a modo de cimacio decorado por dos finos boceles, moldura que se repite en los arcos del presbiterio. En el interior del ábside norte se mantiene el sistema de cubrición de las dos capillas anteriores, bóveda de cañón en el tramo recto y bóveda de horno en el ábside, e incluso podemos ver aquí también cómo el muro del presbiterio se anima mediante arcos ciegos de medio punto recogidos por pequeñas columnas que culminan en pequeños capiteles.

En el arco que se encuentra en el muro norte en los capiteles se representan dos pequeñas arpías entre un entrelazo vegetal y en la otra cesta dos figuras animalísticas con cabeza de felino, largo cuello, y cuerpo de ave con las garras apoyando en el collarino. El arco del muro sur des cansa en cestas más sencillas de temática vegetal formadas por cinco hojas rectas y de talla muy esquemática que vuelven sus puntas formando diminutos cogollos. Esta estancia es iluminada por una ventana situada en el eje central del ábside y que presenta un sencillo esquema con forma de arco de medio punto y amplio abocinamiento interno.
Pero la iglesia de Nuestra Señora de las Vegas desta ca, no sólo por sus valores arquitectónicos o escultóricos, indudables por otra parte, sino también por la conservación en su interior de un notable conjunto de pinturas murales datables a finales del siglo XVI, realizadas con la técnica del mezzo fresco consistente en pintar sobre una superficie seca con pigmentos aglutinados en un medio acuoso y en donde predominan los tonos grises, rojos, naranjas y negros. Los cimacios están pintados con tonos blancos y negros imitando un ajedrazado, motivo decora tivo que se extiende a modo de imposta por el interior de las capillas y de las naves; asimismo las roscas de los arcos se pintan con círculos y elipses de trazo negro e interior blanco mientras que en el intradós sobre un fondo naranja o rojo se dibujan en color blanco cintas decorativas que surgen de las fauces de extrañas máscaras con semblante burlesco. Pero también existe un programa iconográfico relacionado con la pasión de Cristo: en el cascarón del ábside de la capilla mayor se representa la escena de la resurrección de Jesucristo acompañado de dos ángeles y con los soldados que custodian la tumba dormidos a sus pies. En la nave sur sobre la portada encontramos pinturas con el tema de la crucifixión y el descendimiento. También se representan figuras de santos aislados, como San Pedro y San Pablo en la nave central, y repetidos en el ábside septentrional o San Cristóbal en la nave norte junto con la representación de animales exóticos y mitológicos, un pelícano y el ave fénix, en clara relación sin duda con la escena de la resurrección. El paralelismo más cercano y directo de estas pinturas lo encontramos en la iglesia de Valleruela de Pedraza que conserva en su interior motivos pictóricos prácticamente iguales e incluso el nombre del autor, el pintor Antonio de Tejerina y la fecha en la que concluyó el trabajo 1572. Sin duda se trata del mismo pin tor que trabajó en la iglesia de Las Vegas de Pedraza aun que creemos que, debido a la monumentalidad y dimensiones del edificio, fue en Requijada donde el artífice desplegó todo su repertorio ornamental que luego trasladaría a la pequeña iglesia de San Cristóbal en Valleruela.

En cuanto a la cronología, la mayoría de los autores que han escrito sobre esta iglesia, caso del Marqués de Lozoya o Manuel González Herrero, consideran las partes más antiguas del edificio el pórtico y la nave de la epístola adelantando su construcción hasta el siglo XI, estableciendo en algunos casos paralelismos entre esta iglesia y el románico sepulvedano de finales del siglo XI. Sin embargo, en nuestra opinión son las tres naves de la iglesia así como el ábside central y el meridional los que constituyen los restos de mayor antigüedad y su erección no debería situarse antes del siglo XII. En un momento poco posterior quizá la segunda mitad del siglo XII se construyó el pórtico adosado a la nave sur y ya tardíamente en el siglo XIII se reformó el ábside septentrional. 


Orejana
Perteneciente a la Comunidad de Villa y Tierra de Pedraza, Orejana, al igual que ocurre en otro lugar esta comunidad como Aldealengua, no existe como núcleo de población sino que es el nombre que se le da al concejo integrado por los barrios de Orejanilla, La Alameda, El Arenal, Sanchopedro y Revilla. El acceso más sencillo al pueblo puede realizarse saliendo desde la capital y siguiendo la N-110 hasta pasar La Salceda; ahí tomamos el desvío por la carretera que cruza la comarca de Pedraza en dirección a Sepúlveda. Unos dos kilómetros después de supe rar la localidad de La Velilla tomaremos un desvío a mano derecha que nos conduce directa mente hacia Orejana, siendo Orejanilla el primero de los barrios que nos encontramos a nuestro paso.
La mención documental más antigua que se conoce data de junio de 1247, un plan de distribución de rentas que autoriza el obispo de la diócesis de Segovia y en el cual se cita a Orejana como Oreiana, que rentaba al canónigo Pascasius Iusti ration prestamera IX mrs et medium medietas tercie clericorum. Tres meses después, en agosto de 1247, el cardenal Gil de Torres emite otro documento en el que confirma definitivamente las cantidades impuestas a cada localidad correspondiéndole a Orejana diecisiete maravedís y dieciocho dineros. La diferencia de cantidades expresadas en uno y otro documento creemos que puede deberse a que en el primero se hable de Orejana como barrio (en el mismo documento también se cita La Alameda) y en el segundo la cantidad se refiera a lo que debería pechar todo el concejo. En el fuero extenso de Sepúlveda del año 1300 el barrio de El Arenal es citado como uno de los mojones del alfoz de la villa, concretamente se dice “luego por este camino de Pedraza al Pozo, y campo arriba al otro lado del cerro de Felices hasta dar en El Arenal”. Sin embargo es posible que esta población existiese desde tiempo atrás, quizás desde la conquista de Toledo en 1085, momento en el cual la población se va asentando en tierras de Segovia de una manera definitiva; es posible, incluso, que el barrio de Sanchopedro haga referencia al nombre de uno de los repobladores del lugar que vino del norte del país trayendo consigo a un grupo de gentes y estableciéndose aquí de manera permanente.
En cuanto al topónimo, la tradición por estas tierras dice que Pedraza disputa con Itálica ser el lugar natal del emperador romano Trajano. Se dice también que su madre, Aureliana, era natural del barrio de Orejanilla, conservándose todavía el solar en el que estaba ubicada su vivienda y algunos apuntan la teoría de que el nombre del concejo derive del nombre de la madre del emperador, que se transformaría con el paso del tiempo en el actual Orejana. Sin embargo, Siguero Llorente considera que el nombre de Orejana significa más bien propiedad de Orejus que sería, por tanto, el fundador del asentamiento aunque no existe ninguna seguridad sobre ninguna de las dos teorías acerca de la toponimia de este lugar.

Iglesia de San Juan Bautista
Considerada uno de los más bellos ejemplares del románico segoviano y declarado Bien de Interés Cultural el 2 de marzo del año 2000, la iglesia de San Juan Bautista se encuentra enclavada entre el barrio de El Arenal y el barrio de Revilla, al borde de la carretera y cercana a una antigua explotación de áridos, industria ésta última que en su momento hizo temer por la conservación del edificio. La cercanía a ambos barrios hace que las diferentes publicaciones consultadas se refieran al lugar de ubicación del edificio bien como El Arenal de Orejana o bien como Revilla de Orejana. Martínez Díez opina que en los alrededores del templo se emplazaría el primitivo poblado de Orejana que dio nombre a todo el concejo, siendo la iglesia el único testimonio conservado de lo que pudo ser esta aldea.
Aunque el edificio ha sufrido reformas a lo largo del tiempo, éstas no han alterado de manera sustancial la apariencia original de la fábrica románica. Se trata pues de una iglesia de dos naves, pórtico que se extiende por los laterales sur y oeste del templo y una torre ubicada en el ángulo nororiental bajo la cual se construyó el ábside de la nave del evangelio, que permanece oculto al exterior por un tramo recto. De este modo en la cabecera solamente es visible el ábside principal construido muy probablemente con mampostería que permanece enfoscada y con varias ventanas abiertas en su muro, ninguna de ellas medieval.

En el tramo presbiterial correspondiente al lado sur del ábside tuvo adosada una capilla que se utilizaba como sacristía y también a modo de tercer ábside, siendo la prolongación del pórtico. Todavía son visibles las marcas en el suelo del espacio que ocupaba la sacristía y los restos de una puerta que la comunicaba con el ábside principal. En cuanto al ábside septentrional como ya hemos dicho no es visible exteriormente y se construyó la torre sobre él, de planta cuadrada, dividida en tres cuerpos y realizada en mampostería con refuerzo de sillares en las esquinas. Es el último cuerpo el que alberga las troneras para las campanas, una en cada lateral, rematando el tejado con bolas escurialenses en las esquinas. La erección de una torre sobre uno de los ábsides laterales es bastante característico en iglesias de la tierra de Pedraza (se repite en Arcones, Valleruela de Pedraza, o en la ermita de las Vegas de Requijada) y aunque en este caso la torre fue realizada en el siglo XVIII, es muy probable que se reconstruya en el mismo lugar en el que se levantaría la torre medieval y repitiendo los esquemas de ésta.
El pórtico de la iglesia constituye el elemento constructivo más elegante de todo el conjunto. Construido con sillería de piedra caliza, se eleva sobre un banco corrido de arista abocelada en el cual encontramos grabado algún alquerque. Al encontrarse adosado a la nave de la iglesia por sus costados oeste y sur presenta tres diferentes entra das al este, al sur y al oeste. Dos de ellas, las entradas meridional y oriental tienen un carácter secundario en cuanto a su tamaño y decoración, compuestas por arcos apuntados, la meridional con un guardapolvos con perfil de nacela y cimacios decorados con molduras de bocel y listel, y la occidental sin decoración y con trazas de haber sido bastante restaurada.

Por otro lado, el lateral occidental del pórtico concentra gran parte de la monumentalidad del edificio; se encuentra dividido en cuatro grandes arcos que descansan sobre un banco corrido construido con sillería. Comenzando la descripción de norte a sur, nos encontramos primero con dos arcos de medio punto de iguales características separados por pilastras con las aristas aboceladas, decorándose los frentes y el intradós de los arcos con una sucesiva combinación de molduras de bocel y media caña combinadas alter nativamente. Ambos arcos están trasdosados también por arquivoltas formadas por tres boceles partidos o en zigzag y todo el conjunto protegido por una chambrana, adornada con junquillo, que descansa en pequeñas cabezas a modo de mensulillas, en las que se representan rostros de felinos, monstruos con fauces abiertas o rostros humanos con semblantes burlescos.
Seguidamente, encontramos la portada principal del pórtico confeccionada por un arco de medio punto que apea en jambas prismáticas con la esquina matada por un bocel. Cada una de las dovelas del arco están decoradas con una variada ornamentación vegetal a base de tallos entrelazados formando círculos dentro de los cuales se inscriben hojas tripétalas, flores de aro, o palmetas. Dos arquivoltas rodean el arco de ingreso, repitiéndose la decoración de boceles en zigzag en la externa mientras que la arquivolta interior, a la cual la profesora Ruiz Montejo se refiere como “arquivolta de los bustos”, está decorada por una serie de personajes, concretamente once, cobijados bajo arquillos alguno de los cuales festoneado. En la clave del arco se representa un busto masculino que Ruiz Montejo identifica como un personaje “vestido de obispo con mitra y muceta”. El resto de las figuras representadas se disponen simétricamente por el arco, guardando una relación entre ellas ya que los mismos bustos se colocan a un lado y otro de la clave, repitiéndose los atuendos, el peinado o la fisionomía del rostro. Hay una característica común que se repite en la mayoría ya que aparecen vestidos con grandes man tos de pliegues planos, cruzados sobre el pecho pero por lo demás destaca la variedad de figuras representadas: hay rostros imberbes o con bigote y barba espesa, pelo largo caído sobre los hombros o media melena recogida en dos grandes rizos a la altura de las orejas, o las figuras representadas bajo los arcos festoneados de rostros ovalados tocados con una especie de cofia. De nuevo la profesora Ruiz Montejo ofrece una explicación sobre el significado de estos bustos que quieren representar a una comunidad cristiana “presidida por su obispo” y compuesta por “gentes de ambos sexos y de todas las edades”. Otros autores como Carlos Lafora identifican los once rostros como una representación de los apóstoles a excepción de Judas.

La arquivolta interna de la portada en la que se representan los bustos apea en columnas con basas de toro inferior bastante plano, escocia y toro superior no desarrollado con fustes monolíticos sobre los cuales se tallan dos pequeños capiteles en los que se representa una pareja de arpías, de largos y estilizados cuellos con las colas unidas por un tallo vegetal y para completar la decoración pequeñas piñas talladas en las esquinas. Este capitel se encuentra repetido con una factura muy similar en las iglesias de Alquité y Pecharromán. En la otra cesta se representa una pareja de cuadrúpedos, probablemente leones, uno de ellos descabezado, separados por un tronco vegetal del que surgen hojas y piñas. Los leones tienen las fauces semiabiertas y parecen disponerse a morder uno de los frutos que surgen del tallo que los separa. Los cimacios se decoran con gran variedad de elementos decorativos de temática vegetal entre los que destaca una estilización de la flor de aro con una cinta vegetal que va formando círculos dentro de los cuales se inscribe una pequeña hoja con el centro libre para poder acoger un pequeño fruto que finalmente no llegó a tallarse. De la chambrana que originalmente rodeaba toda la portada pervive todavía un fragmento con perfil de nacela y bocel y las dos cabecitas sobre las que se apoyaba. En definitiva, se trata de una de las portadas más originales y creativas del románico segoviano, con una variada temática ornamental y de la que tan sólo podemos encontrar algún lejano parecido en la porta da de la iglesia de Muñoveros, aunque la factura de ésta última sea mucho más tosca.




Finalmente, el lado oeste del pórtico se completa con un arco situado a la derecha de la puerta principal, junto a la esquina suroccidental, arco que presenta un esquema más sencillo con un perfil de medio punto con las dovelas lisas sin decoración y con el intradós adornado por un bocel en las esquinas. Rodea al arco una arquivolta decorada por tres filas de boceles quebrados y una chambrana de color negruzco debido a la erosión de la piedra, con un perfil de nacela unida a un fino bocel y recogida por pequeñas cabezas humanas a modo de mensulillas.

En lo que se refiere al lado sur del pórtico se encuentra dividido en dos partes separadas por un arco de ingre so apuntado protegido por un guardapolvos con perfil de nacela y con cimacios decorados con molduras de bocel y listel. En la jamba derecha de esta portada encontramos una rara inscripción con el nombre de MARTINUS grabada sobre la piedra con incisiones poco profundas y pinta da de color negro, características éstas últimas que motivan nuestro recelo a considerarla como auténtica y original del momento constructivo del pórtico. A la derecha de esta portada encontramos dos arcos de medio punto bien conservados con guardapolvos de listel que descansa en diminutas cestas a modo de mensulillas con decoración vegetal, una de ellas colocada tras la restauración. Los arcos apean en columnas pareadas sobre un banco corrido con las aristas baquetonadas. Se conservan, por tanto, tres espléndidas cestas: la primera de ellas ado sada al machón de la esquina suroriental lleva tallada una decoración vegetal dispuesta en dos filas, la inferior con pequeñas hojas de acanto y en la fila superior voluminosos caulículos completan la decoración de la cesta junto con un cimacio con una cinta vegetal de la que surgen hojas en forma de elipse. La siguiente cesta tiene iconografía mito lógica al representarse seis arpías rodeadas de una cinta vegetal que recorre todo el capitel y que va formando pequeños cogollos en los espacios libres que quedan entre los animales, mientras que el cimacio se decora con pal metas. La última cesta de este grupo está adornada por una pareja de leones de largas melenas ondulantes separados por un grueso tallo vegetal deteriorado. Sobre los dos leones se ha colocado, durante las obras de restauración, una pieza nueva de forma rectangular y se han rellenado algunos huecos con una gran cantidad de cemento; asimismo la mitad de la pieza del cimacio original con perfil de nacela fue sustituida por otra pieza con el mismo perfil pero de nueva factura.
A la izquierda de la portada sur del pórtico, nos encontramos con cinco arcos de medio punto que siguen el esquema de los anteriores, protegidos por una chambrana de nacela y que originalmente apoyaban en columnas pareadas aunque a día de hoy los fustes de esas columnas o han desaparecido sustituyéndolos por pilares de ocho lados o son completamente nuevos colocados tras la restauración. Siguiendo con la descripción de los capiteles del pórtico de este a oeste, nos encontramos primeramente con una cesta en un estado de conservación muy precario en la que todavía se puede distinguir, en uno de los laterales, las figuras de una pareja de ángeles con las alas desplegadas, de melena rizada y rostros juveniles vestidos con largas túnicas hasta los pies con pliegues en forma de tubo de órgano. La cara principal es la que más ha sufrido la degradación de la cesta pues solamente se ven los restos de un personaje con la mano izquierda levantada y extendida y que parece ir a lomos de un cuadrúpedo del que se conservan únicamente los cuartos traseros.
Junto a esta figura se talló otra de similar tamaño que actualmente está completamente rota siendo difícil distinguir nada con seguridad.

En la otra cara estrecha del capitel se conserva una única figura masculina que porta una especie de maza en la mano izquierda y una serpiente que rodea el cuerpo del hombre y le muerde la boca, representación de un blasfemo o mentiroso aunque no sabemos qué relación tenía esta figura con el resto de las imágenes representadas. En el cimacio se repite un motivo ornamental ya visto en la portada occidental, con tallos vegetales que forman, círculos dentro de los cuales se tallan pequeñas hojas algunas de las cuales recuerdan a las flores de aro dejando el centro libre para acoger un fruto que finalmente no se llegó a realizar.
Es la siguiente cesta la que tiene mayor empaque desde el punto de vista iconográfico y la que ha generado mayor interés, siendo objeto de estudio por parte de los profesionales de la materia, ya que en cada lado del capitel se representan diferentes momentos de la pasión de Cristo; concretamente en las caras menores las escenas del Descendimiento y la Visitatio Sepulchri, y en las caras mayores una Ascensión y otra escena de difícil identificación conjunta pero con personajes que nos permiten suponer referencias a las apariciones de Cristo. Todas las escenas se encuentran enmarcadas por unos tallos vegetales que surgen de la parte inferior de la cesta y se entrecruzan formando espacios romboidales en los que se tallan las figuras. Este motivo decorativo denota una fuerte influencia silense como demuestra la existencia en la galería meridional del claustro bajo del monasterio de Santo Domingo de Silos en Burgos de capiteles con una organización espacial muy similar. El profesor Azcárate considera que “cuando los animales o seres se mezclan con lacerías, habría que pensar en su inspiración en iniciales de códices europeos, mozárabes e incluso islámicos”. Esta tesis es corroborada por Gerardo Boto que sugiere la presencia en este templo de un iconógrafo “con acceso a manuscritos iluminados”.
Maiestas Domini
Escena del Descendimiento
 
La escena del Descendimiento se ha representado tradicionalmente en el momento que en el que el cuerpo de Cristo es bajado de la Cruz, proceso en el cual intervienen José de Arimatea y Nicodemo (Jn. 19, 38-42). Sin embargo, en El Arenal, Cristo todavía permanece atado a la cruz y son dos ángeles situados en la parte superior de la cesta los que proceden a quitar los clavos. Junto a la cruz existe otro personaje que no identificamos y en la parte izquierda del capitel dos figuras superpuestas que quizás esta vez sí que pue dan ser Nicodemo y José de Arimatea. Se completa la escena con un ángel en actitud orante situado justo debajo de la cruz. En el otro lateral la escena representada es la Visita al Sepulcro ocupando el sarcófago la parte central apoya do en dos columnas. Sobre él aparece representado un ángel y dos pequeños soldados de pie entre las columnas. Situada un poco más arriba fuera de la escena principal encontramos una única figura femenina, María Magdalena, como se relata en el evangelio de San Juan (Jn 20, 1). En la parte superior de la cesta se tallan dos ángeles y en la parte inferior junto al collarino otros dos soldados completan toda la escena. Parte de esta cara del capitel se encuentra destroza do por lo que no es descartable que hubiese más figuras que ayudarían a la comprensión total del pasaje.
En las caras de mayor tamaño se tallan primeramente una Maiestas Domini con Cristo, que no conserva la cabeza, encerrado en una mandorla y flanqueado por la representación del sol y la luna, ésta última sostenida por un ángel.
Le rodea el Tetramorfos con San Mateo y San Juan en la parte inferior y arriba San Marcos y San Lucas. Todos ellos portan filacterias a excepción de San Mateo que porta un libro que además señala con la otra mano. El denso entramado que rodea a las figuras deja un espacio libre en la parte inferior que se rellena con la figura de un soldado con casco triangular y que porta espada y escudo en actitud defensiva. Para finalizar la iconografía presente en este capitel, nos encontramos con una escena sin una temática concreta sino que en ella se representa en la parte central una figura humana portando una lira, que Abad Crespo identifica como David, prefigura de Cristo; en la parte superior otras dos figuras, quizás dos ángeles parecen ayudar a David. La cesta se completa con la representación de un soldado vestido con cota de malla que le llega a los pies, que Abad Crespo identifica como Goliat y otras dos figuras más que quizás puedan hacer referencia a las apariciones de Cristo, con la representación de la duda de Santo Tomás. Debajo de David se talla otro personaje más que aparece sentado y que Abad Crespo considera pudiera ser uno de los músicos de su cortejo aunque más bien parece estar leyendo. Destacar también la pieza del cimacio tallado con exquisita minuciosidad y ornado con hojas carnosas en forma de círculos en los que se tallan parejas de pequeñas piñas. Esta pieza está unida al capitel por una pequeña capa de cemento por lo que cabe la posibilidad de que no fuese su ubicación original.

Los capiteles del pórtico continúan con una cesta en la que se representan animales híbridos con cuerpo y patas de ave y cabeza de dragón apresados por un espeso follaje que ocupa prácticamente todo el espacio disponible. En una de las caras estrechas hay talladas dos figuras enfrentadas de una factura muy similar a los ángeles que hemos visto en una de las cestas anteriores. Presentan unos rostros aniñados, con pelo largo recogido detrás de las orejas, y con los cuerpos enredados entre una espesa maraña vegetal de la que uno de ellos parece querer librarse mientras el otro posa su mano izquierda sobre el hombro derecho de la otra figura.



Desconocemos tanto el significado de estos dos personajes si es que alguna vez lo tuvieron como su relación con los animales mitológicos que se representan en las otras caras del capitel. Sin embargo la existencia de figuras enredadas en una maraña vegetal es, como ya hemos apuntado, un tema de influencia silense que demuestra aquí el contacto que el taller que trabajó en El Arenal tuvo con la escultura del monasterio burgalés y que, de manera local, los escultores desarrollaron de forma muy similar en alguna otra iglesia de la provincia de Segovia ya que, cestas en las que se mezclan animales o figuras humanas con lacería encontramos también en Santo Domingo de Pirón o en la ermita de Peñasrubias. La pieza del cimacio y el capitel están unidas por una argamasa de color grisáceo que llega a tapar las cabezas de alguno de los animales representados por lo que es posible, como ocurre en la cesta anterior, que no fuera ésta su situación original.

Finalmente nos encontramos con un grupo de tres cestas, dos de las cuales no han llegado a nuestros días conservándose tan solo los cimacios que las coronaban resueltos con palmetas y hojas puntiagudas entre círculos.
La última cesta de este recorrido descriptivo se ubica adosada al muro en el ángulo suroccidental del pórtico y en ella se representa dos parejas de caballeros en actitud beligerante que cruzan sus armas en las esquinas de la cesta. Van ataviados con una larga cota de mallas que les cubre los pies y los que conservan las armas portan pequeñas espadas y escudos de cometa para proteger su cuerpo. En los cimacios se talla un motivo ornamental clásico repetido en otras iglesias segovianas como Caballar, La Cuesta o Valle de San Pedro en el que dos gruesos tallos anudados forman clípeos dentro de los cuales se entrecruzan otros tallos de formato más pequeño.
Al interior de la iglesia se accede por una puerta adintelada ubicada en el lado oeste de la nave principal. Dentro la iglesia se encuentra dividida en dos naves separadas por un gran arco rebajado realizado muy probablemente en época posmedieval, siglo XVI, y cubiertas con armadura de madera colocada tras la restauración de la iglesia. Como ya hemos mencionado anteriormente, durante mucho tiempo este templo fue de tres naves al cegarse el pórtico y aprovecharse este espacio como una tercera nave que se comunicaba con la nave central a través de dos grandes arcos de medio punto que apoyaban en un pilar central.
Estos arcos fueron realizados durante la reforma barroca del edificio creemos que en el siglo XVIII aproximadamente reaprovechando algún sillar románico; durante las obras de restauración de 1983 estos arcos fueron cegados y pasaron a formar parte del muro sur de la nave de la iglesia. Asi mismo, la restauración descubrió en algunos puntos de la nave restos de policromía de cronología indeterminada en tonos verdes y azulados. La comunicación entre la nave principal y la capilla mayor se realiza a través de un arco de medio punto que apoya en jambas prismáticas; el interior de la capilla permanece cubierto por bóvedas de época barroca en el tramo recto mientras que el ábside permanece oculto tapado por un retablo también barroco. En el lado sur del presbiterio encontramos restos de la puerta que comunicaba con la sacristía, eliminada tras la restauración mientras que en el lateral norte existe otra puerta de arco de medio punto con sillares labrados a hacha que comunica con el ábside septentrional.
Más estrecha que la nave central, la nave septentrional conserva uno de los retablos de la iglesia pegados al muro y a los pies de éste retablo un sepulcro de uno de los párrocos de Orejana, fechado en 1557. La nave culmina en una pequeña capilla románica a la que se accede por un arco de medio punto doblado recogida la rosca interna por semicolumnas y la rosca externa por columnas acodilladas que se elevan sobre un pequeño plinto. La decoración de los capiteles se encuentra en un estado pésimo de conservación y tan sólo son visibles en las cestas de las columnas adosadas un cuadrúpedo, probablemente un león, con la cabeza rota y en el otro una extraña figura humana ataviada con un vestido largo y con el brazo izquierdo levantado. Los cimacios, aunque también están muy machacados, tienen una decoración de roleos vegetales e incluso en uno de los capiteles que coronan las columnas acodilladas se apuntan unas hojas de talla ruda con la punta doblada en forma de pequeño cogollo. El interior de la capilla se cubre con bóveda de cañón para el presbiterio y bóveda de horno para el ábside, cubiertas que fueron las originales de este espacio aunque las que vemos actualmente son fruto de la restauración. Y fue necesario realizar estos arreglos en las cubiertas ya que durante algún tiempo la escalera para acceder a la torre estuvo instalada en el interior del ábside rompiendo las bóvedas que lo cubrían. Fruto tam bién de la restauración es la colocación de dos pilares metálicos situados en el interior de la capilla para sujetar el arco de entrada. En los muros laterales del presbiterio encontramos dos arcos de medio punto que descansan en columnas con capiteles de temática vegetal, alguno con hojitas de acanto, aunque se encuentran también muy des gastados. Sobre estos arcos y a la altura de los cimacios encontramos una línea de imposta de perfil de nacela que recorre todo el perímetro de la cabecera.

En la esquina noroeste del edificio existe una pequeña estancia cuadrangular habilitada como baptisterio y en la que encontramos dos pilas bautismales. Una de ellas care ce de interés en nuestro estudio ya que se encuentra fecha da en 1701 pero la otra es una pila de época románica y que curiosamente no pertenecía a esta iglesia sino que era la pila bautismal de la arruinada iglesia de San Nicolás enclavada en el barrio de Orejanilla. Posteriormente pasó a custodiarse en la iglesia del Espíritu Santo hasta que el estado ruinoso de aquel edificio motivó un nuevo traslado, esta vez definitivo, hasta la iglesia de San Juan Bautista. Durante mucho tiempo estuvo ubicada en el exterior de la iglesia expuesta a las inclemencias meteorológicas, hasta que en las últimas obras de restauración se decidió, de manera acertada, protegerla y reubicarla en el interior del templo. Mide 121 cm de diámetro, 107 cm de altura total con un pie original de 43 cm. La copa, de forma semiesférica, está decorada con dieciséis gallones y sobre ellos una cenefa de flores cuatripétalas inscritas en círculos. En la embocadura de la pila se talla un junquillo sogueado y el interior de la misma se encuentra avenerado. El pie que sostiene la copa también se encuentra decorado con varias figuras entre las que podemos distinguir una pareja de aves con los cuellos entrelazados y picoteándose las patas, un león, una figura femenina tapándose sus partes con ambas manos, quizá como una representación de la mujer adúltera que puede redimirse con las aguas del bautismo, y otro enigmático personaje de pelo largo caído sobre los hombros que creemos puede tratarse de una sirena de doble cola. Al estar la pila cercana a la pared es imposible comprobar si existe alguna otra figura tallada en este pie.
Carecemos de datos cronológicos sobre la construcción de esta iglesia, aunque creemos que por su sobriedad y sencillez y siguiendo la tónica que marcan muchos de los edificios rurales del románico segoviano, el cuerpo de la iglesia pudo levantarse durante las últimas décadas del siglo XII. El pórtico de la iglesia es de época posterior y, si tenemos en cuenta que algunos de sus capiteles emparen tan con la galería meridional del claustro bajo de Silos y éste fue realizado en el último cuarto del siglo XII, debemos retrasar su cronología hasta el primer tercio del siglo XIII. Esto concuerda con la teoría de la profesora Ruiz Maldonado que considera que la escultura existente en el pórtico presenta ya ciertas notas gotizantes, no anterior, por tanto, a los primeros años del siglo XIII. 

 
Aldealengua de Pedraza
Situado al borde de la sierra segoviana junto al puerto de Navafría a unos 1183 metros de altitud y a 35 km de Segovia, el lugar de Aldealengua de Pedraza ha desaparecido como tal designando el nombre actualmente al concejo formado por los barrios de Ceguilla, núcleo principal, Martincano, Galíndez y Cotanillo.
Surcado por las aguas del río Ceguilla, uno de los principales afluentes del Cega, y enclavado dentro de la Comunidad de Villa y Tierra de Pedraza, Aldealengua perteneció también durante algún tiempo también al señorío del duque de Frías.
No aparece mencionado en el documento de 1247 en el cual el cardenal Gil de Torres establece las rentas del cabildo catedralicio aunque Gonzalo Martínez opina que quizá un Aldea Nueva mencionado en dicho documento que rentaba tres maravedis, dos sueldos y tres dineros pudiera ser identificado como Aldealengua de Pedraza. La existencia de varios despoblados en su término como Cara zo, La Ermita, Guijerme, La Peña, San Polillo o Riachuelo ponen de manifiesto la importancia demográfica que hubo de tener este lugar aunque curiosamente Madoz señale en 1849 la esca sa solidez de las viviendas que componen los barrios que “son de tan mala construcción que más parecen chozas”.

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción
Este magnífico templo, conocido como la “Catedral de la Sierra” por sus dimensiones y por su privilegiado emplazamiento, se encuentra en un paraje aislado conocido como “Las Pasturas” siendo el acceso más sencillo y menos peligroso para llegar allí seguir la carretera nacional 110 en dirección a Soria y desviarse a la altura de Gallegos, atravesar esta localidad y Martincano, barrio de Aldealengua de Pedraza. Unos 300 m más allá en dirección a Ceguilla un pequeño camino asfaltado nos desvía hacia la derecha y nos conduce, entre campos para el pasto del ganado, directamente hasta la iglesia. El alejamiento de los núcleos de población cercanos junto con la construcción de pequeñas capillas en estos barrios hicieron que progresivamente se fuese abandonando la iglesia hasta llegar a ser declarada ruinosa y cerrada al culto en 1970 como recoge Juan Manuel Santamaría. Posteriormente, la declaración como Bien de Interés Cultural en 1983 provocó un progresivo interés por la recuperación del templo que cul minó con sucesivas restauraciones, la más importante en 1987, que hicieron posible la conservación en un estado aceptable del edificio hasta nuestros días.
La iglesia consta de tres naves y tres ábsides, siendo el más meridional de planta recta al exterior posibilitando así la construcción de la torre sobre él, completando la estructura general del edificio un portal adosado a la iglesia por su costado meridional. Sin embargo, pensamos que este no era el aspecto de la fábrica original románica sino que el edificio primitivo era mucho más modesto, con solamente una nave, un ábside y con un pórtico adosado en los laterales sur y oeste. En un corto espacio de tiempo, todavía en estilo románico, la iglesia se amplió a tres naves con sus correspondientes ábsides, que se comunican entre si a través de grandes arcos de medio punto recogidos por columnas adosadas al pilar y se aprovechó el espacio que ocupaba el pórtico como nave sur de la iglesia, trasladándose la portada original del templo hasta su ubicación actual, tam bién en el muro de la nave sur.
Posteriormente se han producido obras en el edificio de diversa consideración como el adosamiento de un nuevo portal (hacia 1678), la reconstrucción de los dos últimos pisos de la torre (en 1875), la remodelación de los muros norte y oeste de la iglesia, o la igualación de cumbreras, elevando la altura de las naves laterales para poder cubrir las tres naves con un único tejado a dos aguas.
El material constructivo empleado fundamentalmente es una ruda mampostería visible sólo en algunos puntos ya que la mayor parte de los muros del edificio se ocultan bajo una capa de enfoscado. La utilización de la sillería se reserva, exteriormente, para las cornisas y canecillos de los ábsides y en la sencilla decoración de las ventanas.

El ábside principal estaba animado por tres ventanas de las cuáles sólo se conservan dos, las ubicadas en la parte central y en el lateral más septentrional; ambas siguen un esquema idéntico: de tipo saetera abocinadas hacia el interior y con forma de arco de medio punto con el intradós decorado por un delgado bocel y recogido por columnitas de basas áticas, una de ellas con bolas en esquinas, fustes lisos y ces tas también lisas sin ningún tipo de ornamentación.
La ventana está protegida por una amplia chambrana decora da con bolas y un ancho listel, ornamentación que se repite en la ventana central del ábside de la iglesia de San Pedro en Pedraza. En el lateral sur encontramos embutidos en el muro algunos sillares pertenecientes seguramente a otra ventana románica pero a finales del siglo XVII se sustituyó por una ventana más grande de formato cuadrangular que lleva una inscripción en la que se fecha una reforma en el templo en 1698 citándose también a los alcaldes del momento Manuel Velasco y Andrés Rincón. Los canecillos que sustentan la cornisa carecen de figuración y se despachan la mayoría con molduras de perfil de nacela o doble nacela aunque también hay alguno de proa de barco.
El ábside norte de menor altura sigue un esquema muy similar siendo completamente liso y únicamente adornado su muro por una pequeña ventana ubicada en la parte central de tipo saetera y adornada con un arco de medio punto con el intradós baquetonado sostenido por pequeñas columnas coronadas por capiteles con decoración vegetal de pequeñas hojas puntiagudas de talla muy esquemática, en uno de los cuáles las puntas de las hojas se doblan for mando pequeños cogollos. Una chambrana de perfil achaflanado protege la ventana mientras que los canecillos, al igual que ocurre en el ábside principal, no presentan motivos figurados sino perfiles de nacela o proa de barco. 
La descripción de la cabecera debe completarse con el tercer ábside de formato recto al exterior iluminado tan sólo por un pequeño óculo en la parte central y sobre el cuál se construye la torre campanario de la iglesia dividida en tres cuerpos, el primero de ellos todavía románico mientras que los otros dos fueron reformados en 1875 como reza una inscripción “Reedificose esta torre desde la primera imposta en el año 1875 siendo cura parroco don Antonio Pereira”. En el último cuerpo se ubican las troneras que albergan las campanas, abriéndose un vano con forma de arco de medio punto en cada lateral.
La existencia de un ábside solo visible interiormente y sobre el que se construye la torre de la iglesia es una constante repetida en varias iglesias de la Tierra de Pedraza (Nuestra Señora de las Vegas en Requijada, Valleruela de Pedraza, la iglesia del barrio de El Arenal en Orejana, San Juan en Pedraza) pero también en otras iglesias de la provincia como San Justo de Sepúlveda o San Andrés de Segovia por citar sólo algunos ejemplos. La puerta de entrada a dicha torre se encuentra en el interior de la iglesia, concretamente en el ábside sur, rompiendo uno de los muros del presbiterio, situándose la escalera entre el ábside principal y la torre. Sin embargo creemos que, aunque está escalera se construyó con anterioridad a 1706 ya que en esa fecha se tienen documentados algunos arreglos en la misma, en origen la torre carecía de una entrada interna y el único modo de acceder al primer piso de la torre sería a través de una escalera portátil de madera ubicada eso sí en el mismo espacio que al actual entre el ábside central y el sur; esto mismo ocurriría por ejemplo en la iglesia de Nuestra Señora de las Vegas en Requijada pero también en El Arenal de Orejana dónde todavía se conserva un acceso parecido sustituyendo la probable escala de madera de antaño por una de metal más resistente. El obligado acceso exterior a la torre no hace sino reforzar la teoría de utilización de esta torre como elemento defensivo formando junto con el cercano Torregil de Gallegos una línea de control de la cara norte de la sierra segoviana y del puerto de Navafría.

Una larga estancia rectangular se encuentra adosado a lo largo de toda la nave sur a modo de portal, obra realizada en 1678 como consta en los Libros de Fábrica del edificio. Protege la entrada principal del templo y los restos del primitivo pórtico. La entrada principal se encuentra ubicada en la parte media de la nave sur aunque creemos que fue trasladada y remontada en este lugar en el momento de la ampliación de la iglesia y que originalmente se encontraba en el muro meridional de la primitiva iglesia de una nave. Realizada enteramente en sillería y ligeramente adelantada respecto al muro de la nave, la conforman un arco, con forma de medio punto, y dos arquivoltas: la primera decorada con un grueso bocel y la más exterior con las dovelas lisas, sin decoración.
El arco de ingreso y la arquivolta exterior son recogidas por jambas prismáticas, apeando la arquivolta interior en columnas sobre plintos cuadrangulares, basas áticas con un desarrollado toro inferior, fustes monolíticos lisos y capiteles en los que se tallan en la cesta de la izquierda pequeñas hojas planas dispuestas en dos filas, partidas a su vez por un grueso nervio central y con la punta enrollada en forma de espiral, mientras que la cesta de la derecha aparece una figura cobijada bajo un arco de medio punto que parece moverse adelantando y flexionando una de las piernas.
Lamentablemente el grado de deterioro del capitel hace imposible distinguir nada más preciso, aunque Santamaría López apunta que puede tratarse de la lucha de un hombre contra un león. En la otra cara de la cesta, aún más desgastada que la anterior, parece tallarse dos figuras humanas enfrentadas siendo para el estudioso Santamaría López la representación una pelea entre dos hombres.
Recorre toda la portada una imposta a la altura del cimacio con perfil de chaflán adornado únicamente por una fila de pequeñas puntas de clavo y una chambrana abilletada protege la entrada. A un lado y otro de esta portada encontramos los restos del primitivo pórtico, cinco vanos a la izquierda de la puerta principal y uno más a la derecha, tan sólo parcialmente descubiertos en los que todavía es posible observar algunos restos de policromía, de cronología indeterminada, de tono blanquecino y en el que se imita con color rojo el despiece de sillares. Creemos que, al igual que ocurre en las iglesias de Perorrubio o en San Juan de Orejana, es probable que el pórtico se desarrollase no sólo por el lateral más meridional del edificio primitivo sino que, formando un codo en la esquina suroccidental se extendiese también por el lado oeste del edificio. 

En el interior de la iglesia nos encontramos ante un amplio espacio con la nave central el doble de ancho que las laterales, con cubierta de madera para la nave, falsas bóvedas de arista en la nave norte (realizadas en 1756) y nave sur cubierta con bóvedas barrocas adornadas con yeserías, separadas entre sí por dos tramos de grandes arcos de medio punto doblados construidos con sillería y recogidos por columnas adosadas a su vez a pilares rectangulares de gran tamaño. Los capiteles que coronan las columnas se caracterizan por su decoración extremada mente sencilla sin figuración con talla de grandes hojas esquemáticas o bien cestas simplemente lisas.
El acceso a la capilla mayor se realiza a través de un gran arco de medio punto doblado que apea en columnas acodilladas adosadas al muro con capiteles sin decoración, siendo el de la rosca externa de menor tamaño, y cimacios con perfil de chaflán convirtiéndose en imposta que se des arrolla por toda la cabecera.
Este ábside principal está cubierto por una bóveda de cañón para el tramo presbiterial y una bóveda de horno en el ábside, parcialmente oculto por un pequeño retablo que tapa la ventana central. Al igual que ocurre en las iglesias de Tenzuela o Santo Domingo de Pirón, los muros del presbiterio llevan una doble arquería ciega conformada por arcos de medio punto con el intradós baquetonado recogidos por pequeñas columnistas de fustes lisos y monolíticos coronadas por cestas totalmente planas sin ornamentación. Los cimacios muy sencillos también con perfil de chaflán y una gruesa pieza a modo de listel, orna mentada únicamente en el caso del cimacio central por una hilera de pequeñas puntas de clavo.
Los ábsides laterales, fruto como ya hemos apuntado de una ampliación de la iglesia realizada todavía en época románica, presentan un esquema muy similar; el ábside norte se comunica con su correspondiente nave a través de un arco de medio punto doblado en el que la rosca inter na apea en semicolumnas con basas áticas sobre un estrecho plinto y con capiteles de grueso collarino y temática vegetal decorados con grandes hojas dentadas que envuelven pequeños cogollos en las esquinas. La rosca exterior, oculta en parte por la falsa bóveda que cubre el primer tramo de la nave, descansa sobre columnillas acodilladas de fustes más estrechos y capiteles más pequeños lisos en los que únicamente se talla un pequeño caulículo. La decoración de estos arcos se completa con gruesas piezas actuando como cimacios de perfil de doble caveto.
En el interior del ábside norte, el tramo presbiterial se cubre con bóveda de cañón y el ábside con bóveda de horno, y se ilumina gracias a una pequeña ventana ubicada en la parte central del hemiciclo con forma de arco de medio punto con el intradós baquetonado y pequeñas columnitas con capiteles de igual factura a los del arco de ingreso a la capilla.
En cada uno de los muros del presbiterio se encuentra un arco de medio punto ciego que apoya en jambas prismáticas con cimacios de doble nacela; sobre el arco y recorriendo toda la portada encontramos una imposta de perfil achaflanado. Por otro lado, el ábside sur tiene un ingreso muy similar a través de un arco de medio punto también doblado y apeando en columnas adosadas a la jamba para la rosca interna y en delgadas columnitas acodilladas de menor grosor para la rosca exterior. Tan sólo varía la decoración de los capiteles siendo los del ábside sur todavía más esquemáticos teniendo tan sólo ligera mente perfiladas dos grandes hojas puntiagudas en cada cesta. El interior sigue el mismo esquema de aboveda miento (bóveda de cañón en el presbiterio y de horno en el ábside) e igualmente aparecen un gran arco ciego en cada lado del presbiterio, aunque aquí el arco situado en el lado norte ha sido roto para ubicar en él la entrada a la escalera de la torre. Al igual que el probable carácter defensivo que pudo tener la torre de la iglesia, el hecho de que este ábside originalmente no tuviese comunicación con el campanario que se encuentra sobre él, refuerza la hipótesis de la utilización de este espacio absidal como un recinto de carácter privado con cierta independencia res pecto a la iglesia y que quizá pudo utilizarse como capilla funeraria de uso particular.

La iglesia se completa con un pequeño coro a los pies de la nave central al cual se accede por una escalera de madera ubicada en la nave sur y un recinto habilitado como baptisterio ubicado en el ángulo noroccidental de la nave septentrional. La pila bautismal que se conserva es también de estilo románico con unas dimensiones de 124 cm de diámetro y 108 cm de altura. El pie, de unos 47 cm de alto, tiene tallado una decoración vegetal a base de pequeñas hojas trabajadas con la técnica del trépano y sobre ellas un grueso sogueado en la unión con la copa, ésta última de forma semiesférica en la que se tallan doce gallones y pequeñas cabecitas humanas intercalándose entre ellos. En las cabezas se representan rostros masculinos, tanto de frente como de perfil, la mayoría de pelo largo y muchas de ellos también con bigote y barba. La embocadura lleva en su parte externa un delgado bocel mientras que interiormente un fino sogueado recorre toda la circunferencia.
La pila bautismal de Aldealengua de Pedraza tiene su paralelismo más cercano en las pilas bautismales de Requijada o Puebla de Pedraza pero también encontramos una decoración parecida en pilas de otras iglesias de la provincia segoviana como Castroserna de Arriba, Cuevas de Provanco, La Cuesta o Castroserracín e incluso en la provincia de Burgos en iglesias como Fuentelisendo, Hontangas, Moradillo de Roa o Torregalindo.

Establecer una cronología precisa para este edificio se antoja complicado debido fundamentalmente a la escasez documental a este respecto aunque, como nota predominante de gran parte de la arquitectura románica rural segoviana, nos inclinamos a retrasar la erección del primitivo templo de una sola nave hasta mediados del siglo XII, produciéndose la ampliación a tres naves y definitiva distribución espacial de esta iglesia hacia principios del siglo XIII.

 

 

 

 

 

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