Románico en la Comarca do Ribeiro,
Ourense
Bañada por el río Miño y marcada por los valles
que sus afluentes Avia y Arnoia trazan hasta su desembocadura, la Comarca do
Ribeiro se sitúa en los límites más occidentales la provincia de Ourense,
confinando ya con las tierras pontevedresas de A Paradanta.
Mundialmente conocidas por la excelente calidad
de sus vinos, las tierras de O Ribeiro pueden igualmente jactarse de albergar
en sus pequeñas localidades un magnífico patrimonio románico, empezando por el
inigualable conjunto histórico de Ribadavia; continuando por los otrora
influyentes monasterios de Melón y San Clodio, y concluyendo en las numerosas
parroquias rurales que jalonan el territorio, algunas de ellas de enorme
calidad, caso de los templos de Serantes o Castrelo do Miño.
Pese a que en la actualidad el territorio do
Ribeiro pertenece administrativa y geográficamente a Ourense, la totalidad de
monumentos románicos que a continuación desarrollaremos formaron parte de la
Diócesis de Tuy hasta que, en fecha muy reciente, fueron disgregados del
obispado tudense para pasar a formar parte de su homónimo ourensano.
Ribadavia
La villa de Ribadavia se encuentra a 29 km de
Ourense. En la zona, en Francelos concretamente, se conservan vestigios
medievales de los siglos IX y X. Allí se encontraba el monasterio de San Xés,
advocaión que más tarde tendría la capilla del castillo ribadaviense. En el año
922 el rey de León Ordoño II dona Arcabria que estaba in territorio
Castellae in ripa Minei, quae est inter Layas et Castrelo. Se
denominaba Castela, a toda esta zona, por la gran cantidad de castillos
que en ella había: San Clodio, Novoa, Ribadavia, Francelos, A Mota, Castrelo y
A Pena Corneira.
Desde el año 1064 a 1071 Ribadavia fue capital
del reino, pues en ella residía el rey García, quien restauró las sedes de
Braga y Tui. Su palacio estaba situado en el actual convento de Santo Domingo,
o sea, extramuros y en la parte alta de la villa.
Tuvo dos fueros de realengo, el primero dado
por el rey García, y el segundo por Fernando II en 1164. Este último nuevo
status hizo que el señor de la Tierra de Novoa, junto con los monasterios que
en la zona tenían sus dominios, extramuros de la villa, tales como San Clodio,
Melón, Oseira, y órdenes militares (a excepción de San Juan de Jerusalén, que
tenía la iglesia de San Juan), tuvieran que reconocer la superior dependencia
en el habitat urbano.
Las luchas burguesas de la villa por hacer
valer sus derechos durante el siglo xiii por el aumento de impuestos se
hicieron patentes incluso delante de los propios reyes. Ribadavia fue
abanderada de esta causa, uniéndosele concejos de Galicia y Castilla. Se
reunieron en Zamora en 1282, y en 1284, en Valladolid con Sancho el Bravo, y
firmaron, entre otros, Viveiro, Lugo, Baiona y Betanzos. Aún en 1295 hizo pacto
de hermandad de defensa de sus fueros con el de Viveiro (Lugo), y el rey
Fernando IV aprobó sus fueros.
Ya en la Baja Edad Media, la parte alta de la
pirámide de la nobleza laica que habitaba en Ribadavia y su contorno era de la
familia Sarmiento, que había obtenido el señorío de la villa tras la guerra de
Enrique de Trastamara con su hermano Pedro. Rematada la guerra se asentó como
Adelantado Mayor Pero Ruiz Sarmiento en Ribadavia, en la torre que ocupaba la
actual fortaleza. Aunque la villa fue dominada por este linaje, hay dos
períodos en que se convierte en villa de realengo. El primero entre los años
1420 y 1451, y el segundo en 1461, cuando toman la villa los hirmandiños.
Ribadavia cuenta con cuatro parroquias: San
Xoán, Santiago, A Madalena y A Oliveira, siendo esta última la más importante,
a pesar de estar situada extramuros del casco urbano. Dependía de Oseira y
gobernaba un importante patrimonio urbano y rural en el inmediato de la villa,
donde se hallaban las granjas de Oliveira y Santa Cruz. Tras esta parroquia iba
en importancia la de San Xoán dependiente de la orden de San Juan de Jerusalén
y que contaba con un importante patrimonio. La de A Madalena estuvo adscrita a
Celanova.
Iglesia de San Xoán Bautista
En el casco urbano de Ribadavia, entre
estrechas callejas de una de las villas más representativas de la historia
medieval gallega, nos encontramos con la magnífica iglesia de San Xoán, en buen
estado de conservación y haciendo gala de un románico exquisito.
Se trata de una iglesia de medio tamaño con
nave rectangular y ábside semicircular precedido de un tramo recto, con una
torre anexa en el extremo noroccidental. Los muros laterales se organizan en
tres tramos a partir de un sistema de contrafuertes, y el ábside, además de los
contrafuertes que separan el tramo recto del curvo que conforma el hemiciclo
absidial, presenta una serie de columnas entregas que separan tres secciones en
el muro.
El lado norte es el que más transformaciones ha
sufrido, habiéndose anexionado a lo largo del tiempo toda una serie de
dependencias, incluidas la torre, la sacristía y un almacén entre ambos. En
este lado se situaría el edificio monástico primitivo, destruido en el siglo XIX
y del que no quedan restos arquitectónicos.
De los tres tramos en que se dividía
originalmente, el más occidental de ellos está hoy ocupado por la torre. Esta,
cuyas características abordaremos más abajo, debió de realizarse muy pocos años
después que la iglesia, cuando esta ya estaba finalizada, embutiendo en su
interior, de este modo, una sección del alero que recorre este muro.
De los dos accesos que se abren al interior de
la iglesia, uno va a ser el occidental y el otro va a ubicarse en este lado
septentrional, en el tramo oriental del muro. La composición del muro norte es
muy similar a la del muro sur; tres tramos divididos por dos contrafuertes y
otros dos contrafuertes en los extremos; dos vanos completos en los tramos
orientales, con rica decoración; alero de arquillos sobre canecillos
sosteniendo cobijas decoradas con rombos. La portada que se abre a este lado,
hoy tránsito entre la nave principal y la sacristía, se ubica como ya apuntamos
en el extremo oriental de la nave.
Al exterior –es decir, en el interior de la
sacristía– se organiza con una doble arquivolta sobre columnas. Las
arquivoltas, de medio punto, se molduran con un grueso bocel ambas y, tanto en
las roscas de los arcos como en el intradós, van a recortarse con media caña y
baquetón, mientras que la chambrana correspondiente se decora con seis líneas
de billetes. El cimacio sobre el que apoyan los arcos de la arquivolta se corta
con dos medias cañas con baquetilla entre ambas, y esta apea a su vez sobre
capiteles con decoración vegetal y columnas de fuste liso.
Estos capiteles hacen gala de una técnica algo
tosca, reinterpretando de modo extremadamente geométrico motivos de amplia
tradición en el románico gallego.
Los dos interiores repiten el esquema de
grandes hojas picudas dispuestas en los vértices de la cesta y vueltas en su
extremo superior, que van a estar acompañadas por otras de menor tamaño, en las
caras frontales del capitel, y que son carnosas y profundamente nervadas. En
los capiteles exteriores se representa el clásico anudamiento de tallos entre
hojas, con frutos colgando en los ángulos en el oriental y hojas y frutos en el
occidental. Las basas de las columnas están actualmente embutidas en el pavimento
de baldosas, de modo que solo se ve el toro superior de lo que debió de ser una
basa ática. Las jambas se van a cortar en baquetón. El tímpano, muy desvirtuado
actualmente debido a la presencia de tubos de aireación, se compone como arco
en gola cortado en bocel que continúa en las mochetas.
Las ventanas, de características muy similares
entre ellas, se componen de arquivolta cortada en bocel con rosca lisa y
chambrana decorada con seis o siete órdenes de tacos. Los cimacios de la
oriental se decoran con motivos vegetales, mientras que los de la occidental
son de nacela lisa. Del mismo modo, los capiteles cubren sus cestas con hojas
carnosas con bolas en el extremo superior, hojas secas o, en el occidental de
la ventana este, con una arpía. En ambos casos los vanos, inicialmente en
aspillera, han sido ensanchados.
La cornisa de este lado septentrional la
conforma un alero de cobijas en nacela, con decoración de rombos, que se apoyan
en arquillos sobre canecillos. Ambos motivos van a ser rasgos de marcada
difusión tanto en la comarca de O Ribeiro, los rombos, como en la provincia de
Ourense, las cornisas de arquillos. Los vanos de los arcos, las metopas y los
canecillos muestran diversos motivos decorativos. Los primeros albergan bolas y
los canecillos son, en su mayor parte, representaciones geométricas. En las metopas
vamos a encontrarnos, sin embargo, representaciones de diversa naturaleza.
Entre motivos geométricos como rosetas, cruces o entrelazos, nos encontramos
caras, veneras o cuadrúpedos.
De igual modo, también en el flanco meridional
nos vamos a encontrar una división en tres tramos, donde los orientales se
ocupan con ventanas completas.
Culmina el conjunto con una prominente cornisa.
Las ventanas, de tipo completo como las del lado opuesto, presentan mayor
riqueza decorativa. La occidental, con arquivolta cortada en bocel, posee rosca
en nacela con flores de cuatro pétalos inscritas en dobles círculos, con
pétalos de separación entre ellos. Este motivo se repite en la chambrana. Los
cimacios, también cortados en nacela, muestran, uno, decoración de flores de
cuatro pétalos inscritas en cuadrados, unas vueltas y otras mostrando el interior,
y tallos ondulantes con estilizadas hojas que aparecen de manera paulatina el
otro. Basas y capiteles van a lucir, igualmente, con diversos motivos
decorativos. Las primeras, de corte ático, se colocan sobre plintos con
baquetilla y sogueados, y diversos motivos, en su mayoría vegetales, en las
diversas caras. Los capiteles muestran también decoración vegetal, de hojas
secas en dos órdenes o tallos con estilizadas hojas que, en ambos casos, van a
cubrir toda la cesta.
La ventana oriental decora la nacela de la
arquivolta con hojas dispuestas radialmente con bolas en el extremo superior,
motivo que se repite en los cimacios. La chambrana se corta igualmente en
nacela, con grupos de tres bolas en el perímetro. Los capiteles presentan
decoración de hojas, con entrelazos el del lado este. El desarrollo de la
cornisa es, en este lado sur, idéntico a la del lado norte. Una serie de
arquillos, colocados sobre canecillos, sostienen unas cobijas cortadas en
nacela decorada con rombos. Canecillos y tabicas van a estar ricamente
decorados, con motivos geométricos la mayoría de las veces, aunque presentando
también representaciones de animales, bóvidos o aves en otras ocasiones.
La cabecera presenta muchas de las
características expuestas en los muros de la nave. Se trata de un ábside de
planta semicircular precedido de un tramo recto. Si bien este tramo va a ser
ciego, los tres sectores curvos en que se divide el extremo oriental van a
albergar sendas ventanas, completas, como las que veíamos en el muro norte.
Estos tramos estarán separados por estilizadas columnas, apoyadas en
desarrollados plintos con arcos inscritos y capiteles decorados con motivos
vegetales de hojas o tallos profundamente esquematizados.
La cornisa la compone una línea de cobijas
sobre arquillos apoyados en canecillos. Las primeras, cortadas en nacela,
presentan decoración de rombos.
Los canecillos y las tabicas se completan con
motivos geométricos en su mayoría, de entrelazos y aspas, encontrándonos en
alguna ocasión con representaciones de animales –un león en una tabica del lado
meridional o cabezas de animales en algunos canecillos–.
Solo restaría mencionar la presencia de dos
ménsulas de perfil en nacela con perlados en los extremos, resquicio quizá de
estructuras de madera que debieron sostener en algún momento, en ambos lados
del tramo recto del presbiterio, las septentrionales ubicadas a mucho menor
altura que las meridionales.
Las ventanas del ábside se resuelven las tres
de forma similar. Una arquivolta de medio punto, cortada en baquetón y rosca
lisa, se cierra, en los tres casos, con chambrana de siete órdenes de tacos.
Esta apea en un cimacio que, a modo de imposta, se va a extender recorriendo
todo el perímetro del ábside. Los capiteles, que culminan esbeltas columnas
sobre plintos cúbicos lisos, se decoran con diversas formas vegetales, ya sean
tallos entrelazados, hojas carnosas perfiladas y con nervios incisos u hojas
lisas terminadas en punta con bolas en su extremo superior.
La fachada occidental está dominada por la
presencia de una amplia portada que ocupa gran parte del cuerpo inferior. Este
se separa del superior con un desarrollado tejaroz sobre canecillos, base, a su
vez, para el vano que se abre en el segundo cuerpo y que va a servir de nexo
entre los dos contrafuertes que enmarcan el conjunto. Sobre el piñón, como
culmen de la fachada, se ubica una cruz de entrelazos apoyada en un Agnus Dei.
La portada se conforma con tres arquivoltas de
medio punto que apean en esbeltas columnas de basa ática sobre amplio zócalo y
capiteles decorados.
Los arcos se cortan en bocel, con medias cañas
en rosca e intradós el primero y tercero, mientras que el segundo arco y la
chambrana presentan una profunda nacela con hojas de col dispuestas
radialmente. Los cimacios se molduran con medias cañas y baquetillas.
Los capiteles se cubren casi todos con motivos
vegetales de hojas picudas, de col en dos órdenes o entrelazos. Los centrales
van a representar, sin embargo, sendas arpías, en ambos casos tocadas con un
gorro, que van a ocupar toda la parte central del capitel. Se completa el
conjunto con un arco en gola con intradós decorado con florones y cortado en
bocel y media caña a partir de las mochetas.
El tejaroz se sostiene en un total de once
canecillos cortados en nacela y decorados con flores, hojas o motivos de
entrelazos, además de una cabeza y dos peces. Entre ellos se colocan una serie
de tabicas, también decoradas con motivos vegetales, hojas dispuestas en aspa,
florones, entrelazos, así como un par de arpías y criaturas monstruosas, un
felino y un dragón ocupando otras tantas.
La ventana que se abre en el segundo cuerpo de
la fachada occidental es una ventana completa, que sigue en mayor o menor
medida lo expuesto en los vanos laterales. Ha sido intervenida, habiéndose
agrandado lo que en su momento debió ser un vano en aspillera. El arco
interior, de medio punto, se corta en bocel y media caña en su intradós,
disponiéndose en su rosca una decoración en base a una línea de zigzag seguida
por una serie de motivos radiales, reducción esquemática de lo que debieron ser
motivos de inspiración vegetal.
El
segundo arco repite lo expuesto en la primera, rematándose en este caso con una
chambrana en nacela con cuatro líneas de tacos. Los cimacios se cortan también
en nacela y se decoran con tallos ondulantes entre los que se disponen
aleatoriamente voluminosas hojas de perfil. Las dos columnas sobre las que apea
el conjunto expuesto se componen de basa ática sobre plinto cúbico –el norte
decorado en su frontal con una flor de cinco puntas, el sur liso–, fustes lisos
y capiteles con cestas cubiertas con hojas lobuladas y voluminosas, dispuestas
en el lado meridional en dos órdenes.
El hastial occidental se culmina, como ya
mencionamos más arriba, con una cruz de entrelazo apoyada en un Agnus Dei,
motivo que se repite en el piñón del muro que une ábside y nave. En este caso,
sin embargo, la cruz es de elaboración simple.
El interior es un espacio amplio, de gran
verticalidad, dominado por la presencia del arco triunfal mínimamente apuntado,
doblado, que separa ambos espacios.
La nave se cubre con techo de madera y recibe
iluminación a partir de seis vanos. Los de los muros laterales, así como el del
cierre occidental, van a estar ricamente decorados. Se trata en estos ejemplos
de vanos completos, compuestos por arquivolta y chambrana decoradas, que van a
retomar motivos expuestos en el exterior. De este modo, en la ventana que se
abre sobre la portada a occidente volvemos a encontrarnos una arquivolta
cortada en bocel con una línea de zigzag que precede a una serie de motivos geométricos
con reminiscencias vegetales dispuestos radialmente, que ya describimos en el
exterior, y que adoptarían una forma de U con peciolo. Esta solución es
adoptada igualmente en el arco que compone la chambrana. Los capiteles van a
mostrar, en un caso, el septentrional, un doble orden de hojas vueltas de gran
corporeidad. El otro, en el lado meridional, muestra una arpía cuya cabeza va a
ocupar el vértice de la cesta. Cimacios y plintos van a acoger, a su vez, más o
menos tímidas manifestaciones decorativas, de bajorrelieves la mayoría, como
las flores dibujadas en el cimacio meridional, recogidas en círculos levemente
trazados en la nacela, o el entrelazo geométrico horadado en el plinto
septentrional.
Las ventanas laterales también van a recurrir a
la misma organización expuesta en el exterior. Las ventanas septentrionales
cortan la arquivolta en bocel, con chambrana y cimacios decorados –este último
liso en la occidental– con flores, motivo que nos encontramos también en un
plinto de la oriental. Los capiteles orientales de ambas ventanas se cubren con
dobles órdenes de hojas carnosas de perfil rizado. Los que restan lo hacen con
hojas picudas rematadas en bolas, con una línea de florecillas como nervadura,
el oriental, y una arpía en el que está más próximo al lado occidental. Este
mismo motivo se repite en el capitel que tiene en frente, en la ventana
meridional. Son arpías como la vista en la ventana del hastial occidental o en
el exterior en la misma portada, de marcado plumaje con la cabeza dispuesta en
el vértice del capitel, en este caso sin tocado.
Las ventanas meridionales se van a completar
con decoración de flores de cuatro pétalos inscritas en círculos con hojitas o
pétalos de separación entre ellos. Este motivo se repite en la nacela de la
arquivolta, en la chambrana y en el cimacio occidental de la ventana oriental.
El cimacio oriental se decora con esas mismas flores inscritas, esta vez, en
cuadrados. Los capiteles se decoran con estilizadas hojas picudas que, en el
lado oriental, presentan bola y hojas en las nervaduras.
La ventana occidental de este lado sur emplea
decoración de entrelazos en la arquivolta, la chambrana y el cimacio oeste, así
como entrelazos de hojas alternas en el cimacio oriental. El interior del
cimacio occidental altera la decoración con la presencia de flores
cuadripétalas inscritas en círculos. El capitel oriental de este vano se
completa con hojas picudas vueltas con una bola en su extremo superior,
mientras que su compañero de vano lo hace con la ya mencionada arpía. La
composición de estos vanos se completa como ya hemos visto con columnas de
fuste liso con basas áticas sobre plinto cúbico. Las basas suelen decorarse con
garras o bolas y los plintos tienden a ser lisos, salvo las excepciones
mencionadas en el plinto norte de la ventana occidental, el occidental de la
ventana este del muro norte y el occidental de la ventana oriental del muro
sur, que presenta un entrelazo. Todas van a presentar vano recortado,
alterando, con el fin de ganar luz en la nave, la que debió ser aspillera de
doble derrame original.
Completa el juego de iluminación de esta nave
el vano en aspillera que se abre sobre el arco triunfal.
Otros elementos estructurales de la nave son el
acceso norte, ya descrito desde fuera, ahora perteneciente a las estancias
cubiertas anexas a este lado, que se presenta como arco abocinado en arista al
interior, o el arcosolio practicado en el muro sur, en el que hoy nos
encontramos un confesionario. Cabe añadir la tribuna, a la que se accede por el
interior de la torre, de madera, sobre ménsulas simples, o la techumbre, a dos
paños, sobre artesonado de madera.
La cabecera se presenta como un espacio de gran
profundidad, propiciada por la presencia de ese tramo recto, de gran
protagonismo en la tradición del románico gallego, que suele preceder a los
ábsides semicirculares como el que nos encontramos en este templo. El arco
triunfal que abre paso al mismo, como ya mencionamos, va a estar ligeramente
apuntado, doblado y cortado en arista, y apea sobre sendas columnas –la del
lado norte ha sido eliminada a media altura probablemente para situar un
púlpito en este lado– coronadas con sendos capiteles que, como los
correspondientes al arco fajón que separa el hemiciclo del tramo recto del
presbiterio, van a decorarse con diversos motivos vegetales más o menos
esquematizados, de entrelazos, hojas secas y ciertos detalles como perlados
presentes en el suroccidental.
El cimacio sobre el que apean los arcos va a
ser liso en todos ellos, cortado en nacela, y continuado a modo de imposta por
todo el perímetro de la capilla. El extremo oriental, correspondiente al
ábside, está ocupado por un retablo ajustado al hemiciclo absidal neoclásico,
tras el cual se encuentran las ventanas que vimos desde el exterior, y a las
cuales podemos presuponerles una resolución similar a la descrita.
Son muchas y muy significativas las herencias
estilísticas presentes en la iglesia de San Xoán de Ribadavia, en un contexto,
el de los años entre los siglos XII y XIII, de absoluta efervescencia
constructiva en la provincia, con ejemplos como el Monasterio de Oseira, el de
Melón o la catedral de Ourense, que funcionarán como núcleos difusores de
soluciones adoptadas con mayor o menor éxito en los pequeños templos rurales.
Sin olvidar, por otro lado, tradiciones e influencias derivadas del núcleo
compostelano, que durante mucho tiempo será modelo y fuente para pequeños y no
tan pequeños talleres itinerantes que recorrerán la geografía gallega. Bajo
esta perspectiva, la iglesia de San Xoán parte de unos planteamientos de larga
tradición en el territorio, de nave y ábside únicos, con soluciones
estructurales simples. A ellos van a ir uniéndose aspectos recibidos de los
mencionados núcleos. Si bien la decoración en rombos del alero responde a un
modelo de gran trascendencia en la cuenca del Avia, visible en ejemplos como
Santo Tomé de Serantes, Santa María de San Clodio, San Xulián de Astureses o
Santa María de Xuvencos, otros aspectos, como el capitel norte del arco
triunfal, u otros de las ventanas meridionales, de tallos enlazados, vinculan a
este modelo con las fuentes cistercienses de Melón y Oseira. Los arquillos de
la cornisa son otro elemento de gran difusión en la provincia.
Provenientes de la catedral auriense, y que,
antes que en San Xoán, ya son adoptados en la cercana iglesia de Santa María de
Castrelo de Miño, sería esta también la vía de inserción de motivos mateanos,
patentes en la sede obispal, como las arpías o cierto tipo de desarrollos
vegetales. Las ventanas de la nave recogen un tipo de organización decorativa
que podemos rastrear hasta Santa María de Oseira, al igual que la portada
occidental, que se nutriría de elementos expuestos en la portada del brazo norte
del crucero del templo cisterciense.
Con todo, estamos manejando fechas alrededor de
1199, momento en el que la iglesia de Castrelo de Miño estaría en construcción;
1195, cuando se iniciaría Santa María de Melón, para ser acabada hacia la
segunda década del siglo XIII; 1200, fecha en torno a la cual el transepto de
la catedral de Ourense estaría en plena construcción, y 1210-1215, cuando
estaría acabado el crucero de Oseira, para establecer el momento en que
debieron iniciarse las obras de este templo, pudiendo determinarse 1200 o 1205
como fecha post quem, ratificado por el documento de concordia entre el
monasterio de Oseira y los Hospitalarios de San Xoán, que establece en 1213 en
el interior de esta iglesia como lugar en el que habría tenido lugar esta
reunión, determinando así que en esta fecha las obras estarían en marcha y
medianamente avanzadas.
La finalización de las mismas ha sido
establecida en repetidas ocasiones hacia 1220 o 1230, vinculando al templo
ribadaviense con la capilla de San Andrés del Monasterio de Santa María de
Oseira (San Cristovo de Cea). Esta fecha se ajusta además a la finalización de
las obras en Melón y la vecina Santiago de Ribadavia y se caracteriza por el
empleo de rasgos góticos que comienzan a mezclarse en esta época con el influjo
ursariense ya mencionado, y tan patente en la provincia de Ourense.
Este rango de fechas tan estrecho justifica en
buena medida la unidad estilística patente en el conjunto de San Xoán de
Ribadavia. Del mismo modo, los rasgos expuestos nos llevan a hablar de dos
talleres que trabajan conjuntamente –tan patentes en la diferencia de
tratamiento que reciben la portada norte, por ejemplo, frente a las metopas del
mismo flanco–, y que vienen y van de las obras de Melón y Oseira, para
probablemente intervenir también en la citada iglesia de Castrelo de Miño, y
acabar en la también vecina iglesia de Santiago de Ribadavia.
Iglesia de Santiago
La referencia documental más antigua que se
conserva de esta iglesia es ya del siglo XIII. En 1212 Martín Martínez,
comendador del Santo Sepulcro en Ribadavia, Cusanca y tierra de Orcellón,
cambia con Alfonso Pérez y su mujer Sancha Arias una viña en Monte Mediano por
otra viña en la ribera de la iglesia de Santiago de Ribadavia.
Esta iglesia es, como su vecina San Xoán, un
ejemplo del mejor románico gallego. Tiene una sola nave y ábside semi circular,
precedido este último por un breve tramo recto, siguiendo un modelo bastante
habitual en el románico gallego.
El conjunto lo completan una torre anexa al
lado meridional de la fachada occidental, tres accesos ricamente decorados y
los numerosos vanos completos que proporcionan iluminación al interior del
templo. Coronado con cornisas sostenidas por canecillos bajo arquillos, repite
esquemas de gran trascendencia y difusión en la arquitectura ourensana.
La nave está cubierta con tejado a dos aguas y
sus muros se organizan en tres tramos a partir de la presencia de unos
contrafuertes, dedicados a contrarrestar el peso de los arcos diafragma que
sostienen la cubierta de madera interior. El tramo central y el oriental de
cada lado van a estar perforados por sendos vanos y los accesos que, en mitad
de la nave, dan paso al interior. La presencia de los contrafuertes se repite
en el ábside, reforzando tanto la bóveda de crucería que cubre el tramo recto
previo al hemiciclo absidial, como a la bóveda de cascarón que cubre este
último, en el que vuelven a abrirse tres vanos completos en tres tramos
separados, esta vez, por columnillas.
En el lado meridional, como ya ha sido
mencionado, destaca la presencia de la torre campanario. Hoy coronada con un
remate barroco, a ella se abren una serie de pequeños vanos en aspillera que
proporcionan iluminación a la escalera interior.
El acceso abierto en el tramo central de este
paramento sur se configura a partir de un arco de medio punto, cortado en
arista, apoyado en dos esbeltas columnas de fuste liso sobre plinto y con
capiteles decorados. Sobre ellos, sendos cimacios cortados en nacela, lisa en
el lado occidental y con decoración de flores y una venera, en el lado
oriental, culminan el conjunto. Los capiteles presentan distintos motivos
figurativos. Así, en el del lado oeste apreciamos una cabeza humana entre aves
y lo que parecen ruedas, con ábaco decorado con zigzag, mientras que en el del
lado este el avanzado deterioro del mismo apenas nos permite identificar un
cuadrúpedo, lo que parece una cabeza, y distintos motivos vegetales. El acceso
lo configura un arco trebolado, bajo arco de descarga, cortado en chaflán
decorado a su vez con puntas de diamante. Este apea en sendas mochetas
decoradas con florones que, como las jambas, cortan su perfil en nacela. Las
basas de las columnas, muy poco desarrolladas, se colocan sobre plintos cúbicos
que en el caso del frontal del oriental se decora con un entrelazo. Todo este
conjunto, ubicado en un tramo configurado por los mencionados contrafuertes, se
apoya en un zócalo moldurado con mediacaña entre gruesos boceles.
Este zócalo no se va a extender a los otros
tramos que conforman la fachada meridional. En estos casos nos vamos a
encontrar con la presencia de dos arcosolios con chambrana en nacela que en el
tramo más oriental atestigua la sobreelevación del terreno, desapareciendo bajo
el pavimento la caja sepulcral que sí vemos en el arco ubicado en el tramo más
occidental. Diversas ménsulas atestiguan la presencia del típico alpendre de
madera hoy desaparecido. En los dos tramos más orientales de la nave, como ya ha
sido mencionado, se abren dos ventanas completas, con arquivolta y aspillera de
doble derrame. En ambos casos se trata de un arco de medio punto cortado en
bocel con chambrana en nacela decorada con grupos de tres bolas. Los cimacios
se cortan generalmente en nacela lisa, encontrándonos una decoración en toro en
el cimacio oriental del vano oriental. Los capiteles, como es tónica habitual
en todo el conjunto, se nutren con distintos motivos vegetales y figurativos,
de bestias fantásticas en su mayoría.
La cornisa, compuesta por una línea de
arquillos sostenidos por canecillos, obedece a una de las premisas que,
vinculadas en última instancia a la catedral auriense, mayor difusión alcanzó
en el territorio. Los canecillos se decoran con diversas formas animales,
vegetales o geométricas, entre las que destacan, en este lado sur, una cabeza
humana, otras de simio y monstruos, o un pequeño cuadrúpedo que gira su cabeza
hacia el espectador.
El lado norte repite el esquema expuesto en el
sur. Las ventanas, también situadas en los dos tramos orientales de la nave,
vuelven a componerse con arquivolta de medio punto, con grupos de tres bolas en
la nacela, apoyadas en cimacios decorados con una moldura de media caña entre
baquetillas. Los capiteles, como los que vimos en el lado sur, se decoran con
diversas formas animales y vegetales, destacando en el lado oriental de ambas
ventanas una representación de un león en uno y un águila devorando a su presa
en el otro.
El acceso que se abre a este lado vuelve a
configurarse con una arquivolta con decoración de toro y medias cañas que va a
estar perfilada por una chambrana con puntas de diamante. Los cimacios se
decoran con medias cañas el del lado occidental y chaflán liso el del oriental.
Los soportes los constituyen unas estilizadas columnas con capiteles decorados
con motivos vegetales y basas áticas. Esta arquivolta acoge un acceso con arco
en gola y perfilado en baquetilla que obedece a reformas ulteriores a la realización
del templo.
La cornisa, como la del muro sur, se compone de
una serie de arquitos apoyados en canecillos que albergan las más diversas
formas. De nuevo, destacan entre los motivos geométricos y vegetales varias
cabezas animales, monstruosas y humanas, una de ellas coronada.
Esta misma cornisa se extiende a lo largo del
ábside, compuesto, como ya ha sido mencionado, por un tramo recto que precede
al hemiciclo oriental. Ambos elementos van a estar separados por contrafuertes,
y el cierre semicircular se organiza en tres tramos diferenciados a partir de
la presencia de unas estilizadas columnas adosadas. Los capiteles de ambas van
a nutrirse con decoración de motivos vegetales.
En cada sección se abre una ventana, las tres
visiblemente estilizadas, aprovechando el gran basamento que el desnivel del
terreno proporciona al ábside. Los vanos, de doble derrame y perfilados en
baquetilla, se componen con un arco trebolado acogido por una arquivolta, que
va a ser idéntica en los tres casos, perfilada en bocel decorado con una serie
de arquillos ultrasemicirculares, motivo de conocida raíz compostelana que goza
de singular éxito en el territorio gallego, y rematada por una chambrana saliente
con decoración de hojas que se disponen radialmente. Apean en cimacios cortados
en media caña que, a modo de imposta, va a unir las tres ventanas recorriendo
el perímetro del ábside. Los capiteles se decoran con motivos vegetales de uno
o dos órdenes de hojas rematadas en volutas, excepto los correspondientes a la
ventana meridional, en los que, entre hojas, nos encontramos representadas
sendas sirenas-pájaro. Los fustes son lisos.
Los canecillos de la cornisa que, como ya
mencionamos, repite los esquemas expuestos en los laterales de la nave, se
nutren con distintos motivos geométricos y, como viene siendo habitual, algunas
cabezas tanto de animales, monstruos o humanas. Destacan, en este sentido, las
cabezas tocadas del lado meridional del tramo recto que precede al semicírculo
absidal, así como las cabezas de caballo y buey que las acompañan.
La fachada occidental destaca por la amplitud
de la portada que ocupa gran parte del lienzo mural. Hace gala de una gran
horizontalidad, subrayada por la presencia de un tornalluvias o tejaroz, que
separa el cuerpo superior del inferior, y por la prolongación de los cimacios
sobre los que apean las arquivoltas, que se continúan hasta los respectivos
extremos murales, más brevemente en el lado meridional, por supuesto, debido a
la presencia de la imponente torre que se eleva a este lado.
En el cuerpo superior, rematado a dos aguas y
en cuyo vértice se coloca una cruz trebolada, se sitúa un vano circular de
estirpe gótica.
La portada la compone una triple arquivolta de
medio punto cuyos arcos exteriores y chambrana se cortan en nacela con hojas
inscritas en un relieve muy bajo, dispuestas radialmente. El arco interior se
corta en bocel con una serie de arquillos que, dispuestos igual que los vistos
en las ventanas de la nave y del presbiterio, repiten el modelo compostelano.
El tímpano lo conforma un dintel sobre el que se colocan dos arquillos y una
pieza calada, trebolada, que, con una circunferencia perlada alrededor, se coloca
entre ambos huecos, exponentes últimos de un acceso que, con mainel, se
dividiría primitivamente en dos vanos.
Bajo ese dintel, resto de la estructura
original, se colocan sendas mochetas con figuras representadas en ellas. Las
jambas, perfiladas con bocel con moldura de media caña en el interior, decoran
esta última con flores cuadripétalas. Estos rasgos, como la moldura de bocel de
las jambas exteriores, denuncia la cronología avanzada de las últimas etapas
constructivas de este templo.
En esta misma tónica, los capiteles de las
columnas de la arquivolta se decoran con estilizados motivos vegetales, aves,
aves-sirenas y figuras humanas entre vegetación. Completan los soportes de
fuste liso unas basas áticas sobre plinto cúbico sobre elevado zócalo.
Sobre la portada y, como ya ha sido mencionado
más arriba, separando ambos niveles de la fachada, se coloca un tejaroz que se
apoya en diez canecillos con representaciones de raíz vegetal y geométrica,
además de un pez y una cabeza humana.
El interior se beneficia de la iluminación que
proporcionan los numerosos vanos que se abren a los espacios que lo componen.
Además de las cuatro ventanas de los muros laterales, tenemos que añadir los
dos óculos o rosetones presentes en el hastial occidental y en el oriental de
la nave. A su vez, el ábside, que recibe luz de dos de las tres ventanas en él
abiertas –la central está oculta detrás del retablo–, gracias a la amplitud de
las mismas destaca atrayendo la mirada del espectador. Ello procura una amplitud
patente ya de por sí en sus proporciones, potenciadas por la presencia de ese
tramo recto que lo precede, cubierto con bóveda de crucería, que denuncia una
madurez estructural propia de las avanzadas fechas en que fue realizado.
De este modo, tras un arco triunfal doblado y
ligeramente apuntado, cortado en arista el primero y en chaflán su dobladura,
se despliegan dos bóvedas de crucería –una para el presbiterio y otra de
cascarón para el tramo semicircular oriental– cuyos nervios, cortados en bocel,
apean en ménsulas con forma de pirámide invertida que se colocan a los lados de
los capiteles que soportan los arcos fajones. Estos capiteles se decoran con
distintos motivos figurativos o con decoración vegetal. Los interiores, pertenecientes
al arco perpiaño que separa el semicírculo absidal del tramo recto que lo
precede, rellenan sus cestas con motivos de hojas y entrelazos. En los
correspondientes al arco triunfal, sin embargo, el del lado de la epístola va a
destacar sobre todos los demás. En él se representa una pareja de ángeles que
acompañan a una figura asexuada que, dentro de una mandorla, representa el alma
de un difunto. Este capitel constituye otro rasgo del goticismo al que se
tiende en algunos momentos en la realización de esta iglesia, conectando además
de con modelos como la catedral de Lugo o de sepulcros de la catedral de
Ourense, con otros ejemplos anteriores cronológicamente de la zona de Zamora y
León. En el del lado del evangelio, más acorde con los de la nave, se
representa una serie de animales, cuadrúpedos en este caso. Finalmente, la
clave de la bóveda se decora con un florón con cabezas colocadas entre los
nervios. Completan la cabecera las ventanas abiertas en el extremo oriental, de
las cuales permanecen visibles las laterales, que repiten la riqueza
estructural que vimos en el exterior, completada aquí con nacelas decoradas con
bolas, motivo presente en la catedral auriense y de profusa difusión en la
región. Los capiteles, una vez más, rellenan sus cestas con motivos vegetales
y, sobre ellos, un cimacio que se convierte en imposta y que recorre como tal
el perímetro del ábside, uniendo ambos espacios como una moldura en media caña
entre boceles. Este motivo de la media caña se nutre de elementos vegetales cuando
se convierte en el cimacio del capitel norte del arco triunfal.
La nave sigue en mayor o menor medida los
esquemas expuestos en el ábside.
Capitel interior de la iglesia. Expone
el tema de la elevación del alma del difunto por unos ángeles (elevatio
animae). Principios del siglo XIII.
Capitel de la columna que sostiene el
arco fajón, con motivos vegetales. También vemos aquí el arco de una de las
ventanas, con decoración de bolas.
Está dividida en tres tramos a partir de la
presencia de dos arcos perpiaños, apuntados, que sos tienen la cubierta a dos
aguas. Las columnas que los soportan no llegan al suelo en el lado norte, dada
la presencia de dos arcos practicados en el muro. Por lo demás, están coronadas
por capiteles ricamente decorados con animales y bestias fantásticas entre
motivos vegetales. En los laterales se abren sendas puertas, bloqueadas por
altares y resueltas con un simple abocinamiento –la del lado norte más amplia
que la del lado sur–, dejando patente, en el caso del acceso sur, la diferencia
de nivel del terreno. Las ventanas repiten la composición que vimos en el
exterior, con arquivolta de medio punto sobre columnas de fuste liso y
capiteles decorados con motivos vegetales y de criaturas fantásticas.
La luz que se filtra por el
rosetón ilumina esta parte, la ventana situada sobre la puerta. Las
ventanas tienen arquivoltas de medio punto con capiteles con motivos vegetales
y monstruos.
En el interior del templo se conservan una pila
bautismal, sencilla, de copa amplia perfilada en bocel, y una imagen de
Santiago Apóstol del siglo XIV, sedente, con cartela, bastón y la típica
venera, que originalmente se ubicaba en una hornacina en la fachada y que sigue
los patrones expuestos en Santiago de Compostela por el taller del Mestre
Mateo.
Es un conjunto, el de Santiago de Ribadavia,
profundamente deudor de la vecina iglesia de San Xoán, realizada pocos años
antes y receptora de gran parte de las influencias que, en los primeros años
del siglo XIII, están circulando por la provincia de Ourense. Estamos hablando
de un momento en el que se están realizando tres de los centros de
concentración y difusión de formas del románico orensano, y gallego en general,
más importantes. Al conjunto de Oseira, hay que añadir el también cisterciense
monasterio de Melón, finalizados ambos en fechas entre la primera y segunda
década del siglo XIII. Además, en la capital de la provincia se estaba
construyendo la catedral, profundamente deudora a su vez de las formulaciones
desarrolladas en Santiago de Compostela y, al mismo tiempo, suficientemente
original para marcar un carácter perceptiblemente orensano en núcleos a veces
tan distantes como Allariz o Ribadavia. Los aleros aquí presentes, de plástica
tan desarrollada, se nutren de las soluciones que hacia el 1200 se están
empleando en el crucero de la sede auriense. Están presentes, por otro lado, en
varios de los modelos más significativos de la región, como Santo Tomé de
Serantes (Leiro), Santa Mariña de Castrelo de Miño (Castrelo de Miño), San
Pedro de Mosteiro de Ramirás (Ramirás), Santo Estevo de Ribas de Sil (Nogueira
de Ramuín), Santo Estevo de Ribas de Miño (O Saviñao, Lugo), Santiago de
Allariz (Allariz) o la mencionada San Xoán de Ribadavia (Ribadavia),
conformando ambas sendos núcleos de mayor riqueza monumental de Ourense. Otros
elementos, como la decoración de los capiteles, exponen fórmulas que llegan
aquí en un estado avanzado de modificaciones e interpretaciones. Sirvan como
ejemplo las arpías, presentes en los capiteles de portadas y ventanas y que
adoptan aquí desarrollos torpes, muchas veces, sin una clara capacidad para
igualar los modelos que se pueden apreciar en la vecina iglesia de San Xoán. Y
es que este tráfico de formas lo tenemos que vincular con el propio tráfico de
talleres que deambularon entre Oseira (San Cristovo de Cea) y Melón (Melón), y
que debieron trabajar en las cercanas iglesias de Santa María de Castrelo de
Miño (Castrelo de Miño) y San Xoán (Ribadavia). Teniendo en cuenta, finalmente,
que en todo momento estas formas van a tener como referente último los motivos
expuestos por los talleres que derivaron de los trabajos desarrollados por
Mateo en la sede compostelana.
La misma trascendencia tienen otros elementos
utilizados en este ejemplo ribadavense. Los arquillos que decoran la rosca de
la arquivolta de la portada occidental son otro producto del taller del maestro
compostelano que a través de la catedral de Ourense se difunden con gran éxito
en tierras gallegas.
A partir de lo expuesto, debemos tener en
cuenta una cronología medianamente avanzada para este templo de Santiago. Por
un lado, tiene que ser posterior a San Xoán, probablemente finalizada hacia
1220. Por otro lado, ya son múltiples las soluciones y aportaciones adoptadas
del gótico, como los rosetones o la solución de cubiertas que se adopta en el
presbiterio, deudor de los ábsides del crucero del monasterio de Melón, que
estaría finalizado hacia la segunda década del siglo XIII. Asumiendo que esta
solución respondería probablemente a una reforma tardía, quizá ya de la segunda
mitad del siglo XIII, debemos establecer una fecha en el segundo cuarto del
siglo XIII, próxima al 1230, para la parte estrictamente románica del templo.
Iglesia de Santa María de Oliveira
La iglesia de Santa María de Oliveira está al
norte de la población. Inicialmente extramuros, hoy es una más de las iglesias
que podemos visitar en esta importante villa medieval gallega.
Era la parroquia más antigua de la villa de
Ribadavia, y fue un priorato de Oseira. En 1124 Pedro Fernández, queriendo
ingresar en la comunidad de Oseira, hace testamento y le deja a este monasterio
varias viñas que tenía en el Burgo de Avia: “una cerca del atrio de Santa
María”. Ya en el siglo xiii en 1234 Pedro de San Jurjo y su esposa venden a
Pedro Pais una casa que estaba en el atrio de Santa María de Oliveira.
La configuración actual de la iglesia es de
nave y ábside rectangulares. De la fábrica medieval restan el hastial
occidental y el muro septentrional, presentando el primero una amplia portada.
Aunque el ábside actual es renacentista, con bóveda de crucería, podemos
suponer que el original medieval empleaba este mismo esquema de testero recto
tan típico del románico gallego. La cubrición de la nave se hace con tejado a
dos aguas, con artesonado de madera en el interior.
El muro meridional presenta dos vanos en
aspillera con derrame interno. La cornisa es un simple alero de cobijas
cortadas en talón. Son todos elementos modernos.El muro septentrional está dividido en dos
tramos por un contrafuerte que se ubica desplazado hacia el extremo de
naciente. A este muro se abrirán tres ventanas –en aspillera las tres, la más
occidental más estrecha que las otras dos, modificadas con posterioridad, para
abrir en leve derrame externo– y un acceso con tímpano pentagonal sobre dintel
liso que, como las jambas, se corta en arista. La cornisa la conforman una
línea de cobijas cortadas en chaflán y una serie de canecillos con decoración
geométrica que la sostienen.
El hastial occidental se divide verticalmente
en dos espacios separados por una cornisa, cortada en chaflán, que recorre toda
la anchura del muro y que se abre en su parte central para acoger el arranque
del rosetón del cuerpo superior.
El cuerpo inferior está dominado por la
presencia de la portada, de doble arquivolta ligeramente apuntada. Los arcos se
cortan en bocel y escocia, con intradós plano la primera, y en escocia el de la
segunda. La chambrana, en nacela con un fino listel, se decora con hojas de col
dispuestas radialmente, siguiendo la tradición compostelana. Chambrana y
arquivoltas se apoyan en un cimacio en nacela lisa.
Los capiteles, enjarjados, como cada una de las
piezas que conforman las columnas entregas sobre las que apoyan, se decoran con
motivos vegetales que repiten fórmulas de origen cisterciense, pero que se
ejecutan aquí de un modo esquematizado. Así, los correspondientes al arco
interior se decoran con una suerte de hojas picudas que vuelven su extremo
superior para albergar bolas en su seno.
Por otro lado, los capiteles externos
presentan, el norte, hojas paripinnadas en las caras principales, mientras que
el ángulo del capitel se decora con doble orden de hojas, con el extremo
superior vuelto para albergar bolas, motivo que ya vimos en los capiteles
interiores de la portada.
El otro capitel, el exterior del lado sur, se
cubre con tres filas de siete órdenes de hojas puntiagudas que, en sus caras
mayores, se simplifica hasta el punto de conformarse como un bajorrelieve. Las
basas se sitúan sobre un alto plinto que conforma el zócalo en el que se apoya
esta fachada. Su decoración se reduce a formas cilíndricas que se exponen a los
lados. Las jambas se cortan en arista y el tímpano, monolítico, no presenta
ningún tipo de decoración.
El rosetón que se abre en el segundo cuerpo de
la fachada se decora con una doble rosca. La primera se corta en bocel,
presentando en el intradós una doble media caña decorada con bolas, y escocia
con la misma decoración de bolas en la rosca. Tras un fino listel la segunda
circunferencia se completa en nacela con tres órdenes de billetes cerrados por
un filete. La mitad superior del rosetón está rematada con una chambrana en
caveto, decorada con el mismo motivo de hojas puntiagudas con bolas dispuestas radialmente
que veíamos en los capiteles interiores de la portada, testimonio de la
influencia ursariense.
Esta chambrana se apoya sobre sendos cimacios
que se cortan en nacela, con tres piñas inscritas en el lado norte, y tres
formas circulares en bajo relieve en el lado sur. El vano se completa con una
celosía circular con una cruz de brazos iguales horadada en el centro y cuatro
círculos dispuestos entre los brazos de esta. La fachada se remata con una
sencilla espadaña de doble arco de medio punto, apoyada en una cornisa cortada
en nacela lisa, y cuyos arcos descansan a su vez en otra cornisa idéntica. En
el vértice de la espadaña se ha colocado una cruz antefija de pequeño tamaño.
En el lado meridional de la fachada nos
encontramos una inscripción conmemorativa. En ella, no sin dificultad, puede
leerse la era 1296 como momento de la consagración de la iglesia en honor de la
Virgen María –esto es el año 1258–: E(RA): M(ILLESIMA): CC(DUCENTESIMA):
LX’VI (NONAGESIMASEXTA): VIII(OCTAVO): K(A)L(ENDA)S: IULII: AD HONOREM /
BEAT(A)E: MARI(A)E: CONSECRATA: EST ECCL(E)S(I)A: ISTA / DONVS E(GIDIUS)
CONSECRA VIT: ISTA ECCL(E)S(I)A: I[...] /[...]S: BARTOLAMEI GRANG(I) AR(IO)
[...]. Este año se correspondería con el momento en que la iglesia sufre
una transformación que ampliaría sus dimensiones para acoger, así, un número
mayor de fieles debido a la creciente población que, por esas fechas, afectaría
al burgo de Ribadavia.
Otros elementos que deben ser destacados en el
cuerpo inferior de la fachada son las cuatro ménsulas que debieron sostener, en
su momento, un pórtico hoy desaparecido.
El interior ha sufrido distintas modificaciones
que han alterado en buena medida el aspecto original del conjunto. Tanto el
muro sur como la cabecera obedecen, como ya se ha mencionado, a obras modernas.
Por lo demás, se trata de una amplia nave rectangular a la que se abren los
seis vanos que fueron mencionados en el exterior: tres en el lado norte, dos en
el muro sur y el rosetón de la fachada occidental, además del que se ha
practicado en el ábside moderno. Los vanos del muro del evangelio se configuran
con un profundo derrame interno. El arco se perfila con estría plana que apenas
tiene relieve. El acceso que se abre a este lado se soluciona al interior con
un arco en mitra cortado, como las jambas, en arista. En el muro occidental el
acceso principal se soluciona con un arco doblado. El vano superior,
correspondiente al rosetón, se soluciona al interior de manera similar a lo que
vimos en el exterior. Por un lado, el intradós repite la solución de dobles
medias cañas con bolas en su seno, mientras que la rosca, de nuevo doble, se
decora con bocel y media caña, con bolas también en su seno, y una decoración
de doble fila de billetes en la rosca exterior.
En esta pared también se ven dos ménsulas que
debieron sostener la tribuna. En el muro de la epístola hay dos vanos con
derrame interno de factura moderna. El arco triunfal también debe obedecer a
ajustes modernos, como la capilla mayor, que se culmina con una bóveda de
tracería renacentista.
Por todo lo visto, estamos hablando de una
iglesia que, aunque aparezca en la documentación a principios del siglo xiii,
las transformaciones sufridas ya en época medieval son las que percibimos en la
actualidad. Estas, de conformidad con la estética dominante en la provincia,
con ingredientes cistercienses provenientes probablemente de los mismos
talleres que trabajaron en Oseira y afectados ya por la evolución y
simplificación propias de fechas tan avanzadas, también se nutren, como cabría
esperar, de los modelos de gran riqueza constructiva y ornamental que son, en
la propia villa de Ribadavia, las iglesias de Santiago y San Juan. Es, por lo
tanto, Santa María de Oliveira de Ribadavia, una iglesia tardía de hacia 1258
que repite de un modo sencillo esquemas de larga tradición en la comarca.
Alrededores de Ribadavia
Ubicada a escasos dos kilómetros del centro de
Ribadavia en la misma ribera del Miño, la hoy modesta capilla de San Xes
de Francelos (San Ginés) constituye el único resto conservado de un
antiguo cenobio benedictino femenino filial del Monasterio de Celanova.
Declarada Monumento Nacional nada menos que en
1951, los restos altomedievales más importantes se encuentran en el actual
hastial occidental de la dieciochesca capilla, destacando un gran arco de
herradura central sobre columnas y capiteles vegetales flanqueado, a cada uno
de sus lados, por sendos relieves en los que se reproducen las escenas de la
Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén y de la Huida a Egipto.
Santa María Magdalena de Francelos
Se localiza en el núcleo poblacional de la
parroquia de Santa María Magdalena de Francelos perteneciente al
ayuntamiento de Ribadavia, en la comarca del Ribeiro, a escasos dos
kilómetros de la villa de Ribadavia.
Capilla de San Xes (Francelos)
La capilla de San Xes de Francelos es
una pequeña y sencilla capilla visigótica que originariamente
pertenecía a un antiguo monasterio medieval hoy en día desaparecido.
En la actualidad es el resultado de diversas
reconstrucciones que alteraron totalmente la fábrica original. Su importancia y
valor residen en que en las reconstrucciones se aprovecharon elementos
decorativos y arquitectónicos prerrománicos procedentes de las
edificaciones anteriores, magníficos vestigios de un estilo poco conservado
en Galicia.
Sobre su fundación existen diversas
controversias. Algunos autores señalaron la existencia de un monasterio, desde
el siglo IX, de monjas benedictinas o monjes que fue abandonado o
incorporado al monasterio de Celanova y, su posterior conversión como realengo
dependiente de la diócesis de Tuy con el título de Santa María en el
siglo XII, ubicando la existencia de un nuevo monasterio en el
siglo XV.Analizando la documentación se encuentra la
primera referencia a Francelos en un documento del año 986 que recoge
una donación al Monasterio de San Salvador de Celanova, y en un
documento del Tumbo de Celanova (conservado en el Archivo Histórico
Nacional) del año 993 aparece una nueva referencia concretada en el
monasterio de Francellos, documentándose de este modo la existencia de una
comunidad monástica.
Cuál fue la duración de este convento y cuándo
desapareció es difícil de determinar. Lo cierto es que en un documento
de 1156 dictado por Alfonso VII en el que se confirma la
división de diezmos hecha entre el obispo de Tuy y el Cabildo se
menciona como Iglesia de Santa María de Francelis. Durante los siglos XII
al XIV la entidad poblacional Francelos sigue apareciendo en
documentos, como en el del año 1176 en el que Fernando II de
León otorgó en realengo el coto de Francelos al Monasterio de Santa
María de Melón y otros documentos, pero en ellos no existen menciones
expresas a la ermita.
De este modo tenemos que, la primera cita de la
capilla de Francelos se encuentra en un foro del año 1424 que el
Cabildo de Tuy hace a los moradores de la ermita. Desde esta fecha en múltiples
documentos de foros, arrendamientos y otros negocios jurídicos aparece
plenamente identificada la ermita.
Se supone que son de Francelos las monedas
visigóticas gallegas que llevan la leyenda fravcello y fr.
avcel. Hoy en día, la advocación de la Iglesia ya no es la originaria de
Santa María Magdalena, sino que cambió por la de San Xes o San Ginés.
La actual estructura es de una sola nave de
planta rectangular con una orientación este - oeste, con unas medidas de 8.6
metros de ancho por 5,75 de ancho. Cúbrese con tejado de madera a dos aguas.
Los muros se componen principalmente de cachote y entre ellos
insertados elementos prerrománicos y algunos sillares bien labrados.
En los trabajos arqueológicas que se llevaron a
cabo se comprobó que los actuales muros no corresponden con el primitivo
edificio del cual no se encontraron los cimientos, lo que hace suponer que la
ubicación de la construcción original estaría en las cercanías del lugar que
ocupa el edificio actual.
Los elementos que conforman el vano de acceso a
la actual capilla debieron corresponder al original arco triunfal que daba paso
al ábside desde la nave, como apuntaron entre otros autores Lorenzo
Fernández y García Álvarez.
La fachada se sitúa al abrigo de
un atrio cubierto con un tejado de madera apoyado sobre pilastras.
La puerta principal se compone de
un arco de herradura de dovelaje asimétrico (número par de dovelas y
despiece radial) y que fue modificado con la introducción de
un dintel adovelado. El conjunto acusa una evidente afinidad con
el estilo visigótico. En las obras de restauración descubrieron que el
arco no tiene una función constructiva (por dentro está compuesto de cachote,
las dovelas no llegan al interior) por lo que se especula que se trate de una
reposición.
El arco se apoya sobre dos semicolumnas de
fuste monolítico decorados con ondulantes motivos vegetales y adosados a las
jambas. La decoración nos lleva de nuevo al estilo visigodo y, el hecho de que
las columnas se encuentren adosadas a las jambas, al arte asturiano
prerrománico, a ejemplos como los de la Iglesia de Santa María del
Naranco, pese a que en esta última los motivos y formas decorativas son bien
distintas.
Los fustes se apoyan en basas compuestas por
plinto, dos boceles y una semiescocia. Los orificios en las basas podrían
corresponder a la existencia de un cancel de cierre.Los capitele
s son entregos y en forma de ábaco
recto decorado por cuatro filas de carnosas hojas, perteneciendo a una
tipología degenerada del tipo visigodo (a su vez basado en el romano corintio).
En el extremo superior derecho del capitel derecho se puede ver un cuerpo
circular y bajo este otra figura en forma de S. Estos capiteles presentan
semejanzas con los de la asturiana Iglesia de San Miguel de Lillo o
los de San Salvador de Priesca, producto de la asimilación de elementos del
estilo tradicional visigodo e influencias del arte ramirense.
La decoración de los capiteles se prolonga en
relieves grabados directamente en los sillares semejantes a los de
San Juan de Camba (Castro Caldelas).
En ambos lados aparecen representados un
personaje aureolado montado en un asno que lleva en la mano un
posible ramo y figuras con túnicas saliéndole al paso (dos en el de la derecha
y una en el de la izquierda).
Son de talla muy plana con el fondo rebajado y
se enmarcan por un resalte recto y ajustado a las figuras en pie. Sobre la
interpretación de esta representación existen varias teorías que coinciden en
señalar que se trata de escenas bíblicas:
Una primera teoría defiende que representan,
uno la Entrada de Jesús en Jerusalén y el otro
la Huida a Egipto.
Una segunda teoría defiende que uno representa
la Entrada de Jesús en Jerusalén y el otro a Balaan detenido
polo Ángel.
Una tercera considera que se trata de un
desdoblamiento de la misma escena, bien la Entrada en Jerusalén o bien la Huida
a Egipto.
La disposición en frisos de los relieves
buscando destacar la horizontalidad nos lleva a las formas de hacer visigodas,
pero por el contrario la técnica de la viruta utilizada no fue la de bisel
propia de este estilo, sino que más bien presenta semejanzas con el arte
asturiano o ramirense.
La puerta principal se flanquea por dos vanos:
El vano izquierdo es cuadrado con
derrame interior y exterior.
El vano derecho presenta un arco de
medio punto y se tapa con una celosía en piedra de 90 cm de ancho y 146,5 cm de
alto. La celosía presenta un calado de dos rosáceas de ocho pétalos
superpuestos y triangulitos intercalados entre las hojas, y en la cima tres
arquitos de herradura. La celosía se enmarca con una moldura de 3 cm de ancho
con un baquetón soguedado y enmarcado su vez por un tallo serpenteante con
racimos, y encima de todo el conjunto cuatro aves enfrentadas por parejas
picando en los racimos. El estilo o estilos de esta pieza dividen a los
autores, ya que algunos ven influencias visigodas, otros mozárabes y otros del
arte asturiano tardío.
La fachada remata en una espadaña compuesta por
un solo vano.
Durante el transcurso de las obras de
restauración del conjunto se encontraron diversos elementos prerrománicos
formando parte de los muros así como pinturas barrocas en el interior.
En el muro meridional se abre un
estrecho vano en forma de aspillera con un amplio abocinamiento hacia el
interior presentando un arco decorado con un baquetón sogueado, arco mutilado
que en la actualidad presenta forma de medio punto.
En el muro oriental se encuentra un
sillar rematado en un modillón con decoración de sogueado. En la base del alero
del tejado otro sillar con sogueado rematado por un baquetón.
En la cabecera se encontró un sillar
enmarcado por una moldura con forma de alfiz, además de una rosácea de ocho
pétalos enmarcados por una moldura circular.
En el muro norte, colocadas
horizontalmente y visibles desde el interior una, y otra desde el exterior, dos
pilastras que formarían pareja divididas en tres fajas paralelas con un
baquetón central y los laterales con sogueado, conformando una decoración en
espina de pez.
En el muro sur un pequeño nicho
decorado con un baquetón sogueado.
Otras piezas fueron documentadas dispersas
entre las casas de Francelos: cuatro jambas, un trozo de columna, un trozo de
cornisa moldurada en nacerla, un trozo de pilastra sogueada.
El Grupo Marcelo Macías con motivo de las obras
de restauración propuso la realización de catas arqueológicas, que dieron como
resultado el descubrimiento de una necrópolis compuesta por un total de nueve
tumbas de niños de corta edad hechas en granito degradado, sin cubierta y
orientadas oeste - este. En ellas se encontraron algún resto óseo y casi ningún
ajuar.
Regodeigón
Regodeigón pertenece al municipio de Ribadavia,
en la comarca de O Ribeiro, y se encuentra a unos 30 km de Ourense. Para llegar
a ella debemos dirigirnos al Norte desde Ribadavia, por la carretera que
comunica esta villa con Leiro y O Carballiño. A los 2 o 3 km, hacia el Oeste,
está la pequeña población de San Cristovo.
Iglesia de San Cristovo
En esta parroquia tenían bienes desde el siglo XIII,
los monasterios de Melón y Ramirás. En enero de 1203, Urraca Rodríguez afora a
Juan Monje alias Merchán una heredad quam habeo in Eigon ad ecclessiam
Sancti Christoforis de Ripa Avie.
La iglesia de San Cristovo de Regodeigón ha
sido reconstruida completamente a mediados del siglo XX, conservando elementos
románicos en puntos concretos de su estructura, pero habiéndose perdido en gran
medida la visión del que debió de ser el conjunto original. Actualmente se
trata de un edificio con nave y doble cabecera rectangulares. Sus dimensiones,
superiores a las originales, son las de una iglesia mediana.
En el muro norte se han practicado dos vanos y
un acceso, hoy tapiado, todos ellos cuadrangulares. La cornisa se compone de
trece canecillos que sostienen un alero de cobijas en doble estría y nacela
lisa, y se extiende desde el hastial occidental hasta más o menos la mitad del
paramento. Los canecillos están tallados en proa de barco o albergan decoración
geométrica sencilla. El resto de la cornisa, como la que rodea el presbiterio,
se corta en cuarto de bocel, apareciendo retrasada en su disposición con respecto
a aquella sección que se apoya en los canecillos.
En el muro sur se disponen de manera irregular
dos vanos completos y una portada. Esta, completamente reconstruida, es
acusadamente alta, de modo que se ha colocado un dintel debajo de las mochetas,
que hoy forman parte del lienzo mural. Estas sostienen de un modo ficticio un
tímpano que, originalmente, tenía aletas, o lo que es lo mismo, los salmeres y
el tímpano conformaban una misma pieza, aunque hoy está visiblemente fracturado
en su lado oriental.
El consiguiente arco de descarga se conforma
con cinco dovelas. En el tímpano se han inscrito una serie de motivos florales
y, posiblemente, se recortaba en su parte inferior en arco en gola rematado en
baquetilla, continuando esta –y este– en las mochetas. En la occidental se
aprecia un dibujo de círculos, planos, formando un grupo de cuatro en rombo.
Los vanos superiores se organizan ambos de
forma muy parecida entre ellos; arco de medio punto cortado en baquetilla con
rosca e intradós decorado con medias cañas y chambrana rematada en fino listel
que apea en cimacios cortados en nacela, sobre columnas entregas de fuste liso
y basa ática con plinto cúbico. En cuanto a la decoración, o los motivos
representados en ambos casos, nos encontramos algunas diferencias. La que se
dispone a occidente decora la chambrana con hojas picudas, dispuestas radialmente,
que se vuelven para acoger bolas. Este mismo motivo se repite en el cimacio
oriental de este vano, mientras que unas flores cuadripétalas inscritas en
círculos van a decorar el cimacio del lado oriental. Los capiteles se decoran
con motivos vegetales de difícil interpretación. En los plintos nos vamos a
encontrar distintos motivos, como círculos o estrellas de cinco puntas
inscritos en las caras exteriores, o arquillos ciegos y formas geométricas en
las interiores.
En la ventana oriental la chambrana va a
albergar una serie de hojas de col dispuestas radialmente. Los cimacios se
decoran con un trenzado en el lado occidental y una serpiente en el oriental.
Los capiteles se completan con decoración de hojas picudas vueltas para
albergar una bola en el capitel del lado oeste y entrelazos vegetales con piña
o racimo en el vértice en el capitel oriental. Los plintos se decoran en esta
ocasión con motivos florares inscritos en círculos.
La cornisa se compone en este lado meridional
por un total de 19 canecillos que recorren la longitud total del flanco,
sosteniendo una línea de cobijas cortadas en nacela lisa. Los canecillos acogen
formas geométricas la mayoría, encontrándonos en ocasiones músicos y personajes
en actitudes cotidianas, además de distintas representaciones de animales, como
una cabeza de toro u otra de carnero. En el extremo occidental, sobre la
primera cobija, se ha colocado una antefija moderna.
La fachada occidental es igualmente
consecuencia de las reformas. La portada principal se compone por una doble
arquivolta de gran amplitud apoyada en columnas de fuste liso y basa ática
sobre plintos cúbicos. En el seno del arco se ha abierto un acceso rectangular
con jambas muy anchas.
El tímpano ha desaparecido en su casi
totalidad, permaneciendo el vértice superior del mismo, en el que puede
apreciarse parte de un dibujo inciso que debió de ser similar al que hoy
conserva la puerta meridional. Por lo demás, se compone de un arco de descarga
de siete dovelas cegado con sillería irregular.
La primera arquivolta se moldura con bocel y
medias cañas y baqueta en rosca e intradós. Este mismo perfil se emplea en el
arco de la segunda arquivolta que, en esta ocasión, va a decorar el seno de las
medias cañas, tanto de la rosca del arco como en el intradós, con flores
cuadripétalas de pronunciado botón, cogollos y un falo en el intradós del
segundo riñón del lado septentrional. La chambrana se decora con dos líneas de
cuadripétalas que han sido talladas profundamente.
Los cimacios sobre los que apean las
arquivoltas se cortan en fino listel y nacela, decorada en el lado meridional
con rombos y en el septentrional con grupos de tres o dos bolas de pequeño
tamaño. Los capiteles se decoran con motivos vegetales. Los del lado norte van
a completarse con un orden doble de hojas carnosas y vueltas en el extremo
superior, y cintas y hojas trilobuladas muy voluminosas que cuelgan dispuestas
en los vértices del capitel interior. Los del lado sur, motivos vegetales y
cabeza humana en el vértice en el interior, y cintas y motivos vegetales en el
exterior. Las columnas son de fuste liso y apoyan en plintos cúbicos con
decoración geométrica en sus caras: tacos, florones o círculos agrupados.
Sobre la portada se extiende una imposta a modo
de tejaroz, sostenida por ocho canecillos ricamente decorados con figuras de
animales o humanas en distintas actitudes. La cornisa se corta en listel y
nacela, decorada esta última con un trenzado.
Sobre la imposta se abre un vano, muy
desfigurado por las intervenciones modernas y muy deteriorado por las
inclemencias meteorológicas. Se compone de arquivolta sobre cimacio cortado en
nacela que apoya en sendas columnas de fuste liso sobre basa ática y plinto. La
arquivolta, desplazada hacia el exterior, los cimacios y las basas de las
columnas que componen la ventana han perdido todo detalle de su decoración
debido al desgaste. Del mismo modo, los capiteles presentan un doble orden de
hojas carnosas en el lado septentrional y cintas y otros motivos vegetales en
el meridional, también en muy mal estado. Remata esta fachada una espadaña con
tejado a dos aguas con doble arco apoyada en un cimacio. Los arcos apean en una
imposta en nacela que recorre completamente el perímetro de los pilares en los
que se apoyan. La chambrana de los arcos –de rosca lisa– se decora con hojas de
col dispuestas radialmente. En el vértice de la espadaña se ha colocado un
Agnus Dei que ha perdido la típica cruz antefija.
El interior lo conforma una amplia nave con
cabecera rectangular que se prolonga con una capilla anexa en su lado oriental.
En el muro meridional de la nave se abren los dos vanos y el acceso que ya
mencionamos. Las ventanas repiten al interior el mismo esquema que vimos en el
exterior, de arco de medio punto sobre cimacios y columnas entregas.
La decoración es en ambos casos igualmente
rica, estando la más occidental, sin embargo, notablemente deteriorada. La
decoración se limita en esta última a la chambrana, con flores de cuatro
pétalos inscritas en círculos a lo largo de la nacela, y los capiteles, con
decoración vegetal en muy mal estado.
La ventana oriental, mejor conservada, decora
la chambrana con hojas picudas vueltas para albergar una bola. En los
capiteles, también decorados con motivos vegetales, vamos a ver representadas
grandes hojas nervadas con la parte superior vuelta para sostener una pequeña
bola en el lado oriental, y un dibujo de tallos y hojas carnosas que cuelgan en
los bordes en el capitel occidental. Los plintos sobre los que apean las
columnas se decoran otra vez con motivos geométricos, flores cuadripétalas
inscritas en círculos o trenzados.
En San Cristovo de Regodeigón nos encontramos,
por lo tanto, con toda una serie de elementos que evocan las principales vías
de difusión del románico de la provincia. Si por un lado tenemos elementos que
provienen del quehacer cisterciense, cuyo núcleo difusor es Oseira, por otro
lado tenemos los que hunden sus orígenes en los talleres mateanos activos en la
catedral de Ourense. A estos hay que añadir los ricos elementos decorativos que
deben nutrirse de los modelos ribadavienses de San Juan y Santiago. Por todo
ello estamos ante un ejemplo de la arquitectura del segundo cuarto del siglo XIII,
posterior necesariamente a 1230, fecha en torno a la que se estaría terminando
la iglesia de Santiago de Ribadavia.
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