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martes, 21 de octubre de 2025

Capítulo 134, Románico en la Ribeira Sacra, Lugo 2

 

Ribeira Sacra (Continuación)

A, Cova (Carballedo)
La parroquia, del municipio de Carballedo, pertenece al arciprestazgo de Chantada-Carballedo, diócesis de Lugo. Situada en plena Ribeira Sacra, en el margen oeste del río Miño, donde el agreste paisaje condiciona la vida de sus individuos. A mediados del pasado siglo gran parte de su territorio, con sus núcleos de población, quedó sumergido por dicho río tras la construcción del embalse de Os Peares.
Existen documentos del siglo X que confirman la presencia de un monasterio en A Cova que, durante sus inicios, se hallaba bajo la protección de Chouzán (Carballedo). Uno de aquellos es otorgado por el obispo lucense don Pelayo en 998: In territorio Bembiz, ecclesia Sancti Ioannis media, quam sacavimus de fratres de Flauzán.
En sus inicios era monasterio masculino o, como era habitual en los pequeños cenobios familiares, dúplice. Por ello, en abril de 1082 don Rodrigo, abad de San Juan Bautista situado secus flumen Mineo, recibe una donación por parte de Marina Orquiz, posible moradora del mismo. La bula expedida por Pascual II en 1103 suprime la duplicidad en los monasterios y, a partir de entonces, A Cova se establece como femenino.
En 1199 Urraca Fernández deja en su testamento tres maravedíes para la iglesia de San Xoán de A Cova. Y, en julio de 1231, una de sus religiosas, María Petri, junto con la abadesa y el convento, donan al monasterio ourensano de Oseira varias heredades. Treinta y un años después, su abadesa doña Sancha Pérez afora a Martín Fernández la propiedad de As Bouzas, junto al río Miño, entre otras.
Urraca Pérez, una de sus monjas, se traslada a San Salvador de Sobrado de Trives (Ourense), para ejercer el cargo de abadesa. En su testamento redactado en agosto de 1288 cede a su compañera María Iohanis: a mia colcha cardea,…mias contas et a mia maiastade que aduxe de Seoane de Cova.
A lo largo de los siglos XIV y XV cuantiosos documentos forales permiten conocer el nombre de las abadesas Constanza Vázquez (1352), Teresa Muñiz (1362), Inés Rodríguez (1383), Aldonza Vázquez (1437-1432), etc.
Su última abadesa es Juana de Lemos, sobrina del conde de Monterrey. Bajo su mandato se aplica la reforma promovida por los Reyes Católicos, por la cual el monasterio se incorpora al de San Paio de Antealtares, en Santiago de Compostela. En un primer momento la abadesa se niega a cumplir las órdenes de anexión pero, finalmente, ella y sus monjas son trasladadas. No obstante huye del cenobio junto a otras superioras y, en 1500, se halla de nuevo en A Cova hasta doce años después, cuando consiente la cesión a San Paio, confirmada por León X mediante una bula.

Iglesia de San Xoán
Originariamente el templo se hallaba en una zona inmediata al río. Para evitar su sumersión, tras la construcción de la presa, es trasladado a una altura superior. El arquitecto encargado es Pons Sorolla, quien también realiza el desplazamiento de Chouzán (Carballedo) y Portomarín (Portomarín).
San Xoán, declarada Monumento Nacional en 1950, es ligeramente transformada en el traslado. En la actualidad presenta planta de nave única y cabecera semicircular, con una dependencia adosada al muro meridional de la primera. Según Vázquez Saco, en el alzado norte de la nave se situaba una capilla de grandes dimensiones en estado ruinoso. La deplorable situación no se da únicamente en dicha dependencia, puesto que Ramón y Fernández advierte, en 1943, del abandono y lamentable estado de todo el templo. También señala que la capilla adosada “es poco posterior a la matriz, sino del mismo tiempo que ella.
El cuerpo de la nave se cubre por un tejado a dos aguas, mientras que la cabecera lo hace a cinco y la capilla a una, realizados, todos ellos, con losas de pizarra. Su fábrica es variada, combina granito, situado en las zonas nobles, y esquisto, material propio de la zona.
La iglesia actual fue trasladada de su anterior ubicación a una cota más alta para no quedar sepultada por las aguas del embalse de Os Peares.
 

La cabecera, construida totalmente en granito, consta de un tramo recto y de otro semicircular, acusándose el paso de uno a otro por medio de una columna embebida. Mientras que, en la nave, lo hace con un simple codillo que permanece en arista viva.
Sus muros se levantan sobre un triple retallo escalonado, bastante elevado.
El tramo semicircular se encuentra dividido en tres paños por cuatro columnas entregas que se apoyan en altos zócalos prismáticos que arrancan del retallo inferior. Poseen basas de tipo ático sobre cúbicos plintos. Los capiteles son vegetales: el situado en el extremo norte exhibe dos gruesos tallos atados, los cuales se resuelven en hojas, dispuestas boca abajo en las esquinas de la caja. Este motivo se extiende por gran parte de la zona inmediata al río Miño como son los templos de Santo Estevo de Ribas de Miño (O Saviñao) y Santa María de Camporramiro (Chantada). Le sigue el segundo con varias hojas totalmente adheridas al núcleo de la pieza, sin apenas resaltar, salvo en las esquinas de la parte superior, donde se vuelven sobre sí mismas. Numerosos capiteles semejantes se encuentran en la portada de San Vitoiro de Ribas de Miño (O Saviñao). En cada uno de los tramos así delimitados se abre un vano.
Los laterales son simples aspilleras, a paño con el muro y con marcado derrame interno. Mientras que el central es una ventana completa. Posee una arquivolta perfilada por un fino baquetón, el cual provoca, en rosca, una mediacaña seguida de otro baquetón. Apéase sobre un par de columnas acodilladas, de fustes cortos y monolíticos y basas de tipo ático sobre plintos cúbicos, ambos tallados en un mismo bloque granítico.

Los capiteles son vegetales. Ambos exhiben tres sencillas hojas que parten del astrágalo, muy pegadas al bloque de la pieza y vueltas ligeramente sobre sí mismas. Además, el situado al norte guarnece el contorno de las mismas con perlas. Sobre los capiteles sendos cimacios lisos cortados en nacela.
La cornisa, de perfil de caveto, se apea sobre una serie de pequeños arcos de medio punto, cuyo efecto ornamental es notorio, además del contraste lumínico que genera el hueco. Los arquitos, perfilados en su mayoría por una lisa baquetilla, se montan, a su vez, sobre canecillos de ornato vegetal y geométrico cortados en proa y caveto.
Abundan en su decoración rollos, las hojas resueltas sobre sí mismas y las bolas. Su inspiración en Santo Estevo de Ribas de Miño, cuya cronología se enmarca entre finales del siglo XII y principios del XIII, es clara. Del mismo modo, es evidente su deuda con la segunda etapa constructiva de la catedral de Ourense, cuyas fórmulas se desarrollaron con éxito en la zona inmediata al río Miño, en el sur de Lugo y norte de Ourense.
El tramo recto se mantiene liso, asimismo con el retallo inferior y la cornisa idénticos a los del hemiciclo.


La horizontalidad de la nave, realizada mayoritariamente es esquisto, tan solo se halla alterada por la espadaña de estilo moderno que corona su fachada principal. Sus muros laterales se organizan en dos tramos por medio de prismáticos contrafuertes, graníticos, que llegan hasta la altura de la cornisa.
Esta, cortada en caveto, se apea, a su vez, sobre sencillos canecillos de ornato geométrico y vegetal, cuyos motivos predominantes son bolas, rollos y alguna hoja rizada. En cada tramo, a media altura, se abre una sencilla aspillera realizada en granito, bajo arco de medio punto y derrame interno.
En el primer tramo del costado septentrional (contando a partir de la cabecera) se abre la puerta lateral, primitivamente ubicada en el frontis de la desaparecida capilla. Esta guarda una estrecha relación con la portada principal de la fachada occidental del templo.

Componen la portada dos arquivoltas apuntadas, que molduran sus aristas por un baquetón liso que provoca, tanto en rosca como en intradós, una alternancia de escocias y nuevos baquetones. Todas estas molduras permanecen también lisas. Hállase trasdoseado el conjunto por una chambrana ornada con puntas de clavo, motivo decorativo tardío.
La arquivolta interior cobija un tímpano liso compuesto de dos piezas. Carga su peso por medio de sendas mochetas, sobre jambas, cuyas aristas están cortadas en chaflán. Por el contrario, aquellas se decoran con una moldura en proa (Este) y un rollo desplegado, cuyos extremos se vuelven sobre sí mismo enroscándose (Oeste).
Las dos arquivoltas se apoyan en columnas acodilladas, con las esquinas del codillo situado entre ambas en arista viva. Los fustes son de varias piezas, sobre ellos se colocan los capiteles de inusual forma troncocónica que indica influencias góticas. Los exteriores exhiben tres gruesas hojas con nervio central que parten del astrágalo, de mayor altura la intermedia, y ostentando en su terminación otras hojas nervadas que penden de las primeras. Mientas, los capiteles interiores decoran por completo su caja por medio de un entramado de lazos, posiblemente vegetales, que se resuelven con una hoja como remate. Idéntico motivo decorativo se halla en Santo Estevo de Atán (Pantón), situada frente a San Xoán, en la vertiente opuesta del Miño.
Portada septentrional da igrexa de San Xoán da Cova, Carballedo
 
Capiteles de la portada
Capiteles de la portada 

Sobre los capiteles sendos cimacios lisos, pero con excesiva molduración, que delatan la fecha tardía del templo, del mismo modo que Atán. Estos se extienden también en imposta, de escaso desarrollo y, hoy en día, seccionada, donde se apoya la chambrana que enmarca el conjunto. Las basas de las columnas adoptan el característico tipo ático, marcándose sobre el toro inferior, sensiblemente aplastado. Los plintos se encuentran ocultos por el pavimento.
En el segundo tramo del costado septentrional, en su parte inferior, se encuentra un arcosolio apuntado que cubre el sepulcro de una religiosa.

La fachada occidental es la principal del templo. Al contrario que los laterales de la nave, se halla construida en su totalidad con aparejo de sillería granítico. Sin embargo, no conserva todo su esplendor románico, puesto que su parte superior se halla alterada, en época moderna, por un vano y una espadaña.
En la parte inferior se sitúa la portada compuesta por tres arquivoltas de medio punto. Las menores molduran su arista con un plástico baquetón liso que provoca en el intradós y la rosca una alternancia de escocias y nuevos baquetones.
Portada occidental, de triple arquivolta ligeramente apuntada y que se apoya sobre tres columnas acodilladas a ambos lados con capiteles de estilizada decoración vegetal.

Las escocias ostentan una decoración habitual en la zona compuesta por una especie de rosetas con botones incisos. Mientras, la arquivolta exterior perfila su arista con un grueso baquetón ceñido por un conjunto de arquitos dispuestos en sentido radial, motivo de origen mateano usado en la puerta sur de la catedral de Ourense y en su vecina Atán. A su vez, la chambrana exhibe una moldura de cuadrifolias inscritas en un círculo, también característica del románico tardío.
Las tres arquivoltas descansan en columnas acodilladas, de fustes lisos formados por varias piezas, mientras que el semicírculo exterior que ciñe al conjunto lo hace sobre el muro a través de la prolongación de los cimacios de aquellas.
Los codillos que se forman entre las columnas se molduran en baquetón liso. Las basas adoptan el esquema ático, algunas con doble toro superior, con garras en las esquinas. Los plintos, del mismo modo que en la portada norte, se encuentran ocultos por el pavimento.

Finalmente, los capiteles son de tipo vegetal, unos con grandes hojas, algunas con nervios perlados, de contornos salientes y remate en forma de voluta; otro con un sencillo entrelazo que se resuelve en hojas en la parte superior, del mismo modo que en la cabecera de Pesqueiras (Chantada); otro también con varias hojas de escaso resalte y remate en voluta, cuyo cuerpo ciñe, en su parte inferior, un lazo decorado con motivos ondulantes, similar al analizado en el arco triunfal de Camporramiro (Chantada). Sendos cimacios se disponen sobre los capiteles. Todo ellos lisos, pero moldurados del mismo modo que los de la portada septentrional.
La arquivolta menor cobija un tímpano monolítico con una larga inscripción:
IN HONORE D(omi)NI N(ost)RI IH(es)U X(rist)I ET B(ea)T(a)E SE(em)P(er) VI(r)GINIS MARI(a)E ET OM(n)IU(m) S(an)C(t)O(rum) PETRVS GARSI(a)E MILEX EC(c)L(es)IAM ISTAM SUI(s) SU(m)PTIBUS EIERE D RACIBU
Apóyase en mochetas con perfil en nacela, ornadas con un rollo y una hoja, que se monta, a su vez, sobre las jambas. Las aristas de todas ellas se hallan sin moldurar.
Sobre la portada se practica una ventana moderna, rectangular, sin decoración alguna. Y, finalmente, culminando el hastial un sencillo piñón con las vertientes definidas por el tejado. Sobre el vértice se dispone una sencilla espadaña de dos vanos, de la mima época que la ventana.

El interior de la nave se cubre con techumbre de madera a dos aguas sostenida directamente sobre los muros. Estos, lisos, muestran una extrema simplicidad en sus líneas, solo alterada por la abertura de sus vanos.
Los costados de la nave se estructuran del mismo modo: en la parte inferior de su extremo oriental se practican sendas puertas, a paño con el muro, bajo arco de medio punto. Este descansa directamente sobre las jambas, ambos sin ningún tipo de molduración. La puerta meridional conduce a una dependencia construida a posteriori, es decir, después del traslado del templo a su emplazamiento actual. Dicha puerta, vista desde dicha dependencia, exhibe tímpano monolítico liso soportado por mochetas de perfil de nacela, ornadas con motivos geométricos, sobre jambas de arista viva.
En la parte superior de los muros se abren dos aspilleras, las cuales se corresponden con las analizadas al exterior. Los vanos, muy simples, son alargados y de amplio derrame interno. Presentan un arco de medio punto apoyado directamente en las jambas, todos en arista viva.
A los pies del templo, en el lateral meridional, se encuentra un arcosolio de medio punto, actualmente sin sepultura. Perfilase por un grueso bocel que causa, en rosca e intradós, lisas escocias seguidas de una fina baquetilla. Una chambrana, de igual directriz, decorada con puntas de clavo, remata la composición.
En el muro oriental se rasga otra sencilla aspillera de iguales características que las laterales. Bajo ella un gran arco triunfal de acceso a la cabecera. Este es de medio punto, ligeramente peraltado y doblado. El inferior posee sección prismática y arista viva; sin embargo, el exterior se perfila por un fino baquetón seguido, en intradós y rosca, de una escocia y otro baquetón. Todas estas molduras permanecen lisas, salvo la escocia de la rosca, decorada con botones con incisiones. Ciñe al conjunto un semicírculo ornado con una guirnalda de pequeños arquillos dispuestos radialmente.
El arco inferior se apea sobre columnas embebidas, mientras que el superior y la chambrana lo hacen en el muro mediante imposta lisa, prolongación del cimacio del capitel de aquellas, la cual, a su vez, prosigue por el frente del muro.
Asimismo, la molduración y decoración del arco superior se desarrolla, también, por el codillo hasta alcanzar el pavimento. Este hecho incrementa la riqueza decorativa del conjunto.
Las columnas poseen fustes lisos, basas áticas comunes, de toro aplastado y hojas en alguna de sus esquinas, y plintos rectangulares y lisos. Se alzan sobre un banco corrido cuya arista superior perfila un baquetón liso. Por lo que respecta a los capiteles, todos son de tipo vegetal. El sur ostenta finas hojas de acanto, de perfil ondulante, cuyo nervio central se encuentra perlado. Al mismo tiempo que resuelven con volutas su terminación. Idéntico motivo se encuentra en Pesqueiras, concretamente en el capitel del arco fajón. Por el contrario, su opuesto se compone de un entrelazo cuyos tallos se resuelven en estilizadas hojas, del mismo modo que el capitel de la portada occidental. Sus respectivos cimacios se encuentran muy moldurados, al igual que al exterior.
La cabecera consta de dos tramos: uno recto, cubierto con bóveda de cañón; y el otro, semicircular, con bóveda de cascarón. Señala su arranque una imposta, prolongación del cimacio de los capiteles y, por lo tanto, de igual molduración.
En el muro del lado de la Epístola de este tramo recto se halla una hornacina, bajo arco de medio punto y arista viva. Actualmente posee una puerta de madera, cuyos rebajes seccionaron parcialmente las dovelas.
El acceso al hemiciclo se realiza a través de un arco fajón de medio punto de sección prismática y arista viva. Apéase sobre columnas organizadas del mismo modo que las del arco triunfal. Igualmente, el capitel sur reitera el entrelazo cuyos tallos se resuelven en hojas de perfil rizado. Mientras, el opuesto muestra dos órdenes separados por una cinta: el inferior, con un conjunto de arquillos que recorren todo el perímetro de la pieza; y, el superior, con pequeñas hojas terminadas en bolas.
El cimacio, moldurado con abundantes líneas horizontales, continúa en imposta por el hemiciclo. Del mismo modo lo hace, a la altura del tercer tambor, otra imposta que sirve para señalar el arranque de las tres ventanas del ábside.
Los vanos laterales, de marcado derrame, poseen arco de medio punto de aristas vivas, apeado directamente en las jambas, también sin moldurar. Por el contrario, el central es una ventana completa. Consta de una única arquivolta con arco de medio punto de arista baquetonada, cuyo peso soportan dos columnas acodilladas, de fustes lisos, basas áticas con garras y cúbicos plintos. Los capiteles, vegetales, muestran tallos perlados resueltos en grandes y delicadas hojas de perfil curvo (Norte) y estilizadas hojas rizadas de las que penden otras menores. El cuerpo de las primeras se halla horadado con numerosos puntos. Sobre los capiteles sendos cimacios de perfil de nacela.
Puede pues, afirmarse que el autor de A Cova era conocedor de las fórmulas llevadas a cabo en los templos de Pesqueiras (Chantada) y Ribas de Miño (O Saviñao), los cuales son fruto de la intervención de importantes talleres de influencia mateana que trabajan activamente desde finales del siglo XII y en las primeras décadas del siglo XIII en la Ribeira Sacra.
La iglesia de San Xoán de A Cova se nos presenta como un destacado ejemplo de la zona meridional de Lugo, en la que se aprecia también con nitidez la proximidad a las recetas góticas, señaladas en el apuntamiento de sus portadas, en los capiteles troncocónicos de aquellas, en su decoración y, finalmente, en la molduración de todos sus cimacios e impostas.
A tenor de lo referido, A Cova se construyó en el segundo cuarto del siglo XIII, es decir, en torno al 1225-123.
Próxima a la portada occidental del templo, del lado de la Epístola, se encuentra la pila de agua bendita de A Cova y en el costado opuesto la bautismal.
La pila bautismal consta de dos piezas graníticas: taza de tipo semiesférico y fuste cilíndrico; este último semeja añadido con posterioridad. La decoración se concentra en la mitad superior de la copa; consta de un conjunto de líneas diagonales dispuestas en sentido opuesto a las agujas del reloj. Dicho ornato es habitual en la zona dada la facilidad de su talla. Lo hallamos en templos chantadinos como San Salvador de Asma o Camporramiro.
La pila de agua bendita también se compone de dos piezas graníticas. La taza es de tipo troncocónico invertido con estrechamiento acentuado en la subcopa y el fuste cilíndrico. Del mismo modo que la bautismal, el ornato se concentra en la copa. Este, de gran sencillez, exhibe una cruz latina realizada en alto relieve e inscrita dentro de un círculo.
Las dos fuentes son coetáneas del templo; por ello su realización tuvo lugar en el segundo cuarto del siglo XIII. 


Chouzán
La feligresía de Chouzán se halla en el término municipal de Carballedo, situado en la comarca de Chantada, al sur de la provincia lucense. Linda con la parroquia de A Cova, donde se localiza otra excepcional iglesia románica. Desde la capital municipal, A Barrela, abordaremos Chouzán por LU1001 sentido Os Peares, en San Cibrao nos desviaremos por la LU-1006 que conduce al lugar de Pacios, donde se halla, actualmente, el templo.
El topónimo de Chouzán evoluciona con el tiempo: Otán, Auzán, Iouzan, Flauzan…, por ello encontramos múltiples denominaciones para referirse al mismo lugar.
En el siglo X don Pelayo, obispo de Lugo, incluye en las últimas voluntades de su testamento una generosa donación a la Catedral lucense. En ella figura una mención al monasterio masculino de Chouzán: in territiro Bembiz, eclesia sancti ioannis media, quam sacavimus de frates de flauzani.
Tras años de silencio documental, a mediados del siglo XII comienza un nuevo período para el monasterio. En 1144 Alfonso VII dona a Santa María de Oseira (Cea-Ourense) y a su abad García el antiguo cenobio de Santo Estevo, con el fin de restaurar la vida monástica en sus dependencias, pero, en este caso, por una comunidad femenina regida por la misma orden que Oseira. Para todo ello, el rey acota sus terrenos y bienes a favor de las freiras que acaban de instalarse en el recinto. En 1155 García consigue la confirmación pontificia de sus posesiones y la protección del papa Adriano IV.
Chouzán, asimismo, contará con el apoyo real, como lo demuestran el acrecentamiento patrimonial gracias a las donaciones y privilegios otorgados por parte de Fernando II (1160 y 1182), Alfonso IX (1213), Fernando III (1230), Alfonso X (1270), etc. Del mismo modo, también recibirá obsequios de particulares, nobles y pequeños propietarios, como demuestra en 1174 un documento en el cual Fernandus Oduariz dona veinte modios al cenobio y, en 1199, Urraca Fernández, hija del conde de Fernán de Traba, concede C. sls: et X modios inter panen et vinum.
En el año 1230 se tiene constancia de un litigio entre la priora de Chouzán, Mayor Sánchez, y Martín Rodríguez, párroco de Nogueira (Chantada), por cuya causa solicita que intervenga el obispo lucense. Años más tarde, otro pleito enfrenta a Sánchez con la abadesa de Vilanova de Dozón (Pontevedra). El motivo son varios bienes donados por Urraca Eiriz, quien había ingresado como monja en Chouzán y, posteriormente, lo haría en Vilanova.
Ya en el siglo XIV el monasterio vive un apogeo económico de la mano de su abadesa Teresa Arias. Dicho auge propicia la remodelación de la iglesia en 1314 como consta en una inscripción ubicada en su portada.
Asimismo, las disputas con otros cenobios de la zona continúan. Por ello, hallamos en 1348 una concordia que solventa las discrepancias entre los monasterios de Chantada y Chouzán, con motivo de un yantar y ciertas rentas de patronato de la iglesia de Santiago de Arriba (Chantada). Los pleitos persisten y, también, el intrusismo por parte de nobles en las haciendas y jurisdicciones monásticas. En 1380 Juan I manda a Vasco Gómez de Seixas, ricohombre de Chantada, que deje libre la encomienda de este cenobio.
Finalmente, en el siglo XVI Chouzán es anexionado por el monasterio de San Paio de Antealtares en Compostela, quien nombra a Pedro de Zamora como administrador de sus propiedades.

Iglesia de Santo Estevo
Tras la construcción de la presa de Os Peares el nivel del río Miño aumentó considerablemente su caudal y, por ello, numerosas aldeas se vieron inundadas. Junto a los núcleos de población se hallaban los templos de Santo Estevo de Chouzán y San Xoán de A Cova, ambos en Carballedo. Tras ser declarados ambos Monumentos Nacionales en 1950, se decide su traslado a una altura superior a la original, fuera de todo peligro. El arquitecto encargado de ambas labores fue Pons Sorolla. La iglesia de Chouzán es el único vestigio que perdura del antiguo monasterio. Sin embargo, su estudio plantea muchas dificultades debido a las múltiples alteraciones sufridas tras el traslado.
Con el transcurso de los siglos el aspecto y planta de Santo Estevo evolucionó. Por ello, según la documentación conservada, deducimos que la primera iglesia construida en el siglo XII solo poseía nave y ábside únicos. Dos siglos después se realizan los brazos de un nuevo crucero (del que conservamos las portadas), es decir, pasa a poseer planta de cruz latina. Y, finalmente, en el siglo pasado se construye una nueva nave, con dos dependencias anejas al lateral meridional, y se amplía el presbiterio. La planta actual consta de única nave, dividida en cuatro tramos y cabecera semicircular. La primera, realizada en esquisto, es de nueva construcción, con ciertos elementos románicos reutilizados. Mientras, la cabecera, ejecutada totalmente en granito, es la original, pues solo se alteró la longitud de su tramo recto. Para asentar el templo en el nuevo lugar fue necesaria la construcción de una plataforma, dada la fuerte pendiente del terreno.
La cabecera se cubre, exteriormente, con un tejado común de pizarra dispuesto en pendiente. Álzanse sus dos tramos, recto y semicircular, sobre un triple retallo escalonado y cortado en chaflán. El hemiciclo, de considerables dimensiones, está dividido en cinco paños por columnas embebidas.
Estas se componen de fustes lisos, basas áticas y plintos cúbicos sobre altos podios escalonados que compensan, en la parte sur, la pendiente del terreno. Sus capiteles son de tipo vegetal, de Norte a Sur exhiben: uno nervudas hojas que parten de un astrágalo sogueado para rematar en voluta; otro un sencillo entrelazo cuyos tallos se resuelven en erosionadas hojas; otro, un segundo entrelazo, con bolas de diferentes tamaños situadas en la parte superior; el cuarto se forma por numerosas hojitas realizadas con geométricas incisiones, las cuales, solo en las esquinas, portan una bola; el quinto esquemáticas hojas similares a palmetas que parten también del astrágalo; y, finalmente, el más meridional de todos ellos, con un conjunto de pequeñas hojitas lanceoladas combinadas con otras de lis, de mayor tamaño, situadas en las esquinas de la caja.


El ábside semicircular se divide en cinco tramos por medio de cuatro columnas adosadas, que se corresponden con otras en el interior.
Ventana central del ábside. 

En tres de los paños delimitados por las columnas, se abre una ventana con arco ligeramente apuntado, salvo el meridional de medio punto, sobre jambas en bisel. Como elemento decorativo en derredor del arco una guarnición exterior compuesta por rosetas: lisas (vano norte), formadas por la unión de cuatro piñas o geométricos racimos de uva (vano central) y con botón central (vano sur). Además, sobre el vano septentrional, el único con chambrana, se dispone un canecillo decorado con un hombre de grandes orejas dispuesto en cuclillas, que exhibe sus testículos al mismo tiempo que se rasca la cabeza con una de sus manos.
Canecillos y capitel en el alero del ábside.
 

El alero del hemiciclo, con perfil de nacela lisa, descansa, a su vez, en los capiteles antes citados y en canecillos exornados con motivos muy variados, mayoritariamente geométricos y vegetales: proas, rollos, barriles, hojas, etc., excepto en el costado septentrional, donde se halla un delicado rostro humano de rizada cabellera, en cuyo cuello se disponen múltiples líneas verticales que recuerdan a dos canes del templo de San Vicente de Pinol (Sober).
El tramo recto coincide con las dimensiones del hemiciclo. Sus lisos muros rematan en un alero similar al ya señalado, cuyo peso reposa en variados canecillos: algunos de tipo geométrico y otros, situados en el costado norte, con cabezas de animales y una humana.
Tras la cabecera se alza la nave, cuyo tamaño y altura son considerablemente mayores que la anterior. Según la documentación fotográfica de Vázquez Saco su fábrica original era íntegramente granítica. Sin embargo, en la actualidad y tras el traslado, solo los elementos nobles (ventanas y portadas) permanecen en dicho material.
El alto muro septentrional, organizado en dos partes, es soportado por un conjunto de contrafuertes que, al mismo tiempo, se apean sobre un muro de descarga. Todo ello es construido de nueva fábrica.
En la parte superior se practican cuatro grandes vanos bajo arco de medio punto, sustentado directamente sobre las jambas, excepto uno, el segundo (comenzando desde la cabecera) de mayor complejidad. Esta ventana, cuyo vano es mucho más estrecho que los anteriores, es de tipo completo, situada en un primer momento sobre el desaparecido crucero, consta de una única arquivolta perfilada por un liso baquetón, el cual causa, en rosca e intradós, sendas escocias. Apéase sobre columnas acodilladas de fustes lisos y monolíticos y basas de tipo ático sobre cúbicos plintos. Los capiteles, vegetales, exhiben conjuntos de hojas resueltas sobre sí misma en la parte superior. Remata la composición con sendos cimacios muy moldurados que indican el período tardío de su talla.
Bajo la ventana se abre una portada lateral de clara presencia gótica. Posee una extraordinaria simplicidad, compuesta por un único arco apuntado completamente liso. Este cobija un tímpano monolítico de grandes dimensiones con la siguiente inscripción:
ERA : M : C : C : C : LII : ANOS : IN DIE : K(a)L(endas) : ABRIAS : HEC : ECC(les)IA : FUNDATA FU : ET : ABADISA : TERA (s)IA : ARIE : DE : PARAMO
Ambos descansan sobre lisas mochetas que se montan sobre las jambas. Las aristas de estas y aquellas son vivas.
Cierra el conjunto una cornisa, con perfil de nacela lisa, la cual descansa sobre canecillos que alternan cortes en nacela y cabezas de animales.
Muro norte

Portada septentrional
Detalle 

Por su parte, el muro meridional reitera la organización en dos partes analizada anteriormente. En este caso la inferior permanece oculta tras el añadido de las dos dependencias por parte de Pons Sorolla. En la parte superior se practican cuatros sencillos vanos idénticos a los de su opuesto. Y, sobre ellos, el tejaroz de perfil de nacela que descansa sobre variados canecillos, lisos los de la zona central y decorados con cabezas de animales y humanos en los extremos.
Ventana muro sur
 

La fachada principal es clasicista, no conserva ningún elemento de la originaria. La preside una escultura de Santo Estevo dispuesta en una hornacina.
El interior de Chouzán es amplio y diáfano. Del mismo modo que en el exterior, la nave reutiliza los elementos nobles de la anterior iglesia, mientras que los muros son de nueva fábrica. El cuerpo se cubre por una sencilla techumbre de madera a dos aguas.
Los costados se organizan, igual que los externos, con amplios ventanales que conceden luz natural al interior. Todos ellos de grandes dimensiones, bajo arco de medio punto a paño con el muro. La ventana completa del costado meridional también se traduce al interior. Posee una única arquivolta de medio punto perfilada por un liso baquetón. Apéase sobre columnas acodilladas de fustes monolíticos, basas áticas sobre cúbicos plintos y capiteles de tipo vegetal. Estos decoran su caja con rosetas (Oeste) y pequeñas hojas (Este). Sobre ellos sendos cimacios muy moldurados.
En la parte inferior de ambos muros laterales se dispone una puerta de similar factura. Las dos bajo arco apuntado, soportado directamente sobre jambas sin moldurar (Norte), y cobijando un tímpano liso sobre mochetas y jambas de arista viva (Sur). Esta última presenta el mismo esquema que el exterior de la septentrional.
A los pies de la nave se levanta una tribuna de madera a la que se accede desde unas escaleras pétreas. Bajo ella se halla la tapadera de una sepultura exenta de doble estola, decorada con una cruz de Malta en la parte superior.
La cabecera de la iglesia destaca por sus grandes dimensiones. Presenta planta semicircular precedida por un tramo recto, cuya longitud es modificada en la reconstrucción del templo. El primero se cubre por una bóveda de cañón y el otro con bóveda de cascarón.
El acceso a ella se realiza por medio de un gran arco triunfal de medio punto, de sección prismática y de arista viva. Lo ciñe una chambrana de igual directriz, ornada con rosetas con botón central, similares a las analizadas en el vano meridional exterior de la cabecera. El arco se apea sobre columnas embebidas, mientras que la chambrana lo hace en el muro mediante imposta, continuación de los cimacios de los capiteles, que, a su vez, se monta sobre los codillos del muro. Estos se molduran en baquetón liso, el cual provoca una amplia escocia seguida de otro baquetón.
Las columnas poseen fuste liso y basas de tipo ático con toro inferior aplastado, sobre dobles plintos cúbicos. Todo ello se apea sobre un podio cuyo remate se orna con un liso baquetón, motivo que continúa, en un nivel inferior, por un banco corrido que recorre todo el cuerpo de la cabecera. Los capiteles exhiben decoración vegetal: el norte se compone de tallos de múltiples nervios entrelazados resueltos, cada dos, en una hoja. El opuesto lo hace con dos tallos divididos desde la base en varios ramos de puntiagudas hojas y, en cuyo remate, se dispone otra de mayor tamaño vuelta sobre sí misma. En los espacios intermedios se disponen hojas lisas con igual terminación. Los cimacios se encuentran muy moldurados como es habitual en obras tardías del románico. Estos se prolongan por el interior de la cabecera a modo de imposta, solo interrumpida por los vanos, marcando el arranque de las bóvedas.
Sobre el arco triunfal se abre una ventana completa de esquema similar a la analizada en el muro septentrional de la nave. Sus capiteles, por el contrario, son figurados. En ellos encontramos a sendos personajes dispuestos en la esquina de la pieza. El situado en el capitel norte es humano; a pesar de la erosión se aprecia como agarra las sus manos sus orejas, gesto que también se percibe en uno de los canes del muro meridional de la nave. En el capitel opuesto se dispone un ser fantástico, con cabeza de hombre, cuerpo de ave y cola de león.
En el tramo recto se desarrollan dos estrechas columnas, una en cada costado, paralelas a los soportes del arco triunfal. Siguen el mismo esquema que aquellas, salvo en la decoración de los capiteles: el norte se orna con dos grupos de hojas superpuestas de múltiples nervios y vueltas sobre sí mismas en la parte inferior, mientras que son lisas y con remate en roseta las superiores. El sur lo hace con dos grandes hojas, semejantes a palmetas, que parten del astrágalo ocupando la totalidad de la caja. El cimacio norte, perfilado en nacela lisa, presenta hojas en sus esquinas. Mientras, el sur repite el motivo de las anteriores.
A media altura de las columnas parte una imposta que, al mismo tiempo, las anilla. Esta recorre, de igual modo que la prolongación de los cimacios, todo el cuerpo de la cabecera.
El acceso al hemiciclo se realiza a través de un arco fajón de medio punto, arista viva y sección prismática. Apóyase sobre un par de estrechas columnas embebidas, de fustes lisos y basas de tipo ático sobre dobles plintos. El capitel norte exhibe un par de arpías, de cabellos rizados, que sostienen en el centro un motivo esférico. En el sur encontramos a Adán y Eva, el primero ocultando sus genitales con una hoja de vid. Y Eva con las costillas exageradamente marcadas y, por el contrario, no esconde su sexo.
El hemiciclo se organiza, del mismo modo que al exterior, en cinco tramos separados por columnas embebidas.
Todas ellas de iguales características que las analizadas en el tramo recto y bajo el arco fajón. Varía, como es habitual, la decoración de sus capiteles, que de Norte a Sur exhibe: uno gruesas hojas vueltas sobre sí mismas y con bolas en su terminación; otros una magnífica escena trovadoresca con un juglar acompañado de un cánido y una religiosa (además, su cimacio se orna con ricos motivos vegetales); otro, representa a varias religiosas sosteniendo un bastón y un corazón, que, al mismo tiempo, flanquean una cruz de Malta. Dos personajes arrodillados se disponen tras ellas. Y, finalmente, el cuarto capitel de tipo vegetal, compuesto de delicadas hojas vueltas sobre sí mismas en la parte superior (su cimacio también se decora con vegetales).
Cada par de columnas flanquean a un vano, quedando los espacios intermedios totalmente lisos. Aquellas constan de arco apuntado perfilado por un liso bocel, apeado directamente en las jambas molduradas del mismo modo que aquel. Sin embargo, en los vanos central y sur el conjunto es ceñido por una rica chambrana decorada con rizadas hojas, que, solo en la central, flanquean el rostro de una religiosa.
Sobre los vanos se encuentran, centradas, sendas cabezas pétreas: en el norte, la de un monstro; en el central, una monja, cuyo cabello cubre por un velo, y, en el sur, un hombre barbudo de rasgos bien trabajados.
Por otro lado, debemos señalar las pinturas murales que cubren la bóveda de cascarón del hemiciclo. Trasladadas por el artista catalán Grau, quien no pudo hacer lo mismo con las situadas en el tramo recto, porque, en ese caso, la pintura estaba directamente sobre la piedra y, por lo tanto, era imposible su despegue.

Las pinturas presentan, según García Iglesias, el mayor grado de evolución del gótico hispanoflamenco. Fueron realizadas hacia el 1536 bajo el patrocinio de Alonso Moure. En ellas se representa el Juicio Final, presidido con la imagen de Cristo Juez, del cual, por motivo del pésimo estado de conservación, solo se observa la cartela y la parte inferior de su cuerpo.
L
as continuas reformas, junto al traslado, dificultan en gran medida el análisis de sus elementos arquitectónicos y decorativos y, por ende, su cronología.
La iglesia románica original se construye a finales del siglo XI o, posiblemente a principios del siglo XIII, como indican las molduradas impostas y cimacios junto a ciertos elementos decorativos observados en las chambranas de arco triunfal y de los vanos de la cabecera. Sin embargo, un siglo más tarde se amplía con un crucero, del cual se prescinde en la reconstrucción del templo llevada a cabo a mediados del XX.
En el tramo más occidental de la nave se conserva una pequeña pila de tosca talla, realizada en un único bloque de esquisto. Su único elemento decorativo es una cruz latina flanqueada por dos círculos.
En una de las dependencias que se abren en el costado meridional de la nave se dispone una gran pila para el bautismo por inmersión. Consta de dos piezas independientes: taza semicircular y fuste cilíndrico. Solo la primera decora su perímetro con numerosas líneas diagonales dispuestas en sentido contrario a las agujas del reloj. Este motivo de factible factura se repite en numerosos templos situados a lo largo de la comarca.
La pila de agua bendita semeja anterior a la actual iglesia. Sin embargo, la bautismal es claramente coetánea, por lo tanto de finales del siglo XII o principios del XIII.


Atán
En el municipio de Pantón, comarca de Monforte de Lemos, encontramos la feligresía de Atán. Esta se sitúa en el margen izquierdo del río Miño rodeada de un hermoso entorno de pinares, castaños y viñedos. Desde la capital del concejo, tomaremos la N-120 con dirección a Ourense y, poco antes de llegar al lugar de Pesqueiras, nos desviaremos a la izquierda para, así, llegar hasta la iglesia.
Sobre el origen del monasterio hallamos tres hipótesis diferentes. La primera, de la cual no se dispone de datos documentados, apuntaría a un origen suevo. El segundo supuesto se fundamenta en la primera referencia escrita encontrada de Atán, el Testamento Mayor del obispo Odoario, fechado el 15 de mayo del año 747. En él se pone de manifiesto que el prelado y su familia fueron los encargados de erigir el monasterio. Finalmente, la tercera teoría considera que fue una donación del arcediano Damundo en el año 816 la que dio vida al cenobio bajo la protección de San Esteban, San Pedro y San Tirso. A su vez, López Ferreiro menciona una Carta de Fundación del Monasterio de San Esteban de Atán, fechada en ese mismo año, confirmando así la última de las hipótesis expuestas.
A mediados del siglo IX el rey Alfonso II cede a la Iglesia de Lugo y a su obispo Fruela el cenobio de Atán, junto con otros monasterios de Lemos. El documento dice así: fundado en el valle de Atán destruido posteriormente por los ismaelitas, yo el rey Alfonso lo restituyo restaurado por sus términos antiguos.
Ya en el año 1164 Fernando II confirma la donación anterior, que es ratificada el 30 de junio de 1178 por el papa Alejandro III. Posteriormente, serán Alfonso IX en 1188 y Fernando III en 1231 quienes corroboren de nuevo las posesiones de la iglesia de Lugo. En 1366 la totalidad de las rentas del beneficio parroquial de Atán pasan a ser propiedad del cabildo catedralicio lucense. Y será en 1412 cuando el obispo, don Juan Enrique, tenga aforadas todas las tierras de este coto.

Iglesia de Santo Estevo
Del monasterio de Santo Estevo solo se conserva el templo, ubicado frente a San Xoán da Cova, iglesia con la que comparte múltiples características. Sus trazas son genéricas en el románico rural gallego. Consta de nave y cabecera únicas de planta rectangular, la segunda ligeramente más reducida que la primera.
El exterior de Santo Estevo posee una marcada horizontalidad dada su corta altura. Presenta además rotundos volúmenes construidos con sillería granítica regular, dispuesta en hiladas horizontales, que otorgan al conjunto solidez.
La cabecera, recta y de gran sencillez, se alza sobre un doble retallo escalonado.
Muro sur
 

El muro del testero, completamente liso, solo se ve alterado por una gran aspillera bajo arco de medio punto. A su vez, los muros laterales se dividen en dos tramos por medio de contrafuertes prismáticos, con remate escalonado, que llegan hasta la cornisa. Esta, de perfil achaflanado, se decora por rombos y rosetas cruciformes. Se monta, además, sobre canecillos con perfil de nacela decorados con rollos, proas de navío, motivos vegetales y rostros humanos.


Canecillos en la cornisa del muro sur del ábside.
 

Situado al sur, uno de estos rostros sostiene con su cuello un objeto cilíndrico, similar a una cuba de vino. En cada uno de los muros laterales se abre un vano, en el norte una aspillera bajo arco de medio punto y en el opuesto una ventana rectangular fruto de una reforma posterior.
Canecillos en la cornisa del muro sur del ábside.
 
Canecillos en la cornisa del muro sur de la nave. 

La nave, al igual que la cabecera, se alza sobre un doble retallo. Su muro norte está dividido en dos calles por tres prismáticos contrafuertes, escalonado solo el central, que alcanzan la cornisa. Esta, moldurada en bocel, se apoya, además de en los contrafuertes, en once canecillos de perfil de nacela ornamentados con hojas, proas de navío, rollos y otros motivos geométricos, junto a un rostro humano y un lobo devorando un carnero. En el tramo próximo a la cabecera se rasgan dos saeteras bajo arco de medio punto.

Canecillos en la cornisa del muro norte de la nave.
 
Canecillos en la cornisa del muro norte de la nave.
Canecillo en la cornisa del muro norte de la nave.
Portada norte 

La portada norte, a pesar de su gran sencillez, posee una rica decoración. Presenta una única arquivolta ligeramente apuntada, enmarcada por una chambrana de la misma directriz. Perfila su arista en baquetón, al cual se ciñen una serie de arquitos desiguales dispuestos en sentido radial, hallándose el central flanqueado por dos segmentos de arco, motivo de origen mateano. Según Yzquierdo Perrín, este detalle en los arquillos puede indicar la falta de habilidad de su autor, por no calcular correctamente las proporciones, o un simple capricho de artista. A su vez, la chambrana que ciñe la arquivolta exhibe rosetas cruciformes.
La arquivolta descansa sobre dos columnas acodilladas de basas áticas, lisos fustes de dos piezas y capiteles de motivos vegetales. El oriental muestra grandes hojas estriadas, mientras que el occidental, con astrágalo sogueado, exhibe hojas lanceoladas que portan pequeñas bolas en su interior y, entre ellas, un báculo y un rostro. Los moldurados cimacios, habitualmente no valorados, apuntan al estilo gótico. Estos se prolongan en imposta por el frente del tramo, separando a su vez chambrana y muro. Sobre la puerta un tímpano liso sustentado por mochetas, decorada la oriental con delicadas hojas y la occidental con bolas. Esta portada lateral presenta numerosas similitudes formales y estilísticas con San Xoán de A Cova.
El muro sur muestra una gran simplicidad. Al contrario que su opuesto, carece de puerta de acceso. Dos saeteras son la única abertura en el paño. La cornisa, moldurada en bocel, se apoya en nueve canecillos decorados con motivos geométricos, vegetales, zoomorfos y antropomorfos. Entre ellos destaca una cabeza humana de grandes orejas y nariz que porta un instrumento musical denominado dolio.
Muro sur
 

La fachada occidental exhibe un sobrio frontis conformado por regular aparejo granítico. Posee una única calle a la cual se adosa la torre en su ángulo meridional.
En el cuerpo inferior se abre la portada principal, con claras similitudes con la puerta norte. Consta de tres arquivoltas apuntadas, enmarcadas por una chambrana de la misma directriz. Las dos arquivoltas interiores perfilan sus aristas en baquetón, el cual provoca, en rosca e intradós, sendas escocias, ornamentadas ambas por bolas cuarteadas. La arquivolta exterior difiere de las anteriores, ya que muestra un simple baquetón decorado por una serie de arquitos desiguales dispuestos en sentido radial, motivo similar al analizado en la portada norte. A su vez, la chambrana que ciñe al conjunto exhibe una moldura de cuadrifolias como remate, ornato visto en la portada norte y característica del románico tardío. 

Portada occidental.

El conjunto enmarca un tímpano con restos de un ilegible epígrafe. Se apoya en mochetas; la ubicada al sur presenta dos esferas en su parte inferior y una en la superior, mientras que mocheta norte ostenta un lazo con forma de Z.
Las arquivoltas descansan sobre seis columnas acodilladas con delicada decoración en todos sus elementos. Poseen basas áticas con toro sogueado, plintos con erosionados lises y fustes lisos. Destacada mención merece los tres plintos situados en el lado sur, poseen una detallada decoración de billetes y arquillos. Los capiteles, de inusual forma troncocónica, junto al tipo de decoración vegetal, delatan características góticas que informan de su tardía realización.
Los dos capiteles interiores y el central septentrional comparten motivos vegetales. Los primeros poseen la misma decoración compuesta por cuatro cintas entrelazadas con remate en espiral, que envuelven tres bolas colgantes en el meridional y tres flores en el septentrional. Mientras, el central se decora con hojas de abundantes nervios rematadas en bolas.
En el capitel central meridional se representa a Adán y Eva separados por una hoja ornada con pequeñas bolas. Estos, tras sucumbir al pecado, cubren su desnudez con los brazos. El capitel exterior meridional exhibe un animal con marcadas garras junto a un motivo vegetal. Por último, el capitel exterior septentrional despliega un complejo entrelazo similar al localizado en la portada lateral San Xoán de A Cova.
Los cimacios muestran una compleja moldura, alejada de los lisos ejemplos románicos, que apunta a su realización en época tardía. Se prolonga en imposta por el frente del tramo, sirviendo de separación entre la arquivolta exterior y el muro.
La torre fue reconstruida en 1904 con irregulares mampuestos de granito que contrastan con los sillares de la obra románica. En su cara occidental se dispone una saetera y una cruz antefija de época románica que posiblemente ocuparía en origen el remate del muro del testero. Su estructura se compone de un círculo con una cruz inscrita en su centro, perfilada por cuatro pétalos u hojas formados por cuatro semicírculos entrecruzados. Este motivo se puede observar en tímpanos románicos de la zona como San Miguel de Eiré.
A media altura de su cara sur se acomoda una ventana geminada, compuesta por dos arcos de cerrada herradura y un corto pilar. Es, pues, similar a otros vanos ajimezados de algunas iglesias del sur de Lugo y norte de Ourense. A su vez, en la cara oriental de la torre encontramos una celosía prerrománica. Su esquema lo compone una cruz cuyos brazos presentan cinco calados a modo de círculos y aspas. Sobre el brazo transversal se dispone un arco semicircular con un hueco a cada lado del mástil de la cruz. Mientras, el cuerpo inferior presenta forma tronco piramidal calado con ocho huecos.

Sin duda, cabe resaltar el gran número de inscripciones de ruda labra dispuestas en los sillares y fustes del muro occidental que se extienden hasta la cara norte del templo.

El interior de Santo Estevo es una muestra de sobriedad con escasos elementos decorativos. Sus dos espacios, nave y cabecera, quedan claramente diferenciados. La nave se cubre por una moderna techumbre de madera a dos aguas. En sus muros laterales se abren dos saeteras con derrame interno. Las situadas al norte se enmarcan con arco de medio punto, mientras los vanos del muro sur presentan un marcado apuntamiento.

En la parte inferior del muro norte, próximo a la fachada occidental, se abre un arcosolio apuntado que alberga la pila bautismal. Y en el muro opuesto se halla el acceso a la torre mediante una sencilla puerta con tímpano liso sobre dos mochetas que, a su vez, es perfilado por un arco de descarga.
La cabecera presenta, como ya se indicó, una sencilla estructura de planta rectangular cubierta con bóveda de cañón ligeramente apuntada. El ingreso en el ábside, cuyo pavimento es más elevado que la nave, se realiza mediante un arco triunfal de directriz apuntada, de sección prismática.
El arco lo soportan dos columnas entregas de basas tóricas, plintos con garras y capiteles de ornamentación vegetal. El capitel septentrional se decora con gruesas hojas rematadas en bolas. Mientras, el capitel meridional presenta astrágalo sogueado y dos hileras de hojas separadas por un collar de pequeñas bolas.
En el muro oriental, sobre el arco triunfal, se ubicó la segunda celosía prerrománica del templo. Es una losa cuadrangular de granito compuesta de dos cuerpos. El superior dispone de dos calados circulares con otro de menor diámetro debajo de ambos. Este último descansa sobre el cuerpo inferior, en él que se disponen dos arcos de herradura sobre un corto soporte central. Denota una gran maestría por parte de su autor en la realización de la pieza, pues supera a otras celosías de su misma época.
En el interior del ábside el arco fajón, de sección prismática e igual directriz que el arco triunfal, soporta la bóveda de cañón ligeramente apuntada que cubre la cabecera. Sus columnas entregas presentan el mismo esquema que las anteriores. El capitel septentrional comparte características con uno de los ubicados en la puerta principal. Se compone de cuatro cintas entrecruzadas y rematadas en espiral. Mientras, el meridional exhibe baquetón sogueado del que surgen cuatro sencillas hojas terminadas en voluta con bolitas situadas en su espacio intermedio.
Las tres ventanas de la cabecera muestran derrame interno. Además, en el muro del testero, bajo su vano, se emplaza una credencia donde actualmente se encuentra una imagen del patrón del templo.
Una moldurada imposta, iniciada en el muro del testero de la nave, transita por los cimacios de ambos capiteles y se prolonga por los muros laterales del ábside. A su vez, un banco decorado con una sencilla moldura recorre el mismo trayecto. Este se corta por el acceso a la desaparecida sacristía.
Un último aspecto a reseñar son sus pinturas murales, fechadas en el primer tercio del siglo XVI las más antiguas y en el XVIII las más recientes. Se encuentran ubicadas en los muros norte y sur de la nave y cubriendo por completo el testero del ábside. Los temas representados en este último son la Anunciación, el martirio de san Esteban y las mártires santa Lucía y santa Margarita de Antioquía. Mientras, en el lateral norte de la nave hallamos la Asunción y Coronación de la Virgen y el pesaje de las almas. Frente a estas la Resurrección de Cristo, el Juicio Final y a los santos Antonio y Marcos.
Es muy probable que los artífices de Santo Estevo se formasen en San Xoán de A Cova y, por lo tanto, que ambas sean deudoras de la escuela mateana de Portomarín. Por ello, los dos templos son un epílogo de las soluciones y los planteamientos vistos en Compostela con el maestro Mateo pero filtrados a través de Portomarín.
Anunciación, siglo XVI.
Pintura de Santa Margarita. Siglo XVI.
Santa Lucía. S. XVI.
Lapidación del santo. S. XVI. 

El templo actual de Santo Estevo data de mediados del siglo XIII, en torno al año 1250, momento en que concluyen los trabajos realizados por ese importante taller a lo largo del río Miño. Sin embargo, de fecha anterior son las celosías prerrománicas arriba mencionadas.


Ferreira de Pantón
El monasterio cisterciense del Divino Salvador y Santa María de Ferreira se encuentra ubicado en el municipio de Pantón, perteneciente a la comarca de Tierra de Lemos, en el entorno natural y turístico de la Ribeira Sacra lucense. A él se llega siguiendo la carretera general que desde Ourense se dirige a Monforte de Lemos; a unos 15 kilómetros de Monforte existe una desviación que nos lleva hasta la parroquia de Ferreira, donde se encuentra situado el monasterio –alejado a 1 km escaso de esta pequeña localidad– La comunidad religiosa está asentada en un paraje muy tranquilo, a orillas del río Cabe y rodeada de campos de cultivo.
Conocido popularmente en la zona como “monasterio de las Madres Bernardas”, se trata, además del único monasterio cisterciense femenino aún activo en Galicia, de una de las construcciones más interesantes del románico de la Ribeira Sacra Lucense, distinguido con la categoría de Monumento Nacional desde el año 1975. Aunque el origen del monasterio es medieval, el conjunto hoy conservado es fruto de una importante actividad constructiva emprendida entre los siglos XVII y XVIII. Esta reforma supuso la transformación completa del inmueble medieval y su sustitución por las actuales dependencias de estilo barroco. De este amplio y ambicioso programa de reformas solo el templo continuó manteniendo su fisionomía original.
En líneas generales podemos decir que del antiguo conjunto monástico medieval solo se conserva en la actualidad la iglesia de estilo románico y algunos restos arqueológicos datados entre los siglos XI y XIII.

Monasterio del Divino Salvador y Santa María
Desconocemos hoy por hoy la fecha de fundación del monasterio ya que resulta difícil ahondar en sus orígenes históricos a causa de la carencia de fuentes documentales. Los diversos autores y estudiosos que lo han intentado suelen situar su fundación en el año 964 a partir de la interpretación errónea de una referencia documental. El primer testimonio documental conservado que se refiere con toda seguridad a nuestro monasterio data del 26 de enero del año 1108, fecha en la que Xemena, prolix Santiz, hace entrega ad monasterium Ferrarie que vocitant Sancti Salvatoris et Sacte Marie de todas las posesiones que le pertenecían en el territorio de Lemos, Sarria y Asma.
Con todo, los restos arqueológicos conservados permiten retrotraer con completa seguridad la existencia de esta institución, al menos, hasta comienzos del siglo XI; las referencias documentales a que hemos hecho mención se complementan con el aporte epigráfico que proporcionan dos laudas sepulcrales fechadas a mediados del siglo XI y que fueron rescatadas a raíz de la edificación de la actual portería y colocadas con posterioridad en el interior del claustro comunitario, donde hoy permanecen. Dichas laudas debieron pertenecer al antiguo cementerio monástico.
A tenor de lo que revelan varias fuentes el monasterio habría tenido una breve vida cluniacense. Su incorporación a Cluny, según C. J. Bishko, estaría inscrita en el juego de alianzas entre la reina Urraca y la conflictiva nobleza gallega.
Desde el reinado de Doña Urraca asistimos a una época en la que se va a producir un mayor acercamiento a Cluny, con la donación de numerosos monasterios. Una de las últimas incorporaciones gallegas a Cluny será la de Ferreira, propiciada por personajes de la nobleza muy allegados al entorno de Doña Urraca. Así, el día 8 de julio del año 1117 es el propio conde Fernán Fernández, junto con su esposa, la infanta Doña Elvira, hija de Alfonso VI, quien donaba la cuarta parte de este monasterio, con todas sus pertenencias, a San Pedro de Cluny, incluyéndose desde este momento dentro del conjunto de los monasterios que en aquel tiempo profesaban la observancia benedictina. No obstante, la confrontación de algunas fuentes documentales confirma que Ferreira permanecerá sujeta a Cluny durante un breve periodo de tiempo: en el año 1125 el monasterio ya no le pertenecía, tal y como lo ratifica su ausencia en la lista de posesiones de la abadía que se incluye en la bula de Honorio II.
Otro tanto ocurre con las confirmaciones papales, listas de dependencias y visitaciones de la época, en los que se omite cualquier referencia a este cenobio.
El 17 de diciembre del año 1175 la condesa doña Fronilde Lemos, junto con la infanta doña Sancha y una larga lista de nobles gallegos, hace donación del monasterio a la orden del Císter en la persona de don Vidal, abad de Santa María de Meira, y a todos sus sucesores en la abadía. La dependencia del monasterio de Meira perdurará hasta el año 1598, momento en el que, iniciada ya la reforma de los monasterios cistercienses de Galicia, el de San Salvador de Ferreira será anexionado a la Congregación de Castilla de la Orden del Císter, permaneciendo unido a ella hasta principios del siglo XIX.
Actualmente el monasterio de Ferreira de Pantón sigue ocupado por una comunidad de religiosas cistercienses que se ocupan de su mantenimiento y administración. Las dependencias han sufrido, desde 1975, varias intervenciones y reedificaciones, unas dirigidas desde la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura, otras desde la Dirección Xeral de Patrimonio Histórico de la Xunta de Galicia y otras gracias al esfuerzo económico de la comunidad.
Como ya he señalado, del conjunto de edificaciones que en otros tiempos configuraron el monasterio tan solo el actual templo se corresponde, en líneas generales y prescindiendo de las ampliaciones y transformaciones de que fue objeto con el discurrir de los tiempos, con la primitiva iglesia abacial. Los acontecimientos destacados de su historia tendrán un nítido reflejo en la fábrica del templo ya que la adopción de la regla cisterciense por la comunidad monástica implicó a la vez una paralización y transformación de las empresas arquitectónicas que se estaban llevando a cabo y, de manera significativa, su edificación.
Al aproximarnos a la abacial de Ferreira ya en la primera impresión se advierte la duplicidad de campañas que dieron lugar al actual edificio. Aunque los datos históricos que documentan el proceso constructivo del templo son muy pocos y no demasiado explícitos, la mayoría de los investigadores sugieren que, con anterioridad a la donación del monasterio a la orden del Císter en el año 1175, ya se estaba procediendo a las obras de construcción; en una referencia documental recogida por fray Antonio de Yepes se cita al monasterio como construido en 1158, fecha que acepta, por ejemplo, D´Emilio, como indicativa de la cronología del arranque de la campaña constructiva de la cabecera. Quizá por esas fechas se tomó la decisión de erigir un nuevo edificio, cuya construcción había alcanzado ya el arco triunfal cuando la comunidad abrazó la nueva orden.
Columnas de entrada ao mosteiro de Santa María de Ferreira de Pantón
Cabecera
 

A la primera campaña correspondería la magnífica cabecera en la que, a pesar de sus reducidas dimensiones, la morfología y los materiales usados acreditan con claridad que nos encontramos ante un proyecto original muy ambicioso. Aunque los monasterios cistercienses de nueva creación solían sujetarse a una disciplina constructiva, en Ferreira se mantuvo la vieja cabecera en pie, de manera similar a como había ocurrido en otras comunidades monásticas con fábricas recientes de cierta calidad artística que la conservaron al incorporarse al Císter, como Santa María de Acibeiro (Forcarei, Pontevedra) o Santa María de Penamaior (Becerreá, Lugo).
El templo, edificado en sillares regulares, cuidadosamente tallados y colocados en hiladas horizontales, presenta una de las tipologías arquitectónicas más generalizadas en el románico rural galaico; una nave rectangular a la que le correspondería una cabecera compartimentada en tramo recto rectangular cubierto por una bóveda de cañón sencilla, a la que se accede a través de un gran arco triunfal, y un hemiciclo cubierto por una bóveda de crucería y precedido por un arco fajón de medio punto.
El acceso a la cabecera desde la nave se realiza a través de un ambicioso arco de triunfo que se articula en una sucesión de cuatro arquivoltas que descargan de manera directa sobre una rítmica distribución de soportes: semicolumnas adosadas, codillos y columnas acodilladas.
La cuádruple arquivolta, de medio punto, limita su molduración a una alternancia de boceles y mediacañas, y tan solo la arquivolta interior muestra sección prismática. Toda esta secuencia queda ceñida por una chambrana de billetes organizados en tres bandas que no llega a desarrollarse en su totalidad como consecuencia de la posterior construcción de los paramentos de la nave, que en su proceso constructivo obligó a introducir una serie de modificaciones que afectaron a parte de esta estructura. Los basamentos se elevan sobre un amplio zócalo con su arista moldurada en baquetón. Sobre él se sitúan las basas áticas de plintos rectangulares, decoradas con las típicas cabecitas de animales o motivos geométricos como el sogueado y las circunferencias entrelazadas.
Sobre las columnas se disponen los capiteles tallados en granito fino de tonalidad blanquecina que contrasta, en un elegante juego plástico, con el granito oscuro de grano grueso del resto de los elementos arquitectónicos. Este recurso estético ya se había ensayado a comienzos del siglo XII en el románico zamorano de Santa Marta de Tera. Y una solución similar se adoptará en las abaciales benedictinas próximas de San Miguel de Eiré y San Fiz de Cangas.
Sobre el arco triunfal se eleva el hastial de la cabecera, en el que se abre un óculo, hoy semicegado por el moderno artesonado, que originariamente proporcionaba iluminación directa a la nave. Además del hastial, también el tramo recto de la cabecera se vio fuertemente alterado por la disposición en sus lienzos murales, a finales del siglo XV, de los sepulcros parietales de Don Diego y Don Lope de Lemos.
Da acceso al hemiciclo un arco fajón de medio punto, sección prismática y doblado, asentado sobre medias columnas adosadas y codillos en la cara que da hacia la nave. Estas columnas apean en basas áticas sobre plintos y zócalos de sección circular.
El alzado del hemiciclo se articula mediante dos semicolumnas adosadas a los lienzos murales, sobre las que apean los nervios de la cubierta. En Galicia, además de Ferreira, solo los templos benedictinos pontevedreses de San Xurxo de Codeseda –ca. 1170–, Santa Olaia de Losón –datado en el año 1171–, y Santo Tomé de Piñeiro –fechado en el último tercio del siglo XII–, poseen un ábside de hemiciclo compartimentado interiormente por columnas. Los tres templos citados emplean como cubrición bóvedas nervadas, si bien sus cabeceras adoptan planta poligonal y soluciones más evolucionadas de soportes. En Ferreira, una línea de imposta decorada con tacos recorre el perímetro absidal y anilla los fustes de las semicolumnas de una manera muy particular, ya que producen la ilusión de una superposición de dos series de semicolumnas con sus respectivas basas, la inferior descansando sobre plintos y la superior sobre la propia imposta.





Los soportes inferiores prescinden del capitel, quedando su fuste directamente anillado a los basamentos de las columnas superiores a través de la imposta, sobre la que se abre una serie de vanos que iluminan directamente el espacio del hemiciclo.
Esta solución estructural es excepcional en el ámbito de la arquitectura tardorrománica gallega. Un tratamiento similar lo encontramos en la magnífica capilla mayor de la abacial benedictina de San Lourenzo de Carboeiro (Silleda, Pontevedra). La búsqueda de paralelos ha permitido constatar que nos encontramos ante una solución constructiva prácticamente desconocida en la arquitectura tardorrománica hispana, pero con precedentes muy claros de progenie francesa emanados de empresas arquitectónicas del gótico inicial de la Îlle-de-France. La solución adoptada en la cabecera ferreirense pudo haber informado también el diseño del alzado interior de la cabecera del vecino templo monástico de San Xurxo de Codeseda (Pontevedra), que comenzó a edificarse en torno al último cuarto del siglo XII.
En cada uno de los paños murales se abre un vano bajo arco de medio punto en los que podemos observar cómo planteamientos románicos tradicionales se conjugan con fórmulas inusuales y sin precedentes en el románico galaico; el tradicional modelo de organización en arco de medio punto moldurado en bocel y mediacaña, ceñido por una chambrana de billetes, apoyado sobre columnillas acodilladas, presenta como novedad que moldura todo su perímetro con un marcado bocel. La solución de disponer un bocel continuo aparece ya en el diseño de los vanos de la cabecera de la cripta compostelana y en algunas cabeceras datadas hacia finales del siglo XII, como la de Santa María de Oseira (Ourense), San Miguel de Breamo (A Coruña), Santa María de Cambre (A Coruña), Santa Mariña de Augas Santas (Ourense) o San Xulián de Astureses (Ourense). Sin embargo, a diferencia de los ferreirenses, en estos casos el bocel no llega a moldurar todo el perímetro del vano.

Respecto al sistema de cubierta, San Salvador de Ferreira combina, como otros templos tardorrománicos, abovedamientos románicos y góticos, aunque su utilización en el proceso constructivo no sigue la cronología lógica de la secuencia de los estilos. Así, como ya hemos señalado, el tramo recto se cubre con una sencilla bóveda de cañón mientras en el espacio interior se opta por una bóveda de dos nervios. La bóveda de nervios en la arquitectura románica gallega comenzó a adquirir verdadero protagonismo a partir del año 1170 tras su adopción en la cripta de la catedral compostelana, con especial acogida en los templos monásticos benedictinos que, inspirados o no en la cripta compostelana, adoptan su uso de tal manera que esta no solo es utilizada en templos con indudables pretensiones monumentales como las abaciales benedictinas de San Lourenzo de Carboeiro (Pontevedra) y Santa María de Cambre (A Coruña), también en centros monásticos más modestos con indudables simplificaciones como podemos advertir en San Xurxo de Codeseda (Pontevedra), San Esteban de Casteláns (Pontevedra), San Tomé de Piñeiro (Pontevedra), en San Pedro Félix de Hospital de O Incio, Santa María de Ferreira de Pallares y en Santa María de Torbeo, las tres en Lugo.
Sin embargo, en la bóveda de nervios de San Salvador de Ferreira se introduce una importante variante estructural sobre el prototipo, pues aquí los nervios confluyen en la clave del arco fajón, no en una clave aislada como suele ser norma habitual. Este sistema de hacer converger los nervios en el arco fajón prescindiendo de clave aislada cuenta con un precedente significativo en la Capilla de San Pedro de la cabecera de Santo Domingo de La Calzada, construida en torno al año 1158, si bien será en el tardorrománico hispano cuando numerosas comunidades monásticas optarán por cubrir las cabeceras de su templo atendiendo a dicha solución, gozando de un favor especial en las construcciones levantadas por la orden del Cister; así aparece documentada en un buen número de templos cistercienses castellano-leoneses como Santa María de Gradefes –ca.1190–, Santa María de Fitero –ca. 1190–, Santa María de Sandoval –ca. 1180–, Santa María de Carrizo –ca. 1190–, o en Santa María de Bujedo –ca. 1220- 1250–, y en algún templo premonstratense palentino como San Pelayo de Cerrato –ca. segundo tercio del siglo XIII. En Galicia una fórmula análoga se plantea en las cabeceras de otros templos benedictinos como San Esteban de Casteláns, en Santa María de Ferreira de Pallares o en San Pedro Félix de Hospital de O Incio.
Sin duda, la aplicación de la bóveda de nervios en un edificio de las características de Ferreira convierte a esta cabecera en innovadora en muchos aspectos ya que hace que la cabecera resalte por su indudable singularidad en el contexto global de la construcción románica rural gallega. Dicho lo cual, cabe recordar que esta solución cuenta con un precedente perfectamente documentado, compartiendo un lenguaje muy semejante, en un proyecto de cierta entidad: el modelo diseñado para la cabecera de la cripta del Pórtico de la catedral compostelana.
Como vemos, el núcleo de la cripta compostelana se presenta como el primer gran referente que se percibe con nitidez al examinar las particularidades formales que exhibe San Salvador de Ferreira. No sería demasiado atrevido aventurar una posible irradiación de planteamientos constructivos desde el núcleo compostelano en unas fechas que, a mi parecer, convendrían con la edificación de nuestra cabecera. Debemos tener en cuenta, por otro lado, que en esta época incluso las grandes abaciales benedictinas gallegas propiamente dichas lo emplearon, tal y como podemos ver en la grandiosa cabecera de la abacial de San Lourenzo de Carboeiro, edificación está muy marcada por las importantes contribuciones de obradores procedentes del foco compostelano, más particularmente del núcleo de la cripta. Si nos fijamos bien en el desarrollo que presentamos del interior del hemiciclo, y lo comparamos con la capilla mayor de la cabecera de la iglesia de Carboeiro, percibimos casi un mismo criterio de concepción, si bien en el templo pontevedrés se materializa con recursos que buscan una mayor monumentalidad. Incluso, el perfil de los nervios muestra rasgos de afinidad, presentando la típica sección de acanaladuras entre boceles, insistiendo reiteradamente, como apreciamos, en experimentar con la “comprensión” de soluciones estructurales en un intento de adaptarlas a una arquitectura de menor complejidad.
El punto focal exterior de la cabecera viene marcado por el hemiciclo, en el que se concentra una mayor riqueza arquitectónica y ornamental, en contraste con la sobriedad y austeridad reflejada en el tramo recto. Al exterior mantiene su configuración semicircular; se eleva sobre cuatro rebancos visibles, el primero de ellos baquetoneado. Su alzado se organiza en tres calles mediante semicolumnas adosadas. En cada paño se abre un vano cuya articulación es similar a la que presentan los interiores.
La unión de la cabecera con la nave se resuelve mediante dos potentes contrafuertes sumamente interesantes.
El contrafuerte meridional se vio gravemente afectado por las reformas llevadas a cabo en época moderna, obligando a introducir toda una serie de cambios que modificaron sustancialmente su aspecto. Se le adosó como refuerzo un gran contrafuerte escalonado que cubrió la mayor parte de la estructura, dejando visible solo la parte alta. Estos grandes y robustos contrafuertes serían considerados por el arquitecto como imprescindibles: por un lado, era necesario que subieran lo más arriba posible, elevándolos hasta la cornisa del hastial y, dudando de su resistencia, les adosa una semicolumna en su frente; como último recurso, al no juzgarlo suficiente, no dudó en colocar dos columnas acodilladas en los ángulos, exactamente igual que si se tratase de columnatas interiores preparadas para voltear arcaturas. De esta manera, el contrafuerte se convierte en un híbrido columnado que consigue suavizar su robusta masa con columnas que estilizan su aspecto.
La manera de organizar el frente de los estribos, con estas esbeltas columnas, responde a un espíritu de articulación muy propia del románico francés, frecuentemente empleado en empresas arquitectónicas de la zona del Poitou, y que debió de irradiar hacia comienzos del siglo XII por tierras de Aragón –donde la encontramos plenamente desarrollada en la cabecera de San Pedro de Loarre, en Santiago de Agüero y en San Miguel de Daroca–, para terminar extendiéndose por zonas muy puntuales de Castilla como Palencia y Burgos. Así, la correspondencia exterior del arco triunfal de la iglesia palentina de Santa Marina de Villanueva de la Torre, de comienzos del siglo XII, es un eco directo de esta solución, pues muestra una organización de los contrafuertes exteriores semejante a la de Ferreira o la burgalesa de Riocavado de la Sierra, ca. 1114, donde observamos el mismo criterio compositivo.
Desconocemos cómo se solucionaría el remate superior de los estribos. Por lo que hemos podido apreciar, todos los soportes rematan en finos collarinos sobre los que, probablemente, se dispondrían otros elementos. En el caso de los paralelos castellanos y aragoneses se recurre a la disposición de capiteles que conectan directamente con la cornisa del hastial, resolviendo así el problema. Todo parece indicar que en Ferreira se adoptaría una solución análoga; sin embargo, el hecho de que no se conserve ninguno de estos elementos nos lleva a sospechar que la raíz estaría en la ruptura o en la interrupción de la actividad del primer taller. Probablemente no se había rematado la parte superior del contrafuerte cuando se produjo la interrupción de las obras, y el nuevo taller, desconocedor de dicha solución arquitectónica, habría optado por dejar inconcluso el soporte. Al comenzar la siguiente fase constructiva se fueron introduciendo modificaciones que afectaron a aspectos fundamentales de lo constructivo.
La edificación de la nave y su unión con la cabecera ponen de evidencia algunos errores, bien por problemas de espacio, bien por un cálculo impreciso al que hubo que encontrar solución conforme a los condicionantes dados. Tal y como aparece documentado en los paralelos señalados, la unión entre los soportes y la nave se realiza directamente, fusionando la columnilla acodillada al paramento mural; sin embargo, en Ferreira, y probablemente por desconocimiento de la solución, el paramento de la nave se adelantará a la columna acodillada provocando un claro desajuste en lo que explicaría, por otro lado, la penetración de los paramentos en los extremos del arco triunfal. Una solución similar se adoptó entre la cabecera y la nave de Villanueva de la Torre, también como resultado de dos campañas distintas.
La elección de estos exagerados contrafuertes debió planificarse en su origen como contrarresto de un elemento torreado, siguiendo el modelo de otros templos burgaleses en los que se adopta la misma solución. Este frustrado plan original tendría su reflejo años más tarde en la edificación del cercano templo benedictino de San Miguel de Eiré, muy influido por algunos de los planteamientos ferreirenses.
Sobre el arco se eleva el hastial, en el que detectamos una importante reedificación que afectó a la práctica totalidad de la estructura. Esta reforma fue, probablemente, la que obligó a una modificación en el óculo y la que provocó que se cegase completamente en unas fechas por otro lado imposibles de confirmar, ya que carecemos de testimonios documentales al respecto.
Rematada la primera campaña, la conversión del monasterio debió de motivar que los canteros y escultores que habían intervenido hasta ese momento fuesen reemplazados por otros en un breve intervalo de tiempo. Que tuvo que ser así se comprueba cuando contrastamos los importantes cambios estructurales y decorativos que se observan entre la primera campaña y la segunda, mucho menos ambiciosa esta de lo que hacía presagiar la primera. Concluidas las obras de la cabecera, el proceso de construcción del templo entró en una fase en la que lo más importante puede que fuera la simplificación del proyecto original dada la ausencia de pretensiones monumentales en los promotores, cuya intención parece que se habría reducido a ver cerrado el edificio y a hacer frente a las necesidades funcionales más ineludibles.
A una segunda campaña constructiva pertenecería el cuerpo de la nave, incluyendo la portada principal. La nave es de una gran sencillez estructural, sin grandes pretensiones arquitectónicas y dentro de las dimensiones habituales de un edificio de carácter rural destinado a albergar una reducida comunidad de monjas. Presenta una traza muy simple: nave única, de planta rectangular, sin ningún tipo de compartimentación en tramos, y dos dependencias anexas para el servicio de la comunidad y que funcionan como sacristías.
A la primera de estas dependencias se accede desde el interior a través de un pequeño arco de medio punto abierto en el paramento meridional de la nave; la segunda se destina en exclusiva al servicio de la comunidad monástica y se accede a ella desde el interior de las dependencias monásticas; ha sido objeto de reformas y añadidos que determinaron su fisonomía actual y que afectaron notablemente a la estética arquitectónica medieval y a sus características constructivas originales. Dispone esta nave de dos accesos: el principal estaba destinado en exclusiva a la comunidad y a él se accede desde el interior de las dependencias; el secundario fue abierto tiempo después en el paramento septentrional para facilitar el acceso de los fieles al templo.
Se trata, en líneas generales, de un edificio que destaca por su extraordinaria severidad, siguiendo las normas propugnadas por la Orden. Por el interior, solo el paramento septentrional conserva sus primitivas características estructurales, ya que por desgracia el meridional ha sido el más afectado por el programa de ampliaciones. Centrándonos en el análisis de este paramento, debemos señalar que es de una total sobriedad: muros lisos, cuya monotonía se rompe en exclusiva por la presencia de tres grandes vanos con derrame al interior en arco semicircular, sin moldurar y desprovisto de motivos decorativos, que descansan directamente sobre las jambas. Paralelos a ellos, en el paramento meridional se abren otros tantos vanos, hoy cegados desde el exterior, que dejan este espacio casi desprovisto de iluminación. Con respecto al sistema de cubierta, el templo se encuentra cubierto en la actualidad por un bellísimo artesonado de madera de época muy posterior a la que nos ocupa.
El proyecto de ampliaciones que experimentó el templo determinó que el paramento meridional quedase completamente oculto por las edificaciones anexas, aunque se respetó el sistema de contrafuertes, que se pueden percibir desde el interior de estas dependencias. Respecto al paramento septentrional, debemos decir que al llevarse a cabo la reedificación de las estancias monásticas en época moderna se resol vió adosar estas al templo, quedando con ello completamente oculto el primer tramo murario del paramento; las reformas llevadas a cabo hace unos años para cambiar el emplaza miento del acceso a las dependencias desde el exterior, y la construcción de la actual portería, terminaron por ocultarlo en su totalidad.
Por el exterior, lo poco conservado de la fábrica medieval nos permite apreciar un diseño de líneas muy puras y de gran sobriedad, siendo sus elementos más destacados cuatro contrafuertes prismáticos que ofrecen un escalonamiento al nivel de los arcos de los vanos –sin ningún tipo de interés desde el punto de vista estructural–, y que son los encargados de dividir de manera longitudinal el paramento en tres paños. Estos contrafuertes se elevan sobre un amplio zócalo de cierta altitud, que ofrece su arista superior moldurada en baquetón, y que presenta la peculiaridad de proyectarse hacia los lados a manera de recio escalonamiento en la base de los muros. La sencillez y sobriedad del conjunto podría deberse a las urgencias del final de obra o al deseo de economizar en la construcción. A los pies del templo y flanqueando su portada principal se disponen dos de los contrafuertes.
De estos dos soportes solo se conserva el meridional, ya que el septentrional ha quedado incorporado en su totalidad a la fábrica moderna, siendo perceptibles restos de su primitivo basamento tan solo desde el interior del claustro. El único contrafuerte conservado presenta una semicolumna adosada a su frente, reiterando la solución adoptada en la conformación de los contrafuertes de la cabecera. Se eleva sobre un amplio zócalo escalonado, con sus aristas molduradas en baquetón, mientras la semicolumna lo hace sobre una basa ática elevada sobre un plinto de sección prismática, desprovisto de ornamentación.
De la portada principal del templo, a la que se accede desde el interior de las dependencias, apenas se han conservado restos que nos permitan distinguir su estilo. Se vio seriamente afectada por el proyecto de reedificación de las dependencias que tuvo como pésima consecuencia la modificación de toda la fachada. En la actualidad, el acceso al templo se resuelve a través de una puerta adintelada sin mayor interés artístico. Sabemos que esta no era el acceso primigenio de la iglesia, ya que en 1975, durante el transcurso de unas obras de consolidación de los muros, aparecieron restos de tres primitivas arquivoltas que probablemente habrían formado parte de un conjunto mucho más amplio de la portada principal pero del que apenas se han conservado restos significativos.
Las reformas afectaron también al gran óculo acomodado sobre la puerta y que presenta la misma molduración que el de la cabecera; de gran sencillez, animado únicamente por la presencia de una serie de molduras que suavizan el perímetro. La adopción de fórmulas empleadas en el conjunto de la cabecera abona la hipótesis de un reemplazo de taller en un espacio de tiempo muy breve, ya que, con toda probabilidad, este taller no contaba con un proyecto previo y se vio en la necesidad de recurrir a soluciones ya acuñadas. Concluye la fachada occidental con una espadaña de tres vanos muy modificada sobre la que se dispone la antefija.
Las arquivoltas de la portada primitiva descansaban sobre columnas acodilladas de fustes monolíticos, de los que solo se conservan los soportes de la arquivolta interior. Se caracterizan estos elementos por su simplicidad. Se elevan sobre basas de tipo ático desprovistas de ornamentación y concluyen en sencillos capiteles vegetales.
Una de las particularidades que ha hecho célebre la cabecera del templo ferreirense, al margen de su singularidad constructiva, es la riqueza de su repertorio escultórico. Ciertamente, el programa figurativo que ilustra la cabecera de la abacial de Ferreira es sin duda fruto de una excepcional operación artística que debe atribuirse a la actuación de un importante equipo escultórico. Al analizar con detenimiento la labor escultórica desplegada en la cabecera podemos individualizar, al menos, dos personalidades artísticas. Un primer escultor, al que podemos bautizar como “Maestro de Pantón”, artista románico anónimo que habría sido el máximo responsable de la decoración de la cabecera y con probabilidad el principal maestro del taller, tal y como su notable formación escultórica permite suponer. A este maestro le acompañaría un segundo escultor de formación compostelana y muy vinculado a los repertorios tradicionales, siendo su técnica muy inferior a la de su compañero.
Al maestro de Pantón debemos atribuirle los capiteles del arco triunfal y varios de los canecillos que se tienden bajo el alero exterior. Los capiteles muestran una notable calidad y un estilo desconocido en Galicia por estas fechas. Su labor en Ferreira quizá deba verse como una interpretación personal y evolucionada de modelos característicos de escuelas foráneas, posibilidad que no impide que algunos puedan haberse representado por vez primera en la abacial ferreirense; como el que representa a dos grifos atacando a una pareja de bueyes que ilustra uno de los capiteles del arco. Menos desconocidos son el tema del león atacando a una gacela y el hombre inmovilizado por lías que brotan de la boca de dos leones situados a ambos lados. Novedosa es también la iconografía de uno de los capiteles del exterior de la cabecera y que muestra un estilo muy similar; en este capitel se representa a un hombre con una gran bolsa colgada al cuello que está siendo atacado por una cabra a la que persiguen unos perros.


Posiblemente sea también el autor de los cuatro canecillos que muestran temática figurativa; una pareja de músico y acróbata, un clérigo y un hombre haciendo una pirueta con una bolsa colgada de su cinturón. Ciertas recetas en el tratamiento de las anatomías permiten vincularlos con los capiteles del interior y atribuirlos a la misma mano.
Aunque en los canecillos el maestro se sujeta a repertorios ya asimilados en Galicia desde fechas tempranas del siglo XII, los capiteles, en cambio, muestran un abanico temático desconocido en la región. Entre el horizonte de tradiciones que pudieron haber confluido en su formación cabe destacar –por la intensidad de su influjo y por el número de obras a las que afecta– la desplegada a lo largo del Camino de Santiago, y que en concreto muestra dependencia de motivos propios de focos artísticos aragoneses –no tanto en la técnica de talla como en el modelo representado–. Se reconoce también en algunas de sus representaciones animales, de marcado carácter moralizante, que ciertos episodios tomados de los Bestiarios pudieran haber estado al alcance de este maestro, a los que no son ajenos alguno de sus modelos.
Su carrera en tierras gallegas parece haber sido tan destacada como breve, ya que su actividad se extingue en la fábrica de Ferreira. Su estilo, sin embargo, formará escuela y será asimilado por otros tallistas, miembros del taller, que acabarán adoptando buena parte de las recetas del director y se harán con un estilo propio que, aun distinguiéndose netamente del de su maestro, sigue de cerca su orientación y recrea un repertorio iconográfico y ornamental semejante pero sin llegar a alcanzar la discreta calidad formal de aquel.
Su estilo alcanzará con posterioridad a otras empresas constructivas que se estaban llevando a cabo por esas fechas por todo el territorio gallego, y que atrajeron a los escultores que, con la paralización de las obras de la cabecera de Ferreira, se fueron incorporando a los diferentes talleres que trabajaban en las comarcas vecinas y en zonas más alejadas, siendo por ello los responsables de su expansión y repercusión en el románico gallego.



Además de este maestro, podría individualizarse una segunda personalidad, como el más destacado de sus ayudantes, autor de la mayoría de los capiteles concentrados en el exterior del hemiciclo. En lo que concierne a su formación, poco se puede añadir salvo que, aunque parece haber conocido lo realizado en la basílica compostelana, su estilo da prueba de una formación en las diferentes tradiciones locales, y sus motivos acreditan un conocimiento más variado del arte precedente y coetáneo, siendo su estilo diferente y su técnica, eso sí, notablemente inferior a la de su compañero. Aunque sus formas no están tan conseguidas como las del primer escultor, acaba adoptando buena parte de sus recetas, haciéndose con un estilo que sigue de cerca su orientación; es decir: aprende la técnica de excavar e intenta sacar el mayor rendimiento posible al material, modelando en grandes planos que generan superficies angulosas y creaciones de cierto aspecto geométrico.
A él pertenece, con alguna variante, un modelo de sobra conocido: nos referimos a uno de los capiteles situados en la zona noroeste del crucero de la Catedral de Santiago en el que se representan varios leones sobre los que se tienden desnudos unos personajes atacados por cabezas grotescas que intentan engullir sus miembros inferiores. Junto a estos dos maestros definidos trabajaron otros escultores o ayudantes, a los que habremos de referirnos como resto del taller.
Su producción escultórica, con estilos de filiación diversa, se centra en el diseño y talla del resto del programa figurativo; capiteles de los vanos absidales y canecillos de temática vegetal. Este taller da prueba de una formación vinculada a las tradiciones locales aunada con un conocimiento de lo que podríamos definir como tradición nacida de la segunda campaña de la Catedral de Santiago de Compostela. A pesar del origen compostelano de su repertorio, como consecuencia de su formación junto al maestro de Pantón, acabarán adoptando buena parte de sus recetas e iconografía, haciéndose con un estilo que, aún siendo notablemente inferior, guarda similitudes en ciertos aspectos. Ellos serán los encargados de tallar la mayor parte de los capiteles de temática vegetal, cuya serie obedece a dos de los tipos más socorridos del románico galaico: el de “hojas de agua” y el de “hojas de helecho”. Estos modelos se sitúan en los vanos y arco fajón. El primero se caracteriza por poseer voluminosas hojas de agua, de sinuosas incurvaciones, bilobuladas, de superficie cóncava y nervadura hendida o arista marcada, realzadas mediante caulículos contrapuestos rematados en volutas. El capitel de hojas de helecho se caracteriza por lucir hojas bilobuladas cobijando pomas o no, con nervio hendido y foliolos excavados e individualizados mediante contornos muy resaltados. A estos ayudantes se les pudieron haber encargado las obras “menores”; es decir, la ornamentación de cimacios, impostas y basamentos tanto del exterior como del interior, e incluso los canecillos vegetales.


Una vez concluido el programa escultórico de la cabecera de Ferreira de Pantón, y ante la paralización de las obras de esa fábrica, parece probable que el grueso del personal del taller hubo de procurarse trabajo en el obrador de la segunda campaña constructiva del templo ourensano de San Salvador de Sobrado de Trives, una iglesia para la que realizarán el programa de la nave y portada y en cuyo repertorio temático pesa de forma absoluta el influjo de la cabecera de Ferreira.
Respecto al programa escultórico perteneciente a la segunda campaña, este se concentra en el exterior de la nave y, en líneas generales, se ajusta a los principios de austeridad defendidos por la Orden del Císter. La escasa decoración se resuelve mediante la introducción de una serie de canecillos –tres por cada tramo murario– sustentando la cornisa moldurada. Desde el punto de vista escultórico, carecen de excesivo interés; la mayoría de los canecillos de la nave ofrecen decoración de tipo geométrico y vegetal muy estilizados. Solo una representación de carácter figurativo, que constituye una excepción a la norma, muestra un tema habitual en contextos marginales: la imagen del exhibicionista que muestra sus genitales al espectador, reafirmando con su presencia la recriminación del vicio de la lujuria. La explicación para el mantenimiento de este tipo de representaciones en programas figurativos cistercienses podría buscarse, tal y como ha afirmado Sánchez Ameijeiras, en la menor centralización de la regularización de las comunidades femeninas. El repertorio ornamental de la portada se limita a los dos únicos capiteles conservados, con una decoración de tipo vegetal que reitera concepciones acuñadas en la cabecera. Se cubren los dos con una serie de caulículos que rematan en volutas, de escaso relieve y muy geometrizados.
De lo anteriormente dicho podemos concluir que la cabecera del templo monástico de San Salvador y Santa María de Ferreira de Pantón constituye un hito fundamental en la historia de la arquitectura gallega de la segunda mitad del siglo XII. Su edificación es resultado de dos campañas constructivas claramente diferenciadas. Una primera, muy ambiciosa, a la que pertenecería el conjunto de la cabecera, cuyo diseño evidencia claramente el deseo de concebir un edificio con un tratamiento monumental importante. Por lógica, su construcción tuvo que contar con un taller muy experimentado que supiese resolver todas las dificultades técnicas de la complejidad estructural que suponía cubrir el espacio con una fórmula tipológica que comportaba una de las mayores innovaciones de la época para edificios de su clase. Esta innovación se gesta en la experimentación de un estilo que exige soluciones cada vez más complejas y elaboradas, y en la importación de formas protogóticas. El que el modelo al que remiten parte de estas soluciones que hemos valorado aparezca ya en la cabecera de la cripta compostelana, sugiere que el comienzo de nuestro templo no debería estar muy alejado en la fecha de arranque –1168– de la última campaña catedralicia. No ha de ser, pues, anterior a este periodo el diseño de Ferreira, máxime si se tiene en cuenta que en dicho proyecto pesa sobre todo, de una forma absoluta, el influjo de la cabecera abacial de Carboeiro, obra fechada en torno al año 1171 y que vendría a confirmar la propuesta para la edificación de la cabecera de Ferreira de Pantón entre los años 1171-1175.
Tras la incorporación a la orden del Císter el proyecto quedó paralizado y fue sustituido por uno menos ambicioso, más acorde con la austeridad defendida por la Orden. Esta segunda etapa se iniciaría inmediatamente tras la conversión de la comunidad monástica, lo que nos lleva a proponer para el cuerpo de la nave una cronología en torno al último cuarto del siglo XII.
En el año 1975, durante unas obras realizadas en el coro del templo, se localizó una talla de madera policromada empalada en una de las ventanas de la nave, donde debió de ser ocultada por la comunidad religiosa durante la exclaustración, posiblemente para protegerla. La pieza representa a la Virgen como trono de Sabiduría con el Niño sobre sus rodillas. En opinión de Rocío Sánchez Ameijeiras, la imagen, fechada hacia el año 1200, pudo haber sido donada al monasterio por doña Guiomar, hija de doña Fronilde, y concebida para ser ubicada en un altar o bien, teniendo en cuenta su reducido tamaño y el material, para ser trasladada durante las procesiones en las fiestas de la Virgen o como requerimiento especial de un devoto.
Respecto a las dependencias monásticas, las actuales edificaciones fueron sustituyendo y enmascarando, entre los siglos XVI y XVIII, a las antiguas dependencias de época medieval. Bien porque su estado de conservación aconsejaba hacerlo o bien por exigencias de la moda de la época. Lo cierto es que nada se conserva de los antiguos espacios claustrales de época medieval.
Respecto a los restos arqueológicos de época medieval pertenecientes al antiguo monasterio, cabe destacar la localización de dos lápidas, fechadas a mediados del siglo XI, que fueron rescatadas a raíz de la edificación de la actual portería y colocadas con posterioridad en el interior del claustro conventual, donde hoy permanecen. Pese a haber experimentado un deterioro importante, su estado de conservación es bueno y los caracteres grabados son perfectamente legibles, lo que permite suponer que debieron de ser destinadas a permanecer en un espacio protegido de las inclemencias del tiempo: un pórtico, tal vez un claustro, podría ser una propuesta probable para su emplazamiento originario.

 

San Salvador de Asma
Hállase la feligresía de San Salvador de Asma en el municipio de Chantada, en la zona sudoccidental de la provincia. El río que le da su nombre abastece y delimita su territorio. Linda con las parroquias de Líncora, Camporramiro, Brigos y Chantada, esta última capital municipal. Con ella se comunica por la carreta LU-1801.
En su término se erige, a finales del siglo IX, un monasterio dúplice de observancia benedictina fundado por los condes Ero Ordóñez y Adosinda. Entre 1066 y 1075 doña Ermesenda, prolis Nuniz, realiza a aquel una cuantiosa donación por el alma de su hermano domno Monio. En enero de 1073 su sobrina, también llamada Ermesenda, se declara descendiente de los fundadores y, por lo tanto, propietaria del cenobio. Esta, por carecer de descendencia directa para transmitirle la propiedad, se lo entrega al abad Aloyto y a sus monjes.
Poco a poco San Salvador de Asma obtiene privilegios reales que potencian su importancia y riqueza en la comarca. En 1208 Alfonso IX concede al monasterio y a su abad don Munio lo que pertenecía a la corona en Santa María de Camporramiro. Sus sucesores Fernando III y Alfonso X confirman los privilegios y mantienen su protección. Por su parte, Sancho IV en el año 1285 exime a los vasallos de San Salvador del pago de la fonsadera. Además, cinco años después, cede sus posesiones en la feligresía de San Esteban de Chantada y ratifica las realizadas por los monarcas anteriores.
A principios del siglo XIII el obispo de Lugo don Rodrigo y el abad de Asma Gonzalo Eanes estipulan que el monasterio cobre las rentas de Camporramiro y San Esteban. Al mismo tiempo, el cenobio mantiene con la villa de Chantada, en plena estructuración municipal, una tensa relación fiscal. Prueba de ello es la orden dada por el obispo lucense en 1325, para que nadie entre en las heredades de San Salvador con la intención de cobrar ningún pecho o derecho real, salvo el mayordomo de la institución. Un año después la mitad de la iglesia de Santa Mariña da Penna, que fuera trasladada a la villa, es concedida al cenobio.
A pesar de la protección regia, que continua con Pedro I, Enrique II, Juan I y Enrique III, el monasterio sufre graves desmantelamientos por parte de varios comenderos, como Vasco Gómez de Seixas, señor de Chantada. Este, en su testamento redactado en abril de 1394, concede al cenobio el coto de Belesar como compensación por los abusos cometidos contra sus propiedades.
El monasterio sufre graves usurpaciones y el papa Pío II, mediante una bula expedida en 1462, encomienda al abad de Ferreira de Pallares y al prior de Pombeiro (ambas en Lugo) que velen por la devolución a San Salvador de todos sus bienes. En 1496 otra bula papal afirma la anexión del monasterio a la Congregación de San Benito de Valladolid.

Iglesia de San Salvador
Sobre el solar de la antigua torre de Asma se erige la iglesia y el monasterio de San Salvador. Este último totalmente modificado en los siglos XVII y XVIII. Por su parte, el templo ha sufrido con el paso de los siglos varias reformas que afectaron gravemente a su fábrica románica. En el XVII la fachada fue sustituida por la actual, al mismo tiempo que se adosó al lateral sur el claustro del monasterio, con su consiguiente ocultación. También se practicaron modificaciones en el muro norte de la nave.
El carácter monástico del templo hace que sus dimensiones sean ligeramente mayores a las habituales en las iglesias rurales. Su planta es sencilla, posee nave única y cabecera semicircular. Sin embargo, dicha cabecera en alzado, a partir del segundo cuerpo, ofrece una configuración heptagonal al interior. Esta se cubre por un tejado a cinco aguas, mientras que la nave lo hace a dos.
Los muros son de sillería granítica bien trabajada, dispuesta en hiladas horizontales a soga. En el muro norte de la nave, en la zona intermedia, se aprecia un cambio en la disposición y calidad de la piedra que confirma un derrumbe y su posterior reconstrucción.
Al exterior la cabecera se impone por la solidez de sus volúmenes que destacan, casi íntegros, en un transformado templo. Sus dimensiones son proporcionalmente más reducidas que las de la nave. Aquella se alza sobre un sencillo retallo con remate en chaflán. Este quizá posea escalonamiento, pero el pavimento de hormigón que cubre el atrio esconde parte de su estructura. En el siglo XVII se anexa la sacristía que envuelve gran parte de la cabecera, cuyo cuerpo se conserva casi intacto en el interior de la dependencia.
El ábside divide su hemiciclo en tres tramos por medio de cuatro columnas embebidas que llegan hasta la cornisa. Aquellas presentan fustes lisos con leve escalonamiento en la parte inferior, propiciado por los dos primeros tambores de mayor grosor. Las basas, sobre plintos cúbicos, poseen dos gruesos toros sin escocia intermedia. Uno de los cuatro soportes no conserva capitel; los restantes son todos zoomorfos. De norte a sur exhiben: tres cuadrúpedos dispuestos cada uno en una cara, apoyando las patas sobre el astrágalo y enroscando la cola sobre sus cuartos traseros; dos de ellos presentan una única cabeza con ojos desorbitados, enorme nariz y boca de dientes puntiagudos. El segundo repite el mismo esquema, pero con espléndidos grifos. Y, finalmente, el tercero reitera el motivo anterior, pero la calidad de la talla es inferior.
El esquema de los tres animales en cada cara del capitel se empleará como modelo en otros templos del municipio como Bermún y Requeixo, junto a la temática zoomórfica del cuadrúpedo y del grifo (Fornas y Muradelle).

Canecillos y capitel en la cornisa del ábside.
Canecillos en la cornisa del ábside
Canecillos en la cornisa del ábside.
Canecillos en la cornisa del muro norte, fruto de una reforma posterior.
Ventana en el extremo nordeste del ábside.
 

La cornisa se perfila en nacela, lisa, montada sobre canecillos de rica talla y variada decoración. En ellos se representa a dos demonios, uno con alas plegadas y otro que sustenta un cilindro, un becerro, dos pares de rollos, un monstruo y un hombre que se abrazan y cuatro figuras humanas: una sosteniendo una calavera, otra un tarro, una tercera de rudo rostro que mece su barba al mismo tiempo que exhibe sus testículos y, la última, de larga melena y barba que sujeta una tabla. En estos canes se percibe un claro gusto por las figuras fantásticas, sobre todo demoníacas. De ahí que los humanos sean representados con aspecto simiesco, es decir, animales diabólicos para el hombre medieval. A media altura del hemiciclo se dispone una lisa imposta, de perfil de nacela, que recorre todo el cuerpo, excepto en las columnas. Aquella, gravemente seccionada, presenta tramos lisos o decorados por bolas. Sobre ella y en cada uno de los paños así delimitados por los soportes se practica una ventana completa.
El vano norte consta de una única arquivolta de medio punto que perfila su arista por un fino baquetón, el cual provoca una escocia lisa en intradós y rosca. Se enmarca por una chambrana jaqueada de igual directriz y se flanquea por un par de columnas acodilladas, de fustes monolíticos y lisos, basas áticas y plintos cúbicos con garras erosionadas.
El capitel oriental exhibe dos aves afrontadas cuyo plumaje está perfectamente definido. Estas se apoyan sobre el astrágalo y extienden sus alas en actitud desafiante. Detrás de una de ellas se representa la cabeza de un felino. Por el contrario, el occidental es vegetal. Presenta cuatro hojas en cuyo interior se dispone una flor de seis pétalos y, sobre ellas, otras hojas lisas de menor tamaño. Sendos cimacios se colocan sobre los capiteles, reiterando la decoración jaqueada de la chambrana.
La ventana central muestra la misma estructura y organización que la anterior, a pesar del evidente deterioro sufrido tras la anexión de la sacristía. El vano ha sido tapiado con mampostería una vez ubicado el retablo mayor en el hemiciclo. Aquel se corona por una arquivolta de medio punto perfilada por un fino bocel y una chambrana, muy deteriorada, de igual directriz. A ambos lados dos columnas acodilladas de fustes monolíticos, sobre basas áticas y plintos de base circular. El capitel sur exhibe un conjunto de hojas rematadas en bola o con una flor en su centro y su opuesto tres grandes hojas con terminación en esfera.
Del mismo modo que la anterior, la ventana sur se encuentra gravemente dañada. Por ello carece de chambrana, columna occidental y parte de la arquivolta que la ciñe. Conserva el soporte oriental, cuyo capitel se orna con tres hojas con varias incisiones a modo de nervios.
El tramo recto, de escaso desarrollo, solo es visible por el lateral norte. En él se prolonga la imposta de perfil de nacela antes señalada en el hemiciclo. Su tejaroz, perfilado en caveto, es soportado por dos canecillos ornados con sendos demonios: uno devorando sus pies (similar al de la cabecera de Requeixo, en Chantada) y otro con alas desplegadas, idéntico al descrito en el hemiciclo. Bajo estos se practica un vano rectangular, realizado durante una reforma, para incrementar la luz interior tras el ocultamiento de la cabecera.

La nave es, sin duda, el cuerpo más alterado. Su muro oriental posee mayor altura que el tejado y sus extremos se amplían notablemente hacia el exterior, a modo de contrafuertes, de la misma forma que en Camporramiro y Bermún (Chantada). Un óculo se abre en el hastial y su cúspide se corona por una cruz antefija.
El muro sur se halla completamente oculto por el claustro del monasterio; sus dos puertas de acceso y un par de aspilleras se encuentran tapiadas. Aún así, merece especial atención la espléndida portada que, a pesar de su inutilidad actual, conserva intacta su estructura y decoración. Esta posee tímpano semicircular figurado asentado sobre un liso dintel. Cíñese por una doble arquivolta de medio punto, cuyas aristas se perfilan por un grueso bocel, motivo que se repite en la rosca. Una chambrana de igual directriz y moldura jaqueada enmarca el conjunto.
La arquivolta interior se apea directamente sobre el muro, en el cual se aprecian ciertas alteraciones posteriores. Mientras, la exterior lo hace sobre un par de columnas acodilladas de fustes lisos y basas ocultas por el pavimento. El capitel occidental exhibe dos fieros cuadrúpedos apoyados sobre el astrágalo de la pieza. Estos se encuentran afrontados, en actitud desafiante, al mismo tiempo que enrollan sus largos pescuezos con larga crin. Este pelaje es característico de las hienas, animal característico de los bestiarios medievales. Además, sus colas se enroscan entre las patas y la cintura de ambos cuadrúpedos. Igual representación se describe en Argozón y Bermún (Chantada), cuyos autores reiteran las formas de Asma. A su vez, el capitel oriental presenta un motivo fitomorfo compuesto por tres hojas de gran tamaño, con resalte central, que parten del astrágalo. Están muy pegadas al bloque de la pieza, vueltas ligeramente sobre sí mismas y con una bola en su terminación. En una de sus esquinas asoma la cabeza de un animal fantástico, posiblemente acuático, de ojos prominentes y enorme boca. Hallamos un capitel semejante soportando el arco triunfal de la iglesia de Brigos, en Chantada, en cuyas hojas asoma la cabeza de un monstruo con rasgos felinos. Sus respectivos cimacios, cortados en chaflán y con filete superior, también presentan distinto ornato: en el oriental, en su esquina, se representa un rostro demoníaco de cuya boca emerge un tallo ondulante con hojas. Por el contrario, su opuesto exhibe una guirnalda de rosetas inscritas en círculos.
El tímpano está realizado en una sola pieza granítica. En ella se disponen dos cuadrúpedos, semejantes a los analizados en el capitel occidental, que curvan sus torsos para adaptarlos perfectamente al marco. Al igual que aquellos la posición de sus cuerpos denota agresividad, sus pescuezos se entrelazan y las patas traseras se flexionan, al mismo tiempo que introducen sus colas bajo ellas. También los identificamos como hienas, ya que el pelaje de sus lomos es característico de estas fieras.
La cornisa del muro sur es visible dado que la altura del tejado del monasterio es ligeramente inferior a aquel. El tejaroz presenta la habitual moldura de nacela y su peso es soportado por canecillos de variada decoración: barriles, cabezas de animal, bolas, proas, etc. Uno de ellos, ornado con siete rollos superpuestos, ha sido reutilizado del templo prerrománico anterior.
Muro sur
 

El muro norte es el más transformado; así lo demuestra el cambio en la disposición y calidad de la piedra en la zona intermedia de su cuerpo. En la parte superior se abren dos vanos de diferente factura y tamaño. La oriental es una saetera bajo arco de medio punto y derrame interno. Mientras, la occidental es rectangular y reutiliza la parte superior de una ventana prerrománica, que conserva el remate del arco de herradura y su decoración. Esta exhibe varios semicírculos dispuestos sobre el arco, flanqueados por dos motivos geométricos y estos, a su vez, por dos cruces patadas.
El tejaroz, de igual modo que el muro, se halla reedificado de nuevo con la consiguiente desestructuración de las piezas que lo componen. En su extremo más occidental posee corte en caveto y es sustentado por cuatro canecillos geométricos decorados con cilindros, espirales, etc. Mientras, en la parte afectada por el derrumbe su peso recae en lisos canes moldurados en gola, de factura posterior. Por último, la cornisa del límite oriental presenta corte en chaflán y, bajo ella, tres canecillos ornados con una res, un hombre sedente y un motivo geométrico compuesto de siete rollos superpuestos. Este último, al igual que el analizado en el muro opuesto, es prerrománico y, por tanto, coetáneo del sillar decorado que enmarcaba la ventana ubicada en el costado norte de la nave.
La fachada occidental ha sido reconstruida completamente en estilo clasicista. En ella se dispone la única entrada actual al templo.

El interior es amplio y austero, pero denota monumentalidad en sus proporciones. La nave expresa sobriedad estructural en contraposición con la cabecera, donde se concentra toda la decoración del templo.
La nave se cubre con techumbre de madera a dos vertientes sostenida, directamente, sobre los muros. Como acontece en su exterior las diversas reformas han mudado su aspecto original.
El tramo intermedio del muro norte ha sido reconstruido con mampostería, en contraposición con el sillar empleado en el resto del monumento. El lateral conserva dos grandes vanos abocinados bajo arco de medio punto y acusado derrame interno. En el límite oriental, donde se ubica el contrafuerte exterior, se practica un gran arco de medio punto cegado y de considerable altura. En su parte inferior se abre otro arco de igual directriz, a modo de hornacina, donde se inscribe un pequeño altar.
El muro sur se estructura de manera similar al anterior. En su parte superior se abren dos vanos abocinados bajo arco de medio punto y derrame interno, actualmente cegados. En el extremo occidental de la pared, a media altura, se ubica una puerta adintelada, tapiada, que comunicaba con las dependencias monacales. Otra puerta se emplazaba en la parte inferior, bajo el vano oeste, también cegada y, además, oculta por un retablo de San Benito. A su lado se dispone un arco solio sin sepulcro. Finalmente, en el límite oriental del muro se dispone un gran arco de medio punto de iguales características al señalado en el lateral opuesto.
El muro occidental conserva restos de sillares, con decoración en soga, reutilizados de una obra anterior al templo románico. A media altura de su cuerpo se dispone un alto coro realizado en madera.
Un arco triunfal, emplazado en el costado oriental, da acceso a la cabecera. Aquel, de factura moderna, es soportado por un par de pilastras de aristas vivas. Los soportes rematan en una sencilla y lisa imposta que, solo por el frente del tramo, se prolonga con moldura jaqueada. Sobre el gran arco triunfal, centrado, se abre un vano circular exento de decoración.
La cabecera se cubre por un artesonado ornado con estrellas y, en cuyo centro, se dispone el escudo de la Corona de Castilla y León. Su presencia se justifica por la anexión del cenobio a San Benito de Valladolid a finales del siglo XV.
Dos impostas corridas, decoradas con un motivo de billetes, se prolongan en dos alturas distintas por las paredes de la cabecera. Del mismo modo, en su parte inferior, lo hace un banco pétreo perfilado por un liso bocel.
En el muro norte del presbiterio, sobre la imposta superior, se abre un vano moderno que potencia la iluminación al interior, perdida tras la ubicación del retablo mayor y la construcción de la sacristía anexa. Mientras, en el sur se dispone una pequeña hornacina bajo arco de medio punto que custodia utensilios de culto.
En el centro del tramo presbiterial se dispone una gran ara rectangular, cuyas esquinas se perfilan en chaflán con un filete superior. Apéase sobre una ancha base central y cuatro columnas en los ángulos. Estas poseen fuste muy corto, liso y monolítico, cuyas basas áticas se sustentan sobre plintos cúbicos con bolas en las esquinas. Por su parte, los capiteles son todos de sencillo ornato vegetal. Otra columna semejante a las anteriores es utilizada como atril.
El tránsito del tramo presbiterial al absidal se acusa por un escalón. En el hemiciclo se abren tres esbeltas ventanas completas, tapada la central por el retablo mayor del siglo XVI. Todas ellas se enmarcan por un único arco de medio punto ceñido por una chambrana de igual directriz. El primero perfila su arista en baquetón, provocando en rosca e intradós sendas medias cañas. Asimismo, la chambrana se decora con un motivo jaqueado también utilizado en las del exterior.
El peso de las arquivoltas recae sobre un par de columnas de cortos fustes monolíticos y lisos, salvo uno ubicado en el vano sur, cuya pieza decorada con varias incisiones verticales se retuerce ligeramente sobre sí misma. Las basas son áticas, asentadas sobre plintos circulares. Los capiteles del vano sur muestran dos órdenes de hojas lisas (occidental) y con terminación en bola (oriental). Mientras los del norte reiteran la decoración exterior con hojas que albergan flores en su interior (oriental) y un zoomorfo (occidental). Este último ostenta dos cuadrúpedos sustentados sobre el astrágalo, cuyas cabezas se funden en una sola en la esquina de la pieza. Sendos cimacios se colocan sobre sus respectivos capiteles, ornados con una moldura jaqueada idéntica a la descrita en chambranas e impostas.
Bajo la ventana sur se practica la puerta de acceso a la sacristía, enmarcada por un arco carpanel perfilado por un fino baquetón. Dicha moldura continúa en las jambas que, a su vez, imitan columnas con basas y capiteles vegetales y sogueados. En el interior de la sacristía se guardan dos piezas pétreas talladas, ambas ligeramente seccionadas, que semejan representar una Anunciación.
El monasterio, aunque reconstruido en su totalidad en época moderna, conserva varios elementos de su pasado medieval. Uno de ellos es una celosía prerrománica realizada en esquisto, piedra de menor durabilidad que el granito, pero que también se emplea en varios sillares reutilizados en la fachada occidental del templo. El vano presenta forma rectangular y organiza su interior mediante cuatro círculos horadados, cada uno, en una esquina. También en dichos márgenes surgen dos líneas diagonales que se cruzan entre sí creando el calado que, en la actualidad, se halla relleno de cemento.
Otra pieza interesante, aunque parcialmente mutilada, es la puerta ubicada en el costado sur del claustro. Su factura, aunque tardía, es el único vestigio románico del monasterio que ha pervivido tras la reforma acometida en época moderna. Quizás, ese estilo tardío era el dominante en el cenobio.
La puerta presenta arco de medio punto, con varias dovelas fracturadas, que enmarca a un tímpano completamente liso. El peso de este es soportado por dos mochetas ornadas con motivos geométricos y vegetales. La jamba oriental ha sido seccionada para ampliar la luz de la portada, mientras que su opuesta ha sido embutida en un muro moderno. Por este mismo hecho no se conservan las columnas que flanqueaban la portada. De ellas solo perduran sus capiteles, de caja troncocónica, ornados con hojas de marcado nervio central y remate en bola. El capitel oriental se halla en su lugar original y sobre él se dispone un cimacio de nacela; sin embargo; el occidental ha sido recolocado a modo de basa en otro lugar.
Junto a los restos prerrománicos y románicos distribuidos por el claustro, se hallan otros muchos de gran interés como las puertas de acceso al antiguo archivo, a la sala capitular, etc. cuya datación y estilos son posteriores al momento que nos atañe, pero no faltos de importancia artística e histórica. Sin embargo, el mal estado de conservación de estas dependencias es una realidad y contrasta con el esplendor de su pasado.

La iglesia de San Salvador se aleja de la tipología rural gallega, no solo en sus dimensiones, sino también en sus formas. Nos encontramos ante un autor conocido con el nombre de su única obra: Maestro de Asma. Su formación se vincula directa o indirectamente a la segunda gran campaña constructiva de la catedral de Santiago, vinculada por algunos autores a la figura del Maestro Esteban, quizá por su conocimiento in situ de los trabajos llevados a cabo en Compostela o a través de otros artistas formados allí. Yzquierdo Perrín señala a los autores de Carboentes y Ferreira de Pantón como sus compañeros o posibles mentores. De ellos adquiere el gusto por los motivos zoomorfos y antropomorfos de canecillos y capiteles, junto al uso de plintos de base circular que soportan las basas de las ventanas. También, el empleo reiterado del taqueado, propio de ese círculo, confirman la relación entre los maestros. Por ello, el templo de San Salvador se realizaría en las últimas décadas del siglo XII, en un período tardío, pero anterior a Mateo, cuyas fórmulas se plasmaron con éxito en otros ejemplos de la zona.
Al mismo tiempo, la importancia del Maestro de Asma no recae únicamente en la obra de San Salvador, sino en la amplia cantera local que genera su construcción. Artistas menores repetirán los esquemas de Asma hasta el agotamiento de los mismos, con su consecuente empobrecimiento.
Por todo ello, creemos que el templo de San Salvador se erige a finales del siglo XII y que tras su conclusión, en la primera década del siglo XIII, comienzan las obras del monasterio. Posteriormente, se acometerán las distintas reformas en el cenobio que irán, poco a poco, mudando su imagen original.
A los pies del templo parroquial, en el lado norte, sobre una pequeña plataforma pétrea se conserva la pila bautismal románica. Presenta copa y basa graníticas, esta última añadida posteriormente para alcanzar mayor altura y esbeltez.
La taza es circular, de tipo semiesférico con prolongación superior vertical. La subcopa mantiene forma semicircular mientras la zona cercana a la embocadura presenta paredes ligeramente verticales. Su decoración es reiterada en otros templos de la zona debido a su sencillez. Bajo su redondeado borde se practican numerosas incisiones en diagonal, en sentido de las agujas de reloj, flanqueadas por dos líneas horizontales que, junto a aquellas, recorren todo el perímetro de la pieza.
Al mismo tiempo que el Maestro de Asma influyó en otros autores locales para la realización de templos de pequeñas dimensiones, su pila bautismal ha sido repetida en innumerables ocasiones. De ahí que muchos templos del municipio repitan este sencillo esquema decorativo. Su cronología es coetánea a la realización del templo, por lo tanto, de finales del siglo XII.


Lobios
En la Ribeira Sacra lucense, ayuntamiento de Sober, se encuentra la feligresía de Lobios, adscrita al arciprestazgo de Amandi-Ferreira de Pantón, diócesis de Lugo. La separan de la capital municipal, Sober, con la que se comunica por medio de la carretera LU-5903, 9 km en los que se atraviesan Proendos, Figueiroá y Barrantes.
Se hallaba en Lobios un antiguo cenobio de monjas benedictinas, de origen desconocido. En octubre de 1233 su priora, Elvira Pérez, realiza la venta de un conjunto de posesiones en Leiro, Ourense, a Adán Fernández. También, en su mandato, llega a un acuerdo con los abuelos de Ruy Lorenzo de Froyán sobre la iglesia de San Xulián de Mourelos, en O Saviñao, donde interviene, como delegado de Roma, el arzobispo de Braga Esteban Soares de Silva. En 1289 su abadesa, Marina Rodríguez, presenta una demanda ante el deán de Lugo referente al templo anterior.
En 1499 fray Rodrigo de Valencia, reformador de los monasterios benedictinos gallegos, nombra a Diego de Piñeiro mayordomo y justicia mayor del coto monástico para gestionar sus frutos y rentas. En 1506 el monasterio compostelano de San Paio de Antealtares toma posesión de Lobios. Su abadesa, Constanza Vázquez, recluida en un primer momento en Santiago, regresa a Sober y apela ante Roma contra tal anexión. Entre 1507 y 1509 administrará de nuevo el monasterio, gozando de sus rentas hasta 1511. En la actualidad ejercen derecho de patronazgo eclesiástico las religiosas benedictinas de San Paio de Antealtares.

Iglesia de San Xillao
San Xillao (Julián) se encajona, en el lugar de Lobios, por un reducido atrio donde, aún hoy en día, se entierran sus feligreses. Combina, de manera equilibrada, elementos románicos y góticos que dotan al templo de un aspecto único y característico.
La planta consta de nave y cabecera rectangular, ambas cubiertas por un tejado a doble vertiente. En la cabecera, en el muro meridional, se adosa la sacristía de época moderna y en la fachada una espadaña barroca.
Los muros son de granito, cortado en regulares sillares, asentados en hiladas horizontales, predominando la disposición a soga. Nave y cabecera se alzan sobre un único retallo rematado en chaflán.
Al exterior la cabecera, recta y de gran sencillez, se organiza mediante un único cuerpo rectangular, al que se adosa la sacristía con tejado a una vertiente. En el muro del testero, completamente liso, se practica una ventana ajimezada gótica.
Se estructura en dos vanos, bajo arco apuntado, sobre los cuales se cala un motivo cuadrilobulado inscrito, a su vez, en un círculo. Una sencilla baquetilla perfila todos los elementos. El delicado ventanal se ciñe por dos arcos apuntados, lisos, asentados directamente sobre las jambas, cortadas en chaflán.
En la parte superior del tramo se dispone una sencilla cornisa, lisa, de perfil de nacela, exenta de canes. Esta continúa por el muro norte y la sacristía, que oculta al exterior el sur que, sin embargo, conserva su estructura intacta dentro de la dependencia.
El muro norte de la cabecera divide su cuerpo en dos tramos por medio de una semicolumna de fuste liso, basa ática y plinto con erosionadas garras sobre un alto zócalo escalonado. Su capitel se decora con un entrelazo vegetal que se resuelve en pequeñas hojas. Este motivo comparte características con su vecina Pinol, ambas deudoras de Santa María de Oseira, en Ourense, pero de mayor modestia y tosquedad. El soporte llega hasta la cornisa, antes señalada, la cual se monta, además, sobre canecillos, perfilados en caveto, proa y cuarto bocel, completamente lisos, salvo el próximo al testero, decorado con un motivo vegetal.
En la parte superior del muro norte, en el tramo occidental, se practica una ventana completa. Presenta una única arquivolta bajo arco de medio punto, enmarcada por una chambrana lisa de la misma directriz. La arquivolta perfila su arista en baquetón liso, el cual provoca, en rosca e intradós sendas escocias, también lisas. El arco es soportado por columnas de fustes lisos y monolíticos, basas áticas y plintos con garras. Asimismo, los capiteles muestran hojas con terminación en bola (occidental) y voluta (oriental). Finalmente, un grueso cimacio, de perfil de nacela, sirve de separación entre arco y soporte. La nave, de mayor altura y anchura, muestra una marcada horizontalidad propiciada por la disposición de sus sillares. En su hastial se abre una estrecha aspillera bajo arco de medio punto, parcialmente oculta, en su parte inferior, por el tejado de la cabecera.
El muro sur de la nave se organiza en tres tramos por medio de un tablero saliente central que llega hasta la cornisa, a modo de gran contrafuerte, donde se dispone la portada. Por los tres se prolonga una lisa cornisa, de perfil de nacela, apoyada en canecillos graníticos, excepto uno, de variada y rica decoración zoomorfa, antropomorfa, vegetal y geométrica.
Los canes del tramo más occidental exhiben una res, un equino, tres figuras indeterminadas, un cilindro sujeto por una cuerda y un felino. Los del central muestran una bola envuelta por una hoja, una figura muy erosionada realizada en caliza, un monstruo que enseña lengua y dientes, dos rostros humanos, un motivo vegetal, compuesto por dos órdenes de hojas con terminación en bola, y un motivo desgastado. Por último, en el tramo más oriental se decoran con cuatro motivos vegetales rematados en voluta, un rollo con cuerda, un carnero y un rostro humano.
De derecha a izquierda: cabeza humana muy erosionada, el siguiente: tallos vegetales que se proyectan desde la base del soporte hasta la parte alta donde rematan en volutas de gran plasticidad. El tercero y el cuarto exhiben la misma composición que el segundo.
Representación de la cabeza de un animal de hocico prominente y orejas erguidas que mira directamente al espectador; imagen de un barril sujeto por una soga atada en su parte central; el tercero exhibe una composición vegetal semejante a las ya vistas.
 

Los canecillos del alero de la parte central de la fachada, sobre la portada. Son siete.
Los cuatro de la derecha. De derecha a izquierda: Cabeza de ser monstruosos de lago hocico, orejas erguidas y fauces abiertas mostrando una poderosa hilera de dientes; cabeza de hombre en posición frontal mirando directamente al espectador; superposición de doble hilada de hojas cobijando pomas y cabeza de hombre en posición frontal y con la boca abierta.
Los tres de la izquierda: Cabeza de ser monstruoso con las orejas erguidas y las fauces abiertas mostrando la lengua y la dentadura en actitud amenazadora; canecillo muy deteriorado, representa a un hombre de pie enfrentado a una imagen completamente perdida e imposible de identificar. El de la izquierda, composición vegetal.
 

En la parte superior de los tramos occidental y oriental se abren sendas ventanas completas, similares a la descrita en el muro norte de la cabecera. Estas presentan una única arquivolta que perfila su arista en baquetón, enmarcada, a su vez, por una sobria chambrana lisa. Descansa el arco sobre un par de columnas de fustes monolíticos y basas áticas, sobre lisos plintos. Sus capiteles se ornan con decoración vegetal, considerablemente erosionada y, sobre ellos, un grueso cimacio.

En el tramo central, en su parte inferior, se dispone la portada meridional que resalta, considerablemente, sobre el nivel del muro de la fachada. Presenta un marcado abocinamiento y abundante decoración.

La portada, desprovista de tímpano, consta de cuatro arquivoltas ligeramente apuntadas, enmarcadas por una chambrana de la misma directriz. Todas ellas molduran sus aristas en baquetón liso, que provoca en rosca e intradós sendas escocias, decoradas las primeras con grupos de tres pequeñas bolas y las segundas con una sola, excepto la de la arquivolta menor, que lo hace con un motivo floral. Todas se perfilan, a su vez, por nuevos baquetones. La chambrana repite ornato con un liso bocel.
Los tres arcos exteriores se voltean sobre columnas acodilladas, mientras que el interior lo hace directamente sobre las jambas, molduradas por cuatro baquetones. Los codillos perfilan sus aristas en grueso bocel. Las columnas poseen fustes monolíticos completamente lisos, apoyados en basas áticas, sobre cúbicos plintos con desgastadas garras. Todo el conjunto se dispone sobre un alto zócalo rematado por una moldura tórica, que se prolonga por los codillos exteriores.
Los capiteles se ornan con motivos vegetales, zoomorfos e historiados. En el lado occidental, el capitel exterior muestra dos centauros contrapuestos, de ruda labra, portando ar co y flecha. Este motivo también se encuentra en el capitel exterior norte de la portada occidental de San Paio de Diomondi, en O Saviñao. El intermedio variadas hojas nervadas, terminadas algunas en volutas. Y, el interior, dos toscas aves afrontadas que sustentan la misma esfera con sus picos. En el lado oriental, el capitel exterior se decora con una figura humana, colocada sobre un dragón, al que introduce una lanza en sus fauces. El intermedio lo hace con tres hojas que parten del astrágalo, lisa la central y nervadas las laterales. Y, finalmente, en el interior dos aves superpuestas que enredan sus desmesurados pescuezos.


El muro norte de la nave se estructura en tres tramos por medio de dos prismáticos contrafuertes, de escaso resalte y escalonados en la parte superior, sin llegar a la cornisa. Esta, de perfil de caveto, lisa, se monta sobre canecillos carentes de decoración, cortados en nacela y proa.
En el tramo occidental se practica una ventana completa, que comparte idénticas características con las situadas en el muro opuesto, antes mencionadas.
Bajo el vano se dispone la portada norte, actualmente cegada, aunque conserva todos sus elementos decorativos. Consta de dos arquivoltas apuntadas, parcialmente tapada la interior, enmarcadas por una chambrana ajedrezada. Ambas perfilan sus aristas en baquetón, delgado y liso el interior y decorado con abocetados rombos el exterior. Este provoca, en rosca e intradós, sendas escocias ricamente decoradas con motivos florales, excepto el intradós del arco interior, que permanece oculto tras el cegamiento.
La arquivolta exterior se voltea sobre un par de columnas de monolíticos fustes, con sus basas ocultas por el pavimento. El capitel oriental exhibe dos grandes mitades de hojas de palmera, con bolas en la parte superior de los tres espacios intermedios. El occidental muestra tres hojas, colocadas boca abajo, combinadas con tallos entrelazados. La arquivolta interior se apoya directamente en el muro, por medio de una lisa imposta de perfil de nacela.
El muro, en los tramos central y oriental, permanece liso, aunque se observa, en este último, el cegamiento de una ventana, similar a la del tramo occidental, a la cual se le han extraído todos sus elementos decorativos. Sobre ella un liso canecillo, de mayor grosor que los restantes, colocado tras la reforma.
La fachada oeste, la principal de la iglesia, se ve condicionada, en la actualidad, por las numerosas sepulturas que la rodean, de considerable altura, que impiden visualizar con perspectiva el conjunto. Su organización es de gran simplicidad, con un solo cuerpo, al que se superpone una gran espadaña añadida en 1806.
En la parte inferior se abre la portada que resalta, al igual que la meridional, sobre el nivel del muro de la fachada, perfectamente delimitada por un rectángulo que ocupa el tramo central del cuerpo.



La portada carece de tímpano y exhibe un marcado abocinamiento creado por sus cuatro arquivoltas. Estas están ligeramente apuntadas y enmarcadas por una chambrana de igual directriz. Tres de ellas molduran sus aristas en baquetón liso, de diferente grosor, cuya rosca e intradós se decoran con motivos esféricos, perfiladas, a su vez, por nuevos baquetones mucho más finos. Concretamente, la rosca de la arquivolta menor exhibe panes cuarteados, mientras que los restantes grupos de tres perlas. Los intradoses muestran todos el mismo motivo, una pequeña bola. La arquivolta exterior difiere en su organización de las anteriores, moldurada con puntas de diamante. Este motivo geométrico es, sin duda, uno de los más tardíos dentro del estilo románico, también presente en la iglesia de San Fiz de Cangas, situada en el municipio vecino de Pantón.
Las arquivoltas se voltean, del mismo modo que en la fachada sur, sobre columnas acodilladas, excepto la menor, que lo hace sobre jambas, ricamente molduradas con finos baquetones dispuestos en vertical. Los codillos, al igual que las jambas, perfilan sus aristas con un liso bocel. Las columnas poseen fustes monolíticos completamente lisos, apoyados en basas áticas, que descansan, a su vez, sobre plintos, parcialmente sepultados, decorados con erosionados trifolios. Los capiteles se ornan con motivos vegetales semejantes a los analizados en las portadas sur y norte. Los tres septentrionales exhiben hojas carnosas, con bordes de gran grosor, que alternan con otras, más estilizadas, con terminación en voluta y bola. Los capiteles opuestos son todos diferentes, el exterior presenta tres abocetadas hojas con nervios ligeramente marcados. Por el contrario, el intermedio se encuentra muy erosionado y, finalmente, el interior muestra dos mitades de hojas, carnosas y con bordes gruesos, que flanquean otra más estilizada que alberga en su interior una serie de pequeñas bolas superpuestas.
Sobre la portada se practica una ventana ajimezada, gótica, similar a la descrita en el testero. Presenta dos vanos bajo arcos ligeramente apuntados, perfilados por una moldura de pequeñas bolas, que se prolonga por el parteluz. Sobre ellos, centrado, un óculo cuadrilobulado inscrito en un círculo, en cuyo perímetro se reitera el motivo esférico anterior. Al exterior la ventana se enmarca por una doble arquivolta, que moldura sus aristas en baquetón que continúa, sin interrupción, por las jambas.

En su interior San Xillao nos ofrece una muestra de austeridad y sencillez, con la supresión de elementos decorativos en la nave. Sus muros, parcialmente encalados, conservan restos de pinturas murales superpuestas datadas en los siglos XV y XVI.
La nave, de considerable altura, se cubre con techumbre de madera a dos aguas. Su pavimento es pétreo, formado por hiladas de losas regulares, algunas sepulturas, entre las cuales se encuentra una con inscripción:
ES TASE / PVLTVR / A A DOTA / DA ES DE / ANDRES / RODRIOIZ / ANO DE 86.

A los pies de la nave se sitúa una tribuna de madera sobre ménsulas, a modo de coro alto, desde la cual se accede al campanario. A la altura de la tribuna se abre la ventana ajimezada que reitera el esquema descrito en el exterior. Bajo esta la puerta principal de acceso al templo, inscrita en arco ligeramente apuntado.
En los muros laterales se abren cuatro vanos, ya descritos en el exterior, abocinados y con derrame interno. El vano situado en el lateral norte, próximo a la cabecera, permanece cegado. Situada en el mismo muro, también oculta con mampostería, se encuentra la portada septentrional. En sus proximidades se ubican pinturas murales en deplorable estado de conservación. En el muro opuesto la tercera puerta del templo, bajo arco rebajado.
En el muro oriental de la nave, sobre el arco triunfal, se dispone su sexta ventana, bajo arco de medio punto y derrame interno. Un par de columnas, semejantes a las descritas en el exterior de los muros, soporta la arquivolta que la ciñe. Ambas se decoran con entrelazos (septentrional) y hojas rematadas en bola (meridional).
El acceso a la cabecera, cuyo pavimento está más elevado que la nave, se realiza por medio de un arco triunfal apuntado, doblado, de sección prismática y aristas perfiladas por baquetón. Lo ciñe, a su vez, una chambrana, de igual directriz, decorada con una guirnalda de rosetas.
El arco inferior se apea sobre columnas embebidas. El superior descansa en el muro mediante una imposta de nacela lisa, prolongación del cimacio del capitel de aquellas, que, a su vez, prosigue por el frente del muro y el interior de la cabecera. Esta marca, además, el inicio de las bóvedas de crucería y de cañón.
Las columnas de la cabecera poseen fustes lisos, basas áticas con trifolios en las esquinas y plintos cúbicos. Los capiteles se decoran con entrelazos resueltos en hojas nervadas (septentrional) y en volutas (meridional). Este modelo de ornato también es característico de Oseira.
La bóveda de crucería que cubre el tramo presbiterial es cuatripartita, sus nervios, de perfil rectangular, se perfilan en arista viva. Su peso es soportado por cuatro mémsulas ornadas con las cuatro figuras del tetramorfo: buey, león, hombre (las tres aladas) y águila. Como acontece en otros elementos decorativos del templo, las piezas presentan una acusada rudeza.
En los muros laterales del tramo se abren sendos vanos, reformado el septentrional en época moderna y bajo arco de medio punto, con derrame interno, su opuesto. Bajo este se abre una puerta adintelada de acceso a la sacristía.
El ingreso en el tramo oriental de la cabecera se realiza por medio de un arco fajón, ligeramente apuntado, de aristas vivas. Es sustentado por dos columnas embebidas de fustes lisos y basas áticas. Sus plintos permanecen ocultos por el pavimento, de mayor altura que el tramo presbiterial. El capitel septentrional exhibe tres gruesas hojas carnosas, rematada la central en bola y flanqueada, a su vez, por dos nuevas hojas, alargadas, que portan esferas superpuestas en su interior. Un motivo similar ha sido descrito en la portada principal del templo. El capitel meridional ostenta enredados tallos con terminación en hojas laceoladas.
El testero está íntegramente ocupado, en la actualidad, por un retablo dorado, realizado en el año 1792, presidido por la imagen de San Julián, patrón del templo.
Desde el interior de la sacristía se visualiza la estructura románica del muro sur.
Se organiza, del mismo modo que el norte, en dos tramos por medio de una semicolumna. Su capitel exhibe dos gruesas hojas dispuestas en los ángulos, boca abajo, y en la parte inferior otra que rodea toda la caja. Flanqueando al capitel se disponen cinco canes que, junto a la columna, soportan el peso del alero de madera de la sacristía. Los canecillos, de perfil de nacela, se decoran con dos motivos vegetales, dos cabezas humanas y un monstruo.
En el tramo occidental del muro se practica una ventana completa, semejante a su opuesta en el muro norte. Presenta una única arquivolta bajo arco de medio punto, que perfila su arista en baquetón liso. Un motivo vegetal se inscribe dentro de dicho arco que, a su vez, se ciñe por una chambrana, de igual directriz. Un par de columnas lo sustentan, de fustes lisos y monolíticos, basas áticas y plintos con garras. El capitel occidental se decora con un par de arpías afrontadas, apoyadas sobre el astrágalo, motivo también presente en el crucero de Santa María de Oseira y en Santa Cristina de Ribas de Sil. En su opuesto, el oriental, se dispone otro motivo zoomorfo, donde una fiera muerde a un cuadrúpedo, que semeja un caballo. Sobre los capiteles, un grueso cimacio, de perfil de nacela, separa arco y soporte.


El templo de San Xillao exhibe motivos decorativos característicos de Santa María de Oseira, también presentes en la iglesia vecina de San Vicente de Pinol, como los entrelazos de tallos de principios del XIII. La misma fecha constructiva indican los apuntamientos de la fachada e interior de la cabecera, como también señala Delgado Gómez. El mismo autor distingue dos períodos constructivos en Lobios: el primero, románico muy avanzado del primer cuarto del siglo XIII y, un siglo después, el segundo, donde se llevarían a cabo los motivos góticos en la bóveda y en los vanos.
Puede pues afirmarse, que la iglesia se construye a principios del siglo XIII iniciándose en la cabecera y finalizándose en la fachada oeste. Es en esta última donde se practica una ventana gótica fruto de una segunda campaña acometida décadas después en el templo. Del mismo modo que creemos que el vano del ábside es remodelado en este mismo momento. Finalmente, en época moderna se añade la sacristía y la espadaña.
A los pies del templo, del lado del evangelio, se coloca la pila bautismal.
Pertenece al tipo de fuentes para el bautismo de inmersión horizontal. Consta de cáliz y fuste románicos, aunque carece de basamento. Las dos piezas están realizadas en dos bloques graníticos independientes, considerablemente erosionados.
Morfológicamente, su copa adopta la forma de media esfera, ligeramente prolongada en altura, con una profundidad considerable. El fuste, de sección circular, favorece la elevación del cáliz.
La ornamentación, escasa y geométrica, se dispone por la parte exterior de la copa. Esta exhibe, en la parte inferior, un liso y desgastado bocel y, sobre este, a media altura, una guirnalda de arquillos de medio punto, que recorría todo su perímetro, pero debido a la erosión solo conserva restos de los mismos. La pila, del mismo modo que la iglesia, se fecha a principios del siglo XIII.

 

 

 

 

 

 

 

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