El Románico de Tierras de Pedraza
Alrededor
de la maravillosa villa se concentran una serie de templos y ermitas que tienen
como denominador común la sencillez y austeridad, empleando el calicanto como
material principal de construcción aunque también existen casos de gran calidad
plástica.
Las
iglesias más importantes de la comarca de Pedraza son las ruinas del Monasterio
cisterciense de Santa María de la Sierra de Collado Hermoso, muy cerca de
Sotosalbos, la ermita de Nuestra Señora de las Vegas de Requijada y San Juan en
El Arenal.
Son
precisamente estos dos templos: Virgen de las Vegas y El Arenal las que mejor
repertorio escultórico ofrecen en los capiteles de puertas y galerías, e
incluso -como ocurre en Requijada- en las enjutas.
Pedraza
La
villa de Pedraza se halla situada en una prominencia del terreno excavada por
la erosión de los arroyos del Vadillo y San Miguel. Esta orografía propicia una
defensa natural del asenta miento que se completa con la construcción de una
muralla que la convierte en una localidad prácticamente inexpugnable. La
proximidad del agua de los ríos, la diferencia de cotas de altura dentro de la
ciudad, sus límites quebrados e irregulares junto a las vicisitudes históricas
por las que atravesó la villa en época medieval y moderna marcan el devenir
urbanístico de este núcleo de la Extremadura castellana.
Del
pasado prehistórico de la zona en la que se asienta la moderna Pedraza da fe la
existencia de la “Cueva de la Griega” con sus pinturas rupestres o la
necrópolis de la “Cueva de los Huesos”. La época de dominación romana
dejó en los alrededores alguna que otra villa rural y la pervivencia de una
leyenda: la de que el emperador Trajano fue natural de esta villa y no de
Itálica. La creencia arranca de la Crónica General de España, mandada compilar
por Alfonso X, y en la que puede leerse que el emperador fue “natural de una
villa de Estremadura que ha nombre Pedraza”. Como ya reseñó el historiador
Timoteo de Antonio esas palabras tuvieron una larga fortuna historiográfica
entre nuestros estudiosos de la Edad Moderna, pero pocas posibilidades de ser
ciertas.
No
será hasta el siglo X (año 983) cuando la villa de Pedraza aparezca nombrada en
el voto de San Millán como una de las localidades que tributaban al convento de
dicho nombre. Probablemente fuera una de las plazas reconquistadas a los árabes
a mediados del siglo VIII por Alfonso I y su hermano, pero de ser así tendría
poca trascendencia en cuanto a la fijación de forma organizada de población en
la villa. Pero no existen fuentes escritas que puedan atestiguar que se trataba
de un lugar deslindado de Sepúlveda hasta 1123 cuando en una bula del papa
Calixto III figure como tal.
Es
con la conquista de Toledo en 1085 y el traslado definitivo de la frontera del
Duero al Tajo cuando se inicien los mayores esfuerzos repobladores y es a
partir de este momento cuan do debemos situar su nacimiento como concejo,
articulándose con la fórmula de Comunidades de Villa y Tierra. Contaba así la
villa con un extenso territorio sobre el que dominaba jurisdiccionalmente y que
delimitaba al norte y este con el alfoz de Sepúlveda; por el oeste con la
Tierra de Segovia y con las villas episcopales de Sotosalbos, Pelayos y
Muñoveros y por el sur con tierras del sexmo de Val de Lozoya, de la Tierra de
Segovia y con la Tierra de Buitrago. Los límites, marcados por accidentes
geográficos o por mojones, debían ser conocidos por autoridades y vecinos para no
dar lugar a conflictos, algo que no siempre se consiguió durante la Edad Media
y Moderna.
Igualmente
se le concedieron privilegios para favorecer la repoblación, como el de Sancho
IV de 1294, en el que se exoneraba del pago de tributos a todos los que ya
morasen en la villa de Pedraza y sus arrabales y a los que vinieran a
establecerse de nuevo.
Los
esfuerzos repobladores daban su fruto y la villa se convertía en el centro
económico y fiscal de un amplio territorio que se organizaba alrededor de
colaciones o parroquias. Documentadas como tales existían sólo cuatro: la de
Santa María que abarcaba una gran superficie, la de San Juan altamente poblada,
la de Santo Domingo y fuera ya de los muros quedaba San Miguel. Pero éstas no
eran las únicas construcciones dedicadas al culto divino: extramuros estaban la
ermita de Nuestra Señora del Carrascal y la de San Martín e intramuros la de
San Pedro.
Pero
Pedraza no fue sólo un polo de atracción para los cristianos, también un
importante número de judíos la eligieron como destino, como lo prueba que a
finales del siglo XIII la judería de Pedraza aparezca contribuyendo al Obispado
de Segovia con una significativa cantidad. Establecidos en la antigua colación
de Santo Domingo, donde estuvo su sinagoga, la vitalidad de este grupo ha
dejado numerosos rastros en la documentación notarial del primer tercio del
siglo XV analizada por Municio Gómez.
En
1369 se producía un hecho fundamental en la historia de Pedraza que pasaba de
ser villa de realengo a tener un señor, don Fernando Gómez de Albornoz, por un
privilegio de Enrique II. Avatares dinásticos harían que a finales del siglo XV
la villa recalara en el Condestable de Castilla y primer Duque de Frías,
quedando así ligada su propia historia a la de una de las familias más
poderosas de Castilla durante toda la Edad Moderna. Así se explica que fuera el
castillo de Pedraza el lugar elegido por Carlos V para custodiar a los hijos
del rey de Francia, Francisco I, que por el tratado de Madrid en 1526 habían
pasado a ser rehenes del Emperador.
La
presencia de la nobleza junto al evidente y próspero negocio ganadero
transformaron sin duda su fisionomía medieval convirtiéndose en una elegante
villa poblada de grandes casonas blasonadas y con iglesias reedificadas o
refundadas donde antes se levantaban los edificios de antiguos repobladores.
Iglesia de San Juan
La
iglesia de San Juan, con su esbelta torre románica y su situación formando
parte de uno de los laterales de la plaza mayor, constituye una de las imágenes
más repetidas de la villa de Pedraza. En 1247 esta parroquia contribuía a las
rentas de los canónigos de la catedral de Segovia con quince maravedíes menos
tres sueldos y medio siendo la primera de las de Pedraza en este sentido,
aunque en los siglos posteriores perdió importancia res pecto a la de Santa
María, al convertirse ésta última en la parroquia del castillo.
En
la actualidad la iglesia de San Juan es un edificio de tres naves, ábside
semicircular, y torre adosada al norte, todo ello rodeado de numerosos añadidos
que impiden ver los volúmenes originales del templo. En el lado septentrional,
además de la citada torre, se ubica una pequeña estancia conocida como capilla
de San José que, por otra parte, es utilizada como baptisterio albergando la
pila bautismal románica; se añadió también la portada de acceso al templo
rescatada de la arruinada iglesia de Santo Domingo cuando ésta se cerró al
culto en el primer tercio del siglo XIX. En el lado meridional el templo
presenta los aditamentos de la sacristía a la altura de la cabecera y la
capilla del Carmen, que ocupa prácticamente la totalidad de la longitud de la nave.
Finalmente, en la fachada occidental encontramos adosado un pequeño atrio cuyo
muro está La iglesia vista desde el suroeste La iglesia vista desde el suroeste
adornado con grandes bolas de piedra de recuerdo herreriano.
Del
pasado medieval del templo solamente han llegado hasta nuestros días el ábside
semicircular muy modificado, la torre campanario y la pila bautismal. El
ábside, construido muy probablemente con mampostería, permanece totalmente
enfoscado y en su muro se han abierto tres grandes ventanales que nada tienen
que ver con la tipología románica pero que, por su disposición, es posible que
sustituyan a los vanos primitivos. Sostienen la cornisa una colección de
canecillos, todos ellos muy sencillos de perfil de nacela, algunos muy
deteriorados. La torre, como ya hemos dicho ubicada en el ángulo noreste del
edificio y formada por un piso bajo, oculto al exterior por otras
construcciones, y cuatro pisos, los dos inferiores de mampostería enfoscada y
los dos superiores construidos con sillería. Exteriormente los dos primeros
pisos de la torre son totalmente cerrados sin vanos, a excepción de una
estrecha y alargada ventana de sillería abierta en la cara oriental del segundo
piso, formada por un arco de medio punto con cimacios de cuarto bocel. En el
lado norte bajo la torre con vistas a la plaza encontramos el llamado “Balcón
Verde” que fue construido por Antonio Pérez de la Torre y Zúñiga, caballero
de la orden de Santiago. Este balcón a pesar de estar adosado a la torre y a la
iglesia no comunica directamente con ninguna de las dos y solamente se
utilizaba para presenciar los festejos de la plaza.
Los
dos pisos superiores presentan un esquema muy parecido, construidos en sillería
con las esquinas matadas por baquetones y con vanos abiertos en sus cuatro
costados. El tercer piso tiene dos troneras abiertas en cada lado con forma de
arco de medio punto y dos arquivoltas, la interior que apoya en columnas con
capiteles muy sencillos con hojas vegetales lisas partidas algunos de ellos con
bolas en las esquinas y la arquivolta externa es recibida por jambas
prismáticas y decorada por una chambrana con perfil de nacela. Una línea de
imposta con forma de cuarto bocel recorre los cuatro lados de este piso a la
altura de los cimacios. En el último piso de la torre encontramos de nuevo dos
troneras en cada uno de los lados constituidas por un arco de medio punto
doblado con la rosca externa recogida por pequeñas columnas y capiteles con
pequeñas hojas con las puntas dobladas. Al igual que en el piso inferior los
cimacios se prolongan por los cuatro lados de la torre en una línea de imposta
con perfil de nacela y listel. La cornisa que culmina todo el conjunto parece
haber sido reconstruida quizás en el mismo momento en el que se lleva a cabo
una fuerte reforma del templo, en el siglo XVII.
El
interior del templo se divide en tres naves separadas por pilares rectangulares
cruciformes y cubiertas por bóvedas barrocas decoradas con yeserías. Según
señala Timoteo de Antonio es posible que la iglesia tuviese un atrio de estilo
románico adosado al norte que existió al menos hasta 1799 pero que desapareció
en el siglo XIX cerrándose la pared con ladrillo y colocando en la fachada la
portada de la iglesia de Santo Domingo como ya hemos señalado anteriormente. La
cabecera de la iglesia conserva su forma románica con un ábside semicircular
aunque también fue reformada quizás en el siglo XVII (existe una losa en el
ábside con la inscripción “1629”).
Tiene
adosado por su lado norte la torre de la iglesia con un cuerpo inferior muy
modificado actualmente por la abundante decoración de época barroca. También
ubicada en el lado norte se encuentra una estancia que alberga la pila
bautismal, que originalmente era una capilla privada de la familia Perex y que
hoy se conoce como capilla de San José. La pila bautismal que aquí se encuentra
es un magnífico ejemplar de 138 cm de diámetro, 109 cm de altura total con 46
cm de pie.
La
copa semiesférica está decorada con 32 gallones de dos tamaños diferentes
intercalados. Sobre ellos una cene fa en la que se representa una cardina
recorre toda la circunferencia y enredados entre ella se tallan dos parejas de
aves, y unas figuras humanas, quizás niños, muy difíciles de reconocer. El pie
que sostiene la copa también está decorado con hojas de palmera muy voluminosas
cuyas puntas se unen formando una sucesión de pequeños arquitos; la parte
inferior de este friso de hojas está tapada por una estrecha franja de cemento.
Esta pila bautismal encuentra sus paralelismos con otras piezas existentes en
otros templos de la provincia como por ejemplo en la cercana iglesia de Valle
de San Pedro, en la parroquial de Caballar o en la iglesia de Santiago en
Turégano.
En
el exterior de la iglesia, en el atrio ubicado en junto a la fachada de
poniente se halla otra pila bautismal de traza románica, de 119 cm de diámetro,
87 cm de altura, con copa de forma troncocónica y embocadura abocelada. Algunos
autores explican la presencia de esta pila en la iglesia de San Juan como
procedente de la arruinada iglesia de Santo Domingo, trasladándose aquí durante
el siglo XIX.
Collado Hermoso
Situado
al pie de la sierra segoviana, para acceder a esta localidad solamente es
necesario seguir la carretera Nacional 110 que partiendo de Segovia atraviesa
Collado Hermoso tras recorrer 21 km.
La
primera mención documental que se conoce de la población es la que aparece en
la bula del papa Calixto II de 9 de abril de 1123, por la que se reconoce el
reconstituido obispado de Segovia y sus límites antiguos, incluida la
hereditatem de Pirone usque ad semitam de Collad Fermoso. El 18 de marzo de
1139 una nueva bula de Inocencio II ratifica todos los términos del obispado,
entre los que se cita a Collado Hermoso. La reina doña Urraca, esposa de
Alfonso I de Aragón confirma en 1123 la “heredad que le dio el Concejo de
Segovia, que se llama Collado Hermoso y tiene término desde el Pirón hasta la
senda que va de Turégano a Buitrago y desde la carrera de Sepúlveda a la
Sierra”. El 28 de abril de 1139 el obispo de Segovia cede a un tal Munio Vela
el término de Collado Hermoso con el fin que poblase esas tierras que se
ubicaban en la falda occidental de la sierra, en las cercanías en donde más
tarde se ubicó el convento cisterciense de Santa María de la Sierra. Se conoce
la existencia de un palacio perteneciente al obispado, puesto que el 10 de
junio de 1221 el arzobispo de Tole do don Rodrigo, en calidad de gobernador,
acuerda con los pueblos de Tenzuela, Sotosalbos, Santo Domingo de Pirón, La
Cuesta, Pelayos y Torreiglesias, la forma de regar los linares y huertas del
palacio que el obispo tenía en Collado Hermoso, acuerdo que sería luego
confirmado por Fernando III.
Monasterio de Santa María de la Sierra o de Sotosalbos
El
monasterio de Santa María de la Sierra se alza en la vertiente septentrional de
la Sierra de Guadarrama, a unos 2,2 km al sur de la localidad segoviana de
Collado Hermoso (km 171 de la N-110 Segovia-Soria). Dista unos 22 km de la
capital.
Un
camino carretero en buen estado, que arranca desde la misma localidad y va
discurriendo entre un monte poblado de robles, jaras y manchas pinariegas,
permite el acceso hasta las mismas ruinas del cenobio, que está asentado en las
lomas del Cerro de la Picota, desde donde se dominan las enormes planicies que
se extienden al sur de Turégano y Caballar. Antaño lugar de reunión de los
pastores de aguas y poblaciones del entorno, cada sanjuanada, se acercaban
hasta la criazón de la fuente del Mojón, que desagua al Picón y al Polendos
abasteciendo a sus vecindarios, para mondar sus caceras enfangadas.
Para
Pérez-Embid el monasterio de Santa María y Santiago de la Sierra resultaba un
caso atípico dentro del Císter castellano. Fue fundado en 1133 por el obispo de
Segovia Pedro de Agen destinando para ello la tercera parte de una heredad en
Sotosalbos –hacia el río Pirón donada en 1123 por el concejo de la ciudad de
Segovia a la catedral, siendo ocupado entonces por monjes benedictinos, que
dispusieron un templo advocado a la Virgen y el apóstol Santiago. El 28 de
abril de 1139 el mismo obispo otorgaba a Munio Vela la heredad yerma de Collado
Hermoso situada bajo el monasterio.
El
origen cluniacense del obispo galo facilitó el asentamiento de una pequeña
comunidad de los mismos monjes, aunque Abad y Senra sospecharon que la vieja
comunidad pudo tener su origen en el pactualismo monástico altomedieval,
manteniendo un absoluto sometimiento a la sede diocesana. Resultó favorecido
con dos molinos y unas casas en Viveros (junto al río Jarama, entre Madrid y
Alcalá de Henares) por Alfonso VII en 1146 y 1152, renovando Gonzalo II su
pacto diocesano en 1201.
Como
afiliación pasó a la orden cisterciense en 1212 (aunque existan otros
argumentos en favor de la fecha de 1216), siendo ocupado por monjes procedentes
de Carra cedo. Se trata de una de las afiliaciones más tardías realizadas
directamente por Cîteaux en tierras castellanas.
En
1219 obtenía una heredad en Santa Elena, en tierras de Coca y una confirmación
de sus términos por parte de Fernando III, citándose entre otras, la iglesia de
Santa María del Carrascal, el término de la villa de Pedraza, la granja de
Viveros, posesiones en Quadrón, Muñoveros y en Las Cuevas –con su iglesia– así
como unas casas en la ciudad de Segovia.
En
1221 llegaba a un acuerdo con las poblaciones cercanas (Sotosalbos, Pelayos,
Eglesuela, Guendul, Losana, Santo Domingo y Torreiglesias) respecto al uso de
las aguas del Pirón y del Pironcillo, cuyos manantiales nacen en lo alto del
monte, en el Mojón a poca distancia del monasterio. La lógica de la ganadería
trashumante, convirtió a Santa María de la Sierra en un punto de paso obligado
que salvando el puerto de Malagosto –con alberguería propia y donde ambientó el
arcipreste de Hita el salaz pasaje de su encuentro con la moza selvática y
montaraz encargada del cobro del portazgo– conectaba ambas mesetas.
Nunca
debió disfrutar de holgada situación económica pues en 1240 el arzobispo de
Toledo apuntaba ya síntomas de pobreza. En similares términos se pronunciaba
Fernando IV en 1298: “es tan pobre e tan menguado que si lo pechar oviese
agora nuevamente que se non podria mantener, e que se derraigaria de lo que an
e lo non podran complir”; así las cosas, el monarca hacía exención de
yantares, acémilas, pedidos y tributos. Pese a su men guado patrimonio, la
mayor parte de su fábrica debió alzarse durante las primeras décadas del siglo
XIII, rematándose hacia el final de la misma centuria. A fines del siglo XIV
aún sería regularmente visitado por los reyes Juan I y Enrique III.
Abad
y Senra, autores de la más reciente revisión, recogían otros testimonios
referentes a la estrechez económica del monasterio, pues en 1422, acuciado por
las deudas, la ruindad de sus inmuebles y la falta de excedentes agrarios se
veía obligado a vender su heredad del Quadrón al canónigo segoviano Juan
González. Por esas fechas contaba sólo con seis monjes y el abad Pedro Bravo,
escasísima comunidad que en 1487 se redujo tan sólo a cuatro. Bravo exponía
ante el Capítulo General el atraso de la casa, arruinada, sin vestuario para
los monjes y cuyos decrépitos edificios “se llovían todos”.
Tras
su adhesión a la Congregación General de Castilla antes de 1467, y con sólo dos
miembros –prior y “compañero”– se convirtió en priorato de Sacramenia en
1498, poseía entonces la ermita de Nuestra Señora del Carrascal en Pedraza,
modestas haciendas en Cantimpalos, Las Cuevas, Santa Elena –a orillas del
Voltoya–, La Mata, Muño veros, Collado y la capellanía de Aldea del Saz, varias
de las cuales fueron enajenadas por el abad de Sacramenia.
En
1504 Santa María de la Sierra fue entregado vitaliciamente a fray Francisco de
Valladolid, quien se encargó del servicio religioso y de la intendencia
doméstica. Frecuentaba la casa un solo monje, acompañado esporádica mente por
algún criado, mientras las dependencias mona cales se habían abandonado por
completo. En el inventario redactado el mismo año se señala la existencia de
numerosas reliquias y una Virgen de bulto del siglo XIII presidiendo el altar
mayor, que hoy se conserva en la parroquial de Collado Hermoso. El documento
indicaba también la advocación de las otras dos capillas: San Pedro y San
Bernardo, así como la existencia de una reja de madera que separaba la iglesia
“de cabo a cabo”, una sacristía y otras dependencias como dormitorio,
refectorio, bodega, torre y granero.
A
fines del siglo XVIII la mitad de la iglesia estaba completamente arruinada, al
igual que el claustro y las dependencias monacales, manteniendo una pobre
vivienda para uso del prior y sus asistentes. El copista del Tumbo de
Sacramenia afirmaba en 1757: “hoy la iglesia se ha caído la mitad de ella y
la otra mitad se aseguró con un paredón. En medio del coro, abajo, había una
cueva que le cogía todo él y el presbiterio hasta el altar mayor de bóveda que
llamaban de San Bartolomé, que está derrotada al presen te...”. Enajenado
tras la desamortización de 1835, fue declarado Monumento Histórico-Artístico el
4 de noviembre de 1931.
En
la actualidad mantiene las inquietantes ruinas de su iglesia, plagadas de
arbustos y maleza, con sus portadas hacia occidente y hacia el claustro, así
como las ménsulas troncopiramidales y los arranques de las crucerías de la
panda oriental del perdido claustro.
Hacia
occidente siguen en patético equilibrio los desventrados muros del edificio que
estuvo destinado a vivienda y usos pecuarios, en origen cilla del convento.
Parece
evidente que durante décadas el conjunto ha sido aprovechado como cantera,
despojándose paramentos murarios y muchos tambores de las semicolumnas. Tam
bién el tercer tramo de la nave central fue habilitado como residencia,
quedando tapiado por muros de mampostería entre los que todavía se distinguen
numerosos mechinales. Al tiempo, se incluyeron dos reaprovechados ventanales
apuntados y rasgados que perforan sus costados oriental y occidental. Ambos
acogen ventanas bíforas con vano superior lanceolado.
El
templo, de mayor antigüedad que el resto de las dependencias, tiene planta de
tres naves, más ancha la central (resulta también más ancha la nave meridional
que la septentrional), carece de crucero y, parece, remató en un desaparecida
cabecera tradicionalmente descrita como de tres ábsides semicirculares. La
separación entre las naves se efectúa mediante arcos apuntados y doblados que
apoyan sobre pilares cruciformes y zócalos circulares: los torales sobre
gruesas semicolumnas y los fajones sobre ménsulas naceladas (hacia las naves
laterales quedan truncadas casi al nivel del pavimento).
Las
ménsulas del tramo más oriental de la nave central, donde arrancan las
semicolumnas, están cortadas a vuelapluma, presentan toscas cabecitas muy
erosionadas (sólo se conserva la meridional), el resto de las ménsulas ostenta
decoración vegetal. Las naves tienen cinco tramos cubiertos con bóvedas de
cañón apuntadas reforzadas mediante fajones doblados. Los tramos aún en pie,
seriamente dañados, están heridos por orondos orificios que hacen peligrar la
estabilidad de los fajones supervivientes.
Es
pues un edificio de clara raíz románica cuya tipo logía recuerda la iglesia de
San Millán de Segovia, la del castillo de Turégano o la de Nuestra Señora de
las Nieves en Rebollo, si bien su fábrica debe datarse con posterioridad a la
afiliación del monasterio a la orden cisterciense, prolongándose los trabajos
hasta bien entrado el siglo XIV.
Utiliza
aparejo de sillería –blanca arenisca– de óptima estereotomía en las arquerías
de separación entre las naves, soportes y vanos, recurriendo a una buena
mampostería y al sillarejo en los muros.
Desde
el punto de vista escultórico, los capiteles evidencian una clara evolución
estilística a medida que avanzamos hacia occidente, desde los vegetales a los
zoomórficos, los simples acantos rematados por pomas y finalmente el
característico crochet gótico, verificable desde el segundo tramo de la nave de
la epístola y el tercero de la del evangelio. Las basas son áticas, provistas
de gruesos toros y garras angulares de lengüeta, que se tornan lisas hacia los
tramos occidentales.
Para
Abad y Senra, los trabajos debieron comenzar por la cabecera en torno al 1220.
Desconocemos cómo fueron las cubiertas de los ábsides, aunque los citados
autores señalaron la lógica presencia de bóvedas de horno y cañones apuntados
en los presbiterios rectos, caracterizándose por el empleo de mampostería de
irregular apare jo y una total ausencia de ornamentación escultórica. Otra
posibilidad sería considerar una triple cabecera plana cubierta con crucerías.
Paralelamente se alzó el derruido paramento meridional hasta la altura de una
imposta, donde se abren ventanales de medio punto con doble arquivolta lisa, y
el desaparecido sector oriental.
Una
segunda fase permitió la construcción de las tres naves y sus soportes, con
capiteles más antiguos para la nave central, donde aparecen aves, algunas de
cuellos entrelazados, rapaces apresando liebres, trasgos y cuadrúpedos
afrontados de cuellos anudados, así como otras ces tas vegetales de acantos
lisos o rematadas en pomas y piñas.
Los
capiteles más antiguos ornados con aves eran emparentados por Abad y Senra con
piezas de San Miguel de Fuentidueña, Fuentesoto, Duratón, Castillejo de Mesleón
o Moradillo de Sedano (Burgos), para los cuadrúpedos encontraban mejor
correspondencia con Perorrubio, Caballar y la iglesia del castillo de Turégano.
Las cestas vegetales plantean lejanos paralelos respecto al priorato
benedictino de Santa María de Mave (Palencia) que se nos antojan muy genéricos.
A fin de cuentas, las diversas fac turas escultóricas revelan la intervención
de muy diversos operarios, manifestando quizás la convivencia entre los
artífices locales varados en la tradición románica y los formados en las
modernas canterías góticas.
El
testero occidental, que debió rematar a piñón, es revelador de la estructura
interna del templo, mostrando dos grandes contrafuertes con talud a media
altura y coronamiento a dos aguas. Las naves laterales están perforadas por dos
óculos tetralobulados, internamente abocinados y con triple perfil nacelado.
La
gran portada occidental debió alzarse hacia 1250, presenta chambrana ornada con
puntas de clavo y triple arquivolta apuntada de escocias, boceles y chrevrons
que apoya sobre una imposta con perfil de doble bocel, dos escocias y jambas
acodilladas con aristados boceles. Está flanqueada por dos pináculos bocelados
que rematan en afilados tejadillos a dos aguas. El óculo superior, doble mente
baquetonado que corona el testero occidental se inscribe en el interior de un
gran arco de medio punto y debió perforarse con posterioridad al 1300,
siguiendo el modelo visto en Sacramenia, desde donde debieron pro ceder los
canteros activos en Santa María de la Sierra.
Hacia
fines del siglo XIII se remataron los soportes de las naves laterales y los
tres ventanales septentrionales de rotunda estereotomía y triple arquivolta de
rasuradas aristas (convertidos modernamente en balcones hacia el exterior). Son
de crochets los capiteles de la nave del evangelio, recordando modelos de Las
Huelgas.
Ignoramos
el número de tramos que tuvieron las galerías claustrales si bien todo parece
indicar que fueron cubiertos con crucerías. En la panda del mandatum aún se
conservan las ménsulas y los arranques de las nervaduras. En el lado occidental
se mantiene, aunque muy transfor mada
la cilla, así como el ángulo suroccidental del claustro (perforado por una
pequeña puerta apuntada, casi enterrada). En lo que debió ser el tramo más
occidental de la panda septentrional existe otra puerta. Tiene chambrana
bocelada y triple arquivolta abocinada de medio punto decorada con flores que
apoya sobre imposta lisa y jambas baquetonadas. Senra y Abad eran partidarios
de considerar un claustro de planta rectangular cuya cronología correspondería
ya al siglo XIV.
Adyacente
con el capítulo de la panda oriental estaría la sala de monjes y la salida
hacia la huerta, así como la cocina y el calefactorio en la meridional. Pero
son dependencias que han desaparecido, acaso por lo perecedero de sus
materiales, agravado por la incuria y el abandono.
En
la actualidad la densa vegetación y los escombros complican el acceso. De la
torre, sólo se mantienen unos pocos sillares adosados al muro occidental de la
iglesia, tuvo planta cuadrada y husillo, con acceso desde el interior de la
cilla.
Desde
la cilla también existió acceso hasta el templo, utilizando una moderna puerta
apuntada abierta en el ángulo occidental. En el interior del templo se conserva
un enorme fragmento de lo que debió ser la pila del lavatorio claustral.
Requijada
Históricamente
formaba parte del municipio de Las Vegas pero tras la desaparición de éste, en
1847 pasó a considerarse a Requijada como un barrio más de Santiuste de
Pedraza, junto a Chavida y La Mata. Sin embargo, y si tenemos en cuenta la
historia, debemos considerar esta localidad como una entidad independiente.
Su
nombre parece ser que proviene del latín y significa “lugar apartado o
retirado”. Y real mente el topónimo está en lo cierto puesto que el pueblo
se asienta en lo alto de una pequeña loma apartado unos 2 km de la vía de
comunicación principal como es la carretera que conduce a Sepúlveda.
Ermita de Nuestra Señora de las Vegas
Enclavada
en plena tierra de Pedraza, a unos 35 km de Segovia, en plena vega del río Cega
(de ahí su apellido) la iglesia de Nuestra Señora de las Vegas constituye una
de los ejemplos más representativos del arte románico en la provincia
segoviana. Fue declarada Monumento Histórico-Artístico el 19 de agosto de 1969.
Para llegar a ella desde la capital es necesario tomar la carretera nacional
101 en dirección a Soria y nada más atravesar la localidad de La Salceda
desviarnos en el cruce que nos encontramos en dirección a Pedraza. Encontramos
la iglesia unos 8 km después emplazada al borde la carretera que atraviesa todo
el valle, contribuyendo esta ubicación a resaltar aún más los valores
arquitectónicos del edificio.
Ya
a mediados del siglo XIII, en 1247, aparece citado este lugar como Sancta Maria
de las Vegas en un plan de distribución del cabildo catedralicio en el que
rentaba diez maravedís menos dieciocho dineros. Es posible, por tanto, que en
el entorno de la iglesia se ubicase un antiguo poblado, que junto con los
desaparecidos asentamientos de Oteruelo y Cega y el actual de Requijada,
pudieron con formar el concejo de Las Vegas citado en el mencionado documento.
Dicho concejo ya debía ser bastante reducido a mediados del siglo XV como se
deduce de una visita pas toral de 1446 en la que se señala que el cura
solamente aparecía por allí una vez por semana diciendo misa “con hostias que
avían mal sabor por ser de tan luengo tiempo fechas que olían”. En la
actualidad, la iglesia se encuentra totalmente aislada teniendo como núcleo de
población más cercano a unos 2 km el pueblo de Requijada. Madoz en 1849
considera este templo como una de las dos ermitas del pueblo que se encontraba
“a 1/8 leg. de él, en el camino de Pedraza para Segovia que sirvió en lo
anterior de parroquia y en ella se celebra el día 8 de setiembre función y
romería”. En 1812 la iglesia se convirtió en un anejo de la parroquia de
Arahuetes y civilmente Requijada pasó a formar parte del Ayuntamiento de
Santiuste de Pedraza en 1847. Destacar también el cariño y la importancia que
esta iglesia tiene para los habitantes de la zona ya que albergaba la imagen
románica de la patrona de la tierra de Pedraza, la Virgen de las Vegas,
actualmente custodiada en el templo parroquial de Requijada.
Exteriormente
nos encontramos ante un edificio de dimensiones considerables con tres naves
con sus correspondientes ábsides, aunque los dos laterales presentan un testero
recto y sobre uno de ellos, concretamente el septentrional, se alza la torre
campanario de la iglesia. La iglesia cuenta también con un pórtico adosado al
costado de la nave meridional.
El
material constructivo empleado permanece oculto en su mayor parte bajo una capa
de enfoscado de color blanquecino aunque es posible presuponer que el cuerpo de
la iglesia incluida la cabecera está realizada en mampostería reforzada por
sillares en esquinas, ventanas y cornisa; no así el pórtico, erigido con
posterioridad a la iglesia que se encuentra construido íntegramente con
sillería. La cabecera de la iglesia presenta un esquema muy sencillo en cuanto
a la decoración se refiere, solamente alterada por la presencia de las ventanas
que iluminan el interior; el ábside principal es ligeramente más elevado que su
adosado ábside sur y su tambor liso y oculto bajo capas de cal, únicamente está
animado por tres pequeñas ventanas saeteras con un ligero abocinamiento
interior construidas con sillería y ubicadas en cada uno de los laterales y en
la parte central. La cornisa que sustenta el tejado tiene un perfil biselado y
canecillos todos ellos de tipo caveto. El ábside sur, igualmente liso y
enfoscado, tiene en centro una pequeña ventana de tipo saetera abocinada al
interior, configurada mediante un pequeño arco de medio punto y dos pequeñas
arquivoltas, la interna sobre minúsculos capiteles sin decoración y la externa
recogida por jambas prismáticas y cimacios de nacela. La ventana queda
protegida por una chambrana configurada sucesivamente por un fino bocel, una
moldura de media caña y un listel. La cornisa y canecillos que rodean el
perímetro de este ábside no presentan ninguna diferencia con los del ábside principal.
Finalmente, el ábside más septentrional se encuentra enfoscado como los dos
anteriores aunque aquí se pueden percibir en las esquinas unas líneas blancas
que imitan un despiece de sillería. La ventana de la parte central, saetera con
abocinamiento interno, está for mada por un arquito de medio punto con intradós
abocelado que descansa en estilizadas columnas de fustes mono líticos que
llevan pequeños capiteles con hojas que vuelven sus puntas en espiral formando
diminutos crochets; entre las hojas se tallan en cada cesta pequeñas cabecitas
humanas.
El
arco se rodea por una arquivolta conformada por tres filas de boceles partidos
o en zigzag decoración que, aunque aquí se utilice en una ventana, podemos
verla en portadas y pórticos de iglesias de la provincia como San Pedro de
Gaíllos, Castroserna de Arriba, El Arenal de Orejana, Cascajares, Muñoveros,
Sotosalbos, o la ermita de la Virgen de las Nieves de Rebollo por citar sólo
algunos ejemplos. Hemos apuntado con anterioridad cómo la torre de la iglesia
se encuentra construida sobre el ábside norte de la misma, hecho éste que se
repite en otras iglesias de la tierra de Pedraza, casos de Aldealengua de
Pedraza o Arcones, pero también en iglesias de la capital como San Quirce o San
Andrés; en el caso de Las Vegas el acceso original al primer piso de la torre
se encuentra en la cara sur constituido por una pequeña puerta con forma de
arco de medio punto que todavía se conserva a la cual se accedía por una
escalera colocada en el espacio existente entre el ábside principal y el ábside
norte. La existencia de este espacio entre las capillas viene motivado por el
esviaje del ábside septentrional respecto a la línea recta que marca el muro de
la nave norte. Es decir, creemos que en el momento de erección de la capilla
norte los constructores románicos eligen desviar el ábside respecto al eje de
la nave para poder colocar una escalera a la cual se tiene acceso desde el
interior de la iglesia. Actualmente, esta escalera ha desaparecido colocándose
en su lugar una escalera de metal, pero todavía es posible ver en el lateral
sur de la torre los riñones de la bóveda de piedra que cubría la primitiva
escalera de subida a la torre. En cuanto al último cuerpo de la torre que
alberga las troneras, dos en cada lado, se tiene documentada su fecha de
reedificación realizada entre 1756 y 1758.
Continuando
el recorrido por el exterior del templo, nos encontramos en el último tramo del
muro norte con una pequeña puerta románica de sillería con un arco de medio
punto conformado por dovelas lisas y sin decoración que apoya en jambas
prismáticas con las esquinas matadas por un bocel, cimacios de nacela y una
chambrana que rodea al arco con tres filas de billetes. Junto a ella se
descubrió en las obras de restauración de la iglesia un arco de ladrillo
también con forma de medio punto; el tamaño y forma de estos ladrillos junto
con la existencia de otros restos romanos en el entorno cercano de la iglesia
nos hacen elucubrar sobre la presencia de este arco en la iglesia románica como
una pervivencia de una anterior construcción, probablemente una villa romana o
una basílica paleocristiana. Y es que en las excavaciones arqueológicas
efectuadas en el edificio en los años setenta del siglo pasado apareció bajo la
iglesia no sólo una interesante necrópolis medieval con restos datables entre
los siglos IX al XIV sino que también se comprobó la existencia de
construcciones tardoromanas, concretamente una piscina bautismal de inmersión,
hoy visible en la esquina suroccidental de la nave sur de la iglesia, y un
mausoleo con res tos de mosaico en el pórtico justo debajo de la entrada
principal. Almagro Gorbea y Caballero Zoreda concluyen que estas dos
construcciones de carácter religioso funerario formarían parte de una villa
latifundista perteneciente al Bajo Imperio datable aproximadamente en el siglo
V d. C. Estos dos historiadores observaron también durante las excavaciones
restos de cimentación que les llevan a pensar en la existencia de una basílica
presidien do todo el conjunto. Es necesario, por tanto, apuntar aquí como la
sacralización del solar en el que se asienta la ermita de Nuestra Señora de las
Vegas se ha mantenido al menos desde época romana.
Al
contrario de lo que ocurre en otras iglesias segovianas en las que el espacio
del pórtico se extiende por los costados meridional y occidental del edificio,
en el caso de Las Vegas, el pórtico solamente se encuentra adosado al lateral
sur incluyendo, eso sí, en su longitud total la nave y el ábside; está formado
por siete arcos de medio punto recogidos por columnas pareadas que apoyan en un
banco corrido con las esquinas matadas por un fino bocel. El tejado del pórtico
está sujetado por varios canecillos entre los que se conservan algunos
figurados con la representación de rostros humanos, cabezas de felinos, aves,
serpientes, etc…
Dos
son las entradas que se conservan ubicadas en los laterales sur y este,
caracterizadas fundamentalmente por su sencillez: la principal está conformada
por un arco de medio punto doblado recogido por jamas prismáticas lisas y
trasdosado por una chambrana con perfil de media caña y listel. En los cimacios
se conserva una decoración a base de estrellas de cuatro puntas inscritas en un
doble círculo formado por un entrelazo vegetal.
La
entrada ubicada en el lado este del pórtico, bastante deteriorada, tiene
también un arco de medio punto de doble rosca completado por chambrana y
cimacio de nacela.
Como
ya hemos apuntado, son siete los arcos que conforman esta estancia todos ellos
de formato muy similar apoyados en dobles columnas coronadas por interesantes
capiteles. Comenzando la descripción de este a oeste, nos encontramos primero
con una escena mitológica tallándose en las caras estrechas de la cesta dos
nereidas o sirenas de doble cola con las escamas talladas muy toscamente
mientras que las caras anchas las ocupan dos centauros con los arcos preparados
y apuntando para abatir a las sirenas.
La
siguiente cesta se conserva muy estropeada y tan sólo es posible distinguir un
personaje descabezado a lomos de un dromedario, ataviado con capa y con las
manos extendidas sobre la joroba del animal.
En
otra cara se conservan los restos de dos figuras humanas sin cabeza, vestidas
con largas túnicas que llegan hasta los tobillos anudadas a la cintura median
te un cinturón. Algunos autores han considerado que puedo tratarse de la
representación de una Epifanía, con la imagen de la Virgen con el Niño tallada
en la parte del capitel ahora desaparecida; la profesora Ruiz Montejo no ofrece
ninguna explicación iconográfica de la escena aun que apunta que “la nota
insólita del dromedario podría indicar la actuación de artesanos mudéjares”.
En nuestra opinión, el lamentable estado de conservación de la cesta hace
imposible conocer su significado original y tan sólo podemos apuntar la
existencia de representaciones de dromedarios o camellos en otras iglesias
segovianas como en Duratón, Sotillo o San Cristóbal de Segovia, en ninguna de
ellas formando parte de una Epifanía.
La
siguiente cesta es la que peor se conserva de todo el pórtico, de hecho tan
sólo es posible visionar la mitad del capitel en el que una pareja de aves
zancudas de rico plumaje agachan y giran sus cuellos para llegar a picotear sus
patas traseras. Presumiblemente estarían unidas por el cuello con la pareja de
aves tallada en la otra cara de la cesta. Aunque algunos autores han querido
ver en la ausencia de la mitad de este capitel un expolio en toda regla,
incluso alguno apuntó a una radial como instrumento de corte, lo cierto es que
esta cesta se encuentra así desde el descubrimiento del pórtico, que se
encontraba cegado, durante la década de los años setenta del siglo pasado
siendo su estado más bien fruto de la impericia de alguno de los trabajadores que
actuaron en las obras de restauración del edificio. De hecho las columnas que
sostienen esta cesta presentan un fuste totalmente renovado en su parte
superior. Los cimacios colocados sobre las cestas de la parte oriental del
claustro tienen todos el mismo perfil achaflanado simple y liso sin decoración
escultórica.
La
parte más occidental del pórtico tiene tres arcos igualmente con columnas
pareadas con capiteles decorados el primero de ellos con seis arpías colocadas
por parejas en las caras anchas de la cesta y solitarias en las caras
estrechas, algunas de ellas mal conservadas; tienen un rostro femenino
inexpresivo con una larga melena partida en dos finos mechones que caen sobre
las alas desplegadas. Esta forma de presentar la figura de la arpía debía ser
habitual y estar bastante extendida ya que entre las iglesias segovianas las
encontramos muy similares en puntos tan dispares como Fuentidueña (iglesia de
San Miguel), Sepúlveda (Virgen de la Peña) o Armuña (ermita del Tormejón).
La
otra cesta que completa la decoración escultórica del pórtico, lleva una
decoración vegetal con grandes hojas de acantos partidas por un grueso nervio
central, entre las que se intercalan cabecitas humanas talladas muy esquemática
mente de las que sólo se conservan tres: las de las caras estrechas con peinado
corto y barboquejo mientras que en la conservada en la cara ancha aprovechan la
forma de la hoja de acanto y simulan una larga melena.
Las
columnas de la parte occidental llevan el mismo tipo de cimacio con perfil de
nacela mientras que las basas en las que se apoyan también son muy similares de
perfil ático y alzándose sobre un pequeño plinto. En el lateral occidental del
pórtico se conservan hoy día dos sepulcros de finales del siglo XVI
pertenecientes a la familia de los Chavida. En cuanto a la cronología
establecida para este espacio, la tesis más habitual es fechar esta
construcción a finales del siglo XI, considerándolo junto con la nave sur la
parte más antigua del edificio.
Desde
nuestro punto de vista esa cronología habría que adelantarla al menos hasta la
segunda mitad del siglo XII, siendo posterior en todo caso a la edificación de
las naves de la iglesia realizadas todas ellas en un mismo momento
constructivo.
La
portada principal de acceso al interior de la iglesia se encuentra ubicada en
la nave sur de la iglesia, aproximadamente a mitad de la longitud de la nave.
Es una interesante portada que conserva una policromía donde predominan los
tonos rojos, blancos y negros fechable en torno al siglo XVI y que concuerda
con las pinturas del interior. La portada, ligeramente adelantada respecto al
muro de la nave, está formada por un arco de medio punto y tres arquivoltas,
protegidas todas ellas por una chambrana de tres pequeñas filas de billetes; el
arco de ingreso apoya en jambas prismáticas con la esquina decorada por un
bocel mientras que cada una de las dovelas que lo conforman está decorada por
una cinta vegetal enrollada en forma de espiral.
Desde
el interior al exterior las arquivoltas, que des cansan sobre un podium
abocinado, están decoradas la primera con un grueso bocel, la siguiente con
tres filas de billetes y la más exterior con florones de ocho pétalos y grueso
botón central. Mientras que las arquivoltas más exteriores son recogidas por
jambas prismáticas con la arista matada por un bocel, la más interna descansa
sobre columnas acodilladas y basas de perfil ático adornadas con lengüetas en
las esquinas, fustes monolíticos y capiteles en los que se representan dos
cuadrúpedos enfrentados con las fauces abiertas y sobre ellos, una especie de
máscara con cuernos mientras que en la otra cesta dos arpías flanquean una
figura humana, parece un varón, con el pelo largo que le cae sobre los hombros
y una serpiente que rodea su cuerpo a la altura de la cintura. Tanto en el arco
de entrada como en la primera arquivolta los cimacios llevan tallada una
decoración a base de un grueso tallo vegetal que se entrelaza continuamente
mientras que en las dos arquivoltas restantes los cimacios tienen estilizadas y
puntiagudas hojas encerradas dentro de clípeos, extendiéndo se este motivo por
el resto de la portada.
A
destacar también la existencia en las enjutas de esta portada de dos figuras en
relieve que representan la escena de la Anunciación. A la izquierda la imagen
del arcángel San Gabriel se representa con un rostro aniñado de suaves líneas y
espesa melena rizada que llega a la altura de los hombros, vestido con una
larga túnica que le cubre los pies anudada bajo los brazos. Ha perdido los
brazos por lo que la imagen al encontrarse incompleta da una sensación general
de hieratismo, siendo el contacto visual el único modo de establecer una
relación con el relieve opuesto.
Al
otro lado la Virgen María lleva un vestido largo que oculta casi la totalidad
de los pies tallado en pliegues circulares en torno al pecho y con pliegues en
forma de tubo la parte inferior; sobre el vestido lleva una capa de la que sólo
asoman las manos, extendidas con las palmas hacia fuera, quizás queriendo
representar el efecto sorpresivo producido por la inesperada aparición del
ángel. En la cabeza solamente es visible el rostro de la Virgen, de factura
similar al de San Gabriel, ya que sus cabellos permanecen ocultos bajo un velo
que cae sobre los hombros. No hemos encontrado en Segovia ninguna iglesia que
cuente entre sus muros con relieves similares ni en la temática ni en el estilo
aunque autores como el Marqués de Lozoya han dicho de estas figuras que “el
modelado, sencillo y vigoroso, recuerda a la imaginería que decora el santuario
sepulvedano de la Virgen de la Peña”. Para otros como Carlos Lafora la
imagen de la Virgen podría tratarse más bien de la representación de una
donante, teoría esta última que nos parece improbable. En cuanto a la
cronología los relie ves pueden datarse en el siglo XII, fecha que concuerda
con lo realizado en la portada y ligeramente posterior a la erección de la
iglesia.
El
interior del templo está estructurado en tres naves, la central casi el doble
de ancha que las laterales, cubiertas con sencillas armaduras de madera y
separadas entre sí por una doble arquería de medio punto doblados que apean en
pilares rectangulares a los cuales se adosan columnas que recogen el peso de
los arcos. Estas columnas elevadas sobre plinto llevan una basa con un grueso
toro inferior, amplia escocia y un pequeño listel rectangular en la parte
superior. Los fustes están coronados por capiteles sencillos lisos (algunos han
sido picados) y sobre ellos cimacios de perfil de caveto con lo que la
decoración escultórica existente en las naves es prácticamente nula.
En
cuanto a la iluminación de este espacio central, de todos los vanos que tuvo la
fábrica románica primigenia tan sólo queda útil la ventana del hastial oriental
sobre el arco triunfal, conservada sin duda por la diferencia de altura entre
la capilla mayor y la nave central. El resto de ventanas que se ubicaban a
ambos lados de la nave central fueron cegadas y partidas sobre los arcos, por
lo que originalmente la altura de la nave central tuvo que ser superior a la de
las naves late rales, permitiendo esa diferencia abrir cuatro vanos sobre los
arcos, dos en cada lateral, que proporcionaban luz directa al interior de la
iglesia. Sin embargo en algún momento se consideró innecesario la presencia de
esos vanos y se optó por reducir la altura de la nave central y aumentar la
altura de las colaterales igualando de ese modo la altura de los aleros, con
diferencias mínimas entre ellos como se puede apreciar claramente en el alzado
occidental. La nave central también recibe luz de la ventana ubi cada en el
hastial occidental, en la cual no habíamos reparado hasta ahora ya que se trata
de un vano realizado en época más moderna en torno a 1762, quizás en el mismo
lugar en el que se ubicaba una ventana románica hoy des aparecida. En el suelo
de la nave central, situadas relativa mente cerca de la cabecera se conservan
ocho laudas sepulcrales todas ellas fechadas en el último tercio del siglo XVI
(1570).
En
cuanto a la cabecera, las tres naves culminan en tres capillas, las dos
laterales de menor tamaño, que se encuentran abovedadas siguiendo un esquema
característico del arte románico, utilizando una bóveda de cañón para cubrir el
tramo correspondiente al presbiterio y una bóveda de horno para el hemiciclo
absidal. Como ya hemos visto, al exterior los ábsides laterales presentan un
perfil plano con una estructura interna similar a pesar de haber sido
construidos en épocas diferentes; por un lado el ábside sur se comunica con la
nave mediante un arco de medio punto doblado con la rosca externa recogida por
jambas prismáticas y la interna por columnas adosadas, todo ello apoyado sobre
un pequeño banco con la arista abocelada.
Las
columnas se rematan en capiteles de decoración vegetal utilizando hojas de
pequeño tamaño dispuestas perpendicularmente a un marcado nervio central, que
acaban formando parte de una hoja de mayor tamaño que remata en pequeños
cogollos. En el interior de la capilla los muros del tramo presbiterial se
articulan mediante dos arcos de medio punto ciegos sobre pequeñas columnas con
capite les sin decoración y cimacios de nacela. Sobre ellos una imposta también
de nacela recorre el presbiterio y el ábside como único elemento decorativo
escultórico, mientras que la ventana ubicada en la parte central presenta
interiormente un sencillo esquema de arquillo de medio punto con derrame
interno. La capilla meridional se comunica con la capilla mayor a través de una
estrecha puerta ubica da a la altura del presbiterio construida con
posterioridad a la época románica y conformada por un arco de medio punto con
dovelas de gran tamaño.
La
capilla mayor se comunica con la nave central mediante un gran arco triunfal de
medio punto doblado trasdosado por un guardapolvos de perfil abocelado. La
rosca externa apea sobre columnas adosadas al machón coronadas por capiteles
muy estropeados ya que fueron picados: la cesta situada en el lado
septentrional tiene una decoración vegetal muy esquemática de toscas hojas
talla das a bisel que parecen volver sus puntas para acoger un fruto hoy
desaparecido y en la cesta del lateral meridional se conservan los restos de lo
que fueron cuatro aves zancudas de largos y delgados cuellos y afilados picos.
Sobre ambos capiteles se coloca un cimacio ornado con tres filas de billetes y
un listel. La rosca externa del arco triunfal apea en delgadas columnas acodilladas
que terminan en cestas lisas y sin decoración y cimacios con decoración floral:
cuatripétalas dentro de clípeos para la columna situada más al norte y de tres
pétalos para la pieza situada a mediodía. En el tramo presbiterial de esta
capilla se colo ca una doble arquería ciega de medio punto apoyado sobre un
podium con la esquina abocelada; estos arcos se ador nan con un grueso baquetón
en el intradós y apean en columnas de fustes monolíticos con capiteles en los
que se tallan, en la arquería septentrional, una pareja de cuadrúpedos, aves
con las cabezas enfrentadas y un capitel picado sin decoración y en la arquería
meridional, capite les con sirenas de doble cola y capiteles sin ornamentar
aunque uno de ellos pudo tener decoración vegetal. La existencia de una doble
arquería en el tramo recto de la capilla mayor se repite en otras iglesias
segovianas como en Tenzuela, Santo Domingo de Pirón, Fuentesoto y Aldealengua
de Pedraza. El hemiciclo absidal acoge tres estrechas y sencillas ventanas ya
vistas al exterior con forma de arco de medio punto y amplio derrame interno,
que estuvieron ocultas desde la colocación del retablo barroco a finales del
siglo XVII hasta las últimas obras de restauración en las que se quitó dicho
retablo.
En
cuanto al ábside septentrional, se cree que se trata de una estancia construida
con posterioridad a la primitiva fábrica aunque todavía en estilo románico.
Como ya hemos señalado, este ábside constituye el cuerpo bajo de la torre
encontrándose en claro esviaje respecto a la línea recta marcada por el muro
norte de la iglesia, creándose un espacio que se aprovechó para construir la
escale ra de subida a la torre. La puerta de entrada a esta escalera la
encontramos en el interior situada entre la capilla mayor y el ábside norte.
Éste se comunica con su nave respectiva a través de un arco de medio punto
doblado elevado ligeramente respecto al suelo de la nave. La rosca del arco más
exterior apea en columnas acodilladas de fustes monolíticos y capiteles lisos
mientras que la rosca interior es recogida por columnas adosadas al muro, con
basas sobre pequeño plinto, grueso toro inferior, escocia y toro superior
tallado a bisel, siendo coronadas estas columnas por capiteles en los que se
representa: en el capitel situado más al norte una pareja de cuadrúpedos
probablemente leones separados por un grueso tallo entrelazado del que surgen pequeñas
hojas vegetales lobuladas y en el capitel más meridional cuatro arpías con la
cabeza cubierta por un extraño gorro y que destacan por la extraordinaria
longitud de sus extremidades, aproximadamente la mitad de la longitud total de
la figura. Un cordón vegetal se intercala entre las arpías envolviendo el
cuello y las patas de los animales. Ambos capiteles llevan sobre ellos una
pieza a modo de cimacio decorado por dos finos boceles, moldura que se repite
en los arcos del presbiterio. En el interior del ábside norte se mantiene el
sistema de cubrición de las dos capillas anteriores, bóveda de cañón en el
tramo recto y bóveda de horno en el ábside, e incluso podemos ver aquí también
cómo el muro del presbiterio se anima mediante arcos ciegos de medio punto
recogidos por pequeñas columnas que culminan en pequeños capiteles.
En
el arco que se encuentra en el muro norte en los capiteles se representan dos
pequeñas arpías entre un entrelazo vegetal y en la otra cesta dos figuras
animalísticas con cabeza de felino, largo cuello, y cuerpo de ave con las
garras apoyando en el collarino. El arco del muro sur des cansa en cestas más
sencillas de temática vegetal formadas por cinco hojas rectas y de talla muy
esquemática que vuelven sus puntas formando diminutos cogollos. Esta estancia
es iluminada por una ventana situada en el eje central del ábside y que
presenta un sencillo esquema con forma de arco de medio punto y amplio
abocinamiento interno.
Pero
la iglesia de Nuestra Señora de las Vegas desta ca, no sólo por sus valores
arquitectónicos o escultóricos, indudables por otra parte, sino también por la
conservación en su interior de un notable conjunto de pinturas murales datables
a finales del siglo XVI, realizadas con la técnica del mezzo fresco consistente
en pintar sobre una superficie seca con pigmentos aglutinados en un medio
acuoso y en donde predominan los tonos grises, rojos, naranjas y negros. Los
cimacios están pintados con tonos blancos y negros imitando un ajedrazado,
motivo decora tivo que se extiende a modo de imposta por el interior de las
capillas y de las naves; asimismo las roscas de los arcos se pintan con
círculos y elipses de trazo negro e interior blanco mientras que en el intradós
sobre un fondo naranja o rojo se dibujan en color blanco cintas decorativas que
surgen de las fauces de extrañas máscaras con semblante burlesco. Pero también
existe un programa iconográfico relacionado con la pasión de Cristo: en el
cascarón del ábside de la capilla mayor se representa la escena de la
resurrección de Jesucristo acompañado de dos ángeles y con los soldados que
custodian la tumba dormidos a sus pies. En la nave sur sobre la portada
encontramos pinturas con el tema de la crucifixión y el descendimiento. También
se representan figuras de santos aislados, como San Pedro y San Pablo en la
nave central, y repetidos en el ábside septentrional o San Cristóbal en la nave
norte junto con la representación de animales exóticos y mitológicos, un pelícano
y el ave fénix, en clara relación sin duda con la escena de la resurrección. El
paralelismo más cercano y directo de estas pinturas lo encontramos en la
iglesia de Valleruela de Pedraza que conserva en su interior motivos pictóricos
prácticamente iguales e incluso el nombre del autor, el pintor Antonio de
Tejerina y la fecha en la que concluyó el trabajo 1572. Sin duda se trata del
mismo pin tor que trabajó en la iglesia de Las Vegas de Pedraza aun que creemos
que, debido a la monumentalidad y dimensiones del edificio, fue en Requijada
donde el artífice desplegó todo su repertorio ornamental que luego trasladaría
a la pequeña iglesia de San Cristóbal en Valleruela.
En
cuanto a la cronología, la mayoría de los autores que han escrito sobre esta
iglesia, caso del Marqués de Lozoya o Manuel González Herrero, consideran las
partes más antiguas del edificio el pórtico y la nave de la epístola
adelantando su construcción hasta el siglo XI, estableciendo en algunos casos
paralelismos entre esta iglesia y el románico sepulvedano de finales del siglo
XI. Sin embargo, en nuestra opinión son las tres naves de la iglesia así como
el ábside central y el meridional los que constituyen los restos de mayor
antigüedad y su erección no debería situarse antes del siglo XII. En un momento
poco posterior quizá la segunda mitad del siglo XII se construyó el pórtico
adosado a la nave sur y ya tardíamente en el siglo XIII se reformó el ábside
septentrional.
Orejana
Perteneciente
a la Comunidad de Villa y Tierra de Pedraza, Orejana, al igual que ocurre en
otro lugar esta comunidad como Aldealengua, no existe como núcleo de población
sino que es el nombre que se le da al concejo integrado por los barrios de
Orejanilla, La Alameda, El Arenal, Sanchopedro y Revilla. El acceso más
sencillo al pueblo puede realizarse saliendo desde la capital y siguiendo la
N-110 hasta pasar La Salceda; ahí tomamos el desvío por la carretera que cruza
la comarca de Pedraza en dirección a Sepúlveda. Unos dos kilómetros después de
supe rar la localidad de La Velilla tomaremos un desvío a mano derecha que nos
conduce directa mente hacia Orejana, siendo Orejanilla el primero de los
barrios que nos encontramos a nuestro paso.
La
mención documental más antigua que se conoce data de junio de 1247, un plan de
distribución de rentas que autoriza el obispo de la diócesis de Segovia y en el
cual se cita a Orejana como Oreiana, que rentaba al canónigo Pascasius Iusti
ration prestamera IX mrs et medium medietas tercie clericorum. Tres meses
después, en agosto de 1247, el cardenal Gil de Torres emite otro documento en
el que confirma definitivamente las cantidades impuestas a cada localidad
correspondiéndole a Orejana diecisiete maravedís y dieciocho dineros. La
diferencia de cantidades expresadas en uno y otro documento creemos que puede
deberse a que en el primero se hable de Orejana como barrio (en el mismo
documento también se cita La Alameda) y en el segundo la cantidad se refiera a
lo que debería pechar todo el concejo. En el fuero extenso de Sepúlveda del año
1300 el barrio de El Arenal es citado como uno de los mojones del alfoz de la
villa, concretamente se dice “luego por este camino de Pedraza al Pozo, y
campo arriba al otro lado del cerro de Felices hasta dar en El Arenal”. Sin
embargo es posible que esta población existiese desde tiempo atrás, quizás
desde la conquista de Toledo en 1085, momento en el cual la población se va
asentando en tierras de Segovia de una manera definitiva; es posible, incluso,
que el barrio de Sanchopedro haga referencia al nombre de uno de los
repobladores del lugar que vino del norte del país trayendo consigo a un grupo
de gentes y estableciéndose aquí de manera permanente.
En
cuanto al topónimo, la tradición por estas tierras dice que Pedraza disputa con
Itálica ser el lugar natal del emperador romano Trajano. Se dice también que su
madre, Aureliana, era natural del barrio de Orejanilla, conservándose todavía
el solar en el que estaba ubicada su vivienda y algunos apuntan la teoría de
que el nombre del concejo derive del nombre de la madre del emperador, que se
transformaría con el paso del tiempo en el actual Orejana. Sin embargo, Siguero
Llorente considera que el nombre de Orejana significa más bien propiedad de
Orejus que sería, por tanto, el fundador del asentamiento aunque no existe
ninguna seguridad sobre ninguna de las dos teorías acerca de la toponimia de
este lugar.
Iglesia de San Juan Bautista
Considerada
uno de los más bellos ejemplares del románico segoviano y declarado Bien de
Interés Cultural el 2 de marzo del año 2000, la iglesia de San Juan Bautista se
encuentra enclavada entre el barrio de El Arenal y el barrio de Revilla, al
borde de la carretera y cercana a una antigua explotación de áridos, industria
ésta última que en su momento hizo temer por la conservación del edificio. La
cercanía a ambos barrios hace que las diferentes publicaciones consultadas se
refieran al lugar de ubicación del edificio bien como El Arenal de Orejana o
bien como Revilla de Orejana. Martínez Díez opina que en los alrededores del
templo se emplazaría el primitivo poblado de Orejana que dio nombre a todo el
concejo, siendo la iglesia el único testimonio conservado de lo que pudo ser
esta aldea.
Aunque
el edificio ha sufrido reformas a lo largo del tiempo, éstas no han alterado de
manera sustancial la apariencia original de la fábrica románica. Se trata pues
de una iglesia de dos naves, pórtico que se extiende por los laterales sur y
oeste del templo y una torre ubicada en el ángulo nororiental bajo la cual se
construyó el ábside de la nave del evangelio, que permanece oculto al exterior
por un tramo recto. De este modo en la cabecera solamente es visible el ábside
principal construido muy probablemente con mampostería que permanece enfoscada
y con varias ventanas abiertas en su muro, ninguna de ellas medieval.
En
el tramo presbiterial correspondiente al lado sur del ábside tuvo adosada una
capilla que se utilizaba como sacristía y también a modo de tercer ábside,
siendo la prolongación del pórtico. Todavía son visibles las marcas en el suelo
del espacio que ocupaba la sacristía y los restos de una puerta que la
comunicaba con el ábside principal. En cuanto al ábside septentrional como ya
hemos dicho no es visible exteriormente y se construyó la torre sobre él, de planta
cuadrada, dividida en tres cuerpos y realizada en mampostería con refuerzo de
sillares en las esquinas. Es el último cuerpo el que alberga las troneras para
las campanas, una en cada lateral, rematando el tejado con bolas escurialenses
en las esquinas. La erección de una torre sobre uno de los ábsides laterales es
bastante característico en iglesias de la tierra de Pedraza (se repite en
Arcones, Valleruela de Pedraza, o en la ermita de las Vegas de Requijada) y
aunque en este caso la torre fue realizada en el siglo XVIII, es muy probable
que se reconstruya en el mismo lugar en el que se levantaría la torre medieval
y repitiendo los esquemas de ésta.
El
pórtico de la iglesia constituye el elemento constructivo más elegante de todo
el conjunto. Construido con sillería de piedra caliza, se eleva sobre un banco
corrido de arista abocelada en el cual encontramos grabado algún alquerque. Al
encontrarse adosado a la nave de la iglesia por sus costados oeste y sur
presenta tres diferentes entra das al este, al sur y al oeste. Dos de ellas,
las entradas meridional y oriental tienen un carácter secundario en cuanto a su
tamaño y decoración, compuestas por arcos apuntados, la meridional con un
guardapolvos con perfil de nacela y cimacios decorados con molduras de bocel y
listel, y la occidental sin decoración y con trazas de haber sido bastante
restaurada.
Por
otro lado, el lateral occidental del pórtico concentra gran parte de la
monumentalidad del edificio; se encuentra dividido en cuatro grandes arcos que
descansan sobre un banco corrido construido con sillería. Comenzando la
descripción de norte a sur, nos encontramos primero con dos arcos de medio
punto de iguales características separados por pilastras con las aristas
aboceladas, decorándose los frentes y el intradós de los arcos con una sucesiva
combinación de molduras de bocel y media caña combinadas alter nativamente.
Ambos arcos están trasdosados también por arquivoltas formadas por tres boceles
partidos o en zigzag y todo el conjunto protegido por una chambrana, adornada
con junquillo, que descansa en pequeñas cabezas a modo de mensulillas, en las
que se representan rostros de felinos, monstruos con fauces abiertas o rostros
humanos con semblantes burlescos.
Seguidamente,
encontramos la portada principal del pórtico confeccionada por un arco de medio
punto que apea en jambas prismáticas con la esquina matada por un bocel. Cada
una de las dovelas del arco están decoradas con una variada ornamentación
vegetal a base de tallos entrelazados formando círculos dentro de los cuales se
inscriben hojas tripétalas, flores de aro, o palmetas. Dos arquivoltas rodean
el arco de ingreso, repitiéndose la decoración de boceles en zigzag en la
externa mientras que la arquivolta interior, a la cual la profesora Ruiz
Montejo se refiere como “arquivolta de los bustos”, está decorada por
una serie de personajes, concretamente once, cobijados bajo arquillos alguno de
los cuales festoneado. En la clave del arco se representa un busto masculino
que Ruiz Montejo identifica como un personaje “vestido de obispo con mitra y
muceta”. El resto de las figuras representadas se disponen
simétricamente por el arco, guardando una relación entre ellas ya que los
mismos bustos se colocan a un lado y otro de la clave, repitiéndose los
atuendos, el peinado o la fisionomía del rostro. Hay una característica común
que se repite en la mayoría ya que aparecen vestidos con grandes man tos de
pliegues planos, cruzados sobre el pecho pero por lo demás destaca la variedad
de figuras representadas: hay rostros imberbes o con bigote y barba espesa,
pelo largo caído sobre los hombros o media melena recogida en dos grandes rizos
a la altura de las orejas, o las figuras representadas bajo los arcos
festoneados de rostros ovalados tocados con una especie de cofia. De nuevo la
profesora Ruiz Montejo ofrece una explicación sobre el significado de estos
bustos que quieren representar a una comunidad cristiana “presidida por su
obispo” y compuesta por “gentes de ambos sexos y de todas las edades”.
Otros autores como Carlos Lafora identifican los once rostros como una
representación de los apóstoles a excepción de Judas.
La
arquivolta interna de la portada en la que se representan los bustos apea en
columnas con basas de toro inferior bastante plano, escocia y toro superior no
desarrollado con fustes monolíticos sobre los cuales se tallan dos pequeños
capiteles en los que se representa una pareja de arpías, de largos y
estilizados cuellos con las colas unidas por un tallo vegetal y para completar
la decoración pequeñas piñas talladas en las esquinas. Este capitel se
encuentra repetido con una factura muy similar en las iglesias de Alquité y
Pecharromán. En la otra cesta se representa una pareja de cuadrúpedos,
probablemente leones, uno de ellos descabezado, separados por un tronco vegetal
del que surgen hojas y piñas. Los leones tienen las fauces semiabiertas y
parecen disponerse a morder uno de los frutos que surgen del tallo que los
separa. Los cimacios se decoran con gran variedad de elementos decorativos de
temática vegetal entre los que destaca una estilización de la flor de aro con
una cinta vegetal que va formando círculos dentro de los cuales se inscribe una
pequeña hoja con el centro libre para poder acoger un pequeño fruto que
finalmente no llegó a tallarse. De la chambrana que originalmente rodeaba toda
la portada pervive todavía un fragmento con perfil de nacela y bocel y las dos
cabecitas sobre las que se apoyaba. En definitiva, se trata de una de las
portadas más originales y creativas del románico segoviano, con una variada
temática ornamental y de la que tan sólo podemos encontrar algún lejano
parecido en la porta da de la iglesia de Muñoveros, aunque la factura de ésta
última sea mucho más tosca.
Finalmente,
el lado oeste del pórtico se completa con un arco situado a la derecha de la
puerta principal, junto a la esquina suroccidental, arco que presenta un
esquema más sencillo con un perfil de medio punto con las dovelas lisas sin
decoración y con el intradós adornado por un bocel en las esquinas. Rodea al
arco una arquivolta decorada por tres filas de boceles quebrados y una
chambrana de color negruzco debido a la erosión de la piedra, con un perfil de
nacela unida a un fino bocel y recogida por pequeñas cabezas humanas a modo de
mensulillas.
En
lo que se refiere al lado sur del pórtico se encuentra dividido en dos partes
separadas por un arco de ingre so apuntado protegido por un guardapolvos con
perfil de nacela y con cimacios decorados con molduras de bocel y listel. En la
jamba derecha de esta portada encontramos una rara inscripción con el nombre de
MARTINUS grabada sobre la piedra con incisiones poco profundas y pinta
da de color negro, características éstas últimas que motivan nuestro recelo a
considerarla como auténtica y original del momento constructivo del pórtico. A
la derecha de esta portada encontramos dos arcos de medio punto bien
conservados con guardapolvos de listel que descansa en diminutas cestas a modo
de mensulillas con decoración vegetal, una de ellas colocada tras la restauración.
Los arcos apean en columnas pareadas sobre un banco corrido con las aristas
baquetonadas. Se conservan, por tanto, tres espléndidas cestas: la primera de
ellas ado sada al machón de la esquina suroriental lleva tallada una decoración
vegetal dispuesta en dos filas, la inferior con pequeñas hojas de acanto y en
la fila superior voluminosos caulículos completan la decoración de la cesta
junto con un cimacio con una cinta vegetal de la que surgen hojas en forma de
elipse. La siguiente cesta tiene iconografía mito lógica al representarse seis
arpías rodeadas de una cinta vegetal que recorre todo el capitel y que va
formando pequeños cogollos en los espacios libres que quedan entre los
animales, mientras que el cimacio se decora con pal metas. La última cesta de
este grupo está adornada por una pareja de leones de largas melenas ondulantes
separados por un grueso tallo vegetal deteriorado. Sobre los dos leones se ha
colocado, durante las obras de restauración, una pieza nueva de forma
rectangular y se han rellenado algunos huecos con una gran cantidad de cemento;
asimismo la mitad de la pieza del cimacio original con perfil de nacela fue
sustituida por otra pieza con el mismo perfil pero de nueva factura.
A
la izquierda de la portada sur del pórtico, nos encontramos con cinco arcos de
medio punto que siguen el esquema de los anteriores, protegidos por una
chambrana de nacela y que originalmente apoyaban en columnas pareadas aunque a
día de hoy los fustes de esas columnas o han desaparecido sustituyéndolos por
pilares de ocho lados o son completamente nuevos colocados tras la
restauración. Siguiendo con la descripción de los capiteles del pórtico de este
a oeste, nos encontramos primeramente con una cesta en un estado de
conservación muy precario en la que todavía se puede distinguir, en uno de los
laterales, las figuras de una pareja de ángeles con las alas desplegadas, de
melena rizada y rostros juveniles vestidos con largas túnicas hasta los pies
con pliegues en forma de tubo de órgano. La cara principal es la que más ha
sufrido la degradación de la cesta pues solamente se ven los restos de un
personaje con la mano izquierda levantada y extendida y que parece ir a lomos
de un cuadrúpedo del que se conservan únicamente los cuartos traseros.
Junto
a esta figura se talló otra de similar tamaño que actualmente está
completamente rota siendo difícil distinguir nada con seguridad.
En
la otra cara estrecha del capitel se conserva una única figura masculina que
porta una especie de maza en la mano izquierda y una serpiente que rodea el
cuerpo del hombre y le muerde la boca, representación de un blasfemo o
mentiroso aunque no sabemos qué relación tenía esta figura con el resto de las
imágenes representadas. En el cimacio se repite un motivo ornamental ya visto
en la portada occidental, con tallos vegetales que forman, círculos dentro de
los cuales se tallan pequeñas hojas algunas de las cuales recuerdan a las
flores de aro dejando el centro libre para acoger un fruto que finalmente no se
llegó a realizar.
Es
la siguiente cesta la que tiene mayor empaque desde el punto de vista
iconográfico y la que ha generado mayor interés, siendo objeto de estudio por
parte de los profesionales de la materia, ya que en cada lado del capitel se
representan diferentes momentos de la pasión de Cristo; concretamente en las
caras menores las escenas del Descendimiento y la Visitatio Sepulchri, y
en las caras mayores una Ascensión y otra escena de difícil identificación
conjunta pero con personajes que nos permiten suponer referencias a las
apariciones de Cristo. Todas las escenas se encuentran enmarcadas por unos
tallos vegetales que surgen de la parte inferior de la cesta y se entrecruzan
formando espacios romboidales en los que se tallan las figuras. Este motivo
decorativo denota una fuerte influencia silense como demuestra la existencia en
la galería meridional del claustro bajo del monasterio de Santo Domingo de
Silos en Burgos de capiteles con una organización espacial muy similar. El
profesor Azcárate considera que “cuando los animales o seres se mezclan con
lacerías, habría que pensar en su inspiración en iniciales de códices europeos,
mozárabes e incluso islámicos”. Esta tesis es corroborada por Gerardo Boto
que sugiere la presencia en este templo de un iconógrafo “con acceso a
manuscritos iluminados”.
La
escena del Descendimiento se ha representado tradicionalmente en el momento que
en el que el cuerpo de Cristo es bajado de la Cruz, proceso en el cual
intervienen José de Arimatea y Nicodemo (Jn. 19, 38-42). Sin embargo, en El
Arenal, Cristo todavía permanece atado a la cruz y son dos ángeles situados en
la parte superior de la cesta los que proceden a quitar los clavos. Junto a la
cruz existe otro personaje que no identificamos y en la parte izquierda del
capitel dos figuras superpuestas que quizás esta vez sí que pue dan ser
Nicodemo y José de Arimatea. Se completa la escena con un ángel en actitud
orante situado justo debajo de la cruz. En el otro lateral la escena
representada es la Visita al Sepulcro ocupando el sarcófago la parte central
apoya do en dos columnas. Sobre él aparece representado un ángel y dos pequeños
soldados de pie entre las columnas. Situada un poco más arriba fuera de la
escena principal encontramos una única figura femenina, María Magdalena, como
se relata en el evangelio de San Juan (Jn 20, 1). En la parte superior de la
cesta se tallan dos ángeles y en la parte inferior junto al collarino otros dos
soldados completan toda la escena. Parte de esta cara del capitel se encuentra
destroza do por lo que no es descartable que hubiese más figuras que ayudarían
a la comprensión total del pasaje.
En
las caras de mayor tamaño se tallan primeramente una Maiestas Domini con
Cristo, que no conserva la cabeza, encerrado en una mandorla y flanqueado por
la representación del sol y la luna, ésta última sostenida por un ángel.
Le
rodea el Tetramorfos con San Mateo y San Juan en la parte inferior y arriba San
Marcos y San Lucas. Todos ellos portan filacterias a excepción de San Mateo que
porta un libro que además señala con la otra mano. El denso entramado que rodea
a las figuras deja un espacio libre en la parte inferior que se rellena con la
figura de un soldado con casco triangular y que porta espada y escudo en
actitud defensiva. Para finalizar la iconografía presente en este capitel, nos
encontramos con una escena sin una temática concreta sino que en ella se
representa en la parte central una figura humana portando una lira, que Abad
Crespo identifica como David, prefigura de Cristo; en la parte superior otras
dos figuras, quizás dos ángeles parecen ayudar a David. La cesta se completa
con la representación de un soldado vestido con cota de malla que le llega a
los pies, que Abad Crespo identifica como Goliat y otras dos figuras más que
quizás puedan hacer referencia a las apariciones de Cristo, con la
representación de la duda de Santo Tomás. Debajo de David se talla otro
personaje más que aparece sentado y que Abad Crespo considera pudiera ser uno
de los músicos de su cortejo aunque más bien parece estar leyendo. Destacar
también la pieza del cimacio tallado con exquisita minuciosidad y ornado con
hojas carnosas en forma de círculos en los que se tallan parejas de pequeñas
piñas. Esta pieza está unida al capitel por una pequeña capa de cemento por lo
que cabe la posibilidad de que no fuese su ubicación original.
Los
capiteles del pórtico continúan con una cesta en la que se representan animales
híbridos con cuerpo y patas de ave y cabeza de dragón apresados por un espeso
follaje que ocupa prácticamente todo el espacio disponible. En una de las caras
estrechas hay talladas dos figuras enfrentadas de una factura muy similar a los
ángeles que hemos visto en una de las cestas anteriores. Presentan unos rostros
aniñados, con pelo largo recogido detrás de las orejas, y con los cuerpos
enredados entre una espesa maraña vegetal de la que uno de ellos parece querer
librarse mientras el otro posa su mano izquierda sobre el hombro derecho de la
otra figura.
Desconocemos
tanto el significado de estos dos personajes si es que alguna vez lo tuvieron
como su relación con los animales mitológicos que se representan en las otras
caras del capitel. Sin embargo la existencia de figuras enredadas en una maraña
vegetal es, como ya hemos apuntado, un tema de influencia silense que demuestra
aquí el contacto que el taller que trabajó en El Arenal tuvo con la escultura
del monasterio burgalés y que, de manera local, los escultores desarrollaron de
forma muy similar en alguna otra iglesia de la provincia de Segovia ya que,
cestas en las que se mezclan animales o figuras humanas con lacería encontramos
también en Santo Domingo de Pirón o en la ermita de Peñasrubias. La pieza del
cimacio y el capitel están unidas por una argamasa de color grisáceo que llega
a tapar las cabezas de alguno de los animales representados por lo que es
posible, como ocurre en la cesta anterior, que no fuera ésta su situación
original.
Finalmente
nos encontramos con un grupo de tres cestas, dos de las cuales no han llegado a
nuestros días conservándose tan solo los cimacios que las coronaban resueltos
con palmetas y hojas puntiagudas entre círculos.
La
última cesta de este recorrido descriptivo se ubica adosada al muro en el
ángulo suroccidental del pórtico y en ella se representa dos parejas de
caballeros en actitud beligerante que cruzan sus armas en las esquinas de la
cesta. Van ataviados con una larga cota de mallas que les cubre los pies y los
que conservan las armas portan pequeñas espadas y escudos de cometa para
proteger su cuerpo. En los cimacios se talla un motivo ornamental clásico
repetido en otras iglesias segovianas como Caballar, La Cuesta o Valle de San
Pedro en el que dos gruesos tallos anudados forman clípeos dentro de los cuales
se entrecruzan otros tallos de formato más pequeño.
Al
interior de la iglesia se accede por una puerta adintelada ubicada en el lado
oeste de la nave principal. Dentro la iglesia se encuentra dividida en dos
naves separadas por un gran arco rebajado realizado muy probablemente en época
posmedieval, siglo XVI, y cubiertas con armadura de madera colocada tras la
restauración de la iglesia. Como ya hemos mencionado anteriormente, durante
mucho tiempo este templo fue de tres naves al cegarse el pórtico y aprovecharse
este espacio como una tercera nave que se comunicaba con la nave central a
través de dos grandes arcos de medio punto que apoyaban en un pilar central.
Estos
arcos fueron realizados durante la reforma barroca del edificio creemos que en
el siglo XVIII aproximadamente reaprovechando algún sillar románico; durante
las obras de restauración de 1983 estos arcos fueron cegados y pasaron a formar
parte del muro sur de la nave de la iglesia. Asi mismo, la restauración
descubrió en algunos puntos de la nave restos de policromía de cronología
indeterminada en tonos verdes y azulados. La comunicación entre la nave
principal y la capilla mayor se realiza a través de un arco de medio punto que
apoya en jambas prismáticas; el interior de la capilla permanece cubierto por
bóvedas de época barroca en el tramo recto mientras que el ábside permanece
oculto tapado por un retablo también barroco. En el lado sur del presbiterio
encontramos restos de la puerta que comunicaba con la sacristía, eliminada tras
la restauración mientras que en el lateral norte existe otra puerta de arco de
medio punto con sillares labrados a hacha que comunica con el ábside
septentrional.
Más
estrecha que la nave central, la nave septentrional conserva uno de los
retablos de la iglesia pegados al muro y a los pies de éste retablo un sepulcro
de uno de los párrocos de Orejana, fechado en 1557. La nave culmina en una
pequeña capilla románica a la que se accede por un arco de medio punto doblado
recogida la rosca interna por semicolumnas y la rosca externa por columnas
acodilladas que se elevan sobre un pequeño plinto. La decoración de los
capiteles se encuentra en un estado pésimo de conservación y tan sólo son
visibles en las cestas de las columnas adosadas un cuadrúpedo, probablemente un
león, con la cabeza rota y en el otro una extraña figura humana ataviada con un
vestido largo y con el brazo izquierdo levantado. Los cimacios, aunque también
están muy machacados, tienen una decoración de roleos vegetales e incluso en
uno de los capiteles que coronan las columnas acodilladas se apuntan unas hojas
de talla ruda con la punta doblada en forma de pequeño cogollo. El interior de
la capilla se cubre con bóveda de cañón para el presbiterio y bóveda de horno
para el ábside, cubiertas que fueron las originales de este espacio aunque las
que vemos actualmente son fruto de la restauración. Y fue necesario realizar
estos arreglos en las cubiertas ya que durante algún tiempo la escalera para
acceder a la torre estuvo instalada en el interior del ábside rompiendo las
bóvedas que lo cubrían. Fruto tam bién de la restauración es la colocación de
dos pilares metálicos situados en el interior de la capilla para sujetar el
arco de entrada. En los muros laterales del presbiterio encontramos dos arcos
de medio punto que descansan en columnas con capiteles de temática vegetal,
alguno con hojitas de acanto, aunque se encuentran también muy des gastados.
Sobre estos arcos y a la altura de los cimacios encontramos una línea de
imposta de perfil de nacela que recorre todo el perímetro de la cabecera.
En
la esquina noroeste del edificio existe una pequeña estancia cuadrangular
habilitada como baptisterio y en la que encontramos dos pilas bautismales. Una
de ellas care ce de interés en nuestro estudio ya que se encuentra fecha da en
1701 pero la otra es una pila de época románica y que curiosamente no
pertenecía a esta iglesia sino que era la pila bautismal de la arruinada
iglesia de San Nicolás enclavada en el barrio de Orejanilla. Posteriormente
pasó a custodiarse en la iglesia del Espíritu Santo hasta que el estado ruinoso
de aquel edificio motivó un nuevo traslado, esta vez definitivo, hasta la
iglesia de San Juan Bautista. Durante mucho tiempo estuvo ubicada en el
exterior de la iglesia expuesta a las inclemencias meteorológicas, hasta que en
las últimas obras de restauración se decidió, de manera acertada, protegerla y
reubicarla en el interior del templo. Mide 121 cm de diámetro, 107 cm de altura
total con un pie original de 43 cm. La copa, de forma semiesférica, está
decorada con dieciséis gallones y sobre ellos una cenefa de flores
cuatripétalas inscritas en círculos. En la embocadura de la pila se talla un
junquillo sogueado y el interior de la misma se encuentra avenerado. El pie que
sostiene la copa también se encuentra decorado con varias figuras entre las que
podemos distinguir una pareja de aves con los cuellos entrelazados y
picoteándose las patas, un león, una figura femenina tapándose sus partes con
ambas manos, quizá como una representación de la mujer adúltera que puede
redimirse con las aguas del bautismo, y otro enigmático personaje de pelo largo
caído sobre los hombros que creemos puede tratarse de una sirena de doble cola.
Al estar la pila cercana a la pared es imposible comprobar si existe alguna
otra figura tallada en este pie.
Carecemos
de datos cronológicos sobre la construcción de esta iglesia, aunque creemos que
por su sobriedad y sencillez y siguiendo la tónica que marcan muchos de los
edificios rurales del románico segoviano, el cuerpo de la iglesia pudo
levantarse durante las últimas décadas del siglo XII. El pórtico de la iglesia
es de época posterior y, si tenemos en cuenta que algunos de sus capiteles
emparen tan con la galería meridional del claustro bajo de Silos y éste fue
realizado en el último cuarto del siglo XII, debemos retrasar su cronología
hasta el primer tercio del siglo XIII. Esto concuerda con la teoría de la
profesora Ruiz Maldonado que considera que la escultura existente en el pórtico
presenta ya ciertas notas gotizantes, no anterior, por tanto, a los primeros
años del siglo XIII.
Aldealengua de Pedraza
Situado
al borde de la sierra segoviana junto al puerto de Navafría a unos 1183 metros
de altitud y a 35 km de Segovia, el lugar de Aldealengua de Pedraza ha
desaparecido como tal designando el nombre actualmente al concejo formado por
los barrios de Ceguilla, núcleo principal, Martincano, Galíndez y Cotanillo.
Surcado
por las aguas del río Ceguilla, uno de los principales afluentes del Cega, y
enclavado dentro de la Comunidad de Villa y Tierra de Pedraza, Aldealengua
perteneció también durante algún tiempo también al señorío del duque de Frías.
No
aparece mencionado en el documento de 1247 en el cual el cardenal Gil de Torres
establece las rentas del cabildo catedralicio aunque Gonzalo Martínez opina que
quizá un Aldea Nueva mencionado en dicho documento que rentaba tres maravedis,
dos sueldos y tres dineros pudiera ser identificado como Aldealengua de
Pedraza. La existencia de varios despoblados en su término como Cara zo, La
Ermita, Guijerme, La Peña, San Polillo o Riachuelo ponen de manifiesto la
importancia demográfica que hubo de tener este lugar aunque curiosamente Madoz
señale en 1849 la esca sa solidez de las viviendas que componen los barrios que
“son de tan mala construcción que más parecen chozas”.
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción
Este
magnífico templo, conocido como la “Catedral de la Sierra” por sus
dimensiones y por su privilegiado emplazamiento, se encuentra en un paraje
aislado conocido como “Las Pasturas” siendo el acceso más sencillo y
menos peligroso para llegar allí seguir la carretera nacional 110 en dirección
a Soria y desviarse a la altura de Gallegos, atravesar esta localidad y
Martincano, barrio de Aldealengua de Pedraza. Unos 300 m más allá en dirección
a Ceguilla un pequeño camino asfaltado nos desvía hacia la derecha y nos
conduce, entre campos para el pasto del ganado, directamente hasta la iglesia.
El alejamiento de los núcleos de población cercanos junto con la construcción
de pequeñas capillas en estos barrios hicieron que progresivamente se fuese
abandonando la iglesia hasta llegar a ser declarada ruinosa y cerrada al culto
en 1970 como recoge Juan Manuel Santamaría. Posteriormente, la declaración como
Bien de Interés Cultural en 1983 provocó un progresivo interés por la
recuperación del templo que cul minó con sucesivas restauraciones, la más
importante en 1987, que hicieron posible la conservación en un estado aceptable
del edificio hasta nuestros días.
La
iglesia consta de tres naves y tres ábsides, siendo el más meridional de planta
recta al exterior posibilitando así la construcción de la torre sobre él,
completando la estructura general del edificio un portal adosado a la iglesia
por su costado meridional. Sin embargo, pensamos que este no era el aspecto de
la fábrica original románica sino que el edificio primitivo era mucho más
modesto, con solamente una nave, un ábside y con un pórtico adosado en los
laterales sur y oeste. En un corto espacio de tiempo, todavía en estilo
románico, la iglesia se amplió a tres naves con sus correspondientes ábsides,
que se comunican entre si a través de grandes arcos de medio punto recogidos
por columnas adosadas al pilar y se aprovechó el espacio que ocupaba el pórtico
como nave sur de la iglesia, trasladándose la portada original del templo hasta
su ubicación actual, tam bién en el muro de la nave sur.
Posteriormente
se han producido obras en el edificio de diversa consideración como el
adosamiento de un nuevo portal (hacia 1678), la reconstrucción de los dos
últimos pisos de la torre (en 1875), la remodelación de los muros norte y oeste
de la iglesia, o la igualación de cumbreras, elevando la altura de las naves
laterales para poder cubrir las tres naves con un único tejado a dos aguas.
El
material constructivo empleado fundamentalmente es una ruda mampostería visible
sólo en algunos puntos ya que la mayor parte de los muros del edificio se
ocultan bajo una capa de enfoscado. La utilización de la sillería se reserva,
exteriormente, para las cornisas y canecillos de los ábsides y en la sencilla
decoración de las ventanas.
El
ábside principal estaba animado por tres ventanas de las cuáles sólo se
conservan dos, las ubicadas en la parte central y en el lateral más
septentrional; ambas siguen un esquema idéntico: de tipo saetera abocinadas
hacia el interior y con forma de arco de medio punto con el intradós decorado
por un delgado bocel y recogido por columnitas de basas áticas, una de ellas
con bolas en esquinas, fustes lisos y ces tas también lisas sin ningún tipo de
ornamentación.
La
ventana está protegida por una amplia chambrana decora da con bolas y un ancho
listel, ornamentación que se repite en la ventana central del ábside de la
iglesia de San Pedro en Pedraza. En el lateral sur encontramos embutidos en el
muro algunos sillares pertenecientes seguramente a otra ventana románica pero a
finales del siglo XVII se sustituyó por una ventana más grande de formato
cuadrangular que lleva una inscripción en la que se fecha una reforma en el
templo en 1698 citándose también a los alcaldes del momento Manuel Velasco y
Andrés Rincón. Los canecillos que sustentan la cornisa carecen de figuración y
se despachan la mayoría con molduras de perfil de nacela o doble nacela aunque
también hay alguno de proa de barco.
El
ábside norte de menor altura sigue un esquema muy similar siendo completamente
liso y únicamente adornado su muro por una pequeña ventana ubicada en la parte
central de tipo saetera y adornada con un arco de medio punto con el intradós
baquetonado sostenido por pequeñas columnas coronadas por capiteles con
decoración vegetal de pequeñas hojas puntiagudas de talla muy esquemática, en
uno de los cuáles las puntas de las hojas se doblan for mando pequeños
cogollos. Una chambrana de perfil achaflanado protege la ventana mientras que
los canecillos, al igual que ocurre en el ábside principal, no presentan
motivos figurados sino perfiles de nacela o proa de barco.
La
descripción de la cabecera debe completarse con el tercer ábside de formato
recto al exterior iluminado tan sólo por un pequeño óculo en la parte central y
sobre el cuál se construye la torre campanario de la iglesia dividida en tres
cuerpos, el primero de ellos todavía románico mientras que los otros dos fueron
reformados en 1875 como reza una inscripción “Reedificose esta torre desde
la primera imposta en el año 1875 siendo cura parroco don Antonio Pereira”.
En el último cuerpo se ubican las troneras que albergan las campanas,
abriéndose un vano con forma de arco de medio punto en cada lateral.
La
existencia de un ábside solo visible interiormente y sobre el que se construye
la torre de la iglesia es una constante repetida en varias iglesias de la
Tierra de Pedraza (Nuestra Señora de las Vegas en Requijada, Valleruela de
Pedraza, la iglesia del barrio de El Arenal en Orejana, San Juan en Pedraza)
pero también en otras iglesias de la provincia como San Justo de Sepúlveda o
San Andrés de Segovia por citar sólo algunos ejemplos. La puerta de entrada a
dicha torre se encuentra en el interior de la iglesia, concretamente en el
ábside sur, rompiendo uno de los muros del presbiterio, situándose la escalera
entre el ábside principal y la torre. Sin embargo creemos que, aunque está
escalera se construyó con anterioridad a 1706 ya que en esa fecha se tienen
documentados algunos arreglos en la misma, en origen la torre carecía de una
entrada interna y el único modo de acceder al primer piso de la torre sería a
través de una escalera portátil de madera ubicada eso sí en el mismo espacio
que al actual entre el ábside central y el sur; esto mismo ocurriría por
ejemplo en la iglesia de Nuestra Señora de las Vegas en Requijada pero también
en El Arenal de Orejana dónde todavía se conserva un acceso parecido
sustituyendo la probable escala de madera de antaño por una de metal más
resistente. El obligado acceso exterior a la torre no hace sino reforzar la
teoría de utilización de esta torre como elemento defensivo formando junto con
el cercano Torregil de Gallegos una línea de control de la cara norte de la
sierra segoviana y del puerto de Navafría.
Una
larga estancia rectangular se encuentra adosado a lo largo de toda la nave sur
a modo de portal, obra realizada en 1678 como consta en los Libros de Fábrica
del edificio. Protege la entrada principal del templo y los restos del
primitivo pórtico. La entrada principal se encuentra ubicada en la parte media
de la nave sur aunque creemos que fue trasladada y remontada en este lugar en
el momento de la ampliación de la iglesia y que originalmente se encontraba en
el muro meridional de la primitiva iglesia de una nave. Realizada enteramente
en sillería y ligeramente adelantada respecto al muro de la nave, la conforman
un arco, con forma de medio punto, y dos arquivoltas: la primera decorada con
un grueso bocel y la más exterior con las dovelas lisas, sin decoración.
El
arco de ingreso y la arquivolta exterior son recogidas por jambas prismáticas,
apeando la arquivolta interior en columnas sobre plintos cuadrangulares, basas
áticas con un desarrollado toro inferior, fustes monolíticos lisos y capiteles
en los que se tallan en la cesta de la izquierda pequeñas hojas planas
dispuestas en dos filas, partidas a su vez por un grueso nervio central y con
la punta enrollada en forma de espiral, mientras que la cesta de la derecha
aparece una figura cobijada bajo un arco de medio punto que parece moverse
adelantando y flexionando una de las piernas.
Lamentablemente
el grado de deterioro del capitel hace imposible distinguir nada más preciso,
aunque Santamaría López apunta que puede tratarse de la lucha de un hombre
contra un león. En la otra cara de la cesta, aún más desgastada que la
anterior, parece tallarse dos figuras humanas enfrentadas siendo para el
estudioso Santamaría López la representación una pelea entre dos hombres.
Recorre
toda la portada una imposta a la altura del cimacio con perfil de chaflán
adornado únicamente por una fila de pequeñas puntas de clavo y una chambrana
abilletada protege la entrada. A un lado y otro de esta portada encontramos los
restos del primitivo pórtico, cinco vanos a la izquierda de la puerta principal
y uno más a la derecha, tan sólo parcialmente descubiertos en los que todavía
es posible observar algunos restos de policromía, de cronología indeterminada,
de tono blanquecino y en el que se imita con color rojo el despiece de
sillares. Creemos que, al igual que ocurre en las iglesias de Perorrubio o en
San Juan de Orejana, es probable que el pórtico se desarrollase no sólo por el
lateral más meridional del edificio primitivo sino que, formando un codo en la
esquina suroccidental se extendiese también por el lado oeste del edificio.
En
el interior de la iglesia nos encontramos ante un amplio espacio con la nave
central el doble de ancho que las laterales, con cubierta de madera para la
nave, falsas bóvedas de arista en la nave norte (realizadas en 1756) y nave sur
cubierta con bóvedas barrocas adornadas con yeserías, separadas entre sí por
dos tramos de grandes arcos de medio punto doblados construidos con sillería y
recogidos por columnas adosadas a su vez a pilares rectangulares de gran
tamaño. Los capiteles que coronan las columnas se caracterizan por su
decoración extremada mente sencilla sin figuración con talla de grandes hojas
esquemáticas o bien cestas simplemente lisas.
El
acceso a la capilla mayor se realiza a través de un gran arco de medio punto
doblado que apea en columnas acodilladas adosadas al muro con capiteles sin
decoración, siendo el de la rosca externa de menor tamaño, y cimacios con
perfil de chaflán convirtiéndose en imposta que se des arrolla por toda la
cabecera.
Este
ábside principal está cubierto por una bóveda de cañón para el tramo
presbiterial y una bóveda de horno en el ábside, parcialmente oculto por un
pequeño retablo que tapa la ventana central. Al igual que ocurre en las
iglesias de Tenzuela o Santo Domingo de Pirón, los muros del presbiterio llevan
una doble arquería ciega conformada por arcos de medio punto con el intradós
baquetonado recogidos por pequeñas columnistas de fustes lisos y monolíticos coronadas
por cestas totalmente planas sin ornamentación. Los cimacios muy sencillos
también con perfil de chaflán y una gruesa pieza a modo de listel, orna mentada
únicamente en el caso del cimacio central por una hilera de pequeñas puntas de
clavo.
Los
ábsides laterales, fruto como ya hemos apuntado de una ampliación de la iglesia
realizada todavía en época románica, presentan un esquema muy similar; el
ábside norte se comunica con su correspondiente nave a través de un arco de
medio punto doblado en el que la rosca inter na apea en semicolumnas con basas
áticas sobre un estrecho plinto y con capiteles de grueso collarino y temática
vegetal decorados con grandes hojas dentadas que envuelven pequeños cogollos en
las esquinas. La rosca exterior, oculta en parte por la falsa bóveda que cubre
el primer tramo de la nave, descansa sobre columnillas acodilladas de fustes
más estrechos y capiteles más pequeños lisos en los que únicamente se talla un
pequeño caulículo. La decoración de estos arcos se completa con gruesas piezas
actuando como cimacios de perfil de doble caveto.
En
el interior del ábside norte, el tramo presbiterial se cubre con bóveda de
cañón y el ábside con bóveda de horno, y se ilumina gracias a una pequeña
ventana ubicada en la parte central del hemiciclo con forma de arco de medio
punto con el intradós baquetonado y pequeñas columnitas con capiteles de igual
factura a los del arco de ingreso a la capilla.
En
cada uno de los muros del presbiterio se encuentra un arco de medio punto ciego
que apoya en jambas prismáticas con cimacios de doble nacela; sobre el arco y
recorriendo toda la portada encontramos una imposta de perfil achaflanado. Por
otro lado, el ábside sur tiene un ingreso muy similar a través de un arco de
medio punto también doblado y apeando en columnas adosadas a la jamba para la
rosca interna y en delgadas columnitas acodilladas de menor grosor para la
rosca exterior. Tan sólo varía la decoración de los capiteles siendo los del
ábside sur todavía más esquemáticos teniendo tan sólo ligera mente perfiladas
dos grandes hojas puntiagudas en cada cesta. El interior sigue el mismo esquema
de aboveda miento (bóveda de cañón en el presbiterio y de horno en el ábside) e
igualmente aparecen un gran arco ciego en cada lado del presbiterio, aunque
aquí el arco situado en el lado norte ha sido roto para ubicar en él la entrada
a la escalera de la torre. Al igual que el probable carácter defensivo que pudo
tener la torre de la iglesia, el hecho de que este ábside originalmente no
tuviese comunicación con el campanario que se encuentra sobre él, refuerza la
hipótesis de la utilización de este espacio absidal como un recinto de carácter
privado con cierta independencia res pecto a la iglesia y que quizá pudo
utilizarse como capilla funeraria de uso particular.
La
iglesia se completa con un pequeño coro a los pies de la nave central al cual
se accede por una escalera de madera ubicada en la nave sur y un recinto
habilitado como baptisterio ubicado en el ángulo noroccidental de la nave
septentrional. La pila bautismal que se conserva es también de estilo románico
con unas dimensiones de 124 cm de diámetro y 108 cm de altura. El pie, de unos
47 cm de alto, tiene tallado una decoración vegetal a base de pequeñas hojas
trabajadas con la técnica del trépano y sobre ellas un grueso sogueado en la
unión con la copa, ésta última de forma semiesférica en la que se tallan doce
gallones y pequeñas cabecitas humanas intercalándose entre ellos. En las
cabezas se representan rostros masculinos, tanto de frente como de perfil, la
mayoría de pelo largo y muchas de ellos también con bigote y barba. La
embocadura lleva en su parte externa un delgado bocel mientras que
interiormente un fino sogueado recorre toda la circunferencia.
La
pila bautismal de Aldealengua de Pedraza tiene su paralelismo más cercano en
las pilas bautismales de Requijada o Puebla de Pedraza pero también encontramos
una decoración parecida en pilas de otras iglesias de la provincia segoviana
como Castroserna de Arriba, Cuevas de Provanco, La Cuesta o Castroserracín e
incluso en la provincia de Burgos en iglesias como Fuentelisendo, Hontangas,
Moradillo de Roa o Torregalindo.
Establecer
una cronología precisa para este edificio se antoja complicado debido
fundamentalmente a la escasez documental a este respecto aunque, como nota
predominante de gran parte de la arquitectura románica rural segoviana, nos
inclinamos a retrasar la erección del primitivo templo de una sola nave hasta
mediados del siglo XII, produciéndose la ampliación a tres naves y definitiva
distribución espacial de esta iglesia hacia principios del siglo XIII.
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