viernes, 1 de agosto de 2025

Capítulo 90, Tierra de Sepúlveda, y Fresno

 

Sotillo
La pequeña localidad de Sotillo se sitúa a orillas del Duratón, al este de Sepúlveda y a unos 68 km de la capital.
Como Sotiello, aldea del ochavo de la Sierra y Castillejo, dentro del arcedianato y Tierra de Sepúlveda, aparece citada en el documento de 1247 de reparto de rentas de los canónigos segovianos, aportando XV moravedis et III soldos et medio. En el censo de finales del siglo XVI, la parroquia de El Sotillo tenía como anejos a la Aldiguela (Aldehuela), la Fresneda y la Alameda, contando entre los cuatro núcleos sólo 33 vecinos. Según los datos recopilados por Tomás López a fines del siglo XVIII, “desde antiguo las juntas de todas las villas, lugares y aldeas del ochavo de Sierra y Castillejo se celebran en esta villa de Sotillo”, cuya iglesia era aneja a la de Duruelo. Madoz, a mediados de la siguiente centuria, nos refiere la existencia de 18 vecinos y 70 almas.

Iglesia de La  Natividad de Nuestra Señora
La iglesia se emplaza en el extremo sudoccidental del menguado caserío, algo apartada y separada del mismo por la carretera que conduce desde Duruelo hasta Duratón y Sepúlveda, que pasa junto a su cabecera. Estamos ante una hermosa construcción de planta basilical, de nave única cerrada por artesa con cuadrales fruto de una reciente restauración (2003), y cabecera compuesta de tramo recto y ábside semicircular, con torre al norte de la nave y portada abierta en la fachada meridional.
En su aparejo se combina la buena sillería, labrada a hacha y plagada de grafitos, en la que se levantaron la cabecera, parte de la torre, la portada y los esquinales de la nave, mientras que en el resto se utilizó la mampostería, enfoscada interior y exteriormente en la nave.
Se levanta la cabecera sobre un banco corrido de aristas aboceladas, cerrándose el tramo recto con bóveda medio cañón sobre imposta con triple hilera de billetes, mientras que el hemiciclo recibe una bóveda de horno. Los paramentos interiores del presbiterio se animan con sendas arquerías ciegas, de arcos de medio punto abocelados sobre dobles columnas, rasuradas las chambranas y muy modificada la del muro meridional por la posterior apertura de una ventana. Se alzan sobre podium abocelado, mostrando las basas perfil ático de toro superior atrofiado e inferior con bolas, sobre plinto. Sus capiteles son vegetales, con doble corona de estilizados acantos de acogolladas puntas vueltas y nerviaciones ornadas con banda de contario.
Da paso a la cabecera un arco triunfal de medio punto, doblado hacia la nave, que apea en una pareja de columnas entregas de basas áticas sobre plintos. La correspondiente al lado del evangelio orna su capitel con una pareja de aves de cuellos entrelazados picándose las patas, motivo visto en Nuestra Señora de la Peña de Sepúlveda, Castiltierra, Becerril, San Miguel de Fuentidueña, Pecharromán, Santa María de la Sierra o la ermita de Nuestra Señora de las Vegas de Requijada, entre otros ejemplos segovianos, o en una magnífica cesta de la cripta zaragozana de Sos del Rey Católico.
En el capitel del lado de la epístola se representa, con rudas maneras, el combate entre un guerrero ataviado con cota de malla y casco que clava su espada en el vientre de un león rampante que muerde su escudo. Tras él, en la cara que mira al altar, se dispone su montura, ensillada y sujetada por las bridas por el caballero. Se trata de una torpe copia de uno de los motivos vistos en el pórtico de la iglesia de Duratón, que como inmediatamente comprobaremos es el referente formal e iconográfico del taller escultórico que aquí trabajó. Ambos capiteles se disponen bajo cimacios con triple fila de finos billetes.
Al exterior, se divide el tambor absidal en cinco paños por medio de semicolumnas alzadas sobre zócalos prismáticos, plintos y muy desgastadas basas áticas con garras. Sus capiteles son vegetales, de recortadas hojas de bordes dentados y piñas en las puntas uno, otro con doble corona de hojas lobuladas bajo otras conquiformes y el tercero con dos niveles de acantos y palmetas, las superiores de puntas vueltas, y alcanzan la línea de la cornisa integrándose en la serie de canes y metopas que componen el alero. En los tres paños centrales se abren sendas ventanas de arcos de medio punto abocelados sobre parejas de columnillas acodilladas, de fustes monolíticos y basas áticas con garras sobre plintos, rodeados por arcos lisos y chambranas con tres filas de billetes. De los capiteles de estas ventanas, la más meridional muestra uno vegetal, con dos hileras de tallos y brotes carnosos, mientras que su pareja recibe dos bellas arpías con capirote afrontadas, de cola serpentiforme, sobre fondo vegetal.



En la ventana central, ambas cestas son vegetales, con acantos una y hojas nervadas acogiendo piñas la otra; por último, la ventana septentrional, pese haber perdido los fustes, mantiene los capiteles, el izquierdo con una pareja de aves atacando a un felino representado frontal y el otro con palmetas entre acantos de gruesas puntas incurvadas y sobre ellos brotes avolutados, composición repetida en la portada oriental del atrio de Duratón, en dos cestas del pórtico de Perorrubio, otras de la portada meridional de Santa Marta del Cerro, etc. y que debió inspirar la de las cestas de la portada de la ermita de Barrio de Navares de las Cuevas, allí tratada con extrema rudeza. Al interior, estas ventanas están parcialmente solapadas por el retablo que cubre el hemiciclo, aunque parecen repetir la estructura exterior y conseguimos identificar en sus capiteles una pareja de leones afrontados bajo cimacio con dientes de sierra y, en otro de la ventana norte, un guerrero vestido con cota de malla y casco que ataca con su espada a otra figura cubierta de yeso.
El alero de la cabecera concentra buena parte del interés ornamental de la iglesia, disponiéndose la decoración en los canes y las metopas, al estilo de numerosos ejemplos segovianos desde Sequera de Fresno a Madrona, pasando por la capital.
En el muro sur del presbiterio, bajo cornisa moldurada con baquetoncillo y nacela, se plasmó una escena de cacería en la sucesión de metopas, encuadrada por motivos vegetales que ocupan las dos más occidentales y la extrema del otro lado. Entre medias, y con las figuras avanzando en secuencia hacia el este, vemos un lancero acompañado de un perro, ante un árbol y haciendo sonar el olifante, siguen en la inmediata cuatro lebreles en dos pisos, un enorme cuadrúpedo con aspecto de oso y un ciervo.



En los maltratados canecillos, sin aparente conexión con tal escena, distinguimos un asno arpista, dos figuras humanas de difícil identificación, una arpía con capirote, un híbrido de cuerpo de reptil y cabeza felina y un personaje quizás alanceando a un cuadrúpedo.
Alero occidental


Alero oriental
 




En el ábside se suceden las metopas con rosetas y florones de hojas acogolladas o en espiral, entre las que se intercalan un felino y un grifo pasantes, un cuadrúpedo atacado por aves dispuestas en dos niveles y un dromedario similar al visto en el pórtico de Duratón.



En los canes se disponen una pareja de exhibicionistas, uno masculino y otro femenino y ambos levantándose las sayas, seguidos de una figura femenina que para Ruiz Montejo aparece hilando –otra probable hilandera vemos en San Miguel de Fuentidueña– y un músico tocando el rabel, dos hombres portando sendos pequeños cuadrúpedos, probablemente corderos, uno al hombro y el otro ante él, que recuerdan a similar tema en Duratón, un felino frontal, dos parejas abrazándose, una figura sedente alzando lo que parece un bastón, varios prótomos de animales y hojas de acantos entre palmetas o acogiendo bolas en las puntas. La decoración se simplifica en el muro norte del presbiterio, recibiendo los canes un cuadrúpedo, proas de nave escalonadas y una hoja lisa con remate apalmetado en la punta, mientras en las metopas se repiten las rosetas, acompañadas por una estrella de cinco puntas.
En cuanto a los aleros de la nave, el de la fachada norte, según es habitual, destaca por su simplicidad, con cornisa de listel sobre simples canes de nacela. No ocurre lo mismo en la meridional, donde se despliega una rica y variada decoración. Bajo la cornisa, decorada con tetrapétalas inscritas en clípeos perlados y entre ellas hojitas lanceoladas, se disponen veintiséis canes, la mayoría de bella labra, aunque no falten algunos con simples nacelas, uno o tres rollos, bastoncillos, hoja de punta vuelta, una piña o perfil de proa de nave. La mayoría son figurados, algunos con temas animales o monstruosos como los prótomos de bóvidos o cérvidos, una bella arpía con capirote de enroscada cola de reptil y otra de larga cabellera partida en posición frontal, un gallo, una cigüeña, una rugiente máscara de felino y otra monstruosa de aire demoníaco, cornuda y con barba partida en mechones. En el resto se despliegan figuras humanas, como una destrozada pareja fornicando, dos bustos femeninos con altos tocados, un peón soplando el olifante, otra figura tocando un pandero cuadrado, una ricamente ataviada con un alto cuello perlado y otro barbado de larga y ondulada cabellera.
La portada se abre en la fachada meridional y consta de arco polilobulado con rosetas octopétalas inscritas en medallones dentados en la rosca al que rodean dos arquivoltas, la interior con grueso bocel entre nacelas y la exterior lisa, con la rosca ocupada por línea quebrada de tres boceles en zigzag. Apean los arcos en jambas escalonadas en las que se acodilla una pareja de columnas sumamente erosionadas, con fustes monolíticos sobre casi perdidas basas áticas de fino toro superior y toro inferior aplastado, sobre plintos y basamento abocelado.
Las coronan dos capiteles en los que a duras penas se distingue un personaje sosteniendo un objeto alargado y una pareja de aves opuestas que vuelven sus cuellos dibujando con éstos y las colas una forma acorazonada. Entre arcos y jambas se extiende una imposta bellamente labrada con rosetas de botón central y hojas en molinillo. La portada, sobre la que se abre una ventana de arco de medio punto, repite de modo casi idéntico la disposición de las de El Olmo y Castroserna de Arriba, siendo evidente su aire de familia con las de Turrubuelo, Cascajares, Torredondo o la meridional del atrio de Duratón.
Adosada al norte del sector oriental de la nave se alza una torre de planta cuadrada, de eje notablemente divergente respecto al del templo. Combina en su aparejo la mampostería con la sillería, reservada ésta para los esquinales y la pareja de arcos ciegos de medio punto sobre impostas de nacela que animan cada lado del piso bajo, apoyando en pilastra central, al modo de la torre de la Virgen de la Peña de Sepúlveda. Se accede desde la nave a este cuerpo inferior, que hoy alberga la sacristía, a través de una sencilla puerta de arco de medio punto, sin molduración ni impostas, cubriéndose con una bóveda de medio cañón y aligerando sus muros laterales con sendos arcos de medio punto con impostas de listel y nacela, salvo en un caso, que va ornada con reticulado. El piso superior de la torre se divide al exterior mediante imposta achaflanada, y en él se abren dos arcos de medio punto en las caras oriental y norte, más otra a todas luces posterior al oeste. Para acceder al cuerpo de campanas se construyó al exterior un cubo poligonal que alberga una escalera de caracol, con acceso desde la nave mediante puerta de arco de medio punto.
Pese a la cierta unidad que manifiesta el edificio, podemos distinguir al menos dos fases constructivas románicas; a la primera corresponderían la cabecera y la nave, habiendo sido añadida la torre con posterioridad. En función de la cronología atribuida a la iglesia de Duratón, que actúa como referente de lo decorativo, podemos pensar que ésta de Sotillo se construyó dentro del primer tercio del siglo XIII. 


Perorrubio
A unos 8 km al sureste de Sepúlveda encontramos la pequeña localidad de Perorrubio y su anexo Tanarro. Por su situación geográfica perteneció a la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda y se incluía concretamente en el ochavo de Prádena.
El topónimo actual es con toda seguridad una derivación de Pedro Rubio, un antropónimo que creemos puede corresponder al nombre del repoblador de estas tierras; repoblación que tuvo que llevarse a cabo tras la toma de Sepúlveda realizada por el conde Sancho García en 1010, realizándose paulatinamente durante todo el siglo XI y que a partir del año 1076 tras la concesión del Fuero a Sepúlveda por parte de Alfonso VI, alcanza su desarrollo más intenso y definitivo. En el año 1247 en el tan manido documento que señala la distribución de rentas del cabildo de la catedral segoviana, esta localidad, citada como Pedro Ruvio, rentaba dieciocho maravedís, una cantidad que corresponde a un pueblo de tamaño medio. En el censo de población de la Corona de Castilla de finales del siglo XVI Pero Rubio y Tanaharro su anejo tenían 31 vecinos. A mediados del siglo XIX, concretamente en enero de 1847, se unió a Vellosillo para formar un Ayuntamiento común, aunque en la actualidad es uno de los pueblos que conforman el municipio de Sepúlveda.

Iglesia de San Pedro ad Vincula
Este magnífico edificio se encuentra ubicado en el centro de la localidad aislado de construcciones que impidan su observación y al borde de la carretera que conduce hacia Vellosillo. Es considerado uno de los mejores ejemplos del románico porticado de Segovia y quizá fruto de esta excelencia constructiva fue su declaración de Bien de Interés Cultural llevada a cabo el 8 de Junio de 1995. El edificio mantiene todavía su estructura original, cabecera semicircular, una nave y pórtico, que tan sólo se ha visto alterada por la adhesión a sus muros de una torre, una sacristía y el cerramiento del pórtico por su lado occidental. En la visita pastoral de mediados del siglo XV al hablar de este templo se dice “fallaron se malas casullas rrotas rremendadas e indecentes e pobre eglesia salvo por un buen feligrés”. Se tiene documentada a principios del siglo XVI la presencia de Rodrigo de Corrales, un cantero venido de la Trasmiera que parece ser trabajo en la iglesia aunque desconocemos cuales fueron esas obras. A su muerte en 1527 queda constancia en su testamento como la iglesia de Perorrubio, además de otras iglesias segovianas, todavía le debía dinero por su trabajo de cantería. Toda la iglesia se levanta con ruda mampostería enfoscada en su mayor parte mientras que la sillería está reservada para los esquinales, y los elementos decorativos ventana, canecillos y portada. Asimismo, el bello pórtico que se adosa a la iglesia por su lado meridional está construido enteramente con buena sillería caliza.

Exteriormente, por tanto, la cabecera del edificio se estructura con un tramo recto correspondiente al presbiterio y un ábside semicircular en cuyo eje central se abre una ventana realizada enteramente con sillería, abocinada interiormente y que actualmente se encuentra cegada y formada por un arco de medio punto con el intradós abocelado y una arquivolta lisa sin decoración.
El arquillo descansa en columnas de basas áticas, fustes lisos, y pequeños capiteles en los que se representan en la cesta derecha dos sirenas de doble cola y en la cesta izquierda una pareja de cuadrúpedos sobre un fondo de caulículos. Los cimacios que se colocan sobre ambos capiteles tienen la misma decoración: cuatro pétalos puntiagudos inscritos dentro de un doble círculo.

Todo el conjunto está protegido por una chambrana formada por tres filas de billetes. Desde el punto de vista formal y ornamental, esta ventana inspiró el modelo de vano que se repite casi como un calco en la ventana central del ábside de la iglesia de Santa Marta del Cerro. Otra ventana de formato rectangular se abre en el lateral sur del presbiterio construida para iluminar la cabecera al quedar cegada la ventana de la parte central por la colocación del retablo.
Capitel ventana ábside 
Capitel ventana ábside 

La decoración de la cabecera continua en la cornisa de billetes sostenida por canecillos figurados entre los que se intercalan metopas ornamentadas donde predominan las formas vegetales que imitan grandes florones en los que se inscriben flores de menor tamaño, aunque también hay otros motivos como una estrella de David con cuatro pétalos en la parte central. En cuanto a los canecillos los motivos van desde los mitológicos (sirenas de doble cola), animalísticos (ciervo, aves, bovino) vegetales (hojas puntiagudas) o figurativos (lector, saltimbanqui, hombre con tonel a las espaldas).
En el lado norte adosada en la parte de la nave más cercana a la cabecera de la iglesia, se encuentra una torre construida con mampostería reforzada con sillares en las esquinas y dividida en dos pisos, encontrándose en el segundo cuatro troneras una en cada lateral y algunas de ellas parcialmente cegadas. Aunque su construcción no es contemporánea al resto del edificio creemos que cronológicamente esta torre-campanario podría datarse todavía en una fecha no muy posterior a la edificación de la fábrica románica, quizás en el siglo XIV. 
El pórtico se encuentra adosado a la iglesia por su costado meridional aunque como es habitual en otras iglesias de la provincia de Segovia y sus limítrofes se extiende también al costado occidental. Es evidente que gran parte de la galería ha sido remontada sobre todo la parte superior además de eliminar las rejas que cerraban cada vano y que impedían el acceso al interior de la estancia.

Levantado enteramente en sillería de caliza, la entrada principal se realiza por la portada ubicada en el lado sur con un arco de medio punto y una arquivolta apoyando ambas en jambas prismáticas, llevando la rosca interna el intradós decorado por un bocel y adornadas las dovelas con pequeñas incisiones triangulares y de medios círculos mientras que, en la rosca externa cada pieza que la conforma tiene tallada una flor de ocho pétalos con marcado botón central, a excepción de los salmeres en los que se sustituyen los pétalos por unas diminutas hojas de perfil puntiagudo.
Dos pequeños cimacios en los que se esculpen pequeñas hojas de parra dentro de semicírculos completan la ornamentación de la entrada al pórtico. Nueve arcos en total componen la estancia, dos a la derecha de la entrada principal, cuatro a la izquierda y tres más en el lateral occidental todos ellos de medio punto con una chambrana de perfil nacelado, sostenidos por columnas pareadas sobre un basamento con las esquinas matadas por un bocel y con numerosos alquerques y cuatro en raya grabados en la piedra.
Los capiteles del pórtico tienen características comunes predominando los de temática vegetal, con basas nuevas la mayoría y todavía con la impronta dejada por las rejas que cerraban cada vano en muchos de ellos.
Comenzando la descripción, siempre de este a oeste, encontramos las tres primeras cestas a la derecha de la entrada principal, muy similares entre sí con grandes hojas de acanto rematadas en la parte superior por volutas y con cimacios de zarcillos ondulantes, iguales a los existentes en el pórtico de la iglesia de Duratón.

Continuando con la descripción, en cinco capiteles que se encuentran a la izquierda de la entrada al pórtico predomina la temática vegetal idéntica a la descrita anteriormente: grandes hojas de acantos algunas dispuestas en dos filas con gruesas volutas y zarcillos en el cimacio.
Solamente dos capiteles difieren de esta ornamentación predominante: en el primero dos parejas de demonios, una en cada cara representados con grandes alas y garras acosan y tienen presa a una figura humana difícilmente reconocible por el desgaste de la cesta, simbolizando quizás el hostigamiento permanente del pecado hacia el hombre.

En la otra cesta adosada al machón suroccidental se tallan dos curiosos mascarones que asemejan un felino con las fauces entreabiertas de las que surgen tallos ondulantes que acaban extendiéndose por todo el capitel.
Finalmente las cuatro cestas del lado occidental del pórtico son las que presentan una decoración temática más variada aunque los motivos vegetales de los otros capiteles se repiten aquí, con los cimacios decorados con zarcillos ondulantes e incluso siendo una de las cestas similares a las anteriores con la inclusión de unas piñas en la parte central como único elemento decorativo disconforme.
En las otras tres se representan, por un lado una pareja de leones de anchas y vistosas colas esculpidos con una extraña torsión del cuello y que al levantar una de sus patas traseras crean un original efecto de movimiento.

En la siguiente cesta dos parejas de aves se incluyen dentro de una espesa maraña vegetal con los cuellos agachados y el plumaje de las alas trabajado con una sencilla técnica a base de pequeñas incisiones horizontales.
La última cesta ubicada en el ángulo más occidental del templo es también un capitel de temática vegetal con grandes hojas de acanto pero sin volutas que han sido sustituidas por dos cabecitas en los ángulos, una barbada y la otra solamente con perilla, con la boca semiabierta y tocadas con barboquejo.

Aunque todavía claramente influenciado por la técnica del maestro que trabaja en el pórtico de Duratón, para Inés Ruiz Montejo los capiteles de costado occidental del pórtico estarían realizados por “un cincel menos hábil que endurece en exceso las formas”. El ingreso al pórtico se podía realizar también por una portada ubicada en el lado occidental que actualmente se encuentra cegada por varias piezas de sillería; estaba formada por un arco de medio punto decorado con boceles en zigzag al igual que la entrada a Sotosalbos, San Pedro de Gaíllos o la iglesia de San Juan de El Arenal en Orejana. Protegía la portada un guardapolvos de tres filas de billetes y el arco apoya en pequeñas piezas que actúan como cimacios en las que se esculpen pequeñas hojitas, imitando la apariencia de las hojas de roble, dentro de semicírculos.

La puerta principal de ingreso a la iglesia se encuentra ubicada en el lado meridional de la nave y está conformada por un arco de medio punto y dos arquivoltas todo ello construido en sillería. El arco liso sin decoración es sostenido por jambas prismáticas en las que se tallan dos cruces de Malta. De las dos arquivoltas que rodean el arco principal la interna tiene su intradós decorado con un bocel y apoya en sendas columnas sustentadas sobre dos piezas rectangulares que actúan a modo de plinto y con sencillas basas de grueso toro inferior, escocia y toro superior delgado muy deteriorado. Los fustes lisos y monolíticos son coronados por dos capiteles en los que se representan a la izquierda dos figuras masculinas, una de ellas de larga melena que le cubre las orejas mientras que el otro ha perdido la cabeza, vestidos con túnica larga y sobre ella un pesado manto que forma anchos y planos pliegues triangulares. Ambas figuras parecen unir sus manos justo en la esquina de la cesta aunque esa parte se encuentra mutilada y es imposible distinguir su gesto. De fondo dos finos caulículos que culminan en pequeñas volutas y dos hojitas rectangulares completan la escena.

El capitel del lado derecho de la portada tiene talladas dos parejas de majestuosos grifos rampantes con los picos afrontados y apoyando sus patas traseras en el collarino de la cesta envueltos en una espesa maraña vegetal entre la que destaca un tallo vegetal entrelazado que culmina con volutas en las esquinas.
Capiteles de temática y factura similar encontramos en la puerta meridional de Duratón y en el más alejado templo de Revenga.
En las dovelas que conforman la arquivolta exterior se tallan florones de cuatro pétalos con el nervio central partido inscritos dentro de un doble círculo, rematado todo ello por una chambrana de tres filas de tacos.
Los cimacios se han convertido en una imposta que se extiende por toda la portada con el mismo motivo de la arquivolta, separando aquí cada flor por pequeñas hojas triangulares. La portada se culmina con una cornisa decorada con un entrelazo vegetal bastante desgastado sostenida por canecillos entre los que se intercalan metopas decorativas, como ocurre en las iglesias de Duratón, o San Pedro de Gaíllos. En los canes se puede distinguir la representación de un saltimbanqui, una cabeza de león, un felino, probablemente un zorro, que parece llevar un ave entre sus fauces e incluso figuras humanas muy deterioradas. En la decoración de las metopas se emplean por formas helicoidales, estrellas de cuatro puntas, y florones de grueso botón central. Pienso que estilísticamente la portada meridional de Perorrubio emparenta directamente con los trabajos escultóricos que desarrolla el taller que trabaja en la portada de la iglesia de Duratón.

Interiormente, la nave de la iglesia se cubre con una armadura de madera en buen estado mientras que la cabecera se encuentra abovedada con bóveda de cañón en el presbiterio y bóveda de horno en el ábside. La separación entre ambas estancias, nave y cabecera, se hace a través de un gran arco triunfal doblado de sillería recogido por grandes columnas con interesantes capiteles: en la cesta del lado de la epístola se talla un cuadrúpedo, probablemente un león, flanqueado por dos serpientes que quizá pueda interpretarse como una lucha entre las fuerzas del mal, encarnadas por los reptiles, aplacadas por el león utilizado aquí con su simbología positiva.
Un capitel de temática muy similar aunque diferente talla encontramos en la iglesia de San Andrés de Ávila o en el arco triunfal de la iglesia de Madrona. El capitel del lado del evangelio resulta más interesante con una escena de cetrería en la que una figura con vestido largo y montada sobre un caballo sujeta un halcón con su mano izquierda y con la derecha las bridas de su montura. Se observan restos de policromía de tonos rojizos tanto en el rostro de la figura como en los cuartos traseros del caballo.
Esta escena de cetrería se completa con dos animales fantásticos de grandes alas que flanquean la imagen central y cuya significación en el global de la escena desconocemos. Una escena de cetrería similar se encuentra también en un capitel del arco triunfal de la segoviana iglesia de Nuestra Señora de La Asunción en Caballar e incluso dos halconeros aparecen tallados en un capitel de la portada sur de Duratón, por lo que nuevamente encontramos una conexión entre ambos templos. Los cimacios que coronan las cestas del arco triunfal llevan el mismo motivo decorativo con un doble tallo vegetal que se curva formando círculos en los que se tallan pequeñas flores de cinco pétalos con el nervio central partido.

En el lado septentrional de la nave se abre una pequeña puerta apuntada realizada en sillería que da acceso al interior de la torre. Aunque el interior del templo se encuentra totalmente encalado en la última restauración se han realizado catas y han aparecido restos de policromía en tonos azules y blancos que responden a formas renacentistas.

Por otro lado y como ya hemos visto en el exterior, parte del pórtico original de la fábrica ha sido cegado configurándose una estancia rectangular en la que se ubica una pila románica de 116 cm de diámetro y 76 cm de altura con la copa decorada con nueve gallones y el interior avenerado. Dicha estancia sirve también para proteger la portada occidental del templo que originalmente se abría al pórtico, muy sencilla, con un arco de medio punto que apoya en jambas prismáticas, un guardapolvos decorado con billetes y dos piezas que actúan como cimacios con un motivo ornamental muy repetido en otras iglesias del románico segoviano, flores de cuatro pétalos con el nervio central partido inscritas dentro de círculos que se separan por pequeñas hojas puntiagudas. También aquí son visibles los restos cegados de la portada occidental del templo y que ya hemos descrito al exterior anteriormente.
La iglesia de Perorrubio tiene como característica fundamental aglutinar entre sus muros influencias diversas de otras iglesias segovianas: en el ábside que recuerda al de la iglesia de Sotillo, o la escultura influenciada por los diferentes talleres que trabajan en la iglesia del Duratón. Incluso la profesora Ruiz Montejo apunta que el maestro que trabaja en Perorrubio “podría incluso identificarse con el maestro de la cornisa del pórtico de Duratón”. En cuanto a la iconografía hay temas que se repiten en iglesias como Caballar, Fuentidueña o Duratón nuevamente aunque también la iglesia de Perorrubio actuó como transmisora de modelos escultóricos a otros edificios de su entorno como por ejemplo en la iglesia de Santa Marta del Cerro. Su cronología debe llevarse hasta comienzos del siglo XIII para la construcción de la cabecera y nave de la iglesia, ampliada con la erección del pórtico a mediados de la misma centuria y completada con la torre adosada a la nave por su parte norte ya en el siglo XIV.

 

Sequera de Fresno
Localidad perteneciente en la actualidad a la Tierra de Riaza a pesar de haberse incluido secularmente en la comunidad de Fresno de Cantespino; se sitúa a cerca de 83 km de la capital, en la zona nororiental de la provincia, llegando hasta allí por carreteras secundarias, bien desde Boceguillas, bien desde Riaza. Su término, cuyo terreno fue calificado de “bueno y productivo” por Madoz, recibe las aguas del río Bercimuel poco después de que este reúna pequeñas corrientes como los arroyos del Tejar, Cartagena o de Prado Pozanco; no a demasiada distancia hacia el norte, este río verterá en el Riaguas que junto al Riaza surten principalmente de agua al pantano de Linares.
En el Fuero de Sepúlveda de 1076 ya aparece Fresno formando parte de la jurisdicción de aquella villa, situación en la que permanece al menos hasta 1123 donde se cita documentalmente como entidad independiente, según García García al llegar a la corona Alfonso VII; poco más tarde, en 1139, se produce una donación de este último monarca a la diócesis de Segovia en la que se manifiesta la jurisdicción que ejerce ya la Villa de Fresno sobre aldeam ferrariorum, la que se convertiría más tarde en Riaza. Posteriormente, Alfonso VIII, en testamento otorgado en 1204, legó la villa de Fresno con sus aldeas y jurisdicción al obispo de Segovia, don Gonzalo Miguel; volvió al poco tiempo, en 1215, a dominios de la monarquía a través de un trueque entre el obispo Gerardo y el rey don Enrique, hechos recogidos por Colmenares.
La importancia de esta parroquia a mediados del siglo XIII, queda señalada por la cantidad que aportaba al sostenimiento de la mesa episcopal, en el documento de carácter fiscal elaborado por el cardenal Gil de Torres.
Ya en tiempos de Enrique IV, la villa y su jurisdicción pasó a manos de don Álvaro de Luna y en consecuencia al marquesado de Villena, gracias posiblemente como indica García García a las “mercedes enriqueñas”, situación que se mantuvo hasta la desaparición de los señoríos en el siglo XIX. Algo antes de esta desaparición, se planteó a la villa de Fresno y sus aldeas pasar a formar parte de la provincia de Burgos; como recoge el citado autor, la respuesta de Sequera no pudo ser más tajante afirmando el vecindario “serles gravosa dicha separación y agregación a la cabeza de Partido de Aranda, por no tener con ésta comunicación alguna este pueblo y ser malo su camino (...)”.

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción
El templo de Sequera de Fresno está situado dentro del caserío de la localidad y ha mantenido a lo largo del tempo su condición de edificio aislado, sin ninguna construcción adosada, aunque, eso sí, vio transformada su estructura durante el transcurso de los años.
Al exterior se distingue una iglesia de una nave, con cabecera compuesta de tramo recto y curvo, y una serie de añadidos en todos los flancos; así a mediodía, dentro de un atrio acotado, se sitúa el acceso principal a través de un cuerpo construido en el siglo XVIII; en este mismo costado, pero a los pies, se alza una torre que según una inscripción se comenzó a mediados del siglo XVI. Estas reformas también afectaron a la altura de la nave y al sistema de cubiertas, lo que provocó que al pasar a tener mayor altura y cambiar la presumible armadura de madera por bóvedas se hicieran necesarios unos contrarrestos como los que se encuentran en el lado norte, en forma de contrafuerte.

En el tramo curvo de la cabecera, organizado por semicolumnas e impostas en cuatro cuerpos y tres calles, se encuentra gran parte de la riqueza ornamental de este templo. Las columnas se disponen sobre un alto basamento de perfil superior abiselado que da paso a un plinto que sos tiene la basa compuesta de toro inferior muy achaparrado, escocia y toro superior que comunica ya con el fuste; éste no presenta decoración y por dos veces es trasdosado por impostas –que luego se verán– a distinta altura, rematando en unos capiteles ornamentados con diferentes motivos. El meridional de estos luce una pareja de leones dispuestos simétricamente sobre un fondo que parece de hojas; lo que debe ser una escena dinámica presenta aquí cierto estatismo por lo forzado de la postura de los animales al tener que adaptarse perfectamente al volumen de la cesta, así como por su tratamiento anatómico fruto del desconocimiento real del animal, del recurso a modelos estereotipados y la disposición de los cuartos delanteros en complejo escorzo.

El capitel de la otra columna está dedicado a motivos vegetales, donde hojas lisas y carnosas, con diferentes perfiles, presentan sus puntas vueltas de las que cuelgan piñas y frutos. Cada una de las tres calles originadas por estas columnas cuenta con un vano ricamente ornamentado, organizados verticalmente entre las líneas de imposta, ambas profusamente decoradas; la inferior con el perfil de filete y chaflán, orna este último con un conocido motivo de tallo ondulante que dispone en los meandros carnosas folias; la superior por su parte, en forma de listel y caveto, luce con trabajo a bisel un motivo encadenado de pentapétalas acogidas en carnosos tallos de marcado nervio.
Los vanos presentan todos la misma composición cobijando una esbelta abertura a modo de estrecha saetera; se trata de un arco doblado de medio punto trasdosado por una chambrana de perfil abiselado, todo ello profusamente decorado y ornamentado.

De este modo, el guardapolvos presenta unos carnosos tallos con abundancia de florones y piñas, con la singular presencia de cabecitas humanas en los salmeres, mientras que la arquivolta exterior, entre sus perfiles de filete y estrecho baquetón liso, luce un motivo vegetal similar al visto en la imposta superior, aquí más denso y delicado. Por su parte, la interior alterna estrechos listones con boceles que trasdosan un perfil cóncavo; apea este conjunto en jambas y columnas estilizadas, estando estas últimas compuestas de plinto, basa de perfil ático, fuste monolítico y ornado capitel, en los que se van exponiendo variedad de motivos. En sucesión de vanos de mediodía a septentrión, y de capiteles, de izquierda a derecha, se pueden observar: una pareja de águilas –la del intradós muy deteriorada– que atacan a una liebre, una pareja de arpías, escena de la Matanza de los Inocentes, lucha de guerreros, hombres atacados por serpientes, escena de guerreros.



Ruiz Montejo atribuye a estos vanos la singularidad de contar con pequeños tímpanos decorados, proponiendo además la ascendencia burgalesa de tales motivos; presentan estas piezas, de sur a norte, un combate de guerreros, un grifo y una lucha entre caballero y oso.
En cuanto a la cornisa, hay que distinguir entre el tramo recto y el curvo; el primero es mucho más sobrio y austero y en él se conserva la cornisa de perfil abiselado sostenida por canes de nacela, los del muro norte sin más ornamentación, mientras que a mediodía se distinguen diversos motivos tallados. De este modo, se aprecian una pareja humana muy deteriorada y tres cabezas –dos de ellas con pelo largo y la otra con cofia– siendo lisos el resto de los canes.
En cuanto a las metopas, dos de ellas aparecen ornamentadas con círculos decorados a bisel, otra con un león inscrito en un círculo en la típica disposición de volver la cabeza y elevar la cola sobre el lomo una vez ha pasado por entre las patas, rematando el conjunto una tetrapétala de carnosas hojas de perfiles sinuosos y marcados nervios enmarcada en un rectángulo.
El tramo curvo por su parte dispone de todo un repertorio de motivos tallados, tanto en los canes como en las metopas. Empezando por los primeros y siguiendo un orden de sur a norte, se aprecian: en la primera calle, personaje con caperuza bebiendo, hombre con barrilillo, otro bebedor, personaje cargado con saco y pareja copulando; la segunda empieza con una mujer mostrando sus vergüenzas, representación masculina deteriorada, un rústico mostrando un desproporcionado falo erecto, cabeza masculina barbada y un hombre desnudo; en la tercera calle únicamente se emplea el perfil de nacela.



Por lo que respecta a las metopas, siguiendo el mismo orden, se observan: en la primera calle, una roseta, ave picando a cuadrúpedo, personaje tocando el cuerno, un pavo real inscrito en círculo, músico tocando un instrumento con arco, completándose la serie con una pieza lisa; en la segunda calle, ya se ven dos piezas lisas, sin motivo ornamental, mientras que aquellas decoradas presentan flores, un león dentro de un círculo y la representación de un cantero; la tercera calle carece de motivos ornamentales.
Conserva este templo, de desigual manera, las portadas meridional y septentrional; la primera de ellas, protegida por un pórtico cerrado, ha sido renovada y remontada, especialmente en el trazado de sus arcos, conservando los apeos mutilados piezas de interés. Dos jambas acodilladas por lado cobijan una columna y sostienen un arco de medio punto apeando en las columnas la arquivolta intermedia, de grueso baquetón. Se componen estos apeos de una basa con un toro aplastado en la parte inferior, un marcado listón y una escocia que remata en el toro superior, todo ello situado sobre un plinto con decoración de puntas de clavo y un basamento con perfil de chaflán.

Los capiteles de estas columnas debieron lucir una ornamentación de interés, pero hoy se muestran muy maltratados; a la izquierda se distinguen varios personajes en procesión en dirección a un lugar donde se sitúa una cruz, junto a otro personaje que parece llevar un ave en el brazo. A la derecha, también muy dañado, un personaje con trabajadas barba y melena en cada cara se dispone simétricamente con respecto al ángulo, con una mano en la cintura y elevando la otra.

La portada septentrional que durante un tiempo estuvo oculta, posiblemente desde que hubo que reforzar este muro con contrafuertes, está compuesta de un triple arco de medio punto enrasado con el muro, que apea en jambas y columnas alternativamente, la arquivolta exterior presenta un triple baquetón en zigzag, la intermedia un bocel y la interna, con perfil quebrado, luce una flor octopétala inscrita en un círculo cóncavo en cada dovela, siguiendo aparentemente el modelo de portada de arcos lobulados que se puede ver en las iglesias de Duratón, Turrubuelo o El Olmo.
La imposta presenta un perfil de filete y bisel, contando este último con una decoración de tallos moldurados entrelazados formando clípeos donde se cobijan tetrapétalas de largas, lisas y puntiagudas hojas. Conserva además esta portada los capiteles, el derecho en mejor estado; se puede distinguir por tanto la presencia de un esbelto grifo y lo que parecen los restos de su pareja simétrica.
Al otro lado, una singular escena ocupa el capitel con lo que parece ser la representación de tres figuras, dos femeninas, una masculina, entre motivos vegetales que parecen querer representar un marco espacial, en lo que sería una escena juglaresca.
Ya en el interior del templo, la cabecera es la parte que de manera más completa conserva correspondencia con lo visto al exterior; de esta manera, un arco triunfal doblado de medio punto comunica la única nave, en la actualidad cubierta por yeserías barrocas, con un presbiterio que cuenta con una bóveda de medio cañón, mientras que el ábside hace lo propio con una de horno, todo ello construido en sillería y organizado por un fajón también de medio punto.
Interior
Bóveda de la cabecera 

El arco triunfal apea en una semicolumna dispuesta sobre basamento, con plinto de garras geométricas, con basa de doble toro, el inferior de mucha mayor anchura lo que le hace ser achaparrado, separados por una escocia. Un fuste de tambores remata en unos capiteles con diferentes motivos; el de la izquierda representa una pareja de aves, con las alas explayadas que juntan sus garras al igual que debían hacerlo sus picos, en una escena que transmite dinamismo, quizá lucha. Al otro lado, la cesta, muy deteriorada, parece lucía decoración vegetal, con unas hojas similares a las vistas en la arquería ciega del tramo recto de la cabecera de Castillejo de Mesleón. La imposta se decora con un motivo de hojitas triangulares lisas, organizadas en dos planos en lo que se refiere al chaflán, dejando liso el filete, tanto en el tramo recto como en el curvo, produciéndose la transición entre ellos por un sencillo codillo, situándose en la parte baja del tramo recto un arco ciego a cada lado.
Capitel del arco triunfal
 

Resultan sin duda las piezas más interesantes, a pesar de la dificultad de su visión y del acceso fragmentario que se tiene de la misma, los vanos conservados tras el retablo, de factura muy similar a los del exterior, pero habiendo conservado aquí la talla sin duda de mejor manera, o de mucha mejor manera. Por lo que se puede apreciar, los vanos parecen contar con la misma composición y molduración, con la diferencia de añadir la imposta de hojitas triangulares en la parte superior; serían por tanto arcos doblados de medio punto trasdosados por chambrana ornada de motivos vegetales con cabecitas en los salmeres, todo ello a partir de una imposta de palmetas. Estos vanos cuentan también con unas columnas de estructura idéntica a las del exterior y con unos capiteles donde se conserva el testimonio de la mano del artífice que trabajó en esta cabecera. Actualmente sólo se pueden apreciar, no sin dificultad, los correspondientes al vano central, distinguiéndose en el de la izquierda un dragón, que posiblemente está acompañado de otro en la otra cara, no visible, y en el de la derecha tres cuadrúpedos de difícil identificación, todo ello de buena talla.

Ubicada a día de hoy en el pórtico de acceso, se encuentra la pila bautismal, con perfil de media naranja, decoración de gallones organizados por un perfil moldurado, rematando en la embocadura con una cenefa lisa señalada por una acanaladura recta. Sus medidas exteriores son de 108 x 54 cm y está sostenida por un tenante moderno; su traza, aunque siguiendo modelos medievales, podría datarse perfectamente en época renaciente. En una pequeña capilla abovedada a los pies, se conserva un canecillo descontextualizado, que luce una sencilla cabecita humana.
García García recoge un documento de 1644 en el que se reproduce el contrato para construir la iglesia de Sequera; como este autor bien señala no se trata de una construcción sino de una reconstrucción y la efectuaron cinco vecinos de Condado de Castilnovo, habiendo un precio fijado en 12.000 reales. La primera mitad del siglo XIII es la cronología que se debe corresponder a la datación de este templo, correspondiendo con la que le atribuye Ruiz Montejo a partir de su escultura.

 

Cerezo de Arriba
Incluida en un paisaje de alta montaña, con la proximidad incluso de una estación invernal, se encuentra la localidad de Cerezo de Arriba, distando alrededor de 65 km de la capital en dirección noroeste. Se llega a través de la carretera que lleva de Segovia a Soria, siendo necesario recorrer unos pocos kilómetros de la Nacional I, antes de coger el desvío hacia Riaza, localidad próxima.
Se encuentra muy cercano a Somosierra, siendo regadas sus tierras por diversas corrientes que tienen allí su origen y que van a desaguar al río Duratón, entre estas destacan el arroyo de la Garganta o el de los Chorrillos. Paralelamente a la sierra recorre esta comarca la Cañada Real Soriana Occidental, convirtiendo al término de Cerezo de Arriba en tradicional tránsito de personas y ganados. La influencia que tuvo la repoblación de origen burgalés en esta comarca, así como la presencia en aquellas tierras de una localidad con el mismo topónimo, llevan a Siguero Llorente a proponer una línea de relación directa; su nombre es testimonio de la abundancia de aquel frutal en las tierras citadas.
En 1247, existen referencias a esta localidad ya con esta denominación, pero en su forma romanceada de Çerezo de Suso, perteneciendo al ochavo de Castillejo, dentro de la comunidad de Sepúlveda, tierra que según Fernández Viladrich nació de manera espontánea, después de la repoblación definitiva de Alfonso VI en el siglo XI. La misma denominación se encuentra todavía en documentos de mediados del siglo XV –elenco de visitas pastorales– o en otros ya cercanos al siglo XVI –disputas con el concejo de Sepúlveda acerca de perjuicios que supuestamente aquel le ocasionaba.

Iglesia de San Juan Bautista
La iglesia de San Juan Bautista se encuentra dentro del caserío de la localidad, en la parte meridional, sin construcciones adosadas y con un atrio acotado en el terreno de mediodía. Es este un templo de una nave, con cabecera absidal, en el que el paso del tiempo le ha hecho trocar su aspecto, conservando sin embargo destacadas piezas de su fábrica original, principalmente en la parte oriental.

Al exterior se conserva íntegramente la cabecera, compuesta de tramo recto y tramo curvo, organizados por un codillo; como ocurre también en Castillejo de Mesleón, el cuerpo bajo del ábside está enfoscado posiblemente por ser de mampostería, al igual que los paramentos del tramo recto, siendo de sillería tanto el cuerpo alto del ábside como todas las cornisas, esquinales y vanos. En altura, tres impostas organizan los cuatro cuerpos de los que se compone, la inferior de baquetón, la intermedia con listel y chaflán y la superior, que coincide con los cimacios de los vanos, con motivos vegetales de conocido tallo ondulante, de apariencia lisa, a cuyo perfil se adaptan perfectamente unas hojas también lisas que a su vez son origen de unos frutos rayados que rematan sobre el tallo.

Son tres los vanos de la cabecera y de idéntica composición que no ornamentación; un arco doblado de medio punto es trasdosado por un guardapolvos de tacos, presentando arista viva la arquivolta exterior y baquetón la interior. Los apoyos son columnas de fuste monolítico situadas sobre basas desornamentadas compuestas por la secuencia toro, escocia, toro, sobre plinto con bolas en las esquinas.
Todos los capiteles están trabajados; así en el vano más meridional –hoy cegado– se encuentran una pareja de aves afrontadas con las patas sobre el astrágalo y un fondo vegetal de tallos rematados en volutas. Frente a este, en el correspondiente a la otra columna, dos arpías cruzan sus cuellos en posición invertida y juntan sus picos a la altura del astrágalo. Sus alas están trabajadas en bandas de pequeñas incisiones rectas, mientras que las enroscadas colas lucen trabajo de trépano, ocupando la parte superior de la cesta deteriorado caulículo. A la izquierda, en el vano central, se repite el motivo de la pareja de aves que contraponen cuerpos y cabezas, estando unidos sus cuellos por un lazo trepanado; a la derecha, la cesta con tiene dos parejas de seres híbridos, grifos, que aparecen erguidos sobre sus cuartos traseros, apoyando los delanteros en un tallo que los cruza a media altura, con sus cabezas afrontadas y las alas, que les salen de los cuartos delanteros, también cruzadas. Las sirenas es el motivo trabajado en el vano septentrional, en dos versiones; a la izquierda como híbrido entre humano y pez, a la derecha entre humano y pájaro, todo trabajado a bisel, recordando el plumaje ejemplos burgaleses.





La cornisa, tanto en el tramo recto como en el curvo, presenta perfil de nacela y canes ornamentados, aunque el estado de conservación de alguno dificulta su identificación; en el tramo recto de mediodía se distinguen un reptil enroscado, una deteriorada pareja de lo que parecen deterioradas arpías, un centauro con arco, que vuelve su torso para disparar, una máscara monstruosa, representaciones humanas (una de cuerpo entero, otra muy deteriorada y una cabeza con rasgos negroides). Al otro lado del tramo recto la variedad es menor, ya que allí alternan canes con perfil de nacela con otros que representan cabezas animales (cerdo, toro) y uno con una hoja lisa de punta vuelta. La cornisa del tramo curvo es la más dañada, además es interesante comprobar cómo en su arranque meridional el perfil de la cornisa y las cobijas iban ornamentadas con tetrapétalas y hexapétalas inscritas en círculos, respectivamente. Entre los deteriorados canes, se aprecian representaciones animales y humanas (toro, ciervo, cerdo, junto a diferentes personajes de difícil identificación), cabezas, bolas, modillones…







Como ya se ha dicho, el templo vio reformada su fábrica original, este es el motivo de haber perdido la portada, de contar con un pórtico cegado a mediodía, de haber visto recrecer su nave en la parte occidental o de lucir una torre en la parte septentrional, obras que fueron dejando su huella en los muros de caja, realizados en mampostería con refuerzos de sillería en las esquinas.

En el interior, después de las transformaciones señaladas, se encuentra la iglesia de una nave, cubierta con armadura de madera, con un presbiterio al que se accede a través de un arco triunfal doblado de medio punto, con gran luz, compuesta por tramo recto y curvo, hoy sin solución de continuidad al no presentar ningún fajón. Este arco triunfal, con dovelaje bícromo, apea en semicolumnas adosadas de fuste liso sobre unas basas de perfil ático dispuestas sobre plinto. Este interior no iguala la riqueza decorativa vista en el exterior, caracterizándose por una mayor austeridad, así como rudeza en el trabajo de los diferentes motivos; los arcos son de arista viva y las impostas tienen un modesto perfil abiselado, salvo las correspondientes a los cimacios de los capiteles, donde se aprecian roleos vegetales de gruesos tallos y entrelazos con motivos de ocho, ocupando los espacios generados ramilletes de hojitas perladas. El capitel de la izquierda refleja el tema de Daniel en el foso de los leones, destacando lo imaginativo de la representación y lo rudo de su talla; en la parte superior de la cesta remates avolutados ocupan las esquinas y cabecitas humanas se disponen en el centro. El de la derecha representa dos parejas de leones mostrando su fiereza con las patas apoyadas en el astrágalo y las colas, después de pasar entre sus patas, se disponen en lo alto de la cesta con abultadísimo remate apiñonado. En las aristas se encuentran cabezas humanas luciendo tocados.
El tramo recto organiza su paramento con un arco ciego a cada lado, dispuso de un banco corrido con perfil de bocel y únicamente se ornamenta con una imposta de filete y chaflán, a modo de cimacio.
A los pies del templo, en el sotocoro, se encuentra la pila bautismal, de traza románica. Tiene unas medidas exteriores de 107 x 62 cm de vaso y está sostenida por un tenante de 29 cm, el cual es liso frente a la copa que se decora con una teoría de gallones, doce, planos y de medio bulto.
Por todo lo visto, parece que la cronología en la que debe situarse este templo debe acercarse al primer tercio del siglo XIII.

 

Castillejo de Mesleón
Localidad situada a cerca de 70 km al noreste de la capital, en terrenos emplazados a más de mil metros de altitud, con la proximidad del Pico Carboneras. Sus tierras son regadas por el río Serrano, resultado de la suma de las aguas de los ríos Serrano de San Benito y Valseco, que naciendo en las proximidades de La Pinilla, se reúnen en las proximidades de Sotos de Sepúlveda, pedanía de Castillejo.
Como señala Represa Rodríguez, se trata de una de las localidades que mediando en siglo XIII mantiene en su denominación referencias a castillos o fortalezas, junto a otros como Castriel Xemeno, Castriel Serrazin, Castil de Terra, Torre Adrada o Torre de Don Gutierre… Siguero Llorente por su parte lo traduce como “pequeño castillo de Mer León”. Se encuentran referencias documentales ya en el siglo XII; de este modo se puede constatar cómo Alfonso VIII en 1179 hace donación a su vasallo Martín González de la sernam illam de Mislion, referencia repetida poco más tarde, en la que el mismo monarca dona al mismo Martín González y su familia, entre otras cosas, las villas de Beleña, Monterro, Minaya, et concedo in Sepulvega sernam de Misleo. Ya a mediados del siglo siguiente, se puede localizar en la relación que realizó en cardenal Gil de Torres para aclarar las cantidades que debía aportar cada parroquia en concepto de prestimonios para el sostén de la mesa episcopal.
Pertenece a la comunidad de Sepúlveda y se integraba en el ochavo que lleva su nombre, emplazándose en su término el despoblado de Santa Inés.

Iglesia de Nuestra Señora de La Asunción
Esta iglesia se encuentra ubicada a las afueras de la localidad, aislada y actualmente entre dos carreteras, el antiguo y el moderno camino de Francia –como tradicionalmente se le ha denominado–, la Nacional I. Goza por tanto de un entorno despejado y cuenta con el cementerio adosado a su costado septentrional. Las celebraciones religiosas de esta localidad se realizan en la ermita de San Roque, situada dentro del caserío, destinando el templo de Nuestra Señora de La Asunción a celebraciones especiales o esporádicas.
Declarada Monumento en 1995, se trata de una iglesia de una nave marcada en altura, con cabecera absidal, compuesta de tramo recto y tramo curvo, que posteriormente vio modificado su aspecto al añadírsele un pórtico cegado –posiblemente aprovechando la estructura de uno anterior abierto–, la sacristía al norte de la cabecera y la espadaña con el husillo que alberga la escalera de acceso a los pies.
La cabecera se compone, como ya se ha dicho, de tramo curvo absidal y recto presbiteral, organizados por un codillo; el primero se dispone en dos cuerpos, el inferior enfoscado en su totalidad y posiblemente de mampostería, hasta llegar a una imposta con doble acanaladura, situándose sobre esta el segundo cuerpo, todo de sillería, donde en la actualidad se encuentran dos vanos aunque todo parece señalar que existió un tercero en el centro que no pudo soportar posteriores reformas, concretamente en 1689, según señala una inscripción.
Los vanos que se mantienen son de idéntico aspecto y seguramente el mismo que debió tener el que le falta, formándose a partir de un arco doblado de medio punto, el exterior de arista viva y el interior con arista redondeada delimitada por una incisión.
El conjunto aparece trasdosado por una chambrana de tacos, mismo motivo que se emplea en la imposta que recorre el ábside a la altura del cimacio de los vanos. Mientras el arco exterior apea en pilastras formando parte del propio paramento absidal, el interior lo hace en columnas de canónica disposición, sobre un plinto prismático se levantan unas basas de perfil ático que sostienen unos fustes lisos y monolíticos que hacen lo propio con unos capiteles troncocónicos invertidos. A partir de un collarino abocelado, la cesta se llena con diversos modelos de altas hojas lisas de escaso modelado, salvo unas leves incisiones marcando algunos nervios o perfiles.

La cornisa, de nacela, es sostenida por una serie de canecillos con diferentes y variados motivos, que van desde cabezas animales y humanas, modillones, hojas con frutos o la punta vuelta, perfiles de nacela o proa de barco y que se repetirán a su vez en el tramo recto, construido en mampostería, reservando la sillería para las esquinas y la cornisa.



El muro septentrional aparece completamente enfoscado salvo su cornisa, en la que se repiten modelos de canecillos ya vistos en la como los de hojas, proa de barco o caveto, junto a otros de mayor singularidad; estos últimos son dos y aparecen ornamentados uno con un cuadrúpedo con silla de montar y el otro con un guerrero en disposición de caminar luciendo celada y escudo.

En el costado meridional, el pórtico citado más arriba, cerrado y con abundante presencia de piezas reutilizadas –canecillos, fustes, perfiles abocelados…–, protege el acceso al templo y oculta en parte un paramento del que sin embargo sí es visible la cornisa; en ella, como se veía en el muro opuesto, se repiten formas ya citadas pero también se conservan otras de mayor singularidad, que en este caso, en número de tres, lucen la representación de un homínido, un hombre bebiendo de un barrilillo, con la característica especial de situarse de manera invertida a lo que viene a ser lo habitual, y una cabeza de bóvido. Este alzado permite apreciar la que sería longitud original del templo, antes de añadírsele la espadaña para las campanas y su aledaño husillo de acceso, hoy ubicados en la parte más occidental.


En el interior del pórtico, donde también se aprecian piezas reutilizadas, se encuentra la portada de acceso a la iglesia, pieza de interés, magníficamente conservada. Se dispone en saledizo en relación al muro y se compone de un vano de medio punto formado a partir de un arco de cinco arquivoltas trasdosadas por un guardapolvos, de ornamentación muy similar a la vista en las impostas del exterior de la cabecera de la cercana localidad de Cerezo de Arriba, y que se repite a la altura del cimacio. Las arquivoltas alternan los perfiles de arista viva con otros de grueso baquetón, de igual manera que sus apeos, ya que las piezas aboceladas lo hacen en columnas, mientras que el resto lo hace en jambas acodilladas.
Las columnas se sitúan sobre un basamento, donde está dispuesto un doble plinto, el inferior de arista achaflanada, el superior prismático, que da paso a una basa de perfil ático, con doble toro y escocia intermedia. Los fustes lisos, monolíticos y posiblemente fruto de la restauración de los años noventa del pasado siglo, dan paso a unos capiteles de relevante calidad para el ámbito segoviano.
A la izquierda se encuentran una representación de lucha de guerreros y una pareja de arpías, aquí con cabeza masculina. Al lado contrario, un guerrero con cota de malla hace frente a un grifo, mientras la escena es observada por una cabeza que se asoma tras el grifo, con cuello largo y que podría corresponder a una arpía. El último de los capiteles parece referirse a un hecho relacionado con la Matanza de los Inocentes, según Ruiz Montejo; siguiendo a esta autora, las dos mujeres representadas estarían asesinando a sus hijos para que no cayeran en manos de Herodes. Este tema aparece también en la iglesia de Sequera de Fresno, señalando la autora citada más arriba la procedencia burgalesa, concretamente del valle del Sedano, de esta iconografía.

Los capiteles son iguales a ambos lados del arco; las columnillas presentan unas hojas de punta vuelta con marcados nervios y abundante trabajo de trépano, sobre la que se sitúa una pareja de flores tetrapétalas inscritas en círculos, mientras que las semicolumnas repletan la cesta de diversas hojas y tallos, de apariencia bastante plana, toda la superficie trabajada también con trépano.

El interior del templo es de una nave, cubierto con armadura de madera salvo la cabecera. Cuenta con un arco triunfal doblado de medio punto, con guardapolvos e imposta de tacos, luciendo perfil de bocel la arquivolta exterior y arista viva la interior. El sistema de apeos tiene la singularidad de incluir una pequeña columna en esquina para recibir el baquetón, mientras que la arquivolta inter na descansa en la más común solución de semicolumna adosada. Los apoyos son iguales para ambos apeos, contando con un basamento, plinto achaflanado y basa de perfil ático, que en el caso de las columnillas resulta del todo desproporcionado.
Conserva el presbiterio restos del banco corrido que debió disponerse en toda su extensión, al igual que lo hace la imposta de tacos que señala el arranque de las bóvedas, de medio cañón en el tramo recto y horno en el curvo, organizadas por un fajón de medio punto. El tramo recto cuenta además con la presencia de un arco ciego de medio punto por lado, que apea en columnas cuyos capiteles vegetales recuerdan lo visto en las ventanas exteriores. Las diferencias tan marcadas en la calidad de la talla hacen pensar en varias manos, una en la cabecera y las cornisas tanto por dentro como por fuera, y otra dedicada a la portada.
Ubicada ahora en el pórtico, se encuentra una pila bautismal de gran tamaño; su decoración se reduce e unos abultados gallones, en número total de dieciséis, enmarcados por un listón, sin ningún otro motivo o moldura, siendo sus medidas exteriores de 140 x 63 cm y situándose sobre un tenante liso de pie abocelado de 34 cm.
Ruiz Montejo considera este templo, en lo escultórico, “un islote en medio de un taller articulado”, islote que “rompe la uniformidad artística que se extiende por toda la cuenca del Duratón”, proponiendo sin embargo una cronología no lejana a la de aquel taller, siendo esta el primer cuarto del siglo XIII.


San Pedro de Gaíllos
A unos 15 km de Pedraza, esta localidad se encuentra en el límite entre las tierras pertenecientes a Pedraza y la comarca de Sepúlveda. Históricamente ha pertenecido a ésta última enclavada dentro de la Comunidad de Villa y Tierra en el ochavo de Cantalejo. Su origen documental más remoto lo encontramos en un documento de 1247 conservado en el archivo de la Catedral de Segovia en el que esta población se denomina Sant Peydro de Gafiellos y pagaba al cabildo veinticinco maravedís y tres sueldos, una cantidad alta lo cual nos indica que debió ser una población bastante importante. A finales del siglo XIII, en torno a 1296, las posesiones que el cabildo de Segovia poseía en San Pedro de Gaillos eran un huerto, quatro pedaçuelos de prados, dos solares que están en uno; el uno está fecho e el otro caydo. Los clérigos del cabildo poseían también viñedos en la población puesto que una sentencia del 18 de enero de 1454 condena a Juan Sánchez y Catalina Sánchez, vecino de Sepúlveda, a trabajar durante cuatro años en las viñas por haberlas deteriorado anteriormente.
Para Siguero Llorente el topónimo sería traído por repobladores de una zona de Burgos llamada Valle Gahiellos, una zona que sabemos de su existencia porque se menciona en el cartulario del desaparecido monasterio de San Pedro de Gumiel, al sur de la provincia. Gahiellos sería el diminutivo de gafo o gaho nombre que se le daba en la Edad Media a la lepra. No significa que este pueblo segoviano fuese repoblado o estuviese en su origen lleno de leprosos sino que simplemente se trasladó a Segovia el nombre por las gentes de esa zona burgalesa. Sin embargo Gómez Nieto y Barrio Álvarez encuentran otro significado para Gaíllos y lo hacen derivar de Gailla o “extremidad superior de las ramas”, un topónimo abundante en la zona altonavarra y en la provincia de Vizcaya que pudo ser traído igualmente por repobladores venidos de aquellas tierras.

Iglesia de San Pedro
La iglesia está ubicada en pleno casco urbano al borde del camino que conduce hacia Cantalejo, rodeada de un petril de piedra decorado con grandes bolas y precedida de un pequeño jardín.
Exteriormente presenta un aspecto muy sencillo con una cabecera doble, nave única y torre y pórtico adosados en el lado sur. El ábside central se construye empleando mampostería en la parte inferior, actualmente oculta bajo una capa de enfoscado, que contrasta con la buena sillería con la que se construye la parte superior del ábside, las ventanas y los canecillos.
Asimismo el tramo presbiterial visible hoy día, también permanece enfoscado y tan sólo se puede constatar la existencia de sillares empleados en la esquina. Las tres ventanas que animan el tambor del ábside central siguen una misma tipología formadas por una ventana saetera, cegada actualmente, decorada con un arco de medio punto sobre cimacios de nacela con columnas de fustes lisos, basas con grueso toro inferior, escocia y toro superior delgado de perfil rectangular; el único punto en el que difieren unas ventanas de las otras es en la decoración de los capiteles que coronan las columnas: en la ventana más meridional se representan dos grandes aves de grandes colas, se asemejan a pavos, que están picoteando un pequeño fruto esculpido en la esquina del capitel.
El espacio existente entre las aves se rellena con dos tallos entrelazados que luego se separan para terminar en dos grandes hojas trilobuladas. La otra cesta de la ventana está muy desgastada y es imposible la identificación del motivo iconográfico tallado. 

Los capiteles de la ventana central llevan tallados uno de ellos una pareja de aves con las alas desplegadas que estiran sus cuellos hacia la esquina para alcanzar un fruto mientras que en el otro una pareja de grifos rampantes tuercen sus cuellos para picotearse las alas. Ésta última cesta se repite en otras iglesias de Segovia como los templos de Revenga o Tenzuela y creemos que tiene su origen en el taller de Fuentidueña.

En la ventana de la parte norte los capiteles cambian un poco, mientras que uno de ellos está totalmente destruido siendo imposible reconocer nada, el otro es una cesta de temática vegetal con hojas lisas de diferentes tamaños algunas de las cuales se encuentran divididas en dos más pequeñas. Todo el perímetro de la cabecera está recorrido por una cornisa decorada con tres filas de billetes y sostenida por una colección de canecillos la mayoría de ellos muy desgastados sobre todo los de la parte central del ábside pero entre los que se pueden distinguir la representación de un saltimbanqui, águila, hombre llevando un animal a la espalda, un lector con una especie de capirote en la cabeza, o dos bustos femeninos con unos tocados semejantes a los turbantes.





El segundo ábside de la iglesia, ubicado al norte del principal, es una construcción románica que presenta un perfil poligonal construyéndose con mampostería reforzada por sillares ubicados en cada esquina, con una ventana rectangular en el lado este. Este ábside es la culminación de una pequeña estancia que se le añadió a la iglesia que actualmente sirve de sacristía pero que en origen es posible que sobre él se levantase la primitiva torre del templo. En cuanto al perfil poligonal de su planta se encuentra también en la iglesia de San Andrés de la capital.

La nave de la iglesia se encuentra rehecha principalmente el muro occidental, la parte alta del muro sur, y la totalidad del muro norte al cual se añadieron potentes contrafuertes para sostenerlo. La torre ubicada en el ángulo suroccidental fue realizada en 1749 sobre otra anterior que se encontraba en el mismo lugar y que se derrumbó por falta de cimentación. Está construida con potentes sillares resaltados en las esquinas y mampostería para el resto del muro que se oculta con un enfoscado en el que se imita el despiece de los sillares.
Quizás el elemento más elegante y distinguido de este templo sea su pórtico, añadido por el lado meridional no mucho tiempo después de concluir el edificio. Se accede a él por dos entradas situadas en los lados sur y este.
La portada sur está formada arco de medio punto adornado con una decoración en la que se alternan delgados boceles entre medias cañas con boceles quebrados o en zigzag que se repiten en otras iglesias de la provincia como Sotosalbos, Perorrubio, o San Juan de Orejana. El conjunto se protege con una chambrana adornada con un finísimo bocel y una moldura de perfil de caveto que descansa sobre dos cabecitas colocadas a la altura del salmer muy deterioradas. Este esquema que se repite por la parte interna de la portada en dónde las cabecitas presentan un mejor estado de conservación.

El acceso oriental es muy similar, empleándose de nuevo los baquetones quebrados aunque la mayoría de las piezas son de nueva factura colocadas probablemente durante la restauración. Señalar también como la esquina del pórtico es achaflanada decorada con una columna coronada por capitel sencillo de grandes hojas puntiagudas con nervios muy marcados.

Las arquerías del pórtico se disponen dos a cada lado de la entrada sur; Aunque son arquerías de diferente perfil (mientras que los más orientales son apuntados los de la parte oeste son de medio punto) ambas apoyan en columnas pareadas y éstas a su vez en un banco corrido de arista abocelada.
Comenzamos la descripción de los capiteles de este a oeste encontrándonos primeramente con una cesta en la que se tallan dos figuras demoníacas en la parte central con rostros desfigurados, cuernos, joroba, y grandes alas para simbolizar ser ángeles caídos. En la cara lateral norte aparecen dos figuras con vestido largo y capas, una de ellas con las manos unidas en actitud orante cuyo significado desconocemos. La cesta lleva también cimacio de flores octopétalas inscritas en clípeos perlados. A continuación encontramos uno de los capiteles más representativos de esta iglesia, relacionando este trabajo escultórico con el maestro que trabajó en Duratón. En una de las caras aparece tallado uno de los reyes montado a caballo quizá para simbolizar el largo viaje realizado; en la otra cara los tres reyes acuden a entregar sus presentes al Niño.



Las figuras se cobijan bajo arquitos apuntados sostenidos por columnas helicoidales y con las enjutas decoradas con edificios. Dos de ellos permanecen de pie mientras que el primero se arrodilla para entregar su presente a la Virgen con el Niño, figuras éstas últimas hoy día desaparecidas. El cimacio se decora con un tallo vegetal ondulante del que van surgiendo pequeñas piñas. El tema de la Epifanía se repite de forma invariable no sólo en la iglesia de Duratón antes mencionada sino por ejemplo también en Sotosalbos. El siguiente capitel es uno de los peores conservados siendo solamente visible una pequeña figura en una de las caras laterales vestida con un manto echado sobre un hombro y una melena ondulada con raya al medio. El cimacio es muy sencillo con una cinta vegetal que se entrelaza formando nudos. La profesora Inés Ruiz Montejo cree que puede tratarse del ángel de la Anunciación representándose originalmente en el capitel la historia del Nacimiento de Cristo que formaría el ciclo de la Navidad junto con el capitel de la Epifanía a semejanza de lo que ocurre en Duratón.

Los capiteles ubicados en la parte más occidental del pórtico llevan tallados uno de ellos una cesta vegetal con hojas de acanto dispuestas en dos filas y un fruto con forma de granada tallado entre las hojas. En el cimacio se repite la decoración vegetal a base de hojas de acanto de un tamaño mucho más reducido.
En el siguiente capitel se representa en los lados este y oeste de la cesta dos guerreros combatiendo, vestidos con cota de malla y protegiéndose con escudos en forma de cometa.
La representación del lado norte se ha perdido pero es de suponer que fuera similar a lo representado en la cara sur del capitel en la que se tallan dos guerreros vestidos igualmente con cota de malla y que se pelean tirándose de las barbas. Algunos autores relacionan esta escena con la representación de la discordia que reina entre los hombres. Esta misma escena se repite en un capitel de la iglesia de La Higuera o en la Virgen de la Peña de Sepúlveda.
En el último de los capiteles del pórtico, el ubicado más al oeste, se tallan cuatro grandes arpías con patas de equino cuyas pezuñas están apoyadas en el collarino de la cesta. En el cimacio se representan flores de cuatro pétalos dentro de círculos.
Finalmente en el muro interior del pórtico junto a la entrada sur del mismo, encontramos una losa embutida en el muro, que aunque descontextualizada lleva la siguiente inscripción: AÑO DE 1506 FIZO ESTA SACRISTANIA JUAN DE VALLADOLID. 

El análisis del pórtico revela la existencia de un único momento constructivo posterior a la realización del templo y en el que interviene un maestro que conoce los trabajos del pórtico de la iglesia de Duratón al que se le ha llamado Maestro de la Epifanía por la similitud que existe entre los capiteles esculpidos con este tema en ambas iglesias.
La puerta de entrada al templo se sitúa también en el lado meridional, protegida por el pórtico, bien conservada y ligeramente adelantada respecto al muro de la nave. Está formada por un arco de medio punto apoyado en jambas prismáticas y las dovelas tienen una curiosa decoración geométrica a base de espirales, grandes florones de ocho y doce pétalos, estrellas dentro de clípeos.
Presenta asimismo tres arquivoltas: la interior adornada con una sucesión de óvalos dentro de los cuales se tallan dos puntiagudas hojas, similares a las del roble, la siguiente de grueso bocel y la más exterior decorado el intradós con una fila de ajedrezado y las dovelas con un carnoso tallo del que van surgiendo flores en forma de capirote. El conjunto se completa con una chambrana de perfil abilletado. Todas las arquivoltas apoyan en jambas prismáticas a excepción de la media, que lo hace en columnas de piedra rosácea sostenida por capiteles. En uno de aparecen representados dos personajes a caballo, uno de ellos muy desaparecido, con las monturas ricamente enjaezadas y cubiertos con un manto; una escena similar encontramos en un capitel de la portada meridional de la iglesia de Duratón aunque en ésta última uno de los caballeros porta un ave, quizá un halcón, que no vemos en San Pedro de Gaillos.
La otra cesta tiene una escena de difícil identificación en la que aparecen cuatro figuras, aunque sólo dos se conservan completas, cobijadas bajo arquitos sostenidos por columnas helicoidales, tallándose en la parte central un personaje sentado levantando su mano derecha. La otra figura que se conserva la interpretamos como el ángel, vestido con larga túnica hasta los pies, descalzo y con el dedo índice de la mano derecha señalando un objeto irreconocible que porta en la izquierda. La portada está coronada por un tejaroz sostenido por canecillos todos ellos muy desgastados aunque todavía se pueden distinguir la representación de un ave, o una cabeza de bovino.

El interior del edificio aparece muy transformado y existen muy pocos vestigios que nos recuerden el origen románico del mismo. La nave fue rehecha en estilo barroco a finales del siglo XVIII, en 1790 y costó 24000 reales de vellón. Tampoco se conserva la cabecera original siendo sustituidas las bóvedas y solamente encontramos algunas piezas (sillares con labra a hacha y boceles) reaprovechadas en la capilla ubicada en el lado norte. El interior de esta capilla está configurado imitando las características del estilo románico con un pequeño tramo recto que da paso al ábside a través de un arco de medio punto sostenido por columnas con capiteles. Sin embargo, todo el interior de la estancia fue realizado por canteros venidos de Sepúlveda en el año 1884. Se conserva también dentro de esta estancia un retablo neoclásico en el que se reaprovecharon algunas tablas del siglo XV del llamado Maestro de los Claveles que fueron recuperadas tras la desamortización y que originalmente estaba en el monasterio de la Hoz en las Hoces del Duratón. 

Al final de la nave, arrinconada, encontramos la pila bautismal del templo (127 cm x 98 cm x 10 cm) con un pie nuevo de cemento y copa semiesférica decorada con dieciséis grandes gallones y sobre ellos un grueso sogueado recorriendo toda la circunferencia de la copa.
En líneas generales y teniendo en cuenta que muchos de los templos románicos de la provincia de Segovia presentan una cronología bastante tardía, la fecha de construcción de esta iglesia podría llevarse hasta las primeras décadas del siglo XIII.

 

El Olmo
La pequeña localidad de El Olmo se sitúa a unos 8 km al este de Sepúlveda, en un llano junto al río Mesleón o Serrano y el cruce de los caminos que conducen a Riaza y Maderuelo.
Aunque la antigüedad de la ocupación del lugar se remonta al menos a los primeros siglos de nuestra era, como prueban los vestigios epigráficos romanos conservados en el interior, la primera referencia a la localidad data de principios del siglo XIII, cuando aparece citada en 1204 como “Sancta Maria de Olmo” en el documento de concesión de los préstamos para el vestuario otorgado por el obispo don Gonzalo a los canónigos del cabildo segoviano. A mediados del mismo siglo, en el documento de reparto de las rentas del obispado de 1247, se cita dentro del arciprestazgo de Sepúlveda a “Sancta Maria del Olmo” aportando veintidós maravedís y medio al sustento del cabildo. Pertenecía a la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda, incluida dentro del ochavo de Bercimuel. En el siglo XVI aparece citado como “Casa el Olmo”, dentro del ochavo de la Sierra de Castillejo, aunque en lo eclesiástico sigue figurando como Nuestra Señora del Olmo, iglesia aneja a la de Barbolla. Eran barrios unidos a El Olmo los hoy arruinados de Corralejo y Villarejo, que formaban concejo junto al de Santa María del Olmo. Desde mediados del siglo XIX es un anejo del ayuntamiento de Barbolla. 

Iglesia de Nuestra Señora de la Natividad o de la Virgen del Olmo
Situada en el extremo sudeste del caserío, es un edificio de planta basilical, compuesto de nave única con torre de planta cuadrada ubicada al norte y coronada por cabecera de tramo recto y ábside semicircular, el conjunto levantado en mampostería de calicanto enfoscada con refuerzo de sillares en esquinales y encintados de vanos, salvo el cuerpo bajo de la torre, aparejado en buena sillería.
El cementerio se ubica al sur del templo, envolviendo parcialmente la cabecera y parte de la nave.
El tambor absidal, al exterior, se alza sobre un zócalo ligeramente saliente, recercado por una irregular hilada de sillares con bocelillo superior. Lo divide horizontalmente una imposta abocelada sobre la que se disponen las tres ventanas que dan luz a la capilla, una en el eje y dos laterales, todas de estrechas saeteras profundamente abocinadas hacia el interior, donde se muestran como arcos doblados de jambas aboceladas y fina cenefa de dientes de sierra.
Exteriormente, rodean los vanos arcos de medio punto lisos que recaen en columnas acodilladas, doblados por chambranas abiseladas, todo con aire de haber sido remontado. En las ventanas laterales el remate de las saeteras se extradosa con arquitos con junquillo y fina banda de puntas de diamante. Las columnas que recogen los arcos muestran basas áticas sobre plintos y capiteles de muy sumaria decoración vegetal, con hojas lisas triangulares, otras apalmetadas y aun de tratamiento espinoso, bajo cimacios de listel y chaflán. En la central, el capitel derecho recibe dos rosetas inscritas en clípeos y entre ellas una hoja lobulada. Remata los muros del hemiciclo una cornisa de nacela sostenida por canes de idéntico perfil y lisos, salvo tres ornados con bayas, proa de nave y dos rollos. Un mayor esfuerzo decorativo manifiestan los canes del presbiterio, donde se suceden los de dos o tres rollos, bastones y nacelas, bolas con caperuza y rudos prótomos de bóvidos y un felino.




Planta
 

Al interior, cúbrese el hemiciclo con bóveda de horno y el profundo presbiterio con medio cañón reforzado en el centro por un fajón sobre semicolumnas, que lo divide así en dos tramos, ambas cubiertas sobre imposta achaflanada. Se alza la cabecera sobre banco corrido de arista con bocel, animándose los muros presbiteriales con desiguales arcos ciegos de medio punto, los más orientales en arista viva sobre impostas de bisel y los otros con rosca y jambas baquetonadas. Las semicolumnas que recogen el fajón se alzan sobre plintos y basas de fino toro superior y garras vegetales en el grueso inferior, coronándose con rudos y desgastados capiteles, mostrando el meridional esquemática y geometrizada decoración vegetal de hojas picudas bajo ábaco festoneado y, el frontero, tres irreconocibles figuras ataviadas con túnicas de pliegues paralelos bajo cadeneta de entrelazo.
Da paso a la cabecera desde la nave, ésta cubierta por moderna parhilera, un arco triunfal de medio punto doblado que reposa respectivamente en semicolumnas y en el machón, en cuyas esquinas se acomodan columnillas. Los capiteles del toral, pese a manifestar el mismo rudo estilo visto en las ventanas y presbiterio, denotan un mayor esfuerzo decorativo. El del lado de la epístola es vegetal, cubriendo su cesta con carnosas palmetas, mientras que su compañero por el lado del evangelio recibe una pareja de ángeles que sostienen en sus manos rosetas inscritas en clípeos a modo de discos solares, ocupando el espacio entre las figuras otras dos rosetas, de idéntica factura a las vistas en el capitel derecho de la ventana central.
La nave, aunque en lo constructivo muestra en sus muros de calicanto una clara unidad respecto a la cabecera, se separa netamente de la tosquedad hasta ahora analizada en el apartado decorativo. Presenta en el hastial occidental, rehecho a la altura de las restauradas cubiertas, una hoy condenada portada bajo saetera rodeada por arco de medio punto. Se abre este antiguo acceso en el propio espesor del muro, sin antecuerpo que le dote de profundidad y recercándose simplemente el vano con sillería. Consta de arco de medio punto liso rodeado por chambrana de triple hilera de billetes, sobre impostas de tallos ondulantes acogiendo brotes carnosos en los meandros. Pese a la simplicidad de los motivos, su factura denota una mano más experta que la que labró los relieves del ábside.
Lo mismo ocurre con la portada principal, que se abre en un antecuerpo del muro meridional de la nave, también bajo una saetera románica –ésta parcialmente cegada por un reloj de sol– y en este caso víctima de una reciente y no muy afortunada intervención. Consta de arco polilobulado con la rosca ornada con rosetas octopétalas en clípeos y dos arquivoltas, la interior moldurada con grueso baquetón entre biseles y la exterior con haz de tres boceles quebrados en zigzag, dibujando dientes de sierra. Tanto ésta peculiar decoración como la presencia del arco polilobulado hermana al taller escultórico de El Olmo con producciones del denominado por Ruiz Montejo como “taller de Duratón”, tales las de Duratón, Sotillo, Turrubuelo, Castroserna de Arriba, Perorrubio, etc. A la misma responde también el estilo de la imposta de acantos y palmetas trepanados, de fuertes escotaduras, y de los capiteles que coronan la pareja de columnas acodilladas que recogen la arquivolta interior, ornados respectivamente con acantos acanalados y dos pisos de hojas nervadas, tratamiento y motivos característicos también de otros edificios del taller como Perorrubio. Sus fustes son monolíticos y reposan en unas muy desgastadas basas áticas y plintos achaflanados. La profunda erosión de las jambas y la pérdida de la zona superior de la arquivolta externa –donde las dovelas habían sido sustituidas por sillares– motivaron que durante la última restauración del edificio en 2000 se decidiese el completamiento de la misma, de un modo que transgrede el principio de la diferenciación entre lo original y lo renovado.

Pero es sin duda en la hilera de canes que soporta la cornisa de la nave –decorada con tetrapétalas en clípeos en el muro norte y con tallo que acoge brotes carnosos como los de la portada occidental en el sur– donde encontramos la mejor escultura del templo. Se ornan con motivos geométricos como nacelas con bolas, rollos o proas de nave escalonadas; otros con vegetales como estilizados acantos, hojas lisas de puntas vueltas, dobles volutas que parten de tallos con brotes espinosos, hojitas lobuladas flanqueando trepanados acantos, y la mayoría con temas figurados.
Entre éstos distinguimos los animalísticos, como una serpiente sobre una hoja carnosa, un felino recostado que vuelve su cabeza y varios prótomos de bóvidos, un équido de trenzadas crines, felinos, cápridos, cérvidos y alguno de aspecto monstruoso, como un felino rugiente. Destaca además, en el muro de mediodía, un erosionado asno tocando la lira y una sirena femenina alzando su cola.
De entre los figurados destacamos la asociación escénica de la pareja de exhibicionistas, masculino y femenino, en el muro norte, que alzan sus ropas mostrando sus sexos. En el mismo muro hay otro personaje sedente y fracturado que parecía soplar un instrumento de viento, así como un busto grotesco de un personaje masculino, barbado y calvo, que saca burlonamente su lengua. Ya en el muro meridional encontramos varios seres demoníacos de aspecto simiesco: uno de ellos, que más parece un personaje cubierto por una carnavalesca máscara cornuda, aparece encadenado por los pies a una especie de banco, que ase con sus manos; junto a él vemos la cabeza invertida de un personaje alopécico bebiendo de un barrilillo. Otro demonio de cuerpo escamoso y llameante cabellera se muestra semiarrodillado, junto a la figura de un espinario en el can próximo. Completan la serie un personajillo sedente, cuya indumentaria –saya con caperuza– identifica como un rústico, un fracturado acróbata y un busto masculino de labios con comisuras caídas.




Sin llegar a altas cotas de calidad, estos relieves sí se diferencian de los de la cabecera, como si otro equipo de escultores hubiera tomado a su cargo la decoración de la nave. Caracterizan los rostros de estas figuras los ojos exoftálmicos, algunos con puntos de trépano, los masculinos con cabelleras de mechones en abanico, las grandes orejas, y las muy marcadas arrugas, rasgos que volvemos a encontrar en el grupo de edificios influenciados por los escultores de La Asunción de Duratón, así en la cabecera de Castillejo de Mesleón, Castroserna o Turrubuelo. Inés Ruiz Montejo en su precisa definición de la evolución de dicho taller y sus influencias en los templos del entorno situaba los relieves que nos ocupan en una fase ya inercial del estilo, lo que aconseja darlas un laxo margen cronológico dentro del primer tercio del siglo XIII, acorde con la referencia epigráfica aportada por un sillar de la torre de Turrubuelo (1212).

También románica es la zona baja de la torre, adosada al tramo más oriental del muro norte de la nave y levantada en bien concertada sillería labrada a hacha hasta aproximadamente la mitad de su altura, siendo notorio el cambio de aparejo y de campaña a partir de ese punto; obra probablemente del siglo XVII es el cuerpo superior, con un vano para campanas por cara –el oriental cerrado con un antepecho con florones– sobre la imposta que lo delimita. El piso bajo, que hoy funciona como sacristía, se cubre con bóveda de cañón de eje paralelo al de la nave, sobre impostas de filete y nacela. Le da acceso desde la nave una portada de arco de medio punto doblado sobre impostas de filete y nacela y jambas escalonadas. Se plantea aquí, como en otros muchos ejemplos, la problemática identificación del acceso al piso superior, ya que el actualmente abierto en el muro oriental es claramente moderno. La respuesta en este caso parece dárnosla el propio edificio. En efecto, en el muro meridional del interior del primer piso –sobre la bóveda del bajo y la portada arriba descrita, y hacia la nave– observamos un angosto y hoy cegado acceso mediante arco de medio punto doblado sobre impostas de listel y nacela, inscrito en el arco abarcante propio de la fábrica de la torre. Ello nos lleva a pensar que la subida al cuerpo de campanas se realizaba desde el interior del edificio a través de una escala de madera u otro sistema móvil. En los forjados interiores de la torre se conservan varios fragmentos de canecillos románicos de la nave, ornados con rollos, una bola con caperuza, uno con tallos en espiral y hojitas similar a un can del muro norte, etc., así como restos de cornisa y los vestigios de un canal de desagüe de la primitiva cubierta, la románica a tenor de sus marcas de labra a hacha.

 

Santa Marta del Cerro
Situada a uno 56 km de Segovia, esta pequeña localidad, que actualmente constituye en sí misma un Ayuntamiento, perteneció históricamente a la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda y dentro de ésta estaba incluida en el ochavo de Prádena. Para acceder hasta allí el camino más corto corre paralelo a la sierra, por la N-110 unos 47 km para luego, tras superar Prádena, desviarse hacia la izquierda en dirección Sepúlveda y que nos introduce en una carretera local bastante estrecha que debemos seguir durante otros 7,5 km hasta avistar el pueblo, desviarnos nuevamente, esta vez hacia la derecha y durante escasamente un kilómetro, por un camino asfaltado que entra directamente al pueblo.
Posteriormente en 1247 rentaba ocho maravedís y dieciocho dineros al cabildo catedralicio. A finales del siglo XVI en un censo de población de la Corona de Castilla Santa Marta del Cerro aparece junto con Arahuetes, su anejo, con un total de 35 vecinos.
Como he señalado anteriormente, Santa Marta del Cerro constituye un ayuntamiento según Real Orden del 25 de Enero de 1846 en aquellos momentos en unión a Cabrerizos, actualmente un despoblado existente en el término además de Arahuetes y San Cristóbal del Enebral, actualmente perteneciente a Duruelo.

Iglesia de Santa Marta
La visita pastoral realizada en 1447 anuncia una mala situación del templo diciendo “toda se yva a caer el tejado e viejo”. Ya en una fecha mucho más reciente la iglesia y sus entornos han sido restaurados gracias a la colaboración del pueblo y a las ayudas concedidas por la Diputación de Segovia y la Junta de Castilla y León. Está enclavada separada del resto de construcciones del caserío en un pequeño promontorio y con vistas a una pequeña vega atravesada por el arroyo de Prao Medio que a poca distancia vierte sus escasas aguas en el río Caslilla.
La planta del edificio sigue un esquema típico de iglesias del románico rural que ven modificada su estructura original al adosarse estancias en los laterales. En este caso es una iglesia de una sola nave, ábside semicircular, presbiterio recto y las estancias que tiene adosadas en los laterales son la sacristía y el pórtico en el lado meridional y una torre de planta cuadrangular en el lado norte. Tuvo también el cementerio de la localidad adosado en el lado norte pero en las últimas obras de restauración se ha eliminado el recinto dejando un espacio mucho más diáfano en el entorno de la iglesia. La fábrica se realiza con una mampostería rejuntada en su mayor parte por una gran cantidad de argamasa e incluso con el ábside totalmente enfoscado. El empleo de la sillería de caliza se reduce a los ángulos del edificio y a otros elementos como son ventanas, canecillos, y portadas meridional y occidental.
Planta

El sencillo ábside que culmina la iglesia en su parte oriental tiene ubicada en su eje central una pequeña ventana de tipo saetera abocinada interiormente con forma de arco de medio punto con el intradós abocelado y recogido por dos pequeños capiteles, uno de ellos de tema vegetal con hojas de acantos con un nervio central muy marcado y con la punta de la hoja central doblada mientras que en el otro capitel se representan una pareja de sirenas de doble cola, tema muy repetido en el románico segoviano. Concretamente estas sirenas pueden verse en un capitel situado también en la ventana de la cercana iglesia de Perorrubio, por lo que la relación escultórica entre ambas iglesias creemos es evidente. Muy variados e interesantes son también los canecillos que sustentan la cornisa decorada con tres filas de billetes; en estos canes se representan acróbatas, músicos, hombre sujetando con tonel a cuestas, obispo con báculo, hombre con bastón, pareja de aves con cuellos entrelazados, dos canecillos que forman pareja con un hombre mostrando el pene y a su lado una figura de mujer embarazada, pareja de aves con picos unidos. Escultóricamente, estos canecillos tienen un tratamiento muy elemental que algunos autores definen como “popular”, con unas anatomías muy imprecisas y en general sin mucha relación con el resto de la escultura del edificio; todas las figuras van vestidas con unas bastas túnicas que les llegan hasta los pies ceñidas a la cintura por una especie de cinturón y quizá como nota característica de todas ellas sería su rostro ovalado y el trabajo de trépano que se les realiza en los ojos que hace que todas las figuras presenten una extraña expresión de firme determinación y concentración. Santamaría López opina que todos estos modelos escultóricos en los que se representan temas de carácter lúdico como los músicos, bebedores, o los temas de índole erótica como ocurre en esta iglesia de Santa Marta del Cerro tienen su origen en los modelos de la Virgen de la Peña de Sepúlveda y en la iglesia de Sequera de Fresno, aunque aquí dichos modelos se han ruralizado notablemente.
Ábside. Ventana
Capitel de la ventana del ábside
Capitel de la ventana del ábside
Canecillos 












El acceso al interior del templo se realiza habitualmente por una sencilla puerta ubicada en el lado occidental y configurada mediante arco de medio punto liso apoyado sobre jambas prismáticas y un guardapolvos, del cual faltan algunas piezas, de billetes protegiendo el conjunto. Se talla también una línea de imposta a la altura del salmer decorada con un roleo vegetal en el que se inscriben pequeñas hojas.

En el lado meridional del templo, protegida por un portal que impide su vista desde el exterior y ligeramente adelantada respecto al muro de la nave, nos encontramos con la portada principal del templo compuesta por arco de medio punto y dos arquivoltas; la rosca del arco es lisa mientras que las arquivoltas están decoradas, la interior con un grueso bocel y la exterior lleva tallados en sus dovelas grandes florones de ocho pétalos, protegiéndose todo con una chambrana abilletada. La arquivolta interna apoya sobre dos columnas de basas áticas de grueso toro inferior, fuste liso y coronadas por capiteles vegetales de hojas de acantos lobuladas y sobre ellas caulículos rematados en forma de voluta. Los cimacios se convierten aquí en una línea de imposta, moldurada con un tallo ondulante del que nacen pequeñas hojitas, que recorre toda la portada aunque en la parte derecha de la misma ha desaparecido y se ha sustituido por una pieza de cemento lisa sin decoración. Tanto la decoración de los capiteles como la molduración de la imposta siguen los esquemas escultóricos que se plantean en la iglesia de Perorrubio, lo cual le hace suponer a la profesora Ruiz Montejo que en ambas iglesias trabajase el llamado maestro del pórtico de Perorrubio. Independientemente de que en Santa Marta del Cerro trabajase este maestro o fuese más bien una obra de taller, es bien cierto que la decoración escultórica de la ventana del ábside y de las portadas del templo presenta una clara reminiscencia, en ocasiones incluso copia, de los trabajos realizados en la iglesia de San Pedro ad Vincula de Perorrubio.
Interiormente, las cubriciones del templo siguen un esquema bastante característico y abundante dentro del románico segoviano y mientras que la nave se cubre con una parhilera de madera, la cabecera se encuentra abovedada, empleándose la bóveda de horno en el ábside y la bóveda de cañón en el presbiterio. La sencillez ornamental del interior del templo hace que la decoración se concentre en la cabecera concretamente en la ventana realizada en sillería caliza ubicada en el eje central y que tiene su correspondencia en el exterior como ya hemos analizado.
Está formada por un pequeño arco de medio punto con el intradós decorado por un grueso baquetón, trasdosado por una arquivolta lisa y todo ello protegido por un guardapolvos decorado con tres filas de billetes. Pequeñas columnas recogen el arco de la ventana con capiteles en los que se representan una pareja de pequeños leones enfrentados de fina talla y melena zigzagueante y cuatro aves, agrupadas por parejas, de largas alas con las plumas talladas muy superficialmente y que giran sus estilizados cuellos para picotear ambas del mismo fruto. La decoración de la ventana se completa con un cimacio ornamentado con pequeñas flores de cuatro pétalos con nervio central inciso dentro de un doble círculo y separadas entre sí por pequeñas hojitas de formato triangular.
El tramo del presbiterio se articula mediante dos pequeñas arquerías de medio punto ciegas una de las cuales se ha roto parcialmente para ubicar la puerta que da acceso a la sacristía, estancia añadida a la iglesia en 1798 como reza una inscripción sobre el dintel “Esta obra se hizo a costa de los vezinos Año 1798”. Sobre las arquerías y a la altura de los cimacios del arco triunfal una imposta de perfil achaflanado recorre los muros del presbiterio y el ábside.
El espacio de la cabecera se separa de la nave mediante un gran arco triunfal de medio punto doblado recogido por gruesas columnas coronadas por interesantes capiteles. En la cesta del lado de la epístola se representa la escena bíblica de la huida de Jerusalén siguiendo un esquema tradicional en el que aparecen San José de pie, vestido con larga túnica y sujetando con la mano izquierda un bastón mientras que la derecha sostiene las riendas del asno. En la parte central la Virgen María va sentada en el asno sosteniendo al Niño sobre su regazo, ambas figuras están bastante deterioradas ya que fueron picadas parcialmente.
Detrás de ellos en el otro lateral se talla una puerta almenada de una ciudad por la cual han salido las figuras, Belén según el texto bíblico (Mt, 3, 13-14). Sobre el capitel un cimacio con flores de seis pétalos partidos que se extiende hacia la nave como una pequeña imposta en la que el motivo decorativo pasan a ser flores cuatripétalas dentro de un doble anillo. El capitel del lado del evangelio tiene talladas cuatro grandes arpías con las alas desplegadas y la melena partida en dos pequeños mechones que se extienden por las alas. El cimacio que acompaña a la cesta tiene tallado un motivo de entrelazo vegetal con tallos que se entrelazan formando figuras geométricas. Como en la otra cesta, el cimacio se extiende en forma de pequeña imposta hacia la nave cambiando el motivo decorativo que se convierte aquí en pequeñas florecillas de seis pétalos muy estilizados.
Capitel del arco triunfal. Huida a Egipto  

La iconografía presente en estos capiteles del arco triunfal, tanto las arpías como el tema de la Huida a Egipto, está estrechamente relacionada con dos cestas de la también segoviana iglesia de San Miguel de Fuentidueña, una de ellas en el exterior del ábside, el tema bíblico, y la otra, las arpías, en el interior. Probablemente los modelos escultóricos tomados aquí provienen como referencia más cercana de la iglesia de Perorrubio pero en última instancia recibe influencias también del norte de la provincia, de Fuentidueña amén de la escultura de los canecillos que revela una tercera influencia de un arte mucho más popular y rural en comparación con la escultura de la portada meridional y del interior del templo.

Por otro lado, adosado a la iglesia por su lado norte encontramos una pequeña torre que hace la función de campanario, realizada mediante cajoneras de calicanto y cuya construcción no creemos que vaya más allá del siglo XIV. El adosamiento de la torre a la iglesia oculta al exterior la cornisa original románica que tuvo la nave de perfil anacelado, así como una posible entrada en el lado este que serviría para acceder a la torre desde el exterior del edificio. Desde el interior de la iglesia se accede a la torre por una puerta adintelada justo sobre la cual se descubrió en la reciente restauración un vano apuntado construido con sillería y que pudo formar parte de las ventanas abiertas en la original fábrica para iluminar el interior pero que perdió su función y se decidió cegarlo de nuevo debido a la construcción de la torre. En el cuerpo bajo de la misma se conserva una pila bautismal románica de la iglesia (102 cm de diámetro x 81 cm de altura) con la copa decorada con diecisiete gallones planos y la embocadura adornada con una moldura abocelada en la cara externa y un pequeño listel en la cara interna.

En cuanto a la cronología, la ausencia de inscripciones en la mayor parte de los edificios románicos de Segovia hace difícil su datación incluso con respecto a otros edificios similares de la provincia. Creemos que, como ocurre en otras iglesias segovianas pudo realizarse en fechas tardías, quizás las primeras décadas del siglo XIII, siendo imposible ofrecer una fecha más exacta.

 

 

 

 

 

 

Bibliografía
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