Melón
Municipio, fronterizo con la provincia de
Pontevedra, ubicado al suroeste de la capital provincial. Bien comunicado con
esta, su núcleo central de referencia, el que da nombre al Término municipal,
dista alrededor de 4 km, tanto por carretera, la N-120, como por autovía, la de
As Rías Baixas, de la cabecera administrativa de la provincia.
Monasterio de Santa María
Sus orígenes son confusos. Suele fecharse su
fundación, a partir de las controvertidas Tablas de Cîteux, en 1142, pero esta
data no cuenta con ningún soporte documental que la avale. La primera noticia
de su existencia nos la proporciona, a día de hoy, un instrumento, una donación
del 15 de noviembre de 1154, perteneciente al monasterio de Sobrado (A Coruña),
redactado, escrito por Giraldus Abbas Melonis. Su nombre, sin duda foráneo, y
la relación con Sobrado, el primer monasterio documentado como cisterciense en
la Península Ibérica, fundado en febrero de 1142 con monjes enviados desde
Clairvaux / Claraval por San Bernardo, permite vincular a la abadía de Melón,
por entonces perteneciente a la diócesis de Tui (en esta ciudad está escrito el
documento de 1154 que nos ocupa), con el proceso de renovación que, con
intervención de monjes procedentes de esa abadía borgoñona, Claraval, se
documenta desde los años cuarenta de la centuria que comentamos en las tierras
occidentales de la Península Ibérica.
Este mismo abad, Giraldo, aparece citado un año
más tarde, en 1155, en dos donaciones de Alfonso VII como abad del monasterio
de Bárcena (Barcia), lo que obliga a preguntarse cuál fue la relación que
existió entre esas casas, Melón y Bárcena, planteándose dos opciones al
respecto: ¿fueron dos casas distintas, con comunidades también diferentes,
siendo a segunda, Bárcena, absorbida finalmente por la primera, o fueron un
mismo monasterio, con una sola comunidad, asentada primero en Melón, después en
Bárcena y, finalmente, trasladada de manera definitiva a Melón, una vez que
aquí había ya dependencias estables para acogerla? Las dudas existentes a día
de hoy sobre la autenticidad de las dos donaciones de Alfonso VII de 1155
impiden tomar una decisión definitiva al respecto. Ambas donaciones fueron
otorgadas a Giraldo y a Bárcena, receptores uno y otro, en 1159, de una nueva
dádiva de Fernando II, también controvertida, pues en 1158 están documentados
como abades Álvaro y Martín y esta de 1159 repite, además, una ya efectuada en
1155. En cualquier caso, es una cuestión que no tiene trascendencia alguna para
el cometido específico del estudio que nos ocupa en esta ocasión.
Melón, sin duda por la excelencia de su
progenie, consolidó rápidamente su dominio patrimonial y ejerció también una
fuerte irradiación espiritual desde muy pronto. De él dependerán, en él se
integrarán o de él recibirán la reforma cisterciense otros monasterios, alguno
de tanta entidad como el de San Clodio (Leiro, Ourense) o el de A Franqueira (A
Cañiza, Pontevedra). En 1501 o 1506, la fecha varía según las fuentes, se
incorporó a la Congregación de Castilla.
La iglesia
La antigua abacial de Melón, hoy iglesia
parroquial, es en la actualidad solo un reflejo parcial de lo que en otros
tiempos, cuando se conservaba completa, fue, sin duda, una de las obras más
destacadas de la edilicia cisterciense en la Península Ibérica tanto por sus
dimensiones como por las particularidades estructurales de su fábrica. Un rayo
y un vendaval están en la raíz del hundimiento, en el mes de febrero de 1885,
de gran parte del templo. Su restauración, culminada en 1894, tal como se
explicita en la inscripción que exhibe el dintel de la actual puerta de acceso
a la iglesia, se hizo, convertida esta ya desde la Exclaustración en una simple
parroquia rural, acortando considerablemente su longitud, pues ese cierre se
dispuso en el que, en origen, era el primer tramo de su brazo longitudinal,
destinándose a atrio el resto del solar sobre el que este último se asentaba.
Quedan en la actualidad de la fábrica eclesial inicial, pues, la cabecera, el
crucero, con una capilla adosada en el lado norte, el primer tramo, en esencia,
del cuerpo de naves y un fragmento, inmediato a él, del muro lateral
septentrional y la totalidad, en su parcela inferior, del meridional. A partir
de su análisis y pese a las reformas que el templo sufrió en los siglos de la
Edad Moderna, es posible conocer y valorar desde el presente lo esencial de sus
formulaciones planimétrico-constructivas y decorativas.
La iglesia de Melón poseía planta de cruz
latina con un largo cuerpo longitudinal de tres naves de siete tramos, crucero
destacado con dos tramos en cada brazo y cabecera con girola y tres capillas
radiales separadas por tramos libres. La capilla mayor tiene un presbiterio de
un único tramo con cierre semicircular. Está circundada por una amplia girola a
la que se abren tres capillas radiales, formadas también por un tramo recto y
tambor semicircular, separadas por tramos de muro. Dos capillas, análogas a las
anteriores, se abrieron asimismo en los muros orientales del transepto de forma
que los muros norte y sur, respectivamente, de sus tramos rectos coinciden con
el muro de arranque de la girola. Además, adosada al hastial norte del crucero,
se levantó una capilla de planta rectangular dividida en dos tramos y con un
ábside semicircular precedido de un tramo recto. Del cuerpo de naves solo
podemos decir que era muy amplio, ya que sus tres naves se dividían en siete
tramos, teniendo la central el doble de ancho que las laterales.
En el exterior, la cabecera se nos presenta con
la habitual gradación de volúmenes crecientes en altura, desde los absidiolos
hasta el ábside principal, pasando por la girola. Su grandiosidad, reforzada
por el aparejo de sillería granítica muy regular y asentado con finas juntas,
apenas se ve menoscabada por el sinfín de zarzas y hiedras que intentan
ocultarla anta la pasividad de los organismos competentes.
De sus tres capillas radiales solo se conservan
en su original integridad las dos laterales ya que, de la central, ha
desaparecido el tambor semicircular en el siglo XVIII tras ser sustituido por
una capilla rectangular más del gusto tardobarroco del momento. La más
septentrional se alza sobre un doble retallo escalonado que continúa el del
muro de la girola. Su tramo recto se adosa a la pared de esta surgiendo del
contrafuerte que recorre todo el muro exterior. Da paso al hemiciclo absidal
con un simple codillo. Este se divide en tres calles mediante dos contrafuertes
prismáticos que parten del basamento de la capilla y rematan directamente en la
cornisa superior. En el central se abrió una ventana que fue modificada
posteriormente para aumentar su vano. Todo el conjunto se remata con una
cornisa biselada decorada con rombos que se apoya en los contrafuertes y, en
los tramos intermedios, sobre canecillos cortados en proa. La capilla
meridional repite las mismas características pero, en ella, la ventana del paño
central se ha conservado intacta, con su arquivolta de medio punto cortada en
arista viva y apoyada directamente sobre las jambas, que tampoco se molduran.
El arco interior, con doble derrame, vuelve a presentar la misma articulación
aristada.
El muro de la girola está dividido en tramos
mediante contrafuertes de escaso resalte que también llegan a la cornisa y que
marcan, como vimos, el arranque de los absidiolos. En los tramos de muro entre
estos se abrieron ventanas que destacan por su extraordinaria altura, aunque
repiten el modelo visto en las capillas. Una única arquivolta cortada en arista
viva enmarca el vano de medio punto y doble derrame de la ventana. Sobre las
ventanas y las capillas radiales se aprecia una imposta de perfil rectangular
que recorre todo el muro dividiéndolo en dos cuerpos. En el superior, sobre las
ventanas antes reseñadas y sobre las capillas, se abrieron otros vanos, también
de doble derrame, de menores dimensiones pero mayor sencillez, ya que se rasgan
en el muro con un único arco ligeramente apuntado sin moldurar que se apoya
directamente sobre las jambas. La cornisa, que vuelve a ser de perfil biselado,
apoya tanto en los contrafuertes como en canecillos del tipo de proa y enlaza
con la de las capillas de los brazos del crucero.
Estas repiten las características vistas en la
girola, pero con la peculiaridad de que son de mayores dimensiones al adecuarse
a las dimensiones del deambulatorio. De su alzado, solo es visible el tambor y
los muros externos, ya que los interiores coinciden con los externos de la
girola. Por esto se divide únicamente en dos calles mediante un contrafuerte
prismático que muere en la cornisa. En el eje del tambor se abrió una ventana
en la que se utilizó el modelo y dimensiones de las del cuerpo bajo de los muros
de la girola.
La capilla mayor, cuyo remate fue modificado en
el siglo XVIII, se organiza con un tramo recto y un tambor poligonal. Destaca
el conjunto por su articulación exterior a base de arcos que unen pilastras
situadas, muy oportunamente, en los puntos de fuerza de la construcción. En
cada tramo recto se colocaron dos arcos de medio punto que, en el muro sur, son
ligeramente apuntados y que surgen de las pilastras laterales y descansan, en
el centro, en una ménsula. El tambor se divide en siete tramos por las mencionadas
pilastras que se unen, en la parte superior, mediante arcos. Los primeros de
cada lado mantienen la directriz semicircular mientras que el resto son
ligeramente apuntados. En la parte baja y coincidiendo con el arranque del
tejado de la girola se situó una imposta tornalluvias que sirve de base a las
ventanas que se abren en cada una de las calles. Las de los tramos rectos son
rectangulares mientras que las del tambor tienen arco de medio punto de perfil
aristado, liso y tallado en un único bloque de piedra que descansa sobre las
jambas, también cortadas en arista viva.
En cuanto al crucero, el primitivo alzado solo
se conserva completo en el brazo norte. El muro está dividido en dos tramos,
desiguales en anchura, mediante un contrafuerte que, en vez de llegar hasta la
cornisa, como sucedía con los de la cabecera, remata con un chaflán. Un nuevo
contrafuerte, aunque más ancho, se sitúa en la esquina marcando la anchura del
tramo extremo. En cada tramo se situaron dos arcos rebajados, siendo de mayor
luz los del tramo norte que los del sur debido a la mencionada diferencia de
anchura entre las calles. En la menor, aunque no en su centro sino pegada al
contrafuerte central, se encuentra una ventana muy sencilla con doble derrame y
arco de medio punto cortado, al igual que sus jambas, en arista viva. La
cornisa abandona el perfil achaflanado que encontrábamos reiterativamente en la
cabecera para adoptar un perfil de gola lisa. Descansa en una serie de
arquillos cortados en arista viva que varían entre el medio punto y el
apuntado. Estos apoyan, a su vez, sobre canecillos que adoptan, la mayoría, la
forma de proa tan usada en la cabecera.
El hastial norte remata en un simple piñón
marcado por las vertientes del tejado y está flanqueado por dos contrafuertes
rematados a bisel. Hacia el interior, los dos son dobles y, además, tienen otro
superpuesto, de menor altura, con remate escalonado. Junto a este, en el lado
este, en el estrecho espacio que queda entre el primero y la esquina del
hastial, se halla un nuevo contrafuerte, de altura idéntica al anterior y
también con remate escalonado. En el ángulo oeste, otro contrafuerte igual se
adosa a la torre que se levantó adosada al muro occidental de este brazo del
transepto, ocupando el ángulo formado entre este y el cuerpo de naves. En la
parte superior del muro del hastial se abrió una ventana para iluminar el
transepto. Es de tipo completo con doble derrame y una única arquivolta de
medio punto perfilada en baquetón liso escoltado por sendas escocias en rosca e
intradós. Está guarnecida por una chambrana taqueada que apea, al igual que la
arquivolta, en un cimacio con perfil de gola que se prolonga ligeramente hacia
los muros. En las jambas, sendas columnas acodilladas recogen la arquivolta.
Tienen basas áticas sobre plintos paralelepipédicos y capiteles vegetales con
largas y estilizadas hojas muy pegadas al cesto y que rematan en bolas en sus puntas.
La torre angular, adosada al muro occidental de
este transepto norte, se levanta sobre un doble retallo escalonado. Es de
planta cuadrada y su alzado se articula sin mayor interferencia, en su sólida
construcción, que las seis saeteras que se abren –tres en cada lado– en las
caras norte y oeste.
Adosada a este hastial se construyó una pequeña
capilla. Se destinó en origen, como es relativamente habitual en empresas de la
Orden cisterciense en estancias de sus características ubicadas en el mismo
lugar que ella ocupa (Sobrado y Oseira, en Galicia, pueden servir de referencia
inequívoca al respecto), a usos funerarios. Posee esta capilla, como ya se
dijo, una única nave rectangular repartida en dos tramos y un ábside
semicircular, precedido de un tramo recto, levantados sobre un doble retallo
escalonado. El tambor se divide en tres paños mediante dos contrafuertes
prismáticos que, como ocurría en los absidiolos de la girola, sirven de apoyo a
la cornisa. La ventana que se abre en la calle central es similar a las vistas
en la cabecera de la iglesia, con doble derrame y arco de medio punto. Tiene
una sola arquivolta que se corta en arista viva y se apea directamente sobre
las jambas. La rosca se decora con una serie de arquillos doblados con un
pequeño disco semicircular en resalte en la parte inferior. La cornisa del
ábside vuelve a estar cortada en bisel y a estar montada sobre los
contrafuertes y sobre canecillos cortados en proa, todos salvo uno, en el que
aparece el motivo del tonel. El tramo recto solo es visible en el costado norte
ya que en el sur se une al hastial del crucero. Allí es donde se aprecia el
adosamiento de la capilla a aquel debido, por un lado, a la inexistencia de
trabazón entre los sillares de esta y de la iglesia y, por otro, a la diferente
altura que se aprecia entre los retallos escalonados de los ábsides de la
cabecera de la abacial y de la capilla. Su muro norte sufrió importantes
reformas en el siglo XVIII pero conserva dos contrafuertes en sus extremos, de
remate escalonado, que refuerzan los ángulos de la construcción. La cornisa que
remataba el muro fue muy alterada, pero mantiene su perfil de gola lisa y se
apoya en canecillos, la mayoría con forma de proa, aunque entre ellos se
reconocen dos con figuras humanas.
La fachada occidental actual se construyó en el
siglo XVIII, adosada a la románica que todavía se puede observar desde el
interior de la capilla. Constaba de una portada apuntada y un rosetón en la
parte superior. La tracería de este último desapareció pero se conserva su
rosca formada por dos arquivoltas abocinadas de perfil de nacela. Finalmente,
una fina moldura tórica ciñe todo el conjunto.
En el interior, la nave se divide en dos tramos
mediante un arco fajón de sección prismática que descansa en capiteles
vegetales que, a su vez, reposan sobre ménsulas. Los cimacios de los capiteles,
cortados en chaflán, se prolongan por los muros en forma de imposta aunque, en
la mayoría de su recorrido, fue repicada. Las bóvedas son de crucería
cuatripartita con florón en la clave. Cada nervio está compuesto por dos
boceles lisos que provocan, entre ellos y en los dos laterales, tres escocias.
Los arranques de los nervios son bastante variados, ya que los contiguos al
arco fajón parten de los codillos formados por este y el muro, apeándose, en el
lado norte, en el cimacio y la imposta. En el lado sur, en cambio, lo hacen en
pequeñas ménsulas troncocónicas situadas junto al cimacio del capitel. Los
restantes se apoyan en ménsulas situadas en las esquinas de la nave, los del
lado norte, y, los fronteros, parten directamente de un rehundido practicado en
la arista de los contrafuertes del hastial del crucero de la abacial. Bajo los
nervios, sin embargo, se colocaron unas ménsulas como para disimular un apeo
que, realmente, no realizan.
En el muro norte se abrieron dos arcosolios con
arcos de medio punto de aristas baquetonadas. En el mismo muro se abrían dos
saeteras para iluminar el interior. Hoy se encuentran tapiadas al haber sido
abiertas cuatro ventanas modernas cuadrangulares.
Se accede al ábside por medio de un arco
triunfal de medio punto, doblado y peraltado. Como suele ser habitual, el arco
exterior descansa directamente en el espesor del muro mientras que su dobladura
lo hace en columnas entregas con capiteles vegetales. El de la izquierda tiene
anchas hojas nervadas y el de la derecha también, pero combinadas con otras
largas y estilizadas.
Los cimacios también se decoran aunque los
motivos que los exornan varían en sus diferentes caras. Así, el de la izquierda
tiene flores de cuatro y seis pétalos, en el frente y uno de los lados,
mientras que, en el otro, aparece la figura de un cuadrúpedo. El de enfrente,
por su parte, tiene una serie de hojas nervadas en el frente mientras que los
lados se decoran con bolas, estrellas de seis y siete puntas y flores de ocho
pétalos con botón central. Tras el arco de entrada se encuentra el tramo recto del
presbiterio al que sigue el tambor absidal. Se cubren, respectivamente, con una
bóveda de cañón y cuarto de esfera que arrancaba de una imposta que hoy aparece
repicada. En ambos muros laterales, en el presbiterio, se abrió una credencia.
Las dos tienen la misma configuración, con arco de medio punto, cortado en
arista viva en el espesor del muro, que descansa directamente sobre las jambas,
también sin moldurar.
La capilla mayor tiene un tramo recto y
otro semicircular con con una girola con tres capillas radiales.
Se accede actualmente al interior de la iglesia
de Melón a través de la fachada construida a finales del siglo XIX tras la
comentada desaparición del cuerpo de naves. De este quedan solo algunos restos
que nos permiten hacernos una idea de su envergadura. De la nave central resta
únicamente, y muy modificado, el primer tramo. Este se cubre con una bóveda de
crucería estrellada construida en el siglo XVI. Se encuentra delimitado el
tramo por dos arcos fajones apuntados de sección rectangular, de los cuales el
occidental se encuentra embutido en el muro de la actual fachada. El oriental,
arco toral del crucero, se apoya en columnas entregas de fustes compuestos y
capiteles decorados, uno con hojas y, el otro, con una figura humana barbada
que extiende sus brazos. De sus manos surgen tallos con ramas de las que
cuelgan una serie de frutos. Los cimacios están compuestos por una combinación
de una moldura cóncava central y dos convexas a los lados. Se prolongan en
forma de imposta atando el pilar y, luego, por el muro de la nave y el crucero.
El pilar toral tiene una desarrollada estructura debido a la necesidad de
recoger los empujes del crucero y de las dobladuras de sus arcos. Cada uno de
ellos está formado por un núcleo cuadrangular al que se adosan pilastras en
cada uno de sus lados. Estas están perfiladas en toda su longitud por un grueso
baquetón angular que casi parece una columnilla adosada. El pilar se apoya
sobre un basamento, también cruciforme, que está constituido por un plinto con
arista superior moldurada por dos baquetones unidos por una escocia central. El
resto de los pilares de la nave, seguramente, eran más sencillos, disponiendo
únicamente de columnas adosadas al núcleo cuadrado. También debemos de suponer
la apariencia que tendrían los arcos formeros de la nave, ya que no se conserva
ninguno. Serían apuntados y doblados con los perfiles cortados en arista viva.
En el pilar toral comentado las dobladuras recaerían sobre las pilastras
baquetonadas mientras que, en los restantes, lo harían sobre el núcleo del
pilar.
Podemos deducir la altura a la que se
encontrarían estos arcos al conservar la imposta que marcaría el nivel de los
cimacios de los capiteles. Sobre estos arcos quedaría un amplio cuerpo mural
dividido en calles por las columnas adosadas que recogerían los empujes de los
arcos fajones de la bóveda de la nave central. Es muy posible que, bajo esta,
hubiese un cuerpo de luces formado por saeteras abocinadas, aunque no tenemos
ninguna prueba arqueológica que lo demuestre ya que en el único tramo
conservado no hay ventanas. Esta primitiva organización fue, sin embargo,
alterada en el siglo XVI, cuando se construyeron las bóvedas actuales cegando
los primitivos vanos.
La estructura original de las naves laterales
debe de ser también reconstruida a partir de los escasos restos que nos han
quedado de ellas. En el tramo conservado en la parte sur se conserva el arco
fajón que comunicaba esta colateral con el crucero aunque embutido en el muro
de cierre de finales del siglo XIX. Solo se percibe la dobladura, que es
apuntada, peraltada y de sección prismática. El arco interior está tapado al
igual que los soportes. En el pilar toral sur la dobladura descargaba sobre
pilastras cortadas en arista viva mientras que en el del norte estaban
suavizadas por un grueso baquetón. Contra los muros, el volteo debió de hacerse
también sobre pilastras. En el norte todavía se aprecian, también con su arista
baquetonada. Se apoyaba sobre un zócalo que se prolonga por el crucero y cuyas
características son análogas a los basamentos de los pilares torales. Los arcos
interiores se apoyarían, como suele ser habitual, en columnas aunque lo que no
se puede afirmar con rotundidad es si estas estarían completas, es decir,
llegando hasta el suelo, o se cortarían a cierta altura apoyándose en ménsulas.
Lo que es seguro es que poseerían capiteles cuyos cimacios se prolongarían en
imposta ciñendo el pilar toral, por un lado, y el muro occidental del transepto
y las naves, por el otro. Sus perfiles varían en ambos costados de la iglesia.
Mientras que la del muro de cierre de las naves laterales y occidental del
crucero presenta un perfil de gola lisa, la del machón está perfilada por una
combinación de finas molduras cóncavas y convexas.
Del resto de las naves ha llegado hasta
nosotros más bien poco. De la colateral septentrional apenas parte del muro
exterior de los dos primeros tramos que, además, se cortó en chaflán para
funcionar a modo de contrafuerte de la actual fachada. Un contrafuerte, de
escaso resalte y remate escalonado, marca, por la parte exterior, la separación
entre ambos tramos. En la nave sur se ha conservado íntegramente la longitud
del muro de cierre, ofreciéndonos, de esta forma, las dimensiones totales del
cuerpo de naves y la situación exacta de la antigua fachada occidental, que
estaría, por tanto, en el punto ocupado hoy por la balaustrada que cierra el
actual atrio por esta parte occidental. En el último tramo de este muro se
conserva una puerta, la llamada de los conversos, que permitiría el acceso a la
parte occidental del claustro monacal. Esta ha sido liberada recientemente del
tapiado que la cerraba permitiéndonos ahora conocer su primitivo aspecto. Hacia
el interior, sus jambas se perfilan en una sencilla arista viva, un tipo de
corte que, seguramente, también tendría el arco de medio punto que se apoyaría
en ellas y que hoy, desgraciadamente, ha desaparecido. Conserva todavía los
goznes pétreos para asentar las dos hojas de la puerta con la que se cerraría.
Hacia el exterior, es decir, hacia el claustro,
su articulación se hace considerablemente más rica al poseer dos arquivoltas de
medio punto. Ambas se perfilan con un grueso baquetón y recaen, la interna
sobre las jambas, también baquetonadas, y, la exterior, sobre columnas
acodilladas. Estas tienen fustes monolíticos, basas áticas de gruesos toros
inferiores, con altos plintos, decorados en un caso –lado este– con arquitos
semicirculares, y capiteles con un grueso collarino del que parten hojas muy
toscas y lisas. Sus cimacios, muy deteriorados, son moldurados y se prolongan
en forma de imposta hacia las jambas internas. Desapareció el tímpano, sin duda
liso, que cerraría el vano por arriba, ajustado a las mentadas arquivoltas.
Una puerta muy similar en estructura,
composición y decoración a esta de conversos, mejor conservada que ella, si
bien actualmente, y así tal vez suceda desde finales del siglo XIX, está
tapiada, no siendo, por tanto, operativa, se halla en el primer tramo de esta
misma nave meridional. Visible desde el claustro procesional, era la que, desde
la Edad Media, permitía a los monjes comunicar esta dependencia con el edificio
eclesial.
Este muro sur, hacia el interior de la nave
colateral, se encuentra dividido en seis tramos por medio de columnas entregas
que recogerían los arcos fajones de las bóvedas. La del primer tramo –contando
a partir de la actual fachada, pues en origen sería el segundo– se encuentra en
relativo buen estado. Falta, de hecho, alguno de los tambores que la formarían
y cuya altura sería igual a la de las hiladas del muro en el que se empotran.
Su capitel es vegetal, con unas hojas muy planas de las cuales las de las
esquinas tienen en la parte superior sendas palmetas muy estilizadas y
nervadas. El cimacio es de gola lisa y se prolonga en forma de imposta por el
muro. Del arco que se apoyaría en ella solo se conserva el arranque, pudiendo
confirmarse así que era de perfil rectangular sin molduración alguna. A ambos
lados se aprecian los arranques de los nervios de las bóvedas de crucería
cuatripartita que cubrían cada uno de los tramos. Se perfilaban con un bocel
central enmarcado por dos nacelas. Se insertaban en el ángulo por medio de una
moldura tórica bajo la que se sitúan dos piezas cilíndricas, la segunda más
pequeña para suavizar el arranque de los nervios.
La altura a la que se situaban las bóvedas la
podemos deducir de la huella que ha quedado en el antiguo segundo tramo de la
nave, confirmando así que eran considerablemente más bajas que las de la nave
central. En este tramo se conserva, además, una ventana de las que iluminarían
la colateral y que se abrían en los tímpanos de las bóvedas. Esta es de
pequeñas dimensiones y doble derrame. Un arco de medio punto tallado en un
único bloque pétreo se apoya sobre las jambas que, al igual que el arco, se
cortan en arista viva. Su situación en la parte alta del muro indica que se
tuvo en cuenta la construcción del claustro adosado a este costado, de forma
que este no impidiese la iluminación del interior.
En cuanto al crucero, este consta de cinco
tramos, uno central de planta cuadrada y dos en cada uno de los brazos. Los del
lado norte son de anchura desigual y se cubren con bóvedas de crucería
cuatripartita con un florón en la clave. Los arcos fajones son muy sencillos,
ya que son apuntados y de perfil rectangular, aunque las aristas del toral se
molduraron en el siglo XVI. Este último se apoya sobre columnas entregas a los
pilares torales que continúan con las características de los que marcan el
arranque de las naves. El arco fajón está ligeramente desviado y se voltea, en
el muro oriental, sobre una ménsula achaflanada, decorada con simples hojas
lisas, y guarnecida con una imposta de gola lisa. En la parte opuesta, en
cambio, descansa sobre una columna entrega aunque de fuste truncado y rematado
en forma cónica. En el capitel volvemos a encontrar las mismas hojas lisas,
pegadas al cesto, disponiéndose en los ángulos de las mismas nuevas hojas
secas. El cimacio vuelve a repetir la gola lisa prolongándose en imposta por el
muro del tramo extremo y enlazando con la situada en el testero norte y en el
lado este del crucero.
En el primer tramo oeste, en cambio, la imposta
continúa la combinación de molduras del cimacio de la columna contigua al pilar
toral. Los nervios de las bóvedas se molduran con un fino baquetón central
escoltado por sendas escocias. En el primer tramo arrancan, por un lado, de los
ángulos formados por el muro y el arco fajón y, por el otro, de las que se
crean entre la pilastra del pilar toral y el muro. En el segundo tramo parten
de dos ménsulas situadas en los ángulos del crucero y rematan, también, junto
al arco fajón. En el muro oriental del crucero se abrió una ventana que llama
la atención porque se encuentra descentrada con respecto al tramo, por lo que
queda justo al lado de la ménsula que sostiene el arco fajón. Tiene doble
derrame y una única arquivolta cortada en arista viva. Sobre ella se situó una
chambrana de gola lisa que resulta de la prolongación de la imposta del muro.
En el tramo extremo, en su muro occidental, hay
una pequeña puerta que da acceso a la torre ubicada en el ángulo formado por el
muro del crucero y el del brazo longitudinal. Se trata de un acceso puramente
funcional por lo que su tratamiento estético es de gran sencillez, con sus
jambas lisas en arista viva y rematadas en potentes mochetas cortadas en cuarto
de bocel y con esquinas baquetonadas. Soportan el dintel pentagonal que, en su
parte inferior, se perfila con un simple baquetón. La puerta da paso a una
escalera dispuesta en tramos cortados en ángulo recto. En el interior, unas
sencillas saeteras de amplio derrame iluminaban el paso. Una puerta en la parte
superior, con una articulación similar a la de la parte baja, permitía un
cómodo acceso a la cubierta de la iglesia.
En el muro opuesto se abre una capilla absidal
formada por un tramo recto y un tambor semicircular que se cubren,
respectivamente, con una bóveda de cañón apuntado y con otra de cascarón. Se
accede a ella a través de un arco triunfal también apuntado y, además, doblado.
Ambos arcos son de perfiles rectangulares en arista viva. Se apoya el exterior
en el muro, mientras que el interior lo hace en columnas entregas de fustes
lisos y basas áticas con garras montadas sobre plintos paralelepipédicos. Los
capiteles se decoran con hojas lisas que se enroscan en sus puntas. Los
cimacios vuelven a estar animados, como suele ser habitual en este taller, con
una combinación de molduras, siendo la central cóncava y convexas las
laterales. Se prolongan en forma de imposta hacia los laterales marcando el
arranque de la dobladura. Lo mismo ocurre en el interior de la capilla, donde
marcan el inicio del cuerpo de bóvedas. En el centro del tambor se abre una
ventana que repite la articulación vista en el exterior, ya que tiene una única
arquivolta cortada en arista viva que descansa directamente sobre las jambas.
El vano, de arco de medio punto y con doble derrame, vuelve a tener sus
perfiles cortados, igualmente, en arista viva. En el muro derecho se abrió una
credencia de arco de medio punto que, al igual que las jambas, es aristado.
Tanto en el muro oriental como en el occidental
de este transepto norte llaman la atención las dos columnas entregas –una en
cada uno de ellos– que aparecen cortadas un poco más arriba de la línea de
imposta que marca la altura de los capiteles de la capilla comentada y del arco
de acceso a la antigua colateral norte. Esta anomalía fue sin duda fruto de una
modificación de los planes constructivos sobre la marcha de las obras por lo
que ahora estas columnas, aunque se hubiesen continuado, no se corresponderían
nunca con el arco fajón. Seguramente se pensó, inicialmente, en una cubrición
con bóveda de cañón apuntado con un arco fajón, este sí, apoyado sobre las
mencionadas columnas.
En el muro del testero hay hoy una puerta del
siglo XVI que seguramente sustituyó a una anterior románica que comunicaría
directamente con la capilla adosada ya comentada. En el cuerpo superior, y
sobre la imposta que recorre el muro, se abrió una ventana que, como al
exterior, es de tipo completo. El vano es de arco de medio punto y doble
derrame.
Sobre él hay una única arquivolta perfilada en
baquetón liso que provoca en rosca e intradós sendas escocias. Sobre ella la
chambrana tiene perfil de nacela con decoración de flores muy geometrizadas.
Esta se ciñe, a su vez, con una moldura ornada con diminutas hojas muy planas y
estilizadas. En las jambas dos columnas acodilladas recogen la arquivolta. Sus
fustes son monolíticos, las basas áticas y los capiteles vegetales con largas
hojas rematadas con una bola. El cimacio es de perfil de gola lisa y se prolonga
ligeramente por el muro recogiendo también la chambrana.
En el crucero sur los dos tramos se cubren con
una única bóveda de crucería estrellada de principios del siglo XVI. Esta
construcción provocó una serie de reformas en esta parte de la iglesia. El arco
toral es, sin embargo, el original, conservando su apuntamiento y su dobladura.
Ambos arcos son prismáticos y se apoyan, el superior en pilastras y, el
inferior, en columnas entregas. Se conserva también, en el muro este del primer
tramo, una ventana que es similar a la vista en el crucero norte, aunque su chambrana
fue repicada. En el muro de enfrente existía también una ventana, hoy tapiada,
pero que debía de responder a los rasgos de la anterior. En el tramo extremo
hay también una capilla absidal de dimensiones y estructura igual a su
correspondiente del norte. Sus capiteles son también vegetales, el derecho con
largas y estilizadas hojas picudas y el izquierdo con hojas dispuestas en dos
órdenes teniendo, las del primero, un mayor volumen en su remate. En el muro
derecho de la capilla se abrió también una credencia, aunque es de un tamaño
mucho menor a la vista en el ábside norte.
El testero de este brazo fue muy alterado en el
siglo XVI. Se conserva, aunque tapiada, la antigua puerta de maitines en el
ángulo nororiental. Se aprecia perfectamente su dintel pentagonal apoyado
directamente sobre las jambas, cortadas en arista viva. Hacia el monasterio,
sin embargo, tiene arco de medio punto de sección prismática volteado
directamente sobre las jambas. En la parte alta del muro se abría una ventana,
hoy tapiada, y con evidentes signos de haber sido modificada en las citadas
reformas modernas que afectaron gravemente a este testero cuyo muro tiene un
complejo problema de niveles fruto de reconstrucciones y refuerzos con el fin
de voltear las nuevas bóvedas. El tramo central del crucero se cubre hoy con
una bóveda de crucería estrellada del siglo xvi que se apoya en los cuatro
arcos torales románicos.
La cabecera es, sin duda, la parte más
monumental de la construcción y llama la atención no solo por su altura y
esbeltez sino también por la armonía y el refinamiento de todos sus elementos.
Se accede a la capilla mayor por medio de un gran arco triunfal apuntado y
doblado. El arco inferior descansa, como viene siendo habitual, en columnas
entregas a los machones laterales. Los capiteles son vegetales con hojas muy
planas y estilizadas. Sobre ellos corre un cimacio con perfil de gola lisa que
se prolonga en imposta atando el pilar toral y sirviendo de separación entre la
dobladura y la pilastra sobre la que descansa. Esta tiene, como vimos en las
correspondientes al inicio de la nave mayor, sus aristas perfiladas por un
grueso baquetón.
El presbiterio consta de un único tramo recto
en cuyos muros laterales se abren sendos arcos para comunicar con la girola.
Estos son apuntados, doblados y con los perfiles rectos. El arco interno
descansa sobre columnas embebidas que se alzan sobre un alto basamento que
remata, solo hacia la girola, con un grueso baquetón enmarcado, a su vez, por
sendas nacelas. Las restantes aristas se cortan en chaflán. Los capiteles son
vegetales, prefiriéndose el tipo de tres hojas muy planas, la central con
nervio marcado y las laterales con otra hoja seca.
El cuarto capitel tiene largas y estilizadas
hojas recortadas con el nervio central marcado y superponiéndose dos en los
ángulos, la superior rematada por una pequeña bola. Los cimacios están formados
por una serie de molduras que combinan una convexa central y dos cóncavas
laterales. El arco externo se apoya, en un lado, en la pilastra del pilar toral
y, en el otro, en el machón que marca el arranque del hemiciclo absidal. Sobre
el arco se abre un gran vano rectangular cuyo límite superior es la imposta que
marca el arranque del cuerpo de bóvedas. Sobre ella, en el tímpano de la
bóveda, se abre un vano ciego formado por un arco de medio punto que descansa
directamente sobre las jambas sin ningún tipo de molduración.
La cubrición se hace con una bóveda de crucería
cuatripartita con nervios compuestos de un grueso bocel enmarcado por sendas
escocias. Convergen en una clave en forma de florón y parten, sobre la imposta,
del ángulo formado por el muro y el arco inmediato, ampliándose la base de
sustentación mediante una sencilla ménsula troncocónica que se sitúa en el
codillo formado por la pilastra y el muro contiguo. Tras la bóveda, un arco
fajón apuntado y doblado da paso al hemiciclo absidal.
La dobladura, en este caso, tiene un escaso
resalte y, además, su presencia se suaviza por el hecho de que, hacia el
presbiterio, se perfile con un baquetón liso. Descansa sobre pilastras de
aristas vivas que recorren el muro y a las que se adosan columnas entregas que
recogen, por su parte, el arco interno.
El hemiciclo se alza sobre un basamento
rematado, en ambos lados, por un grueso baquetón enmarcado por nacelas. Sobre
este se disponen dos columnas, una en cada lado, embebidas en los machones, y
seis esbeltas columnas cilíndricas. Estas se apoyan en basas áticas cuyo toro
inferior destaca por su aplastamiento. Bajo ellas se colocaron unos sencillos
plintos paralelepipédicos de escasa altura. Los capiteles son de forma
troncopiramidal, presentando todos decoración vegetal que sigue el modelo de
hojas picudas muy planas y lisas, situándose una pequeña bola entre los
arranques de cada dos. Sobre las columnas se voltean siete arcos muy apuntados,
peraltados y doblados. El muro situado por encima de estos arcos tiene forma
poligonal y está horadado, en cada una de sus caras, por una ventana de doble
derrame y arco de medio punto de aristas vivas. Sobre cada uno de ellos una
chambrana con perfil de gola lisa es la única decoración que poseen.
En los ángulos del polígono se hallan columnas
entregas que nacen de las enjutas de los arcos del cuerpo bajo mediante una
ménsula. De arriba abajo, estas están formadas, en primer lugar, por una
combinación de molduras, dos convexas y una interior cóncava, que dan paso a
una pieza troncocónica invertida que nace de un grueso toro inferior. Bajo este
se sitúa un remate cilíndrico cuya decoración, realizada con elementos
geométricos, varía de unas a otras. Los capiteles de las columnas son todos muy
similares, prefiriéndose, como siempre, la decoración vegetal, con hojas muy
planas y lisas. Los cimacios son de perfil de gola lisa y se prolongan
enlazando con las chambranas que, recordemos, cobijan las ventanas.
La cubrición se hace mediante una bóveda de
ocho nervios que arrancan, los seis centrales, de las comentadas columnas,
mientras que, los dos restantes lo hacen de las esquinas formadas por el muro y
el arco fajón y de un saliente creado mediante la prolongación hacia el este de
la pilastra del machón. Los nervios, cuya moldura central es almendrada,
confluyen en una clave situada en el centro del tramo, independiente, por
tanto, de la del arco de ingreso. Está decorada con un gran florón formado por
una serie de hojas nervadas rizadas en sus puntas y un centro decorado con
minúsculas hojas de entre las que surgen dos pequeñas figuras angélicas. Estas
y aquellas presentan indudables similitudes con obras de progenie última
mateana.
La girola que se dispone alrededor de la
capilla mayor resulta de una gran esbeltez debido a su altura y su estrechez.
En consonancia con la articulación del ábside al que rodea, se compone de un
tramo recto y un anillo semicircular. Se accede a ella a través de sendos arcos
que, como el resto de los comentados, son peraltados, apuntados y doblados. El
inferior recae sobre columnas entregas que están cortadas a media altura,
apeándose en ménsulas muy similares a las vistas en la capilla mayor. Este tramo
recto se cubre con una bóveda de crucería cuatripartita con una pequeña bola
decorando la clave. Los nervios son rectangulares y obvian cualquier tipo de
molduración. Arrancan, sobre la imposta, de unas pequeñas ménsulas formadas por
una pieza troncopiramidal invertida, decorada con hojas secas, y un anillo liso
seguido de un apéndice cilíndrico. Un arco diafragma apuntado apoyado en
columnas entregas completas, en ambos lados, da paso al hemiciclo de la girola.
Este se divide en siete tramos trapezoidales cubiertos con bóvedas de cuarto de
cañón fragmentadas por seis arcos fajones. Los dos más inmediatos a los tramos
rectos se molduran con dos gruesos baquetones con una escocia intermedia. En
los cuatro restantes esta molduración se repite solo en su arranque, siendo
sustituida, a partir de ahí, la escocia central por una moldura de sección
prismática, de modo que, en su mayor parte, los arcos realmente tienen un
perfil rectangular con sus aristas suavizadas con baquetones lisos. Se voltean
sobre columnas entregas cuyos fustes se cortan a media altura apeándose en
ménsulas como las ya comentadas. En sus capiteles, junto a las consabidas hojas
lisas y secas, aparecen otros modelos como el de hojas rehundidas o el que se
divide en dos órdenes con un baquetón sogueado y en la parte superior tiene
volutas angulares bajo las que se sitúan hojas picudas y lisas. Los cimacios,
lejos de presentar los típicos perfiles moldurados tan característicos de la
construcción, muestran una única moldura convexa lisa que se prolonga a lo
largo del muro del deambulatorio señalando el arranque de las bóvedas.
Tres capillas radiales se abren a la girola
alternando con tramos de muro. De estas la central ha perdido su tambor
semicircular al haberse destruido en el siglo XVIII para construir la actual
capilla cuadrangular. Se accede a ellas por medio de un arco triunfal apuntado
y también doblado. El superior descansa, sin mediación alguna, sobre el muro
mientras que el inferior lo hace sobre columnas adosadas a los machones laterales.
Sobre los capiteles los cimacios recuperan de nuevo la molduración tan
frecuente en la iglesia. Cada capilla consta de un tramo recto y un tambor
semicircular cubiertos, respectivamente, por bóveda de cañón apuntado y cuarto
de esfera. El arranque de estas se marca con una sencilla imposta en nacela que
desapareció en los hemiciclos para colocar los retablos barrocos. En el centro
del tambor se abren ventanas de medio punto de sección prismática cuyos arcos
se voltean, sin mediar separación alguna, sobre las jambas, tal y como veíamos
en el exterior.
Entre las capillas, como dijimos, se sitúan
tramos de muro en los que se disponen ventanas muy simples. Son de doble
derrame y un único arco de medio punto de aristas vivas. Sobre ellas, y por
encima de la imposta, se abren otras más pequeñas que, al situarse en el tramo
de bóvedas, provocan en ellas lunetos. La extraordinaria iluminación de este
espacio se completa con nuevas ventanas ubicadas sobre los arcos triunfales de
las capillas en las que se sigue con la idea de sencillez de las anteriormente
comentadas.
La iglesia de Melón ha venido siendo
considerada habitualmente, en especial a partir de los trabajos de L. Torres
Balbás, uno de los grandes investigadores de la arquitectura española medieval
en general y de la cisterciense en particular, como una “réplica reducida”
de la de Oseira. Yo mismo, pese a reconocer un acento borgoñón mucho más
marcado en lo que de su fábrica inicial ha llegado hasta hoy que en la más
completa ursariense, me sumé a esa interpretación y la defendí con argumentos
muy diversos, en parte distintos y novedosos, si bien complementarios, de los
aportados en su día por el citado estudioso. Un mejor conocimiento de las
novedades constructivas y decorativas que se introducen en el Reino de León
tras la llegada al poder en 1157 de Fernando II (será rey hasta 1188) me lleva
a pensar hoy, coincidiendo en esta lectura con la sutil propuesta formulada
también por J. D’Emilio, en la secuencia opuesta, esto es, en la prioridad de
la abacial de Melón sobre la de Oseira. Se dan cita en aquella, al menos en las
partes más antiguas llegadas hasta la actualidad (cabecera y cuerpo bajo del
transepto), soluciones o elementos como, entre otros, la apertura de vanos en
la girola por encima de los arcos de acceso a las capillas radiales; el
emplazamiento de capillas, una por cada costado, en el lado este del brazo del
crucero, flanqueando el ingreso en el deambulatorio; estructuras de pilares,
composición de sus zócalos incluida, como la de los torales; perfiles de
molduras (reténgase, en particular, la de gola lisa); la inserción de arquitos
semicirculares o ligeramente apuntados lisos bajo la cornisa del brazo norte
del crucero o el uso de congés para facilitar el enlace de formas de
configuración dispar, cuyo origen último se halla en tierras borgoñonas, una
región cuyo desarrollo artístico, como se ha indicado reiteradamente, fue
esencial para entender la renovación formal, estructural y escultórica sobre
todo, que se produce en los reinos de Castilla y singularmente de León a partir
de los años sesenta del siglo XII.
No todos los ingredientes presentes en la
cabecera de Melón, sin embargo, se explican en línea directa a partir de
nutrientes ultrapirenaicos. Para algunos hay que recurrir también a precedentes
locales, sobre todo compostelanos, sea sin intermediación, sea como antecedente
inmediato de propuestas que se desarrollan en nuestra abacial y cuya progenie
final se documenta más allá de los Pirineos, trátese de nuevo de Borgoña o del
Dominio Real / Isla de Francia. En relación con los ecos directos compostelanos
hay que mencionar, por ejemplo, la ordenación de las capillas de la girola,
separadas, como en Santiago de Compostela, por un tramo libre; la bóveda de
cuarto de cañón que cubre el hemiciclo de esa misma parcela, inspirada en la
que, en la empresa santiaguesa, se dispone sobre la tribuna que la circunda ya
en su cabecera, o tal vez, también, la inserción de arcos en los cierres
exteriores de la capilla mayor y del costado este de los brazos del crucero, un
expediente presente en la basílica compostelana a partir del lado oeste del
transepto. La lejana inspiración borgoñona se detecta en los capiteles con
hojas de acanto, formalmente muy cuidados, emplazados en los soportes del arco
de acceso a la capilla norte de la girola, emparentables con propuestas presentes
en la cripta construida bajo el Pórtico de la Gloria, los ecos de cuyas
formulaciones estilísticas más genuinas, convencionalmente conocidas como “mateanas”,
también se detectan en elementos como la clave en la que convergen los nervios
de la bóveda que cubre el hemiciclo de la capilla mayor. Por último, los
capiteles decorados con tallos dispuestos en aspa en su frente, ubicados en el
ingreso a la capilla radial central, derivados también, en última instancia, de
modelos utilizados en la cabecera de la misma cripta compostelana, evocan
lejanamente diseños del Domino Real / Isla de Francia.
No veo imposible, a la luz de los datos
invocados, fechar el inicio de la abacial de Melón en torno a los años sesenta-setenta
del siglo XII, una década, la primera, en la que, tras una paralización larga,
de algo más de dos decenios, se retoma la actividad constructiva en la parcela
occidental de la catedral de Santiago (de febrero de 1168 es la conocida “pensión”
que Fernando II le concede al maestro Mateo por los trabajos ya realizados en
ella y por los que todavía habría de llevar a cabo) y en la que se levanta
también lo esencial de la cripta, terminada, como señala un epígrafe dispuesto
en su exterior, en junio de 1171, sobre la que se alza la cabecera de la
impresionante iglesia de San Lorenzo de Carboeiro (Silleda, Pontevedra). Esta,
la abacial propiamente dicha, fue iniciada en julio de 1171 según atestigua
otra inscripción ubicada en el muro de cierre del primer tramo de la nave
meridional. Presenta este templo en sus partes más antiguas –cabecera y cuerpo
bajo del transepto– inequívocas similitudes formales (también marcadas
diferencias) con el de Melón, la más evidente, sin duda, la organización del
crucero, con una capilla abierta en el lado este de cada uno de sus brazos,
flanqueando el ingreso a la girola. A esta se abren también tres capillas
radiales, en este caso tangentes, no separadas, adoptando, reducido, el mismo
esquema que, a partir de 1162, se puso en marcha en la abacial cisterciense de
Santa María de Moreruela (Zamora), una empresa excelsa cuya deuda con
formulaciones de Borgoña y el Dominio Real es incuestionable, según demostré
cumplidamente en otros estudios, y que deriva, en última instancia, de la
cabecera de la iglesia, también monástica, de Saint-Denis (París, Francia),
impulsada por el abad Suger y consagrada en 1144. Una referencia, incluida en
un documento del 1 de mayo de 1165, a la exigencia de que en la iglesia de
Melón in honorem Sancti Michaelis altare constituatur y otra, una
donación de 1173 ad opera, pueden ser invocadas oportunamente en apoyo de la
datación que, para el inicio de la empresa en el entorno del año 1170, aquí se
defiende.
No es fácil pronunciarse sobre la evolución de
los trabajos en la abacial de Melón debido a la desaparición a finales del
siglo XIX, como ya se dijo, de la práctica totalidad de su cuerpo longitudinal.
De lo que resta, más allá de los reajustes a los que obligó esa intervención
decimonónica, parece desprenderse, además de una clara modificación de planes,
ya referida más arriba, en la nave del crucero, una cierta ralentización o
incluso una paralización de los trabajos a partir de las zonas altas del crucero
y en el cuerpo longitudinal. La falta de pericia –o, si se prefiere, la
torpeza– que se observa en el abovedamiento del brazo norte del transepto y el
hecho de que tanto la parcela central de este como su costado sur y, a juzgar
por el único tramo conservado, el primero, el más oriental, también la nave
mayor se hubiera cubierto con bóvedas de crucería estrellada (la presencia en
todas ellas del escudo de la Congregación de Castilla, a la que Melón se
incorporó en 1501 o en 1506, según los autores), así permite pensarlo.
Relacionar este hecho con la marcha de parte del equipo, encabezado por el
magister y los mejores canteros activos en el chantier, al monasterio de Oseira
en los años ochenta de la duodécima centuria para poner en marcha su abacial se
ofrece como una hipótesis tentadora, aunque no sea fácil de probar. No se opone
a ella el escaso predicamento que tuvieron, frente al éxito de que gozaron las
presentes en Oseira, las novedosas formulaciones empleadas en sus parcelas más
antiguas (cabecera y crucero), fuente, no obstante, de las que más y mejor
definen, sobre todo desde el punto de vista decorativo, a la iglesia receptora.
Es el caso, en particular, de motivos como la cinta plana dispuesta en zigzag,
las hojas diminutas con marcado nervio central distribuidas en sentido radial o
las flores geometrizadas multipétalas con botón central.
San Clodio
En el margen izquierdo del río Avia, en la
denominada Terra de Castela, se ubicaba el dominio del antiguo monasterio de
San Clodio do Ribeiro perteneciente hoy al ayuntamiento de Leiro. Desde Ourense
solo deberemos recorrer unos 35 km a través de la A-52 y la OU-504 para llegar
hasta las puertas del mismo tras haber atravesado un paisaje en el que el
viñedo, cuyo cultivo se extendió por toda la comarca de O Ribeiro precisamente
por el interés de sus monjes, es la nota predominante.
Monasterio de San Clodio (o de Santa
María)
Los orígenes del monasterio de San Clodio, como
los de muchos otros de esta geografía, hunden sus raíces en la leyenda. Una
historia casi mítica que los propios monjes del monasterio se encargaban de
transmitir de generación en generación como un modo de autoafirmación que,
además, certificase la antigüedad y prestigio de su institución.
Así, en el año 1572, el historiador Ambrosio de
Morales recogió, en el transcurso de su viaje por León, Galicia y Asturias, la
leyenda que le contaron los monjes según la cual san Vincencio se habría
aparecido a los monjes del cenobio de San Clodio de León anunciándoles la
razzia de Almanzor del año 982. Estos huyeron y fundaron este monasterio en
Galicia con la advocación del anterior. Al siglo VI retrotrae, en cambio, el
origen del monasterio Antonio de Yepes que, en su monumental obra Coronica de
la orden de san Benito, da el año de 554 como el de la llegada de los monjes
desde San Clodio de León, de donde habrían huido debido a la persecución
arriana en tiempos del rey Riquila que habría provocado el martirio del abad y
de doce monjes. El resto habría huido y fundado en estas tierras de Castela una
nueva casa con la advocación de su monasterio de origen.
Tras esta etapa legendaria el cenobio entra en
su fase histórica que comienza en el año 928 cuando Álvaro y Sabita firman el
documento de fundación de la nueva comunidad de fratrum, servorum et
ancillarum Christi, según reza el texto, que debía ocupar el edificio que
habían construido en la entonces denominada Villa Emeterii, junto al río Avia.
Del texto de esta carta fundacional se deduce que se trataba, como la mayoría
de los de aquella época, de un monasterio familiar y dúplice. De hecho, se
especifica claramente que el abad debe de ser siempre consanguíneo de los
fundadores. Para la realización del culto y para poder cubrir las necesidades
materiales de la comunidad se le otorgan, además del ajuar litúrgico y diversos
enseres, ganado de diversas especies, la villa Emeterii en la que está
emplazado y otras tierras que formarán el germen del dominio del monasterio.
Tras la fundación nos encontramos con un gran
silencio documental solo roto en el año 1076 por la donación de la villa de
Esposende por parte de Marina Moniz a San Clodio y su abad Monino. En 1105 una
nueva donación añade al patrimonio monacal unas villas en Bieite.
Pero, después de la carta fundacional, el
siguiente documento de gran interés para este cenobio es el denominado “testamento
del abad Pelagio”, del año 1158, que es realmente una especie de inventario
o estado de la cuestión del monasterio como preludio a un cambio en el seno de
la comunidad. Ese cambio no era otro que la introducción de la regla de San
Benito, con la que San Clodio se unía al imparable proceso de benedictinización
de los viejos cenobios altomedievales gallegos que se venía realizando ya desde
finales del siglo XI.
El siguiente momento importante en la historia
de la comunidad fue su paso a la observancia cisterciense que, según la
historiografía tradicional, se produjo en el año 1225, fecha con la que aparece
registrado en las tablas de Cîteaux.
Recientemente, F. J. Pérez Rodríguez ha
retrasado este momento hasta el siglo XV basándose en una serie de testimonios
documentales. Por un lado, presenta el testimonio de un monje moderno de San
Clodio que afirmó que el cambio al Cister se hizo “en tiempo del padre fr.
Juan de Grigoá. Abbad que comenzó antes de 1450 años a ser abad de san Clodio
de Císter”. Por otro, no aparece recogido entre los elencos de monasterios
cistercienses citados respectivamente por Alfonso X en 1268 y por Fernando IV
en 1309. Además, todavía en el año 1406, en un documento del mismo monasterio,
se dice que “é de la orden de san Bieyto”, siendo la primera mención
segura del Císter en San Clodio del año 1451, por lo tanto durante el abadiato
de Juan de Grixoá (1447?-1488?). Es entonces cuando, de hecho, se produce el
momento de verdadero esplendor de la comunidad que llegó a tener hasta una
veintena de monjes. En esto San Clodio se aparta de la tendencia general del
monacato gallego que, tras una época dorada en los siglos XII y XIII, se
enfrentó en los dos siglos siguientes a una franca decadencia espiritual y
material. Su entrada en la reforma de la Congregación de Castilla tardó en
realizarse ante la férrea oposición del prior Rodrigo de San Xes (1489-1488?)
siendo efectiva solo a partir del año 1536 con la confirmación del papa Pablo
III.
Tras el decreto de desamortización del año
1836, los monjes fueron expulsados y los bienes del monasterio pasaron a manos
del Estado destinándose las dependencias claustrales a Cuartel de la Milicia
Nacional. En 1843 el Ayuntamiento de Leiro instaló en el claustro principal la
escuela primaria, la cárcel y el salón de plenos, pero este uso no pudo impedir
el imparable deterioro de los edificios. En 1891, sin embargo, la vida
cenobítica volvió al monasterio con la llegada de una pequeña comunidad benedictina
procedente de San Julián de Samos.
La protección institucional llegó, al menos en
teoría, con la declaración como Monumento Histórico Artístico Nacional en el
año 1931, aunque el deterioro de muchas de sus dependencias continuaba
implacable. Hubo que esperar a los años noventa del siglo XX para que llegase
la definitiva recuperación de todo el monasterio a través de un ambicioso
proyecto de restauración y rehabilitación cofinanciado por la Xunta de Galicia
y la cadena hotelera Hotusa que abrió en las antiguas dependencias monásticas
el primer hotel-monumento gallego.
En el año 1999 comenzaron también las obras de
restauración en la iglesia que empezaron por las cubiertas y bóvedas, haciendo
transitable el espacio sobre ellas y permitiendo apreciar así las antiguas
vigas de madera de la techumbre. Se limpiaron también los muros interiores que
estaban encalados y se dotó a todo el templo de una nueva iluminación. La
última intervención digna de mención se produjo en el año 2014 con el fin de
restaurar las interesantes pinturas murales del siglo XVI que se conservaban
tras el retablo barroco que al ser desplazado unos tres metros hacia delante
permite su visita cómodamente.
La iglesia es el único testimonio que ha
llegado hasta nosotros del monasterio medieval ya que todas las dependencias
anexas fueron totalmente reconstruidas tras la incorporación de la comunidad a
la Congregación de Castilla.
En el mismo lugar debió de haber existido una
iglesia prerrománica de la que no nos queda ningún testimonio material pero sí
mención documental. De hecho, ya estaba construida cuando Álvaro y Sabita
otorgan la carta de fundación del monasterio, texto en el que, precisamente,
tras nombrar los santos bajo cuya protección está la comunidad se afirma que quorum
basilica sita est in territorio Castelle. A continuación, hablando del
monasterio se dice claramente en pasado quod construximus per
substentationem fratrum.
La siguiente noticia que tenemos de actividad
constructiva es en la época del abad Pelagio que en el texto de su “testamento”
afirma que feci ecclesiam hanc y que, además, sacravi eam cum episcopo
Bernaldo de Zamora. A pesar de la pompa que se le dio a la ceremonia a la
que también acudieron el arzobispo de Santiago Pedro Elías (1143-1149) y los
obispos Martín de Ourense (1132-1156) y Alfonso de Tui, la intervención
constructiva de este abad siempre ha sido considerada una simple restauración
del edificio anterior seguramente adaptándolo a las nuevas necesidades
litúrgicas y no como la construcción de una iglesia románica de nueva planta y,
desde luego, no de la actual. Esta debió de comenzarse en las últimas décadas
del siglo XII, a juzgar por sus rasgos tipológicos y estilísticos, y
finalizarse en la tercera o cuarta década del XIII. De hecho, conservamos una
manda testamentaria ad opera del mes de abril de 1227 que certifica
documentalmente que en esos años todavía existía actividad constructiva en el
edificio.
A pesar de las reformas sucesivas que sufrió,
este ha llegado hasta nosotros prácticamente íntegro y en buen estado de
conservación. Los cambios más importantes en su estructura se realizaron tras
la incorporación de la casa a la Congregación de Castilla con el objeto de
actualizar la estética del templo a la nueva espiritualidad moderna. Para
mejorar la sonoridad del interior se decidió cubrir las naves con bóvedas de
crucería estrellada. Esto supuso la modificación del sistema de contrarrestos
del templo. Desaparecieron así los arcos diafragma que sostenían la antigua
cubierta de madera, se recrecieron los muros exteriores y se prolongaron los
contrafuertes. Se unificaron entonces también los tejados de las naves, antes a
dos alturas diferentes, creando así la más práctica cubierta a dos aguas que
presenta hoy la iglesia.
Para mejorar la iluminación interior de la
iglesia se rasgaron las ventanas abocinadas de los ábsides y se abrieron vanos
cuadrados con derrame interior en los muros del presbiterio.
Fue en este momento también cuando se desmontó
la tracería del gran rosetón de la fachada principal y se convirtió en una
ventana rectangular a la que no se le puede negar ni su practicidad ni su
pésimo efecto estético al exterior. En la portada se cambió el dintel recto
original por un arco carpanel y se completaron parte de las roscas de las
arquivoltas, que se habían perdido, con decoración vegetal. En el primer cuarto
del siglo xvii, se construyó la torre de las campanas en un estilo clasicista
que también denuncia el templete que remata la fachada y que, por lo tanto,
debió de ser realizado contemporáneamente.
Es esta una iglesia de planta basilical con
tres naves, una tipología muy extendida en Galicia sobre todo entre las
pequeñas comunidades monásticas por su escasa complicación técnica y su
practicidad. Como suele ser habitual, la nave central es el doble de ancha que
las laterales rematando, cada una de ellas, en un ábside en la zona oriental.
Destacan estos, sobre todo en comparación con otras iglesias de la misma
tipología, por su profundidad. Los absidiolos tienen, de hecho, un profundo
tramo recto que en el ábside central se duplica, haciendo que el hemiciclo
sobresalga mucho en planta con respecto a los colaterales. En las naves,
observamos que el tramo inmediato al presbiterio es ligeramente más largo que
los siguientes originando así un crucero que, sin embargo, no se acusa en
alzado. El tramo inmediato a la fachada, donde hoy se encuentra el coro alto,
de nuevo vuelve a ser más largo aunque sin llegar a la medida del del crucero.
La puerta principal se abre en la fachada occidental aunque se encuentra ligeramente
desplazada con respecto al eje longitudinal de la iglesia. En el muro sur se
abría la puerta de los conversos, hoy tapiada, para comunicar la zona que les
correspondía del monasterio adyacente con el espacio que se les reservaba, al
oeste, en la iglesia. Distinta suerte corrió la puerta que, en el segundo tramo
comunicaba con el claustro y que fue sustituida en el siglo XVI por otra
moderna. Además, embebida por el grosor de los muros del ángulo suroccidental
de la iglesia se situó una escalera de caracol para subir a la torre
campanario.
Desde el exterior nos podemos hacer una idea de
las dificultades que tuvieron los constructores para instalar la iglesia en un
terreno con una fuerte inclinación norte-sur que obligó a realizar importantes
trabajos de desmonte.
La cabecera se asentó así sobre un alto
basamento que sigue las líneas trazadas por los tres ábsides. El central,
considerablemente más alto y ancho que los laterales, es en el que se hicieron
los mayores esfuerzos constructivos y decorativos.
El tambor, semicircular, se adosa a un gran
tramo recto sobresaliente y se divide en tres calles separadas por columnas
entregas. En el centro de cada calle se abre una ventana saetera con
abocinamiento al exterior. Este núcleo central se completa con una arquivolta
de medio punto formada por un baquetón angular y dos escocias que se animan con
una serie de sencillos botones. Esta descansa sobre esbeltas columnas
monolíticas acodilladas. Sobre ella, una chambrana en nacela que se decora con
motivos vegetales y que descansa sobre una imposta, también en nacela, que se
decora esta vez con rombos de escaso relieve y que recorre todo el tambor
horizontalmente anillando incluso
s entregas.Estas nacen en basas áticas apoyadas en altos
plintos prismáticos que se adosan al basamento y rematan en capiteles de
temática vegetal, bajo la cornisa.
Esta está formada por un alero de perfil en
nacela donde volvemos a encontrar la misma decoración de rombos de la
chambrana. Los canecillos, por su parte, son todos muy sencillos, la mayoría
rematados en forma de proa o en cuarto de circunferencia. En los ábsides
laterales las cualidades estéticas se concentran en la simplicidad de las
líneas arquitectónicas. Solo el del norte resulta hoy visible ya que su
correspondiente del lado sur ha quedado embutido dentro de los muros del
edificio del monasterio moderno. Su tambor semicircular, totalmente liso, se
adosa a un corto tramo recto mediante un codillo aristado en la parte externa
mientras que muere directamente contra el ábside central en el lado contrario.
En el centro se abre una única ventana, también abocinada al exterior, que no
tiene más decoración que la arquivolta aristada que la enmarca. La cornisa en
nacela que corona el conjunto está también guarnecida de canecillos que imitan
los diseños vistos en el principal.
El muro del hastial ha sido bastante modificado
en época moderna, sobre todo con el fin de unificar la cota de los tejados de
las naves. En la parte sur todavía se puede intuir, de hecho, la original
diferencia de alturas que ha sido, sin embargo, eliminada en la parte norte. A
juzgar por los desajustes en los sillares del piñón, sobre el ábside principal
debió de existir un rosetón para iluminar directamente la nave principal. Este
elemento, tan característico de esta tipología de iglesia abacial, fue eliminado
y, en su lugar, se abrió una ventana rectangular. Sobre los ábsides
colaterales, donde se suelen abrir sencillas saeteras, encontramos hoy dos
anchos vanos, también fruto de las reformas modernas.
El muro de la colateral sur quedó totalmente
oculto con la construcción del claustro y la sacristía modernos pero, en
cambio, el norte se encuentra totalmente a la vista aunque muy reformado. A
pesar del recrecimiento comentado conserva la primitiva estructura de cinco
tramos separados por contrafuertes. En los tres últimos paños de muro todavía
se conservan las sencillas saeteras rasgadas con simples arcos de medio punto
para iluminar tenuemente la nave lateral.
Los muros superiores de la nave central,
originalmente al exterior, quedan hoy cubiertos por el tejado, pero su
primitiva estructura todavía es visible en los últimos tramos de las naves
laterales que nunca fueron abovedados. Así, los cinco tramos se separarían
también por contrafuertes que serían el resultado de la prolongación en altura
de los pilares de separación entre las naves. En cada paño debió de existir una
saetera para iluminar directamente la nave central, dato que se infiere a
partir del vano de este tipo que todavía sobrevive en el tercero de los tramos.
Todo el muro se remata con una cornisa en nacela lisa sostenida por canecillos
cuyas formas se simplifican todavía más que en las partes bajas siendo la
mayoría de los que quedan a la vista, con remate en proa.
La fachada principal, después de la cabecera,
es el punto en el que se puso un mayor esfuerzo constructivo, compositivo y
decorativo. Su articulación es una variante de la tradicional fachada de esta
tipología de abacial en la que se traduce perfectamente la organización
interior.
Verticalmente, se divide en tres calles
mediante dos grandes contrafuertes que reciben los empujes de los arcos
formeros del interior, y horizontalmente, en dos cuerpos mediante una cornisa
que, a modo de sencillo tornalluvias, marcaría el nivel del tejado del pórtico
que se habría previsto para la parte baja de la fachada y cuya estructura
lignea, hoy desaparecida, se apoyaría en los canzorros de perfil de cuarto de
circunferencia que todavía jalonan la fachada. En la calle central, más ancha
que las laterales, es donde se centró el mayor esfuerzo plástico. En su cuerpo
bajo se abre la portada principal de la iglesia que está formada por tres
arquivoltas apuntadas.
La interior y la exterior son idénticas
conformándose por medio de un baquetón liso escoltado en la rosca y en el
intradós por dos escocias lisas. Por su parte, la arquivolta intermedia está
completamente decorada con motivos vegetales de gran variedad. Todo este
conjunto está guarnecido por una ancha chambrana decorada con plásticas cabezas
de clavo. En las dos jambas, las arquivoltas descansan sobre columnas
acodilladas de fustes monolíticos, basas de tipo ático y capiteles que
presentan todos decoración vegetal, excepto uno en el que se reconocen dos
aves. Sobre ellos los cimacios presentan una plástica combinación de molduras
cóncavas y convexas que se prolonga, a modo de imposta, por los dos tramos de
muro a ambos lados de la portada.
El cuerpo superior está presidido por un gran
rosetón que, originalmente, inundaría de luz la nave principal. Sin embargo,
las modificaciones ya comentadas le hicieron perder el protagonismo que tuvo.
Está formado por tres anillos, de los cuales, el interno, ha perdido parte de
las dovelas en la parte inferior. La composición general es muy cuidada
buscándose las cualidades estéticas en la alternancia de motivos abstractos y
naturales. Así, tras la rosca interna de molduras poco plásticas, encontramos otra
en la que los juegos lumínicos se hacen más evidentes en las hojas dobladas que
lo decoran y que son un motivo recurrente en los rosetones románicos. En este
caso llama la atención la gran calidad y variedad de estas hojas realizadas con
un estilo que busca el volumen y el claroscuro a través de formas
intencionadamente angulosas.
Entre la vegetación, este escultor, al que no
se le reconocen más obras en la iglesia, esculpió una serie de cabezas humanas
y animales como si de los márgenes de un manuscrito se tratase. Así, en la
clave encontramos un rostro barbado de cuidados y proporcionados rasgos, y en
los laterales vemos aparecer unas veces cabezas de felinos e incluso un prótomo
de un cuadrúpedo que, por sus rasgos poco definidos, es difícil de identificar.
A continuación, nos encontramos de nuevo con una rosca moldurada, centrada por
un grueso baquetón angular y, finalmente, en la chambrana externa vuelve la
plástica y menuda decoración vegetal.
En la calle norte debió de existir una puerta
lateral que fue tapiada en fechas tempranas dado el desgaste que presentan los
sillares que la sellan, que en poco se diferencian de los del resto de la
fachada. En el cuerpo alto volvemos a encontrar un rosetón que, aunque tampoco
conserva tracería, sí una desarrollada rosca formada por una plástica sucesión
de molduras cóncavas, planas y convexas. La calle sur dispone también de un
rosetón para iluminar el interior de la nave lateral pero su aspecto general, hoy
muy alterado, debió de ser ya originariamente diferente al de la calle norte.
De hecho, en este ángulo había sido prevista una torre campanario tal como
encontramos en otros ejemplos de iglesias anteriores y contemporáneas de esta
misma tipología. Testimonio de ello es el cuerpo bajo de la actual que, al
menos hasta el nivel de la imposta, es de fábrica románica. Lo atestiguan así
la estereotomía de los muros y la continuidad por ellos de elementos
arquitectónicos como el tornalluvias o los resaltes escalonados, todos ellos
coincidentes en altura con los de los contrafuertes de la calle central.
Además, si recordamos, en este ángulo por la parte interior es donde se
construyó la escalera de caracol para acceder al nivel de campanas. En el siglo
XVII lo que se hizo fue aprovechar este cuerpo bajo para alzar sobre él el
nuevo campanario moderno.
La fachada remataría en la parte superior con
un piñón a dos aguas que ocultaría, a modo de telón, la verdadera cubierta a
dos niveles de las naves.
Aunque se ha venido repitiendo en diversas
ocasiones que los paños laterales tuvieron que haber sido elevados cuando se
realizaron las bóvedas de las naves laterales, es decir, a principios del siglo
XIX, lo cierto es que no se aprecia ningún tipo de alteración en el paramento
de esta parte superior donde encontramos, de hecho, el mismo formato de
sillares, y con el mismo tipo de erosión del resto de la fachada.
Por la parte interior de este muro, hoy visible
desde el coro alto, bajo el actual tejado, se confirma esta suposición ya que,
de nuevo, los sillares románicos continúan sus hiladas con normalidad
apreciándose perfectamente la línea diagonal, excavada en ellos donde se
encajaban las tejas de la antigua cubierta de la nave lateral.
En general, la tendencia que encontramos en el
exterior es de gran sobriedad, un rasgo que también se respira en el interior a
pesar de las complejas bóvedas tardogóticas que hoy llaman nuestra atención.
La cabecera, como veíamos en el exterior, está
formada por tres ábsides, de los cuales el central es el que destaca por sus
dimensiones. Se abre a la nave mediante un gran arco triunfal apuntado y
doblado con perfiles en arista viva. A cada lado, dos columnas entregas con
capiteles vegetales recogen el arco. El interior del presbiterio llama la
atención por su amplitud, resultado de los dos tramos rectos a los que se adosa
el tambor semicircular del ábside. Ambos se separan mediante un arco fajón que
descansa sobre capiteles que, a su vez, apoyan sobre ménsulas de base decorada.
Se distinguen también ambos tramos por su cubrición siendo la del primero de
ellos una bóveda de crucería cuadripartita. Sus nervios, de perfiles
baquetonados, descansan, por encima de las líneas de imposta de los muros,
sobre sencillas ménsulas, una de las cuales se decora con formas vegetales. El
tramo siguiente tiene una más tradicional bóveda de arista que da paso a la
bóveda de horno del hemiciclo absidal. En este destacan las ventanas que
simplifican su diseño con respecto al exterior al conformarse con una única
arquivolta de perfil recto que enmarca el derrame interno.
Las capillas laterales repiten su arco de
entrada doblado sobre columnas acodilladas y se cubren, el del sur, con bóveda
de cañón apuntada y, el del norte, con bóveda de cañón. El tambor se une al
tramo recto mediante un codillo aristado al ser ligeramente más estrecho. Las
ventanas, situadas cada una de ellas en el centro del hemiciclo, enmarcan su
derrame interno también son una sencilla arquivolta que descansa directamente
sobre las jambas que, como el arco, tienen perfil en arista viva. En el muro de
la capilla sur se abrió una credencia cubierta con arco de medio punto a paño
con el muro y cuyo hueco llegaba hasta el suelo aunque hoy se encuentra tapiada
la mayor parte de su parte baja.
El cuerpo de naves está conformado por una
sucesión de cinco grandes arcos por cada lado. Son todos ellos doblados y
ligeramente apuntados. Se levantan sobre pilares compuestos de núcleo
prismático y columnas entregas que, en la nave central, han sido prácticamente
eliminadas tras la construcción de las bóvedas, desapareciendo también con
ellas los capiteles y los grandes arcos diafragma que sostendrían la cubierta
original de madera. Donde sí se conservan es en las naves laterales donde
observamos que se trata de arcos también apuntados que apoyan sobre capiteles a
la misma altura que los arcos torales.
Sobre ellos, un tramo de muro transversal
recogería los empujes de la nave central y serviría de apoyo a la mencionada
cubierta primitiva. La extrema sobriedad de los muros extremos de las
colaterales, carentes incluso de imposta que las recorra, solo se ve rota por
las ventanas que se abrían en cada uno de los tramos y de las que, como
dijimos, solo quedan algunos ejemplos. Presentan un diseño muy sencillo basado
en recursos puramente arquitectónicos con un derrame interno enmarcado por un
arco de medio punto que, en algún caso, es ya ligeramente apuntado y que se
voltea directamente sobre las jambas.
El capítulo de la escultura en San Clodio se
reduce a la decoración de elementos arquitectónicos y se centra sobre todo en
los capiteles, algunos cimacios, muy tímidamente en el exterior del ábside
central y en la fachada principal. En el interior, los escultores mejor dotados
fueron los encargados de decorar la zona oriental de la iglesia ya que es donde
se detectan los mejores ejemplos de capiteles que luego serán repetidos hasta
la desnaturalización casi total por un segundo taller de menor calidad. Los modelos
para la mayoría de ellos los encontramos en la iglesia del monasterio también
cisterciense de Santa María de Melón. En algunos casos las concomitancias son
tales que se ha hablado incluso de la presencia en el taller de San Clodio de
maestros procedentes de esta casa cisterciense. Buen ejemplo de ello son más de
media docena de capiteles decorados con hojas muy planas y pegadas al bloque.
De las puntas de las que ocupan los ángulos de la cesta cuelgan otras hojas,
esta vez con más volumen y generalmente muy estriadas. Es un modelo que se
utilizó en el tramo recto de la capilla mayor de Melón y que en las naves de
San Clodio puede adoptar diferentes variantes como la franja de unión de las
hojas en la base del capitel que vemos, por ejemplo, en el machón que separa
las capillas mayor y del evangelio y que, en el capitel contiguo, en el arco
triunfal de esta última capilla colateral, se hace considerablemente más ancho.
En la mayoría de los casos, como en el capitel del primer tramo de la nave
norte, de las puntas de las grandes hojas cuelgan dos hojas simétricas de forma
acaracolada, pero en otros –segundo tramo de la nave sur– es una única palmeta
la que puede colgar de un botón y, en otras ocasiones –arco fajón oriental del
presbiterio– tener remates rizados. En el arco triunfal de la capilla de la
Epístola encontramos la versión simplificada de este tipo anterior, en el que
simplemente se cubre el capitel con grandes hojas planas angulares entre las
que surgen otras en segundo plano. En la misma línea de sencillez máxima se
encuentran otros tres capiteles vegetales situados todos en las naves laterales
y cuyo modelo está en la girola y en la capilla mayor de Melón. Son capiteles
que se cubren íntegramente por una fila de agudas hojas muy planas que casi
siempre nacen de una base común y que como en el situado en el tercer pilar
norte se ha llegado a una desvirtualización tal que la base común de las hojas
se ha convertido en un ancho anillo troncocónico del que salen unas
irreconocibles hojas.
Más clarificador de esta íntima relación entre
los talleres de San Clodio y Melón es el capitel derecho del arco triunfal de
la capilla mayor, formado por un haz de tallos en forma de aspa en cada uno de
sus tres lados. Es un tipo creado por el taller de Melón a partir de un modelo
borgoñón utilizado por primera vez en Galicia en la cripta del Pórtico de la
Gloria de la catedral de Santiago de Compostela. Este capitel, también muy
utilizado por el taller de Santa María de Oseira, es un ejemplo no solo de la
poderosa influencia de los edificios cistercienses en la Galicia rural sino
también de la existencia de talleres de escultores itinerantes que proveen de
modelos a los artistas locales. Este mismo tipo de capitel aparece, y también
en las partes más orientales del edificio, en construcciones como San Pedro de
Ramirás, Santa Mariña de Augas Santas, San Vicente de Pombeiro, Santa María de
Xunqueira de Espadañedo y en la más próxima San Juan de Ribadavia.
En el capitel izquierdo de este mismo arco
triunfal y en el machón que separa la capilla mayor de la de la epístola
encontramos dos soberbios capiteles de hojas rizadas. Es un tipo muy difundido
en la zona ourensana por los talleres de formación compostelana que trabajan,
sobre todo, en el transepto de la catedral y en el gran centro irradiador que
fue el monasterio de Oseira. En los dos capiteles que sostienen el arco fajón
más occidental del presbiterio se labraron sendas parejas de sirenas-pájaro que
siguen también, aunque con una factura más torpe, los modelos de estos talleres
para los que este tema fue particularmente querido. De hecho, en la composición
se reconocen algunos de sus estilemas como la posición afrontada de los
híbridos o la forzada doblez de sus cuellos para situar las cabezas sobre las
colas y adaptarse así al complicado espacio de la cesta del capitel.
También muy utilizado por el taller de Oseira
es el tipo de capitel de hojas que se doblan en sus puntas para albergar bolas
y del que se conservan tres ejemplos en los pilares que sostienen los arcos
torales de las naves. En el más oriental encontramos también el tipo en el que
las hojas rematan en unas potentes volutas acaracoladas en forma de tallos
vegetales.
Aunque con una calidad bastante relativa, uno
de los escultores de este taller imita en un capitel del tercer pilar de esta
panda sur el modelo ursariense de capitel con cinco palmetas en la parte
superior que aparecen rodeadas, cada una de ellas, por un tallo que se prolonga
hacia la parte baja de la cesta enrollándose en sí mismo.
Los escultores que podríamos denominar “locales”
imitan estas obras con un estilo más burdo y carente de maestría hasta el punto
de hacerlos casi irreconocibles. Sus obras se sitúan, sobre todo, sosteniendo
los arcos torales y diafragma más occidentales, es decir, los últimos en ser
volteados. Esto demostraría, como sucede en otras construcciones coetáneas, que
una vez que el grueso del edificio estuvo levantado el taller principal lo
abandonó dejando la finalización en manos de maestros de segunda categoría.
Buena prueba de ello es la repetición con un lenguaje más tosco del capitel con
hojas en aspa del arco triunfal que uno de estos escultores talla en el último
tramo de la nave central.
Uno de ellos se atreve también con el tema de
las sirenas-pájaro afrontadas que, como vimos, también aparecían en el
presbiterio pero estas resultan desproporcionadas y con unos rasgos apenas
insinuados. El mismo taller se vuelve a adentrar, aunque con los mismos pobres
resultados, en el tema teriomórfico en otros dos capiteles, uno con el tema de
las dos aves bebiendo de un apenas irreconocible cáliz y el otro con lo que
parecen dos garzas o cigüeñas –a juzgar por sus largas patas– que escoltan un
tallo vegetal entrelazado que se labró en la cara frontal de la cesta.
Aportación de este taller son también ciertos motivos decorativos como el
empleo de rombos en la cornisa del ábside central, un tema muy repetido en la
comarca de O Ribeiro, donde lo encontramos, por ejemplo, en el ábside de la
iglesia de San Juan de Rivadavia.
En general la iglesia abacial de San Clodio es
un buen ejemplo de la perduración de las fórmulas del románico pleno en la
Galicia rural. Hemos visto como, arquitectónicamente, es una construcción
anclada en la más pura tradición. El tipo de planta, los volúmenes
perfectamente articulados por yuxtaposición y las proporciones son testimonio
de ello. Al mismo tiempo no deja de ser un testimonio de este momento de
transición hacia el nuevo espíritu gótico que tímidamente se empieza a entrever
en varios detalles de la construcción y la decoración como la amplitud de la
capilla mayor, los arcos apuntados de gran luz utilizados en las naves, la gran
importancia otorgada a los rosetones, las arquivoltas apuntadas de la portada
occidental e incluso algún capitel de esta misma portada o del interior en los
que se esculpen hojas que imitan modelos naturales y con una disposición que
rompe con las estereotipadas composiciones románicas.
Al hablar de la escultura del templo ya se
anunció la gran dependencia del obrador de San Clodio con respecto a Santa
María de Melón, una iglesia que se debió de comenzar en los años setenta del
siglo XII. De ella se toman muchos detalles como el tipo de credencia con arco
de medio punto, los canecillos en proa en las cornisas, los cimacios de los
capiteles moldurados con la misma sucesión de toros y escocias, las ménsulas
con columna de un solo tambor, o el tipo de arranque de los nervios de la
bóveda de crucería de la capilla mayor. La molduración de estos nervios, sin
embargo, procede del gran centro de irradiación artística que fue el monasterio
de Oseira, de donde también debe de provenir la idea de abrir ventanas en el
muro superior de la nave central para iluminarla directamente.
Serantes
La localidad de Serantes se encuentra en el
municipio de Leiro, en la comarca de O Ribeiro, a unos 40 km de Ourense. Para
acceder a la iglesia hay que dirigirse hacia el Oeste, en dirección a las
localidades de Lebosende y Lamas.
Iglesia de Santo Tomé
Pertenecía al monasterio de Santa María de
Melón y las menciones documentales conservadas son del siglo XIII. Se trata de
una pequeña iglesia que repite el esquema de una nave y ábside rectangulares
tan típico del románico rural gallego.
Destaca en este caso, sin embargo, la altura de
la nave frente a la altura del ábside, mucho más bajo el segundo, efecto que es
potenciado, además, por el acusado desnivel del terreno del lado oriental. Por
lo demás, volumetrías perfectamente definidas que solo son alteradas por una
torre campanario barroca y la sacristía anexa al muro meridional de la
cabecera, que presenta una inscripción con el año 1732 en el lado sur. Los
enormes paramentos que provoca la singular altura a la que nos referimos no se
perciben, sin embargo, desnudos.
El juego de contrafuertes del lado norte o el
muro saliente del lado sur, junto con los prominentes aleros de arquillos,
proporcionan una sensación de conjunto que encuentra en la fachada occidental
un digno remate a uno de los ejemplos paradigmáticos de la arquitectura
orensana de finales del siglo XII, principios del XIII.
El muro norte se organiza en cuatro tramos
separados por contrafuertes. Estos se elevan dos tercios de la altura total del
muro, dando lugar a una franja continua previa al remate del tejado. El alero
se compone por una línea de cobijas cortadas en nacela decorada con rombos.
Conforman la cornisa un total de veintiocho arquitos apoyados en otros tantos
canecillos. Los arquitos del alero van a acoger en ocasiones decoración,
geométrica mayormente –bolas, solas o en grupos de hasta tres–, veneras o
entrelazos. Otro tanto ocurrirá con los canecillos, que también van a nutrirse
de motivos geométricos, vegetales y figurados. Completan el lienzo
septentrional dos vanos en aspillera en los tramos centrales del muro.
En el lado sur, más alterado que el norte,
destaca el refuerzo del muro que enmarca el acceso meridional y cuyo
vierteaguas ha sufrido arreglos recientemente. La cornisa carece de los
consabidos arquillos en el tramo inicial de oriente, ubicándose hasta cinco
canecillos directamente bajo las cobijas. Esto obedece a las modificaciones
provocadas por el añadido de la torre. Las cobijas, también en este lado, se
cortan en nacela con rombos. Los canecillos se decoran aquí con una suerte de
motivos geométricos, algunos vistos en el lado norte, combinados con algunas
representaciones figuradas de personajes en distintas actitudes. Bajo los
arquillos también nos vamos a encontrar algún que otro motivo decorativo, de
bolas o cabezas de personajes, en su mayoría.
La portada que se abre en el lado de la
epístola está, como decíamos, enmarcada en un tramo de muro saliente, al que se
abre, además, una aspillera.
Este acceso, aunque es de muy reducidas
dimensiones, se completa minuciosamente. Se trata de un vano con arco de medio
punto de bocel sogueado y rosca con media caña decorada con dientes de sierra
entre listeles, con chambrana de hojas dispuestas radialmente y enmarcadas
entre finos listeles. Estas hojas, motivo muy difundido y llevado aquí al
extremo del geometrismo, doblan sus puntas para acoger bolas en su seno. La
arquivolta apea en un cimacio cortado en nacela decorada, en el extremo
occidental, con bolas que dejan paso a una serie de reptiles muy deteriorados.
En el lado oriental, el cimacio se completa con una gruesa serpiente. Las
columnas, de fuste liso, apean sobre basas de corte ático con el toro inferior
muy desarrollado, que soportan sendos capiteles con decoración figurada. En el
capitel del lado occidental se representa una lucha entre hombre y cuadrúpedo
(¿un león?) y entre hombre y ave en el oriental. Las mochetas que sostienen el
tímpano representan sendas cabezas, tocadas, que se giran hacia el exterior.
En el tímpano se representa una cruz potenzada
con ensanchamientos circulares en los brazos, en bajo relieve, inscrita en un
círculo. Esta cruz parece una réplica monumental de la cruz de bronce de San
Munio de Veiga, vinculada con el primer taller de Limoges.
El ábside se organiza igual que la nave. En el
lado meridional se han incorporado la sacristía y un arcosolio funerario que
tapan gran parte del paramento. La cornisa se compone de cobijas en nacela con
bolas sobre arquillos apoyados en canecillos, y que se nutren de formas de
cabezas y distintos motivos geométricos. Los arquitos se perfilan aquí con
arista achaflanada que, en los más orientales, se decora con pequeñas bolas.
Embutido en la obra de la sacristía se aprecia un contrafuerte de refuerzo del
arco fajón que, en el interior, sostiene la bóveda de cañón algo apuntada. A su
lado se ha practicado un vano rectangular con leve derrame externo. En el lado
norte las cobijas van a repetir la decoración de rombos que veíamos en la nave.
Los arquillos vuelven a ser lisos, algo cerrados los del extremo oriental,
creando un efecto de herradura que debe obedecer a una reforma posterior. Los
canecillos sobre los que apean –ocho en total– se decoran con cabezas de
animales, motivos geométricos y decoración vegetal muy deteriorada en algunos
casos. Además del refuerzo del arco fajón que también vimos en el lado
meridional, aquí se han añadido dos gruesos contrafuertes lisos. El muro
oriental debió ser reconstruido recientemente, borrando todo rastro de la
ventana que en él se abría. A esta ventana deben pertenecer los capiteles
entregos que aún se conservan apartados en el interior de la nave. Estos están
decorados con distintas escenas de aves y personajes en actitudes de difícil
interpretación. Cabe imaginarse una ventana completa, con doble abocinamiento
de medio punto sobre columnas.
La fachada occidental se organiza a partir de
dos grandes contrafuertes prismáticos que enmarcan los dos cuerpos que la
componen; uno inferior con la portada; otro superior con vano en forma de
rosetón. La portada se conforma a partir de una doble arquivolta tímidamente
apuntada.
El arco interior se decora con bocel y medias
cañas en intradós y rosca, ubicándose en las medias cañas de esta una serie de
cogollos –tres por dovela–. El segundo arco se perfila con un sogueado con
medias cañas que acogen en la rosca unas hojas puntiagudas con prominente
nervio central, que se doblan para acoger una bola en su extremo superior, y
que están dispuestas radialmente. En la media caña del intradós se colocan
hojas carnosas, aveneradas, dispuestas, igualmente, de forma radial. La
chambrana se separa del segundo arco por una moldura en junquillo seguida de un
sogueado y se remata con un caveto con fino listel externo que acoge una serie
de hojas de acanto dispuestas radialmente, muy amplias estas, que se doblan
creando caulículos.
Las arquivoltas apean sobre un cimacio acaveto que se decora con figuras zoomórficas y que se extiende hasta los
contrafuertes laterales. En el lado septentrional se colocan aves, bóvidos y
una figura tumbada con callado en la cornisa exterior; cánidos en el cimacio
del capitel interior. En el lado meridional, dragones, reptiles y peces. Los
capiteles se apoyan sobre columnas adosadas de fuste liso las internas, y
entorchado las externas, sobre basa ática y plinto liso.
Los capiteles están ricamente decorados. En el
lado norte, en el exterior se representa una escena de tres hombres entre
motivos vegetales en la que se ha interpretado, el central, que se coloca en el
vértice de la cesta, como un Espinario de carácter priápico. El que está a su
lado cubre su cesta con tallos entrelazos y otros elementos vegetales. En el
lado sur, el interior de los capiteles presenta dos aves, dispuestas en sus
caras mayores, que picotean una misma piña colocada en el ángulo. Ambas aves se
apoyan sobre sendos animalillos cuadrúpedos. El capitel que resta de este grupo
se decora con grandes hojas ubicadas en los ángulos, que se rizan en los
extremos creando pequeñas volutas y que se parten longitudinalmente por un
grueso tallo. Las jambas se cortan en arista viva.
El tímpano se apoya sobre mochetas con
representaciones de cabezas de animales. En el lado norte un cánido con un
cuadrúpedo en la boca (¿Lobo y cordero?). Al lado sur un bóvido.
El tímpano está muy ricamente decorado. En él
nos encontramos una cruz trebolada en cuyos brazos se posan dos aves.
Vegetación de fondo y dos personajes, uno que se echa una mano a la mejilla y
el otro que contempla la cruz. Se trata de la representación de un Calvario,
con María y San Juan a los pies de la cruz. El borde del tímpano se completa
con una inscripción: fvndata est (ista ecclesia) sub era mccviii, es
decir, año 1170.
Sobre la portada, separando los dos cuerpos de
la fachada, se extiende, de contrafuerte a contrafuerte, un tejaroz que va a
repetir el esquema de arquillos sobre canecillos que vimos en los aleros de los
muros laterales. Bajo los once arquitos se sitúan distintos motivos geométricos
o personajes que adoptan variadas posturas. En los diez canecillos que
sustentan estos arcos veremos igualmente personajes que plasman una serie de
actitudes, tanto obscenas como cotidianas, y una enorme y monstruosa cabeza en
el extremo meridional.
Destacan, entre ellos, un espinario, una mujer
exhibicionista, un hombre que bebe de un tonel, un malabarista y dos canecillos
con lectores, uno de ellos con una pareja que comparte un libro. El tejaroz se
culmina con una cornisa decorada con carnosas hojas como las que veíamos en la
chambrana de la portada.
El cuerpo superior de la fachada se organiza en
torno a un rosetón flanqueado por una doble arquivolta. El arco interior, de
medio punto, se corta en bocel, media caña y un deteriorado baquetón en su
rosca. El segundo arco se completa con listel sogueado y nacela decorada con
motivos geométricos.
La cornisa sobre la que apean los arcos se
decora con motivos geométricos. En el extremo norte se crea un zigzag de
ángulos rectos que acogen pares de bolas en sus senos. Este zigzag se vuelve
curvo en las piezas interiores, que pasan a completar sus senos con una sola
bola. Sobre estos motivos, un fino listel se decora con dientes de sierra. En
el lado sur el deterioro no permite precisar qué completa el zigzag, mientras
que el listel se remata en estría plana. Las columnas se realizan en fustes
lisos, monolíticos, geminadas las interiores, sobre basa ática.
Los capiteles se decoran con motivos vegetales,
que en el caso de los mejor conservados se puede apreciar el típico juego de
hojas vueltas con bolas en el extremo superior. Un hermoso rosetón completa el
conjunto, decorado con diversos motivos geométricos de amplio zigzag y bolas en
el remate mural, con núcleo de vano polilobulado –de seis arquillos
ultrasemicirculares– rematados con un anillo de decoración vegetal, y rosca con
un motivo en Y –resultado de crear una secuencia de arquitos trebolados– repetido
doce veces y dispuesto radialmente. En el hastial que remata la fachada, nos
encontramos una cabeza. El muro se completa a dos aguas, en cuyo vértice se
coloca una cruz antefija con entrelazos calados.
El interior de Santo Tomé de Serantes es amplio
y diáfano. Destaca la altura de la nave, apenas alterada, y a la que se abren
cinco vanos, además de los dos accesos. De las ventanas, las dos del muro norte
y la que se abre en el muro sur, son abocinadas, de amplio derrame interno,
rematadas en arco de medio punto. Las dos restantes corresponden al muro
oriental de la nave y al hastial occidental. La primera es un vano abocinado
recto, de profundo derrame interno, que debió ser modificado en época moderna.
La última es un amplio rosetón, doblado, que perfila las molduras que lo
componen en chaflán.
El arco triunfal marca, de algún modo, el fin
de la austeridad que prima en la nave. Se trata de un arco doblado y apuntado
que se corta en arista viva, sin más decoración. La dobladura del arco, sin
embargo, se va a perfilar en bocel, con doble media caña en el intradós y
amplia media caña en la rosca, decorada esta con bolas a lo largo de su
recorrido. La chambrana que culmina el juego de arcos se corta en nacela con
fino listel en el extremo, la primera decorada con tres filas de gruesos
billetes. Esta apoyaría en un cimacio, hoy oculto por añadidos posteriores, que
debía rematar o a la altura de la chambrana o en el extremo de la nave. Esta
imposta va, sin embargo, a circundar los capiteles y a continuar por los muros
laterales del ábside hasta el extremo oriental del mismo.
Su va a variar a lo largo de su
recorrido. El frontal que daría a la nave está oculto tras un retablo en el
lado del evangelio y detrás de un baldaquino gótico en el lado de la epístola
–y probablemente repicado–. Sobre el capitel septentrional vamos a encontrarnos
un cimacio en nacela, decorada con entrelazado de doble baquetilla, que acoge
en los huecos una especie de frutos de los que vemos tallo y cáliz, donde el
primero va a alternar su posición entre la parte superior o la inferior. En el
lado meridional, el cimacio va a presentar una doble baquetilla ondulante que
presenta hojas carnosas en sus huecos. Los capiteles van a estar igualmente
decorados. En el del lado norte una serie de personajes agarran y alimentan
aves. En el del lado sur, se disponen en las esquinas hojas carnosas y nervadas
que rematan en volutas, mientras que en el frontal se sitúa una piña con largo
tallo. Estos apean sobre columnas de fuste liso sobre basa ática que decoran el
toro inferior y plinto con motivos geométricos, vegetales y con cabezas en los
ángulos.
El ábside ha sufrido algunas modificaciones. Se
trata de un espacio dividido en dos tramos rectos de los cuales el primero apea
en un banco de fábrica, que se corta a bocel, y que ha sido mutilado en el lado
de la epístola para realizar el acceso a la sacristía en época moderna. Se
cubre con bóveda de cañón apuntado reforzada con un arco fajón con una cabeza
tallada en la rosca de la clave, y que se apoya en columnas que repiten el
esquema del arco triunfal; en el lado septentrional, prominente cimacio en nacela
con decoración de entrelazos, capitel con doble orden de hojas que vuelven sus
puntas para acoger grandes bolas que a veces son cabezas, fuste liso y basa
ática sobre plinto que apea en el mencionado banco; en el lado meridional,
cimacio en estría plana con hojas carnosas y nervadas que vuelven sus puntas
para acoger bolas en su seno, capitel de entrelazos con cabezas de cánidos en
los ángulos superiores que muerden las cintas, fuste liso y basa ática que apea
igualmente sobre plinto liso y sobre el banco de fábrica. La imposta que, como
decíamos, recorre el perímetro interior del ábside se corta en grueso listel
con nacela que alberga un número irregular de bolas. En el lado de la epístola,
a baja altura en el muro del tramo oriental, se abre una credencia de arco de
medio punto en arista viva. A la altura de la cornisa se ha practicado un vano
en aspillera de vertiente interna, mutilando los elementos originales del muro.
Las vinculaciones estilísticas expuestas en
Santo Tomé de Serantes son varias. Por un lado, distintos elementos decorativos
–como los rombos de las cobijas– reiteran formas de gran difusión en la zona
del Avia. Otra influencia patente es la que emana de los modelos cistercienses.
Oseira y su influjo se plasma aquí en distintos modelos vegetales que vemos,
por ejemplo, en los capiteles de la cabecera, motivos de hojas con bolas y
otros rasgos de carácter austero. Por otro lado, son también evidentes las influencias
que llegan de la catedral auriense, plasmadas aquí en esos arquillos que
recorren el alero, o las bolas en las cobijas, que veremos también en Santa
María de Beade, San Xoán de Ribadavia y otros muchos ejemplos de la provincia,
y que están presentes en el crucero y ábside de la sede diocesana. Todos estos
detalles hacen inviable que la fecha que recoge la inscripción en el tímpano
occidental sea la de culminación del templo. Esa fecha ha sido interpretada
como la fecha de fundación, de este modo, la construcción de la misma no debió
ser anterior al siglo XIII.
Finalmente, solo queda señalar la presencia, en
el interior de Santo Tomé de Serantes, de tres elementos que deben llamar
nuestra atención. El primero, una pila bautismal románica, muy desgastada, de
amplia copa con decoración de ondas en el extremo superior. El segundo, una
pila de agua bendita con bolas en el anillo del borde superior, probablemente
posterior. Por último, un baldaquino de finales del siglo XV ricamente
decorado. En él se representan a San Pedro y Santiago Peregrino en uno de los
dinteles, y una Anunciación en el otro. A estas imágenes las acompañan hermosas
decoraciones de motivos vegetales.
Gomariz
Al norte de Leiro, cabeza del municipio, y una
vez cruzado el puente medieval sobre el río Avia, en un alto que todavía se
conoce como el Priorato, se encuentra la iglesia de Santa Mariña de Gomariz,
rodeada de campos de vides que en el pasado habían sido eje de su economía,
como atestigua la documentación en la que es citada. Hoy el acceso se hace
desde la carretera que en dirección norte une Ribadavia con O Carballiño, a la
altura del citado Leiro, a unos 10 km de la primera.
La primera cita documental sobre el lugar data
del siglo x. En 928 aparece citado Gumariz en una donación que hicieron los
condes Álvaro y Sabita al monasterio de San Clodio. A lo largo del siglo xii se
repiten las menciones a Gomariz, en este caso en varias donaciones realizadas a
los monasterios de Toxosoutos y San Martín Pinario.
Iglesia de Santa Mariña
La iglesia de Santa Mariña se sitúa en un
altozano que domina el curso del Avia, en un paisaje caracterizado por los
cultivos escalonados de vid, entre los que destaca majestuosa a pesar de su
marcada horizontalidad.
Es una iglesia pequeña, que repite el esquema
de nave y cabecera únicas y cuadrangulares tan habitual en el románico rural
gallego. Poco modificada, solo la sacristía perturba la antigua fábrica de
sillares isodómicos, de buena ejecución, sobre zócalo, visible este en el lado
meridional y oculto en el septentrional debido a la elevación del terreno. En
los lienzos laterales destaca la desnudez que los configura, desvaneciendo los
escasos vanos –dos en el lado meridional, uno en el septentrional, que se desplazan
del centro de la nave para ubicarse hacia los laterales– que, por estrechos,
casi pasan desapercibidos. Estos se configuran como saeteras, con arco de medio
punto tallado en un único sillar y que se abren en derrame hacia el interior
sin más decoración o tratamiento plástico. Los muros diafragma y occidental
sobresalen lateralmente, enmarcando, de este modo, los correspondientes a la
nave.
En el muro meridional solo la cornisa y un
acceso a la nave, hoy tapiado, van a romper esta sobriedad. De este acceso en
el muro sur solo resta una arquivolta decorada con hojas picudas y vueltas en
su extremo superior, dispuestas radialmente, que albergan bolas en su interior.
Además se aprecia el arranque del arco, en el lado más occidental, que nos
permite apreciar una media caña que debía ser el primer motivo del juego
ornamental de este elemento. Por lo demás, aunque el resto de la portada ha
sido retallado, podemos intuir la cornisa en listel y nacela que marca la
altura a la que iría un tímpano, probablemente sobre mochetas, dado que es la
configuración habitual en este tipo de accesos.
En la base del muro el zócalo se abre y nos
permite ver los plintos sobre los que se situarían las columnas de esta
portada. El alero se configura por una línea de cobijas en nacela que se decora
con un entrelazado hasta el quinto canecillo contando desde el extremo
occidental, a partir del cual el motivo representado va a ser una línea de
rombos. Los canecillos recogen en este lado toda una serie de motivos,
vegetales y geométricos la mayoría, pero donde destacan un ave rapaz devorando
a su presa, una cabeza de carnero, otra de felino, otra de bóvido y dos que
albergan sendos personajes. Dos metopas, situadas entre el séptimo y el noveno
canecillo, están decoradas con, en un caso, una roseta de ocho pétalos y con
una serie de zarcillos rematados en voluta y dispuestos radialmente alrededor
de un botón con forma de espiral el otro, ambas inscritas en un círculo
retallado.
El alero del lado norte se remata con una
cornisa con listel y nacela, lisa, sustentada sobre un total de diecisiete
canecillos en proa de barco casi todos ellos. Solo uno, el tercero desde el
lado oriental, se decora con bolas, disponiendo verticalmente tres de estas en
cada caveto. En ambas fachadas, la septentrional y la meridional, el alero se
interrumpe a la altura del piñón y del hastial occidental, ambos rematados con
losas de piedra.
La fachada principal está dominada por dos
grandes contrafuertes que enmarcan la portada y el vano que se sitúa sobre el
tejaroz, y se culmina con un campanario de doble vano de arcos de medio punto
que arrancan desde una imposta en nacela, con remate de cruz patada con
extremos flordelisados que en su centro exhibe un círculo calado, y que muestra
indicios de haber sido reconstruido desde la altura de la propia ventana.
En el tímpano, por ejemplo, se sitúa una cabeza
que representa a un anciano con grandes bigotes, de factura visiblemente
posterior al conjunto. El vano presenta, a su vez, rasgos que denuncian
modificaciones respecto a lo que debió de ser su configuración original. La
portada se forma con dos arquivoltas de medio punto, perfiladas con toros y
medias cañas y flanqueadas por una chambrana decorada con siete filas de
billetes. Estas apean sobre un cimacio escalonado en doble nacela separadas por
un fino listel. Las columnas son monolíticas, de fuste liso las internas y
entorchadas las externas, de basa ática y sobre cubos que en el caso del más
exterior del lado sur acoge una decoración de lazos.
Los capiteles interiores se decoran con
entrelazados vegetales de los que cuelgan, en los ángulos, unas grandes hojas
que ocupan la mitad superior de la cesta. Los exteriores se conforman con dos
órdenes de hojas vueltas en su parte superior y rematadas en caulículos. El que
está en el lado norte ocupa su mitad inferior con dos leones afrontados. Las
jambas se rematan en baquetón liso. El tímpano ha sido sustituido por una
configuración de sillares bastante irregular en la parte superior del
arquitrabe, cuya clave alberga una mocheta decorada con motivos vegetales
posterior. Faltan también las mochetas.
Sobre la portada se sitúa un tejaroz o
tornalluvias que se perfila con listel y caveto, este último decorado con el
mismo motivo de rombos que ya vimos en las cobijas de la fachada sur. Los
canecillos sobre los que apea, un total de cinco, albergan distintos motivos
geométricos y vegetales, salvo el central, en el que se representa un ave
devorando a su presa. En las metopas nos encontramos, una vez más, con un
entrelazado en una, un círculo rehundido liso con un cogollo en su centro otra
y sendas flores de ocho pétalos en las dos restantes.
La ventana que se abre sobre este tejaroz se
configura con una arquivolta perfilada con toro y media caña. La chambrana se
corta en nacela y acoge una serie de hojas dispuestas radialmente. Bajo la
arquivolta, y sin solución de continuidad, se colocan los capiteles, decorados
con hojas. Columnas de fuste liso y basa ática. La ausencia de cimacios, así
como el tamaño del vano, hace suponer que la configuración actual de esta
ventana obedezca a una reedificación.
La cabecera sigue un esquema similar al de la
nave principal, aunque el muro sur se encuentra embutido en la sacristía. En el
muro norte se abre un vano en saetera rectangular, posiblemente posterior,
consecuencia de tapar el vano oriental con el retablo que hoy se ubica en el
interior del testero. La cornisa se configura con cobija en listel y nacela, y
se apoya en seis canecillos en proa de barco. Esta cornisa remata antes del
hastial oriental, quedando de este modo volada en este lado. En el muro oriental
del ábside se abre un vano completo –que a grandes rasgos recoge la que debió
ser configuración original de la ventana de la fachada occidental– constituido
por una arquivolta decorada con bocel, media caña y baquetón y chambrana en
listel y nacela decorada con seis filas de billetes. Esta apoya sobre un
cimacio con listel y caveto que alberga decoración vegetal. Un tallo en zigzag
en el lado meridional, con grupos de tres hojas abiertas en abanico en los
ángulos, y hojas estrechas dispuestas en diagonal en el lado norte. Los
capiteles, sobre columnas de fuste liso y basa ática sobre plinto, se decoran
el del lado sur con tres órdenes de hojas talladas en profundidad y rematado en
una serie de entrantes y salientes geométricos. El del lado norte se completa
con un entrelazado. En el centro de la ventana se abre un vano que
exteriormente luce como una simple aspillera. El hastial oriental se culmina
con un tejado a doble vertiente de losas –como vimos en el cierre occidental y
en el piñón del muro diafragma– sobre el que se coloca una cruz antefija de
brazos iguales, decorada con un círculo y lazos calados y apoyada sobre un
cordero recostado al que le falta la cabeza.
El interior de Santa Mariña de Gomariz va a
repetir los recursos decorativos vistos en el exterior. Se presenta como una
nave cubierta con madera –hoy en forma abovedada– en la que destaca el arco
triunfal que da acceso al ábside. En los muros laterales se abren los vanos que
vimos en el exterior. Uno en el muro norte, y dos en el sur, todos ellos con
lunetos consecuencia de la baja altura de la falsa bóveda que hoy cubre la
estancia, y que habría provocado el cierre de un cuarto vano abierto sobre el arco
triunfal. En el muro sur, además de la puerta de factura moderna, todavía se
aprecia el arco de medio punto del acceso medieval. En el lado oriental de este
se abre una credencia bajo arco de medio punto ligeramente abocinado.
En el muro occidental se abre un quinto vano,
completo en este caso, con arquivolta con bocel y ancho caveto, y chambrana en
listel y caveto que acoge una serie de flores de ocho o cuatro pétalos, una de
ellas inscrita en un círculo. La arquivolta se apea directamente sobre los
capiteles, que presentan en ambos casos decoración de hojas apuntadas. Columnas
acodilladas de fuste liso sobre basa ática y plintos que, en el caso del
meridional, ostenta decoración de arquitos pareados en sus dos caras visibles.
Esta ventana, correspondiente a la fachada occidental, responde interiormente,
como vimos en el exterior, a una reedificación y reformulación que trajo como
consecuencia la desaparición de la imposta. A su vez, el amplio derrame interno
fue repicado, llevando a la configuración actual de jamba recta.
El arco triunfal, retocado, perfila actualmente
su arquivolta en bocel, en cuya rosca se disponen, radialmente, una serie de
hojas picudas que voltean su parte superior para acoger en su seno una serie de
bolas. La chambrana, cortada con listel y caveto, decora este último con flores
cuadripétalas inscritas en círculos. La arquivolta apea sobre una imposta de
ancho listel y nacela, ambos sin decoración, y que en el lado de la nave
termina reflejando la anchura de la capilla.
El ábside, con pavimento realzado con respecto
al de la nave principal, ha sufrido otras tantas alteraciones. A él se abren
tres vanos de factura moderna. En el lado septentrional uno que ya vimos desde
el exterior, y a su lado una credencia repicada en el muro. En la pared sur, el
acceso a la sacristía, moderna, así como la amplia ventana cuadrangular que
comunica ambos espacios. Desde el interior de la sacristía el techo de madera
no permite apreciar los canecillos que corresponderían a este lado del ábside.
Del mismo modo, el retablo neoclásico colocado en el fondo oriental oculta el
vano correspondiente a este muro, que probablemente repite a grandes rasgos la
configuración exterior.
Por todo lo visto, y teniendo en cuenta los
recursos expuestos en la ejecución del templo de Santa Mariña de Gomariz, así
como la filiación con el monasterio de San Xusto de Toxosoutos (desde 1138
hasta la bula de 1475), y las vinculaciones estilísticas a formas mateanas
provenientes de la catedral ourensana, o las provenientes de Oseira, como los
rasgos descritos en los vanos en el interior de la nave, la cronología en que
debió realizarse esta iglesia debe encuadrarse en los años en torno al 1200,
principios del siglo XIII.
En una finca colindante, al lado de la iglesia
de Santa Mariña, se levanta el antiguo cillero que reivindica la vinculación de
Gomariz con el monasterio de Toxosoutos y con el cultivo del vino en la comarca
desde antiguo. Se trata de una edificación rectangular, amplia, muy modificada
actualmente, orientada de Norte a Sur, con casas modernas en su lado este, y
una pared amplia y libre en el costado oeste. El ingreso se hace hoy desde el
lado sur, por una entrada que da paso al espacio inferior. En el lado norte
otra puerta, esta vez fruto de tapiar una de mayor tamaño, de arco apuntado que
todavía se percibe en el paramento, da acceso desde la huerta.
La pared oriental, dividida en dos tramos por
un contrafuerte, se remata con una cornisa de cobijas con nacela y un total de
diecisiete canecillos que presentan distintos motivos figurativos y
geométricos, en la misma línea de lo visto en la iglesia.
En el lienzo mural son patentes intervenciones
que han modificado su configuración. Permanecen visibles, aunque cegados, dos
vanos en aspillera, uno en cada tramo, pero han desaparecido los amplios
accesos que se abrían a este lado. El cambio de paramento es evidente, pasando
de sillares regulares y de buen tamaño a una obra de piezas irregulares en
forma y tamaño.
El flanco norte del edificio muestra una vez
más distintas intervenciones. El acceso original, un amplio arco apuntado, está
hoy tapiado. Se han abierto, sin embargo, dos vanos y un acceso en época
moderna. En el cuerpo superior, separado del inferior por una línea de ménsulas
que debieron sostener algún tipo de estructura, se abren dos vanos en
aspillera, el oriental cegado.
Las edificaciones modernas y añadidos a la
estructura ocultan en buena medida el flanco sur. En el se abre una puerta, con
tímpano algo apuntado sobre mochetas, y que muestra igualmente intervenciones
que han modificado su aspecto.
El interior, hoy convertido en almacén de
aperos de labranza, no conserva más que el reflejo de los elementos
estructurales mencionados en la descripción del exterior: vanos de amplio
abocinamiento tapiados; muros reedificados y accesos igualmente modificados.
Con todo, estamos hablando de una estructura
singular, reflejo de la importancia del priorato de Gomariz y de la economía
agrícola y comercial de la época. Su factura, en estrecha relación con el
estilo expuesto en la iglesia, debe fijarse igualmente en los primeros años del
siglo XIII.
Lamas
Santa María de Lamas está a 38 km de Ourense,
en el municipio de Leiro. Se encuentra en las estribaciones de los montes de
Avión, en medio de un paisaje caracterizado por las grandes peñas o bolos.
La primeramención corresponde al siglo xi, más
precisamente al año 1094, en que hay una pesquisa para probar cartas de
donaciones recibidas por el monasterio de Carboeiro, en la villa de Lamas y más
concretamente en el casal de Diego. Las referencias se suceden a lo largo del
siglo xiii, en la mayor parte de los casos vinculadas a aforamientos.
Iglesia de Santa María
Situada en la ladera occidental de A Pena
Corneira, en un entorno de gran belleza, Santa María de Lamas es una pequeña
iglesia de una sola nave y ábside rectangular con cubierta a dos aguas en la
que destaca la altura del hastial occidental con respecto a la nave. Sin
grandes alardes estilísticos, este ejemplo expresa la esencia del románico
tardío más popular.
Exteriormente destaca en Santa María de Lamas
la prominencia de los tejados pétreos que cubren los muros del arco triunfal y
del muro del hastial occidental.
Este aspecto hace parecer mayor de lo que
realmente es la altura de la nave con respecto al ábside. A esto ayuda además
la ausencia de elementos verticales en los remates orientales de ambos
espacios.
Los muros laterales de la nave se organizan de
manera muy similar. Se trata de muros lisos, de grandes sillares en hiladas
irregulares, rematados con una cornisa de alero cortado en nacela sin
decoración y sostenido por canecillos.
Fachada norte en la que vemos el alero
adornado con canecillos y la sencilla portada adornada con un arco de medio
punto, tímpano y mochetas
Estos albergan distintos motivos geométricos
como bolas, rollos, cilindros o cajas. Alternan algunos con la típica forma de
proa de barco y uno –el tercero del lado norte contando desde poniente– que
representa una cabeza de carnero de ejecución muy tosca. Se abre un acceso a
cada lado, el meridional actualmente tapiado, pero que se componían de manera
idéntica, con arco de medio punto, tímpano liso, mochetas decoradas, con bolas
en el norte –probablemente en la puerta sur era igual–, y jambas en arista viva.
En el lado meridional se abre, además, un vano en aspillera y se aprecian
todavía en ambos muros las ménsulas que debieron de sostener sendos alpendres
de madera.
La fachada occidental es igualmente sencilla.
La portada se organiza con dos arquivoltas, tímidamente apuntadas, de las
cuales la primera presenta arista abocelada y rosca lisa.
La segunda arquivolta se compone con una
solución de toro y medias cañas separadas por un baquetón. La chambrana se
perfila en nacela decorada con una serie de puntas de diamante y se remata en
listel liso.
Las columnas, de fuste liso, apean sobre basas
entregas de toros –los inferiores muy altos– que decoran sus ángulos con bolas.
Los capiteles, también entregos, como las basas, actualmente muy deteriorados,
se decoran con motivos vegetales.
Los cimacios se cortan, en el lado
septentrional, con una moldura de media caña entre baquetillas que acoge una
serie de bolas, mientras que en el lado sur se perfila un listel con nacela que
alberga una baquetilla en zigzag que acaba convirtiéndose en el extremo
meridional en tres bolas. Todos se detallan muy toscamente, con una cesta en la
que la mitad superior es prácticamente cúbica. El más adelantado del lado sur
presenta una elaboración algo superior al resto, albergando en el frontal una
hoja nervada y otras puntiagudas en las esquinas que vuelven su extremo para
acoger unas minúsculas bolas.
En el tímpano, monolítico, se representa una
cruz trebolada. Se apoya sobre un dintel liso, truncado, que apea sobre
mochetas lisas. La forma del dintel y de las mochetas hace pensar en algún tipo
de intervención posterior.
Sobre la portada se abre un vano en aspillera.
Remata la fachada un campanario compuesto por dos arcos de medio punto con
rosca lisa y chambrana de doble listel. Este apea sobre cornisa moldurada en
listel y nacela, esquema que se repite en el apeo de los arcos, y que se
prolonga por los laterales de la espadaña. El remate de la espadaña, a dos
aguas y pétrea, posee una cruz antefija simple en el vértice.
Este tejado pétreo se repite en el muro
diafragma, en el que, además, se abre un vano en aspillera.
La cabecera sigue el mismo esquema que los
muros de la nave aunque, si originalmente solo presentaba un vano en el muro
oriental, este ha sido tapiado, a la vez que otros dos se han abierto en
aspillera de doble derrame en los muros laterales. La cornisa se corta en
nacela lisa y se apoya en siete canecillos en el lado sur y seis en el norte.
De nuevo, la decoración de estos se limita a formas geométricas. El hastial
oriental se remata a dos aguas con tejado de losas de piedra sin más
decoración.
El interior de la nave Santa María de Lamas se
encuentra hoy en día cubierto con techo de madera y paredes encaladas, aunque
todavía se percibe en el muro sur el lugar donde se encontraría el acceso que
tendría en ese lado. Por lo demás, el arco triunfal, rehecho, es apuntado,
apeado en cimacios en listel y achaflanados en su parte inferior, repicado el
meridional, y la cabecera rectangular muestra los vanos practicados, como
veíamos desde el exterior, para reemplazar al que se encuentra ahora oculto por
el retablo. En la nave, en el muro de la epístola y en el cierre occidental
(sobre el acceso principal), se encuentran dos saeteras de profundo derrame.
Los distintos elementos que constituyen la
iglesia de Lamas la vinculan con la arquitectura que se está realizando en los
últimos años del siglo XII o primeros del xiii. En concreto podemos hablar de
una influencia de la arquitectura cisterciense que tan amplia difusión tuvo en
las obras del románico rural gallego por estas fechas. Pero las vinculaciones
estilísticas, más que con Aciveiro –monasterio a cuya jurisdicción perteneció
desde sus orígenes– o Serantes –iglesia vecina con la misma vinculación monástica–,
Santa María de Lamas parece inspirarse en los rasgos que emanan de Oseira y que
encuentran en la iglesia de San Mamede de Moldes, en O Carballiño, un modelo
previo. En todo caso estamos hablando de un modelo tardío, de ejecución muy
pobre, probablemente ya del siglo xiii, entre los años 1210 y 1220.
Especial atención merece, por otro lado, el
crucero que se encuentra en las inmediaciones, obra del siglo XV o XVI, pero
que reutiliza elementos decorativos plasmados en la iglesia. Se trata, no
obstante, de un buen ejemplo de una tipología de gran difusión en tierras
gallegas.Finalm
ente, se conserva una pieza perteneciente
a un baldaquino. Hoy empleada como frontal de altar, se trata de un dintel en
el que se representa una Anunciación. Tiene forma de arco conopial, rematado en
crestería de hojas de entre los siglos XV y XVI, vinculado con el taller que
realiza el de la vecina Santo Tomé de Serantes.
Castrelo de Miño
En el municipio del mismo nombre, en la comarca
de O Ribeiro, a los pies del embalse de Castrelo de Miño, sobre un cerro que
domina el curso del río Miño cerca de su confluencia con el Avia, nos
encontramos la iglesia de Santa María que, visiblemente modificada, conserva
sin embargo rasgos románicos. La aproximación se hace desde Ourense por la
carretera que lleva a Ribadavia, tomando la desviación sur hacia Castrelo de
Miño a la altura de Ventosela, a unos 25 km de la capital. Tendremos entonces
que cruzar el río y regresar hacia el Este en dirección Toén, en la orilla sur
del embalse.
La primera mención al lugar data del año 922,
cuando Ordoño II cedió el lugar de Arcabrica, in territorio Castellae, in
ripa Minei, quae est inter Laias et Castrello. En el monasterio que aquí
hubo profesó y fue abadesa, en 947, doña Goda, viuda del rey de Galicia Sancho
Ordóñez. En el mismo cenobio murió, en 969, el rey de León, Sancho I el Craso,
que había venido a Galicia a sofocar una rebelión.
En 1111, y en la fortaleza próxima al
monasterio, fueron hechos prisioneros la condesa de Traba, tutora del hijo de
la reina Urraca, Alfonso Raimóndez y el arzobispo compostelano Diego Gelmírez,
por parte de Arias Pérez, que destrozó los cálices y objetos sagrados. Al
recobrar la libertad Alfonso Raimóndez fue ungido rey en Santiago de
Compostela. Varias décadas después, en 1167, el rey Fernando II dio al obispo
de Ourense, Pedro Seguín, la iglesia de Castrelo con su derecho eclesiástico,
la cual pasó más tarde a la Orden de San Juan de Jerusalén.
Iglesia de Santa María
De la construcción medieval solo resta en la
iglesia de Castrelo de Miño la cabecera. Esta se compone de un ábside
semicircular precedido de un tramo recto.
La nave de la iglesia, hoy barroca, es
rectangular, como lo debió ser la original. El conjunto se completa con una
torre campanario en el lado meridional, anexa entre el presbiterio y el
arranque de la nave. La horizontalidad es muy marcada, consecuencia de la
escasa diferencia de altura de la nave con respecto a la cabecera, de la que
apenas sobresale. Los gruesos contrafuertes que organizan los muros del cuerpo
de la iglesia, que se rematan en enormes pináculos, tratan de disimular esta
horizontalidad. Estos contrafuertes se reflejan en el interior como arcos
fajones que sostienen una cubrición plana, actualmente de hormigón pintado. El
presbiterio se cubre con bóveda de cañón y de horno el hemiciclo absidial.
El ábside se organiza a partir de una serie de
columnas que dividen el muro exterior en cinco sectores: dos correspondientes
al tramo recto, el meridional tapado actualmente por la torre anexa a este
lado, y tres más que conforman el semicírculo absidial
.La columna correspondiente al lado sur ha sido
embutida en el muro de la torre.
Las restantes poseen basa ática, con un plinto
cuadrangular apoyado en un cubo de arista achaflanada, y se rematan con un
capitel en el que se apoyan los arquillos de la cornisa. A media altura del
muro y coincidiendo con el cimacio sobre el que apean las arquivoltas de las
ventanas que se abren en el hemiciclo absidial, se coloca una imposta que
recorre todo el paramento de la cabecera. Los capiteles de las columnas –los
tres que permanecen visibles– se decoran con crochets el norte, motivos
vegetales de entrelazos y cogollos el nororiental y con arpías y grandes hojas
de col el que resta del lado sur. Del mismo modo que los capiteles, la
decoración de la cornisa es tosca, pero muy rica.
En los canecillos nos vamos a encontrar toda
una serie de motivos tanto vegetales como animales, y entre ellos, en las
tabicas, también se van a plasmar toda suerte de representaciones geométricas,
vegetales y animales. Entre ellos podemos destacar la presencia de figuras
obscenas, grandes cabezas o racimos de uvas, además de palmetas y hojas de
varios tipos. La técnica es muy desigual, reflejando en ocasiones el quehacer
típico de la influencia mateana y, otras, recursos de los artesanos rurales
menos capacitados. Esta diferencia técnica se aprecia también en las tabicas.
Los temas vuelven a ser variados, con un imaginario muy rico, pero a veces se
limitan a bajorrelieves de for mas muy toscas. Destacan las numerosas
representaciones de animales, con felinos, aves picando o lo que parece una
gran ave rapaz atacando a un cuadrúpedo. Las cobijas del alero se cortan en
estría plana y nacela, decorándose la última con hojas picudas dispuestas
verticalmente que se doblan para acoger pequeñas bolas en su interior. La
configuración del alero está, por lo tanto, regida por la influencia de la
catedral de Ourense, siguiendo un esquema de gran difusión en la comarca.
Las tres ventanas que se abren en la cabecera
siguen el mismo esquema de arquivolta cortada en grueso bocel seguida de
escocia lisa y chambrana de ocho filas de billetes que apean sobre cimacios en
nacela lisa, columnas de fuste liso con capitel decorado y basa ática sobre
plinto cúbico sin decoración. El vano es una estrecha aspillera de doble
derrame.
Los capiteles de la ventana oriental se decoran
con dos órdenes de hojas de col, nervadas, ejecutadas con gran riqueza de
detalles. Tres de los capiteles de los vanos meridional y septentrional se
decoran con hojas picudas en los vértices, muy carnosas, prominentes, que,
aparentemente –el relieve es mínimo–, se rematan en bolas. En el capitel
occidental de la ventana del lado norte se aprecia un ave y lo que parecen dos
cabezas humanas en una escena muy deteriorada.
El interior obedece a las reformas del XVIII,
con una amplia nave que, sin embargo, no desluce el conjunto del ábside. Este
se separa de aquella mediante un arco triunfal de medio punto doblado, en el
que se corta en arista viva la primera rosca y en chaflán la segunda. Un arco
fajón, que también se moldura en arista viva, divide los dos espacios del
ábside, que va a estar cubierto con bóveda de cañón en el tramo recto y de
cuarto de esfera en el remate oriental. Ambos arcos se apoyan en columnas
entregas que se sitúan sobre un banco de fábrica que recorre todo el perímetro
de la cabecera, con arista tallada en bocel con una pequeña baquetilla en su
lado inferior. Las basas, áticas, se colocan sobre plintos que se decoran con
bolas en sus lados superiores.
Los fustes son lisos y los capiteles se decoran
todos con motivos vegetales. Una imposta, que recorre todo el perímetro del
presbiterio a media altura de las columnas, va a dividir su fuste en dos
parcelas. Esta imposta obedece, al igual que la que veíamos en el exterior de
la cabecera, a la continuación mural que tienen los cimacios de los vanos. Está
moldurada en nacela lisa, en gola en el tramo recto meridional. La decoración
de los capiteles del arco triunfal será, como decíamos, en base a motivos vegetales,
muy sencillos, de grandes hojas picudas en el lado de la epístola, y de doble
orden de hojas y flores ricamente talladas en el del evangelio. Los cimacios
que soportan estos capiteles van a prolongarse a modo de imposta del mismo modo
que lo hacen los cimacios de las ventanas, conectando con los cimacios de los
cimacios del arco fajón que separa ambos tramos del ábside, pero esta vez el
corte será en baquetón, con escocia rematada en su parte superior con un fino
listel. Ambas molduras debían prolongarse en el lado de la nave en el muro
oriental, aunque ahora solo lo hace la superior, extendiéndose unos pocos
centímetros hasta alcanzar el paramento moderno. El inferior, aquel que arranca
de los cimacios de las ventanas, ha sido retallado a partir de las columnas del
arco triunfal. Finalmente, en el muro norte del tramo recto del ábside hay una
credencia con arco de medio punto, y en el lado sur se ha practicado en época
moderna un acceso a la sacristía, con arco carpanel y jambas en bocel.
Las ventanas que se abren al ábside repiten al
interior el esquema que describimos en el exterior. Se trata por lo tanto de
tres vanos completos de arquivolta cortada a bocel con rosca lisa y chambrana,
aquí cortada en nacela decorada con flores de seis pétalos. Cimacios en nacela
lisa sobre capiteles con decoración vegetal, columnas de fuste liso y basa
ática apoyadas en plintos sin decoración completan el conjunto.
Los capiteles van a repetir dos esquemas que ya
hemos visto; uno de hojas picudas, simples, que cubren la cesta completamente;
otro de dos órdenes de hojas nervadas y rizadas, con volutas en las esquinas
superiores. El primero de estos tipos va a ocupar la ventana sur y el capitel
septentrional de la ventana central, mientras que los que restan se decoran con
ese segundo modelo referido.
Santa María de Castrelo de Miño ya estaba
levantada en 1199, como se desprende de una manda realizada por doña Urraca
Fernández en su testamento. De este modo, podemos suponer que se realizaría en
esta última década del siglo XII, o pocos años antes. Poco tiempo después,
entre la primera y segunda década del siglo XIII, se levantaría en Ribadavia la
iglesia de San Juan, deudora directa de muchas de las características expuestas
en este ejemplo. Estas, como ha sido planteado más arriba, tienen su origen en
la catedral de Ourense, modelo del que emanan hacia los distintos puntos de la
comarca auriense y que crean un espectro de reconocible identidad. Las
cornisas, de estructura de arquillos sobre canecillos, ricamente decoradas, son
su principal rasgo identificador, y nos lo vamos a encontrar en los ejemplos
más representativos de la comarca, como Santo Tomé de Serantes (Leiro), Santa
María de Beade (Beade) o San Juan y Santiago de Ribadavia (Ribadavia).
La bóveda de cascarón que remata el ábside está
decorada con una serie de pinturas murales en las que se representan los temas
del Juicio Final y la Pasión de Cristo. La disposición de las mismas se realiza
en la sección superior del muro –sobre la imposta que se extiende desde los
cimacios de los arcos de los vanos– y en toda la bóveda, ubicando los temas de
la Pasión y el Juicio Final. Si bien del tema de la Pasión faltan al menos dos
escenas laterales, el Juicio Final está entero y, gracias a una reciente
restauración, el conjunto goza de un buen estado de conservación. La técnica
empleada es la habitual en Galicia entre los siglos XV y XVI, momento en que
debió de realizarse este conjunto.
Por otro lado, en un muro del recinto de la
iglesia se encuentran hoy reubicadas dos piezas pertenecientes probablemente a
un baldaquino funerario. En ellas, en un tosco y arcaizante bajorrelieve de
mediados del siglo XVI, se representa un Cristo Crucificado entre Juan y María
y una serie de emblemas funerarios y heráldicos que lo ponen en relación con el
obispado de Ourense, Sancho Ordóñez o Sancho el Craso, personajes que tuvieron
relación más o menos directa con este cenobio.
Iglesias románicas en torno a Carballeda
de Avia
Unos pocos kilómetros al norte de Ribadavia, el
pequeño Concello de Carballeda Avia atesora tres iglesias románicas.
La más interesante de todas es la de Santo
André de Abelenda das Penas, levantada, según sostienen algunos investigadores
a tenor de diversos restos aparecidos en el entorno, en las proximidades de una
villa romana.
Abelenda das Penas
La localidad de Abelenda das Penas se encuentra
al norte del municipio de Carballeda de Avia, en la comarca de O Ribeiro. Para
acceder a ella desde Ourense debemos dirigirnos a Ribadavia, para, antes de
alcanzar esta localidad, desviarnos al Norte en dirección a Leiro. Poco antes
de llegar a San Cristovo de Regodeigón, deberemos tomar un desvío dirección
oeste hacia Carballeda de Avia y Pena Corneira. Una vez dejada atrás Carballeda
de Avia, hay que continuar hasta Abelenda. Al norte del pueblo, sobre un promontorio,
se encuentra la iglesia.
El lugar estuvo bajo el dominio jurisdiccional
del monasterio de Melón, tal y como lo prueban los siguientes documentos. El 5
de septiembre de 1218 Fernando Afonsi vendió a su hermana Eldara Afonsi la
cuarta parte del casal quod iacet in valle de Avellaneda concurrente as
ecclesiam Sancti Andree por 240 sueldos. Tiempo después, el 1 de octubre de
1244, Martín Pérez, clérigo de Riofrío, y Aldara donan al abad Pedro de Melón
la heredad de San Xoán da Pena Corneira y el casale de Avelaneda para remedio
de sus almas.
Iglesia de Santo André
La iglesia sigue el esquema de nave y cabecera
cuadrangulares tan repetido en la arquitectura popular del románico gallego.
Las intervenciones modernas han modificado sustancialmente este plan original.
De este modo, el extremo occidental de la nave y la cabecera son modernos, al
igual que la sacristía añadida en el lado septentrional de esta última. La
imagen que presenta hoy es, por lo tanto, la de una iglesia con una marcada
horizontalidad, con cuerpos poco diferenciados, donde tan solo la espadaña del
hastial occidental crea una nota de verticalidad.
En el muro norte se encuentra un acceso
tapiado, muy sencillo, de tímpano monolítico liso sobre mochetas que se apoyan
en jambas cortadas en arista. El alero se compone de una serie de doce
canecillos que sustentan una cornisa de cobijas molduradas en grueso listel y
nacela decorada con bolas. Los canecillos muestran motivos geométricos de mayor
o menor complejidad, la mayoría con cilindros, y algunos motivos vegetales de
gran simplicidad. Se conservan, además, dos ménsulas de corte sencillo que,
como es habitual, soportaron un pórtico de madera. La fábrica medieval y la
moderna se distinguen a partir de una línea vertical en el paramento, subrayada
por el cambio de cornisa, ahora tratada en cuarto de bocel hasta el extremo
oriental de la nave y a lo largo de todo el ábside.
El flanco meridional va a repetir el mismo
esquema. El acceso ha sido modificado, eliminando las mochetas en las que se
apoyaría el tímpano monolítico y liso que configuraba, como en el lado
septentrional, la portada original. En este lado quedan todavía insertadas en
el muro antiguo tres ménsulas. La más oriental de estas va a marcar el inicio
del muro moderno, atestiguado, como en el lado norte, por numerosos
engatillamientos que diferencian las fábricas de distintas épocas. Lo mismo va
a ocurrir con la cornisa, que se configura a partir de este momento en cuarto
de bocel, como ya ocurría en el lado norte. La cornisa se corta en bocel y
escocia lisa en la sección original, apoyada en doce canecillos que vuelven a
nutrirse de motivos geométricos de toros, rollos y alguna proa de barco, además
de una cabeza humana tremendamente simplificada. A la altura del acceso
meridional, en su lado oriental, se ha practicado un vano en aspillera. Por
otro lado, en el arranque occidental del muro se aprecian elementos románicos
reutilizados, empotrados en el paramento, y que originalmente debieron
pertenecer a una portada, tal vez la que se abre al Oeste.
La portada occidental es igualmente sencilla.
Se trata de una doble arquivolta ligeramente apuntada en la que los apoyos
están desplazados hacia el interior, de modo que los arcos no apean
directamente en las columnas, sino que lo hacen en el muro contiguo a ellas.
Esta peculiaridad parece deberse a una reconstrucción de la fachada. La
arquivolta interior se corta en bocel con medias cañas en intradós y rosca, muy
desgastadas estas últimas. La segunda arquivolta emplea el bocel y media caña
en el intradós, y escocia en la rosca. El seno de la media caña del intradós de
esta arquivolta exterior se decora con bolas, mientras que la escocia de la
rosca, muy deteriorada y trabajada en muy bajo relieve, lo hace con lo que
parece una serie de lazos dispuestos radialmente. La chambrana se completa con
cuatro líneas de billetes.
El tímpano apoya directamente sobre las jambas
y se adorna con una cruz de entrelazos granada, con círculo secante. El perfil
del arco presenta una decoración de bolas que recorren el perímetro superior
del tímpano.
Los cimacios sobre los que apean
incorrectamente las arquivoltas se cortan en fino listel y nacela lisa. Los
capiteles, tremendamente deteriorados, están decorados con motivos vegetales,
de hojas que vuelven sus extremos superiores en uno o dos órdenes, como parece
ser el caso del capitel interno septentrional. Sin embargo, al avanzado
deterioro de los elementos que componen la portada hay que añadir la pobreza
técnica patente en todos los elementos escultóricos aquí referidos. Finalmente,
las columnas de fuste liso apean en basas áticas sobre cubos sin decoración.
Sobre la portada se disponen cuatro ménsulas,
probablemente reubicadas, y sobre ellas se abre un vano estrecho, reformado en
época moderna. Remata la fachada una espadaña de doble vano, sobre cimacio en
nacela, al igual que los arcos de medio punto que albergan las campanas. En el
vértice del tejado a dos aguas se coloca una cruz antefija.
El interior conserva pocos elementos que
podamos identificar como medievales. Se trata de una nave amplia, rectangular,
con techumbre de madera. En el muro septentrional se han practicado dos
arcosolios, uno a media nave y el otro a la altura del arco triunfal. Este
último tiene otro arcosolio enfrente, en el muro sur. En este lado es donde se
abre el acceso y el único vano lateral de la nave principal, con leve derrame
interno. Hay otra ventana sobre el acceso principal del muro occidental, y otro
más, tapiado –y que al exterior casi ha desaparecido–, en el septentrional. La
ventana que se abre a occidente se ha resuelto del mismo modo que la que se
encuentra en el lado meridional. Por lo demás, arco triunfal y cabecera
obedecen a reformas modernas.
Las características que reúne esta iglesia son
las de un ejemplo tardío que plasma de un modo precario rasgos típicos de la
comarca, reinterpretados y ya muy deteriorados por una cronología avanzada.
Tanto la técnica como el estado de conservación no permiten afinar una datación
mucho más allá de 1200.
Iglesias románicas del Concello de
Cenlle
Al norte de Ribadavia en dirección O
Carballino, el Concello de Cenlle sorprende al visitante con dos templos cuyas
portadas son un buen ejemplo de la enorme originalidad y variedad temática que
atesoran los tímpanos del románico gallego.
Razamonde
En el municipio de Cenlle, en la comarca de O
Ribeiro, la localidad de Razamonde dista cerca de 20 km de la capital
ourensana. A ella se accede dirigiéndonos hacia Ribadavia, por la margen
derecha del Miño, para, próximos ya al embalse de Castrelo de Miño,
encontrarnos la iglesia cerca del curso del río.
Iglesia de Santa María
En 1137, estaba incluida en la parroquia de
Camporredondo. Este mismo año, el rey Alfonso VII concede al monasterio de
Antealtares las villas, cotos e iglesias de Camporredondo y Razamonde.
De la iglesia medieval de Santa María de
Razamonde se conservan parte de los muros laterales de la nave y la portada del
lado sur. El conjunto en la actualidad se compone de una nave, crucero
abovedado, capillas abiertas al mismo, a modo de brazos de una falsa planta en
cruz latina, ambas de factura moderna, ábside semicircular y fachada occidental
barroca. Es un edificio de buen tamaño, en el que destacan en altura los
añadidos orientales y la espadaña campanario.
El muro norte es un lienzo dividido por un
contrafuerte, reforzado en época moderna, con dos vanos en aspillera y alero
sobre canecillos. La cornisa no ocupa toda la longitud del muro, quedando de la
misma la parte más occidental de la nave. Lo que se conserva se compone de
cobijas cortadas en nacela lisa, apoyada en nueve canecillos en los que se
muestran diversos motivos geométricos. El contrafuerte que neutraliza el empuje
del hastial occidental es de factura moderna.
Muro norte. Coronando los muros
laterales de la nave, se conserva parte del antiguo alero descansando sobre
canecillos con decoración de hojas enrolladas, piñas y diversas formas
geométricas.
El muro sur vuelve a repetir el esquema del
norte. Un contrafuerte divide el lienzo en dos tramos, en los que se abren
sendos vanos en aspillera y, en este caso, un acceso. El alero recorre casi en
su totalidad este lado, faltando un tramo en el extremo occidental. Las cobijas
se cortan en nacela decorada con hojas con prominente bola en su seno. Los
canecillos que las sostienen –diez en total– acogen diversas formas geométricas
y una, la segunda contando desde el lado occidental, representa a un hombre sentado
con un libro abierto en su regazo.
El acceso sur es una portada completa, con
arquivolta sobre gruesas columnas. Algunos de sus elementos están bastante
deteriorados y ha sufrido alguna sustitución. La arquivolta, algo apuntada, se
moldura en baquetón y media caña en rosca e intradós, decoradas ambas con
bolas. La chambrana, que no reproduce el apuntamiento de la arquivolta, se
decora con cuatro filas de billetes. Los cimacios se prolongan mínimamente
hacia ambos lados y se cortan en nacela con hojas picudas que se vuelven para
acoger bolas, motivo ya visto en las cobijas del alero. Los capiteles,
entregos, tienen un ábaco en listel –el oriental decorado con triángulos– y
muestran aves que juntan sus cabezas en el vértice en el lado oeste y motivos
de entrelazos vegetales con hojas carnosas que cuelgan en el este. Las basas,
también entregas, son áticas sobre plinto cúbico. Se decoran estas con motivos
vegetales y los plintos con formas geométricas y flores inscritas en círculos.
El tímpano está visiblemente deteriorado, decorándose con cruz patada de centro
hueco, con dos triángulos en los senos superiores y dos bolas en los
inferiores. Se coloca sobre un pie y a los lados del mismo se dibujan dos arcos
de medio punto con motivos de difícil interpretación en su interior. Como es
habitual, el tímpano se apoya sobre dos mochetas que están decoradas con hojas
picudas con bolas. Las jambas se cortan en baquetón y media caña con bolas en
el intradós.
El interior es una amplia nave con falso
crucero fruto de las modificaciones estructurales de los añadidos modernos,
organizado a partir de tres capillas con bóveda de crucería. No quedan, sin
embargo, restos medievales de interés.
Los restos medievales de este conjunto reiteran
elementos habituales en la provincia a finales del siglo XII y principios del
XIII, plasmando la austeridad decorativa de la influencia cisterciense de un
modo desvirtuado.
Románico en la vecina comarca de
Carballino
La comarca de Carballino limita con la de O
Ribeiro por el norte por lo que la incluimos también en este artículo.
Astureses
La iglesia románica de San Xulián se levanta en
el lugar de Outeiro en la parroquia de Astureses, situada al noroeste del
municipio de Boborás a la cual pertenece. Asimismo, este emplazamiento se
engloba en la Comarca de Terras do Carballiño. Desde la capital comarcal, O
Carballiño, se accede fácilmente por la carretera OU-0417 tras recorrer 5,2 km.
Aunque hay gran falta de documentación sobre
los orígenes históricos de esta iglesia, algunos autores que se han ocupado de
ella, como R. Tobío, ven ciertos vínculos con la Orden del Santo Sepulcro.
Algunos documentos del monasterio de Oseira confirmarían estas teorías. El
primero, de 1235, en el que en la firma de un foro figuran Ioannes Eiriz y
Ioannes Pelagii, conventuales de la citada Orden. Además el primero vuelve a
firmar en otros dos foros de 1239, el primero en uno de la granja de Mato y el
segundo en otro en el que figura el propio abad de Oseira. En 1241 se efectúa
una donación al monasterio de Oseira firmando entre los testigos varios fratres
de la Orden del Santo Sepulcro y todo el Capítulo de Pazos de Arenteiro. Otros
dos documentos de 1247, un foro otorgado por el abad de Oseira a los frailes
del Santo Sepulcro en el lugar de Soutelo y, el segundo, la firma de una
donación en Almuzara, en la que figura como testigo Munioni comendator dominici
sepulcri, probarían la vinculación entre el Santo Sepulcro y la orden
cisterciense.
Iglesia de San Xulián
Esta edificación dispone de una planimetría
diferente para cada uno de los dos volúmenes arquitectónicos que la componen;
de este modo, a la nave le corresponde uno rectangular y a la cabecera uno
semicircular. Varios siglos más tarde a esta iglesia le fue añadida una nueva
construcción en el lado sur del ábside para utilizarla como sacristía.
Desde el exterior vemos como las diferentes
alturas y los contrafuertes de la iglesia le proporcionan una sensación de
severidad y solidez sin que ello sea óbice para destacar su esbeltez al mismo
tiempo, remarcada por la concentración de los elementos decorativos
escultóricos principalmente en tres espacios, correspondientes a la portada
principal, la puerta norte y el ábside. En este último se debe prestar una
atención especial a la ornamentación de las ventanas de desarrollo completo y a
los diferentes motivos iconográficos de los canecillos del alero.
La nave aparece cubierta con un tejado
dispuesto a dos aguas, mientras la techumbre de la cabecera consta de un tramo
recto, con cubierta de doble vertiente, y de otro semicircular con un tejado
semicónico. El acceso a la nave puede llevarse a cabo a través de dos vanos,
uno abierto en la fachada occidental y el otro en el costado norte.
Los muros de la iglesia se construyeron con un
aparejo regular de sillería de granito, bien tallada, colocada en hiladas
horizontales. Los paramentos constan de dos lienzos de piedra paralelos que
dejan un espacio entre sí. Este se rellenó a base de ripio, es decir, una
mezcla consistente en piedra menuda y una argamasa compuesta de agua, arena y
cal. Los muros que cierran la iglesia se yerguen sobre un elevado banco de
fábrica perfilado en bocel liso.
Siguiendo la norma habitual, la nave se levantó
con una anchura y una altura mayores que el ábside, salvándose la diferencia de
niveles entre ambos cuerpos con el empleo de un muro diafragma en el testero de
la nave.
La fachada principal, realizada en el hastial
occidental, se encuentra flanqueada por gruesos contrafuertes dobles y de
sección prismática que van disminuyendo progresivamente, mediante
escalonamientos tallados a bisel, desde su base hasta su remate. En el espacio
existente entre ambos se abre una puerta formada por tres arquivoltas de medio
punto que le proporcionan un característico abocinamiento. Las molduras de los
arcos constan de baquetones y medias cañas, una de ellas adornada con perlas
distribuidas a intervalos regulares, envueltas por una chambrana de directriz
semicircular con perfil en listel y caveto, este último decorado con cinco
filas de billetes.
La portada occidental se encuentra enmarcada entre dos contrafuertes y un tornalluvias decorado con canecillos y metopas. Esta se abocina gracias a tres arquivoltas lisas y chambrana ajedrezada sobre columnas monolíticas, dos de las cuales tienen su fuste decorado con estrías al igual que en la Iglesia de Santo Tomé de Serantes. Los capiteles muestran una ornamentación vegetal menos uno de ellos en el que aparecen dos aves afrontadas. Dos mochetas con formas geométricas sustentan un tímpano en el que está grabada una cruz patriarcal inscrita en un círculo.
Las arquivoltas se voltean en tres pares de
columnas acodilladas compuestas de fustes monolíticos –lisos los situados en
los extremos y entorchados los dos centrales– y exentos, basas de tipo ático
con garras apoyadas en plintos prismáticos decorados con motivos basados en
diversos tipos de entrelazos (tallo fino formando bucles o doble tallo
entrelazado en forma de ochos).
La ornamentación de la cesta de todos los
capiteles consiste en diferentes motivos vegetales (como, por ejemplo, hojas
rizadas con bolas en los extremos o lazos entrecruzados con piñas), excepto en
el caso del capitel interior izquierdo, en el cual se identifica a dos palomas
afrontadas (símbolo del sacramento eucarístico), con sus patas apoyadas en el
astrágalo y sus cabezas convergentes en la arista del capitel. Los cimacios se
perfilan en caveto liso y, a imitación de una imposta, recorren el paramento del
hastial hasta alcanzar los contrafuertes que enmarcan la portada.
La arquivolta interna envuelve a un tímpano
monolítico en el momento de la edificación pero, en la actualidad, se encuentra
fragmentado en cuatro trozos. En la parte inferior posee una decoración basada
en arcos bilobulados con su intradós decorado, con bolas y una cruz de San
Andrés respectivamente, y, en el centro, se representa la cruz patriarcal de
Jerusalén de doble travesaño enmarcada por un círculo y, en opinión de R.
Sánchez Ameijeiras, se inspiraría en el mobiliario litúrgico de la propia iglesia.
Según esta investigadora, en dicha cruz puede verse la reproducción de una
estauroteca, es decir, un tipo especial del relicario destinado a la
conservación del lignum crucis, que pudo formar parte del ajuar fundacional del
templo y que llegaría aquí a consecuencia de la circulación medieval de estas
piezas, fabricadas en serie en los Santos Lugares. Por otra parte, el tímpano
se apoya en dos mochetas apeadas sobre las jambas, correspondiendo la del lado
izquierdo a dos arcos anillados y la de su homólogo derecho a tres volutas
paralelas con un significativo grosor.
Por encima de la portada occidental, se dispone
un tejaroz cuya anchura se corresponde con el espacio existente con los
contrafuertes que delimitan la portada. Posee un perfil en listel y caveto
decorado con pequeñas hojas y se apoya en cinco canecillos con decoración
vegetal o geométrica entre los cuales se disponen un total de seis metopas,
cada una de ellas con la representación de una rosácea de ocho pétalos en
relieve e inscritas en un círculo. En el espacio existente entre el tejaroz y
la espadaña se abre una ventana rectangularizada que, probablemente, sustituya
a una antigua saetera. El conjunto remata en una espadaña de doble vano
compuesto por arcos de medio punto y con un pequeño arco de descarga debajo de
ella.
Los paramentos septentrional y meridional se
encuentran reforzados por cinco contrafuertes de sección prismática que se
elevan, desde el banco de fábrica, para contrarrestar los empujes de los arcos
fajones, del arco triunfal y de la portada occidental y, al mismo tiempo,
soportan la cornisa. De este modo, cada uno de los costados se divide en cuatro
paños similares, abriéndose sendas ventanas de tipo saetera en la parte
superior de los paños segundo y tercero para solventar el problema de la
iluminación del interior de la nave. Estos vanos presentan las características
habituales como el arco semicircular, el marcado derrame interno, el perfil en
arista y el apoyo directo sobre las jambas. Ambos muros se rematan en un alero
con perfil en chaflán o caveto liso y listel, apoyándose en un conjunto de
canecillos pertenecientes al tipo en proa de nave, distribuyéndose en parejas
por cada paño, excepto en un caso en el muro septentrional en el cual aparecen
tres.
En la fachada norte se abren dos vanos
correspondientes a dos ventanas del tipo saetera, similares a las de su
homóloga meridional, y un tercero destinado a una puerta de acceso al templo.
La portada norte se conforma con una arquivolta
de medio punto que moldura su arista en un baquetón liso que genera en su rosca
e intradós una mediacaña y un bocel lisos. Una chambrana de idéntica directriz
y perfilada en listel y nacela decorada con cinco filas de tacos envuelve a la
arquivolta. El tímpano monolítico descansa sobre dos mochetas lisas y en su
interior muestra en relieve dos motivos cruciformes, referidos a la Orden del
Santo Sepulcro, propietaria de la iglesia, y un tercero con una flor de cuatro
pétalos, permaneciendo todos ellos inscritos en un círculo.
Las columnas que enmarcan la puerta constan de
fustes monolíticos, exentos y lisos, basas de tipo ático y plintos cúbicos,
coronadas por sus respectivos capiteles, los cuales decoran sus cestas con
hojas rematadas con una bola, en el izquierdo, y con dos palomas afrontadas
girando sus cabezas hacia sus colas, en el derecho, apareciendo de nuevo como
una alusión simbólica a la eucaristía. Ambos motivos repiten los representados
en la portada principal. Los cimacios, compuestos por un listel y una nacela lisos,
se prolongan en línea de imposta por la zona frontal del paño hasta encontrarse
con los respectivos contrafuertes.
En las inmediaciones de la puerta norte, a su
derecha, se conserva un epígrafe de carácter funerario correspondiente a un
sepulcro que se encontraría adosado a la iglesia. La inscripción dice lo
siguiente: OBIIT: FRAT(ER) : IOH(ANN)ES: PET(RI) / DOUTEIRO: SUB: ERA / M:
CCC: XX : IIII : IIIO: NO/NAS : AUGUSTEI, es decir, “Falleció el hermano
Juan Pedro Douteiro el día tercero de las nonas de agosto de la era 1324”
(5 de agosto de 1286).
Para solventar el desnivel existente entre la
nave y la cabecera se utilizó como solución la construcción de un muro
diafragma. En su zona central se abre una ventana tipo saetera similar a las ya
comentadas, y junto con las existentes en los costados permiten la iluminación
del interior de la iglesia. El testero remata en un piñón formado por las dos
vertientes del tejado y en él se colocó una cruz patada.
La cabecera se articula en dos tramos, uno
recto y otro semicircular, realizándose el paso entre ambos a través de un
codillo con un baquetón. Asimismo un contrafuerte prismático de escaso resalte
que se ubica a poniente del presbiterio delimita a este respecto al muro
oriental de la nave. Sin duda, desde el punto de vista externo, en el conjunto
de este espléndido edificio religioso sobresale el ábside que lo cierra por su
lado oriental, destacando en él tanto su belleza estilística como su variedad
ornamental y el rico programa iconográfico.
Dos contrafuertes dividen el ábside en tres
paños, abriéndose en cada uno de ellos una ventana de desarrollo completo
compuesta de dos arquivoltas, con baquetones las laterales y hojas enrolladas
la central, rodeadas por una chambrana de tacos. Dichas arquivoltas descansan
sobre dos pares de columnas cuyos capiteles repiten elementos decorativos ya
empleados en las portadas occidental y septentrional que consisten en motivos
vegetales (hojas con bolas en sus extremos, hojas rizadas, tallos), geométricos
(entrelazos, circunferencias anilladas) o animales (palomas afrontadas que
aparecen por tercera vez).
Una fina línea de imposta recorre todo el
ábside proporcionando una mayor riqueza decorativa. Por último, el alero
decorado con motivos romboidales se sostiene con el empleo de catorce
canecillos que reproducen multitud de figuras ejecutadas con una excelente
técnica entre las cuales pueden distinguirse: animales (águila, halcón, perro
con grandes orejas y lengua muy desarrollada), máscara humana barbada, personas
(acróbata, hombre con libro, músico tañendo una viola), elementos geométricos
(doble nacela en proa); asimismo, entre los dos primeros canecillos, empezando
a contarlos desde el Sur, se identifica una metopa con una rosácea de siete
pétalos en relieve.
Como se observa, el programa iconográfico se
escogió con una intencionalidad bien premeditada, de este modo se alternan
imágenes de animales vinculadas con el bien como el símbolo de la Suprema
Divinidad (el águila) o de los preceptos indicados en las Sagradas Escrituras
(hombre con libro), con otras relacionadas con los vicios reprobados por las
autoridades eclesiásticas como la gula (perro) o los excesos de dejarse
arrastrar sin freno por las actividades lúdicas como puede ser el caso de la
música (individuo tocando un instrumento).
En el paño central del ábside
encontramos cuatro canecillos en la cornisa y una ventana con doble arquivolta
apoyada sobre cuatro capiteles con decoración vegetal y animal.
En la cara externa de los muros de la iglesia
se distinguen varias cruces en los sillares que se corresponden con las
diferentes estaciones del Via Crucis y no, como algunos autores apuntan, con
una vinculación a la Orden del Temple.
En el interior, la nave rectangular destaca por
su sencillez armónica, se divide en cuatro tramos y, como se verá, en su
cubierta se distinguen dos momentos constructivos. Sus muros de cierre se
levantan sobre un elevado zócalo, perfilado en bocel liso, solo interrumpidos
en los espacios destinados a las puertas de acceso al templo.
La cubierta consta de un armazón de madera
dispuesto a dos aguas y soportado por los muros de los flancos de la nave y por
tres arcos fajones ligeramente apuntados y de sección prismática.
Estos últimos se apean sobre columnas embebidas
de fustes lisos compuestos por trece semitambores cuya altura es idéntica a la
de los sillares que forman los muros. Sus basas pertenecen al tipo ático y, en
el caso de las correspondientes al arco fajón más próximo a los pies de la
iglesia, se observa un toro inferior muy aplastado decorado con anchas hojas
lisas y apuntadas. Los plintos tienen sección prismática, poca altura y caras
lisas que muestran garras en sus esquinas como elemento decorativo distinguiéndose
en ellas, en algunos casos, minúsculas cabezas de personajes o bolas lisas,
mientras en otras su deterioro o ausencia impide conocer su temática original.
Su apoyo se efectúa sobre el zócalo moldurado antes mencionado.
Todos los capiteles de las columnas, excepto
uno, exornan sus cestas con motivos vegetales consistentes en dos órdenes de
tallos entrelazados y rematados en doble voluta que muestran una clara
filiación con la abacial de Santa María la Real de Oseira (San Cristovo de
Cea). En el caso del capitel derecho de la columna más próxima a la cabecera
del templo, su zona superior se resuelve con motivos de entrelazos constituidos
por una doble superposición de círculos tangentes, mientras la parte inferior
permanece lisa.
También debe ponerse de manifiesto que las
columnas embebidas se corresponden con los contrafuertes exteriores que
soportan los empujes de los muros.
Los cimacios muestran un perfil en caveto y
listel liso, prolongándose en línea de imposta por el frente de los muros
laterales, uniendo entre sí los ábacos de las columnas contiguas y finalizando
en los muros correspondientes al testero y al hastial. Sobre dicha imposta se
levantan seis hiladas de sillares. Esto nos indica que la actual estructura
conservada no se corresponde con la proyectada en el momento de la construcción
del templo. En sus orígenes el edificio debió de contar con una bóveda de cañón
ligeramente apuntada y soportada por los arcos fajones y los muros de cierre
laterales. Probablemente con el devenir del tiempo alcanzó un elevado grado de
deterioro y se desplomó, decidiéndose adoptar para la reconstrucción una
solución menos costosa, consistente en el levantamiento de los arcos caídos y
la disposición de una techumbre de madera apeada sobre ellos, como se aprecia
en la actualidad.
Como ya se dijo, los costados se dividen en
cuatro paños similares, abriéndose sendas ventanas en la parte superior de los
paños segundo y tercero para solventar el problema de la iluminación del
interior de la nave. Estos vanos presentan un pronunciado derrame interno y
constan de un arco de medio punto aristado volteado directamente sobre las
jambas de un perfil similar. Asimismo, otros dos vanos similares, pero situados
a una mayor altura, se encuentran en el muro occidental por encima de la puerta
principal y en el testero.
Desde el interior, las puertas de acceso
practicadas en los lados occidental y meridional muestran una organización
similar basada en el empleo del arco de medio punto con perfil en arista
enrasado con el muro y volteado sobre jambas aristadas.
El acceso desde la nave a la cabecera se
realiza por medio de un arco triunfal apuntado y doblado.
El arco inferior tiene sección prismática en
arista viva, apeándose sobre columnas entregas de fustes lisos compuestos de
siete semitambores con una altura idéntica a la de los sillares que componen el
muro en el cual se embeben. Por su parte, las basas son de tipo ático
levantadas sobre plintos prismáticos que, a su vez, se apoyan en un podio
aristado, el cual recorre los lienzos pétreos del tramo recto y se interrumpe
al llegar al codillo empleado para separar el presbiterio del hemiciclo
absidal. El capitel del lado izquierdo decora su cesta con dos órdenes de hojas
apuntadas, anchas, con nervadura central marcada y rematadas en una doble
voluta y una bola. El del lado derecho muestra a dos leones con las fauces
abiertas y sus garras sujetando el astrágalo y, en el medio de ambos, a un
personaje que pone sus manos sobre la cabeza de las fieras, mientras estas
colocan una de sus patas sobre el pecho de aquel, y mantiene sus pies sobre el
collarino. La escena muestra el pasaje bíblico correspondiente al Profeta
Daniel en el foso de los leones ((Dn. 6,11-25 y 14, 28-42). Los ábacos se
perfilan en listel liso y caveto decorado con rombos y, a modo de imposta, se
prolongan por el testero de la nave hasta la confluencia con los muros
septentrional y meridional de la misma, actuando como elementos de apeo y
separación entre la dobladura, la chambrana y el muro. Las basas son de tipo
ático e, imitando garras, se exornan con motivos vegetales; además, en el caso
de la ubicada en el lado izquierdo, su escocia se ornamenta con una secuencia
de rectángulos rehundidos.
El arco mayor, es decir, la dobladura, perfila
su arista en baquetón liso, generando en su rosca un filete liso, y se voltea
sobre el testero a través de una imposta, como se ha visto al describir el arco
menor.
El conjunto del arco triunfal se corona con una
chambrana en listel liso y amplio caveto, decorado con cinco filas de billetes,
que se voltea sobre el testero como ya se indicó.
En el tramo recto se empleó una bóveda de cañón
apuntada cuyo arranque se inicia en una imposta, decorada con rombos, que
resulta de la prolongación de los cimacios de las columnas entregas que
soportan el arco triunfal y remata en un codillo moldurado en baquetón liso.
El hemiciclo absidal aparece cubierto por una
bóveda de horno y en él se abrieron tres ventanas caracterizadas por un derrame
interno pronunciado y constituidas por dos arquivoltas de medio punto,
perfiladas en arista viva y montadas sobre las jambas también aristadas.
Para proceder a la datación contamos con un
epígrafe que proporciona, al mismo tiempo, cierto grado de información y de
incertidumbre. Se trata de una inscripción realizada en el interior de la
iglesia y, siendo más precisos, en la parte derecha del tambor del ábside.
Hasta la fecha el texto no ha podido identificarse en su totalidad al
permanecer parcialmente oculto por un retablo; sin embargo, los investigadores
vienen aceptando la lectura parcial del texto como válida. Esta dice era: MCCII,
lo cual nos proporcionaría una datación en el año 1164 para el comienzo de la
construcción de las obras.
A falta de una confirmación absoluta de dicha
fecha, sí parece ponerse de manifiesto en el edificio la existencia de dos
campañas constructivas de filiación muy diversa. La primera se iniciaría, dando
por bueno el epígrafe, en 1164 y sería de corta duración visto que a ella solo
cabe adjudicarle con seguridad el ábside en sus partes bajas. El taller que las
realiza es uno más de los que por entonces trabajaban a partir de pautas
creadas en la Catedral de Santiago en las tierras centrales de Galicia. Su labor
será continuada por otro equipo que termina el templo en una fecha alrededor
del año 1200. Este, desdeñando casi por completo la figuración, introduce
fórmulas (tipos de capiteles, elementos decorativos, arcos apuntados, bóvedas
de cañón agudo) empleadas en la abacial de Oseira (San Cristovo de Cea).
Miembros de este segundo taller de Astureses trabajaron también en la
construcción de las iglesias de San Salvador de Pazos de Arenteiro (Boborás) y
de Santa María de Mesego (O Carballiño). Así lo pone de manifiesto la presencia
en ellos de diferentes motivos comunes: las palomas afrontadas en los capiteles
o los dobles tallos entrelazados en forma de ochos en los plintos que soportan
los fustes de las columnas.
En cuanto al mobiliario litúrgico, debemos
hacer alusión a la conservación de una magnífica pila bautismal monolítica
gallonada. Esta se encuentra emplazada en el lado izquierdo de la nave, justo
al cruzar el umbral de la puerta occidental. El diámetro externo de la pila
alcanza los 0,87 m y tiene una altura total de 1,04 m, de los cuales 0,57 m
corresponden a la taza, 0,22 m al fuste y 0,19 m al pie. En ella se conservan
restos de pintura roja y azul. Una pila con estas dimensiones se caracteriza
por disponer un tamaño considerable y adaptarse a la ceremonia del bautismo
mediante el rito de la inmersión. Esta fuente bautismal se puede catalogar
tipológicamente como románica.
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