Concello de O Incio
A, Cervela
Perteneciente al municipio de O Incio, esta
parroquia se encuentra a 14 km de Sarria por la LU-546, tomando luego una
carretera local que pasa por Rubián de Cima, hasta llegar a la LU-2501, por la
que se sigue durante un kilómetro.
A Cervela está rodeada por los altos de
Castroagude, donde hay restos de un poblado castreño, Pena do Val, Pena Redonda
y Pico do Cebreiro, donde se encuentra la Fonte dos Mouros, cuyo nombre hace
referencia a leyendas sobre seres mágicos que guardan tesoros.
Históricamente, el territorio ha estado poblado
desde el Megalítico, y muestra de ello son las medorras de Fruxil, así como los
petroglifos de A Penela, o del Monte das Seixas. En el del Tumbo de Samos
aparece ya en el inventario del Abad Fromarico donde se enumeran las posesiones
del monasterio.
En las inmediaciones de A Cervela se encuentran
casas nobles como la de Castrogude, del siglo XVI, y la de Pereira de Riba de
1774. Igualmente, hay alguna pequeña capilla como la de San Roque,
recientemente restaurada.
Es de gran interés asistir, el último domingo
de agosto, a la festividad de Santa Lucía, celebrada con danzantes ataviados
con vistosos colores.
Iglesia de San Cristovo
Dentro del caserío, frente a un crucero, se
levanta la iglesia de San Cristovo, rodeada del atrio-cementerio y precedida de
su cabildo.
La planta guarda la forma de una única nave más
cabecera, ambas rectangulares, aunque se le han añadido la sacristía al norte y
un cabido al oeste.
En el interior, se combinan distintos
materiales en el alzado, de tal forma que la pizarra con revoco de mortero se
emplea para los muros y el granito para los lugares nobles. En las cubiertas
también se alterna la bóveda de cañón sobre arco fajón para la cabecera
mientras que la nave se cubre con madera dos aguas sobre tirantes.
La bóveda de cañón se decora con pinturas de
obra más moderna, como la figura de Cristo sobre la credencia, en el muro sur
de la cabecera. Los capiteles-ménsula que soportan al arco fajón, arco de medio
punto de sección prismática, redondean sus vértices como los del arco triunfal,
tendiendo a la esquematización en la talla de sus motivos. Se trata, en el lado
norte, de tiras cruzadas a modo de red que cubren al completo el bloque,
mientras que en el lado meridional aparecen pequeñas bolas dispuestas, de tres
en tres, en cada cara de la pieza y en los ángulos emergen piñas.
No parece que el aro fajón, en origen, se
apoyara solo en estos capiteles, tal y como se expone en la actualidad, sino
que debieron contar con fuste y basamento al igual que los que soportan el arco
triunfal. Indica Valle Pérez que si pudiéramos liberar la capa de cal que cubre
los muros descubriríamos la huella de esta organización, que fue alterada
durante las reformas de la cabecera, quizás en un momento avanzado del siglo
XVIII, cuando se instala el retablo del testero. Un banco de fábrica con el borde
en bocel recorre el perímetro absidal, sirviendo de soporte a las columnas del
arco triunfal. Este se desarrolla como un arco doblado de medio punto, con
arista viva, que se apoya sobre columnas entregas con cimacios en bisel. En
cambio, la dobladura descansa sobre el muro, a través de una línea de imposta,
continuación de los cimacios, que se alarga por el muro del testero hasta
coincidir con los laterales de la nave.
Las columnas entregas tienen basas áticas y
plintos cilíndricos donde solo el de la columna meridional está decorado con
líneas en zigzag cruzadas formando rombos.
Una de las basas que encontramos en el presbiterio con decoración similar a la que aparece en las cornisas del muro sur de la nave y cabecera.
Los capiteles de estas columnas, bajo los
cimacios en bisel, son de una cuidada talla, muy estilizada, con motivos
vegetales, cuya decoración coincide con motivos que decoran los capiteles de
Santa María de Castro de Rei de Lemos (Paradela), de San Xulián de Samos o San
Pedro Fiz de Hospital de O Incio. El capitel septentrional presenta tallos muy
planos grapados en el medio y rematados en brotes de hojas con nervaduras que
semejan veneras. En el caso del capitel meridional se representan hojas
ocupando toda la cesta, con nervios a modo de espina de pez. En los espacios
libres entre las hojas se erigen rectos tallos sogueados, coronados con bolas y
en uno de los casos con semiesferas.
En el hastial del testero se abre una ventana
con derrame interior y bovedilla semicircular. Sendos vanos a cada lado aportan
luz a la nave, con un amplio derrame y perfilados, en su parte superior, por un
arco de medio punto.
A los pies del templo, una pila bautismal, de
amplio vaso, se apoya sobre una peana que no es la original. La pila de agua
bendita, bajo una hornacina, tiene grabadas líneas oblicuas y el borde en
baqueta.
En el exterior, el frontis occidental
construido en granito, se conforma en tres niveles: puerta, ventana y espadaña.
El vano de entrada es una doble arquivolta
ceñida con una chambrana con el borde ajedrezado, que en la parte central del
arco ha perdido su relieve. Un bocel traza el perfil de los dos arcos que se
apoyan en el muro a través de una línea de imposta en bisel que se prolonga más
por el Norte que por el Sur.
En el tímpano, un estrecho arco de medio punto
de arista viva se talla en el borde semicircular, protegiendo una cruz patada
rodeada por un círculo. Se apoya sobre ménsulas trabajadas en proa, que coronan
jambas lisas. Este detalle del arco ajustado en el tímpano aparece también en
otros dos templos del mismo municipio: San Mamede de Vilasouto y San Xulián en
Santalla de Bardaos.
La ventana, de decoración completa, se enmarca
bajo un arco de medio punto labrado con bocel y escocia tanto en la rosca como
en el intradós. Sobre él se desarrolla una chambrana en ajedrezado que descansa
en la línea de imposta, prolongación de los cimacios de las columnas
acodilladas, en las que se apea el arco. Esta imposta-cimacio se decora con
motivos geométricos en zigzag y bolas, ahora un poco desgastados. Por su parte,
las columnas, con basas áticas, fustes lisos, y capiteles decorados con elementos
vegetales de talla esquemática: hojas alargadas en dos órdenes, con profundas
incisiones entre ellas, vuelven los ápices hacia afuera, mientras que en el
capitel meridional se ornamenta con un nivel de hojas cuyas puntas se separan
del vaso y rematan en bolas. En ellas se apoyan unas formas esféricas sobre
bastones.
En el nivel superior, la espadaña se estructura
con tres huecos en arco de medio punto repartidos en dos alturas bajo una doble
vertiente. Una línea de imposta moldurada recorre el muro por debajo del yugo
de las campanas.
Por lo que respecta a los muros laterales, se
combina la pizarra revocada con el granito utilizado para esquinas y aleros. En
la parte alta de los paramentos se disponen un gran número de canecillos con
diferentes motivos: geométricos (estrías, rollos, bandas horizontales), piñas,
y algunos se mantienen lisos. Singularmente, las cobijas, talladas en bisel,
también se ornamentan con ajedrezado, en el lado norte, mientras que en el sur
repite el motivo decorativo utilizado en el plinto meridional del arco triunfal,
esto es, rombos formados por bandas en zigzag.
Por encima de la nave, la diferencia de altura
entre esta y el ábside permite la apertura de un estrecho vano en el hastial
del testero.
En el sur de la cabecera, los contrafuertes
refuerzan, desde el exterior, la posición de los apoyos interiores del arco
fajón de la bóveda de cañón. En el lado norte se adosó posteriormente la
sacristía y los contrafuertes y aleros de esta parte quedan ocultos. Sin
embargo, se conservan los canecillos y cobijas meridionales que repiten los
motivos tratados en la nave.
La decoración completa de una ventana se
dispone en el eje este/oeste del ábside, aunque el vano en la actualidad está
tapiado. Consta de una arquivolta de medio punto ceñida por una chambrana en
ajedrezado. El arco se talla con un grueso bocel que forma una escota central.
Tanto en el lado interior como en la rosca se tallan tres grupos de tres
pequeñas bolas.
Un par de columnas acodilladas constituyen los
soportes de esta arquivolta a través de una línea de imposta en bisel y lisa,
la cual se prolonga por el muro para servir de arranque a la chambrana. No
faltan los detalles decorativos en las basas áticas, pues el toro del lado
norte se talla con sogueado mientras en el lado sur aparecen estrías en la
moldura superior.
Estilizados fustes se coronan con capiteles de
motivos vegetales de hojas con bolas entre ellas y en los ápices, en el caso de
la pieza meridional, y de tallos cruzados con brotes en los extremos en la
septentrional. No parece coincidir el mismo tipo de talla, cuidada y
preciosista, de los capiteles del arco triunfal con la de estas piezas, pues
aquí el trabajo es más grueso, aunque sí el estilo de la decoración, que tiende
al sincretismo. Similares motivos se ven en los capiteles de la Capilla Mayor
de Santa María de Meira (Lugo).
Para concluir, señalar que el periodo de
construcción de San Cristovo de A Cervela, dado el carácter de su
ornamentación, estaría encuadrado dentro de un románico avanzado, en relación a
la aparición de motivos como las piñas y a la decoración en las basas y el
plinto. Por lo tanto, como indica Jaime Delgado, estaría ya en el comienzo del
siglo XIII.
Rubián de Cima
Esta parroquia del municipio de O Incio se
encuentra a 12 km de Sarria siguiendo la vía C.G. 2.2 desde Lugo hacia Monforte
de Lemos, Hay que desviarse, una vez llegado a O Oural, por la carretera local
que se dirige también a A Cervela.
El tipo de edificación es el común a todo el
municipio de O Incio, con casas de pizarra en ocasiones combinada con granito,
y con algún pazo, como el de los Alvarado.
La proximidad del Castro de Guitián, en la
Sierra de Rubián, confirma la existencia de asentamientos desde la Antigüedad.
Documentalmente, aparece citada en el Tumbo de
Samos en varias ocasiones: 1013 (número 198), 1070 (número 201), 1079 (número
197) y en 1175 (número 53).
Iglesia de San Vicenzo
En medio del caserío y muy cerca de la
carretera se levanta esta iglesia rodeada por su atrio-cementerio. La planta es
de una única nave más cabecera, ambas rectangulares. Se ha añadido la sacristía
en su lado norte.
En el interior, la cubierta, a dos aguas
soportada por tirantes, cubre la nave mientras que al ábside, muy modificado,
le han elevado su altura y su cubierta es de obra. El muro del testero que da
entrada a esta cabecera está igualmente transformado, abriéndose en un arco
triunfal de mayor altura que el que hubiera sido el original románico. Se apoya
sobre el muro a través de una línea de imposta en bisel que apenas se prolonga
por él.
Aportan luz a la nave dos ventanas por cada
lado de los muros laterales, con arcos de medio punto y derrame interior. Una
puerta se abre en el sur, mostrando en su vista interior un arco apuntado
apoyado sobre jambas.
Como vemos, la obra románica está visiblemente
transformada, sin embargo, hay elementos originales que han sido reutilizados.
En el exterior, se utiliza el granito para el frontis occidental, las esquinas
y algunos elementos como ventanas, canecillos y cornisas, mientras que la
pizarra con revoco decorativo se ve en el resto de los muros.
Este remodelado frontis occidental guarda
algunos componentes originales románicos. La puerta principal se organiza con
una doble arquivolta apuntada. El arco exterior, a ras con el muro, se perfila
en bocel mientras que el interior se trabaja en arista viva. Estos arcos se
apoyan alternativamente en el muro y en columnas acodilladas, aunque en ambos
casos a través de una imposta en bisel. Las basas de los soportes exteriores
son piezas poco trabajadas. Sobre ellas, el fuste es monolítico y liso, y los capiteles
ostentan motivos vegetales muy sintetizados y de escaso detalle. En el caso de
la pieza meridional rematan en bolas y en la septentrional se disponen en dos
órdenes. Las hojas se vuelven fuera de la cesta y el nivel superior semeja
tallos que se unen sobre los ápices e intersecciones del orden inferior.
El vano de entrada se corona con un tímpano
apuntado donde se labra un arco que sigue las líneas de las arquivoltas. Se
apoya sobre mochetas en bisel que siguen la línea de las jambas. Este tipo de
tímpano y la decoración de los capiteles coincide con otros ejemplos de O Incio
como la cercana iglesia de San Xulián de Santalla de Bardaos, San Cristovo de A
Cervela y San Mamede de Vilasouto, sin que su forma sea apuntada.
La impresión es que arcos, tímpano y capiteles
corresponden a obras distintas a las de fustes y, jambas y el resto del muro
occidental. Lo corrobora la diferencia del material utilizado, así como lo
forzado de sus ensamblajes.
En lo que respecta a los muros laterales, en el
lado sur, donde se conservan las peanas de apoyo de un pórtico, se abre una
puerta adintelada sobre mochetas en bisel. Por cada lado del exterior de la
nave dos vanos rasgan la parte alta de los muros. Bordeados en granito, tienen
forma rectangular y están muy próximos a la cubierta. Bajo el tejado se
extienden las cobijas en listel y los canecillos en caveto. El exterior del
ábside conserva la decoración de su vano central, ahora ciego. Se conforma con
un arco de medio punto, que tiende a cerrarse en sus extremos, apoyado sobre un
par de columnillas acodilladas a través de línea de imposta decorada con
volutas en el lado norte y la del sur con motivos geométricos en aspa unidos
por una línea central. Los capiteles ostentan una decoración figurada,
animalística en el lado meridional, con aves afrontadas hacia el vértice,
apoyadas en el astrágalo, mientras que en el septentrional pueden verse dos
expresivas cabezas separadas por una piña.
La escasez de elementos originales no permite
aportar una gran precisión en cuanto a su fecha de construcción, pero, por el
estilo utilizado en su decoración, así como por el apuntamiento de sus arcos,
San Vicenzo de Rubián de Cima se encuadraría en el primer tercio del siglo
XIII.
Concello
da Paradela
San
Facundo de Ribas de Miño
A un poco más de 7 km de Paradela, ayuntamiento
al que pertenece, por la carretera provincial LU-4202, San Facundo de Ribas de
Miño aparece en una ruta sinuosa que discurre entre pinos y que termina en su
iglesia.
Su enclave, entre los escarpados viñedos a
orillas, ribas, del río Miño, es una porción del paisaje típico de la Ribeira
Sacra.
Iglesia de San Facundo
Rodeado de viñedos, en la vaguada formada entre
los montes Chao dos Piñeiros y O Lombao, desde donde se divisa uno de los
meandros del Miño, emerge este conjunto monástico, formado hoy por el templo y
la casa rectoral, que en 2014 se ha recuperado como restaurante. San Facundo de
Ribas de Miño se identificó en otros tiempos con una parada obligatoria en la
ruta del Camino Francés, que viniendo desde Sarria habría pasado ya por
Barbadelo, Santa María de Ferreiros, San Miguel de Paradela y el Santuario de
Pena Redonda, y se dirigiría desde aquí a Portomarín cruzando el río bien en
barca, bien a través del puente reconstruido por la reina doña Urraca en 1120,
que lo había destruido una década antes.
Es probable que este priorato se tratara en
origen de un monasterio benedictino, como ese otro monasterio leonés de San
Facundo de Sahagún, que sirvió de enterramiento para el rey Alfonso VI y que
está igualmente vinculado al Camino de Santiago.
Algunos autores afirman que pudo haber
pertenecido a la Orden del Temple, pero dicha adjudicación no está probada. Sin
embargo, sí se posee documentación tanto de su incorporación, con la reforma
monástica, al Colegio de San Bernardo de Alcalá de Henares, como a la abadía
Cisterciense de Montederramo en 1620 por la entrega de 100 ducados anuales al
Colegio Complutense. De la misma manera están fundamentadas sus relaciones con
el cercano Castro de Rei de Lemos, del que dista apenas 10 km.
Después de unas épocas de abandono, el templo
fue descubierto en 1977 por D. Ricardo López Pacho, el cual, tras diversos
trabajos de acondicionamiento y puesta en valor, impulsó su declaración como
Monumento Histórico-artístico de carácter nacional, alcanzando dicha distinción
en 1982.
En lo que respecta a su construcción se
plantean diferentes cuestiones relacionadas con su planta y la estructura del
ábside que están relacionadas con una edificación en tres etapas: una primera
románica a la que pertenece el diseño de la planta y la mayor parte de los
muros, una segunda gótica con la terminación de la cabecera, y otra final de
transformación en el siglo XIX en la que se reduce la nave y se levanta la
fachada actual.
En primer lugar, la planta se organiza en dos
alturas a causa de las irregularidades que presenta el terreno donde se asienta
el templo y que a su vez se corresponden en su parte inferior con la nave,
atrio y quizás también a un pórtico, y en la zona más elevada con el ábside.
Debido a una transformación de la fachada occidental, que afectó también a los
muros laterales, la nave resulta ahora de mayor anchura que longitud. Está
cubierta con madera en una estructura a dos aguas. En lo que respecta al diseño
de la cabecera, el ábside se concibe como un tramo recto seguido de un espacio
semicircular, con bóveda de crucería.
En el interior, en los muros de la nave se
conservan algunos restos de pinturas del siglo XV con temas sobre el martirio
de San Sebastián así como un San Cristóbal en el momento de cruzar al Niño a
hombros, siendo alumbrado por un monje negro, esto es, benedictino, en su
camino hacia la otra orilla. Esta escena subraya el lugar que ocupaba el
priorato como parada obligada para los peregrinos antes de atravesar el Miño
hacia Portomarín.
Se abre en el muro presbiteral un arco triunfal
de gran anchura con una doble arquivolta en arco de medio punto y perfil
rectangular, estando el arco mayor a paño con el muro, en el que descansa a
través de una línea de imposta en bisel, mientras que el arco interior se apoya
en columnas de canon corto sobre un banco que se prolongará por todo el
perímetro absidal.
Estas columnas se articulan en plintos y basas
áticas con garras, ancho fuste, en el que aún se pueden apreciar restos de
pintura con motivos geométricos, y capiteles con forma de tronco de cono
invertido, con el perfil en caveto y sin decoración. Los cimacios biselados se
extienden por el muro absidal Sección longitudinal Alzado este situándose a la
misma altura que las molduras que conformarán los capiteles de las columnas que
sirven de apoyo a los nervios de la cúpula.
El interior del ábside presenta algunos
aspectos de compleja explicación. En primer lugar esta bóveda sexpartita cuyas
nervaduras, ligeramente apuntadas, confluyen en una clave lisa, utiliza como
apoyos tanto el interior de las columnas del arco triunfal, como las cuatro
columnas que se disponen en el tramo semicircular, el cual, debido a esto, toma
cierta apariencia de cabecera poligonal. Estas columnas adosadas, al igual que
las del arco triunfal, son anchas, de canon corto y el único juego decorativo
aparece en sus basas que combinan toros y escocias al modo ático. Los capiteles
no llegan, en dos de los casos, a conformar una pieza definida más allá de una
escueta moldura tórica. Los otros dos son semejantes a los capiteles del arco
triunfal, pero en una escala más reducida, con una clara intención de reprimir
cualquier efecto decorativo.
Debemos suponer que la solución de esta bóveda
debe de haberse adoptado como respuesta a algún problema surgido al poco de la
construcción de este templo, pues la disposición de los tramos sugiere que, en
origen, la cubrición fuese diseñada con bóveda de cañón para el tramo recto y
de horno para el semicircular. Como apunta Delgado, el resultado viene dado por
su adscripción al Císter, que marcaría las directrices en el levantamiento de
la bóveda nervada, así como en la característica austeridad decorativa en todos
los elementos. Como afirma Valle Pérez, la construcción de esta bóveda se
realiza ya avanzado el siglo XVI.
En el centro del muro absidal se abre una
saetera con derrame interior y de borde en arco de medio punto sin que posea
ninguna decoración más. En el muro sur, un nicho, perfilado con arco apuntado,
sirve de cobijo a la clave de un arco conopial con la fecha 1811 inscrita en
ella.
En el exterior, los paramentos muestran
diferentes formas de mampostería, predominando en la parte inferior el sillar
granítico regular mientras que pequeñas piezas de granito junto con pizarra se
disponen en la parte media y alta de los muros.
La fachada occidental es fruto de reformas del
siglo XIX que acortaron la nave del templo. Puede que ese tímpano liso que
corona el vano de entrada haya pertenecido a la puerta románica original.
En el flanco meridional, traspasando el hueco
adintelado que se abre en la prolongación del muro, se accede a una puerta que,
en esta ocasión, sí conserva gran parte de su estructura románica. Un arco de
medio punto de perfil rectangular a paño con el muro se apoya en columnas
acodilladas de fustes monolíticos y lisos, levantadas sobre banco. En el lado
oriental el plinto es de diferente material granítico al del resto del apoyo,
con decoración geométrica en baquetilla en los perfiles y basa formada por una
doble moldura tórica más escocia inferior con bolas a modo de garras. En la
parte occidental, un gran plinto prismático y sin ornato sirve de sustento a la
columna. La decoración de ambos capiteles es de tipo vegetal, con detalles
escuetos el del lado oriental, mientras que el occidental, visiblemente
deteriorado, muestra hojas firmemente pegadas al cálato, dispuestas en dos
órdenes, que rematan en volutas en el nivel superior, sin que sobresalgan del
volumen total de la pieza.
Los cimacios se tallan en listel en su cara
frontal, recorriendo brevemente el muro como imposta, al tiempo que se
transforma en bisel en la parte interior del arco.
El vano de entrada, de acceso escalonado,
remata en un tímpano liso sobre mochetas y jambas lisas.
Es sin duda el exterior absidal el que muestra
una mayor singularidad con respecto a otras obras de la misma época y de
próxima localización. Comenta López Pacho que cuando encontraron el templo sus
alumnos podían “sentarse en el alero, tocando los pies en el suelo”,
esto es, el ábside se hallaba prácticamente cubierto de tierra en su totalidad.
Una de las primeras tareas del profesor marista fue, entonces, despejar esta
cabecera para dejar al descubierto el muro. Con regulares sillares de granito
dispuestos en hiladas horizontales, este paramento, que se levanta sobre
retallo correspondiendo en el interior con un podio corrido, no parece que se
llegara a completar tal y como se pensó en un principio, pues hacia la mitad de
su altura se aligera, se hace menos espeso, pasando a utilizar también un tipo
de piedra más irregular.
Es igualmente llamativa la conservación de los
zócalos escalonados, las basas y plintos, y de parte de los fustes de las
cuatro columnas que se disponen en el perímetro semicircular exterior y que lo
organiza en tres tramos, como resto de un planteamiento inicial. Su
emplazamiento corresponde de forma simétrica al de las columnas interiores del
ábside.
El eje central se subraya con la apertura de un
estrecho vano, de perfil en bocel, y rematado en un arco semicircular
monolítico. Otras dos ventanas rectangulares, de factura posterior, perforan la
pared absidal, aprovechando la dispersión de cargas que permiten los nervios
interiores.
En el alero, bajo cornisas de pizarra, se
disponen los canecillos, en su mayoría trabajados en caveto y lisos, salvo en
algunos ejemplos de escueta decoración geométrica, también con motivos de punta
de diamante y el más destacado, que se sitúa en un punto próximo al eje
central, un rostro humano de redondas facciones.
En conclusión, como afirma Valle Pérez
estaríamos ante una construcción románica del siglo XII cuya bóveda absidal fue
remodelada en el siglo XVI.
Suar
A las orillas del río Loio, en un hermoso
entorno de castaños y robles, se encuentra esta parroquia adscrita al municipio
de Paradela, muy próxima al paso del Camino de Santiago en la ruta hacia
Portomarín, del que le separan apenas 9 km.
Según Nicandro Ares, su nombre procede del
apellido medieval Suaris. Una de las entidades de su territorio, Celmán, donde
se encuentra una blasonada casa de hidalguía, aparece citada en un documento de
1009 del Tumbo de Samos.
Iglesia de San Lourenzo
El templo está un tanto alejado del núcleo de
población, hacia el Norte, y en una localización un poco más elevada que el
camino que lo rodea y que se dirige hacia el río.
La planta responde a la tipología de románico
rural de reducidas dimensiones y conformada con una única nave más un ábside
rectangular.
En el interior, los sillares solo quedan
expuestos en el muro de acceso al ábside, donde se aprecia una cantería de
granito irregular dispuesta en hiladas horizontales. La cubierta en ambas
partes de la iglesia es de madera. El muro presbiteral, levantado sobre
retallo, y el arco triunfal que en él se inscribe son los únicos restos
románicos que se conservan. Este sencillo arco triunfal muestra una interesante
sucesión de molduras en el único semicírculo que lo conforma. De esta manera,
se configura como una baqueta seguida de escocia más una cenefa de flores
cruciformes, que por su forma hacen pensar en esvásticas. En el intradós del
arco se suceden la talla en baqueta, en escocia, una doble fila de dientes de
sierra y un listón liso tallado en arista viva.
El arco descarga en el propio muro presbiteral
a través de una línea de imposta en bisel que se prolonga hasta la confluencia
con los lienzos laterales de la nave, en los que se aprecia una diferencia de
grosor producido por las reformas posteriores.
Igualmente, este adelgazamiento en la parte
alta de los muros fue realizado también por encima del arco triunfal.
A los pies del templo está instalada una pila
bautismal con vaso de grandes dimensiones y sin decoración. En el muro
septentrional está encastrada una pila de agua bendita, enmarcada con un arco
de medio punto, monolítico, con el borde tallado en nacela y bolas en la rosca
del arco. En la parte inferior, dos vasos, uno de ellos más pequeño, con restos
de pinturas y, aunque desgastado, con decoración de gallones, mientras que el
vaso más grande permanece liso.
En el exterior, el frontis fue renovado pero la
portada permaneció con el diseño románico original. Muestra de estas reformas
es el retranqueado que se produce a partir de la línea de impostas.
En cuanto a esta portada occidental, se
organiza con una doble arquivolta de medio punto labrada en bocel con escocia
central decorada con grupos de tres perlas dispuestos uno por cada dovela. En
cada arquivolta se coloca otra moldura exterior de billetes, que en el caso del
arco exterior adquiere la función de chambrana. López Pacho sospecha que en
origen existió una tercera arquivolta hoy desaparecida que completaría la
alternancia de molduras entre escocia y billetes. El intradós de los arcos se
decora con bolas.
Las columnas acodilladas que sirven de apoyo a
las arquivoltas se alzan sobre basas tóricas ya algo deterioradas y plintos
cúbicos y lisos. Los fustes parecen tener éntasis, son gruesos, lisos y
monolíticos. En los capiteles, de tipo vegetal, de talla muy basta, se
distingue una organización en dos órdenes, con carnosas hojas que en algunos
casos albergan bolas, volviendo sus ápices hacia fuera. Sobre ellos, un cimacio
en bisel se extiende por el muro más allá de los arcos como línea de imposta.
Un tímpano liso, con dos arquitos incisos en su
base, corona la entrada, apoyándose en dos mochetas lisas trabajadas en caveto
sobre jambas lisas. La tipología del tímpano bilobulado está ampliamente
difundida por toda Galicia, pero será en la provincia de Lugo donde se
encontrará el mayor número de ejemplos en los que aparecen únicamente grabados.
Así los hallamos en las parroquias monterrosinas de San Miguel de Esporiz y San
Martín de Fente, en Antas de Ulla (Santa María de Arcos) y en O Páramo (San Esteban
de Grallás).
Toda esta estructura de la portada occidental
parece repetir, de una forma más tosca, el esquema de puerta realizado en San
Pedro de Portomarín, donde igualmente se combinan escocias con ajedrezados en
las arquivoltas, adornadas con bolas y con grupos de perlas y, sin duda lo que
es más interesante, en el tímpano se recortan igualmente dos arquitos de medio
punto.
Preside el tejado una cruz patada en piedra
inscrita en un círculo que, según Vázquez Saco, en su día coronó una espadaña,
hoy desaparecida.
Por todo ello, una vez establecidas las
relaciones estilísticas entre este templo y la próxima San Pedro de Portomarín,
datada en 1182 por inscripción, la construcción de San Lorenzo de Suar se
encuadraría también en este periodo de finales del siglo XII.
Castro de Rei de Lemos
Castro de Rei de Lemos se levanta a unos 8 km
de Paradela, demarcación a la que pertenece. Es la parroquia de más amplia
extensión dentro del municipio, con mayor número de entidades singulares y,
asimismo, la más poblada.
En cuanto a su nombre hace referencia, en
primer lugar, con “Castro” a una población prerromana amurallada
situada, por lo general, en un alto. Este “de Lemos” indicaría la
sumisión de la parroquia a los Señores de Monforte: Marqueses de Sarria y
Condes de Lemos, que utilizaban además el apellido familiar de Castro. Ilustres
hombres pertenecieron a esta familia y, así, fechada en Paradela, está la carta
que don Pedro Fernández de Castro, Grande de España y protector de Miguel de
Cervantes, le dirige a Luis de Góngora y Argote, carta que, por otra parte,
Amor Meilán la sitúa escrita en el mismo Castro de Rei de Lemos.
También en sus alrededores no dejan de aparecer
referencias a construcciones prehistóricas. Son estos los lugares de Mámoa
y Monte Medorra, que declaran con su nombre la existencia de monumentos
funerarios de finales del Neolítico.
El acceso a esta localidad se realiza desde
Paradela a través de la carretera provincial LU-4201.
Iglesia de Santa María
La iglesia de Santa María se encuentra próxima
al barrio de Mosteiro Vello, esto es, monasterio viejo, referente claro de la
huella de una sede de vida comunitaria regular, la cual, según Delgado, sería
de carácter dúplice durante los siglos X y XI. En ella las monjas se hallarían
bajo la advocación de San Salvador y los monjes de Santa María. La división
femenina, con el tiempo, iría desapareciendo, mientras que la de los monjes
continuaría con su labor hasta la desamortización de 1835. Como afirma Valle Pérez,
sus orígenes son confusos. Fue filial de la abadía de Carracedo, en el Bierzo,
pero su adscripción a la Orden se realizaría en torno al último tercio del
siglo XV.
Este monasterio disfrutó de privilegios y
exenciones por parte de los monarcas castellanos, como refiere la documentación
de Montederramo. Sin embargo, a partir del siglo XV, cayó en decadencia y fue
suprimido en 1506 por el papa Julio II, pasando todo su patrimonio a pertenecer
al monasterio ourensano en 1522.
Castro de Rei de Lemos, a pesar de sus
numerosas posesiones, nunca pudo considerarse como un monasterio acaudalado,
pues sus tierras se encuentran en la poco fértil montaña alta, siendo
explotadas por una escasa población y regidas por una administración
deficiente. No por ello es menor su influencia, que llegó a extenderse sobre
otros ayuntamientos del Sur de la provincia, como O Saviñao o Bóveda. De aquel
poder queda hoy una parroquia que supone, en extensión, un tercio del
ayuntamiento en el que se inscribe, Paradela. En este territorio se erigen un
gran número de pequeñas capillas, algunas en estado ruinoso.
En el siglo XX, tanto el templo como la casa
rectoral, sufrieron varios incendios con los que desaparecieron la techumbre,
algunos objetos artísticos, así como el archivo parroquial.
Actualmente nos encontramos con una iglesia
separada del núcleo de población de cuya factura románica aún se conserva un
imponente ábside, además de dos ventanas del muro septentrional de la nave con
decoración completa. La planta ha sido modificada en épocas posteriores, lo que
se trasluce en una variación del eje de la nave con respecto a la cabecera.
El aspecto interior es de una iglesia
fortaleza, de gruesos muros con hiladas de buena sillería granítica que se deja
ver en la cabecera. En lo que respecta a la nave, las reformas condujeron a la
apertura de una nueva puerta hacia el Sur.
En este mismo lado un amplio arco de medio
punto sirve de hornacina para San Antonio de Padua. Sin embargo, en la parte
alta del muro norte, dos de las tres ventanas muestran su carácter románico con
una decoración completa, con arquivolta de medio punto y arista en baquetón,
con la típica media caña presente tanto en el exterior como en el interior del
arco, ceñido por otra moldura, que en un caso aparece decorada con tacos y, en
otro, trabajada en gruesa baqueta. En cuanto a sus capiteles, ostentan una decoración
de tipo vegetal, con hojas rematadas tanto en volutas como en bolas acanaladas
a modo de conchas, así como tallos y entrelazos, con tendencia a la
esquematización. En la ventana occidental, uno de los plintos está decorado en
damero. Ambos vanos se abren en amplio derrame tanto interior como exterior.
Por su parte, el ábside se extiende tras un
arco triunfal que se organiza con una doble arquivolta de medio punto, ambas
prismáticas, sin ornato y con la arista viva. Una chambrana con perfil de
nacela lisa y línea irregular ciñe las arquivoltas, cuyas dovelas, según López
Pacho, formarían parte, originariamente, de un rosetón colocado en la fachada
occidental. Sobre ellos se abre un estrecho vano que ahora permanece ciego
debido a los arreglos de la techumbre en época moderna. Tanto el arco superior
como la chambrana no llegan a terminar su recorrido semicircular, apeándose
esta última en el saliente del muro del testero que, a su vez, secciona parte
del arco superior de la arquivolta.
La carga de este arco triunfal se distribuye
entre el muro, a través de una línea de imposta en nacela, para los elementos
exteriores, y semicolumnas entregas en el caso del arco interior. Sin embargo,
acodada en el muro del testero, en su lado norte, aparece una parte solo del
fuste de una columna entrega, con su basamento y ceñida por la línea de
imposta, lo que hace suponer que la estructura original poseía una arquivolta
más, para la cual serviría esta de apoyo y que, tras las reformas, con las que se
desvió el eje de la nave y se modificó la techumbre, este arco habría
desaparecido, al igual que su columna gemela en el lado meridional.
El par de columnas entregas, que sí quedan
completas, se levantan sobre un zócalo, el cual conforma igualmente la base de
toda la cabecera, altos plintos y basas tóricas con bolas a modo de garras. Sus
fustes lisos están ceñidos por una línea de imposta moldurada que, de la misma
manera que el zócalo, se extiende por el interior del ábside aunque sin llegar
a completar el recorrido semicircular.
Los capiteles exhiben diferentes motivos de
tipo vegetal. De esta forma, en el lado septentrional aparecen entrelazos, que
recuerdan a las formas de tallos con palmetas, a los que se le añaden brotes en
las esquinas dotados de especial volumen. La talla y motivos de este capitel,
en su conjunto, suponen una interpretación, según D’Emilio, de la decoración
clásica de volutas unidas por lazo en los extremos de la pieza. Por otro lado,
el capitel meridional ofrece hojas, apenas sugeridas por incisión, pegadas al
cálatos, dispuestas en dos órdenes y rematadas en bolas.
Los cimacios en nacela continúan por el ábside
como línea de imposta, subrayando el arranque de las bóvedas, siendo estas de
cañón para el tramo recto y de horno para el área semicircular. Este espacio
final del ábside es más estrecho que el tramo recto que le precede y su entrada
se señala con un falso arco de medio punto de sección prismática apoyado en un
par de pilastras de perfil en baquetón que se coronan con la misma línea de
imposta superior que recorre los muros de la cabecera desde el arco triunfal.
En el centro del muro semicircular se abre una
saetera con derrame, enmarcada con una doble arquivolta de medio punto. El arco
interior está moldurado en bocel, formando una media caña que se ornamenta con
cuatro grupos de tres bolas, uno por dovela. El arco exterior, liso y tallado
en arista viva, se apoya en jambas con el perfil en baqueta, mientras que el
interior, repitiendo la estructura del arco triunfal, lo hace en un par de
columnas de basas tóricas y altos plintos con capiteles decorados con hojas apenas
definidas y rematadas en bolas, en el caso del lado norte, y, en el capitel
meridional, con aves con los cuerpos contrapuestos que vuelven sus picos hacia
el vértice.
Una pila de agua bendita octogonal aparece
junto a la puerta sur y está decorada con una bola dispuesta por cada uno de
sus lados, mientras que el borde del vaso se talla con dos boceles, trabajado
el superior como moldura sogueada.
En cuanto al exterior, las transformaciones
realizadas en el siglo XVIII trasladaron la entrada desde el lado occidental,
que fue cerrado, hacia el muro sur de la nave, coronándolo con una espadaña.
Esta nueva configuración, cuyo diseño se basa en líneas rectas tanto para las
puertas como para el vano dispuesto en la parte superior, otorga al templo una
apariencia más cercana a la arquitectura civil que a la religiosa.
En el muro norte, aunque también reformado, se
conservan algunos elementos románicos, como las molduras que decoran dos de los
tres vanos dispuestas como arco de medio punto abocinado y cuyo bocel se
prolonga por ambas jambas. También quedan algunos restos de pintura bajo el
alero, ya de siglos posteriores, representando estrellas.
Pero es, sin duda, la cabecera la parte más
interesante de este templo en su vista exterior, ya que guarda, al igual que el
interior, un cierto aire de fortaleza, acentuado por la variedad y singularidad
de sus elementos de apoyo, como son los dos extraordinarios contrafuertes en el
muro sur o las tres dobles y estilizadas columnas que dividen el paramento
absidal en cinco tramos. Además de esto, se añaden dos elementos más: una
columna simple en la parte final meridional del tramo semicircular y restos de una
columna doble proyectada para el tramo central.
En primer lugar, el ábside se levanta sobre un
zócalo, con el borde labrado en baqueta, que recorre todo el perímetro absidal,
sobresaliendo en los lugares de apoyo de los plintos de las columnas dobles.
Son estas columnas similares a las vistas en el arco triunfal. Apoyadas en
basas tóricas, sobre altos plintos, los tambores de sus fustes guardan la misma
disposición que los sillares del muro absidal, rematando en capiteles vegetales
de escaso volumen que sostienen aleros extraordinariamente sobresalientes. Una
línea de imposta moldurada, al igual que la que se encuentra en el interior,
anilla los fustes a un tercio de su altura, extendiéndose por todo el paramento
semicircular. Estas columnas poseen una extraordinaria ligereza, lo que las
exime de ser un apoyo real y apunta a un sentido de embellecimiento propio ya
de un románico avanzado.
Es necesario destacar ese tramo en el que solo
queda una sección de la columna doble bajo la línea de imposta, donde falta el
resto del fuste hasta el zócalo y hasta el alero en su nivel superior,
eliminado quizás para no ser un estorbo para el vano abierto en el centro del
muro absidal, aunque un tanto desplazado hacia el Sur. Igualmente los tramos
entre columnas no tienen la misma distancia en la parte norte que en la parte
sur del ábside, ensanchándose hacia el lado septentrional, donde se sitúa la columna
única que se acodilla con el muro de la sacristía.
Por otra parte, un par de contrafuertes
retranqueados son únicamente visibles desde el lado meridional, señalando el
comienzo y el fin del tramo recto en la cabecera. Sin embargo, no guardan
ninguna simetría con sus correspondientes en el costado norte, pues allí no
aparecen dos contrafuertes, sino solo uno, embebido dentro del muro de la
sacristía, del cual sobresale nada más que en una parte en la que puede
apreciarse el borde labrado en baqueta.
Esta disposición irregular en tantos aspectos
hace que se planteen algunas cuestiones sobre cómo fue planeado este ábside y
cómo fue ejecutado: ¿Por qué no existe esa simetría habitual en las cabeceras
románicas? ¿A qué se debe ese cambio en el diseño? ¿Cómo se concibieron esas
estilizadas dobles columnas? ¿Por qué no se terminó la tercera central? ¿Cuál
es la causa de la variación de distancia entre tramos? D’Emilio apunta una
razonable respuesta a todas ellas, indicando que el arquitecto conocería las
nuevas tendencias estructurales introducidas en el gótico al rodear el ábside
con estas esbeltas columnas que impulsarían la colocación de estrechas y altas
ventanas. Sin embargo, a la hora de realizarlas los canteros locales volverían
a utilizar los anchos cánones románicos al levantar el muro, lo que obligaría a
la entrada de una única fuente de luz en su parte central, que a su vez
provocaría un cambio en la disposición de los intercolumnios.
Como ya se ha comentado, un tanto descentrado,
aparece el vano abocinado decorado con una sola arquivolta construida a base de
bocel y escocia, decorada esta última con grupos de tres bolas repartidos por
toda su curvatura. Los plintos de sus columnas se apoyan en la línea de imposta
corrida, con basas áticas y fustes monolíticos y lisos. Los capiteles ostentan
una preciosista decoración esquemática donde lo vegetal tiende a geometrizarse,
mezclando hojas y entrelazos, en el caso del capitel sur, y tallos con hojas en
espiral en el norte. El codillo exterior de la ventana se talla en baquetón.
En los aleros, los canecillos lisos, en su
mayoría en nacela y alguno en proa de barco, se distribuyen bajo la cornisa
labrada asimismo en caveto.
Para terminar, y con la intención de aportar
una fecha lógica, López Pacho afirma que, dada la ausencia de serenidad y
sencillez propia de los templos cistercienses, este templo de Santa María de
Castro do Rei debería haber sido construido con anterioridad a su adhesión a la
Orden del Císter. Por otra parte, Delgado sitúa esta iglesia a finales del
siglo XII o principios del XIII, datación justificada por la amplitud interior
del ábside, así como por la alta geometrización de sus motivos vegetales.
Concello
de O Páramo
Friolfe
Se accede a Friolfe desde la carretera LU-613,
que une Lugo con Sarria, y se desvía a la altura de Pobra de San Xián por la
carretera LU-613 hacia Páramo. A la izquierda se toma la carretera LU4203 hasta
llegar al lugar de Friolfe. Dista 30 km de Lugo.
Este pequeño núcleo se encuentra recogido en
una ladera en las cercanías del valle del Miño. La iglesia se halla dentro de
un espacio delimitado por un muro pétreo en la zona habitada y con fácil
acceso.
No se conserva ningún documento medieval que
mencione la iglesia de Santiago, al menos del que sepamos su origen cierto, lo
que nos priva de un conocimiento más profundo del templo y de sus
circunstancias.
Iglesia de San Juan
El aspecto actual de la iglesia de San Juan
dista mucho de ser el original románico y ello nos obliga a hacer un ejercicio
de abstracción para entender lo que debió de ser la fábrica medieval. Desde el
siglo XIX se ha intervenido repetidamente en el templo, de esa época data la
actual cabecera así como el sistema porticado que cubre el lateral norte del
conjunto.
La planta, tal y como es visible a día de hoy,
está compuesta por una nave única longitudinal, una cabecera cúbica de mayor
anchura y un adosado en el paramento sur, que sirve como sacristía. De la
fábrica original solo se conserva la puerta occidental propiamente dicha y los
lienzos de la nave, realizados en buena sillería de granito gris, dispuesta en
hiladas regulares, que será lo que centre nuestro análisis. El sistema de
cubiertas es a dos aguas y en pizarra local, traduciéndose al interior en la habitual
techumbre de madera.
En el interior solo cabe reseñar que la
renovación de la cabecera ha modificado la percepción románica del templo,
puesto que esa nueva parcela tiene una entidad mayor que la nave.
En cuanto a los elementos propiamente
románicos, podemos empezar por la portada occidental. El frontis es fruto de
una reconstrucción barroca a la que pertenece la articulación de la parte
superior. Sin embargo, la portada de medio punto pertenece a la fábrica
románica. Se trata de una estructura con doble arquivolta abocinada; la
interior muestra un baquetón sencillo, mientras que la dobladura despliega una
bella decoración en arquillos abrigada bajo una chambrana ajedrezada. Ambos
arcos descansan sobre una imposta en nacela, bajo la que destacan sendos pares
de columnas de fuste liso. Las del lado norte muestran capiteles fitomórficos,
con los clásicos calathos adornados con hojas rematadas en bolas. Las homólogas
meridionales presentan decoración también vegetal en el capitel interno y en el
externo optan por un par de cuadrúpedos, quizá felinos. Las basas son sencillas
y presentan un plinto cúbico liso en las columnas exteriores, mientras que las
interiores muestran decoración en arquillos incisos.
Resulta mucho más interesante la articulación
del tímpano, que es una pieza semicircular rematada en dos lóbulos y apoyada
sobre sencillas mochetas y jambas en bocel. La pieza del tímpano está decorada
en relieve con tres cruces.
La central es una cruz patada de brazos un poco
alargados sobre los que se superpone una decoración geométrica formada por un
círculo con semicírculos tangentes. En la base de la cruz se percibe la
presencia de un pivote que nos revela que nos hallamos ante una cruz
procesional. Las cruces de los lados están inscritas en círculos y son también
de tipo patado, pero redondeadas en su remate.
Por lo que se refiere a los lienzos de la nave,
cabe destacar el septentrional, que todavía conserva los canecillos, todos
ellos sencillos. También en el lado norte vemos un vano en saetera y sobre todo
una portada de cierta entidad, que es muestra de la riqueza que este templo
debió de ostentar en el momento de su edificación. Se trata de una portada en
arco de medio punto con arquivoltas. La primera moldura es un sencillo
baquetón, pero está cobijado por una bien resuelta arquivolta en escocia que se
adorna con pequeñas rosetas y un filete en dientes de sierra. Todo el conjunto
está rematado por una chambrana biselada. Este bello juego de arquivoltas se
apoya sobre una imposta sobresaliente en nacela. En el interior del arco,
sendas columnas acodilladas de fustes lisos sostienen la arcada. Sus capiteles
presentan un delicado relieve geométrico de entrelazos, recogidos por un
collarino en sogueado, mientras que sus basas lucen una singular moldura en
dientes de sierra y plintos con motivos geométricos en arquillos. En el
exterior, la imposta cae sobre el muro, que se articula con uno sencillos
boceles.
En cuanto al tímpano, nos volvemos a encontrar
con una pieza monolítica semicircular, que se apoya sobre simples mochetas en
caveto rematadas en baquetillas que se alargan por las jambas. En el tímpano se
repite la cruz patada procesional, esta vez enmarcada en una baquetilla lisa.
El resto de la construcción es obra
decimonónica, por lo que no entra dentro de los límites cronológicos de este
estudio. Conviene señalar, sin embargo, la presencia fuera del atrio de la
Iglesia de una serie de piezas de granito que son antiguas dovelas de un arco,
parte de otra portada, la meridional, hoy irremediablemente perdida. Se trata
de dos dovelas molduradas en escocia con bolas dentro.
A tenor de las particularidades de los
elementos decorativos que figuran en ambas portadas, que es lo único original
llegado hasta hoy de la antigua fábrica románica, se pude aventurar para el
edificio una datación alrededor del año 1200 por las indudables resonancias
mateanas que para ellos cabe invocar.
El templo conserva una particular pila
bautismal románica. Se compone de una taza semiesférica ornada con una suerte
de gallones de escaso relieve con remate superior en corazón e inferior en
punta de lanza, inscritos entre dos boceles finos. Esta pieza descansa en un
pie cilíndrico decorado con un registro inferior de bolas delimitado por sendos
boceles y otro superior con sogueado.
Grallás
Se accede a Grallás desde la carretera LU-613,
que une Lugo con Sarria, y se toma el desvío a la altura de Pobra de San Xián
por la carretera LU-613 hacia Páramo. A la izquierda se encuentra el desvío
para al lugar de Grallás. Dista 35 km de Lugo.
Se trata de una feligresía pequeña con Grallás
como único poblado. El templo se halla en una zona alta desde la que se ven las
riberas del Miño. La iglesia está individualizada con un cementerio atrio
alrededor y un tanto alejada de la zona habitada.
La primera mención de Grallás se encuentra en
el Tumbo viejo de la Catedral de Lugo y la recoge Vázquez Seijas. Se trata de
una donación realizada por Doña Elvira, hija del rey Fernando I (1037-1065), en
el año 1071, al obispo de Lugo Don Vistruario (1060-1086).
En esta zona existía una torre fortaleza de la
que no se conserva ningún vestigio, pero que ha sido estudiada también por
Vázquez Seijas.
Iglesia de Santo Estevo
La actual iglesia de Santo Estevo conserva solo
una pequeña parte de su fábrica original románica, de hecho, solo la nave puede
considerarse de la época, habiendo sufrido una reconstrucción moderna a tenor
de las evidentes remociones de sillares y desplazamientos de piezas. La planta
es de una única nave longitudinal, con una cabecera cúbica y un adosado a la
misma en el lado septentrional. El material es granito de buena calidad
dispuesto en hiladas de sillares regulares y la techumbre es a dos aguas en la
nave y a cuatro en el ábside, realizadas en pizarra local.
El frontis se reformó en época moderna, como
demuestra la cornisa y la esbelta espadaña de doble vano.
Sin embargo, la portada que lo preside, junto
con la meridional, son los dos elementos propiamente románicos. La puerta
principal está compuesta por un arco de medio punto enmarcado por una
arquivolta de la misma directriz. La arcada interior muestra una sencilla
moldura tórica en su arista, pero le sigue una escocia con bolas y otra
baquetilla horadada en una especie de adorno en eslabones de cadena. Por
último, la chambrana reitera la solución de toro y escocia, pero sin bolas y
descansa directamente sobre el muro sin ningún tipo de imposta y con jambas en
sección prismática. Esta singular solución puede haber sido obra de una
reconstrucción posterior que nos habría privado, de ser cierto, de las
habituales columnas.
El tímpano, en cambio, es de gran interés,
puesto que muestra una bella decoración geométrica organizada en torno a un
gran rosetón central bajo el cual hay una pequeña cruz patada. A los lados se
han tallado sendos arquillos de medio punto con el tímpano decorado con
rosetas. El tímpano se apoya sobre mochetas simples y jambas lisas.
La portada meridional es el otro vestigio
románico de toda la fábrica, aunque es obvio que ha sufrido un desplazamiento
de la vertical de las columnas, fruto de una reconstrucción poco afortunada. A
pesar de todo, presenta una solución similar a la portada occidental y merece
que nos detengamos a analizarla. La portada es de un único vano en arco de
medio punto con una doble arquivolta ligeramente abocinada. La arcada interior
es de sección prismática, mientras que la dobladura presenta un bocel y una escocia
adornada con bolas. Toda la arcada se apoya sobre una firme imposta en listel,
bajo la que surgen sendas columnas en el exterior y cae sobre las jambas
aristadas y lisas en el interior.
Las columnas presentan capiteles fitomórficos
con toscas hojas redondeadas, fustes monolíticos y lisos, basas simples y
plintos con las habituales garras. Una vez más, es el tímpano el que llama
nuestra atención, puesto que repite la solución de arquitos ciegos con
decoración incisa de rosetas. La ordenación del tímpano, con dos arquitos
semicirculares en la parte inferior, deriva del modelo presente en la puerta
norte de la catedral Lugo. La parte superior de la pieza ha sufrido una
reparación que ha eliminado la decoración original. El tímpano se apoya sobre
mochetas decoradas con cruces incisas en el frente y con cabezas de animales,
hoy muy erosionadas. Las jambas vuelven a ser lisas.
En cuanto a los paramentos de la nave, poco
queda de la original articulación románica. A este periodo corresponden las
saeteras que se abren a los lados, con el habitual derrame interno, al igual
que las piezas con ajedrezado y bolas del remate del muro sur.
A partir de los restos conservados, el templo
de Santo Estevo de Grallás puede datarse en un momento muy avanzado del siglo
XII.
Vileiriz
La parroquia de Vileiriz se localiza en el
municipio de O Páramo, a unos 5 km dirección suroeste. Desde la villa se sigue
la carretera LU-619 a Paradela durante un par de kilómetros hasta llegar al
desvío, a mano izquierda, dirección Vileiriz y Grallás. Se continúa por esta
carretera hasta la aldea, a unos 3 km del cruce.
Iglesia de San Salvador
La iglesia de San Salvador, aneja a la iglesia
de Santa María de Adai, se encuentra en un pequeño llano, al norte de la aldea
de Vileiriz.
En torno a ella se dispone el típico
atrio-cementerio limitado por un sencillo muro de mampostería.
El templo conserva íntegra la fábrica románica
de entre 1180 y 1190. Las únicas modificaciones que se realizan en el edificio
son la construcción de una sacristía que se adosa al muro norte del ábside y el
levantamiento de una nueva espadaña de estilo barroco que preside el frontis.
La planta es la tradicional de nave única y
cabecera rectangular, siendo el ábside más reducido en altura, longitud y
anchura. Esto genera un importante juego de volúmenes que se traduce al
exterior mediante un escalonamiento de los mismos. El material utilizado en los
muros es el granito, cortado en sillares regulares dispuestos en hiladas
horizontales.
La nave rectangular se cubre con madera a dos
aguas. Los muros tan solo se ven interrumpidos por dos saeteras con amplio
derrame interno en cada lienzo y una puerta en el hastial sur, además de la
elaborada portada principal. Los muros, como es tradicional, se rematan con una
marcada cornisa, del mismo perfil que la del ábside, que se apea en veintiún
canecillos, once en el sur y diez en el norte. Son sencillos, tallados en
caveto y lisos, únicamente uno en el muro septentrional se sale del esquema y
se decora con dos pequeñas bolas.
La puerta principal consta de una doble
arquivolta de medio punto que se apoyan en un par de columnas acodilladas a
cada lado mediante una imposta de nacela.
Completa la portada un semicírculo exterior con
decoración ajedrezada que ciñe todo el conjunto. Cada una de las arquivoltas se
compone de un baquetón entre dos escocias decoradas, tanto en el intradós como
en el trasdós, por rosetas cuadrifolias y un semicírculo de dientes de sierra
en la cara interna. Las columnas que soportan las roscas son de fustes
monolíticos sobre basas cilíndricas que reposan en plintos con garras.
Los capiteles que las coronan se decoran con
dos órdenes de hojas carnosas que cobijan en sus extremos pequeñas bolas.
Abrazado por las arquivoltas se encuentra un tímpano liso que reposa sobre
mochetas y jambas con perfil de baquetilla.
Sobre la portada aún se conserva la tradicional
saetera, exenta de toda decoración y con un amplio derrame interno, y tres
grandes ménsulas, testigo de un primitivo pórtico.
En la parte sur se abre otra puerta, mucho más
sencilla que la anterior pero que repite exactamente su esquema. Consta de una
sola arquivolta de medio punto apoyada en dos columnas acodilladas, con
capiteles vegetales, mediante una imposta de nacela. En el interior del arco se
localiza un tímpano liso sobre mochetas molduradas. Como remate exterior se
dispone un semicírculo ajedrezado que ciñe la parte superior del conjunto.
El ábside rectangular es de factura sencilla.
En el muro sur se abre una ventana cuadrangular tras la instalación del retablo
mayor para dar luz a la capilla, aunque hoy en día este retablo ha desaparecido
y se ha recuperado el paramento oriental con la saetera de gran derrame
interno. El muro sur del ábside está coronado por una fuerte cornisa con perfil
de cuarto de círculo que reposa sobre cinco canecillos graníticos, cuatro
tallados en caveto y uno tallado en proa. Tres de ellos se decoran con representaciones
de tipo geométrico, un rollo y dos pequeñas bolas en el primero y el segundo, y
una bola más grande en el quinto.
Uno de los elementos más destacados del ábside
es la ventana del muro oriental. Se compone de un arco de medio punto de una
sola arquivolta que se apoya en dos columnas acodilladas, una a cada lado, por
medio de una imposta de nacela. La arquivolta se compone, al igual que en el
caso de la portada principal, de un baquetón entre dos escocias decoradas,
tanto en el intradós como en el trasdós, con estrellas y grupos de tres perlas
tangentes. Las columnas de fustes monolíticos se levantan sobre basas de tipo ático
y se coronan con capiteles decorados con hojas en dos órdenes que rematas en
bolas. Completa la decoración del conjunto un semicírculo de billetes que la
perfila en el exterior.
El acceso al ábside se realiza a través de un
arco triunfal de medio punto compuesto por una arquivolta de sección prismática
y arista viva. La rosca exterior descarga directamente sobre el muro a través
de una imposta de nacela, mientras la interior se apea en dos columnas. Los
capiteles están compuestos por dos órdenes de hojas anchas que acogen en sus
extremos bolas, las basas cilíndricas se levantan sobre plintos con garras,
como ocurre en la puerta principal y la del muro sur.
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