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martes, 7 de junio de 2011

Capítulo 3 - La ciudad de Roma

La Ciudad de Roma
Fundación de Roma:
La ciudad de Roma surgió de los asentamientos de tribus latinas, sabinas y etruscas, siendo los primeros habitantes de Roma en las siete colinas, en la confluencia entre el río Tíber y la Vía Salaria, a 28 km del mar Tirreno. En este lugar el Tíber tiene una isla donde el río puede ser atravesado. Debido a la proximidad del río y del vado, Roma estaba en una encrucijada de tráfico y comercio.

Las primeras colinas de Roma fueron:
Palatium – Germalus – Velia – Fagutal – Oppios – Cispius – Capitolium + Arx

Alrededor del siglo VIII a. C. los asentamientos se unificaron bajo el nombre de Roma Quadrata. La leyenda, cuenta que Roma fue fundada por Rómulo el 21 de abril de 753 a. C. Rómulo, cuyo nombre se dice habría inspirado el nombre de la ciudad, fue el primero de los siete Reyes de Roma en haber sido elegido. Los historiadores romanos dataron la fundación en el 753 a. C., y desde esa fecha contaron su edad o calendario particular. Asimismo, también existe una teoría crítica de la fundación de Roma, aparte de la teoría legendaria. La teoría crítica, sostenida por muchos autores viene a decir que Roma surge a partir del forum romanum.
Los orígenes arquitectónicos de Roma según los descubrimientos arqueológicos hechos en el Palatino y en las colinas cercanas nos muestran que a comienzos de la Edad del Hierro existía un poblado de cabañas ovaladas de madera y de techumbre vegetal. Una empalizada con foso rodeaba el recinto y lo separaba del ager agrícola y ganadero. La cabaña supuestamente de Rómulo que se conservaba en el Palatino era una buena muestra de estos primitivos y nada prometedores comienzos.

Reconstrucción de las cabañas de la primera Edad del Hierro en el Palatino.

El Palatino en época arcaica

La arquitectura romana se irá configurando en los siglos venideros, gracias a los contactos con otros pueblos y culturas del Mediterráneo. Las civilizaciones etruscagriega, las  más cercanas y potentes de su entorno, dejarán honda huella en los comienzos de Roma. Cuando su expansión imperialista le lleve al otro extremo del Mare Nostrum también será seducida, en menor medida, por el exotismo de Egipto y de otros pueblos de Oriente Próximo. 
Con todas estas influencias Roma logra crear un estilo arquitectónico ecléctico del que saldrá una síntesis propia y superadora, que irán extendiendo a lo largo de sus fronteras como elemento de cohesión cultural de su vasto Imperio.
Momentos claves son los siglo II y I a. C. en los que los arquitectos romanos innovan materiales, sistemas y modelos constructivos que extienden como estilo propio a todas sus provincias (romanización). Desde el siglo I d. C. la arquitectura romana ya es capaz de crear hitos arquitectónicos como el  acueducto de Segovia, el Coliseo o el Panteón, edificios que no serán superados hasta el Renacimiento.

Influencias arquitectónicas etruscas
Los etruscos, a partir del siglo VI a. C., crearán los primeros edificios de calidad y las primeras obras de ingeniería que conviertan a Roma de un poblado en una ciudad o urbs.
Los etruscos debían mucho al arte griego pero no lo imitaban servilmente, sino que adaptaban a sus gustos estéticos y a sus necesidades los modelos de edificios y las normas griegas, como más tarde harán los romanos.
Aunque la presencia física de los etruscos en Roma acaba con la monarquía de Tarquinio, su influjo en las costumbres y en la arquitectura será el predominante hasta el siglo II a. C. Veamos algunos de los aspectos más significativos en los que influyó.

El modelo primitivo de templo.
El primer edificio notable y durante siglos el de mayor prestigio de Roma fue el Templo estatal de la Triada Capitolina erigido en honor a los dioses protectores de la ciudad Júpiter Optimus Maximus, Juno y Minerva (las divinidades Tinia, Uni y Mnivra etruscas). Fue consagrado el año 509 a. C., configurándose desde ese momento y por siglos como un referente artístico para otras ciudades del Lacio y del sur de Etruria por sus dimensiones (62,25 mts x 53,30 mts de planta) y por la riqueza de sus materiales de construcción y de las estatuas de terracota que lo decoraban. Sus características artísticas marcaron la tipología de los templos romanos sucesivos. La concepción del edificio era claramente etrusca más que griega, como podemos ver al compararlo con el de la vecina ciudad etrusca de Veyes.  
Su disposición es tripartita: Júpiter ocupaba la capilla central, Juno y Minerva las capillas laterales. El templo fue restaurado en tiempo de Sila a consecuencia de un incendio; pero aunque se utilizaron materiales más preciosos para su reconstrucción (el mármol reemplazó a la piedra y a la madera), el plan primitivo fue escrupulosamente respetado. Del templo sólo quedan los cimientos que se pueden ver en el Museo Capitolino.

Templo de la Triada Capitolina. Reconstrucción.

Sus proporciones eran las de un edificio relativamente bajo para el sentir griego y, aunque rectangular, estaba más cercano a la forma cuadrada.
Otras características que le daban un aspecto poco griego eran: las tres cellas y el profundo próstilo de tres hileras de columnas; su asimetría, al acabar la parte trasera en un muro; el podium con escalinata de acceso sólo frontal; y  los alerones y la obra escultórica que sobresalían excesivamente… 
Pese a todo, compartía con los griegos la concepción de que el templo no sólo debía ser un recinto ritual sino también un monumento estandarte de la ciudad.


Otras contribuciones etruscas
A los etruscos se les atribuye que los romanos dominaran la ingeniería. Ellos fueron los que desecaron las zonas pantanosas que se interponían entre las colinas fundacionales de Roma (donde se levantaría el foro) a través del primer sistema de alcantarillado, que culminó en la Cloaca Máxima. En este trabajo aplicaron por primera vez en Roma el sistema abovedado. A partir del siglo IV a. C. este sistema se aplicará a otros edificios a caballo de la arquitectura y de la ingeniería como las puertas de entrada a las ciudades, los puentes y los acueductos.

La Cloaca Máxima (latín Cloaca Maxima) era una de las más antiguas redes de alcantarillado del mundo. Construida con el fin de drenar los pantanos locales y eliminar los desperdicios de una de las ciudades más pobladas del mundo antiguo, llevaba un efluente hacia el río Tíber, el cual corría a la par de la ciudad.
El nombre significa literalmente "La Alcantarilla Mayor". De acuerdo con la tradición, su construcción pudo haber iniciado alrededor del año 600 A.C. por órdenes del rey de Roma Lucio Tarquino Prisco. Esta obra pública fue mayormente lograda gracias a la dirección de ingenieros etruscos y al trabajo semiforzoso de grandes cantidades de obreros provenientes de las clases más pobres de la ciudadanía romana.

A pesar de ser descrita por Tito Livio como excavada en el subsuelo de la ciudad, otras fuentes (y el propio trazado del alcantarillado) indican que el sistema original se trataba de un canal a cielo abierto que recogía las aguas de los cursos naturales descendentes de las colinas, drenando también la planicie del Foro Romano; este canal, algunas veces excavado por debajo del nivel del suelo, fue cubierto progresivamente debido a las exigencias de espacio del centro de la ciudad. Posiblemente, ambas teorías sean correctas, y, ciertamente, algunas de las partes más bajas de la Cloaca Máxima parecen haber sido construidas originalmente bajo el suelo.
La Cloaca Máxima se mantuvo en buen estado durante toda la época imperial. Por ejemplo, existen indicios de una inspección y trabajos de mantenimiento en la alzada de Agripa en el año 33 a. C. Los restos arqueológicos revelan intervenciones en épocas distintas, con diversos materiales y técnicas de construcción. Su funcionamiento continuó durante mucho tiempo tras la caída de Imperio romano.

Desde la red principal partían muchas otras ramas, pero parece ser que eran tomas "oficiales" que conducían los desperdicios desde baños públicos, retretes públicos y otros edificios de este tipo. Las residencias privadas de Roma, incluidas las más lujosas, debían conformarse con un pozo ciego o algún otro arreglo similar.
La Cloaca Maxima fue periódicamente supervisada a lo largo del Imperio, y algunos indicios señalan que quizás estuvo en funcionamiento hasta después de la caída del Imperio romano de Occidente. En el año 33 a.C, se sabe que había sido inspeccionada y drenada por orden de Marco Vespasiano Agripa, y los estudios arqueológicos han revelado evidencias procedentes de distintas eras, que indican que los sistemas sanitarios recibían una atención periódica. En épocas más recientes, los pasajes aún existentes se han conectado a la moderna red de alcantarillado de Roma, principalmente para enfrentarse a la corriente contraria del río. Se pensaba que la Cloaca Maxima era presidida por la diosa Cloacina.

Otra herencia de Etruria fue el capitel toscano que, aunque inspirado en el dórico griego, resultaba algo más decorativo. En Roma se utilizó en vez del heleno.
También dejaron su impronta en otros edificios de hondas raíces como: el tipo de casa romana con atrio sin columnas y con hortus, habitual hasta el final de la etapa republicana (domus más modestas de Pompeya); la estructura y el orden de los campamentos militares, que después se empleó como modelo urbanístico para las ciudades de nueva creación; o la tumba en forma de túmulo que todavía fue el empleado, aunque monumentalizado, por Octavio Augusto o por Trajano en etapa Alto Imperial.
Tumbas de túmulo en Cerveteri. Etruria


Influencias arquitectónicas griegas
El contacto directo con los griegos llegó desde el año 338 a. C., cuando los romanos se hicieron dueños de una amplia zona en el centro occidental de Italia y tuvieron frontera con las ciudades griegas de la Campania y del Sur. Al apoderarse el siglo siguiente de la Magna Grecia y de Sicilia comprobaron de primera mano cómo eran las ciudades y los santuarios griegos (Paestum, Selinunte, Siracusa...). Pero será en el siglo II a. C., a partir de la conquista de la Grecia metropolitana, cuando ésta se ponga de moda en Roma. Algunos decidieron imitar el refinamiento de esta cultura y otros se convirtieron en sus detractores. A nadie dejó indiferente. Tardó en imponerse varias generaciones al gusto etrusco-romano por el conservadurismo de las elites republicanas, que ya veían en peligro su forma de vida, e identificaban lo griego con lo decadente.

Por esta razón tuvo que ser a partir del siglo I a. C. y fuera de la ciudad de Roma donde se erigieran los primeros edificios inspirados muy directamente en el arte griego. Se trata de espectaculares santuarios que imitaban los de Zeus y Atenea en Pérgamo o el de Asclepios en Cos. Aprovechando el desnivel del terreno se levantaron complejos templarios escenográficos muy efectistas  como los de Hércules Victor en Tívoli (Tibur) o el de la Fortuna Primigenia en Praeneste (Palestrina). En ellos se ensayaban también nuevas técnicas de construcción como el mortero y la generalización de las bóvedas como soporte de las terrazas. También en ese siglo se construyeron villas fantasiosas en Campania imitando las viviendas palaciegas helenísticas. Para decorarlas nada mejor que los tesoros saqueados en Oriente.

Santuario de Hércules Victor en Tívoli  y Santuario de la Fortuna Primigenia en Praeneste.


Julio César puso en marcha ambiciosos proyectos para transformar y monumentalizar la ciudad de Roma como una ciudad griega. Su muerte no los truncó porque los continuará su heredero Octavio Augusto, que además acabará imponiendo un estilo helénico a su gusto, un tanto conservador, en la línea del arquitecto Vitrubio. El nuevo amo de Roma comprendió que la arquitectura podía ser uno de los mejores instrumentos de propaganda de su persona y del nuevo régimen. Suetonio recogió la siguiente anécdota que como un slogan solía decir Octavio: “Hallé una Roma de ladrillo y dejé una Roma de mármol”.

El uso del mármol, como en Grecia, se generalizó para los edificios religiosos y para los edificios públicos. Hasta la llegada de Augusto sólo se había aplicado en templos menores sufragados por particulares como el tholos dedicado a Hércules Portuno, para el que se trajeron materiales y artesanos de Atenas. El descubrimiento de las minas de Carrara le permitió abaratar costes y utilizar este espléndido mármol como revestimiento de los  nuevos foros y templos en honor de Divus Julius y de Mars Ultor (foro de Agusto). También restauró con este material los antiguos templos de Cástor y Pólux y de la Concordia en el foro republicano .
Templo de Mars Ultor en el foro de Augusto.

En los templos y en los pórticos de los foros se emplearon órdenes y motivos decorativos típicamente griegos (cariátides, medallones, flores). De aquellos templos nos quedan restos arqueológicos, que hoy podemos reconstruir con nuevas técnicas y  hacernos una perfecta idea de los mismos, gracias a la descripción que hiciera de ellos Vitrubio. En estas imágenes podemos ver que no existían elementos extraños a la tradición griega salvo algún arco de acceso.
Al patrocinio de Octavio también se debe la creación del paradigma de teatro en piedra con la construcción del de Marcelo (año 19 a. C.). Este teatro apenas modificaba levemente en planta el diseño griego, pero erigido -como podemos ver en la reconstrucción de abajo- mostraba ya muchos elementos extraños, notables mejoras superadoras de lo helénico, que nos dan la clave de las aportaciones de Roma a la arquitectura: la edificación exenta; la combinación del pilar-columna adosada; el empleo de bóvedas de cañón para los pasillos bajo el graderío; y el uso decorativo superpuesto en pisos de los órdenes griegos en el mismo edificio. Estas novedades se impondrán en otros edificios de ocio/religión (anfiteatro, circo, odeón), que también tomaron como inspiración de los griegos.
Teatro de Marcelo. Maqueta.

Al mismo tiempo que la Urbs empezó a monumentalizarse a la nueva manera greco-romana se produjo la extensión de su modo de vida a los territorios conquistados. Las nuevas ciudades fundadas por militares veteranos de Julio César y Octavio extendieron este estilo por la Galia, por Hispania o por el Norte de África, sentando los principios de la arquitectura occidental.

Influencias egipcias
Octavio Augusto también fue quien anexionó Egipto al Imperio Romano el año 30 a. C. Esta civilización tan distinta y deslumbrante supuso otra referencia artística, que influyó puntualmente en ciertos edificios a partir del Alto Imperio.
La primera referencia de esta admiración por Egipto la podemos ver en la tumba con forma de pirámide que  se hizo construir en Roma Cayo Cestio el año 12 a. C. Es una copia muy sui géneris de las que había podido contemplar cuando estuvo destinado como pretor en Egipto. Las dimensiones son de apenas 36 metros de alto y los materiales son un corazón de hormigón y ladrillo y un exterior revestido de mármol.
El año 10 a. C. Octavio Augusto hizo traer de Heliópolis el obelisco de Ramsés II (actualmente se encuentra en la plaza del Popolo) y lo colocó en al espina del Circo Máximo. Este fue el primero de otros tantos que se trajeron en los siglos siguientes para adornar los circos. En el mismo edificio se instaló el 375 d. C. otro del faraón Tutmosis III proveniente del templo de Amón en Karnak (hoy en la Plaza de San Juan de Letrán).
En el siglo II el emperador Adriano recuperó la pasión por lo egipcio tanto en escultura y como en arquitectura. El año 130 d. C. incluso visitó  la región trayéndose ideas para aplicar en los edificios de Roma. Dos ejemplos arquitectónicos de esta influencia en su reinado son:
Que hiciera traer desde allí las columnas monolíticas de granito gris y rojo con las que se construyó el grandísimo pórtico del Panteón.
Que en su villa en Tívoli construyera dos de los espacios más significativos como son el Canopus con su lago artificial y el Serapeum con sus juegos hidráulicos y sus esculturas evocando el famoso santuario de Serapis cercano a Alejandría.

Las siete colinas de Roma
Las siete colinas de Roma son una serie de promontorios que históricamente han formado el corazón de la ciudad de Roma. Situadas al este del río Tíber, este conjunto geográfico ha protagonizado numerosísimos pasajes literarios y son una referencia muchas veces repetida en la cultura popular. 
Las siete colinas de la Roma antigua eran el monte Palatino (Collis Palatinus), el Capitolino (Capitolinus), el Quirinal (Quirinalis), el Celio (Caelius), el monte Aventino (Collis Aventinus), el Esquilino (Esquilinus) y el Viminal (Viminalis), y figuran de forma prominente en la mitología romana, su religión y su política; tradicionalmente, se cree que la ciudad original fue fundada por Rómulo y Remo sobre el monte Palatino (Collis Palatinus). Las otras siete pequeñas colinas son hoy en día Cermalus, Cispius, Fagutal, Oppius, Palatium, Sucusa y Velia.

Inicial y tradicionalmente, las siete colinas fueron ocupadas por pequeños asentamientos que se agruparon y formaron una ciudad conocida como «Roma».
Los ciudadanos de las siete colinas comenzaron a participar en una serie de juegos religiosos que comenzaron a unir a los grupos. La ciudad de Roma nació por tanto una vez que los asentamientos comenzaron a actuar como grupo, drenando los valles pantanosos que los separaban y convirtiéndolos en mercados y foros.
En él Trastevere se encuentran las colinas Vaticana (del latín Collis Vaticanus) y Janícula (Ianiculum), que no se cuentan entre las siete colinas tradicionales. De igual forma, también está el monte Pincio (Mons Pincius), situado al norte.

Monte Palatino
El monte Palatino (en latín: Collis Palatium o Mons Palatinus) forma parte de la llamada Roma Quadrata. El Palatino es la más céntrica de las siete colinas de Roma y es una de las partes más antiguas de la ciudad. Se alza a 40 metros sobre el foro romano, sobre él a un lado y sobre el Circo Máximo al otro. En ella está el origen etimológico de la palabra «palacio» en muchas lenguas (Palazzo italiano, palace inglés, palais francés).

Según la mitología romana, el Palatino es donde había una cueva, conocida como el Lupercal, en la que fueron encontrados Rómulo y Remo, y el hogar de Luperca, la loba que los amamantó. Según esta leyenda, el pastor Faustulus encontró a los niños, y con su esposa Acca Larentia los crió. Cuando ellos crecieron, mataron a su abuelo, que había quitado el trono a su padre, y ambos decidieron erigir una nueva ciudad propia a las orillas del río Tiber. De repente, tuvieron una fuerte discusión y al final Rómulo mató a Remo. De ahí surgió el nombre de «Roma» (de Rómulo).
Grandes muros de contención ampliaron la zona del Palatino disponible para el complejo de edificios imperiales.
Roma tiene sus orígenes en el Palatino. De hecho, excavaciones recientes en la zona muestran que la gente ha vivido aquí desde aproximadamente el año 1000 a. C.
Muchos romanos pudientes del periodo republicano (510 a. C. – h. 44 a. C.) tenían aquí sus residencias. Pueden verse aún las ruinas de los palacios de Augusto (63 a. C. – 14), Tiberio (42 a. C. – 37) y Domiciano (51 – 96). Augusto también construyó aquí un templo a Apolo, junto a su casa.

Lupercal


La colina Palatina era también el lugar donde se celebraban la fiesta de las Lupercales.
Las Fiestas Lupercales eran, en la Antigua Roma, unas fiestas que se celebraban el día 15 del mes de febrero. Su nombre deriva supuestamente de lupus (lobo, animal que representa a Fauno Luperco) e hircus (macho cabrío, un animal impuro).
Fueron instituidas por Evandro el arcadio en honor de Pan Liceo. Un cuerpo especial de sacerdotes, los Lupercos o Luperci (Sodales Luperci o amigos del lobo) eran elegidos anualmente entre los ciudadanos más ilustres de la ciudad que debían ser en su origen adolescentes. Se reunían el 15 de febrero en la recientemente encontrada gruta del Lupercal (más tarde llamada Ruminal en honor a Rómulo y Remo) en el monte Palatino. Según la tradición fue en este lugar donde Fauno Luperco tomando la forma de una loba, había amamantado a los gemelos Rómulo y Remo, y en cuyo honor se hacía la fiesta. La tradición cuenta que allí había una higuera cuyas raíces habían detenido la cesta en cuyo interior se encontraban los gemelos Rómulo y Remo.
Bajo la sombra de esta venerable higuera, la Ruminalis, celebraban el sacrificio de un perro y de un macho cabrío, animales que eran considerados impuros. Después se tocaba la frente de los luperci con el cuchillo teñido con la sangre de la cabra y a continuación se borraba la mancha con un mechón de lana impregnada en leche del mismo animal. Éste era el momento en que los lupercos prorrumpían en una carcajada de ritual. Luego cortaban la piel de los animales sacrificados en tiras, llamadas februa, que junto con la deidad sabina Februo, y el sobrenombre de Juno, Februalis (la que purifica), son los posibles candidatos a darle nombre al mes de Febrero. Con este aspecto y casi desnudos, sólo tapados con unas tiras de cuero, salían alrededor del monte Palatino donde golpeaban a todos los que encontraban a su paso. El ser azotado por las tiras de cuero de los luperci equivalía a un acto de ´purificación, y era llamado februatio.
Este acto de purificación comenzó en el reinado de Rómulo y Remo, cuando las mujeres romanas se hicieron estériles. Después de consultar el oráculo de la diosa Juno, en el bosque Esquilo, ésta respondió: "Madres del Lacio, que os fecunde un macho cabrío velludo". Y es ésta la razón por la que los luperci van desnudos uncidos en sangre de animales impuros (como si vinieran de caza) con pieles de lobo, golpeando con el látigo como si fuera un miembro viril.
Para las mujeres, este rito aumentaba su fertilidad poniéndole las carnes de color púrpura. Este color representaba a las prostitutas de la época, en particular las que ejercían la prostitución sagrada con los lupercos en el Ara Máxima, también llamadas lupas o lobas. De este color vistió Helena de Troya para ofender a su marido Menelao, que como todos los reyes de la época, trataban como una esclava a sus mujeres. Hoy en día es color del feminismo).
Esta celebración la adoptó el emperador Justiniano I en el imperio de Oriente el año 542, como remedio para una peste que ya había asolado Egipto y Constantinopla y amenazaba el resto del imperio.
Con el paso del tiempo el Papa Gelasio I prohibió y condenó, en el año 494

Colina Capitolina
La Colina Capitolina (Capitolinus Mons), entre el Foro y el Campo Marcio o de Marte, es una de las más famosas y altas de las siete colinas de Roma. La palabra española capitolio deriva de la Colina Capitolina. 
Primitivamente era llamado monte de Saturno, que era la principal divinidad de Roma. En una de las cimas, pues consta de dos, se erigía en lo que se cree fue anteriormente un templo etrusco dedicado a Veiovis, un templo dedicado a la Tríada Capitolina compuesta por Júpiter-Saturno-Minerva (tras la influencia etrusca dado que antes estaba dedicado a Júpiter-Marte-Quirino).
La edificación fue destruída y posteriormente reconstruída en varias ocasiones, siendo la primera bajo el reinado de Lucio Tarquino Prisco y la última obra de Tito y Domiciano. Del templo etrusco de Veiovis, una espécie de Júpiter infernal, se conservaban la estatua y algunos restos.

En la otra cima, conocida como Arx, había un templo dedicado a Juno Moneta y la depresión intermedia era el lugar en el que la leyenda situaba el refugio original construido por Rómulo. Había también otros templos y lugares importantes en la colina, como el lugar donde se guardaban los archivos y conocido como Tabularium (del que se conserva los cimientos y que fue construido por Lucio Cornelio Sila hacía el 82 a. C.), altares de la gens Julia o la prisión de Tullianum.

La Colina Capitolina está también unida a la história siniestra de Roma. En ella se encontraba el peñasco desde el que, según la leyenda, durante la guerra con los sabinos, arrojaron a la virgen vestal Tarpeya[1], hija de Espurio Tarpeyo y que colaboró con Tito Tacio para que los sabinos entraran en la ciudad, siendo la primera persona que pagaba el crimen de traición siendo arrojada por el peñasco y cayendo a las escarpadas rocas que había abajo, con lo que dió dando nombre al lugar, conocido en adelante como Roca Tarpeya.

El conjunto estaba amurallado, constituyendo una pequeña ciudadela que, en el 387 a.C, sirvió de refugio ante la invasión de los galos celtas. De hecho, el propio Bruto y otros de los que tomaron parte en el asesinato de Júlio Cesar se refugiaron dentro del templo de Júpiter Optimus Maximus de la colina, a la que el propio Júlio Cesar había acudido de rodillas seis meses antes como muestra de sumisión a Júpiter tras sufrir un accidente durante la celebración de su Triunfo y que se entendió como un presagio de que el dios no aprobaba sus acciones en la guerra civil.

Quirinal
El Monte Quirinal (en latín Collis Quirinalis) es una de las siete colinas al noreste de Roma. Su nombre es un homenaje al dios romano Quirino. Es también el nombre de la residencia oficial del primer ministro. Durante algún tiempo fue llamado también Monte Cavallo.

Originariamente formaba parte de un grupo de colinas entre las que estaban incluidas la Collis Latiaris, Mucialis (o Sanqualis) y Salutaris, ahora perdidas debido a la construcción de edificios durante el siglo XVI y posteriores.
Según una leyenda romana, el monte Quirinal habría sido el emplazamiento de un pequeño pueblo de los sabinos, quienes habían erigido altares en honor del dios Quirinus (dando nombre a la colina) y allí habría vivido el rey Titus Tatius tras la paz entre los romanos y las sabinos.
Se han descubierto tumbas fechadas entre los siglos VIII y VII a. C. que confirmarían la probable presencia de un asentamiento de sabinos; la tumba de Quirinus, que Lucius Papirius Cursor transformó en templo de su triunfo tras su tercera guerra contra los samnitas, estaba en esta colina. Algunos autores consideran plausible que el culto a la Tríada Capitolina (Júpiter, Minerva y Juno) hubiera sido celebrado aquí, mucho antes que en el Monte Palatino. El santuario de Flora, una diosa osco-sabina, estuvo aquí también.
En 446 a. C. se dedicó un templo en honor de Sancus y es posible que fuera erigido sobre las ruinas de otro. También Augusto ordenó la construcción de un templo en honor a Marte.
Constantino ordenó la construcción de la última casa de baños de la Roma imperial, de la cual sólo quedan algunos dibujos del siglo XVI.

Monte Celio
El Monte Celio o la Colina de Celio (en latín: Collis Caelius, en italiano Celio) es una de las siete colinas de Roma.
Bajo el reinado de Tulio Hostilio, la población del Lacio de Alba Longa fue forzada a establecerse en el monte Celio. La tradición que narra Tito Livio cuenta que la colina recibió el nombre de Celio Vibenna, bien por establecer un campamento allí o bien porque su amigo Servio Tulio se lo dedico en su honor a su muerte.
El Celio es descrito como una lengua "2 kilómetros de largo y de 400 a 500 metros de ancho" en un Diccionario topográfico de la antigua Roma . El Muro de Servio incluye la mitad occidental del Celio, en la ciudad de Roma. Durante la República, el Celio estaba densamente poblada.
Durante la República de Roma fue una zona residencial de los más ricos de entre los romanos. Las Termas de Caracalla (Termas antoninianos) fueron construidos al sur del Celio, que fue el más sur-oriental de las siete colinas de Roma. Los trabajos arqueológicos en los Baños de Caracalla han descubierto restos de magníficas villas romanas en un muy buen estado de conservación, con espléndidos murales y mosaicos. En ella se encuentra en la actualidad la Basílica de San Juan y San Pablo y la antigua Basílica de San Stefano Rotondo.

Monte Aventino
El monte Aventino es una de las siete colinas sobre las que se construyó la antigua Roma.
La leyenda nos dice que Remo había elegido el Aventino para vivir. Fue allí donde vio el mal agüero, mientras que su hermano Rómulo estaba en el Palatino, cada uno reclamando los mejores resultados.

La colina del Aventino se convirtió en el hogar de los plebeyos. Fue separado del Palatino por el Circo Máximo  En el Aventino estaban los templos de Diana, Ceres y Libera. El Armilustrium también estaba allí. Se utilizaba para purificar las armas utilizadas en la batalla al final de la campaña militar. Otro lugar importante en el Aventino fue la colección de Asinio Polión.
Constituyó un punto estratégico en el control del comercio sobre el río Tíber, siendo completamente fortificada en el año 1000.
Según la tradición, en uno de los conflictos entre patricios y plebeyos, en 494 A.C., los plebeyos se retiraron al Aventino y amenazaron con fundar una nueva ciudad.
Ante esta amenaza, los patricios cedieron a los reclamos de los plebeyos.

Esquilino
El Esquilino (lat. Esquiliae o, más tarde, Mons Esquilinus).  El Esquilino era la mayor de las siete colinas de Roma Dio su nombre a una de las cuatro regiones (junto con la Suburbana, Colina y Palatina) en las que se dividió la ciudad en época republicana.

Su fama proviene del emperador romano Nerón que construyó su Domus Aurea "sobre ella.
Antes el Imperio, el extremo oriental del Esquilino era utilizada para el depósito de basura y la puticuli (fosas) de los pobres. Los cadáveres de criminales ejecutados por la puerta de Esquilino se les echaban  a las aves. El entierro fue prohibido en la ciudad propiamente dicha, pero la zona de enterramiento de la Esquilino estaba fuera de los muros de la ciudad.
Por razones de salud, Augusto, el primer emperador romano, cubrió las fosas con tierra para crear un parque llamado de "Mecenas de la Horti Maecenatis”.
El Coliseum, el Templo de Claudio, y Termas de Trajano se encontraban todos en el Esquilino.

Viminal
La Colina Viminal (Latín Collis Viminalis, Italiano Viminale) es la más pequeña de las famosas siete colinas de Roma.


Urbanismo romano: La Vrbs.
El término “Urbanismo” procede de la palabra latina Urbs (ciudad), que en la antigüedad se refería por antonomasia a la capital del mundo romano, Roma. Las principales características de la arquitectura romana son su carácter práctico, su solidez y su monumentalismo. Sus principales monumentos arquitectónicos son los destinados a la vida civil y militar, más aún que los templos y los palacios. Las influencias principales de los romanos fueron griegos y etruscos.
Durante siglos Roma fue la ciudad más poblada y espléndida del mundo. En Roma tenía lugar una animada vida social y comercial. Su prosperidad económica y el hecho de ser la capital política se conjugaron para que su planta urbana se llenara de bellas estatuas, imponentes edificios, y arcos y columnas conmemorativas de los triunfos militares. Quizá sólo Alejandría la superaba, siendo la primera ciudad en nombrar y numerar sus calles. Con su precioso puerto y el Faro de Rodas, la biblioteca y el castillo, debió de ser impresionante, incluso para romanistas tradicionales como Cicerón.

Urbanismo romano:
Con algunos precedentes indirectos, los romanos continuaron los principios griegos. Sus diseños de arcos, gimnasios, foros y templos monumentales, constituyen ejemplos clásicos de Urbanismo, basado en una estricta observación de la geometría. Sus ciudades estaban organizadas formando una rejilla y entramado de calles, rodeadas por murallas defensivas rectangulares o cuadradas.
Bajo el empuje de la construcción de calzadas y puentes, se desarrolló una depurada ingeniería, que trajo consigo la aparición de numerosas técnicas de precisión de agrimensura y medición de edificios. Esto redundó también en provecho de la construcción de grandes instalaciones urbanas y militares, entre las que destaca la ejecución de los acueductos, para suministrar agua potable y el montaje de sistemas de canalización.
Especialmente fecundo fue el trato de la antigua Roma con los nuevos materiales de construcción. Satisfacían las exigencias de las nuevas ideas arquitectónicas de los romanos. A diferencia de los griegos y de las civilizaciones del Nilo y del Eúfrates, no dieron un valor especial a las estructuras que causaron efectos tridimensionales hacia el exterior, sino que buscaron crear grandes espacios interiores y revestirlos por fuera mediante pomposas fachadas (me refiero a los templos, las casas particulares eran otro cantar). Esta idea se correspondía con la invención de la mampostería. De este modo no se estaba limitado a la arcilla, a los adobes o ladrillos o a las grandes losas cuidadosamente trabajadas: el descubrimiento del mortero de cemento, permitía rellenar el encofrado de tablones y maderos con una mezcla de piedra triturada y mortero de cal, añadiendo a veces cenizas volcánicas. Así, las paredes resultaban extremadamente duras y resistentes a la acción de los meteoros. La masa fraguaba incluso bajo el agua.
En los lugares que quedaban visibles, se les revestía, ya fuera con revoque o ladrillo. Los suelos, construidos por lo general con ladrillos vidriados, se cubrían muchas veces con mosaicos (opus musivum), en las casas de gente adinerada, claro. También se usaban los llamados emblema, que eran una especie de cuadros portátiles.
En las ciudades que crearon tras las grandes conquistas, había una estructura que se repetía, la llamada planta hipodámica u ortogonal:
·       Cardo Maximus: Avenida que iba de norte a sur.
·       Decumanus Maximus: La otra gran arteria, de este a oeste.

El resto de calles se trazaban paralelas a estos dos ejes principales (cardines y decumani, respectivamente), formando manzanas de edificios, que solían ser insulae. A veces había más de un cardo o decumanus, sobre todo en las grandes ciudades.
Plano romano de Caesaraugusta, encuadrado en la Zaragoza actual. Puede verse el decumanus maximus (1) y el cardus maximus (2).

Forum o foro (que literalmente significa “lugar situado fuera”, dado que las ferias y mercados, solían celebrarse fuera de la ciudad): Era el lugar donde se reunía el pueblo para comerciar o hacer negocios, y también para pasar el rato, donde los magistrados convocaban a los ciudadanos para hablarles, donde se celebran las ejecuciones de condenados; así mismo se celebraban sacrificios, ofrendas, ceremonias sagradas, juegos de animales y gladiadores y banquetes públicos. En los muros de los monumentos del foro se exponen las leyes, las prescripciones religiosas, tratados, etc. Pero sólo había foro en los municipios con más de 5.000 personas.
Termas: En casi todas las villas romanas había al menos unos baños o termas, con precios asequibles para cualquiera.
Conducciones de agua: También solía haber un sistema de desagüe (cloacas), acueductos (con tuberías de plomo y complejos sifones), fuentes (ninfeo), depósitos de agua (castellum aquae), etc.
Templos: Infinidad de ellos, privados o públicos.
Comunicaciones: Viae publicae y miliarios rodeaban la civitas.

En el mundo itálico el urbanismo reticular tenía una razón eminentemente de carácter religioso. De los etruscos aprendieron los romanos y otros pueblos itálicos, y fundamentalmente quedó en Roma un recuerdo de cosas de Etruria, que tenían que ver con la religión.
Reconstrucción ideal de una calle del centro de Roma, en el momento de mayor tráfico rodado y bullicio callejero.

Los etruscos pensaban que el mundo se articulaba en torno a dos ejes, que se cruzaban en un punto, idea que los griegos alguna vez habían tenido para algunos aspectos. Los etruscos transmitieron a los romanos el culto y el ritual de la fundación de ciudades, que se hacía con todo un ritual sacro.
Para los etruscos la fundación de una ciudad era un acto de culto, en que el ritual empezaba con la presencia de un sacerdote cubierto con una toga que luego cogía un arado de bronce, tirado por una ternera y un toro blanco e iba trazando un surco alrededor de la futura ciudad, siguiendo la línea por donde se levantarían las murallas. Los que le acompañaban procuraban que toda la tierra que caía fuera del surco, levantada por el arado fuese recogida y vertida otra vez al interior del surco y el sacerdote al llegar al sitio donde iban a estar las puertas de la ciudad, levantaba el arado para que ese sitio no fuese roto y después volvía a clavar el arado para continuar.
Con este rito, lo que se hace es dar forma a la futura ciudad, pero religiosamente. En el futuro si alguien quiere entrar, lo hará por donde el arado no ha surcado el suelo.
Según la concepción romana, esta ciudad nueva quedaba inscrita en un cuadrado, rodeada por las murallas y en su interior era atravesada por dos vías perpendiculares. Cardo y decumanus, como ya comenté arriba. Este sistema de rejilla era una herencia de la formación que se realizaba en los campamentos militares, uniendo las dos principales cualidades romanas: Belicidad e ingeniería.
Para que estas orientaciones sean correctas, desde el punto de vista de los puntos cardinales, el fundador usaba un aparato que daba una enorme precisión y que se le llama groma, de donde procede el nombre de gromáticos, que se dedicaban al reparto de tierras.

El sitio donde se colocaba la groma, era el centro de la ciudad y era sacro. En este sitio solía haber un pozo llamado mundus. El mundus era un pozo cerrado, que sólo se abría con motivo de algunas festividades. Además, era un sitio peligroso, pues ponía en comunicación el mundo de los vivos y el de los muertos. Era necesario demostrar sumisión a los dioses de lo alto, como eran Minerva, Júpiter y Juno, y esto se conseguía con frecuentes ofrendas. Estas ofrendas se hacían en una zona alta de la ciudad en la que se colocaba al menos un templo. Se buscaba una colina sobre la que colocar este ‘Capitolio’ y a los pies surgirán otros edificios.
La mayor parte de la vida pública se hacía al aire libre y eso motivó que las ciudades tuvieran abundantes espacios que dieran cabida a la gente, como jardines, calles porticadas, plazas e incluso la prohibición del tráfico rodado durante el día.
La preocupación por el ciudadano creó también una infraestructura que garantizase servicios públicos como el abastecimiento de aguas (fuentes y acueductos, de los que en Roma llegó a haber once) y la red de alcantarillado, así como las termas, baños y letrinas públicas.
Ahora bien, la organización de la ciudad no siempre se atuvo a estos cánones urbanísticos. La misma Roma tenía muchas zonas que carecían de toda clase de ordenamientos: callejuelas irregulares, casas hacinadas, ruidosas, con derrumbamientos e incendios a causa de los pobres materiales de edificación (adobe, madera…) y las lámparas de aceite. Para combatirlos existía una brigada de bomberos. Craso tenía la suya propia, pero era por causas menos honradas de lo que parece…
Una deficiencia en la organización urbanística consistió en que las calles no llevaban nombre y carecían de numeración, lo que ocasionaba una gran dificultad para orientarse. Para los peregrini (inmigrantes o gentes de paso) el perderse en Roma era habitual. Por ello, los romanos tomaban otros puntos de referencia: edificios públicos, estatuas, jardines… El dato más fácil para la orientación era el predominio de tiendas y talleres de una determinada actividad artesanal: la calle de los orfebres, de los panaderos, de los zapateros…
Las plazas estaban más abarrotadas que las callejuelas, de una forma directamente proporcional a su tamaño, aunque parezca contradictorio.
En la actualidad nos imaginamos Roma como una ciudad marmórea, pero esto no fue así hasta que Octaviano, ya Emperador, hizo una reforma de la ciudad. Dijo al morir: “Encontré una ciudad de ladrillos y dejo una ciudad de mármol”.

Roma, al igual que a Atenas, a quien tanto debe, es fundada en las proximidades del mar ( puerto de Ostia), pero a diferencia de aquélla lo hace junto a un río, el Tíber, en un tramo donde la lentitud de las aguas y la existencia de una isla (Tiberina) facilitan el cruce de un lugar a otro.

Roma en su desarrollo se va configurando en diferentes barrios:
-Suburbial: el monte Celio
-Esquilino: compuesto por el Esquilino, Capitolino
-Colina: Quirinal y Viminal.
-El Palatino: compuesto por el Palatino.

Así en el 476 la urbe ocupa una superficie de 280 ha. En torno al 370 la ciudad es arrasada por los galos y su reconstrucción supone la inclusión del Aventino. Por otra parte, se deseca una zona lacustre sobre la que luego se asentarán parte de los edificios más importantes de Roma. Esta monumentalización comienza en el S.II a.C. y su mayor exponente puede ser la Basílica Emilia (178 a.C.). Con César hay otro momento de esplendor para la construcción de monumentos, que hace construir fuera del pomerio el Campo de Marte. El Palatino se va asentando en su función política (de ahí la etimología de palacio). Ya en época de Augusto se toman las primeras medidas para la construcción del circo máximo.
Quizá quien más haya reflexionado sobre el urbanismo en Roma sea Nerón, que tras la quema de Roma establece ciertas normas que afectarían especialmente a las viviendas: todas las casas debían estar porticadas, prohibición de construir casas de más de seis pisos, uso de materiales difícilmente combustibles frente a la madera tradicional, etc. Con ello se consiguieron algunas mejoras urbanísticas ya las calles eran ahora más anchas y las personas podían circular por los pórticos mientras los carros y caballos tenían vía libre en las calles; además había más luz y aire más fresco en las casas y al estar más separadas las casas había menos peligro de propagación del fuego. Como contrapunto hay que decir también que ahora las calles estaban más frecuentadas y que al haber menos sombra hace también más calor. Famoso es también por el lujo con que construyó su domus aurea.

Posteriormente los Flavios prosiguieron la renovación iniciada por Nerón: Vespasiano hace destruir la domus aurea y en la zona llana del parque donde existía un lago artificial, hace construir un nuevo anfiteatro, el Coloseo (sic). En cuanto a éstos el primer anfiteatro se construyó en el año 59 a.C. por orden del máximo pontífice romano (y jefe de obras públicas) Cayo Escribonio Curio. El primero que se construyó parcialmente en piedra fue el de Augusto, en el año 30 a.C., antes de que éste llegara a ser el primer emperador de Roma. El anfiteatro de Augusto siguió siendo el único que no estaba hecho totalmente de madera en la ciudad de Roma, hasta que se construyó el Coliseo en el año 80 d.C. Este edificio fue erigido por el emperador Vespasiano, que lo dedicó a su hijo y sucesor Tito.
La parte superior del Coliseo, de todos modos, se hizo originalmente en madera, que no fue reemplazada por piedra hasta después del año 223. Todas las ciudades importantes del imperio siguieron el ejemplo de Roma. De acuerdo con los datos de un documento del siglo IV, el Coliseo de Roma tenía un aforo de 87.000 espectadores; los historiadores, sin embargo, calculan que tan solo 50.000 podían estar sentados.
Los anfiteatros de Pozzuoli, Capua, Verona y Tarragona tenían aproximadamente la misma capacidad. El anfiteatro, era una gran edificación descubierta, normalmente de planta oval. Los primeros anfiteatros se construyeron en madera, y posteriormente en piedra. En la época de la Roma imperial se utilizaban para combates de gladiadores, peleas de fieras y otros espectáculos. La arena estaba circundada por gradas.

El gobierno de Trajano y posteriormente de Adriano suponen el último periodo de grandeza en lo que a construcciones se refiere con la ampliación del foro, donde se venían haciendo añadidos desde Augusto. En el plano se aprecia la continuidad de la política de construcciones en los foros desde la Ara pacis hasta la basílica Ulpia. Después de este periodo además de menguar sobremanera la cantidad de las construcciones (destacables son el cinturón de murallas de Aureliano- 275 a.C.-, o las termas de Diocleciano -283/305-) se rompe el delicado equilibrio entre la técnica ingenieril y los órdenes y esculturas, i.e., no hay continuidad clásica entre la forma constructiva de conjunto y los detalles, con lo que se pierde definitivamente este aspecto del arte griego.


Instituciones en la Antigua Roma

Las primeras instituciones romanas junto a las que adoptarían más tarde de los griegos serían el germen de las instituciones de la nueva potencia que estaba formándose en el Mediterráneo aunque se sabe muy poco de estas primeras instituciones. 
Las primeras instituciones romanas en la Monarquía
Antes de la reforma de Servio Tulio, Roma estaba dividida en tres tribus: Ramnes, Tities y Luceres. Las funciones de estas tribus son muy desconocidas. Podían haberse establecido étnicamente o territorialmente. Se sabe con seguridad que éstas constituyeron la base del reclutamiento en esta época.
Cada tribu aportaba diez curias, (una curia eran 100 hombres), las tres aportaban 30 curias, lo que eran, 3.000 infantes además de los 100 caballeros que apartaban las tres tribus. Al frente de la infantería estaban tres Tribuni militum y al frente de la caballería estaba tres Tribuni Celerum.
Estas curias constituían los Comicios Curiados, que eran la asamblea constituida por las treinta curias reunidas. La función más importante de las Curias (cuyo nombre deriva de coviria, es decir, reunión de hombres) era la de ratificar la designación de un nuevo rey, que previamente había elegido el interrex (senador que hacía las funciones de rey hasta el momento de la elección del nuevo rey) y al Senado.
El Senado o consejo de ancianos (influencia griega) era el órgano consultivo del rey, integrado por los patres o jefes de las gentes, cuyos descendientes fueron designados patricios. El poder del Senado radicaba fundamentalmente en la importancia personal de sus miembros como jefes de gentes poderosas. Entre ellos se elegía al interrex y también el sacerdote más importante, el de los flamines, monopolio de los patres. Es probable que el número inicial de senadores fuera de cien. Hacia el final de la monarquía el número de senadores había alcanzado, según la tradición, los trescientos. 
Desde el siglo VIII a. C. había ya una diferenciación social y económica. Roma en esta época era una concentración de gente, que formaban un grupo familiar extenso y cuyos miembros descendían de un antepasado común, que era el fundador de la gens y generalmente epónimo, ya que habían heredado su nombre (el nomen gentilicum). La ampliación del territorio de la ciudad ofreció la posibilidad de que algunas gentes ampliaran sus dominios.
La mortalidad por epidemias, guerras, etc, había debilitado o diezmado a algunas gens cuyos individuos pasaron a la protección de otras gens más poderosas en virtud de clientes, potenciándose el poder privado. Estos clientes solían ser prisioneros de guerra y extranjeros.
Una gens sabina muy poderosa, la gens Claudia, se asentó en Roma en el 504 a. C. El jefe de la gens, Attus Claussus, fue admitido a la ciudadanía romana y obtuvo tierras en la margen derecha del río Anio.
Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso cuentan que, contando a sus clientes, el número de miembros de la gens Claudia ascendía a 5.000. La gens Fabia pudo librar una batalla contra Veyes con un ejército integrado sólo por sus clientes, tras la caída de la monarquía.
Otro sabino, Apio Erdonio, en el 460 a. C., era el pater de una gens que alcanzaba las 4.000 personas, contando lógicamente a los clientes. Entre los siglos X y V a. C. llegan numerosos inmigrantes a Roma apiñados en gens a las que su cohesión debía permitir vencer la tendencia a la disgregación, que fue inevitable a partir de la tercera o cuarta generación.
Esta primera fase se caracteriza por el proceso de unificación de los habitantes de las siete colinas romanas en un único órgano cívico. Pero en este proceso de creación de la ciudad, se da la oligarquía y de unas instituciones comunes muy influenciado por los etruscos y los griegos. Roma fue desde sus orígenes una ciudad abierta y cosmopolita abierta a todo tipo de influencias y personas. La presencia y asentamiento de extranjeros en la ciudad queda patente en la figura de Rómulo que, según la tradición, era albano. Todos los demás serán sabinos o etruscos.  

Las instituciones republicanas
Las instituciones políticas de la República parecen haber sido forjadas por la experiencia del pasado de Roma y la necesidad de adecuarse a los errores cometidos antaño. La magistratura consular no fue creada inmediatamente después de la caída de la monarquía. Los pretores ocuparon ese vacío político y en el 449 a. C. se designan como cónsules. El régimen consular se basa en la colegialidad (asociación) y la anulidad. Los cónsules ostentaban el poder con absoluta igualdad, cualquiera de ellos en virtud de intercessio podía oponerse a la acción o propuestas de otro cónsul. Los cónsules eran elegidos por los Comicios Centuriados y recibían investidura (Lex curiata de imperio), de manos de los representantes de las curias primitivas, creadas durante la primera fase de la monarquía romana. Estas curias no fueron suprimidas hasta la creación por Servio Tulio de los Comicios Centuriados, perderían sus funciones y finalmente quedarían reducidas a cumplir la investidura de los cónsules. A los cónsules les correspondía el imperium y los auspicios.
Después de los cónsules venía el pretor, magistrado con imperium pero inferior al cónsul, que era el titular de la jurisdicción. 
Los cónsules tenían colaboradores que tenían funciones administrativas y jurídicas, se denominaban cuestores cargo que se remonta al 409 a. C. La asociación de los cónsules tenía en ocasiones el inconveniente de no contar con una unidad de mando fuerte en caso de sublevación de la plebe. Cuando esto ocurría se nombraba a un dictador. Esta magistratura: la dictadura, tenía carácter extraordinario y su limitación en el tiempo era de seis meses. Se creó una nueva magistratura que comenzó en el 444 a. C. la de los tribunos militares con poder consular (tribunos consulares). Las fuentes indican que la creación de esta magistratura era interesada y era un invento de los patricios para satisfacer a los plebeyos sin perder el monopolio del consulado, similar a la corriente de despotismo ilustrado del siglo XVIII de nuestra era: «Todo para el pueblo pero sin el pueblo». Sin embargo parece que fue por una razón más sencilla. Los cónsules siempre patricios entre el 444 al 367 a. C., se vieron obligados por la complejidad de las tareas militares, administrativas y jurídicas a delegar en parte sus competencias en una serie de colaboradores que eligieron entre los tribunos militares.
Como el ejército en el siglo V a. C. estaba compuesto por dos legiones y los tribunos de cada legión eran seis, el total de tribunos militares era de doce. De éstos, probablemente los propios cónsules (o tal vez el Senado) eligieron a tres, a los que los otorgaron potestad consular con el fin de que pudieran realizar las tareas asignadas pos los cónsules.
Creados los tribunos consulares, los plebeyos añadieron la nueva magistratura a sus objetivos y ciertamente ésta resultó ser más abierta que el consulado, ya que a partir del 400 a. C. ya hay constancia de plebeyos entre los tribunos consulares.
Otra magistratura del siglo V a. C. fue la censura, cuyo origen tradicional se sitúa en el 443 a. C. Los censores fueron dos y a ellos correspondía la elaboración del censo que se renovaba cada cinco años. Ejercían además la vigilancia sobre las costumbres, la cura morum, que les facilitaba el control de las actividades públicas de los ciudadanos y, frecuentemente, también de las privadas. Su permanencia en el cargo era de ocho meses y carecían de imperium o poder de mando.
Por último, además del Senado y de los Comicios Centuriados, durante el siglo V a. C. se procedió a la elección de los Decemviri, para recopilar y redactar el lex duodecim tabularum o la ley de las XII Tablas.
Durante sus años de existencia constituyeron una magistratura con imperium, como el poder consular. La elección de esta comisión, los Decemviri, tuvo lugar en el 451 a. C. y se suspendieron las magistraturas ordinarias para sustituirlas por esta comisión, integrada mayoritariamente por patricios que, además de escribir las leyes, asumió el gobierno de la ciudad. La historia de esta comisión es bastante oscura. Inicialmente, parece que estos decemviros contaron con el apoyo de todos los ciudadanos. Cicerón dice que también los tribunos de la plebe abdicaron aquel año en pro de los decemviros. De este modo, concentrando en sus manos todas las magistraturas y el consenso general, procedieron al gobierno de la ciudad y elaboraron las diez primeras tablas de leyes.
Al año siguiente se eligió una segunda comisión de decemviros, puesto que la tarea no había sido terminada. En esta segunda comisión había bastantes plebeyos, pero su gobierno degeneró en tiranía e intentó, en el 449 a. C. continuar en el poder. Los diez Tarquinios, como se les designaba, fueron derrocados por una revuelta popular y se restauró el consulado. 

Las instituciones imperiales
El primer Triunvirato fue el que llevó a Roma a un régimen Imperial de las manos de Júlio César que consiguió hacerse con el poder y establecer ese régimen. Tras su asesinato nombró a Octavio su sucesor, el futuro emperador Augusto, quien decidió tomar a cabo cambios en su la forma de gobernar que no fueron, como es lo normal, pequeños cambios que se convierten en un gran cambio en un periodo de tiempo sino un gran cambio en el Estado Romano por voluntad del emperador.

El emperador
La elevación a la categoría de divinidad de los gobernantes romanos fue uno más de los elementos que contribuyeron a la creación de la figura imperial en un largo proceso no delimitado con claridad.
La autoridad legal del emperador derivaba de una extraordinaria concentración de poderes individuales y cargos preexistentes en la República, más que de un nuevo cargo político. Los emperadores continuaban siendo elegidos regularmente como cónsules y como censores, manteniendo la tradición republicana. El emperador ostentaba en realidad los cargos no imperiales de princeps senatus (líder parlamentario del senado) y pontifex maximus (máxima autoridad religiosa del imperio). El último emperador en ostentar dicho cargo fue Graciano, que en 382 lo cedió a Siricio, convirtiéndose desde entonces el título en un honor añadido al cargo de obispo de Roma. 
Sin embargo, estos cargos sólo proporcionaban prestigio (dignitas) a la persona del emperador. 
Los poderes de éste derivaban de la auctoritas. En la figura imperial se reunían las figuras autoritarias del imperium maius (comandante en jefe militar) y de la tribunicia potestas (máxima autoridad jurídica). Como resultado, el emperador se encontraba por encima de los gobernadores provinciales y de los magistrados ordinarios. Tenía derecho a dictar penas de muerte, los ciudadanos le debían obediencia, disfrutaba de inviolabilidad personal (sacrosanctitas) y podía rescatar a cualquier plebeyo de las manos de los magistrados, incluyendo de los tribunos de la plebe (ius intercessio).

El ejército imperial
Durante el Segundo Triunvirato, el Estado llegó a tener unos 500.000 soldados, lo que exigía unos elevados gastos de mantenimiento. Y toda campaña militar importante imponía costos extraordinarios a las poblaciones cercanas a las áreas de actividad bélica. Una legión contaba con 5.000 a 8.000 soldados y las unidades militares también eran de variada composición. Augusto redujo su ejército a la mitad. 
Así, después de la batalla de Accio, mantuvo sólo a 28 legiones y el año 14 d.C. la cifra había bajado a 24. Si en la reducción inicial pudieron ser válidos algunos criterios políticos, como el de comenzar por licenciar a los soldados más fieles a Antonio, la tendencia general de reducir efectivos respondía a criterios económicos y de eficacia. La reducción fue acompañada de la búsqueda de una profesionalización. El nuevo ejército estaba sometido a un entrenamiento sistemático (marchas, ensayos de construcción de campamentos, manejo de tácticas y de armamento...) y la vida del soldado quedaba reglamentada minuciosamente: los legionarios permanecían en activo durante 20 años, las tropas auxiliares durante 25 y los pretorios 16.
Esa diferencia de años de servicio refleja el rango de cada grupo de tropas, que tiene una correspondencia con el reclutamiento y con los sueldos. Si tanto pretorianos como legionarios eran ciudadanos romanos, los pretorianos eran reclutados en Italia, mientras había ya legionarios procedentes de las provincias; los libres provinciales sin derecho de ciudadanía formaban las tropas auxiliares. Los componentes de la armada eran libertos y, como remeros, se empleaba también a esclavos. Por el mismo principio, el costo de un pretoriano se elevaba a 500 denarios, el de un legionario a 150 y el de un soldado de una unidad auxiliar a 75.
Sobre esas bases orientativas, se asignaban los donativa o pagas extraordinarias, generalmente superiores al sueldo, que, sin ser obligatorias, comenzaron a ser habituales. Por intervenciones brillantes en campañas, se compensaba también con dinero y condecoraciones a particulares o a unidades enteras. Y esos principios de rango y méritos sirvieron para reglamentar los sueldos y recompensas de las jerarquías de mando: centurión, primipilo, prefecto de cohorte, etc.
Augusto no sólo nombraba a todos los mandos militares, lo que ya facilitaba la adhesión del ejército, sino que se reservó la protección de los soldados. Mientras estaban en activo no podían contraer matrimonio legitimo ni formar asociaciones. A su licenciamiento, el Emperador velaba por la mejor forma de reintegración de los mismos en la vida civil. Al comenzar a escasear las tierras del Estado para ser repartidas entre los veteranos, Augusto creó el erario militar con aportaciones económicas propias y destinando al mismo el cobro de algunos impuestos indirectos. El soldado licenciado recibía una recompensa económica de ese erario, que le permitía emprender su nueva vida como civil. Las legiones y las tropas auxiliares quedaron asentadas en las provincias imperiales y mayoritariamente en las fronteras. Los pretorianos formaban varios destacamentos distribuidos por Italia hasta la concentración de la mayoría de ellos en Roma bajo el emperador Tiberio.
Tales efectivos militares reducidos iban acordes con la política de fronteras mantenida por Augusto: su objetivo fue fijar los límites del territorio imperial frente a barreras naturales (ríos, desiertos o mares). Para reforzar esa medida estratégica, se sirvió del apoyo de Estados amigos, realmente clientes, que con sus propios medios protegieran algunas fronteras más inestables. Así, en Oriente, siguió la política bien establecida por Marco Antonio, manteniendo relaciones pacíficas con los partos y apoyando a los reinos clientes de Armenia, Paflagonia, Capadocia y Galacia en Asia Menor, y de Judea en la costa siropalestina. Cuando se modificaban las circunstancias y resultaba más seguro el integrar a esos reinos, se fue invadiendo esos territorios de forma pacífica. Así, Capadocia, Galacia y Judea pasaron a ser dominios romanos en época de Augusto. 

Administración
Augusto estableció una nueva administración para Roma, en Italia y en las provincias imperiales que se mantuvo durante todo el periodo del Alto Imperio. Las provincias senatoriales conservaron en un principio las formas administrativas de la república pero con el tiempo sufrieron cambios interfiriendo cada vez más la administración imperial.
Augusto quiso transformar la ciudad de Roma para que sirviera de ejemplo para el resto de ciudades del Imperio. Las mejoras urbanísticas como la del foro, la construcción y reparación de templos y otros edificios públicos, creación de nuevos acueductos... fueron acompañadas de una nueva estructura administrativa. La ciudad fue dividida en barrios (vici) al frente de cada uno de los cuales había un responsable (magister) elegido por un año, que colaboraba con la administración de la ciudad. Para apoyar las funciones de los ædiles, creó siete cohortes miliarias de guardianes, vigiles, comandados por un prefecto equitum denominado præfectus vigilim. Otro prefecto se encargaba de la distribución regular de alimentos gratuitos a la plebe romana y un tercero atendía el abastecimiento general de la ciudad. A su vez, comprometió a muchos senadores a que contribuyeran económicamente a embellecer la ciudad y a establecer una vigilancia del río Tíber para impedir inundaciones, del control de las aguas, etc. Augusto nombró a un supervisor general de Roma que lo representara en su ausencia para que la ciudad no quedara desatendida.


El forjador más importante de la sociedad moderna occidental fue el pueblo romano, estableció bajo un Estado sólido, administrado excelentemente y que logró un esplendor que pocas civilizaciones han alcanzado.
Formalizaron las relaciones sociales gracias al Derecho: reglamentaron las del estado con las del pueblo a través del Derecho Público (ius publicum); los del individuo merced al Derecho Privado (ius privatum). El término ius deriva del sánscrito que significa “liga” lo que indica que el Derecho es una de las fuerzas que amalgaman a los humanos que pertenecen a la misma sociedad. Los romanos decía “iussocietas, ibi ius”, que significa: donde hay una verdadera sociedad, ahí hay una norma que regula. La teoría moderan de la administración señala que a medida que aumenta el número de personas, crece la estructura de la organización y a ésta se hace más formal y compleja; ello exige normas y políticos para la administración y consecución de objetivos.
La formalización de las relaciones permitió a los romanos el establecimiento  de un imperio extendido en gran parte de Europa, Asia y el norte de África y que perduró más de 500 años en Occidente y 1,000 en Oriente. La gran capacidad administrativa de los romanos hizo posible que acumularan un acervo de bienes y riquezas sin precedente en la historia.

a)      Legitimación de la propiedad privada
El legislador de aquel pueblo -organizador social separó el concepto de “ser humano” del de “persona”, en virtud de que a él le interesaba enjuiciar situaciones generales que se podían presentar en relación a las personas y no a las cualidades físicas y psíquicas inherentes al hombre. Así lo relativo al nacimiento, fallecimiento, convenios, contratos y todo lo derivado de dichas situaciones, como las propiedades, las asociaciones, y otras regulaciones administrativas de interés general estaban ligadas a derechos de la “persona”. esta formalización legitimó el concepto de propiedad privada, pilar del capitalismo moderno. Para los romanos la propiedad era un derecho absoluto, defendían el “ius utendi, fruendi et abutendi”, o sea, el derecho al uso, al goce, y hasta el abuso de los bienes privados, extremo que ya no es aceptado.

b)     Las corporaciones, organizaciones e instituciones
Los romanos definieron con claridad sus organizaciones bajo tres aspectos que veremos a continuación y que son; el origen, las características y la clasificación.

El origen
Del mismo modo, la formalización establece las corporaciones que dan origen a las organizaciones modernas. Se conciben como entidades relativamente independientes dentro del contexto social. Esto fue así debido al concepto que tenían de “persona” que significa en latín “mascara”. Consideraron lo social como un drama artificial. Ésta idea los llevó a la definición de la “persona colectiva” con derechos y obligaciones inherentes.

Características
Las instituciones y organizaciones romanas tenían dos características definidas:
Su existencia era independiente de lo que pasara con sus miembros, por ello el cambio de los integrantes no afectaba a la existencia de la organización.
El patrimonio de las corporaciones era autónomo y ajeno al de los miembros: lo que se debe a una institución no se debe a sus miembros y lo que debe la institución no lo deben sus miembros.

La clasificación
Las organizaciones romanas pueden estar divididas en:
1.    Públicas, como el Estado y el municipio
2.    Semipúblicas, como los sindicatos, cofradías religiosas, colegios y otras organizaciones de servicio.
3.    Privadas (Societas civilis), empresas para explotación de minas, salinas, comercio ultramarino o de cualquier otra índole. Estas corporaciones fueron muy limitadas.

Los administradores en Roma: mandatarios o gestores
El antecedente del administrador profesional, con autoridad legalmente conferida (“gestor”), se desprende del mandato romano.
El mandato era un contrato por el cual una persona, el mandante, encargaba a otra persona, el mandatario que realizara determinado acto por cuenta e interés del primero. Esta definición se conserva hasta nuestros días en el Código Civil.
Así a través de esa institución, un capitán de navío gozaba de todo el poder del dueño para ejercer autoridad entre los subordinados y los representaba mercantilmente en la travesía.
El mandato como institución, permitió la traslación de poder, con lo que nació el administrador que procura, en nombre de otra persona (física o moral), el cumplimiento de los propósitos u objetivos que dieron motivo al mandato. En Roma al administrador también se le llamaba “gestor”. De ahí que sea adecuada al origen de la disciplina, la denominación europea actual de administración: gestión.
En efecto, el concepto de administración vinculado al del mandato, independientemente de interpretaciones etimológicas, entraña delegación de poder y subordinado al hecho y a las finalidades que le dieron origen.
Joaquín Esriche, por su parte comenta: “La administración es en realidad un mandato, y por consiguiente produce las mismas obligaciones y derechos que este contrato”, y “El mandato tiene también el nombre de procuración, pero la palabra mandato es más general y comprende todo poder dado a otro, de cualquier modo que sea.”
Los romanos usaron indistintamente:
Mandato (de mandatum, i): encargo, comisión, mandamiento, orden. Viene del verbo Mandare: mandar, encargar, ordenar, dar orden, encargo o comisión.
Administración, esta palabra se compone de: ad: a, hacia, en sentido de movimiento, y Ministrare: servir, gobernar, regir, manejar, cuidar los negocios o intereses públicos o particulares, propios o ajenos.
Gestión (de gestio, onis): administración-procuración.
Procuración (de procuratio, onis, que viene del verbo Procurare): administrar, manejar, cuidar, tener a cargo, el gobierno.

Las definiciones anteriores revelan que los romanos tuvieron un gran conocimiento del fenómeno administrativo, inspirando a los teóricos de la administración pública y privada como lo demuestran las siguientes citas de Villegas Basavilbaso:
“Es, como se interfiere de su mismo enunciado, el concepto más lato. Está de conformidad con su significado etimológico: administrar es gobernar. En este sentido, las funciones de legislación, jurisdicción y ejecución, son los medios para la realización de los fines estatales, y la actividad de adecuar esas funciones a los fines en administración o gobierno. Puede aseverarse que, desde el punto de vista histórico, gobierno fue el concepto más amplio de administración: todas las actividades  estatales estaban en él comprendidas”.
“El uso corriente de la palabra administración un sentido relacionado con las actividades de orden económico: regulación de los asuntos públicos o privados, según el principio de utilidad, pero ha de entenderse que se administra siempre que se ejerce una actividad para la realización de un fin, sea o no, de carácter económico. En realidad, administrar implica una gestión teleológica: es toda actividad estructurada para alcanzar fines humanos. Este concepto es unívoco, pues las definiciones al respecto no difieren sino en los vocablos, manteniendo todas ellas ese significado de gestión teleológica”.

La organización administrativa de los romanos se puede dividir en tres etapas que corresponden a momentos históricos de roma:
La monarquía, que abarca desde la fundación de Roma, según la leyenda en el año 753, hasta el 510 a.C.
La República, que va del año 510 a.C. hasta el año 31.
El Imperio, que se divide en dos épocas:
El Principado, del año 31 hasta el 234, y
La Autocracia, que abarca los últimos años del Imperio de Occidente,
es decir, hasta el año 476, y los 1,000 años del Oriente que termina con la caída de Constantinopla en 1453.

La Monarquía
Roma nace el 21 de abril del año 753 a.C. como producto de la fusión de los latinos, etruscos y sabinos. Se organizaron bajo el sistema monárquico. Su estructura político-administrativa se puede representar en la ilustración siguiente:

Curia o Comicios de Curias: era un cuerpo formado por representantes de las Gentes. Tenía facultades para controlar y limitar la autoridad del rey en decisiones trascendentes. Nombraba algunas veces a los miembros del Senado, porque casi siempre lo hacía el monarca.
Senado: los representantes designados por la Curia o por el monarca formaban el Senado, integrado por aristócratas. (Senis, significa en latín anciano.) Nombraba al monarca y lo asesoraba en sus principales decisiones, con facultades para ratificar o vetar los nombramientos de jefes militares, jueces y sacerdotes.
Monarca: era el gobernante, vitalicio o cargo del o administrativo, lo religioso, y militar. Delegaba su autoridad en los ediles, pretores, cuestores y tribunos militares.
Los ediles: eran funcionarios públicos responsables del orden en calles y mercados.
Los pretores: se encargaban de administrar la justicia civil.
Los Cuestores: administraban los impuestos y finanzas públicas; en algún tiempo intervinieron en la justicia penal.
Los Tribunos militares: fueron conocidos como Coroneles, jefes de 1,000 soldados. Al principio eran tres porque cada legión contaba de 3,000. Después llegaron a seis.

Después de la revolución inicial que cambió la Monarquía en República, los cónsules se convirtieron en magistrados principales (electos cada año por los "Comitia Centuriata"). Sus funciones eran parcialmente administrativas y judiciales y especialmente militares. El "Cónsul era el jefe de los ejércitos, en tanto que el "Cónsul pretor" era un magistrado civil y alternaban en el servicio militar exterior o en las labores administrativas de la ciudad. 
Esta etapa se caracterizó por un proceso democratizador, producto de la lucha entre los plebeyos y patricios. Los primeros lograron derechos de igualdad para ocupar puestos administrativos e inclusive del Senado . Se establece el “plebiscito” como forma de participación de la plebe en las decisiones importantes del gobierno, limitándose así el poder de la Plutocracia. La estructura administrativa fue reorganizada. El cargo de Senador se redujo a cinco años de duración, pudiendo ser destituido por la censura, órgano que se formó para tal efecto. La censura también tuvo la función de nombrar Senadores, en principio, por voto público. Este sistema se modificó por el voto secreto, para evitar que los censores lo vendieran. Al monarca también se le limitaron sus funciones. En lo religioso se lo substituyó por el pontífice máximo; para el aspecto político se nombraron dos cónsules, con duración de un año. Ambos cónsules se limitaban el poder mediante el veto. Durante la república los romanos ya habían conquistado Italia, el Mediterráneo, las Galias, gran parte de España, Macedonia, parte del norte de África y Medio Oriente. Sus conquistas lo obligaron a buscar nuevas formas para administrar los territorios. En un principio, recurrieron al sistema de colonias de romanos, como bases militares de seguridad e información. Esto desarrolló el comercio y con ello fortalecieron sus dominios. Las colonias fueron luego administradas por un procónsul  que delegaba autoridad en ediles , pretores, y cuestores. El cual se encargaba de lo militar.

Estructura militar
Los procónsules eran nombrados anualmente por el Senado , como delegados políticos a quienes sólo les interesaba el cobro de impuestos y el orden. La dualidad de mando de los cónsules romanos, su substitución anual y la falta de políticos que orientaran a las administraciones coloniales, produjeron corrupción y desorden económico. La desorganización provocó luchas internas que terminaron con el ascenso al trono de Octavio, denominado “Augusto ”. 
Augusto reorganiza al Estado romano, otorga a los cónsules funciones menores y gobierna junto con el senado, al que controla hábilmente. Durante esta etapa se eclipsan los comicios y los plebiscitos y poco a poco Augusto centraliza el poder.
Se reorganizan las funciones y la división territorial, a través de provincias con cierta autonomía; los procónsules ya no son cambiados anualmente sino a criterio del emperador. La economía florece, lo que permite una expansión mayor del imperio al norte de Europa, en Oriente y en África.
Con la extensión del Imperio, el sistema consular se transformó en proconsular (prolongación de autoridad del cónsul), de tal suerte que éstos y los pretores recibían territorio bajo su tutela Después de un año de trabajo y así tenían jurisdicción sobre una provincia.
En la Ley Pompeyana (53 a.C.), el proconsulado se convirtió en un cargo público distinto, en el cual no podía ser electo aquel que hubiera sido cónsul o pretor durante los cinco años anteriores.
Al comienzo de la Era Cristiana al convertirse el Imperio Romano en autocracia militar establecida por Julio Cesar, el consulado se convirtió en título honorífico, y las asambleas populares se atrofiaron progresivamente, conservándose sólo el Senado.
En ésta época se comprendió a Roma como ciudad y en la tercera a su transformación en Imperio Mundial siendo esta última de mayor interés de estudio por su ejemplo administrativo.
Con los años surge en el imperio una aristocracia burocrática, bien pagada, terrateniente y no sólo compuesta de romanos, sino de provincianos, que abusó y explotó no sólo al esclavo sino también al siervo. Esta aristocracia con local constituye el origen más remoto del feudalismo de la Edad Media.
La época del principado es seguida por la de una autocracia con la que se desencadena la decadencia del Imperio. Los abusos de la aristocracia ocasionaron luchas por la emancipación; el Cristianismo no participó en la vida pública y se negó a rendir culto al emperador. 
Una casta militar tomó fuerza e hizo de los emperadores títeres de los intereses de la clase dominante, sin lograr reorganizar al Estado.
Surgen así el hambre y el bandolerismo. Se aumenta la carga fiscal para el sostener la estructura administrativa del Imperio por no corresponder la producción con el gasto público.
El siglo III concluye con la ascensión al trono de Diocleciano (284-305 d.C.), quien logra someter al ejército y descentralizar el poder político provincial, eliminó a los antiguos gobernadores de provincias y estableció un sistema administrativo con diferentes grados de autoridad.
Después del emperador seguían los prefectos pretorianos, bajo ellos los vicario gobernantes de las diócesis, y subordinados a ellos los gobernadores de provincias, hasta llegar a los funcionarios de menor importancia.
También separó en departamentos las labores civiles y militares. Las civiles atendidas por los pretorianos, los Vicari y los gobernadores de provincia investidos como magistrados civiles, delimitando los poderes y los Magistri militum, duces, comitum, encargados del aspecto militar.  
Teodosio I el Grande, divide el Imperio entre sus dos hijos; Honorio recibe el Occidente y Arcadio el Oriente.
Ante la presión de los Vándalo, la división interna, la corrupción y la desorganización, un siglo más tarde en 476, termina el Imperio Romano de Occidente. Le sigue, durante un siglo, el de Oriente o Bizantino, con su capital en Constantinopla. La caída de ésta en 1453, marca el fin del Imperio Romano de Oriente
No existió una diferenciación de las labores ejecutivas y judiciales pero se sentaron las bases para ello.
De las limitaciones de los sistemas administrativos romanos están: la errada ampliación de la forma de gobierno de Ciudad a Imperio y a la reunión de labores ejecutivas con las judiciales. A pesar de que los conflictos de autoridad fueron aislados, ello se subsana por la disciplina de su organización jurídica, fuente fundamental de la concepción del derecho.


Tradiciones de  Roma
El Mos maiorum es el concepto básico del tradicionalismo romano. Era un código no escrito del que los romanos derivaron sus normas sociales. Estas costumbres eran distintas de las leyes que se registraban por escrito. La ley regulaba algunos aspectos positivos en la vida cotidiana romana, pero las costumbres tradicionales, en virtud de la auctoritas maiorum ("el prestigio o respeto de los antepasados"), formaba la mayor parte de las reglas de conducta en Roma.
Ése era el resultado de siglos de desarrollo antes de que los romanos desarrollaran las leyes escritas. Las costumbres se crearon a principios de la historia de Roma, ya que se necesitaban para servir a funciones específicas de la sociedad. Sin embargo, la importancia de algunas prácticas tradicionales y rituales arcaicos decayó de la conciencia colectiva progresivamente a lo largo de la historia de la República. Las Lupercalia, por ejemplo, fue malinterpretado en la época de Augusto, a finales del siglo I a.C. En algunos casos, el uso de ciertas prácticas simplemente menguó dentro de la sociedad, tales como la práctica de los matrimonios por confarreatio.
Estos matrimonios arcaicos fueron abandonados debido a la rigidez de la unión. A pesar de la incomprensión o poca relevancia de algunas de estas costumbres, la importancia de todo el conjunto del Mos maiorum nunca estuvo en peligro de sufrir la misma suerte.
Tanta era la importancia de lo tradicional dentro del mundo romano que llegaron a utilizar la auctoritas maiorum para validar los avances sociales, el progreso.
Suetonio relata un edicto de los censores del 92 a. C., que dice: «todo lo nuevo que se hace en contra de los usos y las costumbres de nuestros antepasados, no parece ser correcto». Esta declaración refleja el conservadurismo feroz de los romanos, sello distintivo de su sociedad.
La participación en la vida pública de la Antigua Roma conformó una parte dominante en la vida de los ciudadanos nobles de la República. La vida pública incluía la política, lo militar, la ley y también el sacerdocio. En la política, el cursus honorum se convirtió en la vía normal de progreso. La observancia estricta de éste fue considerada como convencional, aunque en ocasiones, sin embargo, hubo ciertas desviaciones del cursus. Lucio Apuleyo Saturnino y Cayo Servilio Glaucia, en asociación con Cayo Mario y sus leyes, rompieron la tradición mediante la búsqueda de tribunados consecutivos. El mismo Cayo Mario rompió la tradición aceptada por la élite romana. No sólo era un homo novus, sino que Mario obtuvo siete consulados, muchos de ellos de forma consecutiva, contra las más estrictas leyes tradicionales.
Estas cifras contrastan, por ejemplo, con la carrera de Cicerón, que siguió el cursus honorum estrictamente y manteniendo una gran cantidad de apoyos para los intereses de la aristocracia y los valores ancestrales que él mismo vigilaba. Cicerón logró la fama gracias a sus habilidades oratorias en calidad de defensor y fiscal en los tribunales.
Cicerón acusando a Catilina en el Senado romano. fresco del siglo XIX. 
El Derecho estaba estrechamente ligado al cursus honorum y a las magistraturas que un ciudadano podía aspirar a alcanzar. Las clases altas eran las que más conocimiento poseían de la ley y de la oratoria (ya que las dos eran parte vital y habitual en su educación), por lo que las funciones de acusación, defensa, e incluso el cargo de juez (pretor) estaban destinadas a los ricos.
Estas funciones tradicionales de la clase alta permitían asumir a sus miembros cierta responsabilidad pública. Pero aunque existían una gran cantidad de responsabilidades en la vida civil, también se esperaba de todo buen ciudadano un buen servicio en el ejército, como era común en todo el mundo antiguo.
Otro aspecto clave dentro de la política romana era la competencia. Para todo ciudadano romano, «la esencia de la vida era la competición, y la riqueza y los votos eran las medidas socialmente aceptadas para calibrar el éxito». La vida de un romano era una constante lucha para superar los logros de sus ancestros y los logros de los demás.
La República, tanto en sus principios como en la vida diaria, era una meritocracia[1] salvaje. La libertad, para los romanos, estaba basada en la dinámica de la competencia constante. Competencia regida, eso sí, por las normas inviolables del Mos maiorum. Para ser un buen político había que lidiar constantemente contra la competencia y contra la tradición, además de tener talento, dedicación, dinero y contactos. La meritocracia, a pesar de ser despiadada, servía para hacer que solamente los ricos se pudieran permitir una carrera política.
A diferencia de la religión occidental moderna, los romanos no segregaron jamás las prácticas religiosas de las del servicio al Estado. Mantuvieron la práctica de sus ancestros indoeuropeos de dejar el sacerdocio vinculado al Estado. La religión romana estaba compuesta por diferentes cultos al frente de los cuales estaban los sacerdotes, quienes al mismo tiempo podían ocupar un cargo público y/o militar. De hecho, el cargo de sacerdote estaba considerado como un cargo público al que la nobleza podía optar, celebrándose sus pertinentes elecciones. Los sacerdotes romanos eran muy diferentes a los actuales cristianos, ya que podían tener su familia, optar a las magistraturas del estado e incluso combatir en el ejército.
Las fiestas religiosas. El rito es la proyección en el ámbito religioso de determinadas ceremonias relacionadas con hechos históricos. El calendario religioso de Roma permite reconstruir el proceso formativo de la ciudad a través de las aldeas.

Marzo es el primer mes del año hasta la reforma de César, es el mes dedicado a Marte, el dio de la guerra. Se celebra dos procesiones:
Procesión de los Salios (1 de Marzo): los Salios protagonizan un rito según el cual las dos collegium (asociaciones) de Salios realizan la procesión. Una de las asociaciones es la Pallatini y la otra Collini. Se visten de forma arcaica. De este ritual se destaca el aspecto militar. Una comunidad de aldea ocupaba el monte Palatino y el otro el monte Quirinal.
Procesión de los Sacra Argeorum (15 de Marzo): es una procesión donde participan miembros de esta asociación, realizando procesiones alrededor de las 27 capillas existentes en zonas de lo que posteriormente será la ciudad, luego iban hacia el Tíber y en el punto más antiguo de la ciudad y tiraban muñecos de paja.

Octubre  es el mes en el que termina la guerra:
Equus October: es una fiesta de purificación en que se sacrifica el mejor caballo de batalla a Júpiter.

Diciembre
Fiesta del Septimuntium (11 de Diciembre): fiesta de la empalizada.
Ferias latinas: que aglutinan a todas las comunidades y aldeas del Lacio.

Febrero
Lupercales: en Roma tienen importancia económica ya que es un rito de fertilidad para la naturaleza, como expresión de fecundidad se pega con pieles a las mujeres que hay a su paso.

Estos rituales son importantes porque no son un hecho único, también se observa en otros lugares del Lacio. En el lago Castiglione, en el Lacio, etc. Son fiestas que marcan el paso de la aldea a la ciudad.
Foro Boario (Boarium): el lugar donde se realiza la feria del ganado.

Portus Tiberinus: ubicado frente a la isla Tiberina. Tanto este como el anterior son lugares sagrados, donde se protege al extranjero, especie de lugares neutros para la seguridad de ambos, así están presididas por dioses que se entienden desde diferentes ámbitos (Melqart-Hércules).

Remodelación del comicio: ubicado en el foro, es el lugar físico donde se reúne la asamblea de los ciudadanos. Se realiza en dos fases:
·       Primera fase de construcción (finales del siglo VII): El primer comicio romano se articula también como un fenómeno religioso ya que se organiza en torno a una capilla dedicada a Vulcano, divinidad infernal, del fuego, pero también cívica que protege a los ciudadanos.
·       Segunda fase de construcción (finales del siglo VI): es la remodelación y tiene una doble perspectiva, se realza urbanísticamente para que tenga una mayor relevancia y el lugar central del comicio está constituido por la exposición pública de la ley por la que se regulan los ciudadanos. Se regulan las relaciones entre la asamblea y su presidente.

Creación del palacio real: la Regia es el palacio monárquico, cuando desaparece el rey será el lugar donde vive el sumo sacerdote. Hay dos fases de construcción:
Fines del siglo VII: se constata la existencia de lugares religiosos con dos capillas dedicadas al dios Marte, dios de la guerra, y a la diosa Ops, diosa de la fecundidad y de la opulencia.
 

La vida de los habitantes de Roma
Los habitantes de Roma se levantaban con el sol, a la hora I. Esto tenía su clara lógica puesto que era necesario aprovechar todo lo posible la luz natural ya que la artificial era cara y despedía muy mal olor pues para generar esta se quemaba aceite o sebo el cual, además, terminaba manchando las paredes con su humo negro.
El desayuno, “ientaculum” solía ser parco, consistente en algunos frutos secos, fruta del tiempo y queso. Tras el ientaculum, cada uno acudía a sus ocupaciones. Al hombre acomodado de mayor edad en el hogar romano, el paterfamilias, le visitaban a esta primera hora, sus clientes y las personas que buscaban sus favores. De esta forma acudían a desearle buen día y a ofrecerse para trabajar.
El principal centro de la vida del romano medio y del más pobre, es decir de la gran mayoría de los romanos, se desarrollaba en la vía pública. En ella se mezclaban cientos de personas de todas las categorías y profesiones sociales. Las paredes de las calles se encontraban a menudo repletas de pinturas y dibujos de carácter político, algo así como los modernos carteles de propaganda de bienes de consumo.
El mismo tráfico de doble dirección de estas vías se colapsaba a las horas punta del día, mientras las mulas que transportaban a la gente más modesta y los carros de mercancías, circulaban a gran lentitud. En las zonas comerciales, los vendedores animaban a los viandantes a comprar sus “mejores” productos cuando no se enzarzaban en discusiones con motivo del precio del producto o por su calidad. En ellos se vendían una vasta cantidad de productos de toda clase como libros de segunda mano, joyas, perfumes, flores o tallas de marfil. No era difícil tropezarse con mercaderes que ofrecían sus elixires milagrosos, domadores de bestias o prestidigitadores. Y a pesar de todo, el ruido provocado por las voces de la gente y de sus cosas, no decrecía mucho cuando uno se internaba hacia los muchos callejones perpendiculares a las vías principales.
A este tipo de vías públicas, solían acudir a comprar ciudadanos medios, sirvientes y esclavos, los productos que necesitaban para su vida diaria. Desde productos de primera necesidad hasta especias, antorchas y sebo para las lámparas, papiros y pergaminos. Cada comerciante colocaba a la entrada de sus establecimientos, aquellos instrumentos que familiarizaran al cliente con el oficio del vendedor y en algunos casos se pintaban carteles o se esculpían en piedra figuras que representaran su actividad.
 
Estas zonas comerciales se caracterizaban por tener amplios y numerosos edificios de varias plantas que los comerciantes con un poder adquisitivo mayor podían alquilar para vender desde ellas sus productos de una forma un poco más desahogada que al pie de la calle. Esta era un estampa característica de los barrios comerciales de la antigua Roma, donde se desarrollaba en mayor medida la vida cotidiana de muchos romanos.
Después de reponer fuerzas durante la comida, la hora VI se disponía para tomar un breve descanso. De este hora VI, procede nuestra “siesta”, que se tomaba a mitad del día y rompía la rutina diaria permitiendo tomar un pequeño descanso. Tras la siesta, la gente volvía a sus ocupaciones hasta la hora IX o X, durante la cual, se desarrollaba cena. Esta se componía regularmente de los entrantes, “gustatio”, la “prima mensa”, varios platos intermedios, “prima, secunda, tertia cena” y finalmente los postres, “secunda mensa”. Era costumbre alargar la sobremesa, “comissatio”, con tertulias sobre los temas más diversos, incluyéndose a menudo, espectáculos circenses y musicales.
Entre el amanecer y el crepúsculo, si exceptuamos las actividades ya mencionadas, los romanos disponían de una gran variedad de distracciones y actividades. El Foro romano era probablemente el centro de la vida pública de las personas más pudientes de Roma aunque a él podían y accedían la gran mayoría de los romanos. Los paterfamilias solían acudir a este o al senado hasta la hora V, momento que dedicaban para tomare un tentempié, “prandium”, para a continuación acudir a las termas donde establecer y ampliar sus relaciones sociales.
Claro está, que estas descripciones se corresponden con los romanos de clase media y clase alta, puesto que los esclavos y los más desfavorecidos no podían permitirse tales lujos, debiendo de trabajar de sol a sol con apenas unos breves descansos. Aunque no deja de ser cierto que donde hay riqueza hay explotación, también donde hay riqueza hay gran ociosidad. Esto se reflejaba muy bien en las clases media y alta que aunque disponían de recursos más que de sobra para su subsistencia se beneficiaban también de los repartos gratuitos de trigo que regalaba el gobierno, y de la asistencia, también gratuita, a los espectáculos públicos. Hoy en día la realidad no difiere tampoco mucho.
Los espectáculos públicos estaban organizados también con un cierto aire de similitud al entretenimiento de hoy en forma de deportes de masas y programas televisivos. El gobierno se gastaban grandes sumas de dinero para mantener ocupada a la gente y distraerla de sus problemas cotidianos, los cuales podían terminar provocando incidentes o peor aún, organizando a la gente contra quienes los explotaban o contra quienes eran la causa de sus males.
La llegada de las Saturnales, marcaba un periodo de festividad como ningún otro del resto del año romano. Las saturnales era probablemente la festividad romana importante y se las conoció también como “fiesta de los esclavos” ya que en ellas se repartía entre los esclavos raciones extras, tiempo libre así como otras privilegios. Podrían compararse a la pasión con que se vive la Navidad y el Carnaval juntos. En este periodo no se trabajaba, se levantaban muchas prohibiciones y se celebraban los esperados juegos. El cristianismo primitivo tardó tiempo en terminar con esta fiesta intentando sustituirla por otra.
Por último, los romanos no acostumbraban a trasnochar y las calles de Roma tras la caída del sol, se convertían en lugares peligrosos que con frecuencia eran transitados por sicarios en busca de sus víctimas.


Foro romano
Al principio en el siglo VI a. C., el Foro Romano funcionaba como mercado, pero enseguida se erigieron lugares de culto. Uno de los primeros fue el templo de Vesta, donde ardía perennemente el fuego sagrado en honor de esta divinidad local. Al lado estaba la Regia, el palacio real que según la leyenda fue construido por Numa, segundo rey de Roma. Cuando cayó la monarquía, este edificio se usó como archivo para guardar los Calendarios y los Anales, en los que se registraba la historia de la Urbe.
Con la República aumentó la actividad política, y el Foro se fue poblando de construcciones destinadas al gobierno y la administración. Todavía hoy se conserva en buen estado el de la Curia, donde deliberaba el Senado. En cambio queda muy poco del Comitium, la plaza circular en la que se reunían las asambleas para elegir a los magistrados. También son escasos los restos de la tribuna llamada de los rostra o espolones, desde la que se arengaba al pueblo. Los episodios más cruciales de la historia de Roma durante la República tuvieron su origen en esta zona del Foro: los discursos de los Gracos para mejorar la situación de la plebe; la polémica entre Mario y Sila; las soflamas de Cicerón contra Catilina; la decisión del Senado para exigir a Julio César que abandonase el mando militar, orden que éste desobedeció cruzando el Rubicón y tomando la Urbe; y la concesión del título de Augusto a Octavio en el 29 a.C., que se considera el inicio de la época imperial.

El nuevo cambio de régimen trajo consigo ampliaciones y mejoras cada vez más espectaculares de los foros.

Junto al antiguo Forum Romanum, fueron surgiendo los llamados Foros Imperiales, construidos por César, Augusto, Trajano, Nerva y Vespasiano. Todo era formidable en esos espacios públicos: las amplias calles tenían pavimento de travertino, lo mismo que las plazas, que solían estar presididas por enormes estatuas; en los edificios se alternaba el brillo de los bronces con los tonos grises, blancos y ocres de los mármoles.
Cada detalle se había dispuesto cuidadosamente para durar e impresionar, tanto en las construcciones religiosas como en las civiles. Entre estas últimas destacaban por su prestancia las basílicas, en las que se celebraban los juicios y se realizaban transacciones comerciales. Su interior era muy amplio, con el espacio distribuido en naves separadas por columnas. En el exterior tenían dos pórticos laterales bajo los que se alojaban, en hilera, numerosas tiendas que vendían todo tipo de productos. Los restos de la basílica de Majencio y Constantino dan idea de las enormes dimensiones que llegaban a alcanzar estos edificios.
Los monumentos conmemorativos y las estatuas que adornaban los foros no tenían, en cambio, ninguna finalidad práctica, al menos inmediata. Los más llamativos eran las columnas, como la de Trajano, y los arcos de triunfo, como los de Tito, Septimio Severo, Constantino...
Con relieves labrados, se representaban gráficamente las campañas militares victoriosas, para dejar constancia a los siglos venideros de los momentos de gloria protagonizados por cada emperador, que además desfilaba con sus tropas por la Vía Sacra, entre los aplausos y aclamaciones del pueblo.
Naturalmente, existía el riesgo de que, con tanto encomio y aclamación, el poder se le subiera a la cabeza al emperador y, lamentablemente, pretendiese que sus súbditos olvidaran su condición de hombre mortal. Así ocurrió en algunos casos, cuando la máxima autoridad se atribuyó la condición de dios, o rindió honores divinos a sus predecesores e incluso a alguno de sus parientes.
Augusto, por ejemplo, dedicó un templo al Divus Julius; Antonino Pío construyó otro en honor de su esposa Faustina; y Majencio edificó un tercero para recordar a su hijo Rómulo.
La consideración del emperador como ser divino estaba en auge cuando el cristianismo llegó a la Urbe.
Para los romanos, era perfectamente compatible con su politeismo, como muestra el hecho de que los propios emperadores deificados construyeron templos cada vez más grandes y costosos en honor de Marte, Venus, Apolo, Cibeles... Lo que no se admitía, en cambio, era que una religión pretendiese ser la única verdadera y difundiese, como lógica consecuencia, la idea de que las demás eran falsas. Las autoridades toleraban cualquier novedad con tal de que se integrase en el relativismo imperante. Pero ése no era el caso de la fe cristiana...




[1]    La leyenda dice que mientras Roma fue asediada por el rey sabino Tito Tacio, Tarpeya, hija del comandante de la ciudadela, Espurio Tarpeyo, se acercó al campo sabino y les ofreció la entrada a cambio de "lo que ellos llevaban en sus brazos izquierdos". Deseando el oro, ella se refería a sus brazaletes, pero en lugar de ello los sabinos le lanzaron los escudos que se llevaban en el brazo izquierdo sobre ella y así quedó aplastada hasta la muerte debajo de tal peso.[] Su cuerpo fue entonces lanzado desde la roca Tarpeya, que pasó a ser conocida como el lugar de ejecución para los más destacados traidores de Roma. Los sabinos fueron sin embargo incapaces de conquistar el foro, con sus puertas milagrosamente protegidas por chorros de agua creados por Jano.
La leyenda fue representada en un denario de plata del emperador Augusto aproximadamente en el año 20 a. C

[2]    Meritocracia (del latín mereo, merecer, obtener) es una forma de gobierno basada en el mérito. Las posiciones jerárquicas son conquistadas con base al mérito, y hay una predominancia de valores asociados a la capacidad individual o espíritu competitivo tales como, por ejemplo, la excelencia en educación o deportes.

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