sábado, 4 de diciembre de 2021

Capítulo 1 - Orden del Cister

 

Románico

Los arqueólogos franceses descubrieron que  en muchos territorios había un paralelismo de arte, sobre todo en lo que a arquitectura se refiere. Ahora bien no había un estilo único. Había un románico y un estilo románico de transición al gótico.
En el s XX el español Puig i Cadafalch escribió un libro sobre la arquitectura de los primeros años que se denominó Primer Románico, por lo que cronológicamente queda:
·       Primer Románico
·       Románico
·       Estilo de Transición
En el primer tercio del s XX se elimina la denominación estilo de transición porque el gótico no nace por una evolución del románico, es un estilo que nace en sí mismo, pero si hay un cambio de estilo de formas románicas.

Este nuevo estilo tardo románico incluyo dos términos ambiguos.
·       Estilo Cisterciense
·       Estilo 1200
El cister construye edificios pero no son distintos. No tiene un estilo propio. Un claustro puede ser cisterciense pero las formas estilistas son románicas, por lo que se aplicó el concepto de tardo romano.
El estilo 1200, termino reciente de la segunda mitad del s XX intentaba clasificar aquellas obras muy estilizadas, con un manierismo formal, influidas por el sentimiento plástico bizantino, pero en realidad los términos de clasificación quedaron:
Románico   s XI y XII
·       Primer Románico SX, XI (1075) Norte Italia, Yugoslavia, Francia, Cataluña hasta Aragón
·       Románico Pleno Mitad s XI / primeros años XII en todo Europa
·        Románico Tardío (entendido no como de transición al gótico. Último cuarto XII y XIII. 

Orden del Císter
La orden cisterciense, igualmente conocida como orden del Císter o incluso como Santa orden del Císter (Sacer Ordo Cisterciensis, S.O.C.), es una orden monástica católica reformada, cuyo origen se remonta a la fundación de la Abadía de Císter por Roberto de Molesmes en 1098, que sigue siendo la sede central de la Orden del Císter y se encuentra ubicada donde se originó la antigua localidad romana Cistercium, próxima a Dijon, Francia, en la comuna de Saint-Nicolas-lès-Cîteaux, del departamento de Côte-d'Or de la región de la Borgoña. Esta abadía fue llamada Novum Monasterium por Roberto de Molesmes para diferenciarla del monasterio de Molesmes, de donde procedía.
La orden cisterciense desempeñó un papel protagonista en la historia religiosa del siglo XII. Su influencia fue particularmente importante en el este del Elba donde la orden hizo «progresar al mismo tiempo el cristianismo, la civilización y el desarrollo de las tierras».
Como restauración de la regla benedictina inspirada en la reforma gregoriana, la orden cisterciense promueve el ascetismo, el rigor litúrgico dando importancia al trabajo manual. Además de la función social que ocupó hasta la Revolución francesa, la orden ejerció una influencia importante en los ámbitos intelectual o económico, así como en el ámbito de las artes y de la espiritualidad.
Debe su considerable desarrollo a Bernardo de Claraval (1090-1153), hombre de una personalidad y de un carisma excepcional. Su influencia y su prestigio personal hicieron que se convirtiera en el cisterciense más importante del siglo XII, pues, aun no siendo el fundador, sigue siendo todavía hoy el maestro espiritual de la orden. ​
En nuestros días, la orden cisterciense está formada por dos órdenes diferentes. La orden de la «Común Observancia» contaba en 1988 con más de 1300 monjes y 1500 monjas, repartidos respectivamente en 62 y 64 monasterios. La Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, también llamada O.C.S.O., comprende hoy en día cerca de 2000 monjes y 1700 monjas, comúnmente llamados trapenses porque provienen de la reforma de la abadía de la Trapa, repartidos en 106 monasterios masculinos y 76 femeninos. ​ Las dos órdenes cistercienses actualmente mantienen vínculos de colaboración entre ellas.
Su hábito es túnica blanca y escapulario negro, retenida por un cinturón que se lleva por debajo; el hábito de coro es la tradicional cogulla monástica, de color blanco. De hecho, se los llamó en la Edad Media «monjes blancos», en oposición a los «monjes negros» que eran los benedictinos. También es frecuente la denominación «monjes bernardos» o simplemente «bernardos», por el impulso que dio a la orden Bernardo de Fontaine.
Aunque siguen la regla de san Benito, los cistercienses no son propiamente considerados como benedictinos. Fue en el IV Concilio de Letrán en 1215 cuando la palabra «benedictino» apareció para designar a los monjes que no pertenecían a ninguna orden centralizada, ​ por oposición a los cistercienses.

Antecedentes de la orden cisterciense
En Occidente, en el cambio entre el siglo XI y el siglo XII, eran numerosos los cristianos que buscaban «nuevas vías de perfección» espiritual. ​
La Regula Sancti Benedicti fue también, a finales del siglo XI, una formidable fuente de inspiración para los movimientos que se esforzaban en buscar la perfección espiritual al conjugar el ascetismo y el rigor litúrgico rechazando la ociosidad en contraposición al trabajo manual. Como la Orden de Grandmont o la Orden Cartuja, fundada por San Bruno en 1084, la Orden Cisterciense estuvo marcada en su nacimiento por la necesidad de reforma y la inspiración evangélica, de la misma forma que la experiencia de Robert de Arbrissel, fundador de la Orden de Fontevraud en 1091, o la eclosión de los capítulos de canónigos basados en la regla de San Benito.

Los padres fundadores
La forma de vida cisterciense comenzó a fraguarse con la fundación de la abadía de Notre-Dame de Molesmes por Roberto de Molesmes en 1075, en la región de Tonnerre.  ​ Roberto de Molesmes había nacido en Champaña y estaba emparentado con la familia Maligny, una de las más importantes de la región. Comenzó su noviciado a la edad de quince años en la abadía de Moutiers-la-Celle, en la diócesis de Troyes, donde llegó a ser prior. Imbuido del ideal de restauración de la vida monástica tal como fue instituida por San Benito, abandonó el monasterio en 1075 para ponerlo en práctica. Compartió la soledad, la pobreza, el ayuno y la oración con siete ermitaños, cuya vida espiritual dirigió. Se instalaron en el bosque de Collan, o Colán, cerca de Tonnerre. ​ Gracias a los señores de Maligny, el grupo se estableció en el valle del Laignes, en la localidad de Molesmes. ​ Adoptaron reglas similares a las de los camaldulenses, combinando la vida comunal de trabajo y el oficio benedictino con el eremitismo. ​
Esta fundación fue un éxito. La nueva abadía atrajo a numerosos visitantes y donantes, religiosos y laicos. «Quince años después de su fundación, Molesmes se asemejaba a cualquier abadía benedictina próspera de su época».​ Pero las exigencias de Roberto y de Albéric fueron mal aceptadas. Se produjeron divisiones en el seno de la comunidad. En 1090, Roberto, con algunos compañeros, decidió alejarse durante un tiempo de la abadía y sus disensiones, estableciéndose con algunos hermanos en Aulx para llevar una vida de ermitaño. ​Sin embargo, fue obligado a regresar a la abadía que dirigía en Molesmes. ​
Sabía que no conseguiría satisfacer su ideal de soledad y pobreza en Molesmes donde los partidarios de la tradición se oponían a los de la renovación. Por ello, Roberto obtuvo la autorización de Hugues de Die, legado del Papa, y aceptó un lugar solitario ubicado en el bosque pantanoso de la baja región de Dijon para retirarse y practicar, con la mayor austeridad, la regla de San Benito. El lugar se lo propusieron el duque de Borgoña, Eudes I, y sus primos lejanos los vizcondes de Beaune. ​ Alberico y Esteban Harding, así como otros veintiún monjes fervorosos, lo acompañaban. Se instalaron el 21 de marzo de 1098 en el lugar conocido como La Forgeotte, alodio concedido por Renard, vizconde de Beaune, para fundar allí otra comunidad denominada durante un tiempo el novum monasterium.

El «nuevo monasterio»
El abaciado de Roberto
Los inicios del novum monasterium, ​ en edificios de madera rodeados de una naturaleza hostil, fueron difíciles para la comunidad. La nueva fundación se benefició, no obstante, del apoyo del obispo de Dijon. Eudes de Borgoña también dio muestras de generosidad; Renard de Beaune, su vasallo, cedió a la comunidad las tierras que lindaban con el monasterio. ​ La benévola protección del arzobispo Hugues permitió la edificación de un monasterio de madera y de una humilde iglesia. Roberto tuvo el tiempo justo de recibir del duque de Borgoña una viña en Meursault, ya que, tras un sínodo celebrado en Port d’Anselle en 1099 que legitimó la fundación del novum monasterium, se vio obligado volver a Molesmes, donde encontraría la muerte en 1111.
La historiografía cisterciense censuró durante algún un tiempo la memoria de los monjes que regresaron a Molesmes. Así, los escritos de Guillermo de Malmesbury, y luego el Pequeño y el Gran Exordio, se hallan en el origen de la leyenda negra que, en el seno de la orden, persiguió a Roberto y a sus compañeros de Molesmes «a quienes no les gustaba el desierto». ​
Brazo y báculo típico cisterciense en lápida funeraria de abad en la abadía de Boyle (Irlanda).

El abaciado de Alberico
Roberto dejó la comunidad en manos de Alberico, uno de los más fervientes partidarios de la ruptura con Molesmes. Alberico, administrador eficaz y competente, obtuvo la protección del papa Pascual II (Privilegium Romanum) quien promulgó el 19 de octubre de 1100 la bula Desiderium quod. Alberico, enfrentado a numerosas dificultades materiales, desplazó su comunidad dos kilómetros más al sur, a orillas del Vouge, para encontrar un suministro suficiente de agua. ​ Bajo sus órdenes se construyó una iglesia a unos centenares de metros del lugar inicial. El 16 de noviembre de 1106 Gauthier, obispo de Chalon, consagró en este nuevo lugar la primera iglesia construida en piedra. Alberico consiguió mantener el fervor espiritual en el seno de su comunidad, a la que sometió a una ascesis muy dura. Pero Cîteaux vegetaba, las vocaciones eran escasas y sus miembros envejecían. Los años parecían difíciles para la pequeña comunidad ya que «los hermanos de la Iglesia de Molesmes y otros monjes vecinos no dejaban de acosarlos y de perturbarlos».​
Sin embargo, la protección del duque de Borgoña, la de su hijo Hugo II, con posterioridad a 1102, y los clérigos surgidos del valor de la comunidad, permitieron un primer desarrollo. A partir de 1100 el monasterio atrajo a algunos neófitos; algunos novicios se incorporaron al grupo. ​ Durante su abaciado, Alberico hizo adoptar a los monjes el hábito de lana cruda distinto del hábito negro de los monjes de la orden de Cluny. Ello les valdría a los cistercienses los apodos de «monjes blancos»,​ «benedictinos blancos» o «bernardinos», del nombre de san Bernardo, por oposición a los benedictinos o «monjes negros».​
Alberico definió el estatuto de los hermanos conversos, religiosos que no eran ni clérigos ni monjes, pero sujetos a la obediencia y a la estabilidad y que llevaban a cabo el grueso de los trabajos manuales. También hizo emprender el trabajo de revisión de la Biblia que sería concluido bajo el abaciado de Esteban Harding.

El abaciado de Esteban Harding
En 1109, Esteban Harding se hizo cargo de los destinos de Cîteaux, sucediendo a Alberico tras la muerte de este último. Esteban, noble anglosajón de sólida formación intelectual, era un monje formado en la escuela de Vallombreuse que ya había desempeñado un papel protagonista en los acontecimientos de 1098. Mantuvo excelentes relaciones con los señores locales. La benevolencia de la castellana de Vergy y del duque de Borgoña garantizó el desarrollo material de la abadía. La revalorización de las tierras garantizó a la comunidad los recursos necesarios para su subsistencia. El fervor de los monjes confirió a la abadía un gran renombre. En abril de 1112 o mayo de 1113, ​ el joven caballero Bernardo de Fontaine, junto a una treintena de compañeros, hizo su entrada en el monasterio cuyos destinos transformaría. Con la llegada de Bernardo, la abadía se engrandeció. Los postulantes fluyeron, los efectivos crecieron e impulsaron a Esteban Harding a fundar «abadías filiales».
Esteban Harding y el abad de Saint-Vaast d'Arras depositando su abadía a los pies de la Virgen. ​
 

La fundación de la orden
En 1113 se fundó la primera abadía filial en La Ferté, en la diócesis de Chalon-sur-Saône, seguida por la de Pontigny, en la diócesis de Auxerre, en 1114. En junio de 1115, Esteban Harding envió a Bernardo con doce camaradas a fundar la abadía de Claraval, en Champaña. El mismo día, una comunidad monástica partió de Cîteaux para fundar la abadía de Morimond.
Sobre este tronco de las cuatro filiales de Cîteaux, la orden se desarrolló y la familia cisterciense creció durante todo el siglo xii. A partir de 1120 la orden se estableció en el extranjero, en la Abadía de Santa María alla Croce, en Tiglieto, Italia. Finalmente, junto a los monasterios de hombres se crearían conventos de monjas. El primero se estableció en 1132 por iniciativa de Esteban Harding en Tart-l'Abbaye, siendo el de Port-Royal-des-Champs uno de los más célebres.
Para Esteban Harding, organizador de la orden y gran legislador, la obra que veía nacer era aún frágil y precisaba ser reforzada. Las abadías creadas por Cîteaux necesitaban el vínculo que sería la marca de su pertenencia a la aplicación estricta de la regla de San Benito y hacer solidarias a las comunidades monásticas. La Carta de caridad que él elaboró se convirtió en el cimiento que garantizaría la solidez del edificio cisterciense.

La Carta de caridad
Entre 1114 y 1118, Esteban Harding redactó la Carta Caritatis o Carta de caridad, texto constitucional fundamental en el cual se basa la cohesión de la orden. En ella estableció la igualdad entre los monasterios de la orden. El cumplimiento de la unidad de observancia de la regla de San Benito tenía por objeto organizar la vida diaria e instaurar una disciplina uniforme en el conjunto de las abadías. El papa Calixto II la aprobó el 23 de diciembre de 1119 en Saulieu. La Carta fue objeto de diferentes actualizaciones.
Esteban Harding previó que cada abadía, aun conservando una gran autonomía —en particular financiera—, dependiera de una abadía madre: la abadía que la fundó o aquella a la que estuviese vinculada. Sus abades, elegidos por la comunidad, controlarían la abadía a su criterio. Al mismo tiempo, supo prever sistemas eficaces de control, evitando la centralización. La abadía madre tenía derecho de fiscalización y su abad debía visitarla anualmente.
Esteban Harding instituyó el Capítulo general en la cumbre de la Orden como órgano supremo de control. El Capítulo general reunía, cada 14 de septiembre y bajo la presidencia del abad de Cîteaux que fijaba el programa, a todos los abades de la orden, que estaban obligados a asistir personalmente o, excepcionalmente, a estar representados. Todos tenían el mismo rango excepto los abades de las cuatro ramas principales.
Por otra parte, el Capítulo general decretaba estatutos y realizaba las adaptaciones necesarias en las normas que regían la orden. Las decisiones tomadas en estas asambleas se anotaban en registros llamados Statuta, instituta et capitula. Este sistema, como subraya Dom J. M. Canivez, permitió «una unión, una intensa circulación de vida y un verdadero espíritu de familia que agrupaba en un cuerpo compacto a las abadías surgidas de Cîteaux».

Bernardo de Claraval
La orden debe el considerable desarrollo que conoció en la primera mitad del siglo xii a Bernardo de Claraval (1090-1153), el más célebre de los cistercienses y a quien se puede considerar como su maestro espiritual. ​ Sus orígenes familiares y su formación, sus apoyos y sus relaciones, su propia personalidad, explican en gran parte el éxito cisterciense.
Su familia era conocida por su piedad; su madre le transmitió su inclinación por la soledad y la meditación. Decidió no abrazar el oficio de las armas e intentó retirarse del mundo. Sin embargo, durante su vida religiosa conservó un agudo sentido del combate. «Una vez convertido en monje, Bernardo sigue siendo un caballero que alienta a los que combaten por Dios»​ Persuasivo y carismático, animó a muchos de sus parientes a seguirlo a Cîteaux, abadía próxima a las tierras de su familia. ​
Bernardo de Claraval enseñando en la sala capitular, Heures d'Étienne Chevalier, ilustradas por Jean Fouquet, museo Condé, Chantilly.
 

Solamente tres años después de su entrada en la orden cisterciense, Bernardo, consagrado abad por Guillermo de Champeaux, obispo de Châlons-sur-Marne, se puso a la cabeza de la abadía de Claraval el 25 de junio de 1115.
Durante diez años se entrega por entero a la comunidad de la que era [...] el padre. Después de Claraval, ya bien establecido y arraigado, a su vez prolífico, esparcida también su descendencia por todas partes, en Trois-Fontaines, en Fontenay, en Foigny, Bernardo habla solamente para los religiosos de su monasterio.
Sin dejar de ocuparse de Claraval, de donde seguiría siendo abad toda su vida, Bernardo tuvo una influencia religiosa y política considerable fuera de su orden. ​ Durante toda su vida se guió por la defensa de la orden cisterciense y sus ideales de reforma de la Iglesia. Se lo encontraba en todos los frentes y su vida fue rica en paradojas. Proclamó su deseo de retirarse del mundo y, sin embargo, no dejó de mezclarse en los asuntos del mundo. De buen grado impartía lecciones, pero, seguro de la superioridad del espíritu cisterciense, abrumaba con sus reproches a sus hermanos cluniacenses. ​ Tuvo muy duras palabras para fustigar a los clérigos y a los prelados que sucumbían a las riquezas materiales y al lujo. No desdeñó la picardía, la astucia, la mala fe o las injurias para abatir a su adversario. El teólogo Pedro Abelardo sufrió en persona esta dura experiencia. ​ Estuvo en el Languedoc intentando frenar los progresos de la herejía. Recorrió Francia y Alemania movilizando a las muchedumbres tras la predicación de Vézelay, el 31 de marzo de 1146, para predicar la Segunda Cruzada. Intervino en la controversia entre dos papas elegidos simultáneamente consiguiendo hacer triunfar la causa de Inocencio II sobre Anacleto II) y llegó a ser referencia de soberanos pontífices. ​
Las fundaciones prosiguieron a un ritmo constante. La orden, con su base borgoñona, se extendió por el Dauphiné y el Marne; luego, en poco tiempo, todo el Occidente cristiano. No ha habido una nación católica, desde Escocia a Tierra Santa, de Lituania y Hungría a Portugal, que no haya conocido a los cistercienses en alguno de sus setecientos sesenta y dos monasterios. ​ De Claraval surgió, en suma, la mayor rama de la orden cisterciense: trescientas cuarenta y una casas, ochenta de ellas filiales directas, dispersas por toda Europa; aún más que Cluny, que solo contaba con alrededor de 300. ​ Así pues, gracias al número de sus filiales, que sobrepasaba a las de Cîteaux, el peso de la abadía de Claraval no dejó de crecer, en particular en las decisiones tomadas en los Capítulos generales. ​ Al morir, el 20 de agosto de 1153, honrado por todo el mundo cristiano, convirtió a Cîteaux en uno de los principales centros de la cristiandad.

La organización de la orden
«Debemos ser unánimes, sin divisiones entre nosotros: todos juntos, un solo cuerpo en Cristo, siendo miembros los unos de los otros».
— San Bernardo, Sermon pour la Saint-Michel, I, 8. 
La regla benedictina solicita una síntesis entre exigencias opuestas: independencia económica y actividad litúrgica, actividad apostólica y rechazo del mundo. Los Statuts des moines cisterciens venus de Molesme (Estatutos de los monjes cistercienses venidos de Molesmes), redactados en los años cuarenta del siglo xii, son una propuesta de normalización del ideal primitivo: estricta observancia de la regla benedictina, búsqueda del aislamiento, pobreza integral, rechazo de los beneficios eclesiásticos, trabajo manual y autarquía.
Los primeros abades de Cîteaux habían encontrado este equilibrio en la sencillez, en la ascesis y el gusto por el cultivo. Los siglos xii y xiii, marcados por los escritos de sus fundadores, debían permitir profundizar y apuntalar estos principios de organización. Pero a partir del abaciado de Esteban Harding, apareció una legislación bajo la forma La Charte de charité et d'unanimité (La Carta de caridad y de unanimidad) que regulaba las relaciones de las abadías madre, de sus filiales y pequeñas filiales. La multiplicación de las fundaciones y la extensión de este nuevo monacato exigían una nueva reflexión sobre su administración. Para Philippe Racinet, «la organización cisterciense es una obra maestra de construcción institucional medieval».​ La exención de la jurisdicción episcopal permitió a la orden de Cîteaux poner a punto dos instituciones que debían convertirse en su fuerza: el sistema de visitas de los abades-padres y el Capítulo general anual. ​ Al mismo tiempo, muy probablemente entre 1097 y 1099, el abad Esteban hacía poner por escrito el relato de las fundaciones.

La «abadía madre» y sus filiales
Los recién llegados, integrados en establecimientos geográficamente distantes, recibían formación apropiada en la casa que los acogía. Para favorecer la cohesión, evitar discordias y fundar relaciones orgánicas entre los monasterios, en 1114 Esteban redactó una Carta de unanimidad y de caridad. ​ Esta carta, en tanto que documento jurídico, «regula el control y la continuidad de la administración de cada casa, [...] define las relaciones de las casas entre ellas y asegura la unidad de la orden».​ No se completó hasta 1119; después, debido a nuevas dificultades, se modificó hacia 1170 para dar nacimiento a la Charte de charité postérieure (Carta de caridad posterior).
Por su espíritu, se separaba del modelo cluniacense de «familia» jerarquizada, ofreciendo amplia autonomía a cada monasterio. Cîteaux permanecía como autoridad espiritual guardiana de «la observancia de la santa regla» establecida en el «nuevo monasterio».
Cada monasterio, según el principio de caridad, tenía el deber de socorro a las fundaciones más desamparadas, mientras que las abadías madres garantizaban el control y la elección de los abades dentro de las abadías filiales. El abad de Cîteaux, por medio de sus consejos y en sus visitas, conservaba una autoridad superior. Cada abad debía ir a Cîteaux todos los años, en torno a la fiesta de la Santa Cruz, el 14 de septiembre, para el Capítulo general, como órgano supremo de gobierno y de justicia, a resultas del cual se promulgaban estatutos. Este procedimiento no era enteramente original puesto que se remontaba, también, a los orígenes de la orden de Vallombreuse, pero la inspiración procedía del convenio entre Molesmes y Aulps, firmado en 1097 bajo el abaciado de Roberto. Desde finales del siglo xii, el Capítulo estuvo asistido por un comité de definidores nombrados por el abad de Cîteaux; era el Définitoire (Definitorio). Los cistercienses aceptaron, sin embargo, el apoyo y el control del obispo del lugar en caso de conflicto en el seno de la orden. Así, a partir de 1120, en el plano jurídico y normativo, lo esencial de lo que constituía la orden reposaba sobre principios sólidos y coherentes.
Primeras filiales de Cîteaux en 1115 y máxima expansión de la orden a finales del siglo XIII.
 

Los lugares cistercienses
«Bernardus valles amabat», «Bernardo amaba los valles». La elección del lugar cisterciense respondía con frecuencia a este proverbio, como prueba la toponimia cisterciense: abadía de Císter, Clairvaux, Bellevaux, Clairefontaine, Droiteval. ​ El valle arbolado debía contener, en extensiones amplias, todos los ingredientes que respondiesen a las necesidades de la vida monástica, sin encontrarse demasiado lejos de los ejes de circulación.
El lugar debía permitir el aislamiento, conforme a una vida fuera del mundo; además, debían tenerse en cuenta las posibles relaciones con los señores locales. En opinión de Terryl N. Kinder, los valles «delimitaban un territorio “neutraldonde los nobles belicosos de las dos orillas estaban en tregua, pero que, por su posición estratégica, no servían para uso doméstico».​ Pero, sobre todo, los valles estaban disponibles, por lo que debían de ser poco atractivos.
Sin embargo, no conviene exagerar el carácter malsano de estos lugares; los cistercienses no buscaban deliberadamente pantanos insalubres. Las numerosas referencias a «lugares de horror» en los documentos primitivos remiten a topoi bíblicos. El lugar debía presentar ventajas y recursos suficientes y, a menudo, la elección inicial no presentaba todas las características requeridas. Por ello, las fundaciones fueron a menudo largas y peligrosas y la nueva abadía solo se consagraba a condición de que el oratorio, el refectorio, el dormitorio, el alojamiento y la portería estuviesen bien situados. ​
Según Kinder, si la elección de una fundación dependía de «una sabia mezcla hecha de piedad, política y pragmatismo, [...] el paisaje quizá desempeñó un papel en la formación de la espiritualidad de la nueva orden».​

Cîteaux, vanguardia de la Iglesia
La espiritualidad cisterciense, de acuerdo con el ideal de pobreza en boga en aquella época, atrajo numerosas vocaciones, en particular gracias a la energía y al carisma de Bernardo de Claraval. La orden recibió también numerosas donaciones tanto de gente humilde como de los poderosos. Entre estos donantes se cuentan personalidades de primer orden, como los reyes de Francia, Inglaterra, España o Portugal, el duque de Borgoña, el conde de Champaña, obispos y arzobispos. ​
Esta evolución sostuvo el desarrollo de las filiales de la orden que, a la muerte de Bernardo, contaba con trescientos cincuenta monasterios, ​ sesenta y ocho de ellos establecidos por Claraval. La expansión se produjo por diáspora, por sustitución o por incorporación.
La línea de Claraval llegó a contar con hasta 350 monasterios, la de Morimond más de 200, la de Cîteaux un centenar, solamente una cuarentena la de Pontigny y menos de veinte la de La Ferté. A partir de 1113, las primeras monjas se instalaron en el castillo de Jully. Se instituyeron en 1128 en la abadía de Tart, en la diócesis de Langres, y adoptaron el nombre de «Bernardines». Los monasterios del suburbio de Saint-Antoine, en París, y de Port-Royal-des-Champs eran los más famosos de los que las monjas ocuparon posteriormente.

El apogeo de los siglos XII y XIII
Con San Bernardo interviniendo de manera más o menos directa como árbitro, consejero o guía espiritual en las grandes cuestiones del siglo, la orden cisterciense adoptó el papel de guardián de la paz religiosa. Con el apoyo del papado, de reyes y de obispos, la orden prosperó y creció. Las autoridades laicas y eclesiásticas deseaban que insuflase su espíritu en la Iglesia regular y secular. Por ejemplo, Pedro, abad de La Ferté, fue elevado a la dignidad episcopal hacia 1125. La orden parecía destinada a desempeñar un nuevo papel en la sociedad, papel que había rehusado asumir hasta entonces a lo largo del siglo.
En el siglo XII la orden cisterciense ejercía una gran influencia política. Bernardo de Claraval influyó decisivamente en la elección del papa Inocencio II en 1130, y luego en la de Eugenio III en 1145. ​ Este antiguo abad cisterciense predicó, a petición de la orden, la Segunda Cruzada que llevó a Tierra Santa a Luis VII y a Conrado II. Bernardo fue quien hizo reconocer la Orden del Temple. En el siglo XII la orden proporcionó a la iglesia noventa y cuatro obispos y el papa Eugenio III.
San Bernardo predicando la 2ª Cruzada, en Vézelay, en 1147. Cuadro del siglo XIX.
 

Esta expansión garantizó a los cistercienses un lugar preponderante no solo en el seno del monacato europeo sino también en la vida cultural, política y económica. Bernardo, líder del pensamiento de la Cristiandad, llamó a los señores a la reconquista de Tierra Santa el 16 de febrero de 1147; los cistercienses predicaron durante la Tercera Cruzada (1188-1192) y algunos hermanos participaron en ella personalmente. La orden se manifestó durante la evangelización de la región francesa de Midi y en la lucha contra los cátaros, cuya doctrina era condenada y combatida por la Iglesia. Arnaud Amaury, abad de Cîteaux, fue designado Legado por el papa y organizó la cruzada contra los Albigenses. ​ Los cistercienses precedieron a los dominicos en estos territorios, en los que garantizaron la predicación y organizaron la represión de la herejía. Se les encargaron misiones de cristianización y, protegidos por el brazo secular, penetraron en Prusia y en las provincias bálticas.
Defensores de los intereses de la Santa Sede, tomaron partido en la querella entre el Papa y el Emperador, donde los cistercienses apoyaron los objetivos teocráticos del pontífice. En el plano institucional, esta crisis reforzó a la orden que trataba de ganar coherencia. Con el favor de estas nuevas prerrogativas, «nace una nueva comunidad [...] que se aleja del modelo creado por los padres fundadores, pero que ni se pervierte ni es pervertida [...]; se trata de lo que podríamos llamar el segundo orden cisterciense».​
En 1334, un cisterciense, antiguo abad de la Abadía de Fontfroide, accedió a la dignidad papal bajo el nombre de Benedicto XII. Bajo su pontificado, la orden ganó en coherencia y trazó una nueva organización en 1336, bajo la forma de la Constitución «Benedictina». ​ El Capítulo general ejercería en lo sucesivo un control más estrecho sobre la gestión de las finanzas y bienes inmobiliarios de las abadías, función que hasta ese momento dependía únicamente del poder del abad. De este modo, en la primera mitad del siglo xiv, y fiel al espíritu de los primeros tiempos, la orden gozó de un ascendiente sobre el conjunto de la cristiandad. La Constitución subrayó la importancia de su acción en el seno de la Iglesia.
Brillante como la estrella de la mañana en un cielo cargado de nubes, la Santa Orden cisterciense, por sus buenas obras y su edificante ejemplo, comparte el combate de la Iglesia militante. Por la dulzura de la santa contemplación y los méritos de una vida pura, se esfuerza en escalar con María la montaña de Dios, mientras que, por una encomiable actividad y piadosos servicios, intenta imitar los diligentes cuidados de Marta [...] esta orden ha merecido extenderse de un extremo a otro de Europa».
Benedicto XII, Constitución benedictina, 1335. ​

Los cistercienses y el trabajo manual
La espiritualidad cisterciense es una espiritualidad benedictina con una observancia más rigurosa en algunos puntos. El trabajo manual se revaloriza mediante la explotación directa de la tierra y las propiedades. Esta elección no se debe a consideraciones económicas, sino a razones espirituales y teológicas: las Escrituras promueven la subsistencia de cada uno mediante su trabajo; ​ los Padres del desierto trabajaban con sus manos, e insiste San Benito: «entonces serán verdaderamente monjes, cuando vivan del trabajo de sus manos, siguiendo el ejemplo de nuestros padres y de los Apóstoles».​ Para el legislador de la vida monástica en Occidente, San Benito, «la ociosidad es enemiga del alma y los hermanos deben ocuparse en algunos momentos en el trabajo manual»...y en otros momentos, en la lectura de las cosas divinas. A este carácter central, según los cistercienses, del trabajo manual en el monacato se añade un problema: la gran riqueza de varias abadías de la época convertía a sus monjes en pudientes y, a veces, incluso en auténticos señores feudales bastante alejados de la pobreza evangélica que parecía necesaria a los primeros monjes para buscar a Dios con un corazón puro. Para los primeros cistercienses, se trataba no solo de una insistencia en la pobreza individual, sino también, según Louis Bouyer, en un rechazo de la fortuna colectiva. Pero la orden no pudo o no supo permanecer mucho tiempo apartada del sistema feudal y de sus riquezas. Por ello, aquella carta de los primeros cistercienses que es el Petit Exorde define al monje, por oposición a quien cobra diezmos, como aquel que posee tierras y obtiene de ella su sustento y el de su ganado. Los cistercienses se las ingeniaban para mejorar continuamente los resultados de su trabajo, y como gozaban de facilidades que aún no tenían los demás campesinos de la época, tales como mano de obra y capital para realizar las grandes obras de drenaje e irrigación, libertad de circulación, posibilidad de tener almacenes de venta en las grandes ciudades y de construir caminos y fortificaciones, etc., adquirieron con bastante rapidez una gran dominio técnico y tecnológico, lo cual tuvo mucho que ver con sus éxitos económicos durante el siglo xii. Los trapenses intentan perpetuar sus conocimientos técnicos permaneciendo alerta en cuanto a los efectos nefastos que a lo largo de la historia ha tenido el éxito económico de los cistercienses. Por esa razón, los beneficios de las cervezas trapistas, por ejemplo, se reinvierten en obras de caridad.
Según ellos, el trabajo manual mantiene el corazón y el espíritu libres para Dios: el cisterciense trata de ser un orante en todo momento. Además, los trabajos al aire libre son predominantes y el contacto con la naturaleza acerca al Creador. Así san Bernardo decía: «Se aprenden muchas más cosas en los bosques que en los libros; los árboles y las rocas os enseñarán cosas que no podríais oír en otro sitio».

Los autores que desarrollaron su espiritualidad
La espiritualidad cisterciense fue desarrollada por varios autores. Si bien San Bernardo es el más célebre, ​​ también es muy conocido Guillaume de Saint Thierry, cuya Lettre aux chartreux du Mont-Dieu —la Lettre d’Or—​ es un destacado documento de la espiritualidad medieval. Sus Oraisons Méditatives​ presentan también sus reflexiones y oraciones cuando, siendo abad benedictino de Saint-Thierry, aspiraba a renunciar a su cargo, lo que no era frecuente en aquella época, para convertirse en simple cisterciense y estar así más disponible para ocuparse de lo único que contaba para él: la búsqueda de Dios, lo cual acabó haciendo, contra el consejo de su amigo Bernardo de Claraval. En la misma época, Elredo, abad de Rievaulx, Inglaterra, escribió su obra sobre la Amistad espiritual; ​ la preocupación por el amor fraterno se adivina también en su Miroir de la charité. ​ Después de Bernardo de Claraval, Gilbert de Hoyland continuo sus Sermons sur le Cantique, descripción del itinerario del alma hacia Dios. Bauduin de Forde, Guerric d’Igny e Isaac de l'Etoile siguieron la misma huella. En Sajonia, Gertrudis de Helfta, monasterio que seguía las costumbres cistercienses sin estar jurídicamente afiliado a la orden, fue una de las primeras monjas en transmitir por escrito sus experiencias en el Héraut de l’amour divin. ​

Los votos y la vida cotidiana en el monasterio
En el seno de la comunidad cisterciense se distinguían varios grupos de hermanos según su dignidad y función, unidos por la oración común y la autoridad del abad: los hermanos clérigos, es decir, los que saben leer latín.
Entre los clérigos algunos son  ordenados sacerdotes, diáconos, subdiáconos o acólitos, Los monjes llamados «laicos», que no saben leer (illiterati), los conversos, a menudo aislados geográficamente de los otros hermanos, y que llevan barba, los novicios, ya que la orden no acepta oblatos, los inválidos, los familiares agregados al monasterio.
Tras un año de noviciado bajo la guía de un monje profeso capacitado y elegido por el abad, en el curso del cual los novatos son iniciados en la vida en común según la Regla de San Benito, si lo solicitan expresamente y la comunidad los aceptaba, eran admitidos en la «profesión» de los votos monásticos: estabilidad en el monasterio, obediencia según la Regla y conversión de vida. ​ Desde ese momento, toda la vida del monje está organizada de acuerdo con la regla, observada tan al pie de la letra como sea posible. ​ Silencio, obediencia y frugalidad marcan la vida de los hermanos. Se adoptan formas de comunicación no verbal, en particular un lenguaje de signos. ​
A partir de los primeros decenios del siglo xii, la vida comunitaria estuvo marcada por la organización de las tareas manuales, que emanaba de una nueva concepción de la unidad territorial y del papel del trabajo agrícola. La acumulación y la tenencia feudal, características de las explotaciones benedictinas, fueron sustituidas por las tierras legadas por los señores locales, revalorizadas directamente por los hermanos. A menudo, las tierras estaban alejadas del monasterio y subdivididas en parcelas autónomas: los graneros incluían no solo el conjunto de los edificios agrícolas, sino también las tierras y puntos de agua adyacentes. Su explotación se confiaba a hermanos conversos, con el apoyo de trabajadores agrícolas y eventualmente algunos monjes de coro, además de un grangier, encargado del granero, y un capellán para que estos hermanos alejados de la abadía no estuviesen privados de los sacramentos. Pero, de acuerdo con la Regla, el conjunto de los monjes de coro solo participaba en el trabajo del campo en la medida en que no entorpeciera la celebración del oficio divino. ​ En la temporada de siega podía ocurrir que toda la comunidad estuviera ocupada en la cosecha y que durante unos días ni siquiera se celebrasen oficios, ni siquiera la misa, como revela el propio San Bernardo en una de sus homilías. ​

Estructuración de los monjes. Cargos
Abad.-
Encargado de regir el monasterio. Es el único que tiene celda individual. El resto duermen en un dormitorio comunitario. El abad es el encargado de recibir a las gentes que llegan al monasterio. Es el jefe espiritual de los monjes y debe de impartir los cuatro sermones más importantes del año.
Prior.-
Mano derecha del abad que le sustituye cuando este no está.
Maestro de novicios.-
El encargado de formar a los futuros monjes. Al llegar los novicios al monasterio son recibidos en la portería y en ella pasan cuatro días. Transcurridos estos días, son recibidos por el Abad que les explica las normas que regulan la vida del monasterio. Se les concede un plazo para determinar su decisión de formar parte del monasterio. Una vez ingresados dependen del maestro de novicios. En los orígenes la edad de entrada era los 15 años pero posteriormente se aumentó a 18 años.
Cantor.-
Organiza el coro y elegirá los cantos, los salmos etc.
Enfermero.-
Es un cargo importante dentro del monasterio y organiza las oraciones cuando fallece un monje. Cuando un monje está agonizando se comunica esta circunstancia a la comunidad haciendo sonar unas tablillas en la panda del claustro y los monjes acuden. El agónico descansa en el suelo, encima de una estera donde hay una cruz. El rezo es el rezo de los difuntos. El sacristán le lava el cuerpo y será trasladado al crucero de la iglesia para terminar los rezos. Una vez muerto se le saca por la puerta del transepto que da al cementerio. Los monjes son enterrados con el hábito y sin caja. Una vez muerto un monje se comienza a cavar la sepultura para el siguiente.
El enfermero también cuida en el jardín de las plantas medicinales.
Sacristán.-
Es el responsable del mantenimiento de la iglesia, de los vasos sagrados y de todo aquello relacionado con el culto. Pero también está encargado de la Biblioteca que se llama Armarium o Armariolum.
En los orígenes del Cister apenas había libros, por lo que esta sala tenía nichos. También se utilizaba para enterrar a personajes importantes.
Portero.-
Es el responsable de controlar las entradas y salidas del monasterio. Cargo de gran confianza del abad.
Cillero.
Responsable de la cilla y administrador del monasterio. Es el único monje que tiene contactos con los conversos. Controla la producción de productos agrícolas y también el trabajo de los conversos.
Las tareas cotidianas se deciden en la sala capitular, que está frente a la panda del capítulo. Todos los días, al final de la jornada se reúnen en dicha sala para repartirse las tareas del día siguiente.
La vida en un monasterio del cister tendrá una gran austeridad[1].
Los monjes  del cister  renuncian  a  utilizar  el hábito que usan los cluniacenses consistente en un hábito forrado de piel llamado “Cogulla”. Los del cister el habito será de lana sin teñir (blanca) que eligen en honor de la Virgen (El blanco es el símbolo de la pureza de la Virgen)[2].
Cuando trabajan en el campo se ponen encima el habito “escapulario” consistente en una túnica de color marrón oscuro que se sujeta en la cintura con un cinturón. Debajo de él llevan alzas oscuras. Ambas prendas serán también la indumentaria de los campesinos.
Los monjes dormirán en dormitorios comunitarios, en jergones de paja, sin que haya al principio separación entre los jergones. Posteriormente se levantaran unos pequeños tabiques de separación. Se acostaran vestidos. Se lavaran una vez al día en la fuente del claustro antes de comer y los pies los sábados.
Se lavaran los pies en  el claustro, en  la panda del Mandatum (la que está pegada a la iglesia) en verano y en la sala capitular en invierno.

La liturgia cisterciense
Parece oportuno […] [que todos los hermanos] tengan el mismo modo de vida, el canto y todos los libros necesarios para las horas diurnas y nocturnas [...] de suerte que no haya ninguna diferencia en nuestros actos, sino que vivamos en una sola caridad, bajo una sola regla y según un modo de vida semejante.
Charte de Charité.
El horarium benedictino entró en vigor en Cîteaux, regulando la vida de los hermanos desde el amanecer hasta la puesta del sol: es el Opus Dei, al que «nada será preferido».​ Un hermano se encargaba de la tarea de despertar a los monjes para el oficio nocturno. A las obligaciones litúrgicas se añadían el trabajo manual y la Lectio Divina. Esta lectura, en voz alta como toda lectura en la Antigüedad y la Edad Media, se presentaba como una verdadera ascesis que debía transformar al monje y alimentarlo.
La distribución de los oficios —siete diurnos y uno nocturno— obedecía las estaciones, pero también a las latitudes, y se adaptaba a la condición de los hermanos conversos. Campanas, cymbalum o mazo llamaban a los hermanos a la oración. La vida cisterciense aparecía, así, como «una vida ritualizada, rítmica [...] en la que cada acción obedecía a reglas formales muy precisas y estaba acompañada por gestos rituales [...] o, cuando estaba permitida la palabra, por frases rituales».​

El canto
El canto gregoriano, componente importante del oficio monástico, no era ajeno a la búsqueda cisterciense de la autenticidad de la tradición monástica y el desposeimiento de las formas.
Los padres fundadores de Cîteaux llevaron consigo los libros litúrgicos en uso en la abadía de Molesmes, el canto gregoriano de la tradición benedictina. Esteban Harding que buscaba el texto más exacto posible de la Biblia, en aras de la autenticidad, del respeto a la regla, pero también de la posteridad y la unidad de la naciente orden cisterciense, envió a sus copistas a Metz, sede de la tradición del canto carolingio, y a Milán para copiar las más antiguas fuentes conocidas de los himnos de San Ambrosio. ​
En el capítulo III de la Charte de Charité se precisa: «Todos tendrán los mismos libros litúrgicos y las mismas costumbres. Y puesto que acogemos en nuestro claustro a todos los monjes que vienen a nosotros, y que ellos mismos, igualmente, acogen a los nuestros en sus claustros, nos parece oportuno, y esa es nuestra voluntad, que tengan el modo de vida, el canto y todos los libros necesarios para las horas diurnas y nocturnas así como para las misas, conformes con el modo de vida y los libros del Nuevo Monasterio, de suerte que no haya discordancia alguna en nuestros actos».​
No obstante, estas directivas no encontraron adhesión por parte de los monjes y especialmente de los monjes de coro, los cantores. De hecho, las versiones melódicas de esas fuentes antiguas, entre San Ambrosio y Carlomagno, parecían arcaicas a estos monjes cantores, eruditos de principios del siglo xii. Por ello, a partir de la muerte de Esteban Harding en 1134, se pidió a Bernardo de Claraval que emprendiese la reforma del canto. Se rodeó entonces de varios monjes y cantores para que adaptasen todo el repertorio existente a los cánones y la teoría de la música de su tiempo.
Las recomendaciones de Bernardo de Claraval sobre el canto están llenas de una exigencia de armonía y equilibrio propia del arte cisterciense. «Que esté lleno de gravedad, ni lascivo ni rudo. Que sea dulce, sin ser ligero, que encante al oído a fin de emocionar el corazón, que consuele la tristeza, que calme la ira, que no vacíe al texto de su sentido sino que lo fecunde».{{refn|group=lower-alpha| Bernardo de Claraval, carta 398. ​ Dentro del espíritu de desposeimiento, las fórmulas salmódicas, cantadas a lo largo de los siete oficios del día y de la noche, se reducían a las fórmulas más simples, sin entonación ornamentada. Pero para los nuevos oficios y las nuevas fiestas, las piezas que se compusieron estaban muy adornadas y muy próximas al lenguaje poético y florido de San Bernardo o de Hildegarde von Bingen, contemporánea en estos inicios cistercienses.
Debido a la propia Charte de Charité y a la fuerte estructuración de la orden, todo ese repertorio adaptado o compuesto en el siglo XII existe en muchos manuscritos diseminados por toda Europa, y su lectura no plantea dificultad alguna. Esa es la razón de que los trabajos de reedición de la abadía de Westmalle, desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, sean muy fieles a las fuentes manuscritas. Así pues, es este repertorio cisterciense que se puede escuchar hoy en abadías como las de Hauterive (OCist) o Aiguebelle (Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia) el que ha conservado la tradición del canto gregoriano. ​

Los cistercienses y la cultura
Los manuscritos
Una de las principales actividades de las abadías era la copia de manuscritos. Los monjes blancos no eran una excepción. Existía una auténtica red de intercambio que permitía a las abadías obtener los textos que necesitaban para copiarlos. En las grandes bibliotecas cistercienses de Cîteaux, Claraval o Pontigny se encuentran Biblias, textos de los padres fundadores de la Iglesia, de escritores de finales de la Edad Antigua o de principios de la Edad Media como Boecio, Isidoro de Sevilla o Alcuino y de algunos historiadores como Flavio Josefo. Se encuentran más raramente textos de autores clásicos.
Los monjes cistercienses desarrollaron una caligrafía redonda, regular y muy legible. Inicialmente, los manuscritos se decoraban con motivos florales, escenas de la vida cotidiana o del trabajo en el campo, alegorías sobre el combate de la fe o sobre el misterio divino. La Virgen está especialmente representada. Pero bajo el impulso de Bernardo de Claraval, movido por un ideal de austeridad, hacia 1140 apareció un estilo más depurado. Se caracterizaba por grandes iniciales pintadas en claroscuro de un solo color, sin representación humana o animal ni uso del oro. ​ Los cistercienses desarrollaron a partir de entonces un estilo sobrio, aunque permaneció un cuidado por la estética. Por otra parte, fueron a menudo muy exigentes en lo referente a la calidad de los soportes utilizados, como el pergamino, y los colores, obtenidos frecuentemente a partir de piedras preciosas, como el lapislázuli. ​
En los siglos XIV y XV, con el desarrollo de la imprenta de tipografía móvil, los libros se hicieron omnipresentes dentro de las abadías y las colecciones de obras aumentaron considerablemente. ​ En el siglo XVI, la biblioteca de Claraval contaba con 18 000 y 15 000 impresos. ​ 

Una cultura dirigida hacia Dios
La orden primitiva nunca dio la espalda al estudio, pero se integró, al principio, en una corriente de oposición a las ciudades, principales centros del saber. De hecho, el intercambio intelectual en el seno de las ciudades permitía una abundancia de ideas, algunas de las cuales también eran provocaciones para el austero Bernardo de Claraval. Los goliardos, por ejemplo, criticaban abiertamente la sociedad tripartita y especialmente a los religiosos; ​ no dudaban en poner en cuestión el matrimonio, pregonando el amor libre en el cual la mujer ya no es una mera posesión del hombre o una máquina de hacer niños. ​ San Bernardo, al igual que Pierre de Celles, otro pensador cisterciense, se opuso firmemente a las nacientes universidades; la vida intelectual urbana podía distraer de la glorificación de Dios. San Bernardo y San Norberto fueron, por otra parte, los principales perseguidores de Abelardo.
Huid de en medio de Babilonia, huid y salvad vuestras almas. Volad todos juntos hacia las ciudades de refugio (los monasterios), donde podréis arrepentiros del pasado, vivir en gracia para el presente y aguardar con confianza el futuro. Encontrarás mucho más en el bosque que en los libros. El bosque y las piedras te enseñarán más que cualquier otro maestro.
— Bernardo de Claraval. ​

A finales del siglo XII, a causa del compromiso pastoral y predicador, algunas instituciones volvieron su mirada hacia el estudio de las cuestiones de la época. Los cistercienses, sin embargo, siguieron siendo a los ojos de las demás órdenes, incluyendo los dominicos, gente «simple» poco versada en los estudios especulativos. Frente a estos ataques, algunas abadías se aventuraron más en las ciencias teológicas y surgieron bibliotecas cistercienses respetables, tales como la de la abadía de Signy y la de Claraval. Se establecieron contactos fructíferos con los medios universitarios parisienses y algunos hermanos se instalaron en París para seguir cursos de teología.

Las universidades
Con el desarrollo de las universidades, creció el nivel cultural y los cistercienses tuvieron que implicarse en la formación de sus jóvenes monjes. También se hizo necesario alojarlos en las ciudades universitarias. Los monjes blancos fundaron, entonces, colegios en París, Toulouse, Metz y Montpellier.
En 1237, la abadía de Claraval fue la primera en enviar hermanos jóvenes a estudiar a París. Inicialmente se alojaban en una casa del Bourg Saint-Landry, pero su número fue en aumento. En 1247 se establecieron en el barrio de Chardonnet y dos años más tarde emprendieron la construcción de un colegio. Gracias al apoyo papal, se compraron las tierras insalubres próximas al Bièvre y en ellas se erigió un colegio. Se recompró en 1320 por el Capítulo general de la orden. Este Collège des Bernardins estaba abierto a los estudiantes del conjunto de la orden. Originalmente planeado para dar cabida a veinte alumnos, el Collège des Bernardins formó, entre los siglos xii y xv, a varios miles de jóvenes monjes cistercienses, la élite de su orden, venidos del norte de Francia, de Flandes, de Alemania y de Europa central, para estudiar teología y filosofía.
En 1334, Jacques Fournier, antiguo alumno del Collège Saint-Bernard, doctorado en teología hacia 1314, se convirtió en papa en Aviñón bajo el nombre de Benedicto XII. El antiguo abad de Fontfroide promulgó en 1355 la Constitución Fulgens sicut Stella Matutina o Benedictina que regulaba las relaciones que mantenía la orden con los estudios intelectuales. Los monasterios de más de cuarenta hermanos debían enviar a dos de sus miembros a los colegios de París, Oxford, Toulouse, Montpellier, Bolonia o Metz. Los cistercienses se integraron en las exigencias del reino de la escolástica.
En la época moderna, la cultura humanista conquistó los monasterios, lo que provocó la oposición de los principales defensores de la reforma del siglo XVII. Así, en el siglo xviii, «numerosos novicios y monjes van a estudiar a las universidades y, de manera general, los religiosos se entregan a la lectura».

Arte cisterciense
Se denomina arte cisterciense al desarrollado por los monjes cistercienses en la construcción de sus abadías a partir del siglo XII, momento de la expansión inicial de esta orden religiosa. La orden cisterciense nació como una reforma de la cluniacense, con el deseo de eliminar todo el peso que ejercían en la vida temporal. Por eso buscan el yermo como lugar de emplazamiento para sus monasterios.
Sus construcciones prescinden de los adornos, en consonancia con los preceptos de su orden de ascetismo riguroso y pobreza, consiguiendo unos espacios conceptuales, limpios y originales. Su estilo se inscribe en el final del románico, con elementos del gótico inicial, lo que se ha llamado "estilo de transición".
La Orden, siguiendo la Regla de San Benito, observa el aislamiento y la clausura, por lo que este arte se desarrolla en construcciones interiores para el uso de los monjes: iglesia, claustro, refectorio o sala capitular. Estas dependencias se encuentran dispuestas generalmente de la misma manera.
La expansión de la Orden fue dirigida por el Capítulo General, integrado por todos los abades, aplicando un programa preconcebido en la construcción de los nuevos monasterios. El resultado fue una gran uniformidad en las abadías de toda Europa.
Su figura decisiva fue Bernardo de Claraval. Planificó y dirigió el diseño inicial (Claraval II, a partir de 1135), influyó en el programa de la orden y participó activamente en la construcción de nuevas abadías. A su muerte en 1153, la Orden había fundado 343.
En España hay notables construcciones cistercienses, que permanecen muy bien conservadas.

Historia de la orden y de su arquitectura
Antecedentes
En el medievo, el monacato en Occidente fue evolucionando y perfeccionando su organización. Los hechos más significativos fueron:
·        En el 529, San Benito de Nursia fundó el monasterio de Montecasino, origen de la orden de los benedictinos.
·        Posteriormente, en el año 540, San Benito de Nursia escribió una Regla para sus monjes, la Regula monasteriorum (Regla de los monasterios), que ordena la jornada del monje de forma estricta y debiendo obediencia al abad. Esta fue observada por la mayoría de los monasterios en la Edad Media.
·        Durante el 816, Benito de Aniane promovió una reforma monacal apoyada por Luis el Piadoso, hijo de Carlomagno, que supuso la unificación bajo la regla de Benito de Nursia de todos los monasterios del Imperio carolingio.
·        A lo largo del 909, Guillermo III, duque de Aquitania, donó tierras para la fundación de la orden benedictina de Cluny, bajo la dependencia del Papa, para evitar las injerencias de los señores feudales. Primó la celebración grandiosa de la liturgia que se correspondía con iglesias de gran esplendor. Llegó a tener 2000 prioratos autónomos sometidos a la obediencia y al gobierno común del abad de Cluny, que era elegido libremente por los monjes.
·        El año 1098, Roberto de Molesmes fundó la orden benedictina del Císter. Se llegaron a fundar 754 abadías, cada una con un abad independiente. 

San Gall y Claraval II
 

Arquitectónicamente, la herencia que recibieron los cistercienses, y que adaptaron a su ideario, se resume a continuación:
·       En la Edad Media, la arquitectura de iglesias y monasterios buscaba transmitir la preponderancia de la vida eterna prometida en el cristianismo, por lo que fue una referencia constante la descripción de la Jerusalén celestial, del Apocalipsis del Apóstol San Juan:
·       ...y me mostró la Ciudad Santa de Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios...Su resplandor era como el de una piedra muy preciosa, como jaspe cristalino...Tenía una muralla grande y alta con doce puertas...la ciudad es un cuadrado: su largura es igual a su anchura.... Su largura, anchura y altura son iguales...el material de esta muralla es jaspe y la ciudad es de oro puro semejante al vidrio puro.
·       Esta fuerte simbología se reflejó en los monasterios en la búsqueda de una ciudad de Dios ideal, basada en la organización por cuadrados de las distintas zonas. En el monacato carolingio se tradujo en el plano del monasterio de San Gall, que sirvió de modelo para la construcción de monasterios en todo el Imperio Sacro Romano y cuyo plano es el más antiguo que se conserva sobre arquitectura monacal (siglo IX). El monasterio se ordenó a partir de la clausura, que en lo sucesivo pasó a convertirse en el centro de todos los monasterios. Cluny también se basó en la distribución de San Gall. El Císter también aceptó lo fundamental de esta distribución. Comparando los planos de Claraval II, primer gran monasterio cisterciense, y de San Gall, se comprueba en ambos casos lo siguiente: las iglesias están orientadas este-oeste; los claustros están adosados a la iglesia; el ala este del claustro se destina a dependencias de los monjes; el ala sur del claustro a comedor y cocina; el ala oeste a almacenes.
·       La arquitectura cisterciense surgió en la época final del románico en la zona de influencia del Condado de Borgoña y de Cluny. Sus constructores recogieron las novedades del siglo anterior, lleno de innovaciones arquitectónicas: la piedra en aparejo y las bóvedas de piedra que habían sustituido a las de madera que se incendiaban con facilidad. En varias iglesias románicas de la zona se aprecian las formas constructivas que luego emplearon los cistercienses:
·       La iglesia del monasterio de Payerne, terminada de construir en 1050, reunía todas las novedades acumuladas de los cluniacenses y se ha conservado hasta la actualidad sin modificaciones. Se observan los arcos fajones de la bóveda de cañón que continúan en el alzado hasta el suelo. El ábside tiene dos filas de ventanas que dan mucha luz a la nave central.
·       Ancy-le-Duc era un priorato que se terminó a principios del siglo XII. Su planta era similar a Cluny II: tres naves, un transepto y cinco ábsides. Su alzado tiene pilares cruciformes con pilastras circulares embebidas en los cuatro lados, unas continúan hasta la bóveda y las otras desarrollan los arcos formeros del muro de la nave central (modelo usado posteriormente por los cistercienses). La bóveda de la nave central, igual que las laterales, se cubrió con bóvedas de arista, pudiendo, gracias a ello, iluminar la nave central con grandes ventanales. La iglesia de Vézelay se construyó de la misma forma que Ancy-le-Duc y en el dibujo se pueden apreciar estos detalles.
Lavedan, en su obra plantea la existencia del estilo Cisterciense, ya que fueron ellos los que lograron adaptar la crucería gótica a un edificio románico. Ahora bien, esto no es privativo del Cister ya que se da en las catedrales del siglo XII con las mismas soluciones, por lo que es más apropiado hablar de protogótico que de tardo romano.
Una iglesia pensada en románico se proyecta para
  que los soportes recibiesen la bóveda de cañón o de arista; apeada en los pilares cruciformes para la bóveda de arista y en responsiones en los muros, con arcos fajones y arcos formeros (Arco formero.- El paralelo al eje longitudinal de la nave y que la separa de la otra).
La bóveda de aristas se construye con cimbras de madera creadas por carpinteros  que precedían a los canteros. El sostén de la bóveda son las plementerias[3], por lo que si eliminamos un vano en la plementeria la bóveda se desmorona.
Existe un reforzamiento de la bóveda de arista que se denomina bóveda de aristas reforzada basada en la construcción de unos nervios (muy similares visualmente a los nervios de la bóveda de crucería) que tienen un función ornamental ya que los empujes son soportados por los propios plementos, de tal manera que si dichos nervios se eliminan la bóveda no se desmorona.

El estilo Románico está pensado bajo la función del miedo, de los infiernos y de las tinieblas.
En el gótico aparece un cambio de espiritualidad basado en la metafísica de la luz que intenta transportar a los fieles a la Jerusalén Celeste, creando  ambientes de luz tremendamente espirituales originados a través de las vidrieras, es por esto por lo que era fundamental crear un sistema constructivo de gran elevación que permitiese la mayor  entrada de luminosidad posible con mayor elevación y posibilitando la creación de vanos en los plementos, siendo para ello necesario que los plementos no fuesen muros de sostén sino únicamente de cierre ( o casi únicamente). Este objetivo se consiguió con las bóvedas de crucería, en los que el proceso constructivo era:
1.     Construir los nervios, que soportarían todos los empujes de la bóveda trasladándolos a los cuatro ángulos a los pilares en la nave y a los responsiones en los muros contrarrestados a través de arbotantes a los contrafuertes.
2.     Una vez terminados de construir los nervios de crucería se pasaba a construir  los plementos.
Este sistema permitía calar los plementos y por lo tanto crear vanos que iluminasen la nave, tal que se pueden eliminar los plementos y no  desmoronándose  la bóveda, ya que el sostén es a través de los nervios.
Los plementos en la bóveda de aristas reforzada son curvos (la superficie resultado de la intersección de dos cañones) y en la de crucería son triangulares.

La estética del Císter
La estética del Císter o estética cisterciense se gestó desde los orígenes de la orden del Císter, buscando una pobreza absoluta desprovista de riquezas, la antítesis de la orden de Cluny.
Fue Bernardo de Claraval, quien definió en la Apología a Guillermo, escrito contra los cluniacenses, las principales características de esta estética: nada de pintura, ni de escultura y sencillez en las construcciones, eliminando todo lo superfluo.
En las dos primeras abadías, que se construyeron en piedra, fue nuevamente Bernardo quien concretó la estética cisterciense en todos los detalles, esa desnudez sin adornos que caracterizó las abadías del Císter.

Inicios de la reforma monacal
Está generalmente admitido que la orden del Císter surgió como contestación de la espiritualidad de la orden de Cluny, que preconizaba una liturgia esplendorosa y la grandiosidad de las iglesias.
Los inicios de la orden, antes de la llegada de Bernardo de Claraval, estuvieron profundamente influenciados por el trabajo de Roberto de Molesmes, primer abad de la orden y por Esteban Harding, tercer abad de la orden. En el transcurso de sus 36 años de autoridad, ambos prefiguraron lo que luego sería la estética de la orden.
Los monjes de la nueva orden, buscaban una mayor observancia de la Regla de San Benito y desvincularse de las riquezas. Esto se comprueba en sus textos:
En el Exordio del Císter y Resumen de la Carta de Caridad se argumenta de la siguiente forma:…existe un… monasterio llamado Molestes…que desde su origen...Dios...le hizo tan grande en riquezas...ahora bien, como los bienes materiales no suelen ir mucho tiempo juntos con las virtudes, algunos miembros de aquella santa comunidad que ciertamente sabían esto, viendo más alto, prefirieron aplicarse a las cosas celestiales más que implicarse en los asuntos terrenos. A partir de entonces, llevados de su amor por la virtud, empezaron a pensar en la pobreza, fecunda en hombres fuertes…

Establecimiento de la estética cisterciense a través de una controversia con los cluniacenses
En 1124, Bernardo escribió Apología a Guillermo, una fuerte crítica a lo que él consideraba los excesos de la orden de Cluny. Mediante ella, Bernardo estableció los criterios teóricos que luego se emplearían en la construcción de todas las abadías cistercienses.
El origen de la Apología fue la petición que le hizo su amigo Guillermo, abad benedictino de St. Thierry de que escribiera defendiendo a los cistercienses de los clunicienses.
En este escrito, Bernardo fijó su posición criticando duramente la escultura, la pintura, los adornos y las dimensiones excesivas de las iglesias de los cluniacenses. Partiendo del espíritu cisterciense de pobreza y ascetismo riguroso, Bernardo profundizó en la crítica, llegando a la conclusión de que los monjes, que habían renunciado a las bondades del mundo, no precisaban de nada de esto para reflexionar en la ley de Dios.

Los argumentos que empleó en su Apología son los siguientes:
·       Distinción entre las iglesias parroquiales y los monasterios de los monjes. Al pueblo llano y devoto lo llamó hombres carnales y a los monjes se refirió como hombres espirituales. Justificó que los obispos para llegar al pueblo llano iletrado precisaban de esculturas, pinturas y demás. Lo argumentó de la siguiente forma: No hay comparación aquí entre los obispos y los monjes. Los obispos, utilizan la belleza material para despertar la admiración de la gente carnal porque no pueden hacerlo por medios espirituales.
·       Sobre las pinturas y los adornos, los rechazó en los monasterios y los justificó en las parroquias. Estas son las razones que expuso: Muéstreles un cuadro hermoso de algún santo. Cuanto más brillantes son los colores, mas santificado les parecerá a ellos. Hay más admiración por la belleza que veneración por la santidad. Así las iglesias se adornan. Vemos los candelabros de bronce grandes, maravillosamente labrados, sus gemas que brillan intensamente. ¿Cuál es el propósito de tales cosas? ¿Ganar la contrición de penitentes ó la admiración de los espectadores?.¿Qué clase de reverencia se demuestra a los santos cuando ponemos sus cuadros en el piso y después caminamos en ellos?. La cara de un santo es pisoteada a menudo por los pies de algún transeúnte. ¿Si las imágenes sagradas no significan nada a nosotros, por qué no economizamos por lo menos en la pintura? ¿Por qué adornar sobre lo que debemos caminar? ¿Para qué tener cuadros atractivos donde se manchan con suciedad? Convengo. Permitamos que esto se haga en iglesias porque si es dañoso para el inútil y codicioso, no lo es para el simple y el devoto.
·       Rechazo de las esculturas en los monasterios. Su argumentación fue en la misma línea que las pinturas: ¿Pero en los claustros, dónde los hermanos están leyendo, qué son esas monstruosidades ridículas...¿Cuál es el sentido de esos monos sucios, leones feroces, centauros monstruosos, mitad-hombres, tigres rayados, soldados que luchan y cazadores soplando sus cuernos? En un lugar usted ve muchos cuerpos bajo sola cabeza, en otras varias cabezas en un solo cuerpo...así que... tan maravillosas son las varias formas que nos rodean que es más agradable leer el mármol que los libros, y pasar el día entero con estas maravillas que meditando en la ley del Buen Señor.
·       Rechazo de iglesias suntuosas en los monasterios. Sobre las iglesias de la orden de Cluny, lamentó su altura excesiva, su longitud y su anchura desmesuradas.
·       Rechazo de las riquezas en los monasterios porque no son necesarias y porque las precisan los pobres. Empleó esta argumentación: Pero los monjes que han renunciado a las cosas preciosas y encantadoras de este mundo para entregarse a Cristo. ¿ Somos como los gentiles aprendiendo sus trucos y sirviendo a sus ídolos?. ¿ Estamos buscando dinero ó más bien beneficio espiritual?. Todas estas vanidades costosas pero maravillosas, inspiran a la gente a contribuir con dinero más que a rogar y rezar. Así las riquezas atraen riquezas y el dinero produce más dinero. Visten a la iglesia con piedras de oro y deja a sus hijos ir desnudos. Los ojos de los ricos se alimentan a expensas del indigente.¿Finalmente, son buenas tales cosas para los hombres pobres?. ¿Y para los monjes, los hombres espirituales?

La crítica feroz que realiza Bernardo, burlona y apasionada, se despliega sobre dos ejes. En primer lugar, la pobreza voluntaria: estas esculturas y adornos son un gasto inútil; despilfarran el pan de los pobres. En segundo lugar, un místico como él que buscaba permanentemente el amor de Dios, rechazaba también las imágenes en nombre de un método de conocimiento: las figuraciones de lo imaginario dispersaban la atención, lo apartaban de su único fin legítimo, encontrar a Dios a través de la Escritura.
Una de las frases más conocidas de la Apología resume poéticamente la elección de la pobreza voluntaria: ¡Vanidad de vanidades, más insensata aún que vana: la iglesia resplandece sobre sus muros y carece de todo para sus pobres!.

Estética de las primeras abadías
La estética se concretó en la construcción en piedra de las dos primeras abadías, Claraval II y Fontenay, que se construyeron prácticamente de forma simultánea. En las dos intervino de forma decisiva Bernardo, ya que de Claraval era su abad y Fontenay era una filial suya. Él fue el inspirador de ambas construcciones, de sus soluciones formales y de su estética.
Bernardo comprendió que la orden estaba consolidada y con un ritmo de crecimiento desmedido (en 1135 tenían unas 90 abadías y aumentaban a un ritmo de 10 nuevas por año). Ante semejante crecimiento, Bernardo, el monje más influyente de su orden, debió plantearse que era urgente establecer un modelo constructivo y una estética de abadía si se quería garantizar la uniformidad de la orden. También debió reflexionar que consolidada la orden, los monjes precisaban un monasterio mejor construido, en piedra, que no se deteriorase como las construcciones efímeras que tenían y que pudiese admitir generaciones sucesivas de monjes.
Cuando su prior, en 1135, le pidió que hiciese un nuevo monasterio junto al que tenían para alojar a los nuevos monjes que se incorporaban a la orden en gran número, Claraval II, debió de considerar que había llegado el momento de fijar una estética rígida que imponer a las nuevas abadías. Debió pensar que el tema era de la máxima importancia y que lo debía acometer él mismo.
La justificación teórica ya estaba fijada en la Apología a Guillermo. Para Bernardo, la estética y la arquitectura debían reflejar el ascetismo y la pobreza absoluta llevada hasta un desposeimiento total que practicaban a diario y que constituía el espíritu del císter. Así terminó definiendo una estética de simplificación y desnudez que pretende transmitir los ideales de la orden: silencio, contemplación, ascetismo y pobreza.
El Capítulo General de abades le apoyó. En el Exordio del Císter y resumen de la Carta de Caridad se ordenó:
·       Capítulo XXV: Lo permitido y lo prohibido respecto al oro, la plata, las joyas y la seda.
·       Los paños de los altares y los vestidos de los ministros no serán de seda, excepto la estola y el manípulo. La casulla será de un solo color. Todos los ornamentos del monasterio, los vasos sagrados y demás cosas que se usen, no tendrán oro, plata o joyas; pero el cáliz y la cánula, y solo estas dos cosas, podrán ser de plata o doradas, pero de ningún modo de oro.
·       Capítulo XXVI: Esculturas, pinturas y cruces de madera.
·       No está permitido tener esculturas en ningún sitio, y pinturas sólo en las cruces, que ellas mismas serán únicamente de madera. 

La abadía cisterciense
La vida monástica de los monjes se vivía dentro de la clausura. Su espiritualidad se ordenaba por la regla: silencio, disciplina, obediencia al abad, horario riguroso distribuido entre numerosos rezos en común, lecturas religiosas y trabajo manual.
Además, en la abadía vivía una segunda comunidad, la de los conversos. Vivían su entrega espiritual en el trabajo diario en el campo, fraguas y molinos, no sabían leer y no mantenían ningún contacto con la comunidad de monjes. Esto último se consiguió diseñando dos zonas en el monasterio estancas e incomunicadas entre sí. La zona de los conversos tenía la misma calidad constructiva que la de los monjes.
La uniformidad de la orden se establece en el Exordio de Císter y Resumen de la Carta de Caridad:
Para que entre las abadías se mantenga siempre una unidad indisoluble, establecemos, en primer lugar, que la regla de san Benito sea entendida por todos de la misma manera, sin desviarse de ella ni un ápice. En segundo lugar, que todos tengan los mismos libros, al menos, en lo tocante al Oficio divino, la misma ropa, los mismos alimentos y por último los mismos usos y las mismas costumbres.
Todas las abadías tienen también una arquitectura similar. En primer lugar, se buscaron soluciones constructivas para cada dependencia que favoreciesen el espíritu de la regla, lo que se llama el establecimiento del programa tipo, o resumidamente plano tipo, donde Bernardo de Claraval tuvo una influencia decisiva. En segundo lugar, una vez establecido el plano tipo, se impuso en las nuevas construcciones.
El plano tipo se aplicó en la construcción de todos los nuevos monasterios. Así, la iglesia se orientaba en la dirección este-oeste con la cabecera al este; el claustro se adosaba a la iglesia; el ala este del claustro se dedicaba a dependencias de los monjes con la sala capitular en la planta baja y el dormitorio en la planta primera con dos escaleras, una que baja al interior de la iglesia y la otra al claustro; en el ala del claustro contraria a la iglesia se disponía el refectorio y la cocina; en el ala oeste (normalmente, con acceso independiente del claustro), un edificio de dos plantas se destinaba a los conversos y almacenes con acceso independiente a la parte trasera de la iglesia.
Cada abad padre transmitía a sus filiales el plan arquitectónico que había aplicado anteriormente en la construcción de su propia abadía y toda su experiencia acumulada. Además, todos los abades se reunían en Císter en el Capítulo General, una vez al año, y está comprobado que se hablaba mucho de la construcción de las nuevas obras. Por último, en la construcción propiamente dicha del nuevo monasterio, viviendo el día a día de la obra, el abad tenía a un monje encargado, llamado cillerero, cuya responsabilidad era el control de las obras y además llevaba las finanzas de la abadía bajo la supervisión del abad.

    
 Zona de monjes     Zona de conversos
1.-Iglesia, 2.-Altar principal, 3.-Altares secundarios,
4.-Sacristía, 5.- Lavatorio, 6.-Escalera de maitines,
7.-Clausura alta, 8.-Coro de monjes, 9.-Banco de enfermos,
10.-Entrada del claustro, 11.-Coro de conversos, 12.-Callejón de conversos,
13.-Patio, 14.-Armarium para los libros, 15.-Claustro,
16.-Sala capitular, 17.-Escalera dormitorio, 18.-Dormitorio monjes,
19.-Letrinas, 20.-Locutorio, 21.-Paso,
22.-Scriptorium, 23.-Sala de novicios, 24.-Calefactorio,
25.-Refectorio de monjes, 26.-Púlpito de lectura, 27.-Cocina,
28.-Despensa, 29.-Locutorio de conversos, 30.-Refectorio de conversos,
31.-Paso, 32.-Almacén, 33.-Escalera,
34.-Dormitorio conversos, 35.-Letrinas 

El monje cillerero controlaba los albañiles (unidos en una corporación gremial que integraba a canteros y destajistas), los herreros y los carpinteros (para los andamios y cimbras se precisaba mucha madera). Es una cuestión todavía debatida si los arquitectos eran los mismos monjes o contrataban maestros de obra. Dado el secreto gremial de la construcción en esta época, la alta cualificación que se precisaba y la enorme actividad constructora que desplegaron en poco tiempo, parece razonable pensar que emplearon maestros de obra contratados específicamente para la construcción. En la Edad Media empleaban ya una organización muy compleja, diversas formas de sueldos y precios, distintos tipos de contratos, y se llevaba una contabilidad rigurosa de todos los gastos.
Asombra comprobar, cuando se visitan las abadías, encontrar siempre la misma distribución.

Si un monasterio crece demasiado ha de enviar a trece de sus monjes a erigir uno nuevo. De esta manera se forman multitud de unidades monásticas hijas de monasterios anteriores. Por tanto el Cister llega a ser la orden monástica más importante del Antiguo Régimen. La identificación del Altar y el Trono lleva a los jacobinos franceses de la I República y a los progresistas españoles de la Regencia de María Cristina a destruir con saña muchos monasterios. Muy triste es el arrasamiento del Monasterio cisterciense de Poblet por los milicianos nacionales y voluntarios de la libertad, similar por sus horribles matices de barbarie y bibliopolia, a la destrucción del Monasterio jerónimo de Guadalupe (Cáceres). Incluso la compra de las estatuas de Poblet por algunos personajes británicos y belgas recuerdan la adquisición de los Mármoles Elgin del Partenón por Thomas Bruce (el séptimo conde de Elgin). Los tumultos revolucionarios en Francia y España hacen que no se conserve ningún monasterio cisterciense puro aunque muchos de ellos sobre todo en Alemania y en España ya habían sufrido grandes metamorfosis durante el Renacimiento y el Barroco. Ello se percibe en varios monasterios gallegos, la fachada clasicista que a fines del XVII se construye en la Iglesia del Monasterio de Poblet y el enmascaramiento churrigueresco que se hizo en la de Santa María de Huerta.
San Bernardo critica al tiempo el arte románico y el incipiente estilo ojival que impuesto por el Abad Suger en el Monasterio de Saint-Denis. Su veto a la pintura y escultura a excepción de la imagen de Nuestro Señor en la Cruz pretende corregir los excesos de la estatuaria románica. Tales demasías se hallan sobre todo en los monstruos que se representan en los capiteles pintados de los claustros. Aquellas figuraciones pueden distraer la atención de quienes rezasen o meditaran. Su veto a las vidrieras se dirige contra el gótico que despunta.
Elementos constructivos de la arquitectura cisterciense. Son:
I) Arco: A partir de 1140 el arco será apuntado. Ese tipo de arco (al que se conoce también por agudo u ojival) es el formado por dos porciones de circunferencia que se cortan en ángulo. El arco apuntado es de construcción fácil. Presenta la ventaja de que permite levantar una bóveda de cañón apuntada que ahorra mucha madera al colocar directamente las tejas.
II) Bóveda de ojiva: Aparece después de 1150. Su origen se halla en la bóveda de arista. La de ojiva se hace engarzando dos arcos. Igualmente es una solución económica.
III) Contrafuertes con relejes: Estos contrafuertes se multiplican pues no se emplean en ellos los trabajos de cantería románicas que se guardan para los ángulos. Al comparar los contrafuertes cistercienses con los románicos los primeros tienen más anchura pero menor profundidad.
IV) Ventanas: En un principio son circulares pero luego pasan a ser apuntadas.
V) Claustro: Es el espacio que articula los restantes elementos del monasterio. El empleo de arcos apuntados y bóvedas de ojiva en los claustros cistercienses hacen que se edifiquen por tramos. También presencia una alternancia luz/sombra muy marcada. 

La iglesia
Regla de san Benito:...dice el Profeta: siete veces al día te alabé... dijo el mismo Profeta: a media noche me levantaba para darte gracias...
... ofrezcamos pues... alabanzas a nuestro Creador... en estos tiempos... en Laudes, Prima, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas, y levantémonos por la noche para darle gracias.
La iglesia era para el uso exclusivo de las comunidades de monjes y conversos. Por ello no hay una fachada principal por donde entran los creyentes a la iglesia. Los monjes accedían por dos puertas laterales de la parte delantera, por el día a través del claustro y por la noche desde el dormitorio por la escalera de maitines. Los conversos entraban por un lateral de la parte trasera a través de un corredor independiente que conectaba con su edificio.
La comunidad de monjes se colocaba en el coro de monjes en la parte delantera de la nave central, los conversos en el coro de conversos en la parte trasera de la nave central. Ambos coros estaban físicamente separados.
La iglesia es el edificio más importante de la abadía y la casa de Dios. Arquitectónicamente, las características de estas iglesias son:
·       Nave central con bóvedas de cañón apuntadas (en el periodo inicial, románicas) o bóvedas de crucería ligeramente ojivales con nervaduras y ventanas laterales (en el segundo periodo, góticas).
·       Dos naves laterales de menor altura que sirven como contrafuertes de la bóveda de la nave central.
·       Una cornisa suele recorrer longitudinalmente la base de la bóveda.
·       Pilares cruciformes con pilastras circulares embebidas que se prolongan, una hasta el arco fajón de la bóveda de la nave central, otras dos en los arcos formeros y la cuarta en la nave lateral.
·       Las pilastras circulares de la nave central, frecuentemente, se interrumpen antes de llegar al suelo en una ménsula.
·       Alzados de la nave central de un solo piso con arcos formeros.
·       Coro plano con ventanas en el arco testero (inicialmente), luego aparecerían también los circulares.
·       Transepto con otros cuatro coros secundarios planos (donde los otros monjes-sacerdotes celebraban su misa diaria).
·       Iluminación monocroma, normalmente blanca.

El claustro
Exordio del císter:... el monje no debe vivir fuera del claustro... no obstante, puede ir a las granjas siempre que se le mande, aunque nunca para vivir en ellas largo tiempo...
El claustro es el centro de la vida monástica y desde el mismo se accede a todas las dependencias de los monjes. Se trata de una galería cubierta, que hace el perímetro de un cuadrado de 25 a 35 metros de lado y se abre interiormente a un patio central mediante una arquería corrida.
Las bóvedas, inicialmente, fueron de cañón apuntado, pero rápidamente se aceptó el modelo gótico, de arcos ojivales y bóvedas de crucería.
La galería, inicialmente, fueron arcos de medio punto, agrupados de dos en dos bajo arcos de descarga con contrafuertes. Posteriormente, se empleó el arco gótico y las agrupaciones fueron de dos, tres o cuatro arcos por arco de descarga.
Los capiteles son muy sencillos, normalmente con un motivo vegetal. La orden no permitía esculturas, recuérdese la Apología de San Bernardo contra los capiteles historiados de los cluniacenses.

La sala capitular
Regla de san Benito:... siempre que en el monasterio haya que tratar asuntos de importancia, convoque el abad a toda la comunidad, y exponga él mismo de qué se ha de tratar...
Sección del claustro, sala capitular y dormitorio de FontFroide.
 

Desde el lado este del claustro se accede a la sala capitular en planta baja y encima de la misma, en la primera planta, está el dormitorio de monjes. Como se aprecia en la primera sección, con el objetivo de no elevar demasiado el dormitorio, se profundiza algo la sala capitular quedando semienterrada y también se le da a esta sala una altura reducida.
La sala es cuadrada y su bóveda es de crucería de medio punto, con nervaduras que nacen en cuatro pequeñas columnas centrales y en ménsulas distribuidas por las paredes laterales. Esta bóveda clásica cisterciense se repite en otras estancias y es una de las características de estos monasterios. La circunstancia de que sea una bóveda muy baja permite contemplar los detalles de forma próxima, como si se tratara de una cripta.
El terminar los arcos en una ménsula en el muro es una técnica profusamente empleada por la arquitectura cisterciense. De esta forma conseguían dar a la bóveda algo menos de anchura y simplificaban su construcción. En la bibliografía, frecuentemente se cita al revés: de esta forma conseguían agrandar las salas. Estas ménsulas se encuentran en todas las estancias. En cada monasterio hicieron su ménsula distintiva, particularizándola en la terminación inferior mediante un adorno sencillo. En varias fotografías del artículo se pueden apreciar diferentes terminaciones de ménsulas.
Sala capitular del Monasterio de
Fontfroide 

La estancia está bien iluminada, ya que recibe luz desde el claustro a través de la puerta y dos arquerías abiertas, y también del lado contrario con ventanas en la pared.
En esta sala se reunían todos los monjes con el abad todas las mañanas, leían la regla, cada monje podía reconocer personalmente incumplimientos de la regla o podía ser acusado de ello por otro monje. (Ese tal pida perdón y cumpla la penitencia que se le imponga por su culpa... allí obedezcan en todo al Abad del mismo y a su capítulo en la observancia de la santa Regla o de la Orden y en la corrección de las faltas.- Carta de Caridad).

El dormitorio de los monjes
Regla de san Benito:... si es posible, duerman todos en un mismo local... en este dormitorio arda constantemente una lámpara hasta el amanecer... duerman vestidos, y ceñidos con cintos o cuerdas... los hermanos más jóvenes no tengan las camas contiguas, sino intercaladas con las de los ancianos.
... y levantémonos por la noche para darle gracias...
La Regla huye de la desnudez y del aislamiento de los monjes, por ello propugna un dormitorio comunitario y vigilado. Para ello construyeron una larga sala donde dormían todos juntos, en un primer piso con el fin de evitar humedades. Normalmente, tenía en un extremo el acceso al transepto de la iglesia por la escalera de maitines y en el extremo opuesto el acceso a las letrinas, en el suelo, y por un sencillo hueco se accedía a la escalera del claustro. Arquitectónicamente, la bóveda es lo más interesante de esta sala.

El lavatorio
Exordio Parvo:... Siguiendo así la rectitud de la Regla en lo referente a su vida... despojados del hombre viejo se alegraban de revestirse del nuevo...
El agua en la Edad Media tenía una simbología especial: el agua del bautismo representa la purificación y el renacimiento espiritual de la persona nueva y cristiana, el agua del Génesis es el origen del mundo, la fuente de la vida significaba la inmortalidad.
El abastecimiento de agua de la abadía era doble: para el desagüe de letrinas, usos agrícolas e industriales, se desviaba parcialmente el curso del río de forma que pasase por un extremo del monasterio; para el agua de boca y el uso litúrgico, se canalizaba agua pura de un manantial cercano hasta el lavatorio, mediante instalaciones hidráulicas de cierta complejidad para conservar la presión.
La fuente se encuentra en un pequeño pórtico cubierto, adosado al claustro, enfrente del refectorio. Según el programa de la Orden debía ser una construcción muy simple y de aspecto agradable. Resulta un pequeño templete donde se aprecia a escala reducida bóveda, arquerías, contrafuertes y fachadas.
Es una sala cuadrada o hexagonal con dos puertas, los monjes entraban en fila por una de ellas, se lavaban en grupos de 6 u 8 y salían por la otra, para entrar al refectorio. También se empleaba para el aseo personal. Litúrgicamente, se empleaba para las abluciones y los sábados se lavaban los pies unos a otros.
Sobre la higiene de estos monasterios, se supone que no era excesiva ante la inexistencia de una sala de baño, que en esa época se consideraba un lugar impúdico.
Monasterio de Malbronn

El refectorio
Regla de san Benito:... en la mesa de los hermanos no debe faltar la lectura. Pero no debe leer allí el que de buenas a primeras toma el libro, sino... el lector... guárdese sumo silencio, de modo que no se oiga en la mesa ni el susurro ni la voz de nadie, sino sólo la del lector...
Refectorio de Huerta
 

En el plan cisterciense, el refectorio (comedor) y la cocina se sitúan en el ala del claustro contraria a la iglesia, la zona destinada a cubrir las necesidades fisiológicas (igual que el lavatorio o las letrinas). Tiene una disposición perpendicular al claustro.
Los monjes solo comían dos veces al día y en algunos periodos también ayunaban. No podían comer carne, aunque las aves y el pescado en la Edad Media no se incluían en este grupo. Por eso tenían palomares y piscifactorías pues era una parte importante de su dieta.
La regla establece que se coma en silencio escuchando al lector, que leía desde un púlpito textos sagrados, lo cual daba mucha similitud con los oficios de la iglesia. De hecho, los cistercienses trataron arquitectónicamente esta sala de forma parecida a una iglesia. En el refectorio de la Abadía de Huerta se comprueban las características de otros comedores cistercienses:
·       Nave única bastante alta.
·       Bóveda de crucería ojival.
·       Ménsulas en los muros de comienzo de los arcos.
·       La escalera embebida en el muro y el púlpito del lector.
·       Ventanas en el muro de cabecera.
·       Iluminación blanca.

Otras salas
Del resto de dependencias de los monjes, hay que destacar el scriptorium. En él, los monjes copiaban los libros sagrados y otros textos latinos. Como había muchas abadías nuevas se precisaban muchos libros y la copia en códices de pergamino era una de las actividades principales de los monjes. Se desarrollaron tres estilos en los códices cistercienses. El estilo inicial corresponde a la Biblia de Esteban Harding, era un estilo que admitía el humor, colorista y exuberante. El estilo intermedio, también en tiempos de Esteban Harding fue más grave e idealizado, corresponde a Los comentarios sobre la Biblia de san Jerónimo. El tercer estilo, impuesto por Bernardo de Claraval, corresponde a La Gran Biblia de Claraval, era muy austero, no se podía emplear oro, ni representar figuras y la escritura era monocroma con iniciales azules. El responsable del cuidado de los libros del monasterio era el monje llamado chantre y el lugar donde los guardaban, era el armarium, que estaba en el claustro junto a la entrada de la iglesia.
Los conversos habitaban el edificio oeste del claustro, casi simétrico del de los monjes. También era de dos plantas, en la inferior estaba su refectorio y los almacenes, en la superior su dormitorio y sus letrinas. En el monasterio había otras dependencias: la fragua, el molino, la enfermería, la hospedería, la portería, etc. Fuera del monasterio, las granjas de los conversos eran grupos de construcciones para las labores agrícolas e industriales.
Todas estas dependencias se construían con técnicas parecidas. Es habitual encontrar estancias alargadas, con una fila de columnas en el centro y bóvedas de crucería o de cañón apuntadas, similares a las empleadas en la sala capitular.

Otras estancias imprescindibles para las necesidades de la comunidad: Son cuatro: cocina, calefactorio, establos y letrinas. Tiene importancia el calefactorio.
Es el sitio más humano del monasterio. Por su mayor calor sirve para el aseo de los habitantes del monasterio y como enfermería de los enfermos y ancianos. Los monjes del Cister otorgan gran importancia al agua por razones simbólicas, higiénicas y económicas. Procuran instalarse en los márgenes de ríos que transcurran por el lado contrario a la iglesia. Esos ríos ofrecen ramales y bifurcaciones dentro del espacio que abarca el monasterio. Los cistercienses disponen las letrinas en el término del río por el conjunto monacal.

El exterior
En la arquitectura exterior también prevalece la sencillez. Los cistercienses tenían prohibidas las torres en las iglesias, solo estaba permitido un linternón para las campanas que apenas sobresalía de la cubierta de la nave. La falta de un elemento tan señalado en la arquitectura exterior de una iglesia causa extrañeza.
Otra de las características de estas construcciones, igual que en los edificios románicos, son los contrafuertes de las bóvedas. Estos elementos exteriores verticales se repiten rítmicamente y dividen el edificio en módulos iguales. También, como se ha comentado anteriormente, las fachadas de las iglesias no las destacaban, ya que los monjes y conversos entraban a la iglesia por puertas interiores. Todos los edificios de la abadía estaban rodeados por un muro, tal como señalaba la descripción de la Jerusalem celestial del Apocalipsis. Sin embargo, los cistercienses no adoptaron las doce puertas que se mencionan en la ciudad celestial.

Difusión del arte cisterciense
Nos referimos a las abadías medievales que se construyeron durante el siglo XII y el siglo XIII. En el siguiente siglo XIV, solo se subsistió: la Guerra de los cien años, de 1328 a 1453, asoló el campo y las abadías, mientras que la peste negra acabó con un tercio de la población europea. A partir de 1427 comenzó la decadencia de la orden con la fragmentación en Congregaciones nacionales, desapareciendo la uniformidad de la orden.
El final del siglo XIII coincidió con la máxima difusión de la orden, unas 700 abadías. Desde entonces, las abadías que se destruían eran muchas más que las que se fundaban. Así en 1780, antes de la Revolución francesa, se habían fundado un total de 54 más, sin embargo fueron destruidas en este tiempo del orden de 350 por diversos motivos, quedando por tanto solo unas 400.
De estas 700 abadías distribuidas por Europa a finales del XIII es preciso descontar dos grupos numerosos de estética no cisterciense:
·       Las congregaciones enteras que se afiliaban al Císter, como la orden de Savigny, que se incorporó con 29 abadías. También hay casos de benedictinos y cluniacenses.
·       Las abadías de mujeres que se unían al Císter a partir del siglo XIII. Eran muy abundantes en Alemania y en los Países Bajos. Se convirtieron en centros piadosos de la clase alta. Muchas de ellas fueron fundadas por reinas. Muy pocas de estas construcciones se incluyen en el grupo de las propiamente cistercienses.
A finales del XIII, La orden estaba presente en todos los países de Europa Occidental. Francia, cuna de Císter, tenía el mayor número con unas 244 abadías. Le seguían Italia con 98, el Sacro Imperio Romano Germánico con 71, Inglaterra con 65 y España con 57. Las restantes se distribuían entre Países Bajos, Polonia, Suecia, Austria, Bohemia, Hungría, Portugal e Irlanda.

Las vidrieras
En 1150, una ordenanza estipuló que las vidrieras debían ser «albae fiant, et sine crucibus et pricturis», blancas, sin cruces ni representaciones. Las únicas representaciones eran motivos geométricos y plantas: hojas de palma, rejillas y entrelazados que pueden recordar la exigencia de regularidad preconizada por San Bernardo. Así, hasta mediados del siglo xiii las vidrieras cistercienses fueron exclusivamente las llamadas «en grisalla», cuyos diseños se inspiran en los enlosados romanos. Dominan las vidrieras blancas; al ser menos costosas, se corresponden también con un uso metafórico, como algunos ornamentos vegetales. Las abadías de La Bénisson-Dieu (Loira), Obazine (hoy Aubazines, en Corrèze), Santes Creus (Cataluña), Pontigny y Bonlieu son representativas de este estilo y estas técnicas. Existen hornos de vidrio entre las posesiones de los cistercienses del siglo XIII.
Iglesia abacial de Aubazines, Corrèze, Francia.
 

La aparición del vidrio decorativo figurativo en las iglesias cistercienses coincide con el desarrollo del mecenazgo y las donaciones de la aristocracia. En el siglo XV, la vidriera cisterciense perdió su especificidad y confluyó, por su aspecto, con la mayor parte de los edificios religiosos contemporáneos.
Vidriera. Abadía de Pontigny, Yonne, Francia.
 

Las baldosas
En los monasterios cistercienses, que vivían en una relativa autarquía, se impuso el uso de baldosas de arcilla, en lugar de un pavimento de piedra o de mármol. Los monjes blancos desarrollaron un gran dominio de este proceso, en la medida en que fueron capaces de fabricarlas en masa gracias a sus hornos. A finales del siglo xii aparecieron baldosas con motivos geométricos. La decoración se obtenía mediante estampado: en la arcilla aún maleable se fijaba un tampón de madera que imprimía el motivo en hueco. El relieve hueco se rellenaba con una pasta de arcilla blanca y la baldosa se sometía a una primera cocción. A continuación, se le colocaba un revestimiento vitrificable. Este protegía la baldosa y realzaba los colores.
El ensamblaje de las baldosas permitía combinaciones complejas de motivos geométricos. A veces, estos fueron juzgados como demasiado estéticos en relación con los preceptos de sencillez y desposeimiento de la orden. En 1205, el abad de Pontigny fue condenado por el Capítulo general por haber hecho paredes demasiado suntuosas. En 1210, al abad de Beauclerc se le reprochó haber permitido a sus monjes que perdieran el tiempo en hacer un enlosado «revelando un grado inconveniente de descuido y un curioso interés».

Abadías y Monasterios
Francia
La Abadía de Fontenay era de la orden cisterciense y está situada en Francia, cercana al río Brenne en la región de Borgoña. Fue fundada en 1119 mediante el sistema cisterciense de filiación por la abadía de Claraval. La consagración de la iglesia fue realizada en 1147 por el Papa Eugenio III, antiguo monje cisterciense en Claraval, en una ceremonia fabulosa a la que asistieron también diez cardenales, ocho obispos y todos los abades del Císter.
En 1170 una bula del papa Alejandro III confirmó a la abadía en sus bienes y posesiones.
Fontenay se construyó simultáneamente a Claraval II y ambas fueron las dos primeras abadías cistercienses construidas en piedra y en las que se concretó la estética cisterciense. En las dos intervino de forma decisiva Bernardo de Claraval, ya que de Claraval era su abad y Fontenay era filial suya. Él fue el inspirador de ambas construcciones, de sus soluciones formales y de su estética. Estas dos construcciones fueron el modelo de abadía durante la importantísima expansión cisterciense en los dos siglos posteriores, llegando a tener 700 abadías a finales del siglo XIII, distribuidas por toda Europa. Así, sus construcciones desarrollaron un estilo con una fuerte personalidad propia y una gran similitud entre ellas, prescindiendo de los adornos, en consonancia con los preceptos de su orden de ascetismo riguroso y pobreza. Esta arquitectura cisterciense inicial se inscribe en el final del románico.
Bernardo nombró primer abad a su tío Godofredo de Rochetaille, siendo el segundo su sobrino Guillermo de Spiriaco. Era una familia de gran fortuna que contribuyó a la construcción de la abadía y que permitió dar una gran calidad a la obra. ​
En los siglos XII y XIII, la abadía fue muy próspera, tenía actividades metalúrgicas y siderúrgicas. En 1259, el rey de Francia San Luis libró la abadía de todo derecho fiscal. En 1269, Fontenay se convirtió en Abadía real durante los reinados de Juan II, Carlos VIII y Luis XII. Le afectó el pillaje y el saqueo en varias ocasiones durante la guerra de los cien años (1337-1453) entre Inglaterra y Francia. Gozó de una influencia creciente hasta el siglo XVI, cuando se instauró el régimen de abades comendatarios, que suprimió a elección de los abades por los monjes en favor del arbitrario real y señaló el principio de la decadencia. Cuando llegó la Revolución francesa solo había una decena de monjes de la abadía, mientras que había albergado en la Edad Media varios centenares.

La Abadía
La iglesia fue construida de 1127 a 1150 según planta cruciforme y por sus proporciones es considerada como una iglesia-tipo de la arquitectura cisterciense. Mide 66 metros de longitud por 8 metros de ancho, el crucero mide 19 metros.
Iglesia
 

Arquitectónicamente, las características de esta iglesia son:
·       Nave central con bóvedas de cañón apuntadas.
·       Dos naves laterales con bóvedas de cañón transversales de menor altura que sirven como contrafuertes de la bóveda de la nave central.
·       Una cornisa longitudinal en la base de la bóveda.
·       Pilares cruciformes con pilastras circulares embebidas que se prolongan, una hasta el arco fajón de la bóveda de la nave central, otras dos en los arcos formeros y la cuarta en la nave lateral.
·       Alzado de la nave central de un solo piso con arcos formeros.
·       Capiteles muy sencillos, con un dibujo denominado hoja de agua.
·       Coro plano con ventanas en el arco testero.
·       Transepto con otros cuatro coros secundarios planos (donde los monjes-sacerdotes celebraban su misa diaria).
·       Iluminación monocroma, normalmente blanca.

Fachada
Fachada desornamentada de dos cuerpos y tres calles. Puerta lisa con arco de medio punto, tímpano liso y arquivoltas. Cubierta a dos aguas.

Claustro
El claustro de forma cuadrada está más bajo que la nave y se construyó casi simultáneamente a la iglesia. Tiene una bóveda de cañón apuntada longitudinalmente con aberturas laterales hacia la galería, que está resuelta mediante arcos de descarga de medio punto que apoyan en contrafuertes exteriores. Cada arco de descarga agrupa dos arcos de medio punto, que apoyan en una pareja de columnas. Los sencillos dibujos geométricos de los capiteles son hojas de agua.
Arquería geminada apoyada en columnas. El modelo temprano no tenía óculos debajo del arco de descarga, pero para darle más luminosidad implementaron los óculos (o rombos).

La sala capitular es cuadrada y su bóveda es de crucería de medio punto, con nervaduras que nacen en pequeñas columnas centrales y en ménsulas distribuidas por las paredes laterales. Esta bóveda clásica cisterciense se repite en otras estancias y es una de las características de estos monasterios.
La estancia está bien iluminada, ya que recibe luz desde el claustro a través de la puerta y dos arquerías abiertas, y también del lado contrario con ventanas en la pared.
Tanto el escritorio, donde los monjes copiaban sus libros, tan importantes en la meditación y en las ceremonias litúrgicas, como la forja tienen una estructura similar a la sala capitular. Bóvedas de medio punto apoyadas en columnas que se abren como palmeras.
El dormitorio cisterciense, siguiendo la Regla de san Benito, era una gran sala comunitaria de una gran sencillez.
Los edificios exteriormente son sencillos, siguiendo la Regla. La iglesia no tiene torres y únicamente destaca la sucesión de los contrafuertes románicos.
Scriptorium

Forja

Exterior 

Abadía de Fontfroide
Fue fundada en el 1080 en unos terrenos cedidos por Aimeric II, vizconde de Narbona. Aunque la comunidad que se instaló en un principio seguía la orden de San Benito, pronto fue sustituida por la orden del Císter. Recibió la protección y las donaciones de los señores de la zona lo que le permitió prosperar con rapidez. Fueron los monjes de Fontfreda los que fundaron el monasterio de Poblet así como otros centros religiosos.
La abadía fue contraria a los albigenses y durante la cruzada fue el centro de la ortodoxia frente al catarismo y se benefició de las expropiaciones a los señores cátaros. Pierre de Castelnau, monje de la abadía, fue legado del papa Inocencio III para combatir la herejía cátara (1203). Fracasó en su misión ante Ramón VI, conde de Tolosa, al que excomulgó. Fue asesinado cerca de Saint-Gilles, se dice que a manos de un hombre del conde de Tolosa (1208). Su muerte provocó que en marzo de 1208, Inocencio III declarara la cruzada contra las tierras occitanas.
Uno de sus abades, Jacques Fournier, fue el papa Benedicto XII (1334-1342). En 1791 fue vendida. La vida monástica se retomó en 1858 En 1870 los monjes cistercienses acogieron a Antonio María Claret, que huido de España y enfermo terminó allí sus días el 24 de octubre del mismo año.

Arquitectura
El patio de honor y el edificio de los hermanos legos
Tras cruzar la puerta de entrada, construida en 1777-1778, a la derecha puede verse el largo rectángulo que forma el patio de honor así como los jardines, construidos por Constanza de Fregose. A la izquierda, un gran edificio de estructura medieval que en sus orígenes sirvió para alojar a los hermanos legos y que más tarde fue transformado para acoger la hospedería. Al fondo, el espacio está limitado por una vasta arcada de tres arcos. El arco central está cerrado por una reja de hierro forjado y adornado con un frontal clásico.
Planta de la abadía
 
Una puerta da acceso al refectorio de los legos. La sala es de grandes dimensiones, con una longitud de cerca de cincuenta metros, lo que permite imaginar una importante comunidad de 180 o 200 frailes. La nave, construida a principios del siglo XIII, se divide en cinco tramos cubiertos con bóvedas ojivales. Los arcos dobles son de perfil cuadrado y las ojivas y las nervaduras se funden en los muros. La luz llega a través de unas ventanas geminadas abiertas en los muros oeste y por un simple arco en el muro este. Las reformas de los siglos XVII y XVIII eliminaron las dos puertas centrales. Una de estas puertas llevaba al patio de honor mientras que la segunda se abría hacia el patio conocido como de Luis XIV.
La restauración de la abadía, iniciada en 1908, ha permitido descubrir el magnífico volumen de la sala conocida como la capilla de los extranjeros, así como añadir diversos elementos de decoración, como la gran chimenea de estilo renacentista. Se cree que procede del castillo de los duques de Montmorency en Pézenas, destruido por orden de Richelieu a finales de 1632. La sala dispone de una acústica excelente y se utiliza para acoger conciertos de música de cámara.

El patio de Luis XIV
Aunque se le conoce erróneamente como de Luis XIV, los documentos demuestran que la configuración actual de este patio se debe a unos trabajos efectuados a partir de 1774. En el monasterio medieval, en un espacio más limitado, se abría al norte los talleres de los hermanos legos: la carpintería, la fragua y la panadería a la derecha del molino que franquea el torrente. Al este se encontraba el ala del noviciado y al sur otros edificios conventuales. Todo el conjunto se desarrollaba alrededor del pozo, una cisterna de mampostería excavada en la piedra caliza. El agua del pozo es muy fría origen del topónimo Fontfreda (fuente fría).
Cuando la abadía no acogía ya ni a hermanos legos, ni a novicios si no a un pequeño grupo de monjes, estos ordenaron la destrucción de algunos edificios que se habían convertido en inútiles y modificaron algunas de las construcciones para adaptarlas al gusto de la época. Fue entonces cuando el patio adquirió su forma actual, rectangular, debido a la reducción de las dimensiones de la cocina y del scriptorium y, sobre todo, del refectorio. La elevación del suelo, de unos 3 dm, corresponde a los escombros dejados por estas demoliciones. En el noviciado se instalaron los aposentos del prior con un invernadero de naranjos.

El callejón de los hermanos legos
En las abadías cistercienses, el santuario se encontraba al este, el claustro contiguo mientras que los edificios adyacentes ocupaban la parte oriental del monasterio. Los hermanos legos estaban instalados en la parte occidental, orientada hacia el exterior. Allí se encuentra la puerta principal por la que los obreros podían acceder a sus puestos de trabajo. Es a partir de esta entrada que se organiza la distribución interior de los edificios. Tenía que facilitar y, al mismo tiempo, regular la comunicación entre los dos grupos de religiosos. Se tenía que establecer, manteniendo siempre la separación, un punto de contacto entre las dos formas de vida. Por aquí los hermanos legos tenían acceso al refectorio y al pasa-platos de la cocina, zona común entre los hermanos que habían profesado y los legos.
Este callejón es un largo corredor, cubierto con bóveda, que llegaba hasta la iglesia sin molestar la zona de los monjes que se encontraba en el lado opuesto de la nave. En el siglo XVII, el antiguo dormitorio de los legos se reformó para poder acoger a huéspedes. Una gran escalera conduce hasta la entrada.

El claustro
Galería oeste
En el callejón de los hermanos legos, una puerta de hierro forjado da acceso al claustro. Este patio interior se encuentra en el corazón de la abadía. Se accede a este espacio, que encierra un pequeño jardín, a través de los edificios de los hermanos legos. El arco mitral que abre el primer tramo permite ver la perspectiva de los grandes soportales dominados por el campanario. El claustro fue construido en dos periodos distintos y en dos estilos diferentes.
Vista del claustro desde el patio de Luis XIV.
 

El primer claustro se construyó entre finales del siglo XII y principios del XIII en estilo románico. El conjunto inferior parece ser de esa época, sobre todo el conjunto de columnas y sus capiteles, decorados con motivos vegetales, que soportan pequeños arcos de medio punto. En esa época, las galerías estaban cubiertas con una estructura de madera.
Durante la segunda mitad del siglo XIII, cuando Fontfreda se encontraba en su época de máxima prosperidad, se realizó una reforma importante siguiendo el gusto y las técnicas arquitectónicas del momento: las correspondientes al gótico. Las columnas románicas fueron elevadas con un tímpano y se abrieron ojos de buey en diferentes partes. La cubierta de madera fue remplazada por una de piedra y, en el interior de las galerías, las bóvedas ojivales se sitúan a dos metros del suelo, cayendo sobre los muros.

Galería sur
Fue la primera que se construyó, tanto en época románica como en la reconstrucción. Las columnas están aquí agrupadas en pares de cinco: se alternan el mármol rosa de Caunes, el mármol de manchas rojas de los Pirineos y el blanco veteado gris o verde. Los capiteles de esta galería presentan motivos vegetales diversos. Los dos tímpanos centrales tienen tres ojos de buey.
A lo largo de toda esta galería pueden encontrarse diversos bancos en los que los monjes se sentaban para leer en solitario o meditar. Aquí también se encuentran dos cuencos de piedra utilizados para el ritual del mandatum, lavado de pies que los monjes del císter practicaban de forma semanal.

Galería este y sala capitular
Los muros de la galería este son contiguos a la puerta de la iglesia. Detrás de una imagen de la Virgen con el niño se encuentra el armarium. Se trata de una cavidad bajo la escalera del transepto en el que se conservaban los libros necesarios para los oficios religiosos, el Antiguo y el Nuevo testamento así como las obras de los padres de la iglesia.
Desde esta galería se accede a la sacristía, cubierta con bóveda de cañón. La galería está dividida en cinco tramos; el central lleva hasta el jardín que se encuentra vacío, sin arcos ni columnas y sin tímpano, con una abertura simétrica que da acceso a la sala capitular.
La transición entre el claustro y la sala se realiza mediante un soportal formado por dos grupos de cuatro columnas cada uno, realizadas en mármol, que envuelven a una quinta. La sala se construyó entre 1180 y 1280. Sobre los muros, arcos de nervaduras se apoyan sobre unos capiteles sencillos de columnas adosadas. En el centro, unas ojivas dobles son sostenidas por cuatro columnas de mármol. Los capiteles son anchos y están adornados con dos filas de hojas lisas que representan el citel, rosa de agua de los estanques de Borgoña que dio nombre a la Abadía de Cîteaux.

La iglesia abacial
Iglesia de Fontfreda
 

Nave
La construcción de la nave de la iglesia se inició después de la afiliación a la orden del cister, en 1145. Contrariamente a la costumbre de la época, se iniciaron los trabajos por la nave. La bóveda de medio punto que la cubre se eleva hasta los veinte metros. Los arcos que la sostienen se apoyan sobre columnas geminadas, apoyadas en grandes pilares cuadrados sobre ménsulas en cuarto de círculo, a dos metros del suelo.
Cuenta con dos naves laterales con bóveda de cañón que alcanza los catorce metros. Se comunican con la nave central mediante grandes arcadas, sostenidas por columnas adosadas a pilares que reposan sobre unos pedestales situados a la misma altura que la ménsula de la nave. En la nave del sur se abren cinco capillas, construidas en el siglo XV.

Vitrales
Durante la época en la que la abadía tenía vida monacal, se seguía una norma muy rigurosa que establecía que las ventanas sólo podían tener cristales monocolor. Cuando Gustave Fayet adquirió Fontfreda las vidrieras desaparecieron. Siguiendo el consejo de su amigo René Billa, músico y pintor, se instaló en 1913 un nuevo vitral, ya con pleno colorido. Las cinco vidrieras laterales de la zona norte representan la vida de san Francisco de Asís.

Transepto y coro
Construido con posterioridad a la nave, a finales del siglo XII, el transepto fue reformado a principios del siglo XV. En el crucero norte se abre una escalera que lleva directamente de la iglesia al dormitorio de los monjes. En cada uno de los brazos del crucero se abren dos capillas, orientadas al este. La más cercana al sagrario tiene forma rectangular con cubierta plana, mientras que las otras están rematadas por un pequeño ábside de cinco lados.
En la zona central, la clave está sustituida por una abertura circular. El coro está cubierto con bóveda ojival. En el lado del Evangelio pueden verse algunos restos de tumbas que se cree correspondían a los vizcondes de Narbona.

Dormitorios
El dormitorio de los monjes
Fue construido sobre la sala capitular a principios del siglo XIII. En la zona oeste se encontraban ocho aberturas que fueron cubiertas en 1250 cuando se elevaron las galerías del claustro. En 1910, la sala se acondicionó como sala de música. Se instalaron vidrieras de papel y se pintó un fresco con motivos de música sacra.

El dormitorio de los hermanos legos
Se trata de una gran sala con bóveda realizada en piedra rosada. En la zona más meridional se encontraba un granero. Son visibles las aberturas laterales que servían para izar los sacos de grano. La parte opuesta es la única que queda del dormitorio de los hermanos legos después de las transformaciones del siglo XVIII.

Antiguo refectorio y salas anexas
En origen esta sala se extendía perpendicular a la galería norte del claustro, con una longitud de 24 metros. Podía acoger a una cuarentena de monjes. En el siglo XVIII el refectorio se convirtió en comedor. Durante la reforma, se dividió por la mitad y fue elevado mediante la colocación de ventanas.
La oficina está decorada en estilo español. Contiene un fresco realizado en cerámica que representa la vida cotidiana del siglo XVIII. La cocina fue reconstruida a finales del siglo XVIII en el antiguo scriptorium. Se conservó el horno de pan.

Puerta románica y almacén
Esta puerta servía como entrada principal del monasterio. Contiene un arco sin ningún tipo de ornamento. La clave está tallada por una serie de líneas trapezoidales. Un imponente dintel de un solo bloque sostiene el tímpano.
El almacén es una sala baja, arqueada y de grandes proporciones. En el muro este, que limita con el callejón de los conversos, quedan restos de una escalera que permitía la comunicación directa del almacén con el dormitorio que se encontraba encima del mismo.

La capilla de los extranjeros
En el exterior del claustro se encuentra la única construcción que perdura del primitivo monasterio. Estaba destinada a acoger a los peregrinos y a los extraños y permitirles asistir a los oficios religiosos sin molestar a los monjes. En el siglo XIV, los contrafuertes permitieron elevar el edificio y construir una sala, que debió ser utilizada como capilla por los abades. 


Abadía de Pontigny
Abadía de Pontigny, fue un monasterio cisterciense ubicado en Pontigny sobre el río Serein, en la actual diócesis de Sens y departamento de Yonne, Borgoña, Francia. Fundada en 1114, fue la segunda de las cuatro grandes casas hijas de las Abadías del Císter. Fue suprimido en 1791 durante la Revolución Francesa y destruido a excepción de la iglesia. En 1843 fue refundada como comunidad de los Padres de San Edmundo. En 1909 pasó a propiedad privada. En 1941 se convirtió en la casa madre de la Misión de Francia, una prelatura territorial.
Hildeberto (o Ansius), un canónigo de Auxerre, solicitó al abad Stephen Harding de Císter que fundara un monasterio en un lugar que había elegido para este propósito. En consecuencia, en 1114 San Esteban envió a doce monjes bajo la dirección de Hugo de Mâcon, el primer abad y amigo y pariente de Bernardo de Claraval, para establecer la nueva fundación. Bajo el abad Hugh y su sucesor, Guichard, el nuevo monasterio desarrolló tal reputación de santidad que atrajo a un número suficiente para poder establecer otros veintidós monasterios cistercienses.
Muchos miembros de la comunidad de Pontigny pasaron a ocupar altos cargos en la iglesia y muchos personajes distinguidos buscaron refugio allí. Entre los primeros se encontraban, por ejemplo, el beato Hugo de Mâcon, obispo de Auxerre (m. 1151); Girard Mainard, cardenal obispo de Praeneste (m. 1202); y Robert, Cardenal Titular de Santa Pudentiana (m. 1294). 
En la segunda mitad del s XII, tres arzobispos ingleses, uno de ellos Tomas Becket arzobispo de Canterbury,  pidieron asilo en el monasterio. El motivo de ello se debía al hecho de que se habían enfrentado al rey Enrique II de Inglaterra.

Tomas Becket fue amigo de Enrique II.
El rey intentando controlar el poder eclesiástico, nombro a su amigo Tomas Becket arzobispo de Canterbury, pensando, que la soberanía del monarca unido a la amistad de Tomas Becket haría que Becket se plegaria al monarca. Esto no pasó, Becket antepuso sus obligaciones eclesiásticas antes que su sometimiento al rey, por lo que fue desterrado, cobijándose en Pontigny.
Con el tiempo, Tomas Becket llego de nuevo a normalizar sus relaciones con Enrique II y volvió a Inglaterra, pero de nuevo se opuso al rey, por lo que este mando que lo asesinasen, hecho que sucedió mientras decía la misa en 1170.
En 1172 es canonizado convirtiéndose en un santo muy querido por el pueblo, hasta el punto que casi todas las catedrales tendrán una capilla exvoto a Tomas Becket. Su fama fue tal, que hubo muchos relicarios y  se originaron muchas peregrinaciones a Pontigny, volviéndose esta abadía muy importante.
A finales del s XII y principios de XIII se construyó una nueva cabecera, el Nártex y un segundo claustro. Realmente en Pontigny no observaremos muchas innovaciones ya que así todos los elementos estaban ya en  Sant-Dennis, por lo que Pontigny es una obra retardataria entre 1185-1205.

Iglesia de la abadía de Pontigny

Exterior del ábside 

Iglesia consta de:
3 Naves, inicialmente prevista con bóveda de arista que después se construyeron con crucería apoyada en ménsulas.
El primer monasterio de 1115 presentaba una cabecera de capillas de testero recto y se tuvo que tirar abajo  la capilla marcadas en puntitos  para encajar la girola.
Transepto extendido con capillas en él. Las capillas absidales estaban enrasadas con el muro, suministrando una iglesia-fortaleza.
Nártex
 

Como eran el abovedamiento en los tramos de la girola, ya que los primeros tramos eran cuadrangulares, pero después eran trapezoidales ajustándose a los muros. En el arranque se cubrían los tramos cuadrados con bóveda de crucería.
Cuando la girola empezaba  a girar  los tramos eran trapezoidales y planteaba un problema. En una bóveda de crucería sobre arco de medio punto el centro geométrico de la bóveda de crucería sobre los vértices de un trapecio se cruzan en un punto que no concuerda con el centro geométrico del trapecio creando plementos que no son iguales y no  contrarrestan. 
Una solución podía ser bóveda de crucería sobre arco apuntado y el centro geométrico coincide con el geométrico. Esta solución se usa en el gótico regional como la catedral de Bourges y pasara como modelo a la catedral de Burgos.
Una última solución que es la de la abadía benedictina cluniacense de Sant-Dennis y Pontigny es una bóveda con nervios quebrados (nervios partidos) que se ajusta la centro y llevando un nervio de ligadura que es el que va del centro de la bóveda al arco de ingreso de la capilla.
Sin embargo, a lo largo de los siglos, la estricta disciplina original se relajó, especialmente a partir de 1456, cuando la abadía fue entregada en commendam. En 1569 fue saqueada e incendiada por los hugonotes, sólo se salvaron las reliquias de San Edmundo. En parte restaurado, continuó existiendo hasta que fue suprimido durante la Revolución Francesa. Los edificios monásticos fueron destruidos en gran parte, pero la iglesia se salvó, debido al respeto en el que aún se mantenía el culto de San Edmundo, y continuó en uso después de la Revolución como iglesia parroquial.
En 1843 JB Muard estableció aquí una comunidad de los Padres de San Edmundo.
Coro de la iglesia de la abadía

Nave central 

Inglaterra
La abadía de Kirkstall son las ruinas de un antiguo monasterio Cisterciense, en las afueras de Leeds, en el condado de Yorkshire, emplazada en lo que ahora es un parque público en la orilla norte del río Aire (River Aire). Fue fundado en 1152 y tardó en construirse 75 años. Fue cerrado durante la Disolución de los Monasterios bajo el reinado de Enrique VIII. Las pintorescas ruinas se han dibujado y pintado por artistas como J.M.W. Turner, Thomas Girtin y John Sell Cotman.
La Abadía de Kirkstall fue donada por el Coronel John Thomas North a la Corporación de la ciudad de Leeds, abriéndose al público a finales del siglo XIX. El edificio de la casa del guarda o portería se convirtió en un museo.

Los edificios
Las casas cistercienses inglesas, de las que nos quedan algunos hermosos ejemplos en Fountains, Rievaulx, Kirkstall, Tintern, Netley, etc., fueron organizadas por el mismo plan, con ligeras variaciones. Como por ejemplo la Abadía de Kirkstall que es una de las mejor conservadas.
La iglesia es típicamente cisterciense, con un pequeño coro de dos filas, transeptos y tres capillas que están hacia el este, divididas por paredes. El conjunto arquitectónico es uno de los más estudiados. Las ventanas no tienen ornamentación, y la nave no tiene triforio. El claustro está situado al sur y ocupa prácticamente toda la longitud de la nave. En el lado oriental se encuentran aisladas dos salas capitulares, entre el transepto sur hay una pequeña sacristía, y en el otro lado hay dos pequeños pisos, uno de los cuales fue probablemente la sala de audiencias. Sobre todo este conjunto de edificios se extendían los dormitorios de los monjes que comunicaba mediante escaleras con el transepto sur de la iglesia.
La nave de la Abadía.
 

En el lado sur del claustro tenemos los restos del antiguo refectorio, que se extendía, al igual que en los monasterios benedictinos, de este a oeste, y el nuevo refectorio, que, con el aumento de los habitantes del monasterios, se extiende, como es habitual en las casas cistercienses, de norte a sur. Al lado de estos apartamentos están los restos de la cocina, despensa y mantequería. Los arcos del lavabo se pueden ver cerca de la entrada al refectorio. El lado oeste del claustro, como de costumbre, está ocupado por bodegas abovedadas, que soportan el peso de los dormitorios de los hermanos laicos de la planta superior.
Desde el ángulo sureste del conjunto principal de edificios se extienden las murallas y los restos de un segundo grupo de edificios. Estos has sido identificados como el hospicio o como la casa del abad, pero ocupan la posición donde debería encontrarse la enfermería. El recibidor era una sala bastante amplia, que medía 25,3 metros de largo por 16 de ancho, y estaba dividido por dos filas de columnas. Los estanques de peces estaban entre el monasterio y el río hacia el sur. El molino de la abadía se encontraba a 73 metros al noroeste.

Claustros, entrada a la sala capitular
 


La Abadía de Fountains en Yorkshire del Norte, Inglaterra, es un monasterio cisterciense, fundado en 1132, hoy monumento en ruinas. Es una de las abadías cistercienses más grandes y mejor conservadas de Inglaterra.
La Abadía de Fountains fue fundada en 1132 como resultado de un conflicto interno en la abadía de Santa María en York. Trece monjes fueron expulsados y tras infructuosos intentos de volver a la orden benedictina, fueron acogidos por el arzobispo de York, Thurstan. Éste les cedió unos terrenos en el valle del río Skell, donde los monjes disponían de todo lo que necesitaron para la creación de un nuevo monasterio: era un lugar protegido de las inclemencias del tiempo, había madera y piedra suficiente para la construcción de las instalaciones, y además una fuente de agua potable. Los monjes solicitaron la adhesión a la Orden del Císter en 1132.
La abadía funcionó hasta 1539, cuando Enrique VIII ordenó la supresión de los monasterios. Los edificios de la abadía y unas 200 hectáreas de terreno fueron vendidos por la Corona, el 1 de octubre de 1540, a Sir Richard Gresham, comerciante de londinense, padre del fundador de la Bolsa de Londres, Sir Thomas Gresham.
Esta abadía fue la tercera mayor de Inglaterra después de la Abadía de Furness.

Arquitectura
La construcción de la abadía comenzó en 1132, con roca de los alrededores, sin embargo los edificios del monasterio original fueron alterados en la etapa posterior de la orden, por lo que el monasterio perdió la estructura estricta del tipo cisterciense. La iglesia se levanta a poca distancia al norte del río Skell, los edificios de la abadía se extienden hacia el arroyo. El claustro está al sur, con las tres salas capitulares aisladas y el calefactorio abierto al paseo oriental, y el refectorio, con la cocina justo al lado. 
Interior de la nave central
 

Paralela al camino occidental se encuentra una inmensa bóveda, que no sigue el estilo del claustro, que sirve como despensa y bodegas, y que soporta el peso de los dormitorios de los hermanos laicos. Este edificio se extiende al otro lado del río. Las habitaciones de los monjes fueron construidas en un lugar poco habitual, encima de las salas capitulares, al sur del transepto.
Las peculiaridades de la distribución del monasterio incluyen la posición de la cocina, entre el refectorio y calefactorio, y de la enfermería (a menos que haya algún error en su disposición) por encima del río al oeste, contiguo a las habitaciones de los huéspedes. Además, hay un coro muy alargado, comenzado por el Abad Juan de York, entre 1203 y 1211, y continuado por su sucesor, se da por concluido, como en la Catedral de Durham, en el transepto oriental, gracias al trabajo del abad Juan de Kent, entre 1220 y 1247; y hasta la torre, trabajo añadido no mucho antes de la disolución, por el Abad Huby, entre 1494 y 1526, en una posición poco habitual en la parte norte del transepto norte.


La Abadía de Netley (Netley Abbey) son las ruinas de un monasterio medieval del período tardío, en el pueblo de Netley, cerca de Southampton, en Hampshire, Inglaterra. La abadía fue fundada en 1239 como una casa para los monjes católicos de la austera orden Cisterciense. A pesar de ser una abadía de la realeza, Netley nunca fue rica, no produjo ni eruditos, ni influyentes clérigos y en sus casi 300 años de historia no sucedió nada relevante. Los monjes eran más conocidos que sus vecinos, por la generosa hospitalidad que ofrecían a los viajeros de tierra y mar.
En 1536, la Abadía de Netley fue cerrada por el rey Enrique VIII de Inglaterra durante la disolución de los monasterios y el edificio se convirtió en la mansión de William Paulet, un rico político de la Casa Tudor. La abadía fue utilizada como una gran casa de campo o mansión de campo hasta principios del siglo XVIII, después de lo cual fue abandonada y parcialmente demolida para materiales de construcción. Posteriormente las ruinas se convirtieron en una atracción turística, y la fuente de inspiración para poetas y artistas del movimiento romántico. A principios del siglo XX, el sitio fue donado a la nación, y ahora es parte del Monumento planificado al cuidado del English Heritage. Los numerosos restos abarcan la iglesia, los edificios del claustro, la casa del abad y fragmentos de la demolición de la mansión. La Abadía de Netley es uno de los monasterios medievales cistercienses mejor conservados en el sur de Inglaterra.
Netley fue fundada en 1239 por Peter des Roches, un poderoso político, funcionario de gobierno, y Obispo de Winchester de 1205 a 1238. ​ La abadía fue uno de los dos monumentos que el obispo concibió para sí mismo; el otro es La Clarté-Dieu in Saint-Paterne-Racan, en Francia. ​ Des Roches comenzó a adquirir los terrenos para la dotación inicial de Netley aproximadamente en el año 1236, pero murió antes de que el proyecto fuera terminado y la fundación fue completada por sus albaceas. ​ Según la Crónica de la Abadía de Waverley, los primeros monjes llegaron a establecerse en el sitio el 25 de julio de 1239 de la vecina Abadía de Beaulieu, un año después de la muerte del obispo. ​ Como su fundador murió antes de poder terminar la obra, la abadía comenzó su vida en una situación financiera difícil. Se cree que hubo poco trabajo desarrollado en el monasterio hasta que fue tomado bajo el alero del rey Enrique III, quien se interesó en la abadía a mediados de 1240 y eventualmente asumió el papel de patrón en 1251.

Iglesia
Los frutos de patrocinio real fueron demostrados por la construcción de una gran iglesia (72 metros de largo), construida en el estilo de moda gótico de influencia francesa usado por primera vez por los albañiles de Enrique III en la Abadía de Westminster. La alta calidad y la naturaleza compleja de la decoración de la iglesia, en particular sus molduras y tracerías, indican un alejamiento de la austeridad deliberada de las primeras iglesias cistercienses, hacia la grandeza apropiada para una catedral secular. ​ La construcción de la iglesia se efectuó de este a oeste. El presbiterio y el transepto fueron construidos primero para permitir que los monjes mantuvieran los servicios religiosos, y la nave se terminó con el tiempo. No se sabe con precisión cuándo se iniciaron los trabajos de construcción, pero las principales donaciones hechas por el rey Enrique III, que fueron la madera para los techos y el plomo proveniente de Derbyshire en 1251 y 1252, indican que algunas de las partes orientales de la iglesia, y probablemente del claustro, estaban en una fase avanzada. La presencia de una piedra fundacional en la base del cruce del muelle sureste que lleva inscrito "H. DI. GRA REX ANGE" (del Latín: Enrique por la Gracia de Dios Rey de los Ingleses), muestra que las bases del centro de la iglesia llegaron a nivel del suelo después de 1251, el año en que Enrique III se convirtió formalmente en el patrón de la abadía. La iglesia tardó muchas décadas en completarse, y probablemente se terminó entre 1290 y 1320. La data de las distintas partes del edificio se ha realizado principalmente para conocer la autoría. 
La ventana del este de la iglesia de la Abadía de Netley
 

La iglesia tenía forma abovedada y cruciforme, con un sector para el presbiterio y una baja torre central que contenía las campanas. ​ Al final del pasillo estaba el altar, con un par de capillas al lado este de cada transepto. No hubo Triforio, sino una estrecha galería coronada por un claristorio de triples ventanas ojivales que corría por encima de la nave de la arcada, como puede verse en la sección que sobrevivió en el transepto sur. La bóveda surgía directamente a partir de la parte superior de la arcada. La pared en el extremo oriental del presbiterio, construida probablemente después de 1260, poseía una gran ventana con un rosetón superior y elaborada tracería; las ventanas del pasillo con forma ojival estaban en pares y empotradas dentro de un arco. En la nave, en el ala sur del pasillo, había tres arcos ojivales de forma simple en lo alto de la pared para contener el techo del claustro. Las ventanas de la nave norte por estaban ricamente decoradas con tracería lobulada, lo que refleja los cambios en el estilo durante el largo período de construcción, y que sugiere que esta fue una de las últimas partes de la iglesia en ser terminada, probablemente a finales del siglo XIII o principios del XIV. La pared oeste de la iglesia también poseía una gran ventana, la tracería fue destruida en un colapso durante del siglo XVIII. Fragmentos conservados muestran que fue construido en un "estilo más libre y más avanzado" que otras partes de la iglesia, y sugieren una fecha en torno a finales del siglo XIV.
Internamente, la iglesia se subdividió en varias áreas. El altar mayor estaba contra la pared este del presbiterio, flanqueado por dos pequeños altares en las paredes laterales. ​ Al oeste, debajo de la torre, estaba el sector del coro donde los monjes se sentaban durante los servicios, y más hacia el oeste se encontraba el púlpito o leccionario que bloqueaba el acceso a las áreas rituales de la iglesia.
En la nave, los hermanos legos tenían sus propias sillas del coro y altar para sus servicios. ​ Los monjes de Netley mantenían un horario de servicios y oración de día y de noche hasta después de las horas canónicas; una escalera en el sur del transepto subía a los dormitorios de los monjes, lo que les permitía atender convenientemente los servicios nocturnos. ​ Los hermanos legos tenían su propio acceso a la iglesia en el extremo oeste a través de una galería cubierta para su comodidad. ​
A diferencia de las órdenes rivales, como los Benedictinos, que permitieron que la nave fuera utilizada por los feligreses y visitantes, los cistercienses reservaron sus iglesias exclusivamente para el uso de la comunidad monástica. Otros tenían el culto en una capilla separada en los terrenos de la abadía cerca de la puerta principal. ​ Con el tiempo esta regla se relajó para permitir que los peregrinos pudieran visitar los santuarios, como en la Abadía de Hailes con su reliquia de la Santa Sangre, y para permitir la construcción de tumbas y capillas para los patrones y ricos benefactores de la casa, al igual que en las iglesias de otras órdenes. Las excavaciones muestran que la iglesia de Netley incluyó una serie de tumbas y monumentos elaborados.
El interior de la iglesia fue ricamente decorado. Las paredes estaban enlucidas y pintadas de blanco y marrón con motivos geométricos y líneas diseñadas para dar la impresión de sillería. Los detalles arquitectónicos también fueron elegidos en marrón. Los pisos estaban cubiertos de azulejos policromos de encáustico con prominentes diseños de follaje, bestias heráldicas, y escudos de armas, incluyendo las de Inglaterra, Francia, el Sacro Imperio Romano, la reina Leonor de Castilla, Ricardo de Cornualles y muchas familias nobles poderosas. Las capillas en el ala sur del transepto, tenían azulejos con símbolos de Eduardo el Confesor y la Virgen María. Las ventanas de la iglesia estaban llenas de vidrio pintado, de los cuales se han descubierto seis paneles. Muestran escenas de la vida de la Virgen María, de la Crucifixión, de monjes, monstruos y humorísticos animales.

El claustro y el ala este
Al sur de la iglesia se encuentra el claustro, rodeado de edificios en tres de sus lados y la iglesia formando el cuarto. El claustro era el corazón de la abadía, donde los monjes pasaron la mayor parte de su tiempo cuando no estaban en la iglesia, participando en el estudio, la copia de libros y la creación de manuscritos iluminados. Los escritorios de los monjes fueron colocados al pie norte del claustro, y un armario para libros fue tallado en la pared externa del ala sur del transepto.
El claustro mostrando el ala sur del transepto de la iglesia y el ala este. Los arcos triples en el centro son la entrada a la sala capitular.
 

El sector del este, que se inició al mismo tiempo que la iglesia y probablemente tomó unos 10 años para ser construido, contenía muchas de las habitaciones más importantes de la abadía. La biblioteca abovedada y la sacristía estaban en la planta baja junto a la iglesia. Al sur estaba la sala capitular, desde donde se dirigía la abadía y donde los monjes se reunían para realizar transacciones comerciales y para escuchar una lectura diaria de un capítulo de las Reglas de San Benito. Ésta fue un magnífico apartamento dividido en tres corredores, con bóvedas que surgían de cuatro columnas; un banco de piedra corría alrededor de las paredes para que los monjes pudieran sentarse, y el trono del abad estaba en el centro de la pared este. La entrada a la sala capitular desde el claustro era a través de una puerta de arco elaboradamente moldeado, flanqueada a cada lado por una ventana de tamaño similar. Los marcos de las ventanas tenían columnas de Mármol Purbeck, formando el conjunto una impresionante composición apropiada para el segundo espacio más importante en la abadía después de la iglesia. Las ventanas a ambos lados de la puerta no habrían tenido cristales, con el fin de permitir que los hermanos legos (que no eran miembros de la orden capitular) pudieran escuchar los debates. La sala capitular también se utilizó para entierros, tradicionalmente los de los abades del monasterio. Cuando la habitación se excavó, los arqueólogos descubrieron restos humanos dispersos y evidencia de tumbas debajo del nivel del suelo medieval, lo que indica que un número de personas fueron alguna vez enterradas allí.
El salón privado o parlour se situaba al sur, era pequeño y austero, con forma de bóveda de cañón, un poco más que un pasaje a través del edificio. Aquí los monjes podían hablar sin perturbar el silencio del claustro, que las reglas Cistercienses exigían. Al sur del parlour, corría un largo refectorio abovedado con una hilera de pilares centrales que sostenían el techo. Esta habitación fue muy alterada con el tiempo y probablemente sirvió para varios propósitos durante la vida de la abadía. Inicialmente, puede haber sido usada como sala de día para los monjes y también de alojamiento para los novicios, pero con el tiempo esta pudo haber sido convertida en una "Sala de Misericordia",​ donde los monjes (inicialmente sólo los enfermos, pero después de la edad media todo el convento) podían comer carne, que no estaba permitida en el comedor principal ya que la Regla de San Benito lo prohibía.
El dormitorio de los monjes estaba en el piso superior del ala este, una larga sala con un alto techo de dos aguas (donde aún se pueden ver las marcas en el muro del transepto), que corría a lo largo del edificio. Se podía acceder a través de dos escaleras: la escalera de día para bajar al claustro en la esquina sureste y la escalera de noche que llevaba al sur del transepto de la iglesia, para permitir a los monjes llegar fácilmente de la cama al coro nocturno. Inicialmente, el dormitorio era una sala abierta, con las camas de los monjes colocadas a lo largo de las paredes, cada una debajo de las pequeñas ventanas hundidas en el muro. Durante el siglo XIV, las necesidades de la vida común cambiaron y el dormitorio en Netley sería, como en otras casas, dividido en cámaras con paneles para dar a los monjes su propia habitación privada, aunque cada una abierta hacia el centro del corredor. El tesoro se colocaba en una minúscula sala abovedada que estaba en el extremo norte del dormitorio, probablemente ubicado ahí para que los hermanos pudieran guardarlo durante la noche.

Necessarium y enfermería
Otro gran edificio se extiende transversalmente en el extremo sur del ala este. La planta baja era en una sala abovedada que tenía una gran chimenea del siglo XIII, con un guardarropa de uso común. No está claro para qué se utilizó este espacio, pero puede haber sido la enfermería monástica, si es así, hubiera sido de lo más inusual, tal vez único. Normalmente, en un monasterio Cisterciense medieval, una enfermería con sus propias cocinas, capilla y edificios auxiliares se habría localizado al este de los principales edificios, alrededor de un segundo claustro, más pequeño, pero en Netley éstos parecen estar ausentes. Hasta el momento, las excavaciones no han revelado si Netley tuvo un complejo de enfermería separado.
La planta superior de este edificio fue el necessarium o letrina. Una habitación grande con una puerta que conducía convenientemente al dormitorio de los monjes. Los urinarios estaban en la pared sur y el efluente caía en un arroyo subterráneo que corría por un pasaje abovedado debajo del edificio.
Al oeste del bloque del necessarium estaba la despensa, una habitación donde los monjes almacenaban vino (algunos de ellos traídos directamente de las bodegas del rey en Southampton) y cerveza.​ Las excavaciones en esta área han revelado restos fragmentarios que pueden ser parte de una cocina separada para una dieta más rica en carne, permitido a los residentes de la enfermería.

Ala sur
Durante la conversión Tudor de la abadía a una mansión, el ala sur fue ampliamente reconstruida, y sólo la pared norte de la estructura medieval se mantiene, lo que hace el seguimiento los diseños monásticos difíciles. Yendo del este a del oeste, se encontraba la "casa calefacción" donde el fuego estaba encendido constantemente para que los monjes se calentaran después de largas horas de estudio en el frío claustro. La habitación era probablemente abovedada y con una gran chimenea en la pared del oeste para permitir que el calor irradiara hasta refectorio de al lado. ​ Es probable que en Netley al igual que en su casa hermana "La Abadía de Fountains", la sala encima de la "casa calefacción" fuese la habitación de los archivos, donde los monjes guardaron los registros y títulos de propiedad, así como también documentos de los Lords locales.
El refectorio se proyectaba hacia al sur desde el centro del complejo, como era habitual en los monasterios Cistercienses. Ha sido casi completamente demolido salvo la pared norte, aunque las bases fundacionales subterráneas han sobrevivido y han sido excavadas. ​ Fue una larga sala con una tarima en el extremo sur, para el Abad e importantes huéspedes. Había un púlpito en la pared oeste para dejar a un monje leer mientras los hermanos comían. La cocina se encontraba al oeste; tenía una chimenea central, como era costumbre Cisterciense, estaba ubicada en ese lugar para a permitir que la comida que se sirviese a través de las escotillas fuera tanto al refectorio de los monjes, como también al comedor separado para los hermanos legos en el lado oeste.

Ala oeste
El ala oeste en la Abadía de Netley era pequeña y no se extendía en toda la longitud que el lado oeste del claustro. Estaba dividido en dos por la entrada principal original de la abadía, con una sala exterior, donde los monjes podían recibir a los visitantes. Al norte de ésta, en la planta baja, había bodegas para el almacenamiento de alimentos, y al sur era el refectorio de los hermanos legos. A la planta superior se accedía por una escalera desde el claustro, fue el dormitorio para los hermanos legos. Netley fue una abadía tardía, construida en un momento en que estos hermanos eran una parte cada vez menor de la comunidad Cisterciense, y es probable que fueran pocos en número, por lo tanto, el tamaño de los alojamientos eran pequeños. ​ En algunas casas, como en la Abadía de Sawley, se construyeron una serie de confortables salas para el uso de los funcionarios monásticos o invitados importantes; en otros lugares, tales como la Abadía de Hailes, el ala oeste se convirtió en una casa de lujo privada para el abad. ​ Las ruinas del ala oeste de Netley están demasiado demolidas para estar seguro del uso de esos edificios, se sabe que estuvieron en la última parte del periodo medieval. ​
Plano de la abadía
 

Todos los edificios alrededor del claustro se terminaron en el siglo XIV. ​ Hubo posteriormente pocos cambios estructurales importantes durante el período monástico a un lado de la re-bóveda del transepto sur de la iglesia a finales del siglo XV. ​ Es probable, sin embargo, que hubo muchos cambios internos a raíz del aumento de los niveles de vida durante la Edad Media (como se ve en la Abadía de Cleeve) aunque no hay restos que hayan dejado alguna evidencia. ​

Precinto
Un edificio de piedra al este del complejo principal se cree que ha sido la casa del abad. Contiene dos niveles de apartamentos abovedados que consta de dos salas, alcobas, una capilla privada y habitaciones de servicio. Al nivel superior se accede por una escalera exterior, lo que permitió que esta planta pueda haber sido utilizada de manera independientemente si era necesario.
El núcleo central del monasterio estaba rodeado por un recinto que contenía un patio exterior (público) y un patio interior (privado), jardines, establos, casas de huéspedes para los viajeros, estanques de peces, la casa-granja y edificios industriales. El sitio fue defendido por un gran banco y fosa, parte del cual sigue estando al este de la abadía. La entrada estaba estrictamente controlada por una "casa del guarda" o gatehouse de entrada exterior e interior.​ Una capilla, conocida como "capella ante portas" (del latín: capilla fuera de las puertas) fue colocada por fuera de la puerta de entrada para el uso de los viajeros y de la comunidad local. De los edificios del recinto, la casa del abad, el foso y los estanques de peces han dejado restos visibles.
El agua fresca de Netley estuvo suministrada por dos acueductos que la traía desde varias millas al oeste y al este de la abadía, desde el área de la actual Southampton y Eastleigh. Los restos del acueducto oriental, ahora conocidos como Cauce Tickleford, pueden ser vistos en los Jardines de Wentworth, en Southampton. 


Alemania
Monasterio de Maulbronn
El Monasterio de Maulbronn (en alemán: Kloster Maulbronn) es uno de los monasterios cistercienses medievales mejor conservados de Europa. Se sitúa en las cercanías de Maulbronn, Baden-Württemberg, Alemania y está separado de la ciudad por un cinturón de fortificaciones. Ciudades cercanas son Bretten y Knittlingen.
El monasterio, que aparece de manera destacada en la novela de Herman Hesse Bajo las ruedas fue declarado, en el año 1993, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La justificación para la inscripción fue la siguiente: «El complejo de Maulbronn es el más completo que se conserva de un establecimiento monástico cisterciense en Europa, en particular debido a la supervivencia de sus amplios sistemas de manejo del agua de canales y embalses».​
En 2013, Alemania emitió una moneda conmemorativa del Estado de Baden-Wurtemberg, eligiendo el monasterio como imagen del Land.
El monasterio se fundó en 1147 bajo los auspicios del primer Papa cisterciense, el Papa Eugenio III. La iglesia principal, construida en un estilo transitorio del románico al gótico, fue consagrada en 1178 por Arnold, obispo de Espira. Después de la Reforma protestante, el duque de Württemberg se apoderó del monasterio en 1504 y construyó allí su pabellón de caza. A mediados de siglo XVII, la anterior abadía se convirtió en un seminario protestante, actualmente conocido como los Seminarios Evangélicos de Maulbronn y Blaubeuren, que lo han ocupado desde entonces. Los clérigos protestantes adaptaron los edificios monásticos para sus propias necesidades.
Planta del monasterio.
 

En este monasterio se han representado todas las corrientes estilísticas, desde el románico hasta el gótico tardío. El conjunto ofrece una imagen poco habitual de cohesión. La vida y el trabajo de la orden desde el siglo XII hasta el siglo XVI pueden ilustrarse con todo lujo de detalles. La agricultura de los monjes fue considerada ejemplar en la región. Dentro del área del monasterio se practicó la piscicultura y se construyó un complejo sistema de riego. Dentro de los muros del monasterio estaban representados casi todos los oficios. Incluso hoy en día se cultivan las viñas plantadas en su día por los monjes. Es impresionante el buen estado de conservación del monasterio y la idea de cohesión que transmite esta construcción al visitante moderno, con una casi inalterada imagen de la vida medieval en su interior.
Se penetra en el monasterio por un gran portal que se abre sobre los anexos del convento de arquitectura medieval (entramados). En el ante-patio tenían lugar las actividades de los hermanos laicos: edificio de maitines (rezos de la mañana), la forja y el establo, el molino y la prensa. El monasterio propiamente dicho es accesible por tres pesadas puertas, anteriormente cubiertas de piel de cerdo, que llevan a la plaza de la iglesia.
El patio del monasterio está rodeado de imponentes edificios de administración y vivienda, así como de torres y una muralla de casi un kilómetro de largo. Los otros edificios - enfermería, refectorio, bodega, auditorio, fragua, fonda, botería, molino, capilla, etc - se fueron construyendo durante el siglo XIII. El resto de laterales del claustro se remontan al siglo XIV, como la mayoría de las fortificaciones y la fuente. La joya arquitectónica del monasterio es la capilla de la fuente donde los monjes venían a lavarse las manos antes de la comida y donde se cortaban barbas y tonsuras. Esta fuente, o lavatorio, estaba situada en el claustro, pero no en medio del jardín, sino en uno de los laterales separada del mismo. Se accedía directamente desde el pasillo del claustro.
La iglesia románica del monasterio, una basílica de tres naves, es la construcción más antigua del lugar. Parte del mobiliario es una sillería para 92 monjes, hecha de madera de roble y ricamente decorada. La nave de la iglesia está separada en dos por una balaustrada de piedra, que delimita la actividad espiritual de los monjes y la actividad secular de los frailes laicos. En el solsticio de verano, el 21 de junio un rayo de sol atraviesa una vidriera e ilumina la corona de espinas de Cristo, creando como rosas rojas en el lugar de las heridas. Por la nave lateral, se accede al claustro.
Coro

Nave principal 

Sólo la tracería de las ventanas del claustro han guardado las, aparentemente, ilimitadas formas de expresión del arte de cantería.
Claustro

El Höllentreppe (la escalera del Infierno), adornada con rosetones, conducía únicamente al dormitorio y al cuarto de calderas, parte del convento que se calentaba.

Lavatorio 

El Monasterio Eberbach es una antigua abadía cisterciense cerca de Eltville am Rhein en el Rheingau. Con sus impresionantes edificios románicos y góticos preclásicos, es una de las más significativas obras artísticas en Hesse (Alemania).

En este monasterio se rodó en el invierno de 1985-1986 una gran parte de los interiores en la película El nombre de la rosa.
Fue fundado en 1136 por Bernardo de Claraval como el primer monasterio cisterciense en la orilla este del Rin, en el lugar ocupado previamente (1116-1131) por una fundación monástica del arzobispo Adalberto de Maguncia, ocupada primero por canónigos agustinos y posteriormente por monjes benedictinos.

Bodega del Monasterio Eberbach
 

Eberbach seguía las reglas de la Reforma Cisterciense, las que exigían orientarse para la vida del monasterio siguiendo estrictamente la regla benedictina (o Regla de San Benito). Según esta, los monjes debían vivir del producto generado por el trabajo de sus propias manos. Este mandamiento de ora et labora hacía la vida monástica en Eberbach muy poco atractiva para los nobles, de tal modo que, durante todo el tiempo de la historia de este monasterio, los monjes provinieron de capas sociales plebeyas. Sin embargo, con el objetivo de organizar el trabajo y la oración, surgió más adelante entre los cistercienses la separación en diferentes estamentos. ​
Pronto se convierte en uno de los más grandes y activos monasterios alemanes, a partir del que se fundan una serie de nuevos establecimientos: la abadía de Schönau, cerca de Heidelberg en 1142; la abadía de Otterberg en el Palatinado en 1144; la abadía de Gottesthal cerca de Lieja en 1155 y la abadía de Arnsburg en el Wetterau en 1174. Durante los siglos XII y XIII, el monasterio alberga, al menos, a 150 monjes y hasta el triple de legos. La abadía prosperaba económicamente, principalmente como resultado de la producción de vino. Al menos catorce miembros de la familia de los condes de Katzenelnbogen están enterrados en la iglesia. Entre ellos, el conde Juan IV de Katzenelnbogen, que fue el primero en plantar vides de Riesling, en un viñedo nuevo cerca de Rüsselsheim, en tanto que los monjes todavía cultivaban uva tinta como Grobrot, la primera variedad de uva registrada en Eberbach.
Hacia 1525 había un gran tonel, con un volumen de entre 72.000 litros, cuyo contenido fue consumido por los rebeldes de Rheingau, acampados junto al monasterio, durante la guerra de los campesinos alemanes.
La abadía sufrió serios desperfectos en 1631 durante la guerra de los Treinta Años con el ataque de las tropas suecas. Los monjes tuvieron que huir y en el saqueo se sustrajeron diversas piezas de la iglesia y libros de su relevante biblioteca. Ya en 1635 retornarían 20 hermanos, para emprender las laboriosas tareas de reconstrucción.
Durante siglo XVIII el monasterio vivió una etapa de florecimiento económico. Los registros contables muestran que los beneficios de los 30-40 monjes que vivían por entonces en la abadía se invertían en el Mercado de capitales de Fráncfort del Meno. De 1704 a 1715 tiene lugar la reconstrucción barroca del espacio interior de la iglesia.

 

Próximo Capítulo: Capítulo 2 - El Cister en España 

 

 

 

Bibliografía
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[1] La austeridad en el cister es mucho más rigurosa que en los monasterios benedictinos (Cluniacenses).

Tendrán una comida en el verano y dos en invierno. Solo comerán legumbres, aceite, sal y agua. 

[2] Los monjes del cister profesan una gran devoción a la Virgen, hasta el punto que según la tradición la Virgen impuso el hábito a Alberico. El autor Cesáreo de Heisterlach escribe la obra “Los diálogos” y nos cuenta que un monje cisterciense al subir al cielo pregunta a San Pedro donde están los monjes del cister porque no ve a ninguno. San Pedro le remite a la Virgen, que abriendo su manto muestra a todos los monjes del cister  refugiados bajo él. Esto forma parte de una iconografía que después será tomada por los dominicos

[3] Plementeria.- conjunto de piedras o dovelas de una bóveda de crucería. A cada uno de los paños se le llama plemento




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