Sotillo
La pequeña localidad de Sotillo se sitúa a
orillas del Duratón, al este de Sepúlveda y a unos 68 km de la capital.
Como Sotiello, aldea del ochavo de la Sierra y
Castillejo, dentro del arcedianato y Tierra de Sepúlveda, aparece citada en el
documento de 1247 de reparto de rentas de los canónigos segovianos, aportando
XV moravedis et III soldos et medio. En el censo de finales del siglo XVI, la
parroquia de El Sotillo tenía como anejos a la Aldiguela (Aldehuela), la
Fresneda y la Alameda, contando entre los cuatro núcleos sólo 33 vecinos. Según
los datos recopilados por Tomás López a fines del siglo XVIII, “desde
antiguo las juntas de todas las villas, lugares y aldeas del ochavo de Sierra y
Castillejo se celebran en esta villa de Sotillo”, cuya iglesia era aneja a
la de Duruelo. Madoz, a mediados de la siguiente centuria, nos refiere la
existencia de 18 vecinos y 70 almas.
Iglesia de La Natividad de Nuestra
Señora
La iglesia se emplaza en el extremo
sudoccidental del menguado caserío, algo apartada y separada del mismo por la
carretera que conduce desde Duruelo hasta Duratón y Sepúlveda, que pasa junto a
su cabecera. Estamos ante una hermosa construcción de planta basilical, de nave
única cerrada por artesa con cuadrales fruto de una reciente restauración
(2003), y cabecera compuesta de tramo recto y ábside semicircular, con torre al
norte de la nave y portada abierta en la fachada meridional.
En su aparejo se combina la buena sillería, labrada a hacha y plagada de grafitos, en la que se levantaron la cabecera, parte de la torre, la portada y los esquinales de la nave, mientras que en el resto se utilizó la mampostería, enfoscada interior y exteriormente en la nave.
Se levanta la cabecera sobre un banco corrido
de aristas aboceladas, cerrándose el tramo recto con bóveda medio cañón
sobre imposta con triple hilera de billetes, mientras que el hemiciclo recibe
una bóveda de horno. Los paramentos interiores del presbiterio se animan con
sendas arquerías ciegas, de arcos de medio punto abocelados sobre dobles
columnas, rasuradas las chambranas y muy modificada la del muro meridional por
la posterior apertura de una ventana. Se alzan sobre podium abocelado,
mostrando las basas perfil ático de toro superior atrofiado e inferior con
bolas, sobre plinto. Sus capiteles son vegetales, con doble corona de
estilizados acantos de acogolladas puntas vueltas y nerviaciones ornadas con
banda de contario.
Da paso a la cabecera un arco triunfal de medio
punto, doblado hacia la nave, que apea en una pareja de columnas entregas de
basas áticas sobre plintos. La correspondiente al lado del evangelio orna su
capitel con una pareja de aves de cuellos entrelazados picándose las patas,
motivo visto en Nuestra Señora de la Peña de Sepúlveda, Castiltierra, Becerril,
San Miguel de Fuentidueña, Pecharromán, Santa María de la Sierra o la ermita de
Nuestra Señora de las Vegas de Requijada, entre otros ejemplos segovianos, o en
una magnífica cesta de la cripta zaragozana de Sos del Rey Católico.
En el capitel del lado de la epístola se
representa, con rudas maneras, el combate entre un guerrero ataviado con cota
de malla y casco que clava su espada en el vientre de un león rampante que
muerde su escudo. Tras él, en la cara que mira al altar, se dispone su montura,
ensillada y sujetada por las bridas por el caballero. Se trata de una torpe
copia de uno de los motivos vistos en el pórtico de la iglesia de Duratón, que
como inmediatamente comprobaremos es el referente formal e iconográfico del taller
escultórico que aquí trabajó. Ambos capiteles se disponen bajo cimacios con
triple fila de finos billetes.
Al exterior, se divide el tambor absidal en
cinco paños por medio de semicolumnas alzadas sobre zócalos prismáticos,
plintos y muy desgastadas basas áticas con garras. Sus capiteles son vegetales,
de recortadas hojas de bordes dentados y piñas en las puntas uno, otro con
doble corona de hojas lobuladas bajo otras conquiformes y el tercero con dos
niveles de acantos y palmetas, las superiores de puntas vueltas, y alcanzan la
línea de la cornisa integrándose en la serie de canes y metopas que componen el
alero. En los tres paños centrales se abren sendas ventanas de arcos de medio
punto abocelados sobre parejas de columnillas acodilladas, de fustes
monolíticos y basas áticas con garras sobre plintos, rodeados por arcos lisos y
chambranas con tres filas de billetes. De los capiteles de estas ventanas, la
más meridional muestra uno vegetal, con dos hileras de tallos y brotes
carnosos, mientras que su pareja recibe dos bellas arpías con capirote
afrontadas, de cola serpentiforme, sobre fondo vegetal.
En la ventana central, ambas cestas son
vegetales, con acantos una y hojas nervadas acogiendo piñas la otra; por
último, la ventana septentrional, pese haber perdido los fustes, mantiene los
capiteles, el izquierdo con una pareja de aves atacando a un felino
representado frontal y el otro con palmetas entre acantos de gruesas puntas
incurvadas y sobre ellos brotes avolutados, composición repetida en la portada
oriental del atrio de Duratón, en dos cestas del pórtico de Perorrubio, otras
de la portada meridional de Santa Marta del Cerro, etc. y que debió inspirar la
de las cestas de la portada de la ermita de Barrio de Navares de las Cuevas,
allí tratada con extrema rudeza. Al interior, estas ventanas están parcialmente
solapadas por el retablo que cubre el hemiciclo, aunque parecen repetir la
estructura exterior y conseguimos identificar en sus capiteles una pareja de
leones afrontados bajo cimacio con dientes de sierra y, en otro de la ventana
norte, un guerrero vestido con cota de malla y casco que ataca con su espada a
otra figura cubierta de yeso.
El alero de la cabecera concentra buena parte
del interés ornamental de la iglesia, disponiéndose la decoración en los canes
y las metopas, al estilo de numerosos ejemplos segovianos desde Sequera de
Fresno a Madrona, pasando por la capital.
En el muro sur del presbiterio, bajo cornisa
moldurada con baquetoncillo y nacela, se plasmó una escena de cacería en la
sucesión de metopas, encuadrada por motivos vegetales que ocupan las dos más
occidentales y la extrema del otro lado. Entre medias, y con las figuras
avanzando en secuencia hacia el este, vemos un lancero acompañado de un perro,
ante un árbol y haciendo sonar el olifante, siguen en la inmediata cuatro
lebreles en dos pisos, un enorme cuadrúpedo con aspecto de oso y un ciervo.
En los maltratados canecillos, sin aparente
conexión con tal escena, distinguimos un asno arpista, dos figuras humanas de
difícil identificación, una arpía con capirote, un híbrido de cuerpo de reptil
y cabeza felina y un personaje quizás alanceando a un cuadrúpedo.
En el ábside se suceden las metopas con rosetas
y florones de hojas acogolladas o en espiral, entre las que se intercalan un
felino y un grifo pasantes, un cuadrúpedo atacado por aves dispuestas en dos
niveles y un dromedario similar al visto en el pórtico de Duratón.
En los canes se disponen una pareja de
exhibicionistas, uno masculino y otro femenino y ambos levantándose las sayas,
seguidos de una figura femenina que para Ruiz Montejo aparece hilando –otra
probable hilandera vemos en San Miguel de Fuentidueña– y un músico tocando el
rabel, dos hombres portando sendos pequeños cuadrúpedos, probablemente
corderos, uno al hombro y el otro ante él, que recuerdan a similar tema en
Duratón, un felino frontal, dos parejas abrazándose, una figura sedente alzando
lo que parece un bastón, varios prótomos de animales y hojas de acantos entre
palmetas o acogiendo bolas en las puntas. La decoración se simplifica en el
muro norte del presbiterio, recibiendo los canes un cuadrúpedo, proas de nave
escalonadas y una hoja lisa con remate apalmetado en la punta, mientras en las
metopas se repiten las rosetas, acompañadas por una estrella de cinco puntas.
En cuanto a los aleros de la nave, el de la
fachada norte, según es habitual, destaca por su simplicidad, con cornisa de
listel sobre simples canes de nacela. No ocurre lo mismo en la meridional,
donde se despliega una rica y variada decoración. Bajo la cornisa, decorada con
tetrapétalas inscritas en clípeos perlados y entre ellas hojitas lanceoladas,
se disponen veintiséis canes, la mayoría de bella labra, aunque no falten
algunos con simples nacelas, uno o tres rollos, bastoncillos, hoja de punta
vuelta, una piña o perfil de proa de nave. La mayoría son figurados, algunos
con temas animales o monstruosos como los prótomos de bóvidos o cérvidos, una
bella arpía con capirote de enroscada cola de reptil y otra de larga cabellera
partida en posición frontal, un gallo, una cigüeña, una rugiente máscara de
felino y otra monstruosa de aire demoníaco, cornuda y con barba partida en
mechones. En el resto se despliegan figuras humanas, como una destrozada pareja
fornicando, dos bustos femeninos con altos tocados, un peón soplando el
olifante, otra figura tocando un pandero cuadrado, una ricamente ataviada con
un alto cuello perlado y otro barbado de larga y ondulada cabellera.
La portada se abre en la fachada meridional y
consta de arco polilobulado con rosetas octopétalas inscritas en medallones
dentados en la rosca al que rodean dos arquivoltas, la interior con grueso
bocel entre nacelas y la exterior lisa, con la rosca ocupada por línea quebrada
de tres boceles en zigzag. Apean los arcos en jambas escalonadas en las que se
acodilla una pareja de columnas sumamente erosionadas, con fustes monolíticos
sobre casi perdidas basas áticas de fino toro superior y toro inferior aplastado,
sobre plintos y basamento abocelado.
Las coronan dos capiteles en los que a duras
penas se distingue un personaje sosteniendo un objeto alargado y una pareja de
aves opuestas que vuelven sus cuellos dibujando con éstos y las colas una forma
acorazonada. Entre arcos y jambas se extiende una imposta bellamente labrada
con rosetas de botón central y hojas en molinillo. La portada, sobre la que se
abre una ventana de arco de medio punto, repite de modo casi idéntico la
disposición de las de El Olmo y Castroserna de Arriba, siendo evidente su aire de
familia con las de Turrubuelo, Cascajares, Torredondo o la meridional del atrio
de Duratón.
Adosada al norte del sector oriental de la nave
se alza una torre de planta cuadrada, de eje notablemente divergente respecto
al del templo. Combina en su aparejo la mampostería con la sillería, reservada
ésta para los esquinales y la pareja de arcos ciegos de medio punto sobre
impostas de nacela que animan cada lado del piso bajo, apoyando en pilastra
central, al modo de la torre de la Virgen de la Peña de Sepúlveda. Se accede
desde la nave a este cuerpo inferior, que hoy alberga la sacristía, a través de
una sencilla puerta de arco de medio punto, sin molduración ni impostas,
cubriéndose con una bóveda de medio cañón y aligerando sus muros laterales con
sendos arcos de medio punto con impostas de listel y nacela, salvo en un caso,
que va ornada con reticulado. El piso superior de la torre se divide al
exterior mediante imposta achaflanada, y en él se abren dos arcos de medio
punto en las caras oriental y norte, más otra a todas luces posterior al oeste.
Para acceder al cuerpo de campanas se construyó al exterior un cubo poligonal
que alberga una escalera de caracol, con acceso desde la nave mediante puerta
de arco de medio punto.
Pese a la cierta unidad que manifiesta el
edificio, podemos distinguir al menos dos fases constructivas románicas; a la
primera corresponderían la cabecera y la nave, habiendo sido añadida la torre
con posterioridad. En función de la cronología atribuida a la iglesia de
Duratón, que actúa como referente de lo decorativo, podemos pensar que ésta de
Sotillo se construyó dentro del primer tercio del siglo XIII.
Perorrubio
A unos 8 km al sureste de Sepúlveda encontramos
la pequeña localidad de Perorrubio y su anexo Tanarro. Por su situación
geográfica perteneció a la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda y se
incluía concretamente en el ochavo de Prádena.
El topónimo actual es con toda seguridad una
derivación de Pedro Rubio, un antropónimo que creemos puede corresponder al
nombre del repoblador de estas tierras; repoblación que tuvo que llevarse a
cabo tras la toma de Sepúlveda realizada por el conde Sancho García en 1010,
realizándose paulatinamente durante todo el siglo XI y que a partir del año
1076 tras la concesión del Fuero a Sepúlveda por parte de Alfonso VI, alcanza
su desarrollo más intenso y definitivo. En el año 1247 en el tan manido
documento que señala la distribución de rentas del cabildo de la catedral
segoviana, esta localidad, citada como Pedro Ruvio, rentaba dieciocho
maravedís, una cantidad que corresponde a un pueblo de tamaño medio. En el
censo de población de la Corona de Castilla de finales del siglo XVI Pero Rubio
y Tanaharro su anejo tenían 31 vecinos. A mediados del siglo XIX, concretamente
en enero de 1847, se unió a Vellosillo para formar un Ayuntamiento común,
aunque en la actualidad es uno de los pueblos que conforman el municipio de
Sepúlveda.
Iglesia de San Pedro ad Vincula
Este magnífico edificio se encuentra ubicado en
el centro de la localidad aislado de construcciones que impidan su observación
y al borde de la carretera que conduce hacia Vellosillo. Es considerado uno de
los mejores ejemplos del románico porticado de Segovia y quizá fruto de esta
excelencia constructiva fue su declaración de Bien de Interés Cultural llevada
a cabo el 8 de Junio de 1995. El edificio mantiene todavía su estructura
original, cabecera semicircular, una nave y pórtico, que tan sólo se ha visto
alterada por la adhesión a sus muros de una torre, una sacristía y el
cerramiento del pórtico por su lado occidental. En la visita pastoral de
mediados del siglo XV al hablar de este templo se dice “fallaron se malas
casullas rrotas rremendadas e indecentes e pobre eglesia salvo por un buen
feligrés”. Se tiene documentada a principios del siglo XVI la presencia de
Rodrigo de Corrales, un cantero venido de la Trasmiera que parece ser trabajo
en la iglesia aunque desconocemos cuales fueron esas obras. A su muerte en 1527
queda constancia en su testamento como la iglesia de Perorrubio, además de
otras iglesias segovianas, todavía le debía dinero por su trabajo de cantería.
Toda la iglesia se levanta con ruda mampostería enfoscada en su mayor parte
mientras que la sillería está reservada para los esquinales, y los elementos
decorativos ventana, canecillos y portada. Asimismo, el bello pórtico que se
adosa a la iglesia por su lado meridional está construido enteramente con buena
sillería caliza.
Exteriormente, por tanto, la cabecera del
edificio se estructura con un tramo recto correspondiente al presbiterio y un
ábside semicircular en cuyo eje central se abre una ventana realizada
enteramente con sillería, abocinada interiormente y que actualmente se
encuentra cegada y formada por un arco de medio punto con el intradós abocelado
y una arquivolta lisa sin decoración.
El arquillo descansa en columnas de basas
áticas, fustes lisos, y pequeños capiteles en los que se representan en la
cesta derecha dos sirenas de doble cola y en la cesta izquierda una pareja de
cuadrúpedos sobre un fondo de caulículos. Los cimacios que se colocan sobre
ambos capiteles tienen la misma decoración: cuatro pétalos puntiagudos
inscritos dentro de un doble círculo.
Todo el conjunto está protegido por una
chambrana formada por tres filas de billetes. Desde el punto de vista formal y
ornamental, esta ventana inspiró el modelo de vano que se repite casi como un
calco en la ventana central del ábside de la iglesia de Santa Marta del Cerro.
Otra ventana de formato rectangular se abre en el lateral sur del presbiterio
construida para iluminar la cabecera al quedar cegada la ventana de la parte
central por la colocación del retablo.
La decoración de la cabecera continua en la
cornisa de billetes sostenida por canecillos figurados entre los que se
intercalan metopas ornamentadas donde predominan las formas vegetales que
imitan grandes florones en los que se inscriben flores de menor tamaño, aunque
también hay otros motivos como una estrella de David con cuatro pétalos en la
parte central. En cuanto a los canecillos los motivos van desde los mitológicos
(sirenas de doble cola), animalísticos (ciervo, aves, bovino) vegetales (hojas
puntiagudas) o figurativos (lector, saltimbanqui, hombre con tonel a las
espaldas).
En el lado norte adosada en la parte de la nave
más cercana a la cabecera de la iglesia, se encuentra una torre construida con
mampostería reforzada con sillares en las esquinas y dividida en dos pisos,
encontrándose en el segundo cuatro troneras una en cada lateral y algunas de
ellas parcialmente cegadas. Aunque su construcción no es contemporánea al resto
del edificio creemos que cronológicamente esta torre-campanario podría datarse
todavía en una fecha no muy posterior a la edificación de la fábrica románica,
quizás en el siglo XIV.
El pórtico se encuentra adosado a la iglesia
por su costado meridional aunque como es habitual en otras iglesias de la
provincia de Segovia y sus limítrofes se extiende también al costado
occidental. Es evidente que gran parte de la galería ha sido remontada sobre
todo la parte superior además de eliminar las rejas que cerraban cada vano y
que impedían el acceso al interior de la estancia.
Levantado enteramente en sillería de caliza, la
entrada principal se realiza por la portada ubicada en el lado sur con un arco
de medio punto y una arquivolta apoyando ambas en jambas prismáticas, llevando
la rosca interna el intradós decorado por un bocel y adornadas las dovelas con
pequeñas incisiones triangulares y de medios círculos mientras que, en la rosca
externa cada pieza que la conforma tiene tallada una flor de ocho pétalos con
marcado botón central, a excepción de los salmeres en los que se sustituyen los
pétalos por unas diminutas hojas de perfil puntiagudo.
Dos pequeños cimacios en los que se esculpen
pequeñas hojas de parra dentro de semicírculos completan la ornamentación de la
entrada al pórtico. Nueve arcos en total componen la estancia, dos a la derecha
de la entrada principal, cuatro a la izquierda y tres más en el lateral
occidental todos ellos de medio punto con una chambrana de perfil nacelado,
sostenidos por columnas pareadas sobre un basamento con las esquinas matadas
por un bocel y con numerosos alquerques y cuatro en raya grabados en la piedra.
Los capiteles del pórtico tienen
características comunes predominando los de temática vegetal, con basas nuevas
la mayoría y todavía con la impronta dejada por las rejas que cerraban cada
vano en muchos de ellos.
Comenzando la descripción, siempre de este a
oeste, encontramos las tres primeras cestas a la derecha de la entrada
principal, muy similares entre sí con grandes hojas de acanto rematadas en la
parte superior por volutas y con cimacios de zarcillos ondulantes, iguales a
los existentes en el pórtico de la iglesia de Duratón.
Continuando con la descripción, en cinco
capiteles que se encuentran a la izquierda de la entrada al pórtico predomina
la temática vegetal idéntica a la descrita anteriormente: grandes hojas de
acantos algunas dispuestas en dos filas con gruesas volutas y zarcillos en el
cimacio.
Solamente dos capiteles difieren de esta
ornamentación predominante: en el primero dos parejas de demonios, una en cada
cara representados con grandes alas y garras acosan y tienen presa a una figura
humana difícilmente reconocible por el desgaste de la cesta, simbolizando
quizás el hostigamiento permanente del pecado hacia el hombre.
En la otra cesta adosada al machón
suroccidental se tallan dos curiosos mascarones que asemejan un felino con las
fauces entreabiertas de las que surgen tallos ondulantes que acaban
extendiéndose por todo el capitel.
Finalmente las cuatro cestas del lado
occidental del pórtico son las que presentan una decoración temática más
variada aunque los motivos vegetales de los otros capiteles se repiten aquí,
con los cimacios decorados con zarcillos ondulantes e incluso siendo una de las
cestas similares a las anteriores con la inclusión de unas piñas en la parte
central como único elemento decorativo disconforme.
En las otras tres se representan, por un lado
una pareja de leones de anchas y vistosas colas esculpidos con una extraña
torsión del cuello y que al levantar una de sus patas traseras crean un
original efecto de movimiento.
En la siguiente cesta dos parejas de aves se
incluyen dentro de una espesa maraña vegetal con los cuellos agachados y el
plumaje de las alas trabajado con una sencilla técnica a base de pequeñas
incisiones horizontales.
La última cesta ubicada en el ángulo más
occidental del templo es también un capitel de temática vegetal con grandes
hojas de acanto pero sin volutas que han sido sustituidas por dos cabecitas en
los ángulos, una barbada y la otra solamente con perilla, con la boca
semiabierta y tocadas con barboquejo.
Aunque todavía claramente influenciado por la
técnica del maestro que trabaja en el pórtico de Duratón, para Inés Ruiz
Montejo los capiteles de costado occidental del pórtico estarían realizados por
“un cincel menos hábil que endurece en exceso las formas”. El ingreso al
pórtico se podía realizar también por una portada ubicada en el lado occidental
que actualmente se encuentra cegada por varias piezas de sillería; estaba
formada por un arco de medio punto decorado con boceles en zigzag al igual que
la entrada a Sotosalbos, San Pedro de Gaíllos o la iglesia de San Juan de El
Arenal en Orejana. Protegía la portada un guardapolvos de tres filas de
billetes y el arco apoya en pequeñas piezas que actúan como cimacios en las que
se esculpen pequeñas hojitas, imitando la apariencia de las hojas de roble,
dentro de semicírculos.
La puerta principal de ingreso a la iglesia se
encuentra ubicada en el lado meridional de la nave y está conformada por un
arco de medio punto y dos arquivoltas todo ello construido en sillería. El arco
liso sin decoración es sostenido por jambas prismáticas en las que se tallan
dos cruces de Malta. De las dos arquivoltas que rodean el arco principal la
interna tiene su intradós decorado con un bocel y apoya en sendas columnas
sustentadas sobre dos piezas rectangulares que actúan a modo de plinto y con sencillas
basas de grueso toro inferior, escocia y toro superior delgado muy deteriorado.
Los fustes lisos y monolíticos son coronados por dos capiteles en los que se
representan a la izquierda dos figuras masculinas, una de ellas de larga melena
que le cubre las orejas mientras que el otro ha perdido la cabeza, vestidos con
túnica larga y sobre ella un pesado manto que forma anchos y planos pliegues
triangulares. Ambas figuras parecen unir sus manos justo en la esquina de la
cesta aunque esa parte se encuentra mutilada y es imposible distinguir su
gesto. De fondo dos finos caulículos que culminan en pequeñas volutas y dos
hojitas rectangulares completan la escena.
El capitel del lado derecho de la portada tiene
talladas dos parejas de majestuosos grifos rampantes con los picos afrontados y
apoyando sus patas traseras en el collarino de la cesta envueltos en una espesa
maraña vegetal entre la que destaca un tallo vegetal entrelazado que culmina
con volutas en las esquinas.
Capiteles de temática y factura similar
encontramos en la puerta meridional de Duratón y en el más alejado templo de
Revenga.
En las dovelas que conforman la arquivolta
exterior se tallan florones de cuatro pétalos con el nervio central partido
inscritos dentro de un doble círculo, rematado todo ello por una chambrana de
tres filas de tacos.
Los cimacios se han convertido en una imposta
que se extiende por toda la portada con el mismo motivo de la arquivolta,
separando aquí cada flor por pequeñas hojas triangulares. La portada se culmina
con una cornisa decorada con un entrelazo vegetal bastante desgastado sostenida
por canecillos entre los que se intercalan metopas decorativas, como ocurre en
las iglesias de Duratón, o San Pedro de Gaíllos. En los canes se puede
distinguir la representación de un saltimbanqui, una cabeza de león, un felino,
probablemente un zorro, que parece llevar un ave entre sus fauces e incluso
figuras humanas muy deterioradas. En la decoración de las metopas se emplean
por formas helicoidales, estrellas de cuatro puntas, y florones de grueso botón
central. Pienso que estilísticamente la portada meridional de Perorrubio
emparenta directamente con los trabajos escultóricos que desarrolla el taller
que trabaja en la portada de la iglesia de Duratón.
Interiormente, la nave de la iglesia se cubre
con una armadura de madera en buen estado mientras que la cabecera se encuentra
abovedada con bóveda de cañón en el presbiterio y bóveda de horno en el ábside.
La separación entre ambas estancias, nave y cabecera, se hace a través de un
gran arco triunfal doblado de sillería recogido por grandes columnas con
interesantes capiteles: en la cesta del lado de la epístola se talla un
cuadrúpedo, probablemente un león, flanqueado por dos serpientes que quizá
pueda interpretarse como una lucha entre las fuerzas del mal, encarnadas por
los reptiles, aplacadas por el león utilizado aquí con su simbología positiva.
Un capitel de temática muy similar aunque
diferente talla encontramos en la iglesia de San Andrés de Ávila o en el arco
triunfal de la iglesia de Madrona. El capitel del lado del evangelio resulta
más interesante con una escena de cetrería en la que una figura con vestido
largo y montada sobre un caballo sujeta un halcón con su mano izquierda y con
la derecha las bridas de su montura. Se observan restos de policromía de tonos
rojizos tanto en el rostro de la figura como en los cuartos traseros del caballo.
Esta escena de cetrería se completa con dos
animales fantásticos de grandes alas que flanquean la imagen central y cuya
significación en el global de la escena desconocemos. Una escena de cetrería
similar se encuentra también en un capitel del arco triunfal de la segoviana
iglesia de Nuestra Señora de La Asunción en Caballar e incluso dos halconeros
aparecen tallados en un capitel de la portada sur de Duratón, por lo que
nuevamente encontramos una conexión entre ambos templos. Los cimacios que
coronan las cestas del arco triunfal llevan el mismo motivo decorativo con un
doble tallo vegetal que se curva formando círculos en los que se tallan
pequeñas flores de cinco pétalos con el nervio central partido.
En el lado septentrional de la nave se abre una
pequeña puerta apuntada realizada en sillería que da acceso al interior de la
torre. Aunque el interior del templo se encuentra totalmente encalado en la
última restauración se han realizado catas y han aparecido restos de policromía
en tonos azules y blancos que responden a formas renacentistas.
Por otro lado y como ya hemos visto en el
exterior, parte del pórtico original de la fábrica ha sido cegado
configurándose una estancia rectangular en la que se ubica una pila románica de
116 cm de diámetro y 76 cm de altura con la copa decorada con nueve gallones y
el interior avenerado. Dicha estancia sirve también para proteger la portada
occidental del templo que originalmente se abría al pórtico, muy sencilla, con
un arco de medio punto que apoya en jambas prismáticas, un guardapolvos
decorado con billetes y dos piezas que actúan como cimacios con un motivo
ornamental muy repetido en otras iglesias del románico segoviano, flores de
cuatro pétalos con el nervio central partido inscritas dentro de círculos que
se separan por pequeñas hojas puntiagudas. También aquí son visibles los restos
cegados de la portada occidental del templo y que ya hemos descrito al exterior
anteriormente.
La iglesia de Perorrubio tiene como
característica fundamental aglutinar entre sus muros influencias diversas de
otras iglesias segovianas: en el ábside que recuerda al de la iglesia de
Sotillo, o la escultura influenciada por los diferentes talleres que trabajan
en la iglesia del Duratón. Incluso la profesora Ruiz Montejo apunta que el
maestro que trabaja en Perorrubio “podría incluso identificarse con el
maestro de la cornisa del pórtico de Duratón”. En cuanto a la iconografía
hay temas que se repiten en iglesias como Caballar, Fuentidueña o Duratón
nuevamente aunque también la iglesia de Perorrubio actuó como transmisora de
modelos escultóricos a otros edificios de su entorno como por ejemplo en la
iglesia de Santa Marta del Cerro. Su cronología debe llevarse hasta comienzos
del siglo XIII para la construcción de la cabecera y nave de la iglesia,
ampliada con la erección del pórtico a mediados de la misma centuria y
completada con la torre adosada a la nave por su parte norte ya en el siglo
XIV.
Sequera de Fresno
Localidad perteneciente en la actualidad a la
Tierra de Riaza a pesar de haberse incluido secularmente en la comunidad de
Fresno de Cantespino; se sitúa a cerca de 83 km de la capital, en la zona
nororiental de la provincia, llegando hasta allí por carreteras secundarias,
bien desde Boceguillas, bien desde Riaza. Su término, cuyo terreno fue
calificado de “bueno y productivo” por Madoz, recibe las aguas del río
Bercimuel poco después de que este reúna pequeñas corrientes como los arroyos
del Tejar, Cartagena o de Prado Pozanco; no a demasiada distancia hacia el
norte, este río verterá en el Riaguas que junto al Riaza surten principalmente
de agua al pantano de Linares.
En el Fuero de Sepúlveda de 1076 ya aparece
Fresno formando parte de la jurisdicción de aquella villa, situación en la que
permanece al menos hasta 1123 donde se cita documentalmente como entidad
independiente, según García García al llegar a la corona Alfonso VII; poco más
tarde, en 1139, se produce una donación de este último monarca a la diócesis de
Segovia en la que se manifiesta la jurisdicción que ejerce ya la Villa de
Fresno sobre aldeam ferrariorum, la que se convertiría más tarde en
Riaza. Posteriormente, Alfonso VIII, en testamento otorgado en 1204, legó la
villa de Fresno con sus aldeas y jurisdicción al obispo de Segovia, don Gonzalo
Miguel; volvió al poco tiempo, en 1215, a dominios de la monarquía a través de
un trueque entre el obispo Gerardo y el rey don Enrique, hechos recogidos por
Colmenares.
La importancia de esta parroquia a mediados del
siglo XIII, queda señalada por la cantidad que aportaba al sostenimiento de la
mesa episcopal, en el documento de carácter fiscal elaborado por el cardenal
Gil de Torres.
Ya en tiempos de Enrique IV, la villa y su
jurisdicción pasó a manos de don Álvaro de Luna y en consecuencia al marquesado
de Villena, gracias posiblemente como indica García García a las “mercedes
enriqueñas”, situación que se mantuvo hasta la desaparición de los señoríos
en el siglo XIX. Algo antes de esta desaparición, se planteó a la villa de
Fresno y sus aldeas pasar a formar parte de la provincia de Burgos; como recoge
el citado autor, la respuesta de Sequera no pudo ser más tajante afirmando el
vecindario “serles gravosa dicha separación y agregación a la cabeza de
Partido de Aranda, por no tener con ésta comunicación alguna este pueblo y ser
malo su camino (...)”.
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción
El templo de Sequera de Fresno está situado
dentro del caserío de la localidad y ha mantenido a lo largo del tempo su
condición de edificio aislado, sin ninguna construcción adosada, aunque, eso
sí, vio transformada su estructura durante el transcurso de los años.
Al exterior se distingue una iglesia de una
nave, con cabecera compuesta de tramo recto y curvo, y una serie de añadidos en
todos los flancos; así a mediodía, dentro de un atrio acotado, se sitúa el
acceso principal a través de un cuerpo construido en el siglo XVIII; en este
mismo costado, pero a los pies, se alza una torre que según una inscripción se
comenzó a mediados del siglo XVI. Estas reformas también afectaron a la altura
de la nave y al sistema de cubiertas, lo que provocó que al pasar a tener mayor
altura y cambiar la presumible armadura de madera por bóvedas se hicieran
necesarios unos contrarrestos como los que se encuentran en el lado norte, en
forma de contrafuerte.
En el tramo curvo de la cabecera, organizado
por semicolumnas e impostas en cuatro cuerpos y tres calles, se encuentra gran
parte de la riqueza ornamental de este templo. Las columnas se disponen sobre
un alto basamento de perfil superior abiselado que da paso a un plinto que sos
tiene la basa compuesta de toro inferior muy achaparrado, escocia y toro
superior que comunica ya con el fuste; éste no presenta decoración y por dos
veces es trasdosado por impostas –que luego se verán– a distinta altura, rematando
en unos capiteles ornamentados con diferentes motivos. El meridional de estos
luce una pareja de leones dispuestos simétricamente sobre un fondo que parece
de hojas; lo que debe ser una escena dinámica presenta aquí cierto estatismo
por lo forzado de la postura de los animales al tener que adaptarse
perfectamente al volumen de la cesta, así como por su tratamiento anatómico
fruto del desconocimiento real del animal, del recurso a modelos estereotipados
y la disposición de los cuartos delanteros en complejo escorzo.
El capitel de la otra columna está dedicado a
motivos vegetales, donde hojas lisas y carnosas, con diferentes perfiles,
presentan sus puntas vueltas de las que cuelgan piñas y frutos. Cada una de las
tres calles originadas por estas columnas cuenta con un vano ricamente
ornamentado, organizados verticalmente entre las líneas de imposta, ambas
profusamente decoradas; la inferior con el perfil de filete y chaflán, orna
este último con un conocido motivo de tallo ondulante que dispone en los
meandros carnosas folias; la superior por su parte, en forma de listel y
caveto, luce con trabajo a bisel un motivo encadenado de pentapétalas acogidas
en carnosos tallos de marcado nervio.
Los vanos presentan todos la misma composición
cobijando una esbelta abertura a modo de estrecha saetera; se trata de un arco
doblado de medio punto trasdosado por una chambrana de perfil abiselado, todo
ello profusamente decorado y ornamentado.
De este modo, el guardapolvos presenta unos
carnosos tallos con abundancia de florones y piñas, con la singular presencia
de cabecitas humanas en los salmeres, mientras que la arquivolta exterior,
entre sus perfiles de filete y estrecho baquetón liso, luce un motivo vegetal
similar al visto en la imposta superior, aquí más denso y delicado. Por su
parte, la interior alterna estrechos listones con boceles que trasdosan un
perfil cóncavo; apea este conjunto en jambas y columnas estilizadas, estando
estas últimas compuestas de plinto, basa de perfil ático, fuste monolítico y
ornado capitel, en los que se van exponiendo variedad de motivos. En sucesión
de vanos de mediodía a septentrión, y de capiteles, de izquierda a derecha, se
pueden observar: una pareja de águilas –la del intradós muy deteriorada– que
atacan a una liebre, una pareja de arpías, escena de la Matanza de los
Inocentes, lucha de guerreros, hombres atacados por serpientes, escena de
guerreros.
Ruiz Montejo atribuye a estos vanos la
singularidad de contar con pequeños tímpanos decorados, proponiendo además la
ascendencia burgalesa de tales motivos; presentan estas piezas, de sur a norte,
un combate de guerreros, un grifo y una lucha entre caballero y oso.
En cuanto a la cornisa, hay que distinguir
entre el tramo recto y el curvo; el primero es mucho más sobrio y austero y en
él se conserva la cornisa de perfil abiselado sostenida por canes de nacela,
los del muro norte sin más ornamentación, mientras que a mediodía se distinguen
diversos motivos tallados. De este modo, se aprecian una pareja humana muy
deteriorada y tres cabezas –dos de ellas con pelo largo y la otra con cofia–
siendo lisos el resto de los canes.
En cuanto a las metopas, dos de ellas aparecen
ornamentadas con círculos decorados a bisel, otra con un león inscrito en un
círculo en la típica disposición de volver la cabeza y elevar la cola sobre el
lomo una vez ha pasado por entre las patas, rematando el conjunto una
tetrapétala de carnosas hojas de perfiles sinuosos y marcados nervios enmarcada
en un rectángulo.
El tramo curvo por su parte dispone de todo un
repertorio de motivos tallados, tanto en los canes como en las metopas.
Empezando por los primeros y siguiendo un orden de sur a norte, se aprecian: en
la primera calle, personaje con caperuza bebiendo, hombre con barrilillo, otro
bebedor, personaje cargado con saco y pareja copulando; la segunda empieza con
una mujer mostrando sus vergüenzas, representación masculina deteriorada, un
rústico mostrando un desproporcionado falo erecto, cabeza masculina barbada y un
hombre desnudo; en la tercera calle únicamente se emplea el perfil de nacela.
Por lo que respecta a las metopas, siguiendo el
mismo orden, se observan: en la primera calle, una roseta, ave picando a
cuadrúpedo, personaje tocando el cuerno, un pavo real inscrito en círculo,
músico tocando un instrumento con arco, completándose la serie con una pieza
lisa; en la segunda calle, ya se ven dos piezas lisas, sin motivo ornamental,
mientras que aquellas decoradas presentan flores, un león dentro de un círculo
y la representación de un cantero; la tercera calle carece de motivos ornamentales.
Conserva este templo, de desigual manera, las
portadas meridional y septentrional; la primera de ellas, protegida por un
pórtico cerrado, ha sido renovada y remontada, especialmente en el trazado de
sus arcos, conservando los apeos mutilados piezas de interés. Dos jambas
acodilladas por lado cobijan una columna y sostienen un arco de medio punto
apeando en las columnas la arquivolta intermedia, de grueso baquetón. Se
componen estos apeos de una basa con un toro aplastado en la parte inferior, un
marcado listón y una escocia que remata en el toro superior, todo ello situado
sobre un plinto con decoración de puntas de clavo y un basamento con perfil de
chaflán.
Los capiteles de estas columnas debieron lucir
una ornamentación de interés, pero hoy se muestran muy maltratados; a la
izquierda se distinguen varios personajes en procesión en dirección a un lugar
donde se sitúa una cruz, junto a otro personaje que parece llevar un ave en el
brazo. A la derecha, también muy dañado, un personaje con trabajadas barba y
melena en cada cara se dispone simétricamente con respecto al ángulo, con una
mano en la cintura y elevando la otra.
La portada septentrional que durante un tiempo
estuvo oculta, posiblemente desde que hubo que reforzar este muro con
contrafuertes, está compuesta de un triple arco de medio punto enrasado con el
muro, que apea en jambas y columnas alternativamente, la arquivolta exterior
presenta un triple baquetón en zigzag, la intermedia un bocel y la interna, con
perfil quebrado, luce una flor octopétala inscrita en un círculo cóncavo en
cada dovela, siguiendo aparentemente el modelo de portada de arcos lobulados que
se puede ver en las iglesias de Duratón, Turrubuelo o El Olmo.
La imposta presenta un perfil de filete y
bisel, contando este último con una decoración de tallos moldurados
entrelazados formando clípeos donde se cobijan tetrapétalas de largas, lisas y
puntiagudas hojas. Conserva además esta portada los capiteles, el derecho en
mejor estado; se puede distinguir por tanto la presencia de un esbelto grifo y
lo que parecen los restos de su pareja simétrica.
Al otro lado, una singular escena ocupa el
capitel con lo que parece ser la representación de tres figuras, dos femeninas,
una masculina, entre motivos vegetales que parecen querer representar un marco
espacial, en lo que sería una escena juglaresca.
Ya en el interior del templo, la cabecera es la
parte que de manera más completa conserva correspondencia con lo visto al
exterior; de esta manera, un arco triunfal doblado de medio punto comunica la
única nave, en la actualidad cubierta por yeserías barrocas, con un presbiterio
que cuenta con una bóveda de medio cañón, mientras que el ábside hace lo propio
con una de horno, todo ello construido en sillería y organizado por un fajón
también de medio punto.
El arco triunfal apea en una semicolumna
dispuesta sobre basamento, con plinto de garras geométricas, con basa de doble
toro, el inferior de mucha mayor anchura lo que le hace ser achaparrado,
separados por una escocia. Un fuste de tambores remata en unos capiteles con
diferentes motivos; el de la izquierda representa una pareja de aves, con las
alas explayadas que juntan sus garras al igual que debían hacerlo sus picos, en
una escena que transmite dinamismo, quizá lucha. Al otro lado, la cesta, muy
deteriorada, parece lucía decoración vegetal, con unas hojas similares a las
vistas en la arquería ciega del tramo recto de la cabecera de Castillejo de
Mesleón. La imposta se decora con un motivo de hojitas triangulares lisas,
organizadas en dos planos en lo que se refiere al chaflán, dejando liso el
filete, tanto en el tramo recto como en el curvo, produciéndose la transición
entre ellos por un sencillo codillo, situándose en la parte baja del tramo
recto un arco ciego a cada lado.
Resultan sin duda las piezas más interesantes,
a pesar de la dificultad de su visión y del acceso fragmentario que se tiene de
la misma, los vanos conservados tras el retablo, de factura muy similar a los
del exterior, pero habiendo conservado aquí la talla sin duda de mejor manera,
o de mucha mejor manera. Por lo que se puede apreciar, los vanos parecen contar
con la misma composición y molduración, con la diferencia de añadir la imposta
de hojitas triangulares en la parte superior; serían por tanto arcos doblados
de medio punto trasdosados por chambrana ornada de motivos vegetales con
cabecitas en los salmeres, todo ello a partir de una imposta de palmetas. Estos
vanos cuentan también con unas columnas de estructura idéntica a las del
exterior y con unos capiteles donde se conserva el testimonio de la mano del
artífice que trabajó en esta cabecera. Actualmente sólo se pueden apreciar, no
sin dificultad, los correspondientes al vano central, distinguiéndose en el de
la izquierda un dragón, que posiblemente está acompañado de otro en la otra
cara, no visible, y en el de la derecha tres cuadrúpedos de difícil
identificación, todo ello de buena talla.
Ubicada a día de hoy en el pórtico de acceso,
se encuentra la pila bautismal, con perfil de media naranja, decoración de
gallones organizados por un perfil moldurado, rematando en la embocadura con
una cenefa lisa señalada por una acanaladura recta. Sus medidas exteriores son
de 108 x 54 cm y está sostenida por un tenante moderno; su traza, aunque
siguiendo modelos medievales, podría datarse perfectamente en época renaciente.
En una pequeña capilla abovedada a los pies, se conserva un canecillo descontextualizado,
que luce una sencilla cabecita humana.
García García recoge un documento de 1644 en el
que se reproduce el contrato para construir la iglesia de Sequera; como este
autor bien señala no se trata de una construcción sino de una reconstrucción y
la efectuaron cinco vecinos de Condado de Castilnovo, habiendo un precio fijado
en 12.000 reales. La primera mitad del siglo XIII es la cronología que se debe
corresponder a la datación de este templo, correspondiendo con la que le
atribuye Ruiz Montejo a partir de su escultura.
Cerezo de Arriba
Incluida en un paisaje de alta montaña, con la
proximidad incluso de una estación invernal, se encuentra la localidad de
Cerezo de Arriba, distando alrededor de 65 km de la capital en dirección
noroeste. Se llega a través de la carretera que lleva de Segovia a Soria,
siendo necesario recorrer unos pocos kilómetros de la Nacional I, antes de
coger el desvío hacia Riaza, localidad próxima.
Se encuentra muy cercano a Somosierra, siendo
regadas sus tierras por diversas corrientes que tienen allí su origen y que van
a desaguar al río Duratón, entre estas destacan el arroyo de la Garganta o el
de los Chorrillos. Paralelamente a la sierra recorre esta comarca la Cañada
Real Soriana Occidental, convirtiendo al término de Cerezo de Arriba en
tradicional tránsito de personas y ganados. La influencia que tuvo la
repoblación de origen burgalés en esta comarca, así como la presencia en
aquellas tierras de una localidad con el mismo topónimo, llevan a Siguero
Llorente a proponer una línea de relación directa; su nombre es testimonio de
la abundancia de aquel frutal en las tierras citadas.
En 1247, existen referencias a esta localidad
ya con esta denominación, pero en su forma romanceada de Çerezo de Suso,
perteneciendo al ochavo de Castillejo, dentro de la comunidad de Sepúlveda,
tierra que según Fernández Viladrich nació de manera espontánea, después de la
repoblación definitiva de Alfonso VI en el siglo XI. La misma denominación se
encuentra todavía en documentos de mediados del siglo XV –elenco de visitas
pastorales– o en otros ya cercanos al siglo XVI –disputas con el concejo de
Sepúlveda acerca de perjuicios que supuestamente aquel le ocasionaba.
Iglesia de San Juan Bautista
La iglesia de San Juan Bautista se encuentra
dentro del caserío de la localidad, en la parte meridional, sin construcciones
adosadas y con un atrio acotado en el terreno de mediodía. Es este un templo de
una nave, con cabecera absidal, en el que el paso del tiempo le ha hecho trocar
su aspecto, conservando sin embargo destacadas piezas de su fábrica original,
principalmente en la parte oriental.
Al exterior se conserva íntegramente la
cabecera, compuesta de tramo recto y tramo curvo, organizados por un codillo;
como ocurre también en Castillejo de Mesleón, el cuerpo bajo del ábside está
enfoscado posiblemente por ser de mampostería, al igual que los paramentos del
tramo recto, siendo de sillería tanto el cuerpo alto del ábside como todas las
cornisas, esquinales y vanos. En altura, tres impostas organizan los cuatro
cuerpos de los que se compone, la inferior de baquetón, la intermedia con listel
y chaflán y la superior, que coincide con los cimacios de los vanos, con
motivos vegetales de conocido tallo ondulante, de apariencia lisa, a cuyo
perfil se adaptan perfectamente unas hojas también lisas que a su vez son
origen de unos frutos rayados que rematan sobre el tallo.
Son tres los vanos de la cabecera y de idéntica
composición que no ornamentación; un arco doblado de medio punto es trasdosado
por un guardapolvos de tacos, presentando arista viva la arquivolta exterior y
baquetón la interior. Los apoyos son columnas de fuste monolítico situadas
sobre basas desornamentadas compuestas por la secuencia toro, escocia, toro,
sobre plinto con bolas en las esquinas.
Todos los capiteles están trabajados; así en el
vano más meridional –hoy cegado– se encuentran una pareja de aves afrontadas
con las patas sobre el astrágalo y un fondo vegetal de tallos rematados en
volutas. Frente a este, en el correspondiente a la otra columna, dos arpías
cruzan sus cuellos en posición invertida y juntan sus picos a la altura del
astrágalo. Sus alas están trabajadas en bandas de pequeñas incisiones rectas,
mientras que las enroscadas colas lucen trabajo de trépano, ocupando la parte superior
de la cesta deteriorado caulículo. A la izquierda, en el vano central, se
repite el motivo de la pareja de aves que contraponen cuerpos y cabezas,
estando unidos sus cuellos por un lazo trepanado; a la derecha, la cesta con
tiene dos parejas de seres híbridos, grifos, que aparecen erguidos sobre sus
cuartos traseros, apoyando los delanteros en un tallo que los cruza a media
altura, con sus cabezas afrontadas y las alas, que les salen de los cuartos
delanteros, también cruzadas. Las sirenas es el motivo trabajado en el vano
septentrional, en dos versiones; a la izquierda como híbrido entre humano y
pez, a la derecha entre humano y pájaro, todo trabajado a bisel, recordando el
plumaje ejemplos burgaleses.
La cornisa, tanto en el tramo recto como en el
curvo, presenta perfil de nacela y canes ornamentados, aunque el estado de
conservación de alguno dificulta su identificación; en el tramo recto de
mediodía se distinguen un reptil enroscado, una deteriorada pareja de lo que
parecen deterioradas arpías, un centauro con arco, que vuelve su torso para
disparar, una máscara monstruosa, representaciones humanas (una de cuerpo
entero, otra muy deteriorada y una cabeza con rasgos negroides). Al otro lado
del tramo recto la variedad es menor, ya que allí alternan canes con perfil de
nacela con otros que representan cabezas animales (cerdo, toro) y uno con una
hoja lisa de punta vuelta. La cornisa del tramo curvo es la más dañada, además
es interesante comprobar cómo en su arranque meridional el perfil de la cornisa
y las cobijas iban ornamentadas con tetrapétalas y hexapétalas inscritas en
círculos, respectivamente. Entre los deteriorados canes, se aprecian
representaciones animales y humanas (toro, ciervo, cerdo, junto a diferentes
personajes de difícil identificación), cabezas, bolas, modillones…
Como ya se ha dicho, el templo vio reformada su
fábrica original, este es el motivo de haber perdido la portada, de contar con
un pórtico cegado a mediodía, de haber visto recrecer su nave en la parte
occidental o de lucir una torre en la parte septentrional, obras que fueron
dejando su huella en los muros de caja, realizados en mampostería con refuerzos
de sillería en las esquinas.
En el interior, después de las transformaciones
señaladas, se encuentra la iglesia de una nave, cubierta con armadura de
madera, con un presbiterio al que se accede a través de un arco triunfal
doblado de medio punto, con gran luz, compuesta por tramo recto y curvo, hoy
sin solución de continuidad al no presentar ningún fajón. Este arco triunfal,
con dovelaje bícromo, apea en semicolumnas adosadas de fuste liso sobre unas
basas de perfil ático dispuestas sobre plinto. Este interior no iguala la
riqueza decorativa vista en el exterior, caracterizándose por una mayor
austeridad, así como rudeza en el trabajo de los diferentes motivos; los arcos
son de arista viva y las impostas tienen un modesto perfil abiselado, salvo las
correspondientes a los cimacios de los capiteles, donde se aprecian roleos
vegetales de gruesos tallos y entrelazos con motivos de ocho, ocupando los
espacios generados ramilletes de hojitas perladas. El capitel de la izquierda
refleja el tema de Daniel en el foso de los leones, destacando lo imaginativo
de la representación y lo rudo de su talla; en la parte superior de la cesta
remates avolutados ocupan las esquinas y cabecitas humanas se disponen en el
centro. El de la derecha representa dos parejas de leones mostrando su fiereza
con las patas apoyadas en el astrágalo y las colas, después de pasar entre sus
patas, se disponen en lo alto de la cesta con abultadísimo remate apiñonado. En
las aristas se encuentran cabezas humanas luciendo tocados.
El tramo recto organiza su paramento con un
arco ciego a cada lado, dispuso de un banco corrido con perfil de bocel y
únicamente se ornamenta con una imposta de filete y chaflán, a modo de cimacio.
A los pies del templo, en el sotocoro, se
encuentra la pila bautismal, de traza románica. Tiene unas medidas exteriores
de 107 x 62 cm de vaso y está sostenida por un tenante de 29 cm, el cual es
liso frente a la copa que se decora con una teoría de gallones, doce, planos y
de medio bulto.
Por todo lo visto, parece que la cronología en
la que debe situarse este templo debe acercarse al primer tercio del siglo
XIII.
Castillejo de Mesleón
Localidad situada a cerca de 70 km al noreste
de la capital, en terrenos emplazados a más de mil metros de altitud, con la
proximidad del Pico Carboneras. Sus tierras son regadas por el río Serrano,
resultado de la suma de las aguas de los ríos Serrano de San Benito y Valseco,
que naciendo en las proximidades de La Pinilla, se reúnen en las proximidades
de Sotos de Sepúlveda, pedanía de Castillejo.
Como señala Represa Rodríguez, se trata de una
de las localidades que mediando en siglo XIII mantiene en su denominación
referencias a castillos o fortalezas, junto a otros como Castriel Xemeno,
Castriel Serrazin, Castil de Terra, Torre Adrada o Torre de
Don Gutierre… Siguero Llorente por su parte lo traduce como “pequeño
castillo de Mer León”. Se encuentran referencias documentales ya en el
siglo XII; de este modo se puede constatar cómo Alfonso VIII en 1179 hace
donación a su vasallo Martín González de la sernam illam de Mislion,
referencia repetida poco más tarde, en la que el mismo monarca dona al mismo
Martín González y su familia, entre otras cosas, las villas de Beleña,
Monterro, Minaya, et concedo in Sepulvega sernam de Misleo. Ya a
mediados del siglo siguiente, se puede localizar en la relación que realizó en
cardenal Gil de Torres para aclarar las cantidades que debía aportar cada
parroquia en concepto de prestimonios para el sostén de la mesa episcopal.
Pertenece a la comunidad de Sepúlveda y se
integraba en el ochavo que lleva su nombre, emplazándose en su término el
despoblado de Santa Inés.
Iglesia de Nuestra Señora de La Asunción
Esta iglesia se encuentra ubicada a las afueras
de la localidad, aislada y actualmente entre dos carreteras, el antiguo y el
moderno camino de Francia –como tradicionalmente se le ha denominado–, la
Nacional I. Goza por tanto de un entorno despejado y cuenta con el cementerio
adosado a su costado septentrional. Las celebraciones religiosas de esta
localidad se realizan en la ermita de San Roque, situada dentro del caserío,
destinando el templo de Nuestra Señora de La Asunción a celebraciones
especiales o esporádicas.
Declarada Monumento en 1995, se trata de una
iglesia de una nave marcada en altura, con cabecera absidal, compuesta de tramo
recto y tramo curvo, que posteriormente vio modificado su aspecto al añadírsele
un pórtico cegado –posiblemente aprovechando la estructura de uno anterior
abierto–, la sacristía al norte de la cabecera y la espadaña con el husillo que
alberga la escalera de acceso a los pies.
La cabecera se compone, como ya se ha dicho, de
tramo curvo absidal y recto presbiteral, organizados por un codillo; el primero
se dispone en dos cuerpos, el inferior enfoscado en su totalidad y posiblemente
de mampostería, hasta llegar a una imposta con doble acanaladura, situándose
sobre esta el segundo cuerpo, todo de sillería, donde en la actualidad se
encuentran dos vanos aunque todo parece señalar que existió un tercero en el
centro que no pudo soportar posteriores reformas, concretamente en 1689, según
señala una inscripción.
Los vanos que se mantienen son de idéntico
aspecto y seguramente el mismo que debió tener el que le falta, formándose a
partir de un arco doblado de medio punto, el exterior de arista viva y el
interior con arista redondeada delimitada por una incisión.
El conjunto aparece trasdosado por una
chambrana de tacos, mismo motivo que se emplea en la imposta que recorre el
ábside a la altura del cimacio de los vanos. Mientras el arco exterior apea en
pilastras formando parte del propio paramento absidal, el interior lo hace en
columnas de canónica disposición, sobre un plinto prismático se levantan unas
basas de perfil ático que sostienen unos fustes lisos y monolíticos que hacen
lo propio con unos capiteles troncocónicos invertidos. A partir de un collarino
abocelado, la cesta se llena con diversos modelos de altas hojas lisas de
escaso modelado, salvo unas leves incisiones marcando algunos nervios o
perfiles.
La cornisa, de nacela, es sostenida por una
serie de canecillos con diferentes y variados motivos, que van desde cabezas
animales y humanas, modillones, hojas con frutos o la punta vuelta, perfiles de
nacela o proa de barco y que se repetirán a su vez en el tramo recto,
construido en mampostería, reservando la sillería para las esquinas y la
cornisa.
El muro septentrional aparece completamente
enfoscado salvo su cornisa, en la que se repiten modelos de canecillos ya
vistos en la como los de hojas, proa de barco o caveto, junto a otros de mayor
singularidad; estos últimos son dos y aparecen ornamentados uno con un
cuadrúpedo con silla de montar y el otro con un guerrero en disposición de
caminar luciendo celada y escudo.
En el costado meridional, el pórtico citado más
arriba, cerrado y con abundante presencia de piezas reutilizadas –canecillos,
fustes, perfiles abocelados…–, protege el acceso al templo y oculta en parte un
paramento del que sin embargo sí es visible la cornisa; en ella, como se veía
en el muro opuesto, se repiten formas ya citadas pero también se conservan
otras de mayor singularidad, que en este caso, en número de tres, lucen la
representación de un homínido, un hombre bebiendo de un barrilillo, con la característica
especial de situarse de manera invertida a lo que viene a ser lo habitual, y
una cabeza de bóvido. Este alzado permite apreciar la que sería longitud
original del templo, antes de añadírsele la espadaña para las campanas y su
aledaño husillo de acceso, hoy ubicados en la parte más occidental.
En el interior del pórtico, donde también se
aprecian piezas reutilizadas, se encuentra la portada de acceso a la iglesia,
pieza de interés, magníficamente conservada. Se dispone en saledizo en relación
al muro y se compone de un vano de medio punto formado a partir de un arco de
cinco arquivoltas trasdosadas por un guardapolvos, de ornamentación muy similar
a la vista en las impostas del exterior de la cabecera de la cercana localidad
de Cerezo de Arriba, y que se repite a la altura del cimacio. Las arquivoltas
alternan los perfiles de arista viva con otros de grueso baquetón, de igual
manera que sus apeos, ya que las piezas aboceladas lo hacen en columnas,
mientras que el resto lo hace en jambas acodilladas.
Las columnas se sitúan sobre un basamento,
donde está dispuesto un doble plinto, el inferior de arista achaflanada, el
superior prismático, que da paso a una basa de perfil ático, con doble toro y
escocia intermedia. Los fustes lisos, monolíticos y posiblemente fruto de la
restauración de los años noventa del pasado siglo, dan paso a unos capiteles de
relevante calidad para el ámbito segoviano.
A la izquierda se encuentran una representación
de lucha de guerreros y una pareja de arpías, aquí con cabeza masculina. Al
lado contrario, un guerrero con cota de malla hace frente a un grifo, mientras
la escena es observada por una cabeza que se asoma tras el grifo, con cuello
largo y que podría corresponder a una arpía. El último de los capiteles parece
referirse a un hecho relacionado con la Matanza de los Inocentes, según Ruiz
Montejo; siguiendo a esta autora, las dos mujeres representadas estarían asesinando
a sus hijos para que no cayeran en manos de Herodes. Este tema aparece también
en la iglesia de Sequera de Fresno, señalando la autora citada más arriba la
procedencia burgalesa, concretamente del valle del Sedano, de esta iconografía.
Los capiteles son iguales a ambos lados del arco; las columnillas presentan unas hojas de punta vuelta con marcados nervios y abundante trabajo de trépano, sobre la que se sitúa una pareja de flores tetrapétalas inscritas en círculos, mientras que las semicolumnas repletan la cesta de diversas hojas y tallos, de apariencia bastante plana, toda la superficie trabajada también con trépano.
El interior del templo es de una nave, cubierto
con armadura de madera salvo la cabecera. Cuenta con un arco triunfal doblado
de medio punto, con guardapolvos e imposta de tacos, luciendo perfil de bocel
la arquivolta exterior y arista viva la interior. El sistema de apeos tiene la
singularidad de incluir una pequeña columna en esquina para recibir el
baquetón, mientras que la arquivolta inter na descansa en la más común solución
de semicolumna adosada. Los apoyos son iguales para ambos apeos, contando con un
basamento, plinto achaflanado y basa de perfil ático, que en el caso de las
columnillas resulta del todo desproporcionado.
Conserva el presbiterio restos del banco
corrido que debió disponerse en toda su extensión, al igual que lo hace la
imposta de tacos que señala el arranque de las bóvedas, de medio cañón en el
tramo recto y horno en el curvo, organizadas por un fajón de medio punto. El
tramo recto cuenta además con la presencia de un arco ciego de medio punto por
lado, que apea en columnas cuyos capiteles vegetales recuerdan lo visto en las
ventanas exteriores. Las diferencias tan marcadas en la calidad de la talla
hacen pensar en varias manos, una en la cabecera y las cornisas tanto por
dentro como por fuera, y otra dedicada a la portada.
Ubicada ahora en el pórtico, se encuentra una
pila bautismal de gran tamaño; su decoración se reduce e unos abultados
gallones, en número total de dieciséis, enmarcados por un listón, sin ningún
otro motivo o moldura, siendo sus medidas exteriores de 140 x 63 cm y
situándose sobre un tenante liso de pie abocelado de 34 cm.
Ruiz Montejo considera este templo, en lo
escultórico, “un islote en medio de un taller articulado”, islote que “rompe
la uniformidad artística que se extiende por toda la cuenca del Duratón”,
proponiendo sin embargo una cronología no lejana a la de aquel taller, siendo
esta el primer cuarto del siglo XIII.
San Pedro de Gaíllos
A unos 15 km de Pedraza, esta localidad se
encuentra en el límite entre las tierras pertenecientes a Pedraza y la comarca
de Sepúlveda. Históricamente ha pertenecido a ésta última enclavada dentro de
la Comunidad de Villa y Tierra en el ochavo de Cantalejo. Su origen documental
más remoto lo encontramos en un documento de 1247 conservado en el archivo de
la Catedral de Segovia en el que esta población se denomina Sant Peydro de
Gafiellos y pagaba al cabildo veinticinco maravedís y tres sueldos, una
cantidad alta lo cual nos indica que debió ser una población bastante
importante. A finales del siglo XIII, en torno a 1296, las posesiones que el
cabildo de Segovia poseía en San Pedro de Gaillos eran un huerto, quatro
pedaçuelos de prados, dos solares que están en uno; el uno está fecho e
el otro caydo. Los clérigos del cabildo poseían también viñedos en la
población puesto que una sentencia del 18 de enero de 1454 condena a Juan
Sánchez y Catalina Sánchez, vecino de Sepúlveda, a trabajar durante cuatro años
en las viñas por haberlas deteriorado anteriormente.
Para Siguero Llorente el topónimo sería traído
por repobladores de una zona de Burgos llamada Valle Gahiellos, una zona
que sabemos de su existencia porque se menciona en el cartulario del
desaparecido monasterio de San Pedro de Gumiel, al sur de la provincia. Gahiellos
sería el diminutivo de gafo o gaho nombre que se le daba en la Edad Media a la
lepra. No significa que este pueblo segoviano fuese repoblado o estuviese en su
origen lleno de leprosos sino que simplemente se trasladó a Segovia el nombre
por las gentes de esa zona burgalesa. Sin embargo Gómez Nieto y Barrio Álvarez
encuentran otro significado para Gaíllos y lo hacen derivar de Gailla o “extremidad
superior de las ramas”, un topónimo abundante en la zona altonavarra y en
la provincia de Vizcaya que pudo ser traído igualmente por repobladores venidos
de aquellas tierras.
Iglesia de San Pedro
La iglesia está ubicada en pleno casco urbano
al borde del camino que conduce hacia Cantalejo, rodeada de un petril de piedra
decorado con grandes bolas y precedida de un pequeño jardín.
Exteriormente presenta un aspecto muy sencillo
con una cabecera doble, nave única y torre y pórtico adosados en el lado sur.
El ábside central se construye empleando mampostería en la parte inferior,
actualmente oculta bajo una capa de enfoscado, que contrasta con la buena
sillería con la que se construye la parte superior del ábside, las ventanas y
los canecillos.
Asimismo el tramo presbiterial visible hoy día,
también permanece enfoscado y tan sólo se puede constatar la existencia de
sillares empleados en la esquina. Las tres ventanas que animan el tambor del
ábside central siguen una misma tipología formadas por una ventana saetera,
cegada actualmente, decorada con un arco de medio punto sobre cimacios de
nacela con columnas de fustes lisos, basas con grueso toro inferior, escocia y
toro superior delgado de perfil rectangular; el único punto en el que difieren unas
ventanas de las otras es en la decoración de los capiteles que coronan las
columnas: en la ventana más meridional se representan dos grandes aves de
grandes colas, se asemejan a pavos, que están picoteando un pequeño fruto
esculpido en la esquina del capitel.
El espacio existente entre las aves se rellena
con dos tallos entrelazados que luego se separan para terminar en dos grandes
hojas trilobuladas. La otra cesta de la ventana está muy desgastada y es
imposible la identificación del motivo iconográfico tallado.
Los capiteles de la ventana central llevan
tallados uno de ellos una pareja de aves con las alas desplegadas que estiran
sus cuellos hacia la esquina para alcanzar un fruto mientras que en el otro una
pareja de grifos rampantes tuercen sus cuellos para picotearse las alas. Ésta
última cesta se repite en otras iglesias de Segovia como los templos de Revenga
o Tenzuela y creemos que tiene su origen en el taller de Fuentidueña.
En la ventana de la parte norte los capiteles
cambian un poco, mientras que uno de ellos está totalmente destruido siendo
imposible reconocer nada, el otro es una cesta de temática vegetal con hojas
lisas de diferentes tamaños algunas de las cuales se encuentran divididas en
dos más pequeñas. Todo el perímetro de la cabecera está recorrido por una
cornisa decorada con tres filas de billetes y sostenida por una colección de
canecillos la mayoría de ellos muy desgastados sobre todo los de la parte
central del ábside pero entre los que se pueden distinguir la representación de
un saltimbanqui, águila, hombre llevando un animal a la espalda, un lector con
una especie de capirote en la cabeza, o dos bustos femeninos con unos tocados
semejantes a los turbantes.
El segundo ábside de la iglesia, ubicado al
norte del principal, es una construcción románica que presenta un perfil
poligonal construyéndose con mampostería reforzada por sillares ubicados en
cada esquina, con una ventana rectangular en el lado este. Este ábside es la
culminación de una pequeña estancia que se le añadió a la iglesia que
actualmente sirve de sacristía pero que en origen es posible que sobre él se
levantase la primitiva torre del templo. En cuanto al perfil poligonal de su
planta se encuentra también en la iglesia de San Andrés de la capital.
La nave de la iglesia se encuentra rehecha
principalmente el muro occidental, la parte alta del muro sur, y la totalidad
del muro norte al cual se añadieron potentes contrafuertes para sostenerlo. La
torre ubicada en el ángulo suroccidental fue realizada en 1749 sobre otra
anterior que se encontraba en el mismo lugar y que se derrumbó por falta de
cimentación. Está construida con potentes sillares resaltados en las esquinas y
mampostería para el resto del muro que se oculta con un enfoscado en el que se
imita el despiece de los sillares.
Quizás el elemento más elegante y distinguido
de este templo sea su pórtico, añadido por el lado meridional no mucho tiempo
después de concluir el edificio. Se accede a él por dos entradas situadas en
los lados sur y este.
La portada sur está formada arco de medio punto
adornado con una decoración en la que se alternan delgados boceles entre medias
cañas con boceles quebrados o en zigzag que se repiten en otras iglesias de la
provincia como Sotosalbos, Perorrubio, o San Juan de Orejana. El conjunto se
protege con una chambrana adornada con un finísimo bocel y una moldura de
perfil de caveto que descansa sobre dos cabecitas colocadas a la altura del
salmer muy deterioradas. Este esquema que se repite por la parte interna de la
portada en dónde las cabecitas presentan un mejor estado de conservación.
El acceso oriental es muy similar, empleándose
de nuevo los baquetones quebrados aunque la mayoría de las piezas son de nueva
factura colocadas probablemente durante la restauración. Señalar también como
la esquina del pórtico es achaflanada decorada con una columna coronada por
capitel sencillo de grandes hojas puntiagudas con nervios muy marcados.
Las arquerías del pórtico se disponen dos a
cada lado de la entrada sur; Aunque son arquerías de diferente perfil (mientras
que los más orientales son apuntados los de la parte oeste son de medio punto)
ambas apoyan en columnas pareadas y éstas a su vez en un banco corrido de
arista abocelada.
Comenzamos la descripción de los capiteles de
este a oeste encontrándonos primeramente con una cesta en la que se tallan dos
figuras demoníacas en la parte central con rostros desfigurados, cuernos,
joroba, y grandes alas para simbolizar ser ángeles caídos. En la cara lateral
norte aparecen dos figuras con vestido largo y capas, una de ellas con las
manos unidas en actitud orante cuyo significado desconocemos. La cesta lleva
también cimacio de flores octopétalas inscritas en clípeos perlados. A continuación
encontramos uno de los capiteles más representativos de esta iglesia,
relacionando este trabajo escultórico con el maestro que trabajó en Duratón. En
una de las caras aparece tallado uno de los reyes montado a caballo quizá para
simbolizar el largo viaje realizado; en la otra cara los tres reyes acuden a
entregar sus presentes al Niño.
Las figuras se cobijan bajo arquitos apuntados
sostenidos por columnas helicoidales y con las enjutas decoradas con edificios.
Dos de ellos permanecen de pie mientras que el primero se arrodilla para
entregar su presente a la Virgen con el Niño, figuras éstas últimas hoy día
desaparecidas. El cimacio se decora con un tallo vegetal ondulante del que van
surgiendo pequeñas piñas. El tema de la Epifanía se repite de forma invariable
no sólo en la iglesia de Duratón antes mencionada sino por ejemplo también en Sotosalbos.
El siguiente capitel es uno de los peores conservados siendo solamente visible
una pequeña figura en una de las caras laterales vestida con un manto echado
sobre un hombro y una melena ondulada con raya al medio. El cimacio es muy
sencillo con una cinta vegetal que se entrelaza formando nudos. La profesora
Inés Ruiz Montejo cree que puede tratarse del ángel de la Anunciación
representándose originalmente en el capitel la historia del Nacimiento de
Cristo que formaría el ciclo de la Navidad junto con el capitel de la Epifanía
a semejanza de lo que ocurre en Duratón.
Los capiteles ubicados en la parte más
occidental del pórtico llevan tallados uno de ellos una cesta vegetal con hojas
de acanto dispuestas en dos filas y un fruto con forma de granada tallado entre
las hojas. En el cimacio se repite la decoración vegetal a base de hojas de
acanto de un tamaño mucho más reducido.
En el siguiente capitel se representa en los
lados este y oeste de la cesta dos guerreros combatiendo, vestidos con cota de
malla y protegiéndose con escudos en forma de cometa.
La representación del lado norte se ha perdido
pero es de suponer que fuera similar a lo representado en la cara sur del
capitel en la que se tallan dos guerreros vestidos igualmente con cota de malla
y que se pelean tirándose de las barbas. Algunos autores relacionan esta escena
con la representación de la discordia que reina entre los hombres. Esta misma
escena se repite en un capitel de la iglesia de La Higuera o en la Virgen de la
Peña de Sepúlveda.
En el último de los capiteles del pórtico, el
ubicado más al oeste, se tallan cuatro grandes arpías con patas de equino cuyas
pezuñas están apoyadas en el collarino de la cesta. En el cimacio se
representan flores de cuatro pétalos dentro de círculos.
Finalmente en el muro interior del pórtico
junto a la entrada sur del mismo, encontramos una losa embutida en el muro, que
aunque descontextualizada lleva la siguiente inscripción: AÑO DE 1506 FIZO
ESTA SACRISTANIA JUAN DE VALLADOLID.
El análisis del pórtico revela la existencia de
un único momento constructivo posterior a la realización del templo y en el que
interviene un maestro que conoce los trabajos del pórtico de la iglesia de
Duratón al que se le ha llamado Maestro de la Epifanía por la similitud que
existe entre los capiteles esculpidos con este tema en ambas iglesias.
La puerta de entrada al templo se sitúa también
en el lado meridional, protegida por el pórtico, bien conservada y ligeramente
adelantada respecto al muro de la nave. Está formada por un arco de medio punto
apoyado en jambas prismáticas y las dovelas tienen una curiosa decoración
geométrica a base de espirales, grandes florones de ocho y doce pétalos,
estrellas dentro de clípeos.
Presenta asimismo tres arquivoltas: la interior
adornada con una sucesión de óvalos dentro de los cuales se tallan dos
puntiagudas hojas, similares a las del roble, la siguiente de grueso bocel y la
más exterior decorado el intradós con una fila de ajedrezado y las dovelas con
un carnoso tallo del que van surgiendo flores en forma de capirote. El conjunto
se completa con una chambrana de perfil abilletado. Todas las arquivoltas
apoyan en jambas prismáticas a excepción de la media, que lo hace en columnas
de piedra rosácea sostenida por capiteles. En uno de aparecen representados dos
personajes a caballo, uno de ellos muy desaparecido, con las monturas ricamente
enjaezadas y cubiertos con un manto; una escena similar encontramos en un
capitel de la portada meridional de la iglesia de Duratón aunque en ésta última
uno de los caballeros porta un ave, quizá un halcón, que no vemos en San Pedro
de Gaillos.
La otra cesta tiene una escena de difícil
identificación en la que aparecen cuatro figuras, aunque sólo dos se conservan
completas, cobijadas bajo arquitos sostenidos por columnas helicoidales,
tallándose en la parte central un personaje sentado levantando su mano derecha.
La otra figura que se conserva la interpretamos como el ángel, vestido con
larga túnica hasta los pies, descalzo y con el dedo índice de la mano derecha
señalando un objeto irreconocible que porta en la izquierda. La portada está
coronada por un tejaroz sostenido por canecillos todos ellos muy desgastados
aunque todavía se pueden distinguir la representación de un ave, o una cabeza
de bovino.
El interior del edificio aparece muy
transformado y existen muy pocos vestigios que nos recuerden el origen románico
del mismo. La nave fue rehecha en estilo barroco a finales del siglo XVIII, en
1790 y costó 24000 reales de vellón. Tampoco se conserva la cabecera original
siendo sustituidas las bóvedas y solamente encontramos algunas piezas (sillares
con labra a hacha y boceles) reaprovechadas en la capilla ubicada en el lado
norte. El interior de esta capilla está configurado imitando las características
del estilo románico con un pequeño tramo recto que da paso al ábside a través
de un arco de medio punto sostenido por columnas con capiteles. Sin embargo,
todo el interior de la estancia fue realizado por canteros venidos de Sepúlveda
en el año 1884. Se conserva también dentro de esta estancia un retablo
neoclásico en el que se reaprovecharon algunas tablas del siglo XV del llamado
Maestro de los Claveles que fueron recuperadas tras la desamortización y que
originalmente estaba en el monasterio de la Hoz en las Hoces del Duratón.
Al final de la nave, arrinconada, encontramos
la pila bautismal del templo (127 cm x 98 cm x 10 cm) con un pie nuevo de
cemento y copa semiesférica decorada con dieciséis grandes gallones y sobre
ellos un grueso sogueado recorriendo toda la circunferencia de la copa.
En líneas generales y teniendo en cuenta que
muchos de los templos románicos de la provincia de Segovia presentan una
cronología bastante tardía, la fecha de construcción de esta iglesia podría
llevarse hasta las primeras décadas del siglo XIII.
El Olmo
La pequeña localidad de El Olmo se sitúa a unos
8 km al este de Sepúlveda, en un llano junto al río Mesleón o Serrano y el
cruce de los caminos que conducen a Riaza y Maderuelo.
Aunque la antigüedad de la ocupación del lugar
se remonta al menos a los primeros siglos de nuestra era, como prueban los
vestigios epigráficos romanos conservados en el interior, la primera referencia
a la localidad data de principios del siglo XIII, cuando aparece citada en 1204
como “Sancta Maria de Olmo” en el documento de concesión de los
préstamos para el vestuario otorgado por el obispo don Gonzalo a los canónigos
del cabildo segoviano. A mediados del mismo siglo, en el documento de reparto
de las rentas del obispado de 1247, se cita dentro del arciprestazgo de
Sepúlveda a “Sancta Maria del Olmo” aportando veintidós maravedís y
medio al sustento del cabildo. Pertenecía a la Comunidad de Villa y Tierra de
Sepúlveda, incluida dentro del ochavo de Bercimuel. En el siglo XVI aparece
citado como “Casa el Olmo”, dentro del ochavo de la Sierra de
Castillejo, aunque en lo eclesiástico sigue figurando como Nuestra Señora del
Olmo, iglesia aneja a la de Barbolla. Eran barrios unidos a El Olmo los hoy
arruinados de Corralejo y Villarejo, que formaban concejo junto al de Santa
María del Olmo. Desde mediados del siglo XIX es un anejo del ayuntamiento de
Barbolla.
Iglesia de Nuestra Señora de la
Natividad o de la Virgen del Olmo
Situada en el extremo sudeste del caserío, es
un edificio de planta basilical, compuesto de nave única con torre de planta
cuadrada ubicada al norte y coronada por cabecera de tramo recto y ábside
semicircular, el conjunto levantado en mampostería de calicanto enfoscada con
refuerzo de sillares en esquinales y encintados de vanos, salvo el cuerpo bajo
de la torre, aparejado en buena sillería.
El cementerio se ubica al sur del templo,
envolviendo parcialmente la cabecera y parte de la nave.
El tambor absidal, al exterior, se alza sobre
un zócalo ligeramente saliente, recercado por una irregular hilada de sillares
con bocelillo superior. Lo divide horizontalmente una imposta abocelada sobre
la que se disponen las tres ventanas que dan luz a la capilla, una en el eje y
dos laterales, todas de estrechas saeteras profundamente abocinadas hacia el
interior, donde se muestran como arcos doblados de jambas aboceladas y fina
cenefa de dientes de sierra.
Exteriormente, rodean los vanos arcos de medio
punto lisos que recaen en columnas acodilladas, doblados por chambranas
abiseladas, todo con aire de haber sido remontado. En las ventanas laterales el
remate de las saeteras se extradosa con arquitos con junquillo y fina banda de
puntas de diamante. Las columnas que recogen los arcos muestran basas áticas
sobre plintos y capiteles de muy sumaria decoración vegetal, con hojas lisas
triangulares, otras apalmetadas y aun de tratamiento espinoso, bajo cimacios de
listel y chaflán. En la central, el capitel derecho recibe dos rosetas
inscritas en clípeos y entre ellas una hoja lobulada. Remata los muros del
hemiciclo una cornisa de nacela sostenida por canes de idéntico perfil y lisos,
salvo tres ornados con bayas, proa de nave y dos rollos. Un mayor esfuerzo
decorativo manifiestan los canes del presbiterio, donde se suceden los de dos o
tres rollos, bastones y nacelas, bolas con caperuza y rudos prótomos de bóvidos
y un felino.
Al interior, cúbrese el hemiciclo con bóveda de
horno y el profundo presbiterio con medio cañón reforzado en el centro por un
fajón sobre semicolumnas, que lo divide así en dos tramos, ambas cubiertas
sobre imposta achaflanada. Se alza la cabecera sobre banco corrido de arista
con bocel, animándose los muros presbiteriales con desiguales arcos ciegos de
medio punto, los más orientales en arista viva sobre impostas de bisel y los
otros con rosca y jambas baquetonadas. Las semicolumnas que recogen el fajón se
alzan sobre plintos y basas de fino toro superior y garras vegetales en el
grueso inferior, coronándose con rudos y desgastados capiteles, mostrando el
meridional esquemática y geometrizada decoración vegetal de hojas picudas bajo
ábaco festoneado y, el frontero, tres irreconocibles figuras ataviadas con
túnicas de pliegues paralelos bajo cadeneta de entrelazo.
Da paso a la cabecera desde la nave, ésta
cubierta por moderna parhilera, un arco triunfal de medio punto doblado que
reposa respectivamente en semicolumnas y en el machón, en cuyas esquinas se
acomodan columnillas. Los capiteles del toral, pese a manifestar el mismo rudo
estilo visto en las ventanas y presbiterio, denotan un mayor esfuerzo
decorativo. El del lado de la epístola es vegetal, cubriendo su cesta con
carnosas palmetas, mientras que su compañero por el lado del evangelio recibe
una pareja de ángeles que sostienen en sus manos rosetas inscritas en clípeos a
modo de discos solares, ocupando el espacio entre las figuras otras dos
rosetas, de idéntica factura a las vistas en el capitel derecho de la ventana
central.
La nave, aunque en lo constructivo muestra en
sus muros de calicanto una clara unidad respecto a la cabecera, se separa
netamente de la tosquedad hasta ahora analizada en el apartado decorativo.
Presenta en el hastial occidental, rehecho a la altura de las restauradas
cubiertas, una hoy condenada portada bajo saetera rodeada por arco de medio
punto. Se abre este antiguo acceso en el propio espesor del muro, sin
antecuerpo que le dote de profundidad y recercándose simplemente el vano con
sillería. Consta de arco de medio punto liso rodeado por chambrana de triple
hilera de billetes, sobre impostas de tallos ondulantes acogiendo brotes
carnosos en los meandros. Pese a la simplicidad de los motivos, su factura
denota una mano más experta que la que labró los relieves del ábside.
Lo mismo ocurre con la portada principal, que
se abre en un antecuerpo del muro meridional de la nave, también bajo una
saetera románica –ésta parcialmente cegada por un reloj de sol– y en este caso
víctima de una reciente y no muy afortunada intervención. Consta de arco
polilobulado con la rosca ornada con rosetas octopétalas en clípeos y dos
arquivoltas, la interior moldurada con grueso baquetón entre biseles y la
exterior con haz de tres boceles quebrados en zigzag, dibujando dientes de
sierra. Tanto ésta peculiar decoración como la presencia del arco polilobulado
hermana al taller escultórico de El Olmo con producciones del denominado por
Ruiz Montejo como “taller de Duratón”, tales las de Duratón, Sotillo,
Turrubuelo, Castroserna de Arriba, Perorrubio, etc. A la misma responde también
el estilo de la imposta de acantos y palmetas trepanados, de fuertes
escotaduras, y de los capiteles que coronan la pareja de columnas acodilladas
que recogen la arquivolta interior, ornados respectivamente con acantos acanalados
y dos pisos de hojas nervadas, tratamiento y motivos característicos también de
otros edificios del taller como Perorrubio. Sus fustes son monolíticos y
reposan en unas muy desgastadas basas áticas y plintos achaflanados. La
profunda erosión de las jambas y la pérdida de la zona superior de la
arquivolta externa –donde las dovelas habían sido sustituidas por sillares–
motivaron que durante la última restauración del edificio en 2000 se decidiese
el completamiento de la misma, de un modo que transgrede el principio de la
diferenciación entre lo original y lo renovado.
Pero es sin duda en la hilera de canes que
soporta la cornisa de la nave –decorada con tetrapétalas en clípeos en el muro
norte y con tallo que acoge brotes carnosos como los de la portada occidental
en el sur– donde encontramos la mejor escultura del templo. Se ornan con
motivos geométricos como nacelas con bolas, rollos o proas de nave escalonadas;
otros con vegetales como estilizados acantos, hojas lisas de puntas vueltas,
dobles volutas que parten de tallos con brotes espinosos, hojitas lobuladas flanqueando
trepanados acantos, y la mayoría con temas figurados.
Entre éstos distinguimos los animalísticos,
como una serpiente sobre una hoja carnosa, un felino recostado que vuelve su
cabeza y varios prótomos de bóvidos, un équido de trenzadas crines, felinos,
cápridos, cérvidos y alguno de aspecto monstruoso, como un felino rugiente.
Destaca además, en el muro de mediodía, un erosionado asno tocando la lira y
una sirena femenina alzando su cola.
De entre los figurados destacamos la asociación
escénica de la pareja de exhibicionistas, masculino y femenino, en el muro
norte, que alzan sus ropas mostrando sus sexos. En el mismo muro hay otro
personaje sedente y fracturado que parecía soplar un instrumento de viento, así
como un busto grotesco de un personaje masculino, barbado y calvo, que saca
burlonamente su lengua. Ya en el muro meridional encontramos varios seres
demoníacos de aspecto simiesco: uno de ellos, que más parece un personaje
cubierto por una carnavalesca máscara cornuda, aparece encadenado por los pies
a una especie de banco, que ase con sus manos; junto a él vemos la cabeza
invertida de un personaje alopécico bebiendo de un barrilillo. Otro demonio de
cuerpo escamoso y llameante cabellera se muestra semiarrodillado, junto a la
figura de un espinario en el can próximo. Completan la serie un personajillo
sedente, cuya indumentaria –saya con caperuza– identifica como un rústico, un
fracturado acróbata y un busto masculino de labios con comisuras caídas.
Sin llegar a altas cotas de calidad, estos
relieves sí se diferencian de los de la cabecera, como si otro equipo de
escultores hubiera tomado a su cargo la decoración de la nave. Caracterizan los
rostros de estas figuras los ojos exoftálmicos, algunos con puntos de trépano,
los masculinos con cabelleras de mechones en abanico, las grandes orejas, y las
muy marcadas arrugas, rasgos que volvemos a encontrar en el grupo de edificios
influenciados por los escultores de La Asunción de Duratón, así en la cabecera
de Castillejo de Mesleón, Castroserna o Turrubuelo. Inés Ruiz Montejo en su
precisa definición de la evolución de dicho taller y sus influencias en los
templos del entorno situaba los relieves que nos ocupan en una fase ya inercial
del estilo, lo que aconseja darlas un laxo margen cronológico dentro del primer
tercio del siglo XIII, acorde con la referencia epigráfica aportada por un
sillar de la torre de Turrubuelo (1212).
También románica es la zona baja de la torre,
adosada al tramo más oriental del muro norte de la nave y levantada en bien
concertada sillería labrada a hacha hasta aproximadamente la mitad de su
altura, siendo notorio el cambio de aparejo y de campaña a partir de ese punto;
obra probablemente del siglo XVII es el cuerpo superior, con un vano para
campanas por cara –el oriental cerrado con un antepecho con florones– sobre la
imposta que lo delimita. El piso bajo, que hoy funciona como sacristía, se
cubre con bóveda de cañón de eje paralelo al de la nave, sobre impostas de
filete y nacela. Le da acceso desde la nave una portada de arco de medio punto
doblado sobre impostas de filete y nacela y jambas escalonadas. Se plantea
aquí, como en otros muchos ejemplos, la problemática identificación del acceso
al piso superior, ya que el actualmente abierto en el muro oriental es
claramente moderno. La respuesta en este caso parece dárnosla el propio
edificio. En efecto, en el muro meridional del interior del primer piso –sobre
la bóveda del bajo y la portada arriba descrita, y hacia la nave– observamos un
angosto y hoy cegado acceso mediante arco de medio punto doblado sobre impostas
de listel y nacela, inscrito en el arco abarcante propio de la fábrica de la
torre. Ello nos lleva a pensar que la subida al cuerpo de campanas se realizaba
desde el interior del edificio a través de una escala de madera u otro sistema
móvil. En los forjados interiores de la torre se conservan varios fragmentos de
canecillos románicos de la nave, ornados con rollos, una bola con caperuza, uno
con tallos en espiral y hojitas similar a un can del muro norte, etc., así como
restos de cornisa y los vestigios de un canal de desagüe de la primitiva
cubierta, la románica a tenor de sus marcas de labra a hacha.
Santa Marta del Cerro
Situada a uno 56 km de Segovia, esta pequeña
localidad, que actualmente constituye en sí misma un Ayuntamiento, perteneció
históricamente a la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda y dentro de ésta
estaba incluida en el ochavo de Prádena. Para acceder hasta allí el camino más
corto corre paralelo a la sierra, por la N-110 unos 47 km para luego, tras
superar Prádena, desviarse hacia la izquierda en dirección Sepúlveda y que nos
introduce en una carretera local bastante estrecha que debemos seguir durante otros
7,5 km hasta avistar el pueblo, desviarnos nuevamente, esta vez hacia la
derecha y durante escasamente un kilómetro, por un camino asfaltado que entra
directamente al pueblo.
Posteriormente en 1247 rentaba ocho maravedís y
dieciocho dineros al cabildo catedralicio. A finales del siglo XVI en un censo
de población de la Corona de Castilla Santa Marta del Cerro aparece junto con
Arahuetes, su anejo, con un total de 35 vecinos.
Como he señalado anteriormente, Santa Marta del
Cerro constituye un ayuntamiento según Real Orden del 25 de Enero de 1846 en
aquellos momentos en unión a Cabrerizos, actualmente un despoblado existente en
el término además de Arahuetes y San Cristóbal del Enebral, actualmente
perteneciente a Duruelo.
Iglesia de Santa Marta
La visita pastoral realizada en 1447 anuncia
una mala situación del templo diciendo “toda se yva a caer el tejado e viejo”.
Ya en una fecha mucho más reciente la iglesia y sus entornos han sido
restaurados gracias a la colaboración del pueblo y a las ayudas concedidas por
la Diputación de Segovia y la Junta de Castilla y León. Está enclavada separada
del resto de construcciones del caserío en un pequeño promontorio y con vistas
a una pequeña vega atravesada por el arroyo de Prao Medio que a poca distancia
vierte sus escasas aguas en el río Caslilla.
La planta del edificio sigue un esquema típico
de iglesias del románico rural que ven modificada su estructura original al
adosarse estancias en los laterales. En este caso es una iglesia de una sola
nave, ábside semicircular, presbiterio recto y las estancias que tiene adosadas
en los laterales son la sacristía y el pórtico en el lado meridional y una
torre de planta cuadrangular en el lado norte. Tuvo también el cementerio de la
localidad adosado en el lado norte pero en las últimas obras de restauración se
ha eliminado el recinto dejando un espacio mucho más diáfano en el entorno de
la iglesia. La fábrica se realiza con una mampostería rejuntada en su mayor
parte por una gran cantidad de argamasa e incluso con el ábside totalmente
enfoscado. El empleo de la sillería de caliza se reduce a los ángulos del
edificio y a otros elementos como son ventanas, canecillos, y portadas
meridional y occidental.
El sencillo ábside que culmina la iglesia en su parte oriental tiene ubicada en su eje central una pequeña ventana de tipo saetera abocinada interiormente con forma de arco de medio punto con el intradós abocelado y recogido por dos pequeños capiteles, uno de ellos de tema vegetal con hojas de acantos con un nervio central muy marcado y con la punta de la hoja central doblada mientras que en el otro capitel se representan una pareja de sirenas de doble cola, tema muy repetido en el románico segoviano. Concretamente estas sirenas pueden verse en un capitel situado también en la ventana de la cercana iglesia de Perorrubio, por lo que la relación escultórica entre ambas iglesias creemos es evidente. Muy variados e interesantes son también los canecillos que sustentan la cornisa decorada con tres filas de billetes; en estos canes se representan acróbatas, músicos, hombre sujetando con tonel a cuestas, obispo con báculo, hombre con bastón, pareja de aves con cuellos entrelazados, dos canecillos que forman pareja con un hombre mostrando el pene y a su lado una figura de mujer embarazada, pareja de aves con picos unidos. Escultóricamente, estos canecillos tienen un tratamiento muy elemental que algunos autores definen como “popular”, con unas anatomías muy imprecisas y en general sin mucha relación con el resto de la escultura del edificio; todas las figuras van vestidas con unas bastas túnicas que les llegan hasta los pies ceñidas a la cintura por una especie de cinturón y quizá como nota característica de todas ellas sería su rostro ovalado y el trabajo de trépano que se les realiza en los ojos que hace que todas las figuras presenten una extraña expresión de firme determinación y concentración. Santamaría López opina que todos estos modelos escultóricos en los que se representan temas de carácter lúdico como los músicos, bebedores, o los temas de índole erótica como ocurre en esta iglesia de Santa Marta del Cerro tienen su origen en los modelos de la Virgen de la Peña de Sepúlveda y en la iglesia de Sequera de Fresno, aunque aquí dichos modelos se han ruralizado notablemente.
El acceso al interior del templo se realiza
habitualmente por una sencilla puerta ubicada en el lado occidental y
configurada mediante arco de medio punto liso apoyado sobre jambas prismáticas
y un guardapolvos, del cual faltan algunas piezas, de billetes protegiendo el
conjunto. Se talla también una línea de imposta a la altura del salmer decorada
con un roleo vegetal en el que se inscriben pequeñas hojas.
En el lado meridional del templo, protegida por
un portal que impide su vista desde el exterior y ligeramente adelantada
respecto al muro de la nave, nos encontramos con la portada principal del
templo compuesta por arco de medio punto y dos arquivoltas; la rosca del arco
es lisa mientras que las arquivoltas están decoradas, la interior con un grueso
bocel y la exterior lleva tallados en sus dovelas grandes florones de ocho
pétalos, protegiéndose todo con una chambrana abilletada. La arquivolta interna
apoya sobre dos columnas de basas áticas de grueso toro inferior, fuste liso y
coronadas por capiteles vegetales de hojas de acantos lobuladas y sobre ellas
caulículos rematados en forma de voluta. Los cimacios se convierten aquí en una
línea de imposta, moldurada con un tallo ondulante del que nacen pequeñas
hojitas, que recorre toda la portada aunque en la parte derecha de la misma ha
desaparecido y se ha sustituido por una pieza de cemento lisa sin decoración.
Tanto la decoración de los capiteles como la molduración de la imposta siguen
los esquemas escultóricos que se plantean en la iglesia de Perorrubio, lo cual
le hace suponer a la profesora Ruiz Montejo que en ambas iglesias trabajase el
llamado maestro del pórtico de Perorrubio. Independientemente de que en Santa
Marta del Cerro trabajase este maestro o fuese más bien una obra de taller, es
bien cierto que la decoración escultórica de la ventana del ábside y de las
portadas del templo presenta una clara reminiscencia, en ocasiones incluso
copia, de los trabajos realizados en la iglesia de San Pedro ad Vincula de
Perorrubio.
Interiormente, las cubriciones del templo
siguen un esquema bastante característico y abundante dentro del románico
segoviano y mientras que la nave se cubre con una parhilera de madera, la
cabecera se encuentra abovedada, empleándose la bóveda de horno en el ábside y
la bóveda de cañón en el presbiterio. La sencillez ornamental del interior del
templo hace que la decoración se concentre en la cabecera concretamente en la
ventana realizada en sillería caliza ubicada en el eje central y que tiene su
correspondencia en el exterior como ya hemos analizado.
Está formada por un pequeño arco de medio punto
con el intradós decorado por un grueso baquetón, trasdosado por una arquivolta
lisa y todo ello protegido por un guardapolvos decorado con tres filas de
billetes. Pequeñas columnas recogen el arco de la ventana con capiteles en los
que se representan una pareja de pequeños leones enfrentados de fina talla y
melena zigzagueante y cuatro aves, agrupadas por parejas, de largas alas con
las plumas talladas muy superficialmente y que giran sus estilizados cuellos para
picotear ambas del mismo fruto. La decoración de la ventana se completa con un
cimacio ornamentado con pequeñas flores de cuatro pétalos con nervio central
inciso dentro de un doble círculo y separadas entre sí por pequeñas hojitas de
formato triangular.
El tramo del presbiterio se articula mediante
dos pequeñas arquerías de medio punto ciegas una de las cuales se ha roto
parcialmente para ubicar la puerta que da acceso a la sacristía, estancia
añadida a la iglesia en 1798 como reza una inscripción sobre el dintel “Esta
obra se hizo a costa de los vezinos Año 1798”. Sobre las arquerías y a la
altura de los cimacios del arco triunfal una imposta de perfil achaflanado
recorre los muros del presbiterio y el ábside.
El espacio de la cabecera se separa de la nave
mediante un gran arco triunfal de medio punto doblado recogido por gruesas
columnas coronadas por interesantes capiteles. En la cesta del lado de la
epístola se representa la escena bíblica de la huida de Jerusalén siguiendo un
esquema tradicional en el que aparecen San José de pie, vestido con larga
túnica y sujetando con la mano izquierda un bastón mientras que la derecha
sostiene las riendas del asno. En la parte central la Virgen María va sentada
en el asno sosteniendo al Niño sobre su regazo, ambas figuras están bastante
deterioradas ya que fueron picadas parcialmente.
Detrás de ellos en el otro lateral se talla una
puerta almenada de una ciudad por la cual han salido las figuras, Belén según
el texto bíblico (Mt, 3, 13-14). Sobre el capitel un cimacio con flores de seis
pétalos partidos que se extiende hacia la nave como una pequeña imposta en la
que el motivo decorativo pasan a ser flores cuatripétalas dentro de un doble
anillo. El capitel del lado del evangelio tiene talladas cuatro grandes arpías
con las alas desplegadas y la melena partida en dos pequeños mechones que se
extienden por las alas. El cimacio que acompaña a la cesta tiene tallado un
motivo de entrelazo vegetal con tallos que se entrelazan formando figuras
geométricas. Como en la otra cesta, el cimacio se extiende en forma de pequeña
imposta hacia la nave cambiando el motivo decorativo que se convierte aquí en
pequeñas florecillas de seis pétalos muy estilizados.
La iconografía presente en estos capiteles del
arco triunfal, tanto las arpías como el tema de la Huida a Egipto, está
estrechamente relacionada con dos cestas de la también segoviana iglesia de San
Miguel de Fuentidueña, una de ellas en el exterior del ábside, el tema bíblico,
y la otra, las arpías, en el interior. Probablemente los modelos escultóricos
tomados aquí provienen como referencia más cercana de la iglesia de Perorrubio
pero en última instancia recibe influencias también del norte de la provincia,
de Fuentidueña amén de la escultura de los canecillos que revela una tercera
influencia de un arte mucho más popular y rural en comparación con la escultura
de la portada meridional y del interior del templo.
Por otro lado, adosado a la iglesia por su lado
norte encontramos una pequeña torre que hace la función de campanario,
realizada mediante cajoneras de calicanto y cuya construcción no creemos que
vaya más allá del siglo XIV. El adosamiento de la torre a la iglesia oculta al
exterior la cornisa original románica que tuvo la nave de perfil anacelado, así
como una posible entrada en el lado este que serviría para acceder a la torre
desde el exterior del edificio. Desde el interior de la iglesia se accede a la torre
por una puerta adintelada justo sobre la cual se descubrió en la reciente
restauración un vano apuntado construido con sillería y que pudo formar parte
de las ventanas abiertas en la original fábrica para iluminar el interior pero
que perdió su función y se decidió cegarlo de nuevo debido a la construcción de
la torre. En el cuerpo bajo de la misma se conserva una pila bautismal románica
de la iglesia (102 cm de diámetro x 81 cm de altura) con la copa decorada con
diecisiete gallones planos y la embocadura adornada con una moldura abocelada
en la cara externa y un pequeño listel en la cara interna.
En cuanto a la cronología, la ausencia de
inscripciones en la mayor parte de los edificios románicos de Segovia hace
difícil su datación incluso con respecto a otros edificios similares de la
provincia. Creemos que, como ocurre en otras iglesias segovianas pudo
realizarse en fechas tardías, quizás las primeras décadas del siglo XIII,
siendo imposible ofrecer una fecha más exacta.
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