sábado, 17 de octubre de 2020

Capítulo 34 - Pintura barroca de Flandes. Tercera Parte

 Pintura barroca de Flandes. Tercera Parte 

ANTON van DYCK Amberes, 22 de marzo de 1599-Londres, 9 de diciembre de 1641)
Pintor y grabador flamenco especialmente dedicado a la elaboración de retratos. Dado que alcanzó gran fama internacional, su nombre se adaptó a diferentes idiomas: en inglés, Sir Anthony van Dyck; en español, Antonio o Antón van Dick. Llegó a ser el primer pintor de corte en Inglaterra tras una larga estancia en Italia. Es universalmente conocido por sus retratos de la nobleza genovesa y de Carlos I, rey de Inglaterra, de los miembros de su familia y de su corte. Con su método de pintura de una elegancia relajada, influyó en los retratistas ingleses, como Peter Lely. Además de retratos, por los cuales fue bastante apreciado, se ocupó también de temas bíblicos y mitológicos, introduciendo algunas notables innovaciones pictóricas.
Grande para Flandes era la fama de Pedro Pablo Rubens, cuando en Amberes en su escuela surgió un joven llevado de tan noble generosidad de costumbres y de un tan bello espíritu en la pintura que bien dio signos de ilustrarla y aumentar su esplendor.
Giovanni Pietro Bellori​

En Amberes fue discípulo de Hendrick van Balen, con quien permaneció entre 1609 y 1610. ​ Más adelante fue también alumno y asistente de Rubens, del que asimiló la técnica y en parte también el estilo, y en 1618 fue admitido como maestro en el gremio de San Lucas.
Tras transcurrir la juventud en Amberes, se trasladó a Italia, donde realizó el viaje ritual de formación característico de todos los grandes pintores flamencos. Allí tuvo la oportunidad de ver y copiar algunas grandes obras renacentistas, especialmente de su pintor favorito, Tiziano. Al volver de Italia, pasó a Inglaterra, a la corte de Carlos I, donde se ocupó casi exclusivamente de retratos. Murió en Londres a la edad de 42 años y fue enterrado en la Catedral de San Pablo. 

Primeros años y formación
Van Dyck nació en una casa llamada Den Berendans, en el centro de la ciudad. ​ Su abuelo Anton (1529–1581), tras haberse dedicado a la pintura, se dedicó al comercio de la seda; a su muerte, su mujer, Cornelia Pruystinck continuó la actividad del marido, rodeada de sus hijos Francisco y Fernando. Tal trabajo rendía bastante, ya que la familia tenía clientes incluso en París y Londres, y en una buena parte de las ciudades flamencas.
El padre de Anton, Franchois, se casó en segundas nupcias, en 1590, con Maria Cuypers. Desde el matrimonio con esta mujer, tuvo 12 hijos, de los que Anton fue el séptimo. ​ Dado el crecimiento de la familia, los van Dyck decidieron adquirir una casa nueva, espaciosa y lujosamente amueblada, De Stadt van Ghendt, que incluía algo desusado para la época, un baño.
Anton mostró rápidamente su talento y es considerado un niño genio. Fue enviado, en el año 1609, al taller de uno de los mejores pintores de la ciudad, Hendrick van Balen, decano de la Sint-Lucasgilde (Gilda o Gremio de San Lucas), con el fin de que aprendiese los rudimentos de la pintura y adquiriese experiencia. Su primera pintura datada es de estos años y es el Retrato de un hombre de setenta años, de 1613, en el que son evidentes las enseñanzas de Van Balen. Sin embargo, bien pronto y con solo 16 años, abrió un taller personal, junto al joven amigo Jan Brueghel el Joven, con quien abandonó la escuela del maestro. En estos años, como recuerda el mismo Brueghel, Anton recibió el encargo de ejecutar una serie de pinturas que representaran Los doce apóstoles y un Sileno ebrio. ​ De este período es sin duda también el autorretrato de 1613–1614.

Autorretrato de 1613–1614. 

A partir de 1617 y hasta 1620, Van Dyck trabajó estrechamente con Rubens, de quien llegó a ser ayudante, abandonando su taller autónomo. Siguieron meses de colaboración entre los dos: Rubens habla de Van Dyck como de su mejor alumno. ​ También tras el 11 de febrero de 1618, día en que fue admitido en la Gilda de San Lucas como «maestro», Van Dyck trabajó con Rubens en la realización de telas como Decio Mus despide a los lictores o Aquiles entre las hijas de Licómedes (Museo del Prado). En el taller de Rubens, ya por entonces un pintor conocido en toda Europa, Van Dyck dio a conocer su nombre en los ambientes de la aristocracia y de la rica burguesía y contactó con la cultura clásica y la etiqueta propia de la corte. ​ El joven Anton aprendió a imitar los modelos del maestro, adoptando muchas de sus características, como es fácil de constatar en la pintura El emperador Teodosio y san Ambrosio. En 1620, Rubens había firmado un contrato con los jesuitas de Amberes para la decoración de su iglesia, basada en los diseños del mismo pero llevada a cabo por Van Dyck; además de este importante encargo, Anton recibió también numerosas peticiones de clientes particulares para la realización de retratos. Corresponden a estos años, pinturas como el Retrato de Cornelius van der Geest o Maria van der Wouwer-Clarisse.

Retrato de Cornelius van der Geest

Maria van der Wouwer-Clarisse 

Primer período inglés
En octubre de 1620, cuando tenía veintiún años, van Dyck se trasladó a Londres, a la corte del rey de Inglaterra, James I. Lo convenció la insistencia de George Villiers, I duque de Buckingham y Thomas Howard, conde de Arundel. Este último era un gran apasionado del arte, amigo de Rubens y protector del arquitecto Iñigo Jones. Durante la estadía en Londres, Van Dyck obtuvo de James I una pensión anual de 100 libras esterlinas pero no logró ser presentado al rey; sin embargo, bien pronto el conde de Arundel le concedió un permiso de viaje al extranjero por ocho meses: no volvió en once años. Las obras realizadas por van Dyck durante esta primera estancia en Inglaterra son muy diferentes de las que había hecho hasta entonces en Flandes. En Amberes, reconvertida recientemente al catolicismo, Antoon tenía la posibilidad de realizar solamente telas con carácter religioso o retratos. En cambio, en Londres gozaba de mayor libertad, sea en la ejecución de las pinturas, sea en la elección del tema por representar. En el cuadro Sir George Villiers (futuro duque de Buckingham) y su mujer Lady Katherine, como Venus y Adonis, por ejemplo, van Dyck representa a los novios como jamás lo había hecho: la tela tiene un carácter alegórico, con un gusto típicamente pastoral, inspirado en Tiziano, y los dos personajes son representados semidesnudos y a tamaño natural. ​ Otras pinturas conocidas del período son La continencia de Escipión y un retrato del conde de Arundel (Los Ángeles, Museo J. Paul Getty).
Al volver a Amberes, se quedó allí alrededor de ocho meses; en este período, en el que Rubens se encontraba lejos, pintó algunos de sus retratos más brillantes e innovadores, como el Retrato de Isabel Brant, primera mujer de Rubens, y el Retrato de Frans Snyders y de su mujer Margarita de Vos. Aunque en cierta manera Rubens y Van Dyck rivalizaban por conseguir los mejores encargos, mantuvieron su amistad. Cuando Van Dyck comunicó su decisión de partir a Italia, Rubens le regaló un caballo para el viaje y le dejó numerosas cartas de presentación para pintores y mecenas.
Sir George Villiers (futuro duque de Buckingham) y su mujer Lady Katherine, como Venus y Adonis

La continencia de Escipión 183 x 233 cm - 1621 - (Christ Church (United Kingdom) 

Conde de Arundel (Los Ángeles, Museo J. Paul Getty). 

Retrato de Isabella Brant es uno de los primeros retratos. Está realizado en óleo sobre tela, y fue pintado en el año 1621. Mide 153 cm de alto y 120 cm de ancho. Se exhibe actualmente en la Galería Nacional de Arte de Washington D. C.
Antes de hacerse famoso como retratista en la corte de Londres, a donde marchó en 1632, Van Dyck ya había realizado otros retratos en su país natal, entre ellos este retrato de Isabella Brant, primera esposa de su maestro Pedro Pablo Rubens. Lo hizo en Amberes. Puede verse, al modo veneciano, un cortinón rojo en la esquina superior izquierda. Sobre el fondo, el patio de la casa de Rubens, que el artista había hecho construir en estilo barroco; en particular, es diseño propio de Rubens.

Retrato de Margarita de Vos 

Italia
En 1621 Van Dyck decidió partir a Italia, tradicional viaje de los pintores flamencos, donde permaneció durante seis años, estudiando y analizando los trabajos de los grandes artistas del siglo XV y del XVI y se afirmó su fama de retratista.
El 3 de octubre de 1621 partió y se instaló en Génova, donde se alojó en la casa de los pintores y coleccionistas de arte flamencos, Lucas y Cornelis de Wael. A su llegada a Génova, Anton había ya realizado alrededor de 300 pinturas, ​ situación opuesta a la de Rubens o de Nicolas Poussin, que a su llegada a Italia no habían tenido ocasión todavía para trabajar de manera tan intensa.
Fue presentado en la mejor aristocracia de la ciudad y se las ingenió para retratar algunos exponentes de las mejores familias genovesas (Spinola, Durazzo, Lomellini, Doria, Brignole, etc.). Su inmediato éxito se debió inicialmente a la fama de Rubens, que había vivido y trabajado mucho en Génova, y del que van Dyck era visto como un nuevo representante y continuador. Pero Van Dyck supo conformar un nuevo tipo de retrato, de siluetas estilizadas y expresiones severas, que se apartaba del estilo de Rubens.
Tras la exitosa experiencia genovesa, Van Dyck partió en febrero de 1622, a Roma, donde permaneció hasta agosto de ese año y durante buena parte de 1623. En esta época pintó su autorretrato ubicado en San Petersburgo. Acogido favorablemente en la Roma pontificia, fue introducido en los mejores ambientes de la sociedad; durante su segunda permanencia recibió del cardenal Guido Bentivoglio dos importantes encargos, que consistían en la realización de una Crucifixión y de un retrato de cuerpo completo del mismo cardenal. Bentivoglio había sido elevado al cardenalato el año anterior y era el protector de la comunidad flamenca romana, ya que había sido nuncio apostólico en Bruselas desde 1607 hasta 1614. ​ Además del retrato del cardenal Bentivoglio, uno de los más famosos de toda la producción de van Dyck, el joven pintor retrató también al cardenal Maffeo Barberini, que luego fue papa con el nombre de Urbano VIII. ​ De este período son también numerosos retratos como los del matrimonio Shirley. A diferencia del maestro Rubens, Van Dyck no amaba mucho el legado antiguo de Grecia y Roma, y prefería estudiar a los maestros del siglo XVI. Testimonio de ello es su Cuaderno italiano, diario de esbozos y diseños realizados a partir de grandes obras estudiadas durante su estadía en Italia. ​ En Roma tuvo la oportunidad de observar y copiar las obras maestras de los grandes del Renacimiento, que se encontraban principalmente en el palacio Ludovisi y en la Villa Borghese.
Desde Roma se trasladó a Florencia, donde conoció a Lorenzo de Médici, hijo del gran duque de Toscana, Fernando I de Médici, gran apasionado del arte y generoso mecenas. Probablemente pintó un retrato de él, que luego hubo de perderse. ​ De camino a Véneto, se detuvo en Bolonia y en Parma, donde admiró los frescos de Correggio. Llegó finalmente a Venecia, donde transcurrió el invierno de 1622. En la ciudad de las lagunas, patria de uno de sus artistas favoritos, Tiziano, fue guiado en la visita de las grandes obras venecianas por el sobrino de Tiziano, César Vecellio. ​ Anton pudo finalmente coronar su sueño, ver y analizar las obras de Tiziano y de Paolo Veronese: en su Cuaderno italiano se encuentran diseños de obras de Giorgione, Rafael, Guercino, Aníbal Carracci, Giovanni Bellini, Tintoretto, Leonardo, pero prevalecen las de Tiziano, a quien dedica 200 páginas. ​
Fue en Italia donde creó un estilo refinado y elegante que caracterizó su obra durante toda su vida, así como un tipo de retrato «inmortal» en el que los nobles son captados con porte orgulloso y figura esbelta. Este tipo de retrato se convirtió en modelo para la pintura occidental, sobre todo en Inglaterra donde Thomas Gainsborough lo tomó como fuente de inspiración.

Retrato del cardenal Guido Bentivoglio, 1623. Palazzo Pitti, Florencia 

De Mantua a Palermo
Desde Venecia pasó a Mantua, donde fue introducido en la corte de los Gonzaga. Aquí conoció a Fernando Gonzaga y a Vincenzo II Gonzaga, que había sido protector de Rubens. Con su permanencia en Mantua, Van Dyck tuvo ocasión de ver la colección de los duques antes de que se perdiera, vendida entre varios coleccionistas como Carlos I de Inglaterra. En 1623 estuvo de nuevo en Roma, ciudad en la que había rechazado mantener contacto con la asociación local de pintores flamencos, lejos del estilo académico, que conducían una vida simple y no de ostentación como la suya. ​
Gian Pietro Bellori, en su obra, Le Vite de' pittori scultori e architetti moderni escribe lo siguiente sobre el período romano de van Dyck:
Erano le sue maniere signorili più tosto che di uomo privato, e risplendeva in ricco portamento di abito e divise, perché assuefatto nella scuola del Rubens con uomini nobili, ed essendo egli natura elevato e desideroso di farsi illustre, perciò oltre li drappi si adornava il capo con penne e cintigli, portava collane d'oro attraversate al petto, con seguito di servitori. Siché imitando egli la pompa di Zeusi, tirava a sé gli occhi di ciascuno: la qual cosa, che doveva riputarsi ad onore da' pittori fiamminghi che dimoravano in Roma, gli concitò contro un astio ed odio grandissimo: poiché essi, avvezzi in quel tempo a vivere giocondamente insieme, erano soliti, venendo uno di loro nuovamente a Roma, convitarsi ad una cena all'osteria ed imporgli un sopranome, col quale dopo da loro veniva chiamato. Ricusò Antonio queste baccanali; ed essi, recandosi a dispregio la sua ritiratezza, lo condannavano come ambizioso, biasimando insieme la superbia e l'arte.
Bellori, p. 274 

Desde Roma pasó a Génova, deteniéndose antes en Milán y en Turín, donde fue recibido por los Saboya. En abril de 1624, Emanuel Filiberto de Saboya, virrey de Sicilia, por encargo del rey de España Felipe IV, invitó a Van Dyck a Palermo para que le hiciese un retrato. Antoon acogió la invitación y se trasladó a Sicilia, donde retrató al virrey; poco tiempo después la ciudad de Palermo fue atacada por una terrible epidemia de peste que mató al mismo Emanuel Filiberto. A pesar de la epidemia, Van Dyck permaneció en la ciudad hasta más o menos septiembre de 1624.
Aquí conoció a la anciana pintora Sofonisba Anguissola, ya de 90 años, que murió al año siguiente y de quien Antoon hizo un retrato. Durante el encuentro, que van Dyck describió como «muy cortés», la anciana mujer, casi completamente ciega, dio preciosos consejos y advertencias al joven pintor, además de contarle episodios de su vida. ​ El retrato de Sofonisba Anguissola se conserva en el Cuaderno italiano. ​ Poco después del hallazgo de las reliquias de Santa Rosalía (15 de julio) que fue hecha patrona de la ciudad, a Van Dyck le fueron encargadas algunas telas que tendrían que representar a la santa. Tras ver el continuo crecimiento de la peste, Antoon volvió a Génova, donde completó la realización de la «pala» de altar La Virgen del Rosario, luego enviada a Palermo, considerada como la mayor obra religiosa del artista. ​

Retrato de Emanuel Filiberto, príncipe de Saboya, 1624. 

En los años que siguieron hasta 1627, Van Dyck residió casi siempre en Génova, excepto un breve período en 1625 en que fue hospedado en Provenza por el humanista Nicolas-Claude Fabri de Peiresc. Durante el período de permanencia en Génova, Van Dyck se dedicó a hacer retratos. Aunque sin abandonar temas religiosos o mitológicos, el artista se concentró en el género del retrato: sus telas eran de grandes dimensiones y representaban a personajes de la más importante nobleza frecuentemente de cuerpo entero. Los retratos destacan por su majestuosidad y por la representación psicológica de las personas, que emerge sin la necesidad de un simbolismo particular. Los retratos dobles son raros y siempre divididos en dos telas diferentes, como el Retrato ecuestre de Anton Giulio Brignole-Sale, creado junto al Retrato de Paolina Adorno, marquesa de Brignole-Sale. ​
Una atención particular dirigió Van Dyck a los retratos de grupo, como La familia Lomellini, y a los retratos de niños. Aun cuando todavía Rubens era su constante punto de referencia, Van Dyck logra hacer irradiar de sus personajes una mayor separación y el sentido de grandeur que los grandes nombres de la rica aristocracia de la ciudad deseaban mostrar. ​ Los niños son representados con gran maestría, singularmente, como en el caso del Retrato de Filippo Cattaneo y el Retrato de Magdalena Cattane o acompañados por sus padres, como el Retrato de una mujer noble genovesa con el hijo (1625).
[Retrato de la señora Sofonisba pintora, hecho del natural en Palermo el año 1624 el 12 de julio. La edad de ella es 96, teniendo aún la memoria y el cerebro muy despierto, educadísima, aunque a causa de la vejez le faltaba la vista, tenía a pesar de ello el gusto de ponerse los cuadros delante y pegando la nariz a la pintura distinguía algo y tenía gran placer en ello. Haciendo su retrato me dio diversos consejos de que no tomara la luz de demasiado alto porque las sombras remarcarían las arrugas de la vejez, y muchos otros buenos consejos y además me contó parte de su vida por la que se conoce que era pintora del natural y milagrosa y la mayor pena que tenía era que por la falta de vista ya no podía pintar, aunque seguía teniendo la mano firme sin ningún temblor".] 

La Virgen del Rosario, 1623
La pintura de van Dyck es una imagen muy profesional, realizada para complacer a sus clientes en el ámbito de la contrarreforma integral y el barroco. Entonces, es una imagen llena de sentimiento y drama. Hay mucho que ver, mucho que admirar de almas sencillas y el conjunto es una espléndida imagen de movimiento y emociones. La Virgen es mucho más la activa matrona siciliana que la elegante y humilde jovencita. Le presenta el rosario a Santo Domingo e intenta con el otro brazo sostener a un bebé muy enérgico y nervioso que lucha contra su agarre para jugar con los otros ángeles. Jesús no es el bebé modesto y serio que se sienta suavemente en el regazo de su madre. Es un niño italiano lleno de vida y muy interesado en todo lo que se acerca a él. Putti, angelitos, bien en carne, vuelan por todas partes, presentando también rosarios o flores, las rosas y los lirios que desde siempre se asocian con María. Un ángel incluso sostiene una corona de flores sobre la cabeza de María. Esta vista se contrapone a un arco clásico que se rellena con el azul del cielo, del mismo color que el manto de María.
Debajo de María, extendiendo su mano para recibir el rosario, está Santo Domingo Guzmán. Dominic fundó alrededor de 1200 los Frailes Negros y, de hecho, en la imagen de van Dyck, usa una capa negra sobre su camisa blanca. Domingo fundó comunidades en muchos países y su tumba está en Bolonia. Los dominicos se dedicaron a estudiar y enseñar el Nuevo Testamento, así como a predicar y orar. San Vicente Ferrer se muestra algo más bajo y más oscuro que Domingo. Vincent también era dominicano. Nació en España, pero de padres ingleses. Vivió desde 1350 hasta 1419 y se dedicó mucho a la oración y la predicación. Tuvo un papel importante en poner fin al cisma de Aviñón en los tiempos en que había dos Papas, uno en Aviñón y otro en Roma. Vincent sostiene un plato con rosas, el emblema de la Virgen.
Al otro lado de Santo Domingo, también vestida con el blanco y negro de los dominicos, se encuentra Catalina de Siena. Catalina vivió en el siglo XIV. Ella era una virgen dedicada a la oración. Cuidaba y ayudaba a los enfermos. También supuestamente jugó un papel al instar a los dos y tres Papas a poner fin al cisma de Aviñón. Catalina tuvo visiones proféticas, que dictó en sus cartas y Diálogos. Su emblema es un lirio, que se repite varias veces en la imagen.
Es difícil determinar quiénes son las otras santas Rosaria, Christina, Ninfa, Olivia y Agatha en la imagen. Christina es más una figura legendaria que una santa conocida y documentada. Ella era de Bolsena en Toscana. Christina supuestamente fue torturada de varias formas y finalmente disparada por flechas. Entonces, Christina podría ser la dama de la izquierda que sostiene la flecha en su hogar. Agatha fue una santa siciliana, nacida en el siglo III en Catania. También fue torturada muchas veces y sostiene la palma del mártir en su mano. También puede sostener una pequeña ramita en llamas, porque en uno de sus aniversarios el Etna hizo erupción, pero los habitantes de Catania se salvaron de la destrucción después de haber rezado a Agatha G41. 
Como verdadera santa siciliana, tiene un lugar de honor junto a Catalina. Las otras santas Olivia, Ninfa y Rosaria son mucho menos conocidas. Así que van Dyck solo los ha imaginado en parte. Rosaria puede ser la dama del medio mirando devotamente a la Virgen. Su nombre prometía un lugar más destacado que los otros dos, que en su mayoría están ocultos el uno entre Dominic y Vincent, el otro entre Christina y Agatha.
Van Dyck ha agregado un elemento anecdótico en la imagen que puede haber deleitado a algunos de los sicilianos menos refinados. Un putto, pero un niño y no un ángel, está mirando una calavera en el suelo cerca del extremo inferior del marco. La cabeza, medio envuelta en un paño, aparentemente todavía huele mal. Así que el niño se tapa la nariz y señala frenéticamente el plato de rosas de Vincent que probablemente huelen mejor. Esta podría ser una extraña alegoría sobre la victoria de la Virgen, señalada por las rosas, sobre la muerte y la putrefacción indicada por la calavera.
Obviamente, Van Dyck se complació en hacer esta vívida imagen. Usó colores brillantes y, sin embargo, también tonos más oscuros para dar espacio a la imagen. La parte inferior de la imagen, donde están los santos, está en blanco y oscuro, pero un parche rojo y un parche azul responden a los colores de María. Van Dyck también ha demostrado su fuerza en la anatomía al representar a los ángeles con sus pequeñas alas y al niño desnudo del primer plano inferior. Agregó majestad por los ángeles putti, cuidado maternal en la matrona María y se le pidió que reuniera una poderosa asamblea de santos. Van Dyck fue el profesional definitivo. Se le pidió que pintara un retablo y supo satisfacer a sus clientes con detalles que pudieran complacerlos, según el gusto local.
El gusto definitivamente había cambiado entre el gótico del siglo XV y el barroco del siglo XVII en Brabante. Una imagen como la de van Dyck estaba mucho más diseñada para asombrar y complacer que para expresar espiritualidad. La gloria de Dios y de la Virgen se mostró con exuberancia en lugar de con celo austero. Sin embargo, los sentimientos religiosos siguen presentes; La atención sólo se centró en apariencias más externas de emociones abiertas que en la representación del intenso y silencioso resplandor de la espiritualidad interior de los primitivos flamencos. 

Autorretrato, 1622-1623
Óleo sobre lienzo. 116.5 × 93.5. Museo del Hermitage, San Petersburgo.
En la década de 1620, Van Dyck pintó tres autorretratos, uno ubicado en Nueva York, otro en Múnich y este en San Petersburgo. En este retrato de Van Dyck se muestra tranquilo y confiado. Lleva un traje de seda negro, con la camisa entreabierta (detalle que reflejará el escultor Nicolas Augustin Matte en una escultura de Van Dick) y pone de relieve sus manos, blancas y delgadas, mientras busca al espectador directamente con los ojos.
Varios elementos permiten situar la ejecución de esta obra en el período de la estancia romana del artista, cuando tenía veinticuatro años: la presencia de una columna rota, símbolo de la antigüedad greco-romana y la obvia similitud con un retrato de Rafael.

Retrato ecuestre de Anton Giulio Brignole-Sale, 1627
Óleo sobre lienzo. 282-198 cm. Palacio Rojo, Génova.
La pintura representa al marqués genovés Anton Giulio Brignole Sale, hijo del futuro dogo Giovanni Francesco Brignole Sale.
Nacido en 1605, el noble está representado a caballo. Este es el primero de muchos retratos ecuestres realizados por van Dyck, que culmina en los grandes retratos del rey Carlos I de Inglaterra a caballo (Carlos I a caballo). El joven artista monta un caballo blanco y se quita el sombrero con la mano derecha. A sus pies un perro, detrás de él las columnas cubiertas de rojo y un paisaje campes rural con un puerto deportivo en el fondo.
El retrato fue ejecutado junto con el de la esposa del marqués, Retrato de Pauline Adorno, Marqués de Marquesole Sale.

Retrato de Paolina Adorno, marquesa de Brignole-Sale 

Retrato de La familia Lomellini, 1626
Óleo sobre lienzo. 253 x 270 cm. Colección Particular.
Este es uno de los mejores retratos pintados por Van Dyck en Italia. No se sabe a ciencia cierta quién posó exactamente para el artista, sin embargo, se puede suponer que esta es la segunda esposa y cuatro hijos de Giacomo Lomellini, quien fue el dux de la república genovesa en 1625-27. En aquellos tiempos, en Génova, como en Venecia, eligieron al jefe de la ciudad-estado, el Dux.
Es cierto que si el dogo veneciano pudiera permanecer en su puesto toda su vida, en Génova solo fue elegido por dos años. También existía una ley según la cual durante el reinado del Dogo era imposible representarlo en un retrato. Esto explica por qué el jefe de la familia está ausente del retrato de la familia Lomellini.
El retrato fue creado durante el reinado de Giacomo Lomellini, que confirma la edad de los niños del Dux, cuyas fechas de nacimiento son bien conocidas. Sus dos hijos de su primer matrimonio, Nikolo y Giovanni Francesca, nacieron en 1590 y 1601, por lo tanto uno de los hombres en el lienzo tiene más de 30 años, el segundo tiene más de 20. A la derecha está la segunda esposa de Giacomo, que le dio una hija y un hijo. Lo más probable es que sean ellos los que vemos de pie junto a la madre.
Retrato de Filippo Cattaneo 

Retrato de Magdalena Cattane

Retrato de una mujer noble genovesa con el hijo (1625). 

El regreso a Flandes
En septiembre de 1627, volvió a su Amberes natal, llamado por la muerte de su hermana Cornelia. ​ Los primeros meses se caracterizaron por una gran producción religiosa: Antoon, ferviente católico, se unió a la confraternidad de los célibes, creada por los jesuitas de Amberes, que le encargaron también dos retablos, realizados entre 1629 y 1630. En este período los retratos de carácter mitológico (Sansón y Dalila) son raros, mientras abundan los de carácter bíblico-religioso, entre los cuales destaca el Éxtasis de san Agustín, puesto al lado de una tela de Rubens y a una de Jacob Jordaens y la Adoración de los pastores. Además, Van Dyck realiza también seis Crucifixiones, un Llanto sobre Cristo muerto y una Coronación de espinas. Todos estos trabajos están llenos de un fervor y de una profundidad intensa y mística, ​ pero sobre todo en el último, aparecen notas pre-románticas además de la línea barroca predominante. ​
La fama de gran retratista con la que había vuelto de su permanencia en Italia, le permitió entrar al servicio de la archiduquesa Isabel Clara Eugenia de Habsburgo, hija de Felipe II y regente de los Países Bajos. Pintó un retrato de la archiduquesa por el cual recibió a cambio una cadena de oro. Con su entrada en la corte, creció todavía más su fama de retratista. Quienes le encargaban trabajos, eran muy numerosos y pertenecían a las grandes familias de la nobleza de Flandes y de Brabante. Uno de los más importantes trabajos de la época es el Retrato de María Luisa de Tassis, que pertenecía a una de las familias más ricas del norte de Europa. La dama aparece confiada, consciente de la propia belleza, con un vestido precioso y elaborado.
En septiembre de 1631 van Dyck recibió en su taller a la reina de Francia María de Médici, junto a su hijo menor Gastón de Orleans, en el exilio, que se hicieron retratar. La reina ha dejado una narración de su visita a van Dyck, admitiendo que vio en su colección diversas obras de Tiziano. ​ De hecho, Antoon había logrado acumular un número consistente de obras de pintores italianos: 17 de Tiziano, 2 de Tintoretto, 3 de Jacopo da Bassano y otras, además de 3 del neerlandés Antonio Moro. ​
Además de los retratos de personajes aristocráticos, Van Dyck retrató también a amigos artistas, como el grabador Karel van Mallery, el músico Henricus Liberti y el pintor Marin Rijckaert. Y a pesar de que Flandes y Holanda estuvieran en guerra, Van Dyck logró llegar a la corte de La Haya, donde hizo un retrato de Federico Enrique de Orange con su mujer y el hijo Guillermo II de Orange. Para el príncipe realizó también dos telas con temas tomados de la literatura italiana, Amarillis y Mirtillo (de Battista Guarini) y Rinaldo y Armida (de Torcuato Tasso). Cerca de la ciudad de Haarlem, conoció a Frans Hals. ​ Y durante una segunda estancia en Holanda, entre el 1631 y el 1632 conoció también a Federico V, ex rey de Bohemia en el exilio, que le encargó los retratos de sus dos hijos, Carlos Luis y Rupert.
Desde 1629 comenzaron las relaciones entre Van Dyck y el rey inglés Carlos I. A través de su intermediario Sir Endymion Porter, el rey adquirió la tela con carácter mitológico Rinaldo y Armida, que según los historiadores motivó el deseo del rey de contratar al pintor. 

Archiduquesa Isabel Clara Eugenia 
Isabel Clara Eugenia vestida con el hábito de la franciscana orden de Santa Clara, ya que tras enviudar dejó de vestir joyas y vestimentas profanas. Los primeros retratos con este nuevo atuendo serán realizados por Rubens a partir de 1625. El artista no sólo seguirá siendo su pintor de corte sino que también se convertirá en su consejero y emisario político. Sin embargo, el mejor retrato de la Archiduquesa, el cual será objeto de múltiples copias, fue el que Van Dyck realizó de ella en 1627 y se conserva en la Galleria Sabauda de Turín. Es en la mirada de este retrato donde seguimos viendo la fuerza y sabiduría de una mujer que consiguió ser apreciada y valorada por dar estabilidad política a unos territorios muy complicados y que llevó a Flandes a su edad de oro cultural.
Retrato de María Luisa de Tassis, 1630
Óleo sobre lienzo. Palacio Gran Ducal de Luxembugo.
La familia de Tassis se originó en Bérgamo y se hizo famosa por inventar el primer sistema postal en Europa a finales del siglo XV. María se originó en la rama de la familia de Amberes. El artista pintó a una niña de diecinueve años mirando directamente al espectador. El fondo oscuro te permite concentrarte en la hermosa modelo.
Tiene un exquisito vestido blanco y negro con grandes puños acorde a la moda francesa de la época. Sorprendentemente, la aireada seda blanca está ingeniosamente bordada con una fina trenza dorada. Numerosos pliegues del vestido finamente dibujados crean un maravilloso juego de luces y sombras, enfatizando el brillo de la tela exquisita. En el pecho de María hay un adorno en forma de cruz de oro con diamantes, en el cuello hay un collar de grandes perlas. En su mano derecha sostiene un abanico de plumas de avestruz, que parece balancearse en el aire, llenando el espacio del cuadro. Un cuello alto blanco como la nieve hecho de delicado encaje está decorado con bordes estampados afilados.
En una media sonrisa ligeramente avergonzada, iluminando el rostro de María con un ligero rubor, tocó sus mejillas, ternura de piel blanca, la artista con habilidad virtuosa transmite el encanto único de la juventud. La mirada de los grandes ojos oscuros de la niña, mirando abiertamente y al mismo tiempo pensativa, le da a la imagen un encanto especial. 

Retrato María de Médicis. Hacia 1630.
Óleo sobre lienzo, reentelado. Museo de Bellas Artes de Burdeos.
Retrato de María de Médicis (1573 1642), hija de Francisco I de Toscana y de Juana de Austria-Jagellón, que casó con Enrique IV de Francia en 1600. Por parte de madre y abuelo materno, descendía directamente de Felipe de Borgoña y Juana de Castilla, de los que era bisnieta. De entre todos sus hermanos y hermanas, fallecidos en la primera infancia o juventud, fue junto con su hermana Leonor (enviada a la corte de Mantua) la única superviviente. Se convirtió en la segunda esposa de Enrique IV de Francia, y su hijo fue el primer Delfín de Francia en 40 años. Enviudó en 1610 y fue regente durante la minoría de edad de su hijo Luis XIII. Se la considera gran mecenas de las artes en la corte francesa. Durante su regencia cambió el rumbo político de su esposo, buscando la alianza con España mediante un doble matrimonio: casando al futuro rey con Ana de Austria, hija de Felipe III de España, y a su hija Isabel de Borbón con Felipe IV. Con su hijo en el trono su papel fue controvertido, ya que la relación con el no era buena, forjándose sobre ella una auténtica leyenda negra. A ella se debe el ascenso del Cardenal Richelieu, que después se volvería en su contra. Acabó sus días en Bruselas y en diversas cortes europeas, expulsada de la corte francesa, falleciendo en la casa natal de Rubens.
Fue retratada en Amberes en 1631 por Antón Van Dyck, discípulo y colaborador de Rubens, por encargo de Carlos I de Inglaterra, su yerno. En esos momentos María de Médicis había recalado en Bruselas huyendo de Copiègne, donde la había recluido su propio hijo. Se la representa, seria y grave, de medio cuerpo y en tres cuartos, vuelta hacia la derecha, con el brazo derecho doblado en primer plano, y sosteniendo en la mano dos rosas rojas. Viste de negro con cuello, pechera y puños blancos, y con pendientes y rosetón de cintas en el escote. De la oscuridad del fondo emerge un cortinaje dorado con ramajes negros. Este retrato y sus múltiples copias y versiones constituirían un auténtico elemento diplomático y político.


Gastón de Orleans, 1630 

Karel van Mallery, 1631
El grabador, dibujante e impresor Karel van Mallery (1571-m. Después de 1635) está retratado aquí en medio cuerpo sobre un fondo neutro, mirando a la izquierda; a la derecha se ve un muñón fracturado de una columna de mármol. Van Mallery trabajó en Amberes y es conocido principalmente por sus grabados en cobre y pequeñas imágenes devocionales.
Anton van Dyck fue uno de los retratistas supremos de su época, y fue aclamado sobre todo por sus representaciones del rey Carlos I de Inglaterra y su familia. Su maestro e ideal era Peter Paul Rubens: aunque a Van Dyck quizás le faltaba algo de la tenacidad y eficacia del maestro, los retratos de van Dyck muestran una mayor sensibilidad y una habilidad para empatizar con la vida del modelo.
Van Dyck creó varias versiones de este retrato, de las cuales la pintura del Museo Nacional se considera la auténtica. No conocemos el significado del misterioso signo V de van Mallery, creado por el espacio entre los dedos índice y medio de su mano izquierda, pero este detalle también se puede observar en varios de los estudios preparatorios de van Dyck para este retrato. El muñón de la columna es un elemento de la antigüedad grecorromana que se usaba con frecuencia en el arte italiano, y en el arte de van Dyck supuestamente indica que el modelo estaba de duelo. Según el poeta romano Horacio, una columna rota sugiere fortaleza mental en la adversidad, mientras que el poeta renacentista Petrarca (Rime sparse 269) nos deja verla más bien como un símbolo de un rito de iniciación, en este caso la transición a la vejez, o como un memento mori. 

Retrato de Hendrick Liberti, 1631
Un bello cuadro pequeño que sigue (y en orientación inversa) el cuadro original de Van Dyck, del músico Hendrick Liberti sosteniendo una partitura. Óleo sobre panel de madera, sin firmar, 10 3/4 pulg. X 8 1/2 pulg., Marco de época.
Como señaló Ver (op. Cit., 2004), sobre la base de la impresión de De Jode, en lugar de la versión de Munich de este retrato, ver infra, la partitura que Liberti sostiene, seguramente un manuscrito, es de un canon de cuatro partes: 'Ars longa ars ars longa vita brevis' (El arte perdura, la vida es corta). Vey sugiere que las cadenas de oro usadas en el retrato fueron otorgadas a Liberti en Bruselas, donde sin duda se realizaron sus galiardes. También sugiere que el retrato fue encargado por el propio Liberti "para marcar su cita en la catedral". Sin embargo, si lo hubiera hecho, Parecería bastante extraño que dentro de una década este retrato hubiera sido propiedad del rey Carlos I y colocado junto al retrato, de tamaño casi idéntico, de otro destacado músico, Nicholas Lanier, ahora en Viena, 'Maestro de la Música de Su Majestad', quien fue uno de los agentes empleados en la formación de la célebre colección del rey. Por lo tanto, quizás sea posible que Lanier estuviera de alguna manera preocupado por el encargo, pero debe recordarse que el propio van Dyck tenía intereses musicales, que se expresan en una serie de imágenes del período italiano y en un retrato excepcional del período londinense. , el de François Langlois (1589-1647), conocido como 'Chiartres' por su ciudad natal de Chartres (versión principal, Londres, National Gallery y Birmingham, Barber Institute). Sin duda, el gran número de copias tempranas del retrato atestigua tanto la celebridad contemporánea del modelo como la originalidad de la caracterización que hace Van Dyck de él. 

El pintor Martin Ryckaert. Hacia 1631.
Óleo sobre tabla, 148 x 113 cm. Museo del Prado.
La identificación de la figura retratada con Ryckaert (1587-1631), un pintor de Amberes especialista en paisajes, deriva de una colección de retratos grabados conocida como la Iconografía, donde se reproduce este mismo retrato con una inscripción en latín que lee «Maarten Ryckaert, paisajista de Amberes con solo un brazo». Esta obra ha sido considerada por los críticos como uno de los mejores retratos de su autor, no sólo por la maestría con que representa los materiales de las distintas telas y por el carácter monumental que adquiere la figura, características de los retratos de Van Dyck, sino también por la sensación de una presencia psicológica real, ausente de halago, que emana del cuadro. El retrato se suele fechar en el llamado segundo período de Amberes de Van Dyck, entre su regreso de Italia a los Países Bajos en 1627 y la muerte de Ryckaert el 28 de octubre de 1631. El cuadro debió de ser propiedad de Ryckaert, ya que tras su muerte una obra descrita como «Retrato del difunto Maarten Ryckaert, pintado por Anton Van Dyck» fue heredada por su hermana María. En 1666 el cuadro pertenecía a la colección real española, puesto que ese año se incluye en el inventario del Alcázar de Madrid, donde se describe como «dos varas de alto y vara y media de ancho retrato en tabla, de mano de van Dyck con ropa de martas». Es probable que este retrato se deba identificar con uno de los cuarenta y cuatro cuadros que el conde de Fuensaldaña adquirió en Londres en 1651, cuadro que se describe como «retrato de un hombre con una mano vestido a lo Polaco de mano de Van Dyck». Aunque la descripción «con una mano» puede referirse no a una anomalía física sino al hecho de que el retrato sólo muestra una manos, y aunque la descripción de la vestimenta de la figura es imprecisa, la combinación de los datos que ofrece la citada lista -la referencia a la mano, la vestimenta y la autoría de Van Dyck- indica que la identificación es probable. Sabemos que algunos de los cuadros adquiridos por Fuensaldaña en Inglaterra ingresaron en la colección real, y lo mismo parece haber sucedido con éste.
Federico Enrique de Nassau, príncipe de Orange, 1631 - 1632.
Óleo sobre lienzo sobre tabla, 110 x 95 cm. No expuesto.
Hijo de Guillermo de Orange y de Luisa de Coligny, a la muerte de Mauricio de Nassau continúa la lucha por la independencia de Holanda. Militar de fuerte personalidad y sólido carácter; Van Dyck lo simboliza en la pared y la pilastra de piedra que finge a espaldas del retrato. El casamiento de sus hijos con príncipes de Inglaterra y de Alemania consolida su prestigio en Europa. Fue elegido stadthouder en 1625. Continuó la política militar contra España aliándose con Francia e Inglaterra en la guerra de los Treinta Años. Había tomado Maastricht y otras plazas descritas en sus memorias (1621- 1646). Venció en Groenlo y asedió con éxito Hertogenbosch. Hombre culto y amante de las artes, muere en 1647.
Se retrata de medio cuerpo, armado con bengala de general, atento al espectador su armadura y casco con plumas descansan sobre un bufete. De cabellos rubios y con tendencia a la obesidad, no está dotado este retrato de Van Dyck de la elegancia típica del maestro en tantos otros retratos de generales. El famoso discípulo de Rubens aquí respetó la concepción tradicional del retrato holandés, en la línea de M. van Mierevelt, más comedido de forma que lo que imponía la moda de la época. La crítica ha venido catalogando desde el siglo XIX este lienzo y su pendant en 1628, partiendo de un equívoco de Houbraken, que asoció la estancia del pintor con el encargo del Cristo en la cruz (1629), que se pensó para los capuchinos de Dendermonde, pero se trataba de la Adoración de los pastores de 1631. Por noticias de Constantino Huygens, Van Dyck visitó a Frans Hals en Haarlen en ese año, y muy posiblemente fue en esta fecha cuando retrató a los príncipes. Idénticas son las réplicas; la del Museo de Arte de Baltimore (Maryland), que procede de la colección Henriette Catherine, príncipes de Anhalt-Dessau, duques de Dessau, Duveen Bros y M.E Jacobs; la del Palacio Rosso de Génova, de calidad inferior, es copia en opinión de Gluck documentada en la Stanza della primavera del Palacio desde el siglo XVIII. Otras copias figuran en el Palacio Soestdijk y Museo Pommersfelde. Hay grabados de Pontius y Gillis Hendrix.
Se inventaría en 1746 en La Granja, en la colección de Isabel de Farnesio. En 1794 está en Aranjuez, en la pieza de música. En 1828 fue depositado en el Museo del Prado, inventariado en 1849 a nombre de Van Dyck, identificado correctamente el personaje: "Enrique de Nassau, príncipe de Orange". Su contacto con las cortes de Enrique IV en Francia y Carlos I en Inglaterra influiría en su gusto por la pintura. Pero la influencia más directa procede su secretario C. Huygens, que admiraba a Rubens y a Van Dick y poseía en su colección obra de ambos. Es posible que el original del Museo da Prado esté en relación con los adquiridos por Carlos I, del propio pintor, en 1632, como aventura Gelder. 

Rinaldo y Armida, 1629
Óleo sobre lienzo. Museo de Arte de Baltimore.
Este trabajo se llevó a cabo cuando Anthony van Dyck estaba en Inglaterra. El rey Carlos tenía una copia del poema, Jerusalén liberada (Gerusalemme Liberata) mientras estaba en prisión y probablemente le pidió a Van Dyck que pintara una escena del libro.
La historia de Rinaldo y Armida deriva de este poema, escrito por Torquato Tasso en 1582 y que ha interesado a artistas, escritores y compositores desde el siglo XVI.
La historia está ambientada durante la Primera Cruzada por los romanos en Jerusalén liderados por Goffredo, quien buscaba derrocar el asedio del rey Argante que quería expandir el Imperio Otomano.
Esta escena que involucra a Rinaldo y Armida trata sobre el odio convertido en amor. Los sujetos aquí son Rinaldo, un capitán del ejército de Goffredo y la hechicera Armida que está del lado del Rey. Para disuadir a los ejércitos, Armida corteja a los hombres con sus encantos y los vuelve unos contra otros, debilitando así la tropa. Todos los que la siguieron se convirtieron en animales.
Al ver a Rinaldo, Armida se enamoró de él y lo secuestró. En su Jardín del Placer y Palacio secreto ella lo hechizó y él se quedó inactivo y se enamoró de la hechicera.
Goffredo y su hermano Eustazio decidieron salvar a Rinaldo y se dispusieron a encontrar un ermitaño que pudiera romper el hechizo. El ermitaño les dio un espejo de diamantes en el que el extasiado Rinaldo tuvo que mirar.
Los dos caballeros desafiaron el peligroso viaje al palacio oculto y le mostraron a Rinaldo el espejo. Con eso, el hechizo se rompió y Rinaldo dejó a Armida que estaba desconsolada y quería morir pero no podía porque era una inmortal.
Muchas otras versiones dramáticas de esta historia terminan con Armida convirtiéndose al cristianismo y terminando con Rinaldo como un mortal.
En su versión, van Dyck captura el momento en que Armida pone a Rinaldo bajo su hechizo y está a punto de llevarlo a su Palacio. El artista incluye varios otros temas para acentuar la atmósfera. Además de dos querubines por encima de ella, hay un Cupido que se ríe tontamente detrás de ella y en el agua una Ninfa que canta que canta una serenata a los amantes.


Rupert (derecha) con su hermano mayor, Carlos I Luis, elector palatino (izquierda), en un retrato de 1637 de Anthony van Dyck 

Londres
Carlos I de Inglaterra fue, entre los soberanos ingleses del pasado, el que más apreció el arte pictórica, y se mostró siempre como un fuerte mecenas y protector de los artistas, rivalizando con Felipe IV de España. ​ El pintor preferido del rey era Tiziano y en Van Dyck veía a su heredero: antes de que llegara Van Dyck a Londres, en la corte de Carlos trabajaban ya numerosos pintores, como el anciano Marcus Gheeraerts el Joven, retratista de Isabel I, Daniel Mytens y Cornelis Janssens van Ceulen. El monarca tras recibir como regalo el cuadro Reinaldo y Armida (Museo de Baltimore) llamó a Van Dyck a trabajar a Londres. Con la llegada de Van Dyck, todos estos pintores desaparecieron porque se quedaron anticuados. Carlos había encontrado finalmente al pintor de corte que deseaba desde hacía años. ​
Algún año antes, en 1628, Carlos había adquirido de Carlos I de Gonzaga-Nevers, duque de Mantua, la gran colección de pinturas acumuladas en los años de los Gonzaga, también ellos conocidos protectores de artistas de fama internacional. Además, desde su ascenso al trono, Carlos I había buscado introducir en su corte a artistas de diversas nacionalidades, en particular italianos y flamencos. En 1626 había logrado convencer a Orazio Gentileschi para que se trasladase a Londres. Gentileschi fue nombrado pintor de corte y se dedicó, entre otras cosas, a la decoración de la Casa de las Delicias, residencia de la reina Enriqueta María de Borbón, en la ciudad de Greenwich. Pocos años después, en 1638 logró traer a Inglaterra a la hija de Orazio, Artemisa Gentileschi, de quien conservó una pintura célebre, Autorretrato como alegoría de la pintura.
Para abril de 1632, Van Dyck llegó por segunda vez a Inglaterra. Acogido con todos los honores, fue presentado al rey, que había conocido años antes como Príncipe de Gales, y se alojó en Londres, en la casa de Edward Norgate, escritor de arte, pagado por la corona. ​ Luego cambió de residencia para establecerse en Blackfriars, lejos de la influencia de la Worshipful Company of Painter-Stainers, importante organización de pintores londinenses. En esta gran casa, regalo del rey, con un jardín sobre el río Támesis, recibía a sus huéspedes y a menudo realizaba sus pinturas. Tras pocos meses, el 5 de julio de 1632, Carlos I le confirió el título nobiliario de baronet, nombrándolo miembro del Orden del Baño, y le garantizó una renta anual de 200 esterlinas, además de hacer oficial su nombramiento como primer pintor de la corte. ​ Bellori se expresó de la siguiente manera sobre el período inglés de van Dyck:
Contrastava egli con la magnificenza di Parrasio, tenendo servi, carrozze, cavalli, suonatori, musici e buffoni, e con questi trattenimenti dava luogo a tutti li maggiori personaggi, cavalieri e dame, che venivano giornalmente a farsi ritrarre in casa sua. Di più trattenendosi questi, apprestava loro lautissime vivande alla sua tavola, con ispesa di trenta scudi il giorno.
Bellori, p. 278

Sin embargo, en 1634, durante alrededor de un año, Van Dyck decidió trasladarse a Amberes y a Bruselas, para visitar a su familia. Tras adquirir un vestido en Amberes, en abril fue llamado a Bruselas. Aquí asistió a la entrada en la ciudad del Cardenal-Infante Fernando de Habsburgo, hermano del rey Felipe IV de España, nuevo regente de los Países Bajos españoles. Van Dyck hizo numerosos retratos del nuevo regente y de varios exponentes del clero y de la aristocracia. Uno de los más ambiciosos retratos de grupo de estos años es el Retrato del conde Johannes de Nassau y su familia. En el curso de su estancia en Bruselas se encontró también con Tomás Francisco de Saboya, primer príncipe de Carignano, y comandante general de las fuerzas españolas en los Países Bajos, de quien realizó un gran retrato ecuestre, en el cual el príncipe aparece en toda su majestad, manteniendo con firmeza un espléndido caballo mientras se pone el sombrero. Este retrato fue también un modelo para el Retrato del conde-duque de Olivares a caballo de Diego Velázquez. ​ Poco antes de su regreso a Inglaterra, Van Dyck fue llamado a realizar un gran retrato de grupo que representara a todos los miembros del consejo de la ciudad y del burgomaestre, quienes tenían la misión de gobernar la urbe. El cuadro estaba destinado a la sala del tribunal del Grand Place de Bruselas. Tristemente, durante el bombardeo francés sobre Bruselas ordenado por el Mariscal de Francia, François de Neufville, en 1695, la pintura fue destruida. ​
Ya en Londres, Van Dyck entró a formar parte del grupo de cortesanos católicos fieles a la reina Enriqueta María, entre los que se contaba Kenelm Digby y Endymion Porter. El rey mandó hacer innumerables retratos de sí mismo, sea solo o acompañado por la reina o por los hijos. La tela más famosa de Carlos junto a su familia es el Greate Peece, de formato enorme y que representa al rey y a la reina sentados: junto al soberano está en pie el pequeño Carlos II, mientras entre los brazos de la reina está sentado James II. La reina también pidió varios retratos entre los que destaca La reina Enriqueta María con el enano Jeffrey Hudson, en el que Enriqueta con vestidos de cacería es representada en compañía de su enano, Jeffrey Hudson. A la reina, más bien baja de estatura, Van Dyck le mejoró la forma de la nariz y de la mandíbula, enfatizando el candor de la tez. ​ Carlos encargó también pinturas que representaran a sus hijos, como Los tres hijos mayores de Carlos I, un retrato de entre los más logrados, sugestivo y suntuoso, que luego fue enviado por la reina a su hermana María Cristina y Los cinco hijos mayores de Carlos I.
Además de pintar, Anton abría su casa a la mejor nobleza y se entretenía con músicos y bufones; ofrecía banquetes, poseía siervos, carrozas y caballos. Uno de los más asiduos frecuentadores de la casa de Van Dyck era el mismo rey, que incluso mandó hacer modificaciones al jardín de la casa de su pintor para que pudiera llegar allí más fácilmente a través del río. ​En la casa de Van Dyck vivió también su amante, Margarey Lemon, retratada varias veces en representaciones alegóricas o mitológicas. Se dice que la mujer era tan celosa de Antoon que una vez intentó morderle un dedo de la mano para impedirle retratar señoras. ​En 1640 Anton decidió casarse y, ya con 40 años, se casó con una dama noble escocesa, Mary Ruthven, dama de compañía de la reina. Pero su única actividad en Londres era la de retratista, mientras él soñaba con un proyecto más grande, un ciclo pictórico de carácter histórico. ​ Había iniciado la realización de una serie de tapices, dedicados a la exaltación de la antigua Orden de la Jarretera, que no concluyó.
Cuando en mayo de 1640 murió Rubens, le ofrecieron volver a Amberes para dirigir el taller de su maestro. Mientras estaba por partir, le comentaron que el rey de Francia Luis XIII estaba buscando a un artista que decorase las salas principales del Palacio del Louvre. Era precisamente esto lo que Van Dyck estaba esperando desde hacía años; en enero de 1641 se trasladó a París, y volvió a Londres en mayo. En esta ocasión pintó el doble retrato Retrato de Guillermo II de Nassau-Orange y la princesa María, para celebrar el matrimonio entre los dos príncipes. En octubre se dirigió a Amberes y luego de nuevo a París, donde recibió la noticia de que la decoración del Louvre había sido confiada a Nicolas Poussin y a Simon Vouet y donde fue obligado a rechazar la realización del retrato de un cardenal (no se sabe si Richelieu o Mazarino). ​
Por motivos de salud, tuvo que volver precipitadamente a Londres. El rey le envió a su médico personal, a quien ofreció 300 esterlinas si lograba salvarle la vida a su pintor. El 1 de diciembre de 1641, lady Van Dyck dio a luz a su primera hija, Justiniana. Algunos días después Anton hizo testamento a favor de la hija, de la esposa, de las hermanas y de una hija natural que había tenido en Amberes. ​ El 9 de diciembre Anton van Dyck murió en su casa de Blackfriars y fue sepultado en la presencia de la corte en la Catedral de San Pablo. 

Triple retrato de Carlos I, también llamado Carlos I en tres posiciones, 1635
Óleo sobre lienzo. 84,5 × 99,7. Castillo de Windsor, Windsor.
El cuadro fue un encargo del principal mecenas y protector de Anton van Dyck, el rey Carlos I de Inglaterra, a quien ya le había realizado varios retratos. Pero en este caso no se trataba de ensalzar la figura del monarca o plasmar su poder sobre un lienzo, en esta ocasión el trabajo iba a ser enviado a Roma para que el afamado escultor italiano Bernini pudiera realizar un busto en mármol del monarca inglés. El busto era un regalo del papa Urbano VIII al rey con la ferviente esperanza de que mejoraran las relaciones entre la Iglesia católica y la Iglesia de Inglaterra. ​
A pesar de que el busto se perdió en el incendio del palacio de Whitehall en 1698, se sabe que la pieza fue presentada en 1637 y alabada por su exquisita ejecución y gran parecido al rey. ​Tanto agradó que Carlos I recompensó a Bernini con un valioso anillo de diamantes.
El cuadro estuvo en manos de los descendientes de Bernini hasta 1802 que fue vendido a un marchante británico. La obra volvió a Inglaterra y fue exhibida en la British Institution. En 1822 fue adquirida para formar parte de la Colección Real​ y actualmente se conserva en el castillo de Windsor.
En la obra se representa al rey Carlos I de medio cuerpo y en tres posiciones diferentes: Perfil derecho, de frente y tres cuartas partes del perfil izquierdo. El tipo de traje, sus colores y los cuellos de encaje son diferentes en cada retrato aunque en los tres porta la banda azul de la Orden de la Jarretera. ​
Se cree que Van Dyck pudo estar influenciado por la obra del pintor veneciano Lorenzo Lotto, Goldsmith visto desde tres posiciones de 1530 y que en aquella época formaba parte de las Colecciones Reales. También, por otro lado, el retrato de Van Dyck posiblemente influyó en el Triple retrato del cardenal Richelieu de Philippe de Champaigne y pintado unos pocos años más tarde, en 1640.

Carlos I de Inglaterra a caballo. Siglo XVII.
Óleo sobre lienzo, 366 x 281 cm. Museo del Prado.
El rey aparece a caballo, armado. Detrás del rey, sir Thomas Morton, portador del yelmo. Fondo de bosque. El original, pintado hacia 1636, se conserva en la National Gallery de Londres. 
El cuadro es solo para sostener la imagen pública del rey, en el Carlos aparece con una elegante armadura como si estuviera a punto de entrar en batalla mientras esta elegantemente montado en el caballo, con una mano sostiene las riendas del caballo y con la otra el bastión de comandante. En la derecha del cuadro se presenta un roble que es símbolo de fuerza en el se encuentra una placa con una inscripción en el latin “Carolus Rex Magnae Britaniae” en español  “Carlos rey de Gran Bretaña”.
En esta obra los tonos son muy opacos y oscuros predomina mucho el café y el verde oscuro ya que son los tonos que más destaca por ser el suelo y el roble, atrás se ve un poco de cielo con un color celeste muy claro que destaca mucho. 

El artista y sus obras
La vida de van Dyck es, por varios motivos, comparable a la de Rafael: ambos murieron jóvenes y antes de ver uno las atrocidades del saqueo de Roma (1527) y el otro los desórdenes de la guerra civil. ​ Van Dyck murió antes de ver procesado y decapitado delante de su palacio a su rey. Tras la ejecución del monarca, siguió la dispersión de su colección artística, que contaba con 1570 pinturas, entre las cuales había una buena cantidad de obras de van Dyck; entre los mayores compradores estuvo Felipe IV de España y el cardenal Giulio Mazzarino.
Autor de temas religiosos y mitológicos, su actividad como grabador alcanzó también gran importancia y tuvo por logro más célebre la Iconografía, serie de retratos grabados de famosos contemporáneos. Él la inició grabando algunas planchas hacia 1631, y las demás fueron realizadas según bocetos suyos por Paulus Pontius, Lucas Vorsterman I, Schelte à Bolswert, Jacob Neeffs y otros. La serie estaba inacabada a su muerte, si bien ya se estaba distribuyendo. La primera edición con portada se lanzó póstumamente en 1645. Muchas de las matrices originales de cobre se guardan en la Calcografía del Louvre. 

Rubens y van Dyck
Los primeros contactos entre Rubens y el joven van Dyck se remontan a 1615, cuando Anton abrió un taller personal. Muchos importantes pintores de Amberes, como Frans Snyders, visitaban el taller, para darle consejos o simplemente para observar el trabajo del joven talento. ​ Algunos años después Anton entró efectivamente en el taller de Rubens, del que había podido admirar los grandes retablos conservados en las iglesias de la ciudad. Durante los años de colaboración actuaban del siguiente modo: Rubens buscaba los encargos, preparaba los borradores y los diseños preparatorios, pero luego era Van Dyck quien ejecutaba la pintura. Testigos de esto son las numerosas obras del período, como las Historias de Decio Mus, de carácter profano, y la decoración del techo de la Iglesia de san Carlos Borromeo de Amberes, de carácter sacro. ​

Según algunas fuentes, Van Dyck fue admirador y alumno de Rubens, pero también un asistente y un amigo, como testimoniaría el Retrato de Isabel Brant, que representa a la primera esposa de Rubens, regalado al gran pintor por Anton y los retratos de Van Dyck hechos por Rubens, que lo había definido como el mejor de sus alumnos. ​ Otras fuentes en cambio muestran a Van Dyck como admirador sincero de Rubens en su juventud, que identificaba como un modelo para sus pinturas, pero que con el pasar del tiempo había llegado a ser una presencia demasiado fuerte en la pequeña realidad de Flandes, tanto que le obligó a buscar fortuna primero en Inglaterra y luego en Italia. E incluso Rubens, cuando se dio cuenta de las capacidades del joven alumno, que habría podido ensombrecer su nombre, hizo todo lo posible para alejarlo de Amberes (ciudad llamada Anvers en francés y Antwerpen en neerlandés), obteniendo cartas de recomendación y garantizándole la ayuda de ricos personajes, sea ingleses, como el conde de Arundel, sea italianos. ​ 

Pinturas en Museo del Prado
El conde de Arundel y su nieto Thomas. Primer tercio del siglo XVII.
Óleo sobre lienzo, 189 x 165 cm. Museo del Prado
El conde se representa armado y el niño viste de raso color salmón. Se trata de retratos hasta las rodillas. Thomas Howard, conde de Arundel, fue diplomático, coleccionista y mecenas inglés, nacido en Finchinfield (Essex) el 7 de julio de 1585; murió el 24 de septiembre de 1646. El nieto era el primogénito de lord Maltravers y nació en 1627. En la casa de Niebla se tenía en el siglo XVIII por retrato de Guzmán el bueno y su hijo, y como tal lo grabaron Carmona (1787) y Alegre (1791), para la Colección de españoles ilustres. Desde 1975 se considera copia de taller del original de van Dyck que se conserva en Arundel Castle.
La Lamentación, 1618 - 1620.
Óleo sobre lienzo, 203 x 170 cm. No expuesto.
Cristo muerto, representado sobre su propia mortaja, es sostenido por su Madre, quien mira implorante al cielo. María Magdalena besa la mano de Jesús, mientras San Juan, en un plano más retrasado, contempla la escena. En primer término, delante del Sepulcro, la Corona, los Clavos y el letrero en hebreo, griego y latín, recuerdan la Crucifixión. La postura de Jesús en las rodillas de María y el dramatismo de la obra se vinculan a la tradición medieval germánica. Inspirada directamente en un grabado de Goltzius, tiene también grandes influencias de Rubens.
La reflectografía infrarroja y la radiografía revelan que la figura de Cristo que el artista esbozó y comenzó a pintar era idéntica a la que aparece en La Lamentación del Kunsthistorisches Museum de Viena. Sin embargo, durante el proceso pictórico realizó modificaciones encaminadas a acentuar la languidez del cuerpo muerto y a alargar ligeramente el canon. Las piernas, que estaban pintadas, y prácticamente acabadas, en una posición de escorzo, son replanteadas en una postura más lineal que disminuye la tensión del cuerpo.
 

La serpiente de metal, 1618 - 1620.
Óleo sobre lienzo, 207 x 234 cm. Museo del Prado.
En esta escena dramática, tomada del Antiguo Testamento (Números 21, 5-9), se narra el momento en que Moisés salva a su pueblo de las serpientes enviadas por Dios como castigo por su falta de fe. Sobre una vara, la serpiente de bronce, que cura con mirarla a todo el que ha sido mordido por los reptiles, simboliza la salvación. Es una representación precursora de Cristo crucificado que trae el perdón a la humanidad y triunfa sobre la serpiente mortal del Pecado Original. Las figuras esbeltas, el lenguaje trágico, la pincelada larga y el exceso de materia en los blancos, son características típicas de su período juvenil.
Tanto a simple vista como en la reflectografía infrarroja se aprecian numerosas líneas de dibujo que definen los contornos de las figuras y plantean el trabajo de las vestimentas. Las calidades de estos trazos indican que Van Dyck ha combinado un medio seco, de líneas rectas y aspecto pulverulento, con otro fluido realizado a pincel y trazo continuo. Estas líneas, empleadas en las primeras fases del proceso pictórico para encajar la escena, se entrevén en la superficie de aquellas zonas con capas de pintura más delgadas, como en la vestimenta roja del personaje central. En los contornos de las figuras el dibujo se entremezcla con los fondos y los perfiles de refuerzo, lo que las dota de profundidad y movimiento.
Aunque en la radiografía y en la reflectografía infrarroja se observan algunas modificaciones, no se aprecian cambios significativos. Los pocos cambios realizados ya sobre el lienzo se concentran en la figura de la mujer arrodillada, en la que se han llevado a cabo rectificaciones en la vestimenta y en los dos brazos; en el izquierdo Van Dyck parece haber ajustado únicamente los contornos, mientras que en el derecho ha cambiado su posición, en un principio más alta. 

El Prendimiento de Cristo, 1618 - 1620.
Óleo sobre lienzo, 344 x 253 cm. Museo del Prado.
En la oscuridad del monte de los Olivos, Jesús recibe el beso que consuma la traición de Judas, mientras Pedro con su espada corta la oreja a Malco, criado del Sumo Sacerdote, según describe el relato evangélico. Esta obra corresponde a la producción juvenil de Van Dyck, inspirada directamente en modelos venecianos. El bajo punto de vista y la utilización de un único foco de luz contribuyen a lograr una gran intensidad dramática, muy apropiada para el acontecimiento.
Se conocen tres versiones de esta pintura, una de las más afortunadas composiciones del pintor, que únicamente varían en aspectos secundarios. Los especialistas que han estudiado este cuadro han tratado de dilucidar la secuencia de las tres versiones. La reflectografía infrarroja y la radiografía de este cuadro obtenidas en el Prado indican que la primera fue la versión de Corsham Court, vino después la de Mineápolis y, por último, la del Prado, que es la más grande de las tres; también la más grande de todas las pinturas juveniles de Van Dyck. 

Cabeza de anciano, 1618 - 1620.
Óleo sobre lienzo, 47 x 36 cm. Museo del Prado.

Cabeza de anciano barbado y cano, que se muestra girado hacia la izquierda, sobre un fondo negro.

Similar a otra cabeza realizada por este artista es probablemente un boceto o modelo para un cuadro mayor, destinado a estudiar gestos y posturas. Es obra del periodo juvenil del artista, como demuestra la textura áspera de las pinceladas del rostro, que lo relacionan con otros retratos de su primera época.
La obra ha sido en ocasiones atribuida a Rubens. Curiosamente fue propiedad suya hasta 1640, cuando fue adquirido en su almoneda para Felipe IV. 

La Coronación de espinas, 1618 - 1620.
Óleo sobre lienzo, 225 x 197 cm. Museo del Prado.
Varias figuras rodean y escarnecen a Cristo. Un soldado armado y un verdugo le colocan la Corona de espinas, mientras otro le ofrece la caña como cetro. La escena es contemplada por otras dos figuras desde la ventana. Obra realizada por Van Dyck en su periodo juvenil, cuando demuestra una gran influencia de la pintura veneciana. Así, la figura de Jesús está directamente inspirada en un modelo de Tiziano. La composición, con Cristo en el eje, deriva del aprendizaje del pintor con Rubens, así como los recursos de claroscuro, que éste empleó en las primeras décadas del siglo XVII. La obra fue realizada en varias fases, siendo el perro y los hombres junto a la ventana adiciones a la composición inicial. Se observan arrepentimientos: un pie entre Cristo y el perro y una mano en el extremo izquierdo, junto al codo del verdugo.
La reflectografía infrarroja y la radiografía permiten observar con gran nitidez la escena pintada por Van Dyck y determinar con precisión sus modificaciones, relacionadas con las sucesivas fases en las que se desarrolló el proceso pictórico y que se pueden comparar con la otra versión que realizó del cuadro, ahora perdida. El principal cambio es la eliminación de los dos soldados de cuerpo entero que estaban situados a la izquierda de la escena, como en la versión perdida. El hecho de que se puedan observar hasta los más mínimos detalles, tanto de las formas como del trabajo de las luces y las sombras, demuestra que las figuras estaban prácticamente finalizadas cuando el artista decidió ocultarlas.

San Jerónimo, penitente, 1618 - 1620.
Óleo sobre lienzo, 100 x 71 cm. Museo del Prado.
Figura de poco menos de cuerpo entero, está ante la cruz de palo y una calavera; en la diestra, una piedra. Fondo de cueva y campo. De compleja historia atributiva, ha sido puesto bajo los nombres de Mateo Cerezo, Brueghel de Velours y Peter Paul Rubens, aunque la crítica ya está de acuerdo desde hace tiempo en considerarlo obra de van Dyck. Bode (1906) lo considera estudio preliminar del San Jerónimo de Dresde, que es mucho mayor y de figura completa, con amplio fondo.

Jesús con San Juanito y el Cordero, 1618 - 1620.
Óleo sobre tabla, 131 x 75 cm. Museo del Prado.
Atribuida en distintos momentos a Rubens, Van Dyck y Jordaens, esta tabla se considera actualmente obra conjunta de los dos primeros y es un interesante ejemplo de la fluidez de su relación artística hacia 1618-20, cuando Van Dyck era el más aventajado de los discípulos de Rubens. Los dos niños son representados junto a una fuente, alusiva doblemente al bautismo y a Jesús como fuente de vida. El Cordero, acariciado en un gesto de gran intimidad y reflexión, alude al futuro sacrificio de Cristo.
La obra se documenta por primera vez en 1677 en poder del marqués del Carpio, el mayor coleccionista de pintura de su época. Pasó al rey Carlos II en 1689 como pago de sus deudas a la Corona.

Los desposorios místicos de santa Catalina, 1618 - 1620.
Óleo sobre lienzo, 124 x 174 cm. Museo del Prado.
Catalina de Alejandría, hija del rey Costo, vivió a principios del siglo IV, siendo martirizada a causa de su fe cristiana. Famosa por su belleza, sabiduría, elocuencia y castidad, es frecuentemente representada en el momento de su unión mística con Cristo.
El centro de la composición es el anillo, que el Niño impone a Catalina, ricamente vestida y alhajada como corresponde a su linaje. La espada que lleva y la palma del ángel aluden al martirio. Detrás de las figuras principales, San Francisco y otro fraile son testigos del acontecimiento. En el ángulo inferior izquierdo un capitel corintio y un fuste caído evocan la etimología latina de su nombre Catherina (ruina), ya que destruyó aquello cuanto el diablo quiso edificar. A la vez estos restos son muestra del conocimiento arqueológico del pintor, quizás derivado de los contactos con el duque de Buckingham, gran aficionado al arte y las antigüedades.
Tanto la reflectografía infrarroja como la radiografía muestran algunos cambios realizados en la composición. En un primer momento, sobre la superficie del lienzo Van Dyck dibuja y comienza a pintar un personaje masculino entre el ángel y la santa, incluido en varios de sus bocetos sobre papel. Sin embargo, esta figura queda inconclusa y es finalmente cubierta por la manga del manto del ángel. De menor relevancia son las pequeñas modificaciones que el pintor realiza en la figura de santa Catalina, tanto en la manga de la camisa como en su mano izquierda, que en un principio sujetaba el manto y creaba un juego de pliegues que, finalmente, fue eliminado. 

Santa Rosalía, Hacia 1625.
Óleo sobre lienzo, 106 x 81 cm. Museo del Prado.
Esta es una de las varias imágenes de santa Rosalía que Van Dyck pintó en Sicilia, donde residió en 1624 y 1625. Muestra a la santa en la cueva en la que vivió como ermitaña, en el monte Pellegrino, cerca de Palermo. El culto a Rosalía se popularizó durante la epidemia de peste que asoló la ciudad en esos mismos años.
Diana y una ninfa sorprendidas por un sátiro, 1622 - 1627.
Óleo sobre lienzo, 144 x 163 cm. No expuesto.
Desde el inventario del Real Museo de 1857 hasta 2002, esta obra ha figurado como Diana y Endimión sorprendidos por un sátiro, pero L. Ruiz ha demostrado que la escena representada es Diana y una ninfa sorprendidas por un sátiro, ya que es una figura femenina, con el cuerpo cubierto por completo con una túnica azulada y collar de perlas al cuello, la que duerme al lado de Diana, una imagen muy alejada del aspecto varonil de Endimión. Incluye la presencia de un sátiro, el habitante natural de los bosques de la umbría y fértil Arcadia, y no a Cupido, testigo frecuente de la pareja Diana y Endimión. Cae la noche y, tras una fructífera jornada de caza -las numerosas piezas abatidas se amontonan cercanas-, Diana se rinde al sueño junto a una de sus ninfas, el cortejo de compañeras que le fuera otorgado por el padre, Júpiter.
Es este sencillo episodio, el más frecuentemente representado, el que se desarrolla en este cuadro. Incluso la presencia del sátiro, Pan tal vez, el lujurioso dios de los bosques, siempre acechante en torno a las ninfas, no puede extrañar en este tema; es más, su expresiva mano izquierda parece convertirse en centro de la narración, la evidencia de sus deseos y de su protagonismo en la escena. Ese dedo índice no señala exclusivamente a Diana, posiblemente el objetivo final de los deseos del sátiro, también a la aljaba, el arco y el perro, los inseparables atributos de la diosa, los que la hacen más temida y poderosa. Dormido el perro y depositados en un ángulo los otros, la desnudez de Diana parece más vulnerable. Tanto ella como su acompañante aparecen así accesibles y esa accesibilidad es doblemente perturbadora, tanto por la presencia del sátiro como para el espectador de la pintura, al que el sátiro involucra en la escena, obligándole a participar visualmente del sensual desnudo de Diana. Para la composición de este lienzo, el autor contó con importantes referencias italianas, especialmente venecianas; se citan siempre ejemplos de Tiziano y Tintoretto. Pero a la hora de acometer un tema mitológico de estas características, el pintor flamenco debió recurrir a una imagen muy repetida en la iconografía clásica, la historia de Ariadna dormida y descubierta por Pan. A buen seguro, esta visión pasó a formar parte del bagaje cultural de los artistas del Renacimiento y del Barroco, especialmente cuando deseaban recuperar composiciones en las que debían introducir parámetros similares.
La razón por la que este cuadro venía ostentando el título erróneo viene, entre otras cosas, porque estos títulos suelen responder a alguna tradición, especialmente en el grueso de las obras del Prado, las que proceden de las Colecciones Reales. En este caso, el error partió de los primeros inventarios del Museo, puesto que en las anteriores referencias a esta composición no hubo duda alguna sobre el episodio mitológico que se narra.  

Hombre con laúd, Hacia 1627.
Óleo sobre lienzo, 128,7 x 101 cm. Museo del Prado.
Un joven sujeta un instrumento de música que ha sido identificado como un archilaúd de mástil largo o un guitarrón. La vestimenta negra del personaje y el fondo oscuro hacen que únicamente destaquen las carnaciones y los toques blancos del cuello y puños, de tal manera que la atención se concentra en el rostro y manos del retratado, según una fórmula habitual en los retratos del Barroco.
La manera experta de sujetar el instrumento con las dos manos manifiesta la familiaridad del retratado con el laúd, pero su identidad permanece oculta. Parece tratarse del retrato de un músico profesional. Durante mucho tiempo se consideró como un retrato de Jacobo Gaultier, un famoso músico francés que trabajó como primer laúd en la corte del rey inglés Carlos I entre 1617 y 1647. Sin embargo, las imágenes conocidas de este músico, de mayor corpulencia y cabellera rizada y abundante, lo distancian del personaje retratado por Van Dyck. Por otro lado, la presencia del instrumento no implica necesariamente la dedicación profesional al arte de la música. Símbolo cortesano por excelencia, las alusiones al arte musical son habituales en muchos retratos del Barroco como signo de distinción y refinamiento intelectual. En ese caso podría tratarse de la efigie de un joven burgués o un aristócrata, quien proyecta su distinguida posición social mediante el dominio del laúd, objeto propio de una forma de vida refinada y culta. Nótese la presencia de una espada colgada de la cintura del personaje, que lo aleja de la condición de simple músico.
Van Dyck fue un hábil y exitoso retratista. La colocación del personaje de perfil, mientras parece caminar hacia la izquierda llevando el instrumento, a la vez que gira el cuello para dirigir su mirada hacia el espectador, evidencia el aire casual que el pintor pretendía conceder a todos sus retratos. Consigue de esta manera una pose armoniosa y una composición dinámica, que a su vez queda marcada por el juego de diagonales que forman la posición inclinada del instrumento y el brazo extendido del músico.
No hay certeza en la fecha de realización de la pintura. La seguridad en la ejecución y las cualidades pictóricas y compositivas corresponden a un momento de madurez creativa, sin que sea fácil discernir si el cuadro fue pintado durante el periodo italiano de Van Dyck (1621-27) o durante su segunda etapa en Amberes (1627-32). Por una parte, la movilidad de la figura, las características singulares del laúd y la sencillez compositiva hacen pensar en un retrato italiano, sin embargo, la austeridad en el uso del color y el ideal aristocrático enlazan con los retratos realizados en los Países Bajos.
Respecto a la procedencia de la pintura tampoco hay datos concluyentes. La obra se documenta por vez primera en 1734, cuando aparece en una lista de las pinturas que se salvaron del incendio que arrasó el antiguo palacio real de Madrid, y que acabó con muchos cuadros de la colección real española ingresados en el siglo XVII.
Dama desconocida, Hacia 1628.
Óleo sobre lienzo, 106 x 75 cm. Museo del Prado.
Vestida de negro, con gorguera ancha según la moda española y collar de tres vueltas que coge con la mano derecha, la retratada se presenta serena y altiva ante el espectador.
Se puede apreciar la influencia de Antonio Moro (1519 1576) en el concepto del retrato, la posición vertical y el fondo estrictamente negro. Aunque la moda que luce es muy anterior, ha sido fechado hacia 1628, coincidiendo con los últimos retratos del periodo genovés del artista. Con ellos tiene muchos aspectos en común, como la sobriedad en el uso del color, la solemnidad de la imagen y la profunda carga psicológica que emana de la retratada.
De origen desconocido, la pintura está documentada por primera vez en 1686 en el Alcázar de Madrid. 

La Piedad, Hacia 1629.
Óleo sobre lienzo, 114 x 100 cm. Museo del Prado
La escena describe uno de los momentos más dramáticos de la Pasión y Muerte de Cristo, cuando la Virgen, en su calidad de madre, acompañada por María Magdalena, que besa la mano del Redentor, y por san Juan, que contempla la escena, asume la mayor significación, protagonizando los momentos inmediatamente posteriores a la pérdida del Hijo en la tragedia del Calvario, aspecto que Van Dyck logra expresar magistralmente: la luz baña plenamente su rostro así como los rasgos del Salvador, cuyo cadáver yace sobre un lienzo blanco dispuesto sobre una piedra. El pintor ha seguido un esquema habitual para tan popular asunto, pero en lugar de mostrar el cuerpo de Jesús sobre el regazo de su madre, al igual que lo hicieron los maestros de la Edad Media, llegando hasta la plenitud del Renacimiento -recuérdese a tal efecto la celebérrima Pietà de Miguel Ángel (Basílica de San Pedro de Roma-) ha preferido una situación intermedia, en vez de mostrar a la madre evocando la infancia del Hijo al presentarlo sobre sus rodillas. Deseando un mayor efectismo barroco, poco menos que determinado por la idea de éxtasis, relaciona ambas imágenes y presenta a la Virgen elevando sus ojos al cielo, llenos de lágrimas, con la cabeza de Cristo apoyada sobre su mano derecha. Tal actitud semeja de reproche al Padre Eterno, quien siglos atrás no permitió el Sacrificio de Isaac, escogiendo ahora para el supremo martirio a su propio Hijo. El cuadro ha sido de controvertida atribución desde que comenzó a ser objeto de análisis; después de sopesar opiniones en contra de que fuese un original, estimándolo una simple copia del que pintó el maestro para la iglesia del Begijnhof de su ciudad natal (Koninklijk Museum voor Schone Kunsten, Amberes). Díaz Padrón, en 1999 rectificó su opinión anterior (1975) y lo clasificó entre los originales de Van Dyck, estimando que es una repetición en tamaño reducido, respecto del anterior. En lo que concierne a las ideas que presidieron la composición, así como lo que pudo condicionar las actitudes de los personajes, se hace necesario evocar la escultura clásica, a cuyo reempleo de conceptos y formas tan inclinado fue Rubens a la hora de fijar gestos y posturas; Van Dyck, tanto pudo evocar imágenes de cuanto había observado y estudiado en su viaje por Italia, como acudir a los repertorios de grabados o los pequeños vaciados en bronce, ejecutados siguiendo las pautas de piezas conocidas del repertorio de la Antigüedad. Van Dyck aprendió bien la lección de Rubens, en cuanto a la utilización de la escultura, tomando préstamos formales de ésta, que ungía de vida y calor, trasvasando a carne y a efluvios de sudor y sangre, la piedra y el mármol. La epidermis del cuerpo de Jesús refleja tonalidades que son reveladores testimonios de la metamorfosis de un cuerpo, ya ajeno a los alientos de vida, a efectos de conseguir un resultado naturalista y verosímil a los ojos del espectador. Las líneas maestras que dominan el conjunto de la composición, responden a un inteligente plan preconcebido para el logro del equilibrio de las masas y la mejor coherencia rítmica. La Magdalena se integra en la acción participando en la formación de un esquema piramidal que coloca a la Virgen en el vértice superior, donde el fondo oscuro de la roca contribuye a resaltar su presencia junto al cuerpo de Jesús, que destaca iluminado, acorde con la magnificencia olímpica de una estatua clásica. San Juan, por el contrario, en sombras, ayuda a configurar una diagonal que se inicia en los cuidados símbolos del tormento del Salvador, situados en el ángulo inferior izquierdo de la tela para concluir en el superior derecho. El dibujo, el cromatismo, el empleo de la luz y la tensión dramática general, que se observa fácilmente, son de primer orden y subrayan, después de ser apreciadas en toda su dimensión cualitativa como resultado de la reciente restauración de la obra, el acierto de las opiniones que la atribuyen a la mano de Van Dyck, eliminando las antiguas reticencias que la situaban adscrita al taller del maestro. La grabó Paulus Pontius en sentido inverso (New Holl, VII, 538), resaltando sus diferencias del cuadro conservado en Amberes, especialmente en lo que concierne a detalles de los rostros de los personajes. 

San Francisco de Asís en éxtasis, 1627 - 1632.
Óleo sobre lienzo, 123 x 105,5 cm. Museo  del Prado

El santo aparece recostado sobre una roca, en pleno éxtasis místico, tras la reflexión sobre la muerte a la que aluden la calavera, la cruz y el libro. Es confortado por un ángel mú
sico según se narra en el libro Florecillas de San Francisco (Parte II, consideración segunda).Este hermoso cuadro, del que existe otra versión en el Kunsthistorisches Museum de Viena, se puede fechar por razones estilísticas entre 1627 y 1632, cuando Van Dyck residió en Amberes tras su regreso de Italia y antes de su partida para Londres. El cuadro muestra a San Francisco en éxtasis, tras su meditación sobre la muerte. Se pueda identificar con un San Francisco y un Ángel que baja del cielo de Antonio van Dyck que aparece en una lista de cuarenta y cuatro cuadros que el conde de Fuensaldaña adquirió en Londres en 1651 con la ayuda del pintor David Teniers, que actuó como su agente. Aunque no podemos estar seguros de la intención de Fuensaldaña al adquirir el cuadro, es posible que pretendiese venderlo o regalarlo a Gaspar de Haro (1629-1687), séptimo marqués del Carpio, en cuya colección se menciona en una nota manuscrita que se incluye en la citada lista de cuadros adquiridos por Fuensaldaña, y donde aparece inventariado en 16882. El cuadro pasó de la colección Carpio a la colección real española a finales del siglo XVII como pago por una deuda. 

El conde Hendrik van den Bergh, 1627 - 1632.
Óleo sobre lienzo, 114 x 100 cm.  Museo del Prado

Enrique de Berg, aunque holandés de origen y sobrino de Mauricio de Nassau, permaneció fiel durante bastante tiempo a la causa católica de la monarquía española. Nacido en 1573 y muerto en 1638, dirigió con brillantez y valentía la caballería española en Flandes en los primeros años de la Guerra de los Treinta Años, hasta que en 1632 puso sus esfuerzos al servicio de los rebeldes holandeses.
La imagen realizada por Van Dyck responde a las características de sus retratos posteriores a su viaje a Italia, etapa en la que alcanzó un gran dominio del género, convirtiéndose en el principal retratista flamenco. En estos años pintó a muchos de los protagonistas de la contienda militar que asolaba el norte y centro de Europa, y esta actividad tuvo su culminación en la publicación de un repertorio de grabados realizados a partir de sus retratos, conocido como la Iconografía de Van Dyck.
En el caso de Enrique de Bergh, el autor planteó un retrato de corte castrense, donde consigue resaltar la bizarría del Conde mediante la incorporación de elementos propios de su condición, como la armadura, el bastón de mando y la banda de general, cuya elegante disposición en el brazo escorzado anima la composición y dota a la efigie de una apariencia de gran dignidad aristocrática propia de su condición. La situación del personaje junto a una roca y delante de una abertura al paisaje, anuncia el tipo de retrato que Van Dyck desarrollará en los años inmediatamente posteriores, durante su estancia en Inglaterra.
La pintura fue adquirida por Felipe IV en la almoneda del rey Carlos I de Inglaterra a mediados del siglo XVII. En el siguiente siglo, desconociéndose la identidad del personaje, fue considerada durante muchos años como retrato del duque de Alba. 

Endymion Porter y Anton van Dyck. Hacia 1633.
Óleo sobre lienzo, 119 x 144 cm. Museo del Prado
Endymion Porter (1587-1649), protector y amigo de Van Dyck, fue secretario del duque de Buckingham y un importante diplomático de la corte inglesa. Gran aficionado a las artes, fue el encargado de adquirir obras para la colección del rey Carlos I, siendo uno de los mejores apoyos del artista durante su estancia en Londres.
El aristócrata aparece de frente y vestido de satén blanco, mientras que el pintor, de negro, está situado de perfil, más bajo, para no destacar por encima de la figura del aristócrata. En este cuadro Porter aparece junto a Van Dyck en el único que conocemos en el que el pintor se representó en compañía de otra persona. Aunque las circunstancias que llevaron al pintor a realizar este cuadro no son conocidas, su estilo indica que realizó entre 1632 y 1635 aproximadamente, durante los primeros años de su estancia en Inglaterra o durante los meses que pasó en los Países Bajos españoles en el invierno de 1634-1635, cuando el pintor tenía en torno a treinta y cinco años y Porter cuarenta y siete. Es posible que este retrato, en el que se ensalza la amistad entre el aristócrata inglés y el pintor flamenco, se realizase en agradecimiento por el apoyo que Porter prestó al pintor en Londres, que le permitió llegar a ser pintor de la corte de Carlos I.
La roca sobre la que los dos personajes apoyan una mano es un símbolo de la solidez de su amistad, idea a la que contribuye también el formato ovalado del cuadro, que ayuda a crear una sensación de proximidad entre ambos. Por otro lado, la posición privilegiada del aristócrata, que aparece de frente mientras que el pintor es mostrado de perfil, responde a los prejuicios de la sociedad de la época. A la característica y refinada elegancia de los retratos del autor, que definen las poses, las manos y los rasgos estilizados, además de la cortina y la columna que sirven de fondo a la escena, se suman la exquisitez de la ejecución y la armonía que existe entre la composición y el formato ovalado del cuadro, para completar uno de los retratos más bellos del gran retratista de Amberes.

 
Retrato de hombre, 1628 - 1632.
Óleo sobre lienzo, 112 x 100 cm. Museo del PradoD
e más de medio cuerpo, con traje negro acuchillado, capa sobre el hombro y cuello de encaje, el retratado se nos presenta de manera orgullosa, luciendo ostensiblemente la espada, atributo de personaje noble, ha sido considerado tradicionalmente como el retrato del grabador Paul du Pont, conocido como Paulus Pontius, en función de su parecido físico, pero la presencia de la espada arroja sombras de dudas sobre tal identificación.
La obra pertenece a la segunda etapa del pintor en su ciudad natal. La situación frontal del personaje y el bizarro escorzo de la mano izquierda marcan una imagen de gran rotundidad. La expresividad de los gestos pertenece a la retórica cortesana que caracteriza muchos retratos de este artista, repitiéndose habitualmente las soluciones del brazo en la cintura y la posición de la mano izquierda.
El retrato apareció en 1745 en la colección del duque del Arco.
Cardenal-Infante Fernando de Austria. Hacia 1634.
Óleo sobre lienzo sin forrar, 107 x 106 cm. Museo del PradoU
n inventario de 1636 describe este retrato del infante Fernando: Vn retrato del señor infante Don Fernando de medio cuerpo arriba, que le trujo el marqués de Leganés, en el traje y forma que entró su Alteça en Bruselas, en la mano derecha un bastón, casaca de terciopelo carmesí, guarnecido de galón de oro, banda carmesí recamada de oro y en ella un espadón, cortina de brocado; es de mano de Van Dyck, pintor flamenco, con moldura dorada y bruñida.
El cardenal-infante era el hermano menor del rey Felipe IV de España. A la edad de diez años fue elevado a cardenal, según la costumbre del Sacro Imperio Romano. En 1631, se le nombró sucesor de su tía, la infanta Isabel. Partió de Madrid en 1632 para tomar posesión del cargo de virrey de Cataluña. A raíz de la muerte de Isabel el 1 de diciembre de 1633, Felipe IV nombró al cardenal-infante gobernador de los Países Bajos españoles. A principios de otoño el año siguiente, Fernando y su ejército imperial marcharon desde Italia en dirección al norte. En la localidad alemana de Nördlingen se enfrentaron a fuerzas suecas, a las cuales derrotaron en una importante victoria entre el 5 y 6 de septiembre de 1634. Este hermoso retrato oficial del cardenal-infante Fernando celebra su entrada en Bruselas el 4 de noviembre de 1634.

Un escrito contemporáneo describe la llegada del cardenal-infante a Bruselas: Entró en la villa con todo el acompañamiento, vestido de lama bordada carmesí, con una anguarina o casaca de lo mismo, plumas, banda roya, y un espadín, pieza de su abuelo Carlos V cuando debeló los enemigos junto al Albis, y ahora por Su Alteza los del Danubio, el cabello largo y vna Valona tendida por los hombros, uso del país como lo pedía el traje militar; de gentil presencia, rostro blanco y el bozo en sus primeros principios rubio y del origen de su casa, en veintiuno años y seis meses de su edad.
El retrato documenta un acontecimiento histórico y glorifica la dinastía de los Habsburgos. La pintura fue enviada a Felipe IV en 1636 y se exhibió en el palacio real del Alcázar, cerca de un cuadro de la batalla de Nördlingen. En la mano derecha Fernando sostiene un bastón de mando que enfatiza su rango militar. En la banda lleva insertada la espada que su bisabuelo Carlos V usó en la batalla de Mühlberg en 1547. El vistoso atuendo rojo y oro es suntuoso y solemne, y refleja la importancia del cardenal-infante y sus triunfos militares. Desde su lugar de prominencia en el Alcázar, el retrato sirvió como recordatorio de la importancia de los Habsburgos y su papel en la historia de España. Felipe IV y la familia real no fueron el único público de este retrato, ya que se reprodujo en grabados de Pieter de Jode el Joven, Adriaen Lommelin y John Payne, con Fernando mirando siempre en la misma dirección, y se pintaron varias copias, incluida una para Carlos I de Inglaterra y otros miembros de la nobleza británica.
Para 1630, Van Dyck estaba muy solicitado como retratista. En 1633-34, a fin de servir a su ilustre clientela -realeza y nobleza europeas así como cortesanos, diplomáticos, clérigos y eruditos-, estableció su estudio en Amberes, el centro comercial y artístico de los Países Bajos españoles. Siendo el retratista flamenco más sobresaliente, Van Dyck era el candidato idóneo para cualquier encargo de carácter político. Se le conocía por su destreza técnica, su habilidad para plasmar el parecido físico y su rapidez de ejecución. Solía trabajar en varios retratos a la vez. En este caso, sus asistentes probablemente pintaron la elaborada vestimenta del infante, el fondo y el cortinaje brocado, mientras Van Dyck terminaba la magnífica cabeza y las elegantes manos. Después de que sus asistentes completaran la figura, el maestro daría las últimas pinceladas a toda la pintura, añadiendo los toques de luz y los opulentos detalles de oro y encaje. Su estilo característico muestra la influencia de los métodos de su mentor, Peter Paul Rubens, y el colorido y la pincelada de los pintores venecianos.
Van Dyck fue uno de los primeros artistas europeos que dotaron de profundidad psicológica y naturalidad al retrato. El cardenal-infante da la impresión de acabar de entrar en el estudio del artista. El bastón alzado sugiere movimiento y añade espontaneidad a la pose, a la vez digna y sin afectación. El aristócrata victorioso contempla al observador con mirada sobria y gesto suave, que comunican una sutil expresión de humildad y pensamientos que solo podemos imaginar. 

Amalia de Solms-Braunfels, 1631 - 1632.
Óleo sobre lienzo sobre tabla, 105 x 91 cm. Museo del Prado
Amalia de Solms-Braunfels (1602-1675) fue la esposa de Federico Enrique de Nassau (1584 1647), príncipe de Orange, también retratado por Van Dyck.
Como primera dama de la Casa de Nassau, la retratada luce un elegante vestido negro con cuello a la francesa, y su gran escote está ornamentado por dos vueltas de collar de perlas y una gargantilla. El broche sobre el pecho, el anillo y las pulseras perladas completan la imagen de una dama de la alta aristocracia holandesa.
Van Dyck realizó numerosas réplicas de esta imagen, que se difundió enormemente a través de grabados y estampas, debiendo haber sido realizada durante el segundo periodo del pintor en los Países Bajos de 1628 a 1632. La atribución al artista se basa en la aparición del cuadro, junto con su pareja, como obra de Van Dyck en el inventario de la colección de Isabel Farnesio en 1745 en La Granja.

Carlos II de Inglaterra. Hacia 1637.
Óleo sobre lienzo, 135 x 109 cm. Museo del Prado
En pie, armado, una pistola en la diestra; la izquierda, sobre el casco empenachado. Representa unos siete años. Hijo de Carlos I, nacido en Londres el 2 de mayo de 1630, reinó desde el 20 de mayo de 1660; murió en 1685, el 26 de febrero. Existen varias versiones de este cuadro, que probablemente el pintor realizó en colaboración con su taller. El original se conserva en el castillo de Windsor; se pensó que éste también era de mano de van Dyck y en 1666 -en la galería del cierzo del Alcázar- se daba como original.

Francisco de Moncada, marqués de Aytona, Después de 1634.
Óleo sobre lienzo, 114 x 98 cm. No expuesto
De más de medio cuerpo, con la diestra coge el cordón del que pende la venera santiaguista. El retratado nació en 1586 y murió en Gosch (Cleves) el 10 de agosto de 1635. Fue militar e historiador. Escribió la Expedición de los Catalanes y Aragoneses contra turcos y griegos (1623).
La obra es copia con variantes y cambios en los blasones del escudo, del original del Museo de Viena, pintado en Bruselas en 1634. Probablemente es el cuadro de tema similar atribuido a Van Dyck citado en la Testamentaría del Marqués de Leganés.
Mary, Lady Van Dyck. Hacia 1640.
Óleo sobre lienzo, 104 x 81 cm. Museo del Prado
Mary Ruthven, perteneciente a la aristocracia escocesa, nació hacia 1622 y se casó con Van Dyck a principios de 1640. El retrato debió de ser pintado en ese momento, cerca de dos años antes de la muerte del pintor. El cabello recogido en un tocado de hojas de roble probablemente hace alusión a la fortaleza y constancia que se asociaban simbólicamente con ese árbol.
Dada su relación con la modelo el pintor dota al retrato de un amplio sentido de intimidad y afecto, al que contribuye el gesto de las manos y la mirada de la dama. Con esta imagen, Van Dyck se alejaba de los retratos cortesanos que estaba pintando en Inglaterra por esos años, para hacer una pintura más cercana, de índole doméstica y privada.
Beatriz van Hemmema, condesa de Oxford, 1638.
Óleo sobre lienzo, 107 x 86 cm. Museo del Prado
Este retrato, característico de la última etapa del pintor, muestra Beatriz van Hemmema, de familia de Frisia, que contrajo matrimonio antes de 1626 con Robert de Vere, conde de Oxford. La rosa que sostiene en la mano se asocia a la fecundidad en retratos femeninos. Si se pinta marchita, como tal vez sucede aquí, puede aludir a su condición de viuda.
La situación del personaje en primer plano, delante de un gran volumen, ya fuese arquitectónico, pétreo o vegetal, con una fuga hacia un paisaje abierto en un extremo, es una solución compositiva característica de la última etapa en Inglaterra, y marcará enormemente el desarrollo del retrato inglés en los siguientes siglos. Firmado y fechado en la roca sobre la que apoya sus manos, posible símbolo de su fortaleza. Esta pintura ingresó en la Colección Real en 1745 procedente de la colección del duque del Arco.
Pinturas religiosas
Al inicio de su formación, en el taller de Van Balen, el joven Anton se cimentó principalmente en la realización de obras de carácter religioso. En la Amberes apenas reconquistada por el catolicismo, el género pictórico más solicitado era el religioso y el bíblico. El primer gran encargo que recibió Van Dyck fue precisamente el de realizar pinturas que representaran a los doce apóstoles. Tras acercarse al taller de Rubens los encargos religiosos crecieron notablemente.
Representativa de estas pinturas con carácter sagrado de la producción de Van Dyck es la tela El emperador Teodosio y san Ambrosio de 1619–1620. Esta tela representa el encuentro entre el pecador Teodosio I y el arzobispo de Milán, Ambrosio. Para la realización de la tela, Van Dyck hizo referencia al trabajo de idéntico nombre que había hecho con Rubens años antes. Sin embargo, las diferencias resultan claras: en la pintura de Van Dyck, conservada en Londres, el emperador no tiene barba, el fondo arquitectónico resulta más marcado y además del pastoral, se ven en el cielo diversas armas llevadas por el séquito de Teodosio. Y mientras en la tela de Rubens (conservada en Viena) sobre la capa del obispo se pueden ver retratos de Cristo y de san Pedro, que subrayan la autoridad de Ambrosio, en la de Van Dyck la capa se presenta como un ejemplo de gran habilidad en la representación pictóricas de pliegues. Otro añadido de Van Dyck es el perro, colocado a los pies del emperador. ​ Las pinceladas de la obra realizada en Londres son enérgicas y vigorosas, mientras que las de Viena aparecen más suaves y ligeras. 

El emperador Teodosio y san Ambrosio de 1619–1620
Óleo sobre lienzo. 149 x 113 cm. The National Gallery
Se basa en gran medida en un tratamiento de 1618 del mismo tema por Peter Paul Rubens, en el que van Dyck había trabajado como asistente de estudio. En la versión de van Dyck, Theodosius no tiene barba, el fondo arquitectónico es más definido y se añaden una lanza y una alabarda en el lado izquierdo.
La pintura muestra al emperador romano Teodosio I y su séquito siendo excluidos de la catedral de Milán por su arzobispo San Ambrosio, como castigo por la Masacre de Tesalónica.
Reprobando en los más duros términos aquella matanza de la población. San Ambrosio excomulgó a Teodosio I el Grande a causa de la masacre de Tesalónica, reprobando en los más duros términos aquella matanza de la población.

Cristo en la Cruz, 1627
Óleo sobre tabla. 105,3 x 73 cm.
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.
A su retorno a Amberes tras su estancia en Italia, Anton van Dyck pintó varias Crucifixiones destinadas a diversas iglesias de la ciudad. En relación con esos cuadros de altar pintó otros de tamaño menor en los que, prescindiendo de las figuras auxiliares, se representa sólo a Cristo en la cruz. Destinadas probablemente a la devoción privada, estas imágenes se concentran en la soledad del Redentor en el momento de su agonía, cuando se queja del abandono de su Padre.

Varias versiones de esta composición se consideran obras de taller o de escuela. La versión autógrafa de referencia es la que se conserva en el Koninklijk Museum voor Schone Kunsten de Amberes. De ella sabemos que fue realizada por Van Dyck en 1627 para el prior del convento de los agustinos de la ciudad.
La versión que aquí se muestra fue publicada por primera vez en 1930, por G. Glück, quien la consideraba autógrafa. La bibliografía posterior ha seguido por regla general esta opinión. Así por ejemplo, Larsen (1988) comenta su carácter abocetado, «lo que confirma su autenticidad». Sin embargo, el autor anónimo de la ficha correspondiente a este cuadro en el catálogo de la subasta de Sotheby's, de 1995, la describía como «Círculo de Sir Anthony van Dyck» diciendo que «aunque la atribución tradicional a Anthony van Dyck nunca se ha puesto en duda en la literatura, muchos de los estudiosos contemporáneos de Van Dyck no la aceptan; varios de ellos prefieren una atribución a Jean Boeckhorst, a quien Michael Jaffé la atribuye firmemente». Sin embargo, la atribución de Jaffé a Boeckhorst no parece haberse publicado. Tampoco parece constar en ningún informe inédito, según se dice en una carta de Sotheby's al Museo Thyssen-Bornemisza fechada el 25 de junio de 2001.
Examinada la obra en el taller de restauración del Museo Thyssen-Bornemisza en agosto de 2001, se descubrieron restos, visibles a simple vista, de una composición anterior, que resulta legible si se gira la tabla noventa grados. Se trata de fragmentos de un boceto a pincel, en el que puede verse una figura entre dos animales en un bosque o grupo de árboles.
El hecho de que el autor de esta Crucifixión haya utilizado una tabla en la que se encontraba esbozado ya otro tema, sin llegar a cubrir totalmente el dibujo de la composición anterior, confirma lo que su factura nerviosa y rápida sugiere, a saber, que se trata de un modello o estudio destinado a no abandonar nunca el taller, y demuestra el carácter original y no derivativo de la obra. Debe pues mantenerse la atribución tradicional a Van Dyck y, de acuerdo con lo que se ha dicho, su fecha debe ser aproximadamente la misma que la de la versión de Amberes, es decir 1627. 

Pinturas históricas y mitológicas
No presentes de manera constante como las pinturas religiosas o los retratos, las representaciones mitológicas e históricas acompañan toda la producción de Van Dyck. Durante el período de colaboración con Rubens, a Van Dyck se le confió un ciclo de pinturas que narrasen y exaltasen la vida y las empresas del romano Decio Mus. Entre sus pinturas más célebres está La continencia de Escipión y Sansón y Dalila. Tras volver de Italia y haber visto numerosas obras de Tiziano, la ejecución de estos temas adquirió una nueva y distinta componente debido a la influencia del maestro italiano. La pintura más famosa de carácter mitológico es sin duda Amor y Psique realizado para el rey Carlos I y ahora propiedad de la reina Isabel II de Inglaterra (Royal Collection).
Son evidentes en esta pintura, como en gran parte de las de carácter mitológico, las referencias a la pintura italiana renacentista de Tiziano y Dosso Dossi. Una comparación con el Baco y Ariadna de Tiziano es fundamental. ​ Los temas representados con una delicadeza buscada, las pinceladas redondeas y las líneas perfectamente definidas. Fuerte es también el componente alegórico: Cupido llega a salvar a Psique, después que ésta, como cuenta Apuleyo en Las metamorfosis, cae en un sueño mortal. Tras el cuerpo de Psique, abandonado sobre una roca con suavidad, surgen dos árboles, uno orgulloso que simboliza la vida, el otro seco y desnudo, que simboliza el espíritu de la muerte. Esta tela se caracteriza por un fuerte sentimiento de participación, insertado en una delicada y lírica atmósfera idílica.
 
Sansón y Dalila, 1630
Óleo sobre lienzo. Kunsthistorisches Museum de Viena.
Sigue el estilo de su antiguo maestro Peter Paul Rubens. Sin embargo, a diferencia de Rubens, van Dyck muestra a Delilah aparentemente consternada por su propia traición a Samson y lamentando su acto de traición, mientras que Rubens lo muestra como un cautivo y ella como una tentadora sin escrúpulos.  La paleta de Van Dyck en la obra también revela la influencia de Tiziano durante la estadía de van Dyck en Italia. ​

Amor y Psique (1639-1640)
Óleo sobre lienzo. Palacio de Kensington 
Cuenta la leyenda que en Grecia un hombre tenía tres hijas y una de ellas muy bella que era Psique. La diosa Afrodita la tenía envidia por lo hermosa que era y le ordenó a su hijo Cupido (Amor) que le lanzase una flecha de oro oxidada para que se enamorase de una persona cruel y fea. Cupido al verla se enamoró de ella y no se atrevió a lanzar la flecha y la tiró al mar. Entonces Cupido para que su madre no sospechara ocultó a Psique en el Olimpo, por la noche cuando dormía.
Cupido se reunió con Psique por la noche y le confesó que la amaba. Los dos amantes siguieron viéndose todas las noches en la oscuridad, y una noche Psique le dijo que le gustaría ir a ver a sus hemanas. Cupido la llevó a su casa en la noche cuando ella dormía.
A la mañana siguiente Psique les contó a sus hermanas que tenía un amante y que se veían todas las noches, ellas le preguntaron como era pero Psique no sabía contestar porque nunca lo había visto. Las hermanas de Psique le propusieron que en una noche encendiese un lámpara para ver como era su rostro, y que si lo ocultaba era porque era feo.
Así fue una noche cuando se reunieron los dos amantes, Psique encendió una lámpara de aceite para ver su rostro, en ese momento una gota de aceite hirviendo se derramó sobre la cara de Cupido quien decepcionado la rechazó y se fue.
Al día siguiente Psique se fue a ver a la diosa Afrodita y pedirle que le ayudara a recuperar a su hijo Cupido. Afrodita furiosa aceptó pero le mandó a por un cofre, al inframundo.
Psique cuando llegó al inframundo vió a Persefone quien le dió el cofre y le dijo que no lo abriese, que solo lo podía abrir Afrodita. Pero Psique tentada por el poder que creía contener el cofre lo abre y lo que consigue es el sueño eterno. Psique cae sobre una roca de donde surgen dos árboles uno majestuoso que simboliza la vida y otro delgado y seco que simboliza la muerte.
Cuando Cupido se entera la perdona y le devuelve la vida suplicándole a su madre Afrodita, esta acepta y además de devolverle la vida también le da la inmortalidad.
Afrodita arregla sus problemas con Psique y le pide que viva con ella y con su hijo en el Olimpo.
Esta es una de las últimas obras de la obra de van Dyck, muestra una marcada influencia de Tiziano y data desde su época como artista de la corte hasta Carlos I de Inglaterra. Es su única pintura mitológica sobreviviente de ese período y posiblemente proviene de una serie de pinturas sobre el tema Cupido y Psique encargadas para la Casa de la Reina en Greenwich; otros artistas involucrados en la serie incluyeron a Jacob Jordaens y al antiguo tutor de van Dyck, Peter Paul Rubens. Ese proyecto nunca se completó, lo que es una posible explicación de por qué la pintura no tiene marco y está relativamente inacabada. Esto lo daría de 1638-1640. Una segunda alternativa es que fue producido para las celebraciones del matrimonio de la princesa María con Guillermo II de Orange en 1641. La psique puede inspirarse en la amante de van Dyck, Margaret Lemon. 

Retratos del período italiano
La principal actividad de Van Dyck en Italia, y en Génova en particular, fue la de retratista. La nobleza genovesa, que había conocido la habilidad de Rubens algunos años antes, no quiso dejar escapar la oportunidad de hacerse retratar por el mejor alumno del maestro flamenco. Así fue que a Van Dyck le encargaron numerosísimos retratos, individuales o de grupo. Fue en esta ocasión que Van Dyck demostró su habilidad para retratar también a los niños, a grupos familiares y a hombres a caballo. Entre los retratos de grupo del período genovés el más conocido es La familia Lomellini.
Como la mayor parte de los retratos del período genovés, no se conocen con certeza los nombres de los personajes retratados se supone que se trate de la segunda mujer, los dos hijos mayores y los dos hijos menores de Giacomo Lomellini, dogo de la República de Génova; Giacomo, que en dos años de dogado no podía ser retratado, habría encargado este retrato, que se presenta como el más complejo entre los del período italiano: el hijo mayor, Nicolò, colocado bajo un arco triunfal, está representado vestido con la armadura mientras que tiene en la mano una lanza rota, símbolo de la defensa de la ciudad, mientras la mujer y los niños son representados bajo una estatua de Venus púdica, que simboliza la defensa de la esfera familiar. 

Retrato de una mujer, llamada Marchesa Durazzo. 1622-25
Durante los seis años que pasó en Italia (1621–27), Van Dyck estuvo con frecuencia en Génova, donde pintó algunos de sus retratos más magníficos. Esta niñera se identifica tradicionalmente como miembro de la familia patricia Durazzo. Mientras que muchos de sus retratos recuerdan a los de su colega mayor Rubens, que también había pintado en Génova, éste atestigua la admiración de Van Dyck por la obra del gran pintor veneciano Tiziano (ca. 1485/90? -1576). El retrato ha sufrido abrasión y rebase, aplanando sus efectos pictóricos.

Marchesa Gerónima Spinola, 1624
Óleo sobre lienzo.  226 por 151 centímetros (Museo: Gemäldegalerie)
Antes de la restauración, la pintura era un "agujero negro", como lo describe Gisela Helmkampf, la principal restauradora del museo. Desde una superficie oscura sólo destacaban la cara y las manos de los jóvenes nobles genoveses. Fue precisamente la naturaleza especial de la imagen, la informalidad con la que pasa la Marchesa, dando al espectador sólo una breve mirada, que ya no era reconocible. Antiguas capas de barniz, trazas anteriores de restauración tuvieron que ser removidas, un trabajo que requería una meticulosidad especial frente a capas de pintura muy delgadas. Así, en el año y medio en el que la pintura fue almacenada en el taller, no hubo trabajo permanente en ella. 
Anton van Dyck, después de Rubens el representante más importante de la pintura flamenca del siglo XVII, había viajado desde Amberes en 1621 primero a Londres, luego a Italia, donde rápidamente se convirtió en el retratista preferido, especialmente en Génova. El retrato de 226 por 151 centímetros de Gerónima Spinola fue tomado alrededor de 1624/26. La Marchesa fue la esposa de Filippo Spinola e hija del procurador genovés Andrea Doria, quien murió en 1623. El transatlántico de lujo italiano "
Andrea Doria" fue nombrado en su honor, que se hundió en el Océano Atlántico el 24 de julio de 1956.
La pintura había llegado a Berlín sobre la mediación de Wilhelm von Bodes, futuro director general de los museos de Berlín. Von Bode, que fundó el Museo Kaiser Friedrich, más tarde nombrado en su honor, en 1904 menciona la pintura en sus memorias. En 1895 había visitado Villa Spinola en un viaje a Italia cerca de Génova: "Encontré la diversión de una chica joven, noble y hermosa, una obra indudablemente genuina de van Dyck, pero tan ahumada y carbonizada por la chimenea sobre la que colgó durante unos siglos que ni siquiera tenía el precio de 10.000 francos (...) se atrevió a pagar. Siguiendo el consejo de Bode, un marchante de arte lo compró a la mitad del precio, y el restaurador del Museo Kaiser Friedrich logró "revivir la pintura tanto empapándola con óleo que adquirió a Adolph Thiem". Thiem, por otro lado, donó la pintura al museo en 1904.
La Marchesa ahora comparte un muro de la Sala VII con otro van Dyck. Anteriormente, había obras de Rubens, que se trasladó más lejos en su gabinete, pero desplazó otras pinturas allí. La galería de pintura acababa de ser concebida con una vista del espacio Dahlemer en oferta, el director de pensamiento Jan Kelch. La fusión con las pinturas que antes se alojaba en el Bodemuseum ahora hace que el espacio sea escaso. 

Marchesa Elena Grimaldi Cattaneo, 1623
Óleo sobre lienzo. 242,9 x 138,5 cm. Colección Widener
La resplandeciente Marchesa Cattaneo entra a zancadas en la terraza de su palazzo genovés mientras su criado africano la protege con una sombrilla roja brillante. Su mirada firme y su porte orgulloso nos dicen que es una mujer segura. Anthony van Dyck tenía una notable habilidad para comprender las aspiraciones de sus mecenas y expresarlas en sus retratos, ya sea la fuerza interior de un burgués flamenco, la atrevida bravura de un héroe militar, la inocencia de una joven o la gracia de una aristócrata como Elena Grimaldi Cattaneo. En parte por la extraordinaria seguridad de su pincelada y la fluidez de sus formas, Van Dyck convence al espectador de que sus caracterizaciones son justas. Sin embargo, la verdad es que se sabe poco o nada sobre las personalidades o ambiciones de la mayoría de sus modelos, en particular de los que retrató en Génova. Sin embargo, altera donna, o gran dama. La altura excepcional y desproporcionada de Marchesa enfatiza su estatura, literal y figurativamente. La sombrilla roja enfatiza la posición del espectador debajo de la de ella y extiende su presencia, formando un halo alrededor de su cabeza contra un cielo dramático. Los puños rojos rompen la severidad del lujoso traje negro de Marchesa y llaman la atención sobre sus manos, especialmente hacia la ramita de azahar en su mano derecha, un símbolo tradicional de castidad.
Sin conocer su estado real de servidumbre, el asistente negro que sostiene la sombrilla de la marquesa es un recordatorio de la activa trata de esclavos desde África a Génova. Su inclusión en el retrato puede derivar artísticamente de Tiziano, el artista renacentista italiano que Van Dyck admiraba y que retrató a los sirvientes negros en varios de sus lienzos.
En el mismo año en que creó este retrato, Van Dyck también pintó a los dos hijos mayores de la marquesa, Filippo (1619-1684) y Maddalena Cattaneo (nacida en 1621), ambos de la colección de la National Gallery of Art (1942.9.93, 1942.9.94). Un inglés que visitó el Palazzo Cattaneo en diciembre de 1827 vio los tres retratos colgados en grupo, con los niños flanqueando a su madre. La compra de PAB Widener de los tres retratos en 1908 le permite al museo replicar ese arreglo hoy.
Van Dyck estudió y trabajó en Italia desde finales de 1621 hasta 1627. Si bien el puerto de Génova fue su base, también realizó numerosos viajes de diversa duración a otras ciudades italianas, incluida una estancia de ocho meses en Roma en 1622. En Génova, encontré los majestuosos retratos que Peter Paul Rubens había pintado allí en 1606, incluyendo a Marchesa Brigida Spinola Doria (NGA 1961.9.60), una gran obra que inspiró este retrato de Marchesa Cattaneo. La sombrilla de la marquesa y el entorno arquitectónico, con sus columnas corintias delicadamente talladas, están directamente relacionados con el uso de Rubens de la arquitectura imponente, la configuración de la terraza, las cortinas rojas y la sensación general de grandeza en el retrato de Spinola Doria. 

Retrato de una dama genovesa. Hacia 1621
Óleo sobre lienzo. 203 x 118,3 cm. Gemäldegallery, Berlin
¿Quién dijo que la edad está reñida con la Elegancia y la Belleza? Desde un instante suspendido en el tiempo hace más de 3 siglos esta noble dama nos contempla. Todo en ella transmite distinción y solemnidad y su mirada está llena de fuerza, serenidad e inteligencia.
Realizado en los primeros meses de su estancia en Italia este retrato aún presenta las pinceladas fluidas y suaves al estilo flamenco que en poco tiempo, como consecuencia de su contacto con el arte italiano, evolucionarán en la pintura de Van Dyck a un dibujo preciso y a una minuciosa y elaborada ejecución de la superficie.
La belleza de las cosas no reside sólo en la juventud o en la suntuosidad. En realidad, como dijo David Hume, reside en el espíritu de quienes las contemplan.

Retratos del período inglés
Durante su permanencia en Londres, Van Dyck retrató a numerosos personajes de la corte y de la pequeña nobleza, pero también a los miembros de la familia real. Esta producción fue tan masiva que Van Dyck tuvo que recurrir a la colaboración de ayudantes, que generalmente pintaban los elementos secundarios como fondos y ropajes. Quienes encargaban las obras eran representados a menudo de figura entera, como en el caso del Retrato de Lord John y Lord Bernard Stuart o bien del Retrato de Thomas Wentworth, primer conde de Strafford, pero también sentados o solo a medio busto, como el retrato Dorothy Savage, vizcondesa de Andover y su hermana Elizabeth, lady Thimbleby.
Uno de los mayores y más interesantes trabajos del período inglés es el retrato Carlos Ludovico y Rupert, príncipes palatinos. La pintura representa a los dos hijos del rey de Invierno, Federico V, llegados a la corte de su tío Carlos I buscando ayuda financiera y militar para su padre, en el exilio en La Haya. Carlos I, a la derecha, es el mayor de los hermanos, mientras que Rupert, a la derecha, es el menor. Carlos I es representado con el bastón de mando militar en la mano mientras fija al observador con una mirada entre resignada y combativa. Rupert en cambio, más lanzado que su hermano, mira el horizonte con ojos cansados y no apoya la mano en la espada como el hermano, sino que la acerca al pecho con despreocupación. El primero hará cualquier cosa para recuperar la dignidad de su padre, combatiendo incluso contra su tío, Carlos I, que había rechazado darle apoyos militares, mientras que el segundo se quedará en la corte inglesa y combatirá durante la guerra civil.

Retrato de Jacques Le Roy, 1631
Óleo sobre lienzo. 117,8 x 100,6 cm
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Este Retrato de Jacques Le Roy está realizado en los años que Van Dyck pasó en Amberes a caballo entre su estancia en Italia y su segundo y definitivo viaje a Inglaterra. Entre los géneros que cultivó, fue el del retrato aquel en el que consiguió sus mayores logros y reconocimientos. Sus fórmulas retratísticas se encontraban ya plenamente formadas durante su estancia en Génova. En sus lienzos de nobles genoveses sustituyó la espontaneidad de sus clientes flamencos por una presentación en donde la elegancia, el refinamiento y el porte esbelto de los modelos fijaban un tipo que el artista llevaría a su más alta distinción durante su segunda estancia en Inglaterra. Aisladas o en parejas, estas imágenes, muy cuidadas en sus aspectos compositivos y en sus actitudes, se asientan sobre un dibujo correcto y exhiben unas proporciones alargadas que les confieren un toque de finura y delicadeza. Van Dyck tuvo la capacidad de pintar a sus modelos más desfavorecidos con belleza y gracia sin perder el parecido, cualidades difíciles pero apreciadas en los círculos cortesanos donde se desenvolvió el artista. Este hecho ha llevado en ocasiones a tildar estas telas de aduladoras hacia su distinguida clientela, aunque también es cierto que alguno de sus comitentes se quejó por no estar lo suficientemente favorecido en el lienzo.
Jacques Le Roy fue un notable funcionario vinculado a la administración española en los Países Bajos. Ocupó un puesto relevante dentro de la gestión militar, fue miembro de la Cámara de Cuentas de Brabante, primero en calidad de consejero y en 1632 como presidente. Un año antes de la fecha del retrato, Le Roy consiguió el señorío de Herbaix. El personaje fue identificado gracias a un grabado de Adriaen Lommelin que reproduce el cuadro. En esta ilustración se incorpora en su parte baja una inscripción con el nombre del personaje, otros méritos y la fecha de ejecución del cuadro de Van Dyck. El grabado fue publicado por Gillis Hendricx en 1654 y posteriormente en 1759. En este grabado la figura aparece invertida respecto al lienzo, simplificándose el fondo en el que incluye en el ángulo superior izquierdo un escudo. Sin embargo, entre la imagen en papel y el óleo se perciben algunas diferencias como la posición de la cabeza, que en el grabado adquiere una orientación más frontal. Este diseño, además, nos permite distinguir sin dificultad parte de la hechura de los pantalones del traje y de la media que cubre la pierna del personaje y que en el lienzo del Museo Thyssen-Bornemisza son difíciles de diferenciar por el color y oscurecimiento de esta zona.
El cuadro que comentamos contiene rasgos distintivos del segundo periodo de Van Dyck en Amberes, en el que se exteriorizan trazos de su paso por Italia. La forma en que está colocada la figura, el tono distinguido que desprende su postura, en la que la cabeza y manos adquieren un protagonismo absoluto, nos remiten a sus ejemplos genoveses. Incluso el detalle de la ampulosa cortina encarnada, que sirve de fondo y que contrasta con el rojo intenso de la tapicería de la silla sobre la que se acomoda el personaje, fue un recurso del que se valió también el artista en sus años italianos.
Van Dyck retrató también, de cuerpo entero, al hijo natural de Jacques Le Roy, Philippe, así como a su prometida, Marie de Raet, lienzos ambos datados en la misma etapa que el del padre y expuestos en la Wallace Collection de Londres. Esta coincidencia ha llevado a suponer que pudo ser precisamente Philippe el que encargara el retrato paterno a Van Dyck, hipótesis formulada por Göpel y recogida por Ebbinge Wubben. Esta tesis se formula apoyada por el hecho de que no se conoce la pareja femenina del lienzo del Museo, óleo en el que Philippe posiblemente, como hijo natural, no estuviera interesado.
La pintura, que ingresó en la colección Thyssen-Bornemisza antes de 1930, fue adquirida a la galería J. & S. Goldschmidt, con sedes en Berlín, Frankfurt y Nueva York. La primera referencia que sobre ella se tiene se remonta a 1791, cuando fue subastada en Amberes, procedente de la Colección Peytier de Merchten. La pintura pasó de Amberes a Gran Bretaña, al marchante londinense William Buchanan, donde fue adquirida por John Cust, segundo barón Brownlow, siendo heredada entre generaciones de la familia, hasta que el sexto barón Brownlow la puso en venta en 1929. Durante su estancia en el Reino Unido participó en dos exposiciones, una en 1829, en la British Institution, y la segunda en 1893, en la Royal Academy of Arts.
De este lienzo se conserva una copia antigua en el Musée des Beaux Arts de Valenciennes.

Lord John y Lord Bernard Stuart, C. 1638
Óleo sobre lienzo, 238 x 146 cm. National Gallery, Londres
A principios de 1639, los dos hermanos Stuart, primos del rey Carlos I e hijos menores del tercer duque de Lennox, emprendieron una gira de tres años por el continente. Deben haber posado para Van Dyck justo antes de su partida. Desde su llegada a la corte, el artista había desarrollado un nuevo tipo de retrato: el retrato doble que registra la amistad, a menudo, pero no necesariamente, entre familiares. Los dos hermanos se muestran como si estuvieran listos en el punto de partida, esperando tal vez a que los sirvientes trajeran su carruaje. Ambos iban a morir unos años después en la Guerra Civil, y la retrospectiva le da a la imagen un toque de despedida adicional.
La habilidad compositiva de Van Dyck es superada solo por su incomparable habilidad para representar satén, encaje y cuero de cabrito extremadamente suave. Pero estos efectos cuidadosamente descritos no son de alguna manera locales: toda la superficie del lienzo cobra vida con un toque parpadeante. Los trajes, tan similares a la moda, están bellamente contrastados: retrocediendo en dorado cálido y marrón en Lord John, más frío y avanzando plateado y azul en Lord Bernard, de modo que los dos hermanos, que se complementan en vestimenta, parecen formar un todo brillante e indivisible. 

Retrato de Thomas Wentworth, primer conde de Strafford (1593-1641)
Óleo sobre lienzo. 213 x 130,8 cm.
Estadista inglés y una destacada figura de la época previa a la Guerra Civil Inglesa. Formó parte del Parlamento y apoyó al rey Carlos I de Inglaterra. Entre 1632 y 1639 ocupó el cargo de Lord Diputado de Irlanda, cargo que desempeñó con dureza. Llamado nuevamente a Inglaterra, se convirtió en el principal consejero del rey, tratando de fortalecer la posición real frente al parlamento. Cuando fue condenado a muerte, Carlos firmó la sentencia.
De cuerpo entero, con una armadura, con un perro con la inscripción identificativa 'Thomas Wentworth, Conde de Strafford '(abajo a la derecha). 

Dorothy Savage, vizcondesa de Andover y su hermana Elizabeth, lady Thimbleby.1637
Óleo sobre lienzo. 132 x 149 cm. National Gallery de Londres
Lady Elizabeth Thimbleby y Dorothy, duquesa de Andover, eran hijas del vizconde Thomas Savage. La menor de ellas es Elizabeth -aquí aparece de pie- desposada en 1634 por sir John Thimbleby de Irnham Hall. Dorothy casó con lord Andover, Charles Howard, el 10 de abril de 1637. Con motivo del último de estos enlaces matrimoniales, Van Dyck realizó este excepcional retrato, considerado una de las obras maestras de su producción inglesa. La figura juvenil que entrega las flores a Dorothy se ha considerado una representación de Cupido, motivo adecuado para un retrato nupcial pero que habitualmente acompaña sólo a la novia o los dos contrayentes. Ya que las dos hermanas se casaron con dos hombres que profesaban la religión católica, se ha interpretado que esta figura presenta rosas como atributo de santa Dorotea, patrona de las novias y de las recién casadas, o santa Isabel de Hungría. Van Dyck ha puesto el acento en la realización de los vestidos de las damas, empleando un estilo suelto y brillante, sin renunciar a las poses de las dos modelos, unificando castidad con sensualidad al mostrar a las jóvenes con un amplio escote y las mangas subidas. El resultado es una obra de gran impacto visual dentro de un estilo que Van Dyck impondrá en Inglaterra casi hasta el siglo XIX, teniendo en Gainsborough, Reynolds o Romney a sus mejores continuadores.

Carlos Ludovico y Rupert, príncipes palatinos.1637
Óleo sobre lienzo. 132 x 152 cm. Museo del Louvre
Rupert nació en Praga, Bohemia en 1619, y fue declarado príncipe por el principado de Lusacia.  Su padre acababa de ser elegido rey de Bohemia por las propiedades mayoritariamente protestantes de Bohemia. Este fue un acto de rebelión de Bohemia contra la Casa Católica de Habsburgo, que había sido reyes de Bohemia desde 1526, e inició la Guerra de los Treinta Años. Federico no fue apoyado por la Unión Protestante, y en 1620 fue derrotado por el Emperador Fernando II en la Batalla de la Montaña Blanca. A los padres de Rupert se les llamó burlonamente el "Rey y la Reina del Invierno" como consecuencia de que sus reinados en Bohemia habían durado solo una temporada.  Rupert casi se quedó atrás en la carrera de la corte por escapar del avance de Ferdinand sobre Praga, hasta que el cortesano Kryštof z Donína (Christopher Dhona) arrojó al príncipe en un carruaje en el último momento.
Rupert acompañó a sus padres a La Haya, donde pasó sus primeros años en el Hof te Wassenaer (la corte de Wassenaer).  La madre de Rupert les prestó poca atención a sus hijos, incluso para los estándares del día, aparentemente prefiriendo sus monos y perros como mascotas.  En cambio, Frederick contrató a una pareja francesa, Monsieur y Madame de Plessen, como gobernadores de sus hijos. Fueron criados con una actitud positiva hacia los bohemios y los ingleses, y como estrictos calvinistas.  El resultado fue una estricta rutina escolar que incluía lógica, matemáticas, escritura, dibujo, canto y tocar instrumentos.  Cuando era niño, Rupert a veces se portaba mal, era "fogoso, travieso y apasionado" y se ganó el apodo de Robert le Diable o "Rupert el diablo". No obstante, Rupert demostró ser un estudiante capaz. A la edad de tres años podía hablar algo de inglés, checo y francés, y dominó el alemán cuando aún era joven, pero tenía poco interés en latín y griego.  Se destacó en el arte, siendo enseñado por Gerard van Honthorst, y encontró fáciles las matemáticas y la ciencia.  Para cuando tenía 18 años, medía aproximadamente 1,93 m (6 pies 4 pulgadas) de altura. 
La familia de Rupert continuó con sus intentos de recuperar el Palatinado durante su estancia en La Haya. El dinero escaseaba, y la familia dependía de una pensión relativamente pequeña de La Haya, las ganancias de las inversiones familiares en incursiones holandesas en el transporte marítimo español y los ingresos de las joyas familiares empeñadas.  Federico se propuso convencer a una alianza de naciones, incluidas Inglaterra, Francia y Suecia, para que apoyaran sus intentos de recuperar el Palatinado y Bohemia.  A principios de la década de 1630, Federico había establecido una estrecha relación con el rey sueco Gustavo, el líder protestante dominante en Alemania. En 1632, sin embargo, los dos hombres no estaban de acuerdo con la insistencia de Gustavo de que Federico proporcionara los mismos derechos a sus luteranos y súbditos calvinistas tras recuperar sus tierras; Frederick se negó y partió para regresar a La Haya. Murió de fiebre en el camino y fue enterrado en una tumba sin nombre.  Rupert había perdido a su padre a la edad de 13 años, y la muerte de Gustavo en la batalla de Lützen en el mismo mes privó a la familia de un aliado protestante crítico.  Con la marcha de Federico, el rey Carlos propuso que la familia se mudara a Inglaterra; La madre de Rupert se negó, pero pidió que Charles extendiera su protección a los hijos que le quedaban.

 

La pintura representa a los dos hijos del rey de Invierno, Federico V, llegados a la corte de su tío Carlos I buscando ayuda financiera y militar para su padre, en el exilio en La Haya. Carlos I, a la derecha, es el mayor de los hermanos, mientras que Rupert, a la derecha, es el menor. Carlos I es representado con el bastón de mando militar en la mano mientras fija al observador con una mirada entre resignada y combativa. Rupert en cambio, más lanzado que su hermano, mira el horizonte con ojos cansados y no apoya la mano en la espada como el hermano, sino que la acerca al pecho con despreocupación. El primero hará cualquier cosa para recuperar la dignidad de su padre, combatiendo incluso contra su tío, Carlos I, que había rechazado darle apoyos militares, mientras que el segundo se quedará en la corte inglesa y combatirá durante la guerra civil. 

La reina Enriqueta María, 1632
Ella es la reina consorte de Inglaterra, Irlanda y Escocia tras su matrimonio con Carlos I  y cuenta aquí con 23 años. Esposa tras el intento fallido de unir al monarca con una princesa española, Maria Ana, hija de Felipe III, al no aceptar la Corona inglesa las exigentes condiciones que el monarca español imponía para consentir esta unión. Nacida en el palacio del Louvre de París, hija del rey Enrique IV de Francia y de su segunda esposa, perdió a su padre tan solo seis meses después, al ser asesinado. También sería asesinado su propio esposo, el Rey de Inglaterra, Carlos I. 
Borbona francesa, católica hasta la médula y fille de France, conoció a su futuro esposo en París cuando éste se dirigía a España a tratar de llevarse a Maria Ana de Austria, pero no sabemos si en aquel encuentro se produjo flechazo ó no. Sea como fuere, lo que no sospechaban es que volverían a encontrarse de nuevo dos años después en 1625 nada menos que  ante el Abad de Canterbury que les iba a casar. Una francesa católica Reina de la Inglaterra anglicana no era una situación como para ser aceptada por gran parte de la corte, la nobleza y la sociedad inglesa de la época, y esto hizo que la mitad de su matrimonio con Carlos fuese una constante sucesión de enfrentamientos, discusiones y desamor. No debió haber flechazo en París, y si lo hubo se desvaneció con rapidez ante el cúmulo de malas influencias sobre el Rey y el catolicismo a capa y espada de la Reina. 
Sin embargo, a partir de la muerte del duque de Buckingham, uno de sus peores detractores, en 1628, todo empezó a cambiar. Dos años después nació su primer hijo, el Príncipe de Gales,  Carlos, acontecimiento que consolidó la mejoría establecida en la relación de la real pareja. En este cuadro, Henrietta acababa de alumbrar a su segundo hijo, Mary, en 1631 y quizá estuviera ya esperando al tercero,  el futuro Jacobo II, pues hay que decir que fué madre de dos futuros reyes de Inglaterra y abuela de otros tres .Así pues, es muy posible que en este cuadro fuese totalmente feliz y quizá empezase a estar enamorada. Henrietta María fué a partir de este momento una esposa especialmente leal al Rey y durante la guerra civil que sucedió a continuación, no dejó de demostrarlo nunca, recabando fondos, tropas y cuantos medios sirvieran para la causa de su esposo, quién, sin embargo fué ejecutado por alta traición por el bando opuesto. Henrietta se exiló definitivamente en Francia y moriría en París a los 51 años.
Si alguien tenía que hacer un cuadro de la Reina, ese no podía ser otro que Van Dyck, como igual  podríamos decir de Velázquez al hablar de retratos de Felipe IV de España .El primero, como el segundo, pintaron a sus reyes e infantes del derecho y del revés, quizá el español en una situación menos cómoda y relajada, debido a su preocupación por el rango y la categoría, que en el flamenco. Carlos I fué, en efecto, un monarca especialmente preocupado en elevar el nivel de la misma Corona y de la corte por medio del arte, y, así, no escatimó medios  para atraer a las islas a lo mejor del panorama artístico del continente. Entre ellos el principal, Anthony Van Dyck, que además colaboró con el monarca y sus agentes en la obtención de obras de arte para la colección real.

La reina Enriqueta María con sir Jeffrey Hudson y un mono, 1633

La reina Enriqueta María

La reina Enriqueta María, 1635 

Retratos de Carlos I
El personaje que más veces aparece en los retratos realizados por Van Dyck es sin duda, Carlos I Estuardo, rey de Inglaterra y su mecenas-protector. Van Dyck lo representó con su familia, en pareja con su mujer Enriqueta y sobre todo solo. Las pinturas son de diversos formatos y el soberano es representado en diversas poses: a caballo, como en el caso del Carlos I a caballo, de cuerpo entero como en el Retrato de Carlos I cazando, de medio busto como en Rey Carlos I y la reina Enriqueta María y también en otras posiciones, como en el Triple retrato de Carlos I, luego enviado a Roma, al taller de Bernini. El más ambicioso de los retratos de Carlos I es el retrato ecuestre en el que el soberano aparece en compañía de su maestro de equitación.
En este cuadro, Van Dyck realiza el más solemne de los retratos ecuestres del rey: Carlos está atravesando un arco de triunfo, desde el cual caen pesados paños verdes, viste armadura y tiene en la mano el bastón de mando mientras cabalga un espléndido caballo blanco. Si la descripción se detuviese aquí, parecería una pintura de un general victorioso: pero para subrayar que se trata del rey, Van Dyck inserta a la izquierda del soberano a su maestro de equitación que lo mira, desde abajo, con una mirada de sumisión y veneración; a la izquierda en cambio hay un gran blasón que tiene los símbolos de la dinastía real y una imponente corona. Además del amor que el rey tenía por el arte, Carlos I lo veía como un medio de propaganda política, especialmente en los años difíciles como los precedentes a la guerra civil. 

Carlos I de Inglaterra. 1635
Óleo sobre lienzo. 105 cm × 76 cm. Museo del Louvre, París
Este lienzo muestra al rey Carlos I de Inglaterra descansando en una jornada de caza, mientras dos pajes se hacen cargo de su caballo. En este retrato el rey no aparece con los atributos típicos de un monarca, corona, cetro o grandiosas vestiduras, sino como un campesino, elegante y distinguido. La imagen entraña notable mérito artístico, pues el rey era extremadamente corto de estatura (se le menciona como el rey inglés más bajo de la Historia). No obstante, mira con arrogancia, directamente al espectador. Hay una armonía entre las figuras humanas, el animal y el paisaje.

Los cinco hijos mayores de Carlos I, 1637
Óleo sobre lienzo, 163 x 198 cm, The Royal Collection, Windsor Castle)
Este retrato tan magnífico, uno de los mejores que pintó Anton van Dyck, representa a los cinco hijos mayores del rey Carlos I de Inglaterra, los que tenía en el momento en que se pintó el cuadro. El del centro es lógicamente el heredero, el futuro Carlos II (7 años), que posa muy solemne y emperifollado, vestido de rojo para destacar bien sobre el resto de sus hermanos. A la izquierda, están Mary (6 años) y James (4 años), que también acabaría reinando después de Carlos. No os extrañéis de su atuendo, en esa época era frecuente que los niños de corta edad llevasen faldas. En la parte de la derecha, vemos a las dos menores, Elizabeth (2 años) y Anne (nacida pocos meses antes). Las dos fallecerían antes de llegar a la edad adulta. Los tres niños de la derecha parecen más formalitos que las otras dos. Tiene su lógica: al ser los mayores, era previsible que acabasen teniendo más peso y responsabilidad en la historia de su país. Las otras dos niñas podían relajarse un poco más, por eso el artista las pinta con una actitud más infantil.
Generalmente, los retratos reales de carácter oficial están pintados utilizando un punto de vista bajo, para que los súbditos que los contemplaban estuviesen siempre en un plano visual inferior. En este caso, las cinco criaturas están al mismo nivel que el espectador, lo que lleva a pensar que era un retrato pensado para el disfrute privado de la familia real.
Los dos perros contribuyen a darle un toque más natural a la escena, pero tal mismo tiempo simbolizan la fidelidad. El futuro rey coloca su mano sobre el enorme mastín, que encarna la lealtad de su pueblo, una lealtad que a los siete años todavía le quedaba un poco grande.


Próximo Capítulo : Capítulo 35 - Pintura del Siglo de oro neerlandés

 

Bibliografía
Belkin, Kristin Lohse (1998). Rubens. Londres: Phaidon Press. ISBN 0-7148-3412-2.
Belkin, Kristin Lohse (1998). Rubens (en inglés). 2ª reimpresión, 2005. Londres: Phaidon Press. ISBN 0-7148-3412-2.
BELLORI, Giovanni Pietro, Vite de' pittori, scultori e architecti moderni, Einaudi, Turín 1976, ISBN 88-06-34561-3
BERNARDINI, Maria Grazia, Van Dyck — Riflessi italiani, Skira, Milán 2004, ISBN 88-8491-850-2
BODART, Didier, Van Dyck, Giunti, Prato 1997, ISBN 88-09-76229-0
BROWN, Christopher, Antonie Van Dyck 1599–1641, RCS Libri, Milán 1999, ISBN 88-17-86060-3.
Cabanne, Pierre (1967). Rubens. Traducido del francés por Juan Massot Gimeno. Barcelona: Daimon. Depósito legal B-22396/1967.
Cavalli-Björkman, Görel (1987). «Rubens y Tiziano». En varios autores, ed. Rubens. Copista de Tiziano (catálogo de la exposición). Madrid: Museo del Prado. pp. 37-46. ISBN 84-505-5776-3.
Díaz Padrón, Matías (1995). El Siglo de Rubens en el Museo del Prado. Catálogo Razonado de Pintura Flamenca del Siglo XVII. Barcelona / Madrid: Editorial Prensa Ibérica / Museo Nacional del Prado. ISBN 84-87657-89-3.
Giorgi, Rosa (1999). Velázquez. Luces y sombras del Siglo de Oro. Madrid: Electa España. ISBN 84-8156-217-3.
GUARINO, Sergio, Pinacoteca Capitolina Catalogo Generale, Electa, Milán 2006, ISBN 978-88-370-2214-3.
Hyatt Mayor, Alpheus (1971). Prints and people (en inglés). Nueva York / Princeton (Nueva Jersey): Metropolitan Museum of Art / Princeton University Press. ISBN 978-0-6910-0326-9.
Lilar, Suzanne (1988). Le Couple (en francés). Bruselas: Les Éperonniers. ISBN 2-87132-193-0.
Martin, J. R. (1977). Baroque. Nueva York: Harper & Row. ISBN 0-06-435332-X
Slive, S. (1995). Dutch painting 1600-1800. Yale University Press Pelican history of art. New Haven, Conn: Yale University Press. ISBN 0-300-06418-7.
Martin, John Rupert (1977). Baroque (en inglés). Nueva York: Harper & Row. ISBN 0064300773.
Martínez Leiva, Gloria; Rodríguez Rebollo, Ángel (2015). El Inventario del Alcázar de Madrid de 1666. Felipe IV y su colección artística. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas/Polifemo. ISBN 978-84-00-10039-1.
Micheletti, Emma (1966). Rubens. Teide, Barcelona.
Morales y Marín, José Luis (1989). Historia Universal del Arte: Barroco y Rococó. Barcelona: Planeta. ISBN 84-320-6687-7.
Müller Hofstede, Justus (1964). Pinacoteca de los genios: Rubens. Traducción de Julio Gómez de la Serna. Buenos Aires: Codex. OCLC 4734840.
MÜLLER HOFSTEDE, Justus, Van Dyck, Rizzoli/Skira, Milán 2004
Néret, Gilles (2006). Pedro Pablo Rubens. 1577-1640. El Homero de la pintura. Colonia: Taschen. ISBN 978-3-8228-2884-7.
Pérez Preciado, José Juan; Vergara, Alejandro (2011). Rubens (guía de la colección). Madrid: Museo Nacional del Prado Difusión. ISBN 978-84-8480-211-2.
Pijoán, José (1966). Historia del Arte (volumen III). Salvat, Barcelona. Depósito legal B-10789/1966.
Smith, John (1830). A Catalogue Raisonné of the Works of the Most Eminent Dutch, Flemish, and French Painters: Peter Paul Rubens (en inglés). Londres: Smith and son.
Sutton, P. C., & Wieseman, M. E. (1993). The Age of Rubens. Boston: Museo de Bellas Artes en relación con Gante. ISBN 0-8109-1935-4.
Vlieghe, H. (1998). Flemish art and architecture, 1585-1700. Yale University Press Pelican history of art. New Haven: Yale University Press. ISBN 0-300-07038-1.
Tarabra, Daniela (2004). Rubens. Electa (Mondadori Electa), Milán. ISBN 84-8156-372-2.
Vlieghe, Hans, Arte y arquitectura flamenca, 1585-1700, Madrid, Cátedra, 2000, ISBN 84-376-1842-8
VV. AA. (2009). La senda española de los artistas flamencos. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, Barcelona — Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid. ISBN 978-84-8109-831-0 (Galaxia Gutenberg) / 978-84-672-3702-3 (Círculo de Lectores). 
VV. AA. (1994). Historia de la Pintura y de la Escultura (volumen I). Altaya, Barcelona. ISBN 84-487-0230-1.
VV. AA. (1984). Historia Universal del Arte (volumen 12). SARPE, Madrid. ISBN 84-7291-588-3.
VV. AA. (2004). Historia del Arte Espasa. Espasa-Calpe, Barcelona. ISBN 84-670-1323-0.
VV. AA. (1968-2020 (previsión)). Corpus Rubenianum Ludwig Burchard. Varias editoriales (dirección: Nationaal Centrum voor de Plastische Kunsten in de XVI de en XVII de Eeuw).
ZUFFI, Stefano, Il Barocco, Mondadori, Verona 2004, ISBN 88-370-3097-5





No hay comentarios:

Publicar un comentario